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Ramón Castilla

presidente del Perú de 1845 a 1851, de


1855 a 1862 y en 1863

Ramón Castilla y Marquesado (San Lorenzo de Tarapacá, Virreinato del Perú, 31 de agosto de
1797-Desierto de Tiliviche, Perú, 30 de mayo de 1867) fue un militar, estadista y político peruano,
presidente del Perú en los períodos 1845-1851 (como presidente constitucional), 1855-1862
(inicialmente como presidente provisorio y luego constitucional) y 1863 (por unos días como
encargado interino). Es el segundo presidente que más años gobernó la República Peruana, solo
superado por Augusto B. Leguía, siendo considerado el personaje más importante de las
primeras décadas del Perú independiente.

Inició su carrera militar en el ejército realista, participando en la batalla de Chacabuco (1817).


Prisionero tras la batalla, fue llevado a Buenos Aires donde obtuvo el permiso de salir del país y
regresó al Perú. Reincorporado en el Ejército Real del Perú, se plegó a la causa independentista
a inicios de 1822. Organizó y formó parte de la caballería de la Legión Peruana, destacando en
la batalla de Ayacucho (1824). Continuó con su carrera militar y política, ocupando altos puestos
públicos como la subprefectura de su natal Tarapacá (1825) y la prefectura de Puno (1834) en
los gobiernos de Agustín Gamarra y Luis José de Orbegoso.

Tras el establecimiento de la Confederación Perú-Boliviana (1836), se exilió a Chile donde se


unió al ejército restaurador y tuvo una destacada participación en la batalla de Yungay (1839).
Durante la Restauración peruana sirvió como ministro del gobierno de Gamarra, a quien
acompañó a la campaña contra Bolivia hasta que fue tomado prisionero tras la batalla de Ingavi
(1841). Terminada la guerra regresó al Perú, donde se unió a la revolución constitucionalista de
1843 contra el gobierno de Manuel Ignacio de
Vivanco. Triunfante al año siguiente en la
batalla de Carmen Alto, restableció el Ramón Castilla
gobierno interino de Manuel Menéndez.

Vencedor de las elecciones de 1845, asumió


la presidencia del Perú. Su primer gobierno
constitucional se destacó por la estabilidad
institucional del país tras un largo periodo de
anarquía, la organización del Estado peruano
y la bonanza económica gracias a las rentas
producidas por la riqueza guanera. Entregó el
poder a su sucesor José Rufino Echenique
(1851) tras cumplir su mandato, hecho inédito
hasta ese momento. Sin embargo, tras el
escándalo de la consolidación de la deuda
interna, encabezó la revolución liberal de 1854
y decretó la anulación del tributo indígena y la
abolición de la esclavitud. Finalmente, derrotó
a Echenique en batalla de La Palma (1854) y
asumió nuevamente el gobierno como
presidente provisorio.

Su gobierno provisorio duró de enero de 1855


a octubre de 1858. Convocó a una Presidente
Convención Nacional que promulgó la
Constitución liberal de 1856, evento que Constitucional de
generó una reacción conservadora
encabezada por Vivanco y el estallido de la
la República
guerra civil. Tras derrotar a los rebeldes, Peruana
Castilla se apartó de los liberales y convocó a
las elecciones generales de 1858 en las que
se presentó como candidato, obteniendo el
24 de octubre de
triunfo. Inició así su segundo gobierno 1858-24 de octubre
constitucional (1858-1862) y convocó a un
Congreso Constituyente en 1860, que redactó de 1862
la Constitución moderada de 1860, la carta
magna con mayor tiempo de vigencia en la
historia del Perú. Vicepres Juan
En su segundo mandato continuó con la idente Manuel
modernización del Estado y la integración de
del Mar
su territorio, impulsando la colonización de la
Amazonía peruana e inclusive entrando en y
guerra con Ecuador (1858). Asimismo, su
gobierno coincidió con la introducción de
Bernedo
varios adelantos tecnológicos en el Perú
como el telégrafo, el alumbrado a gas y la Predece Él
expansión de los ferrocarriles. El boom del
sor mismo
guano, producto que se convirtió
prácticamente en el único sostén fiscal del
Estado, también tuvo lugar durante esos años. Sucesor Miguel
Entregó el poder a su sucesor Miguel de San
de San
Román; tras su fallecimiento reasumió
brevemente de forma interna el gobierno Román
(1863).

Al año siguiente fue elegido senador por


Tarapacá y presidente del Senado, desde
20 de abril de
donde se opuso a las políticas de Juan
Antonio Pezet ante las tensiones con España, 1845-20 de abril de
lo que le valió el destierro en Europa (1865).
Regresó al Perú y se retiró a su natal Tarapacá
1851
(1866), desde donde se opuso al gobierno de
Mariano Ignacio Prado, el cual lo desterró a Predec Manuel
Chile. Sin embargo, volvió a Tarapacá y
esor Menéndez
encabezó una revolución en defensa de la
Constitución de 1860 que el gobierno
pretendía reemplazar por una Constitución Suceso José
liberal. Falleció durante su marcha por el
r Rufino
desierto de Tiliviche (1867); la revolución que
inició derrocaría a Prado meses después. Echenique
Es valorado como el primer presidente
progresista e innovador de la República
Peruana y se considera que con él inició
verdaderamente el período republicano: trajo
orden y prosperidad al Estado, eliminó el
tributo indígena, abolió la esclavitud, fundó el
Presidente
servicio diplomático, reformó la Provisorio de la
administración pública, estableció el
presupuesto, pagó la deuda externa e interna, República Peruana
promovió la colonización de la Amazonía,
creó el Consejo de Ministros, inició la reforma 5 de enero de
educativa, modernizó el ejército y extendió la
fuerza naval. Es el patrono del Arma de
1855-24 de octubre
Caballería del Ejército del Perú. de 1858
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Perú.
Rubén
Vargas
Ugarte[2] ​

«Redentor del indio, libertador del negro, fundador de la libertad de prensa, demoledor del
cadalso político», así evocó el diario El Comercio la memoria de Castilla.
Infancia
Nació en el poblado de San Lorenzo de Tarapacá el 31 de agosto de 1797, durante el Virreinato
del Perú. Fue hijo del porteño Pedro de Castilla y Manzano, y de la mestiza tarapaqueña Juana
Marquesado y Romero.[3] ​Su abuelo paterno, el español Pedro Pablo Castilla, fue empleado de
hacienda durante la administración virreinal. Mientras que su abuelo materno, el genovés
Giovanni Batistta Marchese (quien castellanizó su nombre a Juan Bautista Marquesado) fue
coronel del Ejército Realista de España.

Durante su niñez, ayudó como leñador a su padre, e hizo viajes al desierto para recoger ramas
secas de algarrobos.[3] ​Luego quedó bajo la custodia de su hermano Leandro, trasladándose a
Lima en 1810 y posteriormente a la ciudad de Concepción, en Chile.[4] ​

Carrera militar

En el ejército realista
En 1812 se enroló, junto con su hermano Leandro, en el Ejército Real del Perú.[5] ​Contaba
entonces con quince años. Participó activamente en las campañas contra la patria vieja chilena.
Tras la derrota de los insurrectos independentistas, recibió en Santiago el despacho de cadete
efectivo en el regimiento de caballería Dragones de la Frontera (1816).[6] ​A los veinte años,
como oficial de escolta del brigadier Casimiro Marcó del Pont en el ejército español, sufrió la
derrota de Chacabuco, el 12 de febrero de 1817, y hubo de emprender la retirada, siendo
apresado en la hacienda Las Tablas, cercana a El Quisco.[7] ​

Enviado al campo de detención de Las Bruscas en Buenos Aires, logró escapar junto al también
prisionero realista Fernando Cacho. Pasó a Montevideo y de allí a Río de Janeiro, desde donde
emprendió retornó al Perú, atravesando las selvas del Mato Grosso (Brasil) hasta Santa Cruz de
la Sierra (actual Bolivia), y de allí hasta la sierra peruana, para bajar finalmente a Lima. Fue una
marcha a pie que duró cinco meses, atravesando 2350 leguas, muchas veces por territorios
salvajes, y que resultó de por si una hazaña impresionante.[3] ​

El virrey Joaquín de la Pezuela lo reintegró al ejército realista, recibiendo el grado de alférez. Se


enroló entonces en el regimiento de Dragones de la Unión, que guarnecía la ciudad de Arequipa
(1818). Su carrera militar en el ejército realista termina en Quito, durante la campaña final de la
Expedición Auxiliadora de Santa Cruz a Quito, cuando aislado al frente del batallón voluntarios
de Cataluña como teniente coronel capitula ante el ejército del mariscal Sucre. Sin embargo,
decidió unirse al ejército libertador que combatía por la independencia del Perú, presentándose
primero ante el marqués de Torre Tagle, y después ante el general José de San Martín, en
febrero de 1822. Tras ser sometido a un cuidadoso interrogatorio, fue admitido a las filas
patriotas.[4] ​

En el ejército independentista
Fue incorporado como alférez de caballería a un escuadrón de la Legión Peruana de la Guardia
(llamada después los Húsares de Junín), que se hallaba entonces en formación.[3] ​Trabajó
intensamente en el reclutamiento e instrucción de voluntarios. Tras la renuncia de San Martín
como Protector del Perú, se puso a las órdenes del nuevo gobierno establecido en Lima. Por sus
servicios en la organización de tropas peruanas, fue ascendido a mayor y luego a teniente
coronel de caballería.

Sirvió lealmente al presidente José de la Riva-Agüero, hasta que este intentó negociar con los
españoles, por lo que secundó la rebelión del coronel Antonio Gutiérrez de la Fuente, que apresó
al presidente el 25 de noviembre de 1823.[4] ​A Castilla se le comisionó que apresara al general
Ramón Herrera, jefe del ejército, que se hallaba en Santa.[8] [9]
​ ​

Se puso luego al servicio de la dictadura de Simón Bolívar, que desde el norte peruano
preparaba la campaña final de la independencia. Pero al negarse a cumplir la orden del
Libertador de entregar sus fuerzas al teniente coronel venezolano José Trinidad Morán, fue
arrestado en Trujillo y conducido con grilletes en las manos hasta el cuartel general de Caraz. Se
le liberó con la condición de que se presentara ante el jefe de la división peruana, José de La
Mar, para que este lo destinara como tuviera conveniente. La Mar lo incorporó como ayudante
del estado mayor del ejército unido libertador.[10] ​

La batalla de Ayacucho, donde


Castilla tuvo una destacada
actuación, al punto de ser
mencionado elogiosamente por
Antonio José de Sucre en el parte
respectivo.

No participó en la batalla de Junín, por pertenecer al estado mayor, pero tuvo la satisfacción de
que esa acción fuera decidida por la caballería peruana, en cuya formación había intervenido.[4] ​
Continuó a lo largo de la campaña que culminó en la batalla de Ayacucho, donde fue el primer
combatiente que ingresó en el campo realista, sufriendo heridas de bala y lanza al transmitir las
órdenes del comando. Antonio José de Sucre lo mencionó elogiosamente en el parte respectivo,
juzgándolo «muy digno de una distinción singular». Por su notable actuación recibió su ascenso
a teniente coronel efectivo.[4] ​En el hospital de sangre donde fue atendido, tuvo la ocasión de
reencontrarse con su hermano Leandro, quien se había mantenido leal a la causa del rey, y que
como él también había sido herido.[10] [5]
​ [n​ 1] ​

En 1825 pidió licencia para visitar a su familia en su provincia natal, y a su paso por Arequipa, el
prefecto Antonio Gutiérrez de la Fuente lo nombró subprefecto de la provincia de Tarapacá. En
tal función, se preocupó por incentivar la explotación minera.[11] ​En Arequipa conoció a la joven
Francisca Diez Canseco, hija de Manuel Diez Canseco Nieto y Mercedes Sánchez, con quien se
casó en 1835.[12] ​
En las guerras y revoluciones
republicanas
Como subprefecto de Tarapacá se opuso a la Constitución Vitalicia de Bolívar y al proyecto
político de crear la Federación de los Andes. Al frustrarse la reunión del Congreso, se decidió
que dicha Constitución se aprobaría a través de los Colegios Electorales. Todos la aprobaron,
menos el de Tarapacá, presumiblemente por la oposición de Castilla (1826).[11] [13]
​ ​

Finalizada ya la influencia bolivariana y establecido el gobierno de José de La Mar, ante el


inminente conflicto con la Gran Colombia fue trasladado a Arequipa, con la misión de organizar
la reserva; allí sorprendió una conspiración tramada por los partidarios del presidente de Bolivia
Andrés de Santa Cruz para segregar los departamentos del sur, en agosto de 1829, y actuó
como fiscal en la causa seguida contra ellos.[14] [15]
​ ​

Ascendido a coronel, pasó a Lima en 1830. El presidente Agustín Gamarra lo nombró su edecán
y en su compañía partió hacia Cuzco para combatir a la revolución federalista iniciada por el
coronel Gregorio Escobedo, que fue sofocada el mismo día por los mismos cuzqueños. No
obstante, Castilla continuó hasta la frontera con Bolivia y asumió la jefatura de Estado Mayor en
la división de reserva que guarnecía la región. Hubo entonces una seria amenaza de conflicto
bélico con Bolivia, pero por el momento se resolvió de manera pacífica (1831).[4] ​

De vuelta a Lima, Castilla censuró la política seguida por el presidente Gamarra y fue
involucrado en la conspiración del diputado Iguaín. Apresado el 1 de enero de 1832, fue recluido
primero en la Fortaleza del Real Felipe y luego en un pontón anclado en el Callao. Se cuenta que
involuntariamente delató al capitán Felipe Rossel, oficial de confianza del presidente, que acabó
siendo fusilado.[16] ​Estando preso, Castilla enfermó y fue trasladado al hospital de Santa Ana,
de donde fugó, embarcándose para Chile en mayo de 1833. El juicio que se le seguía fue
suspendido, y tiempo después resultó absuelto.[17] ​

En noviembre de 1833, reapareció en Tarapacá, donde respaldó la proclamación del general Luis
José de Orbegoso como presidente provisorio. Pasó a Arequipa y, al estallar la rebelión del
general Pedro Bermúdez, se mantuvo leal al gobierno y participó en la campaña contra los
rebeldes del sur, quienes fueron derrotados en la batalla de Cangallo (6 de abril de 1834).
Restablecida la paz interna tras el abrazo de Maquinhuayo, fue ascendido a General de
Brigada.[4] [18]
​ ​

El presidente Agustín Gamarra, a


quien Castilla sirvió hasta su muerte
en la batalla de Ingavi.

Fue nombrado prefecto y comandante general del departamento de Puno el 20 de junio de 1834,
pero renunció el 24 de marzo del año siguiente, al extenderse la rebelión iniciada por el general
Felipe Salaverry en el Callao. Se trasladó a Arequipa, donde se hallaba Orbegoso, ante quien
renovó su lealtad. Fue nombrado secretario general del gobierno, así como jefe de Estado
Mayor. Pero cuando Orbegoso pactó el 15 de junio de 1835 la intervención boliviana para
restaurar su autoridad en todo el país, Castilla, inflexible en su nacionalismo, se apartó de él.[4] ​
Hay que señalar, sin embargo, que Castilla, como la mayoría de los patriotas peruanos, era
partidario de la unión con Bolivia, pero con la condición de que fuera con la hegemonía
peruana.[19] ​De modo que cuando el presidente boliviano Andrés de Santa Cruz invadió el Perú,
Castilla se inclinó al bando peruanista (que encabezaban Salaverry y Gamarra), aunque siempre
se mostró reacio a servir a los gobiernos de facto.

Orbegoso, al verlo convertido en un crítico feroz de sus decisiones, lo relevó del mando y ordenó
su destierro a Tarapacá; pero en el trayecto enfermó y permaneció en Tacna.[20] [21]
​ ​Santa Cruz,
recelando de sus intenciones, ordenó su apresamiento, pero Castilla logró escapar,
embarcándose en Arica con rumbo al Callao. Rechazó la invitación que le hizo Salaverry de
reincorporarse al ejército, al constatar que dicho caudillo no quería comprometerse a favorecer
una restauración constitucional. Optó finalmente por ir a Chile, en febrero de 1836, el mismo
camino que siguieron otros peruanos tras el triunfo de Santa Cruz sobre Salaverry.[22] ​
En Chile, Castilla conformó el grupo de emigrados peruanos que se oponían al proyecto de la
Confederación Perú-Boliviana y que esperaban retornar con el apoyo de una fuerza
expedicionaria chilena, que el omnipotente ministro chileno Diego Portales alistaba
meticulosamente.[3] ​Pero un grupo de oficiales chilenos se opuso a esa expedición y se sublevó
en Quillota el 3 de junio de 1837, apresando a Portales. A las fuerzas chilenas enviadas a
debelar la sublevación se sumó Castilla al mando de los Coraceros de Junín, cuerpo integrado
por 150 voluntarios peruanos. Los amotinados fueron derrotados en el combate del Cerro
Barón, pero Portales resultó asesinado; no obstante, los planes de guerra del gobierno chileno
siguieron su curso.[23] [24]
​ ​

Desde Chile se organizaron contra la Confederación las llamadas Expediciones Restauradoras,


conformadas por ejércitos aliados chilenos y peruanos (Ejército Unido Restaurador), a las que
se unió Castilla. En la primera expedición, Castilla fue jefe de la Legión Peruana y prefecto de
Arequipa. Tuvo serias diferencias con Manuel Ignacio de Vivanco, el jefe de los expedicionarios
peruanos. Esta expedición fracasó en Arequipa, y Castilla, junto con el resto de restauradores,
volvió a Chile.[22] ​

Volvió al Perú con la segunda expedición restauradora, comandada esta vez por el general
chileno Manuel Bulnes y el peruano Agustín Gamarra.[22] ​Esta expedición logró finalmente su
objetivo. Castilla peleó en el combate de Portada de Guías del 27 de agosto de 1838,[25] ​y en la
definitiva batalla de Yungay del 20 de enero de 1839, donde su energía y su visión táctica
evitaron la retirada de los restauradores y decidieron el triunfo de estos. A propósito, se dice que
cuando el general Bulnes ordenó la retirada con estas palabras: «Nos han sobado, retirémonos a
San Miguel donde podremos proseguir el ataque», Castilla, que comandaba la caballería, le
respondió: «No hemos venido a correr», y tomando unos batallones los condujo a la boca de la
quebrada de Áncash y fue así como decidió el triunfo de los restauradores.[26] [27]
​ [n ​ 2] ​Por su
brillante actuación se hizo merecedor a su ascenso a General de División.[4] ​

Al instalarse en 1838 el gobierno provisional de Gamarra, Castilla fue nombrado ministro de


guerra, siendo sus colegas Benito Laso (Gobierno y Relaciones Exteriores); y Manuel Bartolomé
Ferreyros (Hacienda).[28] ​

En el segundo gobierno constitucional de Gamarra fue ministro de Guerra, de 1839 a 1840, y de


Hacienda, hasta 1841, y como tal contribuyó a pacificar el país y a restablecer el orden
administrativo.

Fue enviado a sofocar la revolución regeneracionista iniciada en Arequipa por el coronel Manuel
Ignacio de Vivanco, a quien derrotó en Cuevillas el 6 de abril de 1841; este fue el inicio de una de
las más enconadas rivalidades republicanas: Castilla versus Vivanco.[29] ​

De esta época se cuenta también un incidente que tuvo con el cónsul francés Armand Saillard, a
quien retó a duelo, lo que no se llegó a concretar. Episodio que es narrado en una tradición de
Ricardo Palma, pero de manera distorsionada.[30] ​

Castilla se mostró contrario a la alianza de Gamarra con el boliviano José Ballivián, entonces
desterrado en Perú.[31] ​Como jefe de Estado Mayor, acompañó a Gamarra en la campaña de
Bolivia. Ballivián, olvidando su alianza con Gamarra, se puso a la cabeza de la resistencia
boliviana y derrotó a los peruanos en la batalla de Ingavi, el 18 de noviembre de 1841, la misma
en la que falleció Gamarra.[32] ​

Castilla fue tomado prisionero en el campo de batalla y conducido a pie hasta Oruro, de donde
fue trasladado a Cochabamba y luego a Santa Cruz de la Sierra. En varias ocasiones tuvo
incidentes con sus custodios, motivo por el cual sufrió crueles maltratos. Firmada la paz con
Bolivia, retornó al Perú, arribando a Tacna el 5 de septiembre de 1842.[4] [33]
​ ​

La revolución
constitucionalista de 1843-
1844
Por entonces el Perú se debatía en una anarquía militar y Castilla se propuso acabar con las
guerras de facciones y restablecer el imperio de la Constitución de 1839, contando con la
alianza de los generales Domingo Nieto y Manuel de Mendiburu. La meta de esta
autodenominada Revolución Constitucionalista, iniciada en Tacna el 17 de mayo de 1843, era
acabar con el gobierno de facto del Directorio encabezado por Vivanco y restablecer a la
autoridad legítima, es decir, a Manuel Menéndez, el sucesor de Gamarra en 1841, en su calidad
de presidente del Consejo de Estado (cargo equivalente a vicepresidente).[34] ​

Las primeras victorias sobre las fuerzas vivanquistas se obtuvieron en Pachía, cerca de Tacna,
el 29 de agosto de 1843 y en San Antonio, cerca de Moquegua, el 28 de octubre.[35] ​Con los
generales Domingo Nieto, José Félix Iguaín, y otros, Castilla integró el 3 de septiembre de ese
año una Junta de Gobierno Provisorio en el Cuzco,[36] ​cuya presidencia asumió tras el
misterioso fallecimiento de Nieto, pues no es seguro si murió por enfermedad o envenenado, el
17 de febrero de 1844.[37] ​

Un episodio de esta guerra fue la llamada Semana Magna, en la que el prefecto de Lima
Domingo Elías, hasta entonces leal a Vivanco, se alzó contra el Directorio y organizó la defensa
de la capital ante la amenaza de las fuerzas vivanquistas comandadas por José Rufino
Echenique. Pero este ataque no se produjo porque Felipe Pardo y Aliaga advirtió a Echenique
que Vivanco y Castilla se preparaban para un encuentro definitivo cerca de Arequipa.[38] ​

En efecto, los constitucionalistas de Castilla vencieron a las fuerzas directoriales de Vivanco en


la batalla de Carmen Alto, el 22 de julio de 1844. Tras un corto interinato de Justo Figuerola, el 7
de octubre del mismo año fue restablecido en el mando Manuel Menéndez, con la misión de
hacer el traspaso constitucional del poder.[39] ​

Elecciones de 1845
La tarea más importante del gobierno de Menéndez fue la realización de las elecciones para
presidente de la República, senadores y diputados (por entonces las elecciones eran indirectas,
por medio de colegios electorales). Manifiestamente, el candidato a la presidencia que contaba
con el favor popular era Ramón Castilla. Domingo Elías presentó también su candidatura, en
representación de los civiles. Pero los militares tenían entonces mucho más poder y llegada en
la población. De modo que Castilla obtuvo un triunfo categórico. El Congreso se instaló el 16 de
abril de 1845, bajo la presidencia de Manuel Cuadros Loayza, y luego de revisar las actas de los
colegios electorales, proclamó como vencedor a Castilla (19 de abril de 1845).[39] [40]

Primera Presidencia
Constitucional (1845-1851)

Retrato de Ramón Castilla.

Castilla juramentó el cargo de Presidente Constitucional el 20 de abril de 1845, ante el Congreso


de la República,[41] ​para un mandato de seis años, de acuerdo con la Constitución de 1839.
Gobernó hasta 1851, siendo el primer presidente peruano que completó su mandato.

Su gobierno fue moderado y progresista.[42] ​Realizó una política de concordia, derogando los
decretos de expatriación expedidos contra los vencidos de la Confederación. Incluso, en 1847
les restituyó sus derechos, habiendo omitido, desde el principio también perseguir a los
partidarios del régimen de Vivanco; empleó, fuera de esto, en los puestos de la administración a
hombres competentes.[1] ​

Este primer gobierno de Castilla significó para el Perú lo siguiente:


Estabilidad institucional.
Ordenamiento de la economía nacional
por el régimen de los presupuestos.
Prestigio económico en el exterior
debido a la cancelación de la deuda
externa.
Posición internacional relevante en el
continente.
Progreso intelectual y material.
Iniciación del desarrollo de la Amazonía.

Orden interno
Con este gobierno se inició la etapa que el historiador Jorge Basadre ha denominado del
«Apogeo Republicano», etapa de la historia republicana que culminaría con el combate del 2 de
mayo de 1866, en el Callao.

Castilla hizo un gobierno basado en el libre juego de las instituciones públicas, y sustentado
sobre su recia personalidad de gran caudillo. Su gobierno fue de orden sin llegar a la
arbitrariedad. Respetó la libertad de prensa, dentro de los marcos permitidos por la ley,
impidiendo sus desbordes. Fue además un gobierno de unión nacional. Castilla llamó a sus
rivales políticos para que colaboraran con su gobierno. Se sumaron así vivanquistas como
Felipe Pardo y Aliaga, José Gregorio Paz Soldán y José Rufino Echenique. De todos modos se
produjeron conspiraciones que fueron severamente debeladas. Cuando en agosto de 1848 se
sublevó el general José Félix Iguaín, este fue vencido y reducido a prisión; y cuando en febrero
de 1849, se planeó una nueva sublevación encabezada por los generales Juan Crisóstomo
Torrico y Miguel de San Román, estos fueron tomados presos y deportados.[43] ​

Aspecto económico
En el campo económico, Castilla abordó tres puntos fundamentales: la reorganización de la
hacienda pública por el régimen de los presupuestos; el sistema de las consignaciones para la
venta del guano; y el pago de las deudas interna y externa.[44] ​

Establecimiento del Presupuesto Nacional


El Presupuesto es el cálculo que anticipadamente hace un gobierno de los ingresos que va a
tener en un año determinado; sobre ese cálculo se determinan los egresos o gastos. En las
sucesivas Constituciones se había estipulado que los gobiernos contaran con presupuesto, pero
por la continua inestabilidad política no se pudo cumplir tal exigencia. Sin embargo, Emilio
Romero, en su Historia Económica del Perú, afirma que el primer esbozo de presupuesto se hizo
en 1827, aunque no llegó a ser aprobado por el Congreso.[44] ​Esta situación fue definitivamente
cambiada por Castilla, quien el 21 de octubre de 1845 y por intermedio de su ministro de
Hacienda Manuel del Río presentó a la Cámara de Diputados el presupuesto correspondiente al
bienio 1846-47. Aunque no llegó a ser aprobado por el Congreso, el gobierno lo puso en práctica,
por lo que se le considera el primer presupuesto de la República. Era de 5 961 639 de pesos
como egresos y 4 191 800 como ingresos anuales. El primer presupuesto que contó con la
aprobación del Congreso fue el del bienio 1848-49, promulgado en marzo de 1848. En este
presupuesto figuraba la cantidad de 5 322 423 como ingresos anuales y de 5 315 310 como
egresos anuales. El pliego de ingresos estaba constituido mayoritariamente por las rentas
aduaneras y la contribución de indígenas. A partir de entonces, este importante instrumento
financiero del Estado estuvo presente en las discusiones parlamentarias.[45] ​
El guano y las consignaciones

Las islas Chincha, donde se


extraían las mayores cantidades
de fertilizante o guano durante la
era del guano.

A partir de la década de 1840, el Perú se vio en posesión de una inesperada riqueza: el guano de
las islas y litorales, producto de las deposiciones de millones de aves marinas. Conocidas sus
propiedades fertilizantes desde la época prehispánica, estas fueron redescubiertas a principios
de la República y a partir de 1841 se empezó a vender en grandes cantidades a Europa, cuyos
gastados campos de cultivo lo necesitaban urgentemente.[46] ​Al principio, el Estado entregó
estos yacimientos en arriendo a particulares, quienes obtuvieron grandes ganancias. Visto lo
rentable del negocio, el Estado anuló esos contratos de arrendamiento e implantó el sistema
llamado de las Consignaciones (1849). Por este sistema, el Estado mantenía la propiedad del
guano hasta su venta final, pero encargaba a una determinada firma (el consignatario) la
extracción, transporte y venta del guano. El consignatario debía lograr el mejor precio posible
para el producto; luego descontaba del precio final de venta todos los gastos realizados y una
comisión, y entregaba la diferencia al Estado.[47] ​Esta diferencia equivalía casi a las dos
terceras partes o un 60% de la ganancia líquida.[48] ​La firma consignataria que durante muchos
años ejerció el monopolio en este negocio fue la Casa Gibbs, inglesa. Había también
consignatarios nacionales.[49] ​

El Estado recibió así sumas cuantiosas, con los que quedó holgada la caja fiscal, empleándose
preferentemente para la defensa nacional y para pagar las deudas externa e interna. Fue una
época de bonanza económica para el Estado, que se prolongó hasta 1870 y fue conocida como
la Era del Guano. No obstante, desde el principio se señalaron algunos vicios y defectos en este
sistema de venta del guano. El Estado, que andaba siempre urgido de dinero, solía pedir
adelantos a los consignatarios sobre el dinero a cobrar, y estos se lo daban con intereses de 4 a
6 %, usufructuando así a costa del Estado.[50] [47]
​ ​

El pago de las deudas externa e interna

El costo de la Expedición Libertadora


de San Martín de 1820 y de las
expediciones restauradoras de 1838 y
1839, se convirtió en una crecida
deuda que el Perú saldó al gobierno
de Chile entre 1848 y 1856. En la
imagen: Escuadra Libertadora, por
Thomas Somerscales.

Cuando Castilla llegó al poder, el Perú tenía una cuantiosa deuda interna e externa que resolvió
pagar con las rentas del guano. La deuda interna la tenía con particulares que habían aportado,
en especie o en dinero, a favor de la guerra de la Independencia y durante las guerras y
revoluciones subsiguientes. La deuda externa la había contraído de varios países: Inglaterra y
Gran Colombia, contraída durante la lucha independentista; con Chile, por los gastos del ejército
libertador sanmartiniano y de los ejércitos restauradores; con España, según lo estipulado en la
Capitulación de Ayacucho; también con Francia y Estados Unidos.[51] ​

Por leyes dadas en 1847, 1848 y 1850, Castilla ordenó el pago de la deuda interna, pago al cual
se conoce con el nombre de «consolidación de la deuda interna»,[52] ​lo que originaría un
tremendo escándalo de corrupción en el siguiente gobierno de Echenique.

Por una ley de 1848, se ordenó el pago de la deuda externa a todos los países, con excepción de
España, a la que se le puso la condición de que primero reconociera la independencia del
Perú.[47] ​Se renegoció la deuda con Inglaterra, originalmente de 3 736 400 libras esterlinas pero
que se había elevado excesivamente por los intereses no pagados desde 1823; hubo como
trasfondo un favorecimiento a la Casa Gibbs (inglesa) en la venta del guano, por lo que se habló
del inicio de una «orgía financiera» en el Perú. Con Chile se acordó como toda y única deuda el
monto de 4 millones de pesos, los que se fueron pagando hasta 1856, con los intereses
correspondientes. Con Estados Unidos se reconoció una deuda de 300 mil pesos por daños y
perjuicios inferidos a sus propiedades, la que se canceló definitivamente en 1853. Con respecto
a la antigua Gran Colombia, cuyos herederos eran las repúblicas de Venezuela, Nueva Granada y
Ecuador, no se llegó a un acuerdo, correpondiéndole al siguiente gobierno resolver el asunto.[53] ​

Este pago masivo de la deuda externa fue una buena medida, pues así se cimentaba la
confianza internacional en el país.

La defensa nacional

El barco de guerra a vapor Rímac,


el primero de su tipo en el Perú y
Sudamérica.

Castilla, como buen militar, puso mucha dedicación a la defensa nacional, teniendo en cuenta
que el Perú limitaba con cuatro países, siempre dispuestos a agredir. Su estancia prolongada en
Chile en tiempos de Portales, lo hizo ver claramente el peligro que significaba para el Perú estar
desarmado. Por ello hizo las siguientes obras:

Se esforzó en dar al ejército la


capacidad técnica necesaria y lo dotó
de armamento moderno. Se trajeron
fusiles de percusión, que reemplazaron
a los antiguos fusiles de chispa; y los
viejos cañones fueron reemplazados
con modernos obuses de mayor
calibre.[54] ​
Se reabrió la Escuela Central de Marina,
para la formación de jefes y oficiales de
la armada, con sede en Bellavista.[55] ​
Dotó al país de una escuadra eficiente,
adquiriendo la fragata Mercedes y los
bergantines Guise y Gamarra. Adquirió
además el primer barco de guerra a
vapor que llegó a Sudamérica: la goleta
mixta Rímac (julio de 1847). Después
adquirió otro buque a vapor, la fragata
Amazonas, que llegó durante el gobierno
siguiente. Se dice que la política naval
de Castilla se resumía en esta frase: «Si
Chile construye un barco, el Perú debe
construir dos». El Perú se convirtió en la
primera potencia naval de
Sudamérica.[56] [57]
​ ​
Construyó el apostadero naval de
Paita.[58] ​
Fundó la Factoría Naval de Bellavista,
para atender al mantenimiento y
reparación de las unidades navales.
Contaba también con una maestranza
de armería para la reparación del
armamento, y una fundición de cobre y
hierro para fabricar cañones. Llegó a ser
la mejor de Sudamérica y sería
destruida por los chilenos en 1881.[59] ​
En lo que respecta a la seguridad
interna, se consolidó el servicio de
policía, tanto de a pie como
montada.[60] ​

El Bergantín Gamarra, protegió a


los peruanos de la costa de
California durante la fiebre del oro.

Como prueba del poderío naval que entonces tenía el Perú, sucedió un hecho significativo: unos
ciudadanos peruanos que enviaban buques mercantes a California, en plena fiebre del oro,
pidieron protección a Castilla. El presidente atendió el pedido y envió al bergantín Gamarra, que
permaneció diez meses en la bahía de San Francisco.[61] ​
Incidentes internacionales

Antes de iniciarse el gobierno de


Castilla, en plena guerra civil, ocurrieron
incidentes con navíos ingleses, en los
puertos de Islay y Arica. En este último,
los ingleses incluso abrieron fuego
sobre la población, en represalia por la
negativa de sus autoridades de
permitirles el desembarco para que
hicieran su aguada (1 de septiembre de
1844). Ya en el poder, Castilla se vio
obligado a firmar con el representante
británico un protocolo que obligaba al
Perú a reparar la supuesta ofensa
cometida hacia los británicos, que
contemplaba la destitución de las
autoridades peruanas que tenían a su
cargo Arica, entre ellas el prefecto de
Moquegua, general José Félix Iguaín (30
de mayo de 1845). Ese protocolo fue
una humillación para el Perú cuando
apenas se iniciaba el gobierno de
Castilla, que después se caracterizó por
su decidido americanismo, sin duda
escarmentado por este episodio.[62] ​
El 17 de abril de 1846 se dio un decreto
supremo conocido como «Declaración
sobre reclamaciones diplomáticas», en
el que se determinaba en qué casos el
gobierno peruano debía admitir o
rechazar reclamaciones diplomáticas de
otros países. Ello fue una reacción al
incidente con los ingleses. Hasta
entonces, los consulados intercedían
directamente ante el gobierno para
reclamar a nombre de sus
connacionales que sufrían de abusos o
despojos. Exigían y lograban las más de
las veces indemnizaciones o
reparaciones. En adelante, los afectados
debían recurrir directamente a los
tribunales o jueces locales. Esto, como
era de esperarse, provocó la protesta del
cuerpo diplomático.[63] ​
Cuando en 1850 el gobierno de Nueva
Granada (Colombia) quiso acreditar al
general José María Obando como
ministro plenipotenciario en Lima, el
gobierno de Castilla se negó a recibir
sus credenciales, produciéndose así un
incidente diplomático con dicho
país.[64] ​Se dice que el motivo de ese
rechazo era la acusación que pesaba
sobre Obando de ser el asesino del
mariscal Antonio José de Sucre, suceso
ocurrido en 1830.[65] ​
Política internacional americanista

José Gregorio Paz Soldán


(1808-1862), jurista e
internacionalista peruano.
Canciller de la República, bajo
el primer gobierno de Ramón
Castilla.

La política internacional de Castilla estuvo orientada a darle al Perú la prestancia que debía de
tener entre los países de América y del mundo. Comprendió principalmente los siguientes
puntos:

Se dio el decreto del 31 de julio de 1846


sobre la organización del cuerpo
diplomático y consular, así como otro
decreto complementario sobre adjuntos
a las legaciones. Fue la base de la
legislación peruana sobre la materia y
sirvió de modelo al resto de países
americanos. Se establecieron
legaciones (embajadas) en Estados
Unidos, Inglaterra, Chile, Bolivia y
Ecuador. Se abrieron consulados en
París y Bruselas. Debido a ello, se
considera a Castilla como el fundador
de la diplomacia peruana.[66] ​
Castilla denunció enérgicamente los
preparativos de la llamada Expedición
Floreana, que en 1846 preparó en
España el general del ejército
ecuatoriano Juan José Flores, con el
objeto de establecer en Sudamérica una
monarquía para un príncipe borbón
español. Flores llegó a adquirir dos
vapores y un transporte, así como a
reclutar a 1500 personas para su
expedición, pero esta acabó por
desmantelarse debido sobre todo a la
enérgica actitud peruana.[67] [68]
​ ​
En 1847, el canciller del Perú José
Gregorio Paz Soldán convocó el primer
Congreso Americano, que se reunió en
Lima entre ese año y el siguiente.
Acudieron los representantes de Bolivia,
Chile, Ecuador y Nueva Granada
(Colombia), además del anfitrión, Perú.
El Congreso fue presidido por el
peruano Manuel Bartolomé Ferreyros.
Su propósito era «fijar las bases de la
futura tranquilidad y seguridad de los
pueblos de Sudamérica». El continente
se hallaba entonces conmocionado por
la reciente amenaza de la Expedición
Floreana y la intervención francoinglesa
en Río de la Plata. En dicha reunión se
dejó sentado el principio que cualquier
ataque extranjero contra un país
americano debía de considerarse como
un ataque a todos, y, por lo tanto, todos
debían sumarse a la defensa. La política
internacional del Perú estuvo pues
orientada hacia un sincero y noble ideal
americanista.[69] ​
Se normalizaron las relaciones con
Bolivia, afectadas desde la guerra de
1841. Si bien se había firmado un
tratado de paz en 1842, existían todavía
varios litigios con dicho país, sobre todo
de tipo comercial; uno de ellos era la
invasión de la moneda feble (de baja
ley) boliviana en el sur peruano. Los
representantes de ambos países
firmaron el Tratado de Arequipa (3 de
noviembre de 1847), por el que se dio
libertad a Bolivia para que comerciara
por el puerto de Arica. Bolivia, por su
parte, se comprometía a no poner en
circulación su moneda en el sur
peruano.[70] [71]
​ ​
Aspecto educativo

Libro de Esclavitud en el Perú


sobre la libertad de los
esclavos.

Castilla, asesorado por expertos en el tema, abordó el problema educacional que desde la
fundación de la República se encontraba abandonado. El 14 de junio de 1850 dio el primer
Reglamento de Instrucción Pública, por el cual el Estado asumía la dirección y la administración
de la educación en el país. Empezó también a separar los tres grados de educación que se
daban en las escuelas, los colegios y las Universidades, aunque mantuvo la existencia de los
Colegios Mayores, uno de los cuales pasó a ser el Colegio Guadalupe, lo que mantuvo la
confusión existente desde la época colonial entre enseñanza media y superior.[72] [73]
​ ​

Fue en este periodo que tuvo un importante desarrollo la educación superior en los colegios de
San Carlos y Guadalupe,[74] ​así como en el Colegio de la Independencia (luego Facultad de
Medicina de la Universidad de San Marcos) que bajo la dirección del doctor Cayetano Heredia
inició la reforma de los estudios médicos en el Perú. También se destacó el Seminario de Santo
Toribio.[75] ​

Castilla emprendió también la reorganización y restablecimiento de los colegios nacionales


(educación media o secundaria) en toda la República, pues estos se habían visto seriamente
afectados, en sus rentas y personal, por las guerras civiles e internacionales. Se fundaron los
siguientes planteles: el Colegio de Educandas de Trujillo, el Colegio de San Francisco de
Arequipa, el Colegio San Ramón de Ayacucho, el Colegio de Santa Rosa de Puno, el Colegio de la
Victoria de Tacna y la Escuela Central de Minería de Huánuco.[76] ​
Aspecto intelectual
Al amparo de la libertad individual, el orden interno y el progreso material, adquirieron gran
impulso las luchas ideológicas.[77] ​Esta se dio entre los conservadores, liderados por el
sacerdote Bartolomé Herrera, y los liberales, representados por Benito Laso, Francisco de Paula
González Vigil y los hermanos Pedro y José Gálvez (este último, futuro héroe del Dos de
Mayo).[78] ​

Herrera era rector del Convictorio de San Carlos, al que convirtió en el bastión de los
conservadores,[79] ​mientras que el Colegio Guadalupe, dirigido por el español Sebastián Lorente,
lo era de los liberales. Uno de los profesores del Guadalupe era el ya mencionado Pedro Gálvez,
que en 1850 asumió la dirección del colegio tras la renuncia de Lorente.[80] ​Se produjeron así
interesantes debates entre conservadores y liberales, sobre diversos temas, como el sufragio de
los indios.[81] ​En 1849, fueron elegidos diputados Bartolomé Herrera y Pedro Gálvez, quienes
llevaron a la tribuna parlamentaria las discusiones ideológicas realizadas hasta entonces desde
la cátedra.[82] ​

Obras públicas y de otra índole

Estación San Juan de Dios en


Lima, del ferrocarril de Lima al
Callao, hacia 1870.
En 1848 abolieron definitivamente los
mayorazgos.[83] ​Al finalizar este rezago
del colonialismo, se permitió el ascenso
de nueva gente a la alta vida social, en
virtud del privilegio de la riqueza.[84] ​
Ante la queja de los agricultores por la
falta de mano de obra en los campos, el
Congreso aprobó el 17 de noviembre de
1849 la Ley General de Inmigración,
conocida popularmente como la «ley
china», ya que, en la práctica, fomentó
sobre todo a la inmigración de chinos o
culíes para las labores agrícolas y la
extracción del guano de islas. Llegaron
también colonos europeos (irlandeses y
alemanes) pero en menor cuantía.[85] ​
Se inició la preparación de códigos
republicanos que debían reemplazar a
las antiguas leyes españolas que
todavía regían en el país. Se formó una
Comisión de Juristas que redactó el
proyecto del primer Código Civil, el que
fue aprobado por el Congreso y empezó
a regir desde el 28 de julio de 1852,
permaneciendo vigente hasta 1936.[86] ​
[87] ​
Se dio impulso a la navegación a vapor,
iniciada en 1840. La travesía ya no era
solo del Callao a Valparaíso, sino que se
extendió a Panamá, aumentándose el
número de vapores.
Se mandó construir el primer ferrocarril
del Perú, que fue a la vez el primero de
Sudamérica. Cubrió la ruta de Lima a
Callao. La construcción se inició el 30
de junio de 1850 y se inauguró el 17 de
junio de 1851. Existe la discusión de que
si fue en realidad el primero del
subcontinente. Se dice que un ferrocarril
de la Guayana británica es en realidad el
más antiguo del continente, el mismo
que fue entregado al tráfico en 1849. Lo
seguro es que el de Lima al Callao fue el
primero en realizar el servicio de carga y
pasajeros en la Sudamérica hispana, así
como fue el primero de todo el
hemisferio sur. Chile inauguró su primer
ferrocarril en diciembre de 1851; Brasil
en 1854, y Argentina en 1857.[88] [89]
​ ​
Se reorganizó el servicio de correos,
dándole la debida seguridad y
garantía.[90] [91]
​ ​
Se implantó el primer telar mecánico, en
1847, el mismo que comenzó la
fabricación en serie de los primeros
hilados y tejidos de algodón.[92] ​
Se crearon fábricas de bujías, ácido
sulfúrico, cristales y papel.[93] ​La
primera fábrica de papel la instalaron
los propietarios del diario El Comercio
de Lima.[87] ​
Se empezó a construir el moderno
Mercado Central de Lima, en reemplazo
de los antiguos e insalubres
mercadillos, rezagos de la época
colonial. Esta obra sería culminada en
los años 1860.[94] ​
Se instalaron servicios de agua potable
con tuberías de hierro en los puertos del
Callao, Arica e Islay.[95] ​
Se dieron los Reglamentos de
Policía,[96] ​Beneficencia Pública[97] ​y
Estadística.[90] ​
Se construyeron iglesias, hospitales,
colegios, mercados, aduanas, cuarteles,
prefecturas, caminos y puentes en toda
la República.[98] ​
Se repatriaron los restos de los
presidentes José de La Mar y Agustín
Gamarra.[87] ​

Elecciones de 1851
Para las elecciones de 1851, Castilla auspició la candidatura del general José Rufino Echenique,
con el apoyo de sectores conservadores. Otros candidatos importantes fueron el general
Manuel Ignacio de Vivanco, apoyado por los conservadores; y Domingo Elías, civil, fundador del
Club Progresista, apoyado por hombres de negocio e intelectuales liberales. También postularon
los generales Antonio Gutiérrez de La Fuente, Miguel de San Román y Pedro Pablo
Bermúdez.[99] ​

Echenique triunfó en esta elección, que a decir del historiador Jorge Basadre fue el primer
proceso electoral verdadero de la historia republicana del Perú,[100] ​aunque con serios indicios
de malas maniobras.

Echenique recibió el mando el 20 de abril de 1851 y su gestión se convirtió de alguna manera en


la prolongación del primer gobierno de Castilla, pero se vio envuelto en el escándalo de la
consolidación (o cancelación) de la deuda interna, en la que sus allegados y amigos se
beneficiaron económicamente, siendo el primer caso escandaloso de corrupción en el Perú
republicano.
La revolución liberal de 1854
Alzando como bandera el repudio al escándalo de la consolidación, se levantó en Ica el líder civil
Domingo Elías, pero fue derrotado por las fuerzas gobiernistas en la batalla de Saraja, el 7 de
enero de 1854.[101] ​A este hecho siguió inmediatamente el levantamiento en Arequipa, en cuyo
manifiesto se acusó al gobierno de indolencia frente a los ultrajes infligidos por el gobierno de
Bolivia. Castilla lideró la rebelión, desplazando a Vivanco[102] ​y contando con el apoyo de los
jóvenes líderes liberales Pedro Gálvez Egúsquiza y Manuel Toribio Ureta.[103] ​A la rebelión se
sumaron también Domingo Elías, el general Miguel de San Román y el general Fermín del
Castillo. Esta insurrección fue gran movimiento popular que derivó en una guerra civil muy
prolongada y costosa para el país.

Durante la lucha, Castilla se declaró presidente provisorio; en Ayacucho decretó la abolición


definitiva del tributo indígena (5 de julio de 1854);[104] ​luego derrotó a las fuerzas de Echenique
en Izcuchaca,[105] ​marchando enseguida a Huancayo donde firmó el histórico decreto aboliendo
la esclavitud en el Perú (3 de diciembre de 1854).[106] [107]
​ ​La victoria definitiva de la revolución
se consumó en las afueras de Lima, en la batalla de La Palma, donde las tropas de Echenique
fueron derrotadas (5 de enero de 1855). Al día siguiente se desató la violencia y pánico en Lima,
donde fueron asaltadas las casas de los «consolidados».[108] [109]
​ ​
Presidencia Provisoria (1855-
1858)

Escultura de Ramón
Castilla en la Plazoleta de
la Merced (Jirón de la
Unión, frente a la Basílica
de La Merced).

Tras la batalla de La Palma, se instaló en Lima un gobierno provisional con Castilla como
Presidente, y los liberales Pedro Gálvez, Manuel Toribio Ureta y Domingo Elías como ministros,
más el general Miguel de San Román que ocupó el Ministerio de Guerra.[110] [111]
​ ​Una
importante medida fue el decreto del 25 de marzo de 1855, firmado por Castilla y Pedro Gálvez
en la ciudad de Huancayo, que anunciaba la absoluta libertad en comunicación del pensamiento
por medio de la imprenta; gran avance que se sumaba a los importantes decretos liberales de la
abolición de la esclavitud y la contribución de indígenas.[112] ​

Pero la primera y más importante medida que tomó el gobierno fue convocar a elecciones para
la reunión de una Convención Nacional o Congreso, cuyo fin sería reformar la Constitución. Por
primera vez se convocó a elecciones con sufragio directo y universal: directo, pues no se elegiría
a los Colegios Electorales, sino directamente a los representantes del nuevo Congreso; y
universal, porque todos los peruanos votarían sin ninguna limitación, sin importar ser analfabeto
o no tener fortuna. No se convocó, sin embargo, a elecciones para Presidente.[110] ​

Realizadas las elecciones, la Convención Nacional se instaló el 14 de julio de 1855 y ratificó a


Castilla como Presidente Provisorio.[113] ​Instalado su gobierno, Castilla, de temperamento
autoritario, se separó de sus ministros liberales y convocó a sus amigos. Se iniciaba así el
rompimiento con los liberales.[114] [115]
​ ​

La Constitución Liberal de 1856

La Constitución de la República
Peruana (1856). Esta constitución
fue promulgada por el presidente
Ramón Castilla.

En la Convención Nacional surgió una disputa tensa entre la mayoría liberal y la minoría
conservadora partidaria de Castilla. El más notable de los tribunos liberales era José Gálvez
Egúsquiza, hermano de Pedro Gálvez.[116] ​La Convención, además de funcionar como asamblea
constituyente, ejerció el Poder Legislativo en toda su extensión, dictando leyes de carácter
permanente y también de circunstancias. Por fin, después de grandes debates, en octubre de
1856 se terminó de discutir la nueva Constitución, que debía reemplazar a la Constitución
Conservadora de 1839.

La Constitución de 1856, de tendencia liberal, limitó las atribuciones del poder ejecutivo,
estableciendo la vacancia de la Presidencia de la República por atentar contra la forma de
gobierno o disolver el Congreso. Estableció que el período presidencial duraría cuatro años y no
seis años como en la anterior Constitución; creó el Consejo de Ministros; suprimió los fueros
personales, abolió la pena de muerte; estableció el sufragio popular directo para todos los
ciudadanos que supieran leer y escribir; restableció las Juntas Departamentales y las
Municipalidades.[117] ​Los liberales no lograron imponer la libertad de cultos, y el Estado
continuó protegiendo la religión católica, no permitiendo el ejercicio de otros cultos, pero se
suprimieron las vinculaciones y los fueros eclesiásticos, así como los diezmos y primicias.[118] ​

El presidente Castilla juró esta Constitución, que fue promulgada el 19 de octubre de 1856, pero
expresó su disconformidad con ella, sobre todo por la disminución de las atribuciones del
presidente, aumentando así la situación de confrontación entre el gobierno y el Congreso.[119] ​

La Convención fue disuelta el 2 de noviembre de 1857 por una patrulla de soldados a órdenes
del coronel Pablo Arguedas, mientras Castilla se hallaba ocupado en el asedio de Arequipa, en el
marco de la guerra civil estallada el año anterior.[120] ​Si bien Castilla condenó este acto, era
evidente que tal situación le convenía, tan así que una vez que retornó a Lima, no restituyó el
parlamento.[121] ​

Guerra civil de 1856-1858


Véase también: Sitio y Asalto de Arequipa

Los conservadores, descontentos con el régimen liberal imperante, se reunieron en torno del
general Manuel Ignacio de Vivanco y se alzaron contra el gobierno.[122] ​

La rebelión estalló en Arequipa el 31 de octubre de 1856,[123] ​donde en un acto público se


quemó la Constitución recientemente proclamada.[118] ​De allí se extendió a Moquegua,
Ayacucho y Piura. La escuadra se unió al movimiento; entre los marinos rebeldes estaban
Miguel Grau y Lizardo Montero. Aprovechando su dominio del mar, los revolucionarios se
dirigieron hacia el norte, pero fracasaron en su intento de sublevar esa parte del Perú. Luego,
enrumbaron al Callao, desembarcando y atacando a la población el 22 de abril de 1857, ataque
que fue rechazado por el pueblo chalaco. En premio a este acto, el Callao recibió la
denominación de Provincia Constitucional, por haber defendido al gobierno constitucional.[124] ​
El asalto de Arequipa del 6 al 7 de
marzo de 1858.

La rebelión quedó circunscrita a Arequipa, con escasas posibilidades de triunfo. Sin embargo, el
pueblo arequipeño decidió resistir. Para poner sitio a la ciudad, desde Puno partieron las fuerzas
gobiernistas a órdenes del general Miguel de San Román. El pueblo arequipeño se organizó,
formando batallones y construyendo defensas. En las cercanías de la ciudad se produjeron
sangrientos encuentros.[122] ​Uno de ellos, producido en Yumina, el 28 de junio de 1857, fue
considerado como un triunfo por los vivanquistas, aunque estos no lograron romper el cerco
que los gobiernistas les tendieron. Castilla decidió tomar personalmente el mando del ejército y
llegó por vía marítima al teatro de operaciones; y tras unirse a las fuerzas de San Román, puso
sitio a Arequipa.[125] ​

Por fin, después de ocho meses de asedio, Castilla ordenó el ataque a Arequipa. Se inició en la
noche del 5 de marzo de 1858 y se reanudó al día siguiente, siendo muy sangriento.[126] ​El
pueblo, atrincherado en San Antonio, Santa Rosa y Santa Marta, luchó tenazmente. En el famoso
Fuerte Malakoff sucumbió heroicamente el poeta Benito Bonifaz.[127] ​Hubo batallones enteros,
como el llamado Columnas Inmortales, que no se rindieron y fueron aniquilados.[128] ​En la
acequia de Santa Rosa la sangre corrió como agua. A las 11 y 30 de la mañana del 6 de marzo,
el ejército de Castilla se reunió en la Plaza de Armas de Arequipa, culminando así la lucha. La
rebelión estaba vencida. Vivanco huyó a Chile.[129] ​
Segunda Presidencia
Constitucional (1858-1862)

La banda presidencial de Ramón


Castilla.

Elecciones de 1858
Si bien la rebelión de Vivanco fracasó, su intención, esto es, acabar con la influencia de los
liberales en las decisiones de gobierno, terminó por imponerse. La Convención, disuelta en
noviembre de 1857, no fue nuevamente convocada e incluso fueron enviados al destierro los
principales líderes liberales.[130] ​

Castilla convocó a elecciones para un Congreso Extraordinario y para la elección del Presidente
Constitucional de la República, ya que él era solo Presidente provisorio. Se presentó como
candidato. Por su parte, importantes líderes liberales como Benito Laso, Francisco Javier
Mariátegui, José Gálvez Egúsquiza, Francisco de Paula González Vigil y José Gregorio Paz
Soldán, se organizaron y lanzaron la candidatura del general José Miguel Medina. Realizadas las
elecciones, triunfó Castilla. El nuevo Congreso se instaló el 12 de octubre de 1858 y proclamó a
Castilla Presidente Constitucional, para un mandato de cuatro años.[131] ​
Nueva elección del Congreso (1859)
El Congreso Extraordinario suspendió sus sesiones en mayo de 1859, anunciando su
reinstalación como Congreso Ordinario para julio del mismo año.[132] ​Pero el gobierno frustró
tal iniciativa, decretando elecciones para nuevos representantes, que se reunirían en el año
siguiente. Castilla argumentó al respecto que el Congreso, al pretender autoconvocarse, había
tomado una decisión antoconstitucional, pues solo al Ejecutivo competía su convocatoria. Sin
embargo, corrió la versión de que en realidad, Castilla se había enterado de que el Congreso
pretendía vacarlo y que por eso tomó tal decisión.[133] ​

Una de las polémicas más notables que se desarrolló en el Congreso de 1858-59 fue el debate
sobre la abolición de la pena de muerte, principio que ya había establecido la Constitución de
1856. El Congreso se pronunció por dicha abolición, lo que fue apoyado por el gobierno de
Castilla (algunos autores atribuyen a Castilla el mérito de realizar esta reforma).[134] ​

La Constitución moderada de 1860

En su segundo gobierno, Ramón


Castilla prefirió rodearse de
asesores moderados que
contribuyeran a aplacar la
agitación política de la época.

La Constitución liberal de 1856 no había satisfecho al país. El Congreso de 1860, elegido en las
nuevas elecciones convocadas por Castilla, se arrogó la facultad de Constituyente, procediendo
rápidamente a discutir y reformar la Constitución.[135] ​Se produjeron grandes debates. Como
líder de los conservadores se hallaba nuevamente Bartolomé Herrera, quien presidió el
Congreso. En el bando liberal se notó la ausencia de los hermanos Gálvez.[136] ​

La nueva Constitución se promulgó el 13 de noviembre de 1860. No era liberal ni conservadora,


sino moderada.[136] ​Restableció la pena de muerte, pero solo para casos de homicidio
calificado; prohibió la reelección presidencial;[134] ​restableció el sistema de votación indirecta;
se dejó claramente definida la división del Congreso en dos cámaras (senadores y diputados);
estableció la edad mínima de 25 años para ser diputado y de 30 para senador; respetó las
Municipalidades; y dejó sentada la primacía de la religión católica sobre los demás cultos. Esta
Constitución, más sensata y realista que las anteriores, ha sido la que más tiempo ha regido en
el Perú, pues se mantuvo hasta 1920.[136] ​

Un grupo de liberales que quedaron en Lima, tramaron varias conjuras contra Castilla. El 25 de
julio de 1860 un embozado a caballo intentó asesinar a Castilla en la Plaza Mayor de Lima,
logrando solo herirle con un disparo en el brazo. Y el 28 de noviembre del mismo año, varios
civiles armados y una parte del batallón Lima (que fue sacado de su cuartel con engaños)
atacaron el domicilio del presidente situado en la esquina de las calles Divorciadas e Higueras;
pero la tropa reaccionó y fue repelido el ataque.[137] ​

Auge del guano

Carguío de guano en las islas


Chincha, hacia 1866.

En 1857 se batieron todas las marcas en la venta del guano: este llegó a representar el 83 % de
todos los ingresos estatales. El guano se convirtió prácticamente en el único sostén del Estado.
Empezaron entonces los problemas con los consignatarios, que obtenían grandes ganancias.
Como el tesoro público se hallaba siempre requerido de dinero, los consignatarios adelantaban
empréstitos al Estado a cuenta del guano que explotarían en el futuro, con altos intereses, lo
que a la larga traería la ruina económica al país, al ser el guano solo una riqueza pasajera. Pero
por lo pronto, el Perú disfrutaba de los ingresos del guano.[138] ​

A las alturas de 1860, el Perú exportaba, además de guano, el salitre procedente de Tarapacá,
bórax, plata, lanas. Importaba, en cambio, alimentos, ropa, muebles y artículos suntuarios, tales
como sedas, vinos y licores.[138]

Se siguió permitiendo el ingreso de trabajadores chinos (culíes) para la explotación del guano a
través de "el enganche". El primero en traer chinos al Perú fue Domingo Elías.

La obra educacional
Castilla promulgó el 7 de abril de 1855 un nuevo Reglamento de Instrucción Pública, el cual se
mantendría vigente hasta el gobierno de Manuel Pardo y Lavalle (1872-76). Este Reglamento
estructuró adecuadamente el sistema educativo, disponiendo que la instrucción pública tuviera
tres grados: la popular, la media y la superior. Se acabó así con la indefinición que existía en
dicho campo, pues hasta entonces no se diferenciaba la educación media de la superior.[139] ​

Bajo el concepto de instrucción popular se encontraban las escuelas de primeras letras, las de
artes y oficios, las de la infancia y la escuela normal. El Estado se proponía masificarla y a
hacerla gratuita para los pobres.[140] ​Se planeó la construcción de locales escolares, pero al no
disponerse de los recursos necesarios, esta reforma quedó mayormente en el papel.[141] ​

La educación media o secundaria se consideraba como una etapa de ampliación y


perfeccionamiento de la educación popular para quienes deseaban seguir carreras liberales o
científicas. Se contemplaba también su gratuidad para los pobres.[142] ​El Colegio Guadalupe fue
incorporado en este plan, y dejó de proporcionar educación superior, para concentrarse solo en
la instrucción secundaria, como hasta hoy viene haciéndolo.[143] [141]
​ ​

En cuanto a la educación universitaria, se consideró que la Universidad era un todo orgánico


constituido por cinco Facultades: Teología, Medicina, Jurisprudencia, Filosofía y Letras y
Ciencias Naturales y Matemáticas. Se dispuso que los antiguos Colegios Mayores, por
corresponder a estas facultades, se incorporasen a la Universidad. Pero sucedió que ni la
Universidad de San Marcos ni el Convictorio de San Carlos (a cuya estructura correspondía las
tres últimas facultades) aceptaron plenamente la reforma y se aferraron a sus antiguos
privilegios.[141] ​Solo años después, en 1866, se completó esta reforma, y el convictorio carolino
se convirtió en la Facultad de Humanidades y Derecho de la Universidad de San Marcos.

Política americanista
La política internacional de Castilla, en este segundo gobierno, tal como ya había ocurrido en el
primero, se inspiró en un profundo sentimiento de la solidaridad americana, y en una conciencia
siempre atenta al orgullo de la patria y la dignidad de la nación. Por entonces, las grandes
potencias europeas intervinieron en algunos países independientes de América y la política de
Castilla fue la de oponerse enérgicamente a esas pretensiones convocando a la unidad
americana.[144] ​Veamos algunos aspectos de esta política.

Siguiendo el espíritu de la unión


americana afirmada en el Congreso de
Lima de 1847, el ministro de Perú en
Chile, Cipriano Coronel Zegarra, firmó en
Santiago de Chile, un tratado continental
de alianza defensiva (15 de septiembre
de 1856). Además del Perú, suscribieron
este tratado Chile y Ecuador.[145] ​
Se firmó en Washington, el 19 de
noviembre de 1856, bajo la dirección del
representante diplomático peruano
Juan Ignacio de Osma, un proyecto de
alianza y confederación americana,
entre Perú, México, Nueva Granada,
Venezuela, Costa Rica, Guatemala y El
Salvador (que eran todos los
representantes latinoamericanos
acreditados en la capital
estadounidense), para hacer frente a las
agresiones europeas.[146] ​
Ayudó a Nicaragua y Costa Rica, con
dinero y gestiones diplomáticas, a hacer
frente a la invasión del filibustero
estadounidense William Walker
(1856).[147] ​Con ese objeto, se envió a
América Central una misión diplomática
presidida por Pedro Gálvez
Egúsquiza.[148] ​
Protestó enérgicamente contra la
reincorporación de Santo Domingo a la
monarquía española como Protectorado
(1861). Se apoyó a los dominicanos en
su lucha contra los invasores,
invitándose a los países americanos a
una acción conjunta contra la ocupación
española.[149] ​
Protestó contra la agresión franco-
española a México de 1861 y envió una
misión diplomática presidida por
Manuel Nicolás Corpancho, para prestar
todo el apoyo posible al pueblo
mexicano y al gobierno de Benito
Juárez. Cuando Napoleón III decidió
instalar en México un trono para
Maximiliano de Austria, Corpancho, en
nombre del Perú, protestó
enérgicamente y apoyó abiertamente al
gobierno de Juárez, por lo que el
gobierno usurpador lo obligó a salir de
México. Corpancho pereció
trágicamente durante su viaje de
regreso al Perú, al incendiarse la nave
en que viajaba en el golfo de
México.[150] ​
Protestó en 1861 contra el proyecto del
presidente del Ecuador Gabriel García
Moreno de convertir a su país en un
protectorado francés.[151] ​

Desarrollo de la Amazonía

Estatua en honor a Castilla en la


plaza homónima ubicada en
Iquitos, ciudad que se benefició
enormemente de sus políticas.

Castilla se mostró interesado por el desarrollo de la Amazonía peruana, continuando así la


política que iniciara en su primer gobierno. Para tal fin era de vital importancia obtener de Brasil
la libre navegación en el Amazonas a fin de lograr una salida al Océano Atlántico, ya que la
Convención de Comercio y Navegación de 1851 no había otorgado tal beneficio. Después de
lenta y laboriosa labor diplomática se consiguió el objetivo firmándose con el Brasil la
Convención Fluvial del 22 de febrero de 1858.[152] ​

Conseguida la libre navegación en el Amazonas, Castilla se preocupó por el desarrollo de la


región para lo cual dio las siguientes medidas:
Creó la Provincia Litoral de Loreto (2 de
enero de 1857) que luego se transformó
en Departamento Marítimo y Militar de
Loreto (7 de enero de 1861).
Posteriormente, en 1866, bajo el
gobierno de Mariano Ignacio Prado,
pasó a ser Departamento Fluvial, y en
1868 quedó bajo la definitiva categoría
de Departamento.[153] ​
Compró una flotilla fluvial compuesta
por los buques Morona, Pastaza, Napo y
Putumayo para que patrullaran los ríos
amazónicos.[154] ​
Creó el apostadero fluvial de Iquitos,
situado en lo que hasta entonces era
una aldea de cabañas, y que empezó a
desarrollarse hasta convertirse en una
ciudad importante del oriente peruano,
verdadera hazaña humana creada en
medio de la selva.[155] ​

Defensa nacional

La fragata Amazonas.

La fragata Amazonas efectuó un viaje


alrededor del mundo. Partió del Callao el
26 de octubre de 1856, al mando de
José Boterín. Cruzó el Pacífico, bordeó
la costa de China, cruzó el estrecho de
Singapur, llegó a Calcuta donde
permaneció cuatro meses en
reparaciones; luego circunnavegó la
costa oriental y sur de África, dobló el
Cabo de Buena Esperanza, se dirigió al
norte, arribó a la isla de Santa Elena,
pasó cerca de las islas Azores, hasta
llegar a Europa, anclando en Londres.
Después enrumbó a América del Sur; se
dirigió a Río de Janeiro, siguió más al
sur hasta doblar el estrecho de
Magallanes, y continuó hacia las costas
de Chile, deteniéndose en Talcahuano,
de donde llegó al Perú, tocando Arica, y
finalmente, al Callao, donde arribó el 29
de mayo de 1858. Navegó más de
40 000 millas en 308 días y permaneció
272 días en puerto.[156] ​
Se mejoró el armamento del ejército, en
sus tres campos: la infantería, la
caballería y la artillería, adecuándola a la
técnica moderna. Se envió a Europa al
coronel Francisco Bolognesi para la
compra de cañones rayados, fusiles y
otros implementos bélicos.[157] ​
Se reorganizó el Colegio Militar,
orientándosele a la preparación de
ingenieros militares y civiles.[158] ​
Se introdujo las brigadas de zapadores
en el ejército.[158] ​
Guerra con el Ecuador
En 1857, el Ecuador celebró un convenio con sus acreedores británicos adjudicándoles en pago,
territorios de Quijos y Canelos, que a juicio del gobierno del Perú le pertenecía, basándose en la
Real Cédula de 1802. Tras varios intercambios de notas la situación se puso tensa. La
cancillería ecuatoriana solicitó el retiro de Quito del ministro peruano Juan Celestino Cavero. Se
rompieron las relaciones diplomáticas. El Congreso autorizó a Castilla emplear todos los
medios a fin de alcanzar satisfacciones de parte del Ecuador, incluyendo la guerra.[159] ​

La primera medida que tomó Castilla fue decretar el bloqueo pacífico de toda la costa
ecuatoriana (26 de octubre de 1858). Guayaquil empezó a sufrir los estragos del sitio, por lo que
el comandante general de esa plaza, general Guillermo Franco, aceptó firmar un armisticio con
el jefe de la flota peruana, vicealmirante Ignacio Mariátegui (20 de agosto de 1859). Poco
después Castilla aprobó la suspensión del bloqueo de toda la costa ecuatoriana, para así
facilitar un arreglo con el gobierno ecuatoriano.[160] ​

Pero sucedió que el Ecuador entró en un período de anarquía política, ante el inicio de una
guerra civil en la que se establecieron cuatro gobiernos provisorios: un triunvirato en Quito,
presidido por Gabriel García Moreno, una jefatura suprema en Guayaquil, al mando de Guillermo
Franco y que dominaba toda la costa, un gobierno títere de Franco en Cuenca y un gobierno
federal en la provincia de Loja, al mando de Manuel Carrión.[161] ​

El problema que se planteaba a Castilla era pues que, no habiendo un único gobierno
plenamente legítimo en el Ecuador, no era posible iniciar conversaciones, pues se corría el
riesgo de que una facción invalidase lo que la otra aceptase. Castilla preparó entonces una
expedición naval y militar contra el Ecuador, y el 29 de septiembre de 1859, se embarcó él
mismo. Dejó en el poder en Lima al doctor Juan Manuel del Mar.[160] ​

La armada peruana la conformaban 15 buques, que transportaban a seis mil soldados. Como el
propósito de Castilla no era el de humillar al Ecuador ni de arrebatarle territorio, envió una nota a
cada uno de los jefes de las facciones ecuatorianas, dándoles un plazo de 30 días para que
llegaran a entenderse y conformaran un gobierno legítimo; en caso de no ocurrir ello, anunció su
propósito de reanudar las operaciones militares.[162] ​
Pintura anónima del siglo xix, que
representa la toma de Guayaquil por
parte de las fuerzas peruanas en
1860.

Finalizado el plazo y al no producirse la solución del conflicto interno en Ecuador, la escuadra


peruana se presentó en Guayaquil el 12 de noviembre de 1859, sin hacer fuego. Los defensores
del puerto quisieron negociar y Castilla exigió que se permitiera el desembarco de sus tropas, lo
que fue aceptado. Las tropas peruanas se posesionaron de las alturas de Mapasingue (25 de
noviembre), desde donde se dominaba Guayaquil y sus accesos. Como los gobiernos del
Guayas, Azuay y Loja llegaron a unificarse momentáneamente bajo el mando de Franco, Castilla
decidió entenderse con este jefe, antes que con García Moreno, que tenía el gobierno de Quito y
de gran parte de la sierra ecuatoriana.[163] ​

Así pues, con la autorización de Franco, las tropas peruanas entraron en Guayaquil el 7 de enero
de 1860, sin necesidad de disparar un balazo. El 25 de enero, Castilla firmó con el gobierno de
Franco el Tratado de Mapasingue, en el que, esencialmente, el Ecuador reconocía la validez de la
Real Cédula de 1802, y por tanto la soberanía peruana sobre los territorios de Quijos y Canelos;
declaraba nula la adjudicación de territorios hecha a sus acreedores ingleses y se establecía
que dentro de un plazo de dos años, una Comisión especialmente nombrada por los dos países
procedería a señalar los límites entre ambos Estados. Castilla no quiso mostrarse implacable o
feroz con Ecuador y antes de marcharse, obsequió uniformes, calzados y fusiles al ejército
franquista.[164] ​

No obstante, Franco no era el gobernante legítimo del Ecuador, sino apenas un dictador
secesionista en Guayaquil, y fue derrotado por las tropas del gobierno de Quito, presidido por
García Moreno, el 26 de septiembre de 1860. Este gobierno desaprobó el tratado de Mapasingue
el 8 de abril de 1861. El gobierno peruano no tuvo ninguna reacción ante este hecho, porque
intuía que la opinión de su ciudadanía era contraria a la guerra, aparte de que la atención de la
cancillería estaba en otros asuntos, como una posible guerra con Bolivia y las amenazas
europeas al continente. El Congreso peruano, ya en el gobierno de Miguel de San Román, se
encargó a la vez de desaprobar el tratado de Mapasingue, en 1863.[165] [166]
​ ​
El problema con el Ecuador se prolongaría por mucho tiempo más, volviéndose un asunto
centenario. En el Perú se ha reprochado a Castilla no haberle dado solución entonces, teniendo
todo a su favor para hacerlo. Los continuos problemas limítrofes entre ambos países darían
lugar a una nueva guerra peruano-ecuatoriana en 1941, conocida como la Guerra del 41.[n 3] ​

Otras obras y hechos importantes

Edificio de la Penitenciaría de
Lima, considerado el más sólido
de la capital. Foto de 1875.

Cumpliendo lo establecido por la


Constitución de 1856, y por ley del 4 de
diciembre de 1856, se organizó, por
primera vez en la historia republicana
del Perú, el Consejo de Ministros. Si bien
desde la fundación de la República
existía un cuerpo de ministros que
tomaba sus decisiones de acuerdo con
el presidente, aún no se había
formalizado y reglamentado su función.
Los ministros debían ser cinco:
Relaciones Exteriores; Gobierno, Culto y
Obras Públicas; Justicia, Instrucción y
Beneficencia; Guerra y Marina; y
Hacienda y Comercio. Uno de los ellos
debía ejercer como presidente del
Consejo de Ministros (cargo equivalente
al de primer ministro o premier).[167] ​
[168] ​
Se creó la Dirección de Obras Públicas,
para centralizar e impulsar dichos
trabajos, así como para vigilar la
conducta de los ingenieros del
Estado.[169] ​
Se culminó la instalación del alumbrado
a gas en Lima (1855),[170] ​siendo esta la
primera ciudad de Sudamérica que tuvo
tal iluminación.[171] ​
Se inauguró el servicio de agua potable
en Lima (1857).[172] ​
Se fundó la Benemérita Sociedad
Fundadores de la Independencia en
1857 y se nombró al presidente Ramón
Castilla como su primer presidente nato.
Se estableció el servicio telegráfico
entre Lima y Callao (1855),[173] ​que fue
la primera línea establecida en
Sudamérica.[171] ​
Se inauguró el ferrocarril de Lima a
Chorrillos (1858), el segundo de Lima y
el tercero del país, cuya estación en
Lima estaba en el antiguo convento de
la Encarnación.[174] ​
Se construyó la Penitenciaría Central de
Lima, bajo la dirección de Mariano
Felipe Paz Soldán. Concebida como
centro de trabajo y readaptación, fue
inaugurada por el propio presidente el
23 de julio de 1862, y durante mucho
tiempo fue el edificio más sólido de la
capital. Se mantuvo en pie durante un
siglo, hasta que fue demolido en
1961.[175] ​Asimismo, se construyeron
varios centros penitenciarios en el
interior del país.
Se construyeron los muelles del Callao,
Chorrillos, Pisco y Paita, y el dique
flotante del Callao.[176] ​
Se fundó la Compañía de Bomberos
Voluntarios Unión Chalaca N.º 1, la
primera de su género en Sudamérica
(1860).[177] ​
Se expidió el primer Reglamento de
Carruajes.[178] ​
Se mejoró el sistema de correos,
estableciéndose el franqueo con
estampillas o «timbres de porte franco»
(1857).[173] ​
Se inauguraron en Lima los
monumentos a Simón Bolívar y a
Cristóbal Colón.[176]
Se instaló la Bolsa de Comercio de
Lima.
Se fundó el Club Nacional, el 19 de
octubre de 1855.[179] ​

Ramón Castilla en 1864.


Fueron promulgados el Código Penal y
el Código de Enjuiciamientos en materia
penal, el 1 de octubre de 1862, para que
rigieran a partir del año siguiente. Estos
códigos reemplazaron a la antigua
legislación penal española.[180] ​
Por ley del 24 de mayo de 1861 se
realizó el censo del país, que arrojó un
total de 2 487 916 habitantes en
1862.[181] ​
Se encargó en 1860 a Mariano Felipe
Paz Soldán la elaboración del Mapa
General del Perú. Paz Soldán presentó
un borrador y luego viajó a Europa para
grabarlo, con la exactitud y la perfección
requeridas. Se encargó también de la
edición del libro Geografía del Perú, de
su hermano Mateo Paz Soldán.[182] ​
Se crearon dos departamentos:
Cajamarca (por decreto del 11 de
febrero de 1855 y ratificado por ley del
30 de septiembre de 1862); y Piura (por
ley del 30 de marzo de 1861), ambos
desgajados del departamento de La
Libertad.[183] ​
La vida intelectual y, en particular, los
estudios jurídicos se enriquecieron, con
la aparición en 1860 de dos libros: el
Diccionario de la Legislación Peruana de
Francisco García Calderón Landa, y el
Tratado de Derecho Civil de Toribio
Pacheco y Rivero.[184] ​

Las elecciones de 1862


Finalizando el segundo gobierno de Castilla, se vislumbraba una porfiada lucha electoral entre
tres candidatos: el mariscal Miguel de San Román, el general Juan Antonio Pezet y el doctor
Juan Manuel del Mar; el primero contaba con el apoyo oficial del gobierno. Pero la lucha se
extinguió cuando falleció Del Mar, víctima de una repentina enfermedad, y cuando Pezet decidió
acompañar a San Román como candidato a la primera vicepresidencia. Los liberales apoyaron
también a San Román.[185] ​

Realizadas las elecciones, resultó elegido San Román como presidente; como primer
vicepresidente fue elegido el general Pezet, y como segundo vicepresidente, el general Pedro
Diez Canseco.[186] ​
Encargado del Mando (1863)

Efigie de Ramón Castilla en el


Panteón de los Próceres en Lima.

El presidente Miguel de San Román tuvo un gobierno efímero, pues falleció el 3 de abril de 1863,
tras apenas cinco meses de iniciado su mandato. De manera interina, Castilla asumió
nuevamente el mando de la Nación, pues ninguno de los dos vicepresidentes se hallaban
entonces en Lima (Pezet se hallaba en Europa y Diez Canseco en Arequipa). Castilla recibió tal
encargo por ser el oficial de más alta graduación del ejército.[187] ​

Muchos temieron que Castilla aprovecharía la ocasión para perpetuarse en el poder y hubo
alarma en los medios económicos. Pero cuando el 9 de abril regresó a Lima el segundo
vicepresidente Pedro Diez Canseco, Castilla le entregó tranquilamente el mando, de modo que
solo estuvo en el poder unos días. Diez Canseco, por su parte, ocupó también el poder de
manera transitoria, hasta el retorno del primer vicepresidente, Juan Antonio Pezet, que había
viajado a Europa por motivos de salud. Cuatro meses después, retornó Pezet y asumió la
presidencia el 5 de agosto; de acuerdo a la Constitución, debía culminar el período de San
Román.[188] ​
Últimos años
En 1864, Castilla fue elegido senador por Tarapacá y presidente de su cámara;[189] ​desde esa
posición condenó la política internacional del gobierno de Pezet con respecto a la agresión de la
escuadra española del Pacífico. Personalmente fue a Palacio de Gobierno para increpar con
bastante dureza a Pezet, por lo que fue apresado y embarcado al destierro, siendo conducido
hasta las playas de Gibraltar, en febrero de 1865.[187] ​Pero esta medida no favoreció al gobierno,
pues Pezet terminó siendo derrocado, gracias precisamente a la chispa revolucionaria que dejó
encendida Castilla, lo que daría lugar al surgimiento de figuras pertenecientes a la segunda
generación posterior a la independencia. En su ausencia se produjo el combate del Dos de Mayo
de 1866, última acción de la flota española en aguas peruanas, que fue celebrado como una
victoria por el Perú y sus aliados sudamericanos.

A su regreso al Perú, el 17 de mayo de 1866, Castilla fue homenajeado en Lima, ocasión en la


cual dijo al momento de alzar la copa: «Brindo, señores, por los viejos que conquistaron la
independencia y por los jóvenes que el 2 de mayo supieron consolidarla».[190] ​Pero se opuso al
presidente Mariano Ignacio Prado y fue deportado a Chile; desde allí, ya septuagenario, se
rebeló en defensa de la Constitución moderada de 1860, que el gobierno intentaba reemplazarla
por la Constitución liberal de 1867. Desembarcó en Pisagua (puerto de Tarapacá, entonces
territorio peruano) con una pequeña escolta, regresando al Perú con el propósito de encabezar
la revolución. Emprendió viaje por tierra hacia la ciudad de Arica, pero con la salud muy
resquebrajada y agobiado por el abrasante calor, falleció en el valle de Tiliviche, el 30 de mayo
de 1867. Sus últimas palabras fueron una oración elevada al Ser Supremo: «Señor, un mes más
de vida y habré hecho la felicidad de mi patria. No, algunos días más».[191] ​
Descendencia

Doña Francisca Diez Canseco de


Castilla, esposa del presidente
Ramón Castilla.

Casado con la dama arequipeña Francisca Diez-Canseco y Corbacho, hija del general Manuel
José Diez-Canseco Nieto y hermana de Francisco y Pedro Diez Canseco Corbacho, militares y
políticos. No tuvo descendencia en ella. Sin embargo, tuvo tres hijos naturales reconocidos (dos
antes de casarse y uno durante su matrimonio), y algunos señalan que hubo otros tres no
reconocidos.[12] ​

Los tres hijos reconocidos que tuvo antes de su matrimonio con Francisca, fueron los
siguientes:[12] ​

El primero, Manuel Castilla Cárdenas,


nacido en 1825, fruto de su relación con
María de Cárdenas Rivera. Este Manuel
contrajo matrimonio en 1850 con
Francisca Sotomayor y procreó un hijo,
Baldomero. A través del hijo mayor de
Baldomero, Dámaso Castilla Loayza, la
descendencia directa del Mariscal
continua hasta la actualidad.
El segundo, Federico Castilla, nacido en
1833 producto de sus relaciones con
Francisca Villegas. Llegó a ser capitán
de corbeta de la armada peruana y
murió repentinamente de una
enfermedad, el 31 de mayo de 1860,
dejando una bebé de tres meses, fruto
de su matrimonio con Dominga
Irribarren. La niña falleció también
algunos años después.
El tercero, Juan Castilla, nacido en 1851
de su relación con Carolina Colichón.
Desde los cuatro años (posiblemente a
causa del matrimonio de su madre)
vivió en casa de Francisca, quien lo crio
como a un hijo. Siendo adolescente,
Juan partió a Londres, París y Madrid a
estudiar, y se graduó de tenedor de
libros (lo que hoy se llama contador).
Cuando Castilla falleció en 1867, Juan
se hallaba en Londres y Francisca hizo
un esfuerzo enorme para que
mantuviera sus estudios. En 1870
retornó al Perú y se dedicó a los
negocios. Al estallar la guerra con Chile
se alistó en la defensa de Lima, y como
ayudante mayor del coronel César
Canevaro, murió en la batalla de San
Juan y Chorrillos, el 13 de enero de
1881.[192] ​
Asimismo, Castilla y su esposa criaron a dos sobrinas como si fueran sus hijas adoptivas: María
Mercedes y María de los Ángeles Diez Canseco de Olazábal. Ellas eran hijas de Manuel Diez
Canseco Corbacho, hermano de Francisca. Castilla las desposó con dos de sus secretarios: a
Mercedes con el doctor Manuel Yrigoyen Arias, quien llegó a ser un brillante diplomático, y a
Angelita con el capitán Manuel Velarde Seoane. La familia que más destacó fue la de los
Irigoyen Diez Canseco, que se ha prolongado hasta la actualidad.[12] ​
Efigie de Castilla

Monumento al Mariscal Ramón


Castilla, Plaza Chile, ciudad de
Buenos Aires.

En su obra Historia de la República del Perú, el historiador Jorge Basadre hace una memorable
efigie del Gran Mariscal Ramón Castilla, que pasamos a extractar.

Ramón Castilla es, en resumen, lo mejor de los primeros cincuenta años de la República
peruana. Es aquella figura a la que todos llaman taita (padre), el libertador del negro, el redentor
del indio, un hombre muy sencillo y del pueblo, y que llegó con su nombre muy adentro de las
multitudes. Patriota a carta cabal, su amor al Perú no solo fue de «palanganada» (fanfarronada),
sino que lo demostró en la práctica con creces, como militar y gobernante. Supo ser al mismo
tiempo caudillo y estadista, y trajo orden y prosperidad al Estado, por eso al grito de «¡Viva
Castilla!» la gente se iba a matar, y al mismo grito se hicieron y deshicieron revoluciones hasta el
mismo día de su muerte.[193] ​

Pero este mismo caudillo y estadista, que le tocó gobernar en medio de la prosperidad
económica del guano que a tantos enriquecieron, murió pobre y con deudas, y por ello el poeta
Carlos Augusto Salaverry dijo:[194] ​
La pluma de la historia
dirá un día,
Cuando su cetro la
verdad recobre:
"Fue tan patriota como
se podía,
Y aunque el oro a sus
plantas esparcía;
El pueblo le bendijo:
murió pobre."

«Leyendo su biografía cabe exclamar: "Aquí se aprende a triunfar". Ante el vencedor de Barón, de
Yungay, de Intiorco, de Cuevillas, de Pachía, de San Antonio, de Carmen Alto, de Izcuchaca, de La
Palma, de Arequipa, de Mapasingue, cabe decir: He aquí un guerrero peruano cuya exaltación
puede hacerse sin lamentaciones de "yaraví"». (Basadre).[194] [195]
​ ​

La casa de Castilla
Ya como presidente, Castilla tuvo dos casas en Lima: una en Chorrillos, probablemente en la
calle del Tren, y otra en la calle Divorciadas e Higueras (actual intersección de los jirones Cuzco
y Carabaya). La primera fue totalmente destruida por la barbarie chilena durante la guerra del
Pacífico, mientras que la segunda sobrevive hasta la actualidad, después de su ejemplar
restauración realizada entre 2004 y 2013. Es una antigua casa colonial que data del siglo xvii.
Castilla la adquirió en 1850, de la testamentaria de Mariano de la Puente, por 20 000 pesos. Tras
el fallecimiento de Castilla, su viuda Francisca Diez Canseco, agobiada por las deudas de su
esposo, vendió la propiedad por 30 000 pesos. Después de pasar por una serie de propietarios,
fue adquirida por el Estado, yendo a manos del INC (actualmente Ministerio de Cultura).
Declarada monumento histórico, alberga ahora a las instituciones dedicadas a exaltar la
verdadera trascendencia histórica del gran libertador así como el museo de sitio.[12] ​

Homenajes

La Tumba del Mariscal Ramón


Castilla, en el Panteón de los
Próceres en Lima.
Efigie de bronce de Ramón
Castilla, en la Plazoleta de La
Merced en Lima.

Por ley aprobada en el Congreso de la República el 25 de junio de 1867 se dispuso que el Poder
Ejecutivo tomara las disposiciones necesarias para los funerales de Castilla, que se realizarían
en Lima. El gobierno del coronel Mariano Ignacio Prado (contra el que se había sublevado)
ordenó gastar 16 000 soles en el mausoleo del Mariscal que debía llevar la inscripción: «El Perú
al Gran Mariscal Ramón Castilla». Una comisión del Congreso asistió a los funerales, y a la
viuda, doña Francisca Diez Canseco, le fue asignado un montepío como si su esposo hubiera
muerto en guarnición. La muerte de Castilla causó honda repercusión en todo el país y paralizó
por algún tiempo la ofensiva de los opositores al gobierno, previo al estallido de la revolución
que tumbó al gobierno de Mariano Ignacio Prado.[196] ​

Aparte de ese mausoleo suntuoso erigido en el Cementerio Presbítero Maestro, tardó mucho
tiempo en levantarse en el centro de Lima un monumento digno de la memoria del Gran
Mariscal. El primero fue inaugurado en 1915, en la Plazoleta de La Merced (Jirón de la Unión,
frente a la Basílica de La Merced), y fue obra del escultor limeño David Lozano. Este
monumento, de dimensiones modestas, representa una efigie pedestre de Castilla, en actitud
sencilla.

El 9 de diciembre de 1940, el teniente coronel del ejército argentino Raúl Aguirre Molina
pronunció el siguiente discurso al entregar una placa conmemorativa al monumento de Castilla
en Lima:[196] ​
En mi tierra, en su más
bello ambiente, el de los
gauchos, un criollo
conquista fama y
nombradía, cuando en
las justas camperas, no
pudiendo dominar la
ferocidad del redomón,
el jinete cae a tierra con
las riendas en la mano.
Castilla sublimizó la
proeza. Cuando su
trompa de órdenes tocó
¡Alto! Al final de la
jornada, el jefe hecho
pie a tierra, apoyó la
cabeza sobre el pecho de
su ayudante, y, como
buen soldado de
caballería murió con las
riendas en la mano.

El gran monumento representativo debió esperar más tiempo. En 1967, al celebrarse el


centenario de la muerte de Castilla, se eligió a la Plaza Unión (situada en el cruce formado por
las Avenidas Alfonso Ugarte, Argentina y Emancipación) como lugar donde debía erigirse la
estatua ecuestre del Gran Mariscal, cuya ejecución se encargó al escultor pisqueño José Luis
Peña y Peña. Era entonces Presidente de la República el arquitecto Fernando Belaúnde Terry y
alcalde de Lima el doctor Luis Bedoya Reyes. El monumento se inauguró en 1969 y se cambió el
nombre de dicho espacio público por el de Plaza Castilla, pero es un nombre poco usado
actualmente.

Notas

1. Tras Ayacucho, el comandante realista


Leandro Castilla y Marquesado
marcharía a España, donde años más
tarde combatiría en el bando carlista
durante la primera guerra de ese
nombre ("Espartero, su vida escrita por
D.M.H. y D.J.T.", p. 726).
2. Este famoso intercambio de palabras
entre Bulnes y Castilla lo ha
transmitido el Deán Valdivia, que se
basó en testimonios de los
participantes de la batalla. Castilla
habría así decidido la acción
culminante de la batalla, aunque
según la versión del coronel Antonio
Plasencia en su diario militar de
campaña, Castilla se limitó solo a
cumplir la orden de su superior, el
mariscal Agustín Gamarra, lo que en
esencia no desvirtúa lo dicho por el
deán Valdivia. En cambio, el
historiador chileno Gonzalo Bulnes
(hijo del jefe chileno), negó totalmente
esta versión, descalificando a Valdivia.
3. Para los ecuatorianos, esta campaña
militar de Castilla fue la segunda
invasión peruana sobre su territorio,
pues la primera habría ocurrido en
1829, al mando del presidente José de
La Mar; hay que señalar, sin embargo,
que en ese año no existía oficialmente
la república del Ecuador, sino que su
territorio entonces formaba parte de la
Gran Colombia.
Véase también

Batalla de Yungay
Guerra civil peruana de 1843-1844
Guerra civil peruana de 1856-1858
Guerra peruano-ecuatoriana (1858-
1860)

Referencias

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Rosay.
Enlaces externos

Wikimedia Commons alberga una


categoría multimedia sobre Ramón
Castilla.
Ramón Castilla (https://www.youtube.co
m/watch?v=DQ1-vv1o3iM) del
programa de TV "Sucedió en el Perú"
Carta de Ramón Castilla a San Martín en
1848
Carta de Ramón Castilla a San Martín en
1849
Datos: Q1763351
Multimedia: Ramón Castilla (https://c
ommons.wikimedia.org/wiki/Category:
Ram%C3%B3n_Castilla) / Q1763351 (h
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