Soy un científico. Siempre trabajé en un laboratorio de
investigación sobre las costumbres de los insectos y un poco antes de jubilarme analicé a los mosquitos, a las moscas y, principalmente, a las pulgas. Me puse a examinar una de las más gordas. La coloqué encima de la mesa de análisis físicos y le dije: ¡Pulga, salta! Y la pulga saltó casi un metro. Escribí en el ordenador: Cuando se le dice a una pulga que salte, salta. La cogí con cuidado y, con unas tijeras, le corté tres de sus seis patas. La dejé en el mismo sitio y le volví a decir: ¡Pulga, salta! Y la pulga saltó. Pero esta vez se movió diez centímetros solamente. Tomé nota: Cuando a una pulga se le quitan tres patas, también salta, pero menos. La cogí de nuevo y le quité todas las patas que le quedaban. La dejé, exactamente, en el mismo sitio y le dije: ¡Salta! La pulga no se movió. Entonces le grité dos veces: ¡Salta! ¡Salta! La pulga se quedó totalmente quieta. Después de pensarlo detenidamente y en base a mis extensos y profundos estudios, llegué a la conclusión que a una pulga cuando se le cortan todas las patas, se vuelve sorda. Y vosotros, ¡Qué opináis?