Si haces electrónica, no te llames músico Llegas a un concierto y, en un inmenso escenario, solo hay un hombre y un ordenador. ¿Es un músico? No, él hace electrónica. La definición de música es un proceso complicado, por eso, mi latente egolatría quizás me lleve a realizar afirmaciones categóricas que son, de hecho, muy refutables. Pero no con el mecanismo de la guillotina en la mano, aquí no pretendo ser correcto y, si se me permite, trato de ser tajante. Por eso jamás consideraré músico al que toma el sendero de la electrónica; electrónica por cómo la entendemos hoy en día. En los años 60, un claustro de científicos locos inventó el nuevo paso en la evolución instrumental: el sintetizador. Aquella máquina de infinito cableado creaba sonidos inalcanzables desde cualquier otro instrumento, pero siempre con la interacción del instrumentista. El artefacto seguía utilizando el mundo físico para generar sonido a través de osciladores, filtros y maravillosa electricidad. Lamentablemente, todo el mundo quería uno, así aparecería el secuenciador y el archienemigo de la interpretación musical: el sampler. Todo sonido existente en la naturaleza debía ser grabado, procesado e introducido en uno de estos sintetizadores que, entonces, se desligaban del mundo tangible. Con presionar una tecla podías emular desde un piano hasta una flatulencia inducida por una majestuosa resaca; todo eran posibilidades y ninguna merecía la pena. Así llegamos al día de hoy, donde la electrónica se ha adueñado del pop, donde el instrumentista ha dejado de ser necesario y se ha visto sustituido por su homólogo digital. Las bases han desplazado al batería como los samplers y los secuenciadores han eliminado al músico. Sí, digo músico, porque tocar botones con sonidos grabados no es hacer música y tengo varios motivos: El “sampleo” o utilización de sonidos pregrabados es una enfermedad ya crónica de imposible eliminación; o mi pesimismo, al menos, me hace creer eso. Tocar un solo botón o una sola tecla emite decenas de notas, armonías, melodías y ritmo en una sola acción. Lo que produce sí es música, cumple las normas (más o menos), pero no se puede considerar músico al que lo ejecuta. Básicamente, se ejecuta con independencia, él da la orden y las notas comienzan a danzar solas, ¿o acaso el que gira la manivela del organillo es músico? No, vende barquillos de galletas. Si me lo pienso un par de veces, quizás hasta dude de que ese sonido autónomo pueda ser incluso denominado “música”, es decir, sonidos organizados con armonía, melodía, ritmo y una función estética. La armonía puede ser inexistente y la función estética un recuerdo de cuando la música era real. Busca la efectividad, la atención, pero carece de la complejidad que la ordenación de sonidos requiere para poder ser tratada como música. La mayoría de la música electrónica −salvo los movimientos independientes y experimentales que vivimos ahora− hace acopio de creaciones ajenas. Remixes de temas ya compuestos, samples de otros temas introducidos en sus creaciones, etc. Y por no hablar de la cantidad de plagios que existen en la música electrónica. Si es que es lógico, cuando no necesitas ser músico para hacer música, no tienes por qué saber componer. ¿Democratización o vulgarización? Todos sabemos que un músico demuestra su talento en directo, sobre las tablas de un escenario. Con la música electrónica, el término directo se desvirtúa. Tenemos a los que lo hacen bien, como The Prodigy, y quien puede tener sus aparatos desenchufados, como Justice o Disclosure, y seguir dando espectáculo. Ambas polémicas sacaron a la palestra que sus conciertos pudieran estar pregrabados, pero, ¿no es, de por sí, un género cuyas armas residen en la música ya grabada? No la generan en el instante, como un instrumento analógico. Es el culmen de la vagancia y el despropósito, simular que pinchas. Ya olía mal que David Guetta se dedicara un concierto entero a sonreír con el puño en alto sin tocar un solo botón. A grandes rasgos, el artista electrónico es un técnico de sonido envidioso por ser el centro de atención en un escenario. El mérito que tienen es igual que el de un técnico en un concierto real, solo que este debe lidiar con lo impredecible de un músico tocando instrumentos de verdad. Así que piénsalo, si pagas una entrada para ver a Skrillex o a Avicii, por ejemplo, que sepas que estás pagando por ver al técnico de sonido de un concierto que ya ha sucedido. ROA, José. 2014. “Si haces electrónica, no te llames músico”. Habla tu música. Consulta: 13 de mayo de 2017. <http://hablatumusica.com/opinion/electronica-no- llames-musico/> Simeon Coxe de Silver Apples: "La música electrónica siempre fue la evolución natural del rock" […] ¿En algún momento de los años sesenta eras consciente de que estabas abriendo el camino de la música electrónica? Simeon: Nunca lo pensé. Incorporar los osciladores [aparatos que generan sonidos a partir de impulsos eléctricos] fue parte de un proceso creativo que tenía como objetivo eliminar las guitarras y los bajos. Junto al baterista Danny Taylor, quien integró Silver Apples conmigo, quería crear música divertida. Algo que la gente pudiera bailar y escuchar cuando quisiera. No apuntaban a ser originales… S: Buscábamos nuestra propia identidad musical. En esa época, muchos artistas tenían la intención de incorporar sonidos electrónicos al rock and roll, pero ni siquiera los conocíamos. Tampoco nos influenciaron. ¿A qué artistas les atribuirías una influencia directa en tu música? S: Yo viví mi infancia en Tennessee y disfrutaba mucho del bluegrass y el country. Nunca me interesó el jazz, por ejemplo, pero hacia la adolescencia me centré en el R&B. Artistas como Fats Domino, Big Mama Thornton, Little Richard, Joe Turner, Chuck Berry, todos ellos me impactaron en su momento y guiaron mis posteriores creaciones. En forma especial Fats Domino, por su simplicidad al combinar melodías y ritmos. En 1968, cuando lanzaste tu primer álbum, la escena musical estaba dominada por The Beatles, The Rolling Stones y otras bandas de rock and roll y pop. S: Las bandas que mencionas siempre me parecieron interesantes como un fenómeno popular. Sin embargo, no me llamaban mucho la atención. Solía decir que su propuesta era de música ‘chiclosa’, pegajosa pero hecha para el entretenimiento. Al año siguiente del disco debut, publicaste un segundo álbum, “Contact”. Luego, Silver Apples desapareció durante más de dos décadas. ¿Por qué sucedió esto? S: Nunca entendí bien por qué. Simplemente pasó. Yo decidí dedicarme a mi pintura y a realizar exhibiciones en varias galerías de Estados Unidos. Danny [Taylor] también se dedicó a sus asuntos. Solo estuvimos de acuerdo en que si no podíamos ser los Silver Apples, entonces era mejor olvidarnos de la música. Y así lo hicimos hasta 1996. Precisamente, a mediados de los años noventa se reencontraron. S: Sí. Un sello discográfico de Alemania redescubrió nuestros primeros álbumes y decidió lanzar un disco no oficial que incluía todas estas canciones que hice en los años 60. El interés por nuestra música creció. Muchos disjockeys solicitaban las canciones de Silver Apples y decidí resucitar el dúo. Muchos artistas y bandas contemporáneas consideran a los Silver Apples como una influencia musical ineludible. ¿Tú disfrutas de la música actual? S: Realmente amo todo lo que escucho. Diría que soy el peor crítico musical que puede existir [risas]. Sin duda, hay propuestas actuales que destacan y entre ellas está Portishead. Es una banda que está muy adelantada al resto. ¿Existe algún género musical que no te llame la atención? S: Me gusta el punk, me gusta el noise, me gusta Mozart. La música es una sola para mí y disfruto mucho al escucharla en todas sus formas y géneros. Tal como sucedió con Silver Apples en los años noventa, hoy vivimos un redescubrimiento de las raíces musicales. Eso es totalmente positivo para la música electrónica, que aún está en su primera infancia. ¿Dirías que Silver Apples representa a las raíces de la música electrónica? S: Bueno, eso es algo que me dicen constantemente [risas]. Creo que toda la música evoluciona y yo me siento honrado de que los críticos y musicólogos pongan mi nombre en la historia de la música popular. Pero reitero: yo solo quería divertirme. Aprovechaste la tecnología disponible en tu época para crear algo original. ¿Qué expectativas tienes sobre el futuro de la música? S: Creo que la música electrónica es la evolución natural del rock and roll, como lo fue el rock and roll para el blues, y así sucesivamente. Con la tecnología del futuro se generarán sonidos inimaginables al día de hoy. Tengo mucho optimismo en ello, porque aún no hemos visto nada. ALAYO, Fernando. 2015. “Simeon Coxe de Silver Apples: ‘La música electrónica siempre fue la evolución natural del rock’”. Tercer parlante. Consulta: 13 de mayo de 2017. <http://elcomercio.pe/blog/tercerparlante/2015/11/simeon-coxe-de-silver-apples-la-musica-electronica-siempre-fue-la-evolucion-natural-del-rock>