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El karma tiene sentido porque explica de dó nde provienen nuestras sensaciones e impulsos y por
qué a veces nos sentimos felices y a veces infelices. Todo ello surge como resultado de nuestros
propios patrones conductuales. Por lo tanto, lo que hacemos y lo que nos sucede no está
predeterminado. No existe el destino.
Cuando surge en nuestra mente el deseo de hacer algo, hay un espacio antes de que el impulso
ká rmico nos conduzca a actuar. No actuamos de forma inmediata cualquier sensació n que surja –
después de todo, ¡aprendimos a usar el inodoro! De alguna manera, cuando surge la sensació n de
decir algo desagradable, podemos elegir: “¿Lo digo o no?”. Quizá s experimentemos un alivio
momentá neo al expresar nuestra molestia gritá ndole a alguien, pero tener el há bito de gritarles a los
demá s es un estado mental infeliz. Todos sabemos que resolver los conflictos mediante el diá logo es
un estado mental mucho má s feliz y pacífico. Esta habilidad de discriminar entre una acció n
constructiva y una destructiva es lo que realmente distingue a los humanos de los animales; esa es
nuestra gran ventaja.
Una vez dicho eso, no siempre es fá cil elegir refrenarnos de las acciones destructivas. Se vuelve má s
fá cil cuando tenemos suficiente espacio en nuestra mente para tener presencia mental de las
sensaciones que surgen, y tal es la razó n por la que el entrenamiento budista nos anima a desarrollar
la presencia mental [Ver: ¿Qué es la meditació n?]. Conforme nos tranquilizamos, nos volvemos
mucho má s conscientes de lo que estamos pensando y de lo que estamos por decir o hacer.
Empezamos a observar: “Tengo ganas de decir algo que lastimará a alguien. Si lo digo, causará
dificultades, así que no lo diré”. De esta forma, podemos elegir. Cuando no tenemos presencia mental,
por lo general tenemos tal avalancha de pensamientos y sentimientos que actuamos
compulsivamente lo que sea que se nos ocurre, lo cual nos causa interminables problemas.