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Juego de Zeus 1 - Hide & Seek
Juego de Zeus 1 - Hide & Seek
regiones de habla hispana en las cuales son escasas o nulas las publicaciones,
cabe destacar que dicho documento fue elaborado sin fines de lucro, así que se
le agradece a todas las colaboradoras que aportaron su esfuerzo, dedicación y
admiración para con el libro original para sacar adelante este proyecto
SINOPSIS ..................................................................................................................... 5
Capítulo 1 ...................................................................................................................... 7
Capítulo 2 .................................................................................................................... 16
Capítulo 3 .................................................................................................................... 23
Capítulo 4 .................................................................................................................... 33
Capítulo 5 .................................................................................................................... 42
Capítulo 6 .................................................................................................................... 51
Capítulo 7 .................................................................................................................... 59
Capítulo 8 .................................................................................................................... 68
Capítulo 9 .................................................................................................................... 75
Capítulo 10 .................................................................................................................. 86
Capítulo 11 .................................................................................................................. 97
Capítulo 12 ................................................................................................................ 105
Capítulo 13 ................................................................................................................ 115
Capítulo 14 ................................................................................................................ 125
Capítulo 15 ................................................................................................................ 135
Capítulo 16 ................................................................................................................ 143
Capítulo 17 ................................................................................................................ 153
Capítulo 18 ................................................................................................................ 161
Capítulo 19 ................................................................................................................ 169
Capítulo 20 ................................................................................................................ 182
Capítulo 21 ................................................................................................................ 195
Capítulo 22 ................................................................................................................ 204
Capítulo 23 ................................................................................................................ 213
Capítulo 24 ................................................................................................................ 221
Capítulo 25 ................................................................................................................ 233
Capítulo 26 ................................................................................................................ 246
Capítulo 27 ................................................................................................................ 256
Capítulo 28 ................................................................................................................ 265
Capítulo 29 ................................................................................................................ 277
Capítulo 30 ................................................................................................................ 290
Epílogo ...................................................................................................................... 300
AVANCE... ............................................................................................................... 303
CREDITOS .............................................................................................................. 304
BIOGRAFIA ............................................................................................................ 305
Mentir, engañar o robar, nadie puede atrapar a Tripp Fox. Excepto
una mujer.
Zeus, sin embargo, no les dio a Lexi y a Tripp sus talentos para hacer
de su relación una alianza sencilla y fácil. Lo ha diseñado para que
sea exactamente lo contrario. Imposible. Siempre.
Encontrarlo.
El rugido del océano reverberó cuando las olas se estrellaron en sus pies, enviando espuma de mar al
aire. Lexi aminoró el paso al llegar al muelle, se apoyó contra un grueso poste e inhaló el aroma a café y
tabaco.
Lexi contuvo un grito, pero no el escalofrío que le recorrió todo el cuerpo. El hombre se escondió en la
oscuridad de la estructura.
—Yo... lo tengo. —Más o menos. Ella enmascaró sus nervios con un tono confiado. ¿Por qué me he
comprometido a una entrega nocturna otra vez?
—¿Puedo tenerlo? —Basándose en el volumen de su voz, Lexi supuso que él estaba a un metro o dos de
distancia.
Dio un paso entrando en un pequeño círculo de luz creado por una de las lámparas colgantes de la
cubierta. Su vestido, era una maraña apelmazada de seda azul de Carolina, se había pegado a sus piernas
y los extremos de la parte baja estaban en el agua. Sin embargo, no podía verle.
—Es personal.
Ella le dio una patada al agua con la punta del pie, ajustando el ángulo de visión y capturando su silueta
dentro del círculo a tan sólo unos metros de distancia.
—Lo hiciste. Lo hiciste. —Ella inclinó la cabeza de lado a lado—. Aunque... incumplió el contrato. Yo no
busco propiedades robadas.
—Eso no tiene consecuencias para ti. —En la palma de su mano se reflejó la luz de arriba como si ella,
automáticamente, hubiera colocado la caja en ella.
—Pero, bueno... las tiene. —Puso una mano sobre su corazón, que latía a un ritmo frenético—. No voy a
formar parte de un robo.
—¡Dámela!
Tiró la caja, pero en lugar de hacia él, formó un arco, volando por el aire y cayó dentro del control del
océano.
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—¡No! —Su rugido dio el pistoletazo de salida a una descarga de adrenalina en Lexi.
Recogió los pliegues de su vestido y partió hacia la oscuridad, corriendo tan rápido como su atuendo le
permitía. Solo el miedo la perseguía, los gritos del hombre se acallaban tras el estrépito de las olas del
mar al romper. Lexi deslizó sus dedos a lo largo de la cadena que le rodeaba el cuello hasta que tocó la
bolsa que colgaba entre sus pechos.
Los músculos de las piernas le ardían, insistiendo en que se detuviera. Reconociendo su propia casa de
playa y el único foco que su hermana Emma habría dejado encendido, se dejó caer en el suelo de la
playa.
Las constelaciones Can Mayor y Can Menor titilaban hacia ella —luces blancas en miniatura en un, de lo
contrario, cielo negro— antes de desaparecer detrás de unos pequeños cúmulos de nubes que pasaban en
lo alto.
Bajo el brillo de la luna, un mar de tinta negra apareció lo suficientemente grueso como para cruzarlo a
pie.
Lexi se apresuró a ponerse en pie, retrocediendo mientras su corazón se aceleraba una vez más. Ella se
centró en la única luz, dándose cuenta de que se había desplomado dos casas demasiado lejos.
—Quieta.
—Acabo de salir para estar un rato tranquilo. —Su voz, profunda y firme, derivó hacia ella como si fuera
llamada por el océano. Palmeó el suelo—. Siéntate.
—No muerdo.
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Como una marioneta, ella se encontró dirigiéndose hacia delante, no hacia atrás. Esto es realmente
estúpido, Lexi.
Su cabeza se movió hacia un lado, permitiéndole echarle un vistazo a su cara: los huesos fuertes de la
mejilla, la nariz recta y el pelo oscuro. La pequeña cantidad de luz de la casa atrapó sus ojos, pero el
color seguía siendo un misterio. Un aro en miniatura adornaba el lóbulo de su oreja.
Lexi se sentó en la arena, tomando de nuevo el lugar justo a su derecha. Un deseo innegable de sentarse
le impedía correr, a pesar de que dejó treinta centímetros de distancia entre ellos.
—¿Qué te trae por aquí? —El crujido de la arena siendo aplastada contra los vaqueros se fusionó con el
repetido rumor de las olas.
—¿Una carrera de medianoche? —Ella dibujó un ocho en la arena, deseando que su corazón redujera la
velocidad.
—Son más de las dos y llevas un vestido largo de noche. Inténtalo de nuevo.
—¿Un temprano paseo matutino? —Se giró, alcanzando a ver el borde de un tatuaje en el cuello de su
camiseta.
Señaló atrás hacia las casas que se alineaban en la playa, la mayoría con las luces apagadas.
—Yo también. —Los dedos de los pies se agitaron en el suelo del océano—. Lo que sea que estés
escondiendo en el vestido es bastante evidente justo ahora.
Ella se echó hacia atrás, tensando los músculos para huir. Estúpida, estúpida, estúpida. Debería salir
corriendo en este momento.
—Gra… cias.
Sus manos presionaron su pecho en un inútil esfuerzo de separarse. Emma va a hacer su agosto con esto
si sobrevivo.
—No voy a hacerte daño. Sólo estoy... intrigado. —Sus ojos se movieron como si estudiara su rostro. Con
su ángulo ladeado, el azul cristalino de sus iris se encontraron con los de ella.
—¿Sobre qué? —Ella mantuvo las manos contra él, luchando por guardar la compostura y evitar que su
cuerpo temblara bajo su tacto.
—Sobre ti. Tu presencia aquí esta noche. Siento que te he visto antes, pero ni siquiera sé tu nombre. ¿De
dónde has sacado esos ojos tan malditamente oscuros que apenas puedo ver el color?
—Creo que esas son preguntas que es mejor dejar para una cita, no en un encuentro de medianoche con
un perfecto desconocido.
—¿Tripp? —Una dulce y del Medio Oeste voz femenina llegó a ellos—. ¿Estás ahí? ¿Tripp? —La
preocupación le rezumaba al llamarlo.
Él sacudió la cabeza.
Lexi se dio la vuelta, mirando al mar, las brillantes crestas de las olas y los sonidos de la naturaleza.
—Así que... Tripp. Supongo que es mejor que te des prisa. —Su cuerpo se relajó sin esfuerzo consciente.
***
El brillante sol despertó a Lexi de una noche de sueños incumplidos entre un enredo de sábanas. La
apartó de una patada, se deslizó hasta el borde de la cama y estiró las piernas hasta que sus dedos
llegaron a la madera. Su pie aplastó el vestido que había dejado caer al volver a casa en mitad de la
noche. El sonido amortiguado de unos pasos en el pasillo significaba que Emma le ganaría a Lexi en
llegar a la cocina y coger lo último de los Fruit Loops.
Su improvisada carrera nocturna le dejó los músculos necesitando un poco de yoga en verdad. Extendió
los brazos por encima de la cabeza, se levantó de puntillas y se estiró tanto como pudo hasta asomarme
por las puertas correderas de cristal de su habitación.
Un flujo constante de veraneantes tardíos y visitantes de fin de semana aparecieron en la playa de abajo.
Los gritos excitados penetraron la barrera de su casa. Lexi bajó por las escaleras hasta la primera planta
de su casa frente al mar de dos pisos. ¿Cómo puedo mezclar mi casa con su monstruosidad de cuatro
pisos?
El tintineo de los cereales al caer en un cuenco de cerámica significó, de hecho, que ella había perdido la
partida del desayuno.
—¿Cómo estuvo tu cita, Em? —Lexi estaba con la puerta de la nevera abierta, buscando una fuente
alternativa de alimento.
—Enh —dijo Emma entre bocados—. Volví alrededor de las once. ¿Y tú qué? ¿Conseguiste entregar «la
caja»? —Sonó la cuchara contra el plato.
Nada de lo poco que quedaba en los estantes era de su interés, aunque el aire de la puerta abierta hizo lo
que la noche no pudo: enfriar el calor que un hombre comprometido había creado dentro de Lexi. Está
comprometido, Lex, déjalo ir.
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—Sí. —La piel de Lexi hormigueó y se le erizó el pelo mientras ella se dignaba a tener pensamientos
sobre el hombre de otra mujer.
—Ooh. Esta va a ser buena. Así que la cena fue muy bien. ¿Está él aquí?
—¿El tipo de la cena? Diablos, no. Dejaba mucho que desear y no tenía imaginación, entre otras cosas
que no quiero ni pensar.
—Déjame en paz.
—¡Ajá! ¡Lo hiciste! —Como un sabueso, Emma Shepherd podía oler el amor y la lujuria, incluso cuando
Lexi no se lo creía. Ella batió palmas como si hubiera ganado una ronda en un concurso de televisión—.
¿Vas a volver a verlo? ¿Fue antes o después de reunirte con la rata-bastarda que te contrató para
encontrar un collar que no era suyo?
Lexi cerró la puerta de la nevera, se negó a mirar hacia su hermana y en su lugar comenzó a las escaleras.
—Oh, vamos, Lex. No puedes dejarme colgada así. Nos vamos a casa en menos de treinta horas... de
vuelta a la rutina. Esto se supone que es nuestro momento de diversión. —Ella golpeó su cuchara contra
el plato.
Solo el sonido obligó a Lexi a girarse, tapándose los oídos, al mismo tiempo.
Lexi no podía dejar de sonreír. El metro cincuenta y ocho de Emma y las agallas de animadora de los
Cowboys de Dallas contrastaban con la naturaleza más seria de Lexi, sin embargo como hermanas,
seguían siendo las mejores amigas.
—Está bien... sí. Conocí a alguien en la playa esta mañana. Pero tiene obligaciones en su monstruosa casa
de cuatro pisos. Y él no es exactamente lo que estaba buscando para estas vacaciones.
—¿Obligaciones familiares?
—Prometida. —Lexi se frotó los ojos como si el sueño amenazara con vencerla—. Y no importa lo que
digas, no voy a cazarlo. Cuando el hombre indicado aparezca, es mejor que esté soltero, que no tenga
equipaje y no esté paseando en la oscuridad de la noche. —Se frotó en un punto justo por encima de su
pecho.
—Bueno, maldita sea, que asco. —Emma golpeó las palmas de sus manos sobre el mostrador—. ¿Qué vas
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—Fue un experimento autodiseñado, Em. —Lexi lo rechazó con un gesto de la mano—. No estoy segura
de que pueda manejar la búsqueda de cosas pequeñas a largo plazo. Por lo tanto, no hay problema.
Tenemos suficiente trabajo en casa. Además de que no es necesario. —Un bostezo tiró de los músculos
de la mandíbula de Lexi—. Probablemente debería volver a la cama. Es un poco temprano para mí.
—La única razón por la que te levantarías antes del mediodía en vacaciones es si estás asustada por algo.
—Ella agitó su lisa melena rubia.
La magnitud de sus diferencias alcanzaba cada detalle. Nacida en primer lugar, por la friolera de un
minuto, Lexi tomó toda la oscuridad y Emma toda la luz.
—Se podría decir que él me sobrecargó los sentidos. —Lexi se apoyó en el mostrador de granito cuando
el aroma de la mezcla del buen café le alcanzó. Ni ella ni su hermana tomaban esa cosa, pero a ambas les
encantaba el olor.
Lexi miró a su hermana gemela, imitando la mirada de: «mamá lo sabe todo» y meneó la cabeza.
—Si no estuviera comprometido, podría jugar a ese juego. No es justo poner a prueba el destino de un
tipo con el que cuentan, sobre todo ya que los hombres no se quedan en mi vida. Eso sería el
equivalente a robar, cosa para la que sabes que no tengo paciencia.
Lexi se echó hacia atrás, parpadeando. Mientras que a ambas les gustaba burlarse de la otra, ninguna
presionaba con un problema después de más de una ronda llena de tomaduras de pelo.
—Estoy preocupada por ti, Lex. —Ella jugueteó con la cuchara—. Tienes un don que te permite,
literalmente, encontrar la aguja en el pajar, pero no estás dispuesta a utilizarlo para enganchar a un
hombre. —Emma dejó caer la cuchara de plata, se cruzó de brazos e hizo un mohín como un niño de
cuatro años—. Un gran coñazo porque si no lo haces, ¿qué es lo permitido para mí?
—Dame un descanso, Em. Para el hombre tiene que ser real, verdadero, y no tener absolutamente
ningún vínculo con nada del otro mundo. —Lexi detuvo la conversación levantando una mano como una
policía de tráfico—Esa ha sido mi regla... para siempre.
—Quizá por eso tus relaciones pasadas no han funcionado. Ya sé que ansías encontrar el amor…
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—¿Es ese tu eufemismo para las noches de esta semana? —le guiñó un ojo Lexi.
—Eres una aguafiestas. Y, no. Todo eso fue divertido, cosa que podrías haber tenido, también, si acabaras
de soltarte un poco. —Ella puso una mano en encima de Lexi—. Deja de esperar. Usa ese don tuyo. Deja
que la respuesta de «quién es mi alma gemela» te golpee como una tonelada de plumas, así al menos no
te harían daño.
Lexi no pudo contener la risa. Emma pensaba que seguramente la solución llegaría tan simple como
dejar que su mente viaje por la respuesta.
—Vale, vale, no más persecución. Si no quieres decirme a quien conociste, dime, al menos, cómo te fue
con el traidor.
—Tú eres la maestra en «abandonar y seguir adelante». —Lexi escondió otra risa detrás de la mano—. Fue
aterrador. —Pero no como el segundo tipo—. Dejé caer accidentalmente su caja en el océano.
Afortunadamente, fue tras ella, y yo corrí en dirección contraria. —Directa a otro hombre mucho más
aterrador pero mucho más interesante.
—Solo le devolviste el dinero, ¿no? ¿Te has quedado con el collar…? Dime que lo hiciste. Me muero por
echarle un vistazo.
—Está arriba. Espera. — Lexi corrió escaleras arriba.
—Sí. Me alegro de haberla llamado y de que se enterara antes de que hiciera una entrega que no debería
haber hecho. —Ella se dirigió hacia su mesita de noche, abrió el cajón—. ¿Qué demonios? —Tiró de la
manilla y volcó el contenido en su cama. Un tejido, su libro y un reloj cayó… pero no el colgante.
—¿Qué?
—¿Por casualidad, lo has cogido ya? ¿Azul con una estrella en el centro? Estoy segura de que sólo es de
fantasía pero es bonita. —Ella rebuscó por el resto de los cajones. «Mi vestido». Ella levantó el montón de
seda empapada y lo sacudió, pero sólo arena cayó en cascada hasta el suelo.
—¿Qué quieres decir? —Emma abrió mucho los ojos—. ¿Cómo es posible? —Ella hurgó en los cajones
abiertos como si una segunda pasada pudiera hacer que el collar apareciera por arte de magia—. Nunca
pierdes cosas, Lex. Eso no es posible. ¿Cómo ha pasado esto?
—¿Puedo ofrecerle algo más, señor? —La veinteañera de ojos grandes con delantal verde brillante
esperaba con una sonrisa.
—No, gracias. —Sonrío para sí, aunque ella debía haber malinterpretado el gesto, ya que la suya se volvió
coqueta antes de alejarse.
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Sacó el colgante de nuevo, de un azul brillante que no podía nombrar, colocado en plata o platino, no lo
sabía, nada de aquello importaba. La mujer que encontró en la playa le intrigaba más que la gema. Desde
sus gruesos y tiernos labios a sus ojos oscuros, le alcanzó de una manera que ninguna otra lo había
hecho. Ella olía a flores, pero no podía ponerle nombre al aroma. Fresco, diría si alguien le preguntara.
La espuma de su bebida golpeó sus labios mientras el flujo constante de playeros, compradores o niños
pequeños tirando de los brazos de sus padres pasaban por delante de la ventana del café. Él se rió de la
locura de las familias en vacaciones.
—¿Recordando o fantaseando? —Un viejo amigo y socio, Ian Sands, se sentó ahorcajadas en el asiento
frente a Tripp, con sus ojos verdes brillando con perpleja curiosidad.
—Observando y pensando.
—Los cafés son mejores que los bares, o eso he oído. —Ian le hizo una seña a la camarera, apuntando con
dos dedos a la taza de Tripp—. ¿Qué es esto?
—¿Así que de verdad te vas a casar con la… quiero decir con Jill?
—Eres un bastardo afortunado, ¿sabes? Has tenido buenas, malas, feas y preciosas. Nunca habría
pensado que ella fuera tu... uhm... tipo. —Ian se giró hacia la ventana.
—¿No dicen los expertos que los hombres viven más cuando están casados? —Tripp levantó su café
helado como si brindara.
—Eso es una estupidez, y lo sabes. —Ian sacudió la cabeza, mirando hacia Tripp otra vez—. Incluso
podrías engañarla y...
—No. —El tono de Tripp rayaba lo peligroso—. Seré fiel... una vez que escoja ese camino... si alguna vez
lo hago. —Se pasó una mano por la cabeza, deseando por un momento habérsela rapado como lo había
hecho Ian.
—Entonces eres un idiota, especialmente con tus... eh... habilidades. —Vocalizó las palabras cuando la
camarera volvió con la bebida. Ella le ofreció a Ian la misma sonrisa que a Tripp—. Creo que le gusto. —
Ian sonrió mientras ella se alejaba.
—Es su trabajo que le guste todo el mundo. —Él se inclinó hacia Ian, con la risa bailando en su sonrisa—.
Entonces, ¿cuál es nuestra próxima aventura?
—¿Tienes que mantenerte limpio o podemos ensuciarnos? —Los ojos de Ian se desviaron hacia la
multitud.
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—Limpio, Ian. Lo acordamos. Hay una línea difusa entre el robo y la recuperación. Quedémonos con el
lado más... angelical.
—Maldita sea. ¿Ves? —Ian suspiró, golpeando la mesa con una mano—. Yo no soy angelical. Y estoy
harto de esta mierda de poca monta en la que nos estamos metiendo. Quiero que volvamos donde está
la acción. Vamos a tomar un par de trabajos lo suficientemente grandes para que nuestros viejos
corazones se aceleren. —Dio un golpe con el puño contra su pecho— ¿Sabes? Algo que requiera cervezas
después, no... café. —Dejó su vaso en la mesa—. ¿Para qué tuve que aguantarte veintitrés años atrás si
ahora vas a quitarme toda la diversión... cuando estoy en mi mejor momento?
—Si no recuerdo mal, cuando estuvimos frente a ese gerente de multi-tienda, te salvé el culo. De todos
modos todavía no entiendo por qué estabas robando aquellas barritas de chocolate. Se suponía que eras
un «buen chico».
—Y ese es exactamente mi punto sobre el papi ricachón de tu mujer. Tú no eres un buen chico. Por lo
tanto, no vayas allí. Con treinta y tres no eres viejo, ya lo sabes. Hay un montón de tiempo, un montón
de otras... un montón de... oh, a la mierda. —Hizo un gesto como si Tripp debiera salir corriendo a
ahorcarse con el nudo de la felicidad matrimonial—. Si ella es un buen polvo, entonces por supuesto. Vas
a hacer lo que quieras de todos modos. Siempre lo haces.
Tripp dirigió su atención hacia la acera llena de gente.
—¿Qué está pasando en esa cabeza tuya hoy? Por favor dime que por fin estás teniendo dudas sobre esa
mujer.
—Nunca pensé en ello en primer lugar. —Jill se lo propuso. Cuando él no respondió, ella lo tomó como
un sí y los planes se dispararon a un ritmo que no esperaba—. Es el camino más fácil.
Tripp se sacó el colgante. Destellaba con la luz de la ventana cuando lo puso sobre la mesa.
—Pensé que querías la forma más sencilla. —Un resplandor se apoderó de la mirada de Ian—. A mí me
parece algo falso. ¿De dónde lo has sacado?
Cuando Tripp no respondió, Ian le dirigió una mirada de «estas-metido-en-algo», completándola con una
amplia sonrisa.
—De ninguna manera. ¿Lo robaste? ¿Estás en remisión? ¿Has roto tu propio código? Creía que el señor
Fox solo devuelve lo que la gente «coge indebidamente», como tú dices. —Un lento asentimiento
acompañó a un mayor estudio de la gema—. Necesitas probar el sabor del lado oscuro. Lo puedo ver.
La curiosidad de Tripp había anulado su brújula moral, al menos hasta cierto punto.
—Simplemente averigua si vale algo, consigue una historia, ya sabes... lo de siempre. Juro que he visto
esto antes, pero no lo puedo situar. Tengo que devolverlo esta noche.
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—Esta noche, ¿eh? ¿Cuándo lo has conseguido? ¿A quién se lo quitaste? ¿Por qué…?
—¿Eres quién para cuestionar mis motivos? ¿El hombre que vive de lo que yo puedo hacer? —Las
declaraciones salieron sin malicia.
¿Cuán conveniente sería el don de Tripp de nunca ser atrapado si su amigo de la infancia no pudiera
beneficiarse de ello también?
—Vale, vale —dijo Ian—. Pero una vez que me entere, quiero saber toda la historia... desde el principio. —
Miró su reloj—. Mi vuelo sale dentro de una hora. Te recogeré cuando volvamos a Nueva York. Si
vuelves sin la rubia... aún mejor. Si tienes el impulso de cazar algunas otras chucherías, solo dilo. Tengo
unos cuantos contactos que todavía podrían trabajar con nosotros. —Ian tomó notas sobre las
dimensiones, tamaño, peso, forma y con la cámara del teléfono móvil agregó una foto.
Cuando se fue, Tripp rió para sus adentros. Su amigo estaba en lo cierto —por lo menos sobre Jill. En
pocos meses, el diría: «sí, quiero» o «que te den». Cualquiera de ellas le mordería el culo. Cuanto más lo
pensaba, menos le gustaba una vida cómoda de ocio. Escabulléndose o no, podría tener que ceder ante
su antiguo yo si la belleza de pelo oscuro aparecía de nuevo en su vida.
***
Lexi se apoyó en el marco de la puerta de su dormitorio. El suyo, de un lavanda sutil, y el de Emma, de
un atrevido frambuesa, comunicando con un baño amarillo de estilo francés con dos lavamanos. Su casa
de la playa, en la que habían vivido desde la infancia y que compraron cuando sus padres decidieron
venderla, reflejaba cada uno de sus gustos. El desorden de la mañana se había arreglado, aunque el
colgante no había vuelto a aparecer. Cómo se las había arreglado para perderlo en primer lugar,
continuaba dejándola perpleja.
—¿De verdad te vas a quedar? —Emma dejó caer su delineador en el lavabo, limpiándose el borde de los
labios.
Después de un día en un centro comercial a treinta kilómetros de la playa, Lexi no quería nada más que
una noche a solas.
Debería haberlo buscado antes de irse, pero los recuerdos del hombre en la playa le habían supuesto
una distracción extrema.
—Cada día de esta semana he hecho algún tipo de trabajo. Por lo tanto, esta noche, voy a disfrutar del
mar, la brisa y la soledad. —Ella le dio un asentimiento enfático con la cabeza.
El objetivo de Emma para su tiempo libre incluía tantas escapadas nocturnas como fuera posible.
—Lo que tú digas. Yo diría que una cena en un restaurante de cuatro estrellas con un chico también sería
agradable. —Ella levantó una ceja como si diese a entender que podría haber más que una comida… lo
que para Emma sería verdad.
—Te dejaré el coqueteo a ti ya que, en eso, eres mucho mejor que yo. —Ella se dirigió hacia su
habitación—. Es mucho más fácil mantenerse alejada de los hombres. —Y muy necesario cuando el único
torturando tu mente está comprometido.
Sí. Lexi no dijo nada. Emma no tenía por qué saber que ella estaba de acuerdo. Hora de encontrar esa
joya. Donde la mayoría de la gente detendría su búsqueda de un objeto perdido y eventualmente
aparecería, Lexi se pondría manos a la obra y seguiría el rastro hacia él. Se dejó caer en la cama y se
imaginó el colgante tal como lo había visto antes de que lo hubiera escondido debajo de su vestido.
Su mente fue a la deriva, siguiendo un camino tortuoso de imágenes que la llevarían a su ubicación. Las
imágenes saltaban de una a otra hasta que el perfil de Tripp apareció en lugar del zafiro azul que parecía
una joya.
Ella parpadeó abriendo los ojos para encontrar que el techo le devolvía la mirada. Tal vez me encuentre
con Mr. Perfecto-y-dandi de nuevo algún día... sin prometida.
—Lex.
Lexi suspiró mientras recordaba cómo tomó su pelo y su olor, el perfil oscuro y la fortaleza de su rostro.
—¡Lexi! —La segunda abrupta llamada de Emma sacó a Lexi de sus ensoñaciones.
—¿Sí? —Se levantó con los codos, preparándose para el desfile de moda de Emma que acompañaba la
salida cada noche.
Salió con un top rojo ajustado y una falda blanca de tenis, que había acentuado con un collar de perlas y
un par de sandalias griegas.
—¿Qué te parece?
—Fantástica, como siempre —dijo Lexi con toda sinceridad—. Déjalos muertos Em. Bueno, no los mates,
pero ya sabes lo que quiero decir.
Emma se echó a reír con un dulce tintineo mientras rociaba Chanel en el aire y entraba y salía de la
nube.
—Todavía puedes venir, sabes. Nunca serías una sujetavelas, y realmente creo que necesitas relajarte.
—Eso es lo que estaré haciendo... esta noche. —Lexi hizo un círculo en el aire con el dedo para pedir a
Emma que se girase.
Una comprobación rápida de las arrugas y pinzamientos accidentales confirmó que estaba lista cuando el
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—Nah. Ya sabes dónde vamos a estar si cambias de idea. —Lexi negó con la cabeza.
—Tomaré una ducha rápida, y luego yo, los sonidos del océano, la televisión y las sobras tendremos
una… —Fiesta de compasión.
El ceño fruncido de Emma estropeó su, anteriormente, feliz cara antes de lanzarle besos al aire a Lexi y
desaparecer con un último pequeño suspiro.
En el cuarto de baño, Lexi giró la llave del agua caliente de la ducha. El vapor del agua añadió manchas
de niebla al espejo. Una única línea de condensación creó un lento sendero por la brillante plata. Pensó
en el hombre que había aparecido como de la nada y encendido un fuego en su interior que rivalizaba
con el calor de la habitación.
—Veintinueve y soltera. No encontrar nunca al hombre indicado es una mierda. —Se quedó mirando su
reflejo—. Ya está comprometido. —La sugerencia de Emma que lo enganchase de todas formas había
hecho que frunciera el ceño otra vez. Lexi podría hacerlo, eso lo sabía—. No caigas en este juego. No lo
hagas. No lo hagas. No lo hagas. —Se sacudió el pensamiento—. Concéntrate en el collar. ¿Dónde está el
collar?
Las imágenes se reprodujeron de nuevo, dirigiéndola al bolsillo de un par de vaqueros. Su mirada vagó
hacia arriba hasta unos hombros anchos, una camiseta azul ajustada sobre un pecho musculoso.
—Eso es raro. —Ella sacudió con la cabeza, relajó los músculos mentalmente y siguió la misma ruta de
imágenes otra vez con más determinación.
Uno tras otro, los mismos elementos aparecieron, pero todavía sin identificar detalles. Ella retrocedió y
volvió.
Nada.
Lexi se alejó tanto como pudo, diseccionando cada imagen que aparecía.
Una mesa.
Un espacio.
Sin embargo, en el lugar del portador, una mancha en blanco empañaba la imagen.
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Renunció a su búsqueda en favor de los chorros de agua tras ella. El objetivo, relajarse y refrescar la
reacción de su cuerpo ante los pensamientos del hombre comprometido, fracasó cuando las gotas se
abrieron paso por su cuerpo, intensificando el calor en su interior.
Lexi giró la llave hacia la fría, se estremeció ante la breve ráfaga de agua fría y saltó fuera de los confines
de la ducha.
Con sus menos favorecedores shorts y una camiseta medio rota, cayó en la cama. A pesar de los rugidos
del océano, el vacío de la casa la dejó con una sensación de soledad.
Pasó a través de los ochocientos o más canales en la televisión, pero como la mayoría de las noches,
ninguno de los programas le interesaba.
Un viaje a la nevera escaleras abajo no produjo nuevas sugerencias para la cena. Salió a la terraza, cogió
su libro y se dejó caer en una silla. Una amplia gama de colores pintaban el mar. El azul brillante del
atardecer se mezclaba con el profundo azul oscuro de la noche y un toque de naranja, creaba una
combinación que sólo se encuentra en la superficie del océano.
Una pareja paseaba por la playa mientras un perro ladraba y saltaba con libertad sin restricciones. La
uniforme brisa trajo sonidos de todas partes así como el olor de una barbacoa. Su estómago gruñó.
Lexi se levantó de la silla, reemplazó su libro por las llaves y se fue corriendo por el corto muelle hacia la
playa. Si su suerte se mantenía, y siempre lo hacía, llegaría a cenar en menos de diez minutos, cogería la
comida antes de que cerraran y estaría de vuelta antes de que el sol se pusiera por esa noche.
Cuando dio la vuelta de la esquina en el último escalón, la punta de su pie golpeó el borde de una tabla
oculta y la envió a toda velocidad a los brazos de Tripp.
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a mujer cayó con tan poca gracia como Tripp imaginó que una mujer pudiese. Su pérdida
de impulso la mantuvo fuera de equilibrio hasta que se cayó de sus brazos y con su
trasero en la arena.
—Lo siento. Debería haber estado prestando más atención —ella se alejó, limpiando sus manos en un par
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de andrajosos pantalones cortos sudorosos que dejaban a la vista unas largas y esbeltas piernas.
Una urgencia de arrastrarla a él y tirarse en su cascada de rizos lo inundó como una llama. Metió sus
manos en sus bolsillos mientras ella apartaba las diminutas motas de arena.
—¿A dónde ibas? —Él debería haberse ceñido a su plan, volver a casa y nunca mirar atrás, pero Tripp
Fox nunca rechazaba una oportunidad.
—¿Crees que eso es inteligente? —La sonrisa maligna alcanzó sus ojos como si ella guardase algún secreto
cósmico del cual él debería estar precavido.
Sabía que se refería a su novia, pero dos podían jugar a este juego.
—Sería lo más segura de hacer. No sé por qué o cómo estabas fuera en las húmedas horas de la mañana,
pero de donde vengo, las mujeres solteras no deberían estar solas... por la noche.
Tripp se rió.
—Touché. Déjame replantearlo. Las mujeres... solas por la noche... mejor que sean inmortales si quieren
permanecer perfectamente seguras
—¿Quién dice que no soy una no-muerta? —Sus ojos destellaron con travesura e intriga—. ¿O que no soy
radioactiva?
Él se inclinó a la izquierda, cambiando a la derecha como si buscase signos de que ella tuviese algún
poder sobrenatural o armas de fuego.
—¿Quieres compañía o no? —Su tono se volvió seco, pero lo suavizó con una sonrisa.
La mirada de ella permaneció anclada a la de él, ojos marrón oscuro ausente de toda emoción. Si ella
andaba sola en medio de la noche con un traje, también se imaginó que podría ir a cenar sola. Sólo que
no quería irse.
—¿No tienes ningún lugar donde debieras estar? ¿Una novia a la que cuidar?
—Lo hiciste.
24
Tripp bajó la vista a sus pies. Mierda de Jill y sus planes inventados.
—Creo que lo que dije fue... que ella dice que es mi novia.
—Ella me preguntó y yo no dije sí, si eso cuenta. ¿Por qué demonios le estoy contando esto?
Esa ceja se arqueó de nuevo mientras ella apartaba un mechón de pelo, uno de los mismos que él había
rizado en sus dedos hacía menos de 24 horas.
—Está bien... sí, ella piensa que nos vamos a casar, pero no he tomado una decisión todavía. Así que, no
puedo decir que en realidad vayamos a casarnos, ¿cierto? —él sacó su mano de su bolsillo y se la tendió.
Maldita sea, ahí vamos de nuevo. Negó con su cabeza—. ¿Quieres compañía, o no? Última oportunidad.
La mujer siguió caminando sin decir una palabra. Él giró sobre sus talones, abrazándola con la vista. Su
color oscuro natural, el balanceo de sus caderas y el vaivén de su cola de caballo enviaron su sangre
directamente abajo, apretando el espacio entre la pelvis y los pantalones vaqueros.
Después de sólo cinco pasos por la playa, con los brazos aún cruzados sobre su pecho, ella gritó: —
Puedes venir si quieres—, pero siguió caminando.
Tripp se dio un golpe en la frente con su dedo corazón. Esto es estúpido. Ella está jugando a tu juego.
Dio un paso, dispuesto a llamarla, sólo para darse cuenta que ella nunca le dijo su nombre.
—Oye.
Ella se dio la vuelta, pero siguió caminando hacia atrás. El espacio entre ellos se extendió a veinte pasos.
—¿Cuál es tu nombre?
—¿Qué importa, si nunca me vas a ver de nuevo y no soy más que una aventura de una cena?
—No es como si nunca quedase prendado, —murmuró para sí mismo—. Sí, me gustaría saber con quién
estoy hablando. —Corrió para ponerse a su paso—. ¿Y? Señorita Temprano al Amanecer, ¿te importaría
iluminarme?
Ella inclinó la cabeza mientras caminaban en sintonía a lo largo de un camino desierto iluminado por las
luces de terrazas al azar.
Él ladeó la cabeza. Como el perfecto mentiroso, cuando tenía que serlo, conocía un engaño cuando le
golpeaba.
25
Bajo el brillo de la luna creciente, Tripp caminó al lado de Karen hacia el comedor. Incluso la idea de
Karen como su nombre no le pegaba, pero no sentía la necesidad de entrometerse y guardó silencio.
Tripp pasó una mano por la estrella azul que asomaba por el borde de su camisa.
Su cuerpo se tensó. Ella respiró hondo y exhaló un suspiro que habría escuchado a través del océano.
—No que vaya a admitir. —Le guiñó un ojo, y agregó con una sonrisa—. Estaba pensando. No me has
probado que no estás comprometido. —El desafío iluminó sus ojos.
—No es suficiente. Algunas personas esperan hasta cerca de la fecha de la boda. ¿Tuviste una fiesta de
compromiso?
—No —Tripp mantuvo su mirada en ella. Los padres de Jill organizaron una gran fiesta, pero incluso ella
se había negado a llamarla por su nombre correcto, y prometió llamar a su relación un —compromiso—
hasta que Tripp diese el último paso y le comprase el anillo. Jill se había comprado un anillo, junto con
una banda para él. Ánimos, se había dicho. Él no sería atrapado ni muerto con el anillo en... nunca.
Tocó el pequeño círculo de oro en su oreja, Jill le rogó que se lo quitase. Dijo que su padre no se
pondría uno, así que, ¿por qué Tripp?
—¿Y a ti?
—Sí, me gusta.
—Su nombre es Jill. Es una niña de papá, con un fondo fiduciario grande. Nos conocimos hace
aproximadamente un año. Fin de la historia.
—Realmente me pidió casarme con ella. Y en realidad nunca he dicho ‘sí’. —Él levantó una mano como
para decir por el honor scout, aunque no había participado nunca en los Boy Scouts, excepto para
burlarse de algunos de los miembros. Y una vez más, estás dando explicaciones a una mujer que todavía
no te ha dicho su nombre real.
—No lo estoy, pero puede ser intimidante. Es más fácil que la dejara salirse con la suya, aunque, en este
punto, no he coincidido.
—Te creo.
—Soy autónomo.
—Soy un poco como un hombre de reposiciones. Ya sabes, los bancos los contratan para que consigan
saldar las deudas que no han sido pagadas. En mi caso, sin embargo, lo manejan de una manera más
privada y discreta...
Tripp hizo una mueca. Si bien a veces trabajaba para o con la policía, odiaba la asociación directa con
ellos. Se acercaban demasiado a las zonas grises de su obra.
—Se podría decir así. —Al ver que no le presionaba más, le devolvió la pregunta.
27
Tripp sonrió.
—Rosas.
Antes de que él descubriese la verdad, la oscuridad del muelle paró frente a ellos y una figura salió.
***
—¿Tienes guardaespaldas esta vez? —Un tono profundo de amenaza se deslizaba por su voz—. Quiero
recuperar lo que te pagué.
Lexi se congeló, aquietándose incluso su respiración. Su plan había sido devolver el colgante a su esposa,
a pesar de que se lo había regalado a Lexi ella misma.
—No lo tengo. —Trató de mantener su tono de disculpa—. Lo siento.
—¿No encuentras tu caja? Te di el dinero. Si no me hubieras asustado, podría no haberlo dejado caer.
El hombre se acercó, con las manos escondidas en el fondo de los bolsillos de un abrigo largo.
Una mano se deslizó desde las profundidades ocultas, el destello de un cuchillo apuntando en su
dirección.
—Quiero mi colgante. Sé que lo encontraste. Es lo que prometiste. Siempre encuentras lo que buscas. Es
un don, tú lo dijiste.
28
Tripp dio un paso atrás, como si forúnculos cubriesen la piel de Lexi. Si bien ella estaba de acuerdo en
que no sería un buen partido, hubiera preferido un poco de protección justo en ese momento. Estás
sola, Lexi. Tomaste tu decisión, acepta las consecuencias. Obligó a su expresión a una mirada plana, en
blanco, dejando que las palabras se formasen en su mente.
—¿Ella es como una varita mágica? —La voz de Tripp bromeó como un surfista estereotipado.
—¿Así que ella encontró algo “tuyo”, y conseguiste tu dinero de vuelta también?
—¿Una búsqueda del tesoro, entonces? ¿Así que podría recibir algunas joyas, también?
Los nervios bailaban a lo largo de la columna de Lexi; el pelo de sus brazos se erizó. Corre, Lexi. Solo
corre. Incluso en una película de horror de serie B las actrices saben correr en este punto . Lexi se
mantuvo congelada en el lugar. O no. Mierda. Mierda. Mierda. Perdió la visa de la cara de Tripp
mientras se movía a través de la oscuridad.
—No, tío, mira. Mi ex, la puta, me escondió una pieza de joyería. Sé que vale millones, y consiguió
abogados para quitármela —el hombre se relajó con bromas como si él y Tripp tuviesen una larga
amistad—. Ella reclama —Hizo comillas en el aire— que es suya y no fue tomada en cuenta en el divorcio.
Su navaja se había deslizado, así que la hoja se angulaba hacia la arena—. Todo lo que quiero es justicia.
—Teníamos un trato —asintió hacia Lexi—. Ahora, si no quieres ayudarme, puedo rajar...
Tripp se dio la vuelta, sostuvo la cabeza del hombre en el apretón de su brazo. El hombre pateo con sus
pies, pero no hizo ningún contacto con Tripp. Sus movimientos aumentaron salvajemente con gorgoteos
saliendo de su garganta.
—Tú... eres un imbécil —dijo Tripp lo bastante alto para que Lexi lo oyese y se quedase clavada en su
lugar—. Buscas algo que no te pertenece, consigues tu inversión de vuelta, y aun así ¿pretendes acosar a
una mujer por tu estupidez?
—Has acabado con este pequeño negocio ahora, ¿no es así? —La voz de Tripp, mientras se tranquilizaba,
ordenó—. Si la señorita dice que no tiene la pieza, me gustaría poner un poco de fe en sus palabras y que
te alejes. Rápido. Si piensas que ella tiene un don, voy a hacer que el suyo parezca un paseo diurno por
Plaza Sésamo.
Los ojos de Lexi se abrieron como platos. La estrella. Maldita sea. Él sabe lo que significa.
—Tú —respiró profundo, luchando por levantarse, y comenzó un movimiento de levantarse, tropezarse y
alejarse de donde estaba Lexi.
Ella se volvió a Tripp que sostenía la navaja con la hoja apuntando directamente a ella. El juego del gato
y del ratón que había tomado como broma adquirió un matiz ominoso, y la playa le dejó muy poco
espacio para esconderse.
Esto es por lo que la audiencia piensa que en las películas las heroínas son monstruosamente estúpidas.
Si ella pudiera llegar a un restaurante, alguien estaría allí para rescatarla. Nunca debí haberme metido en
esto. Pero ahora, tengo que esforzarme más allá de lo normal.
—¿Estás lista para terminar nuestro paseo? —El tono de Tripp le recordaba a su anterior momento
juntos, no al sonido delirante que esperaba de un hombre armado con un instrumento plateado de la
muerte.
—Oh, lo siento. —La cerró y se lo guardó en el bolsillo—. No quería que él se llevara esto. ¿Quién sabe lo
que podría hacer con ella?
—Gracias, verdaderamente —la voz de Lexi se rompió entre las dos palabras cortas.
—Whoa. Está bien. —Ella se empujó contra su pecho cuando el miedo volvió.
Él sonrió.
—Ya te dije hoy que no te iba a hacer daño. Todavía no lo estoy haciendo. Sólo quería asustar al loco.
—¿No sabes qué pensar? Está oscuro. Algún loco te ataca. Yo vengo en tu ayuda y lo ves como una
posible amenaza. Totalmente atrapada. —Su mano no salió de su rostro—. ¿Qué hubiera pasado si yo no
hubiera estado aquí?
Los ojos de Tripp reflejaban la luz de la luna rebotando sobre las olas.
Ella los miró mientras estaban cara a cara el uno al otro, una ola de culpa que fluía a través de ella. Le
debes la verdad por salvar tu culo.
—No te dije mi verdadero nombre. —Sus manos se deslizaron a las suyas, cubriéndolas, no separándolas.
—Lo sé —dijo.
Se obligó a no darle una sacudida, debería haber adivinado que sabía que lo admitiría.
—No, soy una florista —El frío avanzó de camino a sus piernas, por el agua o sus propias emociones, tal
vez ambas cosas.
—También lo sé.
Lexi cerró los ojos mientras una guerra se libraba en su interior. Buscar una relación con Tripp sería
similar a obligar a dos imanes a juntarse. No tendrían ninguna oportunidad de éxito. Si él entendiese lo
que la estrella en el cuello significaba, sabría las consecuencias de una conexión entre los dos.
—No lo sé.
—Tienes novia.
—Confía en mí cuando digo que es un inconveniente, pero que puedo salir de ello. —Se acercó un poco
más, salpicando el agua contra ella.
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Lexi movió sus manos hacia el borde de su camiseta, tiró y expuso lo qué permanecía oculto en el
interior.
—Mira.
Su marca de nacimiento, una que coincidía con la de él, estaba justo por encima de su pecho y quemaba
con un intenso calor desde el momento en que lo había conocido.
—Mierda.
Sus habilidades venían directamente del propio Zeus. El zorro que nunca podría ser capturado y el perro
que siempre podía atrapar a su presa existente en más de un cuento infantil. Un juego imposible de
ganar.
No sucedería
—Fue bueno conocerte... Karen Jones... florista —su tono sugería que estaba de acuerdo con la evaluación
de Lexi de cualquier relación que pudiese proseguir.
Ella quería maldecir a los cielos por la injusticia de todo, pero se recordó a sí misma que las personas
con dones sobrenaturales a menudo tenía un propósito más grande en la vida.
—Cásate con tu chica, Tripp Fox. Te veré en otra vida —Lexi caminó hacia atrás, alejándose de él, en las
sombras de la noche. Una vez que desapareció de la vista se precipitó hacia la playa, pero no se detuvo
hasta que llegó a su terraza.
Lexi se metió un pelo tras la oreja cuando abrió la puerta. Su mano le rozó el cuello, frotando a lo largo
de una franja de la cadena que no había tenido cuando se marchó para la cena.
Corrió hacia el baño de abajo, encendió la luz después de varios intentos desesperados y se quedó
mirando el colgante ubicado sobre su pecho.
—Me lo devolvió —le dijo a su reflejo. Con las manos en el borde de la cuenca del lavabo, se encorvó
hacia delante. El pelo le caía alrededor de su cara mientras las lágrimas amenazaban.
Después de unas cuantas respiraciones profundas, se fijó en el revoltijo de pelo enmarañado, las mejillas
encendidas y los ojos oscuros. Tiró del cuello de su camiseta, dejándola caer. La marca, una estrella que
hacía juego con la marca de Tripp, la marcaba en el mundo de lo paranormal.
Le dio una patada a una concha enviándola al océano, las olas la consumieron con un estruendo al
romper.
La mujer que conoció en mitad de la noche sería su antítesis mientras sostenía el atractivo diamante de
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cien quilates.
—Malditos sean todos los infiernos. ¡Ni siquiera se suponía que nos fuéramos a conocer! —Tripp cogió
otro proyectil y lo arrojó hacia el cielo.
Cuando llegó a su casa, los cuatro pisos propiedad del padre de Jill le esperaban. ¿Puedo vivir sin ello?
Su trabajo, y los métodos por los cuales él permanecía empleado, le proporcionaban un buen sentido
financiero. No necesitaba a Jill, ella solo le hacía la vida más fácil.
Tripp dio unos pasos acompasados a lo largo de los tablones del muelle, deteniéndose en el centro.
Cayó sobre uno de los bancos y sacó su móvil.
—Soy Tripp.
—Necesito consejo.
—¡Oh, tío! —alzó la voz Ian—. Maldita sea, finalmente accediste. Mierda. Tendría que haberme quedado.
Espera un segundo.
Tripp se inclinó hacia delante, apoyando los codos en las rodillas. En circunstancias normales, la playa le
daba tiempo para ponderar sobre la vida. En ese momento, el incesante romper de las olas le pusieron
nervioso.
—Vale, estoy de vuelta. —Los sonidos alrededor de la voz de Ian se acallaron—. Salí fuera.
—¿Dónde estás?
—En Michael’s. ¿Importa? Son cerca de las once, tengo a una mujer conmigo, y a ti al teléfono. Por
favor, dime que Jill y tú no os habéis fugado.
—Alabado-aleluya. Ahora que eso está arreglado, ¿tienes un trabajo para nosotros? ¿Algo divertido?
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—No…
—Bueno, mierda, tío. No puedes hacer eso. Si has encontrado a alguien más, no puedes casarte con Jill.
¡Eso sería… —una inhalación se oyó a través de la línea— … una locura!
—No jodas.
Tripp casi se echó a reír ante la tranquila respuesta de Ian. Dado que su amistad se remontaba a su
octavo cumpleaños, Ian sabía sobre el don de Tripp.
—¿En serio?
—¿Dónde está la suya? —Ian querría más que un simple «se metió el collar por el escote».
—¡Joder! Te pegaste un revolcón con la chica nueva. —El golpe de una mano contra los vaqueros
acompañaron el ¡yujuuu! de Ian otra vez.
Ian soltó un suspiro, un largo e interminable «No puedo creer que me estés diciendo esto» suspiro.
Tripp negó con la cabeza, olvidando una vez más que nadie le vería.
—No tiene sentido. Ni siquiera se suponía que nos fuéramos a conocer, sabes. Es parte de las reglas
cósmicas. Según todo lo que he aprendido, el zorro y el perro nunca se encuentran.
—A la mierda las reglas, Tripp. Tú eres «el hombre» cuando se trata de este tipo de mierda. ¿Por qué de
repente, debo agregar, crees que la chica por la que estás loco no lo estará por ti? Tienes éxito en todo lo
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que haces.
—Ese es el problema, Ian. Ella también ganará en todo lo que haga, pero que ambos ganemos no quiere
decir que sea una victoria. Es una pérdida en nuestro caso.
—¿El éxito es un problema? ¿Cómo funcionaba con Jill? Y permíteme añadir, antes de responder a eso,
que estoy totalmente a favor de ver adónde va esta otra cosa.
—Sabes que Jill no sabe lo que puedo hacer, así que no va a usarlo contra mí a cada paso de la relación.
Ella podría pensar que la estoy engañando si me paso una noche en un bar, pero nunca me va a atrapar
haciéndolo si yo no quiero que lo haga. No es que yo lo hiciera, por cierto.
—Sí, sí. La otra chica tampoco te atraparía —dijo Ian—. Ese es tu don. No se te puede capturar.
—No, pero ella, entre todas las personas, sería capaz de descubrirlo, porque sabe lo que puedo hacer —al
igual que sé que ella me podría encontrar si no me mantuviera en guardia. Me la comería viva— o me lo
haría ella a mí. Siempre tendría que estar preparado para la remota posibilidad de que pudiera hacer
algo que ella no debería saber. A veces necesito descansar, sabes, dejarlo todo. No puedo pasarme todo
el día intentado que no me atrape.
—¿Así que vas a quedarte ahí para evitar un reto? Eso no es muy tuyo, Tripp. Sólo porque esta otra
mujer podría utilizarlo en su beneficio... ¿cómo sabes que lo haría?
Tripp suspiró.
—¿Puedo abandonar una caza? ¿Puedo alejarme de una oportunidad para poner a prueba mis
habilidades? ¿Alguna vez he perdido?
—Según la mitología, Zeus tuvo que enviar al zorro original y el perro al cielo como estrellas, ¿recuerdas?
Y todo porque a cada paso, cuando uno u otro debería tener éxito, fracasaban. Una cacería sin fin no es
divertida. Una lucha sin fin tampoco lo es. ¿Quién quiere ir por ese camino si terminará de esa manera,
no importa qué pase?
Ian bufó.
—Dos personas celestialmente unidas y que deben tener éxito siempre, significa una potencial guerra en
todos los casos.
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Tripp se hacía esa pregunta todo el tiempo, ya sea a Jill o a cualquier mujer del pasado que había
conocido.
—Y me imagino que, de alguna manera, con esta lo hace y te va a comer como una llaga purulenta
porque piensas que no puedes arreglártelas.
—Es así desde tiempos inmemoriales, Ian. Para mí y para... Karen... lo último es encontrarnos el uno al
otro, pero también es demasiado para un desafío.
—Jill no es lo «suficientemente buena» para ti, y lo sabes. —El tono de Ian tomó un extraño tono de
gravedad—. Nunca te rindes, Tripp. Nunca. Si alguna vez ha habido un hombre que fuera mejor que los
dioses en su propia partida, serías tú. ¿Dónde se aloja ella?
—Dame la dirección, le echaré un vistazo. Entonces llevarás tu culo hasta allí, porque encontrarás la
manera de conseguir esto.
***
—¡Hola! —La voz de Emma sonó a través de la entrada—. ¿Hay alguien en casa? —Su bolso cayó al suelo
de cerámica con un sonido metálico—. ¿Lexi?
El roce de las sandalias contra el azulejo desapareció. Lexi supuso que Emma estaba cruzando la
alfombra. En lugar de mirar, Lexi se estiró a lo largo de los cojines, con un brazo sobre los ojos.
—Mala noche.
Lexi sonrió.
—Tan agradables términos cariñosos por parte de mi mejor amiga y hermana. Tal vez necesite una
nueva.
Después de un momento de silencio, los cojines del sofá se desplazaron bajo Lexi. Ella se asomó sobre
el borde de su brazo. Emma estaba sentada en el extremo —como lo haría un perro bien entrenado hasta
que recibiera su premio: respuestas.
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Lexi asintió.
—Vale, vamos a jugar a las adivinanzas. Yo no soy tan buena en esto como tú, pero allá va. —El sofá se
movió de nuevo—. Lo conociste en la playa, descubriste que no sólo está prometido sino casado, con dos
hijos, es extremadamente pobre, pero ella es asquerosamente rica y por lo tanto nunca la va a dejar,
conduce un coche de mala calidad y...
Lexi imaginó a Emma enumerando cada uno de sus puntos a medida que los decía.
—¡Oh, ya lo tengo! También está desempleado. Esto cubre todos los defectos importantes.
—¡Oh! —La excitada respuesta de Emma provocó que Lexi pegara un salto—. ¡El collar! ¡Lo has
encontrado!
La leve caricia de los dedos de Emma contra la piel de Lexi, donde el colgante estaba, le hizo cosquillas.
La cadena tiró de la parte posterior de su cuello cuando Emma lo movió, se retorció y giró.
—Es precioso. ¿Ella dijo que era bisutería? ¿En serio? Porque parece mucho más valioso.
—No lo sé. No soy joyera. Sólo acepté el trabajo para probar mi mano en algo más excitante que los
bienes raíces y el ocasional vehículo robado.
—Sí, sí. Entonces, ¿qué es peor que todas esas cosas combinadas sobre el hombre?
Lexi apretó el brazo, miró fijamente en las profundidades de los ojos de su hermana.
—No lo sé exactamente. De alguna manera también me lo deslizó de vuelta alrededor del cuello esta
noche, y no sentí absolutamente nada.
—Eso es un poco raro. La única persona que podría hacer un juego de manos contigo es… —Sus ojos se
abrieron como platos. Una mano golpeó en su boca—. Oh, Di…
—¿De verdad lo encontraste? Creía que se suponía que era imposible. —Ella se levantó, caminó hasta la
mesa de la cocina y volvió—. ¿Sabes lo que esto significa? —Suaves huellas hicieron su camino en la
alfombra.
Por supuesto que sí. Es por eso que estoy aquí tirada deprimida.
—¡Lex, esto es impresionante! Esto es, —las manos de Emma se agitaron en el aire, golpeó las perneras de
los pantalones y se quedó inmóvil—. Esto significa que has roto el ciclo, ¿no? Si vosotros os habéis
conocido, entonces no hay juego, ningún desafío, ningún…
—Estás enfocándolo mal. —Ella puso una mano sobre la rodilla de Lexi—. Cada hombre anterior de tu
vida la ha cagado, ¿verdad?
—Si tuviera fuerzas, me gustaría tirarte del pelo y llenártelo de chicle —dijo Lexi.
—Escúchame.
—Zeus creó la paradoja porque estaba intentando ser bueno con dos personas por separado. Es
contraproducente, a lo grande. ¿Qué pasa si esta es tu oportunidad para romper el ciclo interminable?
¿Qué pasa si significa que tenías que tener todas esas malas relaciones pasadas así el indicado sería el
último que encontraras?
—No es posible…
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—Eso no lo sabes. No por seguro, de todos modos. Sólo porque las versiones mitológicas de vosotros
mismos no lo cortaron no quiere decir que vosotros no lo hagáis. Las historias son historias por una
razón, Lex. Por lo que sabemos, eso es todo lo que eran.
—Vamos a suponer que había otros como vosotros dos. Por lo que sabes, cada persona podría haber
pasado junto al otro, pero nunca se conocieron. Al igual que las estrellas fugaces en la noche que nadie
ve. —Ella dio unas palmaditas en la rodilla de Lexi—. Tienes la oportunidad de hacer lo que las parejas
anteriores no hicieron.
—Él tiene gente en su vida, Em. Incluso le dije que fuera a casarse con su novia para que se marchara. Él
lo hizo. No, vino detrás de mí…
—¿Fuiste tú detrás de él? —Su voz se volvió acusatoria—. Estás aquí luchando contra un instinto. Deja de
vivir en la lógica y la teoría, y ten una oportunidad en este mundo real, pero ilógico. Ve hacia adelante.
Es como tu don. Tú te imaginas dónde está algo, y lo puedes encontrar. ¿Puedes encontrarlo? ¿Has
probado?
—No busco personas, Em. Ya lo sabes. No voy a cambiar de idea. —¿Había sido él su punto ciego visual
en sus intentos de localizar el colgante?—Estoy bastante segura de que no podía verle de todas formas ya
que puede esconderse de mí.
En lugar de luchar contra su hermana, Lexi cerró los ojos, atrajo a su mente la cara de Tripp —el aro, la
estrella, su pelo oscuro, sus duros pómulos, sus brillantes ojos azules. La imagen se desvaneció en los
recovecos de su mente. Ella lo vio en un embarcadero, con los codos en las rodillas y un teléfono en la
oreja. Ella se retiró y encontró su casa de la playa.
—¿Estás bien? ¿Lo has encontrado? —Emma pasó los brazos sobre los hombros de Lexi.
—Yo no... busco personas. —Ella respiró profundamente—. Es inútil —una persecución interminable, sin
vencedor, sin perdedor, sólo futilidad y eventualmente, amarga animosidad y dolor.
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—He estado allí, he hecho eso. ¿Te acuerdas? Y como todo el mundo con un amor perdido dice, esa cita
es la peor combinación de palabras juntas nunca hecha... en cualquier idioma. —Lexi dejó caer la cabeza
sobre sus rodillas—. Ni siquiera lo conozco, Em. Podría usar su don de una forma que yo nunca
aprobaría. Quiero decir, estoy absolutamente segura de que él me robó el colgante en primer lugar.
—¿Y qué? Te lo devolvió. Probablemente estaba presumiendo. Ya sabes... creando una razón para volver
a verte. La parte de la vida donde se llega a conocer a la gente, y saber si te gusta o no, es importante. No
puedes tomar una decisión basada en los caprichos de Zeus. Demonios, él ni siquiera existe ya.
—Las mismísimas estrellas ni siquiera son permanentes simplemente duran un tiempo muy largo. No
podemos cambiarlas porque no las podemos controlar. Esto es diferente. No dejes que una estúpida
suposición te obligue a mirar hacia otro lado. De verdad os habéis encontrado. Si estáis hechos el uno
para el otro, entonces te merece tanta felicidad como la chica de al lado.
—Bah. —El aire se agitó sobre la cabeza de Lexi por el gesto de Emma—. Ya lo encontraste una vez.
Puedes hacerlo de nuevo.
—Lo tienes todo. Cualquier cosa que quieras. Pero te has conformado. ¿Cierto? Sí. Lo
has hecho. Nunca conformarse. Rompe el maldito ciclo.
***
—Él tiene prometida. Estás rompiendo una relación. Vas a ser la otra mujer. No durará.
—Sí que lo hará. Deja de tener pensamientos negativos y dejar de decirlos en voz alta. —Emma alzó un
42
par de pantalones vaqueros y una camiseta sin mangas de un brillante color lavanda contra una blusa de
seda entallada color marfil—. ¿Cuál quieres?
—La morada.
***
Tripp sacó su maleta del estante superior del armario. Revolvió en los cajones, acomodó sus camisas,
pantalones y otros artículos en la gran maleta de una manera menos que organizada. Sus artículos de
higiene personal los metió en una esquina.
Él no quería romper su relación con Jill por teléfono, ni con una simple nota. En cambio, había mentido,
le dijo que había aceptado un trabajo de última hora y que la llamaría cuando tuviera un momento.
—Fox.
—Lexi y Emma Shepherd. No dijiste que tuviera una hermana. —El tono de Ian se volvió juguetón—. De
todos modos, son dueñas de la casa de la playa, viven en Rune, Carolina del Norte. Son mellizas, tío.
Podría poner mis manos en algunas de las…
—Céntrate, Ian.
—Vale, vale. Son dueñas de Wise Womans, que es, al menos en la superficie, una compañía de bienes
raíces. Es una locura teniendo en cuenta lo que puede…
—¿Qué?
—Piensa en ello. Si ella puede encontrar cualquier cosa que uno quiera, o cosas que se hayan perdido,
probablemente pueda encontrar la casa que esa persona va a comprar o el comprador de una casa con
sólo pensar en ello. Es el negocio perfecto, porque ya sabes que cada asunto le va a llevar muy poco
tiempo, y ella recoge los beneficios. Simple. Seguro…
—No funciona de esa manera conmigo. Yo no encuentro cosas a mi antojo como un billete de lotería.
Pero si me dices que ese billete estaba en el centro de Fort Knox, sería capaz de conseguírtelo.
—Sí, sí. Maldita sea, ella podría hacer eso también, ¿no te parece? —La afirmación de Ian confirmó las
propias preocupaciones de Tripp.
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—Vale. Vale.
—¡Está bien, Tripp! Tal vez esta es la manera de romper el ciclo. Supongo que entonces no cogerás el
vuelo a casa mañana, ¿no?
—Probablemente no. Así que cuando Jill vuelva a Nueva York sin mí…
—Sí, sí, lo pillo. Permanezco oculto para que no se dé cuenta de que el dúo audaz se ha separado.
***
—¿Oye, Em? —Lexi se puso una sola capa de brillo de labios, frotando un labio contra el otro en cada
aplicación—.Voy a ir andando. Creo que la casa está a tan solo unas cinco o seis de distancia.
—Enh. Lo que sea. Así que ¿qué vais a hacer? —Emma giró su reloj hacia ella—. Son casi las once. Por
aquí no hay nada abierto.
Lexi sonrió.
—No lo haré.
***
Tripp salió de la casa. Había escrito una nota, la había pegado al refrigerador y llamó a Jill. Gracias a su
crucero nocturno con unas amigas, había ido directamente al buzón de voz.
—Las etapas de la vida son como las estrellas en los cielos. Parpadean hasta que desaparecen, y luego una
nueva aparece. —A su madre le encantaba esa frase, la había repetido tantas veces, que Tripp la había
memorizado para cuando cumplió los dos años. Cuando era niño, pensaba que se refería a las estrellas
del cielo, no al hecho de que su vida había comenzado conectada a una constelación derivada de la
mitología.
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Tripp bajó de un salto hacia su Jaguar, maleta en mano. Sonrió al pensar en su plan. —No hay nada
mejor ni más perfecto…
***
Lexi gritó cuando un dolor irradió por su hombro, por su brazo y le llegó hasta la punta de los dedos.
—¡Emma! —Se desplomó hacia la escalera, sosteniéndose el brazo. Oh, dios mío, estoy teniendo un
ataque al corazón.
—Yo... no puedo…
La orden la impulsó, pero el calor, mezclado con los agudos pinchazos sacudieron su cuerpo.
—Yo no…
Emma condujo a Lexi hasta el sofá mientras sus músculos intentaban hacerla caer a cada paso. Cuanto
más caminaba, más pesado se sentía. En el borde, se desmayó. Emma le levantó las piernas hasta dejarla
acostada a lo largo.
—¿Qué…?
—Tú…
La pesadez del cuerpo de Lexi la anclaba al sofá. Ella luchó por su única y principal necesidad: respirar.
—¿Emma?
No hubo respuesta.
—¿Em?
—E…
***
Desapareció.
La luz le golpeó de nuevo antes de que, otra vez, se apagara.
Pasos, alguien llamándole por su nombre y el estruendo de las sirenas le envolvieron la mente, pero la
agonía le impedía decir una palabra.
¿Lexi? No. Algo está... mal. Su cuerpo se estiró y, al igual que el movimiento de inicio de un ascensor, se
levantó, solo que él no había hecho ninguno de los movimientos.
—¿Le disparó a su marido? —Esa voz masculina no coincidía con la que Tripp había oído antes de que se
separara de una parte de su propio cuerpo.
—Él no es mi novio o marido y no, yo no le disparé. —Su voz adquirió un tono irritado.
No. Un hombre lo hizo. Tal vez. Tripp quiso sentarse, pero su cuerpo fracasó en su intento.
—Escuché un disparo, vi las luces encendidas de este coche, pero no vi a nadie. Por eso he venido a ver.
Sólo hay dos casas en el tramo de la carretera con gente viviendo en ellas en este momento.
Tripp gruñó su reconocimiento, pero no podía pensar a través de los cuchillos y martillos que le
golpeaban en el costado.
46
***
Lexi giró el hombro, estaba tieso como si hubiera permanecido inmóvil durante días. Un punto en su
bíceps y contra su caja torácica latía al ritmo de su propio pulso—. ¿Por qué…?
—No lo sé.
—El brazo me está matando. —Una brisa cruzó la cara de Lexi. Ella parpadeó somnolienta—. ¿Qué hora
es?
—Cerca de medianoche. ¿Quieres ir al hospital?
—No. —Ella se movió para sentarse, deteniéndose un momento—. Sí. —Sus piernas temblaban mientras
permanecía de pie.
—¿Estás bien?
—Sí, creo. —Lexi tomó la mano de Emma—. Pensé que me estaba dando un ataque al corazón.
Lexi se frotó el bíceps, tríceps y el costado de su pecho. El dolor que recordaba cuando estaba en la
escalera había desaparecido, pero el latido residual continuaba.
***
Una habitación blanca recibió a Tripp, junto con una neblina que esperaba que viniera de una fuerte
dosis de analgésicos.
—¿Señor Fox? ¿Está despierto? —El dulce acento sureño le dio ganas de sonreír.
La presión del brazo hizo que se le revolviera el estómago. Él parpadeó abriendo los ojos para encontrar
a una mujer, una enfermera, a menos que sus ojos juzgaran mal el patrón de cachorritos en el cuello de
la bata. Ella se puso a trabajar, envolviendo su brazo con una gasa limpia.
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—Tuvo una desagradable caída, señor Fox. Dos heridas de bala. Una estuvo cerca de la arteria braquial, y
la segunda le astilló unas costillas del lado derecho. La cirugía duró un suspiro, sólo le quedará una
pequeña cicatriz, pero la caída contra el coche hizo el daño en la cabeza. Tendrá un bonito chichón ahí
por un tiempo. —Ella cambió de lado, ajustó un dial del monitor—. El Doctor dijo que la resonancia
magnética no reveló ninguna hemorragia, por lo que el chichón es solo eso. Ahora bien, ya que está
despierto, vamos a hacer que se siente un poco.
—¿Teléfono móvil? —Entrecerró los ojos hacia la mujer que se inclinaba sobre él.
—No han encontrado ninguno entre sus pertenencias, aunque tiene unos cuantos visitantes en el
vestíbulo. ¿Intenta llamar a uno de ellos?
El latido de la parte posterior de su cabeza seguía el ritmo que marcaban los del brazo y el hombro.
Acomodó su cuerpo poco a poco cuando la cama se elevó detrás de él, los mareos se apoderaron de su
cabeza aún más cuando se sentó en posición vertical.
—¿Está bien? —La enfermera detuvo el movimiento de la cama—. ¿Quiere que les pida a esas hermosas
damas que se unan a usted?
—¿Quiénes son? —Imaginó que se refería a Jill, una noche de diversión en un barco podría haber sido
sustituida por un viaje a la sala de emergencias.
—Una rubia y su opuesta exacta. Dijeron que viven a un par de casas y le encontraron, llamaron a la
policía y todo eso. Han estado aquí desde que entró en quirófano y han esperado toda la noche en ese
vestíbulo. Tengo que decir que las sillas no son cómodas, así que pasar… —giró el reloj hacia ella— …casi
ocho horas en ellas tiene que doler. Debe ser un tipo con suerte.
***
—¿Damas?
La voz de la enfermera despertó a Lexi de su estado adormilado, aunque cómo ella y Emma habían
podido descansar un momento, Lexi no lo sabía. Se habían apoyado la una contra la otra como fichas de
dominó, en precario equilibrio en las sillas de plástico.
—¿Está bien?
—Gracias. ¿Podemos tener un segundo para echarnos un poco de agua en la cara? —Lexi empujó a
Emma cuando la enfermera asintió y desapareció.
—¿Qué?
—Tripp está despierto. Tenemos que ir a verlo, al menos para darle su teléfono móvil.
Emma bostezó.
—Vale. Te esperaré. —Emma dejó caer su codo en la rodilla y la cabeza en la palma de la mano.
En el cuarto de baño, Lexi se quedó mirando su reflejo. Bolsas bajo los ojos. Pelo despeinado. Tripp
todavía no la había visto en ningún estado además de terrible.
—Supongo que esto será lo suficientemente bueno. —Ella se rió para sus adentros, tirando de su pelo
para hacer una tirante coleta.
***
—Estoy bien, Jill, de verdad. —Su corazón se hundió porque Lexi no había aparecido.
Jill se enderezó.
—No lo estás. De lo contrario no estarías en esta cama. —Un estricto ceño le recorrió el rostro—. Vamos a
tener que transferirte a Nueva York esta noche. No necesitamos este pueblucho y sus médicos
retrasados. Necesitas especialistas.
—No está mal y a mí me gusta. —Él la agarró por la muñeca con el brazo libre y sin dañar—. Creía que
estabas en un barco.
—Lo estaba, tonto, pero papá me llamó y se comunicaron conmigo. Él envió el helicóptero para llegar
aquí super rápido. —Ella chasqueó los dedos.
—¿Cómo lo supo?
—Silencio ahora. Eso no importa. Lo único que importa es que vas a estar bien. ¿Verdad? ¿Muy bien? —
Ella cayó en la silla al lado de su cama.
49
—Oh, lo siento, cariño. Esta es Isabelle. Vino conmigo. Apoyo moral, y todo eso.
Él asintió hacia Isabelle cuando ella hizo lo mismo. Él había malinterpretado la descripción de la
enfermera.
***
Emma se agitó, aunque Lexi podía decir que se había vuelto a quedar dormida.
—¿Hmm?
—De verdad que no eres un ave nocturna, ¿eh? ¿Qué te parece si me voy sin ti?
Jill.
Lexi cerró los ojos. Cuando volvió a abrirlos, Tripp se encontró con su mirada.
Ella giró, alejándose, suspiró y se frotó el punto en el pecho, donde la estrella le quemaba de nuevo. En
la recepción, dejó caer el teléfono móvil en un sobre de medicamentos para los pacientes. En él escribió:
«Tripp Fox».
Ser confinado a un cabestrillo izquierdo limitó a Tripp el trabajo en el ordenador, pero al menos, regresó
a la oficina y le dio la oportunidad de hablar con Ian.
—No lo sé. —Tripp sacudió su cabeza—. Estaba en mi coche, preparándome para... bueno, ya sabes... y
escuché mi nombre. Me volví, recibí un tiro en el brazo primero y luego una segunda vez. Mi cabeza
golpeó la puerta del coche y la siguiente cosa que recuerdo, es que desperté en el hospital.
—Estaba allí, pero se fue antes de que pudiera hablar con ella. Supongo que sólo se aseguraba de que
estaba bien. Realmente, ¿qué otro punto habría habido? Me empujó lejos y justamente. —Tripp golpeó
con su puño bueno contra la pared—. Nunca debería haberte escuchado acerca de ir ahí.
—O podrías haber ido más rápido y evitar a quienquiera que la tenía tomada contigo.
—¿Cómo alguien sabe quién eres, te encuentra en tu coche... en el momento oportuno y te dispara, a
menos que tuviera conocimiento de información privilegiada?
—Tú y yo tenemos enemigos. La gente sabía que era nuestro último fin de semana allí, y Jill estaba fuera.
—¿Coincidencia?
—No sé. —Tripp caminó hacia la ventana, en la oficina que compartía con Ian hacia más de diez años
Torres forman el paisaje de Nueva York como un sobrecrecido césped de acero y vidrio. Los gases de
escape y el hedor de la contaminación en general incrementaban en Tripp la sensación de una prisión.
El espacio abierto del océano le había dado más la sensación de un hogar.
—Entonces, ¿qué vas a hacer? —preguntó Ian—. ¿Regresar a la escena del crimen para llevar a cabo tu
propia investigación?
—Tenemos un par de peticiones de ayuda por el NYPD. Podemos jugar a la espera, ver a dónde va y
mantener el trabajo realmente sencillo.
El pensamiento de cualquier proyecto de la policía no le sentó bien, pero el tiempo en su escritorio dejó
a Tripp inquieto. Necesitaba salir, estirar sus músculos mentales y físicos.
Ian se rió.
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—Yo diría que necesitas unas vacaciones, una semana en la playa, pero hombre, eso es lo que te tiene en
esta situación en primer lugar.
—¿Qué?
—Sé exactamente a donde quieres ir. Hazlo. —Ian agarró las llaves del escritorio, sosteniéndolas en frente
de la cara de Tripp—. ¿Qué estás esperando? ¿Motivación? ¿Medios? ¿Oportunidad? Estás preparado
con todos ellos. Demonios, puedo incluso encontrarnos algo de trabajo y acompañarte.
—¿Deseas cerrar la Oficina de abajo, tomar un año sabático y ver a dónde nos lleva la vida? —Su sonrisa
creció.
—Nada me ata aquí, excepto mi hermano Michael y él va a hacer lo que quiera de todos modos. —Ian
saludó a través del aire—. Aquí todo es rentable o arrendado. Súper fácil deshacerse de eso. —Golpeó la
superficie de la mesa—. ¿Qué pasa con... ya sabes quién?
—Estaré más seguro hacia el sur después de que le digas que me voy de aquí, de Nueva York.
El dedo del medio de Ian se elevó en el aire, frente a Tripp con una rígida tranquilidad.
—Que te den. —Pasó a su índice como si la inspiración le golpeara—. Tengo que decirte de lo que me
enteré sobre el collar. —Se sentó en la silla con respaldo de cuero y abrió el portátil.
Ian dio unos golpecitos en el teclado mientras Tripp contemplaba la inmensa y brumosa cuidad debajo
de ellos.
—No sé si está relacionado con el tiroteo, pero la joya... —Los dedos de Ian siguieron cliqueando.
Tripp se aproximó a la imagen en la pantalla. El colgante que había pendido oculto entre los pliegues del
vestido de Lexi coincidía con la foto que Ian encontró.
—Es un zafiro, y de lo que puedo decir, es tan real como el culo suave de un bebé.
—Buena analogía.
—De todos modos —comenzó Ian nuevamente—. A partir de la foto y las medidas que tomé, me remonta
a Sherrill y Robert Targus. Están en medio de un divorcio. Él tiene veinte reclamaciones al seguro en
espera sobre una joya igual a esa, lo que trajo la atención del FBI por fraude. Se llama la estrella de zafiro
debido a esas agujas de rutilo dentro de la piedra.
—Interesante.
—Lo hice.
—Parece que quiere la joya lo suficientemente como para arriesgar su propia libertad si los federales están
involucrados. Aquí esta una foto de él. —Ian hizo clic en las teclas de nuevo y trajo la cara del hombre
que Tripp había agarrado y bloqueado en la playa—. Parece que reconoces a este chico. ¿Él fue quien te
disparó? —Ian levantó una ceja mientras ladeaba la cabeza.
—No sé quién me disparó. Tuve una pequeña confrontación con ése en la playa. Así, comprendí quien
es Lexi. Mierda. —Tripp golpeó con su puño en el escritorio—. Si piensa que Lexi tiene la piedra, podría
ir tras ella otra vez.
—Sabes lo que dicen sobre los amigos y los enemigos. Vamos a seguir de cerca la fuente y cuidar de ella.
—Sí, vamos.
—¡Guau, bebé! El hombre está de vuelta. —Pisoteó con sus pies bajo la mesa, pero los apagados sonidos
de la alfombra de felpa hicieron poco para difundir la emoción.
Tripp levantó su brazo por una pulgada, pero cerró los ojos mientras una estela de agonía irradiaba hacia
abajo por su costado. Su médico le dijo que tomara al menos dos semanas antes de sostener más de diez
libras, pero lo había atribuido a la influencia de Jill, no a la realidad. Era el día cuatro y Tripp quería estar
un cien por ciento.
Para conseguir el collar sin el conocimiento de Lexi, tendría que depender totalmente de su talento. O
debería tomar una táctica completamente diferente.
54
Los ojos de Ian se iluminaron como los de un niño a punto de abrir el más grande regalo de
cumpleaños.
—Estoy dentro.
***
Lexi se sentó en su escritorio frente a una joven pareja, bien vestida, quienes le contaron todo sobre su
deseo de poseer un hogar. Su oficina, pintada de un verde espuma de mar, le recordaba al océano en un
día súper caliente cuando la arena se mezclaba dentro de la capa superior y se volvía de un pálido pero
denso color. Había añadido fotografías de la infancia tomadas por sus padres, que vivían a un par de
horas y a menudo se reunían con ella y Emma, para cenar los fines de semana.
—Por lo tanto —comenzó Lexi mientras la pareja ponía sus manos en sus regazos—. Quieren comprar una
casa. Es una gran decisión y encontrar la correcta es a menudo una tarea, pero haremos el proceso
divertido, un poco emocionante y muy gratificante al final. —Lexi chasqueó los dedos y se dio cuenta de
cuán idiota sonaba. Mantuvo una enyesada sonrisa en su rostro. ¿Su vida llego a tal banal emoción?
Después de su semana en la playa, había confirmado su decisión de quedarse ahí y encontrar la casa de
los sueños de todos en lugar de continuar con el trabajo más peligroso. Simplemente no confiaba en las
personas lo suficiente para ponerse aún más en riesgo.
—¿Qué necesita que hagamos? —El marido se inclinó hacia adelante—. Estamos dispuestos a pagar,
aunque tenemos un presupuesto…
Lexi agitó sus manos en el aire como si él fuera a conducir a través de una señal de stop.
—No, no. Los agentes no toman el dinero. Trabajamos en Comisión, un porcentaje del precio de venta
final.
Mientras ellos lo describían, Lexi respondió con Mm-hmm y Ahhs, apuntando algunas notas y
encendiendo su ordenador. A medida que parloteaban, su mente vagó a actividades más singulares, tales
como paseos a medianoche en la playa.
Lexi volvió su atención a ellos, aunque nunca sabrían que los dejó en primer lugar. Tan pronto como la
pareja caminó a través de su puerta, sabía la casa para ellos. Una imagen de la pareja en esa cocina la
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golpeó como la ubicación del colgante que tenía. Tres toques más tarde, se hizo con la foto de la casa —la
misma que se había imaginado en su mente— apareció en su pantalla. La mantuvo oculta detrás de
algunas otras ventanas de aplicación para poder sonsacar su entusiasmo.
—Estupendo. Vamos a ver ahora. —Hizo clic en el teclado, creando un conjunto aleatorio de letras y
números en su programa de texto. Una rápida eliminación y con un entusiasmo fingido, dijo—: ¡Ajá!
—Tengo el lugar perfecto. —Lexi giró la pantalla y mostró las fotos de muestra, las especificaciones y les
habló de las opciones de financiamiento—. ¿Les gustaría ir a verla? —En previsión de un «sí», ella ya
había programado una cita a través de una página de contacto en línea.
—Estupendo. Emma les va a llevar, y cuando vuelvan, podemos hablar más sobre ello.
Cuanto más rápido Lexi les pudiera ahuyentar, más tiempo tendría para ella.
El día comenzó como siempre lo había hecho. Se reunió con clientes, produjo los mismos resultados
con cada uno y tomó a un nuevo vendedor. Esto último lo hacía esporádicamente ya que el verdadero
éxito precisaba del toque de ella en la búsqueda de las personas correctas, por su don —lo que evitaba, el
noventa y nueve punto nueve por ciento del tiempo.
Nunca debería haber buscado a Tripp, no la primera o segunda vez.
Cuando la pareja salió con Emma, Lexi se dejó caer en su asiento. Tan pronto como se deslizó hasta su
escritorio, dejó caer su cabeza en sus manos y suspiró, el timbre de la puerta envió en un abrir y cerrar el
sonido a través de su oficina.
En el salón, se tomó un momento para ajustar la chaqueta de su traje y meter un mechón de pelo detrás
de su oreja. Usando el reflejo en el vidrio de un retrato, revisó su lápiz de labios y dientes. Es t iempo de
conseguir un espejo para este pasillo, también. Una respiración profunda y otro suspiro más tarde, entró
en el vestíbulo.
Lexi se congeló.
Él se paró en la puerta, con un brazo en cabestrillo, sus jeans dibujaban bajo sus caderas, y una camiseta
ajustada se estiraba sobre los músculos que había tenido en sus manos dos veces antes.
—Tripp.
—Lexi.
El calor se apresuró a sus mejillas; ella nunca le había dicho su nombre real. A excepción de los pocos
arreglos de flores que añaden color y la fragancia al vestíbulo de su oficina, no tenía el título de florista
tampoco.
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—¿Qué estás... haciendo aquí? —A pesar del aire acondicionado, Lexi deseo un ventilador mientras la
vergüenza brilló a través de todo su cuerpo.
—¿Dónde? —En un movimiento inconsciente, se limpió las sudorosas palmas contra su falda.
—Aquí. En Rune.
—Ah... —Lexi se encontró pérdida para las palabras. ¿Por qué vendría aquí a comprar una casa? ¿Y su
novia?
—Eso es algo en lo que me puedes ayudar, ¿verdad? Creo que el cartel decía bienes raíces.
Una imagen le vino a la mente de una casa en el mercado desde hace más de diez años. Los propietarios
no querían precipitarse en su venta. De hecho, habían acordado vender sólo con Lexi como un agente
doble y sólo cuando ella encontrara al comprador perfecto. En varias ocasiones, Lexi mostró la casa para
poder caminar a través de ella, con el aroma de pan recién horneado y pasteles, y experimentar que un
lugar la llamara.
Maldición. ¡Yo quiero esa casa! Apretó los puños, pero se obligó a sí misma a entrar en el modo
profesional —o a intentarlo.
Lexi se mantuvo en su lugar, negándose a retirarse del aluvión de emociones que recorrieron su cuerpo
como una sobrecarga sensorial.
—¿Estás dispuesta a llevarme? —Una sonrisa floreció contra los fuertes pómulos.
—Esa es una pregunta capciosa. ¿Estás aún comprometido por otra parte? —La suya tenía un doble
sentido, también.
Cerró los ojos cuando la quemadura de lágrimas golpeó la parte trasera de sus ojos.
—Nunca funcionará.
—Uno no puede saber si no lo intenta. —Con su mano libre, apartó el collar de su bolsillo.
—Sabes, no importa si te enojas o llamas a la policía porque lo hecho, hecho está. Este es un zafiro, Srta.
Shepherd, y debe estar alrededor de tu cuello siempre y para siempre.
—¿Entraste en mi casa?
—Sé quién eres. Sabes quién soy. Lo que significa que ya sabes que esto nunca funcionará. —Su voz se
rompió—. Vuelve donde quiera que vivas, Tripp. Dije adiós una vez y lo dije en serio.
Apretó en un punto de su brazo, el palpitar crecía más intenso cuanto más cerca venía él.
—¿Por qué frotas tu brazo justo ahí? —Sus cejas se trazaron juntas.
—Esto... me duele.
—Ya veo. Pero ¿por qué ahí? —Señaló a su brazo, con su cabestrillo y de nuevo a ella.
Se vistió, junto coraje y bajo las escaleras solo para ser dejada de lado por la ráfaga de dolor físico. Con
su mano en el pecho cerró los ojos y tomó aire, la sensación desaparecía.
—¿Contemplando la vida?
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Ella se movió hacia su voz. —No. Sí. —Sus puños se balanceaban a su lado.
—No creo que necesites eso ahora, ¿verdad? Quiero decir, si tú eres mi antítesis entonces encuentro que
el negocio que tienes es muy bueno, por cierto. Creo que eso te hace una de esas… niñas buenas. —La
manera en que dijo buenas le hizo querer derretirse en sus brazos.
Lexi cruzo sus brazos. —¿Y tú… Tripp? ¿Has hecho algo… legal?
—La mayoría del tiempo. —Su sonrisa permaneció en su lugar mientras las cosquillas en la punta de sus
dedos de la mano y de los pies crecía.
Con el proverbio ‘salvada por la campana’ Lexi se apresuró a pasar a Tripp. —Podemos hablar en unos
minutos.
Extendió la mano hacia el hombre. —Hola. —Una sonrisa plasmada la llevaría hacia la tortura. Lexi
ignoro los pasos detrás de ella y se encargó del hombre que estaba frente a ella. Piel morena clara, ojos
sensuales y casi tan musculoso como Tripp, aunque vestido, por mucho, más refinado. Incluyendo una
playera verde del color de sus ojos.
—¿Cuánto tiempo te costó encontrar un lugar en el aparcamiento? —La risa sofocada de Tripp tenía a
Lexi tirando hacia atrás su mano.
—Tú debes ser Lexi. Ian Sands. Soy el compañero de Tripp. —Sus ojos se abrieron—. En el negocio,
tengo que agregar… solo para ser claro. —Una pequeña risa fue seguida por tos.
El hábito de ser cortes la empujo para extender un formal apretón de manos a su manera. —¿Qué puedo
hacer por ti Ian?
—Por mí nada…
Otra casa apareció de repente en su mente. Un bungaló cerca de Wheaton Farm, junto a uno de los
corredores en las afueras de Rune. Porque apareció si ella no buscó ni él preguntó, no lo sabía.
Lexi dio un suspiro y se dirigió a su oficina. —Está bien, voy a enseñarte la maldita casa.
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—No está muy contenta con el potencial de la venta, ¿no es así? Un poco extraño, ¿no te parece? —El
tono de Tripp desbordaba sarcasmo.
Lexi sonrió cuando la luz le dio a Ian enlazando un brazo al brazo de Tripp. Tripp maldijo en susurros.
Ella se puso delante de su mesa y saco reportes de casas que pensaba podían funcionar, si el aceptaba
una de ellas.
Se rehusó a darles la casa de los Fergs, la cual Lexi amaba y la que se había aparecido en su mente para
Tripp.
Debiste haberla comprado años atrás Lex. Ella había dudado por razones de las cuales no se acordaba, y
ellos nunca la hubieran empujado a vender.
—No.
Ella suspiro bajando a otra opción. —Este es un rancho encantador. Es viejo y necesita unos pocos
arreglos pero el precio es…
—Uh-Uh.
—Podría ser una buena inversión. —Ian se inclinó hacia la pantalla—. Debería ver algo así.
Tripp movió la cabeza.
Lexi giro el monitor hacia ella y se cambió a otra ventana. —Vais a amar esta. Está en la orilla de un lago
rodeada de árboles… —Su mirada rompió su concentración—. ¿Qué? Estoy tratando de encontrarte una
casa… como me pediste.
—Enséñamela.
—¿Enseñarte qué?
—No digas ‘incorrecto’. —Ian camino de ida y vuelta—. Hasta yo sé que tú diciendo ‘a veces’ es un
desperdicio de saliva. Tripp aquí… nunca está equivocado tampoco. Siempre tiene la razón, y esto me
irrita con regularidad. —Ian acomodo su pie en su rodilla y se inclinó hacia atrás con sus manos en el aire
como si hubiera anotado un touchdown.
—No me conoces. —Lexi trataba de mantener su enojo bajo control pero el tono de sus palabras le
traicionaron. Ian paró rápidamente.
—No lo hago, tienes razón, pero conozco a este hombre. Si lo que dice es verdad, entonces, las chispas
van a volar. Y yo tengo que decir que es malditamente bueno que os encontrarais porque la perra rubia
necesita que la pongan en su lugar.
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Lexi abrió su boca para hablar pero se detuvo mientras Ian continuaba.
—Ella está todo el tiempo diciéndole que hacer, o haciendo cualquier cosa que sea que ella quiera,
entonces él hará lo que ella quiere. O lo que sea que eso signifique. —Movió su mano en el aire—. Pero
maldita sea estoy cansado de sentarme y observar como Tripp se establece. Es tiempo de ponerle un reto
en su vida. Ahora muéstrale la maldita casa.
Lexi miro a Ian con los ojos abiertos sin poder pensar o crear ningún pensamiento coherente. En vez de
eso pico un único link —uno que había apartado para ella y revisado diariamente, múltiples veces al día—
y giró el monitor de nuevo hacia Tripp.
***
Vieja. Tripp no podía llamarla de otra manera. Una casa de granja de dos pisos en tres acres, con un
garaje separado. Dos grandes graneros rojos y una cerca blanca muy simple que rodeaba el perímetro.
Tripp no necesitaba ver más, tenía que conocer la casa.
Su suspiro casi dolía. Si ella no lo quería rondando, si todo se iba al infierno, entonces, se iría y vendería
la casa. De lo contrario, quería ver el interior de ella.
—No necesito hacerlo, solo tengo que llamar. —Lexi cogió el teléfono, marco unos pocos números y
después de una rápida conversación lo miró directo a los ojos—. Marge está lista para nosotros. Nos
llevara como 20 minutos llegar ahí… Tal vez menos. ¿Por qué no me seguís?
—Vosotros conducís y yo me sentaré en la parte de atrás. —Ian hizo sonar sus llaves—. Tripp todavía tenía
algunos problemas, lo que significa que hice todo el trabajo de llegar aquí. Quiero una siesta, y 20 hacen
un buen trabajo.
—¿Mataría algo de tu personalidad también? —La broma de Tripp rebotó como una bala de Nerf.
—No.
—¿Esto es en serio? —El tono de Lexi, confundido y curioso al mismo tiempo tiraban de las cuerdas que
le habían dominado desde que había vuelto a Nueva York.
—Conoces esta área, nosotros no, y me gusta tener mi coche conmigo. De todas formas, no se supone
que deba conducir, Ian no quiere y además… bueno… es un Jaguar, Lexi, quien no quiere…
Ella puso en blanco los ojos. —Bien, voy a conducir tu maldito coche.
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—Vosotros decid lo que queráis, despertadme cuando lleguemos y no lo olvidéis. Hoy el día está muy
caliente como para quedarme aquí atrás sin aire como un niño olvidado en el asiento trasero. —Ian se
puso en el borde y cerró los ojos.
Lexi acomodo el asiento, aunque Tripp pensaba que sus piernas largas iban a llegar. Cuando ajusto el
espejo, él interiorizó un gemido. Le dijo que condujera olvidando que ella había trasladado equipo
importante.
—¿Porque estás aquí? —la pregunta salió sin expresión mientras conducía lejos de su oficina.
—Porque hace una semana ya había ordenado mis pensamientos para ir por ti…
—¿Por qué?
—Si te quedaras callada por más de dos segundos podría contarte la historia completa.
Ella cerró sus labios completamente con una llave invisible prometiendo estar en silencio.
—Iba a por ti la noche que me dispararon. No tengo idea de quien fue, por cierto. Aparentemente
alguien llamó a la policía…
—Fue Emma, mi hermana. —Lexi subió los hombros hacia sus oídos—. Oops, creo que la llave no
funcionó muy bien.
Tripp se rio un poco. —Creo que no, De cualquier manera, la enfermera me dijo que dos mujeres
estaban en la sala de espera. Cuando ella las describió me viniste a la mente. Luego Jill apareció con una
amiga y creí que tal vez no habías venido a ver como estaba, pero te vi. ¿Por qué te fuiste?
Ella condujo hacia la autopista. —No era mi lugar quedarme. Era tu novia o tu prometida o como
quieras llamarla.
—Jill vino en helicóptero ocho horas después de enterarse. Aparentemente alguien en el hospital me
reconoció se puso en contacto con su padre y luego con ella. Espero hasta la mañana para venir. Tú no.
—¿Y?
Tripp resopló. —Ya sabes, nosotros encontrando uno al otro, nunca había pasado antes, ¿cierto?
—Tú no sabes eso. —Lexi se estremeció mientras se giraba hacia él, pero volvió a la carretera igual de
rápido.
—Okay, no, está bien, pero asume que hubiera otros como nosotros. Nadie en la mitología dice que
hayan acabado juntos, ni siquiera conocerse, nada. Quienquiera que tuviera esta actuación antes que tú y
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yo, antes de ellos y todavía antes, nunca se encontraron o hubiera sido documentado… en algún lado. Es
como el mitológico ‘encuentro’ del siglo.
Ella respondió —O vamos a mirar el lado contrario, si ellos se encontraron se dieron cuenta de que lo
que nosotros sabemos… los estándares son muy altos. Date por vencido antes de que se vuelva más
complicado de lo que ya es.
—Tal vez porque te gustan demasiado los desafíos. Quiero decir, robaste mi collar… dos veces.
Claramente te gusta que con tu don puedas saltarte la ley. ¿Qué pasa entonces si descubrimos una forma
de vencerlos? ¿Darías parte de tu vida y te establecerías? Podrías haber hecho eso con tu chica de la
playa.
Tripp reprimió un gemido. Había pensado en ese problema también. Había pensado en todos. Como
Ian había dicho, él tenía una oportunidad que nadie más tenía.
—Si podemos vencer esto, espero que signifique que tenemos una oportunidad de verdadera felicidad y
si no podemos espero que lo usemos para bien, y no para mal, al menos no contra nosotros.
Una ligera sonrisa acentuó los rasgos de Lexi. —¿Todo esto es en serio?
—Completamente.
—Él va en serio. Escuche todo el plan en el camino desde Nueva York en cada parada.
—Lo habría estado si vosotros dos no hubierais empezado a estar de acuerdo con el otro. Me imagine
que os pelearíais por un minuto, aplicarían la ley del hielo, y yo estaría dormido. Pero, oh no, hablasteis
razonable y respetuosamente. Mierda. ¿Vosotros dos? Estáis malditamente hechos el uno para el otro.
***
Lexi giro hacia el camino largo con curvas, pasando el buzón con la bandera de Estados Unidos pegada
en la parte de atrás, como anillo al dedo, de la vieja granja.
—Esto es como una pintura americana —dijo Tripp—. Pero necesita que la arreglen desesperadamente.
—La manera en que dices eso suena como si estuvieras locamente enamorada de ella. ¿Por qué no la has
comprado?
—No se sentía… bien. Los dueños no tienen prisa, ellos aman su casa y han dicho miles de veces que solo
van a venderla a la persona correcta. Estaría jodida si esa no fuera yo.
—¿Por qué no les preguntaste si podía ser para ti? —Él toco su mano en la palanca de cambio de
velocidades.
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La gravilla trono bajo las llantas lanzando una nube de polvo hacia el camino no pavimentado. Marge
estaba sentada en el Porche frontal en su silla mecedora, un par de Basset Hounds 1 le hacían compañía.
Sus largas orejas se arrastraban por el suelo mientras encontraban su camino hacia el coche de Lexi.
Desde dentro de la casa, George, con algo de sobrepeso por toda la comida casera de Marge daba pasos
torpes y pequeños afuera y tomo la segunda silla. Lexi los encontró en la posición exacta que veía
siempre que llegaba sin importar la hora del día.
En la parte del parachoques delantero del coche Lexi se puso de rodillas para acariciar las espaldas de
Buster y Moxie. —Oh, ¿cómo estáis hoy muchachos?
Los perros le lamieron sus manos. Moxie dio un ladrido rápido a la pregunta como si tuviera que
contestar pero Buster se recargo en la palma de Lexi. El constante movimiento de sus colas provocaba
una nube más grande de tierra alrededor de ellos.
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Lexi saludo con su mano libre, rascando con la otra. —¡Hola señor y señora Fergs!
—Buenas tardes Lexi. —El sonido de la mecedora de Marge, suave y continuo le recordó a Lexi los
tiempos pasados, cuando las personas se sentaban afuera y disfrutaban su tiempo y no se apresuraban
para ir de un sitio a otro.
Cortinas viejas hechas a mano de encaje embellecían cada ventana, los aromas de pasto recién cortado y
rayos de sol, si Lexi pudiera clasificar el sol como un olor, seguida del viento. Ella se detuvo, cerró los
ojos dejando que el momento la envolviera. Relájate Lex, esta es tu casa. El tiempo ya llegará.
Lexi se deshizo de la emoción. —¿Cómo está hoy señor Fergs? —Ella se inclinó hacia él y le dio un
abrazo rápido y repitió lo mismo con Marge.
—Estoy bien también —se giró hacia Tripp—. Me gustaría presentarles a Tripp Fox. Es… la persona
interesada de la que le hable por el teléfono.
Marge puso sus manos en el reposabrazos de su silla y empujo hasta que pudo ponerse de pie. Lexi
había puesto a la pareja en sus ochentas, tal vez hasta noventas, si no es que eran mayores, no lo sabía y
nunca le gustó preguntar. Una de las muchas fotos en la entrada mostraba a Marge en un estilo de
vestido de mil novecientos veinte, aunque con la última moda, podría haber sido tomada ayer.
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Tripp le tomo la trajo a sus labios y le dio un beso aun con su piel arrugada.
—Así es como se trata a una dama. —Se giró hacia su esposo quien abrió los ojos como diciendo, ‘Han
pasado ochenta años, ¿por qué necesitas mas ahora?’
Lexi no pudo contener su sonrisa, nunca podía cuando los visitaba. Los Fergs sacaban lo mejor de ella.
Su corazón dio una vuelta con la idea de que se la vendieran a Tripp.
—Vamos adentro. —Marge se dirigió a la puerta tan lento como Moxie, quien arrastraba sus patas y mecía
sus orejas.
—Ese agradable joven detrás de ti puede sostenerla hijo. Cualquier persona a la que le disparan tiene al
menos dos semanas de reposo.
Ian tomó la puerta. —Voy a tomar esta puerta hasta que me indiquen lo contrario, señora. —Ian se burló
del acento sureño de Marge pero su natural risita sugería que no lo tomo como una ofensa.
—Ahora, señor Fox…
Una bandeja con pequeños platos con galletas y una jarra de limonada descansaban en el mostrador. —
Ian, ¿puedes venir a coger esta bandeja?
—Yo puedo cogerla —Lexi empezó pero Marge la detuvo con una silenciosa mirada. Ella se sentó en la
mesa seguida por Tripp y Lexi.
Ian trajo la bandeja con una sonrisa gigante en su cara. —Eres una abuela exigente —dijo—. Parecida a la
mía.
—No lo sabes. —Ella dio unas palmaditas en su mano haciéndolo sentarse en la silla junto a ella—. ¿Así
que quieres comprar mi casa?
Marge tomo una taza y se la sostuvo a Ian. Él esbozo una gran sonrisa. —Eres un buen chico Ian. Tu
amigo te trató bien cuando eráis niños. —Ella asintió a Tripp—. Barra de caramelo estúpida.
Ian bajo la bandeja. Tomo una galleta del plato para él.
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—Ahora, acerca de mi casa. —Marge empezó otra vez—. ¿La quieren o no?
Por favor di ‘no’ entonces la comprare no importa que pase. Debajo de la mesa Lexi cruzo los dedos.
Lexi abrió sus ojos sin pensar y los forzó a volver a la normalidad.
¿Piensas?
—¿Vas a hacer el bien junto a ella? —George arrastro una silla de metal por el suelo de vinilo, poniendo
su peso sobre el asiento.
—¿Perdón? —Lexi parpadeo, turnando su atención entre Marge y George, pensamientos de la casa
perdida iban por el camino de la conversación.
—Oh, corazón. —Marge le dio palmaditas a la mano de Lexi desde el lado contrario de la mesa—. Hemos
esperado este momento por treinta años… desde el día en que naciste.
George le pego con su puño al borde de la mesa entonces las galletas saltaron. —Y ya era hora maldita
sea.
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o siento Sr. Y Sra. Fergs. No entiendo lo que está pasando. —La expresión adolorida y
el tono preocupado de Lexi, echo a perder la emoción inmediata de Tripp en cuanto
al pequeño anuncio de Marge.
—Oh cariño —Marge palmeo la mano de Lexi como una abuela consolando a su nieto, pero en una
forma nada protectora—. ¿George y yo? Sabemos todo acerca de tus dones.
La sonrisa de Marge reflejaba la de un niño con sus manos en el frasco de galletas y nadie alrededor que
lo atrapara, una mirada similar a la que Tripp usualmente luce. Sin embargo como un niño de once
años, él había robado una barra de chocolate y no una galleta. Peor, él la había robado del primer
ladrón, Ian, quien la había robado de la farmacia de la esquina. La acción había solidificado su amistad
de toda la vida.
—¿Has oído hablar de los Laelaps y los Teumessian Fox? ¿Tal vez en uno o dos cuentos para dormir? —
Marge deslizo una galleta desde el plato.
Tripp sonrió al mismo tiempo que Lexi giró a mirarlo. —Sí, claro. Los dos son los que crearon la mejor
paradoja de Zeus —dijo él.
Lexi asintió, pero la línea de preocupación se mantenía. —¿Qué tiene que ver que Tripp haya comprado
tu casa con que esperaras por mi desde que nací o con el juego de Zeus? —La mano de Lexi se flexiono
en la de él.
—Oh, entretén a una señora de edad, si eres tan amable. —Ella se cubrió los ojos con los dedos mirando
a hurtadillas
Tripp se recostó en su silla, su mano seguía en la de Lexi, su agarre paso de superficial a apretado.
—Oh, ese Zeus, él tenía el sentido de humor más extraño. Estropeó a algún correcto muchas veces, pero
aun así era de buena naturaleza. —Marge rió entre dientes, un sonido raspante de la señora mayor—.
Ambos son jugadores de un juego tan viejo como el mundo mismo. De hecho todo el mundo tiene un
poco de eso en ellos, pero para algunos... —Marge movió la cabeza— bueno, es un poco más
problemático.
Ian se dirigió hacia Marge. —Ahora esto, abuela, tengo que escucharlo. He estado diciéndole a Tripp por
muchos años, que alguien, en algún lado, sabía más de esto que él, pero ¿me escucha? Oh, no.
Ella sonrió y puso un brazo alrededor de su hombro y le ofreció un rápido y oportuno apretón en su
hombro. —Eres un buen amigo, Ian. Me alegro de que vosotros dos se emparejaran cuando lo hicieron.
—Tomo otra galleta, la partió y le ofreció la mitad.
—Cada uno recibió un fantástico regalo, pero juntos, son como imanes con su polarización al revés.
Debido a eso la mayoría pasa su vida sin encontrarse nunca.
—Sí, ha habido otros. —Se detuvo como si esperara el estallido de furia de Lexi—. De vez en cuando, esos
imanes se acercan lo suficiente para girar alrededor uno del otro, y luego aparece algo que los empuja
junto al otro. Pero aun así nunca se tocan.
Ella sacó dos imanes redondos y negros, cada uno del tamaño de un centímetro y cuarto de espesor, de
su bolsillo y los dejó sobre la mesa. A medida que los colocaba juntos y los soltaba, la fuerza entre ellos
los repelía, pero no muy lejos.
Marge estaba radiante —Así que como ves, a veces hay suficiente interés en acercarse, pero no se tocan. —
Los empujo de nuevo hacia delante. Rebotaron de regreso.
Sus dedos arrugados y magullados recogieron uno de la mesa y lo giró. Con un codazo rápido, las dos
piezas se deslizaron juntas.
—Si quieres esta conexión, puedes tenerla —Marge señalo los imanes—. Pero en este juego, una vez
unidos, serán inseparables no importa lo que hagan —ella coloco sus manos juntas.
Ian tomo los imanes unidos, puso mala cara mientras trataba de separarlos. Tripp estaba lo
suficientemente intrigado para hacerlo el mismo, falló y se los paso a Lexi.
—Esto ya tomo tiempo suficiente —George estalló otra galleta de limón en su boca, su tambaleante
quijada crujiendo hacia fuera.
Marge negó con la cabeza. —No escuchen a George, está impaciente, es todo. Pensamos que podría ser
llamado de nuevo antes de que tuviéramos la oportunidad de conocer a tu chico, Lexi. Aunque lo hemos
sabido desde el momento que te conocimos.
Tripp tomo la acción con más confusión. —Si esto era algo que queríamos, es decir, dar la vuelta a estos
supuestos imanes, Sra. Fergs, ¿cómo lo... hacemos?
—Oh cariño, llámame Marge. Lexi y tú habéis tenido tiempo para encontraros el uno al otro, averiguar lo
que cada uno tiene y saber que hay un interés. Ahora como los imanes, es su oportunidad de revertir los
efectos para desmagnetizarlos por así decirlo.
Marge palmeo su mano. —No puedo decírtelo exactamente, ya que, al igual que en todos los juegos, las
reglas pueden cambiar a medida que avanzas. —Tomo las piezas combinadas, dividiéndolas con
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facilidad—. Pero en esto, es diferente. No son los primeros en jugar, ni serán los últimos. Sólo tenéis que
daros cuenta de... Oh ¿cómo llaman a ese líquido que se adhiere a todo y no lo deja ir?
Marge palmeo su mano. —Sí, eso. Es un factor de unión, pero no en sentido literal, claro está. —Volvió a
colocar las dos piezas juntas y equilibrándolas sobre el borde en vertical—. Cuando decidáis que queréis
esto... realmente... y lo que significa profundamente. —Palmeo su pecho—. —Entonces sabréis que hacer.
Os encargáis del amor o lo perdéis, ¿correcto?
Marge lo silencio con un gesto de la mano. —Si quieren esto. —Movió su dedo hacia atrás y adelante
entre Tripp y Lexi—. No puedes permitir que lo que crees cambie tu mente.
George tomo otra galleta. —Finalmente, un momento los traerá a ambos juntos. Podría ser mañana o
años a partir de ahora.
—Esto suena como la creación de un reality show. —La sonrisa de Ian trajo una a la cara de Tripp.
—¿Cuáles son las reglas? Es decir, ¿si se pueden cambiar? —Tripp trabajó bien con pautas, aunque se
salió un poco de ellas, de vez en cuando.
La expresión de Marge insinuó picardía. —La única regla real es que ambos debéis quererlo. —Hizo girar
las piezas enteras— Si no estáis listos, bueno, todavía tenéis tiempo. Al igual que las estrellas en los cielos,
los imanes se sitúan por ahí indefinidamente. De vez en cuando se ausentan como si detuvieran... la
tentativa. —Las dos piezas se dividieron y separaron una de la otra como si hubieran sido retiradas por
fuerzas opuestas—. Me desilusionaría mucho si no estuvieran listos.
—Oh, lo están —Ian golpeo con el puño sobre la mesa—. Tripp no puede renunciar a un desafío, de
ninguna manera. Es el juego del siglo.
Marga atrajo a Ian para otro rápido abrazo. —Oh cariño, serás un gran animador. Cuando realmente los
imanes estén vinculados, ya está hecho. —Sus ojos brillaban mientras tomaba una pieza, la levanto como
si fuera a mirar a través de la superficie solida—. Pueden mantener esto como recordatorio. —Le dio el
primero a Tripp, el otro a Lexi.
Como si les ordenaran, trataron de forzarlos a estar juntos, pero no importo la forma en la que ellos le
dieran vueltas, los imanes se separaron de nuevo.
George arrastró su silla hacia atrás. —Ahora moved vuestros traseros. —Señaló a Lexi y Tripp los dedos
cruzados—, cierra la boca y compra mi casa.
—Oh querido, George. No los presiones. Eso solo funcionaba en mí. —La mirada de Marge hacia George
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decía que no renunciaría a él sin importar el número de galletas que comía o que tan brusco lograba ser—
. La atracción es fuerte para los dos. Más de lo que alguna vez he sentido. Están hechos el uno para el
otro. ¿Ian?
—¿Si señora?
—¿Te gustaría ayudarme a ir a mi sillón? Quiero una silla más confortable, necesito apoyar los pies en
alto y puedes venir a ver Jeopardy conmigo.
—Asumo que trajiste papeleo contigo, ¿Lexi? —preguntó Marge desde la otra habitación.
—No, pero yo lo hice. —Emma, todo lo contrario a Lexi, caminó en la cocina. Tripp la reconoció por la
descripción del personal de hospital y las imágenes en la oficina de Wise Woman.
—Bien. Entra aquí jovencita. Nos vamos para Alaska mañana y necesitamos ponernos de acuerdo.
***
—¿Ellos se mudan a Alaska mañana? Y son como nosotros hace tropecientos años ¿no? —Lexi oyó el
gemido en su voz—. ¿Qué pasa si tenemos preguntas? ¿Nos dio algunas respuestas? ¿Qué tenemos que
hacer para empezar? Quiero decir ¿podemos decir: estamos listos para ver lo que pasa, esperando que
todo vaya bien? Sí, me siento atraída por ti. Sí, yo iba a ir a hablar contigo, pero ¿significa eso toda la
vida…?
Tripp la cortó con la fuerza de su boca contra la suya. Su mano buena se deslizó hasta la parte trasera de
su cuello, llevándola adelante mientras sus brazos colgaban sueltos a los lados de ella.
—¡No fue suficientemente bueno! —La voz de Marge se escuchó al tiempo que sus labios se separaron.
—George, cállate. Cúbrete los oídos, Ian. Tú también, Emma. —La risa salió de todos ellos.
El porche gimió con el paso de Lexi en sus tablas. El viento sopló como en una tormenta de verano y un
grupo de nubes grises rondaba la casa, pero la lluvia no había comenzado.
Tripp la atrajo a sus brazos otra vez al amparo del techo del porche. Sus manos se fueron directo de
regreso a su pecho. —Te dije la primera vez que te vi, Lexi, que sentí que te conocía y en ese momento,
incluso ni sabía tu nombre… Karen.
Lexi dejó caer su mirada fija, manteniendo sus manos en su pecho pero su cabeza lejos de él. —Y yo te
dije que te casaras con tu chica.
—Y aun así estamos aquí. Juntos. Apartados por unos centímetros. No sé tú, pero yo siento que nosotros
debemos estar aquí.
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—¿George y Marge nos dijeron que debía ser así? Tremendo razonamiento deductivo. —Ella golpeo su
pecho con poca fuerza, sonriendo a pesar de su guerra interior entre la cabeza y el corazón.
Tripp dio un paso adelante. —¿Qué puedes perder? Según lo que sé, no estás involucrada con nadie.
—Pero estas…
—¿Y tu negocio?
—Puedo hacer eso desde cualquier parte. Me sentí obligado, atraído si así lo deseas, a venir hasta aquí.
Cada instante en Nueva York me moría por recoger todo e irme, pero tuve que esperar, gracias a mi
maldito brazo. Entonces, mire el paisaje urbano y quedé abrumado.
—Tenemos que comenzar en alguna parte. —Le tendió su mano como si ella debiera apretarla, hacer un
trato y todo estaría bien—. ¿No crees que sea nuestra responsabilidad intentarlo?
Él colocó sus labios en contra de los de ella –suave, gentil– conservando sus manos a los lados. Mientras
el presionaba, Lexi cayó en el beso. Sus manos se deslizaron por su pecho, cuidadosas para evitar su
brazo. Ella juntó sus manos alrededor de la parte trasera de su cuello, tirándolo hacia abajo mientras sus
lenguas se unían una a la otra.
Lexi arqueo la ceja. Ella avanzó hacia Tripp, atrajo su cabeza adelante, lo lleno de besos de un lado de
sus labios al otro, propagándolos con su lengua.
El relámpago brilló intermitentemente otra vez. Un golpe reverberó desde arriba del porche, y un
aguacero de chispas llovió alrededor de ellos.
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—Ahora, así es como se besa a una chica. —La voz de George sonó con perfecta con claridad.
—Él no tiene que saberlo. —Tripp puso el más pequeño toque al borde de su boca—. Sabes a galleta de
limón.
Ella paso su lengua por la de sus labios. —Tú también. —Lexi colocó una mano sobre su pecho—. Si esto
es un juego y nuestras habilidades son una parte de eso, ¿cómo vamos a sortear el asunto más
importante? Las relaciones nunca funcionan para mí…
—Porque siempre miras el lado equivocado. —Tripp le dio otro beso suave en sus labios.
—Pienso —y éste soy yo, intentando aclarar esto en mi mente— si están juntos, y saben lo que se requiere,
entonces debe existir una escapatoria a este mito.
—Zeus hizo al perro y al zorro, Tripp. Él lo hizo así para que fuera la máxima paradoja. ¿Cómo puede
haber una posible escapatoria?
—Él también los envió al cielo para detener el ciclo, terminando la paradoja, o quizá en su mente,
solucionándola el mismo. —Sonrió a Lexi— Creo que un fin es posible. Como su pequeña analogía del
imán. Digo, ¿cómo pueden dos ancianos saber todo sobre esto sin haber pasado por ello?
—¿Puede que sólo sepan… cosas? —Lexi ni siquiera creyó su propia sugerencia alternativa.
Tripp negó con la cabeza. —No. Están conectados como esos imanes. Lo puedo ver. Están claramente
enamorados aún, también, a pesar del tiempo que ha pasado. Hay una forma de hacer funcionar esto, y
estaré condenado si no quiero al menos saber cómo.
Lexi leyó el reto en sus ojos. Cuando él supiese la respuesta, ¿se iría la mirada? ¿O conseguiría verla por
el resto de su vida?
—Tal vez tú la consigues, ¿y yo la robo? —La sonrisa satisfecha al menos le dijo que él bromeaba.
Lexi entrecerró sus ojos. —No estoy irrumpiendo en la casa de nadie o haciendo algo ilegal.
La sonrisa de Tripp aumentó. —Por supuesto que no… cariño. —La palmeó en el brazo.
—Tened cuidado ahora, y la mañana del lunes, venid aquí. Sentiros como en vuestra casa. —Dejó caer un
manojo de llaves en la mano de Tripp.
—¿Crees que es prudente, Marge? Quiero decir, técnicamente, soy un perfecto desconocido y nada de
esto ha sido oficialmente cerrado por un abogado.
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—¿No eres abogado, querido? —Sus ojos azules brillaron hacia él con la mirada diabólica de su propia
especie.
—Lo soy, pero no practico, y no es ético cerrar tus propios tratos. Te traeré copias el lunes.
—Vamos a estar fuera, así que nos los puedes enviar por correo. Nuestra dirección está en los papeles. —
Lo convenció para que se acercara con el doblar de un dedo—. Cuida de ella ahora. Te necesitará.
—Lo haré. —Él sonrió mientras ella añadía un pequeño beso a su mejilla y siguió con una doble
palmadita en el mismo lugar.
—Estoy paseando con la bella dama. —Ian se puso en el lado del pasajero del coche de Emma—.
Vosotros habláis demasiado. —La sonrisa de Emma floreció, imitando a la de Lexi. Si el color de su pelo
y de los ojos no fuera tan diferente, Tripp las habría creído idénticas. Estructura facial, la voz, el tono,
todo igual.
Ella rodó los ojos, pero se dejó caer en el asiento del conductor.
—¿Cuánto tiempo hay que mantenerlo en un cabestrillo?
—¿Dónde te vas a quedar hasta que... restaures o te mudes? Puedo recomendarte algunos lugares
agradables si quieres.
—Por supuesto. ¿Cómo para mudarse? Tú y tu hermana podríais salir y poner esos toques femeninos en
el lugar. Es claramente una necesidad desesperada. Incluso puedes... quedarte si quieres.
—¿No eres atrevido? —Levantó la ceja izquierda—. No, no me voy a quedar. La casa no es mía, no
importa lo que Marge dijo. Es tuya. Por favor prométeme que, sin embargo, si alguna vez decides
venderla, me darás prioridad.
Una línea de árboles avivaba el borde de la carretera mientras se abrían camino de regreso a la oficina de
Lexi.
—¿Quiénes son ellos? Nuestra ilustre mini ciudad ha sido nombrada el lugar número uno para vivir en
los Estados Unidos, o en el «top ten» de cada año durante la última década. Estamos cerca de un área
metropolitana, tres de ellas de hecho y a dos horas de tres o cuatro más. Tenemos un montón de
opciones.
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—Gira un camino y ves las vacas y pollos, cambia a la otra parte y conseguirás edificios de gran altura. La
estrecha proximidad de todo establece el área de separación. Es un gran lugar para criar niños, celebrar a
la familia, trabajar y disfrutar de la vida al mismo tiempo. Además… —Golpeó el volante — …la playa y las
montañas están a menos de dos o tres horas en coche.
Tripp esperó a que los detalles se establecieran en su mente. Siempre había sido una rata de la ciudad,
aunque su tiempo fuera siempre lo dejó con el deseo de más de lo lento y menos de la prisa.
La risa de Lexi, por primera vez desde que llegaron, reflejó una genuina felicidad. Pasaron junto a una
granja mientras serpenteaban a través de lo último del paseo en coche. El límite de velocidad de 40
kilómetros por hora dejaba mucho que desear, aunque si pensaba sobre eso, nunca lo superó en la
ciudad de todos modos.
—Voy a ayudar a Marge y George a mudarse mañana. —Lexi los llevó a su aparcamiento—. ¿Quieres
venir? ¿O prefieres instalarte aquí?
—¿Y perderme la oportunidad para comer galletas? ¿Para tomar sus cerebros y sonsacarles más detalles
acerca de ellos? Demonios no, no me perdería esto.
Su rápida risa removió algo de sus adentros.
— ¿Podría recogerte por la mañana, entonces, digamos a las diez? —Ella abrió la puerta, juntos,
caminaron dentro.
—¿Qué?
No le dio una respuesta. En cambio, se inclinó hacia abajo, manteniendo la mirada fija en la de ella hasta
que sus labios se tocaron. Cuando la falta de iluminación rompió su concentración, él apretó aún más.
Ella se derritió contra él, devolviéndole el beso. Él se crispo cuando su mano empujó contra su pecho.
Sus rizos rebotaban mientras ella le contestó, sacudiendo su cabeza, sin sonido.
—No es por ti. Tú traes de vuelta todo tipo de cosas en mí, y hasta este momento, en serio pensaba que
éramos una mala idea. Aún lo hago, para el caso, por lo que a pesar de la atracción física y lo que Marge
dijo, todavía tengo mariposas volando a toda velocidad aquí. —Señaló hacia su estómago.
Para Tripp, lo que Marge y George pusieron en frente de él funcionaba como una pelota de baloncesto a
través de un aro. Ellos tampoco necesitaban desinflarla un poco o estirar los hilos que impedían que
cayera a través. No había esperado que Lexi todavía pensara lo contrario.
—A pesar de lo que viste en la playa, no soy tan descarada y temeraria como eso usualmente. Quiero
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decir, mira lo que hago para ganarme la vida. —Lexi agitó un brazo en el espacio de su oficina.
—¿Podéis darnos un minuto, Tripp? —Lexi hizo señas a Emma pero no esperó su respuesta.
—Entonces, sus habilidades sobrenaturales combinadas tienen algunos efectos secundarios interesantes.
Ese espectáculo de luz era mejor que los fuegos artificiales.
—Sabía que tenías problemas en la playa, pero ¿con esta? Es serio. De alguna manera, esto parece lo
correcto.
—Tripp, hombre. —Ian simuló darle un puñetazo en su hombro bueno—. Tú eres el último en «vino y
cena». Usa tu habilidad. Hazle quererte tanto que hará cualquier cosa para estar contigo.
***
—Bien, ¿qué?
—Vendiste la casa. Pensé que la querías para ti. —Emma se dejó caer en una de las sillas.
—Sí. ¿Por qué le dejaste comprar el lugar Fergs? Y deja de cambiar de tema.
—Trajiste el papeleo.
—Lo sé, pero no rellené el nombre hasta que estuve en el sitio. Esperaba que compraras la parte de él.
¿Qué pasó antes de que llegara allí?
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—Todo.
—Oh, no, no todo. Hicisteis volar chispas, literalmente. —Emma se encorvó—. Sabes que nunca hablamos
sobre nuestra última noche en la playa. Pensé que, después de que todo se vino abajo, le sentiste al ser
disparado.
—Sí, nos dimos cuenta de eso, y me duele cuanto más me acerco a él. Es extraño, sin embargo. Está en el
lugar opuesto de mi brazo, pero nosotros, los dos…
—Marge dijo que éramos como imanes, y tenemos que encontrar la manera de darles la vuelta, así que en
vez de empujar lejos uno del otro, somos atraídos el uno al otro.
—¿Cómo?
—No estoy segura. —Lexi bajó la cabeza—. Es mi mayor preocupación. No lo conozco. No me conoce. Es
como si hubiéramos sido instalados en un matrimonio arreglado, y no sólo no tenemos algo que decir,
también tenemos que luchar por ello. —Ella se puso en pie y caminó hacia la ventana—. ¿Y cuántas
personas conoces que trabajarían por algo que no entienden?
—Tú lo haces. —Tranquilizó la voz de Emma—. Desde que eras una niña querías casarte, criar unos
niños, vivir en esa granja. Pasábamos por la casa un par de veces al mes por tu culpa. Mamá y papá
incluso pensaron en comprarla para sacarla de tu sistema, pero por supuesto eso habría sido estúpido
desde que tenías, como, cinco en ese tiempo.
—Te sientes atraída por él, ¿verdad? Hiciste planes de ir a hablar con él esa noche. Probablemente
habría dado lugar a una noche de pasión si alguien no se hubiera entrometido y disparado primero.
—No sé si hubiera ido tan lejos, pero no estoy diciendo lo contrario. —Juntó sus dedos—. ¿Qué voy a
hacer?
—¿Qué quieres hacer? ¿Quieres intentarlo de nuevo? ¿Empezar donde lo dejasteis hace una semana?
—¿Y si no funciona?
Emma suspiró.
—Esta es exactamente la conversación que tuvimos en la playa. Tú tomas la decisión final, Lex. Tú. Te
has negado a dar la vuelta a través de las imágenes por ti misma. Te hice buscarlo en la playa. ¿Por qué
no lo haces de nuevo ahora? Averigua quién sea que tu pareja perfecta se supone que realmente es y…
—Tengo miedo de la respuesta, Em. Quiero decir, ¿y si encuentro a alguien más y todo esto fue inútil?
¿Qué pasa si lo que encuentro es peor, no mejor?
—Pero tal vez lo encontrarás a él y una vida de diversión y emoción. Ian me puso al corriente de algo de
la conversación de la granja. Me parece que George y Marge superaron la misma paradoja. Eso significa
que vosotros también podéis hacerlo. Después de tanto tiempo de pensar que eráis sólo vosotros por ahí,
hay más que sólo tú y más que sólo Tripp. No estás sola. Y tienes pruebas de que otros lo han hecho. —
El tono de Emma aliviaba mientras sus palabras reafirmaban la confianza de Lexi—. Tú querías llevar el
negocio en otra dirección, ¿no? ¿Algo con un poco más de fuerza? Tal vez deberíais formar un equipo.
—Escúchame.
—Frase del día. Todo el mundo quiere que les deje explicarse. —Lexi envolvió una mano alrededor de la
otra.
—Encuentras cosas y dejas a Tripp ser el ambicioso. Tú podrías incluso entrar en algunos de esos casos
fríos con los que la policía necesita ayuda. Leerlos. Comprender la novela policíaca. Entonces los
encontraras.
—Un incidente malo no quiere decir que todo va a… —Los labios de Emma se endurecieron—. No tiene
por qué ser eso, quiero decir, ser selectivo. Esto podría ser un negocio asesino. Los veo trabajando para
las compañías de seguros sobre la pérdida de joyas, para investigaciones internas en espionaje
corporativo. Todo lo que necesita para visualizar un problema de la delincuencia o de otra manera. Sería
emocionante y vigorizante.
—Pensé que querías un impulso en tu vida laboral. Pensé que los bienes raíces no eran para ti nunca más.
Pensé que para eso eran todos los descubrimientos y regresos a la playa.
—Él ya me robo mi joya, Em. Dos veces. ¿Debo realmente involucrarme con alguien que apoya la
actividad criminal? —Ella tocó el colgante mientras la mirada de su hermana caía.
—Vosotros chicos tendríais uno de los más interesantes y lucrativos trabajos y podrían llegar a hacerlo
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juntos.
—Y cuando todo nos explote en la cara y nos separemos más rápido que el aceite y el agua. ¿Después
qué?
—De acuerdo con Ian, Marge y George sois tú y Tripp, sólo, que, ¿una eternidad de años después?
Lexi se rió.
—No estoy segura de que la edad sea correcta, pero veo mucho de nosotros en ellos.
—¿Sabes lo que quiero decir? Haz que él se enamore de ti así, no importa lo que hagas, te quiere y hará
lo que sea para mantenerte. Cualquier cosa, Lex.
***
Lexi y Emma salieron de detrás de las puertas cerradas, llevando un sobre amarillo.
—Estas son las copias del contrato de compra. —Lexi lo tendió a Tripp—. Y todo lo demás que tu
contable vaya a necesitar. Dijiste que manejaría el lado monetario el lunes, ¿no?
Tripp asintió.
Lexi se balanceó sobre sus talones.
—El abogado de la puerta de al lado me debe un favor. —Ella puso los pies en el suelo y tosió en su
puño—. Voy a ver si podemos cerrar a continuación. ¿Piensas... que puedes conseguir que tu chico
entregue todo el lunes a las dos? —Su voz cayó al final.
¿Nervios de repente?
—La casa será tuya... para el lunes. —Le tendió una tarjeta—. Yo… Yo recomiendo este lugar a todos mis
clientes.
Ian se la arrebató cuando Emma se acercó a su lado. Ellos dos se fueron por la puerta con un rápido
«nos vemos».
—¿Qué diablos? —Tripp giró, levantó su brazo una pulgada como para obligar a Ian regresar, pero lo
dejó caer cuando un dolor lo recorrió.
—Maldita sea, no hagas eso. —La voz de Lexi dejo escapar un gemido mientras frotaba su propio brazo.
Ella golpeó el dedo del pie en el azulejo, frunció los labios hacia un lado.
—Uh, sí, bueno, Emma y yo condujimos juntas hoy. Quien lo hubiera imaginado. —Ella giró su cabeza de
un lado a otro.
—Entonces, ¿qué hacemos? ¿Dónde está el hotel? —El Jaguar salió de prisa del estacionamiento—. Joder.
Tiene toda mi ropa, mierda.
—Y ahí va mi viaje, también. —El coche de Emma pasó por el solar—. Lo que es peor, todos los hoteles,
moteles y cama y desayuno están más o menos a ocho kilómetros. De hecho, le di a Ian la más cercana a
tu nueva casa. Mi lugar está a un kilómetro de aquí. Podemos caminar. Voy a buscar mi coche y te llevo.
Él se acercó a Lexi.
—A pesar del número de galletas que engullí, me estoy poniendo muy hambriento.
—Te recomiendo…
—Ven a cenar conmigo, Lexi. Algo con luz de velas y ambiente.
Una sonrisa renuente se formó, pero los músculos de su mejilla se tensaron como si tratara de no
revelarla.
—¿Cita? —Sonrió—. Sí. Vamos a olvidar todo acerca de este mito que rodea nuestras vidas y ver a dónde
va, nosotros dos. —Extendió la mano, tocó un mechón de pelo que caía de su clip—. Vamos a intentar
esto de la manera antigua e ir a una cita. Incluso pagaré y todo.
—¿Estará el vino incluido con esta comida? —Su cautela anterior debió haber desaparecido mientras su
tono se volvió sensual.
—Por supuesto.
—¿Postre?
—Está bien, entonces, ya que he preguntado... bien. —Ella hizo el gesto de las manos locas en el aire—.
Hay un lugar cerca a dos manzanas hacia arriba y a la vuelta de la esquina. Se trata de un pequeño
agujero en la pared, pero…
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—Esos son los mejores. —Tripp tiró de nuevo del mechón de su cabello. El cuerpo de Lexi se balanceaba
y lo rozó, pero mantuvo sus manos detrás de ella. Él resistió el impulso físico de arrastrarla a sus brazos—
. ¿Vamos entonces?
—Permíteme apagar mis computadores y cerrar la oficina. —Ella desapareció en la parte posterior.
Tripp se sentó en uno de los sofás de cuero rojo en el vestíbulo dispuesto a esperar quien-sabe-cuanto-
tiempo para que una mujer este lista.
La puerta exterior se abrió, enviando una campanada a través del espacio. El hombre que estaba de pie
en el marco se inclinó hacia Tripp antes de que se dirigiera directamente hacia el cuarto de atrás.
Cuando Tripp comenzó a levantarse, Lexi volvió su atención a su bolsa.
—Juro que he recuperado mi juicio. Debería haberlo hecho hace mucho tiempo.
Tripp esperó el momento tierno o el ceño fruncido en el rostro de Lexi.
—Sal. —Extendió un dedo hacia la puerta como si Ken necesitara dirección. Incluso su tono sugería que
él debía irse con la eficacia oportuna—. Vete al infierno, y no vuelvas a ponerte en contacto conmigo de
nuevo. No me dejaste, hijo de puta, te eche, y lo hice por una buena razón. Me engañaste, y me mentiste
al respecto. Eso fue hace un año. Un año... no es 'un poco'.
Ken se mantuvo en su lugar. A medida que su boca formó otra palabra más, Lexi lo interrumpió.
—¿Qué demonios estás pensando? ¿Crees que algo cambió de repente? ¿De verdad crees que no sé lo
que hiciste? ¿Qué te eche porque estaba aburrida? —Ella se golpeó la sien—. Te acostaste con la boca
más grande en el estado. Dos veces. ¡Fuera de mi oficina y nunca, nunca pongas un pie aquí de nuevo!
—Pero…
Su dedo señaló la puerta mientras su cuerpo vibraba con lo que Tripp tomó como furia absoluta.
—No lo hagas.
—Eso es lo que dicen todos los chicos. —Ella giró hacia él, con los ojos ardiendo de ira, dolor y
confusión—. Nunca te atraparía en ese mismo acto, ¿verdad?
Eso es cierto.
—Nunca engañaría…
—Yo no engaño, Lexi. No puedes comparar lo que piensas que podría suceder conmigo con lo que
sucedió con algún imbécil.
—No puedo hacer frente a la idea de que puedas y yo nunca lo sepa, Tripp. —Cruzó las manos sobre su
pecho—. Nunca voy a saber si has sido fiel, ya que puedes salirte con la tuya. Es como la victoria
definitiva para ti. Piensa en ello. Estuviste con Jill, me encontraste y seguiste tu camino, y ella
probablemente no tiene idea de por qué, no sabe nada de mí.
Tripp la agarró de la muñeca con el brazo libre y tiró de ella hacia él.
—Pregunta a Ian acerca de esto... Señorita Shepherd, y te dirá... si hay una cosa que aborrezco, es a los
que engañan. En las relaciones, no engaño. No en una mierda de juego emocional o donde se encuentre
mi pene. —Su propio aliento vino agitado mientras la ira se construía por la acusación sin precedentes,
que rivalizaba con las demás que le lanzaron.
—Un hombre con quien pensé que me casaría, en un momento hace tiempo. —Ella agitó la mano en el
aire como para dispersar el aire malo.
—Por supuesto —le escupió las palabras, curvando sus brazos alrededor de ella—. No he hablado con él...
desde la noche que me enteré.
—No soy él, Lexi. Soy alguien más. Quiero que confíes en mí y sí, hasta el momento, lo que has visto
probablemente no ha hecho un gran esfuerzo por demostrar por qué deberías, pero te prometo…
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—Nunca prometas, Tripp. Esas son las declaraciones individuales más difíciles de cumplir.
Se tragó una serie de improperios. La sugerencia de Ian de hacer que ella le quiera cayó de bruces como
un neumático pinchado. Aun así, las promesas nunca deberían ser rotas, y él no las hacia a no ser que
tuviera la intención de mantenerlas.
—Mierda. —Dejo salir eso para aliviar la tensión—. Si Ian estuviera aquí, te diría la verdad. Puede que
pisara una línea gris, pero no. No engaño a las mujeres.
—Todo eso ha sido atendido. —Él puso sus labios sobre su frente—. ¿Feliz ahora?
Las arrugas se suavizaron.
—¿Hiciste que Ian lo hiciera? ¿Fuiste demasiado gallina para hacer tu propio trabajo sucio? —Una suave
risa acompañó su sarcasmo.
—¿Dulces? —La alegría de Tripp se hizo visible mientras dirigía la vista hacia el letrero
que había sobre la tienda.
—Te sorprenderías con lo que se elabora aquí, pero sí, esencialmente, cualquier cosa dulce. Y también
tienen un menú para cenar impresionante. —Lexi avanzó dentro del vestíbulo, respirando las esencias de
las delicias azucaradas. La clave de Dulces siempre había sido la entrada y la salida. Si hubiera tenido un
mal día, habría entrado sólo para poner una sonrisa en su cara.
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Las paredes, cubiertas de cubos de golosinas caseros, contenía algunos de los mejores postres jamás
hechos, o eso decía cada critico culinario que había probado las ofrendas de Dulces.
—Janine. —Lexi aceptó un abrazo de su amiga del instituto—. ¿Qué haces atendiendo fuera hoy?
—Kevin está en casa con el bebé y con Casey, así que tengo que atender a la vez fuera y dentro, aunque
Marco ha tomado la cocina. Está tan feliz como un cubo de azúcar en una de mis latas de golosinas. —Su
sonrisa era tan cálida como acogedora—. ¿Traes compañía, Lex? —Se volvió hacia Tripp, sacudiendo sus
manos contra un mandil limpio antes de extender una.
—Janine Parker.
—Una mesa, por favor. Quiero enseñarle tus éxitos culinarios. Y paga él, así que puedes cobrarme tu
precio real. —Lexi escondió la sonrisa detrás de una mano mientras miraba a Tripp.
—Pasad entonces. Tengo el lugar perfecto. —Janine les guió hacia una mesa para dos del tamaño de una
pizza grande.
—¿Esta está bien? —Lexi miró a Tripp.
—Está genial.
A un lado, un amplio panel de cristal se abría hacia la confitería. Bowls plateados, batidoras gigantes y
largas cucharas acentuaban las austeras paredes blancas.
—Kevin tiene algo de Heineken en la parte de atrás. Nuestro frigorífico personal, debería decir. —Se pasó
el dorso de la mano a lo largo de la ceja—. Puedo sacar a hurtadillas una, si me prometes no contarlo. Un
dedo se movió hacia sus labios.
—Sí. Es genial. Este lugar es uno de mis favoritos, y no sólo porque ella sea la dueña.
—Así que, ¿qué sirve un restaurante llamado Dulces normalmente? Estoy pensando que si me hincho de
azúcar voy a tener que quemarlo luego.
Ignorando la insinuación, Lexi señaló unos cuantos platos que le encantaban, así como los especiales.
Uno nunca sabía con qué iba a salir Janine. Cambiaba el menú cada vez que quería probar una nueva
receta o incluso cuando alguien le sugería una nueva idea.
Janine volvió con sus bebidas y les dejó con sus pedidos.
Tripp buscó a lo largo de la mesa y tomó la mano de Lexi. La proximidad de la zona de cocina dejaba su
rincón más frío que otras partes del pequeño lugar. Ella empezó a tirar, pero su tacto le infundía calor en
sus frías manos, así que mantuvo el contacto. Su pulgar se frotaba contra el de ella, enviando una línea de
placer hacía su brazo.
—Necesitamos tomar esto con calma. —Lexi intentaba sonar segura de sí misma pero sin pretensiones.
Emma dijo que lo hiciera, y él haría cualquier cosa.
—¿Realmente crees que hay una manera de llevarlo? —Ella inclinó su cabeza hacia él.
—Lo creo, sí. Es obvio si miras a Marge y a George, pero incluso así soy un firme creyente de la teoría de
«todas las cosas tienen una forma de ser».
—Bien, dejemos este tema... por un momento. —Ella le devolvió la caricia—. ¿Puedo hacerte una
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proposición?
—No de esas, no. ¡Tontito! —Ella sacudió la cabeza a la vez que bajaba el volumen—. Dijiste algo en mi
oficina.
—¿Qué?
—Nuestra intención es complacer, y por supuesto, colé vuestros pedidos primero. —Le guiñó un ojo a
Tripp, ofreciéndole lo mismo y un pulgar levantado a Lexi.
—Tiene una pinta fantástica. —Tripp se sumergió en su cena y Lexi hizo lo mismo—. Así que, volvamos a
tu proposición. —Agitó su cuchillo—. Y de todas formas, no me opongo a una de otro tipo. —Añadió un
rápido asentimiento.
Ella mordió el pollo para ocultar la sonrisa. La sabrosa miel con cualesquiera que fueran las especias que
solía usar Janine y el segundo comentario tonto de Tripp hicieron lo que un chupito de whisky en un día
frío de invierno.
Vuelve a los negocios, Lex. Hormonas furiosas bajo control. Ideas refrescantes.
—Así que —empezó ella—, ¿recuerdas al tipo de la playa? ¿El que quería mi colgante?
—Emma y yo estábamos probando suerte con una línea diferente de negocio. Los bienes inmuebles son
suficientemente lucrativos para nosotras, pero, bueno…
—Es aburrido.
—Podrías decirlo así. A mí me encanta, pero se está volviendo muy fácil. Así que, hice unos sondeos, dije
que estábamos disponibles para «contratar» para la recuperación de cierto tipos de artículos. Mucha
gente esconde su basura en la arena, bajo los muelles pensando que volverán a recogerlos y nunca lo
hacen. Los pocos trabajos que tomamos, nos lo montamos para reunirnos en la playa por temas de
horarios…
—Tuvimos varios tratos, y la mayoría salieron bien, y bueno... fueron divertidos. —No fue divertido. Fue
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—Su ex-mujer me lo había explicado todo antes de que yo fuera. Incluso me lo verificó con documentos
y con el certificado de autenticidad, me enseñó todo lo que necesitaba saber. La parte formidable fue
que una vez que lo hizo... me dio el colgante.
—¿Eso te sorprende? —La sonrisita de Tripp no se ocultó detrás del bocado de filete—. Ya sabes lo que
se supone que hace un zafiro, ¿verdad?
—¿Brillar?
—Bueno, bien, porque quién sabe cuándo la siguiente aterrizara en mi puerta e intentara matarme —
añadió con un guiño.
¿Estoy lista para esto? Nop. Sintoniza con Emma. Puedes hacer esto.
—Si puedo encontrarlo y tú puedes conseguirlo, ni que decir tiene lo que podríamos conseguir juntos.
—Oh, lo soy. Y nada relacionado con encontrar a gente, tampoco. —Lexi mantuvo el tono serio para
asegurarse que entendía su postura—. Quiero trabajar en la línea gris en los límites del blanco, no en el
negro. —Se encogió de hombros—. Así que, ¿quizás podríamos hacer algunos... proyectos... juntos? —
Suenas como una idiota.
—Jugar en el lado blanco no es muy divertido. Pregúntale a Ian. —Los labios de Tripp se curvaron—. Yo
no podría saber nada de eso, por supuesto.
—Bien. —Lexi se inclinó hacia él. Su confianza se ajustaba una muesca más—. Así que, ¿qué piensas
acerca de combinar fuerzas, por así decirlo?
***
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Tripp trinchó su último trozo de filete. Lo que quiera que fuera la salsa, el sabor dulce hacía una
maravillosa explosión de sabor casando con el buey.
—Él tuvo la misma idea la primera vez que le hablé sobre ti. Por supuesto el hombre es un genio de los
negocios, pero estoy intrigado de que hayamos encontrado un punto de interés común. Me hace
preguntarme cómo de conectados estamos.
Ella cerró los ojos como si estuviera pensando. Unos ojos marrón oscuro brillaron hacia él cuando los
abrió.
—Me imagino que los que están fuera pueden ver las ventajas con mucha más claridad de lo que
podemos nosotros.
—Probablemente.
—¿Puedo traerles algo más, chicos? —Janine volvió, rellenando sus aguas y haciendo desaparecer las
sobras—. ¿Otra cerveza, Tripp?
Él sacudió su cabeza.
—Gracias, pero no. Aunque creo que le debo a Lexi algún postre.
—Oh, sí, vuelvo ahora. —Janine se movió rápidamente de vuelta a la cocina. Se asomó por la confitería
antes de desaparecer otra vez.
—Bien, usa frambuesas, las cubre con chocolate con leche derretido, tritura galletitas saladas y hace una
bola con ello, entonces las pone en una hoja de menta. Lo dejo en el frigorífico durante una hora y la
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menta se empapa.
—Porque le di la idea de ese pequeño dulce. Y entonces, cuando ella necesitó apoyo financiero…
—Exacto. —Lexi le dio un sorbo a su vino, sonriendo desde detrás del vaso—. Le dije que lo vendiera al
público, pero no lo hará. Le llama su pequeño amuleto de buena suerte, y como toda la suerte, debe ser
usada, muy, muy sabiamente.
—He puesto cuatro dentro. Tenía un par ya enfriados para el caso de que vinieras esta noche. Emma…
—…dijo que quizás te pasarías por aquí. —Janine dejó el paquete en la mesa.
—Hace eso a veces. —Lexi se levantó—. ¿Listo para irnos? —Tomó la caja con una mano.
—Nunca me deja pagar. Jamás. No me debe un centavo de lo que le presté, y se niega a dejarme soltar ni
un poco de calderilla. —La silla chirrió un poco mientras la volvía a colocar en su sitio—. Pero no dejes
que te engañe... es una maníaca con el negocio. Si Emma y yo no saliéramos adelante, le robaría a Janine
en un segundo.
Tripp deslizó un billete de veinte bajo su plato antes de que se aventuraran en la oscuridad de la tarde. El
sol había dejado un tinte rosa y anaranjado en el horizonte mientras que el aire de finales de verano
mantenía la humedad. Lexi los condujo lejos de Wise Women, pasado el final de la ciudad y hacia una
calle lateral.
—Sí. Y no. Como te dije antes, siempre quise vivir en esa, que pronto va a ser tu granja. El lugar tiene
historia, un sentimiento, un toque mágico que sólo se alcanza con los años y con elegancia.
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—Añádele tuberías rotas y madera podrida. Sabes que necesita trabajo, y mucho, ¿verdad? —Habían
llegado sólo a unas pocas manzanas fuera de la ciudad, a las afueras de un área residencial con bajas y
achaparradas casas de planta baja que databan de la década de 1920, si no antes.
—Me lo figuro. Me sorprende que no quisieras inspeccionar la totalidad de la propiedad y todo eso.
Quiero decir, yo habría…
La giró de forma que encajara contra él, con un brazo deslizándose por su espalda.
—¿Lo harías ahora? ¿Tengo que dar parte a la junta de bienes raíces por un comportamiento poco ético?
Lexi sujetaba la caja entre ellos hasta que él le dio un suave codazo y ella la puso detrás suyo.
Ella sonrió.
—Mi hermana me llama ave nocturna. Trabajo mejor de noche. Aunque es difícil en los bienes
inmuebles. La gente quiere verlo todo de día.
—Como en nuestro primer encuentro. —Él bajó la cabeza, puso los labios sobre los de ella.
—Sé que esta es una ciudad pequeña y todo eso, pero estamos parados en mitad de la carretera...
—No pasa nada. Está desierto. —La empujó hacia el borde—. ¿O tienes miedo de que nos pillen como si
fuéramos una pareja de adolescentes?
Él tanteó sus labios abiertos, gimiendo mientras el brazo de ella se deslizaba alrededor de su cuello. Se
perdió en ella, haciendo promesas silenciosas que ella no habría aceptado si las hubiera pronunciado.
Sus labios viajaron de un lado a otro mientras las manos de cada uno vagaban por la espalda del otro.
Él levantó su brazo un par de centímetros al tiempo que lo colocaba sobre el hombro de ella,
acercándola más estrechamente.
—Estoy bien.
—Realmente nos hemos metido en una situación muy extraña, Tripp. —Dejó un rastro de pequeñas
caricias a lo largo de su mandíbula—. Hay la enorme cantidad de cuatro personas que creen que estamos
cuerdos.
—Coche. —Lexi se giró a la vez que las luces alumbraban hacia ellos.
***
El vehículo se dirigía derecho hacia su dirección, moviéndose de un lado a otro, como si el conductor
intentara evitar baches. Cogió velocidad a lo largo del corto trecho, virando bruscamente hacia ellos.
Él saltó hacia ella. El pánico llevó a Lexi a agarrarse a la valla con la idea de saltarla.
El coche se paró en el borde de la hierba, a unos treinta centímetros de distancia de ellos.
Lexi se mantuvo abrazada a Tripp, su corazón palpitando como si hubiera corrido una maratón.
—¿Qué estáis haciendo aquí? —Bajó su palma, el corazón de Tripp retumbaba como el suyo.
—Queríamos que supierais que nos vamos esta noche sin esperar a que lleguen los de la mudanza. Ellos
se encargarán de todo. Así que en caso de que necesite donde quedarse, es todo suyo, Sr. Fox. —George
inclinó el sombrero en dirección a Tripp.
—Hemos dejado sábanas limpias y todo... si sabes lo que te digo. George retrocedió mientras Marge le
golpeaba con el dorso de la mano.
—Sra. Fergs, ¿está segura de que puede conducir? —Lexi no se atrevía a acercarse al auto o hacerles darse
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cuenta de que ellos no tenían otro medio de transporte aparte de sus pies.
—Estoy bien, querida. O lo usas o lo pierdes, ¿verdad? —Ella guiñó un ojo en dirección a Tripp—. Tienes
que mantener tus habilidades. —Marge estiró el cuello como si mirara las estrellas a través del
parabrisas—. Tened cuidado ahora. Os veremos... de nuevo algún día. —Marge se encogió de vuelta sobre
el volante y ajustó la palanca de marchas con un gran chirrido del motor.
George les saludó mientras el coche daba un tirón, retrocedía y levantaba la gravilla.
—Es una conductora mayor, con un pie de plomo en el acelerador y mala vista. —La descripción de
Tripp no podía ser más exacta.
Lexi se soltó del abrazo de Tripp mientras una carcajada rozando la histeria la poseía. Se agarró la
cintura, deseando estar sola por un momento para calmarse.
—Vale, si, muy divertido. Pero no le veo la gracia a morir a manos de unos tipos súper ancianos en un
Buick gigante.
Ella buscó con una mano y encontró el brazo de él, pero continuó con sus sacudidas y su ataque de risa
nerviosa.
—Lo siento. —Otro ataque le sacudió—. Pude vernos, aplastados contra la valla, entre ella y el coche. Las
explicaciones que vendrían después confundirían hasta al más experto investigador. —Estalló de nuevo
hipando con la risa—. Quiero decir, vamos. ¿Cómo va nadie a explicarse su edad, su vivacidad y que
todavía sigan conduciendo? Todavía no sé qué edad tienen, pero son de esa gente que duran y duran, y
tú piensas que ya eran viejos cuando tenías cinco años. O diez. ¿Sabes? —Lexi apretó el dorso de la
mano contra su boca para prevenir más interrupciones.
—Por un momento, pensé que íbamos a tener la relación más corta del planeta.
Terminaron su paseo llegando a casa de Lexi y Emma, su Mini Cooper aparcado en la acera.
—Deberíamos bajar la voz. —Lexi mantuvo su voz baja mientras hurgaba en su bolso buscando sus
llaves—. Maldición.
—La llave de mi casa no está. ¿De qué demonios hablaron con los buenos de George y Marge mientras
estábamos fuera?
Ella pulsó el botón de abrir las ventanillas con la intención de buscar en el coche por si acaso Emma se
había dejado las suyas dentro, pero en su lugar encontró dos maletas y un sobre metido entre las asas.
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—Asumo que una de esas es tuya. —Deslizó la carta hacia afuera, dirigiendo su cabeza hacia las bolsas.
—Asumes bien. Ahora la gran pregunta es: ¿por qué están aquí?
—Aparentemente tomó mis llaves de casa. Probablemente pensó que encontraría la manera de volver sin
ti. —Lexi sostuvo el sobre entre dos dedos, su mano en las caderas—. Creo que Emma está preparada
para pegarnos con súper pegamento.
—Ya viste a mi ex, ¿verdad? Desde mi punto de vista, está pasado y terminado. Pero él es uno de muchos
de... oh, no sé... todos ellos. Es sólo que no llevo bien... las relaciones, y Emma lo sabe. Este es su ataque
furtivo contra mí. Mi propia hermana. De entre todas las posibilidades.
—Emma sabe eso sobre mí. Me llevó un año entero incluso decidirme a intentar algo nuevo una vez que
he tenido la idea. Y entonces te conozco... casi soy acosada... te disparan... te vas... apareces… —Giró en
círculo, agarrándose el pelo—. Todo esto es demasiado para mí. Pensé que podría manejarlo, que
George y Marge tenían razón. Pero, maldición, quiero que vuelva la simplicidad.
—¿No sabes que eso es lo que conduce al aburrimiento? Tú tuviste lo simple y estabas corriendo hacia
algo más. Me propusiste una idea esta noche: que trabajáramos juntos. Empecemos ahora. Subamos a tu
coche, dejemos plantada la casa, a tu hermana, a mi amigo y sólo conduzcamos. Tengo un trabajo a unas
pocas horas de aquí, la recuperación de unos papeles.
—Porque el hombre que los tiene, o supuestamente los tiene, asegura que no es así, y se los debe a unos
socios que los necesitan para impugnar su puesto…
—¿Lo ves? A veces, quiero mantenerme enfadada. Es una manía del Sur.
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—Por supuesto que lo es. Ahora, Señorita Shepherd. ¿Qué hay del trato? Nos vamos de aquí, solos tú y
yo. De todos modos, había planeado robarte para mí mismo cuando estábamos en la playa. Así que
vamos.
—¿Conducir fuera de aquí? ¿Irnos y dejar todo? —La carta en sus manos trazó líneas en el aire—. ¿Por
cuánto tiempo?
Tripp se rió.
—Necesitas saberlo, ¿verdad? Déjate llevar en esto, Lexi. Déjame mostrarte un poco de diversión.
exi cerró la trampilla. Las llaves trazaron un arco en el aire, aterrizando en las manos de
Tripp con un tintineo.
—Tú conduces.
—Te las arreglaste para rodearme con él, así que creo que puedes empezar a moverlo más.
Si fuera Jill a la que le hubiese preguntado, la mamá pato que había en ella habría emergido y le habría
metido en la cama con una mantita y su juguete favorito. Se arrancó el cabestrillo.
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—Ten cuidado. —Lexi le masajeó el brazo—. No he dicho que corras una maratón o te cuelgues de unas
barras, sólo que empieces a usarlo.
Tripp se deslizó en el asiento de suave cuero, haciendo sus ajustes uno por uno.
—Ni borracha estaría segura, pero vayamos. —Ella dio unas palmaditas en el tablero.
El motor zumbó debajo de él. A diferencia de su Jaguar, que retumbaba y vibraba hasta que terminaba
de arrancar, el silencio del Mini se adecuaba al pequeño de cuatro plazas.
—Tengo los detalles en mi teléfono. —Él se llevó la mano del brazo malo al bolsillo, maldiciendo por lo
bajo.
Dio marcha atrás y miró a Lexi para que le indicara, dándose cuenta de que no tenía ni idea de cómo
salir de la ciudad.
—Gira a la izquierda en la señal de stop. Gira a la derecha en la calle principal y sigue las indicaciones
para la autopista. —Deslizó su dedo por la pantalla del teléfono. Un Artículo de la Asociación apareció,
creció, se encogió y desapareció—. Estos documentos e imágenes son muy claros. ¿Sabes dónde están?
Él se removió.
—Debería ser capaz de identificarlos. —Ella tocó la pantalla—. Verlos ayuda bastante, ya sabes, todo ese
rollo de «una imagen vale más que mil palabras». Pero puedo hacerlo por la descripción, a veces. —Ella
se giró hacia él—. ¿Quieres que vaya a buscarlos?
—¿Cómo lo encontraste? —Tripp levantó el colgante de su pecho, sus dedos rozaban su piel a través de la
blusa.
—Por fotografía. El hombre que me contrató no podía describir el patrón de interior, así que, como el
idiota que era, me envió a su esposa quién lo describió con vívido detalle y me envió una foto junto con
otros documentos que demostraban que era de ella.
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—Lo sé. —Los ojos de Lexi se ampliaron, reflejando un entusiasmo interior—. Todavía no sé por qué ella
me dijo que me lo quedara…
—Como le dije a mi hermana... sip. —Lexi cayó hacia atrás contra el asiento—. Ahora, para éstos, déjame
ver.
Ojeó las imágenes unas cuantas veces más, parando un par de segundos antes de pasar a la siguiente. Su
cuerpo se relajó con un ritmo que Tripp sólo podría comparar con una serie de pequeñas sacudidas y
zumbidos que podría haber sido el coche cuando entraron en la autopista.
—No lo hice.
—Quieres ver si realmente lo encuentro. Bien. Estos están en una caja fuerte en Savannah. Estoy
recibiendo imágenes de un hotel, pero no de una gran cadena, algo más hogareño. Todavía no veo
ninguna señal…
—¿Me puedes dar una ubicación exacta?
—Todavía no. Tengo una visión y sensación de ello. No siempre es perfecta, la manera en que veo las
imágenes. Tengo que moverme a través de ellas, volver a salir y a veces se parecen más a una película
que a unas planas imágenes bidimensionales. Cuanto más cerca estoy, más precisas las veo.
—Interesante.
—Sí, y a ti... no te puedo encontrar. Llego hasta un punto donde creo que eres tú, y todos los elementos
distinguibles están fuera de cámara, por así decirlo. Como saber que cogiste el colgante, y ver lo que
ahora supongo era tu bolsillo, pero no tu cara ni nada.
—¿Explicar qué? —Él maniobró incorporándose al carril de la derecha, pisó el acelerador hasta ciento
veinte. Incluso con su habilidad para viajar a la velocidad que él escogiera, las horas seguirían
cerniéndose.
Él sonrió.
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—Es diferente basado en las circunstancias… es como ocultar algo justo debajo las narices de alguien,
¿sabes? La gente no ve lo que está justo delante de ellos.
—¿Visión de túnel?
—Creo que esto es para ti. —La expresión de sus ojos y el ligero fruncimiento de sus labios le dijo que la
persona que llamaba no estaba en su lista de mejores amigos.
—No contestes.
Sonó de nuevo.
—Creía que era una aventura entre tú y yo, Tripp. ¿Vamos a traer a más gente con nosotros, o vamos a
dejarlo todo atrás? Quiero decir, dímelo, porque me gustaría saberlo.
—Bueno...
—¿Qué demonios le dijo Ian? Porque yo no rompo parejas comprometidas. Nunca. Está en la cima de
mi lista de «no». Además, te creí cuando me dijiste que no eras infiel. ¿Entonces cómo llamas a lo que
estás haciendo ahora?
El teléfono sonó por tercera vez. Él bajó la ventanilla, extendió su mano fuera de ella, y regresó sin nada
en la mano.
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—Ahora no hay ninguna posibilidad de que me encuentre. Puede estar segura de que mi relación con ella
ha terminado, incluso si no está de acuerdo con nuestra separación.
—¿Por cuánto?
—El mismo tiempo que duró su propuesta de matrimonio y mi falta de aceptación de la misma, también.
Te dije que me había encargado de ello. Pero ella tiene sus propias ideas sobre lo que debe aceptar. No
puedo ser responsable de eso, ¿verdad?
—Sí, bueno, esta mierda pasa. Se suponía que era una muestra de solidaridad.
Tripp sonrió.
***
A pesar de que afirmaba ser una persona nocturna, la cabeza de Lexi se desplomó hacia adelante cuando
Tripp se detuvo en la estación de servicio. Ya que se había quedado dormida, él salió, echó gasolina y
rebuscó en su maleta. Un momento más tarde, cerró la puerta y entró en la tienda solo. El olor a
friegasuelos y perritos calientes recalentados penetró en sus orificios nasales cuando la campana tintineó,
señalando su entrada.
—Buenos días. —El hombre detrás del mostrador parecía tener ochenta años como poco, cubierto de
arrugas y una barba desaliñada de dos días.
—¿Adónde se dirige?
—A Savannah.
Tripp sonrió.
La escuálida cabeza del hombre se giró hacia la ventana como si de una vieja cinta transportadora se
tratara, volviendo a su posición inicial aún más lentamente cuando Tripp puso un billete de veinte en el
mostrador.
—Solo tengo que hacer una llamada telefónica. —Agitó su móvil—. No quiero ser interrumpido. Ya sabe,
por si acaso se despierta. —Empezó a dirigir al hombre de vuelta a Lexi, pero se figuró que dicha acción
añadiría otros cinco minutos a la parada dado lo lento que el hombre se movía—. Sólo... eh... dé un golpe
o silbe o algo así si se despierta. ¿De acuerdo?
Un lento asentimiento le siguió mientras una sonrisa aún más lenta se abrió camino hasta la superficie.
Tripp mantuvo un ojo en el coche mientras se dirigía al baño. Suspiró, cogió el teléfono y lo encendió.
Sonaron varios mensajes de correo de voz, mensajes de texto sin leer y un torrente de correos
electrónicos.
En lugar de sentarse en el inodoro medianamente limpio, se apoyó contra la pared, estirando las piernas
mientras reproducía el primer mensaje.
—¿Dónde estás? ¿Por qué te fuiste de Nueva York? Llámame, por favor. Tenemos una boda que
planear, cariño.
El segundo mensaje también era de Jill.
—Tripp, estoy muy preocupada. Ian no me ha devuelto la llamada. Por todo lo que sé ambos estáis
muertos y este teléfono está tirado en una zanja en alguna parte. Envíame un SMS o un correo
electrónico o algo así, por favor. —Su voz fue en crescendo terminando en un lloriqueo.
—Tío, llama a la perra. Dile que no quiero hablar con ella. Necesitas dejar las cosas claras. Quiero decir,
Jesús. Estás con Lexi, ¿verdad? Mejor que sea así ya que tuve seguir este loco plan para obligaros a estar
juntos. Aunque tengo que decir que ella está bastante buena. Podría tener que... —Su mensaje se cortó
como si se le hubiera acabado el tiempo, pero Ian, también volvió a llamar—. Sólo tienes que llamar a Jill
y decir estas palabras. Se. Ha. Acabado. ¿Lo pillas? Ningún descanso. No hablaremos más adelante.
Acabado. Así de simple. ¿Y dónde diablos estás? Emma está dando vueltas por la habitación como un
animal rabioso. Esperaba que Lexi la hubiera llamado después de la cena o cuando llegarais a casa, pero
entonces me llamó toda asustada cuando no lo hicisteis.
Tripp se río entre dientes. Los viajes espontáneos no se prestan a una comunicación adecuada. A pesar
de la hora, marcó el número de Ian.
—Oh, tío, Emma está cabreada. Está lista para hacerte trizas y probablemente lo hará si te presentas aquí
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—Sí. Lexi está bastante segura de que sabe dónde están, aunque sí que tengo la dirección, y voy a por
ellos. Vamos a estar fuera un poco y volveremos el lunes como muy tarde.
El sonido de una mano frotando una mejilla sin afeitar llegó a través del auricular.
—En otras palabras, ¿sobre la marcha? —El bufido de Ian hizo reír a Tripp.
—Sí. Díselo a Emma, ¿vale? Tengo que hacer una llamada más.
—No, estoy en el cuarto de baño de una tienda. Ella está en el coche dormida. Ah, y cree que tiré el
teléfono por la ventana, así que si no puedes encontrarme durante el próximo par de días hasta que lo
reemplace, es por eso.
—Estás jugando con fuego, tío. A pesar de que probablemente sea mejor que el hielo, que es lo que he
estado lidiando desde que os fuisteis.
—Sé un hombre, Ian. Ten un poco de pelotas. Creo que puedes manejar a su hermana durante un par
de días.
—Mira quién habla. Espera hasta que una te enganche para bien. —Ian colgó antes de que Tripp pudiera
refutar el comentario.
Sus dedos teclearon a través de su agenda, vacilando en el último. Se armó de valor tomando una
profunda respiración, ajustó el volumen bajándolo y presionó.
—¡Tripp! —El grito de su madre le perforó el tímpano. Él e Ian habían desaparecido de Nueva York el
tiempo suficiente para poner los indicadores de preocupación en movimiento—. ¿Dónde estás? ¿Por qué
te fuiste? ¿Volviste a casa de Jill?
—Es mi trabajo. No estás curado del todo, tienes una prometida en Nueva York. —Cada vez que
mencionaba el nombre de Jill, su tono se volvía defensivo. Su madre se había negado claramente a
comprar un vestido para la boda, aunque dijo que si él se presentaba, ella también lo haría, y su madre
nunca rompía una promesa.
—Mmm hmm. —Su madre se mordía el labio para retener más comentarios—. ¿Por qué no me dijiste que
tenías trabajo fuera de Nueva York? Creía que le ibas a dar a tu brazo una semana más.
Se tragó un gemido.
—Algo ocurrió. Ian no está conmigo ahora mismo, así que no le molestes. No va a ser capaz de ayudar.
En cuanto a Jill…
—Ahora no es un buen momento para mí. Podemos hablar más cuando regrese, ¿de acuerdo?
—Está bien. —Su suspiro reflejó tanto su preocupación y la hora que era, a pesar de que ella, como Tripp,
a menudo se quedaba despierta hasta bien entrada la madrugada.
Después de una revisión rápida a su correo electrónico, se metió el teléfono en el bolsillo, entreabrió la
puerta y entró en el pasillo de los dulces. El anciano, con los ojos cerrados, se había quedado bien
dormido en su silla y tardó un largo rato en parpadear.
—¿Con quién estabas hablando? —Lexi estaba fuera de la puerta, apoyada en las bisagras, con una ceja
levantada, los brazos cruzados sobre su pecho y su móvil en la mano.
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ripp se giró hacia el hombre mayor, al que Lexi le había pagado veinte dólares para que
mantuviera la boca cerrada una vez que se dio cuenta de la localización y actividades de
Tripp.
Desde que oyó el monólogo de su conversación, o al menos una parte, ella supo que seguía teniendo su
teléfono, lo que quería decir que le había mentido a la cara.
Durante la mayor parte de la conversación de Tripp, ella se había escondido en el servicio de mujeres, lo
que, convenientemente para Lexi, incluía una rejilla de ventilación entre los dos y proporcionaba el
conducto de sonido perfecto.
Dentro del acogedor espacio de paredes rosas decorado por todas partes con tapetes de encaje, había
escuchado a hurtadillas.
Mientras Tripp finalizaba su parte de la llamada, Lexi había salido inadvertidamente. Sin la otra mitad de
la conversación, sólo podría suponer quién era la persona que había al otro lado. Ella había
determinado, de todas formas, que él tendría o tendría que admitir que hablaba con Jill o tendría que
buscar otra forma de volver a casa.
—Era mi madre.
—Eres un condenado buen mentiroso, Tripp, pero eso fue despreciable. Después de todo lo que te
conté de no romper relaciones, de no ser la otra mujer. No tolero a los que engañan.
Él se movió con una velocidad que hizo que Lexi saltara hacia atrás y chocara su cabeza contra el
cemento mientras él agarraba su muñeca.
—Yo no soy de los que engañan. Me estoy cansando un poco de tener que decírtelo.
—Pruébalo. —Ella levantó su barbilla hacia él. Por dentro, reconoció las señales de la chica de sexto
grado que perdió a su primer novio porque él se enamoró de su mejor amiga—. Vuelve a llamarla con el
teléfono que tiraste por la ventana y déjame hablar con ella.
—Admito haberme quitado de encima el teléfono. Es un viejo truco. ¿Realmente crees que lo tiraría
fuera? Me costaría seiscientos dólares reemplazarlo. Tengo suficientes gastos con mi nueva casa.
—¿Cómo se supone que sé lo estúpido que eres en realidad? —Lexi se forzó a sí misma a parecer seria
cuando en realidad se preguntaba lo mismo—. Parecía como si acabaras de hablar con Jill, le hubieras
enviado tu amor eterno y mentido sobre mí.
Tripp le dio la vuelta a su teléfono. Pasó un dedo sobre él manteniendo los movimientos de su brazo
lentos y discretos, lo que permitió a Lexi ver cada acción que realizaba.
Mantuvo su pulgar sostenido en el aire sobre el botón “llamar” y lo pulsó. Activó también un rápido
desliz al botón del altavoz.
106
—Soy Katherine Fox. ¿Quién es, y por qué llama desde el teléfono de mi hijo?
—Ah... Lo siento. No cuelgue. —Lo empujó de vuelta hacia Tripp, pero él meneó la cabeza e hizo señas
hacia ella—. Humm... mi nombre es Lexi Shepherd…
—¡Lexi! —El chillido de Katherine casi reventó el tímpano de Lexi—. ¿Él está contigo? ¡Oh, Dios mío!
¡Qué emocionante es esto! ¡Oh, Dios, oh, Dios! ¡Lexi! ¡Eres tú! —Lexi ni siquiera intentó evitar una
sonrisa—. Tripp no hace nada más que hablar de ti. Pensé que podría haber vuelto con... bueno...
Lexi se arriesgó a echarle una mirada a Tripp, que se mantenía de pie con los brazos cruzados y una
amplia sonrisa de 'te lo dije' en la cara.
—Tienes que venir a Nueva York algún día, querida. O yo iré a verte. Me gustaría que él me hubiera
contado que iba a salir tan rápido, le hubiera preparado algo de cena o almuerzo para que llevaran él e
Ian…
—¿Sra. Fox? —Lexi forzó la interrupción, temiendo que la madre de Tripp continuara durante días.
—¿Sí, querida?
—Creo que Tripp debería disculparse por llamar a su madre a las tres de la mañana.
Ella vocalizó con los labios 'niño de mamá' mientras su madre continuaba. Lexi le dejó terminar,
manteniendo el teléfono de forma que ambos pudieran escuchar.
—¿Sí, cariño?
—Ma.
—Adiós entonces. —Su sonrisa llegaba tan clara como sus palabras.
107
Mientras pulsó “colgar” y guardó el teléfono en el bolsillo, Lexi bajó la cabeza, fijando la mirada en el
suelo.
Tripp acercó la cara por debajo de la suya, haciendo que chocara de nuevo contra la pared.
—Tienes que aprender a confiar en mí. —Sus labios la acariciaron mientras su lengua se introducía entre
los suyos.
—Está dormido.
—Le pagué para que lo fingiera. —Ella se estiró hacia la derecha, permitiendo que él dejara un rastro de
besos subiendo hacia su oreja, estremeciéndose a medida que se acercaba a su lóbulo y lo mordía con
ilícita alegría.
—Ahora está dormido de verdad. —Sus labios hicieron un sendero hacia su hombro, una mano tirando
del borde de su camisa, la otra serpenteando por su espalda hacia arriba.
—¿No? —Sus ojos se oscurecieron de deseo—. ¿Has hecho alguna vez algo remotamente peligroso, Lexi?
Aparte del pequeño incidente en la playa, que no hubiera salido tan bien sin mi intervención.
Ella empezó a agitar la cabeza diciendo 'no', pero él la apretó contra la pared de bloques con su cuerpo,
deslizando su mano por encima del borde de sus pantalones vaqueros.
—¿Aquí? —La pregunta surgió con un susurró de preocupación, completándola con una mano en su
pecho.
—Si tú estás conmigo y no puedo ser atrapado, estoy segurísimo de que eso también se extiende a ti.
Lexi lanzó un último vistazo al empleado, con su cabeza colgando hacia abajo y sus brazos cruzados en el
pecho, antes de seguirle.
***
Una máquina expendedora de condones, toallas de papel mezcladas con cobertores de ganchillo para
desatascadores y velas aromáticas cubiertas de polvo completaban el cuadro del baño de señoras.
—Elige el que quieras. —Tripp ondeó una mano a lo Vanna White2 por encima del dispensador.
—¿Exactamente qué se piensan que voy a hacer con él? —Lexi arrugó la nariz hacia el artilugio y la
necesidad.
—Lo que tú quieras. Yo no llevo ninguno, y pienso que, dadas nuestras circunstancias…
—Quizás deberíamos…
2
Vanna White: personalidad de televisión, conocida sobre todo por presentar La Rueda de la Fortuna.
Tripp tiró de ella hacia él.
Ella no necesitaba sus indicaciones con la presión de su mitad inferior contra su pelvis. Sus labios
deambulaban por su mandíbula mientras la empujaba hacia atrás, hasta que ella golpeó la pared con su
trasero. Una mano encontró su pecho, enviando un relámpago de necesidad a su interior.
—Vale…
—Entonces vamos.
Él la arrastró de vuelta a la puerta del cuarto de baño, sacó la cabeza fuera y la llevó a hurtadillas por
entre las botellas de dos litros y un armario de golosinas.
—Hay una ventana. —Ella soltó una risita contra su camisa, inclinando la cabeza.
—Es la una de la madrugada. No hay ni un alma ahí fuera. —Él mordió su oreja, trazando el contorno del
lóbulo con la lengua—. Y la ventana tiene una pequeña cornisa que... me ayudará. —Él la levantó hacia
arriba, de manera que su culo se apoyase contra el saliente—. Y entre esos dos armarios, nuestro amigo
que está ahí no nos verá…
Volvió a dar un paso hacia ella, tirando de sus labios hacia los suyos con la yema del dedo.
109
—¿Y qué pasa con tu brazo? —El susurro salió de sus labios antes de que él volviera a capturarlos con los
suyos, provocándola mientras se echaba hacia atrás. Ella entendió que el encogimiento de hombros
significaba que podría soportar el dolor si ella lo hacía—. Nos van a pillar, maldita sea.
—No, no lo harán. Ten un poco de... fe. Ten un poco de... diversión. —Él encontró el botón de sus
pantalones vaqueros, lo soltó, bajó la cremallera un poco hacia abajo mientras sus labios exploraban.
—No. —Ella añadió un pequeño manotazo en su pecho—. Caramba. Yo, eh... nunca lo he hecho de pie.
Su sonrisa le contó que él si lo había hecho. La lengua de él se encontró con la suya, lamiendo el
recorrido una y otra vez sobre sus labios y tomando el control de su cuerpo.
—Entonces no has vivido.
Empujó el borde de sus pantalones vaqueros mientras ella luchaba con el botón de los suyos. La mano
de él deslizó hacia abajo la parte frontal de los de ella, antes de que ella hiciera lo mismo. Su propio
gemido la sorprendió, recordándole que había pasado un tiempo. Se lo merecía y la extraña localización
venía con el hombre.
El botón se soltó, pero ella se saltó el lento paso de la cremallera, y en lugar de ello dio un tirón hacia
abajo. Su mano buscaba lo que se escondía en el interior.
—No puedo…
Lexi se bajó los pantalones y la seda de sus caderas, poniendo a Tripp de rodillas mientras las manos de
él agarraban su pelo. Mientras ella bajaba, degustaba, fijándose en el segundo tatuaje de estrella en el
hueso de su cadera. Pasó un dedo, delineando su forma mientras besaba una línea hacia arriba.
Tripp le pasó un paquete de sabor a menta. Ni siquiera le había visto comprarlo. Lexi sonrió mientras
rasgaba el plástico. Lo desenrolló con una mano, provocándole con la otra. Él le tiró del pelo,
empujándole de vuelta a sus labios. Su barba incipiente frotó la mejilla de ella mientras su lengua le
acariciaba.
Él mordió con escasa fuerza sobre cada borde expuesto mientras su mano encontraba su pecho.
110
Gracias al cristal frío y la presión de Tripp contra ella, el cosquilleo y el tormento que le provocaba en su
cuerpo trajeron consigo un placer que nunca podría haber imaginado.
Tripp deslizó una mano por su muslo, metiéndola por debajo y levantándolo hasta que la rodilla de ella
quedó a la altura de su cadera. Se deslizó una y otra vez contra ella causando escalofríos en sus piernas y
subiendo hacia su interior.
Sus bocas arremetieron una contra la otra mientras él se dirigía a sí mismo desde delante hacia atrás. El
gemido de Lexi y un simple empujón le llevaron al punto exacto. Se deslizó contra ella y conectó con su
cuerpo como si se supusiera que tenía que estar allí.
Sus piernas se doblaron pon un milisegundo mientras Lexi hacía lo mismo. Ella se reafirmó contra la
pared mientras Tripp encontraba su ritmo. Ella sonrió contra sus labios mientras él ajustaba su pauta.
Los músculos se tensaron. Una mano forcejeaba y empujaba contra el cristal. Lexi esperaba que quedara
una impresión de sus dedos, si es que alguien miraba allí.
Intentó mantener las caderas en alto, para ofrecer un rango libre de movimiento. Se arqueó mientras el
deseo alimentaba las llamas en su interior, su respiración creciendo con violencia con la promesa de un
final.
—Conmigo. —Sus palabras empujaron la necesidad de rendirse al principio de la ola—. Conmigo —volvió
a decir.
Los labios de ella forzaron una intimidad a través de la cual se ataron a lo más elemental. Sus dedos le
agarraron los lados de la cabeza mientras la sensación les atravesaba, y ellos buscaban el triunfo en la
batalla.
***
Tripp aminoró pero mantuvo su cuerpo tenso contra el de ella. Sus piernas querían derretirse cuando se
liberó en su interior. El ahogado grito de deleite de ella le había empujado por encima del límite,
dándole la señal de dejarse ir.
Lexi se relajó, la tensión de su cuerpo se redujo a los efectos posteriores de la satisfacción. Un pequeño
brillo de transpiración salpicaba su cuello mientras sus párpados se cerraban y su cabeza caía contra el
cristal.
—Lo mismo digo. —Todavía dentro de ella, Tripp añadió unos cuantos besos más a su cuello mientras
los espasmos todavía le golpeaban en ráfagas aleatorias.
Ella golpeó la cabeza en el cristal y tembló antes de bajar la cabeza hacia la de él.
El solar del aparcamiento seguía vacío, su ubicación escondida. Las neveras zumbaban alrededor de
ellos, pero aun así, el espacio ofrecía silencio.
Los músculos de Tripp se flexionaron, y haciendo eso, rompió su unión y la pierna de ella cayó de
nuevo al suelo.
—¿Cómo no vimos eso? —Ella se subió los pantalones, cerró la cremallera y los abotonó en un suspiro.
—No me importa el culo de quién esté capturando, siempre que consigas la grabación.
—Sabes que una grabación de nuestro primer acto sexual es bastante fetichista. Pero si me la llevo,
entonces estaré robando. —Ella le entrecerró los ojos.
—En este caso, hago una excepción. Le dejaré un billete de veinte dólares para reemplazarla. —Se colocó
el pelo, sacándoselo del cuello de la camisa.
—De ninguna manera. Eso estuvo en ti. —Ella hizo una mueca como un niño a la mesa de la cena
enfrentándose con la perspectiva de un plato de espárragos.
El episodio de la cámara no le molestaba en absoluto. Más bien lo contrario. Él quería la cinta para sí
mismo.
—Sólo a una hora, pero tengo hambre. Realmente he hecho un buen ejercicio. —La besó en la punta de
la nariz.
—Bien. —Con dos dedos vacilantes al final de un brazo extendido, recogió el símbolo de su aventura. Un
rápido vistazo al dependiente, y ella se dirigió de puntillas a la puerta del baño.
Tripp se recolocó de nuevo sus pantalones, subió la cremallera y buscó una habitación donde pudiera
estar ubicado el equipo. Vio la puerta al fondo, detrás del mostrador del dependiente.
Se encaminó al frente, se agachó por debajo del alero asegurado con bisagras, sólo para encontrarse la
manilla cerrada. Un juego de llaves colgaba de un poste en el borde de la silla del hombre mayor.
Mientras Tripp daba pasos hacía él, se tomó un momento para buscar signos de vida, aliviado al ver el
movimiento del pecho del hombre.
Llaves en mano, Tripp vislumbró a Lexi mientras buscaba entre bolsas de chucherías, para qué, no lo
sabía. Su cuerpo, flexible pero no desgarbado, había encajado bien en sus manos y alrededor de él.
Incluso desde seis metros de distancia, ella le atraía.
Escobas, fregonas, suministros, existencias y un sencillo aparato de grabación cubrían la sala del
equipamiento. Tripp buscó otras cintas, encontró un paquete nuevo, rebobinó la que estaba en la
máquina, y después de confirmar la grabación de su debut y el de Lexi, la sacó de la máquina.
—Sales preciosa en el video, Lexi —se dijo a sí mismo. Se la metió en el bolsillo antes de cerrar la puerta
detrás suyo y recolocar las llaves.
—¿Qué te llevó tanto tiempo? —Lexi cargaba con varias golosinas en sus brazos y las colocó una a una
encima del mostrador.
3
Twinkies: pastelitos de bizcocho relleno de crema. En España se llamaron Bucaneros; en México los comercializaron como
Tuinky y hay una variante llamada Submarinos; y en Chile se vendieron como Rayitas.
Tripp tuvo que sonreír.
Su boca y sus ojos abiertos, y la muda reacción, le hicieron reír entre dientes.
—Maldición. ¡No! ¿Por qué no la borraste? —Le brilló el blanco de los ojos, gruñó y dejó caer la cabeza
en su mano.
—No lo es.
—Gracias.
—Yo le di dos billetes de veinte. ¿Cuánto apuestas a que no somos los primeros que nos aprovechamos
de él? —Lexi se deslizó hacia el otro lado del mostrador—. ¿Qué quieres dejarle?
113
—¿Visa o MasterCard?
El rebuscó en su billetera, sacó una tarjeta y se la dio. En una pasada de la tarjeta, la maquina volvió a la
vida. Ella pulsó en el teclado, devolviéndole la tarjeta y un recibo.
Con el sonido de la campanilla, el hombre se sobresaltó, se sentó derecho, agarró el papelito de la tarjeta
de crédito y volvió a su siestecita.
—Ah.
—Supongo que sí, pero ya es casi por la mañana. Tengo que dormir algo. ¿Te parece bien seguir
conduciendo?
—Problema resuelto.
—Todo tuyo entonces. Despiértame cuando lleguemos. Pero esta vez, no entres a hurtadillas en una
tienda de algún lugar remoto para hacer una llamada telefónica. A nadie.
—En ese mensaje... Ian dijo que Emma estaba cabreada contigo, y que deberías llamarla tan pronto salga
el sol.
—Lo que tú digas. Si yo le hubiera hecho eso a mi hermana, ella habría llamado a mi madre…
—Oh, mierda. Podría haberlo hecho. —Se pegó con la palma de la mano en la frente—. Maldita sea.
—Según lo que ha dicho Ian, sólo está cabreada. Vayamos a un hotel, la llamamos y podrás explicarle y
decirle... bueno... lo que sea necesario.
Él sonrió.
—Yo diría que durmiendo, pero oye... nunca se sabe. Quiero decir, míranos a nosotros. —Le echó una
última mirada a la tienda, vio la huella de su mano en el cristal, y condujo de vuelta a la carretera de dos
carriles mientras las luces de otro coche rompían la negrura—. Gracias a Dios por la ruta pintoresca.
—Nada. Duérmete.
Su mano alcanzó la de él y se entrelazó con sus dedos antes de relajarla unos minutos después.
ntes que despertar a Lexi para ir al hotel, Tripp condujo hacia el puerto deportivo,
encarando el Mini hacia el horizonte, y se reclinó hacia atrás para descansar unos
minutos. El aire frío de la mañana entraba a través de las ventanillas, trayendo el olor y
los recuerdos de su primer encuentro.
Lexi se despertó cuando el sol se asomaba por encima de la línea que separaba las olas del cielo y el
negro de la noche era desplazado por una oscura sombra azul. Se giró de lado en el asiento, largas
pestañas extendidas sobre lo alto de sus mejillas, ya sonrojada con la calidez del sol. Labios carnosos de
un rosa suave, y bucles de pelo caían alrededor de su cara.
—Lexi —susurró Tripp, dándole empujoncitos en las rodillas entre las que apretaba las manos.
115
Se le puso la piel de gallina, pero sus ojos todavía permanecían cerrados. El lánguido ascenso del sol iba
en aumento, dándole a Tripp muy poco tiempo para despertarla antes de que el día empezara como
todos los demás. Pescó el móvil de ella de su bolso, se desplazó por la pantalla hasta que encontró el
nombre de Emma, presionó el botón de llamar y lo llevó hasta la mejilla de Lexi.
—¿Lexi? ¿¡Dónde diablos estás!? ¿Por qué no me llamaste? Estaba tan preocupada, y luego oí que Tripp
llamaba a Ian, pero tú…
Lexi despertó, disparada de su duermevela como si hubiera sonado un gong junto a su oreja. Un
pensamiento surgió mientras se golpeaba la cabeza contra la ventana.
—Maldición.
La voz de Emma seguía con su aluvión de preguntas a pesar de la completa falta de respuesta.
Él dejo de sostener el teléfono, abrió la puerta y buscó una posición en el capó para esperar las últimas
luces naranjas del amanecer.
—Tu turno.
Tripp meneó la cabeza, sonriendo de cara al asfalto. Tomó el teléfono entre dos dedos como si
contuviera materiales radiactivos.
—Emma… —Ella empezó a hablar antes de la segunda palabra—. Te llamaremos. —Giró la tapa del
teléfono para cerrarlo.
—Siéntate. Puede esperar otros diez minutos mientras miramos lo que saluda a unos pocos cada mañana.
—Levantó el brazo, teniendo cuidado para no estirar demasiado los músculos, cubrió los hombros de
Lexi y la atrajo hacia él.
116
—Sí. ¿Es por esto por lo que me despertaste de mi sueño súper erótico? —A pesar del sarcasmo, encajó
su cuerpo contra el de él.
—Sí. Es algo que intento ver tan a menudo como sea posible. Me recuerda que hay un ciclo para la vida
así como para todo lo demás. —Dibujó ochos en su brazo—. Y es realmente precioso.
El bostezo acompañó un abrazo más antes de que la mano de Lexi paseara por debajo de su camisa
desde la cintura hasta los pectorales, provocándole un escalofrío que le atravesó.
—¿Qué estarías haciendo ahora mismo... si estuvieras en casa? —Su voz reflejaba agotamiento y deseo… o
al menos eso le parecía.
—Disfrutando por mí solo demasiado temprano por la mañana. Me imagino que voy a tener que
aprovecharme de ti antes de que Emma te haga pedacitos inservibles.
—A lo mejor tú me has mostrado otras opciones. —Se deslizó del capó y se puso de pie entre sus piernas.
Con el sol detrás, Lexi brillaba con una línea naranja iluminando su perfil. Sus labios se encontraron,
acogiéndola sin pensarlo. Sus manos encontraron su pelo mientras las de él hacían lo mismo. Se dejó
hacer cuando ella le empujó contra el capó.
Ella sonrió.
—Te lo dije…
Se sentó a horcajadas sobre él, cubriéndole la boca con la suya. Las lenguas se provocaban, dientes y
labios perseguían placer uno a uno. Ella se tensó, levantando la cabeza como haría un ciervo cuando
siente a un cazador.
—Compañía. —Se deslizó bajando al oír el crujido de la gravilla entre el hormigón y el caucho.
Incluso en un solar hecho para cien plazas, el coche escogió el lugar más cercano a ellos. Las ventanas
tintadas mantenían a los ocupantes ocultos hasta que ambas puertas se abrieron. Un hombre con
117
pantalones cortos de correr salió del interior, junto con una mujer vestida a juego, gafas y gorras
disimulando sus identidades. Se colgaron auriculares sobre los hombros, saludaron con la cabeza a Tripp
y Lexi y empezaron a hacer jogging en dirección a los yates atracados a lo largo de uno de los muchos
embarcaderos.
—Sí, lo creo, cielo. Pienso que tenemos que movernos, pero encontremos un hotel primero. —Moduló su
voz en un tono alto, añadiendo un muy irreal acento sureño mientras asimilaba el fabricante y modelo
del coche—. Quieres descansar de verdad, ¿no? —le dio un empujoncito con el codo.
El ceño fruncido de Lexi y sus ojos entrecerrados le sugirieron que no había entendido su plan.
—He oído que hay un gran hotel en la zona sur de la ciudad. Un nuevo lugar de moda con todas las
comodidades. ¿Quieres probarlo?
—¿Uh... seguro?
Se metieron de nuevo en el coche. Tripp hizo la mímica de una cremallera en los labios de ella mientras
corroboraba, anotaba los números y buscaba su móvil. Ian podría investigar la información para él.
—¿Qu…
La hizo callar con un movimiento de cabeza y condujo hasta el límite del solar. Mientras giraba hacia la
calle, vio una tercera figura saliendo del coche.
***
—¿Qué demonios fue eso? —Lexi se giró hacia Tripp—. ¿Por qué tanto secreto? ¿Conoces a esa gente?
El meneó la cabeza.
—No, pero tuve una vibración. Llama a Ian por mí, si no te importa.
Ella tomó el teléfono, buscó a Ian pero se perdió entre un montón de contactos.
—Sands.
El teléfono pasó de sus manos a las de él, aunque Tripp activó el altavoz.
—Ey, tío, todavía es temprano. ¿Dos veces en una noche? Más vale que sea bueno y…
La ligera sonrisa de Tripp proporcionó algo de alivio, aunque ella no entendió el secretismo.
—Sí, sí. Ha estado mordiéndome el culo toda la mañana, y ni siquiera son las siete. ¿Qué necesitas, tío?
—XKT-345. Es una matrícula de Nueva York. Oldsmobile Cutlass de cuatro puertas, negro,
probablemente último modelo. Aparcado justo a nuestro lado en un solar vacío. Un tipo y una chica se
fueron a hacer un servicio secreto al estilo jogging, pero un tercero salió en cuanto nos fuimos.
—¿Cómo vestían?
—Pantalones negros y una camisa blanca el último, ropa deportiva los otros. No establecieron contacto
con nosotros, y nadie sabe que estamos aquí.
—Te llamaré luego. Necesito dormir. Caramba, Lexi, tu hermana tiene una energía imparable.
Los labios de Lexi se crisparon con el cumplido.
—Sí, sí, pillo el mensaje y se lo pasaré. —Ian colgó sin previo aviso.
—¿Tienes gente detrás de ti? —preguntó Lexi—. ¿Qué es lo que haces realmente?
—¿Recientemente?
—No. Creo que sólo le he hinchado las narices a una persona últimamente, aunque ella tiene muchos
recursos a su disposición.
—¿Hablas de Jill? —Lexi intentó contener la irritación de su voz—. ¿Porque realmente no has roto con
ella?
Tripp siguió conduciendo, aunque les llevó hacia el distrito histórico antes que a otra localización junto a
la playa.
—No puedo hacer que lo entienda. No aceptará un “no” como mi última respuesta.
—¿Le has dado una respuesta, o simplemente no has dicho nada? —Ella entendió cuando no contestó—.
Bien, bien. Así que, ¿quiénes pueden estar siguiéndonos, y cómo pueden haberte encontrado?
119
Tripp sonrió.
—No te vas a poner al día con tus propias habilidades, ¿no? —Viró por una estrecha calle lateral, aunque
Lexi captó la rápida mirada a través del retrovisor.
—No, lo usas para otros. Yo uso el mío para mí, aunque no para mí sólo. Por supuesto, resulta práctico a
veces para otros, pero generalmente tengo un doble propósito en cada trabajo que acepto. —Cuando
abrió la boca como si fuera a hablar, él continuó—. Eso no se aplica a ti, o a Jill, o incluso a Ian, así que
no vayas por ahí en esa mente tuya.
—Bien. Dejaré a un lado mis prejuicios —que hayas explotado un don como ese para beneficio personal—
y me los guardaré para mí.
Viró hacia el parking de un hotel de cuatro pisos, que debía llevar existiendo al menos cien años.
—Oh, Dios mío, Tripp, es magnífico. ¿Sabías que esto estaba aquí?
—Sí, lo sabía. Pensé que te gustaría.
De color melocotón suave con toques de verde espuma de mar y blanco. Balcones de hierro forjados y
largas contraventanas salpicaban el ladrillo exterior. Mecedoras de mimbre adornaban los pisos primero
y segundo, donde unos pocos madrugadores ya ocupaban sus lugares.
—Es como una imagen del viejo sur pero completamente renovada. —Observaba a través del parabrisas
frontal del Mini mientras Tripp aparcaba—. ¿Cómo has…
—Me pidieron que pillara este curro justo al final de nuestras vacaciones la semana pasada. Con lo del
brazo, no quería arriesgarme, y sin una fecha de entrega urgente, no necesitaba venir hasta aquí. Pero
este es el hotel que Ian y yo elegimos cuando hicimos la visita.
—Sus ex-socios sostienen que tienen pruebas de que les estafó parte de su reparto de beneficios durante
los últimos diez años. Su acuerdo de sociedad desapareció misteriosamente de todas las oficinas hace un
120
año cuando se presentó la primera demanda. Así que estoy aquí para recuperarlo.
—De la caja fuerte de la oficina de la segunda planta. Tercera puerta desde los ascensores, doble
cerradura, aunque parece que está escondida.
—Yo tampoco. —La imagen había saltado a su mente sin ni siquiera enfocarla, como había hecho la casa
de Rune cuando él apareció.
—Eso estuvo genial —dijo él—. Sí, sé dónde está, pero, ¿qué más podría saber si tú pudieras hacer tu
trabajo?
—¿Me estás probando? —Ella se resistió mientras él tiraba, pero cedió cuando sus labios tocaron los
suyos, los abrió, los presionó y los recorrió con su lengua.
Cruzando la carretera, una fuente de sirenas desnudas escupía chorros de agua. Más allá de la entrada,
arbustos con forma de animales, peces y bolas redondas salpicaban la plaza.
—Creo que encajaría mejor si llevara puesta una falda con miriñaque y una cofia.
Tripp rió a carcajadas mientras ella abría el maletero y agarraba las maletas.
Lexi le miró con curiosidad, más para ver su reacción que en un intento de sobrecargar su brazo aún
herido.
—Nop. —Ella soltó una carcajada—. Ninguno de los dos somos muy caballerosos, ¿no?
—Si supiera qué quieres decir, podría contestar. Pero de momento… —Se situó cerca de ella, posó los
labios contra los suyos—. Quiero una cama que sea plana y que no incluya un volante entre mis piernas.
***
Una gran escalera de nogal y cerezo les dio la bienvenida. A un lado esperaba un grupo, sus cámaras y
gorras eran el más obvio indicativo de su status de turistas. Hacia el otro, un piso de cuadros blancos y
negros hacía las veces de camino hacia el mostrador de recepción. Lexi cogió un panfleto de la mesa de
121
la entrada, le dio la vuelta y lo volvió a girar mientras Tripp caminaba tranquilamente hacia el mostrador.
—¿Habitación para Tripp Fox? Debería haber una reserva abierta para esta semana.
Así que esperaba venir por aquí más pronto que tarde.
Mantuvo los oídos sintonizados hacia Tripp pero dejó que sus ojos buscaran información sobre el
edificio. Construido en 1851, el hotel había servido como hospital durante la Guerra Civil, hogar de un
famoso autor, dedicada a usos variados a mitad de los años cincuenta y sometido a un enorme proyecto
de renovación hacía menos de una década. Asumió que la financiación provenía de los socios que Tripp
decía que le habían contratado.
—Tenemos una suite para usted en la segunda planta, Sr. Fox. Abre hacia uno de nuestros fabulosos
balcones. —Una recepcionista con un uniforme blanco y negro le pasó la llave.
Lexi paseó a través de la zona de entrada mientras el estruendo y el parloteo en la otra habitación
crecían. Se fijó en cuadros, diría que originales si tuviera que adivinar, estatuas, antigüedades y muebles
que determinaban la edad del edificio y le daban carácter. Un retrato, de la fundadora del hotel,
adornaba una enorme chimenea de mármol dos veces más larga y alta que Lexi de pie.
—Vaya, es una mujer fea —dijo en tono bajo como para no ser oída.
—Oh, mierda, Tripp. Lo siento mucho. —Lexi se cubrió la boca con las manos, temiendo que podría
empeorarlo si intentaba ayudar.
En su habitación, Lexi dejó las maletas en el suelo delante de la puerta, caminó hacia la ventana del
balcón y descorrió la cortina. Abierta a los sonidos de la mañana, unos pocos coches seguían su camino
pasando por delante del hotel. Los niños reían alegremente al entrar al parque, que también incluía un
laberinto natural. Los rayos amarillos del sol salpicaban gotas de luz a través de las copas de los árboles.
Los encargados de las tiendas abrían sus vidas a los demás, barrían el polvo y el rocío de la noche.
—En realidad, estoy bastante despierta ahora. Estaba pensando en dar un paseo, quizás hacer algunas
compras. Puedo volver a la hora de comer si crees que será tiempo suficiente.
122
—¿A mediodía?
—Sí. —Se puso de puntillas, presionó un beso en el borde de sus labios y le provocó del mismo modo
que él a ella—. Hasta luego. —Lexi se giró saliendo de sus brazos, tomando el bolso mientras él la
agarraba por la muñeca.
—Sip.
—Eso es malvado. —Se movió hasta los pies de la cama, se sacó los zapatos y se tiró sobre ella como el
tronco de un árbol talado.
Lexi se aseguró de fijar la cerradura, dejándole con su siesta y agarrando el folleto del hotel y su móvil del
bolsillo. Cruzó la calle hacia el interior del parque, robándoles el sitio en un banco a unas pocas palomas.
Caminaban en círculos, moviendo sus cabezas mientras daban brincos alrededor de sus pies.
—Savannah, Georgia.
—¿Por qué?
—¿Excursión de un día?
El pequeño grito ahogado de Emma le reveló a Lexi que se había pasado de la raya.
Lexi añadió el suyo propio pero se aseguró que el micrófono no registraba el sonido.
—Tenía por objeto forzar que se juntaran. George y Marge nos dijeron que podríais necesitar ayuda para
superar tus asuntos.
123
—¿Mis?
—Bueno, más tuyos que de Tripp, sí. Veo cómo te mira, Lexi. Quiere devorarte. Mmm. Yo quiero un
hombre que me mire como él te mira.
Lexi sonrió.
—Ah. Algo sobre cuando las estrellas se alinean o alguna tontería así. Creo que son encantadores, ¿no
crees?
—Sí, lo creo.
—Un parque muy grande. Oh, pero tú probablemente te refieras al papeleo que Tripp tiene que
recuperar.
—¿Lo encontraron?
—¿No era esa tu idea? Quiero decir, podemos mantener Wise Women y tan sólo añadir esto, si nos
mantenemos juntos el tiempo suficiente. Podría ser una agradable segunda ocupación... o lo que sea.
Un hombre con pantalones negros y camisa blanca pasó por delante de Lexi, con la mano en la oreja y
una leve cojera. Detrás de él un niño pequeño brincaba al despertarse. La felicidad consumió a Lexi
mientras los miraba.
—Pensé que estabas preocupada, con aquel tipo de la playa y todo eso —dijo Emma.
—Eso es porque no sabía exactamente lo que estaba haciendo. —Se estiró, relajándose contra el banco—.
Quiero decir, ¿quién en su sano juicio se reúne con un extraño en medio de la noche bajo un
embarcadero casi desierto? —Soltó una carcajada, la idea de peligro e intriga superaba de lejos la
emoción del suceso actual—. Es mucho más seguro durante el día con gente alrededor, ¿verdad?
—Sí, por supuesto, Lexi. Lo que tú digas. Así que, ¿cuándo volvéis?
—Me imagino que después de que Tripp consiga sus papeles. Por ahora, me voy a quedar aquí sentada
en este banco y disfrutar de los rayos del sol. Luego iré de compras.
124
—Y yo a ti, Lex.
Colgó y desplazó su mirada al laberinto del parque, pero antes de que se pudiera levantar, una mano
sujeto su boca.
—¿Lexi?
Se sentó, se movió a la terraza, pero no la encontró ahí o en el baño. Tripp tomó el teléfono del hotel, y
presionó 1 para recepción.
—Un momento —música de espera sonaba de fondo mientras recogió su móvil de la mesa y comprobó su
propio correo de voz—. Lo siento, Señor Fox, pero no tengo mensajes para usted. ¿Puedo ayudarle con
algo más?
—Ah, no gracias.
Marcó el número de Ian, empezando tan pronto como la línea conectó. —¿Has oído algo de Lexi?
Ian murmuró en el fondo, pero antes de que regresara, Emma tomó el teléfono. —¿Qué está pasando? —
Su tono de voz coincidía con el de Lexi más de lo que el de cualquier hermana que jamás haya
conocido.
—No, pensé que estaba contigo. ¿No ha vuelto? —Su tono tocó el borde de la ira o la desesperación, no
sabía cuál.
—Yo no s…
Tripp se apoyó contra una pared mientras una oleada de náuseas le golpeaba. —Maldita sea, no me
siento bien. Mantén el tono bajo. ¿Me puedes dar su número?
Emma lo recitó.
Su cabeza le daba vueltas como si hubiera sido drogado. —¿Puedes llamarla? Yo… —Se encogió, sus
brazos ardiendo como si estuvieran asegurados apretadamente contra su cuerpo.
—¿Qué está pasando? ¿Estás bien? —La voz de Emma sonó a través del teléfono, mordiendo sus
sentidos.
—No. —Dejó escapar un suspiro—. Lexi no está aquí. —Se agarró el brazo mientras el dolor aumentaba—.
¿Ataque al corazón tal vez?
—¿Estas sintiendo algo que no puedes explicar? —Ella pasó a través de la pregunta como si entendiera.
Un corte, como un latigazo en la mejilla, lo tuvo masajeándose el lado derecho de la cara. —Sí.
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—Oh, dios. Alguien está haciendo daño a Lexi. Ella tuvo el mismo problema cuando te dispararon. Hay
que encontrarla. ¡Ian!
El estruendo de su voz a través del teléfono lo golpeó como un cuerno de toro, y cayó de rodillas en el
suelo.
***
La náusea de su miedo inicial dejó de existir. Las cuerdas se clavaron en la piel de Lexi donde la
camiseta no la cubría. Esperaba ver severas líneas a través de su parte superior si alguna vez salía de sus
ataduras. Atada a una silla de metal liso, como una de una institución mental o esas que había visto en las
películas, miró fijamente al hombre de la playa.
Su oscuro cabello, ojos hundidos y nariz puntiaguda le recordaba a los magos en algunos de sus cuentos
de hadas favoritos. El sólido traje negro también le sentaba bien a su perfil.
—¿Por qué te lo dio? —Robert reinició las preguntas por décima vez.
Lexi negó con la cabeza, una capa de mareo se movió a través de su estómago de nuevo. —No lo sé. Ella
me dijo que yo debía tenerlo.
—¿Dónde está? —Espacio abierto, como una fábrica o garaje vacío, expulsó cada una de sus palabras
como un eco.
Él se movió detrás de ella, con los labios en el borde de su oreja. —Quiero mi zafiro.
La bofetada tiró su cabeza en la dirección opuesta. Lexi sopló a través del dolor, consiguiendo no llorar o
incluso lagrimear. Trató de traer a la mente imágenes del collar, pero con cada intento su estómago se
oponía. Otro esfuerzo y perdería la lucha por evitar vomitar su desayuno.
Ella tomó una respiración profunda cuando le apretó y le soltó con un empujón.
—No está aquí. No está en el parque. Lo comprobé. No hay ni una oficina para objetos perdidos para
127
joyería en esta ciudad Así que dime dónde está mi puta pieza.
—Entonces, como sugieres, y ya que te las arreglaste para encontrarlo una vez, podrás volver a hacerlo.
Pero voy a estar vigilando todo el tiempo.
Ella inclinó la cabeza hacia Robert, reflexionado sobre la maldad que no había reconocido en él antes.
Calma y franqueza en una conversación telefónica, irritable cuando le traicionó, pero la verdad vino a
través del embarcadero. No había esperado que se presentara de nuevo en su vida. El cómo la había
encontrado en Savannah le confundía más que haber sido capturada por él.
—Voy a llevarte de vuelta al banco, y desde allí, me llevarás a él como la vara mágica que el hombre te
llamó. Lo buscas.
—No es tan fácil. No soy psíquica. Se necesita tiempo para investigar, buscar y hacer pregun… —Su cabeza
azotó su espalda cuando él le tiró del cabello. Se mordió el labio para evitar gritar.
—No vas a tener tiempo. ¿Te crees tan inteligente por escuchar a mi ex? Ella probablemente también te
dio toda la documentación sobre él. Lo escondió de mí. Lo mantuvo desde nuestra transacción. Ese
collar es mío.
El dolor en la parte trasera de su cabeza envió un latido a través de ella. —¿No puede simplemente ser
reemplazado?
—¿Al igual que un novio o una esposa? La estrella interior lo hace completamente único y digno de una
triple fortuna. —Su tono adquirió nostalgia—. Hice la investigación. Me enteré de los detalles. —Mantuvo
su cuello estirado, hacia atrás—. Lo quiero.
—Por favor. —Su cuello quemó desde el ángulo en que lo había forzado.
La soltó, despotricando de un lado a otro frente a ella. —Si lo tengo de vuelta, vives. No tienes otra
opción. —De su bolsillo, sacó una pistola y apuntó el cañón hacia ella.
***
Tripp se levantó por sí mismo, pero un brillo azul en el borde de la alfombra le llamó la atención. El
zafiro, sin una cadena, descansaba en la alfombra. Una guerra interna envió oleadas de dolor a las puntas
de sus dedos.
Se tambaleó por el corto pasillo de la suite, se apoyó contra la pared mientras recuperaba el aliento y
abrió la puerta.
—¿Tripp Fox?
—¿Quién lo quiere saber? —Se quedó con sus pies separados a la anchura de los hombros, las manos
sobre el pecho, luchando por mantenerse independiente.
—Yo. —Una mujer salió a través de los dos hombres—. ¿Está el Señor Fox?
Ella llevaba el pelo tan corto como alguna vez había visto a una mujer atreverse a hacerlo y todavía
parecía femenino. La barra de labios de color rojo brillante y pendientes gigantes de oro ayudaron.
—Oh, vamos, Tripp. —Extendió su mano hacia él, cubriendo su sarcasmo con una sonrisa—. Soy Isabelle
Reed.
—¿Citando a una joven dama, supongo? —Inclinó la cabeza en su dirección—. Ella era toda una belleza.
Lástima que salió del puerto tan rápido esta mañana. Podríamos haber llegado a conocernos un poco. —
Caminó a la ventana y echó la cabeza hacia el suelo por debajo, antes de volverse hacia él.
—¿Qué quieres? —Su estómago se revolvió otra vez cuando su móvil vibró en su bolsillo. Tripp ignoró a
los dos. Consideró hacer una carrera entre los dos hombres, pero sin el conocimiento de sus
capacidades o si escondían armas de fuego de cualquier tipo, se quedó donde estaba.
—Estoy aquí para hacerte una oferta que no puedes resistir. —Ella se echó a reír.
El sonido de la luz le desconcertó, dada su postura y posición. —No tengo tiempo para esto.
—Estoy segura de que lo tienes. Haces tiempo para todos, excepto para la hija de alguien.
La sonrisa de Isabelle se convirtió en una sonrisa de superioridad. —Estoy segura de que el juez y el
jurado van a decir lo mismo… que tampoco hiciste promesas acerca de un trabajo que hiciste para su
padre. —Ella le dio una palmada en el pecho en un movimiento que encontró más íntimo de lo
necesario—. Ves, Jill está muy molesta. La has dejado en un momento tan importante. Ella cree que su
acuerdo verbal es obligatorio. De hecho, su padre piensa lo mismo.
—Esto no es 1800. Los matrimonios no se establecen hasta que los papeles están firmados.
Ella inclinó la cabeza. —Tienes toda la razón, pero una oferta es una oferta. Termina tu temporada con
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tu novia, y el Sr. Sloan se asegurará que Jill no sepa nada al respecto, como lo haré yo. De regreso a
Nueva York, se completarán los ritos ceremoniales, y también él se encargó de eliminar cualquier... ah...
transgresión del pasado que podría aparecer en los libros de registro.
—Mr. Sloan no le importa si necesitas aparte... llamémosles, intereses, ¿de acuerdo? Con tal de que los
mantengas en secreto de su hija.
Ella se apretó contra él. Sus grandes ojos marrones mantenidos abiertos, ni cerca de la cantidad de
expresión de los de Lexi.
—¿Ha quedado claro, Señor Fox? —Se levantó de puntillas, bajó la mirada a sus labios, y la devolvió a sus
ojos.
—Sí.
Su ceja se arqueó mientras le dio unas palmaditas en el brazo. —Ta-ta por ahora. Vamos a esperar una
respuesta dentro de una semana. —Ella giró en torno a su reloj—. Mr. Sloan se figura que le da tiempo
suficiente para echarte... un polvo... antes de sentar cabeza. —Asintió a los hombres en la puerta que la
siguieron afuera y cerraron con un ligero clic.
Tripp suspiró, apretando el colgante en su palma. Agarró su teléfono, ya que sonó de nuevo. El número
de Jill apareció en la pantalla. Se lo metió en el bolsillo, deseando tener el don de Lexi de encontrar a su
presa. Una vez que la encontrara, si lo hacía, hablaría con Ian sobre sus próximos pasos con Jill.
Su padre siempre mantenía su palabra. Si Jack Sloan enviaba un equipo de limpieza para él después de
veinticuatro horas, Jill debe haber corrido en busca de ayuda.
Tripp abrió su puerta de un tirón, pero no encontró a nadie. A medida que el zumbido comenzó de
nuevo, comprobó la identidad, respondió y salió corriendo por el pasillo. Con Lexi desaparecida, Tripp
no le diría a Ian que Jack tenía las pelotas de Tripp en la mano, ni que con un buen tirón, Tripp se
encontraría detrás de los barrotes que su padre ayudó a diseñar.
—¿Estás bien?, —la voz de Ian reflejó miedo y preocupación—. Te hemos estado llamando durante
quince minutos. Intentamos también al teléfono de Lexi. ¿Qué demonios está pasando?
—Emma se está poniendo frenética. Ella dice que Lexi estaba sentada en un banco en un parque…
Tripp salió del hotel. Hizo una revisión en todas direcciones y se dirigió al otro lado de la calle.
—Estoy ocupado buscando a Lexi. Escucha. Déjame encontrarla, y me pondré en contacto contigo. —
Colgó, dejando caer el teléfono en su bolsillo.
130
Tripp aceleró a través de la entrada del parque, alrededor de los árboles y la masiva fuente en el centro.
Golpeó el laberinto a la carrera, devolviendo al no encontrarla.
—Oiga, señor. —Un viejo sin hogar en ropa sucia, pero intacta, empujó un carrito de supermercado hacia
Tripp—. ¿Está buscando algo?
—Alguien. —Tripp comenzó a alejarse, pero giró de nuevo a él—. —¿Usted está por aquí a menudo?
El viejo asintió con la cabeza. —Todos los días. Durante todo el día. —Se rascó la cabeza calva con
algunos mechones de pelo blanco encima de ella.
—¿Ha visto a una mujer con el pelo oscuro y rizado, como así de alta y grande ojos marrones por aquí
más temprano?”
—Bueno, una de aquellas chicas estaba dando de comer a las palomas, o hablando con ellas un trazo más
allá. —Señaló hacia uno de los bancos.
Tripp comenzó a dirigirse en la dirección de su dedo, pero se detuvo cuando el anciano continuó.
—Entonces, una persona vino por detrás de ella mientras estaba sentada, hablando por el móvil.
—Oh, ella se fue con él. Se marchó. —Apuntó hacia un conjunto de tiendas.
—Gracias, señor. —Tripp notó la medalla que colgaba del cuello del hombre. Sacó su billetera, pero se
dio cuenta que había gastado todo el efectivo—. ¿Tiene algún lugar a donde ir?
El hombre asintió con la cabeza. —Todos ellos. Me mantienen caliente en invierno y fresco en el verano.
Le tendió la American Express. —Toma esto. Compra lo que quieras para el resto de la semana. Es mía.
Asegúrese de abastecerse, también.
El hombre giró la tarjeta en la luz, ya que reflejaba el sol. —Bonita. Como esa chica. Te debes aferrar a
ella una vez que la encuentres.
***
131
Lexi tropezó a lo largo del camino a la orilla del agua, subió un empinado terraplén hecho para los
coches, y hacia un camino que conducía de vuelta al parque. Robert la siguió a un ritmo constante, al
igual que un conductor que seguía a otro vehículo a una distancia discreta. Se comprometió a no
perderla de vista, juró saltar en el momento en que encontrara el colgante o tratara de escapar.
Él había tomado su teléfono móvil, de lo contrario, habría llamado a la policía. Él le había advertido que
tampoco tratara de escabullirse en algún negocio porque solamente la esperaría afuera.
Todavía no entendía cómo la había encontrado en primer lugar desde que se habían conocido en una
playa dos estados al norte, pero las sorpresas ocurren con mucha mayor frecuencia que antes de la
introducción de Tripp en su vida.
Dejando el instinto de lado, se había metido en la línea de trabajo de Tripp, una que contenía un camino
demasiado peligro. Siguió por la carretera empinada. Su pecho subía y bajaba, los nervios hormigueaban
y los músculos de sus pantorrillas quemaban.
Se apoyó en la pared exterior del edificio, su objetivo era sacar de su mente la ubicación del colgante. El
aire fresco y la suave brisa ayudaron a aclarar sus pensamientos y mantener su estómago revuelto.
Recordó el hotel, la habitación, el suelo y se detuvo. Al igual que una cámara, pasó de uno a otro,
acercando y alejando, cambiando su punto de vista y perspectiva pero sólo encontró un espacio vacío.
Sacudió la cabeza, se centró en el azul, la estrella y la necesidad de encontrar su lugar. Las mismas
imágenes volando. En su mente, siguió las imágenes en el parque y en la calle de tiendas que alcanzarían
a unos pocos metros más.
¿Dónde está?
Presionó las imágenes hasta que le revelaron una mano, que desapareció de su mente como si nunca
hubiera estado allí.
Lexi se empujó lejos de la pared. Se concentró en las imágenes mientras caminaba, notando el área
alrededor del invisible colgante en vez del hombre que lo sostenía. Encontró una heladería con un joven
empleado detrás del mostrador. Se movió a una librería con un chico en edad universitaria quien apilaba
libros de tapa dura en una estantería. Esa misma persona se volvió hacia un lado como si hablara con
alguien.
Las imágenes desaparecieron cuando se detuvo en la parte superior de la carretera. Tiendas se alineaban
a ambos lados de la calle. Con otro enfoque sobre las imágenes, se encontró con una peluquería. Asomó
la cabeza en alto, en busca de las rayas de caramelo rojo, blanco y azul para darle un sentido de
132
dirección. No más de tres bloques delante de ella, el logotipo que se arremolina como una zanahoria
colgada delante de un conejo.
A pesar de los músculos que le gritaron al ponerse a caminar, cogió su ritmo. La puerta de la tienda se
abrió, y Tripp salió. Ella no se atrevió a llamarlo por su nombre, Robert nunca mencionó que supiera
acerca de Tripp estando en la ciudad.
Cuando Tripp se dirigió de nuevo hacia el hotel, Lexi con dificultad se cruzó con él.
Él se detuvo.
Él se dio la vuelta
—L…
Ella levantó una mano para hacerlo callar, lo suficientemente cerca de él para que la pudiera agarrar. Un
rápido 'escóndeme' sin sonido, y él la agarró.
Juntos, se metieron en la tienda de juguetes. Lexi se aferró a Tripp como si su vida dependiera de su
contacto.
—Lexi.
Escalofríos sacudieron su cuerpo. —Tenemos que desaparecer. Robert va a entrar aquí. Él me estaba
siguiendo. —Empujó a Tripp, tratando de que se moviera a la parte trasera, lejos de la ventana.
—Shh. Dios, Lexi. Lo siento mucho. —Tripp se mantuvo firme pero giró cuando la puerta de la tienda se
abrió.
—Bienvenido al Cielo de los Juguete, —dijo la empleada—. ¿En qué puedo ayudarlo?
Robert.
Zapatos con suela de goma se deslizaron por la dura madera cuando la puerta se abrió y cerró dos veces
más, y la dependienta dio la bienvenida a los nuevos clientes. ¿Por qué la dependienta de la tienda no
nos saludó? Dejó que la idea se sentase mientras ella permanecía encerrada en los brazos de Tripp.
—Hay una oficina en la parte trasera si vosotros dos necesitáis un momento. —La dependiente señaló la
parte trasera de la tienda, una pequeña sonrisa en su rostro.
133
—Gracias. —Tripp guio a Lexi al pequeño espacio—. Quédate aquí. Voy a volver. —Dio un paso atrás y
cerró la puerta detrás de él antes de que pudiera decir una palabra.
El cuerpo de Lexi se negó a refugiarse más allá, y las lágrimas, unas que sostenía durante horas, fluyeron.
Hipó cuando las respiraciones que tomó la llenaron y se presionó para liberarse más. Cuando se relajó
de nuevo, cogió el teléfono de la tienda y llamó a su hermana.
—Emma Shepherd.
—Soy yo. —La voz de Lexi se quebró cuando una nueva oleada de lágrimas la golpeó.
—¿Qué demonios? ¿Qué ha pasado? ¿Estás bien? ¿Me necesitas para ir por ti?
—No, no. —Agitó su mano aunque Emma no lo vería—. Estoy bien. Un poco conmocionada.
—Pero no agitada, ¿no? —El humor de Emma le sacó una media sonrisa.
Lexi apoyó los codos en sus rodillas en un intento de frenar la respuesta de su cuerpo a los escalofríos.
—No lo sé, Em. ¿Y si él toma la justicia en sus manos? Piensa en las implicaciones. Podría matar a
alguien, y nadie se enteraría. Nunca. —Una lágrima se deslizó por su mejilla—. No creo que pueda estar
con un hombre que haría eso.
134
uando el hombre de la playa entraba en la juguetería, había mirado directamente hacia
Tripp, pero al igual que en tantas otras situaciones en las que se había encontrado a
Tripp, Robert actuó como si no hubiera existido Tripp.
Tripp le siguió.
No sabía lo que Robert le había hecho a Lexi, pero merecía ser humillado. Cuando dobló una esquina,
Tripp le dio un golpecito en el hombro.
135
Un abyecto terror se apoderó del rostro de Robert y se dio la vuelta para echar a correr.
—Yo no…
—No es bueno mentir. Y realmente no estoy de humor para escuchar nada más que la verdad.
Robert tragó saliva, de una manera distinguible y audible, antes de que señalara más allá de la tienda de
juguetes. Caminaron unas manzanas con la mano de Tripp al cuello. No le importaba lo obvio que era.
Cuando llegaron al almacén, Robert apoyó los brazos contra el marco de la puerta.
—Eso no es lo que quiero... quiero lo que me quitaste. Entra. —Tripp lo empujó hacia la puerta metálica
del viejo mercado de mariscos. A pesar de los años, todavía apestaba a pescado.
—No sé…
—Yo creo que sí.
La silla de aluminio —una vieja, elegida porque no conduce la electricidad y se puede lavar con facilidad—
estaba a metro y medio en el interior. Una cuerda descansaba a su alrededor.
—Pero…
—Dije que te sentaras. Puedo ser bueno o no. Pero de cualquier manera, conseguiré mis respuestas. —Él
envolvió la cuerda alrededor de Robert y ató un nudo detrás de él—. Si tiras de ellas, sólo conseguirás
que se aprieten más. —Tripp se desplazó para enfrentar a Robert y apretó los puños—. ¿Ves esto? —Lo
sostuvo en la barbilla de Robert—. Boxeo por deporte. He roto unas cuantas narices y pómulos con los
guantes puestos. Continúa jugando a esta mierda conmigo, y lo usaré sin nada. —Robert puso los ojos
como platos—. Puede que tú no cuides a las mujeres, pero yo sí y escogiste a la equivocada con la que
meterte.
***
—Personalmente, Lex, no lo veo. Él tiene los medios para controlarse, pero dudo que cruce la línea.
Quiero decir, Ian ha estado compartiendo historias conmigo todo el día. El tío es duro, pero decente, si
se parece en algo a su amigo.
—Parecía lo suficientemente serio como para matar al chico cuando estábamos en la playa, Em, y eso fue
por nada. Parecía completamente capaz... incluso dispuesto. Casi salgo corriendo entonces.
Probablemente debería haberlo hecho, pero ¿ahora qué? ¿Pregunto? ¿Debo ser directa y decirlo?
—Diablos, no, no le voy a decir eso. Bueno, no importa, Ian no ha sido de ayuda.
Lexi se sumergió en la historia y, con la narración, sus nervios se relajaron al igual que su cuerpo.
—Gracias, Em.
—Entre tú y un gran grito, sí. Creo que también me voy a comprar un osito de peluche.
***
—¿Qué te da derecho a pegarle? Me di cuenta, hijo de puta. Creo que te lo estás buscando, por cierto. —
Él sacó el colgante, sin la cadena, de su bolsillo.
137
Los ojos de Robert se abrieron como platos mientras luchaba con las ataduras en un vano intento de
quitárselo a Tripp.
—Es mejor que no te muevas demasiado. —La advertencia de Tripp llegó con una sonrisa—. Ya te dije
que se iban a apretar más, no a aflojarse.
Robert se detuvo.
—Como dice el viejo refrán, la posesión es nueve décimas partes de la ley. —Tripp se inclinó hacia abajo,
poniendo su cara a centímetros de la de Robert—. Si alguna vez te metes con Lexi Shepherd de nuevo, te
cazaré. —Tripp deslizó un pie contra el centro de la silla—. Entonces me aseguraré de que no puedas
engendrar hijos los quieras o no. ¿Entendido?
—Perdiste la oportunidad cuando la cagaste con tu ex-mujer, cuando viniste a por Lexi con un cuchillo a
la playa, y cuando la trajiste aquí. Eso es secuestro. Un montón de tiempo en la cárcel. Ahora, dime
cómo la encontraste. —Tripp adelantó su pie más cerca de Robert.
—¿Quién?
—¿Hombre o mujer?
—Yo no…
Tripp presionó el pie contra la entrepierna del hombre, indicándole con las cejas que no dudaría si otra
pregunta no tenía respuesta.
—Mujer.
—¿Joven o vieja?
—Jo… ven
138
—¿Qué te dijo?
—Escuchó que estaba buscando el colgante que la zorra de mi mujer le dio a Lexi. La mujer me dijo que
Lexi estaba aquí. Me dijo dónde ir. Pero, te lo juro, nunca me encontré con ella ni nada.
Tripp presionó.
Robert se encogió.
—A eso de las cuatro... de esta madrugada. Tuve que conducir rápido para llegar hasta aquí en caso de
que todo me explotara en la cara. Justo acababa de ver a Lexi esta tarde en el parque.
—¡No iba a cooperar! —El sudor corría por el rostro de Robert—. La mujer del teléfono dijo que la vio
con el colgante en el cuello en algún hospital.
Tripp se giró con frustración. Tanto él como el hombre habían jugado, aunque Robert merecía pagar sus
transgresiones.
—Te creo. Has sido tan obediente que estoy pensando en dejarte marchar. —Tripp infundió un toque de
sarcasmo a sus palabras.
Cuando Tripp recitó el plan, todo el cuerpo de Robert comenzó a temblar. Se retorció contra las
cuerdas, que se tensaron cada vez más, hasta que estuvo de acuerdo con cada una de las demandas. De
un bolsillo de Robert, Tripp sacó el móvil de Lexi. Del otro, retiró el teléfono de Robert y, con él, Tripp
marcó el número del departamento de policía de Savannah. Sostuvo el teléfono a un lado de la cabeza
de Robert.
—Eh, sí, ¿hola? Me llamo Robert Targus. —Su mirada se encontró con la de Tripp, quien lo alentó con
una inclinación de cabeza—. Yo, eh, tengo que confesar un secuestro, asalto y agresión, premeditados. —
Sus párpados se cerraron cuando sus palabras se detuvieron.
Tripp asumió que la persona al otro lado le había hecho una pregunta.
139
—En realidad, no puedo ir, pero necesitaría que alguien viniera a por mí, y... eh, que envíen una
ambulancia. —Él fijo de un tirón su ubicación, pidiéndoles que se dieran prisa.
Cuando Robert señaló que estaban en camino, Tripp se inclinó quedando a la altura de su cara.
—Vas a olvidar todo lo que hablamos hoy, y jugaremos con unas nuevas reglas. ¿Entendido?
Robert asintió.
—Bien. Ahora, una cosa más. —Le dio una patada al borde de la silla, y la sostuvo para que Robert
entendiera que iba a caer hacia atrás sin ninguna forma de evitarlo, y que sería contra el sólido suelo de
cemento.
Sus ojos, grandes y vidriosos, reflejaban terror mientras estiraba el cuello hacia adelante tanto como le era
posible.
—Nunca vuelvas a acercarte a ella. —Tripp le soltó un poco—. Si fuera por mí, te soltaría desde mucho
más arriba. Esto es por Lexi.
Robert aterrizó en contra de unos viejos materiales de embalaje que amortiguaron la caída pero no
impidieron la brecha de su cabeza.
***
Lexi saltó a los brazos de Tripp cuando entró en la oficina de Toy Heaven quince minutos después de
que se hubiese ido. Incluso cuando se consolaba en sus brazos, su mente reproducía su conversación con
Emma y su preocupación por el tipo de hombre que Tripp podría haber sido. Aquéllos pensamientos
reavivaron un lento río de lágrimas que corría por sus mejillas.
Tripp le besó las lágrimas con una dulzura inesperada mientras ella aspiraba su masculina y robusta
fragancia.
—La policía está en camino. Necesitarán hablar contigo. —Él mantuvo el brazo alrededor de ella mientras
se movía para sentarse en la silla de la oficina y la sentó en su regazo. El metal gimió bajo el peso de
ambos.
El sonido de la sirena de una ambulancia se hizo más fuerte antes de desaparecer por completo. Lexi se
la imaginó pasando la tienda de camino a un muerto o moribundo Robert. Ella descansó su frente contra
la de Tripp.
—Por supuesto que no. Tuvimos una pequeña charla, y estoy cien por ciento seguro de que no te
140
molestará de nuevo.
—Menos de lo que te hizo a ti. Algunas líneas, no las cruzo, Lexi no importa lo que tú creas que puedo
hacer.
Puso sus labios contra los de ella, pero ella los presionó más. La sostuvo con más fuerza mientras ella se
fundía en el abrazo. Cuando los labios de ambos se separaron, se empujó y la apretó contra él.
—Lo siento…
—¿Qué quieres decir? Él era el tipo de la playa, el que quería el colgante de su esposa…
—Tienes razón, sí. —Él puso las manos en sus mejillas; y ella hizo una mueca cuando presionó—. Él te
pilló bien pillada, ¿no? Jodido imbécil. No me importa lo cabreado que se ponga un tío, lo mucho que
quiere lo que es tuyo, nunca está bien. Nunca. Lo siento mucho, Lexi.
—Es un idiota. —Cerró los ojos, reprimiendo una nueva oleada de lágrimas—. Estoy impregnada de
intuición. Sencillamente no supe utilizarla bien con este tío. —Ella abrió los párpados de nuevo para
encontrar la mirada llena de propósito de Tripp.
Segura en sus brazos, dejó que los recuerdos de la terrible experiencia desaparecieran y esperó que no
existiera una próxima vez.
141
—Eso no…
—Y un infierno que no. No estoy de acuerdo con la filosofía del ojo por ojo, pero recibió lo que se
merecía, y conseguí información.
—¿Pero no lo mataste?
—¿Estás esperando que diga «sí, lo hice», porque puedo salirme con la mía? ¿Acaso no te he demostrado
ya que vivo dentro de unos límites morales? O, mejor dicho, no morales, sino por lo menos una línea de
honor.
Él la atrajo de nuevo.
—Cuando eras niña, ¿alguna vez alguien te preguntó qué harías si te encontraras cien dólares en la calle?
¿No te dijeron también que nunca te pillarían para que te los quedaras?
—Me estuvieron preguntado todo el puto tiempo desde que algunas personas supieron que yo era bueno
escabulléndome. Mi madre en particular, a pesar de que no sabe la verdad sólo lo que yo quería que
supiera. De todos modos, mi respuesta era siempre la misma: devolverlo. Yo juego una zona poco
definida, Lexi, pero tengo una conciencia.
—Está bien. Lo siento. Es difícil aprender a confiar en un hombre que es mi opuesto. Sé lo que yo puedo
hacer, pero tú eres tan... diferente a mí.
Se inclinó hacia ella, y le dio otro beso suave pero se separaron al oír que llamaban a la puerta
suavemente.
—Un oficial de policía le está buscando. ¿Puedo traerles agua o café de al lado?
Lexi negó con la cabeza cuando una detective con una mata de pelo rojo entró.
—Soy la detective Red. —Ella le tendió la mano a Lexi que tuvo que contener la risa—. He oído que ha
tenido un día movido. ¿Podemos tomarnos unos minutos para hablar de ello?
142
ripp pasó un brazo alrededor de Lexi cuando comenzaron su camino de regreso.
Mantuvo un ojo alerta por sus visitantes anteriores, también, preguntándose si se
atreverían a hacer una aparición más pública. La plaza frente al hotel bullía de actividad.
Músicos, artesanos y artistas montaban sus escenarios, los instrumentos dispuestos y conversando con los
transeúntes. Si él no hubiera querido salir ya de Savannah, podría haber sugerido pasear y disfrutar
juntos.
—Espera. —Lexi giró lejos de él mientras se acercaban a la puerta principal del hotel, pero se aferró a su
mano—. ¿Tienes el colgante?
—La cadena debe de haberse roto. Te dije que protege contra el mal. — Tripp trató con ligereza con la
esperanza de que ella se reiría.
Lexi le dio una mirada de ¿estás loco? en su lugar, completando con un giro de los ojos. —Has dicho
«brujas», y eso es una superstición. Quiero conseguir una nueva cadena.
—¿Ahora?
—Sí. ¿No dicen que adelante y hacia arriba o alguna tontería por el estilo cuando se produce un evento
traumático?
—Arriba y adelante.
Lexi le llevó de vuelta por el parque. En la tienda, movió la manija, pero no se abrió.
Una sombra cambió en la parte trasera de la tienda, Tripp golpeó en el cristal exterior.
Una mujer, en lo que él llamaría un trozo de material en forma de un vestido, corrió hacia la puerta y la
abrió, pero no los invitó a entrar
Los ojos de la mujer se abrieron así como la leve curva de sus labios sugirieron que sería un placer
conceder el deseo de Tripp.
—Entra.
—¿Qué estás haciendo? —Lexi tiró de su camisa—. Sólo necesito una cadena de reemplazo. No deberían
ser más de quince dólares.
—¿En qué puedo ayudarte? —Su voz contenía una intensa sensualidad.
Buscó en el bolsillo.
—Ah, sólo necesito una cadena para… —El zafiro descansaba en su mano otra vez—.
—¡Oh, qué bonito! Querrás platino para esta pieza. —Ella se movió a través de la sala de exposición de
una vitrina.
—¿Dieciocho pulgadas? ¿Para encajar justo... aquí? —Sus dedos se deslizaron a lo largo de su propio
esternón.
A lo largo de la sala, las alianzas de boda se mezclaban con una ecléctica variedad de otras joyas.
La mujer sacó la cadena, enroscó la joya a través de ella y se la entregó a Lexi junto con la lupa en
miniatura. —Hay un gran espejo en la esquina, con mucha luz. —Señaló a un tocador con iluminación
suave y blanca estratégicamente colocados de tal manera que Tripp suponía que cada cliente se vería
fantástico en cualquier pieza que eligieran modelar.
Cuando Lexi caminó hacia el espejo, la mujer detrás del mostrador volvió su atención a Tripp.
—Tú podrías ser un diamante... —Su voz se oyó un ronroneo sutil—. ¿Con un zafiro en platino a juego?
—Lindo. Muy lindo. Yo casualmente tengo —se dio unos golpecitos en la sien— lo que las personas más
necesitan y el zafiro... bueno, eso le sienta bien a ella... y a ti.
—Carga 2500 a esta tarjeta, y llámame a este número cuando el diseño este hecho.
Ella guardó su información y pasó la tarjeta con una sonrisa de triunfo en su rostro.
Él apoyó la mano en su espalda cuando ella se inclinó hacia adelante con el pequeño ocular negro
pegado a su cara.
—Wow.
—Exactamente.
***
Tripp y Lexi caminaban por el vestíbulo del hotel, tomaron el ascensor a su habitación e introdujeron la
llave. Ella tocó la joya apretada contra su pecho.
—¿Cómo terminó nuestra estrella grabada en el interior de este zafiro? — Lexi se quitó los zapatos de una
patada, cayendo a la cama al mismo tiempo.
—Creo que tenemos algunas preguntas para hacerle a George y Marge, si alguna vez los encontramos de
nuevo. ¿Dónde te dijo Robert que supo sobre esto?
—Dijo que su esposa lo compró en una venta. —Lexi se levantó de nuevo, caminó hacia el balcón.
—¿Todo esto vale la pena? Es decir, cada paso de nuestro viaje ha dado lugar a algún tipo de... problema.
Como me esperaba. Ya seas tú o yo… —Caminaba de regreso a la cama—. Si esto es como será nuestra
vida, ¿vale la pena seguir adelante con esta relación? ¿En serio?
—No creo que nosotros simples seres humanos podamos hacer esas preguntas y recibir una contestación
Lexi. Recuerda en la casa, ¿Marge me preguntó si confiaba en ti? Bueno, lo hago. Esto se siente bien
para mí, con problemas o no.
—Y yo quiero confiar en ti, —dijo Lexi con una contracción de sus labios—. Realmente quiero. Pero…
La cabeza de Tripp se inclinó hacia un lado como si esperara un golpe verbal o físico.
—Voy a tomar una ducha rápida. A continuación, me gustaría ir a cenar y terminar el día con una nota
mucho más brillante.
Él asintió.
***
Tripp se trasladó a la terraza, se dejó caer en una de las mecedoras y dejó que la brisa lo enfriara. Con el
teléfono en la mano, apretó el 4 para llamar a Ian.
146
—¿Todo está bien?, —preguntó Ian, tan pronto como la línea conectó.
—Después del llanto en la tienda de juguetes, la entrevista de una hora de duración con la detective y la
negativa de visitar el hospital, se ha recuperado y aparentemente con muchas ganas de irse. No lo
entiendo. Me imaginé que ella querría salir de aquí inmediatamente.
—Estoy en ello. —El tono de Ian se volvió emocionado, y Tripp lo imaginó frotándose las manos como
un científico loco—. ¿Supongo que no has conseguido apoderarte de los datos todavía?
—Los tomaré después de la cena. Hay una cosa más que necesito, también.
—¿Para ti? Voy a hacer... casi nada. —La risa sarcástica de Ian llenó el auricular.
—Tuve una pequeña carrera con los informantes de Sloan. ¿Recuerdas la pintura que nos hizo retirar de
los archivos?
—¿Te refieres a la que cambiamos en el Museo de Arte de Nueva York? El trato fue uno de nuestros
mejores trabajos remunerados. Tenía la documentación, todo decía que era de él. Era una obviedad, un
trabajo fácil.
—Fácil para ti, amigo mío. Te quedaste en el coche todo el tiempo. —Tripp pasó una mano por su
cabeza—. De todos modos, él va a tomar algún tipo de medida sobre eso si no me caso con Jill.
—¡Hijo de puta! ¿Cómo puede probar que teníamos algo que ver con eso?
—Exactamente, ¿qué importa cómo? Él tiene los recursos para hacer que parezca que la robé. Y ya que
él la tiene en su poder, ¡oh, puedo ver a la prensa en eso! Él la va a devolver, afirmando que compró un
duplicado para su casa. Después de una inspección rápida, descubriremos que era real, y nos señalará de
nuevo a nosotros ya que nos caracterizamos por cosas como esta.
—Mierda.
—Otra palabra con la que estoy de acuerdo. No sé cuáles son sus planes, cómo él espera hacer esto
exactamente, pero tenemos que contrarrestarlo. Tenemos que conseguir una pintura regresar y sustituirla
por la falsificación. Tenemos que…
147
—Vuelves al museo, —dijo Ian—. O estás atrapado casándote con "la bruja".
Tripp negó con la cabeza a pesar de que Ian sólo estaba al teléfono.
—No. Pensé en decírselo, pero he cambiado de opinión. Esto es algo de lo que tú y yo nos ocuparemos.
—Lo haré. Disfruta de Savannah. Ah, y no te olvides de conseguir los papeles, también.
***
Lexi salió, cubierta sólo con una toalla que sujetaba con un nudo en sus pechos. Dejando escurrir sus
rizos, entró en la habitación para coger ropa limpia.
Tripp se situó en el borde de las puertas del balcón, sus jeans bajos colgando de sus caderas, el botón
superior desabrochado y sus pies desnudos.
Los músculos de su pecho desnudo se contrajeron. Solo sus bíceps, tan redondos y lisos, agitaron el
deseo en ella. Quería pasar su mano a lo largo de ellos, aferrarse a él y nunca dejarlo ir.
—Bonito vestido.
—Muy gracioso.
Caminó de regresó mientras la brisa soplaba hacia ellos los sonidos de la vida nocturna de la plaza, junto
con el olor a maíz asado y carnes a la parrilla. Su estómago gruñó cuando enganchó un dedo en la parte
superior de la toalla, tirando de ella para un beso húmedo.
—Sí, pero ven a ver esto. —La arrastró hasta el borde del balcón con nada más que la toalla.
Las vistas y los sonidos de excitada vida emocionada rabiaron. Luces colgadas en las ramas de los árboles
añadían un efecto de brillo superado sólo por las propias estrellas. Una mezcla de delicias musicales
fluyeron mientras los bailarines gritaban en un cuadrado creado por la gente que estaba a su alrededor.
Tripp parado detrás de ella, apartó su pelo hacia un lado, y dejó una línea de besos a lo largo de su
cuello. Lexi apretó su agarre sobre su toalla. Se tambaleó con ella al ritmo de la banda de Jazz.
—No.
Ella se giró, pero él la atrapó antes de que pudiera volverse hacia él y la empujó de nuevo en su lugar.
—Espera, ¿qué estás… —Gimió el resto de la pregunta mientras sus manos se burlaban, resbalando hacia
atrás y adelante bajo la cubierta de la toalla—. Tripp, este no es el… —Ella retuvo el chillido mientras él
jugaba con ella bajo el algodón blanco.
—Podemos hacerlo aquí mismo en el balcón, y estoy noventa y nueve por ciento seguro de que nadie se
daría cuenta.
La tentación de unirse en un espacio abierto frente a una potencial audiencia obligó a su deseo interno a
explotar en necesidad absoluta.
Ella se aferró al nudo de la toalla, sacudió el pelo para dejarlo caer a su alrededor otra vez.
—¿Quieres correr ese riesgo?
—Sólo tenemos una vida, Lexi. A veces, por la recompensa vale la pena el riesgo.
A veces no.
Su cuello se caldeó con sus besos, enfriándose de nuevo cuando la brisa sopló sobre los puntos
humedecidos de su pelo. Detrás de ella, él se preparó, acercándola precipitadamente a la baranda del
balcón con una pequeña presión contra su trasero al descubierto.
—¿Aquí afuera? —Una revisión de los dos lados no mostraron otros huéspedes del hotel en sus balcones.
—Sí. Aquí mismo, en la apertura del mundo. Yo diría déjalo colgar, pero nada está colgando en estos
momentos.
Ella respiró su acuerdo mientras Tripp le mordisqueaba el cuello. Su suspiro no podía ser otro que uno
de placer total y absoluto.
149
La cremallera y el deslizamiento de sus vaqueros la tenían temblando. Lexi aferró la barandilla con una
mano, sujetando la toalla con la otra. Una brisa fresca la cubrió en un escalofrío empezando en su
espalda mientras Tripp levantaba la toalla encima de sus caderas y se deslizaba entre sus piernas
separadas.
Lexi sacudió sus caderas hacia delante y hacia atrás. Su toque envió rayos de calor por su cuerpo.
Tripp se guio hasta encontrar el lugar adecuado, y un ligero empujón le fusionó con Lexi tan
íntimamente como los dos podían imaginar. Su estremecimiento produjo el suyo.
Lexi movió sus piernas, levantándose de puntillas y bajando de nuevo. Tripp le puso una mano en la
espalda, y la otra se la coló debajo de la toalla, ahuecó su pecho mientras ella sostenía el blando y blanco
material en su lugar y se apretaba contra él.
Él lentamente se deslizó dentro y fuera mientras ella se estremecía. Moverse en conjunto podría hacer
que el balcón crujiera o perdiera su equilibrio, por lo que Lexi se obligó a estar lo más quieta posible
mientras Tripp la llenaba de sensaciones.
Quería gritar, gritar el placer que le daba, pero se mordió el labio en su lugar. Mientras él se deslizaba
adelante y atrás e incrementaba el movimiento, ella miró a la multitud. Nadie dirigía su cabeza en
dirección a Tripp y Lexi.
Lexi gritó en un susurro "más" cuando se dirigía dentro de ella, tiró y apretó mientras tomaban el uno del
otro. En el parpadeo de la luz abajo, bailarines giraban, músicos tocaban y Tripp y Lexi cedieron a la
música hasta que alcanzó su crescendo final.
***
Tripp se inclinó sobre su espalda. La atrajo hacia él, más aún cuando la última de las explosiones en su
interior disminuyó. Había pensado antes, que la mujer a la que continuaba agregando pequeños empujes
tenía más poder sobre él que cualquier otra. Todavía estaba de acuerdo con eso. Cuando Lexi se movía
hacia arriba, se deslizó de su interior, le pasó un brazo alrededor de su cintura y volvieron sobre sus
pasos juntos de nuevo a la habitación de hotel.
—Eres muy creativo, Sr. Fox. —Su sonrisa floreció mientras se giraba para mirarlo.
Él le devolvió la sonrisa, añadiendo un suave beso en los labios. —Tú eres muy dispuesta.
150
—Confía en mí cuando digo que esto no es lo usual en mí. Nada ha sido normal para mí desde que me
fui en busca de este colgante. —Tocó la cadena que colgaba por su pecho descubierto.
Mientras Lexi jugaba con la joya, la toalla se deslizó de sus dedos. Tripp pasó los pulgares por sus
pezones.
—No tuvimos mucho juego en esta ronda. ¿Quieres ir otra vez? —Empujó suavemente sus labios en la
comisura de su boca mientras ella gemía en su contra.
Empezó a alejarse, pero ella deslizó sus brazos alrededor de su cuello, enlazándolo con ella.
—He estado un poco ocupada... prácticamente todo el día. —Inclinó la cabeza hacia un lado.
—Vas a comer. Ve a vestirte. Encontraremos el restaurante de la planta baja.
—Quiero ir al parque.
Tripp respiró hondo. El pensar en el lugar lo llevó de vuelta a las actividades anteriores del día. ¿Cómo
podía ella rayar en la indiferencia, cuando él aún quería matar al hijo de puta que la había lastimado?
—¿Estás segura?
—Quiero que el parque tenga un buen recuerdo para mí. Era hermoso esta mañana. Quiero esa
sensación de nuevo.
—Tengo maneras de bloquear más cosas que la mayoría de la gente. Esto no va a… durar para mí.
—Esa es también la forma de que te maten, dejando que tu intuición te guíe exclusivamente y olvidar lo
que ha ocurrido en el pasado. —Apareció el recuerdo de Isabelle en su mente.
—Bueno, ahí es donde voy a tener que confiar en ti e Ian para enseñarme. Si vamos a ser socios en esto,
estoy segura de que tienes algunos consejos.
151
—Vamos, gata ladrona, vamos a cenar y tal vez, sólo tal vez, voy a dejar que me acompañes a conseguir
los papeles.
Una hora más tarde, Lexi lo sacó del restaurante, hacia la emoción de la plaza. Su comida había sido
sencilla, agradable y demasiado cara para lo que venía en el plato.
Trompetas y tambores de luz les hicieron señas desde su asiento de la ventana hasta que Tripp cedió,
cortó su bistec y salieron.
—¿Qué? No me digas que no te gusta bailar. —La sonrisa de Lexi le sugirió que ella ya sabía la respuesta
a su propia pregunta.
—No así.
En el centro, dos parejas giraban, dieron vuelta y giraron dentro y fuera de los brazos del otro. Las
mujeres llevaban faldas largas con anillos de colores en círculos, creando un efecto de arco iris. Desde la
multitud, los dos hombres y las dos bailarinas eligieron espectadores para un paso rápido cuando los
músicos elevaban la velocidad o cambiaban el tono de la música.
Seguro de que él sería uno de los seleccionados se puso en el borde, se quedó fuera de cualquier línea
de visión pero movió a Lexi hacia adelante. La había cuidado todo el tiempo.
Ella se coló hacia el frente, aplaudió y gritó al igual que el resto del grupo. Cuando la canción llegó a su
fin, la fiesta se rompió en aplausos e incluyó gritos de 'más', incluida Lexi.
La sonrisa de Tripp creció mientras veía a la mujer de la que él sabía se había enamorado, tocar con la
punta del pie al ritmo de la salsa. Había seleccionado una ligera falda de oro brillante y una camisa, atada
detrás de su cuello, en un color más claro. Le recordó el atuendo que llevaba en la playa la semana
anterior.
Un trombón rompió el sonido cuando los bailarines comenzaron de nuevo. Cuando una persona se
retiró a un lado, otra llenó el espacio vacío. Uno de los hombres cogió a Lexi. Ella fue directamente al
centro con él, sostuvo su mano alrededor de su brazo. Su cabello giró a su alrededor, pero la sonrisa lo
decía todo. El corazón de Tripp tiró como un escalador de las cuerdas.
La música cambió a una balada sensual mientras las parejas se miraban, balanceando sus caderas con los
brazos entrelazados. Lexi dio a su pareja de baile un abrazo y trotó hacia Tripp.
Lo arrastró de vuelta hasta mezclarse, pero se detuvo en el borde más lejano. Luces adicionales se
encendieron por encima de ellos mientras se movían adelante y atrás al ritmo lento. Sus labios
encontraron los de él, dándole más besos. Él tomó de ellos la posibilidad, el amor, el respeto, la
152
amabilidad y la comprensión. Le devolvió lo mismo mientras ella apoyaba la cabeza contra su pecho.
Tripp imaginó la vida que George y Marge sugirieron que podrían tener, hasta llegar a todos los niños y
nietos, con la casa de la granja como su base.
En la esquina de la plaza, Isabelle Reed se puso de pie, con los brazos cruzados sobre el pecho y una
sonrisa en su rostro.
Él levantó la barbilla de Lexi, ofreció sus labios, temiendo a lo que iba a tener que renunciar.
exi estaba balanceándose con Tripp al ritmo de la música y acompasando sus
movimientos con sus corazones. El torbellino de los acontecimientos de los días
anteriores a veinticuatro horas no se le escapó, pero quería que algunos recuerdos se
fueran. Ella le agarró con fuerza, aceptando sus labios contra los suyos hasta que el sonido de los
instrumentos se desvaneció.
Ella le dio un último beso antes de cambiar del placer a los negocios.
—Por suerte, este es fácil. ¿Has vuelto a comprobar la ubicación de nuestras golosinas?
Tripp les llevó hacia un banco, deslizó una mano dentro de su bolsillo y sacó su teléfono móvil.
—¿Necesitas esto?
Lexi negó con la cabeza. Ella visualizó los papeles que Tripp le había enseñado y salió de su camino
hacia el interior de la caja fuerte.
El vestíbulo del hotel bullía de actividad nocturna. Los asistentes del parque entraron y la banda del bar
retomó donde el grupo lo había dejado.
Lexi y Tripp acortaron por otra ruta de acceso a través de pasillos iluminados con apliques eléctricos que
recuerdan a las velas utilizadas en los edificios antiguos. Según el folleto, el efecto de los clientes del hotel
le dio una idea de su primera época, pero siguen cumpliendo todas las normas comerciales de hoy en
día.
Tripp la guio hacia el interior de las oficinas del segundo piso, que encontró escondidas detrás de una
pared falsa.
—Creía que este tipo de cosas solamente existían en las películas —dijo Lexi.
—Esta es otra manera de que sea moderno sin quitarle la atmósfera —se detuvo con la mano en la pared
falsa—. ¿Puedes ver cosas fuera del objeto en cuestión?
—A veces. ¿Sabes esos recorridos que dan de casas de playa o edificios? Pues puedo empujar a través de
ese tipo de cosas con bastante facilidad, por lo menos cuando estoy cerca del objeto.
—Guay. ¿Quieres hacer un doble control para ver que no hay nadie dentro?
—Por supuesto. —Lexi cerró los ojos y visualizando los papeles salió a través de las imágenes.
Sin luces para guiarla, navegó desde la habitación más pequeña a una más grande, pero no encontró a
ninguna persona o cámaras de seguridad.
Él sacó un dedo y tocó los labios cerrados de ella. Le siguió en la oscuridad, iluminada sólo por el brillo
de la pantalla del ordenador. Él se acercó como pudo hasta que abrió otra puerta oculta detrás de una
pintura del actual propietario del hotel.
Lexi quería decir “que mal gusto” y preguntar quién dejó el ambientador puesto al máximo, pero se
guardó silencio mientras Tripp recorría con las manos la caja fuerte y la cerradura de combinación. La
giró de un lado a otro, alrededor de tres veces.
Un solo clic.
Un chasquido.
De su bolsillo izquierdo sacó una linterna, le indicó que se la sujetara, mientras apuntaba a la caja fuerte.
Con Lexi sujetando la luz, mientras Tripp escogía entre los variados papeles.
El resplandor de la otra habitación le daba suficiente luz para capturar la expresión de Tripp.
Una sonrisa gigante adornando su rostro, como si simplemente pudiera desaparecer y todo fuera bien.
—¿Qué gracia tiene esto? —Ella mantuvo su voz incluso por debajo de un susurro.
El vacío tarareo un zumbido incesante, pasando de fuerte a suave a medida que avanzaba a través de la
habitación de enfrente. Cuando se calmó, Tripp se asomó por encima de la mesa.
Hizo un gesto con la mano para que se quedara quieta y caminó alrededor de su búnker improvisado.
En unos pocos segundos, volvió, indicó con la mano que ella debía permanecer baja, pero que lo
siguiera. A paso de tortuga, avanzó su camino a la puerta de la oficina detrás de él.
155
—A mi señal —dijo Tripp— ve hacia atrás y no te detengas hasta llegar a la habitación. No mires hacia
atrás, ni me esperes.
—¿Por qué?
—Lo digo en serio, Lexi. A mi señal... haz exactamente lo que he dicho. ¿Entiendes?
Cuando el sonido de la máquina se desvaneció de nuevo, él le indicó con la mano que fuera hacia
adelante.
Lexi se levantó de un salto, corrió hacia la salida, que, al menos en el interior, parecía una verdadera
puerta y la empujó. Ella comenzó a darse la vuelta, para ver si Tripp la había seguido, pero sus
instrucciones explícitas corrían por su mente.
La señora de la limpieza asomó la cabeza por la misma puerta en la que Lexi esperaba a Tripp. Con una
inclinación hacia Lexi, la mujer la saludó y volvió a entrar.
Tripp no salió.
El pasillo bien iluminado no dejaba nada a la imaginación. O bien había salido del mismo lugar o había
permanecido en el interior.
Al igual que cuando se habían quedado atrapados en el interior, no existía otro camino para salir.
Un toque en la parte posterior de su hombro alertó a Lexi que saltó con un grito que anuló con los labios
fruncidos.
—¿Qué demonios?
***
Ella podría haber usado un tono más incrédulo, Tripp esperaba que lo hubiera hecho.
Lexi pasó junto a él a su habitación. En el momento en que el pestillo hizo clic a sus espaldas, se dio la
vuelta hacia él, sus ojos reflejaban la mirada que había visto en tantas mujeres: la necesidad de gritar
mientras la mantenía sujeta.
Antes de que pudiera decir una palabra, se apoderó de su boca usando la de él.
Lexi se fundió en el beso cuando Tripp la empujó más en la habitación y se desplomaron los dos en la
cama. La bofetada de luz por encima del hombro sólo aumentó su deseo por ella.
—Por favor, explícamelo, Tripp, porque... ¿cómo te… —Ella negó con la cabeza—. No... ¿De dónde
vienes?
—Cuando tú vas en busca de las cosas, las puedes ver, ¿no? ¿Con tus imágenes mentales?
Él sonrió.
—Sí, pero yo soy mucho más rápido que tú, y no veo pequeñas cosas del futuro… sólo lo que me lleva
hacia lo que hacer a continuación.
—En absoluto. —Él la deslizó más cerca—. Déjame preguntarte esto... cuando fuiste buscando el colgante
era la primera vez que usaste tu don para cualquier cosa fuera de lo común, salvo cosas, como por
ejemplo algo que necesitas pensar más allá de ti mismo.
Un giro hacia atrás y un simulado golpe acompañaron a su pequeña sonrisa. —El hecho de que…
Con las manos en el aire, dijo: —No dije que era malo. Escúchame —le dijo—. No puedo encontrar las
cosas abiertamente, pero cuando alguien me dice que necesito, para obtener x, y o z, puedo. A veces eso
es forzar una cerradura. De lo contrario, rompiendo combinaciones o escalar un muro, volviéndome
invisible o esperando el momento adecuado.
—El mito dice que siempre se puede coger o en la forma en que parece que lo usas, encontrar. Y nunca
puede ser capturado, que es exactamente cómo me funciona a mí, lo que me impide ser atrapado.
Mismo don, interpretación diferente.
—Me encanta que esto sea nuevo para ti así tu y yo podemos hablar acerca de él. Ian lo sabe todo, desde
que éramos niños. ¿Sabe algo Emma?
—En la medida de lo que sé, sí. Uh... de vuelta a esa cosa de ser invisible...
158
—Ven aquí.
De rodillas, se deslizó hacia él, envolviendo sus brazos alrededor de Lexi la tomo a horcajadas sobre él.
—Te lo dije antes, es como si la gente no pudiera verme, ¿verdad? Todo está debajo de su nariz.
—Sí.
—Así que no es que yo desaparezca, es que no me pueden ver. Estoy camuflado, si eso tiene sentido,
además de lo que estoy tocando. —Él movió sus labios a lo largo del otro lado.
—Eso es ridículo…
—De esa forma nos quedamos escondidos esta noche en el balcón. —Él capturó su boca con la suya.
—¿Está? —Preguntó en su contra—. Lo que has dicho en el coche, creo que... cuando intentas encontrar
algo que tengo en mi poder, no me puedes ver, ¿no? Por lo menos cuando yo no quería ser encontrado.
Ella se apartó.
—Santo infierno, Tripp. Aún estoy un poco asustada, y entiendo el mito. ¿Cómo aprendiste eso?
—Mi hermana pensaba que yo era el peor perdedor. Ella se negaba a jugar conmigo porque yo siempre
ganaba. —Él se rió entre dientes, y añadió otro beso a su sonrisa llena—. Tienes que probar los límites y
dejar que tu cuerpo responda de forma natural. Lo mismo que tú, ¿verdad?
—Un poco
—Claro, porque tú ya habías escondido su premio entre esos pechos turgentes tuyos. —Un toque la había
dejado temblando bajo sus dedos—. Así que... si en el proceso de encontrar algo, alguien te llama o está a
159
punto de impedírtelo, tendrías, naturalmente, que reaccionar y hacer cosas, sea lo que sea, para tener
éxito. ¿Cierto?
—Sí... pero se volvió sin verme y no soy el enemigo. ¿Cómo? —Sus ojos se reflejaba la confusión.
—Quería salir primero, así que te envié cuando la señora de la limpieza fue a la otra dirección. Estaba
cerca de una ventana cinco segundos después. La imagen que yo tenía en mi cabeza me dejó pegado en
su entrada en la oficina inmediatamente después. Eso me dejó sin opciones, por lo que mi cuerpo
reaccionó por mí, y yo fui justo a través de la puerta mientras ella la mantuvo abierta para empujar la
aspiradora. Y una vez llegué al pasillo y había asomado la cabeza fuera, sólo tenía que esperar hasta que
volví a saber si los dos estábamos a salvo, por así decirlo.
—¿Hay alguien más que te vea invisible? —Un destello en sus ojos curiosos acompañado de un
levantamiento de ceja.
Él ladeó la cabeza.
—¿Cómo dices?
—¿Alguna vez se utiliza con... tu novia?
—Así que... ¿qué pasaría... —Lexi hizo una pausa, como para pensar— ... si te pidiera que te casaras
conmigo?
Una vez en casa, Lexi se dirigió directamente a su dormitorio con su cama blanca de cuatro columnas
con malla mosquitera transparente por toda la parte superior, paredes a cuadros de color tostado y
mobiliario desigual. En unos momentos, Emma estuvo de pie en la puerta, averiguando los detalles y
repetidamente volvía al tema del que Lexi había esperado evitar hablar.
—Sí… por cuarta vez… dije, él se desaparece. —Lexi sacó lo último de ropa de su maleta.
161
—Otra vez él… me lo mostró, Em. Lo demostró. —Chasqueó sus dedos—. Así que ahora, si menciono
algo que realmente lo ponga frenético, hasta insinuar que podría agarrarle en algo, él sólo puff.
Cuando ella respiró a su manera con ligeros hipos, Emma devolvió la mirada fija de Lexi.
—¿Se te pasó por la mente que él podría haber fingido esto? Pongo mi apuesta a que no le preguntaste
por qué lo hizo, lo aceptaste como una respuesta a tu pregunta intimidatoria y seguiste adelante. Es lo
que tú haces, Lex. La pared de no-preguntes-no-consigas-hacerte-daño tomó su sitio. El acto de
desaparecer puede ser su truco, pero supongo que él lo forzó.
Lexi se dejó caer en el borde de su cama. Su dedo trazaba el diseño en el edredón que su madre hizo
hace unos años.
—Lo hice. Le gusta la idea, aunque no estoy segura de que pueda hacerlo.
—Estaba asustada, Em. Yo… —Levantó y dejó caer sus manos cuando Emma puso su brazo alrededor de
ella—. Creí que sería mejor en ello. Quiero decir, mi don es genial. Me imaginé que sabría cómo
utilizarlo por completo.
—Por supuesto.
—Bien, esto no es todo. Hasta ahora, nunca has ido más allá del borde de tus capacidades, siempre
hacías lo que era más fácil o natural y evitaste las otras posibilidades. —Emma rozó de arriba abajo la
espalda de Lexi—. Tus reglas han sido nada de personas, nada robado, ganancia personal sólo lo básico
para ganarte la vida. Lo que dejó cosas fáciles como los bienes inmuebles. —El suspiro de Emma sopló
un aliento caliente sobre el hombro de Lexi—. Has arraigado tus reglas básicas como el credo de una
bruja. Comprendo lo de nada de personas, no forzar relaciones interpersonales. ¿Pero el resto? Podrías
162
—Le conozco desde hace una semana, pero ya estoy enamorándome de él. —Se dejó caer al asiento junto
a la ventana—. No puedo hablar con él como lo hago contigo.
—Sólo por señalar por supuesto. —Emma dio unas palmaditas a la mejilla de Lexi—. Tú siempre me
necesitarás, pero eso es algo bueno.
—¿Caliente? ¿Fornido? ¿Inteligente? —Emma se rió tontamente—. ¿Te comprende tal como eres?
—Pero, todavía no sabemos cómo evitar la paradoja, Em. ¿Si menciono la palabra amor, también se
desaparecerá? ¿Si digo matrimonio, se borrará completamente de mi vida?
Emma apretó los hombros de Lexi.
—¿Entonces, cómo?
—Conmigo, por supuesto. —Emma sostuvo una mano sobre su corazón—. ¿Todo esto es realmente sobre
mí, verdad?
Ellas se rieron como un par de colegialas que hablan de sus últimos novios o de sus dramas de chicos
por encima de los deberes.
—Hay medio litro de Ben & Jerry4 en el congelador si quieres compartir —dijo Emma.
—Sí, vamos.
—Ah, quería decirte, averigüé un poco sobre tu collar. Es valioso desde el punto de vista de joyería, y
parece que éste tiene una historia para resolver.
—¿Qué encontraste? —Lexi dirigió a Emma hacia la cocina, una estancia de líneas puras en blanco y
negro, con detalles en rojo.
Emma sacó el helado de la nevera mientras Lexi agarró cucharas y se sentó a horcajadas sobre un
taburete de la barra.
163
—Así que —dijo Emma cuando dio su primera cucharada del delicioso y empalagoso chocolate—, la
estrella se parece a la tuya… completamente. ¿La esposa de Robert, Sherill creo, ella dijo que deberías
quedártelo, verdad?
—Ok, bien, ¿sabes cuándo vas a una venta de artículos usados con toneladas de cosas viejas, y averiguas
que lo que compraste una vez perteneció al Conde de Dinamarca o algo así? —Emma escarbó y recogió
una cucharada grande de helado.
—Era una suposición. —Su cuchara ondeo en el aire—. Está fuera de lugar, de todas formas. La estrella
dentro es lo que lo hace valioso, y de esta… hay una historia importante. Es una pieza que cuenta con
documentación histórica de más de cuatrocientos años atrás. Es histórico Lex. Y creo que ella siempre
quiso dártelo.
4
Ben and Jerry: es una marca de helados.
—Guau. ¿Pero… um… por qué yo?
—¿Francamente? Creo que estabas predestinada a ir por todo ese recorrido hacia abajo. Buscar un nuevo
trabajo para usar tu don, encontrar a Tripp, enamorarte y encontrar una manera de evitar la máxima
muralla.
—¿Tienes una idea de cómo hacer que todo esto pase, entonces?
Emma sonrió.
—Te apuesto que sí. Esto no tiene nada que ver con el colgante. Creo que fue sólo la flama que encendió
la mecha. Pienso que la respuesta que buscas es la más sencilla.
Lexi hizo lo que su hermana le dijo, aunque más despacio de lo que podría haberlo hecho de otra forma.
—Así que… —comenzó Emma—, piensa en todos los juegos de niños que solíamos jugar, como el de las
escondidas. ¿La última persona que encuentras se convierte en el nuevo buscador, verdad? Al menos,
así es como lo jugábamos cuando tú no estabas. El buscador entrega su puesto al nuevo ganador.
—No exactamente. Bien… sí, pero de manera diferente. Tal vez es tiempo de pasar el título, por decirlo
así. Si George y Marge sabían de tu don, entonces tuvieron que encontrar la manera de evitarlo también.
Tal vez ellos tuvieron que pasártelo a ti y a Tripp para que ellos pudieran estar juntos.
***
Tripp chasqueó el interruptor de luz y trajo un parpadeo gris de vida a la cocina de la granja.
—Tienes una carga de mierda de trabajo que hacer en este lugar, hombre. —Ian se paseó por el espacio
vacío—. Eso es si quieres modernizarlo, por supuesto.
—Sí, bueno, podría ser todo un desafío. —Tripp dio puntapiés en una baldosa de la esquina que
necesitaba reparación—. O lo reharé y lo venderé.
—Ouch. —Ian imitó el toque de un dedo contra metal caliente—. Lexi te encontraría y te mataría si no se
lo vendieras a ella. Emma me dijo cuánto ama ella este lugar.
—Tú y Emma pasasteis bastante tiempo juntos. —Tripp vagó en la sala de estar, otro espacio vacío con
necesidad de mejoras. La alfombra descolorida, el viejo papel tapiz y el ambiente en general encajaban
con los anteriores dueños.
—¿Vosotros dos congeniasteis? —Tripp se giró hacia su amigo, sonriendo abiertamente con la
posibilidad.
—Nah. Sin embargo, sería una condenada buena hermana. Te deja esta sensación empalagosa chica feliz
con mucha fuerza. Michael la amaría.
—Nada que una pequeña ciudad como esta pudiera manejar. Pero bueno, suficiente de hablar sobre ella.
—Sí.
—Voy arriba.
—Yo como que podría seguirte. ¿Quiero decir, de nuevo, qué más hay que hacer aquí para mí? —Los
comentarios sarcásticos de Ian hicieron a Tripp reírse entre dientes.
165
La primera y quinta escalera crujió bajo su peso y otra vez con el de Ian. El descansillo presumía una
alfombra de pelusa pasada de moda décadas antes.
—¿Alguna vez hicieron estos tipos alguna mejora? —Ian chasqueó el interruptor de la única luz del techo.
—Creo que esos dos estaban totalmente el uno en el otro, incluso después de cincuenta, sesenta, o quien
sabe cuántos años que ellos habían estado juntos. —Tripp se apoyó en el marco de la puerta de un baño
completo. Una antigua bañera blanca de porcelana con patas colocada en el centro— Guau. Puedo ver
por qué a Lexi le gusta esta casa. —Se encaminó hacia el dormitorio principal y fijó su mirada hacia arriba
donde se encontró con cuatro tragaluces incorporados en el techo.
—Por esto es por lo que a Lexi le gusta esta casa. Qué buena vista de las estrellas.
—¿Por cuánto tiempo dijiste que George y Marge estuvieron juntos? —Tripp miró arriba por las ventanas
del techo.
—Ella me contó que ellos se encontraron cuando tenían dieciocho años, se casaron justo después, ella
dijo que tuvieron qué, pero no mencionó el por qué. Quiero decir, por ese entonces, podría haber sido
por cualquier razón. La guerra. El ser joven e impulsivo, lo que tú no eres. ¿Qué tal un embarazo
inesperado?
Tripp no quiso pensar en la vida íntima de George y Marge.
—¿Cómo es que sortearon lo de sus dones? Ella me dijo que era parte del juego o el final de ello.
—Amigo, esa es una respuesta fácil. No puedo creer que no lo hayas descubierto.
—Estoy cansado y frustrado. Así que, si pudieras, por favor, ponerme al tanto de lo que descubriste.
—Bien, bien. —Ian se apoyó contra la pared—. Vamos a hablar primero de otra cosa.
Ian sacudió su cabeza, haciendo rodar sus ojos como si Tripp debería haber leído su mente.
—¿Sloan?
—Continúa.
—¿Según algunas personas enteradas, a quienes vamos a deberles mucho, Sloan nos contrató para
conseguir la pintura usando sus papeles de propiedad, verdad?
Tripp asintió.
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—Por lo visto, él había vendido ya aquella pintura el año pasado a una casa de subastas del otro lado del
gran charco del Atlántico, en París. Lo que adivino aquí es, Sloan hará alusión al comprador de que algo
pasó, que él consiguió la copia incorrecta, tal vez. Cuando Sloan venga con las manos vacías, él nos
señalará ya que nosotros la escarbamos, por decirlo así.
—De este modo, cuando él la reporta como una falsificación, esto caería a la jurisdicción de la Interpol y
cuando esto vuelva a nosotros, estaremos hasta el cuello de mierda. —Tripp dio un puñetazo en el aire.
Ian sonrió.
—Sin palas o chalecos salvavidas. —Sacudió un dedo en la dirección de Tripp—. Si tú tomas el cebo, él
tiene su pintura, su dinero, y su niña es feliz.
—¿Pero?
—Él cree que somos expertos en recuperación de altos valores, que lo somos, pero no sabe lo que tú
realmente puedes hacer. —Ian colocó una mano en su corazón—. Así que ¿qué tal si descubrimos sus
verdaderas intenciones? Encontramos la auténtica y la sustituimos para el comprador. Deshacemos lo
que él hizo. Esto es lo que creo que tienes que hacer para ganarte a Lexi también.
—¿De qué estás hablando? —Tripp cruzó hacia la ventana lateral, y echó un vistazo abajo a la vacuidad
del jardín.
—¿No vas a pasar por todo esto a menos que el objetivo final lo merezca, verdad? ¿Es ella?
—¿Qué dices? ¿Esta es la solución mágica que aprendiste de los Fergs? —No pudo evitar la nota de
incredulidad que se coló en su voz.
—Termina el juego, justo como cuando éramos niños. Juegas a las escondidas, pero en tus términos. Sólo
te escondes hasta que estés listo para ser atrapado, y luego le dejas que te encuentre.
—¿Lanzar el juego? ¿Y qué ganaría con perder? ¿Es esta casa un reflejo de ese final? —Tripp giró, sus
brazos amplios—. Porque si lo es, no lo quiero. No quiero una granja destartalada con nada que explique
mi vida.
—Maldición. Odio esto. Toda mi vida he estado atado a esta estrella de mierda, y ahora, de todas las
veces, quiere venir a joderme.
—¡Ay!, hombre. Has tenido una buena racha, y sólo porque cedas con ella no significa que perderás tu
capacidad. Tú le dejas que te pesque. Tal vez esto signifique que nuestra vida tal como la conocemos se
marche… o tal vez no lo haga.
—Porque ella no lo valía. —Los labios de Ian se quedaron curvados hacia arriba.
—¿Tenemos que volver a Nueva York, verdad? —Tripp giró hacia su amigo, reconociendo el siguiente
paso tanto como ya lo odiaba—. ¿Tenemos que marcharnos antes de que yo pueda estar seguro, verdad?
Ian asintió.
—Sí. Mañana.
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ajo la luz de la mañana, los defectos de la granja resaltaban como el acné en un
adolescente. Con el empapelado decascarado, la llave del grifo tirada lejos del lavabo,
con las tuberías del baño gorgoteando y el suelo al cielo los ventanales sin cubrir hacía
que la vieja y anticuada casa respirara vida. Tripp recorrió todo el lugar, tomando notas sobre el trabajo
que necesitaba hacerse.
—Haz una buena recepción ahí fuera, tío. Va a ser necesario cuando estemos trabajando a distancia.
Desde el momento en que conoció a Lexi, Tripp supo que se mudaría de Nueva York. Olvidó que su
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—Vale. Vale. Entonces sí, esta noche. Lo que nos da exactamente cuatro días para averiguar qué hacer.
Diría que le pidiéramos ayuda a Lexi, pero creo que necesitas mantenerla alejada de esto.
—Creí que podríamos usarla. —Simplemente decir la palabra «usar» sonaba grosero, incluso a sus propios
oídos.
—Es demasiado peligroso meterla en esto. No tiene las capacidades necesarias, y tenemos que ser
rápidos.
—No hay tal vez en esto. —Ian ni siquiera miró hacia arriba.
—Voy al granero. —Tripp echó un vistazo por encima del hombro mientras pasaba por el salón y
atravesaba la cocina, unos pasos le decían que Ian le seguía.
El paseo hasta la roja estructura Americana cubría no más de cuarenta y cinco metros. A un lado, una
cerca blanca cerraba un pasto de maleza, y al otro, un tendedero doble se acombaba.
—Sí es genial, ¿verdad? —Abrió el viejo pestillo de un solo empujón, las bisagras chirriaron cuando la
puerta se abrió hacia el exterior—. Guau.
El amplio espacio abierto que olía a heno y a polvo tenía seis puertas a cada lado.
—Podría tener caballos si quisiera. —Los trinos en lo alto de las vigas sugerían que una golondrina o algún
otro pájaro había hecho su hogar allí arriba.
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Tripp sonrió.
—¿Asustado?
—No. —Ian le empujó cuando pasó, metiendo su teléfono en un bolsillo—. Tenemos reservas. Primera
clase, a las nueve.
La puerta del cuarto de arreos chirrió por tener las bisagras oxidadas, peor que las de afuera. Cuatro
monturas colgadas sobresalían de la pared acompañadas por ganchos para bridas y accesorios. Un
armario de metal en la esquina, cubierto de polvo y telarañas, le hizo señas para que lo abriera.
—Creo que este edificio se encuentra en mejores condiciones que la casa —dijo Ian.
—No, sólo tenía una extraña sensación. —Las volvió a cerrar, y una nube de polvo salió desde arriba.
—¿Qué es eso? —Ian señaló a la parte superior del armario. Llevó la mano arriba, derribando un libro
cubierto de polvo.
—Probablemente algún registro de caballos o algo así. —Tripp lo tomó, lo hojeó, entrecerrando los ojos
por la letra, inclinada a la izquierda con una ornamentada letra cursiva—. Ian, mira esto. —Con un soplido
el polvo voló del libro al aire.
Volvió a la primera página, ajustando el ángulo del diario para leer mejor la letra.
—Es de ellos. —Ian pasó un dedo por una de las líneas—. Para Marge Jacobs de George Fergs, mía para
siempre - Lexi se lo va a pasar bomba con esto.
El sonido de unas ruedas contra el camino de grava hizo que ambos se giraran. Tripp se metió el libro
debajo del brazo mientras salían.
—Hijo de puta.
—¿Qué?
—Las mujeres también llevan armas y ella había venido con dos tipos más grandes. Combinado con el
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hecho de que estaba a punto de vomitar, además de haberme pegado un tiro en el brazo, no tuve más
remedio que hablar con ellos.
—Es mejor si te echamos un ojo. Ayuda a saber qué está pasando, qué información reportar.
—¿Qué es lo que quieres saber, Srta. Reed? —Tripp se metió los pulgares en los bolsillos mientras Ian le
flanqueaba.
—Oh, bueno, me dirijo de nuevo a Nueva York. Sólo quería asegurarme de que no te olvidabas de
nuestro trato. —Ella se giró cuando el Mini de Lexi paraba junto al suyo de alquiler.
Lexi salió de su coche agitando el brazo. En la mano llevaba otro sobre. Mientras se dirigía hacia donde
ellos estaban, Lexi viró hacia Isabelle, y Tripp comenzó a moverse para cortarle el paso.
—Espera.
Isabelle le dedicó una sonrisa de satisfacción en su rostro.
Tripp quería interponerse entre ellas, para evitar que se tocaran, para separar su presente de su pasado.
—Isabelle Reed.
—¿Es una vecina? —La contagiosa sonrisa de Lexi le golpeó como hacía cada vez que la veía.
El corazón le dio un vuelco en el pecho cuando se dio cuenta que Isabelle podría arruinarlo todo. El
hecho de que ardía de ira le confirmó lo que ya sabía: Lexi significaba mucho.
—Ah no, solo estoy de paso —dijo Isabelle—. Vi el cartel de se vende, con un montón de gente pululando
alrededor. Tuve que echarle un vistazo. Esta es una casa muy bonita, vieja de una encantadora manera
rural.
—Así es. ¿No te encanta? Tripp la acaba de comprar —Señaló en su dirección, sonriendo de nuevo—.
Tengo que quitar el cartel. —Una palmadita en el sobre amarillo hizo que ambos se inclinaran hacia él.
—¿Lo acaba de hacer? Bueno, es una gran inversión. —Isabelle echó a andar hacia su coche—. Tengo que
irme. Te veré en alguna otra ocasión.
El coche se retiró hacia la carretera. En ese breve lapso de tiempo, las emociones de Tripp subieron de
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preocupado a cabreado. ¿Qué hubiera pasada si Isabelle hubiese dicho más? ¿Qué hubiera pasado si
Lexi hubiese hecho otras preguntas?
Dejó el lado de Ian, dando un rápido paso hacia Lexi y la envolvió en un fiero abrazo, aplastando su
boca contra la de ella.
—Guau.
—Tengo que decirte algo. —Tripp descansó la frente contra la suya—. Yo…
—Bueno, chicos, entremos. Creo que tienes que firmar unos documentos finales y... cosas así.
—Eh... solo que este va a ser un proyecto fantástico. Quería darte las gracias por enseñarme la casa. —Su
corazón se tensó por la mentira, pero se obligó a retener el resto de la información.
Mientras se dirigían adentro, Tripp le pasó el libro a Ian.
***
Tripp se unió a ella, envolvió sus brazos alrededor de su cintura y la atrajo para darle un beso cariñoso.
—En absoluto. Este lugar tiene carácter. Sí, necesita algunos retoques. —Ella se giró rápidamente hacia la
esquina empapelada con un estampado de rayas y flores—. Respira vida Tripp. Está hecha para familias,
para niños corriendo por los alrededores a todas horas, para nietos, para la vida.
—Sí. —No habían abordado el tema de la familia en su viaje de vuelta desde Savannah, en cambio se
ciñeron a temas más mundanos—. ¿Qué es lo que quieres Tripp? —Su vacilación la empujó a continuar—
. Me pediste que te buscara una casa, y encontré esta. La compraste casi a ciegas. Dijiste que confiabas en
mí, pero si esto es demasiado, entonces lo entiendo. Veré lo que puedo hacer, comprártela y dejar que
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Él sonrió.
—En Savannah, dejé que mi cuerpo entendiera el significado más de lo que debería y así poder mostrarte
cómo funciona mi don. Lo sabes, ¿verdad?
—Por supuesto.
Tripp se echó a reír, una sonora y plena risa que rebotó por la habitación.
—¿Qué?
—Vacilas, cosa que me da la oportunidad de saber que estás pensando. —Él dejó una línea de besos a lo
largo de sus labios.
Lexi dejó caer la cabeza hacia atrás para que pudiera seguir por la mandíbula y el cuello.
—¡Tripper! —Ella corrió directamente hacia Tripp, envolviéndolo en un abrazo, aunque apenas llegaba a
sus hombros.
Lexi tomó la mano de la mujer con aspecto de hada que medía no más de metro y medio y no podría
usar talla más grande que una 32. A pesar de su estatura, su presencia reflejaba una confianza interna y
una exuberancia externa que nadie pasaría por alto. Su pelo salía disparado en todos los ángulos, tan
negro como los crayones que Lexi y Emma utilizaron para colorear, pero el azul de sus ojos venía del
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—Oh, eres una de las buenas, ¿no? —Missy le dio un puñetazo en el hombro bueno.
—Este hombre. —Señaló a Tripp que se encogió de hombros y murmuró «no sé» —. No me dijo nada
sobre su nueva casa…
—Como estaba diciendo... no me lo dijo, pero Ma me lo contó, a quien se lo contó Ian, que me dijo él
que estaba aquí con una chica rubia esperando a que Tripp volviera. —Missy se calló, e inclinó la cabeza
hacia Lexi—. Y la rubita se parece terriblemente a ti.
—Nuestros padres nos llaman opuestos exactos, pero somos mucho más parecidas en algunos aspectos
de nuestra vida que otros.
—Puedo ver por qué le gustas, pero no tengo ni idea de este lugar. —Dejó caer su bolso en el suelo,
rebuscó en él y sacó un bloc de papel blanco y un lápiz—. Vas a necesitar toneladas de ayuda, Tripp.
¿Cómo diablos has encontrado este lugar?
—Supongo que no escuchaste toda la historia. —Él asintió con la cabeza hacia Lexi—. Ella es mi antítesis,
mi paradoja, la…
—¿La buscadora? ¿La que te puede atrapar? ¿La ve-y-encuéntralo? —Los ojos de Missy se iluminaron y
gritó como un vaquero de Texas mientras golpeaba con la mano a Tripp en el pecho—. ¡No puede ser!
¿Te encontró? ¿Y esta casa para ti? —La sonrisa de Lexi creció—. Estoy impresionada Lexi.
Completamente. Apostaré a que este también es tu lugar favorito del mundo.
—¡Genial! —Ella aulló mientras rebuscaba en su bolso para sacar una serie de lápices de colores—. Por
favor, por favor, por favor, déjame hacer el diseño de la remodelación. La vas a remodelar, ¿verdad?
—No es cosa mía decidir eso. Es de él. —Ella señaló con la cabeza a Tripp.
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—Él deja que todos sus pisos, apartamentos, casas de playa, sea lo que sea, los haga yo. Ian también.
Estoy montando mi propia empresa de diseño fuera de DC. Incluso conseguí un contrato para una casa
victoriana allí. Me gusta sentir las vibraciones del lugar, por lo que no a todo el mundo le gusta mi estilo.
Tiene que adaptarse a la construcción, no sólo a la gente en su interior.
Las emociones crecieron dentro de Lexi. Quería gritar que a ella también le encantaría que Missy la
remodelara, pero se contuvo.
—Te puedo proporcionar la historia del edificio, una idea de los anteriores propietarios, que estuvieron
aquí más de cincuenta años, si eso ayuda —dijo Lexi.
—Él firmará los cheques. Tú solo déjamelo todo a mí. ¿Cuándo puedo empezar?
***
—¿Estás teniendo uno de esos momentos? —Tripp se movió hacia ella cuando Ian y Emma llegaron al
rellano del segundo piso.
Lexi corrió a la habitación del fondo. Giró en un círculo, con los brazos abiertos y una enorme sonrisa
en su cara.
—George solía tener un montón de mapas, brújulas y cosas así por aquí. Estaban pegados por todas las
paredes. Nunca habría encajado las piezas. Todavía estaban en ello. O era él. No lo sé exactamente. —
Paseó de un lado a otro, con las manos recorriendo el espacio vacío.
—Mapas del mundo y de los Estados Unidos. Uno grande de la Antártida estaba justo aquí. —Rodeó un
punto cerca de una ventana—. Incluso tenía algunos en el techo.
Tripp miró a Ian, quien lentamente inclinó la cabeza hacia un lado y vocalizó: «Te lo dije».
—¿Crees que todavía tiene su don? —preguntó Lexi—. ¿Es eso posible?
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—Cuando estuvimos aquí... —empezó Tripp—. Ella dijo algo. «Ellos siguen jugando el juego». ¿Crees que
querían decir…?
—¿Tener sexo? —La pregunta de Ian quedó colgando en el aire hasta que Emma se echó a reír.
—Sólo tú, Ian. —Missy se sentó apoyada contra una pared, con los materiales para hacer bocetos en la
mano.
—¿Aún en la vejez, como pareja, podrían tenerlo aún? ¿Sus dones, quiero decir?
—Me gusta lo que hago. Estaba buscando algo un poco más emocionante, tal vez no con tanto peligro,
pero sí. Quiero ser vieja e ir de aventura.
Todos gimieron.
—Estaremos abajo. No tardéis mucho tiempo, o sabremos que estáis teniendo algo más que una
conversación —dijo Ian.
Tripp sonrió a Lexi. Tiró de ella hacia el centro de la habitación, se sentó en el suelo y bajó con ella.
—Ian cree que tenemos que sacrificar nuestros dones para hacer una conexión final.
—Si ese es el caso, ¿crees que… —hizo un gesto en círculo— …en realidad todavía lo tienen? ¿O era todo
una ilusión?
—Tengo que volver a Nueva York por un tiempo. —Tripp miró sus dedos entrelazados.
—¿Cuándo?
—Esta noche.
—¿Por qué?
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—Terminar un negocio. —Aunque era verdad, la mentira tiró de su corazón como si se tratara de una
nueva experiencia.
—Tu hermana tiene muchos planes para la renovación, ¿sabes? Puedo manejar los detalles por ti
mientras estás fuera.
Sus manos se dirigieron hacia su nuca, tirando de ella hacia adelante para que sus labios y la lengua
pudieran tentarle, mostrarle lo que de verdad quería decir pero no dijo. Todo su cuerpo se estremeció.
—Mis pensamientos siguen volviendo a George y Marge y a cómo se dieron cuenta de todo.
—Estamos trabajando en ello ya, ¿no? ¿Tal vez sea suficiente? ¿Estar juntos?
—Estamos ya más allá del ámbito de lo que el mito supuestamente nos permite hacer. Pero... añadir la
familia, niños... en este momento, nuestros imanes están rondando a nuestro alrededor, tocándose,
rozando los bordes, forzados por nuestra propia mano, pero no se pegarán. Algo los separará, y
estaremos acabados. No quiero amar a un hombre que se vuelve invisible a causa de una extraña fuerza,
ya sea que lo finjas o no.
Ella suspiró.
—Eso no.
—Dijiste que no quieres amar a un hombre… —Se detuvo cuando el rojo se filtró en sus mejillas—. ¿Me
amas, Lexi? Porque no si es así, eso va a apestar porque ya estoy enamorado de ti.
Ella enroscó sus brazos alrededor de él y apretó los labios contra su cuello.
—Sí, Te amo. No lo entiendo, los sentimientos o la velocidad en que ha pasado, pero lo hago. Quiero
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—Dijiste que tenías la sensación de que George y Marge los tenían. Yo también. —Tripp se imaginó la
habitación vacía llena de mapas y gráficos—. Lo averiguaremos.
—¿Y si todo esto era una mentira porque lo perdieron todo y el recuerdo de renunciar a lo que amaban
el uno del otro era demasiado?
***
Lexi tomó nota de los dos escalones que crujían cuando bajaba. Le encantaba el carácter, incluso las
fallas en la casa. Unas voces felices les llegaron desde la cocina, donde encontraron a Emma e Ian con
Missy moviendo las manos en el aire, gestualizando sus palabras.
Lexi miró a Emma, encontrándola con una ceja levantada y una sonrisa dirigida a ella.
—Esta es mi idea. —Missy giró una colorida página hacia Lexi—. Es burdo, ¿pero qué te parece?
Su diseño imitaba una cocina de los años cincuenta con una inclinación contemporánea. Ollas y sartenes
colgaban del techo, unas luces empotradas acentuaban la antigüedad de los armarios y unos modernos
electrodomésticos de acero inoxidable mantenían el ambiente pero le agregaban el toque «moderno».
—Es muy bonito Missy. —Lexi le entregó el dibujo a Tripp y salió por la puerta lateral. La puerta resonó
detrás de ella cuando la soltó, golpeando la madera una segunda vez cuando alguien la siguió.
—¿Lexi? —La voz de Emma alcanzó a Lexi cuando la brisa hizo que su cabello volara hacia un lado—.
¿Qué pasa?
—Sí Ian lo dijo. Volverán a Nueva York por unos negocios. Sin embargo, tú no eres del tipo pegajoso.
—No lo sé.
—Se supone que esto es mío, Em. Mío. Pensé que podía dejarlo ir, ser feliz porque él lo ha comprado,
pero sencillamente podría remodelarla, revenderla e irse.
—No escuchaste a Missy decir esto, pero está entusiasmados hasta la luna con vosotros dos, dice que eres
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lo mejor que le ha pasado nunca a Tripp. Incluso Ian está de acuerdo con ella. Y Tripp es lo mejor que
te ha pasado a ti. No va a vender tu casa a tus espaldas. Hay mucho más en vosotros dos.
—Vamos a necesitar algo más que suerte para que eso suceda.
—No sé lo que me está pasando. Toda esta charla sobre nuestras conexiones, ser los indicados el uno
para el otro, él comprando mi casa y su hermana diseñando la cocina exactamente como la quería. Está
empezando a ser demasiado para mí.
—Vaya. —Atrajo a Lexi para un abrazo rápido—. Tengo que decírtelo Lex, no imaginaba que estarías tan
nerviosa por esto. Tú eres la que persevera más de lo que debería, la que intenta y falla, la que se levanta
y se cae y vuelve a empezar. Como he dicho desde el principio. ¿Recuerdas cuándo fue eso? —Ella ladeó
la cabeza—. Te dije que te lo tomaras día a día. Sigue y mira a ver qué pasa. Nadie dijo que tenías que
meterte de cabeza en nada.
—Lo sé. Porque apareció en mi cabeza. Malditas estúpida imágenes mentales. Algunos días, no quiero
esto. Quiero que desaparezca. Quiero ser normal, del promedio, o como sea que la mayoría de gente es.
—Escucharte despotricar. Eres tan normal que ni siquiera es gracioso. Tu don es un punto añadido. Cada
uno tiene sus «cosas», ya sabes y esto es la tuya. Para otros puede que sea simple, como comer queso con
zanahorias o aplastar las pastillas antes de tomárselas. Tú tienes algo mágico. Es sólo una «cosa».
—No realmente.
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—Pude escuchar la mayor parte de la conversación. Por desgracia para ti, el viento se lleva las palabras,
las paredes son delgadas, y no estabais muy lejos. —Él se rió entre dientes detrás de ella.
Maldita sea.
Oh oh.
—Mi viaje a Nueva York incluye una parada para ver a Jill.
—¿Qué? —Se imaginó que sus ojos brillaban mientras la furia ardía en su corazón—. ¿Me mentiste?
Ella se dio la vuelta, corrió hacia la línea de la cerca, y apoyó un pie en el riel inferior. Mintió porque
puede. Al sentir un golpe en el brazo, se volvió.
—¿Qué es eso?
Una ligera capa de polvo cubría la parte superior de un libro del tamaño de la Biblia.
—Ábrelo. —Tripp se inclinó sobre la cerca, con los codos balanceándose en el riel superior.
—¿Por qué?
Sopló, se limpió los restos de polvo de la portada, aunque no existían notas o información en ningún
lado. Lo abrió por la primera apergaminada página.
—Es viejo.
—Sip.
—Continúa.
—Sip.
—No lo he leído. Esperabas que pudiera recabar alguna información de él mientras estoy fuera, así
cuando vuelva… —Se volvió hacia ella— …podemos entender todo esto.
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Lexi levantó la mirada hacia sus ojos azules, intensos por lo que contuviera.
—Si vuelves.
—Cuando, Lexi. Cuando. Son sólo negocios. En eso, te estoy diciendo la absoluta verdad.
—Creía que habíamos dicho que era una noche de chicas ¿Por qué estás trabajando?
—Porque también necesito ver y sentir la casa por la noche. No se trata de cómo se comporta algo
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durante el día, sino de su carácter en todo momento. Los crujidos, quejidos y gemidos. Ellos le dan vida
al lugar.
—¿Qué? —dijeron Emma y Missy, dejando lo que estaban haciendo para deslizarse más cerca.
—Esto merece otra botella de vino. —Emma abrió un Pinot Grigio. Lo sirvió, llenando cada copa y
dejándolas en el centro y alzó una para un brindis—. Por los nuevos comienzos.
—Por mi hermano, que por fin tiene una mujer que vale su peso en diamantes. El vaso de Missy se
inclinó hacia el de Lexi.
—Por la esperanza. —Lexi brindó con Emma—. ¿Qué es lo que le dices a la gente que hace tu hermano
cuando te preguntan, Missy? —Lexi se bebió el vino, sostuvo la copa pidiendo más.
—Exactamente lo que ellos dicen. Son expertos en recuperación. Alguien te quita algo... si puedes
probarlo, bueno a veces incluso cuando no puedes, ellos te lo devolverán. Aunque hasta ahora, esa
misma persona ha tenido que decirles dónde está. —En ese momento, ella asintió con la cabeza hacia
Lexi—. Sin embargo, no les dicen a sus clientes cómo lo hacen y te cobran un brazo y una pierna, la casa,
el coche, ya sabes... mucho.
—¿Ves, Lex? No te limites, nunca más —dijo Emma mientras bebía.
—Me alegro de que hayas traído unas cuantas. Vamos a acabar con ellas bien rápido. ¿Qué es lo que
quieres decir con límite, Emma?
—Ya lo entiendo. Mantenlo simple, mundano y no tendrás que preocuparte por las consecuencias.
—Ella siempre ha sido así. —Emma llenó su vaso—. La hermana mayor Lexi, aquí presente, puede que yo
sea mayor por un minuto, pero ella tiene la fortaleza y la tenacidad para mantenerse alejada de cualquier
cosa poco ética.
Lexi golpeó el pie de Emma con poca fuerza, los efectos del vino limitaban un poco su coordinación.
—Nunca pudo con mamá. —La cabeza de Missy se echó hacia atrás y hacia adelante—. Oh, no, eso nunca
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lo hizo. Ella tenía sus maneras de descubrir lo que estaba haciendo. —Rodó quedando sobre su
estómago, llevándose con ella su cuaderno de dibujo—. ¿Cómo averiguaste lo que puedes hacer?
—Cuando era niña, siempre pensaba que era una coincidencia. En mi adolescencia, descubrí cómo
controlarlo. En la universidad, Emma encontró el mito y lo supimos.
Missy asintió.
—Y secretos es exactamente lo que necesito saber. —Ella golpeó la revista—. Es hora de leer, señoras.
—Sabes que sería más cómodo hacer esto en casa, ¿no? —dijo Emma antes de que Lexi incluso moviera
su columna vertebral.
—Pero entonces Missy no podría hacerse una idea de cómo es la casa de noche ya que se va a casa
mañana.
—Mil gracias a los dos por esta oportunidad. —La mirada de Missy revoloteó de un punto a otro de la
habitación mientras hablaba.
—Esta primera entrada es del quince de Julio, pero no pone el año. —Revisó unas cuantas páginas más—.
Parece que todas son así.
—Así que no vamos a saber la fecha, pero al menos encontramos la temporada del año. Calor. —Emma
movió una mano como si necesitara refrescarse.
—Así que empieza con «Margie». ¡Oh! Le puso un nombre cariñoso. —Se puso una mano sobre el
corazón.
—Margie, mi amor. Cada día tu belleza me llama como una mariposa va a una flor en primavera. Te he
buscado durante mucho tiempo y deseo tu presencia en mi vida en términos permanentes —leyó Lexi.
Lexi continuó:
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—El día brilla con asombro y expectación. Sé que sientes lo mismo por mí si solo tomaras la decisión, la
que nos permitiría permanecer juntos.
Lexi procedió:
—Tu padre ha dado su bendición a pesar de nuestra corta edad. Tu madre lo hizo también, aunque ella
entiende lo que puedes hacer mucho mejor que nadie. Tu habilidad de ser desinteresada en tus obras y
acciones excede la madurez de tu edad. Un alma vieja, se podría decir, dejando una estela del brillo de
su juventud y amor a tu paso.
—Esta noche hacemos nuestras promesas de vivir una vida de amor y coraje. De usar nuestras
habilidades lo mejor que podamos y prometernos el uno al otro lo mejor y lo peor de nosotros mismos
para el resto de nuestras vidas. Te amaré por siempre, mi belleza, no importa dónde nos lleves, ni
cuántas aventuras tengamos o las adversidades que nos encontremos. Atados para siempre estaremos, mi
corazón ha sido tuyo desde nuestra creación. Y lo firmó George.
—Tan arisco como fue cuando nos sentamos con él, suena totalmente romántico aquí. —Lexi se golpeó la
cabeza contra la pared—. ¿Crees que lo de ser arisco vino con la unión a Marge? Si son una pareja como
Tripp y yo, ella dijo que es como unos imanes unidos. Eso es después. No hay posibilidad de seguir
adelante, nunca. ¿Crees que estaba atascado? Si…
—Son viejos, Lex. Han estado años juntos, incluso décadas, infiernos diría que tal vez incluso siglos por
su aspecto. —Una pequeña risita estalló antes de que Emma se controlara—. Estoy segura de que a
medida que envejecían, no podían moverse lo suficientemente bien para hacer lo que vosotros hacéis
ahora mismo. Y con la tecnología moderna, la facilidad para viajar y el dinero, ven las posibilidades que
tenéis Tripp y tú, están simplemente celosos. —El papel crujió cuando Emma hojeó las páginas—.
Escuchad esto. Es una entrada corta: George y yo regresamos de un viaje a París. Ha sido mi sueño
visitar esa ciudad, experimentar la vida allí. Mara se quedó con unos amigos cuando hicimos la excursión
de once días. Ella estaba feliz de librarse de sus padres. Me rio, aunque me hubiera gustado llevarla con
nosotros. El tiempo que pasamos en el barco voló en el exquisito esplendor de los brazos del otro. El
capitán del barco incluso perdió su gorra gracias a un niño travieso. George y yo aprovechamos para
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encontrársela —un breve, pero emocionante momento. Espero al menos unos cuantos años más de esto.
—¿Ves? —Emma le entregó el diario de vuelta a Lexi—. Todavía estaban en ello. Tal vez en una forma
más pequeña porque no tenían los mismos recursos que vosotros, pero lo estaban.
—Su hija. Marge tenía todo tipo de fotografías de ella por toda esta habitación. —Lexi agitó los brazos
como si abarcara el espacio.
—¿Quién sabe? Yo ni siquiera sé cómo lo conseguí. —Lexi volvió a coger el diario—. Nadie que yo haya
encontrado, entiende lo que Tripp o yo podemos o no hacer en su totalidad. No tenemos una versión
resumida o siquiera una completa de la revista médica de la Clínica Mayo para personas vinculadas a la
paradoja de Zeus. Solo una estrella estampada en nuestra piel.
—Lee más. Tengo que hacer pis. —La risa de Emma quedó atrás mientras se alejaba.
14 de mayo —He encontrado a mi amor. Mara se ha unido a George y a mí. Solo deseo, por su bien, que
hubiera sido de otra manera.
Oh, dios.
Lexi alcanzó a Emma cuando entraba en la sala de nuevo, agitando su mano hasta que se preguntó si le
arrancaría el brazo.
—Emma.
—¿Qué?
Emma se deslizó por la pared al lado de Lexi cuando cogió el libro. Sus ojos siguieron cada línea de la
primera, segunda y tercera página.
—Oh, Dios mío, Lex. —Emma golpeó a Lexi en el muslo con el diario—. ¿Significa esto lo que yo creo?
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—Esto hace que parezca que secuestró un bebé, Lex. No podía tener uno propio, ¿así que secuestró a
Mara?
***
El torrente de coches, bocinas, estruendos y sonidos de la ciudad despertaron a Tripp. Se estiró bajo las
sábanas, se giró hacia el espacio vacío a su lado y soltó un suspiro. La mañana significaba un último
intento desesperado de ahuyentar a Jill. Él e Ian decidieron separarse durante el día de hoy, para darle
tiempo a Ian a profundizar más en el trabajo que había hecho para Jack Sloan. Su primer paso incluyó la
verificación de la información suministrada por sus fuentes y la formulación de un plan en caso que el de
Tripp fallara.
Se dirigió al armario, miró a algunos de sus trajes y chaquetas, polos y khakis que Jill había comprado en
su nombre. En cambio, optó por su atuendo favorito: vaqueros y camiseta. En el suelo, una selección de
zapatos, de nuevo elegidos por Jill, le hicieron señas. Se puso sus mocasines. Desde que Lexi irrumpiera
en su vida, se había encontrado de nuevo a sí mismo —bien vestido y con un propósito. Ian lo vio. Missy
lo hizo incluso en el breve tiempo que habían pasado juntos.
Tripp se rió al pensar en Missy-la-torbellino. No sólo había descubierto lo de la casa, sino que había
hecho el viaje en coche hasta allí.
Atravesó su apartamento de Nueva York —un espacio creado para un soltero con un televisor cerca de la
nevera, sillones alineados para conseguir las mejores vistas del horizonte de la ciudad y su pantalla plana.
Aunque el diseño provenía de su hermana, había cumplido con todos sus criterios también.
El pensar en la sonrisa de Lexi —una expresión genuina y llena de amor— le llevó de vuelta a la granja. A
diferencia del espacio en el que se encontraba, se sentía más un «hogar» aquello que el lugar donde había
vivido durante diez años.
—Hola, Calvin. —Tripp pasó a través de la puerta de cristal abierta cuando su móvil vibró con un mensaje
de voz.
Echaría de menos las bromas, si no otra cosa, porque había llegado a conocer a Calvin y a su familia un
poco. Después de que Tripp introdujera su código, revisó su móvil mientras el ascensor lo llevaba arriba.
Sin señal —probablemente debido a su carcasa metálica— y se metió el teléfono en el bolsillo.
Tan pronto se abrieron las puertas dobles Jill saltó a sus brazos, presionándole el costado dolorido como
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si se le hubiera olvidado que le habían disparado. Lexi siempre se tomaba un segundo para asegurarse de
que le agarraba o se apartaba de su brazo.
—Ay.
—Oh, lo siento, cariño. —Ella le frotó las manos por el pecho, de nuevo en el lado equivocado, como si
ni siquiera supiera dónde le habían disparado—. Te he echado mucho de menos. —Sus labios se
encontraron, y mientras ella le mordisqueaba, él se quedó inmóvil, negándose a la reciprocidad—. Debes
haber tenido un largo viaje. —Ella tiró de la mano de Tripp, llevándole a su inmaculada sala de estar.
Sofás blancos se situaban contra las paredes gris topo. Jarrones de cristal llenos de flores frescas
adornaban toda la habitación.
—Bueno, tengo la iglesia reservada. Mi madre está organizando una verdadera fiesta de compromiso para
nosotros…
Tripp se dejó empapar por el dinero tirado por el espacio. Tenía mucho y podría vivir sin otro trabajo
durante el tiempo que quisiera, aunque si Sloan tenía lo que decía, estaría luchando por mantenerlo o
viviendo en una de las cárceles de Sloan.
—…y luego tenemos que elegir las flores. Le dije a mi madre que te dejaría elegirlas a ti…
El multimillonario —o eso dijo Forbes en su última edición— diseñaba y construía cientos de instalaciones
penitenciarias por todo el país.
—No, cariño, no me estás escuchando. Las rosas son demasiado mundanas… anticuadas. Orquídeas y…
Ella siguió parloteando mientras su mente vagaba a la mentira de Lexi sobre la floristería. Ella había
dicho que la rosa era su elección. Creía que ella le había dicho la verdad.
—No, Jill, quiero rosas y granjas y tal vez incluso una vaca que muja en mitad de la tarde antes de que se
hunda en la tierra y se eche una siesta. —Tripp se puso de pie, dirigiéndose a la pared llena de ventanas—.
Y quiero los aromas del país…
—Bueno, podríamos ir a Francia en nuestra luna de miel, y quedarnos en una posada en algún lugar de la
zona norte. Es un lugar remoto.
Se volvió hacia ella con un plan para hacerla escuchar —por primera vez. Sus ojos no reflejaron un poco
de su educación, sino todo lo que le habían enseñado ser desde niña— una niña de papá que vivía de su
padre, que nunca hacía nada por sí misma. Su sentido de la compasión se apoderó de él mientras pasaba
las manos arriba y abajo por los brazos de ella.
Tripp interiorizó un suspiro, agachándose hasta quedar a la altura de sus ojos para que ella no tuviera
dónde más mirar.
—¿Jill? —Ella sonrió, con una expresión emocionada y aturdida, lo que significaba que ella no había
captado ninguna de sus vibraciones ni ninguna de las palabras con las que la había antes—. ¿Qué dirías si
te dijera que robo arte, joyas e incluso dinero a la gente?
—Qué tonto eres. Eres un experto en recuperación. Devuelves cosas. Eso no es robar.
—Diría que mientes para burlarte de mí. —A pesar de la declaración, ella se apartó.
—Todo el mundo trabaja para él en algún momento. —Su sonrisa nunca vaciló.
—Yo no soy un chico bueno, Jill. No el más adecuado para ti. No solo llevo un pendiente porque eso
cabree a tu padre... me lo pongo porque eso soy yo. Esta estrella... —Señaló el lugar que Lexi trazó con la
yema del dedo, pero que Jill sugirió eliminar—. Esto es una marca de nacimiento. No puedo quitármela.
Tripp se volvió a girar a las ventanas. Su propuesta de matrimonio, su negativa a aceptar cualquier cosa
que él le decía lo irritaba.
—No lo entiendes.
Ella envolvió sus brazos alrededor de su cintura aunque su expresión no le dio consuelo alguno.
—Esto son solo baches en el camino, cariño. No pasa nada porque estés nervioso.
—Mírame.
—Me voy de Nueva York, y no voy a volver. No importa lo mucho que lo intentes, no me encontrarás.
No estoy listo para casarme contigo, y nunca lo estaré. He intentado decírtelo durante seis meses. Esta es
la última vez que lo haré. Encuentra un chico que le guste a tu padre.
—¿Hay alguien más? —Su voz se volvió dura, celosa, quemando por las lágrimas—. Porque si es así,
bueno, no puedo…
—Sí.
—No puedo vivir con alguien capaz de engañarme, Tripp. Eso está fuera de lugar. —Ella señaló hacia la
puerta, una buena manicura de uña le indicaba que debía irse.
—Eres una mujer hermosa Jill. Encontrarás a la persona correcta. Yo no soy él.
Atravesó la puerta y la cerró con un suave clic. Cuando se acercó a Calvin de nuevo en la planta
principal, Tripp quitó la llave de su cadena y la puso en la mano de Calvin.
—¿Se asegurará de que esto llegue a Lex… quiero decir a Jill, por favor?
Calvin asintió.
***
Lexi parpadeó entrecerrando los ojos cuando el sol y la voz de Janine le llegó a través de la habitación.
—Oí que estabais acampando en la vieja casa de los Fergs, así que pensé en traeros el desayuno. —Colocó
un mantel y un juego de platos en el suelo.
El olor a huevos con alguna salsa dulce —quizá caramelo, manzana o ambos— flotaba hacia ella.
—¿Demasiado vino? —El tono dulce de Janine le llegó tanto como la comida y su amabilidad.
Ella asintió.
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Tanto Emma como Lexi compartieron una carcajada antes de que Lexi se volviera hacia Missy.
—En los pueblos pequeños los chismes se extienden como un reguero de pólvora.
Del interior de una cesta de picnic, Janine sacó zumo de naranja, vasos, platos, una cesta de frutas y
algunos de sus pasteles más deliciosos.
—Dulces es un restaurante del pueblo —comenzó Lexi—. Está especializado en comida combinada con
un toque dulce.
—Escuchamos que la vieja casa Fergs finalmente se ha vendido y bueno, todos los del pueblo nos
preguntábamos quién demonios iba a comprar aquel lugar. Nos imaginamos que una constructora la
había comprado o algo. Entonces nos enteramos de que tu hombre la había comprado Lex.
Lexi trató de visualizar cuando dichas actividades podrían haber ocurrido y recordó el salvaje viaje de
George y Marge que casi los mató.
—¿Dónde está ahora? —Sirvió los huevos en los platos y pasó los platos a rebosar del desayuno a cada
una de ellas.
—En Nueva York. —Lexi cogió un tenedor—. Oh, Dios, Janey, son... increíbles.
—Me alegro de que os gusten. Entonces, ¿por qué se fue el Sr. Sexy?
—El Sr. Sexy es mi hermano, pero no me molesta el calificativo. Tenía unos negocios que atender, he
oído. —Missy tomó un bocado de la montaña de huevos—. Secundo lo que dijo Lexi sobre la comida.
¿Qué lleva? —Ella señaló con el tenedor.
—Acerté del todo con mi suposición —dijo Emma mientras atacaba los huevos.
—Oh, ¿trajiste la ayuda Janey? —Lexi extendió las manos para Casey, quien corrió hacia ella y le rodeó el
cuello con sus brazos.
La hija de cuatro años de Janine había acompañado a menudo a Lexi cuando tenía que visitar a los Fergs
o enseñarle la casa a otro potencial cliente.
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—Tengo que ir a por una cosa más del coche. ¿Puede quedarse un segundo contigo, Lexi?
—Por supuesto.
—¿Dónde están la abuela y el abuelo? —Sus pequeños ojos marrones escanearon la habitación—. Esto es
vacío.
—Yo no recuerdo que los Fergs tuvieran caballos. —Lexi miró a su hermana en busca de una
confirmación.
—¿Tal vez alojaban a unos cuantos para algunos vecinos? —dijo Emma.
—¿Dónde están Moxie y Buster? —En los grandes ojos de Casey apareció el brillo de las lágrimas.
—Lo siento, cariño. Todos se fueron. Sin embargo, estoy segura que puedes volver a venir a visitar la
casa.
—Terminé los bocetos preliminares anoche —dijo Missy—. Me voy a casa hoy, los terminaré y los enviaré
a Tripp y a ti para finales de semana.
—Maldita sea. ¿Tal vez abra un segundo restaurante en D.C.? Eso sería increíblemente fantástico.
—Te lo dije, Janey. —Lexi agitó el tenedor en el aire cuando Janine regresó con una caja del chocolate
favorito de Lexi—. Lo he dicho desde el principio. No pienses en pequeño. Eres la próximo Emeril o
Martha Stewart de la cocina sin los cargos por delitos graves.
Todo el grupo estalló en risas, Casey incluida, aunque Lexi sabía que no entendía por qué se reían.
—Ya que todas habéis sido satisfactoriamente alimentadas, me voy —dijo Janey—. Servimos el almuerzo a
partir de las once si necesitáis más o si quieres llevarte algo, Missy.
—Deja que te acompañe. —Cuando llegaron a la puerta lateral, se llevó a Janine aparte—. ¿Cómo te
enteraste de que estábamos aquí? El pequeño pueblo está un poco apartado. No dimos muchos detalles
sobre que estábamos aquí….
—Tú hombre se pasó por allí de camino al aeropuerto ayer y dijo que su hermana iba a renovar la casa
que había comprado. También dijo que tenía que pasar la noche aquí para tener una idea y me pidió,
específicamente a mí, que trajera desayuno para tres, esperando que tú y Emma os reunierais con ella.
Supongo que tenía razón.
—Sí, la tuvo.
—Le gusta cuidar de ti Lex. Si no tuviera ya cazado a mi Kevin, le echaría el anzuelo con cenas y
almuerzos.
—Podrías ganar. —Lexi no pudo contener la risa que se le escapó—. Todo lo que tengo para ofrecer es…
Madre e hija se dirigieron juntas hasta el coche, pero los ojos muy abiertos de Casey que volvieron hacia
el granero hicieron que Lexi mirara en la misma dirección. Nada fuera de lo común le esperaba allí.
—¿Te ves capaz de conducir a casa hoy? —Lexi se dejó caer de nuevo contra la pared de la sala.
—Sí, estaré bien. ¿Qué era lo que querías que hiciera? —preguntó Missy.
—¿Ves esto?
—Sí.
—Lo conseguí justo antes de conocer a tu hermano y parece que hay una conexión entre él y nosotros. —
Lexi cruzó una pierna debajo de la otra, exhalando un suspiro—. De todos modos, esperaba que tal vez,
pudieras conseguir echarle un vistazo a la mujer que lo poseyó antes que yo.
—Tienes una corazonada, ¿no? —Emma enarcó una ceja—. ¿Qué más leíste en ese libro anoche?
—Por lo que tengo entendido, Marge se encargó de llevar a Mara a sus vidas y dejaron a George en la
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oscuridad. Ella era la única a la que no se le podía atrapar, así que eso encaja…
—Hay más Em, pero quiero comprobar algo antes. Missy, si no te importa, me encantaría que pudieras
conseguir una reunión con Sherill. Ese es el nombre de la mujer que me habló de este colgante. Solo
pregúntale por el collar.
—Tal vez, pero esperaba una perspectiva más neutral. Yo le preguntaría y sabría que estoy a la pesca de
información ya que lo tengo. Solo mira a ver si puedes colar un comentario sobre George y Marge
Fergs, Mara Fergs —esos nombres— simplemente menciónalos y mira a ver qué pasa. Solo quiero saber
su reacción en ese punto.
—Y yo que pensaba que la vida de mi hermano estaba llena de aventuras, pero con vosotros dos, no hay
ni un minuto de tranquilidad.
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ómo se lo ha tomado esta vez? —Ian se dejó caer en el sofá de Tripp.
—No muy bien, como siempre. Supongo que voy a recibir una visita de Isabelle
en los próximos días, horas, demonios tal vez minutos. —Tripp tiró ropa de su
armario, añadiéndolas a las pilas y cajas que había acumulado a lo largo de la hora que trabajaba—. A
menos que haga clic en esa cabeza y ella corra a papá con la noticia de que rompió conmigo.
—¿Vas a embalar el lugar entero hoy? —Ian se puso de pie nuevamente y apoyó la cadera en la barra.
—Solo las cosas para regalar. Los componentes electrónicos pueden ser enviados, los muebles
almacenados hasta que Missy venga con un plan y mis cosas personales se envíen.
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—Parece que te estás muriendo, no mudando. —Ian sopló un aliento—. A Michael puede gustarle algo de
esto. Siempre está diciendo que tienes la mejor ropa, para el tío que eres.
Tripp se rió entre dientes. —Puede tomar cualquier cosa en las cajas, puede tomar la caja entera si él
quiere. Tú, también.
Ian alzó las manos. —Yo no. Tengo un lugar lleno de mierda ya. Pero le voy a insinuar el tema.
—Tienes una llave, así que cuando sea. Eso sí, no toméis cosas que no están en una caja.
—Me pasé toda la mañana y algún tiempo anoche, mirando la ubicación de la pintura original.
—Bueno, no. Según una de sus amas de llaves, la pintura no existe en su casa en forma alguna.
—¿Uno de sus edificios, entonces?
Ian negó con la cabeza. —Si el comprador tiene un falso y Jack tiene el original, no lo va a colgar, ni
siquiera una buena réplica. Lo tiene escondido en alguna parte, probablemente almacenado hasta
después de la boda para asegurarse de que tú hagas lo que él quiere.
—Exactamente. Entraste derecho en su trampa. —El móvil de Ian zumbaba, recordando a Tripp acerca
de su mensaje.
Presionó para el correo de voz, mientras que Ian asistió a su llamada, y tomó nota de dos mensajes.
De Missy era el primero. —Gracias por el desayuno, hermano. Estoy a punto de salir con un montón de
bocetos. No puedo esperar para mostrarte, algo para el viernes. Sólo dime si no quieres que les envíe el
pollito al sur. Sospecho que no. Chateamos más tarde.
—Mr. Fox, se trata de Carol Rhodes Sliver en Savannah. —Su acento trajo sonidos del sur a Tripp—.
Tengo un diseño para usted. Le enviaré una foto rápida vía texto, pero si usted no lo recibe, devuélvame
la llamada. Si le encanta y yo creo que sí, me llama, y negociaremos.
Tripp cambió sus textos, pulsó n°'3', el cual indicaba el número de mensajes nuevos. La imagen de un
diamante, con dos zafiros pequeños a cada lado, ubicadas en una de oro blanco que esperaba que fuera
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Platino, le devolvió la mirada. En la segunda foto, el ángulo mostraba pequeños puntos de plata o algún
otro metal, así que cuando volvió, se parecía a su estrella.
Ian levantó las manos. —No sólo era un comentario, excepto bueno... jodidas felicitaciones. —Ian
envolvió a Tripp en un fuerte abrazo masculino con una palmadita en la espalda.
—Está bien... de vuelta a nuestro programa regular. Ese fue uno de mis contactos. He tenido que poner
antenas en todas partes en esto.
—¿Y?
—No estoy seguro, pero si Lexi ha descrito a alguien de esa manera, me gustaría correr.
—Por supuesto.
Ella se desplazaba con un aire de superioridad, conocimiento y confianza. —Parece que has sido un chico
malo, muy malo.
—Yo no diría eso. —Tripp miró a Ian por encima del hombro mientras ella estiró el cuello para caminar
alrededor y a través del apartamento.
—Mr. Sloan está de acuerdo. Su hija ha decidido que no quiere casarse contigo porque, como ella dice,
eres infiel.
—Él es n… —Ian comenzó, pero Tripp le detuvo con una mano en el aire.
—Entonces de todos modos, —Isabelle cruzó sus brazos— esto no niega nuestro acuerdo previo. La Srta.
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Sloan hizo los arreglos para esta próxima boda, que ahora no va a suceder.
Tripp contuvo su gemido mientras los ojos de Ian se fueron hacia atrás de su cabeza e imitaron una soga
al cuello.
—¿Cuánto?
—No hago bromas Sr. Sands. —Isabelle paseaba de la ventana a la parte posterior.
—No, es lo que la industria creativa llama amortización. Por supuesto, puedes cambiar de opinión.
Tienes en realidad hasta el viernes, y la palabra del Sr. Sloan, al menos, es bastante vinculante.
Ella se encogió de hombros. —Bueno, entonces, le facilitaré una cuenta donde transferir los fondos.
—¿Y si no lo hago?
Las esquinas de la boca se le curvaron hacia arriba en una mueca. —Estoy segura de ya sabes lo que
viene. —Simuló el cierre de las puertas de una celda.
—Se lo diré. —Isabelle retrocedió—. Oh y mientras tanto, cuida tu espalda o bien, tu brazo.
Tripp le hizo un gesto hacia la puerta. —Si nos disculpas, estamos ocupados aquí.
—¿Ella acaba de decir lo que creo que dijo?, —preguntó Ian cuando la puerta se cerró detrás de Isabelle y
su séquito.
—Supongo que he sido iluminado en cuanto a quién está detrás de esto. —Tripp señaló su hombro.
Ian negó con la cabeza en un movimiento de incredulidad que Tripp reconocía bien. —No vas a pagar
ese hombre. —Ian golpeó la parte superior de la barra—. Especialmente no después de eso.
***
La pareja frente a Lexi se sentó junta, con las manos entrelazadas, hablando entusiastamente de lo que
habían oído hablar de ella, cuán gran agente había sido para sus amigos y la forma en que no podían
trabajar con nadie más. Mientras hablaban, se desconectó, trayendo a su mente pasajes del diario de
Marge en su lugar.
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Si Tripp y yo usamos nuestros dones para ganar dinero, ¿por qué no George y Marge? ¿O no?
¿Sabía Mara que era un bebé robado o supo acerca de ello en algún momento?
—¿Sí?
Lexi se excusó, hojeando sus notas otra vez mientras los dos charlaban entre sí.
Emma la tiró a su sala de descanso pequeña. —¿Necesitas ahorrar? Puedo escucharlos repetir una y otra
vez.
—Bien, bien, esto llegó por correo, y... creo que deberías echarle un vistazo.
Con un tirón tentativo, Lexi tomó el sobre. —¿Qué es eso?
—Sólo tienes que abrirlo, pero mantener tus emociones bajo control.
—De dentro del sobre amarillo, media docena de fotografías en blanco y negro se cayeron. Lexi anduvo
barajando a través de ellas. La primera… Tripp en la playa con ella. La segunda… él con Jill en algún
lugar que no reconoció. Otra de él, inconsciente en su coche después de que le dispararán. Exploró el
resto, un conjunto de fotografías de su tiempo juntos, la última es de él caminando en un edificio en lo
que ella supone es Nueva York.
Lexi alcanzó su móvil. Dándose cuenta de que se había atascado en su bolso, pasó por cada una de las
fotografías de nuevo.
—¿No sería eso imposible? quiero decir, ¿cómo puede alguien cogerlo así?
—Él no estaba haciendo nada digno de ponerle un guardián. Todo lo que hago con mi regalo es
deliberado, así que no te preocupes de que alguien me viera. Tripp sin embargo, pisa un terreno más
peligroso. Él tiene una presencia, y la gente lo mira. Aunque necesita mantenerse en secreto, no lo hace.
—Exactamente. Cuando no está en el juego, por así decirlo, es un objetivo como cualquier otra persona.
Y estoy segura de que su reputación le precede.
—¿Por qué alguien ha estado vigilándole? ¿Y por qué enviarte a ti las fotos?
—Tengo una idea de por qué. —Lexi zumbaba irritación través de su cuerpo—. ¿podrás acabar con estos
tipos? Querrán la casa de White en Devin Street. —Necesitaba tiempo a solas y una pared o un objeto
apto para golpear.
—Tengo una llamada de teléfono para realizar. Cuando termines con esos dos en mi oficina, ven a
buscarme.
***
El móvil de Tripp vibró contra su muslo. Sonrió al identificador de llamadas antes de decir,
—Hola, preciosa.
—Recibí un sobre en el correo de hoy con fotografías de ti, tú y yo, tú y Jill, e incluso una de ti medio
muerto por la bala que recibiste en la playa.
—¿Qué diablos? —Pasó su mano por la cabeza—. ¿De dónde vinieron? No espera, no contestes. —Hizo
un gesto para que se acercara Ian—. Espera un segundo, Lexi, te pongo en el altavoz. —Con una mano
sobre la boquilla dijo—, está un poco molesta —y pulso el botón—. Está bien Lexi, estás en el manos
libres. Creo que sé de dónde vino eso y por qué.
Ian movió su cabeza. —Tal vez si nos unimos en esto sería mejor.
—¿Qué tal si vienes a Nueva York mañana? ¿Crees que podrías? Quiero decir, Emma puede llevar la
oficina, ¿no?, —preguntó Tripp.
—Podría, pero si me voy a Nueva York, ella querrá venir y eso está totalmente bien para mí. Lo que no
200
—¿Como cásate con mi hija o te pego un tiro con mi escopeta? Pensé que esas cosas sólo pasaban aquí
en el sur.
—Algo como eso. De todos modos, mi plan era conseguir que reconociera por fin que nuestra relación
había terminado para darme la patada y a la calle. Que... he conseguido.
Él se encogió. —Como he dicho antes, ella no toma un ‘no’ por respuesta. Me ocupé de ello hoy, para
que ella tomase la decisión por nosotros.
—¿Cómo?
Tripp miró a Ian que abrió los ojos de par en par. —¿Importa eso?
—Nada. —Ni siquiera dudó—. Nunca expliqué mi regalo a Jill. Su padre sólo sabe que puede sacar
mierda. Sólo hice un trabajo para él.
—Me dieron el ultimátum en Savannah, antes de ser atacado. Supongo que se trataba de un plan de
respaldo. —Tripp miró a Ian de nuevo, consiguió otro adelante—. Pero, Lexi, escucha... Tengo un modo
de moverme alrededor de todo esto. Quiero deshacer lo que hice y…
—Déjame adivinar, para deshacer debes volver a encontrar, y no tienes ni idea en cuanto a la ubicación
de lo que sea.
201
Tripp sonrió a Ian, quien le dio el visto bueno. —Más o menos. Existen varias copias. Tenemos que
encontrar el original.
—Sí. ¿Crees que puedes hacerlo cuando hay más de una de la misma?
—¿Estás pidiendo mi ayuda? —Su tono se había suavizado desde que había contestado el teléfono.
—Sí Lexi, exactamente. Es la única manera de sacarlo de mi espalda. Si puedo hacer que esto suceda,
estaremos bien.
—Puede ser. Envía una foto del objetivo en cuestión. Por correo electrónico, por favor. —Ella colgó.
***
Lexi se sentó contra la cabecera de la cama, con una copia impresa de la pintura en la mano. Ella cerró
los ojos mientras el sol de la tarde calentaba su habitación en la casa que posee y comparte con Emma.
Ambas fueron sus constantes.
Suspiro, mientras pensamientos de Tripp invadieron su mente, un hombre que la tentó a romper su
código moral. Desde el momento en que se conocieron, la había forzado fuera de su zona de confort.
Llamadas, mensajes y textos habían llegado desde su anterior discusión, pero Lexi ignoró a todos a favor
de un buen enfurruñamiento.
La ventana con la luz naranja la llamaba a bailar dentro de ella, a girar como un niño pequeño, que se
sentía sumida en su propia autocompasión, deseando que su vida volviera a la sencillez que alguna vez
tuvo.
La puerta de entrada a la casa se abrió y se cerró de golpe y Emma apareció en mitad del marco de la
puerta, donde se apoyó en la madera y entrecerró los ojos. —¿Te sientes mejor?
La cara de Emma decía: no-lo-creo, frunciendo el ceño que salto a sus facciones.
—Me quiere para encontrar una pintura que robó, para que pueda robarla de nuevo.
Lexi se encendió y le describió toda la conversación a su hermana, incluyendo la parte de Jill y su papel,
directa o no.
—En serio. Eso es romper mi regla dos veces. Es doble robo. —Lexi rodó los ojos como si su declaración
debería haber sido obvia.
Emma se pasó a la esquina de la cama. —¿No podría ser también corregir un mal?
Lexi había pensado lo mismo, pero la idea no se había pegado del modo que pudiera aceptarlo.
En un suspiro profundo, Emma comenzó de nuevo. —No es robar si se trata de devolver, al menos en mi
opinión. Él quiere corregir un error y necesita que le ayudes a hacerlo.
—Sí, supongo.
—Pero no creo que esa sea la única razón por la que estás aquí abrazándote con tu mantita.
Lexi soltó una carcajada.
La combinación de dos paquetes y combinados con Jill habían hecho que las fronteras éticas de Lexi la
había empujado sobre su propio borde mental. —Sí. Sin embargo no es sólo eso, es todo eso junto.
—¿Cómo?
—Le diré donde pienso que las pinturas están, pero eso es todo.
—¿Y a continuación qué? —los brazos cruzados Emma reflejaron el curso de pensamiento de Lexi:
serios.
Un pequeño encogimiento de hombros sacudió los hombros de Lexi. —Entonces nada. Nada, no hay
más…
Emma se apartó y fue alrededor de la cama al lado de Lexi. —Oh, no, no.
203
—¿Qué? —Lexi se estremeció ante el tono contrariado y las manos que agarraron su muñeca.
—No voy a dejarte renunciar a él. No. No. No, no, no, no. Dios, Lex... sois el uno para el otro. Después
de que esto termine, traerás su culo de vuelta aquí y los dos trabajaran la manera de resolver esto.
Con un exagerado movimiento de sus brazos, Emma los lanzó en el aire y los dejó caer hacia abajo. —
Cariño... no tenías que hacerlo.
ripp agarró su teléfono a la espera de una llamada, pero ninguna llegó. Se dejó caer en el
sofá, de pie de nuevo por la llamada a la puerta. Abrieron sus puertas antes de que
tuviera la oportunidad de dar un paso hacia ella.
—Nah.
—Oye, hombre, esto es dulce. —Michael sostenía un jersey de los NY Giants, su atuendo habitual de
vaqueros y jersey otro equipo proyectando su juventud.
—Impresionante.
—Ian dijo que estás decidiendo deshacerte de todo en cajas. ¿Por qué? —Trece años más joven que Ian,
Michael seguía viviendo en el mundo de fantasía de la universidad, con un último año antes de que
terminara.
Tripp asintió.
—Bueno, él cree que lo es. Compró una casa y todo —dijo Ian—. Pero ahora su chica no le está llamando
de nuevo.
—¿Quieres una cerveza? —Estarse quieto ya no le satisfacía. Por lo menos, la bebida sería una distracción
de sus pensamientos.
Lexi no había llamado en dos días. Se preguntó por qué lo evitaba, incluso le pidió a Ian que lo
comprobase con Emma, lo que hizo, sólo para escuchar que Lexi se pondría en contacto cuando
encontrara la pintura. Pensó que la búsqueda de la verdadera tomaría más tiempo, pero al cabo de
cuarenta y ocho horas, la preocupación fue un gran peso sobre sus hombros.
Tripp cerró la puerta de la nevera, corrió a la sala de estar y saltó por encima de la mesa de café en un
intento por llegar a ella. El número de Lexi apareció en la pantalla. Él dejó escapar un suspiro.
—Tripp Fox.
—¿Eso crees?
—Esto no ha sido fácil para mí. —El tono hermoso que amaba escuchar vaciló.
Tripp se apoyó en la barandilla, dejando que al aire fresco calmara sus nervios. Había tenido razón.
Varias réplicas lo hicieron más difícil. Sin embargo, él no creía que un problema por sí solo causara la
incertidumbre en su voz.
—Sí, sí.
—Podrías venir conmigo en esto si quieres. —Le dio una patada al soporte de metal en su balcón.
—¿Dos? —Tripp volvió a la cocina, tomó la cerveza que había planeado beber. Con dos posibilidades, a
fácil le seguía el camino difícil.
—Sí. Los artistas son conocidos por la pintura sobre sus lienzos. Eso es por lo general cómo se puede
decir que no es una réplica. Por lo tanto, busqué imágenes con múltiples capas.
—Suena razonable.
El edificio de Sloan, una torre maciza a las afueras de Nueva York, fácilmente podría ocultar un original.
—Vamos con el de aquí —dijo Tripp, asintiendo con la cabeza a Ian para unirse a él.
—Sacando mi visión de ello estoy recibiendo una gran cantidad de espacio oscuro.
—No, sólo visual. Por lo tanto, permanece en negro durante un tiempo, se traslada a un aparcamientos
de la zona y luego hacia fuera más allá de los límites de un edificio hecho de cristal azul-verde.
206
—¿Lexi?
—¿Eso te da lo suficiente como para seguir adelante? —Su voz sonaba metálica y pequeña.
—Háblame, Lexi.
—No quiero estar en el medio de tu relación con Jill. Esto es algo que tenemos que hacer y quiero que
tengas éxito con ello.
—Lexi…
—Escúchame. Encuentra la pintura. Haz lo que tienes que hacer en Nueva York, luego ven aquí, y
podemos hablar de una relación. Cuando todo haya terminado, si vuelves…
—Voy a volver…
—Tienes que lidiar con el equipaje en primer lugar. Tienes un plan alternativo, una vida allí, una mujer
que sabe que podrías volver a ganar si lo intentaras. Si decides en pocos años que has tenido suficiente
del sur, entonces tendrás un lugar al que ir.
La ira se construyó dentro de Tripp, aunque comprendía su posición. Su mano libre se cerró en un
puño.
Él se sacudió, sabiendo que nunca le haría confiar en él si no le demostraba cómo, pero que no podía
hacerlo hasta que haya tratado con Sloan.
—¿Eh?
—A veces, eso no es suficiente. Buena suerte Tripp. Espero verte por aquí pronto. —La línea de teléfono
se desconectó.
Arrojó el teléfono contra la nevera, donde se rompió en pedazos y se estrelló contra el suelo.
—No lo estaba. —Tripp extendió las manos sobre la mesa, inclinándose sobre él.
—Quiero decir que si te gusta lo suficiente como para aplastar un perfecto teléfono de 600 dólares y ha
sido un tema recurrente, luego renuncias a lo que sea que te detiene aquí. Pero no lo hagas por ella.
Hazlo por ti mismo. —Sus grandes ojos transmitieron sinceridad—. Entonces ella sabrá que es realmente
lo que querías hacer.
—Guau. Guau. Espera un segundo. —Ian levantó las manos como si todos deberían dejar la charla sin
sentido—. Piensa en esto. ¿Qué pasa si no puedes... recuperarla? ¿Y si…?
—Joder, Tripp. —Ian caminaba de un lado a otro—. ¿Y si ella está diciendo esto para darte una salida?
Tal vez realmente no puede manejar los problemas que puedan surgir contigo y esta es su manera…
Tripp se puso cara a cara con Ian, lo agarró por la pechera de la camisa.
—Tenemos una conexión. Es real. Voy a romper este ciclo de mierda. No me importa si eso significa que
tenga que renunciar a todo lo que tengo, todo lo que hago…
208
—Está bien, está bien. —Ian se alejó de Tripp—. Entonces, déjame decirte esto. Recuerda lo que te acabo
de decir. Porque, pase lo que pase a partir de ahora, voy a asegurarme de que seguirás adelante.
—Llama a Sloan. Pide unos días más. Miente o algo así. Tengo unas cuantas excursiones por hacer.
Ian sonrió.
***
Tripp condujo con Ian al edificio Sloan, el cual de acuerdo con documentos de la ciudad, todavía tenía
un piso sin inquilinos. Por alguna razón, nunca lo vendió, permaneció bajo el control de Sloan y el
instinto de Tripp le dijo que le echara un vistazo.
—Quincuagésimo tercer piso —dijo Tripp cuando Ian se detuvo en la acera—. Nos vemos en el garaje, en
el ascensor el nivel cuatro en treinta minutos.
Caminando por el vestíbulo vestido con un traje y una corbata con un maletín en la mano no lo
diferenciaba en nada de cualquier tonto monótono corporativo. La pintura, ya sea la correcta o no, se
encontraría dentro de la bolsa de Tripp. Se dirigió a los ascensores y esperó a que ríos de gente saliera
antes de entrar.
Las puertas comenzaron a cerrarse cuando la mano de la mujer se deslizó a través y las detuvo. Tripp
reconoció el anillo en el dedo de un vistazo. Por qué Jill todavía lo llevaba, él no lo sabía.
Ella apretó el botón que él ya había presionado y se deslizó detrás de las filas de otros círculos apagados.
Un perfume pesado llegó a la nariz de Tripp, haciéndole cosquillas en el interior y provocando una feroz
necesidad de estornudar. Respiró lento y superficial controlado para mantener tanto el sonido y la
cuenta.
El ascensor subió, se sacudió y movió con pausas en varios pisos hasta que se detuvo con el característico
'ding' en el cincuenta y tres.
Él igualó el ritmo de sus pasos mientras caminaban sobre la superficie de cemento. Sus pequeñas pisadas
soplaban bocanadas llenas de partículas de humo en el aire de reciente construcción, mientras hacía su
camino a lo largo de la superficie lisa.
Ella giró el dial en una cerradura de combinación, lo que facilitó a Tripp para repetirlo si fuera necesario.
La entrada de dos metros de alto medía menos de un metro de ancho, más como una bóveda de
almacenamiento simple. La puerta se abrió cuando las bisagras hidráulicas y Jill marchó dentro con
Tripp justo detrás.
El toque de un interruptor y la viga de la luz cobró vida en una habitación fresca y bien ventilada, pero
húmeda.
Climatización.
Buscó en los estantes hasta que apartó un cuadro denominado «TF» de los demás.
¿Tripp Fox?
De su dedo, se quitó el anillo y lo dejó caer en la caja. Un suspiro rápido después, se volvió de nuevo
hacia la puerta. Él se pegó a la pared en el espacio disponible sólo para dejarla pasar. Invisible no
significaba intocable.
Ella se detuvo justo en el mismo lugar donde él se encontraba, inclinando su nariz hacia arriba en el aire.
—Dios, incluso puedo olerlo aquí. —Su tono reflejaba un atisbo de tristeza con una pizca de nostalgia.
Tripp paseó sus pasos detrás de ella. Se dirigió hacia el ascensor, pulsó el botón de abajo, saltando con
una ansiedad nerviosa que reconoció como suya hasta que las puertas se abrieron y desapareció en su
interior.
Se sacudió la emoción, se dirigió de nuevo al contenedor gigante y tecleó en el mando los números
correctos. La bóveda se abrió sin hacer ruido. Tripp encendió la luz de nuevo y recorrió los estantes.
El Renoir, almacenado en su marco y cubierto en tres bolsas que reflejan la luz, se apoyó en los estantes
metálicos libres de polvo. Él desbloqueó su maletín, sacó la réplica, tardó cinco minutos para extraer y
reemplazar la lona y estaba dispuesto a irse.
¿Valor sentimental?
¿Por el desafío?
La trajo de nuevo, excavando por el anillo y lo deslizó en su dedo meñique. El diamante brillaba bajo la
luz del techo. Una joya única que en su entorno, palidece en comparación con la mujer que le robó el
corazón.
El sonido del ascensor llamó su atención. Salió de la bóveda exactamente como la encontró, salió y se
paró a un lado mientras el padre de Jill, y alguien que Tripp no reconoció salieron.
—Todo lo que necesito hacer es garantizar que esta pieza llegue al comprador —dijo Jack.
—Sí, señor.
Vestido con un traje de raya diplomática con corbata roja, Sloan Jack y su hija Jill compartían algunas de
las mismas características. La sonrisa de Jill realzaba su belleza, pero la de su padre aireaba un completo
poder y la autoridad corrupta en su crueldad. Se dirigió a la bóveda, entró, salió y regresó al ascensor,
todo dentro de sesenta segundos. Con el otro a su lado, hablaron en voz baja acerca de cosas no
esenciales.
—Sí, señor.
Tripp no vio lo que Sloan tomó, pero pensó que cabía en un bolsillo, ya que ambos vestían trajes y
pasaron con las manos vacías en ambas ocasiones. Un ding anunció la llegada del ascensor, y Tripp los
siguió, se pegó justo en frente de las puertas que afrontan a los dos hombres, cien por cien seguro de que
no lo verían.
—Puedo necesitarlo para controlar la interferencia de otro asunto también —dijo Jack.
Con su capacidad para mirar al segundo tipo, Tripp se dio cuenta que el hombre había sido uno de los
dos en Savannah con Isabelle.
—El compañero de mi hija me debe algo de dinero. Estaba previsto para mañana, aunque le he dado una
pequeña prorroga. Puede que tenga que ir a hablar con él, para recordarle nuestro acuerdo.
—Sí, señor.
211
El ruido del ascensor descendió hasta que se detuvo unos pisos abajo, y Sloan y el otro hombre salieron.
Tripp continuó hacia la planta del garaje, donde Ian lo esperaba en el coche.
—¿Por qué diablos tardaste tanto? —Ian se marchó tan pronto como Tripp se sentó en el asiento del
pasajero.
—Sí. Tan simple como un pastel, y estoy un noventa y nueve por ciento seguro de que este es el original.
Sino, mala suerte. Vamos a tener que hacerlo.
—Lo sé.
—Oh, no. Tienes tu rostro de segundos pensamientos. Por favor, dime que no has cambiado de opinión.
—Como he dicho antes, voy a deshacer lo que he hecho.
212
exi retornó de su tercera casa con una pareja quienes, por lo que se veía en el cuarto
lugar, continuaban sin decidirse. Se detuvo en el vestíbulo Wise Women, con las manos
detrás de la espalda, una mirada complaciente en el rostro y esperó. Los dos charlaban,
considerando y realizándole otras preguntas.
Mientras se hablaban, se tocaban, se acariciaban entre sonrisas. Lexi apretó los labios cuando un
aguijonazo de celos le golpeó. Tripp no había contactado con ella desde que le había dado la
información que buscaba.
En su mente los pensamientos se aglomeraban como el agua a través de un tamiz. ¿Habría robado las
pinturas? ¿Continuaría en New York? El ser testaruda le impedía acabar de dar el paso y llamarlo.
213
—Nos gustaría poner una oferta —dijo la esposa sacando a Lexi de sus pensamientos.
—Excelente. Emma les ayudará con todo el papeleo. —Entonces los condujo a la oficina de Emma y se la
mostró—. Em, voy afuera un momento. —Lexi agitó su teléfono móvil en el aire.
Unos minutos después, había saltado a su Mini, bajó la capota y se dirigió a la granja de Tripp.
Oficialmente el verano se había acabado el día anterior, y con él llegaron tiempos más frescos. Lexi dejó
que el sol le calentara y el viento hizo que el pelo se ondulara. Unas pocas vacas blancas y negras le
dieron la bienvenida cuando tomó el último tramo.
La granja se mantenía alta y orgullosa como la última vez que había pasado.
Su móvil sonaba.
—Te tengo algunos bosquejos. —Su cantarina voz trajo dentro de Lexi una burbuja de risa.
—Increíble. —Se bajó del coche deambulando hacia el porche. En ausencia de rocas, eligió la escalera
cubierta por el polvo como asiento.
—Si te envío una copia por correo, ¿podrías verlos mientras estás en la casa?
—En realidad, estoy aquí ahora. Quería comprobar si Tripp no había regresado todavía.
Missy se rió.
—Está bien. Bueno, bueno. Le enviaré el correo a él también, pero me gustaría tu opinión. Después,
presentaré los bosquejos a los constructores para la estimación.
—Eso trato, es parte de lo que soy. Cuando estoy inspirada puedo diseñar una casa completa en una
noche.
—Guau.
Lexi se enderezó.
—¿Ahh, sí?
214
—Bueno, en el primer momento que mencioné lo del colgante, ella quería saber lo que quieras saber.
—Entonces dijo que quería conocerte en persona si todavía querías ir por allá. Está al final de sus
cincuenta, incluso puede que sesenta, pero se ve genial. Y tomó esa casa vistosa que heredó de su madre.
Se alzó una brisa, enviando una nube de polvo en forma de pequeños remolinos como un tornado.
—Así que estaba dispuesta a hablar entonces, a pesar de que sabía que el enviarte era parte de un ardid.
Missy rió.
—En realidad sí. Y le pareció simpática la historia de que pensaras que ella había conseguido el colgante
en una venta, ¿no?
—Sí —Lexi se detuvo y se apoyó contra la casa en un esfuerzo de salirse de la trayectoria de la tormenta
de viento en crecimiento.
—Bueno la venta, como me contó, era en realidad de su madre. La cual falleció hará unos seis meses.
—Oh, lo siento mucho. ¿Ella estaba dispuesta a hablar sobre eso, entonces?
La risa de Missy se hizo más fuerte.
—Completamente. Probablemente, porque fui honesta en cuanto a mis intenciones. Le dije quién era,
quién era mi hermano, con quién estaba. Le dije que mi trabajo era asegurarme de que vosotros os
quedéis juntos. Y eso es lo que voy a hacer.
—Espera un segundo Missy, voy entrar en la casa. —Ninguna de las llaves abría la cerradura—. ¿Tu
hermano cambio las cerraduras?
—Maldición. —Lexi miraba hacia el granero, imaginándoselo como refugio de la tormenta que se
avecinaba, sería más seguro que el coche, especialmente teniendo encuentra el tamaño de los robles del
patio. Corrió hacia las puertas junto a la suciedad y el polvo que la golpeaban.
—Ahora te llamo.
La puerta se abrió de golpe cuando Lexi abrió la improvisada cerradura. Agarró el borde, lo llevó a ras
con el otro, y le golpeó el olor del viejo y mohoso heno como un viejo conocido. Lo aspiró a medida que
la envolvió.
El viento silbó y se lanzó sobre los cristales. La temporada de huracanes duraba hasta noviembre, pero la
rapidez con que se formó la había tomado por sorpresa.
Ella merodeaba arriba y abajo por la hilera de puestos, encontrando la escalera de madera que bajaba al
pajar. A medida que el viento rugía más allá de las paredes, optó por ser curiosa. Había querido ver el
granero de todos modos y la tormenta le dio la oportunidad perfecta.
Subió ocho escalones. Pacas de heno apiladas en cuatro filas hasta el techo de alto, aunque el suelo
contenía una ligera capa de escombros esparcidos por todas partes. Una paca, ubicada lejos del resto, le
hizo señas para convertirse en su silla. Retomó su camino otra vez, no estaba segura de la fortaleza de la
tabla del suelo debajo de ella. Cuando llegó, terminó su paseo y se dejó caer sobre el cubo de espinosos
tallos amarillos.
Por alguna razón, su móvil aún no registraba algún servicio. —Viento del sur. —Se recostó contra las balas,
cambiándose para eliminar los pinchazos en su espalda. A través de las ventanas superiores del granero,
el viento atormentaba los cristales, pero el cielo seguía siendo de un profundo azul oscuro.
Lexi pasó a través de los juegos en su teléfono con la intención de hacer que el tiempo pasara rápido.
Solitario, corazones y damas, además de una docena de aplicaciones que no se acordaba de haberlos
añadidos, todos parecían en su carpeta de juegos.
—Emma —dijo con una sonrisa mientras selecciona un juego y otro y un tercero.
—Basta de postergarlo.
A su alrededor, el aire se arremolinó y partículas de polvo flotaron en la luz de las ventanas. Con el móvil
apagado, se sacudió el heno lejos de sus manos y sacó la revista de Marge de su bolso.
Lexi sondeó nuevamente a través de lo que había leído antes en el diario, tratando de unir imágenes y
líneas de tiempo. Una entrada le llevó a otra, sugiriendo que George y Marge usaban sus dones aunque
esa idea era contradictoria. Siguió leyendo hasta que llegó al final, pero terminó sin la respuesta que
buscaba.
Un dato que había conseguido indicaba que Marge y George eran absolutamente, sin lugar a dudas,
contrapartes celestiales de Lexi y Tripp, y que otros como ellos existían en el mundo, pero no sin
mantener sus dones y cómo hacer que trabajaban a su alrededor.
Un vistazo por la ventana indicó que al menos los vientos al fin se habían calmado, entonces con el libro
en la mano, Lexi nuevamente bajó. Inhaló el aroma de paja y abono una vez más antes de salir a través
de las grandes puertas, imaginándose la dama de la mansión.
Lexi vagó de nuevo hacia el porche después de dar un golpe con la cadera trabando las puertas del
establo en su lugar. Trató su llave en la casa de nuevo con éxito la segunda vez.
—Este lugar se pone más raro cada vez que vengo aquí. —Sonrió para sus adentros—. Dios, me encanta.
216
La soledad se cernía sobre la casa. Olores del desayuno de hace cuatro días, pero en buen sentido. Se
imaginaba a Emma y a Missy, sus dos compañeras en la noche, charlando y cotilleando, tomando mucho
vino y disfrutando la mutua compañía.
—Mierda. —Lexi tomó su teléfono, y con un simple toque marcó el teléfono de Missy.
—Una tormenta de viento o algo así. Dejó al móvil totalmente fuera de servicio. A veces pasa aquí.
—Oh sip. Sólo un pequeño contratiempo. —Se rascó un lado de la cabeza—. ¿Creo que estábamos
hablando acerca de Sherrill cuando hablábamos antes? —Lexi se dirigió a través de la sala de estar,
deambulando por los cuartos, imaginando su estado con una reconstrucción.
—Recuerdo que dijiste eso. ¿Por qué? Pensé que sólo ibas a hacer un poco de reconocimiento. —Lexi
sonrió.
—No tuve que hacerlo. Ella se abrió enseguida. En realidad, pensó que tarde o temprano ibas a visitarla.
Resulta que conoce a toda esa gente que mencionaste e incluso dijo que eras especial para ellos.
—Y Mara.
—Y él los vio.
—Oh, chica. Bueno, parece que los Fergs no fueron del todo honestos contigo. Sherrill me pidió que los
disculpara en su nombre.
—¿Qué quieres decir? —Lexi se recostó contra la pared, aspirando la esencia de la vieja casa de granja.
217
—El colgante era de ellos, o más bien de ella, de Mara no, Marge. Lo siento, estoy hablando en código.
El colgante era de Marge.
Se tocó el collar.
—¿Te refieres al que estoy usando? ¿El azul zafiro? ¿Fue de la señora Fergs?
—Sí. Es una tradición que se transmite a cada participante fémina en el juego de Zeus.
—¿Hay más?
—La casa de los Fergs ha estado vacía por… oh… alrededor de unos treinta años. —Missy realizó un
sonido de satisfacción y complacencia—. Sherrill me dijo que te eligieron para este trabajo. Era
responsabilidad de su madre de que tú obtuvieras el colgante en el momento correcto. Pero su madre
falleció hace seis meses, por lo que él papel recayó en Sherrill.
Missy rió.
—Sí. Hay una pintura de una mujer, junto a un apuesto hombre, colgado en su casa. Supongo que es a la
gente de otra época a la cual os habéis estado refiriendo. De todas formas, tiene su trasero en una súper
mansión en Annapolis con un montón de antigüedades y magníficas cosas viejas. Dijo que sus abuelos se
lo dejaron todo a su madre, que a su vez se lo dejo todo a ella, pero el colgante no estaba destinado a ser
suyo. La forma en que lo dijo, parecía que siempre hubiese querido ser otra persona y parecía referirse a
ti.
Lexi se enrollaba el pelo alrededor del dedo mientras se movía hacia el centro de la habitación. El fondo
del papel de tapiz de la pared se desvaneció, arqueándose la madera y los elementos que consideraba
como alucinaciones en su mente ya en decadencia.
—El momento correcto fue definido a la ligera aparentemente. Cuando su ex-marido te envió a ella, lo
tomó como una señal.
—¿Y respecto… a los Fergs? ¿Cómo estaban ellos… aquí? —Un escalofrió le recorrió por todo el cuerpo—
. Y si Mara falleció, y Sherrill está en sus sesenta… eso hace a los Fergs…
—Algo alrededor de los ciento treinta, Sip. Entonces Sherrill tenía una respuesta para eso, pero sólo lo
adivinó porque su trabajo era entregar el colgante.
—Está bien… ¿y…? —La curiosidad le hizo caer al suelo y cruzar las piernas y concentrarse totalmente.
218
—Dijo que sus abuelos le dieron la oportunidad de responder todas tus preguntas, entonces alguien
estaba cuidando de ti.
—Bueno… bendita mierda. Ya sabes que Zeus empieza y termina sus juegos a capricho, pero sus esposas
están a otro nivel. ¿Qué pasa si uno de ellos pretende reunirnos y si ella se aseguró de que Marge y
George lograran estar al lado de Zeus antes de que éste acabase con nosotros por su cuenta?
—Tan loco como suena, encaja. Suena como que los Fergs son personas increíbles, Lexi. En serio,
Sherrill dijo que tenían un montón de problemas para trabajar cuando eran jóvenes porque, según sus
palabras, cada uno tenía talentos muy especiales.
—Entonces mantuvieron ocultos sus poderes. —Lexi hizo girar un rizo alrededor de su dedo—. ¿Qué pasa
con Mara? ¿Dijo algo sobre quién era… encontró algo de su familia?
—Aparentemente, se quedó huérfana durante un tifón masivo en algún lugar del pacífico de Asia. Era la
luz de los ojos de sus padres, una vez que la encontraron y la adoptaron.
La encontraron. ¿La encontraron a ella, la encontraron o sólo pasó? tengo que preguntarlo luego.
Lexi dejó salir un profundo suspiro como su miedo sobre qué podría haber hecho Marge para que se la
hubiesen llevado lejos, reemplazando las preguntas que había buscado. Marge y George le habían dejado
en una paradoja. Mara los había encontrado después de su matrimonio. Mantuvieron ocultos sus dones.
—Oh, ¿y quieres escuchar cuál es su línea? Sherrill fue tan lista cuando me lo estaba diciendo.
—¿Qué es eso?
—Eso es increíble...
La puerta de la cocina crujió como si la hubiesen abierto, y luego cerrado con un ligero golpe en el
marco.
Missy continúo hablando en lo que Lexi se levantaba y avanzaba hacia el sonido. Se detuvo en un
espacio entre la sala y el lado de lo que parecía un hombre, vestido con pantalones negros y una camiseta
blanca, se detuvo en el interior.
—Hola. Lo siento pero la casa ya está vendida. Olvidé, nuevamente, retirar la señal.
Sintió un pequeño hormigueo en la parte posterior de su cuello que hizo que se le erizaran los pelos.
Pasó sus dedos por el teclado y compuso una mirada.
—¿Puedo ayudarlo con algo, entonces? —Mantuvo su voz airada y amistosa, pensando en ocultar el
creciente miedo que sentía.
—No estoy aquí por la casa, pero estaría feliz de dejarte con tu llamada telefónica si me dieras el colgante
que tienes alrededor de tu cuello.
—¿Qué?
—¿Por qué querrías tú…? ¿Cómo podrías tú? —¡Oh, señor, Lexi, sólo dáselo!
—Eso no importa.
El hombre cojeó hacia Lexi cuando ella se movió hacia adentro de la casa. Su única opción de escape era
a través de una ventana o de la puerta trasera, si pudiese llegar a cualquiera a tiempo. Apretó el altavoz
contra su pierna, y pasó sus dedos por el nueve, el uno y nuevamente el uno con la esperanza de que
Missy notara los sonidos.
Se las había arreglado para pasar por la aduana sin llamar la atención, alegando que la pintura era una
réplica y que estaba valorada en menos de cien dólares. Al menos cuando se fuera lo sería. Cuando
reemplazó el original por el falso en la casa de los señores Rochelle en Saint Louis, sonrió ante el
conocimiento de que se había destruido el equivocado.
Mientras entraba en su hotel para pasar la noche, el corazón de Tripp dio un vuelco en su pecho en una
serie de frenéticos golpes. Se sentó, apretando su mano contra las costillas. Adentro su corazón latía a un
221
Lexi.
Tripp agarró su móvil, un duplicado que se había comprado para reemplazar la muy pobre excusa de su
manejo de la ira.
Su mente estuvo girando ante un torbellino de posibilidades. En el segundo intento encontró a Emma y
su pulso se disparó, su mente empezó a reproducir un conjunto de imágenes de un lugar que no
reconocía.
—Hola Tripp, ha pasado tiempo. ¿No? —La tímida voz de Emma le llegó desde el otro lado del Océano
Atlántico.
—¿Estás bien?
—Pareces agitado. ¿Dónde estás? ¿Qué pasa? —El miedo se sintió en su tono de voz.
Cada respiración desgarraba el pecho de Tripp nada diferente a lo que imaginaba que era un ataque de
pánico.
—Se fue. De hecho, se marchó hace unas tres horas. Ahora que lo pienso… no he sabido nada de ella.
¿Has intentado llamarla al móvil?
—Sí, no contesta.
Un nuevo grupo de imágenes le asaltaron la mente. De esas que le venían sin que necesitara ayuda para
concentrarse en ellos en vez de en su alrededor.
Las habitaciones de su granja pasaron por delante una a una, hasta que todas se oscurecieron como la
noche.
Ni siquiera es de noche.
—Oye, en realidad, espera un segundo. Missy está llamándome —dijo Emma antes de que su voz
desapareciera.
Tripp se concentró en la última imagen, la única que se le grabó, indagando en los detalles, pero no
pudo pasar del negro.
—Missy dice que estaba al teléfono con ella mientras estaba en tu granja. Alguien llegó, y sonó como si
ella estuviese marcando, pero Missy no colgó hasta después de un rato porque vio que Lexi no
respondía. Para entonces habían pasado unos tres o cuatro minutos. Los tonos tenían que ser al 911, así
que me llamó porque está de regreso en D.C.
—¿Llamaste a la policía?
—Sí, los acabo de enviar. Yo también voy. Te llamaré cuando sepa algo.
Colgó sin decir nada más y Tripp sintió una sensación de impotencia. Antes de que la preocupación lo
consumiera de nuevo, marcó a Ian, resumiéndole el problema le dijo:
—Mira a ver si puedes averiguar lo que está pasando y me llamas.
—Lo haré.
Tripp regresó a su cama, sentándose en el medio. Trató de cruzar las piernas pero no pudo, rodó hacia
la cabecera y se apoyó contra ella.
Se imaginó la cara de Lexi, su cuerpo y su sonrisa. Su corazón volvió a sobresaltarse, generando que otro
grupo de imágenes pasaran por su mente, todos en negro.
¿Qué demonios?
Cerró los ojos mientras sentía que su corazón golpeaba contra sus costillas. Esperaba que en cualquier
momento le explotara.
Un lugar en la oscuridad, ¿un vestidor?, ¿el sótano?, ¿el cobertizo? ¿Qué es?
Los pasos se hicieron más fuertes, lentos y constantes, un golpe más fuerte con cada movimiento.
El cuerpo de Tripp se estremeció, aunque no sintiese el ajetreo, sólo sabía que había sucedido. El miedo
lo atravesó quemándole, aunque, nuevamente, sólo su corazón y su cabeza registraron la sensación.
El chirrido de una bisagra, una pequeña franja de luz y sus jadeos interiores, casi silenciosos, confirmaron
su miedo.
La luz se agrupó en un pequeño espacio hasta que se abrió completamente como una explosión de
blancura.
Desde dentro del marco de la puerta, Tripp reconoció al hombre de Savannah, unos de los chicos de
Isabelle, este estiró completamente el cuello buscando algo que no podía ver.
Quédate completamente en silencio.
No hubo respuesta.
La imagen ante Tripp se volvió negra y su corazón se calmó cuando la puerta se cerró nuevamente.
Tripp abrió los ojos a la habitación del hotel, luminoso, con las paredes amarillas y la cama con dosel
donde estaba sentado.
—Ella está en el vestidor. No me preguntes como lo sé, pero él o sigue ahí buscándola o ahora piensa que
se escapó, así que ten cuidado. Conozco a ese tipo, es una especie de…
—¿Tú qué?
—Es una larga historia, una de la que Lexi sólo conoce una parte. Pillaré un avión esta noche…
—No, no, déjame encargarme de esto —dijo Emma—. No, espera sí, ven.
—Cualquier cosa que vayas a hacer, no la apartes de tu vista hasta que yo haya regresado.
Hizo otra llamada antes de acostarse. Ian tendría un poco de trabajo que hacer antes de llegar a casa de
224
Tripp.
***
Lexi no podía creerse su suerte. Se había metido en lo más profundo del vestidor, en un espacio sin
visibilidad con la esperanza de que la ubicación también la cubriera.
Ella había hecho exactamente lo que su suave voz le decía, pensó, aunque el por qué creyó que él podría
estar dentro de su cabeza, no lo supo.
Emma le echaría un sermón, aunque planeaba esperar al menos una hora o así hasta que hubiese
contado hasta mil antes de moverse, por si acaso no se hubiese dado por vencido.
A continuación, un tropel de pasos se abrió paso, chocando contra el suelo como si una lucha hubiese
comenzado.
Por mucho que quiso creer que la policía había llegado, que Missy había entendido su señal de socorro,
no pudo moverse.
Unas voces masculinas llegaron de escaleras arriba.
Las vibraciones sacudieron su armario por todos los lados. Cerró los ojos como un niño que piensa que
no puede ser visto, deseando que la voz regresara a su cabeza.
—¡Lexi!
Ante la voz amortiguada de Emma, Lexi revolvió y abrió las puertas, dejando que su hermana la acogiera
en sus brazos.
—Oh, Dios, Lexi. Estaba tan preocupada. —Emma la levantó, envolviendo los brazos alrededor de los
hombros de Lexi.
—Señorita, soy el sargento Dale. Tenemos custodiado un hombre afuera. Ahora está a salvo.
—Estoy bien, Em. —Ella se alzó pero cuando se tambaleó, Emma la volvió a agarrar aferrándola.
Lexi contó toda la experiencia, desde cuando hablaba con Missy hasta el momento en que Emma abrió
la puerta, pero omitió la parte de los juegos mentales que había sostenido con Tripp.
—¿Tiene alguna idea de por qué ese hombre podría haber venido detrás suyo?
—¿Quiere decir, detrás del colgante? —Ella volvió a contar la historia sobre Savannah, aunque no
entendía de dónde había venido el hombre nuevo si el mismísimo Robert no había venido tras ella.
—No le conozco. —Lexi caminó hacia la cocina, donde el sargento Dale señaló a un hombre que estaba
afuera en uno de los coches—. ¿Quién es?
—Todavía no tenemos toda la información, pero lo investigaremos. Aunque puede que en otro momento
le hagamos más preguntas. —Miró hacia Emma—. ¿Se quedaría usted con ella?
—Cielos, sí, claro que sí.
Un golpecito en los bolsillos de Lexi reveló que tenía las llaves pero no el cuaderno.
—El diario que estaba leyendo. —Lexi apuntó con el móvil hacia la esquina del armario, con las luces
hacia arriba lo suficiente para verlo y lo recuperó del interior del vestidor.
—En realidad, con lo que Missy me dijo y lo que está en la publicación sí. Todas las razones en gran
detalle, pero no ha cambiado como me siento. Solo sé, que ahora, hay posibilidades de éxito.
Emma suspiró.
—Creo que esto es un record, Em. El tiempo más largo entre una conversación normal y que estuvieras
gritándome.
Emma puso sus manos en las caderas como jarras, su mirada le dijo a Lexi que si no iba a darle una
respuesta apropiada las recriminaciones comenzarían nuevamente.
—Exactamente no sé por qué. Sólo sentí que debía quedármelo. Sherrill lo heredó de su madre, que lo
heredó de los suyos. Pero todo ese tiempo tenía que haber sido mío. Missy había acabado de contarme
de dónde venía cuando él llegó. Se supone de debo llevarlo. Tengo una pregunta que hacerte.
—En realidad conociste a George y a Marge, ¿verdad? —Ella se movió hacia la ventana en el momento en
que el último coche desaparecía de la entrada.
Emma alzó sus brazos al aire antes de dejarlos caer nuevamente a sus costados.
—Todo el mundo conoce a los Fergs, Lex.
—No, no, sólo se sabe de ellos, pero no creo que nadie los haya visto por aquí en… un tiempo. —Ella
activó el altavoz de su móvil y marcó mientras Emma estiraba el cuello.
—Hey, Janine. Somos Lexi y Emma. Tengo una pregunta rápida que hacerte.
—Adelante —dijo Janine al ritmo que pasaba el plumero por un tazón de metal.
—Sé que Rune es pequeño, pero ¿cuándo fue la última vez que vistes a los Fergs?
—Esto… hey, Kevin, ¿cuándo fue la última vez que los Fergs vinieron al pueblo?
—¿Quiénes?
—Nunca los conocí. Creo que murieron hace siglos. Mis padres los conocieron de niños, pero en
realidad, creo que yo no —dijo.
—Ahora que lo pienso... Lex. Creo que Casey habla mucho de ellos. Los conozco por ella, pero nunca
hemos tenido una presentación formal. ¿Por qué?
—Está bien. ¿Eso es todo lo que necesitas? Tengo el restaurante lleno de gente. Vienen a reclamarnos
por algo de un cartel que alguien puso en mitad de la carretera que decía ‘comida gratis’. Una locura.
—En realidad no existen. Mueren. Regresan. Zeus. Todo el día ha sido una locura.
Lexi se desplomó en el segundo escalón de las escaleras, desplazándose para que Emma se sentara a su
lado. —¿Cómo no supusimos que los Fergs fallecieron, Em? Esta casa está hecha un desastre porque
lleva décadas vacía. De hecho, veintinueve años, exactamente después de que naciéramos nosotras. Todo
está conectado. En este grande y enorme mundo, todos estamos conectados. Y no sé qué hacer respecto
a eso.
***
El domingo se levantó con una lluvia torrencial, complementada con el huracán George, de todos los
nombres. Dejó que Emma se llevara el diario a casa, pidiéndole que lo leyera en caso que se le ocurriera
alguna respuesta sobre cómo exactamente hacer que lo suyo con Tripp funcionase.
Sentada en el sofá de su sala de estar, pintado de un azul suave con detalles en chocolate, Lexi
rememoró lo que había pasado.
Algunas de las pasadas suposiciones tenían más sentido, junto con las explicaciones dadas por Missy pero
Lexi quería más. Marge había escrito sobre huérfanos dejados a su suerte en las ciudades desbastadas por
la guerra y el clima. Había escrito detalles de cómo se habían llevado a Mara lejos de allí y le habían dado
una vida. Lexi lo interpretaba cómo un robo convertido en salvación. Ella se regañó interiormente por
sus pensamientos hasta que su cabeza le comenzó a doler, entonces cerró los ojos.
—¿Esperas a alguien? —Emma encabezaba el camino a la puerta, retirándose hacia atrás cuando abrió la
puerta de golpe—. ¡Ian!
Él sacudió la lluvia de su paraguas, dejó caer la maleta al lado de la ventana y se dirigió directamente al
sofá.
—Hola, chicas. —Se dejó caer hacia atrás, con ambas manos en el respaldo del sofá como si fuera su casa
en vez de la de Emma y Lexi.
—¿Qué estás haciendo aquí? —Ella giró su cabeza hacia la puerta esperando que Tripp fuera el próximo
228
—Está de camino, pero dada tu aventura de estos últimos días, me pidió que viniera a echarles una mano
a dos encantadoras mujeres.
—Te mandó como si fueras una niñera, ¿no? —Emma retomó su puesto en el lugar opuesto a Ian.
—De leer el diario que Tripp encontró. —Emma cruzó los tobillos sobre el cristal de la mesa.
—¿Puedo leerlo? Tripp te lo dio antes de que yo tuviese la oportunidad de ponerle las manos encima.
La lluvia golpeaba la ventana mientras le contaba la información que Lexi había recibido de Missy y lo
que pensaba ella misma.
—Esto parece materia pesada. —Ian se echó hacia adelante—. Déjame ver si entendí bien.
Lexi asintió y se recostó en su sillón, todavía le daba vueltas a la llegada de Ian y a la ausencia de Tripp.
Se obligó a no preguntarle a Ian sobre cuándo volvería Tripp.
—Entonces… —Comenzó Ian—, Marge y George han estado muertos todo el tiempo que tu llevas viva,
pero a su nieta se le confió el entregarte el colgante. ¿Tiene algún poder mágico o algo así?
—Aparte de la tonta idea de Tripp de que proporciona protección contra las brujas, no. —Lexi sacudió la
cabeza—. Sólo es una joya con un montón de historia que creo que tendré que pasarle a alguien en algún
momento. Pero a quién y cómo, no tengo ni idea.
—Los dos viejos están muertos, pero comimos galletas con ellos… en la cocina… ¿verdad? ¿No he
imaginado eso? Por favor dime que no estoy loco.
—Ian, ¿le contaste a Tripp lo que había pasado? —preguntó Emma, Lexi se molestó por su falta de
compostura—. ¿Dónde está?
229
—Pensé que se habían mudado a Florida, sabes, ¿dónde van los ancianos? —Ian cerró un ojo como si
pudiera analizar con la mitad de su mente.
Lexi se rio.
—En realidad, dijeron Alaska. —Se golpeó la rodilla—. ¡Ay! —Abrió muchos los ojos—. ¿Habéis visto la
bandera del estado de Alaska?
—Tiene a la osa mayor y la estrella del norte. —Lexi se tapó la boca con ambas manos—. ¡Se iban a casa!
Era su manera de decirnos que venían de las estrellas y que regresaban.
—Eso es genial —dijo Emma—. Suena a conversación larga. Voy por unos aperitivos…
—Y eso tiene mucho… no, nada tiene sentido. —Ian sacudió la cabeza—. ¿Qué más hay sobre el libro?
—Está bien. De todas formas el libro es una especie de registro de sus aventuras —dijo Lexi—.
Conociendo lo que Missy me dijo, veo que definitivamente mantuvieron sus dones. También está
buscando sobre algo que ella llama ‘reemplazo’. Interpreto que esos debemos de ser yo y por supuesto
Tripp, a menos que no fuera su primer intento.
—Ella lo dice, aunque Lex… —Emma regresó a su lugar con una bolsa de snacks—. Todos los buscadores,
por así llamarlos, son responsables de sus reemplazos. Así que hay que encontrar a alguien... Siempre
que se requiera.
—Probablemente, sí. —Lexi le agitó la idea de la distancia, todavía preguntándose por Tripp, pero se
resignó ante el hecho que probablemente no pudiera unirse a ellos. Igual que Emma cogió un snack.
—Sabes… ella no mencionaba nada sobre si hacía las cosas por su cuenta o George por la suya. —Emma
abrió el diario, hojeando las páginas de patrón aparentemente aleatorio—. ¿Marge no dijo algo sobre el
factor vinculante?
—¿Crees que Mara era esa cosa del enlace que Marge te dijo que necesitabas? —preguntó Ian.
—Muchas de las primeras entradas hablaban de Mara, de que era su verdadera conexión a pesar del
230
amor que se tenían el uno por el otro. Más tarde, las descripciones se centran en sus aventuras —dijo
Lexi.
—¿Crees que…? —Ian vaciló—. Tal vez... ¿tú y Tripp sólo necesitéis algo por el estilo?
Lexi miró a su hermana. Por mucho que quisiera hablar sobre la historia de Marge y George, no deseaba
pensar en su relación con Tripp, especialmente si él no estaba presente.
—¿Por qué no has ido con él? —Emma se deslizó hacia Ian.
—¿Qué?
—Marge te dijo que debías mantenerte junto a él, ¿no? Hasta pasasteis juntos una pequeña aventura, pero
estas aquí sentado.
—Está bien, está bien. Ya basta de eso —dijo Ian—. ¿Las dos queréis saber por qué estoy en realidad aquí?
—Diablos, ¡claro! —La frustración de Lexi se mezclaba con su necesidad de obtener respuestas.
De haber podido, la risa de Ian hubiese alcanzado el techo. Le puso su mano en la rodilla.
—Estoy aquí para asegurarme de que Emma hace su trabajo y que te vigila en cada momento del día
hasta que Tripp regrese. Pensó que dos personas eran mejores que una ya que no podías mantenerte
apartada de los problemas sin él.
—¿Qué? —Lexi sintió un latigazo y miró de un lado a otro hacia Emma e Ian.
Emma se encogió como un niño cuando lo atrapan con las manos en la masa.
—Missy me llamó y me pidió que llamara a la policía. Después de que lo hiciera, el teléfono de Tripp
apareció en la pantalla. Lexi, apenas podía respirar. —Se frotó los hombros como si tuviera frio—. Me
dijo dónde estabas escondida, dijo que estabas a salvo, pero le preocupaba el tipo que estaba ahí.
—¿Cómo lo supo? ¿De dónde lo sacó? —Lexi se masajeó la sien, sus ojos parecían estallar—. Dios mío...
fue real…
—Cuando estaba escondida, el hombre apareció en la puerta del armario. Estaba convencida de que
podía verme. Quiero decir, yo lo estaba mirando a los ojos. ¿Sabéis eso de que sabes con seguridad que
la otra persona te está mirando? —Ambos asintieron—. Bueno, eso fue lo que pasó, pero entonces cerró
la puerta como si no me hubiese visto. —Se puso las manos contra su pecho—. Pensé que había hecho un
gran trabajo escondiéndome, pero… —se detuvo, bajando su barbilla.
—Lo escuché. —Se tapó ambas sienes—. En mi cabeza. Estaba usando su don a través de mí. —Sostuvo la
mirada de su hermana—. Me prestó su habilidad, me la dejó o algo así. A través de mí. ¿Cómo es eso
posible?
Ian sonrió.
—¿Qué otra cosa más tienes que hacer por nosotras las indefensas mujeres?
Emma soltó un bufido.
—Bien, mierda, Ian. Esa no es una pregunta que le puedas hacer —dijo Emma.
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ripp esperó fuera del Café Luna, a una manzana del apartamento de Jill. Ella le había
prometido encontrarse con él para el almuerzo cuando la había llamado y se había
disculpado. La brisa fresca le trajo el olor a salchichas de un vendedor callejero mientras
que una bandeja de fruta fresca sobre otra mesa mostraba las delicadezas que ofrecía el café.
Sorbió su agua, esperando que Jill apareciera, lo cual, a menos que ella cambiara sus hábitos significaba
que llegaría quince minutos después de la hora fijada. Tripp mantuvo un ojo sobre los espías de Sloan,
además de disfrutar un poco de la gente que observaba. Como en la playa, Nueva York incluía un poco
de todo, pero la prisa que se incluía con la ubicación, hacía tiempo que lo había sobrepasado.
—Tripp.
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Se había perdido la aproximación de Jill mientras observaba a una familia que trataba de cruzar el
camino de cuatro carriles.
—Hola. —El besó su mejilla mientras se sentaba, lo cual aceptó fríamente. Eso también se lo esperaba.
—Tomaré agua con lima, cuando el camarero venga. —Dejó caer su cartera sobre su falda, un gesto que
demostraba que ella partiría al menor inconveniente.
—¿Qué quieres? —Los rasgos perfectos de Jill, hermosos pero tan diferentes de los de Lexi, reflejaron el
dolor que él había visto en la bóveda, pero enmascarado con una sonrisa falsa y una perfecta aplicación
de cosméticos.
Para aquellos que no la conocían bien, verían sólo a una poderosa mujer.
—Quiero disculparme.
—Ya lo hiciste. —Sus hombros se hundieron un poco—. ¿Por qué otra vez?
—Porque es lo correcto.
—Entonces, las acepto. —Mientras colocaba sus brazos sobre la mesa, Tripp esperó conseguir al menos
algunos minutos más de su compañía—. Y ahora, ¿Qué vas a hacer con tu vida?
—Quiero ayudarte.
—Sé que lo harás Jill —dijo, aunque no la soltó—. Escúchame. ¿Qué es lo que siempre has querido en tu
vida? ¿En tus veintiocho años?
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—Veinticinco, Tripp. —La pequeña sonrisa socarrona le dijo que el lado suave que él sabía que tenía,
apareció.
—De acuerdo, en tus veinticinco años. ¿Qué es? Porque lo sé. Lo descubrí. Sólo quiero oírlo de ti.
—Ahora ya no importa.
—Sí… importa.
—Lo sé.
Ella se enderezó.
—Nunca te fui infiel. —El soltó sus manos—. Te dije al menos diez veces que no estaba preparado para el
matrimonio. No eras tú. Era yo.
—No Jill. Tú y yo no estamos destinados a estar juntos. Pero conozco a quién se supone que está
destinado a estar contigo.
Ella se rió.
—Ninguno.
—No creí que lo hicieras. —El ahogó una risa—. ¿El viejo papi sabía eso?
—Puede ser.
235
—De nada. —Tripp agitó sus manos—. No te preocupes. —Si ella se atuviera a las normas, nunca dejaría
pasar esto sin una explicación.
—Suéltalo.
—¿Sobre quién? ¡Oh! —Sus manos volaron a su boca—. No. Maldición. —Ella golpeó su puño contra la
mesa—. Le dije a él que habíamos terminado, pero no quise…
—Él está protegiendo a su bebé. Pero como tú siempre corres hacia él cuando tienes un problema, él lo
soluciona a su manera.
—Yo no…
—Ya lo sé, pero él irá hasta el fondo de este asunto. Así que, tú deberías jugarle una pequeña broma.
Dale una gran sorpresa.
—¿Y si finges que confiaste en mí, seguiste con los planes de boda, pero no le dijiste a nadie quién era el
novio hasta el último minuto?
—Eso es ridículo. —Mientras su tono de voz decía 'de ninguna manera', el movimiento de sus pestañas
preguntaba ¿'cómo?'.
—Y lo tendrás.
—Ya lo sé. ¿Recuerdas cuando te pedí que confiaras en mí? Es por esto.
—Así que, ¿yo sólo planeo mi boda, dejo la prensa fuera y camino hacia el altar con mi vestido hecho a
medida, que a propósito ya lo tengo, hacia un novio que no conozco y confiar en que es 'el único'?
—Sí.
—¿Ves la mujer que está allí? —Señaló a Isabelle, que estaba de pie al lado del teléfono público, de
espaldas hacia Tripp y Jill.
—Sí. ¿Qué pasa con ella? Trabaja para mi padre. Sé que a veces me vigila como una especie de
guardaespaldas, aunque no siempre está a mí alrededor.
—Ella o sus socios, me han estado siguiendo. Ella o alguno de ellos, me han fotografiado. Han enviado
fotos mías, tuyas y…
—¿Y la mujer de la que te has encariñado? —La sonrisa de Jill se amplió aunque había empezado
pequeña.
—Sí.
Tripp sonrió.
—Sí, pero estoy seguro de que ahora mismo no le estoy gustando mucho. —Soltó una carcajada—. Y tu
padre tiene mucho que ver con esto.
—Oh, demonios. —Ella se giró hacia Isabelle—. ¿Ella ha sido la responsable de mantenerte en tu lugar en
su nombre?
Tripp asintió.
Ella se detuvo.
—¿Por qué?
—¿Quieres devolvérsela por mí? Entonces continúa con la boda. Deja que piense que soy yo, pero dale
la sorpresa de su vida.
Se inclinó un poco.
—Pero, ¿cómo? —Ella exageró su pregunta gesticulando con las manos—. ¿Cómo Tripp? ¿Cómo?
—Confía en mí. Sabes que soy realmente bueno encontrando cosas… También puedo hacer eso con las
personas. Deja que haga esto por ti. Te prometo que él será 'el único'. Te lo entregaré una semana antes
de la boda. Sólo mantenlo escondido.
—Esto es intenso, Tripp. ¿Quieres traerme un nuevo novio como si fuera un tubo de pasta dental, desear
que me enamore y hacer todo esto en una semana antes de una boda mundial y sin decirle nada a nadie?
—Sí.
Ella lo miró con la expresión de una mujer muy interesada pero cautelosa.
—Aquí hay algo más Tripp. ¿Qué es lo que no estás diciéndome?
—Nada. En este momento, lo sabes todo. —O todo lo que necesitas saber—. Entonces, ¿qué piensas?
—Treinta de octubre. A las seis en punto. Eso te da tres semanas para entregarlo. Mete la pata y enviaré a
Isabelle a que te cace y te castre. —Ella agregó una dulce pero seria sonrisa mientras Tripp decía 'ouch' y
cubría su entrepierna. Mientras tomaba otro sorbo de su bebida, sus ojos se iluminaron con interés—.
¿Tienes que saber algo para que esto suceda?
—Sabes que esta es la cosa más extraña que me has pedido, ¿no?
238
—Confía en mí Jill. Si esta no fuera 'la manera' para hacer que esto suceda, nunca te lo habría pedido.
***
Lexi golpeó con la punta de su lapicero sobre el escritorio. Otra mañana había llegado y se había ido,
pero Tripp no había llamado. Se había rendido y pasado de las preguntas de Emma e Ian y los
pensamientos, al menos los verbales, para evitar sus constantes movimientos de hombros. Lexi consideró
llamar ella misma, pero con el convencimiento de que Tripp y ella tenían más que sólo una conexión
física, tomó otra ruta.
A pesar de su regla personal sobre buscar gente, y el hecho de que usualmente no podía encontrar a
Tripp, Lexi trató de enfocar su cara en su mente, pero no pudo, se percató de que él no quería ser
encontrado.
El timbre de la puerta del frente le hizo sobresaltarse. Ni ella ni Emma tenían citas.
¿Tripp?
Las voces se atenuaban y sobresalían como si la persona que llegaba clamara por algo de popularidad. En
vez de sentarse y esperarle, Lexi se dirigió al vestíbulo.
Lexi encontró a Ian y Emma ondeando sus manos sobre comida caliente, sin duda traída por su invitada.
Ella colocó una sonrisa en su cara aun cuando su espíritu interior cayó a sus pies.
—Hola Janey.
Janine abrió otro plato, mostrando una costilla en una salsa similar a la que pidió Tripp cuando
comieron juntos en su restaurante.
—Oh, sí. Ella me puso en contacto con un restaurante en D.C. que quiere preparar algunos de mis platos
en su cocina.
—Ya lo sé. Y, ahora estoy haciendo esos… —Señaló la caja de Lexi—, para una boda el treinta de octubre.
Una mujer me llamó desde Nueva York para eso.
El corazón de Lexi cayó a sus pies, le golpeó en su cara y explotó. Enmascaró su dolor interior y su pena
llenando su boca con el segundo postre.
Yo lo mandé lejos.
Probablemente, Missy sugirió a Janine para la boda y pasó la información a Jill. Lexi fijó una sonrisa en
su cara.
—Eso es… um… soberbio. Estoy sin palabras y contenta por ti.
—¿Aún te gustan estos dos platos? Estaba pensando en usarlos como muestras para ese chef en D.C.
—Bien, chicos, os dejo que sigáis con el trabajo. Gracias por la contribución y disfrutad el almuerzo.
Traje suficiente para todos y para que probéis un poco de cada uno.
El teléfono de la oficina sonó y Lexi fue a atenderlo hasta que Emma se le adelantó.
La dulce voz de su hermana sonó profesional e interesada. Mientras que Emma no tenía el mismo don
que Lexi, ella conseguía una magia figurativa de otras maneras.
—Hey, Lex. —Emma puso la mano sobre el micrófono del teléfono—. Ven aquí.
Missy enviaba bocetos casi todos los días, actualizaciones de sus ideas y pensamientos. Lexi se dejó caer
en la silla de Emma estudiando la primera imagen mientras Emma se iba.
El diseño que Missy había enviado de la cocina reflejaba el boceto hecho a mano que ella había hecho
cuando estaba en Rune. Lexi cliqueó hacia el comedor, un complemento de colores, muebles, luces y
maravillas. El dormitorio principal mezclaba lo masculino y femenino de tal manera que sugería que
ambos podían vivir de una manera simbiótica.
Sus nuevas ideas venían en la forma de una habitación para niños y otra de una oficina. Lexi sonrió ante
la idea de que Missy construiría aquellos en sus modelos, pero ya que ella conocía a Tripp mejor que
nadie, Lexi lo aceptó.
Missy también envió un diseño de una vista exterior con senderos de luces que conducían hacia y desde
el granero y otro hacia un hermoso cenador blanco. Los diseños quedaban bien en la propiedad. Traía
vida a lo que de otra manera serían dos tristes historias de hogares sin uso.
Cada pedazo del corazón de Lexi permanecería en esa casa. El pensamiento de que Tripp era el dueño,
de que eventualmente alguna otra mujer pudiera poner sus manos sobre ella, le quemaba por dentro.
—¡Soy tan estúpida! Debería haberme rendido antes. Debería de haber huido de él aquel día en la playa.
Maldita sea. —Golpeó su puño contra el escritorio—. Nunca hubo un 'nosotros' y aún aquí estoy
pensando que fue algo real.
Necesitaba tiempo para dejar que sus emociones se separaran de su cuerpo y el cuidado de Ian y Emma
se había extendido demasiado.
Ella agarró sus llaves y su cartera, escuchó que Ian y Emma hablaban en la parte de delante y se
escabulló por detrás.
***
Un viaje en tren, tres aviones y cuatro coches de alquiler más tarde, Tripp se encontró a poca distancia
de Rune. Había rogado porque Ian mantuviera su vuelta en secreto, deseando sorprender a Lexi. Lo que
debería haber costado dos días se transformó en cuatro, y su idea de 'sorpresa' se había transformado en
'espero que no me odie.'
Se había mantenido en contacto con Ian, quién le aseguró que Lexi continuaba sin ninguna idea de sus
241
planes y seguía afectada por él. Mientras conducía, se preparó para una recepción helada, aunque en
realidad, no tenía ni idea de cómo reaccionaría. Sólo deseaba poder conquistarla con su plan.
Si funcionaba, él viviría el resto de su vida como un hombre feliz. Si no, las precauciones que Tripp
tomó protegerían a Lexi o deseaba que lo hicieran.
El auto zumbaba bajo Tripp mientras conducía por el camino de las granjas. Missy lo había
bombardeado con preguntas sobre la granja, sus ideas y las reformas, algunas de las cuales había
aprobado. Por otra parte, él quería la contribución de Lexi, pero tomó las respuestas de segunda mano a
través de Ian, quién le aseguró que las había obtenido de Emma y de Lexi.
Había al menos una docena de coches y camiones y un auto oficial aparcados en el patio, en el camino y
cerca del granero. Tripp aparcó al final del camino, tomó el cartel de 'En Venta' que Lexi olvidó quitar y
lo tiró en el asiento trasero. Caminó el resto del camino a la casa, buscando al Contratista General, al que
nunca conoció pero contrató basado en una docena de recomendaciones y en la investigación de Ian.
—Hola.
Ella se quejó, se dirigió a un camión azul, abrió la puerta y le entregó lo que él adivinó que era un casco
adicional.
Tripp sonrió.
—Esa soy yo. —Ella tomó su sujetapapeles, escribiendo en él sin mirar a Tripp—. Los subcontratistas son
manejados por AJ. Él está por allí. —Señaló con su lapicero.
La sonrisa de Tripp creció hasta que no pudo soportarlo más. Volvió a tocarle el hombro.
—Lo siento, pero sólo tengo tres semanas para reformar una vieja granja de dos pisos de cien años de
antigüedad. —Ella lo despidió con la mano—. Necesitará trabajar con su subcontrata.
Tripp se colocó el casco en su cabeza y se dirigió a los peldaños plateados apoyados contra la pared.
242
—Hola.
Tripp asintió.
—Un placer conocerlo. Yo soy AJ. ¿Ya ha conocido a Taylor? —Inclinó su cabeza hacia la rubia que lo
había despedido.
—Tampoco lo haría usted si tuviera equipos de trabajo veinticuatro horas, siete días a la semana. Usted
nos encargó el trabajo del siglo.
AJ sonrió otra vez, más alto, el sonido más similar al zumbido de una sierra circular.
—Este es tu jefe.
—No, usted es su… -—Sus ojos azules se ensancharon—. Oh, mierda. —Ella se agarró la cabeza,
sacudiéndola.
—Maldita sea. Lo siento Sr. Fox. Estos días tengo visión de túnel, sólo me concentro en lo mío.
—Caminemos y hablemos.
Ella lo llevó a través de la puerta de al lado, la misma en la que George y Marge le habían dado la
bienvenida a él y a Ian o al menos lo habían hecho sus apariciones. Los comentarios de Taylor fueron
desde la gama de la integridad de la estructura al cableado y la fontanería. Los planos de arquitectura
robados de los archivos del condado estaban sobre el centro de la isleta, ya construida, de la cocina.
—No sé cómo, ni por qué, pero para un edificio que ha permanecido sin tocar durante treinta años, está
todo en buenas condiciones. Estamos sacando y remplazando todo el cableado, pero todo va
243
—Bien.
—¿Sr. Fox? —Un hombre con el escudo 'Ciudad de Rune' en su camisa se aproximó—. Soy Ken Ribald,
uno de los inspectores residenciales. Ha reunido un gran equipo aquí. —Él se movió a través del espacio
entre ruidos de sierras, pistolas de clavos y martillos sonando.
—Bien, sólo quería decirle, para quienquiera que sea este proyecto, ella debe ser una chica con suerte. —
Extendió su mano y estrechó la de Tripp—. Le dejaré una encuesta, pero hasta el momento todas las
inspecciones que se ha hecho fueron sin problemas.
—Excelente.
—Vamos al piso superior. —Taylor partió, dejando que Tripp la siguiera. El primero y quinto escalón
crujieron cuando los pisó—. Ya arreglaremos esos.
—No.
—¿Qué?
—No reemplace ninguno de esos escalones.
—¿Habla en serio?
—Completamente.
—De acuerdo, entonces agárrese. —Ella sacó un walkie-talkie y llamó al chico del suelo—. Estoy marcando
los escalones uno y cinco para que no se reemplacen.
—Esta es la única habitación donde cambiamos elementos estructurales. Sacamos el guardarropa, bajo su
petición, añadimos ese espacio al baño principal y agregamos un jacuzzi. Añadimos unos buenos diez
metros cuadrados más, aunque su hermana sugirió que hiciéramos un agujero en esa pared y
agregáramos una puerta cucú5.
—¿Por qué?
244
—Hágalo entonces.
—Bien. —Salieron hacia el exterior soleado, donde había tres escaleras apiladas contra la casa—. Supe que
era la mejor.
Taylor sonrió.
—¡Cuidado!
5
Puerta cucú: puerta transparente, con mirilla o con forma de las puertas de reloj cucú.
Y ella giró como hizo Tripp. Una de las tres escaleras se inclinaba hacia atrás con su ocupante incluido.
—Oh, demonios —dijo ella. Los hombres al pie de la escalera trabajaban para ponerla nuevamente en su
lugar y le gritaban al de arriba para que dejara de agitarse—. Maldita sea. Les digo que pongan las bases
de la escalera lejos de la pared. ¿Escuchan? —Ella sacudió su cabeza.
—Tripp. —Taylor lo detuvo con el movimiento de su dedo antes de que señalara una vez en dirección a
escalera—. Están bien.
Se dio la vuelta cuando la escalera cayó otra vez sobre la casa y el hombre de arriba bajó. Los muchachos
al pie de la escalera la colocaron más lejos.
Ella bufó.
Tripp sonrió.
—Entendí. Desde este momento hasta el treinta, no atienda ninguna llamada de Lexi Shepherd, por
favor. Y si se deja caer por aquí, échela. No le enseñe nada y dígale que hay seis meses más de trabajo.
—Muy bien.
ripp hizo el trayecto hasta Wise Women a paso tranquilo, tomándose tiempo para
respirar la esencia del aire puro, una mezcla de naturaleza y vida. Su encuentro con
Taylor y una revisión de las reformas le dieron una sólida vista de la vida que él
intentaba llevar en cuestión de semanas. Sólo necesitaba encontrar y convencer a Lexi de que fuera parte
de él.
Notó el auto de Ian así como el de Emma en el aparcamiento, pero no el de Lexi. Una rápida mirada al
reloj del tablero le dijo que debería estar pero como Ian las mantenía con la correa corta, pensó que
habían venido juntos.
Estacionó entre los dos vehículos, y se dirigió hacia la puerta cuando Ian salió.
246
—¿Qué sucede? —Empujó a Ian para pasar pero se detuvo cuando este se puso en su camino.
Se miraron a los ojos sin palabras hasta que Ian inclinó la cabeza.
—No lo sé. Estábamos aquí, almorzando hace como dos horas, y ella se fue a la oficina a trabajar. Ni
siquiera oí que se fuera o arrancar su Mini, pero no está, así que asumimos que se fue…
—¿La vieja granja? —preguntó Emma—. Solía ir y sentarse al lado del camino, observándola. O iría dentro
y pasaría algún tiempo con George y Marge si estaban allí, lo cual es totalmente extraño ahora.
—Me he exprimido el cerebro tratando de adivinar. Siempre me dice qué sucede, pero ha estado
encerrada en sí misma estos días, si no es que desde hace más. Deberías haberla llamado y no esperar
una maldita semana entera.
—¿Qué demonios? ¿De dónde sacaste esa idea? Mierda. ¿Lexi piensa eso?
—¿Por qué no nos cuentas cuáles son tus planes, en detalle? —Ian apoyó la mano en el hombro de
Tripp—. Digo, me preguntas por las actualizaciones todos los días. Me dices que la mantenga vigilada,
pero aún no me has dicho nada.
—No te dije nada porque no quería que accidentalmente se lo dijeras. —Tripp se pellizcó el puente de la
nariz.
—No importa lo que suceda, cómo responda Lexi, no voy a volver con Jill.
Tripp se rió.
—¿Estás bromeando?
Ella lo miró.
—Sí, lo juro.
Tripp sonrió.
—-No sólo eso, cambié las pinturas y envié un mensaje anónimo a la sociedad sobre Sloan. El saldrá de
esto indemne, pero su reputación sufrirá un poco, al menos en el sector privado.
—¿Y qué hay sobre Isabelle Reed?
—Mientras le consiga a Jill lo que quiere, estoy libre y limpio. ¿No se lo consigo? Arrastrará mis pelotas
sobre las brasas.
—Era Janine. —Emma sacudió la mano en el aire—. Lexi es demasiado precavida para ser una completa
tonta. Me pareció que le diría algo a alguien. Janine me dijo que le hizo jurar guardar el secreto, pero en
vista de que ella está en este plan que tienes… —Emma se puso las manos en las caderas.
—Janine dijo que Lexi pasó por allí, le dijo que se dirigía a la playa por un tiempo y se llevó algo de
comida.
249
—Estaré de vuelta con o sin ella, aunque no hoy ni mañana. —Se deslizó sobre el asiento del conductor,
puso el coche en reversa y bajó la ventanilla—. Aseguraos de estar aquí, libres y disponibles para el
treinta.
—¿Por qué?
Él gritó:
Las ruedas del coche hicieron saltar guijarros cuando aceleró por el camino, hacia el océano. Lo que
necesitaba pedirle a Lexi iría aún mejor donde comenzó todo.
***
Lexi tomó su teléfono, usó la marcación rápida y esperó a que entrara la llamada. Afuera, las olas del
océano explotaban y se iban en un suave ritmo que nunca fallaba en hacer que se relajase.
—Estoy en crisis. —Trazó líneas en la arena con los dedos de los pies.
—¿Por qué?
Un hombre.
—Lo hicimos, ciertamente, aunque admito que tú lo has hecho más que nadie que haya conocido. ¿Qué
es lo que afecta a tu moral y filosofía?
—Un muchacho.
—¿Es este el muchacho del que me habló Emma? Me preguntaba cuándo lo conocería. —Debió haber
250
—Oh. —El pequeño suspiro reflejaba la semana entera de Lexi—. Dime por qué, Lexi. Sácatelo de dentro.
—Él tiene… —La habilidad de mentir, engañar o robar, y nunca lo sabría… —. Algunas cargas que no
puede dejar.
—No estamos aquí para vivir nuestras vidas basadas en lo que la gente podría hacer. Ya te he contado los
problemas que tu padre y yo tuvimos que enfrentar. Él no es como su padre, pero en algunos momentos
lo es. Yo vivo con el conocimiento de que puedo influenciarlo pero no cambiarlo. Lo elegí porque lo
amaba y él es el hombre correcto para mí.
—Pero y si…
—Lexi.
—Mamá. —Los hombros de Lexi se encogieron como usualmente lo hacían cuando su madre le hablaba
de algún asunto en particular.
—¿Lo amas?
—Lo era.
—¿Te ama?
—El amor nos afecta a todas las edades. No importa la edad que tengas, cuántas veces te hayas
enamorado o cuánto tiempo hayas estado casada. Hay que arreglarlo juntos, pero cuanto más os apartáis,
más tu mente concebirá historias que no son verdaderas.
—Ya lo sé. Emma me lo dijo. Tú deberías llamar más a menudo. Sé de tu hermana todo el tiempo. A
251
propósito, me alegro que fueras a la playa. Deja que ella se haga cargo de la oficina por ahora; toma
algún tiempo para ti. Pero no demasiado sola, porque como te dije, tu mente te jugará sucio.
—Pero ¿yo pensé que la ausencia hacía que el corazón aumentara el amor? —Dejó escapar un suspiro
mezclado con una sonrisa.
—Sí y no Lex. En algún punto necesitas definir dónde comienzas y dónde terminas, que no es tú contra
él. Y lo harás. Confía en mí mi niña. Lo harás.
—Gracias, mamá.
—Lo haré.
Deambuló por la playa mientras caía la noche, masticando el último bocado de su sándwich dulce. El
único sonido venía del constante romper de las olas y el viento que silbaba en sus oídos.
Se dejó caer en la base de una duna, enterró los talones en la arena y respiró el aire salado.
Se había dejado el cabello suelto, húmedo después de un largo tiempo en la bañera. Se rizaría solo con la
siempre presente humedad y la brisa que llegaba del océano.
Un soplo de viento contra el cuello envió escalofríos por su espalda. Con la promesa de oscuridad el
calor se disipó, dando lugar a un tiempo más fresco. Sonrió con la idea de una vida en la playa, a pesar
del llamado de su lugar favorito, un lugar que ya no podía llamar suyo con un hombre que nunca debería
haber conocido. Aún con el viento sobre la cara y el océano frente a ella, la única persona que quería
falló en encontrarla.
—¿Necesitas ayuda?
Lexi se giró. Tan perdida en sus pensamientos, no había oído que Tripp se aproximaba.
—Claro.
Se sentó junto a ella, dobló las rodillas y clavó los pies desnudos en la arena.
—No fue difícil y ¿qué hay con mi habilidad secreta para encontrar cosas? —Sonrió para sí mismo.
—Tú no encuentras cosas, solo no te dejas coger. —Ella se volvió de espaldas al océano.
252
—Debí haber elegido a alguien más fuerte. Probablemente la asustaste. —Escondió una sonrisa con una
rápida vuelta hacia el viento.
—Nah. Llamó a Emma. Y yo estaba allí, tomé la nueva información y me dirigí directamente hacia aquí.
Me tomó mucho más tiempo llegar de lo que pensé pero pienso que nunca hice ese recorrido antes.
—¿Por qué lo habrías hecho? ¿No volaste a un aeropuerto local en tu Gulfstream con Jill… tu novia?
—Pero la noche que me dispararon había planeado volver aquí, tomarte y conducir contigo a algún lado
remoto así podríamos sentarnos y hablar por… oh… días.
—¿Hablar? —Lexi le dirigió una mirada. Con solo la luz de la casa de la playa, su sonrisa debería haber
sido oscura.
—Jill y yo no nos casaremos. Tú y yo Lexi, estamos conectados por una poderosa fuerza.
—Casi todo.
—¿El diario?
—¿Cómo…
—Una larga historia que es parte de la razón por la que me tomó tanto tiempo volver.
Tripp se detuvo.
—Bueno, mierda. Me olvidé de preguntar. Le pediré a Jill que lo averigüe. Estoy seguro…
—No voy a estar en medio de vosotros dos… nunca más. —Partió hacia el muelle.
—Yo…
—Ahora es mi turno.
Ella se apartó.
—-No, no lo es. Me atacaron, y tú no viniste. Ni siquiera llamaste. Si sabes el resto, también sabes eso. —
Las lágrimas se agolparon en sus ojos—.Te sentí en mi cabeza. —Ella golpeó su sien—. Pero era mi
imaginación jugando conmigo. Aun así me convencí de que eras tú, de que estábamos conectados por
más que solo la estrella…
Tripp la apretó contra sí mismo y aplastó sus labios contra los suyos.
Los brazos de Lexi permanecieron flojos a sus costados. Quería negar la emoción que él puso en su
beso. Un deseo interno, un grito de respuesta creció dentro de ella, aunque continuó parada flácida hasta
que él se apartó.
Ella no se movió.
—Yo estaba en París, en mi cama cerca de la medianoche cuando sucedió. Ya había devuelto el Renoir a
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la casa de su dueño y regresé al hotel para poder volver a Carolina del Norte. Mi corazón parecía como
que iba a estallar y luego de repente, pude ver lo que tú estabas viendo y dije…
—No lo inventaste. Estaba contigo. Después de eso, no tuve dudas de lo que necesitaba hacer, pero tomó
mucho más tiempo de lo que pensaba.
—¿Por qué simplemente no llamaste? ¿Por qué me lanzaste a los perros y me dejaste con nada más que
mis pensamientos?
—Te voy a mostrar por qué una vez que algunas piezas y partes se resuelven.
—¿Cómo?
—¿Confías en mí Lexi? ¿Podrás, por un momento o unos pocos días, incluso una semana, dejar de lado
esa comparación moral con la que me mides día tras día y solo confiar en mí?
Ella se mordió el labio. ¿Puedo hacerlo? ¿No fue ese exactamente el problema que me trajo hasta aquí?
—Lo intentaré.
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asaron dos días en la playa, rodeados por nadie. Quedaban algunos bañistas permanentes,
pero permanecían en sus terrazas o casas, dejando la playa entera para ellos dos.
Tripp llamó a Ian y Emma, les aseguró que había encontrado a Lexi y que todos los
planes deberían seguir de acuerdo a las instrucciones. Sus respuestas incluían preguntas y quejidos ya que
aún no había explicado todos los detalles, sólo lo suficiente para mantenerlos interesados. A Lexi, le dijo
incluso menos.
En lugar de pasar los dos días completos de este fin de semana en hablar sobre la ex-prometida de
Tripp, la alineación de las estrellas o incluso la casa de campo, Tripp hizo a un lado todo y se centró en
la felicidad de Lexi. El momento llegaría cuando le hiciera su última petición a ella y esperaba que
256
—Esto es realmente bueno, —dijo él—. Tenemos venir aquí regularmente, alejarnos de toda esta
competencia feroz.
Lexi se rió.
—Correr y carreras no tienen nada en común. Es un territorio meridional, donde las cinco es el final de
la jornada, y el viernes significa que todos se van a las tres.
—Eso, eso. —Levantó la botella de cerveza, hasta que ella chocó contra ella.
—Aunque, creo que tenemos que volver. —Su tono de voz vaciló con tristeza.
—Tengo un trabajo que tengo que atender y espero que vengas conmigo.
—Que tú y yo sabemos que Emma es más que capaz de manejar. Incluso pensé en una manera que
puedas participar desde… cualquier lugar.
Lexi mantenía el interés en sus ojos.
—¿Cómo?
—¿Recuerdas en Savannah, te mostré una foto de los documentos, y te di lo suficiente como para
encontrarlos?
—Sí.
—¿Crees que podrías hacer lo mismo con una imagen de la gente? Quiero decir, ¿si Emma les pide una
serie de preguntas clave podrías buscarlos, leer los detalles de su perfil y luego cavar en tu sistema o lo
que sea, para encontrar la casa correcta?
—No lo sé.
—Eso suena como una línea de conquista o la apertura de una solicitud aún mayor.
Tripp casi escupió su cerveza. No esperaba que ella captara el matiz, a pesar de que había dejado correr
la idea de Emma y ella pensaba que iba a funcionar. —Está bien, lo admito fue pre-pensado, pero aun así
creo que es algo en lo que pensar.
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Ella se echó hacia atrás. —Yo... lo consideraré. Pero, ¿por qué no voy a estar en mi oficina para llevar mi
propio trabajo?
—No sabes que no lo harás, pero al menos no en el próximo par de días por lo menos. Una semana, tal
vez.
Ella deslizó sus pies fuera de la silla, lo encaró de frente. —¿Por qué?
—Si es por mí, nos quedamos aquí. Inscríbeme en la caza del tesoro a larga distancia.
Tripp tomó un trago de su botella. —Te gusta trabajar con la gente y encontrar sus casas, ¿no?
—¿Anticuado?
—Un poco.
—Pero el lado humano. Les gusta encontrar su próxima aventura en la vida y... ¿o lo que sea?
Lexi asintió. —Eso hago. Me gusta hacer feliz a la gente, ayudándoles por un camino que no está
planeando y ver a dónde nos lleva.
—¿Así que todo esto nos conduce a algo? —Lexi se movió hasta estar de pie contra la barandilla de la
cubierta. A contraluz de la luz de los faros. Puntas de alfileres, como estrellas, brillaban por su cabello.
—¿Qué?
Él le colocó un mechón detrás de la oreja, empuñó su mano alrededor de un mechón, y siguió su línea
hasta la mitad de su espalda. Aspiró su olor, la misma lavanda que había deseado mucho más sólo unas
pocas semanas antes.
Ella se puso rígida bajo su toque y se relajó un momento después. Su mano encontró su mejilla, la frotó
contra la aspereza ya que no se había afeitado en tres días y sus narices se hicieron cosquillas una a otra
mientras sus labios buscaban su sabor.
Ella se echó hacia atrás. —Pensé que en el diario de Marge y George estar juntos significaba que nuestros
dones seguían adelante ¿no? Sólo tenemos que confiar en el otro lo suficiente para no dejar que nos
moleste.
Tripp puso un beso en sus labios, tan suave y flexible. —Sí, pero hay más.
—Pero…
—Sí, pero…
Sus labios se abrieron para su lengua cuando él la azuzó. Ella se estremeció con lo que sólo podría ser
una sensación erótica como el aire envolviéndolos en calor.
—En la playa.
***
Lexi siguió a Tripp más allá de la duna a la orilla del agua. —El océano está frío, Tripp.
—No vamos a entrar, simplemente estaremos cerca. —Él envolvió sus brazos alrededor de ella.
Lexi inclinó la cabeza hacia un lado mientras le mordisqueaba un camino bajando por su cuello. Su
mano se deslizó fuera de su cabello cuando la de ella se deslizó sobre su pecho. Sintió sus músculos
tensos bajo sus dedos, agradecida de que él saliera sin camisa.
Tripp se aferró a sus brazos mientras aplastaba sus labios con los de ella. Un suave tirón, un golpe de su
pie y ella se encontró tendida en la playa con él cerniéndose sobre ella. Ella le dio su confianza,
permaneciendo relajada cuando la depositó sobre la blanda arena.
Sus manos encontraron su blusa, deshaciendo cada botón hasta que sus pechos se escondían sólo dentro
del encaje que él ya había desabrochado en su camino hacia abajo.
259
Los dedos de Lexi removieron su cabello mientras le besaba la piel en la curva de sus pechos y tiraba de
su blusa.
Tripp se apoyó en un codo. Lexi deslizó sus dedos a su cintura. Desabrochó el botón, abriendo la
cremallera. Su mano se deslizó contra la carne blanda. Ella provocó con movimientos hacia arriba y
hacia abajo. Animada por sus gemidos y mordiscos más fuertes a su carne, ajustó su agarre mientras
pateaba sus pantalones cortos en un intento final por la libertad.
Una suave caricia provocó gemidos de placer, así que añadió más.
Sus labios continuaban probando el uno del otro, su movimiento hacia arriba y abajo de su cuerpo, un
sendero perezoso de ardiente deseo a su centro.
Sus dedos le hicieron cosquillas mientras jugaba con ella, provocando hasta que la presión dentro se
preparaba para estallar libre.
La arena revestía su mano y la de ella. La rugosidad bordeaba en placer mientras yacía sobre ella, la roca
de un pecho contra el de ella, una conexión que Lexi ansiaba.
Se arqueó hacia él de nuevo, movió sus caderas hacia delante y hacia atrás hasta que él vagó hacia abajo.
Lexi gimió mientras él se deslizaba dentro de ella, mordisqueando su cuello todo el tiempo.
A su alrededor, el mar rugía. Una ola se estrelló tan cerca que Lexi supuso que los cubriría. Las luces del
muelle bailaron como las estrellas del cielo.
Ella cerró los ojos al mundo a su alrededor, aspiró su aroma y entregó el momento a la memoria. Si
alguna vez se separaban, quería recordar.
Sus embestidas comenzaron en serio, profundo y lento con largos e interminables movimientos. Lexi
apretó sus labios contra los de él, igualando su ritmo al ritmo hipnótico del océano.
Las estrellas brillaban como si el cielo se hubiera oscurecido y sólo los puntitos de la luz se mantuvieran.
La osa Mayor y Menor, un esbozo de la zorra y el perro con el cazador, se formó en su mente cuando
Tripp reclamaba su premio sobre ella, que de buena gana le dio.
Empujó sus labios hacia un lado. —Dijiste... antes... —A través de la avalancha de sensaciones, se obligó a
dejar salir las palabras—. Conmigo, —susurró—. Conmigo Tripp. —Lexi le mordió el labio inferior,
cuando levantó sus rodillas, permitiéndole avanzar hasta donde fuera posible, dentro de ella.
Sus cuerpos constreñidos en una doble muestra de pasión que hizo que al cielo nocturno brillara como
en un destello de luz. Un observador podría pensar que era una estrella moribunda.
260
Tripp desaceleró cuando una ola gigante golpeó su lado, haciéndolos saltar cuando el agua helada los
cubrió. Todavía empujaba dentro de ella, tal vez tan impertérrito como ella.
Lexi pasó una mano ligera por su espalda, dispuesta a cambiar su posición. —Sabes que es la tercera vez
juntos, ¿no?
Tripp seguía resbalando y deslizándose. —Y sabes que nunca, bueno casi nunca sucede, ¿no?
Lexi mordisqueó su oreja, siguió al sur y trazó su estrella con la lengua. —¿Piensas que nuestros
momentos siempre van a ser así?
—Si es así, entonces... bueno... malditamente calientes. —Él sonrió contra su mejilla mientras Lexi reía.
Tripp mordisqueó su barbilla. —Creo que nos alcanzó hace mucho tiempo, sólo estás sintiendo los
efectos.
Lexi se retorció debajo de él, aunque sus caderas todavía latían contra las suyas. La arena se hundió
alrededor de ellos plenamente absorbida por el agua.
—Más o menos. Arena. Mar. Sal. Bajo las estrellas. —Él se retorció para mirar hacia arriba—. Nos viene
bien, ¿no te parece?
—Oh, ¿eso que oigo es un desafío? —Ella sonrió, mordiendo la línea de su mandíbula con alegría.
—Quizás esta vez vamos a flotar en el mar, conocer algunas sirenas y obtener algunos consejos sobre el
sexo de los maestros.
Lexi palmeó su trasero. —O vamos a acabar con la pizza, meternos en la cama y dormir toda la noche.
Tripp la besó con una dulzura que tiró de su corazón. —Y por dormir, quieres decir…
***
Tripp estaba en el marco de la puerta corredera de cristal abierta, mirando de la forma de Lexi a la playa
261
y de vuelta. En el exterior, las gaviotas graznaban cuando una se abalanzó sobre la arena, recogiendo lo
que Tripp suponía era su desayuno.
Ella se movió hacia su reloj. —Son sólo las ocho. ¿Por qué estás levantado? —Su cabello caía sobre sus
hombros, cubriendo un ojo.
Tripp se acercó mientras pensaba en la mejor manera de explicárselo. Había esperado para preguntarle
la pregunta que se le había salido la noche anterior.
Ella se deslizó en la cubierta en la misma ropa que llevaba en la cama: ninguna. —Dame una manta.
—Uh, no.
—No voy por ahí desnuda. —Ella agarró la manta de la cama, se envolvió a sí misma, pero siguiéndole.
Cuando Tripp tomó asiento, se postró sobre su regazo. —Lexi. —Él colocó sus manos a los lados de su
cuello, tiró de ella hacia abajo y añadió un beso para comenzar la mañana.
Ella respondió con los dedos en su pelo. La manta se deslizó, dejando sus pechos al descubierto.
Por mucho que quería divertirse al aire libre, sólo tenía un tiempo para encontrar el futuro marido de
Jill, convencerlo de conocerla y casarlo con ella.
Dejó caer su frente a la de ella. —¿Recuerdas cuando te pregunté si te gustaba trabajar con la gente?
—Sí.
—Porque nunca sabré los resultados, buenos o malos, pero sobre todo el lado malo No podría vivir
conmigo misma si fuera demasiado tarde para encontrar a alguien y terminaran muertos.
—No. Porque entonces me sentiría culpable sólo utilizándolo para algunas personas y no para otras. Es
demasiado arriesgado.
—Las personas deben encontrarse unos a otros por su cuenta. —Ella se retorció en su regazo—. ¿Y si
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estuviera equivocada? Quiero decir, no es justo usar la magia para eso si no estoy dispuesta a usarla para
el beneficio de los demás, en concreto las personas que la necesitan más. —En un suspiro, añadió—: La
gente necesita el lugar correcto en el momento correcto, no a mí interfiriendo con el destino.
Estuvo de acuerdo, un poco, a pesar de que su vacilación le sugirió que tal vez pudiera influir. —¿Qué
pasa si tu ayuda es fundamental para mi capacidad de tener hijos?
Tripp escondió su sonrisa con un beso en el pelo. —Regresé a Nueva York para asegurarme de que Jill
supiera que habíamos terminado. —La agarró con fuerza cuando ella se estremeció cuando él dijo “Jill”.
—¿Tú qué? —Ella empujó hacia atrás y lejos, su rostro reflejando dolor y confusión—. ¿Por qué?
Tripp agarró las muñecas de Lexi, tirando de ella hacia él. —Escucha por un minuto y deja de saltar a
conclusiones apresuradas. Estoy a punto de pedirte que rompas tus reglas y quiero que sepas por qué.
Ella dejó caer la barbilla contra el pecho. —Adelante.
—Pero…
Hizo un gesto a Lexi de silencio. —Mientras yo estaba haciendo la primera pintura, dejó caer el anillo de
compromiso que compró, en una caja. Ni siquiera canceló cualquiera de los planes que había hecho.
Tripp sonrió. —Diablos, no. Yo la vi sin embargo. Así es como me golpeó la idea. —Metió un pelo detrás
de la oreja de Lexi—. De todos modos, cuando me disculpé, hice un trato con ella.
—¿Un trato?
—Sí. Ella sabe que soy bueno para encontrar cosas, que realmente ha sido siempre la parte de Ian en
nuestra asociación. Mi parte…
—Así que le dije que mantuviera los planes de boda y encontraría al tipo con quien ella realmente
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esperaba casarse.
—Uh… Sí.
—¿Por qué diablos hiciste eso? —A pesar de las palabras, no mordió el anzuelo.
—Para hacer que su padre dejara de comportarse como un loco sobre mí y porque es la cosa más amable
de hacer.
—¿Amable? —Ella golpeó sus muslos—. ¿Amable? —La segunda iteración llegó con un gemido frustrado
mucho peor de lo que él habría pensado que podría haber sido emocionalmente—. ¿Para una mujer que
no tomaría un “no” por respuesta, que envía a su padre tras de ti con un silbido más apto para un niño y
tú quieres ser amable?
—Sí.
—Huh.
Ninguno dijo nada por un momento. Los gritos de la gaviota crecieron a medida que el viento se levantó.
—Así que quieres que encuentre al tipo. ¿Cómo se lo vas a conseguir? ¿Por qué ella cree que esto va a
funcionar? ¿Por qué habría siquiera estar de acuerdo?
—Ella es extraña, pero realmente cree que le llevaré al hombre de sus sueños. Vas a tener que dejar la
parte de la adquisición a mí.
—Oh, no. —Sus ojos se volvieron serios—. No puedes hacer nada ilegal Tripp. Eso no es correcto.
—No te estoy pidiendo que rompas las leyes Lexi. Te estoy pidiendo que encuentres a alguien y el resto
me lo dejes a mí.
—Es demasiado peligroso. Estaría jugando con las vidas de las personas. Eso no es justo para ellos y no es
justo para mí.
—Bueno, esto está esperando por nosotros, por mí, es decir para disponer. No querrás que ella me
lastime, ¿verdad? —Él batió sus pestañas como su hermana lo hacía con él—. ¿Lo harías si fuera la última
cosa que te pidiera que hicieras por mí?
—No.
Su esperanza se drenó.
264
exi no podía creer que le hubieran pedido buscar la otra mitad de alguien, sin mencionar
que era para la ex-amante de Tripp. La tarea rompió todas sus reglas.
Había estado de pie y caminado por el cuarto mientras él explicaba lo que pasó en Nueva
York, en detalles exquisitos. Mientras ella entendió un poco por qué Jill aceptaría su ridículo esquema,
cómo él podría convencer a la otra parte, no tenía ni idea.
En medio de la ducha, el café, el desayuno, y hasta el almuerzo, Lexi y Tripp hablaron más del impacto
de Jill en la vida de Tripp y el efecto potencial en la de Lexi.
Tripp se sentó del otro lado de ella en la mesa de centro, extendiendo sus manos. —Por favor, Lexi.
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Esta… y unas pocas cosas más, van a dejar que estemos juntos. Tú dijiste que confiabas en mí. Así que
por favor. Confía en mí. No te volveré a pedir algo nunca. Sólo esta vez.
Le contempló, esperando a que ella misma creyera y confiara, ya que había dicho que lo haría. En un
suspiro profundo, Lexi deslizó sus palmas en las de Tripp.
Asintió una vez y esto hizo a los labios de Tripp curvarse hacia arriba. —Una pregunta más primero.
—Bien.
—¿Cómo es que esto nos hace… —su dedo moviéndose entre los dos—, …funcionar? ¿Cómo evitamos la
paradoja? Cómo…
—Tú tienes que confiar en mí. —Él tomó ambas manos en las suyas.
Confiar en él. Las dos palabras más difíciles. Bien… puedo hacer esto. —Necesito mis manos.
Lexi sacudió su cabeza. —Es sólo que no creí que ella fuera tan bonita. Debería haberlo sabido por
supuesto, pero sólo la vislumbré de espalda en aquel hospital.
Tripp usó su dedo para volver la cabeza de Lexi hacia él. —Ella no está ni cerca de ser tan hermosa como
tú. —Él puso sus labios en los suyos, un suave agradecimiento sin palabras.
Lexi sonrió en su boca, presionó el botón de su teléfono y volvió a saltar la cara de Jill. Los ojos azules, el
pelo rubio, la sonrisa perfecta y los rasgos simétricos la saludaron de nuevo. Lexi guardó sus
pensamientos negativos, dejando que la imagen de Jill llenara su mente. Mantuvo su objetivo en el frente
—encontrar el amor verdadero de Jill— pero salió con imágenes borrosas, nada que ella pudiera
distinguir.
—¿Encontraste a alguien?
—No. Necesito… tengo que ir afuera. Lejos de ti. Cuando pienso en ella, pienso en ti. Tu olor está todo
alrededor de mí y aunque me encanta, rompe con mi hilo de pensamiento.
Se puso de pie, tomando el teléfono de Tripp con ella mientras se paseó por la primera planta. —Bien
Jill. Esto no es para ti. Esto es para Tripp.
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Lexi cerró sus ojos, trazó la imagen de Jill en su mente otra vez y se concentró ‘en el amor verdadero'.
Ella encontró, en cambio, la imagen de Tripp. Su cara hizo que temblara como si hubiera encontrado la
respuesta que ella no buscó. Él y Jill no estaban destinados el uno al otro, nunca había sido así. Se
sacudió el pensamiento, escondió la sonrisa y se concentró otra vez en Jill.
Las imágenes parecidas a diapositivas pasaron por la mente de Lexi, una tras otra hasta que ella
encontrara una cara diferente. Otra vez, su concentración se tambaleaba. Giró un mechón de su pelo.
—Sigo perdiendo el enfoque. Te dije que no lo hago con las personas por un motivo, pero también es
que ellos se mueven y sus personalidades interfieren con la visualización que consigo. Es la clase de cosa
más difícil, también. —Ella habló hacia el océano, esperanzada que Tripp la oyera.
Un codazo en su hombro y ella se giró hacia él. Las manos de él se movieron a su barbilla mientras sus
labios tocaron su nariz. —¿Sabes que no se supone que Jill esté conmigo, verdad?
—Sí.
—Bueno.
—Háblame sobre Jill. —La idea le dolió a Lexi, pero con más información, ella obtendría claridad.
—Su madre murió hace diecisiete años de cáncer de mamas y Jill ha dependido de su padre desde
entonces. Necesita a alguien que la cuide, la ame con sus defectos y no por su dinero. Ama viajar, es muy
exigente, pero también muy dadivosa, de su dinero y de su tiempo. No trabaja, pero es voluntaria en un
montón de sitios en Nueva York. Se entrega por completo en una relación pero ha sido lastimada varias
veces, generalmente debido a la gente que va tras de ella por su dinero. Por eso es que se aferra a la
gente que la trata bien. Como yo.
Tripp besó su frente. —Lo es y me tomó romper su corazón para darme cuenta de donde venía su
aferramiento.
—Sólo permíteme… sí. —Ella puso su cabeza contra su pecho. El latido de su corazón en su oído.
En un pensamiento, las imágenes volaron por su mente. Una tras otra, mientras ella más se relajaba con
Tripp conectado a ella más rápido ellas pasaban. Giró una, la cara de un hombre con ojos azules y pelo
oscuro como Tripp, pero ninguna estrella, ningún pendiente y nada de barba crecida de anoche.
Alejó su visión hacia atrás, encontró al hombre vestido con corbata, su chaqueta del traje en un perchero
al lado de un escritorio de caoba. Él trabajaba en un ordenador portátil, sus dedos moviéndose por el
teclado, aunque no veía lo que escribía. Empujó más atrás, vio en su mente una oficina con una puerta y
un letrero con nombre.
—Segundo piso de un edificio más viejo. Uno de esos grupos para niños, para los desvalidos. Orange
County Kid’s Connection.
Cuando la última imagen pasó, ella cayó en los brazos de Tripp. El lado de su cabeza palpitó. La mano
de Tripp frotó el punto exacto donde dolía.
Lexi le entregó su teléfono. —Jacob Sellers. ¿Adivino que ahora tienes un poco más de trabajo que hacer
para convencerle, verdad?
***
—Jacob Sellers. —La voz de Ian alcanzaba a Tripp con facilidad por el teléfono—. Treinta y un años,
dueño de la Orange County Kid’s Connection en Middletown, Nueva York, hijo de Janet y Kevin
Sellers. Graduado de la Universidad de Nueva York Summa Cum Laude6, con un doble título de
Sociología y Dirección comercial…
—Sí, lo sé. ¿Puedes enviármelo todo en un correo electrónico con lo demás que hayas conseguido? Lexi
y yo volamos para la charla con el Sr. Sellers….
—¡Espero que esté soltero! —El altavoz del teléfono recogió la voz de Emma, también.
—¿Y si él no lo está, Tripp? Ni siquiera se me ocurrió mirar. —Lexi conducía el coche mientras Tripp
hacia anotaciones.
—Callaos, todos, —dijo Ian—. Es soltero. Comprobé los archivos de matrimonio activos. Bien, la
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información está enviada. Te tengo en el vuelo de las nueve treinta en LaGuardia. La limusina al Ritz ya
que tu lugar es un desastre…
—¿Por qué tu apartamento es un problema? —Lexi observó a Tripp desde su asiento de conductor de su
Mini.
—El alquiler será dejado en el hotel mañana a las nueve. Que todos vosotros… No espera, eso es
demasiado extraño. Que los dos os divirtáis. —Ian colgó.
—¿Quieres quedarte unos días en el Ritz? —Tripp puso su mano sobre Lexi, frotando la cumbre con su
pulgar. El movimiento le calmó.
—Supongo que será tremendamente caro. —El toque de sarcasmo no fue desapercibido.
—Lo sé. Hay tantas cosas que tú podrías hacer con ello, ya sabes.
6
Summa Cum Laude: el más Grande de los Honores, es el reconocimiento por obtener la máxima calificación posible en una
Titulación Universitaria, especialmente en los niveles de Magíster o Doctorado.
—¿No viste los problemas que tuve en la playa?
Tripp se rió, apretando su mano. —Bien sí, pero el que te limites a esto parece como decirle a un experto
en física nuclear que sólo puede enseñar química en la escuela secundaria.
Su risa provocó calidez a Tripp justo en su centro. —Esto es una de tantas diferencias en nosotros, Tripp.
Tú eres el chico malo que hace lo que él quiere sin cuidado. Yo soy la chica buena que se mantiene en la
parte simple y generalmente sin complicaciones, de la vida.
—Estos son algunos de los porqués que hacen que te ame Lexi.
Ella no le miró, pero su sonrisa creció. —Tengo que decir que no es mi… ah… parte favorita sobre ti, sin
embargo.
Tripp se echó a reír. —Voy a dejarlo pasar por el momento. Dejaré tus ‘partes favoritas’ a mi
imaginación.
Ellos hablaron durante el resto del paseo, el vuelo y el viaje de limusina al hotel de exactamente el modo
que Tripp había querido la noche que le pegaron un tiro. Lexi se acurrucó en él bajo la blanca y suave
manta de su cama hasta que ella se durmió sobre su brazo.
Una vez que su pecho se elevaba y caía a un ritmo constante, se escabulló a la barra del hotel con su
teléfono móvil.
—Son la una treinta, Tripp. —Jill se deslizó en el asiento al lado suyo—. ¿Esto no podía esperar hasta
269
mañana?
Le deslizó una foto de Jacob Sellers en la mesa. —Él no sabe nada sobre esto, pero mi plan es llevarle a
tu casa el viernes por la tarde. Tendrás una semana para decidirte, pero si optas por no hacerlo, ya no
podrás culparme.
Trajo la foto hacia ella, movió su cabeza derecha e izquierda. —Interesante. —Su mirada se fijó a él otra
vez—. Quiero pedirte perdón.
—¿A mí? —Tripp no podía recordar alguna vez que Jill pidiera perdón con sinceridad alguna.
Un dedo con manicura rozó su hombro. —Averigüé que uno de los tipos del personal que Isabelle
mantenía decidió quitarte de en medio. Él estaba cansado de seguirme. Se figuró que si conseguía sacarte
del panorama, sería reasignado de nuevo. A propósito, él fue reasignado, Al NYPD7.
—Lo hice, sí. Me imaginé que era lo menos que podía hacer y ya que está ya en custodia allí abajo, en
aquel estado del sur que parece que te gusta llamarle hogar, esto salió bien. —Ella se rió, poniendo su
mano en la suya—. La avaricia saca lo mejor de ellos.
Un temblor rápido empujó los hombros de Lexi. Ella regresó a la mesa, se sentó en el banco, pero no se
acercó a Tripp.
—Le dije que me llamara tan pronto como encontrara algo. Así que esto es todo.
—Lo supimos esta mañana —Lexi dijo como provocando o esperando a que Jill respondiera
negativamente.
—Adivino que Tripp no quiso estropear el día anunciando que tenía que encontrarse con una ex ama…
amiga.
Tripp la llevó hacia él. —Si te hubieras quedado en la cama, estarías calientita.
—Vosotros dos estáis hechos el uno para el otro. —Ella agitó la mano a ambos—.Tú me lo quitaste, sobre
lo cual debería estar absolutamente enojada y realmente tengo los recursos para permanecer dolida y
hacer a la gente pagarlo. —Se rió tontamente—. Pero cuando Tripp vino a mí, charlamos como viejos
amigos, algo que no hicimos antes de ti. Me vi a mí misma diferente y francamente, esto como que me
asustó.
—¿Y ahora estás dispuesta a aceptar a un hombre que crees que él dice que es tu pareja perfecta? ¿El
amor verdadero? ¿Sin ver? —La sorpresa de Lexi tenía a Jill arqueando su cejas con una sonrisa
creciendo.
—Ah, lo miraré por supuesto, —dijo Jill—. Una mitad de nosotros estará preparada. Si esto funciona,
grandioso. Si no lo hace, pues disfrutaré de un infierno de fiesta de bodas. Chicos deberíais venir,
también.
Tripp observó a Jill con la esperanza de que ella tuviera cuidado con sus palabras. Como Ian y Emma,
ella también había sido informada, un poco, de los planes de Tripp.
—Gracias por la invitación, aunque no estoy segura que fuera adecuado para mí asistir, —dijo Lexi.
Tripp dio un lento suspiro de alivio.
—Bien… tengo que regresar. Necesito mis horas de sueño. —Jill se empujó fuera de la mesa.
Lexi se giró hacia Tripp. —Voy a subir. Acompáñala afuera y te veo en un rato. —Le besó en la esquina
de su boca antes de que ella se levantara y desapareciera.
—¿No me has dicho todos tus planes, pero por la mirada que tienes, supongo que tienes algo grande en
proceso? —La sonrisa de Jill se ensanchó.
***
Después de cuatro días dentro de los límites del paisaje urbano de Nueva York, vagando por las calles,
probando el apetitoso despliegue de alimentos y tomando parte de la vida nocturna, Lexi y Tripp se
dirigieron al norte hacia Jacob Sellers.
El paisaje voló en un aspecto borroso mientras Tripp conducía el coche de alquiler fuera de la ciudad.
La vegetación y el ritmo del Estado de Nueva York recordaron a Lexi al de Carolina del Norte… un
poco.
—¿Has estado tan al norte antes? —Tripp tomó sus manos en las suyas.
271
—No en la costa oriental. He estado lo más al norte posible en el lado Oeste del país y he estado en
Canadá, pero no aquí. Sólo he venido a Nueva York dos veces.
Tripp se giró hacia ella, sus labios curvados en una sonrisa que le fascinó.
Lexi no podía menos que reflejarle. —Bien, ¿qué haremos cuándo nos encontremos con este tipo?
¿Explicarle la situación tranquilamente? Quiero decir cuanta gente va a creer que nosotros conocemos a
la persona con la cual se supone que él pasará su vida, y ella vive a una hora y media lejos...
—Bien, pero ese no es el punto. Ellos viven en ciudades separadas y nunca se han encontrado antes.
—Nosotros vivimos en estados aparte, técnicamente, y hasta hace unas semanas, nunca nos habíamos
encontrado. ¿Recuerdas? Tienes que comenzar en algún lugar.
—¿Y si ellos realmente no son compatibles? Todavía podría haberme equivocado. No es justo que…
—¿No es justo? —Tripp regresó su mirada fija en el camino—. ¿No es justo el ser ayudado a descubrir el
amor de su vida?
Lexi sacudió su cabeza. —No lo es…
—Vamos a hablar sobre 'lo justo' durante un segundo, Lexi. ¿Es justo que tú y yo tengamos esta barricada
delante de nosotros? ¿Es justo que yo sepa qué hacer pero que al decírtelo negaras totalmente lo que se
necesita que suceda para que resulte? ¿Parezco que cargo con 'el cómo' de poder evitar el mito?
—No lo sé. Quiero decir, te amo Tripp, pero y si… lo que tú pides de mí va en contra de…
—No lo hará y ahí tú tienes que confiar en mí. Tú ya sabías que George y Marge tenían una conexión, un
único y verdadero vínculo que a ellos les resultó. Nosotros lo tenemos también. Es sólo que aún no has
captado el qué de eso.
—Lo sé. —Ella se concentró en el paisaje que pasaba ya que Tripp redujo la marcha del coche. Sigo
tratando de confiar en ti.
El pintoresco distrito del centro de la cuidad de Middletown los recibió con el esplendor de una pequeña
ciudad. Ellos condujeron a través de la plaza central por una escuela y unos edificios de gobierno hasta
que se acercaron a la dirección que Ian les dio.
Lexi se giró hacia Tripp cuando aparcó. —Por favor dime lo que vas a hacer para convencer a este
hombre de nuestra loca estrategia.
272
—Conversar.
—Rogar.
—Y si…
Lexi salió del coche, esperando a Tripp en el maletero. —¿Vas a secuestrarle y hacerle ir a Nueva York
dónde tú crees que él se enamorará mágicamente de ella?
Tripp caminó hacia allá y la abrazó. —Si estás preocupada de ser atrapada…
Él se desplazó hacia atrás como si ella le hubiera pinchado con un alfiler. —¿No puedes superarlo,
verdad?
El toque rompió su resolución. Tripp sustituyó su dedo por sus labios, la empujó contra el lado del
coche cuando él tiró de su pelo.
Lexi aspiró hondo, miró fijamente en lo profundo de los ojos de Tripp, y se recordó a sí misma su voto
de confianza en él. —Bien.
***
Antes de que Tripp y Lexi hubieran entrado en el edificio de dos pisos, Lexi captó un cartel con un
termómetro gráfico para documentar las metas de recaudación de fondos. El número en la cumbre leyó
$100.000, y según la línea coloreada en rojo, ellos habían alcanzado unos tremendos diez mil.
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—¿Lo siento, quiénes son ustedes otra vez? —Jacob se movió del lado de invitados de su escritorio a su
silla.
Mientras Tripp y Lexi habían pasado la entrada, una llamada de Jill había llegado para recordarle a
Tripp su fecha límite y en el proceso, Tripp le preguntó si ella había escuchado sobre Orange County
Kids Connection y sus actividades actuales de recaudación de fondos. Ella no los conocía, pero dijo que
si él pensaba en esto como una causa que valía la pena, les donaría diez mil dólares.
—Así es. —Lexi apretó su mano con la de Tripp sobre el lado de la silla de invitados de cuero—. Oímos
que usted está recaudando fondos y queremos hacer una donación anónima.
—¿Noventa mil dólares? —Él hizo una exhalación—. Siento si parezco sorprendido o dudo, nosotros
sólo… bien ese es nuestro objetivo restante para nuestro actual programa de desarrollo y recibir esto al
instante debería entusiasmarme más allá de lo creíble. Nunca antes había tenido a alguien que se
detuviera aquí y me ofreciera tanto dinero. —Se inclinó adelante, sus manos en su escritorio—. ¿Esto no
es alguna estafa, verdad?
—No —dijo Tripp.
Lexi cambió su peso. —Uno de los benefactores solicita su presencia en la Ciudad de Nueva York hoy a
las nueve p.m.
—Entonces no podemos donar nada de ello. Este es el único requisito —dijo Tripp—. —Nosotros
encontramos las causas, nuestra tercer socio contribuye, pero en este caso, ella absolutamente debe
conocerle.
—Es su política. —Lexi ablandó su tono, esperando que la demanda más brusca de Tripp pudiera ser
minimizada.
—Miren. —Los nudillos de Jacob palidecieron con su apretón en la silla—. Aprecio la oferta y mientras
que me encantaría el dinero, no puedo entretener a donantes potenciales por capricho. No puedo irme
volando, o en este caso, irme conduciendo con la promesa de financiación de una fuente desconocida.
Ustedes ni siquiera han respaldado su petición. —El cabello de Jacob estuvo parado al final gracias al
número de veces que pasó una mano por él—. Aprecio la oferta, pero hasta que haya pruebas sostenibles,
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Tripp dio un codazo a Lexi para que se levantara y fuera a la puerta. —Estaremos en contacto.
Después de apretones de manos rápidos entre los tres, Lexi y Tripp se retiraron.
Lexi lo fulminó con la mirada. —No. ¿Quién va a donar los otros ochenta mil dólares?
—Donante anónimo. —La sonrisa sugirió que él sabía exactamente quién, y Lexi también—. Y ahora, es
mi turno.
Ella deslizó sus manos de las suyas. —¿Qué vas a hacer? Por favor dime.
—Mira y aprende.
Ellos se sentaron en el coche durante tres horas, charlando sobre nada y todo. Tripp echaba un vistazo
de vez en cuando hasta el momento que alcanzó la llave y trajo el motor a la vida.
Ellos siguieron a Jacob a una casa modesta de ladrillo de dos pisos. Aparcó en la entrada, al lado de un
Honda verde, hechura y modelo similar a su propio coche. Con un salto en su paso, saltó subiendo en el
pórtico y se arrodilló delante de la puerta cuando la empujó para abrir.
Una pequeña niña se arrojó en sus brazos. Detrás de ella, una mujer, con una sonrisa enorme a través de
su cara apareció.
Tripp le hizo señas de que esperara. Un momento después, la mujer salió, a su coche y se fue.
—Ian. —Apenas dijo el nombre, su atención volvió al teléfono—. ¿No encontraste ningún archivo de
matrimonio o sólo ninguno activo? —Tripp hizo una pausa—. ¿Bien, por qué no mencionaste eso?
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—Es un viudo.
—Entonces esa es su niña. Caray, Tripp, no podemos separarlos. —Ella golpeó su bíceps.
—¿Y cómo diablos propones que hagamos esto? Él estuvo dispuesto a abandonar por completo su
objetivo de recaudación de fondos por ella.
Lexi pensó en Casey y en cuan apegada parecía estar ella a Janine siempre, el modo en que se agarraba a
ella con sus piernas y manos, ayudando en el restaurante tanto como una niña de cuatro años podría.
—¿Qué es lo que va a pensar Jill cuándo el tipo venga con una familia entera?
Tripp sonrió, una expresión de "Yo-gano-tú-pierdes" que hacía a Lexi querer golpearle, antes de que ella
le besara. —Perfecto entonces, la niñera canguro se ha ido —dijo Tripp—. Así que, Vamos.
—¿Qué? ¿A dónde vamos? —Las palabras no alcanzaron a nadie ya que Tripp salió del coche y se dirigió
a la acera. Lexi le persiguió, tirando de él para detenerlo—. No puedes sólo acercarte aquí y…
Tocó el timbre mientras ella suspiró.
Los ojos de Jacob se ampliaron cuando él abrió la puerta. —Lo siento, pero esto no es apropiado. —Él
comenzó a cerrar la puerta, pero Tripp le detuvo con la palma de una mano en la superficie.
Él metió la mano en su bolsillo y agarró su teléfono, dándole vuelta y sosteniéndolo para Jacob.
—¿Jill Sloan? —Jacob preguntó—. ¿Qué tiene que ver la heredera de Nueva York con esto?
Jacob dio al teléfono un manotazo hacia un lado y Lexi dio un paso atrás. —¿Es ella su tercero? Es como
uno de los donantes más influyentes de los alrededores.
—Y ella quiere hacernos una donación y encontrarse conmigo primero. — Jacob pasó una mano por su
cabello de nuevo—. Tendré que conseguir una niñera, pero Dios es que también lamento dejar a mi hija
sola durante más tiempo de lo que necesito.
—No tenemos listo nuestro equipaje o algo así. Ella tiene sólo cuatro años. Necesitará sus cosas…
Lexi se paseó alrededor de Tripp. —Qué te parece si yo te ayudo con ella a prepararse e iremos en coche
todos juntos. Les llevamos a hospedarse en un hotel ya que la señorita Sloan realmente quiere reunirse
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contigo esta noche y la pequeña puede quedarse o conmigo o con vosotros dos.
—Um… sí eso está bien. Puedo… —Él giró atrás alrededor de su sala de estar—. Ah, déjeme sólo conseguir
mis cosas.
Jill sorprendió a todos diciendo que contribuiría a la recaudación y no habría más amenazas para la
hombría de Tripp.
Tripp la observó desde su lugar en la cama. —¿Para ver si los fuegos artificiales realmente vuelan?
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—Cierto —dijo ella— pero, quedémonos un poco más. Sólo por si acaso…
***
Lexi y Tripp pasaron el resto de la semana en Nueva York, la mayor parte del tiempo en la piscina
interior, gracias al mal tiempo y el profundo interés del uno en el otro. Con la reafirmación de Emma
que estaba todo bajo control, Lexi cedió y tomó un muy necesario descanso.
Ella y Tripp sin embargo, aún no habían hablado de sus próximos pasos, incluso habían evitado el tema
cuando la conversación se dirigía en ese sentido. Lexi imagino que si metía su cabeza bajo la arena el
tiempo suficiente, podía pretender que no importaba y sólo divertirse.
En el quinto día de la semana, Lexi comenzó a pensar y preocuparse, su mente viajó al lugar con el cual
su madre no estaría de acuerdo que hubiese ido.
—Pienso que deberíamos ir a casa, o por lo menos ir yo —se abrazó a sí misma. La siesta al lado de la
piscina hacia maravillas para un relajado día de lluvia.
—Bueno, estoy seguro que la boda de Jill mañana transcurrirá sin ningún incidente, entonces conseguiré
que subamos al próximo vuelo hacia Raleigh.
—¿Qué tal si esperamos hasta mañana? —Ella estiró una mano se su muslo.
—En todo este tiempo aquí no hemos ido a Broadway. Podemos ir a ver un show. Escuché que hay una
representación temprana por la tarde de ‘Chicago’ mañana. Podríamos irnos después de eso.
—Pensé que los periódicos decían que todos los Show estaban agotados.
—Tengo la oportunidad con un tipo con el que hice negocios. Me dijo que si algún día quería ver algo,
solo se lo hiciera saber. —Tripp levantó un hombro.
—¡No es cierto! Eso sería increíble —la voz de Lexi reflejaba una exuberancia juvenil—. ¡Oh! Necesito ir
de compras a menos que pienses que podemos vestir jeans —él chocó su hombro con el de ella.
Lexi se rió —quiero estar vestida para la ocasión —lloriqueó ella como un niño sin sus juguetes—. Quiero
verte vestido con un esmoquin. Ya sabes, todo completo. Aparte de mi larga separación con mi hermana
y tu generosidad en este hotel, soy una cita barata.
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—He oído eso antes —sonrió burlón— podrías tomar prestado algo de Jill, ella tiene un ejército de gente…
—No, no, iré de compras. Sola con mi soledad. —Lexi le batió sus pestañas.
—Tengo un mejor plan. Te dejaré fuera de la tienda favorita de Missy, que sucede que está al lado de un
salón que me cuesta una fortuna cada vez que ella viene aquí. Iré a casa, recogeré mi esmoquin y nos
reuniremos con entradas para la obra y un plano en la mano. ¿Qué te parece?
—Perfecto.
***
Cuando Lexi desapareció en el baño de la habitación, unas horas después, Tripp tomó su teléfono y
llamó a Ian.
—¿Por qué tardaste tanto hombre? —Ian se quejó, con una voz de un hombre genéticamente
impaciente—. Tenemos todo arreglado. Emma habló con Lexi más temprano y esperaba oír de ti antes.
—Necesitaba encontrar un tiempo a solas. Le tomó bastante darse cuenta que estaba lista para regresar a
casa.
—Sé que dijiste que querías darle un alivio del estrés, entonces ¿yo también obtendré eso? Tu vigilante
fuera de la casa, mejor dicho vigilanta, es una traficante de esclavos. Una extremadamente sexy, debo
añadir, pero jodidamente exigente también.
—Y está todo…
—Sí, está hecho. Pusieron los detalles finales de todo esta mañana. Emma ha continuado con el
espectáculo en la oficina. Toda la gente apropiada ha sido confirmada, excepto Lexi y tú, por supuesto.
Aún no creo que vayas a hacer esto.
—Porque es la verdad —dijo Tripp—. Entonces cruza tus dedos para que no la enoje tanto como para que
se rinda conmigo.
—Basado en lo que Emma ha dicho, en sus conversaciones, ella está más enamorada de ti que cuando
comenzasteis.
Ian se rió. —Creo que eso hice. Si esto no funciona nada lo hará.
—Mejor que sea así, eres uno de los bastardos más cargados de dinero. Estamos haciendo apuestas aquí.
Claro que hacerlo todo corriendo a último minuto es típico de Fox.
—Tengo que irme. —Tripp colgó y cambió canales en la televisión cuando Lexi salía del baño, su cabello
tomado con la única toalla que quedaba en el baño—. Buen traje.
Tripp saltó de la cama, cubriendo los tres metros de distancia en dos zancadas. —Más de lo que te
imaginas. Y quiero quedármelo todo sólo para mí.
—Bueno. Recuerda eso —él juntó sus labios con los ella— porque tú eres todo lo quiero.
***
Lexi no podía creer su suerte. Ella entró a Savvy exactamente a las 10 de la mañana para ser recibida por
la estilista favorita de Missy. Claire dijo a Lexi que Missy no le habría dejado no ayudar en un día tan
importante.
—Bueno, aun así. Te haces un recogido en tu cabello y si él irá en su esmoquin, debes verte
espectacular. Hagamos esto, ve a encontrar un vestido, luego vuelve. No me importa a qué hora. Echaré
a mis clientes, porque quiero jugar con esto.
Lexi se levantó después de que Claire tomara nuevamente el pelo para ella. —¿Estás segura? Lo digo
porque puedo comprar después.
—Ve ahora, el lugar favorito de Missy está justo a la vuelta. Se llama El Terciopelo Rosa. Te encantará.
Encuentra el vestido perfecto y vuelve, lo resolveremos todo.
Ella trató de llamar al móvil de Tripp para comentarle el pequeño cambio de planes, pero su llamada fue
directa al correo de voz.
Con un destino a sólo dos calles, ella corrigió su itinerario y se fue mirando vitrinas hasta encontrar la
entrada de El Terciopelo Rosa. Un precioso traje azul cobalto la recibió puesto en un maniquí sin
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cabeza.
—Buenos Días. —Una mujer con un traje impecable se acercó, estirando sus largos dedos para saludarla.
—Hola —dijo Lexi, mientras sentía la fragancia de rosas entre medio, la que pensó provenía de una
alfombra nueva y almidonada— estoy buscando un vestido para un espectáculo esta noche.
—¿En Brodway? —los ojos de la mujer brillaron, como si Lexi fuera una venta fácil.
La mujer frunció sus labios, entrecerró los ojos. —Es bonito pero no estoy segura que sea para ti cariño.
¿Puedo hacer algunas sugerencias basadas en tus colores y tu figura?
Dado que Lexy vestía jeans y una camiseta, no pensaba que su forma sería tan obvia. —Mmm, claro —si
complacía a la mujer, probablemente lograría un mejor servicio y podría escoger sus propios vestidos,
eventualmente.
—Excelente —la mujer miró arriba y abajo el largo cuerpo de Lexy. Pasó sus manos por sus hombros y
levantó sus brazos como un sacacorchos—. Tengo el vestido perfecto.
—¿Tan rápido?
Los ojos de la mujer brillaron nuevamente mientras el timbre de la puerta señalaba la entrada de otro
cliente. Lexy imaginó que la mujer quería empujarla fuera.
La llevó hacia el último estante, al último vestido, bajo la etiqueta talla 12.
—Ésa no es mi…
Ella sostuvo un traje de suave seda en un colorido entre agua marina y verde con un brillo cremoso de la
tela. Se ajustaba en la cintura, arrugándose en ambos hombros y juntándose en una ‘v’ justo debajo de
donde sus senos encajarían.
—¿Te gusta?
Lexi tocó la seda con la punta de sus dedos. —Lo amo. —Ella alcanzó la etiqueta del precio, girándola.
Ella guardó su reacción para sí misma a pesar de la excitación con el número. Una línea roja que cruzaba
la etiqueta lo marcaba como un vestido de la temporada pasada. ¿Por qué sería que eso la sorprendió? —
. Este es… perfecto.
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—Vamos pruébatelo.
El vestido se deslizó sobre ella como si estuviera hecho a medida. Se sostuvo donde debía, ajustado en
los sitios adecuados y realzando sus mejores atributos.
—Puedo ver por qué Missy ama esta tienda si podéis encontrar cosas bellas tan rápido. —Se irguió frente
al espejo— ¿está segura que esto no es mucho para un espectáculo?
—Para nada, te queda hermoso. El joven que te acompañe va a caer al suelo enamorado de ti, si aún no
lo ha hecho. Y ese colgante alrededor de tu cuello, parece como si el color hubiese cambiado para hacer
juego.
Lexy giró una vez, el material flotaba alrededor de ella. —Me lo llevó entonces.
***
Cuando vibró su teléfono, Tripp, miró el identificador de llamadas. Ya que no era el número del Lexy,
contexto. —Tripp Fox.
—Soy Kathleen de El Terciopelo Rosa. Sólo quiero decirle que su joven mujer ya ha salido y está en
camino de su próximo destino. El vestido que su amiga eligió para ella estuvo absolutamente perfecto.
Estabas en lo cierto sobre el precio también. Se rió tontamente al mirar la rebaja.
Tripp sonrió. —Gracias Kathleen. Aprecio tu asistencia en este proyecto.
***
Una hora y media después que Lexi dejara a Claire, volvió con vestido zapatos y una nueva cartera.
—¿Puedo verlo? —Claire levantó la cubierta de plástico—. O mi Dios es increíble. Como algo que usaría
una princesa.
Lexi no lo veía tan así, pero como una princesa, le venía bien. —Entonces, qué tipo de peinado va con
este vestido.
—Exactamente lo que estábamos planeando antes. Pero primero, estoy desesperada por el almuerzo. ¿Te
importaría acompañarme? Luego comenzaremos.
Claire la condujo hacia la sala de masajes donde colgaron todas las compras. Después de que Lexi
llamara a Tripp nuevamente, sin respuesta, tomó una foto del vestido y se lo envió a Emma, intentó una
rápida llamada para poder conversar, sin lograr contactar con ella tampoco. Por un momento, Lexi
consideró ir a buscarlo pero sacudió su cabeza, lo vería lo suficientemente pronto.
***
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Claire las proveyó de muchas risas y un montón de detalles personales de Missy Fox, aunque
aparentemente Missy sólo la visitaba cada cuatro meses o algo así, desde que Claire se había mudado a
Nueva York.
Una vez de vuelta en el salón, Claire hizo su magia, torciendo el cabello de Lexi en la parte superior
trasera de su cabeza y tomando unos pocos mechones que se rehusaban a quedar en su lugar. —¿Cómo
llegarás al teatro?
—Bueno, te he mantenido muy ocupada, ¿por qué no llamamos desde aquí? Puedes cambiarte atrás y
salir de aquí perfecta. ¿Qué piensas?
Lexi ni siquiera había pensado en un mensaje. Abrió su aplicación de Messenger, tipió el número de
Tripp y le envió de una línea rápida: ‘¿Puedes recogerme en el salón?’
Un manto de calor y rubor subió por las mejillas de Lexi. —Gracias, es el pelo oscuro, creo.
—Y los rulos, —dijo Claire—, ¿puedo darte algo? Lo encontré atrás, en una de nuestras cajas extra.
—¿Qué es?
Claire buscó en el mostrador frente a Lexi. En su mano, sostenía una peineta de plata con una mariposa
en ella.
—Tengo que admitirlo —Lexi se dio cuenta de la hora—. O mi Dios, la limosina estará aquí en cualquier
momento, tengo que vestirme.
Claire empujó a Lexi y hacia atrás y le ayudó con el cierre y sus zapatos. —Chicos vais a pasar un gran
momento.
—Eso espero. Esta ha sido una mañana muy entretenida… y tarde. Gracias por todo.
—Ya sabes, la próxima vez que la veas —Claire sonrió—. Si es que la ves.
—Ok.
***
El móvil de Tripp sonó, por la que él creía sería la centésima vez. —Tripp Fox.
—Hola Tripp, soy Claire. Solo quería que supieras que ella ya subió a la limusina. Supongo que queda T
menos unas dos horas, ¿cierto?
—En Savanah en una tienda que pasamos un rato algunas semanas atrás. Estaba hecha a medida para ella.
La larga limosina se parecía a la que Ian había preparado para ellos en su llegada a Nueva York. La
pintura negra brilló bajo el sol de la tarde.
—¿Señorita Shepherd? —un hombre en traje negro mantuvo la puerta abierta para ella y le entregó un
sobre.
—Gracias. —Ella se deslizó sobre el asiento pero su corazón cayó cuando Tripp no la recibió.
El conductor se movió hacia el frente y bajó el panel de cristal del medio. —Lo siento, el señor Fox no ha
podido reunirse con usted aún señorita. Envió una nota y me pidió que esperara a que usted la leyera
antes de proceder.
Lexi dejó caer su bolso en el asiento y desgarró el sobre. Deslizó la carta desde dentro.
Encuéntrame. Ahora.
—¿Señor? —Lexi se sentó en el borde del asiento, más cerca del conductor.
En la vacía limosina Lexi inspiró un profundo aliento. —¿Por qué quiere que lo encuentre? —sacudió su
cabeza, marcó su número telefónico y fue directo al buzón de voz de nuevo. El olor a cuero y vacío la
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golpearon de pronto y casi rompe a llorar pero se detuvo dado el tiempo que Claire había gastado en su
maquillaje.
No compartiría con Tripp la primera impresión. Sin Emma para realizar toques y retoques. Ni siquiera
Ian para molestarla y lanzar alguna broma.
Ella giró la nota. Incluso el espacio vacío ahí, sin firma la dejaban con las mismas emociones que había
tenido la primera vez que él se marchó. Después de sólo dos semanas juntos la separación le golpeó. Ella
esperaba que él estuviera ahí y anhelar su presencia dañaba su corazón.
Encuéntrame. Ahora.
Ella cerró los ojos, trayendo a su mente el rostro de Tripp conectándolo con su imagen en menos de un
segundo. Hizo una retrospección hasta ver un brazo deslizarse en una manga negra y acomodó el otro
brazo en la segunda manga. Una corbata blanca, desatada colgaba de su cuello.
***
—Gracias. —Cortó la llamada del conductor de la limosina, girándose para mirar a Ian—. Ella está en
camino.
—Tengo tiempo —dijo Ian— tú eres quien necesita tres horas de anticipación para vestirse —él cayó sobre
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una de las sillas del salón—. Este lugar es increíble, por cierto.
Tripp se quedó mirando, en el espejo sobre el mantel, su reflejo; acomodó el nudo de su corbata para
que quedara correctamente. —Taylor hizo un gran trabajo, como Missy también. ¿Crees que a ella le
gustará?
—A Missy ya le gusta. Ella ha estado arriba con tu madre y la de Lexi por los últimos noventa minutos.
—Oh sí. La mujer del minuto, cuando sea que ocurra. ¿Estás seguro que llegará aquí a tiempo?
—Entonces no hay duda, a menos que el avión caiga en una bola de fuego al suelo —Ian se detuvo
cuando Tripp se quedó mirándolo—. Estoy seguro que estará bien.
***
Lexi levantó el teléfono de la limosina después de que habían recorrido más de treinta minutos.
—¿Si señorita?
Ella se reclinó sobre el asiento, anhelando que Tripp estuviera ahí con ella. En vez de deprimirse ella
manoseó la nota nuevamente, cerró los ojos y trajo su rostro a la mente. Cada vez que lo hacía su imagen
aparecía más rápido, sin embargo en su último intento ella pudo visualizar su corbata y su chaqueta, pero
no a él. Cuando intentaba subir hacia su rostro, su mente permanecía en blanco.
La limosina se detuvo y un momento después la puerta se abrió. Lexi se deslizó al borde del asiento,
esperando que Tripp la recibiera.
Él la guió a las escalas de un jet Gulfstream. Las luces del interior estaban encendidas y el capitán le
saludaba desde su cabina, mientras ella se aproximaba. Su vestido se llenó de aire mientras sostenía en el
brazo su cartera e intentaba guardar la nota de Tripp.
Una mujer, una asistente de cabina basándose en su uniforme, se aproximó. —¿Señorita Sheperd?
—Sí —Lexi asintió con la cabeza, aunque su corazón quería gritar ‘qué está sucediendo.’
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—Esto es para usted. —Ella sostuvo un sobre para ella, similar al que le habían entregado antes—. Él pidió
que leyera esto antes de embarcar, señorita Sheperd.
Lexi dejó que el viento pasara por su vestido y el frío aire refrescó sus ojos, dejando las lágrimas en la
bahía. Rompió el sobre, tirando fuera la nota.
Te amo.
—Ahora, él requirió que se le entregara esto pero debe abrirlo durante el vuelo. —La mujer entregó a
Lexi otro sobre y desapareció dentro de la cabina.
—Puede sentarse en cualquier asiento que quiera, aunque recomiendo el A-1, ahí. —La mujer asintió
hacia el asiento delantero. Una rápida mirada y Lexi encontró una rosa, atada con una cinta rosa pálido.
Su sonrisa acudió fácilmente a su rostro por segunda vez cuando ella tomó la rosa y la reemplazó por ella
misma.
—Quiero a un hombre particular, pero por alguna razón, él está guardando su distancia y no entiendo
por qué. —Ella movió su mano restándole importancia—. Lo siento, eso era… —Lexi volvió a mecer su
mano.
—Está bien, creo que es hora de que abra su sobre. —Ella se volvió hacia las escaleras, cerrándolas;
conversó con el piloto y un momento después se detuvo frente al asiento de Lexi. —Vamos a despegar
pronto, ¿le puedo ofrecer un ron y cocacola?
Lexi desanudó la cinta y deslizó los dedos bajo el borde del sobre, sacando la carta en un solo
movimiento.
Gracias.
***
Tripp envolvió sus brazos alrededor de los hombros de ella. Recordaba los días en que se estiraba para
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alcanzar sus muslos y el día en que había superado su altura. Ella sólo llegaba a sus hombros, aun así
todavía le mandaba, como lo hacen todas las madres.
—No me perdería esto por nada del mundo. —Palmeó su espalda—. Eres un hombre con suerte, mi niño.
—También pienso eso. Sólo espero que ella pueda ver lo que he intentado mostrarle estas dos últimas
semanas.
La puerta del cuarto se abrió con un chirrido, Tripp amaba el carácter de la casa a pesar de las muchas
renovaciones.
—¿Puedo entrar?
La madre de Tripp tomó la mano de la mujer, tirándola. —Esta es la madre de Lexi Tripp.
Él extendió su mano. Ella lo envolvió con sus brazos, tal como su propia madre había hecho.
—De nada —dijo Tripp— pero creo que soy yo el que debe agradecérselo.
Ella pestañeó tratando de detener sus lágrimas —necesito parar de llorar. Hablo con tu hermana y lloro.
Veo a Emma y lloro —ella gimió— es tonto realmente, sabía que este día llegaría, y todo lo que has hecho
para hacerlo posible —su mano cruzó su pecho.
La madre de Tripp asintió. —Éste es mi chico —como si tuviera una señal ella extendió su brazo al brazo
de la madre de Lexi y la encaminó por la puerta—. Escuché que fuiste a Santa María en Maryland unos
años atrás, yo también fui.
Sus voces se suavizaban mientras ellas se alejaban por el pasillo y sus pensamientos regresaron a Lexi.
A pesar de todas las llamadas confirmando que Lexi llegaría a tiempo, sus nervios danzaban. Se movió
hacia la ventana, miró hacia el patio y el cenador que la gente abarrotaba. Su madre, su padre y hermana,
habían llegado unos días antes que él. Ian y Emma se habían llevado la mayor parte del trabajo tanto
como Taylor. Que Tripp notó, parada en uno de los pilares del cenador, mirando fijamente a Ian.
—Tripp Fox.
—¿Señor Fox? Habla el capitán Mitchell. El avión ha aterrizado. Su limosina está en camino.
***
Lexi se deslizó sobre el asiento de una limo blanca, con otro sobre en su mano. Le habían instruido que
esperara la llamada de teléfono para abrir el sobre. Después de diez minutos lo levantó sosteniéndolo
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frente a una luz interna. La noche había descendido durante el vuelo, cubriendo el día de una forma que
no sabía cómo interpretar.
¿Vas a entristecerte porque él no está contigo Lex? O ¿pretenderás que el misterio de todo un día
planeado y tres horas de viaje valdrán la pena?
Ella no había reconocido el aeropuerto y la habían metido a la limosina sin siquiera poder preguntar
nada. Lexi jugueteó con su móvil, esperando que sonara. Se mantenía en silencio, pero el teléfono de la
limosina sonó. Luego del décimo ring, ella supuso que debía contestar.
—¿Hola?
Lexi se preparó para lanzarle el discurso que tenía preparado. —¿Qué demonios…
El avión había aterrizado en un aeropuerto ejecutivo, no uno que Lexi reconocería. El conductor de la
limusina tomó una ruta más tortuosa, desde el sur, para garantizar a Lexi la confusión en cuanto a su
destino.
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En la aproximación, las luces de la limusina fueron creciendo hasta que se detuvo a unos diez metros de
Tripp.
***
—¿Señorita?
—Está vacío.
***
Tripp no paró de moverse mientras esperaba. La puerta permaneció cerrada, ni siquiera el conductor
salió. Detrás de él, las luces de la casa se quedaron sin tocar, las luces de tierra, también.
***
Las lágrimas picaron los ojos de Lexi mientras golpeaba la página con el dedo una y otra vez. Consideró
darle instrucciones al conductor para que condujera en la oscuridad. Un vistazo por las ventanas le
mostró nada, ni su ubicación, ni luces, sólo un inmenso vacío.
—¿Dónde estamos?
El conductor salió del coche. Su puerta se abrió unos segundos más tarde. Él inclinó su sombrero hacia
ella mientras salía. Incluso con las luces del coche, no podía ver nada.
—¿Dónde se supone que vaya? —Respiró la hierba fresca cortada, la humedad de rociadores, de la lluvia.
Una candelita en cada lado de ella se iluminó. Miró a los círculos que brillan intensamente.
—Ahora, recto al frente. Me quedaré aquí mismo en caso de que cambie de opinión.
Un paso más produjo otra serie de velas como iluminación vial. Diez pares rompieron el espacio oscuro
como luces en una pista de aterrizaje. El camino detrás de ella mantuvo la única otra iluminación hasta
que, ante ella, otro grupo vino a la vida.
Se quedó sin aliento cuando Tripp creó otro camino. Se acercó, con una mano metida en el bolsillo y la
otra extendida hacia ella.
—Hola, Lexi.
Su niña se rió debido al extremo romance del hombre que tenía delante.
—Hola.
Después de no más de una caminata de dos pies hacia ella, se detuvo. Su cuerpo bajó a la tierra hasta
que se arrodilló delante de ella.
—Yo... —Las lágrimas se abrieron paso, rompiendo el muro que había mantenido firme en su lugar.
—Hiciste todo esto sólo para pedirme matrimonio cuando conoces los potenciales problemas. —Lexi
sonrió, aunque no sabía si Tripp siquiera podía ver la expresión.
—Puedo explicarlo todo después, pero incluso aún si tuviéramos todos los problemas, todavía estaría
dispuesto a correr el riesgo.
—Lo haría.
—Entonces yo también.
Tripp agregó un beso que penetró más allá de lo físico, en lo más profundo de su mente.
—No tienes idea de cuánto me preocupaba de que esto te hubiera cabreado —dijo.
—Bueno, apesta un poco no ir a la obra, pero en el esquema de las propuestas de matrimonio, la tuya
supera todas las historias que he escuchado. —El viento empezó a levantar las líneas de su vestido—.
Aunque, ¿Qué vamos a hacer todos vestidos así y en realidad, dónde demonios estamos? —Ella trató de
moverse a su alrededor, pero él le cerró el camino.
—Por tercera vez, porque sé que leíste esa carta, ¿quieres casarte conmigo, Lexi? —Él empujó el anillo
hacia ella, lo levantó de su caja y lo mantuvo en posición vertical.
—Sí.
Las voces amortiguadas llegaron a su oído. Se estiró como si fuera a escuchar, pero desaparecieron.
—Dado que esto ha sido un misterioso día y estamos bien vestidos, ¿puedo pedirte disfrutar de una cosa
más? —preguntó Tripp.
—Lo sabrás.
Las diez pequeñas luces que salpicaban el camino ante ella se apagaron mientras se desvanecía en la
oscuridad.
—¿Tripp? —Echó un vistazo a la limusina detrás de ella. Apagada a unos metros de distancia.
Un solo puntito de luz zigzagueaba por el suelo, mientras se acercaba. Lexi se estremeció hasta que
escuchó:
—Hola, mi niña.
Él apareció a la vista, vestido con un esmoquin similar a Tripp, pero con una corbata de lazo.
—Pero, está demasiado oscuro. —Tan pronto como lo dijo, dos líneas de candelitas del tamaño de
manchas iluminaron el suelo y sobre sus cabezas.
Su padre apareció a la vista completa al igual que las sombras de luz más allá de él. Le tendió un manojo
de rosas rosadas y rojas.
—¿Por qué?
—¿La qué?
Su padre se detuvo.
—¿No te preguntó? ¿No dijiste que sí? Porque si no, voy a poner un alto a esto aquí mismo.
Su padre iba a batear por ella. No importa lo que dijera o hiciera, él siempre estaría del lado de ella.
—Oh, Dios mío. Hijo de puta.
Lexi se echó a reír, dejando caer las manos sobre sus rodillas cuando la situación se desarrolló en su
mente.
—Demonios lo estoy.
—Ahí está mi chica. —Metió su brazo con el de él—. Vamos a dar un paseo.
En ese momento, luces en todo el patio, colgadas de los postes y arcos, desde la casa hasta el granero, se
iluminaron como las estrellas en el cielo. Proyectores en las cuatro esquinas más lejanas que podía ver
resaltaron las afueras de paisaje acabado.
—La granja. —Dio un paso adelante con su padre mientras violines y violonchelos comenzaron la
tradicional marcha nupcial.
Lexi se detuvo.
—¿Por qué? —Su voz llegó como un susurro jadeante y lleno de emoción que anhelaba que lo dejaran
libre.
—Porque cuando un hombre ama a una mujer, él hará cualquier cosa para hacer que sus sueños se hagan
realidad.
Sillas formaban cuatro líneas a cada lado de un camino que conducía a Tripp, Emma e Ian. Su madre se
encontraba en la primera fila, con la madre y el padre de Tripp a su lado o eso supuso Lexi y Missy en el
otro lado.
Las lágrimas fluyeron y a Lexi ya no le importaba mientras su sonrisa creció con cada rostro que vio.
Janine, Kevin y Casey.
—Tú... —Su voz, áspera por la emoción, todavía transmitía el tono de todos los padres que llevaron a la
boda de una hija mientras dirigió sus palabras a Tripp—. Mejor cuidas de ella o te patearé el trasero.
Lexi se volvió hacia Emma, vestida con un vestido azul que se parecía al de la tienda y la golpeó. Todos
habían estado en el secreto.
Las luces quemaban en el interior de la casa y a través de las ventanas abiertas. El trabajo realizado, al
menos en la sala de estar, le hizo jadear.
—Espera hasta más tarde. Te sorprenderá de lo que un experto equipo puede hacer —le susurró Tripp
mientras el ministro les dijo a todos que tomaran sus asientos.
—... para unir a estos dos en santo matrimonio, una ceremonia de unión que abarca las edades, así como
los aviones.
Lexi miró al ministro. Si ella no lo conociera mejor, juraría que se parecía a un joven George Fergs.
—Lexi y Tripp han optado por decir sus propios votos, por lo que en la presencia de Dios, su familia y
amigos...
—¿Nosotros qué?
Lexi miró al hombre que tenía delante mientras se retiraba tarjetas del bolsillo de su chaqueta. Sólo
podía esperar mantener las lágrimas. Emma se inclinó y le dio un pañuelo mientras una caía por su
propia cuenta.
—¿Pensándolo bien?
Tripp sonrió.
—No.
***
Tripp barajó las cartas para mantener sus manos quietas. Nunca en su vida había estado más nervioso,
emocionado y aterrorizado, todo al mismo tiempo. Cuando tuvo sus pensamientos bajo control, tomó
una respiración profunda, la soltó y se quedó mirando a los ojos de la mujer con la que pretendía atarse
para siempre.
Ella se secó bajo los ojos con el pañuelo que le había instruido a Emma dárselo.
—Lexi. La primera vez que te conocí, me enamoré de una aparición que apareció de la nada vestida con
una bata de seda. Un fantasma, me había dicho hasta el día siguiente, cuando nos topamos de nuevo.
Ninguno de nosotros esperaba que nos reuniéramos y sin embargo lo hicimos, dos veces en veinticuatro
horas. —Tripp se frotó un lado de la nariz—. Y entonces me dispararon. Imagínate.
—Oye, ¡ahora! —Su padre gritó mientras sus invitados se rieron de nuevo.
—Un montón de diversión —repitió y miró al padre de Lexi—. Y un lote de dolores de cabeza. Desde
hace dos semanas, he tratado de mostrarte la clase de hombre que puedo ser. Quería demostrarte que...
nuestras diferencias... —Marcó la palabra con las yemas de los dedos— ...no son más que problemas de
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menor importancia en el gran esquema de la vida. —Se aclaró la garganta mientras las palabras se
hicieron más difícil de decir—. Tú y yo tenemos nuestros secretos, pero eso también es parte de la vida.
En mi caso...
Tripp tosió en su mano, mientras las palabras que planeaba significarían un completo cambio en su estilo
de vida. El asombro, admiración y reconocimiento en los ojos de Lexi lo calentó.
—Lo he dicho una vez antes, en un momento de necesidad, y hoy... —Dejó caer las cartas, tomando las
manos de Lexi en la suya—. Hoy, te doy el verdadero regalo que puedo ofrecer. Te doy a mí mismo.
Lexi Shepherd, te doy mi nombre, mi corazón, mi cuerpo y mi alma, por lo que en el futuro no puede
haber separación. A través de tus ojos, veré. A través de tu corazón, sentiré y nunca estaremos separados,
por tanto tiempo como el que vivamos; y probablemente más.
—¿Me estás escogiendo encima de la mayor capacidad que cualquier persona podría tener, más allá de ti
mismo? Pensé...
***
Lexi retiró la tapa, sacó lo que ella esperaba fuera la última carta que Tripp le daría en un día.
Acepto.
Ella quería desmoronarse en una bola y tirarse a la basura. Él había sacrificado todo por ella, pero su
interpretación de los libros indicaban que ambos, George y Marge, mantuvieron sus regalos.
—¿Cómo?
—Porque yo soy el que se esconde en el juego. Tengo que ser capturado. Y lo he sido. Por ti. Es por eso
que puedo conectar contigo cuando... ya sabes. Así que léelo. En voz alta.
—Tripp...
Levantó una mano. Si él podía renunciar a su don para unirse a ella, lo menos que podía hacer era
hacerle saber que ella haría lo mismo por él, si hubiera podido.
—Tripp —empezó de nuevo. Él se quedó callado, así que siguió adelante—. Me has ofrecido más que a ti
mismo. Me has mostrado el tipo de hombre que eres. Me has amado, me enamoraste... —Levantó las
manos a las luces y las estrellas encima de ellos— ...en una manera que nadie más lo ha hecho. Dijiste
que te enamoraste de mí en la playa, pero yo te encontré mucho antes.
—Tú eras el hombre que encontré, la única vez que busqué... a... alguien. He sabido de ti desde que tenía
ocho años, pero temía lo que íbamos a traerle el uno al otro, me comprometí a no encontrarte otra vez y
esperar que nunca nos encontráramos. Los destinos pensaron de otra manera y a ellos... les estoy
agradecida —sollozó—. Si te das a mí, entonces yo me doy también. Acéptame a cambio y voy a aceptar tu
oferta... —Se inclinó ante él—. Y si se trata de usarlo o perderlo, lo vamos a perder juntos.
Sus manos se entrelazaron, el ministro puso la suya sobre las de ambos. A medida que se acercó más, un
objeto suave se deslizó contra la palma de Lexi.
Su hombre del clero les hizo una seña hacia delante con los dedos.
—Ya no más sus vidas serán dos sino una, hechos el uno para el otro, con el otro y juntos se quedaran.
—Tenéis una oportunidad en esto —dijo el ministro—. Hacerla valer. Esto no es una maldita vela de la
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unidad donde se apaga. Os dais todo y si lo hacéis bien, entonces bueno... ya veremos. —Se inclinó hacia
atrás—. Yo los declaro unidos... —Dio una palmada, y los invitados se pusieron de pie, aplaudiendo en
medio de sus propias lágrimas.
Tripp se acercó a Lexi. Sus labios se tocaron y las luces parpadearon. La empujó mientras ella lo empujó
adentro y las chispas volaron de todos los elementos eléctricos. Se inclinaron el uno al otro, las estrellas
destellando a su movimiento. Tripp apretó los brazos mientras Lexi hizo lo mismo. Sus labios
permanecieron conectados mientras todos en las sillas protegían sus ojos del brillo y toda la luz cesó y
regresó a un puntito a la vez.
—Ahora, eso fue un beso —dijo el ministro cuando se separaron un poco— Como dos, no estaríais
conectados, pero como uno, lo estáis.
Lexi abrió la mano otra vez. Los imanes de la mesa de la cocina se habían pegado. Los levantó hacia
Tripp, y sonrió, inclinando la cabeza hacia el ministro.
George o así lo llamaba Lexi en su cabeza, hizo un gesto con el hueco de su dedo.
La noche había continuado con aperitivos de Dulces, cena de Dulces y por supuesto, postres de Dulces.
La mayoría de los familiares y amigos se dispersaron a los hoteles en una serie de limusinas que Tripp
había contratado por la noche, pero cada uno prometió regresar después de que sus resacas
disminuyeran. Emma e Ian optaron por quedarse en los otros dos dormitorios de la granja.
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En todas partes olía a pintura fresca y a baldosas nuevas, aunque el primer y el quinto escalón todavía
chirriaban.
Lexi sonrió a lo maravilloso que había sido todo, de lo perfectas que eran las reformas que se habían
hecho en la casa y lo mucho que le convenía estar con Tripp.
—Buenos días, Sra. Fox. —Tripp le acaricio la mejilla con la punta de su dedo.
—Buenos días. —Puso sus labios contra los suyos—. Supongo que somos las mismas personas que éramos
hace unas horas y sin embargo, también completamente nuevos.
—Estoy de acuerdo con esa apreciación. Sabes la casa era nuestra conexión, ¿no? Como Mara lo fue para
George y Marge. El diario dijo que salvarla provocó que se juntaran. Creo que se referían a que sus
dones se reunieron, así lo supieron.
—Suena exactamente como nosotros. Entonces, ¿qué viene a continuación para nosotros?
—Toc, toc, recién casados. Aquí está el Times. Pensé que os gustaría consultar el artículo de la portada.
Emma dejo caer el periódico entre ellos antes de correr fuera de la habitación.
Tripp cambió a una posición sentada mientras Lexi hizo lo mismo contra él. Él sacudió la primera
página.
La heredera de la fortuna de la familia Sloan se casó con un viudo de Middletown, Nueva York, en una
lujosa ceremonia el sábado por la noche. Fue una sorpresa para su padre, familia y amigos, Jill Sloan,
ahora Jill Sellers, continúo con lo que sus amigos llamaron planes de largo plazo para casarse con el
viudo casadero.
—Supe que estaban juntos todo el tiempo —dijo un amigo y ex compañero de colegio bajo anonimato—.
Ella sólo quería mantenerlo en secreto, porque las personas son muy entrometidas.
Jacob Sellers, el propietario de una organización sin ánimo de lucro para niños, sonreía mientras
permanecía de pie al frente de la Iglesia, esperando a su novia, que reflejaba su mismo entusiasmo.
La hija de Sellers actuó como dama de honor, con orquídeas en su pelo y una cesta.
Diez asistentes se situaron en ambos lados, ninguno de los cuales reconocería que la pareja no hubiera
estado junta por menos de las especuladas dos semanas.
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Su padre, dijo:
—A nosotros, los Sloan, nos gusta tener nuestros secretos y a veces es necesario en un mundo donde los
periodistas y los paparazzi llueven incluso en nuestras bodas.
Él se excusó a una recepción privada, donde la señora Sellers hizo un comentario mencionando que los
postres provenían de un restaurante poco conocido en Rune, Carolina del Norte, llamado Dulces.
Lexi comenzó a salir de la cama cuando escuchó a su hermana diciendo que ya le habían hecho llegar un
ejemplar y se reclinó contra Tripp.
—No, me refiero a un verdadero tesoro. Hay decenas de naufragios en los arrecifes alrededor de las
Bermudas y el Caribe. Creo que podría ser muy divertido. —Le tendió la mano—. Tú. Yo. Creo que
podríamos encontrarlo.
Ella puso la palma de su mano en la suya y, con una sonrisa, entrelazo sus dedos.
Ian ha estado célibe, frustrado y desesperado por la búsqueda de respuestas a porqué una mujer que no juega
con las mismas reglas que las demás, persigue cada uno de sus pensamientos.
Como especialista en renovaciones, Taylor Marsh vive, trabaja y respira construcciones –profesión que su
hermosa y sureña madre preferiría que Taylor no trabaje. Lo mismo va para Ian; Mamá Marsh nunca lo
aprobaría.
Sin embargo, al igual que Ian, cada vez que él y Taylor se acercan, algo la obliga a acercarse.
Rápido.
Por mucho que sus historias sugieren que no deberían estar juntos, ni Taylor ni Ian pueden negar la
atracción, y cuando los dos sucumban, dar rienda suelta a una relación llena de placer en cuerpo, mente y
alma.
Sin embargo, si lo hacen, también marcará el comienzo de una serie de eventos que ambos deberían haber
previsto, así como un resultado final que ninguno esperaría.
Judithld
Grupo de Traducción
DarkLover Judithld
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Moderadora de Corrección
lsgab38
Grupo de Corrección
Juli_Arg Paoo
LadyPandora Sherany
Recopilación
lsgab38
Revisión
Ilka
Diseño
Liz
Romántica de corazón, la sureña por escogencia Aimee Laine
escribe sobre los desafíos, opciones e introspecciones – inspirada por
su trabajo como madre, fotógrafa, escritora y soñadora.
Para Aimee, escribir es como el primer beso en una relación. Sumamente deseado y algunas veces
insoportable. La anticipación y emoción dominan el momento. Una vez que la idea es desarrollada, no
puede ser duplicada, sino que abre un portal a nuevas aventuras.
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