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Los mensajeros de la Muerte

de Jacob y Wilhelm Grimm

Hace ya mucho tiempo, en un camino apartado, la Muerte se enfrentó con un gigante en una
feroz pelea. El gigante logró asestarle un fuerte golpe y la dejó muy maltrecha al borde del
camino.
Un joven, que acertó a pasar por allí, se acercó para ayudar a la Muerte. Agradecida, esta le
prometió que, antes de que llegara su momento de morir, le enviaría a sus mensajeros para
que estuviese preparado.
El joven vivió intensamente a partir de entonces, pues sabía que nada le pasaría hasta que
llegasen los mensajeros de la Muerte.
Cuando llegó a viejo, sufrió unas fiebres muy agudas, pero no se preocupó pues recordaba la
promesa de la Muerte. Luego de reponerse, estuvo muy grave por unos mareos, mas
permaneció tranquilo, seguro de que su hora no había llegado.
Se curó de los mareos, pero le dolían terriblemente los huesos. “Esto pasará, porque la Muerte
aún no me avisa de su llegada”, pensaba. Sin embargo, apenas se mejoró, la Muerte se
presentó a buscarlo. Sorprendido, el hombre le recriminó que no hubiera cumplido su palabra.
—¿Cómo? —replicó la Muerte—. ¿Acaso no sufriste fiebres, mareos y dolores? ¡Esos eran mis
mensajeros!
El hombre no supo qué contestar y se entregó a ella.

(Adaptación)

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