Ha comenzado el año con una desgracia. Al ir esta mañana a la
escuela, contando yo a mi padre, de camino, las palabras del maestro, vimos de pronto la calle llena de gente que se agolpaba delante del colegio. —Una desgracia. Mal empieza el año… —dijo mi padre. Entramos con gran trabajo. El conserje estaba rodeado de padres y de muchachos, que los maestros no lograban hacer entrar en las clases. Todos iban hacia el despacho del director y se oía decir: ―¡Pobre muchacho!‖ ¡Pobre Robetti!‖ Por encima de las cabezas, en el fondo de la habitación llena de gente, se veían los quepis de los agentes y la gran calva del director; después entró un caballero con sombrero de copa, y corrió la voz: —Es el médico. Mi padre preguntó a un profesor: —¿Qué ha sucedido? —Le ha pasado la rueda por encima de un pie –respondió aquel. —Se ha roto el pie –añadió otro. Se trataba de un muchacho del segundo grado que, yendo hacia la escuela por la calle de Dora Grossa, y al ver a un niño del primero elemental, escapado de la mano de su madre, caer en