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SOL DE MEDIANOCHE

Experiencia espiritual para los muchos y los pocos: para todos

Por el indio Jhon Hu

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Índice

Primera Semana

II

III

IV

VI

VII

Segunda Semana

II

III

IV

VI

VII

Tercera Semana
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I

II

III

IV

VI

VII

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Primera Semana

¿Cuánta es la extensión de la Soledad que me pertenece?

¡Sólo las estrellas la sabrán, los antigüos

Vestigios de Designios Extranjeros!

Sabrán de la fiesta que antaño conmovió al cuerpo

cuando la tierra aún eructaba algún tesoro;

sabrán del entusiasmo que semblantes peregrinos

despertaban en mi vida agitada hacia sus playas.

Sólo ellas, como en el soplo de un anhelo,

como en el constante intento de eternizar

un amado momento,

habrán visto perderse, entre el diluvio acumulado,

entre la calígine espesa

de torvos días armados,

mi Alegría reburbullente, la sin afanes ni ajetreos,

perdida para siempre con su eco entre montes cerreros…


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Quizás bajo estos climas de grandes soledades

donde al Anhelo no acompañan ningún eco ni ningún mensaje,

yermos habitáculos de los haces solares,

blancos salones

donde ningún alma pace,

sea que acontezca que en ese recinto sereno, allá

en su repositorio al lado de un mundo,

el ahogado y hastiado de todo papel mundano,

contemplando en la lontananza la meseta de los ebúrneos,

los más resplandecientes, los artísticos asuntos humanos

– en su galopante corazón resuelva, como una escondida ardentía,

como una paciente labor guardada entre los años, las eras, los días,

en alto el corazón dispuesto -, lanzarse así, abandonarse

a las aguas del Espíritu, ¡a la deriva de su mar confiarse!,

allende los artificiosos faros, los longos edificios,

en su lagar prodigado, ¡en el recreo de sus dominios!

y oír sólo del rumor de sus substanciosas cosas,

del más profundo Amor entreverado en la Cruz entre perfumadas

rosas,

para empaparse el propio espíritu de Sus tan claras riberas,


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¡y embriagarse con su espeso vino la intención y el alma entera!

Quizás aquesa grata ilusión, animada como por aires musicales

de que una Alegre brisa llene por completo esta desértica hondonada,

desde el vaho del submundo, al final esperanzada

animará por completo mi paso en el desierto

desde el vaho del submundo, sus muros soñolientos,

para bajo un mismo intento con su abigarrada melodía

avanzar en pos y marcha de la extraviada Alegría

¡y encender el corazón perfumado con el bondadoso aroma de la Vida!

Entonces será quizás, en vuelo de musical condición,

el estro que agita esta mi pernoctada nocturnal canción,

con el augusto céfiro que mece los barbados sauces,

donde búhos ateridos ululan en un transido lecho, caro, entrañable...

cuando toda la Naturaleza, despertada para el hombre nuevo como

campanas que su tesoro entreabren,

celebre al final, al final que se traspase

motivado por el buen Espíritu,

el fauno esclarecido hacia hondos e ignotos parajes.

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II

a.

¡Y vienes así, súbitamente después, espíritu de corazones fraternos,

hacia esta

enunciación que a lo más puro busca reimpulse,

altos hoy y terminado el vaso, así,

como el inopinado Celestial que presuroso desciende por su

encomienda

más allá de las calles asfaltadas, las neónicas tiendas,

los muros silenciosos de pluviosos transeúntes,

los autos estacionados, las mulas en apagadas sendas!

Tú, que tantos ilustres pernoctantes has tenido

- vueltos asuntos a tu clarividente manera de proyectar

a través de la sibilina lumbre, en el habitáculo con Amor agitada –

fielmente seducidos bajo tu iridiscente amparo,

así, en una intempestiva noche

sin reserva ni esperada agenda!

¡Cómo no demostrar humildad ante tu Ser Protopotente,

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ante tu contenido tan pleno,

ante tu estro tan basto!

Mi espíritu impelido en la desértica soberanía,

fecundado por la palabra sobrenatural, Extranjera,

imagina que como el impulso que se intenta prodigar,

- céfiro de plenilunio en el desierto ululando, cargado rumor silbando

al través del espejo de noches de hiperrealidad,

las puertas del gran teatro de la mascarada humana azotando, el

Castillo:

escenario de Fábula de la dominadora Ciudad

– me empujó a dejar, para un mejor presentir

era su propósito Extranjero, claro en su auténtica premura,

aquellos muros soñolientos con su congoja disimulada,

la dimensión sobrecargada

en vasos cenicientos escanciada…

para, intuyendo la Realidad Real en el reflejo de un rayo austero,

¡unirse a un sibilino desfile

hacia la Noche de Bodas del Tiempo

de ocultos desterrados, humanoides disfrazados

de heridos inflamados, devenidos por cientos!


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Que si dentro de la criatura preferida trasegas, y desde que el hombre

lo ha comunicado a sus semejantes, hecho evidente,

Espíritu demasiado efectivo como para pasar insipiente,

como que de Tu profuso ahondar y de tus brillantes maneras

las flores y las bestias impregnadas quedaron

como la mascarada de inocentes brutales rumores,

o el desfile de los devenidos a justos, su pecho perfumado por un

Cósmico Argumento,

permites que sea la brisa rumorosa

de más briosas y vivificantes notas,

como anuncio de la eliana alba del hombre nuevo,

con su aire renacido, con el gesto abismado, sempiterno!

Así pues es que al simple humanoide, varado en la ribera de lo

existente,

le tomas y transportas en esta hiperjornada, Espíritu magnífico,

cósmico, protopotente

para prodigarle de oro y Vida desde la férrica de sus grutas,

errante de una celestial jornada

y atemperar en su constancia su alma desperdiciada


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bajo la luna escarlata que consume, que aún se conduele, que aún

sangra

para que nuevos fraternales ascendentes en la vera, le puedan

reconocer,

entre los arbustos encendidos, entre faros de sigilo,

y sea aquel invitado proveído, pertrechada su alma con la nota

Celestial

cual un avenido hermano del Balance.

b.

Por ello, espíritu Señor, a tí invocando confiada, devotamente,

brinda las necesarias fuerzas para saludar gentil

el cefiral espacio que sólo a amadores en su seno contiene,

- dándole pan y agua a todo quien consulta a lo etéreo – donde,

abriéndose paso se prepara, proyectada ilustre, sagradamente,

la diáfana visión de una tierra

en tramas de celestial renovación,

¡sólo en la antesala, Maestro y Director,

al amanecer de la fiebre de la alucinante unción!

para acompañar lo jovialmente querido entre transitados rostros,

entre las frescas chozas chorreantes de aguas de guirnaldas,


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entre los harto recorridos barrios, sus comulgantes atrios, entre sus

juguetones corros,

cuando estalle infinitamente el crepúsculo de la tarde

y nuestra Noche Sublunar se eleve ascendente

y el hombre regenerado emerja, esplendente,

despertado de un largo sueño de cadenas oxidadas

hermano de un celestial que entre sibilinas notas danza

vigilante de la dimensión que en parcos ornamentos nos escancian;

horda humanoide en el desierto de las Fábula…

sombras platinadas, danzas del tambor aventajadas

¡barahúnda plenilúnica en la hiperdimensional Noche!

Que junto a sus iguales de la semidivina marcha va despertando,

fielmente, en sideral armonía

con la Creación que le rodea, con los aires soberanos.

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III

a.

Entonces se percibe, lenta pero seguramente

en el transcurrir de los días, Espíritu demasiado basto,

cómo entre la marea vieja y joven que en el descenso de la Vida

prorrumpe,

lo eterno se va silentemente concretando, cual una cósmica brisa entre

los dientes del león,

benigna conspiración diletando,

hasta que, robustecido, plenamente evidencien tu don los justificados,

preñado su anhelo del ululante céfiro en la ardiente vía

de la estela bajo la ataraxia soberana, compartida

en la reunión de amantes compañías,

cuando les sea cotidiano y común

un celestial departir.

¿Que no era de la mano de vidas avenidas

desde aquel esclarecido desertar de la ciudad

que hacías recordar, en andas de solemnidad,

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bajo apocalípticos cielos testigos, entre grandes y pequeños hijos,

a todos los Inocentes caídos

en medio del camino definitivo de la Paz,

cuando la siembra de lo eterno sobre este vado joven del mundo,

oh su vertiginoso y real asunto,

hasta el escenario de la dominadora Ciudad trasunto,

le denuncie su rumbo,

y esclarecido su Cielo y trascendente asunto, maduro esté? ¡Por ello:

oh Noche testiga de encuentros entrañables,

del tesoro que en la barca plenilúnica de la amarilla medianoche

evidencian al fin los hijos de Dios, guardado con maternal bondad en

la tierra escabel,

puramente preñada de lo que no le pertenece

y Extranjero permanece, cada vez menos!

b.

Era el espíritu en su incesante devenir entonces

el que la puerta sacudía y a los suburbios invitaba a recorrer,

- roca de belleza, lucero de infinito que atraviesa –

y reafirmar una viva relación con los avenidos también,

revestidos más cada vez del hombre interior,


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agitados en la flama del recinto esclarecedor, una vez esclarecido

por la cargada antorcha en el descenso de los Orfeos,

albergando en su propio corazón, toda una eternal relación,

el sentido del Universo que todo lo traspasa.

Por ello, ¿no era necesario

dejar de ser visto, pasar despreocupado, como si no existiese

el mundo

y así, atravesando la barahúnda de todas sus criaturas,

tomar de su abigarrada canción la periclitada nota no más,

el antiguo mensaje guardado en el Castillo de huesos traspasado,

y con esa flor ultravioleta como consigna en el pecho que anhelaba,

llenar el corazón y la cabeza

de la lavanda fragancia que trasciende los sepulcros

vagando entre casas y andenes, perdidos rumbos,

en las calles purulentas hacia ingratos anaqueles,

para irse despejando, sobretemporal, un aquilino amanecer?

Que marchando al albedrío de una inopinada expedición

atravesado el umbral del teatro de la deslumbración,

se desató para mí una lene melodía, más allá del foso de los muros de

proyecciones verde neón,


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y de entre tantos caminos fantasmales, de vorágines falaces,

espejismos de felicidad que han tenido que derrumbarse, de una tierra

pasada, dispersa en su interior,

a la Eterna melodía largas fue permitido dársele,

y en la profusa ribera, el pecho igual se fue entregando

a sus aires y bogares trascendentes,

para quedarse prendado, en la fosa recurrente

de la espuma incansable de los corazones fraternales.

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IV

a.

En el primer espacio de la experiencia, en el niño jardín que aprende y se

recrea,

la luna compañera, fraternal y suave por naturaleza

que el mar del pasado conmovía, ahora de tiempo presente llenas…

En tu regazo las azucenas de todas las especies crecen,

siempre dispuesta, tierna platinada

suave por demás, que la Paz de los Vivientes inspiras y transpiras

para el corazón que cumplido ha su tarea, en la humeante jornada,

consolidados los afanes, ajustadas las diarias cuentas,

en un estanque viejo las luciérnagas bermejas,

¡por respirar plenamente

la Perenne Ruta de la Esfera!,

consolidados los afanes, ajustadas las cuentas.

Tu querida cercanía iridisa el pensamiento,

lunar de Abril que la Ataraxia deja

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con tu boca de armonía de perfumados sotaventos

abrevando el largo sueño que en tus hilos plateados riela.

Vivaz y amablemente acompañas el motivo,

prodigada permanente en tu femenil derredor,

en la noche despejada, do vagas, faro suspendido

sobre la fantasía de guardianes búhos iluminando un anhelante ardor.

Suave te deslizas sobre un desfile que asciende

hacia hondas comuniones, Iluminadora Compañía,

donde te asomas, níveo rostro, inopinado sobre la faena que anochece

la vara dirigiendo como una Celeste mano y Guía.

Lozana cabellera, insinuación nocturna,

llama de plata dispuesta para encender los faros del ánima;

te quiero en la ribera de la noche tan profunda

do Dadivosos amigos departen, do al Cordero ya se alcanza.

¡Arriba, que te quiero, numinosa, subiendo y bajando

toda la escala posible del Amor plañendo!;

arriba, encantadora amiga, entre coros bienamados,

oh hermano resplandor capaz de la entrega por cientos…


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Suave te deslizas sobre un desfile que asciende

hacia hondas comuniones, iluminadora compañía,

te quiero en la ribera de la noche tan profunda

do Dadivosos amigos departen, do al Cordero ya se alcanza.

b.

En el Segundo Espacio, sobre el prado joven que se libera,

en la manera de comprender menos establecida hoy, ¡contemplativa

mente y corazón!

en el encendido desierto, bajo lenguas de fuego

- el infrarrojo techo un caliginoso cielo -,

después de la tarea que tomado ha rostros familiares

madres, hijos, hermanos, avenidos a preclaros hogares,

el Cosmos de la Vida entreabierto, tras la capucha oculto, y hablante,

proyectado en un diálogo transformante... Allí estuvo mi pecho

en medio de la barahúnda plenilúnica, después.

Mira que de veredas de mayores hontanares

está sedienta el ánima, de tales refrescantes saberes, de tales aires

el mensaje en la Mesa de las experiencias de los Dadivosos


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en la llana avenida de improntas de Ardorosos,

cuando la plataforma del Milenio, estallando por cientos y cientos bajo

cielos infrarrojos,

nos descubra con ustedes más cercanos, por el obrar inspirado del

Bendito - celebrado en lo Alto -,

entre fuegos y batir de coros clamorosos.

Que como la Paz que conquista al fin el soldado,

como la esposa que vuelve a su hogar perdonando,

el colmo de lo hermano que a los hombres previno

de hacer de su vida un muladar maquillado,

como la paciencia del enfermo que a su Dios sin embargo

no persigue en su fiebre, ni de él anda blasfemando,

el reflejo enamorado de la llena luna

que contempla en los mares del tiempo, su cálida estrella,

transportando al bañado fauno, olvidado de tiempo y espacio!;

¡Como el comerciante de muchas rosas, que en una dichosa jornada,

termina encontrando las más raras, y por ellas las vende todas!;

como la cabaña del Gran Balance donde toda alma anhelante

de una nueva visión y dimensión de la Existencia,

pernocta agitada para descender exultante,


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en el laboratorio y taller de las humanidades

do se purifica y baña la mente de todos los engaños bestiales

donde se crean haces nuevos y se reencauzan ebrios carnales,

indicando visceral el Espíritu una deslumbrante vía,

re-encauzadas inteligiblemente las potencialidades hacia un nuevo día,

en un suspenso momento, armados en pos de la Esperanza concretar,

después de un beso divino, después de en el descenso, lo inmortal sellar

y preservar…

oh ríos de colibríes, oh selvas de jaguares,

¡oh cataratas de guacamayas, de potros de delfines y de mares!,

Oh aguas electrolíticas, tormentas antimateriales,

¡humanoides vueltos Dadivosos, mansos valientes, amables!

¡el Cosmos de la Vida, la eterna posibilidad cada vez más saludable!

Con esa agua de vivientes hontanares,

en este jardín colombiano que despunta y que al Universo renace

de la sublunar de sus rutas, para así, oh profuso quizás, auténticamente

elevarse…

de su gloria pueril hacia una mayor, serena, majestante,

me has tomado así, y yo te canto a ti, tierra querida, a la sombra del

volcán de todos los papales,


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Tierra Viviente, planeta consciente, ante tu poderosa esencia,

y aquí te siembro, sostenido por su augusto terreno y su límpido aire,

semilla ultravioleta, del jardín do el ánima se libera y se recrea,

muy untada del légamo de mi espíritu y de mi existencia

en la vera del milenio que apenas comienza!

c.

En el Tercer Espacio de la Experiencia, fruto maduro ascendido de la

cotidiana marcha

como en un ascensor sin fin, enfrente la Ciudad encendida,

donde entre todo lo vívidamente sereno, avanzaban los autos en calma

como gotas en el cristal, ¿quién interpretaría tal procesión tranquila?

¡Cómo no presentir que se va yendo el pecho en el ascenso

por la cálida flama bajo el parpadeo de los cuasares;

desde los pisos bajos ascendiendo, las gentes poco a poco descendiendo,

el reflejo potenciado de Divinos Malabares!

Bajo esa armonía conocida donde se reflejan, aún aquí sólo presentidos

los primeros rayos de la Jerusalem de la Jubilosa Paz,

en suspenso isolítico entregados los sentidos


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- el espacio y el tiempo idos, Fantasmas Boreales urdiendo un profuso

compás -

¡Cómo no arrebatarse el pecho de tan casual trance

con suave perfume conmoviendo el iridisado contemplar,

después de atravesados tantos ecos de lo Eterno, en la roca o en el

cuadro hechos feliz monumento,

para volver en sí de momento, con el seguro de una real Amistad!

Desde la Andina terraza invocando, el Refrucilo Revelador en su silente

marcha,

- fantasmas boreales entretejiendo alcores de trascendencia -

una ardorosa refriega atisbé yo entonces, desde la calmada atalaya,

entre procelosas, vociferantes y batientes presencias:

una frugal sierpe alzábase, devenida a poderoso Monstruo,

una Lanza de Titanio que se le enfrentaba, al inicio del Milenio, era la

otra cara:

entre un exagerado tropicalismo combatían, en un nubarrón pesaroso

cotidianamente suspendido, sobre las ecuatoriales frentes hundido, en la

nube cotidiana,
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mientras en los campos se debatían lujosas metrallas y achiltados cascos,

y el eco de un gran lamento la cotidianeidad no trastocaba,

y ningún Cóndor lo entonaba, cual si fuese menor caso,

inmersos en festivos sones que en luctuosas horas, asombraban.

Atisbé a la Paciencia de los Siglos, alentando a que la tierra donada,

ante las vidas que se apagaban, calma hallara en su reconvención

y en un viaje interior se silenciaran las lustrosas y las roídas armas

y la Justicia retoñase del fuego, creciendo firme en cada nacional rincón.

Atisbé plazas vacías del brutal cariño de alegres segadores

de los campos colombianos, cuando terminaba su agitado labrar,

y niños huyendo despavoridos, como nubes de desbandados gorriones,

por las metrallas que en el monte rugían como de Monstruo el amenazar.

Atisbé, oh Hermanos Pendientes de la Vid Sangrante,

los hogares de miles de gruesas mujeres, de caratosa piel dorada

y de curtidos artesanos, abandonados, donde un foco bamboleando era el

testimonio clamante

de la Miseria y del Abandono en las veredas de mi tierra colombiana.


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¡Miles de libros abiertos como alas de mariposas!,

¡millones de desconocidas historias entre páginas rotas, arrancadas

marchando con la Inocencia de un País que Soñaba, fueron mis

compatriotas!,

por la realización de sus azurosos cielos, por la Substancia de su

Mañana…

Allí los atisbé, Protoínclitos Labriegos, en la procelosa imaginación,

partiendo de la antorcha y del bálsamo que silba en esta mi canción

nocturnal.

¡Ah, Amor Nacional, ah Espíritu Protoimpulsor,

esa su jaspeante historia ya jamás mortales su consumación verá!

Que el hiperlúcido jilguero de su ánima, de la ventana de esta mortal

casa,

a tu soberanía sencilla y clara, salvaguardado ya voló;

ya una lejana melodía es su mañanera canción, que aquí apenas se

alcanza,

demasiado pronto se silenció su chispeante e ingenioso humor…

Ah, Ánima mía compañera, ah Espíritu de Techos Constelados:


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¡la Sagrada Flama de la Vida no vale nada en los montes de la cerrazón!,

¡la Sagrada Flama de la Vida no vale nada en los veredales atosigados

de donde ha huido, pájaro herido, la iluminada razón;!

Y la esperanza amordazada allá ondea con rabia

apremiante una bandera embarrada y maltrecha,

donde sus tiernas edades engullen el pan en la obscura y fría estancia

de la avaricia acuciante, del olvido, de la miseria.

¡Las siluetas de inofensivas ruanas que los horizontes con amor

sembraban,

demasiado pronto emprendieron una intempestiva Pascua!

Y el Querube solamente, mi fe me mueve a pensar,

el que suave mece la cuna de lo nuevo y trascendental

que a este mundo se asoma, para brillar y trasegar

junto a sus iguales y fraternales, su postrera historia compartirá…

Y aquel delegado solamente con su inspirado gesto abalsamará

con la suave de las manos, la Cósmica Ataraxia en su roce

el pecho de los Compungidos, para con su infinito calmar

dirigir su mirada perdida, hacia donde un nuevo Sol bogue…


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Y Aquel que suave mece la cuna de lo Nuevo y Trascendente

consabe solamente el camino de mi campesina raza,

que con amor toma su azada, sacudiendo una bandera ajada y

esplendente,

limpias sus botas del fango de los Abyectos y sus andanzas.

¡Ojalá los vástagos colombianos

a la altura estemos de tus sempiternos ideales,

desde la tierra del León dormido hasta el desierto y los llanos,

y la Patria se regenere en el recuerdo de los caídos a mares!

En cientos y cientos de los campos colombianos

de papales regados por la Sangre de Inocentes

vi marchando cortejos de familiares, compatriotas, amigos lejanos,

que a la postrera cámara descienden, demasiado prontamente…

Un rumoroso silencio escuché yo entonces,

frente a los miles de sepulcros abiertos, durante una gélida,

transformadora hora,

encarnado por siluetas de hondas susurrantes voces

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sobre las lívidas siluetas que conmovían, sobre los cuerpos que tiernos

reposan,

entre la brumosa tierra traspasada, - negros centinelas vigilando desde

deshojados tilos

– insuflada por el rumor testigo, de encendidas oraciones

de sombras cenicientas que desfilaban cargando faros de sigilo,

cirios encendidos, rumoreando antiquísimas canciones,

que aquellos los sencillos escuchaban, que atendían los honestos

cofrades,

calmando la opaca estepa grávida de lánguidas cimientes…

¡que era atravesada constantemente por el trueno de los rugires bestiales

del basilisco desatado que enfrentaba lo Valiente!

¡Atisbé al fabuloso monstruo vociferante arrebatado

agitado en el filo de la tormentosa atalaya,

el valor de la sangre colombiana desdeñando

por el coqueteo del facilismo en la nube cotidiana!

¡Ah Espíritu sublime que nuestra jornada en este tiempo trasciendes,


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oh fiel Protoimpulsador de las avenidas razas!,

brindanos alientos de Valientes para herir, presteza contundente

el cuello de la Bestia Rugiente, el pecho de la Monstrua Alada!

¡Ojalá los vástagos colombianos

a la altura estemos de tus sempiternos ideales,

desde la tierra del León dormido hasta el desierto y los llanos,

y la Patria se regenere en el recuerdo de los caídos a mares!

¡Atisbé una marcha de trasegantes y familiares,

Hermanos de la Vid Sangrante, del Don Manantial,

que se unía a la de miríadas y miríadas contundentes, comulgantes,

con un palpitar semejante, persecutores de la Igualdad!,

uniformadas cohortes muy desde adentro,

de viajes interiores, de cadenas caídas,

de muros deshechos de pródigos lamentos

marchando enardecidas como flamas pristinas,

firmes como el roble, indubitables como el madero,

con la mirada reflejando El divino avanzar,


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atravesando inmarcesibles, puentes de concierto

desde su estelar calma, desde su don y prodigar.

Con la llama de Amor de estos tiempos abrevada

en mi pecho atendedor, y un indubitable céfiro,

puentes atisbé de irresistibles camaradas,

enardecidos por un aliento que traspasa los Milenios!

Puentes emergidos desde la sangre derramada

como la de los justos y Ardorosos por sus encendidos acentos!:

¡puentes hacia donde ondea victoriosa y bienamada

la nívea bandera de los Ideales Sempiternos!

agitada victoriosa, reflejando horizontes ecuménicos,

acompañando en su emergencia la avenida colombiana,

¡sobre vallados solares, sobre parques eólicos, radiales por cientos!

jalonando al nuevo mundo, el erial regenerado de la Casa de la Patria!

Puentes que atravesaban los rumorosos alcores

y los dorados campos, de abandonadas armas,

en rejas de arar batidas, que no desperdiciadas:


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de la Bestia muy cierta escuchando sus ventrudas coces.

Y atisbé una blanca colomba zurcando las estancias adormecidas,

con un renovador impulso hacia espirituales Nortes

bañada en la aurora del amanecer de un nuevo día

victorioso a porfía, inspirador incienso de las nuevas creaciones!,

mientras el Águila y el Cóndor seguían iguales en sus asuntos,

el Gallo y el Búfalo pacientes ante la marcha que aparece,

oyendo ocultamente los aconteceres de este mundo,

en el ascenso desde los abismos de una Calma contundente!

Que respetada la cotidiana tarea de las espaldas inclinadas

de las callosas de las manos, invitados a proyectar una ecuménica

comunión

en el calvero allende la jornada, hacia conciliares cielos ellos avanzan,

en medio del barro alegre de nuestra humana condición.

¡Ojalá los vástagos colombianos,

a la altura estemos de tus sempiternos ideales,

y la Sagrada Flama de la Vida tome aquí Celestial Valor


31
y un pueblo regenerado marche, honrando la Igualdad que en toda

criatura cabe!

Un sol raudo avanza, un Cielo más cercano se despeja,

este errante mundo en su paso se agita,

con su rudo pasado al fin se reconcilia, entonces se libera,

y un Barbado Jamelgo sus patas encabrita.

Entre una férrica gruta de lluvias suspendidas

rocas que flotan atraviesan un pasadizo corredor,

hilos de luz líquida caen hacia arriba,

comunicando hacia una atalaya de un no conocido rumor.

En la cálida terraza pasean en recreo turpiales,

a los pies de un lago Cristal, do boga una humeante comarca,

campos de Sol y de Aguas, entre gorriones multicolores,

a las faldas de un monte vetusto, dimensión sin Abril donde avanzan.

Detrás de gigantes hojas

de bosques tropicales, sudorosos

en una cabaña cristal, la Divina Pastora rodea


32
en el nimbo de una reunión de Ardorosos

dispuesta la consabida escala y la Mesa

delante de los devenidos a Dadivosos

mientras alegres invitados departen

y una seráfica Paz les comparte,

mientras el Lobo y el Cordero pacen juntos

y el Cabrito se ha echado junto con el León,

y sencillos comparten con grandes de la Tierra y poderosos

y los muchos y los pocos, en una sentida reunión,

mientras un corro de niños de abigarrados corros,

libera de entre lo sonrosado al noble Maestro y celestial Señor,

para avenirse entre lo suspenso de los Regenerados,

y de los devenidos a Fraternos, con deslumbrante comprensión.

Yo, hombre mestizo, empeñándolo todo

por esa dulce visión con bondad donada,

de un erial donde lo viviente al rojo vivo lo unta todo,

de sencillos bogares hechos una íntima estancia,


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bajo el ecuménico estandarte de similares sentimientos,

vueltos una comulgante intención, reflejados en un pabellón solemne,

Ideal Eterno que ondea con grandes vientos,

caricia de la trasegante alma, aliento de la marcha paciente…

Desde este espejo florido, descendiendo de la calmada atalaya

tenue reflejo de Valles coronados con la Paz Seráfica del Ánima,

oh para siempre, esta flor ultravioleta yo arrebato, que en esa tierra

reverdeciente abunda y brota

tras la férrica gruta del León dormido, tierra inimaginada de la Soberanía

Magnánima!

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V

¡Oh luciérnagas egregias, oh techo constelado!

Quédense así, vigilantes, ante el encuentro entrañable, en el Tercer

Espacio de la Experiencia,

cual introducción maravillosa hacia el cosmos del Alma,

cual el umbral de la fantasía allende el derredor.

Ustedes hoy así, en esta periclitada Mesa, más cercanos,

cual Vigilantes acampando, ¡brillantes desde siempre!

esperando en su puesto designado, al mundo agitado del anhelante

paso

- desde la renovada visión de la hiperdimensión de la medianoche -

que al avenido corazón a una nueva experiencia le arrasó,

atravesando los silentes muros que renuevan intenciones,

las plazas vacías de alegres segadores,

los parques apagados - las mulas - del bullicio de ebrios jugadores,

con un joven y viejo, maestro plectro,

despertando el eco de un infinito

con la ardua brisa de la regeneración, oh Reflejos,

que en un suave susurro arrastran ustedes consigo,

35
hasta evidenciarlo en cualquier prodigado destino que encuentre para

su mensaje nido,

y elevar epifánico el señorial deambular

de El Protocelestial,

prodigándose en alas de beneficio,

renovando a diestra y a siniestra

el humano derredor, oh Vigilantes!

Que muy desde adentro de su concepción dichosa,

reflejos hermanos que penetran gentilmente las canciones de amadores,

en el ascenso de mi corazón a través del estrecho umbral,

después de los muros acallados, y de la tiniebla de la pequeña Ciudad,

se despertó para mí una lene melodía

más allá de las proyecciones de los muros verde neón

cuando así en su silenciosa vía el pecho igual se fue entregando

a sus aires de bogares trascendentes.

Así, en la ataráxica ribera,

flameando iridiscente la flama celestial,

inunda, unido a la paternal Voz del Sol primero del que como hijo el

espíritu participa,
36
los profundos recovecos

-¡la mar temporal elevando! -,

con amor alentando lo extraviado que allí encuentre,

bajo la hermana de plata y estrellas olvidadas, y los otros Cielos!

¡la mar temporal proyectando!

para aspirar epifánico

el banquete abierto que brinda la grávida tierra,

para unirse, por ahora, en la silente vía, al oculto desfile

de devenidos trashumantes a fraternales presencias,

en la vía escarlata caliginosa donde riela

un platinado deslumbrar, oh sempiternas presencias, ilustres Ardorosos.

37
VI

Que así,

después del profuso abrazo y el comulgante gesto, acogido amador el

fauno

allende la continua Obra, se observará mejor, después del doloroso

alumbramiento

de una fecunda jornada,

cómo lo Eterno hecho presente en la Mesa de los Siglos se realiza.

Por ello, un gran cóndor atraviesa los campos nacionales,

mientras izan banderas Eternales en lo Alto, rogando por ella,

y se une mi pecho a sentidas elevaciones, desde esta barca con faroles

iluminada,

llena e inundada a veces, vomitando aguas de esmeralda,

otras solitaria y en los suburbios avanzada,

hundiéndose en ignotos mares,

¡de horizontes de fuego traspasada!

38
Que sagradamente preparada,

la nívea Luz de la Vida, en la salida de su trascendental desierto

para vestir el humilde overol, de hijo del hombre,

cuando buscó eólico, un humano trasegar

para prodigar lo Igualitario Fraterno, su angélica jornada evidenciada,

chispeante y cercana, confiante se agita:

sobre la extensión de la Soledad aparente

que a lo oculto luminoso corresponde,

en la antesala del Balance, encarnada en lo Dadivoso,

¿así, desde la Ribera de lo Existente,

bajo la preñada de las nubes es que comienzas,

como la sublime mirada que no conoce adiós…

es que en mayores céfiros, horizontes alados impertérritos, te

despliegas, amante trashumante

alegre, transparente?

¡Que sólo sea temeroso de de tu reverdeciente vía desviarme!

Pues impreparado aún para una intempestiva visita,

encuentras, Amador, transfigurador, el umbral hacia la alucinante

Noche en el crepúsculo de la tarde

39
cuando errantes escarlatas ya penetran las habitaciones, devenidos a

ilustres ardorosos,

que se precisan, entre la bondad más pura,

como entre las encendidas oraciones que humean lugares bermejos,

para iluminar la noche de curtidas compañías,

compartiendo prodigadamente lo amado en su jornada,

lo galopante

de lo vívidamente acaecido,

cuando en su llama viva, la transparentemente sida,

nuestra Noche Sublunar sea ascendente,

y la antesala dispuesta se ilumine, longamente preparada y dispuesta

para abrevarles como a jóvenes y viejas, eternas figuras

como a fieles sumas de caminos encendidos,

con su señorial ascenso manifestado, y su fruto conseguido,

victorioso de las feroces fauces

de caminos de gargantas infernales. Seguro será.

40
VII

Así

espérame desde este canto allá Señor, en la cabaña más llena,

en la peña constelada reunidos, sobretemporal de un mundo, y

simplemente construida,

bajo la sabana harto recorrida,

de rostros y de brazos bienamados en la vera,

cuando más te reconozca entre almas curtidas de ancianas alegrías,

y de entrañables cicatrices que hallan lo suficientemente frutecido,

las manos arrugadas, las caras y el abrigo,

con un real conocimiento de los vergeles perdurables

cuando tu pasional marcha pueda ser

sobre el límpido camino perseguida, saludable,

y me acerque hacia Tí, como a la cicatriz piadosísima

como a un bosque de canela de refrescantes vergeles

tras una gruta de lluvias que caen hacia arriba,

la insinuación pasionante de visitantes y Santos y fieles,

para avanzar, en la Gloria de una vida a tu derecha sida

con el dejo esclarecido de los, en la vera, Inocentes.


41
Espérame allá, oh grande Caridad,

donde el presente y el mañana se reúnen, para siempre

en tu cabaña propia, tan plena y tan acompañada,

reunidos los que volviste amigos de un dichoso y grande modo de

amar,

Tú en su espíritu, la Fuente

reunidos para siempre

en la Noche de Bodas del Tiempo

que por los elegidos aún espera!

Espérame, querido Señor,

cuando tras el légamo de tu condición humana te reconocí, ¡oh

demasiada, musical Luz

en el ruido debatida,

entre la tibieza de un submundo andada, acontecida!,

y corros de niños querellos te liberaron níveos de entre lo sonrosado

y una joven ardentía se desató apenas y presintió tus alturas,

¡y el hombre nuevo irradió en la silente penumbra,

de amadorsísima y profunda, de augusta regia oh de qué gloriosa

manera!
42
para potenciar nuevamente las mentes hacia el Águila,

y los laboratorios antropocósmicos hacia la armonía

de Estrellas

atravesando la modernidad con la regenerada experiencia

cuando tu marcha lo manso y atento acoja, en su vía, biendispuesta,

y el hombre regenerado colmado sea, en complacida porfía

con el don prodigado a los constructores del Nuevo Día!

Espérame allá Señor, en la cabaña más llena…

43
Segunda Semana

Preclaro Espíritu omnipresente y hermano,

seria y humildemente a Ti, desde el sibilino desierto,

de junto sobretemporales veras invocando:

¿este es el Tiempo

donde las proyecciones de ilustres anteriores terminan de explayarse,

para abrirse en concreciones en la realidad más real, las criaturas

susurrantes

cual errantes profecías que paren su interior: un desfile

que se abre, en la hiperdimensional extensión,

mientras el eco descansa, y es hondo el susurro

de una periclitada canción…?

El Tiempo

donde viran

los abigarrados destinos

44
como barcos aquilinos

hacia mayores hontanares,

para que continúes evidenciando en mi humano transitar

entre los muchos y los pocos, y un nuevo comienzo desde mi sangre a

elevar,

con tu sello celestial no evidente y Extranjero,

¡que hoy, nuevamente, me jalona en el cósmico yermo!

cuando la barahúnda en el desierto, descorrió la cortina del misterio

hacia tus prometidos, longos y reverdecientes abriles,

de tus espesos, alegres, ecuménicos sentires?

45
II

Oh Noche Dichosa, si encuentras reunidos a amantes pechos, en ese

fauno de bosque lleno,

cumplido cabalmente, después de infernales puentes, todo un mundo y

su consabido asunto!

¡Oh Antiguos Vestigios de Designios Extranjeros,

en la marea Libre,

en los vaivenes del Tiempo!

Oh espíritus humanados, devenidos a sublimes gestos por el ardor en

su renacer,

en quienes, suspensos de sí mismos por el don que los embelesa,

ha florecido el gesto otro, donde luciérnagas bermejas se pueden

abastecer,

y el vaso así compartido lo escancian festivos, la copa de dulce vino,

desbordándola reunidos, hasta lo aladamente satisfechos;

los rostros nunca así recorridos, infinitamente reconocidos,

confiantes iluminados, en eterno litoral arrobados;


46
reafirmando el uno en el otro

el estribillo conjunto de una sola Pasión

vuelta de feliz manera a entonar,

expuesto sin reservas su preñado candor.

¡Amantes hasta los íntimos lazos!,

desnuda su alma plena, lo vívido henchido de encendidas luciérnagas,

el fauno esclarecido, las bombillas bermejas…

¡Oh luciérnagas claras, techos constelados!,

que al claro de ese fauno los has desembocado …

en la marea libre, en los vaivenes del tiempo;

La auténtica vía de Ardorosos preparando

para hallarse plenamente sobre los siglos abrazados!

¡Noche Testiga de encuentros entrañables!

47
III

a.

Y así la habitación humana, arreglada cada vez mejor, los recibirá en

aquel Día; aunque

la Belleza aún plañe por los hijos secuestrados, los perdidos

como es la tarea primera del Espíritu del Tiempo, que les espera y que

les llora,

y que desde sus veneros acariciándoles, en una estela carmesí

les espera, cuando fielmente retornados, abracen renovador,

lo grande de costumbres cristianas, practicado en sus tiernas vidas.

Tallando su alma en un mural exterior,

recuerdo de las moradas de los hombres que pudieron ser,

se elevará redentor, lo que no lograron alcanzar

viandantes ateridos, al revelar Su señorial rostro entre todos los

olvidados

los anónimos, conformado, confundido.

Para mostrar,

a los que quedamos suspendidos en el anhelo de una expectativa no

más,
48
el camino inteligible hacia Tí, llama encendida de la Luz de lo

viviente…

Entonces, siendo la casa inundada

por los regeneradores aires de la Ribera de lo Existente,

se llenará de una nueva felicidad este vado del mundo,

¡por sus notas proferidas desde vacíos sepulcros, de reconciliadores de

infinitos aquilinos rumbos que nos traen los destinos!

cuando mucho mejor revelarán

el rostro señorial que siempre permanece

hasta allende la ribera del sueño incluso, y hasta donde la demasiada

luz permite.

b.

Porque así, oh sombra alada, oh muerte del malinterpretado violín,

atentos en el traspasar tu insistente sonata

en la plutónica ribera, hacia la Noche de Bodas del Tiempo,

bajo el libérrimo Cielo de santos que se aventuraron, de héroes en

fuego de azur desatados,

bates juglares clarividentes que avanzaron…

escanciarás tu burbujeante vino en una celeste copa


49
en el convite establecido de todo lo vivido,

para avanzar entre la algazara de las máquinas rampantes, de este

tiempo emergente prodigado,

y dar el siguiente gran paso necesario, hacia la casa regenerada de una

patria renovada…

…como que menos oscura, la habitación humana cada vez se

vislumbra,

en el espejo hiperreal y en el neónico rampar de la modernidad,

y la pequeña vela, fielmente encendida,

ilumina los pasos de gozo, de andariegos entrañables, que tras la

renovada puerta aguardan,

como confidentemente lo revelaste así a tus más cercanos,

en un submundo en el que vamos emergiendo apenas hacia Tí,

oh elevado horizonte y recreo sonrosado del ánima,

esbozo de la Jerusalén Celestial en medio de tropicales andenes,

buscando hoy erupcionar para la eternidad, entre temibles nubes de

indiferencia, sin embargo…

c.

Por ello, no es menester alarmarse,


50
si no hay un eco hermano que conmueva los cercanos,

entre sombras que salvaguardando celosas su profuso anhelo

van los corredores de la noche trasvasando, anónimas silentes,

mientras avanza la continua proyección del hombre nuevo,

protoínclitos labriegos efusivos empeñados

alucinados por el Alto signo, en ascensos sibilinos,

en noches de tormentas desatadas a ancestrales,

cuando la casa aún no lo sabe

y la semilla regada parece no frutecer.

No, no es menester…

51
IV

Errabundos anhelantes hacia lo definitivo fueron, Espíritu Consolador;

con tenaz transparencia abandonando

en el aliento de Extranjeros Robles,

un mundo sin emblemas, una nación así dispuesta,

querido acompañante;

Gracias a lo Alto que los sostuvo como amigos,

las aceras resquebrajadas olvidaron

de alegre manera, hasta elevar la Copa con un vino nuevo

en los campos sembrados

y danzar la barahúnda plenilúnica

cual cósmicos humanoides ebrios de emancipación.

Cercanos en un inexplorado suelo se han de reencontrar, ¡ecuménicos

todos!, por su profunda intención,

sustentados por las aguas de la Vida.

52
Para proyectar un feliz Diciembre con sus cariñosas comparsas

la Vida empapándose de sus honestas, adustas, brutales andanzas.

53
V

a.

Comprendo, hermanos del escondido tesoro

oculto tras el barro de su humana apariencia,

que han sabido andar pacientemente un bajo corro,

con el faro iridiscente de su más férvida esencia;

que así, desde la roída gruta de etapas infernales

- a donde, atravesadas las apariencias, desembocó su vibrante vida –

vueltas oscuras pero limpias habitaciones nocturnales,

en la calma que reflejaba una mayor ardentía,

con esa alegre flama aparecida, mucho han de abrigarse,

en estrecha comunión abastecidos, reunidos en una Alegre sala,

para que al caos de los bríos así la arrebaten,

la victoria del Espíritu empujando a los de la más bella batalla.

¡Para los que en silencio descendieron a las catacumbas del Submundo

hallando en la penumbra un hogar y un futuro!


54
Comprendo su devenida causa, oh Hermanos Pendientes de la Vid

Sangrante,

sin la fama que permea los anaqueles de racimos, las vitrinas que

deslumbran,

y sin embargo así felices, ustedes invitados a la reunión más grande

en la Noche de Bodas del Tiempo, que por ustedes espera, que ya les

deslumbra!

Comprendo la tarea que los embelesa y que los curte,

en el crepúsculo de la tarde, tornándose de adusta festividad;

su vía continuada, el paso que los surte,

su corazón humeando en la yerba, errantes de la Pasión de la

Humanidad!

Comprendo su cicatriz igual que sus silencios,

que compartido un destino ha sido en la jornada;

sus saludos, sus adioses, su barullo y su concierto,

que en ese alegre andar la Vida ha sido honrada.

Celebremos que entre ustedes, como los techos de muchas casas,

han emergido vidas reconstruidas, muy desde adentro,


55
vidas que se iban extinguiendo lentas, opacas,

en un prolijo, cuervo y lobo lamento,

hasta que el refrucilo revelador, en su interior deambulando sobre sus

mil infiernos,

les hizo alzarse belicosos, por otro rumbo de su historia,

promovido por la honda conmoción, en afiebradas alucinantes horas

del Suave Céfiro del Todopoderoso, como sobre el filo pasando, de

umbrías y heridas norias,

hasta que de la Poderosa, Grande y Suave de las manos,

allegáronse a la consciencia honesta, en una hora clarividente, despejada,

de ser, en últimas, Inocentes, sobre lóbregos pero limpios lagos,

en esclarecedoras horas, llenas, estrelladas.

Varados en la Ataraxia, desterrados desde lo arduamente duro a lo

Celeste,

¡así les reconozco, acrisolados vigilantes!

¡su fardo cargando sobre el que plañe un arpa recurrente,

que la victoria del Espíritu musita, como una angelical promesa, hacia un

afuera y sus parvas hambres!


56
Para los que respetaron la Vida aún desde sus manos heridas, vacías

¡Para los que untados del planeta desnudo, encarnaron un trepidante día!

Comprendo la mordida de la injusticia lancinante,

que dejó en ustedes su carborosa cicatriz,

para marchar bajo el Númen del Gran Consuelo el Estandarte,

como un faro encendido, con un profundo y soberano matiz;

comprendo su acrisolado vuelo, su procesión silenciosa,

el Eco del Sufrimiento silbando en su interior.

¡De su viraje emprendido entonces, yo reconozco la grandeza anónima

atravesando Valles de Muerte, desde las entrañas de un adiós!

para marchar en pos de la Esperanza concretar:

mejorando costumbres, convirtiendo comportamientos,

¡el Hijo de Lo Aeterno animándoles en ese hondo andar

alentados hacia lo Alto por el sublime balido del Cordero!

Comprendo su alegría de viejos y fuertes vinos,

el Salmo que han vivido antes de saberlo;

y todo un musical jardín que en la vera por cientos,


57
un Agua Pedernal hubo de regarlo, y en los desiertos, frutecerlo.

¡Felices yo les considero, austeros festivales

del Sueño acrisolado en el fuego de sólidas y limpias oscuridades!

b.

Hoy, por ello, es esa Noche de nuestra alma cual Luna Nueva,

que ha abierto su destino a lo_otro eterno, Invisible, Manantial,

que una creación de maravilla canta, iluminada, cercana y llena,

que en la renovada antesala mejor así nos hemos de abrevar.

¡Por ello, alcemos el vaso dispuestos, en esta azotea de los días,

que reunidos mejor se esclarece, en alegría dilucidando,

en la regenerada antesala, en el umbral de veras barruntas, previstas

el Cosmos del Alma Viva, en su cotidiana consideración desembocando!

Para emerger, desde la pureza de las interiores figuras

con el brío de un Ejército de antropocósmicas alturas!

c.

Pues felices desterrados les considero yo ahora

cuando allá, y sólo con su vida y la de los suyos en sus manos propias
58
encontraron lo Pleno en una dolorosa y profusa hora,

lejos del barullo de las calles sin memoria,

de las Mesas sin historia de los destinados a la Saciedad,

allá en la habitación etérea y antesala Absoluta,

de la alada alma y del sobrehumano recausar,

allá en esa pieza estrecha, cósmica, austera-entrañable-adusta

do desplegó sus alas plenamente, el Bautismo de Fuego Espiritual!

Porque su inmersión en la escencia de lo existente fue su feliz derecho,

artesanos acrisolados, pueblo de vigilantes Inocentes,

cuyos auténticos corazones, los tiempos que los exprimieron

como a la uva el pisador o al trigo el que le pone frente,

¡de lo Trascendente les dieron a beber, un agraz y burbujeante vino!

rubicundo como la sangre, llamados nuevos a la Regeneración, oh

sempiternamente ustedes,

¡invitados a la Mesa de un límpido departir entre bonifacios trinos!

¡Ciudadanos del Futuro, de una Tierra Celeste!

Su estela sublunar es su invitación, su consigna, su cicatriz trashumada:

¡no se olviden de los que aún quedan, ya ustedes en la Vera Alada!


59
¡Para los Inocentes que golpeados mantienen el pabilo encendido

abalsamando sus heridas con el perfume de Su Espíritu!

Para ustedes, avenidos desde un anónimo mundo,

amados y fortalecidos en el devenir más profundo!

Por eso oh tú sublime, Espíritu protopotente que nuestra jornada en el

tiempo impulsas en ciernes,

que el Cosmos de la Vida, su Pleamar Sinfonía,

de cantares íntimos y gestas, llenas, impulsas y avienes,

aviva justamente la semidivina proyección, con tu fervorosa ardentía,

por la que ahora todo lo empeñan, apuestan, invierten,

derramando tu benigna confidencia, así como tu profusa unción

como agua manantial en sus días de gozo, ya entre nubarrones en los

pacientes,

hasta que la grandeza de los fundamentos de este Universo visionen, en

una epifánica conmoción

y su vida entreguen con Valentía, en la derecha y recta de las vías, desde

su redimido corazón!

60
Para los que respetaron la Vida aún desde sus despojadas manos;

¡para los que sin adorno abastecidos, entrevieron la pequeña abertura que

los conduciría hacia lo Alto!

61
VI

Así los Eternos también seguramente esperan, desde su Jerusalem

sempiterna

el gran viraje en el libre avance de la voluntad humana, con la Paciencia

de los Siglos de su lado acrisolador,

para dialogar felizmente con el nuevo pueblo que se avenga,

cuando, realizado lo alto de la musical enseñanza que prodigaron más

para campos sin memoria,

desde jardines cual alcores donde la Eternidad se embelesa,

las hordas del grito contenido se encuentren

paciendo entre los sauces del Alto Sacrificio. Y sea al fin un pleno Cielo.

La flama celeste, sobre ardientes muros

tatuados de la historia no evidente y semi-Extranjera,

tremolando gentilmente se agita, entre ajadas banderas

iluminando así formas más elevadas de nuestra jornada sobre esta tierra,

formas en que el misterio del espíritu creador aquí lo realiza

vecinamente resolviéndose,
62
invitándonos, como a los primeros, a en nuestras obras ascender

en escalas de graves amores, la bella gesta,

para presentir un familiar cielo,

¡la Eternidad!,

vibrantes, confiantes, entre los renovados días.

Entonces se cantará, a la Tierra de Sol y de Luna, en comunión con el

rumor del fauno de los bosques,

vuelto a escuchar entre fieles robles, cuando en la casa lo celebren

con el pan y el vino, y las aromáticas especies, amigos de egregios

Celestiales

dispuestas en la hora y en la sagrada cercanía, deviniendo en eras de

trascendentales compañías.

Por ello, en el umbral de la visión más espiritual, y sobre todas sus

maneras:

¡Dichosa Justicia para la Patria verdadera,

que en el horizonte despejado, con un escudo renovado

entre nubes platinadas despunta, ya permea!

63
VII

Que así finalmente de Tu lado Señor, de inteligible y celestial manera

mi vida se abreve y en el relente reverdezca,

atravesado el purpurino telón de la Pasión de la Medianoche

por el mismo Cielo abierto por el sudor pernoctado

de santos artesanos y héroes desatados, vástagos de la canción

bienaventurados,

hijos primogénitos de aires afiebrados, por Tu verbo enardecido

divinamente inspirados

meciendo los muros del Castillo de huesos trasegado,

vueltos un ulular acompasado

desde tu derecha bien dispuesto, a la Mesa de los Siglos ilustremente

invitando

a la florida ribera de los corazones fraternos,

turpiales de colores de flores ultravioletas cual buen alimento, banderas

en lo bajo tremolando, después del ascenso, cálidos sotaventos

muy por encima de mi frugal humanidad, desde más allá de este mundo,

hacia un divino querido umbral!

64
Una suave y gentil Sinfonía

para calmar la confusión del humano corazón,

en la Noche que amanece

y el Sueño que poblado de insinuantes criaturas, aparece. Sea.

Colmo de lo humano verdadero,

espejo de las mayores alegrías,

hoy con una falange de certeza

poderoso a mi habitáculo traspasas, guías,

haciendo un alto desde lo más hondo

de Tu inteligible marcha, hasta el gélido umbral de mi Medianoche

cálidamente renovado con el claro de tus ambientes,

hacia tus despejados, amables y comulgantes frentes.

Mayor jornada no emprendieron

las tormentas de Dios iluminando injustos sufrimientos,

hacia el desierto de ululantes, valles cenicientos

alucinantes criaturas por cientos,

que se han encendido, para reunirles, y comulgar, hermanos de la vid

sangrante,
65
ardorosos, atravesando valles de sueños mortales.

Así,

sobre el musgo que sobre la piedra dura reverdezca

como en la campiña donde la madre, desgranándose en ternura sin fin, el

lecho del niño cubre,

cuando ha visto cómo la tierra infértil brota pedernal, y posesa de

asombro, se alegra,

el pecho de los Reconciliadores la consabe,

y todo aquel que, hermano del Infinito, construye,

hallando vida en lo bajo y en lo alto,

con el espíritu de lo antiguo, para lo emergente,

y para cantar nuevamente que la Obra se empapa de eternidad, del amor

de los brios,

celebrándolo aquí y allá en esclarecidos derredores,

y que todo lo llamado a permanecer, confluye hacia tu festivo y común

confín,

¡dichosa fatalidad!

Que entre lo moderno, y el raudo rugir de naves y aviones,

sigue marchando la Plenitud en este mundo,


66
sencillamente ataviada, alegre y seriamente manejando sus reales Nortes,

saliendo sólo a tomar los ingredientes necesarios

a la ciudad de las máquinas y de las energías rampantes,

dispuestas las noches hacia la concreción de sus arcanos,

bajo los astros, cada vez, cada vez más cercanos.

67
Tercera Semana

¿Quién podrá venir ya, ánima mía compañera,

sino los Superiores Reales, los Celestiales Estelados, a las almas del

pueblo nuevo descubierto

tras la férrica gruta del Sur,

con su gesto de dicha serena, desde sus suspensas cálidas centellas,

cuando preparada al fin, y festivalmente dispuesta

la mesa de los siglos les reciba, una rebosante canción y bienvenida?

Por ello celebremos juntos, te invito a Ti, guardián de más cercano cielo

y sobretemporal también,

delegado de la intempestiva visita, en medio del barro alegre de mi

condición mestiza.

¡Para esa tu especial escala angélica del Amor

mi espíritu ha pernoctado, Tú lo sabes mejor que yo!


68
- Desde el sublunar ascenso, un desierto en la fiebre atravesando, mi

pecho en las visiones suspenso, -

cuán sencillo te demuestras, cuan amable y sabedor representas,

desde tu cubil sempiterno, desde tu vera patricia, Solar…!

Por ello espero no mirar atrás, en advenedizos espejos hacia pasadas

ardentías.

Y espero seguir alimentándome así, de esta la Paz Americana del Águila

y del Búfalo, con tu céfiro insinuando en certeros sotaventos,

escoltada ocultamente entre los vivientes silencios.

Celebremos, si tu Paraíso a un corazón lo deseas aún proyectar, como los

signos lo constatan calladamente, desde el conticinio hiperdimensional

del radial derredor;

que para iluminar las profundidades de una ánima,

se esclarece mejor ahora la medida en tu Villa Fraterna,

para que en el Espejo del Protocelestial, vaya gloriosamente

arreglándose, aeterno, el hombre nuevo,

como seña de que tu Soberanía, en inteligibles escalas descendiendo,

está aquí con nuestro universo.

69
Que cuando en los hombres haya frutecido lo Santo

y el león blanco, agazapado en su gruta renovada, ruja manso

y la conversión íntima, de comportamientos y costumbres, los rehabilite

para la eternidad, en el auténtico despertar,

trashumando en plenitud la jornada de sus propios callejones,

y se hallen al final, renovados y renovadores,

¡caído el espejismo de una Soledad aparente, la Ribera Plena de lo

Existente!

para después, observar estrellas en ojos hermanos,

traspasados sibilinos umbrales, atravesadas llanuras de arduo encanto:

la límpida Mesa exactamente medida, rutilará para tales convidados,

harto diferentes,

con la elíptica copa rebosante, como no puede ser de otra tan especial

manera,

a sabiendas de que el espíritu mismo

que a ser discípulos de una Vida Iniciada les convocó

ha estado conspirando sagrada, ocultamente, detrás de todo aquel errar,

para que el tomar la rienda propiamente de su destino, ¡oh dilecta

dirección!,

les disponga, con el traje de gala y la rauda intención

70
a la voluntad de Aquel que todo lo llamado a permanecer congrega, con

generoso arte y armonía,

al Universo eternamente sediento del burbujeante vino y el agua

de redimidos,

cuyo propósito se ha de cumplir, por aquí aún - entre las veras esteladas -

para después,

siendo familiar la concreción de lo Superior en su visita, cualquier

inopinado día, al pueblo que en dichosa voluntad se avenga, su angélica

visión prodigada,

tome definitivo impulso

la rueda de la Existencia,

y se acerque la plenitud ecuménica esperada

y el alumbramiento anhelado, entre pasos de paloma, mensajera de

sublime Noticia, no sea tan sorpresivo,

sobre la ancha Tierra: Conquistada Justicia: ¡Dichosa entronación del

Rey de Paz! Y sea uno sólo

lo Alto con nuestra jornada cotidiana en el derredor. Sea.

71
II

Hoy es esa noche tan esperada en la mañana

como si un hermano, de lo lejano, volviese a nuestra casa

ausente por mucho tiempo, entre soldados caratosos

que las selvas nos devuelven, a los abrazos contagiosos!

Hoy es esa Noche de las grandes bienvenidas,

henchida, rezumante, de entrañabilísimas visitas,

así como de encuentros largamente postergados,

¡junto a nosotros está nuestro hermano alado!

De lo lejos lo han liberado, a la reunión que nos congrega:

¡Bendito sea Dios y su voluntad extranjera!

Hoy es la Noche de nuestra alma que ha regresado

a la casa de puertas abiertas, ¡para abrigarlo sólo se han cerrado!;

llena de bullicio, donde confluyen los gestos festivos,

de hermanos y primos lejanos, de vecinos, de parientes, de amigos;

Allá el padre silente, oyendo el acontecido rumor,

recordando al niño de otro tiempo, su no perdido candor;


72
y más allá la madre, de manchas de años y de caratosas cienes

que al hijo de su ánima palpa: a vuestras puertas los más perfumados

vergeles!

Que de la selva entre piares guturales y rugires

de entre jaguares sin odio, de osos sin maldad, de caimanes, de tapires;

de entre sierpes y de tigres, entre la pura seriedad

descienden los victimarios. Los observan como el Águila sus víctimas:

aflora un perdonar.

Ya comienzan a silenciarse los campos colombianos,

¡Ya se termina una longa guerra, en los eriales lastimados!

Que si víctimas perdonan, rutila una nueva mañana en este lado de la

Esfera

es que se ha comenzado una travesía largamente esperada, para sus

lánguidas veredas.

¡Oficios de deshonesta ambición estarán por regenerarse,

descienden victimarios compungidos: les perdonan al como el Águila

mirarles!

De lo lejos lo han liberado, a la reunión que nos congrega:

¡Bendito sea nuestro Dios y su Voluntad Extranjera!


73
74
III

a.

Así la faz iridiscente en el hombre nuevo,

¡del Cordero en los avenidos de la transfigurada ocasión!,

al virar su bajel de los protervos ríos

caídas las cadenas, los grandes lamentos idos,

y lo definitivo alce gozoso vuelo carmesí, y renacer

entre alas de mariposa

hasta la reunión que desemboque su noticia, con semejantes

equinocciales,

después, dando la buena nueva, su trascendental jornada evidenciada,

sobrellevado eficazmente el viejo mensaje del Refrucilo Revelador,

hasta precipitarse bienatento sobre otras almas

cual sobre la epidermis de montañas umbrías,

empujas a los distintos motivos de una espiritual reunión,

el umbral de una noche de inspirada congregación,

preñada de devenires de Igualación aperlada

que se han prodigado en esa equinoccial etapa,

al polvo del polvo, hacia la llanura pleamar floreciente, iluminada,


75
por hermanos por cientos añorada, esperada:

el Emmanuel Amor en la mañana anaranjada!

¡doloroso alumbramiento en el albor del Milenio!

¡doloroso alumbramiento en el hiperdimensional Valle!

¡Mira si no!: las causas allende los muros que nos rodean al despertar

están dispuestas ya,

superada beligerante esta etapa de submundo,

en toda canción que se sumerge, en su melodía sin fin, en la ascensión de

los Sepulcros;

cual hogares de puertas abiertas, de ventanas generosas, dispuestas, se

pueden percibir,

sobre el jardín multicolor de la santa naturaleza, esperando…

esperando por los siglos, momentos valerosos

en que los hijos del Padre las encarnen, y en su gruta conmovidos, se

transformen,

para revelar por completo Tu acrisolado interior

su visión de cada tiempo y en cada generación,

devenidos a Dadivosos, prodigándose en una consumación y en una

bienvenida,

dispuestos en su ascendente vía,


76
de flores purpurinas alfombrada, henchida!

en los valles donde se sienta la alucinante Paciencia

empujando a que los hijos de este vado del mundo, se reúnan

extranjeros,

decididos por lo Alto.

Brama, en el conticinio al filo de la medianoche de estos tiempos,

aquella profusa figura,

bogando en la agitada espera por la anhelada consumación,

como un fantasma boreal benigno, detrás de los sauces, los rostros

esparcidos,

las banderas de sangre de inmortales anónimos bañadas, los motivos:

el avenido crecimiento de un pueblo

hacia los altos ideales del Espíritu. ¡Escucha!

b.

Así

cuando sus compañeros anhelantes también superficialmente le

empezaron a reconocer

como Uno con la Plenitud_de_Ser,

en una misma fe encendiendo


77
todo un ecuménico Cielo sobre su día más mortal,

tal la bondad de su Padre en la entrada fulgurante,

hasta que, ¡cántalo alma toda mía como en el primero de los días!,

potenciaron hijos nuevos el tiempo a través de este,

transfigurados ellos mismos en una retoñadora intención,

para, después de resurgir de las aguas matriciales del Espíritu,

colaborar en el nuevo amanecer de conversas maneras, y de

rejuvenecedoras costumbres, desde el inicio insistiendo,

volvieron vívida la primera escala de la habitación humana, arreglada

cada vez mejor,

¡para respirar, hermanos de la única bandera, los esclarecedores aires de

la Victoria de lo Alto,

de bucólica armonía inmarcesiblemente impregnados!

para que celestiales y cotidianos podamos departir,

en el renovado vado de la autopista del Milenio, y que un rayo de oro de

otoño tiñera!

c.

Porque bogando a la orilla del camino,

cuando a los Tres Eternos se pide confiante llama

o se espera de ellos alguna fortificación,


78
en el espíritu humano atemperado más que nunca hoy para tal intimidad,

toda vez que la verdad revelada no supera los oídos ni la comprensión,

- la piedra dura, el agua que simple la saluda -,

¡mira, espíritu compañero!, muchos de los que descendieron a las

catacumbas del submundo,

lo encontraron, y la substancia de un mañana les arrebató

en un abrazo y en una entrañable bienvenida.

¡Orá a esa comunión en medio de las regeneradoras aguas!

Porque los desterrados de la ciudad de rojo y neón, que siguen

trasegando cada vez

se reúnen más cercanos para reconocerse hermanos además,

atestiguando estos tiempos, por encima soterrado, y el cosmos de la vida

que anhela su interior,

cual primicias del nacimiento de hombres nuevos, mientras estallan

multicolores fuegos,

y se acallan los dolores del parto largamente postergado, en los eriales

del espíritu del tiempo,

recreados en campos de purpurinas flores proyectadas,

sorprendidos en dorados paisajes de turpiales multicolores.

79
Porque ya cayó la gota que rebasó el vaso, en la Tierra del Dolor,

la Tierra sin Insignia, la Muda para lo Grandioso,

y se atiende a la calmada sospecha, del suave céfiro después de la

atronadora tormenta, cual el paso de insignificantes palomas para ellos,

de que el espíritu florece pronto, silenciosa, sagradamente, en plenitud,

trayendo desde lo Alto de su angélica escala, a través de los perdidos,

humanoides ateridos,

los deshechados olvidados, a través de ojos no vistos,

la arquitectura de la Jerusalem Celestial, aquí, a este espacio sin rumbo

propio,

impregnando la empresa humana del júbilo inmortal,

para traspasar con lo Maestro a las tiernas edades de hoy,

serena maestra voz que dirigirá el mañana,

para avanzar la proyectada Obra, como ya se tenía previsto,

elevar sus espíritus hacia la única bandera,

y poder entonar con el hecho a nuestro lado:

¡Oh Gloria Inmarcesible!, ¡Oh Júbilo Inmortal!

¡En el surcos de dolores, el bien germina allá!

80
IV

a.

Por eso hoy, que se discierne

la proyección Extranjera en la ordenación inicial de la Obra,

toda vez que los labriegos en los distintos campos del espíritu humano

no han arado en vano,

se ilumina mucho mejor el horizonte por surcar

por los que de la Gran Barahúnda emergen

ascendidos de la banalidad y frugales horizontes

en medio de trompas celebrantes

y celestiales e íntimos virajes de su destino

calladamente regocijados,

entrañablemente conmovidos

por el vino de una celestial Amistad que no se creía posible

en medio de sus días de soles pasajeros…

Y así avanzan hacia encuentros definitorios,

rajados entre los muros, abrevados por el susurro del coqueteo de lo

Inmortal,
81
corros arrobados en desiertos afiebrados,

relámpagos platinos silenciosos, arrobados

en la barahúnda plenilúnica en la hiperdimensional Noche.

b.

Que entre notas y tonos que animen la Vida

pariendo formas más elevadas de existir

se abrevan en la regeneradora flama conmoviendo,

cuando el Pan y el Vino no falten en la casa

para celebrar los motivos impulsados por lo Alto

y con un nuevo espíritu y floridas coronas,

adornar la vendimia cotidiana entre ultramodernas naves,

bajo la compañía más cercana de ilustres estelares.

Que se hace fundamento una canción periclitada.

el Eco Primigenio de Eras Rampantes,

para reafirmar el tránsito de una hacia la otra, con una continua

y preñada enunciación,

salvaguardando su tesoro, en el jardín del soberano Amor,

adornado con el eterno escudo

el Ave de Paraíso o la ultravioleta flor,

y disponer, con lo primitivo de lo Extranjero,


82
bajo los Antiguos Vestigios que ¡mira!

bañan más cercanos la habitación humana, y la Mesa, arreglada cada vez

mejor para recibirles,

cuando hábilmente preparada lo esté,

el único estandarte,

hacia la preclara reunión.

Sea.

83
V

En el nuevo Universo, después de la Paz de las fuerzas,

de la Justicia entre abigarrados pífanos

en un divino ascender,

cuando la Luz mueva al mundo,

desde los humeantes campos del espíritu humano

donde ínclitos labriegos no han arado en vano

desde la Paz de los honestos, sus atalayas cósmicas,

para florecer su semilla en lo nuevo en derredor, que se dé, donde más

inocentes aparecen sus reflejos,

aunque la intención en lo Alto no tenga que insistir,

como que la flama que pervive detrás de la Existencia

seguirá tomando voz, en otro y otros, hijos jubilosos de epifánicas

jornadas

para encarnar la siguiente etapa de una grande historia,

cuando ellos a cabalidad lograron, en su alucinante paso,

arrebatar al submundo, y entonando, la íntima comprensión

de lo dicho ocultamente por quien pasó en la Cruz. Sea.

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Por ello espérame allí santamente, sólo después, oh amabilísimo Señor,

en los umbrales de lo definitivo, en el límite hacia el ponto oscuro,

barruntado, apenas conocido, mientras la Obra se completa, por aquí

también

confiantes en las canciones que consumen y que llenan,

después de haber trasegado tan juntos jornadas sublunares, y harto haber

abrevado

tanto al león como al cabrito.

Que ya sólo la sed invade los anaqueles empolvados, atraviesa las

cálidas repisas, los cuadros, los caratosos lados

de escanciar el burbujeante vino de la dichosa Amistad contigo,

que trae consigo las especias cosechadas

de todo lo que de la Obra ha permanecido para lo viviente,

desenmascarando desembocaduras de las riquezas por sí mismas

cual flores que se marchitan, en los vasos roídos de la no fortuna, de la

fatiga,

para exhalar un aroma que periclitado reverdece,

incienso inspirador que inunda, que cuece.

85
Que así se hace más grato volver, de largo viaje regresar, oh Ilustrísimo

Acompañante

hacia el cálido hogar, del lado de queridos reconocidos nuevamente,

en quienes la siembra de lo eterno sobre este vado joven del mundo, oh

su florido y real asunto, en su espíritu trasunto, madura esté.

Que el ecuménico ideal, con su pernoctada insinuación en el Conticinio

de la Medianoche,

como un eco de fraternales en el silbo, sobre la plataforma del milenio,

paso nuevamente se va abriendo

emergiendo desde lo menos proyectado, acompañado por la gaita y el

violín periclitados,

para despuntar, oh profuso quizás, como las primicias de la Santa Ciudad

entre jóvenes y renovadores espíritus también,

la solar y gloriosa Jerusalem de la Paz, el Sueño de Dios, que en su alba

y augusta emergencia

aires ecuménicos ansía prodigar,

esparciendo el espeso perfume

de flores de Paraíso balsámico sobre la tierra rezagada en su marcha

Seguro será.

86
VI

Por ello, después de esta equinoccial misión, Espíritu Protoviviente que

en el Castillo de huesos retumbas,

busca a los hijos de los suburbios, con la entrañable esperanza de

encontrarles lo suficientemente sedientos,

para que distingan, encendida la visión sobrenatural en su ánima,

su don superior de entre sueños animales. Semejante entonces, en la

Parousía prometida,

cuando el desembarco de los Vigilantes sobre la tierra no concertado sea,

se les reciba, entre la familia humana renovada, preparada y henchida

al entrañable banquete en la Mesa.

Y así, en la jornada estrellada, bajo la sabana de luciérnagas, esta vez,

sea más bien…

su intempestiva llegada, con la Paciencia de los Siglos ya dispuesta,

consumada,

aunque los signos aquí y allá lo permiten evidenciar

en el humano avanzar hacia el lugar Viviente,

impelido eternamente,

como una barca que en sí misma


87
ya lleva su ruta, su albor, su Norte.

88
VII

Entre la cúpula antigua y la selva avanzada: ¡Orá, conmigo!

¡Si los pocos y los muchos se reencauzan hacia la Vida Iniciada,

antes de hacerse forma, y entablar diálogos substanciales:

Amor y enunciación trae al mundo que a lo Celestial emerge,

desde la llanura reconocida, lo viviente que brota del pecho

y que reconoce el Cosmos del Alma

como lo más grandioso alado, en la Conquista prodigado, de la

humanidad entera!

¿Qué nos dirán cuándo la tarea esté cumplida, a Ti y a mí, espíritu

bonifacio,

y los vivientes de la tierra enmascarada ya no necesiten de más

sobrepujación, para percibir?

¡Tantos Dadivosos avenidos mayor jornada no emprendieron

dando a Luz una mayor visión de lo real, auspiciada por su espíritu

acendrado

en la gruta suspendida!

Seleccionados y elegidos, el umbral atravesando

el puente reconstruyendo
89
entre Cielo y tierra. Y equinocciales fueron, como sus frutos lo

mostraron.

Así, hoy que me despliegas la historia verdadera en la mesa a medio

adornar, Espíritu de los Tiempos,

hasta su concreción gozosa en el abrazo libre, igualitario y fraterno,

después de la caída de monstruos infernales, el Telón de la Ignorancia,

engaños cual susurros de ciegos abisales,

el olvido lastimero de la sangre derramada, el gran tabú y tinieblas

abismales,

reivindicas la suma espiritual de esta igualitaria jornada,

en cualquier momento bajo tu amparo, evidenciada como equinoccial

quehacer.

¿No fueron los escépticos de la felicidad citadina, de las distintas épocas,

Aliento Culminador,

los desterrados de sus mundos y de sus enmarañados nortes y zumbos,

los que hasta las puertas del mismo infierno tuvieron que desembocar,

en el descenso de una vida, su antorcha por Tu flama fielmente

encendida,

para así una cefiral tonada que indubitablemente emerge


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conquistar? Más acorde con su pecho devenido fue.

Y su eco resuena, entre las edades que recrean

de aquellos primigenios, de un puñado de manos, preclaros en la tarea y

el profuso brazo,

¡una dichosa enunciación cumpliéndose, cual bienaventurada profecía,

preñadas sus obras de la Buena Noticia que trasciende los Sepulcros!

Mira que ella los alentaba, jóvenes y viejas, renovadas melenas, hacia

mares de confluidos inexplorados horizontes,

con el corazón guiándoles en su pecho que estallaba, al fin, en su

connatural ambiente!

Era la cuerda de las brillantes frentes trenzada con la del querer del

mismo Señor.

¡Orá por esa feliz común unión, en su visionante hora, en su clara

manifestación!

De vates proferidos todos, en su pecho generoso la pena y la gloria,

después,

oh biestelares de la tierra eternamente, con el Sueño que atraviesa lo más

obscuro del Espacio,

hasta del Futuro sus barruntadas, sus norias esplendentes!


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Por ello hoy también es esa noche rumorosa, ¡amabilísimo Visitante!,

mira, que la Justicia ondea anfitriona y amable, en el templo en la

antesala del Balance tan grande,

habitantes de una Tierra de ecuménico perfume,

y que al fin sus gestos reconoce y prodiga, entre níveas bandadas de

palomas, y cantante

en la vela y en las pequeñas especies, de la preparación en su segundo

ocaso,

para develarse iridiscente del ascenso infernal, oh profuso ojalá, y

emerger definitiva,

entre las veras intuidas del semidivino, el tercero!

Contempla cómo florece

la semilla en derredor, junto de las industrias verdes del mundo, su

florido norte y rumbo,

cuando por los hombres ya es conocido, en su pensamiento más

fenomenal y esclarecedor,

después de su etapa infantil, y enseña del antropocósmico humanoide,

y de la segunda, joven alfil que la psicosíntesis alucinada

a nuevos hombres pare y libera,


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ya es comprendido su fruto más dilecto: ¡el Omega conocido! ¡El fin

de esta brutal etapa de la Historia Humana

cuando el bárbaro grito de Guerra

sobre la estrellada Mesa, en la autopista de la Tierra de neón dispuesta,

ha agotado su alentar:

de esta Celestial Justicia yo canto, en las primicias: ¡oh qué dichosa Paz!

Por ello, hoy es un momento esperado por el Universal

y que sin embargo, sobre la verde alfombra del tercer errante

de coronas lleno, de trashumantes reyes, ya se ha logrado muchas veces,

antes, con incontenible fruto, en lejanos extranjeros surcos,

y que Dadivosos avenidos en el claro de su fauno encendido,

acompañaron, desde su pecho generoso.

Pero nunca ecuménico, resuena como hoy… en la plataforma

equinoccial de errabundos conocidos,

trashumantes aquilinos posesos

de los tesoros del otro lugar. Y así se logrará

como la Obra que desde el principio avanza

unidos hacia su tierna y sublime Voluntad,

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preñada de pequeñas y grandes alegrías en la vera de los días, y del

camino

como en el de los caídos al lado y lado

de la vía de la Paz.

Por eso hoy la flor de los poetas respira mejor. Hoy. Y se expande el

estro

como un espeso incienso

sobre la ancha extensión de la Soledad aparente

evidenciado su tesoro hasta lo harto consumido

extensión de lo increíble sido, que ya no pertenece…

pero que próximo insinúa, en rizo de cercana nube

una silueta sublime, una sombra luminosa,

una estela asombrosa, triunfante,

Inmortal.

Y la Noche silente la celebra

como lo Amado enviado,

sobre los siglos,

con su fruto.

Junio – Diciembre 2012


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PABELLON NACIONAL
DE LA NUEVA COLOMBIA

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Datos del autor.

Nombre completo: Iván Fernando Chacón Herrera.


Nacionalidad: colombiana.
Domicilio: calle 9#20-12 Villa Lucía.
Ciudad y Estado/Departamento: Pasto, Nariño.
Teléfono del autor: 3152728237

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