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Quintana.

Revista de Estudos do
Departamento de Historia da Arte
J.., -J 1579-7414
.; i ,c~gr
Universidade de Santiago de Compostela
España

Calatrava, Juan
EL PARIS DE HAUSSMANN COMO TERRITORIO DE LA UTOPÍA: VICTOR FOURNEL
(1865) Y VICTOR HUGO (1867)
Quintana. Revista de Estudos do Departamento de Historia da Arte. núm. 15, 2016, pp.
53-71
Universidade de Santiago de Compostela
Santiago de Compostela, España

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EL PARÍS DE HAUSSMANN COMO TERRITORIO DE LA
UTOPÍA: VICTOR FOURNEL (1865) Y VICTOR HUGO (1867)

Juan Calatrava
Un iversidad de Granada

RESUMEN
El resurgimiento del género político-literario de la utopía en las décadas centrales del siglo XIX,
ligado a las nuevas condiciones de las metrópolis industriales, presenta en París un privilegiado te-
rritorio de aplicación, sobre todo en el momento de los grands travaux del barón Haussmann.. Se
analizan en este articulo dos textos especialmente significativos a este respecto: el Paris nouveau et
Paris futur de Víctor Fournel (1865) y la lntroduction redactada por Victor Hugo para la Pan's Guide
editada con motivo de la exposición universal de 1867.

Palabras clave: Utopía, París de Haussmann, Víctor Fournel. Víctor Hugo

ABSTRACT
A phenomenon linked to the new conditions of the industrial metropolis, the resurgence of
political and literary utopías in the middle decades of the 19th century found fertile ground in Paris,
particularly at the time of Baron Haussmann's grands travaux. This article focuses on rwo texts that
are especially meaningful in this respect: Víctor Fournel's Paris nouveau et Paris futur (1865) and Víc-
tor Hugo's introduction to the Paris Guide, published for the 1867 Universal Exhibition.

Keywords: utopía, Haussmann's París, Víctor Fournel, Víctor Hugo

Uno de los más conocidos efectos culturales mayor experimento de transformación urbana
del nuevo universo metropolitano creado por la de toda la centuria, uno de los laboratorios prin-
revolución jgdustri s el resurgimiento de un cipales.,si no el principal, junto con Londres- de la
viejo género a un tiempo literario y político, la elaboración de las modernas formas de la utopía.
utopía, que experimentará a lo largo de todo el Si del París decimonónico puede decirse que fue
siglo XIX (en condiciones bien diferentes a sus una riud;id conc;truid;i con palabras tanto como
dos brillantes fases previas, ligadas a la cultura con ladrillos o macadam, tal es la importancia
del Renacimiento y al pensamiento de las Luces) de la elaboración literaria de su propio mito2 , las
una revitalización que le permitirá convertirse en utopfas -o distopías- parisinas constituyen e el
vehículo privilegiado para un amplio cúmulo de seno de esta inmensa masa literaria una parcela
reflexiones sobre los gigantescos cambios que bien específica, hasta el punto de hacer de París
estaba experimentando la sociedad occidental, y sin duda la urbe que mayor cant idad y diversi-
en especial sus ciudades 1 • dad de literatura utópica generó a lo largo del
No puede sorprender que fuese precisamen- XU<. Simplemente ciñéndonos a los veinte años
te Pans, verdadera ciudad-vórtice en la que t uvo que transcurren entre 1850 y 1870, podríamos
lugar, en las décadas centrales del siglo XIX, el enumerar, sin llegar nunca a la exhaustividad, no

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54 El París de Haussmann como territorio de la utopía

g menos de una cincuentena de obras de carácter Fournel, ya se ha dicho, es una criatura de


E! utópico directamente ligadas a París, algunas de París de Haussmarffi, que constituye la materia
o ellas de tanta trascendencia como las de Jacques directa de algunos de sus libros y el telón de fon -
8 Fabien3 o Jules Verne'. do de practicamente todos ellos, incluyendo sus
5 Estas últimas son prácticamente contempo- propios libros de viajes, en los que la mirada a
las realidades externas se hace siempre desde la
.; raneas de los dos escritos que van a ser obJeto
de análisis en este artículo, y esta proximidad comparación con el nuevo París. El juicio de Four-
cronológica no es en absoluto casual: es la brutal nel sobre las célebres transformaciones de París
irrupción de unas tran:sformacione:s urband~ que es claramente negativo aunque con frpcupncia
trastocan por completo el sentido del tiempo lo revestido de una ironía en apariencia celebrativa
que exp lica la especial concentración de reflexio- pero en la práctica demoledora. Dicho juicio se
nes utópicas o distópicas justo en los años de los va formando y se declina en una serie de obras
grands travaux de Haussmann. Tanto la pesadilla que se escalonan a lo largo de un periodo de
futura de Víctor Fournel (1865) como el sueño más de treinta años que, en su primera parte,
ootimista de Víctor Hugo (1867) vPn l;i lt 17 Pn coincide casi exactamente con el desarrollo de
el momento culminante del Segundo Imperio, los grands travaux del Barón Haussmann. Tan-
cuando esos cambios en la trama urbana de Pa- to sus descripciones urbanas como sus estudios
rís que dejaban perplejo y dolorido a Baudelaire sobre la población parisina y sus tradiciones re-
ya eran más que evidentes y el régimen se a res- tratan, casi como en una última mirada de adiós
taba a celetwr, con la exposición de 1867, el el viejo universo urbano histón o, pintoresco,y
liderazgo de París entre todas las metrópolis eu- popular cuya desaparición constituía, para Four-
ropeas. Sin embargo, tanto Fournel como Hugo nel, el pesado precio que la ciudad pagaba por
imaginaban un París futuro bien ajeno al triunfa- una modernizadén cuyas ventajas, por ejemplo
lismo oficiill: si. para el primero, prevista con- en cuanto a higiene urbana, por otro lado, nun-
ca cuestionará.
solidación futura del haussmannismo no consti-
tuía motivo alguno de celebración sino todo lo Ya en 1856, en Ce qu'on voit dans les rues de
contrario, para el segundo el futuro de París se París, se hada eco, en la senda abierta por Balzac
disociaba claramente del odiado régimen bona- en los años previos al inicio de los grand~ travaux
partista y se concretaba en una utopía pacifista napoleónicos<, de los nuevos grandes temas que
y de unidad de los pueblos. Ambos autores no la eclosión del universo metropolitano ponía so-
hacían así sino evidenciar las profundas gríet~s bre el tapete: la multitud, el flaneur, la movilidad
ocultas de ese edificio polftico que se derrumoa- incesante, el paisaje de ruinas y demolic1one~ la
rfa estrepitosamente sólo algunos años despué . fiebre constructiva, la aceleración de los ritmos
de la vida, lo cambios en el modo de vivir el
1865: Paris nouveau et Paris future de tiempo o la desaparición de la ciudad tradieio-
Victor Fournel nal en todas sus manifestacion s. En 1861 , su
Víctor Fournel (1829-1894), prolífico pe- contribución al segundo volumen de la obra co-
riodista, ensayista, infatigable viajero y escritor lectiva, de claro carácter celebrativo, Paris dans
sobre viajes, es una de las figuras literarias que sa splendeur6. no dejaba de incluir un claro t ono
encuentran todo su sentido en el contexto del crítico -Cuando, al redactar el capítulo VII, dedic-a-
París de Haussmann. Si posiblemente su calidad do a los Etablissements de plaisir,ifonizaba sabre
literaria no resiste la comparación con esos otros la entronización absoluta del principio del placer
gigantes de las letras con quienes compartió el en el nuevo ~ fs (un tema sobre el que, como
sentimiento de estupefacción ante la transfor- veremos, volver¡j también Victor Hugo).
mación acelerada de París, tales como Baude- En otras obras posteriores prosiguió con su
laire. Théophile Gautier o, algo después. Émile tentativa de trazar un verdadero catálogo de las
Zola. sus obras resultan sin embargo de gran in- manifestaciones.humanas ligadas a ese París .his-
terés desde el punto de vista de la historia de los tórico que estaba desapareciendo ante sus (ljos
mitos urbanos y de su plasmación escrita. o, sencillamente, formaba ya parte del pasado:

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El París de Ha ussma nn como territorio d e la utop ía 55

Les spectacles populaires et les artistes des rues abismo existente entre dos m odelos de ciudad. e
>
(1863), Les rues du vieux Paris. Galérie populai-
re et pittoresque (1879) o Le vieux Pari~ Fi?te,,
jeux. spectacles (1887) const ituirían. en el fondo,
En el ambiente sonoro de Pa ' , lo mismo que ha
ornrrirlo Pn ,t1, ralles, " .. .se ha cortado a tijere-
tazos a través del hormigueo de la caUe; se ha
-
e
.S!
o
e
sendos capítulos de lo que podríamos conside- podado y aclarado este bosqu " 11 • e
rar como una gran enciclopedia nostálgica d.e e
Pero lo que no:s intere:sa ahora comentar más :::,
-,
esa vida orbana tradicional y pre-metropolitana.
por extenso es cómo err- 18~. con la publicación
En 1870 se alzó igualmente7, contra el proyec-
de su Paris nouveau et Paris futur12 • la mirada
to haussmanniano no realizado de construir en r rítir;:i dP FournPI , obrp l;:i mPtrópoJis haussman-
Mery-sur-0Ise un gran cementerio que reempla-
niana se vuelca también en los moldes de ese
zaría a todos los camposantos de París y al que
amplio movimiento de resurreción de la utopfu
los difuntos y su cortejo llegarían en tren. Y cua-
como género literario, político y urbanístico que
tro años más larde, tras las dolorosas pruebas de
se puede constatar en las décadas centrales del
Sedán, el asedio prusiano y la Comuna, también
siglo XIX y que halla en el París en plena transfor-
se uniría Fournel al amplio coro elegíaco que se
mación uno de sus territorios privilegiados.
alzó sobre las ruinas de París y que, lejos ya de
todo sentimiento estét ico de una "poética de las Lo primero que llama la atención en la par-
ruin~al modo diderotiano, constituye todo un ticular utopía parisina de Fournel es el hecho
subgénero de la nea historia literaria de la ciudad• de que la contraposición se establezca entre
" lo nuevo" y " lo futur ". Si el discurso utópico
En este panorama le corresponde un lugar
implica necesariament e una visión crítica sobre
especial a Les cris de Paris9, obra en la que el
el presente. la novedad de Fournel es lo abso-
Fournel viajero que había recorrido Oriente Me-
lutamente "nuevo" de ese presente, que no es
dio, España e Italia y hallado en esos pays du otro que el que resulta de la nueva temporalidad
soleil no sólo un paisaje arquitectónico y urbano introducida por la gran reforma urbana del Ba-
lleno de pintoresquismo. sino también un paisa- rón Haussmann y de la que tan consciente sería
je sonoro tradicional, traspone a París esa con-
Charles Baudelaire'3.
sideración verdaderamente pionera de la "so-
noridad" como parte esencial de la historia de Como en el resto de sus libros, su mirada so-
una ciudad 10 • Establece una contraposición netil bre los mít icos grands travaux está bien leJos de
entre un París moderno cada vez más mudo y 1 ser celebra (aún reconociendo en ocasiones,
sonoridad tanto de las ciudades mediterráneas como se ha dicho, la bondad de algunos de los
y orientales como de las propias urbes occi en- avanc de la modernización, sobre todo desde
tales en los tiempos anteriores a los procesos efe el punto de vista higienista). El Paris nouveau,
modernización, pro cesos que incluyen siemp re es decir, su propio París contemporáneo. a cuya
unci co1111Joni:11 ti: u i: oniíormización -sonora 1a11
d~5:cripción dl:ldic.::1 l::i pr~ctir;:i toblirbo OP <:t 1
evidente como la de la propia geometría d las obra es un París en el que se aúna la desaparici6n
nuevas avení~. Esa " sinfonía incesallte" que material de.los restos del pasado (en un panora-
caracterizaba a la ciudad histórica y que sigue ma lleno de demoliciones y ruinas nada poéticas)
caracterizando a la ciudad oriental o mediterrá- con la eliminación de unos modos de vida sobre
nea no . para Fournel, un simple ruido amorf.o, los que. se implanta la tiranía de la uniformiza-
S.ino verdadera música que traduce de un modo ción haussmanniana, simbo lizada en el compás
(que el propio Barón esgnm1rá en algunas de las
directo la complejidad y riqueza de la vida de sus
múltiples caricat uras de su figura aparecidas en
hab1tant El avance de la modernid signifi-
cará, por contra, un proceso de creciente rarifi- la prensa satírica de la época) (Fig. 1).
cación y eli minación de todas esas voce . Frente El brillante análisis de Fournel de la transfor-
a la abundancia, la espontaneidad y ta irregulari- mación de París bajo el Segundo Imperio y sus
dad u aracterizaban a les cris del París tr i- consecuencias está aún a la espera de un aná-
don¡L el panorama onoro del Parí haussman- lisis deta llado que reconozca toda su importan-
n· no ha regularizado, acortado y oscurecido: cia en el amplio conjunto de lo que podríamos
tres términos textuales que condensan todo el llamar "literatura haussmanniana ". Nos centra-

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56 El París de Ho ussmann como territorio de la u fop(a

ojos del pasado, la que establece la relación e~


tre last res temporalidades de pasado, presente y
f utur • y el relato asume así la forma de una con-
tinua campar i6n entre un antes y un despues
que son también para el narrador sendos -aun-
que diferentes- ahora (que este "sueño" sea en
realidad una pesadilla quedará claro, como vere-
mos, al final de su periplo temporal).
FI n;m;:irlnr rlP<;f)iPrt;:i Px;:irt;:imPntP 100 ;;iñm:
después, es decir, en 1965. Y su primer contacto
con el París futu ro asume, de nuevo, la forma
de un tópico: el de la subida, de la mano de
un ángel, a " lo alto de un monumento"·s que
no se especifica y desde el que puede abarcar
una visión panorámica de la nueva realidad ur-
bana. Dicha panorámica está marcada desde el
principio por el sentimiento de asombro ante el
crecimiento de Pál'fs. La ciudad ha desbordado
sus límites, hast a alcanzar los 100 kilómetros de
perímetro y tener como nuevas puertas urbanas
a Versalles, Pontoise o Chantilly, con el Arco de
Fio 1. Caricatura del Barón Hatmmann imroniPnrlo f;, !JPO-
metrfa a París (publ. en Comic-F,nance, Joumal Sat,rique Fi-
Triunfo -cuyo futuro imaginario en e5tado de
nancier, 1868) ruina ya había constituido el tema del célebre
poema de Victor Hugo al que más abajo se
remos ahora, sin embargo, en la parte más es- hará referencia- relegado a un papel secunda-
rio, mientras que el bulevar de Sebastopol, que
trictamente utópica de su visión de París, la que
consagra a la predicción de la vida en el París había sido una de las piezas clave de los grands
travaux de Haussmann, se ha prolongado hasta
futu de 1965 Aunque ésta ocupa apenas las
llegar prácticamente a Senlis. Esta amenaza de
30 últimas páginas de su libro 1• . constituye una
expansiwi la sienten muy claramente los habi-
contribución esencial a la mitología de París,
tantes de Meaux, que otean inquietos desde la
condemondo apretadomente en ella:i una ver-
torre de su cat edral -una vez más, el punto de
dadera distoRfB que nos viene presentada no
vista elevado- los avances de la " ola" de París.
como feli2 contraposición al presente sino, bien
Otro de los resultados de esta ampliación es. por
al contrario. como la desg raciada consecuen a otro lado, el hecho de que en 1965 la vieja aspi-
lógica de aquel París nouveaq; en una ciudad
ración de " París puerto de ruar" pueda ya consi-
que, cien años despué no hace sino exacerbar derarse a medio camino de realización 16 •
y llevar hasta sus últimas consecuencias las ideas
y los principioS- urbanos puestos en marcha en el Este crecimiento está lejos, sin embargo, de
Segundo lmperi ser visto como un hecho positiva o un factor
de progí!8So: considerado por el auto orno un
El arranque del Paris tuwr responde a un lu- " monstruoso cá er" que ha roído toda la carne
gar común habitual en la literatura utópica: el viva de la naci y ha reducido a Francia a la
protagonista, tras ser vencido por el sueño, des- condición de banlieue de París, Fournel desgrana
pierta (como le había ocurrido al protagonista con ello un episodio más de la larga polémica
del Pan's en songe de Jacques Fabien y como le París v.s provincias, tan consustancial al debate
ocurrirá. por ejemplo, en 1890, al personaje de urbano, territorial y cultural de la Francia con-
las Ncws from Nowhcrc de Williom Morris) en temporánea y que, como enseguida veremos,
el mismo lugar. pero en el f uturo. Es la misma estará igualmente presente. aunque en sentido
persona la que contempla éste último con los contrario, en la visión utópica de Victor Hugo 17•

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El París de Haussmann como territorio de lo utopra 57

Un hecho, sin embargo, parece poco acorde


con esta extensión sin freno de París: el empeño
rnente cincuenta metros de alturau. Diez bale--
vares circulares (en los que, se nos dice. la línea
...0
de la ciudad por seguir marcándose nuevos lí- curva ha sido milagrosamente sometida a los
....e~
mites claros. La presencia de un bulevar e erio mismos pnncIpI0s que la recta) cortan a interva oo
circular que marca el contorno de la ur~. con los regulares, estas vías radiales, combinando la. e
un trazado que sigue inmediatamente por el in- disposición concéntrica con la radial y suscitando o
terior al de las nuevas murallas, permite intuir un encuentros en-,-los que surgen la~ plazos de- CUY(') ,:::,

eco de la polémica que en fechas prácticamen- diseño arquitectónico se hablará más aba}n.
te contemporáneas comenzaba ya a suscitarse.
Cada una de las calles de la ciudad es, igual-
en materia urbanística, entre los partidarios de mente, someti da a una d1v1sión raoonal de su
la ciudad de crecimiento ilimitado y carente de espacio de circulación, prefigurando propues-
barreras artificiales (como sería el caso del Plan
tas urbanísticas que poco tiempo después se
Cerda de Barcelona o. algo más tarde, el del plan plantearían en esos mismos términos pero sin
de Otto Wagner para Viena) o los def ensores d@I ninguna carga utópica (en especial, la calle de
establecimiento de límite preestablecidos pa,a Fournel anticipa algunas de las ideas de Euge-
este crecimienftl. Sin duda, el hecho de que este nP H@n.:ird 19) (Fig. 2). El espacio indif erenciado
París, al que se describe, en una metáfora oceá- de la calle tradiciona l, por el que compiten en
nica (muy habitual en la "poesía de París" y de- desorden peatones con diverso tipo de andadu-
sarrollada especialmente por Víctor Hugo), como ra, circulación rodada, puestos de mercancías.
una ola que se derrama sobre todo el territorio
circunda~. haya optado por dotarse de un hito
de inmovilidad, de una nueva barrera, llamada
d ::,er Inmediatamente fran queada, constituye el '
aspecto más contra dictorio del planteamiento
urbano del París futuro, reflejando las propias
i
vacilaciones del incipiente debate urbanístico.
La ciudad que cont empla Fournel en 1965 se
muestra, ante t odo, finalmente entregada la
geometria y a la estandanzac16n más absolutas,
hasta el punto de que hubiera podido suscitar.
nos dice el autor, el éxt asis de Gaspard Monge.
El París futuro constituye ta culminación lógi a
del proceso puesto en marcha por Haussmann
y puntualmente llevado adelante por seis gene-
raciones de prefectos en su misma línea. Es el
reinado del comg,1s lo que garantiza, como se-
ñala con ironía el autor, que por fin el ojo ya ne,
se.-.sienta herido po l.;i indisd plina de la iniciativa
individua
Ello se traduce, en primer lugar, en una or•
den ación urbano estrictamente geométrigi y ·-
métrica, f uertemente articulada en torno a ,os
números 50 y 1 En efecto, desde una gran pla- Fig. 2. Eugene Henard, La calle futura (Études sur les transfor-
za central de una legua de circunferencia parten mations de Paris. 1903-1906)
cincuei:rta bulevares radiales que llegan, en inin-
terrumpida andadura rectilínea, hasta el nuevo etc., da paso ahora a una repartición geométrica
límite exterior de la urb Cada uno de estos y clara a partir de los modos de circu lación: en
bulevares tiene exactamente cincuenta metros cada extremo, una acera dividida en dos pisos
de anchura y está bordeado por casas de igual- para canali2ar los dos sentidos de la marcha. (ha-

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58 El París de Haussmann como territorio de lo u lopía

ctendo ya imposible ese encuentro azaroso -tan.


~
línea hay que entender la mención expresa a las

-o
0
esencial en la literatura parisina del XIX, desde
Balzac hasta Maupassant- entre dos personas
que andan en dirección contraria); a continua-
"vespasianas", es decir, esos urinarios públicos,
símbolo de la novedosa atención al mobiliario
urbano, que justo en el mismo año de la apa-
o ( IOn, a cada lado, una calzada para coches y ca-
e rición del libro de Fournel habían constituido el
0 rruajes; y en el centro, cuatro filas de raíles.para
...,
:::,
los trenes que ahora cruzan Parí en todos los
insólito tema de algunas de las más conocidas
fotografías de Charles Marville (Fig. 4).
sentidos. A ello hay que añadir otro elemento
especialmente significativo: los puentes volantes
que permiten cruzar la caj!e sin correr esos ries-
gos físicos que tan penosos resultaban en 1865
en la ciudad dominada por los escombros. las
zanjas abiertas, los pavimentos desventrados o
el macadam1• (Fig. 3).

Fig. 4. Charles Marville, fotografía de una · vespasiana ·, 1865

Igualmente llamativa es la evolución a la que


ha llegado en 1965 el amplio sistema de verde
urbano diseñado por Haussmarftt y su mano de-
recha en este ámbito, el ingeniero Jean-Charles
Alphaffl:J, es decir, la red jerarquiLada que los
grands travaux habían puesto en pie (desde los
gigantes Bois de Boulogne y Bois de Vincennes
hasta los más pequeños squares, pasando por
unidades intermedias como los parques de But-
tes-Chaumont o Montsouris). Este es el aspecto
en el que en mayor medida el París de 1965 des-
miente la herencia haussmanniana, porque está
claro que en ese París futuro la naturaleza, por
controlada que esté, no deja de ser un inquietan-
te factor de variabilidad y desorde,,, además de
Fig. 3. Victor-Eugene Geruzez (Crafty), Les démolitions de Pa-
rís, publ. en Le Monde /Ilustré, 1868
un despilfarro de espaciQ. Así, el jardín del Luxem-
bourg aparece ahora atravesado por una serie de
bulevares que sacan rendimiento de to que antes
Esas calles son objeto no sólo del orden era suelo inútt. Y, sobre todo, los squares se tole-
geométrico sino también de lo que ya desde los ra hora únicamente como una concesión para
urbnnistns de las Luces se consideraba como su la5 poca5 "alma5 romllnticM" que quedan, pero
correlato esencial: el higienism~. capaz de deste- no se plantan con las artes de la jardinería urbana
rrar ese otro elemento de desorden que eran las sino que ahora se encargan ya comple1amente
"miasmas" . Como en practicamente todas lac; confeccionados a empre,as especializadas que
utopías del XIX21 , la limpieza es obsesiva . Cada los realizan en cartón pintado y equipados incluso
de una de las vías de París es tomada cada noche con pájaros artificiales: «As[, se había conserv~o
por un ejército de operarios de limpieza equipa- lo que hay de-agradable en la naturaleza evita o
dos con· máquinas de va~r. Y en esta misma lo que hay de sucio e irregt1lar» .

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El Parrs de Haussma n n como territorio de la u topía 59

La exigencia absoluta de uniformidad se tras- barreras exteriores una continua comunicación


lada, asimismo, de la escala urbana a la arquitec-
Lúr riLd, yd 4ue Ldda ca a tiene exactamente cin-
visu~I (mediante aparatos ópticos) y t ambién
Leleyr dfiLd, d!>eyurdr HJu d!>f Id 11uLifiLdLiúrr i11me-
j
.Q
cuenta ventana y la decoración de las fachadas diata de cualquier posible desorden. o
u
es absolutamente idéntiea. Casi podría decirse Acerca de en qué podrían consistir tales posi- e
que la arquitectura de la que está construido el o
::,
bles desórdenes nos da, por lo demás, una pista -,
París de 1965 es procustian en su obsesión por la iconografía del relieve que decora el muro de
ceñirse a la rigurosa organización geométrica de este cuartel (del que se nos informa que es "mo-
la ciudad, no tiene en cuenta ni las necesidades numentjl "): una imagen del Orden P0bllCO' de-
de us habitantes ni los usos a los que los edifi- rrotando a la hidra de la Descentralización. Ese
cios están destinados. Una de las grandes para- París " centrado" no es mera geometría sino tra-
doJas de la supuesta racionalidad de la urbe es la sunto de una visión política igualmente geome-
existencia de edificio vad O"s, qoe no sirven para trizada: la que preconiza el mantenimiento de
nada, cuya existencia se justifica únicament e por la larga preeminencia parisina sobre el conjunto
el mantenimiento del orden geométrico y que, de la nación.
pese a t odo, disponen de su correspondiente
dotación standard de personal. Símbolo máximo de esta moderna capacidad
de.control es igualmente la iluminación universal,
Por otro lado, no deja de llamar la at ención lo definitivo culminación del proyecto moderno
el hecho de que la equitativa distribución de aire del triunfo de la luz sobre las tinieblas. En el Pa-
puro (garantizada por la presencia en cada casa rís de Fournel, un inmenso faro eléctrico ilumina
de un "aerómetro") no se considere incompati- todo Parí esde est~ .área central, cancelando la
ble con la existencia de una profunda jerarqui2a- distinción entre día y noche y negando cualquier
ci6n soda , nunca cuestionada. Ésta se da t anto lugar, ni siquiera residual, para lo oscuro, lo ocul-
en sentido vertij;)I (en los tejado de cada casa to o lo misterioso. Y es bien indicativo de la corta
se alzan pabellones mucho más baratos que Tos distancia existente en el París de la segunda mi-
demás piSQS) como horizontal, con una clase tad del XIX entre utopía y proyectos considerados
obrera q_ue vive extramuros y que se ve obligada realizable el hecho de que en la década de los
a recorrer cada día 5 ó 6 leguas para ir al tra- 80, en el marco de los proyectos de torres para la
bajo. Nada hay, pues, en el Parls de 1965 que exposición de 1889, el arquitecto Jules Bourdais
recuerde el carácter igualitario característico de presentara su propuesta de una gran torre-faro,
muchas utopía significativamente denomrnada la Tour-Soleil,
Coherentemente con ello, el París futuro es de 360 metros de altura susceptible de iluminar
tambi{>n una ciudad ab lutttmente. controlada completamente París desde una sola y poderosa
desde el punto de vista mili ar, con lo que Four- fuente lumínica centra l, desterrando el sistema
nel se alinea con quienes desde el principio veían de alumbrado de gas del que por entonces se
en los grands travaux esas finalidades estrat égi- enorgullecía la ciudad y que haría posible el sur-
cas que más tarde constituirían el núcleo de la gimiento del mito del Paris-la-nuim~
conocida interpretación benjaminiana. El nuevo ¿Y qué ocurre con el rico pasado histórico de
París de 1965 es un espacio cuya disposición París? La mayor parte de él ha desaparecido, tras
urbanística hace ya prácticamente imposible sucederse, después de Haussmann, no menos
cualquier revuelta y ha permitido conjurar defi- de seis pref ectos aquejados del mismo «delirium
nitivamente los fantasmas de 1848. En la plaza tremens» de la demolición y de la misma «mo-
central,.uo cuartel circular abre en sus muros cin- nomanía furi osa11 de las nuevas construcciones.
cuenta aberturas que permiten que cada unO'de Las antiguas fortificaciones, desde los restos de
los cincuenta bulevares radiales quede enfocado las murallas medievales hasta el muro de Thiers,
por la boca de un cañt>n. Desde este cuartel, los han sido destruidas y ya constituyen sólo un
centinelas que vigi lan el orden urbano con un tema de disertación para los arqueólogos que
drspos,trvo panóptico mantienen con sus homó- todavía se apegan al pasado. Del mismo modo,
nimos de los puestos militares ubicados en las los viejos faubourgs, con sus rasgos individuales,

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60 El París de l-loussmann como territorio de la utopía

g han desaparecido, arrasados por el avance impa- los nuevos gestores de la ciudad, const ituyen el
zo rable de los bulevares. E igual ha sucedido con la
mayor parte de esos edificios góticos a los que
resumen de una gran capital : alcaldía, cuartet,
teatro y bolsa. Y, en su centro, se alza una gra
oo en 1865 todavía salvaba un resto de superstición estatua -que es también calorífero y f uent - de1
e (tan sólo en las vespasianas pueden aún verse propio Haussrrrann, definido como el "segundo
o "torrecillas gót icas"). Al menos. la catedral de
:::,
-, fundador de la ciudad", el prefecto que venció
NOtre-Dame sigue existienck}, pero •r.. •a fuerza "las tinieblas y las resistencias del viejo Parts " :
de restauraciones parecía por fin presentable" 2•. con una mano sobre el plano de París y la otra
Y la censura sobre el pasado se ha ejerci- con un compás abierto Gusto tal y como lo repre-
do incluso sobre la propia toponimia de la ciu- sentaban algunas de las más críticas caricaturas
dad, ya que en 1965 se han desterrado todos contemporáneas a su gestión).
los nombres de calles Que cont uviesen la más Pero hay también una segunda vta, mucho
mínima alusión al viejo París, su historia o sus más original y podríamos decir que " utópica",
personajes. De hecho, las calles del París futuro de gestión de lo monumental: la que ha llevado
han sido objeto de una calculada operación de a trasladar reubicar una serie de edificios ;mti-
re-denominación que ha convertido la lectura de guos salvados de la demolición para constitujr
sus placas en un gran "cuadro mnemotécnico", un nuevo escaparate racional y ordenado. Di-
en una transparente lección, lógica y ordenada, chos mon umentos -ant iguos stricto sensu pero
de Id geografía y de Id hi~wria de Francia. de los que igualmente se podría decir que son
Sin embargo, el París futu ro no ha desterra- nuevos como resultado de su manipu lación- se
do por completo el valor del monumento ni la encuentran artificialmente alineados (gracias a la
idea misma de monumentalidad, sino que la ha invención de una maquinaria que ha hecho posi-
sometido a los nuevos principios del orden ra- ble su desplazamiento) en el perímetro de las su-
cional. El nuevo monumento coherente con el C@Sivas pl~s que se abren en las intersecciones
París de la geometría puede encontrar un lugar entre los cincuenta bulevares radiales y lm diez
propio a través de dos vías. bulevares concéntricos.
La primera es la realización ex novo de ver- Con este gigantesco t raslado de edificios his-
daderos monumentos modernos, en los que el torlco se ha puesto fin, as1, a lo que se conside-
valor onmemorat ivo va siempre acompañado raba una arbitraria dispersión intolerable, pero
de una directa utilidad urbana. Así, en el em- además se ha facilit ado y racionalizado con ello
plazamiento del Mont-Valérien se ha alzado una la actividad de una figura que también cambia
nueva versión del Coloso de Roda , de cuyos de sentido en este nuevo París: el turista-o el via-
pies irradia una ramificación de conducciones de jer En efecto, esta reordenación de los monu-
agu~ en Montmartfil (anticipando el papel de mentos los sitúa en unas líneas lógicas tan claras
hito que, tras la Comuna, desempeñara la basl- como las de los omnibus. ~ viajero de 1965 y.a
lica expiatoria del Sacre-Coeur) una gran cúpula n0 puede perderse ni "flanear": de su andadura
con un inmenso eloj visualiza el sometimiento están ahora ausentes la sorpresa .o el descubri-
total de la ciudad al nuevo t iempo del capital. miento?J)orque la ciudad geométrica es trans-
Es el caso también de la nueva plaza acris- parente y no precisa de operaciones de descifra-
talada que en 1 965 ocupa el emplazamiento miento ni de orientación (ni tampoco de guías
del ex-jardín de las Tullerfas. En ella aparece un turísticas, inútiles en una ciudad que ha hecho
gigantesco invernadero que parece llevar a su de sí misma su propia guía hasta el punto de
culmen la historia tanto de los pabellones de ex- poder ser directamente legible sin mediaciones).
posiciones universales como de esos pasajes co- El París futuro que nos describe Fournel es,
merciales acrista lados que fueron elevados por en realidad, una exposición universal permanen-
Walter Benjamin al rango de metáfora por ex- te, eco de las grandes exposiciones reales que
celencia de la metrópolis decimonónica" . En las habían tenido lugar en 1851 en Londres y en
cuatro esquinas de esta gran plaza vítrea se su- 1855 en el mismo París. Pero en esta ciudad en
ceden los cuatro monumentos-tipo que, sE!gún permanente exhibición el haussmannismo ha al-

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El París de Haussmann como territorio d e la u topía 61

canzado ya los- más extremos límites en cuanto a recorrido imposible de abarcar aqul, habría que
uniformidad y geometrizacióf:I. El París de Four-
nel, heredero directo de Haussmann, ese " Atila
d ~ línea rem ", cuya actuación es compara da
recordar como otro de los hitos de la mirada hu-
goliana sobre París el poema A /'Are de Triom-
phe, escrito en 1834 pero publicado en 1837 en
1
8
a la de los fautores del Terror del 93, quizás no Les Voix intérieures". Es igualmente en Les Voix e
llegue aún a constituir una distopía en el senti - intérieures donde Hugo habla de la "belleza" aé e
::::,
-,
do estricto del término, pero, con su carácter de la multitud de P~s, cuyo movimiento compani
crítica directa a los procesos urbanos contempo- con el f lujo y el reflujo de las olas en una F¡;Je-
ráneos. constituye claramente un caso especial táfora marina a la que recurrirá repetidas vec
dentro del género utópico del XIX. como imagen de la ciud~ : de hecho, la metá-
fora "París-océano" la volveremos a hallar en
El despertar suscita la duda de si ha sido su -
un texto que fue escrito originariamente para la
ño o pesaditta, y la confirmación de lo segundo
cuando, después de recibir el impacto sensorial lntroduction a la Paris Guide de 1867 pero que
fue descartado y reutilizado después, en 1875,
del estrépito de la calle y el polvo de las derijo-
como conclusión de Ce que c'est que /'éxil.
licion , el criado le entrega un aviso (el tercero
en porn tiPmpo) de desalojo de c;u viviPnd;:i por Pero sin lugar a dudas el gran monumento
inmrnen e llegada de las obra-s. parisino de Víctor Hugo es, treinta años después
de Nótre-Dame de Paris, Les Misérables1 • , una
1867: Victor Hugo y la Paris Guide obra cuya proximidad tanto cronológica como
Desde Notre-Dame de Paris (1832) a Les temática al texto de 1867 merece que nos de-
Miserables (1862) o al texto que centrará aquí tengamos algo más en ella. En el París de Les
nuestra atención, la lntroduction a la Paris-Guide Misérables hay un continuo deslizamiento t
editada con motivo de la exposición universal de poral entre el París de ayer y el de hoy, el que
186726, puede afirmarse que la reflexOl sobre corresponde al t iempo de la escritura del relato.
Parí onstituye uno de los ejes primordiales de A menudo el narrador hace una pausa e intervie-
la poética de Víctor Hugo. Así, en su ya clásico y ne en primera persona para cambiar de época y
monumental estudio sobre la "poesía de París", recordarnos que, en el momento de la lectura,
Pierre Citron deslindó detalladamente los jalones la mayoría de los lugares que menciona ya han
que van marcando en la obra de Hugo un itine- desaparecido. Y es que la ciudad se ha vuelt
rario -complejo y nada lineal- que culminará en panóptica., como profetiza Fournel. y nada e
la definitiva consagración del París f uturo como ella se opone ya al escrutamiento de los nuevos
territorio de la Utopía. Del mismo modo, más favli! La larga historia de fu gas y ocultamien-
recientemente, Karl Heinz Stierle ha destacado tos de Jean Valjean era posible en la década de
cómo la mirada de Hugo compone, junto con las 1830, pero imposible en el París de Haussmann.
novelas de Balzac, el gran binomio sobre el que Por lo que respecta a nuest ro tema, hay que
se basa la const rucción literaria del mito de París recordar cómo la fuerte carga utópica de Les
en el siglo XIX. Misérables fue perfectament e captada desde el
[sta vinculación de la poética de l lugo a su mic;mo momento de su aparición Baste el ejem-
escenario arquitectónico y urbanístico no hace plo de A lphonse de Lamartine, el poeta-político
sino aumentar y diversificarse con el tiempo, que no dudó en situar al gran fresco hugoliano
des:de s:us: primeras: preocupaciones; de ord en es:- como un hito del fi lón utópico que iba desde
trictamente patrimonial21 hasta sus últimas mira- Platón a Rousseau o Fourier3 ' , aunque destacan-
das sobre París como organismo. El primer gran do negativamente los efectos políticamente m"Y
monumento de ese itinerario es. por supuesto, peligroso d una utopía que convertía al horn-
Nótre-Dame de Paris y sus dos célebres capítulos bre en enemigo de la sociedad en que v· ía.
Paris a vol d'oiseau y Ceci tuera ce/a2a, pero a él Est a dimensión utópica, diseminada de
seguirán otros muchos jalones en este continuo modo implícito pero esencial en la economía de
ir y venir entre literatura, arquit ectura y ciudad . lo que a primera vista podría parecer un simple
Así, por mencionar sólo algún ejemplo de un fresco histórico, se hace explícita en determi-

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62 El París de Haussmann como territorio de la utopra

nados momentos Llave lle Id trdma, llesviando la alcantarilla limpi'a frí . "respetabl y hastil
la mirada del lector desde los acontecimientos hermosa walificativos con los que Hugo parece
presentes hacia el futuro. Es lo que ocurre, por anticipar el hecho de que durante la exposición
ejemplo, con el mesiánico discurso~e Enjolras de 1867 las cloacas de París fuesen objeto de
en la barricada de 1832, en el que pronostica el visitas turísticas). y ha asumido un aspecto casi
porv nir de una humanida ue ha desterrado oficial y administrativo, al precio de haber des
el mal y se guía unicamente por el amor y el terrado cualquier rasgo de su "primitiva feroo-
cifism . Y un poco más adelante, es el propio da y de haberse convertido en un lugar que
Enjolras, dirigiéndose de nuevo a sus compañe- Villon jamás podría ya reconocer. Y en cuanto
ros de barricada, el que contr~po11e la lucha san- al futuro, Victor Hugo lo centra en el aspecto
grienta del presente con el futuro esplendoros · científico, considerando definitivamente dest -
que esa sangre.. compra á, introduciendo ahora rrado todo atisbo poético: los colectores de París
nuevas declinaciones de esa utopía futuran. En se beneficiarán de perfeccionamientos técnicos
el nuevo París que EnJolras parece incluso po- que perm1t1rán lavar por completo los detnt .
der vislumbrar desde su atalaya e "lo alto de a restituir el fango al suelo parisino y reciclar como
barricad se conjuga la herencia ilustrada del abono los desechos humanos. poniendo fin así
paradigma de /a lur que--di3ipa 101 tiniebja5 (ca- al despilfarro on mico que marcaba -a la alcan--
lles "inundada de ") con el filón mesiánico- tarilta tradicionat.
cr15tiano centrado en torno a la idea de herman-
En 1865, sólo tres años después de que la
dad, pero también con las nuevas exigencias
cultura francesa se viese sacudida por la apari-
políticas agrupadas en torno al sintagma de1a ción de Les Misérables, se decidió la celebración
liberta La nueva sociedad habrá desterrado para 1867 en París de una nueva gran exposición
también los mitos-Que atenazaban de miedo 1 universal, que venía a suceder a la de 1855, pri-
hombre y habrá puesto en su lugar a la cien ·a,
mera de las cinco ferias mundiales que albergaría
en un proceso ya iniciado en su propia época"'.
París a lo largo del siglo XIX (1855, 1867, 1878,
Algo más adelante, es el propio narrador el que 1 889 y 1900). Tras iniciar Londres en 1851, con
inserta, en el clímax del inminente ataque a la
el Crystal Palace de Paxton, la brillante serie de
barricada, una defensa de la utopía en su díffcil
estos eventos que simbolizan a la perfección la
relación con la violencia necesaria para constrnir
complejidad de la cultura urbana decimonónica,
un nuevo mund . para hacer llegar la verdad del París había tomado el relevo sólo dos años des-
mañana, a menudo tiene que recurrir a una he- pués del coup d'état que había inaugurado el
rramienta que se quiere relegar al pasado. cual
régimen del Segundo Imperio. Pero, si aquella
es la guerra" . feria de 1855 había servido para apuntalar la po-
Pero hay en Les Mi~érables un lugar que pularidad del gobierno imperial naciente, doce
concentra, como auténtico vórtice telúrico y años más tarde, en 1867, la nueva Exposición
temporal, los tiempos pasado, presente y futuro surgía en un contexlo mucho mdS complejo en
de la ciudad: la lcantarillas, el submundo que el que el Segundo Imperio parecía tocar la cum-
protagoniza la huida desesperada de Jean Val- bre de su gloria pero eran también ya muchas
jean llevando a cuestas a Marius y que da lugar las miradas críticas que apreciaban fallas en el
a la más larga disgresión de historia urbana de imponente armazón político y socio-económico,
la obra, hasta el punto de ocupar todo el libro al tiempo que se entreveía el inevitable enfren-
Segundo de la Quinta Parte. Para Hugo, que tamiento con la Prusia de Bismarck. De hecho, el
recurre a estudios precedentes como el análisis año antes, en 1866, las tropas prusianas habían
higienista de Parent-Duchatelet 16 , la historia de aplastado en Sadowa al tan brillante como anti-
las cloacas es un claro Jetlejo de la historia d cuado ejército austriaco, dejando claro cuál era
1
"
hombres, y la reconstruye para su lector de
1862 desd su oscuro pasado y los primero~ e
la gran potencia centroeuropea en la segunda
mitad del XIX. Los mismos cañones Krupp que
incompletos intentos de racionalización hasta acababan de hacer estragos entre las filas aus-
el presente haussmanniano". En el nuevo París, triacas se exl1ibirlan en París en 1857 en las ga-
después de la gran epidemia de cólera de 1832, lerías elípticas concéntricas diseñadas por Krantz

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El París de Houssmonn como territorio de lo utopía 63

y Eiffel. y, al mismo tiempo que celebraban el


progreso tecnológico, no dejaban de constituir
una advertencia sobre los efectoS' perverso de
~

tales_oroqresós. Sólo tres años después esos mis- e
mos "Cañones estarían disparando sobre el Pans u
e
sitiado que iba a vivir la doble prueba del asedio o
::,
y de la Comuna (Fig. 5). -,

Fig. 6. Jean-Baptiste Krantz y Gustave E1ffel, Palacio de la Expo-


sición Universal de París de 1867

fue un impresionante conjunto de dos grandes


volúmenes, que se vendían al elevado precio de
1Ofrancos con un total de más de 2.000 páginas
y un brillante elenco de autores entre los que
se encontraban, además del propio Hugo, nom-
bres como Ernest Renan, Michelet, Gautier, Ar-
F19. 5. Los cañones Krupp en la Exposición universal de Parfs,
1867 sene Houssaye, George Sand, Alexandre Dumas,
Edgar Quinet, Viollet-le-Duc o Hyppolite Taine,
La exposición de París de 1867 representa- con ilustraciones que en principio se pensó que
ba, en su plasmación arquitectónica, ese fuerte fueran todas de Philippe Burty pero que luego
carácter de utopía realizada que ya había estado se encargaron a diversos artistas, entre ellos Fe-
patente en el Crystal Palace de Londres. El edi- licien Rops. Esta monumental mirada colectiva
ficio principal, con su planta oval compuesta de sobre París será descrita por el propio Hugo, en
anillos concéntricos de metal y vidrio, no se pa- su texto introductorio, recurriendo a esa misma
recía a ningún otro tipo de construcción previa metáfora arquitectónica que cincuenta años
y representaba rodeando un jardín central con más tarde llevarra a Proust a hablar de su Re-
el Pabellón de los Pesos y Medidas, ese mismo cherche como una "obra-catedral" ••. Hugo veía
afán uniformizador que exaltará Victor Hugo en la París Guide como: "Un edificio construido por
su te~. La proeza técnica de esa arquitectufa una deslumbrante legión de ingenios: éso es lo
ingenieril se ponía al servido del nuevo ideal bflr- que es este libro"••.
gués industrial y recuperaba, desde los esq e- Para escribir la introducción general a este
mas del opúrnisrno del progreso, la comrapósl- "edificio", un texto que, según confesaría más
ción entre- la ciudad real y esa otra ciudad a un tarde en Choses vues, le habla costado tanto es-
tiempo efímera e ideal que permitla soñar con el fuerzo como una novela, Victor Hugo interrum-
advenimiento de una nueva era de abundanciiJ'y pió la redacción de la obra que le ocupaba en ese
sin conflictos sociales (Fig. 6). momento, L'Homme qui rit, y la versión final no
Esta magna exhibición del esplendor del París llegó (a finales de 1866) hasta que tuvo ocasión
del Segundo Imperio exI9Ia un monumento lite- de leer las pruebas del resto de las contribuciones.
rario de similar grandeza. La París Guide apareció En 1867, Hugo llevaba ya 16 años en el exilio
en mayo de 1867, por iniciativa de Paul Meurice, en Guernesey, con lo que carecía de un conoci-
am,go, colaborador y habitual corresponsal de mient o directo de las transformaciones de la ciu-
Víctor Hugo. Meurice traspasó la idea al librero dad y, aunque demuestra estar perfectamente
bruselés Albert Lacroix y, más tarde, fue apar- informado de los cambios (como se puede apre-
tado de ki coordinación de lo empresa en favor ciar en les Miséroblcs), no e:1 meno) cierto que
del francmasón Louis Ulbach. El resultado final con frecuencia hace una cierta ostentación de

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64 El París de Houssmonn como territorio de la utopía

1
falsa ignorancia, dejando bien claro que el París del recuento exacto de las víctimas de la guerra
de su memoria es el inmediatamente anterior a de Crimea)'>.
Haussmann. Su París es en gran medida un espe-
"6 La paz, sin embargo, no es un mero senti-
jismo de exiliad un desíderatum marcado por
o miento humanitario que deje intacto todo lo de-
e una tortrs1ma carga tanto de nostalgia como ~
o más. Bien al contrario, este nuevo pacifismo es
::::, utopm: es la crítica acerba a los grands travaux inseparable de un triunfo de la cienc· sobre la
-, de Haussmann la que le lleva a lanzar una doble
política RU e, en la línea del pensamiento sansi-
mirada tanto al pa5aoo histórico d~ un París aúf'l
monianoº, quedará "reabsorbida" en la prime-
no sometido a la tiránica geometría como a"\ln ra. Ello conllevará la existencia de una legislación
f1,1turo en el que la utopía reviste, ciertamente, lo más cercana posible al derecho natural, un
form;¡~ s polític.;is que urb.;inístic:is40. ra~yo úe e.lard fllidc.ióri roU!,!,eauniana que cons-
Es esa mezcla entre el rechazo al París monó- tituye un rasgo atípico de la utopía de Hugo:
tonamente regularizado y la inquebrantable con- el principio de mínima intervención del Estado,
fianza en un futuro político inmediato err el qu frente al dirigismo estatal de un buen número de
la ciudad asumirá el papel de faro de los pueblos utopías. E Estado de Ja futura Europa hugoliana
lo que explica que nos encontremos ante un tex- se limitará practicamente a garantizar la circula-
to apasionado, marcado en muchos momentos ción y la seguridad, así como la básica unidad de
por un tono profético. Desde luego, las palabras moneda, pesos y medidas, y. en general, de "1'!
de Hugo van mucho más allá de lo que cabría norma " frente a la especificidad.
esperar de un mero prefacio y no constituyen en Lo que el autor contempla -porque, en efec-
absoluto una celebración del presente sino una to. Víctor Hugo ya "ve", vislumbra en el hori-
llamada a un futuro que, en buena medida, con- zonte el surgimiento de ese nuevo París- es,
tradice de manera paradójica la triunfalista fil ante todo. la "visión majestuosa " de una nación
sofía oficial de la exposición de 186?. europea única, cuya indiscutible capital es París
El texto se inicia con una inversión temporal y de la que ha desaparecido todo tipo de fron-
sorprendente. El itinerario del discurso no proce- teras, peajes o trabas de cualquier tipo (ya sea
de según una temporalidad lineal: al contrario físico o fiscal) a la circulación de personas, de
que en Nótre-Dame de París, la visión de Hugo mercancfas y de ide .
en 1867 comienza por el faturo, no por el pa- En esta gran nación nueva. frente a la es-
sado. Hugo había sido, de hecho, muy explícito tabi lidad que siempre deriva en estancamiento,
sobre el papel central del tiempo en su mirada lo que predomina es la movilidad en todos tos
de 1867 sobre París... Pero en la estructuración órdenes de la viC,a. Es una Europa en la que los
def1n1t1va el pasado viene después, y se explica grand.es cursos fluviales han dejado ya d_e rvir
por el futuro. Y, comprimida entre ambos, la mi- como fronteras o barreras entre los pueblos se
rada crítica sobre el presente parece tan sólo el han convertido en .arterias que vehiculan ~ s
desencadenante de una utopía presentada no incesantes flujo . En ese futuro inmediato, la
como aspiración irreal sino como conclusión ló- circu lación engendra riqueza y hace realidad a
gica de la historia de la ciudad. escala europea la ima~n bíblica de la multipli-
Como ya se ha ant1opado, el futuro -no le- cación de los panes y los pee . Con ello ParíSsno
jano- de París es contemplado a partir de una hace sino dar continuidad a su vocación históriGa
estricta coherencia entre organización territorial de ciudad en perpetuo movimiento: no en vano
es una ciudad siempre odiada por todos los que
y urbana y nueva estructuración política. Para
propugnan la inmovilidad de la vida, porque " ...
Hugo, el París del f uturo es, ante tod o, la ciudad
ser París es marc~r"".
de la pa a ciudad que se ha vuelto indiferente
a las-glorias bélicas (tanto a las ajenas, como Sa- La movilidad, sin embargo, no se limita al
dowa, como a las propias, representadas en esa interior de esa nueva Europa. Para Hugo, que
oscilación de fortuna que marca el binomio Aus- escribe su texto en un momento clave de conso-
terlitz / Waterloo o el más reciente recuerdo de lidación de los orandes imoerios coloniales bri-
Sebastopol y el horror que supone la inclusión tánico y francés, un aspecto esencial del inme-

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El Parí.s de Hau::;.smann como territorio de la utopía 65
diato futuro lo constituye la puesta en marcha desesperada apelación al carácter "pacificador"
de un nuevo modo de colonización civilizada,
que llevará pacificamente a las masas desde las
de todos los progresos técnicos de nuestro tiem-
~(telégrafo, prensa, vapor, ferrocarriles, siste-
j
.E
cités-meres europeas a las vastas extensiones ma métrico unificado ...). Esa implantación de la e
(.)
de América, Asia, África y Australia. Se trata de tecnología más moderna se revela t ambién en e:
una "dispersión fecunda " de la población por el otro cambio cargado de simbolismo: el París fu- o
:::,
territor' , desde esas colmenas que son las ciu- -,
turo pondrá firral alcantarillado tradicional, sus-
dades europeas, y a la que no escapa ningún tituyéndolo po un sistema de drenaje que Rer-
, i11Lú11 del globo que, como plasmaclon del Ideal mita sacar todo ese provecho económico de os
taúst1co, deviene en su totalidad " casa del hom- residuos--qae ya se postulaba en Los Miserables.
bre". Y el medio técnico que permite poner en
práctica la utopía de esa diseminación pacífica Paradójicamente, es ese futuro de París el que
de la población europea por el resto del mundo nos explica el pasado de la ciudad. Si en los oríge-
no es otro que la navegación aérea: VictorHugo nes mismos de cada ciudad está ya inscrito.., según
vislumbra un delo poblado de aeronaves, inte- Hugo, su --carácter futurt> (en una alternativa que
grando así su discurso en ese genérico mito de oscila entre monstruo y prodigio, o entre barbarie
la conquista del aire que constituye un elemento y civilización), es la rica historia de París la que, a
esencial de las visiones utópicas del momento y partir de unas primeras fases de indecisión. per-
que sería algunos años más tarde objeto tanto mite enseguida leer un avance hacia la cond1c1ón
de las propuestas urbanas de Eugene Henard de prodigio (avance que, no obstante, no es li-
(con sus bloques de viviendas dotados de garajes neal y admite momentos de duda o de retroceso).
para aeroplanos) como de las ilustraciones satíri- E:, una historia llena de antigüedad, pero no de
cas de Albert Robida (Fig. 7). una antigüedad tranquilizadora y ordenada, que
pueda ser objeto de la mirada fría del anticuario,
sino de un pozo de tiempo vertiginoso: quien in-
tente remontarse hasta sus orígenes más lejanos,
donde la historia se diluye en el mito, es rápida-
mentfl prflsa dfll vértigo. Se trata de una histo-
ria compleja, y para describir dicha complejidad
Hugo recurre a metáforas -muy habituales en su
obra literaria- ligadas a las ideas de lo profundo.
básicamente desde el paradigma geológico (acu-
mulación de estratos, capas de aluvión ... ), de /o
intrincado (espirales y laberinto) o de /o abismal
(el pasado de París como un precipicio lúgubre al
Fig . 7. Albert Robida, La salidd de Id Ópera en el año 2000,
h. 1882 que el propio Dante dudaría en descender).
El París histórico que Hugo presenta a sus
Y es que, ante todo, el París futuro ha puesto lectores de 1867 se hace eco de las reflexio es
la técnica moderna al servicio del hombr en él, de Michelet o de los progresos de la arqueolo-
la pólvora no servirá ya para cebar el cañón sino gía parisin (de cuyos avances venía informan-
como auxiliar de las gigantescas obras públicas do, por ejemplo, desde 1861, en su Statistique
que contribuirán a la felicidad general. Es, sin monumentale de París, Albert Lenoir, antiguo
duda, la cara amenazadora de la moderna téc- colega de Hugo en la Commission des arts et
nica la que pretende conjurar Viaor Hugo con monuments), pero no constituye ni una lección
su canto a un París pacifista, internacionalista, de historia ni un informe arqueológico, sino el
de ático, cuna de todas las fraternidades fundamento para una utopía de orden político.
y pa. de erigirse en capital del mundo por la En esta inmensa potencia de estratos depo!iita-
simple fuerza de atracaón de su cultura humci- dos por los siglos, verdadera " catacumba" de
ni . Por eso, un poco más adelante. el capftulo tiempo en la que se apilan las osamentas de to-
dedicado a "La supremacía de París" incluirá una d.Js las supersticiones, los fanatismos y los iniqui

QUINTANA WHi 201 ó. ISSN 1579-741 4 . pµ. 53-71


66 El París de Houssmann como territorio de la utopía

§! dades. las guerras. las revueltas y las hambrun~. Revolución francesa (a pesar de su componente
e cualquier tentativa de simple excavación aparee: de violencia originaria: si Atenas ha construido el

ºoo condenada al fracaso.~ a ello también contri-


buye la relevancia histórica que asumen hechos
Partenón, París ha demolido la Bastilla) la que h
hecho que el populacho o la plebe haya deveni.
e aparentemente menores, hechos a menudo do puebrtJ, y eso es lo que le diferencia de ciu-
o enigmáticos, susceptibles de diversas interpre- dades como Roma, Venecia, Napoles, Londres o
::::,
-,
taoones, y que requieren del historiador no la Tréveris (cuya presencia en esa lista no deja de
frialdad notarial sino una labor de desciframien- ser sorprendente)".
to similar a la del interrogatorio de la Esfinge. Algunas de las metáforas cósmicas tan caras
El efecto de superposición, en esa ciudad a Hugo se escalonan para dar forma a esta supe-
que es literalmente un palimpsestO's, asume rioridad moral: P~rís , así, vela en la que con-
también la forma del ejercicio propuesto por fluyen los vientos de toda la civilizacló1i, o con-
Hugo de superpone lo planos históricos de ~- densador en el que la nebulosa se hace estrelta.
rís unos sobre otr . Ello permite comprender en Además, siguiendo una tradición ya presente
toda su medida el espectacular crecimiento de la con fuerza en Balzac"', la ciudad se personifica
duda , en la descripción de cuyas fases vuelve el en un ser vivo, y se pueden por tanto predicar
autor a utilizar trozos literales de lo que ya había de ella rasgos psicológicos o morales tales como
escrito en 1832 en el famoso capítulo Paris a vol la volición. la premeditación o la paciencia pa a
d'oiseau de Notre-Dame de Paris. Sesenta años perseguir objetivos a largo plazo.
más tarde, Walter Benjamín recogería el reto de El progresivo engrandecimiento físico de Pa-
Hugo permitiéndose soñar con la realización de rís a lo largo de la historiaes una imagen de s111
una película basada en los planos de París". engrandecimiento moral. 1789 simboliza tam-
Esta historia parisina, por lo demás, no es, bién, en est e sentido, la resistencia de la ciudad
en absoluto. un mero hecho local, sino qw:i ;in- a las sucesiva tentativas del poder de encerrar!
quiere a lo largo de su desarrollo secular un claro en murall~ En un movimiento irresistible desde
sentido universal, capaz de hacer que la oudad el centro hacia el exteri que nos permite evo-
se convierta en metáfora del destino de toda la car las sutiles reflexiones de Georges Poulet so-
humanidad. De ahí que desde el principio apa- bre las tensiones de la forma circular5 ', la fi losofía
rezca clara la idea de relevo histórico•· como fun- irradia desde el centro de París hasta su exterior,
damento del futuro papel de París. más fuerte que cualquier barrera física.
Es, pues, la historia la que explica esa "supre- Este movimiento se traslada también al esen-
macía de París" que da título al siguiente capí- cial problem olítko de la relación entre París y
tulo del texto de Hugo, Y esa supremacía tiene Francia, ya que su historia es igualmente la historta
una fecha: 1789, hito clave, pivote en el que de su negativa a todos los intentos de descentra-
la historia ha girado tomando como eje París'". lización tanto de la propia ciudad (una operación
Sólo en 1789 culmina esa lenta pero inexorable que Hugo compara con el cortar un diamante en
salida de las tinieblas que se venía preparando troz05 mcb pequeños) como de la nación (Parí~
desde todas las épocas anteriores de la historia constituye el centro de una esfera que es Francia
de la ciudad. La Revolución ha llevado a cabo y que le debe ante todo obediencia).
una gigantesca labor de saneamiento, que ha Gracias a esta historia, Paris reune, para
creado un punto de retorno en el que se hace Hugo, todos los titulas para presentarse como
imposible cualquier tentativa de vuelta atrás: condensación histórica de las tres grandes c;,iuda-
incluso el París " de mascarada y bacanal" del des "rítmica "· Jerusalén, Atenas y Roma, repre-
Segundo Imperio (un tema que había tenido sentantes respectivamente de los tres principios
un claro precedente en 1853 con la dura crítica básicos de la Verdad, la Belleza y la Grandeza.
dP Hugo a la frivolidad de los bulevares de Les Son ciudades cuya idea básica no ha muerto,
Chatiments) no tiene, para Hugo, más impor- sino que ha venido de algún modo a reencarnar-
tancia que la de un poco de nebJioa ntes de la se en ese Parfs qu pertrechado con las mismas,
espléndida e inevitable aurora. Es, igualmente, la se dispone a asumir su misión de nuevo faro de

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El París de Haussmann como territorio de la utopía 67

la humanidad: una función de diseminación de tro esquinas" (esquinas inexistentes en el pabe- o

~
esa idea de la Razón representada por la suce- llón oval) sendas estatuas de Homero, Dante,
sión de la trilogía Rabelais, Moliere, Voltaire, de Shakespeare y Beethoven, más otra de Voltaire
siembra de chispas de luz en medio de las tinie- ante la puerta de entrada. Pero para él los pro- oo
bla , de atizador del incendio del progreso y de blemas arquitectónicos de la feria son secunda- e
su extensión por todo el mundo. Y una misión rios al lado de la cuestión principal: el año de o
::::,
que queda simbolizada, desde el punto de vista la exposición se contrapone al sangriento ar'\o -,
arquitectónico, por la comparación entre la cú- anterior, 1866, que ha estado marcado por el
pula de la basílica de San Pedro y la del Panteém signo de la guerra austro-prusiana. A la carnice-
de Souffl · si la primera es, ciertamente, más ría de Sadowa, el brillante espcctóculo de París
grande, la segunda es la cobertura del talenlo y enfrenta la "convención pacifica " de las nado-
la utilidad social n (incluidas las "embrionarias"). Victor Hugo
consideraba a los cañones prusianos exhibidos
Los argumentos en pro de la superioridad de
en la misma tan sólo un accidente en un reco-
París y de su función mundial culminan en el úl-
timo capítulo del texto de Hugo, la "Declaración rrido que había de ver inevitablemente el triunfo
de la locomotora sobre las máquinas de muerte.
de paz ", que termina por consolidar la idea bá-
sica de la utopía pacifisl9. El París del inmediato La realidad inmediata fue muy otra. Como vi-
futuro, en el que se aprecia por todas partes la mos anteriormente, Hugo había evocado la figura
presión del ideal humanitario (como el pulgar de mítica de la Esfinge para expresar la complejidad
Miguel Ángel se revela, nos dice Hugo, en el non de la historia parisina. Poco podía sospechar en
finito de sus bloques), respira progreso y poco'-3 1867 que, cuatro años más tarde, esa misma Es-
poco ha arrojado fuera de sí todo lo que obsta- finge simbolizaría la brusca quiebra de su utopía,
culizaba dicho progreSb52 • Ha guardado para sí pacifista tras las duras pruebas del asedio prusia
los aspectos beneficiosos de la tecnología y ha no y de la Comuna: en 1871 Gustave Doré volcó
eliminado lo perjudiciales: respeta el ferrocarril, en su cuadro L'Énigme la más clara expresión de
pero derriba las barreras y controles. horror y Lle perplejidad ante el panorama de la
urbe incendiada (Fig. 8). En cuanto al propio Vic-
Para Hugo, este sueño pacifista es no sólo
tor Hugo, si en 1870 sintetizaba ya en Les Années
realizable sino inminente. Como ya habla ex- funestes lo esencial de su crítica antihaussman-
puesto en Los Miserables, el sueño no es sino la
niana y, sobre todo, antinapoléonica, en 1872
prefiguración de la realidad futura y lo imposible nos dará, con la publicación de L'Année térrible54,
la primera tase de lo posible. Todas las utopías toda la medida del horror del París incendiado y
de ayer (piénsese en la fotografía, el telégrafo, su profunda identificación con esos nuevos mi-
etc.) son las rea lidades de hoy. Y este rasgo de serables que son los m;írtires communard,. pero
factibilidad vienevolcado por Hugo en dos imá- también su inquebrantable confianza, en medio
genes metáforlcas, una artística y la otra de ín- de. la desesperación, en cm fut uro de paz y libe -
dole cósmica. ~I sueño utópico es comparado, tad capitaneado por un nuevo París. 5'
en efecto, al trabajo inicial de desbaste de un
bloc¡u bre el que luego se t allará lu escu u-
ra>1 ero también a las sucesivas fases en que
un fluído cósmico va precipitándose y pasando a
un estado líquido y luego sólido· exactamente.Jo
que le ocurre a la utopía cuando llega a un nivel
tal de posibilidad de realización que sale de las
manos del filósofo y pasa a las del estadista.
Y su primer episodio no es otro que la pro-
pia Exposición universal de 1867. Hugo parece
no conocer los detalles del edificio proyectado
por Krantz y Eiffel como sede de la misma, ya
que propone añadir en cada una de sus "cua- Fig. 8. Gustave Doré. L 'Énigme, 1871 (París, Musée d'Or.say)

QUINTANA Nºl5 2016. ISSN 1579-7414. pp. 53-71

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