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CANTO 1

Los dioses deciden el regreso de Ulises

Invocación a la Musa
Musa, hija de Zeus, cuéntanos la historia del héroe que estuvo
veinte años lejos de su hogar por enemistarse con Poseidón', el
dios que tutelaba los mares. Cuéntanos sus aventuras luego de la
guerra de Troya, y de cómo se libró de mil peligros hasta llegar
disfrazado a su palacio para vengarse de quienes acosaban a su
esposa Penélope. Era el rey de Ítaca, se llamaba Ulises y tenía un
único hijo, el obediente Telémaco.

1 En la mitología griega, Poseidón es el dios que reina los mares. Es hijo de Cronos y
Rea, y hermano de Zeus. Puede dirigir el sentido y la velocidad de las olas, provocar
tempestades y crear manantiales con solo golpear con su tridente las tocas de las playas.
Junto con Apolo, construyó las murallas de Troya,
El regreso postergado
Diez años después de terminada la guerra en Troya- -que se ha-
bía prolongado, también, por diez largos años- tan sólo Ulises,
el fecundo en ardides', no había retornado a su palacio, en la isla
de Ítaca<. Todos los soldados sobrevivientes estaban a salvo en
sus hogares, disfrutando de la gloria concedida a los vencedores.
Ulises, famoso por su ingenio y prudencia, había sido el crea-
dor del caballo de madera, el mismo que permitió al ejército
griego burlar las murallas de Troya y devastar la ciudad.
De regreso a la patria, decidió anclar su nave en una isla donde
habitaba Polifemo-, hijo de Poseidón, el tutor de los mares. Poli-
femo era un cíclope", un gigante salvaje de un solo ojo, que atacó
al héroe y a sus compañeros. El fecundo en ardides se defendió
cegando al cíclope. Desde entonces, Poseidón lo hizo errar por
islas remotas, plagadas de enemigos, y lo expuso a los peligros de
las tempestades marinas.
Tanto se demoraba su vuelta que, en Ítaca, muchos lo daban
por muerto; y decenas de pretendientes querían casarse con su
esposa, la fiel Penélope, por considerarla una viuda. Pero la reina
resistía el acoso, convencida de que su amado compañero volve-
ría al hogar.

2 Troya era una ciudad de Asia Menor, que sostuvo el sitio de los griegos por diez años.
También se la conoce con los nombres de llión y Pérgamo.
3 Un ardid es un medio o una estrategia empleada con astucia para lograr un objetivo.
4 Ítaca, la patria de Ulises, es una pequeña isla ubicada en el mar Adriático.
5 El cíclope Polifemo, hijo de Poseidón y de la ninfa Toosa, causaba horror con su sola
presencia. Era tan alto que, como bastón, utilizaba el tronco de un pino muy alargado.
Habitaba una caverna oscura y se dedicaba al cuidado de su rebaño.
6 Los cíclopes eran seres gigantescos y monstruosos que tenían un solo ojo en la mitad
de la frente. En su origen mitológico, fueron divinidades menores que forjaban las
armas de dioses y de héroes (el rayo de Zeus y las flechas de Apolo). En la Odisea, se los
presenta como seres despreciables que se alimentan de carne humana.
La cabeza de Zeus

Una puerta de nubes ocultaba los imponentes palacios de los


dioses en la cumbre del monte Olimpo. Desde los profundos va-
lles, donde crecía la hierba fresca, apenas si llegaba el agitado eco
de la vida de los hombres, el clamor de sus ruegos y sus afanes.
Sentado en el trono olímpico, Zeus amontonaba las nubes,
lanzaba el rayo, se enamoraba con frecuencia y administraba la
justicia. Zeus era el dios feliz, el padre espiritual del resto de las
divinidades y de los hombres. Aquel día, sin embargo, le dolía la
cabeza, señal de que su indómita hija Atenea estaba urdiendo algo.
En verdad, Atenea-, la diosa de los ojos brillantes, decidió que
era el momento ideal para hablar sobre Ulises en el concilio= di-
vino: su temido tío, Poseidón, había partido de viaje a los reinos
etíopes", en los confines del mundo, para observar un sacrificio
de toros y corderos que estos ofrecerían en su honor.
Atenea protegía a Ulises, pues se identificaba con su coraje y

7 El monte Olimpo es una montaña a la que se ubicó en diferentes partes de Grecia y


del Asia Menor. En general, se la considera como una montaña de Tesalia. En el Olim-
po, Zeus reunió a dioses y a diosas para decidir los destinos de troyanos y de griegos.
8 En la cosmovisión griega, Zeus es el todopoderoso soberano de hombres y de dioses,
reina en las alturas del cielo y habita el monte Olimpo. Hijo menor de Cronos y de
Rea, y hermano de Poseidón, dios del mar, y de Hades, dios de los infiernos. Sus
hermanas eran las diosas Hestia, Dernéter y Hera, con la que se casó. Zeus es el que
provoca las lluvias, lanza el rayo yel relámpago. A su vez, mantiene la justicia y el equi-
librio del mundo. Al ser muy enamoradizo, tuvo muchos hijos de diferentes uniones, lo
cual le trajo muchos problemas con su esposa Hera.
9 Atenea es una diosa hija de Zeus y de Metis. Era una diosa guerrera, se la represen-
taba con lanza, casco y con una égida (escudo hecho con piel de cabra). Había hecho
colocar en su escudo la cabeza de la Gorgona (monstruo femenino) que Teseo había
vencido. Su animal favorito era la lechuza, dicen que sus ojos eran similares a los de esta
ave. Fue enemiga de Troya después de que el joven Paris hubo decidido que la más bella
de las diosas era Afrodita.
10 Se llama concilio a una reunión o asamblea realizada para decidir un plan por seguir.
11 Etiopía eran dos reinos ubicados al sur de Egipco. Se destacaban por sus mujeres
magas, que producían hechizos de amor. En la actualidad, es un país africano
con su astucia. Ulises descollaba entre los mortales; y ella era una
diosa guerrera y justa, que se destacaba entre los inmortales. Am-
bos confiaban en su inteligencia y sabían tramar grandes planes.
En honor a esa inteligencia, Atenea evitaba pedir por Ulises en
presencia de Poseidón, para no desatar la ira del tutor de los mares.
Ausente, entonces, Poseidón, Atenea se dirigió a Zeus:
-Padre, es hora de poner fin a las pruebas de Ulises. Nadie tarda
tanto en regresar a su hogar, salvo los muertos.
Zeus, el que junta las nubes, sintió una nueva punzada de dolor
en su cabeza. Sabiendo lo que ella esperaba de él, le preguntó:
-¿Y qué propones, hija querida?
Atenea le recordó que Ulises había sufrido demasiado. ¡Ya no tenía
soldados, ya no tenía naves! Había padecido naufragios y desven-
turas que hubieran llevado a otro mortal a la locura o al suicidio.
-Padre, aprovechando su último naufragio, la ninfa Calipso= lo
ha tomado como prisionero y le pide que olvide su patria y a su
familia -Atenea, midiendo el tono de sus palabras, evocó en Zeus
los sacrificios que Ulises le brindaba en las llanuras de Troya. Y
agregó-: ¿Acaso lo odias como Poseidón? ¿Has olvidado lo que
significan veinte años para una vida humana? ¿Te parece justo
que su trono en Ítaca esté vacío? ¿Que no haya podido ver crecer a
su hijo Telémaco? ¿Que su consorte lo aguarde en vano cada día?
Zeus sabía llevar muy bien las cuentas de los sacrificios, pues
se encargaba de partir con un rayo a quien no se los hiciera, más
temprano que tarde. Pero, en este caso, no encontraba solución
a una dificultad. ¿Cómo ayudar a Ulises, un mortal, sin humillar
a su poderoso hermano Poseidón?

12 La ninfa Calipso, hija del Sol, vivía en una maravillosa gruta rodeada de jardines,
en la isla Ogigia. Pasaba el día hilando y tejiendo con otras ninfas, mientras cantaban.
Estos cantos producían encantos, eran atractivos, mágicos para los hombres. El nombre
Calipso significa 'la que oculta'.
Atenea adivinó esta duda en los ojos de su padre y lo acicateó:
-¿Es que no puedes más que Poseidón? ¿No era tu designio» el
regreso de Ulises?
Comprensivo, Zeus sentenció:
-Dices bien. Que se haga como tú lo has pensado. Cuando mi
hermano menor lo sepa, deberá entenderlo: demasiado tiempo
ha maquinado ya contra este héroe intachable.
y al ceder Zeus ante los ruegos de su hija, cedió también el
espantoso dolor de cabeza que le impedía disfrutar de la hume-
dad esponjosa de las nubes, la visión de las fértiles viñas que se
extendían por los valles y, acaso, de alguna hermosa campesina
bañándose en el río.
Atenea declaró al instante:
-Propongo que Hermes", el mensajero, le ordene a la ninfa
Calipso que libere a Ulises. Yo partiré a Ítaca para infundirle
valor a su hijo Telémaco, que debe lidiar con los pretendientes
de su madre, los cuales se están devorando sus bienes y riquezas
y, pronto, querrán devorarlo a él mismo.
Zeus le respondió:
-Ve ahora a Ítaca, y a tu regreso, enviaremos a Hermes a esa
lejana isla.
y así concluyó la reunión de los dioses.

13 Un designio es un proyecto, pensamiento o propósito del entendimiento, aceptado


por la voluntad.
14 Hermes es el hijo de Zeus y de Maya, la más joven de las Pléyades. Una de sus
travesuras infantiles fue sacarle el caparazón a una tortuga, le agregó unas tripas de toro,
como cuerdas, e inventó la lira, símbolo de la música y de la poesía. Apolo se quedó
con este instrumento, a cambio del ganado que el mismo Hermes le había robado.
También inventó la flauta y, con ella, volvió a pagarle a Apolo; pero esta vez, por la
enseñanza del arte de leer oráculos. Zeus, orgulloso por las habilidades de su pequeño
hijo, lo nombró mensajero divino. Llevaba a hombres y a dioses las decisiones de Zeus
y las de los dos dioses infernales, Hades y Perséfone
Penélope y el sudario
En los años anteriores a la decisión de los dioses de ayudar a
Ulises, Penélope sufrió muchas penurias. Su belleza aún encan-
dilaba a los hombres; pero, en su cara, estaban marcadas las hue-
llas del sufrimiento.
Gran parte de su juventud se había evaporado en una espe-
ra sin fin. ¡Cuántas veces debió ocultarse en sus habitaciones
para que Telémaco no viera sus lágrimas! Su hijo necesitaba la
presencia del padre, pues su amor no bastaba para convertirlo
en un guerrero que todos respetaran. Los pretendientes, en el
mejor de los casos, lo ignoraban y en el peor, se burlaban de él.
Estos hombres, que tanto la torturaban, eran los orgullosos hi-
jos de las mejores familias de Ítaca y de las islas cercanas. Creían
que Ulises ya había sido devorado, en alguna playa perdida,
por las aves de rapiña y esperaban que la reina eligiera, entre
ellos, a su nuevo marido. Penélope temía que Telémaco se viera
obligado a enfrentarlos sin estar preparado, por eso se esforzaba
para no ofender a los festejantes y esgrimía, ante ellos, las artes
de una distante seducción en un precario equilibrio.
En los hechos, eran los amos del palacio. Lo único que no ha-
cían era quedarse a dormir; por lo demás, mandaban a los de-
pendientes y esclavos como si fueran propios, comían y bebían
de los bien abastecidos almacenes y la hacienda, y cada vez se
volvían más insolentes.
Durante tres años, Penélope los contuvo gracias a un ardid dig-
no de Ulises: les prometió elegir a uno de ellos apenas terminara
el sudario» de Laertes, el anciano padre de Ulises, demasiado
enfermo para retomar el trono vacío. No sea cosa, les anunció
la reina, que el pobre anciano se fuera sin mortaja al reino del
15 Un sudario es el manto con el que se envolvía a los muertos.
Mentes, rey de los tafios, un pueblo distante, pues los dioses nun-
ca se presentaban con su verdadero aspecto ante los mortales.
Erguida en el vestíbulo, observó con furia cómo los festejantes
comían las carnes y se emborrachaban con el vino ajeno. Telé-
maco padecía la escena alejado de todos, en silencio: la hermosa
melena oscura ocultaba, en parte, su rostro y la tristeza de su
mirada. A pesar de su agobio, el heredero de Ulises tuvo palabras
amables para el visitante, en cuanto lo vio:
-Ven, forastero, pasa, come y bebe: luego me contarás quién
eres y qué necesitas.
Atenea guardó su lanza de bronce en una pulida lancera donde
reposaban varias jabalinas= de Ulises. Telémaco advirtió el res-
peto del forastero por las armas de su padre; yeso lo impulsó
a confesarle, con juvenil candor, cuánto lo añoraba. Enseguida
habló de la indignidad de los pretendientes que se enseñoreaban
en su palacio -los cuales no habían reparado siquiera en la pre-
sencia del forastero-o
Telémaco invitó al desconocido a sentarse en un sillón, tras co-
locar una alfombra bajo sus pies. Él se ubicó en una silla, a su
lado, y ordenó a una sirvienta que le trajera un lavamanos. En
cuanto calmó sus ganas de comer y de beber, la mágica Atenea le
dijo que era Mentes, el rey de los tafios.
-¿Y qué hace un rey solo en tierra extraña? -se asombró Telémaco.
-Mi velero y su tripulación aguardan cerca de la orilla: he ve-
nido a ver a mi amigo, el gran Laertes -mintió Atenea, mencio-
nando al padre de Ulises.
-Mi anciano abuelo, el rey Laertes, vive en el campo, se arrastra
de pena por las viñas, casi muerto de tristeza -dijo Telémaco.
Atenea sabía perfectamente dónde vivía Laertes; su objetivo allí
era apuntalar la fortaleza del muchacho y armarle un plan para
19 La jabalina, arma arrojadiza, era una vara que se usaba para cazar.
invisible Hades=, donde van las almas de los difuntos. ¡Qué pen-
sarían las esposas de los nobles de Ítaca si un hombre tan vene-
rable no vistiera con dignidad el día de su muerte! Aunque con
muchos reparos, los pretendientes aceptaron la propuesta.
En las altas habitaciones del palacio, Penélope tejió de día con el
telar y con la rueca un manto cuyas sutilezas debían ser infinitas,
a juzgar por el tiempo que se tomaba para hacerlo. Pero ¡ay!, que
una noche una amiga infiel la vio a la luz de las antorchas des-
tejer la tela. Esta mujer sintió celos y envidia de ella. ¿Cómo era
posible que Penélope fuera deseada por los más hermosos y ricos
jóvenes del reino, y se diera el gusto de rechazarlos? La envidiosa
fisgonal7 no tardó en delatar su estratagema»,
Desde entonces, Penélope no imaginaba qué hacer para diferir
su decisión, salvo dar esperanzas a todos, a la vez que intentaba
convencerlos de que Ulises estaba vivo.
Mas cada día que pasaba, se reducía su hacienda: hoy, dos bue-
yes gordos; mañana, media docena de puercos cebados eran sa-
crificados por las visitas, empeñados en brindarse un banquete
diario hasta que ella señalase a su futuro marido.

Atenea en Ítaca

Entretanto, luego de contar con la aprobación de Zeus, Atenea,


la diosa de ojos brillantes, tomó su lanza de bronce y partió ve-
loz con sus sandalias aladas hacia Ítaca. Al llegar al umbral de la
mansión de Ulises, adquirió la forma de un extranjero llamado

16 Hades es el dios soberano del mundo de los muertos, hermano de Zeus y de Posei-
dón. Por su carácter tiránico, no permitía que nadie huyera de su reino. Raptó a la bella
Perséfone y la llevó a vivir con él. Zeus lo obligó a devolverla a la tierra una vez por
año. Su regreso, para los griegos, producía la primavera.
17 Una fisgona es una mujer curiosa y entrometida.
18 Se llama estratagema a un ardid, truco o engaño artificioso.
que cobrara confianza en sí mismo. Le preguntó si él era enton-
ces el hijo del héroe de Troya.
-Lo soy -repuso Telémaco.
-¿Y qué hacen estos desvergonzados aquí en la casa del guerrero
más valiente que he conocido? Pobre será de ellos cuando vuelva
-auguró Atenea.
El sufrido Telémaco exclamó angustiado:
-¿Y cómo volverá? Pienso que se ha quedado muerto sin fama
ni honores por no haber caído en la guerra, rodeado de amigos y
enemigos. De haber sido así, mi padre tendría un monumento al
que todos le rendirían memoria; pero su muerte ha sido ocultada
por las arpías=, tras arrebatarle la fama y la gloria. Y no lloro por
él solamente: soy demasiado joven para imponer autoridad en
mi casa y en el reino.
Atenea miró los ojos del joven angustiado y luego señaló a los
pretendientes:
-Medita acerca de cómo echar de aquí a esta gente, ya volverá
Ulises.
Pensando que se trataba de un consuelo gentil, Telémaco no
hizo más que negar con un gesto esa posibilidad, pero la diosa le
ordenó con firmeza:
-Escucha mi consejo: convoca mañana a una asamblea en la
plaza, reúne a todos estos hombres apenas salga el sol. Intímalos
a volver a sus casas, mientras tú partirás por noticias de tu padre
hacia Pilos" y luego a Esparta para ver a Néstor= y a Menelao=,

20 Las arpías son genios alados raptores de niños y de almas.


21 Pilas es el reino legendario del Peloponeso. Allí reinaron Neleo y su hijo Néstor.
22 Néstor es el anciano y vigoroso rey de Piloso Famoso por su longevidad y por sus
sabios consejos y entretenidas anécdotas.
23 Menelao, el rey de Esparta y hermano de Agamenón, era el marido de la bella Helena
raptada por Paris, el príncipe troyano. Para poder recuperarla, se inició la famosa guerra
de Troya. Terminada la guerra, junto a Helena, y durante muchos años, gobernó Esparta
que combatieron con él y son reyes en sus tierras. Si ellos te
dicen que Ulises ha muerto y pueden comprobado, búscale a tu
madre un esposo y planifica cómo matarás a estos, que no tienen
perdón. Si te dicen que vive, soporta tus sufrimientos un tiempo
más, pues pronto volverá.
Telémaco quedó sorprendido mirando a su comensal, quien
concluyó:
-y ya no andes con niñerías, no tienes edad para eso. No te
falta valor, sino confianza.
Dicho esto, la diosa con la apariencia de Mentes, el rey de los
tafios, se marchó y dejó a Telémaco profundamente conmovido,
sospechaba que aquel extraño forastero era un dios.
Entonces las conversaciones se acallaron: por las escaleras, ba-
jaba Penélope junto a dos de sus doncellas. Un velo translúcido
cubría sus mejillas y acentuaba la melancolía de sus ojos; en tan-
to que el vestido, ligero y sencillo, ceñía el cuerpo que hechizaba
a los hombres. Aun los borrachos, incluso los más brutales sus-
piraron al veda apoyada en la columna dorada que sostenía el
techo. La reina señaló al aedo", llamado Femio, contratado por
los pretendientes, ya dispuesto a cantar historias sobre Troya. Así
habló la reina al aedo:
-No cantes nunca más eso que te oí anoche: no hables del duro
regreso de los héroes de Troya, pues el mayor de los héroes no ha
vuelto aún. No me apenes. Los griegos han vivido otras hazañas,
cántales a esas y no le cantes a Troya.
Telémaco comprendió que podía enviar un mensaje a los pre-
tendientes. Con voz firme, ordenó a su madre:
-Madre, discúlpame, no son dignos estos hombres de mirarte
un momento más. Vuelve al cuarto, por favor. No es este aedo
24 Los aedos eran poetas orales que cantaban hazañas de héroes e historias de amor. En
todo banquete, había un aedo para entretener a los comensales.
el culpable, sino Zeus, que distribuye la justicia a su modo. No
hay familia en Ítaca que no haya dejado parte de su sangre en las
murallas rotas de Troya. Vuelve a tus habitaciones, deja que yo
mande en esta casa.
Penélope, con blandura de madre y, a la vez, con la visión de
que algo nuevo surgía en su hijo, eligió la obediencia. Una rara
esperanza guió sus pasos, ya lejos de las ávidas miradas de los
hombres, en las espaciosas habitaciones del palacio.
Los pretendientes se quedaron sorprendidos por el gesto del
joven, pero más aun, por las palabras siguientes:
-Los convoco mañana al ágora=, a una asamblea donde debo
decides muchas cosas. Si es que antes no mueren por obra de
algún dios que se haga eco de mi deseo. Pues no duden de que
su insolencia, en esta casa, merece el castigo divino.
Telémaco estaba estrenando su valentía.
-Muy bien -dijo Antínoo, el más insolente, con una sonrisa
cargada de maldad.- Mañana nos veremos.
y así cerraron el banquete y se fueron a sus casas.

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