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CAPITULO XI

Su celo por la salvación de las almas


Lo primero que se le aconsejó para llegar a ser santo fue que trabajase en ganar almas para Dios, puesto que no hay
cosa más santa en esta vida que cooperar con Dios a la salvación de las almas, por las cuales derramó Jesucristo
hasta la última gota de su preciosísima sangre.
Conoció Domingo la importancia de este consejo, y más de una vez se le oyó decir:
“¡Cuán feliz sería si pudiese ganar para Dios a todos mis compañeros!”
No dejaba entretanto pasar ocasión de dar buenos consejos y avisar a quien dijera o hiciera cosa contraria a la santa
ley de Dios. Pero lo que le causaba grande horror y acarreaba no poco daño a su salud era la blasfemia y el oír
pronunciar en vano el santo nombre de Dios. Si, pues, le ocurría oír por las calles de la ciudad o en cualquier otra
parte tales palabras, lleno de pesar bajaba al punto la cabeza y con corazón devoto, decía:
- ¡Alabado sea Jesucristo!
Pasando un día por una de las plazas de la ciudad, lo vio un compañero quitarse el sombrero y pronunciar en voz
baja algunas palabras.
-¿Qué haces?- le dijo ¿Qué estás diciendo?
-¿No has oído?-respondió Domingo-; aquel carretero acaba de pronunciar en vano el santo nombre de Dios. Iría a
rogarle que no volviera a repetirlo si supiera que mi aviso iba a aprovecharle; pero como temo vaya a decir cosas
peores, me he limitado a quitarme el sombrero y decir: ¡Alabado sea Jesucristo!; y esto lo hago con ánimo de reparar
de alguna manera la injuria hecha al nombre santo de Dios.
Admiró el compañero la piedad y el valor de Domingo: y aun ahora cuenta este episodio para honra de su amigo y
edificación de los compañeros.
Al volver de clase, oyó una vez a un hombre ya entrado en años proferir una horrible blasfemia. Domingo se
estremeció, bendijo al Señor en su corazón e hizo luego lo que es verdaderamente digno de admiración. Muy
comedido y respetuoso, se acercó al atrevido blasfemo y le preguntó si sabría indicarle dónde estaba el Oratorio de
San Francisco de Sales. El otro, al ver aquel semblante angelical, depuso su furor y le contestó:
-Muchacho, siento mucho no saberlo.
- ¡Ah! Y ya que no sabe esto, ¿no podría hacerme usted otro favor?
-¿Cómo no? De mil amores.
Domingo se le acercó cuanto pudo al oído y, bajito para que los otros no le oyeran, le dijo:
-Usted me hará un gran favor si cuando se enfada se abstiene de blasfemar contra el santo nombre de Dios.
¡Muy bien, chico! –le respondió aquel hombre, lleno de estupor y admiración-. Tienes mucha razón; es un vicio
maldito que he de vencer a toda costa.
Sucedió que un día un niño de unos nueve años, habiéndose puesto a reñir con un compañero junto a la puerta de
su casa, profirió en la pelea el adorable nombre de Jesucristo. Domingo, al oírle, si bien sintió en su corazón una justa
indignación, con todo, con ánimo sereno, se interpuso entre ellos y los apaciguó. En seguida dijo al que había
pronunciado el santo nombre de Dios en vano:
-Ven conmigo y no te arrepentirás.
Vencido el muchacho por su gentileza, condescendió. Le tomó él de la mano, le llevó a la iglesia ante el altar y le hizo
arrodillarse a su lado, diciéndole:
-Pide perdón al Señor de la ofensa que le has hecho nombrándolo en vano.
Y como el niño no supiese el acto de contrición, lo recitó juntamente con él, y luego añadió:
Di conmigo estas palabras para reparar la injuria que has hecho a Jesucristo: « ¡Alabado sea Jesucristo, y que su
santo nombre sea siempre alabado! »
Leía con preferencia la vida de aquellos santos que habían trabajado especialmente por la salvación de las almas.
Hablaba gustoso de los misioneros que trabajaban en lejanas tierras por la conversión de las almas, y, no pudiendo
enviarles socorros materiales, dirigía al Señor abundantes plegarias cada día, y, al menos una vez a la semana,
ofrecía por ellos la santa comunión.
Más de una vez le oí exclamar:
- ¡Cuántas almas esperan en Inglaterra nuestros auxilios! Oh! Si tuviera fuerzas y virtud, quisiera ir ahora mismo, y
con sermones y buen ejemplo convertirlas a todas a Dios.
Se quejaba a menudo consigo mismo, y también hablando con sus compañeros, de que muchos tengan poco celo
por instruir a los niños en las verdades de la fe.
-Apenas sea clérigo-decía-quiero ir a Mondonio para reunir a todos los niños bajo un cobertizo y darles catecismo,
contarles muchos ejemplos edificantes y hacerlos santos. ¡Cuántos pobres niños se condenan tal vez eternamente
porque no hay quien los instruya en la fe!
Lo que decía con palabras, lo confirmaba con hechos, pues, según lo permitía su edad e instrucción, enseñaba con
placer el catecismo en la iglesia del Oratorio, y si alguno lo necesitaba, le daba clase y catecismo a cualquier hora del
día y en cualquier día de la semana, con el único objeto de platicar de cosas espirituales y hacerle conocer cuánto
importa la salvación del alma.
Un día quería un compañero indiscreto interrumpirle mientras narraba a otros un ejemplo edificante durante el
recreo. -¿Qué te importa esto a ti?-le dijo a Domingo.
-¿Qué me importa?-respondió; me importa, porque el alma de mis compañeros ha sido redimida con la sangre de
Jesucristo,; me importa, porque somos todos hermanos, y como tales debemos recíprocamente amar nuestras almas;
me importa, porque Dios recomienda que nos ayudemos unos a otros a salvarnos; me importa, porque si llego a
salvar un alma, asegura la salvación de la mía…

ACTIVIDADES:

1. Respondé:
a. ¿Cómo surge en Domingo el celo por salvar almas?
b. ¿Qué hacía cuando algo alguien ofendía a Dios? Mencioná dos ejemplos.
c. ¿Cómo era el carácter de Domingo, según lo leído? Extraé y copiá tres citas del texto en qué se refleje el su
carácter.
d. ¿Qué responde cuando le preguntan “qué le importa a él”? ¿Por qué es importante para Domingo que se
salven sus compañeros?
e. ¿Qué harías o podrías hacer vos si te encontraras en la misma situación en la que alguien ofende al Señor o
su Santo Nombre?

2. Analizá semántica y morfológicamente las palabras en el texto resaltadas en negrita. Te dejo un ejemplo

Primero: adjetivo numeral ordinal / masculino, singular.


Almas: sustantivo común abstracto/ femenino, plural.

¡¡¡IMPORTANTE!!!
RECORDÁ QUE HAY QUE MEMORIZAR LA ORACIÓN POR LA VIDA QUE SE ENTREGÓ EL DÍA MARTES.

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