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ESTUDIO BÍBLICO SOBRE LA ORACIÓN: EL PODER DE LA

ORACIÓN EN LA BIBLIA

Hay poder en la oración según la Biblia, estudio bíblico sobre la oración,


reflexión
Todos hemos escuchado ese hermoso canto de Oscar Medina, cuya letra dice "El
poder del cristiano está en la oración", y el poder de la oración es una realidad; sin
embargo a veces descuidamos ese tiempo de oración en nuestra vida espiritual y
hacemos a un lado el hecho de que la oración tiene poder.

El poder de la oración en la Biblia


En este estudio bíblico sobre la oración, nos daremos cuenta del poder de la
oración cuando la hacemos parte de nuestra vida diaria. Para iniciar con este estudio
es importante entender ¿Qué es la oración?. Al final del artículo te dejaré algunos
enlaces sobre el tema de la oración.

EL PODER DEL CRISTIANO ESTÁ EN LA ORACIÓN PERO, ¿QUÉ ES LA


ORACIÓN SEGÚN LA BIBLIA?
El poder de la oración en la Biblia, lo que es la oración
Quizás hemos escuchado varios conceptos sobre lo que es la oración, pero en esta
ocasión nos limitaremos a decir que la oración es uno de los más grandes
privilegios que podemos tener para comunicarnos con nuestro Dios.

La oración, es un agradecimiento, necesidad, o deseos que ofrecemos a nuestro


Dios en fe, con una súplica o petición realizada conforme a las enseñanzas de la
palabra de Dios que tienen que ver con la oración. Decimos que la oración tiene
poder o hablamos sobre el poder de la oración, porque a través de ella logramos lo
anterior.

LA ORACIÓN DE PODER DEBE SER PARTE DE LA VIDA CRISTIANA SEGÚN LA


BIBLIA
La Oración de poder como parte de la vida cristiana según la Biblia
Para conocer más del poder de la oración en la vida cristiana, nada mejor que
algunas escrituras para demostrar esta gran verdad para nosotros:

a) "También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre y no
desmayar" (Lucas 18:1)
b) "Orad sin cesar" (1 Tesalonicenses 5:17)
c) "Más el fin de todas las cosas se acerca; sed, pues, sobrios, y velad en oración" (1
Pedro 4:7)
d) "La oración eficaz del justo puede mucho" (Santiago 5:16)

e) "Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias; orando también


al mismo tiempo por nosotros..." (Colosenses 4:2-3)

f) Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, levantando manos santas, sin
ira ni contienda" (1 Timoteo 2:8)

(También te invito a leer: La Doctrina de la Oración)

El poder de la oración en la Biblia. La necesidad y deber de orar

Como podemos notar hay muchas porciones de la escritura que nos hablan de la
necesidad y el deber que tenemos como cristianos de orar. La oración tiene
poder. Jesucristo nos dio un ejemplo y, por lo tanto, debemos también seguir su
ejemplo. (También te puede interesar: El Avivamiento de Hoy). El poder de la oración
deber ser parte de la vida del cristiano.

PETICIONES QUE DEBEMOS HACER EN NUESTRA ORACIÓN


El poder de la oración en la Biblia y las peticiones que el cristiano debe hacer
En nuestra oración hay un sin número de peticiones que podemos realizar, sin
embargo hay ciertas peticiones especiales que se nos pide en la escritura que no
debemos de olvidar a la hora de elevar nuestros ruegos a Dios porque recordemos
que la oración tiene poder.

El poder de la oración en nuestras peticiones según la Biblia


a) "...Orad unos por otros, para que seáis sanados..." (Santiago 5:16). Este es el
poder de la oración en la sanidad.

b) "...que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos


los hombres; por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos
quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad"(1 Timoteo 2: 1-2)

c) "...Orad por los que os ultrajan y os persiguen" (Mateo 5:44)

d) "Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis dignos de escapar de todas estas
cosas que vendrán, y de estar en pie delante del hijo del hombre" (Lucas 21:36)
e) "Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está
dispuesto, pero la carne es débil (Mateo 26:41)

f) "Por lo cual, el que habla en lengua extraña, pida en oración poder interpretarla" (1
Corintios 14:13)

g) "Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies" (Mateo 9:38)

En los versículos citados anteriormente encontramos razones específicas por las


cuáles debemos orar. Si a nuestras necesidades personales añadimos estas otras
peticiones, tendremos bastantes motivos para mantener una vida de oración.

¿CUÁL ES EL ALCANCE ESPIRITUAL QUE TIENE EL PODER DE LA ORACIÓN


EN LA BIBLIA?
La Oración Tiene Poder, pues el poder del cristiano está en la oración
Solamente mediante el poder de la oración podemos penetrar ciertas áreas
espirituales para poder escalar a otros niveles en nuestra vida y relación con Dios. La
práctica de esta disciplina de oración y la perseverancia nos llevará a obtener un gran
alcance espiritual de aquellas promesas de nuestro Dios para su iglesia.

El poder de la oración al penetrar ciertas áreas espirituales


a) La armadura de Dios está a nuestro alcance pero no puede ser apropiada si la
oración no ha sido parte de nuestra vida ya que es mediante la oración que
aprendemos a caminar en el Espíritu y dominar nuestra carne, este es el poder de la
oración, "pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las
armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para destrucción de
fortalezas" (2 Corintios 10:3-4)

b) Con la oración se nos permite alcanzar el trono de la gracia y obtener gracia para
el oportuno socorro (Hebreos 4:14-16; 10:19-22). (También te invito a leer: Jesucristo
es nuestro Pariente Próximo y Redentor)

c) Por el poder de la oración constante, podemos decir que estamos buscando


primeramente el reino de Dios y su justicia (Mateo 6:33)

d) La Biblia dice que una de las cosas que hacía Cornelio era que "...oraba a Dios
siempre" (Hechos 10:2), razón por la cual, podemos decir que la oración trae
revelación y salvación a nuestras vidas. El apóstol Pedro fue enviado a Cornelio como
resultado de su perseverancia en la oración.
e) La oración tiene un inmenso alcance en nuestra vida espiritual, a tal punto que,
podemos orar en lenguas desconocidas. Pablo dice: "...pues si yo oro en lengua
desconocida, mi espíritu ora...", y luego dice: "...oraré con el espíritu, pero también
con el entendimiento..." (1Corintios 14:14-15). Se puede apreciar el alcance que tiene
la oración en nuestra vida en este versículo ya que como dice la escritura "...el que
habla en lengua extraña, a sí mismo se edifica..." (1Corintios 14:4). No toda oración
se hace de esta forma, pero que bueno es saber el alcance del poder de la oración.

f) Una forma de presentar nuestro cuerpo en sacrificio vivo delante de nuestro Dios es
también mediante la oración en nuestros servicios. Uno de los servicios más
importantes debe ser el culto de oración (Romanos 12:1-2), porque el poder de la
oración debe ser parte de nuestro culto.

EL PODER DE LA ORACIÓN EN LA BIBLIA


Una oración cristiana con poder, pues la oración tiene poder
En la Biblia podemos ver como Dios escucha las oraciones, responde la súplica de su
pueblo y se mueve con poder para dar una respuesta a la necesidad o petición
planteada. El maravilloso poder de la oración es inexplicable. Por lo menos
seiscientas cincuenta oraciones están registradas en la escritura, sirviendo de
ejemplo para nosotros hoy en día.

El poder de la oración, ejemplos bíblicos

1) Josué pidió "...Sol detente en Gabaón; y tú, luna, en el valle de Ajalón. Y el sol se
detuvo y la luna se paró..." (Josué 10:12-13

2) Sansón oro para obtener nuevamente fuerzas y vengarse de los filisteos y Dios se
lo concedió (Jueces 16:28)

3) La oración de Ana por un hijo, a pesar de ser estéril, Dios le concedió su petición
porque hay poder en una oración de fe (1 Samuel 1:10)

4) La poderosa oración de Elías en el monte Carmelo es otro ejemplo del poder de la


oración para el pueblo de Dios (1 Reyes 18: 37-38)

5) La oración de Jonás dentro del pez, provocó la respuesta de Dios para sacarlo de
allí (Jonás 2:1)
6) La oración trae sanidad a los enfermos (Santiago 5:13-16)
7) La oración santifica nuestros alimentos (1 Timoteo 4:4-5)

8) Abre prisiones (Hechos 12:1-9; 16:25-26)

9) Puede prolongar la vida (Isaías 38:1-8)

La Oración Eficaz del Justo Puede Mucho


En fin, podríamos continuar la lista sobre el poder de la oración, pero con los ejemplos
enumerados anteriormente, tenemos suficiente como para estar seguros del poder de
una oración eficaz. Un último ejemplo que podríamos mencionar es que "Elías era un
hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que
no lloviese, y no llovió en la tierra por tres años y seis meses. Y otra vez oró, y el cielo
dio lluvia, y la tierra produjo su fruto" (Santiago 5: 16-18).

Hay resultados en la oración eficaz, porque la oración tiene poder


Cuando oramos a Dios con fe, creyendo en la gracia y misericordia de Dios, tarde o
temprano Dios hará grandes cosas, porque la oración eficaz del justo puede mucho.
Recordemos que los grandes avivamientos registrados en la escritura iniciaron con
hombres o mujeres que oraron con fe, con una gran pasión y determinación.

Cuando Elías oró en el monte Carmelo (1 Reyes 18:37-38), fue porque sentía carga
por la obra y el pueblo de Dios. De igual manera el poder de la oración se manifestará
en medio de su iglesia cuando comencemos a orar como Elías, sintiendo carga por la
iglesia. Podríamos orar para que Dios nos use, pero algunos piden esto solo para ser
admirados. Es mejor orar para que Dios se manifieste en su iglesia y si él quiere
usarnos también lo hará, pero oremos primero por las cargas de la obra de Dios.

EL PODER DE LA ORACIÓN CUANDO LA REFORZAMOS CON OTROS


ELEMENTOS DE NUESTRA VIDA CRISTIANA

El poder de la oración combinado con otros elementos espirituales


El poder de la oración y la obediencia según la Biblia
Es algo indispensable, ya que de lo contrario serían destruido los resultados que
deseamos obtener. Así que, si queremos que nuestras oraciones sean contestadas,
debemos estar en obediencia.

El poder de la oración y la fe según la Biblia


Cuando hay duda, aunque tengamos una oración sincera, puede tornarse ineficaz.
Recordemos que es la oración de fe, la que salva al enfermo (Santiago 5:14-18), es
decir, que la fe es un ingrediente esencial si queremos ver el poder de la oración y
sus resultados en nuestra vida.

El poder de la oración y la perseverancia


Podríamos orar, pero si no hay persistencia o perseverancia en ello, podríamos estar
reduciendo la posibilidad de que Dios responda nuestra petición ya que no hay
persistencia en lo que pedimos.

El poder de la oración y el ayuno en la Biblia


Ayunar es un poderoso complemento para obtener respuesta de parte de nuestro
Dios, e incluso, algunas cosas son logradas cuando estas dos prácticas cristianas son
usadas simultáneamente en nuestras vidas (Mateo 17:21).

La importunidad en la oración

La importunidad es algo muy importante para cuando buscamos una respuesta de


parte de nuestro Dios. Importunidad significa una persistencia sin vergüenza al pedir o
demandar algo. Importunar es ser molesto, molestar con peticiones o demandas,
pedir con urgencia.

Jesucristo dijo en una de sus parábolas "...por su importunidad... le dará todo lo que
necesite" (Lucas 11:8). También en la parábola de la viuda persistente (Lucas 18:1-8),
se nos enseña este principio de la importunidad en la oración.

OBSTÁCULOS EN LA ORACIÓN SEGÚN LA BIBLIA


A pesar del poder de la oración, a veces se nos presentan obstáculos
Por último es importante mencionar algunos obstáculos que podemos tener en la
oración, los cuales tienen que ser removidos de nuestra vida para persistir y
perseverar en la oración hasta que venga la respuesta de nuestro Dios.

Malas relaciones entre esposo y esposa


En 1 Pedro 3:7 dice "Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente,
dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de
la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo", es decir, que la
contención, discusiones, peleas, y falta de armonía afecta de alguna forma nuestras
oraciones delante de Dios. Pueden nacer resentimientos, raíz de amargura, entre
otras cosas, que pueden afectar nuestra relación con Dios.
Pecado
Si estamos involucrados en prácticas pecaminosas, debemos arrepentirnos para
buscar la respuesta de Dios en nuestras oraciones y podamos ver el poder de Dios en
nuestras vidas, familia e iglesia.

Motivos impropios
Cuando alguien ora para ser visto por los demás, estamos hablando de motivos
impropios. "Más tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu
padre que está en secreto; y tu padre que ve en lo secreto te recompensará en
público" (Mateo 6:6).

Cuando nuestra petición no es conforme a la voluntad de Dios


Cuando pedimos cosas contrarias a la voluntad de Dios, por lo tanto, debemos
considerar siempre, al hacer una petición, la palabra de Dios y el plan de Dios.
Siempre nuestras oraciones deben ser en la voluntad de Dios y no en la nuestra y
dentro del contexto de lo que nos enseña la palabra de Dios.
En este estudio bíblico sobre la oración, podríamos seguir mencionando más
obstáculos, tales como, titubear, incredulidad, no perdonar, no usar el nombre de
Jesús, no pedir o pedir mal, ser desobedientes, ingratitud, falta de poder con Dios,
entre otros; pero lo importante es evitar estos obstáculos y lograr realizar una oración
de poder. El poder de la oración será eficaz en nuestras vidas y podremos ver la
gloria de Dios.
¿POR QUÉ ES IMPORTANTE LA DOCTRINA DEL INFIERNO?

En 2003, un grupo de investigación descubrió que el 64% de los estadounidenses


esperan ir al cielo cuando mueran, pero menos del 1% piensa que podrían ir al
infierno. No solo hay muchas personas hoy en día que no creen en la enseñanza de
la Biblia sobre el castigo eterno. Incluso aquellos que sí creen en él lo encuentran un
concepto irreal y remoto. Sin embargo, es una parte muy importante de la fe cristiana
por varias razones.
1. El infierno es importante porque Jesús enseñó sobre esto más que todos los
demás autores bíblicos juntos.
Jesús habla de “fuego y castigo eternos” como la morada final de los ángeles y seres
humanos que han rechazado a Dios (Mt. 25:41, 46). Él dice que aquellos que se
entreguen al pecado estarán en peligro del “fuego del infierno” (Mt. 5:22; 18:8-9.) La
palabra que Jesús usa para “infierno” es Gehenna, un valle en el que se quemaban
diariamente pilas de basura, así como los cadáveres de aquellos sin familia que
pudiera enterrarlos. En Marcos 9:43, Jesús habla de una persona que va al “infierno
[gehenna], donde su gusano no muere y el fuego no se apaga”. Jesús se refiere a los
gusanos que viven en los cadáveres en el montón de basura. Cuando toda la carne
es consumida, los gusanos mueren. Sin embargo, Jesús está diciendo que la
descomposición espiritual del infierno nunca termina, y es por eso que “su gusano no
muere”.
En Mateo 10:28, Jesús dice: “No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden
matar el alma; más bien teman a Aquél que puede hacer perecer tanto el alma como
el cuerpo en el infierno”. Él está hablando a los discípulos, algunos de los cuales
eventualmente serán torturados, cortados por la mitad, desollados, y quemados vivos.
Sin embargo, Jesús dice que eso es un picnic comparado con el infierno. Claramente,
para Jesús, el infierno era un lugar real, ya que dijo que después del juicio las
personas lo experimentarían en sus cuerpos. El infierno es un lugar no solo de
sufrimiento físico sino también espiritual.
Si Jesús, el Señor del amor y el autor de la gracia habló sobre el infierno con
mayor frecuencia y de una manera más vívida y cruda que nadie, debe ser una
verdad crucial.

Jesús describió constantemente al infierno como fuego doloroso y “oscuridad exterior”


(Mt. 25:30; cp. Jd. 6,7,13), un lugar de inimaginable y terrible miseria e infelicidad. Si
Jesús, el Señor del amor y el autor de la gracia habló sobre el infierno con mayor
frecuencia y de una manera más vívida y cruda que nadie, debe ser una verdad
crucial. Pero ¿por qué era tan importante para Jesús?
2. El infierno es importante porque muestra cuán infinitamente dependientes
somos de Dios para todo.
Prácticamente todos los comentaristas y teólogos creen que las imágenes bíblicas de
fuego y oscuridad exterior son metafóricas. (Dado que las almas están ahora en el
infierno, sin cuerpos, ¿cómo podría ser un fuego literal y físico?). Incluso Jonathan
Edwards señaló que el lenguaje bíblico para el infierno era simbólico, pero, agregó,
“cuando se usan metáforas en las Escrituras acerca de cosas espirituales… ellas no
llegan a la verdad literal” (tomado de Los tormentos del infierno son excesivamente
grandes, en el volumen 14 de la edición de Yale de las obras de Edwards). Decir que
la imagen bíblica del infierno de fuego no es del todo literal no es nada cómodo. La
realidad será mucho peor que la imagen. ¿Para qué sirven los símbolos de “fuego” y
“oscuridad”? Son formas vívidas de describir lo que sucede cuando perdemos la
presencia de Dios. La oscuridad se refiere al aislamiento, y el fuego a la
desintegración de estar separados de Dios. Lejos del favor y el rostro de Dios,
literalmente, horrorosamente y sin cesar, nos separamos.
En la enseñanza de Jesús, la condena final de la boca de Dios es: “apártense de mí”.
Eso es extraordinario: ¡simplemente estar lejos de Dios es lo peor que nos puede
pasar! ¿Por qué? Porque originalmente fuimos creados para caminar en la presencia
inmediata de Dios (Gn. 2). En cierto sentido, por supuesto, Dios está en todas partes
y lo sostiene todo. Solo en Él todos hablamos, nos movemos, y tenemos nuestro ser
(Hch. 17:28). En ese sentido, entonces, es imposible apartarse del Señor; incluso el
infierno no puede existir a menos que Dios lo sostenga. Pero la Biblia dice que el
pecado nos excluye del “rostro” de Dios (Is. 59:2). Toda la vida, gozo, amor, fortaleza,
y significado que hemos buscado y anhelado se encuentra en su rostro (Sal. 16:11).
Es decir, en su favor, presencia, compañerismo, y placer.
El pecado nos separa de ese aspecto de su poder que nos sostiene y nos sustenta.
Para nosotros es como el agua es para un pez que se aleja de ella. Nuestra vida se
desvanece lentamente. Eso es lo que nos ha estado pasando a lo largo de la historia.
Por eso, para Pablo, el fuego eterno y la destrucción del infierno es ser “excluidos de
la presencia del Señor” (2 Ts. 1:9). La separación de Dios y sus bendiciones para
siempre es la realidad a la que apuntan todos los símbolos. Por ejemplo, cuando
Jesús habla de ser “destruido” en el infierno, la palabra que se usa es apollumi, que
no significa ser aniquilado de la existencia sino ser destruido y arruinado para ser
inútil para su propósito previsto.
La imagen del gehenna y los gusanos significa descomposición. Una vez que un
cuerpo está muerto, pierde su belleza, su fuerza, y su coherencia. Comienza a
romperse en sus partes constituyentes, apestar, y desintegrarse. Entonces, ¿qué es
un alma humana “destrozada”? No deja de existir, sino que se vuelve completamente
incapaz de todas las cosas para las que un alma humana es: razonar, sentir, elegir, y
dar o recibir amor o alegría. ¿Por qué? Porque el alma humana fue construida para
adorar y disfrutar al verdadero Dios, y toda la vida verdaderamente humana fluye de
eso. En este mundo, toda la humanidad, incluso aquellos que se han alejado de Dios,
todavía son sustentados por “providencias amables” o “gracia común” (Hch. 14:16-
17; Sal. 104:10-30; Stg. 1:17) manteniéndonos todavía capaces de sabiduría, amor,
alegría, y bondad. Pero cuando perdemos del todo la presencia solidaria de Dios, el
resultado es el infierno.
3. Es importante porque revela la gravedad y el peligro de vivir la vida para ti
mismo.
En Romanos 1-2, Pablo explica que Dios, en su ira contra los que lo rechazan, “los
entrega” a las pasiones pecaminosas de sus corazones. Los comentaristas (como
Douglas Moo) señalan que esto no puede significar que Dios impulsa a la gente a
pecar, ya que en Efesios 4:19 se dice que los pecadores se entregan a sus deseos
pecaminosos. Significa que el peor (y más justo) castigo que Dios puede dar a las
personas es permitirles el deseo más profundo de sus corazones pecaminosos.
El peor (y más justo) castigo que Dios puede dar a las personas es permitirle el
deseo más profundo de sus corazones pecaminosos.

¿Qué es eso? El deseo del corazón humano pecador es la independencia. Queremos


elegir y seguir nuestro propio camino (Is. 53: 6). Esto no es un inútil “vagar por el
camino”. Como Jeremías lo pone: “Ninguno se arrepiente de su maldad… Cada cual
vuelve a su carrera, Como caballo que se lanza en la batalla” (8:6). Queremos
alejarnos de Dios pero, como hemos visto, esto es lo más destructivo para nosotros.
Caín está advertido de no pecar porque el pecado es esclavitud (Gé. 4:7; Jn. 8:34).
Destruye tu capacidad de elegir, amar, y disfrutar. El pecado también te produce
ceguera: cuanto más rechazas la verdad acerca de Dios, más incapaz eres de
percibir cualquier verdad sobre ti o sobre el mundo (Is. 29: 9-10; Ro. 1:21)
¿Qué es el infierno, entonces? Es Dios entregándonos activamente a lo que hemos
elegido libremente: seguir nuestro propio camino, ser nuestro propio “amo de nuestro
destino, el capitán de nuestra alma”, para alejarnos de Él y su control. Es Dios
desterrándonos a regiones a las que hemos tratado desesperadamente de llegar
todas nuestras vidas. J. I. Packer escribe: “Las Escrituras ven el infierno como elegido
por las personas… aparece como el gesto de Dios de respeto por la elección
humana. Todos reciben lo que realmente eligieron, ya sea estar con Dios para
siempre, adorándolo, o sin Dios para siempre, adorándose a sí mismos” (Concise
Theology, p. 262-263). Si lo que más deseas es adorar a Dios en la belleza de su
santidad, entonces eso es lo que obtendrás (Sal. 96:9-13). Si lo que más deseas es
ser tu propio amo, entonces la santidad de Dios se convertirá en una agonía, y la
presencia de Dios en un terror del que huirás para siempre (Ap. 6:16; cp. Is. 6:1-6).
¿Por qué es tan importante enfatizar esto en nuestra predicación y enseñanza hoy?
La idea del infierno es inverosímil para las personas porque consideran injusto que se
impongan castigos infinitos por pasos falsos finitos, relativamente pequeños (como no
abrazar el cristianismo). Además, casi nadie conoce a nadie (incluidos ellos mismos)
que parezca lo suficientemente malo como para merecer el infierno. Pero la
enseñanza bíblica sobre el infierno responde a estas dos objeciones. Primero, nos
dice que las personas solo obtienen en la otra vida lo que más han deseado, ya sea
tener a Dios como Salvador y Amo, o ser sus propios salvadores y amos. En segundo
lugar, nos dice que el infierno es una consecuencia natural. Incluso en este mundo
está claro que el egocentrismo, en lugar de centrarse en Dios, te hace miserable y
ciego. Cuanto más egocéntricas, centradas en sí mismas, autocompasivas, y
autojustificadas son las personas, más colapsos ocurren relacionalmente,
psicológicamente, e incluso físicamente. También profundizan en la negación sobre el
origen de sus problemas.
Por otro lado, un alma que ha decidido centrar su vida en Dios y Su gloria se mueve
hacia el aumento de la alegría y la integridad. Podemos ver estas dos trayectorias
incluso en esta vida. Pero si, como enseña la Biblia, nuestras almas continuarán para
siempre, entonces solo imagine dónde estarán estas dos clases de almas en un billón
de años. El infierno es simplemente el camino libremente elegido por uno para
siempre. Queríamos alejarnos de Dios, y Dios, en su justicia infinita, nos envía a
donde queríamos ir.
El infierno es una prisión en la que las puertas primero las cerramos por dentro
y por lo tanto Dios las cierra por fuera.

En la parábola de Lucas 16:19 en adelante, Jesús nos habla de un hombre rico que
va al infierno, y que ahora está atormentado y tiene una sed horrible debido al fuego
(v. 24). Pero hay información interesante sobre lo que está sucediendo en su alma.
Insta a Abraham a enviar un mensajero para ir y advertir sobre la realidad del infierno
a sus hermanos que aún viven. Los comentaristas han señalado que esto no es un
gesto de compasión, sino más bien un esfuerzo por cambiar la culpa. Está diciendo
que no tuvo oportunidad, que no tuvo la información adecuada para evitar el infierno.
Ese es claramente su punto, porque Abraham dice con fuerza que las personas en
esta vida han sido bien informadas a través de las Escrituras. Es intrigante encontrar
exactamente lo que esperaríamos: incluso sabiendo que él está en el infierno y
sabiendo que Dios lo envió allí, está profundamente en negación, enojado con Dios,
incapaz de admitir que fue una decisión justa, deseando poder ser menos miserable
(v. 24) pero de ninguna manera dispuesto a arrepentirse o buscar la presencia de
Dios.
Creo que una de las razones por las que la Biblia nos habla sobre el infierno es que
puede actuar como “sales aromáticas” sobre el verdadero peligro y la gravedad de los
pecados, incluso los menores. Sin embargo, he hallado que solo enfatizar los
símbolos del infierno (fuego y oscuridad) en la predicación en lugar de ir a lo que se
refieren a los símbolos (la descomposición espiritual y eterna) en realidad impide que
las personas modernas encuentren al infierno como un elemento de disuasión.
Recuerdo que hace algunos años un hombre me dijo que hablar sobre los fuegos del
infierno simplemente no lo asustaba. Le parecía demasiado descabellado, incluso
tonto. Así que le leí las líneas de C.S. Lewis:
“El infierno comienza con un humor gruñón, siempre quejándose, siempre culpando a
los demás… Pero todavía eres distinto de eso. Incluso puedes criticarlo en ti mismo y
desearte poder detenerlo. Pero puede llegar un día en que ya no puedas. Entonces
no quedará nada para criticar el estado de ánimo o incluso para disfrutarlo, sino solo
el gruñido en sí mismo, que continúa como una máquina. No se trata de que Dios nos
envíe al infierno. En cada uno de nosotros hay algo que está creciendo, que será un
infierno a menos que sea cortado de raíz”.
Para mi sorpresa, se quedó muy callado y dijo: “Ahora eso me asusta de muerte”.
Casi de inmediato comenzó a ver que el infierno era perfectamente justo y correcto, y
algo a lo que se daba cuenta de que podría ir si no cambiaba. Si realmente queremos
que los escépticos y los no creyentes se asusten adecuadamente con el infierno, no
podemos simplemente repetir una y otra vez que “el infierno es un lugar de fuego”.
Debemos profundizar en las realidades que representan las imágenes bíblicas.
Cuando lo hagamos, encontraremos que incluso las personas seculares pueden
verse afectadas.
Salimos corriendo de la presencia de Dios y, por lo tanto, Dios nos entrega
activamente a nuestro deseo (Ro. 1:24, 26). Por lo tanto, el infierno es una prisión en
la que las puertas primero las cerramos por dentro y por lo tanto Dios las cierra por
fuera (Lc. 16:26). Todo indica que esas puertas continúan permaneciendo por
siempre cerradas desde adentro. Aunque cada rodilla y lengua en el infierno sabe que
Jesús es el Señor (Fil. 2:10-11), nadie puede buscar o desear ese señorío sin el
Espíritu Santo (1 Co. 12:3). Por eso podemos decir que nadie se va al infierno si no
elige ir y quedarse allí. ¿Qué podría ser más justo que eso?
4. La doctrina del infierno es importante porque es la única forma de saber
cuánto nos amó Jesús y cuánto hizo por nosotros.
En Mateo 10:28, Jesús dice que ninguna destrucción física puede compararse con la
destrucción espiritual del infierno, de perder la presencia de Dios. Pero esto es
exactamente lo que le sucedió a Jesús en la cruz: fue abandonado por el Padre (Mt.
27:46). En Lucas 16:24, el hombre rico en el infierno tiene una sed desesperada (v.
24) y en la cruz Jesús dijo: “Tengo sed” (Jn. 19:28.) El agua de la vida, la presencia
de Dios, fue quitada de Él. El punto es este: A menos que nos enfrentemos a esta
doctrina terrible, nunca comenzaremos a comprender las profundidades de lo que
Jesús hizo por nosotros en la cruz. Su cuerpo estaba siendo destruido de la peor
manera posible, pero eso era una picadura de pulga en comparación con lo que le
estaba pasando a su alma. Cuando gritó que su Dios lo había abandonado, Él mismo
estaba experimentando el infierno. Pero considera esto: si nuestra deuda por el
pecado es tan grande que nunca se paga allí, sino que nuestro infierno se prolonga
por la eternidad, entonces, ¿qué podemos concluir del hecho de que Jesús dijo que el
pago estaba “consumado” (Jn. 19:30) después de solo tres horas? Aprendemos que
lo que sintió en la cruz fue mucho peor y más profundo que todos nuestros merecidos
infiernos juntos.
Solo a través de la cruz puede eliminarse nuestra separación de Dios y
pasaremos toda la eternidad amando y alabando a Dios por lo que ha hecho.

Y esto tiene sentido emocional cuando consideramos la relación que perdió. Si un


conocido leve te denuncia y te rechaza, eso duele. Si un buen amigo hace lo mismo,
eso duele mucho peor. Sin embargo, si tu cónyuge te deja diciendo: “No quiero volver
a verte nunca más”, eso es mucho más devastador aún. Cuanto más larga, profunda,
y más íntima sea la relación, más tortuosa es la separación. Pero la relación del Hijo
con el Padre no tenía principio y era infinitamente mayor que la relación humana más
íntima y apasionada. Cuando Jesús fue separado de Dios, entró en el pozo más
profundo y el horno más poderoso, más allá de toda imaginación. Él experimentó la
completa ira del Padre. Y lo hizo voluntariamente, por nosotros.
Muy a menudo me encuentro con personas que dicen: “Tengo una relación personal
con un Dios amoroso, y sin embargo, no creo en Jesucristo en absoluto”. ¿Por qué?,
pregunto. “Mi Dios es demasiado amoroso para derramar sufrimientos infinitos sobre
cualquiera por el pecado”. Pero esto muestra un profundo malentendido tanto de Dios
como de la cruz. En la cruz, Dios mismo, encarnado como Jesús, tomó el castigo. Él
no lo puso en un tercero, por más que aquella persona quisiera.
Entonces la pregunta es: ¿cuánto le costó a tu clase de dios amarnos y abrazarnos?
¿Qué soportó él para recibirnos? ¿Dónde agonizaba, gritaba este dios, y dónde
estaban sus uñas y sus espinas? La única respuesta es: “No creo que fuera
necesario”. Pero entonces, irónicamente, en nuestro esfuerzo por hacer que Dios sea
más amoroso, lo hemos hecho menos amoroso. Su amor, al final, no necesitaba
actuar. Era sentimentalismo, no amor en absoluto. La adoración de un dios como este
será, a lo sumo, impersonal, cognitiva, y ética. No habrá un abandono alegre, ni una
audacia humilde, ni una constante sensación de asombro. No podríamos cantarle:
“¡Amor tan asombroso, tan divino, exige mi alma, mi vida, mi todo!”. Solo a través de
la cruz puede eliminarse nuestra separación de Dios y pasaremos toda la eternidad
amando y alabando a Dios por lo que ha hecho (Ap. 5: 9-14).
El Salvador presentado en el evangelio se adentró en el infierno en lugar de
perdernos, y ningún otro salvador retratado jamás nos ha amado a tal costo.

Y si Jesús no experimentó el infierno por nosotros, entonces nosotros mismos somos


devaluados. En Isaías se nos dice: “Debido a la angustia de Su alma, El lo verá y
quedará satisfecho” (Is. 53:11). Este es un pensamiento estupendo. Jesús sufrió
infinitamente más que cualquier alma humana en el infierno eterno. Sin embargo, nos
mira y dice: “Valió la pena”. ¿Qué podría hacernos sentir más amados y valorados
que eso? El Salvador presentado en el evangelio se adentró en el infierno en lugar de
perdernos, y ningún otro salvador retratado jamás nos ha amado a tal costo.
Conclusión
La doctrina del infierno es crucial: sin ella no podemos entender nuestra completa
dependencia de Dios, el carácter y el peligro de los pecados más pequeños, y el
verdadero alcance del costoso amor de Jesús. Sin embargo, es posible enfatizar la
doctrina del infierno de maneras imprudentes. Muchos, por temor a un compromiso
doctrinal, quieren poner todo el énfasis en el juicio activo de Dios, y ninguno en el
carácter autoelegido del infierno. Irónicamente, como hemos visto, este desequilibrio
no bíblico a menudo lo hace menos disuasivo para los no creyentes. Y algunos
pueden predicar el infierno de tal manera que las personas reformen sus vidas solo
por un temor egoísta de evitar las consecuencias, no por amor y lealtad a la Persona
que abrazó y experimentó el infierno en nuestro lugar. La distinción entre esos dos
motivos es de suma importancia. El primero crea un moralista, el segundo un
creyente nacido de nuevo.
Debemos aceptar el hecho de que Jesús dijo más sobre el infierno que Daniel, Isaías,
Pablo, Juan, y Pedro juntos. Antes de descartar esto, debemos darnos cuenta de que
le estaríamos diciendo a Jesús, el maestro preeminente del amor y la gracia en la
historia: “Soy menos bárbaro que tú, Jesús; soy más compasivo y más sabio que tú”.
¡Seguramente eso debería darnos una pausa! De hecho, al reflexionar, vemos que es
debido a la doctrina del juicio y al infierno que las proclamaciones de gracia y amor de
Jesús son tan asombrosas.
EL INFIERNO

Capítulo 59

“Los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros,


los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y
azufre, que es la muerte segunda” (Apocalipsis 21.8).

La Biblia enseña que hay un lugar de castigo eterno. Ese lugar fue preparado para el
diablo y sus ángeles (Mateo 25.41). Sin embargo, los impíos también serán enviados
a ese lugar porque escogieron seguir al diablo y a sus ángeles. Este lugar de castigo
y tormento es el infierno.

Cómo es el infierno

Las siguientes frases de la palabra de Dios describen el infierno:

“Confusión perpetua” (Daniel 12.2)

“Fuego que nunca se apagará” (Mateo 3.12)

“Infierno de fuego” (Mateo 5.22)

“Horno de fuego” (Mateo 13.50)

“Condenación del infierno” (Mateo 23.33)

“Tinieblas de afuera” (Mateo 25.30)

“Fuego eterno” (Mateo 25.41)

“Castigo eterno” (Mateo 25.46)

“Donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga” (Marcos 9.44)

“El castigo del fuego eterno” (Judas 7)

“El humo de su tormento sube por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 14.11)

“Lago de fuego que arde con azufre” (Apocalipsis 19.20)


Para que entienda estas descripciones más a fondo usted debe estudiarlas en sus
contextos. Temblamos al pensar en lo horrible que será el infierno y nos quedamos
atónitos al saber que hay personas que pretenden creer en la Biblia, pero piensan que
no exista tal lugar.

El infierno es un lugar

Una de las cosas importantes que debemos recordar es que el infierno es


un lugar (Lucas 16.28) y no una condición. Algunos nos dicen que “hacemos nuestro
propio infierno”, refiriéndose a las condiciones deprimentes que creamos a veces para
nuestra propia desgracia. Pero la Biblia enseña que el infierno es un lugar y no una
condición. Este hecho es tan claro que ningún creyente verdadero lo duda. El infierno
es un lugar tanto como lo es este mundo en que vivimos.

Quién irá allá

1. El diablo y sus ángeles

Cristo dijo específicamente que el infierno fue “preparado para el diablo y sus
ángeles” (Mateo 25.41). Los demonios saben para donde van. Cuando Cristo se
encontró con algunos de ellos, éstos clamaron: “¿Has venido acá para atormentarnos
antes de tiempo?” (Mateo 8.29). Aunque ellos “creen, y tiemblan” (Santiago 2.19),
también conocen su propia sentencia y temen el lugar a donde serán mandados. (Lea
también Judas 6; Apocalipsis 20.10.)

2. Los pecadores que rehúsan arrepentirse

Cristo prepara un lugar diferente para nosotros los humanos: el cielo. Sin embargo, si
rehusamos arrepentirnos, Dios nos mandará al lugar preparado para el diablo y sus
ángeles en la eternidad (Mateo 25.41). “Antes si no os arrepentís, todos pereceréis
igualmente” (Lucas 13.3). La entrada a los cielos es posible sólo por medio del
arrepentimiento (Lucas 24.47). Cuando los pecadores mueren sin haberse
arrepentido de sus pecados, la sentencia divina se aplica a ellos: “El alma que pecare,
esa morirá” (Ezequiel 18.4).

3. Los que se creen buenos, pero no obedecen a Dios

No es necesario que uno sea culpable de homicidio, de robo, de fornicación o de


borrachera para que sea condenado al infierno. El mero hecho de desobedecer a
Dios en algo sencillo condena a la persona, así como la condena el más vil pecado.
Segunda de Tesalonicenses 1.7–9 habla de la venganza con que se castigará a los
que no están en el redil de Cristo. Aquí no se dice que estas personas fueron muy
viles y groseras. Sólo se dice que “no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de
nuestro Señor Jesucristo”. A tales personas se les dice que “sufrirán pena de eterna
perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder”.

Algunos tropiezan en este punto. Ellos dicen que Dios nunca enviaría al infierno al
hombre que es honrado en su negocio, que provee bien para su familia y que vive
una vida más pura que mucha gente en las iglesias, pero rehúsa someterse a Dios en
una cosita. Los que defienden a tal hombre están confiando más en las buenas obras
que en la verdad de la palabra de Dios. Cristo dijo que en el día del juicio será más
tolerable el castigo para Sodoma y Gomorra que para los religiosos que habían
conocido la palabra de Dios, pero no la obedecieron (Mateo 11.20–24). No es que los
de Sodoma fueron mejores que los religiosos, sino que éstos sabían más de la
voluntad de Dios y aún no la obedecieron. Ante Dios resulta grave el hecho de
conocer su voluntad y no obedecerla (Lucas 12.47–48). No debemos presentar
excusas por el hombre “bueno” que sabe la verdad, pero la rechaza. Más bien
debemos advertirle que si no se arrepiente perecerá como todos los demás
pecadores (Lucas 13.2–5).

4. Los hipócritas

Cualquier persona que finge que la razón por la que no está en la iglesia es porque
allí hay hipócritas es también un hipócrita porque tan pronto se le quita esta excusa
pone otra para no convertirse en un cristiano. Los hipócritas, estén dentro o fuera de
la iglesia, estarán todos juntos en la eternidad en el lago de fuego. Cristo habla acerca
del hombre que ha sido negligente en prepararse para la venida del Señor, diciendo
que Dios “pondrá su parte con los hipócritas; allí será el lloro y el crujir de dientes”
(Mateo 24.51).

La violencia y la delincuencia que vemos en el mundo actual se deben a que los


hombres se han hecho sordos al mensaje de Dios y han escogido el pecado y la
iniquidad. El fin del pecado es la muerte; no hay otro fin que sea justo. Cuando los
hombres voluntariamente rechazan a Dios, él les está dando lo que merecen al
enviarles para el infierno. En muchos tribunales actuales se cometen errores
judiciales en donde los culpables salen sin recibir su merecido castigo, mientras que
los inocentes sufren injustamente por cosas que no hicieron. Pero en el tribunal de
Cristo habrá justicia perfecta; ningún justo será echado al lago de fuego y ningún
malvado evitará su merecido.
Algunas ideas erróneas

A los hombres desobedientes les es natural tratar de huir de las verdades que son
desagradables. Ellos se han gastado fortunas enteras tratando de encontrar alguna
sustancia capaz de prolongar la vida. Muchos han tratado de escapar de la terrible
realidad del infierno utilizando la filosofía humana en lugar de aceptar la salvación que
Dios les ofrece. Queremos notar algunos errores con respecto al infierno con los
cuales se engañan muchas personas:

Error: No hay infierno

Verdad: Muchos creen en esta mentira. Aun entre los que dicen que creen en la Biblia
hay algunos que dicen que el infierno se refiere nada más a la sepultura. Si es así,
tenemos que revisar toda la Biblia para acomodarla a este punto de vista. ¿Por qué
afirma la Biblia que los malos serán echados al infierno si es cierto que todos los
demás irán allá también? ¿Por qué dijo el rico: “estoy atormentado en esta llama”,
cuando todos sabemos que un muerto no puede sufrir tormento, aunque hubiera
llamas en su sepultura? ¿Por qué dice la Biblia que “el humo de su tormento sube por
los siglos de los siglos”? Para que alguien crea que no hay un lugar de tormento
eterno para los impíos, tendría que rechazar todo el contenido de la Biblia.

Error: Los impíos tendrán una segunda oportunidad después de la muerte

Verdad: No hay nada en la Biblia que enseñe esto. Cuando el rico rogó que Lázaro
fuese enviado con agua, Abraham le informó que había entre ellos una gran sima que
ningún hombre podía cruzar. La muerte no pone fin a nuestra existencia, pero sí
elimina nuestra oportunidad de reconciliarnos con Dios. “Está establecido para los
hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio” (Hebreos 9.27).

Error: Los malos no sufrirán tormentos para siempre

Verdad: La Biblia enseña que el castigo de los malos en el infierno es eterno. Los
sacerdotes católicos dicen que hay un “purgatorio” donde los sufrimientos purgan el
alma hasta que pueda entrar al cielo. Este engaño ofrece una esperanza falsa a los
malos y les anima a arriesgarse a seguir en su pecado. Ellos piensan que podrán
purificarse en el purgatorio, y por esto no consideran bien que tienen que arrepentirse
de sus pecados ahora mientras tengan la oportunidad.

Error: Los malos serán consumidos al ser echados en el lago de fuego


Verdad: La teoría de que los malos serán consumidos por completo y que dejarán de
existir no armoniza con las frases bíblicas como “fuego que nunca se apagará” y “el
gusano de ellos no muere”. La Biblia dice que los malvados “sufrirán pena de eterna
perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder” (2
Tesalonicenses 1.9), y que quedarán por la eternidad en el lago de fuego.

Lo más triste de todas estas ideas erróneas es que ofrecen una esperanza falsa a las
personas que viven en pecado. Las mismas les dan a los malvados la esperanza de
que habrá una manera de escapar al castigo horrible que la Biblia enseña que les
espera a menos que se arrepientan. Amados amigos cristianos, seamos diligentes en
advertir a la gente acerca del infierno.

Lo que los malos experimentarán en el infierno

Si el mundo creyera lo que significará sufrir en el infierno por la eternidad, millones de


personas buscarían el perdón de Dios mientras hay oportunidad. ¿Cuáles son las
cosas que están por sucederles a los impíos?

1. “El gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga” (Marcos 9.44)

Así será el castigo sin fin. Mientras estamos aquí en la tierra sufrimos, mas siempre
esperamos alivio. Allá el sufrimiento continuará para siempre, sin esperanza de salir.
Aunque usted sufriera alguna enfermedad terrible todos los días de su vida, ¡eso no
sería nada al compararse con lo que está reservado para las almas condenadas al
infierno!

El fuego del infierno traerá un dolor agudo y eterno a los condenados. Nuestra alma
tiene una existencia eterna y nunca puede ser aniquilada aunque sufra para siempre
en el castigo del fuego eterno.

2. “Allí será el lloro y el crujir de dientes” (Mateo 13.42)

Note las palabras lloro y crujir. Los condenados al infierno llorarán y maldecirán, se
lamentarán y se desesperarán... Esta terrible escena no puede describirse con
palabras. Sólo aquellos condenados conocerán la profundidad de la agonía de ese
sufrimiento. ¡Lástima que no lo reconocen ahora para poder arrepentirse!

3. No tendrán “reposo de día ni de noche” (Apocalipsis 14.11)

Los que aquí sufren, por lo general hallan algún alivio cuando por fin se cansan hasta
dormirse. Pero no habrá tal alivio para los condenados en el infierno.
4. Estarán en “las tinieblas de afuera” (Mateo 22.13)

La luz trae felicidad al hombre. La verdad, la justicia, la santidad y un conocimiento de


Dios traen luz y gozo al alma. Pero el pecador en el infierno estará sin esta luz para
siempre. Estará afuera; sin Dios, sin la verdad, sin la santidad, sin la gloria. Estará
eternamente fuera de la presencia del Señor en las tinieblas de pecado y de angustia.
Allí él tendrá que pasar la eternidad sufriendo “pena de eterna perdición, excluidos de
la presencia del Señor y de la gloria de su poder” (2 Tesalonicenses 1.9).

Se puede evitar la condenación en el infierno

1. Dios quiere que todos escapen

No es la voluntad de Dios “que ninguno perezca” (2 Pedro 3.9). “No nos ha puesto
Dios para ira” (1 Tesalonicenses 5.9). Más bien, él hizo el sacrificio más grande que
jamás se ha hecho (Juan 3.16–17; Romanos 5.8) para que los hombres sean salvos.
A pesar del hecho de que los hombres se han rebelado contra Dios y le acusan de
crueldad e injusticia, su proceder con el hombre siempre ha sido de amor, sacrificio y
benevolencia.

2. Debemos proclamar que hay una salida

Gracias a Dios hay una salida, una manera de escapar el castigo eterno. Sepa todo el
mundo que por medio de la gracia de Dios hay una oportunidad para “el
arrepentimiento y el perdón de pecados” (Lucas 24.47). Pues “la sangre de Jesucristo
su Hijo nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1.7). “Deje el impío su camino, y el hombre
inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al
Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar” (Isaías 55.7).

Cierto incrédulo, al tratar de convencer a una gran multitud de que no existe tal cosa
como “la eternidad”, dijo esto: “Suponga usted que un ave viniese a la tierra al fin de
cada mil años y se llevase de aquí un granito de arena. Aunque el ave se demorara
millones de siglos, finalmente el mundo sería trasladado a otra parte. Pero si existiera
tal cosa como ‘la eternidad’, quedaría aún una eternidad de sufrimiento y dolor para
las almas condenadas en el infierno.” Un joven pensativo, al escuchar estas palabras,
fue conmovido por ellas en una manera muy diferente de la que quiso el incrédulo. Si
esta es la verdad, dijo para sí mismo, pasaré toda mi vida avisándoles a los
pecadores a huir de la ira venidera. Y nosotros, ¿por qué no tomamos tal decisión?
Digamos la verdad al mundo. El diablo ha arrullado y ha dormido al mundo tanto que
los pecadores sienten una gran seguridad falsa. Esforcémonos por despertar a los
millones que duermen para que reconozcan el peligro de su condición.
6 RAZONES DE POR QUÉ LA DOCTRINA DEL INFIERNO ES
FUNDAMENTAL

Hace falta hablar del infierno. Sé que no es nuestro tema preferido, pero si Jesús
habló de él, sus discípulos también deben hacerlo. ¡Cuán poco escuchamos en el
púlpito acerca del infierno hoy en día! Algunos no lo creen relevante, otros se sienten
intimidados por el tema, y algunos otros simplemente no creen en esta doctrina. En
este artículo daré 6 razones de por qué la doctrina del infierno es fundamental y
buena para el cristiano, esto con el único motivo de animarte a abrazar y hablar sin
temor esta enseñanza bíblica.
Antes de pasar a hablar de por qué es tan fundamental e importante la doctrina del
castigo eterno y del infierno, quisiera hablar un poco sobre lo que la Biblia nos dice de
esto.
La Palabra de Dios enseña en varios pasajes que existe tal lugar. Vemos en Mateo
10:28 que Jesús dijo: “Y no teman a los que matan al cuerpo, mas el alma no pueden
matar; teman más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno”.
También al final de la parábola de los talentos en Mateo 25:30 nos dice que el amo
dirá: “Y a ese siervo inútil échenlo afuera, a la oscuridad, dónde habrá llanto y
rechinar de dientes”. Más adelante en Mateo 25:41 similarmente nos dice que el Rey
Jesús dirá a algunos: “Apártense de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el
diablo y sus ángeles”, y en el v.46 termina diciendo “Estos irán al castigo eterno, pero
los justos a la vida eterna”.
Apocalipsis 20:10 dice: “Y el diablo que los engañaba fue arrojado al lago de fuego y
azufre, donde también están la bestia y el falso profeta. Y serán atormentados día y
noche por los siglos de los siglos.” Y Apocalipsis 20:15 continúa diciendo: “Y el que no
se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego”.
Con tan sólo estos versículos podemos definir el infierno como el lugar en donde Dios
ejecutará el castigo eterno y consciente para los impíos (aquellos que no se
arrepintieron de sus pecados ni depositaron su fe en Jesucristo), para Satanás y para
sus demonios.
John MacArthur y Richard Mayhue explican en su libro ” Teología Sistemática” que el
infierno se asocia con tres consecuencias negativas eternas: el castigo, la destrucción
y la expulsión. Ellos dicen lo siguiente; “En primer lugar, los impíos son castigados y
reciben la justa retribución por sus acciones (Lc. 12:47-48). El castigo de Dios no es
vengativo, sino la justa paga por los errores cometidos. En segundo lugar, el infierno
implica destrucción (2 Ts. 1:9), que entraña los conceptos de perdición y desperdicio.
Quienes mueren en incredulidad han desaprovechado las oportunidades de vivir una
vida que importaba para Dios. Son enemigos suyos, y la pérdida y la perdición son su
destino (Mt. 7:19). En tercer lugar, el infierno incluye la expulsión. Los impíos no solo
son castigados, y no solo sufren perdición, sino que también son expulsados de las
bendiciones del reino de Dios, y se les niega el acceso a las glorias de la nueva tierra,
Dios, como Rey, los ha apartado sin esperanza de entrar en su presencia (Ap. 22:14-
15)”.
¡Realmente el infierno es terrible! Tan terrible que algunos se niegan a creer en él.
Por un lado, hay personas o corrientes que afirman que un Dios tan bueno y lleno de
amor no es capaz de mandar a nadie al infierno, por otro lado, hay algunos que
argumentan que el castigo a los que no creyeron en la obra de Cristo es ser
aniquilados, de manera que simplemente dejarán de existir. Sin embargo, afirmar
cualquiera de estas posturas es negar la justicia santa de Dios e ir en contra de lo que
dice la Escritura sobre un castigo eterno.
La doctrina del infierno es difícil de digerir pero sumamente importante pues es una
de las columnas por la cual el cristianismo se sostiene. Por más difícil que suene esto,
la doctrina del infierno embellece a Cristo y su evangelio, da propósito a la Iglesia y da
gloria a Dios. Para entender esto más a profundidad veamos 6 consecuencias de
negar la doctrina del infierno.

1.- Al negar la doctrina del infierno el evangelio es destruido


Romanos 6:23 es claro al decir: “Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva
de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.” Pero si decidimos ignorar este
versículo y decimos que no existe el castigo eterno, entonces no hay malas noticias
para el pecador. Por consiguiente, si no hay malas noticias para el pecador, tampoco
hay necesidad de la buena noticia, es decir, el evangelio.
Romanos 1:16 dice que el evangelio es poder de Dios para salvación. Pero si no hay
infierno, ¿De qué necesitamos ser salvados? Si no hay necesidad de salvación,
tampoco hay necesidad de un salvador. Si esto fuera verdad, en vano hubiera sido la
cruz de Cristo.
Eliminar la doctrina del infierno destruye por completo el evangelio, nublando así la
belleza inigualable de Cristo como nuestro Redentor.

2.- Al negar la doctrina del infierno la adoración de la Iglesia es destruida.


Si al negar la doctrina del infierno destruimos el evangelio, entonces también
destruimos la adoración de la Iglesia. En el Antiguo Testamento vemos a Dios
liberando a Su pueblo de la opresión de Egipto con el propósito de que le adorara.
Sabemos que esto es una sombra de Cristo, el mejor Moisés que libertaría a su
pueblo de la opresión del pecado, de la muerte, y del juicio eterno para que le sirviera
y le adorara para siempre como respuesta natural ante tan grande salvación.
Nada produce adoración a Dios en el creyente como el evangelio, tanto así que en
Apocalipsis vemos que el tema principal de la adoración celestial por la eternidad es
precisamente la obra salvadora de Cristo.
Apocalipsis 5:9-10 “Y cantaban un cántico nuevo, diciendo: Digno eres de tomar el
libro y de abrir sus sellos, porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre compraste para
Dios a gente de toda tribu, lengua, pueblo y nación. Y los has hecho un reino y
sacerdotes para nuestro Dios; y reinarán sobre la tierra.”
Si no hay infierno, entonces no necesitamos un salvador para ir al Padre. Y si Cristo
no es ese salvador, si Cristo no es la verdad, ni la vida, ni el único camino al Padre,
entonces no hay razón para rendirle nuestra adoración. El evangelio es el motor y
combustible para adorar a Dios con toda nuestra vida, por lo que si eliminamos la
doctrina del infierno también eliminamos la maravillosa obra redentora y
transformadora de Cristo en nuestra vida, la cual produce adoración.

3.- Al negar la doctrina del infierno la misión de la Iglesia es destruida


Si al negar la doctrina del infierno el evangelio y la adoración son destruidos, también
lo es la misión de la Iglesia. La misión de la iglesia se resume en Mateo 28:19; “Por
tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del
Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”. También Marcos 16:15 dice; “Vayan por todo
el mundo y anuncien las buenas nuevas a toda criatura“.
John Piper tiene una famosa cita que dice: “Las misiones existen porque la adoración
no existe”. Esta frase explica hermosamente que nuestra misión es evangelizar para
que más personas adoren a Dios por Su obra salvadora. Pero como vimos, si
eliminamos la doctrina del infierno, destruimos el evangelio y la adoración,
destruyendo también por completo la misión de la Iglesia.
Si no hay infierno no hay necesidad de orar por salvación ni de predicar el evangelio a
los incrédulos, pues no hay un peligro futuro para ellos. En vano habría sido la sangre
derramada, no sólo de Cristo, sino también de los miles de cristianos que entregaron
su vida para que el evangelio se expandiera.
“Sin embargo, considero que mi vida carece de valor para mí mismo, con tal de que
termine mi carrera y lleve a cabo el servicio que me ha encomendado el Señor Jesús,
que es el de dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios.” Hechos 20:24
Pablo es claro al decir que su propósito en la vida consistió en llevar a cabo la
encomienda del Señor Jesús, es decir, dar testimonio del evangelio. Pero si no hay
infierno, tampoco hay propósito para la iglesia.

4.- Al negar la doctrina del infierno el carácter de Dios esta en juego


Si no hay infierno el carácter de Dios es cuestionable. Piénsalo, si no hubiera
necesidad de un Salvador nos podríamos preguntar entonces si Dios es un sádico,
pues le plació derramar su ira en Su Hijo inocente sin propósito alguno. Si no hay
infierno también podemos cuestionar su amor por la iglesia ya que nos llama a ser
partícipes del sufrimiento de Jesús. Si creyentes e incrédulos estarán en el cielo y no
hay peligro futuro para nadie ¿Por qué entonces sufrir tanto como cristianos? ¿Por
qué no vivir una vida de placeres y lujos, tranquila y en paz como los incrédulos? Esto
sería una injusticia.
De hecho, Su santidad y justicia estarían grandemente en juego. En el humano hay
un sentido interno de necesidad de justicia en el mundo, y precisamente Dios nos
llama a confiar en que Él es el juez justo que lleva registro exacto de toda obra de
maldad y que emitirá justicia perfecta. Pero si no hay consecuencias de nuestros
pecados entonces Dios no es un Dios confiable pues no es justo, veraz, ni santo.

5.- Al negar la doctrina del infierno destruimos la identidad de la Iglesia.


En los 4 puntos anteriores vimos que al negar la doctrina del infierno destruimos el
evangelio, la adoración, la misión y el carácter santo de Dios. Si esto fuera verdad
podemos decir que terminamos destruyendo a la Iglesia por completo. La Iglesia es
una familia formada por la fe en el evangelio. Una familia que adora, ora, tiene
comunión y comparte misión, todo sostenido por la confianza en el carácter de Dios.
Pero si no hay infierno no es necesaria la fe en el evangelio. Si no hay evangelio no
hay revelación de la gracia de Dios que produce adoración y comunión los unos con
los otros. Si no hay un castigo eterno tampoco hay necesidad de orar ni poner
nuestras vidas en peligro por anunciar al incrédulo la buena noticia de salvación, en
otras palabras, no hay misión.
Si no tenemos el evangelio, la adoración, la comunión, la oración, ni la misión ¿Quién
es la iglesia? ¿Para qué existe? ¿Cómo es formada? ¿Cuál es la diferencia entre el
pueblo separado y el resto del mundo?… Si negamos la doctrina del infierno
destruimos la identidad de la Iglesia.

6.- Al negar la doctrina del infierno le restamos gloria a Dios


Dios ha depositado en nosotros amor por la humanidad, por lo que pensar en esta
doctrina nos hace temblar, causa en nosotros agonía y urgencia por aquellos que no
han rendido sus vidas a Cristo. Para nosotros es difícil entender la doctrina del
infierno ya que nuestra mente no ha llegado a la plenitud de la de Cristo. Pero
debemos entender que todo lo que Dios ha ordenado lo ha hecho en su sabiduría y
es bueno, y que llegará el día en que seamos glorificados y podamos comprobar y
comprender por completo su buena, perfecta, y agradable voluntad.
Ahora no comprendemos en plenitud la gravedad del pecado ni la santidad de Dios,
por lo que al evaluar nuestras ofensas contra Dios conforme a nuestros estándares
creemos que el infierno es algo exagerado y severo. David King-don observa que “el
pecado contra el Creador es atroz a un grado completamente más allá de lo que
nuestra imaginación torcida por el pecado puede concebir… ¿Quién tendría la
temeridad de sugerirle a Dios qué debe ser el castigo?”

Vemos en Apocalipsis 19:1-4 a una multitud en el cielo cantando alabanzas a Dios


por la rectitud de sus juicios. “¡Aleluya! La salvación, la gloria, y el poder son de
nuestro Dios, pues sus juicios son verdaderos y justos: ha condenado a la famosa
prostituta que con sus adulterios corrompía la tierra; ha vindicado la sangre de los
siervos de Dios derramada por ella… ¡Aleluya! El humo de ella sube por los siglos de
los siglos” Y los veinticuatro ancianos y los cuatro seres vivientes se postraron en
tierra y adoraron a Dios, que estaba sentado en el trono, y decían: ¡Amén! ¡Aleluya!
Podemos decir con certeza que ellos logran ver con mucha más claridad que nosotros
cuán terrible el pecado es, y cuán justos y buenos son los juicios de Dios.
Con esto en mente, podemos decir que la doctrina del infierno embellece el evangelio
dando gloria a Dios, por consiguiente, al negar la doctrina del infierno restamos gloria
a Dios. Wayne Grudem en su libro “Doctrina Bíblica” dice lo siguiente: “Si bien el mal
que queda sin castigo le resta gloria a Dios en el universo, también debemos darnos
cuenta de que cuando Dios castiga el mal y triunfa sobre él, se ve la gloria de su
justicia, rectitud y poder para triunfar sobre toda oposición (Ro. 9:17,22-24). La
profundidad de las riquezas de la misericordia de Dios también serán reveladas,
porque todos los pecadores redimidos reconocerán que ellos también merecen tal
castigo de Dios y no lo recibieron por la misericordia de Dios por medio de
Jesucristo.”

En conclusión afirmamos que la doctrina del infierno es fundamental para el cristiano,


y que aunque es difícil para nosotros comprenderlo ahora, glorifica a Dios y es buena.
En vez de negar o ignorar esta doctrina dejemos que inflame en nuestros corazones
el anhelo de salvación para todo pecador. Entre más abracemos esta realidad más
adoraremos a Dios, más urgencia tendremos por la predicación del evangelio y más
fiel será nuestro mensaje. Nuestra predicación y doctrina debe incluir la realidad del
castigo eterno ya que al retratar lo oscuro del panorama futuro para el incrédulo,
alumbramos el poder, la suficiencia y la belleza de Jesucristo como la única
esperanza de salvación.
Es verdad, es terrible la realidad del infierno, pero ¡cuán brillante y gloriosa se ve la
gracia de Dios a su lado! ¡Toda gloria y honra a Dios por Jesucristo! Quien mediante
el arrepentimiento y fe en Él nos libra de la condenación eterna.
CAPÍTULO 3
EL AYUNO, UNA PODEROSA HERRAMIENTA ESPIRITUAL

Lo único que la mayoría de la gente sabe acerca del ayuno es que puede ser una
manera de perder peso. Pero hay mucho más que debemos comprender acerca del
ayuno.
La Biblia dice mucho acerca de esta clave espiritual tan importante, pero que tan
frecuentemente se pasa por alto. Dios desea y espera que sus seguidores ayunen. A
Jesucristo se le preguntó por qué sus discípulos no ayunaban como el resto de la
gente religiosa. Él contestó con una breve parábola, explicando que aún estaba con
sus discípulos, pero que después de que ya no estuviese entre ellos (refiriéndose a su
inminente regreso al cielo), “entonces ayunarán” (Mateo 9:14-15).
Lo que quiso decir fue que todos sus futuros discípulos ayunarían. ¿Por qué? Porque
necesitamos ayunar con oración para ayudarnos a mantener una relación cercana
con Dios el Padre y Jesucristo. Y, como veremos, hay otros beneficios espirituales
del ayuno.
Cuando Jesús les habló a sus discípulos acerca de cómo debían ayunar, él
claramente esperaba que lo hicieran (Mateo 6:16-18). No dijo, “si ayunan” sino
“cuando ayunen”. Y note que en este capítulo Jesús enfatiza el ayuno tanto como la
oración y el hacer buenas obras.
El ayuno es mencionado prominentemente en el Antiguo y el Nuevo Testamento. El
registro bíblico de quién ayunó es un “quién es quién” virtual de la Biblia e incluye a
Moisés, David, Elías, Esdras, Nehemías, Ester, Daniel, Ana y Jesucristo. El apóstol
Pablo llevó a cabo “muchos ayunos” (2 Corintios 11:27).

¿Qué es el ayuno?
En cierto sentido, todos ayunamos. Cuando dormimos en nuestra cama, no comemos
ni bebemos. Eso es ayunar. Es por esto que el primer alimento del día se
llama desayuno. Sin embargo, cuando la gente habla de ayunar usualmente se refiere
a un período más largo de tiempo en el cual uno deliberadamente decide no comer ni
beber y que puede ser un día completo, parte de un día o más de un día.
Un ayuno para la salud es cualquier dieta temporal restrictiva que supuestamente es
beneficiosa para la salud. Pero el ayuno del que estamos hablando es aquel que
beneficia nuestra salud espiritual, lo cual involucra abstenerse de alimento y bebida
mientras se pasa una gran cantidad de tiempo adicional en oración, meditación y
estudio de la Biblia (Éxodo 34:28; Esdras 10:6; Ester 4:16; Hechos 9:9).
Mientras ayunamos, idealmente debemos pasar la mayor parte del tiempo que
estamos despiertos orando, estudiando y reflexionando. Si esto no es posible, al
menos podemos hacerlo durante el tiempo que normalmente ocuparíamos comiendo.
Conceptos erróneos acerca del ayuno
Una persona saludable que no transpira mucho puede permanecer sin comer ni beber
alrededor de tres días antes de que el cuerpo empiece a verse afectado, y una
persona saludable puede permanecer sin alimento por varios días siempre que tome
agua. Por lo tanto, los increíbles ayunos de cuarenta días de Moisés, Elías y
Jesucristo (Deuteronomio 9:9; 1 Reyes 19:8; Lucas 4:2) solamente fueron posibles
gracias a la intervención sobrenatural de Dios.
Cuánto tiempo podemos ayunar de manera segura depende de nuestra salud
individual. Si usted no está seguro de sus limitaciones de salud, sería recomendable
que se haga un examen médico, y se lo sugerimos encarecidamente. Luego puede
comenzar saltándose una o dos comidas antes de llegar a ayunar un día completo,
manteniéndose alerta desde un comienzo ante cualquier efecto adverso.
Sin embargo, no debemos considerar que simples malestares como sentir hambre,
sed y falta de energía son “efectos adversos”. Para la mayoría de la gente, el dolor de
cabeza se debe simplemente a la falta del consumo regular de cafeína. Es sabio
disminuir el consumo de bebidas cafeinadas antes de comenzar un ayuno.
Otra opción es un ayuno parcial, como el que se menciona en Daniel 10:3. En este
caso uno simplemente consume el alimento y líquido necesario para mantener el
cuerpo, dedicando la mayor parte del tiempo a la oración, el estudio bíblico y la
meditación. Esto también puede ser muy beneficioso espiritualmente.
El ayuno no es algo popular en una cultura de autogratificación instantánea. La gente
tiende a pensar que cada día necesita tres comidas abundantes más unos cuantos
bocadillos entremedio. En una cultura en la que se come continuamente, ¡pareciera
ser que no hay momento para ayunar! Desde este punto de vista, ayunar es
beneficioso para formar carácter y desarrollar autodisciplina, compromiso, moderación
y mejores hábitos alimenticios.

Razones importantes para ayunar


Ayunar es muy importante para desarrollar una relación correcta y significativa con
Dios (Lucas 2:36-37; Hechos 13:2).
El ayuno bíblico es completamente diferente de las huelgas de hambre que se utilizan
para ganar poder político o llamar la atención por una causa personal. El ayuno es un
ejercicio de autodisciplina sobre nuestros antojos carnales mientras mantenemos a
Dios primero en nuestros pensamientos. Nos libera de la esclavitud de nuestros
apetitos mientras nos enfocamos en el verdadero “pan vivo”, Jesucristo (Juan 6:48-
51, 63). Cuando oramos, hacemos un pequeño sacrificio personal para concentrarnos
en el increíble sacrificio de nuestro Salvador y su plan para nosotros.
Todos somos egocéntricos (centrados en nosotros mismos) por naturaleza, y
debemos esforzarnos para llegar a centrarnos en Dios. Uno de los grandes propósitos
del ayuno es aprender a ser humildes — a comprender de mejor manera cuán grande
Dios es y cuán débiles, pecaminosos y necesitados somos nosotros. El rey David
entendía esto cuando escribió “Afligí con ayuno mi alma” (Salmos 35:13).
Dios se deleita en los corazones humildes. Él dijo en Isaías 66:2: “Yo estimo a los
pobres y contritos de espíritu, a los que tiemblan ante mi palabra” (Nueva Versión
Internacional). En Mateo 5:3, Jesús dijo “Bienaventurados los pobres en espíritu,
porque de ellos es el reino de los cielos”.
Jesús dejó en claro que si ayunamos para jactarnos –para “mostrar a los hombres”
que ayunamos– somos hipócritas y no obtendremos recompensa de Dios (Mateo
6:16-18). Jesús no quiso decir que siempre está mal contarle a alguien que
ayunamos. Frecuentemente surge la necesidad práctica de contarle a alguien, como a
su cónyuge. Jesús estaba hablando de la necesidad de tener los motivos y las
actitudes correctas.
Jesús habló de una parábola en la que un orgulloso fariseo se jactaba frente a Dios
diciendo ayuno dos veces a la semana” (Lucas 18: 9, 12). El hombre se consideraba
humilde, ¡y estaba muy orgulloso de sí mismo! Ayunar con una actitud así de
jactanciosa es inútil.
Dios desea que tengamos “hambre y sed de justicia” (Mateo 5:6). Cuando ayunamos,
nos sentimos cada vez más hambrientos y débiles. Además de reforzar el hecho de
que Dios es quien nos provee el sustento y suple todas nuestras necesidades, una
lección importante de esto es que podemos debilitarnos muy rápido espiritualmente
cuando descuidamos los nutrientes de la oración, el estudio bíblico y todos los otros
esfuerzos para llegar a ser hijos e hijas de Dios espiritualmente transformados.
La Biblia solo tiene un mandamiento respecto a un tiempo preciso en el que debemos
ayunar. Al pueblo de Dios se le ordena en Levítico 23 ayunar en el Día de Expiación
por 24 horas, de puesta de sol a puesta de sol (versículos 27-32). Este día de ayuno
es uno de los días de fiestas anuales diseñados y ordenados por Dios.
Además de los beneficios personales del ayuno, el Día de Expiación tiene un
significado profético. Para aprender acerca del significado del Día de Expiación y el
ayuno que lo acompaña, descargue o solicite nuestro folleto gratuito Las fiestas
santas de Dios: Esperanza segura para toda la humanidad.

Propósitos secundarios del ayuno


Además de los propósitos principales de adorar a Dios, acercarnos más a él,
negarnos y humillarnos y crecer espiritualmente, es también apropiado tener
propósitos secundarios para ayunar — suplicarle a Dios en oración que nos ayude
con una o varias necesidades graves, tanto a nosotros como a los demás.
Cuando Dios no haya contestado las oraciones respecto a ciertas necesidades,
intente ayunar junto con la oración. En una ocasión, cuando sus discípulos no
lograban expulsar a un demonio, Jesús les dijo que “este género no sale sino con
oración y ayuno” (Mateo 17:14-21). El ayuno apropiado generalmente produce
resultados significativos. Aunque confiamos en las herramientas espirituales de la
oración, el estudio bíblico y la meditación a diario, ocasionalmente necesitamos la
poderosa herramienta del ayuno.
Puede haber muchas razones para ayunar tales como un problema personal, un
pecado difícil de superar, tener que enfrentar una importante decisión, una crisis de la
Iglesia, la amenaza de algún peligro, la necesidad de cambiar la actitud de alguien o
expresar agradecimiento, entre otras cosas. Para un estudio muy esclarecedor, utilice
una concordancia bíblica y busque todos los pasajes que contengan la palabra ayuno,
ayunó y ayunando. Lea acerca de por qué la gente ayunaba y pedía en oración, y lo
que Dios hizo como resultado del ayuno.
Sin embargo, nunca debemos considerar el ayuno como una forma de presionar a
Dios para obtener lo que deseamos (Isaías 58:3). Dios desea que oremos acerca de
nuestros problemas, pero sin tratar de dictarle soluciones. Nuestras actitudes deben
ser como la de Jesucristo cuando oró “pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”
(Lucas 22:42).
Es adecuado que un grupo, tal como la congregación de una iglesia o un círculo de
amigos, decidan ayunar juntos por un asunto de urgencia. Cuando su país fue
invadido, el rey Josafat “hizo pregonar ayuno a todo Judá” (2 Crónicas 20:1-3).
Después de que Jonás predicó, “los hombres de Nínive creyeron a Dios, y
proclamaron ayuno” (Jonás 3:5).
A objeto de suplicarle a Dios que los protegiera, Esdras proclamó un ayuno para
todos los exiliados que regresaban a Judá (Esdras 8: 21-23). Ester les pidió a todos
los judíos de la capital persa que ayunaran para escapar del genocidio (Ester 4:16).
Isaías 58:1-12 es un pasaje profundo que contrasta las actitudes correctas y
equivocadas del ayuno. Muestra claramente que ayunar no debe ser simplemente un
mero ritual. El ayuno debe enseñarnos a estar dispuestos a sacrificarnos de muchas
maneras para el servicio de otros. ¿Cuánto estamos dispuestos a sacrificar para
“desatar las ligaduras de impiedad, soltar las cargas de opresión” y compartir nuestro
“pan con el hambriento”, a albergar “a los pobres errantes” y a cubrir “al desnudo”?
(versículos 6-7).
La Palabra de Dios nos exhorta a estar “firmes en el Señor” (Filipenses 4:1; 1
Tesalonicenses 3:8). Según lo que la Biblia nos enseña acerca del ayuno, vemos que
aquellos que sincera y regularmente ayunan y oran a Dios muy posiblemente estarán
“¡firmes en el Señor!”
EL PODER DEL AYUNO

“Pero tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro, para no mostrar a los
hombres que ayunas, sino a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en
lo secreto; te recompensará en público” (Mat.6:17-18)
Amado lector hoy aprenderemos sobre el ayuno. Arma poderosa es, que satanás no
desea que tú conozcas y la pongas en práctica. Pido tu atención y un corazón
humilde para que puedas entender el propósito del ayuno para ti. Ora antes de
iniciar para que el señor te guie.
¿Que es el ayuno? El ayuno es un ejercicio espiritual establecido por Dios que trae
libertad, que rompe los yugos y las ligaduras de impiedad y opresión, tanto en una
persona como a una nación. Entremos en materia:

1.- LA IMPORTANCIA DEL AYUNO.


A).- El ayuno es un precepto establecido por Dios.
Lo primero que debemos entender es que el ayuno no es una cuestión de si usted lo
desea o no, sino de un precepto establecido por el Señor para su pueblo. Jesús lo
ordenó y nosotros tenemos que hacerlo para alcanzar la madurez espiritual. El ayuno
trae recompensa de acuerdo al propósito por el que se ayune. El Señor dice: “Pero
tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro, para no mostrar a los
hombres que ayunas, sino a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en
lo secreto; te recompensara en público” (Mat.6:17-18)

B).- A Jesús le preguntaron sobre el ayuno.


En el evangelio de (Mateo 9:14) Nos relata que los discípulos de Juan el bautista
vinieron a Jesús y le preguntaron porque sus discípulos no ayunaban. “Jesús les
dijo: ¿acaso pueden los que están de bodas tener luto entre tanto que el esposo
está con ellos? Pero vendrán días cuando el esposo les será quitado, y
entonces ayunarán” (Mat.9:15)
Fíjate bien que mientras Jesús estuvo en persona con los discípulos ellos no
ayunaron, pero él les dijo que cuando él fuera quitado ayunarían. Aquí quedó
establecido que su pueblo tendría que ayunar. Esto lo constatamos en la primera
iglesia como algo normal, ellos ayunaban y oraban en decisiones importantes.
Dice:“Y constituyeron ancianos en cada iglesia, y habiendo orado con ayunos,
los encomendaron al Señor en quien habían creído”. (Hech.14:23)

C).- El ayuno es para personas convertidas.


Explicándole a los discípulos de Juan porque sus discípulos no ayunaban, Cristo les
dijo: “Nadie pone remiendo de paño nuevo en vestido viejo; porque tal remiendo
tira del vestido, y se hace peor la rotura” (Mat.9:16) El vestido viejo significa la
antigua naturaleza pecadora del hombre, el paño nuevo significa la nueva vida en
Cristo. Jesús mostró que el ayuno era para la nueva criatura; para personas
convertidas de corazón a él. El ayuno no es para los no convertidos ni para gente
carnal.

2.- EL PROPOSITO DEL AYUNO.


El propósito del ayuno son muchos y muy variados pero todos traen una bendición
especial, tanto para el que ayuna, como por lo que o para quien se ayuna.

A).- El ayuno desata las ligaduras de la opresión.


Esto implica que mediante el ayuno se rompen las ataduras satánicas. La palabra de
Dios dice: “¿No es mas bien el ayuno que yo escogí, desatar las ligaduras de
impiedad, soltar las cargas de opresión, y dejar libres a los quebrantados, y que
rompáis todo yugo?” (Isa.58:6). Y Jesús nos mando precisamente a romper estas
ligaduras de opresión en la vida de las personas. Él dice: “Y yendo, predicad,
diciendo: El reino de los cielos se ha acercado. Sanad enfermos, limpiad
leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad
de gracia”. (Mat.10:7-8). Es fácil leer que Cristo hizo esto y aquello, pero cuando se
trata de que él nos envíe hacerlo, lo vemos como algo imposible y lejano. ¿Pero
cómo tener el poder para hacerlo?

B)Practicando el ayuno con regularidad.


El ayuno es un arma poderosa si va acompañado de oración y de lectura de la
palabra de Dios. Las batallas se ganan con oración y ayuno. “Porque las armas de
nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de
fortalezas”(2ª.Cor.10:4)

3.- EJEMPLO DE HOMBRES Y MUJERES QUE AYUNARON EN LA BIBLIA.


Moisés ayunó 40 días 2 veces cuando subió al monte Sinaí. Daniel 21 días. Jesús 40
días. Brevemente presentamos solo 4 casos variados que están en la Biblia, donde el
ayuno cumplió su propósito de forma poderosa.

A).- El ayuno del Señor Jesús.


Después de que el Señor Jesús se bautizó y antes de empezar su ministerio fue al
desierto y ayunó 40 días. la Biblia dice: “Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del
Jordán, y fue llevado por el Espíritu al desierto por cuarenta días, y era tentado
por el diablo. Y no comió nada en aquellos días, pasados los cuales tuvo
hambre” (Luc.4:1-2) En el ayuno que realizó el Señor el diablo lo tentó tres veces,
pero Jesús le venció con la palabra.
La Biblia dice: “Respondiendo Jesús, le dijo: Dicho está: No tentaras al Señor
tu Dios. Y cuando el diablo hubo acabado toda tentación, se apartó de él por un
tiempo”. (Luc.4:12-13) A partir de aquí; el Señor Jesucristo empezó un ministerio
poderoso de la predicación del reino, con sanidades, liberación, y grandes milagros
que nos relatan los evangelios.

B).-El ayuno de la Reina Ester.


La Reina Ester se dio cuenta que Amán había conspirado en contra del pueblo judío
porque los odiaba. Amán le había sacado al rey Asuero un edicto irrevocable para
matar a todos los judíos. Entonces la Reina Ester convoco a tres días de ayuno. La
Biblia dice: “Ve y reúne a todos los judíos que se hallan en Susa, y ayunad por
mí, y no comáis ni bebáis nada en tres días, noche y día: yo también con mis
doncellas ayunaré igualmente, y entonces entraré a ver al rey, aunque no sea
conforme a la ley; y si perezco, que perezca. Entonces Mardoqueo fue, e hizo
conforme a todo lo que le mandó Ester” (Ester 4:16-17) Y Dios les dio la
victoria, Esto trajo una liberación impresionante para el pueblo judío, Amán fue
colgado y todos los enemigos de Israel destruidos.

C. El ayuno de Nehemías.
Cuando Nehemías escucha en Babilonia que los muros de Jerusalén están en ruinas,
se lamenta, ayuna y ora. La Biblia dice: “Y me dijeron: El remanente, los que
quedaron de la cautividad, allí en la provincia, están en gran mal y afrenta, y el
muro de Jerusalén derribado, y sus puertas quemadas a fuego. Cuando oí estas
palabras me senté y lloré, e hice duelo por algunos días, y ayuné y oré delante
del Dios de los cielos” (Neh.1:3-4). Si usted lee el libro de Nehemías se dará cuenta
que Dios lo bendijo y restauró las puertas y los muros de Jerusalén, y también
instituyo de nuevo el servicio en el templo del Señor.

D. El ayuno de la ciudad de Nínive.


Dios había decretado juicio sobre la ciudad de Nínive a través del profeta Jonás. Y
mandó Dios a Jonás a decir a la ciudad a que se arrepintiera. La Biblia dice. “Y
comenzó Jonás a entrar por la ciudad, camino de un día, y predicaba diciendo:
De aquí a cuarenta días Nínive será destruida. Y los hombres de Nínive creyeron
a Dios, y proclamaron ayuno, y se vistieron de cilicio desde el mayor hasta el
menor de ellos. (Jonás 3:4-5)
Y no solo esto, sino que cuando el rey lo supo la Biblia dice: “Y llegó la noticia
hasta el rey de Nínive, y se levantó de su silla, se despojó de su vestido, y se
cubrió de cilicio y se sentó sobre ceniza. E hizo proclamar y anunciar a Nínive,
por mandato del rey y de sus grandes, diciendo: Hombres y animales, bueyes y
ovejas, no gusten cosa alguna; no se les dé alimento, ni beban agua” (Jonás 3:6-
7)
Y la respuesta de Dios a su arrepentimiento fue: “Y vio Dios lo que hicieron, que
se convirtieron de su mal camino; y se arrepintió del mal que había dicho que
les haría, y no lo hizo”. (Jonás 3:10)

4.- ¿CUANDO HAY QUE AYUNAR?


Cuando haya una necesidad apremiante. Cuando nuestra vida esté en peligro. Para
crecer espiritualmente. Cuando hay que ministrar la palabra. Cuando necesitemos un
milagro de Dios. Cuando oremos por un endemoniado.
Por ejemplo: En el evangelio de Marcos 9:14-29 nos muestra que los discípulos no
pudieron echar fuera un demonio de un niño epiléptico. Cristo apareció, reprendió al
demonio y el niño quedó sano.
La Biblia dice que: “Cuando él entro en casa, sus discípulos le preguntaron
aparte: ¿Por qué nosotros no pudimos echarle fuera? Y les dijo: Este género
con nada puede salir, sino con oración y ayuno” ¿Recuerdas cuando hablamos de
que los discípulos no ayunaban? ¿Ahora qué piensas? ¿Crees que necesitas
ayunar? La respuesta es Sí.
¿QUÉ ES EL AYUNO?

El ayuno es una poderosa disciplina espiritual. Mediante el ayuno y la oración, el


Espíritu Santo puede transformar tu vida. Y la práctica del ayuno tiene fuertes raíces
en la Biblia. El propio Jesús pasó tiempo en ayuno y oración durante su vida en la
tierra, y esperaba que sus seguidores también ayunaran. Lo más habitual es que el
ayuno consista en abstenerse de comer o de un determinado tipo de comida durante
un periodo de tiempo. Sin embargo, hay múltiples formas de ayunar, todas ellas con
el potencial de ayudarle a crecer espiritualmente.
Es importante que te asegures de escuchar tanto al Espíritu Santo como a tu propio
cuerpo en la forma de ayunar. En lugar de abstenerse de comer por completo, puede
ayunar de un tipo de comida en particular o incluso de algo que no sea comida, como
las redes sociales. Puede decidir ayunar hasta una hora determinada del día o
saltarse una comida concreta. Hay muchas maneras de asegurarse de que recibe el
alimento físico que necesita, sin dejar de disfrutar del alimento espiritual que ofrecen
el ayuno y la oración.
El ayuno y la oración también pueden producir algo más que una transformación
personal. Cuando el pueblo de Dios practica el ayuno y la oración, Dios escucha
desde el cielo y puede sanar nuestras vidas, nuestras iglesias, nuestras
comunidades, nuestras naciones y nuestro mundo. El ayuno y la oración pueden
incluso provocar un renacimiento, un cambio de rumbo.
El ayuno en la Biblia

El ayuno era una disciplina espiritual esperada tanto en el Antiguo como en el Nuevo
Testamento. De hecho, vemos ejemplos de ayuno en la Biblia de varias figuras
bíblicas significativas. Moisés, por ejemplo, ayunó por lo menos dos veces en
períodos de 40 días (Deuteronomio 9:18-19, Éxodo 34:28). Jesús también ayunó
durante 40 días y las noches (Mateo 4:2).
Si 40 días parecen una cantidad de tiempo imposible para sobrevivir sin sustento, es
porque sin la intervención divina, lo es. (Pero el ayuno bíblico no solía significar estar
sin comida ni bebida las 24 horas del día. El La costumbre judía era ayunar durante el
día pero comer y beber en cuanto oscureciera.
Jesús alentó en sus seguidores un enfoque intencional del ayuno como una
herramienta espiritual, no como una ley bíblica. Cuando un fariseo preguntó a Jesús
por qué sus discípulos no ayunaban como los fariseos, él ofreció su propia orientación
sobre el papel del ayuno. Comparando a sus discípulos con los invitados a una
boda, Jesús dijo Los invitados a la boda no pueden lamentarse mientras el novio esté
con ellos, ¿verdad? Pero llegarán días en que el novio les será quitado, y entonces
ayunarán" (Mateo 9:14-16). Esta guía puede aplicarse todavía a nosotros hoy.
Cuando nos sentimos lejos de Dios, el ayuno puede ayudarnos a lamentar nuestro
alejamiento de Dios y a acercarnos de nuevo.
¿Por qué hay que ayunar?
Según el Dr. Bill Bright, que produjo un guía para el ayuno para cru.org, hay una serie
de razones por las que la práctica del ayuno puede ser espiritualmente beneficiosa.
 El ayuno es bíblico. Vemos ejemplos de ayuno bíblico en la vida de personajes
como Moisés, Jesús y el rey David.
 El ayuno y la oración pueden restaurar o fortalecer su intimidad con Dios. Muchos
cristianos veteranos descubren que el ayuno les ayuda a redescubrir su "primer
amor" por Dios.
 El ayuno es una forma de humillarse a los ojos de Dios (Salmo 35:13; Esdras
8:21). El rey David dijo: "Humillé mi alma con el ayuno" (Salmo 69:10). Puede que
te encuentres confiando en Dios más plenamente para la fuerza cuando ayunes.
 El ayuno y la oración pueden ayudarnos a escuchar a Dios con más claridad.
Para escuchar a Dios mientras ayunas, considera combinar un tiempo de ayuno
con una práctica de oración de escucha. Juntos, el ayuno y la oración pueden
transformar tu vida de oración en una experiencia más rica y personal de Dios.
 El ayuno permite al Espíritu Santo revelar tu verdadera condición espiritual.
Cuando ves tu propio quebrantamiento más claramente, eres capaz de moverte
hacia el arrepentimiento.
 Cuando experimentas un avivamiento en tu propia vida a través del ayuno, la
gracia y el amor de Dios pueden brillar a través de ti en las vidas de otros.
Tipos de ayuno
Según para el pastor y autor Sam Storms, hay varios tipos diferentes de ayuno de
comida o bebida que puedes probar.
Regularmente en ayunas: El ayuno regular consiste en abstenerse de todo tipo de
comida y bebida, excepto el agua (Mateo 4:2).
Rápido parcial: Se trata de un tipo de ayuno que consiste en abstenerse de un
determinado tipo de alimentos. La dieta de Daniel mientras estaba en Babilonia es un
ejemplo (Daniel 10:3). Un tipo de ayuno parcial muy popular es el ayuno de líquidos,
en el que se eliminan ciertos tipos de bebidas de la dieta. Esto puede incluir el
alcohol, la cafeína o los refrescos. Otra forma de ayuno parcial consiste en
abstenerse de una comida concreta cada día.
Rápido absoluto: El ayuno absoluto consiste en abstenerse de cualquier tipo de
comida o bebida. Sólo debe hacerse durante un corto periodo de tiempo. Estar más
de tres días sin comer ni beber puede ser peligroso.
Supernatural rápido: Ha habido casos en los que Dios capacitó a alguien para
ayunar de una manera que no podía hacer por sí mismo. Moisés se abstuvo de comer
y beber durante 40 días (Deuteronomio 9:9) es un ejemplo de este tipo de ayuno en la
Biblia.
Preparación espiritual para el ayuno y la oración
Para preparar este tiempo especial con Dios, la guía de cru.org sobre el ayuno insta a
que Examina tu corazón. Pídele a Dios que te ayude a ver con claridad tu quebranto
para que puedas confesar tus pecados y arrepentirte. En las Escrituras, Dios pide con
frecuencia a las personas que se arrepientan de sus pecados antes de escuchar sus
oraciones.
Puedes mirar el ejemplo del Rey David en el Salmo 66:16-20:
"Venid y escuchad, todos los que teméis a Dios,
y contaré lo que ha hecho por mí.
Le grité en voz alta,
y fue ensalzado con mi lengua.
Si hubiera acariciado la iniquidad en mi corazón,
el Señor no habría escuchado.
Pero realmente Dios ha escuchado;
ha prestado atención a las palabras de mi oración.
Bendito sea Dios,
porque no ha rechazado mi oración
ni me ha quitado su amor constante".
En tus oraciones, confiesa no sólo los pecados obvios, sino también los menos
obvios. Reconoce los pecados de omisión (las acciones correctas que no has
realizado) así como los pecados de comisión (las cosas incorrectas que has
hecho). ¿Qué se interpone en tu relación con Dios? ¿Qué te impide vivir y amar
como Jesús? Puede ser el egocentrismo, la indiferencia espiritual, la falta de
voluntad para compartir tu fe con los demás, el hecho de que el tiempo que
dedicas a la oración y al estudio de la Palabra de Dios no sea tu prioridad, o la
dificultad para amar a tu prójimo y tratarlo con amabilidad. Confiesa tus defectos
y pídele a Dios que trabaje en tu corazón durante este tiempo de oración y
ayuno.
Tu motivo para ayunar debe ser, en última instancia, glorificar a Dios, no tener una
experiencia emocional o alcanzar la felicidad personal. Dios honrará tu espíritu de
búsqueda. A medida que pases tiempo en ayuno y oración, Dios moldeará tu corazón
y te acercará a Cristo.
Cómo ayunar con seguridad
El ayuno puede practicarse con seguridad. Sin embargo, al comenzar un tiempo de
ayuno y oración, los amigos y la familia pueden expresar su preocupación sobre cómo
el ayuno podría afectar a su salud. Y tienen razón al animarle a salvaguardar su
salud. Puede ser una buena idea consultar con su médico antes de comenzar un
tiempo de ayuno y oración. Si tiene problemas de salud, como un trastorno
alimentario o un bajo peso crónico, no debe ayunar sin la supervisión de un
profesional de la salud. En algunos casos, ayunar de algo que no sea comida puede
ser una mejor opción.
Pero cuando se practica correctamente, el ayuno puede ser una bendición tanto
espiritual como física. De hecho, un número creciente de personas ha comenzado a
practicar el ayuno intermitente por sus beneficios dietéticos. A continuación, una guía
sobre el ayuno intermitente seguro de Johns Hopkins con algunos consejos útiles
para ayunar de forma segura.
Consejos y pautas para un ayuno seguro:
 Ayunar hasta una hora específica del día o saltarse una comida concreta cada día
es más seguro y sostenible que un ayuno completo. Para un ayuno de más de 1 a
3 días, esta suele ser una buena opción.
 Considere la posibilidad de ayunar de un tipo específico de alimentos en lugar de
todos los alimentos, especialmente si desea ayunar durante un largo período de
tiempo o tiene problemas de salud.
 Un ayuno completo debe ser muy corto; no debe durar más de unos pocos días.
 No se abstenga de beber agua durante mucho tiempo y hágalo sólo bajo la
supervisión de su médico. Los efectos de la deshidratación son seriosy su cuerpo
puede empezar a experimentarlos más rápidamente que los efectos del hambre.
 Si el ayuno de comida o bebida no es una buena opción para ti, todavía puedes
practicar el ayuno. Elija otra cosa en su vida para ayunar en su lugar. Por ejemplo,
considere la posibilidad de ayunar de la televisión o de las redes sociales.
EL REINO DE DIOS
(ADOPTADA POR EL PRESBITERIO GENERAL EL 9-11 DE
AGOSTO DEL 2010.)

Los términos reino de Dios y reino de los cielos frecuentemente se encuentran en


las Santas Escrituras y en el uso contemporáneo cristiano. Sin embargo, hay gran
desacuerdo sobre el significado y aplicación de estos términos. Parte de este
desacuerdo es un asunto sencillo de interpretación de los puntos menores, pero
otras partes son cruciales, desafiando aun los principios fundamentales de las
creencias tradicionales evangélicas y pentecostales. Por esta razón, es apropiado
articular los aspectos esenciales del reino de Dios que sostiene las Asambleas de
Dios.

SIGNIFICADO LINGÜÍSTICO DEL TÉRMINO REINO

El significado principal de malkuth (hebreo) y basileia (griego) es la autoridad o


reinado de un rey. El territorio, súbditos, y funcionamientos del reino son
significados secundarios.

El reino de Dios es la esfera del reinado de Dios (cf. Salmos 22:28). Pero aun así
el hombre pecaminoso participa de la rebelión universal contra Dios y su autoridad
(1 Juan 5:19, Apocalipsis 11:17,18). Por medio de la fe y la obediencia, el hombre
puede volver la espalda a su rebelión, ser regenerado por el Espíritu Santo, y
llegar a ser parte del Reino y su funcionamiento. Aunque la participación humana
en el reino es voluntaria, el reino de Dios está presente, sea o no reconocido y
aceptado por la gente.

El Reino es descrito de varias maneras, como “reino de los cielos” (Mateo13:11),


“reino de Dios”, “el reino de Cristo y de Dios” (Efesios 5:5), y “reino de nuestro
Señor y de su Cristo” (Apocalipsis 11:15). Jesús muchas veces habló del reino
como “mi reino” ( Lucas 22:30). Pablo, refiriéndose a Jesucristo, lo llamó “reino de
Cristo Jesús” (2 Timoteo 4:1). Todos esto términos se refieren al reino de Dios.

EL REINO DE DIOS EN EL ANTIGUO TESTAMENTO

“El reino del Señor” aparece una vez en el Antiguo Testamento: malkuth Yahvé (1
Crónicas 28:5). Obviamente el “reino” aparece muchas veces para significar un
territorio o dominio aquí en la tierra. “Dominio” o “reinado” es a veces la traducción
de la idea de la autoridad y el poder de Dios (Salmos 22:28; 45:6; 66:7; 103:19;
145:11–13;). A través del Antiguo Testamento (pero especialmente en los Salmos
y profetas) la idea de Dios como el Rey que gobierna sobre su Creación y sobre
Israel se expresa claramente. Aunque el reino inmediato de Dios es evidente en el
Antiguo Testamento, también hay un fuerte énfasis en el futuro cumplimiento del
reino universal de Dios. Esta anticipación frecuentemente coincide con las
expectaciones mesiánicas de la primera y la segunda venida (cf. Isaías 9:6,7;
11:1–12; 24:21–23; 45:22–23; Zacarías 14:9). Daniel 4:34 describe el reino de
Dios como “dominio...sempiterno” y un “reino por todas las edades”.

EL REINO EN EL NUEVO TESTAMENTO

Mientras que la idea del reino universal de Dios penetra el Antiguo Testamento, el
reino de Dios tiene un significado e importancia adicional en las enseñanzas y en
el ministerio de Jesús. Este ministerio empieza con la proclamación “el reino de
los cielos se ha acercado” (Mateo 3:2; 4:17; Marcos 1:15). Aunque Jesús nunca
definió específicamente el reino, Él lo ilustraba por medio de parábolas (Mateo 13;
Marcos 4) y demostraba su poder en su ministerio. Enseñaba a sus discípulos a
proclamar el reino al mandarlos a participar en el ministerio misionero (Mateo 10:7;
Lucas 9:2; 10:9,11). Cada descripción de Jesucristo como Señor es un
recordatorio de que Él es el soberano del reino de Dios.

De los varios contextos de la palabra reino en los Evangelios, el reinado de Dios


se ve como (1) un presente reino o esfera en el cual las personas están entrando
ahora, y (2) un futuro orden apocalíptico en el cual los justos entrarán al fin del
mundo.

Entonces el reino de Dios es tanto una realidad actual como una promesa de un
cumplimiento futuro. El Reino estuvo presente en la tierra en la persona y los
hechos de Jesús durante el tiempo de su encarnación. Después de la
resurrección, el Cristo resucitado está presente por su Espíritu, y donde esté su
Espíritu, el Reino está presente. La plenitud del reino espera la llegada final
apocalíptica al fin de esta era (Mateo 24:27,30,31; Lucas 21:27–31).

EL ESTADO DEL REINO AHORA

Así como algunos que seguían a Jesús “pensaban que el reino de Dios se
manifestaría inmediatamente” (Lucas 19:11), algunos hoy están esperando que los
cristianos transfieran la plenitud del reino a un reinado terrenal. Cuando los
fariseos preguntaron a Jesús la hora en que vendría el reino de Dios, Él
respondió, “el reino de Dios está entre vosotros” (Lucas 17:21). El restaurado
reinado de Dios pronto sería una realidad, porque Aquel que reclamaría el
territorio usurpado estaba ya en la tierra para cumplir su obra de redención. La
victoria sobre el dominio de Satanás ya empezó.

Hoy, la obra redentora está terminada, aunque la realidad del reino último es
limitada. En la era presente, el poder del Reino no detiene el proceso de
envejecimiento y muerte. Aunque Dios a veces subyuga las leyes naturales por un
acto soberano o en respuesta a la oración y fe de los creyentes, el Reino todavía
funciona por medio de seres humanos falibles. La iglesia no cambiará finalmente
el mundo antes de la Segunda Venida. Las acciones políticas y sociales justas son
importantes, pero el énfasis principal del Reino es la transformación espiritual de
los individuos que componen el cuerpo de Cristo. El Milenio y la última expresión
del Reino no vendrán sin el regreso físico de Jesucristo a la tierra (Lucas 21:31).
El Reino ya está presente, pero no está completo. Es tanto presente como futuro.

El período entre la primera y la segunda venida de Cristo (esta era presente) está
marcado por el enfrentamiento violento entre el poder del Reino y el poder que
domina al mundo en esta era presente. El conflicto divino con lo demoníaco
caracteriza la era presente. Es la era de conflicto como también la era del Espíritu.
Los creyentes tienen que combatir las fuerzas del mal (Efesios 6:12).

No tenemos la garantía del buen éxito total e instantáneo en este conflicto. Cada
victoria sobre la enfermedad, el pecado, la opresión, o lo demoníaco es un
recordatorio del poder actual del reino y de la victoria final venidera, una victoria
asegurada por la resurrección. Estamos llamados a combatir la enfermedad, pero
enfrentamos la realidad de que no todos aquellos por los que se ora serán
sanados. Estamos en armonía con los propósitos de Dios en esta era al enfrentar
la enfermedad de toda manera posible; nos regocijamos con las victorias notables
pero no estamos perplejos cuando algunos no son sanados. No nos rendimos al
mal ni a las luchas del tiempo actual; pero tampoco nos enfurecemos con Dios ni
culpamos a otros cuando toda petición no es concedida.

La esencia de la vida llena del Espíritu es combatir las fuerzas del mal,
completamente conscientes de que la liberación total siempre es una posibilidad
pero no viene inmediatamente en cada situación (cf. Romanos 8:18–23). Algunos
de los héroes de la fe (Hechos 12:2; 2 Corintios 11:23–12:10; Hebreos 11)
sufrieron o murieron, posponiendo su liberación a un tiempo futuro. No nos
rendimos a los estragos del mal; no nos rendimos a la lucha. Como instrumentos
del Reino en esta era presente, fielmente debemos combatir contra el mal y el
sufrimiento.
EL ESPÍRITU SANTO Y EL REINO DE DIOS

Como pentecostales reconocemos la función del Espíritu Santo en la inauguración


y en el continuo ministerio del Reino. En su bautismo, Jesús fue ungido con el
Espíritu (Mateo 3:16; Marcos 1:10; Lucas 3:22). Sus actos de poder, vigorizados
por el Espíritu de Dios, trajeron sanidad a los enfermos y restauración espiritual a
los hombres y mujeres pecaminosos. El descenso del Espíritu en su bautismo fue
un punto significativo en el ministerio de Jesús. “Jesús, lleno del Espíritu Santo,
volvió del Jordán, y fue llevado por el Espíritu al desierto” (Lucas 4:1). La obra del
Espíritu en el ministerio de Jesús demostraba la presencia del Reino.

Jesús describió la función o ministerio del Espíritu Santo en el reino de Dios.


Como parte del cumplimiento de la profecía del Antiguo Testamento, Él dijo a sus
discípulos: “Seréis bautizados con el Espíritu Santo” (Hechos 1:5). El poder del
Reino, manifestado en la Cruz, la resurrección, y la ascensión, fue transmitido a
todos los que serían llenos del Espíritu. La era del Espíritu es la era de la iglesia,
la comunidad del Espíritu. Por medio de la iglesia, el Espíritu continúa el ministerio
del reino de Jesús mismo.

EL REINO COMO UNA REALIDAD FUTURA

El carisma bíblico, proclamación ungida de la Palabra, y la confirmación de


señales y milagros son signos distintivos de que el reino de Dios está obrando
ahora mismo. El reino de Satanás ya ha sido invadido por Jesús en el poder del
Espíritu (Mateo 12:25–29; Colosenses 1:13; 2:15). Pero la destrucción final de
Satanás y la victoria completa sobre todo mal es parte de una futura consumación
escatológica (Apocalipsis 20:10).

Creemos en el regreso premilenario de Cristo, eso es, antes del período de mil
años descrito en Apocalipsis 20. Creemos que estamos viviendo en los últimos
días de la era presente; el próximo cumplimiento importante de la profecía bíblica
será el rapto, o el arrebatamiento físico, de la iglesia de la tierra (1 Corintios
15:51–52; 1 Tesalonicenses 4:14–17). Creemos que el rapto de la iglesia es
inminente (Marcos 13:32–37), que sucederá antes de la gran tribulación (1
Tesaloni-censes 4:17,18; 5:9), y que es “la esperanza bienaventurada” (Tito 2:13)
que esperamos aun cuando las señales de los cielos y la tierra muestran el fin
venidero de esta era (Lucas 21:25–28).

La segunda venida de Cristo incluye el rapto físico de los santos seguido por la
venida visible de Cristo con sus santos para reinar sobre la tierra por mil años
(Zacarías 14:5; Mateo 24:27,30; Apocalipsis 1:7; 19:11–14; 20:16). Satanás será
atado y estará inactivo por primera vez desde su rebelión y caída (Apocalipsis
20:2). Este reinado milenario de Cristo traerá el establecimiento de la paz
universal (Salmos 72:3–8; Isaías 11:6–9; Miqueas 4:3,4) por primera vez desde la
caída del hombre. Como lo prometen las Escrituras, “luego todo Israel será salvo”
(Romanos 11:26) y traído al reino milenario ( Ezequiel 37:21,22; Sofonías 3:19,20;
Romanos 11:26,27).

EL REINO Y LA IGLESIA

El reino de Dios no es la Iglesia. Pero hay una relación inseparable entre los dos.
La iglesia invisible y verdadera es el cuerpo espiritual del cual Cristo es la cabeza
(Efesios 1:22,23; Colosenses 1:18). Incluye a todos los que han creído, o creerán,
en Cristo como Salvador desde el inicio de la Iglesia hasta el tiempo en que Dios
la lleve del mundo.

El reino de Dios existía antes del principio de la Iglesia y seguirá después de que
la obra de la Iglesia sea terminada. Por lo tanto, la Iglesia es una parte del Reino,
pero no es todo. En la era presente, el reino de Dios está obrando por medio de la
Iglesia. Cuando la Iglesia haya proclamado el evangelio del Reino “en todo el
mundo, para testimonio a todas las naciones” (Mateo 24:14), el drama de los
sucesos de los últimos días comenzará. Finalmente, Cristo reinará en majestad
sobre su reino eterno, que incluirá a la Iglesia glorificada.

EL REINO DE DIOS Y LOS REINOS DE LA TIERRA

Actualmente el reino de Dios y los reinos de este mundo existen lado a lado. No
obstante, estos reinos no serán uno mismo hasta que Cristo venga y los reinos de
este mundo pasen a ser los reinos “de nuestro Señor y de su Cristo” (Apocalipsis
11:15). El reino de Dios puede trabajar dentro de cualquier sistema político actual
pero no está identificado con ninguno. Los creyentes llevan el evangelio del Reino
al mundo para que los individuos puedan escoger voluntariamente el señorío de
Jesucristo.

Aunque todos los gobiernos humanos están actualmente, hasta cierto punto, bajo
la influencia del maligno (Daniel 10:13,20; Juan 12:31; 14:30; Efesios 6:12), la
Biblia enseña que el gobierno es ordenado por Dios para que a su vez mantenga
el orden y castigue a los malhechores (Romanos 13:1–7). Las autoridades
gubernamentales son siervos de Dios, (Romanos 13:6) lo reconozcan o no. Los
ideales de justicia y decencia hallados en el gobierno y en la sociedad son el
legado de la gracia de Dios en el mundo (Romanos 1:20; 2:14). Aunque estén en
rebelión, los reinos del mundo son aún responsables ante Dios y tienen que dar
cuenta por los actos de injusticia y maldad.

Aunque el reino de Dios no es una entidad política actual, sus súbditos son
responsables de ejercer una influencia positiva en su sociedad. La Biblia no da
instrucciones claras a los cristianos sobre cómo combatir los males sociales
arraigados en las estructuras de nuestra sociedad, y los creyentes sinceros
diferirán en los métodos, pero es claro que los cristianos deben ser sal y luz
(Mateo 5:13,14). Deben preocuparse por los necesitados (Santiago 1:27; 2:16) y
los oprimidos (Santiago 5:4–6). Llenos del Espíritu, y con la oportunidad de influir
en la sociedad, están obligados a denunciar las leyes injustas (Isaías 10:1,2) y
buscar justicia y bondad (Miqueas 6:8; Amós 5:14,15).

A la misma vez, y sin contradecir el rol de siervos, los hijos de Dios deben estar en
el mundo, pero no ser del mundo (Juan 17:11,14,16). El reino de Dios (el reinado
de Dios en nuestra vida) se demuestra en nosotros y por medio de nosotros
mediante “la justicia, la paz y el gozo en el Espíritu Santo”(Romanos 14:17).

El reino de Dios no es un plan detallado para un cambio cultural radical basado en


alguna agenda carnal, teocrática, o revolucionaria, sino que radicalmente cambia
la personalidad y la vida humana. Por medio de los hombres y mujeres que
reconocen su autoridad y viven por sus normas, el reino de Dios invade el curso
de la historia. Este proceso comenzó con la primera venida del Mesías, ha
progresado durante la era de la Iglesia, y será completado con el dominio de
Cristo al final de los tiempos.

OPINIONES ERRÓNEAS ACERCA DEL REINO DE DIOS

Las doctrinas respecto al reino de Dios tienden a errar hacia uno de dos extremos.
Un extremo asume que el Reino logra muy poco durante la era de la iglesia. El
otro mantiene que el Reino logra demasiado. Algunos enfatizan en la naturaleza
celestial del Reino, y esperan poca expresión sobrenatural en la tierra. Debido a
que el cumplimiento del Reino es todavía futuro la Iglesia podría retractarse de
responsabilidades sociales y cívicas. Otros ubican al Reino primariamente en la
tierra. Ellos claman que la mayor parte del poder sobrenatural de Dios está
disponible actualmente a una iglesia militante y que el cumplimiento del Reino
ocurrirá durante la era de la iglesia. Ambos extremos deben ser evitados.

VENGA TU REINO
Cristo enseñó a sus discípulos que oraran, “venga tu reino” (Mateo 6:10). El Reino
ya está entre nosotros porque ha invadido el dominio de Satanás y ha asegurado
la victoria final. De alguna manera el Reino viene cuando la persona recibe a
Cristo como Salvador, es sanada o liberada, o es tocada de una manera divina.
Pero la futura consumación del reino de Dios – el tiempo cuando todo mal y
rebelión serán eliminados – es la esperanza ferviente del cristiano. Entonces con
los discípulos oramos, “venga tu reino” – tanto ahora como cuando Cristo regrese.

El rapto de la iglesia, la venida de Cristo por los suyos, pondrá en marcha la


consumación y realidad del reino eterno completo. El ángel declarará: “Los reinos
del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los
siglos de los siglos” (Apocalipsis 11:15). Con Juan el amado revelador decimos,
“sí, ven, Señor Jesús” (Apocalipsis 22:20).
REINO DE DIOS O DE LOS CIELOS

 Véase también Gloria celestial; Iglesia de Jesucristo


El reino de Dios sobre la tierra es La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los
Últimos Días (DyC 65). La finalidad de la Iglesia es preparar a sus miembros para vivir
eternamente en el reino celestial, o reino de los cielos. No obstante, en las Escrituras
a veces se hace referencia a la Iglesia como al reino de los cielos, o sea, que la
Iglesia es el reino de los cielos sobre la tierra.
Aunque La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es el reino de
Dios sobre la tierra, en la actualidad está limitado a un reino eclesiástico. Durante el
Milenio, el reino de Dios gobernará tanto eclesiástica como políticamente.
 Jehová es Rey eternamente y para siempre, Sal. 10:16 (Sal. 11:4).
 El Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido, Dan. 2:44 (DyC
138:44).
 Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado, Mateo 3:2 (Mateo 4:17).
 Venga tu reino. Hágase tu voluntad en la tierra, Mateo 6:10.
 Buscad primeramente el reino de Dios, Mateo 6:33 (3 Ne. 13:33).
 Te daré las llaves del reino de los cielos, Mateo 16:19.
 Venid, heredad el reino preparado para vosotros, Mateo 25:34.
 Cuando tome los sacramentos con vosotros en el reino de mi Padre, Mateo 26:26–29.
 Veréis a todos los profetas en el reino de Dios, Lucas 13:28.
 Los injustos no heredarán el reino de Dios, 1 Cor. 6:9.
 La carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, 1 Cor. 15:50.
 Antes de buscar riquezas, buscad el reino de Dios, Jacob 2:18.
 Ninguna cosa impura puede heredar el reino del cielo, Alma 11:37.
 Para que con ellas reposes en el reino de mi Padre, DyC 15:6.
 A vosotros se os ha dado el reino, o en otras palabras, las llaves de la Iglesia, DyC
42:69 (DyC 65:2).
 Extiéndase el reino de Dios, para que venga el reino de los cielos, DyC 65:5–6.
 Las llaves de este reino nunca te serán quitadas, DyC 90:3.
 Quienes te reciban como niños pequeños, recibirán mi reino, DyC 99:3.
 Así se llamará mi Iglesia en los postreros días, a saber, La Iglesia de Jesucristo de los
Santos de los Últimos Días, DyC 115:4.
 Los cielos nos fueron abiertos, y vi el reino celestial de Dios, DyC 137:1–4.
REINO DE DIOS, REINO DE LOS CIELOS

Dios es «Rey de los siglos» (1 Ti 1:17), o sea de toda la historia, pero hay que
distinguir entre esta soberanía eterna y la manifestación dinámica del Reino de Dios
que se establecerá con la venida de Jesucristo.
En El Antiguo Testamento
La frase «reino de Dios» no aparece en el Antiguo Testamento, pero Dios sí se
presenta como Rey: es rey de Israel (Nm 23:21; Is 43:15), y también de todo el mundo
(Sal 24; 47:8; 103:19); Él reina para siempre (Sal 29:10). Estas expresiones indican
no tanto un reino político o terrenal como el derecho de Dios de reinar sobre su propia
creación.
Dios dijo a Abraham que de sus lomos saldrían reyes (Gn 17:6), pero no fue sino
hasta el tiempo de Samuel que los israelitas pidieron un rey (1 S 8). Sin embargo, la
monarquía fracasó completamente después de cuatro siglos (→ Israel, nación: Judá).
Los profetas posteriores que vivieron durante el tiempo de la monarquía pronosticaron
el gran futuro en que el → Mesías reinaría sobre todo el mundo (Is 2:1–4; Miq 4:1–3).
Este reino se establecería en el → Día de Jehová (Jl 2:28–3:21; Am 9:11–15), cuando
Dios juzgaría a las naciones y salvaría a su pueblo universal. Al final crearía nuevos
cielos y nueva tierra (Is 65:17; 66:22). Todo esto señala la victoria final de Dios en la
historia.
En La Literatura Intertestamentaria
Entre los dos testamentos surgió un marcado mesianismo que proclamaba la
restauración del reinado de Israel. Esta esperanza renovada tomó muchas formas,
pero la más común era la del libro seudoepigráfico Salmos de Salomón (17:23–51): el
hijo de David, el Mesías, derrotaría a los enemigos gentiles. Como regidor de Israel,
capitanearía las fuerzas que dominarían a todas las naciones; estas subirían a
Jerusalén para glorificar a Jehová. En otras palabras, se presenta un reino político de
justicia en el cual el Mesías e Israel encabezan a todo el mundo. Los → Zelotes en el
tiempo de Jesús tenían esperanzas mesiánicas parecidas, con la diferencia de que
ellos mismos establecerían el reino por medio de la sublevación armada.
Otra corriente de este período (200 a.C. a 100 d.C.) era la perspectiva mesiánica de
la literatura apocalíptica, cuya idea central era la repentina introducción del Reino de
Dios en forma cataclísmica sobre la tierra, empezando con un juicio inesperado en
que los justos serían premiados y los malos castigados. Con estas ideas quizá Jesús
estaba de acuerdo, pero rechazó otros conceptos extremistas de esta literatura tales
como los cálculos del tiempo del fin, juegos de números, viajes celestiales y
revelaciones acerca del cielo y del infierno.
Se discute intensamente la pauta doctrinal que Jesús siguió: ¿Enunció sus ideas
respecto al reino conforme el mensaje profético del Antiguo Testamento, o las
concibió siguiendo el rumbo de la literatura apocalíptica? Un repaso de la enseñanza
de Jesús mostraría ampliamente lo primero.
En El Nuevo Testamento
En la predicación de Juan el Bautista
Juan vino predicando el arrepentimiento porque el Reino de Dios se había acercado
(Mt 3:2). El ser israelita no aseguraba la entrada al Reino. Además, las obras
apropiadas debían acompañar al arrepentimiento (Lc 3:8). El juicio estaba cerca, el
hacha ya estaba puesta a la raíz de los árboles (Lc 3:9). A pesar de la aparente
semejanza entre este mensaje y el que Jesús presentaría un poco después, todavía
Juan imaginaba un reino político y terrenal. Cuando vio que no surgía tal Reino, Juan
envió mensajeros para preguntar a Jesús (Mt 11:2s//). Jesús contestó en efecto que
la presencia del Reino de Dios se verificaba en la curación de los enfermos, en la
resurrección de los muertos y en la predicación del evangelio a los pobres (Mt
11:4s//). El carácter del Reino traído por Jesús no era político, literal ni terrenal, pero
se demostraba en obras que apuntaban hacia una restauración total.
En la enseñanza de Jesús
En los cuatro Evangelios el título más común es el «reino de Dios». Solo Mateo usa la
frase «reino de los cielos» (33 veces), aunque también usa «reino de Dios» cuatro
veces (12:28; 19:24; 21:31, 43). Esencialmente estos dos términos expresan una
misma realidad, como se ve mediante un cuidadoso examen de los Evangelios (cf. Mt
5:3 con Lc 6:20; y Mt 19:23s con Mc 10:24s y Lc 18:24s) y de muchos otros pasajes
donde Mateo usa la expresión «reino de los cielos» y los otros sinópticos «reino de
Dios». Al escribir a los judíos, Mateo demuestra su reserva judía en el uso del nombre
sagrado de → Dios; es decir, utiliza sinónimos para referirse a Jehová (cf. Lc 15:18,
21 donde «el cielo» significa Dios). Además de estos dos términos, se halla la frase
«reino del Padre» (Mt 13:43), y escuetamente «el reino» (Mt 6:13). Mateo 13:41 indica
que el reino es del Hijo del Hombre.
Al examinar los datos de los Evangelios, se ve cuán difícil es definir el Reino de Dios.
El concepto aparece en cuatro diferentes contextos: a) Unos pocos pasajes que
presentan el reino con el significado abstracto de autoridad real o el poder de reinar.
b) Un buen grupo de pasajes que aluden al reino como algo presente, como un poder
dinámico que actúa entre los hombres. c) Otro grupo semejante al anterior indica que
el reino es una esfera en la cual las personas entran. d) Además, hay un grupo final
que presenta al reino como completamente futuro, escatológico y apocalíptico. A
continuación trataremos de coordinar estos cuatro aspectos en una concepción total.
1. Respecto al concepto básico del término «Reino» (griego, basileı́a). Jesús anunció
al principio de su ministerio que el Reino se había acercado (Mc 1:15//), pero en
Mateo 12:28 dijo que el Reino había llegado cuando Él echaba fuera los demonios.
Puesto que Jesús practicó la expulsión de → Demonios casi desde el principio de su
ministerio (Mt 4:23s), queda claro por qué al anunciar el Reino habló de su misma
presencia y autoridad. A esas alturas no importaban los demás elementos de un
reino, tales como súbditos, leyes, o territorio, sino solo el rey y su autoridad real.
Como dijo Orígenes: «Jesús es la autobasileía», es decir, el Reino mismo. En la
parábola de las diez minas (Lc 19:11–27), el «hombre noble» tenía un territorio en el
cual gobernaba, tenía siervos a quienes mandaba y había leyes que regían en ese
pequeño país, pero al noble le faltaba la autoridad de proclamarse «rey». El «Reino»
que él se fue a recibir era el poder o la autoridad real («investidura real», HA). Esta
acepción de «Reino» se ve también en Jn 18:36. La gran mayoría de los eruditos
creen hoy que el sentido básico de basileía es la autoridad y poder reales de Dios, su
derecho de reinar en este mundo.
2. El segundo grupo de versículos habla del aspecto presente y dinámico del Reino.
Ya indicamos que la presencia del Reino era manifiesta en las obras poderosas que
Jesús hacía a favor de los necesitados. Pero el propósito del Reino era mucho más
que la satisfacción de necesidades físicas; involucraba también una lucha sin cuartel
contra Satanás. Jesús explica que el Reino de Dios tiene como fin contrarrestar la
autoridad y poder del reino de → Satanás. El hecho de que Él mismo puede amarrar
al fuerte (Satanás) y saquear sus alhajas (quitarle sus súbditos), trasladándolos a su
propio Reino, demuestra la poderosa presencia de este (Mt 12:28s//). En otras
palabras, ahí está la salvación. Este propósito se ve delineado en las palabras del
ángel a José: «Llamarás su nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus
pecados» (Mt 1:21). Más tarde Jesús mismo dijo que no «vino para ser servido, sino
para servir, y para dar su vida en rescate por muchos» (Mc 10:45//).
En el establecimiento del Reino la muerte de Jesús era imprescindible para rescatar a
las personas de sus pecados. Por eso, el hombre debe buscar el Reino sobre todas
las cosas (Mt 6:33) y recibirlo como un niño (Mc 10:15), ya que el Reino no está lejos,
sino entre los hombres (Lc 17:21).
3. Un tercer grupo de pasajes indica que el Reino es una esfera en la cual el hombre
entra. Aquí se toma en cuenta el aspecto humano del Reino. Uno entra en el Reino al
aceptar la autoridad de Jesús en su vida personal (cf. Mt 7:21ss; donde implica llamar
a Jesús Señor y hacer la voluntad del Padre). Juan lo explica en términos del nuevo
nacimiento (3:3, 5; cf. Lc 16:16; Mt 21:31; 23:13; Lc 11:52). Ciertos pasajes que
hablan de entrar en el Reino tienen tinte escatológico, y pertenecen a la categoría de
abajo (cf. las Bienaventuranzas que hablan del Reino como galardón futuro, Mt 5:3–
12 //; cf. Mc 9:47; 10:23ss //).
4. El último grupo tiene que ver con el aspecto escatológico del Reino, relacionado
con la venida de Cristo (→ Segunda Venida). Será el momento de la reunión de todos
los hijos de Dios del mundo entero (Mt 8:11); será el tiempo del → Juicio (Mt 16:27)
cuando el Hijo del Hombre se sentará en su trono (Mt 25:31–46); será el tiempo de la
regeneración cuando los discípulos participarán en la administración del Reino (Mt
19:28; cf. Lc 18:29s). Las «ovejas» entrarán en el Reino preparado desde la
fundación del mundo (Mt 25:34). Los Evangelios no especifican la naturaleza de ese
reino, pero será el cumplimiento de las esperanzas proféticas porque se establecerá
el reino literal, terrenal, político y moral que Dios quiere imponer (→ Milenio).
Hay cierta tensión entre el aspecto presente y el aspecto futuro del Reino. Tanto Juan
el Bautista (Lc 7:19) como los mismos discípulos (Hch 1:6) estaban perplejos porque
el Reino no apareció en forma literal en el tiempo de Jesús. Para una explicación de
la aparente promesa de una pronta venida del Reino (Mt 10:23; 16:28), → Segunda
Venida. En efecto, el triunfo de Jesús en la cruz los cristianos lo ven como un hecho
escatológico, porque su sacrificio, confirmado y aprobado por el acto divino de la →
Resurrección, nos logró la vida eterna. Jesús, entonces, inauguró el Reino, sin llevarlo
a su consumación. Como ha dicho Cullmann, «se ganó la batalla decisiva, solo se
espera la terminación de la guerra». Por eso, Pedro indicó en el día de Pentecostés
que los postreros días habían llegado (Hch 2:16–21). Ya se podía gozar de las
bendiciones y poderes del siglo venidero (1 Co 10:11; Heb 6:5).
En resumen, el Reino de Dios es el mismo poder dinámico de Dios encarnado en el
mundo en la persona de Jesús, con el fin de devolver a su dueño a los que estaban
bajo la autoridad de Satanás y del pecado. Aunque el poder del Reino se ve en las
obras maravillosas de Jesús, la máxima manifestación se encuentra en su muerte y
resurrección; por tanto, es proclamado Señor de todo el universo. El Reino no solo es
un poder dinámico que actúa entre las personas, sino también una esfera en la cual
los hombres entran al recibir a Jesús como su Señor y al hacer la voluntad del Padre
(Mt 7:21ss). Durante el actual período intermedio, los discípulos proclaman el señorío
de Jesús en todo el mundo, y cuando esta tarea se termine, se manifestará gloriosa y
públicamente el Reino de Dios en la parusía del Señor Jesucristo.
Aunque la cabeza de un reino debe ser un rey, los Evangelios, especialmente Mateo
y Juan, presentan a Dios como → Padre. Así que el Reino tiene el carácter de una
gran familia en la cual los hijos (Jn 1:12) llaman a Dios → Abba (Mt 6:9; cf. Ro 8:15;
Gl 4:6). Los hijos, siendo responsables, se preocupan por los asuntos de su Padre:
llevan una verdadera vida de discipulado (Mt 16:24) y son portadores del evangelio
del Reino, compartiendo en esta responsabilidad la misma autoridad de su Señor (cf.
Mt 10:1, 5–15, 40ss).
Frente al hecho de que el Reino de Dios siempre es Reino de → Justicia, se discute
intensamente si los hijos del Reino tienen la responsabilidad en la época presente de
implantar la justicia en este mundo de maldad. Aunque el Nuevo Testamento no
respalda la imposición de sistemas políticos por la fuerza, esto no quiere decir que los
hijos del Reino justo de Dios no deban luchar por todos los medios legítimos, según
los principios básicos del Reino, para lograr la máxima justicia posible dentro del
contexto contemporáneo. Cada hijo del Reino tiene la responsabilidad de ministrar a
los necesitados y desvalidos a su alrededor (Mt 25:31–46). Los que no hayan
cumplido con su responsabilidad serán separados del resto del Reino por el Hijo del
Hombre en el juicio final (Mt 25:41–46), enseñanza claramente presentada por Jesús
en las parábolas del Reino (Mt 13:24–30, 36–43, 47–50; 24:45–51; 25:1–13, 14–30).
En el resto del Nuevo Testamento
De concepto central en el mensaje de Jesús, el Reino de Dios pasa a ser un tema
marginal en el resto del Nuevo Testamento. Más bien se recalca la → Iglesia. Este
cambio se debe, no a la poca importancia del reino, sino a la labor de traducción
realizada por los predicadores, una vez que el mensaje evangélico alcanzara a las
masas de habla griega. Expresiones como «Hijo del Hombre» y «Reino de Dios»,
muy comprensibles en el ambiente palestinense, causaban malos entendidos entre
los gentiles (→ Roma, Imperio) y tuvieron que ser reemplazadas.
En los Hechos la iglesia predica el Reino de Dios (8:12; 20:25; 28:23, 31) como
realidad presente y futura (14:22). Pablo habla del aspecto presente del Reino (Ro
14:17; 1 Co 4:20; Col 1:13), pero recalca el aspecto futuro: los malos no heredarán el
Reino (1 Co 6:9s; Gl 5:21; Ef 5:5); el Reino vendrá con la manifestación de Jesús en
su Segunda Venida (2 Ti 4:1, 18); después de dominar a todos sus enemigos, el
Señor Jesús entregará el Reino al Padre para que Dios sea todo en todos (1 Co
15:23–28). La palabra final del Reino se encuentra en el Apocalipsis que relata cómo
los reinos de este mundo llegan a ser el Reino de nuestro Señor (11:15; 12:10), a
quien se llama Señor de señores y Rey de reyes (17:14; 19:16). Pero Él no reina solo,
sino junto con los suyos durante mil años (20:1–10). Después del juicio del gran trono
blanco sigue el aspecto eterno del Reino, cuando aparece un cielo nuevo y una tierra
nueva (21:1); una existencia en la cual no cabe el mal de ninguna especie (21:27).
Este Reino eterno representa la victoria final de la justicia.
El Reino Y La Iglesia
Aunque generalmente el magisterio de la iglesia católica romana define como
idénticos estos dos conceptos, algunos eruditos católicos los distinguen. El sentido
abstracto del Reino, o sea la autoridad soberana de Dios y de Cristo, nunca puede
identificarse con la Iglesia. Cuando una persona se somete a la autoridad de Dios en
el Reino, llega a ser hijo del Reino y forma parte del pueblo de Dios. Los súbditos del
Reino forman la Iglesia, pero no pueden ser identificados con el Reino en su totalidad.
El Reino crea la Iglesia, la cual a su vez predica el evangelio del Reino; de tal modo
que la Iglesia es el instrumento y custodio del Reino de la tierra. El Reino es la esfera
de la salvación; la Iglesia es la esfera de la comunión, del testimonio y del goce de las
bendiciones del Reino. Aunque los dos están inseparablemente ligados, no pueden
ser identificados.

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