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,·�' roducción a

RIÁTEGUI
· . níbal uij ano�
Aníbal Quij ano

Ediciones e Era
© 1 98 1 Anibal Quijano
,

Primera edición en Serie popular Era: 1982


ISBN: 968-411-084-7
DR © 1 982, Ed i c i on es Era, S. A .
Avena 1 02
Col. Granjas Esmeralda
Del. lztapalapa
09810 México, D. F.
Impreso y hecho en Mé x i co
Printed and Made in Mexico
lndice

El Perú de Mariátegui: 1894-1930, 1 1


Historia local y coyuntura mundial, 13
La implantadón y· dominio del capital monopólico impe­
rialista, 14·

Capital monopólico y precapital, 18


Burguesia imperialista y burguesia interna: la cuestión na­
cional, 20
La asociadón.de intereses dominantes,en el Estado: la oli-
garquia, 22 ' - /·
Luchas sociales y debate ideológico antes de 1919, 26
Las principales etapas de Mariátegui, 33
Repliegue físico y aventura intelectual: 1894-1914, 34
Del colonidismo a la crídca social y polídca: 1914-1919,
35
La experiencia europea y el aprendizaje marxista: 1919-
1923, 40
De regreso en el Perú: dos etapas , 45
El debate sobre el pensamiento y la obra de Mariátegui,
49
Las cuatro caras de un mito, 51
M ariátegui en la fundación del marxismo en América La­
tina, 59
Los problemas en el marxismo de Mariátegui, 62
Las fuentes· del marxismo y de la fdosofía de la historia
·

mariateguianos, 70
La contribución marxista de Mariátegui al descubrimien­
to de América Latina, 78
La naturaleza específica de la formación secial peruana,
79
La crítica mariateguiana del APRA y de la dirección de la
111 Internacional, 87
El carácter del imperialismo y sus implicaciones sobre la
·

lucha de clases, 91
1 carácter de la revolución: "socialismo indoamerica­
no " , 97
1 debate de Buenos Aires: carácter del partido y del pro­
grama, 103
;critura y crítica literaria en Mariátegui, 1 12
partir de M ari á teg ui , 1 1 4

otas, 117
°
En poco más de di ez años, más de una veintena de traba­
jos, cuya gran mayoría corresponde a la última década,
han sido publicados sobre el pensamiento y la acción de
J osé Carlos Mariátegui . A pocos años del cincuentena­
rio de su muerte y a pocos meses. del de la primera edi­
ción de sus Siete ensayos, se ren ueva y se amplía, nacio­
nal e in ternacionalmente, el interés por estudiarlo, por
encontrar su lugar y su significado en el desarrollo del
pensamiento revolucionario contemporáneo, al cual,
como todos reconocen, hizo originales y perdurables
contribuciones.
¿Qué significa eso'? ¿Qué significa hoy reflexionar so­
bre Mariátegui? En el ámbito peruano, es ante todo el
testimonio irrecusable del reencuentro, cada día más
profundo, después de varias décadas, entre el movimien­
to revolucio nario de un proletariado que avanza a la
conquista de su madurez política y de la dirección de las
luchas de los demás explotados peruanos, y la memoria
del hombre a quien debe la contribución central al naci­
miento de sus primeras organizaciones sindicales y polí­
ticas nacionales, y la aún fecunda matriz de una teoría y
de una o rientación estratégica· revolucionarias en la so­
ciedad peruana.
En el plano internacional, europeo en particular, el in­
terés actual por Mariátegui, de algún modo forma parte
del activo proceso de revitalización de la investigación y
la reflexión marxista, en la brega por cancelar plenamen­
te el largo periodo de su aherrojamiento y anqui losa­
m iento bu rocrático. Por reencontrar, tam bién en este
plano, las bases gen uinas de la vitalidad revol ucionaria
del marxismo en la propia obra de sus creadores y en el
rescate de las aportaciones hechas por quienes, como
Rosa Luxemburgo o Gramsci, fueron relegados, duran-

Q
te ese periodo, a una discreta penumbra mistificatoria de
su heren ci a teórica . En ese proceso es inevitable recono­
cer ahora, por encima de las fronteras eurocentristas que
han con s tru i d o el pensamiento marxista occidental, la
contribución c r ea d o r a y vivificante de los revoluciona­
rios no europeos al desarrollo del pensamiento marxista,
y en especial de los que provienen de lo que la ideología
al uso ha bautizado como Tercer M undo. En América
Latina, M a riát egu i ocupa un sitial cimero.
Desde l a segun d a guerra mundial, las más intensas y
decisivas luchas revoluciqnarias han tenido escenarios
distantes de Europa. Ttiunfantes o derrotadas, aquéllas
han revelado en Asia, Africa y Amér ica, un nuevo terri­
torio del pensamiento revolucionario, y han colocado,
ju nt o a la lista de los "clásicos" europeos del marxismo,
los nuevos nombres cuyo pensamiento y acción ocupan
hoy gran parte del debate internacional: Mao, Ho Chi
Mio, Castro, Guevara, Amílcar Cabral, para citar sólo a
los más ilustres. H oy el pensamiento marxista no podría
ser concebido solamente a través de la retina occidental.
Y ahora, cuando las luchas de clases vuelven a desarro­
llarse también en los propios centros del mundo capita­
lista, el debate marxista actual en Europa, o en Estados
Unidos, no podría prescindir de ese nuevo marco. De
otro lado, en la crisis actual, no son solamente las ilusio­
nes burguesas, alimentadas por un largo periodo de es­
plendor capitalista, las que están decl inando y perd iendo
su i n s uficie n cia en el seno de la clase obrera. Son tam­
bién la s infecciones ideológicas de raíz burocrática, que
pi er d en terreno en el marxismo, como consecuencia de
la revitalización de las luchas de clases, no solamente en
el orden capitalista, sino también en Europa del Este, de
m odo cada vez más visible.
Y en América Latina, la historia trágica de las derro­
tas de los movimientos revolucionarios después de Cu­
ba, así como el reciente desarrollo de las luchas de clases
en algunos países como Perú, Ecuador, Colombia, prin­
cipalmente, explican la paralela intensidad de la búsque-

10
da de nuevas bases para la teoría y la práctica revolucio­
narias, distintas de las que fueron resultado del domi­
nio de direcciones burocrático-reíormistas sobre las lu­
chas de los explotados de este continente.
En este camino, el reencuentro de los trabajadores pe�
ruanos con el. pensamiento de Mariátegui, constituye
todo un signo: el ingreso de las.luchas de clases en el Pe­
rú, en un periodo histórico nuevo, caracterizado, funda­
mentalmente, por la depuración y la profundización, en
la misma medida, del carácter histórico de la sociedad
peruana, y de la madurez de clase de su proletariado. Y
como todo reencuentro, en plena lucha, es un debate, no
una canonización.

El Perú de Mariátegui: 1894-1930

José Carlos Mariátegui nació, en Moquegua, el 14 de j u­


nio de 1894,1 y murió, en Lima, el 16 de abril de 1930. Su
biografia forma parte, así, de un periodo excepcional­
mente significativo en la historia peruana, y que puede
ser considerado como un auténtico puente histórico en­
tre la sociedad colonial y la actual, porque durante él tie­
ne lugar una compleja combinación entre los principales
elementos de la herencia colonial, apenas modificados
superficialmente desde mediados del siglo XIX, y los
nuevos elementos que con la· implantación dominante
del capital monopolista, de control imperialista, van
produciendo una reconfiguración de las bases económi­
cas, sociales y políticas, de la estructura de la sociedad
peruana. La accidentada y compleja dialéctica del desa­
rrollo y la depuración de esa estructura, ha dominado
desde entonces la historia peruana, ha enmarcado y con­
dicionado sus luchas sociales y políticas y definido los te­
mas centrales de su debate. Y aunque desde la crisis de
1930 hasta la actual ese proceso de depuración está, en lo
fundamental, realizado, el peso objetivo y subjetivo de lo
ocurrido durante ese periodo está aún, en muchos senti-

1 1
:los, presente. No es, por eso, un azar, que algunos .de los
.emas centrales del debate ideológico de ese momento,
:ean todavía vigentes en el actual, y por lo cual el estudio
fe la obra de M ariátegui no tenga, en modo alguno, un
nterés solamente histórico.
Cuando M ariátegui nace, transcurrida una década
lesde la derrota frente a Chile, el Perú está saliendo de
os desastrosos efectos de esa guerra, y en la víspera de
m cam bio político que marca, en la práctica, el comien­

o del nuevo periodo .


En efecto, desarticulada la economía durante el con­
licto, debilitado consiguientemente el poder económico
político de los núcleos·de burguesía comercial y terra­
:niente de la costa, en plena constitución antes de la
uerra, y casi desmantelado el aparato estatal y el orden
,o lítico que, bajo la creciente dirección de esos núcleos
urgueses, estaba en desarrollo, tras la derrota el país
abía recaído bajo un nuevo caudillaje militar, que era
nte todo la representación política de la inconexa clase
:rrateniente señorial del interior, dirigido por el general
�ndrés A. Cáceres, el prestigioso jefe de la resistencia
ontra el invasor chileno .
E n tales condiciones, los debilitados núcleos burgue­
es y las capas medias urbanas, organizados desde antes
.e la guerra en el Partido Civil, principalmente, se en­
ontraron obligados no solamente a transar con el régi-
1en militarista-señorial, sino en cierto modo a sostener­
). Asesinado su principal dirigente, Manuel Pardo, en
878, no disponían en ese momento de un jefe del presti­
io necesario para encabezar la oposición. Debido a ello,
1 final de esa década era Nicolás de Piérola, jefe del Par­
.do Demócrata, y antes representante de las capas de
omerciantes y terraten ientes menores provincianos y de
rientación señorialista, quien surgía como vocero de la
posición, consiguiendo al final el tácito apoyo del Par­
do Civil, del cual había sido opositor político antes de
l guerra .

La relativa reactivación de la economía, permitía a los


'
núcleos de burguesía comercial y terrateniente de la cos­
ta volver a fortalecer su poder económico y forzar su re­
greso a la dirección del Estado, apoyándose en el inmen­
so descontento popular, que la rigidez autoritaria y la ar­
bitra�iedad y corrupción de los regímenes militares venía
acumulando, y que se alimentaba además de un generali­
zado sentimiento de frustración nacional por la derrota.
Eso permitió a Piérola ·canalizar ese descontento con
una prédica populista y encabezar la sublevación triun­
fante de 1 895 , que desalojando 'del poder al caudillaje
militar y lo que éste representaba, inauguró la precaria
estructura política que duró hasta 1 9 1 9, pero, sobre to­
do, señaló el paso a un periodo de reconfiguración de la
estructura de la sociedad peruana.

Historia local y coyuntura mundial

Al estudiar el proceso de expansión de la gran propiedad


agraria en la sierra del sur peruano, a fines del siglo XIX
y comienzos del XX, Fran�ois Chevalier señaló que ello
fue el resultado del encuentro entre la "historia local y la
coyuntura mundial" . 2 Tal conclusión· es válida no, sola­
mente para ese problema específico, sino también para el
conjunto de la problemática peruana de ese periodo.
En el tránsito del siglo XIX, la "coyuntura mundial"
estaba presidida por dos fenómenos básicos: la expan­
sión imperialista del capital monopólico y la disputa en­
tre las burguesías de Inglaterra y de Estados Unidos por
la hegemonía en el control de ese proceso, especialmente
en lo que respecta a �a América Latina.
La "historia local" estaba marcada, ·ante todo: por la
incidencia del capitalismo, en el seno de una formación
social cuya base abrumadoramente predominante eran
las relaciones precapitalistas de producción, aunque ya
ampliamente condicionadas por la expansión del capital
comercial; por la consiguiente debilidad de los núcleos
de burguesía, básicamente mercantil y terrateniente, su
aún precaria diferenciación como clase social respecto
de la clase terrateniente señorial, dominadora de campe­
sinos enfeudados y también, en gran parte, de campesi­
nos independientes o agrupados en comunidades, debi­
do a lo cual esos núcleos burgueses no habían logrado
aún adueñarse enteramente del poder político y llevar a
cabo su propia revolución democrática en la economía y
en el Estado; por la precariedad institucional del propio
aparato institucional del Estado, no solamente por los
efectos de la reciente guerra, sino también como expre­
sión de la debilidad burguesa y de la dispersión política
de la clase terrateniente señorial; y, en ese marco, final­
mente, por un debate ideológico signado por un senti­
miento de "urgencia nacional", unánimemente compar­
tido, pero parejamente cabal demostración de la perple­
jidad y el desconcierto ideológico y de la incongruencia
de los proyectos políti cos de las principales fracciones
burguesas y señoriales dominantes. La inserción de esa
historia local en la coyuntura mundial, no podía dejar de
i m plicar un dominio decisivo de lá última en la determina­
ción de las características del nuevo periodo.
Tres procesos centrales conducen, desde entonces has­
ta 1930, la historia peruana: la implantación y consolida­
ción del capital monopolista, bajo control imperialista,
como dominante de una compleja combinación con las
relaciones precapital i stas de producción, hasta entonces
dominantes; la reconstitución, sobre esa base, de los in­
tereses y de los movimientos de clases, y de sus modos de
relación en el Estado; y el desarrollo y renovación del de­
bate ideológico-político, en una primera etapa sólo den­
tro de las clases domi nantes, y después de 1 9 1 9, entre
ellas y las clases explotadas y medias.

La implantación y dominio del capital


monopólico imperialista

Antes de fines del s iglo XIX, en el Perú se había iniciado


u
'

la formación de incipientes núcleos de relaciones capita-


listas de producción, bajo modalidades primitivas de
acumulación, como consecuencia, principalmente, de la
reactivación del comercio internacional sobre la base del
guano y del salitre, primero, y del algodón posterior­
mente. Ese proceso tuvo lugar casi exclusivamente en la
costa. Pero permitió, también; la relativa dinamización
del comercio interno y la ampliación del capital comer­
cial en las zonas más inmediatamente vinculadas a la
costa. ,
Como resultado, fueron constituyéndose los primeros
núcleos importantes de burguesía comercia) y terrate­
niente, desde luego principalmente en la costa. Sin em­
bargo, esos núcleos burgueses no surgían en condiciones
de desarrollar una "revolución industrial" interna y au­
tónoma, porque se constituían como burguesía "com­
pradora", dependientes de la burguesía industrial euro­
pea. Solamente algunos reducidos núcleos burgueses se
orientaban a la capitalización del beneficio comercial,
acumulando en precarios establecimientos manufacture­
ros, en su mayoría semifabriles.
Esa dependencia congénita de la emergente burguesía
peruana, no solamente limitó su capacidad de acumula­
ción interna, sino también . contribuyó a desarrollar su
orientación consumista y su propensión a parasitar los
ingresos fiscales, procedentes de la renta guanera y sali­
trera y de los cuantiosos préstamos en Inglaterra y Fran­
cia, que reforzaban la dependencia global del país res­
pecto de la burguesía europea. Y, así mismo, la condujo
a acumular casi exclusivamente en la producción agríco­
la exportable, destinada al mercado europeo y nortea­
mericano, y en la actividad comercial de importación de
la producción industrial de esos paises.3
Esa burguesía, pues, tendía a desarrollarse básicamen­
te como burguesía terrateniente y comercial, bloquean­
do sus posibilidades de avanzar hacia su "revolución in­
dustrial" .. Debido a eso, no estaba en condiciones, ni in­
teresada, en llevar adelante su propia revolución demo�

15
crática en la economía y en el Estado. Es decir, de avan­
zar hacia la desintegración de las relaciones de produc­
ción de origen precapitalista, serviles o comunales, para
li berar mano de obra y recursos de producción, y hacia
la democratización del Estado, conforme a la ideología
liberal formalmente adoptada, sobre todo desde media­
dos de siglo. Por ello, no solamente se encontraba colo­
cada en situación de perm itir la continuación del predo­
minio del precapitalismo y de su clase terrateniente do­
minante, sino tam biéñ era incapaz de di ferenciarse
de ésta m ás rápida y plenamente, ni social ni ideoló­
gicamen te.
Si n ser inexistentes, las bases del capitalismo en el Pe­
rú eran no sólo precarias y débiles, sino, lo que era mu­
cho más i mportante y decisivo, eran llevadas por una
tendencia a la deformación y a la dependencia, con todo
lo que ello i m plica para el destino histórico de la burgue­
sía en el Perú .
Si n embargo, l o s más poderosos grupos d e la emer­
gente burguesía, influidos por un difuso positivismo in­
troducido hacia mediados de siglo, 4 y en frentados a la
desorgan ización y corrupción administrativa bajo los
sucesivos regímenes m ilitares, se movilizaron , a fines de
la década de los 60, hacia la disputa del poder político
con una ideología de desarrol lo nacional, lo que cristali­
zó en la formación del Partido Civil en 1 87 1 5 y en el pri­
mer proyecto de desarrollo capitalista nacional, bajo la
conducción de M anuel Pardo, quien asumió el gobierno
en 1872.
A pesar de algunas medidas de reforma administrativa
y ed ucacional, que mostraban su orientación moderni­
zante, este pri mer go bierno civil de la burguesía perua­
na no fue capaz de tocar ningún interés fundamental de
la clase terrateniente, ni de enfrentarse exitosamente a la
grave crisis económica en que había encallado la econo­
mía peruana a com ienzos de los años 70, estrangulada
por una deuda externa crecida.
Ad ministrando una economía en crisis, e impotente
para remover el piso del poder de los terratenientes, no
solamente fracasó en su intento de ganar el apoyo de las
masas populares urbanas, sino que tuvo que enfrentarse
a ellas y a los representantes políticos de los terratenien­
tes, poniendo en evidencia los límites y deformaciones de
su desarrollo como clase. Se dice que_ fue en ese momen­
to cuando el término oligarquía, de tanta significación en
nuestra historia, hizo su ingreso en el Perú. 6
Al término de la década del 70 sobrevino el conflicto
con C hile, y sus consecuencias eQ._terraron definitivamen­
te las posibilidades de un proyecto de desarrollo capita-
·

lista nacional.
Debido a ello, la implantación del capitalismo, en tan­
to que relación social de producción ·dominante, se lleva
a cabo en el Perú ya bajo su forma monopólica y, en esa
condición, bajo control imperialista de burguesías ex­
tranjeras, desde fines del siglo XIX.
El proceso de implantación del capital monopólico se
inicia poco después de la guerra con Chile, cuando en
1 890 los tenedores de bonos de la deuda externa, incre­
mentada durante la guerra, obligaron al gobierno de Cá­
ceres a la firma del Contrato Grace, mediante el cual di­
chos acreedores se organiz.aron en la Peruvian Corpora­
tion Ltd. y obtuvieron la concesión del control de los fe­
rrocarriles, por un periodo de 75 años. Piérola, al ocupar
el gobierno en 1 895, desarrolló un modelo ya estableci­
do, con una política abiertamente destinada a atraer ca­
pital extranjero, que en la coyuntura era, precisamente,
capital monopólico.
· · Entre 1 895 y 1 9 1 4, se habían instalado en el Perú las
primeras cuatro grandes corporaciones, la ya menciona­
da Peruvian Corporation Ltd. , Cerro de Paseo Corpora­
tion, lnternational Petroleum Corporation, y Grace. La
primera de capital británico y las demás norteamerica­
nas. Ocupaban, j unto a otras empresas extranjeras me­
nores, el lugar de predominio en la minería, en el petró­
leo, en la agricultura de exportación y en el transporte
pesado . Y en la misma etapa, el capital imperialista con-

17
seguía el dominio de casi toda la banca, del comercio in­
ternacional, de la empresa principal de servicio eléctrico.
Después de la crisis económica iniciada en 1913 y con­
tin uada d u rante la primera guerra mundial (1 9 1 4-1 9 1 8),
el capital i m perialista ocupó también el control de las
em presas i n dustriales más i mportantes, en la texti lería y
otras ram as menores, consolidando su dominio de la
eco n o m ía peruana en todos aquellos sectores donde se
impla n ta b a el capital com o relación social de produc­
ción, y dej a n do, de ese modo, a la burguesía interna en
u n a posición totalmente subordinada y, sobre todo, des­
pojada de sus p ri ncipales recursos de producción . 7

Capital monopólico y precapital

El capital m on opól ico se i mp lanta en la economía pe­


ruan a constituyendo n úcleos de relaciones capitalistas
de producci ó n , en los prin cipales sectores prod uctivos de
la eco nomía cuya m atriz previa era casi enteramente pre­
capitalista .
La i nvestigación social latinoamericana , h a difundido
la den o m i n ación de "enclave" para esa forma de im­
plantación del capital en estos países.8 El término, sin
embargo , contiene m ás u n a imagen que u n concepto,
pues más b ien di ficulta que permite descubri r el tipo de re­
laciones que se establecen entre esos núcleos de relaciones
capitalistas de producción y la matriz de origen p recapita­
lista .
A usente u n circuito i n terno de acumulaci ó n , i ntegra­
dor de los sectores productivos, y liquidados en su n aci­
miento los elementos que l levaban a su desarrollo9 por la
propia acción del capital imperialista, cada uno de los
sectores en los cuales éste se i m planta en con dición do­
mi n a nte, es articulado al circuito capitalista n acional de
donde proviene ese capital, esto es, a un circuito externo
de acu m u l ación y de realización de la plusvalía generada
en esos n ú cleos capitalistas.

18
Debido a ello, ni la producción industrial interna, ni el
mercado interno del Perú, tienen interés para el capital
monopolista durante ese periodo, sino de manera limita­
da a las propias necesidades de exportación de la pro­
ducción industrial europea o norteamericana al país. Por
su carácter reducido y concentrado en núcleos, en deter­
minadas ramas de producción, ese capital no tendrá,
tampoco, interés en una masiva liberación de mano de
obra, sino en la formación de un mercado limitado de
fuerza de trabajo libre.
Sobre esas bases, el capital monopolista implantado
en ese periodo, resulta en una situación estructuralmente
condicionada para no entrar en conflicto inmediato y ge­
neralizado con las relaciones precapitalistas de produc­
ción que predominan en el resto de la economía.
Por el contrario, las necesidades del capital implanta­
do en tales condiciones, encuentran en las relaciones pre­
capitalistas un elemento decisivo para su operación . En
la medida en que el valor de la fuerza de trabajo explota­
da por el capital monopólico se constituye fundamental­
mente en el área no capitalista de la economía, la tasa de
ganancia de ese capital resulta mucho más alta en este
país, en relación con la que puede obtener en la econo­
mía metropolitana, en las mismas ramas de producción.
De ese modo, para el capital imperialista no solamen­
te no será necesaria la desintegración de las relaciones no
capitalistas, sino·, por el contrario, su perduración será
útil para sus necesidades de acumulación, por el tiempo
que requiera el mantenimiento de esta modalidad de
operación . Ese tiempo fue largo .
Capital monopólico y precapital se combinarán así,
contradictoriamente, en una estructura económica con­
junta, bajo el dominio del primero, en una tendencia de
acentuación de ese dominio. 10
Una de las consecuencias más importantes de esa con­
figuración económica, será -como Chevalier señala -1 1
la expansión de la gran propiedad agraria bajo control
de los terratenientes señoriales, en toda la sierra perua-

19
na, y el consiguiente endeudamiento de una m ayor canti­
dad de campesinado , bajo esa dominación. La amplia­
ción del mercado interno de productos alimenticios de
origen agropecuario, con forme se ampliaban los cen­
tros urbanos y la mano de obra en los "enclaves" y en ac­
tividades de comercio y de servicios, impulsará a los te­
rratenientes señoriales a extender sus tierras y a contar
con una masa mayor de campesinado para su explota­
ción .
Esa expansión de la gran propiedad agraria y de cam­
pesinado enfeudado bajo el dominio terrateniente seño­
rial, no dejará de tener consecuencias sobre esta clase.
Una parte importante de ella se irá convirtiendo en bur­
guesía comercial-terrateniente, controlando capital co­
mercial en medida muy significativa en determinadas zo­
nas.12
Esa reactivación del mercado interno impulsa la ex­
pansión del capital comercial, que pasa a servir como co­
rrea de trasmisión entre la producción mercantil proce­
dente del área no capitalista y las necesidades del capital
monopólico. Y ello implica la ampliación de una capa de
pequeña y mediana burguesía comercial, i ntermediado­
ra entre la burguesía capitalista y los terratenientes seño­
riales y también una parte del campesinado no directa­
mente enfeudado .

Burguesía imperial ista y burguesía interna:


la cuestión nacional

En el curso de la implantación del capital monopólico,


co n esas modalidades, la burguesía comercial y terrate­
niente form ada en el periodo anterior, mientras era des­
pojada de sus principales recursos de producción y del
control de su dominio nacional sobre el proceso capita­
lista, fue también , sin embargo, impulsada a la acumula­
ción capital ista en los red ucidos márgenes de operación
que le habían sido i mpuestos, y en los mismos sectores y

20
ramas de producción en que se implantaba el control de
la burguesía monopolista extranjera.
De ese modo, en el mismo proceso, cumplía el tránsito
definitivo de su condición de burguesía básicamente co­
mercial a la de burguesía capitalista sensu stricto; y, de
otro lado, su opción histórica de clase nacional domi­
nante quedaba castrada, dando lugar a su construcción
como apéndice semicolonial de la burguesía imperialis­
ta, durante todo ese periodo. Lo último no solamente
por el carácter minoritario y subordinado de la par­
te de capital que quedaba bajo su control, sino particu­
larmente, por acumular en los mismos cauces y moda­
lidades impuestos por la burguesía imperialista domi­
nante.
Las tasas de ganancia eran mucho más altas en las ra­
mas de producción exportable - algodón, caña de azú­
car, minerales - , lo que arrastraba a la raquitizada bur­
guesía peruana a acumular principalmente en esas ramas
que dominaba ya la burguesía imperialista. Y aun cuan­
do -sobre todo después de la crisis de mediados de la se­
gunda década de este siglo - algunos grupos de capitalis­
tas peruanos pudieron acumular en la industria fabril y
semifabril, consiguiendo legislación protectora, eso no
cambió en lo fundamental la situación configurada.
La nueva burguesía capitalista peruana no dejó de en­
riquecerse, pero sólo a condición de la pérdida de su he­
gemonía en el proceso capitalis ta, en el mismo momento
en que éste ganaba el dominio en el conj unto de la es­
tructura económica del país.
Las características y tendencias de este proceso no de­
jaron de ser percibidas y resistidas por algunas fraccio­
nes de la burguesía peruana.\ Pero esas fracciones eran no
solamente las más débiles, sino, paradójicamente, las
más apegadas a las tradiciones señorialistas de su origen
terrateniente. Y quienes, en el debate de fines de siglo,
reclamaban protección estatal para los capitalistas na­
cionales, señalando las vías de un desarrollo capitalista
bajo control nacional, eran solamente aislados ideólo-

21
gos, de fili ación positivista, sin suficiente influencia en el
sen o de la clase. 1 3
Por esos factores, las fracciones nacionalistas de la
burguesía peruana fueron debilitándose y perdiendo su
l ugar en la di rección de la clase, a lo largo de l as dos pri­
m eras décadas del s iglo XX. Y cuando, como conse­
cuencia de la crisis del 14-18, la pugna hegemón ica entre
las b u rguesías norteamerica n a y británica se resuelve en
favo r de la p r i mera, estarán dadas en el Per ú las condi­
ciones para que las fracciones m ás proimperialistas de la
burguesía interna asuman la plena dirección de la clase y
del l ugar de ésta en la dirección del Estado, derrotando a
las fracciones más ren uentes a la dominación del capital
nortea mericano , en nombre del progreso y de la moder­
nidad.
Al lí c ul m i n a el proceso de semicolonizació n de la bur­
guesía peruana, ocasionando la pérdida de su hegemonía
naci o n a l , i n capacitándo la para todo proyecto en esa di­
rección y, en consecuencia , para toda movilizació n y or­
gan i zación política de clase fuera del Estado, por un lar­
go peri odo. C o n el golpe de Leguía en 1 9 1 9 y la desinte­
graci ón del Partido Civil y de los otros meriores, que no
fueron rem plazados por n i ngún otro en que la clase se
orga nizara para di rigir el Estado, se cierra esa etapa de
las disputas por la hegemonía n acional. 1 4

La asociación de intereses dominantes en el Estado:


la oligarquía

Sobre esa b ase m aterial (combinación de capitalismo


m o n opólico y precapital b aj o el dominio del primero) y
social (articu lación de i ntereses entre burguesía y terrate­
n ientes señori ales), definidas las relaciones de poder entre
burguesía i m perialista e intern a, se fue consolidando un
Estado cuya base es con fo rm ada por esa asociación de i n­
tereses dominantes .
Si bien la burguesía peruana, reconstituida bajo esas

22
condiciones, logra, en el curso de ese proceso·, volver a la
dirección del Estado, no puede hacerlo sino admitiendo
la amplia influencia de la clase terrateniente señorial en
todo el orden político del país, y la representación de las
fracciones terratenientes-comerciantes en el seno mismo
de la dirección del. aparato estatal .
E n l a medida e n que no sólo s e mantiene sirio s e ex­
pande el dominio terrateniente sobre el campesinado, se
expande y se consolida también todo un sistema de po­
der político local y regional, controlado por los terrate­
nientes y sólo a través del cual y en conflicto con él, pue­
de el Estado central presidir la estructura nacional
de poder político. Los términos de "caciquismo" y de
"gamonalismo", designan ese sistema de poder terrate­
niente.
De ese modo, el Estado central es la representación de
una asociación de intereses de dominación entre la bur­
guesía capitalista peruana y los terratenientes, ambos su­
bordinados, aunque de distinta manera, a la burguesía
imperialista, en la medida en que ese Estado administra
y controla una formación social en cuya base son predo­
minantes los intereses de la burguesía imperialista.
Y en tanto que el sistema de poder local y aun regio­
nal, en las áreas de do minio terrateniente señorial y/ o
comercial, no es atacado en su base (las relaciones de
producción de origen precapitalista, ahora articuladas a
la lógica y a las necesidades de la acumulación capitalis­
ta) el Estado central es el remate de una estructura global
de poder político, una de cuyas bases y de vasta presen­
cia en el país, el caciquismo gamonal, no está integrado a
él aun que está vinculado a él de modo conflictivo.
En esas condiciones, por su estructura y por la lógica
de su movimiento histórico, tal sistema de poder -es de­
cir, los intereses sociales que lo constituyen y lo domi­
nan - excluye totalment� la participación de las masas
cam pesinas en todo canal de influencia en el Estado cen­
tral y en particular en el orden de caciquismo gamonal
local. Permite solamente resquicios estrechos de partici-

23
pación de las capas medias que, sin embargo, se van am­
pliando . Y rechaza la participación de los núcleos de
proletariado que la p resencia del capital está constitu­
yendo como nueva clase social.
El sistem a de poder político y su Estado central, por su
específico carácter de clase, es decir, el que se deriva de
esta particular historia, asum e, así, un �arácter oligárqui­
co._
Oligarquía, en el Perú, es un término que comenzó a
usarse en el siglo pasado, bajo la primera administración
civil burguesa , designando un estilo de dominación polí­
tica . Pero la perduración de este estilo· llevó a dotar al
térm ino de una connotación más compleja, denominan­
do ya no solamente a esta peculiar combinación de inte­
reses de do minación en el Estado, sino a las clases socia­
les mismas que sostenían el Estado oligárquico . Ello no
nos exime, no obstante, de la necesidad de reconocer
que, en rigor, el concepto de oligarquía designa, en el Pe­
rú, a esa estructura de poder político, con un Estado
cuyo carácter de clase no es depurado, ya que su dominio
es compartido por clases que, como la burguesía y los te­
rraten ientes señoriales o "gamonales" son, en la totali­
dad histórica , conflictivas, pero que por determinacio­
nes históricas particulares aparecerán, durante un perio­
do , articulando contradictoriamente sus intereses en el
seno del m ismo Estado . Y que, por el carácter de sus ba­
ses materiales, implicaba el control monopólico de las
clases dominantes sobre la orientación de su comporta­
mien to .
El Estado que se reconstituye en el proceso de implan­
tación y de consolidación del dominio del capital mono­
polista im perialista, estará caracterizado, así, por dos
rasgos definitorios: su indefinición nacional, debido
al carácter sem icolonial que asume la burguesía inter­
na que lo di rige; y su indefin ición de clase, por consti­
tuirse com o articulación de intereses entre burguesía y
terratenientes, y de lo cual derivará su carácter oligár­
qmco .

24
A partir de entonces, el ciclo burgués de la historia pe­
ruana no po drá encauzarse por una revo lución
dem ocrático-burguesa, en el sentido de una conquista
burguesa del poder estatal, a la cabeza de las clases do­
min adas y aburguesando su conciencia, para destruir la
base material Qel poder de la clase terrateniente señorial.
El proceso burg ués asumirá, en cambio, el carácter sui
géneris de una "revolución antioligárquica y nacionalis­
ta" . Esto es, de gradual, aunque conflictiva y eventual­
mente violenta, depuración del co,ptenido de clase del Es­
tado, por el desplazamiento gradual de los terratenientes
señoriales y de las mismas fracciones burguesas asocia­
das a ellos, de su lugar en la dirección d�l Estado. Y, de
otro lado, por intentos de rescate de la autonomía del
dominio nacional de la clase burguesa. Ninguno de estos
planos del proceso podría desarrollarse independiente­
mente del otro.
La erradicación de la base material del poder señorial,
habrá de ser, en la historia posterior, fundamentalmente
el resultado de la gradual generalización del capital, en
tanto que relación social de producción, a todas y cada una
de las ramas de la economía del país. El lugar de esa clase en
el Estado se irá por ello reduciendo paulatinamente. Se­
rán las luchas campesinas las que acelerarán fa desinte­
gración del caciquismo gamonal, y muy significativa­
mente, entrando en conflicto con la burguesía dominan­
te, en el momento más fuerte y exitoso de sus luchas, des­
de fines de los años cincuenta.
Los intentos de rescate de la autonomía nacional del
dominio de la burguesía interna, si bien pudieron ser, en
breves momentos, interés de minoritarias y débiles frac­
ciones burguesas, no fueron tanto la obra de la clase, da­
das sus raíces y las tendencias de su movimiento . Y por
eso enco nt r aron sus ideólogos y protagonistas entre las
capas medias y populares bajo la influencia de las prim e­
ras. Y t u v ieron que llevarse a cabo, también significati­
v amen t e, en buena medida en contra de la opin ión y de
la conducta de la propia burguesía interna.

25
Luchas sociales y debate ideológico antes de 1919

Seis años antes del n aci m iento de M ariátegui, Manuel


González Prada, en el célebre "Discurso· del Politea­
ma", 15 había roto los fuegos de la primera fase de la ba­
talla con tra la dominaci ó n o ligárquica de l os terrate­
nientes, den un ciando la i ncapacidad y l a corrupción de
la clase domi nante y de su instrumento militar, la suje­
ción de las m asas campesinas a la ignorancia y a la servi­
d u m b re, y llamando a la j uventud a la l ucha contra esa
situaci ó n naci o n a l .
Pocos meses después, en el Teatro Olimpo, arremetía
con t ra la mediocridad y el servilismo hipócrita de los in­
telect uales o ficialistas, reclamando a la n ueva genera­
ción " rom per con el pacto i n fame de hablar a media
voz" .16 Y, a fi n es del m ismo año, publicaba " Propagan­
da y ataque" , 17 señalando que el verdadero fun damento
de la nación lo con s tituían las masas i ndígenas y que has­
ta tanto ellas no estuvieran plenamente representadas en
el Estado , n o se podía esperar un cambio sustantivo de
·tos problemas del país.
De ese m odo, armada de la implacable y bruñida vio­
lencia de los apóstro fes de don M an uel, tomaba carta de
ciudadan ía política, por primera y efímera vez en la h is­
toria peruana , una versión revolucionaria del liberalis­
m o que n o se paraba, com o hasta entonces, eri la crítica
,

de los vicios políticos e-ideológicos solamente, y avanza­


ba hasta po ner en cuestión la base misma del orden oli­
gárquico . In trodujo en el debate nacional lo que será
uno de sus temas centrales por varias décadas: el pro­
blema del campesinado indio, y estableció los primeros
elementos consistentes de un proyecto democrático­
burgués avanzado , que no puede ser considerado como
una mera prolongación del li beralismo del periodo
anterio r.

El tema del i n d i o , y con él una de l as cuestiones centra­


les de todo el orden oligárquico, entraba al debate, no
sola mente porque la derrota frente a Chile había puesto

26
de manifiesto de qué modo la dominación terrateniente
sobre la masa indígena - en un característico régimen de
"colonialismo interno" - era el fundamento de la falta
de i ntegración nacional, a su vez factor decisivo de esa
derrota, sino ante todo porque en ese mismo momento
comenzaba un nuevo ciclo de las luchas del campesinado
indio en el país.
·

Poco antes del "Discurso del Politeama", había teni­


do lugar la primera gran insurrección del campesinado
indio en esa etapa, en el Callejón de H uaylas, Sierra
Norte del Perú, y cuya fuerza y'extensión conmovieron
amplios sectores de la opinión política e intelectual. 1 8
Esa insurrección inauguraba el ciclo de i ntermitentes
guerras campesinas contra la dominación terrateniente,
que dura hasta mediados de la década del 30, precisa­
mente como reacción contra la expansión de la gran pro­
piedad agraria baj o control de los terratenientes señoria­
les, i m pulsada por el nuevo interés que éstos adquirían
en este periodo , por el modo en que se establecían las re­
laciones con la dominación del capital monopolista.
No era, pues, sólo una coincidencia que tres años des­
pués de esa insurrección vencida, tronara el "Discurso
del Politeama" y se p ublicara "Propaganda y ataque" ;
que en el mismo año se publicara también la primera no­
vela indigenista, La trinidad del indio o Costumbres del in­
terior, donde . su autor, José T. Itolararres, 19 ponía en la
picota la trinidad del cura, el j uez y el costeño, cómplices
en la opresión del indi�, y que al año siguiente, Clorinda
M atto de Turner, discípula de González Prada y miembro
del Círculo Literario que éste presidía, publicara A ves sin
nido, destinada a convertirse en la pieza más importante
de la narrativa indigenista peruana. 20 El ciclo de esta na­
rrativa es coetáneo del ciclo de las luchas del campesinado
indio contra la expansión del latifun dio gamonal.
Durante las tres décadas siguientes, el propio Gonzá­
lez Prada dedicó una vigilante atención al desarrollo de
las luchas campesinas, apoyándolas desde la prensa,
mientras maduraba su concepción del problema del i n-
dio hasta su ensayo "N uestros indios" ,2 1 que dejó in­
co mpleto e inédito a su m uerte en 1 9 1 8, donde por pri­
mera vez se vincula claramente la situación del indio al
sistema vigente de propiedad agraria, a los rasgos feuda­
les en el régimen de la hacienda andina, y al caciquismo
local de los gamonales.
Todavía él mismo un positivista liberal en ese momen­
to, al introd ucir este crucial incordio en el debate ideoló­
gico que los demás positivistas liberales realizaban en­
tonces sobre los problemas nacionales, González Prada
puso al descubierto los límites que el desarrollo de clase
de la burguesía peruana imponía al pensamiento de la
mayor parte de sus ideólogos . Esos límites irán acen­
tuándose, co nforme la implantación del capital mono­
polista y el dominio de la burguesía imperialista iban re­
duciendo a la burguesía peruana a la condición semico­
lonial, i m pidiéndole recoger ella misma las banderas de
la revolución democrática.
Por ello , más que por las características personales de
González Prada, según opinará más tarde Mariátegui, el
movimiento político que sus inmediatos seguidores in­
tentaron alzar con esa orientación, no tenía las bases so­
ciales necesarias para su desarrollo y se frustró al nacer,
llevando al mismo González Prada a transitar hacia un
positivism o anarco, cuando toma parte en el debate de
las luchas del naciente proletariado a comienzos del siglo
XX.
Entre fines del XIX y comienzos del siglo XX, ingresa­
ba en la palestra ideológica peruana la llamada genera­
ción del 900, la mayoría de cuyos más influyentes miem­
bros tenía también filación positivista liberal, y era por­
tavoz de las fracciones más modernizan tes de la burguesía
peruana. Y no es que desconocieran la existencia del pro­
blema indio en la falta de integración nacional. Pero, de
una parte, su atención estaba más concentrada en los pro­
blemas institucionales del Estado y las cuestiones políti­
cas concomitantes con la actividad capitalista en plena di­
namización . Y, de otra parte, su visión del problema del

28
indio estaba inevitab_l emente mutilada por la aún indecisa
diferenciación de su clase con la de los terratenientes seño­
riales, orientándolos a discutir el problema exclusivamen­
te en términos culturales, y en particular morales y educa­
cionales.
De allí que los temas de la educación y de la cultura, y
la modernización institucional del Estado, fueran, junto
con la especulación académico-filosófica, los ejes de su
prod ucción ideológica y fue en torno de ellos que lleva­
ron a cabo sus debates más resonantes.
Todos ellos se reclamaban de un a postura nacionalista
y modernista, acorde con su ideal positivista del progre­
so. Algunos, como Francisco García Calderón, 22 desde
una perspectiva optimista - sin duda estimulada por la
dinamización de la actividad económica resultante de la
penetración capitalista imperialista - , ponían su espe­
ranza en el surgimiento de regímenes como el de Porfirio
Díaz y sus "científicos", o el de Juan Vicente Gómez y el
"cesarismo democrático" que los intelectuales a su servi­
cio proponían como modelo, para establecer la integra­
ción nacional 'y salir de la anarquía caudillesca hacia
algo como esa inventada "pax porfiriana" , como marco
del reordenamiento nacional.
Otros, como Víctor Andrés Belaunde,23 reconociendo
que "la nacionalidad no está formada todavía" y que
"nuestro ideal debe ser eminentemente nacionalista",
sólo podían reclamar la moralización y la racionaliza­
ción institucional del Estado, como recursos para lograr
el cumplimiento de tal idea. 24 Y en un plano más concre­
to, Garland y Gubbins25 sostenían la necesidad de facili­
tar la entrada y la implantación del capital extranjero,
como ca mino de la modernización y el progreso del país.
Atrás habían quedado los reclamos de Capello y otros, y
aun las proposiciones de Manuel Pardo, para preservar
el control nacional de los recursos, y la protección estatal
de los capitalistas nacionales para afianzarlo.
Cuando las necesidades del capital planteen exigen­
cias de tecnificación y modernización a la cultura y a la

29
ed ucación en el país, todavía la burguesía aparecerá divi­
dida entre quienes, como M an uel Vicente Villarán26 pre­
con izan u n a educació n pragmática y de orientación téc­
n ica al alcance de las masas, y quienes como Alejandro
Deustua27 encontrarán la ocasión de destilar los más en­
con trados prej uicios señoriales contra el i n dio, para
opon erse -¡en n o m bre del progreso!- a una educación
di rigi da a las capas populares, reclamando una educa­
ción elitista e i n telectualista.
Fue s i n d u d a debido a esta debilidad social y política
de la b u rguesía peruana y de sus ideólogos reconoci dos,
que al ir produciéndose los primeros grandes conflictos
soci ales engendrados en el seno del n uevo capitalism o, el
grueso de esos i ntelectuales se encontrará enfrentado
con t ra toda posibilidad de una legislación que institucio­
n alizara esas l uchas y sus o rganizaciones como parte de
un régi men b u rg ués. Sólo m uy minoritarias fracciones,
lideradas por quienes com o Billinghurst28 traían una for­
mación hecha íntegramente en el extranjero, intentaron
abrir paso a esa legislación y aun apoyarse en esas luchas
para buscar u n a relativa democratización del Estado. Y,
por su puesto , fue rápidamente derrotado.
En esas con diciones, ningún p uente ideológico y polí­
tico podía ser establecido entre el naciente movimiento
obrero y popular en las ciudades y en los latifundios ca­
pital i stas de la costa y las fracciones modernizantes de la
b urguesía, para c ualquier tentativa exitosa de democra­
tización de las bases y la estructura institucional del Es­
tad o . Y las capas medias de profesionales e i ntelectuales
que i ba n a m pliándose gradualmente, vagamente orien­
tadas en esa d i rección, comenzaban a ser empujadas a
colocarse políticamente más cerca del movimiento obre­
ro y popular que del establishment oligárquico. Y des­
pués de la crisis de mediados de la segunda década de
este siglo, frustrada la posibilidad de Billinghurst, las
ten dencias en esa dirección se consolidaron.
A u n q ue s i n una relación orgánica con las luchas del
cam pesinado con tra la expansión del gamonalismo, las

30
del naciente proletariado y de las capas medias }',popula­
res urbanas, se desarrollaban paralelamente, en esas pri­
meras décadas. Desde la primera gran huelga de los
"braceros" de Chicama en 1912, las luchas por la sindi­
calización, la legalización de la jqrnada de ocho horas, se
hicieron más fuertes y. se generalizaron. Encontraron un
punto de unión con las luchas políticas por la dem ocrati­
zación del Estado en las movilizaciones que impusieron la
candidatura de Billinghm:st, baj o cuyo fugaz gobierno lo­
graron las primeras leyes de reco....nocimiento sindical. Y
tras la caída de ese régimen se desarrollaron hasta impo­
ner la legalización de la jornada de ocho horas, y su prime­
ra central sindical en 1 9 1 9, cuando ya la generación joven
de los intelectuales de las capas medias ingresaba también
en la lucha por la democratización de la educación supe­
rior, y el conflicto dentro de la burguesía se resolvía en fa­
vor de su fracción más proimperialista, pero también me­
nos señorialista . 29
La implantación del capital en su fase monopólica du­
rante esas décadas, había ido reconfigurando las bases
de la estructura de la sociedad peruana, a través de una
complej a combinación con la expansión del lati fundio
señorial. .Eso implicaba que en el mismo momento en
que se desarrollaban las luchas campesinas contra los te­
rratenientes, estuvieran ya en escena las luchas obreras
bajo orientación anarquista y anarcosindicalista. Y
mientras el Estado, en representación de la asociación
contrad ictoria de intereses de aquellas clases dominan­
tes, se enfrentaba a esa doble vertiente . de las luchas de
clases de los dominados, en el interior d e la burguesía se
iba produciendo una diferenciación política que se resol­
vería por el triunfo de las fracciones más ligadas a los inte­
reses de la burguesía imperialista norteamericana, que
asentaba su hegemonía sobre la británica tras la guerra del
14- 1 8 . Y del mismo modo, en el interior de los terratenien­
tes señoriales, sus sectores ligados más directamente al ca­
pital comercial, iban apareciendo aliados a las fraccioens
burguesas vencedoras, en el condominio inmediato del
31
Estado. El golpe de Estado de Leguía en 1919, y la política
de la década siguiente, la desintegración de los partidos
histó ricos de burgueses y terratenientes, así como el deba­
te ideológico nacional, fueron una cabal expresión de esas
tendencias y conflictos.
·

De un lado, el radicalismo burgués del primer Gonzá­


lez Prad a evolucionó al anarquismo, y formó parte de1
esa corriente i deológica en las l uchas y organizaciones
del proletariado fabril, semifabril y rural. La posta de ese
radicalismo b u rgués, que la propia burguesía no recogió,
ni amparó, será, después de 19 1 9, tomada y redefinida
como corriente "antioligárquica-nacionalista" , por las
capas medias nuevas que se reclamaron herederas del
pri mer González Prada .
El de sarro l lo de las l uchas obreras convergió , después
de la guerra , con las l uchas iniciales de las capas medias
intelectu ales por la democratización de la educación y en
esa coyu ntura , ya baj o el impacto de la onda de expan­
sión i n ter n acional del socialismo, producto de las luchas
europeas y de la revolución · rusa, en 1 918 surgieron los
pri meros brotes de una versión pequeñoburguesa del so­
ci alismo , i n fluyendo sobre algunos intelectuales y obre­
ros.
En cambio, el positivismo liberal cedía, en ese mismo
momento, su puesto rector en la ideología burguesa en
favor d e l i dealismo bergson iano, acogido entusiasta­
mente por los representantes intelectuales de las fraccio­
nes burguesas que perdían terreno en la l ucha por la he­
gemonía, 30 y esa tendencia fue consolidándose en la dé­
cada siguiente, como reacción frente al régimen leguiísta
que había llegado al poder enarbolando los señuelos del
progreso y de la modernización, caros al positivismo,
que utilizaba desde el poder a algunos de los intelectua­
les p o s it i v istas, pero que, al mismo tiempo, rebajaba los
ideales positivistas a una fu nción de taparrabo de una
política de venalidad, de corrupción, de arribismo y des­
potism o .
Esa situación ayuda a explicar por qué, e n la década

32
. .

siguiente, el idealismo vitalista de inspiración bergsonia­


na será utilizado contra el positivismo, simultáneamente
desde la derecha y desde la izquierda.

Las principales etapas de Mariátegui

Ese complejo escenario · histórico fue el que produjo a


M ariátegui y el que desde 1 9 1 8 en adelante fue también en
parte su producto. Pues nadie corno él, en el Perú, fue si­
multáneamente tan hijo de su tiempo, como de su propia
fuerza para dominarlo.
Al caracterizar su etapa anterior a su viaje a Europa·
en 19 19 como su "edad de piedra", Mariátegui estable­
ció una separación de su historia vital en dos grandes
etapas. Y, de modo general, esa división es admisible.31
No hay duda, en efecto, de que su estancia europea fue
crucial para el desarrollo de M ariátegui en todos los ór­
denes de su experiencia personal. Allí h izo su primer
aprendizaje marxista, decidió consagrar su vida al socia­
lismo revolucionario en el Perú, encontró a la compañe­
ra de su vida y universalizó su horizonte de ideas y emo­
ciones. Es cierto, igualmente; que de entonces arranca lo
fundamental de su obra y de su i nfluencia en la historia
peruana.
N o obstante, fue también el propio Mariátegui quien
se encargó de recordar el significado de su labor anterior
a esa fecha, particularmente en los años inmediatamente
previos.32 Y , en verdad, si la experiencia europea madu­
ró y redefinió sus opciones personales, fue sobre la base.
de una orientación establecida ya, en lo fundamental,
antes. Si bien son perceptibles rupturas significativas en­
tre am bas etapas, particularmente en su pensamiento
político, en otros planos se trata más bien de afirma­
mientos y desarrollos.
Por eso, aunque no se trate aquí de reconstruir su bio­
grafia, es necesario anotar brevemente las principales
etapas del desarrollo del pensamiento mariateguiano.

33
Repliegue físico y aventura intelectual : 1894-1914

Mariátegui era el segundo de tres hijos sobrevivien­


tes de un inestable m atrimonio entre Francisco Javier
Mariátegui, limeño de familia terrateniente encumbra­
da, nieto de u n conocido ideólogo liberal del mismo nom­
bre, y de María Amalia Lachira, campesina del pueblo
de Sayán, en la Sierra Norte de Lima. No conoció a su
padre.33
Cuando tenía ocho años, en 1 902 , a su pobreza ma­
terial y a la ausencia paterna, vino a sumarse una
en fermedad que dejó baldada para siempre su pierna iz­
quie � da, inmovilizándolo durante una larga convale­
cencia .
E n el ambiente religioso d e s u familia, s u . enfermedad
reforzó probablemente en el niño Mariátegui una propen­
sión religiosa, dando lugar al desarrollo de inclinaciones .
místicas. Y , al mismo tiempo, el repliegue forzoso consi­
go mismo le permitió iniciar la lectura de la pequeña bi- ·
blioteca dej ada por su padre antes de eclipsarse del todo
del hogar, y comenzar su formación autodidacta procu­
rándose ávidamente material de lectura . Su inquietud
desatada lo llevará poco después a estudiar francés por
su cuenta . Por la misma época comenzaría también a es­
cribir sus primeros versos,34 de contenido místico­
religioso .
Esa experiencia in fantil, de pobreza y de ausencias, de
en fermedad y de inactividad física, de soledad y de me­
lancolía, de religiosidad y de poética mística, de inquie­
tas e interrogadoras lecturas, es sin duda fundamental
para la comprensión de la obra adulta mariateguiana.
¿Cómo n o ver allí el origen de los resortes emocionales
que atravesarán permanentemente una parte de su desa­
rrollo , y en especial esa tensión de agonista entre una
concepció n metafísica de la existencia, alimento de una
voluntad heroica de acció n , y las i mplicaciones necesa­
rias de la adhesión al marxismo , que caracterizan gran
parte de su pensamiento?

34
Del colonidismo a la crítica social
y política: 1914-1919

Mariátegui entró como obrero alcanza-rejones al perió­


dico La Prensa, en 1 909, y fue subiendo de posición has'­
ta que, en 1 9 13, asumió la redacción del periódico y a
partir de 19 1 4 comenzó a publicar con el seudónimo de
Juan Croniqueur.
J uan Croniqueur, autodidacta de vasta y varia lectura,
principalmente literaria, espíritll crítico aún sin derrote­
ro y temperamento artístico, estación de un viaje hacia la
identidad social y personal, peregrina un tiempo, entre
los veinte y veintitrés años, entre la influencia de D' An­
nunzio y el esteticismo, la incursión por el mundo de la
sociedad oligárquica, en su calidad de cronista hípico y
social (hasta llegó a dirigir El Turj), la crónica literaria,
retiros �spirituales y poesía místico-sensual y, todavía, el
mismo año de la revolución rusa, organiza con otros pe­
riodistas de la bohemia provinciana de Lima, una sesión
de danza en el cementerio para Norka Ruskaya, con el
consiguiente escándalo de la beatería limeña.
M ariátegui, pues, , estaba entonces principalmente
ocupado en explorar sus posibilidades de encontrar un
lugar en el establishment social y cultural. Eran , sin em­
bargo, los años de la crisis y de la guerra mundial, del en­
crespamiento de las luchas de clases en E4ropa, y en el
Perú la etapa de intensificación de las luchas obreras, del
creciente descontento de las nuevas capas medias, y la
agudización del debate y del conflicto político dentro de
las clases oligárquicas. Hasta 1 9 1 6 no parecen haber re­
gistros del impacto de esos procesos en M ariátegui. Y no
obstante, fue en el curso de esa etapa y sobre todo des­
pués de esa fecha, que fue despertando en él la preocupa­
ción por las cuestiones políticas y sociales, agudizándose
'su mirada crítica de la sociedad , lo que irá apareciendo
i nclusive en sus crónicas de tono levemente irónico sobre
temas banales.
En 1 9 1 6, con César Falcón, Félix del Valle y bajo la di-

35
rección de Abraham V aldeloma r , sus compañeros de La
.

Prensa , funda la revista Colónida, de la que se publicarán


cuatro n ú meros, en los cuales M ariátegui colabora con
su producción literaria. Años después, sostendrá que
cuando colaboraba en Colónida era aún un " literato i n fi­
c i o n a d o d e deca d e n t i s m o y bizantinis�o fi nise­
culares" 35 Eso era [aún } en efecto. A pesar de ello, Coló­
.

nida representaba ya el ingreso, aunque· vacilante y


confuso de un nuevo estado mental que portaba una gene­
ración intelectual heredera de las enseñanzas de González
Prada, que aprendía a rechazar l a presencia de la engolada
mentalidad señorial y su academicismo. Y la actitud críti­
ca en la literatura pronto se extenderá, en M ariátegui y su
generación, a la crítica de la sociedad y del Estado.
N o en vano Valdelo mar había sido secretario de Bi­
lli ngh urst d u rante su campaña a la Presidencia de la Re­
pública, en que pudo tr i un far sobre los hombros de una
inmensa movilizació n popular anticivilista. Y M ariáte­
gui a la sazó n ya había conocido a González Prada y era
amigo de su hij o , poeta t a m b i é n , Alfredo González Pra­
da. Y en ese m i s m o año, M ariátegui publica en La Pren:.
sa , u n artículo comentando i ró n ica m ente una conferen­
cia de R iva-Agüero, y de fe n die n d o el modernismo litera­
rio contra el a c a d emi c i smo Riva-Aguero ya era, en ese
.

momento, uno de l o s más destacados intelectu ales de los


grupos más señ oriales de la coalición oligárquica en el
poder, y que ya en 1 9 1 5 había fundado el Partido N acio­
n a l Democrático y e l movimiento " futurista" , como par­
te de u n a orientación de abandono del positivismo y de
repl iegue en un idealismo reaccionario de raíz bergsonia­
na. E n j u i c i a n do una década después ese movimiento
"futu rista", M ariátegui l o señalará como un movimien­
to de " restauración colonialista y civilista en el pensa­
miento y en la literatura del Perú" .36
Fue, s i n embargo, otro hecho lo que contribuyó a des­
perta r su i n terés político y a l abandono de la negación de
la po lítica que era una de las m arcas de la experiencia
Coló n i d a . A m edi ados de 1 9 1 6, l a oposición l eguiísta con-

�6
tra el régimen de José Pardo ( 1915-19 1 9), y con i a partici­
pación de las corrientes que apoyaron a Billinghurst, fun­
dó un n uevo periódico, El Tiempo, y M ariátegui renunció
a La Prensa para incorporarse al nuevo diario . Allí fue en­
cargado de la crónica parlamentaria, que ejP-rció hasta
1 9 1 9.
A pesar de que en los dos años siguientes Mariátegui
todavía intensificará sus incursiones en el m undo oligár­
quico, escribiendo crónicas sociales e hípicas, y manten­
drá su adh esión religiosa escribiendo sobre temas cos­
tum bristas y religiosos (inclusive ganó en 1 9 1 7 el premio
de la M unicipalidad de Lima, por su artículo ••La proce­
sión tradicional"), la concurrencia a los debates parla­
mentarios fue, seguramente, una puerta de entrada a la
observación y a la reflexión sobre los probleqias
político-sociales del país y del mundo, tan intensamente
agitados en esa época.
El Parlamento peruano de esos años era el escenario
en que se debatían las opciones ideológicas y los con­
flictos políticos dentro de la coalición dominante, an­
tes de la derrota de las fracciones más señorialistas
que verificaría el golpe de Leguía. Eran también los
años de la prédica wilsoniana, cuyos ecos resonaban tam­
bién en el Perú, j unto con los de las tempestades políti­
cas europeas, particularmente el triunfo de la revolución
rusa, y los primeros impactos de la revolución mexica­
na, mientras se extendían las luchas obreras y la in­
fluencia del anarquismo y el anarcosindicalismo, y los jó­
venes de las n uevas capas medias intelectuales iniciaban
su en frentamiento a la ed ucación oligárquica en la univer­
sidad .
En la redacción de El Tiempo convergían las corrien­
tes positivistas liberales, de leguiístas y billinghuristas y,
más débilmente, la infl uencia del gonzález-pradismo y
las primeras ideas socializantes.
L a influencia de esta atmósfera puede registrarse en la
creciente ironía de las crónicas de M ariátegui, en la nue­
va seguridad de su prosa de tono polémico, presu mible-

37
mente también en la medida en que su conocimiento de
la fauna oligárquica, en su calidad de cronista de publi­
caciones como El Turfy Lulú, le iba revelando una reali­
dad que ya era capaz de mirar como indeseable.
Por ello, desde 1 9 1 7, la casi totalidad de su producción
de perio dista en El Tiempo, aparece ya consagrada ex­
clusivamente a los temas de la política nacional y ahora
observada ya también desde fuera de los debates parla­
mentarios. El periodismo comienza en Mariátegui a con­
verti rse en un vehículo de expresión de una nueva mira­
da crítica de la sociedad, com o para varios de sus com­
pañeros de redacción, principalmente César Falcón, Félix
del Valle y otros, interesados según parece antes que Ma­
riátegui por las luchas sociales y las ideas socialistas, y que
probablemente ejercieron una importante influencia so­
bre él en esos años.
Co mo la orientación de El Tiempo ya les resulta muy
moderada, a mediados de 1 9 18 todos ellos se agrupan
para publicar la revista Nues t ra Epoca, como vocero de
una tendencia socializante inspirada en las ideas y en el
modelo de la revista España, que en ese país dirigía Luis
Araquistain y donde colaboraba una parte de la genera­
ción del 98, Unamuno entre ellos.
La orientación i deológica y vital de José Carlos M a­
riátegui comienza a definirse. Y no tardará en pagar sus
primeras consecuencias. Tras la publicación en esa revis­
ta, de su artículo ''M alas tendencias: el deber del ejército
y del Estado" , defendiendo la idea de emplear más los
recursos fiscales en la promoción de la educación y del
trabajo, en lugar de armas, un grupo de oficiales llegará
hasta la redacción de El Tiempo, en cuyos talleres se im­
pri mía Nuestra Epoca, y maltratará físicamente al inde-
fenso y débil autor.
·

Poco después, los redactores de Nues tra Epoca y otros


de la misma ten dencia se agrupan en el Comité Organi­
zador del Partido S ocialista. U no de los miembros más
i n fl uyentes, Luis U lloa, propone convertir ese grupo en

38
partido, lo que Mariátegui y Falcón rechazan, apartán­
dose del grupo . ·

Las inevitables dificultades resultantes de esos hechos


con los directores. · de El -Tiempo, empujan finalmente a
M ariátegui y Falcón a fundar el periódico La Razón, en
mayo de 1 9 1 9. Es el año y el nies de la gran huelga obrera
por las ocho horas y el abaratamiento de las subsisten­
cias, y, al mismo tiempo, del movimiento abierto de los
estudiantes de San M arcos, por la reforma universitaria,
secuencia del movimiento de Córdoba, del año anterior.
Es tam bién el año del golpe de Leguía.
La Raz ón apoya enérgicamente ambos movimientos,
obrero y universitario, y de cierto modo toma parte en la
campaña leguiísta. El gobierno de Pardo apresa a los di­
rigentes de la huelga obrera, pero poco después Leguía,
ante la extensión de la misma, se ve obligado a liberarlos.
La gran manifestación obrera que celebra ese hecho, lle­
gará hasta las puertas del periódico, aclamando a M ariá­
tegui, quien tuvo que pronunciar un discurso desde el
balcón del local.
Mariátegui ha entrado, finalmente, en la lucha políti­
ca al lado del naciente proletariado, orientándose hacia

el socialismo. Sus ideas socialistas, en ese momento; co­


rrespo nden aún, en rigor, a una orientación democrática
radicalizada por elementos socializantes. Pero está for­
mada la base de su posterior afirmación socialista revo­
lucionaria; y el piso emocional de su temperatura de
combate está liberado de sus afanes de snobismo aristo­
cratizante y esteticista.
En tanto arrecia el movimiento de los estudiantes re­
formistas, chocando con el rápido repliegue del régimen
de Leguía desde su inicial prédica democrática hacia el
despotismo proimperialista que fue su marca, y se man­
tiene la movilización obrera, La Raz ón se enfrenta críti­
camente a Leguía, hasta ser considerado por éste como
un peligro para su régimen. Después de la publicación de
un editorial que denunciaba "el tinglado de la Patria
�Q
N ueva", en agosto de ese año, se prohíbe la circulación
del periódico .
Leguía, a través d e un emisario relacionado con Ma­
riátegui, o frece a Mariátegui y a Falcón optar entre la
cá rcel o un viaj e a Europa en calidad de agentes de pro­
paga n da del gobierno peruano. Era, en realidad, un
poco disi m ulado destierro. Ambos optaron por el viaje a
Europa. Se dice que ese gesto de Leguía se debió al hecho
de estar casado con una pariente de M ariátegui, por la
rama paterna .37 Y en esas gestiones familiares sin duda
i n fluía el hecho de ser ya M ariátegui un escritor e intelec­
tual de renom bre en el país.
En octubre de 1 9 1 9, M ariátegui partió con destino a
Europ a . Después de una breve escala en N ueva Y ork,
llegó a Francia pri mero y fue a fines de ese año a radicar­
se en I talia. Ten ía vei nticin co años.

La experiencia europea y el aprendizaje marxista:


1 9 1 9- 1 923

Mariátegui testimonió el impacto emocional e intelec­


tual de su breve estadía en la capital francesa. Con su ex­
periencia de periodista parlamentario, no dejó de asistir
a algunas sesiones de la Cámara de Diputados. Pero fue­
ron, sobre todo, el contacto personal con el grupo Clarté
y principalmente con Henri Barbusse y Romain Rol­
land , y su asistencia a los m ítines obreros de Belleville, lo
que reten drá en su memo ria.
Antes de salir del Perú había ya leído El infierno y leyó
El fuego apenas llegado a París. Poco después conoció
personalmente a Barbusse en las oficinas de C/arté. El im­
pacto debió ser recíproco y se estableció una relación du­
radera . Barbusse no lo olvidó y su huella fue intensa en
M ariátegui .38
De su contacto con el pro letariado pari sino en los mí­
ti nes de Belleville, guardará una imagen impregnada de
uno de los tem as recurrentes de la obra mariateguiana
posterior, la emoción religiosa: "Mis mejores recuerdos
son los mítines de Belleville, donde sentí en su más alta
intensidad el calor religioso de las nuevas multitudes",
dirá más tarde a uno de sus biógrafos. 3 9 ·

A pesar de que París era la Meca de la peregrinación


europea de la mayor parte de los intelectuales y artistas
latinoamericanos del periodo, Mariátegui escogió Italia
como sede de su experiencia europea. ¿Por qué Italia?
Según Bazán, Mariátegui recordaba que "en París, su
metro, su clima húmedo y los grises impertérritos de su
cielo llegaron a quebrantar mi salud. Me dirigí sin más
hacia el sur. Hacia Italia, de donde me llamaba un viejo
amigo mio, peruano" .40
Dada la salud quebradiza de ·Mariátegui, esa explica­
ción es seguramente real. Pero no fue quizás la más im­
portante. Después de todo, él estaba habituado a los
"grises impertérritos" y a la humedad de Lima. Estuar­
do Núñez41 ha aclarado bien que no fue circunstancial
enteramente la opción italiana de Mariátegui, demos­
trando la influyente presencia de la cultura italiana en el
Perú, a comienzos del siglo XX, y la relativa familiaridad
que Mariátegui y sus amigos más cercanos ya tenían con
ella. Valdelomar, que había ejercido notable influencia
en la orientación inicial de las actividades literarias y es­
téticas de Mariátegui, ya había residido en Italia en la
preguerra y publicó también unas Cartas de Italia, como
lo hará después Mariáte¡ui, aunque sobre una temática
totalmente distinta. Y un personaje como Riva-Agüero,
tan antitéticamente opuesto a Mariátegui, social e ideo­
lógicamente, coincidió con éste en Italia y juntos cami­
naron en Roma, y no dejó de proclamar su adhesión a
Italia, aunque por motivos políticos distintos. Riva-
Agüero se hará fascista.
·

Y puesto que la estadía en Italia tuvo una influencia


tan decisiva en la formación de M ariátegui, en particular
en el modo en que comenzó su encuentro con el marxis­
mo, es oportuno señalar que el idealismo neohegeliano y ·
el actualismo de Croce y Gentile ya estaban presentes en
.4 1
la atmósfera intelectual peruana desde comienzos de la
segunda década de este siglo, inspirando, junto con
Bergson, una de las corrientes filosóficas que, en ese en­
tonces, debatía los problemas de la cultura y de la educa­
ción en el Perú. Alej andro Deustua, tan influyente en­
tonces en la oposición contra el positivismo, había publi­
cado La cultura superior en Italia ya en 1 9 1 2,42 que el pro­
pio M ariátegu i cita en sus Siete ensayos.4 3
Cuando Mariátegui llega a Italia, al fin del año 1 9 1 9,
el país estaba sacudido por una grave situación económi­
ca, dentro de la cual se enfrentaban las masas obre­
ras y los capitalistas, poniendo en crisis el liberalis­
mo tanto com o el socialismo, entre cuyas brechas ascendía
el fascism o . A ello se añadía un sentimiento de frustración,
porque l as expectativas de e xp a n sión hacia los Balcanes
habían sido bloqueadas, por los resultados de la Paz de
Versalles. Y ese sentimiento nacional de frustración, que
sobre todo la pequeña burguesía italiana d estil a b a, era
uno de los alimentos d e la propaganda nacionalista y
fascista, y en cuyo clima habían brotado los oropeles de
la prédica de D' Annunzio, su famosa marcha sobre F i u­
me y su Constitución,44 q u e tanta resonancia tendrían en
el crecimiento fascista.
M ariátegui encontró aún el eco de la Constitución
D' A n nunziana y apenas llegado, escribió sobre es e tema
( .. El Estatuto del Estado Libre de Fiuine"), en su calidad
de corresponsal de El Tiempo, de Lima, en cuyas páginas
publicará sus observaciones europeas.45 Como Bazán re­
cuerda, 46 el poético inicio de la Constitución, no dejó de
impactar a Mariátegui , d'ann unziano en sus primeros pa·
sos de escritor: .. La vida es bella y digna de ser bellamente
vivida" , reclamaba el poeta y M a r iáteg u i lo recor·
dará años más tarde, señalando que en ese proyecto de
Constitución existen elem e nt os de comunismo, de filia­
ción utópica .47
En su copiosa producción periodística como corres­
ponsal de El Tiempo, puede notarse l a a pasi o nad a avidez
con que M ariátegui vigila la política italiana y europea
en general, preocupado por los signos históricos de la co­
yuntura más bien que por una interpretación teórica,
como se reafirmará después, ya en el Perú, al ordenar en
un panorama global su visión de la crisis europea: "Pien­
so que no es posible aprehend�r en una teoría el entero
panorama del mundo contemporáneo . Que no es posi­
ble, sobre todo, fijar en una teoría su movimiento. Tene-­
mos que explorarlo y conocerlo, episodio por episodio ,
faceta por faceta. Nuestro juicfo y nuestra imaginación
se sentirán siempre en retardo -.respecto de la totalidad
del fenómeno" ."ª
Es, sin embargo, en esos mismos años que está inician­
do su formación m arxista y absorbiendo la atmósfera
política e intelectual del debate marxista en Italia, y asis­
tiendo como testigo privilegiado a las ocupaciones obre-­
ras de las fábricas, a las vacilaciones y a las luchas inter­
nas del Partido Socialista Italiano y al nacimiento del
Partido Comunista Italiano , en el Congreso de Livorno
( 1 92 1 ), donde quizás pudo conocer a Gramsci .49 De allí,
sin duda, no obstante el carácter periodístico de su inda­
gación de la escena europea, que sea sobre todo a partir
de 1 92 1 que se aprecia la seguridad de su orientación y
de su evaluación de los acontecimientos políticos: la cri­
sis de la democracia liberal y de su ideología, la crisis de
la socialdemocracia y el significado del fascismo , que
son los temas dominantes de sus crónicas,50 y, en particu­
lar, su evaluación del fascismo y de los factores que le
dieron origen y que impulsaron su ascenso al poder, por
: la impotencia del liberalismo y la crisis interna de la
. socialdemocracia . italiana, cuya mayoría se adhería a
·un a orientación reformista. Como lp señala uno de sus
comentaristas,51 M ariátegui es una importante fuente
para el estudio de la vida política italiana de esa
época .
El año de 1 92 1 parece haber sido el punto de llega­
da a una nueva etapa, no solamente personal, sino del
pen samiento político de Mariátegui, pues entonces ya se
con s idera un marxista: "desposé una mujer y algunas

43
ideas", afirmará más tarde acerca de su experiencia en
ese momento.
La · atmósfera cultural e ideológica italiana de esos
años, muy influida por la obra de los filósofos neohege­
lianos y actualistas como Croce y Gentile, el primero de
los cuales contaba con la admiración de muchos de los
ideólogos marxistas más importantes del debate italiano
de ese momento y al que M ariátegui conoció personal­
mente, enmarcó e impregnó de modo importante el de­
sarrollo de los estudios d e éste y, presumiblemente, el
modo de su encuentro con el marxismo. Y, en particular,
su relación con Piero Gobetti, antiguo gentiliano, segui­
dor de Croce y liberal radicalizado q ue colaboraba en
L 'Ordine Nuovo, la revista del ala comunista del socialis­
mo italiano, quien ejerció un impac to reconocido y . evi­
denciado por Mariátegui m uc has veces en su obra poste­
rior. Así mismo, en Italia fue donde él se familiarizó con la
obra de Sorel, que t an ta presencia llegó a tener en ·su
concepción filosófica personal. Algunos, como Robert
París, han sugerido también que el aire de movimiento
épico y heroico que el m ussolinismo insuflaba en la at­
mósfera emocional italiana, habría tenido alg una parte
en la evolución del sentido mítico-heroico presente
en la concepción m aria teg u j ana de la existencia y atri­
buible también a algunos revolucionarios italianos for­
mados en ese p e r i o do . 5 2
Italia, pues, fue una estación decisiva en la formación
de M ariátegui, intelectual, política y emocionalmente,
llegando a ser un pe r m an e nte punto de referencia de su
visión de los problemas. Recorrió sus principales ciuda­
des, se familiarizó co n su acervo histórico y cultural, se
vinculó a algunas de l a s figuras del primer plano intelec­
tual y político del país, reorganizó su tesitura personal
sobre el mundo y pudo a d qui rir allí las bases de su prodi­
gioso y vital aliento de agonista.
A comienzos de 1 922, poco antes de abandonar Italia,
acordó con algunos peruanos su decisión de iniciar la a�
ción socialista en el Perú .

44
Entre marzo de 1 922 y marzo de 1 923, M ariátegui re­
corrió Alemania, Austria, H ungría, Checoslovaquia y,
brevemente otra vez, Francia. De ese periplo da cuenta
en sus crónicas. Bajo el impacto de la crisis social y política
del continente, se afirma su convicción sobre la necesidad
de una revolución socialista, su rechazo del reformismo
social demócrata y la para él declinación y crisis
final de la democraCia liberal y de la cultura occidental,
ya bajo la evidente influencia de sus -lecturas de Spen­
gler. 53 No pudo llegar a Rusia, como era, obviamente,
su gran deseo, por las dificultades de salud de su.mujer y
de su hijo. Pero estaba seguro de que Alemania sería
pronto el segundo país soviético de Europa, estimulado
por la atmósfera política de las calles de Berlín y las huel­
gas renanas.54 En marzo de 1 923, se embarcó de regreso
al Perú.

De regreso e n e l Perú : dos etapas


1

En la labor de Mariátegui en el Perú, desde su llegada el 1 8


de marzo hasta el i 6 de abril de 1 930, fecha de s u muerte,
pueden reconocerse dos etapas principales:
, l . 1 923-1 928 . Cuando M ariátegui llega al Perú, el
movimiento de la Reforma Universitaria y el movimien­
to obrero ya han avanzado en la relación iniciada con
motivo de las huelgas de 1 9 1 9 y el comienzo de la lucha
por la Reforma Universitaria. Acordadas por el Congre­
so de Estudiantes del Cusco en 1 920, baj o la presidencia
de Haya de la Torre, . ya están en funciones las Universi-­
dades Populares González Prada, cuyo propósito era de­
sarrollar la formación intelectual de los obreros, permi­
tiendo también la formación de lo que González Prada
había reclamado antes: un Frente Unico de Trabajado-.
res M anuales e Intelectuales.
Entre tanto, el gobierno de Leguía, tras un breve inicio
populista, ya ha hecho ostensible su viraje hacia el des­
potismo y hacia el entreguismo a la dominación imperia-

45
lista norteamericana. Y ese movimiento de obreros y es­
tudiantes está enfrentado a esa política. Un mes después
de la llegada de Mariátegui, oponiéndose a una ceremo­
nia d1! consagración del Perú al "corazón de Jesús" , de­
cretada por Leguía, una tumultuosa manifestación de
obreros y estudiantes se enfrenta, el 23 de mayo, a la re­
pre s i ó n policial; m ueren un obrero y un estudiante. Du­
rante esa manifestación, el dinamismo y la oratoria de
Haya de la Torre lo llevan al comando de la moviliza­
ción .ss M ariátegui no quiso participar en ese acto, por
considerarlo i neficaz y circunstancial. Haya y sus segui­
dores considerarán después que esa manifestación fue el
bautismo político del Frente Unico de Trabajadores
M anuales e I ntelectuales, que daría origen al APRA.
Poco después, sin embargo, Haya invitó a M ariátegui
a participar en las U niversidades Populares González
Prada . Y en j unio de ese año, M ariátegui inició un cielo
de conferencias sobre la crisis mundial,56 con lo cual co­
mienz a su propaganda socialista entre los obreros, y el
debate, cauteloso al comienzo , con el anarcosindicalis­
mo dominante entre los obreros politizados hasta enton­
ces . . .,

Y c u a n do, en octubre de ese año, el gobierno de Le­


guía pasa a una represión sistemática contra los líderes
de ese movimiento y H aya y otros son deportados, Ma..
riátegui asume l a dirección de Claridad, la revista que
baj o la dirección de Haya venía iniciando el debate ideo,;
lógico contra el régimen de Leguía. Y , al mismo tiempo;
comienza a colaborar en Variedades, y en Mundial, revis�.
t a s de orientación liberal, donde sus temas dominant�
serán , por varios años, el fascismo y la revolución rusá�
las p rinci pales figuras de la política europea y las tenden.;
cias de la literatura y el arte europeos. .i::i:

Mientras procura no enfrentar abiertamente al régi�


men de Leguía, de otro lado, sin embargo, se dedica a in�
tensi ficar sus co ntactos con los obreros, y es encarcelado·
por breve tiempo, en enero de 1 924. Aún está tratandg:
de no chocar abiertamente con las corrientes anarcosin�
.-·.�:
"'· �
dicalistas y con la naciente influencia democrático­
nacionalista en el medio obrero, como aparece �e sµ
mensaje de los obreros por el l o. de mayo de 1 924, 57 don­
de insiste en qué "somos todavía pocos para dividirnos"
y llama a .orientarse por un programa de Frente U nico,
siguiendo claramente las decisiones del 111 y IV Congre­
so de la 111 lnternacional,58 sobre el Frente Unico Prole­
tario entre los revolucionarios y el Frente Unico Antim­
perialista con las corrientes nacionalistas, aunque la idea
del partido y la autonomía política del socialismo revo­
lucionario sobre esa base -en lo cual insisten también
las resoluciones de la 111 Internacional antes de 1 924-
no están · presentes.
A fines de mayo de 1 924 se recrudece su antigua enfer­
medad y se le amputa la pierna derecha, hasta ese momen­
to no afectada. Desde entonces quedará fijado a una silla
de ruedas. Su inagotable coraje le permitirá sobreponerse
a ello, y mantener una activa producción periodística e in­
telectual en plena convalecencia y hacer aún más intensa
su actividad posterior. 511
·. · Funda la Editorial Minerva para publicar una serie de
libros nacionales y extranjeros destinados a desarro­
llar la atmósfera intelectual y anímica que permita rom­
per la influencia ideológica oligárquica sobre la nueva
generación de intelectuales y artistas. En 1 925 publica su
colección de ensayos sobre La escena contemporánea, y
'co m i enza a estudiar c o n cretamente l a h i st o r i a
· económica-social y política peruana y su realidad d e en­
. ton ces, y para poder tener una tribuna propia para todo
'. ese vasto proyecto, funda en 1 926 la revista A mauta, tan
'.central en su influencia sobre su tiempo peruano y lati­
' noamericano. A mauta fue, durante esa etapa, vehículo
de debate con la ideología oligárquica, en frente único
· con el nacionalismo democrático radical del APRA y
Haya de la Torre, y antena alerta a todos los movimien­
: tos intelectuales y artísticos de su tiempo� dentro y fuera
,� del Perú.
2. A partir de 1 928, hasta su muerte, la labor de Ma-
¡:f

f'
riátegui es marcada ante todo por el desarrollo y madu­
rez de su pensamiento político y sus trabajos de orga­
nización sin dical y política del proletariado peruano.
En el p ri mer terreno, definido ya el A PRA como una
altern ativa distinta y opuesta a la 1 1 1 I nternacional en
América Lati n a (mientras al propio tiempo la orienta­
ción de ésta sufre u n b rusco viraje después de la derrota
de la revol ución china en 1 927) Mariátegui entra en polé­
mica con el A P RA y decide la creación del Partido So­
cialista del Perú, rompiendo con el APRA y con H aya de
la Torre.60 Paralelamente polemiza con el revisionismo
de Henri de M a n , escribiendo su Defensa del marxismo.
El mismo año de 1 928 publica sus Siete ensayos.
Al propio tiempo , organiza la Confederación General
ae Trabaj adores del Perú y comienza la publicación del
periódico Labor para los fines de la propaganda socialis­
ta entre l os obreros.
El año siguiente, 1 929, m arca el comienzo de una eta·
pa crucia l en el desarrollo del pensamiento revoluciona�
rio de M ariátegui, que su m uerte interrumpirá. En efec­
to, su designació n como m iembro del Consejo General
de la Liga contra el Imperialismo, organismo de la IU
I n ternacional, en el segundo congreso de Berlín, a CO·
m ienzos del año, formaliza su vinculación orgánica con
la l l l I nternacional. En tal calidad, su grupo es invitadQ
al Congreso Constituyente de la Confederación Sindical
Lati noamericana de M ontevideo, en m ayo, y a la Prime�;
ra Conferencia Comunista Latinoamericana de Buenos
Aires, en j unio del mismo año . · · :�,f.
I mposibi litado por s u enfermedad de concurrir a estos
dos eventos de la 1 1 1 I nternacional, M ariátegui envía con.
una delegació n d ocumentos sobre el problema indígen 'j
la situación política y las tareas sindicales del movimien�
to obrero, para la reunión de Montevideo, y " Punto da
vista antim perialista" y " El problema de las razas · en;
América Latina", escrito en col aboración con H ugo P�
ce, para la reu nión de Buenos Aires . Y , especialmente e1t
esta última, su posición política expresada en esos docu�
1
mentos, así como su concepción del partido y del carác­
ter y el programa estratégico de la revolución peruana,
entran en fuerte polémica con la direcció n oficial de la
1 1 1 I nternacional en esa reunión.61 Se inicia así una etapa
en la cual, al mismo tiempo, M ariátegui y su Partido So­
cialista del Perú entran a formar parte de la 111 I nterna­
cio nal, y abren una polémica fundamental con la direc­
ció n oficial de aquélla.
Las dificultades políticas de Mariátegui con el despo­
tismo de Leguía se hacen más graves. Al ser clausurado
su periódico Labor, decide, a fi nes de año, preparar su
viaje a Buenos Aires, para ir a establecerse allí, contando
con las previas gestiones de Waldo Frank y de Samuel
Glusberg. Pero el empeoramiento de su salud se lo impe­
dirá. Su actividad no cesa, sin embargo, hasta su m uerte,
el 1 6 de abril de 1 930.
Las banderas rojas de los sindicatos obreros, la Inter­
nacional en miles de voces, acompañaron su féretro . El
proletariado organizado rindió homenaje a su primer di­
rigen te socialista revolucionario; y, después, los intelec­
tuales de AmériCa, a uno de sus adelantados.

El debate sobre el pensamiento y la obra de Mariátegui

Mariátegui muere en un momento crucial de la historia


peruana, cuando los con flictos sociales acumulados des­
de comienzos de siglo estallan, bajo el impacto local de
la crisis económica internacional, en la más grave crisis
política h asta entonces conocida. Durante ella, revolu­
ción y contrarrevolu ción dominaron la. escena nacional
por primera vez de manera abierta hasta la derrota de los
·movimientos revolucionario s.62 El proletariado peruano
y el movimiento revol ucionario no pudieron contar con
la lucidez de su conductor, mientras la dirección del par­
tido que él organizara era asumida, precisamente , por la
tendencia contra la cu a l él había iniciado una polémica
: fundamental y que ah o ra abandonaba lo medular del
AO
pensamiento de Mariátegui, a la sombra de su propio
nombre.
La disputa por su herencia teórica y política y el deba­
te sobre su pensamiento, se i niciaron i nmediatamente
después de su muerte, entre el nacionalismo radical
aprista de esos años y los seguidores de la 111 Internacio­
nal, terciando en ella los portavoces intelectuales de la
coalición oligárquica.63
Empero, después de la derrota del movimiento popu­
lar revolucionario, y consolidado n uevamente el poder
oligárquico a través de sucesivas dictaduras militares y
civi les, el pensamiento de M ariátegui fue virtualmente
enterrado durante casi treinta años, hasta que el nuevo
desarrollo de las luchas de clases en el Perú y en el m un­
do, y la crisis política de la dirección del movimiento co­
munista oficial, lo han devuelto al primer plano del de­
bate político actual en el Perú, sobre todo desde la déca­
da pasada .
Si bien es verdad que la derrota del movimiento revo­
l ucionario fue determinante en ese entierro, lo fue tam·
bién la derrota de la dirección revol ucionaria del proleta­
riado y del socialismo revolucionario frente al APRA;
éste fue un factor importante que gravitó en el posterior
desarrollo del pensam iento social y político peruano has­
ta no hace m ucho, oscureciendo la memoria política de
una clase obrera que, sin embargo, se hábia orientado re­
sueltamente por la línea de M a ri átegui en los años inme­
diatamente anteriores a la m uerte del Amauta, pero que
después de la derrota de los años treinta fue cayendo
bajo la i n fl uencia domin ante del aprismo, que· ya decli­
nante llegó aún hasta mediados de los años sesenta.
La responsabilidad central en ese retroceso político
del pro letari ado peruano, debe cargarse ante todo a la
orientació n errónea e inconducente que los seguidores
de la 1 1 1 Intern acional stalinista i mprimieron al pensa­
m iento y a la práctica políticos del Partido Comunista Pe­
ruano (nombre y carácter que el Partido Socialista del Pe­
rú , fu ndad o por M ariátegui asumió a su m uerte) . Ese pen-
samiento y esa práctica fueron distintos y opuestos en as­
pectos esenciales res p ecto de las líneas principales del pro­
grama estratégico que Mariátegui había comenzado a de­
sarrollar, en polémica con la dirección oficial de l a III
Internacional un año antes de morir.
También, sin duda, · el desconocimiento del pensa­
miento y la acción mariateguianos, por la mayor pa rte
de los miembros de las generaciones sig u ientes dentro y
fuera de la clase obrera, durante toda esa etapa, se man­
tuvo por el hecho de que sus herederos familiares ini­
ciaron con m ucho retardo ( 1 959), la publicación de la
producción periodística, l ite ra r ia, sociológica y política
de Mariátegui, hasta el punto de que los textos políticos
más importantes y · en especial los de su polémica con la
dirección latinoamericana oficial de la 1 1 1 Internacional,
no fueron publicados dentro d e la serie de sus Obras

completas. No fue sino en 1 969 que esos textos aparecen


y aun así de modo incompleto, ya que solamente en las
rápidas reediciones post er io res se han ido exhumando
otros materiales para el volumen respectivo .64 Y aún no
sale a la luz uno de sus textos fundamentales, 65 ni se han
vuelto a publicar los textos correspondientes a su "edad
de piedra", hasta 1 9 1 9 . I rónico destino para quien fundó
una editorial cuyo prestigio actual proviene, precisamen�:
te, del m asivo interés por· la obra inariateguiana, que
obliga a sucesivas reediciones de cada uno de los volúme­
nes que vienen apareciendo.

Las cuatro caras de un mito

En la ya extensa investigación sobre M ariát eg u i , no son to­


d avía numerosos los esfuerzos de una reconquista crítica
de lo que en su pensamiento sigue teniendo la vigencia de
una gen uina y fecunda matriz teórica para el proletariado

revo l u c ionario del Perú actual.


Su cop ios a y en gran parte inorgánica p r o d ucci ó n, .y
las i m p ortan tes diferencias reg i s trab l es en la evolución
de su pensamiento, entre las varias etapas y los diversos
planos de su reflexión, han dado l ugar a varios y contra­
puestos intentos de recuperació n mistificatoria de m ati­
ces y áreas particulares de la obra m ariateguiana, para
distintos i ntereses político-sociales.
Y esa parcelación de una obra compleja y con frecuen­
cia i ncongruente, ha ido enmalezando de tal m odo el ca­
mino del reencuentro de M ariátegui, que es lícito decir
que de ese boscaje de varias visiones separadas, es la
imagen de un m ito lo que surge para ocupar el lugar de la
historia .
C uatro so n , principalmente, los rostros que se entre­
cruzan para co mponer ese m ito:
l . El que han p rocurado armar los representantes de
las corrientes reform istas socializantes de las capas me­
dias intelectu ales, adversas al marxismo y al socialismo
revolucionario, y que actúan en la política peruana, des­
de mediados de los años cincuenta, fungiendo de ala iz­
quierda humanista de los últimos intentos reformistas,
de Belaúnde a Velasco .
Dentro de esta vertiente unos, como Augusto Salazar
Bondy, opon iéndose, desde u n a posición influida por el
Merleau- Ponty de Les aventures de la dialectique y Hu­
manisme et terreur, al . . m arxismo dogmático" (en reali­
dad a la versión de la burocracia dirigente del movimien­
to co m u nista oficial), han tratado de encontrar en Ma­
riátegu i lo que sería un " marxismo abierto " , resaltando,
co mo demostración pres unta, la presencia del bergsonis­
mo en s u postura antipositivista; la idea del mito, de ori­
gen soreliano, en s u concepción del m undo; y la huella
del h u manismo ideal ista del neohegeliano C roce o de
Gobetti en la ideología m a riateguiana.66 .'

Otros, como Hernando Agu i rre Gamio, para demos�


trar que no hay que ser m arxista para ser socialista, han
buscado recom poner un M a r i átegui que casi no era mar_.
xista o lo era de manera adjetiva , puesto que no sólo re­
co nocía el valor del sentimiento religioso sino partía de
él , ad m itía su creencia en D i o s y hacía explícita s u con-
,
cepción metafísica de la existencia, fundada en la idea
soreliana del mito y en la centralidad de la voluntad ago­
nista del individuo, tan cara a Unamuno, en la historia. 6 7
Así, Aguirre Gamio cree haber encontrado las bases
para emparentar la ideología mariateguiana y el misticis­
mo irracionalista de un Berdiaev.
2. Junto a aquéllos, los representantes de las corrien­
tes democrático-burguesas como el APRA y nacionalistas
como el "velasquismo" , cada uno por sus propias necesi­
dades en la arena actual de la lucha de clases. en el Perú, se
esfuerzan por recuperar a M ariátegui .
E l APRA, desde l a muerte d e M ariátegui, h a navega­
do entre dos aguas, por distintas necesidades en distintos
momentos, con relación a la obra mariateguiana.
En un primer momento, apenas m uerto el Amauta, el
APRA se establecía en el Perú y el aprismo en varios
otros países de América Latina, como una corriente
democrático-nacionalista radical, que se proclamaba
como la más idónea alternativa de la revolución latinoa­
mericana, inspirada en el marxismo, en contra de la 111
Internacional, en ese momento en pleno viraje hacia su
postura ultraizquierda de comienzos de los años treinta.
Era necesario para el APRA, por eso, recalcar la adhe­
sión de Mariátegui a la 1 1 1 Internacional y diferenciarse
nítidamente de su posición. Y ésa fue la intención de los
artículos con que los dirigentes apristas en el exilio parti­
ciparon en los homenajes necrológicos a Mariátegui; en
Claridad y otras revistas . Algunos, como Cox y Seoane,
reconociendo las altas calidades humanas e intelectuales
del hombre, pero ubicándolo alejado de la realidad.
Otros, co mo Heysen, llevando su encono personal hasta
calificarlo como "bolchevique d'annunziano", mientras
citaba la frase de Haya, según la cual " M ariátegui ha he­
cho del problema de la tierra el de renegar el fascismo.
Pero el fascismo no puede renegar a D' Arinunzio" . 68
. Sin em bargo, ya a fines de los años 50, conforme las
masas populares peruanas comenzaban confusamente
a mostrar su descontento con el APRA, al ir depurándose
el contenido de clase de la política aprista asumiendo los
intereses de la burguesía modernizan te y renunciando a su
radicalismo nacionalista, los intelectuales apristas comen­
zaron a sentir la necesidad de una nueva legitimación, a
través de la recuperación aprista de Mariátegui . Chang
Rodríguez69 fue el primero en sostener que aquél no de­
jó de ser aprista ideológicamente hasta su muerte, y que
sólo las intrigas de los agentes de la 111 Internacional,
aprovechándose de la enfermedad de los últimos meses
de Mariátegui, lo llevaron a romper con Haya y con el
A PRA . Consecuentemente, trató de demostrar que el
pensamiento mariateguiano es, fundamentalmente, he­
redero en línea recta del de González Prada, como el de
Haya, por supuesto .
Actualmente, esa tentación aprista es casi una urgen­
cia . Tras la experiencia del militarismo reformista en el
Perú y del militarismo fascistoide en los demás países del
Cono Sur, el A PRA asume una postura socialdemócrata·
como alternativa a la una y a la otra . Esa posición, en las
presentes circunstancias peruanas, no es ya la bandera:
de un intento de revolución anti mperialista, sino la de
una consolidación de la democracia burguesa bajo las
con diciones establecidas de una asociación entre el capi­
tal monopólico internacional y el reducido capital mo­
nopólico interno, depurada ya del sueño velasquista de
pretensión de la hegemonía del capital estatal . Pero no 'se
trata de una empresa con fáciles ganancias. Las masas
obreras están terminando de emanciparse del liderazgo·
aprista y se orientan hacia el socialismo revolucionario;
en cuya dirección gravitan también grandes sectores de
las otras capas dominadas. Dada esta situación, no es\'
sorprendente que el APRA haya vuelto a exhibir en su '
prensa el recuerdo de sus preliminares impregnacionestl
marxistas, ni que como aval frente a esas masas, la recu�i1
peración de M ariátegui comience a ser un tópico recu::-\
rrente en la propaganda aprista . De lo último, el reciente '
libro de Luis Alberto Sánchez'º es un claro ejemplo, aun.:'
que también de la torsión mental que esta tentativa nó1'
puede dejar de implicar aun para sus propios autores en
su actual ubicación.
Y no ha faltado� desde luego, en el apogeo del "velas­
quismo", la apelación, con · propósito de legitimación
frente a las masas, a la inevitable cita del "ni calco ni co­
pia" de Mariátegui, para contrabandear la obra de ese
régimen como una opción revolucionaria original, "ni
capitalista ni comunista"; o de la frase "peruanicemos el
Perú", que Mariátegui adoptara, para cohonestar, con el
apoyo del PCP, un nacionalismo parcial e inconsecuente
como toda una revolución.71
3. Del otro · lado, los seguidores y voceros del movi­
miento comunista fiel a la dirección moscovita, dentro y
fuera del Perú han comenzado, desde hace algunos años,
a desplegar un enérgico esfuerzo de divulgación de su
particular memoria de la vida y la obra de Mariátegui,
buscando imponer, a un público ya sospechoso e inquie­
to por demasiadas razones, una figura de cuyo pensa­
miento son resaltados solamente ciertos rasgos y elemen­
tos que permiten presentarlo como el anticipado teórico
de la actual ideología y de la práctica del Partido Comu­
nista Peruano y como fiel intérprete de la dirección de la
lII I nternacional staliniana.
Del conjunto del pensamiento mariateguiano se mini­
mizan, a veces hasta el ridículo, los elementos de filia­
ción no marxista y la huella de influencias recibidas y de-·
puradas en diversas etapas· de su formación.72 De la rela­
ción con el APRA y con Haya de la Torre, se rescata el
certero valor de su polémica, pero no se examina ni se ex­
plica su etapa de colaboración por varios años.73 De sus
relaciones con la 111 I nternacional, se recalca su adhe­
sión y se pasa por alto su polémica final o se la minimi­
'za. 74 I nclusive, la fund ación por Mariátegui de un Parti­
do Socialista del Perú, como partido no exclusivamente
obrero pero bajo la dirección de una línea proletaria, y
·de una célula comunista, se la explica por las dificultades
del cl i m a represivo de entonces, para hacer pasar con na­
tura l i d a d el actual Partido Comunista como el fun dado
por Mariátegui, a pesar de los documentos conocidos
del debate sobre el carácter del partido .75• Y, en fin , de la
concepció n mariateguiana de la naturaleza particular de
la formación social peruana, dentro del mundo capitalis�
ta, así como de las líneas centrales de 14n programa estra-.
tégico específico para aquélla, dentro . de la revol ución
socialista i n ternacional, se escamotea todo aquello que_
no concurra al apoyo de la línea de una " revolución an�;·
timperialista y an tifeudal" del actual PCP, contra los
textos exp lícitos de M ariátegui .76 A la antigua y grosera
acusación de "populista" , que todos recon ocen ahora:;
como parte del ambiente staliniano de los años treinta,7t
le sustituye así la adjudicación de teórico de la revolu�
ción en dos etapas, una democrático-burguesa, naciona}
lista además en el caso peruano, y otra socialista, que no'
obstante sus orígenes mencheviques, sirve tan bien a laj
línea política del PC peruano, desde mediados de los':
años treinta. , i�
· ·
·

Es verdad que, no tan urgidos como rusos o peruanos �


otros est udiosos eu ropeos como Melis no han dej ado d�
reconocer el valor del esfuerzo m ariateguiano de "situaf;
los rasgos específicos de una formación económico:'.
social en u n modelo general de desarrollo histórico'';,?J;
pero no han llevado esa comprobación al análisis de· fa�
implicaciones políticas de tal esfuerzo, para el caráct�j
del proceso revolucionario peruano. Por lo demás, en�s'i(l
trabaj o hay anotaciones de interés sobre la relación ent�i
M ariátegui y la h istoria italiana y sobre los paralelos
sibles entre aquél y Gramsci, que todavía requieren·�.q
mayor documentació n . Y del mismo modo, en Dessr
F1·�-.·
pueden encontrarse contribuciones útiles para el exam'''·.· .
de las ideas m a ri ateguianas sobre las relaciones entre: ·

teraturn y sociedad . 79 ,
E m pero, n o solamente los ideólogos e historiador , ;-.'
proso viéticos son los que tratan ahora de una reapropia
ción de M ariátegui. Después de la división del Partid.4.

Com u n ista Peruano, entre los seguidores de la dir�cc ·�
i�
i_?
rusa y los de la china, a co mienzos de la década pasa�
.
no podía faltar en el debat� sobre M�riá.tegui el esfuerzo
.de los "prochinos", para c.Q nveI:tirl9 ,en teórico de la re­
volución de la "nueva degiocracj�?;y : de la "libe raci ón
. nacional", y de la revolución en dos: eiapas, 80 o de s u m ú s
reciente versión peruana:· , '.' revolución nacional-den� o.-
crattca-popu 1 ar " . 8 1 . . . :· ,. . : , - -'..
, .
_ <

4 : Y para no faltar en esta lista, una parte. de. los t r o t s ­


kistas han comenzado sti propia· polémica con M ariáte�
gui , acusándolo de ser responsable de la am pliaci ó n y l a
consolidación del A P R A _en l a dire�.c ió11 d e las m a s a s pc­
'ruanas, por haber ta rdado, en ob.e diencia a las co nsignas.
'
de la 1 1 1 I n ternacional, en roinper .s ü .colabora,C ió n co n d
A PRA y en co menzar la organiiación del part ido dd
:proletariado, llegando a calific�rlo' de. nacion alista .. h o s ­
til al marxismo",82 lo que �upqne el completo: o 1 v i d o de
su contribución esencial al �stµdio de fa histo ria soc i a l :y
la sociedad peruana, y de s u s fundamentales i d�a:> �e brt"
.el carácter y las modalidades de.J a revol�ción per u a n a .
;que lo llevaron al final de su vida a polemizar den fro de b
' 1 1 1 I n tern acional, y q ue constituyen t precisamen te, e l fu n ­
rdamento sobre e l cual M ariátegui s e levaf1ta en t re: l o � m �·1 s
!importantes marxistas.latinoamericano�.:·
f· Ya puede, pues, apreciarse que no ,es sen c i l l_a t a re J
ipara los estudios�s de M ariátegui, a�rirse paso e n t re
festa densa m itificació.n y mistificación que de: �P pensa
Jm iento y de su accióri política�, so bre .Jod o , se.. ha v t: n i do
·.

cum ulando. .. · � - -"


·
;:· No es, sin embargo, _c asua� que así . �uq:d µ . Pri mer•. '
orque es l a más completa demostración de l�t i m p o r t a n ­
cia de M ariátegui en el act�al debate perua n o y e n a l g u ·
fia , medida en el internaciqna l . Segundo � porq ue e n S l i
producción intelectual como en su acció n . polítjc:1 , n P
rs on inexistentes las bases para todas y cada u n a de CS�h
(tentat i vas de recuperación o de negación parcelari:.i de l a

�I
lobra revo l ucion aria del Amauta. .
� El pensamiento de M ariátegui fue desarro l l á n d o ... c:.· i: n
curs � d � � na frenét! ca explora � �ó � person a l del �1 l)r} -
� nte h 1stonco de su t.1empo� ram 1 f lcandose e n u n a m s o ·

. e�
lita ri queza de facetas y en diversos planos, y fue madu­
rando sobre todo a medida en que fue concretándose su
con d ición de di rigente revolucionario del proletariado
peruano, y con fo rme éste, en gran parte bajo su influen­
c i a , c o m e n z a b a a alzarse a un n uevo nivel de organización
y d e co n c i e n ci a .
A u n q u e n o h a sido con secuente con l a m etodología
i m p l íc i t a e n s u a fi rm ación, es un acierto de Jorge del
Pra d o s e ñ a lar que "la personalidad de M ariátegui fue
desa r r o l l á n d o s e s i m ultáneamente con la personalidad de
l a c l ase o b re r a " peruana .83 Pero ello implica l a necesidad
de a p r o x i m a rse a su estudi o no como a un compendio
s i s t e m á t i co y cerrado, l o que suele h acerse, sino como a
u n p r o c e s o q u e , c o m o el de cualquier hombre abrasado
p o r la p a s i ó n del co noci miento y de la acción, va hacién­
d o se y re h a c i é n d o s e en todo o en parte, en función de la
a t m ó s fe r a e n q u e v i v e en cada momento, de las herencias
i d e ol ó g i c a s y e m o c i o n a les recibidas, de las necesidades
p a r t i c u l a re s de l a polémica en cada situación, de la dis­
p o n i b i l i d a d o n o de ideas y de conocimientos dentro del
h o r i z o n t e de la reflex ión de su t iempo, lo que pocos en­
!> a y a n . Y m u c h o m á s el de un hombre como M ariátegui ,
a u t o d i d a c t a d e s d e las bases de su formación , en lucha sin
t r e g u a c o n t r a la adversidad física y el tiempo. Lo esen­
ci a l d e s u o b r a fu e hecho en siete años, y no de modo sis­
t e m á t i c o s i n o fre n t e a las necesidades polém icas y vita­
,

les d e e s e t e n s o p e r i o d o
.

C o n t r a e s a m a ner a de conocer, conspira, inclusive, la


fo rm a en q u e h a n sido reuni dos y editados los traba­
j o s d e M a r i á t eg u i , por a fi n i dades temáticas, con frecuen­
ci a e s t a b l e c i d a s arbitrariamente por los editores o com­
p i l a d o re s m á s b i e n q ue por su l u gar en las etapas del de­
.

s a r r o l l o d e l a formación de su autor.
P o r t o d o e l l o , desa fortunada mente, nos faltan aún es­
t u d i os o r g a n i z a d o s d e n tro de esa perspecti v a , que permi­
t a n s e g u i r e l m o v i m i e n to de su reflexión y l as razones de
s u s b ú s q u e d a s y p e r p l ej idades, en lugar del habitual or­

d e n a m i e n t o d e c i t a s , cosech ab les para muy distintas ra-


zones en una producción por igual copiosa y no sistemá­
tica.
Y estas páginas no pueden, tampoco, por su carácter y
por sus límites, escapar a esas dificultades. Pues no se
trata aquí de otra cosa sino de marcar ciertas señales ne­
cesarias para la exploración del territorio mariateguia­
no, que como pocos · en América Latina debe ser hoy día
urg e n t e y plenamente explorado y recon ocido.

Mariátegui en l a fundación del marxismo


enA mérica Latina

Mariátegui no fue, ciertamente, ni el primero ni el único


que, antes de 1 930, contribuyó a la introducción del mar­
xismo en América Latina y a la educación y organiza­
ció n políticas de la clase obrera de estos países dentro del
socialismo revolucionario . En la misma época, actuaban
Recabarren en Chile, Codovilla y Pon ce en Argentina,
Mella en C uba, Pereyta en Bi:asil . Inclusive, algunos de
ellos pudieron quizás acceder a u n conocimiento inte­
lectual del marxismo, m ás elaborado que el de M ariáte­
gui . •4
¿Por qué, entonces, cuando todos los demás sólo pue­
den ser estudiados ante todo por razones históricas, M a­
riátegui sigue vigente? ¿Por qué, no obstante las insufi­
ciencias y las incongruencias de su formación de pensa­
dor marxista, ocupa aún un lugar decisivo en n uestro ac
tual debate?
Algunos, como Dessau , con testan que fue el atraso del
desarrollo histórico del Perú y de l a mayor parte de los
países del continente, lo que favoreció a M ariátegui para
logra r un a obra "de resultados relevantes para todos los
países latinoamericanos" , ya que en otros, como A rgen­
tin a y Chi le, "los pensadores pro g resi s tas y revol uciona­
rios se veían obligados a renovar y ad a ptar tradiciones
estan ca d a s o cubiertas por procesos h istóricos ulterio­
"
res , co m o, según Dessau, habrían sido los casos de In-
genieros y de Ponce .85 Y a ñ ade q u e .. además, tienen [ las
enseñ anzas de M ariátegu i ] la particularidad de que él
conci bi ó su obra desde el principio como una empresa de
trascen dencia n acional orientada a la vez a organ izar a la
clase o b rera y a orientar a sus aliados" .86
S i n e m b a r g o , el hecho de que el sed imento i deológico
liberal o soci a l i s t a fuera en el Perú menor que en otros
paises, pued e oto rga r a M ariáteg u i u n a nitidez mayor a
s u gloria de fu ndador, pero ¿de qué modo respo n de por
la origi n a l i d a d , no meramente cronológica, y por la per­
d u rable val idez de su co ntribución al marxismo y a la re­
vo l u c i ó n en A mé r ic a Lat i n a? ¿O de qué modo podía fa­
vo rece r a esa ca lidad de su obra, el tener que lidiar con el
a t raso h i stó rico-soc i a l e i n telect u a l del medio peruano
de esa época'? ¿ Y n o co ncib ieron Recabarren o M el l a su
p r opia o b ra c o m o .. u n a empresa de trascendencia nacio­
na l ' "!
M á s c e r t er o y pe r spicaz , M e l i s señala en M ariátegui
" s u p ro pó s i t o de s i t u a r los rasgos específicos de una for­
m ac i ó n eco n ó m ico-social e n un modelo de desarrollo
h i st ó r i c o . l o c u a l es lo ún ico 4ue co n fiere un v a lor a u tén­
tic a m e n t e cien t í fico al m a r x i s m o , más allá de toda inter­
p re t a c i ó n defo r m ado ra en e l sen tido del h istoricismo
i d e a l i st a . . . 8 ' En o t r o s térm i n o s , es el m a rxismo de Ma­
r i á t e g u i , a n tes q ue el at raso o adelanto relativos del Perú y
ot ros pa ises, l o q u e d a cuent a del valor y de la vigencia de
su obra .
Esa e s , e n v e r d a d , l a res p ue st a . Si M a riátegui fue ca ­
p a z de dej a r u n a obra e n la cual los revolucionarios de
A m é r i ca L a t in a y de otros pa i ses , pueden aún encontrar
y reco n s t r u i r u n a m a t riz de i n d i scutible fecund idad para
las t a r ea s de hoy, se d e be ante todo al hecho de haber si­
do, e n t re todos l o s que contri buyeron a la i mplantación
del m a r x i s m o en la A mérica Latina de su tiem po, el que
m ú s p ro fu n d a y certeramente l ogró apropiarse -y no
i m po r t a si de m o do más i n t uitivo que sistemático y el a­
b o r a d o . o c r u z a d o co n p reocupaciones metafísicas­
a q u e l l o q u e . c o m o M e l i s apunta, ··con fiere un valor au-

60
tén tica mente científico [ revolucionario, p ues, A . Q . ] al
marxi smo " . Esto es, su calidad de marco y punto de par­
tida para investigar, conocer, explicar, in terpretar y
cam biar una realidad histórica concreta, desde dentro de
ella m isma. En lugar de ceñirse a la ••aplicación" del apa­
rato conceptual marxista como una plantilla clasificato­
ria y n o m i nadora, adobada de retórica ideo lógica, sobre
una realidad social determi nada, co mo durante tanto
tiem po fue hecho entre nosotros, lo mismo por los here­
deros de la retina eurocentrista que por los seguidores de
la · · ortodoxia" de la bu rocracia oficial del movimiento
com u n i sta, después de Len i n .
M ás a l l á d e las limitaciones d e s u formación, e n una
vida corta y como pocas d ura, sujeta tamb ién a las li mi­
taciones del horizon te de i deas y de conocimientos de su
tiempo sobre los pro blemas específicos de la historia pe­
ruana y lati noamericana; más allá de n uestros acuerdos
y desacuerdos con sus form ulaciones concretas, como
in vestigador y co mo di rigente po lítico del proletariado
revoluci o n ario, es por aque l las razones que M ariátegui
tiene h oy el sitial de un fundador y de un guía actual para
el m a r x i s m o en América L atin a .
Es, por eso , desde esta perspectiva y en función de ella,
que debe hacerse el debate de su pensa m iento y de su ac­
ción, y el balance de los elementos que concurrieron a s u
desarro llo. E n particular, de aquellos de origen no mar­
xista que llegaro n a tener presencia destacada en su for­
mación intelect ual y emocional, como la concepción, en
muchos aspectos metafísica, que atravesaba su fascinada
avidez por explo rar todos los ám bitos de la experiencia
humana sobre la tierra, o s u admiración por figuras que
hoy nad i e admira, como Sorel, o su frecuente referencia
a Dios y al sen t ido religioso de su vocación política.

Nada a ñ ade a M ariátegui la m i n i m ización i n útil de esos


! elemen tos en su pensamiento, co mo unos procuran, ni le
1 rebaja destacarlos por sobre todo lo demás, como otros
¡ hacen . N o está en ellos, n i el valor ejemplar de su vida, ni
t lo perd u rable de su lugar h istórico entre nosotros.
Los problemas en el marxismo de Mariátegui

A part i r de esas co n s i d e r a c i o n es , dos áreas de problemas


pueden señ a l a rse, principalmen te, en el modo m ariate­
g u i a n o de a s u m i r el m arxismo :
1 . La n o res u e l t a tensión entre una con cepción del
m arxismo c o m o teo ría de la sociedad y de la historia, y
m é t o d o d e i n t e r p r et a c i ó n y acción revol ucionaria, de un
l a d o , y fi l o s o fía de l a h i storia, apta para recibir las aguas
de o t ras v e r t i e n tes fi l osóficas que, según M ariátegui, po­
d í a n con t ri b u i r a la permanencia de la voluntad de ac­
ci ó n rev o l u c i o n a r i a , d e otro l ad o .
2 . V i n c u l a d a a l a a n t e r i or, la i n s istencia e n la centrali­
d a d d e la v o l u n ta d i n d i vi d ua l , como fu n damento de la
acci ó n h i stó rica , y p a r a ella en la necesidad de un ali­
m e nt o de fe y de fu n d a m ent o metafísico para la restaura­
c i ó n de u n a m o ral des p oj a d a de los lastres de la concien­
cia b u rguesa .
En el p r i m e r pla n o , son m uchos los pasajes de su varia
producc i ó n e s c r i t a donde esa tensión está presente, aun­
que co m o tensión t e óri ca o bjetiva, más que como ten­
sión psico l ógica o s u bj � t i v ament e percibida por M ariá­
tegui . Pero e s s o b re todo en Defensa del marxismo" es­
cri t a en su m ad u rez ( 1 928), con tra el revisionismo de
H e n r i de M a n ( Más allá del marxismo), a donde h ay que
ac u d i r p a r a t o m a r su más o rdenada y expl ícita reflexión
sob re ese p ro b lema .
En esos en sayos, M a r iá tegu i aparece preocupado fun·
d a m e n t a l m en te p o r p r o b l e m a s de carácter éti co­
fi l o s ó fi c o , más que p o r problemas de carácter epistemo­
l óg i c o o m e t o d o l ógico , o sobre éstos sólo por implica·
ci ón , en p a r t i c u l a r s o b re el problema del determinismo y
l a v o l u n ta d , o del m a t e r i a lism o y l a prod ucció n de valo·
·

res es p i ri t u a les .
P o s a d a señ a l a , a p rop ó s i t o de ese texto, que " M ariáte­
g u i n o plantea en su o b r a u n a problemática metodológi­
ca y el l a ca re ce de u n co nj u n t o de conceptos fi l osóficos
estructurados. El m a r x i s m o era para él fruto exclusiva-
mente de la confrontación , no fruto de la ciencia y de
una práctica teórica. M a riátegui representa en Latinoa­
mérica la tesis de que el marxismo se define como tal en
la controversia, descalificándose así implícitamente su
valor como teoría" .89 Pero, si lo primero es en gran me­
dida cierto, lo último es mucho más el testimonio de la
presencia, en Posada, de esa infección althuseriana que
dh:tingue entre .. práctica teórica" y "práctica política",
como dos cuestiones separadas, lo que no son sino - tan
mal llamadas de ese modo - dos momentos de una mis­
ma práctica .
Lo cierto es, sin embargo, que M ariátegui sostiene que
11EI m aterialismo histórico no es, precisamente, el mate­
rialism o metafísico o filosófico, ni es una Filosofía de la
Historia, dej ada atrás por el progreso científico . Marx
no tenía por qué crear más que un método de interpreta­

ción histórica de la sociedad actual" .90 (El subrayado es


mío . A . Q . )
N o s e plantea, pues, e l aparato epistemológico que
funda ese "método de interpretación histórica" , ni pare­
ce distinguir que, además de método, y de interpreta­
ción , el marxismo es una teoría de la sociedad, es decir,
con la capacidad de dar cuenta de las leyes que m ueven
la sociedad y de los elementos que concurren a la consti-
1 tución de esas leyes, y de donde nace su poder explicati­
vo y de interpretació n .
" V a n a e s toda tentativa - afirma m á s adelante- d e
catalogarla ( a la crítica m arxista] como una simple teo­
ria científica, mientras obre en la historia como evangelio
y método de un movimiento de masas. Porque el mate­
. rialismo histórico - habla de n uevo Croce- surgió de la
! necesidad de da rse cuenta de una determ inada con figu-
1raci ón socia l , no ya de un propósito de investigación de los
! fa ctores de la vida histórica: Y se formó en la cabeza de
ipolíticos y revolucionarios, no ya de fríos y acompasa­
dos sabios de biblioteca" .9 1 (Subrayado mío, A .Q.)
M a riáteg u i se apoya en Croce, admitiendo la idea
tonten ida en la frase subrayada, extraña y aun adversa a
,.. ...
la natu raleza del marxism o, para resaltar de éste sola­
mente s u d i mensión de método de i n terpretación y de ac­
ci ó n , idea que apa rece rei terada en otros pasajes de este y
otros tex t o s .
En r e fu e rzo d e s u o p i n i ó n seg ú n la cual " M arx no te­
n í a por q u é crear más q u e u n método de .i n terpretación
h i stórica d e la sociedad act u a l " , M a ri átegui parece subra­
yar el p roblema de l a necesidad de una filosofía de la
h isto r i a p a ra c o m pletar la o b ra de M ar x , y para ello ape­
la a o t ra s fuen tes fi l o sóficas.
"Si M a rx - d ice M ariáteg u i - n o pudo basa r s u p lan
po l í t i co n i su co n cepción h istó rica en la bio logía de De
V ries, n i en l a psicología de Freud, ni en la física de Eins­
tei n ; n i m á s n i m e n o s que K a n t en su elaboraci ó n filosó­
fica t u vo q ue co n te n t a rse co n la física newtoniana y la
'cien c i a de s u t i e m p o : el m a r x i s m o - ó sus in telect uales­
'en su c u rso poste r i o r , n o h a pasado de asi m i l a r lo más
susta n c i a l y act i v o de la espec u lación fi losófica e h istóri­
ca pos h egel i a n a o posracio nalista . Georges Sorel, tan
i n fl u y e n t e en la fo rmación esp i ri t u a l de Len i n , i l ustró el
m ovi m i e n t o rev o l uci o n a r i o socia l ista - co n un talento
que H e n r i de M a n n o igno ra, a u nque en su v o l u men
o m i t a t o d a c i t a del a u t o r de Reflexiones sobre la violencia­
ª l a l u z d e l a fi losofía bergso n iana, con t i n uando a M arx

que, c i n c u e n t a años an tes, l o había i l ustrado a l a l uz de la


,
filoso fía de H ege l , Fichte y Feuerbach" .92
Y a ñ a d e i n mediatamen te: . . Vitalismo , activismo,:
p r a g m a t i s m o , rel a t i v i s m o , n i n g u n a de estas cor rientes ti�¡
losófi ca s , en lo que podían aportar a la Revo l ució n , h�
que d a do al m a rgen del m o v i m iento i n telect ual marxist�
W i l l i a m J a mes n o es ajeno a l a teoría de los m itos socia.;i
les de S o rel , ta n señ a l adamen te i n fl uida, de otra parte;�
por W i l fredo P a reto" .9 3 1:�
·�

De ese m od o , u n a c u riosa a m alga m a de tendencias fi".�


losó fi c a s , todas n o solamente aje n as s i n o opuestas al!
m a r x i s m o , i n g resan a com p o n e r u n a s uerte de filosofaáJ
de la h i st o r i a , q ue para M a ri átegui no só l o no contra cfii
ce, sino complementa y enriquece, o como él dice "ilus­
tra", el marxismo.
No ignora Mariátegui que la base epistemológica del
marxismo es materialista y dialéctica: " La concepción
materialista de M arx, nace, dialécticamente, como antí­
tesis de la concepción idealista de Hegel . Y esta misma
relaci ón no aparece m uy clara a críticos tan sagaces
co m o Croce" .94 N o obstante, no es tampoco seguro que
la epistemología dialéctica y materialista, y no solamente
un método de i n terpretación histórica, m aterialista por
recon ocer una base material en la historia, sea lo que
M a r i á �egui está poniendo de relieve en esa afirmación .
Porq ue vuelve a citar a Croce ("éste e s uno d e los repre­
sen tan tes m ás autorizados de la filosofía idealista, cuyo
dicta men parecerá a todos más decisivo que cualquier
deplo ración jesuita de la inteligencia pequeñoburgue­
sa" ), respaldando su idea de que la denominación de ma­
terialista cumplía en M arx y Engels la función de subra­
yar que la cuestión social no es una cuestión moral . La
larga cita de Croce continúa: " Y , finalmente, no carece
en esto de eficacia la denominación de 'materialismo ' ,
q u e h ace pensar en seguida e n e l interés bien entend ido y
en el cálculo de los placeres. Pero es evidente que la idea­
lidad y lo absol uto de la moral, en el sentido fi losó fico de
tales palabras, son presup uestos del socialismo" .9s
Es sin duda por esas oscilaciones, que Robert París ha
creído ver en la Defensa del marxismo, una "tentativa de
espi rit ual ización del marxismo" coincidente con la de
Gentile, aunque la adhesión posterior de éste al fascis­
mo h ace de Croce una autoridad mayor, con la media­
ción de G o betti .96
N o es eso tari claro . M ariátegui se opone explícita­
men te a toda espirit ualización del marxismo: "la prime­
ra posición falsa en esta meditación - dice refirién dose a

ello - es l a de suponer que una concepción materialista


del u n i verso no sea apta para producir grandes valores
espir i t u ales" .97 N o se trata, por tanto, de una espiri t uali­
zació n . E l problema es otro: la dialéctica materialista,
com o epi stemología y como método, parece excluida
co m o problema del debate, para ser remplazada por
otro: materi a l i s m o y valores espirituales, un problema
ético- meta físico .
U n sesgo e q u ivalente guía la discusión sobre el proble­
ma del deter m i n is m o . V uelve el problema moral a domi­
nar el planteam iento, trátese del carácter voluntarista
del soci a l i s m o , sin perj uicio de su ' ' fondo determinista" ,
o de la " m o ra l de p rod uctores" que es el sello de un pro­
letariado cuando i ngresa a la historia como clase social,
y del sen tido heroico y creador del socialismo: " El carác­
ter volu ntari sta del socialismo n o es, en verdad, menos
eviden te, aun q ue sí menos entendido por la crítica, que
su fondo determ i n i sta. Para valorarlo, basta, sin embar­
go, seguir el desarrollo del m ovimiento proletario, desde
la acción de M arx y Engels en Londres, en los orígenes de
la 1 I n tern aci onal, h asta su actualidad, dominada por el
primer experi mento de Estado socialista: la U RSS. En
ese proceso, cad a palabra, cada acto del marxismo tiene
un acento de fe, de voluntad, de convicción heroica y
creadora, cuyo i m pulso sería absurdo b uscar en un me­
di ocre y pasi vo sentim iento determinista" .98
A q u í , s i n em bargo , baj o l a cara externa de problema
ét ico- filosófico , M a riátegui manej a una intuición certe­
r a : el l ugar fundamental de la praxis en la determinación
de la h i storia y la relación esencial entre la acción de los
condicionam ientos objetivos (externos a la conciencia) y
l a acción con sciente, co mo integrantes de las m ismas le­
yes de m o v i m iento de la sociedad, como momentos recí­
proca mente acti vos en la constitución de la praxis global
de la sociedad . Y ese p roblema surge más claramente
a ú n , baj o esa l uz, cuando sostiene: " En la l ucha de cla­
ses, d o n de resi den todos los elementos de lo sublime y
heroi co de s u ascensión, el proletariado debe elevarse a
una ' m ora l de productores', muy distante y m uy distin­
ta a l a ' m o ral de los esclavos' de que o ficiosamente se
em peñan en proveerlo sus gratuitos profesores de moral,
h o rrorizados de su m ateria lismo" . 99 La conciencia ocu-
pa su lugar exacto en la praxis, y ésta en la determinación
de la historia .
Aquella necesidad que M ariátegui sentía de una fi­
losofía de la historia, en la cual cupieran al mismo tiem­
po la obra de M �rx y todas las otras vertientes filosóficas
"en lo que podían aportar a la Revolución", asume en su
pensam iento la forma de una lucha contra Cl positivismo,
para lo cual se afirma en una concepción según la cual la
acció n humana requiere bases metafísicas, y en particu­
lar la acción revolucionaria, pues sólo la fe permite so­
brepasar un "pasivo determinismo" y galvanizar la vo­
luntad de acción y sostener el heroísmo .
Esa concepción se emparenta con e l existencialismo
que, con la difusión de la obra de Heidegger y de Kierke­
gaard y la vuelta de Nietzsche, dominó una gran parte
del debate filosófico i nmediatamente posterjor a la se­
gunda guerra mundial, impregnando también el propio
debate marxista a través de la obra de Jean-Paul Sartre.
Mariátegui conoció la obra de Nietzsche y no es sorpren­
dente, por todo eso, que una cita de ese autor encabece
los Siete ensayos y que su huella, y especialmente la de su
Zaratustra, se registre en diversos pasajes de la produc­
ción m ariateguiana.
" Los revolucionarios, como los fascistas, se proponen
por su parte vivir peligrosamente. En · Jos revoluciona­
rios, como en los fascistas, se advierte análogo impulso
romántico, análogo humor quijotesco", sostiene M ariá­
tegui en 1 925, 100 tras citar un trozo de un discurso de
Mussolini, en el cual el nietzscheano "vive peligrosamen­
te" y las reminiscencias del pórtico de la Constitución
d'annunziana de Fiume, son explícitas.
Y más adelante, en el m ismo texto, afirma: "La vida,
más que pensamiento, quiere ser hoy acción, esto es,
combate. El hombre contemporáneo tiene necesidad de­
fe. Y la única fe que puede ocupar su yo profundo, es
una fe combativa. No volverán, quién sabe hasta cuán­
do, los tiempos de vivir con dulzura. La dulce vida pre­
bélica no generó sino escepticismo y nihilismo . Y de la
crítica de este escepticismo y n ihilismo, nace la ruda, la
fuerte, l a peren toria necesidad de una fe y de un m ito que
m u e v a a los h o m bres a vivir peligrosamente " . 1 0 1
Procla m a n do q ue . . ni la Razón n i l a Ciencia pueden
sati sfacer toda la necesidad de infinito que hay en el
h o m b r e y que " ún icamen te el M ito posee la preciosa
"

v i r t u d de l l e n a r su yo pro fundo" , l lega a decir M ariáte­


gui que el h o m b re "com o la fi losofía lo define, es un ani­
m a l metafísico . No se vive fecundamente sin una con­
cepci ó n metafísica de la vida. El m ito m ueve al hombre
e n l a h i s t o r i a . S i n un m ito l a existencia del hombre no
tiene ningún sentido histórico . La historia la hacen los
h o m b res poseídos e i l u m i n ados por una creencia supe­
r i o r , por u n a esperanza superhu mana; los demás hom­
bres son el coro anónimo del drama " . 1 º 2 N ietzsche, otra
ve�.
Pareciera, así, que M ari átegui se hunde en u n misticis­
mo i r r a ci o na l i s t a Contra la razón y la ciencia, opone el
.

m i t o y l a fe . C o n tra la idea marxista según la cual es la


luch a de clases q ue m ueve la h istoria, recurre a la idea
d el superho m b re nietzscheano. Y todavía, más adelante
a fi rm a que ''hace algún tiempo que se constata el carác­
ter rel ig i o s o , m í st i c o , metafísico del socialismo" . 1 0 3
N o e s así exactamente . M ariátegui enfrenta un doble
enemigo : el e s ce pti c ismo nihi lista, el .. alma desencanta­
da" (O rtega y G asset), y al m ismo tiempo, el positivismo
y el cien t i ficismo de esa raíz, entre cuyos polos está des­
garrada l a inteligencia burguesa entre las dos crisis y las
dos gu er ra s
.

C i tando u n poema (" La danza delante del arca") de


Henri Fra n k , observa que a pesar de la "voluntad de
creer" del poeta , "el arca está vacía" y que el poeta tiene
q ue p a r t i r e n b usca de Dios, co mo la demostración de
que l a c u lt u r a burguesa está en crisis y que el escepticis­
m o es i n fecundo . Pero, de otro l ado, "los filósofos nos
apo r t a n u n a verdad aná loga a la de los poetas. L a filoso­
fía c o n t e m p o r ánea h a barrido el mediocre edi ficio posi­
t i v i s t a . H a esclarecido y dem arcado los modestos confi·
nes de la razón. Y ha formulado las actuales teorías del
M ito y de la Acción. I n útil es, según estas teorías, buscar.
una verdad absoluta. La verdad de hoy no será la verdad
de mañana. U na verdad es válida sólo para una época.
Contentémonos con una verdad relativa" . 1 04
Y en la l ucha conte m poránea, ésa es para Mariátegui
la ven taja del proletariado sobre la burguesía: el prime­
ro tiene una· postura afi rmativa ; contra el escepticismo y
el n i h i l ismo, tiene una fe y un mito. Contra el positivis­
mo, es, adem ás, relativista . La burguesía, en cam bio, es
prisionera de la negación escéptica o de su chato positi­
vism o . • os Pa ra él, pues, es, sobre esa base, que la volun­
tad de acción revolu d onaria adquiere un fundamento
seguro: el mito. Y la lucha contra el conform ismo y la
mediocridad burguesa, tiene dos caras: ••et pesi m ismo
de la realidad y el opti mismo del ideal", según la frase
tomada de Vasconcelos y que evoca, como todo el m un­
do advierte, la que G ramsci adoptara, 1 06 de Romain
Rolland .
Así como en su debate con Henri de Man los proble­
mas del materialismo y el determinismo son colocados
por M ariátegui dentro de una perspectiva ético­
filosó fica, aquí la lucha contra el positivismo encuentra,
también, la misma ubicación, en el mismo plano que el
problem a del conformismo y del escepticismo nihilista,
las cuestiones metodológicas están ausentes, y los fun�
damen tos epi stemológicos del debate marxista contra el
positivismo, no se plantean y son remplazados por la
metafísica: ••to metafísico -insiste - ha recuperado su
antiguo rol en el m undo después del fracaso de la expe­
riencia posi tivi sta . Todos sabemos que el propio positi­
vismo cuando ahondó su especulación se tornó metafí­
sico" . 'º'
No hay, pues, duda de que M ariátegui ensambló en su
formaci ó n in telectual, una concepción del marxismo
como • • método de interpretación histórica y de acció n " y
una fi l osofía de la historia de explícito contenido metafí­
sico y religioso .
Las fuentes del m a r x is m o y de la filosofia de la histor¡,
mariateguianos

Dessau a fi r m a que .. resulta evidente que M ariátegui se


ocupó rel a t i vamente poco de la economía política mar­
xista que, sin embargo, es uno de los tres elementos fun­
damentales del m a rxism o-len inismo. Parece que este he­
cho, que n o puede tener q ue ver con la poca accesibili­
dad de los textos - porque El Capital ya existía traduci­
do a i d i o m as que M ariátegui sabía leer - se debe en pri­
mer l ugar a que los teóricos italianos, incluso Gramsci,
no prest aron mucha atención a la economía política
m arxist a , co n centrándose más en la filosofía y en la teo­
r í a po l í tica y prestando m ucha atención a los problemas
esp i rituale s y culturales, lo que estaba en consonancia
con las preocupaciones del propio M ariátegui" . 1 08
En la m i s m a l ínea , Messeguer cree que "Mariátegui se
acercó a l m a rxismo fi l t rado a través de Sorel, Gramsci,
C l a rté, los l íderes rusos y a u n a utores no marx istas como
A. T i lghe r , P. G o betti y B. Croce' ' . '°9
Y Pa r i s . q u ien es s i n duda el que más detenidamente
h a i n ve st i ga d o las fuentes de la formación in telectual de
M a r i átegui en Europa, aporta u n a evidencia consistente
s o b r e la i n fl uencia del bergsonismo soreliano y del neo­
h e g e l i a n i s m o de Gen ti le, Croce y G o betti , en la filosofía
de la h i s t o r i a mariategu ian a . 1 '°
No est á , sin em bargo, establecid o suficientemente a
t ra vés de c u á les textos fue M ariátegui asimilando el mar­
x i s m o , y de q ué fo r m a gravitaron en ese aprendizaje las
i n fl uencias ver i ficadas . Como advierte Paris, si bien Ma­
r i á t e g u i se apoyó n u merosas veces en la autoridad de
C roce en su polém ica con De M an , especialmente, no
dej ó de h acer exp líc ito en n i ng ú n momento su reconoci­
m i ento de l a posición l i beral y n o m a rx i sta de C roce, lo
m i s m o que la de G o betti . Por e l l o , el neohegelianismo
c r o c i a n o o su versión ra d i c a l i z a d a en G o betti, aparece
e n M a r i á t e g u i m á s b i en co m o u n constante p unto de re­
fe re n c i a y c o m o u n a a t m ó s fera q ue en vuelve de modo

"7 ()
"laten te" ( Paris) su reflexión sobre la historia y la filoso­
fía. Es cierto, sin embargo, que Croce medió - como lo
demuestra Paris- el conocimiento de M ariátegui acerca
de Labriola y que la huella de su lectura, p articularmente
del Materialismo storico ed economia marxistica, de
Croce, es registr�ble en el modo mariateguiano de en­
samblar la ••metodología marxista de interpretación his­
tórica" en una filosofía de la historia.
En cambio la influencia de Sorel, y a través de él, prin­
cipalmente del Bergson de La evolución creadora, es mu­
cho más directa en M ariátegui y éste no ocultó su inmen­
sa admi ración por el ideólogo del "sindicalismo revolu­
cionari o " . De él toma la i dea del mito social como fun­
damento de la fe y de la acción revolucionaria de las mul­
titudes, así como antídoto contra el escepticismo de los
intelectuales y alimento esencial de una concepción me­
tafísica de la existencia. Reflexiones sobre la violencia de
Sorel, ocupa un lugar tan privilegiado en la admiración
de M ariátegui y son tantas veces las citas de este autor a
. las que recurre como apoyo y autorizada palabra, que
1 Dessau ha podido decir que parece que "conoció más a
Sorel que a Lenf o " . u 1
Para M ariátegui, Sorel es "uno de los más altos repre­
sentan tes del pensamiento francés del siglo X X " , "2 y Re­
Pexiones sobre la violencia "representa por su magnit ud
y consecuencias histó ricas, otro de los libros del nuevo
siglo" , 1 13 poco después de afirmar que La evolución crea­
dora de Bergson , a cuyo conocimiento y admiración lle­
gó a tr:avés de Sorel, "constituye, en todo caso , un aconte­
cimiento mucho más considerable que la creación del
reino servio-croata-esloveno, conocido también con el
nombre de Y ugoslavia". 1 14 Y no titubea en repetir una
afirmaci ón del periódico Journa/ de Geneve, recogida en
el artículo del propio Sorel, " Pour Lénine" , según la cual,
aq uél t u vo una influencia m uy grande en la " fo rmación
espiritua l " de Lenin . m Y todavía en los Siete ensayos l o
coloca j u n to a Marx, ya que para M ariátegui la civiliza­
ción ' ' d e M arx y de Sorel es una civilización industrial" y
Sorel es un "econom ista moderno " . 1 1 6
En su co m b ate con t ra el positivismo, M a riátegui ape­
l a a n te todo a la a u t o r id a d de Bergson-Sorel: "superan­
do las bases racio n a l istas y positivistas del socialismo de
su época , S o rel enc u e ntr a en Bergson y los pragmatistas,
ideas q u e v igorizan el pensam iento socialista, restituyén­
dolo a l a m i si ó n revo l u c i onaria de la cual lo habían gra­
d u a l m e n te alej ado el aburguesamiento intelectual y espi­
r i t u a l de los part idos y d e s us parlamentarios, que se sa­
tisfacía n en el ca m po fi losó fico con el historicismo más
chato y el evo l ucio n ism o más pavido . . . " 1 1 7
C i n cuen ta años desp ués , sorprende en un hom bre
co m o M a ri áteg u i esa desa forada admi ración a un pensa­
m iento tan co n fuso y p re s c indib le co mo el de Sorel . Sor­
prende a ún más que crea en la gran infl uencia de Sorel
sobre Len i n , a pesar de c o nocer y citar Materialismo y
empiriocriticismo del ú ltimo, donde Sorel es vapuleado
co m o ··co n fusion ista bien conocido " y una de esas per­
s o n a s que · · n o pueden pensar más q ue contrasenti­
dos .. . ' ' 8 y d o n de Len i n se dedica a demoler prolijamente
todas a q u e l l as corrien tes filosóficas que, co m o las que
Sorel defiende, encarn an la hostil idad reaccionaria al.
m a r x i s m o . Po r lo demás, como hace bien en anotarlo
Pa r í s , 1 19 l a s obras que contienen ya todo el fundamento
de l . . len i n is m o " , fu er on publicadas por Lenin antes de la
aparici ó n de Reflexiones sobre la violencia.
S i n e m b a rgo, la sorpresa no debe ser m ucha, s i se re­
cuerda q u e e n l a atmósfera del debate ideológico italiano
que M ar iá teg ui vivió, Sorel ten ía una presencia importan­
te y que, en genera l , en Europa, ·ei l lamado sindicalismo
revo l uc i o n a r i o , c u yo ideólogo más conocido era aquél,
l l egó en los a ñ o s de l a pri mera posguerra a tener una in­
fl uencia a m p l i a en tre obreros o intelectuales revol uciona­
rios.
M a r i átegui h a b ría conocido a Sorel en Italia, por sus
v i n c u l aci ones con C roce. Pe r o quizás tam bién conocía,
leye n d o L · Ordine Num·o, qu e el propio G ram sci no ocul­
taba s u d e fe rente co n s i deración p a r a con Sorel, no obs-
tante s u explícita condenación del ••si ndica l i s m o revo l u ­
cionario" y s u advertencia d e que n o h ab í a e n S o re l u n
método consistente q ue p u d iera usa·r se con res u l t a d o s
siem pre eficaces. 1 20 A pesar de lo cual, G ra m sci elogiaba
en Sorel haber heredado .. un poco de las v i rt udes de s u s
dos m a estros; la ás per a fógica d e M arx y l a con m o v i da }
plebeya elocuencia de Proudhon", por lo c u a l . . s u p a l a ­
bra n o puede dejar indi feren tes a los o b reros t u ri n c ­
ses" . 1 2 1
Y G ra m sci n o podía, sin embargo, ign o ra r q u e l a a po ­
l og ía so rel i a n a d e la v i o lencia n o d ese m b o c a ba e n l a des­
tru c c i ó n del capitalismo y de la burg ues ía, s i n o qu� es t a ­
ba e x p l ícitamente con cebida com o u n meca n i s m o d e u t i ­
lizac i ó n de la lucha de clases y de s u v i o l e n c i a , pa ra ga l ·
va nizar de nuevo la vol untad de l a b u rg uesía , i m p i d i c n ·

do s u apoltrona miento , para alca nLar el · · per ft:�c i o n .:t­


m iento h i stó rico de la sociedad c a p i t a l is t a " . M a r i ú t e g m .
ta m poco.
E n e fec to , Sorel sostenía q ue . . La v i o l e n c i a pro l cta r i : 1
n o so la mente puede asegurar la r e v o l u c i ó n fu t ur a . " i 1 1 1 1
mucho más aún parece ser el ú n ico m e d i o del c u a l d i s Tw
nen las sociedades e u ropeas, emb otad a s p o r el h u m a rn
t a ri s m o , para recu per ar s u a n t i gua energí a . E � t a ,. i o k n
cía fuerza a l capitalismo a preocupa rse ú n ica me n t e c k ..; ._¡
función material y tiende a devo lverle las c u a l i d a dc� ht� ­
lic o s a s que antes poseía . U n a clase o b rera crec i e n te y sú ­
li d a m ent e orga n izad a puede fo rza r a la c l ase ca p i t a l i ..; Lt
a man tenerse ardiente en la lucha industrial; s i fre n te ; 1
u n a b u rguesía hambrienta de r_i q uezas y de co11 4 uú- . t a . " t:
yergu e u n pro l e t a r i a d o unido y revo l uci o n a ri o , l a � rn.: i c
dad capital ista alcanzará s u pe rfe c c i ó n h i s t ó rica · · .
' ' A s í l a violencia p r o let a r i a h a d e ven i d o u n fa l'l l lf
esen c i a l al marxismo . Agreguemos, u n a vez m ú s . 4 u c
ella ten d rá por efecto, si es con d ucida co n ven i c n t c m � n t c
supri m i r e l socia lismo pa rlamen tario, q u e n o pod d p . i
sar co m o di rigente de las clases o b reras y c o m o g u a n l i �i 1 1
del o rde n . " 1 22
Sore l esta ba, pues, i n teresado menos en la rc v o l i h· i ó n
socialista del pro letariado, cuanto en l a destrucción del
orden b u rgués l i beral y socialdemócrata. Nada sorpren­
den te, e n con secuencia, que enfatizara el sindicalismo y
no la l ucha por el Estado com o estrategia revol ucionaria,
y q u e fuera el fascismo mussoli niano el que mejor enten­
diera el mensaje soreliano.
E l o b v i o q u e n i Gramsci n i �1 ariátegui podían com­
p a r t i r esa e n t r a ñ a contrarrevolucionaria que la fraseolo­
gía re v o l uc io n a ria soreliana encerraba. No obstante no
d i s i m u laron su aprecio por el maestro del "sindicalismo
revol ucionario" . Pero lo que en el primero era una muy
: o n s c i e n te y d iscri minadora atención al sorelismo, en
M a riátegu i aparece como una admiración tan grande
q u e lo l l e v a a ponerlo en la estantería marxista nada me­
n o s q u e j u nto a l propio M arx. Y aunque parece proba­
b l e q u e n o conociera la o bra teó rica de Rosa Luxembur­
go , p o r ej e m p l o y con ociera la del propio Engels quizás
,

p r i n c i p a l m e n t e a través de Croce, no hay modo de j usti­


fi ca r h o y esa a d m i r a ció n .
lJc t o d o s m o d os lo que resulta demostrable es que esa
i n fl u e n c i a en l a fo rmación i ntelectual y espiritual de Ma­
r i á tegu i prov iene en una med ida p rincipal del hecho de
q u e s u a p r e n d i z aj e marxista fue realizado dentro de la
p a r t i c u l a r a t m ó s fe ra ital i a n a de comienzos de los años
ve i n t e . Eso , no o b s t a n te, no equivale a decir, como Me­
sseguer, q u e M a riátegui reci bió solamente un "m arxismo
fi l t rado" por C roce, Sorel o Gobetti .
M a r i á t eg u i c o n oc i ó de primera mano vari as de las
o b ra s m á s i m p o r t a n tes de M a rx, Lenin, Kautsky, Hilfer­
d i n g . T r o t s k y , B ujari n , a los cuales cita en sus principales
t r a b aj os . Y a u n q u e es dudoso como medida de lo que u n
h o m b re l ee , el reg i s t ro de su biblioteca , Vanden 1 23 ha po­
d i d o est a b l ec e r q u e la biblioteca personal de M ariátegui
co n t e n í a t o d a s e s a s obras, anot adas y subrayadas por su
·

dueño.
S urg e . e n t o n ce s , l a p reg u n t a necesaria acerca de por
q ué f'v1 a r i á t c g u i a c o r d a b a un l u g a r tan p r o m i n e n t e en su
p e n s a m i e n t o a l a o b ra de C roce . Gobetti y , especialmen-
te. de Sorel. y a través de éste, a la influencia del bergso­
nismo y del pragmatismo, y en menor medida del U na­
m u n o d e Agonía del cristianismo y El sentimiento trágico ·
de la vida.
No soy el pri mero en sospechar que l a angustia maria­
tegu i a n a , su necesidad de· una concepción heroica de la
existe n c i a y de fundamentos metafísicos para su volun­
tad de acción revol ucionaria, tienen mucho que ver con
el pasado de inclin aciones místico-religiosas y estéticas
del M a ri átegui anterior al viaje a Europa, y cuyo con­
frontam iento con el materialismo marxista no pudo ser
resuelto a través de una discusión en el terreno epistemo­
lógico y metodológico, dadas las insuficiencias implica­
das en su formación enteramente autodidacta, y encon­
tró un ca uce ético-filosó fico de sol ución que, no por ser
teórica mente inconsistente, era menos eficaz psicológica­
mente en el Mariátegui maduro . A ello contri buyó m u­
cho el ca rácter m ismo del debate ideológico italiano y el
predo m i n io de las cuestiones culturales y políticas, pero
sobre la base de la propia formación de M ariáteg u i .
C u a n d o a su regreso d e Europa, Mariátegui encuentra
el pos i t i vismo rebajado a l a ideofogía del corrupto arri­
bism o del periodo de Leguía, su convicción de q ue el po­
sitivism o era responsable del reformismo parlamentario
de l a soci a l democraci a. y de la crisis del liberalismo, que
se habían revelado im potentes para contener el fascismo
el uno, y para desarrollar la revol ución social ista l a otra,
queda rá fortalecida. Y , a pesar de que la más reacciona­
ria i n teligencia peruana se apoyaba en el vitalismo berg­
son i a n o con tra el positivismo, él se senti rá j usti ficado en
el uso d e l mismo bebedero ideológico para com batir el
posi tivismo y a Leg u ía . Lo que le parecía i m po rtante no
era el o r i gen y la relación de esas ideas con el marxism o .
sino su efi cacia, e n u n determ inado momento histórico,
para coady uvar a la causa de la revolución moviendo a
las men t es fuera del .c o n fo rm ismo que, en el Perú, era na­
' lura l m e n t e eq uivalente a sostener el orden oligárq uico­
l im peri a l i st a .

1
De a l l í . p o r ej e m p l o . l a adopción de la idea del m i to
soc i a l co m o i n s t r u m e n t o pa ra m o v i l izar a las m asas in­
d i a s . q u e no e s t a b a n en co n d iciones de acceder a u n pla·
n o m ü s e l a bo r a d o d e l con oci m iento de la teoría revo l u­
c i o n a r i a , . . E l v u lgo no s u t i l iza t a n t o . . , d i rá u n a vez, para
so s t e n e r l a n ece s i d a d d e l m i t o . Se eq ui voca, por eso, Pa­
r i s . a l sost e n e r q u e l a a d h es i ó n de Mariátegui a Sorel y a
s u i d ea d e l m i t o s o c i a l , era s ó l o u n a expresión del recón­
d i t o reco n oci m iento que aq uél ten ía, de que en las condi­
c i o n es pe r u a n a s la i d ea m i s m a de u n a revo l ución socia­
l i st a e ra u n m i to . a l c u a l tenía q ue a ferra rse p a ra conti­
n u a r a c t u a n d o y d i fu n d i e n d o el socia l ism o . 1 24 Sería necio
dec i r q u e t o d a esa i d e o l ogía q u e en Mariáteg u i enmarca­
ba a l m a rx i s m o . era só lo exterior e i nstrumenta l , o q ue el
l u g a r q ue t e n ía en su pensa m iento fuera superfici a l o pe­
q u e 11 o . N o � e s t a b a en la capa m á s honda de la tensión
e m oc i o n a l del h o m b r e . Pe ro es n ecesario, también , reco­
n oce r q u e él h a cía de esa ideo l ogía un uso pa rticu lar y
co n sc i e n t e � p i so e m o c i o n a l y ético pa ra m o ver el á n imo y
l a co n d u c t a p r o p i a y aj e n a h ac i a la revo l ución socialista.
Po r t o d o e s o . ca rec e n i g u a l m e n te de asidero real la
i d e a ac u ñ a d a por S a l a z a r Bondy, sobre un • • m a rxismo
a b i e rt o . . q u e e n M a ri áteg u i sería la a l ternativa a un
" m a r x i s m o d og m á t i c o · · . o la a ú n m ás peregri na prete.n­
si ó n de A g u i r re G a m i o so b re u n M a riátegu i ideól ogo de
u n soci a l i s m o rel i g i oso p a r i e n te del de Berdi aev . Es más
co r recto señ a l a r q u e no todo en el pensam iento m ariate­
g u i a n o e r a m a rx i s t a y q ue en s u polém ica con t ra el revi­
s i o n i s m o y el posi t i v i s m o son las cuestio nes ético­
li l o s ó fi c a s l a s q ue t i e n e n pri m acía sobre las epistemoló­
g i c a s y m e t o d o l óg i c a s , acerca de l as cua les s u formación
e ra i n s u fi c i e n t e .
Robert Pa ris ha seña lado q u e esos problemas y e n espe­
ci a l l a i m pro n t a soreli a n a e n el pensamiento de M ariáte­
g u i , " h ace q u e resu lte tan a m b i g u o el a p a r at o conceptual
de l o s Siete ensayos, así com o t a n dificil en todo m omento
l a cl a r i fi c a c i ón pol ítica e ideo l ógica de este mismo perio-
d o " . m Y Posada parece retener a d uras penas la ten t a ción

76
de tirar el niño j unto con el agua sucia, afirmando que M a­
riáteg u i corresponde "más bien a la fase de gestación del
marxismo en América Latina [. . . ) no consciente de la espe­
cificidad teórica de la fi losofía marxista", 1 26 sin duda por­
que él mismo estaba más. interesado en la "práctica teóri­
ca" a utónoma, ajena al marxismo.
Lo q ue hoy nos aso m bra en la obra m ariateg u i a n a es
q ue a pesa r de s u s a m big üedades concept ua les y de l a i n­
suficiencia de s u formación teórica , ,h ay a log rado h acer
los desc u b r i m ien tos teóricos más i m portan tes de la i n­
ves t i g ac i ó n m a rx i sta de s u tiempo en y sobre A mé rica
Lat i n a . q ue c ons t i t uyen p u n tos de part i da n ecesarios
para l a c r í t ica revo l ucionaria actual de n uestra sociedad.
A u n q u e es por eso q ue l a obra de M a riáteg u i es i m por­
ta n te en la h i storia del Perú o de A mérica Latina, y n o
po rq ue en ella s e enc uen tren todas e s a a m b ig üedades, o
por c u a n t a ad m i ración ten ía por Sorel o Croce o U n a­
m u n o . Y n o es acaso m uy grande el riesgo de decir que,
de a l g ú n modo, s u s desc u b ri m ien tos marxistas de la rea­
lidad fu n damenta l del Perú de su tiempo, fuero n la con­
q u i s t a de una mentalidad cuya autonom ía y osadía i n te­
lect ua l . e ran apoyadas i ncl u s i ve en esos elemen tos teó ri­
camente es pu r ios y, sin embargo, psicológicamente efica­
: ces p a ra perm i t i r que no se plegara s i m plemente a u n a
[adhesión a c r í t ica a las ••ortodoxias" burocráticas.
1 Porq ue fue la enhiesta voluntad de acción revol uciona­
\ ria d e l h o m bre, y no importa si alimentada por una con­
[ cepción m etafísica de la existencia individual, lo que le per­
\ m itió ll ev a r a la práctica lo que está implicado en la XI Te­
!sis sob re Feuerbach, por debajo de su apariencia de recla­
mo ético : q u i e n quiera conocer la realidad ha de saber que

sólo puede lograrlo en com bate con ella, metiéndose den­


¡tro de el l a , para transformarla. O ren unciar al conoci.:.
¡m ie n to p ro fu ndo y contentarse con el de su apariencia.
\ Y eso e s l o q ue, más a l lá de la con n otació n vol u n taria
12 la que t odos a l uden , otorga s u m ás pleno sen tido a s u
�d m i ra t i v o e l o g io d e l a frase d e Len i n , en boca d e U n a­
� u n o : · · T a n to peo r pa ra l a rea l idad" .
La cont r ibució n marxista de M ariátegui
al descubrimiento de A mérica Latina

Lo fu n d a m e n t a l de la p ro duc ció n m ariateguiana sobre


l os pro bl e m a s per u a n os, con i m pl icaciones sobre toda
A m é rica La t i n a , está c o n te nid a en sus Siete ensayos y en
las reco p i laci o n es q ue forman l os volú menes de Ideología
y política, Peruanicemos al Perú, Temas de educación, Te­
mas de nuestra A mérica y en l o s documen tos sobre la or­
,

ga n izaci ó n y debate d e l Parti d o Socialista del Perú, re­


prod uci dos p o r M a rtínez de la To rre en sus Apuntes para
una interpretación marxista de la historia del Perú . 1 2 7
Desa parec i d o hasta h o y el único l i bro orgán ico que
M a ri á teg u i prod uj o , so br e la evolución política e ideoló­
gica del Per ú , a n u nc i ad o en la A dvertenci a de los Siete
ensayos, j u n t o a éstos son los materiales que están reuni­
dos en Ideología y política, los de m ayor sign ificación p o­
l í t i ca y en espec i a l • • Punto de v i sta antimperialista", es­
crito casi un a ñ o antes de su muerte y expresión del grado
más alto d e su madurez política. (Debe esperarse una
m ayor d i fu s i ó n de estos m a teri a l es fuera del Perú, ya que
conoci e n d o s o l a m en t e los Sitie ensayos no p uede obte­
nerse u n a c a b a l a p re c i a c i ó n de l a origi nalidad y del valor
de la con t r i b uc i ó n m a rx ista de su autor.)
El conj u n to de sus i n vestigaciones sobre la h istoria
eco n ó m ico-soci a l y p o l í t ica del Perú, de sus trabajos edi­
t o r i a les y c u l t u ra les, a s í como su acción de organizador
s i n d ica l y p o l ítico y l os l i neamien tos de una perspectiva
est ratégica de la r e v o l uc i ón peruana, q ue alcanzó a tra­
zar a n tes d e s u m uerte, dan cuenta de q ue, desde su regre­
so y e n espec i a l desde 1 92 5 , M a r i á t e gu i se enfrentó a los
problemas pe rua n os a través de u n a triple polém ica. Esta
fue desen v o l v ién dose co n forme avanzaba en el reconoci­
m i e n t o de l a rea l i dad peruana y latinoamericana, y ma­
d u raba s u v i n c u l ación p o l í t i c a concreta con el movi­
m i e n t o o b rero y c o n el entero m ovim iento popular.
E s a t r i p l e polém i ca lo e n fren tó , sucesivamente, a los

78
ideólogos del orden oligárquico-imperialista, al naciona­
lismo democrático aprista, entonces radicalizado con
elementos socializantes y marxizantes, y a la di rección
oficial de la 1 1 1 I nternacional en América Latina.
N o es m i propósito aquí, en el marco de un en sayo i n­
troductorio, presentar y discutir cada uno de los elemen­
tos de esa polém ica y en cada una de sus etapas, sino
a qu e l l o que, en mi opinión, constituye lo más o riginal y

de ese m odo más valioso y perdurable de su contribución


a 'n uestro conocim iento de la realidad concreta del Perú .

La naturaleza específica de la formación


social peruana

Al enjuiciar la evol ución de la economía peruana desde


la primera guerra m undial, Mariátegui constata que con
la impla ntación de la ind ustria m oderna, el dom inio del
,capi tal fi n a nciero y la defi nición de la disputa hegemóni­
ca entre Estados Unidos e I nglaterra en favor del prime­

ro, se ha ac�lerado la inserción de la economía peruana


len el orden capitalista internacional, y que eso se tradu­
ce, adem ás, en un .. reforzam iento de la hegemonía de la
osta en la economía peruana", porque en esa región es
donde m á s plenamente se implanta el capitalismo, en la
industria y en los lati fundios capitalistas.
Com o consecuencia, verifica que se produce .. el desen­
volvim iento de una clase capitalista dentro de l a cual
esa de prevalecer como antes la antigua aristocracia. La
ropiedad agraria conserva su potencial; pero declina la
e los apell idos vi rrei nales. Se constata el robusteci mien-
28
o de la burguesía" . 1

Sobre esa base y dentro de esa perspectiva, concl uye:


Apun taré una constatación final: la de que en el Perú
ctual coex isten tres economías diferentes. Baj o el régi­
e n de economía feudal nacido de la Conquista subsis­

n en la sierra algunos residuos vivos todavía de la eco­


omía co m unista indígena . En la costa, sobre un suelo
feuda l , crece u n a eco n o m í a b u rguesa q ue, por lo menos
en su desa rro l l o m e n t a l , d a l a i m p resión de u n a econo­
m ía ret a rdada . . . 1 2 9
En otros térm inos, tres m odos de producción coexis­
ten en el Perú, pero baj o la "hegemonía de la costa", esto
es, del capitalismo, aunque éste dé "la i m p resión de una
economía retardada " , es deci r, en nuestra jerga actual,
subdesarrol lada . Es por eso que se "rob ustece la burgue­
sía" , ya d i ferenciada com o clase aparte de la "antigua
aristocracia", o sea de los terratenientes señoriales, y és ­
tos "dejan de prevalecer com o antes" . A l a hegemonía
del capital en la economía, corresponde la hegemonía de
la b urguesía en la sociedad .
_
M ás a d e l a n te o bserva q ue los sectores cap i ta l i stas (mi­
nería, co m e rc i o , tran spo rtes), están en manos del c a p i t a l
e x t r a nj e ro , y q u e la b u rg uesía criolla carece de los atribu­
tos em p resa r i a les de la e u ropea o nortea merica n a : " El
capi t a l i st a , o m ej o r el pro p i etario, cri o l lo, tiene el con­
cepto de Ja renta a n tes q u e el de la producc ión . El senti­
m i e n to de a v e n t u r a , el í m pet u de l a creac i ó n , el poder or­
ga n i za d o r , q ue ca racte rizan al capi talista a u téntico, son
e n t re n os o t ros casi desco nocidos " . 1 3 0
Esa con d ic i ó n de l a b u rguesía criolla, es el res u l tado de
dos determ i n ac i o n es : s u relaci ón con el capital e x tranj e­
ro, con e l c u a l se . . h a n co n tentado con servi r de i n terme­
d i a rios" , 1 .1 1 de u n l ado, y s u rel aci ó n con los rezagos feu­
dales en la costa capi t a l i sta y el pre d o m i n i o del feudalis­
mo en la sierra. 1 3 2
Con ge n i a l perspicaci a , a fi r m a: • • En el Per ú , contra el
sen t i d o de l a emancipac i ó n re p. u b l i c a n a , se h a en c argad o
al espí r i t u del feudo - an títes i s y n eg ac i ón del espíritu del
b u rgo - l a creaci ó n de u n a e c on o m í a ca pit a l i s t a " . m
Este e n foq u e del carácter de l a eco n o m ía peruana,
co m o com p l eja y con tr ad i ct o r i a articulación entre c api ­
t a l y p reca p i t a l , baj o la h e gem on í a del primero, del m is­
m o m o d o como todavía se a rti c u l a n " fe ud a l i sm o" y "co­
m u n i s m o i n d ígen a" en la sierra, am bos bajo el capital,

RO
produciendo efectos n o solamente sobre la lógica del de­
sen vo l v i m iento eco n ó m ico s i n o también sobre la men ta­
l idad de las cl ases, es el hall azgo básico de la i n vestiga­
ci ó n m a ri ateg u i a n a . De a l l í se derivará n sus desarro l los
sob re el carácter y las perspecti vas de l a revol ución pe­
rua n a .
A pa rte del debate, h asta h o y i n acabado, so bre el p ro­
blema del . . feudal i s m o colon i a l " y del .. co m u n ismo i n ­
ca ico " , q u e eran visiones com pa rtidas a m p l i a m ente con
'
las co rrien tes democrático- n acion al istas y H aya de la
To rre 1 3 4 - q uien desde 1 923 venía sosten iendo en el exi l i o
esas t esis , ese enfoque mariateguiano era e l único que
-

en toda América Lat i n a podía, en ese m omento, dar


cuenta de la especi ficidad profunda, de l a org i n a l idad del
proceso h i stórico de estas formaci ones socia les den t ro de
su com ú n pertenencia a la legal idad general del orden ca­
pita l i sta i m perialista . Era el ú n ico en fo q ue q ue no era n i
un i n ve n to d e la rea l i dad, n i u n a mera .. a p l icació n " exte­
rior de las categorías m a rxistas a n uestra real idad .
Y fue desde esta base q ue M a riátegu i p udo desp ués di­
ferencia rse n ítidamente del A PRA y de H aya de l a Torre,
no o bstan te sus a m p l i as y abiertas coi n cidencias sob re
n u merosos otros aspectos del debate sobre el orden
oligárq u ico- i m peri al ista, com o lo testi m o n i a n los m i s­
mos Siete ensayos si se los con fro n ta con la producción
de H aya de la Torre, a n terior en este debate. Y , así mis­
mo, en ese en foq ue se fundará inmediatamen te después
su polém ica co ntra la o rientación oficial de la 1 1 1 I n ter­
naci o n a l , al i ngresar ésta en su vi raje posterior a l fracaso
de su i n tervención en la revol ució n china, en 1 92 7 .
É l podía no tener suficiente formación metodológica,
tene r u n a parte de su pensamiento sujeto a la i n fl uencia
de ideó logos n o m a rxistas; eso, como se ve, n o i m pi d i ó
q ue e l a borara u n en foque en el cual la teo ría m ateria lista
de la h i storia y su fundamento dialéctico, están en la
práct ica plenamente presen tes . Y la i n vestigación actual
no h a h echo s i n o con fi r m a r este descubrim iento fu n da-
m e n t a l de M a ri á t eg u i , co m o he procurado mostrarlo en
l a s pri m eras pági n a s de este tex t o .
M a ri á teg u i l ogra p o n e r de m a n i fiesto cóm o, a pesar de
s u s d i feren c i a s p ro fu n d a s , l o s t res modos vigentes de
p rod u cc i ó n c o n c u rren a la con figu ración de una misma y
u n i t a r i a es t r u c t u ra eco n ó m i co-soci a l , sobre la base de su
a r t i c u l a c i ó n rec í p roca b aj o la lógica h eg e món ica del ca­
pita l .
Esa co n cepci ó n c o n t rasta inequívoca men te con l a vi­
s i ó n d u a l i s t a e l a b o ra d a por H a ya, y adoptada más tarde
p o r los seg u i d o res d e la propia 1 1 1 I n ternacional y los
i deó l ogos d e l m odern ism o desarrollista, tan en boga has-
ta no h a ce m uc h o e n A m érica Latina.
·

Y , a l m i s m o t i e m p o , e n esa concepción mariateguiana


est a b a y est á , necesa r i a m en te , implicada una oposición
fundamental y la idea de una sec u en c ia derivada de un ,

ra z o n a m i e n t o l óg i co a bst racto p e ro en modo alguno dia­


l éct i c o m a r x i s t a e n t re u n a etapa revolucionaria antifeu­
.

d a l p re v i a a u n a a n t i c a p i t a l i s t a . c o m o la experiencia eu­
ro pea s u g e r í a y a ú n s i g u e s u g i rie ndo a muchos, en la me­
d i d a en q u e l a s l u c h a s de cl ases q u e eran d ete rminadas
p o r e s t a p a rt i c u l a r co n fig u r ac i ó n h i stó rica, no podían
d esen v o l v e r se e n t a n t o q ue revolucionarias, de otro
.

m o d o q u e a fect a n d o n o so l a m e n te a l conjunto de esa es­


t r u c t u ra . s i n o a su ej e a r t ic u l ad o r y dominante en primer
t é r m i n o ; e s t o e s , a l c a p i t a l . Y en t a n to que dentro de este
c a p i t a l , e r a el ca p i t a l m o n o pó l i co i m peri a l ista e l domi­
n a n t e el a t a q u e al ca p i t a l e 1 a, al m is m o tiem po y no e n
.

d o s t i e m p o s , u n a t a q u e a l i m p e r i al i s m o y al capitalismo
c o m o tal .
N o h a y q u e s e r m uy pers p i c a z , t ras el largo y fatigoso
ca m i n o r ec o r r i d o p o r el d e b a t e latinoamerica n o de las
d o s ú l t i m a s d é c a d a s p a r a a d v e r t i r que la teoría de la re­
,

v o l u c i ó n p o r e t a pa s es h e redera y t r i b u t ar i a entrañable
d e l a t e o r í a d u a l i s t a d e n uest ras fo r m a c i o n es sociales, en­
t re u n sect o r fe u d a l y o t ro ca p i t a l i sta, que sólo tienen en
c o m ú n u n terri torio j u r íd i c a m e n te delim itado po r un
país o un c o n t i n e n t e .
U n i da d de elemen tos contradictorios, en u n a determi­
nada y concreta situación histórica, donde se com b i n a n
desi g u a l es n i veles d e desarrollo, i n terpenetrándose y
cond i c i o n á n dose constantemente y donde n o se p uede
dest r u i r u n o de sus elementos s i n afecta r el conj unto y a
la i n vers a , es l a visión categóricamen te marxista y d i a léc­
tica q u e n os ent rega M a ri áteg u i como fo rm u lación espe­
cífica y como post ura epistem o lógico-metodológica .
Es verdad, sin embargo, y sería ocioso nega rlo, q ue esa
concepción no llegó a ser plen a y s i �tem áticamente ela­
borada por M ariáteg u i , y aparece en buena medi da in­
tuida y poco consolidada.
De otro lado es notorio. q ue l a mayor atención de M a­
riáteg u i se concen tra en el a n á l isis del sector n o capi t a l i s­
ta de la eco n o m ía , com o tem a dom i n ante de s u i nvestiga­
ción y de s u reflexión económ ico-social. Eso n o indica,
em pero, s i n o el hecho de que el problema del cam pesi na­
do era obviamente el tem a cen tral de todo el debate polí­
tico de l a época en el · Perú, cubierto en abrum ador pre­
dom i n i o por las corrien tes democrático-naci o n a l i stas
que H aya aca u d i l l aba, m ientras q ue la figu ra m a rxista de
M ari áteg u i fue, d u rante la mayor parte del periodo, soli­
tar i a . Y , de otro lado, el hecho demostrab le de que el
prop i o pensam iento m a riateg u i a n o compartía en a m p l i a
. med i d a m uchas d e l a s concepciones ambientes, lo q ue
l si n d uda e ra faci l i tado porque hasta 1 928 H aya estaba en
su fase i deológica más radical y baj o una apreciable i n­
íluencia m a rxista .
A pesar de eso, es también demostrable que aun den-
tro de esa com ú n perspecti va, l a base del en foque m a ria­
teg u i a n o ll eva a d i ferencias susta n t i vas en l a teo rización
del pro b l e m a campes i n o y del feudalismo. A pa rte del he­
cho de q ue el d u a l ismo no está p resen te en M a ri áteg u i ,
debe anotarse q u e m ien tras p a ra H aya y s u s seg u i d o res
lo q ue e x i st ía en la est ruct u ra económ ica de la s i erra era
u n feudalismo tota l, de o rigen colo n i a l , M a riáteg u i co lo­

c a el problema en otra perspectiva. Lo q ue é l observa en

la sierra como predom i n a n te, y com o rezagos en la costa


c a p i t a l i s t a . es u n · · s e m i fe u d a l i s m o . . en l a eco n o m ía y u n
· · ga m o n a l i s m o " co m o fo r m a espec í fi ca d e l a d o m i n ación
po l í t i ca l oc a l de l o s t e r r a te n i e n te s . 1 35
¿ Po r q u é · · s i m i fe u d a l ' "? M a ri áteg u i n o o frece u n a res­
p u e s t a d i rec t a . · · L a s e x p r es i o n e s de la fe u d a l idad sob re­
v i v i e n t e - a fi rm a - s o n dos: l a t i fu n d i o y serv i d u m ­
b re ' " Y" Pe r o . a l m i s m o t iem po p l a n tea que • • t a h o ra de
.
e n sa y a r en el Pe r ú el m é t o d o l i be ra l , l a fó rm u l a i n divi­
d u a l i s t a , h a p a s a d o y a " Y7 ¿Po r q ué'? Porque la l i q u ida­
c i ó n de l a fe u d a l i d a d h a ce ya pa rte, para é l , del problema
de l a l i q u i d a c i ó n del c o nj u n t o del o rden vigente, d o m i n a­
d o p o r e l ca p i t a l , co m o a c a b a de señ a l a rl o i n m ediata­
mente a n tes.
E n o t r o s t é r m i n os . l a fe u d a l idad exi sten te en l a sierra
es tan sólo si se la co nsi dera separadamente de su lugar
en el c o nj u n t o de l a e s t r u c t u r a eco n ó m ica del país. To­
m a d a d e n t ro de este co nj u n t o , es deci r, a rticulada al ca­
p i t a l y baj o su d o m i n i o , es ··se m i feudal . . . Si la sol ución
del p ro b l e m a d e l c a m p e s i n a d o i n d i o y del problema
a g r a r i o es l a dest r u cci ó n de l a feu d a l i d a d , eso no puede
rea l i z a rse s i n o d e n t ro del p roceso g l obal de la rev o l ución
a n t i c a p i t a l i s t a . Ni a n t e s . ni desp ués, co m o e n fáticamente
s o s t i e n e a l d i sc u t i r el p r o b le m a del i n d i o en part i c u l a r . 1 38
Po r e l l o . l a l u c h a del proletari ado co n t ra el capital, en
l a c o s t a . es i n d es l i ga b l e de l a del ca m pes i n ad o contra la
fc u d a l i d a d . Y a m ba s son la base de la revo l ución socia­
l i s t a i n d o a m e r i c a n a , co m o sostend ría desp ués .
L a m i s m a d i fe r e n t e perspect iva entre H aya y M ar iáte­
g u i se e n c u e n t r a a p ro p ós i t o del problema de l a . . com u­
n i d a d i n d íge n a " y de s u l u g a r en el p roceso revol uciona­
r i o . A m b o s com p a r t í a n la tesis del carácter .. co m un ista
p r i m i t i vo · · d e l a soc i e d a d i n ca i c a , de la c u a l p rocedía la
· · co m u n i d a d i n d ígen a " , co m o elemento s u pervivien te de
ese . . c o m u n i s m o i n ca i c o . H aya h a b ía form u lado esa te·
. .

s i s p o c o a n t e s de M a r i á t eg u i , s i g u iendo a Von H a nstein,


Ernesto Quesada y Tomas J oyce 139 e insistirá e n ella en ar­
tícu l o s p u b l icados en la propi a A mauta, e n 1 926 y
1 92 8 . 1"'º I nc l u s i ve, en u n a carta a Gabriel del M azo, en j u­
n i o de 1 92 5 , H aya propone u n a so l uc i ó n del p roblema
i n d ígen a o cam pesi n o , q ue e l i m i n a n do el feudalismo re­
vierta la t ierra a la co m u n idad, ··como se trata a h o ra de
hacerlo en Rusia. Colectivismo o Socialismo", y a ñade,
l í neas más adelan te, q ue ·· · 1 a n ueva com u n a rusa - ya lo
ha d i c h o M o n ta n d o n en Clarté- es l a v i ej a com u n idad
i n ca ica m odern izada · · . 1 .i 1
E m pero, m ie n t ras q ue en H aya esa s o l u c i ó n colecti vi s­
ta del p ro b le m a agra rio hace pa rte de u n desa rro l l o capi­
t a l ista, en u n rég i m en de ca p i ta l i s m o de Estado, para
M a ri á teg u i esa m is m a fó rm u l a para resolver e l p roblema
ag ra rio e i n d ígen a hace pa rte de una perspecti va soci a l i s­
ta d e reo rga,n izaci ó n de l a en tera socied ad per u a n a .
Después d e l a muerte de M ari�tegui, Miroshevski
p u b l icó, en 1 942, una crítica a M ar i á teg u i en Dialéctica,
la rev ista del Pa rt ido Co m u n ista de C u ba , 1 42 acusán d o l o
de · · pop u l i sta . . y · ·rep rese n t a n te de la dem ocraci a revo­
l ucio n a ri a " , primero, y desp ués de • • p ropaga n d i sta del
soci a l i s m o peq ueñob u rg ués" y de l a · · revo l uc i ó n cam pe­
si n a soc i a l ista " , por sostener que la ··com u n idad i n d íge­
na" pod ía ser el p u n t o de p a rt i d a para u n a reorga n i za­
ción soci a l ista de la est r uct u ra agra ria , den t ro de una re­
vol u c i ó n soci a l ista en el Per ú . Ese artíc u l o era u n eco t a r­
d í o de la polém i ca e n t re M a ri áteg u i y l a 1 1 1 I n tern aci o n a l
sta l i n ista, en 1 929.
M a ri áteg u i estaba l i m i tado por el h o ri zo n te del co n o­
ci m ie n t o científico de s u tiempo acerca del p roblema de
la sociedad i n ca ica, y en co i ncidencia con H aya de la To­
rre, Castro Pozo, 1 43 Valcá rcel, 1 44 y den t ro de la cl ásica es­
q ue m a t izació n de l a evo l ución h i stó rica e n ci nco m odos
de p rod ucci ó n del m a rx i s m o de esa época , a n tes del re­
desc u b ri m iento del concepto de m odo de p rod ucción
asi á t i co en M a rx , adm i ti ó la tesi s del ca rácter com u n i sta
pri m i t i vo de la sociedad i ncaica, y en ese sen t i d o yen do
m ¡\s lej os q ue la s i m p l i ficaci ó n de Engel s so b re l a • • b a r-;
barie med i a " en q ue h ab ría estado esa sociedad, q ue to-

85
d a v ía h oy rep i ten con i ngen u i dad algunos comentaristas
per u a n os de esas tesi s de M a riátegui . 145
Eso, s i n e m b a rgo, en n a d a apoya la b a n a l tergiversa­
c i ó n q u e M i rosh evs k y fabrica sobre el l ug a r que M a riá­
tcg u i p l a n tea p a r a el dest i n o d e l a .. comunidad indígena"
e n e l p roceso de l a revo l u c i ó n soci a l i sta peruana, pues
a q u í v u e l v e a e n c o n t r a rse u n a de l a s más o r i g i n ales y va­
l i osas con t r i b u ci o nes del A m a u ta para el problema de la
revo l u ci ó n per u a n a en ese per i o d o , y que coinciden , sin
q u e é l l o s u p i e ra, c o n a l g u n as i deas de Len in sob re el pro­
b l e m a d e l pasaj e a l soci a l i s m o de sociedades en q ue toda­
v ía q u e d a b a n a m p l i os s ec t o r e s precapitalistas.
E n e fec t o , en el I n fo r m e p resentado en n o m b re de la
C o m i s i ó n s o b re el p r o b l e m a nacional y colonial al Se­
g u n d o Co n g reso de la I n te r n a c i o n a l Com u n ista, en 1 920,
Len i n sost e n ía q ue .. La I n te r n aci o n a l com u n i sta debe es­
t a b l ece r y j u st i fi c a r , en el plano teórico, el principio de
q u e c o n l a a y u d a d e l p r o l eta r i a d o de los países avanza­
d o s . l o s p a í ses a t r a s a d o s pueden a r r i b a r al régimen so­
\'iético y. p a s a n d o p o r c i e r t a s etapas de desarrol lo, al co­
m u n i s m o , ev i t a n d o el estad i o ca p i t a l ista" . 1 46 Desecha
a s í , e n é rg i c a y n í t i d a m e n te, esa suerte de .. econom ismo"
q u e s o s t i e n e q u e no es posi b l e s a l t a r la etapa capitalista
bajo n i n g u n a co n d i c i ó n h i stórica, tan ca ra a los menche­
v i q u es, al revision ismo de Bernstein ( Conditions du socia­
lisme) y al stalinismo después.
Po r l o d e m ás, esas tesi s l e n i n istas p roven ían directa­
m e n t e de M a rx y E n g el s , quienes en el Prefacio a la tra­
d u cc i ó n r u sa d e l Manifiesto en 1 882, señalaban que " En
R u s i a , j u n t o a l a espec u l a c i ó n ca p i t a l ista que se desarro­
l l a fe b r i l m e n te y de la p r o p i e d a d agraria burguesa en ple­
n a fo r m a c i ó n , m á s de l a m i ta d de la tierra es propiedad
com u n a l de los ca m pe s i n o s . Se t ra t a , por t a n to , de saber
si la c o m u n i d a d ca m pes i n a rusa, esta fo r m a ya descom­
p u esta d e la a n t i g u a propiedad co m u n a l de la tierra, pa­
s a rá d i rect a m e n te a la fo r m a com u n i sta s u pe r i o r de la
p ro p i e d a d a g r a r i a , o bien e l l a debe s eg u i r primero el mis-

86
m o p roceso de disol ució n que ha sufrido e n el cu rso del
desa rro l l o h istórico de Occidente" .
. . La ú n ica resp uesta q u e se puede dar hoy día a esta
cuesti ó n es la siguiente: si la revol ució n rusa da la seña l
d e u n a revol ución obre ra en Occiden te, y si las dos s e
com plementa n , l a propiedad com unal actual de R usia
pod rá serv i r de punto de partida a una evol ución com u­
nista . " 1 4 7
M ariátegui redescubría, en suelo peruano y por su
cuen ta, ideas con u n a y a l a rga e i l ustre h i storia e n el de­
sa rro l l o de la teoría revol ucionaria m arxista, p recisa­
mente porque venía de hacer aquel descubri m iento fun­
damental ya señalado, como la base de todo s u en foque
teó rico acerca del ca rácter de la sociedad peruana· y de
sus perspectivas revo l ucionarias. Y era lo q ue, en s u s
propios térm i nos, puede s e r cali ficado com o .. determ i­
n ismo pávido" y ••positivismo chato " , i n fectando p ro­
fu n d a mente la n ueva .. o rtodoxia" burocrática de la 1 1 1
I n ternacional sta l i n i sta , e l ú n ico e ineficaz respaldo a l a
torpe a rgumentación d e M i roshevsky com o vocero de
esa d i recció n .

La crítica mariateguiana del APRA y d e la


dirección de la 111 Internacional

A u n que con fundamentales diferencias en las b ases de


sus respectivos enfoques, tal como queda señalado, las
coincidencias ideológicas y políticas entre M ariátegu i y
la corriente n acionalista democrática que l ideraba Haya
de la Torre, fueron relativamente amplias en tanto que
d u ra n te l a etapa entre 1 923 y 1 928, el debate ideológico
peruano estaba centrado básicamente en el esclareci­
miento de la sobrevivencia de los e lementos de origen co­
lonial en la sociedad vigente y en el carácter o ligárquico
del Estado y de l a cultura. Y M ariátegui tom ó parte acti­
va en las tareas intelectuales y políticas del frente ú nico
que entonces constituía el A PRA, entre l as capas medias
º "'
n uevas q u e e m e rgí a n , el n aciente proletariado y el cam­
pes i n a d o .
E l c a r á c t e r d e A maula , la revista d e M a riáteg u i , co­
r re s p o n d i ó a ese c o n t e x t o, en su plu ralidad ideológica
u n i fi c a d a p o r su co n n o t a c i ó n antioligárquica y n aciona­
l i s t a . d e n t r o d e l a c u a l l a propaga n da social ista de M a­
r i á t eg u i t e n í a u n l ug a r destacad o , pero sin u n a nítida di­
fe re n c i a c i ó n . Eso s e prolongará, a u n que en una l ínea de
creciente depu raci ó n , h asta el n úmero del 1 7 de septiem­
b r e de 1 92 8 , en q ue M ariáteg u i a n u ncia en el célebre edito­
ri a l " A n i versario y balance" , la defi n ición socialista de
A mauta.
Del m i s m o m o d o , en tanto que los Siete ensayos fue­
ro n p u b l i c a d o s d e s d e 1 926 en A mauta, y apa recieron
co m o v o l u m e n s o l a m e n te en 1 92 8 , p u e de apreciarse que,
no o b s t a n t e l a s d i fe re n c ias básicas . de en foque, son m u­
c h o s l os a s pe c t o s e s p e cí ficos en los cua les se p uede regis­
t r a r c o i n c i de n c i a s e n t re el pensa m iento de H aya y el de
M a r i á teg u i , p a r t i c u l a r m e nte en todo aquello que se re­
fi e r e a l o s p r o b l e m a s de l a col o n i a y al carácter oligár­
q u i c o de la c u l t u r a . Es ú t i l comparar, en ese sentido, la
p r o d u c c i ó n de a m b os h asta 1 92 7 , en que las d i ferencias
co m i e n z a n a p r ec i s ar s e y si stematizarse.
A q u e l l a u b i c a ci ó n de M ariátegui dentro de u n a políti­
ca p o c o d i fe r e n c iada en un fren te ú n ico democrático­
n a c i o n a l i s t a radical izado que encarnaba el A P RA, no
co r re s p o n d í a solamen te a la gradual maduració n y de­
p u r a c i ó n d e s u p ro p i o enfoque sobre l a realidad concre­
t a , s i n o t a m b i é n coi ncidía osten siblemente c o n la orien­
t a c i ó n p o l í t i ca q u e , después de la m uerte de Len i n , la di­
rección sta l i n i sta había co n seguido imponer en la 1 1 1 In­
tern a c i o n a l .
A p o y á n d o se fo rmal mente e n l a s reso l ucio nes del 1 1 ,
1 1 1 y 1 V C o n g resos d e l a I n ternacional, l a dirección stali­
n i st a h a b í a term i n ado por en fatizar las coi n cidencias cir­
c u n s t a n c i a l es s o b re l a s d i fe r e n c i a s y la necesaria autono­
m í a p o l í t i c a , co m o señ a l a n aqu e l las resolucio nes, en la
po l í t i c a d e fre n t e ú n i c o a n ti m perialista . Esa política era

QQ
cond ucida principalmente en Asia y en particular en el
caso de China, donde se llevó al partido com u nista a su
i n tegración y casi diso l ución dentro del Kuo M i n Tang,
hasta s u fracaso, que culminaría con las masacres de
S h a ngai en m arzo de 1 927 y el baño de sangre de l a he­
roica C o m u n a de Cantón del proletariado chino, en di­
ciem bre del mismo año, baj o las balas del ejérci to del
Kuo M i n Tang conducido por Chiang K ai-shek .
Y puesto que H aya de la Torre defin í a entonces a l
A PRA c o m o e l K u o M i n Tang lati noamericano, M ariá­
teg u i p ud o sentirse j usti ficado no solamente en s u parti­
cipación dentro del A P RA , sino en la cautela y lentitud
de la di ferenciación y a utonom ización política fren te a la
corriente democrático-nacionalista p redo mi nante den­
tro de ese frente único. A pesar de que sus tareas de orga­
nizador sindical y s u pro pagan da socialista fuero n i n ten­
sas y reales, es tam bién efectivo que solamente al final de
esa etapa Mariátegui se concentró eri la polémica diferen­
ciadora y en la o rgan ización política autónoma de la co­
rriente socialista dentro del frente, en 1 928 .
H asta comienzos de 1 927, la d irección de la I I I I nter­
naci onal estaba aún claramente interesada en atraer a s u
órbita al APRA y pres u m i b lemente en ganar l a adhesión
del propio H aya de la Torre. Pero al hacerse claro el fra­
caso de la política con el K uo Min Tang en China, y la
cada vez más defin i da actitud de H aya co mo alternativa
latinoamericana a la 1 1 1 I nternacional, la ruptura será
inevitable. Todavía, sin embargo, Haya es i n vitado al
Congreso Anti m perialista de B ruselas, en feb rero de
1 92 7 , un mes antes de l a m asacre de S hangai . Y a pesar
de la enérgica oposición de algunos dirigentes comunis­
tas latin oamericanos, M ella principal men te, la conducta
de la di rección de la I ntern acional aún es am bigua frente
a H aya y al A PRA. Pero, a partir de entonces, los cam­

pos son cl aramente demarcados y opuestos.


De s u lado, H aya entra en una acelerada actividad de
o rgan izador y propagandista del A P RA como alternati­
va a la 1 1 1 I nternacional, y ya no com o frente ún ico si no
com o u n p a rti d o donde deben i n tegrarse los componen­
tes d e e s e fren te , b aj o l a d i recci ó n de las clases medias, y
b aj o u n c o m a n d o férrea m e n te centralizado . Y frente a
eso, l os d i rigen tes de los partidos co m u n istas y a forma­
d os co m o tales e n A mérica Lat i n a , lo combaten resuelta­
men te. M el l a sale a la pa lestra con su fol l eto ¿ Qué es el
A PRA ?, a c o m ien z os de 1 928 e n M éxico . Y M ariátegui,
a u n q u e todavía d a c a b i d a en el mismo m omento al ar­
tíc u l o defi n itorio de H aya " Sobre el papel de las clases
medi as" , e n A mauta, co m ienza u n i n tercambio polémico
co n H aya y c o n los grupos apristas en el exi lio, l o que lle­
va a l a r u p t u r a fi n a l y a la formación del Partido Socia­
l i s t a d e l Per ú , en el seg u n do semestre de 1 928, paralela­
mente a l a defi n ición soci a lista d e A mauta.
La p o l é m i c a exige a M ariáteg u i sistematizar y depurar
su e n fo q u e de la rea l i dad per u ana y lat i noamericana y su
pe n s a m i e n to p o l í t ico co ncreto , c uyas bases últi m as ya
eran fo r m u l adas desde 1 926. Y es entonces cuando M a­
ri áteg u i p o n e en j u ego s u excepcional perspicacia para
penet rar l a realidad específica, h istórica mente determi­
nada, del Perú y Lati n o américa, alzándose com o el más
fec u n d o y p rofu n d o teórico y d irigente marxista revol u­
ci o n a r i o de s u tiempo en A mérica Lati n a .
César G e r m a n á , en u n l úcido estudio recientemente
publicado, 1 4 8 ha con trastado sistemáticamente el pensa­
m i e n t o m a r i a tegu iano y el de H aya, para demostrar la
val idez o r i g i n a l y la vigencia del pri mero, confirmada
entera mente en l a experienci a histórica desde la crisis de
Jos años t rei n t a hasta hoy.
Em pero , n o es solamente con tra el APRA y contra
H aya que M a riátegu i en dereza s u crítica revol ucionaria.
En el cu rso de esa polémica, n o puede dej a r de hacer el
bala nce crít ico de la experiencia de l a d i rección oficial de
l a 1 1 1 I n ternaci o n al , dentro y fuera de América Latina, y
en espec i a l e n C h i n a . Y , com o con secuenci a , es llevado a
p o l em i z a r co n esa d i recci ó n , tanto sobre el problema de
las especi ficidades h i stóricas de las formaciones sociales
l at i n o a mericanas, dentro del orden i m perialista i n terna-
cional, co mo, y más claramente, sobre el carácter de la
revol ución y del partido, con ocasión de la Primera Con­
ferencia Comunista Latinoamericana, en j unio de 1 929,
en B uenos Aires.
El eje de la polémica contra el A PRA y contra Haya,
así com o con la dirección de la 1 1 1 I nternacional stalinis­
ta, es el carácter específico del imperialismo en América
Latina, y su papel ordenador en las tendencias de las lu­
chas de clases. Sobre esa base, en ambos frentes de su po­
lém ica , avanza hasta d�scubrir ·el carácter espec ífi co, en
ese peri odo, de la revol ución en estos países y el del parti­
do de s t i nado a su direcció n .

El carácter del imperialismo y sus implicaciones


sobre la lucha de clases

Frente al A PRA y Haya de la Torre, M ariátegui pone de


relieve el contenido de clase del imperialismo, como más
significativo que su contenido nacional, y como determi­
nante del propio rol del problema nacional dentro del
imperi alismo, y sostiene que sólo sobre esa base puede
aprehenderse la naturaleza y el movimiento histórico con­
creto de las luchas de clases en América Latina.
Para el APRA y para H aya de la Torre, el imperialis­
mo se define por dos rasgos básicos: 1 ] el carácter ex­
tranjero del origen y de la propiedad del capital invertido
en nuestros países; 2) en tanto que es sólo a través de esa

inversión que el capitalismo aparece en éstos, tal capita­


lismo es i ncipiente. Consiguientemente, el imperialismo
es, con trariamente a lo que Lenin afirma, la primera fase
del capitalismo entre nosotros y, en esa condición, un
primer y necesario paso progre�ivo contra la feudalidad
de origen colonial. 149
Aparte de la tesis de que el imperialismo implica en
América Latina la constitución de una dualidad históri­
ca ent re capitalismo y feudalismo, entre los que sólo es
común el territorio geográfico y jurídico (país), tesis que

91
reco r re toda su obra, en H aya el i m peri a l i s m o asume u n
carácter a m b i g u o : al m i s m o tiempo es l a d o m i n ación ex­
t ra nj e ra , i n deseada, y l a i n iciación del progres o , deseado
y n eces a r i o .
Pa r a M a ri á teg u i , en ca m b i o , n o so lamente n o hay tal
d u a l i s m o , co m o ya q u e d ó demostrado an tes, s i n o que el
i m pe r i a l i s m o e s , a n te todo , capital m o n o pó lico en ex­
p a n s i ó n i n tern aci o n a l , y su emergencia constituye la i n­
t e r n a c i o n a l i za c i ó n de la estruct u ra del capi tal, en tanto
q ue rela c i ó n s oc i a l de p ro d u cció n . Es deci r , es sobre
t o d o e l ca rácter d e clase de la d o m i nación i m perialista lo
que así s e p o n e a l descu bierto: capital m o nopólico, ex­
p l o t a d o r del t ra b aj o ; b urguesía m o n opoli sta, explotado­
ra de la c l a se o b rera . Y s o l a m e n te a partir de ello, puede
u b i c a rse a p r o p i a d a m e n te la relaci ó n n acio n a l : b u rguesía
e xt r a nje r a s o b re trabaj ad o r peruano o latinoamerica­
n o . • so
D e e s a m a n e ra , e n pleno acuerdo con Len i n , citado
expl íci t a m e n te, la penetració n i m perial ista en América
La t i n a es la de l a ú lt i m a fase del capitalismo y no de su
p r i m e r a , c o m o H aya q u iere para resa ltar su "origin ali­
dad " fr e n t e a Le n i n .
Deb i d o a e l l o , y n o tanto por l o extranj ero d e s u ori­
ge n y co n t r o l , e l capital q u e penetra en A m érica Latina
no puede o p e r a r co m o el cap ital competitivo operó en
l a s fa ses p r ev i a s del desarro l l o capitalista en Europa o en
Estados U n i d o s : . . La época de la l i bre concurrencia en la
eco n o m ía c a p i t a l ista ha ter m i n ado en todos los campos
y as pecto s . Esta mos en la época de los mon opolios, vale
de c i r d e l o s i m pe r i os Los p aíses l atinoamericanos llegan
.

con r e t a rd o a la com petencia capitalista. Los primeros


puestos est á n asign ados. El dest i n o de estos p aíses, den­
tro del o rden capital ista, es el de s i m p les colonias" , m
a fi r m a M a r i áteg u i .
En co nsecuencia, tanto m ás se exp a n d a e l capitalismo
y s e m odern ice en n uestros países , ta n t o m ayor será la
p r e s e n ci a del capita l m o n opól ico y del i m perialismo que
e n él se fu n d a : . . A med i d a que crezca su capitalismo y, en

92
consecuencia, la penetración imperi alista, tiene que
acentuarse ese carácter [semicoloniall de su economía" ,
dice ya en las pri meras líneas de " Punto de vista antim­
peri a lista" 1 5 2
.

En el periodo que M ariátegui estudia, el capital i mpe­


ria l i sta, que domina en nuestra economía está, por su ar­
ticu l ación con el mercado externo, i nteresado casi exclu­
sivamente en acumular en la producción exportable de
materias primas, en su comercialización y financiamien­
to . No t iene necesidad de ampliar rápidamente ni el mer­
cado i nterno de bienes de producción industrial i nterna,
n i el de mano de obra libre. N o sólo no necesita, sino que
requiere no enfrentarse conflictivamente con los intere­
ses de los terratenientes gamonales 1 5 3
.

De ello no se deriva, sin embargo, la i nevitabilidad de


l a permanencia de esa asociación de i ntereses entre la
burguesía imperialista y los terratenientes gamonales.
A q uí M ariátegui se enfrenta simultáneamente al pensa­
miento aprista - según el cual es necesaria la alianza con
el capi t a l interno y la burguesía interna n acionalista para
enfren tar esa alianza i mperialista-terrateniente- y a la
dirección de la 1 1 1 Internacional, para la cual, lo revelaba
la expe r iencia en China y l a aplicación menchevique de
las tesis leninistas de los anteriores congresos de la inter­
n acion a l , la alianza con la burguesía progresista y n acio­
nalista es imprescindible, inclusive bajo su comando,
para l a l ucha antimperialista y antifeudal .
M a r iátegui se pregunta: "¿Los intereses del capitalis­
mo i m perialista coinciden necesaria y fatalmente en
n uestros países con los intereses feudales y semifeudales
de la clase terrateniente? ¿La lucha contra la feudalidad
se identi fica forzada y completamente con la l ucha an­
timperia l ista?" Y responde luego : "Ciertamente, el ca­
pitalismo usa el poder de la clase feudal, en tanto que la
considera la clase políticamente dominante. Pero sus in­
tereses económicos no son los mismos. La pequeña b ur­
guesía, sin exceptuar a la más demagógica, si aten ú a en
la práctica sus impulsos más m arcadamente nacionalis - ·

Q 'l
t a s , p u e d e l legar a l a misma estrecha alianza con el capi­
t a l i s m o i m perialista. El capi t a l financiero se sentirá más
seg u ro , s i e l p o d e r está en m anos de la clase más n umero­
s a , q u e s a t i s fa c i e n d o cierta s rei vindicaciones apremiosas
y es t o r ba n d o la orientación clasista de las masas, está en
mejores c o n d i c i o n es q u e la v i ej a y odiada clase feudal de
d e fen der l os i n t ereses del capitalismo, de ser su custodia
y su uj i e r . La creaci ó n de la pequeña propiedad, la ex­
p r o pi a c i ó n de los lati fundios, la liquidación de los privi­
leg i o s fe u d a l es , no son contrarios a los i ntereses del im­
peri a l i s m o d e m od o i n mediato . Por el contrario, en la
m e d i d a en q u e los rezagos de la feudalidad entraban al
d e s e n vo l v i m i en t o de u n a economía capitalista, ese movi­
m i e n t o d e l i q u i da c i ó n de la feudalidad, coincide con las
e x i gen c i a s d e l creci m iento capitalista, promovido por las
i n ve r s i o n e s y l o s técn icos del i m perialismo: que desapa­
rezc a n l o s gran des lati fundios, que en su lugar se consti­
t u y a u n a eco n o m í a agraria basada en lo que la demago­
g i a b u r g u e s a l l a m a la "democratización" de la propie­
d a d d e l s u e l o , q u e l os vieios aristócratas se vean despla­
z a d o s por u n a b u rg u e s í a y una pequeña burguesía más
poderosa e i n fl uyente - y por lo m ismo más apta para
g a r a n t i z a r la paz soci a l - , nada de esto es contrario a los
i n tereses d e l i m p e ri a l i smo . ' 54
"

¿ M a r i á t eg u i pro fe t a del ulterior destino aprista y ••ve­


l a s q u i st a . . , de l a s experiencias peron istas y democristia­
n a s ? N a d a d e eso . Es el más lúcido y penetrante análisis
m a r x i st a revo l u c i o n a r i o de las tendencias centrales del
movi m iento h i s t ó rico de las formaciones sociales lati­
noamerica n a s, lo que esta notable formulación pone en
e v i d e n ci a , en fren tando al aprismo y, al propio tiempo,
h a c i e n d o e l b a l a n ce crítico de las i m plicaciones de l a po­
l í t i c a d e la 1 1 1 I n t e r n a ci o n a l en el Asia, para A mérica La­
t i n a , en p l e n a Con ferencia Com un ista Lati noamericana
d e B ue n o s A i res, e n 1 929.
Se ñ a l a n do l a s d i ferencias específicas entre el papel del
i m peria l i s m o en Centroa mérica y en Sudamérica , y alu­
d i en d o i m p l íci t a mente al problema del i mperi alismo en

94
�sia, Mariátegui sostiene que para los países de Améri­
a del Sur, por su estructura y por su política, el impe­
ialismo no supone el mismo problema colonial que
1ara los otros, y que en consecuencia no se trata aquí de
1na política de liberación nacional como interés percibi­
lo por la burguesía o la pequeña burguesía, y que j usti­
ique aliarse y subordinarse a ella en la l ucha revol ucio-
1ana .
Sitúa así, desde dentro d e las determinaciones históri­
:a s concretas de las formaciones sociales latinoamerica-
1as del sur, el papel político de las burguesías n acionales
especto del imperialismo, y los límites inevitables en la
1posici ón pequeñoburguesa al imperialismo, ciega para
1 conten ido de clase de esta dominación.
A través de l a crítica al A PRA, M a riátegui se en frenta
la línea política central de la 111 I nternacional stalinis­
a , sosten iendo la inviabilidad histórica de una burguesía

on sentido nacional y progresista: " Pretender que en


sta capa social prenda un sentimiento de · nacionalismo
evolucion ario, pareCido al que en condiciones distintas
epresenta un factor en l a lucha antimperia lista en los
1aíses sem icoloniales avasallados por el imperialismo en
iss
l S últi mos decenios en Asia, sería un grave error" . Y
1aciendo explícita su crítica a la dirección de la l nterna­
ional, aclara: "Y a en nuestra discusión con los dirigen­
es del aprismo, reprobando su tendencia a proponer a la
�mérica Latina un Kuo Min Tang, como modo de evitar
i imitaci ón europeísta y acomodar la acción revolucio­

iaria a u n a apreciación exacta de n uestra propia reali­


lad, sosten íamos hace más de un año la siguiente te­
is" , 1 5 6 la que a lude a la importancia de los factores cul­
llrales, e n la común defensa, por parte de burgueses y
rabajadores, de la nacionalidad avasallada en países
onde den tro de una cultura común se diferencian las
!ases socia les y sus subculturas, al contrario de l o que
curre en el Perú y los países andinos, donde una oposi­
ión cu l t u ral agudiza el con flicto de clases y lleva a la
urguesía a robustecer su identificación con los intereses

95
e x t r a nj e r o s , c o n los cuales ya está asociada e n la econo­
m ía .
C o n t ra l a t es i s a p r ista d e l a necesidad d e l a di rección
d e l a s c l a se s medias en el fre n te revo l ucio n a rio a n t i m pe­
r i a l i s t a , M a r i á teg u i se apoya en la experienci a mexicana
rec i e n t e p a ra d e m o s t r a r la n ecesa ria incon secuencia del
n a c i o n a l i s m o d e la pequeña b u rguesía en la l ucha con tra
e l i m pe r i a l i s m o , p o r qu e en n uestros países, por sobre el
p ro b l e m a n a c i o n a l , ' ' e l facto r clasista es m ás decisivo,
está más desa rro l l ado" y "no h ay razón para recurrir a
vagas fó r m u l a s p o p u l istas t ras d e las cua les n o p ueden
d ej a r de p rospera r ten dencias reaccio n arias " co m o ocu­
r r i ó e n M é x ico . 1 5 7
Porque, aclara M ariáteg u i : "¿Qué cosa p uede oponer
a l a p e n et r a c i ó n ca p i t a l ista l a más demagógica pequeña
b u rg u e s í a'? N a d a , s i n o palab ras . N ada, sino una tempo­
ral b o r r a c h e r a na c i o n alist a . El asa lto del poder por el
a n t i m pe r i a l i s m o ,co mo m o v i m iento dem agógico popu­
l i sta, si fuese posible, n o representaría n u nca a la con­
q u i s t a d e l p o d e r p o r las m asas proletarias, p o r el socia­
l i s m o . L a rev o l u c i ó n soci alista encontraría su más encar­
n i z a d o y p e l i g r o so e n e migo - peligroso por s u con fusio­
n i s m o , por s u dem agogí a - en la pequeña b u rg uesía afir­
m a d a e n e l p o d e r , ganado m ed i a n te sus voces de or­
den " . 158
D e e s a m a n e r a , desde dentro d e l a s determ i n aciones
h i s t ó r i c a s c o n c re tas, específicas, que m ueven a las for­
m a c i o n e s s o c i a l e s l a t i noamericanas del s u r y del n orte, a
p a r t i r d e l m o d o e n que se i m planta el capital i m perialis­
t a , en a r t i c u l a c i ó n con el p recapital, y sobre la base de la
p rev i a h i storia colonial que esci n d i ó la cultura peruan :i y
o t r a s , e n u n con flicto cultural radica l , Mariáteg u i descu­
bre el p a pel o rden ador del capital m o n opolítico i mpe­
r i a l i s t a , en la eco n o m ía y en el conten ido y orientación
co n c r e t a de los i n tereses y de los movim ientos de las cla­
ses so c i a l e s , pa ra demostrar la i ncorrecció n científica y
s u c o r re l a t o p o l í t i c o oportun ista, en toda política que,
c o m o l a d e l A P R A y la de la di rección stali n i sta de la 111
I nternacional, pretende apoyarse solamente en el pro­
blema nacional planteado por la dominación imperialis­
ta, subordinando a ello el problema de clase.

El carácter de la revolución : "socialismo


indoamericano ' '

••La m isma palabra Revolución, en esta A mérica d e las


pequeñas revolucio nes, se presta bastante al equívoco.
Tenemos que reivindicarla rigurosa e intransigentemen­
te. Tenemos que restituirle su sentido estricto y cabal. La
revo l u ción latinoamericana, será, náda más y nada m e­
nos, que una etapa, una fase de la revol ución m undial.
Será, simple y puramente, la revol ució n socialista. A esta
palabra se puede agregar, según los casos, todos los adj e­
tivos q ue queráis: 'antimperialista', 'agrarista', 'nacio­
nalista-revolucionaria' . El socialismo los supone, los an­
tecede, los abarca a todos. " 159
Esta rotunda afirmación que M ariátegui estampa en
el Ed itorial de la nueva etapa de A mauta al romper con el
A P RA, en 1 928, destaca dos de los elementos cruciales
de la concepción política de su madurez. En primer tér­
mino, acorde con su enfoque de que �l orden capitalista
es una totalidad, toda revolución socialista en cualquiera
de s us partes, es parte de la revolución m undial contra el
capitalismo, y no se enclaustra en una rem isión solamen­
te a los problemas internos de un país. En algún sentido,
anticipa lo que, acaso, habría sido su posición sobre el
••social ismo en un solo país", que en ese m o mento estaba
ya en el aire. En segundo lugar, como toda revolución
pro fu n da y gen uina, la de América Latina no p uede sino
estar destinada, en primer término, a dar cuenta y a re­
solver los problemas específicos de su rea l idad, en el mo­
mento y en el contexto concreto en que tiene lugar. De
allí la referencia al ·problema antimperialista, como solu­
ción de clase del problema nacional, y al problema agra­
rio que, tal como ya lo establecía en sus Siete ensayos,
aparece como el problema med ular del periodo y no pue-

97
de tener sol ución efectiva sino dentro del desarrollo de
una transición socialista. E l socialismo latinoamericano
"supone" la s o l ución de esos problemas, porque sólo en
él son "abarcados" realmente, y por ello es la perspecti­
va est ratégica de l a revol ución socialista y no de otra, la
que está an tes de todo , la que "antecede" a tod o .
A m bos elementos son reiterados, u n a ñ o después., en
la Pri mera C o n ferenci a C o m unista Latinoamericana de
Buenos A i res: " En conclusión, somos antimperialistas
porque somos m arxistas, porque somos revolucionarios,
porque oponemos al capitalismo el socialismo como sis­
tem a an tagó nico llamado a sucederlo, porque en la lu­
cha contra los i m perialistas extranj eros cumplimos nues­
tros deberes de solidaridad con l as masas revoluciona­
rias de Europa" 1 60.

M ás cerca d e Perón y de H aya que de M arx, Ramos


co menta este texto : "cada palabra es un error" , sostiene
en su co n fu s i ó n , 1 6 1 p legándose a la acusació n aprista
acerca del europeísmo de M ariátegui . Y, a su turno, los
jefes del Parti do Comunista Peruano, no ocultan su es­
fuerzo por en c aj ar a M ariátegui la i dea de u n a revolu­
ci ón en dos etapas, con tra las explícitas afirmaciones de
su g u í a 1 6 2 para opo nerse a esa misma acusación.
" ",

M ariátegui contin úa enfrentando, hoy, el nacionalis­


mo dem ocrático burgués y pequeñoburgués y, al mismo
tiempo, el oport u nismo reformista-burocrático del mo­
vimiento com u n ista o ficia l .
En ese m o me n to H aya y l o s apristas sostenían que el
,

único modo de rescatar la realidad específica de América


Lati na en u n a estrategia revolucionaria, era basarse en el
problema nacional y no en el problema de clase para en­
frentar al i m perialismo . La revolución era en su carácter
esen cial y e s pe cífico , un a revolución antimperialista en
ese sen tido . Solo un Estado antimperialista, fundado en
u na a l i a nza n acio n a l de clases nacionalistas, podía resol­
ver al m is m o tiempo las dos cuestiones de fondo: la nece­
sidad del capital, que tal Estado podía controlar en bene­
ficio del desarrollo n a cio n a l y la emancipación nacional.

98
al producir la integración n acional y liberarla de la do­
minación i mperialista. Además, esa perspectiva estraté­
gica era la única que permitiría el siguiente paso al socia­
lismo. A s u modo, H aya se plegaba, en el fondo, a la tesis
de las dos etapas de la revol ución y a la del carácter anti­
feudal y antimperialista de su primera etapa, por lo cual
ésta tenía que estar baj o la dirección de las clases medias
y sostener el capital. 163
De su lado, la dirección de la 111 Internacional, equi­
pada con las tesis sobre la C uestión China, de Stalin, ha­
bía puesto en práctica de modo consistente una política
no m uy distinta en lo fundamental . Y antes de 1 930, aun
después del fracaso de esa experiencia china, estaba aún
empeñada en la orientación antimperialista y no socialis­
ta en América Latina, organizando las Ligas A ntimpe­
rialistas, aunque inmediatamente después , en plena cri­
sis internacional del 30, viraría intempestivamente hacia
una política ultraizquierdista, cuyas primeras puntas es­
taban ya en el debate de la Primera Conferencia Comu­
nista Latinoamericana, de j unio de 1 929.
M ariátegui se enfrentaba, pues, a ambas direcciones,
cuando en su texto presentado a esa Conferencia y que
no fue aprobado, declara: "El antimperialismo, para no­
sotros, no constituye, ni puede constituir, por sí sólo un
programa político, un movimiento de m asas apto para la
conquista del poder. El antimperialismo, admitido que
pudiese movilizar, al lado de las masas obreras y campe­
sinas, a la burguesía y a la pequeña burguesía n acionalis­
ta (ya hemos negado terminantemente esta posibilidad)
no anula el antagonismo entre las clases, no suprime su
diferencia de intereses", 1 64 reclamando una estrategia so­
cialista.
En América Latina, insiste Mariátegui, esa línea
no conduce a la revolución de los explotados. América
Lati n a no es Asia, y sólo los países centroamericanos
pueden aquí ser escenario de una estrategi a revol uciona­
ria de "liberación nacional" sin, al mismo tiempo, libe­
raci ón de clase. En el resto, "el factor clasista es más de-
O<)
cisivo", por el carácter del desarrollo capitalista y de la
dominación n acional i m perialista.
Varias décadas después, en co mbate con su propia y
especí fica realidad, Amílcar Cabral descubrió exacta­
mente lo m ismo: "U na de las distincio nes i m portantes
entre la s i tuaci ó n co lonial y neocolonial reside en las
perspectivas de la l ucha. En el caso colonial (en el que la
'Nación-Clase' combate contra las fuerzas de represión
de la burguesía del país colonizador) p uede conducir, al
menos en apariencia, a una solución nacionalista (revo­
lución nacional): la nació n conquista su independencia y
adopta, en hipótesis, la estructura económica que más le
con viene. El caso neoco lonial (en que las clases trabaj a­
doras y sus aliados luchan simultáneamente contra la
burguesía i m perialista y la clase . dirigente nativa) no se
resuelve por una solución nacionalista; exige la destruc­
ción de la estructura capitalista implantada por el impe­
rialismo en el territorio nacional, y postula j ustamente
una solució n socialista . Esta distinción resulta, princi­
palmente de la diferencia de n ivel de las fuerzas produc­
tivas en los dos casos, y de la consiguiente agravación de
la l ucha de clases" . 16s
Empero , ¿de qué socialismo hablaba Mariátegui? Los
ap ristas habían difundido co ntra él la acusació n de euro­
peísta, porque postulaba una solución socialista de los
problemas peruanos y latinoamericanos, lo que, en opi­
nión de H aya y sus seguidores, equivalía a tratar la reali­
dad latinoamericana como si fuera la de Europa, donde
el capitalismo estaba ya plenamente establecido y el pro­
letariado era una clase n umerosa y madura, apta para di­
rigir el proceso de una revolución socialista, m ientras
que en América Latina la n acionalidad estaba aún en
formación, la fe udalidad era dominante, el capitalismo
estaba "en su primera fase" , y el proletariado era una cla­
se en i ncipiente constitución . Por ello los apristas recla­
maban un amplio frente social y político dirigido por las
clases medias, para contender con esa realidad y resolver
aquel los p roblemas, tal como la experiencia mexicana y
' (\()
china demostraban como la más viable alternativa. U na
visión superficial y parcelaria de la realidad, daba a esa
prédica aprista una persuasiva apariencia de realismo.
El propio M ariátegui, antes de 1 927 había expresado
con frecuencia su apoyo y su esperanza en los procesos
de México y de China, donde las corrientes y organiza­
ciones socialistas combatían bajo la dirección de la bur­
guesía y pequeña b urguesía nacionalistas y revolucio­
narias. Pero, de un lado, su propia investigación de la
realidad latinoamericana baj o la dominación imperialis­
ta, con sus específicos rangos, era ya una base teórica
cuyo desarrollo y depuración sistemática conducía a una
opción diferente. Y , de otro lado, la orientación que co­
menzaba a tomar el proceso mexicano, y la desastrosa ·
experiencia del K uo Min Tang chino y de la política allí
seguida por la 1 1 1 Internacional, se constituían como lec­
ciones que en convergencia con su propio enfoque de la
situación latinoamericana, reforzaban su opción socia­
lista revolucionaria.
E l no podía, sin embargo, desconocer que la visión
aprista de la realidad latinoamericana no era desacerta­
da en todas y cada una de sus partes, aunque las bases de
esa visión fueran radicalmente equivocadas. En efecto,
aunque moviéndose dentro de una tendencia de creciente
subordinación a la hegemonía del capital, los rezagos
serviles y semiserviles aprisionaban aún a una inmensa
mayoría de la población trabajadora, situando el proble­
ma agrario y campesino en una perspectiva totalmente
diferente de la europea. Los terratenientes gamonales te­
nían una presencia muy grande en el orden político, no
solamente en caciquismo local, sino en el seno del propio
Estado central. El proletariado era realmente una mino­
ría, y aunque de extraordinaria combatividad y militan­
cia , su educación socialista y su organización política no
hacían más que comenzar, principalmente baj o la acción
del propio M ariátegui. Y estaba también allí el proble­
ma nacional, en su doble dimensión : la dominación im­
perialista y la desintegración social y política interna.
1 01
No obstante, su investigación demostraba que no ha­
bía, ni podr í a haber más adelante, una clase burguesa
nacionalista con interés y con capacidad de disputar re­
volucionariamente a la b urguesía imperia lista el domi­
nio nacional . Y que, aun cuando baj o determinadas con­
diciones no existentes en el Perú y en la m ayor parte de
América Lati n a , eso p udiera ocurrir, M éxico y China
demostraban los lí m ites cortos de una política p uramen­
te nacionalista y democrática, que no incluyera desde la
p a rtida la posi b i l i d a d de destrucción del capital como
tal . A un q u e la pequeña burguesía podía llegar m ás lejos
en su verbalismo, en l a práctica no iba tampoco más allá
del c a pita l i s m o nacional . Y en esa medida, todos los pro­
blemas de 'fo n do, nacionales y sociales, no quedaban re­
suel t os n i siquiera dentro de los límites de resolución
,

que el propio capitalismo moderno permitía. En la era


del i mperia lismo, la generalización y desarrollo del capi­
talismo en n u estros países no podía implicar sino l a mo­
di ficació n d e los términos d e l a dominación, pero al m is­
mo t i e m p o su ampli ación y su profundización . Esas eran
las concl usi o n es presentadas en "Punto de vista antim­
'
peri a l ista ' y en el .. Problema de las razas en América
Latin a" , a l a Conferencia Comunista de Buenos Aires.
Por todo e l l o , M ariátegui levanta contra el nacionalis­
mo aprista, el socialismo. Pero, al mismo tiempo, la
orien taci ó n oficial de l a 1 1 1 Internacional, tras el fracaso
de su pol í tica en China, i niciaba un viraje hacia una polí­
t i c a de la cual las alianzas co n los movimientos naciona­
listas pequeñoburgueses serán excluidas, el l ugar antes
acordado a los problemas sociales del cam pesinado
será susti tuido por los p roblemas nacionales supues­
tos de esas m asas, como base de una política que con el
nom bre de proletar i a era, en el fondo, obrerista y buro­
crática .
Las p ri meras puntas de ese viraje están ya activas en el
debate de B uenos Aires, en 1 929, y se harán predomi­
·
n a n tes luego , h asta mediados de los años treinta. Y ,
fre n t e a esas opci o n es, M ariátegui levanta co m o la op-

1 0?
ción revolucionaria que nace de la realidad concreta, lo
que él denomina el "socialismo indoamericano" .
" Profesamos abiertamente el concepto de que nos
toca crear el socialismo indoamericano, de que nada es
tan absurdo como copiar literalmente fórmulas euro­
peas, de que n uestra praxis debe corresponder a la reali­
dad que tenemos delante" , afirma M ariátegui ya en
1 928, en una carta escrita a los grupos del APRA en el
exilio, definien do posiciones con Haya. 166 Y el mismo
año, al presentar la nueva etapa ele A mauta ya desprendi­
da del APRA y definida como socialista, reitera: "No
queremos, ciertamente, que el socialismo sea en América
ni calco ni copia . Debe ser creación heroica. Tenemos
que dar vida, con n uestra propia realidad, en n uestro
propio lenguaje, al socialismo indoamericano . He ahí
una misión dign a de una generación nueva" . 1 6 7
¿Cómo concebía Mariátegui el "socialismo indoa­
mericano"?

El debate de Buenos Aires : carácter del partido


y del programa

El Secretariado Latino de la 111 Internacional, ya desde


1 927, había urgido al grupo de Mariátegui en Lima a or­
gan izar inmediatamente un partido comunista, inte­
grante de la Internacional, para oponerse a la influencia
aprista entre los obreros, una vez que se produj o la rup­
tura entre la I nternacional y el APRA en el .Congreso
Antimperialista de Bruselas. 168
N o obstante, Mariátegui y su grupo demoraron un
año antes de deci dirse a la o rganización de un partido di­
ferente del APRA y, significativamente, al hacerlo acor­
daron fundar no un partido comunista, sino el Partido
Soci alista del Perú, cuyo Comité O rganizador quedó
constituido el 7 de octubre de 1 928, con M ariátegui
com o su Secreta rio General. El año p revio transcurrió
entre la activa correspondencia del debate interno del

1 0�
A P R A y l a maduración y depuración del pensamiento
del propio M ariáteg u i .
L a exp licación d e esa decisión, diferente d e la que l a
1 1 1 I n ternacional recomendaba con apremio, s e encuen­
tra en los textos p reparatorios p ara el program a del Par­
tido Soci a l ista del Perú, y en los docu mentos enviados a
la Primera Co n ferencia Comunista Latinoamericana
(" El problema de las ra z as en América Latina" y " Punto
de vista a n t i m perialista" ) en j unio de 1 929, en B uenos
A i res, y en el debate q ue so bre ellos y el carácter del par­
tido y del p rogram a se suscitó en esa reunión, entre la di­
rección latinoamericana de la Internacional y la delega­
ción enviada por M ariátegui y su Partido Socialista del
Perú.
En los docu mentos de la fundación del Partido Socia­
lista y de elaboración de su programa, el partido es defi­
nido con un doble carácter: de un lado, sus bases sociales
son las masas obreras y el campesinado; de otro lado, su
d i recci ón es proletaria. 169
· · L a organ i zación de los obreros y campesinos, con ca­
rácter net a mente clasista, constituye el objeto de nuestro
esfuerzo y n uestra propaganda y la base de la lucha con­
tra el i m perialismo extranjero y la burguesía n acional" ,
reza el artículo prime r o del documento de fundación . Y
m ás adela n te, en el art í culo 3, se reitera y precisa: " La lu­
cha política exige la creación de un partido de clasC?, en
cuya fo r m ación y o rientación se esfo rzará tenazmente
po r hacer p revalecer sus puntos de vista revolucionarios
clasistas. De acuerdo con las condiciones concretas ac­
tua les del Perú, el Co m i té concurrirá a la constitución de
u n pa rtido socialista, basado en las masas obreras y cam­
pesinas organi z adas ".

Y , d e su lado, el documento preparatorio del progra­


ma del partido, se abre con una declaración doctrinal se­
gún la cual, reconociendo el carácter internacional de la
eco n o m í a y del movimiento revol ucion ario del proleta­
riado, "el Partido Socialista adapta su praxis a las cir- ·

cunstancias conc r etas del país; pero obedece a una am- -

1 04
plia visión de clase y las mismas circunstancias naciona­
les están subordinadas al ritmo de la historia mundial" .
Reiterando su concepción del imperialismo, en una
ajustada línea leninista, Mariátegui afirma que "la pra­
xis del socialismo m arxista en este periodo es la del
marxismo-leninismo. El marxismo leninismo es el méto­
do revolucionario de la etapa del imperialismo y de los
m onopolios. El Partido Socialista del Perú lo adopta
co mo su método de l ucha" .
Co n ese método m arxista-leninista en el análisis de la
realidad peruana, M ariátegui descubre que "bajo el régi­
men burgués enfeudado a los intereses imperialistas, co­
ludido con la feudalidad gamonalista y clerical, y las ta­
ras y rezagos de la feudalidad colonial" , no es posible la
solución de los problemas sociales ni de los problemas
nacionales del país. " La emancipación de la economía
del país es posible únicamente por la acción de las masas
proletarias, solidarias con la lucha antimperialista mun­
dial . S ólo la acción proletaria p uede estim ular primero y
real izar después las tareas de la revolución democrático­
burguesa que el régimen burgués es incompetente para
desarrollar y cumplir" .
Casi medio siglo después los jefes del actual Partido
Co m unista Peruano han hecho el esfuerzo de encontrar
en ese último párrafo la j ustificación de su propia tesis de
las dos etapas separadas de un proceso revolucionario
con ducente al socialismo . 170 Pero no advierten la contra­
dicción que eso significa con la contraposición que M a­
riátegui establece entre la necesidad de resolver las "ta­
reas· democrático-buJ,"g uesas", _ y la incapacidad estructu­
ral del "régi men burgués", para cumplirlas.
Pero el movimiento del razonamiento mariateguiano
se precisa en seguida: " El socialismo encuentra lo mismo
en la subsistencia de las comunidades que en las grandes
empresas agrícolas los elementos de una solución socia­
lista de la cuestión agraria, solución que tolerará en par­
te la explotación de la tierra por los pequeños agriculto­
res ahí donde el yanaconazgo o la pequeña propiedad re-

1 05
comiendan dej ar a l a gestión i ndividual, en tanto que se
avanza en la gestión colecti v a de la agricultura, las zonas
donde ese género de e x plotación prevalece. Pero esto, lo
mismo que el estím u l o que se presta al libre resurgimien­
to del pueblo i n d ígen a, a la m a n i festación creadora de
sus fuerzas y espíritu nativos, no significa en lo absoluto
u n a ro m á n tica y antihistó rica tendencia de reconstruc­
ci ón o resurrecció n del socialismo i ncaico, que corres­
pon d i ó a condiciones h istóricas completamente supera­
das y del cual sólo q uedan como factor aprovechable,
dentro de u n a técn ica de producción perfectamente cien­
tífica, los h ábitos de cooperación y de socialismo de los
campesinos i n d ígenas. El socialismo presupone la técni­
ca, la cienci a , l a etapa capitalista; y no puede importar el
menor retroceso en la adquisición de las conquistas de la
civilizaci ón m odern a, sino por lo contrario la máxima y
metódica aceleració n de l a i n corporación de esas con­
q u istas en la vida nacional" .
Y m á s ade l a n te: "Cumplida su etapa democrático­
bu rguesa , la revo lución deviene en sus objetivos y en su
doctrina revo l ución proletari a . El partido del proletaria­
do, capacitado por l a l ucha para el ejercicio del poder y
el desa rro l l o de su propio programa, realiza en esa etapa
las tareas de la organización y defensa del orden socialis-
ta .

.

No hay i n form ació n disponible acerca del conoci­


miento o no que M ariátegui podía haber tenido de las
Tesis de A b r i l , de Len i n , o del debate acerca de la revo­
lución perm anente Por eso m ismo lo que es notable en
.

el despliegue del razonamiento mariateguiano, es la ni­


ti dez de su concepció n acerca del proceso de la revolu­
ción socialista como una transición . Transición durante
la cual se a rticulan de modo necesario las tareas y los
p roblem as que corresponde n a la revolución democrá­
tica que la b u rguesía ya es i napta para realizar bajo su
d o m i n i o , y los que correspo nden al socialismo, como
socializació n de los recursos de producción y de la
apropi aci ón de los productos, una vez que las m asas lo-

1 06
gran levantar como Estado sus organizaciones de po­
der, en todo tipo de formación social donde el capital
se presente aún articulado con el precapital, pero ya
baj o su hegemónico dominio . Y , precisamente, el des­
cubrimiento sustantivo de Mariátegui, al investigar las
modalidades peruanas específicas de implantación del
capital monopolista y sus implicaciones sobre los inte­
reses y el movimiento de las clases sociales, era lo que
lo conducía a considerar o interpretar la formación so­
cial peruana en ese específico sentido.
Y no se trata, como puede apreciarse de sus textos, de
una idea simplista de proceso "ininterrumpido", como
hoy se estila decir, entre una etapa democrático­
burg uesa diferenciada y separada y previa a una etapa
socialista . Cuando M ariátegui señala que "cumplida su
etapa democrático-burguesa, la revolución deviene en
sus objetivos y en su doctrina revolución proletaria" , se
cuida bien de precisar en seguida: " En esa etapa (el parti­
do del proletariado) realiza las tareas de organización y
defensa del orden socialista" .
En otros términos, al mismo tiempo que están lleván­
dose a cabo las "tareas" democrático-burguesas, están
ya en curso las tareas específicamente socialistas, dentro
de un mismo y único proceso, durante el cual ese proceso
va depurándose en su contenido de clase, "deviene" pro­
letaria conforme madura la transición . Así, las "tareas
democrático-burguesas" asumen, desde la partida, en el
proceso, un sentido tendencia! no burgués, pues están
enmarcadas y condicionadas por el carácter socialista
del proceso global.
Por eso y para eso, la dirección proletaria de l a revolu­
ción es la piedra de toque. Y ello sólo puede ser asegura­
do por un partido cuya dirección sea proletaria. Pero en
las condiciones concretas del Perú, señala M ariátegui,
eso no supone un partido obrero, sino uno de base social
más amplia, y en el caso peruano, obrera y campesina
fundamentalmente. Es, por lo t anto, el carácter de clase
de su línea política estratégica, de su dirección (no sólo
de S i.I S d irigentes) , lo que define el carácter de clase del
partido.
¿Q ué tipo de poder político , cuál estructura de Estado,
implica esa revolución, ese .. socialismo indoamerica­
no "? M a riátegui no tuvo tiempo de desarrollar su teoría
hasta lograr u n a resp uesta precisa. Pero el movimiento
de su razo n a m iento , el carácter del partido y de la revo­
lución, apu ntan evi dentemente a un poder de las masas
e x plotadas todas. bajo la dirección del p roletariado; es
deci r, de u n a l ínea proletaria de dirección. En las condi­
ciones peruanas de la época, la gran mayoría de las ma­
sas explotadas eran aún campesinas, y la clase obrera
u n a red ucida mi noría. En tales condiciones, la dictadura
d el proletariado es, al comienzo , la dirección proletaria
de u n poder estatal de base social más amplia, donde el
ca mpes i nado tiene un l ugar fundamental. Pero, en su
" devenir" va dep urándose, haciéndose, en sus o bjetivos
y en su programa, cada vez m ás proletaria. Es decir, el
ca rácter de clase del Estado revol ucionario va dep urán ­

dose en un sentido de acentuación del carácter proletario


del poder, con fo rme va depurándose la estructura social
básica de la sociedad en la transición socialista.
Ese concepto de la dictadura d el proletariado ya ha­
bía sido enfatizado por Le nin en el ll Congreso de la I l l
I ntern acional, en el debate con N . Roy, y en un sentido
claro está implicado ya en el proceso de la propia revolu­
ció n rusa, co mo el mismo Leni n lo esclarece en su polé­
mica con Kautsky, en La revolución proletaria y el rene­
gado Kautsky, que M ariátegui ciertamente con o cía.
Era en ese mismo momento cuando M ao recogía c r í ­
ticamente la experiencia de la revolución china hasta
1 927, a partir de su célebre "Informe sobre el movimien­
to campesino en Junan" . El desarrollo de la reflexión de
M ao lo lleva a caracterizar la revolución china en esa
etapa como .. antimperialista y antifeudal" , es decir, na­
cional y democrática. Pero su realización ya no p u ed e ser
la obra de la burguesía, sino la de un amplio movimiento
de masas, donde el ca mpesinado, por su volu men y su lu-
1 0R
gar en la sociedad china, desempeñaría un rol funda­
mental, pero bajo la dirección del proletariado. Y tam­
bién en M ao, dadas esas con diciones de la sociedad chi­
na, esa dirección proletaria no era concebida tanto como
la di rección física d e la clase obrera china, minoritaria y
diezmada bajo la represión del Kuo Min Tang, sino la de
una línea política que asume los intereses del proletaria­
do chino e internacional, en el partido com unista. U nica
garantía de que la revolución comenzada de ese modo, se
desenvolviera sin interrupción haGia el socialismo. M ao
llamó a ese proceso, como algo sui géneris, una "nueva
democracia", 1 7 1 fase de transición al socialismo. El para­
lelo con el razonamiento de M ariátegui señala las con­
vergencias y las diferencias de fondo. Es M ariátegui quien
alcanza una precisión teórica más limpia e históricamente
verificada. La propia revolución china, tras la con­
quista del poder por el parti d o comunista baj o la direc­
ción de Mao, es una demostración de ello: combinación,
'
desde la partid a, de las tareas democráticas y las socialis­
tas, inclusive en el campo. Así, las tareas democráticas
son "nuevas", sui géneris, esto es, no propiamente bur­
guesas, porque hacen parte de un proceso global de con­
tenido tendencialmente socialista en el largo plazo, y ya
parci almente socialista en el corto.
La delegación enviada por M ariátegui y el Partido So­
cialista del Perú a la Primera Conferencia de los Partidos
Co mun istas de América Latina, de B uenos Aires, lleva­
ba esa perspectiva estratégica sobre la revolución perua­
na y l atinoamericana. Los dos textos centrales que esa
delegación llevaba fueron escritos por Mariátegui, ade­
m ás de los documentos sobre el Partido Socialista del
Perú.
La di rección oficial de la 111 I nternacional en esa Con­
ferencia debatió y criticó con dureza esos planteamien.,
tos, y no fue aprobado el docu mento principal, " P unto
de vista antimperialista" . 1 7 2
Frente a la posición mariateguiana de que el problema
del campesinado indígena era de carácter económico-
1 0Q
soc i a l y político (serv i d um b re y semiservidumbre, caci­
quismo g a m o n a l , baj o d o m i n i o i m perialista), Codovil la
y o t ro s resp o n dieron con el planteamiento de la ••auto­
determ i n ación nacional" de los campesinos quechuas· y
a y m a r a s A s í , o frecían a l campes i n ad o una salida •• na­
.

c i o na l , y l o s problemas d e s u explotaci ó n de clase le


''

eran e s c a m o te a d o s
.

Frente al plan tea m iento mariateguiano sobre el carác­


ter d e l partido, com o o rganización política de base so­
c i a l obrera y ca m pes i n a baj o d irección política proleta­
r i a , l a d i recció n o ficial de l a 1 1 1 I nternacional stalinista
i n si ste en e l carácter obrero del partido, pues según ellos
es e n la co mposici ó n social, ante todo, donde reside el
ca rácter p roletario del partid o .
Frente al problema del carácter de clase de la revolu­
dón , esa d irección insiste en lo .. antimperialista y anti­
f eudal" . No obstante, contra M ariátegui, se opone a
toda táctica de alianzas con los m ovimientos nacionalis­
ta-democráticos pequeñoburgueses, como el APRA,
a pel a ndo a l a experiencia china.
Sin embargo, el Partido Socialista del Perú logró man­
tenerse, a u n que en u n a posici ón especial, dentro de
l a 1 1 1 I n ternaci o n a l . Pero, apenas m uerto Mariátegui, la
1 1 1 I n t e rn a c i o n a l envió al grupo d i rigente de ese partido
u n largo docu mento, 173 en el cual se reiteran las tesis ofi­
ciales de esa d i rección internacional , y se urge a cambiar
el n o m b r e del partid o por el de Partido Com unista Pe­
ruano y a someterse a la disciplina de la 1 1 1 I nternacio­
nal.
Coincidiendo c o n ello, l lega a L i m a Eudocio Ravines,
miembro i m porta nte de la d irección latinoamericana de
la I n t e r n a cional stal i nista, y en el debate con la dirección
del P a r t i do Socialista del Perú logra imponer las directi­
vas de l a I n ternaci o n al . En la reu n i ó n del 20 de mayo de
1 9 30, t r a s la separació n de algunos miembros de la direc­
c i ó n del Part i d o Socialista, y con la oposición de M artí­
nez d e la Torre, quien defendía las posiciones de M ariá­
tegu i , habien d o sido s u más cercan o colaborador antes

1 10
de s u muerte, el partido se convierte en el Partido Comu­
nista Peruano, miem bro de la 1 1 1 I nternacional . M artí­
nez de la Torre renunciaría después. 174
Eudocio Ravines, elegido Secretario G eneral del Par­
tido Comunista Peruano, asume inmediatamente la ta­
rea de .. liquidación del amautismo" , 175 esto es, la ideolo­
gía mariateguiana. No m uchos años después, Ravines
pasaría con armas y b agajes al servicio del imp�rialismo
y de la fracción más reaccionaria de la burguesía perua-
na. ,
En la crisis política que estallaba en el Perú en ese pre­
ciso momento, gran parte de l as capas medias y popula­
res eran organizadas y lideradas por el APRA y por
H aya de la Torre, orientando hacia un nacionalismo de­
mocrático radical. De su lado, los sindicatos obreros u r­
banos y mineros, agrupados en la Confederación Gene­
ral de Trabajadores, fundada por M ariátegui, pasaron a
ser dirigidos por el partido comunista. Dieron una he­
roica l ucha, bajo la represión más severa , contra l a dicta­
dura oligárquico-militar. Pero la dirección de la I I I I n­
ternacional estaba ya, en ese momento, en pleno curso
de su periodo ultraizquierdista, que duraría hasta media­
dos de esa década. Bajo su disciplina, el Partido Comu­
nista Peruano , con denaba al APRA como fascista, re­
chazando de ese modo toda convergencia táctica con el
más i mportante movimiento de masas, baj o orientación
.. antimperialista y antifeudal", de las capas medias. Lla­
maba a los campesinos a l uchar por la "Autodetermina­
ción de las nacion alidades quechuas y aymara" , más
bien que por la tierra y la liquidación del latifundio y l a
servidum bre. Y p o r todo ello, e l heroico movimiento
obrero dirigido por el partido, fue quedando aislado po­
líticamente, lo mismo que el movimiento popular
democrático-nacionalista dirigido por el A PRA, facili­
tándose así la represión y la derrota de ambos m ovimien­
tos.
Tras esa derrota, el �ampo para el enraizamiento de la
influencia aprista en el seno de las m asas populares del

1 1 1
Perú, incluidas las masas obreras h asta entonces dirigi­
das hacia el socialismo, quedaba pavimentado por un
l a rgo periodo . Por su parte, la dictadura militar oligár­
qu ica l ogró l a destrucción de l a Confederación General
de Trabaj a d o res , i legalizando todó el movimiento sindi­
cal y político de l as m asas.
Pasada esa etapa u ltrai z quierdista de la I l l lnternacio­
nal stal i n i sta , ésta amparó en América Latina é l predo­
m i n i o ideológico del " browderismo" ( Earl Browder era
el l í der del Partido Com un ista de los Estados U nidos),
que sign i ficó la aplicación mecánica, y en el caso perua­
no reaccionaria, de una política destinada a la colabora­
ción co n las burguesías nacionales y progresistas (que
era n , según M ariátegui , inexistentes e inviables en el Pe­
rú), en u n a línea "antimperialista y antifeudal" y para
una estrategia revo l u cio naria en dos etapas. La ya d udo­
sa táctica de los " frentes populares" en Europa , encon­
traba así en A m érica Latina una correspondencia políti­
ca que, en el caso perua n o , tenía casi nada en común con
el pensamiento de M a r iáteg u i y con la realidad.
I n útil ejercitarse en el "ifismo", pregunt á ndose cuáles
habrían sido la posición y la práctica políticas de M ariá­
tegui frente a esos vaivenes de la línea general de esa In­
ternacional . En C h i n a , M ao siguió, con éxito, una con­
ducta pragmática : pe r tenencia y autonomía en la I I I In­
ternacional baj o Stalin .

Escritura y crítica literaria en Mariátegui

Yo no tengo com petencia para discutir con profu ndidad


y acaso ni siquiera con propiedad , este tema. Sólo quiero
apuntar un par de ideas.
La pri mera es que M ariátegui, con Vallejo y Eguren,
es u n o de los tres más i m portantes escritores del movi­
m iento que se i n icia baj o el estímulo y la obra de V alde­
lomar, en el Perú . A V a l lejo y a Eguren lo em parenta la
tensión metafísica de s u visió n personal de la historia, 1 76

1 12
presente en la escritura mariateguiana a través de esa
particular intensidad emocional registrable en la nervio­
sa co ncisión de la frase. Y que, se me ocurre, no puede
ser atribuida únicamente a su largo ejercicio de periodis­
ta, n i puede ser calibrada solamente com o un atuendo
técnico externo , en quien sostenía que era el espíritu y no
la técnica meramente lo que expresa los cambios en la
sensibilidad estética de un periodo. Y aunque hoy su len­
guaje ha envejecido en parte, esa i ntensidad emocional
de agonista, la conci�ión de la frast:, la economía de pala­
bras de su escritura, mantienen vigente la modernidad
actual de su prosa.
La segunda, es que la postura estética que se va elabo­
rando en s us m uy n umerosos artículos y ensayos de críti­
ca literaria, puede ser mirada en dos planos. U no, referi­
do a sus j uicios sobre el proceso de la literatura peruana,
con tenidos en sus Siete ensayos . En ellos, M ariátegui
aparece intentando menos un enfoque clasista del fenó­
meno literario, que empeñado en acelerar y ampliar la
emanci pación de la producción literaria peruana de su
tiempo, del andamiaje mental oligárquico y colonialista.
I n clusive su esbozo de periodización del proceso litera­
rio peruano en colonial, cosmopolita y n acional, y no en
periodos marcados por regímenes de clase, así lo de­
muestran. En ese sentido, la posición de M ariátegui
forma parte de un movimiento ideológico nacionalista­
democrático, en cuyo seno s urge la estética que ha domi­
nado la crítica y la historia literaria del Perú, desde los
años 20 de este siglo, como l a apunta Mirko Lauer 177 al
iniciar el enj uiciamiento de la obra histó rica y crítica de
Luis A l berto Sánchez, la principal de todo este periodo .
El otro, concierne al parentesco de la obra crítico­
literaria de M ariátegui, con las posiciones antiburguesas
y antibu rocráticas surgidas en el debate posterior al do­
m i n i o zdanoviano del "realismo socialista" . En particu­
lar, con el "realismo crítico" lukacsiano, 1 78 y la más re­
ciente, anticipada en m ucho por la obra de M ariátegui,
discusión sobre lo "real maravilloso" o " realismo mági-
1 13
co" , tan act u a l en la crítica y la producción literaria na­
rrativa de A m érica Lati n a , y de la cual García M árquez,
Carpen tier, R ul fo o A rguedas, suelen ser considerados
como principales exponentes .
Contra lo colo n i a l y lo o l igárquico en el Perú , M ariá­
teg u i opuso el cosmopolitismo, el regionalismo y el indi­
gen i s m o , en busca de la a firmación del carácter nacional
de n u estra literatu ra . Contra lo b u rgués en Europa (lo
bu rocrático estaba a ú n en b rote no perci bido), opuso el
rea lismo co m o a n tídoto del encubri miento; pero, al mis­
mo tiempo, con tra el realismo chato de la literatura bur­
guesa y po p u l ista , sost u vo l a l i bertad imaginativa . Lo
"real m arav i l loso" , co m o camino al descubrimiento de
la real idad globa l m ás profu n d a . El "realismo crítico",
::o rn o desocultam iento de la d o m i n ación dentro d e esa
real i d a d .
A n tena u n i versal y creadora, p a r a él la i n form ación
a b ierta, la crítica y la l i bertad estéticas son los alimentos
de u n arte de v a nguard i a . S i n perder de vista que en todo
n ac i m ien to m agm ático son n umerosos los riesgos de im­
p u rezas y desorientaciones, defe n d i ó en fáticamente la li­
bertad de experi mentaci ó n artística y l iteraria, a condi­
;;ión de su a uten ticidad, de que no se encerrara en un for­
m a l i smo tecn icista o en la pura negación . Y contra las
fác i l e s ten tacio n es de encasi llar la perspectiva de una cla­
se revol uci o n aria en l a cultura , dentro de los cortos mol­
des de u n régi men polí tico determinado o en el dudoso
gusto de una b u rocracia, se apoyó en una perspectiva
h i stó rica de largo plazo y en la fecundidad creadora de
las masas en el m o v i m ien to de la historia.
Por todo ello , tam bién en este terreno, M ariátegui es
u n a fuente necesaria para el act u a l debate sobre estas
::uestiones en A m érica L a tin a . 1 79

A partir de M ariátegui

A casi ya cincuenta años de s u m uerte, Mariátegui sigue

1 14
siendo la experiencia intelectual fun damental del Perú
del siglo XX.
H oy día, en el Perú y en América Latina toda, con la
solitaria excepción de Cuba, el capitalismo y a través de
éste la dominación imperialista se han generalizado y
pro fundizado . El proletariado está pasando plenamente
al pri mer plano del escenario político, conquistando la
dirección de las m asas explotadas. Baj o su influencia,
una n ueva inteligencia revolucionaria pugna por liberar­
se de las apariencias realistas de las quimeras desarrollis­
tas burguesas y pequeñoburguesas, y de sus andaderas
neopositivistas, así como del reformismo obrero­
burocrático internacionalmente en crisis .
Lo que M ariátegui alcanzó a descubrir como tenden­
cias pro fundas del movimiento h istórico de nuestras for­
maciones sociales, es ahora una situación consolidada.
H istóricamente victorioso de su combate contra el ambi­
guo nacionalismo democrático aprista y contra el dog­
·m atismo oportunista de la dirección stalinista en la 1 1 1
Internacional, el tiempo de M ariátegui es hoy más pre­
sente que nunca y más fecunda su voz.
El proletariado peruano puede enorgullecerse legíti­
mamente de haber nacido al socialismo revolucionario y
de poder madurar, todavía, bajo las enseñanzas de un
Amauta de esa talla, rescatando su primera y más perdu­
rable lección: conocer y transformar la realidad desde
dentro de ella misma. En este camino, el reencuentro con
M ari átegui es un p unto de partida.
Notas

l . M ariátegui creía haber nacido en Lima y en 1 895. Actualmente, sin


embargo, está plenamente probado que nació en Moquegua, el 14 de ju­
nio de 1 894. Véase Guillermo Rouillón, Bio-Bibliografia de José Carlos
Mariátegui, ed. Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima;
1 963; y la creación heroica de José Carlos Mariáiegui. la edad de piedra,
ed . Arica, Lima, 1 975. Esta última obra contiene una abundante infor­
mación sobre los antecedentes familiares de Mariátegui y sobre su vida
·

hasta 1 9 1 9.
2. Fran�ois Chevalier, .. L'expansion de la grande proprieté dans le
Haut Pérou au XXeme siecle", A nnales , 4, julio-agosto de 1 966, pp. 82 1 -
25.
3. Sobre este periodo y estas cuestiones, puede consultarse Heraclio
Bonilla, Guano y burguesía en el Perú, ed. I EP, Lima, 1 974; Jonathan Le­
vin, The Export Economies, Cambridge, 1 960; Shane Hunt, Growth and
Guano in the 1 9th Century in Peru, Princeton University Press, 1 973; y
Ernesto Yepes, Perú, 1820-1 920. Un siglo de de.rarrollo capitalista, ed.
IEP• . Lima, 1 972.
4. Así lo afirma, aunque sin referencias explicitas, Augusto Salazar
Bondy, Historia de las ideas en el Perú contemporáneo, ed. M oncloa,
Lima, 1 965, t. 1, p. 3.
5. Manuel Pardo fue el más importante ideólogo de la burguesía
comercial-terrateniente del Perú, en el siglo XIX. Fundó el Partido Ci- .
vil, culminación de un movimiento contra el militarismo caudillesco,
preconizando la modernización económica y administrativa del país,
con una orientación nacionalista que llegó inclusive a proponer la es­
tatización del guano y del salitre, los dos principales recursos de expor­
tación del Perú en esa época, aunque bajo su gestion presidencial no se
tomó ninguna medida para eso. Su pensamiento puede estudiarse en la
compilación de sus escritos: El centenario de Manuel Pardo, 2 vol., Li­
ma, 1 935. También puede consultarse sobre los intentos de moderniza­
ción oligárquica en el Perú, Howard Karno, The Oligarchy and the Mo­
dernization of Peru ( 1870-1 930), University of California, Los Angeles,
·

1 970 (tesis no publicada).


6. Véase Jorge Basadre, .. La aristocracia y las clases medias civiles en
el Perú republicano", Mercurio Peruano, XLIII, Lima, 1 963, pp. 437-
40.
1. Acerca de la penetración del capital norteamericano y sus conse­
cuencias inmediatas en la economía peruana, aparte del conocido es­
tudio de James Carey, Peru and The United States, N otre Dame, 1 964,
hay recientes investigaciones con un enfoque más productivo: William

1 17
Bolli nger, The R ise of United States lnjluence in the Peruvian Economy
( 1868- 1 92 1 ) , U n i versity o f California, Berkeley (tesis no publicada);
Hera c l i o Bo n i l l a , " La emergencia del control norteamericano sobre la
eco n o m í a peru a n a " , Desarrollo Eco nóm ico , 1 977, vol. 1 6, n. 64; y hay
a m p l i a i n fo r m a c i ó n en un estudio sobre un periodo mayor de Rose­
m a ry Thorp y G eo ff Betra m , Industrialización en una economía abier­
'a . El caso del Perú en el periodo 1 890- 1 940, ed . Pontificia U niversidad
: a t ó l i ca d e Li m a , L i m a , 1 974 .
8 . El m á s célebre texto es el de Cardoso- Faletto, Dep enden c ia y desa­
·ro//o en A mérica Latina, ed. Siglo XXI, M éxico, 1 97 3 .
9 . Véase W . B o l l i n ger , o p . c it .
1 0 . S o b r e el m o d o d e i m pla n t ación del capital monopólico en el Pe­
·ú y sus i m p l icaci o n es económ ico-sociales y políticas, puede verse de
\ n í b a l Q u ij a n o , " I m per i a l i s m o, clases sociales y Estado en el Perú
1 895- 1 930)" . Esc rito en 1 9 73 , fue publicado en Clases sociales y crisis
'ºlítica en A mérica Latina, ed . S i g l o XXI, México, 1 977.
1 1 . F. Chevalier, op. cit.
1 2 . S o b r e e s t e pro b l e m a h a y investigaciones demostrativas. Rodri­
�o M o n t oy a, El proceso histórico de articulación del capitalismo y el no
�apitalismo , 1 890- 1 977, ed. M osca Azul, Lima, 1 98 1 .
1 3 . Part i c u l a r m e n te , J o a q u í n Capello y Luis Petriconi, Estudio so-
1Te la in depen den c ia económica del Perú, Lima, 1 876. Reproducido en
a serie B i b l i oteca Peru a n a , 1 97 1 . De Capello es útil también ver, para
1prec i a r su p o s i c i ó n m o de r n i s t a y n acionalista, La sociología de Lima ,
i v o l . . L i m a , 1 89 5 - 1 90 2 , y El problema de la educación pública, Lima,
1 902 .
1 4 . Sobre el proceso d e reco n s t i t u c i ó n y crisis de la hegemonía oli­
rci r q u i c a . véase A n í b a l Q u ij a n o , El Perú en la crisis de los años treinta,
) a n t i a g o . 1 969 . R e p r o d u c i d o en A mérica Latina en la crisis de los años
· reirrta. ed . I n s t i t u t o d e I n vestigaciones Sociales de la Universidad Na­
: i o n a l A u t ó n o m a de M éxico, M é x i c o , 1 97 7 . Y el panorama histórico
Jien o r i e n t a d o de Jesús Chavarría, " La desaparición del Perú colonial",
4 portes, n. 3, París, enero d e 1 972, pp. 1 20-55.
1 5 . C o m p i l a d o e n M a n uel González Prada, Páginas libres, ed . Amé-
rica , M ad r i d , 1 9 1 5 .
1 6 . l bi d .
1 7 . l bi d .
1 8 . Acerca de e s a i n s u rrecci ó n , Ernesto Reyna, El A mauta A t uspa­
ria, ed . A m a u t a , Li m a , 1 930. Pr ó l o go de José Carlos Mariátegui. Jor­
ge Basadre, Historia de la República del Perú, t , 1 1 , pp. 272-73 . Aníbal
Q u ij a n o , Los movimientos campesinos contemporáneos de A mérica La­
'ina, en Lipset y S o l a r i (ed . ) , Elites y desarrollos en A mérica Latina, Bue-
1os A i res , 1 96 6 .
1 9 . S e udó n i m o d e J o s é T o r r e s L a r a .
20. La pri mera e d i c i ó n a p a rec ió en Valencia, España, en 1 889.
2 1 . En M a n u e l Go nzález P r a d a , Horas de lucha, la. ed . , Callao, 1 924.

118
22. Véase Francisco García Calderón, Le Pérou contemporain, Pa­
rís, 1 907; Les démocraties latines de l'A mérique, París, 1 9 1 2; y La crea­
ción de un continente, París, 1 9 1 3.
23. Víctor A ndrés Belaúnde, en ese periodo, principalmente, La cri­
sis presente, Lima, 1 9 1 4; La realidad nacional, Lima, 1 930, libro desti­
nado a la refutación de los Siete ensayos de Mari á tegui; véase también
sus Memorias, 2 vol ., Lima, 1 96 1 y 1 962.
24. V . A. Belaúnde, La crisis presente, cit., p . 98.
25. De Alejandro Garland, sobre todo, El Perú en 1 906 , Lima, 1 907;
y Reseña industrial del Perú, Lima, 1 905.
26. Manuel Vicente Villarán, los ensayos reunidos en Estudios sobre
la educación nacional, Lima, 1 922; de ellos. principalmente, "Las profe­
siones liberales en Perú"; "El factor económico en la educación nacio­
nal", Lima, 1 905 .
27. Alejandro Deustua, introductor de la filosofía de Bergson y de
los neohegelianos italianos en el Perú, acerca de este problema véase
sus ensayos en La cultura nacional, Lima, 1 93 7 .
28. Guillermo Billinghurst, rico comerciante, nacido e n Iquique
cuando era aún territorio peruano, y educado en Santiago y Valparaí­
so, fue alcalde de Lima y presidente del Perú ( 1 9 1 2- 1 9 1 4) . Candidato
anticivilista de ideología populista y modernista, comandó el primer
movimiento de las masas de las capas medias y populares de Lima, para
imponer su candidatura contra la negativa oficialista, en un gran mitin
callejero en que con el lema del "pan grande" , las masas expresaban su
protesta en la severa situación económica bajo la crisis de ese momento,
y hacían su ingreso en una orientación ant1oiigárqufoa que se clasifica y
consolida desde entonces. Bajo su fugaz gobierno hizo algunas concesio­
nes al movimiento obrero, legalizando las huelgas y sindicatos, lo que
acarréo su calda por un golpe militar dirigido por Benavides. Véase J . Ba­
sadre, His toria . , cit., t. VIII; A. Quijano, El Perú en la crisis de los años
. .

treinta, cit. No hay hasta ahora ningún estudio específico sobre Billing­
hurst.
29. Véase Denis Sulmont, El movimiento obrero en el Perú, 1 900-1 956.
ed . Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 1 97 5 .
3 0 . Principalmente A . Deustua y V . A . Belaúnde, y a citados. Y José
de la Riva Agüero; los dos últimos prologuistas y comentadores de la
tesis de M ariano lberico, La filosofía de Enrique Bergson , presentada
en San Marcos en 1 9 1 6. lberico fue diputado por la derecha y por la iz­
quierda intelectual en el Perú, antes de 1 930. En 1 926, M ariátegui le
publicó, en su editorial M inerva, El nuevo absoluto, en el cual lberico
defendía el vitalismo bergsoniano como base filosófica del socialismo,
desde que éste tenía una vocación redentora y en "su profundo senti­
do, es una voluntad religiosa", posición que fue explícitamente co­
mentada y apoyada por M ariátegui en "25 años de sucesos extranje­
ros", publicado ese mismo año, incorporado después en Historia de la
crisis mundial (vol. 8 de las Obras completas, en adelante OC).

1 19
3 1 . Ese j u i c i o de M a r i á t eg u i ha i n fluido en sus herederos fam i l i a res,
que h a s t a a h o ra no p u b l i ca n sus esc r i t o s a n ter i o r e s a 1 9 1 9, e n las lla­
m a d as O C , y en s u s bi ó g r a fo s co m o G u i l l er m o Rouillón, ya citado.
Dieg o M es seg u e r h a t raza d o en u n extenso estudio sobre Mariátegui, ·

u n a peri o d i z a c i ó n más p ró x i m a a J a realidad. Véase Diago Messeguer,


José Ca rlos Mariátegui y su pensamiento revolucionario, ed. I EP, Lima,
1 974.
32. E n co m u n i c a c i ó n e n v i a d a a l a Pri mera Conferencia de Partidos
Com u n i stas de A m érica Latina, en j u n i o de 1 929, M ariátegui seña la:
; 'el t ra t a d o d e M a ri á t eg u i c o n J o s tópicos nacionales no es, como algu­
nos cree n , poster i o r a s u regreso de Europa [ . . �] no hay que olvidar
q u e a l o s ca t o rce o q u i nce años, em pezó a trabajar en el periodismo y
q u e , po r consiguiente, a partir de esa edad tuvo contacto con los acon­
:eci m i e n t o s y cosas d el país, aunque para enjuici arlos carecía de pun­
: o s de v i st a s i st e m á t i c o s " . !En esa 1carta consigna su revista ¡Nueva Epo­
ca y su peri ó d i co La Razón, así como su p a r t ic i p a c i ó n en la h uelga obre­
ra de 1 9 1 9 . Véase el texto re sp ect i v o en R i c a r do Martínez de la Torre,
A puntes para una interpretación ma rx is t a de fa historia del Perú, 4 vol ., t.
1 1 . p . 403 .
3 3 . G . R o u i l l ó n , La edad de piedra , cit.
34. l bi d . , p . 70.
3 5 . C a r ta a S a m uel G l usberg, en OC, t . II, contracarátula.
3 6 . Siete ensayos de in terpretación de la realidad peruana, ed. Era , Mé­
x i c o . 1 9 7 9 p . 24 7 .
.

3 7 . G . R o u i l l ó n o p . c i t . , p p . 308- 1 0 . Transcribe l a resol ución guber­


,

C o n s u l a d o Peruano en Génova, a pagar a Ma­


n a m e n t a l q u e a u t o r i za al
labor de "agente de propaganda periodística
r i átcg u i u n s a l a r i o p o r s u
en I ta l i a " , a part i r de enero de 1 920.
3 8 . A rm a n d o Ba z á n Mariáteg u i y su tiempo, Santiago, 1 939, con­
,

s i g n a que B a rb u sse se refería a Mariátegui como "une nouvelle lumiere


de f 'A mérique, un specimen nouveau de / 'homme américain" , p. 1 4.
39. A . B azá n , o p . ci t . , p . 7 1 . En la edición de 1 969, v ol 20 de las OC
.

de M a r i át eg u i , ese texto ha sido cambiado por el siguiente: "mis mejo­


r es recuerd o s s o n J o s m íti nes de Belleville, donde sentí en su más alta
i n t e !'l s i d a d la emoci ó n social revol ucionaria de las nuevas multitudes"
(p. 5 6 ) , lo q u e es evidentemente una fa l s ifi c a c i ó n contra el espíritu de
M a riátegu i .
40 . A . B a zá n , 1 93 9 , p . 7 1 .
4 1 . Es t u a r d o N ú ñez, P r ó l o go a Cartas desde Italia, vol . I S de las
oc.
4 2 . A l ej a n d ro D e u st u a , L a cultura superior e n Italia , ed . Rosay, Li­
ma, 1 9 1 2.
4 3 . Siete ensayos . . . , c i t . , p. 1 38.
44 . Véase Robert París, Les o rigines dufascisme, e d . Flam marion, Pa­
'Ís, 1 96 8 , pp. 64-66.
45. E. N ú ñez, op. ci t .

1 20
46. A . Bazán, op. cit., p. 72.
47 . la escena contemporánea, OC, t. I , p . 22.
48. Op. cit., prólogo.
49. N o existe información concreta y eficiente acerca de las posibles
relaciones personales entre M ariátegui y Gramsci. S u viuda afirma
que se conocieron . En todo caso, es probable que Mariátegui haya vis­
to a Gramsci en Livorno, �on ocasión del Congreso del Partido Socia­
lista de Italia, y probablemente lo leyera en L ' Ordine Nuovo, que se pu­
blicaba ya cuando Mariátegui residía en Italia.
50. Recopiladas principalmente en Cartas desde Italia (t. 1 5, OC), la
escena contemporánea (t. I, OC), El alma matinal (t. 3 , OC), principal-
mente. ....
5 1 . Antonio Melis, " M ariátegui primer marxista de América" , Ma­
riátegui; tres estudios, Biblioteca Amauta, Lima, 1 97 1 .
52. Robert Paris, " El marxismo latinoamericano de Mariátegui",
compilado en volumen del mismo titulo, ed. Crisis, B uenos Aires,
1 97 3 . De este autor, véase también ••M ariátegui, un •sorelisme' ambi­
güe", en Aportes, n. 22, 1 977, pp. 1 78 ss.; " M ariátegui et Gobetti'', en
Bolletino, Centro di studio Piero Gobetti, Milán, marzo de 1 967, y su
" Préface" a la edición francesa de los Siete ensayos, ed. Maspero, Párís.
· 5 3 . A. Bazán, op. cit.
54. l bid.
55. Jorge Basadre, Perú, problema y pQsibilidad, Lima, 1 93 1 .
56. Historia de la crisis mundial, OC, t. 8 .
5 7 . R . Martinez d e l a Torre, o p . cit. , p . 46.
58. Traducidas al español en "Los cuatro primeros congresos de la
Internacional Comunista", Cuadernos de pasado y presente, n . 47 , B ue­
nos Aires, 1 97 3 .
59. A. Bazán, op. cit., p. 1 04 .
60. R. M artinez d e la Torre, o p . cit. , p p . 2 7 2 ss.
6 1 . Op. cit., pp. 402 ss.
62. Véase A. Quijano, El Perú en la crisis de los años treinta,
cit.
63. En la revista Claridad, de B uenos Aires, se publicaron, de la par­
te aprista, de M an uel Seoane, "Contraluces de M ariátegui"; de Luis
E. Heysen, .. M ariátegui, bolchevique d'annunziano"; de Carlos M .
Cox, •• Reflexiones ·sobre José Carlos M ariátegui" ; fueron contestados
por A rmando Bazán, .. La defensa del Amauta"; por J uan Vargas,
" En defensa de J osé Carlos M ariátegui"; y con un interesante debate
sobre .. Aprismo y marxismo", de Jorge N úñez Valdivia. Todos estos
artículos están compilados en El marxismo latinoamericano de Mariá­
tegui, Buenos Aires, 1 97 3 . Escritores liberales como Sanin Cano, J e­
sualdo, y otros tomaron parte en esos homenajes en Claridad, Reperto­
rio A mericano y otras publicaciones. Sus artículos están incorporados
al t. 1 O de las OC. Por su parte, los adláteres peruanos del fascismo
m ussoliniano, se dedicaron a atacar a M ariátegui. Riva-Agüero publi-

121
có suO r i g e n , desarro l l o e i n fl uencia del fascismo en el Perú", Revista
"

de la Universidad Católica de Lima, t . V . , n . 30, h aciendo un encendido


elog i o del fa s c i s m o : R a ú l Ferrero p u b l ic ó Marxismo y nacionalismo, Li­
ms. 14��.t. q u e es l a rieza i d eológica más destacada del fascismo perua­
Y ��� �! '-...O..:: ! .�r c:i � ,; 1 ;CL' re:iccioo ario. V . A . Bcl:iúndc publicaba l.a
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�ui1í.lur r1u -: 1 r?1 u . ·:r . . V:<.- 1 r J. ; ;::unnn -• l:iri:r:::. . E'" �?:JmT ."iínxriJñ=n

- .
L1m <: . 1 9 :,4 _
64 . En l a e d i c i ó n de 1 97 7 . h a n sido incorporados dos nuevos mate­
mariateguiana acerca de la presencia y pa­
r i a l e s , q u e p r ec i s a n la v i si ó n
pel d e l c a pi t a l i s m o en el Perú . Pero aún faltan otros textos. Ya More­
t i c obse rv ó en 1 9 7 0 . q u e en l a s llamadas Obras co mplet as , n o han sido
i n c l u i d o s a r t í c u l o s de los cuatro que M ariátegui escribió sobre
Trots k y , q u e t r a t a n d e l a separación de éste del gobierno, de su expul­
sión del p a rt i d o y de s u exilio: " El partido bolchevique y Trotsky"
( Variedades, 3 1 - 1 - 1 92 5 ) ; "Trotsky y la oposición com un ista" ( Varieda­
des, 25- 1 1 - 1 928), y " El exilio de Trotsky" ( Variedades, 25-11- 1 929). En
los dos pri meros . M ari á t e g ui apoya cautamente a Trotsky, pero en el
ú l timo j u s t i fic a el exilio. Véase Yerko M oretic, José Carlos Mariátegui.
Su vida e ideario. Su concepción del realismo, Santiago de Chile, 1 970,
p. 1 5 3 .
6 5 . M a ri átegui c o n s i d e r a ba e l libro sobre política e ideología perua­
n a s , co m o " l a e x. p os i c i ó n de sus puntos de vista sobre la revolución so­
c i a l i s t a en e l Perú" . C o n fo rm e lo iba escribiendo fue enviándolo a su
a m igo César F a l c ó n p a r a que lo editara en España, durante 1 928 y
1 9 29 . F a l c ó n n u n c a d i o cuenta de l os envíos. Y a a su regreso al Perú,
m uerto M a r i á t e g u i , a fi rm ó n o haberlo recibido nunca. ( R . M artínez
de la T o r r e , o p . c i t . , p . 404 . ) P u ed e medirse la sign i ficación de esa pér­
dida.
66 . A . S a l az a r B o n d y , op. cit. , t . 1 1 , pp. 3 1 1-3 7.
6 7 . H e r n a n d o A g u i r re G am i o , Mariátegui, destino p olémico , Lima,
1 97 5 .
68 . Véase, El marxismo la tinoamericano de Mariá tegu i , cit.
69. E u ge n i o Cha ng- Rodríguez, La literatura política de González
Prnda. Mariát egui y Haya de la Torre, ed . de Andrea, México, 1 957,
p p . 1 2 7 , 203 .
70. L u i s A l berto Sánch ez, A p untes para una biografia del A PRA , ed.
M o sca A z u l , L i m a , 1 97 8 .
7 1 . D i s c u r so del general J uan Velasco Alvarado, al i naugurar e l VI
C o n g re s o Latinoamerican o de I ndustriales. Publicado en El Peruano,
6 de a b r i l de 1 97 1 . V é a s e también el comentario elogioso de Jorge del
Prado, secret ario gener a l del Partido Comunista Peruano, en " La
ide ol o g ía de M ar i á t e g u i " , compilado en el volu men Vigencia de José
Carlos Mariátegui, L i m a , 1 97 2 , p . 4.
72. J . d e l Prado, op. cit . : Adalbert Dessau, " Literatura y sociedad en
las o b ras de J osé Carlos M ariátegui " , en Mariátegui,· tres estudios, cit.,
s i n e m b a rg o , o t r o s como A l v a r o M osquera, han eludido esa tentación y

1 22
debaten críticamente esas influencias en la obra de M ariátegui. Véase su
"Aproximación al estudio de la ideología de Mariátegui", en Vigencia de
José Carlos Mariátegui, cit.
73. J. del Prado, op. cit.; Manfred Kossok, "José Carlos Mariátegui
"! s u aporte al desarro llo de las ideas marxistas en el Perú". en Mariál�
rur . 1re3 � tcit..
74. lbid. Semionov-Shulgovsky, ..El papel de Mariátcgui en la for­
mación del Partido Comunista del Perú" , El marxismo latinoamerica­
no de Mariátegui, cit.
75. l bid.
76. J. del Prado, op. cit.; Semionov-Shulgovsky, op. cit.; José Martí­
nez, " Mariátegui y la revolución peruana", Vigencia de José Carlos
Mariátegui, cit.
7 7 . T a nto A. Dessau como Semionov-Shulgovsky, reconocen que
esas acusaciones corresponden al ambiente político stalinista durante
ese periodo.
78. A. Melis, op. cit.
79. A. Dessau , op. cit.
80. Véase el folleto Retomemos a Mariátegui y reconstituyamos su
partido, Lima, 1 975.
8 1 . Véase, " M ariátegui es del pueblo y no de la burguesía" , separata
de la revista Crítica Marxista-Leninista (mimeo), Lima s/f.
82. En " M ariátegui y el trotskismo", publicado en la revista Comu­
nismo, año 1 1 , n . 1 1 1 . Lima, septiembre de 1 974� pp. 24 ss.
83. Jorge del Prado, "José Carlos Mariátegui y su época" , Unidad,
semanario del PCP, Lima, 1 5 de abril de 1 965, p. 4.
84. Por ejemplo, J aime Labastida sostiene que A níbal Ponce logró
una formación marxista teóricamente más consistente que la de M a­
riátegui, no obstante reconocer que Ponce no intentó la investigación
critica de la historia y la sociedad argentinas. Pero éste es, precisamen­
te, el problema. Porque ¿cómo se demuestra la profundidad real de la
asimilación del instrumental teórico y metodológico marxista, si no se
lo l leva al descubrimiento de una realidad histórica concreta? Véase de
Jaime Labastida, Humanismo y revolución, 2a. ed. , selección de ensayos
de Aníbal Ponce, ed. Siglo XXI, México, 1 973.
85. A . Dessau,. op. cit., p. 72.
86. Ibid, p. 7 3 .
87. A. Melis, op. cit., p . 30.
88. Defensa del marxismo, vol. 5 de las OC.
89. Francisco Posada, Los orígenes del pensamiento marxista en La­
tinoamérica. Política y cultura en José Carlos Mariátegui, Madrid,
1 968, p. 2 1 .
90. Defensa del marxismo, cit., p . 36.
9 1 . Ibid., pp. 36-37.
92. lbid., pp. 38-39.
93. lbid., p. 39.

1 23
94. l bi d . , p. 3 6 .
9 5 . l bi d . , pp. 47-48 .
96. R . Pa ris, El marxismo latinoamericano de Mariátegui, cit. , p. 14.
9 7 . Defensa del marxismo, c i t . , p . 8 5 .
98. l bi d . , p . 58.
9 9 . l b i d . , p p . 60-6 1 .
1 00. El alma matinal, v o l . 3 , OC, p . 1 7 .
1 0 1 . l b i d . , pp. 1 7- 1 8
1 02 . l b i d . , pp. 1 8- 1 9
1 03. l bid., p . 22
1 04 . l b i d . , pp. 20- 2 1
l OJ . l b i d . , p. 2 2 .
1 06. l b i d . , p . 2 8 .
1 0· 1 • I b i d . , p . 1 46 .
1 01: . A . Dessa u, o p . ci t . , p . 8 3 . .

1 09 . D . M esseguer, o p . c i t . , p p . 1 36-4 1 .
1 1 0. R . Paris, o p . c i t .
1 1 1 . A . Dessa u , o p . ci t . , p . 83.
1 1 2 . El alma matinal, cit . , p . 2 3 .
1 1 3 . Historia de la crisis mundial, c i t . , p . 200.
1 1 4 . Op. cit . , p . 1 98 .
1 1 5 . Defensa del marxismo, c i t . , p p . 1 7- 1 9.
1 1 6 . Siete ensayos . . . , cit . , p p . 57 y 7 1 .
1 1 7 . Defensa del marxismo, cit . , p . 1 7 .
1 1 S. Len i n , Materialismo y empiriocriticismo, ed . en Lenguas Extran­
jeras, M oscú, 1 948, p. 336.
1 1 9 . R . P a r i s , o p . ci t . , p . 1 9.
1 20. A . Gramsci, L ' Ordine Nuovo, 3 a ed. , ed. Einaudi, M ilán,
.

1 954, p . 1 46 .
1 2 1 . A . G ramsci, op . cit . , p p . 460-6 1 .
1 22 . Georges S ore l , Rejlexions sur la violence, 3a. ed., ed. Marcel Ri­
vi ere, París, 1 93 6 , p. 1 20.
1 2 3 . H a rry V anden, Mariátegui, influ encias en su formación ideológi-
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ca , B i b l i oteca A m a uta, L i m a , 1 97 5 .
1 24. R . París, o p . c i t . , p p . 3 3-34.
1 2 5 . J bid . , p . 2 1 .
1 26. F. Posa d a , o p . c i t . , p . 1 4.
1 27 . R . M artínez de la T o rre, º P c i t . , t . 1 1 .
.
·

1 28 . Siete ensayos . . . , c i t . , p . 2 8 .
1 29 . l b i d . , p . 29.
1 30. I b i d . , p . 34.
1 3 1 . I b id . , p . 3 0 .
1 3 2 . I b i d . , p p . 29-34.
1 3 3 . l b i d . , p . 34.
1 34 . V . R . H aya de l a Torre, Obras completas , ed. M ej í a Baca, Li­
ma, 1 97 7 , t. 1 , p p . 67 y 85.

1 -, .11
1 3 5 . Siete ensayos. . . , cit., p. 49.
1 36. l b id., p. 47.
1 37 . lbid., p . 48 .
1 38. lbid., p. 35.
1 39. V. R. Haya de la Torre, op. cit., pp. 59 ss.
140. lbid., pp. 1 1 5 SS.
14 1 . lbid., p. 84.
142. V. M i roshevsky, El populismo en el Perú. Papel de Mariátegui
en la historia del pensamiento social latinoamericano. Publicado origi­
nalmente en M oscú, y reproducido en Dialéctica, revista del Partido
Comun ista Cubano, n. 1 , La Habana, mayo-j unio de 1 942.
1 43 . H i l debrando Castro Pozo, Nuestra comunidad indígena, Lima,
1 9 1 9 y Del ayllu a l cooperativismo socialista, Lima, 1 934.
1 44. Luis Ed uardo Valcárcel, De la vida incaica, Lima, 1 925; Del ay-
1/u al imperio , Lima, 1 926; y Tempestad en los A ndes, Lima, 1 927, pu­
blicado en la ed. Minerva, de Mariátegui, con prólogo de éste.
1 45. Véase la compilación Los modos de producción en el Perú, Lima,
1 977.
1 46. Lenin, Oeuvres, t. XXXI, p. 252. En el Congreso de la I nterna­
cional Com unista, de 1 920, Lenin polemizando con N. Roy, delegado
hindú, sosten ía que .. el campesinado sujeto a dominación sem i feudal
podría asimilar plenamente la organización soviética, bajo conduc­
ción política comunista en una línea proletaria, aun si no era posible
un movim iento puramente proletario". Citado en Roger Garaudy, L e
probleme chinois, ed. Seghers, París, 1 967, pp. 77-84.
1 4 7. M arx- Engels, Prefacio a la edición rusa del M ani}lesto comunis­
ta, citado en R. Garaudy, op. cit., p. 58.
148. César Germaná, La polémica Haya-Mariátegui. Reforma o re­
..

volución en el Perú", Cuadernos de Sociedad y Política, n . 2, colección


dirigida por Anfbal Quijano, Lima, 1 977. ·

1 49. V . R . H aya de la Torre, El antimperia/ismo y el A PRA , Lima,


1 972, pp . 1 8- 1 9. Francois Bourricaud, en un libro escrito más bien con
s i m patía hacia el A PRA y H aya de la Torre, n o ha podido dejar de ob­
servar que "tal ideología se construyó sobre la base de abruptas antíte­
sis" y que el "peso del esquema dualista" explica a qué "peligros de ri­
gidez expone al A PRA antes de librarlo a los riesgos del oportun'ismo
cuando Víctor Raú l H aya de la Torre quiera imprimir más flexibilidad
a su acción". Véase, Poder y sociedad en el Perú contemporáneo, ed.
Sur, Buenos Ai res, 1 967, p. 1 39.
1 50. Ideología y polftica, OC, vol . 1 3, p. 1 60.
1 5 1 . Op. cit., pp. 82 y 248.
1 52 . Op. cit., p. 86.
1 53. Siete ensayos. . . , cit., pp. 86-89.
1 54. Ideología ¡ ' política, cit., pp. 92-93 .
1 55 . Op. cit., pp. 85-86.
1 56. Op. cit., p. 86.

1 "1'
1 57. Op. ci t . , p .
92.
1 58 . Op. ci t . , p .
91.
1 59 . Op. cit . , p p . 24 7 �4 8 .
1 60. O p. c i t . , p . 9 5 .
1 6 1 . J o rge A be l a rd o R a m os, " La discusión sobre M a riátegui", El
marxismo lat inoamericano de Mariátegui, cit., p . 1 57 .
1 62 . J . de l Prado, op. c i t . ; y J . Martínez, o p . cit.
1 63 . Y . R . H ay a d e l a T o r r e , "Sobre el papel de las clases medias" ,
0i 1'as completas , t . 1 , p p . 1 7 1 - 7 5 ; El an • flnperialismo y el A PRA ,
·
cit .
1 64 . Ideología y p o lític a , cit . , p . 90.
1 6 5 . A m í l c a r Cabra l , " L'arme de la téorie" , Partisans, n . 6-7, 1 966.
1 66 . R. M a r t í n e z d e la Torre, op . cit . , t. 1 1 , p . 300.
1 67 . Ideología y p o lít i ca , cit . , pp. 246-53.
·

1 68 . R . M a rt í n ez d e la Torre, op. cit . , pp. 392-96.


1 69 . l b i d . , pp. 3 9 7-402 .
1 70. J . del Prado, op. c i t . , J . Martínez, op. cit .
1 7 1 . M a o Tse- t u n g , l a Nouvelle démocra tie, ed . Sociales, París
1 9 5 1 . A ce rca del d e b a t e s o b r e los p roblemas de la revol u ción china,
v é a se t a m b i é n S t a l i n , Obras, vo l . 9 , ed. en Lenguas Extranjeras, M os­
cú , 1 954, pp. 209 ss. y vol . 1 0, pp. 1 0-39; Trotsky, León TÍ'otsky en Ch i­
na , ed . Monad, N ueva York, 1 976; Stuart Schram, The Political
Tho ugh t of Mao Ts e - t ung , Pall Mali Press, Londres, 1 964; Helene Ca­
rrere d' Encausse y Stuart Schram, El marxismo y A sia, ed Siglo XXI,
M éxico, 1 974; y R. G araudy, op. cit.
1 7 2 . R. M a r t i n e z d e la Torre, op. cit., pp. 402-85 .
1 7 3 . l b i d . , p p . 497-508 .
1 74 . l b i d . . p p . 5 0 8 - 1 9 .
1 7 5 . E n l a ses i ó n d e l 2 0 de septiembre d e 1 962, e n l a Cámara de
lJi p u ta d o s del Pe r ú . S a n d ro M ariátegui, hijo m ayor de José Carlos y
en ese m o m e n t o d i p u t a d o del partido Acción Popular, de Be l aúnde ,
t r a s d e c l a r a r q ue " m e m o lesta que el nombre de m i padre se mencione
en un debate d e carácter político" ( ! ) , afirmó que Eudocio Ravines
" a l e n t a b a a s u s h u estes" co n el slogan de " H ay que liquidar el amau­
t i s m o " . Citado � n L . A . Sánchez, op. cit., p. 1 90. Tam bién Alejandro
Romuldo Val le, en su " Prólogo" a figuras y aspectos de la vida mundial
( vo l . 1 7, O C ) , consigna que "Hay que acabar con el amautismo" era el
slogan de Ravi nes, op. cit. , p. 1 2.
i 76. Mariátegui sostiene que "mi concepción estética se unimisma,
en la intim idad de mi conciencia, con mis concepciones morales, políti­
cas y religiosas, y que, sin dejar de ser concepción estrictamente estéti­
ca, no puede operar independientemente o diversamente" . Siete ensa­
yos . . . , cit . , p . 2 0 7 .
1 7 7 . M i r k o L a u e r , luis A lberto Sánchez. Nota sobre e l pensamiento
burgués en la crít ica literaria peruana , Lima, 1 978 (mi meo).
1 7 8 . V é ase d e G e o rg L u k ács, Significación actual del realismo críti­
co. e d . Era . M éxico, 1 96 3 .

1 26
1 79 . N o obstante que en la obra publicada de M a ri átegui, cerca dt.
un cuarenta por cien to está dedicado a la crítica literaria y a la refle­
xión sobre las relaciones entre sociedad y literatura, este aspecto de su
labor es, en general, poco conocido y estudiado. La gran atención que
prestó a esos problemas, m uestra que n.o se trata sólo de un tributo a
sus i nclin aciones literarias, sino de su convicción sobre la i m portancia
política de prim�r o rden que esos problemas tienen, en la lucha ideoló­
gica por el surgimiento de una cultura en el curso de la revolución so­
cialista. En ese sentido, su obra se asemeja a la de Trotsky, crítico l ite­
rario y teó rico de la crítica literaria, cuya orientación siguió M ariáte­
gu i , y se emparenta con la visión gramsciana del lugar de estas cuestio­
nes en la lucha revolucionaria. Aparte de las referencias que se encuen­
tran en m uchas de las historias literarias de América H ispana, co mo
las de Bazin , Henríq uez U reña, Zum Felde, Anderson l m bert, el ún ico
estudio específico que conozco es el de Yerko M o retic, op. cit., véase,
partes 1 1 1 y IV. También hay indicaciones útiles en A. Dessau, op. cit . 1
q u e lo considera "fundador d e l a ciencia literaria marxista e n América
Lati na". Puede verse también, de A ugusto Tamayo Vargas, " El proceso
de la literatura", Presencia y proyección de los Siete ensayos, ed. Amauta
Lima, 1 976.

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