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0001 Quijano Aníbal. Introducción A Mariátegui
0001 Quijano Aníbal. Introducción A Mariátegui
RIÁTEGUI
· . níbal uij ano�
Aníbal Quij ano
Ediciones e Era
© 1 98 1 Anibal Quijano
,
mariateguianos, 70
La contribución marxista de Mariátegui al descubrimien
to de América Latina, 78
La naturaleza específica de la formación secial peruana,
79
La crítica mariateguiana del APRA y de la dirección de la
111 Internacional, 87
El carácter del imperialismo y sus implicaciones sobre la
·
lucha de clases, 91
1 carácter de la revolución: "socialismo indoamerica
no " , 97
1 debate de Buenos Aires: carácter del partido y del pro
grama, 103
;critura y crítica literaria en Mariátegui, 1 12
partir de M ari á teg ui , 1 1 4
otas, 117
°
En poco más de di ez años, más de una veintena de traba
jos, cuya gran mayoría corresponde a la última década,
han sido publicados sobre el pensamiento y la acción de
J osé Carlos Mariátegui . A pocos años del cincuentena
rio de su muerte y a pocos meses. del de la primera edi
ción de sus Siete ensayos, se ren ueva y se amplía, nacio
nal e in ternacionalmente, el interés por estudiarlo, por
encontrar su lugar y su significado en el desarrollo del
pensamiento revolucionario contemporáneo, al cual,
como todos reconocen, hizo originales y perdurables
contribuciones.
¿Qué significa eso'? ¿Qué significa hoy reflexionar so
bre Mariátegui? En el ámbito peruano, es ante todo el
testimonio irrecusable del reencuentro, cada día más
profundo, después de varias décadas, entre el movimien
to revolucio nario de un proletariado que avanza a la
conquista de su madurez política y de la dirección de las
luchas de los demás explotados peruanos, y la memoria
del hombre a quien debe la contribución central al naci
miento de sus primeras organizaciones sindicales y polí
ticas nacionales, y la aún fecunda matriz de una teoría y
de una o rientación estratégica· revolucionarias en la so
ciedad peruana.
En el plano internacional, europeo en particular, el in
terés actual por Mariátegui, de algún modo forma parte
del activo proceso de revitalización de la investigación y
la reflexión marxista, en la brega por cancelar plenamen
te el largo periodo de su aherrojamiento y anqui losa
m iento bu rocrático. Por reencontrar, tam bién en este
plano, las bases gen uinas de la vitalidad revol ucionaria
del marxismo en la propia obra de sus creadores y en el
rescate de las aportaciones hechas por quienes, como
Rosa Luxemburgo o Gramsci, fueron relegados, duran-
Q
te ese periodo, a una discreta penumbra mistificatoria de
su heren ci a teórica . En ese proceso es inevitable recono
cer ahora, por encima de las fronteras eurocentristas que
han con s tru i d o el pensamiento marxista occidental, la
contribución c r ea d o r a y vivificante de los revoluciona
rios no europeos al desarrollo del pensamiento marxista,
y en especial de los que provienen de lo que la ideología
al uso ha bautizado como Tercer M undo. En América
Latina, M a riát egu i ocupa un sitial cimero.
Desde l a segun d a guerra mundial, las más intensas y
decisivas luchas revoluciqnarias han tenido escenarios
distantes de Europa. Ttiunfantes o derrotadas, aquéllas
han revelado en Asia, Africa y Amér ica, un nuevo terri
torio del pensamiento revolucionario, y han colocado,
ju nt o a la lista de los "clásicos" europeos del marxismo,
los nuevos nombres cuyo pensamiento y acción ocupan
hoy gran parte del debate internacional: Mao, Ho Chi
Mio, Castro, Guevara, Amílcar Cabral, para citar sólo a
los más ilustres. H oy el pensamiento marxista no podría
ser concebido solamente a través de la retina occidental.
Y ahora, cuando las luchas de clases vuelven a desarro
llarse también en los propios centros del mundo capita
lista, el debate marxista actual en Europa, o en Estados
Unidos, no podría prescindir de ese nuevo marco. De
otro lado, en la crisis actual, no son solamente las ilusio
nes burguesas, alimentadas por un largo periodo de es
plendor capitalista, las que están decl inando y perd iendo
su i n s uficie n cia en el seno de la clase obrera. Son tam
bién la s infecciones ideológicas de raíz burocrática, que
pi er d en terreno en el marxismo, como consecuencia de
la revitalización de las luchas de clases, no solamente en
el orden capitalista, sino también en Europa del Este, de
m odo cada vez más visible.
Y en América Latina, la historia trágica de las derro
tas de los movimientos revolucionarios después de Cu
ba, así como el reciente desarrollo de las luchas de clases
en algunos países como Perú, Ecuador, Colombia, prin
cipalmente, explican la paralela intensidad de la búsque-
10
da de nuevas bases para la teoría y la práctica revolucio
narias, distintas de las que fueron resultado del domi
nio de direcciones burocrático-reíormistas sobre las lu
chas de los explotados de este continente.
En este camino, el reencuentro de los trabajadores pe�
ruanos con el. pensamiento de Mariátegui, constituye
todo un signo: el ingreso de las.luchas de clases en el Pe
rú, en un periodo histórico nuevo, caracterizado, funda
mentalmente, por la depuración y la profundización, en
la misma medida, del carácter histórico de la sociedad
peruana, y de la madurez de clase de su proletariado. Y
como todo reencuentro, en plena lucha, es un debate, no
una canonización.
1 1
:los, presente. No es, por eso, un azar, que algunos .de los
.emas centrales del debate ideológico de ese momento,
:ean todavía vigentes en el actual, y por lo cual el estudio
fe la obra de M ariátegui no tenga, en modo alguno, un
nterés solamente histórico.
Cuando M ariátegui nace, transcurrida una década
lesde la derrota frente a Chile, el Perú está saliendo de
os desastrosos efectos de esa guerra, y en la víspera de
m cam bio político que marca, en la práctica, el comien
15
crática en la economía y en el Estado. Es decir, de avan
zar hacia la desintegración de las relaciones de produc
ción de origen precapitalista, serviles o comunales, para
li berar mano de obra y recursos de producción, y hacia
la democratización del Estado, conforme a la ideología
liberal formalmente adoptada, sobre todo desde media
dos de siglo. Por ello, no solamente se encontraba colo
cada en situación de perm itir la continuación del predo
minio del precapitalismo y de su clase terrateniente do
minante, sino tam biéñ era incapaz de di ferenciarse
de ésta m ás rápida y plenamente, ni social ni ideoló
gicamen te.
Si n ser inexistentes, las bases del capitalismo en el Pe
rú eran no sólo precarias y débiles, sino, lo que era mu
cho más i mportante y decisivo, eran llevadas por una
tendencia a la deformación y a la dependencia, con todo
lo que ello i m plica para el destino histórico de la burgue
sía en el Perú .
Si n embargo, l o s más poderosos grupos d e la emer
gente burguesía, influidos por un difuso positivismo in
troducido hacia mediados de siglo, 4 y en frentados a la
desorgan ización y corrupción administrativa bajo los
sucesivos regímenes m ilitares, se movilizaron , a fines de
la década de los 60, hacia la disputa del poder político
con una ideología de desarrol lo nacional, lo que cristali
zó en la formación del Partido Civil en 1 87 1 5 y en el pri
mer proyecto de desarrollo capitalista nacional, bajo la
conducción de M anuel Pardo, quien asumió el gobierno
en 1872.
A pesar de algunas medidas de reforma administrativa
y ed ucacional, que mostraban su orientación moderni
zante, este pri mer go bierno civil de la burguesía perua
na no fue capaz de tocar ningún interés fundamental de
la clase terrateniente, ni de enfrentarse exitosamente a la
grave crisis económica en que había encallado la econo
mía peruana a com ienzos de los años 70, estrangulada
por una deuda externa crecida.
Ad ministrando una economía en crisis, e impotente
para remover el piso del poder de los terratenientes, no
solamente fracasó en su intento de ganar el apoyo de las
masas populares urbanas, sino que tuvo que enfrentarse
a ellas y a los representantes políticos de los terratenien
tes, poniendo en evidencia los límites y deformaciones de
su desarrollo como clase. Se dice que_ fue en ese momen
to cuando el término oligarquía, de tanta significación en
nuestra historia, hizo su ingreso en el Perú. 6
Al término de la década del 70 sobrevino el conflicto
con C hile, y sus consecuencias eQ._terraron definitivamen
te las posibilidades de un proyecto de desarrollo capita-
·
lista nacional.
Debido a ello, la implantación del capitalismo, en tan
to que relación social de producción ·dominante, se lleva
a cabo en el Perú ya bajo su forma monopólica y, en esa
condición, bajo control imperialista de burguesías ex
tranjeras, desde fines del siglo XIX.
El proceso de implantación del capital monopólico se
inicia poco después de la guerra con Chile, cuando en
1 890 los tenedores de bonos de la deuda externa, incre
mentada durante la guerra, obligaron al gobierno de Cá
ceres a la firma del Contrato Grace, mediante el cual di
chos acreedores se organiz.aron en la Peruvian Corpora
tion Ltd. y obtuvieron la concesión del control de los fe
rrocarriles, por un periodo de 75 años. Piérola, al ocupar
el gobierno en 1 895, desarrolló un modelo ya estableci
do, con una política abiertamente destinada a atraer ca
pital extranjero, que en la coyuntura era, precisamente,
capital monopólico.
· · Entre 1 895 y 1 9 1 4, se habían instalado en el Perú las
primeras cuatro grandes corporaciones, la ya menciona
da Peruvian Corporation Ltd. , Cerro de Paseo Corpora
tion, lnternational Petroleum Corporation, y Grace. La
primera de capital británico y las demás norteamerica
nas. Ocupaban, j unto a otras empresas extranjeras me
nores, el lugar de predominio en la minería, en el petró
leo, en la agricultura de exportación y en el transporte
pesado . Y en la misma etapa, el capital imperialista con-
17
seguía el dominio de casi toda la banca, del comercio in
ternacional, de la empresa principal de servicio eléctrico.
Después de la crisis económica iniciada en 1913 y con
tin uada d u rante la primera guerra mundial (1 9 1 4-1 9 1 8),
el capital i m perialista ocupó también el control de las
em presas i n dustriales más i mportantes, en la texti lería y
otras ram as menores, consolidando su dominio de la
eco n o m ía peruana en todos aquellos sectores donde se
impla n ta b a el capital com o relación social de produc
ción, y dej a n do, de ese modo, a la burguesía interna en
u n a posición totalmente subordinada y, sobre todo, des
pojada de sus p ri ncipales recursos de producción . 7
18
Debido a ello, ni la producción industrial interna, ni el
mercado interno del Perú, tienen interés para el capital
monopolista durante ese periodo, sino de manera limita
da a las propias necesidades de exportación de la pro
ducción industrial europea o norteamericana al país. Por
su carácter reducido y concentrado en núcleos, en deter
minadas ramas de producción, ese capital no tendrá,
tampoco, interés en una masiva liberación de mano de
obra, sino en la formación de un mercado limitado de
fuerza de trabajo libre.
Sobre esas bases, el capital monopolista implantado
en ese periodo, resulta en una situación estructuralmente
condicionada para no entrar en conflicto inmediato y ge
neralizado con las relaciones precapitalistas de produc
ción que predominan en el resto de la economía.
Por el contrario, las necesidades del capital implanta
do en tales condiciones, encuentran en las relaciones pre
capitalistas un elemento decisivo para su operación . En
la medida en que el valor de la fuerza de trabajo explota
da por el capital monopólico se constituye fundamental
mente en el área no capitalista de la economía, la tasa de
ganancia de ese capital resulta mucho más alta en este
país, en relación con la que puede obtener en la econo
mía metropolitana, en las mismas ramas de producción.
De ese modo, para el capital imperialista no solamen
te no será necesaria la desintegración de las relaciones no
capitalistas, sino·, por el contrario, su perduración será
útil para sus necesidades de acumulación, por el tiempo
que requiera el mantenimiento de esta modalidad de
operación . Ese tiempo fue largo .
Capital monopólico y precapital se combinarán así,
contradictoriamente, en una estructura económica con
junta, bajo el dominio del primero, en una tendencia de
acentuación de ese dominio. 10
Una de las consecuencias más importantes de esa con
figuración económica, será -como Chevalier señala -1 1
la expansión de la gran propiedad agraria bajo control
de los terratenientes señoriales, en toda la sierra perua-
19
na, y el consiguiente endeudamiento de una m ayor canti
dad de campesinado , bajo esa dominación. La amplia
ción del mercado interno de productos alimenticios de
origen agropecuario, con forme se ampliaban los cen
tros urbanos y la mano de obra en los "enclaves" y en ac
tividades de comercio y de servicios, impulsará a los te
rratenientes señoriales a extender sus tierras y a contar
con una masa mayor de campesinado para su explota
ción .
Esa expansión de la gran propiedad agraria y de cam
pesinado enfeudado bajo el dominio terrateniente seño
rial, no dejará de tener consecuencias sobre esta clase.
Una parte importante de ella se irá convirtiendo en bur
guesía comercial-terrateniente, controlando capital co
mercial en medida muy significativa en determinadas zo
nas.12
Esa reactivación del mercado interno impulsa la ex
pansión del capital comercial, que pasa a servir como co
rrea de trasmisión entre la producción mercantil proce
dente del área no capitalista y las necesidades del capital
monopólico. Y ello implica la ampliación de una capa de
pequeña y mediana burguesía comercial, i ntermediado
ra entre la burguesía capitalista y los terratenientes seño
riales y también una parte del campesinado no directa
mente enfeudado .
20
ramas de producción en que se implantaba el control de
la burguesía monopolista extranjera.
De ese modo, en el mismo proceso, cumplía el tránsito
definitivo de su condición de burguesía básicamente co
mercial a la de burguesía capitalista sensu stricto; y, de
otro lado, su opción histórica de clase nacional domi
nante quedaba castrada, dando lugar a su construcción
como apéndice semicolonial de la burguesía imperialis
ta, durante todo ese periodo. Lo último no solamente
por el carácter minoritario y subordinado de la par
te de capital que quedaba bajo su control, sino particu
larmente, por acumular en los mismos cauces y moda
lidades impuestos por la burguesía imperialista domi
nante.
Las tasas de ganancia eran mucho más altas en las ra
mas de producción exportable - algodón, caña de azú
car, minerales - , lo que arrastraba a la raquitizada bur
guesía peruana a acumular principalmente en esas ramas
que dominaba ya la burguesía imperialista. Y aun cuan
do -sobre todo después de la crisis de mediados de la se
gunda década de este siglo - algunos grupos de capitalis
tas peruanos pudieron acumular en la industria fabril y
semifabril, consiguiendo legislación protectora, eso no
cambió en lo fundamental la situación configurada.
La nueva burguesía capitalista peruana no dejó de en
riquecerse, pero sólo a condición de la pérdida de su he
gemonía en el proceso capitalis ta, en el mismo momento
en que éste ganaba el dominio en el conj unto de la es
tructura económica del país.
Las características y tendencias de este proceso no de
jaron de ser percibidas y resistidas por algunas fraccio
nes de la burguesía peruana.\ Pero esas fracciones eran no
solamente las más débiles, sino, paradójicamente, las
más apegadas a las tradiciones señorialistas de su origen
terrateniente. Y quienes, en el debate de fines de siglo,
reclamaban protección estatal para los capitalistas na
cionales, señalando las vías de un desarrollo capitalista
bajo control nacional, eran solamente aislados ideólo-
21
gos, de fili ación positivista, sin suficiente influencia en el
sen o de la clase. 1 3
Por esos factores, las fracciones nacionalistas de la
burguesía peruana fueron debilitándose y perdiendo su
l ugar en la di rección de la clase, a lo largo de l as dos pri
m eras décadas del s iglo XX. Y cuando, como conse
cuencia de la crisis del 14-18, la pugna hegemón ica entre
las b u rguesías norteamerica n a y británica se resuelve en
favo r de la p r i mera, estarán dadas en el Per ú las condi
ciones para que las fracciones m ás proimperialistas de la
burguesía interna asuman la plena dirección de la clase y
del l ugar de ésta en la dirección del Estado, derrotando a
las fracciones más ren uentes a la dominación del capital
nortea mericano , en nombre del progreso y de la moder
nidad.
Al lí c ul m i n a el proceso de semicolonizació n de la bur
guesía peruana, ocasionando la pérdida de su hegemonía
naci o n a l , i n capacitándo la para todo proyecto en esa di
rección y, en consecuencia , para toda movilizació n y or
gan i zación política de clase fuera del Estado, por un lar
go peri odo. C o n el golpe de Leguía en 1 9 1 9 y la desinte
graci ón del Partido Civil y de los otros meriores, que no
fueron rem plazados por n i ngún otro en que la clase se
orga nizara para di rigir el Estado, se cierra esa etapa de
las disputas por la hegemonía n acional. 1 4
22
condiciones, logra, en el curso de ese proceso·, volver a la
dirección del Estado, no puede hacerlo sino admitiendo
la amplia influencia de la clase terrateniente señorial en
todo el orden político del país, y la representación de las
fracciones terratenientes-comerciantes en el seno mismo
de la dirección del. aparato estatal .
E n l a medida e n que no sólo s e mantiene sirio s e ex
pande el dominio terrateniente sobre el campesinado, se
expande y se consolida también todo un sistema de po
der político local y regional, controlado por los terrate
nientes y sólo a través del cual y en conflicto con él, pue
de el Estado central presidir la estructura nacional
de poder político. Los términos de "caciquismo" y de
"gamonalismo", designan ese sistema de poder terrate
niente.
De ese modo, el Estado central es la representación de
una asociación de intereses de dominación entre la bur
guesía capitalista peruana y los terratenientes, ambos su
bordinados, aunque de distinta manera, a la burguesía
imperialista, en la medida en que ese Estado administra
y controla una formación social en cuya base son predo
minantes los intereses de la burguesía imperialista.
Y en tanto que el sistema de poder local y aun regio
nal, en las áreas de do minio terrateniente señorial y/ o
comercial, no es atacado en su base (las relaciones de
producción de origen precapitalista, ahora articuladas a
la lógica y a las necesidades de la acumulación capitalis
ta) el Estado central es el remate de una estructura global
de poder político, una de cuyas bases y de vasta presen
cia en el país, el caciquismo gamonal, no está integrado a
él aun que está vinculado a él de modo conflictivo.
En esas condiciones, por su estructura y por la lógica
de su movimiento histórico, tal sistema de poder -es de
cir, los intereses sociales que lo constituyen y lo domi
nan - excluye totalment� la participación de las masas
cam pesinas en todo canal de influencia en el Estado cen
tral y en particular en el orden de caciquismo gamonal
local. Permite solamente resquicios estrechos de partici-
23
pación de las capas medias que, sin embargo, se van am
pliando . Y rechaza la participación de los núcleos de
proletariado que la p resencia del capital está constitu
yendo como nueva clase social.
El sistem a de poder político y su Estado central, por su
específico carácter de clase, es decir, el que se deriva de
esta particular historia, asum e, así, un �arácter oligárqui
co._
Oligarquía, en el Perú, es un término que comenzó a
usarse en el siglo pasado, bajo la primera administración
civil burguesa , designando un estilo de dominación polí
tica . Pero la perduración de este estilo· llevó a dotar al
térm ino de una connotación más compleja, denominan
do ya no solamente a esta peculiar combinación de inte
reses de do minación en el Estado, sino a las clases socia
les mismas que sostenían el Estado oligárquico . Ello no
nos exime, no obstante, de la necesidad de reconocer
que, en rigor, el concepto de oligarquía designa, en el Pe
rú, a esa estructura de poder político, con un Estado
cuyo carácter de clase no es depurado, ya que su dominio
es compartido por clases que, como la burguesía y los te
rraten ientes señoriales o "gamonales" son, en la totali
dad histórica , conflictivas, pero que por determinacio
nes históricas particulares aparecerán, durante un perio
do , articulando contradictoriamente sus intereses en el
seno del m ismo Estado . Y que, por el carácter de sus ba
ses materiales, implicaba el control monopólico de las
clases dominantes sobre la orientación de su comporta
mien to .
El Estado que se reconstituye en el proceso de implan
tación y de consolidación del dominio del capital mono
polista im perialista, estará caracterizado, así, por dos
rasgos definitorios: su indefinición nacional, debido
al carácter sem icolonial que asume la burguesía inter
na que lo di rige; y su indefin ición de clase, por consti
tuirse com o articulación de intereses entre burguesía y
terratenientes, y de lo cual derivará su carácter oligár
qmco .
24
A partir de entonces, el ciclo burgués de la historia pe
ruana no po drá encauzarse por una revo lución
dem ocrático-burguesa, en el sentido de una conquista
burguesa del poder estatal, a la cabeza de las clases do
min adas y aburguesando su conciencia, para destruir la
base material Qel poder de la clase terrateniente señorial.
El proceso burg ués asumirá, en cambio, el carácter sui
géneris de una "revolución antioligárquica y nacionalis
ta" . Esto es, de gradual, aunque conflictiva y eventual
mente violenta, depuración del co,ptenido de clase del Es
tado, por el desplazamiento gradual de los terratenientes
señoriales y de las mismas fracciones burguesas asocia
das a ellos, de su lugar en la dirección d�l Estado. Y, de
otro lado, por intentos de rescate de la autonomía del
dominio nacional de la clase burguesa. Ninguno de estos
planos del proceso podría desarrollarse independiente
mente del otro.
La erradicación de la base material del poder señorial,
habrá de ser, en la historia posterior, fundamentalmente
el resultado de la gradual generalización del capital, en
tanto que relación social de producción, a todas y cada una
de las ramas de la economía del país. El lugar de esa clase en
el Estado se irá por ello reduciendo paulatinamente. Se
rán las luchas campesinas las que acelerarán fa desinte
gración del caciquismo gamonal, y muy significativa
mente, entrando en conflicto con la burguesía dominan
te, en el momento más fuerte y exitoso de sus luchas, des
de fines de los años cincuenta.
Los intentos de rescate de la autonomía nacional del
dominio de la burguesía interna, si bien pudieron ser, en
breves momentos, interés de minoritarias y débiles frac
ciones burguesas, no fueron tanto la obra de la clase, da
das sus raíces y las tendencias de su movimiento . Y por
eso enco nt r aron sus ideólogos y protagonistas entre las
capas medias y populares bajo la influencia de las prim e
ras. Y t u v ieron que llevarse a cabo, también significati
v amen t e, en buena medida en contra de la opin ión y de
la conducta de la propia burguesía interna.
25
Luchas sociales y debate ideológico antes de 1919
26
de manifiesto de qué modo la dominación terrateniente
sobre la masa indígena - en un característico régimen de
"colonialismo interno" - era el fundamento de la falta
de i ntegración nacional, a su vez factor decisivo de esa
derrota, sino ante todo porque en ese mismo momento
comenzaba un nuevo ciclo de las luchas del campesinado
indio en el país.
·
28
indio estaba inevitab_l emente mutilada por la aún indecisa
diferenciación de su clase con la de los terratenientes seño
riales, orientándolos a discutir el problema exclusivamen
te en términos culturales, y en particular morales y educa
cionales.
De allí que los temas de la educación y de la cultura, y
la modernización institucional del Estado, fueran, junto
con la especulación académico-filosófica, los ejes de su
prod ucción ideológica y fue en torno de ellos que lleva
ron a cabo sus debates más resonantes.
Todos ellos se reclamaban de un a postura nacionalista
y modernista, acorde con su ideal positivista del progre
so. Algunos, como Francisco García Calderón, 22 desde
una perspectiva optimista - sin duda estimulada por la
dinamización de la actividad económica resultante de la
penetración capitalista imperialista - , ponían su espe
ranza en el surgimiento de regímenes como el de Porfirio
Díaz y sus "científicos", o el de Juan Vicente Gómez y el
"cesarismo democrático" que los intelectuales a su servi
cio proponían como modelo, para establecer la integra
ción nacional 'y salir de la anarquía caudillesca hacia
algo como esa inventada "pax porfiriana" , como marco
del reordenamiento nacional.
Otros, como Víctor Andrés Belaunde,23 reconociendo
que "la nacionalidad no está formada todavía" y que
"nuestro ideal debe ser eminentemente nacionalista",
sólo podían reclamar la moralización y la racionaliza
ción institucional del Estado, como recursos para lograr
el cumplimiento de tal idea. 24 Y en un plano más concre
to, Garland y Gubbins25 sostenían la necesidad de facili
tar la entrada y la implantación del capital extranjero,
como ca mino de la modernización y el progreso del país.
Atrás habían quedado los reclamos de Capello y otros, y
aun las proposiciones de Manuel Pardo, para preservar
el control nacional de los recursos, y la protección estatal
de los capitalistas nacionales para afianzarlo.
Cuando las necesidades del capital planteen exigen
cias de tecnificación y modernización a la cultura y a la
29
ed ucación en el país, todavía la burguesía aparecerá divi
dida entre quienes, como M an uel Vicente Villarán26 pre
con izan u n a educació n pragmática y de orientación téc
n ica al alcance de las masas, y quienes como Alejandro
Deustua27 encontrarán la ocasión de destilar los más en
con trados prej uicios señoriales contra el i n dio, para
opon erse -¡en n o m bre del progreso!- a una educación
di rigi da a las capas populares, reclamando una educa
ción elitista e i n telectualista.
Fue s i n d u d a debido a esta debilidad social y política
de la b u rguesía peruana y de sus ideólogos reconoci dos,
que al ir produciéndose los primeros grandes conflictos
soci ales engendrados en el seno del n uevo capitalism o, el
grueso de esos i ntelectuales se encontrará enfrentado
con t ra toda posibilidad de una legislación que institucio
n alizara esas l uchas y sus o rganizaciones como parte de
un régi men b u rg ués. Sólo m uy minoritarias fracciones,
lideradas por quienes com o Billinghurst28 traían una for
mación hecha íntegramente en el extranjero, intentaron
abrir paso a esa legislación y aun apoyarse en esas luchas
para buscar u n a relativa democratización del Estado. Y,
por su puesto , fue rápidamente derrotado.
En esas con diciones, ningún p uente ideológico y polí
tico podía ser establecido entre el naciente movimiento
obrero y popular en las ciudades y en los latifundios ca
pital i stas de la costa y las fracciones modernizantes de la
b urguesía, para c ualquier tentativa exitosa de democra
tización de las bases y la estructura institucional del Es
tad o . Y las capas medias de profesionales e i ntelectuales
que i ba n a m pliándose gradualmente, vagamente orien
tadas en esa d i rección, comenzaban a ser empujadas a
colocarse políticamente más cerca del movimiento obre
ro y popular que del establishment oligárquico. Y des
pués de la crisis de mediados de la segunda década de
este siglo, frustrada la posibilidad de Billinghurst, las
ten dencias en esa dirección se consolidaron.
A u n q ue s i n una relación orgánica con las luchas del
cam pesinado con tra la expansión del gamonalismo, las
30
del naciente proletariado y de las capas medias }',popula
res urbanas, se desarrollaban paralelamente, en esas pri
meras décadas. Desde la primera gran huelga de los
"braceros" de Chicama en 1912, las luchas por la sindi
calización, la legalización de la jqrnada de ocho horas, se
hicieron más fuertes y. se generalizaron. Encontraron un
punto de unión con las luchas políticas por la dem ocrati
zación del Estado en las movilizaciones que impusieron la
candidatura de Billinghm:st, baj o cuyo fugaz gobierno lo
graron las primeras leyes de reco....nocimiento sindical. Y
tras la caída de ese régimen se desarrollaron hasta impo
ner la legalización de la jornada de ocho horas, y su prime
ra central sindical en 1 9 1 9, cuando ya la generación joven
de los intelectuales de las capas medias ingresaba también
en la lucha por la democratización de la educación supe
rior, y el conflicto dentro de la burguesía se resolvía en fa
vor de su fracción más proimperialista, pero también me
nos señorialista . 29
La implantación del capital en su fase monopólica du
rante esas décadas, había ido reconfigurando las bases
de la estructura de la sociedad peruana, a través de una
complej a combinación con la expansión del lati fundio
señorial. .Eso implicaba que en el mismo momento en
que se desarrollaban las luchas campesinas contra los te
rratenientes, estuvieran ya en escena las luchas obreras
bajo orientación anarquista y anarcosindicalista. Y
mientras el Estado, en representación de la asociación
contrad ictoria de intereses de aquellas clases dominan
tes, se enfrentaba a esa doble vertiente . de las luchas de
clases de los dominados, en el interior d e la burguesía se
iba produciendo una diferenciación política que se resol
vería por el triunfo de las fracciones más ligadas a los inte
reses de la burguesía imperialista norteamericana, que
asentaba su hegemonía sobre la británica tras la guerra del
14- 1 8 . Y del mismo modo, en el interior de los terratenien
tes señoriales, sus sectores ligados más directamente al ca
pital comercial, iban apareciendo aliados a las fraccioens
burguesas vencedoras, en el condominio inmediato del
31
Estado. El golpe de Estado de Leguía en 1919, y la política
de la década siguiente, la desintegración de los partidos
histó ricos de burgueses y terratenientes, así como el deba
te ideológico nacional, fueron una cabal expresión de esas
tendencias y conflictos.
·
32
. .
33
Repliegue físico y aventura intelectual : 1894-1914
34
Del colonidismo a la crítica social
y política: 1914-1919
35
rección de Abraham V aldeloma r , sus compañeros de La
.
�6
tra el régimen de José Pardo ( 1915-19 1 9), y con i a partici
pación de las corrientes que apoyaron a Billinghurst, fun
dó un n uevo periódico, El Tiempo, y M ariátegui renunció
a La Prensa para incorporarse al nuevo diario . Allí fue en
cargado de la crónica parlamentaria, que ejP-rció hasta
1 9 1 9.
A pesar de que en los dos años siguientes Mariátegui
todavía intensificará sus incursiones en el m undo oligár
quico, escribiendo crónicas sociales e hípicas, y manten
drá su adh esión religiosa escribiendo sobre temas cos
tum bristas y religiosos (inclusive ganó en 1 9 1 7 el premio
de la M unicipalidad de Lima, por su artículo ••La proce
sión tradicional"), la concurrencia a los debates parla
mentarios fue, seguramente, una puerta de entrada a la
observación y a la reflexión sobre los probleqias
político-sociales del país y del mundo, tan intensamente
agitados en esa época.
El Parlamento peruano de esos años era el escenario
en que se debatían las opciones ideológicas y los con
flictos políticos dentro de la coalición dominante, an
tes de la derrota de las fracciones más señorialistas
que verificaría el golpe de Leguía. Eran también los
años de la prédica wilsoniana, cuyos ecos resonaban tam
bién en el Perú, j unto con los de las tempestades políti
cas europeas, particularmente el triunfo de la revolución
rusa, y los primeros impactos de la revolución mexica
na, mientras se extendían las luchas obreras y la in
fluencia del anarquismo y el anarcosindicalismo, y los jó
venes de las n uevas capas medias intelectuales iniciaban
su en frentamiento a la ed ucación oligárquica en la univer
sidad .
En la redacción de El Tiempo convergían las corrien
tes positivistas liberales, de leguiístas y billinghuristas y,
más débilmente, la infl uencia del gonzález-pradismo y
las primeras ideas socializantes.
L a influencia de esta atmósfera puede registrarse en la
creciente ironía de las crónicas de M ariátegui, en la nue
va seguridad de su prosa de tono polémico, presu mible-
37
mente también en la medida en que su conocimiento de
la fauna oligárquica, en su calidad de cronista de publi
caciones como El Turfy Lulú, le iba revelando una reali
dad que ya era capaz de mirar como indeseable.
Por ello, desde 1 9 1 7, la casi totalidad de su producción
de perio dista en El Tiempo, aparece ya consagrada ex
clusivamente a los temas de la política nacional y ahora
observada ya también desde fuera de los debates parla
mentarios. El periodismo comienza en Mariátegui a con
verti rse en un vehículo de expresión de una nueva mira
da crítica de la sociedad, com o para varios de sus com
pañeros de redacción, principalmente César Falcón, Félix
del Valle y otros, interesados según parece antes que Ma
riátegui por las luchas sociales y las ideas socialistas, y que
probablemente ejercieron una importante influencia so
bre él en esos años.
Co mo la orientación de El Tiempo ya les resulta muy
moderada, a mediados de 1 9 18 todos ellos se agrupan
para publicar la revista Nues t ra Epoca, como vocero de
una tendencia socializante inspirada en las ideas y en el
modelo de la revista España, que en ese país dirigía Luis
Araquistain y donde colaboraba una parte de la genera
ción del 98, Unamuno entre ellos.
La orientación i deológica y vital de José Carlos M a
riátegui comienza a definirse. Y no tardará en pagar sus
primeras consecuencias. Tras la publicación en esa revis
ta, de su artículo ''M alas tendencias: el deber del ejército
y del Estado" , defendiendo la idea de emplear más los
recursos fiscales en la promoción de la educación y del
trabajo, en lugar de armas, un grupo de oficiales llegará
hasta la redacción de El Tiempo, en cuyos talleres se im
pri mía Nuestra Epoca, y maltratará físicamente al inde-
fenso y débil autor.
·
38
partido, lo que Mariátegui y Falcón rechazan, apartán
dose del grupo . ·
43
ideas", afirmará más tarde acerca de su experiencia en
ese momento.
La · atmósfera cultural e ideológica italiana de esos
años, muy influida por la obra de los filósofos neohege
lianos y actualistas como Croce y Gentile, el primero de
los cuales contaba con la admiración de muchos de los
ideólogos marxistas más importantes del debate italiano
de ese momento y al que M ariátegui conoció personal
mente, enmarcó e impregnó de modo importante el de
sarrollo de los estudios d e éste y, presumiblemente, el
modo de su encuentro con el marxismo. Y, en particular,
su relación con Piero Gobetti, antiguo gentiliano, segui
dor de Croce y liberal radicalizado q ue colaboraba en
L 'Ordine Nuovo, la revista del ala comunista del socialis
mo italiano, quien ejerció un impac to reconocido y . evi
denciado por Mariátegui m uc has veces en su obra poste
rior. Así mismo, en Italia fue donde él se familiarizó con la
obra de Sorel, que t an ta presencia llegó a tener en ·su
concepción filosófica personal. Algunos, como Robert
París, han sugerido también que el aire de movimiento
épico y heroico que el m ussolinismo insuflaba en la at
mósfera emocional italiana, habría tenido alg una parte
en la evolución del sentido mítico-heroico presente
en la concepción m aria teg u j ana de la existencia y atri
buible también a algunos revolucionarios italianos for
mados en ese p e r i o do . 5 2
Italia, pues, fue una estación decisiva en la formación
de M ariátegui, intelectual, política y emocionalmente,
llegando a ser un pe r m an e nte punto de referencia de su
visión de los problemas. Recorrió sus principales ciuda
des, se familiarizó co n su acervo histórico y cultural, se
vinculó a algunas de l a s figuras del primer plano intelec
tual y político del país, reorganizó su tesitura personal
sobre el mundo y pudo a d qui rir allí las bases de su prodi
gioso y vital aliento de agonista.
A comienzos de 1 922, poco antes de abandonar Italia,
acordó con algunos peruanos su decisión de iniciar la a�
ción socialista en el Perú .
44
Entre marzo de 1 922 y marzo de 1 923, M ariátegui re
corrió Alemania, Austria, H ungría, Checoslovaquia y,
brevemente otra vez, Francia. De ese periplo da cuenta
en sus crónicas. Bajo el impacto de la crisis social y política
del continente, se afirma su convicción sobre la necesidad
de una revolución socialista, su rechazo del reformismo
social demócrata y la para él declinación y crisis
final de la democraCia liberal y de la cultura occidental,
ya bajo la evidente influencia de sus -lecturas de Spen
gler. 53 No pudo llegar a Rusia, como era, obviamente,
su gran deseo, por las dificultades de salud de su.mujer y
de su hijo. Pero estaba seguro de que Alemania sería
pronto el segundo país soviético de Europa, estimulado
por la atmósfera política de las calles de Berlín y las huel
gas renanas.54 En marzo de 1 923, se embarcó de regreso
al Perú.
45
lista norteamericana. Y ese movimiento de obreros y es
tudiantes está enfrentado a esa política. Un mes después
de la llegada de Mariátegui, oponiéndose a una ceremo
nia d1! consagración del Perú al "corazón de Jesús" , de
cretada por Leguía, una tumultuosa manifestación de
obreros y estudiantes se enfrenta, el 23 de mayo, a la re
pre s i ó n policial; m ueren un obrero y un estudiante. Du
rante esa manifestación, el dinamismo y la oratoria de
Haya de la Torre lo llevan al comando de la moviliza
ción .ss M ariátegui no quiso participar en ese acto, por
considerarlo i neficaz y circunstancial. Haya y sus segui
dores considerarán después que esa manifestación fue el
bautismo político del Frente Unico de Trabajadores
M anuales e I ntelectuales, que daría origen al APRA.
Poco después, sin embargo, Haya invitó a M ariátegui
a participar en las U niversidades Populares González
Prada . Y en j unio de ese año, M ariátegui inició un cielo
de conferencias sobre la crisis mundial,56 con lo cual co
mienz a su propaganda socialista entre los obreros, y el
debate, cauteloso al comienzo , con el anarcosindicalis
mo dominante entre los obreros politizados hasta enton
ces . . .,
f'
riátegui es marcada ante todo por el desarrollo y madu
rez de su pensamiento político y sus trabajos de orga
nización sin dical y política del proletariado peruano.
En el p ri mer terreno, definido ya el A PRA como una
altern ativa distinta y opuesta a la 1 1 1 I nternacional en
América Lati n a (mientras al propio tiempo la orienta
ción de ésta sufre u n b rusco viraje después de la derrota
de la revol ución china en 1 927) Mariátegui entra en polé
mica con el A P RA y decide la creación del Partido So
cialista del Perú, rompiendo con el APRA y con H aya de
la Torre.60 Paralelamente polemiza con el revisionismo
de Henri de M a n , escribiendo su Defensa del marxismo.
El mismo año de 1 928 publica sus Siete ensayos.
Al propio tiempo , organiza la Confederación General
ae Trabaj adores del Perú y comienza la publicación del
periódico Labor para los fines de la propaganda socialis
ta entre l os obreros.
El año siguiente, 1 929, m arca el comienzo de una eta·
pa crucia l en el desarrollo del pensamiento revoluciona�
rio de M ariátegui, que su m uerte interrumpirá. En efec
to, su designació n como m iembro del Consejo General
de la Liga contra el Imperialismo, organismo de la IU
I n ternacional, en el segundo congreso de Berlín, a CO·
m ienzos del año, formaliza su vinculación orgánica con
la l l l I nternacional. En tal calidad, su grupo es invitadQ
al Congreso Constituyente de la Confederación Sindical
Lati noamericana de M ontevideo, en m ayo, y a la Prime�;
ra Conferencia Comunista Latinoamericana de Buenos
Aires, en j unio del mismo año . · · :�,f.
I mposibi litado por s u enfermedad de concurrir a estos
dos eventos de la 1 1 1 I nternacional, M ariátegui envía con.
una delegació n d ocumentos sobre el problema indígen 'j
la situación política y las tareas sindicales del movimien�
to obrero, para la reunión de Montevideo, y " Punto da
vista antim perialista" y " El problema de las razas · en;
América Latina", escrito en col aboración con H ugo P�
ce, para la reu nión de Buenos Aires . Y , especialmente e1t
esta última, su posición política expresada en esos docu�
1
mentos, así como su concepción del partido y del carác
ter y el programa estratégico de la revolución peruana,
entran en fuerte polémica con la direcció n oficial de la
1 1 1 I nternacional en esa reunión.61 Se inicia así una etapa
en la cual, al mismo tiempo, M ariátegui y su Partido So
cialista del Perú entran a formar parte de la 111 I nterna
cio nal, y abren una polémica fundamental con la direc
ció n oficial de aquélla.
Las dificultades políticas de Mariátegui con el despo
tismo de Leguía se hacen más graves. Al ser clausurado
su periódico Labor, decide, a fi nes de año, preparar su
viaje a Buenos Aires, para ir a establecerse allí, contando
con las previas gestiones de Waldo Frank y de Samuel
Glusberg. Pero el empeoramiento de su salud se lo impe
dirá. Su actividad no cesa, sin embargo, hasta su m uerte,
el 1 6 de abril de 1 930.
Las banderas rojas de los sindicatos obreros, la Inter
nacional en miles de voces, acompañaron su féretro . El
proletariado organizado rindió homenaje a su primer di
rigen te socialista revolucionario; y, después, los intelec
tuales de AmériCa, a uno de sus adelantados.
teraturn y sociedad . 79 ,
E m pero, n o solamente los ideólogos e historiador , ;-.'
proso viéticos son los que tratan ahora de una reapropia
ción de M ariátegui. Después de la división del Partid.4.
�
Com u n ista Peruano, entre los seguidores de la dir�cc ·�
i�
i_?
rusa y los de la china, a co mienzos de la década pasa�
.
no podía faltar en el debat� sobre M�riá.tegui el esfuerzo
.de los "prochinos", para c.Q nveI:tirl9 ,en teórico de la re
volución de la "nueva degiocracj�?;y : de la "libe raci ón
. nacional", y de la revolución en dos: eiapas, 80 o de s u m ú s
reciente versión peruana:· , '.' revolución nacional-den� o.-
crattca-popu 1 ar " . 8 1 . . . :· ,. . : , - -'..
, .
_ <
�I
lobra revo l ucion aria del Amauta. .
� El pensamiento de M ariátegui fue desarro l l á n d o ... c:.· i: n
curs � d � � na frenét! ca explora � �ó � person a l del �1 l)r} -
� nte h 1stonco de su t.1empo� ram 1 f lcandose e n u n a m s o ·
. e�
lita ri queza de facetas y en diversos planos, y fue madu
rando sobre todo a medida en que fue concretándose su
con d ición de di rigente revolucionario del proletariado
peruano, y con fo rme éste, en gran parte bajo su influen
c i a , c o m e n z a b a a alzarse a un n uevo nivel de organización
y d e co n c i e n ci a .
A u n q u e n o h a sido con secuente con l a m etodología
i m p l íc i t a e n s u a fi rm ación, es un acierto de Jorge del
Pra d o s e ñ a lar que "la personalidad de M ariátegui fue
desa r r o l l á n d o s e s i m ultáneamente con la personalidad de
l a c l ase o b re r a " peruana .83 Pero ello implica l a necesidad
de a p r o x i m a rse a su estudi o no como a un compendio
s i s t e m á t i co y cerrado, l o que suele h acerse, sino como a
u n p r o c e s o q u e , c o m o el de cualquier hombre abrasado
p o r la p a s i ó n del co noci miento y de la acción, va hacién
d o se y re h a c i é n d o s e en todo o en parte, en función de la
a t m ó s fe r a e n q u e v i v e en cada momento, de las herencias
i d e ol ó g i c a s y e m o c i o n a les recibidas, de las necesidades
p a r t i c u l a re s de l a polémica en cada situación, de la dis
p o n i b i l i d a d o n o de ideas y de conocimientos dentro del
h o r i z o n t e de la reflex ión de su t iempo, lo que pocos en
!> a y a n . Y m u c h o m á s el de un hombre como M ariátegui ,
a u t o d i d a c t a d e s d e las bases de su formación , en lucha sin
t r e g u a c o n t r a la adversidad física y el tiempo. Lo esen
ci a l d e s u o b r a fu e hecho en siete años, y no de modo sis
t e m á t i c o s i n o fre n t e a las necesidades polém icas y vita
,
les d e e s e t e n s o p e r i o d o
.
s a r r o l l o d e l a formación de su autor.
P o r t o d o e l l o , desa fortunada mente, nos faltan aún es
t u d i os o r g a n i z a d o s d e n tro de esa perspecti v a , que permi
t a n s e g u i r e l m o v i m i e n to de su reflexión y l as razones de
s u s b ú s q u e d a s y p e r p l ej idades, en lugar del habitual or
60
tén tica mente científico [ revolucionario, p ues, A . Q . ] al
marxi smo " . Esto es, su calidad de marco y punto de par
tida para investigar, conocer, explicar, in terpretar y
cam biar una realidad histórica concreta, desde dentro de
ella m isma. En lugar de ceñirse a la ••aplicación" del apa
rato conceptual marxista como una plantilla clasificato
ria y n o m i nadora, adobada de retórica ideo lógica, sobre
una realidad social determi nada, co mo durante tanto
tiem po fue hecho entre nosotros, lo mismo por los here
deros de la retina eurocentrista que por los seguidores de
la · · ortodoxia" de la bu rocracia oficial del movimiento
com u n i sta, después de Len i n .
M ás a l l á d e las limitaciones d e s u formación, e n una
vida corta y como pocas d ura, sujeta tamb ién a las li mi
taciones del horizon te de i deas y de conocimientos de su
tiempo sobre los pro blemas específicos de la historia pe
ruana y lati noamericana; más allá de n uestros acuerdos
y desacuerdos con sus form ulaciones concretas, como
in vestigador y co mo di rigente po lítico del proletariado
revoluci o n ario, es por aque l las razones que M ariátegui
tiene h oy el sitial de un fundador y de un guía actual para
el m a r x i s m o en América L atin a .
Es, por eso , desde esta perspectiva y en función de ella,
que debe hacerse el debate de su pensa m iento y de su ac
ción, y el balance de los elementos que concurrieron a s u
desarro llo. E n particular, de aquellos de origen no mar
xista que llegaro n a tener presencia destacada en su for
mación intelect ual y emocional, como la concepción, en
muchos aspectos metafísica, que atravesaba su fascinada
avidez por explo rar todos los ám bitos de la experiencia
humana sobre la tierra, o s u admiración por figuras que
hoy nad i e admira, como Sorel, o su frecuente referencia
a Dios y al sen t ido religioso de su vocación política.
res es p i ri t u a les .
P o s a d a señ a l a , a p rop ó s i t o de ese texto, que " M ariáte
g u i n o plantea en su o b r a u n a problemática metodológi
ca y el l a ca re ce de u n co nj u n t o de conceptos fi l osóficos
estructurados. El m a r x i s m o era para él fruto exclusiva-
mente de la confrontación , no fruto de la ciencia y de
una práctica teórica. M a riátegui representa en Latinoa
mérica la tesis de que el marxismo se define como tal en
la controversia, descalificándose así implícitamente su
valor como teoría" .89 Pero, si lo primero es en gran me
dida cierto, lo último es mucho más el testimonio de la
presencia, en Posada, de esa infección althuseriana que
dh:tingue entre .. práctica teórica" y "práctica política",
como dos cuestiones separadas, lo que no son sino - tan
mal llamadas de ese modo - dos momentos de una mis
ma práctica .
Lo cierto es, sin embargo, que M ariátegui sostiene que
11EI m aterialismo histórico no es, precisamente, el mate
rialism o metafísico o filosófico, ni es una Filosofía de la
Historia, dej ada atrás por el progreso científico . Marx
no tenía por qué crear más que un método de interpreta
"7 ()
"laten te" ( Paris) su reflexión sobre la historia y la filoso
fía. Es cierto, sin embargo, que Croce medió - como lo
demuestra Paris- el conocimiento de M ariátegui acerca
de Labriola y que la huella de su lectura, p articularmente
del Materialismo storico ed economia marxistica, de
Croce, es registr�ble en el modo mariateguiano de en
samblar la ••metodología marxista de interpretación his
tórica" en una filosofía de la historia.
En cambio la influencia de Sorel, y a través de él, prin
cipalmente del Bergson de La evolución creadora, es mu
cho más directa en M ariátegui y éste no ocultó su inmen
sa admi ración por el ideólogo del "sindicalismo revolu
cionari o " . De él toma la i dea del mito social como fun
damento de la fe y de la acción revolucionaria de las mul
titudes, así como antídoto contra el escepticismo de los
intelectuales y alimento esencial de una concepción me
tafísica de la existencia. Reflexiones sobre la violencia de
Sorel, ocupa un lugar tan privilegiado en la admiración
de M ariátegui y son tantas veces las citas de este autor a
. las que recurre como apoyo y autorizada palabra, que
1 Dessau ha podido decir que parece que "conoció más a
Sorel que a Lenf o " . u 1
Para M ariátegui, Sorel es "uno de los más altos repre
sentan tes del pensamiento francés del siglo X X " , "2 y Re
Pexiones sobre la violencia "representa por su magnit ud
y consecuencias histó ricas, otro de los libros del nuevo
siglo" , 1 13 poco después de afirmar que La evolución crea
dora de Bergson , a cuyo conocimiento y admiración lle
gó a tr:avés de Sorel, "constituye, en todo caso , un aconte
cimiento mucho más considerable que la creación del
reino servio-croata-esloveno, conocido también con el
nombre de Y ugoslavia". 1 14 Y no titubea en repetir una
afirmaci ón del periódico Journa/ de Geneve, recogida en
el artículo del propio Sorel, " Pour Lénine" , según la cual,
aq uél t u vo una influencia m uy grande en la " fo rmación
espiritua l " de Lenin . m Y todavía en los Siete ensayos l o
coloca j u n to a Marx, ya que para M ariátegui la civiliza
ción ' ' d e M arx y de Sorel es una civilización industrial" y
Sorel es un "econom ista moderno " . 1 1 6
En su co m b ate con t ra el positivismo, M a riátegui ape
l a a n te todo a la a u t o r id a d de Bergson-Sorel: "superan
do las bases racio n a l istas y positivistas del socialismo de
su época , S o rel enc u e ntr a en Bergson y los pragmatistas,
ideas q u e v igorizan el pensam iento socialista, restituyén
dolo a l a m i si ó n revo l u c i onaria de la cual lo habían gra
d u a l m e n te alej ado el aburguesamiento intelectual y espi
r i t u a l de los part idos y d e s us parlamentarios, que se sa
tisfacía n en el ca m po fi losó fico con el historicismo más
chato y el evo l ucio n ism o más pavido . . . " 1 1 7
C i n cuen ta años desp ués , sorprende en un hom bre
co m o M a ri áteg u i esa desa forada admi ración a un pensa
m iento tan co n fuso y p re s c indib le co mo el de Sorel . Sor
prende a ún más que crea en la gran infl uencia de Sorel
sobre Len i n , a pesar de c o nocer y citar Materialismo y
empiriocriticismo del ú ltimo, donde Sorel es vapuleado
co m o ··co n fusion ista bien conocido " y una de esas per
s o n a s que · · n o pueden pensar más q ue contrasenti
dos .. . ' ' 8 y d o n de Len i n se dedica a demoler prolijamente
todas a q u e l l as corrien tes filosóficas que, co m o las que
Sorel defiende, encarn an la hostil idad reaccionaria al.
m a r x i s m o . Po r lo demás, como hace bien en anotarlo
Pa r í s , 1 19 l a s obras que contienen ya todo el fundamento
de l . . len i n is m o " , fu er on publicadas por Lenin antes de la
aparici ó n de Reflexiones sobre la violencia.
S i n e m b a rgo, la sorpresa no debe ser m ucha, s i se re
cuerda q u e e n l a atmósfera del debate ideológico italiano
que M ar iá teg ui vivió, Sorel ten ía una presencia importan
te y que, en genera l , en Europa, ·ei l lamado sindicalismo
revo l uc i o n a r i o , c u yo ideólogo más conocido era aquél,
l l egó en los a ñ o s de l a pri mera posguerra a tener una in
fl uencia a m p l i a en tre obreros o intelectuales revol uciona
rios.
M a r i átegui h a b ría conocido a Sorel en Italia, por sus
v i n c u l aci ones con C roce. Pe r o quizás tam bién conocía,
leye n d o L · Ordine Num·o, qu e el propio G ram sci no ocul
taba s u d e fe rente co n s i deración p a r a con Sorel, no obs-
tante s u explícita condenación del ••si ndica l i s m o revo l u
cionario" y s u advertencia d e que n o h ab í a e n S o re l u n
método consistente q ue p u d iera usa·r se con res u l t a d o s
siem pre eficaces. 1 20 A pesar de lo cual, G ra m sci elogiaba
en Sorel haber heredado .. un poco de las v i rt udes de s u s
dos m a estros; la ás per a fógica d e M arx y l a con m o v i da }
plebeya elocuencia de Proudhon", por lo c u a l . . s u p a l a
bra n o puede dejar indi feren tes a los o b reros t u ri n c
ses" . 1 2 1
Y G ra m sci n o podía, sin embargo, ign o ra r q u e l a a po
l og ía so rel i a n a d e la v i o lencia n o d ese m b o c a ba e n l a des
tru c c i ó n del capitalismo y de la burg ues ía, s i n o qu� es t a
ba e x p l ícitamente con cebida com o u n meca n i s m o d e u t i
lizac i ó n de la lucha de clases y de s u v i o l e n c i a , pa ra ga l ·
va nizar de nuevo la vol untad de l a b u rg uesía , i m p i d i c n ·
dueño.
S urg e . e n t o n ce s , l a p reg u n t a necesaria acerca de por
q ué f'v1 a r i á t c g u i a c o r d a b a un l u g a r tan p r o m i n e n t e en su
p e n s a m i e n t o a l a o b ra de C roce . Gobetti y , especialmen-
te. de Sorel. y a través de éste, a la influencia del bergso
nismo y del pragmatismo, y en menor medida del U na
m u n o d e Agonía del cristianismo y El sentimiento trágico ·
de la vida.
No soy el pri mero en sospechar que l a angustia maria
tegu i a n a , su necesidad de· una concepción heroica de la
existe n c i a y de fundamentos metafísicos para su volun
tad de acción revol ucionaria, tienen mucho que ver con
el pasado de inclin aciones místico-religiosas y estéticas
del M a ri átegui anterior al viaje a Europa, y cuyo con
frontam iento con el materialismo marxista no pudo ser
resuelto a través de una discusión en el terreno epistemo
lógico y metodológico, dadas las insuficiencias implica
das en su formación enteramente autodidacta, y encon
tró un ca uce ético-filosó fico de sol ución que, no por ser
teórica mente inconsistente, era menos eficaz psicológica
mente en el Mariátegui maduro . A ello contri buyó m u
cho el ca rácter m ismo del debate ideológico italiano y el
predo m i n io de las cuestiones culturales y políticas, pero
sobre la base de la propia formación de M ariáteg u i .
C u a n d o a su regreso d e Europa, Mariátegui encuentra
el pos i t i vismo rebajado a l a ideofogía del corrupto arri
bism o del periodo de Leguía, su convicción de q ue el po
sitivism o era responsable del reformismo parlamentario
de l a soci a l democraci a. y de la crisis del liberalismo, que
se habían revelado im potentes para contener el fascismo
el uno, y para desarrollar la revol ución social ista l a otra,
queda rá fortalecida. Y , a pesar de que la más reacciona
ria i n teligencia peruana se apoyaba en el vitalismo berg
son i a n o con tra el positivismo, él se senti rá j usti ficado en
el uso d e l mismo bebedero ideológico para com batir el
posi tivismo y a Leg u ía . Lo que le parecía i m po rtante no
era el o r i gen y la relación de esas ideas con el marxism o .
sino su efi cacia, e n u n determ inado momento histórico,
para coady uvar a la causa de la revolución moviendo a
las men t es fuera del .c o n fo rm ismo que, en el Perú, era na
' lura l m e n t e eq uivalente a sostener el orden oligárq uico
l im peri a l i st a .
1
De a l l í . p o r ej e m p l o . l a adopción de la idea del m i to
soc i a l co m o i n s t r u m e n t o pa ra m o v i l izar a las m asas in
d i a s . q u e no e s t a b a n en co n d iciones de acceder a u n pla·
n o m ü s e l a bo r a d o d e l con oci m iento de la teoría revo l u
c i o n a r i a , . . E l v u lgo no s u t i l iza t a n t o . . , d i rá u n a vez, para
so s t e n e r l a n ece s i d a d d e l m i t o . Se eq ui voca, por eso, Pa
r i s . a l sost e n e r q u e l a a d h es i ó n de Mariátegui a Sorel y a
s u i d ea d e l m i t o s o c i a l , era s ó l o u n a expresión del recón
d i t o reco n oci m iento que aq uél ten ía, de que en las condi
c i o n es pe r u a n a s la i d ea m i s m a de u n a revo l ución socia
l i st a e ra u n m i to . a l c u a l tenía q ue a ferra rse p a ra conti
n u a r a c t u a n d o y d i fu n d i e n d o el socia l ism o . 1 24 Sería necio
dec i r q u e t o d a esa i d e o l ogía q u e en Mariáteg u i enmarca
ba a l m a rx i s m o . era só lo exterior e i nstrumenta l , o q ue el
l u g a r q ue t e n ía en su pensa m iento fuera superfici a l o pe
q u e 11 o . N o � e s t a b a en la capa m á s honda de la tensión
e m oc i o n a l del h o m b r e . Pe ro es n ecesario, también , reco
n oce r q u e él h a cía de esa ideo l ogía un uso pa rticu lar y
co n sc i e n t e � p i so e m o c i o n a l y ético pa ra m o ver el á n imo y
l a co n d u c t a p r o p i a y aj e n a h ac i a la revo l ución socialista.
Po r t o d o e s o . ca rec e n i g u a l m e n te de asidero real la
i d e a ac u ñ a d a por S a l a z a r Bondy, sobre un • • m a rxismo
a b i e rt o . . q u e e n M a ri áteg u i sería la a l ternativa a un
" m a r x i s m o d og m á t i c o · · . o la a ú n m ás peregri na prete.n
si ó n de A g u i r re G a m i o so b re u n M a riátegu i ideól ogo de
u n soci a l i s m o rel i g i oso p a r i e n te del de Berdi aev . Es más
co r recto señ a l a r q u e no todo en el pensam iento m ariate
g u i a n o e r a m a rx i s t a y q ue en s u polém ica con t ra el revi
s i o n i s m o y el posi t i v i s m o son las cuestio nes ético
li l o s ó fi c a s l a s q ue t i e n e n pri m acía sobre las epistemoló
g i c a s y m e t o d o l óg i c a s , acerca de l as cua les s u formación
e ra i n s u fi c i e n t e .
Robert Pa ris ha seña lado q u e esos problemas y e n espe
ci a l l a i m pro n t a soreli a n a e n el pensamiento de M ariáte
g u i , " h ace q u e resu lte tan a m b i g u o el a p a r at o conceptual
de l o s Siete ensayos, así com o t a n dificil en todo m omento
l a cl a r i fi c a c i ón pol ítica e ideo l ógica de este mismo perio-
d o " . m Y Posada parece retener a d uras penas la ten t a ción
76
de tirar el niño j unto con el agua sucia, afirmando que M a
riáteg u i corresponde "más bien a la fase de gestación del
marxismo en América Latina [. . . ) no consciente de la espe
cificidad teórica de la fi losofía marxista", 1 26 sin duda por
que él mismo estaba más. interesado en la "práctica teóri
ca" a utónoma, ajena al marxismo.
Lo q ue hoy nos aso m bra en la obra m ariateg u i a n a es
q ue a pesa r de s u s a m big üedades concept ua les y de l a i n
suficiencia de s u formación teórica , ,h ay a log rado h acer
los desc u b r i m ien tos teóricos más i m portan tes de la i n
ves t i g ac i ó n m a rx i sta de s u tiempo en y sobre A mé rica
Lat i n a . q ue c ons t i t uyen p u n tos de part i da n ecesarios
para l a c r í t ica revo l ucionaria actual de n uestra sociedad.
A u n q u e es por eso q ue l a obra de M a riáteg u i es i m por
ta n te en la h i storia del Perú o de A mérica Latina, y n o
po rq ue en ella s e enc uen tren todas e s a a m b ig üedades, o
por c u a n t a ad m i ración ten ía por Sorel o Croce o U n a
m u n o . Y n o es acaso m uy grande el riesgo de decir que,
de a l g ú n modo, s u s desc u b ri m ien tos marxistas de la rea
lidad fu n damenta l del Perú de su tiempo, fuero n la con
q u i s t a de una mentalidad cuya autonom ía y osadía i n te
lect ua l . e ran apoyadas i ncl u s i ve en esos elemen tos teó ri
camente es pu r ios y, sin embargo, psicológicamente efica
: ces p a ra perm i t i r que no se plegara s i m plemente a u n a
[adhesión a c r í t ica a las ••ortodoxias" burocráticas.
1 Porq ue fue la enhiesta voluntad de acción revol uciona
\ ria d e l h o m bre, y no importa si alimentada por una con
[ cepción m etafísica de la existencia individual, lo que le per
\ m itió ll ev a r a la práctica lo que está implicado en la XI Te
!sis sob re Feuerbach, por debajo de su apariencia de recla
mo ético : q u i e n quiera conocer la realidad ha de saber que
78
ideólogos del orden oligárquico-imperialista, al naciona
lismo democrático aprista, entonces radicalizado con
elementos socializantes y marxizantes, y a la di rección
oficial de la 1 1 1 I nternacional en América Latina.
N o es m i propósito aquí, en el marco de un en sayo i n
troductorio, presentar y discutir cada uno de los elemen
tos de esa polém ica y en cada una de sus etapas, sino
a qu e l l o que, en mi opinión, constituye lo más o riginal y
RO
produciendo efectos n o solamente sobre la lógica del de
sen vo l v i m iento eco n ó m ico s i n o también sobre la men ta
l idad de las cl ases, es el hall azgo básico de la i n vestiga
ci ó n m a ri ateg u i a n a . De a l l í se derivará n sus desarro l los
sob re el carácter y las perspecti vas de l a revol ución pe
rua n a .
A pa rte del debate, h asta h o y i n acabado, so bre el p ro
blema del . . feudal i s m o colon i a l " y del .. co m u n ismo i n
ca ico " , q u e eran visiones com pa rtidas a m p l i a m ente con
'
las co rrien tes democrático- n acion al istas y H aya de la
To rre 1 3 4 - q uien desde 1 923 venía sosten iendo en el exi l i o
esas t esis , ese enfoque mariateguiano era e l único que
-
d a l p re v i a a u n a a n t i c a p i t a l i s t a . c o m o la experiencia eu
ro pea s u g e r í a y a ú n s i g u e s u g i rie ndo a muchos, en la me
d i d a en q u e l a s l u c h a s de cl ases q u e eran d ete rminadas
p o r e s t a p a rt i c u l a r co n fig u r ac i ó n h i stó rica, no podían
d esen v o l v e r se e n t a n t o q ue revolucionarias, de otro
.
d o s t i e m p o s , u n a t a q u e a l i m p e r i al i s m o y al capitalismo
c o m o tal .
N o h a y q u e s e r m uy pers p i c a z , t ras el largo y fatigoso
ca m i n o r ec o r r i d o p o r el d e b a t e latinoamerica n o de las
d o s ú l t i m a s d é c a d a s p a r a a d v e r t i r que la teoría de la re
,
v o l u c i ó n p o r e t a pa s es h e redera y t r i b u t ar i a entrañable
d e l a t e o r í a d u a l i s t a d e n uest ras fo r m a c i o n es sociales, en
t re u n sect o r fe u d a l y o t ro ca p i t a l i sta, que sólo tienen en
c o m ú n u n terri torio j u r íd i c a m e n te delim itado po r un
país o un c o n t i n e n t e .
U n i da d de elemen tos contradictorios, en u n a determi
nada y concreta situación histórica, donde se com b i n a n
desi g u a l es n i veles d e desarrollo, i n terpenetrándose y
cond i c i o n á n dose constantemente y donde n o se p uede
dest r u i r u n o de sus elementos s i n afecta r el conj unto y a
la i n vers a , es l a visión categóricamen te marxista y d i a léc
tica q u e n os ent rega M a ri áteg u i como fo rm u lación espe
cífica y como post ura epistem o lógico-metodológica .
Es verdad, sin embargo, y sería ocioso nega rlo, q ue esa
concepción no llegó a ser plen a y s i �tem áticamente ela
borada por M ariáteg u i , y aparece en buena medi da in
tuida y poco consolidada.
De otro lado es notorio. q ue l a mayor atención de M a
riáteg u i se concen tra en el a n á l isis del sector n o capi t a l i s
ta de la eco n o m ía , com o tem a dom i n ante de s u i nvestiga
ción y de s u reflexión económ ico-social. Eso n o indica,
em pero, s i n o el hecho de que el problema del cam pesi na
do era obviamente el tem a cen tral de todo el debate polí
tico de l a época en el · Perú, cubierto en abrum ador pre
dom i n i o por las corrien tes democrático-naci o n a l i stas
que H aya aca u d i l l aba, m ientras q ue la figu ra m a rxista de
M ari áteg u i fue, d u rante la mayor parte del periodo, soli
tar i a . Y , de otro lado, el hecho demostrab le de que el
prop i o pensam iento m a riateg u i a n o compartía en a m p l i a
. med i d a m uchas d e l a s concepciones ambientes, lo q ue
l si n d uda e ra faci l i tado porque hasta 1 928 H aya estaba en
su fase i deológica más radical y baj o una apreciable i n
íluencia m a rxista .
A pesar de eso, es también demostrable que aun den-
tro de esa com ú n perspecti va, l a base del en foque m a ria
teg u i a n o ll eva a d i ferencias susta n t i vas en l a teo rización
del pro b l e m a campes i n o y del feudalismo. A pa rte del he
cho de q ue el d u a l ismo no está p resen te en M a ri áteg u i ,
debe anotarse q u e m ien tras p a ra H aya y s u s seg u i d o res
lo q ue e x i st ía en la est ruct u ra económ ica de la s i erra era
u n feudalismo tota l, de o rigen colo n i a l , M a riáteg u i co lo
85
d a v ía h oy rep i ten con i ngen u i dad algunos comentaristas
per u a n os de esas tesi s de M a riátegui . 145
Eso, s i n e m b a rgo, en n a d a apoya la b a n a l tergiversa
c i ó n q u e M i rosh evs k y fabrica sobre el l ug a r que M a riá
tcg u i p l a n tea p a r a el dest i n o d e l a .. comunidad indígena"
e n e l p roceso de l a revo l u c i ó n soci a l i sta peruana, pues
a q u í v u e l v e a e n c o n t r a rse u n a de l a s más o r i g i n ales y va
l i osas con t r i b u ci o nes del A m a u ta para el problema de la
revo l u ci ó n per u a n a en ese per i o d o , y que coinciden , sin
q u e é l l o s u p i e ra, c o n a l g u n as i deas de Len in sob re el pro
b l e m a d e l pasaj e a l soci a l i s m o de sociedades en q ue toda
v ía q u e d a b a n a m p l i os s ec t o r e s precapitalistas.
E n e fec t o , en el I n fo r m e p resentado en n o m b re de la
C o m i s i ó n s o b re el p r o b l e m a nacional y colonial al Se
g u n d o Co n g reso de la I n te r n a c i o n a l Com u n ista, en 1 920,
Len i n sost e n ía q ue .. La I n te r n aci o n a l com u n i sta debe es
t a b l ece r y j u st i fi c a r , en el plano teórico, el principio de
q u e c o n l a a y u d a d e l p r o l eta r i a d o de los países avanza
d o s . l o s p a í ses a t r a s a d o s pueden a r r i b a r al régimen so
\'iético y. p a s a n d o p o r c i e r t a s etapas de desarrol lo, al co
m u n i s m o , ev i t a n d o el estad i o ca p i t a l ista" . 1 46 Desecha
a s í , e n é rg i c a y n í t i d a m e n te, esa suerte de .. econom ismo"
q u e s o s t i e n e q u e no es posi b l e s a l t a r la etapa capitalista
bajo n i n g u n a co n d i c i ó n h i stórica, tan ca ra a los menche
v i q u es, al revision ismo de Bernstein ( Conditions du socia
lisme) y al stalinismo después.
Po r l o d e m ás, esas tesi s l e n i n istas p roven ían directa
m e n t e de M a rx y E n g el s , quienes en el Prefacio a la tra
d u cc i ó n r u sa d e l Manifiesto en 1 882, señalaban que " En
R u s i a , j u n t o a l a espec u l a c i ó n ca p i t a l ista que se desarro
l l a fe b r i l m e n te y de la p r o p i e d a d agraria burguesa en ple
n a fo r m a c i ó n , m á s de l a m i ta d de la tierra es propiedad
com u n a l de los ca m pe s i n o s . Se t ra t a , por t a n to , de saber
si la c o m u n i d a d ca m pes i n a rusa, esta fo r m a ya descom
p u esta d e la a n t i g u a propiedad co m u n a l de la tierra, pa
s a rá d i rect a m e n te a la fo r m a com u n i sta s u pe r i o r de la
p ro p i e d a d a g r a r i a , o bien e l l a debe s eg u i r primero el mis-
86
m o p roceso de disol ució n que ha sufrido e n el cu rso del
desa rro l l o h istórico de Occidente" .
. . La ú n ica resp uesta q u e se puede dar hoy día a esta
cuesti ó n es la siguiente: si la revol ució n rusa da la seña l
d e u n a revol ución obre ra en Occiden te, y si las dos s e
com plementa n , l a propiedad com unal actual de R usia
pod rá serv i r de punto de partida a una evol ución com u
nista . " 1 4 7
M ariátegui redescubría, en suelo peruano y por su
cuen ta, ideas con u n a y a l a rga e i l ustre h i storia e n el de
sa rro l l o de la teoría revol ucionaria m arxista, p recisa
mente porque venía de hacer aquel descubri m iento fun
damental ya señalado, como la base de todo s u en foque
teó rico acerca del ca rácter de la sociedad peruana· y de
sus perspectivas revo l ucionarias. Y era lo q ue, en s u s
propios térm i nos, puede s e r cali ficado com o .. determ i
n ismo pávido" y ••positivismo chato " , i n fectando p ro
fu n d a mente la n ueva .. o rtodoxia" burocrática de la 1 1 1
I n ternacional sta l i n i sta , e l ú n ico e ineficaz respaldo a l a
torpe a rgumentación d e M i roshevsky com o vocero de
esa d i recció n .
QQ
cond ucida principalmente en Asia y en particular en el
caso de China, donde se llevó al partido com u nista a su
i n tegración y casi diso l ución dentro del Kuo M i n Tang,
hasta s u fracaso, que culminaría con las masacres de
S h a ngai en m arzo de 1 927 y el baño de sangre de l a he
roica C o m u n a de Cantón del proletariado chino, en di
ciem bre del mismo año, baj o las balas del ejérci to del
Kuo M i n Tang conducido por Chiang K ai-shek .
Y puesto que H aya de la Torre defin í a entonces a l
A PRA c o m o e l K u o M i n Tang lati noamericano, M ariá
teg u i p ud o sentirse j usti ficado no solamente en s u parti
cipación dentro del A P RA , sino en la cautela y lentitud
de la di ferenciación y a utonom ización política fren te a la
corriente democrático-nacionalista p redo mi nante den
tro de ese frente único. A pesar de que sus tareas de orga
nizador sindical y s u pro pagan da socialista fuero n i n ten
sas y reales, es tam bién efectivo que solamente al final de
esa etapa Mariátegui se concentró eri la polémica diferen
ciadora y en la o rgan ización política autónoma de la co
rriente socialista dentro del frente, en 1 928 .
H asta comienzos de 1 927, la d irección de la I I I I nter
naci onal estaba aún claramente interesada en atraer a s u
órbita al APRA y pres u m i b lemente en ganar l a adhesión
del propio H aya de la Torre. Pero al hacerse claro el fra
caso de la política con el K uo Min Tang en China, y la
cada vez más defin i da actitud de H aya co mo alternativa
latinoamericana a la 1 1 1 I nternacional, la ruptura será
inevitable. Todavía, sin embargo, Haya es i n vitado al
Congreso Anti m perialista de B ruselas, en feb rero de
1 92 7 , un mes antes de l a m asacre de S hangai . Y a pesar
de la enérgica oposición de algunos dirigentes comunis
tas latin oamericanos, M ella principal men te, la conducta
de la di rección de la I ntern acional aún es am bigua frente
a H aya y al A PRA. Pero, a partir de entonces, los cam
91
reco r re toda su obra, en H aya el i m peri a l i s m o asume u n
carácter a m b i g u o : al m i s m o tiempo es l a d o m i n ación ex
t ra nj e ra , i n deseada, y l a i n iciación del progres o , deseado
y n eces a r i o .
Pa r a M a ri á teg u i , en ca m b i o , n o so lamente n o hay tal
d u a l i s m o , co m o ya q u e d ó demostrado an tes, s i n o que el
i m pe r i a l i s m o e s , a n te todo , capital m o n o pó lico en ex
p a n s i ó n i n tern aci o n a l , y su emergencia constituye la i n
t e r n a c i o n a l i za c i ó n de la estruct u ra del capi tal, en tanto
q ue rela c i ó n s oc i a l de p ro d u cció n . Es deci r , es sobre
t o d o e l ca rácter d e clase de la d o m i nación i m perialista lo
que así s e p o n e a l descu bierto: capital m o nopólico, ex
p l o t a d o r del t ra b aj o ; b urguesía m o n opoli sta, explotado
ra de la c l a se o b rera . Y s o l a m e n te a partir de ello, puede
u b i c a rse a p r o p i a d a m e n te la relaci ó n n acio n a l : b u rguesía
e xt r a nje r a s o b re trabaj ad o r peruano o latinoamerica
n o . • so
D e e s a m a n e ra , e n pleno acuerdo con Len i n , citado
expl íci t a m e n te, la penetració n i m perial ista en América
La t i n a es la de l a ú lt i m a fase del capitalismo y no de su
p r i m e r a , c o m o H aya q u iere para resa ltar su "origin ali
dad " fr e n t e a Le n i n .
Deb i d o a e l l o , y n o tanto por l o extranj ero d e s u ori
ge n y co n t r o l , e l capital q u e penetra en A m érica Latina
no puede o p e r a r co m o el cap ital competitivo operó en
l a s fa ses p r ev i a s del desarro l l o capitalista en Europa o en
Estados U n i d o s : . . La época de la l i bre concurrencia en la
eco n o m ía c a p i t a l ista ha ter m i n ado en todos los campos
y as pecto s . Esta mos en la época de los mon opolios, vale
de c i r d e l o s i m pe r i os Los p aíses l atinoamericanos llegan
.
92
consecuencia, la penetración imperi alista, tiene que
acentuarse ese carácter [semicoloniall de su economía" ,
dice ya en las pri meras líneas de " Punto de vista antim
peri a lista" 1 5 2
.
Q 'l
t a s , p u e d e l legar a l a misma estrecha alianza con el capi
t a l i s m o i m perialista. El capi t a l financiero se sentirá más
seg u ro , s i e l p o d e r está en m anos de la clase más n umero
s a , q u e s a t i s fa c i e n d o cierta s rei vindicaciones apremiosas
y es t o r ba n d o la orientación clasista de las masas, está en
mejores c o n d i c i o n es q u e la v i ej a y odiada clase feudal de
d e fen der l os i n t ereses del capitalismo, de ser su custodia
y su uj i e r . La creaci ó n de la pequeña propiedad, la ex
p r o pi a c i ó n de los lati fundios, la liquidación de los privi
leg i o s fe u d a l es , no son contrarios a los i ntereses del im
peri a l i s m o d e m od o i n mediato . Por el contrario, en la
m e d i d a en q u e los rezagos de la feudalidad entraban al
d e s e n vo l v i m i en t o de u n a economía capitalista, ese movi
m i e n t o d e l i q u i da c i ó n de la feudalidad, coincide con las
e x i gen c i a s d e l creci m iento capitalista, promovido por las
i n ve r s i o n e s y l o s técn icos del i m perialismo: que desapa
rezc a n l o s gran des lati fundios, que en su lugar se consti
t u y a u n a eco n o m í a agraria basada en lo que la demago
g i a b u r g u e s a l l a m a la "democratización" de la propie
d a d d e l s u e l o , q u e l os vieios aristócratas se vean despla
z a d o s por u n a b u rg u e s í a y una pequeña burguesía más
poderosa e i n fl uyente - y por lo m ismo más apta para
g a r a n t i z a r la paz soci a l - , nada de esto es contrario a los
i n tereses d e l i m p e ri a l i smo . ' 54
"
94
�sia, Mariátegui sostiene que para los países de Améri
a del Sur, por su estructura y por su política, el impe
ialismo no supone el mismo problema colonial que
1ara los otros, y que en consecuencia no se trata aquí de
1na política de liberación nacional como interés percibi
lo por la burguesía o la pequeña burguesía, y que j usti
ique aliarse y subordinarse a ella en la l ucha revol ucio-
1ana .
Sitúa así, desde dentro d e las determinaciones históri
:a s concretas de las formaciones sociales latinoamerica-
1as del sur, el papel político de las burguesías n acionales
especto del imperialismo, y los límites inevitables en la
1posici ón pequeñoburguesa al imperialismo, ciega para
1 conten ido de clase de esta dominación.
A través de l a crítica al A PRA, M a riátegui se en frenta
la línea política central de la 111 I nternacional stalinis
a , sosten iendo la inviabilidad histórica de una burguesía
95
e x t r a nj e r o s , c o n los cuales ya está asociada e n la econo
m ía .
C o n t ra l a t es i s a p r ista d e l a necesidad d e l a di rección
d e l a s c l a se s medias en el fre n te revo l ucio n a rio a n t i m pe
r i a l i s t a , M a r i á teg u i se apoya en la experienci a mexicana
rec i e n t e p a ra d e m o s t r a r la n ecesa ria incon secuencia del
n a c i o n a l i s m o d e la pequeña b u rguesía en la l ucha con tra
e l i m pe r i a l i s m o , p o r qu e en n uestros países, por sobre el
p ro b l e m a n a c i o n a l , ' ' e l facto r clasista es m ás decisivo,
está más desa rro l l ado" y "no h ay razón para recurrir a
vagas fó r m u l a s p o p u l istas t ras d e las cua les n o p ueden
d ej a r de p rospera r ten dencias reaccio n arias " co m o ocu
r r i ó e n M é x ico . 1 5 7
Porque, aclara M ariáteg u i : "¿Qué cosa p uede oponer
a l a p e n et r a c i ó n ca p i t a l ista l a más demagógica pequeña
b u rg u e s í a'? N a d a , s i n o palab ras . N ada, sino una tempo
ral b o r r a c h e r a na c i o n alist a . El asa lto del poder por el
a n t i m pe r i a l i s m o ,co mo m o v i m iento dem agógico popu
l i sta, si fuese posible, n o representaría n u nca a la con
q u i s t a d e l p o d e r p o r las m asas proletarias, p o r el socia
l i s m o . L a rev o l u c i ó n soci alista encontraría su más encar
n i z a d o y p e l i g r o so e n e migo - peligroso por s u con fusio
n i s m o , por s u dem agogí a - en la pequeña b u rg uesía afir
m a d a e n e l p o d e r , ganado m ed i a n te sus voces de or
den " . 158
D e e s a m a n e r a , desde dentro d e l a s determ i n aciones
h i s t ó r i c a s c o n c re tas, específicas, que m ueven a las for
m a c i o n e s s o c i a l e s l a t i noamericanas del s u r y del n orte, a
p a r t i r d e l m o d o e n que se i m planta el capital i m perialis
t a , en a r t i c u l a c i ó n con el p recapital, y sobre la base de la
p rev i a h i storia colonial que esci n d i ó la cultura peruan :i y
o t r a s , e n u n con flicto cultural radica l , Mariáteg u i descu
bre el p a pel o rden ador del capital m o n opolítico i mpe
r i a l i s t a , en la eco n o m ía y en el conten ido y orientación
co n c r e t a de los i n tereses y de los movim ientos de las cla
ses so c i a l e s , pa ra demostrar la i ncorrecció n científica y
s u c o r re l a t o p o l í t i c o oportun ista, en toda política que,
c o m o l a d e l A P R A y la de la di rección stali n i sta de la 111
I nternacional, pretende apoyarse solamente en el pro
blema nacional planteado por la dominación imperialis
ta, subordinando a ello el problema de clase.
97
de tener sol ución efectiva sino dentro del desarrollo de
una transición socialista. E l socialismo latinoamericano
"supone" la s o l ución de esos problemas, porque sólo en
él son "abarcados" realmente, y por ello es la perspecti
va est ratégica de l a revol ución socialista y no de otra, la
que está an tes de todo , la que "antecede" a tod o .
A m bos elementos son reiterados, u n a ñ o después., en
la Pri mera C o n ferenci a C o m unista Latinoamericana de
Buenos A i res: " En conclusión, somos antimperialistas
porque somos m arxistas, porque somos revolucionarios,
porque oponemos al capitalismo el socialismo como sis
tem a an tagó nico llamado a sucederlo, porque en la lu
cha contra los i m perialistas extranj eros cumplimos nues
tros deberes de solidaridad con l as masas revoluciona
rias de Europa" 1 60.
98
al producir la integración n acional y liberarla de la do
minación i mperialista. Además, esa perspectiva estraté
gica era la única que permitiría el siguiente paso al socia
lismo. A s u modo, H aya se plegaba, en el fondo, a la tesis
de las dos etapas de la revol ución y a la del carácter anti
feudal y antimperialista de su primera etapa, por lo cual
ésta tenía que estar baj o la dirección de las clases medias
y sostener el capital. 163
De su lado, la dirección de la 111 Internacional, equi
pada con las tesis sobre la C uestión China, de Stalin, ha
bía puesto en práctica de modo consistente una política
no m uy distinta en lo fundamental . Y antes de 1 930, aun
después del fracaso de esa experiencia china, estaba aún
empeñada en la orientación antimperialista y no socialis
ta en América Latina, organizando las Ligas A ntimpe
rialistas, aunque inmediatamente después , en plena cri
sis internacional del 30, viraría intempestivamente hacia
una política ultraizquierdista, cuyas primeras puntas es
taban ya en el debate de la Primera Conferencia Comu
nista Latinoamericana, de j unio de 1 929.
M ariátegui se enfrentaba, pues, a ambas direcciones,
cuando en su texto presentado a esa Conferencia y que
no fue aprobado, declara: "El antimperialismo, para no
sotros, no constituye, ni puede constituir, por sí sólo un
programa político, un movimiento de m asas apto para la
conquista del poder. El antimperialismo, admitido que
pudiese movilizar, al lado de las masas obreras y campe
sinas, a la burguesía y a la pequeña burguesía n acionalis
ta (ya hemos negado terminantemente esta posibilidad)
no anula el antagonismo entre las clases, no suprime su
diferencia de intereses", 1 64 reclamando una estrategia so
cialista.
En América Latina, insiste Mariátegui, esa línea
no conduce a la revolución de los explotados. América
Lati n a no es Asia, y sólo los países centroamericanos
pueden aquí ser escenario de una estrategi a revol uciona
ria de "liberación nacional" sin, al mismo tiempo, libe
raci ón de clase. En el resto, "el factor clasista es más de-
O<)
cisivo", por el carácter del desarrollo capitalista y de la
dominación n acional i m perialista.
Varias décadas después, en co mbate con su propia y
especí fica realidad, Amílcar Cabral descubrió exacta
mente lo m ismo: "U na de las distincio nes i m portantes
entre la s i tuaci ó n co lonial y neocolonial reside en las
perspectivas de la l ucha. En el caso colonial (en el que la
'Nación-Clase' combate contra las fuerzas de represión
de la burguesía del país colonizador) p uede conducir, al
menos en apariencia, a una solución nacionalista (revo
lución nacional): la nació n conquista su independencia y
adopta, en hipótesis, la estructura económica que más le
con viene. El caso neoco lonial (en que las clases trabaj a
doras y sus aliados luchan simultáneamente contra la
burguesía i m perialista y la clase . dirigente nativa) no se
resuelve por una solución nacionalista; exige la destruc
ción de la estructura capitalista implantada por el impe
rialismo en el territorio nacional, y postula j ustamente
una solució n socialista . Esta distinción resulta, princi
palmente de la diferencia de n ivel de las fuerzas produc
tivas en los dos casos, y de la consiguiente agravación de
la l ucha de clases" . 16s
Empero , ¿de qué socialismo hablaba Mariátegui? Los
ap ristas habían difundido co ntra él la acusació n de euro
peísta, porque postulaba una solución socialista de los
problemas peruanos y latinoamericanos, lo que, en opi
nión de H aya y sus seguidores, equivalía a tratar la reali
dad latinoamericana como si fuera la de Europa, donde
el capitalismo estaba ya plenamente establecido y el pro
letariado era una clase n umerosa y madura, apta para di
rigir el proceso de una revolución socialista, m ientras
que en América Latina la n acionalidad estaba aún en
formación, la fe udalidad era dominante, el capitalismo
estaba "en su primera fase" , y el proletariado era una cla
se en i ncipiente constitución . Por ello los apristas recla
maban un amplio frente social y político dirigido por las
clases medias, para contender con esa realidad y resolver
aquel los p roblemas, tal como la experiencia mexicana y
' (\()
china demostraban como la más viable alternativa. U na
visión superficial y parcelaria de la realidad, daba a esa
prédica aprista una persuasiva apariencia de realismo.
El propio M ariátegui, antes de 1 927 había expresado
con frecuencia su apoyo y su esperanza en los procesos
de México y de China, donde las corrientes y organiza
ciones socialistas combatían bajo la dirección de la bur
guesía y pequeña b urguesía nacionalistas y revolucio
narias. Pero, de un lado, su propia investigación de la
realidad latinoamericana baj o la dominación imperialis
ta, con sus específicos rangos, era ya una base teórica
cuyo desarrollo y depuración sistemática conducía a una
opción diferente. Y , de otro lado, la orientación que co
menzaba a tomar el proceso mexicano, y la desastrosa ·
experiencia del K uo Min Tang chino y de la política allí
seguida por la 1 1 1 Internacional, se constituían como lec
ciones que en convergencia con su propio enfoque de la
situación latinoamericana, reforzaban su opción socia
lista revolucionaria.
E l no podía, sin embargo, desconocer que la visión
aprista de la realidad latinoamericana no era desacerta
da en todas y cada una de sus partes, aunque las bases de
esa visión fueran radicalmente equivocadas. En efecto,
aunque moviéndose dentro de una tendencia de creciente
subordinación a la hegemonía del capital, los rezagos
serviles y semiserviles aprisionaban aún a una inmensa
mayoría de la población trabajadora, situando el proble
ma agrario y campesino en una perspectiva totalmente
diferente de la europea. Los terratenientes gamonales te
nían una presencia muy grande en el orden político, no
solamente en caciquismo local, sino en el seno del propio
Estado central. El proletariado era realmente una mino
ría, y aunque de extraordinaria combatividad y militan
cia , su educación socialista y su organización política no
hacían más que comenzar, principalmente baj o la acción
del propio M ariátegui. Y estaba también allí el proble
ma nacional, en su doble dimensión : la dominación im
perialista y la desintegración social y política interna.
1 01
No obstante, su investigación demostraba que no ha
bía, ni podr í a haber más adelante, una clase burguesa
nacionalista con interés y con capacidad de disputar re
volucionariamente a la b urguesía imperia lista el domi
nio nacional . Y que, aun cuando baj o determinadas con
diciones no existentes en el Perú y en la m ayor parte de
América Lati n a , eso p udiera ocurrir, M éxico y China
demostraban los lí m ites cortos de una política p uramen
te nacionalista y democrática, que no incluyera desde la
p a rtida la posi b i l i d a d de destrucción del capital como
tal . A un q u e la pequeña burguesía podía llegar m ás lejos
en su verbalismo, en l a práctica no iba tampoco más allá
del c a pita l i s m o nacional . Y en esa medida, todos los pro
blemas de 'fo n do, nacionales y sociales, no quedaban re
suel t os n i siquiera dentro de los límites de resolución
,
1 0?
ción revolucionaria que nace de la realidad concreta, lo
que él denomina el "socialismo indoamericano" .
" Profesamos abiertamente el concepto de que nos
toca crear el socialismo indoamericano, de que nada es
tan absurdo como copiar literalmente fórmulas euro
peas, de que n uestra praxis debe corresponder a la reali
dad que tenemos delante" , afirma M ariátegui ya en
1 928, en una carta escrita a los grupos del APRA en el
exilio, definien do posiciones con Haya. 166 Y el mismo
año, al presentar la nueva etapa ele A mauta ya desprendi
da del APRA y definida como socialista, reitera: "No
queremos, ciertamente, que el socialismo sea en América
ni calco ni copia . Debe ser creación heroica. Tenemos
que dar vida, con n uestra propia realidad, en n uestro
propio lenguaje, al socialismo indoamericano . He ahí
una misión dign a de una generación nueva" . 1 6 7
¿Cómo concebía Mariátegui el "socialismo indoa
mericano"?
1 0�
A P R A y l a maduración y depuración del pensamiento
del propio M ariáteg u i .
L a exp licación d e esa decisión, diferente d e la que l a
1 1 1 I n ternacional recomendaba con apremio, s e encuen
tra en los textos p reparatorios p ara el program a del Par
tido Soci a l ista del Perú, y en los docu mentos enviados a
la Primera Co n ferencia Comunista Latinoamericana
(" El problema de las ra z as en América Latina" y " Punto
de vista a n t i m perialista" ) en j unio de 1 929, en B uenos
A i res, y en el debate q ue so bre ellos y el carácter del par
tido y del p rogram a se suscitó en esa reunión, entre la di
rección latinoamericana de la Internacional y la delega
ción enviada por M ariátegui y su Partido Socialista del
Perú.
En los docu mentos de la fundación del Partido Socia
lista y de elaboración de su programa, el partido es defi
nido con un doble carácter: de un lado, sus bases sociales
son las masas obreras y el campesinado; de otro lado, su
d i recci ón es proletaria. 169
· · L a organ i zación de los obreros y campesinos, con ca
rácter net a mente clasista, constituye el objeto de nuestro
esfuerzo y n uestra propaganda y la base de la lucha con
tra el i m perialismo extranjero y la burguesía n acional" ,
reza el artículo prime r o del documento de fundación . Y
m ás adela n te, en el art í culo 3, se reitera y precisa: " La lu
cha política exige la creación de un partido de clasC?, en
cuya fo r m ación y o rientación se esfo rzará tenazmente
po r hacer p revalecer sus puntos de vista revolucionarios
clasistas. De acuerdo con las condiciones concretas ac
tua les del Perú, el Co m i té concurrirá a la constitución de
u n pa rtido socialista, basado en las masas obreras y cam
pesinas organi z adas ".
1 04
plia visión de clase y las mismas circunstancias naciona
les están subordinadas al ritmo de la historia mundial" .
Reiterando su concepción del imperialismo, en una
ajustada línea leninista, Mariátegui afirma que "la pra
xis del socialismo m arxista en este periodo es la del
marxismo-leninismo. El marxismo leninismo es el méto
do revolucionario de la etapa del imperialismo y de los
m onopolios. El Partido Socialista del Perú lo adopta
co mo su método de l ucha" .
Co n ese método m arxista-leninista en el análisis de la
realidad peruana, M ariátegui descubre que "bajo el régi
men burgués enfeudado a los intereses imperialistas, co
ludido con la feudalidad gamonalista y clerical, y las ta
ras y rezagos de la feudalidad colonial" , no es posible la
solución de los problemas sociales ni de los problemas
nacionales del país. " La emancipación de la economía
del país es posible únicamente por la acción de las masas
proletarias, solidarias con la lucha antimperialista mun
dial . S ólo la acción proletaria p uede estim ular primero y
real izar después las tareas de la revolución democrático
burguesa que el régimen burgués es incompetente para
desarrollar y cumplir" .
Casi medio siglo después los jefes del actual Partido
Co m unista Peruano han hecho el esfuerzo de encontrar
en ese último párrafo la j ustificación de su propia tesis de
las dos etapas separadas de un proceso revolucionario
con ducente al socialismo . 170 Pero no advierten la contra
dicción que eso significa con la contraposición que M a
riátegui establece entre la necesidad de resolver las "ta
reas· democrático-buJ,"g uesas", _ y la incapacidad estructu
ral del "régi men burgués", para cumplirlas.
Pero el movimiento del razonamiento mariateguiano
se precisa en seguida: " El socialismo encuentra lo mismo
en la subsistencia de las comunidades que en las grandes
empresas agrícolas los elementos de una solución socia
lista de la cuestión agraria, solución que tolerará en par
te la explotación de la tierra por los pequeños agriculto
res ahí donde el yanaconazgo o la pequeña propiedad re-
1 05
comiendan dej ar a l a gestión i ndividual, en tanto que se
avanza en la gestión colecti v a de la agricultura, las zonas
donde ese género de e x plotación prevalece. Pero esto, lo
mismo que el estím u l o que se presta al libre resurgimien
to del pueblo i n d ígen a, a la m a n i festación creadora de
sus fuerzas y espíritu nativos, no significa en lo absoluto
u n a ro m á n tica y antihistó rica tendencia de reconstruc
ci ón o resurrecció n del socialismo i ncaico, que corres
pon d i ó a condiciones h istóricas completamente supera
das y del cual sólo q uedan como factor aprovechable,
dentro de u n a técn ica de producción perfectamente cien
tífica, los h ábitos de cooperación y de socialismo de los
campesinos i n d ígenas. El socialismo presupone la técni
ca, la cienci a , l a etapa capitalista; y no puede importar el
menor retroceso en la adquisición de las conquistas de la
civilizaci ón m odern a, sino por lo contrario la máxima y
metódica aceleració n de l a i n corporación de esas con
q u istas en la vida nacional" .
Y m á s ade l a n te: "Cumplida su etapa democrático
bu rguesa , la revo lución deviene en sus objetivos y en su
doctrina revo l ución proletari a . El partido del proletaria
do, capacitado por l a l ucha para el ejercicio del poder y
el desa rro l l o de su propio programa, realiza en esa etapa
las tareas de la organización y defensa del orden socialis-
ta .
•
.
1 06
gran levantar como Estado sus organizaciones de po
der, en todo tipo de formación social donde el capital
se presente aún articulado con el precapital, pero ya
baj o su hegemónico dominio . Y , precisamente, el des
cubrimiento sustantivo de Mariátegui, al investigar las
modalidades peruanas específicas de implantación del
capital monopolista y sus implicaciones sobre los inte
reses y el movimiento de las clases sociales, era lo que
lo conducía a considerar o interpretar la formación so
cial peruana en ese específico sentido.
Y no se trata, como puede apreciarse de sus textos, de
una idea simplista de proceso "ininterrumpido", como
hoy se estila decir, entre una etapa democrático
burg uesa diferenciada y separada y previa a una etapa
socialista . Cuando M ariátegui señala que "cumplida su
etapa democrático-burguesa, la revolución deviene en
sus objetivos y en su doctrina revolución proletaria" , se
cuida bien de precisar en seguida: " En esa etapa (el parti
do del proletariado) realiza las tareas de organización y
defensa del orden socialista" .
En otros términos, al mismo tiempo que están lleván
dose a cabo las "tareas" democrático-burguesas, están
ya en curso las tareas específicamente socialistas, dentro
de un mismo y único proceso, durante el cual ese proceso
va depurándose en su contenido de clase, "deviene" pro
letaria conforme madura la transición . Así, las "tareas
democrático-burguesas" asumen, desde la partida, en el
proceso, un sentido tendencia! no burgués, pues están
enmarcadas y condicionadas por el carácter socialista
del proceso global.
Por eso y para eso, la dirección proletaria de l a revolu
ción es la piedra de toque. Y ello sólo puede ser asegura
do por un partido cuya dirección sea proletaria. Pero en
las condiciones concretas del Perú, señala M ariátegui,
eso no supone un partido obrero, sino uno de base social
más amplia, y en el caso peruano, obrera y campesina
fundamentalmente. Es, por lo t anto, el carácter de clase
de su línea política estratégica, de su dirección (no sólo
de S i.I S d irigentes) , lo que define el carácter de clase del
partido.
¿Q ué tipo de poder político , cuál estructura de Estado,
implica esa revolución, ese .. socialismo indoamerica
no "? M a riátegui no tuvo tiempo de desarrollar su teoría
hasta lograr u n a resp uesta precisa. Pero el movimiento
de su razo n a m iento , el carácter del partido y de la revo
lución, apu ntan evi dentemente a un poder de las masas
e x plotadas todas. bajo la dirección del p roletariado; es
deci r, de u n a l ínea proletaria de dirección. En las condi
ciones peruanas de la época, la gran mayoría de las ma
sas explotadas eran aún campesinas, y la clase obrera
u n a red ucida mi noría. En tales condiciones, la dictadura
d el proletariado es, al comienzo , la dirección proletaria
de u n poder estatal de base social más amplia, donde el
ca mpes i nado tiene un l ugar fundamental. Pero, en su
" devenir" va dep urándose, haciéndose, en sus o bjetivos
y en su programa, cada vez m ás proletaria. Es decir, el
ca rácter de clase del Estado revol ucionario va dep urán
eran e s c a m o te a d o s
.
1 10
de s u muerte, el partido se convierte en el Partido Comu
nista Peruano, miem bro de la 1 1 1 I nternacional . M artí
nez de la Torre renunciaría después. 174
Eudocio Ravines, elegido Secretario G eneral del Par
tido Comunista Peruano, asume inmediatamente la ta
rea de .. liquidación del amautismo" , 175 esto es, la ideolo
gía mariateguiana. No m uchos años después, Ravines
pasaría con armas y b agajes al servicio del imp�rialismo
y de la fracción más reaccionaria de la burguesía perua-
na. ,
En la crisis política que estallaba en el Perú en ese pre
ciso momento, gran parte de l as capas medias y popula
res eran organizadas y lideradas por el APRA y por
H aya de la Torre, orientando hacia un nacionalismo de
mocrático radical. De su lado, los sindicatos obreros u r
banos y mineros, agrupados en la Confederación Gene
ral de Trabajadores, fundada por M ariátegui, pasaron a
ser dirigidos por el partido comunista. Dieron una he
roica l ucha, bajo la represión más severa , contra l a dicta
dura oligárquico-militar. Pero la dirección de la I I I I n
ternacional estaba ya, en ese momento, en pleno curso
de su periodo ultraizquierdista, que duraría hasta media
dos de esa década. Bajo su disciplina, el Partido Comu
nista Peruano , con denaba al APRA como fascista, re
chazando de ese modo toda convergencia táctica con el
más i mportante movimiento de masas, baj o orientación
.. antimperialista y antifeudal", de las capas medias. Lla
maba a los campesinos a l uchar por la "Autodetermina
ción de las nacion alidades quechuas y aymara" , más
bien que por la tierra y la liquidación del latifundio y l a
servidum bre. Y p o r todo ello, e l heroico movimiento
obrero dirigido por el partido, fue quedando aislado po
líticamente, lo mismo que el movimiento popular
democrático-nacionalista dirigido por el A PRA, facili
tándose así la represión y la derrota de ambos m ovimien
tos.
Tras esa derrota, el �ampo para el enraizamiento de la
influencia aprista en el seno de las m asas populares del
1 1 1
Perú, incluidas las masas obreras h asta entonces dirigi
das hacia el socialismo, quedaba pavimentado por un
l a rgo periodo . Por su parte, la dictadura militar oligár
qu ica l ogró l a destrucción de l a Confederación General
de Trabaj a d o res , i legalizando todó el movimiento sindi
cal y político de l as m asas.
Pasada esa etapa u ltrai z quierdista de la I l l lnternacio
nal stal i n i sta , ésta amparó en América Latina é l predo
m i n i o ideológico del " browderismo" ( Earl Browder era
el l í der del Partido Com un ista de los Estados U nidos),
que sign i ficó la aplicación mecánica, y en el caso perua
no reaccionaria, de una política destinada a la colabora
ción co n las burguesías nacionales y progresistas (que
era n , según M ariátegui , inexistentes e inviables en el Pe
rú), en u n a línea "antimperialista y antifeudal" y para
una estrategia revo l u cio naria en dos etapas. La ya d udo
sa táctica de los " frentes populares" en Europa , encon
traba así en A m érica Latina una correspondencia políti
ca que, en el caso perua n o , tenía casi nada en común con
el pensamiento de M a r iáteg u i y con la realidad.
I n útil ejercitarse en el "ifismo", pregunt á ndose cuáles
habrían sido la posición y la práctica políticas de M ariá
tegui frente a esos vaivenes de la línea general de esa In
ternacional . En C h i n a , M ao siguió, con éxito, una con
ducta pragmática : pe r tenencia y autonomía en la I I I In
ternacional baj o Stalin .
1 12
presente en la escritura mariateguiana a través de esa
particular intensidad emocional registrable en la nervio
sa co ncisión de la frase. Y que, se me ocurre, no puede
ser atribuida únicamente a su largo ejercicio de periodis
ta, n i puede ser calibrada solamente com o un atuendo
técnico externo , en quien sostenía que era el espíritu y no
la técnica meramente lo que expresa los cambios en la
sensibilidad estética de un periodo. Y aunque hoy su len
guaje ha envejecido en parte, esa i ntensidad emocional
de agonista, la conci�ión de la frast:, la economía de pala
bras de su escritura, mantienen vigente la modernidad
actual de su prosa.
La segunda, es que la postura estética que se va elabo
rando en s us m uy n umerosos artículos y ensayos de críti
ca literaria, puede ser mirada en dos planos. U no, referi
do a sus j uicios sobre el proceso de la literatura peruana,
con tenidos en sus Siete ensayos . En ellos, M ariátegui
aparece intentando menos un enfoque clasista del fenó
meno literario, que empeñado en acelerar y ampliar la
emanci pación de la producción literaria peruana de su
tiempo, del andamiaje mental oligárquico y colonialista.
I n clusive su esbozo de periodización del proceso litera
rio peruano en colonial, cosmopolita y n acional, y no en
periodos marcados por regímenes de clase, así lo de
muestran. En ese sentido, la posición de M ariátegui
forma parte de un movimiento ideológico nacionalista
democrático, en cuyo seno s urge la estética que ha domi
nado la crítica y la historia literaria del Perú, desde los
años 20 de este siglo, como l a apunta Mirko Lauer 177 al
iniciar el enj uiciamiento de la obra histó rica y crítica de
Luis A l berto Sánchez, la principal de todo este periodo .
El otro, concierne al parentesco de la obra crítico
literaria de M ariátegui, con las posiciones antiburguesas
y antibu rocráticas surgidas en el debate posterior al do
m i n i o zdanoviano del "realismo socialista" . En particu
lar, con el "realismo crítico" lukacsiano, 1 78 y la más re
ciente, anticipada en m ucho por la obra de M ariátegui,
discusión sobre lo "real maravilloso" o " realismo mági-
1 13
co" , tan act u a l en la crítica y la producción literaria na
rrativa de A m érica Lati n a , y de la cual García M árquez,
Carpen tier, R ul fo o A rguedas, suelen ser considerados
como principales exponentes .
Contra lo colo n i a l y lo o l igárquico en el Perú , M ariá
teg u i opuso el cosmopolitismo, el regionalismo y el indi
gen i s m o , en busca de la a firmación del carácter nacional
de n u estra literatu ra . Contra lo b u rgués en Europa (lo
bu rocrático estaba a ú n en b rote no perci bido), opuso el
rea lismo co m o a n tídoto del encubri miento; pero, al mis
mo tiempo, con tra el realismo chato de la literatura bur
guesa y po p u l ista , sost u vo l a l i bertad imaginativa . Lo
"real m arav i l loso" , co m o camino al descubrimiento de
la real idad globa l m ás profu n d a . El "realismo crítico",
::o rn o desocultam iento de la d o m i n ación dentro d e esa
real i d a d .
A n tena u n i versal y creadora, p a r a él la i n form ación
a b ierta, la crítica y la l i bertad estéticas son los alimentos
de u n arte de v a nguard i a . S i n perder de vista que en todo
n ac i m ien to m agm ático son n umerosos los riesgos de im
p u rezas y desorientaciones, defe n d i ó en fáticamente la li
bertad de experi mentaci ó n artística y l iteraria, a condi
;;ión de su a uten ticidad, de que no se encerrara en un for
m a l i smo tecn icista o en la pura negación . Y contra las
fác i l e s ten tacio n es de encasi llar la perspectiva de una cla
se revol uci o n aria en l a cultura , dentro de los cortos mol
des de u n régi men polí tico determinado o en el dudoso
gusto de una b u rocracia, se apoyó en una perspectiva
h i stó rica de largo plazo y en la fecundidad creadora de
las masas en el m o v i m ien to de la historia.
Por todo ello , tam bién en este terreno, M ariátegui es
u n a fuente necesaria para el act u a l debate sobre estas
::uestiones en A m érica L a tin a . 1 79
A partir de M ariátegui
1 14
siendo la experiencia intelectual fun damental del Perú
del siglo XX.
H oy día, en el Perú y en América Latina toda, con la
solitaria excepción de Cuba, el capitalismo y a través de
éste la dominación imperialista se han generalizado y
pro fundizado . El proletariado está pasando plenamente
al pri mer plano del escenario político, conquistando la
dirección de las m asas explotadas. Baj o su influencia,
una n ueva inteligencia revolucionaria pugna por liberar
se de las apariencias realistas de las quimeras desarrollis
tas burguesas y pequeñoburguesas, y de sus andaderas
neopositivistas, así como del reformismo obrero
burocrático internacionalmente en crisis .
Lo que M ariátegui alcanzó a descubrir como tenden
cias pro fundas del movimiento h istórico de nuestras for
maciones sociales, es ahora una situación consolidada.
H istóricamente victorioso de su combate contra el ambi
guo nacionalismo democrático aprista y contra el dog
·m atismo oportunista de la dirección stalinista en la 1 1 1
Internacional, el tiempo de M ariátegui es hoy más pre
sente que nunca y más fecunda su voz.
El proletariado peruano puede enorgullecerse legíti
mamente de haber nacido al socialismo revolucionario y
de poder madurar, todavía, bajo las enseñanzas de un
Amauta de esa talla, rescatando su primera y más perdu
rable lección: conocer y transformar la realidad desde
dentro de ella misma. En este camino, el reencuentro con
M ari átegui es un p unto de partida.
Notas
hasta 1 9 1 9.
2. Fran�ois Chevalier, .. L'expansion de la grande proprieté dans le
Haut Pérou au XXeme siecle", A nnales , 4, julio-agosto de 1 966, pp. 82 1 -
25.
3. Sobre este periodo y estas cuestiones, puede consultarse Heraclio
Bonilla, Guano y burguesía en el Perú, ed. I EP, Lima, 1 974; Jonathan Le
vin, The Export Economies, Cambridge, 1 960; Shane Hunt, Growth and
Guano in the 1 9th Century in Peru, Princeton University Press, 1 973; y
Ernesto Yepes, Perú, 1820-1 920. Un siglo de de.rarrollo capitalista, ed.
IEP• . Lima, 1 972.
4. Así lo afirma, aunque sin referencias explicitas, Augusto Salazar
Bondy, Historia de las ideas en el Perú contemporáneo, ed. M oncloa,
Lima, 1 965, t. 1, p. 3.
5. Manuel Pardo fue el más importante ideólogo de la burguesía
comercial-terrateniente del Perú, en el siglo XIX. Fundó el Partido Ci- .
vil, culminación de un movimiento contra el militarismo caudillesco,
preconizando la modernización económica y administrativa del país,
con una orientación nacionalista que llegó inclusive a proponer la es
tatización del guano y del salitre, los dos principales recursos de expor
tación del Perú en esa época, aunque bajo su gestion presidencial no se
tomó ninguna medida para eso. Su pensamiento puede estudiarse en la
compilación de sus escritos: El centenario de Manuel Pardo, 2 vol., Li
ma, 1 935. También puede consultarse sobre los intentos de moderniza
ción oligárquica en el Perú, Howard Karno, The Oligarchy and the Mo
dernization of Peru ( 1870-1 930), University of California, Los Angeles,
·
1 17
Bolli nger, The R ise of United States lnjluence in the Peruvian Economy
( 1868- 1 92 1 ) , U n i versity o f California, Berkeley (tesis no publicada);
Hera c l i o Bo n i l l a , " La emergencia del control norteamericano sobre la
eco n o m í a peru a n a " , Desarrollo Eco nóm ico , 1 977, vol. 1 6, n. 64; y hay
a m p l i a i n fo r m a c i ó n en un estudio sobre un periodo mayor de Rose
m a ry Thorp y G eo ff Betra m , Industrialización en una economía abier
'a . El caso del Perú en el periodo 1 890- 1 940, ed . Pontificia U niversidad
: a t ó l i ca d e Li m a , L i m a , 1 974 .
8 . El m á s célebre texto es el de Cardoso- Faletto, Dep enden c ia y desa
·ro//o en A mérica Latina, ed. Siglo XXI, M éxico, 1 97 3 .
9 . Véase W . B o l l i n ger , o p . c it .
1 0 . S o b r e el m o d o d e i m pla n t ación del capital monopólico en el Pe
·ú y sus i m p l icaci o n es económ ico-sociales y políticas, puede verse de
\ n í b a l Q u ij a n o , " I m per i a l i s m o, clases sociales y Estado en el Perú
1 895- 1 930)" . Esc rito en 1 9 73 , fue publicado en Clases sociales y crisis
'ºlítica en A mérica Latina, ed . S i g l o XXI, México, 1 977.
1 1 . F. Chevalier, op. cit.
1 2 . S o b r e e s t e pro b l e m a h a y investigaciones demostrativas. Rodri
�o M o n t oy a, El proceso histórico de articulación del capitalismo y el no
�apitalismo , 1 890- 1 977, ed. M osca Azul, Lima, 1 98 1 .
1 3 . Part i c u l a r m e n te , J o a q u í n Capello y Luis Petriconi, Estudio so-
1Te la in depen den c ia económica del Perú, Lima, 1 876. Reproducido en
a serie B i b l i oteca Peru a n a , 1 97 1 . De Capello es útil también ver, para
1prec i a r su p o s i c i ó n m o de r n i s t a y n acionalista, La sociología de Lima ,
i v o l . . L i m a , 1 89 5 - 1 90 2 , y El problema de la educación pública, Lima,
1 902 .
1 4 . Sobre el proceso d e reco n s t i t u c i ó n y crisis de la hegemonía oli
rci r q u i c a . véase A n í b a l Q u ij a n o , El Perú en la crisis de los años treinta,
) a n t i a g o . 1 969 . R e p r o d u c i d o en A mérica Latina en la crisis de los años
· reirrta. ed . I n s t i t u t o d e I n vestigaciones Sociales de la Universidad Na
: i o n a l A u t ó n o m a de M éxico, M é x i c o , 1 97 7 . Y el panorama histórico
Jien o r i e n t a d o de Jesús Chavarría, " La desaparición del Perú colonial",
4 portes, n. 3, París, enero d e 1 972, pp. 1 20-55.
1 5 . C o m p i l a d o e n M a n uel González Prada, Páginas libres, ed . Amé-
rica , M ad r i d , 1 9 1 5 .
1 6 . l bi d .
1 7 . l bi d .
1 8 . Acerca de e s a i n s u rrecci ó n , Ernesto Reyna, El A mauta A t uspa
ria, ed . A m a u t a , Li m a , 1 930. Pr ó l o go de José Carlos Mariátegui. Jor
ge Basadre, Historia de la República del Perú, t , 1 1 , pp. 272-73 . Aníbal
Q u ij a n o , Los movimientos campesinos contemporáneos de A mérica La
'ina, en Lipset y S o l a r i (ed . ) , Elites y desarrollos en A mérica Latina, Bue-
1os A i res , 1 96 6 .
1 9 . S e udó n i m o d e J o s é T o r r e s L a r a .
20. La pri mera e d i c i ó n a p a rec ió en Valencia, España, en 1 889.
2 1 . En M a n u e l Go nzález P r a d a , Horas de lucha, la. ed . , Callao, 1 924.
118
22. Véase Francisco García Calderón, Le Pérou contemporain, Pa
rís, 1 907; Les démocraties latines de l'A mérique, París, 1 9 1 2; y La crea
ción de un continente, París, 1 9 1 3.
23. Víctor A ndrés Belaúnde, en ese periodo, principalmente, La cri
sis presente, Lima, 1 9 1 4; La realidad nacional, Lima, 1 930, libro desti
nado a la refutación de los Siete ensayos de Mari á tegui; véase también
sus Memorias, 2 vol ., Lima, 1 96 1 y 1 962.
24. V . A. Belaúnde, La crisis presente, cit., p . 98.
25. De Alejandro Garland, sobre todo, El Perú en 1 906 , Lima, 1 907;
y Reseña industrial del Perú, Lima, 1 905.
26. Manuel Vicente Villarán, los ensayos reunidos en Estudios sobre
la educación nacional, Lima, 1 922; de ellos. principalmente, "Las profe
siones liberales en Perú"; "El factor económico en la educación nacio
nal", Lima, 1 905 .
27. Alejandro Deustua, introductor de la filosofía de Bergson y de
los neohegelianos italianos en el Perú, acerca de este problema véase
sus ensayos en La cultura nacional, Lima, 1 93 7 .
28. Guillermo Billinghurst, rico comerciante, nacido e n Iquique
cuando era aún territorio peruano, y educado en Santiago y Valparaí
so, fue alcalde de Lima y presidente del Perú ( 1 9 1 2- 1 9 1 4) . Candidato
anticivilista de ideología populista y modernista, comandó el primer
movimiento de las masas de las capas medias y populares de Lima, para
imponer su candidatura contra la negativa oficialista, en un gran mitin
callejero en que con el lema del "pan grande" , las masas expresaban su
protesta en la severa situación económica bajo la crisis de ese momento,
y hacían su ingreso en una orientación ant1oiigárqufoa que se clasifica y
consolida desde entonces. Bajo su fugaz gobierno hizo algunas concesio
nes al movimiento obrero, legalizando las huelgas y sindicatos, lo que
acarréo su calda por un golpe militar dirigido por Benavides. Véase J . Ba
sadre, His toria . , cit., t. VIII; A. Quijano, El Perú en la crisis de los años
. .
treinta, cit. No hay hasta ahora ningún estudio específico sobre Billing
hurst.
29. Véase Denis Sulmont, El movimiento obrero en el Perú, 1 900-1 956.
ed . Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 1 97 5 .
3 0 . Principalmente A . Deustua y V . A . Belaúnde, y a citados. Y José
de la Riva Agüero; los dos últimos prologuistas y comentadores de la
tesis de M ariano lberico, La filosofía de Enrique Bergson , presentada
en San Marcos en 1 9 1 6. lberico fue diputado por la derecha y por la iz
quierda intelectual en el Perú, antes de 1 930. En 1 926, M ariátegui le
publicó, en su editorial M inerva, El nuevo absoluto, en el cual lberico
defendía el vitalismo bergsoniano como base filosófica del socialismo,
desde que éste tenía una vocación redentora y en "su profundo senti
do, es una voluntad religiosa", posición que fue explícitamente co
mentada y apoyada por M ariátegui en "25 años de sucesos extranje
ros", publicado ese mismo año, incorporado después en Historia de la
crisis mundial (vol. 8 de las Obras completas, en adelante OC).
1 19
3 1 . Ese j u i c i o de M a r i á t eg u i ha i n fluido en sus herederos fam i l i a res,
que h a s t a a h o ra no p u b l i ca n sus esc r i t o s a n ter i o r e s a 1 9 1 9, e n las lla
m a d as O C , y en s u s bi ó g r a fo s co m o G u i l l er m o Rouillón, ya citado.
Dieg o M es seg u e r h a t raza d o en u n extenso estudio sobre Mariátegui, ·
1 20
46. A . Bazán, op. cit., p. 72.
47 . la escena contemporánea, OC, t. I , p . 22.
48. Op. cit., prólogo.
49. N o existe información concreta y eficiente acerca de las posibles
relaciones personales entre M ariátegui y Gramsci. S u viuda afirma
que se conocieron . En todo caso, es probable que Mariátegui haya vis
to a Gramsci en Livorno, �on ocasión del Congreso del Partido Socia
lista de Italia, y probablemente lo leyera en L ' Ordine Nuovo, que se pu
blicaba ya cuando Mariátegui residía en Italia.
50. Recopiladas principalmente en Cartas desde Italia (t. 1 5, OC), la
escena contemporánea (t. I, OC), El alma matinal (t. 3 , OC), principal-
mente. ....
5 1 . Antonio Melis, " M ariátegui primer marxista de América" , Ma
riátegui; tres estudios, Biblioteca Amauta, Lima, 1 97 1 .
52. Robert Paris, " El marxismo latinoamericano de Mariátegui",
compilado en volumen del mismo titulo, ed. Crisis, B uenos Aires,
1 97 3 . De este autor, véase también ••M ariátegui, un •sorelisme' ambi
güe", en Aportes, n. 22, 1 977, pp. 1 78 ss.; " M ariátegui et Gobetti'', en
Bolletino, Centro di studio Piero Gobetti, Milán, marzo de 1 967, y su
" Préface" a la edición francesa de los Siete ensayos, ed. Maspero, Párís.
· 5 3 . A. Bazán, op. cit.
54. l bid.
55. Jorge Basadre, Perú, problema y pQsibilidad, Lima, 1 93 1 .
56. Historia de la crisis mundial, OC, t. 8 .
5 7 . R . Martinez d e l a Torre, o p . cit. , p . 46.
58. Traducidas al español en "Los cuatro primeros congresos de la
Internacional Comunista", Cuadernos de pasado y presente, n . 47 , B ue
nos Aires, 1 97 3 .
59. A. Bazán, op. cit., p. 1 04 .
60. R. M artinez d e la Torre, o p . cit. , p p . 2 7 2 ss.
6 1 . Op. cit., pp. 402 ss.
62. Véase A. Quijano, El Perú en la crisis de los años treinta,
cit.
63. En la revista Claridad, de B uenos Aires, se publicaron, de la par
te aprista, de M an uel Seoane, "Contraluces de M ariátegui"; de Luis
E. Heysen, .. M ariátegui, bolchevique d'annunziano"; de Carlos M .
Cox, •• Reflexiones ·sobre José Carlos M ariátegui" ; fueron contestados
por A rmando Bazán, .. La defensa del Amauta"; por J uan Vargas,
" En defensa de J osé Carlos M ariátegui"; y con un interesante debate
sobre .. Aprismo y marxismo", de Jorge N úñez Valdivia. Todos estos
artículos están compilados en El marxismo latinoamericano de Mariá
tegui, Buenos Aires, 1 97 3 . Escritores liberales como Sanin Cano, J e
sualdo, y otros tomaron parte en esos homenajes en Claridad, Reperto
rio A mericano y otras publicaciones. Sus artículos están incorporados
al t. 1 O de las OC. Por su parte, los adláteres peruanos del fascismo
m ussoliniano, se dedicaron a atacar a M ariátegui. Riva-Agüero publi-
121
có suO r i g e n , desarro l l o e i n fl uencia del fascismo en el Perú", Revista
"
�ui1í.lur r1u -: 1 r?1 u . ·:r . . V:<.- 1 r J. ; ;::unnn -• l:iri:r:::. . E'" �?:JmT ."iínxriJñ=n
'·
- .
L1m <: . 1 9 :,4 _
64 . En l a e d i c i ó n de 1 97 7 . h a n sido incorporados dos nuevos mate
mariateguiana acerca de la presencia y pa
r i a l e s , q u e p r ec i s a n la v i si ó n
pel d e l c a pi t a l i s m o en el Perú . Pero aún faltan otros textos. Ya More
t i c obse rv ó en 1 9 7 0 . q u e en l a s llamadas Obras co mplet as , n o han sido
i n c l u i d o s a r t í c u l o s de los cuatro que M ariátegui escribió sobre
Trots k y , q u e t r a t a n d e l a separación de éste del gobierno, de su expul
sión del p a rt i d o y de s u exilio: " El partido bolchevique y Trotsky"
( Variedades, 3 1 - 1 - 1 92 5 ) ; "Trotsky y la oposición com un ista" ( Varieda
des, 25- 1 1 - 1 928), y " El exilio de Trotsky" ( Variedades, 25-11- 1 929). En
los dos pri meros . M ari á t e g ui apoya cautamente a Trotsky, pero en el
ú l timo j u s t i fic a el exilio. Véase Yerko M oretic, José Carlos Mariátegui.
Su vida e ideario. Su concepción del realismo, Santiago de Chile, 1 970,
p. 1 5 3 .
6 5 . M a ri átegui c o n s i d e r a ba e l libro sobre política e ideología perua
n a s , co m o " l a e x. p os i c i ó n de sus puntos de vista sobre la revolución so
c i a l i s t a en e l Perú" . C o n fo rm e lo iba escribiendo fue enviándolo a su
a m igo César F a l c ó n p a r a que lo editara en España, durante 1 928 y
1 9 29 . F a l c ó n n u n c a d i o cuenta de l os envíos. Y a a su regreso al Perú,
m uerto M a r i á t e g u i , a fi rm ó n o haberlo recibido nunca. ( R . M artínez
de la T o r r e , o p . c i t . , p . 404 . ) P u ed e medirse la sign i ficación de esa pér
dida.
66 . A . S a l az a r B o n d y , op. cit. , t . 1 1 , pp. 3 1 1-3 7.
6 7 . H e r n a n d o A g u i r re G am i o , Mariátegui, destino p olémico , Lima,
1 97 5 .
68 . Véase, El marxismo la tinoamericano de Mariá tegu i , cit.
69. E u ge n i o Cha ng- Rodríguez, La literatura política de González
Prnda. Mariát egui y Haya de la Torre, ed . de Andrea, México, 1 957,
p p . 1 2 7 , 203 .
70. L u i s A l berto Sánch ez, A p untes para una biografia del A PRA , ed.
M o sca A z u l , L i m a , 1 97 8 .
7 1 . D i s c u r so del general J uan Velasco Alvarado, al i naugurar e l VI
C o n g re s o Latinoamerican o de I ndustriales. Publicado en El Peruano,
6 de a b r i l de 1 97 1 . V é a s e también el comentario elogioso de Jorge del
Prado, secret ario gener a l del Partido Comunista Peruano, en " La
ide ol o g ía de M ar i á t e g u i " , compilado en el volu men Vigencia de José
Carlos Mariátegui, L i m a , 1 97 2 , p . 4.
72. J . d e l Prado, op. cit . : Adalbert Dessau, " Literatura y sociedad en
las o b ras de J osé Carlos M ariátegui " , en Mariátegui,· tres estudios, cit.,
s i n e m b a rg o , o t r o s como A l v a r o M osquera, han eludido esa tentación y
1 22
debaten críticamente esas influencias en la obra de M ariátegui. Véase su
"Aproximación al estudio de la ideología de Mariátegui", en Vigencia de
José Carlos Mariátegui, cit.
73. J. del Prado, op. cit.; Manfred Kossok, "José Carlos Mariátegui
"! s u aporte al desarro llo de las ideas marxistas en el Perú". en Mariál�
rur . 1re3 � tcit..
74. lbid. Semionov-Shulgovsky, ..El papel de Mariátcgui en la for
mación del Partido Comunista del Perú" , El marxismo latinoamerica
no de Mariátegui, cit.
75. l bid.
76. J. del Prado, op. cit.; Semionov-Shulgovsky, op. cit.; José Martí
nez, " Mariátegui y la revolución peruana", Vigencia de José Carlos
Mariátegui, cit.
7 7 . T a nto A. Dessau como Semionov-Shulgovsky, reconocen que
esas acusaciones corresponden al ambiente político stalinista durante
ese periodo.
78. A. Melis, op. cit.
79. A. Dessau , op. cit.
80. Véase el folleto Retomemos a Mariátegui y reconstituyamos su
partido, Lima, 1 975.
8 1 . Véase, " M ariátegui es del pueblo y no de la burguesía" , separata
de la revista Crítica Marxista-Leninista (mimeo), Lima s/f.
82. En " M ariátegui y el trotskismo", publicado en la revista Comu
nismo, año 1 1 , n . 1 1 1 . Lima, septiembre de 1 974� pp. 24 ss.
83. Jorge del Prado, "José Carlos Mariátegui y su época" , Unidad,
semanario del PCP, Lima, 1 5 de abril de 1 965, p. 4.
84. Por ejemplo, J aime Labastida sostiene que A níbal Ponce logró
una formación marxista teóricamente más consistente que la de M a
riátegui, no obstante reconocer que Ponce no intentó la investigación
critica de la historia y la sociedad argentinas. Pero éste es, precisamen
te, el problema. Porque ¿cómo se demuestra la profundidad real de la
asimilación del instrumental teórico y metodológico marxista, si no se
lo l leva al descubrimiento de una realidad histórica concreta? Véase de
Jaime Labastida, Humanismo y revolución, 2a. ed. , selección de ensayos
de Aníbal Ponce, ed. Siglo XXI, México, 1 973.
85. A . Dessau,. op. cit., p. 72.
86. Ibid, p. 7 3 .
87. A. Melis, op. cit., p . 30.
88. Defensa del marxismo, vol. 5 de las OC.
89. Francisco Posada, Los orígenes del pensamiento marxista en La
tinoamérica. Política y cultura en José Carlos Mariátegui, Madrid,
1 968, p. 2 1 .
90. Defensa del marxismo, cit., p . 36.
9 1 . Ibid., pp. 36-37.
92. lbid., pp. 38-39.
93. lbid., p. 39.
1 23
94. l bi d . , p. 3 6 .
9 5 . l bi d . , pp. 47-48 .
96. R . Pa ris, El marxismo latinoamericano de Mariátegui, cit. , p. 14.
9 7 . Defensa del marxismo, c i t . , p . 8 5 .
98. l bi d . , p . 58.
9 9 . l b i d . , p p . 60-6 1 .
1 00. El alma matinal, v o l . 3 , OC, p . 1 7 .
1 0 1 . l b i d . , pp. 1 7- 1 8
1 02 . l b i d . , pp. 1 8- 1 9
1 03. l bid., p . 22
1 04 . l b i d . , pp. 20- 2 1
l OJ . l b i d . , p. 2 2 .
1 06. l b i d . , p . 2 8 .
1 0· 1 • I b i d . , p . 1 46 .
1 01: . A . Dessa u, o p . ci t . , p . 8 3 . .
1 09 . D . M esseguer, o p . c i t . , p p . 1 36-4 1 .
1 1 0. R . Paris, o p . c i t .
1 1 1 . A . Dessa u , o p . ci t . , p . 83.
1 1 2 . El alma matinal, cit . , p . 2 3 .
1 1 3 . Historia de la crisis mundial, c i t . , p . 200.
1 1 4 . Op. cit . , p . 1 98 .
1 1 5 . Defensa del marxismo, c i t . , p p . 1 7- 1 9.
1 1 6 . Siete ensayos . . . , cit . , p p . 57 y 7 1 .
1 1 7 . Defensa del marxismo, cit . , p . 1 7 .
1 1 S. Len i n , Materialismo y empiriocriticismo, ed . en Lenguas Extran
jeras, M oscú, 1 948, p. 336.
1 1 9 . R . P a r i s , o p . ci t . , p . 1 9.
1 20. A . Gramsci, L ' Ordine Nuovo, 3 a ed. , ed. Einaudi, M ilán,
.
1 954, p . 1 46 .
1 2 1 . A . G ramsci, op . cit . , p p . 460-6 1 .
1 22 . Georges S ore l , Rejlexions sur la violence, 3a. ed., ed. Marcel Ri
vi ere, París, 1 93 6 , p. 1 20.
1 2 3 . H a rry V anden, Mariátegui, influ encias en su formación ideológi-
'
ca , B i b l i oteca A m a uta, L i m a , 1 97 5 .
1 24. R . París, o p . c i t . , p p . 3 3-34.
1 2 5 . J bid . , p . 2 1 .
1 26. F. Posa d a , o p . c i t . , p . 1 4.
1 27 . R . M artínez de la T o rre, º P c i t . , t . 1 1 .
.
·
1 28 . Siete ensayos . . . , c i t . , p . 2 8 .
1 29 . l b i d . , p . 29.
1 30. I b i d . , p . 34.
1 3 1 . I b id . , p . 3 0 .
1 3 2 . I b i d . , p p . 29-34.
1 3 3 . l b i d . , p . 34.
1 34 . V . R . H aya de l a Torre, Obras completas , ed. M ej í a Baca, Li
ma, 1 97 7 , t. 1 , p p . 67 y 85.
1 -, .11
1 3 5 . Siete ensayos. . . , cit., p. 49.
1 36. l b id., p. 47.
1 37 . lbid., p . 48 .
1 38. lbid., p. 35.
1 39. V. R. Haya de la Torre, op. cit., pp. 59 ss.
140. lbid., pp. 1 1 5 SS.
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142. V. M i roshevsky, El populismo en el Perú. Papel de Mariátegui
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nalmente en M oscú, y reproducido en Dialéctica, revista del Partido
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1 43 . H i l debrando Castro Pozo, Nuestra comunidad indígena, Lima,
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1 44. Luis Ed uardo Valcárcel, De la vida incaica, Lima, 1 925; Del ay-
1/u al imperio , Lima, 1 926; y Tempestad en los A ndes, Lima, 1 927, pu
blicado en la ed. Minerva, de Mariátegui, con prólogo de éste.
1 45. Véase la compilación Los modos de producción en el Perú, Lima,
1 977.
1 46. Lenin, Oeuvres, t. XXXI, p. 252. En el Congreso de la I nterna
cional Com unista, de 1 920, Lenin polemizando con N. Roy, delegado
hindú, sosten ía que .. el campesinado sujeto a dominación sem i feudal
podría asimilar plenamente la organización soviética, bajo conduc
ción política comunista en una línea proletaria, aun si no era posible
un movim iento puramente proletario". Citado en Roger Garaudy, L e
probleme chinois, ed. Seghers, París, 1 967, pp. 77-84.
1 4 7. M arx- Engels, Prefacio a la edición rusa del M ani}lesto comunis
ta, citado en R. Garaudy, op. cit., p. 58.
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..
1 "1'
1 57. Op. ci t . , p .
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1 58 . Op. ci t . , p .
91.
1 59 . Op. cit . , p p . 24 7 �4 8 .
1 60. O p. c i t . , p . 9 5 .
1 6 1 . J o rge A be l a rd o R a m os, " La discusión sobre M a riátegui", El
marxismo lat inoamericano de Mariátegui, cit., p . 1 57 .
1 62 . J . de l Prado, op. c i t . ; y J . Martínez, o p . cit.
1 63 . Y . R . H ay a d e l a T o r r e , "Sobre el papel de las clases medias" ,
0i 1'as completas , t . 1 , p p . 1 7 1 - 7 5 ; El an • flnperialismo y el A PRA ,
·
cit .
1 64 . Ideología y p o lític a , cit . , p . 90.
1 6 5 . A m í l c a r Cabra l , " L'arme de la téorie" , Partisans, n . 6-7, 1 966.
1 66 . R. M a r t í n e z d e la Torre, op . cit . , t. 1 1 , p . 300.
1 67 . Ideología y p o lít i ca , cit . , pp. 246-53.
·
1 26
1 79 . N o obstante que en la obra publicada de M a ri átegui, cerca dt.
un cuarenta por cien to está dedicado a la crítica literaria y a la refle
xión sobre las relaciones entre sociedad y literatura, este aspecto de su
labor es, en general, poco conocido y estudiado. La gran atención que
prestó a esos problemas, m uestra que n.o se trata sólo de un tributo a
sus i nclin aciones literarias, sino de su convicción sobre la i m portancia
política de prim�r o rden que esos problemas tienen, en la lucha ideoló
gica por el surgimiento de una cultura en el curso de la revolución so
cialista. En ese sentido, su obra se asemeja a la de Trotsky, crítico l ite
rario y teó rico de la crítica literaria, cuya orientación siguió M ariáte
gu i , y se emparenta con la visión gramsciana del lugar de estas cuestio
nes en la lucha revolucionaria. Aparte de las referencias que se encuen
tran en m uchas de las historias literarias de América H ispana, co mo
las de Bazin , Henríq uez U reña, Zum Felde, Anderson l m bert, el ún ico
estudio específico que conozco es el de Yerko M o retic, op. cit., véase,
partes 1 1 1 y IV. También hay indicaciones útiles en A. Dessau, op. cit . 1
q u e lo considera "fundador d e l a ciencia literaria marxista e n América
Lati na". Puede verse también, de A ugusto Tamayo Vargas, " El proceso
de la literatura", Presencia y proyección de los Siete ensayos, ed. Amauta
Lima, 1 976.
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