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El físico teórico J.

Robert Oppenheimer, conocido por su papel en el Proyecto


Manhattan durante la Segunda Guerra Mundial, experimentó un complejo y
profundo sentimiento de culpa a lo largo de su vida. Este sentimiento se originó
principalmente en su participación en el desarrollo de la bomba atómica y las
consecuencias devastadoras que esta arma tuvo en Hiroshima y Nagasaki en
1945.

Oppenheimer era consciente de la enorme responsabilidad que recaía sobre él y


su equipo al trabajar en un proyecto de tal magnitud y potencial destructivo. A
medida que el proyecto avanzaba y se acercaba a la culminación, Oppenheimer
comenzó a sentir un peso emocional abrumador. Su famosa cita del Bhagavad
Gita, "Me he convertido en la muerte, el destructor de mundos", refleja su
profundo sentimiento de culpa y responsabilidad por haber contribuido al
desarrollo de un arma capaz de causar una destrucción sin precedentes.

Tras el bombardeo de Hiroshima y Nagasaki, Oppenheimer experimentó un


profundo remordimiento por las vidas perdidas y el sufrimiento causado. A
pesar de que la bomba atómica ayudó a poner fin a la guerra, Oppenheimer no
pudo evitar sentirse culpable por su papel en la creación de un arma tan
devastadora. Este sentimiento de culpa lo persiguió durante el resto de su vida y
tuvo un impacto significativo en su salud mental y emocional.

El caso de Oppenheimer ilustra cómo el sentimiento de culpa puede afectar


profundamente a una persona, incluso cuando sus acciones se justifican por el
contexto histórico y las circunstancias de la época. Oppenheimer pasó el resto
de su vida abogando por el control de armas nucleares y trabajando para evitar
una guerra nuclear. Su experiencia sirve como un recordatorio poderoso de las
consecuencias de nuestras acciones y la importancia de reflexionar sobre el
impacto ético de nuestras decisiones.

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