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La Espiritualidad en la práctica de la

Psicoterapia desde el enfoque de la


Psicoterapia Humanista Integrativa (PHI)

Marcelo Oscar García

Tesis de fin de Máster


Máster en Psicoterapia/Counselling Humanista Integrativo
Instituto Galene

4 de octubre de 2021
Madrid (España) / Basilea (Suiza)

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Indice de contenidos

Portada 1

Indice de contenidos 2

Resumen / Abstract 3

Palabras clave / Keywords 3

1. Introducción 3

2. Definición de espiritualidad. Relación entre espiritualidad, trascendencia, 4


cosmovisión y religión

3. Razones por las cuales es conveniente incluir un modelo de intervención a 5


nivel espiritual dentro del esquema de los 5 niveles de la PHI.

3.1. Reflexión general sobre la necesidad de que la PHI y el CHI incorporen en su 6


teoría y practica un modelo de intervención sistemático para la dimensión
espiritual

3.2. Evidencia basada en la bibliografía sobre la necesidad de incluir la 7


espiritualidad en la práctica de la psicoterapia

3.3. Experiencia desde mi propio proceso personal y desde los procesos que he 9
acompañado

4. Propuesta de intervención en el nivel de la espiritualidad desde la PHI 10

4.1. Bases teóricas del modelo propuesto 10

4.2. Principios generales de intervención a nivel de la espiritualidad 15

4.3. Herramientas y técnicas específicas recomendadas para trabajar la 16


Espiritualidad desde el enfoque Humanista Integrativo

4.4. Ejemplo de intervenciones 16

4.5. Posibles desarrollos futuros 20

Conclusiones 21

Bibliografía 21

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Resumen / Abstract
La pregunta de investigación de este trabajo es saber si vale la pena incluir la
espiritualidad en el esquema de los 5 niveles de intervención de la PHI, y cual sería un
posible modelo y sus técnicas de intervención específicas para trabajar el nivel espiritual
(6.° nivel) desde la PHI. Basado en los hallazgos de la literatura y la experiencia personal,
la respuesta es afirmativa, por lo que se presenta una expansión del modelo de los 5
niveles de la PHI, al que se le ha agregado un sexto nivel, el nivel espiritual. Este nivel
consiste de 6 elementos o columnas: 4 preocupaciones existenciales (muerte,
libertad/responsabilidad, aislamiento existencial y aparente falta de sentido de la vida)
complementadas con 2 elementos positivos: el amor divino y los frutos del espíritu. Se
presenta la dinámica de trabajo básica de este modelo, un decálogo de principios de
trabajo a nivel espiritual, y herramientas específicas para trabajar este nivel. Además se
ejemplifican intervenciones a nivel espiritual tomando como base el paciente alcohólico
descripto en el Modulo 1 del Máster PHI/CHI. También se proponen desarrollos futuros
para expandir este modelo. Finalmente se sugiere investigar más este nivel desde la PHI
y el CHI, y se recomienda su inclusión en los cursos de formación de la PHI y el CHI.
Palabras clave / Keywords
Espiritualidad, psicoterapia humanista integrativa, niveles de intervención

1. Introducción
Comenzaré explicando las razones por las cuales he decidido realizar este trabajo, así como el
encuadre del mismo, sus alcances y sus limitaciones. Permítaseme mencionar aquí la pregunta de
investigación de este trabajo, que es: ¿Vale la pena incluir un modelo y técnicas de
intervención específicas para trabajar la espiritualidad en el esquema de los 5 niveles de
intervención de la PHI? ¿Cuál sería un posible modelo y sus técnicas de intervención
específicas para trabajar el nivel espiritual (6.° nivel) desde la PHI?
La hipótesis de este trabajo es que sí vale la pena incluir un modelo y técnicas especificas de
intervención para trabajar la espiritualidad dentro del esquema de intervención de la PHI. Por las
razones desarrolladas más abajo en este trabajo, el modelo y técnicas de intervención a nivel
espiritual propuestos se basan, aunque no exclusivamente, en la psicoterapia existencial.
Al describir el esquema de intervención de los 5 niveles del enfoque conocido como PHI, el Dr.
José Zurita deja claro que ha investigado el 6.° nivel, al que ha denominado “espiritual” o
“trascendental”, pero que no existe aún desde la PHI un modelo aceptado de intervención
específico o directo para este nivel (Zurita, 2020):
“Y por último quedaba un hueco vacío que durante algunos años dejé en interrogante. Salía un nivel más,
pero no tenía datos para darle un contenido y llamé a este esquema “el esquema de los 5 niveles” porque
yo trabajaba en estos 5 niveles y me quedaba el último con una interrogación; después empecé a poner
tímidamente espiritualidad y más tarde trascendencia, para terminar, volviendo a denominarle Espiritualidad,
y poco a poco he ido confirmando que este nivel es muy importante para todo el esquema.

Incluye los contenidos más profundos del ser humano que tienen que ver con la espiritualidad. Durante
el proceso de terapia se producen cambios en él ya que, de alguna forma, hemos visto que está
presente transversalmente a través del sentido que el paciente le da a su vida y desde la escala de
valores que sustentan su visión del mundo. Cuando intervenimos desde la aceptación incondicional,

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comprendiendo y respetando su realidad, validando y amando su existencia, de alguna forma les
estamos poniendo en relación con la dimensión trascendente de su vida, pero como no actuamos
directamente sobre él, hemos preferido seguir hablando de cinco niveles de intervención” (Zurita,
2020).

Tal como mencionara el Dr. Zurita, el nivel espiritual, o 6.° nivel, es muy importante para todo el
esquema de intervención de la PHI. Este nivel incluye los contenidos más profundos del ser
humano, y afecta, al menos transversalmente, a todos los demás niveles. Algunos ejemplos de
elementos propios de este nivel serían el sentido que el paciente le da a su vida, sus valores y su
visión del mundo. Se acepta que las intervenciones que involucran, por ejemplo, la aceptación
incondicional, el respeto, la comprensión de la realidad del paciente y el amor que le brindamos
por el solo hecho de que exista como ser humano (que no es poca cosa, por cierto), tienen un
efecto a nivel espiritual, al menos indirectamente.
Es el propósito de este trabajo resaltar la importancia y conveniencia de desarrollar un modelo de
intervención específico para el nivel espiritual o 6.° nivel, y proponer un modelo de intervención
especifico para el mismo desde la PHI. Tal necesidad ha sido expresada con anterioridad por
Monroy en su articulo “La dimensión espiritual de la pérdida (Monroy, 2016).
Es importante dejar en claro que la función del terapeuta al incorporar el nivel espiritual a su
método de trabajo no es promover una determinada espiritualidad o religión. Mas bien, su tarea
consiste, en primer lugar, en evaluar las áreas de preocupación básica que todos los seres
humanos enfrentamos por el solo hecho de existir (conocidas también como áreas de
preocupación existenciales o preocupaciones últimas), las cuales necesitan de una respuesta
espiritual que todos, de manera consciente o inconsciente, proporcionamos a través de nuestra
posición espiritual en el mundo. Estas respuestas pueden consistir en prácticas espirituales
individuales o en la adopción de una religión determinada, lo que brinda respuestas mas o menos
conscientes a las preguntas existenciales. También es tarea del terapeuta comprobar el grado de
maduración espiritual que el paciente haya alcanzado, mediante la valoración de su relación con
el amor divino, y si ha adquirido en su vida alguno o varios de los llamados frutos espirituales.
Es en esta instancia de evaluación que el terapeuta podrá determinar cuán coherente son esas
respuestas a nivel espiritual (o 6.° nivel) con los supuestos que el paciente tenga en los otros 5
niveles de su personalidad.
A partir de ese conocimiento, el terapeuta ayudará a desarrollar mayor coherencia tanto dentro del
6.° nivel, como con respecto a los otros 5 niveles, en aras de lograr la congruencia del sistema.
Este trabajo no es conclusivo, sino que más bien pretende iniciar el desarrollo de investigaciones y
estudios sistemáticos en el área espiritual desde el enfoque PHI, para profundizar la teoría y
práctica de las intervenciones espirituales. Es mi anhelo que estimule el desarrollo de nuevas
técnicas específicas para el abordaje y tratamiento integral de la salud de las personas, desde el
nivel espiritual.

2. Definición de espiritualidad. Relación entre espiritualidad, trascendencia,


cosmovisión y religión
La palabra espiritualidad deriva del latín spiritus, que significa aliento o fuerza vital. En general, la
espiritualidad se refiere al significado y al propósito de la propia vida, una búsqueda de la plenitud,
y una relación con un ser trascendente. La espiritualidad puede expresarse a través de la religión,
que generalmente se refiere a la participación en un sistema organizado de creencias, rituales y
tradiciones (Brownell, 2014).

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La Organización Mundial de la Salud en un informe de un Comité de Expertos en relación al alivio
del dolor y tratamiento paliativo en el cáncer (OMS, 1990), afirma que “la palabra «espiritual» se
refiere a aquellos aspectos de la vida humana relacionados con experiencias que transcienden los
fenómenos sensoriales. Esto no es lo mismo que «religioso», aunque muchas personas incluyen
un ingrediente religioso en la dimensión espiritual de sus vidas. El aspecto espiritual de la vida
humana puede considerarse como un componente que aglutina los aspectos físico, psicológico y
social de la persona. A menudo se lo considera relacionado con el significado y el propósito de la
vida, y en el caso de la persona que se acerca al fin de su vida, se relaciona también con el
perdón, la reconciliación y la afirmación de valores” (Ortega Galán & González de Haro, 2016).
Religión, según el Diccionario de la Real Academia Española, es el conjunto de creencias o
dogmas acerca de la divinidad, de sentimientos de veneración y temor hacia ella, de normas
morales para la conducta individual y social y de prácticas rituales, principalmente la oración y el
sacrificio para darle culto (RAE - Religión, 2021).
Podemos decir como resumen que la religión es una de las maneras posibles de expresar la
espiritualidad (Monroy, 2016) y que, en general, la religión está relacionada con prácticas externas
e involucra a organizaciones de individuos que comparten un misma creencia, mientras que la
espiritualidad se relaciona más con el mundo interior de la persona, en relación a lo divino o
sagrado.
Otro concepto relacionado a destacar es el de la trascendencia. La definición de la RAE es simple
pero clara: aquello que está más allá de los límites naturales (RAE -Trascendencia, 2021). Hemos
visto que tanto la espiritualidad como la religión contienen un elemento de trascendencia.
La cosmovisión, por otra parte, es la visión o concepción global del universo (RAE - Cosmovisión,
2021). Vemos que este concepto también es compartido tanto por la espiritualidad como por la
religión.
Así tenemos que tanto en la espiritualidad como en la religión ambos conceptos están presentes,
porque la religión y la espiritualidad ayudan a las personas a construir su visión global del universo
(cosmovisión), no limitándose esta visión a la esfera física, sino que va incluso mas allá de los
límites naturales (trascendencia).
Todas las religiones comprenden prácticas o concepciones espirituales de lo sagrado, a la vez que
la espiritualidad, en cuanto se incorporen ritos y dogmas compartidos con otros de manera
institucional, entra en el terreno de lo religioso.
En lo que respecta al alcance de este trabajo, tendremos en cuenta tanto a la espiritualidad
como a la religión siempre y cuando estas construcciones se empleen para: (a) satisfacer las
“inquietudes existenciales” básicas del ser humano, como son la búsqueda de significado de la
vida, el temor a la muerte, el ejercicio de la libertad de elección y de la responsabilidad, y el
concepto de soledad o aislamiento existencial, o para: (b) experimentar el amor divino y los frutos
o valores espirituales, porque consideramos que estos temas están relacionas fundamentalmente
con el nivel espiritual (6.° nivel).

3. Razones por las cuales es conveniente incluir un modelo de intervención a nivel


espiritual dentro del esquema de los 5 niveles de la PHI.
3.1. Reflexión general sobre la necesidad de que la PHI y el CHI incorporen en su teoría y
práctica un modelo de intervención para la dimensión espiritual

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Existe aceptación general que va haciéndose cada vez más evidente de que la dimensión
espiritual debe tenerse en cuenta cuando definimos en qué consiste la salud de las personas.
Si bien la definición de salud de la OMS de 1948, todavía en vigencia, ha constituido un avance
significativo ante el simple enunciado “salud es la ausencia de enfermedad”, esta definición
ampliada aún no considera a la dimensión espiritual de la persona. Sin embargo, algunos grupos
de trabajo de la OMS han incluido a la espiritualidad en su definición de salud, como por ejemplo
el informe de un Grupo de trabajo de la OMS en cuidados paliativos (OMS, 1990). En 1998 el
Consejo de Ciencias de la Salud de Japón propuso incluir el término "espiritualidad" en la
definición de salud de la OMS, aunque esta solicitud no ha prosperado (Nagase, 2012).
En el ámbito académico se observa en la literatura científica y en los temarios de los congresos de
salud mental una creciente afirmación de la necesidad de la espiritualidad como dimensión a ser
integrada dentro de la práctica de la psicoterapia, sobre lo cual se profundizará en los siguientes
apartados de este trabajo.
Sin embargo, al día de hoy, todavía existe cierta dubitación en incluir a la espiritualidad dentro de
la práctica de la psicoterapia y el counselling, producto tal vez de una inercia basada en
concepciones anteriores de la relación entre la psicología, la espiritualidad y la religión.
Como consideramos que las distintas áreas de conocimiento son construcciones abstractas y que
no están delimitadas de manera tajante, creemos que la psicoterapia perfectamente podría incluir
en su formación y en su práctica a la dimensión espiritual como una genuina área de estudios y
aplicación clínica profesional, aún cuando esta área no fuera el foco primario de la actividad
psicoterapéutica. Esta idea ya está presente en los módulos del Máster de PHI / CHI:
La PHI y el CHI son un modo de concebir y hacer terapia, nacido de la experiencia de varios años de trabajo
terapéutico, en los que hemos podido comprobar su efectividad en los cambios de los pacientes. Esta
experiencia nos ha permitido profundizar en nuestra visión integral del ser humano, así como en el modelo
de intervención y las técnicas de trabajo. Ambas formas de trabajo, en función de las necesidades
específicas de cada paciente/cliente, buscan promover la integración de la personalidad en sus 5
dimensiones: Conductual, Cognitiva, Fisiológica, Emocional y Espiritual. (Introducción a las Psicoterapias
Humanistas, 2020)

Recordemos que, por convención, consideramos que el ser humano se encuentra artificialmente
dividido en las siguientes esferas o dimensiones 1-dimensión corporal o física, 2-dimensión
cognitiva, 3-dimensión emocional, 4-dimensión conductual, 5-dimensión espiritual.
Los profesionales de la salud actualmente encuadran su trabajo focalizándose principalmente en
una o dos de esas dimensiones, y no pueden evitar el tener que abarcar una pequeña porción de
las dimensiones restantes, en mayor o menor medida, debido a que en la realidad el ser humano
es una unidad indivisa. Por ello, el área de incumbencia de las distintas profesiones de la salud
puede definirse mejor como un espectro que involucra situaciones donde los componentes de
cada dimensión se combinan en proporciones variables. Por ejemplo, algunas profesiones se
focalizarán principalmente en algunos aspectos de la dimensión corporal, tocando someramente
aspectos de las dimensiones emocionales y conductuales.
Para simplificar esta exposición, no vamos a considerar la interrelación del ser humano con su
ambiente, aunque la unidad persona-ambiente está ampliamente aceptada, al menos
teóricamente, en nuestra cultura. Pero en la práctica profesional de la psicoterapia, esa
interrelación debe siempre tenerse en cuenta.

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Si tomamos como ejemplo la incumbencia profesional de un cirujano general, estaremos de
acuerdo en que su foco de trabajo está relacionado principalmente con la dimensión corporal de la
persona. Sin embargo, para poder realizar bien su trabajo y que los resultados sean óptimos, debe
también tener en cuenta al menos algunos aspectos psicológicos básicos de la personalidad de su
paciente.
En el caso particular de un psicoterapeuta formado en la PHI, es ampliamente aceptado que si
bien este profesional va a enfocar su intervención terapéutica en la curación emocional profunda
de las heridas que pudiera tener su paciente a nivel emocional, también podría considerar el
utilizar aspectos terapéuticos cognitivos, conductuales y de terapias corporales dentro del
enfoque, tal como se enseña en los programas de formación en PHI y CHI, y ademas deberá
tener en cuenta los aspectos generales de la salud física de su paciente (dimensión corporal o
física).
Esto es así porque para que un terapeuta pueda tener una visión integral de la salud de su
paciente y ser efectivo en su intervención, no basta con considerar solamente los elementos
pertinentes a su foco de trabajo (que son principalmente aspectos emocionales, y también
cognitivos conductuales) sino también los aspectos físicos o corporales del mismo.
Estas divisiones difusas en las áreas de incumbencia de las profesiones, que incluso comprenden
cierto grado de superposición, se deben a nuestra necesidad de fragmentar artificialmente la
realidad de la persona en dimensiones diferentes para facilitarnos su comprensión, soslayando el
hecho de que la realidad de las experiencias que viven las personas requieren intervenciones en
todas sus dimensiones (esfera corporal, cognitiva, emocional, conductual y espiritual) en forma
conjunta, aunque con distinto grado de profundidad y foco, dependiendo de la situación.
Al incluir la dimensión espiritual en la definición de persona, lo que está cada vez más aceptado
en nuestra cultura moderna, necesariamente debemos revisar las incumbencias, alcances y
modelos terapéuticos de las distintas profesiones de la salud, para integrar también esta
dimensión en las intervenciones.
En el caso de la PHI, aunque el foco terapéutico seguirá estando a nivel de la curación emocional
profunda de heridas de la personalidad, asociando elementos cognitivos, conductuales y de
terapias corporales según corresponda, la terapia sería evidentemente más completa si también
incluyera de manera sistemática ciertos aspectos de la dimensión espiritual. La intervención a
nivel de la 6ta. dimensión, al estar ésta profundamente imbricada en las otras 5 dimensiones de la
persona, redundará en un potenciamiento del resultado de las intervenciones en los otros niveles.
Podremos entonces hablar de 6 niveles de intervención de la PHI, y no solo de 5.
3.2. Evidencia basada en la bibliografía sobre la necesidad de incluir la espiritualidad en la
practica de la psicoterapia
El informe de la Organización Mundial de la Salud citado anteriormente en relación a la definición
de salud, contiene también una sección con consideraciones sobre el ofrecimiento de ayuda y
apoyo espiritual a los pacientes (OMS, 1990).
“El paciente tiene derecho a esperar que sus experiencias espirituales sean respetadas y escuchadas con
atención. Si el enfermo relata tales experiencias y reflexiona acerca de su significado, a menudo obtiene
cierta paz interior. Cuando la relación entre el paciente y la persona que lo atiende se basa en el respeto y la
confianza mutua, pueden compartirse experiencias y conversar acerca del significado de la vida y la razón
del sufrimiento, y aun participar juntos en ceremonias religiosas. Este tipo de relación puede dar lugar a
considerable bienestar espiritual. Se deben tener en cuenta dos premisas:

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-Es de importancia primordial respetar las creencias del paciente. No es preciso que las personas que
atienden al enfermo estén de acuerdo con esas creencias para tomarlas en serio. Aun los no creyentes
pueden contribuir al bienestar espiritual y la integridad de los demás.

-En el aspecto espiritual, las intervenciones de apoyo deben realizarse de manera tal que no sean sectarias
ni dogmáticas, y que se acomoden a las opiniones del paciente acerca del mundo en que vive” (OMS,
1990).

Creemos que estas consideraciones, y en particular las dos premisas mencionadas arriba, no se
aplican solamente a los pacientes con cáncer, sino que son extensivas a todos los pacientes, y por
lo tanto deben guiar también las intervenciones a nivel espiritual que realicemos desde la PHI.
Un trabajo reciente (Carli, 2020) que investigó las opiniones de 15 psicoterapeutas
experimentados de Europa occidental utilizando entrevistas cualitativas semi-estructuradas,
concluyó que los psicoterapeutas encuestados consideran a la espiritualidad como un constructo
válido en la práctica de la psicoterapia y recomiendan actualizar los programas de formación de
los psicoterapeutas para incluir temas espirituales, religiosos y existenciales en la curricula.
Otra referencia a la literatura publicada menciona que “las prácticas espirituales aceptables tienen
una correlación positiva con la supervivencia, la reducción de la presión arterial alta, el menor
tiempo de remisión de la depresión, la reducción del número de cigarrillos fumados por día y por
semana y la disminución de las enfermedades médicas graves” (Bansal & Sharma, 2003). Los
mismos autores sostienen que ha llegado el momento de ir “más allá del triángulo sanitario e
incluir la cuarta dimensión de la salud, es decir, la dimensión espiritual”
Vainet Juškienė opina que la salud espiritual es un componente integral del bienestar humano. Su
investigación confirma que la salud espiritual se correlaciona con el proceso general de curación
en el ser humano, siendo un factor positivo importante, y postula que la mejora de la salud
espiritual pueden contribuir significativamente a aliviar las patologías sociales presentes en la
sociedad moderna (Juškienė, 2016).
Numerosos autores como Frankl, Jung, Assaglioli, James, Wilber, etc. a lo largo de la historia de la
Psicología y la Psiquiatría, han señalado la importancia de tener en consideración la dimensión
espiritual, dentro de un planteamiento integral de abordaje al paciente (Rodríguez Fernández &
Delgado González, 2010).
Es de notar también que, como plantea Victor Frankl, incluso las personas no religiosas se pueden
beneficiar de intervenciones dirigidas al área espiritual (Frankl, 1990).
La comisión de espiritualidad de la Asociación Latinoamericana de Cuidados paliativos expresa
que “El cuidado espiritual debe incluir a pacientes ateos, agnósticos o que no se identifiquen con
una fé específica” (Espinel & Colautti, 2020).
Esta bien documentada la influencia benéfica que la espiritualidad posee en relación a la
superación del duelo por la pérdida de personas significativas en la vida (Monroy, 2016), (Bermejo,
2012).
Los análisis descriptivos de un estudio exploratorio realizado en 202 psicólogos, consejeros y
trabajadores sociales de Puerto Rico sobre las actitudes hacia la integración de la espiritualidad
en las profesiones de ayuda, indicaron que el 96% de los participantes tiene una actitud positiva y
favorable hacia la integración de la espiritualidad en la psicoterapia y la consejería (González-
Rivera, Veray-Alicea & Rosario-Rodríguez, 2016).

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Varios trabajos apoyan el concepto de desarrollar en los profesionales de la salud mental ciertas
competencias espirituales, integrando en los procesos de formación diversas técnicas y
habilidades para lograr ese fin (Bermejo, 2012), (González-Rivera, Veray-Alicea & Rosario-
Rodríguez, 2016), (Bermejo, 2009), (González, 2008).
3.3. Experiencia desde mi propio proceso personal y desde los procesos que he
acompañado
En las crisis existenciales que he sufrido en mi vida, he comprobado de primera mano como el
elevarme a otros niveles, abriéndome a conceptos que antes había considerado fuera de mi
ámbito personal, ha resultado en una ampliación de mi capacidad de entender y relacionar las
cosas. En pocas palabras, esa apertura me ha hecho ver las cosas desde otra perspectiva.
Como el personaje de Nietzsche en la novela didáctica de Irvin Yalom, "Cuando Nietzsche lloró:
Una novela de obsesión", dijo:
"Una perspectiva cósmica siempre atenúa la tragedia. Si subimos lo suficientemente alto,
alcanzaremos una altura desde la que la tragedia deja de parecer trágica" (Yalom, 2008), (García,
2020).
Elevarse al nivel espiritual significa encontrar relaciones entre conceptos que antes parecían no
tenerlas. Ademas, se relativiza la importancia de ciertos hechos que de otra manera demandarían
el foco de nuestra vida, consumiendo una buena parte de nuestra energía.
Aparecen nuevos recursos, y la vida parece abrirse a un sin fin de nuevas posibilidades. Se
recobra la esperanza y todo comienza de nuevo. Se trata de un verdadero renacer.
Este efecto benéfico que implica la ampliación de posibilidades y recupero del entusiasmo para
vivir, también lo he podido comprobar en los pacientes que he acompañado en terapia.
En mi paciente A , ya bien entrada la terapia, surgieron temas relacionados al motivo último de las
actividades que estaba realizando, expresados en forma de preguntas como “¿Para qué trabajo?”,
“¿Cuál es mi rol en la vida?”, “¿Qué busco yo en las relaciones?” “¿Cuál es el sentido de la vida?”.
Otro ejemplo que puedo citar es mi paciente B, en quien he observado que hacia el final de la
terapia, luego de haber desarrollado una relación de amplia confianza, surgieron elementos
relacionados con los frutos espirituales, como la compasión, el amor universal, la benignidad.
Es mi convicción que los llamados frutos del espíritu son desarrollos del nivel espiritual que, si son
genuinos, sirven para afirmar la personalidad del paciente y desarrollar su potencial humano.
Cuando digo genuino, me refiero a que provengan de un sentir honesto a nivel espiritual. Por
ejemplo, el deseo altruista o caritativo de ayudar a alguien proviene del nivel espiritual y es uno de
los frutos espirituales. Este fruto se expresará en los otros niveles de distinta manera, modificando
los pensamientos, los sentimientos y también la conducta. Así pongamos por ejemplo que nuestro
paciente decide ayudar a otra persona por ejemplo, ofreciéndole comida, impulsada solamente por
la caridad (6.° nivel).
En otro caso, con otro paciente, se podría evidenciar tal vez la misma conducta externa, ofrecer
comida a alguien necesitado de ella, pero tal vez motivada no por caridad (fruto espiritual), sino
por un deseo de ser aceptado en el circulo social donde se encuentra esa persona, deseo que
proviene de otro nivel, no del espiritual.

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Por lo dicho, pienso que la inclusión del nivel espiritual en la práctica clínica ofrece un marco de
trabajo más completo, porque permite explicar ciertas situaciones de una manera más detallada y
ajustada a la realidad física, cognitiva, emocional y espiritual de las personas.

4. Propuesta de intervención en el nivel de la Espiritualidad desde la PHI


4.1. Bases teóricas del modelo propuesto
Para comenzar, recordemos que el funcionamiento del esquema de los 5 niveles en PHI se basa
en el principio de coherencia y congruencia. En las palabras del Dr. Zurita “Cuando dos niveles del
esquema son acordes, decimos que son coherentes y cuando todos los niveles son acordes o coherentes,
diremos que hay congruencia. La clave de este esquema es que cada elemento que está en un
determinado nivel necesita tener por debajo un contenido coherente con el concepto del nivel más
superficial para soportarlo y permitir que se asiente... entonces, si hay un elemento que no es coherente con
el anterior se producirá una falla en la columna, que la persona no puede aguantar demasiado tiempo. El
contenido del nivel inferior soporta el de los niveles superiores y va haciendo cambiar el contenido de los
que están por encima en función de la coherencia. El nivel inferior es el que manda, si está enfermo
permaneceremos en patología y en salud si está sano. Podemos hablar de una tendencia a la congruencia,
a la estabilidad entre los niveles” (Zurita, 2020).

El modelo propuesto en este trabajo se basa en agregar a la exploración de los 5 niveles de la


PHI, el nivel espiritual (o 6.° nivel). El objetivo y principio rector de la intervención a nivel espiritual
desde la PHI es contribuir para que el paciente desarrolle una mayor coherencia dentro del nivel
espiritual y entre éste y los demás niveles, para acercarnos lo más posible a la congruencia
general del sistema. Y como sabemos, a mayor congruencia, mayor autonomía y capacidad de
cambio.
Es interesante destacar que, por ser la espiritualidad un nivel que además de sustentar o servir de
apoyo al nivel de las emociones profundas (5.° nivel), también de alguna manera está presente
transversalmente (“atraviesa”) o influye en los demás niveles. Por ello es posible encontrar
interacción entre el 6.° nivel y el 4.°, entre el 6.° y el 3.°, etc., por lo que cuando se trabaje la
espiritualidad habrá que evaluar la coherencia entre el 6.° nivel y todos los demás, no solo la
coherencia entre el nivel 6.° y el 5.° (Figura 1).

NIVEL 1 – Conducta

NIVEL 2 – Pensamiento social

NIVEL 3 – Pensamiento profundo

NIVEL 4 – Emociones básicas

NIVEL 5 – Emociones profundas

NIVEL 6 – Espiritualidad
Libertad / Aparente
Soledad Amor Frutos
Muerte Responsabi- falta de sentido
existencial Divino espirituales
lidad de la vida

Figura 1 – El esquema de los 6 niveles. La espiritualidad o 6.° nivel sirve de apoyo al 5.° nivel (triángulos), pero además
“atraviesa” a todos los otros niveles (flechas) estando presente en ellos de manera transversal.

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He utilizado el magnífico tratado sobre Terapia Existencial del Dr. Yalom para elaborar sobre las 4
preocupaciones existenciales últimas de este modelo de intervención propuesto (Yalom, 1980). La
obra del Dr. Yalom me ha parecido la más adecuada y robusta, tanto científica como
didácticamente, al existir además del mencionado tratado, abundante material impreso y
audiovisual (libros, artículos científicos, videos, novelas educativas) para profundizar en el tema y
ayudar a poner en práctica los ejercicios recomendados en este trabajo (Yalom, 2021).
Como mencionamos arriba, el modelo propuesto se basa en incluir el nivel espiritual (o 6.° nivel),
considerando que este nivel contiene al menos 6 “columnas”: las grandes 4 preocupaciones
existenciales del ser humano (o preocupaciones últimas), descriptas por el Dr. Yalom, a saber: la
muerte, la libertad y la responsabilidad, el aislamiento o soledad existencial y la aparente
falta de sentido de la vida, complementado el modelo con 2 columnas positivas relacionadas con
la experiencia del amor divino (o amor sagrado) y los frutos espirituales (Honestidad, Humildad,
Serenidad, Decencia, Caridad, Paciencia, etc.), conocidos también como valores espirituales o
frutos del espíritu).
La razón por la que he elegido estas 4 preocupaciones últimas es que son fundamentales y
universales, es decir, están presentes en todos los seres humanos por la sola condición de existir.
Toda cosmovisión espiritual y religiosa, ya sea directamente o indirectamente, intenta proporcionar
respuestas a estas preocupaciones universales. Incluso las personas agnósticas o ateas tienen
una cosmovisión espiritual que trata de dar respuesta a estas preocupaciones. Al ser
preocupaciones, generan malestar, y por lo tanto, algún tipo de respuesta compensadora cuya
observación y análisis constituye un buen punto de partida para el trabajo terapéutico.
He complementado este nivel con 2 elementos “positivos”, como la experiencia del amor divino y
el desarrollo de los llamados frutos espirituales, que a diferencia de las preocupaciones últimas,
pueden no estar presentes en todos los pacientes, porque necesitan de cierta maduración
espiritual para poder percibirse o hacerse evidentes. Juzgué importante su inclusión porque
constituyen áreas beneficiosas a desarrollar y fortalecer para aumentar la solidez de este nivel e
influir positivamente sobre los otros.
Si el terapeuta detecta carencia de respuestas adecuadas en todas o en alguna de estas 6
columnas, o si las mismas son pobres o contradictorios con otras creencias o experiencias en el
mismo nivel (falta de coherencia intra-nivel) o con elementos de los otros 5 niveles (falta de
coherencia ínter-niveles = falta de congruencia), se deberá trabajarlas para lograr mayor robustez
y claridad, mayor coherencia, y finalmente, una mayor congruencia entre los niveles. En paralelo,
habrá que revisar los elementos presentes en los demás niveles, para determinar si hay que
realizar ajustes en ellos también (por ejemplo, pensamientos automáticos erróneos, bloqueos o
heridas a nivel emocional profundo, etc.).
La razón de comprobar sistemáticamente si hay buena coherencia entre las creencias de cada
una de las 6 columnas dentro del nivel espiritual (muerte, libertad/ responsabilidad, aislamiento
existencial, sentido de la vida, amor divino y frutos espirituales) es lograr un buen anclaje o
robustez de este nivel, debido a que, además de proporcionar sustento directo al 5.° nivel, el nivel
espiritual está presente de manera transversal en todos los otros niveles.
Elementos que apoyan que el nivel espiritual (6.° nivel) sirve de sustento al 5.° nivel o de las
emociones profundas son por ejemplo:

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• El miedo existencial del 5.° nivel está relacionado al miedo a la muerte y al miedo a la
soledad o aislamiento existencial (6.° nivel).

• El amor divino o del ser superior (6.° nivel) está relacionado con el amor parental (5.°
nivel).
Elementos que apoyan que el nivel espiritual (6.° nivel) está presente en forma transversal en
todos los demás niveles son por ejemplo:

• La experiencia del Amor divino o sagrado (6.° nivel) se expresa también a nivel de las
emociones básicas como alegría, contentamiento, gozo y fomentando el amor horizontal
(4.° nivel).

• La experiencia a nivel espiritual de la (aparente) falta de significado de la vida (6.° nivel) se


expresa a menudo en la forma de emociones básicas como el miedo y la angustia (4.°
nivel).

• La Serenidad, uno de los frutos espirituales (6.° nivel) se relaciona con un buena gestión
tanto de las emociones básicas (4.° nivel) como de las emociones profundas (5.° nivel), y
también con la conducta (1.er nivel).
En cuanto a la coherencia entre niveles, una manera de asegurarnos que las creencias y las
experiencias espirituales son beneficiosas, es observar el impacto que ellas tienen en los otros
niveles.
Las creencias y experiencias espirituales beneficiosas inducirán pensamientos, sentimientos y
conductas beneficiosos para el paciente. De igual manera, las creencias o experiencias
espirituales perjudiciales inducirán pensamientos, sentimientos y conductas perjudiciales para el
paciente. Esto se describe con más detalle en el análisis del caso presentado más abajo (“por los
frutos conoceréis a los arboles”).
La observación integral de paciente, en sus 6 niveles, es lo que nos dará la clave para saber si
vamos por el buen camino, lo que se hará evidente al manifestarse conductas adecuadas al
entorno, pensamientos constructivos y creativos, y emociones apropiadas en carácter e
intensidad, de acuerdo a la situación.
Creo útil incluir aquí una descripción somera de los elementos que constituyen las 6 columnas del
nivel espiritual o 6.° nivel, a saber, las 4 preocupaciones últimas de la vida (también conocidas
como preocupaciones existenciales, hechos dados de la vida (Yalom, 1980) preocupaciones
supremas o “atributos existenciales” (Martínez Robles, 2017), es decir la muerte, la
libertad/responsabilidad, la aparente falta de sentido de la vida, y la soledad existencial,
conjuntamente con los 2 elementos positivos que creo apropiado incluir en este nivel, que son el
amor divino y los frutos espirituales.
-La muerte
Todos los seres vivos nos enfrentamos al hecho ineludible de la finitud de nuestra vida. La
mayoría de los pensadores existenciales sostiene que la consciencia y reflexión sobre la muerte
tiene un enorme potencial para impulsarnos a vivir una vida más auténtica (Martínez Robles,
2017). Esta conciencia de la certeza de la muerte actuaría de estímulo para aprovechar mejor la
vida que tenemos, por lo que, contrariamente a lo que podría suponerse, reflexionar sobre este
tema, si bien al principio podría generar cierta ansiedad y malestar, esto sería compensado con

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creces por el beneficio de la posibilidad de vivir una vida más intensa y auténtica, saboreando
cada momento de la vida que aún se dispone.
-Libertad y responsabilidad.
La libertad existencial significa elección y es sinónimo de renuncia (Martínez Robles, 2017),
porque al elegir algo, estoy renunciando a otras opciones. Curiosamente, se cree que es el miedo
a renunciar a las opciones no elegidas, y no el miedo a la incertidumbre de lo que la opción
elegida pueda depararnos, lo que nos bloquea y nos hace postergar una determinada elección.
Siempre elegimos, la no elección es una posibilidad, una posición específica, es decir, una
elección (Martínez Robles, 2017).
Y con cada elección hay responsabilidad. Este concepto suele confundirse con el deber y la
obligación, sin embargo, el concepto existencialista de responsabilidad se refiere a la habilidad
para responder. En este sentido, somos responsables de todo aquello de lo que tenemos
consciencia, puesto que podemos responder a ello. La indiferencia no es una no respuesta, sino
una posibilidad, un tipo específico de respuesta. Es decir, somos absolutamente responsables de
la manera en que respondemos a todo lo que acontece en nuestro mundo, aunque no seamos
causantes de eso que acontece alrededor. La ventaja de ser responsables es que, citando a
Amado Nervo, nos convertimos en el arquitecto de nuestro propio destino (Martínez Robles,
2017), (Nervo, 1915).
-La aparente falta de sentido de la vida y del universo
Me gusta hablar de la “aparente” falta de sentido de la vida, porque el hecho de que no
conozcamos con certeza el sentido de la vida no significa que no lo tenga. Dentro de los autores
existencialistas, hay diferentes posturas con respecto del significado de la vida y la existencia. Por
ejemplo, para Viktor Frankl, “la vida tienen sentido siempre y en toda circunstancia”, por lo que la
tarea de la persona consiste en encontrarlo (Frankl, 1990). Otros, como Irvin Yalom, consideran
que la vida carece de sentido, por lo que la tarea de las personas consiste en crear ese sentido.
Para él, la paradoja humana es tratar de vivir una vida llena de sentido en un universo que carece
de sentido (Yalom, 1980).
Yalom sugiere que una herramienta poderosa al alcance de los psicoterapeutas para ayudar a sus
pacientes a desarrollar un sentido a sus existencias es promover que los pacientes se involucren
con la vida, es decir, que a través del compromiso y la acción en diferentes actividades, puedan
experimentar y crear el sentido de sus vidas (Yalom, 1980).
Es interesante señalar la postura de Albert Camus, quien se refirió en sus obras al absurdo de la
existencia humana. Ante las tres soluciones propuestas al absurdo, que son el suicidio, las
fantasías o la religión, o la simple aceptación del absurdo, Camus dice que debe priorizarse la
última sobre las demás, dado que el absurdo seguirá incluso si se elige llevar a cabo alguna de las
dos primeras alternativas. Además, descarta al suicidio por ser una opción que va en contra de la
libertad y de la naturaleza del ser humano, quien experimenta la necesidad de buscarle significado
a su vida (Uriepero, 2017).
Personalmente, pienso que la vida tiene sentido, aunque se nos presente con una aparente falta
de sentido. Y podemos acompañar a nuestros pacientes en la satisfacción de la necesidad
espiritual de encontrar sentido a sus vidas ya sea ayudándolos a encontrarlo (Frankl), a crearlo
(Yalom), o incluso a aprender a vivir con el absurdo que describe Camus.
-Unicidad y experiencia de la soledad existencial

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La soledad existencial es el sentimiento asociado a la experiencia de sentirse vacío, triste, sin
contar con un vínculo, que resulta de la toma de conciencia de existir separados de los demás. Es
diferente y más profunda que la soledad social o la soledad emocional (Breitbart, 2017), (Viel
Sirito, 2019). Desde el punto de vista positivo, es el motor que nos lleva a buscar relaciones
(Breitbart, 2017).
La manera beneficiosa de atenuar la soledad existencial es mediante el crecimiento personal, que
eventualmente le permitirá al individuo aceptar que el aislamiento existencial es inherente a la
condición humana. Es decir, un individuo necesita estar separado de los otros para poder ser
justamente eso, un individuo.
Muchos autores coinciden en afirmar que la soledad existencial debe primero experimentarse
antes de que pueda superársela (Yalom, 1980).
La práctica de la meditación ayuda a exponer al paciente con su soledad existencial en forma
gradual, y le permite aprender a convivir con ella (Yalom, 1980).
Es importante notar que la unicidad existencial se relaciona con la singularidad existencial
(existential uniqueness) (Breitbart, 2017), concepto que parece proporcionar cierto confort al
manifestar que el aislamiento existencial contribuye a que seamos únicos y diferentes de los
demás, lo que nos permite enriquecer al universo con nuestra singularidad única (Martínez
Robles, 2017).
Robert Hobson lo ha expresado de manera muy adecuada: “como seres humanos estamos solos.
Nuestro viaje para convertirnos en personas implica explorar nuevos modos de descansar en
nuestra soledad” (Hobson, 1974).
Cuanto más pueda una persona descansar tranquilamente en su soledad existencial, mejor
estructura tendrá esta columna del nivel espiritual, lo que permitirá imbricar mas fácilmente otras
creencias en este nivel, y también ofrecerá un mejor integración transversal con los elementos de
los otros 5 niveles de la personalidad (pensamientos, emociones, conducta).
-El amor divino, amor sagrado o amor del ser superior.
En este concepto englobamos tanto el amor de Dios (o suprema divinidad o consciencia) hacia la
persona, como el amor de la persona hacia Dios o la suprema divinidad.
Las religiones monoteístas en general manifiestan que Dios es Amor, y que este amor es el
atributo divino según el cual Dios desea dirigirse o comunicarse bondadosamente con su creación.
La mayor o menor profundidad con que el paciente experimente tanto el Amor de Dios o lo
supremo (y su amor hacia Dios o lo supremo) determinará el grado de desarrollo de esta columna
del nivel espiritual.
Al considerar la mayoría de las religiones y movimientos espirituales al amor divino como la base
en la que todo lo que existe ha llegado a existir y se mantiene, es decir, al sostener que el amor
divino es el constituyente del ser mas poderoso del universo, o al menos la fuerza mas poderosa
que existe, es claro que la influencia que este nivel tiene en el resto del sistema es clave. Lo que
ocurre es que la mayoría de los pacientes puede tener esta columna del amor divino poco o nada
desarrollada, pues el desarrollo viene con la práctica. Es tarea del terapeuta ayudar y acompañar
al paciente, si éste lo desea, a desarrollar amor hacia lo supremo, al igual que desarrollar la
necesaria sensibilidad como para experimentar este amor a nivel personal.
-Los frutos espirituales

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Las distintas religiones y creencias espirituales podrán diferir en las definiciones, pero todas
reconocen la existencia de ciertas virtudes que van más allá de las buenas costumbres sociales, y
que están originadas en el desarrollo espiritual, más específicamente, como derivadas de la
conexión con lo supremo.
Es así que, por ejemplo, el catolicismo afirma que estos frutos espirituales son perfecciones que
forma en nosotros el Espíritu Santo como primicias de la gloria eterna. Entre ellos tenemos la
caridad, la modestia, la paciencia, la bondad, la fidelidad, etc. (Catecismo de la Iglesia Católica, s. f.)
Cualquiera que sea la manera en la que definamos los frutos espirituales, estas definiciones
deben estar de acuerdo con las creencias, deseos y trasfondo cultural del paciente, no debiendo
nosotros como terapeutas imponer nuestras propias convicciones.
Al igual que los demás elementos en las columnas de este nivel, la manera que tenemos para
determinar si estas convicciones y experiencias son convenientes para el paciente, es examinar
las consecuencias que provocan en las otras áreas, es decir, el principio de “por los frutos
conoceréis a los arboles” también se aplica aquí.
4.2. Principios generales de intervención a nivel de la Espiritualidad
A continuación, presento un decálogo que contiene 10 principios que considero beneficiosos para
establecer un marco de trabajo útil a nivel espiritual.
Decálogo del trabajo a nivel espiritual
1- Dar la oportunidad a que el paciente traiga el tema de la espiritualidad primero.
2- No discutir o contradecir sus convicciones religiosas o espirituales, solamente marcar a su
debido tiempo y de manera respetuosa las incoherencias y las incongruencias intra e inter niveles,
si las hubiera. El objetivo es lograr que el paciente desarrolle mayor coherencia intra e inter
niveles, es decir mayor congruencia.
3- Intentar entender el mundo espiritual del paciente y la manera en que éste influye en su vida.
4-No descuidar los otros niveles, ni olvidar que la PHI se basa fundamentalmente en la curación
emocional profunda. Comprender que todos los niveles son importantes y que se encuentran en
armonía dinámica.
5- Explorar sistemáticamente las 4 preocupaciones existenciales o últimas de las personas:
muerte, soledad, libertad/responsabilidad y sentido de la vida, al igual que los 2 elementos
positivos incluidos en el modelo: el amor divino y los frutos espirituales.
6- Introducir, de acuerdo a las preferencias del paciente, ya sea como tareas terapéuticas o como
ejercicios durante las sesiones, material seleccionado de filósofos y pensadores relevantes sobre
temas relacionados con las preocupaciones existenciales (por ejemplo Alan Watts, Irvin Yalom,
Emilio Carrillo, etc.). De igual manera, incluir material adecuado para desarrollar y fortalecer el
amor divino y los frutos del espíritu (Watts, s.f.), (Yalom, 2021) (Carrillo, 2021).
7- Emplear, de acuerdo a las preferencias del paciente, la oración, rituales, meditaciones,
repetición de mantras, lectura de textos sagrados, actos de caridad y otras prácticas espirituales
apropiadas a su situación.
8- Controlar que las propias creencias no influyan el proceso. Dejar que sea el paciente quien
crezca a su ritmo y en la dirección que elija.

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9- Observar si las creencias espirituales del paciente le resultan constructivas o no, teniendo en
cuenta si permiten conectar con pensamientos, emociones y conductas beneficiosas en los otros
niveles, o por el contrario lo que fomentan es perjudicial (“por los frutos conoceréis a los arboles”).
10- No olvidar al amor en la relación terapéutica. Como dice McNicholls en su articulo
“Espiritualidad y terapia”, el amor constituye un punto importante de encuentro entre la PHI y la
espiritualidad (McNicholls, 2013).
Como complemento a los 10 principios, creo interesante citar también aquí las llamadas “cuatro
leyes de la espiritualidad”, tal como fueran presentadas por Teresa Arias en la revista Bonding:
“La persona que llega es la persona correcta”.
“Lo que sucede es la única cosa que podía haber sucedido”.
“En cualquier momento que comience es el momento correcto”.
“Cuando algo termina, termina” (Arias, 2017).

4.3. Herramientas y técnicas específicas recomendadas para trabajar la Espiritualidad


desde el enfoque Humanista Integrativo
La oración: pedir a Dios, al Universo o a la Conciencia Universal, etc. (según la preferencia del
paciente) por iluminación, transformación, cambio, claridad en cuales son las heridas profundas
que necesito sanar, madurez, que permanezca mayor tiempo en mi Adulto o Niño Libre, etc. Esto
podría realizarse al principio del trabajo del nivel espiritual, o al principio de la sesión. También
sería adecuado al final, como agradecimiento o resumen.
Otra opción es pedirle al paciente que elabore una oración y luego discutirla juntos.
Meditación: Permite dedicar tiempo a trabajar en un problema, y obtener nuevos puntos de vista.
Por ejemplo, cómo resolver una incoherencia entre el nivel espiritual y el emocional o el de
pensamiento. Analizar junto al paciente las conclusiones. Permitir que el paciente medite en la
sesión durante unos minutos. Acompañarlo y/o guiarlo en la meditación.
Ejercicios espirituales: asignar como tareas terapéuticas o ejercicios espirituales la práctica de
la compasión, el amor, la bondad, etc., y alinear las conductas con la estructura espiritual o
religiosa del paciente. Vigilar la coherencia y congruencia.
Uso de sahumerios, velas, iluminación: resultan importantes dentro de ciertos rituales o
simplemente para crear un clima especial para tratar temas espirituales, que son considerados
sagrados.
Rituales: de acuerdo a la preferencia del paciente, podrían introducirse en las sesiones ciertos
rituales que tengan especial significación para el mismo. Por ejemplo, prender una vela, hacer un
círculo con piedras, portar un amuleto, rezar una determinada oración o leer un determinado
pasaje de un libro sagrado, vestir ciertas prendas, comer cierta comida, etc. En el caso de rituales
religiosos, el terapeuta, si lo desea, podría incluso acompañar al paciente. Otra opción es que el
paciente solo o con la ayuda del terapeuta, cree su propio ritual ad-hoc. El terapeuta no
necesariamente debe participar en tales rituales, es suficiente con que se limite a acompañar al
paciente, si correspondiera.
4.4. Ejemplo de intervenciones

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Tomaremos al paciente alcohólico presentado en el Modulo 6 del Máster PHI/CHI, donde ya se
explican cuales son los elementos que se destacan en cada uno de los 5 niveles (Zurita, 2020).
Agregaré en este caso, el 6.° nivel, o nivel espiritual, para poder mostrar posibles intervenciones a
ese nivel. Me limitaré aquí a ejemplificar cómo razonar las intervenciones, sin incorporar técnicas
especificas, como rituales, meditación, oración, ejercicios espirituales, etc., las que se han
descripto en el apartado 4.3.
Gracias al análisis sistemático de los niveles se determinan los elementos salientes de cada nivel,
como en este paciente alcohólico podrían ser:
-Nivel de CONDUCTA: un consumo repetitivo y excesivo de alcohol, probablemente otras
conductas evitativas, a veces conductas violentas y con toda seguridad otros hábitos
autodestructivos.
-Nivel de PENSAMIENTO SOCIAL: habrá una justificación de “por qué bebe”, pensamientos tipo
de “necesito una copa para atreverme a enfrentarme a....”, “la vida sin alcohol no tiene sentido o
es aburrida” ….
-PENSAMIENTO PROFUNDO: aparecerán mandatos como "Sé dependiente", "No seas sano”,
“No crezcas”, "No vales", "No pienses" o incluso "No vivas". Me siento víctima, los demás son
mejores que yo, lo que piensan los demás es más importante que lo que pienso yo. Nunca lo hago
suficientemente bien, ya me lo decía mi padre.
-EMOCIONES BÁSICAS: habrá mucha Rabia y muchísimo Miedo, que el alcohol “ayudará” a
calmar. Probablemente también sentirá Tristeza.
-EMOCIÓN PROFUNDA seguro que hay mucho MIEDO existencial a la invasión y al abandono.
-NIVEL ESPIRITUAL probablemente existirá mucha inmadurez y negación, con respuestas a las
preguntas últimas de la vida muy poco desarrolladas: a) muerte: “me muero y ya esta”, b) libertad
y responsabilidad: “no puedo vivir sin tomar”, c) aislamiento existencial: “no puedo estar solo, mi
compañero es el vino”, d) aparente falta de sentido de la vida: “la vida no tiene sentido, naces,
sufres y te mueres”, en conjunción con una falta de desarrollo a nivel de e) amor divino y f) frutos
espirituales.
A continuación, presentaré un posible análisis de las 6 columnas del nivel espiritual para este
paciente.
a) la preocupación existencial sobre la muerte
Observamos, luego de la exploración, que nuestro paciente ha adoptado una idea muy simple y
poco elaborada como respuesta a esta preocupación última, y se nota que no ha profundizado en
ella, tal vez por temor excesivo, por lo que ha decidido no pensar sobre ello, y no revisitar este
tema. El problema es que esta respuesta o convicción resulta muy inmadura y endeble, incapaz
de sostener producir conexiones ricas con otras elaboraciones en los niveles subsiguientes, por lo
que no puede servir de apoyo para lograr cambios o sostener conductas que requieran una sólida
base a nivel espiritual. Si adoptara otro tipo de respuesta más robusta, seguramente esta columna
de este nivel ayudaría a sostener y conectar constructivamente con elementos de los demás
niveles, necesarios para lograr el cambio.
Agrego aquí, como contraste, ejemplos de respuestas más elaboradas de personas con un mayor
desarrollo a nivel espiritual.
Caso 1: alguien que se identifica con creencias teosóficas y de la Conciencia Universal:

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“Luego de la muerte, sé que de alguna manera seguiré siendo yo, en espíritu, y me integraré al
Universo o Consciencia Universal de donde originalmente provengo y de la que soy parte, y
tendré consciencia y voluntad, a un nivel más elevado y profundo. Si no he cumplido con mi
misión de aprendizaje en el plano terrenal, volveré a encarnarme hasta aprender todo lo que deba
ser aprendido. Y si he aprendido lo que debía aprender, me liberaré de la rueda de la vida y de la
muerte y seguiré mi existencia integrado a la Consciencia Universal”.
Caso 2: alguien que se identifica con la concepción cristiana:
“Luego de la muerte seremos juzgados, y de acuerdo al resultado del juicio tendremos uno u otro
destino: el Cielo o el Infierno. Pero Jesucristo puede salvarme y permitir que yo vaya al Cielo”
Estas dos respuestas a la preocupación existencial de la muerte resultan mucho más elaboradas y
ricas, y también esperanzadoras. Constituyen una base mucho más solida y una fuente de
conexiones mucho más constructivas con otros niveles que el mero: “me muero y ya está” de
nuestro paciente alcohólico, quien evidencia un vacío conceptual donde no puede construirse
mucho encima.
En general, si identificamos pobreza conceptual en las respuestas a las preguntas existenciales
básicas, nuestro rol como terapeutas será el de animar a la persona a que, en la medida de sus
posibilidades, desarrolle respuestas más ricas e integradas, cuidando de que éstas sean
esperanzadoras y que constituyan un potencial terreno fértil para desarrollar una interrelación
armoniosa con los demás niveles.
No se trata aquí de implantar ideologías o defender o atacar dogmas. Solamente comprobar
cuáles son las respuestas que el paciente tiene ante las preguntas existenciales, y de ser éstas
rudimentarias o contradictorias con otras afirmaciones de sus otros niveles, ayudarlo para que
desarrolle un sistema compatible con sus convicciones y coherente con el contenido de sus otros
niveles, para lograr la mayor congruencia posible de su personalidad.
Un pauta importante para determinar si las creencias de un paciente a nivel espiritual son
beneficiosas (o no) es observar qué efectos producen éstas en los restantes niveles. Este análisis
está alineado con el antiguo principio bíblico neo-testamentario de que mediante la observación
del tipo de frutos que producen los árboles se puede identificar si los árboles son buenos o malos
(La Biblia, traducción Reina-Valera 1960, Mateo 7:15-20). De esa manera, se deduce que las
creencias espirituales que deberíamos fomentar son las que favorezcan la aparición de “buenos
frutos” en los otros niveles, por ejemplo, sentimientos de paz y serenidad (en los niveles
emocionales), pensamientos optimistas (a nivel de los pensamientos sociales y profundos) y
comportamientos constructivos (a nivel de la conducta).
b) el miedo a la libertad y la responsabilidad
El paciente expresa “no puedo vivir sin beber vino”. Pareciera que hay una fuerza irresistible que
lo obliga a consumir alcohol, la cual es superior a su propia voluntad.
Esta fuerza irresistible y la convicción de no poder vivir sin beber vino se contrapone a la libertad
de elegir que el paciente inherentemente posee, en cuanto es un ser humano. Y al no poder elegir,
al sentirse controlado por una fuerza irresistible, él cree que no tiene responsabilidad sobre sus
actos, porque no son ejercidos mediante la voluntad, sino que le son impuestos.
Es posible que el paciente deba realizar un proceso físico de detoxificación para poder re-ganar el
control y evitar el síndrome físico de abstinencia. Pero la expresión “no puedo vivir sin beber vino”
encierra también una abdicación a la libertad de elección que todo ser humano posee. El hecho de
convencerse de que se está dominado por una fuerza superior e irresistible (la necesidad de

18
beber vino), sin ningún tipo de posibilidad de salida, hace que la lucha no merezca la pena, pues
la batalla ya está perdida antes de comenzar.
La realidad es que sí se puede vivir sin beber vino. Es sabido que el salir de la dependencia física
es un camino arduo, pero es posible, como lo demuestran los cientos de miles de personas
recuperadas de la adicción del alcohol. Que sea difícil no significa que sea imposible.
Si se pudiera ayudar al paciente a recuperar al menos la convicción de que aún tiene libertad de
elección, y mostrarle que todavía puede elegir, se mejoraría la columna de libertad y
responsabilidad, pudiendo entonces ésta servir de apoyo a otros niveles, como pensamiento
profundo, emociones, etc.
El trabajo consistiría en mostrarle al paciente que la capacidad de elegir y ejercer su libertad está
presente todavía, aunque no utilizada, y que puede y le convendría fortalecerla. Tal vez algunos
ejercicios prácticos, como los descriptos más abajo puedan ayudar en esta tarea.
c) el aislamiento o soledad existencial
“No puedo estar solo, mi compañero es el vino”. Aquí habría que investigar por qué y para qué
este paciente no soporta estar solo consigo mismo. Para poder sobrellevar su soledad utiliza al
vino como compañero que le aturde la conciencia y le evita experimentar en toda su intensidad la
realidad de su aislamiento existencial, el cual todos tenemos por el solo hecho de existir. Muchas
personas no logran desarrollar una respuesta satisfactoria a nivel espiritual para esta
preocupación existencial básica.
Como describe el Dr. Yalom, la soledad o aislamiento existencial se refiere a una infranqueable
separación entre uno mismo y los demás seres. Surge básicamente de la separación fundamental
entre uno mismo y el mundo (Yalom, 1980).
Un individuo sano logra madurar como para poder aceptar esa condición, en lugar de quedar
fijado en un estado donde trata de anularla o negarla. Esto se logra mediante una maduración que
ocurre por fases. Al principio se toma consciencia y se experimenta el estado natural de
separación existencial, lo que a medida que se madura y crece, permite aprender a relacionarse
con el otro y con el mundo de una manera profunda y llena de sentido. Es decir, no se requiere de
una fusión con el otro o con el universo, sino de la aceptación de la condición y el desarrollo de
una manera profunda y madura de relacionarse con el otro y con el mundo, manteniendo la
particular separación.
En este punto, para este paciente en particular, se podría trabajar su miedo existencial al
aislamiento, hablando de él, haciendo que considere otras alternativas, creando las condiciones
como para que se atreva a explorarlo, en lugar de tratar de atenuarlo con el alcohol. Si todo
progresa satisfactoriamente, la respuesta inicial “no puedo estar solo, mi compañero es el vino”
podría transformase en “soy un ser único e individual, aislado pero también interconectado con
otros seres reales, a nivel corporal y también espiritual”, que resulta mucho más rico y permite
esbozar un crecimiento en esta columna del nivel espiritual, en cuanto a lograr mas coherencia
con otras columnas (como por ejemplo, el miedo a la muerte), y que además servirá de base para
sostener otras afirmaciones en los sucesivos niveles de su personalidad (mayor congruencia).
d) La aparente falta de sentido de la vida
“La vida no tiene sentido, naces, sufres y te mueres” es la creencia de nuestro paciente alcohólico,
a nivel de la columna “sentido de la vida” de su área espiritual.

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Esta creencia, si bien difundida, es una creencia poco productiva y pesimista, que se queda en la
descripción superficial y sin matices de la experiencia vital. Es poco sólida y muy poco fértil como
para sostener y estimular el desarrollo de estructuras saludables en los otros niveles.
Si este paciente pudiera reemplazar esa creencia por otra más rica y productiva, que le permita
sostener otras creencias y experiencias coherentes en los otros niveles, su proceso de cambio
hacia una vida más adulta y potencialmente más productiva, autónoma y feliz se habrá iniciado.
Por ejemplo, si luego de analizar su creencia, y luego de trabajarla, el paciente reconoce que
aunque él no le vea sentido en este momento, la vida aún podría tener alguno, seria un primer
paso en el crecimiento.
Nacer, sufrir y morir describen solo algunos pocos elementos de la experiencia de vivir.
Una descripción más completa sería: nacer, crecer, aprender, experimentar, reflexionar, amar,
crear, enseñar, morir, trascender”, lo cual constituye una descripción mucho más rica y
beneficiosa.
Luego se podría profundizar en los posibles significados de la vida, de acuerdo a las distintas
creencias, de acuerdo a los deseos, historia, cultura y convicciones del paciente.
Lo importante es que la nueva creencia en relación al sentido de la vida esté en coherencia con
las otras creencias a este nivel espiritual (creencia relacionada con la muerte, con la soledad
existencial, con la responsabilidad y toma de decisiones) para poder así formar un sistema
coherente dentro de este nivel. Asimismo, estas creencias deberían estar en armonía con los otros
niveles, para poder así fomentar la congruencia de todo el sistema.
Es importante siempre observar la manera en la cual estas creencias a un nivel tan fundamental
como lo es el espiritual, repercuten en los otros niveles, para poder juzgar si su influencia es
beneficiosa o no para el paciente, de acuerdo a los “frutos” que produzca en los demás niveles.
e) amor divino y f) frutos espirituales
Al ser estos dos elementos usualmente consecuencia de un trabajo fecundo y sostenido a nivel
espiritual, es muy posible que en la mayoría de los pacientes encontremos estas columnas
prácticamente vacías. Es importante, de todas maneras, explorarlas para identificar elementos
latentes ( o “semillas” ) para comenzar a construir a partir de ahí, en el momento más conveniente
y siempre siguiendo el deseo y la voluntad del paciente.
En el caso hipotético del paciente alcohólico, luego de explorar estas columnas, se observa que
tiene un anhelo por encontrar la paz o la tranquilidad en su vida, lo cual consideramos que podría
tratarse de la “semilla” de un fruto espiritual. En concreto, del deseo latente de desarrollar la
Serenidad espiritual.

4.5. Posibles desarrollos futuros


Incluyo aquí sintéticamente algunas ideas que podrían ampliar y complementar el modelo
propuesto

• Estudio de la religión y creencias espirituales comparadas.

• Preparación de un trabajo con ejemplos clínicos reales donde se muestre cómo, mediante
intervenciones a nivel de la espiritualidad, se ha logrado una mejor coherencia y
congruencia entre los niveles.

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• Publicación de un libro sobre técnicas espirituales desde el modelo de la PHI

• Preparación de material audiovisual para trabajar clínicamente la espiritualidad.

• Creación de material de formación en espiritualidad en Psicoterapia y Counselling desde la


PHI y el CHI.

Conclusiones
La principal conclusión de este trabajo es que vale la pena incluir un modelo y técnicas especificas
de intervención para trabajar la espiritualidad dentro del esquema de intervención de la PHI,
debido a las ventajas que se evidencian en la literatura consultada y en la experiencia personal
presentada, al utilizar un modelo de intervención mas completo y abarcativo. Por ese motivo se
propone un modelo de intervención desde la PHI y el CHI que incluye el nivel espiritual (modelo de
los 6 niveles de intervención). Los elementos que constituyen las columnas de este nivel espiritual
o 6.° nivel son las 4 preocupaciones últimas del ser humano (muerte, libertad/responsabilidad,
soledad existencial y aparente falta de significado de la vida), que están basadas en la
enseñanzas de la psicoterapia existencial, las cuales se complementan con dos elementos
positivos, el amor divino y los frutos espirituales. También se concluye que desde la PHI y el CHI
hay necesidad de investigar más este nivel, con el objetivo de desarrollarlo en profundidad y
generar elementos didácticos para utilizar durante las sesiones de terapia. Se recomienda además
formalizar la inclusión del nivel espiritual en los cursos de formación de profesionales en la PHI y
el CHI.

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