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Revista de Estudos do
Departamento de Historia da Arte
J.., -J 1579-7414
.; i ,c~gr
Universidade de Santiago de Compostela
España
Calatrava, Juan
EL PARIS DE HAUSSMANN COMO TERRITORIO DE LA UTOPÍA: VICTOR FOURNEL
(1865) Y VICTOR HUGO (1867)
Quintana. Revista de Estudos do Departamento de Historia da Arte. núm. 15, 2016, pp.
53-71
Universidade de Santiago de Compostela
Santiago de Compostela, España
Juan Calatrava
Un iversidad de Granada
RESUMEN
El resurgimiento del género político-literario de la utopía en las décadas centrales del siglo XIX,
ligado a las nuevas condiciones de las metrópolis industriales, presenta en París un privilegiado te-
rritorio de aplicación, sobre todo en el momento de los grands travaux del barón Haussmann.. Se
analizan en este articulo dos textos especialmente significativos a este respecto: el Paris nouveau et
Paris futur de Víctor Fournel (1865) y la lntroduction redactada por Victor Hugo para la Pan's Guide
editada con motivo de la exposición universal de 1867.
ABSTRACT
A phenomenon linked to the new conditions of the industrial metropolis, the resurgence of
political and literary utopías in the middle decades of the 19th century found fertile ground in Paris,
particularly at the time of Baron Haussmann's grands travaux. This article focuses on rwo texts that
are especially meaningful in this respect: Víctor Fournel's Paris nouveau et Paris futur (1865) and Víc-
tor Hugo's introduction to the Paris Guide, published for the 1867 Universal Exhibition.
Uno de los más conocidos efectos culturales mayor experimento de transformación urbana
del nuevo universo metropolitano creado por la de toda la centuria, uno de los laboratorios prin-
revolución jgdustri s el resurgimiento de un cipales.,si no el principal, junto con Londres- de la
viejo género a un tiempo literario y político, la elaboración de las modernas formas de la utopía.
utopía, que experimentará a lo largo de todo el Si del París decimonónico puede decirse que fue
siglo XIX (en condiciones bien diferentes a sus una riud;id conc;truid;i con palabras tanto como
dos brillantes fases previas, ligadas a la cultura con ladrillos o macadam, tal es la importancia
del Renacimiento y al pensamiento de las Luces) de la elaboración literaria de su propio mito2 , las
una revitalización que le permitirá convertirse en utopfas -o distopías- parisinas constituyen e el
vehículo privilegiado para un amplio cúmulo de seno de esta inmensa masa literaria una parcela
reflexiones sobre los gigantescos cambios que bien específica, hasta el punto de hacer de París
estaba experimentando la sociedad occidental, y sin duda la urbe que mayor cant idad y diversi-
en especial sus ciudades 1 • dad de literatura utópica generó a lo largo del
No puede sorprender que fuese precisamen- XU<. Simplemente ciñéndonos a los veinte años
te Pans, verdadera ciudad-vórtice en la que t uvo que transcurren entre 1850 y 1870, podríamos
lugar, en las décadas centrales del siglo XIX, el enumerar, sin llegar nunca a la exhaustividad, no
Les spectacles populaires et les artistes des rues abismo existente entre dos m odelos de ciudad. e
>
(1863), Les rues du vieux Paris. Galérie populai-
re et pittoresque (1879) o Le vieux Pari~ Fi?te,,
jeux. spectacles (1887) const ituirían. en el fondo,
En el ambiente sonoro de Pa ' , lo mismo que ha
ornrrirlo Pn ,t1, ralles, " .. .se ha cortado a tijere-
tazos a través del hormigueo de la caUe; se ha
-
e
.S!
o
e
sendos capítulos de lo que podríamos conside- podado y aclarado este bosqu " 11 • e
rar como una gran enciclopedia nostálgica d.e e
Pero lo que no:s intere:sa ahora comentar más :::,
-,
esa vida orbana tradicional y pre-metropolitana.
por extenso es cómo err- 18~. con la publicación
En 1870 se alzó igualmente7, contra el proyec-
de su Paris nouveau et Paris futur12 • la mirada
to haussmanniano no realizado de construir en r rítir;:i dP FournPI , obrp l;:i mPtrópoJis haussman-
Mery-sur-0Ise un gran cementerio que reempla-
niana se vuelca también en los moldes de ese
zaría a todos los camposantos de París y al que
amplio movimiento de resurreción de la utopfu
los difuntos y su cortejo llegarían en tren. Y cua-
como género literario, político y urbanístico que
tro años más larde, tras las dolorosas pruebas de
se puede constatar en las décadas centrales del
Sedán, el asedio prusiano y la Comuna, también
siglo XIX y que halla en el París en plena transfor-
se uniría Fournel al amplio coro elegíaco que se
mación uno de sus territorios privilegiados.
alzó sobre las ruinas de París y que, lejos ya de
todo sentimiento estét ico de una "poética de las Lo primero que llama la atención en la par-
ruin~al modo diderotiano, constituye todo un ticular utopía parisina de Fournel es el hecho
subgénero de la nea historia literaria de la ciudad• de que la contraposición se establezca entre
" lo nuevo" y " lo futur ". Si el discurso utópico
En este panorama le corresponde un lugar
implica necesariament e una visión crítica sobre
especial a Les cris de Paris9, obra en la que el
el presente. la novedad de Fournel es lo abso-
Fournel viajero que había recorrido Oriente Me-
lutamente "nuevo" de ese presente, que no es
dio, España e Italia y hallado en esos pays du otro que el que resulta de la nueva temporalidad
soleil no sólo un paisaje arquitectónico y urbano introducida por la gran reforma urbana del Ba-
lleno de pintoresquismo. sino también un paisa- rón Haussmann y de la que tan consciente sería
je sonoro tradicional, traspone a París esa con-
Charles Baudelaire'3.
sideración verdaderamente pionera de la "so-
noridad" como parte esencial de la historia de Como en el resto de sus libros, su mirada so-
una ciudad 10 • Establece una contraposición netil bre los mít icos grands travaux está bien leJos de
entre un París moderno cada vez más mudo y 1 ser celebra (aún reconociendo en ocasiones,
sonoridad tanto de las ciudades mediterráneas como se ha dicho, la bondad de algunos de los
y orientales como de las propias urbes occi en- avanc de la modernización, sobre todo desde
tales en los tiempos anteriores a los procesos efe el punto de vista higienista). El Paris nouveau,
modernización, pro cesos que incluyen siemp re es decir, su propio París contemporáneo. a cuya
unci co1111Joni:11 ti: u i: oniíormización -sonora 1a11
d~5:cripción dl:ldic.::1 l::i pr~ctir;:i toblirbo OP <:t 1
evidente como la de la propia geometría d las obra es un París en el que se aúna la desaparici6n
nuevas avení~. Esa " sinfonía incesallte" que material de.los restos del pasado (en un panora-
caracterizaba a la ciudad histórica y que sigue ma lleno de demoliciones y ruinas nada poéticas)
caracterizando a la ciudad oriental o mediterrá- con la eliminación de unos modos de vida sobre
nea no . para Fournel, un simple ruido amorf.o, los que. se implanta la tiranía de la uniformiza-
S.ino verdadera música que traduce de un modo ción haussmanniana, simbo lizada en el compás
(que el propio Barón esgnm1rá en algunas de las
directo la complejidad y riqueza de la vida de sus
múltiples caricat uras de su figura aparecidas en
hab1tant El avance de la modernid signifi-
cará, por contra, un proceso de creciente rarifi- la prensa satírica de la época) (Fig. 1).
cación y eli minación de todas esas voce . Frente El brillante análisis de Fournel de la transfor-
a la abundancia, la espontaneidad y ta irregulari- mación de París bajo el Segundo Imperio y sus
dad u aracterizaban a les cris del París tr i- consecuencias está aún a la espera de un aná-
don¡L el panorama onoro del Parí haussman- lisis deta llado que reconozca toda su importan-
n· no ha regularizado, acortado y oscurecido: cia en el amplio conjunto de lo que podríamos
tres términos textuales que condensan todo el llamar "literatura haussmanniana ". Nos centra-
eco de la polémica que en fechas prácticamen- diseño arquitectónico se hablará más aba}n.
te contemporáneas comenzaba ya a suscitarse.
Cada una de las calles de la ciudad es, igual-
en materia urbanística, entre los partidarios de mente, someti da a una d1v1sión raoonal de su
la ciudad de crecimiento ilimitado y carente de espacio de circulación, prefigurando propues-
barreras artificiales (como sería el caso del Plan
tas urbanísticas que poco tiempo después se
Cerda de Barcelona o. algo más tarde, el del plan plantearían en esos mismos términos pero sin
de Otto Wagner para Viena) o los def ensores d@I ninguna carga utópica (en especial, la calle de
establecimiento de límite preestablecidos pa,a Fournel anticipa algunas de las ideas de Euge-
este crecimienftl. Sin duda, el hecho de que este nP H@n.:ird 19) (Fig. 2). El espacio indif erenciado
París, al que se describe, en una metáfora oceá- de la calle tradiciona l, por el que compiten en
nica (muy habitual en la "poesía de París" y de- desorden peatones con diverso tipo de andadu-
sarrollada especialmente por Víctor Hugo), como ra, circulación rodada, puestos de mercancías.
una ola que se derrama sobre todo el territorio
circunda~. haya optado por dotarse de un hito
de inmovilidad, de una nueva barrera, llamada
d ::,er Inmediatamente fran queada, constituye el '
aspecto más contra dictorio del planteamiento
urbano del París futuro, reflejando las propias
i
vacilaciones del incipiente debate urbanístico.
La ciudad que cont empla Fournel en 1965 se
muestra, ante t odo, finalmente entregada la
geometria y a la estandanzac16n más absolutas,
hasta el punto de que hubiera podido suscitar.
nos dice el autor, el éxt asis de Gaspard Monge.
El París futuro constituye ta culminación lógi a
del proceso puesto en marcha por Haussmann
y puntualmente llevado adelante por seis gene-
raciones de prefectos en su misma línea. Es el
reinado del comg,1s lo que garantiza, como se-
ñala con ironía el autor, que por fin el ojo ya ne,
se.-.sienta herido po l.;i indisd plina de la iniciativa
individua
Ello se traduce, en primer lugar, en una or•
den ación urbano estrictamente geométrigi y ·-
métrica, f uertemente articulada en torno a ,os
números 50 y 1 En efecto, desde una gran pla- Fig. 2. Eugene Henard, La calle futura (Études sur les transfor-
za central de una legua de circunferencia parten mations de Paris. 1903-1906)
cincuei:rta bulevares radiales que llegan, en inin-
terrumpida andadura rectilínea, hasta el nuevo etc., da paso ahora a una repartición geométrica
límite exterior de la urb Cada uno de estos y clara a partir de los modos de circu lación: en
bulevares tiene exactamente cincuenta metros cada extremo, una acera dividida en dos pisos
de anchura y está bordeado por casas de igual- para canali2ar los dos sentidos de la marcha. (ha-
-o
0
esencial en la literatura parisina del XIX, desde
Balzac hasta Maupassant- entre dos personas
que andan en dirección contraria); a continua-
"vespasianas", es decir, esos urinarios públicos,
símbolo de la novedosa atención al mobiliario
urbano, que justo en el mismo año de la apa-
o ( IOn, a cada lado, una calzada para coches y ca-
e rición del libro de Fournel habían constituido el
0 rruajes; y en el centro, cuatro filas de raíles.para
...,
:::,
los trenes que ahora cruzan Parí en todos los
insólito tema de algunas de las más conocidas
fotografías de Charles Marville (Fig. 4).
sentidos. A ello hay que añadir otro elemento
especialmente significativo: los puentes volantes
que permiten cruzar la caj!e sin correr esos ries-
gos físicos que tan penosos resultaban en 1865
en la ciudad dominada por los escombros. las
zanjas abiertas, los pavimentos desventrados o
el macadam1• (Fig. 3).
g han desaparecido, arrasados por el avance impa- los nuevos gestores de la ciudad, const ituyen el
zo rable de los bulevares. E igual ha sucedido con la
mayor parte de esos edificios góticos a los que
resumen de una gran capital : alcaldía, cuartet,
teatro y bolsa. Y, en su centro, se alza una gra
oo en 1865 todavía salvaba un resto de superstición estatua -que es también calorífero y f uent - de1
e (tan sólo en las vespasianas pueden aún verse propio Haussrrrann, definido como el "segundo
o "torrecillas gót icas"). Al menos. la catedral de
:::,
-, fundador de la ciudad", el prefecto que venció
NOtre-Dame sigue existienck}, pero •r.. •a fuerza "las tinieblas y las resistencias del viejo Parts " :
de restauraciones parecía por fin presentable" 2•. con una mano sobre el plano de París y la otra
Y la censura sobre el pasado se ha ejerci- con un compás abierto Gusto tal y como lo repre-
do incluso sobre la propia toponimia de la ciu- sentaban algunas de las más críticas caricaturas
dad, ya que en 1965 se han desterrado todos contemporáneas a su gestión).
los nombres de calles Que cont uviesen la más Pero hay también una segunda vta, mucho
mínima alusión al viejo París, su historia o sus más original y podríamos decir que " utópica",
personajes. De hecho, las calles del París futuro de gestión de lo monumental: la que ha llevado
han sido objeto de una calculada operación de a trasladar reubicar una serie de edificios ;mti-
re-denominación que ha convertido la lectura de guos salvados de la demolición para constitujr
sus placas en un gran "cuadro mnemotécnico", un nuevo escaparate racional y ordenado. Di-
en una transparente lección, lógica y ordenada, chos mon umentos -ant iguos stricto sensu pero
de Id geografía y de Id hi~wria de Francia. de los que igualmente se podría decir que son
Sin embargo, el París futu ro no ha desterra- nuevos como resultado de su manipu lación- se
do por completo el valor del monumento ni la encuentran artificialmente alineados (gracias a la
idea misma de monumentalidad, sino que la ha invención de una maquinaria que ha hecho posi-
sometido a los nuevos principios del orden ra- ble su desplazamiento) en el perímetro de las su-
cional. El nuevo monumento coherente con el C@Sivas pl~s que se abren en las intersecciones
París de la geometría puede encontrar un lugar entre los cincuenta bulevares radiales y lm diez
propio a través de dos vías. bulevares concéntricos.
La primera es la realización ex novo de ver- Con este gigantesco t raslado de edificios his-
daderos monumentos modernos, en los que el torlco se ha puesto fin, as1, a lo que se conside-
valor onmemorat ivo va siempre acompañado raba una arbitraria dispersión intolerable, pero
de una directa utilidad urbana. Así, en el em- además se ha facilit ado y racionalizado con ello
plazamiento del Mont-Valérien se ha alzado una la actividad de una figura que también cambia
nueva versión del Coloso de Roda , de cuyos de sentido en este nuevo París: el turista-o el via-
pies irradia una ramificación de conducciones de jer En efecto, esta reordenación de los monu-
agu~ en Montmartfil (anticipando el papel de mentos los sitúa en unas líneas lógicas tan claras
hito que, tras la Comuna, desempeñara la basl- como las de los omnibus. ~ viajero de 1965 y.a
lica expiatoria del Sacre-Coeur) una gran cúpula n0 puede perderse ni "flanear": de su andadura
con un inmenso eloj visualiza el sometimiento están ahora ausentes la sorpresa .o el descubri-
total de la ciudad al nuevo t iempo del capital. miento?J)orque la ciudad geométrica es trans-
Es el caso también de la nueva plaza acris- parente y no precisa de operaciones de descifra-
talada que en 1 965 ocupa el emplazamiento miento ni de orientación (ni tampoco de guías
del ex-jardín de las Tullerfas. En ella aparece un turísticas, inútiles en una ciudad que ha hecho
gigantesco invernadero que parece llevar a su de sí misma su propia guía hasta el punto de
culmen la historia tanto de los pabellones de ex- poder ser directamente legible sin mediaciones).
posiciones universales como de esos pasajes co- El París futuro que nos describe Fournel es,
merciales acrista lados que fueron elevados por en realidad, una exposición universal permanen-
Walter Benjamin al rango de metáfora por ex- te, eco de las grandes exposiciones reales que
celencia de la metrópolis decimonónica" . En las habían tenido lugar en 1851 en Londres y en
cuatro esquinas de esta gran plaza vítrea se su- 1855 en el mismo París. Pero en esta ciudad en
ceden los cuatro monumentos-tipo que, sE!gún permanente exhibición el haussmannismo ha al-
canzado ya los- más extremos límites en cuanto a recorrido imposible de abarcar aqul, habría que
uniformidad y geometrizacióf:I. El París de Four-
nel, heredero directo de Haussmann, ese " Atila
d ~ línea rem ", cuya actuación es compara da
recordar como otro de los hitos de la mirada hu-
goliana sobre París el poema A /'Are de Triom-
phe, escrito en 1834 pero publicado en 1837 en
1
8
a la de los fautores del Terror del 93, quizás no Les Voix intérieures". Es igualmente en Les Voix e
llegue aún a constituir una distopía en el senti - intérieures donde Hugo habla de la "belleza" aé e
::::,
-,
do estricto del término, pero, con su carácter de la multitud de P~s, cuyo movimiento compani
crítica directa a los procesos urbanos contempo- con el f lujo y el reflujo de las olas en una F¡;Je-
ráneos. constituye claramente un caso especial táfora marina a la que recurrirá repetidas vec
dentro del género utópico del XIX. como imagen de la ciud~ : de hecho, la metá-
fora "París-océano" la volveremos a hallar en
El despertar suscita la duda de si ha sido su -
un texto que fue escrito originariamente para la
ño o pesaditta, y la confirmación de lo segundo
cuando, después de recibir el impacto sensorial lntroduction a la Paris Guide de 1867 pero que
fue descartado y reutilizado después, en 1875,
del estrépito de la calle y el polvo de las derijo-
como conclusión de Ce que c'est que /'éxil.
licion , el criado le entrega un aviso (el tercero
en porn tiPmpo) de desalojo de c;u viviPnd;:i por Pero sin lugar a dudas el gran monumento
inmrnen e llegada de las obra-s. parisino de Víctor Hugo es, treinta años después
de Nótre-Dame de Paris, Les Misérables1 • , una
1867: Victor Hugo y la Paris Guide obra cuya proximidad tanto cronológica como
Desde Notre-Dame de Paris (1832) a Les temática al texto de 1867 merece que nos de-
Miserables (1862) o al texto que centrará aquí tengamos algo más en ella. En el París de Les
nuestra atención, la lntroduction a la Paris-Guide Misérables hay un continuo deslizamiento t
editada con motivo de la exposición universal de poral entre el París de ayer y el de hoy, el que
186726, puede afirmarse que la reflexOl sobre corresponde al t iempo de la escritura del relato.
Parí onstituye uno de los ejes primordiales de A menudo el narrador hace una pausa e intervie-
la poética de Víctor Hugo. Así, en su ya clásico y ne en primera persona para cambiar de época y
monumental estudio sobre la "poesía de París", recordarnos que, en el momento de la lectura,
Pierre Citron deslindó detalladamente los jalones la mayoría de los lugares que menciona ya han
que van marcando en la obra de Hugo un itine- desaparecido. Y es que la ciudad se ha vuelt
rario -complejo y nada lineal- que culminará en panóptica., como profetiza Fournel. y nada e
la definitiva consagración del París f uturo como ella se opone ya al escrutamiento de los nuevos
territorio de la Utopía. Del mismo modo, más favli! La larga historia de fu gas y ocultamien-
recientemente, Karl Heinz Stierle ha destacado tos de Jean Valjean era posible en la década de
cómo la mirada de Hugo compone, junto con las 1830, pero imposible en el París de Haussmann.
novelas de Balzac, el gran binomio sobre el que Por lo que respecta a nuest ro tema, hay que
se basa la const rucción literaria del mito de París recordar cómo la fuerte carga utópica de Les
en el siglo XIX. Misérables fue perfectament e captada desde el
[sta vinculación de la poética de l lugo a su mic;mo momento de su aparición Baste el ejem-
escenario arquitectónico y urbanístico no hace plo de A lphonse de Lamartine, el poeta-político
sino aumentar y diversificarse con el tiempo, que no dudó en situar al gran fresco hugoliano
des:de s:us: primeras: preocupaciones; de ord en es:- como un hito del fi lón utópico que iba desde
trictamente patrimonial21 hasta sus últimas mira- Platón a Rousseau o Fourier3 ' , aunque destacan-
das sobre París como organismo. El primer gran do negativamente los efectos políticamente m"Y
monumento de ese itinerario es. por supuesto, peligroso d una utopía que convertía al horn-
Nótre-Dame de Paris y sus dos célebres capítulos bre en enemigo de la sociedad en que v· ía.
Paris a vol d'oiseau y Ceci tuera ce/a2a, pero a él Est a dimensión utópica, diseminada de
seguirán otros muchos jalones en este continuo modo implícito pero esencial en la economía de
ir y venir entre literatura, arquit ectura y ciudad . lo que a primera vista podría parecer un simple
Así, por mencionar sólo algún ejemplo de un fresco histórico, se hace explícita en determi-
nados momentos Llave lle Id trdma, llesviando la alcantarilla limpi'a frí . "respetabl y hastil
la mirada del lector desde los acontecimientos hermosa walificativos con los que Hugo parece
presentes hacia el futuro. Es lo que ocurre, por anticipar el hecho de que durante la exposición
ejemplo, con el mesiánico discurso~e Enjolras de 1867 las cloacas de París fuesen objeto de
en la barricada de 1832, en el que pronostica el visitas turísticas). y ha asumido un aspecto casi
porv nir de una humanida ue ha desterrado oficial y administrativo, al precio de haber des
el mal y se guía unicamente por el amor y el terrado cualquier rasgo de su "primitiva feroo-
cifism . Y un poco más adelante, es el propio da y de haberse convertido en un lugar que
Enjolras, dirigiéndose de nuevo a sus compañe- Villon jamás podría ya reconocer. Y en cuanto
ros de barricada, el que contr~po11e la lucha san- al futuro, Victor Hugo lo centra en el aspecto
grienta del presente con el futuro esplendoros · científico, considerando definitivamente dest -
que esa sangre.. compra á, introduciendo ahora rrado todo atisbo poético: los colectores de París
nuevas declinaciones de esa utopía futuran. En se beneficiarán de perfeccionamientos técnicos
el nuevo París que EnJolras parece incluso po- que perm1t1rán lavar por completo los detnt .
der vislumbrar desde su atalaya e "lo alto de a restituir el fango al suelo parisino y reciclar como
barricad se conjuga la herencia ilustrada del abono los desechos humanos. poniendo fin así
paradigma de /a lur que--di3ipa 101 tiniebja5 (ca- al despilfarro on mico que marcaba -a la alcan--
lles "inundada de ") con el filón mesiánico- tarilta tradicionat.
cr15tiano centrado en torno a la idea de herman-
En 1865, sólo tres años después de que la
dad, pero también con las nuevas exigencias
cultura francesa se viese sacudida por la apari-
políticas agrupadas en torno al sintagma de1a ción de Les Misérables, se decidió la celebración
liberta La nueva sociedad habrá desterrado para 1867 en París de una nueva gran exposición
también los mitos-Que atenazaban de miedo 1 universal, que venía a suceder a la de 1855, pri-
hombre y habrá puesto en su lugar a la cien ·a,
mera de las cinco ferias mundiales que albergaría
en un proceso ya iniciado en su propia época"'.
París a lo largo del siglo XIX (1855, 1867, 1878,
Algo más adelante, es el propio narrador el que 1 889 y 1900). Tras iniciar Londres en 1851, con
inserta, en el clímax del inminente ataque a la
el Crystal Palace de Paxton, la brillante serie de
barricada, una defensa de la utopía en su díffcil
estos eventos que simbolizan a la perfección la
relación con la violencia necesaria para constrnir
complejidad de la cultura urbana decimonónica,
un nuevo mund . para hacer llegar la verdad del París había tomado el relevo sólo dos años des-
mañana, a menudo tiene que recurrir a una he- pués del coup d'état que había inaugurado el
rramienta que se quiere relegar al pasado. cual
régimen del Segundo Imperio. Pero, si aquella
es la guerra" . feria de 1855 había servido para apuntalar la po-
Pero hay en Les Mi~érables un lugar que pularidad del gobierno imperial naciente, doce
concentra, como auténtico vórtice telúrico y años más tarde, en 1867, la nueva Exposición
temporal, los tiempos pasado, presente y futuro surgía en un contexlo mucho mdS complejo en
de la ciudad: la lcantarillas, el submundo que el que el Segundo Imperio parecía tocar la cum-
protagoniza la huida desesperada de Jean Val- bre de su gloria pero eran también ya muchas
jean llevando a cuestas a Marius y que da lugar las miradas críticas que apreciaban fallas en el
a la más larga disgresión de historia urbana de imponente armazón político y socio-económico,
la obra, hasta el punto de ocupar todo el libro al tiempo que se entreveía el inevitable enfren-
Segundo de la Quinta Parte. Para Hugo, que tamiento con la Prusia de Bismarck. De hecho, el
recurre a estudios precedentes como el análisis año antes, en 1866, las tropas prusianas habían
higienista de Parent-Duchatelet 16 , la historia de aplastado en Sadowa al tan brillante como anti-
las cloacas es un claro Jetlejo de la historia d cuado ejército austriaco, dejando claro cuál era
1
"
hombres, y la reconstruye para su lector de
1862 desd su oscuro pasado y los primero~ e
la gran potencia centroeuropea en la segunda
mitad del XIX. Los mismos cañones Krupp que
incompletos intentos de racionalización hasta acababan de hacer estragos entre las filas aus-
el presente haussmanniano". En el nuevo París, triacas se exl1ibirlan en París en 1857 en las ga-
después de la gran epidemia de cólera de 1832, lerías elípticas concéntricas diseñadas por Krantz
1
falsa ignorancia, dejando bien claro que el París del recuento exacto de las víctimas de la guerra
de su memoria es el inmediatamente anterior a de Crimea)'>.
Haussmann. Su París es en gran medida un espe-
"6 La paz, sin embargo, no es un mero senti-
jismo de exiliad un desíderatum marcado por
o miento humanitario que deje intacto todo lo de-
e una tortrs1ma carga tanto de nostalgia como ~
o más. Bien al contrario, este nuevo pacifismo es
::::, utopm: es la crítica acerba a los grands travaux inseparable de un triunfo de la cienc· sobre la
-, de Haussmann la que le lleva a lanzar una doble
política RU e, en la línea del pensamiento sansi-
mirada tanto al pa5aoo histórico d~ un París aúf'l
monianoº, quedará "reabsorbida" en la prime-
no sometido a la tiránica geometría como a"\ln ra. Ello conllevará la existencia de una legislación
f1,1turo en el que la utopía reviste, ciertamente, lo más cercana posible al derecho natural, un
form;¡~ s polític.;is que urb.;inístic:is40. ra~yo úe e.lard fllidc.ióri roU!,!,eauniana que cons-
Es esa mezcla entre el rechazo al París monó- tituye un rasgo atípico de la utopía de Hugo:
tonamente regularizado y la inquebrantable con- el principio de mínima intervención del Estado,
fianza en un futuro político inmediato err el qu frente al dirigismo estatal de un buen número de
la ciudad asumirá el papel de faro de los pueblos utopías. E Estado de Ja futura Europa hugoliana
lo que explica que nos encontremos ante un tex- se limitará practicamente a garantizar la circula-
to apasionado, marcado en muchos momentos ción y la seguridad, así como la básica unidad de
por un tono profético. Desde luego, las palabras moneda, pesos y medidas, y. en general, de "1'!
de Hugo van mucho más allá de lo que cabría norma " frente a la especificidad.
esperar de un mero prefacio y no constituyen en Lo que el autor contempla -porque, en efec-
absoluto una celebración del presente sino una to. Víctor Hugo ya "ve", vislumbra en el hori-
llamada a un futuro que, en buena medida, con- zonte el surgimiento de ese nuevo París- es,
tradice de manera paradójica la triunfalista fil ante todo. la "visión majestuosa " de una nación
sofía oficial de la exposición de 186?. europea única, cuya indiscutible capital es París
El texto se inicia con una inversión temporal y de la que ha desaparecido todo tipo de fron-
sorprendente. El itinerario del discurso no proce- teras, peajes o trabas de cualquier tipo (ya sea
de según una temporalidad lineal: al contrario físico o fiscal) a la circulación de personas, de
que en Nótre-Dame de París, la visión de Hugo mercancfas y de ide .
en 1867 comienza por el faturo, no por el pa- En esta gran nación nueva. frente a la es-
sado. Hugo había sido, de hecho, muy explícito tabi lidad que siempre deriva en estancamiento,
sobre el papel central del tiempo en su mirada lo que predomina es la movilidad en todos tos
de 1867 sobre París... Pero en la estructuración órdenes de la viC,a. Es una Europa en la que los
def1n1t1va el pasado viene después, y se explica grand.es cursos fluviales han dejado ya d_e rvir
por el futuro. Y, comprimida entre ambos, la mi- como fronteras o barreras entre los pueblos se
rada crítica sobre el presente parece tan sólo el han convertido en .arterias que vehiculan ~ s
desencadenante de una utopía presentada no incesantes flujo . En ese futuro inmediato, la
como aspiración irreal sino como conclusión ló- circu lación engendra riqueza y hace realidad a
gica de la historia de la ciudad. escala europea la ima~n bíblica de la multipli-
Como ya se ha ant1opado, el futuro -no le- cación de los panes y los pee . Con ello ParíSsno
jano- de París es contemplado a partir de una hace sino dar continuidad a su vocación históriGa
estricta coherencia entre organización territorial de ciudad en perpetuo movimiento: no en vano
es una ciudad siempre odiada por todos los que
y urbana y nueva estructuración política. Para
propugnan la inmovilidad de la vida, porque " ...
Hugo, el París del f uturo es, ante tod o, la ciudad
ser París es marc~r"".
de la pa a ciudad que se ha vuelto indiferente
a las-glorias bélicas (tanto a las ajenas, como Sa- La movilidad, sin embargo, no se limita al
dowa, como a las propias, representadas en esa interior de esa nueva Europa. Para Hugo, que
oscilación de fortuna que marca el binomio Aus- escribe su texto en un momento clave de conso-
terlitz / Waterloo o el más reciente recuerdo de lidación de los orandes imoerios coloniales bri-
Sebastopol y el horror que supone la inclusión tánico y francés, un aspecto esencial del inme-
§! dades. las guerras. las revueltas y las hambrun~. Revolución francesa (a pesar de su componente
e cualquier tentativa de simple excavación aparee: de violencia originaria: si Atenas ha construido el
~
esa idea de la Razón representada por la suce- llón oval) sendas estatuas de Homero, Dante,
sión de la trilogía Rabelais, Moliere, Voltaire, de Shakespeare y Beethoven, más otra de Voltaire
siembra de chispas de luz en medio de las tinie- ante la puerta de entrada. Pero para él los pro- oo
bla , de atizador del incendio del progreso y de blemas arquitectónicos de la feria son secunda- e
su extensión por todo el mundo. Y una misión rios al lado de la cuestión principal: el año de o
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que queda simbolizada, desde el punto de vista la exposición se contrapone al sangriento ar'\o -,
arquitectónico, por la comparación entre la cú- anterior, 1866, que ha estado marcado por el
pula de la basílica de San Pedro y la del Panteém signo de la guerra austro-prusiana. A la carnice-
de Souffl · si la primera es, ciertamente, más ría de Sadowa, el brillante espcctóculo de París
grande, la segunda es la cobertura del talenlo y enfrenta la "convención pacifica " de las nado-
la utilidad social n (incluidas las "embrionarias"). Victor Hugo
consideraba a los cañones prusianos exhibidos
Los argumentos en pro de la superioridad de
en la misma tan sólo un accidente en un reco-
París y de su función mundial culminan en el úl-
timo capítulo del texto de Hugo, la "Declaración rrido que había de ver inevitablemente el triunfo
de la locomotora sobre las máquinas de muerte.
de paz ", que termina por consolidar la idea bá-
sica de la utopía pacifisl9. El París del inmediato La realidad inmediata fue muy otra. Como vi-
futuro, en el que se aprecia por todas partes la mos anteriormente, Hugo había evocado la figura
presión del ideal humanitario (como el pulgar de mítica de la Esfinge para expresar la complejidad
Miguel Ángel se revela, nos dice Hugo, en el non de la historia parisina. Poco podía sospechar en
finito de sus bloques), respira progreso y poco'-3 1867 que, cuatro años más tarde, esa misma Es-
poco ha arrojado fuera de sí todo lo que obsta- finge simbolizaría la brusca quiebra de su utopía,
culizaba dicho progreSb52 • Ha guardado para sí pacifista tras las duras pruebas del asedio prusia
los aspectos beneficiosos de la tecnología y ha no y de la Comuna: en 1871 Gustave Doré volcó
eliminado lo perjudiciales: respeta el ferrocarril, en su cuadro L'Énigme la más clara expresión de
pero derriba las barreras y controles. horror y Lle perplejidad ante el panorama de la
urbe incendiada (Fig. 8). En cuanto al propio Vic-
Para Hugo, este sueño pacifista es no sólo
tor Hugo, si en 1870 sintetizaba ya en Les Années
realizable sino inminente. Como ya habla ex- funestes lo esencial de su crítica antihaussman-
puesto en Los Miserables, el sueño no es sino la
niana y, sobre todo, antinapoléonica, en 1872
prefiguración de la realidad futura y lo imposible nos dará, con la publicación de L'Année térrible54,
la primera tase de lo posible. Todas las utopías toda la medida del horror del París incendiado y
de ayer (piénsese en la fotografía, el telégrafo, su profunda identificación con esos nuevos mi-
etc.) son las rea lidades de hoy. Y este rasgo de serables que son los m;írtires communard,. pero
factibilidad vienevolcado por Hugo en dos imá- también su inquebrantable confianza, en medio
genes metáforlcas, una artística y la otra de ín- de. la desesperación, en cm fut uro de paz y libe -
dole cósmica. ~I sueño utópico es comparado, tad capitaneado por un nuevo París. 5'
en efecto, al trabajo inicial de desbaste de un
bloc¡u bre el que luego se t allará lu escu u-
ra>1 ero también a las sucesivas fases en que
un fluído cósmico va precipitándose y pasando a
un estado líquido y luego sólido· exactamente.Jo
que le ocurre a la utopía cuando llega a un nivel
tal de posibilidad de realización que sale de las
manos del filósofo y pasa a las del estadista.
Y su primer episodio no es otro que la pro-
pia Exposición universal de 1867. Hugo parece
no conocer los detalles del edificio proyectado
por Krantz y Eiffel como sede de la misma, ya
que propone añadir en cada una de sus "cua- Fig. 8. Gustave Doré. L 'Énigme, 1871 (París, Musée d'Or.say)