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El Padre Scotti: Su testimonio sobre la vida y obra de la madre Refugio.


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En el año 1918, por orden del Señor Arzobispo me presenté al colegio de la
Avenida Chapultepec, con orden de ver cómo era organizado el colegio donde era una
Comunidad, que el Señor Arzobispo quería saber si se podía o no aprobar o mandar a
casa.

Me presenté a la Madre Refugio, me presentó a la Comunidad, me hizo visitar el


colegio, la capilla en donde estaba expuesto el Santísimo todo el día; en donde las
niñas, por grupos, hacían su cuarto de hora de adoración, acompañadas de las
Hermanas, las cuales nunca faltaban siempre dos delante del Smo. Sacramento.
Recuerdo muy bien cómo ella estaba desde el coro vigilando todo y observando
por que todo estuviera bien. El altar siempre bien arreglado con flores y luces ante el
Smo. Sacramento.

Como tuve algún tiempo de tratar a la Comunidad, me di cuenta de todo y luego me


dirigí al Señor Arzobispo, diciéndole textualmente que yo encontraba en esa Comunidad
almas muy buenas, pero que necesitaban preparación para la Vida Religiosa……

El Señor Arzobispo tenía alguna dificultad y me decía que había otras religiosas, colegios
ya de formación de la Diócesis, como por ej. las Guadalupanas y que no era
necesario aumentar el número de Congregaciones. Mas yo insistí que la Rvda.
Madre María del Refugio Aguilar no solamente se proponía tener un colegio, sino
que valiéndose del colegio, infundir en las niñas el amor a Jesús
Sacramentado, preparándolas bien para la primera comunión y acostumbrándolas con
devoción a frecuentar los santos sacramentos, para que desde pequeñas fueran muy
devotas de Jesús Sacramentado y así formar almas eucarísticas. Y con la devoción a la
Sma. Virgen y por medio del santo rosario, hacer que amasen a la Virgen María y
poder de ese modo, salvar a las niñas. Que ella estaba muy convencida, que la única
manera de salvar a las niñas de los peligros del mundo, era que desde pequeñas fuesen
imbuidas internamente del amor a Nuestro Jesús Sacramentado y a la Sma. Virgen.
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Después de hablar y conversar con el Señor Arzobispo, al fin él me dio el permiso de


que viera yo y de organizar y poner todas las cosas bien. Y así todos los días iba yo al
colegio y ayudado de la Madre Consuelo, comenzamos a preparar el Reglamento, las
Constituciones, a tratar naturalmente del modo como se debía organizar la vida
religiosa; en qué consistían los votos y la observancia. Y yo y la M. Consuelo, teníamos
de la Madre Refugio todas sus recomendaciones y sus inspiraciones, porque mientras
nosotros estábamos trabajando, ella estaba delante del Smo. Sacramento, con el rosario en
la mano, orando precisamente por la Obra.

Recuerdo muy bien, cómo la mayor parte del día, siempre yo la encontraba delante del
Smo. Sacramento. Allí ella pasaba sus horas, adorando a Ntro. Señor y encantada y
contenta en ver los grupos de niñas y a las Hermanas que les seguían para cumplir con el
acto de adoración.

Ya en ese modo, la Congregación ya fue tomando un poquito más de organización. Ya


tenían, me parece, cuatro colegios y entonces ya se comenzó a tratar de establecer un
reglamento de vida religiosa, viendo cómo es ordenado por la Iglesia. Y comenzaron a
funcionar los colegios y recibiendo mayor número de vocaciones. Y yo veía muy bien,
cómo en la Iglesia que estaba en la Avenida Chapultepec, había un esmero
verdaderamente muy grande de adoración a Jesús Sacramentado, precisamente por la
vigilancia continua de la Rvdma. Madre.

Durante ese tiempo tuve manera de poder admirar todas sus virtudes, su carácter, su fe, su
confianz.a grande que tenía y su amor ardiente a Jesús Sacramentado y a la Sma. Virgen, pues
en todas las cosas, ella siempre, siempre tenía en los labios alguna jaculatoria para
invocar la ayuda de N. Señor y de la Sma. Virgen.

Ella se esforzaba y anhelaba infundir en todas las religiosas un verdadero espíritu


Eucaristico, para que prepararan bien [a) las niñas a oír bien la Santa Misa, a
explicarles el Evangelio, a enseñarles bien la doctrina para prepararlas a la primera
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comunión y luego asistirlas y cuidarlas en las comuniones que recomendaba que se


hiciesen. Y ella aconsejaba que fueran todos los días, o como se podía. De hecho, yo veía que
sus recomendaciones venían ejecutadas muy bien y todas tomaban mucha devoción y
mucho amor a Ntro. Señor.

Y así comenzaron a aumentar las vocaciones y a progresar más. Y entonces ella, ya


preparado un cierto número de las Constituciones, del reglamento, de los horarios, de
las oraciones que tenían que rezar, etc., ella comenzó a discutir y a tratar cómo se tenía
que llevar a cabo la fundación de la Congregación, pues ella anhelaba que la
Congregación fuese erigida canónicamente, para poder perpetuar su obra de amor a
Jesús Sacramentado, ya que siempre su pensamiento solo era: "que sólo con la Santa
Comunión, con la devoción a Nuestro Señor Sacramentado, y a la Sma. Virgen, se podía
educar cristianamente a la juventud y alejarla o al menos asegurarla contra los peligros del
mundo".

Y así trató naturalmente del santo hábito y de cómo se tenia que preparar todo lo
necesario para llevar a cabo la aprobación a Roma; del método que había que
seguir y no naturalmente, como anteriormente, sino haciendo las cosas como está
mandado.

Entonces ella escogió y quiso que fuese el hábito de la Congregación, blanco, como
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el hábito de los Mercedarios, a lo que yo me oponía, porque encontraba que
haciendo algún cambio en el hábito que ellas tenían, estaba bien….
…. y sobre todo que ella, por su devoción a la Sma. Virgen de la Merced, quería
su hábito, porque decía: "¿Quién lo ha mandado a Ud., sino Dios, ya que Ud. y yo no
nos conocíamos para nada? Nadie lo conocía.

¿ Cómo el Señor Arzobispo le fue a encargar de venir aquí y de arreglar los asuntos?
Y como Ud. ha tomado tanta buena voluntad para nosotras, mientras que yo al
principio le tenía desconfianza, porque no sabía a qué venía, pero ahora que he visto que
trabaja con tanto empeño por nuestro bien, pues naturalmente le tengo toda la mayor
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consideración y el mayor cariño y por eso yo quiero y deseo que naturalmente la


devoción suya de la Virgen de la Merced, sea también la nuestra. Yo por eso yo
quiero su hábito y si Ud. no quiere, es porque entonces no nos quiere a nosotras ...
Entonces ¿Por qué nosotras no hemos de vestir el hábito de la Merced ... ?"

Yo accedí: "Porque yo no quiero, yo no he venido aquí a hacer una Congregación mía, he


venido únicamente por orden del Señor Arzobispo, para ver si se podía organizar una
Congregación o enviarlas a su casa. Así es que yo no estoy con el empeño de hacer
una cosa a mi modo, sino únicamente para obedecer. Y no vaya a creer el Señor

Arzobispo que he querido hacer una Congregación Mercedaria, no, yo he querido


hacer lo que el Señor Arzobispo me ha mandado y lo que S.R. naturalmente quiere hacer.
Quiere instituir una Congregación Eucarística, que se dedique a la educación de las
niñas y al amor a nuestro Señor Sacramentado. Y bien, ahora nosotros debemos
conformar canónicamente esta Congregación, para que esa fe, ese amor, esa confianza
que tiene tan grande a Ntro. Señor Sacramentado y que se ha trasmitido por su
medio a la Congregación, a las almas, para que se haga el mayor bien a las almas ... " Y
así aceptó.

Y luego seguimos tratando esos asuntos... Ella me consultaba en todo. Yo


siempre la encontraba, siempre con el rosario en la mano delante de Ntro. Señor
Sacramentado o en las horas de trabajo, estaba en la mesa, a veces con el mapa de las
casas, delante de las religiosas, estudiando el carácter de cada una y con mucha
prudencia, ella me iba indicando y me iba explicando las dificultades que tenía con
una o con otra, y cómo quería arreglar una cosa, cómo tenía que arreglar otra .. .Y yo
veía en esto, una gran prudencia y una grande caridad, y únicamente dirigida al
bien de las mismas Hermanas y de las niñas ....

En el año 1922 la Comunidad ya contaba varias casas, ya había duplicado y triplicado el


número de colegios, había vocaciones ya bien preparadas, ya se hacía todo
canónicamente, el Noviciado ya todo en regla, aunque no era canónico, todavía no
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aprobado, pero con consentimiento del Señor Arzobispo. Todo se hacía como estaba
prescrito.

Y entonces se pensó pedir a Roma la aprobación y el permiso de la Sgda.


Congregación para poder erigir canónicamente la Congregación, como Congregación
diocesana. Mas al tratar ese punto, al llevarse el asunto al Señor Arzobispo, él no quiso,
porque me decía que. ya anteriormente habían tratado de obtener el permiso por medio
de Mons. Herrera y que había sido negado en Roma y que naturalmente no quería recibir
un feo en la Congregación ahora de nuevo. Y por eso no estaba dispuesto a hacer esta
petición.

Y entonces yo le insistía, diciéndole que ya la cosa no se podia hacer de otro modo,


porque además, había mucha diferencia. Antes las cosas no estaban bien preparadas,
no estuvo bien presentada la cuestión en Roma, la Congregación no estaba organizada
canónicamente y por eso en Roma no habían dado la aprobación. Pero ahora todo estaba
según los cánones y la M. Refugio, que me había ayudado, era él testigo cómo todo
habíamos hecho conforme a los cánones y podia él muy bien hacer revisar las
Constituciones, como el reglamento y como todo estaba de acuerdo, que así es que no
había dificultad.
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Pero insistiendo él que no, que tenía miedo, yo por último le dije que si me permitía, él
metiese la firma y que yo la llevaría a Roma. Privadamente preguntaría si la cosa
podría ser aprobada y entonces presentaría el asunto, de otro modo no lo presentaría, para
no darle a él un disgusto.

En Roma, efectivamente yo presenté a la Congregación privadamente el asunto y me


dijeron que sí estaba bien preparado y que ya, en vista del número de las casas, de las
religiosas que había y de todo, que estaba todo muy bien arreglado, y se podia muy
bien proceder a la aprobación canónica. Y entonces presenté oficialmente las preces y a
los dos meses o tres, precisamente en la fecha del Corpus Dornini, dieron el permiso de
erección canónica de la Congregación.
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Y con esto, naturalmente, ya tomó mayor incremento y se manifestaban siempre más las
dotes de gobierno y sobre todo la: prudencia y la grande confianza y el grande amor de la
Rvda. Madre Refugio. Naturalmente, sea de su amor a nuestro Señor Sacramentado,
de su fe que tenía tan inquebrantable y de sus dotes de gobierno, en saber dirigir y
mandar a su Comunidad, con energía a la vez, pero con grande prudencia y con grande
caridad.

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