Había una vez, en un pequeño arroyo rodeado de juncos y nenúfares,
un pez llamado Nemo y una rana llamada Rita. Aunque vivían en mundos diferentes, sus caminos se cruzaron un soleado día de primavera. Nemo era un pez curioso y aventurero. Nadaba entre las piedras y las algas, explorando cada rincón del arroyo. Rita, por otro lado, pasaba sus días saltando de hoja en hoja, disfrutando del sol y la brisa fresca. Un día, mientras Nemo nadaba cerca de la superficie, vio a Rita saltando con gracia de una hoja a otra. Sus ojos se encontraron y algo mágico sucedió. Nemo quedó hipnotizado por la belleza de Rita, y Rita sintió que su corazón daba un vuelco al ver al apuesto pez. Se acercaron lentamente, intercambiando historias sobre sus vidas. Nemo le contó sobre las profundidades del arroyo y los tesoros que había descubierto. Rita compartió sus aventuras en tierra firme y cómo amaba la sensación de saltar. A pesar de sus diferencias, Nemo y Rita se enamoraron. Pasaban horas charlando y riendo, compartiendo secretos y sueños. Nemo le prometió a Rita que aprendería a saltar para estar más cerca de ella, y Rita le prometió que aprendería a nadar para explorar el mundo submarino. Los días se convirtieron en semanas, y su amor creció más fuerte. Nemo saltaba junto a Rita en las hojas, y Rita nadaba junto a él en las profundidades. Los otros peces y ranas del arroyo los miraban con envidia y admiración. Pero un día, una tormenta violenta azotó el arroyo. Las aguas se agitaron y las hojas fueron arrastradas por la corriente. Nemo y Rita se separaron, luchando por mantenerse a salvo. Desesperados por reunirse, Nemo y Rita buscaron refugio en una cueva bajo una roca. Allí, se abrazaron y prometieron que, pase lo que pase, siempre estarían juntos. La tormenta pasó, y el arroyo volvió a la calma. Nemo y Rita emergieron de la cueva, más fuertes que nunca. Aprendieron a combinar sus habilidades: Nemo saltaba sobre las olas mientras Rita nadaba a su lado. Y así, el pez y la rana vivieron felices para siempre. Su amor trascendió los límites del agua y la tierra. Se convirtieron en una leyenda en el arroyo, recordando a todos que el amor verdadero no conoce barreras ni fronteras. Y así termina nuestra fábula: con Nemo y Rita, el pez y la rana, nadando y saltando juntos, demostrando que el amor puede superar cualquier obstáculo.
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