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CUANDO JOHN WILLIAM COOKE FUE ACUSADO DE TRAICIONAR LA REVOLUCION

Ernesto José Salas

“El peronismo no puede aceptar transacciones porque su problema es insurreccional y no político"


Cooke a Perón, junio 1957

"El Gordo ignora las normas más


elementales de la lucha insurreccional, aunque a vos te parezca lo contrario. [...] Por eso, finalmente, no
cree en la insurrección popular como único camino."
César Marcos a Raúl Lagomarsino, octubre 1957

John William Cooke cobró merecida relevancia en el movimiento popular argentino en el período
conocido como la resistencia peronista. El breve lapso en el que dirigió la lucha como delegado de Perón hizo
de él el prototipo de dirigente combativo y transportó su recuerdo, aún después de su temprana muerte, a las
generaciones futuras. Hasta ese momento, John Cooke había sido un dirigente de segunda línea que se había
opuesto en el Congreso a la firma de las Actas de Chapuletepec y luego, una vez cumplido su mandato, uno
de los críticos de la firma de los contratos petroleros con la California. El golpe militar de 1955 lo llevó,
como a tantos otros, a la clandestinidad y luego a la prisión y entraba en la historia de la resistencia peronista
como uno de sus máximos dirigentes.

Pero al mismo tiempo, Cooke fue un emergente y una síntesis del tiempo histórico en que le tocó
vivir, porque el período de la primera resistencia prefiguró las contradicciones del peronismo por venir, y
resaltó las potencialidades emergentes de la organización desde abajo de una camada de activistas sindicales
y políticos, en ese momento inéditas.

Propongo una hipótesis para discutir el período que se abre para el peronismo con la intervención
cívico-militar de 1955. Esta breve etapa, que se cierra en 1960, contiene las expresiones más directas de una
intensa democracia de base popular cuyo centro fue la experiencia cotidiana en las fábricas y los comandos
clandestinos de la llamada resistencia peronista. Quiero decir por democracia de base, que los grupos que se
gestaron en el peronismo durante aquel tiempo fueron el resultado de una cierta autonomía, producto de la
dispersión y el descabezamiento de las cúpulas peronistas anteriores. Que estos grupos, de variada
orientación ideológica, compartieron entre sí, durante algún tiempo, la necesidad de legitimar su accionar en
una relación directa con quienes aseguraban representar; que las características nuevas de lucha clandestina
que hubieron de encarar, hicieron surgir nuevos valores más democráticos que los de la etapa anterior.
Justifican las afirmaciones anteriores algunas características de la época: las asambleas masivas en los lugares
de trabajo, convocadas por comités de lucha informales, redes de distribución de la información extensas y
eficaces, infinidad de grupos que ejercían una suerte de elemental e ingenuo terrorismo urbano, muchas veces
desconectados entre sí y cuyos valores principales -coraje, audacia, intransigencia- fueron contrapuestos
explícitamente a la dirigencia política anterior, de la que afirmaban que no estaban a la altura de los nuevos
desafíos que debían afrontar los peronistas.

Que este período haya sido el que hizo notoria a la figura de John William Cooke, uno de los
principales líderes del llamado peronismo revolucionario, no es una mera casualidad. El jefe del peronismo
nombró, en su largo exilio de dieciocho años, a numerosos delegados personales y concejos de
representación. Sin embargo, el más notorio y prestigioso de ellos siguió siendo para la historia y, pese a la
brevedad de su mandato, John W. Cooke.

La historia posterior de Cooke como representante de la izquierda del peronismo, su exilio cubano,
su participación en Playa Girón, sus conferencias y escritos de la década del '60, la creación de numerosos
grupos de izquierda y su filiación directa con el materialismo y la revolución cubana, han diluido, a mi
entender, el proceso de cambio que se fue operando en Cooke. No fue él el único en adoptar nuevas
posiciones y un intenso compromiso político en el período abierto con la proscripción del peronismo. Y
aunque fue un caso, entre muchos hombres y mujeres, peronistas y no peronistas, quienes desde un tibio
nacionalismo pasaron a la radicalización política desde 1955, el de Cooke es un importante ejemplo.

Lo que trato de probar en la biografía de Cooke, en el período descripto, es que las respuestas que
propuso para la organización del peronismo mientras fue el delegado de Perón, no fueron exactamente las
propias del Cooke revolucionario de los sesenta y que, por lo menos en una ocasión, el propio Cooke se vio
enfrentado a las tendencias más intransigentes del peronismo, tratando de conciliar las contradicciones que ya
se vislumbraban en el movimiento. La relación de subordinación a Perón, al mismo tiempo que le otorgaba
gran poder de decisión y lo convertía en el único heredero que el líder haya nombrado a lo largo de su vida,
establecía en Cooke algunas limitaciones que se notan claramente en la correspondencia que ambos
mantuvieron por esos años. Pero no solo eso, fue el propio Cooke el que analizando lo que él denominaba
como la existencia de una posible semilegalidad para la acción del peronismo en 1957, estimuló en Perón la
respuesta que creía más positiva para eliminar las tendencias a la ruptura de la intransigencia: la de votar
positivamente por Frondizi en las elecciones de 1958. Pero esa decisión fue la que le valió la protesta de los
comandos clandestinos de la resistencia y el alejamiento de un posible estallido insurreccional, que Cooke
había predicado insistentemente y que volvería a pregonar con posterioridad, pero ya con menos
posibilidades de éxito.

De esas experiencias de los años 1958 y 1959, Cooke se liberó de intentar convencer a Perón
hablando su mismo idioma y, conservando su respeto por él, reafirmó un verdadero giro a la izquierda, al
igual que muchos hombres de su generación, como ya he dicho.

Hace un tiempo, la aparición del libro de Marta Cichero publicando el archivo del padre Hernán
Benítez y de Raúl Lagomarsino dotó de una amplia documentación al enfrentamiento que John W. Cooke
sostuvo con los comandos clandestinos por su decisión de votar positivamente a Frondizi. En particular se
destaca la oposición a esta postura de quienes habían sido sus aliados y amigos en la formación del primer
comando, Cesar Marcos y Raúl Lagomarsino, expresada en la correspondencia que estos se dirigieron en
aquella circunstancia. Sin embargo, la autora presenta los documentos sin intentar analizar las causas de la
posición de Cooke, ni explicar las nuevas circunstancias existentes a fines de 1957, tanto en la organización
de la clase obrera, en la política o en los comandos de los que Marcos y Lagomarsino formaban parte.

Del intento de dar explicaciones sobre por qué Cooke dejó, por un momento, de ser la izquierda del
movimiento y fue acusado de traicionar la revolución, trata este artículo.

JOHN COOKE Y LA DIRECCION DEL "GIGANTE INVERTEBRADO"

Habiendo sido Cooke uno de los dirigentes peronistas que más activamente había expresado su
intransigencia y su antiimperialismo, pareció conveniente a Perón nombrarlo en 1955 como interventor del
partido en la Capital Federal. El intento de desactivar a la oposición mediante un llamado a la pacificación,
posterior al bombardeo de la Plaza de Mayo en junio de 1956, parecía haber fracasado. Perón volvió a
recurrir a los intransigentes luego del discurso del 5x1 de agosto de 1955.

Inmediatamente, Cooke, junto con Cesar Marcos y Raúl Lagomarsino, entrevieron la posibilidad de
la resistencia. El golpe de septiembre llegaba con un importante apoyo civil, el cual aunque no tan imponente
como la adhesión popular al peronismo, dotó a los militares de una cierta legitimidad inicial.

Dado que Cooke fue detenido en octubre de 1955, la organización de la resistencia tuvo en su primer
año y medio un carácter excepcionalmente espontáneo. Decenas de grupos accionaron en todo el país en la
que ha sido llamada la "época del caño". Al mismo tiempo, miles de activistas sindicales organizaron
clandestinamente la resistencia en las fábricas. La persistencia de la identidad colectiva y la unanimidad del
rechazo al gobierno militar encuadró y le dio sentido a estas miles de acciones de resistencia. Sin embargo,
pese al magnífico espectáculo de la unidad popular, la debilidad del movimiento resistente era evidente:
nadie, durante el año 1956, había podido orientar y dirigir una multiplicidad de acciones inconexas y de
grupos dispersos, cuya característica era la desconfianza a toda coordinación y dirección.

Esta fue la tarea que habría de encarar Cooke, por encargo del general Perón, una vez que se fugara
con otros peronistas de la cárcel de Rawson en marzo de 1957. Pero, en aquel momento, la situación original
había cambiado y el peronismo había demostrado que era capaz de imprimir una fuerte dinámica en la
sociedad.

Se habían instalado una serie de características que merecen ser reseñadas:


en primer lugar, la organización de una práctica defensiva de la clase obrera que recurrió a la huelga y el
sabotaje industrial frente al intento de las patronales de erradicar el poder de las comisiones internas y
cuerpos de delegados para imponer los aumentos de productividad. De estas luchas -el incremento de los
conflictos iría en aumento desde 1956- el peronismo salió fortalecido. Entre 1956 y 1958 recuperaría el
control de las conducciones de los principales sindicatos industriales, debido a la emergencia -en los
años1956 y 1957- de una nueva camada de militantes obreros, los cuales, más allá de sus orientaciones
ideológicas dentro del peronismo, debían su legitimidad a la representación sin mediaciones de las bases
obreras.

En segundo lugar, los comandos peronistas habían perdido el grado de improvisación e ingenuidad
de los primeros tiempos y presionaban sobre la llamada ala política del movimiento acusándola de
oportunista y alertando sobre el abandono de la intransigencia. La represión indiscriminada que soportaron en
el primer año de la resistencia, mediante la detención, confinamiento y tortura de muchos de sus cuadros, los
había galvanizado en una posición ilegal e intransigente. Ellos habían sufrido en carne propia la persecución
de la dictadura y no estaban dispuestos a permitir que el contubernio de los políticos diera por tierra con el
único acuerdo que, afirmaban, estaban dispuestos a tolerar: el regreso incondicional de Perón al país. De
todas maneras, estaba claro para Cooke que, más allá del objetivo común citado, no todos los comandos eran
similares. Pero, dado que en el dispositivo estratégico de Cooke cumplían una tarea fundamental en el
llamado "estallido insurreccional", era esencial la tarea de intentar su unificación en una sola dirección.

Por último, en 1957 el ala política del movimiento volvía momentáneamente a cobrar significado
como tendencia a tener en cuenta en cualquier estrategia posible. Muchos de los dirigentes políticos detenidos
habían estrechado vínculos con sectores desplazados de la Revolución, particularmente con algunos militares
nacionalistas católicos, y buscaban un espacio de legitimación que el propio Perón nunca había frontalmente
desechado. Tal era el caso de Alejandro Leloir, último presidente del Partido Peronista y Atilio Bramuglia,
quienes en todo momento disputaron a Cooke la conducción. En las provincias, en particular, el caudal
político acumulado bajo el ala del peronismo, volvía a quedar librado a la oportunidad de muchos dirigentes
de presentarse a elecciones invocando nuevas formaciones partidarias: el neoperonismo o peronismo sin
Perón.

Desde el punto de vista de la identidad política, el peronismo no parecía haber perdido


significativamente apoyo popular. Las miles de pequeñas acciones simbólicas y la adoración que las masas
parecían tener aún por la figura de Perón y Evita daban sentido y favorecían la acción de la resistencia.
Todavía era la época, como diría Cesar Marcos o Juan Vigo, en que la política se desarrollaba
fundamentalmente en las cocinas de los hogares obreros.

Fue en este marco que Cooke se asentó desde Chile como Comando Táctico del peronismo y fue
ésta, además, la etapa de mayor fluidez de contacto con Perón, en la que intercambiaron francamente sus
opiniones acerca de la táctica y estrategia a desarrollar para el conjunto del movimiento. Los acontecimientos
del año 1957 y principios de 1958 permiten apreciar nítidamente los cambios en su visión de la resistencia,
cambios que al tiempo de dar cuenta de la nueva realidad desarrollada por el peronismo, serían finalmente la
causa del desplazamiento de John W. Cooke de la conducción del movimiento.
En marzo de 1957, Cooke y otros presos peronistas se fugaron de la cárcel de Río Gallegos con
destino a Chile. Recién allí, pudo comenzar a ejercer una efectiva conducción de la resistencia y fue entonces
que encaró con urgencia los temas que más le interesaban. El primero de ellos, el llamado del gobierno a
elecciones para formar una Asamblea Constituyente que derogara la constitución de 1949. En una larga carta
dirigida a Perón el 11 de abril de 1957 fija su posición sobre los temas centrales: situación de los comandos
clandestinos, actividad de los neoperonismos, las dificultades que tenía de hacer reconocer su autoridad ante
el movimiento, las argucias de Frondizi y su voluntad de captar votos peronistas, y un posible acercamiento
de Perón a algún país limítrofe. Acerca de la idea de la insurrección, adelanta alguna de sus ideas centrales:
"el clima insurreccional existe. La organización insurreccional ("vanguardia del proletariado" diríamos, si no
fuese porque ya estamos suficientemente acusados de comunistas) aún no está a punto, aunque falta poco."
Para Cooke, en este momento, la organización de los comandos clandestinos era esencial a este fin. Respecto
de la acusación de comunista, se permite una ironía ya que en otra parte de la carta se queja de que la línea
política lo ha acusado de trotskista.

En cuanto al voto para las elecciones de la Constituyente, Cooke se manifiesta en contra de la


abstención y en favor del voto en blanco, ya que la abstención implica un compromiso mayor, dadas las
sanciones posibles. Sin embargo, aconseja a Perón la posibilidad de proclamar ambas posibilidades, dejando
a los electores la decisión final de cómo exteriorizar su oposición.

Un párrafo aparte dedica Cooke en explicarle a Perón la situación de su compañera, Alicia Eguren,
en prisión desde comienzos de 1956. Alicia había sido considerada una presa peligrosa por la revolución y
estaba confinada en la cárcel de Olmos ("desahogo de mis íntimas penas por este idilio - triste y
profundamente alegre al mismo tiempo- desarrollado en veinte días de comprometida persecución policial y
quince meses de correspondencia clandestina"). A Alicia se la habían presentado después del 21 de
setiembre de 1955. Veinte días después caía preso: ella ejerció una gran influencia sobre Cooke y fue su
compañera de toda la vida.

LAS LUCHAS CLANDESTINAS DE LA CLASE OBRERA OBTIENEN LA SEMILEGALIDAD

Las evidencias demuestran que Cooke tenía, a comienzos de 1957, un conocimiento bastante
parcializado de la realidad de la resistencia, en particular de las acciones de la clase obrera. Así lo demuestran
los informes que periódicamente le mandaba a Perón. Vinculado como estaba a la estructura clandestina,
tenía aún más dificultad de comprender los indicios de una nueva etapa dado que su prisión le había impuesto
un conocimiento parcializado de las luchas. Cooke, pese a que mucha de su información era correcta, tendía a
ver, en ese momento, la realidad del movimiento obrero por medio de los informes que le llegaban a través
de los dirigentes gremiales que habían sido inhabilitados por la Revolución Libertadora y, por ello mismo,
permanecían al margen de los nuevos conflictos. Es así que, en las cartas, Cooke expresa de manera
prioritaria la reorganización de una única CGT entre los cuatro diversos grupos clandestinos existentes . Sus
primeros informes acerca de la conformación de una Comisión Intersindical entre comunistas, frondicistas y
peronistas fueron cautelosos. Creía, y así lo informaba a Perón, que los dirigentes peronistas que están en la
Comisión "son muchachos que se están improvisando y carecen de la capacidad de maniobrar". A lo largo
del año fue comprendiendo que el predominio comunista en la comisión no era tal y que el peso numérico de
los nuevos activistas peronistas iba a volcar la situación a su favor. Pero, pese al progreso efectivo de la
Intersindical y de la presencia peronista en ella, todavía informará dos meses después que "dado que el
ausentismo fue la característica predominante en las elecciones [gremiales] , empleo la calificación de
'peronista' en un sentido muy amplio, porque en muchos casos es un peronismo tímido y no químicamente
puro".

La comisión Intersindical era la consecuencia novedosa de las luchas obreras de 1956. Cientos de
huelgas estallaron durante el año, la mayoría de ellas durante la segunda mitad, y su culminación fue una
extensa huelga metalúrgica que comenzó a marcar el tono de la nueva etapa del movimiento obrero. La
mayor parte de las medidas de fuerza de la clase obrera fueron organizadas por los peronistas como respuesta
al llamado a discutir paritarias hecho por el gobierno con el intento de aplicar en los convenios nuevas
cláusulas de productividad . En los conflictos la nota destacable fue el divorcio entre las intervenciones de los
sindicatos y las bases obreras, organizadas en organismos semi-clandestinos y clandestinos que se impusieron
como interlocutores de las patronales y el gobierno. La fuerza de la representación directa legitimó el
surgimiento de nuevos líderes sindicales peronistas que llevaron a cabo la dirección de las luchas bajo una
intensa represión. Independientemente de los objetivos inmediatos de los conflictos, la recreación de una
representación gremial peronista en las principales industrias, fue una clara consecuencia de ellos.

Por otro lado, las ideologías sindicales adictas al gobierno encontraron serias dificultades para
reprimir el enfrentamiento de sus afiliados con el gobierno y muchos de sus dirigentes fueron ampliamente
descalificados por sus bases. Ya he explicado en otra parte que esta escasa representación se vió claramente
debilitada por su posición ambigua frente a un gobierno decididamente anti-obrero. Los principales dirigentes
sindicales de los llamados gremios "democráticos" mal podían recibir nuevas adhesiones; en 1957 algunos
estaban todavía discutiendo la legitimidad de la huelga en contra de la revolución libertadora, a la que
consideraban un gobierno propio.

Cuando a fines del año 1956 el Ministerio de Trabajo llamó a elecciones gremiales pero impidiendo
la participación de los militantes peronistas con actuación en los gremios desde 1950 a 1955, las opciones
abiertas fueron dos: las organizaciones clandestinas del peronismo llamaron a no votar en elecciones que
consideraban fraudulentas, mientras los nuevos activistas decidieron concurrir. A mediados de 1957 muchos
de estos últimos no sólo conducían sus sindicatos, sino que también se hicieron con la representación de
algunas regionales de la CGT, tal el caso de Atilio López que fue nombrado secretario general de la CGT
Córdoba.

Si en abril, Cooke todavía no comprendía demasiado el sentido real de estos acontecimientos, no


tardará en darse cuenta y valorar que "...ahora todo el mundo está de acuerdo en que eso [copar la
Intersindical] es una maniobra dentro de la línea de intransigencia y no una variante político-sindical cuyo
peronismo real era sospechoso y poco claro". Desde este momento, Cooke comenzó a pensar en las
posibilidades que otorgaba la acción legal del movimiento obrero y puso sus esfuerzos en otorgarle a la
Intersindical el rol de futura CGT para decretar la "huelga general revolucionaria, que ya será política .

PERON Y EL GRADO REAL DE LA AUTONOMIA DE SU DELEGADO

En junio de 1957, a raíz de la represión desencadenada contra muchos comandos de exiliados que
actuaban en los países limítrofes, Cooke fue nombrado por Perón "Jefe de la División Operaciones del
Comando Superior Peronista", delegando en él la responsabilidad de la conducción de dichos grupos que,
hasta el momento, dirigía el propio Perón. En una carta adjunta y "estrictamente confidencial", le indicaba
que la cesión de la conducción política era necesaria para que él pudiera ocuparse de otros asuntos. Lo que
Perón parecía promover era una separación entre la táctica, que desarrollaría Cooke y la estrategia, que se
reservaba para sí. En este sentido deseaba que fuera Cooke quien en el terreno de las operaciones recibiera las
críticas, preservando su imagen de las posibles divergencias que ya se iban perfilando en el movimiento:
Cooke pasó a ser el fusible de Perón, quien, al mismo tiempo lo instaba a que no actuara como jefe de una
facción, sino de todo el movimiento.

Una muestra de lo anterior fue la directiva de Perón para las elecciones de la Asamblea
Constituyente, realizadas el 28 de julio. Como vimos, en su primera carta en libertad, Cooke propuso, para la
ocasión, que todas las formas de oposición a la dictadura, desde las más comprometidas (abstención) hasta las
más sencillas (voto en blanco e impugnación) debían ser la propuesta del peronismo. Sin embargo, las
distintas líneas del movimiento se habían dividido en torno al tema. Para unos, la concurrencia a votar
significaba avalar el fraude y constituía una traición insostenible, mientras para otros (Cooke, entre ellos) el
voto en blanco era la mejor opción. Pero Perón envió diversas directivas contradictorias entre si, según quien
se la requiriera, sembrando confusión. Pese a que tanto el voto en blanco como la abstención, tal como
preveía Cooke, fueron la alternativa del peronismo, la confusión alentó la posibilidad de contar con reales o
supuestos avales de Perón para sostener una posición. El mismo Perón se lo confesaba a su delfín en los
siguientes términos: él era como el Papa, debía dar su bendición urbi et orbe, a todos por igual. Para los
conflictos, para desautorizar una posición o a algún dirigente díscolo, estaba Cooke.

EL ASUNTO "FRONDIZI" Y EL RESURGIR DE LOS POLITICOS

Durante el año 1957, Perón y Cooke se mantuvieron muy atentos a la política desarrollada por
Arturo Frondizi, quién había roto con el radicalismo y desarrollaba una intensa campaña para ganar los votos
peronistas. Una serie discursos del candidato de la Unión Cívica Radical Intransigente y la activa e
interesante propuesta desarrollada por el núcleo de intelectuales de la revista "QUE", entre los que se
contaban Arturo Jauretche y Raúl Scalabrini Ortiz, no pasaron desapercibidos para los líderes peronistas.
Frondizi reclamaba la libertad de los presos políticos y sindicales y el cese de las inhabilitaciones. En la
campaña electoral de la Constituyente sostuvo que el voto en blanco y la abstención significaban votar por la
dictadura y que los verdaderos opositores eran los que otorgaban su voto a los partidos que estaban en contra
de la reforma de la Constitución. El mismo Arturo Jauretche, de gran predicamento en el peronismo, afirmó
en una editorial de la revista "QUE" que Frondizi era la superación de la contradicción "civilización o
barbarie". Los antecedentes del candidato de la UCRI, en particular su posición nacionalista en torno al tema
del petróleo y, por estos años, su posición industrialista, hacían decir al propio Cooke que su propuesta
económica era la peronista.

En 1957, el grupo central de la UCRI se acercó resueltamente a Alejandro Leloir con la intención de
formar un "Frente Nacional". Según Cooke, la propuesta de Leloir era que el problema nacional excedía los
marcos partidarios y que la lucha era entre lo nacional y lo extranjero, entre el pueblo y la oligarquía, por lo
que había que hacer un frente común entre el neoperonismo, el frondicismo y el bengoísmo para derrotar al
gobierno. Las críticas de Cooke a esta propuesta eran que Leloir apostaba al "peronismo sin Perón" y que, al
mismo tiempo, negociaba con Aramburu. Pero, el tema de una posible alianza con Frondizi para las
elecciones constituyentes estaba presente en toda la correspondencia con Perón y su peligro potencial era la
división del peronismo frente al carisma desplegado por Frondizi.

En el análisis que hizo Cooke de las elecciones de julio de 1957, ofrece un panorama exhaustivo de
las tendencias del voto de los peronistas. Aunque el voto blanco fue mayoritario y provocó un impacto
político profundo, la preocupación central de Cooke fueron los votos que, gracias a la campaña de confusión,
obtuvo el frondicismo en algunas provincias y, en particular, en la Capital Federal y la provincia de Buenos
Aires. En definitiva, y pese a que "...en una elección libre, el peronismo mantendría su antiguo caudal
electoral..." Cooke comenzaba a alertar en un doble sentido: por un lado debería mantenerse una estricta
intransigencia desde la dirección para evitar los acuerdos de la llamada "línea blanda" del movimiento, por el
otro comenzaría a prestar suma atención a la política desarrollada por Frondizi. Es por ello que en la misma
carta da cuenta del cambio de situación generada por las elecciones y el aflojamiento de la represión, cambio
que sería fundamental en su opinión y en su decisión de llegar a un acuerdo con Frondizi:

"Cuando el gorilismo extremaba la represión, el Movimiento se movía con cuadros intransigentes. Pero la
semi legalidad actual, con el aflojamiento de la persecución, hizo aflorar la capa "blanda" del peronismo, que
volverá a desaparecer en los momentos de peligro pero tiene mucha comodidad para moverse en la semi
legalidad". Y concluía: "Hay que buscar formas de organización y conducción que impidan el éxito de los
intentos para sacarnos de la línea insurreccional y transferir nuestra lucha a la "legalidad"."

Se nota claramente que Cooke, después de las elecciones de julio, estaba preocupado por redefinir la
táctica a emprender por el peronismo. Y a pesar de que defendía a capa y espada la "intransigencia", prestaba
mucha atención a la etapa de semilegalidad que se abría. Al mismo tiempo, otros grupos de peronistas
proponían dos salidas posibles a corto plazo: o "una insurrección inmediata o un arreglo que nos permita
volver a la legalidad, terminar con las persecuciones y vivir en paz". Se trataba de las opiniones del padre
Benítez y del dirigente Alejandro Olmos, quienes con sus publicaciones "Rebeldía" y "Palabra Argentina"
tenían bastante influencia en el movimiento y no pertenecían, a decir de Cooke, a la línea de transacción o del
"peronismo sin Perón", frase que, en la ocasión, le permitía dividir a los amigos de los traidores dentro del
movimiento. Estos últimos eran identificados por Cooke con nombre y apellido frente a Perón. Leloir,
Bramuglia, Saadi, Mercante y otros eran la línea "blanda", a la cual había que marginar. En algunas
provincias se habían identificado con las siglas del Partido Popular (P.P.) o Unión Popular (U.P.) y no
acataban la línea de intransigencia pregonada por Perón. En las elecciones de Constituyentes habían
coqueteado con la formación de un Frente Nacional y, finalmente, habían adherido al voto en blanco. Ahora,
algunos de ellos propiciaban la formación de un Partido Blanco para las elecciones presidenciales de febrero
de 1958.

Que Cooke había establecido una línea divisoria política que pasaba por las elecciones del 28 de
julio, quedó claro cuando en agosto presentó ante Perón su Informe General y Plan de Acción. En su capítulo
Situación del Movimiento, analizaba positivamente las miles de acciones clandestinas realizadas por la
resistencia en las peores condiciones y consideraba alentadores los resultados de las elecciones "...dado que el
grueso de los votantes cumplió fielmente las consignas de Perón. El resto[de los votantes peronistas] se
dividían entre una gran mayoría que votó a Frondizi y una minoría sin mucha importancia numérica que
siguió a los partidos neo-peronistas..." . Sin embargo, en el apartado Nuestro dispositivo de combate y la
nueva etapa, Cooke marcaba con su análisis el cambio de rumbo que comprometería estratégicamente al
movimiento. Para él, el mayor mérito de la resistencia consistía en que el peronismo no se había disgregado,
que los éxitos del dispositivo combatiente correspondían a su eficacia. En realidad, lo que estaba esbozando,
más allá de las loas a la resistencia, era que la política insurreccional no estaba preparada para lograr el
triunfo contra el gigantesco aparato represivo del gobierno. En sus palabras:

"...nadie dijo que nuestra política insurreccional contemplase la posibilidad de un triunfo de estos
[nuestros "inconexos mecanismos clandestinos"] sobre aquel [el gigantesco aparato represivo"]: eso sería lo
mismo que enfrentar en campo abierto a un ejército regular con un cuerpo de guerrilla. Para juzgar los
valores de nuestra Organización debemos ver hasta qué punto ha cumplido con su misión de hostigar a la
Tiranía, alimentar con hechos heroicos el fervor de la masa peronista y difundir las consignas directrices del
Movimiento". (Nota: resaltado en el original)

La convocatoria a elecciones y el levantamiento del Estado de Sitio hizo que la situación cambiara y
que Cooke percibiera este cambio como una "ambigüedad". Mientras el peronismo había actuado solo contra
todas las fuerzas no peronistas, no había existido confusión, pero ahora

"...parte de esas fuerzas se habían corrido hacia las posiciones ideológicas del peronismo y las
reivindicaban como propias. A la represión se sumaba, entonces, el confusionismo, alentado por parte de los
ex jerarcas del Partido. El Peronismo era parte en la contienda electoral -más aún: protagonista de ella- pero
debía seguir actuando en la ilegalidad. Contra una coalición que disponía de la casi totalidad de los medios
propagandísticos del país, sólo contábamos con las organizaciones clandestinas, descentralizadas y sin
coordinación entre sí".

¿Cuál era el alerta que Cooke planteaba luego de cinco meses de conducción directa de la
resistencia? Queda claro. Frondizi no sólo jugaba a captar votos peronistas sino que se corría hacia el espacio
político ocupado por este. Los dispositivos clandestinos no podrían competir con los neoperonismos en la
disputa legal de los votos propios. Pero, peor aún, los grupos combatientes clandestinos no aceptaban la
coordinación y escasamente podían aspirar a generar el triunfo insurreccional. Para corregir esta situación,
concluía:

"Pero el triunfo no debe ocultarnos la evidencia de que la actual estructura clandestina no constituye
réplica adecuada a las nuevas condiciones dadas en el país para los conflictos políticos-sociales. El
dispositivo de combate debe ser ampliado y fortalecido, extendiéndolo a la zona de semi-legalidad abierta
para nuestra acción".

Mientras la mayoría festejaba el triunfo del peronismo por el voto en blanco en las elecciones de
Constituyentes, Cooke alertaba a Perón que poseer el 25 % del electorado era ser sólo una minoría. Y que
para las elecciones de febrero de 1958 existían dos frentes posibles, el oligárquico y el popular; aún cuando
en este último incluía los votos de la UCRI, ambos resultaban políticamente equivalentes. Si el peronismo se
presentaba a las elecciones de la misma forma que en 1957, los votantes estarían ante la opción de votarlo a
Frondizi o permitir seis años de un gobierno antipopular y "gorila", cuya cabeza más visible era Ricardo
Balbín como heredero de la Revolución Libertadora. Luego de las elecciones de 1957, Cooke pensaba que
era "ridículo pensar en la insurrección después de unos comicios que han fortalecido a la Tiranía y le han
dado aliento para llevar adelante su plan político."

Había que enfrentar las elecciones. El tipo de alternativas que Cooke presentaba ante Perón
retornaban a la opción política electoral y abandonaba, aunque transitoriamente, la salida insurreccional
inmediata. "Hay que buscar una solución de tipo político", planteaba. Esta podía ser: formar el Partido
Blanco o apoyarlo a Frondizi, o ambas cosas: primero formarlo y luego arreglar con Frondizi, apoyar las
siglas neoperonistas y formar el partido Blanco, etc. "En resumen -planteaba-, que existe una gran tendencia a
buscar caminos legales para la elección de febrero".

En síntesis, el conjunto del documento contiene una preocupación fundamental: el peronismo es


inorgánico y vulnerable, lo que constituye un peligro. El objetivo general debía ser el desarrollo de una
política para que adquiriera organicidad y cohesión. Según Cooke, y esto explica su posición, el movimiento
solo puede actuar unido, pero su núcleo central, que está constituido por la fuerza revolucionaria del Pueblo y
por Perón, se encuentra mediado por una capa dirigente dividida en dos: 1) los combativos comandos y
dirigentes sindicales, forjados en la resistencia, y 2) los dirigentes pactistas y oportunistas que podían ser
utilizados por el gobierno para fraccionar al peronismo.

Respecto de los comandos clandestinos, pesaban para Cooke los mismos defectos. Su inorganicidad
y su tendencia a actuar "en el puro azar de las iniciativas individuales" los llevaron a trabajar desconectados
de los demás y aislados de la dirección del movimiento. Todos sus intentos para coordinar, unificar o
siquiera lograr una acción conjunta condujeron a la nada. Por ello:

"Si nos encerramos en lo puramente insurreccional del tipo clandestino, quedará una zona de semi-
legalidad no ocupada, hacia la cual se corren los grupos "blandos", los neo-peronistas y los elementos que la
Tiranía estimula para dividirnos. En consecuencia, debemos aprovechar nosotros la semi-legalidad para una
política que extienda su campo de acción. [...] Hay que plegar a los "blandos" a la línea intransigente".

Perón le contestó que "ni", que estaba en un todo de acuerdo con el Informe, pero que lo más
probable fuera que la dictadura empleara el fraude para continuar en el poder, por lo que había que
desentenderse del problema legal y profundizar el estado insurreccional. De todas maneras dejaba la puerta
abierta a las tratativas con Frondizi y lo alentaba a no contestar directamente que no a sus requerimientos. En
todo caso, de llegar a un acuerdo, lo mejor era esperar hasta último momento, ello impediría las posibles
maniobras de Frondizi.

En este punto, la correspondencia entre ambos se torna difícil por la falta de correos y porque Cooke
ha vuelto a ser detenido, debido a la fuga espectacular de Guillermo Patricio Kelly. En noviembre, tiempo
después de que el peronismo ganara el congreso de la CGT, frustrando las intenciones de los gremios adictos
a la "Libertadora", y luego que las 62 organizaciones hubieran lanzado en octubre un paro general, la
comunicación es reiniciada. Es por ello que la información que envía Cooke se refiere principalmente a estos
éxitos gremiales. En noviembre, Ramón Prieto, uno de los gestores del pacto con Frondizi, viajó a Caracas
enviado por Cooke. A partir de este contacto directo, el acuerdo con Frondizi para las elecciones de febrero
empezó a contar con el apoyo decidido de Perón. La correspondencia recién se reinició en abril de 1958.
Cooke viajó en enero a Venezuela para firmar el acuerdo y Perón, mientras se desarrollaban las tratativas
debió cambiar su destino de exiliado a raíz de la destitución del dictador Pérez Jiménez.

LA RESPUESTA DE LOS COMANDOS: " LA TRANSIGENCIA DISFRAZADA DE


INTRANSIGENCIA"
La publicación de los documentos y la correspondencia entre Cesar Marcos y Raúl Lagomarsino
permite conocer la posición de los integrantes del Comando Nacional Peronista sobre la posición asumida por
Cooke. En respuesta al Informe General y Plan de Acción, Cesar Marcos escribió a Perón su propio informe
que tituló Del obscuro instinto de las masas . En él, con ironía se diferencia de lo que llama un pensamiento
que no surge de las masas sino que es una elaboración típica de "profesores burgueses, [de] políticos,
aspirantes de dirigentes, pichones de oligarca, dilettanti a la violeta". La diferencia de la visión que expone
radica en que la misma surge de "nuestra experiencia sobre el caso concreto y actual del movimiento de
masas argentino", mientras que la de los que asumen la responsabilidad del mando [John William Cooke]
"son exponentes de la mentalidad de las clases medias [...] o son profesionales o entran en la típica
clasificación de intelectuales". Dado que el peronismo es un movimiento de masas populares y que el
arquetipo de esas masas es constituido por el "grasa", la conducción debe sentir como estos.

"Debe captar ese obscuro instinto de las masas y comprender que ese instinto es, nada más y nada menos, que
el valioso tesoro de su propia dura y directa experiencia".

Ese instinto, para Marcos, choca con la intelligentzia, pues son las masas las que actúan respecto de
su propia experiencia; las que están fuera de la realidad no son ellas, sino quienes le atribuyen una "presunta
incomprensión, indiferencia o indisciplina". En 1956, fue el Comando Nacional el que planteó la línea de la
intransigencia -afirma Marcos-, pero si después de las elecciones de 1957 Cooke afirmaba que muchos de los
dirigentes desplazados se habían convencido que la Intransigencia era la única postura de lucha, eso sólo
podía significar que el Comando Superior les daba la oportunidad de volver a acomodarse. Eso no era la
intransigencia sino, precisamente, la posibilidad de transigir. Porque, ¿cuál era la intransigencia verdadera?
"Surgida de la masa, es la guerrilla, la resistencia, la rebeldía, la clandestinidad, y es finalmente la Gran
Abstención del 28 de julio de 1957".

Cooke había planteado que el procedimiento para impedir la dispersión y el confusionismo de los
peronistas era el de actuar políticamente en la franja de la semilegalidad, sin abandonar las estructuras
clandestinas. Para Marcos

"Esta época no es política [...] porque no es época de transacción. Es Histórica porque es una época de
revolución. [...] para nosotros, que rechazamos el subjetivismo de los intelectuales y el oportunismo de los
arrepentidos, [la conducción revolucionaria] no puede caer en el procedimiento de sumar creyendo unificar.
No se suman elementos heterogéneos [...] Y no puede permitirse que vuelvan a levantar la cabeza dentro de
nuestras filas aquellos que en la hora de la prueba desertaron, que en la hora de la usurpación se llamaron a
prudente silencio, que dentro y fuera de las prisiones renegaron histéricamente del Jefe, del Partido, del
Pueblo".

Su análisis de la etapa vivida en los dos últimos años de la resistencia difería de la de Cooke. Si
ambos resaltaban el magnífico espectáculo que ofrecían miles de hombres y mujeres que se habían jugado la
vida, para Marcos la organización de las estructuras para la toma del poder sólo podía verse, desde la
perspectiva de las masas. Y estas, cuando él escribía su informe, estaban jaqueando a la dictadura. Había que
continuar en esa línea y no plegarse al juego electoral del sistema. Para ello volvía a plantear el debate de que
la única postura revolucionaria era la abstención en los comicios de febrero de 1958. Lo que cuestionaba
centralmente de Cooke era que éste planteara que las masas podían disgregarse o vacilar a la hora de
enfrentar al gobierno o sus posibles sucesores en 1958.

"De la nada, sin medios, sin recursos, los sectores económicamente más inferiores del país, perseguidos,
aterrorizados, diezmados, indefensos, al margen de la "ley", desde el estupor y el anonadamiento de los días
miserables de la usurpación, han llegado a imponer la ley en el campo de los partidos políticos, vuelven a
recuperar los sindicatos, tienen la decisión comicial en sus manos y jaquean a la Tiranía."[...] Para el
Comando Superior, las masas están en un "estado de reserva contemplativa"..."
Mucho peor le resultaba la doble idea de que Frondizi formaba parte del campo del pueblo porque, al
decir de Cooke, se había acercado al "hecho nuevo", y que el conjunto del pueblo peronista tenía una
predisposición a votar positivamente en las elecciones de febrero de 1958. El acercamiento de Frondizi a las
posiciones del peronismo era sólo una última maniobra en su aventura presidencial, luego de los resultados
obtenidos en la elección de Constituyentes. Para el Comando Nacional, la única alternativa era proclamar la
abstención, dado que, según afirmaba Marcos, esta había sido la política triunfante en las elecciones de 1957,
política que había sido escamoteada de la prensa por un complot de silencio. Para probarlo, ofrecía sus
propias cifras.

Su posición frente a la situación era clara y contundente:

"[...] el Movimiento Peronista debe desentenderse de todos los procesos y vías legales -que, por otra parte no
existen para el Peronismo- y dedicar todos los esfuerzos a extender y profundizar el estado insurreccional
dentro de las formas ilegales -la clandestinidad- que hacen a la naturaleza del proceso revolucionario". [...] Ni
aun cuando nos dieran el poder debemos aceptarlo. El Movimiento Peronista tomará el poder
incondicionalmente, revolucionariamente".

Es así que Cooke y su Informe... se aislaban de las vanguardias combatientes y clandestinas para dar
primacía a aquellos que los comandos habían aborrecido. Y lo hacía en el preciso momento en que se
preparaban las grandes huelgas generales de todo el país. El resultado previsible, para Marcos, era que las
vanguardias seguirían adelante, sin Dirección, mientras "[...] la Dirección se queda y actúa con los sectores
blandos. [...] Y fatalmente, en las condiciones que exponemos, llega un instante en que la vanguardia no sólo
está actuando sin esa Dirección sino que forzosamente deberá enfrentar a esa Dirección".

A MODO DE CONCLUSION: ENTRE CITAS DE MAO, NAPOLEON Y LA REVOLUCION RUSA

El general Perón gustaba ilustrar sus cartas a Cooke con pasajes históricos de las guerras
napoleónicas y este le devolvía el gesto con eventos de la historia clásica. En respuesta al Informe de su
delegado, Perón le contó un episodio de la vida de Napoleón: estando éste en 1976 en París y fuera de
servicio, el ejercito de Italia, al mando del general Scherrer, tenía graves inconvenientes para conquistarla
para la revolución; Napoleón propuso, contra el plan de Scherrer que se quería encerrar en "La Cornice" de
Génova para defenderse de la superioridad de sus enemigos, un plan de ataque a través de los Alpes; cuando
la Convención envió el plan, Scherrer contesto que "el autor del plan viniera a ejecutarlo", y así fue,
Napoleón fue nombrado comandante del Ejército a los 25 años y "tuvo la primera ocasión de demostrar los
puntos que sabía calzar. Usted está en las mismas condiciones y estoy seguro que los resultados han de ser
similares", le auguró Perón. El plan que Cooke le proponía, con ser arriesgado, sólo podría medirse por su
éxito.

Para justificar su posición de que para no disgregarse el peronismo debía alentar la unidad de todos
los sectores bajo una sola dirección, la suya, Cooke recurrió también a la historia: el imperio Romano, setenta
años antes de Cristo, estaba a punto del colapso, los emigrados del partido democrático tenían un gran
ejército en España; los piratas dominaban los mares; Mitrídates amenazaba por Oriente; Espartaco recorría e
sur de la península con sus esclavos; la gente de Roma repudiaba al partido senatorial. Sin embargo, esta
oportunidad se malogró porque los enemigos eran muchos y carecían de unidad. Por ello: "Hay una sola
manera de estar fuertes para acechar el momento en que termine el proceso de debilitamiento de la oligarquía
gobernante: mantenernos férreamente unidos en torno al Comando Superior Peronista."

Su estrategia era explicada en términos sencillos: una revolución requiere partido revolucionario,
jefes revolucionarios y mito revolucionario, por un lado, y la ocasión, por el otro. Para Cooke, Marx y Engels
tenían un pensamiento revolucionario pero "después de 1848 nunca tuvieron posibilidad de estar en una
barricada defendiendo sus ideas". Ni ellos, ni Blanqui, ni Bakunin y Mazzini contaron con todos los
requisitos que producen la insurrección triunfal. Con ello, no hacía sino explicar lo que consideraba como una
verdad absoluta: la ocasión se presentaría debido al máximo debilitamiento del régimen imperante y del
esplendor y poderío de la fuerza insurreccional. Aún cuando todos los demás elementos estaban presentes, ni
uno ni otro polo de la ocasión se encontraban, al momento, a punto. Tal vez porque polemizaba hacia la
izquierda, recurría también a Mao: "Nos oponemos a las campañas prolongadas y a una estrategia de decisión
rápida, y creemos en una estrategia de guerra prolongada y en campañas de decisión rápida".

¿Eran correctas las apreciaciones de Cooke respecto de la situación abierta en 1957 o, por el
contrario, Marcos tenía razón al pensar que la verdadera disgregación provendría de la política diseñada por
el Comando Superior? De todas maneras, si Cooke tenía razón en su análisis, ¿el único camino para
aprovechar la situación de semi-legalidad creada era volcar los votos por Frondizi? Si la situación a mediados
del 57 parecía favorecer la semi-legalidad a raíz de que el movimiento obrero era recuperado por el
peronismo y triunfaba sobre la Revolución Libertadora en el Congreso Normalizador de la CGT, los sucesos
posteriores parecen, aunque sea momentáneamente, dar la razón a las críticas de Cesar Marcos. Frente a las
huelgas declaradas por las 62 organizaciones el gobierno amenazó con una política de "trescientos tanques y
trescientas tumbas", al tiempo que reinstaló el estado de sitio. Las 62 organizaciones se reunieron en la
localidad de La Falda, convocados por la combativa regional Córdoba y redactaron el conocido "Programa de
La Falda". Para el propio Cooke: "Ahora por primera vez, las huelgas han tenido una conducción gremial
inspirada en fines políticos, y esa conducción gremial ha estado íntegramente en nuestras manos".

No hay evidencia de que Perón haya respondido a los planteos del Comando Nacional, de manera
directa, Cooke, tampoco. Sin embargo, aludió a ellos indirectamente en carta a Perón del 14 de noviembre de
1957: "Incluso he tenido que contrariar a mis propios amigos, que muy frecuentemente se encierran en
extremismos pueriles y, como el ajedrecista inhábil, no ven más que la movida que tienen por delante y son
incapaces de prever con varias jugadas de anticipación."

Cooke actuó como un estratega político, Marcos como un combatiente clandestino. La


responsabilidad de Cooke estaba, en todo caso, ligada a la conducción superior de Perón y, como hemos
visto, su autonomía distaba de ser completa. La etapa de semilegalidad, en todo caso, no era un invento de un
Cooke desligado de la realidad, sino que era un aspecto esencial a tener en cuenta. De todas maneras, el
"hecho nuevo" que daba cuenta de la semilegalidad residía mucho más en las luchas del movimiento obrero
que en Frondizi o el neoperonismo.

Richard Gillespie, refiriéndose a la decisión de Cooke, afirma que "una vez que sus esperanzas para
una solución insurreccional (que habían sido alentadas por las huelgas que promovieron las 62
organizaciones a fines de 1957) se desvanecieron, fue evidente para Cooke que la intransigencia pura no era
posible". Como hemos visto, la búsqueda de una salida política para las elecciones de 1958, es más temprana
y data de agosto de 1957, cuando esas luchas estaban en ciernes. Cooke desconfiaba de poder subordinar a
los comandos a su conducción y las huelgas de fines de 1957 no desembocaron en una posibilidad
insurreccional. Los comandos eran estructuras ilegales que poco o nada podían ganar con la legalidad, en
cambio para los sindicatos se abría una nueva vía para revalidar los títulos obtenidos legítimamente en los
dos últimos años. La posición de Daniel James va en este sentido: Cooke fracasó en reconocer las diferencias
existentes en los dos núcleos activos de la resistencia y, con ello, abrió las puertas a otra posible disgregación
del movimiento: la que emanaba del ejercicio del poder por parte del desarrollismo.

Lo demás es historia bastante conocida. Perón y Frondizi acordaron los votos del primero a cambio
de una serie de concesiones imposibles de cumplir por el segundo. De todas maneras, Frondizi sacó
efectivamente partido de la situación al desarrollar una política en favor de la consolidación del poder gremial
sancionando en el Congreso una nueva Ley de Asociaciones Profesionales favorable a los peronistas,
mientras se desarrollaban una serie de conflictos a raíz de la implantación del desarrollismo y un Plan de
Estabilización acordado don el Fondo Monetario Internacional.

Varios grupos de comandos, puestos ante la opción de votar a Frondizi, no acataron la decisión de
Perón y propugnaron -ahora sí- el voto en blanco. Pese a que fueron los primeros derrotados del pase a la
semi-legalidad, obtuvieron 800.000 votos "intransigentes". La segunda víctima de la nueva situación fue el
propio Cooke: enfrentado con algunos grupos de comandos y jaqueado por la línea blanda que siempre había
visto en él a un trotskista, fue reemplazado con un Consejo ampliado en el momento mismo en que se
desarrollaba en el movimiento obrero las huelgas insurreccionales que parecían anunciar la tan esperada
ocasión revolucionaria. Si Cooke y Marcos desconfiaban de los viejos políticos peronistas y los consideraban
capaces de toda deslealtad, la nueva etapa semilegal abierta con el apoyo a Frondizi deparó nuevas sorpresas
en el grupo íntimo que secundó a Cooke en la División Operaciones de Chile. Ramón Prieto, uno de los
gestores del pacto frente a Frondizi, se convirtió al desarrollismo; Pedro Gomis, el dirigente petrolero asesor
de Cooke en temas gremiales, levantó la importante huelga de Mendoza contra los contratos firmados por
Frondizi con empresas extranjeras, y Antonio Carulias, el dirigente de la Unión Tranviaria abandonó la
huelga de enero de 1959 en apoyo de los trabajadores del frigorífico Lisandro de la Torre, comprometiendo
la continuación de la misma.

Por último, el Comando Nacional dirigió su guerra contra el Comando Superior, o sea contra el
propio Cooke, a quien hacían responsable de la nueva línea adoptada. El sayo, por supuesto, también le cabía
al propio Perón, quién finalmente acordó votar a Frondizi. Pero nadie, se animaba a ponérselo.

NOTAS

1 CICHERO, Marta: Cartas peligrosas, Buenos Aires, Planeta, 1992


2 refiere al accionar de los grupos clandestinos, quienes preparaban rústicos explosivos en caños roscados
conteniendo una mezcla inestable que provocaba el estallido. La colocación de estos artefactos como protesta
contra el gobierno fue muy extendida.
3 El neoperonismo aprovechaba el caudal electoral del movimiento, presentándose con las siglas Partido Popular o
Unión Popular. Se desarrolló en particular en el interior del país
4 "Las cocinas que hemos conocido! Alegres, limpitas, con su heladera en un rincón, la mesa con el hule… Y el
mate o una cervecita helada...Los verdaderos fortines del Movimiento Peronista. Allí nos reuníamos, en el ámbito
mimético de las cocinas, donde todos son iguales y se confunden, donde nadie llama la atención". Cesar Marcos en
CICHERO, Marta: op. cit. pg. 149; VIGO, Juan M.: La vida por Perón! Crónicas de la resistencia, Buenos Aires,
Peña Lillo, 1973
5 PERON-COOKE: Correspondencia, Buenos Aires, Parlamento, 1983, 3a. ed. 2 tomos; en particular las cartas de
Cooke a partir de abril de 1957
6 Durante el año 1956 coexistieron cuatro centrales en la clandestinidad que se unificaron en el año 1957 bajo el
nombre de CGT Auténtica: la CGT Única e Intransigente, el Comando Sindical, la CGT de Emergencia y la CGT,
también llamada CGT "Negra".
7 PERON-COOKE: Correspondencia, op.cit., carta de Cooke a Perón del 29 de abril de 1957, tomo I, pg. 90
8 idem, carta de Cooke a Perón, 5 de junio de 1957, pg. 139
9 El Ministerio de Trabajo llamó a la discusión de paritarias excluyendo la posibilidad de debatir los Convenios
Colectivos de trabajo salvo la incorporación de las nuevas cláusulas de productividad incorporadas por decreto. El
aumento de la actividad huelguística se debió a la resistencia de los trabajadores a pactar aumentos de salarios
menores a los propuestos por sus organizaciones en las paritarias y en contra de la imposibilidad de discutir los
convenios.
10 El gobierno detuvo a cientos de activistas y, en la huelga metalúrgica, sacó los tanques a la calle para
amedrentar a los huelguistas.
11 Algunos interventores, designados por el gobierno en los sindicatos, fueron rebasados por las bases y debieron
renunciar en medio de fuertes conflictos. Fue el caso de Ángel Di Giorgi, interventor socialista de la Unión
Tranviarios Automotor.
12 El 28 de octubre de 1956, en un acto público de los municipales, el dirigente socialista Pérez Leirós afirmó
que: "si el gremio tuvo presencia después del 16 de septiembre, no fue porque olvidara sus derechos, sino porque
supo ser prudente", La Nación, 29 de octubre de 1956.
13 PERON-COOKE: Correspondencia, op. cit., carta de Cook a Perón, junio de 1957
14 idem, pg. 180
15 idem, carta de Perón a Cooke, junio de 1957
16 idem, tomo I, pg. 215
17 idem, carta de Cooke a Perón, sin fecha, tomo I, pg. 228
18 Informe General y Plan de Acción. En PERON-COOKE: op.cit., pg. 251
19 idem, pg. 259, el resaltado es mío.
20 idem, pg. 280
21 "Es indudable que si las circunstancias fueran otras que estas [...] y se pudiera tener un mínimo de confianza en
Frondizi, cosa que descarto, el ofrecimiento transmitido por los emisarios que le han visitado, no sería
descabellado del todo" Perón a Cooke, 1 de setiembre de 1957, en PERON-COOKE: op. cit., pg. 316
22 parte del informe de Marcos fue publicado por CICHERO, Marta: op.cit., pg. 172 a 177
23 Ídem, pg. 172
24 CICHERO, M. : op.cit., pg. 174
25 Ídem, pg. 175
26 idem, pg. 176
27 idem, pg.177
28 PERON-COOKE: Correspondencia, op.cit., tomo I, pg. 317
29 idem, tomo II, pg. 9
30 idem, tomo II, pg. 10/11
31 PERON-COOKE: Correspondencia, op.cit., tomo II, pg 17
32 GILLESPIE, Richard: J.W.Cooke. El peronismo alternativo, Buenos Aires, Cántaro, 1989, pg.30
33 JAMES, Daniel: Resistencia e integración, Buenos Aires, Sudamericana, 1990
34 Véase para ello SALAS, Ernesto: La resistencia Peronista: la toma del frigorífico Lisandro de la Torre, Buenos
Aires, CEAL, 1991 y JAMES, Daniel: Resistencia e Integración. El peronismo y la clase trabajadora argentina,
1946-1976, Buenos Aires, Sudamericana, 1990.

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