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Pensar la presencia africana en el Museo

Histórico Provincial:
la construcción de una “amnesia” de la memoria
nacional
Los museos son lugares de memoria, donde se pretende materializar y anclar el
recuerdo de las sociedades. En los orígenes, estos lugares conservaron y
exhibieron vestigios materiales en forma de objetos, piezas, archivos y obras de
arte de un supuesto pasado común y de carácter nacional. Los museos históricos
representaban el pasado nacional mediante un conjunto de acontecimientos épicos
y la exaltación individual a grandes héroes y líderes políticos. La consecuencia de
aquello derivó en la elaboración de una memoria supraindividual de tipo nacional.
Los museos como reproductores de la memoria nacional

Memorias fuertes Memorias débiles

Memoria nacional: conjunto de referencias comunes, representaciones colectivas, relatos y discursos


históricos construidos y seleccionados sobre el pasado que construyen la identidad de una nación y dotan a
sus ciudadanos de una “conciencia histórica compartida”.
Carlos Octavio Bunge sobre el patrimonio del Museo Histórico
Nacional de Buenos Aires. El museo no exhibía nada:

“de la barbarie indígena anterior al descubrimiento y


la conquista. Los recuerdos de este género no se han
excluido por azar o por capricho, sino porque en
realidad, poco o nada debemos a aquella barbarie la
cultura argentina. Nuestra civilización es legítima
descendiente de las antiguas civilizaciones de Europa:
¡Grecia, Roma, España! Más que sus ideas y
conocimientos, los indios aportaron o sacrificaron
generosamente a la cultura americana, su sangre, su
preciosa sangre de pueblos libres. ¡Y la sangre no se
coagula en los museos, sino hierve en las venas!”.
Tradición selectiva
Raymond Williams denomina tradición selectiva a “una versión intencionalmente selectiva de un pasado
configurativo y de un presente preconfigurado, que resulta entonces poderosamente operativo en el proceso
de definición e identificación cultural y social”. De este modo, la tradición selectiva es una versión del
pasado que sirve para legitimar cultural e históricamente el orden presente.
A la negra se la adivina ufana por mostrar al hijo de sus patrones
(...); sin duda quiere al niño entrañablemente, como a todo lo
que es de sus señores, con esa fidelidad para con los amos que se
daban en el ambiente provinciano de la época.
Recordemos que la esclavitud en nuestra patria no tuvo las
características de otras regiones de América. Cuando en 1813 se
dictó la ley de libertad de vientres muchos de los esclavos y aún
sus hijos liberados permanecieron con sus dueños por su propia
voluntad.
Sus patrones eran su familia, en muchos casos llevaban sus
apellidos; sentían como propias las dichas y desgracias de sus
amos, defendían sus intereses como si fueran suyos.
Este es el tipo humano que vemos en la mujer del cuadro, está
conforme con su suerte, no tiene la conciencia de que pueda
merecer otra mejor. Está feliz porque el hermoso niño que tiene
en su falda aprecia las caricias de su mano morena.
Es extraño que la autora haya hecho posar a la negra sólo con
una insinuada sonrisa en lugar de hacerlo con una risa franca,
que permita apreciar la indudable blancura de sus dientes.
Representaciones de confraternidad y armonía
interracial que han operado generalmente como
un elemento narrativo instrumental en la
composición de la suavización de la esclavitud.

“D. Pedro II, con un año y medio de edad, en el regazo de su ama” (1828)
Museo Imperial de Petrópolis
“El barco de esclavos es un navío fantasma que navega por los márgenes de la
conciencia moderna” (M.Rediker, 2008)
Sara y Simona Vega. Santa Fe - Barrio Centenario

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