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Había una vez una hermosa Pata que vivía en una granja en el campo y

que quería ser mamá. Un verano empolló unos cuantos huevos y cuando
empezaron a romperse los cascarones, nacieron pequeños y bonitos
patitos. Entre ellos, había uno algo diferente; más grande de tamaño que
sus hermanos y con un graznido muy fuerte y algo molesto.
Otros animales que vivían alrededor e incluso sus hermanos patitos,
comenzaron a hacerle burlas y a darle empujones mientras se reían de él
por ser diferente. Le pusieron el apodo del Patito Feo. Sus hermanos
incluso le decían: “Ojalá te pille el gato grandullón” e incluso su madre
deseaba que el Patito Feo no estuviera en la granja con ellos.
El patito feo, que no entendía porque le estaba ocurriendo eso, decidió huir
de aquel lugar y emprender una nueva vida en un lugar diferente donde no
estuviera sometido a burlas y empujones, pero no le resultó nada fácil. Los
animales salvajes que se encontraba a su paso no querían ser sus amigos.
Un buen día sin buscarlo, se vio envuelto en una cacería y una viejecita que
ya
poseía un gato y una gallina le salvó la vida y lo tuvo acogido unas semanas
en su casa. Pasado el tiempo, el Patito feo decidió emprender viaje de
nuevo porque echaba de menos nadar y chapotear en el agua. De repente,
vio una bandada de hermosas aves libres que surcaban el cielo y se quedó
impresionado deseando ser como ellas. Se trataba de una bandada de
cisnes.
Llegado el invierno, el Patito feo pasó malos momentos por el frio e incluso
estuvo a punto de morir congelado, pero un campesino lo salvó con la
intención de comérselo después. Cuando se dio cuenta, decidió huir de
nuevo.
Meses después, llegó la primavera y durante un paseo, el Patito feo volvió a
encontrarse con tres cisnes que se bañaban en un lago. Sorprendido por su
belleza, se acercó a ellos aunque con cuidado, puesto que acostumbrado al
rechazo de todos los animales, pensó que también ellos le negarían
amistad. Cuál fue su sorpresa que los tres lindos cisnes al verlo, lo rodearon
y le dieron la bienvenida haciéndole mimos y caricias con sus picos.
El patito feo no entendía tal recibimiento y atónito por lo que estaba
ocurriendo, se miró en el reflejo del agua. El agua proyectó la imagen de un
bello cisne y se dio cuenta de que él era tan diferente de los patitos que
creía que eran sus hermanos, porque él en realidad no era un pato, era un
cisne. Un huevo de cisne se había colado entre los huevos de la mamá Pata
y ella sin darse cuenta, lo había empollado. Esa era la razón de que fuese
tan diferente al resto.
El bello cisne vivió acompañado del resto de su familia y fue feliz sin que
nadie más se metiera con él por ser diferente.

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