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Volverán las oscuras golondrinas,

by Gustavo Adolfo Bécquer


Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales
jugando llamarán.

Pero aquellas que el vuelo refrenaban


tu hermosura y mi dicha a contemplar,
aquellas que aprendieron nuestros nombres....
ésas... ¡no volverán!

Volverán las tupidas madreselvas


de tu jardín las tapias a escalar
y otra vez a la tarde aún más hermosas
sus flores se abrirán.

Pero aquellas cuajadas de rocío


cuyas gotas mirábamos temblar
y caer como lágrimas del día....
ésas... ¡no volverán!

Volverán del amor en tus oídos


las palabras ardientes a sonar,
tu corazón de su profundo sueño
tal vez despertará.

Pero mudo y absorto y de rodillas


como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido..., desengáñate,
así... ¡no te querrán!
For Ever
Fabio Fiallo

Cuando esta frágil copa de mi vida,

que de hermosuras rebosó el destino,

en la revuelta bacanal del mundo

ruede en pedazos, no lloréis, amigos.

Haced de un rincón del Cementerio,

sin cruz ni mármol, mi postrer asilo,

después, ¡oh! mis alegres camaradas,

seguid vuestro camino.

Allí, solo, mi amada misteriosa,

bajo el sudario inmenso del olvido,

¡cuán corta encontraré la noche eterna

para soñar contigo!


Una Mujer está Sola

Aída Cartagena Portalatín

Una mujer está sola. Sola con su estatura.


Con los ojos abiertos. Con los brazos abiertos.
Con el corazón abierto como un silencio ancho.
Espera en la desesperada y desesperante noche
sin perder la esperanza.
Piensa que está en el bajel almirante
con la luz más triste de la creación
Ya izó velas y se dejó llevar por el viento del Norte
con la figura acelerada ante los ojos del amor.
Una mujer está sola. Sujetando con sus sueños sus sueños,
los sueños que le restan y todo el cielo de Antillas.

Seria y callada frente al mundo que es una piedra humana,


móvil, a la deriva, perdido el sentido
de la palabra propia, de su palabra inútil.
Una mujer está sola. Piensa que ahora todo es nada
y nadie dice nada de la fiesta o el luto
de la sangre que salta, de la sangre que corre,
de la sangre que gesta o muere en la muerte.
Nadie se adelanta ofreciéndole un traje
para vestir una voz que desnuda solloza deletreándose.
Una mujer está sola. Siente, y su verdad se ahoga
en pensamientos que traducen lo hermoso de la rosa,
de la estrella, del amor, del hombre y de Dios.
Poema de la hija reintegrada
Agonía

(I)

Hija, yo no sé qué decirte si la muerte es buena

o si la vida es amarga;

sólo te aconsejo que despiertes, adulta de

comprensión más que tu Padre!

(II)

Hija, ya no habrá oriente ni poniente para tu porvenir:

una sábana blanca serán tus días,

una sábana blanca será tu pasado

y tu recuerdo una estrella que frente a frente

me iluminará el porvenir!

(III)

No sé por qué tu agotamiento

me trae una recóndita dicha anegada de lágrimas,

que me hace auscultar el corazón de la tarde.

(IV)

Tu infancia y tu silencio me parecen hermanos.

(V)

Hija, hazme tomar la resolución de los otros:

vuelve mi proa añicos

y mi voluntad una piragua;

que nada sea mío desde hoy, que no quiera

poseer nada mañana; desnudo de bienes y desnudo de virtudes hazme;

sin egoísmo de lealtades y sin egoísmo de pureza;

hazme entero el milagro de darme todo a los elementos,

como si fuera en sustanciación un ser increado!…

(VI)

Tu vida fue microscópica, pero grande;

el segundo de tu existir, eterno!


Trópico picapedrero
Hombres negros pican sobre piedras blancas,

tienen en sus picos enredado el sol.

Y como si a ratos se exprimieran algo...

lloran sus espaldas gotas de charol.

Hombres de voz blanca, su piel negra lavan,

la lavan con perlas de terco sudor.

Rompen la alcancía salvaje del monte,

y cavan la tierra, pero al hombre no.

De las piedras salta, cuando pica el pico,

picadillo fatuo de menudo sol,

que se apaga y vuelve cuando vuelve el pico

como si en las piedras reventara Dios.

Dentro de una gota de sudor se mete

la mañana enorme —pero grande no—.

Saltan de los cráneos de las piedras chispas

que los pensamientos de las piedras son.

Y los hombres negros cantan cuando pican

como si ablandara las piedras su voz.

Mas los hombres cavan, y no acaban nunca...

cavan la cantera: la de su dolor.

Contra la inocencia de las piedras blancas

los haitianos pican, bajo un sol de ron.

Los negros que erizan de chispas las piedras

son noches que rompen pedazos de sol.

Hoy buscando el oro de la tierra encuentran

el oro más alto, porque su filón

es aquel del día que pone en los picos

astillas de estrellas, como si estuvieran

sobre la montaña picoteando a Dios.


Hay un país en el mundo
PEDRO MIR

Hay un país en el mundo


colocado
en el mismo trayecto del sol.
Oriundo de la noche.
Colocado
en un inverosímil archipiélago
de azúcar y de alcohol.

Sencillamente
liviano,
como un ala de murciélago
apoyado en la brisa.

Sencillamente
claro,
como el rastro del beso en las solteronas antiguas
o el día en los tejados.

Sencillamente
frutal. Fluvial. Y material. Y sin embargo
sencillamente tórrido y pateado
como una adolescente en las caderas.

Sencillamente triste y oprimido.

Sencillamente agreste y despoblado

En verdad.
Con tres millones
suma de la vida
y entre tanto
cuatro cordilleras cardinales
y una inmensa bahía y otra inmensa bahía,
tres penínsulas con islas adyacentes
y un asombro de ríos verticales
y tierra bajo los árboles y tierra
bajo los ríos y en la falda del monte
y al pie de la colina y detrás del horizonte
y tierra desde el canto de los gallos
y tierra bajo el galope de los caballos
y tierra sobre el día, bajo el mapa, alrededor
y debajo de todas las huellas y en medio del amor.

Entonces
es lo que he declarado.

Hay
un país en el mundo
sencillamente agreste y despoblado.

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