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ORACIÓN EN LA BIBLIA
a) "También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre y no
desmayar" (Lucas 18:1)
b) "Orad sin cesar" (1 Tesalonicenses 5:17)
c) "Más el fin de todas las cosas se acerca; sed, pues, sobrios, y velad en oración" (1
Pedro 4:7)
d) "La oración eficaz del justo puede mucho" (Santiago 5:16)
f) Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, levantando manos santas, sin
ira ni contienda" (1 Timoteo 2:8)
Como podemos notar hay muchas porciones de la escritura que nos hablan de la
necesidad y el deber que tenemos como cristianos de orar. La oración tiene
poder. Jesucristo nos dio un ejemplo y, por lo tanto, debemos también seguir su
ejemplo. (También te puede interesar: El Avivamiento de Hoy). El poder de la oración
deber ser parte de la vida del cristiano.
d) "Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis dignos de escapar de todas estas
cosas que vendrán, y de estar en pie delante del hijo del hombre" (Lucas 21:36)
e) "Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está
dispuesto, pero la carne es débil (Mateo 26:41)
f) "Por lo cual, el que habla en lengua extraña, pida en oración poder interpretarla" (1
Corintios 14:13)
g) "Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies" (Mateo 9:38)
b) Con la oración se nos permite alcanzar el trono de la gracia y obtener gracia para
el oportuno socorro (Hebreos 4:14-16; 10:19-22). (También te invito a leer: Jesucristo
es nuestro Pariente Próximo y Redentor)
d) La Biblia dice que una de las cosas que hacía Cornelio era que "...oraba a Dios
siempre" (Hechos 10:2), razón por la cual, podemos decir que la oración trae
revelación y salvación a nuestras vidas. El apóstol Pedro fue enviado a Cornelio como
resultado de su perseverancia en la oración.
e) La oración tiene un inmenso alcance en nuestra vida espiritual, a tal punto que,
podemos orar en lenguas desconocidas. Pablo dice: "...pues si yo oro en lengua
desconocida, mi espíritu ora...", y luego dice: "...oraré con el espíritu, pero también
con el entendimiento..." (1Corintios 14:14-15). Se puede apreciar el alcance que tiene
la oración en nuestra vida en este versículo ya que como dice la escritura "...el que
habla en lengua extraña, a sí mismo se edifica..." (1Corintios 14:4). No toda oración
se hace de esta forma, pero que bueno es saber el alcance del poder de la oración.
f) Una forma de presentar nuestro cuerpo en sacrificio vivo delante de nuestro Dios es
también mediante la oración en nuestros servicios. Uno de los servicios más
importantes debe ser el culto de oración (Romanos 12:1-2), porque el poder de la
oración debe ser parte de nuestro culto.
1) Josué pidió "...Sol detente en Gabaón; y tú, luna, en el valle de Ajalón. Y el sol se
detuvo y la luna se paró..." (Josué 10:12-13
2) Sansón oro para obtener nuevamente fuerzas y vengarse de los filisteos y Dios se
lo concedió (Jueces 16:28)
3) La oración de Ana por un hijo, a pesar de ser estéril, Dios le concedió su petición
porque hay poder en una oración de fe (1 Samuel 1:10)
5) La oración de Jonás dentro del pez, provocó la respuesta de Dios para sacarlo de
allí (Jonás 2:1)
6) La oración trae sanidad a los enfermos (Santiago 5:13-16)
7) La oración santifica nuestros alimentos (1 Timoteo 4:4-5)
Cuando Elías oró en el monte Carmelo (1 Reyes 18:37-38), fue porque sentía carga
por la obra y el pueblo de Dios. De igual manera el poder de la oración se manifestará
en medio de su iglesia cuando comencemos a orar como Elías, sintiendo carga por la
iglesia. Podríamos orar para que Dios nos use, pero algunos piden esto solo para ser
admirados. Es mejor orar para que Dios se manifieste en su iglesia y si él quiere
usarnos también lo hará, pero oremos primero por las cargas de la obra de Dios.
La importunidad en la oración
Jesucristo dijo en una de sus parábolas "...por su importunidad... le dará todo lo que
necesite" (Lucas 11:8). También en la parábola de la viuda persistente (Lucas 18:1-8),
se nos enseña este principio de la importunidad en la oración.
Motivos impropios
Cuando alguien ora para ser visto por los demás, estamos hablando de motivos
impropios. "Más tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu
padre que está en secreto; y tu padre que ve en lo secreto te recompensará en
público" (Mateo 6:6).
En la parábola de Lucas 16:19 en adelante, Jesús nos habla de un hombre rico que
va al infierno, y que ahora está atormentado y tiene una sed horrible debido al fuego
(v. 24). Pero hay información interesante sobre lo que está sucediendo en su alma.
Insta a Abraham a enviar un mensajero para ir y advertir sobre la realidad del infierno
a sus hermanos que aún viven. Los comentaristas han señalado que esto no es un
gesto de compasión, sino más bien un esfuerzo por cambiar la culpa. Está diciendo
que no tuvo oportunidad, que no tuvo la información adecuada para evitar el infierno.
Ese es claramente su punto, porque Abraham dice con fuerza que las personas en
esta vida han sido bien informadas a través de las Escrituras. Es intrigante encontrar
exactamente lo que esperaríamos: incluso sabiendo que él está en el infierno y
sabiendo que Dios lo envió allí, está profundamente en negación, enojado con Dios,
incapaz de admitir que fue una decisión justa, deseando poder ser menos miserable
(v. 24) pero de ninguna manera dispuesto a arrepentirse o buscar la presencia de
Dios.
Creo que una de las razones por las que la Biblia nos habla sobre el infierno es que
puede actuar como “sales aromáticas” sobre el verdadero peligro y la gravedad de los
pecados, incluso los menores. Sin embargo, he hallado que solo enfatizar los
símbolos del infierno (fuego y oscuridad) en la predicación en lugar de ir a lo que se
refieren a los símbolos (la descomposición espiritual y eterna) en realidad impide que
las personas modernas encuentren al infierno como un elemento de disuasión.
Recuerdo que hace algunos años un hombre me dijo que hablar sobre los fuegos del
infierno simplemente no lo asustaba. Le parecía demasiado descabellado, incluso
tonto. Así que le leí las líneas de C.S. Lewis:
“El infierno comienza con un humor gruñón, siempre quejándose, siempre culpando a
los demás… Pero todavía eres distinto de eso. Incluso puedes criticarlo en ti mismo y
desearte poder detenerlo. Pero puede llegar un día en que ya no puedas. Entonces
no quedará nada para criticar el estado de ánimo o incluso para disfrutarlo, sino solo
el gruñido en sí mismo, que continúa como una máquina. No se trata de que Dios nos
envíe al infierno. En cada uno de nosotros hay algo que está creciendo, que será un
infierno a menos que sea cortado de raíz”.
Para mi sorpresa, se quedó muy callado y dijo: “Ahora eso me asusta de muerte”.
Casi de inmediato comenzó a ver que el infierno era perfectamente justo y correcto, y
algo a lo que se daba cuenta de que podría ir si no cambiaba. Si realmente queremos
que los escépticos y los no creyentes se asusten adecuadamente con el infierno, no
podemos simplemente repetir una y otra vez que “el infierno es un lugar de fuego”.
Debemos profundizar en las realidades que representan las imágenes bíblicas.
Cuando lo hagamos, encontraremos que incluso las personas seculares pueden
verse afectadas.
Salimos corriendo de la presencia de Dios y, por lo tanto, Dios nos entrega
activamente a nuestro deseo (Ro. 1:24, 26). Por lo tanto, el infierno es una prisión en
la que las puertas primero las cerramos por dentro y por lo tanto Dios las cierra por
fuera (Lc. 16:26). Todo indica que esas puertas continúan permaneciendo por
siempre cerradas desde adentro. Aunque cada rodilla y lengua en el infierno sabe que
Jesús es el Señor (Fil. 2:10-11), nadie puede buscar o desear ese señorío sin el
Espíritu Santo (1 Co. 12:3). Por eso podemos decir que nadie se va al infierno si no
elige ir y quedarse allí. ¿Qué podría ser más justo que eso?
4. La doctrina del infierno es importante porque es la única forma de saber
cuánto nos amó Jesús y cuánto hizo por nosotros.
En Mateo 10:28, Jesús dice que ninguna destrucción física puede compararse con la
destrucción espiritual del infierno, de perder la presencia de Dios. Pero esto es
exactamente lo que le sucedió a Jesús en la cruz: fue abandonado por el Padre (Mt.
27:46). En Lucas 16:24, el hombre rico en el infierno tiene una sed desesperada (v.
24) y en la cruz Jesús dijo: “Tengo sed” (Jn. 19:28.) El agua de la vida, la presencia
de Dios, fue quitada de Él. El punto es este: A menos que nos enfrentemos a esta
doctrina terrible, nunca comenzaremos a comprender las profundidades de lo que
Jesús hizo por nosotros en la cruz. Su cuerpo estaba siendo destruido de la peor
manera posible, pero eso era una picadura de pulga en comparación con lo que le
estaba pasando a su alma. Cuando gritó que su Dios lo había abandonado, Él mismo
estaba experimentando el infierno. Pero considera esto: si nuestra deuda por el
pecado es tan grande que nunca se paga allí, sino que nuestro infierno se prolonga
por la eternidad, entonces, ¿qué podemos concluir del hecho de que Jesús dijo que el
pago estaba “consumado” (Jn. 19:30) después de solo tres horas? Aprendemos que
lo que sintió en la cruz fue mucho peor y más profundo que todos nuestros merecidos
infiernos juntos.
Solo a través de la cruz puede eliminarse nuestra separación de Dios y
pasaremos toda la eternidad amando y alabando a Dios por lo que ha hecho.
Capítulo 59
La Biblia enseña que hay un lugar de castigo eterno. Ese lugar fue preparado para el
diablo y sus ángeles (Mateo 25.41). Sin embargo, los impíos también serán enviados
a ese lugar porque escogieron seguir al diablo y a sus ángeles. Este lugar de castigo
y tormento es el infierno.
Cómo es el infierno
“El humo de su tormento sube por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 14.11)
El infierno es un lugar
Cristo dijo específicamente que el infierno fue “preparado para el diablo y sus
ángeles” (Mateo 25.41). Los demonios saben para donde van. Cuando Cristo se
encontró con algunos de ellos, éstos clamaron: “¿Has venido acá para atormentarnos
antes de tiempo?” (Mateo 8.29). Aunque ellos “creen, y tiemblan” (Santiago 2.19),
también conocen su propia sentencia y temen el lugar a donde serán mandados. (Lea
también Judas 6; Apocalipsis 20.10.)
Cristo prepara un lugar diferente para nosotros los humanos: el cielo. Sin embargo, si
rehusamos arrepentirnos, Dios nos mandará al lugar preparado para el diablo y sus
ángeles en la eternidad (Mateo 25.41). “Antes si no os arrepentís, todos pereceréis
igualmente” (Lucas 13.3). La entrada a los cielos es posible sólo por medio del
arrepentimiento (Lucas 24.47). Cuando los pecadores mueren sin haberse
arrepentido de sus pecados, la sentencia divina se aplica a ellos: “El alma que pecare,
esa morirá” (Ezequiel 18.4).
Algunos tropiezan en este punto. Ellos dicen que Dios nunca enviaría al infierno al
hombre que es honrado en su negocio, que provee bien para su familia y que vive
una vida más pura que mucha gente en las iglesias, pero rehúsa someterse a Dios en
una cosita. Los que defienden a tal hombre están confiando más en las buenas obras
que en la verdad de la palabra de Dios. Cristo dijo que en el día del juicio será más
tolerable el castigo para Sodoma y Gomorra que para los religiosos que habían
conocido la palabra de Dios, pero no la obedecieron (Mateo 11.20–24). No es que los
de Sodoma fueron mejores que los religiosos, sino que éstos sabían más de la
voluntad de Dios y aún no la obedecieron. Ante Dios resulta grave el hecho de
conocer su voluntad y no obedecerla (Lucas 12.47–48). No debemos presentar
excusas por el hombre “bueno” que sabe la verdad, pero la rechaza. Más bien
debemos advertirle que si no se arrepiente perecerá como todos los demás
pecadores (Lucas 13.2–5).
4. Los hipócritas
Cualquier persona que finge que la razón por la que no está en la iglesia es porque
allí hay hipócritas es también un hipócrita porque tan pronto se le quita esta excusa
pone otra para no convertirse en un cristiano. Los hipócritas, estén dentro o fuera de
la iglesia, estarán todos juntos en la eternidad en el lago de fuego. Cristo habla acerca
del hombre que ha sido negligente en prepararse para la venida del Señor, diciendo
que Dios “pondrá su parte con los hipócritas; allí será el lloro y el crujir de dientes”
(Mateo 24.51).
A los hombres desobedientes les es natural tratar de huir de las verdades que son
desagradables. Ellos se han gastado fortunas enteras tratando de encontrar alguna
sustancia capaz de prolongar la vida. Muchos han tratado de escapar de la terrible
realidad del infierno utilizando la filosofía humana en lugar de aceptar la salvación que
Dios les ofrece. Queremos notar algunos errores con respecto al infierno con los
cuales se engañan muchas personas:
Verdad: Muchos creen en esta mentira. Aun entre los que dicen que creen en la Biblia
hay algunos que dicen que el infierno se refiere nada más a la sepultura. Si es así,
tenemos que revisar toda la Biblia para acomodarla a este punto de vista. ¿Por qué
afirma la Biblia que los malos serán echados al infierno si es cierto que todos los
demás irán allá también? ¿Por qué dijo el rico: “estoy atormentado en esta llama”,
cuando todos sabemos que un muerto no puede sufrir tormento, aunque hubiera
llamas en su sepultura? ¿Por qué dice la Biblia que “el humo de su tormento sube por
los siglos de los siglos”? Para que alguien crea que no hay un lugar de tormento
eterno para los impíos, tendría que rechazar todo el contenido de la Biblia.
Verdad: No hay nada en la Biblia que enseñe esto. Cuando el rico rogó que Lázaro
fuese enviado con agua, Abraham le informó que había entre ellos una gran sima que
ningún hombre podía cruzar. La muerte no pone fin a nuestra existencia, pero sí
elimina nuestra oportunidad de reconciliarnos con Dios. “Está establecido para los
hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio” (Hebreos 9.27).
Verdad: La Biblia enseña que el castigo de los malos en el infierno es eterno. Los
sacerdotes católicos dicen que hay un “purgatorio” donde los sufrimientos purgan el
alma hasta que pueda entrar al cielo. Este engaño ofrece una esperanza falsa a los
malos y les anima a arriesgarse a seguir en su pecado. Ellos piensan que podrán
purificarse en el purgatorio, y por esto no consideran bien que tienen que arrepentirse
de sus pecados ahora mientras tengan la oportunidad.
Lo más triste de todas estas ideas erróneas es que ofrecen una esperanza falsa a las
personas que viven en pecado. Las mismas les dan a los malvados la esperanza de
que habrá una manera de escapar al castigo horrible que la Biblia enseña que les
espera a menos que se arrepientan. Amados amigos cristianos, seamos diligentes en
advertir a la gente acerca del infierno.
Así será el castigo sin fin. Mientras estamos aquí en la tierra sufrimos, mas siempre
esperamos alivio. Allá el sufrimiento continuará para siempre, sin esperanza de salir.
Aunque usted sufriera alguna enfermedad terrible todos los días de su vida, ¡eso no
sería nada al compararse con lo que está reservado para las almas condenadas al
infierno!
El fuego del infierno traerá un dolor agudo y eterno a los condenados. Nuestra alma
tiene una existencia eterna y nunca puede ser aniquilada aunque sufra para siempre
en el castigo del fuego eterno.
Note las palabras lloro y crujir. Los condenados al infierno llorarán y maldecirán, se
lamentarán y se desesperarán... Esta terrible escena no puede describirse con
palabras. Sólo aquellos condenados conocerán la profundidad de la agonía de ese
sufrimiento. ¡Lástima que no lo reconocen ahora para poder arrepentirse!
Los que aquí sufren, por lo general hallan algún alivio cuando por fin se cansan hasta
dormirse. Pero no habrá tal alivio para los condenados en el infierno.
4. Estarán en “las tinieblas de afuera” (Mateo 22.13)
No es la voluntad de Dios “que ninguno perezca” (2 Pedro 3.9). “No nos ha puesto
Dios para ira” (1 Tesalonicenses 5.9). Más bien, él hizo el sacrificio más grande que
jamás se ha hecho (Juan 3.16–17; Romanos 5.8) para que los hombres sean salvos.
A pesar del hecho de que los hombres se han rebelado contra Dios y le acusan de
crueldad e injusticia, su proceder con el hombre siempre ha sido de amor, sacrificio y
benevolencia.
Gracias a Dios hay una salida, una manera de escapar el castigo eterno. Sepa todo el
mundo que por medio de la gracia de Dios hay una oportunidad para “el
arrepentimiento y el perdón de pecados” (Lucas 24.47). Pues “la sangre de Jesucristo
su Hijo nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1.7). “Deje el impío su camino, y el hombre
inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al
Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar” (Isaías 55.7).
Cierto incrédulo, al tratar de convencer a una gran multitud de que no existe tal cosa
como “la eternidad”, dijo esto: “Suponga usted que un ave viniese a la tierra al fin de
cada mil años y se llevase de aquí un granito de arena. Aunque el ave se demorara
millones de siglos, finalmente el mundo sería trasladado a otra parte. Pero si existiera
tal cosa como ‘la eternidad’, quedaría aún una eternidad de sufrimiento y dolor para
las almas condenadas en el infierno.” Un joven pensativo, al escuchar estas palabras,
fue conmovido por ellas en una manera muy diferente de la que quiso el incrédulo. Si
esta es la verdad, dijo para sí mismo, pasaré toda mi vida avisándoles a los
pecadores a huir de la ira venidera. Y nosotros, ¿por qué no tomamos tal decisión?
Digamos la verdad al mundo. El diablo ha arrullado y ha dormido al mundo tanto que
los pecadores sienten una gran seguridad falsa. Esforcémonos por despertar a los
millones que duermen para que reconozcan el peligro de su condición.
6 RAZONES DE POR QUÉ LA DOCTRINA DEL INFIERNO ES
FUNDAMENTAL
Hace falta hablar del infierno. Sé que no es nuestro tema preferido, pero si Jesús
habló de él, sus discípulos también deben hacerlo. ¡Cuán poco escuchamos en el
púlpito acerca del infierno hoy en día! Algunos no lo creen relevante, otros se sienten
intimidados por el tema, y algunos otros simplemente no creen en esta doctrina. En
este artículo daré 6 razones de por qué la doctrina del infierno es fundamental y
buena para el cristiano, esto con el único motivo de animarte a abrazar y hablar sin
temor esta enseñanza bíblica.
Antes de pasar a hablar de por qué es tan fundamental e importante la doctrina del
castigo eterno y del infierno, quisiera hablar un poco sobre lo que la Biblia nos dice de
esto.
La Palabra de Dios enseña en varios pasajes que existe tal lugar. Vemos en Mateo
10:28 que Jesús dijo: “Y no teman a los que matan al cuerpo, mas el alma no pueden
matar; teman más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno”.
También al final de la parábola de los talentos en Mateo 25:30 nos dice que el amo
dirá: “Y a ese siervo inútil échenlo afuera, a la oscuridad, dónde habrá llanto y
rechinar de dientes”. Más adelante en Mateo 25:41 similarmente nos dice que el Rey
Jesús dirá a algunos: “Apártense de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el
diablo y sus ángeles”, y en el v.46 termina diciendo “Estos irán al castigo eterno, pero
los justos a la vida eterna”.
Apocalipsis 20:10 dice: “Y el diablo que los engañaba fue arrojado al lago de fuego y
azufre, donde también están la bestia y el falso profeta. Y serán atormentados día y
noche por los siglos de los siglos.” Y Apocalipsis 20:15 continúa diciendo: “Y el que no
se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego”.
Con tan sólo estos versículos podemos definir el infierno como el lugar en donde Dios
ejecutará el castigo eterno y consciente para los impíos (aquellos que no se
arrepintieron de sus pecados ni depositaron su fe en Jesucristo), para Satanás y para
sus demonios.
John MacArthur y Richard Mayhue explican en su libro ” Teología Sistemática” que el
infierno se asocia con tres consecuencias negativas eternas: el castigo, la destrucción
y la expulsión. Ellos dicen lo siguiente; “En primer lugar, los impíos son castigados y
reciben la justa retribución por sus acciones (Lc. 12:47-48). El castigo de Dios no es
vengativo, sino la justa paga por los errores cometidos. En segundo lugar, el infierno
implica destrucción (2 Ts. 1:9), que entraña los conceptos de perdición y desperdicio.
Quienes mueren en incredulidad han desaprovechado las oportunidades de vivir una
vida que importaba para Dios. Son enemigos suyos, y la pérdida y la perdición son su
destino (Mt. 7:19). En tercer lugar, el infierno incluye la expulsión. Los impíos no solo
son castigados, y no solo sufren perdición, sino que también son expulsados de las
bendiciones del reino de Dios, y se les niega el acceso a las glorias de la nueva tierra,
Dios, como Rey, los ha apartado sin esperanza de entrar en su presencia (Ap. 22:14-
15)”.
¡Realmente el infierno es terrible! Tan terrible que algunos se niegan a creer en él.
Por un lado, hay personas o corrientes que afirman que un Dios tan bueno y lleno de
amor no es capaz de mandar a nadie al infierno, por otro lado, hay algunos que
argumentan que el castigo a los que no creyeron en la obra de Cristo es ser
aniquilados, de manera que simplemente dejarán de existir. Sin embargo, afirmar
cualquiera de estas posturas es negar la justicia santa de Dios e ir en contra de lo que
dice la Escritura sobre un castigo eterno.
La doctrina del infierno es difícil de digerir pero sumamente importante pues es una
de las columnas por la cual el cristianismo se sostiene. Por más difícil que suene esto,
la doctrina del infierno embellece a Cristo y su evangelio, da propósito a la Iglesia y da
gloria a Dios. Para entender esto más a profundidad veamos 6 consecuencias de
negar la doctrina del infierno.
Lo único que la mayoría de la gente sabe acerca del ayuno es que puede ser una
manera de perder peso. Pero hay mucho más que debemos comprender acerca del
ayuno.
La Biblia dice mucho acerca de esta clave espiritual tan importante, pero que tan
frecuentemente se pasa por alto. Dios desea y espera que sus seguidores ayunen. A
Jesucristo se le preguntó por qué sus discípulos no ayunaban como el resto de la
gente religiosa. Él contestó con una breve parábola, explicando que aún estaba con
sus discípulos, pero que después de que ya no estuviese entre ellos (refiriéndose a su
inminente regreso al cielo), “entonces ayunarán” (Mateo 9:14-15).
Lo que quiso decir fue que todos sus futuros discípulos ayunarían. ¿Por qué? Porque
necesitamos ayunar con oración para ayudarnos a mantener una relación cercana
con Dios el Padre y Jesucristo. Y, como veremos, hay otros beneficios espirituales
del ayuno.
Cuando Jesús les habló a sus discípulos acerca de cómo debían ayunar, él
claramente esperaba que lo hicieran (Mateo 6:16-18). No dijo, “si ayunan” sino
“cuando ayunen”. Y note que en este capítulo Jesús enfatiza el ayuno tanto como la
oración y el hacer buenas obras.
El ayuno es mencionado prominentemente en el Antiguo y el Nuevo Testamento. El
registro bíblico de quién ayunó es un “quién es quién” virtual de la Biblia e incluye a
Moisés, David, Elías, Esdras, Nehemías, Ester, Daniel, Ana y Jesucristo. El apóstol
Pablo llevó a cabo “muchos ayunos” (2 Corintios 11:27).
¿Qué es el ayuno?
En cierto sentido, todos ayunamos. Cuando dormimos en nuestra cama, no comemos
ni bebemos. Eso es ayunar. Es por esto que el primer alimento del día se
llama desayuno. Sin embargo, cuando la gente habla de ayunar usualmente se refiere
a un período más largo de tiempo en el cual uno deliberadamente decide no comer ni
beber y que puede ser un día completo, parte de un día o más de un día.
Un ayuno para la salud es cualquier dieta temporal restrictiva que supuestamente es
beneficiosa para la salud. Pero el ayuno del que estamos hablando es aquel que
beneficia nuestra salud espiritual, lo cual involucra abstenerse de alimento y bebida
mientras se pasa una gran cantidad de tiempo adicional en oración, meditación y
estudio de la Biblia (Éxodo 34:28; Esdras 10:6; Ester 4:16; Hechos 9:9).
Mientras ayunamos, idealmente debemos pasar la mayor parte del tiempo que
estamos despiertos orando, estudiando y reflexionando. Si esto no es posible, al
menos podemos hacerlo durante el tiempo que normalmente ocuparíamos comiendo.
Conceptos erróneos acerca del ayuno
Una persona saludable que no transpira mucho puede permanecer sin comer ni beber
alrededor de tres días antes de que el cuerpo empiece a verse afectado, y una
persona saludable puede permanecer sin alimento por varios días siempre que tome
agua. Por lo tanto, los increíbles ayunos de cuarenta días de Moisés, Elías y
Jesucristo (Deuteronomio 9:9; 1 Reyes 19:8; Lucas 4:2) solamente fueron posibles
gracias a la intervención sobrenatural de Dios.
Cuánto tiempo podemos ayunar de manera segura depende de nuestra salud
individual. Si usted no está seguro de sus limitaciones de salud, sería recomendable
que se haga un examen médico, y se lo sugerimos encarecidamente. Luego puede
comenzar saltándose una o dos comidas antes de llegar a ayunar un día completo,
manteniéndose alerta desde un comienzo ante cualquier efecto adverso.
Sin embargo, no debemos considerar que simples malestares como sentir hambre,
sed y falta de energía son “efectos adversos”. Para la mayoría de la gente, el dolor de
cabeza se debe simplemente a la falta del consumo regular de cafeína. Es sabio
disminuir el consumo de bebidas cafeinadas antes de comenzar un ayuno.
Otra opción es un ayuno parcial, como el que se menciona en Daniel 10:3. En este
caso uno simplemente consume el alimento y líquido necesario para mantener el
cuerpo, dedicando la mayor parte del tiempo a la oración, el estudio bíblico y la
meditación. Esto también puede ser muy beneficioso espiritualmente.
El ayuno no es algo popular en una cultura de autogratificación instantánea. La gente
tiende a pensar que cada día necesita tres comidas abundantes más unos cuantos
bocadillos entremedio. En una cultura en la que se come continuamente, ¡pareciera
ser que no hay momento para ayunar! Desde este punto de vista, ayunar es
beneficioso para formar carácter y desarrollar autodisciplina, compromiso, moderación
y mejores hábitos alimenticios.
“Pero tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro, para no mostrar a los
hombres que ayunas, sino a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en
lo secreto; te recompensará en público” (Mat.6:17-18)
Amado lector hoy aprenderemos sobre el ayuno. Arma poderosa es, que satanás no
desea que tú conozcas y la pongas en práctica. Pido tu atención y un corazón
humilde para que puedas entender el propósito del ayuno para ti. Ora antes de
iniciar para que el señor te guie.
¿Que es el ayuno? El ayuno es un ejercicio espiritual establecido por Dios que trae
libertad, que rompe los yugos y las ligaduras de impiedad y opresión, tanto en una
persona como a una nación. Entremos en materia:
C. El ayuno de Nehemías.
Cuando Nehemías escucha en Babilonia que los muros de Jerusalén están en ruinas,
se lamenta, ayuna y ora. La Biblia dice: “Y me dijeron: El remanente, los que
quedaron de la cautividad, allí en la provincia, están en gran mal y afrenta, y el
muro de Jerusalén derribado, y sus puertas quemadas a fuego. Cuando oí estas
palabras me senté y lloré, e hice duelo por algunos días, y ayuné y oré delante
del Dios de los cielos” (Neh.1:3-4). Si usted lee el libro de Nehemías se dará cuenta
que Dios lo bendijo y restauró las puertas y los muros de Jerusalén, y también
instituyo de nuevo el servicio en el templo del Señor.
El ayuno era una disciplina espiritual esperada tanto en el Antiguo como en el Nuevo
Testamento. De hecho, vemos ejemplos de ayuno en la Biblia de varias figuras
bíblicas significativas. Moisés, por ejemplo, ayunó por lo menos dos veces en
períodos de 40 días (Deuteronomio 9:18-19, Éxodo 34:28). Jesús también ayunó
durante 40 días y las noches (Mateo 4:2).
Si 40 días parecen una cantidad de tiempo imposible para sobrevivir sin sustento, es
porque sin la intervención divina, lo es. (Pero el ayuno bíblico no solía significar estar
sin comida ni bebida las 24 horas del día. El La costumbre judía era ayunar durante el
día pero comer y beber en cuanto oscureciera.
Jesús alentó en sus seguidores un enfoque intencional del ayuno como una
herramienta espiritual, no como una ley bíblica. Cuando un fariseo preguntó a Jesús
por qué sus discípulos no ayunaban como los fariseos, él ofreció su propia orientación
sobre el papel del ayuno. Comparando a sus discípulos con los invitados a una
boda, Jesús dijo Los invitados a la boda no pueden lamentarse mientras el novio esté
con ellos, ¿verdad? Pero llegarán días en que el novio les será quitado, y entonces
ayunarán" (Mateo 9:14-16). Esta guía puede aplicarse todavía a nosotros hoy.
Cuando nos sentimos lejos de Dios, el ayuno puede ayudarnos a lamentar nuestro
alejamiento de Dios y a acercarnos de nuevo.
¿Por qué hay que ayunar?
Según el Dr. Bill Bright, que produjo un guía para el ayuno para cru.org, hay una serie
de razones por las que la práctica del ayuno puede ser espiritualmente beneficiosa.
El ayuno es bíblico. Vemos ejemplos de ayuno bíblico en la vida de personajes
como Moisés, Jesús y el rey David.
El ayuno y la oración pueden restaurar o fortalecer su intimidad con Dios. Muchos
cristianos veteranos descubren que el ayuno les ayuda a redescubrir su "primer
amor" por Dios.
El ayuno es una forma de humillarse a los ojos de Dios (Salmo 35:13; Esdras
8:21). El rey David dijo: "Humillé mi alma con el ayuno" (Salmo 69:10). Puede que
te encuentres confiando en Dios más plenamente para la fuerza cuando ayunes.
El ayuno y la oración pueden ayudarnos a escuchar a Dios con más claridad.
Para escuchar a Dios mientras ayunas, considera combinar un tiempo de ayuno
con una práctica de oración de escucha. Juntos, el ayuno y la oración pueden
transformar tu vida de oración en una experiencia más rica y personal de Dios.
El ayuno permite al Espíritu Santo revelar tu verdadera condición espiritual.
Cuando ves tu propio quebrantamiento más claramente, eres capaz de moverte
hacia el arrepentimiento.
Cuando experimentas un avivamiento en tu propia vida a través del ayuno, la
gracia y el amor de Dios pueden brillar a través de ti en las vidas de otros.
Tipos de ayuno
Según para el pastor y autor Sam Storms, hay varios tipos diferentes de ayuno de
comida o bebida que puedes probar.
Regularmente en ayunas: El ayuno regular consiste en abstenerse de todo tipo de
comida y bebida, excepto el agua (Mateo 4:2).
Rápido parcial: Se trata de un tipo de ayuno que consiste en abstenerse de un
determinado tipo de alimentos. La dieta de Daniel mientras estaba en Babilonia es un
ejemplo (Daniel 10:3). Un tipo de ayuno parcial muy popular es el ayuno de líquidos,
en el que se eliminan ciertos tipos de bebidas de la dieta. Esto puede incluir el
alcohol, la cafeína o los refrescos. Otra forma de ayuno parcial consiste en
abstenerse de una comida concreta cada día.
Rápido absoluto: El ayuno absoluto consiste en abstenerse de cualquier tipo de
comida o bebida. Sólo debe hacerse durante un corto periodo de tiempo. Estar más
de tres días sin comer ni beber puede ser peligroso.
Supernatural rápido: Ha habido casos en los que Dios capacitó a alguien para
ayunar de una manera que no podía hacer por sí mismo. Moisés se abstuvo de comer
y beber durante 40 días (Deuteronomio 9:9) es un ejemplo de este tipo de ayuno en la
Biblia.
Preparación espiritual para el ayuno y la oración
Para preparar este tiempo especial con Dios, la guía de cru.org sobre el ayuno insta a
que Examina tu corazón. Pídele a Dios que te ayude a ver con claridad tu quebranto
para que puedas confesar tus pecados y arrepentirte. En las Escrituras, Dios pide con
frecuencia a las personas que se arrepientan de sus pecados antes de escuchar sus
oraciones.
Puedes mirar el ejemplo del Rey David en el Salmo 66:16-20:
"Venid y escuchad, todos los que teméis a Dios,
y contaré lo que ha hecho por mí.
Le grité en voz alta,
y fue ensalzado con mi lengua.
Si hubiera acariciado la iniquidad en mi corazón,
el Señor no habría escuchado.
Pero realmente Dios ha escuchado;
ha prestado atención a las palabras de mi oración.
Bendito sea Dios,
porque no ha rechazado mi oración
ni me ha quitado su amor constante".
En tus oraciones, confiesa no sólo los pecados obvios, sino también los menos
obvios. Reconoce los pecados de omisión (las acciones correctas que no has
realizado) así como los pecados de comisión (las cosas incorrectas que has
hecho). ¿Qué se interpone en tu relación con Dios? ¿Qué te impide vivir y amar
como Jesús? Puede ser el egocentrismo, la indiferencia espiritual, la falta de
voluntad para compartir tu fe con los demás, el hecho de que el tiempo que
dedicas a la oración y al estudio de la Palabra de Dios no sea tu prioridad, o la
dificultad para amar a tu prójimo y tratarlo con amabilidad. Confiesa tus defectos
y pídele a Dios que trabaje en tu corazón durante este tiempo de oración y
ayuno.
Tu motivo para ayunar debe ser, en última instancia, glorificar a Dios, no tener una
experiencia emocional o alcanzar la felicidad personal. Dios honrará tu espíritu de
búsqueda. A medida que pases tiempo en ayuno y oración, Dios moldeará tu corazón
y te acercará a Cristo.
Cómo ayunar con seguridad
El ayuno puede practicarse con seguridad. Sin embargo, al comenzar un tiempo de
ayuno y oración, los amigos y la familia pueden expresar su preocupación sobre cómo
el ayuno podría afectar a su salud. Y tienen razón al animarle a salvaguardar su
salud. Puede ser una buena idea consultar con su médico antes de comenzar un
tiempo de ayuno y oración. Si tiene problemas de salud, como un trastorno
alimentario o un bajo peso crónico, no debe ayunar sin la supervisión de un
profesional de la salud. En algunos casos, ayunar de algo que no sea comida puede
ser una mejor opción.
Pero cuando se practica correctamente, el ayuno puede ser una bendición tanto
espiritual como física. De hecho, un número creciente de personas ha comenzado a
practicar el ayuno intermitente por sus beneficios dietéticos. A continuación, una guía
sobre el ayuno intermitente seguro de Johns Hopkins con algunos consejos útiles
para ayunar de forma segura.
Consejos y pautas para un ayuno seguro:
Ayunar hasta una hora específica del día o saltarse una comida concreta cada día
es más seguro y sostenible que un ayuno completo. Para un ayuno de más de 1 a
3 días, esta suele ser una buena opción.
Considere la posibilidad de ayunar de un tipo específico de alimentos en lugar de
todos los alimentos, especialmente si desea ayunar durante un largo período de
tiempo o tiene problemas de salud.
Un ayuno completo debe ser muy corto; no debe durar más de unos pocos días.
No se abstenga de beber agua durante mucho tiempo y hágalo sólo bajo la
supervisión de su médico. Los efectos de la deshidratación son seriosy su cuerpo
puede empezar a experimentarlos más rápidamente que los efectos del hambre.
Si el ayuno de comida o bebida no es una buena opción para ti, todavía puedes
practicar el ayuno. Elija otra cosa en su vida para ayunar en su lugar. Por ejemplo,
considere la posibilidad de ayunar de la televisión o de las redes sociales.
EL REINO DE DIOS
(ADOPTADA POR EL PRESBITERIO GENERAL EL 9-11 DE
AGOSTO DEL 2010.)
El reino de Dios es la esfera del reinado de Dios (cf. Salmos 22:28). Pero aun así
el hombre pecaminoso participa de la rebelión universal contra Dios y su autoridad
(1 Juan 5:19, Apocalipsis 11:17,18). Por medio de la fe y la obediencia, el hombre
puede volver la espalda a su rebelión, ser regenerado por el Espíritu Santo, y
llegar a ser parte del Reino y su funcionamiento. Aunque la participación humana
en el reino es voluntaria, el reino de Dios está presente, sea o no reconocido y
aceptado por la gente.
“El reino del Señor” aparece una vez en el Antiguo Testamento: malkuth Yahvé (1
Crónicas 28:5). Obviamente el “reino” aparece muchas veces para significar un
territorio o dominio aquí en la tierra. “Dominio” o “reinado” es a veces la traducción
de la idea de la autoridad y el poder de Dios (Salmos 22:28; 45:6; 66:7; 103:19;
145:11–13;). A través del Antiguo Testamento (pero especialmente en los Salmos
y profetas) la idea de Dios como el Rey que gobierna sobre su Creación y sobre
Israel se expresa claramente. Aunque el reino inmediato de Dios es evidente en el
Antiguo Testamento, también hay un fuerte énfasis en el futuro cumplimiento del
reino universal de Dios. Esta anticipación frecuentemente coincide con las
expectaciones mesiánicas de la primera y la segunda venida (cf. Isaías 9:6,7;
11:1–12; 24:21–23; 45:22–23; Zacarías 14:9). Daniel 4:34 describe el reino de
Dios como “dominio...sempiterno” y un “reino por todas las edades”.
Mientras que la idea del reino universal de Dios penetra el Antiguo Testamento, el
reino de Dios tiene un significado e importancia adicional en las enseñanzas y en
el ministerio de Jesús. Este ministerio empieza con la proclamación “el reino de
los cielos se ha acercado” (Mateo 3:2; 4:17; Marcos 1:15). Aunque Jesús nunca
definió específicamente el reino, Él lo ilustraba por medio de parábolas (Mateo 13;
Marcos 4) y demostraba su poder en su ministerio. Enseñaba a sus discípulos a
proclamar el reino al mandarlos a participar en el ministerio misionero (Mateo 10:7;
Lucas 9:2; 10:9,11). Cada descripción de Jesucristo como Señor es un
recordatorio de que Él es el soberano del reino de Dios.
Entonces el reino de Dios es tanto una realidad actual como una promesa de un
cumplimiento futuro. El Reino estuvo presente en la tierra en la persona y los
hechos de Jesús durante el tiempo de su encarnación. Después de la
resurrección, el Cristo resucitado está presente por su Espíritu, y donde esté su
Espíritu, el Reino está presente. La plenitud del reino espera la llegada final
apocalíptica al fin de esta era (Mateo 24:27,30,31; Lucas 21:27–31).
Así como algunos que seguían a Jesús “pensaban que el reino de Dios se
manifestaría inmediatamente” (Lucas 19:11), algunos hoy están esperando que los
cristianos transfieran la plenitud del reino a un reinado terrenal. Cuando los
fariseos preguntaron a Jesús la hora en que vendría el reino de Dios, Él
respondió, “el reino de Dios está entre vosotros” (Lucas 17:21). El restaurado
reinado de Dios pronto sería una realidad, porque Aquel que reclamaría el
territorio usurpado estaba ya en la tierra para cumplir su obra de redención. La
victoria sobre el dominio de Satanás ya empezó.
Hoy, la obra redentora está terminada, aunque la realidad del reino último es
limitada. En la era presente, el poder del Reino no detiene el proceso de
envejecimiento y muerte. Aunque Dios a veces subyuga las leyes naturales por un
acto soberano o en respuesta a la oración y fe de los creyentes, el Reino todavía
funciona por medio de seres humanos falibles. La iglesia no cambiará finalmente
el mundo antes de la Segunda Venida. Las acciones políticas y sociales justas son
importantes, pero el énfasis principal del Reino es la transformación espiritual de
los individuos que componen el cuerpo de Cristo. El Milenio y la última expresión
del Reino no vendrán sin el regreso físico de Jesucristo a la tierra (Lucas 21:31).
El Reino ya está presente, pero no está completo. Es tanto presente como futuro.
El período entre la primera y la segunda venida de Cristo (esta era presente) está
marcado por el enfrentamiento violento entre el poder del Reino y el poder que
domina al mundo en esta era presente. El conflicto divino con lo demoníaco
caracteriza la era presente. Es la era de conflicto como también la era del Espíritu.
Los creyentes tienen que combatir las fuerzas del mal (Efesios 6:12).
No tenemos la garantía del buen éxito total e instantáneo en este conflicto. Cada
victoria sobre la enfermedad, el pecado, la opresión, o lo demoníaco es un
recordatorio del poder actual del reino y de la victoria final venidera, una victoria
asegurada por la resurrección. Estamos llamados a combatir la enfermedad, pero
enfrentamos la realidad de que no todos aquellos por los que se ora serán
sanados. Estamos en armonía con los propósitos de Dios en esta era al enfrentar
la enfermedad de toda manera posible; nos regocijamos con las victorias notables
pero no estamos perplejos cuando algunos no son sanados. No nos rendimos al
mal ni a las luchas del tiempo actual; pero tampoco nos enfurecemos con Dios ni
culpamos a otros cuando toda petición no es concedida.
La esencia de la vida llena del Espíritu es combatir las fuerzas del mal,
completamente conscientes de que la liberación total siempre es una posibilidad
pero no viene inmediatamente en cada situación (cf. Romanos 8:18–23). Algunos
de los héroes de la fe (Hechos 12:2; 2 Corintios 11:23–12:10; Hebreos 11)
sufrieron o murieron, posponiendo su liberación a un tiempo futuro. No nos
rendimos a los estragos del mal; no nos rendimos a la lucha. Como instrumentos
del Reino en esta era presente, fielmente debemos combatir contra el mal y el
sufrimiento.
EL ESPÍRITU SANTO Y EL REINO DE DIOS
Creemos en el regreso premilenario de Cristo, eso es, antes del período de mil
años descrito en Apocalipsis 20. Creemos que estamos viviendo en los últimos
días de la era presente; el próximo cumplimiento importante de la profecía bíblica
será el rapto, o el arrebatamiento físico, de la iglesia de la tierra (1 Corintios
15:51–52; 1 Tesalonicenses 4:14–17). Creemos que el rapto de la iglesia es
inminente (Marcos 13:32–37), que sucederá antes de la gran tribulación (1
Tesaloni-censes 4:17,18; 5:9), y que es “la esperanza bienaventurada” (Tito 2:13)
que esperamos aun cuando las señales de los cielos y la tierra muestran el fin
venidero de esta era (Lucas 21:25–28).
La segunda venida de Cristo incluye el rapto físico de los santos seguido por la
venida visible de Cristo con sus santos para reinar sobre la tierra por mil años
(Zacarías 14:5; Mateo 24:27,30; Apocalipsis 1:7; 19:11–14; 20:16). Satanás será
atado y estará inactivo por primera vez desde su rebelión y caída (Apocalipsis
20:2). Este reinado milenario de Cristo traerá el establecimiento de la paz
universal (Salmos 72:3–8; Isaías 11:6–9; Miqueas 4:3,4) por primera vez desde la
caída del hombre. Como lo prometen las Escrituras, “luego todo Israel será salvo”
(Romanos 11:26) y traído al reino milenario ( Ezequiel 37:21,22; Sofonías 3:19,20;
Romanos 11:26,27).
EL REINO Y LA IGLESIA
El reino de Dios no es la Iglesia. Pero hay una relación inseparable entre los dos.
La iglesia invisible y verdadera es el cuerpo espiritual del cual Cristo es la cabeza
(Efesios 1:22,23; Colosenses 1:18). Incluye a todos los que han creído, o creerán,
en Cristo como Salvador desde el inicio de la Iglesia hasta el tiempo en que Dios
la lleve del mundo.
El reino de Dios existía antes del principio de la Iglesia y seguirá después de que
la obra de la Iglesia sea terminada. Por lo tanto, la Iglesia es una parte del Reino,
pero no es todo. En la era presente, el reino de Dios está obrando por medio de la
Iglesia. Cuando la Iglesia haya proclamado el evangelio del Reino “en todo el
mundo, para testimonio a todas las naciones” (Mateo 24:14), el drama de los
sucesos de los últimos días comenzará. Finalmente, Cristo reinará en majestad
sobre su reino eterno, que incluirá a la Iglesia glorificada.
Actualmente el reino de Dios y los reinos de este mundo existen lado a lado. No
obstante, estos reinos no serán uno mismo hasta que Cristo venga y los reinos de
este mundo pasen a ser los reinos “de nuestro Señor y de su Cristo” (Apocalipsis
11:15). El reino de Dios puede trabajar dentro de cualquier sistema político actual
pero no está identificado con ninguno. Los creyentes llevan el evangelio del Reino
al mundo para que los individuos puedan escoger voluntariamente el señorío de
Jesucristo.
Aunque todos los gobiernos humanos están actualmente, hasta cierto punto, bajo
la influencia del maligno (Daniel 10:13,20; Juan 12:31; 14:30; Efesios 6:12), la
Biblia enseña que el gobierno es ordenado por Dios para que a su vez mantenga
el orden y castigue a los malhechores (Romanos 13:1–7). Las autoridades
gubernamentales son siervos de Dios, (Romanos 13:6) lo reconozcan o no. Los
ideales de justicia y decencia hallados en el gobierno y en la sociedad son el
legado de la gracia de Dios en el mundo (Romanos 1:20; 2:14). Aunque estén en
rebelión, los reinos del mundo son aún responsables ante Dios y tienen que dar
cuenta por los actos de injusticia y maldad.
Aunque el reino de Dios no es una entidad política actual, sus súbditos son
responsables de ejercer una influencia positiva en su sociedad. La Biblia no da
instrucciones claras a los cristianos sobre cómo combatir los males sociales
arraigados en las estructuras de nuestra sociedad, y los creyentes sinceros
diferirán en los métodos, pero es claro que los cristianos deben ser sal y luz
(Mateo 5:13,14). Deben preocuparse por los necesitados (Santiago 1:27; 2:16) y
los oprimidos (Santiago 5:4–6). Llenos del Espíritu, y con la oportunidad de influir
en la sociedad, están obligados a denunciar las leyes injustas (Isaías 10:1,2) y
buscar justicia y bondad (Miqueas 6:8; Amós 5:14,15).
A la misma vez, y sin contradecir el rol de siervos, los hijos de Dios deben estar en
el mundo, pero no ser del mundo (Juan 17:11,14,16). El reino de Dios (el reinado
de Dios en nuestra vida) se demuestra en nosotros y por medio de nosotros
mediante “la justicia, la paz y el gozo en el Espíritu Santo”(Romanos 14:17).
Las doctrinas respecto al reino de Dios tienden a errar hacia uno de dos extremos.
Un extremo asume que el Reino logra muy poco durante la era de la iglesia. El
otro mantiene que el Reino logra demasiado. Algunos enfatizan en la naturaleza
celestial del Reino, y esperan poca expresión sobrenatural en la tierra. Debido a
que el cumplimiento del Reino es todavía futuro la Iglesia podría retractarse de
responsabilidades sociales y cívicas. Otros ubican al Reino primariamente en la
tierra. Ellos claman que la mayor parte del poder sobrenatural de Dios está
disponible actualmente a una iglesia militante y que el cumplimiento del Reino
ocurrirá durante la era de la iglesia. Ambos extremos deben ser evitados.
VENGA TU REINO
Cristo enseñó a sus discípulos que oraran, “venga tu reino” (Mateo 6:10). El Reino
ya está entre nosotros porque ha invadido el dominio de Satanás y ha asegurado
la victoria final. De alguna manera el Reino viene cuando la persona recibe a
Cristo como Salvador, es sanada o liberada, o es tocada de una manera divina.
Pero la futura consumación del reino de Dios – el tiempo cuando todo mal y
rebelión serán eliminados – es la esperanza ferviente del cristiano. Entonces con
los discípulos oramos, “venga tu reino” – tanto ahora como cuando Cristo regrese.
Dios es «Rey de los siglos» (1 Ti 1:17), o sea de toda la historia, pero hay que
distinguir entre esta soberanía eterna y la manifestación dinámica del Reino de Dios
que se establecerá con la venida de Jesucristo.
En El Antiguo Testamento
La frase «reino de Dios» no aparece en el Antiguo Testamento, pero Dios sí se
presenta como Rey: es rey de Israel (Nm 23:21; Is 43:15), y también de todo el mundo
(Sal 24; 47:8; 103:19); Él reina para siempre (Sal 29:10). Estas expresiones indican
no tanto un reino político o terrenal como el derecho de Dios de reinar sobre su propia
creación.
Dios dijo a Abraham que de sus lomos saldrían reyes (Gn 17:6), pero no fue sino
hasta el tiempo de Samuel que los israelitas pidieron un rey (1 S 8). Sin embargo, la
monarquía fracasó completamente después de cuatro siglos (→ Israel, nación: Judá).
Los profetas posteriores que vivieron durante el tiempo de la monarquía pronosticaron
el gran futuro en que el → Mesías reinaría sobre todo el mundo (Is 2:1–4; Miq 4:1–3).
Este reino se establecería en el → Día de Jehová (Jl 2:28–3:21; Am 9:11–15), cuando
Dios juzgaría a las naciones y salvaría a su pueblo universal. Al final crearía nuevos
cielos y nueva tierra (Is 65:17; 66:22). Todo esto señala la victoria final de Dios en la
historia.
En La Literatura Intertestamentaria
Entre los dos testamentos surgió un marcado mesianismo que proclamaba la
restauración del reinado de Israel. Esta esperanza renovada tomó muchas formas,
pero la más común era la del libro seudoepigráfico Salmos de Salomón (17:23–51): el
hijo de David, el Mesías, derrotaría a los enemigos gentiles. Como regidor de Israel,
capitanearía las fuerzas que dominarían a todas las naciones; estas subirían a
Jerusalén para glorificar a Jehová. En otras palabras, se presenta un reino político de
justicia en el cual el Mesías e Israel encabezan a todo el mundo. Los → Zelotes en el
tiempo de Jesús tenían esperanzas mesiánicas parecidas, con la diferencia de que
ellos mismos establecerían el reino por medio de la sublevación armada.
Otra corriente de este período (200 a.C. a 100 d.C.) era la perspectiva mesiánica de
la literatura apocalíptica, cuya idea central era la repentina introducción del Reino de
Dios en forma cataclísmica sobre la tierra, empezando con un juicio inesperado en
que los justos serían premiados y los malos castigados. Con estas ideas quizá Jesús
estaba de acuerdo, pero rechazó otros conceptos extremistas de esta literatura tales
como los cálculos del tiempo del fin, juegos de números, viajes celestiales y
revelaciones acerca del cielo y del infierno.
Se discute intensamente la pauta doctrinal que Jesús siguió: ¿Enunció sus ideas
respecto al reino conforme el mensaje profético del Antiguo Testamento, o las
concibió siguiendo el rumbo de la literatura apocalíptica? Un repaso de la enseñanza
de Jesús mostraría ampliamente lo primero.
En El Nuevo Testamento
En la predicación de Juan el Bautista
Juan vino predicando el arrepentimiento porque el Reino de Dios se había acercado
(Mt 3:2). El ser israelita no aseguraba la entrada al Reino. Además, las obras
apropiadas debían acompañar al arrepentimiento (Lc 3:8). El juicio estaba cerca, el
hacha ya estaba puesta a la raíz de los árboles (Lc 3:9). A pesar de la aparente
semejanza entre este mensaje y el que Jesús presentaría un poco después, todavía
Juan imaginaba un reino político y terrenal. Cuando vio que no surgía tal Reino, Juan
envió mensajeros para preguntar a Jesús (Mt 11:2s//). Jesús contestó en efecto que
la presencia del Reino de Dios se verificaba en la curación de los enfermos, en la
resurrección de los muertos y en la predicación del evangelio a los pobres (Mt
11:4s//). El carácter del Reino traído por Jesús no era político, literal ni terrenal, pero
se demostraba en obras que apuntaban hacia una restauración total.
En la enseñanza de Jesús
En los cuatro Evangelios el título más común es el «reino de Dios». Solo Mateo usa la
frase «reino de los cielos» (33 veces), aunque también usa «reino de Dios» cuatro
veces (12:28; 19:24; 21:31, 43). Esencialmente estos dos términos expresan una
misma realidad, como se ve mediante un cuidadoso examen de los Evangelios (cf. Mt
5:3 con Lc 6:20; y Mt 19:23s con Mc 10:24s y Lc 18:24s) y de muchos otros pasajes
donde Mateo usa la expresión «reino de los cielos» y los otros sinópticos «reino de
Dios». Al escribir a los judíos, Mateo demuestra su reserva judía en el uso del nombre
sagrado de → Dios; es decir, utiliza sinónimos para referirse a Jehová (cf. Lc 15:18,
21 donde «el cielo» significa Dios). Además de estos dos términos, se halla la frase
«reino del Padre» (Mt 13:43), y escuetamente «el reino» (Mt 6:13). Mateo 13:41 indica
que el reino es del Hijo del Hombre.
Al examinar los datos de los Evangelios, se ve cuán difícil es definir el Reino de Dios.
El concepto aparece en cuatro diferentes contextos: a) Unos pocos pasajes que
presentan el reino con el significado abstracto de autoridad real o el poder de reinar.
b) Un buen grupo de pasajes que aluden al reino como algo presente, como un poder
dinámico que actúa entre los hombres. c) Otro grupo semejante al anterior indica que
el reino es una esfera en la cual las personas entran. d) Además, hay un grupo final
que presenta al reino como completamente futuro, escatológico y apocalíptico. A
continuación trataremos de coordinar estos cuatro aspectos en una concepción total.
1. Respecto al concepto básico del término «Reino» (griego, basileı́a). Jesús anunció
al principio de su ministerio que el Reino se había acercado (Mc 1:15//), pero en
Mateo 12:28 dijo que el Reino había llegado cuando Él echaba fuera los demonios.
Puesto que Jesús practicó la expulsión de → Demonios casi desde el principio de su
ministerio (Mt 4:23s), queda claro por qué al anunciar el Reino habló de su misma
presencia y autoridad. A esas alturas no importaban los demás elementos de un
reino, tales como súbditos, leyes, o territorio, sino solo el rey y su autoridad real.
Como dijo Orígenes: «Jesús es la autobasileía», es decir, el Reino mismo. En la
parábola de las diez minas (Lc 19:11–27), el «hombre noble» tenía un territorio en el
cual gobernaba, tenía siervos a quienes mandaba y había leyes que regían en ese
pequeño país, pero al noble le faltaba la autoridad de proclamarse «rey». El «Reino»
que él se fue a recibir era el poder o la autoridad real («investidura real», HA). Esta
acepción de «Reino» se ve también en Jn 18:36. La gran mayoría de los eruditos
creen hoy que el sentido básico de basileía es la autoridad y poder reales de Dios, su
derecho de reinar en este mundo.
2. El segundo grupo de versículos habla del aspecto presente y dinámico del Reino.
Ya indicamos que la presencia del Reino era manifiesta en las obras poderosas que
Jesús hacía a favor de los necesitados. Pero el propósito del Reino era mucho más
que la satisfacción de necesidades físicas; involucraba también una lucha sin cuartel
contra Satanás. Jesús explica que el Reino de Dios tiene como fin contrarrestar la
autoridad y poder del reino de → Satanás. El hecho de que Él mismo puede amarrar
al fuerte (Satanás) y saquear sus alhajas (quitarle sus súbditos), trasladándolos a su
propio Reino, demuestra la poderosa presencia de este (Mt 12:28s//). En otras
palabras, ahí está la salvación. Este propósito se ve delineado en las palabras del
ángel a José: «Llamarás su nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus
pecados» (Mt 1:21). Más tarde Jesús mismo dijo que no «vino para ser servido, sino
para servir, y para dar su vida en rescate por muchos» (Mc 10:45//).
En el establecimiento del Reino la muerte de Jesús era imprescindible para rescatar a
las personas de sus pecados. Por eso, el hombre debe buscar el Reino sobre todas
las cosas (Mt 6:33) y recibirlo como un niño (Mc 10:15), ya que el Reino no está lejos,
sino entre los hombres (Lc 17:21).
3. Un tercer grupo de pasajes indica que el Reino es una esfera en la cual el hombre
entra. Aquí se toma en cuenta el aspecto humano del Reino. Uno entra en el Reino al
aceptar la autoridad de Jesús en su vida personal (cf. Mt 7:21ss; donde implica llamar
a Jesús Señor y hacer la voluntad del Padre). Juan lo explica en términos del nuevo
nacimiento (3:3, 5; cf. Lc 16:16; Mt 21:31; 23:13; Lc 11:52). Ciertos pasajes que
hablan de entrar en el Reino tienen tinte escatológico, y pertenecen a la categoría de
abajo (cf. las Bienaventuranzas que hablan del Reino como galardón futuro, Mt 5:3–
12 //; cf. Mc 9:47; 10:23ss //).
4. El último grupo tiene que ver con el aspecto escatológico del Reino, relacionado
con la venida de Cristo (→ Segunda Venida). Será el momento de la reunión de todos
los hijos de Dios del mundo entero (Mt 8:11); será el tiempo del → Juicio (Mt 16:27)
cuando el Hijo del Hombre se sentará en su trono (Mt 25:31–46); será el tiempo de la
regeneración cuando los discípulos participarán en la administración del Reino (Mt
19:28; cf. Lc 18:29s). Las «ovejas» entrarán en el Reino preparado desde la
fundación del mundo (Mt 25:34). Los Evangelios no especifican la naturaleza de ese
reino, pero será el cumplimiento de las esperanzas proféticas porque se establecerá
el reino literal, terrenal, político y moral que Dios quiere imponer (→ Milenio).
Hay cierta tensión entre el aspecto presente y el aspecto futuro del Reino. Tanto Juan
el Bautista (Lc 7:19) como los mismos discípulos (Hch 1:6) estaban perplejos porque
el Reino no apareció en forma literal en el tiempo de Jesús. Para una explicación de
la aparente promesa de una pronta venida del Reino (Mt 10:23; 16:28), → Segunda
Venida. En efecto, el triunfo de Jesús en la cruz los cristianos lo ven como un hecho
escatológico, porque su sacrificio, confirmado y aprobado por el acto divino de la →
Resurrección, nos logró la vida eterna. Jesús, entonces, inauguró el Reino, sin llevarlo
a su consumación. Como ha dicho Cullmann, «se ganó la batalla decisiva, solo se
espera la terminación de la guerra». Por eso, Pedro indicó en el día de Pentecostés
que los postreros días habían llegado (Hch 2:16–21). Ya se podía gozar de las
bendiciones y poderes del siglo venidero (1 Co 10:11; Heb 6:5).
En resumen, el Reino de Dios es el mismo poder dinámico de Dios encarnado en el
mundo en la persona de Jesús, con el fin de devolver a su dueño a los que estaban
bajo la autoridad de Satanás y del pecado. Aunque el poder del Reino se ve en las
obras maravillosas de Jesús, la máxima manifestación se encuentra en su muerte y
resurrección; por tanto, es proclamado Señor de todo el universo. El Reino no solo es
un poder dinámico que actúa entre las personas, sino también una esfera en la cual
los hombres entran al recibir a Jesús como su Señor y al hacer la voluntad del Padre
(Mt 7:21ss). Durante el actual período intermedio, los discípulos proclaman el señorío
de Jesús en todo el mundo, y cuando esta tarea se termine, se manifestará gloriosa y
públicamente el Reino de Dios en la parusía del Señor Jesucristo.
Aunque la cabeza de un reino debe ser un rey, los Evangelios, especialmente Mateo
y Juan, presentan a Dios como → Padre. Así que el Reino tiene el carácter de una
gran familia en la cual los hijos (Jn 1:12) llaman a Dios → Abba (Mt 6:9; cf. Ro 8:15;
Gl 4:6). Los hijos, siendo responsables, se preocupan por los asuntos de su Padre:
llevan una verdadera vida de discipulado (Mt 16:24) y son portadores del evangelio
del Reino, compartiendo en esta responsabilidad la misma autoridad de su Señor (cf.
Mt 10:1, 5–15, 40ss).
Frente al hecho de que el Reino de Dios siempre es Reino de → Justicia, se discute
intensamente si los hijos del Reino tienen la responsabilidad en la época presente de
implantar la justicia en este mundo de maldad. Aunque el Nuevo Testamento no
respalda la imposición de sistemas políticos por la fuerza, esto no quiere decir que los
hijos del Reino justo de Dios no deban luchar por todos los medios legítimos, según
los principios básicos del Reino, para lograr la máxima justicia posible dentro del
contexto contemporáneo. Cada hijo del Reino tiene la responsabilidad de ministrar a
los necesitados y desvalidos a su alrededor (Mt 25:31–46). Los que no hayan
cumplido con su responsabilidad serán separados del resto del Reino por el Hijo del
Hombre en el juicio final (Mt 25:41–46), enseñanza claramente presentada por Jesús
en las parábolas del Reino (Mt 13:24–30, 36–43, 47–50; 24:45–51; 25:1–13, 14–30).
En el resto del Nuevo Testamento
De concepto central en el mensaje de Jesús, el Reino de Dios pasa a ser un tema
marginal en el resto del Nuevo Testamento. Más bien se recalca la → Iglesia. Este
cambio se debe, no a la poca importancia del reino, sino a la labor de traducción
realizada por los predicadores, una vez que el mensaje evangélico alcanzara a las
masas de habla griega. Expresiones como «Hijo del Hombre» y «Reino de Dios»,
muy comprensibles en el ambiente palestinense, causaban malos entendidos entre
los gentiles (→ Roma, Imperio) y tuvieron que ser reemplazadas.
En los Hechos la iglesia predica el Reino de Dios (8:12; 20:25; 28:23, 31) como
realidad presente y futura (14:22). Pablo habla del aspecto presente del Reino (Ro
14:17; 1 Co 4:20; Col 1:13), pero recalca el aspecto futuro: los malos no heredarán el
Reino (1 Co 6:9s; Gl 5:21; Ef 5:5); el Reino vendrá con la manifestación de Jesús en
su Segunda Venida (2 Ti 4:1, 18); después de dominar a todos sus enemigos, el
Señor Jesús entregará el Reino al Padre para que Dios sea todo en todos (1 Co
15:23–28). La palabra final del Reino se encuentra en el Apocalipsis que relata cómo
los reinos de este mundo llegan a ser el Reino de nuestro Señor (11:15; 12:10), a
quien se llama Señor de señores y Rey de reyes (17:14; 19:16). Pero Él no reina solo,
sino junto con los suyos durante mil años (20:1–10). Después del juicio del gran trono
blanco sigue el aspecto eterno del Reino, cuando aparece un cielo nuevo y una tierra
nueva (21:1); una existencia en la cual no cabe el mal de ninguna especie (21:27).
Este Reino eterno representa la victoria final de la justicia.
El Reino Y La Iglesia
Aunque generalmente el magisterio de la iglesia católica romana define como
idénticos estos dos conceptos, algunos eruditos católicos los distinguen. El sentido
abstracto del Reino, o sea la autoridad soberana de Dios y de Cristo, nunca puede
identificarse con la Iglesia. Cuando una persona se somete a la autoridad de Dios en
el Reino, llega a ser hijo del Reino y forma parte del pueblo de Dios. Los súbditos del
Reino forman la Iglesia, pero no pueden ser identificados con el Reino en su totalidad.
El Reino crea la Iglesia, la cual a su vez predica el evangelio del Reino; de tal modo
que la Iglesia es el instrumento y custodio del Reino de la tierra. El Reino es la esfera
de la salvación; la Iglesia es la esfera de la comunión, del testimonio y del goce de las
bendiciones del Reino. Aunque los dos están inseparablemente ligados, no pueden
ser identificados.