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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

KAREN CHANCE

CASSIE PALMER #10 SHATTER THE EARTH

INDICE CAPÍTULOS

CAPÍTULO 1 ...................................................................................................... 4

CAPÍTULO 2 .................................................................................................... 15

CAPÍTULO 3 .................................................................................................... 26

CAPÍTULO 4 .................................................................................................... 39

CAPÍTULO 5 .................................................................................................... 50

CAPÍTULO 6 .................................................................................................... 60

CAPÍTULO 7 .................................................................................................... 71

CAPÍTULO 8 .................................................................................................... 83

CAPÍTULO 9 .................................................................................................... 93

CAPÍTULO 10 ................................................................................................ 104

CAPÍTULO 11 ................................................................................................ 115

CAPÍTULO 12 ................................................................................................ 129

CAPÍTULO 13 ................................................................................................ 139

CAPÍTULO 14 ................................................................................................ 150

CAPÍTULO 15 ................................................................................................ 161

CAPÍTULO 16 ................................................................................................ 173

CAPÍTULO 17 ................................................................................................ 185

CAPÍTULO 18 ................................................................................................ 195

CAPÍTULO 19 ................................................................................................ 207

CAPÍTULO 20 ................................................................................................ 217

CAPÍTULO 21 ................................................................................................ 226

CAPÍTULO 22 ................................................................................................ 237

CAPÍTULO 23 ................................................................................................ 247

CAPÍTULO 24 ................................................................................................ 259

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CAPÍTULO 25 ................................................................................................ 270

CAPÍTULO 26 ................................................................................................ 283

CAPÍTULO 27 ................................................................................................ 293

CAPÍTULO 28 ................................................................................................ 304

CAPÍTULO 29 ................................................................................................ 316

CAPÍTULO 30 ................................................................................................ 326

CAPÍTULO 31 ................................................................................................ 339

CAPÍTULO 32 ................................................................................................ 349

CAPÍTULO 33 ................................................................................................ 360

CAPÍTULO 34 ................................................................................................ 370

CAPÍTULO 35 ................................................................................................ 380

CAPÍTULO 36 ................................................................................................ 392

CAPÍTULO 37 ................................................................................................ 404

CAPÍTULO 38 ................................................................................................ 414

CAPÍTULO 39 ................................................................................................ 424

CAPÍTULO 40 ................................................................................................ 434

CAPÍTULO 41 ................................................................................................ 445

CAPÍTULO 42 ................................................................................................ 455

CAPÍTULO 43 ................................................................................................ 466

CAPÍTULO 44 ................................................................................................ 478

CAPÍTULO 45 ................................................................................................ 489

EPILOGO ....................................................................................................... 499

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CAPÍTULO 1

Olí nuestro destino antes de verlo. El hedor era tan malo como en un campo de
batalla, todo vísceras, sangre y excrementos, pero los sonidos eran peores.
Mucho peores.

Me detuve al pie de una colina para taparme la nariz con el pañuelo. Iba vestida
como una campesina rumana, porque las damas nobles no iban por el campo en
esta época. Y porque el pañuelo ayudaba a ocultar mis rizos rubios y a sombrear
mis ojos azules, mientras que el vestido marrón sin forma me hacía casi invisible
en los bosques profundos. El pañuelo también resultaba útil como máscara,
aunque no ayudaba mucho.

Una mujer gritó en la distancia y yo me estremecí, y me agarré a un árbol.

Era imposible que no me pusiera enferma.

—¿Cassie? —El hombre que me acompañaba se dio la vuelta desde una


posición cercana a la cima de la colina. Daba al bosque, pero al otro lado había
un campo abierto que llevaba a una pequeña ciudad, o eso me habían dicho.
Afortunadamente, no podía ver nada desde aquí.

Si a mi compañero le molestaba la carnicería del otro lado, no dio ninguna señal.


Todo lo contrario. Tenía mejor aspecto del que nunca: joven y lleno de energía,
con los ojos marrones oscuros brillando, la piel bronceada y sonrosada, y el pelo
color caoba, normalmente tan apretado en una coleta, fluyendo libremente con
la brisa.

Casi parecía humano de nuevo.

Por supuesto, Mircea Basarab, antiguo príncipe y actual miembro del Senado de
Vampiros de Norteamérica, solía ser tan frío como la mierda. Era una de las
razones por las que había sido elegido para liderar el ejército de vampiros en la
guerra actual. También era originario de nuestro actual trozo de infierno: la
antigua Valaquia, que ahora forma parte de la actual Rumanía, pero que en esta
época era un lugar más pequeño, salvaje y mucho más despiadado.

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Me estremecí cuando un nuevo grito destrozó el aire, puntuando mis


pensamientos.

—¿Estás bien? —Mircea volvió a llamar, como si se preguntara por qué estaba
abrazada a un árbol en lugar de subir a su lado. Me abstuve de hacerle un corte
de mangas con las dos manos porque para ello habría tenido que soltar el árbol,
lo que me habría hecho caer de bruces en el barro. Pero mi expresión debió de
ser elocuente, porque empezó a bajar.

Lo vi llegar y no me molesté en borrar mi ceño.

Me llamo Cassie Palmer, la vidente principal del mundo sobrenatural que viaja
en el tiempo y susurra a los fantasmas, una descripción del trabajo que suena
mucho más divertida de lo que realmente es. Lo que significa que, en los cinco
meses transcurridos desde que asumí el cargo, había visto mucha mierda. Y
olido una poca también, pensé, mientras el viento cambiaba, trayendo más
pruebas de que, sí, la gente se ensucia cuando muere, especialmente cuando
muere gritando en el extremo de una pica afilada, porque un loco relacionado
con mi actual compañero de viaje había decidido que no le gustaba su nariz o
algo así.

Pero lo de hoy fue un poco extremo, incluso para mí.

Vlad III de Rumanía, el hombre que la historia conoce como Drácula, era más
conocido en su época como Vlad Țepeș, "El Empalador". Y realmente se había
ganado el título. Nadie tenía ni idea de cuántas personas había matado con su
método de tortura favorito, pero eran muchas, posiblemente hasta ochenta mil
en el transcurso de su corto reinado.

Parecía que la mitad de ellas estaban al otro lado de esta colina. Posiblemente
con sus picas, largas y afiladas varas en las que estaban destinadas a retorcerse
hasta el final, dispuestas en bonitas formas geométricas para que el loco de su
señor pudiera admirar el efecto desde la torre de su castillo. No lo sabía, porque
no iba a subir allí.

No iba a ir a ninguna parte, excepto a mi casa. En serio, ¡A la mierda con esto!

—Cassie. —Una mano fuerte, bronceada por el sol a pesar de que su dueño
llevaba muerto algo así como seis siglos, me agarró del brazo.
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Bien, eso lo hace más fácil, pensé, y me preparé para sacarnos de aquí.

—Me lo prometiste. —Los ojos marrones oscuros estaban tranquilos y fijos en


los míos.

Detuve el hechizo en parte, el tiempo suficiente para mirarlo con desprecio.

—¡Dije que lo veríamos! Ya lo hemos visto.

—No lo has hecho.

Di lo que sonó como una risa y se sintió como un grito.

—Sí. Y no lo voy a hacer.

Ya tenía suficiente material de pesadilla para un par de cientos de años. Podía


prescindir de añadir más a la pila. ¡No es que el coro de gritos que parecía ser
más fuerte cada minuto no lo estuviera haciendo ya!

—No hace falta que vengas, —me aseguró Mircea, con un tono meloso que
destilaba poder, porque no se privaba de intentar influir en mí.

Y a pesar de que sabía lo que estaba haciendo, a pesar de que era lo que
siempre hacía, sentí que parte de la tensión abandonaba mi columna vertebral.
La voz de Mircea sonaba como la de un ángel y se sentía como una droga. La
voz de Mircea debería ser ilegal.

No es que importara en este caso, porque el entorno estaba trabajando duro


contra él.

—No vamos a hacer esto. —Mi propia voz era plana y carecía por completo de
cualquier tipo de encanto.

—Tienes razón, —estuvo de acuerdo con facilidad, su brazo rodeó mis hombros,
y una sensación de calma, paz y alegría cantarina se extendió por mis venas,
porque realmente lo estaba empujando—. Esto no es algo para tus ojos. La
encontraré y la traeré aquí.

Empezó a alejarse, pero aguanté. —Ni hablar.

Unos sorprendidos ojos marrones me miraron desde un hombro musculoso.


Mircea no estaba acostumbrado a que la gente no estuviera de acuerdo con él,

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especialmente las mujeres. Especialmente cuando tenía el aspecto que tenía


hoy.

A diferencia de mí, llevaba un atuendo de noble, lo que en esta época significaba


un abrigo de terciopelo forrado de piel, azul oscuro en su caso, pero lo
suficientemente rico y mantecoso como para que el flojel brillara con cada
movimiento. Un par de botas altas de cuero negro que abrazaban las pantorrillas
esculpidas, así como una túnica y unos pantalones de seda en un azul oscuro a
juego, completaban el look. Resaltaban una impresionante extensión de pecho
y muslos que se habían endurecido durante años de cabalgatas y combates uno
a uno.

Parecía un anuncio medieval de Vogue, y eso sin el atractivo añadido de una


hoja curva, como una cimitarra, introducida a través de una pesada faja de
terciopelo. La mayoría de las chicas se habrían derretido al verlo, y mucho más
después de la cantidad de poder que acababa de empujar con ese comentario
casual. Probablemente esperaba que yo fuera un charco en el suelo, esperando
pacientemente el regreso de mi amo.

Pero él no era mi amo, y no era él quien mandaba aquí. Era yo. Yo era la Pitia,
y cualquier cambio en la línea de tiempo era mi responsabilidad.

Y este no estaba sucediendo.

—Tiene que haber unos cuantos miles de personas sobre esa colina... —
Comencé.

—Cassie...

—... como mínimo. Es imposible que puedas empañar tantos recuerdos. ¡Sabes
que no puedes!

Entonces se volvió hacia mí, comprendiendo por fin que el encanto no iba a
funcionar esta vez. Iba a tener que argumentar su caso. Por supuesto, al ser
Mircea, era menos suplicante y más impaciente para explicar, pero al menos se
lo tomaba en serio.

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—No es necesario, —argumentó—. La mayoría son pobres sufridores que pronto


morirán. Si están suficientemente conscientes como para entender lo que ven,
no vivirán lo suficiente como para contarlo. Sólo tengo que evitar a los guardias...

—¿Y cuántos de ellos hay?

Casi podía ver los engranajes girando. Sólo eso me decía que él no se sentía
bien. Él debería haber tenido preparada una mentira suave y fácil de creer antes
de salir de la cima de la colina. Pero yo no era la única que estaba un poco
desorientada hoy.

Supuse que era justo, teniendo en cuenta que su mujer estaba a punto de estar
en una de esas picas. Para eso estábamos aquí: para rescatarla de un destino
horrible por cortesía del propio hermano de Mircea. Y yo que pensaba que tenía
problemas familiares.

Por supuesto, Vlad no sabía que la campesina que había acudido a la corte,
afirmando ser la esposa secreta de su hermano mayor, era la verdadera. Quería
que la ayudaran a encontrar a la hija que ella y Mircea habían tenido juntos, y
que posteriormente había perdido. Pero él había asumido que ella estaba
tratando de extorsionarlo, usando el nombre de su hermano muerto.

Y extorsionar a Vlad Țepeș no era una jugada inteligente.

Como era de esperar, ella había terminado como otra de sus horripilantes
decoraciones de césped, algo que Mircea no había sabido durante años
después, ya que en ese momento estaba huyendo de unos nobles furiosos que
lo habían cegado y luego enterrado vivo. Mircea había entrado en la tierra como
un humano despistado y maldito, y emergido varias horas después como un
vampiro severamente traumatizado, medio curado y sucio en un país que sentía
un gran odio por los de su clase. Había sido una disyuntiva sobre quién lo
atraparía primero, si los nobles o las turbas con antorchas.

Pero no fue ninguno de los dos, ya que, incluso entonces, era capaz de todo. Y
la muerte inminente tiende a centrar la mente. Así que había corrido como el
demonio, pero no antes de dejar el dinero que tenía con su esposa, por medio
de un sirviente de confianza.

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Esto demuestra que los hombres ven las cosas de manera diferente a las
mujeres. Mircea había pensado que evitaba que Elena, su esposa antes de que
la muerte los separara, sufriera el trauma de verlo como un monstruo, y le dejaba
dinero suficiente para que le durara años mientras él resolvía su extraña nueva
vida. Nunca se le pasó por la cabeza que, por supuesto, el hecho de que un
sirviente de labios apretados le pagara la dejaría con una sola suposición: que la
estaban abandonando. Que su príncipe se había encontrado una princesa, y que
su pequeño y sucio secreto estaba siendo empujado a un lado con una bolsa de
oro.

Podía simpatizar, sinceramente. Sobre todo, porque la pobre mujer había


descubierto poco después que estaba embarazada. Ese no era un gran destino
en una época en la que las madres solteras eran vistas con poca amabilidad.

Por supuesto, se las miraba con bastante más amabilidad que a las madres de
los bebés dhampir que rebotaban.

Porque los bebés mitad vampiros, mitad humanos, resultado del coito entre un
vampiro parcialmente convertido y una mujer humana, también eran
considerados monstruos. Elena había estado sola, vilipendiada y aterrorizada
por su bebé. Así que tomó lo que debía parecer la única oportunidad para su
hija, y la entregó a una banda de gitanos que pasaba por allí.

Los gitanos estaban mucho más preocupados por los vampiros en los largos
tramos de caminos solitarios a través de las montañas que por los dhampires.
De hecho, apreciaban a estos últimos por su tendencia a matar a los primeros, y
tomaron a la niña con gusto, sabiendo que sería un potente activo una vez que
creciera. Parecía que todo había salido lo mejor posible dadas las circunstancias,
pero si así fuera, no tendríamos una historia, ¿Verdad?

Como era de esperar, Elena se había arrepentido de su decisión casi


inmediatamente, y había corrido tras la banda para recuperar a su hija. Pero ya
habían levantado el campamento y no pudo encontrarlos. Y por más que
buscara, eso seguía siendo así.

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Su hija estaba realmente perdida, y con la desaparición de Mircea, sólo le


quedaba una esperanza: Vlad.

Y ya sabes cómo resultó eso.

Así que, sí, simpatizaba con el deseo de Mircea de salvar a su esposa de una
muerte completamente inmerecida y realmente terrible. Sacarla de la línea de
tiempo y traerla al futuro con nosotros había parecido tal vez, posiblemente,
factible ya que había muerto, por lo que su ausencia no afectaría a nada de lo
que sucediera después. Al menos, no lo haría si nadie lo supiera.

Y nadie debía saberlo. Mircea había desarrollado formidables poderes mentales


en los últimos seis siglos. La idea había sido que empañara las mentes de
cualquier espectador, permitiéndole creer que la ejecución había ocurrido según
lo previsto. Pero ni siquiera él podía controlar los recuerdos de todo un
regimiento.

Y basándome en el hecho de que todavía no me había respondido, supuse que


eso era lo que estábamos viendo aquí.

—Puedes congelar el tiempo, —comenzó, antes de que yo negara con la cabeza.

—Sabes muy bien...

—Puedes.

—¿Y quedar indefensa durante como mínimo un día y medio? —¡Porque ese
hechizo en particular me dejaba sin energía!— Estando atrapados en la maldita
Rumania medieval...

—Puedo protegerte...

—... ¿Con una mujer traumatizada y la mitad de los soldados de tu hermano tras
nosotros por robarla? Sin mencionar...

—La mitad no. No más de doscientos, quizás trescientos...

—... que te quiere muerto de todos modos y probablemente... —Me detuve, mi


cerebro se puso al día—. ¿Trescientos?

Me tomó del brazo y me bajó del árbol. —Empezaba a haber protestas de


algunos nobles, e incluso de algunos plebeyos, por el número de ejecuciones.

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Se temía la violencia de las masas, y se consideraba apropiado un gran


contingente.

—Lo que sólo prueba lo que acabo de decir. Lo siento, Mircea...

—Sin embargo, —insistió, guiándome hacia la colina—. Los soldados están


repartidos en troneras, de las cuales sólo dos están lo suficientemente cerca
como para causarnos algún problema. Y una vez que congeles el tiempo...

—¡No voy a congelar el tiempo!

—... Podemos estar bien lejos antes de que alguien se dé cuenta de lo que pasó.

—Si es que ella está allí, —señalé, porque además de todo lo demás, ni siquiera
estábamos seguros de que aquel fuera el sitio correcto.

Vlad, por supuesto, había tratado de ocultar su error, después de que su


hermano regresara algunos años después. Temiendo por su vida, había llegado
al extremo de incendiar la aldea donde había vivido la esposa de Mircea,
masacrando a los habitantes y haciendo correr el rumor de que una peste se los
había llevado. Había que quemar los cadáveres, según él, para evitar que la
enfermedad se propagara.

Mircea podría haberlo creído, ya que las enfermedades arrasaban ciudades


enteras con bastante regularidad en esa época. Pero su hija dhampir había
regresado en busca de su madre más o menos al mismo tiempo, y en su lugar
encontró un cuchillo que Vlad había dejado caer con el escudo de la familia en
las ruinas humeantes.

Empeñada en vengarse, fue al castillo a buscarlo, pero encontró a Mircea. Éste


había reconocido inmediatamente a la niña de nueve años como la viva imagen
de su esposa.

Escapó con ella, anteponiendo su vida a la venganza. Pero más tarde regresó
una vez más, con la intención de hacer llover justicia sobre su hermano, que era
más monstruo como humano de lo que Mircea había sido como vampiro. Pero
antes de que pudiera cerrar el trato, Vlad había dejado escapar un secreto, algo
que había aprendido de joven, mientras servía como paje del último emperador
bizantino en Constantinopla. Le había informado a Mircea de que había mujeres

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llamadas Pitias, que podían viajar en el tiempo y deshacer los errores del pasado,
si así lo deseaban.

Y Mircea tenía la intención de asegurarse de que estuvieran dispuestas.

Mientras tanto, había mantenido a Vlad vivo y encarcelado, tratando de obligarlo


a dar el sitio y la hora de la ejecución de su esposa. Vlad se había llevado el
conocimiento a la tumba, pero el poder de Pitia pudo mostrarme lo suficiente
como para que Mircea adivinara el sitio, y una rápida lección de historia le había
proporcionado una fecha. ¿Pero quién sabía si era la correcta?

Puede que ni siquiera esté aquí, pensé, cuando llegamos a la cima de la colina,
y toda la espeluznante escena se extendió bajo nosotros.

Por un momento me quedé allí. Estaba más lejos de lo que esperaba por el
sonido, que se desvanecía en el viento. Pero no lo suficientemente lejos.

Ni mucho menos.

No sé qué esperaba, pero no esto. Las filas de los muertos eran como ejército,
e iban desde los que hacía tiempo que habían expirado, que estaban más cerca
de las murallas de la ciudad, con sus cadáveres ennegrecidos por el sol sirviendo
de festín a una enorme bandada de pájaros; hasta los que aún sufrían más
lejos, retorciéndose lentamente en su agonía, con sus débiles gritos mezclados
en una sinfonía de horror; hasta los pobres desgraciados apilados como leña en
carretas, esperando su turno para morir.

Supongo que siempre había supuesto que debía de haber alguna exageración
en las viejas historias, tal vez mucha porque mucha gente había odiado a Vlad
y tenía motivos para calumniar su nombre.

Pero al parecer no era así.

Me arrodillé lentamente, queriendo apartar la mirada, pero sin poder hacerlo.

—Ves, Cassie, —dijo Mircea en voz baja, atrapándome—. No podemos dejarla


aquí.

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Y no, no podíamos. Se me puso la piel de gallina con sólo pensarlo. Pero, aunque
hubiera estado dispuesta a congelar el tiempo como él quería, eso era un
hechizo y, como cualquier otro, tenía un alcance.

De ninguna manera una burbuja de tiempo se extendería tan lejos.

—¿Dónde está? —Pregunté con fuerza, después de un momento. Había tanta


gente, algunos todavía se movían lentamente, que mis ojos no sabían dónde
mirar.

Había visto escenas menos perturbadoras en el infierno.

—Allí. —Mircea señaló una carreta a la izquierda, casi fuera de mi campo de


visión. Apenas podía distinguir algo a esta distancia, y no sabía cómo él podía
hacerlo. Pero un momento después lo entendí, cuando una mano descendió
sobre mi hombro y algo de su poder me recorrió—. ¿Lo ves ahora?

Y, de repente, lo vi. Fue como si mis ojos hubiesen adquirido teleobjetivos, con
la escena corriendo tan rápido hacia mí que me habría caído, si no estuviera ya
mayoritariamente abajo. Mi visión se desvió mientras intentaba enderezarme,
mostrándome un primer plano de la parte inferior de un pájaro, volando muy por
encima, en un cielo azul brillante incongruentemente hermoso. Antes de aterrizar
en el caparazón en descomposición de la caja torácica de un hombre, donde su
pareja había hecho un nido.

Aparté mis ojos, enfocándome en las briznas de hierba que había en el camino
de carretas fangoso. Y en el barro y la sangre que se habían juntado para formar
charcos debajo de las picas. Y en una carreta aparcada en la hierba, donde la
gente estaba siendo descargada sin ceremonias, como si fueran sacos de grano.

Los arrojaban despreocupadamente sobre la tierra, no con especial malicia, sino


como si ya no importara lo que les sucediera. Lo cual supuse que no era así.
Pero con las manos y los pies atados con pesadas cuerdas, no tenían forma de
evitar que sus cabezas se abrieran contra las rocas, o que sus rostros se
golpearan contra el duro lecho de la carretera, o que sus extremidades fueran
aplastadas por el peso de su propio cuerpo o el de los otros prisioneros que les
arrojaban encima.

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Sentí la mano de Mircea apretarse, y supe que, si no hacía algo pronto, lo haría
él. Pero había que tener cuidado. Los huesos rotos podían repararse; una línea
de tiempo rota era mucho más difícil de arreglar, como sabía por experiencia
propia.

—La otra carreta se está moviendo, —dijo, atrayendo mi atención hacia una
carreta vacía que acababa de empezar a hacer su camino de regreso a la ciudad,
probablemente para recoger otra carga. Un contingente de soldados se movía
con ella, dejando sólo la que estaba cerca. Había otros grupos similares, pero
estaban espaciados, el círculo concéntrico se había vuelto bastante grande en
este punto.

Y una burbuja de tiempo podría cubrir a los que quedaban.

—Muy bien, —le dije—. Esto es lo que vamos a hacer.

Pero no lo hicimos.

No hicimos nada.

Porque, un segundo después, un soldado agarró a una mujer cuya larga y oscura
cabellera se había caído, ocultando su rostro. Incluso con la Visión vampírica,
sólo podía ver un par de ojos oscuros brillando detrás de las hebras. Pero no
parecían asustados, aterrorizados o enloquecidos como los de los demás.

Parecían furiosos.

Un segundo después, el guardia retrocedió tambaleándose, con la cara hecha


un amasijo de sangre, como las salpicaduras que ahora goteaban por su barbilla.
Oí sus gritos, vi a los demás levantar la vista, la vi a ella salir de la carreta sin
cuerdas que la ataran y lo que, supongo, era el cuchillo del guardia en su mano.

No vi mucho de nada después de eso, porque ella era un borrón, atacando


salvajemente al escuadrón tan rápido que incluso la visión de los vampiros no
podía seguirla. Y luego se fue, su cuerpo desnudo no era más que un pálido
borrón antes de desaparecer en la arboleda. Dejando dos docenas de cadáveres
en el suelo detrás de ella, algunos de ellos todavía con la misma expresión de
sorpresa que probablemente tenía yo.

Porque, ¿qué mierda acababa de pasar?

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CAPÍTULO 2

—¿ Qué fue eso? —Pregunté... a nadie. Porque Mircea ya no estaba allí. Miré a
mi alrededor, sorprendida pero no escandalizada, no al principio. Los vampiros
podían moverse como el viento cuando querían, y sin duda estaba motivado.
Pero eso no era lo que acababa de ocurrir aquí.

Sentí la magia familiar de un desplazamiento arremolinándose a mi alrededor


por un segundo, del tipo que las Pitias utilizaban para moverse por el espacio en
lugar del tiempo. Se disolvió en el viento, pero no me llevó con él porque yo no
lo había lanzado. Mircea lo había hecho.

¡Hijo de puta!

—¡Mircea! —Grité, furiosa. Y luego fui tras él.

Un segundo después, me materialicé en medio del resto disipado de su hechizo.


Uno que no debería haber existido, porque Mircea no era una Pitia. Podía hacer
muchas cosas, pero desplazarse por el espacio o el tiempo no era una de ellas.

O no se suponía que fuera así. Pero hace poco se encontró con un hechizo
llamado Nodo d'Amore, o Nudo de los Amantes, que nuestros enemigos habían
estado usando en la guerra para permitir que un usuario de la magia tomara
"prestadas" las habilidades de otro. El único truco era que las dos personas
involucradas tenían que ser amantes.

¿Y adivina de quién fue ex-novia la Pitia?

En parte, fue el miedo a que se desplazara al pasado si no lo llevaba,


secuestrando mi poder y causando quién sabía cuántos problemas en busca de
su esposa asesinada, lo que me había traído hasta aquí. Porque la magia no
parecía entender de rupturas. Mircea y yo, hasta hace poco, habíamos sido
pareja, y supuse que eso era suficiente.

—¡Mircea! —Volví a gritar.

Pero no fue Mircea quien salió tronando de los árboles.

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Me quedé allí por un segundo, mirando a un grupo de al menos tres docenas de


guerreros fey, con sus brillantes armaduras negras moteadas por la luz del sol,
sus caballos a la carga tan ligeros de pies que casi parecían volar, sus cabellos
plateados ondeando al viento...

Y entonces volví a desplazarme, quizá medio segundo antes de que me


arrollaran.

Me rematerialicé detrás de ellos, sin haber tenido tiempo de pensar en otro


destino, mirando hacia el otro lado y confundida y desorientada. Y más aún
cuando giré a tiempo para ver a Elena a lomos de uno de los corceles, luchando
y arañando y chillando asesinato azul en algún idioma que desconocía. Pero en
realidad no lo necesitaba.

Las blasfemias suelen sonar igual en cualquier lengua.

Y entonces, antes de que pudiera recuperar el aliento, alguien me estaba


agarrando, sobre un enorme caballo fey que no estaba del todo segura de que
estuviera bajo control, porque no era un fey el que estaba en la silla de montar.

—¡Mircea! —Resollé—. Dios... ¡maldita sea!

—¡Sujétate! —me dijo, y me puso en posición sentada frente a él.

Lo cual habría sido un alivio, si no fuera porque los fey habían empezado a
disparar contra nosotros.

Una flecha blanca pasó cerca de mi cabeza y me habría alcanzado entre los
ojos, pero Mircea había tirado de las riendas hacia un lado en el último segundo,
y los caballos fey tenían los reflejos de los dioses. Aun así, sentí el aire de su
paso, y vi a varios fey más volverse para dispararnos, porque sus caballos no
parecían necesitar las manos en las riendas. Entonces envié una onda de
tiempo por delante de nosotros, a pesar de que no quería desperdiciar el poder.

¡Pero tampoco quería ser un pincho moruno!

—¡Eso es! ¡Es perfecto! —dijo Mircea, mientras toda una andanada de flechas
se desintegraba en su vuelo por el aire, desapareciendo en medio de mi
hechizo.

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¡El que estábamos a punto de atravesar!

—¡Da la vuelta! ¡Da la vuelta! —Grité, presa del pánico.

Dio la vuelta... apenas. Mi pañuelo, que se había aflojado en la refriega, se


desprendió y se convirtió en polvo, revoloteando como un fantasma que se disipa
con la brisa, mientras nos adentrábamos en la espesura. El bosque más denso
nos frenó lo suficiente como para estar segura de que habíamos perdido a los
jinetes. Algo que, por mi parte, estaba completamente bien.

—Dime... que no has matado al fey... dueño de este caballo, —jadeé,


preguntándome hasta qué punto la habíamos jodido.

—No. Lo dejé inconsciente, —dijo Mircea, con demasiada calma—. Uno de los
otros lo tiró sobre el lomo de su animal. ¿No te diste cuenta?

—¡No, no me di cuenta! —grité.

E inmediatamente me di cuenta de que ese podría no haber sido el mejor plan


cuando más flechas vibraron de repente de los árboles que nos rodeaban... y del
hombro de Mircea. Se sacó dos de su carne y las arrojó lejos, despreocupado,
porque para un vampiro eso era como una picadura de insecto. Pero para mí...

—¡Para de una puta vez! —Dije, agarrando las riendas.

Y fallando, porque el caballo no era lo único con buenos reflejos.

—Tenemos que atraparlos, —dijo Mircea, girando la bestia en dirección a las


armas letales—. Si no, nos perderán en el bosque.

—¡Bien! —Esta vez susurré, aunque probablemente no importaba con el oído


de los fey.

Y, efectivamente, pasaron cinco o seis flechas más, una de las cuales me dejó
un corte en el cuello del caballo.

—¡Mircea, van a matarnos!

—No intentan matarnos, si no habrían dejado a algunos de los suyos para


emboscarnos, —dijo con la despreocupación de un inmortal—. Intentan
retrasarnos.

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Lo pensó por un momento.

—¿Puedes desplazar un caballo?

—¡Puedo desplazarte a ti, de vuelta a casa! —Dije, furiosamente.

Y lo siguiente que supe fue que mi trasero estaba golpeando el duro suelo del
bosque.

—¡Mircea!

Me desplacé de nuevo a su caballo mientras él se lanzaba hacia adelante, lo


cual no era el plan. No me desplazo sobre objetos en movimiento si se me da la
oportunidad. Especialmente uno que se agacha, esquiva y huye a través de un
espeso bosque con ramas bajas que me golpean en la cara, y flechas que
me atraviesan los rizos, y un ciervo sorprendido que se lanza delante de
nosotros y que habría sido un serio peligro para la carretera si la tuviéramos.

Pero mi poder me había enviado directamente a Mircea de todos modos, tal vez
porque el maldito hechizo nos tenía vinculados. Acabé chocando con el lomo
de su caballo y me agarré a él, tanto para no caer como para poder sacarnos de
allí. Pero Mircea me desplazó primero esta vez contra un árbol, tan alto que lo
único que pude hacer durante un segundo fue aferrarme a las ramas superiores,
que parecían muy delgadas, e intentar no gritar.

Y entonces lo hice de todos modos, en una reacción tardía que asustó a unos
cientos de pájaros de sus perchas. Una tonelada de pequeños cuerpos me
golpeó desde todas las direcciones, haciéndome cerrar los ojos y aferrarme con
fuerza por todo lo que valía. Y cuando los abrí de nuevo...

Fue para ver a los fey tronando a través de un campo abierto, hacia un
afloramiento rocoso.

La altura del árbol me permitía una vista impresionante de las laderas onduladas
que soplaban con granos dorados, cielos azules llenos de nubes blancas y
Mircea, agachado sobre su caballo y cabalgando con fuerza tras los fey. Se
estaba acercando a ellos, sin armadura y sin un segundo pasajero que lo
frenara, pero no parecían preocupados. Ya ni siquiera miraban detrás de ellos;
no sabía por qué.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Y entonces me di cuenta de por qué: se dirigían directamente a una caída


escarpada, un desplome rocoso hacia la nada en la cima de la montaña, como
si todo el maldito grupo fuera suicida.

Ya no tenía Visión vampírica, así que no podía saber que cojones estaban
haciendo..

Y entonces pude, porque Mircea no estaba aquí para prestarme sus habilidades,
pero con el Nudo de los Amantes en vigor, no lo necesitaba. El zoom me hizo
gritar de nuevo, y aferrarme con más fuerza a la áspera corteza bajo mis manos,
ya que la repentina sensación de precipitación hacia delante casi me hizo salir
literalmente volando. Pero aguanté, y efectivamente, allí había un portal.

Estaba situado a una media docena de metros del borde del acantilado, supongo
que para que ningún humano tropezara accidentalmente con él. Era de color gris
violáceo y se arremolinaba, como una mancha giratoria de nubes de tormenta, y
aumentaba de tamaño porque los fey lo habían activado. Suponía que su
intención era llevar a su cautiva directamente a través de Faerie.

Lo que querían con la mujer de Mircea no lo sabía, pero sí sabía una cosa: que
él iba a dar ese salto justo detrás de ellos. Y eso era un no, por tantas razones
que ni siquiera esperé a contarlas. Me desplacé, lo agarré por los hombros y casi
logré sacarlo del caballo.

Pero cuando aprendes a montar básicamente desde el momento en que puedes


caminar y perfeccionas tus habilidades manteniendo tu asiento en la batalla, no
te caerás fácilmente. Me atrapó, maldiciendo. Y luego me arrastró delante de él
de nuevo, justo cuando nos acercamos al acantilado. Los fey ya debían haber
dado el salto, porque no se les veía por ninguna parte. Y tampoco había nada
más, salvo la boca del portal que se cerraba rápidamente, que no, no, no...

—¡Es demasiado pequeño! —grité. De ninguna manera íbamos a hacer eso.

Y no lo habríamos hecho, si Mircea no nos hubiera desplazado en el último


segundo, con nuestro caballo a medio camino de su salto por el acantilado y
nada más que aire libre debajo de nosotros.

Aterrizamos en medio de una lluvia de lo que quedaba de nuestra montura al


otro lado, porque Mircea no había desplazado también al animal. Y el portal no
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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

había sido lo suficientemente grande. Afortunadamente, no pude ver mucho el


resultado antes de que estuviéramos rodando colina abajo en un maldito
resbalón sangriento.

—No... en tu maldita... vida, —jadeé, aferrándome como una lapa cuando Mircea
intentó levantarse.

—¡Suéltame!

—¡Muérdeme!

—Más tarde, dulceață, —dijo el bastardo, usando el apelativo cariñoso que


siempre había tenido para mí. Sólo que, ahora mismo, no me sentía tan dulce.
Ahora mismo, me sentía bastante asesina.

¡No sólo había cooptado mi poder, sino que lo había utilizado para llevarnos al
último lugar en el que quería estar! Faerie era impresionantemente peligrosa, y
lo que es peor, mi poder no funcionaba aquí.

—A cualquier distancia... del portal... y el poder de Pitia... no funcionará, —jadeé,


mientras luchábamos juntos.

—¡No lo necesito ahora que estamos aquí! —Mircea soltó un chasquido, y luego
frunció el ceño, posiblemente porque lo tenía en una llave de cabeza—. ¿Cómo
eres tan fuerte?

—¡No lo soy! —gruñí—. Tú lo eres. Nodo d'Amore, ¿recuerdas? Funciona en


ambos sentidos.

Mircea dijo algo en rumano que estoy bastante segura de que era profano, y
luego demostró que seiscientos años de trucos sucios superan a la fuerza
cualquier día. Al segundo siguiente, me encontré boca abajo en las partes del
caballo, y él se había ido, corriendo a toda velocidad hacia un cañón alto,
excavado en la roca, como si todos los demonios del infierno estuvieran tras él.
O una Pitia realmente cabreada.

Intenta ayudar a alguien, pensé furiosa, poniéndome de nuevo en pie y


sacudiendo mis faldas ensangrentadas. Y esto es lo que consigues por ello.
Cuando regresemos, juro por Dios...

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Bueno, en realidad, no sabía qué jurar. Nunca había descubierto ningún método
para tratar con Mircea que realmente funcionara. Excepto dejarlo salirse con la
suya, ¡y eso no iba a suceder aquí!

Extendí una mano hacia la figura, ahora diminuta, del vampiro que huía, porque
los maestros pueden mover el culo cuando quieren, y me concentré. De pie, casi
justo delante de un portal, mi poder aún seguía funcionando, algo en lo que
supuse que Mircea no había pensado. Y yo también sabía algunos trucos.

Lo agarré metafísicamente y tiré de él, intentando que volviera hacia mí. Debería
haber funcionado, ya que hacía tiempo que podía desplazar sin tocar a alguien.
Y había estado practicando mucho con mi maestra, una rigorista de pelo
morado cuya voz sarcástica casi podía oír en mi cabeza.

—¿Qué pasa, niña? ¿Sigues pensando en el peso? ¡Al poder De Pitia no le


importan esas cosas!

Lo cual era un montón de manzanas de caballo, porque desplazar algo como un


lápiz y desplazar el maldito edificio Empire State eran dos cosas completamente
diferentes. Pero un imbécil de ciento ochenta libras debería ser factible. Sólo
que él no venía.

Porque estaba luchando contra mí.

—¡Hijo de puta! —Grité, y ese fue otro error. El esfuerzo de hablar hizo que mi
concentración se tambaleara, lo que fue suficiente para que el hechizo de Mircea
me agarrara. Y me enviara volando hacia él en su lugar.

Golpeé con fuerza, y ambos caímos, pero al menos no había ningún maldito
cadáver de caballo esta vez.

Había algo peor.

—¿Qué es eso? —Preguntó Mircea, mirando a los lados del altísimo cañón.
Donde alguien, probablemente hace siglos, había hecho unas elaboradas tallas
en la roca. Docenas de ellas, colocadas a ambos lados de las paredes, de unos
diez pisos de altura y con aspecto de centinelas de piedra.

Sus rostros estaban agrietados y les faltaban partes, sobre todo las narices. Y
algún tipo de enredadera, ahora marrón y sin vida, había florecido aquí en otro

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

tiempo, devorando tanto la armadura de piedra gris como la carne tallada. Sin
embargo, la mayoría de las estatuas seguían intactas y sus armas —espadas
enormes, lanzas gigantes y mazas pesadas— parecían haber resistido bien el
paso de los siglos.

Por supuesto que sí, pensé, mientras una cascada de pequeños guijarros
empezaba a llover sobre nosotros.

—¿Qué pasa? —preguntó el bastardo a mi lado—. ¿Qué está pasando?

—Faerie, —respiré, y lo agarré—. Corre.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Por eso, —grité, mientras una pierna gigante salía de la roca, enviando un
rocío de pequeños y duros fragmentos hacia nosotros. Porque estas eran tierras
de los Svarestri, y su elemento era la tierra y todos sus diversos componentes.
Y podían hacer un número alarmante de cosas con él.

Como eso, pensé, mientras el cañón que nos rodeaba se agrietaba, se


transformaba y cambiaba. Y los enormes centinelas que hace un segundo
parecían antiguas tallas de piedra, se convirtieron en un antiguo ejército de
piedra. Uno con lanzas del tamaño de abetos y botas tan grandes como...

—¡Mierda! —Grité, y busqué mi poder.

Y no encontré nada. Tal vez porque estaba cansada, y mantener la


concentración es difícil cuando unas botas masivas están golpeando a tu
alrededor. O tal vez porque estábamos demasiado lejos del portal, que ya no
podía ver.

No es que hubiera sido capaz de hacerlo, de todos modos. La pesada nube de


polvo levantada por todos esos miembros que chocaban me había cegado, y las
lanzas punzantes me tenían seriamente desorientada. Por no hablar de lo
asustada que estaba, sobre todo por el sonido, que era más que ensordecedor.
Rebotaba en mi cráneo y me dificultaba pensar, y el polvo hacía que fuera casi
imposible respirar.

Pero Mircea no necesitaba oxígeno, y su brazo me rodeaba la cintura,


amenazando con cortarme en dos cada vez que saltaba para apartarnos. Lo que

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

ocurría constantemente, ya que sus sentidos de vampiro nos mantenían justo


por delante de la avalancha viviente. Pero sólo tenía que vacilar una vez y
estábamos fritos.

¡Esto no iba a funcionar!

Y entonces lo sentí: la corriente resplandeciente de mi poder, como una línea de


vida literal, que atravesaba el portal. Como si me estuviera alcanzando a mí
también. Lo agarré, lo rodeé con la mano y lo coloqué alrededor de nuestros
cuerpos.

—¡Sujétate! —le dije a Mircea, que acababa de golpearnos contra una de las
hendiduras del acantilado hechas por los centinelas ahora desaparecidos.

—¿Para qué? —gritó—. ¡No puedo desplazarme!

—¡Pero yo sí puedo!

—¿Cómo?

—Porque soy la Pitia, —gruñí, y lo demostré.

Mi poder se arremolinó a nuestro alrededor, mucho más fuerte que el hechizo


de Mircea, porque no era prestado, era mío. Pero, por un segundo, seguimos sin
ir a ninguna parte. Él nos apartó del camino de una lanza, y luego atravesó las
piernas de otro asaltante, mientras yo luchaba con mi poder, vertiendo todo lo
que tenía para fortalecer la conexión entre nosotros.

Podía sentirlo, tratando de alcanzarme tan desesperadamente como yo a él,


como dedos familiares que se aferran a la mano de una mujer que se ahoga.
Casi lo conseguí, pero entonces volvimos a movernos. Esta vez hacia arriba,
saltando sobre una de las botas de nuestro asaltante, ¡porque cualquier cosa era
mejor que estar en el agitado suelo ahora mismo!

Aunque no por mucho.

Los otros centinelas convergieron sobre el que estábamos usando como percha,
sin importarles que estuvieran atacando a otro de los suyos con tal de que
nosotros también muriéramos. Las rocas se resquebrajaron, las extremidades

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

masivas se agitaron, una cabeza del tamaño de una casa grande se estrelló
contra el suelo. Y mi hechizo por fin se hizo realidad.

Sólo que mi poder no podía desplazarnos a los dos de la manera normal desde
tan lejos. Lo que sí podía hacer era arrastrarnos a una velocidad récord hacia
el portal. La reluciente cuerda dio un tirón y salimos volando, acelerando por el
aire como Clark y Lois, si Clark y Lois estuvieran gritando y siendo perseguidos
por varias docenas de enormes soldados de piedra que no se rendían.

Pero tampoco lo hacía mi poder, que nos envió entre las piernas y bajo las
manos que nos alcanzaban, y luego a través de un bosque de lanzas, fragmentos
de roca y polvo ondulante, con Faerie haciendo lo que siempre hacía y tratando
de matarnos. Pero no lo consiguió antes de que cayéramos, ensangrentados,
sucios y medio enloquecidos, al menos yo lo estaba, de vuelta a través del portal.
Sólo para recordar abruptamente...

Que estaba al aire libre.

—¡Mierda! —Grité, y me desplacé al mismo tiempo que Mircea. Los dos


desplazamientos, que debían ser en direcciones opuestas, se contrarrestaron
mutuamente, y no fuimos a ninguna parte. Excepto hacia abajo, porque a la
gravedad no le importa la magia.

Caímos en picado, volví a gritar, porque no tengo la intención de morir con


dignidad, y Mircea se enganchó a un pequeño árbol. Formaba parte de un grupo
de abetos que sobresalían del acantilado y no parecía tener un gran sistema de
raíces, porque inmediatamente se desplomó junto con nosotros. Pero me dio
un par de segundos para poner mi mierda en orden, y Al final conseguí
desplazarnos hasta la orilla del río, mucho más abajo.

O lo suficientemente cerca.

Caímos los últimos dos metros más o menos, porque juzgar la distancia en esas
circunstancias no es fácil. Pero dos metros son mejores que sesenta, o lo que
sea. Caí con fuerza encima de Mircea, rodé y me quedé tumbada, jadeando y
mirando el implacable y alegre cielo azul.

Uno en el que un pequeño remolino de nubes de tormenta se movía por encima,


pareciendo del tamaño de mi puño, antes de contraerse de repente aún más.
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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Y apagarse del todo, mientras un maestro vampiro se paraba en la orilla del río
y gritaba su rabia al cielo.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

CAPÍTULO 3

—¡Ella no murió, Mircea! —Mi mano golpeó el escritorio en el hermoso estudio


de Mircea, posiblemente un poco más fuerte de lo necesario, pero nada más se
estaba entendiendo—. ¡No puedo rescatar a alguien que no murió!

—No murió donde y cuando creíamos, —corrigió—, Pero los fey...

—Ni lo intentes. —Me crucé de brazos para no tener la tentación de golpear


nada, ni a nadie—. Esos eran guerreros Svarestri. Los Fey Oscuros no roban
mujeres humanas.

—Bueno, ¡Pues a ésta sí que la han robado! —Mircea gruñó y lanzó el pesado
vaso de whisky que sostenía por la habitación.

Oí un aullido y un golpe, y registré vagamente que un sirviente había entrado en


el momento menos oportuno con una bandeja de té, que se le había caído de las
manos. No me importaba. No necesitaba té. Necesitaba una botella de
Glenfiddich o unas vacaciones de seis semanas, pero ninguna de las dos cosas
estaba en oferta, así que volví al tema que me ocupaba.

—Tienes que aceptarlo, —le dije a Mircea sin rodeos.

—¿Aceptar qué? —preguntó—. Que los malditos fey la secuestraron...

—Por segunda vez, no...

—... se la llevaron y le hicieron Dios sabe qué. ¡Bastardos asesinos, todos y cada
uno, especialmente esos bastardos Svarestri! Tenemos que ayudarla...

—¡Bien, eso es todo! —Había estado tratando de ser la voz de la razón, pero
oficialmente había tenido suficiente, sin mencionar que no estaba funcionando
de todos modos. Si quería una pelea a gritos, tendría una.

—¡Será todo cuando la recuperemos! —Mircea me dijo salvajemente.

—¡Es todo cuando yo digo que lo es! —Le contesté, furiosa—. Casi haces que
nos maten a los dos, ¿y para qué? ¡Toda una línea de Pitias te dijo lo mismo!
¡No! No, no vamos a llevarte al pasado; no, no vamos a ayudarte a rescatar a tu
mujer. ¡No, no, no! Pero el gran Mircea Basarab siempre sabe lo que es correcto,

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

¿no? Siempre lo sabe mejor que nadie, ¡incluso mejor que las personas que
pueden ver el maldito futuro!

—¡Y tenía razón! Ella está en peligro...

—¡No tenías razón! Ella vivió...

—Eso no lo sabemos. Sólo sabemos que Vlad no la mató...

—¿Y crees que los Svarestri lo hicieron? —Lo miré fijamente, preguntándome
quién de los dos estaba loco, él o yo. Porque alguien no tenía sentido aquí—
. ¡Si la querían muerta, podrían haberla dejado donde estaba! El loco de tu
hermano estaba a punto de ocuparse de eso por ellos. Se la llevaron, lo que
significa que querían algo de ella...

—Sí, lo que quieren de cada mujer que roban, —dijo con saña—. Mantienen a
las mujeres humanas como yeguas de cría, las tratan poco mejor que al ganado,
y luego... —se detuvo, su mandíbula apretada tan fuertemente como su puño,
sus mejillas ardiendo, y la legendaria calma Basarab no existía en absoluto.

Justo antes de que barriera todo el contenido del escritorio en el suelo. El


sirviente, que había estado recogiendo el té derramado, al fin se hartó y huyó
aterrorizado. Apenas me di cuenta. Porque ya me había dado cuenta de quién
de los dos estaba mal de la cabeza, y no era yo.

Me alejé del escritorio y me senté en uno de los dos sillones orejeros de cuero
rojo junto a la chimenea. La mansión de Mircea en los Catskills era lo
suficientemente alta como para que, a finales de octubre, hiciera mucho frío.
Pero los vampiros no sufren mucho el frío, así que el fuego estaba apagado.

Me eché una manta de pieles sobre los hombros, sintiéndome como una abuela,
y probablemente pareciendo una, también, con mi maldito atuendo de
campesina. Pero no tenía nada más. Nunca había vivido aquí, ni siquiera una
sola noche, a pesar de que, técnicamente, Mircea y yo estábamos casados.

Mi mano se dirigió instintivamente a las dos pequeñas cicatrices que tenía en


el cuello, marcas de colmillos que me había hecho una vez, cuando un geis lo
controlaba y no sabía del todo lo que estaba haciendo. Pero no importaba.
Según la ley de los vampiros, me había marcado, y eso era un vínculo irrompible.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Como no había aceptado dicho vínculo, o incluso entendido lo que estaba


pasando en ese momento, no lo había considerado un matrimonio, aunque
habíamos salido un tiempo después para darle una oportunidad. Pero aunque
había amor allí, incluso ahora, no había habido la confianza necesaria para
construir una relación. Como lo demuestra la situación actual.

—Cassie, debes entenderlo, —dijo Mircea, ocupando el sillón frente a mí. Estaba
en el borde de su asiento, sentado hacia adelante, cogiendo y luego sujetando
mis manos. El carisma que había desaparecido hacía un momento había vuelto
en toda su extensión y, por una vez, no me pareció que fuera falso. Había
empezado a ser capaz de notar la diferencia, y la honestidad en sus ojos era
realmente convincente.

—Lo entiendo, —dije—. Sólo que no creo que tú lo hagas.

—¿Por qué? —Sus ojos marrones ardían—. ¿Qué hay de malo en volver un
poco antes, y arrebatársela antes de que lleguen los fey?

Lo miré fijamente. —Aparte de dañar la línea temporal fey...

—Eso no lo sabemos...

—... ¿Y posiblemente también la nuestra, porque los fey interactúan con nosotros
de forma habitual?

—¡Ella es una mujer!

—Una mujer de la que no sabemos nada.

Me levanté, sintiendo la necesidad de caminar, y para mi sorpresa, me dejó ir.


Se dejó caer de nuevo en el sillón con el pelo inusualmente revuelto y su antiguo
traje rumano todavía medio puesto. El precioso abrigo había sido arrojado sobre
una silla, pero la túnica estaba en su sitio y desabrochada hasta la mitad de un
pecho bronceado por el sol.

Supuse que había adoptado el color brillante de la piel para el disfraz, ya que
mucha gente en la vieja Rumanía podría haber reconocido la palidez de los
vampiros al verla. Pero le quedaba bien. Como el clarete que había conseguido
para reemplazar el whisky, que había teñido sus labios de un rojo intenso.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Combinaban con las hebras de castaño rojizo en aquella melena caoba y el


discreto bordado alrededor del profundo cuello en V de la túnica.

Tendría que haber sido el protagonista de alguna película gótica, un Heathcliff


más atractivo meditando sobre el destino.

Pero no lo era.

Era un maestro vampiro con poder para quemar, incluso cuando no estaba
robando el mío. Estaba en la energía crepitante que impregnaba el aire a su
alrededor y en el brillo ámbar canela que iluminaba sus ojos marrones. Estaba
en el modo en que me observaba mientras yo me paseaba, calculador, astuto,
incluso en medio de su dolor, preguntándose qué táctica funcionaría.

Podría haberle dicho: ninguna.

En cambio, le dije otra cosa. —Los Alorestri, los llamados Fey Verdes, llevan
años secuestrando mujeres humanas, para ayudar a hacer más soldaditos para
sus guerras perpetuas. Su reino está en la frontera con las tierras de los Fey
Oscuros, y pierden más gente en combate que cualquier otro grupo. Sin
embargo, su tasa de natalidad es demasiado baja para cubrir la brecha, por lo
que buscan ayuda externa. Los Svarestri, en cambio, consideran a los humanos
poco más que animales, y se niegan a mancillar su linaje. Ni siquiera compran
esclavos humanos en Faerie, y mucho menos van a un mundo que conocen
poco para robar alguno. Tu esposa no fue tomada por ellos por esa razón.

Mircea me miró con impaciencia, quizá porque nada de esto debía ser nuevo
para él. —¿Y tu poder te dijo esto?

—Me lo dijo el sentido común. No puedo ver dentro de Faerie. Y lo sabes.

—Entonces no puedes estar segura. No puedes decirme que ella estaba bien.
Que era feliz...

—¿Es ese el criterio ahora? —Pregunté. Había terminado de nuevo junto al


escritorio, pero en ese momento me giré para mirarlo de nuevo, sólo para
encontrar que se había unido a mí—. Pensé que era para salvar su vida.

—Lo era. Lo es. Pero tengo que saberlo, tengo que estar seguro, de que ella no
sufrió. Que no la abandoné a un destino horrible en un mundo extraño...

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—¿Extraño? —Lo miré fijamente—. Viste lo que les hizo a esos guardias...

—Sí. Ella debe haber tenido algo de sangre mágica latente que yo desconocía.
Posiblemente ella tampoco lo sabía, pero salió bajo presión...

—¡Mircea, ella no lanzó un hechizo! Ella los atacó...

Sus hermosos ojos brillaron. —¿Y tú no habrías hecho lo mismo? Iban a


matarla...

—¡No habría podido hacer lo mismo! No sin el poder de Pitia...

—¡Que ella no tenía!

—... ¡Ningún humano lo haría!

Me miró con el ceño fruncido. —¿Qué estás diciendo?

—Lo evidente. —Extendí mis manos—. Mató a un par de docenas de guardias


de Vlad casi más rápido de lo que tardo en decirlo, huyó a la velocidad del rayo
y más tarde le estaba gritando a los fey en algún idioma extraño. ¿O me
equivoco?

El ceño se transformó en un ceño fruncido, y se dirigió a un pequeño bar bajo


una ventana. —No la escuché.

—Pero yo sí. No hablo fey, ninguna variedad...

—Entonces no sabes lo que era, ¿verdad?

—... ¡Pero no era rumano!

—No sabía que estuvieras tan familiarizada con mi lengua materna. —Estaba
ocupado preparándose una bebida de repuesto, así que no podía ver su rostro,
pero el tono era ácido.

Me quedé mirándolo un poco más. Evidentemente, estaba agitado, volvió a la


chimenea y dejó una copa de lo que parecía clarete sobre la chimenea, antes de
recogerla de nuevo. Luego bebió su contenido y la dejó una vez más, con la
fuerza suficiente para romper el delicado pie de la copa.

El borde afilado le hizo un corte en la mano, haciendo que una sola gota de
sangre se deslizara entre sus dedos, brillando en la luz tenue como un rubí. Ni

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

siquiera pareció darse cuenta, lo cual era imposible. La sangre era lo único que
siempre llamaba la atención de un vampiro.

Pero esta vez no.

Se dirigió al baño de repente, arrancando la túnica en el proceso, literalmente.


Miré con preocupación las mitades destrozadas de la que alguna vez fue una
prenda fina. Mircea era muy meticuloso con su persona y sus posesiones. Si
hubiera ido al armario del dormitorio de al lado, habría encontrado una precisión
militar en las prendas dobladas, y todas las perchas giradas en el mismo sentido.
Ni siquiera tenía que comprobarlo para saberlo.

Sin embargo, una costosa pieza de seda era ahora un trapo.

Caminé hasta el bar y me serví un trago. El whisky estaba bueno, pero apenas
lo probé, y apenas me fijé en la vista que había fuera de la ventana. El otoño en
los Catskills era hermoso, una cascada de hojas en todos los tonos, desde el
verde brillante hasta el púrpura más intenso, siendo los amarillos, naranjas y
rojos los más predominantes. No estaba nevando, todavía no, pero había una
frescura en el aire, una promesa de que el invierno estaba a la vuelta de la
esquina.

Me pregunté si sería el último, y luego me dije que no debía ser sensiblera


y bebí mi copa.

Las montañas me recordaban a las que acabábamos de dejar, aunque éstas


eran de colores más vivos y mucho más tranquilas. Era un lugar tranquilo,
remoto. Me pregunté si por eso le gustaba a Mircea, como refugio de las intrigas,
la política de la corte y las puñaladas por la espalda de su vida en otros lugares.
Me pregunté si era por eso por lo que la echaba de menos, como recuerdo de
una época juvenil y menos complicada. O si había algo más.

La idea me dolía, aunque era una estupidez. Hacía ya dos meses que
habíamos roto y yo ya había pasado página. Por lo que sabía, Mircea había
hecho lo mismo; ciertamente no había creído en una existencia solitaria antes de
conocerme. Si no estaba ya saliendo con alguien, probablemente no tardaría
mucho.

O quizás sí, porque nunca lo había visto actuar así con nadie más que con Elena.
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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Nunca lo había visto actuar así conmigo.

Eché hacia atrás el resto de mi bebida, atragantándome un poco porque no era


lo suficientemente fuerte como para salirme con la mía, y empecé a volver al
inexistente fuego. Sólo para detenerme sorprendida porque en realidad había
uno en proceso de ser preparado, por un viejo vampiro de pelo blanco. Iba
vestido con un traje que parecía vagamente victoriano, probablemente porque
era la época en que lo había comprado, y parecía tener unos cien años, porque
esa era más o menos la edad en que había sido cambiado.

Mierda, pensé, reconociendo a Horatiu, el sirviente y tutor más antiguo de


Mircea.

Había ayudado a Mircea a escapar de Valaquia después de aquel fatídico


encuentro con los nobles, y se había quedado con él durante los terribles años
que siguieron, mientras su antiguo pupilo luchaba por entender su vida de no
muerto. Mircea Al final había cambiado al viejo —a petición de Horatiu— en su
lecho de muerte, a pesar de que ese tipo de cosas rara vez salen bien. Pero
supongo que no había sentido que podía decir que no.

Y para ser justos, Horatiu no parecía tan molesto por la vista de mierda y el
cuestionable oído que lo habían acompañado en su nueva existencia. Todos
los demás, por otro lado, lo estaban y mucho, sobre todo porque casi quemaba
la casa a diario. Normalmente, un sirviente lo seguía en las tareas que aún
insistía en realizar, para asegurarse de que una conflagración no los matara a
todos, sólo que hoy no vi ninguno.

Sin embargo, vi que Horatiu estaba a punto de prender fuego a uno de los
sillones orejeros y lo agarré por los estrechos hombros, girándolo hacia el hogar.

—¿Mircea? —Hizo una pausa, con la voz temblorosa de un anciano


sobresaltado pero quieto. Luego olfateó, y a diferencia de sus otros sentidos, su
nariz parecía estar bien, porque se arrugó ante mí—. Tú no eres Mircea.

—Cassie, —dije, quitándole el mechero largo.

Horatiu no se opuso. Puso un haz de leña y periódico en el suelo, y ahora


procedió a arrugar unas cuantas bolas de papel para encender el fuego. Como
esta vez se las arregló para lanzarlas más o menos en la propia chimenea, me
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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

senté en el borde del hogar y lo observé. Parecía extrañamente frágil para ser
un vampiro, pensé, fijándome en la delgadez del pelo blanco, en el cráneo con
manchas de edad que se veía claramente debajo y en las manos fuertemente
veteadas.

No es que las apariencias signifiquen necesariamente algo, pero aun así. Me


dieron ganas de ayudarlo. Le di leña en las manos para que no tuviera que
buscarla, y me gané una sonrisa a cambio. —Ahí tienes una buena chica, —me
dijo—. Y ahora, un par de buenas y gordas.

Le entregué algunos de los trozos de madera más grandes y él los dispuso en


una pila bastante buena, bien equilibrada y dejando mucho espacio debajo para
el aire. Lo observé distraídamente, maravillada por la seguridad y la rapidez de
los movimientos, ahora que sabía dónde estaba, porque probablemente había
hecho miles de fuegos en su época. Pero en realidad no lo veía a él. Estaba
viendo algo más, concretamente a Mircea desapareciendo antes de mi lado,
porque había asumido correctamente que nunca atraparía a los fey por otro
medio que no fuera el poder de Pitia.

Así que lo había utilizado, de inmediato y con decisión, sin dudar en absoluto.

La pregunta era: ¿lo volvería a hacer?

O, no, esa no era la pregunta, pensé cínicamente. Conociendo a Mircea, la


pregunta era: ¿cuándo volvería a hacerlo? ¿Y hasta dónde llegaría la próxima
vez? ¿Y había algo, aparte de matarlo, que yo pudiera hacer para detenerlo?

Porque no podía matarlo. Eso era lo que se suponía que tenía que hacer como
la Pitia, a cualquiera que amenazara la línea del tiempo. La primera conversación
real que había tenido con Agnes, mi predecesora, había sido mientras ella
acechaba a un bicho raro que viajaba en el tiempo, que resultó ser mi padre, a
través de una bodega húmeda en el año 1600. Pero ella tenía una pistola
moderna, y no tuve ninguna duda de que la habría utilizado.

Principalmente porque ya lo había hecho, cuando me disparó en el trasero.

Ella no le disparó a papá, sino que acabó capturándolo ¿pero si eso no hubiera
sido factible?... Sí, ella le habría clavado justo entre los ojos. Agnes era una
especie de perra.
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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Pero ese era el trabajo a veces, y ahora mismo, era mi trabajo. Pero todavía no
podía hacerlo. Y no sólo por el sentimiento.

Mircea no estaba exactamente loco; había visto cómo era eso, y esto no lo era.
Pero tampoco estaba exactamente cuerdo en este momento. Estaba entrando
en la parte más peligrosa de la vida de un vampiro, la parte que había hecho
tropezar incluso a los más poderosos, y que explicaba por qué había tan pocos
vampiros verdaderamente antiguos.

¿Maestros de cuatrocientos, quinientos, incluso seiscientos años? Claro, no eran


exactamente una docena, pero había muchos de ellos.

¿Pero de mil años? ¿Dos mil? ¿Incluso más? No tanto.

No debería haber importado, por supuesto. Los vampiros no eran como los
humanos... bueno, la mayoría de los vampiros, pensé, mirando a Horatiu. Que
había encontrado el mechero donde yo lo había dejado, pero estaba intentando
encender el fuego con el extremo equivocado.

Le di la vuelta, y el periódico se encendió, provocando una sonrisa de


satisfacción en el viejo rostro. Horatiu aparentaba cada uno de sus años, pero
eso era porque no se aconsejaba cambiar a las personas enfermas o muy, muy
mayores. A menudo causaba complicaciones. Pero siempre que el cambio
saliera bien, la mayoría de los vampiros aumentaban su poder con la edad, así
que ¿por qué no había muchos vampiros antiguos por ahí?

Por lo que Mircea estaba lidiando actualmente.

No había una palabra para ello, porque era el elefante en la habitación de la


sociedad de vampiros del que nadie hablaba. El tipo de cosas que a menudo no
admitían ni siquiera a sí mismos, y mucho menos a los posibles reclutas. Esa
"eternidad" significaba más bien quinientos años o algo así, hasta que la
tendencia natural de los vampiros hacia la obsesión comenzaba a alcanzarlos, y
empezaban a fijarse en algo, hasta el punto de que se apoderaba de todo su
mundo.

Dado que los maestros tienen enemigos, esa era una posibilidad peligrosa, y
explicaba por qué tantos acababan siendo eliminados por un rival. No es que no

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

vieran las señales, es que no les importaban. No les importaba nada excepto su
obsesión.

Y la obsesión de Mircea era Elena.

—Tú eres la pequeña rubia bonita, ¿no? —preguntó Horatiu de repente,


sacándome de mis pensamientos.

—Yo... bueno, soy rubia, —dije, acomodando un mechón de la prueba detrás de


mi oreja.

La otra parte de su pregunta era discutible en ese momento. Podía oír el ruido
de una ducha en la parte trasera de la suite, donde probablemente Mircea se
estaba limpiando. Necesitaba hacer eso también, así como ponerme en marcha,
antes de que tuviera que volver a hacer trampa cambiando el tiempo para cumplir
con todas mis obligaciones.

Pero, por alguna razón, me quedé allí sentada.

Hasta que una cara vieja y nudosa se asomó a un palmo de la mía, y unos vagos
ojos azules me miraron. —Hm, sí. Bonita, —decidió, mirándome—. Pero también
triste. ¿Por qué estás triste, niña?

—Yo... No lo estoy, —dije, sorprendida con la guardia baja, y luego otra vez
cuando se rió literalmente en mi cara.

—Mentirosa. —Se sentó lentamente en la chimenea, tanteando detrás de él los


ladrillos antes de hacerlo, y luego me dio un golpecito en la rodilla—. Hay
problemas entre tú y el maestro ¿verdad?

—No, —dije por reflejo.

Horatiu actuó como si no lo hubiera oído. Aunque en su caso, tal vez realmente
no lo había hecho. —Últimamente está de mal humor, —reflexionó—. Uno de los
peores que he visto. ¿Pero qué vas a hacer? Amar a dos personas siempre es
difícil.

Parpadeé, sin estar segura de haber entendido. —Mircea y yo no estamos


juntos...

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Me dio una mirada. Y a pesar de los viejos ojos reumosos, se las arregló para
ser bastante astuto. —Hoy has arriesgado tu vida para ayudarlo, llevándolo de
vuelta allí, a esa época terrible. Pero desde que no duermen juntos, ¿ya no lo
amas?

—Yo no he dicho eso...

—Oh, bien. Mi oído ya no es lo que era. Pensé que eso era lo que habías dicho.

Lo miré con sospecha, pero todo lo que obtuve fue una dulce cara de anciano.
Del tipo que probablemente le permitía salirse con la suya. O tal vez eso era
porque era básicamente intocable como el favorito del maestro.

Horatiu hacía lo que quería y, al parecer, también lo decía.

—Por supuesto, sigo amando a Mircea, —dije, a punto de cambiar de tema.

—Entonces, ¿por qué es difícil entender que él pueda amarte tanto como a
Elena? El corazón humano no es tan estrecho como para que sólo quepa una
persona a la vez. No sé si volverán a estar juntos o no; no soy vidente. Pero tú
siempre lo amarás, y él a ti. Deberías acostumbrarte a ello.

Lo miré con exasperación. —¡Eso no ayuda a la situación actual!

—¿No? Ah, bueno, yo pensaba que el amor siempre ayudaba. Tener a alguien
que escuche, que se preocupe... pero quizás ya soy demasiado viejo para
entender esas cosas. —Me miró con severidad—. Sin embargo, deberías dejar
de asustar a los sirvientes, mientras los dos lo resuelven.

—¿Qué sirvientes? —Pregunté, y entonces me acordé del portador del té.

—Ese chico que mandó la cocinera, —confirmó Horatiu—. Ahora está abajo,
balbuceando sobre ojos brillantes y un poder que arde como el fuego. Está
bastante traumatizado.

—Vive aquí, —señalé—. Debería saber cómo se pone Mircea de mal humor.

—No estaba hablando del maestro, —dijo Horatiu—. Hablaba de ti.

Fruncí el ceño.

—Mis ojos no brillan.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—¿No lo hacen? —Fue su turno de fruncir el ceño, y luego de inclinarse de


nuevo, entrecerrando los ojos. Antes de volver a sentarse y tantear el terreno
hasta dar con la bandeja de latón que había utilizado para llevar sus provisiones.
Le quitó el polvo de algunos fragmentos de madera y la pulió con la manga.
Luego me la entregó...

Y, mierda.

¿Y ahora qué?

—Mis ojos no son tan buenos como solían ser, —dijo, en el eufemismo del
siglo—. Pero incluso yo puedo ver eso.

Sí, yo también podía. Mis ojos, normalmente azules pálidos y muy humanos,
estaban iluminados como si hubiera velas detrás de ellos. No era nada
comparado con el resplandor de la hoguera de Mircea cuando su poder se
disparaba, pero esa no era la cuestión. No debería haber ocurrido en absoluto.

—¿Supongo que eso es nuevo? —preguntó Horatiu.

—Sí. —Me mordí el labio. Esto no podía ser bueno.

Horatiu me dio una palmadita en el hombro, tras varios intentos fallidos de


encontrarlo. —No dejes que te moleste, —me dijo amablemente—. Los vampiros
jóvenes suelen tener esa reacción cuando su poder empieza a crecer.

—No soy un vampiro, —dije automáticamente, y luego me detuve. Y me


desplomé contra la chimenea, aliviada, porque por supuesto.

¡Por supuesto!

Yo no era un vampiro, pero Mircea sí. Y actualmente estábamos en un hechizo


que nos permitía compartir habilidades. Todo tipo de ellas, aparentemente.

Lo cual era un problema, teniendo en cuenta mi próxima cita.

Cogí mi bolsa de viaje con mi ropa de repuesto, que había dejado en casa de
Mircea antes de salir, y saqué mi cartera. La pequeña tarjeta que había metido
en un bolsillo de mi cartera hace unas semanas seguía allí, junto con la lista de
servicios en el reverso. Sí, eso podría funcionar.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—Dijo que era como ver a dos de los antiguos dioses, en batalla, —dijo Horatiu,
como si yo no hubiera hablado.

—Tampoco soy un dios, —le dije brevemente, y me desplacé.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

CAPÍTULO 4

—El número seis, —le dije al vendedor, y él, complacido, sacó de una vitrina un
frasco alargado, con forma de joya y de color púrpura tenue—. ¿Este es uno de
los buenos? —Añadí, porque necesitaba estar segura.

Parecía ofendido. —Madam, todo lo que tenemos es "uno de los buenos".

Y, sí, supongo que sí. Había mil variedades de glamours mágicos, desde los más
baratos que se encontraban en el equivalente sobrenatural de una tienda de
comestibles, hasta los modelos súper caros de lugares como éste. Menos mal
que disponía de la línea de crédito de la Corte de la Pitia, pensé, y deposité una
tarjeta.

El hombre, vestido de esmoquin, de pelo oscuro y con un sonido claramente


elegante, parecía apenado. No sabía por qué. ¿Cómo iba a pagar si no?

—Lo pondremos en su cuenta, —me aseguró solemnemente.

—¿Tengo una cuenta? —Miré la tienda, situada en una discreta calle lateral
del barrio londinense de Chelsea. Por fuera, era atractiva aunque sosa, diseñada
para parecerse a una de las elegantes casas adosadas de la zona. Por dentro,
era básicamente un spa diurno excesivamente caro para la comunidad mágica.

No es que hubiera nada especialmente mágico que ver en este momento,


excepto el frasco de poción con aspecto de perfume, parado solo en su pequeña
punta sobre el mostrador, tan firme como una peonza recién girada.

Sus letras doradas y lo que parecía un tapón de oro macizo hacían juego con
las relucientes lámparas de araña, las mullidas alfombras y los cómodos sofás
de la sala contigua, donde había más vendedores charlando con la clientela
potencial. Todas eran mujeres, pero, a diferencia de mí, llevaban el pelo
perfectamente peinado, sus trajes eran de alta costura y sus olores eran distintos
a los de la sangre y el caballo. Me pregunté qué necesitaban con un glamour.

Sólo para que la Visión vampírica entrara en acción y me lo mostrara. Me eché


hacia atrás ligeramente, un poco sorprendida al ver que el grupo gentil en los

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

sofás cambiaba de repente a... algo más. Algo que, en muchos casos, ni siquiera
era humano.

—La Corte de la Pitia tiene una cuenta, —dijo discretamente el vendedor,


atrayendo de nuevo mi atención hacia él—. ¿Quizás quiera que uno de
nuestros técnicos la ayude?

—¿Me ayude con qué? —pregunté, un poco distraída. Parecía apenado de


nuevo.

Estaba bastante segura de que sólo quería sacarme del piso, teniendo en cuenta
que yo era una especie de anuncio inverso en este momento. Pero le seguí la
corriente, no tenía mucho tiempo. Él apretó un discreto botón y, mientras
esperábamos, un gran troll salió de un pasillo, con una colección de pequeñas
bolsas en las manos, todas con un loto dorado grabado en el frente.

Ese era el nombre de este lugar: El Loto Dorado. Ofrecía las cosas habituales
de un spa diurno—manicuras, tratamientos faciales, masaje de tejido profundo—
así como algunas ofertas más esotéricas que no había entendido hasta ahora:
recorte de pezuñas, pulido de cuernos y rejuvenecimiento de colmillos. Y, por
supuesto, glamour de todas las variedades posibles, una especialidad de la casa.

Me lo había recomendado Rhea, mi acólita principal, que vivía en Londres. Su


madre, la anterior Pitia, había frecuentado el lugar en los últimos años de su
vida, cuando el cargo —y algún discreto envenenamiento por parte de una
heredera que quería heredar antes de tiempo— había cobrado su precio. Los
cosméticos mágicos podían hacer maravillas, pero cuando realmente
necesitabas cambiar toda tu perspectiva, recurrías a un glamour.

Por eso, supuse, la mujer troll, que debía de medir más de dos metros y tenía
colmillos perforados con pequeños pendientes de piedras preciosas —
¿Pendientes de colmillos?— en ellos, se transformó de repente en una pelirroja
con aspecto de sílfide y un elegante traje azul al pasar por las puertas exteriores.

—El glamour a pedido es uno de nuestros productos más vendidos, —dijo una
voz de mujer.

Me aparté de la puerta y vi a una técnica esperando junto al mostrador. Tenía un


aspecto bastante humano, con un traje oscuro con falda y una blusa blanca
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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

impoluta, con el pelo negro retirado de una bonita frente de café con leche. Pero
sus ojos eran de un vivo color púrpura.

—¿A pedido? —repetí.

—En lugar de llevarlo todo el tiempo, va y viene según sea necesario, —


explicó—. En las zonas humanas, el glamour se enciende, para que se mezcle
con la multitud. En las protegidas por la magia, se apaga automáticamente, sin
la engorrosa necesidad de quitártelo.

—Como las gafas que se oscurecen a la luz del sol, —dije. Ella sonrió, mostrando
unos incisivos algo puntiagudos.

—Exactamente. Por aquí, madam.

Me condujo por el mismo pasillo por el que había salido la mujer troll y entró en
una habitación que parecía un cruce entre un vestidor y un consultorio médico.
Era todo blanco, con espejos en tres lados, pero en lugar de bancos o un
perchero, tenía un sillón reclinable de cuero blanco tipo dentista en el centro.
Sentí que me pasaba la lengua por los dientes, preguntándome si me había
acordado de usar el hilo dental.

—¿Necesitará la madam un cambio de ropa también? —preguntó


discretamente, sin echar siquiera una mirada a mi atuendo de campesina
medieval manchado de sangre.

Pensé en los vaqueros y la blusa con volantes que llevaba en mi bolsa de


viaje, que probablemente ya estaban arrugados. Y decidí que qué demonios.
¡Adelante!

—Sí, la madam lo necesitará. Quiero decir, lo necesitaré. Gracias.

—¿Tipo?

—Vestido casual.

Asintió con la cabeza, pero en lugar de ir a buscarlo ella misma, se limitó a pulsar
un punto en uno de los espejos, y éste empezó a reflejar una selección rotativa
de prendas, la mayoría de ellas demasiado femeninas para mí. Hasta que llegó

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

a un bonito vestido de verano de tela amarilla arrugada con manchas blancas y


una chaqueta blanca corta por encima. Me enamoré de él inmediatamente.

—Ese.

—Como quiera la madam.

Y entonces metió la mano por el espejo y lo sacó.

Un día de estos, ese tipo de cosas van a dejar de molestarme, pensé.

—¿Lo hago ajustar mientras la madam se ducha? —Preguntó, con otra sonrisa.
Que era la forma más gentil de decir "apestas" que creía haber oído nunca.

—¿Hay una ducha?

Me indicó otro espejo que, efectivamente, me permitió pasar por él. Se sentía un
poco raro contra mi piel, demasiado frío y vagamente líquido, pero el baño del
otro lado era una maravilla de mármol dorado, lujosas toallas doradas de felpa,
y no menos de nueve cabezales de ducha en una enorme ducha que me
golpeaba desde todas las direcciones como un masajista turco. ¡Maldita sea,
necesitaba una de estas!

Salí, me sequé y descubrí que el pequeño vestido de verano había sido dejado
en lugar de mi otra ropa, que había sido llevada a alguna parte. No había ropa
interior, pero la tenía conmigo, excepto las medias, y me había depilado las
piernas hace un par de días. Los zapatos, por otra parte, eran un problema, ya
que mis únicas opciones eran unas botas campesinas o un viejo par de Keds.

Pero cuando volví a entrar en el probador, encontré a la encargada con unas


sandalias blancas que parecían ser de mi número.

—Puedo cambiarlas por unos zapatos cerrados si lo prefiere, —me dijo.

—No, estas son perfectas. —Me las puse y miré mi reflejo. Del cuello para abajo
todo estaba bien, incluso bonito. La falda se balanceaba y estaba en el punto
óptimo entre lo respetable y el chachachá, y las sandalias y la chaqueta lo
completaban perfectamente. Pero del cuello para arriba... era una tragedia.

Además de los ojos persistentemente brillantes, tenía un gran rasguño en el


pómulo izquierdo, probablemente por las malditas ramas de los árboles que me

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

golpearon en la cara, un hematoma en la mandíbula derecha y lo que parecía


ser…

Sí. Me rasqué algo que se había incrustado cerca de la línea de mi pelo y un par
de trozos de escombros se desprendieron y golpearon el suelo de baldosas
blancas, haciendo pequeños ruidos metálicos. La encargada no dijo nada, así
que yo tampoco lo hice. Supuse que ambas íbamos a estar de acuerdo en que
eso no había ocurrido.

—El glamour cubrirá toda la cabeza, —me informó inexpresiva, y sentí que mi
columna vertebral se relajaba.

—Bien, hagamos esto.

Quince minutos más tarde, estaba a cinco centímetros de uno de los espejos,
comprobando mis ojos. De color azul pálido, un poco inyectados en sangre, y
con una capa de rímel un poco pegado, porque le había dicho que no me hiciera
ver demasiado perfecta. El tipo que iba a ver nunca se dejaría engañar por la
perfección.

Pero, maldita sea, esta cosa me engañaría a mí, pensé, comprobando el pelo
ligeramente desordenado y el maquillaje a medias por todos lados. La técnica no
me había preguntado por qué quería tener un aspecto como si hubiera estado
despierta la mitad de la noche y acabara de salir de la cama. Se limitó a
complacerme.

Rhea había tenido razón: este lugar era genial. Sobre todo para las Pitias, que
no podían ir a su casa a cambiarse, ¡porque había demasiada gente que podría
hacer preguntas! Y demasiadas narices de vampiros que podrían detectar olores
que yo no podría explicar fácilmente.

Pero no creía que nadie los detectara ahora. El glamour tenía un olor muy
característico, no desagradable, sino todo lo contrario, pero un poco abrumador.
Era como si me hubiera golpeado en la cara con un campo de flores.

—El olor se desvanecerá con el tiempo, —me aseguró la encargada,


probablemente al notar que mi nariz se movía.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—¿Hay alguna manera de acelerar eso? —pregunté. Estaba almorzando con un


tipo que preparaba pociones con regularidad. No necesitaba que se diera
cuenta de que llevaba un glamour, y mucho menos por qué.

—Me temo que no, —parecía adecuadamente arrepentida—. El olor es


imposible de enmascarar, ya que es un subproducto de la flora fey utilizada en
la mezcla.

—¿Flora fey?

—Sólo lo mejor para nuestros clientes. —Volvió a sonreír.

Deseé que dejara de hacerlo, ya que mostraba los colmillos, pero no era algo
que pudiera pedir.

—Sin embargo, el aroma es muy similar al de nuestros perfumes, que utilizan


algunos de los mismos ingredientes como base. ¿Si la madam quiere ver?...

Empezaba a entender cómo la mujer troll terminó con todos esos paquetes.

—Gracias.

Más colmillos. Maldita sea, distraían, probablemente porque eran más largos y
gruesos que los de un vampiro, que era a lo que estaba acostumbrada. Pero los
vampiros podían retraer los suyos para tener unos dientes perfectos y
hollywoodenses cuando quisieran. No parecía que ella pudiera.

Por supuesto, tal vez eso era normal para el sitio de donde venía. Muchos
refugiados fey, de todo su mundo, habían estado llegando al nuestro durante un
tiempo, para escapar de las constantes luchas allí. Y con la guerra a punto de
entrar en una nueva fase, el goteo constante se había convertido en una
inundación. Apuesto a que lugares como este estaban haciendo un gran negocio.

Desde luego, lo hacían conmigo.

Terminé con dos nuevos perfumes, además del glamour, que comprobé en un
espejo antes de salir. —¿Y esto cuánto durará?

—Dos semanas garantizadas. La mayoría de nuestra clientela descubre que


recibe algo más parecido a un mes de cobertura, aunque el hechizo puede
empezar a parpadear antes de eso.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—Es bueno saberlo. —Con suerte, ¡tendría todo este asunto con Mircea resuelto
en mucho menos tiempo que eso!

La encargada me entregó una preciosa bolsa blanca y dorada que resultó


contener mi perfume, y mi desagradable ropa de campesina. Tiré esta última en
un contenedor unas manzanas más abajo, mientras la lluvia descubría el bonito
paraguas amarillo y blanco que me habían regalado con la compra. Y que no
necesité, porque un momento después me desplacé a mi cita para almorzar, sólo
un poco tarde.

~~~

La sede de Stratford del Círculo Plateado, la principal organización mágica del


mundo, parecía un infierno. Por un lado, era subterránea, esta parte, al menos,
y no me refiero sólo a la ubicación. Había suciedad real sobre mi cabeza, porque
el sitio era una madriguera de túneles interconectados, construidos a propósito
para ser claustrofóbicos y confusos por los diseñadores, con el fin de desalentar
los ataques.

No es que eso haya funcionado últimamente. Como lo demuestran las raíces


ennegrecidas que sobresalen del suelo, como manos que agarran. Y por las
extrañas estrías en las paredes que habían sido de arena antes de que el
hechizo de un mago oscuro las atravesara y las convirtiera en cristal. Y por los
restos de derrumbes apilados a lo largo de las paredes. No había llamas
propiamente dichas —por el momento— aunque persistía el olor de antiguos
incendios, restos del reciente ataque.

Bueno, más o menos reciente. Había tenido lugar hace más de un mes, pero con
la guerra en marcha, la limpieza había quedado muy abajo en la lista de
prioridades. Lo que significa que las zonas más alejadas, como ésta, habían sido
abandonadas a su suerte.

No se habían defendido mucho, pensé, al pisar un montón de tierra suelta. Y


luego me congelé en el sitio. Porque un pequeño desprendimiento había
revelado algo más que el equipo de limpieza había pasado por alto.
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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

El hedor de la carne podrida golpeó mis fosas nasales, mezclándose


repugnantemente con el costoso perfume del glamour del spa. No había ningún
rastro blanco; en su lugar, un feo hueso amarillo sobresalía de lo que parecía ser
una manga raída, o tal vez una pernera del pantalón. No estaba segura, como
tampoco sabía si los espeluznantes restos eran parte de un soldado del Cuerpo,
caído mientras defendía su base, o de un mago oscuro detenido en medio de su
ataque.

Era curioso cómo no se podía saber ahora, pensé, mirando fijamente. Al igual
que no se podía saber si muchos de los cuerpos alrededor de la ciudad de los
muertos de Vlad eran hombres o mujeres, después de un tiempo. Simplemente
se convertían en cadáveres, ennegrecidos y abiertos en canal, con cuerdas de
vísceras colgadas, engalanadas con gusanos y goteando líquidos desconocidos.
Madres, padres, amantes, amigos; todos eran iguales en la muerte, pudriéndose
bajo un alegre cielo azul...

—¡Cassie!

Alguien me agarró, y menos mal. Porque no había puesto el pie en el suelo y


estaba empezando a tambalearme. Un segundo más y podría haber arruinado
un segundo traje en un día. O un día para mí, pensé mareada, mirando a los
claros ojos verdes.

—¿Estás bien? —Pritkin había aparecido de la nada para agarrarme la parte


superior del brazo, y ahora su agarre se tensó con preocupación. Pero entonces
me miró a la cara y se relajó visiblemente—. Estás bien.

Debe ser algo de glamour, pensé, sintiéndome enferma.

Asentí, pero miré hacia abajo, no pude evitarlo. Y él siguió mi mirada. —¡Maldita
sea!

Pateó tierra sobre los restos, fueran lo que fueran, y un segundo después, un
punto amarillo brillante apareció en el aire sobre el montón.

—El amarillo significa restos humanos, —me informó, antes de que pudiera
preguntar—. El rojo es para munición sin explotar. El verde es una tubería
reventada u otro problema menor.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—¿Es eso nuevo? —No recordaba un pasillo de lunares la última vez que
estuve aquí.

—Estamos tratando de organizar las cosas.

—Oh.

Él me llevó lejos.

No vi ningún punto rojo —supuse que algunas cosas eran prioritarias— pero
había otros por todas partes, ahora que sabía buscarlos. Incluyendo algunos
azules que aprendí que eran para los residuos de las pociones que debían
limpiarse antes de que se filtraran al agua subterránea, y otros morados que
indicaban las entradas enterradas a túneles o habitaciones. También había
negros, que brillaban en la oscuridad, apenas perceptibles contra las paredes
ásperas y picadas. Pero Pritkin no me dijo qué significaban.

No lo presioné.

—¿Día difícil? —pregunté, porque estaba inusualmente callado, limitándose a


responder a mis preguntas con frases cortas de dos o tres palabras.

—Ocupado. —No se dio la vuelta, aunque sostuvo mi mano, abriéndonos paso


entre los restos.

—¿Seguro que todavía quieres ir a almorzar?

Eso me ganó una mirada por encima de su hombro. —La mejor parte de mi día.

Me animé.

Por supuesto, Pritkin y yo deberíamos haber estado comiendo en Las Vegas, en


la Corte de la Pitia, donde la comida era mejor y el ambiente mucho mejor. El
Círculo lo había asignado como mi guardaespaldas, y era un poco difícil vigilar
mi cuerpo desde el otro lado del planeta. Pero Pritkin conocía Faerie mejor que
nadie, y como estábamos a punto de invadir, los poderes existentes habían
querido su consejo.

¡No me habría importado tanto, si no fuera porque me pedían que lo "prestara"


tan a menudo que prácticamente equivalía a una reasignación! Era tan molesto
como el infierno, pero no podía quejarme cuando el mayor riesgo que había

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

corrido en el último mes, excepto hoy, había sido un corte de papel. O


posiblemente morir de aburrimiento en alguna de mis audiencias formales.

Nadie me había dicho que ser la Pitia consistía sobre todo en escuchar a los
ricos quejarse de sus pequeños problemas de mierda mientras intentaba no
bostezar en sus caras. Sin embargo, alguien me había dicho que la guerra era
un montón de tedio serio intercalado con momentos de puro terror. Lo que, en
mi opinión, describía perfectamente mi trabajo.

Por eso había aceptado la asignación temporal de Pritkin, por mucho que lo
quisiera en casa. Me daba un respiro del tedio, o en este caso, de tener que
explicar mis recientes aventuras a mis otros guardaespaldas, que habían
elevado la protección a una forma de arte. Además, en la cafetería había un pollo
a la mantequilla muy bueno.

Nos dieron un poco de pollo, además de pan naan, una cesta llena de
crujientes poppadums y unas samosas que pensé que iban a estar rellenas
de pollo tandoori, pero que resultaron estar llenas de guisantes blandos.

Pritkin se rió, con un sonido muy fuerte que hizo que la gente de las mesas
cercanas mirara hacia nosotros y luego hiciera una doble toma, porque eso no
encajaba con la impresión que tenían de él. Como de costumbre, no parecía
que le importara, ni que se diera cuenta. Supongo que un mago de guerra
semidemonio con músculos abultados que tensan su uniforme caqui, un pelo
rubio que desafía la gravedad y un temperamento que hace que los sargentos
de instrucción corran a esconderse, estaba acostumbrado a recibir miradas.

Yo, por mi parte, deseaba que hubiéramos llevado la comida a la pequeña


habitación que le habían asignado, aunque no tuviera mesa. Podríamos comer
en la cama, y luego podríamos hacer otras cosas en la cama, si tenía tiempo. Lo
cual, teniendo en cuenta que su mitad demonio era íncubo, era una apuesta
justa.

—Necesitas verduras, —me dijo, mirando las samosas, antes de que pudiera
hacer la sugerencia.

—Como verduras.

—Dime cuando fue la última vez.


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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—Anoche. Comí una ensalada.

Sus ojos verdes se entrecerraron en mí con desconfianza, porque Pritkin es un


loco de la salud. —¿Qué tipo de ensalada?

—Ya sabes, la de siempre. —La mirada no se desvió—. Taco,—admití.

—Eso no es una ensalada.

—¡Tenía lechuga!

—Cómete los guisantes.

Suspiré y comí los guisantes. No estaban tan mal si les echabas suficiente
chutney, decidí. Pritkin parecía que iba a decir algo, pero se detuvo.

Escoge tus batallas, pensé sonriendo, y lo sorprendí mirando mi maleta. —¿Te


quedas un rato? —preguntó, y por un momento me hizo ridículamente feliz que
pareciera esperanzado.

Y luego la realidad se impuso, porque mierda. Por supuesto, él pensaría eso;


cualquiera lo haría. ¡Por eso la llaman bolsa de viaje, Cassie!

—Um —dije, justo antes de que sonara el altoparlante—: Mago Pritkin, Mago
John Pritkin, a la sala de entrenamiento uno inmediatamente.

Sentí alivio, seguido rápidamente de fastidio, ¡porque acabábamos de sentarnos!

—¿Qué quieren? —Pregunté.

—No lo sé. —Pritkin hizo un rápido taco indio con un poco de naan y un montón
de pollo a la mantequilla. Y luego enarcó una ceja rubia hacia mí—. ¿Quieres
esperarme en mi habitación?

Ahora, ¿Por qué no se me había ocurrido eso? me pregunté, sonriendo de


nuevo.

—No tardes mucho.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

CAPÍTULO 5

Terminé en tiempo récord, y no sólo porque la comida era buena. La guerra me


había puesto en los periódicos más de una vez, generalmente bajo
circunstancias extrañas o peligrosas. Si a eso le sumamos un padre que era un
conocido mago oscuro y una madre que estaba... fuera de este mundo... era
inevitable que hubiera miradas. Con Pritkin allí, habían sido mucho más sutiles,
pero después, algunas personas se habían quedado mirando.

Me apresuré a comer y me fui, todavía con hambre, pero con ganas de estar
en otro sitio.

Acabé en la biblioteca, porque dudaba que Pritkin volviera tan pronto,


basándome en mi experiencia anterior. Y porque tenía que investigar. El sitio no
era difícil de encontrar, ya que estaba justo al lado de la cafetería, con cuatro
pisos que daban a un vestíbulo cavernoso y un gran escritorio en forma de media
luna justo en la entrada principal. Sin embargo, fue un poco sorprendente.

Recordé tardíamente que uno de los principales combates en la batalla por el


cuartel general había tenido lugar aquí, con los magos de guerra separados de
los empleados civiles, que habían tenido que defenderse por su cuenta. Y
aunque todos eran seres mágicos, de un tipo u otro, no eran tropas entrenadas.
Había sido una matanza.

Todavía lo parecía.

Había surcos ennegrecidos en las paredes del vestíbulo, que contrastaban con
la piedra más clara y rojiza, donde habían impactado los principales hechizos.
Eran aleatorios, como si hubiesen rebotado en las guardas y cambiado de
dirección, con estrías de cristal que brillaban en el centro e irradiaban hacia
fuera, como estrellas oscuras. Supuse que serían difíciles de limpiar, ya que
la arena fundida las hacía básicamente permanentes, pero las barricadas de
estanterías también seguían en su sitio en algunas zonas, desde la última
resistencia de los bibliotecarios.

Me quedé mirándolas, sintiéndome un poco desorientada. En el exterior, la gente


bullía, reía y hablaba, y en general seguía con su vida. En el interior había

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

enormes agujeros en las estanterías, con bordes negros y rasgados donde los
hechizos habían quemado la madera y los libros, y probablemente también a las
personas.

Me pregunté si había sido deliberado dejarlos así. Una especie de monumento


a los caídos, compuesto por las cosas que más habían amado y que habían
muerto defendiendo. No lo sabía.

Me di cuenta de que había más marcas de quemaduras en la alfombra cuando


me adentré en ella. Habían cortado grandes trozos; no sabía por qué. Y luego lo
descubrí cuando vi la silueta de una mano en uno de los trozos restantes, la
alfombra de abajo fresca y limpia y de aspecto nuevo, pero la que rodeaba la
huella negra y burbujeante.

De repente tuve que sentarme en una silla de madera que había quedado junto
a una columna de apoyo, con las rodillas débiles.

A veces me pillaba así, de la nada. No la realidad de la guerra —que había


golpeado hace mucho tiempo— sino el hecho de que, de alguna manera, había
acabado siendo una de las principales personas que la combatían. Y que, si
fracasaba, mucha más gente iba a acabar como el tipo cuya mano estaba ahora
quemada en la alfombra.

Tal vez todos ellos.

La habitación comenzó a dar vueltas y bajé la cabeza, con la frente tocando las
rodillas. Tenía náuseas físicas, pero estaba mentalmente enfadada e impaciente
porque hoy no tenía tiempo para esto. ¡Nunca tenía tiempo para esto!

Contrólate, me dije. Y si pierdes ese pollo a la mantequilla, ¡comerás ensalada


esta noche, y durante el resto de la maldita semana!

Mi estómago decidió comportarse después de esa funesta amenaza, y en un


momento, la debilidad comenzó a desaparecer. Fue entonces cuando noté otra
mano, ésta en mi brazo. Y levanté la vista para ver a un hombre terriblemente
viejo con un traje de tres piezas, con un reloj de bolsillo y una cadena, como un
banquero a la antigua.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Pero los banqueros, incluso los de antaño, no llevaban lo que parecía un


centenar de pequeñas cadenas de reloj que brillaban o, en algunos casos,
hervían de poder. Hechizos y maleficios, me di cuenta, una tonelada de ellos,
porque supuse que si sobrevivías a algo como esto, no correrías riesgos. Aunque
cómo había sobrevivido, no lo sabía, porque parecía que podría haberle dado a
Horatiu una carrera por su dinero en el departamento de longevidad.

—¿Necesitas ayuda, Lady? —preguntó.

—Eh, no. No, estoy bien. —Y entonces recordé por qué había venido—. Eh, en
realidad, estaba buscando información sobre un hechizo. ¿Podrías ayudarme
con eso?

—Podría intentarlo. No es mi especialidad, pero me temo que la Sra. Lantham...


ya no está con nosotros.

—Ya veo. —En realidad esperaba no haberlo hecho, y que la señora Lantham
hubiera muerto vieja, contenta y en su cama—. Estoy buscando información
sobre un hechizo llamado Nudo de los Amantes, o Nodo d'Amore en italiano. ¿Lo
conoces?

—Me temo que no. Pero si vienes por aquí, intentaré buscarlo por ti.

Me levanté, agradecida por haber recuperado la estabilidad, y lo seguí entre


montañas de libros —supongo que rescatados de las pilas en ruinas—, los
restos rotos de las propias pilas, amontonados formando un callejón a través del
desorden que había a ambos lados de nosotros, y el tribunal instaló una
iluminación en el techo en forma de festones con las pálidas esferas que a
algunos magos les gustaba utilizar en lugar de linternas. Ellas reflejaban la luz
ambiental de una zona, magnificándola muchas veces, aunque aquí no había
mucho con lo que trabajar.

Eso era más cierto a medida que avanzábamos, y probablemente por eso
había tantas luces, cada una de ellas suspendida en una bolsa de malla de
cuerdas que parecían estar por todas partes.

Engalanaban las estanterías, colgaban suspendidas sobre los pasillos y


resaltaban montones de chatarra: mesas rotas, libros medio quemados, focos
de trabajo que, de alguna manera, habían acabado como esculturas derretidas
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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

después de que un hechizo se acercara demasiado, y que yo ni siquiera habría


sido capaz de identificar si no fuera porque algunas de sus pantallas seguían
extrañamente intactas. También había retratos, medio quemados como el resto,
de gente que no conocía pero que probablemente debería haber conocido. Había
uno en el que sólo quedaba la mitad superior de un rostro, dentro de un marco
derretido, con los ojos serenos de una mujer ya muerta que parecía seguirme
mientras avanzábamos.

Empezaba a entender por qué este lugar estaba tan vacío.

—... La biblioteca Pitica, un recurso tan maravilloso, una pérdida tan trágica, —
decía el hombre.

—Sí, —dije, porque no había estado escuchando.

—Tuve la oportunidad de verla una vez, ya sabes, cuando era un niño, —


confió—. Mi madre visitó la corte y yo, siendo un pequeño bribón, me escapé y
encontré el camino hacia el sótano. Tengo que admitir que no entendí ni la mitad
de lo que vi, pero fue un acontecimiento formativo en mi vida. Creo que fue
cuando decidí convertirme en bibliotecario.

—De verdad. Eso es... interesante.

—Sí, en efecto. ¡Un verdadero tesoro! —dijo entusiasmado. Y luego siguió


hablando, aunque si tenía ganas de echar otro vistazo, se iba a decepcionar. La
biblioteca de la antigua Corte de la Pitia había ardido, junto con el resto del
edificio, en otro ataque hace un par de meses.

Pero tal vez él ya lo sabía; antes había comentado algo sobre su pérdida. No lo
sabía. Me costaba prestar atención. Este lugar no sólo se sentía raro, también
lo olía. Me asaltaba todo, desde el moho de los libros viejos hasta el olor estático
de la magia gastada, desde el olor de la vieja hoguera de cenizas muertas hasta
el chisporroteo de cerdo asado...

Basta, me dije con dureza, y deseé que mi cerebro tuviera un interruptor de


apagado.

Pero no lo tenía, y ahora tenía nuevos sentidos con los que jugar. Sentidos de
vampiro. Y estaban ocupados recreando la batalla para mí.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Un trozo de alfombra había sido arrancado, pero podía saber que un mago había
caído allí por una salpicadura invisible de sangre de hace un mes. Los residuos
de las bombas de pociones se habían limpiado, pero aún podía verlos en mi
mente, salpicaduras de rojo pimienta, el ardiente chisporroteo de las pociones
de batalla; derrames de vívido color púrpura con tintes de ozono, los restos de
las guardas de reflexión, diseñadas para enviar los propios hechizos de los
atacantes contra ellos; el frescor limpio de los hechizos de protección, que mi
mente interpretaba como el aroma de la lluvia. Algunos de estos últimos todavía
funcionaban, habiendo goteado por las pilas hasta encharcarse en el suelo,
dejando manchas brillantes de suelo intacto y libros inmaculados junto a cenizas
quemadas.

—Después de ti, —dijo el anciano, sobresaltándome, y me di cuenta de que


habíamos llegado a su oficina.

O quizás había sido la de la señora Lantham. Porque el cojín de la silla de


madera con respaldo duro era de cachemira rosa, al igual que una taza que se
utilizaba como portalápices. Y la foto que había sobre el escritorio era la de una
abuela de pelo gris acero, piel color moca chocolate y lo suficientemente relleno
como para haber evitado las arrugas, abrazando a un niño que supuse que era
su nieto.

El anciano se sentó en el escritorio y consultó un ordenador de aspecto elegante.


Vio mi sorpresa y sonrió ligeramente. —Somos muy modernos, sabes.

Me senté en la única otra silla y esperé. La oficina no se vio afectada por el caos
del exterior, ya sea porque la señora Lantham había tenido guardas mejores que
el promedio, o por casualidad. Ya había estado en suficientes batallas como para
saber cómo funcionaba. Alguien podía morir a tu lado, pero estarías bien, a
menos que contaras tener que vivir con la culpa del superviviente.

Me encontré con ganas de preguntar por ella, de repente, la mujer que había
trabajado aquí. Pero no lo hice. Me quedé sentada hasta que un gato grande,
blanco y esponjoso saltó a mi regazo y el anciano caballero levantó la vista.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—¿Querías un gato, por casualidad? —preguntó—. Me lo llevaría a casa, pero


mi mujer es alérgica, por desgracia.

—Yo... ya tenemos tres, —dije torpemente, porque una de mis nuevas acólitas
era una persona de gatos, y había traído a sus mascotas a la corte.

—Sí, —dijo preocupado—. Es tan difícil encontrar buenos hogares hoy en día.
Sobre todo para los gatos viejos y mimados. Me temo que no juega bien con los
demás, pero Emma lo adoraba.

—Emma. —Así que ese era el primer nombre de la Sra. Lantham.

El anciano asintió. —Hemos dejado que se quede aquí, y le damos de comer


las sobras de la cafetería, aunque estoy seguro de que está muy lejos de su
dieta habitual. —Se inclinó sobre el escritorio—. Ella lo alimentaba con hígado
de pollo, ya sabes. Lo conseguía directamente del carnicero. Y atún blanco. Le
dije a la esposa que ese gato comía mejor que yo.

Se ajustó la corbata. —A ella no le importaba mucho.

—No, —dije, fijándome en el collar que rodeaba el cuello del animal, con una
etiqueta que tenía algún grabado—. ¿Tiene un...?

El mundo se desvaneció.

Estaba encima de una pila de libros, corriendo a toda velocidad por la dura
cornisa de madera, tratando de alejarme del fuego. Ardía por todas partes, un
muro constante de muerte, pero había una abertura más adelante en las llamas,
y salté hacia ella. Mis patas traseras arañaron y se engancharon en los libros de
mi nueva percha, y cayeron en cascada, más leña para las hogueras de abajo.
Pero lo conseguí, moviéndome con elegancia y rapidez, demasiado rápido para
los humanos maníacos de abajo, que se reían mientras el mundo ardía a su
alrededor.

No me gustaban los ruidos que hacían, ni las miradas que tenían. Eran extraños,
retorcidos, equivocados. Enfermos de alguna manera que no entendía.

Sin embargo, era difícil evitarlos. Estaban por todas partes, riéndose y lanzando
fuego de extraños colores. Pero yo conocía cada centímetro de este lugar, había
nacido aquí, bajo el escritorio de mi humana, de una callejera que ella había

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

acogido y que no había vivido ni un día. Pero había tenido gatitos antes de
morir, pequeños y maullantes, cuatro de nosotros, pero sólo yo sobreviví.
Entonces estaba indefenso: no podía ver, no podía oír, no podía entender nada
más que el hambre que me roía la barriga y el frío constante.

Hasta que unas manos, cálidas y cuidadosas, me levantaron y me llenaron de


leche, de vida. Luego me pusieron en un lugar donde siempre hacía calor, hasta
que fui lo suficientemente mayor como para hacer mi propio calor. Y para
acurrucarme sobre sus pies bajo lo que llamaban escritorio, en un nido de
mantas viejas que había hecho para mí.

Ella era humana, pero era madre, padre y compañera de camada para mí. Ella
era mi mundo, y estaba ahí abajo, en la oscuridad, entre el fuego extraño. Tenía
que encontrarla. Teníamos que irnos.

Salté a otra pila, y allí estaba ella, justo debajo. Pero uno de los extraños
humanos estaba con ella. Parecía joven, con pelaje amarillo y ojos pálidos y feos.
No eran los tonos joya de los míos, como los zafiros que ella había llamado,
fueran lo que fueran. O el cálido marrón de los suyos. Eran como el agua sin
nada detrás. Reflejaban las tonalidades de los fuegos, de las luces, de la extraña
sustancia que el hombre lanzó y que se comió la barrera que ella había hecho.

Había sido clara, también, hasta que corrió con su sangre, un extraño escudo
rojo que se mantuvo en el aire incluso cuando ella cayó, cuando el hombre se
rió, cuando salté una vez más, pero no a una pila, esta vez. Y yo ya no estaba
indefenso. Le corté la cara, una y otra vez, mi cola lo cegó mientras mis garras
lo atacaban, yendo por los feos ojos del monstruo que había matado a mi madre.

—¡Señorita! —Me di cuenta de que estaba de pie, agarrando un gato y aullando


gritos inhumanos llenos de dolor y rabia y furia absoluta e impotente. El anciano
me miraba fijamente, con una mano levantada y haciendo guardia mientras yo
retrocedía a trompicones.

—Lo siento, —susurré—. Tengo que irme.

Huí, llevándome el gato conmigo. Nadie trató de detenerme, y menos mal. Sentí
que aún podría aullarles.

~~~
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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Encontré una cafetería en un túnel lateral cercano. Era más tranquilo y estrecho
que la encrucijada principal detrás de mí, que servía de centro para esta sección
del complejo. Había cientos de magos yendo y viniendo, y muchos más
descansando en los cafés y mirando los escaparates de las tiendas, o
contemplando el techo de la catedral.

La mayoría de los túneles tenían techos bajos y eran claustrofóbicos, pero aquí
no. Esta zona se había construido en una caverna natural, y se sentía ligera y
aireada, ayudada por potentes reflectores que atraían el sol desde el exterior y
lo difundían por el espacio. En lugar de una madriguera, esta parte del sistema
parecía más bien una ciudad normal, que por casualidad había acabado bajo
tierra.

Suponía que el Cuerpo había tenido que idear algo, ya que muchos de los magos
asignados aquí vivían bajo la superficie durante largos periodos. Pero ahora
mismo me parecía demasiado expuesto, sobre todo con todos los nuevos
reclutas rondando por allí. Que no tenían nada que hacer entre sus
entrenamientos más que observar a la gente.

El gato y yo, cuyo nombre aún desconocía, porque no iba a volver a tocar ese
collar, estábamos más cómodos en una calle lateral. Todavía podía ver el centro
desde aquí, pero era sorprendente la poca gente que había llegado tan lejos, y
la mayoría parecían perros salados que también se refugiaban de la locura. No
me prestaron mucha atención.

Tomé un café y comprobé las demás ofertas. La cafetería no tenía hígado, pero
Tom, el nombre del gato por ahora, se dignó a aceptar un platillo de leche y un
sándwich de atún. De atún, porque a la mierda, por eso. Me tomé el café e
intenté no temblar de forma demasiado evidente, y esperé a que se me pasara
el ataque.

Hacía mucho tiempo que no tenía uno tan severo, y nunca desde la perspectiva
de un animal. Ni siquiera había sabido que fuera posible, y tal vez no lo fuera del
todo. Estaba bastante segura de que mi cerebro había rellenado algunos
huecos y antropomorfizado algunos pensamientos, pero no todos. Lo esencial
había parecido auténtico, por no decir horrible. Tom había quedado traumatizado
y yo también.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Necesitaba unas vacaciones.

También necesitaba recordar que no debía tocar objetos que hubieran estado
cerca de acontecimientos trágicos. La clarividencia táctil era una perra, y aunque
yo no la tenía tan mal como otros, a veces te podía atrapar así. Los recuerdos
impresos se reproducen como un disco de terror, obligándote a aliviar la peor
pesadilla de otra persona.

Tom había devorado el sándwich y estaba lamiendo los restos de atún de un


trozo de pan. Me levanté y le conseguí otro, y una recarga para mí. Junto con
un par de bollos de fruta locales, como bollos de cruz calientes sin la cruz, porque
eran básicamente lo mejor que habían inventado los británicos.

Tom se comió el segundo casi tan rápido como el primero, lo que me hizo
preguntar cuántas sobras, exactamente, le habían dado de comer. Bebí café y
comí bollos, mientras me preguntaba qué estaba haciendo un grupo de tipos con
monos de color oliva en una pared. Estaba frente a la cafetería y un poco más
abajo, donde los edificios que poblaban el centro surgían de la roca circundante.
Hacía un momento era de ladrillo liso, excepto en los lugares donde la gente
había pegado folletos de servicios o de solicitud de ayuda. Pero los habían
borrado y habían puesto algo más en su lugar, sólo que no podía decir qué.

—¿Quieres ir a ver? —le pregunté a Tom, que me dirigió la mirada desinteresada


de los seriamente llenos.

Eso era una pena, ya que íbamos a ir de todos modos. Pero eso presentaba un
problema, ya que no quería cargar con sus tal vez seis kilos de pelusa. Resolví
el problema abriendo la cremallera de mi bolsa de viaje, que era del tipo con
ruedas, y metiendo a un Tom muy lleno y con mucho sueño. Dejé la parte
superior abierta para que pudiera mirar al mundo si quería, pero parecía que
prefería dormir en mi sedosa blusa.

Fruncí el ceño. ¿Cómo es que los gatos siempre encuentran el objeto más difícil
de limpiar de pelo? Sinceramente, es un talento. Pero el daño ya estaba hecho,
así que lo dejé allí y me puse en marcha, rodando por las calles agradablemente
empedradas, porque esta zona estaba pavimentada.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Sólo para detenerme bruscamente cuando un grupo de cabezas gigantes estalló


de la pared, justo a mi lado.

Retrocedí unos pasos, porque había acabado dentro de la cara de alguien, luego
la cabeza, luego la cara, porque los nuevas decoraciones de la pared giraban.
Eran tan grandes que tuve que cruzar la calle para verlas bien, y luego deseé no
haberlo hecho. Lo deseé de verdad.

Porque la pared que antes estaba en blanco ahora estaba cubierta por las
cabezas giratorias y en 3D de criminales.

Según un pergamino en la parte superior de la pared, lo que yo y el resto de la


calle estábamos viendo era la lista actual de los más buscados del Círculo. Tenía
una vaga impresión de que había tal vez la mitad de hombres, una cuarta
parte de mujeres y otra cuarta parte de criaturas cuyo género no era
inmediatamente evidente porque muchas no tenían forma humana. Pero sólo
era vaga, porque había una imagen de la que no podía apartar la vista.

El pelo era rubio pálido, la cara delgada y anodina, el color de los ojos era tan
claro que prácticamente no tenía color. Todo ello daba lugar a un individuo de
aspecto totalmente ordinario que probablemente no habría recibido una segunda
mirada por parte de la mayoría de la gente. Salvo que su ojo izquierdo era ahora
un desastre.

Se llamaba Jonathan, o al menos ese era el alias que estaba usando


actualmente. Nadie sabía cuál era su verdadero nombre, a pesar de haber sido
durante mucho tiempo una de las mayores amenazas del Círculo. De hecho, en
los últimos tiempos podría haber ascendido a lo más alto de la lista, al haber
ideado al menos una docena de ataques muy creativos en la guerra. Y eso
incluía un ataque a Hong Kong que casi había destruido toda la ciudad.

Observé cómo la cabeza volvía a girar y me sentí enferma, aunque no por las
ofensas enumeradas debajo. Sino porque acababa de ver cómo le derretía la
cara a una anciana con ácido. Descubrí que era difícil imaginar una ciudad llena
de gente. Era más fácil imaginar a una mujer llamada Emma, a la que le gustaba
el estampado de cachemir rosa y tenía un gato de culo de bomba.

—Ojalá le hubieras arrancado ambos ojos, —le dije a Tom, y me desplacé.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

CAPÍTULO 6

No me había molestado en decirle a Pritkin que me iba a casa, porque en lo que


a él respectaba, no era así. Había sido un mes duro, con muchas idas y venidas
que solían asustar a mis guardaespaldas, por no hablar de mi novio. Por eso
había adquirido el hábito de retroceder en el tiempo, un viejo truco de Pitia, para
volver poco después de salir en cualquier viaje no programado.

Así que, en lo que respecta a los demás, no había ido a ninguna parte.

Los días se me hacían muy largos, pero, sinceramente, no sabía de qué otra
forma iba a mantener mi entrenamiento, que tenía lugar en una época diferente,
eso sí, cumplir con todas mis responsabilidades en la corte, asistir a las
reuniones sobre la guerra, pasar tiempo con mis pequeñas iniciadas y, además,
tener una vida. Literalmente, no había suficientes horas en el día.

Así que hice algunas más.

La noche anterior fue típica. Me desplacé a casa de Mircea en cuanto me acosté,


recorrí la vieja Rumanía como una loca durante casi toda la noche, y luego me
reuní con Pritkin a las cuatro de la madrugada para "almorzar", ya que era
mediodía en Stratford. Tras lo cual me desplacé, volviendo a Las Vegas poco
después de irme, comprándome siete horas adicionales, que ahora pretendía
utilizar para dormir un poco.

Puse el despertador a las 3:30, para llegar a casa de Pritkin antes de que me
echara de menos, me puse uno pijama cortos y liberé a mi nuevo gato. Que miró
con incredulidad mi cama, que era redonda y tan grande que necesitaban una
nueva denominación para ella. Tamaño de orgía tal vez, porque podría haber
cabido diez, tal vez doce.

—Lo sé, —le dije a Tom—. Pero yo no diseñé este sitio. No es culpa mia.

Todavía no parecía impresionado. Y rápidamente se metió de nuevo en mi


maleta, retrocediendo tanto que todo lo que podía ver eran dos ojos azules
brillantes, mirándome en la oscuridad. Había elegido su cama, y como mi camisa
ya estaba bastante estropeada, lo dejé en paz.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Apagué la luz, comprobé dos veces mi alarma y me fui a dormir.

Sí, pensé diez minutos después, definitivamente me iba a dormir ahora.

Sí, estuve de acuerdo, tras veinte minutos. Me voy a dormir. En cualquier


momento.

Ya lo tienes, gruñí, después de media hora. Llevaba un día despierta, en


condiciones poco ideales. Me dolía el cuerpo, tenía el cerebro frito y me ardían
los ojos. Me iba a dormir ahora mismo, ¡maldita sea!

Pero no lo hice. Di vueltas en la cama y probé todas las posiciones imaginables.


Rellené mi almohada, la cambié por otra, y luego golpeé esa también hasta
someterla, antes de rendirme y volver a la primera. Me puse un antifaz para
dormir. Me quité el antifaz, porque tenía cortinas opacas que mis guardaespaldas
vampiros casi siempre mantenían cerradas incluso cuando no estaban aquí. No
necesitaba un antifaz para dormir, ¡maldita sea!

El problema era que no sabía lo que necesitaba.

O no, eso no era cierto. Necesitaba un horario normal, para que mi reloj interno
tuviera alguna idea de la hora que era en lugar de estar perpetuamente
confundido. Déjame aclarar que el desfase horario no tiene nada que ver con el
desfase temporal.

Al final me levanté, me puse las zapatillas y me dirigí a la cocina. Alguien me


había dicho que la leche caliente ayudaba al insomnio. Sonaba desagradable,
pero estaba dispuesta a probarlo. Ahora mismo, estaba dispuesta a probar
cualquier cosa.

Por supuesto, eso requería que jugara al divertido y emocionante juego de la


Caza de la Leche, lo cual no era poca cosa. La cocina del ático había sido
diseñada para alimentar a una horda, con tres frigoríficos, dos normales y uno
pequeño bajo la encimera, un congelador independiente, dos enfriadores de
vino, otro enfriador de vino que sólo se utilizaba para la cerveza, y Dios sabía
qué más. No lo sabía, porque no podía encontrar ni la mitad de las cosas.

Y lo que podía encontrar, a menudo no lo quería.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Tami, mi amiga y autoproclamada administradora de vida, y yo nos habíamos


sentado una noche, poco después de mudarnos, a jugar a "adivina el objeto" con
un par de cajones llenos de aparatos extraños de un solo uso. Habíamos
conseguido identificar correctamente un cortador de aguacates, un pelador de
zanahorias, unas tijeras para hierbas, un removedor de tallo de fresas (vale, en
este caso hicimos trampa con Google) y un cocedor de huevos vertical. Además
de algunas cosas con las que ni siquiera el motor de búsqueda de los dioses
había sido capaz de ayudarnos. El saludo de Tami a los visitantes de la cocina
estos días era arrastrarlos hasta el cajón de los objetos misteriosos e intentar
que identificaran algo.

¿Pero lo que sea que querías encontrar? Olvídalo. Especialmente la leche. Con
veintiocho pequeñas iniciadas ahora, la mayoría de ellas menores de doce años,
la leche era como oro líquido. Lo que probablemente explicaba por qué la gente
seguía escondiéndola.

Yo personalmente la había localizado en el cajón de las verduras, enterrada bajo


una bolsa de rábanos; en un enfriador de vinos, metida bien al fondo de las
botellas; en un carrito de bar, donde alguien había estado preparando un ruso
blanco, supuse; en el cajón refrigerado de la despensa del mayordomo, que
se suponía que sólo se utilizaba para los platos de fiesta; y en una hielera. Sin
hielo.

Siempre era un reto. Por eso, el estante de leche designado real en el


refrigerador de leche designado real fue el último lugar donde miré. Así que, por
supuesto, ahí estaba.

La estaba mirando con resentimiento cuando sentí la sensación de ser


observada. Miré a mi alrededor y luego hacia abajo para ver cuatro pares de
ojos, tres marrones y uno azul, que me miraban con esperanza. Parecía que
Tom había conocido a nuestros otros compañeros felinos y se habían unido por
el amor a la leche caliente. Eso me sorprendió, ya que había temido cierta
tensión.

Pero debería haberlo sabido. Los otros tres pertenecían a Annabelle, una de mis
dulces ancianas acólitas, y los tres atigrados se parecían a su mamá. No creía

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

que desperdiciaran energía en nada más que en contonearse hacia el cuenco


de comida más cercano o platillo, en este caso.

Les preparé un poco de leche y luego me hice un chocolate caliente, porque eso
lleva leche, ¿no? Decidí que estaba lo suficientemente cerca y estaba a punto
de volver a la cama cuando oí que se abría una puerta. Y una voz muy enfadada
gritando en lo que parecía el pasillo.

—¡No! ¡No lo voy a hacer otra vez! He dicho...

La voz se cortó bruscamente.

Apoyé la cabeza en la encimera y pensé en ignorarlo. Ese era el problema de


una casa que en ese momento constaba de sesenta y una personas, una mezcla
ecléctica de iniciadas, guardaespaldas, acólitas, la prole de hijos adoptivos de
Tami, brujas de aquelarre y algún que otro mago de guerra. No se trataba sólo
de la comida, sino del drama.

Y yo no estaba aquí para el drama.

Pero dos cosas me detuvieron: Primero, estaba bastante segura de que la voz
había pertenecido a mi acólita principal y presunta heredera, Rhea, que era algo
así como mi responsabilidad. Y, segundo, se había cortado de una forma que no
me gustaba nada.

Así que, la brigada de gatos y yo nos dirigimos al pasillo.

Encontré un grupo de ocho acólitas rodeando a Rhea en medio de la sala del


trono al final del pasillo, así llamada por la horrible silla que dominaba el extremo.
Durante el día, era la sala de audiencias de la Corte de la Pitia, con una magnífica
pared de ventanas del suelo al techo que dejaba entrar un torrente de luz solar
brillante de Las Vegas. Por la noche, el telón de fondo, ahora tachonado de
estrellas y neón, se convertía en nuestro gimnasio y salón de entrenamiento no
oficial. Sólo que, en lugar de equipos de entrenamiento y saunas, era sólo un
gran espacio vacío donde ocurrían este tipo de cosas.

Rhea estaba dando la vuelta en una postura defensiva, tratando de mantener a


todas a la vista a la vez. Eso resultaba un poco extraño, ya que no llevaba ropa
de entrenamiento, sino un largo y vaporoso camisón blanco y una bata azul, que

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

la hacían parecerse vagamente a la Virgen María. La imagen se acentuaba por


el pelo largo y oscuro que ondulaba por su espalda, la tez clara y adolescente
y el rostro dulce, aunque este último estaba enroscado por la ira en este
momento. También tenía una varita en la mano, que era donde se rompía la
comparación con la madre de Cristo.

—Rhea, —dije, empezando a avanzar, pero dudo que me haya oído.

Mi voz había sido eclipsada por la de Rico, uno de mis guardaespaldas, a quien
acababa de ver a un lado, siendo sujetado por dos y luego tres de sus
compañeros. Porque un vampiro cabreado puede arrastrar un tren de carga, sin
una vía. Y Rico estaba claramente cabreado.

—Suéltala, —gruñó—. Suéltala o te...

—Cálmate de una puta vez, —espetó Fred. Mi guardaespaldas más pequeño


estaba prácticamente colgado del brazo derecho de Rico—. O Marco se dará
cuenta de que algo está pasando aquí arriba. ¿Quieres lidiar con Marco?

Pero era como si Rico no hubiera escuchado. Eso no era demasiado


sorprendente ya que tenía un temperamento latino y pensaba que Rhea colgaba
las estrellas. Y porque una de las acólitas acababa de lanzarle una especie de
hechizo, haciéndola gritar.

No sabía qué estaban haciendo, ya que no tenían varitas, pero entonces, no las
necesitaban. Cada una de ellas era una acólita De Pitia adepta que podría
haberse enfrentado a un escuadrón de magos de guerra y tener serias
posibilidades de ganar. Mucho menos ocho contra una jovencita, cuyas
habilidades con el poder de Pitia estaban, uh, desarrollándose.

Cualquier día de estos.

Pero no lo suficiente como para evitar que le dieran una paliza de nuevo, al
parecer. Rhea gritó, Rico maldijo, y el trío de vampiros de nivel superior que
intentaba contenerlo empezó a ser arrastrado por el maldito suelo. Empecé a
intervenir de nuevo, pero fui eclipsada una vez más, esta vez por una mujer que
se parecía mucho más a una Pitia de lo que yo jamás lo haría.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Era justo, ya que podría haber sido una si no hubiera renunciado a ello para ir a
hacer bebés, en algún momento del cambio de siglo, y no me refiero al último.
Se llamaba Hilde, y cuando buscabas "formidable" en el diccionario, lo que veías
era su rostro, sombrío y agradable, que te miraba fijamente. Lo que no veías era
el pecho prominente, la voz retumbante y el gorro de rizos blancos puros en la
cabeza, esto último porque tenía unos doscientos años. Nadie sabía
exactamente dónde porque todos tenían demasiado miedo de preguntar, siendo
Hilde... bueno, Hilde.

Sólo que Rhea parecía haberlo olvidado. Sus ojos brillaron y se centraron en la
nueva amenaza, algo que habría preocupado a la mayoría de la gente. Porque
la propia Rhea podía ser bastante formidable. No sólo era una bruja entrenada
en un aquelarre, sino también la hija de la última Pitia y de Jonas Marsden, el
actual líder del Círculo Plateado, la organización mágica más poderosa de la
Tierra. Era joven, pues sólo tenía diecinueve años, pero había momentos en los
que se veía claramente la impresionante bruja en la que se convertiría.

Esto, por supuesto, no afectó en absoluto a Hilde, que ya era una bruja
impresionante y que claramente había perdido la paciencia con la que se
suponía que era su pupila.

—¡Defiéndete! —ordenó Hilde.

—¡Atácame una vez más y lo haré!

—Como quieras, —dijo Hilde, y le electrocutó la mierda.

Varios guardaespaldas más corrieron a sujetar a Rico, que ahora era casi
invisible bajo una montaña de vampiros, aunque seguía avanzando. No tenía por
qué molestarse; Rhea podía defenderse sola. Al menos, podía hacerlo hasta que
cometió el error de apuntar a Hilde con la varita, momento en el que se convirtió
en polvo.

—¡Defiéndete! —ordenó Hilde.

—¡Devuélveme mi varita y lo haré!

—Eres una acólita Pitia. No necesitas una varita.

—¡Esa no es tu decisión!

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—Tienes razón, —aceptó Hilde—. Es tuya. Si quieres recuperar tu arma, elimina


el envejecimiento.

Y algo en ese simple comentario pareció dolerle más a Rhea que cualquier
hechizo tipo táser que hubieran estado usando.

—¡Sabes que no puedo! —dijo ella, con la cara desencajada.

—Sé que no, —replicó Hilde—. Tienes la habilidad; úsala.

—¡No puedo!

—Entonces vas a tener una noche muy incómoda, —dijo, y el círculo se cerró
bruscamente.

Rhea gritó cuando cinco o seis de ellas la electrocutaron a la vez; Rico rugió y
se soltó de sus ataduras, con los colmillos totalmente extendidos; y yo decidí que
necesitaba un poco de tiempo para procesar todo esto y ponerlo todo en calma.

Ese hechizo, por supuesto, no afectó a las acólitas, que enseguida lo hicieron
añicos a su alrededor, emergiendo de nuevo en el tiempo real como diosas
saliendo de una montaña de hielo. Los fragmentos de tiempo se desparramaron
por el suelo y luego se desvanecieron rápidamente, siendo reabsorbidos por la
corriente temporal actual. Y las chicas, si es que se las puede llamar así cuando
no hay ninguna por debajo de los cien, me hicieron una reverencia.

Una hizo más que eso. Annabelle me saludó y luego chilló encantada cuando vio
a mi gato. Se acercó corriendo, tan rápido como le permitieron sus peludas
zapatillas, porque las chicas parecían haber sido sacadas de la cama también.
Y el movimiento brusco después de la rareza general de la corte fue suficiente
para Tom. Arqueó la espalda, siseando y escupiendo, algo que no pareció
molestarla en absoluto.

—¡Oh, qué niño tan bonito! —arrulló ella, agachándose para verlo mejor—. ¿No
es un niño bonito? Sí, lo es. Sí, lo es.

—Annabelle, estás haciendo el ridículo, —dijo Hilde, con un suspiro.

—¡Pero si es tan bonito! —Annabelle me miró—. ¿Es tuyo?

—Yo... Sí. Más o menos. Su anterior dueña murió...

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—¡Oh! ¡Pobrecito! —lo recogió, abrazándolo de una manera que debería haberle
llenado la cara de garras, pero Tom parecía ser un gato bastante inteligente. Ya
había descubierto de qué lado estaba untado el pan con mantequilla. Me miró
con suficiencia desde el interior de los brazos regordetes de su más reciente
sirviente, como si dijera "¿Ves? Así es como debo ser adorado".

—Sin embargo, es tan pobre y escuálido, —dijo Annabelle preocupada—. Sólo


piel y huesos y pelusa.

Y dos sándwiches de atún y la mayor parte de nuestra leche, no dije, porque ella
ya se lo estaba llevando. —Ven, dulce niño. Te conseguiré algunos nom noms.

—¡Annabelle! Estamos en medio de algo, —dijo Hilde irritada.

—Sí, algo que ya ha terminado, —señaló Annabelle, y articuló "lo siento" en mi


dirección mientras se iba. Sus dos gatos la siguieron de inmediato, para
asegurarse de no perderse ningún nom noms. Por supuesto, eso apenas hizo
mella en el caos. Rico seguía congelado a medio camino de un impresionante
salto hacia Rhea, aunque no del todo. No era lo mismo una ralentización que un
paro de tiempo, porque este último era condenadamente duro y ya estaba
agotada. Pero no estaba muy lejos. Por eso, las largas colas de la camisa de
seda negra de Rico se agitaban detrás de él casi como una capa, o como la
mejor captura a cámara lenta de un superhéroe, enmarcada contra el cielo
nocturno estrellado.

Un Superman de chico malo, pensé, admirando su complexión mediterránea, su


cuerpo bien musculado y su pelo liso y oscuro. Los colmillos eran un poco
discordantes, al igual que los ojos dorados y brillantes, pero los llevaba bien.
Era un interesante contraste con la inocencia de Rhea, pero los polos opuestos
se atraen...

—Lady Cassandra, —dijo Hilde con fuerza, devolviéndome a la tierra—. Qué


amable eres al unirte a nosotros. Creía que estabas "durmiendo".

Había comillas casi visibles alrededor de esa última palabra, porque Hilde había
estado insinuando cada vez más abiertamente que conocía mis pequeñas trucos
de tiempo. No parecía aprobarlo, aunque nunca había dicho nada abiertamente,

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

probablemente porque las Pitias siempre hacían este tipo de cosas. No sabía
cuál era el problema, pero no era el que estaba tratando ahora, así que lo ignoré.

Por aquí, uno elegía sus batallas.

—Quieres decir que esperabas que lo estuviera, —dije, caminando Al final hacia
adelante. Y teniendo que agacharme bajo algunos vampiros que caían
suavemente en el proceso, a los que Rico había arrojado literalmente de él y que
se dirigían suavemente hacia la tierra—. ¿Qué le estás haciendo a mi acólita?

—Lo que había que hacer, —dijo Hilde, indicando con un gesto la figura de Rhea,
todavía acurrucada en el suelo con las manos sobre la cabeza porque no podía
liberarse del hechizo.

Suspiré.

—Todavía está aprendiendo, —señalé.

—Al contrario, eso es precisamente lo que no está haciendo.

—Hilde...

—Has trabajado con ella, —dijo Hilde, implacable—. He trabajado con ella.
Todas las acólitas de aquí han trabajado con ella. No está mejorando.

—Ni siquiera sabe desplazarse, Lady, —dijo tímidamente otra. No sabía cuál,
porque seguía mirando a Hilde.

—¿Y descargarle la mierda va a ayudar?

—Posiblemente. Está por ver.

—¡No vas a torturar a mi acólita! Así no es como hacemos las cosas aquí.

Hilde miró a las demás, que tuvieron la delicadeza de parecer al menos


vagamente incómodas. Y así debería ser. En serio, ¿qué demonios?

—Déjennos, —dijo Hilde, y huyeron, pareciendo aliviadas.

—¿Cómo demonios llamas a esto? —exigí, tratando de alcanzar a Rhea para


sacarla del hechizo temporal.

Pero Hilde me cogió del brazo. —Amor duro.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—¡Esto no va a hacer que lo ame, Hilde! —Dije, furiosa—. Ella ya tiene algún
tipo de bloqueo mental contra el uso del poder de Pitia; lo sabes. Entonces, ¿tu
solución es hacer que lo odie aun más?

—Mi solución es mantenerla viva. Mimitos no va a hacer eso...

—¿Y esto lo hará?

—Como he dicho, eso está por ver. Pero hay que hacer algo. Ella no puede
continuar en la posición que ocupa si no puede manejar el más simple de los
hechizos.

—Ella sabe muchos hechizos, —argumenté—. Puede protegerse con magia


convencional; ya lo has visto...

—¿Pero puede protegerte a ti? Porque ese es su trabajo como tu heredera, entre
otros muchos.

—¡No necesito protección!

—Hasta que un día lo hagas. Cuando llegue el día en que la necesites, y ella te
falle, ¿cómo crees que se sentirá entonces, Cassie? ¿Cuánto dolor le causará?

Empecé a decir algo, pero entonces vi la cara de Rhea, debajo de sus brazos
protectores. Tenía un aspecto trágico, probablemente porque eran mujeres que
ella consideraba amigas las que la estaban atacando. Pero también derrotada;
esto había sucedido durante todo el mes y los repetidos fracasos la habían
desgastado.

Ya no sonreía tanto, pensé, recordando los ojos brillantes de la chica que


había venido hace un par de meses. Ni siquiera con Rico lo hacía. Llevaba el
peso de alguien que estaba fuera de sí y no sabía qué hacer al respecto, y
me molestaba que fuera yo quien la hubiera puesto allí.

Hilde me miró amable, pero implacablemente. —Puede que sea el momento de


preguntarte, Cassie. ¿La quieres en este puesto por su bien o por el tuyo?

No tenía una respuesta para ella. Era una de las muchas cosas que no sabía,
porque este trabajo no se hacía más fácil a medida que avanzaba, como yo

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

esperaba. De hecho, parecía que se hacía más difícil, lo cual era un problema
porque ya estaba dando el ciento cincuenta por ciento. Literalmente.

Me di la vuelta y volví a la cama.

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CAPÍTULO 7

Una mano callosa se arrastraba lentamente por mi muslo, los parches ásperos
atrapando aquí y allá en la suavidad de mi piel. Me estiré y me apreté contra una
columna de calor, con todos los fascinantes contrastes de dureza y suavidad que
indicaban un cuerpo masculino. Uno familiar.

Al igual que la mano, que encontró su camino hacia mi estómago y comenzó a


hacer círculos alrededor de mi ombligo. Me retorcí, sintiendo un poco de
cosquillas, y se movió hacia arriba para agarrar la suavidad de un pecho.
Escuché mi respiración, y luego solté un suspiro mientras la cálida palma me
envolvía, haciendo que la calma y la excitación recorrieran mi cuerpo. Apretó y
soltó, apretó y soltó, antes de empezar a acariciar el tierno pezón hasta
endurecerlo.

La exhalación fue más bien un gemido esta vez, y me sentí a misma tratando de
presionar más hacia adelante en ese toque, mientras el resto de mi cuerpo
seguía empujando hacia el otro lado. Se sentía incómodo y extraño, hasta que
el agarre se apretó de repente y me empujó hacia atrás con fuerza. Me aprisionó
entre la mano y el brazo fuertes en el frente y el cuerpo firme en la parte de
atrás, y me arrancó otro sonido.

Una parte de mí sabía que estaba durmiendo, que esto no era real. Pero las
partes de mí a las que no les importaba la situación la anulaban. Que eran la
mayoría. Sobre todo cuando esa misma mano volvió a bajar por mi estómago,
pero esta vez no se detuvo ahí. Se deslizó con aspereza sobre las costillas y los
huesos de la cadera, hasta la suave piel entre mis muslos, siguiendo el pliegue
de mi pierna hasta las partes aún más sensibles de abajo.

Y luego apretó en posesión.

Jadeé y presioné hacia atrás, esta vez con más fuerza, y sentí que una parte de
él saltaba en respuesta.

Traté de girarme para mirarlo, queriendo besarlo, tocarlo, pero él no me dejó. En


su lugar, separó más mis piernas y comenzó a darme placer con dedos
talentosos y perversos. Sabía exactamente cómo tocarme, cómo estremecer mis

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

miembros y sacudir mi cuerpo, cómo enviar un calor dorado corriendo por cada
vena. Hasta que me retorcí y grité, medio desesperada, medio liberada, y
apenas noté que me ponía boca abajo.

Manos ásperas frotaron mi espalda, bajaron hasta el pliegue de mis nalgas y


volvieron a subir. Luego volvieron a hacerlo, lenta y firmemente, hasta que sentí
que me fundía en la cama. Como si mis huesos se hubieran licuado y ya no fuera
una mujer en absoluto, sino una masa de pura sensación. No sabía cómo
era posible con un simple masaje, pero en ese momento no me importaba.
Suspiré y me acurruqué, liberando toda la tensión del día en un estremecedor
suspiro.

Dios, sí, eso era exactamente lo que...

Una puerta se abrió de golpe, despertándome.

Me senté, mirando la luz del sol que entraba por las ventanas de mi balcón,
porque por una vez las cortinas estaban abiertas del todo. Y entonces cogí mi
despertador, que definitivamente no había sonado, y rápidamente comprendí por
qué. No estaba enchufado.

Mi cerebro, confundido por el sueño, se limitó a mirar el cable que colgaba por
un momento, sin comprender.

Y entonces me di cuenta de que Tami se acercaba a la cama, sosteniendo una


bandeja.

Era de las pesadas de plata que ya no se fabrican, porque ¿quién quiere


malgastar el precioso metal en granadas grabadas y racimos de uvas de plata?
Pero Tami sentía un gran amor por la vajilla antigua que había dejado el anterior
ocupante del ático, y la utilizaba siempre, a pesar de que pesaba una tonelada
y no se podía meter en el lavavajillas.

—¿Q-Qué pasó? —pregunté, tratando de que mi cerebro, confundido por el


sueño, se concentrara en otra cosa que no fuera la maldita vajilla.

—Nada. Te quedaste dormida.

Dejó la bandeja en mi mesita de noche y se fue a buscar una silla.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Como de costumbre, parecía un cruce entre una supermodelo africana y una


reina egipcia, con mil trenzas diminutas que repiqueteaban cuando se movía,
porque había pequeñas cuentas de cristal en los extremos. Complementaban el
top suavemente drapeado que llevaba, en un fresco verde veraniego, y los
pantalones blancos de pierna ancha. Llevaba sombra de ojos dorada,
probablemente para combinarla con sus sandalias doradas de tiras.

Tenía un aspecto fresco y arreglado, con su maquillaje recién hecho y sus ojos
brillantes y afilados, porque la mañana era su momento favorito del día. Aunque
no estaba segura de cuánta mañana quedaba, a juzgar por el ángulo de los
rayos que entraban. ¡Y, maldita sea, me había quedado dormida!

Eché las sábanas hacia atrás y empecé a levantarme, sólo para que un brazo se
interpusiera en mi camino.

—Ni hablar. Y si te desplazas sobre mí, te juro que te haré la vida imposible.

Me hundí lentamente contra la almohada.

—Ahí, ¿no es más agradable? —Preguntó Tami, sentándose en su silla y


cogiendo un plato—. Ahora, ¿es uno de esos días en que te gustan las patatas
fritas o las odias?

—Siempre me gustan las patatas fritas, —dije confundida.

—Eso es mentira. —Ella sirvió algunas patatas de una fuente de plata. Y luego
puso un par de huevos estrellados, suficiente tocino para un leñador y tres
tostadas con mucha mantequilla.

—¿Intentas provocarme un ataque al corazón? —pregunté, cuando ella deslizó


la montaña de comida frente a mí.

—No. Eso lo haces muy bien tú misma.

Mierda.

—Esto es una intervención en caso de que te lo estés preguntando, —añadió,


sirviendo su propio plato.

—¡Maldita sea, Tami! Yo no...

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—¿Tienes mermelada? Toma, —me entregó un recipiente, de plata, por


supuesto, con media docena de tarritos dentro—. Con el hotel cerrado, tienen
toneladas de estas cosas por ahí. El servicio de habitaciones envió unas cuantas
cajas, por si podíamos usarlas.

—No hay mermelada de naranja, —señalé, después de hurgar en él.

Ella puso los ojos en blanco. —Vivirás, —y destapó una mermelada de fresa.

Comí mermelada con tostadas. Y luego medio cerdo de tocino. Y luego los
huevos y las malditas patatas fritas para las que ya no tenía espacio, pero que
tenía que comer ahora que se había hecho un gran escándalo con ellas. Tami
también había traído una cesta de pasteles, incluyendo un danés de manzana
que goteaba canela por un lado, pero no pude. Sinceramente, no pude.

Me hizo sentir resentida.

—Desenchufaste mi reloj, —la acusé.

Ella cogió el danés y deliberadamente le dio un gran mordisco. —Uh huh.

—¿Por qué? Ahora me he perdido...

—Nada. He cancelado todas tus citas del día.

—¿Qué? —La miré fijamente—. ¡Tami! Tengo que ir al Tribunal hoy...

—Ya no.

—¡Algunas de esas personas esperaron semanas! No puedes simplemente...

—Oh, ¿no puedo?

Y, de repente, parecía menos la supermodelo y más la reina, con los ojos


entrecerrados, las mejillas sonrojadas y una expresión que decía que me había
metido en ella. A lo grande. Lo cual no entendía ya que acababa de despertarme.

—¿Sabes lo que escuché la otra noche? —Preguntó.

—¿Uh, no?

—Dos de tus acólitas entraron en la cocina para tomar un aperitivo a última hora
de la noche. Yo estaba en la despensa del mayordomo tratando de encontrar la

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

maldita leche, y no me vieron. Pero la puerta tiene rejilla, así que pude
escucharlas.

—¿Escucharlas decir... qué? —pregunté, bastante segura de que no quería


saberlo.

Ella se comió salvajemente el danés por mí. —Dos palabras: robo de tiempo.

Mierda.

—Mira, —empecé, pero ella no estaba de acuerdo.

—Sabes, me preguntaba por qué te ibas a la cama con un pijama y luego te veía
en la nevera media hora después con otro. Pero pensé, hey, tal vez sólo estaba
caliente o algo así. Pero no...

—No es gran cosa. Yo sólo...

—¿No es gran cosa? Tu agenda es tan apretada que tienes que recurrir a jugar
con el tiempo, sólo para satisfacer a todo el mundo, y todavía caminas como un
zombi porque no has dormido en...

—¡Sí he dormido! Acabo de dormir...

—¡Porque me aseguré de que lo hicieras! Como te atiborro de comida, pero


aún así pierdes peso porque es difícil mantener los horarios de las comidas
cuando no sabes qué día es, ¿eh? ¡Dios mío, chica, estaba empezando a pensar
que tenías cáncer o algo así!

—Estoy bien. Necesitaba perder unos cuantos kilos cualquier...

—¡No es cierto!! —El rubor era cada vez más prominente—. Y yo que me
preguntaba cómo te acostabas tarde y te levantabas temprano, te sentabas
durante diez horas a escuchar los problemas insignificantes de los demás,
jugabas con las chicas y luego asistías a una reunión del consejo o del senado
durante la mitad de la noche, ¡para luego despertarte y volver a hacerlo! Me
sorprendió tu resistencia, le dije a todo el mundo que no sé cómo lo hace, yo me
habría dado contra la pared hace semanas. ¡Sólo para descubrir que lo hiciste,
carajo!

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

El último comentario fue acompañado por una taza de café que cayó sobre la
bandeja, lo suficientemente fuerte como para sacudir los platos ahora casi
vacíos.

—Pero siendo tú, eso no fue suficiente, —continuó—. Decidiste seguir


golpeando la pared, una y otra vez. Matándote para mantener un horario que
nadie podía manejar...

—Eso no es cierto, —dije tercamente—. Otras Pitias...

—¡Otras Pitias no hicieron esto!

—¡Lo hicieron! ¿De dónde crees que saqué la idea?

—Eso no es lo que dijeron tus acólitas.

Tami se sentó de nuevo en su silla con los restos del danés, disfrutando de cada
trozo de hojaldre. Y disfrutando igualmente de sermonearme, porque estaba
ganando. Y lo sabía.

—Dijeron que, claro, algunas Pitias hacían un poco de trampa, de vez en cuando,
ya sea porque era la hora de la verdad o porque no querían que el maldito Círculo
conociera todos sus asuntos. Volverían atrás, reclamarían algo de tiempo, y
parecerían inocentes si fueran interrogadas...

—Supongo que no te tenían como inquisidora.

Ella ignoró eso. —Lo que quiero decir es que sólo se hizo cuando había una
emergencia...

—¡Tami! —La miré con incredulidad—. Desde que me convertí en la Pitia, ha


sido una emergencia. Vivo en una emergencia...

—Sí. Sólo que no puedes seguir haciéndolo. Eso es lo que intento decirte. —Ella
se inclinó hacia adelante y puso una mano en mi brazo—. Todo el mundo quiere
una parte de ti, todo el tiempo, pero no puedes dársela. Tomarán y tomarán,
hasta que no quede nada. Así es la gente...

—¡No lo entiendes! —Dije, abriéndome camino a través de la gran cama y


levantándome, porque estaba empezando a sentirme atrapada.

—Entonces explícamelo.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

La fulminé con la mirada, porque lo último que quería a estas alturas era
desnudar mi alma, pero conocía a Tami. La conocía de vez en cuando desde
que no era mayor que el grupo de fugitivos mágicos que ella había adoptado. De
hecho, yo había estado entre ellos una vez, sacada de un refugio muy aterrador
por una mujer a quien había aprendido a buscar en busca de orientación y
consejo. Pero ahora ella no podía ayudarme.

¡Sólo deseaba que pudiera hacerlo!

—¿Conoces las Lágrimas de Apolo? —pregunté, refiriéndome a un poción que


el Círculo hacía para las Pitias, para aumentar nuestra resistencia.

—Claro. Las cosas con las que el viejo Marsden quería jugar.

Asentí. Jonas Marsden, jefe del Círculo Plateado y padre distanciado de Rhea,
y yo habíamos tenido algunos problemas, cuando me convertí en la Pitia. Él
quería una marioneta obediente que hiciera lo que él decía, y yo... no lo era.
Todavía había algo de tensión de vez en cuando, pero nos habíamos
reconciliado.

Pero él no había restringido la cantidad de poción sólo por esa razón.

—Yo... estaba tomando demasiado, —admití—. Como mucho, demasiado.

Tami frunció el ceño. —¿Qué estás diciendo?

Levanté la vista y la miré a los ojos, porque si iba a hacer esto, iba a hacerlo
bien. —Durante un tiempo, fui una especie de adicta.

Tami parpadeó. —¿Y no me lo dijiste?

—Ese no es el tipo de cosas que le dices a la gente...

—¡Lo haces si son amigos!

—... y no quería preocuparte...

—¿No querías preocuparme? —Ella se sentó hacia adelante—. ¿Hablas en


serio? ¿Tienes idea de lo preocupante que es verte a ti, como un zombi,
caminando por ahí y sabiendo que algo pasa, pero sin saber qué? ¿Crees que
eso no me preocupa?

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—Estaba avergonzada, ¿de acuerdo? —Dije, luchando por explicárselo, cuando


ni siquiera me gustaba pensar en ello. No me gustaba lo que decía de mí—.
Parecía que nunca había suficiente de mí para ir por ahí, y... y sentí que las
necesitaba. Necesitaba una muleta para pasar el día, que las otras Pitias sólo
habían usado en emergencias. Fue vergonzoso.

—Las otras Pitias no estaban en guerra.

—Algunas lo estaban.

Tami frunció el ceño. —Diferente tipo de guerra. Tuvieron guerras de bebés. Tú


tienes al abuelo.

—Aun así. Me sentí como un fracaso. ¡Y ni siquiera pude soportarlo! Las tomé
para hacerme más fuerte, pero me volví adicta casi de inmediato, y luego... No
pude dejarlas. Hacían todo mucho más fácil. Pasaba de sentirme como un trapo
flácido a sentir que podía conquistar el mundo...

—Cuando esas cosas sólo te conquistaban a ti.

Me miré las manos.

—Sí. Y ahora...

—¿Y ahora?

Levanté la vista, y todo mi resentimiento volvió a aparecer. No era justo para


Tami, lo sabía, pero era ella la que estaba haciendo esto, la que me estaba
obligando a enfrentarlo. Y en ese momento, casi la odié por ello.

—Sé lo que estás pensando, ¿de acuerdo? —Dije con amargura—. No triunfé
sobre una adicción, sólo sustituí una por otra. Porque soy débil, ¡y no puedo
manejar eso de otra manera!

—¿Eso?

—¡Mi trabajo, mi horario, mi vida! Necesito trampas y ayuda artificial para pasar
el día porque no soy lo suficientemente buena. ¡Ya está, lo dije! ¿Estás contenta?
No puedo hacer esto sola.

Tami no dijo nada. Se limitó a mirarme durante un largo rato, hasta el punto de
que empezó a sentirse incómodo. No es que nada de esto no lo fuera.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Entonces se levantó, y en silencio comenzó a apilar platos.

—¿Tami? —Dije, después de un minuto. No hubo respuesta.

—Tami, mira, no quise gritar.

Todavía nada.

Levantó la enorme bandeja y comenzó a caminar con ella, obligándome a


desplazarme delante de ella, porque caminaba rápido. Se detuvo bruscamente,
y no parecía feliz. De hecho, parecía más enfadada de lo que la había visto en
mucho tiempo.

—Disculpe, señora. Tengo que ir a lavar algunos platos.

No me moví. —¿Por qué hablas así? —Sonaba como esa vendedora en el spa.

—¿Cómo se supone que debo hablar, señora?

—Deja de llamarme así. ¿Desde cuándo has...?

—Desde que me informaron que sólo soy la ayuda. No una amiga, no una
confidente, no una maldita administradora de vida, sea lo que sea que se
supone que es. Sólo una sirvienta glorificada...

—¡No lo eres!

—Oh, pero debo serlo. Me acabas de decir que sufriste una gran adicción por tu
cuenta, y ahora estás lidiando con esto... Ni siquiera sé cómo llamarlo. Pero
también lo estás haciendo sola. Supongo que no soy lo suficientemente buena
para hablar, para apoyarte...

—Eso no es cierto. Sabes que es...

—¿Entonces por qué lo hiciste? ¿Por qué me dejaste fuera?

Era mi turno de no decir nada.

Ella movió la bandeja a una cadera, porque incluso vacía era pesada. Intenté
quitársela, pero recibí un golpe en la mano por la molestia. —No vine aquí para
ser jefa de cocina y poner lavadoras, ¿de acuerdo? —Me dijo—. No me importa
cocinar, ni supervisar al personal, ni cuadrar las cuentas, ni ayudar a hacer la

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

lista de turnos con Marco. Pero hago todo eso para ayudarte, sólo que tú no me
dejas. Supongo que solo necesitabas un ama de llaves, después de todo.

Intentó rodearme de nuevo, pero no la dejé. —Eso no es lo que eres. Te dije,


más de una vez, que no tienes que hacer nada de eso. Podemos contratar a
alguien...

—¿Para arruinar todo? ¿O para que te traicione porque alguien siempre intenta
matarte o aprovecharse de ti y no puedes confiar en ellos? Acepté encargarme
de ello, y no me importa hacerlo. ¡Pero sí me importa esto! Esta estúpida
insistencia en manejar cada maldita cosa tú misma, lo necesites o no. Hay otras
personas en esta maldita corte.

La miré con impotencia, porque me acababa de levantar y aún no estaba del


todo alerta, pero ya había conseguido meter la pata hasta el fondo.

—Ya lo sé. Pero... lo que hago... otras personas no pueden ayudarme. Y se


supone que debo parecer fuerte, incluso cuando no lo soy. Todas esas otras
Pitias, eran tan dominantes, y yo soy...

Me interrumpí, porque tenía lágrimas en los ojos, porque había herido a Tami y
porque era una fracasada que de alguna manera había logrado convencerse de
que iba a mejorar en esto, pero nunca lo hizo.

—No sabría ni por dónde empezar, —terminé.

La expresión de Tami se había suavizado durante mi incoherente confesión;


tenía un corazón más grande que el de cualquiera que yo conociera. Pero sus
ojos seguían decididos cuando dijo: —Delega. Todo. Excepto tres cosas.

—¿Qué?

Al final se cansó de sostener la bandeja, y la puso en el suelo, porque no había


nada más en los alrededores. —Mi madre siempre decía que hay que recordar
la Regla de Tres.

—¿La qué?

—Ella decía que una persona puede manejar tres cosas, y no más de tres, a la
vez. Si añades más, es como si tu cerebro se fracturara y empezaras a perder la

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

concentración. No sabes qué hacer a continuación o en qué concentrarte, porque


hay tantas cosas que se supone que debes hacer, y entonces acabas perdiendo
el tiempo en cosas estúpidas que no ayudan a nadie. Como todas esas
audiencias que has estado dando.

—Tengo que hacerlas...

—¿Por qué? Sé que las odias, y de todos modos, le pregunté a algunas de tus
acólitas, y todas dijeron lo mismo. La mayoría de las Pitias sólo daban audiencias
un día al mes, y la gente tenía que luchar por un lugar...

—No estaban en medio de una guerra, —señalé—. Y con un enorme retraso...

—No te ocupaste del retraso en todo el verano, y no vi morir a nadie.

—¡Yo estaba corriendo por mi vida!

—Sí, y el mundo seguía adelante mientras tú te ocupabas de cosas más


importantes. Como deberías estar haciendo ahora. Deja que los bastardos se
cocinen por un tiempo; les hará bien. Le diré a Françoise que haga una lista
corta, muy corta, de personas con razones genuinas para necesitar una
audiencia, y tú puedes tomar uno...

—Tami...

—... o dos días al mes y tratar con ellos, si tienes tiempo. Tienen que entender
que ver a la Pitia es un privilegio. ¡Tienen que ganarse esa mierda! Y tienes que
decidir cuáles son tus tres.

—Yo... —Me detuve porque, sinceramente, no tenía ni idea. Ser la Pitia


significaba tener siempre algo que hacer, y la madre de Tami había tenido razón:
después de un tiempo, todo se mezclaba, como los mil carteles parpadeantes a
lo largo del Strip. Era muy difícil distinguir las cosas importantes de las que no lo
eran.

Tami pareció darse cuenta, porque me acercó a la mesa y me sentó.

—Cierra los ojos, —me indicó. Cerré los ojos.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—Bien, despeja tu mente todo lo que puedas. No vayas a perseguir ningún


conejo, sólo respira durante un minuto. Con calma, despacio y con tranquilidad.

Claro, pensé. Porque esas cosas eran tan naturales para mí. Pero era Tami, así
que lo intenté. Y después de unos minutos, su voz tranquilizadora me hizo sentir
más calmada y vagamente adormecida.

—Prioridades, —dijo suavemente—. ¿Cuáles son las tres cosas más


importantes de las que tienes que ocuparte ahora mismo? No de lo que los
demás quieren que te ocupes, todos esos cabrones que quieren un trozo de ti,
sino tú. ¿Cuáles son tus tres cosas más importantes?

—Rhea, —salió inmediatamente, sin que tuviera que pensar en ello—. No sé


cómo ayudarla, pero tengo que averiguarlo.

—¿Y?

—Mircea. —No di más detalles sobre eso, y Tami no preguntó. Era una de las
razones por las que la amaba tanto.

—¿Y la última?

—Ya sabes la última. La guerra. —Estábamos literalmente a punto de invadir


otro mundo, y aunque las cosas habían estado tranquilas últimamente, no creía
que hubiera ninguna posibilidad de que siguieran así.

—Muy bien. Así que, tienes tus tres, y sólo tres. Las chicas y yo cerramos este
lugar, ¿de acuerdo? Mantendremos el fuerte con las más pequeñas y nos
encargaremos de cualquier peticionario que no entienda lo que significa no, y
básicamente nos ocuparemos de que la gente sepa que hay una maldita guerra
y que la Pitia tiene mejores cosas que hacer que ocuparse de su mierda.

—Um. Tal vez quieras reformular eso ligeramente, —dije y abrí los ojos.

Para ver a Tami sonriendo, pero logrando parecer un poco salvaje al mismo
tiempo.

—No te preocupes. Ya sabes lo diplomática que puedo ser. Oh, vaya.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

CAPÍTULO 8

Decidí comenzar con el número uno en mi lista de tareas, y fui a buscar a Rhea.

Me dijeron que estaba abajo, en lo que solía ser la calle principal del hotel y
casino que llamábamos hogar. Dije "solía ser", porque el Dante había sido el
escenario de una gran batalla en la guerra, una que había arrasado con todo
hasta el hormigón y los postes. Pero la reconstrucción había avanzado con
bastante rapidez, sobre todo en las últimas semanas. Por lo tanto, fui recibida
por la vista de un pueblo fantasma del Viejo Oeste, que de momento hacía honor
a su nombre, ya que en el interior de las fachadas apresuradamente levantadas
no había más que aire.

Pero eso era perfecto para lo que habían planeado las chicas del aquelarre y las
iniciadas mayores. Se acercaba Samhain, también conocido como Halloween,
que era una fiesta importante en el calendario del aquelarre. Normalmente se
celebraba con fiestas y hogueras en algún lugar de la naturaleza, pero la guerra
hacía que eso fuera un poco problemático. Así que, este año, los aquelarres
locales y las chicas que habían enviado para unirse a mi corte habían preguntado
si podía celebrarse en el Dante.

Como al gerente del hotel le había dado un ataque al pensar en una hoguera en
su precioso y dañado bebé, eso se había descartado para este año. En su
lugar, la ciudad fantasma estaba siendo decorada para un gran carnaval interior.
Samhain no era hasta el final de la semana, pero había mucho trabajo que hacer
antes de eso, y el sitio estaba funcionando con actividad.

Vi a un par de iniciadas mayores subidas en escaleras, extendiendo hileras de


luces multicolores por la calle. Otras luces ya se habían colocado alrededor de
los postes y se estaban colocando más sobre una carreta. Mientras tanto, la
estatua del burro de repuesto y su carrito de tacos adjunto se habían convertido
en el objeto de las atenciones de las chicas más pequeñas. Estaban sentadas
en un semicírculo a su alrededor, con un par de acólitas que les enseñaban a
hacer brillantes flores de papel de seda de colores y limpiapipas, que pegaban
en las alforjas, la crin, la cola y el gran sombrero de paja del burro.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Por encima, un paisaje de estrellas falsas con pequeñas luces parpadeaba en el


alto techo, dándole al conjunto una sensación de fiesta nocturna en el pueblo.
Casi esperaba ver a algunos bandidos o vaqueros subiendo en busca de la
taberna. Aunque se habrían sorprendido mucho si lo hubieran hecho, y no solo
porque todavía no había alcohol.

—¿Qué es eso? —Le pregunté a una de las acólitas, una mujer de rostro severo
llamada Milly. Normalmente estaba muy almidonada y pulida, con su delgado
cuerpo ceñido a los vestidos anticuados, y su pelo sal y pimienta severamente
peinado hacia atrás, hasta el punto de que me daban pena sus sienes. Pero hoy
tenía un aspecto un poco menos espartano, con una flor roja brillante casi tan
grande como su cabeza pegada detrás de una oreja.

—Lady.

Hizo una reverencia, ya que era una de las pocas acólitas que siempre se hacía
la sorda cada vez que les pedía que dejaran de hacer eso. En estos días, por
lo general sólo recibía la anticuada cortesía cuando teníamos compañía, o
cuando las sorprendían como la noche anterior. Pero Milly siempre lo hacía, y yo
básicamente había renunciado a intentar detenerla.

La pequeña acólita con la que había estado trabajando, de unos cuatro años de
edad, intentaba valientemente forzar un enorme fajo de pañuelos de papel a
través de un lazo preconfeccionado de alambre peludo. No iba bien. Lo que
rápidamente resultó en que dicha flor fuera golpeada repetidamente contra el
suelo.

—Ya, ya, Amelie, —dijo Milly—. ¿Es así como saludas a tu Pitia?

La niña levantó la vista y sus ojos se abrieron. Se puso en pie; no sabía por qué.
Veía a las iniciadas todo el tiempo.

Y luego me di cuenta de por qué cuando se dejó caer en una reverencia


perfectamente creíble.

Hija de puta.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Milly sonrió a su pequeña protegida con orgullo, y yo hice lo mismo, porque ¿qué
otra cosa iba a hacer? Una vez más, había sido superada por una acólita. Una
que ahora me miraba como si la mantequilla no se derritiera.

—¿Tienes una pregunta, Lady?

—Sí. ¿Qué es eso? —Señalé al final de la calle, donde un montón de escobas


anticuadas y de aspecto casero volaban en círculo a unos dos metros del suelo.
No iban a ninguna parte, ni iban rápido, sólo se balanceaban decididamente
hacia arriba y hacia abajo como una especie de tiovivo.

—Es un tiovivo, Lady, —contestó Milly amablemente. Por supuesto.

—Para los niños más pequeños, —añadió.

—¿Cómo se supone que van a permanecer ahí arriba? —Pregunté, porque, en


contra de la creencia popular, a las brujas nunca les había gustado montar en
escobas. Las utilizaban como plataformas para los hechizos de levitación, en
los viejos tiempos, porque a veces era necesario huir de una muchedumbre.
Y las escobas solían ser útiles.

Pero no eran cómodas, por no hablar de que era muy difícil mantenerse en ellas.

Aunque algunas personas no parecían tener problemas, pensé, mientras una


pasaba a toda velocidad por encima de mí, obligándome a agacharme.

No era una fugitiva del círculo que se balanceaba suavemente, y no estaba sola.
Otra escoba pasó volando un segundo después, justo en la cola de la
primera. La alcanzó y las dos giraron, se agacharon y se entrelazaron la una a
la otra en el gran espacio que había sobre sus cabezas, mientras iban a una
velocidad de Mach 2.

—¿Quién... es esa Rhea? —Pregunté, y la boca de Milly se frunció ligeramente


en señal de desaprobación.

—Sí, Lady. ¿Debería convocarla de vuelta?

—No. Yo sólo... ¿qué está haciendo?

—Compitiendo con el vampiro, —dijo Milly—. Él la desafió y... bueno. Ella no es


muy buena para ignorar los desafíos.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Supuse que no. Porque sea cual sea el tipo de carrera que estaban haciendo,
parecía que Rhea podría estar ganando. Aunque Rico no se quedaba atrás,
¡especialmente para un vampiro que no tenía por qué estar en una escoba en
primer lugar! Pero se las arreglaba muy bien, no sabía cómo, pero suponía que
alguien se la había encantado.

Dieron otro par de vueltas por la enorme sala, codo con codo, y juro que fue
como ver a otra Rhea. Su pelo oscuro volaba detrás de ella, su cara estaba
sonrojada y decidida y feliz, y entonces atrapó la parte trasera de la escoba de
Rico con un pie, haciendo que saliera en espiral hacia la habitación, y dándole la
victoria. E incluso desde esta distancia, pude oír su risa.

Todavía estaba mirando hacia arriba cuando se oyó un ruido extraño detrás de
mí, y me giré para ver a un vampiro sonriente de pie con la escoba en la mano.

—Lady, —dijo Rico, con la cara sonrojada y el pelo por todas partes, pero con
sus modales a punto. Se inclinó sobre mi mano.

—No empieces, —le advertí.

La sonrisa se amplió. —Me preguntaba cuándo te veríamos por aquí. Las


señoritas han estado trabajando mucho. Rhea incluida,—añadió, cuando volví a
mirar hacia arriba—. Sólo la robé por un minuto.

—Róbala por más tiempo. Hace tiempo que no la oigo reír así.

—¿Y por qué habría de hacerlo? —preguntó, tomándome del brazo y


alejándome, probablemente para salir del alcance de la desaprobación de Milly—
. Ya viste lo que hicieron anoche.

—¿Ha sucedido eso antes? —pregunté, mientras nos dirigíamos hacia el otro
extremo de la calle.

—No, aunque la han estado montando a la fuerza. Pensé que habías


aceptado...

—¿Qué?

—... antes de que intervinieras para detenerlo.

—¡Gracias! —Dije, sintiéndome herida y un poco enfadada de que pensara eso.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—Lo siento. —Levanté la vista para ver unos cálidos ojos marrones que me
devolvían la mirada, con el color dorado del aumento de poder de la noche
anterior ya desvanecido. Los ojos de Rico eran ridículamente atractivos, con
pestañas gruesas y oscuras más largas que las mías, que era perfectamente
capaz utilizar si creía que eso ayudaría. Pero hoy, realmente no lo haría, y
pareció entenderlo, porque se puso serio de nuevo bastante rápido.

—No estoy tratando de forzar a Rhea a nada, —le dije—. Y no le dije a nadie
más que lo hiciera. Pero la antigua Corte de la Pitia tenía unos métodos de
entrenamiento bastante... intensos.

—Especialmente cuando se trata de entrenar a una heredera, —dijo,


lanzándome una mirada.

Dejé de caminar, tanto para evitar algo enorme bajo una sábana que se
arrastraba por la calle como porque había algo extrañamente intenso en su
expresión.

—¿No deberían? —pregunté.

Frunció el ceño, en parte confundido y en parte enfadado. —¿Por qué me lo


preguntas? Ya sabes lo que siento.

—¿Sobre Rhea siendo mi heredera? No, no lo sé.

Se rió de repente, aunque había algo amargo en ello. —Entonces me consideras


mejor hombre de lo que soy.

Nos detuvimos junto a un poste de enganche en una parte desierta de la calle,


lo más lejos posible de los oídos que escuchaban. —Si tienes algo que decir,
éste sería un buen momento, —señalé.

—Ya lo sabes, —repitió—. Si Rhea sigue siendo tu heredera, está fuera de los
límites de la persecución.

—¿Persecución?

—Cortejo. L'amore. Ella debe permanecer intacta, ¿no?

—Tal vez. O puede ser un cuento de viejas. El jurado aún está deliberando.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Apolo, la fuente original del poder de Pitia, estaba ahora muerto, una víctima
de la guerra que, por lo que pude ver, absolutamente nadie había llorado en
ningún bando. Pero el gigante idiota había muerto sin dejar un manual de
instrucciones sobre cómo funcionaba el poder de Pitia sin él, así que desde
entonces, habíamos estado tocando de oído. Por eso no sabía si mi heredera
tenía que seguir siendo virgen, al menos hasta que heredara el cargo, o no.

Pero ahora tenía una pregunta.

—La última vez que hablamos de esto, me dijiste que ella estaba fuera de tu
alcance, —le recordé—. Que la hija del Lord Protector y el pobre muchacho de
Nápoles no deberían mezclarse. ¿Qué ha cambiado?

—No ha cambiado nada. Siempre seré el pobre muchacho de Nápoles, aquí


dentro. —Se tocó el pecho, que hoy estaba cubierto por una sencilla camiseta
blanca que le quedaba como un guante. La mayoría de mis otros guardaespaldas
llevaban traje, excepto Marco, que recurría a las camisetas de golf siempre
que podía salirse con la suya, probablemente porque se ajustaban mejor a los
abultados músculos. Pero Rico prefería las camisetas y los vaqueros, quizá
porque le resultaban más cómodos.

O tal vez sólo le gustaban las miradas que le producían, pensé, al notar que un
par de las iniciadas mayores miraban hacia aquí.

—No la merezco, —declaró, como un auténtico héroe romántico.

—¿Pero? —le dije.

—Pero ahora no soy pobre, —me dijo con orgullo—. No soy tan rico como el
maestro, ¿quién lo es? Pero tengo medios. Puedo cuidar de ella. No le faltará
nada; te lo prometo.

Mirando su rostro repentinamente apasionado, se me ocurrió que de alguna


manera había terminado en la posición de tutora, que estaba escuchando la
súplica de un ardiente pretendiente. Me sorprendió que aún no me hubiera
pedido mi bendición, aunque tal vez eso estaba por llegar. Era desconcertante,
como mínimo.

—Rico...

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—Sé lo que vas a decir, —se apresuró a decir—. Pero tú y el maestro estuvieron
juntos durante un tiempo; ese tiempo de emparejamiento no es desconocido…

—No, —dije, pensando en Jonas. Y preguntándome cuál sería su reacción ante


la visita de un novio vampiro.

Quería ser una mosca en la pared cuando esa conversación tuviera lugar.

—¿Entonces tengo tu permiso? —Preguntó Rico—. ¿Para perseguirla?

Puse los ojos en blanco. ¡Yo tenía veinticuatro jodidos años! Él tenía algo así
como cuatrocientos años. Esto era... una locura.

Tampoco dependía de mí.

—Eso es decisión de Rhea, —señalé—. No la mía. No soy su madre...

—No, tú eres su Pitia, y ella te idolatra. —Hizo una pausa por un momento—.
Esa es la palabra correcta, ¿no? ¿Idolatrar?

—No tengo ni idea.

—Creo que lo es, —dijo, los ojos oscuros astutos—. Y no creo que Rhea quiera
ser la Pitia. Creo que por eso no puede dominar esos hechizos, cuando es tan
buena con muchos otros.

Me recosté contra el poste de enganche y observé a mi aparente heredera


volar por encima de mí. Estaba oscuro allí arriba; podría no haberse dado cuenta
de que Rico había aterrizado. Parecía estar buscándolo.

O tal vez le gustaba estar por encima de todo durante un tiempo, lejos de los
problemas y las responsabilidades de aquí abajo.

Podía entenderlo.

—¿Tú crees? —Le pregunté—. ¿O simplemente quieres que sea verdad?

—¿Se te ocurre otra razón? —preguntó—. Es una bruja excelente ¿no?


Poderosa. —Levantó la vista, y había orgullo en su rostro—. No hay nada que
ella quiera hacer que no pueda hacer. Excepto esto.

—Si eso fuera cierto, ella podría simplemente renunciar, —señalé. Yo no dirigía
una prisión. Las niñas tenían que permanecer en la corte hasta que fueran lo

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

suficientemente mayores como para controlar su don y a cualquiera que intentara


explotarlo. Pero las mayores podían marcharse y normalmente lo hacían, para
casarse, para conseguir una carrera —una Vidente poderosa era un activo
valioso para varios negocios— o simplemente para vivir la vida a su manera.

Rhea podía irse cuando quisiera. Pero Rico negó con la cabeza.

—Eso es lo que te estoy diciendo. Ella no renunciará, no por amor al trabajo,


sino por amor a ti. Ella conoce la carga que llevas; no te dejará manejarla sola.

—Así que quieres que la obligue a hacerlo, —dije, viendo Al final su punto—.
Quieres que la despida.

—Quiero que hagas lo que creas mejor, por supuesto.

Puse los ojos en blanco. No podía evitarlo. Rico sabía que me había criado en la
corte de un vampiro, y que había sido la... algo de Mircea Basarab durante
gran parte del verano. ¿Y aún así intentó una táctica de manipulación tan poco
convincente?

Debería haberme sentido insultada. Pero, sobre todo, estaba preocupada.

Rhea Al final había aterrizado, junto al gran objeto bajo la sábana, que ya no
estaba bajo una sábana. Pero aún no sabía qué era. Empezamos a caminar en
esa dirección y Rico no le quitaba los ojos de encima. No creía en el amor a
primera vista, pero su atracción había estado muy cerca.

Así que él tenía una agenda. Y si bien era bastante directo para ser un vampiro,
era un vampiro. Si podía poner las circunstancias a su favor plantando una
semilla de duda en mí, lo haría.

Pero eso no significaba que estuviera equivocado.

Rhea y yo necesitábamos tener una charla, pero eso era todo: habíamos
hablado. Varias veces. Pero no sabía si algo de lo que había dicho había
calado. Sinceramente no lo había parecido.

¿Y si eso era porque Rico, accidentalmente o no, tenía razón? ¿Y si el


aparentemente interminable estancamiento de Rhea se debía a que no le
gustaba el trabajo pero sentía que no podía dejarlo? ¿Y si su subconsciente la

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

estaba protegiendo para que no avanzara hacia un futuro que no quería, cuando
había otra, caminando a mi lado, que sí quería?

Odiaba admitirlo, pero eso explicaría algunas cosas.

Pero, por supuesto, también había otras posibilidades.

Considerando la educación de Rhea, había muchas. Maldita sea, no sabía cuál


era el problema, y ella no me lo diría. ¡O incluso admitiría que había uno!

—Ah, entonces sí lo consiguieron, —dijo Rico, mientras nos acercábamos a un


enjambre de iniciadas mayores al final de la calle.

—¿Consiguieron qué?

—Un juguete más adulto, —dijo, mientras alguien encendía el objeto misterioso,
y por fin me di cuenta de lo que estaba viendo.

—Oh, mierda, —dije, vagamente horrorizada, mientras un enorme toro mecánico


empezaba a hacer de las suyas, corcoveando y girando y exhibiéndose
lascivamente por todo el sitio.

Milly se iba a cagar.

—¿Qué pasa? —preguntó Rico—. ¿No te gusta?

—No, me gusta mucho, —le dije—. Pero algunas de las acólitas son un poco...
estiradas.

Se rió. —Me he dado cuenta.

Y entonces Rhea levantó la vista y nos vio, probablemente atraída por la


estruendosa risa. Y la sonrisa de Rico cambió. Realmente la ama, pensé,
observando la expresión que revoloteaba por su rostro.

Volví a mirar a Rhea, y no pude distinguir mucho de su propia expresión a esta


distancia. Excepto que estaba sonriendo. Y supongo que eso fue suficiente para
Rico, porque de repente se puso en marcha.

—¡Rico! —Lo llamé.

Se dio la vuelta, todavía trotando hacia atrás, y extendió los brazos.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—¡Si no va a estar aquí mucho tiempo, deberíamos disfrutarlo mientras


podamos!

Se dio la vuelta, corrió hacia el toro y ni siquiera esperó a que se detuviera. Saltó
sobre él y, con reflejos de vampiro, hizo de esa cosa su perra. Ni siquiera en la
configuración más alta pudieron derribarlo.

Me acerqué a Rhea, que reía y aplaudía como todos los demás. Hasta que
me vio y empezó a hacer una reverencia, porque se había criado en la antigua
Corte de la Pitia y los hábitos de toda la vida son difíciles de cambiar. Pero se
contuvo a tiempo.

—Lady.

—Es bueno, —dije, observando a Rico. Alguien le había lanzado un sombrero


de vaquero, y lo estaba trabajando.

—Sí, muy bueno. —Me sonrió, un poco nerviosa—. Gracias por tu ayuda anoche.
Escuché que fuiste tú quien detuvo... todo.

—Sí, sobre eso. Creo que dejaremos de entrenar por un tiempo.

—¿Lady?

—Sólo por un tiempo. Deja que todas se calmen.

Rhea parecía confundida, preocupada y no un poco aliviada, todo al mismo


tiempo. —Lady, puedo hacerlo, —dijo con seriedad—. Sé que puedo. Sólo...
necesito algo de tiempo para resolver las cosas.

Sonreí.

—Sí. Eso es lo que estaba pensando.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

CAPÍTULO 9

La siguiente parada era el cuartel general, donde había quedado con Pritkin para
cenar, después de haberle enviado un mensaje de disculpa por haberme
escapado ayer. Había culpado al gato. La maldita cosa debería ser útil para algo.
La última vez que lo vi, el peludo bastardo estaba acurrucado en la cama de
Annabelle, acicalándose.

Hombres.

Había cuidado mi aspecto, dedicando algo de tiempo a hacer que mi pelo tuviera
más movimiento y llevando mi nuevo traje, ya que Pritkin básicamente no había
tenido tiempo de admirarlo ayer. Pero antes de poder relajarme con mi novio,
tenía que hacer un recado. Por suerte, tenía un par de horas, ya que su turno
no terminaba hasta las once.

Dirigí mis pies hacia la biblioteca.

Tenía el mismo aspecto que ayer, salvo que estaba aún más desierta. Me
pareció ver al tipo con aspecto de banquero poco después de entrar, pero al
segundo siguiente sólo había un montón de cadenas de reloj brillantes que
desaparecían detrás de unos estantes. Y cuando fui a buscarlo, había
desaparecido.

Me lo imaginé.

Al final encontré a una bibliotecaria, o a alguien de aspecto oficial de todos


modos, solo para ser informada de que la sección con el manuscrito que
necesitaba había sido bombardeada en el ataque. No quedaba nada en absoluto.
Y no había ninguna copia digitalizada, ya que el registro en cuestión había sido
puesto en acceso restringido, lo que no permitía hacer copias, electrónicas o de
otro tipo.

—Entonces, ¿me estás diciendo que ha desaparecido para siempre? —Le


pregunté.

Se ajustó un pequeño par de quevedos, y olfateó. —A menos que tengas una


máquina del tiempo, —dijo, y se fue.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Me quedé mirando tras ella un momento. Bueno, esa es una buena idea, pensé,
y me desplacé.

Resultó que la biblioteca tenía un aspecto algo diferente hace un mes. Y como
no me había movido, salvo en el tiempo, era como ver un vídeo al revés. Las
pilas destrozadas volvieron a juntarse, los libros se levantaron del suelo y se
volvieron a colocar, los estallidos de estrellas ennegrecidas desaparecieron de
las paredes y los trozos de alfombra que faltaban reaparecieron por arte de
magia, como las piezas de un rompecabezas que encajaban en su sitio.

Y una mujer diferente apareció de repente frente a mí.

—Oh, querida, —dijo, y retrocedió un paso—. Lo siento. No te había visto.

No dije nada. Estaba demasiado ocupada contemplando el gorro de pelo gris


acero, la piel casi lisa, de color moca chocolate, y los brillantes ojos azules de la
mujer que antes sólo había visto en una fotografía. Llevaba unas gafas con una
cadenita en el cuello que prácticamente gritaba bibliotecaria, y un vestido floral
brillante que no lo hacía.

Mierda, pensé, sintiendo que se me caía el estómago.

No estaba preparada para esto.

—¿Puedo ayudarte, querida?

—¿Sra. Lantham? —Dije, sintiéndome enferma.

—Sí. —Me miró con los ojos entrecerrados, lo que probablemente explicaba por
qué no había gritado y corrido cuando una mujer apareció frente a ella. Parecía
que estaba bastante ciega sin sus gafas. Por supuesto, había hechizos para eso,
pero las protecciones de aquí abajo interferían con ellos, así que el personal más
veterano seguía usando gafas.

Se colocó las suyas en la nariz y entornó los ojos para mirarme a la cara. Me
preparé, pero no pasó nada. Supongo que no era tan conocida en este momento,
pensé.

—Necesito información sobre un hechizo oscuro, —le dije—. Uh, me dijeron que
tú eres la persona a la que hay que ver.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Ella sonrió. —Sí, soy conocida como una autoridad en encantamientos


esotéricos. ¿Cuál sería, querida?

—Nodo D'Amore. Significa...

—Nudo de los Amantes. —Ella frunció el ceño—. Sí, lo conozco. Pero me temo
que es un poco complicado.

—¿Complicado?

—Está bajo acceso restringido. ¿Por casualidad tienes autorización de alto


secreto?

—Yo... no lo sé.

—¿No te lo dijeron cuando te contrataron?

—Yo... no fui contratada exactamente. Soy, uh, soy la Pitia.

Sus ojos se abrieron de par en par, permitiéndome ver que eran casi del
mismo color que los de su gato. —¡Vaya, qué placer! Me enteré, por supuesto,
de que teníamos una nueva. ¿Debo hacer una reverencia?

—Por favor, no lo hagas.

Ella sonrió. —Debe aburrir, ¿no?

—Increíblemente.

—Bueno, entonces no nos preocupemos por eso. —Se inclinó—. Es mejor así.
No tengo problemas para bajar estos días, pero volver a subir es problemático.

Sonreí, porque no sabía qué más hacer.

—Vamos a verificarte y luego veremos lo del hechizo, —dijo.

La verificación resultó implicar más hechizos, por supuesto. No sé qué más


esperaba. Y tampoco fueron hechos por la amable y pequeña bibliotecaria. No
menos de seis grandes magos de guerra llegaron en cuestión de minutos, me
rodearon en una zona trasera de las instalaciones y me aplicaron una serie de
conjuros, algunos tan fuertes que parecía que me quemaban la piel.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—¡Ay! —Le dije a un enorme asiático, que estaba siendo poco cuidadoso con su
magia.

Ni siquiera me miró. —Inconcluso, —dijo, y se apartó.

Se acercó un tipo negro y alto que supuse que era el líder. Había permanecido
alejado de los demás, con las piernas plantadas y los brazos cruzados,
frunciéndome el ceño. Eso habría sido más preocupante, pero la postura era la
habitual de los magos de guerra. Estaba bastante segura de que la enseñaban
en el entrenamiento.

Me recordaba a Caleb, un amigo que también estaba en el Cuerpo, pero no


parecía muy amigable. Y tampoco lo fue el hechizo con el que me golpeó. Algo
me abofeteó, no sólo en la cara, sino en todo el cuerpo, como si un millón de
pequeños pinchazos me golpearan a la vez, haciéndome gritar.

Y luego me cabreé de verdad.

Lo único que quería era un maldito carné de la biblioteca.

—De acuerdo, —dijo al otro tipo, antes de dirigirse Al final a mí—. Tiene un fuerte
encantamiento. ¿Qué es?

—No es de su incumbencia, —dije, porque no me sentía muy cooperativa. Y


porque admitir que estaba en un Nudo de los Amantes con un maestro vampiro
no iba a caer bien.

Por supuesto, eso tampoco.

—Llévenla, —ladró, y los magos de guerra se acercaron, casi como uno solo.

O lo hicieron hasta que me desplacé fuera del círculo, detrás del líder. —Basta
ya, —le dije, y se giró hacia mí.

—¿Cómo lo hizo? ¡Agárrenla!

Así comenzaron unos momentos absurdos en los que me desplacé por aquí,
por allá y por todas partes, manteniéndome justo por delante de las manos y los
cuerpos de media docena de magos. Hasta que por fin me cansé y me puse
en lo alto de una estantería. Y luego me senté allí, observando cómo se movían
por debajo, buscando a alguien que ya no estaba allí.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—Creo que he visto suficiente, —dijo Emma Lantham, mirándome.

—¡Señora! —Dijo el mago líder—. ¡Por favor, retroceda! Tenemos una potencial
incursión de magos oscuros...

—No, no la tenemos.

—... y estamos sellando esta sección hasta que la encontremos. ¡Benson!


¡Sato! —El líder miró a dos miembros de su equipo—. Necesito un perímetro
alrededor de la biblioteca, asegúrense de que nada pase. ¡Incluyendo cualquier
cosa bajo un hechizo de invisibilidad!

—¡Señor, sí, señor!

—¡Jenkins, Thompson, McKennon, conmigo!

Se alejó, con su abrigo de cuero balanceándose impresionantemente detrás de


él, y Emma y yo lo vimos partir. Volví a acercarme a ella después de un minuto,
cuando quedó claro que no iba a volver. Ella suspiró.

—Son unos chicos encantadores, —me dijo—. Pero un poco... demasiado


entusiastas... a veces. ¿Si quieres venir conmigo, Lady?

La acompañé.

Pasamos por su oficina, donde me pareció ver un par de ojos azules que me
miraban desde debajo del escritorio. Luego pasamos por una agradable zona
de lectura, con sillones de cuero con las huellas de miles de traseros y cómodos
sofás acolchados. Al final llegamos a una pequeña sala apartada que la
bibliotecaria abrió con una llave que sacó de un manojo que llevaba en la cintura.

—Toma asiento donde quieras, —me dijo—. Te lo traeré.

Desapareció por una pequeña puerta lateral, que supuse era la del archivo, y me
senté en una pequeña mesa.

La sala también era pequeña, con paredes de ladrillo desnudo y ocho


pequeños cubículos de madera apiñados. Cada uno de ellos tenía su propia
silla y una anticuada lámpara de trabajo con una pantalla de cristal verde, supuse
que para ayudar con la letra pequeña. Me quedé mirándolos. Los había visto
antes, o unos iguales, fundidos en pequeños grupos en una montaña de muebles

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

rotos y quemados. Era difícil de creer, de pie en el tranquilo entorno pedestre4,


que toda esta zona pronto sería un campo de batalla.

Me pareció un lugar extraño para ello. ¿Por qué alguien atacaría una biblioteca?
De hecho, ¿por qué alguien estaría en esta parte del complejo? Por lo que había
entendido de Pritkin, el objetivo principal del ataque había sido liberar a alguna
bestia caída de las celdas de detención en los niveles de alta seguridad de abajo.
Entonces, ¿por qué venir aquí?

Supuse que el ataque podría haber sido como una distracción, como una
forma de sacar a los magos de guerra de la zona principal de enfoque a otras
partes del complejo. Pero seguía pareciendo una elección extraña. No había
tanta gente aquí, incluso ahora, con apenas una docena de personas repartidas
por la gran zona exterior.

¿No habría sido mejor ir tras una zona más poblada, para aumentar la
amenaza?

Por supuesto, tal vez lo hicieron. El centro principal de esta sección no estaba
lejos, después de todo. Y sin embargo, no había sido tan dañado. De hecho,
aparte de unas pocas marcas ennegrecidas en los edificios, no había visto
muchas secuelas allí.

Sin embargo, este lugar había sido destruido.

—Aquí estamos, —dijo Emma, volviendo a entrar. Llevaba un enorme y viejo


tomo, encuadernado en cuero con enormes hebillas antiguas. Lo dejó con un
gruñido de alivio sobre la mesa en lugar de en uno de los cubículos, ya que no
estaba segura de que cupiera en ellos.

Lo abrió y en su interior... No había lo que yo esperaba. No había páginas


uniformes como en un libro normal, donde todo era uniforme y encajaba bien. En
su lugar, había una mezcolanza de colores, formas y tamaños, desde pequeños
trozos del tamaño de mi mano, que habían tenido que ser montados en grandes
páginas en blanco para no perderse del todo, hasta hojas de manuscritos
medievales con elaboradas decoraciones y letras doradas, pasando por antiguas
vitelas escritas a mano, hasta grabados en madera que parecían haber sido
realizados por el propio Johannes Gutenberg. Era un desastre.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—Un compendio de hechizos prohibidos, —explicó Emma—. Se extrajo de otros


grimorios cuando se encontró uno que se consideraba... problemático. La
colección abarca un periodo bastante amplio, pero lo que buscas estaría en la
sección del Renacimiento.

No sabía cómo podía saber qué sección era cada una, ya que no veía ningún
separador. Pero ella no pareció tener problema, sacó un delicado guante blanco
y se lo puso, antes de hojear rápidamente las páginas. Y luego siguió
hojeándolas. Y luego continuó...

—¿Hay algún problema? —pregunté Al final.

Ella frunció el ceño. —Me disculpo, Lady. Debería estar justo aquí,

—Volvió a mirar la portada, donde había una página de contenido escrita a


mano—. Número uno, noventa y uno, como pensaba.

Esperé mientras ella volvía a hojear, con un nudo de inquietud en el estómago.


Basta, me dije. Sólo estás siendo paranoica.

Lo cual era cierto, ya que básicamente era mi defecto en estos días, pero no
significaba que estuviera equivocada. Definitivamente no, pensé, un momento
después, cuando dio la vuelta a uno-ochenta y ocho, uno-ocho-nueve y uno-
noventa. Y entonces...

—No lo entiendo, —dijo Emma, mirando fijamente la página en blanco que tenía
delante, donde una energía muy familiar jugaba sobre las palabras que ahora
faltaban—. No lo entiendo en absoluto.

Yo sí, pensé, y me desplacé.

~~~

La fila en la cafetería era más larga hoy, y la multitud en la gran plaza abierta era
más espesa. Parecía que habían llegado más magos de guerra para reforzar
el ejército antes de la inminente invasión. Muchos más.

Lo cual tenía sentido si se tenía en cuenta que la invasión era de Faerie.

No era la idea de nadie de un buen momento, pero no teníamos otra opción. El


mundo sobrenatural estaba en guerra, y nuestros enemigos se habían refugiado

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

en las tierras de los fey. Para ser más precisos, se habían refugiado con los
Svarestri, que normalmente detestaban a los humanos, pero que en este caso
estaban haciendo una excepción. Porque su coalición intentaba traer de vuelta
a los antiguos dioses que los Svarestri adoraban, y que estaban convencidos de
que les iban a entregar el mundo... tal vez incluso dos de ellos.

En cualquier caso, la punta de lanza de la invasión era el ejército de vampiros,


porque la magia terrestre no funcionaba demasiado bien en Faerie, pero los
cuerpos de los vampiros funcionaban igual en cualquier lugar. Especialmente los
cuerpos de vampiros poseídos por demonios, que eran como vampiros con
esteroides. Pero el Círculo había insistido en enviar también un ejército propio,
no estaba segura de por qué.

Tal vez no confiaban en los vampiros. Eso sería lo normal, pensé cínicamente.

Y parecía que otras sociedades mágicas estaban de acuerdo con ellos, porque
hoy no sólo había miembros del Círculo en la plaza. Había un grupo de magos
que no reconocí, con túnicas de colores y enormes hienas a sus lados. Y tatuajes
dorados en su piel de ébano que eran casi hipnotizantes, ya que cambiaban de
patrones constantemente.

Estaban descansando frente a un café, con sus mascotas a los lados, atrayendo
muchas miradas interesadas. Sobre todo cuando una de las hienas se puso de
pie, y el ancho collar de oro y joyas que llevaba soltó un torrente de material
sedoso. Y entonces "eso" se convirtió en "ella", pasando en un instante de ser
una bestia elegante a una hermosa mujer, que se sentó a la mesa con los demás
magos como si no hubiera pasado nada raro.

La fila avanzó, y yo me adelanté unos metros, apartando la vista de la plaza


porque necesitaba pensar, y eso ya era bastante difícil sin distracciones.
Acababa de pasar las dos últimas horas retrocediendo en el tiempo, intentando
adelantarme al hechizo de ese libro. Y fracasando cada vez, porque no
importaba cuánto retrocediera, seguía igual: en blanco.

Y siempre lo estaría.

Lo sabía, porque reconocía el hechizo que tenía. Era el mismo o muy similar a
uno que el consejo supremo de demonios había usado recientemente en Pritkin.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Desde entonces, él y los señores demonios se habían reconciliado, más o


menos, pero en su momento lo consideraron una gran amenaza. Lo suficiente
como para hacer retroceder su alma en el tiempo, enviándola a toda velocidad
hacia el momento de su nacimiento. Si hubiera completado su viaje antes de que
yo llegara a él, lo habría borrado literalmente de la existencia.

Justo como alguien había hecho con la página uno-noventa-uno.

Porque ese hechizo se había completado, destruyendo su foco en cada periodo


de tiempo, sin dejar literalmente nada atrás. Alguien realmente había querido
que Nodo D'Amore se borrara de la historia.

¿Tanto como para invadir la biblioteca para realizar el hechizo, y luego quemarla
para ocultar lo que habían hecho? Porque eso era lo que parecía.

Lo que no podía entender era por qué.

Sí, la mayoría de las copias del Nudo de los Amantes habían sido destruidas
hace siglos, ya que tenía algunos efectos secundarios desafortunados. El
principal era que unía a dos personas en un nivel metafísico, hasta el punto de
que, mágicamente hablando, eran una sola persona. Lo que significa que, si uno
moría, ambos lo hacían.

Era una de las razones por las que estaba tan enfadada con Mircea por ese
pequeño desvío a Faerie. No sólo había arriesgado su propia vida. Había
arriesgado la mía.

Pero, normalmente, no era así como funcionaba; de hecho, era el problema


opuesto lo que había relegado al Nudo de los Amantes al montón de basura de
la historia.

El hechizo se había utilizado en algunas de las antiguas guerras de vampiros,


para dar a los maestros vampiros el poder de un mago, haciéndolos aún más
mortíferos de lo que ya eran. Pero el bando contrario se dio cuenta y empezó a
apuntar a los usuarios de magia a los que los vampiros estaban vinculados, que
eran muertes mucho más fáciles. Después de que se perdieran demasiados
maestros al morir su amante mago, el hechizo se suspendió y las copias del
mismo se destruyeron. Excepto esa, aparentemente.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Unos fuertes gritos estallaron detrás de mí, haciéndome estremecer y mirar a mi


alrededor. Vi a un grupo de nuevos reclutas, ninguno de los cuales parecía tener
más de dieciséis años, disparando a la pared de cabezas giratorias. Sus
hechizos dispersaron la magia momentáneamente, convirtiendo la lista de los
más buscados en su propia galería de tiro personal.

Pero su diversión no duró. Una luz azul empezó a parpadear sin que se
pudiera distinguir la fuente, salpicando los ladrillos y las caras de preocupación
de los chicos. Y entonces aparecieron un par de magos de guerra con aspecto
cabreado para romper algunos cráneos.

Eso terminó el juego, pero uno de los chicos se había aferrado a un último
hechizo y lo soltó accidentalmente, lo que le valió un golpe en las orejas y la
explosión de la cabeza de Jonathan. Y me hizo recordar aquella breve y extraña
visión que había tenido de él, vista a través de los ojos de un gato. ¿Qué había
estado haciendo en esa biblioteca?

Por lo que entendí, Jonathan estaba muy arriba en el Círculo Negro, la


contraparte malvada del Círculo Plateado que estaban aliados con nuestros
enemigos en la guerra. Era como un general o algo así, su especialista en
hechizos extraños, antiguos y olvidados, y un cerebro de ataques creativos en
la guerra. Entonces, ¿qué había estado haciendo en una incursión? ¿No solían
usar lacayos para eso?

Sin embargo, él había estado allí. Tal vez porque el hechizo utilizado en Pritkin
no era uno que cualquiera pudiera hacer. La entidad que lo había hechizado era
el mismísimo jefe del consejo supremo de demonios, un ser enormemente
poderoso conocido como Adra. Ni siquiera estaba segura de que un mago
normal pudiera lanzarlo, pero si alguien podía, era Jonathan.

Se aprendía mucho en algo así como novecientos años.

Me estaba acercando al mostrador con todos los magníficos pasteles, pero hoy,
no podía concentrarme en ellos. Porque nada de esto tenía sentido. Parecía
que un líder de la oposición había invadido el cuartel general del Círculo para
destruir por completo todos los registros de un peligroso hechizo, y luego había
incendiado la biblioteca para ocultar su interés en él. ¿Y tal vez incluso mató

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

a una bibliotecaria perfectamente inocente porque estaba a cargo de esa sección


y podría haberla leído?

Maldita sea, pensé, repentinamente furiosa. ¿Había muerto Emma por eso? ¿Y
por qué? ¡No era que no hubiera más formas de que alguien consiguiera ese
hechizo!

Mircea se había topado con él porque un modisto lo había encontrado en un viejo


grimorio y no se había dado cuenta de lo que tenía. Probablemente también
había otras copias desperdigadas por ahí, que se habían perdido en la purga.
Por no hablar de que Pritkin lo había sabido de memoria, porque coleccionaba
hechizos antiguos.

Había otros magos que hacían lo mismo, y que también podían tener copias
guardadas. Puede que no lo lanzaran, considerando en cuántos problemas
podría meterlos, pero probablemente lo conocían. Carajo, incluso podría haber
otros vampiros que lo supieran, ya que aquellas guerras de antaño no fueron tan
antiguas para ellos.

Entonces, ¿cuál había sido el maldito objetivo?

No lo sabía. Sólo sabía que una buena mujer estaba muerta y una biblioteca
estaba frita, todo por un hechizo que estaba usando. Hijo de puta.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

CAPÍTULO 10

Me desplacé a la habitación de Pritkin con mi botín, sin querer enfrentarme de


nuevo al espantoso pasillo. Y me encontré en un agujero. Literalmente.

El reciente ataque había derrumbado algunas de las principales zonas de


alojamiento del Cuartel General, y hasta que fueran reparadas, todo el mundo
tenía que arreglárselas. Eso significaba hileras de catres en los gimnasios, la
biblioteca e incluso las cafeterías por la noche, que hacían las veces de
dormitorios improvisados para los nuevos reclutas. Incluso el personal superior
tenía que pasar apuros, por lo que la actual vivienda de Pritkin parecía un agujero
de hobbit.

Uno de los más baratos, pensé, dejando caer mi bolsa y buscando un lugar para
dejar la bandeja que me habían prestado en la cafetería.

Había comprado un espresso doble de dieciséis onzas para Pritkin, cuyo cuerpo
metabolizaba la cafeína casi instantáneamente, lo que le obligaba a consumir
cantidades masivas para sentirla, y una taza de café normal para mí. También
me había vuelto un poco loca en la vitrina, y acabé con un par de sándwiches de
carne de charcutería, una ensalada, una sopa grande, un cuarto de pizza, dos
palos de nata y un bollo de crema de proporciones épicas. Este último era mío,
una recompensa por una mañana poco divertida, ¡o lo sería si pudiera encontrar
algún lugar donde dejarlo!

No había muchas opciones. La cama estaba, por supuesto, sin hacer, ya que
Pritkin era el tipo de militar menos ordenado que había visto, supongo que
porque llegó a ella tarde. Las paredes ásperas, redondeadas, de piedra y
suciedad, no tenían estantes, probablemente porque no eran lo suficientemente
fuertes como para sostener nada, e incluso la puerta sólo tenía un gancho en la
parte posterior, donde residía actualmente un abrigo de mago de guerra.

No era de Pritkin. El suyo estaba al otro lado de la habitación, colgado sobre


una silla, ya que no lo necesitaba dentro de los formidables pabellones del cuartel
general. Levantó una manga en un leve saludo hacia mí, lo que probablemente
no era más que las capas y capas de hechizos que se le habían aplicado a lo

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

largo de los años en respuesta a una presencia en la habitación. Pero le sonreí


de todos modos. Me gustaba pensar que se alegraba de verme.

El otro abrigo debía ser de Caleb, decidí. Llevaba semanas insistiendo en la


nueva prenda de abrigo que Pritkin le debía, en sustitución de una que habíamos
destruido accidentalmente. Parecía que por fin iba a conseguir su deseo.

Aparte de eso, había un cofre, que sabía que contenía armas, y un banco de
pociones improvisado hecho con una vieja cómoda, que contenía más de lo
mismo, sólo que en forma líquida. Lo miré con preocupación. No quería que nada
explotara sobre mi bollo de crema.

La silla era, entonces.

—Lo siento, —le dije al amable abrigo—. Voy a tener que moverte.

La bandeja bajó a la desordenada cama por un momento y yo recogí el abrigo.


Y me volví hacia la puerta, con la intención de ver si dos objetos mágicos podían
cohabitar el tiempo suficiente para que yo pudiera ordenar adecuadamente la
habitación. Nunca lo descubrí.

Sin embargo, sí descubrí lo que ocurre cuando una espada hechizada se


encuentra con un abrigo hechizado: nada. Salvo que la mujer que sostenía el
abrigo se llevara un buen susto, porque no esperaba que una espada voladora
le lanzara un tajo de la nada. ¡O que lo hiciera de nuevo!

Pero el abrigo la atrapó también la segunda vez, aunque iba a tener otro moratón,
porque la espada acababa de estrellarse contra el brazo que había levantado
para proteger mi cabeza. Pero no había atravesado el cuero, y no creía que
hubiera roto nada. El abrigo había absorbido la fuerza del impulso de una
manera que las prendas normales no lo hacían.

Pero eso no iba a ayudarme mucho, porque la maldita espada seguía


avanzando.

Hasta que el abrigo saltó de mis brazos y se lanzó sobre la espada mágica que
levitaba, lo cual era nuevo para mí. Pero entonces Pritkin tenía algunos hechizos
interesantes. Y un abrigo que era más inteligente que yo, porque eso no era sólo
una espada.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Parpadeé, habiendo asumido que había hecho algo para activar una de sus
armas, porque su arsenal levitaba. El de todos los magos de guerra lo hacían, lo
que permitía a un tipo realizar el trabajo de un pelotón, con un grupo de cuchillos,
armas y bombas de pociones que atacaban al mismo tiempo que él. Pero esto
no era así.

Mierda, pensé, mientras el abrigo se envolvía con determinación alrededor de la


figura de un hombre.

O, al menos, lo intentó. Pero los abrigos de los magos de guerra sólo llegaban a
la mitad de la pantorrilla, lo que significaba que el abrigo no era lo
suficientemente grande como para envolver completamente a mi atacante, que
parecía ser alto. Realmente alto. Como una estrella de la NBA o un guerrero fey,
y yo sabía cuál de ellos era más probable que me atacara.

¡Mierda!

Y entonces, quienquiera que fuera, destrozó el abrigo, porque supuse que los
encantamientos no eran tan fuertes desde el interior, y la espada lo hizo pedazos
en menos tiempo del que se tarda en decir. Pero la prenda arruinada me había
hecho ganar unos segundos, y también me había dado un objetivo. Y en
estos días, eso era suficiente.

Envié un hechizo de tiempo hacia delante, que debería haber convertido a mi


atacante en polvo, o al menos haber destruido su hechizo de invisibilidad. Pero
debí fallar, al menos al tipo. Su espada, en cambio, se hizo añicos cuando se
abalanzó de nuevo sobre mí y golpeó la silla en su lugar, porque acababa de
añadir cientos de años a su edad. Y me había apartado del camino
inmediatamente después, junto a la mesa de pociones de Pritkin.

No sabía qué contenían todos los frascos que empecé a arrojarle a mi atacante,
mas Pritkin no hacía demasiados brebajes benignos. Pero el Fey debe haber
sacado algún tipo de escudo, porque nada consiguió atravesarlo. Lo que sí
hicieron las pociones, sin embargo, fue salpicar todo dicho escudo, dándome
una ubicación exacta.

Y permitiéndome golpearlo con dos hechizos a la vez: un ralentizador y una


rueda de hámster.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

El primero era una forma mucho más fácil de detener el tiempo, una que no
drenaba todas mis fuerzas mientras reducía incluso la velocidad fey a una
fracción de lo normal. De la segunda me sentía especialmente orgullosa, ya que
acababa de dominarla después de que mi entrenadora, la hubiera utilizado en
mí durante una semana. En esencia, provocaba un bucle temporal en miniatura,
atrapando al sujeto en su lugar, o para ser más exactos, en el tiempo. Lo obligaba
a revivir un breve bucle una y otra vez, hasta que el hechizo se acababa o yo lo
liberaba.

O hasta que se liberara, pensé, porque el bastardo se desprendió de él cinco


segundos más tarde, ¡que es todo lo que una puta tonelada de magia me había
comprado!

Maldita sea, ¡sabía que debería haber lanzado un paro de tiempo completo! Pero
ese tipo de cosas eran debilitantes. Lo que significaba que, si no funcionaba, y
los fey eran resistentes al poder De Pitia, como éste acababa de demostrar,
sería un blanco fácil. ¡Lo que básicamente era ahora, de todos modos, porque
él había dejado caer sus escudos salpicados de pociones y ahora no podía verlo
de nuevo!

Pero pude ver cómo la puerta se abría de golpe y se estrellaba contra la pared
mientras alguien salía de la habitación. Por un segundo, me sentí agradecida,
aunque confundida. Hasta que recordé: esta no era mi habitación.

¡Hijo de puta!

Corrí hacia el pasillo, mirando frenéticamente a ambos lados. Pero no había nada
que ver... ¡no me digas, Cassie! Excepto un tipo pequeño, con cara de hurón y
bata de laboratorio, que se apresuraba hacia aquí con la nariz enterrada en una
tablilla.

Lo agarré y lo sacudí. —¿Dónde está la sala de entrenamiento uno?

Allí era donde se suponía que debía estar Pritkin hasta que terminara su clase.
Y, a menos que tuviera más suerte de lo habitual, allí era donde se dirigía el
aspirante a asesino. Pero Bata de Laboratorio no parecía entender la pregunta.

—¿Q-Qué? —Me miró con ojos marrones sobresaltados.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—¡La sala de entrenamiento uno! ¿Dónde está?

—Eh, por ahí. —Señaló a la izquierda, y me puse en marcha, sólo para dar la
vuelta casi de inmediato. Porque un fey era mucho más rápido que yo. ¡Y no
podía hacer un desplazamiento espacial en un lugar donde nunca había
estado!— ¿Teléfono?

—¿Qué?

—¡Teléfono! ¡Teléfono! ¿Tienes un...?

Me pusieron un teléfono en la cara. Empecé a recorrer el pasillo con él,


marcando frenéticamente el número de Pritkin. Sólo para descubrir que no
funcionaba.

—No funciona, —dijo el hombrecillo, siguiendo mi ritmo, probablemente porque


le estaba robando el teléfono—. Las guardas principales están en línea.

¡Mierda! Lo había olvidado: las guardas, al menos las grandes, no jugaban bien
con la electrónica, por no hablar de que estábamos bajo tierra. —Necesito
ponerme en contacto con el mago Pritkin, —le dije al hombre—. ¡Hay un asesino
aquí!

—Oh, eso es imposible, —me aseguró—. Nuestras protecciones son las mejores
que...

Lo estampé contra la pared. —¡Hay un asesino! ¡Va tras el mago Pritkin! Dime
cómo detenerlo, o juro por Dios...

Me detuve, pero no porque el hombre, que parecía sorprendido, hubiera dicho


algo útil... o cualquier cosa. Sino porque una alarma había comenzado a sonar
cerca, lo suficientemente fuerte como para doler. Y para apretar mi corazón,
porque Dios mío, no podía haber llegado a Pritkin tan rápido, ¿verdad?

—¿Qué es eso? —Pregunté, mientras otra luz azul brillante empezaba a salpicar
las ásperas paredes del pasillo como un intermitente de la policía.

—L-Las guardas, como dije, —tartamudeó el hombrecito—. Son bastante


sensibles y reaccionan mal a la violencia.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—¡Noticias para mí! Algo casi me destripa en las habitaciones del mago Pritkin.

—Bueno, no funciona en las habitaciones, —dijo, con cara de asombro—. Eso


sería una invasión de la privacidad.

Tomé aire y pensé en enviarlo, con ropa de verano y todo, al Ártico. Lo pensé
mucho.

—¿Qué hacen fuera de las habitaciones? —grité.

—Eh, eso, —dijo, señalando vagamente la luz—. Si la perturbación es lo


suficientemente grave, sellan el acceso.

—¿Acceso a qué?

—Todo. Cerraron el sitio.

Lo miré fijamente por un segundo. Y luego lo lancé contra la otra pared. —¡Pelea
conmigo!

—¿Qué?

—¡Deja de hablar y pelea conmigo! —Grité, pero no lo hizo. Se quedó allí,


mirando fijamente, hasta que volví corriendo a la habitación de Pritkin y cogí un
montón de armas del banco. Y luego volví a salir para encontrarlo en el mismo
lugar, como si hubiera estado congelado allí, sólo que yo no lo había hecho.

—¡Pelea conmigo! —Grité, y lancé una bomba de poción.

No le di; ni siquiera le estaba apuntando. Pero en cuanto la bomba estalló contra


el suelo, enviando una lengua de llamas verdes lamiendo el techo, gritó como un
condenado y salió corriendo como un conejo asustado. Y fue casi tan rápido
como uno.

Corrí tras él, lanzando cosas a las paredes, al techo y al suelo. A veces
golpeaban al otro lado del pasillo, a veces justo delante, enviando al hombre en
pánico al ping pong entre ellos, chillando todo el tiempo. Y, tal como había
dicho, a las guardas no les gustaba eso.

No les gustaba en absoluto.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Los colores que iluminaban el túnel cambiaron de azul a amarillo, a naranja y, Al


final, a rojo. Y, en cuanto llegó la luz roja, el hombrecillo se detuvo, ya que, por
su aspecto, había chocado con algo. Tampoco había nada que ver allí, pero
cuando lo alcancé y extendí una mano, una poderosa guarda sacó la mierda
fuera de mí con una descarga.

—¿A esto te referías con lo de cerrar las cosas? —Pregunté.

—¡Augghhh! —dijo—. ¡Augghhh!

Sí, eso fue útil.

Como esa guarda en particular, que no había capturado una mierda, por lo que
pude ver. Pero una de las otras podría. No sabía dónde estaba esa maldita sala
de entrenamiento, pero si cerrábamos suficientes segmentos del pasillo, no
importaría. El hombre invisible quedaría atrapado en uno de ellos.

Agarré el brazo de Bata de Laboratorio y nos hice pasar por la barrera. Me miró
alarmado y confundido. —Yo... ¿Cómo has hecho eso? Y por qué...

Se interrumpió, porque yo acababa de sacar un pequeño frasco rojo de mi


escondite y lo agitaba hacia él. —¡Corre! —Le grité.

Corrió.

Y, honestamente, no podría haber pedido un mejor compañero. No dejaba de


mirar por encima del hombro, supongo que para ver si yo seguía allí. Lo que lo
llevó a tropezar con cosas, paredes, puertas, otros tipos de secretaría, porque
esto parecía ser un área administrativa, y guardas. Muchas guardas.

Y cada vez que se topaba con una de estas últimas, lo agarraba y nos
desplazaba. Hicieron falta tres de esos desplazamientos antes de que
empezáramos a encontrarnos con una oposición seria, en forma de un grupo de
magos de guerra que salieron corriendo hacia nosotros desde lo que parecía ser
una pared sólida. Y agarraron a Bata de Laboratorio, que estaba chillando
demasiado para explicar algo.

Yo lo agarré de vuelta. —¡Peleen conmigo! —Les dije, porque no tenía tiempo


para nada más.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—¿Qué? —Dijo uno de ellos, con cara de confusión más que de enfado.

—¡Peleen conmigo! —Grité, y lancé una bomba de poción, que explotó en una
neblina de humo púrpura.

No les hizo daño, Pritkin usaba ese tipo de cosas para cubrirse en el campo,
pero no los hizo felices. Me desplacé con Bata de Laboratorio hasta el final de
un largo pasillo, y miré hacia atrás para ver lo que parecía ser todo un escuadrón
de magos de guerra que se dirigía hacia aquí. Llevaban los brazos cubiertos de
cuero sobre sus rostros para que sirvieran de máscaras de gas improvisadas, y
una serie de hechizos que salían delante de ellos.

Los cuales golpeaban la guarda que acabábamos de atravesar y rebotaban,


haciendo que tuvieran que agacharse o escudarse.

—Es difícil conseguir buena ayuda en estos días, —le dije a mi compañero, y
agité una granada hacia él.

Parece haber captado la idea, porque volvió a salir disparado, gritando


amablemente como un loco. Aunque ahora empezaba a sonar un poco
superficial, y no dejaba de mirarme más con perplejidad que con terror. Sobre
todo al verme lanzando pociones a todo menos a él.

—Estoy fuera de forma, —dijo, después de un momento, sonando sin aliento—.


No puedo seguir así mucho tiempo.

—¿Es esa la sala de entrenamiento uno? —Pregunté, señalando una gran


abertura oblonga en la pared al final del pasillo.

—Sí, —jadeó—. Esa es...

—¿Hay una guarda sobre la puerta?

Se detuvo de repente y me miró. —Puede haberla.

—Ponla y mantenla. No dejes entrar ni salir nada y habrás terminado, —le dije.

Me miró fijamente, con una mano regordeta acercándose a su garganta. —Hay...


de verdad hay un asesino aquí, ¿no?

—Sí, —dije, y me desplacé.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

La sala de entrenamiento era una zona grande y abierta con un gimnasio a la


derecha, una fila de taquillas a la izquierda y un montón de catres apilados al
fondo. También tenía una barrera en el centro, como las del pasillo exterior. Pero
no era invisible como ellas, aunque no porque ésta fuera diferente.

Sino porque yo lo era.

Visión vampírica se había encendido cuando entré en la habitación, a pesar de


que no se lo había ordenado. Y lo que es más extraño, el olfato de vampiro
también se había activado, o como quieras llamar a una nariz súper sensible. Y
la maldita habitación apestaba.

Fui asaltada por mil pies sucios y cuerpos sudorosos, que se remontaban a lo
que parecían años; por humo de pipa, un toque persistente de especias de
quizás esta mañana; por jabón y crema para el pelo y colonia, porque esto era
un dormitorio de noche; y por magia gastada, aceite de armas y suciedad.

Y por algo más.

Me llegó de repente y con una fuerza sorprendente: esta vez no era un olor
desagradable, sino todo lo contrario. Por un momento, pensé que era yo, el
olor perfumado tan parecido al del glamour que llevaba. Pero no era yo.

Sin embargo, estaba hecho de la misma materia que mi olorosa nueva máscara
facial: flora fey. Un disfraz fey tan extraño y tan perfecto que había engañado a
las guardas. Y a los ojos. Pero nada engañaba a la nariz de un vampiro.

Algo se abalanzó sobre mí, de la nada, pero una ola de olor me advirtió justo a
tiempo y me aparté. No muy lejos, sólo unos metros. Y luego giré y lancé un
hechizo de tiempo, y me desplacé de nuevo.

Me rematerialicé a tiempo para ver una hilera de taquillas derrumbarse sobre sí


mismas, el metal carcomido por el tiempo, el contenido convertido en polvo. Y
nada más. No podía saber si había destruido al asesino, pero lo dudaba. Si lo
hubiera golpeado, la ilusión también debería haber desaparecido, y debería
haber un cuerpo en el suelo.

Pero no lo había.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Escaneé la habitación, pero a pesar de mis esfuerzos, ni siquiera un vampiro


podía ver a través de esta ilusión. Nada se ondulaba; nada se movía. ¡Maldita
sea, era bueno!

Pero también lo era Mircea.

Y descubrí algo que nunca había entendido realmente: los vampiros no


necesitaban ojos. De hecho, ahora mismo, sólo eran una distracción. Me
esforzaba por ver cuando lo que necesitaba era confiar en mis otros sentidos.

Cerré los ojos y noté vagamente que alguien golpeaba algo cerca. Pritkin. Lo
había visto a él y a un gran grupo de lo que supuse eran sus alumnos, atrapados
detrás de la guarda cuando entré. Pero no me había dado cuenta hasta ahora
de que estaba enfadado, no, estaba furioso y que le gritaba a alguien que bajara
la maldita guarda. ¡Que la bajen ya! Pero otra persona le decía que tardaría un
minuto, tal vez dos, y que eso era suficiente.

Fue suficiente.

Esta vez, cuando la ola de olor se abalanzó sobre mí, estaba preparada. Y no
me molesté en desintegrar ninguna taquilla. Esperé hasta que el fey estuvo casi
encima de mí, hasta que mis nervios me gritaron fuera, fuera, fuera, hasta
que casi pude sentir el filo de otra hoja mordiéndome la piel.

Y entonces comprobé que el tiempo y la energía de mi entrenadora no habían


sido desperdiciados.

—Astara, —susurré, e inmediatamente oí un grito, agudo y terrible, y una espada


repiqueteando contra la tierra dura.

Me quedé con los ojos cerrados un momento más, sabiendo lo que acababa de
ocurrir. Y sin querer ver un pentagrama de luz abriéndose en el interior de un
cuerpo, uno que dudaba que un glamour, por potente que fuera, pudiera ocultar.
No cuando dicho cuerpo estaba siendo desgarrado, con los brazos, las piernas
y el torso siendo enviados, no a un lugar diferente, sino a un tiempo diferente.

Muy diferente.

Los gritos cesaron abruptamente y el hechizo se cerró. Me arriesgué a echar un


vistazo y no vi más que un charco de sangre en el suelo y un grupo de magos

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

de guerra con cara de asombro que se asomaban a la puerta. Y Pritkin, con los
brazos aún levantados de donde había estado martillando el escudo, a medio
camino de la habitación, con los ojos enormes, pero la cara inexpresiva.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

CAPÍTULO 11

—Aquí está, —dijo Jonas, levantando un gran libro de un estante—. Debería


estar por aquí.

Hizo una pausa, probablemente al ver mi cara, que con glamour o sin él estaba
probablemente verde. La adrenalina de la persecución me había mantenido en
pie lo suficiente como para llegar a su oficina, pero ya estaba empezando a
desaparecer. ¿En qué demonios estaba pensando?

—¿En qué demonios estabas pensando? —Demandó Pritkin. Había estado


paseando como un león enjaulado, pero ahora se abalanzó sobre mí.

—Ya, ya, —dijo Jonas—. Vamos a darle un momento, ¿de acuerdo?

—¡Ella es la Pitia! Tiene todos los momentos que quiera. —Me miró fijamente—
. ¡Ése es el maldito punto! Podrías haber retrocedido en el tiempo y advertirnos
de lo que nos esperaba en mi habitación. No tenías que perseguirlo por media
instalación y casi hacer que te mataran.

Eso era exactamente lo que me había estado diciendo a mí misma, pero que me
lo echaran en cara así me cabreó.

—Entonces volvamos ahora mismo, —desafié—. Podemos capturarlo...

Se abalanzó sobre mí. —¿Y si tenía ayuda? ¿Ayuda que te destripa en cuanto
aparecemos?

—No vi ninguna ayuda...

—¡Tú no viste nada! ¡Y no te vas a acercar a esa habitación!

Sentí que una réplica saltaba a mis labios, pero me obligué a tragarla. Haber
estado atrapado detrás de una guarda mientras yo cazaba a un guerrero fey justo
delante de él no parecía haberle hecho ningún bien a su presión arterial. Y no
quería contribuir a darle un aneurisma a mi novio.

—Podrías haber salido de la sala de entrenamiento, —continuó Pritkin, su voz


fría como el hielo—. Las guardas tenían a esa criatura atrapada; estaba
efectivamente inmovilizada en cuanto entró en esa habitación. Podría haber sido

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

tratado con facilidad y rapidez por hombres entrenados para ello, pero ¿qué
haces en su lugar? Te metes ahí dentro con él.

Vale, hay tenía un buen punto, pensé.

—No era mi intención ponerme en peligro, —dije—. Pero es un poco difícil


pensar con claridad cuando un hombre invisible está tratando de destriparte.

Pero Pritkin no aceptaba nada de lo que dijera.

—¡Mierda! ¡Te he entrenado mejor que eso! Sabes cómo pensar bajo presión,
cómo tomar la decisión correcta...

—Pensé que lo había hecho...

—¡Si casi mueres, no fue la decisión correcta!

—Bueno, tal vez no soy tan buena estudiante como crees, —dije, sintiendo que
se me salían las lágrimas. Lo que sólo me hizo enfadar más, porque no era
el momento, ¡maldita sea!

—Ya, ya, —volvió a decir Jonás, y esta vez me dio una palmadita en la mano.

Parecía realmente preocupado, lo que no significaba nada porque Jonas


Marsden era el mejor actor que conocía. Debería serlo. Llevaba décadas
perfeccionando el papel de anciano tembloroso, lo cual era difícil de vender
teniendo en cuenta que también era el actual líder del Círculo Plateado.

La pantomima se veía favorecida por el hecho de que no parecía ni remotamente


peligroso. Especialmente cuando llevaba una prenda que se suponía que era un
traje de vuelo, pero que en su cuerpo de Papá Noel parecía más bien un mono
verde oliva. Lo único que le faltaba era un chupete y una mantita para estar listo
para la cama.

Pero en su lugar, tenía un enorme libro en una mano y un par de gafas de media
luna en la otra, que se colocó en la nariz. Aumentaron la vibra de Papá Noel,
especialmente cuando se combinaron con su salvaje melena blanca. Hoy estaba
más ondulada, ondeando alrededor de su cabeza como si estuviera debajo de
un ventilador de aire acondicionado. Pero había estado rodeada de usuarios de

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

la magia el tiempo suficiente como para saber que lo que la estaba haciendo
flotar no era el aire.

Los cinco magos que se agolpaban en la puerta también estaban teniendo un


mal día de pelo extra. Su poder se disparaba, pero al no haber nadie a quien
golpear, se desprendía en el aire como electricidad estática. Pero ninguno de
ellos podía compararse con Pritkin.

Parecía que había metido un dedo en un enchufe, o quizá en un rayo, porque


su pelo crujía cuando se movía. Si no hubiera estado tan asustada, lo habría
encontrado fascinante: crujido, pisotón, crujido, pisotón, mientras se paseaba por
la habitación. Pero no había espacio para moverse mucho, porque los magos
de guerra tenían un fetiche por la austeridad, así que ni siquiera Jonas tenía una
oficina palaciega.

Y ese hecho parecía alimentar la rabia de Pritkin, o el miedo, o, más


probablemente, una combinación de ambos, así que en lugar de bajar de la
adrenalina, seguía subiendo.

—Te va a dar un ataque al corazón, —le dije, temiendo que fuera cierto.

—¡Tú me vas a dar un ataque al corazón! —gruñó, antes de arrodillarse de


repente a mis pies, sólo que fue más bien como una embestida. Había adquirido
un abrigo de mago de guerra de alguna parte; no sabía de dónde porque no
habíamos vuelto a su habitación. Pero estaba allí, sin embargo, y lo que es más
extraño, se parecía a la suya.

Además, se arremolinó de forma impresionante cuando hizo la maniobra de


arrodillarse que no era arrodillarse, porque estaba diseñada para ponerse en mi
cara.

Como, justo en ella. De repente, Pritkin estaba lo suficientemente cerca como


para sentir su aliento en mis labios, lo que normalmente era algo bueno, pero...
ahora no. —¿Por qué tienes ese aspecto? —preguntó.

—¿Cómo qué?

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Los ojos verdes buscaron en mi cara, y no se perdieron mucho, haciendo que


tuviera que trabajar para no retorcerme. —Como si estuvieras perfectamente
tranquila y serena. Ni siquiera estás sonrojada.

—Tal vez estoy... pálida... con... uh...

—¡Ni siquiera estabas sonrojada ahí dentro! —Lanzó un brazo, supongo que en
dirección a la sala de entrenamiento uno, aunque ¿quién podría decirlo?
Habíamos pasado por tantos giros y vueltas en el camino que estaba totalmente
perdida. Lo único que sabía era que nos encontrábamos de nuevo en la
superficie, en una pequeña oficina con una bonita y anticuada ventana provista
de cristales en forma de diamante, y algunas rosas floreciendo en el exterior.

Sus cabezas eran demasiado pesadas para sus tallos, lo que hacía que se
balancearan ebriamente con la brisa. Las hacía desaparecer por debajo de la
ventana cada vez que soplaba demasiado fuerte, y luego volvían a aparecer de
repente, como si fueran mirones florales. El viento también les estaba haciendo
pasar un mal rato a unos gordos abejorros, que estaban tratando de conseguir
un trago. Se sumergían y se elevaban junto con las flores, y movían sus
pequeños traseros de abeja mientras ajustaban su curso, como si estuvieran
haciendo una especie de baile extraño...

—Lady Cassandra, —dijo Pritkin, apretando los dientes pero usando mi título,
porque teníamos compañía—. Estás usando un glamour.

—¿Y?

—¿Por qué? —Fue duro. También fue exasperante.

—¿Porque me apetece?

—¡Quítatelo!

—¡Deja de hacer eso!

—¿Hacer qué?

—Tratarme como a una niña. Come tus verduras, espera en mi habitación,


muéstrame tu cara...

118
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—¿No hagas pedazos a los asesinos fey antes de que podamos interrogarlos?
—añadió Jonas con suavidad, sin levantar la vista de su libro.

Entrecerré los ojos hacia él. —No tenía muchas opciones...

Pritkin juró. Luego miró a sus compañeros magos.

—Fuera.

—Vete a la mierda, —sugirió uno, porque todos tenían ganas de pelea. Un


enemigo había invadido su base, había atacado a una mujer a la que estaban
obligados a proteger y, probablemente lo peor de todo desde su punto de vista,
dicha mujer había conseguido salvarse mientras les hacía parecer... poco
competentes. Lo cual era injusto.

Habían esquivado esos hechizos en el pasillo como un jefe.

—¡Aquí está! —Jonas se ajustó las gafas—. De una entrada fechada el 4


de septiembre de 1761: "Hoy se ha descubierto el torso de un fey macho en la
sala de entrenamiento número siete". —Nos miró por encima de sus gafas—. La
que nosotros llamamos número uno fue en realidad la séptima en ser
desenterrada, ya ven, pero las otras seis fueron tomadas por la nueva instalación
médica completada en 1883...

—Jonas. —Si los dientes de Pritkin se apretaban más, iban a romperse.

—Sí, por supuesto. ¿Dónde estábamos? "El torso estaba desnudo, sin ninguna
insignia que especificara la afiliación al clan, y el cuerpo estaba muy
descompuesto. Sin embargo, se determinó que era de la subraza fey de la luz, y
se notificó a las autoridades competentes..."

—¿Por qué eso estaba desnudo? —Preguntó de repente el mismo mago que
había hablado antes. Sonaba americano.

—Él, y el tiempo desintegró su ropa, —dije, señalando lo obvio.

—¿Golpeaste eso con un hechizo de tiempo y siguió moviéndose? —Parpadeé


al mirarlo.

—Él. Y, no. Murió.

119
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—Entonces, ¿por qué el torso sólo estaba descompuesto, pero la ropa había
desaparecido? —Preguntó, como Sherlock Holmes haciendo algún tipo de
deducción importante—. ¡La carne se pudre más rápido que la ropa!

—Jonas dijo "muy descompuesto", —le recordé, preguntándome si tenían


tests de inteligencia para los magos de guerra, y pensando que podría ser una
idea útil—. Y tal vez tenía ropa de mierda. No sé...

—No, no lo sabes. ¡Por eso deberías habernos dejado hacer nuestro trabajo!

—Ni siquiera podían verlo, —dije enfadada.

—¿Y tú podías?

—Esa es una buena pregunta, —dijo Jonas, levantando la vista de su libro—


.¿Cómo lo detectaste, Cassandra?

—Lady Cassandra, —espetó Pritkin, por encima de su hombro, habiendo vuelto


a pasearse.

—Sí, por supuesto. —Jonas me sonrió amablemente.

—Cosas de la Pitia, —dije, agradeciendo que el comentario de Pritkin me hubiera


dado un segundo.

—¿De verdad? ¿De qué tipo, si se puede saber?

—Más tarde, —dijo Pritkin, acudiendo de nuevo en mi ayuda sin darse cuenta.
O tal vez lo hizo. Podía estar enfadado, pero eso no significaba que no me
cubriera las espaldas.

—Por supuesto, —dijo Jonas, dejándolo caer con demasiada facilidad, pero en
ese momento no me importó.

—"El cuerpo ha sido entregado al representante de los fey", —


continuó—. "Junto con lo que parecía ser una espinilla mucho más antigua,
también determinada por nuestros médicos como de origen fey. La Dra.
Campbell ha especulado que esta zona podría haber sido una vez un cementerio
para los fey exiliados que no podían ser enterrados en su propio suelo..."

—Entonces, ¿dónde está el resto de él? —Exigió el Mago bocazas. Me estaba


cansando mucho de este tipo.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Y también, al parecer, lo estaba Pritkin. —¿Qué mierda importa? Está muerto...

—Sí, lo entiendo.

—...nuestro trabajo es averiguar cómo entró, qué quería, ¡y si hay más de esas
malditas cosas!

—Bueno, tú eres el experto en fey, —dijo bocazas—. ¿O era en demonios? Lo


he olvidado.

—Simpson, —dijo Jonas, todavía leyendo—. Sé un buen chico, ¿sí? y cierra la


puerta al salir.

Simpson se fue, después de lanzarle a Pritkin otra mirada de "donde sea, cuando
sea", y afortunadamente se llevó a los demás con él. Lo eché de menos
inmediatamente. Bocazas había sido irritante, pero también una buena
distracción, y ahora era de repente el único foco de atención de dos pares de
ojos muy inteligentes.

—Parece que estás aprendiendo mucho más sobre tu posición, —dijo


Jonas—. Fue una técnica muy avanzada la que usaste.

Empecé a responder, pero me di cuenta de que no tenía ninguna respuesta. No


una que pudiera compartir, al menos. De hecho, había tantos temas que
evitar ahora mismo que esta conversación empezaba a parecer un campo de
minas: mi actual entrenadora, a la que se suponía que ni siquiera debía conocer,
ya que rompía una tonelada de reglas de la Pitia; Jonathan y su asesinato de
Emma y la destrucción inútil de ese hechizo; y Mircea, cuyas habilidades
prestadas me habían permitido acabar con un fey.

El primero podría hacer que me dieran un sermón sobre las razones de las
normas de la Pitia, si es que accidentalmente lo revelaba. Eso era especialmente
cierto con Hilde en mi corte. Ella podría haberme entrenado en el poder de Pitia
sin ningún riesgo, por mínimo que fuera, para la línea de tiempo.

Pero ella nunca había sido Pitia, y eso implicaba mucho más que nuevos
hechizos ingeniosos. Y le gustara o no admitirlo, era vieja, como realmente vieja,
y había muchas técnicas que serían peligrosas para ella. Como Astara.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Por eso probablemente Jonas sospechaba: sabía que ella no me había


enseñado ese hechizo.

Pero francamente no era de su incumbencia quién me había enseñado qué, o


cómo obtuve el entrenamiento que me había perdido. Eso era asunto de la
corte. A diferencia de los dos últimos puntos de la lista.

—¿Cassandra?

Hice una pausa más, a pesar de que probablemente parecía muy sospechoso a
estas alturas. Pero no sabía si tenía algo útil que ofrecer sobre Jonathan o el
Nudo de los Amantes. Si hablaba de ellos, corría el riesgo de revelar que estaba
atada a un maestro vampiro que era capaz de explotar mi poder y... sí, no.

Tenía que acabar con ese hechizo antes de que alguien descubriera lo que
estaba haciendo Mircea, o sería un cara o cruz quién lo mataría primero: el
Círculo como guardianes de la Pitia, o los celosos miembros del senado vampiro.

Tal vez por fin podrían cooperar en algo, pensé sombríamente.

Pero lo que dije fue: —El poder entrena a la Pitia.

Jonas me sonrió.

—Así es.

—Podrían haberte matado, —dijo Pritkin, volviendo a preocuparse por ese hueso
un poco más. Y esta vez, su voz era baja y aparentemente tranquila, lo cual era
malo. Pritkin estaba bien mientras gritaba; era cuando se callaba cuando había
que preocuparse.

Pero no estaba dispuesta a sentarme y que me dieran un sermón por ninguno


de los dos. También tenía un punto que hacer, y era bueno.

—Yo no era el objetivo.

—Él te atacó...

—En tu habitación. Donde se suponía que yo no debía estar. Probablemente no


quería enfrentarse a dos oponentes, así que cuando aparecí, decidió
eliminarme a mí primero, y luego seguir esperando por ti.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Pero Pritkin no parecía impresionado. —Un asesino fey tiene la oportunidad de


matar a la Pitia, una de sus principales oponentes en la guerra, ¿y aún así crees
que estaba detrás de mí?

—Estaba en tu habitación, —repetí.

—¿Podría alguien haber sabido que estarías allí? —me preguntó Jonas—. ¿Fue
este un evento habitual?

—El almuerzo, algo así. La cena, no. Le envié un mensaje a Pritkin para
organizarlo.

—Estaba arriba para una reunión antes, donde las guardas son mínimas, —
añadió Pritkin—. Cuando recibí el mensaje. Pero mi teléfono es seguro...

—Ningún teléfono es seguro, —dijo Jonas—. Sólo comunicación escrita,


a partir de ahora.

Pritkin asintió.

Jonas volvió a centrar su atención en mí. —¿Llevaste la cena a su habitación?

Ya sabía la respuesta a eso. Había magos de guerra arrastrándose por todo el


pequeño espacio en este momento. Uno de los bastardos probablemente tenía
mi bollo de crema en una bolsa de pruebas.

—Lo recogí en la panadería cerca de la encrucijada, —confirmé—. Supongo que


alguien podría haberme visto, y averiguar que no estaba cenando sola por la
cantidad de comida que tenía. Pero no había forma de que supieran a dónde
iba...

—¿No la había? —preguntó Jonas, pero no me miraba.

Pritkin tenía una mano en la nuca, la cabeza hundida y la frente fruncida. —


Hemos tenido cuidado.

—¿Cuanto?

Y de repente, ahí estaba: el astuto y peligroso mago asomando por debajo del
disfraz de Papá Noel. Pritkin ni siquiera lo miraba, pero debió de oír el cambio en
su voz. Porque sus hombros se endurecieron.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—No lo suficiente, —admitió.

—¿No lo suficiente para qué? —pregunté, mirando de un lado a otro entre los
dos.

—Si se sabe que estás regularmente en compañía de otra persona, eso te hace
vulnerable, —explicó Jonas—. Tu seguridad en la Corte de la Pitia se vuelve
irrelevante, cuando se sabe que, tarde o temprano, visitarás a tu amante. Alguien
no tiene que atacarte en tu base de operaciones, donde estás rodeada de
guardias y vigilantes; simplemente tienen que esperar.

—En las habitaciones de Pritkin. En el corazón del cuartel general. —Me


preguntaba si él entendía lo descabellado que sonaba eso.

—Admito que, en circunstancias normales, deberías haber estado a salvo aquí...

—Estaba a salvo aquí.

—¡Te atacaron aquí! —Espetó Pritkin.

Me crucé de brazos. —¿Y cuál de nosotros está muerto?

—¡Si el fey hubiera llevado un arma a distancia, podría haberte disparado en


cuanto te materializaste en la sala de entrenamiento! ¿O es que no has pensado
en eso?

Por un momento, nos miramos fijamente.

Jonas suspiró. —Esto es en parte culpa mía, —admitió—. Debería haber puesto
fin a esto antes...

—¿Poner fin a qué? —pregunté.

—... pero ha sido útil. A mucha gente le preocupa que estés demasiado cerca de
los vampiros, Cassie. Que te vieran salir con un mago de guerra fue...
tranquilizador... para ellos.

—Mi vida amorosa no es asunto de nadie...

—Lo es cuando eres la Pitia.

—... y aunque lo fuera, no te correspondería a ti sermonearme. ¡Tú y Agnes


fueron una pareja durante años!

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—No en tiempos de guerra. —El acero estaba de vuelta en su voz—. Cualquier


cosa que te haga vulnerable en esta coyuntura debe ser reconsiderada.

—Entonces reconsidéralo. Y una vez que lo hayas hecho, guárdate tus


opiniones.

Parpadeó mirándome.

Estaba demasiado enfadada como para preocuparme. También estaba cansada


de esta conversación.

—Jonas, ¿podemos tener un minuto? —Dije, mirando a Pritkin.

Esperaba una discusión, pero no la obtuve. Cerró su libro y lo puso de nuevo en


la estantería. —Por supuesto. ¿Quieres un poco de té, Cassie?

—Me encantaría.

Se fue.

Estaba a punto de pedir un hechizo de silencio, porque no me fiaba en absoluto


de ese viejo mago astuto, especialmente en su propia guarida. Pero uno se cerró
a nuestro alrededor antes de que pudiera hacerlo. —No puedo creer que esté
hechizando la oficina del Lord Protector, —dijo Pritkin.

—Hay cosas peores, —señalé—. Como que el Círculo descubra que eres Merlín.

El ceño fruncido que había llevado durante la última media hora alcanzó
proporciones épicas. —Nunca usé ese nombre...

—Myrddin, entonces. ¿Importa? —Empezó a decir algo, pero lo interrumpí—.


¡Sabes muy bien que los fey tienen todas las razones para quererte muerto!

Los ojos esmeralda se entrecerraron. Eso me hizo cosas extrañas en el


estómago, porque, como de costumbre, se había olvidado de afeitarse y también
llevaba el uniforme, que incluía unos pantalones de color caqui que se tensaban
sobre los muslos musculosos y las mangas de la camisa enrolladas para
mostrar unos antebrazos fuertes y bronceados. Se veía increíblemente caliente,
incluso con el pelo desastroso.

Pero ese no era el punto.

125
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—Aeslinn estaba allí, —le recordé, hablando del rey Svarestri y de una aventura
que habíamos tenido mientras yo perseguía el alma de Pritkin a través del
tiempo—. Te vio en Camelot...

Pritkin frunció el ceño. —No se llamaba así. Nunca se llamó...

—¡Qué diferencia hay en cómo se llamaba! ¡O cómo te llamaban, o cómo se


llamaba cualquier cosa! Aeslinn podría haberse dado cuenta fácilmente del papel
que tuviste que desempeñar para arruinar sus planes de traer de vuelta a los
dioses la última vez. ¿Por qué no iba a temer que lo hicieras de nuevo?

—O que tú lo hicieras, —dijo el hombre más obstinado de la Tierra—. Tú


también estabas allí, según recuerdo.

—Esto no se trata de mí...

—Eso no lo sabemos.

—¡Sí lo sabemos! ¡Era tu maldita habitación!

—Donde cualquiera con cerebro podría haber sabido que estarías. Cassie, esto
será investigado y se considerarán todas las posibilidades. Pero mientras tanto,
tienes que quedarte en la corte. Necesito que me prometas...

—¡Tengo trabajo que hacer!

—¡No con la invasión a punto de producirse! Tienes excelentes guardas allí; te


mantendrán a salvo...

—Sí, ayudaron mucho aquí.

—Las de la corte no son del mismo tipo. Las he recubierto con magia fey: tres
variedades diferentes. Ahora también tienes a las chicas del aquelarre, —añadió,
hablando de las nuevas incorporaciones a mi equipo—. Su magia se basa en la
de los fey. Si Aeslinn envía a otro asesino tras de ti...

—¡No envió a éste!

—... estarás mucho mejor protegida allí que en cualquier otro lugar que se me
ocurra.

—¿Y qué hay de ti?

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Frunció el ceño. —¿Qué pasa conmigo?

No pude evitarlo; agarré la parte delantera de su camisa y lo arrastré hacia mí.


Una mano dura se posó en mi cadera y otra en mi nuca, lo que hizo que se
cuestionara quién agarraba a quién, exactamente, pero estaba demasiado
cabreada para que me importara.

—Tú... ¡Maldita sea, Pritkin! ¿Y si tengo razón? Si esa cosa iba tras de ti...

—Es poco probable. No hay ninguna razón para que los Svarestri me relacionen
con una corte que hace tiempo se desvaneció en la leyenda, y un nombre que
ya no uso.

—No sabemos lo que podrían haber averiguado, y hasta que lo sepamos, tú


también deberías volver a la corte. Como dijiste, la protección allí...

—Puedo protegerme a mí mismo.

—¿Y yo no puedo? Creo que acabo de demostrar...

—¿Que has antepuesto imprudentemente mi seguridad a la tuya?

—Preguntó, con el ceño fruncido—. ¡Un hecho que has hecho más de una vez!

—Porque eras tú el que estaba en peligro...

—¡O tú lo estabas!

—¡Maldita sea, Pritkin! ¡Me vuelves loca!

—¿Qué es lo que decís los americanos? Lo mismo digo. —gruñó, y unos labios
duros se posaron sobre los míos.

Fue un buen beso. Vale, fue muy bueno. Lo suficiente como para que me
encontrara soltando la parte delantera de su camisa y rodeando su cuello con
mis brazos, mientras su mano se ponía a tocar mi bonita falda nueva. Y lo que
había debajo de ella.

Al final nos separamos, y su rostro se había suavizado. De mago aterrador a


amante melancólico. Por un momento, pensé que había ganado una discusión
por una vez.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—Eres demasiado valiosa para arriesgarte, —dijo, y abrió la puerta para Jonás,
que estaba de pie con su oreja pegada a la madera, con aspecto frustrado. —
¡Pero no tanto como yo!

—Vete a casa, Cassie, —dijo Pritkin saliendo a grandes zancadas de la


habitación—. ¡Y quédate allí!

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

CAPÍTULO 12

Me desplacé al rincón de mi dormitorio que había designado como "zona de


aterrizaje". Se mantenía libre de cualquier cosa en la que pudiera materializarme,
como los juguetes que a veces arrastraban las iniciadas más jóvenes, o los
muebles, o la gente. Por supuesto, se suponía que no debía haber gente en
este momento, aunque la privacidad para una Pitia era relativa. Pero por una
vez, parecía que había conseguido...

Y entonces olí el cigarro. Mierda.

La habitación estaba a oscuras, con las cortinas del balcón bien cerradas. Eran
del tipo blackout, ya que el ciclo de sueño de una Pitia no siempre es normal,
así que no sabía exactamente cuándo había vuelto. Pero supe inmediatamente
que había metido la pata.

Me había acostumbrado tanto a mis pequeños robos de tiempo que había dejado
de preocuparme por cosas como avisar a mis guardaespaldas de cuándo me
iría. Porque normalmente me echaban la bronca —preferirían que no me fuera a
ningún sitio, nunca— y porque, antes de que se dieran cuenta, estaría de vuelta.
Pero esta vez no había hecho ningún chanchullo6, cumpliendo mi promesa a
Tami, y ahora había sido atrapada.

Y nada menos que por mi guardaespaldas jefe, a quien era muy difícil mentir.

—¿Tuviste un buen viaje? —Preguntó Marco, con una voz llena de sarcasmo.

Suspiré.

—Sé que debes haberlo hecho, —continuó—. Puedo oler... veamos... residuos
de pociones, suciedad, magia gastada, café, madera quemada...

—¿Puedes oler todo eso? —Me olfateé a mí misma. Pero mis sentidos prestados
se estaban tomando un descanso, supuse.

—... y oh... ¿qué es eso otro? Espera, espera, no me lo digas. Lo descubriré, en


cualquier momento.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—La sangre no es mía, —dije en tono de prueba, porque por supuesto se refería
a eso. Incluso cantidades microscópicas eran un letrero de neón intermitente
para un vampiro.

—O de este mundo, —añadió Marco con maldad—. ¡Hueles a Faerie!

Como había dicho "Faerie" y no "fey", decidí malinterpretarlo deliberadamente.


Un viaje a la vieja Rumanía no iba a ir bien, y mucho menos con la súper divertida
búsqueda paralela de Mircea. Pero un asesino fey sería mucho peor.

Además, había más posibilidades que la media de que Marco se enterara de las
actividades de ayer de todos modos, a través de la vid mental de su antigua
familia. ¿Por qué no salir al frente por una vez? Y tal vez conseguir algo de ayuda
con un problema en el proceso.

—Puedes culpar a tu jefe por el desvío, —dije, entrando a tientas en la


habitación. La visión de vampiro tampoco se había molestado en encenderse y
no sabía cómo activarla. No podía ver nada.

—Ya no tengo jefe, a menos que te cuentes a ti, —dijo Marco—. Y yo no puedo
contarte, ¿verdad? ¡No puedo ser un guardaespaldas sin un cuerpo que
proteger!

El cigarro se encendió de nuevo, iluminando los apuestos rasgos italianos —


pesadas cejas oscuras, una nariz fuerte y una barbilla obstinada— mientras
introducía la nicotina en un sistema que no podía utilizarla. No sabía cómo un
cuerpo, y mucho menos uno del tamaño de Marco, se volvía adicto a una
sustancia que no le hacía nada. Pero entonces, no estaba segura de que lo fuera.
Me había formado la teoría de que sus cigarros servían para lo mismo que el
chupete de un bebé, dándole algo que destrozar en momentos de estrés en lugar
de quien estuviera fuera de su alcance.

Lástima que ahora estuviera de vuelta.

Pero al menos encendió una luz. Una lámpara resplandeció, un haz de luz
brillante en la oscuridad, mostrando un cuerpo de 1,80 metros de alto, sobre mi
sillón más robusto, porque cualquier otra cosa se habría doblado bajo el peso de
todo ese músculo. Marco fue un gladiador en su día, y los Izod7 de color pastel

130
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

que prefería llevar ahora —un rosa pálido, de concha, en este caso— no
disimulaban en absoluto el hecho.

Tal vez le gustaban porque eran elásticos, pensé, viendo cómo bíceps del
tamaño de cabezas de bebés ponían a prueba la resistencia de las mangas. Al
menos no había que abotonarlas. Nunca habría conseguido que una camisa de
vestir se mantuviera cerrada, lo que podría explicar por qué no llevaba trajes
como la mayoría de los chicos.

Marco me vio mirin y, a pesar de todo, me flexionó un pectoral. Me dieron ganas


de reír. Y recuperar algo de esperanza de que tal vez no recibiría otro sermón.

—Si soy la jefa, entonces no puedes gritarme, ¿verdad? —Pregunté


esperanzada.

Me lanzó la mirada que merecía. Volví a suspirar.

—El viaje a Faerie no fue idea mía, —repetí—. Sabes que odio ese lugar.

—Para un lugar que todo el mundo odia, se están esforzando mucho por
entrar, —dijo Marco con amargura, porque no era un fan de la invasión—. ¿Y
qué era eso de Mircea?

No contesté porque era una historia demasiado compleja para la caminata hasta
mi baño, por muy larga que fuera. Mi combinación de dormitorio/sala de
estar/balcón/baño era tan grande como algunos apartamentos, y más grande
que el que había tenido en Atlanta, antes de que me contrataran para este
trabajo. Podría haber metido aquí mi antiguo alojamiento y la mayor parte del
apartamento de al lado, y se habría anunciado como "propiedad espaciosa de
dos dormitorios."

Por supuesto, lo de "espacioso" era relativo, ya que mi mesa de comedor se


plegaba de la pared y no se podía entrar en la cocina si estaba preparada para
la cena. Pero a veces lo echaba de menos. Como ahora, pensé, mientras Marco
me seguía al fresco abrazo de mi baño. Era azul y blanco y con temática de
isla griega, y tenía una bañera del tamaño de una piscina pequeña.

Dios, ¡me encantaba mi baño! Normalmente.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—Necesito ducharme, —le dije a mi acosador, pero intentar mover a un vampiro,


especialmente a uno del tamaño de Gibraltar que no quiere ser movido, es una
pérdida de tiempo.

—Te escabulles del apartamento, —dijo pesadamente—, sin decirle a nadie...

—Dije que estaba tomando una siesta. Deberías haber asumido...

—... que te habías ido durante horas...

—... que no quería que me molestaran...

—... vuelves apestando a sangre de otro mundo...

—... así que si estabas preocupado, fue tu culpa. ¡No deberías haber estado
aquí!...

—... ¿Y qué demonios le pasa a tus ojos? Mierda.

Me los miré en el espejo sobre el lavabo. Y, efectivamente, volvían a estarlo. Más


tenues que antes, pero más brillantes de lo que debían ser. Mucho más
brillantes. Parecía que llevaba unos de esas lentillas de colores que te hacen los
ojos muy vivos.

¡No es de extrañar que Pritkin supiera que pasaba algo!

—Cassie. —Era la voz seria de Marco, lo que significaba que no iba a poder
esquivar una explicación durante mucho más tiempo.

—Tengo que bañarme, —reiteré—. Y mientras lo hago, necesito a...

Estuve a punto de decir Hilde, que era una auténtica bestia con la magia. Pero
también era de la vieja escuela de la Corte De Pitia, lo que significaba que
probablemente iría tras Mircea con una estaca y un martillo antes de que pudiera
terminar de explicarle. Y, conociéndola, podría atraparlo.

—... las chicas del aquelarre, —terminé.

Marco enarcó una ceja, pero yo también puedo ser terca. Supongo que decidió
que sería más fácil esperarme. Se fue.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Empecé a desvestirme, pero antes de llegar muy lejos, oí algo en el vestuario


adjunto. No fue un gran ruido, apenas nada. Pero estaba tan nerviosa estos días
que sonaba como un avión despegando.

O como si alguien se moviera allí dentro.

Pensé en recuperar a Marco, pero los días en los que necesitaba que un vampiro
grande y fuerte me protegiera habían terminado, aunque él no lo supiera. Hacía
un gran trabajo vigilando a las iniciadas, pero yo podía cuidarme sola. Y si
alguien había conseguido traspasar las defensas de mi corte y amenazar a mis
chicas, iba a responder ante mí.

¡Y yo sería peor que diez Marcos!

No me molesté en llevar un arma, a pesar de que había una pistola en mi bolsa


de maquillaje. Porque sí, tenía el tipo de vida en la que necesitaba un arma en
mi bolsa de maquillaje. Pero sí que me encajé la mano con un poco del poder de
Pitia, para hacer más rápido el lanzamiento de hechizos, y me acerqué
sigilosamente.

Mi cuarto de baño era enorme, hasta el punto de que hacía eco, pero mi vestidor
era más pequeño e íntimo. Tenía espacio para un tocador y una silla, un puf con
mechones, un mural casi griego y un gran vestidor. Los sonidos, determiné,
provenían del vestidor.

De todos modos, exploré el resto de la habitación, por si quien o lo que fuera


tenía respaldo. No me fiaba de mis ojos después de lo de hoy, pero mi nariz
tampoco captaba mucho. Y teniendo en cuenta cómo apestaban los glamours
fey, dudaba que pudiera pasar por alto uno incluso con sólo los sentidos
humanos.

Pero todo lo que olí fue polvo facial, quitaesmalte y...

¿Qué demonios?

Todos los frascos de perfume que tenía estaban esparcidos por mi tocador, la
mitad de ellos sin tapa y algunos goteando sobre la madera. El cajón de enfrente
también estaba abierto y parecía haber sido saqueado. Como allí era donde

133
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

guardaba el maquillaje que rara vez usaba, las cosas súper brillantes para la
noche, sentí que mi columna vertebral se relajaba.

Dudaba de que los fey hubieran desafiado a un nido de vampiros, a un grupo de


brujas y a algunas acólitas De Pitia para asaltar mi cajón de maquillaje.

Y entonces supe que no lo habían hecho, cuando oí risitas.

La puerta de rejilla de mi vestidor contaba la historia de cuatro pequeñas


bribonas listas para Samhain, con una boa de plumas, un tocado flapper, un
sombrero anticuado, estilo cloche, y más maquillaje que un grupo de drag
queens.

Tuve que morderme el labio —con fuerza. Dos de ellas habían estado aquí
hace unos días, siguiendo a Augustine, mi diseñador de la corte, que llevaba un
montón de trajes y había dejado la puerta abierta. Los vestidos abarcaban varias
épocas y formaban parte de un proyecto que permitía que me desplazara a
otras épocas sin tener que molestarlo constantemente por algo que ponerme.

No se me había ocurrido en ese momento, pero las lentejuelas, los encajes y las
fruslerías desconocidas debían parecer la caja de disfraces de los dioses a un
par de niñas asombradas. Que habían reunido a otras dos ladronzuelas y de
alguna manera habían entrado aquí, cuando me habían asegurado que eso era
imposible.

¡Espera a que le diga a Pritkin que sus poderosas guardas habían sido
hackeadas, por cuatro niñas de seis años!

O, más probablemente, las delincuentes simplemente habían seguido a Marco


hasta aquí sin que se diera cuenta, porque lo seguían a todas partes. Las
iniciadas más jóvenes lo seguían como un grupo de gansitos tras una madre
ganso, encontrando al enorme vampiro —y a los caramelos que guardaba en un
bolsillo que creía que yo no conocía— fascinante. Él probablemente ya había
aprendido a ignorarlas.

Un hecho, al parecer, que habían aprovechado al máximo.

Abrí la puerta y me quedé allí un momento, disipando el poder De Pitia que ya


no necesitaba, y cruzando los brazos. Y esperando. Tardé un rato.

134
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Estaban muy absortas en sus asuntos, sobre todo con un par de pestañas
postizas que habían encontrado con el maquillaje, pero que no parecían poder
hacer funcionar. Una se había pegado el ojo izquierdo con una de ellas, mientras
que otra tenía una pestaña superior colocada considerablemente por debajo del
derecho, como Alex de La naranja mecánica. Pero era más amable que su doble;
estaba intentando ayudar a la otra chica con su problema cuando levantó la vista
y me vio.

Y se congeló.

Las otras dos estaban experimentando con sombras de ojos brillantes, y tardaron
un poco más en darse cuenta, y la pobre tuerta fue la última en darse cuenta
de mi presencia, porque cada vez estaba más frustrada con su nueva condición
de pirata. Pero Al final levantó la vista, y de repente todo fue demasiado. No
podía ver, su nuevo y bonito aspecto se había convertido en el Capitán Jack
Sparrow, y ahora estaba atrapada.

Se echó a llorar.

Me acerqué, la levanté y miré a las demás, que no se habían movido. Había visto
hechizos de tiempo que no congelaban tanto a la gente. Pero cuando dije "fuera",
corrieron hacia la puerta como galgos tras un conejo, dejando atrás a la pobre
pirata.

No hay honor entre ladrones, al parecer.

—Vamos, —le dije—. Vamos a arreglarte.

Un poco de agua caliente consiguió arrancar la pestaña sin llevarse demasiadas


de las suyas. Y un chicle de mi tocador detuvo el llanto. Era un viejo y
desagradable chicle de menta, así que no conseguí una sonrisa, pero no puedes
tenerlo todo.

—Ya está, —le dije—. Así está mejor, ahora no... es...

Mis pensamientos se interrumpieron al ver su palma regordeta, que al principio


supuse que sólo se había metido en el colorete. Pero no tenía ningún colorete
de ese tono. Y entonces me di cuenta de que había una mancha en mi bonito

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

atuendo nuevo, que se veía mucho mejor bajo los fluorescentes del cuarto de
baño que en la tenue salpicadura de la lámpara del dormitorio.

Lo suficiente como para que pudiera ver un fino rocío de color marrón rojizo por
todo mi cuerpo, como mil pecas diminutas, cortesía del fey, supuse.

Parecía que la nariz de Marco no había necesitado trabajar tanto, después de


todo.

Me relamí los labios, luego eché un poco de agua tibia en el lavabo y llevé una
toallita a la mano de la niña. Acababa de terminar de limpiarla y de quitarle mi
ropa, ahora manchada de sangre, cuando una de las acólitas llamó a la puerta.
Y luego entró apresuradamente, pidiendo disculpas.

—No hay problema, —me oí decir—. Es que, eh, tengo que bañarme. Tengo que
bañarme ahora mismo.

La mujer dijo algo que no escuché y se llevó a la niña para unirse a sus amigas.
Cerré la puerta tras ella y apoyé mi espalda en ella, y luego me alejé de un salto,
demasiado tarde. La sangre había manchado la pintura blanca donde había
apoyado mi espalda, obligándome a hacer otra limpieza.

Me quité la ropa de la película de terror y me quedé en sujetador y bragas,


mirando los trajes arruinados en el lavabo. Y recordando lo que había dicho
Pritkin. "Podrías haber retrocedido en el tiempo y habernos avisado."

Y podría haberlo hecho. Era lo que había estado haciendo todo el mes, para
ganar más tiempo. Ya era casi automático.

Entonces, ¿por qué no lo había hecho?

Nunca les di una explicación a él y a Jonas, excepto que estaba demasiado


conmocionada para pensar con claridad. Pero eso no era realmente cierto,
¿verdad? Había pensado con la suficiente claridad como para correr a la
habitación de Pritkin y coger las armas. Y para perseguir a Bata de Laboratorio
media milla para activar las guardas. Y para darme cuenta de que podía localizar
a mi atacante por el olor, cuando no podía verlo.

No había habido ningún problema en pensar en todo eso, así que, ¿qué
demonios?

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Estiré la mano y pasé un dedo por la bonita parte superior arrugada. La sangre
se había secado, pasando de ser un líquido a ser un polvo que se iba manchando
a medida que movía el dedo hacia abajo, dejando un feo tajo sobre la delicada
tela amarilla. Cada gota era tan pequeña que era difícil de ver por sí sola, pero
combinadas, había mucha.

No me extraña que Pritkin se haya asustado.

Yo debería hacer lo mismo, teniendo en cuenta que había estado caminando


cubierta de sangre. Pero lo que más sentía era asombro.

¿Cuánta sangre había tenido el fey para dejar semejante charco, y además
rociarla por todas partes?

Observé cómo mi dedo se movía como si estuviera solo, y me pregunté qué me


pasaba. Había sentido sorpresa, incluso conmoción, al ver la sangre en la mano
de la niña. Eso tenía sentido; podía entenderlo. Como podía entender sentir
repulsión ahora.

Pero no lo hacía.

Como no había sentido miedo después de aquella primera sacudida en la


habitación de Pritkin.

Había habido una oleada de adrenalina, seguida por la emoción de la


persecución y la creciente excitación cuando supe que estaba cerca. El corazón
me había martilleado, la sangre me había cantado, y había estado
completamente atrapada en la persecución de mi presa. Porque así es como él
se había sentido: una presa. No alguien a quien temer, salvo que pudiera
llegar a Pritkin antes que yo. Sólo... presa. Una cosa estúpida y pequeña que se
había atrevido a desafiarme y que debía pagar por su insolencia.

Miré al espejo y, por un momento, no conocí el rostro que me devolvía la


mirada. Era más delgado, con los pómulos más prominentes y los ojos que
parecían más grandes debido a mi reciente pérdida de peso. Tami tenía razón:
últimamente había corrido tanto, desplazándome de un lado a otro en el tiempo,
que había acabado saltándome las comidas. No a propósito; simplemente era
difícil llevar la cuenta.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Pero por un momento, no me conocí.

Y no sólo porque estuviera más delgada. Había algo más allí, también, visible
ahora con menos relleno infantil para ocultarlo. Algo más agudo, casi
depredador, lo que Shakespeare habría llamado una mirada enjuta y hambrienta.
Algo que antes sólo había visto...

En los vampiros.

Mis manos se aferraron a la tela arruinada y lo siguiente que supe fue que estaba
haciendo una bola con mi ropa manchada de sangre y metiéndola en el cubo de
la basura. Tiré algunos pañuelos de papel usados y esponjas de maquillaje
encima porque no había razón para asustar al personal. Y luego la saqué y la
hice polvo de todos modos, envejeciéndola hasta convertirla en nada junto con
el resto del contenido del cubo, junto con el propio cubo. ¡Porque vivía con
vampiros, maldita sea, y la sangre les contaba historias!

Me quedé allí de pie cuando terminé, con el corazón martilleando una vez más,
el pulso acelerado y la cara enrojecida bajo lo que quedaba del cutre glamour.

¡Maldición, Mircea! Pensé. ¡Hay algunas cosas que no quiero que pases por alto!

Por fin me metí en la ducha y me enjaboné, restregando mi cuerpo con tanta


fuerza que desafié incluso a la nariz de un vampiro a oler algo cuando terminé.

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CAPÍTULO 13

Me tomé mi tiempo para cepillarme los dientes, usar el hilo dental, hidratarme y
hacer el resto de mi rutina nocturna habitual, hasta que mis manos dejaron de
temblar y me sentí más o menos normal. ¡Excepto por el gran deseo de quitarme
este maldito hechizo de una vez por todas! Me puse mi albornoz azul y sedoso
favorito y volví a entrar en el dormitorio con un propósito.

Y encontré a Marco de nuevo en su sitio, por supuesto. Una vez me había dicho
que parte de su trabajo era ser un entrometido terminal, y era muy bueno en su
trabajo. Pero ahora también había dos mujeres sentadas frente a él, en la mesa
de conferencias frente a mi cama.

No se levantaron cuando entré, también por supuesto. El enlace del Círculo


Plateado con mi corte, un joven llamado Reggie, siempre se ponía en pie cada
vez que yo entraba en una habitación. Me daba la impresión de que tenía que
contenerse para no saludar. Pero los aquelarres...

Eran una raza diferente.

No saludaban. Y si lo hacían, siempre tuve la impresión de que sería con un


dedo. Se enorgullecían de su autonomía, le decían al Círculo Plateado y a sus
reglas que se doblegaran, y en su mayoría se guardaban para sí mismos.

Excepto en lo que respecta a la Corte de la Pitia.

Parecía que la guerra había asustado incluso a los poderosos aquelarres. No lo


suficiente como para jugar bien con el Círculo, al que veían como antiguos
enemigos, pero sí lo suficiente como para que pensaran que tal vez también
necesitaban aliados. Así que me eligieron a mí y enviaron a tres brujas más que
competentes para unirse a mi corte.

Al menos, esperaba que fueran competentes, o estaba jodida.

Las mujeres rotaban de forma regular, necesitando un descanso de la locura,


y una de ellas estaba en su fin de semana. Eso dejó a Vi, una versión femenina
de Marco sólo que con más tatuajes, y a Saffy, de pelo rosa, tipo punk, para

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mantener el fuerte. Junto con la bonita morena de pelo largo que acababa de
entrar en la habitación.

—¡Oh! —dijo Rhea, y se llevó una mano a la boca en cuanto me vio.

Como siempre, parecía una refugiada de otra época. Una en la que todavía se
usaban tazas de té de porcelana y tarjetas de visita, y en la que se pensaba que
las blusas de encaje de cuello alto eran una idea ingeniosa. Y tenía buenos
modales, por lo que no me preguntó por qué me brillaban los ojos.

Sin embargo, las chicas del aquelarre no tenían ese problema. Caminé hacia
adelante y Saffy hizo una doble toma.

—¡Hijo de puta!

¿Qué te pasó?

Vi no dijo nada, pero se levantó bruscamente. Sin embargo, no fue por respeto.
A juzgar por su expresión, fue por fascinación.

Llevaba un traje típico para ella, que consistía en una camiseta sin mangas que
mostraba unas armas que un hombre de buen porte habría envidiado, un
pantalón cargo negro que cumplía la misma función básica que el abrigo de un
mago de guerra —como forma de guardar todo tipo de objetos letales— y un
anillo de tabique nuevo. Le quedaba bien con su piel aceitunada y su pelo corto
y oscuro, aunque no lo mencioné, porque en ese momento estaba merodeando
a mi alrededor con una mirada de intensa concentración en el rostro.

No parecía ser el momento de charlar.

—Tengo un problema, —dije.

—Tienes algo, —aceptó ella.

La agarré del brazo cuando se acercó de nuevo. Era sólida como una roca, y
estaba disgustada por haber sido agarrada, a juzgar por cómo se tensó. Pero no
me devolvió el agarre ni me arrojó al otro lado de la habitación, y no sólo porque
Marco estaba lanzando una mirada de advertencia. Sino porque Vi era, si no una
amiga exactamente, al menos alguien que ya no me miraba con recelo y enfado,
como había hecho cuando había llegado aquí por primera vez.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Los aquelarres habían aprendido por las malas a no confiar en nadie que no
fuera uno de ellos, pero estaban haciendo algunos progresos conmigo. Lo
suficiente como para que, mientras ella fruncía el ceño al ver mi mano en su
brazo, cuando levantó la vista, su expresión se suavizó.

—¿Cómo te metes en estas cosas? —Preguntó.

—No tengo ni idea, —le dije—. Pero tengo que asegurarme de que nadie se
entere de esto, ¿de acuerdo?

Miré a la mesa, donde las demás seguían mirando fijamente, y luego a Marco,
que estaba apoyado en la pared con los brazos cruzados, una de las posturas
favoritas para cuando la mierda había llegado al ventilador.

—Sé que no me estás mirando, —dijo.

—Estoy mirando a todo el mundo. Lo que tengo que decirles no puede salir de
esta habitación.

Afuera había un patio lleno de vampiros con súper oído, pero mi habitación
estaba insonorizada, tanto mágicamente como de otra manera. Nada de lo que
dijéramos saldría a menos que alguien lo llevara a cabo. Y eso no podía ocurrir,
con o sin sentimientos ofendidos.

—¿Por qué no nos dices qué está pasando? —Dijo Marco.

—¿Por qué no me lo juran primero?

—Ya juré cuando acepté este trabajo, ¿o es que no recuerdas cómo funcionan
las cortes de vampiros?

Y sí, lo hacía. Pero esto no era una corte de vampiros y Marco no estaba atado
a mí por la sangre. Pero, para ser justos, había sido más leal que si lo estuviera.

—Lo siento, —le dije—. Es que... esto es algo importante.

—Lo juro, —dijo Vi—. Quiero escuchar esto.

—Todos juramos, —dijo Saffy con impaciencia—. ¿Qué demonios ha pasado?

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Les conté lo que pasó. Bueno, lo que pasó entre Mircea y yo, al menos. Si le
decía a Marco que había tenido que matar a un asesino fey, no podría volver a
salir de esta habitación.

—¡Madre... amante! —Dijo Vi, con cara de asombro y ligeramente horrorizada


cuando terminé, pero con su vocabulario limpio. Tami había instituido un tarro de
palabrotas, y todos estaban cansados de contribuir.

Excepto Marco, aparentemente, que dijo algo menos gentil.

—¿En qué demonios estaba pensando Mircea?

—No lo estaba, —dije—. Estaba reaccionando.

Nos habíamos trasladado a la zona de estar frente a mi chimenea, que era algo
absurdo en Las Vegas, pero que a las niñas les encantaba por las oportunidades
de asar malvaviscos. Me gustaba que tuviera un sofá, varias sillas y una cómoda
mesa de centro para las bebidas, todo en relajantes tonos de arena y azul,
aunque nadie estaba bebiendo ahora mismo. Todos parecían conmocionados, y
no podía culparlos.

Era mucho para asimilar.

—Estoy abierta a sugerencias, —dije, pero Marco aún no estaba listo para seguir
adelante.

—A ver si lo entiendo. ¿Secuestra tu poder, te desplaza a un árbol y luego


huye a Faerie? ¿Qué mierda?

—Es una especie de situación de qué mierda, —convino Saffy, que al final se
levantó para ir al carrito del bar. Lo habían dejado en el balcón, y tuvo que abrir
las cortinas para acceder a él, dejando entrar un torrente de luz anaranjada del
atardecer. Entorné los ojos, y cuando los volví a abrir, Rhea estaba sentada hacia
delante, mirándome fijamente.

—Todavía brillan, —dijo, maravillada.

—Eso no es un problema, —dijo Vi—. Podemos lanzar un simple glamour que lo


cubra. El problema es el hechizo.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—Nodo d'Amore, —acepté—. Necesito que me lo quiten, preferiblemente ayer.


¿Puedes hacerlo?

Se rió.

Supuse que eso era un no.

—¡No entiendo nada de esto! —Dijo Marco, despidiendo a Saffy, que hacía de
camarera.

—¿Qué hay que entender? —Pregunté—. Mircea estaba jugando bien hasta
que pensó que iba a perder a Elena, entonces entró en pánico. No creo que
hubiera secuestrado mis habilidades si hubiera habido otra forma de recuperarla.
Pero ahora que lo ha hecho...

—Tienes miedo de que lo haga de nuevo. —Esa fue Saffy, sorprendentemente.


Rhea no había dicho nada, aunque parecía francamente aturdida.

Pero Marco sacudía la cabeza con incredulidad. —¡Mircea no entra en pánico!

—El viejo Mircea no, —dije, y lo dejé así. O, al menos, lo intenté.

—¿Cómo que el viejo Mircea?

Le lancé una mirada a Marco. —Ya sabes a qué me refiero.

—No. —Parecía realmente desconcertado—. No lo sé.

Nadie más lo sabía, tampoco, pero no quería discutir esto delante de las chicas.
O en absoluto. Pero Marco claramente no estaba dispuesto a dejarlo pasar.

—Últimamente ha empezado a dar algunas señales.

—¿De qué?

Me encontré con sus ojos por encima de la cabeza de Vi. —Obsesión. —Marco
no dijo nada más.

—¿Podemos volver tema principal? —Dijo Saffy, tratando de darme un vaso


que rechacé. No almorzar significaba no tener alcohol, a menos que quisiera
estar enferma—. El nudo de los amantes no es un hechizo con el que esté
familiarizada, pero sólo por el aura...

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—¿Sí? —Dije, porque ella no parecía feliz.

—Es muy fuerte, —me dijo Rhea en voz baja.

A diferencia de los demás, ella había aceptado un trago, lo que parecía whisky
puro. Era otro signo del contraste inherente a su naturaleza: aparentemente
suave, dulce y gentil, todo lo cual era cierto, especialmente cuando trataba con
las iniciadas más jóvenes. Pero también podía ser una feroz defensora de las
mismas y de mí.

Pero seguía siendo extraño ver a una chica chapada a la antigua, con un top de
encaje y una falda por debajo de la rodilla, tomarse un trago sin siquiera
inmutarse.

Pero entonces, ella era británica.

—¿Puedes quitarlo? —Pregunté, porque Rhea era una bruja con talento.

Ella negó con la cabeza. —Los hechizos que entrelazan a dos personas son
difíciles. Normalmente tienes que tener a ambas partes de acuerdo, a menos
que tengas una llave.

—¿Una llave?

—Algo incorporado al hechizo que sirve como un interruptor de apagado, —dijo


Saffy, dejándose caer de nuevo en el sofá.

Sí, ya había oído eso antes, pensé. Mircea y yo habíamos estado atados por
otro hechizo una vez, un geis que había necesitado una solución algo creativa
para eliminarlo. Realmente esperaba que esto fuera más fácil.

—¿Tiene el Nudo de los Amantes uno?

Saffy parpadeó hacia mí. —No tengo ni idea. No se puede saber sólo por sentirlo.

—¿Cómo lo sabrías?

—Le preguntarías al que lo lanzó...

—O al que lo diseñó, —añadió Vi—. ¿Sabes quién fue?

Sacudí la cabeza. —Es un hechizo muy antiguo, y probablemente por eso no


lo conoces. Estuvo perdido durante siglos, hasta que un diseñador de vestidos

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

de París lo redescubrió en un viejo grimorio. Pero solo estaba usando una parte,
en alguna costura mágica que estaba diseñando. Que yo sepa, nunca lo lanzó
entero.

—Pero alguien lo hizo, —señaló Vi. Miré a Marco. —¿Alguna idea?

Llevaba años formando parte de la familia de Mircea, antes de que se uniera a


mí. Probablemente aún no conocía a todo el mundo, porque la familia era enorme
y estaba repartida por todo el mundo. Pero sabía más que yo.

Sin embargo, negó con la cabeza. —Podría ser mucha gente. El maestro tiene
un grupo considerable de trabajadores mágicos en el personal...

Vi resopló. —Sí, trabajadores mágicos de mierda. Sólo la escoria trabaja para


los vampiros.

—Tal vez en algunas cortes, —corrigió—. ¿Pero cuando se trata de miembros


del Senado? Ellos pueden elegir.

—¿De quién? —Desafió ella—. Los aquelarres pueden venderles algo de magia,
de vez en cuando, pero no trabajan para ellos, y el Círculo Plateado seguro que...
—Se detuvo de repente, ante la mirada cada vez más sardónica en la cara de
Marco—. No hablas en serio.

—¿El Círculo Negro? —dijo Saffy, sentándose hacia delante, su bebida olvidada.

Marco puso los ojos en blanco. Parecía que le gustaban las nuevas
incorporaciones a mi corte, pero a menudo se horrorizaba de lo ignorantes que
eran sobre los vampiros. Algo así como la forma en que ellos se sorprendían de
lo poco que entendían a los aquelarres: sus dichos, sus costumbres, sus temas
tabú, etc. Yo estaba dirigiendo unas Naciones Unidas normales por aquí, donde
todos tenían que aprender a entenderse.

Pero era un proceso lento.

—Actúas como si fueran los únicos magos competentes fuera de la red, —dijo
Marco—. Pero hay muchos decentes, y algunos mejor que decentes, que se
meten en problemas con el Círculo, o con alguna otra organización mágica, y
necesitan un lugar donde dormir. Pero no quieren unirse al Círculo Negro...

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—¿Así que se unen a los vampiros? —Vi parecía que esto era nuevo para ella.

—Mi padre era uno, —confirmé—. Era un nigromante, lo que significaba que el
Círculo no confiaba en él y no lo empleaba. Acabó trabajando para Tony Gallina,
uno de los maestros de Mircea, y entonces Mircea lo conoció y trató de atraerlo
para su propia corte.

—¿Funcionó? —Preguntó Saffy.

—No. —Le di un sorbo a la bebida que había dejado junto a mi codo a pesar de
que no era inteligente, porque había sido ese tipo de día—. Murió antes.

Hubo un pequeño silencio, y luego Vi volvió a hablar. —Bueno, si no sabes


quién lo lanzó, entonces tienes dos opciones. Hay personas que se especializan
en la eliminación de hechizos, que pueden hacer algunos análisis forenses y
tratar de averiguar la llave. Pero probablemente también van a averiguar con
quién estás vinculada en el proceso, y si no quieres que eso se sepa...

—No quiero que se sepa.

—Entonces tu única opción es conseguir que él, o quienquiera que lo haya


lanzado por él, acepte eliminarlo, —dijo Vi.

Fruncí el ceño. Genial.

—Lo cual tienes que hacer de todos modos—señaló—. O él simplemente podría


relanzarlo cuando quiera.

Pero Saffy estaba negando con la cabeza, pensativamente. —No si falta uno de
los componentes.

—¿Qué quieres decir?

—Nudo de los Amantes, está en el nombre. Cassie dijo que el hechizo funciona
con la magia de los íncubos, utilizando el vínculo emocional entre dos personas
como conducto para unir su poder. Entonces, lanzamos un hechizo anti-amor. Si
no hay conducto, no hay vínculo.

—¿Hay hechizos anti-amor? —Pregunté, sorprendida.

Saffy asintió. —Si hay un hechizo, normalmente también hay un reverso. Los
encantos de levitación para desafiar la gravedad, por ejemplo, también pueden

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

utilizarse para aumentarla en gran medida, haciendo que las cosas sean
demasiado pesadas para levantarlas.

—¿Por qué querría alguien hacer eso?

Saffy miró a Vi, que sonrió.

—Díselo.

—Tuve un pequeño encuentro con un mago de guerra una vez,

—Saffy se encogió de hombros—. Levitó un montón de armas hacia mí, y yo no


tenía respaldo en ese momento, y no podía vigilarlas todas a la vez...

—Les lanzó un encanto antilevitación, —dijo Vi, pareciendo orgullosa de su


amante—. Haciendo que cayeran al suelo y se pegaran allí como si fuera
pegamento. La última vez que vio al tipo, estaba maldiciendo y tratando de
arrancar un arma del pavimento, ¡sólo para que se disparara y le arrancara el
dedo gordo del pie!

—No sé si se disparó, —dijo Saffy. Pero ella también sonreía.

Me recordé a mí misma por algo así como la centésima vez que no había que
cabrear a una bruja.

—Pruébalo, —dije.

Saffy accedió. A diferencia de Vi, ella no usaba pantalones cargo mágicos. Su


ropa de elección variaba, pero hoy eran unos vaqueros ajustados y una camiseta
de gran tamaño que se le deslizaba de un hombro. Guardaba su magia en sus
muñecas, en docenas de finos cordones negros ensartados con pequeños dijes,
amuletos y jujus.

Se quitó uno, con un bonito amuleto de margarita en lo que parecía bronce,


aunque no importaba. Los recogía en mercadillos y tiendas de segunda mano, o
dondequiera que encontrara algo interesante. Lo que contaba eran los encantos
que les ponía después.

Me colocó ésta en la parte interior de mi muñeca y la activó con un


encantamiento, su docena de otras pulseras brillaban a la luz del sol mientras su
mano se movía con elegantes y antiguos movimientos.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

La margarita se calentó al cabo de un momento y luego se hundió en la piel,


dejándome lo que parecía un pequeño tatuaje. Esperé, sin sentirme diferente,
pero sin estar segura de si debía hacerlo. Ella me miró expectante, con sus ojos
llenos de kohl.

Y entonces frunció el ceño.

—¿Funcionó? —Pregunté.

—No, si los rayos láser de tu cabeza son algo para seguir, —dijo Marco con
pesadez.

—Pensé que esto pasaría, —dijo Vi, mientras me levantaba para comprobar las
cosas en el espejo sobre la chimenea—. Las emociones son difíciles y los
hechizos que intentan controlarlas son golpeados y fallan. Este suele utilizarse
para superar un flechazo inconveniente...

—Que no es lo que tengo, —terminé por ella. Pudo haber sido una vez, pero
Mircea y yo habíamos pasado por demasiado para eso. Puede que ya no
estemos juntos, pero Horatiu tenía razón. Probablemente siempre lo amaría.

¿No era eso una putada?

Saffy lo intentó de nuevo, cubriendo la pobre margarita con Dios sabía qué, pero
nada funcionó. Al final se dio por vencida e hizo un rápido glamour para mis ojos,
que aparentemente no necesitaban un amuleto. Me miré al espejo expectante,
porque los hechizos, a diferencia de la variedad tópica de los glamours, tardaban
un momento.

—Espero que esto funcione, —dije preocupada—. El último no duró ni un día.

—Eso es lo que obtienes cuando compras un glamour en el mismo pasillo que


el tinte de pelo, —dijo Vi cínicamente.

—No lo hice. Me costó una fortuna y se suponía que estaba garantizado para
dos semanas. Estoy pensando en pedir que me devuelvan el dinero.

—¿Cuál fue el que usaste? —Preguntó Saffy.

—Algo llamado Orquídea Salvaje, de este spa en Chelsea.

—Es un buen spa, —dijo Rhea.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—Supongo que si llevan la línea Orquídea. —Saffy parecía impresionada—. Es


de Aquelarre, de importación fey. ¿Cuánto pagaste? ¿Ochocientos?

—Mil doscientos.

Vi silbó. —Te engañado. Aunque no me sorprende; en lugares como ése siempre


lo suben todo.

—Pagas por la privacidad, —dijo Saffy—. Si alguien pregunta, no te conocen.


Aun así, debería haber funcionado. —Frunció el ceño—. Quizá te tocó un lote
malo o algo así.

—O tal vez simplemente eres mejor bruja, —dije, mientras veía cómo mis ojos
volvían a la normalidad. Di un suspiro de alivio, y no fui la única.

—Maldita sea, —dijo Saffy—. Estaba empezando a pensar que había perdido mi
toque.

Vi le pasó un brazo por el cuello. —Puedes practicar tus encantos de amor


conmigo, preciosa. Oye, tal vez fue así como me conseguiste en primer lugar.

—¡Ja! Me perseguiste durante semanas.

—No lo recuerdo así, —dijo Vi, acompañándola hacia la puerta—. Creo que
necesito que me revisen en busca de encantos ilícitos. Por todas partes.

Saffy se rió y se marcharon, sus brazos uno alrededor del otro, y la reunión al
final se terminó.

Bueno, la mayor parte.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

CAPÍTULO 14

Marco, por supuesto, no fue a ninguna parte. No esperaba que lo hiciera. Sin
embargo, mandó a Rhea a buscarme la cena, lo cual agradecí.

La habitación estaba empezando a nadar.

—¿Desde cuándo lo sabes? —Preguntó, en cuanto la puerta se cerró tras ella.

Ni siquiera intenté fingir que no sabía a qué se refería. —Seis semanas.

—¿Seis semanas? —Los ojos negros brillaron—. ¿Cuándo pensabas


decírmelo?

No lo hice, no lo dije, porque dudaba que sirviera de algo. Me levanté para


conseguir un relleno, principalmente para comprarme un minuto, pero Marco me
quitó el vaso de la mano. Y cuando volvió, estaba lleno de agua.

Me lo bebí de todos modos.

—Había una posibilidad de que no fuera un problema, —le expliqué—. La


obsesión de Mircea es con Elena. Lo cual es francamente mucho más fácil de
tratar que las obsesiones que tienen algunos vampiros. No quiere dominar el
mundo ni acaparar la bolsa. Quiere una mujer. Así que, vale, vamos al pasado
y la traemos aquí...

—¿Traerla aquí?

—... entonces él ya no tiene una obsesión. Y como ella murió, su ausencia no


afectaría la línea de tiempo. Parecía... factible. —Marco se limitó a mirarme—.
Pensé que tal vez, por una vez, podríamos evitar un problema, —dije a la
defensiva.

Se levantó bruscamente y se paseó por la sala hasta chocar con la mesa de


reuniones, antes de volver a girar bruscamente. —Te das cuenta de que está a
punto de liderar un maldito ejército en Faerie.

—Por supuesto, me doy cuenta...

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—Entonces, ¿qué demonios estás haciendo? ¡Maldita sea, Cassie! ¡Lo van a
matar y posiblemente se lleve a mucha gente con él! ¡No puede estar fuera de sí
y hacer un trabajo así!

—Lo entiendo...

—¡Creo que no lo entiendes!

Marco estaba agitado, algo por lo que no podía culparlo, aunque no había
esperado que fuera tan grave. Aunque tal vez debería haberlo hecho. Marco
podía ser mi guardaespaldas jefe, pero había tenido otros trabajos a lo largo de
los siglos, uno de los cuales era el de soldado.

—¿Cuál era la alternativa? —Pregunté—. ¿Decírselo a la cónsul? Oiga, su


alteza, sólo pensé que debería saber que su general podría volverse loco y salir
corriendo a perseguir a su esposa en medio de la batalla...

—¿A diferencia de que lo haga realmente?

—No creo que esté tan ido...

—¿Y si te equivocas?

Volvió a sentarse en el sofá, ocupando un par de espacios de Saffy, pero la


enormidad era parte de su encanto. Me sentía más segura cuando Marco estaba
cerca, a pesar de saber que él no podía combatir mejor que yo algunas de las
cosas a las que nos enfrentábamos en esta guerra. Pero la parte más primitiva
de mi cerebro equiparaba el tamaño con la seguridad, y sentí la calma habitual,
como una cálida manta difusa, envolviéndome.

Por desgracia, no parecía que yo tuviera el mismo efecto en él.

—Apenas tenía veinte años y me embarqué en mi primera gran aventura, —me


dijo con seriedad—. Estaba con una cohorte que iba a relevar a otra estacionada
en Judea, una misión bastante sencilla y un buen primer destino. ¡O lo habría
sido, si nuestro oficial al mando no hubiera estado más interesado en el vino
mezclado con opio que en hacer su trabajo!

—Marco...

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—No ordenó las precauciones habituales en la carretera una noche, supongo


que pensaba que estábamos en territorio seguro. O tal vez el contrabando de
chicos guapos de un pueblo cercano era más fácil sin una zanja gigante llena de
picos afilados en el camino. En cualquier caso, mientras él estaba de juerga,
fuimos atacados por un grupo de bandidos. Así es, una cohorte romana fue
diezmada por un grupo de ladrones locales, ¿y sabes por qué?

—Marco...

—Sobreviví porque fui noqueado por un imbécil a caballo que blandía una
maza, antes de que pudiera encontrar mi escudo. Me desperté con un campo de
muertos, muchos de los demás huyeron, ¡y la cabeza de nuestro comandante en
una pica! El ejército lo cubrió, por supuesto, no queriendo que su reputación
recibiera el golpe. Y más tarde se presentó con una legión y acabó con los
bandidos. Pero eso no trajo de vuelta a todos esos chicos muertos, ¡ninguno de
los cuales tenía que morir si nuestro líder no estaba distraído!

Levanté las piernas. Eso me permitió darme cuenta de que las uñas de mis pies
tenían diez tonos diferentes de rojo, algunos con purpurina y otros no, porque un
par de las iniciadas más jóvenes se habían acercado a mí la otra noche, cuando
yo había estado demasiado cansada para preocuparme por lo que hicieran.
Hurgué en el arco iris mientras se lo exponía a Marco.

—De acuerdo, pero de nuevo, ¿cuál es la alternativa? Le digo a la cónsul que


Mircea está a punto de volverse loco y lo matará. Él es lo suficientemente
poderoso como es. ¿Pero con el poder de Pitia a su disposición, no sólo a través
de la influencia que pueda ejercer sobre mí, sino por derecho propio? Él
podría desafiarla. Podría ganar.

—No lo hará. No quiere el trabajo. Nunca lo hizo...

—¿Y ella va a creer eso?

Marco frunció los labios. —Es difícil de decir. Ella juega sus cartas cerca del
pecho.

—El rumor que escuché es que ella ha estado planeando deshacerse de él de


todos modos, una vez que la guerra haya terminado y él ya no le sirva...

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—Ese rumor ha estado circulando durante al menos un siglo.

—¡Quizás porque lo ha estado planeando durante todo ese tiempo!

—O porque ella lo está utilizando, —dijo Marco cínicamente—. Si todo el mundo


asume que ella y Mircea son uña y carne, eso dificulta su labor diplomática. A
veces, necesitas que alguien crea que puedes estar dispuesto a traicionar al jefe,
si te dan el incentivo adecuado. Les ayuda a pensar que tienen una oportunidad
contigo, para que se desahoguen. O te dan concesiones, en caso de que esten
hablando con el próximo cónsul.

—¿Es eso lo que has escuchado? —Sentí que el nudo de mi pecho se aflojaba
un poco.

Se encogió de hombros. —Entre otros cincuenta rumores. Ya sabes cómo es.

Suspiré y volví a hurgar en los dedos de los pies. —Odio la política.

—Mal rasgo en una Pitia.

—¿Como mis otros cien rasgos malos?

Sonrió ligeramente al oír eso. —Cada vez te conviertes más en una persona
adulta.

Él también, pero ahora mismo, eso no ayudó. —Tanto si lo mata como si no, —
señalé—, es casi seguro que lo destituirá y pondrá a otro en su lugar...

—¡Bueno!

—No, no es bueno. Nadie más puede liderar esto.

—Tú no sabes que... —Marco comenzó, pero yo seguí adelante. Porque sí lo


sabía. Últimamente había recibido una educación completa en política de
vampiros, más de lo que quería, francamente. Y nada de eso era bueno.

—Los otros senados... ¡Dios, ya sabes cómo son! Se han pasado siglos
odiando las tripas de los demás y la guerra no cambió eso. Incluso con todo el
encanto de Mircea, y todos los amigos y alianzas que ha construido a lo largo de
los años, sigue siendo como arrear gatos. Todo el mundo sospecha de los
demás, todo el mundo utiliza la guerra como una oportunidad para buscar el
favor o el poder, todo el mundo tiene sus ojos puestos en lo que viene después

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

sin preocuparse por el hecho de que no va a haber un después si no nos


¡unimos!

—Así son los senados, —dijo Marco, mirándome.

—¡Exactamente! Mircea es el único que ha sido capaz de mantenerlos más o


menos a raya. Sin él, no tenemos un ejército, no tenemos una invasión, no
tenemos nada, ¡excepto un lío colosal!

—Tiene que haber alguien más...

Sacudí la cabeza. —Nadie en quien la gente confíe lo suficiente. Toda esta


alianza era el bebé de Mircea. Nadie creía que pudiera hacerlo, que pudiera unir
seis senados enfrentados en uno solo, incluso para evitar una guerra que podría
acabar con el mundo. Pero lo hizo, y ahora lo lidera, o al menos la parte del
ejército, y es el único que puede hacerlo. ¿Hablas de gente muriendo? Quita a
Mircea de la ecuación y la gente comenzará a morir, Marco.

—Así que has intentado resolver la situación dándole lo que quiere. —resumió.

—Lo que necesita, —corregí—. Si no, ya sabes cómo va la cosa.

Marco frunció el ceño, pero no lo debatió. Había tenido sus propias luchas con
la aflicción de los vampiros. En su caso, había sido por su mujer y su hija, que
habían sido masacradas mientras él estaba fuera en la guerra. Volvió para
encontrar sus cuerpos descompuestos en una zanja, algo de lo que se había
culpado durante toda su larga vida.

Pero a diferencia de Mircea, Marco nunca había sido lo suficientemente


poderoso como para liderar una familia de vampiros. Siempre había trabajado
para otra persona, así que cuando sus problemas mentales empezaban a
causar problemas, simplemente lo cambiaban a otro maestro, convirtiéndolo en
el problema de otra persona. Había sido una vida dura, y precaria, ya que
algunos maestros preferían estacar sus problemas antes que comerciar con
ellos. Por no hablar de que no se hacía nada con el factor subyacente.

Hasta que aterrizó en la Corte de la Pitia, con toda una pandilla de niñas que lo
necesitaban desesperadamente, y a las que podía salvar.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Eso pareció calmar por fin la perturbación de su mente, que es lo que me había
dado la idea sobre Mircea. Después de todo, aunque los vampiros realmente
viejos no eran comunes, tampoco eran totalmente desconocidos. El propio
Marco tenía algo así como dos mil años. La cónsul, la líder del Senado de
Vampiros de Norteamérica, era aún más vieja. Si los vampiros superaban el
bache que les causaba su obsesión, eran prácticamente inmortales.

Si.

—¿Cuál es el plan ahora? —Preguntó Marco, con los brazos enormes cruzados
sobre un pecho igualmente enorme—. No puedes traer a Elena aquí si no ha
muerto.

—No. Pero Mircea parece haberse obsesionado en que ella estuviera bien. En
que ella haya tenido una vida decente. Creo que aceptaría eso, si pudiera
probarlo.

—Sí, pero sea cual sea el tipo de vida que tuvo, probablemente fue en Faerie.
Entonces, ¿cómo lo averiguamos?

Levanté la vista para dejar de pelar un trozo de esmalte rojo cereza de mi dedo
gordo del pie. —¿Nosotros?

Parecía ligeramente ofendido. —Solía ser un investigador para algunos de mis


antiguos maestros. También para Mircea. Podría preguntar por ahí.

—Pregúntale a Caedmon, —dije, nombrando al líder de una de las tres grandes


casas de los fey de la luz—. Los soldados que se la llevaron llevaban una
armadura Svarestri, así que puede que él no sepa nada...

—Pero tiene espías e informantes. Sabes que los tiene.

Asentí, pensando en el rubio deslumbrante de sonrisa fácil y ojos antiguos que


no coincidían con ella. Caedmon hacía lo inescrutable casi tan bien como los
vampiros, pero siempre parecía saberlo todo. Valía la pena intentarlo.

—No veo qué más podemos hacer.

Hubo un golpe en la puerta.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—Esa será tu cena, —dijo Marco, porque probablemente podía olerla. Se


levantó—. Lo mantendré en secreto, y veré qué puede averiguar.

—Gracias.

Una enorme mano me alisó el pelo. —No me lo agradezcas. Sólo trata de


entender.

—¿Entender qué?

—Que ser la Pitia no es estar sola. Es todo lo contrario. Tienes gente en la que
puedes confiar. Deja de intentar ser el lobo solitario y usa tu manada.

—¿O que te coman sin ellos?

Una gruesa ceja negra se arqueó. —Lo has dicho tú, no yo.

Se fue.

Rhea entró, apenas teniendo que agacharse bajo su brazo, porque había algo
así como un pie de diferencia en su altura. Puso una enorme bandeja sobre la
mesa antes de que yo pudiera moverme para ayudarla, y quitó la tapa. Y reveló
lo que parecía una comida de tamaño familiar.

—Tami dijo que te lo comieras todo, o querrá saber la razón, —dijo

Rhea sin aliento, sonando como si estuviera citando. Antes de morderse el labio
y parecer avergonzada, porque la gente no le hablaba así a las Pitias.

—Bueno, no puedo comer todo esto, —Ni un linebacker podría haberse zampado
esa bandeja—. ¿Me ayudas?

Ella asintió, porque la ira de Tami era legendaria. Afortunadamente, también lo


eran sus habilidades culinarias. Nos repartimos una maravillosa paella con
azafrán, un montón de tostadas de ajo, una abundante ensalada con más
ingredientes que lechuga y un poco de sangría de melocotón. Seguía siendo
demasiado, incluso para dos, pero al menos mi cabeza ya no nadaba. Al final
me senté, sintiéndome llena y feliz y con un ridículo cariño por toda la humanidad.

Tal vez podríamos terminar la guerra con la cocina de Tami.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Rhea, que había hecho menos atiborrar y más empujar las gambas alrededor de
su plato, todavía parecía preocupada. No le pregunté por qué; normalmente
tardaba un poco en llegar al punto, ya que su innata agresividad tenía que luchar
contra años de ser vista y no escuchada. La agresividad solía ganar, pero había
que darle un minuto.

No me importó, ya que me quedaba medio vaso de sangría para terminar.

—¿Cómo puedes estar tan tranquila? —Soltó al final.

Estaba chupando una rodaja de melocotón, así que tardé un momento en


contestar. —¿Sobre qué?

Me miró fijamente. —¡Sobre Lord Mircea! Es básicamente lo mismo que una


acólita renegada; peor aún, ya que no tiene la habilidad de una acólita, ni siquiera
la de una heredera, tiene la tuya. Él es una Pitia renegada...

—Y crees que necesita ser tratado.

Se inclinó sobre la mesa. —Debe serlo. ¡Seguramente, tienes que ver eso!

—Es necesario para la guerra, Rhea. —Ella abrió la boca, pero yo levanté una
mano—. Lo sé. Entiendo exactamente lo malo que es esto. Pero perder la guerra
también sería malo, ¿no?

—Tenemos un ejército...

—Uno que sirve de poco sin un líder. Sin mencionar que Mircea no puede ir a
ninguna parte en el tiempo sin mí...

—Pero podría, —insistió ella—. Con tu poder...

—Podría retroceder en el tiempo por su cuenta, sí, pero ¿cómo regresaría? Yo


no estaría allí para que pidiera prestado el poder...

—¡Robar el poder! —Dijo ella indignada.

—... ¿Así que cómo volvería? Mircea es muchas cosas, pero estúpido no es una
de ellas. Sabe que me necesita.

Pero Rhea no parecía convencida. —¿Estás segura? No sabemos nada sobre


este hechizo del Nudo de los Amantes, cómo funciona.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—Y él tampoco. Estoy bastante segura de que tienes que tener a la persona a la


que le pides prestado para, ya sabes, pedirle prestado. Pero de cualquier
manera, no puede estar seguro, así que no podría arriesgarse. Podría quedar
atrapado, de lo contrario.

Pero Rhea aún no estaba feliz. —Él sabe que tendrías que ir tras él. Una Pitia
no puede permitir que alguien permanezca desplazado en el tiempo. Cada día
que estuviera allí, cada hora, sería una amenaza para la línea temporal. Y tan
pronto como lo hagas...

—Si lo hago. Podría enviar a Hilde, —señalé—. O a alguna de las otras chicas.

—Deberías poder enviarme a mí, —dijo Rhea con inquietud—. Ya debería ser
capaz de desplazarme. Debería poder ayudarte...

—Me ayudas de otras maneras, —dije, porque era cierto. Por supuesto, también
era cierto que estaría muy bien que ella pudiera desplazarse, lo que era una
especie de requisito previo para hacer la mayoría de las otras responsabilidades
de la Pitia. Pero no dije nada. Rhea ya se veía lo suficientemente miserable.

—¿Ayudaría ver lo que dicen las cartas? —Pregunté, y vi que sus ojos se
iluminaban.

Me acerqué a mi tocador y saqué una vieja baraja de tarot. Eugenie, mi antigua


institutriz, la había comprado en una tienda de cinco y diez centavos, lo que
explicaba por qué era la típica barata laminada de Ryder-Waite. Tenía las
esquinas desgastadas, suciedad en los pliegues y un reciente chapuzón había
dejado algunas cartas un poco borrosas al tacto. No tenía nada de especial,
salvo que Eugenie había hecho que una bruja la encantara para mi cumpleaños
un año.

Todavía no había decidido si eso era algo bueno o no.

La baraja casi saltó en mi mano, y una carta apareció, ya felizmente


balbuceando: —El ahorcado muestra a un hombre suspendido boca abajo en un
árbol. Esta es la carta de ver las cosas desde una perspectiva diferente. Suele
aparecer en una lectura cuando los viejos patrones de pensamiento y las ideas
enredadas frenan al consultante, y se necesita una nueva forma de ver el
mundo. La mejor forma de expresarlo es el viejo dicho: "Lo que te trajo aquí no
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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

te llevará allí." Si quieres progresar de verdad ahora, tendrás que poner en pie
los viejos conceptos y ver nuevas posibilidades en situaciones antiguas.

La carta continuó, pero yo ya no estaba escuchando. Las cartas eran


simplemente un elemento novedoso, pero habían demostrado ser
inquietantemente precisas a la hora de predecir el clima general de una situación.
Excepto hoy, aparentemente.

Por mucho que lo intentara, no veía nada útil en ese consejo. Ya tenía una
nueva situación, ¡ese era el problema! Y el pequeño hijo de puta impertinente de
la carta, sonriéndome desde su ridícula pose, no estaba ayudando.

La devolví a la baraja y levanté la vista para encontrar a Rhea observándome.


—¿Pasa algo, Lady?

No le dije que usara mi nombre de nuevo. Me había rendido. —No. Sólo que no
fue muy útil.

Por supuesto, no sabía lo qué sería. Cualquier decisión que pudiera tomar con
respecto a Mircea tenía pinta de ser mala, lo que me hizo pensar en el otro
significado de la carta, el que la baraja podría haberme dicho si le hubiera dado
tiempo. Porque el Colgado también aparecía cuando una persona se sentía
atascada, sin una dirección clara, necesitando información u orientación que no
tenía.

Orientación, pensé. Y entonces era yo quien se mordía el labio. Y pensando en


mi actual mentora, si es que quería llamarla así.

Mierda, pensé. Me iba a hacer pedazos por esto. Pero tal vez, sólo tal vez, ella
podría tener algún consejo, también. Ella había olvidado más sobre el trabajo de
la Pitia de lo que yo jamás podría saber.

Maldita sea.

Una mano suave cubrió la mía. —Lady, ¿estás segura de...?

Forcé una sonrisa. —Sí, todo está bien. De hecho, acabo de tener una excelente
idea.

Rhea me devolvió la sonrisa, y la duda desapareció de sus ojos.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—¡Eso es maravilloso! Sabía que se te ocurriría algo.

Evité que mi sonrisa flaqueara... apenas.

—Haz una maleta para unos días, —le dije—. Nos vamos de viaje.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

CAPÍTULO 15

Por supuesto, esa noche no fuimos. Estaba agotada y aún me quedaba un


trabajo por hacer. Dos, de hecho. Por no hablar de que tenía que ir a la corte por
la mañana, porque algunas personas se habían mostrado realmente
descontentas por la repentina cancelación, y unas cuantas eran lo
suficientemente poderosas como para armar un escándalo.

Mi nueva secretaria de citas, Françoise, me había convencido de celebrar una


última sesión, la última antes de la invasión, para quitárnoslos de encima, e iba
a ser un manicomio. Tenía una acumulación de peticionarios más larga que mi
brazo gracias a la guerra, y a un verano que pasé corriendo por mi vida en lugar
de estar sentada en mi feo trono, pontificando. A veces, echaba de menos correr.

Otras veces no tanto, pensé, concentrándome.

—¿Qué estás haciendo?

—¡Auggghhhh!

Un fantasma acababa de aparecer en mi cara, haciendo que lo agarrara por el


cuello y lo sacudiera, porque mis nervios estaban tan mal. Tanto que no reconocí
a mi compañero, Billy Joe, hasta que me gritó. —¿Estás loca? ¡Suéltame, mujer!

Lo solté, sacando mi mano de su carne insustancial, y me tambaleé contra la


pared. —Me disté un susto de muerte, —le dije.

—¿Te asusté? ¿Y qué demonios es esto?

Me di cuenta de que Billy se había enredado en mi proyecto actual, lo cual no


era algo que hubiera molestado tanto a una persona normal, pero los fantasmas
no son normales. Tampoco están acostumbrados a ser detenidos por nada. Para
alguien que podía flotar a través de las paredes, encontrarse de repente
enredado en una reluciente red dorada lo estaba asustando.

—¡Quítamelo! ¡Quítamelo!

—¡Deja de agitarte! —Dije, más calmada ahora que había tenido mi segundo
ataque al corazón del día. ¿O era el tercero?— Quédate quieto y te ayudaré.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Pero Billy estaba en pánico, y no me escuchó o no le importó.

—¿Qué cojones? —Gritó, levantando un brazo fantasmal, que parecía haber


sumergido en un caramelo masticable especialmente rico, de los que se estiran
pero no se rompen. Parecía un bicho atrapado en una telaraña, lo cual no estaba
muy lejos de la realidad, ¡y no iba a mejorar si seguía luchando contra ella!

Al final me rendí y lo colapsé todo, liberándolo y arruinando veinte minutos de


duro trabajo. Pero al menos dejó de gritar. Y miró confundido el desastre dorado
que ahora se descolgaba sin fuerzas del marco de mi puerta. —¿Qué es esa
cosa?

—Una guarda de tiempo. O lo era.

—¿Qué?

—Es algo que he estado practicando, pero aún no soy muy buena.

—¿No tienen un certificado o algo así, que te exigen antes de dejarte hacer estas
cosas? —Preguntó.

—Sí, se llama ser nombrada Pitia, —dije, y volví a empezar.

Billy levitó un poco en posición de loto, como un Buda vaquero, y me observó. Al


cabo de un rato, encendió un cigarrillo fantasma, obviamente aburrido. Iba bien
con la camisa roja con volantes, el sombrero de pistolero y los vaqueros del oeste
que llevaba, que formaban parte de la imagen que un chico irlandés asustado
había montado en su día para intentar encajar en su nueva patria.

Eso no había funcionado tan bien, y tampoco su profesión elegida, que había
resultado en una profunda inmersión en el Mississippi. En un saco. Atado.

Afortunadamente, las cosas habían mejorado después de la muerte, y por fin


había encontrado su lugar en el mundo en la Corte de la Pitia. Viniendo de una
familia grande y católica. Billy se sentía como en casa con un montón de niñas
corriendo por ahí, especialmente cuando muchas de esas niñas podían verlo.
Había sido una revelación para un tipo que había pasado muchas décadas
prácticamente solo en el fondo de un río. O sin nadie con quien hablar más que
conmigo, después de que me tropezara con el collar que él había habitado en
una casa de empeños, años atrás.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Desde entonces hemos sido un dúo no muy dinámico, porque Billy no era lo que
yo llamaría el fantasma más enérgico del mundo. Pasaba más tiempo rondando
los vestuarios de las coristas o jugando a las cartas conmigo que aterrorizando
a alguien. Por eso nos llevábamos bien. La mayoría de los fantasmas estaban
locos; Billy era simplemente... un poco perezoso.

Pero esperaba que hoy se sintiera animado, ya que yo tenía un trabajo para él.

Al final me aparté para admirar mi obra, que volvía a parecer una telaraña dorada
y brillante extendida sobre mi puerta. Mi entrenadora podía hacer una telaraña
que podía lanzar, como una red de pescador, pero yo aún no tenía esa
delicadeza. Lo cual era una lástima, porque me habría resultado muy útil hoy.
Las cosas de la Pitia eran difíciles.

—Ahora que has terminado, —dijo Billy, con su voz de he- sido- paciente y mira-
qué-paciente-he-sido—, reitero: ¿qué cojones?

—Lenguaje, —dije automáticamente, porque algunas de las chicas de los


alrededores podían escucharlo.

—Aquí no hay nadie más que tú y yo, ¿y por qué necesitas otra guarda? —
Demandó—. ¿Y cómo me atrapó esa cosa?

—Los fantasmas también se rigen por el tiempo, —le recordé—. Al menos en


este plano.

—¿Y?

—Así que una guarda de tiempo fija a una persona en el tiempo y no en el


espacio, pero como son dos facetas de la misma cosa, también la fija en el
espacio. O algo así. —Todavía estaba entendiendo la teoría—. De todos modos,
es la única guarda que funciona en todos.

—¿Y necesitas una guarda universal porque?

Se lo expliqué.

—¿De verdad crees que un asesino fey va a venir aquí? —Preguntó, cuando
terminé—. ¡Tendría que estar loco!

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—Cualquiera habría dicho lo mismo sobre el cuartel general. ¿Quién irrumpe en


un laberinto subterráneo lleno de magos de guerra locos?

—¿Alguien que no puede entrar aquí?

Le lancé una mirada. —Ahora suenas como Pritkin.

—Tal vez tenga razón. No es que todo el mundo y su perro no hayan intentado
asesinarte desde el primer día. Y con la guerra calentándose...

—¿Por qué perder el tiempo conmigo? —Terminé por él, decidiendo que mi
guarda, aunque un poco torcida, tendría que servir. Me acerqué a la cama y
empecé a bajarla.

—¿Porque eres la Pitia?

—Exactamente. No puedo ir a Faerie. Mi poder no funciona allí, lo que significa


que no soy muy importante para la siguiente fase de la guerra. Uno pensaría que
nuestros enemigos estarían más preocupados por la gente que ayuda con la
invasión.

—Gente como Pritkin.

Asentí. —Y era su habitación. Por eso necesito un favor.

—Oh, vaya. —Billy apagó su cigarrillo en su bota—. Aquí viene.

—Tendrás un traspaso, —le dije, hablando de los impulsos de energía que le


daba, para aumentar su alcance—. Uno grande.

—Ahora sé que no me va a gustar.

Me metí en la cama y me senté contra las almohadas. —A mí tampoco me gusta,


pero no sé qué más hacer. Pritkin no me escucha...

—Bueno, tu nombre es Cassandra. ¿No era ella esa chica que andaba
profetizando, solo que nadie le prestó atención y todos terminaron muertos?

Fruncí el ceño. —¡No es el momento de mencionar eso!

—Entonces, supongo que te gustaría conseguir un nombre diferente.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—Me gustaría un resultado diferente. ¡Uno que no implique que las entrañas de
Pritkin estén afuera de su cuerpo!

—¿Por qué preocuparse por eso? —Preguntó Billy, mirándome astutamente por
debajo de su sombrero—. Podrías simplemente retroceder en el tiempo y
salvarlo. Quiero decir que eso lo haces ahora, ¿no?

Por supuesto, Billy sabía lo que había estado haciendo. Sus traspasos de
energía programados se habían desviado por mi loca agenda, y nada le importa
más a un fantasma que la energía que lo mantiene en marcha. Se había dado
cuenta casi de inmediato.

Perezoso no significaba tonto. Molesto, por otro lado...

—Yo no hago eso, —dije con desgana—. Nunca lo he hecho.

—Entonces, ¿qué estabas haciendo?

—¡Nada! Excepto dejarme dormir y trabajar al mismo tiempo, si me entiendes.

—La verdad es que no.

Tal vez iba a tener que revisar ese estúpido comentario, pensé.

—No estaba reescribiendo la historia, —expliqué—. Iba a una reunión del


Senado por la noche, porque es cuando las celebran, justo después de haber
tenido un largo día. Luego volvía al poco tiempo de salir y dormía esa misma
noche. Pero lo único que hacía era dormir, no cambiar nada.

—Entonces, ¿me estás diciendo que si Pritkin fuera destripado por algún fey, no
lo salvarías?

Miré fijamente a Billy. —¿Por qué insistes en esto?

—¿Por qué evades la pregunta?

Maldita sea, a veces...

—¡No estoy evadiendo! Estoy tratando de evitar que se convierta en un


problema.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—Sólo me pregunto dónde está el límite aquí, —dijo—. Le dijiste a Pritkin que
habrías estado dispuesta a volver y advertir al Círculo sobre ese asesino. Pero
eso es cambiar el tiempo, ¿no? Y luego está Mircea...

—No quiero hablar de Mircea.

—No te culpo. Siempre dije que ese vampiro era problemático, pero
¿escuchaste? Tal vez yo debería llamarme Cassandra.

—Necesitarías una camisa con más volantes.

Billy miró hacia abajo. —Esta está llena de volantes. Esta era la más llena de
volantes que tenían.

—¿Intentas decirme algo?

—¿Después de todo este tiempo? —Sonrió—. No, me gustan las chicas. Sólo
era un metrosexual antes de que estuviera de moda.

—Un Beau Brummel11 del Salvaje Oeste.

—El Mississippi no era exactamente el Salvaje Oeste, y estás cambiando de


tema. —Se sentó en la cama, lo que significaba que flotaba ligeramente sobre
ella—. ¿Dónde está el límite, Cass?

—Donde siempre estuvo, —dije, y Billy me lanzó una mirada—. ¡En serio! Es
que... las cosas no son tan simples hoy en día.

—¿Lo fueron alguna vez?

—Un poco, sí. Antes sólo tenía que preocuparme por mantenerme viva. Ahora...
soy responsable de muchas otras personas.

—Mentira. A no ser que te refieras a esas niñas que tienes ahí fuera, eso es una
mierda, Cass.

Le fruncí el ceño. —No es una mierda. Soy la Pitia...

—Y eso no te convierte en dios, ¿vale? No eres responsable del universo, eres


responsable de la línea de tiempo. Y, maldita sea, ¿no es eso suficiente?

Me dejé caer contra las almohadas. —Más que eso.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—Entonces tú, de todas las personas, no puedes ir por ahí cambiando las cosas.
Tú misma me has dicho que puede causar un efecto cascada y joderlo todo.

—Por eso no lo hago.

—Pero te ofreciste. En la oficina de ese tipo Jonas.

—Estaba molesta, y no lo decía en serio. Sabía que Pritkin no aceptaría...

—¿Y si lo hubiera hecho? ¿O si Jonas lo hubiera hecho? Parece que no le


importa saltarse las normas con tal de ganar.

Me quedé mirando a Billy.

Nunca había oído describir tan bien a Jonas Marsden.

—Ves a mucha gente del mismo tipo cuando estás muerto, —dijo Billy—. No digo
que todos encajen en un pequeño cubículo, pero después de un tiempo... sí.
Empiezas a ver patrones. Jonas me recuerda a un viejo jugador que conocía.
Tomaba a los recién llegados en los botes de río bajo su ala, les enseñaba el
oficio. Luego los usaba para ayudarlo a hacer trampa, sólo que de alguna manera
siempre eran ellos los que eran atrapados, y siempre era él quien terminaba con
el dinero.

—Estás diciendo que Jonas está tratando de usarme.

—Ya te ha utilizado. Lo ayudaste a volver al poder, ¿verdad?

—Era mejor que la alternativa.

Billy no podía discutir eso, ya que la alternativa había sido un traidor corrompido
por nuestros enemigos. —Sólo ten cuidado, Cass.

—¿Por qué de repente estás con Jonas? —Pregunté.

Billy entrecerró los ojos. —¿En serio? ¿Tratas de decirme que eso, —levantó un
pulgar por encima de su hombro hacia mi guarda de mierda—, no es una
trampa...?

A veces, decidí, mi vida sería más fácil si Billy fuera un poco más tonto.

Levanté las sábanas. —Jonas tenía razón en una cosa: sería bueno tener
a alguien a quien poder interrogar.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—¿Y si en lugar de eso, mueres? Dijiste que los fey son resistentes al poder De
Pitia. ¿Y si esa cosa no lo detiene?

—No se supone que lo detenga. Se supone que lo atrape.

—... ¿Y por qué siempre está tu cabeza en la soga?

Billy encendió otro cigarrillo fantasmal; estaba bastante segura de que sólo para
poder mirarme a través del humo.

—No es una soga, —dije—. Piensa que es una capa extra de protección,
suponiendo que alguien aparezca por aquí, cosa que dudo. Creo que va tras
Pritkin.

Billy captó de repente una pista. —No...

Me senté de nuevo. —Sólo por un rato...

—¡No voy a hacer de niñera de ese maldito mago!

—Pensé que te gustaba Pritkin.

Billy puso los ojos en blanco. —Me gusta más que el vampiro, porque no
siempre intenta utilizarte. Pero eso no significa...

—Billy...

—... que quiera cogerle la mano. De todos modos, pensé que se suponía que él
te protegía, ¡no al revés!

—No necesito un guardaespaldas. Pero ahora mismo, él sí. Puede derribar a un


guerrero fey, pero no si no lo ve venir...

—¿Y cómo se supone que yo lo vea? No, no, no me lo digas. Espera.

Billy rebuscó en el bolsillo trasero de sus vaqueros y sacó un pequeño


cuaderno, de los que definitivamente no había en el Viejo Oeste. Lo que
significaba que lo había materializado con parte de su energía, sólo para ser
malicioso. Había que admirar ese tipo de dedicación.

—Veamos. Cadenas que traquetean, aullidos y gemidos, saltos que asustan,


siempre uno de los favoritos, abrir las puertas de los armarios, encender y apagar
las luces...

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—Billy.

—... y espiar a los vivos. —Pasó algunas páginas—. Sí, eso es lo que pensé.
Ver a través del glamour fey no es mi especialidad. Supongo que debería haber
comprado la versión de lujo.

—Billy.

—Pero no lo hice. Lo que significa que no seré más útil que el montón de
magos de los que ya está rodeado. Están metidos ahí como sardinas, tú misma
lo dijiste.

—Pero ellos no pueden ver al fey.

—¡Yo tampoco!

—No tienes que verlo. Puedes olerlo. —Me acerqué y cogí uno de mis nuevos
frascos de perfume, que por suerte había sobrevivido al asalto a mi camerino—.
Así.

Él frunció el ceño, pero olió el perfume. —Asqueroso, —fue el veredicto.

Era injusto. El brebaje olía principalmente a rosas cruzadas con limones. Un poco
inusual, pero definitivamente no desagradable.

—El glamour bajo el que estará un asesino tiene que ser fey, o las guardas del
cuartel general lo detectarían, —dije—. Lo olerás venir a una milla de distancia.

—Entonces, ¿por qué el mago no puede?

—Él no lo buscará; tú sí.

Billy me puso su cara de terco, lo cual era un problema, porque no podía obligarlo
a hacer nada. No era mi esclavo; era mi amigo. Podía hacerme un favor o no,
como él quisiera.

Y ahora mismo, no parecía muy prometedor.

Volví a recostarme contra la almohada y me quedé mirando el techo.

—Tengo un novio que está siendo acosado por un fey, y un ex que ha decidido
que es la Pitia, una invasión inminente y todo el mundo me grita...

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—Todo el mundo no te grita, —dijo Billy.

—Sólo en los últimos dos días, me han regañado Mircea, Hilde, Tami, Pritkin y
Marco. Y más o menos Rhea.

—¿Rhea?

—Fue sutil. Ya sabes cómo es ella.

—De lo mejorcito en pasivo-agresivo, —coincidió Billy, y le di una bofetada.

—¿Vas a hacer esto por mí? ¿Por favor? Necesito al menos una cosa tachada
de la lista para poder dormir.

—Hipotéticamente, digamos que fui tan estúpido como para que me


convencieran de esto. ¿Cómo se supone que voy a advertirle?

—Ya sabes cómo. De la misma manera que lo hiciste la última vez.

Billy me había salvado el culo hace un mes, cuando había llevado un mensaje
mío a Pritkin en el fragor de la batalla. Había sido atada por una acólita
renegada llamada Jo, que estaba decidida a destruir la línea de tiempo por todos
los males que sentía que la humanidad le había hecho. Lo cual era mucho, ya
que era una narcisista furiosa que básicamente pensaba que debía ser adorada.

De todos modos, había estado luchando por mi vida, lo que debería haber sido
bastante fácil. Excepto que ella y Jonathan se habían hecho buenos amigos, y
él la había drogado con cantidades masivas de poder robado, cortesía de las
reservas del Círculo Negro. Ella también había alimentado con algo de eso a
unos pocos miles de fantasmas hambrientos, que definitivamente trabajarán por
comida, y los metió en cadáveres en descomposición para convertirse en un
ejército imposible de matar. Y me hizo pasar por una elaborada carrera de
obstáculos para drenar mis fuerzas antes incluso de aparecer.

¿Y mencioné que ella había sido entrenada en el poder de Pitia, y yo no?

Sí.

El resultado fue que me dieron una paliza, mientras la línea de tiempo se rompía
lentamente a nuestro alrededor. La única razón por la que yo estaba viva y Jo Al
final muerta —porque esa era la segunda maldita vez que tenía que matarla—

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

era Billy Joe. Él había llevado un mensaje a Pritkin por mí, quien había
vinculado su poder al mío a través del Nudo de los Amantes, prestándome sus
habilidades de íncubo el tiempo suficiente para que yo drenara el poder de Jo,
destruyera su cuerpo y abriera un festín para que sus fantasmas se alimentaran
de lo que quedaba.

Nunca me digas que tener un compañero fantasmal no vale la pena.

El resultado final fue que había decidido que necesitaba un poco de


entrenamiento, malditos sean los riesgos, y Billy había parecido engreído
durante un mes. Todavía lo hacía, con una pequeña sonrisa de reminiscencia
jugando en sus labios. Hasta que se transformó bruscamente en un ceño
fruncido.

—El mago no pudo oírme, —dijo—. Es medio íncubo, pero no podía oír a un
fantasma que le gritaba al oído, tuve que flotar a través de su maldita cabeza,
para susurrarle directamente al cerebro.

—Entonces, hazlo de nuevo, —dije—. Si notas algo, avísale. Literalmente.

—Ja, ja. —Billy no parecía divertido—. ¿Sabes con qué me amenazó si


volvía a "violar su autonomía corporal"? No es que eso sea anatómicamente
posible para un fantasma, pero aun así...

—Si le salvas la vida, creo que lo entenderá.

—Prefiero quedarme aquí y salvar la tuya. —La cara habitualmente sarcástica y


bromista se puso repentinamente seria.

—No necesito...

—... Protección, sí, sí, lo sé. Recibes un mes de entrenamiento y de repente eres
una súper Pitia, defensora de los débiles y toda una patea-traseros. Pero sigues
estando en el mismo cuerpo vulnerable, Cass. Jo tenía todo el poder del mundo,
pero no la salvó. Deberías recordarlo.

Pero yo estaba recordando otras cosas. Como todos los años en que sólo había
sido el show de Cassie y Billy, como le gustaba llamarlo. Todas las veces que
nos habíamos levantado el uno al otro, que nos habíamos hablado, que
habíamos discutido, que nos habíamos peleado como los hermanos que él había

171
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

dejado atrás y los que yo nunca había tenido. Y entonces me acerqué, lo atraje
hacia mí y lo abracé.

—¿Por qué fue eso? —Preguntó Billy, con cara de asombro. Porque yo nunca
había sido de las que abrazan. Pero eso había sido antes de recibir múltiples
abrazos al día de las pequeñas iniciadas, hasta el punto de que habían
empezado a sentirse... casi normales.

Supongo que ambos nos habíamos acostumbrado a este lugar, pensé.

—No hay razón, —dije—. Sólo que hace tiempo que debería haber sido así.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

CAPÍTULO 16

Estuve dando vueltas durante lo que me pareció una hora, luego me levanté y
me senté a un lado de la cama, sintiéndome cansada, dolorida, desubicada y
molesta.

¡Mañana tenía un día lleno de trabajo! Pero, ¿le importaba a mi cuerpo?

Claramente no.

Bostecé, sintiendo sueño y no al mismo tiempo, lo que debería haber sido


imposible. O no, corregí, no era eso. Estaba agotada porque acababa de darle
a Billy un atracón de energía, usando la mayor parte de las reservas que me
habían proporcionado una buena cena y una noche de holgazanería en ropa
interior. Pero no tenía sueño.

No tenía nada de sueño.

¡Maldita sea!

Me levanté, caminé hacia la puerta y casi me quedé atrapada en mi propia


guarda antes de recordar y desplazarme al otro lado. Fui a la cocina, con la
esperanza de tomar un refrigerio a medianoche, o la hora que fuera. Pero cuando
empujé la puerta de la despensa del mayordomo, no se movió, como si las
bisagras se hubieran atascado o alguien la hubiera cerrado accidentalmente.

Así que me desplacé al otro lado de eso, también.

—Oh, mierda. Atrapados, —dijo alguien, mientras me rematerializaba en el otro


lado.

No vi quién era. Estaba demasiado hipnotizada por el despliegue realizado en la


isla central, que gemía bajo un festín de proporciones épicas. Un festín español,
porque la paella de Tami debe haberle dado ideas a alguien.

Bueno, olé, pensé, sonriendo.

Entonces la voz volvió a sonar. —Oh, no importa. Es sólo Cassie.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—¡Hola! —Dije, levantando la vista. Y vi a Fred, mi guardaespaldas más bajito y


regordete, de pie junto a la isla, con una coctelera en la mano, llevando un par
de bóxers y su corbata, que como siempre estaba debajo de una oreja. También
llevaba los calcetines, me di cuenta.

Y nada más.

—¿Interrumpo? —Pregunté, mirando a la asamblea de holgazanes reunidos en


taburetes alrededor de la isla.

—Toma unas tapas, —dijo Vi, empujando un plato hacia mí. Llevaba un sujetador
deportivo y unos vaqueros recortados que mostraban unos muslos tan duros
como para romper una nuez. Pero como ese era un atuendo normal para Vi,
no me habría preocupado demasiado, si no fuera porque estaba descalza.

A Vi le gustaban los zapatos, concretamente las botas con punta de acero, que
se ponía con todo, tanto si combinaban como si no. Algo acerca de ser
perseguida a través de vidrio cortado por un mago de guerra, hace tiempo. Lo
que hacía aún más extraño que un mago de guerra casi desnudo estuviera
sentado a su lado, al final de la isla, con cara de mortificación.

No era Pritkin.

Por una vez, Reggie no se levantó para saludar. Sólo se sonrojó a lo largo de su
flaco pecho, hasta donde las pecas se detenían en favor de una piel blanca como
un fantasma. También tenía pecas en la cara, montones de ellas, hasta el punto
de que unas cuantas más le darían el bronceado que su tez nunca podría
conseguir. Pero eran difíciles de ver en este momento más allá de las ardientes
mejillas rojas.

Hacían juego con el pelo, pensé, y comí una galleta.

No me sentí mal por picar, porque había comida para un pequeño ejército, lo que
probablemente significaba que Fred había cocinado. Fred no entendía el tamaño
de las porciones. Fred no quería entender el tamaño de las porciones.
Principalmente porque lo único que a Fred le gustaba más que la comida
fresca para llevar era la comida sobrante para llevar, preferiblemente un surtido
de cinco o diez tipos diferentes, como una retrospectiva de su ingesta semanal.

174
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Pero estas cosas tendrían que fundirse un tiempo para estar listas para la
extravagancia de fin de semana, porque eran frescas.

—Te dije que deberíamos haber hecho esto en mi habitación, —dijo Fred,
mientras intentaba decidir entre un segundo plato de aceitunas rellenas de
anchoas, vieiras en salsa de tomate y un intrigante artículo empanizado del
tamaño de una pelota de golf.

—¿Hacer qué? —Pregunté, mordisqueando una ostra frita mientras lo


averiguaba.

—Y te dije que ibas a tener migas en tus sábanas, —le dijo Saffy a Fred. Llevaba
un tanga y una camiseta, esta última lo suficientemente larga como para contar
como un minivestido si no se hubiera enganchado con el taburete.

—La Bomba, —dijo Fred, siguiendo mi mirada. Y respondiendo a la pregunta


que yo no había hecho—. Significa la bomba, y lo es, así es.

—¿Pero qué es? —Pregunté, intrigada.

Puso una de las pelotas de golf en un platito para mí, y cogió un cuchillo. —
¿Lista?

—Lista.

Cortó. —Una albóndiga de ternera picante, untada con un cremoso puré de


patatas, luego todo cubierto de pan rallado y... espera...

Contuve la respiración.

—Frito.

—¿Frito?

—Frito.

Cogió la mitad que acababa de cortar con un tenedor y me la dio. Mis ojos se
abrieron de par en par. —Oh. Oh, Dios.

—¿Verdad? —Fred sonrió. Le encantaba la comida, y apreciaba a otras


personas que amaban la comida.

Y entonces se comió la otra mitad de mi albóndiga.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—¡Oye!

—Privilegio del chef.

—¿Lo has cocinado tú? —Pregunté con escepticismo.

—La compré, la cociné, ¿cuál es la diferencia? Mira, puedes tomar otra.

Tomé otra. Y seguí con chorizo ahumado cocido en vino tinto, pulpitos frotados
con pimentón y dorados en aceite de oliva, y pasteles de cangrejo con salsa de
pimientos rojos asados. Todo estaba delicioso.

—Miren y lloren, —dijo Vi, extendiendo una mano de póker sobre la mesa, entre
plato y plato.

Un coro de gemidos siguió a la visión de una escalera de color.

—Vale, —dijo Fred—. Me tienes. —Y su mano se dirigió a la cintura de sus


boxers.

Se escuchó un grupo de gemidos más fuerte, junto con un chillido de Saffy. —


No, no. Toma, yo te tengo, —dijo ella, y le lanzó una pulsera.

—¿Qué? No necesito eso. Tengo esto cubierto.

—Cubierto es lo que queremos, —dijo Vi—. Cubierto es bueno.

Pero Fred sólo se dio la vuelta y nos miró tímidamente por encima del hombro.
Y meneó un trasero muy bien acolchado en bóxers azules y rayas de mierda,
que empezó a bajar taaaan lentamente. Y luego se rió de nuestras expresiones
de horror y tiró su corbata.

—No saben lo que se están perdiendo.

—Y estamos totalmente de acuerdo con eso, —dijo Vi, pareciendo aliviada.

Un montón de otras prendas variadas se arrojaron sobre el mostrador, y me di


cuenta. —¿Están jugando al strip poker?—Dije—. ¿Aquí?

—La puerta estaba cerrada, —señaló Vi.

—Sabes que Hilde puede desplazarse, ¿verdad?

—Oh, Dios, —dijo Reggie.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Había parecido totalmente miserable todo este tiempo, supuse que por
vergüenza. No me había mirado a los ojos ni una sola vez, y parecía estar
intentando deslizarse por debajo de la mesa. Pero Vi lo atrapó.

—Vamos. Paga, —le ordenó.

—Yo... no puedo. —Si cabe, se sonrojó con un tono aún más brillante.

—¿Cómo que no puedes? —Le preguntó ella, inclinándose sobre la mesa. Y


luego se rió—. ¡Bastardo! Creía que aún te quedaban los calzoncillos. ¿Te
pusiste en plan comando?

—No sabía que íbamos a jugar, —susurró él—. Y yo creía que iba a ganar. Con
Rico fuera...

—¿Rico estaba aquí? —Pregunté.

—¿A dónde crees que fue toda nuestra ropa? —Dijo Vi.

—Rhea entró en la cocina y desapareció, —me dijo Fred, poniendo los ojos en
blanco.

—Están en el balcón, a la luz de la luna, —añadió Saffy, y soltó una risita.


Obviamente, había estado dándole a la sangría muy fuerte.

—Que le vaya bien, —dijo Vi—. Juro que estaba haciendo trampa. Como este
pobre bastardo de aquí.

—Lo... lo siento, Lady, —susurró Reggie.

—¡Castigo! ¡Castigo! ¡Castigo! —Dijo Saffy, golpeando la mesa con un puño—.


¡Exigimos el baile del pollo desnudo!

—¡Ssshhh! —Dijo Fred de repente—. Creo que he oído algo. Todos hicieron una
pausa.

—¡Oh, mierda! ¡Es Hilde!

Se desató el pandemónium y Fred agarró sus pantalones.

—¡Dame los míos! —Dijo Saffy, pero Fred simplemente extendió sus manos.

—No los veo. Rico debe haberlos tomado.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—¿Rico se llevó mis vaqueros?

—¡Rápido! —Me dijo Fred—. ¡Envíalos a algún sitio!

—¿Dónde?

—¡A cualquier sitio! —Dijo Saffy, mirando a su alrededor. Reggie se quedó


sentado, congelado de horror.

Vi intentaba lanzar un hechizo de ocultación, pero también había bebido un poco.


Aguantaba tan bien el alcohol que no lo había notado, pero su magia sí. Hizo
que la cocina parpadeara como si tuviera luces estroboscópicas, pero en realidad
no ocultó nada.

—¡Oh, Dios! —Dijo Fred, en pánico—. ¡Está aquí!

Desplacé a todos menos a él, porque me había agarrado del brazo en el último
segundo y el hechizo me habría llevado también. Y en cuanto se fueron, el
ambiente cambió totalmente. Fred volvió a arrojar sus pantalones sobre el
mostrador y cogió una ostra.

—¿Adónde los enviaste? —Preguntó despreocupadamente.

—A Rico. Él tiene su ropa, ¿verdad?

Fred se echó a reír. —No. —Abrió un armario y allí estaban, incluidos los
vaqueros de Saffy.

Algunos gritos se filtraron desde el balcón, pero eran lejanos. Dudaba que llegara
a los dormitorios. Lo siento, Rhea, pensé, haciendo una mueca.

—Eso les enseñará a hacer este tipo de cosas aquí, —dijo Fred, con cara de
satisfacción—, ¡Hay niños en esta casa!

—¿Supongo que Hilde no vendrá?

—Claro que no. Puedo oír sus ronquidos desde aquí.

Mi aliento se escapó en un suspiro que no sabía que había estado conteniendo.


—Eres un bastardo, —le dije.

Fred sonrió y comió una bomba hacia mí.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Había restos de sangría, así que me serví un vaso y me lo llevé al baño. Si una
combinación de alcohol y agua caliente no me hacía dormir, no sabía qué lo
haría. Añadí una bomba de baño de lavanda, porque había oído que se
suponía que era relajante, y me metí. Era agradable.

Me revolqué por un rato. Se mantuvo agradable. Y no me indujo a dormir ni de


lejos.

¡Maldita sea, no sabía qué me pasaba!

Vale, eso era mentira. Sabía exactamente lo que era, y hasta que no hablara con
Pritkin y comprobara que estaba bien, no dormiría. Pero, ¿cómo iba a contactar
con él?

Estaba demasiado agotada para desplazarme hasta Stratford y, de todos modos,


me habían advertido específicamente que me mantuviera alejada. Además, eso
requeriría saber en qué parte del laberinto del Círculo se encontraba, y yo no lo
sabía. Hice algunas cuentas mentales: Stratford estaba a ocho horas por delante
de nosotros, así que allí era de día. Podía estar en cualquier parte.

¡Maldita sea, tenía que hablar con él! Pero no podía usar un teléfono gracias a
Jonas, y Pritkin probablemente estaba bajo tierra de todos modos. Esto era tan...

—¿Cassie?

Me sobresalté y miré a mi alrededor, porque ésa había sido la voz de Pritkin. A


no ser que estuviera empezando a alucinar por dormir muy poco. Pero al cabo
de un momento, vi un par de ojos verdes que me resultaban familiares y que
miraban a través de uno de los espejos que había sobre el lavabo.

Los magos podían hechizar los espejos, o cualquier superficie reflectante, para
que actuaran como una versión mágica de Skype, aunque en la actualidad, otros
tantos llevaban teléfonos. Pero la magia era más difícil de hackear, así que
supuse que este era la solución alrededor de la prohibición de Jonas. Por no
mencionar que no le afectaban en absoluto las guardas de protección ni el hecho
de estar bajo tierra.

—¿Cassie? —Dijo Pritkin de nuevo, porque no podía verme desde donde estaba,
ya que los espejos estaban demasiado altos.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—En la bañera.

Los ojos se arrugaron ligeramente en los bordes. —¿Qué llevas puesto?

Chupé una fresa. —Absolutamente nada. ¿No te gustaría estar aquí?

—Sí. —Fue enfático.

—¿Mal día?

—¿Antes o después de que mi amante decidiera intentar suicidarse?

—No vamos a empezar con eso de nuevo, ¿verdad? ¿Mencioné que estoy
desnuda?

—Pruébalo.

Sonreí. —¿Este canal es seguro?

—Tan seguro como pueden llegar a ser.

—Porque no necesito que mañana aparezcan fotos traviesas de la Pitia en la


prensa.

—Al menos sacaría por fin la guerra de la primera plana.

Me reí. ¿Con mis piernas flacas? Difícilmente.

Pero Pritkin nunca se había quejado, especialmente cuando estaban alrededor


de sus orejas. Dios, ¡ojalá estuviera aquí! Pero parecía que seguía en el cuartel
general, a juzgar por el fondo de tierra y roca que había detrás de él.

Aparté de los azulejos el pequeño espejo de maquillaje, que había sido fijado a
la pared en un soporte de acordeón. Nunca lo usaba, porque ¿quién se maquilla
en la bañera? Pero supuse que alguien lo hacía, porque venía de serie, aunque
ahora estaba empañado.

Pasé una mano sobre él, y allí estaba. Y esta vez, obtuve el rostro completo.
Parecía cansado y estresado, pero también medio cínico y medio expectante,
porque no creía que lo fuera a hacer, pero no estaba seguro.

—De acuerdo, —le dije—. Prepárate. Y entonces incliné el espejo...

Hacia mi rodilla.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—Mira, —me burlé—. Está toda jabonosa y sexy.

Moví el espejo un poco. Y luego lo giré hacia mi cara, para ver cómo los labios
de Pritkin se torcían. —Soy medio íncubo, —me dijo—. Puedo trabajar con ella.

—Ojalá estuvieras aquí para trabajar con ella. ¿Cuánto tiempo más? —Estaba
lloriqueando; lo sabía, pero no me importaba. Jonas había acaparado a mi novio,
y yo estaba salada por ello.

—¿Después de hoy? Bastante tiempo.

—¿Por qué? ¿Qué ha pasado ahora?

—Ahora no pasó nada. A menos que cuentes el hecho de que no podemos


descubrir cómo se infiltró el fey en nuestra base.

Fruncí el ceño. —¿Qué quieres decir?

—Quiero decir que ninguna de las guardas fue perturbada. Las revisamos tres
veces, ya que algunas sufrieron daños en el reciente ataque. Se pensó que una
o más de ellas podrían estar dando lecturas falsas. Incluso se habló de que tal
vez el Círculo Negro se había dejado una puerta trasera en el ataque, una guarda
comprometida que podrían utilizar como conducto para volver a entrar en otro
momento. Algo así debería haber sido detectado durante las reparaciones, pero
con el Cuerpo tan reducido como está, algo sutil podría haber pasado
desapercibido.

—¿Fue así?

—No. Están en la cuarta comprobación ahora mismo, pero creo que es muy poco
probable que se nos haya escapado algo. Por lo que sabemos, no pasó nadie
sin autorización.

—Entonces... ¿creen que tienen un traidor? —Pregunté, luchando por entender


cómo alguien podía engañar a las guardas de los puntos de control del cuartel
general. Por lo general, las evitaba simplemente desplazándome de lugar, y por
una buena razón. La única vez que había pasado con Pritkin, después de
almorzar en un restaurante local, me había parecido que atravesaba una lluvia
de agujas ardientes.

181
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—Si no fuera fey, eso podría haber sido una consideración, —dijo Pritkin
secamente—. Tal como está, es un misterio.

—Lo que significa que podría volver a ocurrir. —De repente me alegré,
fervientemente, de haber enviado a Billy, y me pregunté si ya estaría allí.
Probablemente no; él viajaba por caminos diferentes a los de los humanos,
pero Stratford estaba todavía bastante lejos.

—Esa es la preocupación, —coincidió Pritkin.

—Presta atención al olor, —le dije con seriedad—. Los glamours fey tienen un
olor muy fuerte, al menos durante los primeros días.

—¿Y cómo lo sabes? —Preguntó.

—Yo... oigo cosas. De las chicas del aquelarre.

No se lo creía.

—Vamos a tener una charla. Pronto, —prometió.

—Si eso significa que vuelvas. —Y de una pieza.

—¿Mago Pritkin? —Alguien gritó su nombre desde algún lugar a un lado, y él


miró en su dirección.

—Tengo que irme, Cassie.

—¡Recuerda lo que dije sobre el olor! —Me dije a mí misma. Porque lo único que
había en el espejo era mi cara enrojecida por el calor.

¡Maldita sea!

Salí de la bañera. En lugar de relajada, me sentí aún peor que antes, ansiosa y
en tensión, preocupada y frustrada. Y luego empeoró.

Acababa de terminar de secarme y me estaba poniendo el camisón corto por


encima de la cabeza cuando lo que sonaba como todos los sabuesos del infierno
comenzó a aullar. En un huracán. Compuesto por camiones de bomberos.

Era el peor ruido que creía haber oído nunca, y surgió de la nada, casi
haciéndome saltar de mi piel. Casi me estrangulo luchando con el camisón, Al
final lo bajé y corrí a mi dormitorio. Sólo para ver...

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—¿Qué mierda?

Me escabullí detrás de la puerta del baño, y un momento después, algo la golpeó


como un puño, con un golpe audible. Algo que hizo que la madera nueva y recién
pintada se agrietara, se astillara y envejeciera. Y que un agujero se abriera paso
a través de ella, presumiblemente en el sitio donde había caído el puño.

—¡Cassie! —Oí la voz de Fred desde fuera, y mis entrañas se tensaron.

—¡Quédate fuera! Está bien, pero... no entres aquí, —le dije, y llené mi mano
con el poder de Pitia. Mucho de él, como una bola del tamaño de un guante de
boxeador.

—¿Qué pasa? —Preguntó Fred.

—Nada. Sólo un ligero... mal funcionamiento de la guarda, —dije, mientras lo


que quedaba de mi supuesta protección hacía ping pong alrededor de mi
bonita y nueva suite, que rápidamente se estaba convirtiendo en mi bonita y
vieja suite, o al menos en pedazos de ella, dondequiera que esa cosa
golpeara.

Maldita sea, ¿qué tenía de malo?

—Yo los mantendré fuera, —dijo Fred, y yo atravesé la puerta, con el guante por
delante. Y vi cómo una bola dorada se estrellaba contra la alfombra, donde
hizo un agujero en el remolino azul y blanco personalizado; contra el techo,
donde una mancha marrón que se extendía se abrió paso sobre el yeso; contra
una silla que se hundió y luego se desmoronó en una pila de madera vieja; y Al
final...

—¡No! —Dije, furiosa, mientras la bola de energía Pitica golpeaba y luego


recorría mis empotrados, haciendo que los libros explotaran en una tormenta de
páginas voladoras que se desintegraron en la nada, como pájaros hechos de
polvo. Justo antes de estrellarse Al final contra mi guante improvisado, donde
apreté y apreté y apreté, ¡y la ahogué de golpe!

Tal vez, decidí unos momentos después, jadeante y sin aliento y sudorosa, no
debería intentar hacer más guardas durante un tiempo.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Y entonces levanté la vista para ver a Fred con los brazos extendidos sobre la
puerta, y detrás de él, un grupo de vampiros, acólitas y brujas, con Hilde al frente.

Me miró —con el pelo goteando, el camisón arrugado y al revés, y el guante de


poder hirviendo y suspiró.

—¿No puedes jugar al strip poker como todos los demás?

Los eché a todos y me fui a la cama.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

CAPÍTULO 17

Al final me alejé de la corte a la tarde siguiente, después de horas de sentarme


y dar consejos, estos últimos inútiles porque a nadie le importaban. Me
sorprendió lo mucho que se parecían los visitantes de la Corte de la Pitia a la
gente a la que una vez le había leído el tarot en un bar. No querían consejos,
sobre todo los que requerían algún tipo de trabajo por su parte. Querían
tranquilidad, o validación, o conmiseración, o simplemente desahogarse sobre
cosas que no tenían intención de cambiar.

Era exasperante.

También era un ejemplo de que Tami había tenido razón, como siempre. No
necesitaba pasar tanto tiempo haciendo eso. No cuando podía estar haciendo
esto.

Miré la gigantesca mansión bien iluminada que tenía delante y sonreí.

La Corte de la Pitia en Las Vegas, donde había acabado viviendo porque


Mircea era el dueño del hotel, era una aberración. Durante varios siglos antes
que yo, la corte había ocupado una gran mansión georgiana en Londres, llena
de mármol y estatuas y finas pinturas al óleo y alfombras, cualquiera de las
cuales probablemente costaba más que la mayoría de las casas. Era una pila
magnífica, aunque ligeramente intimidante, donde Rhea había pasado gran parte
de su infancia.

Pero no parecía tan familiar en este momento.

Un coche de caballos pasó amenazando con aplastarnos, y yo tiré de Rhea para


que se bajara de la acera y subiera a los escalones de la entrada. Era de noche
en Londres, con una típica niebla eduardiana que oscurecía el paisaje y hacía
que las farolas tuvieran halos de brillo que no iluminaban prácticamente nada.
Así que dudaba que el cochero pudiera ver muy lejos.

Pero me subí la capucha de la capa de todos modos, porque se suponía que no


debía estar aquí.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—¡Se supone que no debes estar aquí! —me informó una voz malhumorada,
después de que la puerta principal se abriera bruscamente.

La mujer que se perfilaba en un torrente de luz eléctrica novedosa me sorprendió


un poco, porque tampoco debía estar aquí. Al menos, no abriendo puertas. Y
porque estaba inusualmente desaliñada, con su largo pelo castaño por todas
partes, las mejillas sonrojadas y su vestido de encaje blanco, por lo general
perfectamente planchado, sucio y desgarrado por un lado.

Dejaba entrever un muslo que habría ultrajado su delicada sensibilidad si se


hubiera dado cuenta, y si hubiera tenido alguna. Pero Agnes siempre había sido
tan dura como un clavo. Como demostró al intentar cerrarme la puerta.

Pero yo sabía que lo haría y ya había puesto un pie en ella.

Oí un pequeño sonido de mi acompañante, y pensé que era simpatía por mi pie


destrozado antes de mirar por encima del hombro.

Mierda, pensé al ver la expresión de Rhea.

Porque lo había olvidado; había un elemento familiar en la antigua Corte de la


Pitia, ¿no?

Agnes Weatherby, la chica de la puerta, era una cosa pequeña con una gran
actitud. Lo cual era justo, ya que era la actual heredera al trono y futura Pitia, y
por tanto una persona bastante importante. O autoimportante, pensé, mientras
me miraba con desprecio.

—Sé que llego pronto a mi cita... —empecé, intentando ser diplomática sin dejar
de mirar con preocupación a Rhea.

—¡Tres días antes! —Espetó Agnes.

—... y sé que no debería estar afuera. Pero no quería arriesgarme a


materializarme dentro de alguien. —Me volví hacia Agnes—. Necesitan
establecer una zona de aterrizaje pronto.

—¡No necesitamos una zona de aterrizaje! —Me dijo furiosa—. ¡Sabemos


proyectar el futuro delante de nosotras para evitar chocar con la gente!

—Qué bien, —dije, y la empujé al pasar.

186
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Rhea me siguió al interior, con cara de asombro. Sí, probablemente debería


haber mencionado que íbamos a conocer a su madre. Su difunta madre, que en
este momento estaba bastante viva y furiosa.

Realmente se podía ver el parecido, pensé, mirándolas una al lado de la otra.


Una tenía los ojos azules y la otra marrones, y Rhea era ligeramente más alta,
pero ambas tenían un largo pelo castaño que les caía por la espalda, tez rosa
inglesa y rostros dulces. Al menos, el de Agnes habría sido dulce si no me
hubiera estado mirando.

No sabía cuál era su problema, pero estaba claro que tenía uno.

Tampoco me importaba ahora mismo, porque acababa de cometer un error, de


esos que ocurren cuando tienes demasiadas cosas que hacer y demasiado en
qué pensar. Las cosas caen por las grietas, incluso las importantes.

Como los sentimientos de Rhea, que accidentalmente acababa de arruinar por


completo.

—Necesito un segundo, —le dije a Agnes, y llevé a mi acólita a un pequeño salón


lateral.

Era el mismo en el que casi me había ahogado una vez, porque mis experiencias
en la antigua Corte de la Pitia no siempre habían sido estelares. Pero tenía la
ventaja de una puerta que se cerraba en la cara de Agnes, y un sofá de terciopelo
verde en el que puse a Rhea. Y unas cortinas de terciopelo verde que cerraban
el mundo excepto por una pequeña cantidad de luz de la calle que se filtraba por
la ventana.

Suficiente para mostrarme que, sí, yo era una idiota.

—¿Estás bien? —Pregunté, ya que eso es lo que se pregunta en estos casos,


pero la respuesta era claramente no. Rhea parecía, bueno, como si acabara de
ver un fantasma. Uno que en ese momento estaba golpeando la puerta,
¡maldita sea!

La abrí de nuevo y saqué la cabeza. —¿Qué parte de "necesito un segundo" no


entendiste?

—¿Qué parte de "lárgate" no entendiste?

187
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—No me dijiste eso, —dije.

—¡Considéralo dicho! —Y la perra me desplazó a la calle.

Ella no desplazó a Rhea, afortunadamente. Porque la Corte de la Pitia parecía


estar en algún tipo de ruta de entrega nocturna, a juzgar por todo el tráfico que
pasaba afuera. Y eso hizo que casi me atropellaran ¡otra vez!

Volví a entrar después de evitar por poco una carreta llena de barriles, y encontré
a Agnes con mi acólita llorosa y conmocionada. A quien estaba arrastrando hacia
la puerta principal. No era por el pelo, pero parecía que hubiera preferido que lo
fuera.

—Espera, —dije, agarrando su hombro, sólo para que mi mano fuera apartara
de un manotazo. Con fuerza.

—Ya es bastante malo que vengas aquí, —dijo Agnes, claramente lívida—. Que
no puedas manejar lo básico del puesto que ocupas sin que alguien te lleve de
la mano. Pero ahora también traes a tu... ¿qué es ella?

—¿Qué? —Pregunté, porque mis nervios aún gritaban "¡carreta!"

—¿Qué es ella? —Gritó Agnes, y me empujó a Rhea.

Tu hija, no dije, porque parte de mi acuerdo con la Pitia del momento era que
mantuviera la boca cerrada mientras estuviera aquí. Cualquier pequeño detalle
que dejara escapar accidentalmente podría cambiar la historia. Y eso incluía
especialmente que Agnes supiera que un día rompería las reglas de forma
mucho más espectacular que yo, teniendo no sólo una aventura de larga
duración, sino también una hija.

Pero mi pausa para pensar no cayó bien.

—¡Lárgate! —Agnes gritó, y me desplazó de nuevo, pero yo secuestré el hechizo


y lo redirigí de vuelta al pequeño salón. Y como ella me había arrojado
consideradamente a mi acólita, Rhea también vino.

La puerta estaba entreabierta, supongo que Agnes no se había molestado en


cerrarla cuando arrastró a Rhea, pero no por mucho. Sólo lo suficiente como
para que la viera mirar a su alrededor con confusión y luego con furia, antes

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

de alejarse pisoteando. Probablemente había ido a levantarse, lo cual estaba


bien, porque yo no estaba tratando de evitar una pelea. Intentaba ganar un poco
de tiempo con mi acólita.

Que se había dejado caer en el sofá, con la cara pálida y los ojos grandes,
tratando de sobreponerse.

—Lo siento, —le dije—. No pensé. Te enviaré de vuelta…

—No. —Rhea levantó la vista—. No, estaré bien. Sólo necesito... un momento.

Asentí, vigilando la franja del vestíbulo que podía ver en este momento.

—Eso es probablemente todo lo que tienes, —le dije—. Agnes no será otras
muchas cosas pero si es competente. Gertie... Lady Herophile,—enmendé,
usando el título apropiado del reinado de mi entrenadora, porque Rhea era
sensible a esas cosas—, me ha hecho entrenar con ella antes. Por lo general,
me patea el culo.

—Ella siempre... fue buena, —susurró Rhea.

Miré hacia atrás desde la puerta para verla encorvada con sus brazos envueltos
alrededor de sí misma. No soy una estudiosa del lenguaje corporal, pero eso no
me pareció una buena señal. Había traído a Rhea para que usara la biblioteca
De Pitia, porque el tipo con aspecto de banquero del cuartel general parecía
creer que era la fuente de todo el conocimiento, y yo esperaba que tuviera
información sobre el Nudo de los Amantes. La biblioteca había sido destruida en
la guerra, junto con la casa que estábamos ocupando, pero todavía existía en
este período de tiempo, y Rhea había dicho que la había utilizado cuando era
niña.

Por una vez, me había parecido una forma fácil de solucionar un problema. Pero
claro que no. Pensarías que dejaría de esperar este tipo de cosas a estas alturas.

Y, justo a tiempo, Agnes estaba de vuelta. Y esta vez, tenía compañía.


Concretamente, una chica joven y regordeta con una cara plana y poco atractiva
y un cuerpo cuadrado que el tradicional vestido de encaje no mejoraba. Pero lo
que le faltaba en apariencia, lo compensaba en talento.

Un talento muy específico.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—Mierda, —le dije a Rhea—. Es Ermengard.

—¿Quién?

—Es una especie de equivalente a un sabueso para Pitias. Ella puede seguir un
pequeño hilo del poder de Pitia prácticamente en cualquier lugar. Suelen utilizarla
para ayudar a rastrear a los magos oscuros que violan las Reglas del Tiempo,
pero es probable que sea igual de buena en...

Encontrarnos, pensé, mientras ella señalaba en silencio.

Agnes se dirigió hacia nosotras y yo me desplacé a mi habitación habitual en el


piso de arriba. Y luego volví a bajar, y vi a Agnes dar un giro de 180 grados
cuando Ermengard anunció un nuevo destino. Media docena de acólitas y un par
de magos de guerra subieron con estrépito las escaleras, y me volví hacia Rhea.

—Eso no los engañará por mucho tiempo.

—No hace falta engañarlos en absoluto, —dijo ella, levantando la cabeza y


echando los hombros hacia atrás—. Estoy bien, Lady. Y no quiero ir a casa.

—¿Estás segura? —Porque, sí, las bibliotecas no eran realmente lo mío, y


probablemente me llevaría mucho más tiempo encontrar lo que necesitaba sin
Rhea, suponiendo que incluso estuviera aquí. Pero ella había pasado por
muchas cosas últimamente. No quería hacerla pasar por más.

Pensé, con un poco de nostalgia, en su alegría al montar esa ridícula escoba con
Rico. Tal vez debería haberla dejado atrás. Tal vez debería haberla dejado del
todo.

La voz de Hilde volvió de repente a mi mente: ¿La quieres en este puesto por su
bien o por el tuyo?

Buena pregunta, pensé sombríamente.

Pero entonces una mano suave me tocó el brazo.

—Es tu elección, por supuesto, —dijo Rhea, y esta vez, sus ojos estaban
secos—. Pero por mi parte, me gustaría quedarme.

Y sí, pensé. Eso es lo que todo el mundo siempre olvidaba de ella. Parecía suave
y dulce, pero aunque la dulzura estaba definitivamente allí, ella no era suave. No

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

era suave en absoluto. Había todo el acero de su madre en esa espina dorsal, y
algo del de su padre también.

Diablos, probablemente era más fuerte que yo, y tenía derecho a quedarse si
quería.

—De acuerdo, —le dije—. Pero no esperes que sea bonito.

Rhea asintió y salimos de nuestro escondite a un vestíbulo todavía desierto. Era


un gran espacio de mármol diseñado para ser impresionante, y tuvo éxito. Había
paneles del viejo mundo en las paredes, una impresionante escalera con un
precioso trabajo de hierro forjado que conducía hacia arriba, y lámparas de araña
que eran enormes y al mismo tiempo de buen gusto.

También apestaba, mucho.

Arrugué la nariz. Había estado demasiado ocupada con los gritos de Agnes como
para darme cuenta antes, pero la Corte de la Pitia apestaba a perro mojado. O
posiblemente a muchos perros mojados, porque eso sí que era un hedor. Tal vez
eso era lo que tenía las bragas de Agnes en un manojo: habíamos aparecido
en el día de la limpieza de la casa.

—¿Pasa algo? —Preguntó Rhea.

—¿No hueles eso?

—¿Oler qué?

—No lo sé. Pero es desagradable.

Y entonces Agnes volvió a la carga, desplazándose con una venganza, porque


no le gustaba que la engañaran. Por mi parte, no me gustaba que me gasearan.
¿Qué demonios era eso?

Me incliné hacia delante y la olfateé. Nop.

Ella se echó hacia atrás, y luego se sonrojó furiosamente y se puso en mi cara.


—¡Vete!

—¿Por qué?

—¡Estamos ocupados!

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—¿Haciendo qué? —Pregunté, porque no veía que estuviera pasando nada


importante.

Y entonces descubrí el qué.

—¡Auuuggghhh! —Gritó alguien. Podría haber sido yo. Probablemente era yo,
porque algo enorme y con colmillos acababa de derribarme y me estaba tirando
al suelo.

Oí a Rhea gritar, oí a Agnes maldecir, oí el rugido de la sangre en mis oídos. Y


entonces me quité a la criatura de encima, los doscientos o trescientos kilos que
pesaba, pero no usando el poder de Pitia. Eso requiere concentración y en ese
momento no la tenía.

Sin embargo, tenía algo más.

¡Hijo de puta! pensé, y mi atacante, enorme, cubierto de pelo y gruñendo, salió


volando.

Y ya que parecía que el Nudo de los Amantes funcionaba, incluso cuando las
partes que lo componían estaban en siglos diferentes, esa era una afirmación
literal. Un cuerpo del tamaño de un coche compacto chocó contra la pared y
golpeó con fuerza, pero no se estrelló. La Corte de la Pitia había visto su cuota
de mierda a lo largo de los años, y lo construyeron con solidez.

En lugar de eso, la criatura rebotó, llevándose una gran cantidad de madera y


yeso, y se quedó allí un segundo, sacudiendo su gran y peluda cabeza y
dándome mi primer vistazo. Supuse que se trataba de un cambiaformas, y
posiblemente la última parte de la palabra fuera lobo, aunque era difícil saberlo.
Era enorme, y además sólo pude verlo una fracción de segundo, porque incluso
aturdido se movía como un rayo.

Todo lo que vi fue una enorme masa de pelaje marrón, ojos amarillos malvados
y lo que parecían colmillos de 30 centímetros de largo viniendo hacia mí.

Y entonces estaba agachada, lista para recibirlo, con brazos delgados y todo,
porque la fuerza física no importa si eres un vampiro. O si tomas prestado el
poder de uno, y un maestro de primer nivel. El desafío cantaba de repente en

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

mis venas y la sed de sangre inundaba mis sentidos, rica y sustanciosa en mi


garganta y en mi lengua, deliciosa.

¡Con razón a Mircea le gustaba el combate!

No era el único. La criatura se acercó a mí con una velocidad que no debería


haber visto en absoluto, porque los ojos humanos no funcionan así. Pero los de
los vampiros sí.

Lo agarré a mitad de su salto, con un movimiento líquido en el que apenas tuve


que pensar, y lo envié disparado en la otra dirección. Al otro lado del pasillo y
hacia la gran escalera, donde se estrelló, giró sobre sí mismo y volvió a saltar
hacia mí. Lo que trajo una rápida sonrisa a mis labios.

No sabía cómo sabía lo que tenía que hacer, si también lo había tomado
prestado de Mircea, o si la superfuerza y la velocidad simplemente abrían todo
tipo de nuevas posibilidades. Sólo sabía que no había ninguna vacilación,
ninguna duda en mi mente de que esto funcionaría, incluso antes de hacerlo. Y
me deslicé debajo de la gran bestia mientras se abalanzaba, salté detrás de ella,
agarré uno de sus cuartos traseros y la golpeé contra el suelo.

No le gustó, la gran cabeza se movía de un lado a otro, las mandíbulas


chasqueaban y gruñían, y las enormes garras intentaban destrozar. Pero salté
sobre su espalda una vez que estaba en el suelo y conseguí agarrarlo por detrás
de la cabeza. Mi brazo estaba a medio camino alrededor de su cuello, que era lo
máximo que podía alcanzar, pero eso era suficiente.

Para tirar de él hacia atrás, para desnudar la enorme garganta, para...

—¡Lady!

Volví en mí al oír la voz de Rhea, con el corazón acelerado, la boca llena de


carne que mis dientes humanos no parecían poder desgarrar.

Sólo para ver un círculo de rostros horrorizados rodeándome.

El grupo de la persecución parecía haber vuelto aquí abajo, y había traído


amigos. O tal vez fueron atraídos por el sonido de la pelea. En cualquier caso, la
gran sala estaba abarrotada y cada vez había más gente: acólitas, magos,
personas vestidas como niñeras anticuadas en blanco y negro almidonado, y

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

niñas, la actual cosecha de iniciadas, supuse, todos mirándome con ojos


grandes.

Les devolví la mirada por un momento, con dos conjuntos de instintos, humano
y vampiro, confundidos. Y entonces me di cuenta de todo. Lentamente saqué
mis dientes de la carne del Cambiaformas, que era más difícil de lo que parece.

Mucho más difícil, porque estaban enterrados profundamente.

Supongo que había atravesado la piel, después de todo, pensé, mientras la


sangre caía en cascada por mi barbilla.

Entonces lo oí: alguien viniendo por el pasillo, con sus pequeños tacones
victorianos haciendo clic en las baldosas. Un momento después la vi, con los
rizos morados desordenados, la cara redonda aún más roja que de costumbre y
la mirada de ojos penetrantes dirigida directamente a mí. Gertie tampoco parecía
contenta de verme.

—¡Podría haberlo sabido! ¡Lady Cassandra! ¿Qué demonios crees que estás
haciendo?

Intenté responder y me di cuenta de que no podía, hasta que escupí un trozo de


carne Cambiaformas. Yacía sobre el pelaje marrón y enmarañado de la bestia
agitada, con venas amarillas y rojas y con la parte superior peluda y horrible. Se
estremeció por un momento, el foco de todas las miradas, antes de caer con un
chapoteo en el suelo.

Vale, pensé enferma.

Esta... realmente no era mi semana.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

CAPÍTULO 18

Volví a vomitar.

La palangana sobre la que estaba inclinada estaba llena de pastel de pollo, que
era lo que Tami había hecho para el almuerzo, trozos de melocotón de la tarta
que había seguido, y sangre. Mucha. Salpicaba los lados del recipiente de
porcelana en pequeñas motas, y luego volvía a gotear hacia abajo, formando
cintas rojas que no ayudaban a mi estómago ya revuelto.

Aparentemente, había cortado una arteria en mi ataque al Cambiaformas y había


tragado una barriga llena de su sangre sin siquiera darme cuenta.

Ahora me estaba dando cuenta.

Rhea me estaba apartando el pelo de la cara y se abstenía de hacer


comentarios. Cualquier comentario. Especialmente un "te lo dije", que realmente
no necesitaba escuchar ahora.

Pero no la habría culpado. Había tenido razón sobre el Nudo de los Amantes, y
afortunadamente. Las habilidades de Mircea habían sido útiles cuando me
atacaron sin motivo alguno, porque eso no había sido culpa mía.

No importaba lo que dijera Agnes.

Pero eso significaba que lo contrario también era cierto: si yo podía tomar
prestadas las habilidades de Mircea en otro tiempo, entonces él podía hacer lo
mismo conmigo. Y pasearse por la línea de tiempo cuando quisiera. No me
necesitaba ni para ir ni para volver, y probablemente la única razón por la que no
lo estaba haciendo ahora es porque no lo sabía.

Pero el problema con un maestro de casi seiscientos años, especialmente uno


que no había comenzado siendo estúpido para empezar, era que se daba cuenta
de las cosas. Rápido. Yo también tenía que resolver algunas cosas, o estaba
jodida. Sólo que ahora no parecía un buen momento, y no sólo porque estuviera
ocupada decorando una palangana de formas nuevas y horribles.

Sino por eso, pensé, haciendo una mueca.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

En la puerta de al lado, algo se estrelló, algo más rugió, y la voz de Gertie sonó,
autoritaria y fuerte, porque esta era su corte y obviamente había tenido suficiente.
De qué, no lo sabía, pero a alguien le estaban leyendo la cartilla. Como
probablemente yo era la siguiente, simpatizaba.

—Trata de tomar un poco de agua, Lady, —dijo Rhea en voz baja, e intentó
ponerme un vaso en la mano.

Se me revolvió el estómago y lo aparté, a pesar de que me ardía la garganta. La


acidez estomacal podía ser la causa de una parte, pero parecía que la sangre
de los Cambiaformas también tenía un efecto ligeramente corrosivo. A los
vampiros probablemente no les importaba, ya que se curaban casi de inmediato,
pero yo me sentía mal.

Muy mal, pensé enferma.

Pero la habitación en la que me encontraba era tenue, fresca y tranquila, otro


salón más, ya que este lugar sólo contaba con un centenar de ellos. En este
había una mesa redonda pequeña, en la que estaba tosiendo mis entrañas,
una gran alfombra redonda y algunos retratos de Pitias anteriores en las
paredes. También tenía muchas sillas pequeñas y delicadas donde las personas
que esperaban ver a Gertie podían patear sus talones hasta que ella tuviera
ganas de acercarse a ellas. Personas como yo.

En lo que a mí respecta, ella podía tomarse su tiempo. El toque de Rhea era


relajante y la habitación estaba casi en silencio, con gritos procedentes de varias
habitaciones más allá. La suite privada de Gertie parecía ser aún más amplia
que la mía. Mejor aún, parecía que su heredera era necesaria para el proceso,
de lo contrario Agnes casi seguro que habría estado aquí, regañándome.

O tal vez no, pensé, mientras ella salía de la nada casi encima de mí.

Eso fue a propósito —ella había dicho que podía ver de antemano— y habría
sido lo suficientemente sorprendente, pero también estaba sosteniendo un
cuchillo que goteaba sangre. Así que, creo que se me puede perdonar por
retroceder alarmada. Y luego vomitar trozos sobre ella cuando el movimiento
repentino golpeó mi frágil estómago.

Bueno, mierda.
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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Ella se tambaleó hacia atrás, pareciendo una víctima de asesinato por toda la
sangre. O tal vez una asesina, porque todavía agarraba el cuchillo. Y parecía
que planeaba abalanzarse sobre mí con él, sólo que Rhea se interpuso.

—Creo que tenemos que calmarnos, —dijo Rhea.

—¿A quién le importa lo que pienses? —Agnes gruñó y apartó a su hija de su


camino.

Desplacé el cuchillo de su mano, porque no me gustaba su mirada, haciendo


que repiqueteara contra las tablas de madera del pasillo exterior y asustara a un
par de magos de guerra. Y, como todos parecen responder a ese tipo de cosas
de la misma manera, se apresuraron a entrar rodeados de una nube de armas
levitantes, todas ellas apuntando hacia mí. Y a Agnes, supuse, porque estaba a
mi lado.

Por eso las armas habían desaparecido de repente, aunque yo no las había
desplazado a ninguna parte.

Los magos no estaban contentos con esto, y comenzaron su segunda cosa


favorita: gritar. Agnes respondió a los gritos, amenazando con enviarlos a donde
habían ido sus armas. Moví la palangana para poder apoyar la cabeza en la
mesa y traté de no pensar en nada.

Hasta que alguien nuevo se unió a la fiesta.

—¿Qué está pasando aquí? —Preguntó Gertie, apareciendo en la puerta.

Hubo un coro de "Ladys", pero no me uní. Me sentía como una mierda.

—¡Te hice una pregunta! —Dijo Gertie, y ahora la voz estaba más cerca.

Después de un momento, me obligué a abrir un solo ojo. Sí, me estaba mirando.


O fulminándome con la mirada, para ser más exactos.

—He tenido un mal día, —le dije.

—Estás a punto de tener uno peor. —Fue sombrío. Yupi.

Pero tuve un respiro, ya que se tomó un momento para pavonearse, haciendo lo


que mejor sabía hacer y dando órdenes a todo el mundo. Los magos de guerra
fueron instruidos para encontrar sus armas en el techo fuertemente inclinado,

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

porque Agnes era una perra. Una acólita, con una expresión de asco en la cara,
se llevó la palangana sangrienta y en su lugar trajo un cubo. Agnes le informó a
la jefa que el asunto "se ha solucionado", sea lo que sea que eso signifique. Y
me encontré siendo empujada a la sala de estar de Gertie.

Que tenía un aspecto un poco diferente a la última vez que la vi.

—¿Redecorando? —Croé, agarrando mi cubo.

—Si vas a vomitar de nuevo, te asegurarás de que caiga ahí, —me dijo la
propia lady, y señaló el cubo.

—¿Importa? —Pregunté, mirando a mi alrededor.

El sitio me pareció un desastre, con enormes cortes en las paredes, muebles


derribados y un espejo roto que había espolvoreado la alfombra con mil
fragmentos relucientes.

—¡Sí! Ya tengo bastante que limpiar, —dijo Gertie irritada, mientras los cristales
crujían bajo mis pies.

Y luego me hicieron tropezar y casi caer cuando desaparecieron de repente.

Me tambaleé hasta el sofá, mientras todos los pedazos rotos volvieron a juntarse,
se fundieron en una enorme losa brillante y volvieron a colocarse en su lugar en
la pared.

—¿Qué pasó? —Preguntó Rhea, estremeciéndose un poco ante el sonido de


uñas en una pizarra de un espejo que se rompía al revés, y haciendo que Gertie
la mirara.

—¿Y quién es esta?

—Mi acólita, ¿recuerdas? —Dije, porque Gertie la había visto antes. Pero había
sido en una noche muy tensa para todos nosotros, cuando una acólita diferente
había intentado destrozar el tiempo, así que supuse que podría ser perdonada
por no recordar.

Ahora que lo pienso, eso probablemente explicaba por qué Rhea estaba tan
asustada con el concepto de un vampiro revoloteando por la línea temporal.
Estaba pensando en la última vez que alguien lo había intentado. A mí tampoco

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

me hizo mucha gracia, pero no parecía el momento de hablar de ello... ni de


ninguna otra cosa. No con todo un coro de rugidos, aullidos y chillidos
destrozando el aire desde algún lugar demasiado cercano para la comodidad.

El sonido sacudió los cristales de los apliques que Gertie acababa de reparar
y volver a fijar en la pared, enviando prismas de luz que se dispersaban por todas
partes. Observé el baile de las pequeñas formas de diamante y no dije nada,
aislada por mi garganta ardiente y mi estómago revuelto. Pero mi acólita
pensaba claramente de otra manera. Los últimos acontecimientos también
parecían haberla sacado de su reticencia habitual, y tenía algo que decir.

—¿Qué es eso?

—Modera tu tono, —espetó Gertie, también claramente fuera de sí, quizá porque
el papel pintado que acababa de reparar tenía una burbuja.

—¡Modera el tuyo! —Replicó Rhea, lo que le valió una mirada aguda de Gertie y
una suplicante de mi parte.

—Rhea, —empecé...

Hasta ahí llegué, pero no por culpa de Gertie. Rhea se encontró siendo agarrada
por detrás y girada, y luego abofeteada, por su propia madre. Agnes había
entrado detrás de nosotras y obviamente se opuso a que las invitadas no
deseadas fueran groseras con la jefa. Por supuesto, dejar que un invitado casi
sea comido también se consideraba una grosería, pero estaba suspendiendo el
juicio porque aún no conocía todos los hechos.

Y porque yo había hecho la mayor parte de la comida.

Metí mi cara en mi cubo y me limité a respirar por un momento, mientras las


chicas se gritaban entre sí.

Sus ánimos parecían similares.

Sentí que alguien se sentaba a mi lado en el sofá al cabo de un rato, y levanté


la vista para ver a Gertie con ojos llorosos.

—No tienes buen aspecto, —observó.

—He estado mejor, —grazné.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—No creía que los de tu clase se pusieran enfermos.

Arrugué la frente.

—¿Mi clase?

Tiró del cuello de mi vestido anticuado, que había sido diseñado para
adaptarse a los tiempos, lejos de mi cuello. Y luego contuvo el aliento. —Me lo
imaginaba, —dijo—. Pero sigue siendo difícil de ver. Supongo que por eso has
traído a tu acólita contigo.

—¿Qué?

—Para el ritual de sustitución.

Tuve la sensación de que, en algún momento, había perdido el hilo de esta


conversación. Suponiendo que alguna vez lo hubiera tenido.

—La traje para usar la biblioteca, —dije. Esto pareció confundir a Gertie.

—¿La biblioteca? ¿Qué utilidad tiene eso para un no muerto?

—¿No muerto? —Miré bruscamente a mi al rededor, porque esa palabra podía


significar muchas cosas, y pocas eran buenas—.¿Dónde?

Gertie frunció un poco más el ceño. —¿No es eso lo que eres?

—¿Qué? —La miré confundida.

Se acercó y me abrió el cuello de la camisa de un tirón. —¡Te han mordido!

Me tomó un momento. Había sido ese tipo de día. —Sí, hace un tiempo. No pasó
nada, —dije, agitando su mano, que amenazaba con estrangularme. Y que no
me sirvió de nada, salvo para que me acercara.

—¿Llamas a esto nada? —Preguntó ella.

—No puedo llamarlo nada si no puedo respirar, —grazné, inútilmente, porque


Gertie no estaba escuchando.

—¿Llamas nada a lo que pasó ahí fuera? —Continuó, lanzando una mano hacia
el vestíbulo en algún lugar detrás de nosotras—. ¡Has cruzado!

—¡No lo he hecho!

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—La primera Pitia que es tan descuidada como para... —Se detuvo.—¿Qué
quieres decir con que no lo has hecho?

Luché con ella durante un segundo, antes de conseguir liberarme. Y luego se


sentó allí, fulminándome con la mirada, ¡mi garganta se sentía lo suficientemente
mal sin que ella tratara de estrangularme!

—¡Ya basta! —Le dije.

—¡Entonces explícate!

—¡Quiero decir que no soy una vampira! —Dije, frotando mi cuello herido y
explicándolo para la mujer loca—. ¡No he cruzado, no he muerto, no he hecho
nada! Excepto estar a punto de ser asesinada por lo que sea que hayas soltado
en mí!

—¿No estás muerta? —Gertie parecía estar fijada en ese punto.

—¿Los muertos vomitan su cena? —Pregunté espeso, preguntándome si estaba


a punto de hacerlo de nuevo.

—Entonces, ¿qué demonios te pasa?

Suspiré y abandoné la idea de esperar un momento mejor. Le expliqué todo.

~~~

—¡Absolutamente inaceptable! —Rhea estaba golpeando cosas en mi


habitación, tan furiosa como nunca la había visto. Posiblemente porque nada le
afectaba más que sus padres.

O ver a su Pitia siendo despedazada durante media hora, al parecer, en el culo


masticador de los siglos.

No dije nada, no estaba en condiciones de hacerlo en ese momento. Me tumbé


en la cama grande, cómoda y confortable, y observé cómo el techo giraba
lentamente sobre mí. Y me pregunté si otras Pitias serían tan bendecidas como

201
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

yo. Parecía poco probable. No podía imaginarme a nadie hablándole a Gertie


como lo hacían regularmente conmigo.

Bueno, no podría haberlo hecho antes de esta noche.

Una pequeña sonrisa se dibujó en mi cara, a pesar de todo, porque Rhea había
estado magnífica. Se me ocurrió que, si ella acababa sucediéndome algún día,
el pequeño salón de Gertie había tenido cuatro Pitias en él, todas atacándose al
mismo tiempo. Bueno, tres de ellas.

Yo me había sentado a vomitar pastel de carne. Pero al menos parecía haberme


librado por fin de toda la sangre del Cambiaformas. Y no era como si Rhea
hubiera necesitado la ayuda.

Sólo deseaba que terminara de desahogarse de Gertie, porque ahora mismo


tenía mucho sueño.

—... Para que se atrevan, y a una Pitia... —decía, mientras tiraba cosas de un
gran armario.

—También son Pitias, —carraspeé, porque tenía la garganta en carne viva. Y


me pregunté si estaba buscando algo o si simplemente disfrutaba tirando cosas.

—¡Eso no es excusa! —Dijo ella, acercándose a mí—. ¡Has salvado el mundo,


repetidamente! ¿Qué han hecho ellas?

Abrí la boca, pero aparentemente la pregunta había sido retórica, porque ella
siguió.

—La última vez que estuvimos aquí, con Hilde y las demás, ¿qué hicieron? Jo
estaba destrozando la línea del tiempo, enviando fragmentos de otras épocas
que se estrellaban contra ésta, amenazando con destruirlo todo. ¿Y qué
hicieron?

—Ayudaron con...

—¡Nada! La detuvimos, especialmente tú. ¡Luchaste contra ella hasta


detenerla, mientras hacíamos todo lo posible para protegerte! Jo lanzó un ejército
contra ti, pero tú nunca flaqueaste, ni una sola vez. Mientras tanto, ellas se

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

mantuvieron al margen, e hicieron un poco de limpieza una vez que el peligro


real había pasado, sin embargo, tienen el descaro, el absoluto, absoluto...

—Rhea.

—... descaro de atreverse... deberían estar de rodillas, las dos, agradeciéndote...


especialmente ella. ¡Jo era su maldita acólita!

No dije nada. Los datos de Rhea estaban un poco sesgados, porque había
llegado tarde y no lo había visto todo, pero no era el momento de señalarlo. La
marca de la bofetada de Agnes todavía era visible en su cara, un testimonio de
lo fuerte que había sido. Probablemente le saldrían moratones, aunque dudaba
que el dolor físico fuera el mayor problema aquí.

Decir que Rhea tenía problemas con su madre era decir poco.

Y con razón. Ella había pasado sus años más jóvenes con los aquelarres,
aprendiendo lo suficiente de su magia como para ser considerada una bruja
entrenada en el aquelarre. Pero no fue por eso que la enviaron allí. Agnes tenía
algunos parientes afiliados al aquelarre y había pensado en ellos cuando
necesitó un lugar donde esconder a la hija que nadie podía conocer, al menos
hasta que Rhea tuviera la edad suficiente para unirse a la corte con otro nombre.

No sabía cómo había encubierto el embarazo, pero sospechaba fuertemente d


e un viaje en el tiempo, seguido de un regreso con la bebé, probablemente sólo
unos segundos después de su partida. Por supuesto, ese tipo de cosas era
un no-no. Se suponía que las Pitias no viajaban en el tiempo, excepto en casos
de emergencia, y para beneficiar a otros, no a sí mismas. Pero tal vez ella había
sentido que mantener la reputación De Pitia intacta calificaba.

Todos tenemos nuestras propias definiciones, ¿no?

No me sentía en posición de juzgar a Agnes, especialmente ahora. Como


mínimo, Mircea debería haber estado en una crono celda, un "tiempo muerto"
literal en el que se sentaría hasta que descubriéramos cómo resolver esto. Pero,
como le había señalado a Gertie, aunque eso le asegurara que no podría
pasearse por la línea del tiempo, no ayudaría en absoluto a su psique.

Y cuanto más se deteriorara, peor sería la guerra.

203
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Lo que ella había entendido y Rhea no, a pesar de haber crecido en la corte, era
que este trabajo no era tan sencillo. Tu poder te mostraba cosas —a veces— y,
si tenías suerte, podías incluso entender lo que significaban. Pero incluso
entonces, eras tú y sólo tú quien tenía que decidir qué hacer con ellas.

Fue por eso que había recibido una bendición en lugar de algo peor, y luego
una taza de té caliente antes de ser llevada a la cama. Puede que Gertie
estuviera furiosa conmigo ahora mismo, pero sabía que las Pitias a veces
tenían que tomar decisiones realmente desgarradoras sin ninguna ayuda o
incluso sin la seguridad de que fueran correctas. Era lo que le habría dicho a
Marco, si hubiera pensado que lo entendería.

Ser la Pitia era estar sola.

Ahora que lo pienso, probablemente fue así como Agnes había terminado en una
relación con Jonas Marsden. Eso también era un no-no, teniendo en cuenta que
se suponía que la Pitia era el árbitro imparcial de las disputas en la comunidad
sobrenatural, algo que se hacía un poco difícil cuando salías con uno de sus
principales miembros. Pero a veces, el silencio ensordecedor de tu poder, que
no era humano, después de todo, y no podía hablar o compadecerse de ti,
llegaba a ser demasiado, y sólo querías a alguien a quien abrazar.

Yo también podía identificarme con eso. De hecho, cuanto más tiempo llevaba
en este trabajo, menos me parecía Agnes el parangón perfecto e incognoscible
que había pensado al principio, o una perra despiadada, y más una mujer muy
humana que se esforzaba al máximo. Sólo que, por desgracia, su mejor esfuerzo
no siempre había sido suficiente.

Me pregunté si algún día, pronto, yo también podría identificarme con eso.

—Si quieres hablar de Agnes, —comencé, pensando que tal vez a Rhea le
vendría bien un oído comprensivo.

Pero parecía que no.

—¿Por qué querría hacer eso? —Espetó. Rhea nunca se quejaba.

—Esto es culpa mía, —le dije con cuidado—. Entiendo que...

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—¿Cómo puede ser esto culpa tuya? —Exigió, levantando la vista para
examinar lo que parecía ser una botella de agua, antes de tirarla a un lado.

—No interactuaste con tu madre, la última vez que estuviste aquí. Era una locura
y... bueno, no había tiempo...

Ella se rió, y fue amargo. —¿Cuándo lo hubo?

—... pero debí haber pensado que estando aquí, investigando, posiblemente
durante días... estaban destinadas a cruzarse. Lo siento. Estaba tan concentrada
en...

—¡Deja de decir eso!

Parpadeé.

—¿Qué?

—¡Siempre te disculpas! ¡Cuando nada de esto es culpa tuya!

—Vale, —dije, porque la mansa Rhea se había ido definitivamente, y en su lugar


estaba la fiera del piso de abajo, que empezaba a sospechar que estaba mucho
más cerca de la mujer real que de la versión que solía ver. Teniendo en cuenta
quiénes eran sus padres, no era demasiado sorprendente. No había forma de
que resultara ser una gatita esponjosa.

Aunque, en este momento, parecía más bien una tigresa cabreada. Una que de
repente estaba en mi cara.

—¿Quieres que hable sobre mi madre?

Parpadeé un poco más. —Yo... bueno, ya sabes. Si quieres hablar...

—¡Entonces tendrás que preguntarle a otra persona! —Fue vehemente—.


Nunca la conocí. Me trató casi exactamente igual que a las otras chicas, a no ser
que cuentes que no me permitió que entrenara como acólita. Y una vez a la
semana, si tenía tiempo, tomábamos el té en su oficina, después de que enviara
a todas a algún ejercicio de entrenamiento. Me preguntaba cómo iban mis
estudios. Me decía que había oído hablar bien de mi trabajo en la guardería. Y
eso era todo. Después, se libraba de mí durante una semana más, y se olvidaba
de mi existencia.

205
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Empezó a darse la vuelta, de vuelta al armario, pero luego se dio la vuelta.

—Por eso lo hizo, ¿lo sabías?

—¿Hizo qué? —Estaba un poco confundida.

—¡Nunca me dejó entrenar! Solía pensar que no era lo suficientemente buena...

—Rhea...

—... y tal vez eso era cierto. Pero cuanto más crecía, más sospechaba de una
razón diferente. Si me hacía acólita, tendría que verme, estar cerca de mí, a
diario. Eso es lo que hacen las acólitas: asisten a la Pitia. Ella no podría evitarme
entonces...

—¡Rhea! —Me senté, decidí que era una mala idea cuando la habitación
comenzó a nadar y me apoyé en una almohadas en su lugar—. Ella era tu madre.
¿Por qué querría evitar a su propia hija?

—¿Por qué querría la tuya?

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

CAPÍTULO 19

Esa era la última respuesta que esperaba. —¿Qué?

Rhea se detuvo con una manta agarrada al pecho. Y aunque su cuerpo podía
ser el de una mujer joven y esbelta, su rostro era de repente el de una niña. Una
con ojos enormes y miserables que me dieron ganas de —Me dijiste que habías
vuelto, —dijo—. Para ver a tus padres antes de que murieran.

Asentí con cuidado. —Un par de veces.

Ser la Pitia significaba que una pequeña cosa como la muerte no era un
obstáculo para un encuentro. No es que no haya habido otras barreras,
muchas. Llegar a mis padres había sido difícil, y una vez que lo había hecho...
Me pregunté por qué me había molestado.

Decir que la bienvenida no había sido cálida era un eufemismo.

Sobre todo en lo que respecta a mi madre. Era una especie de punto sensible
para mí, aunque por razones diferentes a las que Rhea tenía con Agnes. Al
menos ella sabía por qué estaba enfadada. Yo no sabía... casi nada. Mi madre
había sido cerrada, fría y silenciosa. Incluso ahora, no sabía mucho más sobre
ella que lo que había leído en los libros de mitología.

Y basándome en mi limitada experiencia, diría que habían sido amables.

—Pero también dijiste que no quería verte, —dijo Rhea con cuidado—. O incluso
hablar contigo.

—No era exactamente... amistosa, —estuve de acuerdo.

—Así que ya sabes cómo era, —dijo, sentándose en el borde de la cama—.


Cuando me lo contaste, pensé, por fin, aquí hay alguien que lo entiende. Alguien
que sabe lo que es no ser deseada.

—Yo... no sé si fui indeseada exactamente...

—¡Ella te dejó con ese vampiro! Ese Gallina...

—Porque ella murió, Rhea.

207
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Técnicamente, por supuesto, las diosas no lo hacían. Simplemente se


desvanecían. Hasta que eran tan débiles que podían ser eliminadas por un coche
bomba, plantado por un vampiro celoso que quería adoptar a su hija huérfana,
pero necesitaba que ella fuera realmente huérfana primero.

Eso era cierto incluso para la poderosa cazadora, Artemisa para los griegos,
Diana para los romanos, y Elizabeth O'Donnell cuando se escondía como acólita
en la corte de Agnes.

Era una larga historia sobre cómo llegó allí, pero básicamente, hubo una guerra,
hace miles de años, entre diferentes facciones de dioses sobre quién controlaría
la Tierra, y mamá ganó. No el grupo de mamá, sino mamá, por su cuenta. Obtuvo
su apodo cazando demonios, no ciervos, y había acumulado una tonelada de
poder en el proceso. Sumado al suyo propio, le había permitido expulsar a sus
compañeros dioses del planeta y cerrar una puerta metafísica tras ellos, y
cerrarla con fuerza.

Tan fuerte que, desde entonces, se les había prohibido el acceso a la Tierra, y a
Faerie, que también había sido abarcada por el hechizo de madre, ya que
proporcionaba un conducto a la Tierra. Pero, a pesar de haber ganado, no había
sido una victoria perfecta. En el breve tiempo que habían tenido, los otros dioses
habían contraatacado, y la batalla la había agotado gravemente. Tanto que ya
no podía arriesgarse a cazar demonios, no cuando solo había una de ella y
millones de ellos, y todos ellos deseando seriamente una venganza.

Por lo tanto, se escondió, y el poder que le quedaba se fue agotando poco a


poco a lo largo de los siglos, hasta que estuvo al borde de la inanición.
Desesperada, se unió a la Corte De Pitia disfrazada, ya que el poder que
Apolo había dado a su oráculo era la única fuente de energía divina que quedaba
en la Tierra. Pero ese plan tenía sus propias trampas, incluyendo algunos hijos
semidioses que Ares había dejado atrás y que vigilaban la corte, sabiendo que,
tarde o temprano, ella aparecería.

Sabía tanto de ella, porque había visto algo de eso en un viaje al pasado, y
porque Pritkin había hecho algunas investigaciones para completar el resto. Pero
eso era todo lo que sabía. Bueno, aparte de que de alguna manera se había
relacionado con papá, a quien conoció aquí en la corte después de que Agnes

208
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

lo arrastrara de vuelta de una excursión ilegal a través del tiempo. Y luego, por
alguna razón, que habían decidido tenerme.

O tal vez simplemente se quedó embarazada. Tal vez quería que fuera más
complejo que eso, cuando en realidad, yo era sólo el producto de una llamada
de botín18 divina. Eso explicaría por qué había sido tan fría cuando Al final la
conocí.

—Ya sabes cómo era, —repitió Rhea, observándome—. Tú te quedaste con ese
vampiro; yo me quedé con los aquelarres. Pero mi madre no murió, y al final,
regresó por mí.

—¿No demuestra eso que le importabas? —Pregunté—. Podría haberte dejado


allí...

—¿Podía? ¿Cuando los aquelarres odian al Círculo con pasión y podrían haber
descubierto quién era mi padre en cualquier momento? Sabes que habrían
utilizado esa información para hacerle daño; ¡lo hicieron, en cuanto lo
descubrieron!

Asentí, porque eso había ocurrido hacía poco. Afortunadamente, el escándalo


había sido mínimo, ya que Agnes había muerto para entonces y una nueva Pitia
estaba en el trono. Una que tenía tantos lazos con los vampiros como con el
Círculo.

Pero probablemente fue una gran razón para el comentario de Jonas a Pritkin
sobre tener cuidado. Que me vieran pasando el rato con un mago de guerra,
incluso saliendo con uno, era una cosa. Que me vieran acercándome
demasiado a él, como si pudiera ser influenciada, era otra. Tenían que evitar que
pareciera que Pritkin y yo éramos Agnes y Jonas versión 2.0. ¡Lo que no éramos!

Pritkin no era el jefe del Círculo, y no intentaba decirme cómo dirigir mi corte.
¿Pero la gente se lo creería?

—¿En qué estás pensando? —Preguntó Rhea, probablemente observando las


diferentes expresiones que cruzaban mi rostro.

No sabía si contestarle o no. No me convenía contarle lo que era ser la Pitia a


nivel personal, lo que definitivamente no era un punto de venta. Pero el

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

comentario de Hilde seguía resonando en mis oídos, haciendo que me


avergonzara de mí misma. Y es que yo tenía una perspectiva sobre sus padres
que nadie más tenía.

—No sé mucho sobre mi madre, —dije—. Si realmente amaba a mi padre, o si


sólo era un medio para un fin, un idiota útil que recogió porque necesitaba
protección, o ayuda con algún plan que estaba llevando a cabo. Puede que
nunca lo sepa. Pero sé que tu madre amaba a tu padre, y sé que te amaba a ti.

Rhea me miró fijamente. —¿Cómo lo sabes?

—Porque sé lo que arriesgaron para estar juntos, lo difícil que fue. Y mientras
que Jonas podría haber sacado algo más de ello, influencia añadida o ayuda
para el Círculo con sus problemas, tu madre...

—¿Sí?

—Ella no consiguió nada. Excepto la compañía, por supuesto. Pero tuvo un


precio. Ya es bastante difícil compaginar una carrera y una vida personal como
mujer, ¿pero como Pitia? ¿Con todo el mundo mirándote todo el tiempo y todos
pensando que tienen derecho a decir cómo vives tu vida? Sí, es divertido.

—Lo siento, —dijo Rhea—. Sé que tú y el Mago Pritkin... debe ser difícil.

—No tanto. No por el momento. Pero lo será. Ellos se asegurarán de que lo sea.

—¿Ellos?

—Todos. A los vampiros no les va a gustar que esté con un mago, especialmente
con un mago de guerra. La única razón por la que no se están quejando ya es
que hay una guerra y me necesitan, además de que tienen otras prioridades
en este momento. Y porque la mayoría no lo sabe. La mayoría cree que todavía
estoy con Mircea y que me tiene justo donde el Senado Vampiro me quiere: como
su propia mascota Pitia. Suponen que cualquier rumor que escuchen sobre
Pritkin fue plantado por el Senado para disminuir la preocupación en el Círculo
sobre mi relación con un maestro vampiro. Mientras tanto, los magos piensan lo
mismo sobre Mircea: que intentaba avanzar en su estatus alegando una relación
más estrecha con la pequeña protegida de su vampiro de la que realmente tenía.

210
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—¿De dónde han sacado esa idea? —Preguntó Rhea, con cara de sorpresa.

—Tu padre, por ejemplo. Jonas ha estado difundiendo ese rumor desde el
principio, aunque yo no lo supe durante un tiempo. Y ahora que estoy saliendo
con un mago de guerra... bueno, eso es lo que él quería desde el principio,
¿sabes? Incluso me envió uno una vez...

—¿Te envió qué?

—Un mago de guerra para salir.

—¡No lo hizo! —Rhea parecía asombrada, y luego cabreada en mi nombre.

Asentí. —Elegido a dedo y con flores y caramelos. Y con órdenes de ser


encantador.

—¡Eso es horrible!

—Eso es política.

Ella parpadeó ante eso, no sé por qué. Ella había crecido en la corte. Debía
saber que todo lo que hacía una Pitia era política, lo pretendiera o no. La gente
lo hacía así, tratando de darle la vuelta para su beneficio.

O tal vez por eso Agnes la había mantenido en la guardería, para protegerla de
todo eso.

Gracias, Agnes, pensé. Muchas gracias.

—No salió bien, —dije, después de un momento—. Pero de todos modos terminé
saliendo con Pritkin, aunque Jonas no era del todo feliz allí. El mago de guerra
que me envió era un buen soldado que habría antepuesto las necesidades del
Círculo. Pritkin... no está muy seguro. Pero es mejor él que un vampiro, así que...

—¡No es asunto suyo! —Dijo Rhea—. ¡No es de su incumbencia!

—No, pero así es cuando eres la Pitia. Así fue para tu madre. Todos los grupos
intentan tirar de ti hacia un lado u otro, para conseguir influencia, o un fallo
favorable, o lo que sea que quieran de ti, y siempre hay algo. Dios no permita
que tengas vida propia. Pero Agnes se hizo una de todos modos, una que incluía
a Jonas... y a ti.

211
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Rhea se levantó porque había empezado a llover afuera, y la ventana se había


quedado entreabierta, moviendo los visillos. Y enviando una ligera rociada de
agua sobre la cama cada vez que el viento soplaba. Bajó la hoja y cerró las
cortinas, tomándose su tiempo, fingiendo estar ocupada cuando lo que
realmente quería era pensar.

A mí no me importaba.

Al final volvió a la cama y empezó a extender las mantas que había sacado del
armario, porque la habitación estaba fría. —Es por eso que el mago Pritkin no
vive en la corte, —dijo lentamente, como si lo estuviera descifrando—. Y por qué
no has hecho ninguna declaración formal sobre él o el vampiro.

—Lord Mircea, —dije con suavidad, porque si se acostumbraba a hablar de él de


otra manera en la corte, no iba a caer bien. Los vampiros que estaban conmigo
estaban emancipados y podían hacer lo que quisieran. Pero una vez habían sido
los hijos de Mircea.

Y una vez en una familia de vampiros, siempre en una familia de vampiros.

La emancipación sólo significaba que ya no aceptabas órdenes directas. No


significaba que se tolerara que alguien le faltara el respeto al jefe. Especialmente
un jefe como Mircea, que siempre había sido muy bueno con su familia.

—Lord Mircea, —aceptó Rhea. Terminó de hacer la cama y volvió a sentarse en


ella, con la frente arrugada—. Tú también estás jugando, ¿verdad? —Dijo.

—¿Lo estoy? —Observé cómo la luz de la lámpara parpadeaba en el techo.

—Estás permitiendo que todos crean lo que quieran sobre tu vida privada, y se
cuenten cualquier historia que quieran oír. Los vampiros creen que estás con
Lord Mircea. Llevas su marca, y su gente ayuda a vigilar tu corte. Pero dejas
que los magos crean que estás con el Mago Pritkin...

—Porque estoy, de hecho, con el Mago Pritkin.

—Pero en tus términos. Él no te está influenciando; te está ayudando. Él es leal


a ti, y no a Jonas.

—También es leal al Cuerpo, pero no ciegamente.

212
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Rhea se quedó callada un momento, como si estuviera pensando en eso. —


¿Qué pasará cuando se den cuenta? —Preguntó Al final—. ¿Cuando la gente
se dé cuenta de lo que estás haciendo? ¿Qué pasa si... si tienes un hijo?

—¿Descubrir qué? —Dije, esquivando la pregunta más difícil—. Soy una mujer
joven y voluble que tiene citas. ¿Quién sabe con quién estaré después?

—Eso no es cierto.

—Lo es por lo que se sabe. Caedmon, el rey fey, ronda mi corte, aunque no sé
si está buscando una nueva esposa, o si tiene algún otro plan. No puedo leerlo.
Y uno de los grandes jefes Cambiaformas me envió un ciervo recién sacrificado
que él mismo derribó. Aparentemente, eso cuenta como coquetear.

—Lo sé, —Rhea arrugó la nariz—. Yo estaba allí cuando lo entregaron. Era
horrible. No lo habían limpiado, ni siquiera habían desollado la piel. ¡Ni le habían
quitado la cabeza! Estaba con la lengua fuera y los ojos... —se estremeció.

Decidí no decirle lo que había en la salchicha que Tami había servido esa
mañana.

—Sé que no servirá de excusa para siempre, —dije en su lugar—. Pero por ahora
funciona.

—¿Y la otra? —Insistió—. ¿Qué harías con un niño?

—No lo sé. Todavía no he llegado tan lejos.

—Sé lo que no harías, —dijo ella—. No la enviarías lejos. No la traerías de vuelta


sólo para salvar la reputación de tu amante. No la tratarías como un error que no
quisieras, no la esconderías del mundo, no le darías un nombre diferente y no
fingirías que no...

Se detuvo abruptamente, y pude notar que estaba luchando contra las lágrimas.

—¿Realmente crees que esa es la única razón por la que te trajo de vuelta? —
Pregunté, después de un momento.

—¿Por qué más?

—¿Porque eres hermosa? ¿Y brillante? ¿Y poderosa... y su hija?

213
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Rhea había estado mirando la colcha, pero al oír eso levantó la vista y pareció
sobresaltada, como si nunca se hubiera escuchado a sí misma descrita de esa
manera. Pero entonces su cara cayó.

—Ella nunca me dijo esas cosas. No se sentía así...

—Eso no lo sabes.

Su mano se acercó a su cara, donde la marca de la bofetada todavía ardía.

—Creo que lo sé, —susurró.

Decidí que al diablo, me arrastré por la cama y la rodeé con un brazo, como
había querido hacer durante la última media hora.

—Esa bofetada no era para ti, —le dije—. Era para mí.

—¿Qué? —Levantó la vista.

—A Agnes no le gusto. Cuando estuve aquí la primera vez, hicimos un ejercicio


de entrenamiento juntas y... gané.

—Pues claro que sí, —dijo Rhea con firmeza, lo cual era absurdo. Los
conocimientos de Agnes sobre el poder eran mucho mejores que los míos, y su
control, incluyendo la sincronización en fracciones de segundo, era como
ninguno que yo hubiera visto.

Bueno, excepto quizá el de mamá.

—Si consideras que envejecer el salón de baile fuera de la existencia y matar mi


cuerpo sustituto en el proceso es ganar, —acepté—. Lo que supongo que Agnes
hace, porque me ha odiado desde entonces, y esta noche se ha desquitado
contigo.

—Está celosa, —dijo Rhea—. Siempre fue la mejor con diferencia de las acólitas
de Lady Herophile.

—No soy una acólita.

—No, eres una Pitia. Una no mucho mayor que ella ahora. —Rhea me lanzó una
mirada, y me alivió ver que parecía un poco mejor, incluso esbozando una

214
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

sonrisa—. Es muy competitiva. Es probable que le moleste tener a alguien mejor


que ella entrenando aquí, aunque sea por un tiempo.

—Bueno, ella no recordará nada de eso, cuando termine, —dije.

Gertie iba a borrar su memoria. Tenía que hacerlo; Agnes se habría horrorizado
al saber que, algún día, iba a desempeñar un papel importante en mi vida.

Muy grande.

Y entonces pensé en otra cosa. Miré a Rhea, que se parecía tanto a su madre
de muchas maneras. La misma apariencia, la misma habilidad mágica, la misma
terquedad natural...

Me pregunté si ella también era competitiva.

Algo debió de notarse en mi rostro, porque Rhea empezó a mostrarse alarmada.


—¿Qué pasa?

—Nada. —Sólo que nadie más había sido capaz de llegar a ella, y... bueno,
pensé que Agnes le debía a su hija algo de entrenamiento. Por lo menos,
permitiría a Rhea lanzar a su madre alrededor de la habitación un poco.

Podría ser catártico.

—No me gusta que no digas nada, —me dijo Rhea preocupada.

Sonreí.

—Tienes que aprender a confiar en tu Pitia.

—Sí confío en ti, es sólo que...

—¿Sólo qué?

Tragó saliva, y luego lo soltó. —¡Tienes una forma muy poco ortodoxa de ver
las cosas!

—No te preocupes. Estoy segura de que Gertie me arreglará, tarde o temprano.

—¡Gertie no es mucho mejor!

Me reí. No, no lo era. De hecho, antes de que yo llegara, Gertie había


sido la niña salvaje de la larga y mayormente cuerda línea de las Pitias. Por eso

215
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

fue la única que se ofreció a enseñarle algo a una semidiosa expósito criada por
vampiros.

Por supuesto, probablemente ahora se estaba arrepintiendo de esa decisión.

—Tengo que bañarme, —dije, para cambiar de tema, y porque era cierto. Los
efectos de mi ducha habían desaparecido hace tiempo, y tenía manchas secas
de sangre de Cambiaformas ardiendo por todo mi cuerpo.

—Te traeré algo de beber antes de dormirte, —prometió Rhea, deslizándose


fuera de la cama.

—Sin alcohol, por favor. —La habitación ya daba bastantes vueltas.

—Veré si tienen chocolate caliente. Se lo preparaba siempre a las pequeñas


iniciadas, para ayudarlas a dormir. Estaban muy inquietas cuando llegaron aquí
por primera vez.

—O simplemente les gustaba el chocolate, —dije secamente.

—O simplemente les gustaba el chocolate. —Ella sonrió—. Voy a ver si hay


malvaviscos. En esta época todavía se usaban los de verdad.

Se marchó y yo me dejé caer sobre la cama, con una sonrisa de felicidad en la


cara.

Por eso tenías acólitas.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

CAPÍTULO 20

A pesar de estar sucia, contemplé seriamente la posibilidad de dormir allí mismo.


La cama tenía uno de esos colchones rellenos de plumas que te agarran
el culo como si quisieran meterte mano, y luego te arrastran hacia abajo en
una suavidad envolvente. Hacía frío en la habitación y no había edredón, pero
había muchas mantas gracias a Rhea, que crearon un nido agradable y suave
cuando las enrollé un poco.

Pero la sangre de Cambiaformas me picaba y sabía que dormiría mejor si me


bañaba primero. Así que levanté mi perezoso trasero y me bañé. No hacía falta
ir muy lejos, ya que la bañera estaba aparcada entre la cama y el armario, ya
que la casa databa de una época en la que los baños separados no existían. El
retrete estaba al final del pasillo, pero si querías asearte, lo hacías aquí.

No importaba; seguía siendo glorioso. El calor me calaba hasta los huesos, y la


luz de la antigua linterna de la mesita de noche, porque las novedosas luces
eléctricas aún no habían llegado hasta aquí, brillaba en el techo. Me recordó
la noche que Pritkin y yo habíamos pasado aquí, compartiendo esta misma
habitación, esta misma bañera.

Por un instante, tuve un flashback de la luz dorada sobre la piel resbaladiza por
el agua, una boca cálida sobre la mía y el brillo de la luz de la lámpara sobre el
pelo rubio mojado. Y, aún mejor, la sensación de cercanía, de seguridad de que,
mientras estuviéramos juntos, todo iba a salir bien. Que lo resolveríamos.

¡Maldita sea, deseaba que estuviera conmigo ahora!

Pero había ciertas cosas que no podía contarle ni siquiera a mi amante.


Habría estado acechando a Mircea antes de que le contara la mitad de la historia,
y no quería ver a esos dos enfrentados. Mi vida ya tenía suficiente drama.

Deslicé un paño a lo largo de un brazo, y fue una caricia cálida y arrastrada,


como unos labios vaporosos moviéndose a lo largo de mi piel. Las pequeñas
olas que me rozaban los costados se sentían como dedos jugando a lo largo
de mis costillas. Me relajé contra el extremo de la bañera, observando cómo el

217
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

agua se acumulaba en los montículos de mis pechos, como gotas doradas de


aceite a la luz de la lámpara, y deseé que él estuviera aquí para lamerlas.

¡Basta ya! me dije. Pritkin no estaba aquí y sólo iba a frustrarme imaginándolo.
Por no hablar de que habría alucinado con lo que acababa de pasar abajo.

Parecía que Rhea y yo habíamos interrumpido a Gertie en su intento de


diplomacia con un clan de los Cambiaformas, que estaba en una pelea con
algunos de los vampiros locales. No había ido bien, y nuestra llegada no ayudó.
Con el Nudo de los Amantes montado en mí, me había registrado en los sentidos
de los Cambiaformas como un vampiro. El Cambiaformas en cuestión, ya
asustado por varios ataques de vampiros a la fortaleza de su familia, y en un
lugar donde se suponía que no había vampiros, naturalmente había asumido lo
peor. Había pensado que un intento de asesinato era inminente y... exageró.

Algunos de sus familiares, que esperaban afuera, también habían atacado al


sentir su cambio, lo que podría haber supuesto un gran problema. Pero aunque
Agnes podía ser una perra, nunca fue una cobarde. Había ido a calmarlos, y
había acabado apartando un cuchillo de uno de ellos, después de que lo
hubieran utilizado para apuñalar a un sirviente de la corte.

Los magos de guerra que custodiaban este lugar habían llegado poco
después, y calmaron las cosas. Y por lo que había oído, el sirviente no estaba
malherido y debería recuperarse. Pero había estado cerca.

Si yo fuera Gertie, tampoco me habría alegrado demasiado.

Temblé un poco, aunque no por Gertie. La bañera estaba caliente, pero el aire
frío de la habitación hacía que se me pusiera la piel de gallina. Hice correr más
agua caliente dentro de la bañera, y las nubes de vapor brotaron por todas
partes, tan pronto como tocaron el aire. Era como intentar bañarse en una sauna.

Pero se sentía taaaan bien. Me estiré, moviendo los dedos de los pies cerca
del extremo de la bañera, y sentí que me invadía una maravillosa sensación de
letargo. Quizás simplemente dormiría aquí.

Pero algunas partes de mí, al parecer, no estaban tan cansadas.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Mis pechos estaban casi completamente sumergidos, con sólo las puntas
rompiendo la superficie jabonosa. Parecían pequeñas islas emergiendo del mar,
aunque debían ser islas volcánicas, porque cada vez eran más altas y estaban
más animadas como reacción al frío. Hasta que el vapor en espiral pareció
aglutinarse a su alrededor, desterrando el frío y relajando los pequeños
músculos.

Antes de que volvieran a alcanzar su nivel más alto, esta vez por un motivo
diferente.

Lo que se sintió sorprendentemente como una cálida boca se cerró sobre la


delicada carne, haciendo que me sacudiera ligeramente por la sorpresa y que
una ola de espuma salpicara el lateral de la bañera. Pero la conmoción no duró
mucho. Se fundió en un resplandor dorado que me invadió todo el cuerpo,
mientras la boca fantasma probaba primero un montículo dolorido y luego el otro,
haciéndome retorcer, jadear y contonearme.

Pensé que mi imaginación se había disparado esta noche. Casi podía sentir los
labios deslizándose un poco sobre la carne húmeda mientras la lengua me
acariciaba. Casi podía distinguir el ocasional roce de los dientes, suaves y duros
pero con cuidado de no morderme. Volví a estirarme, deleitándome con las
sensaciones imaginadas, y casi sentí que la boca se desprendía de mi pecho
durante un segundo, para recuperarse y volver a cerrarse sobre él.

Parpadeé un poco, preguntándome cómo el vapor podía ser tan real. No te


quedes dormida, me dije con firmeza. ¡Los sueños eróticos están bien hasta
que te ahogas en la bañera!

Pero entonces la boca empezó a chupar, y me olvidé de todo lo demás. Con


cada tirón, fuerte pero suave, con cada pequeño ruido que hacía, y con cada
pequeño estremecimiento de placer que se disparaba directamente a mi núcleo,
la cálida humedad parecía volverse más sólida, más real. Solté un gemido y mi
mano hizo que el paño se deslizara por el interior de mi muslo, como si tuviera
vida propia. Se sentía bien al pasar por mi piel; se sentía mejor que bien. Como
si cada uno de mis sentidos se hubiera agudizado y puesto al máximo.

Pero no tan bien como podría haber sido.

219
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Porque no era mi tacto lo que ansiaba. No era la niebla y el vapor lo que quería
que me acariciara. Sabía exactamente a quién quería, y cuando abrí los ojos, ni
siquiera me sorprendió ver un rostro emergiendo del vapor arremolinado.

Pritkin, pensé soñadoramente, reconociendo la imagen que mi cerebro estaba


conjurando. Ojalá estuvieras aquí.

El vapor se espesó una vez más y el paño se volvió hacia adentro. Jadeé porque
lo sentí casi como una lengua, un poco suave, un poco áspera, tanteando,
buscando. Como un amante que empieza a conocer tus gustos y preferencias.
Lo cual era una tontería, porque Pritkin ya conocía los míos. Un medio íncubo es
un estudiante rápido, ¡y él había sido un alumno ansioso!

Como las manos acuosas que ahora se deslizaban sobre mi piel. Eran sólo
olas, lo sabía, pero no lo parecían. Las olas no tienen palmas que te acaricien,
ni dedos que te exploren, ni la fuerza para separar tus muslos.

Mis rodillas se abrieron, apoyadas contra la bañera a ambos lados, y el paño se


fue a la deriva, ya no era necesario.

Sin embargo, la caricia cálida y húmeda se intensificó bruscamente. Si no lo


hubiera sabido, habría dicho que ahora era realmente una lengua, el pequeño
músculo inteligente que empezaba a tomar el relevo de la toalla. Podría ser sólo
una ondulación bajo el agua, pero sentía que tenía peso y sustancia.

Mucha sustancia, pensé, arqueándome, jadeando.

Volví a temblar, con fuerza, pero no de frío. Sino por la sensación de ser
saboreada, explorada y acariciada por una nariz demasiado grande. Y luego de...

¡Oh, Dios, sí! ¡Ahí! ¡Justo ahí!

Mi cuerpo se retorció de placer cuando el agua cálida y flexible envolvió ese


pequeño nudo escurridizo y comenzó a torturarlo de la manera más deliciosa.
Una que me hizo gemir y mi cuerpo se arqueó lo suficiente como para
amenazar con salir de la bañera. Pero unas manos acuosas me sujetaron, una
en cada uno de mis muslos interiores, acariciando, masajeando, pero
inmovilizándome firmemente en su lugar, mientras era completamente violada
por una presencia fantasmal.

220
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Pero no era un fantasma. Los conocía, gracias a mi padre nigromante, en todas


sus formas y permutaciones. Lo había hecho desde que podía recordar, y éste
no era uno. Tampoco era un hombre, aunque lo parecía, pensé vagamente,
mientras un torso fantasmal salía lentamente del vapor. Ahora no podía ver la
cabeza; estaba ocupada bajo el agua. Pero se había formado una fuerte espalda
que me resultaba muy familiar.

Al igual que la cara mucho más definida que Al final salió de la bañera.

—Pritkin, —dije sin aliento, dándome cuenta por fin de que debía de haberme
dormido en la bañera. O tal vez se trataba de una nueva habilidad de íncubo
que desconocía. Porque mi amante era medio demonio y, aunque lo reprimía al
máximo, esas habilidades salían a veces.

Y eran gloriosas.

Me quedé tumbada, viendo cómo el agua se acumulaba en un pecho ancho,


unos brazos poderosos y una nariz y una barbilla bien definidas. La cabeza
aún estaba algo borrosa, al igual que las extremidades, y el cuerpo no tenía más
color que el pálido vapor que aún se arremolinaba en su interior. Pero, sin
embargo, era asombrosamente real.

Los labios se movieron, casi como si intentara decir algo, pero no pude oírlo. Se
inclinó más y lo intentó de nuevo, pero ocurrió lo mismo. No había sonidos en la
habitación, salvo el suave chapoteo del agua, el lejano chirrido de la lluvia contra
los cristales de las ventanas y el ocasional crujido de una vieja casa que se
acomoda para pasar la noche.

Puso una mano que emergía lentamente en la bañera, justo por encima de una
de mis rodillas, y mi cabeza se giró para observarla con fascinación. Algo de
espuma de jabón había quedado atrapada y chapoteaba bajo la superficie
transparente, haciendo que pareciera que llevaba guantes blancos. Y nada más,
me di cuenta, mientras se levantaba parcialmente del agua, revelando la
evidencia de ese hecho con exquisito detalle.

La luz dorada resplandecía en los duros pectorales, los pezones en punta y un


paquete de seis costillas. Incluso el ombligo no había sido olvidado, abollando
ligeramente la superficie por encima de un evidente cinturón de Adonis. El agua

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

se desprendía del extraño cuerpo y caía en la bañera como una lluvia,


perturbando el agua, pero no lo suficiente. Porque el verdadero espectáculo
seguía oculto justo debajo de la superficie, y por mucho que me retorciera y
retorciera, no era suficiente para revelarlo.

—¡Pritkin! —Me quejé...

Por un segundo, antes de que una boca dura cayera sobre la mía.

Fue la sensación más extraña: el beso familiar, pero no. Y no sólo porque los
labios se sintieran extraños contra los míos. Habría esperado que se sintiera
como besar un globo de agua, una piel fina estirada sobre el vapor hirviendo.
Pero no fue así. Los labios eran demasiado firmes para eso, demasiado cálidos.
No estaba segura de cómo eran, porque no tenía tiempo para pensar en ello.

Estaba demasiado ocupada preguntándome por qué Pritkin no sabía cómo


besarme.

No es que fuera un mal beso, pero comparado con el habitual era... no torpe,
exactamente, sólo... extraño. Como si no supiera lo que me gusta. Pero se dio
cuenta rápidamente, me mordisqueó el labio inferior, me chupó la lengua y luego
me saqueó la boca con tanta pasión que me olvidé de todo lo demás.

Hasta que, de repente, se echó hacia atrás y el impresionante torso salió flotando
del agua. Después de todo, me di cuenta de que no había nada debajo, salvo
vapor sin formar. Estaba hirviendo en el aire, haciendo que pareciera un genio
saliendo de una lámpara, y era francamente decepcionante.

Pero no por mucho tiempo. El vapor empezó a espesarse y a juntarse mientras


lo observaba, al igual que el pecho, formando un trasero tenso, unos muslos
poderosos y la parte superior de unas pantorrillas gruesas. Y, Al final, la última
pieza del rompecabezas surgió y... me hizo parpadear.

Pritkin era un chico grande, pero no así. La reluciente columna de carne, aún con
agua brillante y cristalina, parecía demasiado grande, demasiado ancha, y
provocó extraños pensamientos en mi cerebro, que estaba confuso por el sueño.
¿Cabría siquiera?

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

¿Tendría que hacerlo? Si era agua, ¿no debería poder adoptar la forma que yo
quisiera? ¿Encajar exactamente en mí, llenarme con precisión, tomar las
dimensiones exactas que yo quería y, de repente, necesitaba
desesperadamente?

No sabía de dónde venían estos pensamientos, pero él parecía responder a


ellos. Se tomó a sí mismo en la mano, e incluso la visión de uno de esos guantes
jabonosos acariciando la columna acuosa no me dio ganas de reír. Lo persuadió
para que se volviera aún más grueso, aún más largo, pero todo el tiempo, esos
extraños ojos no estaban en él mismo.

Estaban puestos en mí. Y eran... extraños.

Habría esperado que fueran transparentes como el resto de él, o blancos con el
vapor que aún hervía dentro de esa extraña piel. No lo eran. No podría decir si
era él, o si había algo detrás de él que estaba siendo distorsionado por el cuerpo
acuoso, pero eran negros y brillantes.

—¿Pritkin? —Dije, y por primera vez, escuché la inquietud en mi voz.

No hubo respuesta. Sólo una ondulación en la distorsión mientras se acercaba.


Lo suficientemente cerca como para sentir el vapor que se desprendía de esa
extraña piel, caliente contra la mía; lo suficientemente cerca como para saborear
la espuma que goteaba de su hombro en mis labios; lo suficientemente cerca
como para ver que no, que no era algo lo que estaba detrás de él; esos ojos eran
realmente negros y brillantes.

Hermosos, pensé. Y enmarcados por largas y cristalinas pestañas que


reflejaban la luz de la lámpara como pequeños carámbanos. Al igual que su pelo
de punta, medio incoloro y medio rubio cuando la luz le daba de lleno. O la barba
incipiente de sus mejillas, porque, como siempre, se había olvidado de afeitarse.

Levanté una mano, sin pensarlo, y ahuecé su cara. Y pude sentir los pelos de la
barba contra mi piel. Eran pequeños alfileres, duros y plenamente realizados, y
ahora también inundados de color.

Pero esta vez no era por la lámpara. Mi mano se movió a lo largo de su


mandíbula, pero en lugar de dejar agua clara detrás, dejó algo más. Una huella

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

de color melocotón brillante permaneció en su lugar, como si hubiera sumergido


mi mano en pintura y luego hubiera acariciado su rostro con ella.

Brilló cálida y brillante y viva durante un instante, antes de hundirse en la


superficie acuosa y disolverse en el conjunto. Pero no desapareció. Prestó un
tenue matiz a la cara, a toda la cabeza. Pude ver cómo salía en espiral como lo
había hecho el vapor, llenando la zona antes de caer hacia los hombros y
perderse en el mar de agua más grande que había debajo.

Lo mismo estaba sucediendo con las nuevas marcas de dedos que había hecho,
que mancharon la línea de su mandíbula durante un segundo, antes de ser
absorbidas como el resto. Tampoco cambiaron mucho la situación, al menos en
lo que respecta a su coloración. Pero sí tuvieron un efecto en los ojos.

A diferencia del resto de él, mantenían su propio color, sin mi ayuda. Y se habían
iluminado notablemente. Negros y brillantes, como si todas las estrellas del cielo
me estuvieran mirando.

Viéndolo prepararse para tomarme.

Porque eso es lo que estaba a punto de hacer, me di cuenta, mientras una mano
fría bajaba por mi cuerpo, tomando color y calor al hacerlo. Y luego se sumergió
entre mis piernas, y esta vez no hubo torpeza, ni vacilación. Dos dedos entraron
en mí, haciéndome jadear mientras empujaban profundamente, explorando mis
contornos como si nunca los hubiera sentido antes.

Y cuando salieron, eran tan reales y sólidos como si estuvieran tallados en carne.

Bien, pensé bruscamente, ya es hora de despertar. Instintivamente traté de


moverme hacia atrás, pero los dedos, todavía en su mayoría translúcidos, sobre
mi muslo se apretaron, manteniéndome en su sitio, y una rodilla acuosa me
mantuvo abierta al otro lado. Me quedé allí mirando la habitación a través de
la distorsión en forma de hombre sobre mí, y también me sentí un poco así:
confusa y desorientada, y totalmente inmovilizada.

No es que importara, pensé; todo lo que tenía que hacer era decirle que me
dejara levantarme. Después de todo, era Pritkin. Incluso en un sueño, él nunca...

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Mis pensamientos se interrumpieron cuando algo empujó contra mi cuerpo,


grueso y enorme y más caliente que la piel. Y grande... demasiado grande, pensé
con creciente pánico. Entonces empecé a luchar de verdad, todavía sin ir a
ninguna parte, pero luchando con la suficiente fuerza como para que las olas de
agua fluyeran por los lados de la bañera.

Hasta que una extraña languidez me inundó, ralentizando mis luchas, nublando
mi mente y haciendo que mi cuerpo cayera lentamente contra la porcelana,
incapaz de luchar o incluso de recordar exactamente por qué lo había estado
haciendo. Incapaz de hacer nada, salvo observar con perturbada fascinación
cómo el color de mi cuerpo ascendía, derramándose sobre su torso, salpicando
de color sus caderas, acumulándose en su ombligo, bañando los pálidos dedos
hasta sus costillas inferiores.

Y allá donde iba, el vapor arremolinado retrocedía, y el cuerpo adquiría un


aspecto muy diferente. No sólo en color, sino en sustancia, de vago e indefinido
a duro y sólido, con una gruesa musculatura, una piel aterciopelada y pequeños
vellos dorados que captaban la luz. Ya no era un fantasma hecho de niebla, sino
un hombre real y tangible.

Y, de repente, esto ya no era una fantasía inducida por el sueño, distante y


nebulosa. Era casi tan inmediato como se puso, aterradoramente. Sin embargo,
mi cuerpo no fue a ninguna parte, ignorando las órdenes cada vez más
estridentes de mi mente.

Porque Al final había terminado su metamorfosis.

Era jadeantemente grande por lo que podía ver, pero no tanto como antes. No lo
suficiente como para impedir que la cabeza lisa empujara dentro; no lo suficiente
como para impedir que el eje ancho, todavía inductor de gemidos, empezara a
seguir; no lo suficiente como para impedir que...

—¡Pritkin! —Grité, mirando fijamente a esos ojos brillantes mientras sus caderas
avanzaban bruscamente.

Y me di cuenta de algo que debería haber notado desde el principio. Ese no era
Pritkin.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

CAPÍTULO 21

La puerta se abrió de golpe, dejando entrar un torrente de aire frío desde el


pasillo. Apenas me di cuenta, porque otro torrente, de lluvia caliente, cayó de
repente a mi alrededor, haciendo que mi cuerpo se sumergiera en el agua de la
bañera. Y cuando salí a la superficie, chapoteando y jadeando... El falso Pritkin
había desaparecido.

Miré el dormitorio, ahora casi libre de vapor, jadeando y con los ojos
desorbitados, pero no había nada que ver. Sólo unos pocos remolinos en el aire,
un montón de agua en el suelo, y Rhea, perfilada en la puerta agarrando una
bandeja. Una que casi tiró sobre una mesa antes de correr a mi lado.

Parecía estar sola. Y como nadie más subió a toda velocidad las escaleras,
supuse que mi grito no había sido tan fuerte como pensaba. Aunque tal vez
no.

Rhea parecía asustada.

—¿Estás bien? —Preguntó, mirando también a su alrededor —, ¿Qué


pasa? ¿Hay algo mal?

Tenía la mano en la manga, donde guardaba la varita que había aprendido a


usar mientras estaba en los aquelarres. Pero no la sacó. Probablemente porque
no había nada a lo que apuntar, excepto una Pitia medio ahogada.

Una muy confundida.

—¿Qué viste? —Grazné, agarrando su brazo.

—¿Ver?

—¡Cuando abriste la puerta! ¿Qué viste?

—Yo... nada, Lady. —Me miró fijamente, con los ojos muy abiertos—. Te oí gritar
y pensé que te estaban atacando. Irrumpí...

—¿Y qué viste? —Sabía que probablemente sonaba como un disco rayado, pero
en ese momento no me importaba.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—No lo hice. Ver cualquier cosa, quiero decir. Había mucho vapor, y luego se
despejó y... sólo estabas tú.

Tragué y miré un poco más a mi alrededor. Sí, solo que no había estado solo yo.
¿Lo había estado?

De repente, no estaba segura. Las imágenes del ataque, tan frescas y claras
hace un momento, ya se habían desvanecido en mi mente, haciéndome dudar
de mí misma. Y por mucho que lo intentara, no podía encontrar exactamente
ninguna señal de un intruso. Ninguna marca en mi cuerpo donde esa mano
acuosa me había sujetado. Ninguna huella en las tablas mojadas, excepto las de
Rhea. Nada de nada.

Sin embargo, aún podía sentir los extraños labios sobre los míos, la lengua ajena
explorando mi boca, las manos extrañas trazando mi cuerpo, porque mi asaltante
no lo sabía. Mientras Pritkin, el verdadero Pritkin, había chupado y lamido y
estudiado cada centímetro de mí. Pero este hombre, esta cosa, no lo había
hecho y no sabía qué me hacía retorcer, qué me hacía suspirar, qué me hacía
temblar. Había tenido que descubrirlo, de la misma manera que había tenido que
cambiar su tamaño para...

Me estremecí de repente, con fuerza, y las manos de Rhea me agarraron por los
hombros.

—Voy a buscar a la Lady, —me dijo, y era su voz firme. La cariñosa pero
implacable que utilizaba para las iniciadas más jóvenes que se habían
aventurado demasiado cerca de la barandilla del balcón.

—No, —dije con voz ronca. Gertie ya pensaba que yo era un desastre; no
necesitaba confirmarlo. No cuando ni yo misma estaba segura de lo que había
pasado.

—Lady...

—Comprueba las guardas. Discretamente, —añadí, agarrando su brazo.

Parecía que iba a protestar, pero algo en mi cara la detuvo. —¿Qué estoy
buscando?

—Cualquier cosa. Todo. —Ni siquiera sabía cómo llamarlo.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—No quiero dejarte, —dijo ella, con cara de conflicto.

—Estaré bien. —Si pasaba algo más, lo que fuera, me iba a largar de aquí.
Desnuda o no.

Pero Rhea tenía la terquedad de su madre, aunque enmascarada tras una


fachada más dulce. Y mi respuesta claramente no fue lo suficientemente buena.
—¿Puedes venir primero a la puerta de al lado?

Fue un ejemplo de lo fuera que estaba que ni siquiera pregunté por qué. Me
limité a asentir con la cabeza y empecé a levantarme, sólo para descubrir que
no podía. A mitad de camino, mis piernas cedieron y mi cuerpo volvió a caer,
salpicando a Rhea con agua jabonosa.

Lo intenté de nuevo antes de aceptar que el problema no era simplemente un


pie resbaladizo por el jabón. Me aferré al lado de la bañera, sintiéndome mareada
y jadeando como si hubiera corrido una maratón. El calor y la languidez de hace
un momento habían desaparecido y estaba helada hasta los huesos. El corazón
me latía con fuerza, tenía la garganta apretada y el cuerpo...

Estaba tan agotado que no podía ni salir de la bañera.

Rhea tuvo que ayudarme, mordiéndose el labio todo el tiempo en lo que


probablemente eran cien preguntas, que eran tal vez una décima parte de las
que yo tenía. Me envolvió en una enorme toalla, porque no había bolsa de viaje
para mí, ya que se suponía que sólo era el servicio de taxi. Y utilizó otra para
secar furiosamente mi pelo chorreante después de que me desplomara en una
silla, temblando.

—¡Te morirás de frio! —Me dijo.

Atraparé algo, pensé, todavía buscando a mi alrededor a...

Casi dije Pritkin, pero me detuve. ¡Maldita sea! ¡No había sido él!

Después de que Rhea consiguiera que pasara de estar empapada a estar sólo
húmeda, me envolví con otra toalla y nos trasladamos a lo que supuse que era
su habitación, ya que su bolsa de viaje estaba sobre la cama. La transfirió al
suelo y me metió bajo las sábanas, ayudándome a sentarme contra el cabecero
de la cama porque estaba demasiado inquieta para acostarme. Se marchó pero

228
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

volvió casi al instante, con la bandeja que había abandonado en sus manos, la
que contenía el chocolate caliente que casi había olvidado.

—Vuelvo enseguida, —prometió, poniendo la taza en mis manos y envolviendo


las suyas, hasta que estuvo segura de que podía sostenerla.

Y aun así, casi la dejé caer sobre las mantas de la cama cuando se fue, porque
me sentía jodidamente débil.

¿Qué demonios me pasaba?

Flexioné mis temblorosos dedos, y parecían estar bien, pero se sentían como
los de una anciana. Me bebí el cacao de todos modos, utilizando mis rodillas
levantadas como mesa y ahuecando las manos a cada lado de la taza. Estaba
repleto de malvaviscos gordos y blandos y pequeñas virutas de chocolate, y tenía
la temperatura perfecta entre la escaldada y la simplemente caliente. Sin
embargo, podría haber sido agua para todo lo que me importaba. Ni siquiera noté
el sabor.

Pero, al cabo de unos instantes, los escalofríos que me habían sacudido el


cuerpo disminuyeron y empecé a sentirme ligeramente mejor. Vacié la taza, más
por el calor que por otra cosa, y me levanté de la cama. Me despojé de la toalla,
me envolví con una manta y me senté en el anticuado tocador. Era una
antigüedad, incluso en esta época, con pequeños agujeros de gusano que
alguien había parcheado por encima y lijado, lo que daba a la madera un ligero
aspecto de nudosa.

Me quedé mirando los remolinos de madera y volví a ver el vapor ondulante que
se agitaba en el aire. Demasiado para un solo baño, o para una docena de ellos.
¿Por qué no me había dado cuenta de eso? ¿Fue cuando me dormí, si es que
lo hice? ¿Cuando vi por primera vez que la criatura empezaba a formarse?

No podía recordarlo.

Pero recordaba esos ojos, negros y relucientes. Y luego brillando hacia mí,
iluminados por el poder robado. Mi poder.

Ya había visto unos como ellos antes, en una llanura azotada por el viento en
Gales, mientras el fuego soplaba en el fondo y un antiguo dios rasgaba los cielos.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Y de nuevo en esa misma habitación, en esa misma bañera, brillando a la luz de


la lámpara. Y más tarde en la suavidad de la cama cercana, mientras Pritkin y
yo nos movíamos juntos como uno solo...

Ojos de íncubo.

Pero eso no tenía ningún sentido. El íncubo de Pritkin no tenía ninguna razón
para atacarme, e incluso si lo hubiera hecho, ¡estábamos más de un siglo en el
pasado! No tenía forma de alcanzarme aquí.

Entonces, ¿fue otro íncubo? ¿Uno atraído por mis poderes prestados, igual que
el Cambiaformas? Nunca había oído hablar de un íncubo que atacara a un
maestro vampiro, que podía expulsarlos fácilmente y posiblemente también
patearles el culo. Los íncubos no eran los demonios más fuertes, y generalmente
preferían seducir en lugar de agredir directamente.

Pero entonces, yo no era una maestra vampira. Sólo tenía una conexión con
uno, una conexión formada por un hechizo que utilizaba la magia de los íncubos
como conducto. ¿Algún demonio emprendedor se había dado cuenta de que yo
podría ser el camino hacia un festín de proporciones épicas, uno que Mircea no
podría evitar sin cerrar el vínculo entre nosotros?

Suponía que era posible, aunque me había encontrado muy rápido. Pero tal vez
un conducto pulsante con magia de íncubo era un gran atractivo, y yo no estaba
bajo la protección del consejo de demonios en este período de tiempo. Tenía
una alianza con ellos en casa, pero aquí... Yo era un juego justo.

Pero todavía había un gran problema. El que me había atacado llevaba la cara
de Pritkin. ¿Cómo había sabido tomar esa forma?

Porque nunca había oído que los íncubos tuvieran poderes mentales. Lo más
parecido era una especie de capacidad empática que les permitía saber lo que
sentían sus parejas. E incluso eso era un éxito o un fracaso para muchos,
incluyendo a Pritkin, cuya mitad humana diluía el don.

Pero tal vez no necesitaba leer mi mente. Tal vez yo había hecho el trabajo por
él, mi cerebro evocando la imagen que quería ver en su lugar. Tal vez por eso
se decía que los íncubos atacaban en sueños: no necesitabas un glamour si el

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

cerebro de tu víctima te cubría automáticamente con la piel de su amante de


fantasía.

Sacudí la cabeza a pesar de que no había nadie para verlo. No. Simplemente no
me lo creía. Sabía que había sido atacada por el Cambiaformas casi desde que
llegué, pero ya había estado aquí. Había estado hablando con Gertie a unas
pocas habitaciones de distancia, y en cuanto mi olor le llegó, había atacado.

Eso tenía sentido; podía aceptarlo. ¡Pero no creía que hubiera ningún íncubo al
azar rondando por la Corte de la Pitia! O uno tuvo mucha suerte, o...

¿O qué?

No lo sabía.

Me estremecí de nuevo y acerqué la manta a mi alrededor. Y luego deseé no


haberlo hecho. Porque mientras la ajustaba, miré mi reflejo.

El espejo del tocador no era el mejor. Parecía que los dormitorios habían
acabado con todos los muebles que ya no servían para el piso de abajo:
mesas con las patas desgastadas, alfombras descoloridas, un diván al otro lado
de la cama que tenía un parche desgastado donde se suponía que iba el trasero.
Y un espejo que no sólo no coincidía, sino que además le faltaba gran parte del
soporte plateado y estaba manchado.

Pero a pesar de eso y de la escasa iluminación, podía verme bastante bien.


El pelo rubio y húmedo cayendo desordenadamente en torno a un rostro que
debería haber estado sonrojado por el baño, pero que en cambio estaba blanco
y con ojeras. No era un buen aspecto para mí, como tampoco lo eran las
mejillas hundidas y los ojos azules ensombrecidos. Habían visto alguna mierda
en los últimos cinco meses, y eso deja una marca.

Por supuesto, también deja otra cosa.

Miré mi reflejo y sentí que mi ira aumentaba.

El color rosa volvió a inundar la cara, ardiendo a lo largo de los pómulos; los ojos,
llenos de pánico, se estabilizaron y empezaron a arder, hasta el punto de que
casi creí que podía ver más allá del glamour; las manos temblorosas se calmaron

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

y una de ellas cogió un peine y empezó a atacar la maraña de enredos de mi


cabeza.

Hubo un tiempo, no hace mucho, en el que un ataque así me habría puesto


histérica, gritando y huyendo, buscando un lugar donde esconderse. Todavía
me sentía un poco así, podía sentir a esa chica en algún lugar de mi interior,
gritando en silencio. Pero ahora también había alguien más ahí dentro.

Alguien más grande. Alguien más malo. Alguien que había probado el poder y
sabía cómo manejarlo.

Alguien a quien era muy mala idea enfadar.

Y alguien que tenía nuevas habilidades a las que recurrir, me di cuenta, con el
peine quieto en mi mano. No estaba segura de por qué el Nodo d'Amore
funcionaba aquí cuando, según toda lógica, no debería hacerlo. Tal vez porque
la lógica humana y la lógica mágica suelen ser cosas muy diferentes. Sólo sabía
que lo hacía, y eso abría nuevas posibilidades, ¿no?

Tal vez había una manera de averiguar lo que estaba pasando, o al menos de
intentarlo. Y una parte de mí quería intentarlo. No estaba segura de si era yo o
mis nuevos instintos de vampiro, pero una parte de mí no sólo estaba
enfadada, estaba furiosa. Habíamos sido atacados, por algo que llevaba la piel
de nuestro amante, y quería desgarrar, rasgar, aniquilar por completo al
responsable.

Pero para eso, primero teníamos que encontrarlo.

Me senté tranquilamente en la mesa, probablemente con el mismo aspecto que


un momento antes, si hubiera habido alguien mirando. Pero en lugar de temblar
de miedo, estaba extendiendo mis sentidos, todos ellos, viejos y nuevos.
Buscando...

No estaba segura.

Pero encontré algo; diablos, lo encontré todo.

Estaba sentada sola en una habitación oscura, pero la casa de repente brillaba
con vida a mi alrededor. No podía ver a otros seres, al menos no de la forma

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

habitual. Pero podía sentirlos, como brillantes columnas de calor y luz contra mi
visión mental.

Estaban por todas partes: un gato en la cocina, acurrucado cerca de los fogones,
con sus pequeñas extremidades moviéndose mientras perseguía a alguna
pequeña criatura en sus sueños; una fila de pájaros en el tejado, con las plumas
esponjadas, sus cuerpos lo más cerca posible del aire caliente que salía de las
chimeneas; un perro husmeando entre los cubos de basura detrás de un
elegante seto en la parte delantera, hasta que sacó una rata y salió tras ella calle
abajo.

Pero las luces más brillantes eran las de los humanos, que brillaban como faros
en la noche. Mis sentidos se ampliaron y la casa se desplegó como una
estructura de origami a mi alrededor. Tenía que mantener los ojos cerrados, o
la visión física interfería con la mental, pero podía sentir cómo mi cara giraba
en diferentes direcciones, completamente embelesada.

Podía ver a los magos de guerra que custodiaban la corte merodeando en sus
patrullas, con masas hirvientes de energía mágica siguiéndoles como nubes.
Dejaban rastros de magia tras de sí por dondequiera que fueran, creando
caminos resplandecientes por toda la casa y los jardines. Y antes de que un
camino se desvaneciera por completo, pasaba otro mago, renovándolo de
nuevo.

Dejando un sólido muro de protección alrededor de las luces mucho más


pequeñas que había dentro.

La mayoría de ellas dormían, con sus pequeños cuerpos acurrucados bajo capas
de mantas, con la respiración baja y uniforme. Jóvenes iniciadas en la guardería
de este piso, supuse. Todas ellas agrupadas en sus camas tipo dormitorio.

Columnas de luz un poco más grandes se apiñaban en habitaciones de tres o


cuatro, repartidas por toda la casa. Todavía eran iniciadas, pero lo
suficientemente mayores como para justificar un poco más de privacidad, un
poco más de espacio para llamarlo suyo. La mayoría también dormía, aunque
algunas estaban despiertas y se reían entre ellas bajo las sábanas. No sabía por
qué...

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Hasta que, de repente, lo hice. Porque Mircea también era un mentalista, algo
que siempre había sabido, aunque resultaba chocante la facilidad con la que sus
habilidades se sumergían en la mente de aquellas chicas, recuperando la
información deseada sin ningún esfuerzo real. Tres de ellas estaban hojeando
una revista de moda bajo las sábanas, desafiando su toque de queda con una
vela hechizada, mientras que un piso más abajo, otra estaba leyendo un libro de
Pulp Fiction y suspirando por el apuesto héroe.

Las chicas mayores presumiblemente tenían sus propias habitaciones, pero no


estaban en ellas. Estaban agrupadas en la suite de Gertie por alguna razón,
porque ella tampoco estaba dormida. Aunque probablemente alguien deseaba
que lo estuviera.

—... mi casa, mis reglas.

La voz, normalmente fuerte y casi estridente, llegó débilmente a mis oídos desde
tan lejos, incluso con el oído vampirizado. Pero podía oírla. Y concentrarme en
un tema en particular pareció mejorar mis habilidades, porque la columna de luz
con forma de Gertie se enfocó mucho mejor de repente.

No parecía feliz, por lo que pude ver. Y tampoco lo estaba la voz que le
respondía. —¡Tu casa, tu responsabilidad!

Era una voz gutural, casi demasiado para entenderla. Pero ese no era el
problema. El problema era de dónde venía.

Me tensé, pensando que podría haber encontrado a mi atacante, porque Gertie


parecía dirigirse al aire libre. Pero entonces me di cuenta de que su barbilla
estaba ligeramente inclinada hacia arriba, y mi ojo mental siguió su línea de
visión. Y se ensanchó, porque no uno, sino dos Cambiaformas estaban
suspendidos en el aire, con sus cuerpos casi tocando el techo y a contraluz de
la lámpara de araña, razón por la cual no me había fijado inmediatamente en
ellos.

¡Eso y el hecho de que no esperaba verlos levitando como dos enormes globos
peludos!

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Tampoco parecía que se lo esperaran, y estaban gruñendo y dando zarpazos al


aire, casi corriendo en su sitio. Y sin ir a ninguna parte. Pero no pude saber
exactamente por qué no lo hacían.

Y entonces obtuve una repetición del aspecto de teleobjetivo de Visión


vampírica. Amplié mi enfoque, tratando de ver lo que los sostenía, pero en lugar
de obtener una mejor vista de esa manera, fui enviada como un cohete hacia
adelante, a través de paredes y escaleras y más paredes. Hasta que me sentí
como si de repente estuviera presente en aquella habitación, con los
fantasmales bocetos del mobiliario atenuados por los cuerpos brillantes que me
rodeaban.

Dos de los cuales Gertie estaba sosteniendo a través del poder De Pitia.

No sabía cómo —supongo que aún no habíamos llegado a esa lección—, pero
podía verlo claramente: estrías doradas y brillantes que irradiaban desde sus
hombros, casi como alas. O, para ser más exactos, ya que tenían a los dos
Cambiaformas por las gargantas, como manos adicionales que amenazaban con
asfixiarlos. Pero no lo suficiente como para impedirles hablar, por desgracia.

—¡Te hacemos responsable, Pitia! Entrega a esa perra o...

—¿O qué? —Preguntó Gertie, sonando genuinamente curiosa—. Ya has puesto


a toda la población local de vampiros en tu contra. Ahora amenazas a una
compañera Pitia...

—¡Eso no era una Pitia! —Gruñó el más grande de los Cambiaformas—. ¡Me
falta un trozo en la garganta para atestiguarlo!

El otro Cambiaformas gruñó y dio un chasquido de acuerdo, lo que pareció


aburrir a Gertie.

—Viniste a pedirme un consejo, —dijo rotundamente—. Aquí lo tienes. Ve a


hacer las paces con los vampiros. Fueron los tuyos los que violaron el acuerdo
y los tuyos sufrirán por ello si no abandonas un poco ese orgullo terco...

Fue interrumpida por dos rugidos de indignación, que se cortaron en el mismo


momento. Probablemente porque el poder de Pitia acababa de apretarse, como

235
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

una soga alrededor de sus cuellos. Gertie les dio un minuto, permitiéndoles
sentir la inutilidad de sus golpes y la repentina falta de flujo sanguíneo al cerebro.

No es que parecieran tener mucha para empezar, pero se calmaron.

—También deben dejar en paz a mi visitante, —continuó Gertie con suavidad—


. Como ha demostrado, es perfectamente capaz de defenderse de ataques
repentinos, pero también me encontraría bastante... molesta... por cualquier
violación de mi hospitalidad...

—¡Es fácil decirlo cuando los miembros del Cuerpo se agolpan en el pasillo! —
Gruñó el mayor de los Cambiaformas.

—¿A sí? —Gertie sonó sorprendida—. Son un escaparate. Yo misma protejo la


corte. Deberías recordarlo.

Y entonces desaparecieron.

No intenté ver a dónde los había desplazado; no necesitaba un vuelo salvaje


sobre Londres, cortesía de nuevas y extrañas habilidades que ni siquiera
entendía. Necesitaba encontrar a mi agresor.

Pero no iba a hacerlo así.

—No había nada, —dijo Rhea, volviendo a entrar en el dormitorio. Sonaba sin
aliento, como si hubiera corrido hasta aquí—. Las guardas no muestran
incursiones, Lady, de ningún tipo.

Sí, debería haber asumido eso. De lo contrario, las alarmas habrían estado
chillando y los magos de guerra habrían estado pululando y Gertie habría estado
gritando. En cambio, ahora que los cambiaformas se habían ido, los magos que
se habían agrupado fuera de sus habitaciones volvían a sus rutas; las acólitas
subían las escaleras hacia sus habitaciones y Gertie se servía una muy merecida
copa.

Pronto, la casa estaría a oscuras y en silencio, ya que todos se acomodarían


para pasar la noche.

Eso era bueno.

Tenía que hacer un recado.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

CAPÍTULO 22

La gran biblioteca de la Corte de la Pitia se extendía por todo el sótano de la


grandiosa y antigua mansión, aunque daba la impresión de que databa de hace
mucho más que unos pocos cientos de años. La luz era tenue, con apenas un
pálido resplandor que se derramaba por las escaleras desde la casa de arriba,
lo que no ayudaba en absoluto ya que Rhea y yo habíamos tenido que bajar tres
pisos para llegar hasta aquí. Supongo que la electricidad tampoco había llegado
al sótano, ¿eh? Pensé, preguntándome por qué no habíamos traído una linterna.

También me preguntaba por qué estábamos aquí. Arriba había sonado bien:
conseguir alguna idea sobre lo que me había atacado, suponiendo que no me
estuviera imaginando cosas, ¡o conseguir información sobre el Nudo de los
Amantes y largarme de aquí! Cualquiera de las dos opciones me servía. Pero
ahora...

Ahora no creía que fuera una gran idea.

La luz era suficiente para iluminar una sección de piedra arenisca dorada
extendida bajo los pies, con lo que parecían antiguas marcas de cincel aún
evidentes en algunas partes. Unas columnas a juego sostenían el techo, dando
al lugar una especie de ambiente de templo, sensación que aumentaba a medida
que Rhea y yo bajábamos los escalones. No podía ver mucho, pero la habitación
parecía grande, un espacio enorme y con eco, con agua goteando en algún lugar
de la distancia, como una fuente.

Y olía... raro.

No era el olor a humedad que habría esperado de un sótano, ni el olor a libro


viejo y desmenuzable de una biblioteca antigua. De hecho, parecía cambiar
constantemente. En un segundo, creí detectar algún tipo de incienso o especia
exótica; al siguiente, era el aire seco y polvoriento de un desierto que me hacía
cosquillas en la nariz; seguido de un verdor fresco, como un jardín lleno de flores
justo después del amanecer.

El carrusel de aromas me hizo detenerme al final de las escaleras y mirar a la


oscuridad. Pero todo lo que vi fue una masa mezclada de formas extrañas que

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

surgían de la oscuridad. No se movían, así que tampoco lo hice, sólo me aferré


a la pared mientras mis ojos terminaban de ajustarse.

—¿Lady? —La voz de Rhea sonó confusa, y me di cuenta de que había echado
un brazo sobre el espacio frente a ella, como una madre que protege a un niño
en un automóvil. ¡Lo cual era estúpido, porque ella conocía este lugar mejor que
yo! Pero de todos modos había algo que me hizo detenerme en un escalón.

Después de un verano lleno de terrores, había aprendido a confiar en mi instinto,


y mi instinto no estaba feliz.

—Lady, ¿hay... un problema?

—No lo sé todavía, —dije—. Quédate aquí.

Ella se quedó allí. Bajé otro escalón, tratando de no tropezar con el dobladillo del
vestido de encaje rasposo que me había prestado Rhea. Y de identificar algunas
formas extrañas y descomunales en la penumbra, que no se parecían a nada
que hubiera encontrado, ni humano ni de otro tipo. Y que finalmente se
resolvieron...

En un montón de viejas vitrinas victorianas. Bien, pensé.

No me lo esperaba.

Me recordaron a las que estaban metidas en los dormitorios libres y las áreas de
almacenamiento de arriba, junto con el resto de los muebles desechados.
Algunas eran grandes, otras pequeñas, algunas tenían tapas de vidrio planas
como las mesas de café, otras tenían cubiertas redondeadas como las vitrinas
de delicatessen. Unas pocas tenían incluso extrañas cubiertas hechas a medida,
con torres que parecían jaulas de pájaros en los extremos, o grandes tipis de
cristal, porque los victorianos coleccionaban algunas mierdas locas.

Según mi antigua institutriz, que había vivido aquella época, las vitrinas podían
contener básicamente cualquier cosa, desde elaboradas máscaras africanas
hasta lacados chinos, desde colecciones de sellos europeos hasta mariposas de
vivos colores, desde antiguos tiestos hasta abanicos pintados del siglo XVIII. Lo
principal había sido superar a los vecinos, sin importar el costo, por lo que
algunos escaladores sociales incluso compraban momias egipcias para

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

desenvolverlas en "fiestas de momias", en busca de joyas que pudieran haber


sido enterradas con el cadáver. Y si no había ninguna, podían vender los restos
a los artistas, que hacían con ellos un pigmento de moda, el "marrón momia".

Los victorianos eran raros.

Por supuesto, se trataba de la época eduardiana, cuando la gente se deshacía


de esas cosas viejas y horteras. Excepto en la Corte de la Pitia, al parecer. No
vi ninguna vitrina de momias apilada, pero ¿quién podría decirlo? El sitio estaba
lleno.

—Esos son algunos de los tesoros entregados a las Pitias a lo largo de los
milenios, —explicó Rhea, todavía obediente en el escalón detrás de mí.

Miré por encima de mi hombro. —¿Todo esto fueron regalos?

Ella asintió. —La mayoría se entregaban en agradecimiento por una lectura útil,
o por respeto. Otros... bueno, la lista de espera para ver a la Pitia era a menudo
tan larga que algunos intentaban saltarse la fila haciendo regalos al templo.

—¿Y eran aceptados?

—Por supuesto. —Parecía ligeramente sorprendida—. Un regalo no puede ser


rechazado. Se consideraría...

—¿Sacrílego?

—Descortés. Por lo general, las ofrendas eran de oro o plata, o de grano y vino
para el personal del templo en la antigüedad. Pero los peticionarios que querían
impresionar daban muchas más cosas preciosas. La sala exterior de la biblioteca
es una especie de museo con los regalos más interesantes.

—Espera, ¿has dicho sala exterior? —Pregunté, porque esta cosa por sí sola
parecía que debía ser más grande que la casa de arriba.

—Sí, la biblioteca es bastante extensa, —dijo Rhea con orgullo—. Puedes ver
algunos de los pasillos de las salas de lectura alrededor de la periferia.

Supuse que era una broma, porque apenas podía ver mi mano frente a mi cara.
Pero entonces Visión vampírica se encendió, a pesar de que yo no se lo había
pedido. Y no tuvo ningún problema con la oscuridad. De repente pude ver una

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enorme sala redonda con un montón de vitrinas agrupadas bajo un techo alto,
con un círculo de columnas haciendo guardia alrededor del exterior.

También pude ver algo más.

No sabía qué había en esas vitrinas, pero seguro que no eran sellos. Muchas
estaban tan oscuras como la habitación, silenciosas y quietas. Pero unas pocas
brillaban con luz en el ojo de mi mente, saliendo del cristal y moviéndose por el
suelo, las columnas y las paredes. Iluminaba un montón de puertas anchas y
cuadradas bajo la columnata, los pasillos de los que había hablado Rhea,
supuse. Y grandes piezas de estatuas, algunas rotas, otras brillando enteras y
perfectas bajo la escasa luz, esparcidas aquí y allá.

Parecía que el museo estaba dirigido por el rey Midas, porque la mitad de las
estatuas no eran de mármol. Resplandecía como una plata opaca o, en algunas
vitrinas, como oro puro bajo la extraña luz, y debía de valer una fortuna. Pero no
fue eso lo que me llamó la atención.

De hecho, nada de lo que la luz me mostraba era más interesante que la propia
luz.

La mayoría de las vitrinas iluminadas proyectaban formas abstractas alrededor


de la habitación, haciendo que pareciera una discoteca de los años setenta si
hubiera habido una que prefiriera los tonos sepia. Sólo que no estaban
estropeando la oscuridad, sino que se movían lentamente alrededor de ella,
como las manchas bidimensionales que las antiguas lámparas de lava
proyectaban sobre una pared. Eso habría sido suficientemente extraño, pero
algunas también hacían algo más, algo que no pude ver con claridad hasta que
bajé otro escalón.

Y vi imágenes reales, aquí o allá, entre las manchas en movimiento. Porque


algunas de las vitrinas estaban haciendo algo más que un simple espectáculo de
luces. Salpicaban la oscuridad con lo que parecían trozos de noticiarios antiguos.

Realmente antiguos.

Una pareja de amantes en el suelo se abrazaban apasionadamente, mientras


una ciudad iluminada con antorchas brillaba en la oscuridad detrás de ellos; y

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

varios gladiadores semidesnudos luchaban en el techo, sin que ninguno


pareciera capaz de vencer al otro.

Bajé otro escalón, confundida pero fascinada, y las imágenes se inundaron de


color, como aquella escena de El Mago de Oz cuando Dorothy entra en el país
de los Munchkin. También se aceleraron, pasando de la cámara lenta a la
velocidad normal, lo que, junto con el cambio de color, las hizo parecer mucho
más reales. Aterradoramente.

Uno de los gladiadores cogió un cuchillo del suelo y le cortó la garganta al otro,
el arco de sangre carmesí me hizo retroceder, porque parecía tridimensional; un
soldado con una lanza se abalanzó sobre una especie de monstruo con
tentáculos antes de ser recogido y literalmente partido en dos, con la cabeza
aún gritando incluso cuando su torso fue arrojado a un lado; una mujer
terriblemente anciana, tal vez una Pitia, estaba sentada bajo un árbol, con su
rostro tan nudoso como la vieja y áspera corteza detrás de ella, por lo que
pude ver bajo una profunda capucha. Hasta que, de repente, levantó la vista
y se encontró con mis ojos con las cuencas vacías y ensangrentadas, porque los
suyos habían sido arrancados.

—Deben ser tres, —dijo, cacareando, mientras yo retrocedía un paso.

Mi tacón golpeó un escalón, haciéndome sentar bruscamente, y algo en ello


pareció alertar a la habitación de que tenía una visita. Muchas de las vitrinas
que habían estado a oscuras se iluminaron de repente, haciendo que docenas
de nuevas escenas florecieran en todas las superficies disponibles. Fue como
ver cómo se encendían varios cientos de televisores a la vez, cada uno de ellos
sintonizado en una emisora diferente.

Y, esta vez, las imágenes iban acompañadas de un sonido envolvente.

—¿Lady? —La voz preocupada de Rhea era distante, casi inaudible, y fue
inmediatamente engullida por todos los gritos.

Porque los gladiadores habían dado paso a una ciudad en llamas, un volcán que
escupía muerte en el fondo, cenizas que inundaban el aire lo suficientemente
densas como para provocarme arcadas. Las mujeres se aferraban a sus hijos
y huían a través de una sección de pilares, aunque no podía decir si eso era

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

de la misma escena o no. Mientras tanto, el suelo se había convertido en un


vasto océano, cuyas olas agitadas eran lo suficientemente salvajes como para
marearme y hacer que me aferrara a las escaleras debajo de mí para mantener
el equilibrio.

No sirvió de nada.

Era como estar dentro de un caleidoscopio de colores y patrones, sonidos y


olores en constante cambio. Hasta que cometí el error de quedarme demasiado
tiempo con una sola imagen. Y, de repente, me encontraba en otro lugar.

Un antiguo callejón creció a mi alrededor, todo edificios de ladrillos de terracota,


suciedad y moscas. Una pandilla de niños harapientos, de piel aceitunada, con
masas de rizos oscuros y ojos brillantes y traviesos, jugaba en el exterior de un
minúsculo templo que había quedado aplastado entre un bloque de
apartamentos y un puesto de comida. Frente a él, unos hombres vestidos con
toga intentaban matar a una oveja en un pequeño altar, pero la cosa no iba bien.

La oveja estaba luchando, con los ojos bizcos y en pánico, y roció con orina a
una de las damas finamente vestidas que acompañaban a los hombres. La
conmoción resultante permitió a los niños de la calle robar algunas salchichas
del puesto de comida, y juro que pude oler la grasa chisporroteante. Junto con
las vísceras de la oveja ahora sacrificada, su sangre corriendo por las piedras
del altar para manchar la calle, y el sudor del vendedor de salchichas cuando
pasó corriendo, persiguiendo a los pequeños ladrones con un garrote.

La imagen se desvaneció, pero no hubo respiro, porque había muchas más


para ocupar su lugar. El barco en el que me encontraba se tambaleó y volcó,
arrojándome a las heladas olas. Los relámpagos brillaron, los truenos
retumbaron y oí el rugido del océano al cerrarse sobre mi cabeza. Y sentí que
algo enorme y con forma de tentáculo se enroscaba alrededor de mi tobillo, antes
de empujarme hacia abajo.

Pero en lugar de sumergirme en las profundidades, aterricé en medio de una


llanura seca como el polvo, con una masa de caballos cargando hacia mí, su
número era tan enorme que hacía temblar el suelo como un terremoto. La vista
era aterradora, pero el sonido, el sonido era horrible, tan fuerte que no podía

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

pensar, tan fuerte que no podía respirar. Me puse en pie, preparándome para
correr...

—¡Lady! —Dijo Rhea, mientras me golpeaba de bruces contra el lateral de la


escalera y me agarraba a las frías piedras, confundida.

No pude responderle. No sabía dónde estaba ni quién era. Porque las imágenes
ya no eran sólo imágenes, ni siquiera realistas. Eran yo. Estaba viviendo cada
escena que me desgarraba, como si fuera algo salido de mi propia vida.

Un minuto era un niño que corría por un viñedo, con los dedos de los pies
deleitándose en el suelo fresco y arcilloso que había bajo ellos, mientras la luz
del sol se filtraba a través de las vides para motear mi cara; al siguiente miraba
incrédulo a mi hermano, que acababa de clavarme un cuchillo en el vientre por
una mujer, el dolor de la traición era aún peor que la angustia física; al siguiente
era un joven que intentaba impresionar a una chica y montar un caballo rebelde,
sólo para caer de culo mientras ambos se reían de mí.

Intenté liberarme de lo que empezaba a parecer menos un goteo y más una


inundación, y aproveché el breve momento de calma para volver a encerrarme
en mí misma. Por un instante, casi lo conseguí, volviendo en mí lo suficiente
como para sentir la superficie áspera de la pared bajo las yemas de mis dedos,
y clavarlos hasta que sangraran. No fue suficiente.

La inundación me atrapó y me arrastró a un abismo de recuerdos y emociones.

Yo era un caballero medieval que participaba en una justa en un patio de armas,


que recibía un golpe en la cara y era arrojado del caballo con una herida mortal;
era la esposa de un marinero, que esperaba con el corazón apesadumbrado a
un amante que se retrasaba, con una mano en mi vientre embarazado; era un
guardia en la corte, que veía al hijo de un noble bailar y coquetear con la chica
con la que se suponía que se casaría, sabiendo que lo tendría de nuevo en mi
cama esa noche.

Y seguían llegando, como un vasto océano que golpeaba contra mí,


ingobernable, implacable, despiadado.

Yo era una mujer atrapada por un cazador de brujas, con una sonrisa que se
dibujaba en mi rostro porque esta vez se había equivocado y había conseguido
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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

la verdadera; era un marinero al que golpeaban por alguna infracción, y cada


fuerte golpe de látigo me hacía estar más seguro de que pretendían desollarme
vivo; era un esclavo de pie sobre el cuerpo de mi amo, con un garrote
ensangrentado en la mano, sabiendo que esto significaba mi muerte, pero riendo
sin embargo, riendo hasta no poder respirar; era un padre, con el corazón lleno
de orgullo al ver a un hijo volver a casa de la guerra, coronado de gloria; era una
madre, cayendo a los pies de un soldado que me había informado de que el mío
nunca...

Y así sucesivamente. Nunca había sentido nada parecido. Estaba sollozando,


gritando, riendo, todo al mismo tiempo, sonando y probablemente pareciendo
una loca, pero no podía evitarlo. Por un momento, estaba enloquecida, ahogada
bajo más emociones de las que cualquiera podría procesar, de las que
cualquiera podría soportar.

Y entonces se puso peor.

—¡Lady! ¡Lady! —Rhea dijo, y me agarró del brazo.

Creo que intentaba desplazarme de allí, porque un zarcillo del poder pítico se
arremolinó a mi alrededor durante un segundo, y la habitación se volvió
brevemente borrosa. Pero se rompió un segundo después, lanzándome de
nuevo contra la pared, lo cual era malo. Pero su agarre en mi brazo era peor,
mucho peor.

Debería haberme ayudado a ponerme a tierra, y no sólo porque fuera el toque


de una amiga. Sino porque una Pitia saca fuerzas de su corte, que actúa igual
que el aquelarre de una bruja. Y, en ese momento, Rhea era el único miembro
de la mía que estaba cerca.

Pero, en cambio, hizo lo contrario, enviando una oleada de poder a través de mí


tan fuerte que me hizo jadear, y sentí como si la habitación respirara junto
conmigo. Las últimas y obstinadas vitrinas, oscuras hasta el momento, se
iluminaron de repente, su luz eclipsó todo lo demás. Y si antes había creído que
las imágenes eran una inundación, me había equivocado, muy, muy mal.

Aquello había sido un río, corriendo contra sus orillas, mientras que esto...

Esto era el océano.


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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Todo ello se derramó en mí a la vez.

Yo era un orfebre, acurrucado en mi sótano, fabricando joyas falsas de cristal y


pigmento, con la esperanza de salvar mi negocio; era un contrabandista, linterna
en mano, arrastrando un barco cargado de vino hasta una playa azotada por el
viento; Fui un ladrón, sorprendiendo a la dueña de la casa en brazos de su
amante, y tomando su cofre de joyas a cambio de mi silencio; fui un niño
desnudo, de pie en la calle mientras apilaban los cuerpos de mi familia en una
carreta, mientras un hombre con cara de pájaro pintaba una cruz roja en nuestra
puerta...

La inundación se aceleró, ahogándome en el recuerdo, haciendo que mi


cuerpo se golpeara contra las piedras. Rhea gritó, pidiendo a gritos una ayuda
que nadie podía darme. Porque yo ya no era una persona, una pequeña figura
acurrucada contra la pared. Era todo el mundo, en todas partes, hasta el punto
de que pensé que mi cabeza iba a explotar.

Era un salteador de caminos, muriendo en un charco de sangre, porque milady


había tenido una pistola en su bolso; era un abuelo, caminando en la noche de
invierno, porque había niños en la casa y no había comida suficiente para todos;
era un jugador, lanzando los dados por última vez, por un premio que me
aseguraría el futuro o me arruinaría; Yo era una anciana, deslizando a una joven
una bolsita de polvos, para librarse del embarazo que nadie podía conocer; yo
era un esclavo, buceando bajo el agua en busca de perlas, e irrumpiendo en
el oleaje agarrando una del tamaño de mi pulgar, cuya recompensa me
liberaría...

—¡Lady! ¡Lady! —Rhea me sacudía ahora, pero no importaba. Las últimas


vitrinas se encendían por fin, pero no era sólo luz lo que salía de ellas, sino
horrores.

Yo era un cadáver, que se agitaba al son de la llamada de un nigromante,


golpeando contra el sudario que me aprisionaba; era un demonio, que se
lamentaba y golpeaba la joya prismática que de alguna manera me había
atrapado: Era un dios, mirando a un campo de humanos que huían, y
aplastándolos bajo mi suela como si fueran hormigas. Y riendo, riendo todo el
tiempo, porque ¿qué importaban? ¿Qué importaba cualquiera de ellos?

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Mundos enteros se abrían ante mí, en una línea interminable, como dos espejos
enfrentados, reflejando el infinito. Y entonces yo era ese infinito, pasando más
allá del reino humano y entrando en algo más, en algo distinto. Estaba en
cualquier lugar y en todas partes, viendo a través de mil ojos, un millón, todos
ellos.

Oí que Rhea me soltaba y subía corriendo las escaleras en busca de ayuda; oí


que botas volvían a bajar, un momento después; sentí que unos brazos fuertes
me levantaban. Pero no podía verlos. No podía ver nada.

Mis ojos estaban llenos de estrellas.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

CAPÍTULO 23

—¿ Tu vida es siempre así?

Parpadeé hasta recuperar la conciencia, confundida, ya que no recordaba


haberla perdido. Pero supuse que debía de haberlo hecho. La débil luz del día
se filtraba a través de los visillos en lo que parecía la habitación de Rhea y no la
mía. Era primavera en Gran Bretaña, aunque temprana y poco entusiasta, pero
la escasa luz era suficiente para mostrarme a Gertie, sentada junto a mi cama
en la silla del tocador, sorbiendo té y pareciendo compuesta.

Que era más de lo que yo estaba.

Gemí y me llevé una mano a la cabeza, donde sentía que tenía la madre de
todas las resacas. Y la abuela y la bisabuela también, pensé, tratando de hacer
un balance. Lo que resultaba un poco difícil con los ojos nublados, los calambres
de estómago y las náuseas. Dios, ¡cuántas náuseas!

Probablemente por eso, cuando intenté moverme, sentí que la cama se movía
conmigo. Me quedé tumbada un momento, intentando recordar si había camas
de agua en esta época, y decidiendo que probablemente no. Teniendo en cuenta
todo, supuse que debía sentirme afortunada de que mi cabeza no hubiera
detonado por todo el sótano de Gertie, pero no lo hice. No, suerte no era como
describiría mi estado de ánimo.

—¿Quieres desayunar? —Añadió Gertie alegremente, y yo vomité y pensé en


vomitar un poco más.

—Tomaré eso como un no, —dijo ella, y bebió té.

Al cabo de un rato, la habitación dejó de dar vueltas, mi estómago se calmó un


poco y el té empezó a sonar bien. Debí de indicarlo de alguna manera, porque
Gertie se acercó al tocador, que ahora servía de carrito de té, y me sirvió una
taza. Me senté, sintiéndome terriblemente débil e indefensa, como un gatito
recién nacido. Incluso me detuve a mitad del movimiento, para ver si mi cuerpo
tenía más sorpresas, pero parecía haberse calmado... por ahora.

Tomé el té, me recosté contra la cabecera y lo bebí.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Los británicos tenían razón; era extrañamente relajante. Sobre todo cuando no
intentaba pensar en nada en particular. No intenté pensar en absoluto. Después
de un rato, el té caliente y lechoso y el silencio me hicieron sentir un poco mejor.

Gertie también pareció darse cuenta de ello, porque se terminó el té y volvió a


colocar la taza en su platillo con un chasquido. No sabía cómo se las arreglaba
para transmitir tanto con tan poco, pero estaba perfectamente claro que ahora
estaba dispuesta a escuchar mi explicación. Lo cual habría sido estupendo si
hubiera tenido una.

—Tu acólita y yo tuvimos una charla interesante, —me informó, cuando me


quedé sentada allí.

—¿Oh?

—Sí, oh. —Me miró con severidad—. ¿Hay alguna razón por la que tu heredera
no se puede desplazar?

—¿Qué? —Dije, sorprendida, porque esa no era la pregunta que esperaba.

Y, al parecer, esa no era la respuesta que Gertie esperaba.

—Estás en guerra, —me dijo rotundamente—. No sólo tu mundo, o tu época,


sino tú, personalmente. Casi cada vez que te veo, estás en medio de una crisis...

—Eso no es cierto, —protesté. El último mes había sido bastante tranquilo, si no


se contaban los últimos días. Pero, al parecer, ese comentario no había
requerido una respuesta, porque ella seguía hablando.

—... paseando a los señores demonios por la línea del tiempo, tratando de
restaurar el alma de tu amante...

—Eso fue una vez.

—... o luchando contra dioses antiguos...

—Yo simplemente proporcioné un poco de ayuda con eso.

—... o en duelos contra acólitas renegadas que habían adquirido mucho más
poder del que cualquiera debería ejercer.

—Me dijiste que me ocupara de eso, —señalé—. Me ocupé de ello.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—¡No te dije que casi murieras en el proceso! —Dijo con severidad—. ¿Y si lo


hubieras hecho, hm? Si hubieras perdido ese duelo, ¿quién se habría hecho
cargo entonces?

Apoyé mi golpeada cabeza contra el cabecero de la cama, lo que no ayudó. No


era un accesorio moderno, bonito y acolchado, sino del tipo victoriano, duro y el-
sufrimiento-es-bueno-para-el-alma, por lo que ofrecía básicamente cero confort.
Algo así como Gertie, que me miraba expectante.

—Ya sabes cuál es el problema, —dije irritada—. Ya te lo he dicho antes. las


acólitas de Agnes fueron convertidas por los dioses, y tuve que destruirlas...

—¿Todas ellas? —Exigió ella—. ¿De todo su reinado?

—No, sólo el último grupo, pero eso incluía a su heredera...

—¿Entonces qué hay de las otras? Debe haber tenido docenas de acólitas
a lo largo de los años. Podrías contactar con ellas...

—Lo hicimos. O, mejor dicho, Hilde lo hizo...

—¿Hilde?

Me detuve. Maldita sea. No le había dicho a Gertie que su hermana se había


unido a mi corte, aunque no fue idea mía. Hildegarde lo había sugerido, después
de que la pillara merodeando la última vez que estuvimos aquí, asegurándose
de que Gertie no la viera. No estaba segura de cuál era el problema, pero había
tenido la impresión de que las chicas habían sido rivales en su día, e Hilde no
estaba segura de cómo se tomaría la noticia.

Lo cual no tenía mucho sentido para mí, o aparentemente, para Gertie, que
parecía enormemente aliviada.

—Bueno, al menos tienes una ayuda competente, —dijo—. ¿Por qué no hacerla
tu heredera, al menos hasta que puedas encontrar una adecuada?

—Tengo una adecuada, —dije, frunciendo el ceño—. Y Hilde no puede hacer


el trabajo...

—Te aseguro que sí puede. Y muy bien, además.

—No estoy hablando de sus habilidades. Hablo de su edad.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—¿Su edad? —Fue el turno de Gertie de fruncir el ceño—. ¿Qué edad tiene?

—Lo suficientemente mayor.

No di más detalles, porque técnicamente, se suponía que Gertie y yo no


debíamos hablar del futuro, o no debíamos hacerlo en absoluto. Gertie me
estaba ayudando a entrenar, lo cual apreciaba mucho ya que mi predecesora
había muerto antes de que pudiera hacer nada, excepto desearme suerte. Pero
aún así tenía que tener cuidado con lo que le decía.

Nunca se sabe lo que puede influir en una decisión, incluso inconscientemente.

Pero se trataba de Gertie, así que por supuesto no me salí con la mía. —Bueno,
tienes que encontrar a alguien...

—Tengo a alguien...

—... competente, como mínimo. ¿Qué hay de esas otras acólitas? ¿Las que
dijiste que mi hermana encontró para ti?

—También son demasiado mayores. Son todas amigas suyas. Y canalizar el


poder pítico por cualquier tiempo a su edad, especialmente en las cantidades
que he estado usando, las mataría.

—¡Las de mediana edad, entonces! —Gertie parecía exasperada—. Estás en


guerra. Debes tener una heredera.

—Una heredera en la que pueda confiar, —espeté, porque sentía que mi


cabeza estaba a punto de romperse, y ella no lo dejaba. No sabía por qué estaba
hablando de esto ahora, cuando teníamos asuntos más urgentes que discutir.
Pero claramente, ella pensaba que esto era primordial.

Y tal vez tenía razón. No me gustaba enfrentarme a mi propia mortalidad mejor


que cualquier otra persona, pero los hechos eran los hechos. Ninguna compañía
de seguros en la Tierra me cubriría.

Pero elegir a la heredera equivocada podía ser peor que no tener ninguna, como
Agnes había descubierto para su propio riesgo —y el de todos—. La querida
Myra no sólo había envenenado a la jefa, sino que se había unido al otro bando

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

en la guerra y casi les había dado la victoria. Y había estado muy cerca de
matarme como perseguidora.

No podía permitirme cometer el mismo error.

—¿Y por qué no confías en ellas? —Preguntó Gertie, sin darme tregua—. No se
han convertido en traidoras...

—¡No han tenido la oportunidad! Eso no significa que los dioses no hayan estado
hablando con ellas también, ofreciéndoles quién sabe qué para que cambien de
bando. Las acólitas renunciaron al poder pítico cuando dejaron la corte, así que
ahora mismo son inofensivas. Pero si lo devuelvo...

—¿Y si no lo haces? ¿Cuál es el plan entonces?

—Ya conoces el plan. Has conocido el plan...

—Sí, —dijo Gertie secamente—. Lo conozco.

Estaba claro que no estaba impresionada. Y de repente, sentí una oleada de


protección hacia Rhea tan fuerte que me sorprendió. Aunque quizás no debería
haberlo hecho.

Estaba en su habitación, y en lo que parecía ser su camisón, también. Debió


de cuidar de mí después de que me desmayara en las escaleras y los magos de
guerra me trajeran aquí. Y teniendo en cuenta que la otra almohada estaba
abollada, probablemente también había dormido a mi lado.

Cuidaba de todos los que conocía, a pesar de que nadie cuidaba de ella.

Tal vez era hora de que eso cambiara.

—Rhea es una excelente heredera, —le dije a Gertie, con una voz que decía
que ya había terminado de discutir.

Por desgracia, Gertie tendía a hacer oídos sordos cuando no se trataba de


información que quería.

—Ni siquiera es una excelente acólita, —replicó—. No pudo trasladarte, en un


desplazamiento espacial, debo añadir, el más fácil, desde el sótano hasta aquí.

—¡Lo intentó!

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—Sí, y fracasó. Eso es lo que quiero decir. La Corte siempre ha exigido el


desplazamiento como requisito previo al entrenamiento, ya que casi todo lo que
hacemos se basa en él o lo utiliza. Ella no puede desplazarse al pasado si no
puede desplazarse en absoluto. No puede rastrear a los magos renegados que
intentan viajar en el tiempo...

—Lo entiendo.

—... o protegerse a sí misma mientras está en batalla. Incluso una acólita puede
ser vencida si se queda atrapada en un lugar durante demasiado tiempo. Todo
lo que tiene que hacer un enemigo...

—¡He dicho que lo entiendo!

—... es esperarla, hasta que su resistencia disminuya y ya no pueda canalizar el


poder pítico. Por no mencionar que el desplazamiento es también una parte
importante de la mayoría de nuestras estrategias ofensivas...

—¡Maldita sea, Gertie! He dicho...

—Que "lo entiendes", lo que supongo que significa que lo comprendes. Pero no
lo haces. Por lo demás, nunca la habrías elevado a una posición que no puede
manejar en primer lugar.

Me levanté, porque temblorosa o no, necesitaba moverme. Y porque mi


agradable taza de té caliente había desaparecido. Probablemente por eso me
sentía un poco más caliente en mi interior, y por eso mis miembros temblaban
un poco menos. Me acerqué al tocador y me serví otra taza .

—Rhea ha sido de gran ayuda para mí, —dije—. Ella fue la primera que me
informó sobre la Corte de la Pitia, cómo se supone que funciona, su historia...

—Entonces hazla tu historiadora.

—...Sin mencionar que me ayudó con las iniciadas antes de que Hilde y las
otras acólitas llegaran a bordo, cuando no tenía ni idea de lo que estaba
haciendo...

—¡Entonces hazla directora de tu guardería!

252
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Me aparté de la bandeja de té para encontrarme con unos ojos furiosos, y dudé


que los míos fueran más suaves.

—Ella me salvó la vida en el conflicto con Jo; ¡podría haber salvado toda la
maldita línea de tiempo! Si eso no es una razón suficiente para ser la heredera,
no sé cuál es...

Jo, la última de las acólitas renegadas, se había enfrentado a mí en un duelo, y


sinceramente no sé quién habría vencido. Pero Rhea, con exactamente cero
control sobre el poder pítico y por lo tanto vulnerable como el infierno, había
aparecido sin embargo para desafiarla, una acólita totalmente entrenada. Así,
distrayéndola y dándome la oportunidad de terminar las cosas.

Lo que le faltaba a Rhea, no era valor.

—Nada de eso la hace capaz de hacer el trabajo, —dijo Gertie, sin inmutarse—
. Entiendo que le tengas cariño a la chica, aunque me parece un poco errática...

—Ha pasado por muchas cosas.

—¿No lo hemos hecho todos? —Fue seco—. Pero eso no la hace más capaz.
No puedo creer que mi hermana, de entre todas las personas, permita elevar a
alguien a una posición que simplemente no puede hacer. ¿En qué estaba
pensando?

—Ella estaba pensando que Rhea tiene la habilidad, sólo tiene un bloqueo
mental para usarla.

—Entonces ella es inútil...

La fulminé con la mirada.

—...como reemplazo para ti. Sabes que lo es.

—¡Conozco sus antecedentes y su corazón! No hay nadie mejor. Sólo necesita


algo de...

Me detuve, a medio camino del pensamiento, que era el mismo que había tenido
anoche.

—¿Necesita qué? —Preguntó Gertie.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—Tiempo, —dije lentamente—. Que no es algo que tengamos, en mi época, pero


tú...

—Oh, no. No, no. No somos...

—¿Pero por qué no? —Continué, antes de que ella empezara a hablar por
encima de mí de nuevo—. Me estás entrenando...

—¡Eres una Pitia que lucha en una guerra contra todo un panteón, tu sola!
Mientras que ella es...

—La hija de Agnes. Con Jonas Marsden.

Gertie parpadeó.

La vi.

—Ella tiene la habilidad, —dije, presionando mi ventaja—. Y algo más. Y ella es


auténtica y leal y amable y feroz y todo, todo lo que necesita ser, excepto
confiada, porque Agnes siempre la trató como un pequeño y sucio secreto...

—No voy a escuchar esto. —Gertie se levantó.

—Empezaste tú, —le recordé, poniéndome delante de la puerta.

—Puedo simplemente desplazarme, —me dijo, con otra ceja—. A diferencia de


otras personas.

—Pero no lo harás. Todavía no hemos terminado de hablar, y sabes que tengo


razón...

—¡No sé nada de eso! —Gertie me miró con exasperación—. Tengo mis propios
deberes que cumplir. ¿Se espera que entrene a toda tu corte?

—No. Ni siquiera se espera que entrenes a Rhea. Agnes es...

—¡Agnes también tiene deberes!

—Sí, ¡uno de los cuales era no joder a su hija!

Gertie parecía sorprendida, probablemente por mi lenguaje, así que seguí


hablando. —Ella no quería hacerlo; estaba tratando de protegerla. Pero acabó
haciendo que Rhea se sintiera poco importante, inútil y sin talento, y nada de eso

254
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

es cierto. Pero ahora... —Extendí los brazos y derramé un poco de té. Gertie no
pareció darse cuenta.

—¿Ahora? —Preguntó.

—Ahora la está destruyendo. Puede hacer el trabajo, pero no cree que pueda
hacerlo y le aterra la idea de decepcionarme. Hilde ha estado trabajando con ella
y yo también, pero no creo que seamos lo que ella necesita. Ni siquiera creo que
tú lo seas. Creo que la única forma en que puede superar esto...

—Si lo hace.

—...es siendo entrenada por su madre. Agnes hizo este lío; ella necesita
arreglarlo. Y, —añadí, porque Gertie parecía que iba a interrumpir de nuevo—,
¿no crees que querría hacerlo? Si supiera la verdad...

—No puede, —dijo Gertie con énfasis—. Tengo que borrarle la memoria sobre
todo esto, una vez que hayas terminado de entrenar. Cuanto más fuerte es la
emoción, más difícil es sobrescribirla por completo. Las cosas se cuelan, incluso
subconscientemente, como diría el Dr. Freud...

—Entonces, no se lo digas. Sólo ocúpate de que Agnes la entrene.

—¿Y si no funciona?

Entonces estoy jodida, pensé, pero no lo dije. Ya la había conmocionado lo


suficiente por un día. —Entonces empiezo a buscar otra heredera. Pero ese es
un proceso largo, y no tengo mucho tiempo...

—No. Es la ironía de nuestra existencia, que incluso nosotras nunca parecemos


tener suficiente. —Compartimos una mirada de comprensión mutua, y aunque
fue breve, me calentó más que el té. Había muy poca gente que entendiera
realmente lo que era este trabajo y lo que te exigía. Pero Gertie lo hacía.

Y supuse que por eso, tras una breve pausa, asintió. —Muy bien. Déjala aquí
conmigo cuando regreses, y veremos de qué está hecha.

Sentí que se me quitaba un peso de encima que ni siquiera había notado.

Y luego volvió a caer en su sitio con sus siguientes palabras. —Y ahora que eso
está resuelto, puedes darme tu versión de lo que pasó anoche.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Gemí interiormente, y casi exteriormente. Había muy pocas cosas de las que
quería hablar menos que de la última noche. Pero había venido aquí en busca
de un consejo, que ella no podía dar si no sabía lo que estaba pasando.

Me hice mujer y le conté, con algunas excepciones, como los detalles


exactos del ataque en la bañera. Para cuando terminé, estaba ronca y me sentía
mal de nuevo, sentada en la cama y tomando una taza de té ya tibio. Y Gertie
parecía tan infeliz como nunca la había visto.

Lo cual era mucho decir.

—A ver si lo entiendo, —empezó pesadamente—. ¿Llevas menos de doce horas


en esta casa y te han atacado tres veces?

—Tal vez atacado. No estoy completamente segura sobre el segundo.

—¡Estabas tan segura como para bajar al sótano en mitad de la noche, sin
decírselo a nadie!

—Es una biblioteca, y sí te lo dije...

—¡No que ibas a ir esta noche! —Gertie parecía contrariada—. ¡Debería haberte
asignado un guardián!

—No habría servido de nada. Rhea estaba conmigo, y sólo lo empeoró.

—Sí, lo cual es interesante.

Esa era una palabra para definirlo, pensé sombríamente, y bebí el té.

Gertie siguió hablando, y yo traté de escuchar, en serio. Pero me dolía la cabeza


y el estómago no estaba mucho más contento. El té había calmado las náuseas,
pero ahora se ocupaba de recordarme que no había desayunado, ni tampoco
cenado, ya que me lo había saltado, ni almorzado, ya que me había perdido
casi todo.

Para empeorar las cosas, un tipo estaba en la calle, gritando a la gente sobre
tartas. Me gustaría una tarta, pensé con nostalgia. Sobre todo como las hacían
aquí, con carne de cerdo y gelatina salada, o una buena de ternera, con tiernos
trozos de carne en una rica salsa. No entendía cómo podía llamarse progreso
cuando, en otro tiempo, había gente que te llevaba tartas a casa, y la sociedad,

256
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

de alguna manera, decidió que la gente ya no necesitaba eso... Quiero decir,


¿qué demonios?

Pero, sí, una tarta sería perfecta justo sobre...

—¡Cassandra!

Parpadeé y aparté los ojos de la ventana. —¿Sí?

—¿Me estás escuchando?

No puedo evitarlo cuando gritas, no dije, porque las cosas ya estaban bastante
mal. —Sí, por supuesto.

—Bien. Entonces estamos de acuerdo.

—Um. ¿Sí?

Gertie entrecerró los ojos hacia mí. —Estamos de acuerdo, —dijo


ponderadamente—, en que existe la posibilidad de que al menos dos, el
primero y el tercero, de tus ataques sean directamente atribuibles al hechizo que
padeces, y posiblemente el segundo también, por lo que sé. Ese es el problema
de los encantamientos antiguos. Si no tienes un grimorio que te diga lo que
hacen, puedes acabar en un mundo de problemas.

—No hay ningún grimorio.

—Soy consciente. Por lo tanto, tendremos que resolverlo nosotras mismas. De


hecho, creo que servirá admirablemente como tu próxima lección...

Mierda.

—...después de que hayas comido—añadió, mientras alguien llamaba a la


puerta. Me animé.

El desayuno era bueno, y aún mejor, me lo sirvieron en la cama. Así que no tuve
que vestirme antes de caer sobre una bandeja de tostadas con mantequilla
frías, porque así era como hacían las cosas aquí, el tocino más ancho que había
visto nunca, huevos fritos con agradables yemas líquidas para mojar la tostada
—los trozos que no había untado ya con mantequilla y mermelada—, un par de
champiñones fritos que estaban bien y un trozo de morcilla grumosa que no lo
estaba. La aparté a un lado del plato, para que no tocara nada de lo bueno.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

También me bebí otro galón de té caliente que me calentó hasta los dedos de
los pies. Y luego me recosté contra las almohadas, llena como una garrapata y
prácticamente incapaz de moverme. Lo cual podría haber sido el plan, me di
cuenta, cuando Gertie cerró la puerta con decisión tras la criada que acababa
de llevarse mi bandeja vacía.

Y, maldita sea, no estaba preparada para otra lección ahora mismo, pensé. Y
menos del tipo que ella parecía preferir. En la primera que tuvimos, me lanzó a
una arena con las demás acólitas e iniciadas mayores, y les dijo que me atacaran
todas a la vez.

Momentos divertidos.

Y no habían mejorado desde entonces.

—Mira, —dije—. ¿Hay alguna manera de que podamos...? —Y hasta ahí llegué.
Porque ella se apartó de la puerta y me lanzó algo, algo de lo que instintivamente
extendí una mano para protegerme y que accidentalmente atrapé.

Y el mundo se desvaneció.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

CAPÍTULO 24

¡Maldita sea! pensé, mirando a mi alrededor.

Pero al menos esta vez no era horrible. No había madres aterrorizadas corriendo
con sus bebés, ni monstruos sacados de un antiguo bestiario atacando a nadie.
Nada de nada.

Parecía estar completamente sola, en una especie de pequeño patio.

¡Maldita sea, Gertie! pensé de nuevo, sintiendo una oleada de auténtica ira. Ella
siempre hacía esto. Su estilo de conversación directo era todo lo contrario a sus
métodos de entrenamiento, que eran oblicuos como el infierno y a menudo
proporcionaban más acertijos que respuestas.

Decía que era porque una Pitia tenía que ser capaz de resolver las cosas por sí
misma, y no esperar a que alguien le diera una solución a sus problemas, con lo
que estaba totalmente de acuerdo en teoría. Pero en la práctica, era
absolutamente desquiciante.

¡Especialmente cuando ni siquiera tenía pistas para usar! Y no había ninguna


por aquí.

No había nada más que un suelo de piedras grises de todas las formas y
tamaños, que habían sido encajadas con la alegre indiferencia de un niño
pequeño forzando la solución de un rompecabezas. Y un círculo redondo de la
misma piedra apilada con una casita de madera encima, como un pozo de los
deseos sacado de un cuento de hadas. Había unas enredaderas que se
extendían por todo el sitio y por el lado de una casa hecha de, lo has adivinado,
las mismas piedras grises.

Las enredaderas proporcionaban un color muy necesario, porque el cielo


también era gris, al igual que el océano que descubrí cuando rodeé la casa y
encontré una playa tan cerca que la marea me hizo cosquillas en los dedos de
los pies.

No había nadie en la playa, pero había una hendidura en la arena que parecía
haber sido excavada. La marea la había llenado y luego se había retirado,

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

dejando un montón de pequeños peces plateados atrapados en un mar en


miniatura. Me acerqué a ellos y los observé durante un momento, con sus
pequeños cuerpos lanzándose por aquí y por allá, con sus pieles brillando en
plata bajo la luz del sol. Las enredaderas no eran visibles desde aquí, así que
todo era completamente gris: los peces plateados, el cielo, los escarpados
acantilados de color gris blanquecino en la distancia, la marea más oscura y
ondulante, y la espuma nacarada en la arena cenicienta. Era hermoso, de una
manera austera y monocromática.

No lo entendí.

—La casa de mi abuela, cuando era una niña, —dijo alguien, y miré detrás de mí
para encontrar a Gertie de pie. Sabía que era ella, la voz era la misma, pero el
cuerpo definitivamente no lo era.

Los rizos violáceos con raíces grises habían desaparecido y en su lugar había
unas trenzas rojas brillantes que le llegaban casi a la cintura. La figura más que
acolchada de la abuela que conocía también había desaparecido, sustituida por
un cuerpo esbelto y juvenil con un atuendo anticuado, pero no de niña. Gertie
había encontrado unos calzones hasta la rodilla en alguna parte, junto con una
camisa de lino blanca que le quedaba demasiado grande.

Parecía tener unos ocho, quizá nueve años, y llevaba un cubo lleno de almejas
en la mano, lo que explicaba los agujeros excavados en la playa. Tenía los pies
descalzos, la cara llena de pecas y sus piernas arenosas, lo que la hacía
completamente irreconocible como la mujer que yo conocía, excepto por la voz.
Y los ojos.

Eran los mismos astutos orbes marrones, que parecían un poco extraños en la
cara de una niña, pero no los vi por mucho tiempo. Se puso en cuclillas, con la
arena húmeda filtrándose por los dedos de sus pies, para cavar otro agujero con
una paleta que había sacado del cubo. Yo también me puse en cuclillas, sin
saber qué más hacer.

—Mi abuela me acogió, —me dijo mientras trabajaba—. Tras la muerte de mi


padre. Yo había estado muy unida a él, ya ves, y no me tomé bien su muerte.
Hilde se comportó mucho mejor. No es que no sufriera, sino que se lo guardaba

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

para sí misma, y ponía una cara valiente para nuestra madre. Yo estaba... menos
inclinada a hacer lo mismo, y finalmente mamá decidió que necesitaba un respiro
y me envió aquí.

Otra almeja cayó en el cubo, y un perro se acercó a trompicones, con el pelaje


negro y desgreñado cubierto de arena húmeda. Procedió a sacudirla sobre
nosotras, haciendo que Gertie chillara y yo acabara de culo, porque la arena
estaba resbaladiza. Y fría, pensé, sintiendo que rezumaba bajo mi trasero
vestido con camisón.

—¡Menuda ayuda eres! —Le dijo Gertie al perro, que le lamió la cara, sin
arrepentirse.

Ella lo miró severamente. —No te vas a librar de mí de esa manera. Si quieres


almejas para cenar, ve a ayudarme a encontrar algunas.

Señaló hacia la playa, y el perro salió corriendo con entusiasmo, aunque era
discutible cuántas almejas iba a encontrar. Sobre todo porque se detuvo a mitad
de camino para perseguir una ola. Gertie suspiró.

—Totalmente inútil, —me informó. Pero lo dijo con cariño.

—¿Hay alguna razón por la que estamos aquí? —Pregunté.

—Sí, —dijo Gertie, y en cuclillas se acercó a otra pequeña hendidura en la arena,


el revelador agujero de respiración de su próxima víctima.

—¿Y esa sería?

—Tan impaciente, —dijo ella—. Toma, sujeta el cubo.

Hice lo que me dijo, ya que ella era mi única salida de lo que fuera esto, y ella
arrastró una cosa larga, con forma de tubo, fuera de la arena con su mano
desnuda. No se parecía en nada a una almeja, y asomó una lengua blanca, o
algo así, hacia nosotras, desafiante. Pero, de todos modos, se metió en el cubo.

—Una navaja, —dijo—. El mejor tipo de almeja que existe. Hace un buen maldito
guiso.

No respondí. Gertie me decía lo que quería cuando le apetecía, y no antes. Eso


lo había aprendido durante nuestras sesiones de entrenamiento del último mes,

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

muchas de las cuales habrían sido más rápidas si ella me hubiera explicado
qué era lo que quería que hiciera. Pero ese no era su estilo. O tal vez sólo le
gustaba verme tantear el terreno.

También le gustaba cavar almejas, pensé, después de estar en cuclillas tras ella
durante lo que me pareció media hora. Pero, finalmente, tuvimos suficiente, o tal
vez sus muslos también empezaron a dolerle. Porque se levantó y trató de coger
el pesado cubo.

—Ya lo tengo, —le dije.

—Muy bien. Entra. Está oscureciendo.

No sabía cómo podía saberlo con el cielo tan nublado, pero no discutí. La seguí
al interior de la casita de piedra y me detuve en la puerta. Desde afuera no lo
había notado, pero ahora estaba claro: alguien se movía por allí.

No podía verlos, pero había sonidos de pisadas y tintineos metálicos y otros


indicios de que había alguien dentro. No es que los necesitara. Porque el perro
corrió por la puerta abierta detrás de mí, casi derribándome. Y luego se precipitó
a lo que supuse que era una cocina, a juzgar por el olor a pan recién horneado
que se filtraba por la casa.

—¡Gertie! —La voz molesta de una mujer llamó—. Ven por este animal. ¡Está
asqueroso!

Gertie fue a buscar al animal, supuse. No lo vi, porque estaba demasiado


ocupada mirando a mi alrededor las paredes blancas enlucidas y decoradas con
robustos postigos de madera, una rueca en un rincón con un cesto de lana a su
lado y un par de sillas de madera de respaldo duro junto al fuego. Habría
esperado mecedoras, era ese tipo de lugar, pero no estaba segura de que se
hubieran inventado todavía.

Tampoco tuve tiempo de pensar en ello, porque Gertie había vuelto.

—¡Ven aquí! ¿Por qué estás ahí parada?

Me agarró de la mano y me llevó a la habitación contigua, que era larga y tenía


un pequeño comedor delante y una cocina detrás. Y una mujer alta, de huesos

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

crudos, de edad avanzada, que no se parecía en nada a Gertie y que estaba


esperando las almejas. Se las entregué y ella me miró de arriba abajo sin sonreír.

—Siempre arrastrando a alguien a cenar, —dijo—. Bueno, si vas a comer, ten,


vas a trabajar por ello, primero.

Me dio un cuchillo.

Miré alrededor de la habitación, que era aún más austera que la exterior, con
sólo una mesa de madera, algunos estantes y una chimenea con una profunda
veta de hollín que marcaba el camino desde los troncos hasta la chimenea. No
tenía claro qué debía hacer, pues hacía poco más de una hora que me había
despertado. Normalmente las cosas no se ponían tan raras hasta por lo
menos el almuerzo.

Los ojos azules pálidos de la mujer se entrecerraron, y su frente alta desarrolló


una arruga en el centro. Vale, ahora puedo ver un parecido, pensé.

—¿Es lenta? —Le preguntó a Gertie, que suspiró.

—Sólo a veces. —Me agarró de nuevo—. ¡Vamos!

La seguí. Salí por una puerta lateral, y volví al pequeño patio con las
enredaderas, por donde había entrado. El perro, excesivamente excitado, corría
alrededor del pozo, y casi, pero no del todo, golpeó un viejo banco al pasar, que
había sido empujado contra el costado de la casa. No había reparado en él antes
porque sus tablas desgastadas eran casi del mismo tono que las rocas.

Nos sentamos en el banco y Gertie dedicó largos minutos a enseñarme a pelar


almejas, incluidas las largas y de aspecto extraño.

—Sabes, cuando dije que necesitaba lecciones, esto no era exactamente lo que
quería decir, —le dije.

—Deberías sentirte honrada, —dijo ella, abriendo una concha obstinada—. No


traigo a mucha gente aquí.

—¿Dónde es aquí?

—¿Qué te dije? —La almeja se abrió y me entregó una bandeja de madera,


donde puso la concha inferior con la carne rosa y blanca dentro, y desechó la

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

superior de nuevo en el cubo—. Esta es la casa de mi abuela. Esa, —señaló la


figura que se veía dentro de la ventana detrás de nosotras—. Es mi abuela.

—Lo entiendo, —dije, equilibrando la bandeja sobre mis rodillas—. ¿Pero qué
hacemos aquí?

Gertie peló otra almeja. —Sabía que la muerte de mi padre era algo malo. No
sabía que cambiaría mi vida, y también la de Hilde. Él había sido bastante
bueno, ya ves, en ocultar el hecho de la clarividencia de sus hijas a la Corte de
la Pitia. Nos habían puesto a prueba; no había forma de evitarlo, ya que había
tres acólitas en el árbol genealógico, lo que nos convertía en candidatas
principales. Pero una de esas acólitas seguía en activo y se las arregló para estar
en nuestras pruebas. —Los afilados ojos marrones se encontraron con los míos
durante un instante—. Fallamos, por supuesto.

—Las dejó ir.

Gertie se encogió de hombros. —Supongo que sí. Nunca se lo pregunté a ella


ni a papá. Pero madre... madre ciertamente lo creía, y estaba bastante molesta.
Tenía varias amigas con hijas en la corte, y había supuesto que tendría al menos
una de la que presumir, sólo para que le dijeran que las dos éramos ciegas de la
vista. Algo que los terrores nocturnos que experimentábamos parecían
contradecir.

Sí, recordaba esos, pensé sombríamente.

—Después de la muerte de padre, hizo que mi hermana se sometiera a una


nueva prueba, lo cual fue bastante fácil, ya que Hilde era dos años más joven
que yo, y su prueba había sido calificada como no concluyente para empezar,
ya que las capacidades no suelen aparecer en alguien tan joven. La segunda
vez, mi prima no participó, a petición de mi madre. Hilde, por supuesto, pasó
fácilmente.

—Y luego estabas tú.

Gertie asintió. Sus manos se aquietaron y miró hacia arriba, observando cómo
las nubes de tormenta se extendían por el cielo, ocultando el sol acuoso. —Este
fue el último día, —me dijo—. El último antes de que llegaran, dos de ellas,
acólitas mayores sin ninguna relación conmigo, caminando por la playa. Todavía
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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

recuerdo haberlas visto desde la ventana del piso de arriba, la forma en que
sus túnicas se hinchaban con la brisa. En aquella época todavía usaban esas
cosas de tipo griego, hechas de seda finamente tejida. Fluían como estandartes
en el viento.

—Y no eran tan fáciles de engañar, —supuse. No es que hiciera falta mucho


para ello.

Se había convertido en Pitia, después de todo.

—No, —dijo Gertie, observando al perro, posiblemente con daños cerebrales


ahora. Estaba persiguiendo su rabito, sin éxito, pero parecía feliz—. Le dijeron a
la abuela que pronto comunicarían los resultados a la familia, pero ella actuó
como si fuera una conclusión inevitable en cuanto se fueron. Por eso me hizo
esto, —Gertie señaló con el cuchillo—, esa misma noche, sentada en la mesa
de la cocina.

—¿Hizo... qué? —Pregunté, porque seguía sin entender.

Pero, al estilo típico de Gertie, respondió a la pregunta que yo no había


formulado, no a la que sí.

—Te cambia, ¿ves? Esta posición, este trono. —Resopló—. Trono. Es el trabajo
de un sirviente, Cassie, nunca dejes que te digan lo contrario. Y tal vez esas son
las mejores partes, cuando te ensucias las manos, cuando estás en la
persecución, cuando te sientes viva. No cuando estás sentada en una silla
monstruosa, sermoneando a tontos que deberían saberlo mejor.

Era mi turno de sentarme contra la casa, con la bandeja de marisco en el regazo,


una pared de piedra rugosa detrás de mi cabeza, y mirar el cielo agitado. Vi
rostros en las nubes, muchos de ellos, toda la gente que había conocido y
amado y, en algunos casos, perdido durante el verano pasado. Tenía la
sensación de haber vivido toda una vida en medio año, la suma total del tiempo
en que había sido la Pitia, y tal vez fuera así. Desde luego, ya no me sentía como
la vieja Cassie, y seguía cambiando. El día de ayer lo demostraba.

¿Pero en qué?

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

La brisa del océano era fresca y sentí un repentino escalofrío en la espalda. Me


levanté, dejé la bandeja en el suelo y me dirigí al otro lado del patio. El perro
había dejado de perseguir su cola y ahora estaba ocupado con una almeja que,
de alguna manera, había sacado del cubo sin que lo viéramos. Observé cómo
su lengua rosa trabajaba la concha blanca y negra, y luego me agaché para
rascarlo detrás de las orejas.

Eres más inteligente que yo, pensé. Olvídate de torturarte con tonterías
metafísicas y concéntrate en los asuntos reales, como la cena. Mi estómago
refunfuñó como si estuviera de acuerdo, y lo miré con fastidio. ¡Acabas de
comer! le recordé.

Volvió a refunfuñar en respuesta.

—Si se salta una comida, le da un desfase horario, —le dije a Fido—. Como si
ya no supiera cuándo es la hora de comer y pensara que debe comer
constantemente.

Fido parecía pensar que eso era una buena idea. También parecía, y se sentía,
increíblemente real. Podía ver los pelos de su espalda erizados cada vez que mi
mano se acercaba demasiado a su premio. Podía sentir el frío del viento en el
agua, oler el mar y escuchar el suave sonido de las olas rompiendo en la playa.
Sin embargo, este lugar también tenía una cualidad inquietante, nada que
pudiera determinar, más bien una sensación...

Como si, a pesar del suave movimiento de las hojas y del cielo agitado, el
tiempo se hubiera detenido.

Parpadeé y volví a mirar a mi alrededor, esta vez con otros sentidos. No es que
sirviera de nada. El poder pítico estaba inactivo aquí, y mis nuevas y extrañas
habilidades vampíricas no funcionaban en absoluto. Pero algo me decía que
tenía razón.

Se sentía como si alguien hubiera hecho un Jim Croce, y atrapado el tiempo en


una botella. Como si todo este lugar fuera un diente de león atrapado en uno de
esos pequeños pisapapeles transparentes, siempre hermoso, siempre
inmutable. O como las visiones que a veces recibía, al tocar algo muy antiguo,
sólo que ésas solían ser...

266
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Volví a parpadear, y por fin se hizo la luz.

—Eres un poco clarividente, —le dije a Gertie, que había vuelto a pelar la cena.

—Bueno, obviamente.

—¿Y tu abuela?

—También lo era. Es cosa de familia.

Volví a acercarme y me senté. El banco se sentía fuerte y sólido, y podía sentir


la madera sedosa bajo las yemas de los dedos, ya que las astillas se habían
desgastado hace tiempo por el clima y una o dos generaciones de traseros. Pero
lo inusual no era sólo la realidad, sino la tranquilidad.

Las visiones que solía recibir eran historias de terror. Sucesos traumáticos que
se habían grabado en los objetos, como los surcos de un disco, que podían ser
reproducidos por cualquiera con el equipo adecuado. Como las de anoche, que
supuse que era la razón por la que Gertie me había traído aquí.

La clarividencia táctil no solía molestarme mucho, porque no era muy sensible;


algunas personas tenían que llevar guantes por todas partes, sólo para no
volverse locas. Y porque la mayoría de los objetos que tocaba no habían tenido
la oportunidad de absorber nada. Un peine era un peine; una copa era una copa,
nada más.

Pero, ¿y si el peine hubiera pertenecido a Helena de Troya? ¿O si la copa


hubiera sido el cáliz que envenenó a Alejandro Magno? Sí que podría haber
recibido algo de ellos, y anoche había estado en un almacén lleno de esos
objetos.

Pero eso no debería haber importado, ya que no había tocado nada.

—Creía que eran sólo acontecimientos dolorosos los que se imprimían, —dije,
mientras el perro se acercaba a olfatear, esperando otra almeja.

Gertie recogió el cubo y lo sentó en el extremo del banco.

—Cuando se hace por accidente, sí, —acordó—. Requiere una emoción


extrema, que a menudo es trágicamente inducida, siento decirlo. Pero esto, —
agitó el cuchillo un poco más—. No fue un accidente.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—¿Tu abuela hizo esto? —No sabía que eso fuera posible.

Ella asintió. —Era una bruja poderosa que acababa de perder a su hijo, y ahora
me estaba perdiendo a mí también. Le sobraba emoción.

Nos sentamos en silencio durante un momento, Gertie observando las nubes y


yo observándola a ella. El trono de la Pitia exigía un precio a todas, y a menudo
era alto. Ya sea en forma de una vida acortada, por el precio de usar el poder de
un dios en un cuerpo humano, o de la ruptura de los lazos familiares, o del
riesgo constante de asesinato, siempre había algo. Y, por extraño que parezca,
el poder a menudo parecía recaer en las personas que menos lo querían, lo
que hacía que el precio fuera mucho más elevado.

Pero, de alguna manera, no creía que ése fuera lo que Gertie estaba tratando de
decirme.

Por desgracia, no sabía que era. Pero había algo. No era de las que se sentaban
tranquilamente a mirar el cielo, a menos que estuviera esperando que me pusiera
al día.

¿Pero con qué?

¿Qué había dicho, en el dormitorio? ¿Que el primer y el tercer ataque estaban


relacionados? Pero eso no parecía probable. El primer ataque, por el
Cambiaformas, había sido porque yo olía a vampiro, gracias al hechizo de
Mircea. Pero en el piso de abajo...

¿Por qué las habilidades de vampiro me ayudarían a ver algo que sólo era visible
para mi clarividencia? ¿Y que no debería ser visible ni siquiera allí, ya que no
había tocado nada? ¿O lo había hecho?

¿Era lo mismo un toque mental que uno físico? me pregunté. No lo sabía, porque
no tenía dones mentales cuando no los tomaba prestados de Mircea. Pero con
ellos... había tenido la sensación de que mi mente había rozado los objetos de
la habitación, como dedos fantasmales. ¿Había sido suficiente para hacer
visibles sus historias?

Porque si es así...

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—No estoy tomando prestadas las habilidades de Mircea, ¿verdad? —Pregunté


lentamente—. Estoy... fusionándolas... con las mías, creando algo nuevo. Un
telépata táctil sin el tacto.

Gertie asintió. —El poder pítico siempre utiliza las habilidades de su anfitrión,
sean las que sean, para promover su misión. Al asumir los poderes de este
vampiro, le has dado un conjunto de habilidades completamente nuevo con el
que jugar, y está ocupado explorándolo.

Reflexioné durante un minuto.

Y luego casi me reí, porque ¡qué maldita broma! ¿Un maestro vampiro más una
Pitia es igual a qué? ¿Una clarividente esquizofrénica con miedo a su propia
sombra?

Típico.

—El reto para ti —continuó Gertie—, al menos hasta que consigas eliminar este
hechizo, es encontrar de nuevo el equilibrio. Debes controlar tus nuevas
habilidades, o ellas te controlarán a ti.

—Sí, pero cómo puedo... —Comencé, sólo para ser interrumpida por el sonido
de las campanas de alarma que sonaban en mi cabeza. Campanas que ya había
oído antes, ¡maldita sea!

Mi poder solía arrojarme por la línea de tiempo, lanzándome sobre cualquier cosa
que la amenazara. Pero, últimamente, había cambiado a un nuevo método: una
alarma ruidosa en mi cabeza, gritando una advertencia. ¡Una que era tan fuerte
que amenazaba mi cordura!

—Parece que tu vampiro no ha terminado de jugar a ser la Pitia, —dijo Gertie,


confirmando mis sospechas.

Me levanté bruscamente y ella me agarró del brazo. —Recuerda que él puede


ser un maestro vampiro, pero tú eres la Pitia. Su poder se doblegará al tuyo.

Será la primera vez, pensé sombríamente, y me desplacé.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

CAPÍTULO 25

Era Rumanía de nuevo, por supuesto. Pero no de vuelta en el palacio de la


tortura, como medio esperaba. En su lugar, me materialicé en un espeso bosque
en lo que parecía ser la mitad de la noche, ¡porque no podía ver nada!

Por eso tropecé inmediatamente con la raíz de un árbol.

Me agarré antes de romperme la nariz, añadiendo unos cuantos moratones


nuevos a la colección, y luego me levanté de nuevo y miré a mi alrededor. Mis
ojos se ajustaron lentamente, lo que no ayudó mucho, y luego pasaron a Visión
vampírica, lo que sí lo hizo. Pero incluso entonces, todo lo que vi fue una luna
gibosa que peinaba con dedos plateados el bosque, pero que no destacaba nada
de interés porque no había nada que ver.

El olor, en cambio, era una historia completamente diferente.

Una oleada de olores golpeó mi nariz, todos a la vez, eso fue casi abrumador.
Me tambaleé contra el tronco de un árbol y me sujeté, porque la sobrecarga
sensorial me estaba mareando. O algo peor, pensé, sin saber qué estaba
pasando.

Mis ojos mejorados podían ver claramente el pequeño claro en el que había
aterrizado, con motas de luz de luna que se filtraban como estrellas fugaces. De
hecho, la visión de vampiro captó todos los pequeños detalles que incluso las
gafas de visión nocturna habrían pasado por alto: un conejo sorprendido por un
halcón, a juzgar por las huellas que se detuvieron bruscamente en la tierra, y que
fueron llevadas a lo alto, pero dejando rastros de sangre caliente tras de sí que
pude leer como un libro; una tela de araña enhebrada con rocío o lluvia, que
brillaba como un collar de diamantes entre dos árboles; los ojos diminutos y
brillantes de un pájaro, que me miraba desde su nido, su plumaje amarillo tan
brillante que resultaba sorprendente. Pero mi nariz... mi nariz detectaba... más.

Era casi como tener un segundo par de ojos, me di cuenta. Podía ver literalmente
los rastros de olor que dejaban los animales y los pájaros cuando se escabullían
entre la maleza o corrían por los espacios abiertos, ansiosos por volver a ponerse
a cubierto. Y no sólo como vagas nubes de niebla.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Observé cómo un ciervo fantasma salía lentamente de la maleza, un ciervo


plateado y brillante con cuernos que podía ver tan fácilmente como las hojas
oscuras de los arbustos que había detrás. Parecía estar hecho de luz de luna, y
desaparecía en las zonas donde los rayos de luna rayaban su cuerpo. Sólo para
reaparecer al otro lado, como si hubiera nacido de nuevo.

Y no era la única presencia fantasmal.

El pequeño claro estaba repleto de vida, desde orugas translúcidas que se


arrastraban por una rama, hasta ardillas etéreas que se perseguían alrededor de
un árbol; desde pájaros espectrales que surcaban el aire, lo que parecían cientos
de ellos, ya que los que estaban en el nido iban y venían, una y otra vez para
alimentar a su cría, creando una ráfaga de estrías plateadas en el aire, hasta una
pálida serpiente que se deslizaba justo bajo mis pies. Me aparté, pero por
supuesto, no estaba allí. No había estado allí durante...

Una semana, pensé, dándome cuenta de que mi nueva nariz podía "ver" a través
del tiempo. Las formas más tenues del claro eran sombras aromáticas de cosas
que habían pasado hace más tiempo, sus contornos eran como fantasmas que
se desvanecían. Las más brillantes habían pasado más recientemente,
incluyendo un conjunto de huellas que brillaban tanto que eran prácticamente de
neón, porque su dueño acababa de estar aquí.

Mircea, pensé, mirándolas y preguntándome por qué iba descalzo.

Pero seguí sin moverme. Últimamente habían sucedido demasiadas cosas


extrañas, cortesía de mis nuevos sentidos mezclados, y esto era un paso
demasiado lejos. Necesitaba un momento para procesar, para entender, pero no
entendía, ¡nada!

Observé al ciervo fantasma, atrapada por el asombro y la no poca confusión.


¿Cómo estaba aquí? Sí, tal vez el olfato de Mircea podía captar su olor, ¡pero
nunca había oído que los vampiros vieran imágenes fantasmales de
acontecimientos pasados! Lo más parecido que había oído era la gente conocida
como Sabuesos, vampiros con narices súper sensibles que casi podían moverse
con los ojos cerrados.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Se decía que también llevaban un catálogo en la cabeza, los olores de miles de


cosas, tal vez decenas de miles. Y que podían "ver" hacia atrás en el tiempo,
algunos una semana, los más dotados tal vez dos o más, detectando eventos
pasados a partir de pequeñas motas de olor que dejaban atrás. Pero Mircea no
era un sabueso, ¡y yo tampoco!

No sabía a qué olía un ciervo. O una serpiente o un pájaro, para el caso. Dudaba
que hubiera un animal en la Tierra que pudiera identificar sólo por su olor. Vale,
tal vez un zorrillo, pero eso era todo. Así que aunque las habilidades de Mircea
potenciaran las mías, no debería importar: ¡Yo no debería saber lo que estaba
oliendo!

Sin embargo, lo sabía.

Las huellas plateadas brillaban en el suelo, claras y brillantes, pero seguía sin
seguirlas. Gertie se había dado cuenta de que Mircea y yo no sólo tomábamos
prestadas las habilidades, sino que las mezclábamos, incluso antes que yo, pero
¿y si la cosa no acababa ahí? Porque Mircea era un maestro vampiro, lo que
significaba que controlaba una gran familia de otros vampiros, tanto los que
había engendrado como los que había adquirido de otros maestros.

Y algunos de ellos eran sabuesos.

¿También estaba sacando provecho de sus habilidades? No lo sabía, porque no


sabía nada, y dudaba que alguien más lo supiera. ¡Otras Pitias no hacían este
tipo de cosas! ¡Se mantenían en su carril, aprendían su oficio y, al mismo tiempo,
mantenían el poder pítico a raya!

Pero yo no lo había hecho. No deliberadamente; de hecho, no había hecho nada.


Pero cuando Mircea me puso ese hechizo... sí. Probablemente abrió, no sólo sus
propias habilidades para que mi poder jugara con ellas, sino también las de todos
los demás conectados a él.

Puede que Mircea sólo sea capaz de extraer el poder de su familia, no las
habilidades, pero el poder pítico, ¿quién sabía lo que podía hacer? Originalmente
había pertenecido a un dios, antes de que Apolo se lo afeitara y se lo diera a las
Pitias en Delfos. Y, con el tiempo, había desarrollado su propia personalidad, su
propia forma de ver las cosas.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Y, ahora mismo, ¡estaba en la maldita Disneylandia!

Cerré los ojos, me concentré y le di una severa charla a mi poder, aunque dudaba
que lo entendiera. Nos costaba comunicarnos, ya que no parecía pensar como
un humano y yo no pensaba como un dios. Y nada de lo que había aprendido en
el último mes había servido para ello, ya que las otras Pitias tampoco lo
entendían.

Pero cuando abrí los ojos, las cosas parecían estar un poco mejor. Los animales
de la visión seguían ahí, pero borrosos y menos nítidos. Volví a meter
mentalmente mis nuevas habilidades en un baúl y cerré de golpe la tapa, y la
cosa mejoró mucho. Todavía vislumbraba cosas de vez en cuando, por el lado
de los ojos, pero en su mayor parte, el bosque volvía a estar oscuro.

Di un sincero suspiro de alivio, y finalmente me puse en marcha tras Mircea,


no sólo porque tenía que sacarlo de aquí antes de que destrozara la línea
temporal, ¡sino también porque era el único que podía acabar con esto! Tenía
que quitarme este hechizo de encima, ahora mismo, antes de que mi poder
aprendiera algún nuevo truco divertido. ¡Y me hiciera volar la cabeza,
posiblemente literalmente, en el proceso!

Pero encontrarlo era más fácil de decir que de hacer, entre otras cosas porque
yo también estaba descalza.

Por supuesto que lo estaba, pensé salvajemente. ¡Se suponía que debía estar
en la cama! No abriéndome paso a través de un maldito bosque espinoso,
tropezando con las raíces y golpeándome los dedos de los pies con los troncos
caídos, ¡y no es que pudiera sentir mis dedos magullados durante mucho más
tiempo, ya que también estaba helando!

Al final me di cuenta de que debía pisar sobre sus huellas más grandes para
evitar más escollos, y empecé a hacer buen tiempo. Sólo pasaron un par de
minutos antes de que el bosque diera paso a un gran claro, con un segmento de
camino de tierra que pasaba de línea de árboles a línea de árboles a lo largo de
un lado de un pequeño pueblo. Las casas eran pequeñas, como cabañas de
madera, con paredes enlucidas en blanco, puertas de madera tosca y techos

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

altos de paja, casi como si llevaran una versión de los altos sombreros de piel de
la nobleza local.

Había algunos corrales de animales dispersos, pero estaban tranquilos, y ningún


humo enhebraba la noche desde las casas con chimeneas. Parecía que todo el
mundo se había ido a la cama hacía rato. Una sola cabra me baló una pregunta
cuando pasé por delante de su corral, una rana croó en algún lugar cercano y
un cerdo se dio la vuelta en su revolcadero de barro para mostrarme una barriga
gorda y peluda. Pero aparte de eso, nada se movía.

Ni siquiera un hombre, impregnado de una nube del cálido y masculino aroma


de Mircea, junto a una casa en las afueras del asentamiento.

Miraba por el hueco entre unas persianas cerradas, quieto como sólo un vampiro
puede estarlo. No llamaba la atención, ni siquiera respiraba, por lo que pude ver.
Pero seguía sin ser bueno, y no sólo porque hubiera venido aquí de nuevo, por
su cuenta esta vez. Sino por lo que llevaba puesto.

¡Que no era el atuendo estándar rumano!

Llevaba unos modernos pantalones de dormir en azul real y una bata a juego.
Llevaba el pelo revuelto, la bata estaba lo suficientemente abierta como para
mostrar una franja de pecho musculoso, y sus pies estaban, de hecho, desnudos.
Parecía que también acababa de salir de la cama.

Me detuve, preguntándome qué demonios, y eso fue un segundo demasiado


largo. Porque supongo que él también me había olido. Al segundo siguiente, una
mano dura me tapaba la boca y me arrastraba de vuelta a las sombras del
bosque.

Habría protestado más, pero me ahorró la molestia de hacerle lo mismo a él.

—¿Qué estás haciendo aquí? —Preguntó, cuando por fin me soltó.

—¿Qué estoy haciendo yo aquí? —Repetí incrédula—. ¿Qué haces tú, y vestido
así? ¿Has perdido la cabeza, como por completo?

Porque necesito saber...

—No he perdido nada...

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—¡Excepto tu mente!

—...¡Excepto mi paciencia! Vete a casa, Cassie. Esto no te concierne.

—No... —corté, porque a mi cerebro le costaba incluso procesar eso. Y entonces


lo consiguió. Oh, sí, lo hizo—. Mircea, ¿qué demonios...?

El asunto de la mano sobre la boca se reanudó, y fui bruscamente empujada


hacia atrás, hacia los árboles. Lo que me habría puesto aún más furiosa, si no
fuera porque alguien se acercaba. Alguien que medía tal vez un metro de altura,
y que me habría hecho preguntarme por qué un niño corría solo a estas horas
de la noche. Pero la loca Visión vampírica me dio un vistazo bajo la capucha
mientras se apresuraba a toda prisa por el camino hacia la casa donde había
estado Mircea.

Y eso... no era un niño.

—¿Qué es eso? —Pregunté, cuando Mircea volvió a dejarme ir. Pero solo
después de que la criatura golpeara silenciosamente la gruesa puerta principal
de la casa y la dejaran entrar.

—Una de las razones por las que no se te necesita aquí, —dijo brevemente, y
se puso en marcha.

Hasta que lo desplacé de nuevo hacia mí, y utilicé el poder pítico como una
cuerda para atarlo a un árbol. Lo habría usado para arrastrarlo de vuelta a casa,
pateando y gritando, pero no había nada que le impidiera volver de nuevo. Y en
un concurso sobre quién se cansaría primero, un maestro de primer nivel o yo...
bueno, no había concurso.

—Quiero respuestas, —le dije, mientras luchaba.

Las cuerdas de mi poder se tensaron, en respuesta a la enorme cantidad de


fuerza que estaba ejerciendo, y se mantuvieron. Pero no sabía cuánto tiempo
duraría eso. No era una habilidad nueva; había estado entrenando con Gertie
durante todo el mes, y su idea de una sesión fácil solía dejarme jadeante y sin
aliento, y en posesión de alguna forma novedosa de utilizar mis habilidades de
Pitia que nunca antes había soñado. Pero aún no estaba acostumbrada a la

275
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

mayoría de ellas, ya que no había tenido necesidad de un combate real en todo


el mes, así que fue un alivio cuando por fin dejó de forcejear.

—Necesito que me dejes ir.

Había poder detrás de las palabras, al menos tanto como el que había habido
en los músculos abultados hace un minuto, lo suficiente como para echarme la
cabeza hacia atrás.

Y para cabrearme.

—¡Necesito respuestas! Intercambia conmigo, —dije en breve, porque ése era


el único idioma que todos los vampiros entendían.

Y supongo que Mircea tenía prisa, porque no dudó. —Mi esposa está en esa
casa.

Qué sorpresa.

—¿Y?

—¡Y necesito ver con quién se va a reunir!

Me crucé de brazos y lo miré.

—Ya sabes esa habilidad que tienes, —espetó—. ¿Hojear la vida de alguien
como leer un libro?

Fruncí el ceño. —¿Qué pasa con ella?

—La descubrí por mi cuenta, anoche. Cuando volvimos, no pude dormir. No he


dormido.

Levantó un brazo como si fuera a pasarse una mano por el pelo, un gesto
familiar, pero las ataduras lo contuvieron. Gruñó una mala palabra en rumano,
pero no volvió a forcejear. Eso era lo que pasaba con Mircea, y una de mis
principales preocupaciones en todo esto: era un maldito estudio rápido.

—Estaba pensando en Elena, —añadió—, y, de repente, ahí estaba ella.


Recuerdos de ella, cientos de ellos, cayendo en cascada como páginas, pero no
eran mis recuerdos. Algunos no eran míos y ni siquiera los había visto antes.

276
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Así que no era la única que estaba aprendiendo nuevas habilidades, pensé
sombríamente.

Y lo que es peor, esta en concreto era jodidamente avanzada, hasta el punto de


que yo misma sólo la había hecho solamente una vez, por accidente, al ayudar
a un amigo que había sido alcanzado por un hechizo de nivel de combate. Lo
había convertido en poco más que un bulto de carne, sin boca para hablar, ni
oídos para escuchar alguna respuesta si la tuviera. Pero el poder Pitico me
había puesto en contacto con él, no obstante.

Y había sido tal y como dijo Mircea: una cascada de recuerdos como hojear las
páginas de un libro, pero controlable, ¡a diferencia de esos malditos objetos del
museo de la Pitia! Había podido ralentizar las cosas, echar un buen vistazo,
decidir lo que quería ver a continuación. Y, al parecer, también lo había hecho
Mircea.

—¿Qué fue lo que viste? —Le pregunté.

—¡Ese es el problema, no lo sé! Me encontré con este recuerdo, de la época


posterior a mi salida de Valaquia, pero Elena... Ella y su visitante no hablaban
rumano, ni ningún otro idioma conocido, y esa cosa... ¿viste esa cosa? —Los
ojos oscuros se clavaron en los míos.

—La vi.

—Es algún tipo de fey, supongo, pero mi gente no sabe cuál. No pude verlo
lo suficientemente bien como para describirlo adecuadamente. Nunca se quita
esa maldita capucha, y todo lo que pude ver...

—Eran dientes, —terminé por él.

—¡Si quieres llamarlos así! Enormes, babeantes... ¡se llevó a mi hija!

—¿Qué?

—¡Elena le dio a mi hija, Dorina! ¿Por qué haría eso?

—Yo... no lo sé, —dije, sorprendida por la pregunta. Y por la cruda emoción en


el rostro de Mircea. Era tan guapo como siempre, pero parecía francamente

277
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

trastornado. Tenía el pelo lacio y revuelto en la cara; su color era alto y sus ojos
brillaban.

—Quiero saber qué pasó, —me dijo salvajemente—. Quiero entender. ¡No
entiendo nada!

—Entiendes que Dorina estaba bien, —señalé—. Ella está bien ahora, así que...

—¿Lo está? ¿Quién sabe lo que le hicieron, dónde la llevaron? Elena dijo que la
iba a entregar a los romaníes.

—Pero ella terminó con ellos...

—¡No es ahí donde quiero llegar!

Volvía a hacer fuerza contra sus ataduras, lo suficientemente fuerte como para
que yo lo sintiera, pero no creí que se diera cuenta.

—Intenta comprender, Cassie. No sé nada, ya no. Quién era mi esposa, de


dónde venía, qué le pasó a mi hija... ¡nada de eso!

—¿Y eso es todo lo que quieres? ¿Entender?

—Ya no sé lo que quiero, —dijo, y había un hilo de algo que rara vez había
escuchado de Mircea en su voz: pura honestidad. Había confusión, rabia, miedo
y culpa. ¡Y probablemente cien cosas más que podría haber analizado mejor
si no hubiera estado en un bosque helado en medio de la noche! Pero la
sinceridad brillaba a través de todo lo demás, como la nieve a la luz de la luna.

—¿No vas a intentar interferir? —Lo presioné—. ¿O hablar con ella? ¿O atacar
a alguien?

Su expresión cambió de repente, pasando de la desesperación frenética a una


altanería indignada mucho más familiar. —¡Claro que no!

—¡Lo dice el hombre que persiguió a toda una partida de fey por el campo,
después de desplazarme a un árbol!

—Eso fue diferente.

Pensé en apuñalarme en el ojo, pero no tenía nada a mano. Pensé en


apuñalarlo, había muchas ramas por ahí, debería poder encontrar una estaca

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

adecuada, pero no serviría de nada. No, a menos que planeara matarlo. La única
cosa, la única cosa, que se me ocurrió que podría ayudar era darle lo que creía
que necesitaba. Que ahora mismo, era información.

Tal vez, si descubría el misterio de su esposa, sería suficiente.

Y si no, pensé sombríamente, siempre podría clavarle una estaca más tarde.

—Si le dices una sola palabra... —Empecé, y los ojos de Mircea se iluminaron.

¡Maldita sea, mi vida sería más fácil si fuera más tonto!

—No lo haré. —Fue serio.

—Ni ser visto, —añadí—, por nadie. —Porque ese atuendo sería difícil de
explicar.

—No me verán. Ni haré nada que perjudique la línea de tiempo. ¡Sólo


quiero saber qué está pasando!

Cerré los ojos, y me pregunté si yo también me estaba volviendo loca, porque


estaba considerando seriamente esto. ¿Pero cuál era la alternativa?
¿Perseguirlo eternamente a través del tiempo? Y, al paso que iba, ¡en una
semana sabría más que yo sobre el poder pítico!

—Traicióname y te ataré a tu cama durante el próximo siglo, —le dije con fiereza.

—Sabes que nunca te traicionaría, dulceață. —Parecía genuinamente dolido.

Puse los ojos en blanco con tanta fuerza que me pareció ver el interior de mi
cráneo. Y, no por primera vez, me pregunté seriamente sobre mi gusto por los
hombres. Entonces lo solté.

Y, de inmediato, ¡volvió a correr hacia la casa!

—¡Maldita sea!

Me desplacé frente a él, de nuevo junto a la ventana enrejada. Pero, para mi


sorpresa, no tuve que hacer nada más. Porque Mircea se detuvo allí, y miró a
través del hueco de la madera, tal y como había estado haciendo cuando llegué.

Tras un momento de desconcierto, yo también lo hice.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

El interior de la casa era sencillo pero ordenado, apenas un cuadrado de tablas


de madera tosca, sin techo que interfiriera con las hierbas que colgaban de las
vigas. Una cama, una rueca, un baúl y una mesa formaban el mobiliario. Y
unas cuantas estanterías apiladas con cuencos de madera y una bonita jarra de
cerámica componían los artículos para el hogar.

Junto con lo que parecía una cuna de madera nueva, que en ese momento
estaba vacía porque la niña no estaba en ella. Estaba en los brazos de una mujer,
los brazos de Elena. Por un segundo, me quedé mirando.

No sé por qué. Sabía por qué estábamos aquí, sabía quién vivía en la casa,
sabía aproximadamente cómo era ella. Incluso la había visto brevemente,
aunque sólo como un borrón. Pero esto era diferente.

Era hermosa, pensé. Realmente hermosa. Como una Madonna del


Renacimiento o una pintura de un ángel de pelo oscuro. Tenía unos enormes y
líquidos ojos negros, una piel pálida, casi luminiscente, un pelo castaño oscuro
que le caía por la espalda prácticamente hasta las rodillas, y un cuerpo pequeño
y ágil que parecía completamente incapaz de lo que la había visto hacer.

Por supuesto, aún no lo había hecho, estando a meses de su cita con el destino.

Sin embargo, no parecía demasiado feliz, con lágrimas secas en las mejillas y
más en los ojos. Sólo pude verlas con la ayuda de mi vista prestada, porque ella
no había encendido ninguna vela. Tampoco había fuego en la chimenea ni
linterna en la mano de su visitante, que estaba apartando la manta de la bebé
con una mano vieja y nudosa que parecía pertenecer a un monstruo.

Pero el tacto era suave, y la voz ruda pero amable cuando dijo algo. No pude
entenderlo, pero no por la distancia. Estaban en el lado opuesto de la habitación,
aunque no importaba con los sentidos de vampiro. Sino que no conocía su
idioma.

Pero, a pesar de lo que había dicho antes, era evidente que Mircea sí lo hacía,
a juzgar por la forma en que su mano apretaba la pared, lo suficientemente fuerte
como para dejar marcas de dedos en el yeso. Al cabo de un segundo, me fijé
en una extraña cosita que sobresalía de su oreja, como un audífono de metal,
e hice una rápida comprobación en su otro lado. Sí, tenía dos.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Agarré uno y él me lanzó una mirada, pero no trató de recuperarlo. Me lo puse


en la oreja y luego me lo quité rápidamente por el volumen, que era de un
volumen que partía la cabeza. Debí haber estropeado algo cuando... oh.

Una bolita en un extremo se movía y parecía controlar el sonido. Jugué con ella
hasta que ya no corría el riesgo de reventar un tímpano. Entonces volví a colocar
el artilugio en su sitio y esperé a que algo tuviera sentido.

Esperé mucho tiempo.

—...Por un precio. Ya sabes cómo son. —Era un tipo de voz metálica,


desagradable y artificial, y con un vago acento británico. Pero era comprensible.
Y a juzgar por el hecho de que la figura encapuchada acababa de dejar de hablar,
supuse que el aparato había estado traduciendo para él.

—¿Se quedarán hasta que yo llegue? ¿Te queda claro? —Esa era la traducción
de la voz de Elena, aunque no se parecía en nada a sus dulces tonos.

—Claro, —dijo la pequeña criatura. Y entonces la vieja y nudosa mano estaba


de vuelta, peluda y con garras, esta vez en su brazo—. ¿Estás segura de que
quieres hacer esto?

—No tengo elección. Toma, debes... —Se interrumpió, levantando la vista y


abrazando a su hija, mientras el sonido de los cascos de los caballos subía
atronadoramente por el camino. Un montón de ellos.

—¡Cógela y vete! —Dijo, empujando a la niña en los brazos de la criatura.

—¿Y tú?

—Los detendré hasta que te hayas alejado...

—¿Y luego qué?

—¡No importa! Mi vida ha terminado; la suya acaba de empezar. Ahora, rápido,


¡por la ventana!

Mircea y yo nos miramos, y luego nos desplazamos mutuamente a la vuelta de


la esquina, justo cuando la ventana fue pateada y una pequeña figura emergió,
con un bulto del tamaño de un bebé bajo su capa. Golpeó el suelo y salió
disparado hacia el bosque, pero una flecha blanca de aspecto familiar se clavó

281
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

en su espalda un segundo después. Cayó al suelo, de bruces; un bebé lloró, una


inhalación sobresaltada; y yo me agarré a Mircea, sabiendo sin que me dijeran
lo que estaba a punto de ocurrir.

¡Sólo para descubrir que estaba atada a un maldito tronco de árbol!

Estudio rápido, pensé sombríamente. Y lo até de vuelta, con una gruesa espiral
del poder pítico, a medio camino de la niña caída. Fue casi un fallo, ya que se
movía muy rápido, pero la espiral brillante le agarró un tobillo y di un tirón, lo
suficientemente fuerte como para que cayera al suelo. Justo antes de que un
escuadrón de guerreros fey llegara corriendo a la casa.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

CAPÍTULO 26

Debían ser veinte, y más en el interior a juzgar por los sonidos de combate. Eran
el mismo tipo de fey al que nos habíamos enfrentado en la ciudad de Vlad:
Svarestri, con sus largos cabellos plateados brillando a la luz de la luna, como
las espadas que acababan de desatar de sus espaldas. No entendía por qué se
necesitaban al menos veinte hombres contra uno de un metro de altura,
posiblemente muerto, pero en ese momento no me importaba.

Lo único que me importaba era Mircea, que ya se estaba liberando, que se


estaba levantando, que seguía levantándose, que se estaba levantando un poco
más y que seguiría haciéndolo durante un rato, porque acababa de golpearlo con
una ralentización...

Afortunadamente, nadie se dio cuenta de que yo lo estaba haciendo, pero él era


demasiado visible en campo abierto para la seguridad. Todo lo que tenían que
hacer los Svarestri era mirar hacia abajo y un poco a la izquierda, y uno lo hizo.
Así que también lo golpeé a él.

Habría impresionado más a sus compañeros, si no fuera porque seguía de pie,


con aspecto de haber hecho una mera pausa. Y porque los demás estaban
distraídos. De alguna manera, la figura encapuchada estaba sobre sus propios
pies, o pezuñas, o lo que fuera que tuviera allí debajo. No lo sabía, porque no
podía concentrarme en ello, ya que estaba demasiado ocupada desplazando a
Mircea hacia mí, y preparándome para desplazarnos a los dos.

¡Pero el problema con los vampiros es que son condenadamente complicados!


Por eso me quedé agarrando el aire cuando él se liberó del hechizo de tiempo y
se desplazó. Y había sido lo suficientemente inteligente como para desplazarse
fuera de la vista, lo que significaba que tenía que ir a buscarlo antes de poder
sacarnos de allí, suponiendo que pudiera hacerlo.

No estaría dispuesta a apostar por ello, después de dos ralentizaciones


seguidas. De hecho, ni siquiera debería haber sido capaz de manejar esa última,
no después de haberme desplazado todo este camino primero. Por qué no

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

estaba desmayada, no lo sabía, como tampoco sabía dónde mierda estaba


Mircea.

Y entonces lo supe, cuando un cuerpo conocido se estrelló a través del costado


de la casa.

Lo que había estado haciendo allí dentro era un misterio, pero tal vez había
escuchado un grito de Elena. Si era así, sus oídos seguían siendo mejores que
los míos. No podía oír nada por encima de los sonidos de las maldiciones y el
retumbar del combate de espada contra espada que provenía de una enorme
nube de polvo donde la pequeña criatura había estado de pie.

Para empeorar las cosas, alguien decidió lanzar un hechizo, que supongo que
falló o fue desviado. Porque impactó en el corral de las cabras, destruyendo parte
de la valla y provocando una estampida de pequeños cuerpos por el claro,
¡incluida la parte que yo estaba utilizando en ese momento! Y antes de que
pudiera quitarme de en medio, las campanas de alarma de mi cabeza volvieron
a ponerse en marcha, haciéndome saber que la línea de tiempo estaba en
peligro.

Sí, lo sé, gracias, pensé salvajemente, arrastrándome a través de un bosque de


pequeñas pezuñas ¿cuántas cabras tenía un pueblo, de todos modos? y luego
a través de la pared en ruinas de la casa.

Y salí de nuevo cuando alguien me agarró de la pierna y me dio un tirón.

Golpeé a quienquiera que fuera en la cara con mi pie, rodé cuando me soltó y
me encontré mirando al guerrero Svarestri. Normalmente, eso me habría hecho
mear, pero ahora estaba demasiado enfadada. Y como Mircea no estaba cerca
para desquitarme, el fey lo consiguió, en su lugar.

Más exactamente, fue desplazado a la copa de un árbol alto, del que cayó
rápidamente, rebotando de rama en rama antes de desaparecer en el bosque.
¡Porque yo también puedo aprender, Mircea! Y entonces volví a girar, sólo para
ver al bastardo en cuestión...

En la casa de nuevo, luchando espalda con espalda con su ex esposa contra un


montón de basura Svarestri.

284
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Me puse en pie, preguntándome por qué necesitaban tantos guerreros fey de


élite para capturar a una pequeña mujer.

Bueno, tal vez sea por eso, me di cuenta, mientras terminaba de asimilar la
escena. La mitad de los fey ya estaban muertos, y la otra mitad estaba siendo
rebanada y cortada por un maestro vampiro que definitivamente no estaba
jugando, y una mujer enloquecida con una reluciente espada en la mano.
Parecía que se la había arrancado a uno de los guardias que yacían sin vida en
el suelo, porque también era fey.

Por supuesto, cómo había hecho eso cuando ellos estaban armados y ella,
supuestamente, no lo estaba era una pregunta abierta. Pero podría tener algo
que ver con el hecho de que se movía tan rápido que apenas podía seguir el
movimiento. ¡Y eso con la vista de un vampiro!

Y, de repente, todos nos quedamos sin fey, excepto los del patio, supuse. Sólo
una mirada por encima de mi hombro mostró que el hombrecito parecía estar
aguantando también, con flecha en la espalda o sin ella. Al menos, por lo que
pude ver, ya que la nube de polvo me dejó mirando sobre todo cabezas de fey,
codos y espadas que parpadeaban a la vista, aquí y allá. No podía verlo en
absoluto, pero el hecho de que siguieran luchando indicaba que no estaba
muerto.

A diferencia de lo que iba a ocurrir, porque Elena acababa de saltar de una mesa
hacia mí, con una reluciente espada en la mano.

Grité, porque eso es lo que hago cuando alguien intenta asesinarme, y me


desplacé hacia el techo. Sólo para que un segundo después un puño de aspecto
delicado lo atravesara y me agarrara el pie, tratando de tirarme de nuevo hacia
abajo. Y recordándome a su hija cada vez más, pensé, agarrándome a unas
cuantas gavillas de paja y desplazándola al medio del maldito camino.

Fue entonces cuando me di cuenta de que la gente, la gente normal, de tipo


campesino, salía de las otras casas con linternas encendidas y horquillas en la
mano. Algunos corrían detrás de los animales que escapaban, cuyos ojos
reflectantes captaban la luz y brillaban como luciérnagas en el bosque, aquí y

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

allá. Pero otros nos miraban, incluso a mí, probablemente preguntándose por
qué una loca estaba en el techo en medio de la noche.

Teníamos que irnos, pensé, mientras las campanas de alarma aumentaban su


intensidad.

Teníamos que irnos ya...

Y entonces una hoja apareció en mi garganta.

Levanté la vista para ver lo que parecía un precioso ángel vengador: pelo oscuro
ondeando como un estandarte; vestido blanco y largo salpicado de sangre que
abrazaba una figura más elegante que la mía; y una hoja plateada parecida a
una cimitarra sostenida en una delicada mano.

Dijo algo, pero esta vez no pude entenderla.

—Yo no... yo no hablo... um, lo que sea que estés hablando ahora, —dije,
queriendo palpar mi oreja en busca de la pequeña cosa de plata, pero con
demasiado miedo para moverme.

También quería desplazarme, pero no estaba segura de poder hacerlo. ¡Debería


haberme quedado sin energía hace diez minutos! Pero no importó, porque esta
vez, en cuanto busqué mi poder, ella hizo un gesto con la mano...

Y. Lo. Apagó.

Parpadeé, bastante segura de que estaba alucinando, un par de esas pezuñas


de cabra habían conectado con bastante fuerza, pero no tuve oportunidad de
preocuparme por ello. Porque al segundo siguiente, ella me estaba empujando
hacia su cara, con la parte delantera de mi camisón en una mano y la hoja de
aspecto malvado en mi cuello. Y gritándome algo...

Que, de repente, pude entender. Pero no por el traductor. Las palabras estaban
en su propia voz, pero no coincidían con sus labios.

Hechizo de traducción, pensé, y respiré aliviada.

Hasta que sentí que la hoja me mordía la carne. —¿Dónde?

—¿Dónde qué? —Medio grité, con pánico.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—¿Dónde está mi hija?

—¿Qué? —Me quedé mirándola un momento, sin entender. Y entonces lo


entendí. Ella pensaba que yo trabajaba con los Svarestri, probablemente porque
no había tenido la oportunidad de presentarme. Y Mircea no parecía estar para
hacerlo por mí, ¡maldito sea! —Um, yo no...

La hoja mordió más profundamente.

Sentí que la sangre caliente se deslizaba por mi cuello, oí el clamor de las


campanas de alarma, ahora tan fuerte que casi me ensordecieron, vi mi vida
pasar ante mis ojos...

O tal vez fue el montón de basura fey que ahora saltaba hacia el techo.

Porque supongo que el anillo de campesinos que miraban fijamente les había
dado una pista.

Me encontré abruptamente liberada, y de alguna manera terminé luchando junto


a Elena, en la cima de lo que había sido un techo alto y ahora era más bien un
pajar con un montón de agujeros. Fey cayeron a través de los agujeros, aunque
no importó porque rebotaron de nuevo, como si tuvieran resortes en los pies. Lo
cual no habría estado tan mal si no fuera porque también tenían espadas en
las manos, o cuchillos, palos y flechas, estas últimas de los que seguían en el
suelo y preferían matarnos desde lejos.

Y estaban haciendo un buen intento, porque estos no eran basura, allí sólo para
morir. Mircea y Elena los habían hecho parecer así, pero eso había sido un
puñado en los estrechos confines de la casa. Ahora había muchos más, y tenían
mucho espacio para maniobrar.

La única razón por la que no me habían hecho brocheta una docena de veces
fueron los reflejos de vampiro, que redujeron el caos a una cuarta parte de la
velocidad normal. ¡Lo cual, teniendo en cuenta lo rápido que se movían los fey,
seguía siendo jodidamente rápido! Y aún así daba miedo, porque había muchos
atacantes, convergiendo sobre nosotros a la vez.

Ni siquiera voy a mentir, medio enloquecí. Unos instantes antes, había estado
pelando almejas felizmente, bueno, tal vez no felizmente, y observando a un

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

perro posiblemente loco que perseguía su rechoncha excusa de cola. Ahora


estaba luchando por mi vida, descalza y en camisón, y mi cerebro lo estaba
pasando mal. A pesar del último verano, mi poder ¡me estaba ocupada gritando
que esto no debería estar sucediendo!

No me jodas, pensé, y me volví loca con un fey.

—¿Qué estás haciendo? —Elena gritó, mirando desconcertada mi estilo de


lucha.

Lo que hizo que fuéramos dos. En un momento, estaba agotada, lanzando los
escudos, yelmos y armas de los propios fey caídos sobre ellos, tratando de
hacer algo de daño a través de la fuerza de vampiro, porque era lo único que
me quedaba. Y al siguiente, estaba lanzando hechizos de tiempo, no en su
totalidad, sino pequeñas esferas de ellos a quien se abalanzara sobre mí. Uno
de ellos alcanzó a un Svarestri de lleno en la cara y le atravesó la cabeza,
convirtiendo la carne en polvo y dejándome mirando por un segundo a través de
su cráneo, ahora vacío, a la multitud que empuñaba antorchas.

Cayó hacia atrás desde el techo, y hacia una lluvia de flechas que iban dirigidas
a nosotras. Atrapé el resto con otro hechizo, pero no había tenido tiempo de
apuntar y sólo fue un golpe de refilón. Pero fue suficiente para desintegrar unas
cuantas, y para afeitar las plumas de un lado de otras, enviándolas fuera de
curso y hacia un Svarestri en lugar de hacia mí.

No obstante, me lanzó un golpe, a pesar de parecer un puercoespín, que bloqueé


con un hilo del poder pítico, del mismo tipo que había utilizado para atar a un
árbol a un maestro vampiro que se había portado mal. Parecía que también
funcionaba con los fey, especialmente con la fuerza de vampiro detrás. La cuerda
envolvió su espada y la detuvo en seco.

Pero entonces, él tenía dos manos, ¿no?

Y mientras la mía estaba ocupada con la cuerda, él había sacado un cuchillo de


su bota. Yo no lo había visto, a media velocidad o no, pero alguien más sí. Un
pie le dio una patada y lo atrapó, justo cuando intentaba clavármelo,
directamente en el vientre. En lugar de eso, se clavó en el suyo y cayó del techo,
con una expresión de sorpresa en su rostro.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Probablemente igual a la mía.

Miré a Elena, cuya bota había sido. —Eh, gracias.

—No estás con ellos.

—No, estoy con...

—Mircea. —Fue sombrío.

No tuve la oportunidad de responder. Pero esta vez no fue por los fey. De
repente, la muy inflamable paja del techo recibió un par de docenas de antorchas
que atravesaron el cielo nocturno como estrellas fugaces. Y se prendieron
inmediatamente en la yesca seca sobre la que estábamos paradas.

O sobre la que habíamos estado paradas, corregí, ya que nuestra parte del techo
se derrumbó.

Al diablo con esto, pensé, y agarré a Elena, justo cuando caímos con fuerza. De
alguna manera, conseguí desplazarnos hacia el bosque, donde volvimos a caer
con fuerza, porque la sacudida anterior había hecho tambalear mi concentración.
Y, esta vez, no volví a levantarme.

Me quedé tumbada, con la mejilla en el suelo, viendo cómo la cabaña ardía


como una hoguera, lanzando llamas y chispas hacia el cielo. Los habitantes del
pueblo —malditos sean— empezaron a correr, tras haber visto por fin a los
extraños guerreros de pelo plateado que atacaban su aldea. Y eso a pesar de
que ninguno de los fey los buscaba a ellos.

Nos buscaban a nosotros.

Y entonces fui arrebatada del suelo por un maestro vampiro de aspecto


enloquecido y medio desnudo.

—¡Tenemos que irnos!

—Tenemos que quedarnos, —balbuceé, porque mi boca no parecía funcionar


bien.

—Se ha dado un buen golpe, —dijo Elena, con una mano en su brazo—. Creo
que necesita un momento.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—¡No tenemos un momento! ¡Los Svarestri están empezando a moverse en el


bosque!

Era cierto. Sólo quedaba una docena, pero se habían dejado caer al suelo, con
las manos clavadas en la tierra, y estaban haciendo algo.

Y, conociéndolos, no era nada bueno.

—Oh, mira, —dije, viendo cómo el suelo alrededor de la pequeña cabaña


empezaba a moverse. Se formó un patrón de rayos de sol en la tierra, lo que
parecía apropiado teniendo en cuenta la conflagración que se estaba
produciendo en el centro. Y entonces empezó a irradiar hacia fuera, como los
rayos del sol. O como docenas de topos haciendo túneles bajo tierra.

Y haciendo túneles rápidamente.

Mircea dijo una mala palabra y me levantó.

—¿No puedes desplazarnos? —Dije, con la cabeza apoyada en su hombro.

—¡No contigo absorbiendo todo mi poder! No tengo familia en esta época. No


tengo a nadie de quien extraerlo.

—¿Qué? —Dije.

—¿Esta época? —Dijo Elena.

Mircea nos ignoró a las dos y se alejó, hostigado y con los ojos desorbitados.

—No escuchaste eso, —le dije a Elena, y ella me miró de reojo.

—¿Qué es este zumbido en mi cabeza? —Gruñó Mircea, saltando sobre el


tronco de un árbol y haciendo que mi cabeza rebotara.

—Una advertencia. Cambiamos el tiempo. O corremos el riesgo de hacerlo o


algo así, —dije, sin importarme mucho por el momento. Sólo quería...

—¡No te duermas! —Ordenó—. ¡No te atrevas!

—No eres mi jefe.

Hubo algunas malas palabras más. —¡Incluso medio muerta, eres una
sabelotodo!

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—¿Estoy medio muerta? —Repetí. Qué bien que alguien me lo diga.

Mircea maldijo y aceleró, aunque parecía que ya estábamos volando. Los


árboles pasaban a toda velocidad como un borrón, el viento hacía que mi pelo
volara por todas partes y la luna parecía convertirse en una larga franja plateada
detrás de los troncos.

O tal vez era yo. Mi vista perfecta ya no parecía tan perfecta. Algo así como el
resto de mí.

Empecé a preguntarme si había golpeado otra raíz de árbol cuando nos


estrellamos contra el suelo.

Luego empecé a preguntarme cómo Elena seguía el ritmo de un vampiro


maestro que iba a toda velocidad y que podría haber hecho correr a un coche
deportivo. Pero entonces, tendría que preguntarle cómo había hecho todo lo
demás, y francamente no estaba a la altura. Intenté cerrar los ojos, sólo un
segundo, y Mircea me gritó un poco más. Y me sacudió, lo que hizo que me
doliera la cabeza, lo que hizo que me pusiera a llorar y que él dijera palabrotas
de forma casi continua. Porque esto iba tan bien como suelen ir estas cosas.

Y entonces nos detuvimos.

—Espera, —dijo Elena, con su mano en el brazo de Mircea. Me dio la impresión


de que había sido ella la que nos había detenido, pero no sabía por qué.

Y parecía que Mircea tampoco lo sabía. —¡Tenemos que superarlos!—Siseó.

—No, no tenemos.

Señaló con la cabeza a los topos, o lo que sea que fueran, que nos pisaban los
talones. Pero ya no eran suficientes para mantenerse en formación cerrada.
Cuanto más nos alejábamos de la casa, más territorio tenían que cubrir, y los
rayos del sol se alejaban como resultado. Dejándonos en el espacio libre en
medio de dos de ellos.

Mircea me puso cerca del tronco de un árbol. No respiraba rápido porque los
vampiros no respiran, pero de todos modos parecía sin aliento. O tal vez sólo
estaba preocupado. Su voz sí que lo parecía cuando dijo mi nombre.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—¿Hm? —Levanté la vista hacia él vagamente.

—Cassie. Cassie, ¿puedes oírme?

—Deja de hacer eso, —dije, porque me estaba chasqueando los dedos en la


cara. Intenté apartarlos, pero fallé.

Eso tampoco me importaba.

—Cassie. ¡Cassie! —Parecía que estaba gritando, pero aún así no podía oírlo
bien. Sentía un ruido fuerte en los oídos, una sensación de espesura en la
garganta y un letargo en las extremidades. Decidí que no me sentía bien.

Y lo que sea que Mircea estaba haciendo no estaba ayudando.

Sentí que ponía las manos a los lados de mi cara, sentí que empujaba el poder
hacía mí. Pero a pesar de que era un sanador dotado, siendo uno de los poderes
de su maestro, no fue suficiente. La oscuridad me inundó, me envolvió como
una manta asfixiante y me arrastró hacia abajo.

—¡Cassie! —Apenas podía oírlo ahora.

Y entonces la oscuridad se cerró sobre mi cabeza, y me perdí.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

CAPÍTULO 27

—Bueno, aquí estamos de nuevo.

Abrí los ojos y tuve un grave caso de déjà vu. Por un momento, me pregunté si
las cabras en estampida, los topos mágicos y la turba con antorchas habían sido
un sueño, y si acababa de despertarme en casa de Gertie. Porque el sol entraba
a través de las cortinas, como antes, aunque parecía estar en un ángulo
diferente. Y allí estaba ella, sentada junto a mi cama, con el mismo atuendo que
había llevado antes.

Pero entonces intenté incorporarme, y oh... oh, no.

—Yo me lo tomaría con calma, si fuera tú, —dijo, mientras la habitación giraba
salvajemente a mi alrededor—. Tienes un gran chichón.

Me llevé una mano a la cabeza palpitante y sentí algo del tamaño de un huevo
de paloma sobre mi oreja izquierda. Me dolía muchísimo, lo que me preocupaba
menos que el hecho de que la habitación siguiera moviéndose. Me recosté en la
almohada y cerré los ojos.

—Me seguiste.

—Afortunadamente, —fue mordaz—. Borrar todos esos recuerdos y volver a


coser el tiempo fue un pequeño reto, incluso para mí.

—Gracias, —dije, y lo dije en serio. No sabía qué demonios habría hecho, de lo


contrario.

—No es necesario dar las gracias. Era parte de mi responsabilidad como tu


entrenadora.

—¡Tu responsabilidad era traerla de vuelta con vida!

Esa era la voz de Rhea. Abrí los ojos de nuevo y la vi de pie en la puerta. Su
rostro estaba blanco y tenso, y parecía que se había pasado los dedos por el
pelo. O eso, o la electricidad eduardiana le había dado una descarga eléctrica.

Suspiré para mis adentros.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Sería bueno pasar un día sin asustar a mi acólita.

—Lo cual hice, —dijo Gertie suavemente, respondiendo a la acusación.

—¡Pero no la ayudaste! —Dijo Rhea furiosa—. Tú misma lo has dicho. Si ese


vampiro no la hubiera salvado...

—Ese es el riesgo, para cualquier Pitia. —Gertie miró por encima del hombro a
la chica temblorosa—. Sobre todo para una que viaja sola. Pero entonces, ella
no tiene elección, ¿verdad?

—¡Ya basta! —Dije, pero Rhea ya había huido.

—Una cosita excitable, ¿no? —Preguntó Gertie, volviendo a mirarme.

—¡Cuando defiende a los demás, sí!

—Pero ella no te defendió. No estaba allí para defenderte...

—¡Y sabes muy bien por qué!

—... Aunque tú misma parecías hacerlo bastante bien, hasta que te caíste sobre
una roca.

Estuve a punto de interrumpir de nuevo, pero eso me tomó por sorpresa. —¿Era
eso lo que era?

Ella asintió. —Tu precisión no es la adecuada. Tenemos que trabajar en eso.

—Sí, pero... pero eso no es lo importante...

—¿Oh? —Me miró amablemente—. ¿Qué es lo importante?

—¡Tienes que dejar de antagonizar con Rhea! Ya se siente bastante mal...

—Necesita sentirse peor, —dijo Gertie, sin arrepentirse—. Lo suficientemente


mal como para cambiar o irse. Cualquiera de las dos cosas sería preferible a
esta perpetua indecisión.

—... ¡Y tiene razón! —Dije, enfadándome más a medida que empezaba a


recordar todo—. Agradezco tu ayuda, de verdad, ¡pero casi morimos! ¡Todos
nosotros! ¿Para qué venir si tú...? —Me interrumpí cuando se hizo la luz—.
Querías ver lo que haría. Sobre Mircea.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—Considéralo otra prueba.

—¿Y eso era más importante que salvar mi vida? —La miré fijamente.

—No siempre voy a estar ahí para salvarte, —señaló Gertie—. Tienes que
aprender a arreglártelas sola. A tomar la iniciativa, a resolver las cosas y a crear
soluciones de la nada si es necesario. Eso es lo que hace una Pitia. Tú tienes
las habilidades, Cassie, pero eres como tu acólita; no sabes que las tienes.

Intenté responder a eso, pero Gertie no me dejó.

—¿Querías que te entrenara? —Exigió—. Entonces debes entender primero


esto: todos los recursos de la Corte de la Pitia, todo el conocimiento acumulado
de siglos, toda la riqueza del poder regalado por un dios, nada menos, no son
nada, son inútiles, por sí solos. Son herramientas, Cassie. Tú eres el artesano
que las maneja en soluciones que a nadie más se le ocurrirían, que nadie más
podría encontrar. La Corte de la Pitia, todo esto, está aquí por una razón: para
encontrar a esa persona, esa candidata perfecta, que asuma el manto del poder,
y lidere cuando otros simplemente siguen, y maneje todas esas herramientas.
Tienes lo que hace falta, pero no crees en ti misma ni confías en tu visión; por
eso esperas a que otras personas tomen las riendas y conduzcan la carreta, sin
darte cuenta de que no hay otras personas.

—Yo... tomo la iniciativa, —dije, un poco desconcertada, porque eso había sido
lo más vehemente que la había visto.

—A veces, —estuvo de acuerdo—. Cuando te obligan a hacerlo. Como dije,


puedes hacer el trabajo, y hacerlo bien. Pero sigues actuando como una
seguidora más que como una líder. Esperas hasta que no tienes otra opción,
cuando alguna gran crisis te motiva, para actuar. Un mejor plan es atajar las
cosas antes de que se conviertan en una crisis, lo que nos lleva al vampiro.

Eso me hizo sentarme de nuevo, porque me las había arreglado para olvidar
por completo que no era la única que Gertie había rescatado.

Si lo había hecho.

—¿Lo mataste? —Dije sin aliento—. ¡Dime que no lo mataste!

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Gertie suspiró y se acomodó las faldas. Eran de color azul oscuro, con cerezas
rojas oscuras por todas partes. Tenías que darle crédito: tenía un tema y se ceñía
a él. Era la misma tenacidad que mostraba en todo lo demás, y por eso me
aferraba a las mantas con miedo.

—Por lo que entiendo de este hechizo, los vincula a los dos, —dijo suavemente—
. Creando, en efecto, un ser metafísico con dos cuerpos. Si hubiera matado al
vampiro...

—Eso también me habría matado a mí.

Sentí un gran alivio, aunque ya lo sabía. O debería haberlo sabido; parecía que
mi cerebro aún estaba despertando. Y preguntándose cuál era la otra mitad de
la ecuación, porque sabía que ella no lo había dejado ir así como así.

—¿Dónde lo pusiste? —Raspé.

—Donde debería haber estado todo el tiempo. Crono celda.

Empecé a levantarme, tan mal como me sentía, porque Mircea y yo teníamos


que hablar. Pero la mano de Gertie estaba en mi hombro.

—Él no va a ninguna parte, —me dijo—, y tú tienes que descansar. Pero tenemos
que llegar a un acuerdo.

La miré fijamente, sabiendo ya lo que iba a decir. —Gertie. Este es mi problema...

—No, es mi problema. Eres mi estudiante; te pusiste bajo mi tutela...

—Gertie...

—...para que pueda enseñarte cómo ser una Pitia. Te lo dije antes; no es un
trabajo fácil. Requiere cosas de nosotras, nos cambia...

—¡No voy a dejar que lo mates!

—Por el momento, no puedo, —estuvo de acuerdo—. Pero estamos trabajando


en una forma de romper ese hechizo inconveniente. Tienes hasta que la
encontremos para resolver esto. Y esto no es una prueba, Cassie.

—¿Entonces qué es?

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—Considéralo una cortesía profesional. —Los ojos marrones estaban


tranquilos y firmes en los míos—. Puedes decirle que, si se vuelve a desplazar,
no tratará contigo, sino conmigo. Y terminaré con esto.

~~~

Las crono celdas de la Corte se encontraban en un mundo oscuro y sin rasgos


característicos, lleno sólo de dos cosas: una línea de cajas brillantes que se
arqueaban en la distancia sin principio ni fin discernibles, y trozos de material
diáfano que descendían desde lo alto, como pañuelos de papel, pero más finos,
una extraña lluvia que nunca llegaba al suelo.

En cambio, otras formas indistintas se movían en la penumbra crepuscular, más


brillantes que los pañuelos de papel, aunque no mucho. Aparecían de la
oscuridad, lanzándose aquí y allá como libélulas tras los mosquitos. Y allá donde
iba uno, desaparecía un pañuelo.

Porque no eran pañuelos; eran fantasmas. Todos ellos. Las versiones más
tenues eran los restos de espíritus desvanecidos que se habían quedado sin
energía y ya no podían aferrarse al plano terrenal. Cayeron aquí, en el no-
espacio entre dimensiones, donde no rige ninguna corriente de tiempo. Los otros
fantasmas lo habían descubierto y venían aquí como depredadores, para darse
un festín con la energía que los desvanecidos pudieran ofrecer.

Era exactamente tan espeluznante como suena, pero le daba a la Corte de la


Pitia la ventaja de un lugar donde los hechizos de tiempo no funcionaban. Eso
era útil para retener personas, normalmente magos oscuros, que de vez en
cuando intentaban algunos encantamientos volátiles para viajar por las épocas.
Si no lograban volarse así mismos en el proceso, los ponían aquí, hasta que
la Pitia de turno decidiera qué hacer con ellos.

Tiré de la atadura de mi poder, que era mi única línea de vida hacia el mundo
normal, para tranquilizarme. Me dio un tirón de vuelta, como si mi poder no
estuviera más contento que yo de que estuviera aquí. Sí.

Tenía algunos malos recuerdos de este lugar.

Entra, sal, vete, pensé, y me apresuré a acercarme a la celda que contenía al


último preso.
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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Era transparente desde el exterior, lo que me permitió echarle un vistazo antes


de entrar. Y era... raro. No se movía de un lado a otro, como habría esperado.
No estaba mirando por encima de la jaula, tratando de encontrar una salida. No
estaba haciendo nada.

A no ser que contara que estaba sentado en un rincón en uno de los bancos, el
único mueble de la celda, con una pierna levantada y un vaso de whisky
colgando de su mano.

No sabía quién le había proporcionado la bebida, pero no me sorprendió. Mircea


era un prisionero muy guapo, incluso medio desnudo porque había perdido la
bata en alguna parte. Tal vez especialmente medio desnudo, pensé, observando
la forma en que ese glorioso pelo caía sobre los fuertes hombros. La Corte de
la Pitia estaba compuesta principalmente por jóvenes inexpertas. Me
sorprendió que no tuviera también una cama, un montón de cojines y una comida
de tres platos.

No es que pareciera que quería algo de eso, o algo en absoluto. Estaba tan
cerrado como nunca lo había visto, con los ojos oscuros encapuchados, los
hombros caídos y el habitual fuego acorralado. O tal vez fuera de sí, pensé
preocupada, porque ni siquiera levantó la vista cuando entré.

Hasta que me olió, supongo, y de repente me vi envuelta en un abrazo lo


suficientemente fuerte como para expulsar todo el aire de mis pulmones.

—¡Estás viva! —Mircea se apartó más o menos en el momento en que comenzó


la asfixia, y me miró fijamente, como si no pudiera creer lo que veían sus ojos.

—Viva, —estuve de acuerdo, cuando pude hablar—. ¿Esperabas lo contrario?

—¡No lo sabía! —Los ojos oscuros brillaron. Y ahí estaba, fuego en


abundancia—. No me dijeron nada y no puedo comunicarme aquí. No puedo
leer la mente de nadie, no puedo enviar ningún mensaje, ¡ni siquiera puedo sentir
la presencia de nadie! Sólo silencio. —Miró a su alrededor, y los ojos, los ojos
constantemente volátiles, adoptaron otra expresión. Casi angustiada—. Es como
una tumba.

—Eso es básicamente lo que es, —dije, mientras sus manos seguían acariciando
mi cabeza, como si necesitara la seguridad de que no era un fantasma. Encontró
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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

el huevo, que ahora era del tamaño del de un colibrí, pero que seguía
gravemente dolorido, y su rostro cambió una vez más.

—No estás bien, ¿verdad?

—Lo suficientemente bien. —Me senté en el banco—. Tengo la cabeza dura.

—¡Casi no tienes ninguna, gracias a mí! —Mircea no se sentó. Ahora que por
fin tenía compañía, no parecía que pudiera hacerlo. Había tensión en cada línea
de su cuerpo, como un condenado a punto de romperse, lo cual podría no estar
lejos de la verdad.

Este lugar era lo suficientemente inquietante para cualquiera, pero para un


vampiro... debe ser casi una tortura. Un maestro, especialmente, no había estado
solo en su cabeza durante siglos. Su gente, los Niños que había engendrado,
siempre estaban allí, charlando, chismorreando, informando, preguntando. Era
una cacofonía constante que los vampiros exitosos tenían que aprender a
atenuar o al menos ignorar, o arriesgarse a volverse locos.

Y para Mircea, cuyo otro poder maestro era la comunicación mental... sí. Había
pasado una tarde divertida, ¿no? Porque tenía razón; aquí no había más que
silencio, resonante y vasto.

Me pregunté qué había escuchado en el silencio. Mucho, aparentemente.

—Esto es culpa mía, lo sé, —me dijo agitado—. Debería estar concentrado en la
guerra. Tengo mil cosas, todos los días, clamando por mi atención. Estaba
trabajando en ellas, después de nuestro regreso, pero entonces esa nueva
habilidad asomó la cabeza. Vi a Elena y a esa criatura, la vi entregarle a Dory, y
yo...

Se interrumpió, con el ceño fruncido y los ojos llenos de recuerdos. Y entonces


sacudió la cabeza, casi con violencia, para despejarlos. Y funcionó. Casi podía
verlo regresar.

Pero, ¿cuánto tiempo duraría?

—No sé lo que me pasó, —terminó simplemente.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Me quedé sentada por un segundo, porque no quería hacer esto, no quería ir


allí. Pero ya no había otra opción. —Sí, lo haces.

Mircea había empezado a pasearse por fin, pero en ese momento se dio la
vuelta. —¿Qué quieres decir?

—Ya sabes lo que quiero decir. —Le sostuve la mirada con firmeza, como había
hecho Gertie conmigo. No parecía que le resultara tan incómodo como a mí.

—No, en realidad no lo sé.

—Obsesión, Mircea. La maldición de los vampiros. Es lo que está pasando.

Frunció el ceño.

—Eso es una superstición... un cuento de viejas...

—Muy bien, Entonces, ¿arriesgaste mi vida deliberadamente?

Parpadeó hacia mí, como si lo hubiera pillado desprevenido, lo que habría sido
suficiente para hacerme saber que algo iba mal.

Mircea nunca estaba desprevenido.

—Yo nunca haría eso, —protestó—. Me conoces mejor que...

—Y tú me conoces. Sabías que tendría que seguirte. Ni siquiera te sorprendió


verme.

Él asintió. —Pensé que lo harías, sí. Pero no creí que importara. No estaba allí
para interferir; sólo quería entender. Pero entonces aparecieron los fey y...

—¿Y no viste eso? ¿Cuando estabas revisando la vida de Elena? ¿No lo


esperabas?

—No, yo... —se detuvo, y frunció el ceño un poco más—. No vi tanto.

—Quieres decir que no esperaste a ver tan lejos, —corregí—. Saliste corriendo,
en cuanto viste a esa criatura con Dorina, sin comprobar lo que pasó después.
Podías haberlo visto todo desde tu habitación. No había ninguna razón para ir
hasta allí, para arriesgar tanto...

—Tenía que ir. No entiendes...

300
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—Sí lo entiendo. Tu obsesión te llevó...

—¡No estoy obsesionado!

Eso último fue un grito, lo suficientemente fuerte como para resonar en los lados
de la celda, lo suficientemente fuerte como para dejarme parpadeando. Pero
eso pareció conmocionarlo aún más. Al final se sentó, desconcertado y
completamente diferente a él.

Me aproveché de ello, porque no iba a durar.

—Mircea, dime honestamente, ¿te imaginas otro escenario en el que


retrocederías cuatrocientos años de improviso, sin ninguna preparación? ¿Sin
siquiera vestirte o ponerte un par de zapatos? ¿Has pasado meses planificando
la invasión, revisando cada pequeño detalle, pero por algo aún más importante
para ti, simplemente... te vas?

No dijo nada, pero se miró los pies. Ya no estaban desgarrados después de


aquella precipitada huida por el bosque; las habilidades curativas de los vampiros
se habían encargado de eso. Pero estaban desnudos y sucios, porque suponía
que nadie le había ofrecido un baño, y no deberían haberlo hecho. Él debería
haberse puesto los zapatos.

Casi podía verlo preguntándose por qué no lo había hecho.

—Piénsalo, —le dije con urgencia—. Piénsalo de verdad. Y no sólo sobre por
qué fuiste allí, sino sobre lo que podría haber pasado. Si no hubieras sido capaz
de curarme, si me hubiera abierto la cabeza en lugar de sólo golpearla, tú
también estarías muerto. Mientras ese hechizo esté sobre mí, nuestros destinos
están vinculados...

—¡No te habría dejado morir! Yo nunca...

—¡Podrías no haber tenido opción! Mircea, ya no eres el súper poderoso maestro


vampiro. No con ese hechizo. Estás en una unión metafísica con alguien en un
cuerpo humano débil que es vulnerable. Lo que significa que tú también lo eres.
Tienes que quitarte ese hechizo antes de que hagas que nos maten a los dos y
arruines nuestras posibilidades en esta guerra al mismo tiempo.

301
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Hubo silencio por un momento mientras él simplemente se sentaba allí, mirando


a sus pies. No creía que nada más de lo que había dicho hubiera calado como
lo había hecho el señalar ese pequeño detalle. El gran Mircea Basarab, maestro
de primer nivel, general del ejército combinado del Senado del Mundo Vampiro
y segundo al mando de la cónsul norteamericana, tenía los dedos de los pies
descalzos y sucios.

Y no podía explicar por qué.

—Yo no te he curado, —dijo finalmente—. Ella lo hizo.

—¿Ella? —Me tomó un momento, porque por un segundo, pensé que se


refería a Gertie. Pero hasta donde yo sabía, ella no contaba con la curación entre
sus talentos. Y sólo había otra "ella" alrededor—. ¿Te refieres a Elena?

—Sí. No sé cómo. Pero no me quedaba suficiente poder.

—Dijiste algo acerca de que yo estaba tomando tu poder, —dije, recordando.

—Lo hiciste. Casi me agotó. Estaba a punto de seguirte a ti y a Elena hasta el


techo, pero la pequeña criatura se había escapado de los fey y llevaba a Dorina
al bosque. Fui tras ellos y casi los alcancé cuando tropecé con un árbol. Mi poder
había recibido un golpe, y posteriormente recibió más. Y, como dije, no pude
reponerlo en esa época.

De repente recordé esos pequeños golpes de poder extra que había recibido
durante la pelea, que probablemente me habían salvado la vida. No había sabido
de dónde venían, sólo me había alegrado de tenerlos. Supongo que ahora lo
sabía.

—Pero cómo...

Negó con la cabeza. —No lo sé. Supongo que el vínculo entre nosotros. Debe
permitirte sacar de mí lo mismo que uno de mis vampiros, en momentos de
coacción.

Parpadeé hacia él, y entonces la mano que había puesto en su brazo en algún
momento se apretó. Porque ahora también recordaba otra cosa. Pero él siguió
hablando.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—Me alegro de que haya pasado, —me dijo con fervor—. Si te hubiera dejado
sola y te hubieras agobiado... —su mandíbula se apretó—. Y Dorina estaba bien;
¿por qué no podía ver eso? Obviamente, llegó a los romaníes como estaba
previsto. Pero si la hubiera alcanzado, si hubiera interferido con eso...

—Mircea...

—... No hay forma de saber qué podría haber pasado. Podría haber destruido su
oportunidad de un refugio seguro, posiblemente incluso hacer que la mataran,
¡todo en nombre de ayudarla!

—Mircea...

—Pero no podía pensar con claridad. Todo lo que vi fue una criatura llevándola
lejos y yo...

—¡Mircea!

Finalmente se detuvo, un poco sobresaltado, y me miró.

—Creo que tengo una idea, —dije.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

CAPÍTULO 28

—¿ Lo dejaste ir? —Rhea me miró fijamente.

Estábamos en la parte de atrás de la Corte de la Pitia, comiendo un almuerzo


tardío bajo las ramas extendidas de un enorme roble. La corte estaba en el centro
de Londres, pero nunca lo sabrías desde aquí. El roble daba sombra a casi todo
el patio empedrado, con sus muebles de hierro forjado y su fuente tintineante, y
los altos muros de piedra estaban cubiertos de enredaderas, algunas de las
cuales habían comenzado, un poco optimistas en mi opinión, a florecer.

Eran el único recordatorio de la primavera, ya que la luz acuosa del sol de la


tarde que se filtraba a través de las hojas todavía se sentía más como el invierno.
Pero el estofado de cordero y el pan crujiente que Rhea había sacado de la
cocina eran cálidos y saciantes, y la paz se agradecía. Observé cómo un par de
pajaritos se peleaban por unas sobras que les había tirado, y deseé no haber
sacado el tema.

—Mircea tenía que volver a la guerra, —dije brevemente—. Vamos a invadir en


menos de una semana...

—¿Y crees que está a la altura? —Preguntó Rhea.

A juzgar por su expresión, ella definitivamente no lo creía.

—Ahora sí, —dije, y bebí cerveza.

Rhea había estado untando con mantequilla una rebanada de pan, pero ante
eso, hizo una pausa. Casi vi los engranajes girar, y suspiré para mis adentros.
Esto no iba a salir bien, ¿verdad?

—¿Qué... hiciste? —Preguntó lentamente.

—Lo que me dijo Gertie. Dijo que una Pitia toma la iniciativa...

—¿Qué tipo de iniciativa?

—¿En este caso? Para ganar algo de tiempo.

304
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Los pajaritos habían cogido el mismo trozo de corteza y cada uno estaba
decidido a tenerlo. Les lancé otro, pero estaban tan obsesionados con ese, que
no pudieron ver la nueva oportunidad que había aterrizado justo a su lado. Como
otros grupos que conozco, pensé.

—Los senados de vampiros son como un grupo de víboras, —le dije a Rhea—,
cada uno busca cualquier oportunidad para dominar a los demás. Ahora mismo,
están especialmente nerviosos, porque acaban de unirse en un súper senado
para la guerra. Son miles de años de animosidad, desconfianza y, en algunos
casos, odio, que de repente se ven obligados a trabajar juntos. Y el único
pegamento que mantiene todo unido es Mircea. Así que, ahora mismo, lo
mantengo unido.

Pateé algunas hojas caídas hacia los pajaritos, que se separaron y miraron a su
alrededor con sorpresa. Y entonces cada uno de ellos descubrió que, de repente,
había suficiente para todos. Probablemente había otra metáfora en alguna parte,
pero yo estaba demasiado llena de estofado como para preocuparme.

—¿Qué quieres decir con mantenerlo unido? —Preguntó Rhea, todavía


sosteniendo su pedazo de pan medio untado con mantequilla.

—Mircea no está corriendo por la línea de tiempo sólo porque quiere, —le
expliqué—. Está siendo impulsado por una compulsión, una especie de obsesión
vampírica. A veces les pasa a los más viejos, cuando se fijan en una cosa en
particular...

—¿Es mentalmente inestable?

—...hasta que logran esa cosa, sea lo que sea. En el caso de Mircea, se trata de
rescatar a su esposa, o al menos determinar que ella estaba bien, y que vivió
una buena vida. Eso es todo.

—¿Eso es todo? —Rhea dejó caer el pan por completo, lo que probablemente
no era una buena señal—. ¡Lady, está robando tu poder para buscarla! Y si
además es peligrosamente inestable...

—No lo es. Ya no. Ese es el punto.

—¿Ya no? —Rhea frunció el ceño—. Pero acaba de volver a Rumanía...

305
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—Sí, pero algo pasó desde entonces.

Comí estofado, aunque ya estaba llena, esperando que ella lo dejara. No lo dejó.

—¿Qué pasó?

—Es un día hermoso, —dije, señalando la luz que caía en cascada a través de
las ramas extendidas, los pajaritos ahora felices y las flores resistentes, que
a pesar del frío, volvían sus cabezas hacia el sol—. ¿No te parece?

—Lady.

—Demasiado bonito para hablar de negocios...

—Lady. —Esa vez, fue acompañado por una suave mano en mi brazo.

Suave pero implacable.

—Ya teníamos un vínculo, —le dije—, Mircea y yo, gracias al Nudo de los
Amantes. Sólo... lo ampliamos un poco.

—¿Ampliarlo cómo?

Suspiré. —Mircea está bien mentalmente, —dije—. Son sus emociones las que
están fuera de control, nublando su buen juicio. Y teníamos un vínculo
emocional; lo sentí ayer, cuando ese Cambiaformas me atacó. Esa era la sed de
sangre de Mircea, su amor por el combate, su...

Me interrumpí, porque Rhea me miraba fijamente. Y la mirada en su rostro no


era una que yo hubiera visto antes. —No lo hiciste.

—Es... Es sólo un pequeño vínculo, —dije—. Lo suficiente para estabilizarlo.

Pero Rhea no parecía entender eso. —Te vinculaste mentalmente...

—Emocionalmente. Durante una semana más o menos...

—... a un maestro vampiro demente...

—Te lo dije, mentalmente está bien...

—¡No está bien! —Rhea se levantó de repente, con el rostro furioso, y se dirigió
a la casa. La alcancé a mitad de camino, ya que se había levantado tan

306
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

bruscamente que el pan se había esparcido por todo el sitio, para deleite de los
pajaritos.

—¿A dónde vas?

— ¡A darle a ese vampiro un pedazo de mi mente!

—No puedes...

—¿Y por qué no?

—Se ha ido, ¿recuerdas? Lo envié de vuelta...

—Y no es como si pudieras seguirlo, ¿verdad? —Agnes le preguntó a Rhea,


saliendo y manteniendo abierta la puerta trasera, pero no para nosotras.

Un grupo de niñas, ninguna de ellas de más de siete u ocho años, salió corriendo
por la puerta hacia el jardín. Parecían una bandada de pajaritos, o las
ilustraciones de un juego de tarjetas navideñas victorianas. Llevaban vestidos
blancos sin todo el encaje, que supuse que se consideraba demasiado adulto,
pero con grandes cintas de raso alrededor de la cintura de color azul o rosa o
amarillo, que se ataban en enormes lazos en la espalda. Llevaban el pelo
recogido en tirabuzones, con más lazos que hacían juego con las fajas de sus
vestidos.

Eran adorables.

Y, obviamente, estaban contentas de estar afuera, porque empezaron a correr


por todas partes. Agnes corrió detrás de ellas, junto con un par de niñeras, lo
cual era bueno, a juzgar por la mirada en el rostro de Rhea. La aparté a un lado,
para tratar de explicarle un poco mejor de lo que había logrado hacer hasta
ahora.

—Mira, —empecé brillantemente.

—Mi trabajo es mantenerte a salvo, —siseó—. ¡Esto no es seguro!

—Es más seguro que perder la coalición y luego la guerra, —señalé—. Y como
dije, es sólo por una semana, hasta que invadamos...

—Una invasión no es una guerra, —señaló Rhea. Normalmente, ella era la que
mantenía la paz en la corte, la voz de la razón cuando el resto de nosotros se

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

desbocaba, la calma en medio de la tormenta. Sólo que ahora no parecía tan


tranquila—. La guerra podría prolongarse durante meses, tal vez años...

—No con nuestro plan...

—... y es estresante. ¡Ya tienes bastante en tu plato! ¿Cómo se supone que vas
a manejar tu trabajo y asumir su tensión, también? ¿Y durante cuánto tiempo?
Lady, ¡te va a destrozar!

Me aparté y me crucé de brazos. —¿Me crees tan débil?

—Yo creo que eres débil, —dijo Agnes, pasando por su lado.

—¡Nadie estaba hablando contigo! —Le dijo Rhea furiosa.

Agnes se limitó a sonreír y siguió adelante, hacia donde supongo que se


estaba impartiendo una lección. Las niñas se habían acorralado junto a una de
las paredes, frente a las enredaderas florecidas. Parecían estar tratando de
lanzar algún tipo de hechizo sobre ellas, sólo que supuse que no estaba saliendo
bien, porque no pasaba nada.

Volví a centrar mi atención en Rhea.

—Gertie dijo que pensara opciones fuera de lo normal, —le dije a Rhea—. Lo
estoy haciendo.

—¡Sólo haz que se quite el hechizo! —Dijo Rhea, en un susurro furioso—.


¡Pensé que estábamos aquí para eso!

—Yo también. Pero eso no funcionará...

—¿Según quién? ¿Él?

—No, —dije con firmeza—. Según yo. Incluso se ofreció. Pero Rhea, él no
recuerda haberse desplazado esta última vez. ¡Apareció con su pijama porque
ni siquiera se tomó el tiempo de vestirse! Si se quitara el hechizo, simplemente
lo relanzaría cuando llegue el siguiente episodio. No puede confiar en sí mismo...

—¡Y nosotros tampoco!

—Ahora podemos, al menos por un tiempo...

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—¡Eso no lo sabes! ¡Sin mencionar que no sabes lo que esto podría hacerte! No
puedes arriesgarte...

—¡Tampoco puedo dejar que se pudra en una crono celda mientras todo se va
a la mierda! —Le espeté, porque ella no parecía estar entendiendo esto—. O
hasta que vuelva a desplazarse en el tiempo, y Gertie lo mate...

—Bueno, alguien tiene que hacer tu trabajo, —opinó Agnes, que se había
acercado lo suficiente como para escuchar ese último comentario, porque estaba
persiguiendo a una extraviada.

—Vuelve a lo que sea que estés haciendo, —le dijo Rhea—. Esto no es asunto
tuyo.

Agnes le sonrió y empujó a la niña de vuelta hacia las institutrices que la


esperaban, con una pequeña palmada en el trasero. Y luego se volvió hacia
nosotras. Y una mirada a su cara me dijo que llevaba tiempo esperando esto.

Genial.

Demasiado para un almuerzo tranquilo.

—No es de mi incumbencia, —dijo Agnes con dulzura—, ¿cuando mi Pitia tiene


que agotarse, corriendo por toda la línea de tiempo, limpiando los desórdenes
de tu Pitia?

—¡No fue su culpa! —Replicó Rhea.

—¿Entonces de quién fue la culpa? Ella deja que un vampiro, de todas las
cosas, se apodere de su poder, y luego falla en controlarlo. No puede calcular
sus desplazamientos correctamente, y casi se abre la cabeza con una roca. ¡Por
no mencionar que permite que dicho vampiro destroce completamente la línea
de tiempo!

—¡Está enfermo! ¡No sabe lo que está haciendo!

—Entonces debería ser sacrificado antes de que nos mate al resto.

—Esto no tiene nada que ver contigo...

—¿Nada? Él estaba en el siglo XV, —dijo Agnes, poniéndose en su cara—. Si


destroza la línea de tiempo entonces, nos afecta ahora, tanto como a ti. Pero no

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

espero que lo entiendas. No cuando, además de sus otros defectos, tu Pitia


escoge a una heredera que ni siquiera puede desplazar.

—Bueno, ya basta, —dije, porque una cosa era despotricar de mí, pero
despotricar de Rhea era otra. Y porque tenía miedo de que se escapara de
nuevo, y todavía teníamos que hablar.

Pero Rhea no parecía tener ganas de escapar. Rhea parecía cabreada.

Y, por primera vez, no sólo me recordó a su madre. Pude ver a su padre en ella
también, mientras se enfrentaba a Agnes. Había algo en la mandíbula, la
inclinación de la barbilla, el fuego en los ojos.

Aunque esto último era cierto para ambas en este momento, y...

Y probablemente debería estar haciendo algo para calmar esto, ¿no?

—¿Cassandra? —Oí mi nombre y miré hacia la puerta, donde Gertie estaba


comiendo una pera—. ¿Puedo hablar contigo un momento?

En realidad no es buen momento, pensé, pero bueno, eso podría servir de


distracción. Pero a Rhea no le interesaban las distracciones.

—Me quedaré aquí, —me dijo rotundamente.

—Um, —dije.

—¿Cassandra? —Gertie sonaba impaciente—. Ahora, por favor.

¡Maldita sea, Gertie! pensé. Pero me acerqué de todos modos.

—¿Qué?

—¿Pera? —Me ofreció una.

La miré sin comprender. Era gorda y amarilla, con el fondo sonrosado. Era una
bonita pera.

Tampoco tenía ningún sentido en absoluto.

—¿Qué?

—Sí, tengo una manzana, —dijo Gertie, y me metió dentro.

310
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—¿Qué estás haciendo? —Pregunté, porque esto era extraño, incluso para ella.
Pero se limitó a hacerme callar y me dirigió hacia la rendija de la puerta. Todavía
estaba abierta hasta una cuarta parte, lo que nos permitía tener un poco de vista,
aunque no sabía para qué la necesitábamos. Necesitaba volver...

—Observa, —dijo Gertie, y comió pera.

No sabía de qué estaba hablando, pero observé de todos modos. No discutas


con la maestra, pensé. Sólo que no sabía qué se suponía que tenía que
observar.

Las niñas eran las más fáciles de ver, todavía de cara a la pared. O la mayoría
lo estaban. Una estaba jugando con una muñeca que había sacado a escondidas
en un pliegue de su vestido, y otra se había puesto en cuclillas para examinar
una oruga verde y gorda. Pero la mayoría del resto estaba recitando
obedientemente algo, no sabía qué, porque estaba en algún otro idioma.

—Una prueba, —dijo Gertie, con la voz baja.

—¿Para qué?

—Para ver si pueden envejecer una flor.

Volví a mirarla. —¿Cómo? Todavía no tienen acceso al poder pítico.

—No, no lo tienen, —estuvo de acuerdo—. La pregunta es, ¿alguna de ellas


puede llamar su atención?

No entendía lo que quería decir. Y luego lo hice, cuando una de las niñas, una
morena con montones de tirabuzones que le caían hasta la mitad de la espalda,
consiguió... algo. La flor no cambió, pero de todos modos sentí una agitación, un
breve remolino en el aire como la brisa que agitaba su pelo.

Pero no había brisa en el patio; las paredes eran demasiado altas. Y ésta se
sentía menos como aire que como la energía movediza del poder pítico. Cerré
los ojos y casi lo vi: una corriente brillante, no espesa y llena, sino dispersa, como
el brillo en la brisa.

Pero allí, sin embargo.

Llamado por el encantamiento de una niña.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—Una para ver, —dijo Gertie, incluso cuando el breve aleteo se apagó.

Y luego volvió a rugir, pero esta vez no como una fina dispersión de partículas,
sino espesa, fuerte y decidida, un torrente de poder en lugar de una dispersión,
como una tormenta de verano.

—¿Qué demo...? —Dije, y entonces la puerta se abrió de golpe, golpeando


contra la casa como si estuviera atrapada en un vendaval.

O en una pelea, pensé, viendo el resto del patio.

—¡Te dije que tenía que salir! —Le dije a Gertie, mientras mi acólita se
enfrentaba a su propia madre. Empecé a avanzar, pero Gertie tiró de mí hacia
atrás, y era sorprendentemente fuerte para ser una anciana.

—¡Déjame ir!

—Shhh, —dijo, y volvió a cerrar la puerta parcialmente.

No sabía por qué se había molestado. Ninguna de las dos chicas parecía tener
ojos para nadie más que para la otra. Especialmente Rhea, que estaba
prácticamente incandescente.

—¡Retira lo que dijiste!

Agnes le sonrió insolentemente. —Oblígame. Oh, pero se me olvidaba, no


puedes.

—¡Puedo! —Y mierda. Acababa de aparecer una varita en la mano de Rhea.

—Bueno, no, —dije, pero Gertie tenía un brazo alrededor de mi cuello.

—Dale un minuto, —siseó.

—¡No tenemos un minuto! —Y maldición, era cierto.

Vi vagamente que las niñeras empujaban a las niñas hacia una puerta al otro
lado del jardín; vi que la magia de Gertie levantaba una barrera brillante a mitad
del patio, protegiéndolas; vi que un remolino del poder pítico descendía y
convertía la varita de Rhea en cenizas.

Y entonces se encendió. Oh, se encendió de verdad.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Me separé de Gertie y me acerqué a ella. —¡Se matarán la una a la otra!

—¿Tienes tan poca confianza en tu acólita? ¿Que le haría daño a su propia


madre?

—No estoy hablando de ella...

—Agnes sabe lo que hace.

—... y los accidentes ocurren...

—No en quimera, —dijo Gertie, haciendo que me interrumpiera y la mirara


fijamente.

Quimera era una técnica avanzada en la que el poder pítico fabricaba un cuerpo
duplicado para su usuario, dividiendo el alma en dos para que una Pitia pudiera
habitar en dos lugares a la vez. O no, eso no era exactamente correcto. El alma
no se dividía; era más bien como coger un globo por el medio y hacer que se
abriera por los dos extremos, y que los abultamientos tuvieran cada uno su
propio cuerpo.

Se utilizaba principalmente para ejercicios de entrenamiento, ya que al dividir


un alma por la mitad se reducía su poder, lo que lo hacía peligroso en el combate
real. Pero para el entrenamiento era perfecto, ya que el cuerpo creado en
quimera podría dañarse o incluso morir sin dañar al original. El alma
simplemente volvía a su origen si un cuerpo era destruido.

Pero si Agnes era una copia, eso significaba que había planeado esto. Ambas
lo habían hecho, pensé, viendo a Gertie masticar pera. Pero habían olvidado una
pequeña cosa; ¡Rhea no estaba en quimera!

Inicié un hechizo, con la intención de desplazar a mi maldita acólita fuera de allí,


pero Gertie lo apagó.

—Déjalo estar.

—Tú déjalo estar, —gruñí—. ¡Rhea es vulnerable!

—A mí no me parece vulnerable, —dijo Gertie, mientras yo volvía a lo que ahora


era una batalla total.

Porque Rhea había sido criada por los aquelarres, y siempre llevaba dos varitas.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

La segunda estaba fuera y disparando, asestando a Agnes un golpe lo


suficientemente fuerte como para hacerla caer de espaldas. Pero ella se protegió
y cayó de pie, y el único daño que pude ver fue un labio gravemente mordido.
Se lamió la sangre, con una extraña sonrisa en el rostro.

Y luego lanzó una ráfaga propia que Rhea esquivó, pero que golpeó el viejo
roble. Que rápidamente se convirtió en un roble nuevo, cuando rejuveneció hasta
tal vez la mitad de su tamaño anterior. También lanzó una masa de hojas nuevas
y verdes que flotaron suavemente hacia el suelo como confeti mientras Rhea y
yo lo mirábamos.

Y luego estaba desplazándome...

A ninguna parte, porque Gertie me devolvió a mi sitio antes de que pudiera


hacerlo.

¡Maldita sea, estaba loca! Todas estaban jodidamente locas y nunca debí haber
traído a mi acólita aquí. La iban a matar.

Pero ella no iba a caer sin luchar. Rhea salió de su asombro y comenzó a lanzar
hechizos, tan rápido que apenas pude seguir el ritmo. Y, claramente, Agnes
sentía lo mismo. Pero entonces, ella no necesitaba hacerlo.

Había lanzado un escudo temporal, una cosa ingeniosa en la que yo todavía


estaba trabajando, porque era un hechizo condenadamente difícil. Sin embargo,
también era muy útil, ya que anulaba cualquier cosa que te enviaran. Eso incluía
tanto las armas convencionales como el fuego de los hechizos, como estaba
descubriendo Rhea.

Así que cambió de táctica y, en su lugar, lanzó una explosión contra el suelo a
los pies de Agnes, haciendo que la tierra y los adoquines explotaran hacia arriba
y que apareciera un gran agujero debajo de la otra chica. Agnes perdió el
equilibrio y su hechizo se tambaleó. Pero antes de que pudiera caer, se había
desplazado, saliendo de la existencia justo antes de que el último hechizo de
Rhea surcara el aire, y materializándose detrás de ella.

—¡No! —Grité, con la voz casi perdida en el sonido del fuego del hechizo que
golpeaba la pared del patio.

314
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Pero Rhea me oyó.

Y supongo que Agnes también lo hizo, porque cuando salí por la puerta, Agnes
se rió encantada y me lanzó un hechizo que yo aparté, enviándolo a la tierra y
haciendo que una maleza surgiera del suelo, a la altura de la cintura.

Pero no esquivé el segundo. Un desplazamiento me sorprendió, a medio camino


de un paso, casi al mismo tiempo que el hechizo de Agnes caía. Pero no había
sido lanzado por ella.

Tuve medio segundo para ver la cara desesperada de Rhea, su mano extendida,
sus ojos muy abiertos cuando se dio cuenta de lo que había hecho y trató de
apartarlo...

Pero era demasiado tarde.

Y entonces el jardín parpadeó y me materialicé en algún lugar en el aire sobre el


Támesis.

Muy arriba, me di cuenta, cuando la gravedad me atrapó.

Bueno, mieeerdaaaaa.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

CAPÍTULO 29

Abrí la puerta de golpe.

No había luz y las cortinas estaban cerradas, así que no estaba segura de que
hubiera alguien allí. Pero entonces una lámpara se encendió, arrojando un
pequeño resplandor alrededor de una chica en una cama. Estaba en mi postura
favorita últimamente, con las rodillas levantadas y la barbilla metida hacia abajo,
sentada junto al cabecero. Un pequeño bulto de acólita que parecía haber visto
días mejores.

Mucho mejores.

—¿Puedo entrar? —Pregunté suavemente.

Recibí lo que me pareció un asentimiento, así que me colé por la abertura y cerré
la puerta tras de mí. Era la hora de la cena, y todos los demás estaban abajo en
el gran comedor, donde esperaba que se quedaran. Me acerqué a la cama,
vestida con uno de los viejos camisones de Gertie y una bata que me quedaba
demasiado grande. Pero era mejor que la bata aún húmeda, antes blanca, con
la que había vuelto.

Gertie me había dosificado al llegar con media docena de pociones, después de


darse cuenta de dónde había estado, y había amenazado con varias más. Por
qué Londres tenía lo que era esencialmente una placa de Petri de la peste
corriendo por la ciudad estaba más allá de mi comprensión, pero no era mi
principal preocupación. Rhea si.

—Deberías haberme dejado ir, —dijo, después de que yo pusiera la bandeja que
sostenía en la mesita de noche.

—¿Ir a dónde?

Su pelo había caído sobre su cara, pero pude ver atisbos de un semblante
angustiado y manchado de lágrimas que me hizo querer abrazarla. Pero de
alguna manera tuve la idea de que eso no sería bienvenido. Sus hombros
estaban tensos y la mano que agarraba las mantas tenía los nudillos blancos.

316
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Me levanté de nuevo y moví ligeramente la lámpara para prepararnos un té.


Personalmente, habría preferido otra cerveza, pero parecía que Rhea había
robado antes la última provisión de la cocinera y no había más. Así que era té.

Le entregué una taza. La habitación estaba fría, ya que el invierno se había


colado de nuevo al anochecer, por lo que servía de calentador de manos y porta
té al mismo tiempo. Yo también me preparé una y me senté en el borde de la
cama.

Durante un rato, sólo bebimos té.

—Esto en realidad mejora un poco las cosas, —dije finalmente—. Como que la
vida no puede ser tan mala si tienes té y galletas de mantequilla.

Le ofrecí un plato de estas últimas, porque en verdad se perdiendo la cena, pero


negó con la cabeza. Así que me comí una yo. Descubrí que sabían bastante bien
mojadas en té, especialmente en té con leche, y acabé comiendo dos más.

—Más vale que te comas una, —le dije—. O es probable que me coma todo el
plato.

Rhea finalmente levantó la vista, y su cara no parecía saber qué hacer consigo
misma. Vi un destello de incredulidad, algo de confusión y algo que se parecía
mucho a la vergüenza. Pero finalmente se decidió por la ira.

—¡Deberías haberme dejado ir!

Pensé en comer otra galleta, pero me había cabreado mucho cuando Gertie se
había quedado allí parada, masticando la pera delante de mí, así que no lo hice.

—¿Supongo que te refieres a cuando intentaste abandonar la corte?

—¡Sí! Hace un mes, intenté irme, ¡pero hiciste que Rico me trajera de vuelta!

En realidad, no le había dicho que lo hiciera, aunque lo habría hecho si me


hubiera dado cuenta de lo que estaba pasando. Por suerte, Rico prestaba más
atención a mi joven y bonita acólita que yo a veces. Pero no creía que ahora
fuera el momento de sacar el tema.

—Si quieres irte porque no quieres el trabajo, —le dije—. Eso es una cosa. Pero
irte porque tienes miedo...

317
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—¡No tengo miedo!

Rhea parecía tan indignada que tuve que esconder una sonrisa en mi taza.

—Vale, no tienes miedo, —acepté—. Es bueno saberlo, porque las rutinas de


entrenamiento de por aquí son un poco... desordenadas. Pero consiguen
resultados.

—¿Resultados? —Me miró fijamente—. ¡Casi te mato!

—No fue una caída tan grande. Aunque supongo que aún podría desarrollar
difteria o algo así...

—¿Cómo puedes bromear con eso? ¿Cómo?

Me levanté para prepararme más té.

—Pritkin solía dejarme caer por acantilados en los entrenamientos. Esto


realmente no fue tan malo.

Rhea echó las mantas hacia atrás y se levantó. Llevaba un camisón de franela
de cuello alto, algo que podría haber llevado una persona de ochenta años, pero
en este tipo de noches, tenía sentido. Ella no fue a ningún lado y no se paseó,
probablemente porque no había espacio. Con todos los muebles viejos que
habían metido aquí, estaba empezando a pensar que habíamos estado
durmiendo en los almacenes.

En su lugar, se rodeó con los brazos y me miró. Me senté en una silla junto a la
cama y bebí té. Esto pareció molestarla.

—¿Lo sabías? —Preguntó atentamente—. ¿Lo que habían planeado?

—No. No habría dejado que te hicieran eso. Probablemente por eso no me lo


dijeron.

—No, no lo habrías hecho. —Rhea se pasó una mano por el pelo agitadamente,
y se acercó a la puerta. Pero como estaba a un metro y medio de distancia, no
pareció ayudar mucho—. Lo siento, —me dijo, después de un momento—. No
estoy pensando con claridad.

—Hay mucho de eso dando vueltas.

318
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—Es solo que... Se supone que puedo ayudarte. Quiero ayudarte. Lady
Herophile tenía razón; debería haber estado contigo, cuando fuiste tras el vam...
Lord Mircea, —se corrigió—. Podría haberte ayudado.

—¿Entonces por qué no lo hiciste?

Era una pregunta bastante suave, pero pareció golpearla como un rayo. Se giró
de repente, pasando de estar de cara a la puerta a estar de cara a mí.

—¡No lo sé!

—Pero creo que sí lo sabes.

Me miró fijamente, con los ojos muy abiertos, y no dijo nada.

—Gertie tiene todas estas cosas, —le dije, después de un minuto—. Supongo
que las llamarías ayudas didácticas. ¿Sabes a dónde me llevó ayer?

Me miró un poco más y negó con la cabeza.

—A un... Supongo que lo llamarías un recuerdo tangible. Algo que su abuela hizo
para ella antes de venir a la corte. El tiempo en una botella, donde se reproduce
el mismo día, una y otra vez. Le gusta volver allí a veces, cenar con su abuela,
buscar almejas, jugar con este perro loco. Es agradable, supongo. Está justo en
el agua, pero no se me ocurrió preguntarle dónde.

Rhea se acercó y se sentó en el borde de la cama. No parecía saber a dónde


iba esto exactamente, lo cual era justo porque yo tampoco lo sabía.

—Estaba pensando que estaría bien hacer algo así para las iniciadas, —dije—.
Para que pudieran ver a sus padres siempre que quisieran. Como una foto viva
de casa. Por supuesto, no sé cuántas son clarividentes táctiles, pero hay que
imaginar que al menos algunas...

>>Pero entonces pensé que podría ser extraño, o incluso un poco cruel. Ver lo
que ya no tienen, y verlo así, congelado en el tiempo. La vida no es así; no
permanece igual. Por mucho que lo deseemos. Quiero que las chicas tengan
más contacto con sus familias, para que no crezcan sintiéndose huérfanas. Pero
no creo que esa sea la manera de hacerlo.

319
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—Puedes crecer al lado de tu familia y sentirte huérfana también, —dijo Rhea


suavemente—. Invisible, inadvertida, pasada por alto.

—Como tu madre te pasó por alto para un puesto de acólita.

Ella asintió.

—¿Por eso no usas el poder? ¿Crees que ella no querría que lo hicieras?

—Sé que no lo querría. Dijo que era porque no quería que estuviera atrapada en
esta vida, con todas sus reglas y restricciones. Pero esa no era la razón.

Fruncí el ceño y me recosté en mi silla, aunque era uno de esos aparatos de


tortura de respaldo recto que tanto gustaban a los victorianos, así que no sirvió
de mucho. Me senté de nuevo hacia delante.

—Entonces, ¿cuál era la razón?

Rhea se levantó, caminó hacia la puerta como si fuera a salir, y luego se dio la
vuelta y se puso de espaldas a ella. —El poder pítico es... como ningún otro.
Puedes cambiar el mundo con él, literalmente reescribir el tiempo mismo. Por lo
tanto, la persona que ocupa ese cargo tiene que ser... extraordinaria. Inteligente,
reflexiva, medida, una verdadera diplomática. Pero también una guerrera: dura,
capaz y tenaz, capaz de luchar cuando es necesario, incluso contra las terribles
adversidades. Tiene que ser fuerte pero gentil, culta pero amable, una madre
para sus iniciadas y una sabia para la comunidad sobrenatural. Tiene que ser...
perfecta. Simplemente perfecta. Una entre mil millones...

No pude evitarlo; me eché a reír. Intenté parar, porque era mezquino, sabía que
era mezquino, pero simplemente no pude. Me reí y me reí y luego me reí un poco
más. Hasta que me agaché y jadeé, con lágrimas saliendo de mis ojos y en serio
peligro de hiperventilar. Por un momento, no pude respirar.

Rhea me ayudó a subir a la cama, con preocupación en sus ojos.

—¿Debería yo... debería ir a buscar a la Lady?

Resollé algo incoherente, pero cuando intentó irse, la agarré.

—Dame... un minuto.

320
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—¿Estás bien?

—Sí. —Resollé un poco más, y me dije a mí misma que lo dejara antes de


empezar de nuevo. Rhea no se merecía eso. Había tenido que lidiar con muchas
cosas últimamente: su madre asesinada, su padre poco acogedor con la hija que
no sabía que tenía, y el pequeño asunto de una guerra por la que luchar.

No ayudaba el hecho de que, hasta hace poco tiempo, había sido básicamente
la ayudante de la guardería en la corte, ayudando a cuidar a las iniciadas más
pequeñas. Su mayor preocupación diaria había sido quién tenía un resfriado y
quién había robado los crayones de quién. Luego, su madre murió, su casa
voló por los aires y la nueva y posiblemente loca Pitia la convirtió no sólo en
una acólita, sino también en su heredera. Era suficiente para poner tenso a
cualquiera.

Y que yo me riera de ella no iba a ayudar.

—Lo siento, —dije, y lo dije en serio—. Es que... te das cuenta de que si la lista
que me diste fuera cierta, tendría que presentar mi renuncia. ¿Que todas las
Pitias lo harían?

Rhea pareció sorprendida por un momento. —No lo harían.

—Lo harían.

—No lo harían... —dijo, antes de contenerse. Y me frunció el ceño—. Tú eres


una diosa...

—Semi, y en su mayor parte me parezco a mi padre. Que no era precisamente


un pilar de la comunidad, déjame decirte.

—... ¡Y yo no lo soy! No soy nada.

—Sabes que eso no es cierto, —dije, preguntándome por qué ella no podía ver
el potencial que todos los demás veían. Especialmente después de algunos
eventos recientes donde ella había ayudado a salvar mi trasero—. Eres la hija
de Agnes. Y también de Jonas. Tienes toda la habilidad que necesitas...

321
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—¡No la tengo! No puedo hacerlo! —Había dos pequeñas manchas de color, en


lo alto de sus pómulos, que sucedían cuando estaba realmente molesta—. Lo
arruinaría todo y mataría a todos...

—... pero nadie te va a obligar a hacer nada.

Se detuvo bruscamente y me miró.

—Nunca quise esto, —le dije—. No fui como todas esas acólitas, luchando y
peleando y arañando por el puesto. Me crio un vampiro imbécil que se aprovechó
de mi don hasta que me escapé. Entonces el poder me encontró, se depositó en
mi regazo, y se negó a irse. Nunca tuve la oportunidad de negarme. Bueno, eso
no es exactamente cierto; me negué muchas veces, pero nadie me escuchó.
Y durante mucho tiempo estuve muy disgustada por eso. La gente siguió
intentando matarme, a diario durante un tiempo, y principalmente porque yo
era la Pitia. Mis enemigos trataron de matarme, mis aliados trataron de matarme,
era básicamente temporada abierta para Cassie Palmer. Todavía no sé cómo
sobreviví...

—Tú eres tú, —dijo Rhea con fervor—. Eres especial...

—Calla, —le dije, y ella se detuvo—. Pero las cosas cambiaron, en algún
momento. No sé exactamente dónde. Recuerdo haber mirado un poco de arena
que había traído accidentalmente de un mundo alienígena, una de las regiones
infernales. Estaba en mi antigua habitación de Dante, y se sacudió de unos
pantalones tipo harén alienígena que llevaba, porque acababa de sacar a mi
novio del infierno, y... me afectó. Fue un gran momento para mí. Arena de otro
mundo. No debería haber estado ahí, pero lo estaba, así que no había estado
soñando, ¿ves?

Rhea asintió, aunque su expresión decía que seguía pensando que debía ir a
buscar a Gertie.

—O la vez que traje un pez viajero del tiempo en mi sujetador, —dije recordando.

—¿En tu... qué?

—O la vez que tiré a un dios debilitado por un retrete metafísico mientras viajaba
en un coche volador. O la vez que vi al fantasma de ese mismo dios ayudar a

322
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

despedazar a otro. O la vez que... bueno, ya te haces una idea. Gertie dice que
esta vida te cambia, y no se equivoca. Yo solía querer... No lo sé. Creo que nunca
me permití querer cosas de verdad. Con un vampiro enloquecido tras tu sangre,
ese tipo de cosas no tienen mucho sentido. Pero solía soñar despierta que, tal
vez algún día, Tony dejaría de perseguirme. Asumiría que había muerto o algo
así, ya que su gente no me había encontrado. Y luego...

—¿Y luego? —Rhea de repente me estaba mirando atentamente.

—Y luego un hogar, una familia. Un trabajo en el que me despertaba cuando


sonaba el despertador por la mañana, y volvía a casa para cenar en la mesa del
comedor por la noche. Una vida normal, ¿sabes? Sin estrés, sin nadie que
intentara matarme, sin motivos para huir. Raíces, un hogar permanente al que
pudiera permitirme empezar a amar, porque estaría allí a largo plazo, incluso
podría envejecer allí. Alguien con quien envejecer...

—¿No sigues queriendo eso?

—En parte, sí. Pero ahora también quiero otras cosas. El mundo es mucho más
grande de lo que nunca pensé, y ahora he visto mucho más. Sabes, solía
escuchar que las Pitias morían jóvenes, viviendo tal vez la mitad de tiempo que
los humanos mágicos normales...

—Varía, dependiendo de cuánto usen el poder.

—Tal vez. O tal vez sólo estás viendo la parte que viven en este período de
tiempo. Agnes me dijo una vez que la mayoría de las veces no le avisaba al
Círculo cuando tenía una misión. No le gustaba que le enviaran un destacamento
de magos de guerra. No los necesitaba, sólo le estorbaban. Y eso suponiendo
que no empezaran a volar todo lo que tenían a la vista.

Rhea sonrió.

—Me he preguntado desde entonces, ¿cuántos años vivió en otras épocas que
nadie sabía?

Rhea negó con la cabeza. —No puedes hacer eso. No puedes viajar sin razón...

—¿Como no puedes tener hijos?

323
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Su cara se apagó de repente. —Ella no quería. Fui un error.

—¿Te dijo eso?

—Toda su vida me lo dijo. Compitió duramente para ser la Pitia, para vencer a
todas las demás acólitas. ¿Crees que quería poner en peligro eso... por mí?

Me comí la última galleta, como las llamaban aquí, porque no se puede devolver
sólo una.

—Creo que Agnes hizo lo que quiso. Solía pensar que era tan estricta, tan de
acuerdo a las reglas. Porque eso es lo que ella quería que la gente viera. La Pitia
perfecta para que nadie arañara la superficie. Pero por debajo...

—¿Qué? ¿Qué había debajo?

—Lo que viste hoy. Le gustó esa pelea. Era buena en eso...

—Sí. —Rhea hizo una mueca—. Un poco demasiado buena.

—... y tú también —Eso me llamó la atención, pero era la verdad. Ella había
estado viviendo ahí fuera—. Dime algo, si dejas la corte, ¿qué harás? Sabiendo
lo que hay ahí afuera, lo grande que es realmente el mundo y el tiempo, ¿qué
harás?

—No lo sé. Nunca... Nunca he pensado en ello. Me crie en la corte; éste fue el
único hogar que conocí. Incluso cuando era muy joven en los aquelarres,
siempre supe que vendría aquí. Nunca pensé en dejarlo.

—¿Y ahora quieres hacerlo?

Su rostro se arrugó de nuevo. —No quiero; tengo que hacerlo.

—¿Por qué?

—¡Ya te dije por qué! Sé lo que quieres, lo que necesitas. Estamos en guerra y
tienes una heredera que no puede desplazarse. O... que no puede hacerlo bien.

—Yo diría que lo hiciste bastante bien.

—¡Pero no se trata sólo de desplazar! O de usar el poder. Se trata de usarlo


bien, de hacer lo correcto, de tomar las decisiones difíciles... —Se mordió el

324
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

labio—. Tenías razón. Tengo miedo. Me aterra la idea de fallarte, de fallarles a


todos.

—Sí. He estado allí.

Parecía sorprendida.

Me las arreglé para no poner los ojos en blanco.

—He sido egoísta, —le dije, después de un momento—. Cuando acepté este
trabajo, era tan abrumador que no sabía ni por dónde empezar. Pero entonces
apareciste tú, la heredera perfecta, y pareció que por fin. Algo salió bien. Algo
fue fácil. Pero no me paré a pensar en lo que querías. Y lo siento por eso.

Las manos de Rhea cubrieron las mías. —Lady...

—Pero ahora lo entiendo. La gente sigue diciéndome cómo vivir mi vida; cómo
ser y a quién amar. No voy a hacer lo mismo contigo. Y no funcionaría, incluso
si lo hiciera. No puedes hacer un trabajo como este a largo plazo a menos que
sea lo que tú quieras, no lo que otro quiera para ti. A veces es un trabajo terrible,
el peor del mundo. Y otras, es... una revelación. Como ninguna otra cosa ha sido
o podría ser. Pero son extremos con los que no todos pueden vivir. Tienes la
capacidad, Rhea; la pregunta es si tienes el deseo de hacerlo. Quiero que sepas
que te apoyaré, sea cual sea el camino que decidas.

—Gracias, Lady, —susurró ella.

—De nada. Ahora, duerme un poco. Tenemos trabajo que hacer por la mañana.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

CAPÍTULO 30

—No es... no es que no me parezca una buena idea, —dijo Rhea a la mañana
siguiente, sosteniendo una linterna mientras bajábamos los escalones del sótano
una vez más.

—Es bueno saberlo.

—...pero bajo las circunstancias, quiero decir, bueno, después de la última vez...

—¿Uh huh?

—... ¿No crees que sería mejor si, tal vez, fuera y recuperara la información que
necesitas para ti?

—No.

—No me importa en absoluto, y estoy bastante familiarizada con... oh, —dijo ella,
y se detuvo en una escalera, mordiéndose el labio.

—Soy Pitia, —le recordé—. Esta es mi biblioteca. Y me va a dar lo que quiero.

Gertie había dicho que tenía que aprender a controlar mi poder, y éste era sin
duda el sitio para empezar. Pero también necesitaba algo más, y no quería que
nadie viera esa información. Ni siquiera Rhea.

Algo me había estado molestando, más y más, cada vez que pensaba en ello.
Especialmente ahora que Gertie había limpiado la maleza. Porque creía que
tenía razón sobre el primer y el tercer ataque, que podían achacarse al poder
pítico jugando con mis nuevas y brillantes habilidades vampíricas.

Pero no el segundo.

No, el segundo fue algo totalmente distinto.

No era la mejor investigadora del mundo, pero iba a averiguar qué había pasado
en ese baño, ¡y este sitio me iba a ayudar!

—Bueno, sí, por supuesto, —dijo Rhea con diplomacia—. Pero podría dártela a
través de mí, ¿ves?

Me crucé de brazos y la miré.


326
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—No lo ves. —Sus hombros se desplomaron ligeramente, haciendo que la luz


de la linterna salpicara las antiguas piedras.

—Todo irá bien, —le dije, e intenté parecer más optimista de lo que me sentía.

Supongo que funcionó, porque Rhea asintió y bajamos unos cuantos escalones
más. O, al menos, yo lo hice. Rhea caminaba como una persona normal, aunque
preocupada.

Si seguía así, se iba a destrozar el labio, pensé.

Yo, por el contrario, me concentraba en agudizar mis sentidos. Todos ellos,


como debería haber hecho la primera vez que vine aquí. ¡Sólo que nadie me
había dicho que este lugar necesitaba un traje de protección metafísico!

—Apaga la linterna, —le susurré cuando llegamos al fondo, y Rhea lo hizo de


buena gana. Nos quedamos en la oscuridad por un momento, esperando que
nuestros ojos se ajustaran. Cuando por fin pude volver a ver sus rasgos
preocupados, me arriesgué a echar un vistazo por la esquina.

La habitación estaba oscura y silenciosa. Bueno, casi todo. Había algunos


parpadeos siniestros aquí y allá, pero nada alarmante. El efecto estroboscópico
había desaparecido casi por completo, y sólo había unas pocas y débiles
burbujas de iluminación jugando sobre las paredes que tuve que entrecerrar los
ojos para distinguirlas. Como si la lámpara de lava se hubiera quedado sin pilas.

—No creo que usen pilas, —susurró Rhea. La miré de nuevo. —¿Qué?

—Las lámparas de lava. Tuve una de niña, que compré en Tottenham Court
Road. Una rosa.

La miré fijamente.

—Se conectaba a una toma de corriente, —agregó amablemente.

Me quedé mirando un poco más. —¿Acaso...? ¿Acabas de leerme la mente?

—¿Qué?

—¡Las lámparas de lava! ¿Cómo sabías que estaba pensando en ellas?

—¿Po... Porque lo dijiste?

327
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—¡No lo hice!

—Yo... tú... hace un momento...

Sus ojos eran enormes y me di cuenta de que la había agarrado por los hombros.
Solté los dedos y me apoyé en la pared, tragando saliva. —Lo siento.

—Tú... hablaste en voz alta, Lady, lo prometo...

—Sí, a veces lo hago sin darme cuenta. Es una mala costumbre, —le dije, sin
aliento—. Es que estoy un poco nerviosa.

—Comprensible.

De repente me sentí muy agradecida de que Rhea estuviera aquí y no Gertie.


Quien me habría dado un golpe en la cabeza y me habría dicho que me pusiera
manos a la obra de una vez. Y habría tenido razón.

Volví a asomarme a la esquina.

Seguía oscuro, seguía tranquilo. Había algunas señales de movimiento que no


había notado antes, quizá porque mis ojos estaban ahora completamente
dilatados. Cuadros extraños de luz, como páginas sueltas de un libro o pantallas
de televisión inusualmente dobladas, brillaban débilmente aquí o allá. Pero no
podía distinguir nada en las superficies y, a diferencia de la última vez, parecían
tener problemas para adherirse a las cosas. Revoloteaban de un lado a otro,
rozando las columnas o desprendiéndose de las paredes, para luego caer
suavemente al suelo como hojas caídas.

Inofensivos.

Respiré profundamente.

—De acuerdo. Intentémoslo de nuevo, —dije, sonriendo tranquilizadoramente a


Rhea, y bajé la última escalera.

Y una docena de candelabros en pie cobraron vida de repente.

Estaban repartidos por las paredes detrás de los pilares, pero en la oscuridad no
los había visto. Ahora casi no los veía por el resplandor y porque la habitación
se llenó de repente de esas extrañas imágenes brillantes, que se arremolinaban

328
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

en el aire como el papel en una tormenta de viento. Sólo que no volaban al azar.
Estaban dando vueltas, fluían juntas, venían directamente hacia...

¡Mierda!

Grité, Rhea dejó caer la linterna y yo volví a tropezar con las escaleras,
haciendo que los candelabros se apagaran bruscamente. No es que importara,
porque la resplandeciente tormenta de mierda acababa de estrellarse contra mí.
Agité mis manos alrededor de mi cabeza, golpeando la masa de imágenes que
se arremolinaban como si estuviera tratando de defenderme de un enjambre de
abejas furiosas. Y eso es lo que sentí, que me gritaban pesadillas mientras subía
las escaleras, hasta llegar de nuevo a la planta principal, donde salí
tambaleándome, cerré la puerta y me quedé de espaldas a ella, respirando
con dificultad.

Antes de darme cuenta de que Rhea seguía allí abajo.

¡Mierda!

Abrí la puerta y la hice pasar, luego la volví a cerrar de golpe. Y pisé a unos
locos escapistas que revoloteaban contra la alfombra. Unas cuantas acólitas o
iniciadas mayores se detuvieron en su camino hacia la escalera para
observarme, pero las ignoré. Estaba demasiado ocupada matando una página
brillante con un pequeño dragón que intentaba prenderme fuego.

Apagué su fuego, permanentemente, y levanté la vista para encontrar a Rhea


mirándome también. Pero no dijo nada, lo cual era una de las mejores cosas
de ella. Sabía cuándo hablar y cuándo no decir nada.

A diferencia de mí.

—Opción dos, —le dije con gravedad, y ella se mordió el labio un poco más.

~~~

Las escaleras, decidí, eran el problema. Algo en esas malditas cosas alertaba a
los casos de que había alguien disponible para torturar. Así que, de acuerdo,
entonces. Nada de escaleras.

329
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Me materialicé tan lejos como pude, desplazándome junto a uno de los oscuros
pasillos del otro lado de la gran sala. E inmediatamente me abracé a la pared,
respirando lo más silenciosamente posible con mi corazón tratando de salir de
mi pecho. Las piedras detrás de mí estaban frías, y podía ver mi aliento frente a
mi cara, pero nada me atacaba, nada se movía.

¡Nada en absoluto!

Me quedé quieta un momento, por si acaso, pero no hubo más aleteos extraños.
No había más luces de lava. Sólo la oscuridad palpitante, la habitación tranquila
y silenciosa, y las diminutas nubes que exhalaba de alivio.

Y la enorme katana que se dirigía a mi cuello.

Caí como una piedra y miré hacia arriba, justo a tiempo para ver la pared
perforada por la fuerza del golpe que casi me había arrancado la cabeza.
Retrocedí y la espada me siguió. Tuve la impresión de que la llevaba en la
mano un tipo grande con aspecto de samurái, pero no conseguí verlo con
claridad, porque era todo lo que podía hacer para evitar los golpes cortantes.

Uno de ellos impactó en el suelo y me arrancó un trozo de dobladillo. Otro cortó


el aire justo sobre mi cabeza mientras abruptamente me inclinaba hacia atrás, lo
que hizo que no me diera en la cara por centímetros. Y cuando rodé por debajo
de una vitrina, ésta casi estalló encima de mí, derrumbándose bajo una masa
de acero templado y la montaña de músculos que la blandía.

No me quedaba suficiente aire en los pulmones para gritar, no y arrastrarme al


mismo tiempo, y opté por arrastrarme. O algo parecido, más bien una lucha
alocada y agitada mientras la sangre me resbalaba por la cara, los cristales rotos
me apuñalaban las palmas y las espinillas, y una mano carnosa me agarraba el
pelo. Pero no lo agarró lo suficiente y me aparté, me puse en pie a trompicones
y corrí...

Directamente hacia Rhea.

—¿Está bien esta vez? —Preguntó ella, mientras lo que parecía un martillazo
me daba de lleno en la espalda.

330
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Sentí cómo se me rajaba la columna vertebral, cómo brotaba la sangre y cómo


uno de mis pulmones, ahora destrozado por la hoja mortal, colapsó. Utilicé el
otro para gritar finalmente en su cara. Ella me devolvió el grito, un aullido de
sorpresa, y durante un segundo nos quedamos ahí, gritándonos la una a la otra.
Hasta que la agarré y nos desplacé...

De vuelta al pasillo superior de nuevo.

Aterrizamos en una alfombra resbaladiza, que se deslizó bajo nuestros pies y


nos arrojó al suelo. Acabamos en un montón de faldas de encaje blanco y
miembros agitados, todavía gritando. Y yo tocándome repetidamente el pecho,
del que debería haber salido una enorme espada.

Pero en lugar de eso, mis dedos sólo se encontraron con el encaje rasposo, un
poco polvoriento por mi arrastre por el suelo, pero por lo demás bien. Me aparté
el pelo revuelto de los ojos y rodé fuera de Rhea, sin dejar de mirar con
incredulidad mis tetas sin triturar. Y luego a un grupo de acólitas, más grandes
que antes, que se alineaban en las escaleras. Esta vez no subían ni bajaban,
sino que merodeaban como si no tuvieran nada mejor que hacer.

Rhea gimió y se sentó, apartando su propio peso de pelo, mucho más oscuro y
pesado que el mío, fuera de sus ojos. Y luego los estrechó hacia Agnes. Quien,
me di cuenta, era uno de los miembros del público en la escalera.

—¿Qué estás haciendo aquí? —Exigió Rhea.

Agnes le dedicó una sonrisa insolente. —Viendo el espectáculo.

Rhea frunció el ceño.

Me reí, un repentino estallido de sonido, y me recosté contra el suelo, jadeando


y riendo y sintiendo la particular euforia que sólo se produce cuando no se muere
inesperadamente.

—Estamos pensando en cobrar la entrada, —añadió Agnes.

Rhea me ayudó a levantarme, todavía fulminando con la mirada a su madre. —


Opción tres, —me dijo secamente.

Parpadeé hacia ella, aún riendo. —¿Opción tres?

331
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—Opción tres.

~~~

La opción tres resultó ser el arma nuclear de la Pitia, al menos en lo que respecta
a los lugares peligrosos.

—No puedo hacer esto por mucho tiempo, —le dije a Rhea nerviosamente, en el
hueco de la escalera de un piso más abajo, porque no necesitaba público—. Billy
no está aquí para cuidar mi cuerpo.

Billy Joe y yo habíamos descubierto muy pronto que una Pitia podía escurrirse
de su cuerpo y viajar en el tiempo como un espíritu. Algunas de mis predecesoras
habían preferido ese método, porque significaba que no era tan probable
arrastrar a casa la peste bubónica o algo así. A mí me parecía que habitar el
cuerpo de otra persona era desagradable como el infierno y lo evitaba siempre
que era posible, pero a veces no lo era.

Y ahí es donde entraba Billy.

Porque un cuerpo sin espíritu es lo que llamamos morir, de lo que no era fanática.
La mayoría de las Pitias tampoco lo eran, y sorteaban ese pequeño problema
volviendo a su piel mudable casi en el momento en que la dejaban. Pero yo no
tenía ese tipo de sincronización en fracciones de segundo, así que tuve que
arreglármelas con Billy. Él se emborrachaba en mi cuerpo mientras yo no estaba,
a cambio de hacer de canguro.

Porque nadie dijo nunca que el espíritu en cuestión tuviera que ser el tuyo.

Pero Billy estaba ocupado cuidando a Pritkin, lo que significaba que yo estaba
sola. Lo que no me daba mucho tiempo para trabajar aquí. Estar fuera más de
un minuto o dos en casos como estos no se consideraba óptimo.

Bueno, no si quería más minutos en el futuro.

—Sólo será un momento para ver si funciona, —dijo Rhea con firmeza. Me alegré
de ver que había dejado de morder sus labios, pero empezaba a parecer que
habíamos cambiado de sitio. Yo era la que cambiaba nerviosamente de pie
fantasmal a pie fantasmal, mientras ella me arreglaba modestamente las faldas
y luego se ponía a vigilar mi forma caída, con el rostro sereno.

332
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Y luego expectante, cuando me miró.

Tragué saliva y me volví hacia la oscura escalera, que ahora mismo parecía un
túnel directo al infierno. ¿Cómo me metí en estas cosas?

¿Por qué no le dejé a Rhea una lista de investigación y me fui a casa?

No importa; ya sabía por qué. Porque tratar de explicar el incidente del baño a
mi virginal acólita, con su dulce cara y sus grandes e inocentes ojos marrones,
me había dejado con la lengua trabada y discretamente horrorizada. Algo así,
pensé sombríamente.

Pero no tenía tiempo para la cobardía, así que empecé a bajar los malditos
escalones de nuevo. La esperanza aquí era que las habilidades de Mircea
estuvieran atadas a mi cuerpo y no me causaran los mismos problemas que un
espíritu. Así que, mientras mantuviera mis dedos fantasmales para mí, debería
estar bien.

En teoría.

Pero también parecía funcionar en la práctica. Bajé los escalones sin ser
molestada y salí a la gran sala principal. Esta vez no se encendieron antorchas
a mi llegada, ya que mis pies fantasmales no parecían ser suficientes para activar
nada. Y ninguna luz parpadeó ni atacaron los samuráis. No ocurrió nada en
absoluto, en lo que ahora era sólo una sala grande, oscura y ligeramente
polvorienta.

Anota un punto para Rhea, pensé, con una sonrisa en la cara.

¡Anota uno grande! Debería haber pensado en esto... uh... antes de...

Mis pensamientos se interrumpieron cuando vi algo que parecía una mancha


plateada en la oscuridad. Se movía hacia aquí, pero esta vez no era algo
extraño. Bueno, al menos no para mí, porque Billy no era el único fantasma con
el que había tratado en mi vida. Los clarividentes parecen atraerlos, quizá porque
somos los únicos que podemos oírlos, y yo siempre había sido un imán para los
fantasmas.

Sólo que éste... no parecía impresionado.

333
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

No es que pudiera ver mucho de ella, porque no se había molestado en


materializarse del todo. Sin embargo, me dio la impresión de que era una mujer,
o lo había sido en vida. Pensé que su pelo podría ser oscuro y estar recogido en
trenzas junto a su cabeza, y que sus ojos podrían ser azules. O tal vez reflejaran
el color del vestido de cuello alto que llevaba.

En cualquier caso, tenía un rostro juvenil no mucho mayor que el mío y una
expresión dulce, hasta que me miró bien.

Oh, oh, pensé, retrocediendo un paso cuando las bonitas y jóvenes facciones se
derritieron, los ojos se convirtieron en fuego carmesí y la mandíbula se
desencajó, mostrando una masa de dientes afilados que no necesitaba, porque
ahora había dos espadas, una en cada mano...

Y eso fue todo lo que conseguí antes de que trincharan mi forma espiritual como
un pavo de Navidad. Mi mano derecha se desprendió y salió flotando, con los
dedos aún extendidos en un movimiento defensivo que no había servido de
nada. La miré durante una fracción de segundo, con el cerebro incapaz de
aceptar lo que acababa de suceder.

Y entonces esa espada volvió a brillar y yo estaba corriendo de regreso por la


escalera, con la boca dando alaridos mientras más rebanadas de mi forma
fantasmal eran cortadas, incluida mi cabeza, que fue arrancada y clavada en la
pared por una hoja lanzada.

Me tomó un segundo darme cuenta de lo que había sucedido y otro para dar la
vuelta a mi cuerpo que aún huía. De alguna manera lo logré, lo que me dio la
visión muy desorientadora de mi espíritu sin cabeza tratando de arrancar mi
cabeza gritando de la hoja. A lo que no ayudó el hecho de que el maldito
fantasma acababa de alcanzarme.

Pero sé algunas cosas sobre fantasmas, y tan poderosa como ella era, yo
también. ¡Y estaba motivada! Le di un codazo en esa cara de horror, la vi caer
de nuevo en la oscuridad de la escalera, agarré mi cabeza y corrí, literalmente,
por mi vida.

—¿Lady? —Dijo Rhea, cuando pasé por delante de ella—. ¡Lady!

334
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

No esperé. Atravesé la puerta y entré en el pasillo trasero, con mi cabeza bajo


mi brazo y un horror salvaje pisándome los talones. Y aunque no todos los
clarividentes pueden ver fantasmas, muchos sí. Incluyendo un buen número de
espectadoras en las escaleras, a juzgar por sus gritos e intentos de huir. Incluso
los ojos de Agnes se agrandaron y dijo algo claramente impropio de una dama
cuando pasé corriendo junto a ella, dirigiéndome a la puerta principal.

Porque los fantasmas tienen un territorio establecido que defienden, y yo


necesitaba pasar el de este, ahora mismo.

No lo logré. Algo frío y huesudo, como una mano esquelética, me agarró el tobillo
y me sacó de mis pies fantasmales. Me golpeé de cara, lo suficientemente fuerte
como para desaparecer a medias en el suelo. Eso incluyó mi cabeza cortada,
supuse, porque durante un segundo, todas las luces se apagaron.

Y luego volvieron a encenderse cuando la mano me soltó bruscamente y, de


alguna manera, volví a la superficie, sólo para dar la vuelta y ver a Rhea
luchando con el fantasma. Su rostro estaba tan sombrío como nunca lo había
visto, el fuego de los hechizos se extendía por sus manos y, por un momento,
parecía que estaba ganando, devolviéndole golpe tras golpe. Pero eso se debía
principalmente a que todavía estaba enfocada en mí.

Hasta que esos ojos rojos se movieron hacia ella, y se estrecharon


amenazadoramente.

—¡No! —Grité—. ¡Aquí! ¡Justo aquí, hijo de puta!

De alguna manera me puse en pie, con mi cabeza aún bajo mi brazo, pero
con mi cuerpo en movimiento. Porque un golpe salvaje del fantasma acababa de
hacer volar a Rhea, con cuerpo y todo, algo así como media docena de metros
hacia atrás. La vi caer y deslizarse sobre el mármol, vi que el fantasma
empezaba a perseguirla, vi que la mano que me quedaba se extendía y la
agarraba.

Y luego fue una batalla total, sin tiempo para pensar o incluso para registrar
realmente lo que estaba sucediendo.

Había tenido razón: esta cosa era fuerte. Más fuerte que cualquier fantasma que
hubiera visto, y además en su propio territorio. Pero yo no era sólo una
335
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

clarividente; era una nigromante especializada en fantasmas, como mi padre. Y


si esta cosa quería una maldita pelea, ¡le daría una!

Me rugió en la cara; yo le grité. Y le clavé el puño que me quedaba en su fea


cara. Lo mordisqueó con sus dientes afilados; me sostuve y la golpeé contra la
pared una y otra vez. Golpeó de vuelta, por supuesto, lanzándome como un
muñeco de trapo, pero sin ser lo suficientemente inteligente como para soltar mi
brazo, así que también siguió adelante.

Por supuesto, probablemente había una razón para eso, pensé, sintiendo que el
poder comenzaba a fluir fuera de mí. Intentaba drenarme, de fuerza, de vida, de
lo que pudiera encontrar. Saqueando mi vulnerable espíritu mientras yo
aguantaba con firmeza. Pero yo también podía jugar a ese juego, al menos con
un espíritu incorpóreo, y lo drené de vuelta, nuestras corrientes de poder se
agitaron y fluyeron, luchando entre sí al igual que nuestros puños y pies,
especialmente estos últimos cuando nos levantamos del suelo y ya no los
necesitábamos para mantenernos en pie.

Golpeamos una lámpara de araña y los cristales repicaron a nuestro alrededor,


porque los fantasmas pueden mover cosas cuando quieren. Y, en ese momento,
yo quería. ¡Arrastré al bastardo a través de todos esos pequeños cristales
brillantes, una y otra vez, intentando destrozar al espíritu como lo hizo conmigo
cuando me cortó la mitad del maldito brazo!

Y, por un momento, pareció funcionar. No podía desmaterializarse lo suficiente


como para evitar el daño y aferrarse a mí al mismo tiempo, y era un monstruo
decidido. El resultado fue lo que parecían filamentos de humo gris que se
desprendían de su cuerpo con cada pasada, y que se esparcían por la habitación
como si hubiera entrado niebla. ¡Un poco más y lo tendría!

O me tendría a mí, me di cuenta. Porque me estaba permitiendo destrozarlo,


para ganar tiempo, tiempo que yo no tenía. Había estado demasiado tiempo
lejos de mi cuerpo y mi luz ya se estaba apagando, junto con mis fuerzas.

Si no volvía pronto, podría haber dos fantasmas rondando la Corte de la Pitia.


Pero la maldita cosa no me soltaba, así que hice lo único que se me ocurrió. Y

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

arranqué el candelabro del techo, arrojándolo sobre el espíritu andrajoso, que


chilló como todos los demonios del infierno...

Y me dejó ir.

No perdí el tiempo y volví volando a mi cuerpo, donde una mano se retorcía


contra el suelo como si mi mano cortada hubiera vuelto por sí misma. Y entonces
el resto de mí también lo hizo, hundiéndose dentro de mi forma caída, sintiendo
que mi cuerpo se inflaba como un globo con forma humana, mientras mis
sentidos volvían a la vida de golpe. ¡Y haciéndome desear que no lo hubieran
hecho!

Me quedé allí jadeando mientras un corazón seriamente ralentizado volvía a


acelerarse de repente. Tosí y tuve arcadas cuando el aire llegó a los pulmones
desinflados. Me sentí terriblemente mareada mientras la sangre empezaba a fluir
por un cuerpo medio muerto de hambre, incluido un cerebro que, por un
momento, no sabía dónde estaba ni quién era.

Y entonces recordé.

Me puse de pie, me tambaleé contra la pared y me quedé allí un minuto,


jadeando. Luego me alejé, furiosa por mi debilidad. ¡Porque de ninguna manera
esas chicas podrían manejar esa cosa! Contrólate, me maldije a mí misma,
pasando una manga polvorienta por mis labios babeantes.

Y entonces materialicé cimitarras gemelas fantasmales, una en cada mano, sin


siquiera pensarlo. De acuerdo, eso era nuevo, y muy bueno, pensé, sintiendo
que empezaba a sonreír. Solo para arruinar el efecto al estrellarme de cara
contra la puerta aún cerrada, porque olvidé que un cuerpo no podía pasar
directamente.

Retrocedí a trompicones, maldiciendo, y luego la abrí de un tirón, de pie allí con


armas fantasmales brillantes, la cara ensangrentada y un grito de batalla
temblando en mis labios...

Donde se quedó, sin pronunciar, porque acababa de ver a un grupo de chicas


en el suelo, rodeando a una figura que lloraba: el fantasma, me di cuenta.
Intentaba reensamblarse a sí misma a partir de unas cuantas docenas de
piezas, y le costaba hacerlo. Hasta que me vio a mí y gritó como una loca,
337
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

retrocediendo y haciendo que todas las acólitas se volvieran hacia mí, con
idénticos ceños fruncidos en sus bonitas caras.

Especialmente en la de Agnes, que se levantó y vino hacia mí, con los puños
cerrados y una cara atronadora.

—¿Hay alguna razón por la que le diste una paliza a nuestra bibliotecaria?

Bueno. Mierda.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

CAPÍTULO 31

De acuerdo, el plan "Toma la iniciativa" había sufrido un pequeño revés. Pero en


general, las cosas estaban mejorando. Por fin había hablado con Rhea, y la
pelota estaba ahora en su campo. No podía hacer mucho más allí.

Actualmente estaba entrenando con dos de las patea-traseros más grandes que
conocía, y ella decidiría lo que decidiría.

Mircea también se mantenía estable, hasta ahora, y trabajaba duro en la


invasión, que parecía ir por buen camino. Teníamos un ejército que podía operar
tanto en Faerie como en la Tierra, listo para partir. Teníamos un conducto hacia
las tierras de Aeslinn que él desconocía, sorteando los enormes centinelas de
piedra que había colocado alrededor de sus fronteras y en los que parecía
depositar la mayor parte de su fe. Teníamos el elemento sorpresa y la ventaja, y
si lo derribábamos, podríamos terminar esta guerra aquí mismo.

Entonces, ¿por qué no estaba tomando vacaciones? Cuatro palabras: asesino


viajero del tiempo.

No, espera, escúchame.

Había sido atacada por un asaltante desconocido en el cuartel general y también


en casa de Gertie. Los dos asaltos habían sido con un siglo de diferencia y
parecían completamente distintos, uno hecho por un fey y otro por una criatura
parecida a un íncubo con un modus operandi completamente diferente. Y tal vez
lo eran. Ni siquiera sabía que yo era el objetivo del primero, y tal vez había algo
en mis poderes prestados que había desencadenado el segundo, del mismo
modo que el ataque de los Cambiaformas había sido provocado.

Pero me molestaban. Me molestaban mucho. Había dos cosas que no podía


explicar: Que la cara de Pritkin fuera utilizada por el íncubo, cuando no seríamos
una pareja hasta dentro de un siglo, y lo que me había contado sobre las guardas
del cuartel general. Es decir, que nadie pudo averiguar cómo entró el fey. Pero
había una manera obvia, ¿no?

De la misma manera que yo.

339
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

También había una posible tercera cuestión, a saber, la guarda de tiempo que
había hecho en mi propia corte, la que había estallado tan espectacularmente.
Claro, tal vez sólo era una forjadora de guardas de mierda, pero cuando se había
derrumbado sobre Billy Joe, no se había vuelto loca. Había hecho lo que se
suponía que debía hacer y lo había atrapado como si se hubiera revolcado en
un caramelo. Pero mientras me bañaba, se había vuelto completamente chiflada.

Como si hubiera atrapado a un viajero del tiempo, uno que había logrado librarse
de ella, pero que la lanzó con demasiada fuerza en su pánico...

Vale, eso era una exageración, pero aún así. Me molestaba. Y con la biblioteca
Pitica posiblemente permanentemente fuera de los límites, sólo había una
manera de averiguar si tenía razón.

Sólo que mi única manera estaba de mal humor.

—¿Quieres hacer qué?

Augustine, modisto de las estrellas, o al menos de los miembros adinerados de


la comunidad sobrenatural, ladeó una ceja hacia mí. Quise fruncir el ceño, ya
que todo el mundo parecía ser capaz de hacer eso menos yo. Pero era el
momento de la diplomacia, así que sonreí.

—Sólo por un rato.

—No es un juguete, Cassie, —me dijo severamente la hermosa criatura—. Está


entre los artículos que estoy diseñando para la campaña de guerra.

Esto último lo dijo con bastante orgullo, ya que Augustine había sido reclutado
por el Círculo para ayudar a idear algunos artículos mágicos que pudieran
funcionar en Faerie. La típica variedad humana no lo hacía, al menos no muy
bien, pero las cosas de Augustine no eran típicamente humanas. De hecho, era
más fey que no, ya que él mismo era parte fey y utilizaba esa ventaja para
superar a la competencia.

Estábamos en su taller, que en ese momento se encontraba en la Corte de la


Pitia, ya que su querida tienda había sido víctima de la Batalla por de la calle del
Dante. Mientras se reconstruía, ocupaba una de mis habitaciones libres, ya que
sólo tenía un millón de ellas. Y como nos había ayudado en la batalla en cuestión.

340
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Por eso estaba rodeada de magníficas creaciones que probablemente costaban


un dineral. Entre ellas, la del propio Augustine, un mono ceñido a la piel que
cambiaba de color y textura para adaptarse a lo que tuviera cerca. En ese
momento imitaba las plumas iridiscentes del dobladillo de un vestido casi
transparente de red salpicado de joyas.

Y dejándome ver una larga y peluda espinilla en lo que parecía una reluciente
red de pesca, porque el efecto de imitación había hecho que sus leggings fueran
también transparentes.

No estaba segura de que él hubiera pensado muy bien esa parte. ¿Qué
pasaría si una mujer llevara una vestido hecho de esa tela y se cruzara con un
tipo sin camisa? ¿Y si un tipo lo llevaba puesto y se acercaba demasiado a una
mujer en bikini? Las preguntas eran interminables, a diferencia de mi paciencia.

—Sé que no es un juguete, —dije, mi sonrisa nunca vaciló—. Por eso lo necesito.

—Lo que necesitas es un mejor glamour, —dijo, girándome hacia un espejo. ¡Y


maldita sea todo!

—He tenido dos, —dije, mirando mis ojos alegremente brillantes—. No se me


pega nada.

—Esto lo hará. —Desvié la mirada cuando se giró para coger algo de una
estantería, sin querer ver hasta dónde llegaba el efecto de la red, y cuando volví
a mirar, me tendía un botecito. Parecía contener gel transparente para el pelo,
pero no sentía nada en absoluto bajo las yemas de mis dedos.

Los froté y olfateé.

Tampoco olía a nada, ni siquiera para los sentidos vampíricos.

—Es fey, —me dijo—. Ajustado, por supuesto.

—Creía que los glamours fey siempre olían a flores, —dije dudosa.

—Normalmente. O a vísceras de pescado, ya que contienen el mismo


extracto. Pero normalmente se prefieren las flores.

—Me pregunto por qué.

341
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—Pero esto es algo que estoy haciendo para la guerra. Sin aroma para que nadie
sepa que se está usando un glamour.

—¿Un glamour para qué? —Pregunté, porque no había oído hablar de esto.

—Para hacer que los magos humanos se parezcan a los fey, para permitirles
mezclarse. Usé parte de magia humana, para permitir que el hechizo se
alimentara del poder del mago, y parte fey para asegurar que funcionara en
Faerie sin tener que reaplicarlo constantemente.

—Van a tener que encontrar algunos magos de culo alto, —señalé.

El propio Augustine medía algo así como dos metros, y era tan elegantemente
delgado que parecía que un gigante hubiera agarrado su cabeza rubia
perfectamente peinada y sus pies elegantemente calzados y hubiera tirado de
ellos.

—Hay muchos tipos de fey, ya sabes, —dijo, cogiendo el botecito y llenando mis
ojos con el contenido. Pintó círculos alrededor de ellos, como un jugador de fútbol
que se pone pesado con el ojo negro. Y murmuró un hechizo todo el tiempo, que
hizo que la cosa se secara y se apretara incómodamente. Pero cuando
finalmente se soltó y me volvió a girar hacia el espejo...

—Oh, eso es bueno, —dije, sorprendida. Se había deshecho de mis ojeras al


mismo tiempo.

—Estoy pensando en sacar una línea de cosméticos, cuando todo este asunto
de la guerra termine. Sin aroma, para no chocar con el perfume de una dama.

—Harás un montón de dinero, —dije, admirando mi nuevo aspecto.

—Lo necesitaré, —fue sombrío—. El Círculo paga mal y mis shows no van
mucho mejor. Con la guerra a las puertas, todo el mundo se siente incómodo
comprando "cosas bonitas e inútiles".

Miré alrededor de la sala de trabajo, repleta de magia sorprendente, incluso más


de lo habitual desde que Augustine se había hecho con un ayudante. Lo divisé
mirándome desde detrás de un estante, con sus enormes ojos de sol tan
sorprendentes como siempre. También era fey, de un tipo poco visto.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Uno que estaba a punto de ayudarnos enormemente en la guerra.

Pero aquí había algo más que una ventaja militar. Toqué un vestido cercano, uno
que se sentía como seda y parecía una vidriera con la luz que lo atravesaba. De
hecho, hacía su propia luz, manchando el suelo a su alrededor junto con mi piel.

Otro tenía el rosetón de Notre Dame en la falda, con las campanas de la catedral
repicando suavemente cada vez que se movía. Otro era un vestido de columna
que parecía un millar de capas de tul blanco, con rosas que subían desde el
dobladillo. Se enroscaban alrededor del cuerpo del vestido, sus tallos lo hacían
ceñido, para estallar en flor en el corpiño. Y tampoco eran flores estáticas, sino
que florecían constantemente, dejando caer pétalos a cada paso.

Hermoso.

Estaba cansada de la guerra, de correr y luchar, de las crisis y las


preocupaciones. Pensé que sería agradable vestirme con algunas, cosas bonitas
e inútiles, e ir a una fiesta, o pasar el rato en un spa de día, o pasar la noche en
la cama con mi amante. Y recordar por qué demonios estábamos luchando.

—La belleza nunca es inútil, —le dije a Augustine, y fui recompensada con una
rara mirada comprensiva. Y una sonrisa aún más rara.

—¿Qué es exactamente lo que necesitabas otra vez? —Preguntó.

~~~

Me desplacé a la habitación de Pritkin en el cuartel general, esta vez


completamente invisible, gracias a otra de las creaciones de Augustine. Antes,
la invisibilidad, la real, la que no permite ver el movimiento ni el contorno ni nada,
era imposible. Pero aparentemente no para los fey.

Augustine casi me había dado un susto de muerte arrastrándose por mi


habitación una vez, llevando su prenda encargada por el Círculo, y lo había
mejorado desde entonces. Aun así, el sedoso mono que llevaba puesto
requería una tremenda cantidad de energía, y sólo duraría un tiempo. Tenía que
calcular el tiempo exacto, y eso no era lo mejor.

Por lo tanto, me arriesgué y me coloqué en el pequeño cubículo de un baño,


donde podía observar sin estorbar. Y donde no me encontraría en medio de una

343
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

pelea si me equivocaba. Porque, sí, estaba volviendo al día del ataque en el


cuartel general, para ver si mi loca teoría tenía alguna validez.

Pero también estaba tratando de cumplir mi palabra con Billy, y no cambiar nada.
Pritkin y yo habíamos sobrevivido a ese ataque, y realmente me gustaría que
siguiera siendo así. Estaba aquí para observar, nada más, lo que debería ser
suficiente. No podía ver al asaltante, pero debería ser capaz de sentir cualquier
hechizo de tiempo que utilizara.

Era un buen plan, y me sentía bastante orgullosa de él.

Justo hasta que me desplacé y me di cuenta de que alguien más había tenido la
misma idea.

Casi aterricé en otro cuerpo, que estaba ocupando la mayor parte del espacio
del baño, ya que no había mucho para empezar. Mi poder consiguió desviarme
en el último segundo, lanzándome a la cabina de ducha, que no era mucho más
grande que yo. Y que era más pequeño aún cuando alguien se lanzó tras de
mí.

Entré en pánico; lo admito. No había esperado un ataque, estando segura de


que el anterior había venido por detrás de mí, no por el costado. ¡Por eso había
elegido el maldito baño en primer lugar! Así que hice algo estúpido.

Realmente estúpido.

Y congelé el tiempo a nuestro alrededor.

Esta vez, no fue una ralentización o algo a medias. Lo paré en seco en todo el
baño, lo que supuso un problema. Aunque no tanto como lo que entraba por la
puerta principal.

Se notaba que este lugar había sido diseñado por hombres, si es que diseñar
era la palabra correcta, porque ninguna mujer habría dejado la ducha a la vista
desde la puerta. Pero la mayoría del Cuerpo eran hombres, y supongo que no
les importaban esas cosas. Como resultado, pude ver claramente la versión
anterior de mí luchando por entrar en la habitación mientras llevaba una pesada
bandeja llena de comida.

Por un momento, solo me quedé mirando.

344
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

No fue por verme a mí misma, lo cual era raro, pero también lo era mi vida. Fue
por darme cuenta de lo mal que la había cagado. La persona que se suponía
que debía proteger la línea de tiempo estaba a punto de romperla, cuando mi
antigua yo no fue atacada a tiempo.

¡Porque mi yo actual acababa de congelar a su atacante!

Maldita sea, esto era exactamente lo que Billy me había advertido. Por muy
cuidadoso que fueras, nadie era perfecto, y tarde o temprano las cosas iban a
salir mal. Realmente mal, pensé, mirando a mi antigua yo tratando de encontrar
un espacio para la bandeja, y preguntándome qué mierda se suponía que
debía hacer ahora.

La respuesta, como resultó, fue nada. Porque un momento después, mi antigua


yo fue atacada justo a tiempo, y salvada sólo por el abrigo que estaba
sosteniendo. Que alguien no había sabido que era lo suficientemente fuerte
como para detener una espada hechizada en su camino.

Así como yo no había sabido que había dos tipos escondidos en la habitación de
Pritkin.

Todavía podía sentir el calor del cuerpo que tenía delante de mí, por muy invisible
que fuera, detenido a medio camino de su propio ataque, mientras el otro recibía
una paliza en la habitación de afuera. O lo estaba hasta que salió disparado
hacia la puerta, abriéndola de golpe y escabulléndose...

Justo en el momento en que el atacante número dos atravesó mi hechizo de


tiempo, me dio un puñetazo en las tripas y se desplazó...

—¿Mircea? —Jadeé, desconcertada. No era Mircea.

Había olido mal, por un lado, un olor áspero y penetrante que chocaba con el
glamour fey que llevaba. Y por otro, ¡Mircea no me agredía físicamente! Pero era
alguien que usaba el poder pítico que no tenía derecho a él, porque la magia que
se arremolinaba a mi alrededor era inconfundible.

También era lo suficientemente palpable como para que lograra agarrar el


extremo que revoloteaba, justo antes de que mi atacante se alejara por completo.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Y tiré. Devolviéndolo de golpe a su lugar un segundo después, utilizando el


mismo método que Gertie había utilizado para mantenerme en el jardín.

Algo que... podría no haber sido mi movimiento más sabio. Un congelamiento


del tiempo es debilitante, y ahora estaba atrapada en un pequeño cubículo de un
baño con un... algo enloquecido. ¡Sólo que no podía ver quién o qué!

Afortunadamente, él también estaba confundido, sin parecer entender por qué


su desplazamiento no había funcionado. Lo que probablemente fue la razón por
la que salió del baño sin acordarse de matarme primero, ¡eso y el hecho de que
tampoco podía verme! Y, por tanto, no sabía a qué adversario se enfrentaba en
ese momento.

No es tan malo, pensé, agarrándome el estómago, incluso cuando los instintos


de cazador de Mircea entraron en acción, y lo hicieron con fuerza. Pero tenían
que luchar contra mi propia conmoción, dolor y confusión. ¡Por no hablar de la
preocupación por lo que acababa de soltar en el cuartel general!

Lo que no era nada, me di cuenta, porque todavía había un remanente de la


magia de mi atacante en mi puño.

Lo enrollé alrededor de mi brazo un par de veces, tratando de averiguar qué


hacer, ya que no tenía la fuerza para atraerlo hacia mí. Pero supuse que a él no
le ocurría lo mismo. En cuanto llegó al final de la cuerda que yo había creado
accidentalmente, me encontré con que me sacaban de la bañera y me llevaban
al otro lado de la habitación, como el niño más pequeño en un tira y afloja.

Sólo que no suelen jugar a ese juego cuando hay paredes contra las que
estrellarse. O marcos de puertas con los que rasparse. O pasillos llenos de rocas
en los que tropezar. Llegué al pasillo exterior, mordiéndome el labio en un grito,
y evitando a duras penas chocar con mi otra yo, que regresaba para agarrar
algunas bombas de pociones con las que aterrorizar a Bata de Laboratorio.

—Lo siento, —jadeé automáticamente, cuando tropecé con el pequeño,


haciéndole saltar y mirar a su alrededor.

Pensarías que alguien que trabajaba en un laboratorio mágico subterráneo sería


un poco menos nervioso, pensé.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Y entonces fui sacudida por el pasillo.

Fue un tirón fuerte, como si tratara de controlar a un toro salvaje, y me hizo


tropezar por el pasillo en dirección contraria a mi otra yo. No lo entendí; ¿no
debería este tipo intentar ayudar a su compañero? Pero parecía que lo único que
quería era alejarse.

¡Especialmente cuando seguía intentando desplazarse!

¡Oh, no, ni hablar! pensé, y me agarré a él, tirando hacia atrás cada vez que
hacía un nuevo intento, aunque no debería tener fuerzas para eso. A menos que
estuviera robándole a Mircea de nuevo, que probablemente estaba teniendo un
mal día.

Pero, yo también lo estaba teniendo.

Un lunático enloquecido me estaba arrastrando por un túnel subterráneo de


techo bajo, mientras me lanzaba contra las paredes y, lo que es peor, contra los
magos de guerra. Que no se detuvieron a pensar que, oye, apuesto a que esa
es una Pitia invisible luchando con un ladrón del tiempo, tal vez deberíamos
ayudarla... oh no. ¡Hicieron lo que los magos de guerra siempre hacen y
trataron de hacerme explotar!

Me las arreglé para desplazar una bomba de poción al otro extremo del pasillo,
para rejuvenecer a un doberman que gruñía y convertirlo en un cachorro en pleno
salto, y para congelar toda una serie de balas que estaban siendo rociadas por
el pasillo, creando una especie de nube de plomo en medio del pasillo.

Que luego atravesé con mi cara.

Peor aún, los pequeños golpes de poder que recibía a través del vínculo no eran
suficientes para permitirme acabar con el estancamiento. No podía desplazar a
alguien que no podía ver; no tenía suficiente poder para congelar todo el pasillo;
¡y no podía lanzar algo letal en un pasillo lleno de aliados! Lo único que podía
hacer era aguantar, sintiéndome como alguien que ha conseguido enganchar a
un gran tiburón blanco y es remolcado por el agua tras él, sin saber quién acaba
de capturar a quién.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Pero tenía que averiguar algo pronto, o iba a perder al hijo de puta, ¡y
posiblemente mi cabeza!

Me agaché bajo una enorme raíz de árbol, que por alguna razón colgaba en el
pasillo, como una extraña decoración. Luego tropecé con otra que se levantaba
del suelo y caí de bruces. Y me vi arrastrada durante media docena de metros
antes de que mi presa doblara una esquina, y la breve desaceleración me dio
tiempo para volver a ponerme en pie.

Pero ésa era la única ventaja. Esta parte del complejo era más oscura y parecía
estar desierta. Aunque quisiera intentar que algún mago de guerra me
escuchara, no había ninguno.

Pero había algo más.

Los puntitos que Pritkin me había enseñado, que el Cuerpo utilizaba como
marcadores de las zonas problemáticas del último ataque, brillaban
intensamente en la penumbra. Y estaban por todas partes aquí abajo,
manchando las paredes, el techo y el suelo, de forma tan densa que parecía que
todo el sitio estaba salpicado de lunares. Supongo que los túneles laterales
pequeños no se consideraban prioritarios para la limpieza, lo que significa que
éste había sido marcado y dejado...

Lo habían dejado.

Miré a mi alrededor, tratando de encontrar algo que no indicara una puerta


derrumbada o una poción derramada. O un punto rojo brillante que advirtiera de
la existencia de artefactos sin explotar, porque no estaba intentando matar a ese
bastardo, ¡maldita sea! Necesitaba...

Eso, pensé, al ver un punto negro en la pared del pasillo, como una escama de
obsidiana. Brillaba a la luz de una de las lámparas espaciadas al azar aquí abajo,
oscura y brillante y misteriosa. Porque aún no sabía qué significaba ese color.

Y sólo había una forma de averiguarlo.

Reuní mi fuerza, apreté mi agarre, planté mis pies. Y tiré.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

CAPÍTULO 32

—Dije que estoy bien, —le dije al médico, que revoloteaba a mi alrededor.

—Con... con el debido respeto, Lady, no pareces estar bien, —dijo, con la voz
baja, probablemente con la esperanza de que animara a algunas otras personas
a seguir su ejemplo.

No lo hizo.

—¡Tiene un aspecto condenadamente horrible! —Gritó Pritkin, e incluso desde


el otro lado de la gran sala en la que nos encontrábamos, se oyó fuerte.

Suspiré.

—Dame un espejo, —dije, y el médico sacó uno de su bolsa.

Era del tipo pequeño que se utiliza para comprobar si aún respiras, pero
funcionaba lo suficientemente bien. Me devolvió un rostro perfectamente
maquillado, recién empolvado, con unas mejillas rollizas y sanas y unos ojos
azules normales sin bolsas de ningún tipo. Parecía que estaba lista para ir a
una entrega de premios después de pasar un día en el spa.

Hasta que incliné el espejo ligeramente hacia abajo. Y, vale, eso fue malo. En
realidad fue algo horrible. Porque el mono de Augustine seguía en su sitio,
excepto el casquete, haciéndome invisible por debajo del cuello. Lo cual no
habría sido tan malo, si no fuera porque el cuello en cuestión tenía riachuelos
de sangre goteando por todas partes.

Seguramente se debía a que me habían arrastrado la cabeza y la cara por suelos


llenos de grava durante lo que parecía media manzana, pensé sombríamente,
preguntándome qué aspecto tendría bajo el glamour.

Decidí que no quería saberlo.

Pero tal y como estaban las cosas, parecía que debería estar decorando un
estante de Madame Tussaud, recién salida de la guillotina. Probablemente por
eso el médico parecía tan asustado. Y por qué la bienvenida de Pritkin a mi

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

llegada, de vuelta a mi línea del tiempo y tirando de lo que parecía una doncella
de hierro levitando, había ido tan bien.

Todavía me pitaban los oídos.

Y mi cuello, vi con irritación, seguía sangrando. Genial.

—¿Tienes toallitas húmedas? —Pregunté.

El joven mago simplemente se quedó mirándome. Lo pinché; no tenía todo el


día. Dio un respingo y rápidamente rebuscó en su bolsa.

Sólo quedaban cinco en el paquete y las utilicé todas, incluso me pasé unas
cuantas por la cara, que por supuesto no cambió. Pero las toallitas se volvieron
condenadamente rojas. El mismo color que estaba viendo cuando me levanté y
me acerqué al prisionero.

No era fey. Era mejor.

Lo que probablemente era la razón por la que Jonas parecía que la Navidad se
había adelantado.

La melena blanca y plateada parecía en ese momento la de un muñeco de troll,


uno que un niño entusiasta había estado cargando por el pelo durante unas
semanas. El efecto se veía acentuado por las mejillas sonrosadas, las cejas
pobladas y un par de gafas de botella de Coca-Cola, que magnificaban los ya
grandes ojos azules hasta el territorio de los búhos. Jonas podía ser
extrañamente lindo a veces, sobre todo cuando se mostraba jovial.

Y ahora mismo estaba radiante.

Pritkin no lo estaba, pero estaba teniendo su propia versión de un buen


momento. Un par de nudillos ensangrentados golpearon una cara que parecía
peor que la mía, porque no era la primera vez que eso ocurría. No es que
importara. Nadie miraba la cara cuando los ojos estaban tan locos.

¿O debería decir, ojo?

Jonathan, alias el más buscado del Círculo, tenía un aspecto un poco duro. Para
empezar, la cicatriz que le había hecho el gato de Emma Lantham seguía siendo
bastante espantosa. Parecía haber rescatado el globo ocular de alguna manera,

350
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

pero brillaba en una zona de carne desgarrada, la piel curada pero con bultos y
protuberancias, como un parche ocular permanente.

Por otra parte, estaba pálido, con el pelo rubio lacio y sudado por la carrera, y el
cuerpo delgado. Algunos magos de guerra irritados le habían quitado el glamour
que usaba, usando hechizos lo suficientemente fuertes como para dejarlo
humeando ligeramente. Estaba desplomado como un muñeco de trapo medio
relleno en la silla a la que los magos lo habían arrojado, después de sacarlo de
la doncella, que era lo que indicaban los puntos negros.

Por suerte para mí, las trampas que se habían desplegado durante el ataque de
hacía un mes, más o menos, se ocupaban de algo más que del cuerpo. También
drogaban a cualquiera que cayera en ellos, por lo que Jonathan no podía
desplazarse en ese momento. Menos mal; después de ese maldito paro de
tiempo, yo estaba agotada.

Pero todavía había un trabajo que hacer, así que me hice la mujer.

Me sonrió, con los dientes enrojecidos por un labio mal partido.

—Así es, —cantó—. Así es como todos se verán en poco tiempo. En una pica,
en una pica, en una...

Pritkin lo golpeó de nuevo.

Agarré al bastardo por el pelo y lo obligué a echar la cabeza hacia atrás. Tanto
porque quería hacerlo, como para evitar que Pritkin lo asesinara antes de que le
sacáramos algo útil. No es que estuviera muy segura de ello, porque las drogas
de la doncella no eran el único problema aquí.

Jonathan era uno de esos magos oscuros que había alargado mucho su vida
robando la magia de otras personas. Eso le hacía cosas no muy buenas al
cerebro, después de un tiempo. Lo que significaba que no sólo estaba drogado,
sino que estaba loco.

Así que, esto debería ser divertido.

—Quiero saber tres cosas, —dije—, Primero, ¿por qué mi poder no me advirtió
que tenía un viajero del tiempo del que preocuparme?

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Había puesto el grito en el cielo por Mircea, pero ni una palabra sobre un mago
oscuro que andaba por la línea de tiempo atacando a la gente. Muchas gracias,
le dije. Como de costumbre, no respondió nada, sólo me miró en silencio.

—Dos, ¿cómo estás usando el poder pítico?

Porque no había sido alimentado por uno de los hechizos volátiles que los
suicidas emplean a veces para saltar en el tiempo. Aquello había sido energía
Pitica pura, algo a lo que el cara de pene de aquí nunca debería haber tenido
acceso. Sin embargo, la había utilizado con la misma facilidad que una acólita,
como mínimo.

—Tercero, ¿por qué mataste a Emma Lantham?

—¿Emma? —Dijo Jonas, levantando la cabeza. Había estado hablando con un


mago de guerra, uno de la media docena repartidos por la sala de corte de roca,
pero en eso se interrumpió y me miró.

—Una de sus bibliotecarias, —confirmé—. Jonathan la asesinó, y no fue al


azar. La eligió como objetivo, y quiero saber por qué.

—¿Y cómo lo viste? —Preguntó Pritkin, apartando al médico que trataba de


atender sus nudillos magullados.

Las caras de los magos oscuros son duras.

—Yo no lo vi. Su gato si.

—¿Qué?

—Más tarde, —dije, lo que hizo que enrojeciera con un tono más oscuro de rojo,
pero ya estaba básicamente hecho un tomate, así que realmente no importaba.

—No te voy a decir una mierda, —dijo Jonathan, sonriendo. Le devolví la sonrisa.

—Billy, —dije, y mi amigo fantasma y la sombra invisible de Pritkin, se acercó.

—Aww, Cass...

—Necesito saberlo. Las tres, pero especialmente la segundo.

—Pero es todo... desagradable y una mierda. Dios sabe lo que hay ahí.

352
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—Billy...

—¿Por qué no puedes necesitar ayuda para interrogar a una chica caliente? —
Se quejó—. Pero nooooo, tengo al Sr. Mago Loco.

No obstante, hizo lo que le pedí y se metió dentro de la cabeza sudorosa. Billy


tenía la capacidad de pasearse por el cerebro de alguien, captando lo que
estuviera pensando en ese momento. No era una verdadera lectura de la mente
no podía elegir lo que veía, pero debería ser suficiente.

—¿Cómo utilizas el poder pítico? —Volví a preguntar, y Jonathan se rió.

—Mairzy doats y dozy doats y liddle lamzy divey. Un kiddley divey también, ¿no?

Tenía un tenor sorprendentemente agradable. Uno que se cortó cuando Pritkin


le clavó un puño en la boca de nuevo. Puse una mano en el brazo de mi
compañero, porque aunque definitivamente me hacía eco del sentimiento,
cualquier daño más y el bastardo no podría hablar.

—Si las palabras suenan raras y graciosas a tu oído, un poco revueltas y jocosas,
canta que las yeguas comen avena y que los corderitos comen hi-i-iedra.

La voz era un poco pastosa esa vez, pero sin embargo melódica. E inútil. Mi traje
prestado tomó ese momento para finalmente estropearse, y me lo quité mientras
me obsequiaban con otros cuantos versos.

Genial; así que, además de todo lo demás, iba a tener esa maldita canción
metida en la cabeza todo el día.

Doblé con cuidado el traje de Augustine y lo coloqué en una silla, nunca


conseguiría otro préstamo si rompía su prototipo, y me sacudí. Estaba sudada y
desarreglada, y los pantalones cortos y la camiseta que había llevado debajo de
la prenda me daban frío. Hacía frío aquí abajo.

Pritkin me entregó en silencio un abrigo, que supuse que era suyo. Pero en lugar
de arrastrarse por el suelo, me quedaba perfectamente. Lo miré sorprendida, y
él frunció el ceño.

—Quería dártelo en mejores circunstancias.

—¿Me has hecho un abrigo de mago de guerra?

353
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

No podía creerlo.

—Eso no está autorizado, —comenzó uno de los otros magos, cuando Jonás le
lanzó una mirada.

—Trae al hombre más buscado de nuestra lista y podrás darle instrucciones, —


dijo, y el mago se calló.

Acaricié el brazo de mi abrigo, que era de cuero marrón con un forro marrón, y
tenía todo tipo de bolsillos pequeños para armas, supuse. No tenía muchas
armas, pero se me ocurrían otras cosas que podían ir allí. ¡No tendría que llevar
un bolso!

Y entonces algo cobró sentido de repente. —Tenías esto en tu habitación, —dije,


mirando a Pritkin—. Por eso respondió cuando entré. Lo hechizaste para mí.

Asintió escuetamente. —Hice un clon más pequeño del mío, pero le añadí algo
de protección adicional. —El ceño se intensificó—. Nunca sé lo que vas a hacer.

Lo abracé; se sentía cálido. También se parecía al suyo, hasta un rasguño en


una manga. Los abrigos de los magos de guerra se hechizan para ser
autocurativos, pero supongo que eso depende del daño, y el de Pritkin se ha
dañado mucho.

—Gracias, —dije, queriendo dar vueltas y verlo girar, no sabía por qué.

Me sentí como si acabara de recibir un anillo. Pero teníamos compañía, así que
me abstuve.

Uno de los otros magos de guerra se aclaró la garganta y, cuando levanté la


vista, estaba sonriendo. —También le hice uno a mi chica, —dijo—. Por
supuesto, ella está en el Cuerpo. Trabaja de secretaria arriba, pero quería una.
Ya sabes, para lucir genial.

—No se trata de cómo se ve, —le dijo Pritkin—. Cassie lucha más que tú.

Él no parecía feliz por ello.

Por supuesto, yo tampoco. Pero si jugábamos bien nuestras cartas con


Jonathan, quizá ya no tendríamos que hacerlo tanto.

—¿Billy?—Dije.

354
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Una cabeza fantasmal salió del cuello de Jonathan, haciendo que por un
momento pareciera un hombre de dos cabezas. —Nada. Esa maldita canción
hace eco en todas partes. Ha sido entrenado para esto, Cass. No creo que vayas
a sacar nada de esto.

—Sal, —le dije, y él respiró aliviado.

Billy se alejó un poco, y los ojos de Jonathan lo siguieron. Los míos se


entrecerraron, porque él no debería haber sido capaz de verlo. Casi ningún
mago podía hacerlo. Eso estaba reservado a los clarividentes, a algunas razas
de demonios y a la clase de nigromantes especializados en fantasmas, y estos
últimos eran muy pocos.

—Puedes verlo, —acusé.

—Puedo ver muchas cosas, —canturreó Jonathan—. Cosas que no


creerían. Naves de ataque ardiendo en el hombro de Orión. Rayos C brillando
en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se
perderán en el tiempo...—la vaga mirada se agudizó de repente—. Como tú.
Como tu gente. Como tu preciosa corte cuando haya terminado con...

Pritkin no lo golpeó esa vez. No tuvo oportunidad. Porque, de repente, lo sentí:


toda la crueldad de Mircea se puso en marcha, hasta el punto de que, cuando
agarré de nuevo el pelo de Jonathan, también enseñé unos colmillos que no
tenía.

—¡Dámelo!

Me miró fijamente, los ojos grises despectivos. —No.

Y me inundó. No sólo mis propias emociones, sino la furia de un maestro


desafiado, combinada con su rabia hacia el hombre que se había atrevido a herir
a uno de los suyos. Mircea podía oler mi sangre a través del vínculo, sabía que
me habían herido, sabía que el que lo había hecho estaba allí mismo.

Era todo lo que podía hacer para no arrancarle la garganta a Jonathan con mis
romos dientes humanos.

Pero Mircea tuvo una mejor idea.

355
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Vi cómo unas manos fantasmales se hundían en la resbaladiza cabeza rubia,


pero esta vez no eran las de Billy. Parecía que me había puesto unos guantes
plateados, que ahora se deslizaban de las yemas de mis dedos y se introducían
en la mente del mago. Frío, frío, sentí que empezaba a reaccionar al frío. Y luego
gritar, mientras esas manos se apretaban de repente.

—Dámelo o te destrozaré la mente y lo tomaré.

La voz era mía; las palabras, de Mircea. Pero las decía todas y cada una de
ellas. Este no era un momento de jugar. Algo estaba mal, algo estaba muy mal,
y necesitaba saber qué era. Necesitaba saberlo ahora mismo.

Y, de repente, lo hice. No una corriente coherente de pensamientos, sino trozos,


imágenes, especialmente una en particular. Una tan impactante que mis manos
se apartaron de la sudorosa cabeza, de ambas. Por un momento, el mago y yo
nos miramos fijamente.

Y luego yo estaba tanteando la camisa ensangrentada que él llevaba,


rasgándola.

—¡Mierda! —Exclamó un mago de guerra. No era Pritkin. Él estaba mortalmente


callado, al igual que Jonas, ambos mirando junto a mí la... cosa... en el estómago
de Jonathan.

Se estaba moviendo.

Alguien sonó como si estuviera perdiendo su almuerzo. Alguien más maldijo y


otra voz proclamó en voz alta: —¿Qué demonios?

—Qué demonios en efecto, —Dijo Jonas, inclinándose más cerca. Levantó la


vista y, por una vez, no había nada del anciano tembloroso a la vista. Sus ojos
estaban afilados como cuchillos—. ¿Qué es esto?

También me incliné más hacia lo que parecía una cara que sobresalía del
estómago de Jonathan. Estaba ligeramente desplazada hacia un lado, y parecía
haber forzado algunas de sus costillas, dejando extrañas protuberancias en la
carne a su alrededor. Pero dudo que la mayoría de la gente lo hubiera notado.
Porque la cara estaba gritando.

356
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Era silenciosa y ciega, toda ella cubierta por la piel pastosa y ligeramente peluda
de su torso. Pero la boca estaba abierta y funcionando, y los pequeños bultos de
los ojos se movían bajo la piel como si trataran desesperadamente de ver.
Era demasiado indistinta para distinguir los rasgos faciales, pero entonces, no
los necesitaba.

Ya la había visto dentro de su cabeza.

Llevé una mano a la masa de trabajo y alguien volvió a maldecir. Y entonces la


atravesé, con dedos fantasmales que finalmente hicieron contacto con lo poco
que quedaba... de una acólita.

—Jo,—murmuré, y la oí gritar mi nombre.

Incluso en su locura, me conocía, y estaba loca. Completamente loca, lo cual...


sí. Yo también lo habría estado.

—Se supone que estás muerta, —dije, más a mí misma que a ella. Ya sabía que
no iba a recibir ninguna ayuda allí.

Pero obtuve algo de otra fuente inesperada.

—Muerta. ¿Qué es la muerte? —Preguntó Jonathan, sus dedos acariciando el


lado de su cara atrapada, haciendo que ella se apartara—. La mascota bonita no
está muerta. Ella vive, oh sí, lo hace. Y me alimenta.

—Con el poder pítico, —dije, apoyándome en las emociones de Mircea para no


perder la cabeza. Los maestros vampiros se tomaban este tipo de cosas con
mucha más calma que yo.

Jonathan levantó la vista hacia mí, y esta vez, los ojos pálidos brillaban. Estaba
orgulloso de sí mismo, me di cuenta enfermizamente. Quería que alguien supiera
lo inteligente que había sido, y ya que yo lo había adivinado, ¿por qué no alardear
un poco?

—Tú mataste a la mayor parte de ella, —me dijo—. Pero era una nigromante. Le
gustaban los fantasmas.

Una vez más, sus ojos se dirigieron a Billy, que se estremeció por completo.

—Bien, ahora estoy asustado.

357
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—Sí, le gustaban los fantasmas, —dije—. Pero eso... no es uno.

De hecho, no sabía lo que era. Lo había visto en su mente, lo había visto


acariciarlo y hablarle, como lo hacía ahora. Pero no había recibido una
explicación.

No una que pudiera entender, al menos.

—Es parte de un fantasma, —dijo, mirando hacia abajo con cariño—. Iba a
enfrentarse a ti, pero tenía miedo. La pequeña diosa es salvaje, a veces.

—Así que ella hizo... ¿qué? —Pregunté con los labios entumecidos, esperando
equivocarme.

—Ella me lo contó, ¿sabes? Quimera, ¿no es así como se llama? —Levantó


la vista y, una vez más, sus extraños e incoloros ojos se encontraron con los
míos. No había nada cuerdo en ellos, pero sí inteligencia y astucia. —No debería
ser quimera, un nombre estúpido. Significa algo compuesto de partes dispares,
como el original griego. Un monstruo con cuerpo de león, cabeza de cabra y cola
de serpiente. Tú llamaste así a tu pequeño hechizo, cuando lo único que hace
es partirte por la mitad. Nombre estúpido, —dijo de nuevo, pasando las yemas
de los dedos por los ojos ciegos de Jo. —Ahora no es tan estúpido.

Sentí un escalofrío que me recorrió la columna vertebral, y no fui la única. Billy


se balanceaba un poco hacia arriba y hacia abajo, porque no se había
molestado en materializarse del todo. Pero lo que pude ver de él parecía
horrorizado, con los ojos muy abiertos y una mano sobre la boca.

Me sentí entumecida; simplemente entumecida. Y más segura que nunca de que


Jonathan estaba loco. Porque sabía lo que había hecho.

—Creó una copia de quimera, antes de ir a luchar contra mí, ¿no es así? —Le
pregunté—. Para que, si perdía, su alma volviera a su segundo cuerpo.

Pero él negó con la cabeza. —No, no. Eso habría reducido su poder a la mitad,
y ella lo quería todo para enfrentarse a ti. No, ella se quitó un pedacito de sí
misma, sólo un pedacito de alma, y se llevó el resto. En lugar de cincuenta y
cincuenta, fue más bien noventa y cinco a cinco. El alma que dejó en Faerie era

358
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

tan pequeña que no podía animar su cuerpo en absoluto. Ni siquiera podía


sentarse. Fue una bondad, realmente.

—¿Una bondad?

Parpadeó. —Cuando la traje de vuelta a este mundo. Faerie manifiesta cuerpos


para las almas, por lo que el hechizo no había tenido que hacer un extra, ¿ves?
Pero una vez que te vas, esos cuerpos se desprenden, dejando sólo...

—El alma misma.

Asintió con la cabeza. —La soldé a la mía, esa pequeña pieza, y cuando ella
murió, sobrevivió. Ahora forma parte de mí. Siempre será una parte de mí... —
Había empezado a acariciar la cara de nuevo, pero se detuvo de repente y
levantó la vista. —Yo también te haré parte de mí, —prometió—. No dejaré que
te maten, no, no. Se lo dije a ellos. Dijeron que podía tenerte, una vez que
hubieran terminado. Bueno, una parte de ti, al menos...

Se interrumpió de repente, pero no porque lo hubiera planeado. Sino porque


Pritkin casi le había atravesado la cara con un puño.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

CAPÍTULO 33

—No iremos a ninguna parte hasta que te calmes, —dijo Jonás.

—¡Me calmaré cuando esté muerto! —Gruñó Pritkin, con el pelo tan salvaje como
sus ojos. Lo cual era menos preocupante que los pequeños filamentos de lo que
parecían rayos que se desprendían de su abrigo y atacaban las cosas en la
pequeña habitación donde habíamos terminado.

No creía que lo hiciera a propósito, pero de todos modos estaba causando


estragos. Ya una pequeña lámpara era un nudo humeante, pues se había
encendido casi en cuanto entramos. Pero también había varias marcas negras
en las paredes, un pequeño fuego en la superficie de una mesa y un tipo de
secretaria ahora desaparecida, que se había llevado un ganso eléctrico al salir
por la puerta.

Yo estaba bien. Mentalmente, había un ruido blanco entre mis oídos que
probablemente era un shock, pero estaba ocupada ignorándolo. Toda una vida
de compartimentación tiene sus ventajas. En algún momento se me pasaría y
probablemente saldría gritando por un pasillo, pero ahora mismo estaba bien.

Eso incluía lo físico, aunque no estaba segura de por qué. No creía que Pritkin
pudiera controlar completamente su magia ahora mismo. Pero mi bonito abrigo
nuevo podía tener algo que ver. Estaba erizado por todas partes, con los
pequeños bolsillos revoloteando hacia arriba y el cinturón serpenteando para
pinchar el aire de forma preventiva cada vez que acechaba hacia aquí.

En cualquier caso, aún no me había hecho daño, por lo que estaba agradecida.

Habría estado aún más agradecida si el té que la secretaria había hecho llegar
para su descanso estuviera aún caliente. No parecía que hubiera tenido la
oportunidad de beberlo, todavía había una tetera llena, pero debía de llevar un
rato allí. Ni siquiera una manta de punto para el té verde había sido suficiente
para contener el calor.

Era una pena, pensé, quitando la tapa y mirando dentro. Me gustaría un poco
de té. Todavía olía muy bien, pero no había nada peor que la tibieza...

360
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Y entonces se calentó, cuando Pritkin regresó de nuevo por aquí, haciendo que
el vapor saliera por la abertura.

Bueno, eso funcionó, pensé, y me serví una taza.

Pritkin golpeó la mesa con las manos, lo suficientemente fuerte como para que
la tetera saltara y un poco de Earl Gray se derramara sobre la mesa. Por suerte,
tenía la taza en mis manos. Sorbí el té, lo que pareció enfurecerlo aún más, si
es que eso era posible.

—¿Por qué te quiere? —Preguntó Pritkin, extendiendo una mano hacia el tipo
de al lado.

—Por la misma razón que quería a Jo, probablemente.

—¡A quien ya tiene! ¿Por qué te necesita a ti también? ¿Y sabías que planeaba
capturarte antes de que volvieras deliberadamente a enfrentarte a él?

Eran muchas preguntas a la vez, lo cual era bueno. Había algunas que no
quería responder porque prefería a Pritkin vivo y estaba bastante segura de que
la verdad le daría un ataque al corazón. Así que elegí la más fácil.

—No sabía que iba a estar allí en absoluto. Esperaba otro fey... Yyyyy que no
había sido la respuesta correcta, tampoco.

—¡Sí! ¡Porque un fey asesino es mucho mejor!

Me tomé un momento para dar un sorbo de té, y para darme la oportunidad de


idear una respuesta que no fuera un acuerdo rotundo, pero no se me ocurrió
nada. Y entonces Jonás lo apartó, dándome un respiro. Sin embargo, todavía no
pude encontrar una respuesta, porque mi cerebro estaba en cortocircuito.

Me encontré mirando a Jonathan en su lugar.

Eso era fácil, ya que la pequeña habitación estaba adyacente a la más grande
en la que acabábamos de estar, con un espejo bidireccional que las separaba.
Jonathan seguía desplomado en su asiento mientras el médico lo atendía. Los
dos estaban rodeados por no menos de seis magos de guerra corpulentos, y
otra docena había llegado y se había dispuesto alrededor de la habitación.

361
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

No estaba del todo segura de si estaban allí por Jonathan, que no estaba
buscando atacar a nadie en este momento, o por Pritkin, al que habían tenido
que quitarle de encima. Algo que... no había salido bien. Probablemente por
eso varios magos más esperaban la atención del médico, y por eso una luz
amarilla brillante iluminaba la habitación.

El joven médico terminó finalmente con su paciente y se dirigió a los maltrechos


compañeros de Pritkin. Eso me permitió ver mejor al prisionero, aunque con las
luces intermitentes y el seto de abrigos de cuero, todavía no podía verlo
demasiado bien. Pero lo que podía ver... era inquietante.

Jonathan debería haber parecido vulnerable; la mayoría de la gente lo habría


hecho en esa situación, especialmente la mayoría de la gente que no tenía un
aspecto mucho más saludable que el de una víctima de un campo de
concentración. Sus costillas eran claramente visibles, junto con los codos y las
rodillas demasiado afilados, y los dedos de los pies ridículamente largos que
estaba hurgando en ese momento. Sus mejillas estaban hundidas y su piel tenía
un aspecto poco saludable y cetrino. No le favorecía el pelo rubio y grasiento ni
las ojeras.

Y eso sin contar el desastre pulverizado que Pritkin había hecho de su cara.

Sí, Jonathan debería haber parecido bastante patético. No lo hacía.

Tal vez porque no parecía estar preocupado por su situación actual, lo cual me
preocupaba. Tenía el aire de un hombre que espera en una parada de autobús
un viaje que se ha retrasado, o de alguien en la fila del McDonald's deseando
que contrataran más cajeros. No estaba asustado, ni aprehensivo, ni nada de lo
que cabría esperar de alguien que estuviera en las manos poco amables del
Cuerpo, donde se sabe que ocurren "accidentes".

El cuerpo estaba del lado de los ángeles, pero no eran muy angelicales y todos
lo sabían.

Sin embargo, Jonathan se limitó a sentarse allí, con un aspecto vagamente


aburrido.

A diferencia de sus guardianes. Los magos de guerra estaban tensos, y uno de


ellos tenía una mano suspendida justo encima de su cinturón de pociones, como
362
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

si estuviera tratando de decidir qué brebaje le gustaría usar para acabar con
nuestro problema. Me encontré deseando que se equivocara, cometiera un error
y lo hiciera, lo que decía mucho de mi propio estado de ánimo, no sabía por qué.

Vale, eso era mentira; sabía exactamente por qué.

Jonathan no miraba a su alrededor en ese momento, ni a otra cosa que no fueran


sus cutículas crecidas. Y, de todos modos, no habría podido verle los ojos desde
aquí, especialmente con todo ese pelo en la cara. Pero podía verlos en mi mente,
casi incoloros, locos como una cabra y hambrientos.

Jonas me había dicho una vez que el loco bastardo tenía casi mil años. Eso era
algo así como cinco veces el promedio de vida de un mago, y por lo menos cuatro
para los más longevos, de esos que terminaban en las noticias como los
humanos que pasaban de los cien. Sin embargo, Jonathan parecía tener treinta
años, quizá treinta y cinco.

Eran unos treinta y cinco poco saludables, seguro, pero no había patas de gallo
en las comisuras de aquellos extraños ojos, ni papada caída, ni canas en el pelo.
Jonathan parecía no tener edad, pero no era debido a un glamour. Era por la
magia.

Los humanos mágicos vivían más que los normales porque sus cuerpos eran
como un coche híbrido: recibían energía tanto de los alimentos que comían como
de la magia que recogían del mundo que los rodeaba. Eran como talismanes
carnosos, lo cual era una de las razones por las que no luchaban eficazmente
en Faerie: una vez que la magia que tenían en sus cuerpos se agotaba, no
podían obtener más para reemplazarla. La Tierra los alimentaba; Faerie no.

Pero la Tierra no era lo único que alimentaba a Jonathan.

Siglos atrás, él había comenzado el popular hábito de los magos oscuros de


robar la magia de otras personas y usarla para mejorar la suya. Había
funcionado, dándole más poder y una vida más larga, pero tenía un precio, y no
me refiero sólo a la locura. Sino al mismo que todo consumidor de drogas acaba
descubriendo: el colocón no duraba.

Según Jonas, la necesidad de magia de Jonathan había crecido año tras año,
especialmente una vez que superó su vida normal y básicamente vivía de nada
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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

más. Su cuerpo ya debería haberse desintegrado en polvo, incluso sus huesos


agrietados, amarillos y quebradizos. Sin embargo, ahí estaba, hurgando en sus
malditos dedos de los pies.

Y usando una absoluta tonelada de magia para mantenerse así.

Así que, sí, pensé que decía la verdad cuando dijo que no planeaba matarme.
Regresaría por mí, de acuerdo, pero para capturar no para matar. Había
empezado a injertar almas en su cuerpo, como si añadiera aplicaciones a un
teléfono, y se suponía que yo era su próxima mejora. Estaría allí para aumentar
su poder, pero sin el mío propio, y sin poder decir para qué se usaba el mío.
O alguna forma de detener el proceso o incluso de morir y hacer que la tortura
terminara.

Me pregunté si a Jo le quedaba suficiente mente para entender lo que le había


pasado. Realmente esperaba que no. Ya había tenido que matarla dos veces,
una vez su cuerpo y otra su alma, o la mayor parte de ella, pero no me había
producido ningún placer. Incluso había sentido un poco de pena por ella,
condenada al ostracismo y excluida del mundo a pesar de su talento,
simplemente porque la comunidad mágica temía la nigromancia. Pero me había
sentido aliviada cuando se había ido; incluso en la vida, ella había estado más
que un poco loca.

Pero no así.

¡Jesús, así no!

—Cassie. —Era la voz de Pritkin, y sonaba un poco más tranquila.

Me volví para ver que él también lo parecía. Al menos, ya no estaba echando


chispas como un circuito sobrecargado. Sin embargo, no parecía mucho más
contento cuando tomó una silla, la puso frente a mí y se sentó a horcajadas en
el respaldo.

—Habla conmigo.

—Probablemente debería haber mencionado esto antes, —dije—, pero no


quería preocuparte.

—Preocúpame. —Fue plano.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—Y porque ya sabíamos que el Círculo Negro me quería muerta, así que no


parecía una noticia...

Me interrumpí, porque Jonas tampoco parecía muy contento. Había adquirido su


propia silla, aunque se sentó en ella de la forma habitual. —No te preocupes por
mí, —dijo—. Solo estoy aquí para ponerme al día.

—Ya sabes una parte, —le dije—. Tú me lo contaste. Puede que Jonathan haya
empezado como un hombre, pero ahora es un monstruo, impulsado por nada
más que el interminable deseo de poder. Dijiste que tiene que tenerlo, más y más
cada año, que su vida depende literalmente de ello.

Jonas asintió. —Es seguro decir que la magia, la magia robada, es lo único que
lo mantiene unido, en este momento.

—¿Pero por cuánto tiempo? He oído decir a la gente que los magos oscuros se,
colocan, con la magia, como si fuera una droga.

—Reacciona de forma muy parecida, —coincidió Jonas, mirando a Pritkin, que


se limitaba a mirarme, como si quisiera hacerme un agujero en la cabeza y dejar
que salieran todos mis secretos.

Sólo que a él no le gustaría eso. No le gustaría en absoluto.

—No sólo les da un impulso de energía, sino que también produce un "colocón"
muy evidente, en cantidades suficientes, —añadió Jonas.

—Sí. ¿Y si también actúa como una droga en otros aspectos? Dorina, la hija de
Mircea, parecía pensar que sí. Vino a verme hace un mes, después de aquella
reunión del Senado en la que se colaron los aquelarres.

Las cejas de Jonas se alzaron. —Una noche memorable.

Sí, podría llamarse así. Intentar que todo el mundo se sumara a esta invasión no
había sido fácil, sobre todo cuando la mitad de las partes implicadas odiaban a
la otra mitad. Pero lo habíamos conseguido, en parte gracias a un juego de poder
que me había dejado tan agotada que me desmayé. Y cuando me desperté...

Me encontré con una peligrosa depredadora sentada en mi cama.

365
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Se parecía a su madre, aunque yo no lo había sabido entonces. Pero el parecido


era sorprendente. Los mismos ojos oscuros y líquidos, los mismos rasgos
encantadores, el mismo pelo castaño oscuro, aunque el suyo era liso y corto.

Eso no había afectado a su belleza.

—Quería pedirme un favor, —dije—. Que le dejara a Jonathan, o si lo atrapaba,


que lo trajera vivo para que ella pudiera tenerlo.

—Extraña petición, —dijo Jonas con suavidad.

Sacudí la cabeza. —No para un dhampir. Son... sensibles. De todos modos, ella
quería dárselo a su amante, Louis-Cesare. Es un miembro del Senado...

—¡Sabemos quién es! —Dijo Pritkin, hablando de repente—. ¿Qué tiene que ver
con Jonathan?

—Fue atrapado por él, —dije simplemente, sin irme por las ramas porque
ninguno de los dos estaba de humor para ello—. Los vampiros pueden obtener
energía de sus familias, así que Jonathan lo utilizó como una batería durante un
tiempo, agotándolo casi hasta la muerte, día tras día, para conseguir la magia
vital que necesitaba. Luego, de la noche a la mañana, la familia de Louis- Cesare
lo reponía, lo curaba y lo sacaba del abismo. Sólo para que Jonathan viniera y lo
volviera a hacer al día siguiente.

Pritkin dijo una mala palabra, pero Jonas asintió. Había estado en la reunión en
la que algo de eso había salido a la luz. —Eso explicaría por qué tenemos una
petición formal del Senado para que se le permita "interrogar" al mago, si alguna
vez lo capturamos,—dijo Jonas—. De alguna manera, no creo que planeen
devolverlo de una pieza.

—No has explicado qué tiene que ver todo esto contigo, —espetó Pritkin,
manteniéndose en el punto.

Sí. He intentado evitarlo, pensé. Pero ahora no había posibilidad de hacerlo.

—Jonathan capturó a Louis-Cesare hace un tiempo, —dije—. No sé


exactamente cuándo, pero tengo la impresión de que podría ser hace unos
cuantos siglos. Sin embargo, ya usaba suficiente magia como para necesitar

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

drenar a un maestro vampiro, una y otra vez, para obtenerla. No sé cuánto es,
pero creo que... ¿mucho?

Jonas asintió. —Seguro que sí.

—Bueno, ahí lo tienen.

—Ahí tenemos... ¿qué? —Exigió Pritkin, lo que decía mucho de lo molesto que
seguía estando. Normalmente, iba un par de pasos por delante de mí, siempre
que intentaba explicar algo, pero estaba demasiado enfadado para pensar con
claridad.

Lo que significaba que iba a tener que explicarlo.

—¿Y si la magia ilícita es realmente como una droga? ¿Y, como una droga, una
persona desarrolla primero un gusto por ella, luego una dependencia, y luego
una necesidad cada vez mayor? ¿Una que, eventualmente, no pueden sostener
más?

—Ah, —dijo Jonas—. Crees que tiene miedo de que, un día, ni


siquiera todas las reservas del Círculo Negro sean suficientes para sus
necesidades.

Asentí. —A menos, claro, que dé con una nueva fuente de energía, mucho más
potente que cualquier otra en la Tierra. El remanente de un dios antiguo, pero
aún brillante y vivo después de todos estos años. El poder pítico sería
prácticamente inagotable, al menos para las necesidades de un humano...

—Pero eso ya lo tiene, ¿no? ¿Con la acólita, Jo, o lo que queda de ella?

Sacudí la cabeza. —No es así como funciona el poder. No obtienes un pase de


acceso total. Una acólita podría permitirle canalizar un pequeño chorro de él, sí,
pero sólo una Pitia podría realmente abrir las compuertas y dejar que todo...

Me interrumpí porque Pritkin acababa de lanzar su silla al otro lado de la


habitación.

El espejo bidireccional se rompió y él atravesó la abertura un segundo después,


casi antes de que me diera cuenta de lo que había sucedido.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Tres enormes magos de guerra fueron más rápidos y se abalanzaron sobre él


antes de que hubiera cruzado la mitad de la habitación, pero él los mandó a volar
con un hechizo que, según supuse, no debías usar con tus compañeros magos.
Porque la luz amarilla se volvió abruptamente naranja y luego roja cuando más
magos se unieron al grupo y comenzaron a luchar. Pritkin se liberó de nuevo, no
vi cómo, pero la pausa le había dado a los otros miembros del cuerpo la
oportunidad de levantar una barrera entre él y Jonathan.

Se estrelló contra ella, y luego la golpeó con ambas manos, y si las miradas
pudieran matar...

No habrían molestado a Jonathan, pensé, que seguía pareciendo vagamente


aburrido. Miraba a Pritkin borracho, pero sin ningún temor real. Supuse que
cuando tenías las caras de otras personas asomando por tu estómago, tu umbral
para ese tipo de cosas cambia.

El mío, por otro lado, casi había sido alcanzado.

Caminé hacia la puerta como una persona normal, que custodiaban varios
magos más. No los había visto desde el interior, pero supuse que Pritkin sabía
que estarían allí, y por eso había tomado una ruta alternativa. Sin embargo, nos
dejaron pasar a Jonás y a mí sin problemas y volví a entrar en la cámara de
interrogatorios, o lo que fuera.

Pritkin estaba siendo arrastrado hacia atrás por, no te exagero, algo así como
doce magos. No todos pudieron ponerle la mano encima, pero supongo que
estaban allí por el principio. Jonas fue a rescatar a su comandante, pero yo fui
en la otra dirección.

Y me detuve frente a la barrera resplandeciente que ahora custodiaba a


Jonathan.

—Ese fey que enviaste, —dije—. El asesino. No te referías a él por mí.

Jonathan pareció sorprendido. —No, no, claro que no. Volvió por ti, sí, una vez
que supe dónde estarías. Tan difícil de encontrar. Salto, salto, salto por toda la
línea de tiempo, nunca en un lugar por mucho tiempo. Pero sabía que estarías
allí entonces. Lo vi todo desde lejos. —Frunció el ceño. —No esperaba que
fueran dos.
368
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—¿Y la primera vez? ¿A quién perseguía el fey entonces?

—Al mago, por supuesto. —Sus ojos miraron a Pritkin, que seguía enterrado bajo
una pila de soldados—. Mago enfadado.

—¿Por qué él? ¿Qué querías con él?

Los ojos incoloros de Jonathan se encontraron con los míos, y finalmente


encontró algo interesante, después de todo. Porque se echó a reír, y se rió, y se
rió, y se rió un poco más, hasta el punto de convertirse en un cacareo. —Todavía
no veo. No puedo ver, no veré.

—¿No puedes ver qué?

—Deben ser tres.

369
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

CAPÍTULO 34

Dormí una siesta.

No había nada más que hacer desde que habían metido a Pritkin en el calabozo
para que se enfriara y no podía volver a desplazarme a la corte. Y probablemente
no podría hacerlo hasta mañana en algún momento. Y como a nadie se le había
ocurrido ofrecerme una habitación, tal vez porque ahora mismo no había extras,
acabé de nuevo en el agujero hobbit.

No tenía mucho mejor aspecto que cuando luché contra un mago oscuro aquí,
pero eso había sido hace días, y alguien había arreglado un poco el sitio. Y había
cambiado las sábanas de la cama, aunque no había llegado al extremo de
repararla. Porque no nos volvamos locos.

Pero el cambio de sábanas debió ser al menos hace un día, porque olían a
Pritkin. Fresco y limpio, pero con una capa de magia y pólvora, su olor
característico. Me despojé de mi bonito abrigo nuevo, me arrastré hacia dentro,
estrujé una almohada y me caí de la faz de la Tierra.

Me desperté un tiempo indeterminado más tarde, con los ojos gomosos y la


cabeza llena de susurros, y la impresión de que no había descansado muy
bien. Me levanté, sintiéndome hambrienta, arrugada, sudorosa y ligeramente
enferma. Mi cuerpo no estaba contento con los cuidados que había recibido
últimamente, y no le importaba hacérmelo saber.

El espejo del baño me devolvió un rostro alegre, perfectamente maquillado y


descansado, que a estas alturas empezaba a parecerme algo obsceno. Fruncí
el ceño y seguía viéndome alegre. Puse cara de enojo y parecía una muñeca
Kewpie estreñida.

Me rendí y decidí que una ducha podría ayudar.

Y descubrí que la del baño de Pritkin era mejor de lo que parecía. La presión del
agua era lo suficientemente fuerte como para contar con un masaje decente, y
la temperatura era buena. Además, los golpes que recibían mis músculos

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

doloridos me ayudaban a distraerme de los susurros, que cada vez eran más
fuertes.

Estaban enfadados con Jonas. Él quería interrogar a Jonathan, en lugar de


matarlo, y había prometido que el mago loco se mantendría drogado para que
no pudiera desplazarse. Normalmente, eso habría sido suficiente para mí, ya que
necesitábamos toda la información posible. Pero Pritkin no estaba contento y
Mircea...

Mircea quería sangre.

Mucha. Roja y caliente y goteando por su barbilla después de terminar de darse


un festín con su enemigo. Literalmente.

Era extremadamente extraño que él y Pritkin estuvieran de acuerdo en algo, pero


en el tema de Jonathan, no sólo eran simpáticos, sino que eran prácticamente
gemelos. Era... algo espeluznante. Y aterrador, con la voz en mi cabeza
haciéndose más fuerte a cada minuto.

No es que Mircea fuera normalmente tan sanguinario, ya que era uno de los
maestros vampiros más equilibrados que conocía. Pero ahora no estaba
emocionalmente estable, y parecía que interrogar a Jonathan había hecho algo
al tímido equilibrio que habíamos establecido. Empezaba a sentirme como si
estuviera poseída por un demonio furioso, intentando desgarrar, arañar, destruir
a sus enemigos... y a los míos.

Porque éramos uno, estábamos unidos, y estábamos furiosamente enfadados


por la decisión arbitraria del Círculo de llevarse a nuestro prisionero. Su sangre
era nuestra; su muerte, nuestra. Habíamos sangrado para capturarlo, arriesgado
nuestra vida para arrastrarlo de vuelta. ¿Cómo se atreven a quitarnos nuestro
premio?

¿Cómo se atreven a ordenarnos algo? Les enseñaríamos lo que significaba el


respeto, y después le enseñaríamos a él, durante días, lo que era realmente el
dolor...

Me senté sobre mis piernas, con las manos sobre mis oídos, pero eso no
ayudó cuando la voz venía de adentro. Mircea era fuerte mentalmente, ¡tan
malditamente fuerte! No me había dado cuenta de ello hasta ahora, cuando el
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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

demonio aullaba y se enfurecía. Hasta que empecé a temer que, muy pronto,
yo iba a estar aullando y enfureciendo junto con él.

—Te destrozará, —oí decir a la voz preocupada de Rhea, y por primera vez
pensé que podría tener razón.

Por eso cerré la conexión con fuerza. Tanto que realmente la sentí, como una
banda elástica retorciéndose en mi cabeza. No la había cortado; no podía
permitírmelo, ni tampoco Mircea. Pero la había pisado, como si pusiera un pie
en una manguera de agua. Convirtiendo el torrente de emociones en un goteo y
permitiéndome respirar de nuevo.

¡Dios, eso era mejor!

¡Eso fue mucho mejor!

Me puse de pie y apoyé las manos enjabonadas en la pared para estabilizarme.


Necesitaba toda la ayuda posible, porque otros pensamientos trataban de
introducirse en el silencio que ahora resonaba. Pensamientos de Jonathan, de
la guerra, de cabezas en torsos donde no debían estar, gritando sin cesar...

Hasta que los apagué también. Porque a la mierda, ¡a la mierda con todo! Por
un momento, me quedé allí y traté de no pensar en absoluto.

Funcionó sorprendentemente bien. La ducha era de azulejos, supongo que


porque el rocío habría convertido la cosa en un aluvión de barro cada vez que
intentabas bañarte de otra manera, y de alguna manera todavía estaban fríos.
Hacían un bonito contraste con el agua, y se sentían bien contra mi piel
demasiado caliente cuando apoyaba mi dolorida cabeza en ellos.

Decidí que me gustaba esta ducha. Podría vivir aquí un tiempo.

Y entonces alguien se unió a mí.

Miré adormilada por encima del hombro.

—¿Ya te dejaron salir de la cárcel?

—No estuve en la cárcel, —dijo Pritkin—. Estuve "brevemente detenido".

—Ah. —No fue una respuesta ingeniosa, pero en mi defensa, un mago de guerra
desnudo presionado contra tu espalda es toda una distracción.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Eso fue aún más cierto cuando se apoderó de la toalla y comenzó a deslizar un
trapo enjabonado por todo mi maltrecho cuerpo. El glamour seguía cubriendo mi
cara, pero el resto de mi cuerpo no parecía tan atractivo ahora. Esperaba un
sermón al respecto, pero no lo recibí. De hecho, no recibí ninguna conversación,
lo cual fue agradable.

Realmente agradable, pensé, mientras el trapo se sumergía entre mis piernas.

Pero no pasó nada, salvo que me limpiaron. Y luego me frotaron con una toalla
grande y algo rasposa, porque los magos de guerra no creen en los lujos. A
veces, ¡juro que son una orden de monjes!

O quizás no, pensé, dándome la vuelta. Y observé que alguien se sentía


juguetón. Intenté echar una mano, sólo para que me atraparan la muñeca.

—Ni hablar.

Levanté la vista hacia unos ojos verdes todavía ardientes, y me sentí confundida.
Un medio íncubo, especialmente uno privado de sexo por el consejo supremo de
demonios durante algo así como un siglo, no rechazaba a un compañero
desnudo, recién bañado, cálido y dispuesto. A menos que se tratara de este
medio íncubo.

En lugar de eso, me llevó a la cama desordenada y me empujó hacia abajo, boca


abajo.

Bien, pensé, animándome; esto podría funcionar.

Sólo para descubrir que era el momento de los primeros auxilios. Unos primeros
auxilios muy apestosos, en forma de una sustancia verde-grisácea de olor
desagradable que se extendió por todos los cortes, abrasiones y pequeños
moratones que pudo encontrar. Incluido uno que me había hecho jugando con
las chicas el otro día, y que no tenía nada que ver con los magos oscuros ni con
viajes improvisados para esquiar por las entrañas del cuartel general.

Suspiré. Esto no era sexy.

—Esto no es sexy, —le dije a Pritkin.

—No estás a la altura de lo sexy.

373
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—¿Cómo lo sabes?

—Íncubo.

Es difícil discutir contra eso.

Pero lo intenté, de todos modos. —¿Tal vez podríamos llegar a eso?

—¿Qué te parece esto? —Dijo, y se inclinó, hasta que su cuerpo quedó al ras
del mío y su aliento caliente alborotó los rizos húmedos en la base de mi cuello.

—Es un buen comienzo, —murmuré contra la almohada—. Ahora háblame


sucio.

—Acaba de abrirse una nueva pizzería en el cruce.

—¿Pizza? —Oí que mi estómago retumbaba de ánimo. Giré la cabeza hacia


un lado—. ¿Qué tipo de pizza?

—Profunda. Muy profunda. Gruesa y carnosa...

—¿Cómo de gruesa?

—Tan gruesa como puedas soportar.

—Puedo soportar mucho.

—Lo tendré en cuenta, —gruñó, con sus labios casi rozando mi piel. Mi cuerpo
se estremeció por todas partes.

—¿Y la salsa? —Respiré.

—Oh, la salsa. Rica y cremosa, o caliente y picante. Tú eliges.

—Es una decisión difícil. —Miré por encima de mi hombro, y vi unos ojos verdes
riéndose de mí—. ¿Mitad y mitad?

—Mitad y mitad suena bien. —Se levantó y me tiró la ropa—. Vístete.

Me vestí en tiempo récord, refunfuñando todo el tiempo por la falta de servicio


de habitaciones. Pero el agujero hobbit no estaba hecho para comer en él. Y el
cuartel general era básicamente una base militar enterrada, y no hacía muchas
florituras.

Resultó que tampoco hacían mucho control de multitudes.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—¿Qué está pasando? —Le pregunté a Pritkin, ya que nos zarandearon de un


lado a otro en cuanto salimos de su habitación.

—La hora de la cena para una fuerza de invasión, —dijo sombríamente,


cogiéndome de la mano. Y se llevó la peor parte de los empujones de la multitud
que ahora obstruía el pasillo.

La cosa no mejoró de camino al cruce, que parecía ser el sitio al que se dirigía
todo el mundo. Pritkin hizo una pausa para hacer entrar en razón a un par de
reclutas que se portaban mal y que habían colocado por arte de magia una
cabeza de burro falsa sobre un pobre conserje, detuvo una pelea entre otros dos
y dejó a un tercero pegado a un lado de los vestuarios femeninos, donde las
damas lo empaparon con una sustancia blanca pegajosa y lo fijaron en su sitio,
como si fuera una pieza de arte mural.

—¿Estás...? ¿Estás seguro de que quieres hacer eso? —Pregunté, mirando la


cara de desesperación del tipo mientras seguíamos caminando.

Pritkin se encogió de hombros. —Al final descubrirá cómo bajar. Pero


probablemente se perderá una comida, lo que podría enseñarle algo.

Y entonces llegamos al evento principal, y sentí que mi estómago se hundía.


Parecía que todos íbamos a perder la cena. Porque el espacio habitualmente
abierto estaba abarrotado.

El cruce ya estaba hombro con hombro, y cada minuto entraba más gente. Todo
el calor corporal hacía que el sitio fuera caluroso, húmedo y claustrofóbico, a
pesar del tamaño. La parte superior de la gran caverna había sido hechizada
para reflejar la vista del exterior, que era un cielo cubierto de estrellas que se
asomaba a través de algunos árboles, supongo que para que pareciera más
espaciosa. Pero eso no era suficiente.

—No vamos a conseguir ninguna pizza, ¿verdad? —Le pregunté a Pritkin,


cuando la multitud me arrojó a su espalda por tercera vez.

Se había detenido para interrumpir la segunda pelea, porque el rango tiene sus
responsabilidades. Pero supongo que también tiene sus privilegios. Porque un
momento después, me arrastró hacia una pared de roca desnuda, que resultó

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

ser una ilusión que cubría un conjunto de escalones. Que tomamos hasta un
pasillo tallado en piedra y luego...

—Oh, —dije, mirando alrededor.

El pasillo había desembocado en un rellano, con otra serie de escalones que


bajaban a un restaurante. Sólo que, a pesar de lo que había dicho Pritkin,
no me pareció nuevo. Podría haber sido un pub sacado de la época de los Tudor,
con un bosque de mesas de madera, un suelo de gruesos tablones de roble y un
techo alto de madera pesada. Había paredes enlucidas en blanco, candelabros
de hierro que arrojaban charcos de luz aquí y allá, y aún más luz que salía de
una enorme chimenea de piedra apilada.

Era una habitación grande, pero, a pesar de su tamaño, no había ni un ápice de


espacio libre. Una multitud de personas se apiñaba alrededor de la puerta,
esperando mesas, y aún más se amontonaban en la periferia o se apoyaban en
la barra para comer, porque habían decidido prescindir de ella. Mientras tanto,
un grupo de camareros de aspecto acosado corrían casi a toda prisa para
intentar atender la demanda.

Sin embargo, no había nadie en el rellano donde nos encontrábamos, ni en el


balcón que salía de él a ambos lados, probablemente porque estaba siendo
utilizado como cuarto de suministros.

Un tipo con ropa blanca de cocinero manchada pasó por delante de nosotros
llevando una caja de tomates, con un apresurado "perdón", y Pritkin lo cogió del
brazo. —¿Está Tobías aquí?

—¿No se nota? —Dijo el tipo con una mueca, justo cuando una olla salió volando
de una puerta abierta al otro lado del balcón. Seguido de una perorata que habría
enorgullecido a Gordon Ramsey.

—Oh, bien, —dijo Pritkin, y se dirigió hacia allí.

Lo seguí, ya que todavía me tenía cogida la mano, y acabamos en una cocina


abarrotada con demasiados cocineros y una masa de hojas de pedido que
esperaban como papel tapiz ondeante. Sin embargo, la cantidad de comida que
se cargaba en un trío de montacargas para ser enviada al bar de abajo era
asombrosa. Subían y bajaban como ascensores con esteroides.
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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Mientras tanto, los cocineros entraban por la puerta con cajas de materias
primas, porque supuse que la preparación del día se había agotado hacía
tiempo; más cocineros intentaban limpiar algunos derrames antes de que alguien
se rompiera el cuello; y aún más gritaban al chef, entre ellos, y a un pobre
camarero, que había aparecido con una pizza que algún bobo había devuelto.

—¿Por qué? —Preguntó el chef. Era un tipo alto, rotundo y de rostro florido, con
el pelo rojo y canoso asomando por debajo de su gorra de chef, que hacía juego
con su temperamento.

—É... Él dice que está un poco quemada por los bordes, —dijo el camarero, con
cara de querer desaparecer en el suelo.

—¡Es una pizza de leña, idiota! Se supone que tiene que estar quemada. Dile
que o se la come o bajaré personalmente a metérsela en su...

—¡Tobías! —Pritkin gritó, y el chef miró hacia nosotros.

Y, de repente, era todo sonrisas. Se acercó y agarró la mano de Pritkin.

—¡John, viejo cabrón! Me alegro de verte. ¿Y quién es ésta, entonces?

—Tobías, me gustaría presentarte a nuestra nueva Pitia, Cassie Palmer.

—¡Por supuesto, por supuesto! He visto tu bonita cara en los periódicos, —dijo
Tobías, y me guiñó un ojo. Antes de agarrar mi mano, también, y besarla de
forma bastante agresiva.

—¿Está disponible la mesa del chef? —Preguntó Pritkin.

—¿Para nuestra Pitia? Naturalmente. —Chasqueó los dedos y un tipo delgado


con un trapeador vino corriendo—. Cuida de nuestros invitados. Vino, pan,
mantel nuevo. Y haz sus pedidos. —Me sonrió un poco más—. Yo mismo haré
el tuyo.

—¿Gracias? —Dije, porque la cocina tenía cinco hornos de ladrillo empotrados


en las paredes, todos ellos funcionando a pleno rendimiento. Había por lo menos
cien grados allí dentro y probablemente más calor.

No estaba segura de que la mesa del chef fuera a ser muy divertida.

377
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Pero terminó siendo mejor de lo que había pensado. Por un lado, no era la "mesa
del chef" sino la mesa real del chef, es decir, aquella en la que él y sus cocineros
superiores tomaban sus descansos. Como tal, estaba fuera del purgatorio de la
cocina y al otro lado del rellano, metida en un rincón detrás de una pared de
cajas de vino y algunas cajas llenas de berenjenas.

La verdad es que la temperatura era razonable a esta distancia, y no era tan


ruidosa como había pensado. Las cajas bloqueaban parte del sonido de abajo
y la roca que las rodeaba parecía aislarnos aún más. No era precisamente
silencioso: de vez en cuando se oía a Tobías maldiciendo; las ollas y sartenes
chocaban en la cocina; los cocineros iban y venían por el balcón, llevando los
ingredientes a las insaciables gargantas de los hornos; y el rugido de fondo de
la conversación de abajo subía y bajaba como el océano.

Sin embargo, era extrañamente acogedor.

Probablemente la luz tenía algo que ver con eso. Era tenue, y la mayor parte
procedía de la cocina, a través de un estrecho hueco entre las cajas y la pared.
Aunque también había una vela a medio quemar clavada en una botella de vino
en el centro de la mesa, pretendiendo ser útil. El nuevo mantel estaba impecable,
el vino era sabroso y los menús eran sencillos, con un fuerte énfasis en las
especialidades italianas.

Pero yo ya sabía lo que quería.

—Pizza, —le dije enfáticamente al camarero.

Él tropezó y su pelo castaño y sudoroso casi golpeó la mesa. Lo agarré del


brazo, tratando de estabilizarlo, antes de darme cuenta, tardíamente, de que
estaba intentando hacer una reverencia. Los dos nos miramos por un
momento, avergonzados, y luego nos reímos.

Se estaba convirtiendo en una noche loca.

—Pizza, —acordó, mientras otra persona entregaba las ensaladas y el pan—. El


plato hondo tardará un poco más, pero vale la pena.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—Puedo esperar, —dije, y Pritkin asintió. Nos decidimos por el pimiento verde,
la salchicha italiana y las cebollas, y el camarero se apresuró a salir con el
trapeador que aún llevaba.

Sumergí el pan caliente recién horneado en una mezcla de aceite y hierbas, di


un mordisco y mis ojos se abrieron de golpe. Me terminé rápidamente todo el
trozo, antes de emitir un sonido de puro placer.

—Oh, sí. Oh, qué bueno.

Los labios de Pritkin se torcieron.

—¿Qué? —Pregunté.

—Nada. Acabo de aprender a sacarte un gemido de forma fiable.

—No había notado que tuvieras problemas.

Eso me dio una sonrisa real, pero nada más, a no ser que contaras que se
comiera una aceituna mirándome. Lo que probablemente debería contar, pensé,
notando la forma en que la luz de la vela jugaba a través de sus labios y volvía
sus ojos esmeralda. Me encontré solo mirándolo comer ensalada por un
tiempo, admirando la forma en que la luz cambiante captaba la tenue barba rubia
a lo largo de su mandíbula. A veces me preguntaba por qué no se la dejaba
crecer del todo, ya que odiaba afeitarse y no estaba tratando de ser seximente
desaliñado.

Aunque eso funcionaba bastante bien, francamente.

Abajo chica, pensé, y cambié el tema a lo menos sexy que se me ocurrió antes
de meterme en problemas.

—¿Cuál es el problema con el tres?

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

CAPÍTULO 35

Pritkin levantó la vista de su ensalada con una expresión de desconcierto.

—¿Qué?

—Algo que dijo Jonathan. Que deben ser tres.

Pritkin frunció el ceño, probablemente porque había estado enterrado bajo una
montaña de magos en ese momento, y no lo había escuchado.

—Dijo muchas cosas. El hombre está claramente loco.

—Sí, pero sigo escuchando eso.

—¿Sigues escuchando qué?

—Tres. El número ha surgido mucho últimamente. —Primero de Tami, luego de


esa extraña experiencia en la biblioteca Pitico, y ahora de un mago oscuro loco—
. Es como si me persiguiera.

—Deberías saberlo.

—¡Pritkin! Hablo en serio.

Decidió complacerme, probablemente porque había terminado su ensalada. Lo


que significaba que se había quedado sin comida por el momento, ya que
tenía esa extraña manía de no comer pan con pan. Como con la pasta o la pizza,
que era básicamente lo mismo, al menos según él. Era una opinión
descabellada, pero no podía quitársela de encima y había dejado de intentarlo.

Se apoyó en la pared con una copa de vino. —¿Cuánto tiempo tienes?

—¿Qué?

—Es un tema importante.

—¿Lo es?

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Asintió con la cabeza. —A lo largo de la historia, el número tres ha sido


fundamental para entender el mundo. El espacio que habitamos se mide en
longitud, anchura y altura. El tiempo se mide en pasado, presente y futuro. —
Hizo una pausa, y yo me quedé sentada, expectante.

Hasta que me di cuenta de que sonreía ligeramente.

—¿Qué? —Pregunté.

—¿Qué estás esperando?

—Por el resto... —me detuve, dándome cuenta de que inconscientemente había


estado esperando, por otro ejemplo. Fruncí el ceño.

—La tercera instancia sería cuerpo, mente y espíritu, —continuó—, que es como
nos entendemos a nosotros mismos. Pero el hecho de que supieras,
instintivamente, que había un tercer ejemplo indica cómo nuestras mentes
clasifican las cosas.

—Pero... así es como habla la gente.

—Sí, porque es como piensan. La gente siempre ha visto el mundo de tres en


tres. Mira la religión: El cristianismo se basa fundamentalmente en la Trinidad: el
padre, el hijo y el espíritu santo. Los magos le dieron a Cristo tres regalos, el
diablo lo tentó tres veces y resucitó a los tres días. Incluso el universo cristiano
se considera tradicionalmente con tres expresiones: el mundo superior del cielo,
el mundo medio de la tierra y el inframundo del infierno.

—Está bien, —dije, sin ver realmente a dónde quería llegar con esto.

—Los griegos también eran especialmente aficionados al número: había tres


Parcas, tres Gracias, tres Gorgonas y tres Furias. Había tres hermanos que
gobernaban tres reinos: Zeus, Hades y Poseidón. Artemisa, tu madre, suele
considerarse una diosa triple, una unidad de la cazadora divina, la diosa de la
Luna y la diosa del inframundo. Incluso las Pitias se sentaban tradicionalmente
sobre un trípode, una silla de tres patas.

—Sí, pero...

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—Y el resto de las religiones del mundo siguen un patrón similar: la diosa


sumeria Inanna es recordada por haber pasado tres días y noches en el
inframundo. En el hinduismo hay tres dioses principales: Brahma el creador,
Vishnu el preservador y Shiva el destructor. Yggdrasil, el árbol sagrado de la vida
en la religión nórdica, tiene tres raíces bajo las cuales hay tres pozos sagrados...

—Pritkin...

—... por no hablar de la frecuencia con que el número aparece en la imaginería


del mundo. El triskelion, una espiral de tres patas, puede encontrarse en objetos
que datan de hace más de seis mil años. Los anillos borromeo son un símbolo
de unidad centenario formado por tres círculos entrelazados. La runa Valknut de
Odín...

—¡Pritkin!

—... consistente en tres triángulos entrelazados, representaba su poder. Incluso


la antigua superstición de no pasar por debajo de una escalera tiene su origen
en una antigua creencia egipcia de que no se debe, romper un triángulo. La
geometría del número tres se consideraba completa y perfecta, y por lo tanto no
debía ser perturbada...

—¡Pritkin! —¡Maldita sea! Había olvidado lo mucho que le gustaba dar lecciones.

Sus labios se arquearon ligeramente —Bueno, tú has preguntaste.

—¡Pregunté de qué hablaba Jonathan, no por un discurso!

Se encogió de hombros. —Podría ser cualquier cosa realmente. ¿Dio un


contexto?

Intenté recordar. —Le pregunté a quién apuntaba el asesino. Dijo que a ti, y que
tenía algo que ver con el tres. Como si estuviera tratando de restar uno de ese
número matándote. Sé que no tiene sentido...

—No, en realidad tiene mucho sentido, —dijo Pritkin, y luego hizo una pausa,
porque acababan de entregar nuestra pizza.

Era una torre virtual de carne, queso y salsa de tomate picante, apenas unida
por una corteza dorada. Por un momento, me senté allí y respiré pesadamente

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

mientras el chico del trapeador que por fin había perdido su apéndice lanoso
cortaba una enorme porción para mí y otra para Pritkin. La mía debía medir unos
diez centímetros y sólo con mirarla me sentía feliz.

Yo me entregué a ella por completo.

—¿Qué tiene sentido? —Pregunté, entre bocado y bocado.

—¿Adivinando? Trabajadores mágicos.

—¿Qué?

—¿Te acuerdas de Macbeth?

—¿La obra? —Asentí. Pritkin y yo habíamos acabado en una representación


muy memorable de ella una vez.

—¿Cuándo nos volveremos a encontrar los tres? —Citó—. ¿En el trueno, el


relámpago o la lluvia? Cuando el bullicio haya terminado, cuando la batalla esté
perdida y ganada.

—Eso me suena familiar.

—Lo dicen las brujas en el primer acto, mientras se preparan para lanzar un
hechizo para controlar los pensamientos de Macbeth. Pero los hechizos de
control mental son notoriamente difíciles. Suelen requerir un trígono para su
estabilidad: tres magos que combinan su poder para lanzar un solo
encantamiento.

—Entonces... ¿crees que Jonathan estaba planeando lanzar un hechizo de


control mental? —Porque eso no era para nada horroroso.

—No necesariamente. Muchos hechizos complejos no pueden ser lanzados por


un solo mago. Por eso un aquelarre debe tener al menos tres miembros, o no se
considera digno de ese nombre. En cualquier caso, sonaba como si tuviera
miedo de que nosotros lanzáramos un hechizo, o de que formáramos parte de
un trígono que lo hiciera, y no al revés.

Fruncí el ceño. —¿Pero qué hechizo? ¿Qué requiere tres personas?

Se encogió de hombros. —Cualquier cantidad de cosas. Control mental a largo


plazo, como he mencionado. Ilusiones a gran escala. Los hechizos ofensivos

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

más grandes, que combinan el poder de varios magos en uno solo. La mayoría
de las guardas de protección más grandes...

Siguió hablando, porque básicamente era una enciclopedia andante de


conocimientos mágicos, lo cual era genial y realmente útil. Intenté concentrarme,
de verdad, pero mi cuerpo estaba cansado y mi cerebro estaba lleno. No paraba
de desconectar.

Comí pizza mientras la voz de Pritkin me inundaba. Me tranquilizaba de una


manera que no podía describir. Jonathan era una historia de terror que me
erizaba la piel, pero cuando Pritkin hablaba de él, no me molestaba tanto. Me
sentía más segura aquí, sentada detrás de algunas cajas de vino y cajas de
berenjenas, que en todo el mes.

Últimamente había algo que faltaba en mi vida y que todas las correrías del
mundo no podían compensar. Algo que pronto iba a faltar de nuevo, cuando
volviera a la corte y a mi gran y fría cama, sola, donde daría vueltas y esperaría
que no estuviera haciendo algo que pudiera hacer que lo mataran. Otra vez.

Y esta vez, podría no ser algo que pudiera arreglar.

Preferiría quedarme aquí y abrazarlo un rato. Envolver mis brazos alrededor de


él y tal vez mis piernas, también, y aguantar. Ni siquiera era necesario que fuera
sexual; sólo quería sentir el latido de su corazón bajo mi mejilla y disfrutar del
calor de un cuerpo entero e intacto, ¡preferiblemente en un lugar donde
permaneciera así!

Estaba harta de preocuparme por él, de estar separada de él. Harta de oler
bonitas sábanas con aroma floral cuando deberían oler a pólvora y magia. Harta
del Círculo, que parecía empeñado en mantenernos separados, y del maldito
consejo de demonios, que había intentado asegurarse de que nunca volviera a
oler esa combinación...

Mi cerebro se detuvo en seco.

Pritkin se interrumpió y me lanzó una mirada, porque no se pierde mucho.

—¿Qué pasa?

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Tardé un minuto en contestar, porque algunas cosas por fin tenían sentido. No
del todo, y no una imagen completa. Más bien un rompecabezas a medio hacer
al que le faltaba la mayor parte del centro.

Pero, de repente, había algunas piezas más en el tablero.

—Había un hechizo en el que Jonathan estaba interesado, —dije lentamente—.


El nudo de los amantes.

—¿Y cómo lo sabes?

Le di una breve versión de los acontecimientos en la biblioteca del cuartel


general.

—¿Puedes ver a través de los ojos de un gato?

—Sí, bueno, normalmente no. —Me lo salté, porque no quería entrar en el tema
de las habilidades mejoradas y los vampiros maestros—. Pero el caso es que sí
usamos ese hechizo una vez, cuando luchamos contra Jo. Y Jonathan se tomó
muchas molestias para sacarlo de la biblioteca...

—Sí, pero ¿por qué? —Pritkin parecía desconcertado—. Hay otras copias.

—Eso es lo que he estado tratando de averiguar. Pero no puedo entrar en la


biblioteca Pitico para comprobarlo...

—Porque fue destruida.

Claro, vamos con eso, pensé.

—... Así que no entiendo lo que estaba haciendo. Pero derrotamos a Jo usando
ese hechizo. Quizá tenga miedo...

—¿De qué?

—De nosotros. ¿Recuerdas lo que dijo Adra?

Al líder del consejo supremo de demonios no le había gustado la idea de que


Pritkin y yo combináramos poderes. Los demonios recordaban las famosas
cacerías de mamá, y no querían que se repitiera. Sola, no era una amenaza para
ellos, ya que los poderes divinos no se combinan tan bien con un cuerpo humano

385
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

normal. Cuando me cansaba, no importaba cuánto poder tuviera. No podía


canalizar nada de él.

Pero Pritkin y yo juntos les preocupaba mucho más. Él era un príncipe de los
íncubos por parte de su padre, lo que significaba que podía magnificar el
poder a través del sexo, y mucho. Habíamos unido nuestras fuerzas en una
noche memorable en Gales para ayudar a matar a un dios a través de la
energía que creamos, y Adra había admitido que la razón por la que el consejo
había atacado a Pritkin no era realmente por él. Se trataba de lo que él y yo
podríamos hacer juntos.

Había sido exasperante descubrir que casi lo había perdido por nada. Porque
a eso habían llegado sus temores: a un gran montón de nada. Pritkin podía
magnificar mi poder, elevándolo básicamente al nivel de un dios... por un
segundo caliente. Y luego teníamos que perderlo o morir, porque no éramos
dioses y nos quemaría vivos para mantenerlo.

En otras palabras, nos sacábamos de encima una sola andanada y luego


quedábamos indefensos ante quien o lo que fuera que estuviéramos
combatiendo. Aunque diezmáramos a la mitad de un ejército de demonios, el
resto nos destruiría justo después. El consejo se había preocupado por nada,
casi había matado a mi amante por nada, ¡y ahora, al parecer, Jonathan podría
estar intentando hacer lo mismo!

¿Por qué la gente no podía dejarnos en paz?

—Lo recuerdo, —dijo Pritkin—. Pero Adra se equivocó, y si Jonathan piensa lo


mismo, también se equivoca.

—¡Lo que no te mantendrá vivo!

—Estoy más preocupado por ti.

—Puedo cuidar de mí misma...

—¡Exactamente! —Salió como un gruñido, antes de que se refrenara


visiblemente.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Lo miré por un momento, un poco desconcertada. Había estado tan relajado toda
la noche que pensé que lo había superado. Que la ira que había mostrado antes
se había enfriado y que estaba bien.

Al parecer, no era así.

—Bien, ¿qué? —Le pregunté.

—Nada.

Le dirigí la mirada que merecía, porque claramente había algo.

—Pensé que estabas enfadado con Jonas...

—Lo estoy.

—... por no matar a Jonathan...

—¡Una maldita jugada tonta!

—... pero ahora parece que también estás enfadado conmigo.

Pritkin frunció el ceño.

—No estoy enfadado contigo.

—¿Entonces cuál es el problema?

No dijo nada.

—Sabes que me lo vas a decir tarde o temprano, así que ¿por qué no acabar de
una vez?

—No es el momento.

—¿Por qué no?

Me miró incrédulo.

—¿Después del día que has tenido? ¿Y aparentemente la semana también? No


necesitas esto…

—Tampoco necesito que me traten como a una niña.

—Eso no tiene nada que ver.

—¿No? —Porque se parecía que si.


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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Por supuesto, había una razón para ello. Yo había cambiado mucho
últimamente, pero no estaba segura de cuánto sabía Pritkin. Había estado
maldito durante la mayor parte de un mes, y luego aquí durante otro mientras se
planeaba la invasión.

Y dos meses en mi vida eran mucho tiempo.

—Escucha, —dije—. Hay algunas cosas que necesito decirte...

—¿Como el hecho de que has estado entrenando con Lady Herophile?

Parpadeé, sorprendida.

—¿Lo sabías?

Pritkin había robado una aceituna de mi ensalada sin tocar, y estaba chupando
el jugo de un pulgar. Pero al oír eso, levantó la vista y los ojos verdes se
entrecerraron.

—No soy estúpido, Cassie.

—Nunca pensé que lo fueras.

—Sospeché algo durante un tiempo, pero cuando usaste Astara, lo supe. Según
Jonas, es una técnica muy avanzada, que incluso tus acólitas podrían
desconocer. E incluso si la conocen...

—Las mataría realizarla. —Maldita sea, me había preocupado de que Jonas


descubriera eso, cuando había habido otro testigo que me conocía mejor y
se preocupaba más por mí—. ¿Cómo sabías que no era Agnes?

—Lady Phemonoe tenía fama de ser rigurosa. No creí que fuera a saltarse las
reglas tanto. Lady Herophile, por otro lado...

—Era más como yo. Se saltaba las reglas hasta el punto de romperlas.

—Era conocida por utilizar... métodos poco ortodoxos, —convino Pritkin—. Y te


la encontraste en Gales y luego de nuevo en Londres. No era difícil de adivinar.

—Pero no me lo dijiste.

—Quería que tú me lo dijeras a mí. Creía que confiábamos en el otro más que
esto.

388
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Me moví incómodamente. Porque lo hacíamos. Siempre lo habíamos hecho.


Sólo que...

—Ser la Pitia significa jugar las cartas cerca del pecho a veces, ¿no es así? —
Preguntó, observándome.

—¡No quiero hacerlo! —Dije apasionadamente—. Pero es que hay... tantas


cosas, ¿sabes? Tantas decisiones, y la mitad de las veces no sé si estoy
tomando las correctas. No quería mantenerlo en secreto...

—Pero no sabías cómo me lo iba a tomar.

Me limité a mirarlo, porque era la verdad y ambos lo sabíamos. Pero me sentí


miserable al tener que admitirlo. Confiaba en Pritkin, más de lo que nunca había
confiado en nadie. Sabía que nunca me traicionaría, pero había cosas que temía
que no entendiera.

Y que la gente que lo rodeaba podría hacerlo.

Suspiró y se sentó de nuevo contra la pared.

—Tenía la sensación de que era algo así.

—Lo siento...

—No te disculpes. Tenías que conseguir entrenamiento de alguna manera, y no


había muchas opciones. Jonas no te enseñó casi nada, Lady Phemonoe ni
siquiera lo intentó, y tu madre...

—No quería verme.

Eso todavía corta profundamente.

—¿Qué más ibas a hacer?

—No fue mi idea, —dije, porque quería que lo entendiera. No quería que esto se
interpusiera entre nosotros—. Gertie se ofreció, después de ver lo mal que me
estaba yendo tras Jo...

—Lo suficientemente mal como para matarla.

—¡Apenas! Gertie dijo que se había preguntado por qué había usado un conjunto
de habilidades tan limitado en Gales...

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—Al mismo tiempo que la superabas.

—No la superé. Ella me atrapó, repetidamente...

—Y te escapaste, repetidamente.

—¿Quieres llegar a alguna parte? —Pregunté, porque seguía interrumpiendo.

—Sólo que, tal vez, ella no eligió entrenarte porque no eras lo suficientemente
buena, sino porque lo eras. Mataste a un asesino fey sin siquiera poder verlo,
algo que no habría creído posible si no lo hubiera presenciado.

Me inquieté un poco más ante eso, porque había tenido ayuda allí. Una ayuda
de la que tampoco podía hablar. O tal vez sí. Tal vez había estado ocultando
todos esos secretos y ni siquiera era necesario.

Pero, ¿y si lo era?

Pritkin era parte del Cuerpo y estaba aquí todo el tiempo, especialmente
últimamente. ¿Y si accidentalmente se le escapaba y decía algo? No lo creía
probable, pero cualquiera podía cometer un error, incluso alguien tan inteligente
como él. Y un pequeño desliz a alguien como Jonas...

¿Qué diría el jefe del Círculo si supiera que estaba compartiendo mi poder con
un maestro vampiro?

¿O diría algo? ¿Lo mataría? ¿Lo chantajearía? ¿O me chantajearía a mí?

A Jonas le había molestado perder la influencia que había disfrutado con Agnes.
No sabía hasta dónde había llegado eso en realidad; cuánto había influido él
realmente en ella frente a cuánto le había dejado ella creer que lo hacía. Pero él
creía que había tenido una Pitia en el bolsillo y ahora no la tenía.

¿Qué haría él para recuperar esa ventaja?

Maldita sea, ¡odiaba esto! Odiaba tener que pensar así. Amaba a Pritkin y
confiaba en él, pero no confiaba en todos los que lo rodeaban. Y tenía razón en
no hacerlo. La Pitia no podía ser una marioneta del Círculo y seguir haciendo su
trabajo, lo sabía.

Pero aún así me dolía, mucho. Solía ser el hombre al que le contaba todo.
¿Cuándo había cambiado eso?

390
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Lo miré miserablemente. Quería sincerarme más de lo que nunca había querido


nada. Quería hablar y hablar: de Jonathan, y de lo mucho que temía acabar como
Jo; de toda esa gente en la corte, esperando respuestas que yo no tenía; de mis
preocupaciones por Rhea, y de lo que pasaría si moría sin una heredera; incluso
del lío con Mircea. Echaba de menos a mi mejor consejero, echaba de menos
sus comentarios, echaba de menos sentir que alguien me comprendía... ¡mierda,
había echado de menos eso más que el sexo!

Y ahora estaba sentado allí, esperando una explicación, pero yo no tenía


ninguna.

Me miró un momento y luego se levantó y me tendió la mano.

—Ven.

Hay algo que quiero que veas.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

CAPÍTULO 36

El postre llegó justo cuando nos íbamos, por supuesto. Lo empaquete y me lo


llevé. Junto con el resto del pan, ¡porque no tenía ningún problema extraño
con el pan! Y una nueva botella de vino, ya que nos habíamos bebido casi toda
la anterior.

Pritkin había ido a ver a Tobías de nuevo mientras yo estaba ocupada. Volvió
con un termo de café, porque había estado demasiado tiempo sin una dosis, y
un juego de llaves. Unas llaves normales, aunque un poco anticuadas, de las
que los magos no usaban porque tenían guardas.

—¿Para qué son esas? —Pregunté.

—Tu suite para la noche.

—¿Mi suite? ¿Quieres decir que... no vamos a dormir en el agujero hobbit?

Pritkin hizo una pausa. —Creo que es la forma más bonita que he oído describir
el alojamiento del Cuerpo.

Hay una razón para eso, pensé, pero lo seguí por un pasillo flaco debajo de las
escaleras.

Subimos otra serie de escalones, bajamos un par de pasillos y luego bajamos


por un camino inclinado que me hizo abrazar el trasero de Pritkin todo el camino.
Lo cual... podría haber sido peor. Y luego me perdí, porque el pub parecía estar
integrado en el paisaje, como todo lo que hay por aquí, con mucho más interior
de lo que se cree.

Eso no me gustó demasiado, ya que los pequeños pasillos que recorrimos eran
algo estrechos, sin ventanas y con techos bajos, y todo parecía estar tallado en
piedra. Me recordaba incómodamente a la biblioteca Pitico, que no me traía
buenos recuerdos, o a una antigua tumba. Estaba a punto de preguntar si
podíamos volver a hablar del agujero hobbit, cuando Pritkin abrió una puerta al
final de un pasillo.

392
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—Tobías es uno de los propietarios que proporciona habitaciones a los


dignatarios visitantes, —dijo—. Como no puedes volver a la corte ahora mismo,
he dispuesto que tengas una para pasar la noche.

Y, está bien, pensé, mientras abría la puerta. Iba a dejar de hacer suposiciones.
Porque esto era hermoso.

Seguía siendo Tudor, con paneles de madera oscura, suelos a juego


desgastados por innumerables pies a lo largo de los años, y un techo de yeso
blanco y vigas abiertas. Pero este era un Tudor de lujo, como si la Reina Isabel
viniera y fuera mejor tener todos los patos en fila. O, al menos, cuidadosamente
cosidos en tus colgaduras de cama bordadas a mano, junto con conejos, ciervos,
un jardín entero lleno de flores y un par de campesinas, mostrando
escandalosamente sus espinillas mientras vadeaban un arroyo.

También había cuadros al óleo en las paredes, flores frescas en jarrones, una
pila de leña en una preciosa chimenea antigua y algunas mejoras modernas en
forma de un baño decente y unas puertas francesas en el salón.

Abrí estas últimas y me quedé allí, paralizada.

—¡Oh! ¡Pritkin, mira!

Las puertas daban a un balcón con vistas a la plaza, con un grupo de muebles
de hierro forjado muy poco tudor que ocupaban la mayor parte del espacio,
pero no me importó. Apenas lo noté, de hecho, porque estaba demasiado
ocupada mirando a la multitud tres pisos por debajo de nosotros. Que en ese
momento estaban nevados.

Levanté la vista y, efectivamente, una ventisca de pequeños copos salía en


espiral del cielo oscurecido, a pesar de que estaba bastante segura de que aquí
no nevaba en octubre. E incluso si lo hiciera, eso era roca allí arriba,
independientemente de lo que pareciera.

—Alguien va a recibir una patada en el trasero, —dije, riendo. Y arqueando el


cuello, tratando de ver de dónde venía todo aquello.

—Tal vez no, —dijo Pritkin, acercándose a mi lado—. ¿Y quién sabe? Tal vez se
enfríen algunos ánimos.

393
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Me tomó un segundo. —Espera. ¿Has sido tú?

—No admito nada.

Y entonces me reí más fuerte, porque ¡hijo de puta!

Pero a nadie parecía importarle demasiado. Incluso los guardias sobrecargados


de trabajo estaban de pie, mirando hacia arriba con sorpresa. Mientras todos los
demás...

—Están tratando de hacer bolas de nieve, —dije, agarrando el brazo de Pritkin y


señalando a un pequeño grupo a un lado.

También estaban haciendo un buen trabajo, ya que casi todos los presentes eran
trabajadores mágicos. Podían invocar los copos del aire sin tener que esperar a
que se acumularan en algún lugar. Y entonces empezó todo, los chicos lanzando
bolas de nieve en lugar de hechizos, las chicas riendo y chillando y luego
lanzando algunas ellas mismas, porque incluso los grandes magos de guerra
malos habían sido niños alguna vez. Los descontentos y hambrientos
comensales, que esperaban fuera de una docena de establecimientos, sonreían
de repente y extendían las manos y, en algunos casos, la lengua, para atrapar
los copos.

La pequeña ciudad se estaba convirtiendo en un paraíso invernal.

—No has visto la mejor parte, —me dijo Pritkin, tirando de mí hacia el salón. Y
luego se detuvo bruscamente, cuando algo sonó en el aire a nuestro alrededor.
Frunció el ceño, pero hizo un gesto con la muñeca, como si lanzara algo a la
chimenea. Y un segundo después, el espejo que había sobre ella chispeó, brilló
y cambió.

A una imagen de la cara de Jonas Marsden. Me congelé por un segundo,


pensando que Pritkin estaba atrapado. Pero luego puse mentalmente los ojos en
blanco. No creía que a Jonas le interesaran tanto las bromas, ni siquiera las
impresionantes.

Lo cual fue confirmado por sus primeras palabras.

—John. Hemos echado un vistazo a nuestro nuevo huésped y hemos


encontrado algo... inesperado. Nos gustaría tener tu opinión.

394
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Pritkin dudó, pero luego asintió, no es que Jonas lo haya esperado. Ya había
hecho algo que dividió el espejo. La mitad seguía mostrando su rostro,
respaldado por alguna oficina genérica, y la otra...

Suspiré y me desplomé contra el respaldo del sofá, preguntándome qué hacía


falta para tener una noche libre de horrores.

Porque era Jonathan, por supuesto. Desnudo y sentado en una silla en lo que
parecía una celda de detención, con la horrible cara aún visible en su estómago.
Y todavía moviéndose ligeramente, porque supuse que se trataba de algún tipo
de transmisión de vídeo.

No tenía mejor aspecto desnudo que vestido, pero era tan grotesco que atraía la
mirada incluso cuando la repelía. Pero con algo de distancia, en lugar de estar
justo delante de él, me di cuenta de un par de cosas que me había perdido. Un
par de cosas horribles.

—¿Qué...? —Me levanté y rodeé el sofá para tener una mejor vista—. ¿Qué son
esos?

—Más trofeos, se supone, —dijo Jonas.

Lo miré, y luego volví a mirar a Jonathan. Y, de repente, entendí lo que había


querido decir. Porque había dos bultos más, mucho más pequeños que el de Jo,
al otro lado del torso del mago oscuro.

Y uno de ellos también se movía.

Era tal vez del tamaño de una pelota de béisbol, y de un lívido color púrpura
rojizo, como una herida reciente. Pero no lo creía. Porque había una cara ahí
dentro, pequeña y arrugada y medio oculta por el color moteado, aunque no era
humana.

—Demonio, —dijo Pritkin, rodeando el sofá para unirse a mí.

—Esa fue también mi evaluación, —dijo Jonas—. Aunque algunos de nuestros


expertos no están de acuerdo. No lo creen posible.

395
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—¿No creen que sea posible? —Pregunté, sin dejar de mirar a la horrenda
cosita. Tenía ojos, diminutos y negros, o tal vez sólo protuberancias que
proyectaban sombras en los lugares apropiados. Era difícil saberlo.

Y entonces parpadeó hacia mí, y retrocedí hasta el punto de golpear la mesa de


café. —¿Está poseído?

—Creo que es más probable que sea él quien haga la posesión, —dijo
Pritkin.

—¿Quiero saber qué significa eso?

Levantó la mano, y una de esas sorprendentes manos de dedos largos, las


manos de un erudito en lugar de un guerrero, trazó el contorno. —Creo que lo
atrapó, como el Cuerpo hace a veces con los demonios incorpóreos, para hacer
gólems. Pero en lugar de formar un cuerpo propio para el espíritu, un verdadero
gólem, lo atrapó en parte del suyo.

Miré a la pequeña cosa encorvada, medio asqueada, medio horrorizada. No se


movía tanto como Jo, que aún parecía estar tratando de comerse la piel de
Jonathan. Pero estaba claramente vivo. —¿Por qué?

—Probablemente para permitirle acceder más fácilmente a su poder, —dijo


Jonás.

—¿Qué poder?

Pritkin lo miró sobriamente. —Si no me equivoco, es un demonio rahkschalt. Un


desplazador de mundos.

—¿Qué significa?

—Se utilizan como mensajeros y repartidores en los infiernos, ya que se les


considera inofensivos. Son una de las pocas razas que pueden viajar libremente
entre mundos.

Se hizo la luz. —Así que ahora Jonathan también puede.

Jonas asintió. —Eso explicaría cómo Aeslinn entró en contacto con los Antiguos
Horrores. Hemos estado asumiendo un traidor en el consejo de los demonios,
pero puede haber una explicación más simple.

396
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—Todavía podría ser un traidor, —dijo Pritkin. Porque él no se hacía ninguna


ilusión sobre el consejo.

—En cualquier caso, tal vez con dos de nosotros siendo de la misma opinión,
puedo conseguir que nuestros supuestos expertos me escuchen. Aunque
ayudaría si tienes alguna idea sobre cuál podría ser la última... modificación...

Eso atrajo mi atención de nuevo hacia el otro bulto, que estaba ligeramente
a la izquierda y por debajo del púrpura. Tenía el tamaño de una pelota de golf
y era de color gris verdoso. A diferencia de los otros, parecía viejo, muy viejo.
No había ninguna cara dentro que pudiera ver, ni tampoco movimiento. Pero
estaba bastante segura de que contenía a alguien o algo de todos modos.

Algo horrible.

Y, de repente, me di cuenta de que realmente no quería saber qué. Los hombres


siguieron hablando, lanzando diferentes ideas, pero mi cerebro acababa de
llegar al límite. Y supongo que mi sistema nervioso también lo había hecho,
porque un profundo escalofrío me recorrió, una advertencia para que dejara de
mirar las pesadillas ahora mismo.

Pritkin cortó abruptamente lo que había estado diciendo.

—Es suficiente, —le dijo a Jonas.

—Por desgracia, no lo es, —dijo el anciano—. Siento que esto sea angustioso,
pero tenemos una guerra que librar, y entender a nuestro oponente es la mitad
de la batalla. Pero nunca hemos visto nada parecido a esto...

—Entonces descúbrelo, —dijo Pritkin—. Pero no necesitas hacer eso aquí.

—Tienes toda la razón. Necesito hacerlo aquí. Por favor, preséntate en el ala de
la prisión, sección 15...

—No.

—... sala 28A... —Jonas cortó—. ¿Perdón?

—He dicho que no. Me quedo aquí para vigilar a Cassie esta noche, y volveré
con ella a la corte mañana, tan pronto como ella pueda desplazarse. Ya he
estado fuera demasiado tiempo.

397
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—¿Puedo recordarte que estamos en vísperas de una invasión?

—Sí, lo estamos. Y he hecho todo lo humanamente posible para ayudarte a


prepararte para ello. No hay nada más que pueda decirte sobre el territorio de
Aeslinn...

—¿Y si algo sale mal? Eres uno de nuestros principales expertos tanto en fey
como en demonios...

—A quien puedes contactar en la Corte de la Pitia tan fácilmente como aquí.

—¡Maldita sea, John! —Jonas lo miró fijamente—. ¿Qué te pasa?

—¿Qué me pasa? —La voz de Pritkin se había vuelto suave, lo que nunca era
una buena señal—. Eso, —señaló al monstruo que seguía desplomado en la
pantalla—. Eso me pasa. Cassie se enfrentó a esa cosa sola por mi culpa.
Necesita que alguien la vigile.

—Tiene a gente. Toda una corte llena...

—¡Ancianas y niñas! No es suficiente...

—No parecías tener ningún problema con ello en toda la semana, —señaló
Jonas, haciendo que Pritkin se sonrojara.

—Tuve un gran problema con ello, pero me convencí de que ella estaría más
segura en su corte que conmigo, ¡si un maldito fey me estaba acechando!

—Espera, ¿qué? —dije, frunciendo el ceño—. ¿Sabías que eras el objetivo, todo
el tiempo?

—El asesino estaba en mi habitación, —dijo el hombre más exasperante del


mundo.

Lo miré fijamente, momentáneamente sin palabras.

—Entonces, ¿por qué mierda...?

—¡No quería que te arriesgaras, intentando salvarme de nuevo! ¡Quería que


volvieras a la corte y que estuvieras bien fuera de eso por una vez! Pero debería
haber sabido...

—¿Me mentiste?

398
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—... ¡Que no puedes mantenerte fuera de los problemas durante cinco minutos!
Te envío a casa, y la próxima vez que te veo, ¿qué estás haciendo? Arrastrando
al hombre que encabeza la lista de los más buscados del Círculo y sangrando
como un cerdo!

—¡Me mentiste! —Dije, con incredulidad—. Te quedaste en el cuartel general,


sabiendo que estabas siendo el objetivo, como un... —Mis ojos se abrieron de
repente, al ver la verdad—. Esperabas que lo intentaran de nuevo, ¿no es así?
Te ofrecías como cebo...

—¿Si puedo interrumpir? —Dijo Jonas.

—...mientras sabías muy bien... ¿alguna vez has pensado en lo que me haría, si
te mataban? —Me enfurecí—. ¿Cómo me sentiría yo, sentada cómodamente en
la corte, escuchando los estúpidos problemas de la gente, mientras tú te
desangrabas? ¿Lo hiciste? ¿O eso era irrelevante mientras se hiciera el trabajo?
¡Maldita sea! —Grité, sintiendo que mi presión sanguínea se disparaba—.
¡Pensé que ya habíamos pasado por esto! Creí que entendías...

Me interrumpí un segundo, porque la furia me había cerrado la garganta y no


podía hablar. Me limité a mirarlo acusadoramente y a ver cómo se enrojecía
hasta la línea del pelo, ¡como no podía ser de otra manera! Creía que habíamos
superado toda esa mierda de ‘tu vida es más valiosa que la mía’ después de
haber perseguido su alma a través del tiempo durante mil quinientos años. Pero
supongo que no.

¿Qué mierda?

Por un momento, nos sentamos y respiramos pesadamente el uno al otro. Pero


entonces Pritkin hizo lo último que esperaba. Algo que el bastardo contrario casi
nunca hacía, porque le encantaba discutir.

Me dio la razón.

—Tienes razón.

Parpadeé, sorprendida con la guardia baja. —¿Qué?

—Tienes razón, —repitió—. Cada palabra. ¿Qué crees que me decía a mí


mismo, mientras te veía arrastrar a ese maldito mago? ¿Exhausta, cubierta de

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

sangre y sola, cuando debería haber estado contigo? Pero no lo estaba, y no


sólo porque estaba perdiendo el tiempo entrenando hombres cuando el Cuerpo
tiene cientos de otros para hacer eso...

—No que conozcan Faerie como tú, —dijo Jonás, porque con la edad no siempre
llega la sabiduría.

—... sino porque te había advertido, te había prohibido volver allí, a ese tiempo
y lugar, y abordar a un guerrero fey. Quería protegerte tanto que te puse en
peligro. Te conozco; debería haber sabido que lo harías a pesar de todo. Era la
única manera de averiguar cómo había entrado y de descubrir si había alguien
con él. Pero en lugar de ofrecerme a acompañarte...

—John, —intentó de nuevo Jonas.

—... ¡Prácticamente me aseguré de que volvieras, y de que lo hicieras sola!

—Está... está bien, —dije, mi cerebro todavía tratando de procesar el hecho de


que podría haber ganado una discusión. Y con un tipo que normalmente tenía la
defensa preparada. Pero ahora no parecía muy preparado. Parecía consternado,
culpable y enfadado; no, más que enfadado. Parecía furioso, pero no conmigo,
me di cuenta. Estaba furioso... con él mismo.

Y eso, de alguna manera, destruyó toda mi ira contra él. Al instante pasé de estar
indignada a querer abrazarlo, así que lo hice, y él me devolvió el abrazo como si
fuera la última vez que tuviera la oportunidad. Porque también había tenido
miedo, me di cuenta. Joder, si su agarre era algo para seguir, todavía lo tenía,
aunque todo había salido bien.

—No volví para luchar contra él, —dije, frotando su espalda—. Por eso
necesitaba el traje. Sólo tenía la idea de que tal vez estaba tratando con un
desplazador de tiempo, y quería averiguar si era cierto. Estaba allí para observar,
no para luchar.

Pritkin se apartó para mirarme. Fue sorprendentemente sardónico.

—Y tus planes siempre resultan como se esperaba.

Me enfadé un poco con eso, pero no había mucho calor detrás de eso esta vez.

400
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

El tipo tenía razón en parte

—Esto no volverá a ocurrir, —prometió—. La próxima vez que decidas perseguir


a un loco a través del tiempo, estaré contigo.

Lo cual... es cuando Jonas cometió un error.

—La Pitia tiene muchos defensores, —dijo, rotundamente—. Y tendría más si


aceptara un contingente completo de magos de guerra en su corte, como debería
hacer. Mientras tanto, tu presencia es necesaria aquí.

—¡No cuando Cassie está en peligro!

—Ella va a estar en mucho más peligro si nuestros enemigos ganan, —señaló


Jonas—. Todos nosotros estamos...

—¡Todos nosotros no hemos pasado por lo que ella ha pasado! ¡Ni tú, ni yo, ni
nadie!

Jonas parecía ligeramente sorprendido por la ferocidad de esas palabras. —Soy


consciente, —comenzó, más suavemente.

—¿Lo eres? El hecho de que siga viva después de este verano es un milagro,
un testimonio de su fuerza, pero todo el mundo tiene límites. En menos de seis
meses, ha eludido a más asesinos de los que puedo contar, incluidos algunos
del propio Círculo...

—Bajo la vigilancia de mi predecesor, —le recordó Jonas—. Lo cual fue


una de las razones por las que lo reemplazamos...

—... luchó contra dos dioses, mató a dos dioses, rescató a su corte cuando tú
habrías dejado que se quemara...

—Para no arriesgarla, como tú muy bien...

—¿Para qué? —Pritkin interrumpió salvajemente—. ¿Para arriesgarla en cambio


en esa ridícula misión en Faerie? La enviaste a explorar una zona en la que ni
siquiera los fey entrarían, ¡y casi haces que la maten en el proceso! Y yo fui tan
estúpido como para no decir nada, para simplemente acompañarla y tratar de
protegerla. Pero eso se está volviendo cada vez más difícil a medida que esta

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

guerra se acerca, y ella no va a ser un sacrificio, ¿entiendes? No va a ser el


precio de tu victoria.

Los ojos de búho se entrecerraron. —Nunca he esperado que lo sea. La Pitia es


preciada para todos...

—¡Mentira! —Fue prácticamente un rugido, y Jonas, que era una de las figuras
más imperturbables que conocía, parpadeó.

Por parte de Pritkin, sus ojos de repente brillaron de neón.

—He visto cómo se ocupa el Circulo de las Pitias, —escupió—. Cómo las utiliza,
las desecha y trae a otra joven para explotarla...

—¡Es suficiente!

—¡Estoy de acuerdo! ¡Es suficiente! Cassie te ha devuelto tu posición. Te ha


ganado una victoria tras otra. Ha hecho todo lo que se le ha pedido y más. ¡Es
suficiente!

—Esa no es tu decisión.

—La estoy haciendo mía. Ella no va a ser otra Agnes...

Jonas se puso morado.

—¡Maldito seas! Te atreves...

—Sí, me atrevo. ¡Me atrevería a mucho para evitar enterrar a una segunda Pitia
en un año!

—¿Y crees que yo no lo haría? —Los ojos azules eran ahora rendijas. No es una
gran señal en uno de los magos más poderosos de la Tierra.

Pero Pritkin los miró con firmeza, no obstante.

—¿Si te diera una victoria? Sí, creo que no.

Por un momento, pareció que el tiempo mismo contenía la respiración.


Ciertamente yo lo hice, congelándome en el sitio. Y preguntándome cómo
habíamos pasado de las peleas de nieve a esto.

402
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—Permíteme recordarte, —dijo Jonas, con la voz más plana que le había oído
nunca—, que trabajas para el Cuerpo, y que tu lealtad...

—Es hacia la mujer que me comprometí a proteger, —gruñó Pritkin—. La que he


puesto en peligro con mi silencio y mi ausencia. No más. Y en caso de que sea
necesario decirlo, renuncio.

403
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

CAPÍTULO 37

Pritkin pasó una mano por el espejo, dispersando la imagen de Jonas y


difuminando los rasgos de forma horrible. Las mejillas sonrosadas se
convirtieron en líneas sangrientas, los ojos azules saltaron y la boca abierta se
alargó hasta convertirse en una mueca. Y luego, abruptamente, desapareció.

—Um, —dije.

Pritkin me lanzó una mirada. Sus ojos seguían brillando y su color era alto. Pero
también parecía un poco avergonzado.

—Lo siento,—dijo secamente—. Eso... lleva un tiempo acumulándose.

—¿Estás seguro de que no estás molesto sólo por lo de hoy?

Eso me valió otra mirada, esta vez incrédula. —¿Crees que cometí un error?

—No. Quiero decir, no lo sé. Quiero que vuelvas conmigo, lo sabes. Pero...

—¿Pero?

—Estamos en guerra. El Cuerpo te necesita...

—Tú me necesitas.

—... y no quiero que hagas nada de lo que te puedas arrepentir.

—De lo que me arrepiento es de haber estado fuera tanto tiempo. Sabía muy
bien dónde tenía que estar y, sin embargo, dejé que Jonas me convenciera
de jugar su juego. —Me tomó de la mano y agarró el termo de café—. Ven.

No sabía a dónde íbamos, pero no lo cuestioné. Resultó ser una ventana en el


dormitorio, que daba a la ladera del acantilado y debería haber sido sólo
decorativa, pero que daba a un pequeño sendero. Seguimos el sendero por el
costado del edificio y subimos un conjunto de escalones tallados en piedra. Y
entonces, tras una subida más larga de lo esperado por la ladera rocosa, salimos
a una meseta natural.

Estaba jadeando cuando llegamos a la cima, y Pritkin me lanzó una mirada.

—¿Cuántas carreras has hecho desde que me fui?


404
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Me pregunté si huir de los fey en la vieja Rumanía contaba. De ser así, la


respuesta era una.

—Muchas, —le dije.

Eso me valió una mirada, pero era cierto. Una era suficiente para mí.

Pero esto... casi valía la pena. Todavía podía ver el cruce abajo, si miraba hacia
abajo desde el mismo borde. Pero ahora estábamos muy arriba, no tres pisos,
sino más bien ocho, tal vez nueve.

Me dejó con una vista completamente diferente a la de antes. Seguía habiendo


mucha gente allí abajo, pululando, pero ahora estaba más oscuro. Supuse que
el Cuerpo tenía las luces conectadas a algún tipo de temporizador, para simular
mejor la progresión normal de un día para los que se quedaban a largo plazo.
Las estrellas habían salido cuando llegamos por primera vez, pero la iluminación
de la tarde seguía vigente, dándole a todo un extraño brillo crepuscular.

Ya no era así. Ahora era de noche, con la oscuridad azulada iluminada por la luz
plateada de la luna desde arriba y la luz dorada del fuego desde abajo, que se
colaba por las ventanas de numerosos pubs y restaurantes. La nieve que brillaba
por todas partes era de color blanco plateado o dorado, dependiendo de la fuente
de luz que la tocara, y los copos plateados y dorados caían desde arriba o se
arremolinaban como derviches en el aire. Era hermoso.

Pero eso era sólo la mitad de la historia. Porque Pritkin me atrajo hacia él, usando
la cara del acantilado como respaldo y permitiendo que yo hiciera lo mismo con
él. Y señaló hacia arriba.

Era como estar dentro de una bola de nieve gigante, pensé, mirando al cielo. Los
árboles eran ahora sólo siluetas oscuras contra la noche, como telones que
enmarcan un escenario. La verdadera estrella era la luna, montada en una balsa
de nubes pálidas, con las estrellas centelleando a su alrededor.

Durante un rato, nos quedamos allí sentados, bebiendo café de la taza del termo
y empapándonos de las vistas. El silencio era casi total a esta altura, la multitud
era un murmullo lejano que podría haberse confundido con el viento entre los
árboles. Y como ya no podía verlos, era fácil imaginar que no estaban allí y que

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Pritkin y yo habíamos sido transportados de alguna manera a un escondite en el


desierto.

Ojalá, pensé, mirando hacia arriba.

—Vine aquí después de la muerte de mi esposa, —me dijo Pritkin, al cabo de


unos minutos—. Tenía la idea de que el trabajo me ayudaría a superarlo. No lo
hizo, pero durante el tiempo que me llevó descubrirlo, me quedé aquí.

Lo miré por encima del hombro. —¿En esta misma suite?

Él asintió. —El sitio lo dirigía el padre de Tobías en aquella época, y era... menos
gentil. Tenía fama de ser un establecimiento para bebedores, y las habitaciones
eran un poco toscas y mal preparadas. El tipo de sitio al que te arrojaban cuando
te desmayabas debajo de una mesa.

Asentí con la cabeza.

—La mayoría de la gente se quedaba aquí de unas horas a unos días,


dependiendo de lo fuerte que fuera la resaca. Yo me instalé y no me fui. Tobías
se encargaba de la parte de la casa de huéspedes, pero no hizo ninguna
pregunta: por qué no me iba a casa por la noche, por qué hacía doble turno todos
los días, por qué parecía un cadáver recién desenterrado. Nada de eso.

No dije nada. Pritkin rara vez hablaba de su esposa, que seguía siendo un tema
muy delicado. Lo cual no era demasiado sorprendente, ya que sus habilidades
de íncubo la habían vaciado de vida, dejándola como una cáscara seca en sus
brazos en su noche de bodas, y lo habían traumatizado muchísimo.

Por lo que entendía, la culpa había sido principalmente de ella. Ella era en parte
demonio, y había iniciado el bucle de retroalimentación que constituye el sexo
demoníaco, con la esperanza de que el poder que generaran juntos aumentara
en gran medida el suyo propio. Y así, ganarse el respeto en los infiernos, algo
que su familia nunca había tenido.

Eso en sí mismo no habría sido tan malo, al menos para los estándares
demoníacos, pero no se lo había dicho a Pritkin primero. No le dejó ni idea de lo
que había planeado ni de la forma de detenerlo cuando las cosas se torcieron. Y

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

salieron muy mal. Tenía tan poco poder que el bucle de retroalimentación la dejó
seca antes de que tuviera la oportunidad de devolverle algo.

Pritkin se había culpado a sí mismo, por supuesto. Y a su padre, a quien ella se


lo había contado, presumiblemente para averiguar si su hijo medio íncubo había
heredado el don familiar. Rosier había accedido a apoyarla porque quería que
Pritkin volviera al redil, y pensó que una poderosa esposa demonio que amara
los infiernos podría servir. Lo que había hecho, en cambio, era provocar un
enorme lío que hizo que Pritkin fuera desterrado a la Tierra bajo un interdicto
draconiano que sólo se había levantado recientemente.

También le había dolido, mucho más de lo que Rosier había entendido nunca.

—No, Tobías no preguntó nada, —dijo Pritkin, sus manos subiendo y bajando
por mis brazos para mantenerme caliente, porque no habíamos pensado en traer
una manta—. Sólo me dio las llaves, me trajo la cena cada noche y me dejó solo.
Me dijo que si alguna vez quería hablar, él estaba aquí.

—Era un buen amigo.

—De eso se trataba... no lo era. Nos conocíamos, yo había entrenado a uno de


sus hermanos, pero no éramos cercanos. Nunca quiso ser un mago de guerra.
Se negó incluso a hacer las pruebas para ver si tenía la aptitud. Decía que quería
cocinar y dirigir este lugar cuando su padre muriera, y que todos lo dejaran en
paz. Al final, lo hicieron.

Volví a recostar la cabeza contra el pecho de Pritkin y observé cómo caía la


nieve. Ahora era más ligera; o bien el hechizo estaba cediendo o alguien había
encontrado la forma de contrarrestarlo. Pero seguía siendo bonita.

Y él estaba calentito. Sus piernas rodeaban las mías al igual que sus brazos, así
que era casi como si tuviera mi propia tumbona con forma de mago de guerra.
Podría quedarme aquí toda la noche, pensé.

—Probablemente Tobías me salvó la vida, —dijo Pritkin, tras otra pausa—. Un


día tuve un turno de mañana sin nada que hacer después, y fui a un bar en la
parte superior para tomar una o dos pintas. Lo que se convirtió en un trago o
dos, y luego tres y cuatro y finalmente perdí la cuenta. Volví aquí, no sé cómo,

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

completamente borracho y pidiendo más. El pub me había echado, pero aún no


había terminado. Le dije a Tobías que trajera una botella.

—¿Lo hizo?

Sentí que Pritkin asentía detrás de mí. —Lo hizo, de un remedio para la resaca.
Recuerdo que incluía salsa picante y un par de huevos crudos, y tenía un
aspecto tan vil como su sabor. Le indiqué que lo devolviera y me trajera lo que
había pedido. Él se negó y yo lo golpeé.

—¿Le hiciste daño? —Pregunté, ligeramente alarmada porque acabábamos de


comer la pizza del hombre.

Pritkin soltó una carcajada que me despeinó.

—No. Ni siquiera podía ver bien. Me puso sobre mi culo, y bastante bien,
además. Pero luego hizo algo raro. Se quedó conmigo.

—Probablemente quería asegurarse de que no vomitaras y te ahogaras.

—Posiblemente. No sé realmente cuál fue su razonamiento; nunca lo dijo. No


habla mucho, a menos que esté reprendiendo a algunos de sus cocineros. Creo
que guarda su voz para ellos.

Recordé algunas de las inventivas maldiciones que había oído antes, que salían
de las profundidades de la cocina. —Eso parecía.

—Pero es un buen oyente. Tengo recuerdos borrosos de esa noche, pero estoy
bastante seguro de que le conté más de lo que debía. Puede que le haya contado
todo, o lo suficiente para que adivine lo que soy...

—¡Pritkin!

—... que esencialmente le dijo quién soy. Pero nunca le dijo nada a nadie.

—¡Tuviste mucha suerte! —Dije, dándome la vuelta para mirarlo.

—Sí, la tuve. Normalmente soy más cuidadoso, pero aquella noche tuve la idea
de acabar con todo. No por ningún temor existencial, entiendes; simplemente no
parecía haber ninguna razón para continuar. Hizo que todo, incluso el secreto,
pareciera menos importante.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—¡Había razones! —Dije furiosamente.

—Sí, pero entonces no podía verlo. Estaba bajo interdicción del consejo de los
demonios con muy pocas probabilidades de salir de ella. Mi padre quería que
volviera a casa y me prostituyera por el bien de la familia, y si rompía mi libertad
condicional, allí me enviarían. Mi esposa había muerto en mis manos, y aunque
su condición de demonio significaba que las autoridades humanas no iban a
investigar, la culpa... —Sacudió la cabeza. —Simplemente no quería seguir.
Quería salir.

No dije nada, aunque mis manos se aferraron a sus musculos, asegurándome


de que seguía allí.

—Tobías me arrastró hasta aquí. Nos tumbamos en el suelo, justo ahí, —señaló
un espacio junto al borde del acantilado—, en parte para observar las estrellas y
en parte porque estaba demasiado borracho para ponerme de pie. Todo daba
vueltas de forma bastante alarmante, según recuerdo.

—¿Y luego qué? —Pregunté, tras de un rato, porque Pritkin había dejado de
hablar. Probablemente recordando.

—Nada. Volvimos a bajar. Me hizo beber su terrible brebaje y me fui a la cama.


No funcionó, por cierto. Vomité salsa picante durante todo el día siguiente, en
lugar de ginebra. O quizás junto con la ginebra; no lo recuerdo bien. Me ardió la
garganta durante días. Pero ésa fue la única lesión que sufrí, gracias a él.
Resultó que no necesitaba un montón de tópicos, que es todo lo que cualquier
otro me habría dado. Sólo necesitaba que alguien se preocupara por mí. No diré
que después de eso salí del pozo, no durante años, pero nunca más estuve tan
cerca. Dejé el Cuerpo poco después, por un tiempo, pero nunca olvidé a Tobías,
y la lección que me enseñó.

—¿Qué lección?

—Que no importa lo fuerte que seas, o creas que eres. Todos pueden tropezar.
Y todos necesitan que alguien los atrape cuando caen.

Empecé a hacerme una idea. —Yo tengo a alguien, —le recordé.

—Y sin embargo, viajas sola.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—Muchas Pitias tenían...

—Muchas Pitias no estaban en guerra. Se enfrentaron a un mago oscuro


ocasional. Tú te enfrentas a... monstruos.

No tenía una respuesta para eso.

—No importa lo poderoso que seas, —repitió—. Cualquiera puede caer.

Sus dedos encontraron hábilmente el nudo en mi cabeza, cortesía de una


roca en la vieja Rumanía. Debió de notarlo en la ducha pero no había dicho nada.
Aun no lo hizo, pero esos hábiles dedos jugaron sobre él suavemente, trazando
el contorno de algo que debería haber sido mucho peor. Eso había sido, hasta
que una misteriosa mujer me salvó con habilidades curativas que no debería
haber tenido.

—Una vez fuimos un buen equipo, ¿no? —Preguntó, después de un rato.

—Sabes que lo fuimos.

—Entonces, ¿por qué no otra vez? —No respondí y me miró con seriedad,
girando mi cara para poder ver mis ojos—. Parece que quieres que vuelva, que
regrese a la corte, pero al mismo tiempo me alejas. Debes tener una razón.

Lo miré con el ceño fruncido. —Sabes por qué.

—No, no lo sé.

Me levanté, tanto porque por fin tenía demasiado frío para quedarme sentada,
como porque estaba agitada. A diferencia de Pritkin en esa noche de hace
mucho tiempo, ¡no había bebido lo suficiente para esto! Pero parecía ser el sitio
designado para llevar el alma por aquí.

Al menos era bonito.

—Quiero que vuelvas, —le dije—. Que se joda Jonas... ya te ha tenido bastante
tiempo.

—Pero.

—Pero te quiero a salvo. Por eso no me opuse cuando quiso tomarte prestado.
Le hice jurar que no irías con la invasión. Que sólo serías un asesor...

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—Ah.

—¡Sí, ah! —Lo miré fijamente, con los brazos cruzados, desafiante—. No me
importa que te enfades conmigo, ¿entiendes? ¡No me importa! He perdido a
demasiados. ¡No quiero perder a nadie más!

—Me preguntaba por qué ni siquiera preguntaron.

—Bueno, ahora lo sabes.

Pritkin se levantó también. —¿Entonces voy a volver a ser qué? ¿Un perro
faldero?

Se sintió como una bofetada. —¡Sabes que no te veo de esa manera!

—Pero quieres...

—¡No quiero!

—¿Entonces qué quieres?

—¡Te lo dije! Pensé que te había perdido... —Me detuve y lo miré en silencio por
un momento, porque no iba a hacer esto. ¡No iba a llorar!

Me llevó un minuto recuperar el control, pero Pritkin me esperó. Tenía una


tranquilidad, una quietud que yo no estaba acostumbrada a ver. Y eso fue un
marcado contraste con el hombre enfurecido en la sala de interrogatorios,
arrojando una silla a través de una ventana para estar a un brazo de distancia
de su presa.

Y entonces se me ocurrió algo.

—¿Lo habrías matado? —Pregunté—. ¿Si lo hubieras alcanzado?

—¿A quién?

—¿A quién más? Jonathan.

—Esa era la idea general. —Fue seco.

—¿Por qué no lanzar un hechizo, entonces? Podrías haberlo eliminado desde el


otro lado de la habitación.

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Pritkin negó con la cabeza. —Tenía demasiados magos a su alrededor. Se


habría desviado.

—Así que tuviste que hacerlo a la antigua.

—Esencialmente.

—¿Y si hubieras tenido éxito? ¿Qué pasaría entonces?

—Él estaría muerto, y tú estarías... —Pritkin se detuvo y me miró durante un


minuto. Y aunque pudo ser un truco de la luz, me pareció ver un brillo de respeto
en sus ojos. Casi compensó la sonrisa que se dibujó en sus labios—. Touché.

—Querías protegerme, —dije—, una vez que te diste cuenta de lo que Jonathan
pretendía hacer. Y no te detuviste a pensar el precio que deberías de pagar.
¿Cuántos años habrías conseguido por eso? ¿Cuántas décadas?

Pritkin se cruzó de brazos. —Posiblemente ninguno. Es un mago oscuro de alto


nivel y uno de los líderes del otro bando. El Cuerpo lo quiere desde hace tiempo.

—Pero lo quieren vivo. Pueden extraerle información. Pueden cambiarlo por otro
prisionero de alto valor...

—Nunca lo cambiarán.

—Tal vez, tal vez no. Pero no lo quieren muerto. Me sorprende que no sigas
encerrado.

—Si no fuera importante para ti, podría estarlo, —confesó.

—Y si yo no fuera importante para ti, no lo habrías intentado.

Nos quedamos allí, mirándonos, durante un largo momento.

—¿Cuál es la conclusión? —Preguntó al final Pritkin—. Yo quiero que estés a


salvo; tú quieres que yo esté a salvo. Sin embargo, ambos tenemos trabajos
que hacer.

—Tú acabas de dejar el tuyo.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Esa vez recibí una media sonrisa. —Tal vez. O tal vez vuelvan en una o dos
semanas, diciéndome que puedo mantener mi rango y permanecer en la corte,
siempre y cuando haga cualquier locura que necesiten en ese momento.

—¿Y lo harás?

—No. —Fue tajante—. Quise decir lo que dije. Tú eres mi prioridad. Pero voy a
volver a la corte para ayudarte, no para quedarme mientras te pones en peligro.

Lo miré fijamente, porque ponerme en peligro con Pritkin me asustaba más que
ir sola. Mucho más. Lo había echado mucho de menos este último mes, pero
también me había alegrado mucho de no tener que preocuparme por él.

Aquel viaje al que me había obligado el maldito consejo de demonios,


persiguiendo su alma, me había jodido hasta el punto de que casi prefería
manejar las cosas por mi cuenta. Saber que él estaba de vuelta aquí,
probablemente metido de lleno en el papeleo, había sido un consuelo. No
quería perder eso.

Pero iba a tener que hacerlo, ¿no?

—Tengo miedo, —confesé, y me mordí el labio—. No sé qué haría si te perdiera.

—Entonces no me pierdas.

Me reí un poco con eso; no pude evitarlo. —¡Eres un hombre difícil de seguir!

—Y tú eres una mujer difícil de amar. Pero aquí estamos.

—Pero aquí estamos, —susurré.

Y entonces dije ¡a la mierda! y me arrojé a sus brazos.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

CAPÍTULO 38

Sus labios estaban fríos, como sus mejillas, y húmedos por la nieve derretida.
Pero su boca era cálida, dulce como la miel y picante, con una capa de amargura
por el café. Le sentaba bien, pensé, pensando en el hombre complejo, voluble y
a menudo contradictorio que conocía. Un hombre cuya naturaleza apasionada
estaba oculta por un exterior duro y sin tonterías que pocos veían debajo.

Pero una vez que rompías ese caparazón, una persona completamente diferente
vivía en su interior. Una cuyas manos se acercaron para enmarcar mi cara,
acariciando mis mejillas suavemente con sus pulgares, antes de acercarme y
devolverme el beso. Por un momento, sus labios se movieron suavemente contra
mi piel, y su lengua se enroscó cálida y sedosa alrededor de la mía. Y entonces
algo estalló entre nosotros, y un calor dorado se extendió por todo mi cuerpo,
desterrando el frío.

Hice un sonido bajo en mi garganta, mitad sollozo, mitad deseo, y el beso pasó
de dulce a ardiente en un instante. Y luego explosivo, como una cerilla lanzada
a la gasolina. Nos arrastró escaleras abajo, a lo largo del camino y en la
habitación de abajo. La nieve se esparció, la ropa salió volando y alguien chilló,
seguro que fui yo, antes de que la piel desnuda se sumergiera bajo el montón
de mantas.

—Necesitas descansar, —me dijo Pritkin, en conflicto, cuando le abrí la camisa


de un tirón.

—Te necesito a ti.

Maldijo, que no era la respuesta que esperaba. Pero entonces su boca se posó
en la mía, y me olvidé de todo lo demás. Olvidé mi nombre, porque un beso de
un íncubo que no se contiene es casi literalmente alucinante.

Y él no se estaba conteniendo. Casi me había acostumbrado a eso: a hacer el


amor con pasión, pero con cuidado, como si tuviera miedo de soltarse y ser quien
era y lo que era. Lo que probablemente era el caso, francamente.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Siempre había sabido que Pritkin odiaba su mitad demoníaca; el hecho de que
la hubiera reprimido y matado de hambre durante años me había sorprendido
más. Por lo poco que había dicho, deduje que le preocupaba que se apoderara
de él y lo cambiara si usaba su poder. Como resultado, nuestros momentos
íntimos habían sido de la variedad claramente humana.

Hasta ahora.

No sé qué provocó la diferencia. Tal vez la misma emoción que hizo temblar mis
manos y provocó que mi beso fuera más torpe de lo normal, porque no sabía
qué quería tocar primero. Se sintió como la primera vez, de nuevo, sólo que más,
como si finalmente estuviéramos siendo honestos el uno con el otro de alguna
manera fundamental que nunca antes habíamos hecho. Dos personas
precavidas, mentalmente desordenadas, que habían aprendido hace tiempo a
esconder sus corazones, se atrevieron por fin a confiar.

Y eso lo cambió todo.

La luz plateada de la luna que inundaba la habitación pareció de repente como


una caricia de seda. Una linterna sobre una mesita enviaba motas doradas de
luz que flotaban en el aire, girando y bailando alrededor de la cama. Y cuando él
levantó otra manta, se dispersaron como luciérnagas, perturbadas por las
corrientes de aire.

Me reí, olvidando todo lo demás en la maravilla del momento. Había visto algo
parecido en Gales, la única otra vez que Pritkin había utilizado sus habilidades
de íncubo, que había convertido un feo y aterrador campo de batalla en un
mágico país de hadas. Resultó ser aún más poderoso cuando no tenía al dios
de la guerra presionándome.

Pero no menos intenso, pensé, arqueándome cuando una cálida boca capturó
un pezón.

Incluso sin sus habilidades adicionales, Pritkin sabía cómo tocarme. Siempre lo
había hecho, como si fuera instintivo. Hizo todo lo que me gustaba, besando mi
estómago y luego acariciando mis costados mientras me daba placer, mientras
su boca era la combinación perfecta de fuerza y suavidad. Cada caricia, cada
tirón, cada movimiento parecía resonar en todo mi cuerpo. Me dejó débil hasta

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

los huesos y encendió llamas de deseo lamiendo mi columna vertebral,


acumulándose profundamente en mi interior, haciéndome retorcerme y jadear y
luego gemir de placer.

Casi demasiado.

Demasiadas sensaciones, con cada movimiento, cada suspiro, cada


estremecimiento magnificado por sus habilidades. El tiempo parecía ralentizarse
sin mi ayuda, con una sensación de arrastre y languidez en el aire, como si cada
momento se resistiera a marcharse. Me permitía experimentar todo con exquisito
detalle, desde la cálida suavidad de su lengua hasta la aspereza de sus callos,
desde el pelo ligeramente húmedo que goteaba nieve derretida en pequeñas
gotas sobre mi estómago, hasta el rasguño de su barba.

Demasiada belleza, con la habitación bañada de plata dividida por la luz dorada
de las lámparas. Doraba al hombre que estaba sobre mí: la curva de su frente,
los párpados de sus ojos entrecerrados y las gruesas pestañas con punta de oro.
Resaltaba el movimiento hipnótico de unos músculos bien tonificados bajo una
piel impecable, de un dorado más oscuro en el cuello y las manos, pero que se
desvanecía hasta convertirse en crema puro en las partes de su cuerpo que la
ropa solía cubrir. Y la absoluta concentración en su rostro, como si aquello fuera
lo más importante del mundo.

Demasiada emoción, porque había tenido razón. Quería arrastrarlo más cerca;
quería alejarlo. Lo quería a mi lado; lo quería lejos del peligro. Quería... cosas
que no importaban porque esto no dependía de mí. No podía controlar a Pritkin
más de lo que podía controlar el remolino de eventos que nos rodeaba. Todo lo
que podía hacer era aguantar, y esperar que ambos estuviéramos de pie al final.

Y, de repente, fue demasiado todo y grité, con mis manos buscando agarre en
la cabecera que no encontré, porque no podía concentrarme lo suficiente.

Me sentí como un barco en un mar azotado por la tormenta, con las olas de
sensación que deberían haber sido ondas más bien como un tsunami. Uno que
me hizo estremecer hacia la liberación de esto, sólo esto. Y cuando Pritkin
finalmente entró en mí, la sensación fue tan intensa que grité, y no podría haber
dicho si era de placer o de dolor.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Él estaba murmurando cosas que yo no podía entender mientras se movía dentro


de mí, pero no lo necesitaba. Sus acciones lo decían todo, por sí solas,
bibliotecas enteras de pensamientos y emociones. Y lo mismo ocurrió con las
mías, mis brazos finalmente encontraron la forma de rodear su cuello, mis
piernas se envolvieron alrededor de él, mi cuerpo se movió a un ritmo tan antiguo
como el tiempo mientras nos acercábamos juntos al clímax.

No tardó mucho. En un momento, sentí como si las motas de luz de fuego en el


aire se hubieran impregnado en mi piel como la luz del sol, calentando mi núcleo
como una sauna, apartando toda duda, toda preocupación, todo dolor. Hasta que
sólo hubo esto, sólo alegría, sólo fuego corriendo por mis venas, haciendo que
me sacudiera y jadeara y gritara...

Mientras todo mi cuerpo florecía con calor, luz y amor.

Había tantos obstáculos para que estuviéramos juntos: la política, la guerra,


nuestras propias inseguridades, que a veces parecía una montaña insuperable.
Una que a veces me preguntaba si yo misma había ayudado a poner, porque así
no tenía que arriesgarme a amar tanto a nadie. Pero ese barco había zarpado,
así que supuse que tendríamos que resolver algo.

Y lo haremos, pensé, abrazándolo mientras se desplomaba contra mí después,


todavía estremeciéndose por su propia liberación.

De alguna manera, encontraremos una forma.

~~~

Abrí los ojos lo que me parecieron horas después, para ver la pierna de Pritkin
sobre la mía y las mantas subidas hasta la nariz. La habitación estaba silenciosa
y oscura, con la nieve cayendo suavemente afuera. La nieve cubría la mayor
parte de la iluminación de las ventanas, dejando sólo una tenue luz de lámpara
que empañaba la escena.

Antes había estado tan somnolienta, después de la liberación de toda esa


tensión acumulada, que me había apagado como una luz mientras él seguía
limpiándonos. Pero ahora estaba completamente despierta y mirando fijamente
a la oscuridad, no tenía ni idea de por qué. Pero mi corazón latía demasiado
rápido, y eso nunca era bueno.
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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Me senté sobre un codo y miré a mi alrededor.

Nada se movía, excepto la mecha de la lámpara, que bailaba con la pequeña


llama que había allí. Hacía que las sombras parpadearan en las paredes, casi
como si la cómoda, el lavabo antiguo y los postes de la cama con sus colgaduras
bordadas se movieran. Pero no lo hacían. Y no había ningún sonido, salvo el
débil crujido de los muelles de la cama y la pesada respiración de Pritkin.

Al cabo de un momento, me levanté para ir al baño, me di cuenta de que tenía


frío y me puse una de las batas de felpa de detrás de la puerta. Me quedaba un
poco grande, pero eso era algo bueno en este momento. Y era de mucha
mejor calidad que las toallas de las habitaciones de Pritkin.

Suponía que los dignatarios debían ser unos nenazas.

Algo repicaba débilmente en la sala de estar, cuando giré la cabeza, así que fui
a investigar. Resultó ser el espejo sobre la chimenea, que tenía lo que parecían
treinta lucecitas pulsantes. Por un momento, me limité a parpadear, pensando
que se trataba de algún tipo de instrumento musical extraño, aunque fuera
psicodélico. Luego miré más de cerca...

Y vi a un diminuto Jonas indignado, hablando y hablando, en cada una de ellas.

O tal vez gritando y chillando. Sí, parecía que estaba gritando. Y por fin me di
cuenta de lo que estaba viendo: el equivalente mágico de un contestador
automático, donde supongo que Jonas nos había estado llamando... mucho.

Con cuidado, no toqué ninguna de las luces, y empecé a volver a la cama, sólo
para casi toparme con un fantasma.

Tardé un segundo en darme cuenta de que era uno que conocía.

—¡Billy! —Me aferré a la parte superior de la bata—. ¡Me has dado un susto de
muerte!

—¿Yo te he dado un susto de muerte a ti? —Se echó el sombrero hacia atrás—
. ¿Qué demonios fue eso hoy?

—¿Qué?

Me miró fijamente. —¿El tipo con la cara en el estómago?

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—Oh. Jonathan.

—No, —me dijo con énfasis.

—No, ¿qué?

—No, no puedes ser indiferente al mago loco. ¡Absolutamente no!

—No soy indiferente a nada...

—Bien. Porque sabes lo que tiene planeado para ti, ¿verdad?

—¿Puedes parar? —Dije, un poco irritada—. Acabo de conseguir olvidarme de


eso.

—No necesitas olvidarlo. Necesitas matarlo. ¡Ahora mismo!

Lo miré fijamente, un poco desconcertada, porque Billy no solía ser tan


despiadado. —¿Qué te pasa?

—¿Qué me pasa? El tipo planea desollarte y pegar los restos a su escuálido


pellejo, ¿y tú preguntas qué me pasa?

Empecé a buscar la mini nevera, suponiendo que este lugar tuviera una, porque
tenía sed. —Está encerrado y drogado. No puede hacer nada.

—¿Y si se escapa? No puedo creer que dejen que esa... esa cosa... se quede
en una celda, esperando que alguien lo rescate...

—Billy. —Levanté la vista de un gran cajón, que tenía un menú de servicio de


habitaciones pero no una nevera—. Esto es el cuartel general.

—¿Y?

—Y aquí no entra nada, ¿Está bien?

—No. ¡No está bien! Alguien entró aquí hace un mes, un montón de gente...

—Eso fue antes de que la fuerza de invasión comenzara a reunirse. Ya no se


puede balancear un gato muerto aquí sin golpear a algunos de los usuarios
mágicos más poderosos del planeta.

—... por no hablar de un asesino fey y del maldito mago loco...

—El mago loco se desplazó hacia adentro. Ya nadie va a hacer eso.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Las horas del menú del servicio de habitaciones se cortaron hace cincuenta
minutos, me di cuenta. Típico. Lo tiré sobre una mesa y volví a la búsqueda.

—¡No puedo creer que actúes así! —Dijo Billy—. ¡Está planeando matarte!

—La gente ha estado intentando matarme desde que conseguí este trabajo,
desde antes de conseguirlo, —le recordé, localizando por fin a un probable
sospechoso en uno de los armarios empotrados—. Si me asustara por cada uno
de ellos...

—Cass. —Billy se interpuso entre la nevera y yo, y se cruzó de brazos, con el


aspecto más serio que jamás le había visto—. Necesito que me escuches.

Observé bien su expresión y me detuve. Billy no se ponía serio muy a menudo,


pero cuando lo hacía, generalmente era una buena idea escucharlo. Y no sólo
porque de vez en cuando tenía algún buen consejo, sino porque te haría la vida
imposible si no lo hacías.

—De acuerdo, —acepté—. Fuera.

Saqué un refresco de la nevera y salimos al balcón, que estaba muy frío pero
también muy bonito. El hierro forjado estaba cubierto por una capa de nieve, pero
limpié una silla con el dobladillo de mi bata y me senté.

Billy se posó con una cadera en la barandilla, y lo hizo de forma bastante


convincente. Tenías que mirar de cerca para darte cuenta de que en realidad
sólo estaba suspendido allí. En cierto modo deseaba que no lo hiciera, porque la
nieve que caía detrás de él era visible a través de su cuerpo, lo que dificultaba la
concentración. Pero esa expresión me hizo saber que era mejor que hiciera el
esfuerzo.

—Siento que hayas tenido que ver eso hoy, —le dije—. No pensé que te afectaría
así.

—¿Que no me afectaría? —Me miró fijamente. Y entonces sacó bruscamente


material de cigarrillos de un bolsillo de sus vaqueros y empezó a enrollarse uno.

Normalmente sólo hacía eso cuando estaba nervioso, aburrido o enfadado, y era
bastante obvio cuál era el caso aquí.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—Lo que quería decir, —hice una pausa, porque mi cerebro aún estaba medio
dormido y estaba haciendo un lío de esto—. Quise decir que habría molestado a
cualquiera. Jonathan es una pesadilla...

—Sí. Que te persigue.

—Y que no va a atraparme.

Billy hizo una pausa para raspar una cerilla en la suela de su bota y encenderla.
La cerilla era su energía, al igual que la bota y el cigarrillo, todo parte del mismo
paquete fantasmal. Sin embargo, los movimientos siempre parecían calmarlo.

Y parecía que lo necesitaba.

—Voy a ser franco, —me dijo, cuando hubo dado un par de caladas.

—Está bien.

—Hay muerte y luego hay muerte. He visto mucha mierda, pero nunca he visto
nada como ese flaco bastardo de mago, y no quiero hacerlo. Lo que le hizo a
Jo...

Billy hizo una pausa para fumar un poco más.

—Fue horrible, —coincidí.

—Fue peor que horrible. Mira, todos tenemos un tiempo para irnos, ¿verdad?
Incluso nosotros, los fantasmas. No se puede esquivar a la Parca para siempre,
y tal vez no deberíamos querer hacerlo. Quizá haya algo mejor ahí fuera, ¿quién
sabe? Pero Jo nunca va a tener la oportunidad de averiguarlo. Está atrapada,
está sufriendo, y está permitiendo que un hombre loco cause muchos otros
sufrimientos. Y si se apodera de ti...

Billy se estremeció por completo, y luego apagó bruscamente su cigarrillo en la


barandilla. Me preocupó que realmente humeara un poco, como si estuviera
ejerciendo poder sobre él. O, más probablemente, que estuviera perdiendo
poder, porque estaba molesto.

—Esto realmente te está molestando, ¿no? —Le pregunté.

—¡Cass! ¿Qué parte de que él quiere usar tu cara no entendiste?

421
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Empecé a decir algo, pero él levantó un dedo.

—Mira. Sólo prométeme que te encargarás de que sea eliminado, ¿de


acuerdo? Está bajo tu jurisdicción; es un viajero del tiempo, y uno que tú trajiste.
Tú tomas la decisión sobre esto, no el Senado, ni el Círculo, ni el maldito
Marsden. ¿Entiendes?

Miré fijamente a unos ojos tan brillantes que podía ver el color avellana en ellos.
Sabía lo que estaba pidiendo, y definitivamente no me haría popular en el
Círculo. Ya estaba en la lista de mierda de Jonas por robar a su mago de guerra
favorito; si también mataba a su preciado prisionero...

Por no mencionar que odiaba matar, especialmente a sangre fría. Había tenido
que matar a Lizzie de esa manera, una acólita que se había asociado con Jo
durante un tiempo. Y había sido... horrible. Absolutamente horrible.

Pero cuando Billy tenía razón, tenía razón. Le daría a Jonas un poco de espacio,
dejaría que sacara lo que pudiera del hombre, si acaso. Pero luego, si se negaba
a actuar...

—Sé que es difícil, —comenzó Billy.

—Está bien.

Parpadeó. —¿Estás segura?

Asentí, pero no dije nada.

Se inclinó y limpió un poco de nieve derretida de mi mejilla, y juré que podía


sentir el roce de la yema de un dedo.

—Siempre consigues los trabajos de mierda, ¿no?

—Tú también.

—Supongo que es cosa de familia, ¿no? Lo miré, sorprendida.

Se encogió de hombros. —Llevo muerto un siglo y medio, Cass. Tú eres mi


familia, si es que tengo una. Y no me gusta que la gente se meta con mi familia.

No sabía qué decir, excepto lo obvio. —Tú también eres la mía.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Y entonces se me hizo un nudo en la garganta, porque mis emociones estaban


por todas partes, últimamente. Decidí bruscamente que ya había tenido
suficiente de contemplar la nieve por esta noche y volví a entrar, cerrando
firmemente las puertas francesas detrás de mí. Billy, por supuesto, pasó flotando
sin necesidad de abrir.

—Te debo mucho por haberme ayudado con todo últimamente, —le dije, y lo dije
en serio.

Él sonrió. —Lo añadiré a la lista.

—De todos modos, ¿dónde has estado todo el día?

—Vigilando al loco. Asegurándome de que lo tenían encerrado. Y luego pasando


por aquí, una vez que descubrí dónde fuiste, pero estabas ocupada.

—¿Haciendo qué?

Hizo una cara de beso. —¡Oh, Pritkin! ¡Oh! ¡Oh!

—No sueno así.

—Suenas exactamente así. Sabes que es raro que uses su apellido cuando
estás teniendo sexo, ¿verdad? Sólo lo digo.

Lo miré con impaciencia. Billy podía pasar de tierno a imbécil más rápido que
nadie que yo conociera. —¿Necesitas algo más?

—Sí, un traspaso de energía, si quieres que siga cuidando al chico amante.

—No quiero. Volvemos a la corte mañana. Todos nosotros.

—Gracias a Dios. —Sonó sincero—. Este lugar es espeluznante como la mierda;


¿lo sabías?

Eché un vistazo al espejo que repicaba con impaciencia. —No te preocupes.


Creo que vamos a ser personas non gratas por aquí durante un tiempo.

—Funciona para mí, —dijo, y se zambulló en su collar. Un momento después,


una vocecita salió de su interior—. Declaro oficialmente terminada esta aventura.

A mi me parece bien, pensé, y volví a la cama.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

CAPÍTULO 39

Intenté volver a dormirme, pero mi cerebro no lo consiguió. En cambio, quería


ver cómo la nieve bailaba en el techo, donde el revoloteo exterior proyectaba
sombras. Supongo que no debería haber dormido esa siesta.

Pero esto estaba bien. Me acurruqué bajo las sábanas, una vez que conseguí
liberar algo del acaparador de la cama, y me limité a disfrutar de un raro momento
de calma. Si pudiera atrapar el tiempo en una botella como Gertie, elegiría
esto, ver la nieve bailar en el techo y escuchar la respiración de Pritkin.

Era lo más parecido a la perfección que había en mi vida.

Al cabo de un rato, mi propia respiración se estabilizó, pero seguía sin dormir.


Observé las pequeñas manchas indistintas de arriba con los ojos cerrados, sin
prisa por dejar de lado esta sensación. Parecían lunas diminutas, que pasaban
a toda velocidad con lugares a los que ir. Me recordaban a cuando era niña en
la granja de Tony y observaba las sombras de las ramas de los árboles en el
techo, con sus dedos esqueléticos agarrando la realidad.

Por supuesto, entonces no sabía que era el símbolo de mi madre. Ni siquiera


sabía que ella tenía un símbolo, ni que la débil y siempre asustada Cassie Palmer
tenía una diosa en la familia. Probablemente me habría reído de la sola idea. Sin
embargo, la había mirado fijamente de todos modos. Y, a veces, cuando me
quedaba mirando demasiado tiempo, me parecía vislumbrar un rostro en la
blancura.

Todo el mundo lo llamaba el hombre de la luna, pero yo siempre había


imaginado el rostro de una mujer allí arriba, que me sonreía porque me quería.
Ella no había querido dejarme con Tony el Bastardo, pero no había tenido
elección. Habría estado conmigo si hubiera podido, y las cosas habrían sido muy
diferentes...

¿O lo serían?

Pritkin y yo habíamos comparado familias una vez, para ver quién lo tenía peor.
Él se había declarado ganador, y tenía un buen caso. Su padre era el Príncipe

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

de los Íncubos, el infame Lord Rosier, que tenía un dominio poco perfecto de su
trono y quería un hijo que lo ayudara a mantenerlo. La idea había sido la de
prostituir a Pritkin, utilizando sus habilidades para hacer nuevas alianzas para la
casa y para mantener a los nobles, a menudo pendencieros, en línea.

Rosier nunca había preguntado qué quería Pritkin, o probablemente ni siquiera


había pensado en ello. Al igual que la madre de Pritkin nunca se había molestado
en preguntarse por las posibles consecuencias de tirarse a un señor de los
demonios por el conocimiento y el poder. Siempre me sentí mal por el chico,
que había crecido sin ninguno de sus padres, igual que yo.

Sólo que no había sido igual que yo, ¿verdad? Sus padres podrían haber sido
desconsiderados y negligentes, y rara vez o nunca habían pensado en su hijo.
Pero al menos él sabía quiénes eran. Lo bueno y lo malo, lo que debe ser un
poco tranquilizador. Algo que había que aceptar de todos modos, racionalizar y,
finalmente, aceptar: que eran personas imperfectas, como todo el mundo, que
habían cometido errores.

Pero, ¿qué hacías cuando no los conocías en absoluto?

No sabía por qué estaba pensando en mi madre, de repente. Tal vez fuera la
luna de esta noche, que había sido tan hermosa. Ella también lo había sido; eso
sabía de ella. Y poco más.

Sinceramente, no sabía si Pritkin había ganado nuestra partida o no, porque no


sabía nada. Rhea había asumido que mi madre no me había querido, y tal
vez tenía razón. Rosier había admitido que habría abandonado a Pritkin si no
hubiera tenido las habilidades que ansiaba, así que ¿era ella diferente? ¿Se
había decepcionado con su hija, mayoritariamente humana?

Porque era muy humana. A veces se sentía como una broma de mal gusto, como
si el universo le hubiera jugado una mala pasada. La gran Artemisa decidió
finalmente tener un hijo, y acabó con alguien que se parecía casi por completo a
su padre humano.

Una imagen de papá, tal y como lo había visto por primera vez, pasó por mi visión
mental. Madre siempre parecía tan de otro mundo e inalcanzable. Pero papá...

Papá era un idiota.


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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

No podía cruzar una habitación sin caerse de bruces, se asustaba al menor


indicio de peligro, era demasiado emocional, a menudo se enfadaba sin razón
aparente, y se quejaba mucho.

Síp, la manzana no había caído muy lejos del arbol, como decían.

Pero también había tenido algunas buenas cualidades. Era valiente cuando no
lo pensaba demasiado, leal, creativo y extrañamente divertido. Nada de lo cual
explicaba lo que había estado haciendo en un sótano de la era Stuart rodeado
de pólvora. Allí fue donde Agnes lo había localizado, y lo arrastró de vuelta a la
Corte de la Pitia, donde había conocido a una diosa disfrazada. Parecía un poco
fuera de su alcance, francamente.

Algo así como ella.

Suponía que ambos eran un misterio, y que probablemente seguirían siéndolo.


Y tal vez eso fuera lo mejor. Ella había sido una guerrera, la más grande de todos
ellos, porque los había vencido a todos. Por sí misma, y sin la ayuda de nadie.
¿Me consideraría débil por no ser capaz de hacer lo mismo? ¿Se encogería al
ver que yo iba dando tumbos, consiguiendo algunas victorias por suerte, y
actuando en un papel secundario en otras? ¿Habría visto a una enclenque en
lugar de a una guerrera?

¿Con toda honestidad? Probablemente.

Pero yo personalmente pensaba que papá era más heroico, por muy loco que
parezca. Las pocas veces que lo había visto en combate estaba aterrorizado, y
con razón. No tenía un poder súper asombroso al que recurrir, ni siglos de
conocimiento, ni nada que no fuera astucia y bravuconería. Y, cuando era
necesario, la capacidad de correr gritando por la carretera, más rápido que nadie.

Papá no ganó con elegancia, pero ganó. Hasta que no lo hizo.

Porque, ¿a quién quería engañar? Sí, admiraba ciertas cosas de mi padre; yo


prácticamente era mi padre, salía adelante como podía. Pero a veces, la mayoría
de las veces, diablos sí, tomaba algo del poder de mamá. Sólo una fracción para
no estar cansada todo el tiempo, tratando de canalizar una magia que no estaba
destinada a un ser humano, y para poder mantener a salvo a la gente que me
importaba.
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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

¿Cómo debe ser eso? me preguntaba. ¿Tanto poder, suficiente para poder
entrar en batalla como un ejército, tú solo? ¿Para arrasar y no tener que contar
nunca el costo?

Nunca había conocido eso; nunca lo haría. Tenía que racionar mis hechizos con
mucho cuidado, siempre pensando en cuál iba a usar, cuántos más podría
necesitar, cómo arreglármelas con la menor cantidad de energía posible para
reservar algo de resistencia para después. Una vez, sólo una vez, me gustaría
saber lo que se siente al soltarse... al soltarse... al...

Mis pensamientos se interrumpieron; no sabía por qué. Entonces me di cuenta


de por qué.

Me había puesto de lado, de cara a Pritkin, que también estaba girado hacia
mí. No reaccionó, lo cual no era demasiado sorprendente, ya que tenía la cara
desencajada y lo que podría llamarse caritativamente una respiración profunda
salía de su boca ligeramente abierta. Estaba claramente dormido.

Sin embargo, los ojos estaban muy abiertos y me miraban con curiosidad.

Y yo conocía esos ojos.

Con la poca luz, no podía decir si eran negros o de un jade profundo, pero
no había ningún otro color. Ni siquiera el borde verde iluminado por el fuego,
que había visto antes cuando el íncubo de Pritkin estaba despierto. Pero había
estrellas, todo un campo de ellas.

Más tarde, me preguntaría si la cantidad de verde indicaba qué parte de Pritkin


seguía siendo consciente y tenía el control, pero no lo hice entonces. Entonces
me quedé congelada, como un ciervo ante los faros de un auto, con el único
pensamiento coherente en la cabeza de si podría llegar a la puerta. Y si siquiera
importaba, o si simplemente me seguiría, con la mandíbula floja y roncando,
en una loca persecución por el pub.

La idea era tan descabellada que solté un pequeño ruido, y no, no, no,
definitivamente no había sido una gran idea.

En absoluto, pensé, mientras se acercaba lentamente.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

El hombre que yo conocía seguía dormido, así que sus movimientos carecían de
su habitual y eficiente gracia. Pero, torpes o no, le bastaron para llevar el cuerpo
en reposo a mi lado, y levantar una mano flácida para que el dorso de la misma
rozara mi mejilla. Como si preguntara: —¿Qué pasa?

Me caí de espaldas de la cama, gritando como una loca, y seguí haciéndolo


incluso cuando Pritkin se levantó de un salto, sus ojos volvieron a ser verdes, y
media docena de armas levitantes saltaron al aire desde el abrigo que había
arrojado sobre una silla.

La última vez que lo había visto, estaba en la sala de estar, donde se lo había
quitado cuando subimos por primera vez. Pero debió de recuperarlo después de
que me fui a dormir, porque la paranoia es prácticamente un requisito de los
magos de guerra. Y porque querría asegurarse de poder protegerme, lo que
habría sido genial.

Excepto que ¿cómo podría protegerme de sí mismo?

Me di cuenta de que todavía estaba gritando cuando Pritkin me agarró.

—¡Cassie! ¡Cassie! ¿Qué demonios?

Eso es lo que quiero saber, pensé salvajemente. Por fin conseguí dejar de
chillar como una banshee. Pero una parte de mí seguía gritando internamente,
porque—porque—porque ¿qué estaba pasando?

Conocía esos ojos, pensé, sin comprender.

Debería hacerlo; los había visto en Londres cuando algo me atacó.

No, algo no. Alguien. Apreté el albornoz a mi alrededor y miré fijamente a mi


amante, que me devolvió la mirada, obviamente desconcertado y preocupado y
un poco asustado.

¿Qué estaba pasando?

—Cassie...

—¡No, no, no! —Me alejé, tratando de llegar al baño, queriendo estar sola,
pero no lo logré. En lugar de eso, choqué con un poste de la cama, me golpeé

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

la cabeza y la agarré, la habitación daba vueltas incluso mientras intentaba


pensar. ¡Pritkin no podía haberme atacado en Londres! ¡Ni siquiera estaba allí!

Entonces, ¿cómo pudo hacerlo su íncubo?

¿Y por qué?

La primera, y hasta ahora, la única vez que su otra mitad y yo habíamos tenido
una conversación, había sido todo acerca de lo mal entendido que era. De cómo
no había querido quitarle la energía vital a la mujer de Pritkin; de cómo su muerte
había sido un terrible accidente, del que Pritkin lo había culpado injustamente. Y
cómo, después, básicamente lo había encerrado de por vida. ¿Por qué
molestarse en contarme todo eso, para tratar de ganar simpatía, y luego darse
la vuelta y atacarme a la primera oportunidad que se le presentara?

¿Para bajar tus defensas? preguntó una vocecita. ¿Para que asumieras, como
lo habías hecho, que no era una amenaza para ti?

No es una amenaza. Si intentara algo, Pritkin...

¿Haría qué? ¿Encerrarlo de nuevo? ¿Pero no estaba ya encerrado, tanto como


él podía manejar? Así que eso no era muy disuasorio, ¿verdad? ¿Y si se las
arreglaba para drenar no sólo a ti, sino también al poder Pitico?

Bueno. Él nunca podría volver a encerrarlo, ¿verdad?

¡Para! ¡La corte de Gertie fue hace cien años! No tenía forma de volver
allí...

Tenía a Jonathan. Después de todo, ambos buscan lo mismo: el poder Pitico. Si


se alían...

¡No! Fue una reacción visceral, instintiva. Pero conocía esos ojos, pensé,
dándome la vuelta para mirarlos fijamente.

Y aunque ahora eran verdes, había algo parecido. No, algo era igual. Por un
segundo, juré que podía ver las estrellas detrás del verde, como dos imágenes
superpuestas.

Me estremecí con fuerza y Pritkin maldijo.

—Si no me dices qué pasa, ahora mismo...

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—Nada, —jadeé—. Yo... Yo sólo necesito un minuto.

Me senté bruscamente en una silla y puse la cabeza entre las manos. Incluso
para mí, esto era mucho. Y algo que no tenía ni idea de cómo manejar.

Contarle a Pritkin lo que había pasado en Londres... No. Acabábamos de llegar


a una especie de equilibrio esta noche. Una especie de acuerdo de nosotros
contra el mundo, en el que finalmente lo habíamos desnudado todo, habíamos
hablado de algunas cosas y habíamos acordado confiar el uno en el otro.

¿Cómo podría decirle que ni siquiera podía confiar en sí mismo?

¿Cómo podría decirle que mi principal defensor fue el que me atacó?

Él se iría, pensé. No sabía lo que haría después, pero eso sí lo sabía. No se


arriesgaría a que lo que pasó con su mujer volviera a suceder. Y yo...

¿Qué haría yo entonces?

—No pasa nada, —dijo—. ¿Y sin embargo te despiertas gritando? ¿Tuviste una
pesadilla?

Sacudí la cabeza. Y luego lo pensé. ¿Había tenido una pesadilla?

¿Era eso todo lo que era: un mal sueño que se había prolongado demasiado?

Dios, ¿no sería maravilloso?

—Cassie...

—No lo sé, —dije, tragando saliva—. No estoy segura.

Pritkin cogió la antigua lámpara de la mesita y se puso en cuclillas frente a mí.


Llevaba calzoncillos, a pesar de que normalmente dormía desnudo, porque se
había convertido en una costumbre después de que nos interrumpieran varias
veces en la corte. La postura mostraba los gruesos músculos de sus muslos, el
tenso estómago y el esculpido pecho desnudo de arriba. Pritkin se mantenía en
plena forma, tanto porque era lo que se esperaba de los miembros del Cuerpo,
como porque había tenido que prescindir del impulso mágico de su mitad íncubo,
una vez que había decidido limitar su alcance, dejándolo vulnerable.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Ahora no parecía vulnerable. Parecía capaz de enfrentarse a un ejército él solo,


sobre todo con la luz de la lámpara, que resaltaba todas esas fascinantes curvas
y protuberancias, y doraba el pelo rubio de sus piernas, pecho y mandíbula.
También parecía vagamente fey por una vez, con una ligera inclinación de los
ojos y una leve cualidad élfica en la forma en que la mandíbula se mezclaba con
las orejas.

¿Cómo no me había dado cuenta antes? me pregunté. Era demasiado


musculoso para un fey, pero había indicios, aquí y allá, si prestabas atención.
Especialmente arrodillado en un charco de luz de lámpara, como si proyectara
una de sus sombras de luz...

—Cassie, —Pritkin me cogió la mano.

Me di cuenta vagamente de que la había estado usando para frotar los gruesos
hombros y alisar los poderosos brazos, perdida en la admiración. Todavía me
sentía así, observando la luz dorada que bailaba en su pelo, que estaba
despeinado por el sueño. Me sentía casi como si me hubieran drogado...

—Mierda, —dije, y miré a unos ojos verdes que eran nítidos, claros y
conscientes, por el momento—. Tenemos un problema.

—¿Qué problema? —Los ojos de Pritkin recorrieron la habitación, y sus armas


siguieron su ejemplo, pistolas y cuchillos y bombas de pociones gordas
asomando sus inexistentes narices en los armarios, el baño y debajo de la cama.

Pero, por supuesto, no encontraron nada. El problema estaba justo aquí.

Abrí la boca para explicarme, pero no salió nada, salvo un pequeño gemido. Y,
una vez que mi mano se deslizó por su pecho, agarrando los duros pectorales y
el suave vello, eso se convirtió en algo muy parecido a un gimoteo. Me incliné
para besar su cuello, deslizando mis labios a lo largo de los fuertes tendones allí,
chupando su manzana de Adán, hasta que unas manos fuertes me agarraron
por los hombros y me apartaron.

—¿Qué pasa? ¿Qué está pasando?

Ojalá lo supiera, pensé. Pero era difícil concentrarse en la pregunta con él allí.
Tan fuerte, tan cálido, tan...

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—¡Cassie! —Dijo, y luego no dijo nada, porque lo estaba besando.

No, lo había estado besando, rodeando su cuello con los brazos, presionando
mis pechos contra su pecho, lamiendo el interior de su boca, que había estado
abierta para decir algo, pero que ahora estaba ocupada. Porque lo que estaba
mal en mí parecía haberle pasado a él. Sus brazos acababan de rodearme y
estaba profundizando el beso mejor de lo que yo había sido capaz de hacer.
Mucho mejor, pensé, gimiendo de nuevo e inclinándome hacia él.

Oí vagamente que sus armas caían al suelo, incluida una de las pistolas que se
disparó y golpeó a la pata de una silla o algo así. Pero era algo lejano, sin
importancia. Todo lo era, excepto esto.

Pritkin se separó y volvió a maldecir, pero era un sonido urgente y desesperado,


como si estuviera librando una batalla que ya sabía que iba a perder. Yo no sabía
qué hacer, no comprendía del todo la lucha que se libraba en su interior. Así que
traté de no hacer nada, pero eso no funcionó demasiado bien con algo poderoso
creciendo entre nosotros.

Y entonces nos besamos de nuevo, volviendo a caer en la cama, y nos atrapó,


como no lo había hecho desde aquella noche en Gales. No sólo sexo, asistido
por demonios, sino sexo demoníaco en toda regla. Y está bien, no, pensé, con
pánico, incluso mientras el fuego pasaba de mí a Pritkin.

—No, —se hizo eco de mi sentimiento en voz alta, pareciendo aturdido, incluso
cuando su mano se deslizó por mi muslo, colocándome en posición—. ¡No!

Estuve de acuerdo. El bucle de retroalimentación era extremadamente peligroso,


como la esposa de Pritkin había descubierto a su costa. Pero lo era aún más en
mi caso. Ella no había tenido mucho poder para alimentarlo.

Yo sí.

Porque la única vez que esto había sucedido, el íncubo de Pritkin no había
extraído de mi miserable fuerza. Había ido directamente al poder pitico,
magnificándolo muchas veces antes de devolvérmelo. Así fue como una vez
generamos suficiente energía para derrotar a un dios. Pero aquí no había dioses,
y eso nos incluía a nosotros dos.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

No podíamos retener tanto poder en bruto, y si lo intentábamos... Nos quemaría


vivos.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

CAPÍTULO 40

Mi cerebro y mi cuerpo estaban teniendo una grave desconexión. Mi cerebro


gritaba advertencias, pero mi cuerpo no escuchaba. Mi cuerpo estaba ocupado
agarrando la nuca de Pritkin, arrastrándolo hacia abajo, atrayéndolo más
adentro. El nuevo ángulo lo hizo gruñir y juro que pude sentirlo hasta los dedos
de mis pies.

Mi estremecimiento resonó a través de él y gemimos juntos esa vez, un sonido


desesperado, y un momento después, yo estaba desesperada por otra razón.

Porque, cuando levanté la vista, fue para ver los ojos negros que había
encontrado antes, y una vez más, habían eclipsado completamente el verde. No
dije nada, porque no estaba segura de con quién estaría hablando, o con quién
estaba haciendo el amor en ese momento. Él bombeó dentro de mí, largos y
contundentes golpes que me resultaron tan familiares, estremeciendo mi cuerpo,
haciéndome gritar. Pero por encima de mí estaban los ojos de un extraño. Unos
ojos que brillaban más y más con cada embestida.

Era un pensamiento aterrador, pero mi cuerpo no lo interpretó de esa manera.

Mi cuerpo tenía una mente propia.

Gruñó "más rápido" y lo apretó con fuerza. Él respondió con un gruñido, como
un tigre al que su pareja le da órdenes, pero aceleró. Y encontró ese punto,
golpeándolo en el ángulo justo, una y otra vez, haciéndome pagar de la manera
más dulce posible. Los colores corrieron detrás de mis ojos, la risa burbujeó en
mi garganta, luchando por una voz con el grito que ya se estaba formando allí.

No sabía qué hacer o cómo sentirme, ni cómo expresar las emociones que se
acumulaban y acumulaban y acumulaban...

Y luego se liberaron, cuando todo el poder que Pritkin había estado absorbiendo
volvió a entrar en mí. Una enorme avalancha que me hizo retorcerme en la cama
y mirarlo conmocionada, sintiendo que se me quemaba el pelo. Mis ojos tampoco
funcionaban bien, o bien él estaba realmente brillando, la piel de oro bruñido, los
ojos de llama esmeralda.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Pero, sea cual sea la causa, la conmoción me devolvió un poco a la realidad.

Y deshacerse del poder, al menos por el momento, parecía haberle hecho lo


mismo.

Sacudió la cabeza, sus ojos volvieron a la normalidad, incluso mientras su cuerpo


seguía bombeando hacia el mío.

—¡Suéltalo! ¡Cassie, déjalo ir!

Lo intenté. Pero, o bien la parte de él que dirigía este espectáculo había


programado las cosas a la perfección, o bien yo estaba demasiado ocupada
estremeciéndome durante el clímax más intenso de mi vida como para
concentrarme. Y no se hizo más fácil.

La energía se disparó y chispeó sobre la cama, que ahora estaba humeante. El


pelo de Pritkin era un halo salvaje alrededor de su cara enrojecida, mientras
sus labios se movían en un hechizo. Pero fuera lo que fuera, no funcionó o no
fue lo suficientemente fuerte. Porque grité a través del orgasmo justo cuando el
poder se precipitó de nuevo en él.

Me derrumbé contra la cama, con los miembros temblando, la piel cantando, la


respiración áspera y entrecortada en la garganta. Pero eso no era nada
comparado con lo que le estaba sucediendo a mi pareja. Sus ojos eran fuego de
neón, sus venas se mostraban claramente a través de la piel como si estuvieran
llenas de luz en lugar de sangre, y su cuerpo se convulsionaba, dando espasmos
en el mío como un hombre poseído.

Lo cual, por lo que yo sabía, tal vez lo era. No sabía cómo funcionaba esta
extraña simbiosis, y dudaba que él lo supiera. Pero sabía una cosa. Pritkin podía
ser un príncipe de los íncubos, pero eso no lo hacía indestructible, no cuando
había tenido una madre mayormente humana.

Y su parte humana estaba luchando.

No sabía qué era diferente esta vez; no había tenido ese aspecto en Gales. Pero
se estremecía y convulsionaba, tratando de absorber el poder y fracasando. Igual
que yo. Porque el bucle de retroalimentación no se detenía.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

El torrente de energía, mucho más grande, mucho más caliente esta vez, volvió
a golpearme como varias docenas de trenes de carga. Grité, medio de dolor,
medio de éxtasis, porque nunca había sentido nada parecido. Pritkin seguía
dentro de mí, y la combinación me hizo correrme de nuevo, me hizo arrancarle
un orgasmo tras otro, porque él tampoco parecía poder parar.

Era fácilmente la experiencia más intensa que había tenido, pero no iba a durar.
Porque nosotros no lo íbamos a hacer. Si no podíamos deshacernos de él,
íbamos a morir. Esta vez, la próxima, pero pronto.

Muy pronto.

Pritkin estaba gritando algo mientras me convulsionaba, que sonaba como —


¡Desplazar!

Al principio no sabía lo que quería decir, no podía pensar. Pero entonces me di


cuenta: el poder que estábamos creando se estaba volviendo demasiado grande
incluso para que las guardas del Círculo pudieran contenerlo. La última vez, lo
usé para abrir un agujero en el cielo y liberar a un dios de otra dimensión para
que luchara contra Ares. Pero no podía hacer eso aquí. Si lo hiciera aquí...

La gente moriría.

¡Demonios, la mitad de nuestro ejército moriría!

¿De eso se trataba? Pensé, con pánico. ¿Era eso lo que Jonathan había estado
esperando? ¿Que su íncubo aliado volviera a intentar lo que no había podido
hacer en Londres, y robara suficiente poder para quemar el cuartel general y a
todos los que estaban en él?

—Deben ser tres. —¿Pritkin, el íncubo de Pritkin y yo?

Pero no, eso no puede ser. ¡Si Pritkin moría, su íncubo también!

¿No es así?

No lo sabía. No entendía cómo funcionaba esto; nada de eso. Pero traté de hacer
lo que Pritkin había dicho, y desplazarnos lejos. En algún lugar, en cualquier sitio,
un desierto, la cima de una montaña, un pantano, sin gente, donde pudiéramos
liberar todo esto de forma segura.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Pero no pude. En lugar de tener muy poco poder, mi problema ahora era que
tenía demasiado. Tanto que sentía como si tuviera ácido en las venas, como si
mi corazón estuviera bombeando lava en lugar de sangre. Y mis sentidos...

Mis sentidos se estaban volviendo locos.

El efecto habitual del íncubo había afectado, magnificando y distorsionando todo.


Era como si toda la habitación se mezclara, hasta el punto de que podía saborear
la risa, oír las lágrimas, oler las emociones. Pritkin estaba jadeando otro conjuro,
y pude ver las palabras que salían de sus labios, rojas y picantes, y el color se
difuminaba al flotar sobre la cama. Como si hubiéramos caído en un cómic loco.

Usar el poder Pitia requería concentración, y en ese momento no la tenía.

Pritkin se apartó de mí un segundo después, pero no sirvió de nada. No pasó


nada. El bucle era fuego, el bucle era eterno, el bucle iba a quemarnos a los dos
y no había nada que pudiera hacer al respecto.

Y olía como si ya hubiera comenzado.

Había cerrado los ojos en un intento de calmar el efecto casa de la diversión,


pero de repente se abrieron de golpe. Para mostrarme las cortinas en llamas, el
material agitándose al ser devorado por las llamas, los bonitos colores brillando
por un momento antes de volverse negros, las atrevidas doncellas parecían
estar siendo quemadas en la hoguera. Como lo seríamos en cualquier momento,
tanto si el poder nos consumía como si no, porque toda la habitación estaba en
llamas.

El poder que estábamos derramando estaba incendiando todo. Hacía ya tanto


calor aquí dentro que la habitación temblaba ante mi visión, como el desierto al
mediodía. Intenté incorporarme, rodar por el suelo, hacer cualquier cosa, pero
no pude.

Excepto ver a Pritkin arrodillado junto a la cama, intentando otro hechizo. Podía
ver sus labios moviéndose aunque no podía oírlo. No podía oír nada más que el
estruendo del fuego y el terror que golpeaba mis oídos. Ni hacer nada más que
estar aquí tumbada y esperar a morir.

Pero tal vez alguien más podría.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Mircea, pensé, extendiendo la mano a través del vínculo, abriéndolo de par en


par. No podía saber si me había oído; había demasiado ruido en mi cabeza para
ello. Pero estábamos juntos en el Nudo de los Amantes; él tenía mi poder. Podría
sacarnos de aquí...

Pero será mejor que lo haga rápido.

El poder volvió a fluir fuera de mí, de vuelta a Pritkin, y jadeé de alivio. Pero ni
siquiera había respirado un segundo antes de que volviera. El flujo era casi
continuo ahora, una corriente ininterrumpida, demasiado para que un solo
cuerpo pudiera contenerlo, así que nos había tomado a los dos. Pero eso no
ayudaría por mucho tiempo, si es que lo hizo.

Mis ojos eran llamas, mi cuerpo era fuego, todo mi mundo empezaba a arder.

—¡Mircea! —Grité, mientras mi brazo izquierdo ardía en llamas.

Y al segundo siguiente, estaba golpeando contra un suelo duro y frío.

Lo sabía. Podía sentir suciedad contra mi palma y en el costado de mi cara, pero


me quemaba. Tanto que, por un momento, no pude concentrarme en nada más.
Me retorcí contra el suelo, quise gritar de dolor, pero mi garganta estaba cerrada
y no dejaba salir nada.

A través de mi pelo vi a Pritkin, ahora arrodillado sobre la nieve, con la mitad de


la cara cubierta por una desagradable quemadura. Pero fue la expresión salvaje
de los ojos lo que me hizo volver un poco en mí. Pritkin nunca tenía ese aspecto.
Pritkin era el Sr. Frío bajo presión.

Pero ahora no.

No podía ver por qué porque él no me estaba mirando a mí. Estaba mirando algo
detrás de mí. Pero cuando intenté darme la vuelta, para verlo por mí misma,
me golpeé el brazo izquierdo y casi me desmayo. El mundo dio vueltas, el dolor
me atravesó y tuve ganas de vomitar. Y luego casi lo hice, cuando vi mi brazo:
desde el codo hacia abajo, era un desastre ennegrecido, con la piel agrietada y
muerta, y la carne cruda asomando.

Tercer grado, pensé, mirándolo. Y estoy en estado de shock. Por eso me siento
así.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Y luego me sentí aún peor cuando una voz llegó flotando a través del aire fresco
y frío.

—Me alegro de que hayas podido unirte a nosotros. Empezaba a preguntarme a


qué se debía el retraso.

Jonathan. Lo cual era imposible, pero también lo era todo lo demás en este
momento. Como Pritkin viéndome sangrar y sin hacer nada. ¿Estaba su íncubo
a cargo? Sus ojos eran verdes, pero quizás eso ya no significaba nada. No
si había absorbido toda esa energía. Y debe haberlo hecho, porque el bucle de
retroalimentación se había detenido, pero el poder que había creado tenía que
haber ido a parar a algún sitio.

Y estoy segura de que yo no lo tenía.

Ni siquiera podía respirar bien, aunque puede que fuera por inhalación de humo.
No estaba segura. Pero a Jonathan no pareció gustarle mi falta de atención,
porque al momento siguiente, me estaban pateando la espalda.

Parecía diferente, pensé, mirando la cabeza rubia aureolada por un cielo azul.
Pero no podía precisarlo. Y entonces me di cuenta: no había parche en el ojo.
La obra de Tom no se veía por ninguna parte.

Tampoco había ninguna cara destrozada. Y aunque los médicos del Cuerpo eran
buenos, no eran tan buenos. Así que, o bien un glamour, que dudaba seriamente
que se molestara en hacerlo, o...

—Quimera, —susurré, dándome una patada por no haberlo pensado antes.

No es de extrañar que no se hubiera visto preocupado en las manos del Círculo.


Había hecho lo mismo que Jo una vez, y había creado una copia de sí mismo
antes de ir a su misión. O tal vez era la copia que había estado enviando a las
misiones mientras el original se había quedado en un lugar seguro. Donde
nada podía arrancarle un ojo o destrozarle la cara, y donde podía moverse
libremente incluso mientras su otra mitad yacía en una cárcel del Círculo.

Se agachó y me dio una palmadita en la cabeza. —Estrellita dorada.

Se alejó un poco, dándome una vista de un amplio patio en lo que parecía un


pequeño castillo, aunque en mal estado. Se encontraba en lo alto de las

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

montañas de Rumanía, en una suposición. Me estaba familiarizando con los


bosques aterciopelados y las laderas rocosas, como las que se desprenden de
nuestra posición actual.

No entendía qué estábamos haciendo aquí.

Mircea debía de habernos desplazado, y obviamente había estado en algún


lugar del pasado cuando lo hizo. Mi poder no me había advertido de ello, o tal
vez lo había hecho y yo había estado demasiado ocupada muriéndome para
escuchar. Pero eso no explicaba nada de Jonathan. ¿Cómo nos había seguido
o, por lo que parecía, había llegado antes que nosotros?

No lo sabía, pero había traído amigos. Muchos de ellos. Tal vez un centenar de
guerreros Svarestri estaban dispersos por el patio, con sus brillantes armaduras
negras brillando a la luz del sol, y sus cabellos plateados moviéndose detrás de
ellos con el viento. Eso incluía una línea de una docena de personas cercanas
a las que apenas miré, porque acababa de ver lo que estaba delante de ellos.

Me quedé mirando a la formación y luego a Pritkin, que me devolvió la mirada.


Estaba claro que él tampoco tenía ni idea. Lo cual era justo, ya que no se me
ocurría ninguna razón para que aquel grupo estuviera reunido.

De derecha a izquierda, los Svarestri parecían vigilar a Mircea, que estaba


arrodillado en el suelo con aspecto de estar aturdido; una extraña criatura de
pezuñas hendidas con cabeza de cabra pero ojos inteligentes; Rhea con un largo
vestido de encaje blanco; y...

No tenía ni idea.

Había una cuarta prisionera en la formación, pero entraba y salía parpadeando.


Un minuto, era una criatura espectral, apenas visible contra el fondo del cielo. Y
al siguiente, aparecía una mujer, vestida de azul y con el pelo castaño, con
trenzas que se enrollaban alrededor de las orejas y...

Y decidí que el dolor me estaba haciendo alucinar, porque aquello se parecía


mucho a la bibliotecaria de la Corte de la Pitia.

Volvió a ser transparente, y por fin me di cuenta de por qué, cuando vi un


portal absolutamente enorme, que retumbaba en el espacio justo al borde del

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

acantilado sobre el que estaba construido el castillo. Era lo suficientemente


grande como para haber conducido un jet de tamaño mediano con espacio de
sobra, y parecía conducir directamente a Faerie. La bibliotecaria no estaba en
Faerie, pero sí en la zona que rodea al portal, donde el tiempo y las corrientes
mágicas se mezclan.

No es de extrañar que estuviera tan asustada. Los espíritus manifiestan cuerpos


en Faerie. Así que, cuando las corrientes fey la golpeaban, se volvía sólida, pero
cuando las terrestres prevalecían, volvía a su forma fantasmal habitual. Lo que
también podría explicar por qué el bucle de retroalimentación se había apagado.

Funcionaba con magia demoníaca, que Faerie se comía para almorzar.

—Bonito, ¿verdad? —Preguntó Jonathan, volviendo hacia aquí. No sabía a qué


se refería, y no me importaba. Estaba mirando a la falange Svarestri que tenía
con él, y que dispuso alrededor de Pritkin y de mí, excepto en el espacio opuesto
al portal—. No quisiera obstruir tu vista, —me dijo amablemente.

Y entonces le dio un golpe a Pritkin en la cara.

Hice un sonido y traté de levantarme, pero los guardias me retuvieron. Y luego


me hicieron ver una paliza absolutamente salvaje. Se prolongó durante largos
minutos, hasta que la cara de Pritkin se parecía menos a la de un humano y más
a la de un montón de carne picada . Ni siquiera sabía si estaba ya consciente
cuando Jonathan lo soltó por fin y se volvió hacia mí.

Y entonces lo descubrí, cuando Jonathan me agarró por el pelo y Pritkin se lanzó


contra él, sólo para ser golpeado por un hechizo de uno de los guardias que lo
hizo volar hacia atrás lo que debían ser cuatro metros.

Golpeó lo suficientemente fuerte como para aturdirlo, varios Svarestri se


abalanzaron sobre él con sus lanzas y yo grité. Pero Jonathan levantó una mano
y se detuvieron en seco, antes de arrastrar a Pritkin a la formación con Mircea y
los demás. Donde procedieron a golpearlo hasta dejarlo inconsciente.

Demasiado para que su íncubo y ellos sean aliados, pensé enfermizamente,


mientras Jonathan me agarraba de nuevo.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Pero no recibí mi propia paliza, como esperaba. En cambio, me arrastraron al


borde del acantilado, y mi contingente de guardias me acompañó. Pero no me
arrojaron al vacío. En cambio, Jonathan se sentó a mi lado y abrió una hielera
azul y blanca.

—¿Cerveza? ¿Refresco?

Lo miré fijamente y luego a la hielera, que estaba llena de hielo, bebidas y unos
cuantos bocadillos. Sacó lo que parecía una ensalada de huevo con pan de
centeno y empezó a masticarla. Luego se hizo con una cerveza y la destapó. Me
miró y volvió a agitar la hielera.

—Última oportunidad.

—¿Q-Qué es esto? —Pregunté.

—El mejor asiento de la casa. Lo menos que podría hacer por una Pitia.

—¿El mejor asiento para qué?

Jonathan me dio una palmadita en el hombro. Parecía que le gustaba acariciar


las cosas. —Sólo mira.

Miré.

La vista a través del portal estaba en algún lugar alto, probablemente en la cima
de otra montaña, porque toda la zona parecía estar rodeada de picos nevados.
Dentro de esta barrera natural había un amplio valle, frío, rocoso y desnudo,
excepto por algunos pueblos dispersos aquí y allá. Y, en medio de la llanura, un
gran castillo que brillaba a la luz del sol.

Era más bien una ciudad del tamaño de un castillo, y parecía haber sido
levantada por arte de magia de la roca circundante. Porque su aspecto era
totalmente distinto al de la pequeña fortaleza en la que estábamos sentados. No
había torres en forma de bloque ni bordes cuadrados. En cambio, parecía más
bien que una montaña hubiera decidido crecer con la forma aproximada de un
castillo, con protuberancias redondeadas y erosionadas entrelazadas con
puentes y terrazas hechas de lo que parecía hielo.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

También tenía varias hileras de murallas y torres defensivas, al menos una


docena de puentes levadizos que en ese momento estaban cerrados, y estaba
erizado de armas antisitio. No es que las necesitara. Porque, en el exterior del
castillo, había lo que parecían ser miles y miles de manlikans. Y cuando digo el
exterior, me refiero a que no sólo cubrían la zona que rodeaba el castillo, sino
también gran parte del valle, por enorme que fuera.

Algunos se parecían a los centinelas de piedra con los que Mircea y yo habíamos
luchado: tallas deliberadas que parecían soldados, si los soldados tuvieran el
tamaño de un rascacielos. Muchos eran nuevos e impolutos, con sus líneas
afiladas y recién cortadas; otros eran viejos y desmoronables, con características
desgastadas y superficies picadas por demasiadas tormentas. Pero todos eran
enormes y estaban bien armados. Estaban dispuestos en filas, como piezas de
ajedrez gigantes, o como filas de tropas de carne y hueso con una disciplina
perfecta.

Otros eran del tipo que Pritkin y yo habíamos visto una vez en las fronteras de
Aeslinn. Escabrosos, apenas reconocibles como humanoides, se parecían más
a las montañas de las que habían sido hechos que a personas reales. Pero
si mirabas de cerca, podías ver brazos, piernas y cabezas discernibles.

Bueno, más o menos. El que pasaba más cerca del portal debía de tener veinte
pisos de altura, con un manantial brotando de su cabeza rocosa y cayendo en
cascada por su barba de musgo, porque acababa de ser llamado desde la ladera
de la montaña. Otro, parado un poco lejos, tenía una veta de rubí cortada en su
cara como pintura de guerra y un mohawk de abetos saliendo de su pétreo
cráneo. Y un tercero estaba marcado por los cristales, con la cara ancha
brillando, pero sus ojos eran cavernas oscuras que nada miraban.

Pero entonces, no necesitaba ojos. La diminuta figura de un hombre que se


alzaba sobre su hombro cumplía esa función. O mejor dicho, el diminuto fey, que
probablemente medía dos metros como el resto, pero que parecía pequeño en
comparación con su montura. Porque cada una de las montañas vivientes tenía
un jinete que dirigía su masa de la forma más mortífera posible.

Eso habría sido bastante malo si sólo hubiera un puñado de ellas. Pero había
montañas andantes hasta donde alcanzaba la vista. Y muchas de ellas no tenían

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

jinetes, aunque parecían desenvolverse perfectamente sin ellos, algo que no


debería haber sido posible.

Sentí como si el hielo hubiera comenzado a acumularse en mis entrañas.

—Verás, —dijo Jonathan, observándome—. El problema de un ataque sorpresa


de línea ley es que no puedes enviar exploradores. Tienes que hacerlo todo a la
vez, y esperar que tu información sea correcta. Si lo fue, sorprendes a tu
enemigo, si no...

Me sonrió.

—Te sorprenden, —susurré.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

CAPÍTULO 41

Me quedé mirando la trampa que se tendía a nuestras tropas, mientras Jonathan


bebía cerveza y rebuscaba en su nevera, con la apariencia de un comensal que
espera que empiece el evento principal. Por mi parte, observé el duelo entre una
especie de manlikan montañoso y otro. Ambos tenían el tamaño de un 747 de
pie, lo que los situaba entre los más pequeños del tipo, y sin embargo eran
rápidos, demasiado rápidos.

Las montañas con jinetes iban a paso de tortuga, con la marcha lenta y pesada
que cabría esperar de algo tan grande. Estos no. Y no muchos más, pensé, al
ver otra pareja en duelo cerca, donde uno acababa de dar un salto mortal sobre
la cabeza del otro.

Y luego se la quitó limpiamente con una espada del tamaño de un vagón de


carga, porque sí.

El metal también viene de la tierra, ¿no?

—Si te hace sentir mejor, —dijo Jonathan, mientras la montaña vencida buscaba
su cabeza—, tu pequeño plan funcionó de maravilla la primera vez. Nos tomó
por sorpresa, lo hizo.

Giré la cabeza para mirarlo. —¿La primera vez?

Asintió con la cabeza y comió huevos. —Tu gente nos sorprendió muchísimo.
Teníamos la mayoría de nuestras fuerzas en las fronteras como estoy seguro de
que sabes, pensando que no había forma de evitarlas. Planeamos que tu ejército
atravesara todos los pasos, siendo masacrado a diestro y siniestro, para luego
aplastar lo que quedara con nuestras fuerzas fey en caso de que alguna llegara
a la ciudad.

Agitó su bocadillo.

—Parecía perfecto. Hubo apuestas sobre si lo intentarían. Tres anillos de


montañas, tres conjuntos de pasos, ¡absurdo! Entonces, de repente, un día, ahí
estabas tú. Bueno, no tú personalmente, por supuesto, sino tu gente. Tu ejército.
Ni siquiera habíamos levantado todos los escudos antes de que se abrieran

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

paso, saltando por encima de nuestros muros, y escalando como un enjambre


de... —se interrumpió—. ¿Qué tiene colmillos?

—¿Qué?

Chasqueó los dedos. —Insecto. Ni hormigas, ni abejas. —Dejó su sándwich para


poner un par de dedos junto a su boca y hacer pequeños movimientos de
probóscide hacia mí.

Solo me quedé mirando.

—Oh, bueno, a mí tampoco se me ocurre, —dijo—. Pero de todos modos, hay


cosas diminutas con colmillos. Nos invadieron en poco tiempo. Mataron al rey,
mataron a la mayor parte del ejército y casi me matan a mí. Me las arreglé para
escapar a través de un túnel vestido como una anciana. Entonces, por supuesto,
salté atrás en el tiempo y le advertí a Aeslinn. Él estaba... disgustado... porque
se aliaron con los Antiguos, y los convencieron de manipular las líneas ley.
Imagino que pagarán un precio por eso. Deberían haber permanecido
escondidos.

Me costó asimilar todo esto. —Tú... tú quieres decir que...

—Tómate tu tiempo, —me animó—. Resuélvelo.

—... quieres decir que eres del futuro...

—Ves, y me dijeron que eras estúpida.

—... un futuro en el que ganamos...

—Nos masacraron. —Estuvo de acuerdo—. Ni siquiera estuvimos cerca.

—... pero tú regresaste en el tiempo con el poder de Jo y le advertiste a Aeslinn...

—Soy su chico rubio.

—... ¿Para que pudiera prepararse y tener un resultado diferente?

Me sonrió. —¡De una vez! Sabes, creo que lo vamos a hacer muy bien juntos.
Por cierto, ¿alguna parte en particular que quieras reclamar? Se está llenando
un poco el estómago.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Se subió la manga de la camisa para mostrarme un bíceps fibroso, como si


pidiera mi opinión sobre dónde hacerse un nuevo tatuaje. Lo cual supuse que
era así. Me quedé mirando su brazo y pensé en desmayarme.

Lo pensé mucho.

Pero Pritkin estaba inconsciente y probablemente moriría en cuanto Jonathan se


cansara de golpearlo. Mircea no estaba arrasando, lo que significaba que Dios
sabía qué, porque la única manera de detener a un maestro de primer nivel era
clavarle una estaca. Y Rhea... no tenía ni idea de qué hacía Rhea aquí, salvo
que me había traído una bibliotecaria.

Lo que probablemente significaba que tenía que escuchar lo que ella tenía
que decir.

Pero eso era un poco difícil en este momento.

Por supuesto, ¡también lo era pensar con mi brazo sintiéndose como si estuviera
en llamas! Una mirada hacia abajo me dijo por qué. La carne estaba
chamuscada, roja y burbujeante, como si la hubiera puesto sobre una estufa y la
hubiera dejado allí...

Parpadeé. Era roja y burbujeante, donde hace un minuto había sido negra y
sangrienta. No me sentía mejor, pero parecía... como si alguien me estuviera
curando. Miré hacia atrás por encima de mi hombro y encontré los ojos de Mircea
clavados en los míos.

Durante un segundo, hasta que uno de los guardias me golpeó en la cabeza


con la punta de una pica de madera. Me caí, porque no estaba bien, y Jonathan
se levantó de un salto y empezó a gritarle al fey. Y yo empecé a intentar
comunicarme mentalmente con Mircea, porque con dolor o sin él, ¡necesitaba
saber qué demonios estaba pasando!

Pero no iba a averiguar nada de esa manera. La cabeza de Mircea ya no estaba


llena de susurros, era un auténtico huracán de voces. Lo que parecía ser miles
de ellas gritando y peleando, bramando y aullando, y ninguna sonaba ni
remotamente cuerda... o algo parecido a él. Ni siquiera creía que fueran las
voces de los miembros de su familia, aunque algunas podían serlo. Era como
tratar de distinguir un grito individual en un estadio lleno de fanáticos.
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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Sólo que estos fanáticos sonaban furiosos, y la mitad de ellos no hablaban


ningún idioma que yo hubiera escuchado.

—¿Qué le hiciste a Mircea? —Pregunté aturdida, cuando Jonathan me levantó


de nuevo.

Sonrió. Y luego se abrió la camisa en silencio. El pequeño bulto verde de su


costado, que antes parecía muerto y encogido, palpitaba furiosamente, como si
se hubiera colocado un corazón extra en el pecho.

Supuse que sabía qué decirle a Jonas que hacía, si alguna vez salíamos de esta.

—Cuando intentó meterse en tu cabeza, —dije—. En la sala de interrogatorios.


Tú... te metiste en la suya.

—No es para nada estúpida, —dijo con aprobación.

—¿Es... permanente?

Jonathan se encogió de hombros. —Bueno, para él lo será.

Sentí otro cubito de hielo caer en la colección de mi estómago.

—Sabes, si no hubieras cortado la conexión entre los dos, también te habría


tenido a ti, —añadió conversando.

Volvió al evento principal, que aún no había comenzado. Pero lo haría, en


cualquier momento, y... y no sabía qué hacer. No lo sabía.

Sentí que el pánico empezaba a aumentar, un sabor amargo en la lengua, un


nudo en la garganta que amenazaba con ahogarme. Estaba desnuda, salvo por
una bata, con un dolor insoportable, y estaba a punto de ser asesinada junto con
todos los que amaba. No tenía ningún arma que pudiera funcionar con este grupo
y casi ninguna información. Excepto que estábamos a punto de perder, la guerra,
nuestras vidas, todo, si no se me ocurría un plan, ahora mismo.

Y en cambio, ¿qué estaba haciendo? Pensando en vomitar.

Así que pensé en otra cosa. En mi madre, que se avergonzaría de verme aquí
sentada, encogida ante esta criatura. Podía ser una semidiosa de mierda, pero
era su hija. ¡Debo haber recibido algo de ella!

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Y luego en Rhea. No tenía ni idea de lo que estaba haciendo aquí, pero


probablemente la mantenían viva como seguro de que no me tiraría por el
acantilado para evitar convertirme en el último modelo de cuerpo de Jonathan.
Porque si lo hacía, el poder Pitico iría hacia ella y sería cosechada en mi lugar.
¡Y no podía dejar que eso sucediera!

Pero sobre todo, pensé en Gertie. Me había entrenado mucho durante todo el
mes, y no sólo en las habilidades de Pitia. Me había enseñado mucho allí,
pero parecía hacer aún más hincapié en este tipo de cosas, poniéndome una
y otra vez en situaciones en las que tenía que pensar de forma creativa bajo
presión, para encontrar soluciones que nadie más pudiera ver, y luego
ponerlas en práctica de forma impecable. Ella había sido una buena maestra; yo
había intentado ser una buena alumna.

Y ahora era el día de la graduación. Le di un empujón a Billy Joe.

—No salgas, —le dije—. Entra.

—¿Qué? —Preguntó Jonathan, volviéndose para mirarme.

—Dentro de tus manlikans, —dije, un poco más alto—. Son los Horrores
Antiguos, ¿no es así?

Él asintió. —Algunos de ellos. Los sacamos de las fronteras para proteger la


ciudad. Espera a ver lo que pueden hacer...

Ya lo había visto, pensé, sintiendo que Billy se movía dentro de su collar.


Realmente esperaba que se tomara un momento para entender las corrientes
que se arremolinaban a nuestro alrededor. Porque si salía en el momento
equivocado...

Pero no lo hizo. No sabía si había estado escuchando, o si simplemente


habíamos tenido suerte. Pero al momento siguiente, sentí que un espíritu
familiar se deslizaba desde el collar que él habitaba hasta mi cuerpo, para que
pudiéramos hablar en silencio el uno con el otro.

Jonathan estaba parloteando sobre su nuevo y genial ejército, mientras yo


apretaba a Billy en un abrazo mental que no quería que terminara nunca. Pero

449
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

tenía que hacerlo. Necesitaba un favor, posiblemente el más grande que le había
pedido nunca.

Y aunque esperaba una discusión, no la obtuve.

—Un puto placer, —me aseguró viciosamente.

—¿Estás seguro? Billy... si no funciona...

—Mi riesgo, mi elección. Sólo dime cuándo.

Miré a Jonathan, que también me dio una vista lateral de la formación. La


bibliotecaria volvía a estar sólida, con su vestido anticuado encharcado en las
rodillas, los ojos muy abiertos y mirando fijamente. Pero no por mucho tiempo.
Parpadeó, y luego se volvió abruptamente fantasmal, y le di a Billy un grito
mental:

—¡Ahora!

Salió de mí, atravesando el patio entre Rhea y yo, moviéndose como una bala
de plata hasta estrellarse contra mi acólita.

Y desapareció.

Él había hecho la transición en tiempo récord, antes de que las corrientes


tuvieran la oportunidad de cambiar de nuevo. Aunque no sabía si eso importaría,
porque Rhea podía echarlo de nuevo, absolutamente. Era su cuerpo; él era un
espíritu intruso; ella podía expulsarlo sobre su trasero fantasmal en cualquier
momento y podría hacerlo.

Porque literalmente parecía que le habían disparado.

Se agarraba el pecho, con los ojos salvajes y la boca trabajando, aunque no salía
ningún sonido. La vi estremecerse por completo, porque la posesión no es
ninguna broma si nunca la has padecido antes, y luego quedarse completamente
inmóvil. Antes de mirarme, aunque no pude saber si intentaba decir algo con la
boca, porque no podía arriesgarme a mirarla directamente.

Pero como ningún vaquero aturdido se dio de bruces con el suelo, sólo para ser
apuñalado de lleno por los fey, supuse que debían haber llegado a algún tipo de
entendimiento.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Sin embargo, ya era demasiado tarde. Un destello de luz atravesó mis retinas
desde la dirección del portal. Y cuando giré la cabeza, vi...

—¡Oh, qué bien! —Jonathan aplaudió como un colegial emocionado—. ¡Aquí


vamos!

No, pensé, mirando con horror. En una línea de amarillo brillante que acababa
de atravesar el cielo, casi a lo largo del valle. De ella salía nuestro ejército, que
había parecido inmenso en las piezas que había visto durante el último mes,
concentrándose en el cuartel general o entrenando en la propiedad de la cónsul
vampiro. Pero ahora...

Parecía bastante insignificante ahora.

La línea ley estaba escupiendo vampiros y magos por igual, junto con un equipo
pesado que reconocí de todas esas sesiones nocturnas de planificación. Eran
rompedores de guardas, destinados a atravesar la magia que protegía la
fortaleza de Aeslinn mucho mejor de lo que podrían hacerlo los muros de piedra.
Y sus guardas estaban levantadas, como una enorme cúpula de hielo
escarchado sobre el castillo y la ciudad circundante, porque Aeslinn no corría
riesgos.

No creía que tuviera que preocuparse. Porque los rompe-guardas se rompían


solos en cuestión de segundos, y el ejército era asaltado por una oleada de
defensores, a menudo mientras aún intentaba salir de la línea. No podía ver lo
mal que estaban las cosas, incluso desde este ángulo, porque las fuerzas de
Aeslinn eran tan enormes que básicamente bloqueaban todo lo demás.

Pero entonces, no creí que quisiera hacerlo. Nos estaban masacrando.

La única nota positiva era que Jonathan estaba gritando y bombeando su puño
en el aire, e ignorando completamente todo lo demás. Incluso los fey estaban
observando el desarrollo de la guerra en lugar de prestar atención a sus
prisioneros. Pero eso no iba a ayudarnos en un minuto, porque Billy tenía un
problema.

Había salido de Rhea y estaba intentando volver a mí, pero acababa de ser
abordado por la maldita bibliotecaria. Ella había estado enloqueciendo todo este
tiempo, pero no había hecho nada al respecto. Pero ver a otro fantasma con un
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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

sentido de propósito la había galvanizado, y cuando él pasó de largo, ella se


aferró para el paseo.

Eso no habría sido tan malo, si no fuera porque Billy había programado su
transición para que coincidiera con una corriente de energía de la tierra que
atravesaba el material fey que salía del portal, y ella lo había sacado de allí. Y
lo golpeó con fuerza. Como resultado, dos cuerpos demasiado humanos
cayeron de la nada, justo delante de una línea de guardias fey, y para
empeorar las cosas, uno de ellos estaba gritando.

¡Mierda!

Billy trató de salvar la situación poniéndole una mano en la boca, pero ella lo
mordió y él la apartó de un tirón, aunque no importaba. Porque los fey ya se
lanzaban sobre ellos, con las armas desenfundadas y brillando a la luz del sol.
Varias lanzas cayeron, cada una con una punta afilada y lo suficientemente
mortífera como para haber acabado con las cosas allí mismo.

Pero sólo chocaron contra la tierra y las rocas, aunque no porque Billy y su
mochila chillona se hubieran movido, sino porque las corrientes habían
cambiado, llevándolos a ambos de vuelta a su forma espiritual. Puede que eso
les salvara la vida, pero Jonathan podía verlos, gracias a Jo, tan bien como yo.
No permanecerían ocultos por mucho tiempo.

Afortunadamente, estaba más interesado en observar la guerra que en ayudar a


los desconcertados guardias.

Un fey se acercó a él, pero le hizo un gesto para que se alejara.

—Ocúpate de ello. ¿No ves que estoy ocupado?

—Pero no podemos verlos, hersir, —dijo el fey.

—¡La mitad del tiempo sí pueden! —Dijo Jonathan, con los ojos todavía puestos
en la batalla—. ¿Eres tan inepto?

—No, hersir. —El fey chasqueó los dedos y los soldados se desplegaron,
algunos permaneciendo en su sitio para vigilar a los demás prisioneros, pero la
mayoría moviéndose de forma que básicamente no había ningún espacio abierto
que no estuviera al alcance de un arma fey.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Billy me miró fijamente desde el otro lado del patio, y yo le devolví la mirada. Sal
de aquí, articulé, ¡Vete!

Ya no podía ayudarme, y sólo conseguiría que lo mataran si se quedaba. Tendría


que pensar en otra cosa. Pero Billy no se iba.

Sin embargo, se estaba moviendo. Empezó a arrastrar a la bibliotecaria de un


lugar a otro, tratando de mantenerse dentro de las bandas de energía de la Tierra
en la medida de lo posible y, al mismo tiempo, zigzagueando de un lado a otro,
lo que hacía más difícil para los fey predecir dónde aparecería después. El
resultado, desde su punto de vista, era un objetivo que parpadeaba de forma
salvaje, apareciendo aquí, allá y en todas partes, sin un camino o destino claro.

Se lanzaron lanzas, se golpearon espadas, el anillo de acero sobre roca estaba


en todas partes. Uno de los guardias fey terminó recibiendo un cuchillo en el
muslo cuando Billy parpadeó en la existencia, y luego volvió a retirarse, y el
cuchillo pasó a través de su cuerpo ahora fantasmal y golpeó al fey detrás de él
en su lugar. Varios más tuvieron fallos cercanos, lo que hizo que los guardias
tropezaran y maldijeran, tratando de apartarse unos de otros.

Casi parecía que Billy estaba tratando de causar el caos, y tal vez así era. Me di
cuenta de que ya no veía a la bibliotecaria. Pero no necesitaba ganarle tiempo
para huir; ¡Necesitaba ir con ella!

Porque los guardias se estaban acercando.

Él se agachaba y esquivaba, pero los remolinos de poder que salían del portal
eran imprevisibles, y los fey habían descubierto dónde estaba. Recibió un golpe
de refilón en un brazo, enviando un chorro de rojo que atravesó el cielo azul
pálido; recibió otro golpe más grande en el muslo, que lo hizo tropezar. Y eso
habría sido todo, si no se hubiera vuelto transparente de nuevo, justo en ese
momento.

Pero eso había sido suerte, y la suya se estaba acabando.

—Se lo van a llevar pieza por pieza, —dijo Jonathan, mirándome y haciéndose
eco de mis pensamientos—. ¿Sabe que, cuando lo maten, no volverá?

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Él lo sabía. Cuando los espíritus toman forma corporal en Faerie, pueden ser
asesinados, como cualquier otra persona. Y como el cuerpo en ese caso era su
espíritu, sólo en un estado alterado, no dejaban fantasmas.

Entonces, ¿qué demonios estaba haciendo?

—¡Billy! —Grité, sin importarme lo que los malditos guardias me hicieran—.


¡Corre!

Y lo hizo. Pero no de la manera que esperaba. Tuve medio segundo para verlo
detenerse y mirar hacia mí, y había algo en su rostro, algo que me hizo
ponerme de pie, con mi respiración atrapada en mi garganta y mi cuerpo
empezando a correr incluso cuando los guardias me agarraron, y me arrastraron
hacia atrás.

—¿Qué pasa contigo? —Dijo Jonathan, mirándome mientras yo pataleaba y


luchaba—. ¿Qué estás haciendo?

No tuve tiempo de responder. No tuve tiempo de hacer nada. Porque Billy salió
de la nada, ciento setenta libras de vaquero decidido, que agarró a Jonathan
mientras se ponía de pie y...

—Acaba con ellos, chica, —me dijo.

Y luego se fueron.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

CAPÍTULO 42

Tardé un momento en darme cuenta de lo que había pasado. Y cuando lo hice,


sentí como si el suelo se hubiera caído bajo mis pies. Como si alguien me
hubiera dado un puñetazo en las tripas, como si el mundo se hubiera vuelto
de repente nebuloso e indistinto y gris y sin vida y...

Y entonces estaba gritando, con la garganta en carne viva. Y me alejé de mis


captores para correr hacia el acantilado y arrojarme al suelo, tratando de ver
algo, cualquier cosa. Pero la vista desde abajo estaba oscurecida por las capas
de niebla de la mañana, y no me lo permitía.

Era como si Billy hubiera desaparecido de la faz de la Tierra.

Oí vagamente sonidos que venían de detrás de mí: gritos y llamadas en otro


idioma; alguien chilló y se detuvo bruscamente; y nadie vino a arrastrarme de
vuelta. Por supuesto, no lo hicieron, pensé, con el océano chocando en mis
oídos. Billy acababa de matar a Jonathan, sacrificando su propia vida para
hacerlo. Pero eso significaba que Mircea...

Era ahora libre.

Y no necesitaba girar la cabeza para saber lo que estaba haciendo.

Pero lo hice de todos modos, como en cámara lenta, porque mi cerebro no


estaba funcionando bien. Sentí que Rhea se estrellaba contra el suelo a mi lado
y me agarraba del brazo. Sentí el abrazo fantasmal de la bibliotecaria a mi otro
lado, oí cómo intentaban hablarme. Pero todo se desvaneció en una marea de
emociones.

No necesitaba consuelo.

Necesitaba eso, pensé, viendo a Mircea agarrar a dos antiguos guerreros y


chocar sus cráneos tan fuerte que sus cabezas explotaron.

La sangre brotó como una lluvia, una nube completa de ella, que él absorbió en
su camino para cortar a otros tres. Había encontrado una espada, observé
vagamente. Una de las suyas, supuse. Estaba afilada.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Una lluvia de partes de cuerpos lo siguió, mientras se movía a través de toda


una línea en una danza mortal demasiado rápida para ver. Aun así, podrían
haberlo alcanzado, haberlo abrumado por su número, pero tenía ayuda. Pritkin
estaba de nuevo en pie, con aspecto de cadáver pero ametrallando hechizos
en todas direcciones.

Y no le molestaban las cambiantes corrientes mágicas. Le podría haber


importado menos. Pasó sin esfuerzo de la magia fey a la humana y viceversa,
sin perder un paso.

Me pregunté por qué no había hecho eso antes, por qué había recibido esa
paliza en su lugar.

No lo sabía. No me importaba. La conmoción de haber perdido a Billy me


estaba carcomiendo el alma como un ácido, haciendo imposible pensar en otra
cosa. Rhea estaba gritando algo ahora y me sacudía. La ignoré.

Pero era difícil ignorar algo más. Algo que parecía electricidad y que de repente
se arqueaba entre mis dedos. Era bonito.

Un fey vino corriendo hacia nosotras, con la espada desenvainada, y yo extendí


la mano...

Y el rayo saltó hacia él. Cayó al suelo, con espasmos, y no volvió a levantarse.
Pero yo lo hice, poniéndome en pie, mirando a mi alrededor, deseando poder
detener el rugido en mis oídos, pero parecía haberme inundado.

—¡Lady! ¡Lady! —Rhea jadeó, mientras otra docena de fey se dirigía hacia
nosotras. Hasta que un arco de fuego blanco azulado brotó de las yemas de mis
dedos, convirtiéndolos en cenizas que se alejaron con la brisa. Fácil, tan fácil.
¿Cómo no me había dado cuenta de la facilidad con la que morían?

Todos ellos corrían ahora, no hacia el portal donde yo estaba, sino alejándose,
dispersándose en todas direcciones. Empecé a perseguirlos, pero Rhea me
detuvo. Me volví hacia ella, gruñendo...

Y ella se mantuvo firme.

Ahí estaba, pensé. Ahí estaba: el valor, la determinación y la fuerza que siempre
había visto y amado en ella. Su color era alto, su pelo estaba suelto y se agitaba

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

alrededor de su cara, y su expresión decía que sabía lo que arriesgaba. Sin


embargo, a diferencia de los fey, no huyó. Una Pitia enfurecida en su cara que
acababa de matar a trece hombres, y aún así no lo hizo.

—¡Lady, por favor! Escúchela! —Gritó, señalando.

A la bibliotecaria, que estaba arrodillada en el suelo, sollozando.

—La culpa es mía, —me dijo, levantando la mirada. Volvía a ser humana por el
momento, y tenía la cara húmeda y los ojos inyectados en sangre—. ¡Culpa mía!
Lo siento, Lady, lo siento mucho...

La abofeteé de lleno en la cara y lo habría hecho de nuevo, pero Rhea me


detuvo. —¡Cassie! Cassie, ¡escucha!

El uso de mi nombre, cuando ella nunca lo hacía, me trajo de vuelta un poco,


me ayudó a pensar. Pero no sirvió de mucho.

—¿Escuchar qué?

—Oh, gracias a Dios, —sollozó la bibliotecaria—. Gracias...

—Dale las gracias a quien te plazca después, —espetó Rhea—. ¡Díselo!

Y lo hizo. No lo entendí todo. La sed de sangre de Mircea palpitaba en mis venas,


o quizás era la mía. La pena me desgarraba, lo que parecía literalmente. Mi
corazón latía tan fuerte que podía oírlo, como si fuera a arrancarse de mi pecho.

Pero también podía oírla a ella.

Y lo que podía oír... lo explicaba todo.

Me contó que el archivo sobre el Nudo de los Amantes en la biblioteca del


Círculo contenía algo más que el hechizo. Tenía la historia completa de su uso,
la que no querían que nadie viera. Pero la Corte de la Pitia tenía la misma historia
en sus archivos, y Rhea y la bibliotecaria la habían encontrado después de
que yo me fuera y ella se recuperara.

Y qué historia era.

El Nudo de los Amantes no había sido prohibido por la razón que todos
pensaban. Eso había sido una tapadera para ocultar la verdad. Porque, sí, el

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

hechizo permitía que dos usuarios de la magia compartieran el poder, y sí, si uno
de ellos moría, lo hacían los dos. Pero eso había sucedido pocas veces.

El Senado, los principales usuarios del hechizo en sus antiguas guerras, había
protegido cuidadosamente a las brujas que emparejaban con sus vampiros. De
todos modos, algunos morían en ataques sorpresa, pero eran muy pocos.
Conocían los riesgos y los tenían en cuenta.

Entonces, ¿qué pasó? La verdad era muy simple: el hechizo funcionaba


demasiado bien. Como Mircea y yo habíamos descubierto, hacía algo más que
permitir que la gente simplemente compartiera el poder. Empezó a mezclarlo, a
transformarlo, a hacerlo crecer exponencialmente. En algunos emparejamientos,
eso sólo resultó en las máquinas de guerra que el Senado había esperado. Pero
en otros...

En otros, obtuvieron mucho más de lo que esperaban. Porque si hay algo que
los vampiros entienden, es el poder. Y algunos de ellos se volvieron inventivos,
añadiendo no una bruja en el hechizo, sino dos o tres o más, cada una con
diferentes especialidades. Al hacerlo, aumentaron su riesgo, pero también su
recompensa, llegando a ser tan poderosos que rivalizaban con la cónsul en
fuerza, a pesar de ser mucho más jóvenes.

Uno u otro de ellos probablemente la habría reemplazado, pero ella no les dio la
oportunidad. Actuó con rapidez y decisión, asesinando a sus brujas durante el
día mientras los vampiros dormían y, por lo tanto, eliminándolos también. Y luego
quemó todas las copias del Nudo de los Amantes que pudo encontrar, y
persuadió al Círculo de que hiciera lo mismo, porque ellos no querían cientos de
súper vampiros caminando por ahí más que ella. No obstante, guardaron una
versión cuidadosamente cerrada de la historia en su biblioteca, por si acaso los
vampiros intentaban utilizar el hechizo para obtener una ventaja sobre ellos.

—Pero hay más, —dijo Rhea, mientras me esforzaba por asimilar todo aquello—
. Creemos que Jonathan, que redescubrió el hechizo primero y por lo tanto tuvo
más tiempo con él, se hizo una pregunta. ¿Qué pasaría si, en lugar de un
vampiro y una bruja o dos, el hechizo combinara los poderes de otros? ¿Otros
que fueran aún más fuertes?

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—Como un maestro de primer nivel, un príncipe demonio y una semidiosa, —


añadió la bibliotecaria sin aliento—. ¿Qué pasaría entonces?

—¿Qué pasaría entonces? —Pregunté, observando el arco del rayo entre mis
dedos. Y estando bastante segura de que ya lo sabía.

—Me dijiste una vez que tú y el Mago Pritkin podrían, er, hacer una gran cantidad
de poder entre los dos, —dijo Rhea, sonrojándose un poco—. Que así fue como
derrotasteis a Ares.

—Sí.

—Pero también dijiste que no podías mantenerlo. Que era demasiado, todo a la
vez, para que cualquiera de los dos pudiera manejarlo. ¿Pero qué pasaría si no
tuvieras que hacerlo? ¿Qué pasaría si estuvieras en un hechizo que compartiera
el poder con un tercero, uno que estuviera vinculado a cientos, quizás miles de
otros seres poderosos? ¿Unos con la capacidad de almacenar energía y
devolvérsela cuando sea necesario?

Levanté la vista hacia ella y me di cuenta de que Pritkin y Mircea se habían unido
a nosotras en algún momento. Pritkin parecía un salvaje con nada más que un
par de boxers ensangrentados y una túnica que debió de quitarle a un fey.
Mircea, en cambio, estaba impoluto, con un traje oscuro sin ni siquiera una mota
de sangre en ninguna parte, a pesar de que la sangre fey no alimenta a un
vampiro.

Pero consumir a tus enemigos sí.

No me molesté en preguntar si los fey estaban todos muertos. De lo contrario,


no estarían aquí. ¿Y eso qué significa? ¿Un centenar de soldados fey muertos
en pocos minutos?

Miré hacia el portal.

—¿Entonces por qué no teníamos poder antes, cuando llegamos? —Pregunté,


mirando la batalla—. Entonces no podía hacer nada.

—Yo tampoco podía, —dijo Pritkin—. Estaba completamente agotado. Todo fue
para él, cada gota, incluso mi propio y maldito poder.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Miró a Mircea, que asintió cortésmente, como si tuvieran conversaciones así


todos los días. Se odiaban, pero este no era un día cualquiera, y las reglas no
se aplicaban aquí. Ninguna lo hacía.

—Lo absorbí, —aceptó Mircea—. Pero no me di cuenta en ese momento. Mi


mente estaba ida, sobreexcitada por algún poder que el mago oscuro poseía. No
pude devolverte nada, ni siquiera utilizarlo yo mismo.

—¿Cómo lo absorbiste? —Pregunté—. No tienes familia en esta época; tú


mismo me lo dijiste...

—Este no es el siglo XV, dulceață. Es el XVIII. Sé que es difícil de decir, —echó


un vistazo al paisaje atemporal—. Las cosas no cambian en esta parte del
mundo tan rápido como en otras. Pero no deja de ser cierto. Regresé aquí para...
pero eso puede esperar. La cuestión es que tu acólita me siguió...

—Gertie iba a matarlo, —dijo Rhea—. Como había prometido que haría si él
volvía a saltar el tiempo. Pero la convencí de que me dejara ir primero, para
ver si podía hacerlo entrar en razón. Pero en realidad quería verte a ti. Sabía que
vendrías a buscarlo, y me traje a Eliza... ésta es Eliza, por cierto...

La bibliotecaria se levantó para hacer una reverencia. La miré fijamente.

Parpadeó y volvió a sentarse lentamente.

—... para que pudiéramos contarte sobre del hechizo. Y el hecho de que
Jonathan se había dado cuenta de que Lord Mircea era el componente que
faltaba. Su extensa familia proporciona una especie de... de batería, para
almacenar todo el poder que crea la otra parte de tu trígono.

—Deben ser tres, —murmuré. Jonathan había visto el peligro, y había intentado
evitar que yo también pudiera verlo. Pero había fallado.

Y ahora lo sabía.

Rhea asintió. —Creo que pensó que, juntos, los tres, con el poder Pitico
magnificado muchas veces y sus dones combinados, bueno... Sé que parece
una locura, pero creo que pudo haber creído...

—Que podíamos crear un dios.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Me puse de pie.

—¿Dulceață? —Dijo Mircea. Porque podía sentirlo, las emociones que corrían
por mis venas, acelerando mi respiración, haciendo que mi corazón saltara. Billy.
Él había sabido que yo tenía que escuchar esto, y que Jonathan tenía que morir
para liberar todo ese poder, y había dado su vida para que ambas cosas
sucedieran.

¿Y luego qué había dicho?

—Acaba con ellos, chica.

Sentí que las lágrimas corrían por mis mejillas, pero no eran de pena. Todavía
estaba demasiado cruda. No podía afrontarla; no podía tocarla. Como tampoco
podía poner la mano en el fuego.

Pero había algo que podía hacer.

Comencé a avanzar, pero Pritkin me agarró del brazo. Era el quemado, pero
ya no me dolía. El don de Mircea ya me había curado.

—¿Qué estás haciendo? —Preguntó Pritkin.

—Tu que crees.

—Cassie...

—No lo hagas. —Le dije con fuerza—. No me digas que mi vida vale tanto que
no puedo arriesgarla. No me digas que me esconda en un rincón y guarde mis
fuerzas para otro día. Este... —señalé salvajemente a nuestro ejército—. ¡Este
es ese día! O actuamos ahora o...

—¿O qué? —Exigió—. Es la misma discusión que tuvimos en la oficina de Jonas,


hace casi una semana. Sobre el asesino fey al que seguiste y mataste cuando
podrías haber retrocedido en el tiempo. ¡Ya hemos regresado en el tiempo!
Podemos volver a casa; podemos evitar que el ejército se vaya...

—¿Y entonces qué? —Pregunté—. Aeslinn lo sabe. Está preparado. No lo


sorprenderemos esta vez; el daño está hecho...

—¡Entonces encontramos otra manera! ¡Luchamos otro día!

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—No, los matamos a todos. Ahora. —Dije, y me desplacé.

El otro lado del portal daba paso a una cueva montañosa con vistas al campo de
batalla. Era de un gris oscuro y azulado, como todo este reino, y estaba vacía,
excepto por el enorme portal que retumbaba detrás de mí. Lo que significaba
que probablemente yo era visible.

Y explicaba por qué de repente tenía compañía.

Pritkin me golpeó contra la pared y me di cuenta de algo.

—Nos desplazaste, ¿verdad? —Dije—. Antes en el cuartel general. Mircea


estaba demasiado fuera de sí en ese momento; no podría haberlo hecho. Pero
tú sí pudiste. Nos pusiste el Nudo de los Amantes una vez antes, para luchar
contra Jo, así que sabías cómo hacerlo.

Pritkin me miró fijamente. —¿Quieres hablar de eso ahora?

—No, quiero ir a matar algo, —dije, y comencé a avanzar. Me arrastró de vuelta.

—¡Puse el Nudo de los Amantes sobre nosotros para sacarte del peligro! ¡No
para meterte en más!

—No se dio cuenta de que tú y yo ya teníamos ese vínculo, —dijo Mircea,


desplazándose junto a nosotros—. Y que su hechizo nos uniría a todos.

—¡Algo que hubiera sido bueno saber! —Gruñó Pritkin.

Mircea se encogió de hombros. —Tienes mal genio. Sabía cómo reaccionarías.

—Mircea está lidiando con una condición ahora mismo, —añadí—. Era la única
manera de ayudarlo, ¿y podemos hablar de esto más tarde?

—Podemos hablar de esto todo lo que quieras, ¡en casa! —Y Pritkin trató de
desplazarnos de allí.

No lo consiguió. En parte debido a que su hechizo tartamudeó a mitad de


camino, porque el poder Pitico estaba ligado a la Tierra y ya no estábamos en la
Tierra, y en parte debido a mí.

Cuando. Yo. Lo. Apagué.

—Dioses luchando, —murmuró Mircea, mirándonos.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—¿Qué? —Pritkin lo miró.

—Algo que dijo uno de mis chicos de la cocina. No lo había entendido hasta
ahora.

—¡No somos dioses!

—No. Somos un dios. Y nuestra lucha está ahí afuera. —Inclinó la cabeza hacia
la batalla—. ¿Te alejarás de ella?

—¿Si significa salvar la vida de Cassie? Sí.

—Esa no es tu decisión, —dije, furiosa.

—¡La estoy haciendo mía!

—Es su decisión, —dijo Mircea, sorprendiéndome—. Al menos en parte. Si uno


de nosotros muere, lo hacemos los tres.

—¡No si nos quitamos este maldito hechizo! —Dijo Pritkin y levantó una mano.

La empujé hacia abajo.

—No estñas hablando en serio, —siseé—. ¡No vas a dejar que los masacren!

—No van a ser masacrados. Te lo dije, volveremos y advertiremos al ejército...

—Y lo cancelarán. Cancelarán todo el asunto. No tendrán otra opción. ¡No contra


eso!

—Encontraremos otra manera, —dijo Pritkin tercamente.

—¿Qué otra manera? —Preguntó Mircea—. Llevamos meses buscando una


solución, dedicando todos nuestros recursos a ello...

—¡Otra! —Fue salvaje.

Puse una mano en el brazo de Pritkin. —Tenías razón cuando dijiste questamos
de nuevo allí, en la oficina de Jonas. Repitiendo el momento en el que intentaste
advertirme para protegerme. Pero eso no funcionó y cuando lo hablamos
después, dijiste que éramos compañeros...

—¡En eso no!

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—¿En qué, entonces? ¿Cuándo es fácil? ¿Cuándo es seguro? Este trabajo no


es seguro...

Pritkin rugió. No había otra palabra para definirlo. Un sonido animal de dolor y
furia que normalmente me habría hecho retroceder contra la pared,
preguntándome por su cordura.

Ahora no. Todo esto era una locura. Y yo sabía cómo se sentía. Tampoco quería
arriesgarlos, a ninguno de los dos. Pero no había otra opción.

—Podemos ganar la guerra aquí mismo, —le dije—. Ahora mismo. Mi poder lo
sabía; por eso no me advirtió sobre Jonathan. ¡Es por eso que intentaste
desplazarnos fuera de una habitación y acabaste desplazándonos al pasado y a
otro continente! Nos quería aquí, ahora mismo.

—Eso no lo sabes, —dijo Pritkin tercamente.

—No, aunque encaja con los hechos. Pero sí sé esto. Si volvemos a casa y nos
lamemos las heridas, la guerra podría prolongarse quién sabe cuánto tiempo
más. ¿Meses, años, décadas? ¿Cuántos morirían entonces?

Mircea no dijo nada. Quería hacerlo, pero sabía que no había nada que pudiera
añadir para ayudar. Y había tenido razón. Era la elección de Pritkin. Teníamos
que ir unidos, o no ir.

—Dijiste que éramos compañeros, —presioné—. ¿Era mentira? Los ojos verdes
se encontraron con los míos, y ardían.

—Sabes muy bien que no.

—Entonces ven conmigo. Protégeme.

—¿Y si no puedo? El poder Pitico no funciona en Faerie.

—Lo hace junto a un portal.

—A veces funciona junto a un portal.

—Pero el tuyo funciona todo el tiempo, y el poder que necesitas ya lo tienes, —


Extendí una mano—. ¿Serás mi compañero, una última vez?

Pritkin me miró fijamente, con un centenar de emociones recorriendo su rostro.

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Y entonces gruñó y golpeó su mano contra la mía.

Mircea sonrió, enseñando los colmillos.

—Hagamos que paguen por ello.

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CAPÍTULO 43

No era un campo de batalla; era un matadero. Había pequeños focos, aquí y allá,
de resistencia: grupos de magos que habían unido escudos y que, de alguna
manera, estaban resistiendo; vampiros dispersos que se escondían detrás de
colosos caídos un minuto, y atacaban un nuevo objetivo al siguiente; montones
aleatorios de heridos que estaban siendo custodiados por grupos de médicos del
Cuerpo, pero que seguían siendo atacados. Porque no parecía que Aeslinn
quisiera prisioneros.

No lo parecía en absoluto.

Pero la mayor parte era un desastre, con nuestro ejército, lo que quedaba de él,
siendo sistemáticamente cazado mientras Aeslinn y sus fuerzas permanecían
seguras tras sus muros, sin molestarse siquiera en ensuciarse las manos.

—Comencemos con algo pequeño, —dijo Pritkin, con voz áspera—. No sabemos
cuánto podemos hacer, ni lo efectivos seremos.

—A la mierda, —dijo Mircea con calma—. Derribemos su escudo.

—¡Maldito seas! —Pritkin se volvió hacia él—. Tenemos que tener cuidado...

—No, no tenemos que hacerlo. —Mircea evaluó al hombre que tenía enfrente,
que estaba arrodillado detrás de una pila de cadáveres recubiertos de cuero. Y
por una vez, no había animosidad en sus ojos. Mircea ya había comandado
hombres antes. Sabía lo que Pritkin estaba sintiendo en ese momento, viendo
montones literales de sus camaradas, sus rostros aflojados por la muerte, sus
cuerpos en algunos casos despedazados. El hedor era horrible, las imágenes
eran peores.

Vi un abrigo que intentaba valientemente defender a su portador, al que le faltaba


la cara. Vi enjambres de armas levitantes zumbando alrededor de los montones
de cuerpos como moscas, utilizando la energía residual que les quedaba para
luchar contra todos los que se acercaban. Vi lo que parecía un océano de sangre
que se filtraba en el suelo, tanto que se podría pensar que las arenas eran rojas
en lugar de grises, y me pregunté si había hecho lo correcto.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

¿Pritkin tenía razón? ¿Deberíamos haber vuelto? Honestamente, ya no lo sabía.

Pero Mircea nunca vaciló.

—Si vamos con algo pequeño, perdemos, —dijo escuetamente—. No tenemos


energía ilimitada, estamos en territorio enemigo y no hay refuerzos.

—Si derribamos su escudo, sabrán que hay un nuevo poder en el campo, —dijo
Pritkin—. ¡Vendrán a buscarnos!

—Posiblemente. Pero tendrán mucha menos gente para hacerlo con su capital
bajo ataque.

—¿Y cómo sabes que tus tropas atacarán?

—Yo las entrené.

Ambos me miraron.

—Vamos por el escudo, —dije con voz ronca, y me desplacé.

Aterricé detrás de la cabeza cortada de un manlikan. Era de la variedad


montañosa, y todavía estaba "vivo", si querías llamarlo así. Pero su jinete estaba
muerto a su lado en el suelo, su pelo plateado mezclado con el barro hecho de
tierra y su propia sangre, su rostro pálido mirando hacia el cielo con unos ojos
que me recordaban a los de Jonathan: gris peltre y sin vida.

Sin él, la criatura estaba lo suficientemente segura, aunque los ojos oscuros y
cavernosos se volvieron hacia mí cuando me acerqué. Su barba musgosa servía
de nido a una familia de pequeños estorninos, que se detuvieron a mirarme
también. Pero esa fue toda la reacción que obtuve, y la cabeza era del tamaño
de un vagón de tren, lo que me daba mucha cobertura.

La necesitaba, porque esto no iba a ser fácil.

Mircea y Pritkin se desplazaron a mi lado mientras yo examinaba el escudo. O lo


intenté. La barrera era tan gruesa que ni siquiera podía ver a través de ella.
Parecía hielo sólido, y también lo sentí así cuando puse mis manos sobre él.
Blanco azulado, duro y frío; no se parecía a ningún otro escudo que hubiera visto.

Pero Pritkin sí. —Energía elemental, —me dijo—. No se romperá fácilmente.

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—Pensé que el elemento de Aeslinn era la tierra, —dije.

—Lo es. Pero tiene una alianza con algunos de los Alorestri, los fey de agua.
Debe tener cientos de ellos allí, para sostener algo como esto.

—Entonces hay que atacarlos primero, —dijo Mircea, con los ojos brillantes.

Conocía esa mirada; estaba hablando mentalmente con sus vampiros, en algún
lugar del campo. Y ellos estaban escuchando. En la amplia extensión de
cadáveres en llamas, maquinaria en ruinas y humeante y montañas andantes,
hubo una repentina oleada de figuras que se lanzaban, todas en la misma
dirección.

—Están en camino, —afirmó—. ¿Les abrimos una puerta?

—Hagamos lo que hagamos, la gente de Aeslinn lo sellará justo después, —


advirtió Pritkin—. Tendrás un minuto, quizás menos, para hacer pasar a tus
hombres.

—Será suficiente, —dijo Mircea con calma—. Y no son hombres.

—Diles que se preparen, —dije, y puse las manos sobre el escudo. Tarareaba
bajo mis palmas, resonando suavemente como un diapasón golpeado o una
canción tocada fuera de rango. Era extrañamente hermoso, como el resto de
Faerie, que seguía siendo el infierno más bonito que había visto nunca. Cerré
los ojos y busqué el poder...

Y una ráfaga me golpeó con tanta fuerza que caí.

No había esperado eso. Había asumido que sería lo mismo que cuando invoqué
el poder Pitico. Pero este vínculo que teníamos los tres, este trígono, era mucho
más receptivo.

Pritkin me había atrapado, conocía esos brazos, pero no me apartó. Esta era
nuestra única oportunidad y él lo sabía. Aguanté, con el poder chisporroteando
a través de mí, justo a este lado del dolor, y sentí que la capa más externa del
gran escudo empezaba a licuarse bajo mis manos.

Había tanto poder, crudo y sin forma, hirviendo entre el escudo y yo, que parecía
que iba a consumirme en cualquier momento. Estaba esperando una orden,

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podía sentirlo, pero no respondí porque no sabía cuánto necesitaba. El escudo


era enorme y estaba sostenido por una magia que no entendía. Si me movía
demasiado pronto, el hechizo podría fallar y alertar a Aeslinn de lo que estaba
pasando.

Y, con o sin dios, no podíamos luchar contra todos.

Esto tenía que funcionar la primera vez, así que vertí más poder en mis manos,
y observé cómo una mancha dorada empezaba a deslizarse sobre el hielo.

—Casi, —murmuró Mircea—. Y nuestros enemigos se están dando cuenta;


nos persiguen.

Lo ignoré y me esforcé, canalizando todo lo que podía, viendo cómo el


resplandor dorado se extendía por un área del tamaño de una casa pequeña.
El poder estaba derritiendo cada vez más las capas más externas del escudo,
hasta el punto de que me encontraba en una pequeña inundación mientras mis
manos y luego mis brazos se hundían en él. El agua helada me salpicaba los
pies, empapaba la parte inferior de la bata y me entumecía los dedos de los pies.

Pero aún así pedí más.

—No está funcionando, —dijo Pritkin, con la voz tensa—. No va a ser suficiente.

—Todavía no he empezado el hechizo, —le dije.

—¿Qué?

—Esto es un derrame. De la concentración de poder. Todavía no he lanzado


nada.

—¿Por qué cojones no? ¿Qué estás esperando?

—Eso, —dije, mientras el viento de un ejército que se acercaba agitaba mi pelo.

Una oportunidad, pensé sombríamente. Haz que cuente. Para Billy...

—Astara, —dije, y un segundo después, estaba volando.

El golpe que recibí del lanzamiento fue como si me hubieran dado con un bate
de béisbol en el pecho, uno balanceado por un gorila de espalda plateada. Sentí

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

que se rompía una costilla; sentí que me las había roto todas. Y entonces caí,
no en el suelo, sino en un montículo de muertos.

Fue malo, con un dolor punzante que me atravesó. Pero habría sido mucho peor,
si no fuera porque Pritkin había venido conmigo. En el último segundo había
conseguido levantar un escudo que se llevó la peor parte del contragolpe, pero
no había tenido tiempo de formar uno adecuado. Como resultado, una masa
amorfa de color azul nos rodeó mientras rodábamos por la pendiente, y fuimos
atacados por las armas de los muertos.

Nubes de armas levitantes, cuchillos y bombas de pociones se lanzaron sobre


nosotros, incluyendo algo que explotó debajo de nosotros y luego hirvió por todos
lados, de color verde oliva y tan espeso como el humo de un caldero de bruja.
No atravesó el escudo, pero nos impidió ver. Caímos al suelo y rodamos a ciegas
durante un momento, antes de que Pritkin consiguiera frenarnos. Solo me quedé
allí, intentando respirar sin éxito, preguntándome si volvería a hacerlo. Y
entonces el humo finalmente se disipó y me encontré mirando hacia arriba...

A un enorme pentagrama dorado que se abría dentro del enorme escudo de


Aeslinn.

Era grande, pensé en blanco. Era realmente grande.

Más grande de lo que esperaba, y seguía creciendo. Mientras yo tosía y tosía y


luchaba por respirar, seguía expandiéndose. Cubrió un tercio del gran escudo
antes de detenerse, y se quedó allí por un momento, con su poder haciendo que
la protección acuosa de Aeslinn se derritiera, brotara y cayera a borbotones a su
alrededor. El agua helada brotó a nuestro alrededor, vertiéndose del escudo,
pero no lo suficiente. El pentagrama, aunque impresionante, no estaba haciendo
su trabajo.

¿Lo había hecho demasiado grande? Me pregunté. ¿Había extendido


demasiado el poder? ¿Por qué no lo hice más pequeño?

Necesitábamos una puerta, no un...

Y entonces lo oí: el primer y poderoso CRRRAAAAAACKKKK, como el


desprendimiento de todos los glaciares de la Tierra.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

El sonido tembló a través de mi carne y mis huesos. Y entonces otro crujido aún
mayor estalló en el aire, como mil escopetas disparadas a la vez. Éste
estremeció mi cuerpo, me hizo gritar de dolor e hizo que Pritkin reforzara sus
escudos, engrosándolos hasta el punto de que todo el campo de batalla parecía
azul y vacilante. Sin embargo, no fue suficiente.

Qué hice, pensé, retorciéndome en el barro y gritando mentalmente y tal vez


físicamente; ya no podía decirlo.

¿Qué hice?

Eso, pensé, mientras el enorme pentagrama de un kilómetro de altura se


estremecía y temblaba... y empezaba a girar.

El sonido era horrible. El sonido era indescriptible. El sonido era alucinante y


estremecedor y la cosa más fuerte que jamás había oído...

Y entonces el gran símbolo se liberó, girando, girando, girando, y luego girando


como un trompo, mientras desgarraba el tiempo y arrastraba trozos del gran
escudo hacia otras épocas, ¿donde? no lo sabía.

Pero ya no estaban aquí, y por muy buenos que fueran esos bastardos de
Alorestri, no podrían reemplazar todo aquello. No a tiempo. Me quedé allí,
temblando y jadeando y observando con incredulidad cómo un tercio de la
protección de Aeslinn simplemente... desaparecía.

El ejército de Mircea lanzó un gran grito que vi más que oí, porque en ese
momento no podía oír nada. Y se coló por la brecha, cientos de ellos en lugar de
los miles que debería haber habido. Pero tal vez fuera suficiente.

Tal vez, pensé, viéndolos esquivar grandes trozos del escudo, que se
desprendían de los restos desgarrados en lo alto; viéndolos vadear el agua hasta
la cintura procedente del deshielo, gran parte de la cual aún estaba contenida
por el borde restante del escudo; viéndolos recibir un cielo entero lleno de flechas
de los defensores fey. Ellos estaban frescos; nuestras tropas no.

Era el juego de cualquiera.

Al menos lo era si el otro bando no conseguía algún respaldo.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Vi a Mircea cerca de la brecha, subido a una roca y con la espada desenvainada,


reuniendo a los restos de nuestro ejército. Eran sus tropas, no las de quienquiera
que el Senado hubiera sacado para sustituirlo, y actuaban como tales. Pero
también vi la poderosa fuerza al otro lado del campo de batalla, dirigiéndose
directamente hacia él. Y no podía luchar en dos frentes a la vez.

No teníamos los hombres.

Miré a Pritkin; él me miró a mí; nos levantamos juntos y nos desplazamos para
posicionarnos entre las fuerzas de Mircea y la horda que se acercaba.

—Dulceață... —Resonó en mi cabeza.

—Ve, —le dije sin aliento—. Podemos con esto.

Hubo vacilación, pero luego llegó la validación que nunca antes había recibido
de él. —Como desees. Cuídate.

Asentí con la cabeza.

—¿Podemos con esto? —Repitió Pritkin, con los ojos puestos en las montañas
que se dirigían hacia nosotros. Algunas parecían dañadas, les faltaban brazos u
orejas o incluso media cabeza. Pero seguían siendo viables, y seguían llegando.

Era como una avalancha en terreno llano.

Literalmente, pensé, mientras un centenar de rocas gigantes venían gritando


hacia nosotros, todas a la vez.

Y fueron atrapados por una red brillante y reluciente que apareció en el cielo
frente a nosotros, estirándose, estirándose, estirándose, mientras se esforzaba
por contenerlos a todos. Se extendía tanto, de hecho, que las rocas más
cercanas se detenían a medio metro de nuestras caras. Pero no se quedaron allí
por mucho tiempo. Al segundo siguiente, se echaron hacia atrás, con el impulso
de todos esos proyectiles duplicado por el poder que había vertido en ese
hechizo, y salieron volando hacia el enemigo como un huracán de rocas.

—¡Ja! —Dije, agarrándome a Pritkin.

—¿Qué es tan gracioso? —Preguntó él, con aspecto un poco aturdido.

—¡Nunca pude... hacer bien ese hechizo... en la práctica!

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Me miró fijamente.

Y entonces el ejército se acercó de nuevo.

Era impresionante; había que admitirlo. Las tropas de las primeras líneas habían
sido prácticamente destruidas por sus propias armas, pero el resto apenas se
había frenado. Y lo que es peor, algunos de los manlikans que habían sido
destruidos no habían sido detenidos, porque la ruina de sus vehículos
simplemente había liberado un escuadrón de Horrores Antiguos en el campo.

Y si no habían tenido cuerpos antes, Faerie les había dado algunos.

Pritkin palideció, observando cómo algo con mil tentáculos trepaba por la red
dorada y la despedazaba. El resto de un ejército combinado de fey y demonios
surgió tras él, moviéndose tan rápido sobre el campo que levantaron una enorme
nube de polvo a su alrededor. Parecía una tormenta de arena hirviendo en
nuestro camino, con algún tentáculo, ala o probóscide visible en los bordes.

Era aterrador.

—¿Pritkin?

—Estoy pensando.

—¡Pritkin!

—¡Estoy pensando!

—Piensa más rápido, maldita sea...

Y entonces estaban sobre nosotros. Pero también había algo más.

Escuché un chillido en lo alto, y miré hacia arriba...

Para ver la parte inferior de un gigante... algo... pasando a toda velocidad por
encima. Tenía las alas de un pájaro, enormes cosas expansivas que debían
tener quince metros de ancho, pero entonces, tenían que serlo. Porque
sostenían el cuerpo de un león y la cabeza de un pájaro gigante y peludo con
melena de león.

Y entonces una de ellas bajó y me levantó, y nos elevamos.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—¡Te dije que un día te llevaría a volar! —Se rió alguien, y me di la vuelta para
ver que me sujetaban delante de un rey fey sonriente, sólo que no era Aeslinn.

Su larga cabellera rubia corría detrás de nosotros con el viento, sin más ataduras
que un collar dorado en la frente. Una túnica verde oscura y unas polainas
terminaban en unas botas de ante verde, que hacían juego con los guantes que
utilizaba para sujetar las riendas de su extraña cabalgadura. Era una elección a
la moda para un conjunto de tiempos de guerra, y típica de la criatura, que se
iría a la tumba bien vestida.

—¡Caedmon! —Mi voz se desvaneció con el viento , porque sólo íbamos a unos
cien kilómetros por hora—. ¿Qué haces aquí?

—Echando una mano. ¡Sujétate!

Agarré la crin delante de mí y la agarré con fuerza, porque nos estábamos


sumergiendo de nuevo. Junto con unos cien más, porque Caedmon no había
venido solo. Y los jinetes fey no eran como yo; estaban de pie en las monturas,
sin molestarse con las riendas porque necesitaban ambas manos para las
enormes y brillantes lanzas que sostenían. Y que lanzaban a los Antiguos
Horrores que habían llegado a la ciudad.

Pero no entraron, porque las lanzas no sólo atravesaron los cuerpos, sino que
explotaron al contacto, provocando que la hueste que avanzaba se detuviera, se
parara y luego se volviera...

Contra nosotros.

—¡Ese es el único problema de una descarga exitosa! —Gritó Caedmon.

—¿Cuál?

—¡Llamar su atención!

Y lo hizo. Realmente lo hizo. Y, por desgracia, teníamos que mantenerlo o la


tropa de Mircea estaba jodida.

Vislumbré a Pritkin en una montura cercana, y parecía que al fin había pensado
en algo. Porque extendió un brazo y al segundo siguiente, lo que parecía toda
el agua de la ciudad salió rugiendo. Un maremoto salió por la brecha y arrastró

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

a los Horrores Antiguos restantes hacia atrás, alejándolos de las tropas de


Mircea.

Y hacia nosotros.

Caedmon tiró de las riendas y pateó los costados de nuestra montura, y nos
fuimos hacia el cielo, justo a tiempo. Algunos de los otros no tuvieron tanta
suerte, y vi a varios de sus fey caer. Pero la mayoría lo consiguió. Dejando el
espacio debajo de nosotros libre...

Para que las dos fuerzas de Aeslinn chocaran entre sí.

La montura de Pritkin se acercó a la mía, y dos grandes conjuntos de alas


batieron el aire por un momento. Permitiéndonos planear sobre una matanza.
Porque las fuerzas manlikan estaban siendo atacadas por sus aliados; no sabía
por qué.

Pero Pritkin estaba sonriendo con una pequeña sonrisa viciosa, así que supuse
que tenía algo que ver con ello.

—Hechizo de desorientación, —gritó, captando mi mirada—. ¡Pero no durará


mucho!

—¿Cuánto tiempo? —Bramó Caedmon.

—Hasta que el agua se vaya. ¡El hechizo lo lleva la marea!

—Magia elemental, —dijo Caedmon, estrechando sus ojos verdes. Pero todo lo
que dijo fue—: ¡Entonces aprovechemos bien el tiempo!

Él y sus hombres bajaron en picado, buscando algo que yo no podía ver. Hasta
que aterrizamos en medio de un grupo de fuerzas del Círculo. Había tan pocos,
pensé, mirando alrededor, mientras Pritkin me sacaba del lomo de la gran bestia.

Me quedé allí, agarrándome las costillas, entre quizás unos cientos de hombres
y mujeres. Recordé los miles que había visto en el cuartel general, lanzándose
bolas de nieve y riéndose. Ahora no se reían. Sin embargo, estaban
sombríamente decididos, arrastrando redes llenas de bombas de poción del
tamaño de una bola de bolos hacia las criaturas de Caedmon y luego
emprendiendo la marcha con los fey.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Las plumas y el pelo dorado brillaron a la luz del sol por un momento mientras
las grandes bestias volvían a elevarse hacia el cielo. Estaban tan sincronizadas
que parecían un solo pájaro gigante que despegaba del suelo y proyectaba una
sombra ondulante sobre la carnicería que había debajo. Antes de añadirla,
cuando soltaron su carga.

Pritkin me hizo retroceder e integró sus escudos con los que el Cuerpo estaba
levantando, no sabía por qué.

Y lo hice, cuando las bombas explotaron y una nube nociva de lo que parecía
lluvia ácida comenzó a golpearnos. Penetró peligrosamente en los escudos
combinados, pero no llegó a atravesarlos. Probablemente en gran parte gracias
a la ayuda de Pritkin, a juzgar por la tensión de su cara roja.

Pero el escudo aguantó, aunque a duras penas, y cuando las nubes se


despejaron una vez más...

Había muchos menos enemigos en el campo.

No sabía qué era el resultado de que se atacaran a sí mismos, y qué era cosa
del Cuerpo, pero lo habían sentido. Por una vez, lo habían sentido. Me quedé
mirando un montón de cadáveres enormes, plagados de ácido, de criaturas que
ni siquiera podía nombrar.

Por un momento, pensé que todo había terminado.

Pero luego me di cuenta de que los escuadrones de refuerzos venían hacia


nosotros desde todo el campo de batalla. Y débiles revueltas provenientes de tal
vez la mitad de los "cadáveres". Que al parecer, eran más difíciles de matar de
lo que había pensado. Y luego estaban los manlikans, que apenas habían sido
dañados.

O no, eso no era cierto: les habían hecho mucho daño. Pero cuando eres un
autómata insensible llamado de la tierra, no sientes dolor, ni miedo, ni pánico.
Simplemente sigues adelante. Y si de repente te falta un miembro, o si tu torso
está medio devorado, o si tu cuerpo se está derritiendo, corriendo con lo que
parecía lava fundida mientras las bombas del Cuerpo terminaban de gastar su
magia, no importaba. Simplemente usabas lo que te quedaba.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Y lo que es peor, la desorientación parecía haber desaparecido.

Como resultado, la carga que había estado apuntando al castillo ahora nos
apuntaba a nosotros, y no tuvimos tiempo de apartarnos. Nuestro escudo, ya
maltrecho por la lluvia de esa enorme descarga, no iba a aguantar mucho tiempo,
ni siquiera con la ayuda de Pritkin. Tenía que pasar algo, y pronto, y no creía que
fuéramos a tener más Caedmon ex machina.

Él se había retirado tan alto con sus fey que apenas podía verlos como un punto
marrón contra las nubes.

Estábamos solos.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

CAPÍTULO 44

No había tiempo para pensar en nada, ni para retirarse. El enemigo se abalanzó


sobre nosotros en cuestión de segundos, una oscura oleada de ellos, y fue más
que aterrador. Tanto que me congelé, sin reaccionar siquiera cuando las cosas
imposibles se nos echaron encima de repente.

Y lo digo literalmente. Los manlikans usaban principalmente lanzas y rocas como


armas, aunque unos pocos tenían también espadas. Pero los Antiguos Horrores
restantes no se preocupaban por esas cosas. Se encaramaron al escudo,
clavando sus garras y colmillos, arrancando grandes trozos. Y proyectando
sombras retorcidas sobre los que estábamos abajo, tan densas y oscuras que
bien podría haber sido de noche.

De repente, no podía ver muy bien los rostros de los magos de guerra que me
rodeaban, sólo un ojo demasiado ancho o una mandíbula apretada cuando
algunos de los cuerpos de arriba se movían lo justo, dejando pasar lanzas de
luz. Pero no me hacía falta para adivinar que el escudo no duraría. Nada lo haría
por mucho tiempo contra eso.

Al parecer, Pritkin tampoco lo creía, porque estaba sacudiendo a un tipo viejo y


gritándole en la cara, pero no pude saber qué decía. Probablemente estaría
totalmente sorda ahora mismo si no fuera por las habilidades curativas de
Mircea, pero incluso con una audición perfecta, no habría sido capaz de
distinguir nada por encima de los golpes, chirridos y chillidos que venían de
fuera.

Hasta que Pritkin lanzó un hechizo de silencio a nuestro alrededor, y entonces


seguí sin poder oír porque mis oídos sonaban como campanas de catedral.

—... ¡Llámalos ahora!

—¡No lo haré, maldita sea! —Mis oídos estallaron después de un minuto, y


finalmente pude distinguir lo que el hombre mayor estaba gritando—. Traerlos
aquí para que mueran con nosotros no ayudará a nadie. Mira esas cosas.

—¿Traer a quién? —Pregunté, confundida.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—¡A la mitad de nuestro maldito ejército! —Dijo Pritkin—. ¡El Cuerpo se enteró
de la trampa de los primeros en llegar, a tiempo de hacer retroceder al resto, y
dejó plantados a todos los demás!

—¿Qué otra cosa iban a hacer? —Exigió el oficial—. Nos habríamos evacuado
nosotros mismos si hubiéramos podido volver a la línea, pero nos cortaron el
paso. ¡Nos están matando ahí fuera!

—¡Nos estaban matando! —Dijo Pritkin—. Tenemos una oportunidad ahora...

—¿Qué oportunidad tienes contra eso? —El hombre señaló salvajemente hacia
arriba—. ¡Se suponía que esas malditas cosas estaban en las fronteras! ¿Qué
diablos pasó?

Pritkin no respondió. En lugar de eso, agarró lo que parecía una radio anticuada,
del tipo que venía en una mochila con un auricular y que pertenecía a una
película de la Segunda Guerra Mundial, del hombro del tipo. El hombre se la
entregó sin rechistar.

—No te servirá de nada sin la contraseña, y moriré antes de dártela, —dijo


rotundamente—. ¡Piensa, hombre! ¡Perdemos más y seremos vulnerables a los
malditos vampiros!

—Los "malditos vampiros" están dentro de la ciudad, luchando por nosotros


ahora mismo, —le dije.

Eso no obtuvo respuesta. No sé si la habría obtenido de todos modos el


hombre no parecía tan impresionado de ver a la Pitia como lo había estado
Tobías, pero el escudo sobre nosotros comenzó a ceder, requiriendo toda la
atención de todos. Los magos de guerra consiguieron estabilizarlo, de alguna
manera, pero nos quedaban minutos como mucho. Teníamos que pensar en
algo.

Podía intentar desplazarnos, pero dudaba, sinceramente, de que funcionara con


tantos, con o sin aumento de poder. Y aunque lo hiciera, ¿a dónde iríamos? ¿A
la cueva y luego a través del portal de vuelta a la Tierra? Porque eso dejaría a
Mircea solo en la ciudad, y sin nadie que distrajera a nuestros enemigos de su
posición.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

No, eso no funcionaría.

¿Pero qué más había?

No lo sabía, pero me tocaba a mí averiguarlo. Pritkin estaba esforzándose, las


venas sobresaliendo de su cuello, completamente ocupado tratando de reforzar
el escudo. Mircea estaba ocupado luchando en la ciudad, y Caedmon... ¿quién
diablos sabía dónde estaba? Pero, sinceramente, no lo culpaba por haberse
retirado. Llevaba tal vez un centenar de fey con él.

No era suficiente.

Así que esta era mi lucha; sabía que lo era. Pero me quedé sin ideas. Ahora era
cuando necesitaba a Billy, pensé, sintiendo que un cuchillo se retorcía en mi
corazón. Me había salvado tantas veces cuando las cosas iban mal, como hoy,
y sin embargo lo estaba defraudando, los estaba defraudando a todos.

Pero la pena hacía difícil pensar, y el ruido era peor. Pritkin había dejado caer el
hechizo de silencio, necesitando canalizar todo lo que tenía en el escudo, y la
cacofonía era increíble. Sobre todo porque los sonidos que hacían esas cosas
doblaban el cerebro. Yo los había llamado chillidos, pero eso fallaba mucho. La
verdad es que no sabía cómo llamarlos, porque nunca había oído nada parecido.

Eran tan malos que realmente desorientaban, como un arma ofensiva más, y
quizá lo fueran. Tan malos que, si nos quedábamos aquí por mucho tiempo,
probablemente nos volveríamos locos. Por supuesto, estaríamos muertos mucho
antes...

Me di cuenta de que me había alejado de Pritkin sólo cuando casi me topé con
el escudo. La energía me dio una descarga, aunque yo estaba dentro y no se
suponía que le hiciera eso a la gente a la que protegía. Pero parecía que también
se estaba confundiendo.

Y no me extraña. Aquellos malditos chillidos se sentían como picos de hielo en


los tímpanos, haciéndome cubrir la cabeza y encorvarme, intentando
concentrarme más allá del dolor. Intentando pensar. Pero eso sólo me dejó
mirando a uno de los manlikans de afuera, porque estaba justo al lado del borde
del escudo.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Sin embargo, no estaba atacando. Había perdido a su jinete y estaba allí tirado,
siendo pisoteado, con la misma mirada vacía que tenía la cabeza cortada. Como
un motor al ralentí sin conductor. Como el golem que Billy y yo habíamos
secuestrado una vez...

Mis pensamientos se detuvieron.

Miré fijamente a la criatura y ella me devolvió la mirada, en silencio, pasivamente.


Me puse en pie, lentamente y tambaleándome un poco por el dolor de las
costillas y el ruido. Y luego me quedé allí, como una idiota, hasta que me di una
bofetada mental.

¡Ve a buscar a Pritkin!

Finalmente lo hice, después de abrirme paso entre la multitud, que parecía tan
confundida como yo. Pero Pitkin seguía concentrado, y supuse que había
conseguido la contraseña, después de todo.

Porque estaba gritando algo en el auricular.

Intenté llamar su atención, pero había tanta gente chocando y empujando, la


mitad de ellos también intentando decirle algo, que no funcionó. Y tal vez no
debería. Tal vez debería averiguar si mi loca idea era realmente una locura antes
de arrastrarlo para nada.

Volví al escudo. El manlikan caído seguía allí, porque por supuesto que lo
estaba. No iba a ir a ninguna parte sin un jinete, ¿verdad? Pero lo que nunca
me había molestado en preguntarme era: ¿por qué no? ¿Por qué un fey podía
dirigir una cosa así y tan fácilmente, además? Nunca los había visto dar órdenes,
y los manlikans no tenían controles visibles. Entonces, ¿cómo funcionaban las
malditas cosas?

No lo sabía, pero tenía que averiguarlo. Necesitábamos desesperadamente


nuevas tropas en nuestro bando, ¡y ahí estaban! Podía verlos a través de los
huecos entre los cuerpos que se agitaban en el exterior: manlikans caídos,
tirados por todo el campo de batalla, a la espera de nuevos jinetes.

Parecía que el Cuerpo había sido lo suficientemente inteligente como para


apuntar a los fey que los controlaban en lugar de a las propias criaturas, y habían

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

dado en el blanco. Habíamos tenido bajas, pero ellos también. Había fey
abatidos por todo el campo de batalla, con sus vehículos abandonados al lado.

Me quedé mirando la gigantesca y musgosa cara que tenía frente a mí. Tenía
una profunda grieta en la frente, con los bordes quemados en negro por algún
hechizo, y el interior mostraba una roca de color más claro, como una cicatriz
que está sanando. Pero no vi ninguna animosidad en su expresión, ningún odio.
Más de lo que había visto en la cabeza cortada.

Y no creía que lo hiciera, aunque la hiciera pedazos.

Los constructos eran como las armas o los tanques: eran herramientas, la
versión fey de la maquinaria, no seres vivos. No les importaba quién los usara;
no les importaba nada. Si pudiera averiguar cómo funcionaban...

Bueno, tal vez tendríamos una oportunidad.

Y la cosa era que ya había hecho algo así una vez, cuando Billy y yo
secuestramos ese golem. Los guerreros de arcilla que los rabinos habían hecho
una vez para proteger a sus comunidades habían sido reutilizados por los
magos modernos en una combinación de sirviente y mula de carga. Sólo que el
que habíamos encontrado había sido abandonado después de que su demonio
huyera, convirtiéndolo en una cáscara de arcilla sin vida y sin nadie en casa.

Habíamos necesitado un tanque para absorber algunos daños en una misión,


y sabíamos que serviría perfectamente, si pudiéramos averiguar cómo hacerlo
funcionar. Al final, Billy había hecho los honores, ocupando el lugar del demonio,
y había conducido el gólem como un coche. Porque eso era todo lo que las
criaturas eran: un vehículo para el espíritu atrapado en su interior.

Pero no habían sido los sirvientes sin vida originales, ¿verdad?

Mucho antes de que se inventaran los gólems, los nigromantes habían estado
haciendo su propia versión atando un poco de sus almas a los cuerpos muertos
para reanimarlos. Eso es lo que era la nigromancia: la capacidad de utilizar tu
alma como un conducto de poder, permitiéndote poseer y luego controlar otra
cosa. Pero los rabinos no habían tenido nigromancia, así que habían tenido que
encontrar una solución, y parecía que los fey habían hecho lo mismo.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Pero no habían usado lo misma.

¡Vamos, piensa, Cassie! Era realmente difícil dadas las circunstancias, pero
sabía una cosa: los fey no habían usado un alma. Los fey no las tenían, o si las
tenían, eran muy diferentes a las de la Tierra. No dejaban fantasmas, y si podían
mudar de piel y moverse, haciendo posesiones y cosas por el estilo, nunca había
oído hablar de ello. Y hasta hace poco, después de que Jonathan les diera la
idea, tampoco habían utilizado almas de demonios en sus criaturas.

Entonces, ¿qué diablos había ahí dentro?

Miré al manlikan, que me devolvió la mirada plácidamente. Desprendía una


vibración extrañamente zen para algo que podía abrirse paso a través de medio
ejército. Como un gigantesco Buda reclinado, observando a los estúpidos
humanos y a los fey ensañándose entre sí.

Y al igual que el enigmático Buda, no estaba regalando nada.

Extendí la mano con un poco de poder, no de la variedad Pitico, sino de la mía,


la nigromancia que rara vez usaba porque los cadáveres me daban asco. No
mucho, apenas nada, porque no intentaba animar la cosa. Sólo quería ver qué
había dentro de esa cabeza enmarañada.

Y, de repente, lo vi.

El mundo se torció, mi perspectiva cambió y permaneció igual simultáneamente,


y de repente tuve la extraña experiencia de mirarme a mí misma a través de dos
pares de ojos.

Vi a una mujer desaliñada, mojada y asustada con una bata de baño


embarrada. Vi a un manlikan que debía de proceder de lo alto de una montaña,
porque tenía una barba hecha de carámbanos. Se habían formado sobre algún
tipo de musgo u otra vegetación, no podría decirlo, pero estaba lo
suficientemente suelta como para que repiquetearan juntos mientras sacudía la
cabeza en señal de asombro.

Porque lo acababa de hacer.

Por un momento, simplemente nos miramos. De acuerdo, pensé. Muy bien. ¿Y


ahora qué?

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Bata de Baño Cassie no parecía saberlo. Bata de baño Cassie parecía querer
desmayarse. Adelante; te vas a despertar muerta, le dije con maldad, y me puse
de pie a trompicones.

Y, de repente, ya no tuve que preguntarme cómo lo hacían los fey. No era


nigromancia. Era algo mucho más... elemental.

Podía sentirlo, la solidez de la tierra bajo mis pies, sólo que sentía que se
extendía a través de mis pies, como si tuviera raíces en lugar de dedos, cavando
profundamente. Estaba conectada con todo: las montañas lejanas, que podía oír
como timbales profundos, un estruendo apenas perceptible, pero tranquilizador,
conocido. El suelo que tenía debajo era un estruendo más cercano y claro, como
un corazón gigante que late una vez al año, pero con reverberaciones que podía
sentir incluso ahora. Las montañas artificiales de la ciudad eran aún más nítidas,
unas campanas en lugar de un tambor, pero de alguna manera superficial. Un
hormiguero que el tiempo desgastaría como hizo con todas las cosas.

Excepto la tierra. La tierra era eterna, su canción oscura y profunda y fuerte y


verdadera. La tierra era lo que me formaba, me animaba y un día me reclamaría.

La tierra era yo y yo era la tierra.

Volví en mí lentamente, parpadeando, pero también con la certeza de que los


fey utilizaban la misma magia elemental para controlar a las bestias que para
crearlas. Enviaron parte de su magia de tierra a las criaturas, infundiéndoles su
poder, y uniéndolos a los dos como yo acababa de hacer. Sólo que esa era la
parte que aún me confundía, porque yo tenía nigromancia, pero no tenía magia
elemental, de ningún tipo.

Pero Pritkin sí, me di cuenta.

Para ser precisos, tenía los cuatro elementos, aunque, mira tú que suerte, la
tierra era el que menos le gustaba. Pero parecía funcionar, al menos por ahora.
Decidí poner a prueba una teoría, recogí un Horror Antiguo, una criatura viscosa,
de múltiples colas y parecida a un calamar, y lo partí por la mitad.

Fue tan fácil que lo hice una y otra vez, despejando una parte del escudo. Mi
visión doble estaba muy sesgada, porque ahora tenía algo así como quince

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

pisos de altura. Y mirando hacia abajo en la pequeña guarda que era tan delgada
ahora que podía ver cada cara aterrorizada dentro.

Incluyendo la de Pritkin.

Se había quedado boquiabierto y horrorizado, mirándome primero a mí y luego,


lentamente, como un tipo en una película de terror, a Bata de Baño Cassie. Ella
estaba allí de pie y ya no parecía aterrorizada. Le dedicó a Pritkin una sonrisa
vaga y un poco chiflada cuando él se acercó corriendo y la sacudió.

Pero entonces hizo algo más, no estaba segura de qué, pero de repente estaba
de vuelta, envuelta en una toalla empapada en lugar del cálido abrazo de todo
el paisaje. Me sentí fría y sola. No me gustaba; quería volver...

—¡Cassie! —Lo vi pronunciarlo, y luego me abofeteó en la cara, y me abofeteó


con fuerza.

Mis ojos por fin se centraron en él, y durante un segundo me quedé sorprendida
y luego me enfadé. Y luego me preocupé, porque rara vez lo había visto tan
asustado.

—¿Qué?

Dijo algo, pero no pude oírlo. Hasta que otro mago de guerra se acercó y lanzó
un hechizo de silencio a nuestro alrededor, supongo que porque estaba herido
y no podía ayudar con el escudo. Lo miré, y luego hice una doble toma.

—¡Caleb! —Dije, viendo a un viejo amigo. Uno con una venda sobre los dos
ojos—. ¿Qué te ha pasado?

—Faerie. —Fue escueto—. ¿Qué mierda estás haciendo aquí?

Caleb era grande, calvo, negro y contundente, sobre todo esto último. Por
supuesto, la mayoría de los magos de guerra lo eran, pero él lo llevaba a una
forma de arte. Así que traté de no ofenderme.

—Tratando de ayudar.

—¿La dejaste venir? —Exigió, mirando a Pritkin. Y aunque no podía ver sus ojos,
de alguna manera supe que me estaba mirando.

—¡Intenté disuadirla!

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—¡Deberías haberlo intentado más!

Pritkin ignoró eso en favor de sacudirme un poco más. —¿En qué demonios
estabas pensando?

Supongo que se refería a mi nueva montura. —Estaba pensando en


conseguirnos algunas tropas extra...

—¡Podrías haberte perdido allí dentro! ¡La gente se hunde en sus elementos y
no vuelve a salir! ¿Entiendes?

—No, —le dije—. Todo lo que entiendo es que estamos a punto de morir si no
empezamos a luchar. ¿Vamos a quedarnos aquí discutiendo o vamos a hacer
algo?

—¡He estado haciendo algo!

—¿Vienen los refuerzos, entonces?

—No, mejor...

—¿Qué podría ser mejor?

—A mí también me gustaría oírlo, —dijo Caleb.

Pritkin nos fulminó con la mirada a los dos, pero yo me llevé la peor parte porque
Caleb no podía verlo. —¿Recuerdas lo que dijo Aeslinn sobre los Antiguos?

—¿No? —Dije.

—¡Lo que nos dijo Jonathan! ¡Que iban a lamentar el día en que se unieran a
nuestra causa!

—Oh, sí. —Recordé que había dicho algo así.

—Informé al cuartel general y ellos se lo dijeron al representante de los Antiguos


y... —sacudió la cabeza—. Resumiendo, han determinado que podrían
desplazar la línea ley un poco más.

—¿Un poco?

—Tal vez una docena de metros más o menos.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—¿Qué hace qué? —Caleb preguntó—. No estamos cerca de allí. Una docena
de metros no hará una mierda...

—¡Lo hará si hay una tonelada de nuestros enemigos de pie en medio de ella!
—Dijo Pritkin furioso—. Lo van a desplazar, y lo van a abrir al mismo tiempo.
Todo lo que tenemos que hacer es llevar el otro lado allí...

—¿Cómo?

—Y dejar que la línea haga el resto. Los destrozará.

—Y de nuevo, ¿cómo esperas que lo hagamos?

No dije nada. Me quedé allí, mirando a Pritkin. Después de un momento, me


crucé de brazos.

—No, —dijo con énfasis.

—¿Por qué no?

—¡Te acabo de decir por qué no! No sabes nada de la magia elemental. Es
peligrosa...

—Toda la magia es peligrosa...

—¡Así no!

—Bueno, si tienes una mejor idea...

—¡Tengo una maldita mejor idea!

Esperé.

—De acuerdo, no tengo una idea mejor, ¡pero no vamos a hacer eso!

El escudo de arriba comenzó a agrietarse.

—¿Puedo conducir uno? —Caleb me preguntó.

—¿Puedes ver? —Le respondí.

—No, pero puede ver por mí, ¿verdad?

—No tengo ni idea...

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—¡Esa es la jodida cuestión! —Gruñó Pritkin—. ¡Ninguno sabe una maldita cosa
sobre magia elemental!

—Menos mal que te tenemos a ti para ayudarnos, entonces, ¿no? —Le


pregunté.

Pritkin maldijo mucho.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

CAPÍTULO 45

Había muchos heridos mezclados con los soldados, más de los que había
imaginado. Supuse que por eso muchos se habían agrupado, utilizando algunos
colosos caídos como fortaleza improvisada, para intentar proteger a sus
compañeros. Pero eso nos dejó con una grave escasez de jinetes.

En total, contábamos con unos sesenta lo suficientemente sanos y vigorosos


como para que una corriente de magia elemental los atravesara, uniendo sus
voluntades a un grupo de monstruos de roca. Y aún menos los que parecieran
pensar que era una buena idea. Pero, como Pritkin había admitido, no teníamos
una mejor.

—A la cuenta de tres, —dije—. ¿De acuerdo?

Los miembros sanos del cuerpo me miraron. Estaban agrupados bajo el


hechizo de silencio expandido de Caleb, así que sabía que me habían oído.
Pero ninguno respondió.

—¿Están jodidamente sordos? —Gruñó Pritkin—. ¡Respondan!

—¡Sí, Lady!

Vale, quizá no estaba maldiciendo lo suficiente, pensé. —Bien, a la puta cuenta


de tres, vamos a hacer esto, ¿De acuerdo?

—¡Sí, Lady!

—Es desorientador, —les advertí—. No se pierdan en las sensaciones. Sólo


concéntrense en... —el escudo sobre nosotros se rompió por la mitad— ¡Mierda!

—¡Hazlo! —Gritó Pritkin, y me agarró de la mano.

No sabía si eso era para reforzar la conexión entre nosotros, o sólo para tener
suerte. Y no tuve tiempo de preguntar. Lo hice.

Una corriente de luz dorada brillante salió disparada de mí, ramificándose como
un rayo, y atravesando a cada uno de los magos con la magia elemental de
Pritkin. Sus ojos se abrieron de par en par, sus bocas se abrieron en pequeños
gritos o simplemente se quedaron boquiabiertos como peces, y sus cuerpos se

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

estremecieron. Y luego se quedaron abruptamente quietos cuando lancé la


corriente, enviando su magia a través del campo de batalla, buscando lugares
donde aterrizar.

No estaba segura de si los habían encontrado o no. No estaba segura de


nada. Porque de repente yo también estaba volando.

La desorientación de la primera vez había vuelto, sólo que peor porque estaba
viendo simultáneamente el derrumbe del escudo desde arriba y desde abajo.
Arriba era mejor, pensé, viendo cómo gritaba mi cuerpo. Arriba era mucho mejor.

Y entonces cogí una criatura con diez brazos y la lancé lo más lejos que pude.

Resultó que podía lanzarla bastante lejos. La vi desaparecer en el horizonte, y


luego me atacaron otros tres Horrores Antiguos. No sabía qué era ninguno de
ellos, y no me importaba. Empecé a arrancarles cosas, piernas, brazos, lo que
pudiera encontrar, y luego utilicé los muñones para golpear a cualquier otra
cosa que estuviera cerca.

La sangre, parecida al ácido, brotó por todas partes, cubriéndome, pero resulta
que el ácido no hace mucho a la roca sólida. Otra criatura trató de acuchillarme
con sus garras de un metro de largo, pero en lugar de eso las desgarró con la
capa exterior de granito de mi pecho. Y aunque la hubiera atravesado, no creo
que hubiera importado.

Los Manlikans no tienen corazones que arrancar.

A diferencia de los humanos, pensé, pateando a un Horror Antiguo para alejarlo


de los magos, justo antes de que destrozara a un grupo de heridos. Agarré a
otros dos que intentaban hacer lo mismo y choqué sus cabezas. Y descubrí que
el truco de Mircea funcionaba bastante bien, incluso con los demonios.

Llovió sangre negra, los médicos se apresuraron a cubrir a sus pacientes, y yo


miré a mi alrededor buscando a Pritkin, preguntándome si estaría en el campo o
seguiría en la fortaleza con los demás. Y entonces vi a un manlikan que tenía
que ser él: un viejo y escarpado espécimen con una piel musgosa y dos árboles
nudosos en las sienes, como cuernos retorcidos. Parecía el Hombre verde
sacado de la mitología celta.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Y, no hace falta decirlo, estaba dando una buena pelea.

También había varias variedades más pequeñas, uno con una cabaña posada
como un sombrero alegre a un lado de su cabeza y otro con un agujero de cueva
donde debería estar su boca, que de repente vomitó una enorme masa de
murciélagos en un grito silencioso. Incluso vi que un Horror Antiguo se detenía y
lo miraba, como ¿qué mierda? Pero la mayoría de los demás colosos
permanecían quietos, o bien parados o tumbados donde habían caído, como si
no hubiera nadie. Y el resto...

Bueno, se movían, pero no siempre en la dirección correcta.

Uno pasó por delante de mí arrastrando un árbol del tamaño de una secuoya
adulta, que supuse que había utilizado como garrote. Pero ahora no lo estaba
usando. No estaba haciendo nada ahora, excepto deambular borracho.

Y sin el resto de nuestro grupo, no podíamos hacer que el plan funcionara.

—¿Qué está pasando? —Le pregunté mentalmente a Pritkin—. ¿Qué les pasa?

Pero todo lo que obtuve como respuesta fue un ligero grito y luego un montón de
maldiciones mentales.

—¿Cómo estás en mi cabeza? ¿Cómo?

—Mircea tiene habilidades mentales.

—¿Es eso lo que es? —Preguntó Caleb. Parecía aliviado—. Creía que me
estaba volviendo loco. Sigo oyendo voces.

—¿Qué tipo de voces? —Pregunté, porque no oía a nadie. Lo cual era extraño,
porque la corriente mágica que Pritkin y yo estábamos canalizando era el hilo al
que todos los demás debían agarrarse.

Sólo que no parecían agarrarse.

—¡Es demasiado extraño para ellos! —gritó Pritkin, aunque no lo necesitaba.


Estaba en mi cabeza—. Los únicos que manejan algo son los pocos que son
parte fey. ¡Pero no tenemos suficientes de ellos!

—Yo lo estoy manejando, —señaló Caleb—. Y no soy fey.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—¿Estás seguro? —Pregunté, arrancando la cabeza de... algo. Era asqueroso,


y eso fue antes de que empezara a escupir alquitrán negro por el agujero del
cuello.

—Bastante seguro, —dijo Caleb secamente. Y, finalmente, lo vi. Había pensado


que estaba controlando a una de las criaturas más pequeñas, pero debería
haberlo sabido. El lema de Caleb era "Ve a lo grande o vete a casa", así que, por
supuesto, había cogido la montura más grande que pudo encontrar.

En este caso, eso significaba un coloso la mitad de alto que cualquier otra cosa
en el campo, y con el aspecto de que debía ser uno de los primeros que habían
hecho los Svarestri. Se notaba la diferencia entre aquellos y los que habían
montado apresuradamente tras la advertencia de Jonathan. Estos últimos eran
bastante básicos, sin ningún esfuerzo por darles personalidad o por diferenciar
unos de otros.

Ese no era el caso.

La montura de Caleb estaba atravesada por venas de cuarzo amarillo


anaranjado, no sólo en la cabeza sino en todo el cuerpo, lo que hacía que
pareciera que tenía rayas de tigre. Brillaban a la luz del sol poniente, hirviendo
de color, y convirtiéndolo en un faro. Lo que probablemente explicaba por qué
acababa de ser asaltado por media docena de bestias infernales.

Que rápidamente deseaban haber tomado otras decisiones en su vida.


Supongo que podía ver a través de esos ojos picados, después de todo, porque
estaba arrasando. Supe en qué manlikan se encontraba por los gruñidos rítmicos
que emitía mientras los golpeaba entre sí y luego contra un afloramiento de rocas
oscuras, una y otra vez.

—Tú eres la excepción, entonces, —gritó Pritkin—. La curva de aprendizaje es


demasiado empinada para la mayoría de ellos. ¡No están ayudando!

Sí, me había dado cuenta. De sesenta, teníamos exactamente cinco que eran
completamente funcionales, incluyendo el mío, y otros tres o cuatro que parecían
estar al menos tratando de entender esta mierda. Pero no iba bien; se movían
como niños pequeños que aún intentan aprender a caminar, dando tumbos,

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descoordinados y lentos. Uno de ellos agarró a un demonio, falló por una milla,
y luego se quedó parado, mirando su mano flexionada.

De momento, ayudaban sobre todo a interponerse en el camino del enemigo.

Pero eso significaba que apenas podíamos defender la zona del escudo ahora
disipado, y proteger a los heridos que estaban dentro. Llevar a alguien a
cualquier parte no era posible. Y nos estábamos quedando sin tiempo.

—¿Cuánto tiempo tenemos? —Le pregunté a Pritkin.

—¡No lo tenemos! La línea podría moverse en cualquier momento, y a los


Antiguos sólo les quedan fuerzas para hacer esto una vez. Llegamos allí, ¡o esto
se acaba!

—No podemos llegar allí, —dijo Caleb—. Si nos vamos, todos morirán.

—Es un punto muerto entonces, —dije, y me di cuenta casi antes de que las
palabras salieran de mis labios que estaba equivocada. Porque un gran grupo
de nuestros atacantes acababa de separarse y se dirigía a la ciudad—. ¡Mierda!

Los vimos partir, sabiendo que no podíamos hacer nada.

—Mircea, —dije, tratando de advertirle—. ¡Espera compañía!

—Este no sería un momento óptimo, —me dijo con gravedad.

Y, de repente, tuve la breve y desorientadora imagen de una batalla en un


enorme corredor, y en esta lucha no había generales. Mircea tenía la espada
desenvainada y luchaba junto a sus hombres, dándome la visión frenética desde
su perspectiva. E incluso con la velocidad de los vampiros, era una locura.

Vi cómo se deslizaba por debajo de no una, ni dos, sino tres estocadas de


espada diferentes, las malvadas hojas no llegaron a nuestra cara por una
fracción de pulgada, luego saltó de nuevo a sus pies, giró y decapitó al último
atacante de la fila, antes de que los otros dos se abalanzaran sobre él.

Alguien le quitó de encima a uno de ellos, Mircea destripó al otro y luego atravesó
con su puño, literalmente, la cara de un tercero que ni siquiera había notado que
se acercaba a nosotros. Y todo esto se hizo en un par de segundos, porque

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los vampiros pueden mover el culo. Pero también lo hacen otras cosas, pensé,
y mi visión volvió a centrarse en la masa de odio que se dirigía hacia él.

Sentí que mi corazón se apretaba. —¡Mircea! Sal de ahí.

—Si salimos, perdemos, —replicó él, cuando Mircea nunca lo hacía—. ¡Piensa
en algo!

—¿Cómo qué? —Miré a mi alrededor desesperadamente, pero no quedaba


nadie para ayudarnos—. Puedo desplazarte...

—¡No te atrevas! ¡Estamos justo fuera de la sala del trono! Otros pocos minutos...

—¡No tienes otros minutos!

—¡Malditos sean, malditos bastardos! ¡Levantaos! —Pritkin gritó, pero los magos
de guerra no se levantaron.

Estaban entrenados para lo inesperado, pero no así. Hoy mismo habían invadido
otro mundo, habían sido emboscados, habían visto a sus compañeros
destrozados por cientos y habían sido atacados por cosas viciosas que
doblaban el cerebro al mirarlas y no parecían morir hicieras lo que hicieras. Y
ahora estaban a punto de ser devorados por algunas de esas mismas criaturas,
a menos que dominaran a la perfección un nuevo sistema de magia que nunca
habían utilizado antes y lo hicieran de inmediato.

Pritkin tenía razón; esto no iba a funcionar.

—¡Maldita sea! ¡Sal de mi cabeza! —Gritó Caleb.

—¿Qué? —Le pregunté—. No estaba en tu...

—Tú no. Ellos.

Levanté la vista, siguiendo su dedo acusador, para ver que me había


equivocado. Tal vez íbamos a tener un Caedmon ex machina, después de todo.
Porque sus hombres se acercaban rápido y con fuerza para evitar las
extremidades agitadas y las manos con garras de nuestros atacantes. Las
plumas marrones brillaban, los cuerpos de los felinos se retorcían de un lado a
otro, las enormes alas se inclinaban y giraban y se sumergían y aterrizaban, con
sólo unas pocas bajas en el camino.

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—La magia de la tierra no es mi fuerte, —dijo Caedmon, hablando con Cassie


Bata de Baño—. Pero soy bastante bueno con la elemental. ¿Quizás podamos
ayudar?

—Quizás, —dije, y vi cómo sus labios se movían, haciéndose eco de las


palabras—. Caleb, eres el final de la línea. Conéctalos.

Los conectó. Una vez más, el rayo se extendió, saltando de Caleb a los fey,
donde se arqueó alegremente y saltó y chisporroteó.

Parecían gustarles más que nosotros, pensé.

Pero por un momento no ocurrió nada. Contuve la respiración, observando a los


colosos caídos, porque la gente de Caedmon usaba magia elemental, pero de la
variedad de aire, no de tierra. No estaba segura de que pudieran canalizar el tipo
de Aeslinn.

Y entonces, por todo el campo de batalla, recipientes antes vacíos comenzaron


a agitarse. Unas masivas manos se movieron contra el suelo; unas cabezas
enormes surgieron de la tierra; unos ojos que antes eran oscuros y sin vida se
iluminaron de repente como si hubiera velas detrás de ellos. Que sean luces
altas, pensé, cuando de repente saltaron del suelo, recogieron las armas caídas
y se metieron en la refriega, ahora bajo una nueva dirección.

Vi que mi cuerpo humano daba un enorme suspiro de alivio y se sentaba


abruptamente. Todavía había más enemigos que nosotros, muchos más, pero al
menos ahora había una lucha. Y luchamos con fuerza. Una parte de los fey se
quedó para proteger a los magos; otros fueron tras las criaturas que acechaban
a Mircea; y el resto empezamos a dirigir la batalla hacia la línea.

Luché codo con codo durante un momento con un exquisito manlikan con púas
de zafiro por pelo y ojos de esmeralda. No estaba segura de si era Caedmon, ya
que no tuve tiempo de charlar, pero saltaba y brincaba y se abría paso por el
campo como si estuviera hecho de carne en lugar de miles de toneladas de
roca. Era casi un ballet.

El resto de los fey también eran bastante impresionantes. Uno había ocupado un
manlikan con cabeza de ágata verde y otro con largas rastas musgosas y ojos

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de obsidiana. Habían montado guardia sobre los magos, con espadas dobles en
las manos, rebanando y cortando todo lo que se les acercaba.

Un grupo de creaciones más pequeñas y de aspecto más genérico también


había cobrado vida, pero lo que les faltaba en tamaño lo compensaban en
determinación. Juntos hacían retroceder a los Horrores Antiguos, rodeándolos y
cayendo sobre ellos, todos a la vez. Era un salvajismo elegante, aunque uno que
causaba casi tantas bajas entre los fey como entre sus presas.

Pero luego, simplemente saltaron a nuevas monturas y continuaron la lucha.

Mi propio estilo de lucha no era tan bonito, pero no necesitaba serlo. Con el
impulso que esos enormes brazos podían mandar, cada golpe era como un
martillo. No me molesté en tratar de empujar nada a ninguna parte; simplemente
recogí cosas y las lancé. Sólo para que los grifos que montaban los hombres
de Caedmon, que habían despegado para evitar la carnicería en el suelo, las
atraparan y las destrozaran en el aire.

Sin embargo, aún no era suficiente.

El Cuerpo finalmente se metió en la refriega, habiéndose dado cuenta de que


no necesitaban escudarse ahora, y comenzó a lanzar hechizos. Lo hicieron
mucho mejor con ellos que con la magia elemental, y me salvaron de ser
inundada por un escuadrón del tipo esculpido de manlikans, que intentaban
atravesar nuestras filas. Eran más pequeños que la variedad montañosa, pero
había más de ellos, muchos más. Pero la andanada del Cuerpo los hizo
retroceder hasta Caleb, que los destrozó aún más con el simple recurso de
patearlos.

Y luego los pisoteaba cuando intentaban volver a levantarse.

Su estilo de lucha tampoco era bonito, pero era brutalmente efectivo. Pero
mientras nos defendíamos, eso era todo lo que hacíamos. Y no íbamos a estar
haciendo eso por mucho tiempo, me di cuenta, mirando hacia arriba.

Porque los refuerzos del otro bando habían llegado.

Una fila tras otra de manlikans tallados descendió sobre nosotros, siguiendo a
su grupo de exploración avanzado, y requirió que todos trabajaran juntos sólo

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

para mantener la línea. Y entonces ni siquiera hacíamos eso. En lugar de


hacerlos retroceder, ellos lo hacían con nosotros, abrumándonos con su número.

Vi la montura de Caleb caer con al menos diez soldados atacando salvajemente.


Vi a Caedmon tener que dar una voltereta sobre una línea de varias docenas
más para evitar el mismo destino. Vi cómo el Hombre Verde de Pritkin era
expulsado, a pesar de hacerles pagar cada metro.

Y entonces caí sobre mi espalda, una docena de soldados me empujaron y luego


me siguieron hacia abajo, tratando de hacerme pedazos.

No funcionó, porque los desplacé hacia el lado más alejado del campo de
batalla y volví a ponerme de pie, sólo para ser golpeada por una ola de mareo
que casi me hace caer de nuevo. Y, de repente, pude sentirlo, como no lo había
hecho hasta ahora: el agotamiento. Me pesaba los miembros y me hacía trabajar
en cada movimiento. Y supe sin preguntar qué significaba eso.

Debería; lo había sentido a menudo con el poder Pitico. Estábamos llegando al


final de la energía que el trígono había creado. Había sido masiva, pero
habíamos estado tirando de ella como locos, los tres. Esta batalla estaba
llegando a su fin, de una manera u otra muy pronto.

No hay ex machina, después de todo, pensé, mientras una nueva línea de


soldados se agarraba a mí.

Y entonces Pritkin me demostró que estaba equivocada.

—¡Luchen, bastardos! —Gritó en voz alta. Proyectaba su voz mágicamente, y


resonaba en el campo de batalla—. ¡Vayan a la línea! ¡Los refuerzos están casi
aquí! Tenemos que protegerlos hasta que aterricen y pongan los escudos.

Lo miré fijamente, sin entender de qué estaba hablando.

Y luego lo hice, cuando un poco de ingenio hizo lo que la fuerza bruta no pudo.
Y casi todo el maldito campo de batalla se dirigió a interceptar un ejército que no
venía. Solo me quedé allí, con un Horror Antiguo en cada mano, apretando lo
que podría haber sido un cuello o posiblemente un pie por lo que sabía, y
mirando fijamente.

Esto no iba a funcionar. Esto no podía funcionar. No podía ser tan fácil.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Fue así de fácil.

Un par de segundos después de llegar a la zona de la línea ley, el cielo se abrió


con lo que parecía la fuerza de mil soles. Una línea de un amarillo intenso y
llamativo estalló como un volcán en el aire, haciendo llover fuego y muerte sobre
todo lo que había debajo. Y así, sin más, todo un ejército se convirtió en humo.

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EPILOGO

La playa se parecía mucho a la que había visitado con Gertie. Sin embargo, era
más fría, con una brisa que te atravesaba. Me envolví en la gruesa y vieja manta
que había encontrado en un armario del piso de arriba, pero no sirvió de mucho.

Había hecho más calor durante el día, cuando Pritkin y yo habíamos ido a pescar
almejas, con los pies desnudos y cubiertos de arena, con los pantalones
remangados, y le había enseñado las largas y extrañas que Gertie había dicho
que hacían buena sopa. Había tenido razón; habíamos cenado un poco. Pero
ahora era de noche, con sólo los últimos destellos de luz solar coqueteando con
el horizonte, como si se resistiera a irse.

—¿Lista? —Preguntó Pritkin, acercándose a mí. Asentí con la cabeza.

Se acercó a una gran pila de madera que había pasado más de una hora dándole
la forma adecuada. Había sido muy amable, lo sabía. Pero casi no quería que la
encendiera.

Samhain estaba aquí y, en el fondo, no se trataba de carnavales, caramelos y


pintura de caras. Por eso habíamos vuelto a nuestro tiempo pero no al hotel,
donde mi corte había sido informada de que me tomaba un pequeño
descanso. La verdad era que no quería ver caras de niñas riendo esta noche, ni
disfraces cutres, ni niñas demasiado azucaradas corriendo alrededor de sus
cuidadores. Había pensado que quería esto, el verdadero significado de la fiesta,
que originalmente había sido honrar a los que habían fallecido a lo largo del año.

Pero ahora que estaba aquí...

—Espera, —le dije a Pritkin con voz ronca, con el rocío del mar mojado en mi
cara—. Yo sólo... espera, ¿vale?

Él asintió y volvió a acercarse. Me rodeó con sus brazos, con la vela apagada
delante de nosotros, con el mar rugiendo en nuestros oídos. Nos quedamos
así durante mucho tiempo mientras el sol terminaba de ponerse y salían las
estrellas.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Era hermoso, pero no lo estaba mirando. Estaba recodando la búsqueda de Billy,


que había durado medio día. Un pequeño grupo de soldados y fey se habían
ofrecido como voluntarios después de la batalla, una vez que comprendieron lo
que él había hecho por ellos, por todos nosotros. Pero no habían encontrado
nada durante horas, lo que me llevó a esperar que tal vez nunca lo harían. Que
se hubiera caído de la banda de energía de Faerie, que hubiera vuelto a cambiar
a su forma de fantasma antes de caer, que hubiera aterrizado en algún lugar
pero sólo estuviera herido, que... que algo.

Entonces los había visto venir, mientras la luz de la tarde se extendía por la
ladera, cuatro de ellos llevando algo envuelto en una sábana. Y había sido como
volver a verlo caer por el acantilado. Mi mundo se había resquebrajado y
destrozado, y no estaba bien. Nada estaba bien. No sabía cómo se suponía
que nada iba a estar bien nunca más.

Lo habíamos enterrado en Irlanda, cerca de la casa de su familia, hacía dos días.


No sabía si debería haberlo hecho o no.

—Eres mi familia. —Se sentía como una traición; se sentía mal.

Todo estaba mal y oscuro y habíamos ganado y lo odiaba, porque el precio...

Había sido demasiado alto.

—Los antiguos celtas creían que esta era una noche especial, —dijo Pritkin—.
La única noche del año en que el velo entre los mundos era más delgado, y los
vivos podían comunicarse con los muertos.

—Y sin embargo, no puedo, —dije con dureza, e intenté apartarlo.

Él se aferró, con un toque firme pero gentil. —No tienes que hacer esto, —me
dijo—. Pero no has llorado. No has hecho el duelo.

No dije nada.

—Estoy aquí para ti, cuando me necesites, —dijo finalmente.

—Lo sé. —Tenía la garganta apretada, pero mis ojos estaban secos. Señalé con
la cabeza la pila—. Adelante. Enciéndela.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

La hoguera ardía alta y brillante, esparciendo chispas hacia la izquierda, porque


el viento se había levantado. Era hermoso, las llamas rojas y anaranjadas contra
la noche negra y azul. Me volví hacia el pecho de Pritkin y él se limitó a
abrazarme un rato.

No ayudó. Nada ayudó. Mi mejor amigo se había ido, y nada cambiaría eso.

Nos fuimos a la cama.

La casita era de alquiler, en una playa de algún lugar de Gales. No había


preguntado dónde; no me importaba. Era bonita, y podía oír las olas desde aquí.
Pritkin estaba "respirando fuerte" a mi lado en pocos minutos, pero yo no podía
dormir.

Al cabo de media hora, más o menos, me levanté y fui a la sala de estar. Tenía
un ventanal que daba al mar. La hoguera seguía agitándose, lanzando
serpentinas de chispas al cielo nocturno, y la luz de la luna bailaba sobre el agua.
Parecía mágico, o debería haberlo sido.

Pero no había magia en el mundo para mí.

—¿Cómo ha ido?

Mi cabeza había estado apoyada en mis brazos, que estaban cruzados sobre el
respaldo del sofá, y mis ojos estaban cerrados. Pero ahora los abrí para ver a un
vaquero brillante y transparente, sentado en el asiento a mi lado. Estaba liando
un cigarrillo, y podría jurar que olía el humo.

Era un sueño; sabía que lo era. Lo acepté.

—Hemos ganado, —le dije.

—Sabía que lo harías.

—Pero Aeslinn se escapó.

—Hijo de puta. ¿Cómo?

—Para empezar, no estaba allí, —dije, apartando el pelo de mis ojos—. Después
de que Jonathan le advirtiera de que íbamos a venir, se marchó, junto con
algunos de sus nobles superiores. En su lugar se quedó un sirviente con

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glamour. Mircea lo descubrió después de que le cortó la cabeza al sirviente y la


magia se disolvió.

—Maldición, —dijo Billy, y dejó escapar un suspiro humeante.

—Sí. Todo el mundo lo está buscando, pero podría estar en cualquier parte.
Probablemente dondequiera que Tony esté refugiado, porque él y el resto
tampoco estaban allí.

—Entonces, ¿todo fue para nada?

—No. Jonathan está muerto y el poder de Aeslinn está en gran parte roto,
con sus tierras temporalmente bajo el control de Caedmon. Su capacidad para
ayudar a los dioses, o a cualquier otro, está muy debilitada. Fue una gran victoria.

Lo miré. —No valió la pena.

—No lo hagas.

—Billy, yo...

—Háblame de este asunto con Pritkin, —dijo, interrumpiéndome—. ¿Qué mierda


pasa con su mitad demonio, de todos modos?

Sacudí la cabeza. —No lo sé. Está sintonizado con el poder, como todos los
demonios, así que quizá se dio cuenta de algunas cosas después de que Mircea
y yo combináramos nuestras fuerzas. Hizo algunos cálculos y se dio cuenta de
que los tres podríamos hacer algo extraordinario, y que podríamos necesitarlo.
Así que... decidió ayudar.

—¿Atacándote?

Asentí. —Dos veces.

—¿Dos veces? ¿Cuándo fue...?

—La primera vez fue en casa de Gertie. Pensé que era Jonathan, asociándose
con algún íncubo al principio. Y más tarde, pensé que Jonathan lo había traído
de vuelta en el tiempo, para asaltarme. Pero ahora no lo creo.

—¿Por qué? ¿Porque su poder fue útil? ¡Eso no significa que intentara ayudarte!

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—No, pero gastó mucho poder en casa de Gertie. Creo que hizo que una
habitación de artefactos antiguos cobrara vida, tratando de hablar conmigo. Y lo
hizo: me dijo que tenían que ser tres, sólo que no entendí lo que quería decir.

Billy parecía escéptico. —Entonces, ¿cómo llegó allí, si Jonathan no lo llevó?

—Creo que utilizó el conducto que tenía con Mircea. Su poder funcionaba allí,
incluso en el pasado, y el vínculo que teníamos se basaba en la energía del
íncubo. Pero yo no estaba en el Nudo de los Amantes con Pritkin en ese
momento, así que su demonio necesitaba un aumento de poder para hablar
conmigo.

—Podría haber hablado contigo aquí.

Negué con la cabeza. —Pritkin lo tenía bloqueado. Pasó algo en Hong Kong y
ha estado aún más paranoico que de costumbre. Creo que la única forma en que
podía contactarme algo era cuando él estaba en otro lugar. O en otro tiempo.

—¿Así que por eso, eh, tomó el asunto en sus propias manos en el cuartel
general?

Asentí. —Sabía que necesitábamos energía, y no podía esperar a otra


oportunidad que quizá no tuviera.

Billy pensó en eso. —¿Cómo se lo tomó Pritkin cuando se lo contaste?

—Um...

—¿No se lo has dicho?

—Lo haré. Quiero decir, él sabe lo del segundo ataque de todos modos...

—¡Cass!

—Pero lo haré. Sólo tengo que elegir el momento adecuado.

—Uh huh.

—Lo haré, —insistí—. Tiene que saberlo. Especialmente ahora.

—¿Por qué ahora?

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—Después de lo que pasó, de todo ese poder que compartimos, su mitad


demonio es probablemente más fuerte que nunca. Se queda con parte de la
energía que generamos, ¿sabes?

—Eso es lo que yo sé. Entonces, se lo vas a decir.

—Sí.

—¿Cuándo?

—Pronto. Lo prometo.

Billy puso los ojos en blanco. —Supongo que puedo darte un respiro. Has
pasado por mucho.

—No... no tanto como tú. Billy...

—¿Y el tercer miembro del triunvirato? —Preguntó, interrumpiéndome de


nuevo—. ¿Ha encontrado Mircea a su amada?

—No. Caedmon dijo que tiene algunas ideas; no me dio muchos detalles. Pero
creo que lo va a ayudar. Pero, sí, eso es lo que Mircea estaba haciendo en
Rumanía cuando todos acabamos allí. Buscando pistas...

—¿En el siglo XVIII?

Negué con la cabeza. —Eso fue obra de Jonathan. Había adivinado lo que podría
ocurrir si los tres combinábamos nuestro poder, y quería que nos quitáramos de
en medio, al menos hasta que terminara la batalla. Así que convenció a Aeslinn
para que liberara a esa criatura que tenían en su mazmorra desde hacía tiempo.
Es... Todavía no sé lo que era, pero ayudó a Dorina cuando era sólo una bebé...

—¿Y todavía estaba vivo?

—Los Svarestri lo capturaron poco después de que Mircea y yo lo viéramos en


Rumanía, y lo llevaron a su reino. Y sabes que el tiempo corre de manera
diferente allí. Además, es fey, y viven más tiempo.

Billy frunció el ceño a través de una nube de humo. —¿Pero cómo conocía
Jonathan a esa criatura, y mucho menos que Mircea iría a perseguirla?

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—Había establecido una conexión mental con Mircea durante el interrogatorio, o


una de sus criaturas lo había hecho y se dio cuenta de que estaba obsesionado.
Jonathan se las arregló para plantar la idea de que la criatura tenía todas las
respuestas que Mircea necesitaba, si tan sólo se desplazaba para verlo...

—Y el mago loco estaba esperando cuando lo hizo.

Asentí.

—¿Pero no lo mató? Porque podría haber eliminado el riesgo de tu trío...

—No lo llames así.

Sonrió, sin arrepentirse. —... allí mismo. ¿Y aún así lo dejó vivo?

Me encogí de hombros. —Soy la Pitia. Jonathan sabía que tendría que perseguir
a un vampiro que viajara en el tiempo, siempre y cuando dicho vampiro siguiera
vivo. Y, por supuesto, quería capturarme.

—Huh. —Billy se quedó pensativo—. Entonces la propia obsesión de Jonathan


por ti salvó la vida de Mircea.

—No, tú salvaste la vida de Mircea. Nos salvaste a todos...

—Cass...

—¡Maldita sea, Billy! ¡Sabes lo que voy a decir!

—Y tú sabes lo que soy. Ya hemos tenido esta conversación...

—¡Podría ayudarte!

—Y arriesgarte a arruinar todo lo demás en el proceso. Ganaste, Cass.


Ganamos. No puedes tirar eso por la borda por mí.

—Podría. —Y, finalmente, las lágrimas que no salían estaban fluyendo, y parecía
que no podía hacer que se detuvieran—. Yo podría...

—Lo sé. —Tomó mi mano, y la suya estaba fría, fría de una manera que nunca
había sido para mí. Por primera vez, se sentía como un fantasma—. Pero esto...
es bonito. Más agradable de lo que nunca pensé. Tuve una hermana, bueno,
tuve cinco. Pero una pequeña que odié dejar. Ella creció, después de que me

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

fui. Tuvo once hijos, ¿puedes creerlo? Le puso mi nombre al mayor. Me echó
mucho de menos, y yo nunca lo supe. Pero ahora estamos juntos...

Ahora estaba sollozando, no podía evitarlo, y él tiró de mí y me abrazó. Era


sólido; tan sólido, y me aferré a él mientras pude. Me acarició la espalda.

—No te hagas esto. No es el final para ti y para mí, lo sabes, ¿verdad?

—¿No... no lo es? —Me aparté para mirarlo.

—Te visitaré, cada Samhain. Te veré crecer. Y puedes contarme todo sobre
ese mago loco, y el espeluznante vampiro...

—¡No es espeluznante!

Billy se rió. —Está bien. Puedes contarme lo que quieras.

—¿Y estarás aquí?

—Siempre estaré aquí para ti, Cass. Ya lo sabes. Pero ahora tengo que irme,
¿de acuerdo?

Asentí con la cabeza.

Billy se echó el sombrero hacia atrás y apagó su cigarrillo. —Pórtate bien, —me
dijo—. O al menos, que no te atrapen.

—No lo haré, —prometí, con las mejillas húmedas, y él se desvaneció


lentamente.

Me quedé sentada durante mucho tiempo a la luz de la luna, mirando la hoguera


a través de la ventana. Y mis ojos brillaron más y más en el reflejo, hasta que
rivalizaron con la luz de la luna en el exterior. Porque el íncubo de Pritkin no era
el único que había recibido un pequeño impulso de nuestra unión.

Por eso los glamours no habían funcionado. O, más bien, lo habían hecho; mi
poder los había superado. Pero ahora había aprendido a controlarlo.

Había aprendido muchas cosas.

Mi cuerpo se quedó en el sofá, profundamente dormido, pero mi espíritu se


desplazó...

506
TRADUCIDO POR SESTRA ANA

A una celda en el cuartel general, donde la copia de la quimera de Jonathan


yacía en una estrecha litera. Después de que Billy lo matara, su alma había
regresado a la copia. Por supuesto, eso lo dejó en la cárcel, no en libertad, pero
aún así. Vivía.

Vivió mientras Billy no lo hizo.

Me quedé allí, sobre su cuerpo, durante mucho tiempo. Había guardias en la


habitación, pero por supuesto, no podían verme. Pero Jonathan podía.

Por eso, probablemente, se sobresaltó un poco cuando se dio la vuelta.

Pero entonces, la misma sonrisa de superioridad de siempre ligeramente loca,


se dibujó en sus rasgos. —Bueno. Una visita. Qué bien.

—Cállate, —dijo uno de los guardias, pero Jonathan lo ignoró.

—¿Vienes a interrogarme? —Preguntó—. Ya les di todo lo que sé. Claro que es


discutible hasta qué punto pueden confiar en ello.

—¡Dije que te calles! —Le dijo el guardia. No dije nada.

Eso parecía molestarlo

—¿A qué debo este placer? —Preguntó, más cortante. Y luego hizo una mueca
de dolor cuando el guardia perdió la paciencia y lo golpeó en la cabeza.

Me pareció que demostraba una notable contención, teniendo en cuenta que


Jonathan era responsable directo de la muerte de muchos de sus amigos, pero
el mago loco no parecía verlo así. Se levantó de la cama, gruñendo, y solo las
cadenas que llevaba le impidieron hacer daño.

—Voy a salir de aquí, —me dijo—. Voy a ir por ti. Lo dije en serio: destruiré esa
maldita corte, y al maldito engendro demoníaco con el que te acuestas, y a ese
vampiro también...

—Necesitamos un médico, —dijo el hasta ahora silencioso guardia, en un espejo


de la pared—. Está teniendo otro ataque...

—¡No estoy teniendo un ataque! — Jonathan gritó, y luego volvió a mirarme—.


Te estoy diciendo lo que va a pasar.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

—No, —dije—. No pasará.

—¿Y eso por qué?

—Porque la pequeña diosa es salvaje a veces, —susurré, citando sus propias


palabras de vuelta a él. Vi sus ojos ensancharse con comprensión, justo antes
de que mi mano atrapara su garganta. Pero no por mucho tiempo.

Y luego me desplacé.

Fin.

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TRADUCIDO POR SESTRA ANA

Esta es una traducción sin ánimo de lucro, realizada por una


fan para ayudar al resto de fanáticos de esta saga.

Si puedes comprar el libro, te animo a hacerlo y apoyar a la


autora.

Está totalmente prohibida compartirla en redes sociales.

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