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Queda prohibida la distribución de esta traducción sin la

aprobación expresa del grupo Traducciones Ganimedes, además esta


obra es de contenido homoerótico, es decir tiene escenas sexuales
explicitas hombre/hombre, si te molesta este tema no lo leas, además
que su contenido no es apto para cardíacos.
VILLA BRAC

Libro 1 – Dulce deleite

Libro 2 – Secretos silenciados

Libro 3 – Besando a Reno

Libro 4 – El Fire de Rio

Libro 5 – Calor en aumento

Libro 6 – Las lecciones de Keaton

Libro 7 – Frisco James

Libro 8 – Forjado en Steele

Libro 9 – El deseo de Jordan

Libro 10 – El cowboy de Valentino


RESUMEN

El doctor Valentino Prayze era nuevo en villa Brac, sólo había


estado allí unos meses. Era el veterinario local y amaba su trabajo.
Pero cuando recibe una llamada de los Lakeland para revisar a uno de
sus caballos, Valentino encuentra más de lo que esperaba.

Abe ayudó a los shifter a rescatar a Cole y Curtis, y sabía que no


podía quedarse y enfrentar la ira de su tribu. Después que Malcolm
acepta que Abe se quede en el rancho, se encuentra con que la vida no es
lo que él había imaginado que sería fuera de su tribu.

Había estado pasando el tiempo, teniendo solo un poco de


diversión en su solitaria vida cuando coqueteaba con los hombres
Lakeland. Ahora hay mucho en juego y el coqueteo en realidad significa
algo cuando se da cuenta que el veterinario es su pareja.

Pero cuando pierde su cartera después de que accidentalmente


aparece en el armario de alguien, no sabe que es el jefe de los Cazadores
de Vampiros el que la encuentra y que ahora tiene sus miras puestas en
Abe.
Capítulo 1

Valentino atrapó al gatito antes de que pudiera escurrirse


fuera de la mesa. La pequeña bola de pelo naranja era rápida,
pero su fuga fue de corta duración. Los reflejos de Valentino
como shifter eran rápidos. —Amiguito, no tan rápido. Lo sé, lo sé.
A nadie le gusta recibir las vacunas. Pero confía en mí, si no dejas
que te las ponga, los pequeños gusanos comenzarán a tocar los
bongos.

—Tienes tacto con los animales —la señora Turnham


comentó mientras le daba a Valentino una cálida sonrisa—. Señor
Bubbles tiene bastante personalidad y, a veces es difícil calmarlo.

Valentino sería un infierno luchador también si alguien lo


hubiera nombrado Señor Bubbles. Pobre gato iba a tener un
complejo cuando se hiciera mayor, sobre todo porque el pelo de
la señora Turnham combinaba con el color de la piel de su gatito.

Ah, bueno. No había nada que pudiera hacer sobre el


nombre del pobre gatito. Lo único que podía hacer era
asegurarse de que siguiera sano. El señor Bubbles iba a tener que
ver a un psiquiatra acerca del daño psicológico que la señora
Turnham le estaba causando. Esa no era su área de experiencia.

—Todo listo. —Le dio al gatito un golpe suave en la cabeza


antes de devolverlo a su dueña—. Lo veré en tres semanas. Vaya
al mostrador para conseguir su próxima cita con Damon.

La señora Turnham metió al gatito en su bolsa rosa brillante


y salió de la sala de examen. Valentino hizo algunas notas en el
expediente del señor Bubbles antes de ir a la siguiente sala de
examen. Se metió su pluma en la bata de médico y le sonrió a
Terminator, un pitbull marrón y blanco.
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—¿Cómo estamos hoy?

Terminator dio un gruñido de advertencia. Siempre lo hacía


cada vez que Valentino entraba. Era un shifter puma, un gato, y
Terminator siempre pensaba que podía intimidar a Valentino. El
perro lo intentaba en cada ocasión.

—Eres al único que gruñe —el señor Roland, el dueño del


perro declaró—. Él es generalmente muy tranquilo con todos los
residentes de aquí.

Eso era porque la mayoría de los residentes eran lobos.

—Quizás es porque soy el que le quitó sus bolas —dijo a


manera de explicación, mientras señalaba a la mesa de
exploración. No iba a decirle al hombre que él y Terminator
estaban teniendo un concurso de meadas. Valentino se preguntó
cuándo el pit bull iba a reconocer que no iba a ganar. El perro
iba a ser revisado... por un gato.

Dio un paso atrás mientras el señor Roland llevó a


Terminator arriba de la brillante mesa.

—Nunca lo pensé de esa manera —el señor Roland


respondió—. Supongo que tiene sentido.

—Por supuesto que tiene sentido. —Valentino miró el


expediente de Terminator, Damon le tomó los signos vitales
cuando el pit bull llegó—. Ha ganado un poco de peso, pero eso
es de esperar después de la castración. —Dejando el expediente,
examinó al perro.

Terminator gruñó durante todo el examen.

Cuando trató de examinar la cicatriz quirúrgica en donde


las bolas del perro solían colgar, Terminator giró la cabeza y
Valentino se movió fuera del camino justo a tiempo para no ser
mordido.

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—Terminator —el señor Roland lo regañó mientras
palmeaba al perro en el cabeza—. No puedes morder al
veterinario.

Valentino miró a Terminator.

Terminator lo fulminó con la mirada.

—Está bien —respondió Valentino y luego le sonrió al


perro—. Está enojado porque le quité su loca noche del viernes.

El señor Roland se rio. —Y ese es exactamente el motivo por


el cual tuve que castrarlo. Ya estaba cansado de todas las
quejas. Parece que sin importar lo bien que estuviera encerrado,
Terminator encontraba la manera de escapar y recorrer el
vecindario.

—Sí, bueno —dijo Valentino cuando se giró hacia el señor


Roland—. No se sorprenda si algunas mamás con bebés
aparecen en su puerta. Fue un perro muy ocupado antes de que
sus pequeños festines fueran cerrados.

—Supongo que tendré que amordazarlo —el señor Roland


dijo mientras seguía riendo—. A pesar de lo enojado que esta,
aún tiene que ser examinado.

Valentino agarró la jeringa preparada que iba a necesitar


mientras el dueño sostenía el hocico del perro. Eso era una buena
cosa.

Si Terminator le mordía, Valentino le mordería en respuesta.


Con el buen carácter que el señor Roland tenía, estaba bastante
seguro de que el hombre se asustaría si viera los caninos alargarse
en la boca de Valentino.

Una vez administrada la inyección, Valentino rápidamente


terminó de examinar a Terminator. —Parece que se está curando
bien.

—Gracias, doctor Prayze.

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El señor Roland se fue con Terminator después de que el
examen terminara.

Valentino terminó el expediente y estaba listo para ir a su


próximo paciente cuando Damon interrumpió.

—Malcolm Lakeland llamó —Damon dijo, asomando la


cabeza en la habitación—. Tienes que ir al rancho a revisar a uno
de sus caballos llamado Buster.

Valentino le dio clic a la pluma para cerrarla y la puso en el


bolsillo de su bata.

—¿Te dijo lo que le pasaba a Buster?

—El caballo no está apoyando bien una pata.

Valentino le entregó los expedientes a Damon y se quitó la


bata, colgándola fuera de la sala de examen. —Vas a tener que
terminar por mí.

Había conocido a algunos de los hombres Lakeland en el


pueblo, pero esta sería la primera vez que Valentino iría al
rancho. No había sido el veterinario de Villa Brac por mucho
tiempo. Valentino sólo había estado aquí un par de meses y en
ese lapso de tiempo alguien intentó quemar su clínica.

Más tarde supo que era un psicópata, y que no tenía nada


que ver con él. Pero esa era una jodida manera de empezar en
este pueblo.

Gracias a Dios la gente del pueblo se había puesto manos


a la obra y donado una gran cantidad de material para la
reconstrucción. Había estado funcionando después de solo unas
semanas del incendio. Tomando su maletín Valentino se dirigió
hacia su carro. Algunas personas le dijeron que tenía que invertir
en una camioneta, pero le gustaba su pequeño Focus negro.
Todo lo que necesitaba cabía en la cajuela.

No veía la necesidad de deshacerse del carro.

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Mientras conducía al rancho de los Lakeland, el estómago
de Valentino comenzó a quejarse. Miró su reloj para ver que eran
pasadas las dos de la tarde. Una vez más había trabajado
durante el almuerzo y ahora estaba hambriento. Cuando
terminara aquí iría al pueblo y comería algo.

Valentino se detuvo en la entrada del rancho de los


Lakeland entre muchas camionetas, rodó los ojos, él no
reemplazaría su carro.

Tomando su maletín, Valentino salió y se dirigió hacia el


establo. Estaba muy seguro de que los osos sabrían que estaba
aquí así que no había necesidad de ir a buscar a nadie.

Entrando en el establo, los ojos de Valentino recorrieron el


lugar, el olor del heno fresco y animales llenaron sus pulmones.
Espantaba a unas cuantas moscas que zumbaban, cuando vio a
Riley Lakeland y se dirigió hacia él.

—Doctor Prayze —Riley dijo y se acercó y le estrechó la


mano—. Me alegro de que hayas podido venir tan pronto.

—No hay problema —respondió mientras veía hacia las


muchas caballerizas—. Estaba terminando con un perro sin bolas.
Me venía bien un poco de aire fresco.

Riley le dio una mirada interrogante antes de mostrarle que


caballo era Buster. Valentino estaba acostumbrado a que la
gente lo viera con extrañeza.

Le decían que tenía un trato extraño con los pacientes.


Francamente, Valentino estaba siendo él mismo. Sabía que era
un poco peculiar, pero se mantenía entretenido.

—¡Pa me envió aquí para ayudarte!

—Ahora no, Abe —dijo Riley por encima del hombro—.


Aquí está el veterinario. Ve a ver si alguien más necesita ayuda.

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Valentino se giró para ver con quién hablaba Riley y tuvo
que verlo de nuevo. El rubio ahí de pie le recordó a Valentino a
un travieso ángel juguetón. Los ojos del chico eran del color de un
día despejado de verano y su sonrisa hizo que el corazón de
Valentino se saltara un latido.

¿Habría visto otro conjunto de labios que hubieran sido


hechos tan perfectamente para besar? Estaban llenos, deliciosos
e imágenes muy traviesas llegaron a su mente. Sabía que estaba
evaluando abiertamente al hombre, pero Valentino nunca había
conocido a un chico que se viera tan malditamente hermoso.

Valentino sonrió ampliamente y el pequeño jovencito se


volvió de siete tonos de rojo. Ahora ese era un aspecto que
realmente le gustaba. Le decía que el pequeño hombre estaba
muy interesado en él, lo cual era genial teniendo en cuenta que
Valentino estaba muy interesado en el chico.

—Abe —Riley dijo chasqueando los dedos en la cara del


hombre—. ¿Me has oído?

Los párpados de Abe revolotearon rápidamente mientras


miraba de Valentino a Riley. Valentino dio un gemido inaudible
cuando vio los ojos azul aciano1 del hombre. —¿Qué has dicho?

Abe estaba mirando directamente a Valentino, ni una vez


prestó atención a Riley.

—Lo siento, doctor Prayze. Abe tiende a ser un poquito más


amigable —dijo Riley a Valentino mientras se dirigía a Abe—.
Puedes ir a trabajar y yo me encargo de él.

Valentino apartó los ojos del sexy hombre cuando metió la


mano en su maletín. Había trabajo que hacer, pero eso no quería
decir que no podía ir a buscar a Abe una vez que lo hiciera.
Valentino estaba muy interesado. Su cerebro ya estaba

1
Cornflower blue, aunque cornflower es una flor, el cornflower blue es un color que se obtiene con
azul, un poco de verde. Como a la flor cornflower se le conoce como aciano ese se utilizará.

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empezando a imaginar lo que él y el pequeño diablillo podían
hacer juntos si Abe le daba una oportunidad. Y por la forma
como el pequeño chico lo miraba, sin duda iba a tener una
oportunidad.

—Pero no estoy haciendo nada malo —Abe protestó


dando un pisotón en el suelo—. Yo no coqueteo con él ni traté de
conseguir su número de teléfono ni nada. ¿Por qué me estás
echando?

—Porque eres una gran distracción —Riley respondió, su


tono lleno de diversión. Valentino frunció el ceño al sentir los celos
que lo atravesaban.

Es cierto que el pequeño hombre era atractivo, pero ¿por


qué sentía una fuerte emoción por un extraño? La vida sexual de
Valentino había sido menos que estelar, pero nunca estuvo
celoso, sobre todo cuando ni siquiera se había acostado con el
hombre. Por cierto era una emoción muy peculiar.

Valentino se enderezó, sin saber lo que estaba haciendo y


jugando con la idea de ir por Abe. El hombre lo valía totalmente.
—Ven aquí, Abe —dijo en un tono casual, aunque sentía
cualquier cosa menos tranquilidad hacia el hombre. Quería
devorar a Abe—. Necesito tu ayuda.

—¿En serio? —preguntó Riley, sus cejas oscuras en lo alto


de la frente—. Pero Abe no tiene experiencia médica, doctor
Prayze.

Valentino lanzó un par de guantes de látex a Abe. —No


necesita ninguna, Riley. Todo lo que tiene que hacer es estar aquí
y verse hermoso. —Valentino tenía un fuerte impulso de
ronronear. Sin embargo no estaba seguro de por qué. El lado
coqueto de él salía, un poco demasiado fuerte.

Los ojos de Riley se abrieron cuando Abe se rio. Cuando el


pequeño sexy jovencito se acercó a Valentino, sus sentidos se

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volvieron locos. Su aliento se congeló en sus pulmones, su corazón
se aceleró, las manos le sudaban y su boca se secó.

Abe se detuvo y se estremeció. Miró a Valentino, como si


acabara de descubrir la olla de oro al final del arco iris. Los ojos
azul aciano de Abe se abrieron como platos mientras miraba a
Valentino. —T-tú eres mi pareja.

—Wow —Riley dijo mientras daba un paso hacia adelante,


moviendo el dedo hacia Abe—. Esto no es algo para que
bromees, Abe. Sabes que el apareamiento es una cosa muy
seria.

—Él no está bromeando —Valentino respondió mientras


acortaba la distancia y ponía su mano sobre la mandíbula de
Abe. Le sonrió al fey antes de darle a su pareja un suave beso en
los perfectos labios—. Soy el doctor Valentino Prayze. Ahora, sexy,
ven a ayudarme con este caballo.

—¡Pa! —Riley gritó mientras salía del establo—. No vas a


creer esto.

Los ojos de Valentino estaban clavados en el sexy dios


rubio cuando Abe caminó hacia él. Sabía que tenía un trabajo
que hacer, pero infierno si podía apartar los ojos del magnífico
hombre. Se había sacado la lotería, porque su pareja era
impresionante.

—Riley tiene razón —Abe dijo mientras sus ojos se dirigieron


hacia Buster—. No tengo ni idea de cómo curar a un caballo.

—Y yo estaba hablando en serio —dijo Valentino mientras


se apoyaba en la caballeriza, recorriendo con la mirada al
pequeño y sexy hombre—. Todo lo que tienes que hacer
pequeño cowboy es estar aquí y verte hermoso. Estoy bastante
seguro de que a Buster no le importará. —Seguro como el infierno
que no le importaba, aunque terminar el examen sería muy difícil
para él. Su concentración estaba casi perdida.

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Las cejas rubias de Abe se arrugaron. —¿Cowboy?

—Eso eres, Abe. —Valentino se acercó a Buster,


recordando que tenía un paciente. Metió la mano en su maletín y
sacó los guantes—. Trabajas en un rancho, ¿verdad?

—Bueno, sí. —Abe parecía como si estuviera tratando de


conectar los puntos. Se mordía el lado de su lleno labio, las cejas
profundamente fruncidas. Valentino se rio entre dientes mientras
revisaba la pata de Buster. Vio una laceración y comenzó a
examinarla. Parecía que Buster se había cortado la pierna en una
valla o con otro objeto. No parecía lo suficientemente profunda
para requerir puntos de sutura. Eso era una buena cosa. Algunos
antibióticos y vendar la pierna debería hacer el truco.

—¿Todavía crees que no eres un cowboy? —preguntó


mientras trabajaba.

Buster trató de liberar su pierna, pero Valentino mantuvo un


firme control. Ahora no iba a ser superado por otro animal.

—Trabajo en un rancho —Abe finalmente respondió y


Valentino podría decir que el hombre todavía no estaba
convencido—. Pero no soy un cowboy. Infiernos, aún tengo
miedo de acercarme a los caballos grandes.

Valentino miró a Buster, dándole al caballo su más seria


expresión. —Un empleado que tiene miedo de los caballos. ¿Es
eso cierto, Buster?

Abe se acercó más a Valentino con pasos cautelosos. —El


caballo no puede responderte. —El tono de su pareja estaba
lleno de diversión—. Buster no es un shifter.

Valentino se puso una mano en el pecho, jadeando. —Me


mentiste, Buster. Me siento tan usado.

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Abe empezó a reír graciosamente2. El sonido trajo una
sonrisa al rostro de Valentino cuando terminó con el caballo.
Estaba contento como el infierno de que su pareja no fuera un
estirado imbécil. Eso hubiera hecho las cosas difíciles, a Valentino
le gustaba reírse y divertirse. A pesar de ser un puma depredador,
sus garras no salían a menos que fuera necesario.

A pesar de su dura educación, era demasiado relajado


para toda esa basura de macho Alpha. Podía defenderse,
entonces ¿por qué tratar de probarlo todo el tiempo? La vida era
muy divertida para tener un palo en el culo. «¿Mi querido viejo padre se
avergonzaría si pudiera verme ahora?».

Se quitó los guantes y los echó en su maletín para tirarlos


después.

—¿Dónde está tu sombrero de cowboy? —Valentino


bromeó mientras se levantaba—. Me encanta un hombre con un
sombrero Stetson. —Acarició el cuello de Buster, pasó su mano
sobre la cara del caballo y, luego tomó su maletín—. Te verías
caliente con espuelas. —No estaba seguro de por qué se estaba
burlando de su pareja. Quizás le gustaba ver el profundo sonrojo
que adornaba las mejillas del hombre.

Su gato ronroneaba cuando Valentino finalmente se


acercó a Abe, dándole una larga mirada al chico. Era de baja
estatura, delgado y tan rematadamente lindo. Los labios de Abe
se separaron mientras inclinaba la cabeza hacia atrás para mirar
a Valentino y pudo ver que el hombre estaba jadeando un poco.
Oh, bueno, el chico se ponía nervioso fácilmente.

Esto iba a ser divertido.

—¿Te vas? —preguntó Abe, casi en estado de pánico.


Valentino no estaba seguro de lo que estaba pasando o por qué

2
Gigling, descrita como risita, risa nerviosa, tonta, ridícula, comúnmente asociada a la risa de las mujeres o de
los niños, se decide describirla como graciosa.

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Abe parecía que estaba a punto de desmayarse. Era una
reacción muy extraña.

—Tengo que volver al trabajo. ¿Vives aquí? —Valentino hizo


un gesto hacia la gran casa de estilo victoriano que se podía ver
desde el establo. No le gustaba el pánico que veía en el rostro de
Abe y quería tranquilizar al chico. Realmente tenía que volver al
trabajo, pero Valentino quería que Abe supiera que iba a
regresar.

—Sí.

Le dio a Abe una amplia sonrisa antes de entrar en el


espacio del hombre y acunar su mandíbula. —Entonces sé dónde
encontrarte. —Lamió un largo camino sobre el labio inferior de
Abe, y oyó el pequeño jadeo del Fey cuando Valentino le dio
otro beso —uno más largo esta vez. Finalmente, se apartó y miró
a su pareja—. Bésame de nuevo, cowboy.

Valentino podría decir que Abe quería besarlo. Podía sentir


el deseo arder entre ellos, pero los labios de su pareja estaban
rígidos. Abe abrió, llevando su lengua a la boca de Valentino y
casi lo asfixia. Puso su mano sobre el cuello del fey, calmándolo.
—Nadie te ha enseñado la forma correcta de besar —Valentino
apretó los dedos juguetonamente contra el cuello de Abe—, o yo
soy tu primero. ¿Qué es?

Abe miró a Valentino por debajo de sus rubias pestañas,


con una sonrisa muy seductora en su rostro. —O quizás quiero
jugar duro para lograr que me caces —dio un paso atrás, girando
y golpeando su trasero—. Supongo que tendrás que averiguarlo.

¡El pequeño diablillo se fue!

Se rio entre dientes mientras veía irse a su pareja. El hombre


tenía fuego. A él le gustaba eso. Valentino presionó la palma de
la mano en su pene mientras se mordía el labio inferior. Oh, cómo
quería a ese hombre.

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Iba a ser divertido atraparlo.

Mientras tanto, tenía que hablar con Malcolm y asegurarse


de que no hubiera nada más que el oso necesitara antes de irse.

Abe entró en la casa, presionó su espalda contra la pared


y tomó una respiración profunda y temblorosa. Tenía que calmar
sus alterados nervios. A pesar de que había emitido el reto a su
pareja, Abe era un desastre. Hubo muchos momentos en los que
había coqueteado con los hombres de este rancho, pero nunca
habían significado nada para Abe y no le había molestado el
que lo rechazaran.

Había estado pasando el tiempo, teniendo solo un poco


de diversión en su solitaria vida cuando coqueteaba con los
hombres Lakeland. Ahora había mucho en juego y el coqueteo
en realidad significaba algo. Era increíble cómo había pasado de
ser un hombre abierto a un hombre que se esconde en la casa
en un abrir y cerrar de ojos.

Y su pareja básicamente le dijo que era un mal besador.


Abe se sentía mortificado. Había bromeado y provocado a
Bryce, haciendo que el oso creyera que era mundano. Eso había
sido un cuento chino que iba a volver a morderle en el culo
porque Abe no sabía absolutamente nada de estar con otro
hombre.

Abe gimió cuando los gemelos entraron en la sala.


Normalmente amaba sus travesuras y pasar el rato con ellos, pero
ahora no quería ser molestado. Chauncey y Chance eran
inofensivos, pero Abe necesitaba averiguar lo que iba a hacer.

No quería que Valentino le dijera de nuevo que era un mal


besador. Quería ser todo lo que el shifter puma quisiera en una

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pareja. Abe tenía que averiguar lo que Valentino quería, además
de un cowboy.

Eso era algo que Abe nunca había sido. Él era un elfo del
Bosque que ayudaba a los Lakeland afuera y ellos lo mandaban
adentro. Pasaba la mitad de su tiempo huyendo de los animales.
Si sólo tuviera el don para las criaturas que Sterling tenía. El
humano tenía una especial habilidad con los animales que Abe
envidiaba en este momento.

—Entonces, escuchamos que finalmente encontraste a un


hombre con el que puedes coquetear y que no te va a apartar
—dijo Chance mientras se dejaba caer en el sofá—. Por otra
parte podría, pero él es todo tuyo.

Abe se giró para salir cuando vio a su pareja caminar hacia


su auto. Se quedó de pie tras la puerta de malla mientras,
finalmente, tuvo una oportunidad de ver al hombre sin trabas.
Valentino tenía el cabello color marrón oscuro que parecía estar
parado en todas direcciones, ojos color gris, y una barba de
candado3 que excitó a Abe. Valentino era fuerte y viril, sexy
como el pecado, y Abe se sintió como si fuera a quedarse corto
en comparación.

—¿Asustado? —Chauncey bromeó mientras daba un paso


por detrás de Abe.

—En tus sueños —Abe respondió—. ¿Alguna vez he pasado


como alguien que les tenga miedo a los hombres?

El oso apoyó su brazo contra el marco de la puerta,


mirando a Abe con una sonrisa traviesa. —Entonces, ¿qué estás
haciendo aquí?

—Tiene miedo —dijo Chance—. Decía toda esa mierda y


coqueteaba con todo el mundo en el rancho. Pero ahora,

3
Goatee. En algunos lugares conocida como barba de chivo.

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cuando es el momento de dejar de alardear y llevarlo a la
prática4, el pequeño Abe está temblando.

—Gallina —Chauncey susurró con una sonrisa—. Sé que


preferirías tener a un oso como pareja. —Chauncey se pasó la
mano por el pecho en un claro gesto—, pero estoy tomado. Vas
a tener que arreglártelas con un gato.

—No te hagas ilusiones —respondió Abe—. Serías el último


en quien pensaría.

—Entonces demuestra que no tienes miedo de ir a hablar


con tu pareja —lo desafió Chauncey—. Ve a coquetear con el
hombre.

—Él tiene mucho trabajo que hacer —Abe le dio la débil


excusa—. Algo de lo que no sabes nada.

—Ahí me has agarrado —dijo Chauncey—. Pero al menos


yo no tengo miedo de hablar con mi pareja.

Sin pensarlo, Abe estrelló la mano contra la puerta y se


dirigió fuera de la puerta de malla. Bajó los escalones de la
entrada y fue directamente hacia Valentino. Le demostraría al
molesto oso que él no tenía miedo de coquetear con su propia
pareja.

Pero cuando Valentino se giró y miró a Abe con esos ojos


gris oscuro, la confianza de Abe hizo las maletas y se fue del
pueblo. Se quedó allí sintiéndose como un gran tonto mientras
veía al guapo hombre.

—¿Has venido a darme ese beso? —Valentino preguntó


mientras cruzaba los brazos sobre su pecho y se apoyaba contra
el carro—. Mis labios están preparados y listos, mi pequeño
cowboy.

4
La frase que utiliza la autora es “to put his money where his mouth is” que significa literalmente “poner el
dinero donde se tiene la boca”, que significa llevar a la practica lo que se dice fanfarroneando.

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Abe tragó saliva, la boca cada vez más completamente
seca mientras se frotaba las palmas de sus manos en sus jeans.
Literalmente podía sentir los ojos de los gemelos clavados en su
espalda.

—Oh, vamos —dijo Valentino con una sonrisa


devastadoramente linda—. ¿No tendrás miedo de besarme, o si?

Abe abrió la boca y el ruido más extraño salió de entre sus


labios. No estaba seguro de lo que era, pero podía sentir su cara
ardiendo de vergüenza. El ruido era casi como un chillido y un
eructo combinado.

La cabeza de Valentino se echó hacia atrás mientras sus


cejas se alzaron. —No estoy seguro de si eso fue un sí o un no.

Abe estaba total y absolutamente horrorizado. ¡Tenía que


escapar! Podía oír a los gemelos riendo detrás de él y su pareja lo
veía como si Abe fuera un pequeño lindo tonto. Él hizo lo único
que pudo pensar... Abe desapareció.

Gimió cuando se encontró en un armario. Abe siempre


había apestado desapareciendo. No importaba lo mucho que
había practicado, nunca terminaba donde tenía la intención de
ir. Y ahora no tenía idea de dónde estaba.

Cuando oyó fuertes pasos fuera del armario, Abe contuvo


el aliento. No había forma de saber de quién era el armario. El
olor a naftalina llenaba su nariz mientras veía sombras moverse
adelante y atrás bajo la rendija de la puerta.

—¿Y por qué debo esperar? —preguntó alguien con una


voz profunda y áspera—. El mundo debe saber que esas viles
criaturas se alimentan de humanos inocentes. Podríamos salvar
vidas si la raza humana fuera consciente de los peligros a su
alrededor. Lester Berkeley ya huyó. Tengo hombres buscándolo,
pero tengo la sensación de que no lo encontraremos tan
fácilmente.

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—No podría estar más de acuerdo —dijo el segundo
hombre—. Pero si se revela al mundo la existencia de criaturas
paranormales, entonces ya no mantendrás tu poder como el jefe
de los Cazadores de Vampiros. Cada tipo con una pistola y
media neurona irá de caza. El orden y la disciplina de nuestros
hombres que hemos trabajado duro para lograr caerán a la vera
del camino.

—¿Cómo es eso? —el primer hombre preguntó.

—Nuestros equipos están estructurados y organizados. No


sólo matan cualquier cosa que no es humana, sino que nosotros
obtenemos información. Si el público se entera que existen esas
abominaciones, entonces los vampiros y otras criaturas
paranormales pasarán a la clandestinidad, lo que hará nuestro
trabajo mucho más difícil —dijo el segundo hombre—. Nuestra
lucha debe permanecer en la oscuridad, o perderá su poder.

—O —el primer hombre respondió—, esas abominaciones


contra la naturaleza serán aniquiladas mucho más rápido. Ya he
enviado un equipo de espías a Villa Brac. Estoy obteniendo
mucha más información de lo que jamás hubiera esperado
obtener sólo cazándolos.

Abe rompió a sudar mientras escuchaba. Su corazón latía


tan rápido que podía oír la sangre corriendo en sus oídos. No
sabía quiénes eran estos hombres, pero sabía que estaban
discutiendo sobre exponer al mundo paranormal.

Tenía que llegar a casa y decirle a Ahm lo que había oído.


El elfo de la Sombra era parte de los Ultionem —siete criaturas
paranormales que tenían una gran cantidad de poder— y ellos
sabrían que hacer. Abe sólo rezó como el infierno para no
aparecerse en la habitación fuera del closet.

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen | 20


Capítulo 2

Abe había transmitido lo que había oído a Ahm. No había


conseguido ver las caras y nunca dijeron un nombre, pero el elfo
de la Sombra parecía saber de quién estaba hablando.

—¿No oíste quién ganó la discusión? —Ahm preguntó


mientras colocaba a su hija, Ashayla, por encima de su hombro y
le acariciaba la espalda—. ¿Ellos dijeron si nos iban a exponer o
no?

Abe negó con la cabeza, todavía sorprendido de lo


mucho que Ahm se había suavizado. Cuando llegó a la familia, el
elfo de la Sombra parecía tener una paciencia infinita —con
todo el mundo que fuera de la familia, los demás no gozaban de
esa suerte.

Gracias a Dios el elfo veía a Abe como familia. —Todavía


estaban discutiendo cuando desaparecí. Uno de ellos se había
acercado demasiado al armario y me entró pánico.

Desafortunadamente, Abe había aparecido en el piso de


arriba del restaurante y tuvo que llamar a casa. Estaba
agradecido de que Bryce hubiera ido por él. Abe no quería ver a
Chauncey ni a Chace en estos momentos.

—No —dijo Ahm mientras mecía suavemente al bebé—.


Hiciste lo correcto. Gracias por informarme de inmediato. Yo me
encargo desde aquí.

Abe no tenía ningún problema con eso. Mientras que él no


tuviera que enfrentarse con el Ultionem en pleno, estaba feliz.
Podía volver a su problema de preocuparse por Valentino. Su
pareja ya se había ido para el momento en que Abe había

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen | 21


regresado. Como sabía que el hombre era el veterinario del
pueblo, Abe sabía dónde encontrarlo.

No quería encontrarse con él en estos momentos, no hasta


que averiguara por qué su cerebro se iba de vacaciones cuando
el hombre estaba cerca. Eso nunca le había ocurrido antes, pero
por otra parte Abe nunca había coqueteado en serio.

—Abe —Gavin llamó—. Te llaman por teléfono.

¿Quién infiernos le llamaría? Abe había sido repudiado por


su tribu, no tenía ningún amigo, aparte de los hombres en el
rancho Lakeland, y no tenía familia. Los hombres en el rancho
eran agradables y Abe se llevaba bien con casi todo el mundo,
pero en cuanto a tener un amigo. Bryce era lo más parecido a un
amigo.

Curioso, Abe se dirigió a la cocina y tomó el teléfono del


mostrador. —¿Hola?

—¿Te importaría acompañarme a cenar? —La voz de


Valentino era ligera y tentadora, por lo que a Abe le dolía la
ingle. Nunca nadie le había afectado de esa manera. Estaba de
pie en medio de la cocina con una erección. Abe esperaba
como el infierno que nadie entrara en estos momentos.

—¿Piensas llevarme a un restaurante o tenerme como el


plato principal? —La confianza de Abe estaba de vuelta y quería
lanzar su brazo en el aire. Quizás fue la sorpresa inicial de
encontrar a su pareja. Eso tenía que ser.

—Ambos, mi pequeño cowboy —Valentino ronroneó en el


teléfono—. Aunque no serás el plato principal. Planeo comerte de
postre.

Si Valentino no dejaba de hablar de esa manera, Abe


tendría que correr escaleras arriba y masturbarse. Había una alta
probabilidad de que lo hiciera.

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen | 22


El oír esas palabras con ese sensual tono e imaginar a su
pareja desnuda era una combinación que amenazaba con
desmoronarlo. Cada vez era más difícil estar en la cocina y
mantener una conversación mientras su pene estaba duro.
Mantuvo una mano sobre su pecho mientras con la otra sostenía
el teléfono en la oreja. Abe se negaba a tocarse en la cocina.

—¿A las seis te parece bien? —preguntó Valentino.

—Me parece perfecto —respondió Abe—. Pero tendrás


que venir por mí porque no tengo carro.

Valentino se rio. —Pude ver qué no necesitas uno. Eso sí, no


desaparezcas de mí de nuevo.

Abe no quería pensar en su embarazosa anterior situación.


Quería dejarlo detrás y olvidarse de que había hecho el ridículo.
Sabía que eso no iba a suceder una vez que viera a los gemelos,
pero al menos por ahora podía olvidarse de eso. —Nos vemos a
las seis.

Colgando el teléfono, Abe se apresuró hacia las escaleras.


Tenía una erección que atender y prepararse para una cita. ¿Era
cita si Valentino era su pareja? A quién le importaba. Iba a ver a
su pareja de nuevo y eso era todo lo que le importaba.

—No tan rápido —Pa dijo mientras entraba—. Gavin y


Winter necesitan tu ayuda.

¿Podría ser más inoportuno? Abe estaba tan duro que era
casi doloroso y ¿Pa estaba tratando de enviarlo afuera a
trabajar? ¿Era esto una especie de broma cósmica? —Tengo que
prepararme para mi cita.

Pa colocó el brazo en el barandal mientras le daba a Abe


una amplia sonrisa.

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen | 23


—Riley me dijo que encontraste a tu pareja. Felicitaciones,
Abe. El doctor Prayze parece un buen tipo. ¿A qué hora es tu
cita?

Abe estaba pasando un momento muy difícil para


escuchar al hombre. Toda la sangre de su cerebro se había
trasladado al sur. Lo único que estaba en su cerebro en ese
momento era ‘arriba’, ‘dormitorio’ y ‘masturbar.’ Eso era todo.

—Abe —Pa dijo su nombre un poco más alto.

—Seis —logró expulsar de sus labios.

—Eso es un montón de tiempo para ayudar y aun así estar


listo —Pa dijo señalando hacia la puerta—. Ahora ve a ayudarles.

Abe se quedó boquiabierto mientras el oso se alejaba.


¿Hablaba en serio ese hombre? No queriendo hacer enojar al
gran shifter oso, Abe salió de la casa. Había visto a Pa enojado
antes y no quería ser el hombre al que dirigiera su ira.

¡Pero eso era tan injusto!

—Por aquí —Gavin gritó cuando Abe empezó a mirar


alrededor.

Vio al oso en un lado del establo, Winter estaba de pie


junto a él. Abe esperaba que esto no demorara mucho tiempo.
Quería tener tiempo extra para sí mismo. No había nada peor
que correr para estar listo.

Todavía tenía que averiguar lo que iba a llevar puesto.


Hubiera ayudado si Valentino le hubiera dicho a dónde irían.

—Necesito a alguien con las manos lo suficientemente


pequeñas para agarrar el cilindro cuando levante el remolque.

Abe no tenía idea de lo que acaba de decir Gavin. El oso


había hablado en una lengua extranjera para él. La mecánica

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen | 24


no era la especialidad de Abe. Pero trataría como siempre hacía
en el rancho.

Abe fue rechazado por su propio pueblo así que vivir en el


rancho Lakeland no estaba mal. Abe había crecido con los elfos
de los Bosques, pero realmente nunca sintió que encajara.
Shanta había gobernado con mano de hierro y Abe había hecho
todo lo posible por mantenerse por debajo del radar y fuera del
camino del líder.

Pero Shanta perdió la vida y Abe había traicionado a su


tribu, ayudando a Malcolm y Chauncey. Había venido aquí con
un traidor llamado Garrett. A Luke no le agradaba mucho Abe al
principio, pero pronto lo resolvieron.

Este no era un mal lugar para vivir. Los Lakeland eran


amables y tenían un gran corazón, pero no era la casa de Abe. Él
sólo estaba viviendo aquí y ayudando.

—Bien, a la cuenta de tres —dijo Gavin.

—¿Justo después de decir tres, o cuando dices la palabra


tres? —Abe preguntó—. Sólo quiero ser claro.

Gavin soltó un suspiro. Los hombres parecían hacerlo


mucho a su alrededor. —Sólo tienes que tomar el cilindro cuando
levante el remolque, Abe.

Abe se secó el sudor de sus manos en los pantalones antes


de que Gavin asintiera. —Estoy listo. —No tenía idea de lo que era
esa gran cosa, pero era bastante grande. Ambos Gavin y Winter
aseguraron sus pies para levantar la cosa. Con fuertes gruñidos,
comenzaron a elevar el metal de aspecto pesado.

—Ahora, Abe —dijo Gavin con tensión—. Sólo mete una


mano y agarra el largo pedazo redondo de metal y jálalo.

Abe metió su mano derecha y comenzó a entrar en pánico


al sentir más de una larga pieza redonda de metal. —¿Cuál? —

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen | 25


preguntó rápidamente, mientras ambos hombres gruñían, sus
músculos tensos. No quería tomar la cosa equivocada.

—El de la izquierda —dijo Gavin con los dientes


apretados—."Toma el cilindro de la izquierda.

Usar la palabra cilindro no le ayudó a Abe. Lo único que


veía era un montón de piezas de metal. Agarró el de la izquierda
y jaló, pero no se movió. Jaló de nuevo, tratando de darse prisa,
porque la tensión en los hombres fue creciendo en sus rasgos.

—Estoy perdiendo mi agarre —Winter advirtió, las venas de


su cuello se tensaron—. Saca la mano, Abe.

—Necesitamos esa parte, Winter —sostuvo Gavin y luego


dirigió sus siguientes palabras a Abe—. Mueve el cilindro para ver
si se puede aflojar.

Abe empujó la mano hacia atrás y hacia adelante varias


veces, sintiendo que la parte comenzaba a aflojarse. Estaba
haciendo todo lo posible para conseguir un agarre firme, pero
había grasa por todos lados. Sus dedos se resbalaban.

—¡Saca tu brazo ahora! —Winter gritó justo antes de que


perdiera su agarre.

Abe jaló su brazo hacia atrás mientras la gran pieza de


metal caía de golpe. Pero no fue lo suficientemente rápido. La
pieza de metal atrapó la mano, Abe gritó como si sus mismas
entrañas estuvieran siendo destrozadas.

—¡Levántala! ¡Levántala! —Gavin estaba gritando. Abe


nunca había experimentado ese nivel de dolor antes. Se sentía
como si su brazo derecho estuviera siendo arrancado. Los
hombres corrieron hacia ellos y ayudaron a levantar el metal de
la mano de Abe.

Tan pronto como estuvo libre, Abe cayó al suelo,


retorciéndose y gritando.

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen | 26


—¡Consigue un maldito médico! —Gavin gritó. Abe no
estaba seguro de a quién le estaba gritando el hombre. Empezó
a entrar y salir de la insconciencia mientras su brazo se
entumecía. Sabía que era una mala señal, pero estaba
agradecido cuando el dolor comenzó a ceder.

—Aguanta, Abe —Gavin dijo mientras levantaba a Abe del


suelo y corría hacia la casa. Podía escuchar mucha acción a su
alrededor, pero Abe había dejado de enfocarse. Todo lo que
quería hacer era desmayarse hasta que el dolor hubiera
desaparecido por completo.

—Ponlo en el sofá —Pa dijo mientras corría hacia ellos—.


Dame algo para apoyar su mano.

Abe arqueó la espalda, un grito salió de sus labios cuando


alguien tocó su herida. Su cabeza recobró la conciencia y el
dolor volvió con toda su fuerza, por lo que Abe intentó sostener su
brazo con la otra mano. —¡Me duele!

Luke debe haber aparecido, porque el doctor Sheehan de


pronto estaba de pie en su línea de visión. Podía ver el horror en
los ojos del médico, mientras tomaba una jeringa de su bolso y
comenzaba a inyectar una serie de disparos en el brazo y la
mano de Abe. Pero Abe no podía sentir la aguja entrando en su
piel.

—Yo-Yo tengo una cita —Abe dijo cuando sus dientes


comenzaron a castañetear. Lo último que quería era que
Valentino pensara que Abe lo había dejado plantado—. Por
favor, que el dolor pare. ¡Que se quite!

—Que alguien traiga a su pareja —Pa gritó mientras


comenzaba a acomodar mantas sobre Abe—. Es el veterinario.

Abe empujó los pies contra el extremo del sofá, haciendo


todo lo posible para hacerle frente al terrible dolor que se
irradiaba a través de su cuerpo. Podía sentir las lágrimas deslizarse

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen | 27


de sus ojos mientras apretaba la mandíbula cerrada, respirando
por la nariz. La saliva salía de su boca mientras exhalaba,
deseando que el horrible dolor se fuera con su aliento.

—El brazo debe comenzar a perder sensibilidad —dijo el


doctor Sheehan mientras buscaba en su maletín—. Tengo que
llevarlo de regreso a la Casa, a mi sala de operaciones. Voy a
hacer todo lo posible para salvarle la mano.

—Voy a enviar allá al doctor Prayze —dijo Gavin mientras


se inclinaba sobre el respaldo del sofá—. Lo siento tanto, Abe.
Nunca quise lastimarte.

Abe no podía abrir la boca para pronunciar una sola


palabra. Si aflojaba la mandíbula, iba a gritar hasta perder la voz.
Siguió pateando el extremo del sofá, tratando de hacerle frente.
Luke tocó el hombro del doctor Sheehan, y luego la pierna de
Abe. En cuestión de segundos estaba acostado en una mesa de
metal, el médico se movía rápidamente alrededor de la
habitación.

Luke se había quedado, evitando que Abe se cayera de la


mesa.

Pronto Abe solo sintió un ligero latido en su brazo. También


sintió la presión que el médico ejercía mientras trabajaba para
tratar de salvar su mano. No estaba seguro de si se había
desmayado o no, pero cuando miró hacia la puerta, Valentino
estaba entrando.

Su cabello parado en todas las direcciones, como antes. Le


dio a Abe una sonrisa preocupada. —Si no querías salir a cenar,
todo lo que tenías que hacer era decirlo.

Abe se echó a reír, pero pronto se convirtió en lágrimas.


Estaba asustado de que el médico fuera a quitarle la mano o
algunos dedos.

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen | 28


Estaba demasiado aterrorizado para ver su lesión. Era algo
que no quería recordar, y lo haría. Si era la mitad de mal a como
se sentía, Abe estaba en serios problemas. —¿Y te perderías el
postre? —Abe trató de bromear con su pareja, pero el miedo
tenía un férreo control sobre él.

Luke había aparecido a Abe aquí con las mantas que Pa


había apilado sobre él, pero no era capaz de entrar en calor.
Todo su cuerpo estaba temblando. Valentino se acercó y
empezó a frotar con sus manos las piernas de Abe, el pecho, el
brazo sano, y luego repetir esos pasos una y otra vez.

—¿Cómo se ve? —su compañero le preguntó al doctor


Sheehan.

Abe se tragó un grito cuando el doctor Sheehan miró


sombríamente a Valentino, pero no dijo una palabra. Su pareja
tomó la otra mano de Abe, se inclinó hacia adelante, y pasó la
mano por el cabello de Abe. —Tú, mi pequeño cowboy, estás
haciendo un gran trabajo. Yo estaría desmayado.

Con unas rápidas sacudidas de cabeza, Abe apretó los


dientes, deseando estar desmayado. Esto no era algo para lo
que quisiera estar despierto. —¿Qué pasa si pierdo mi mano?

Valentino apretó los labios en la oreja de Abe, dándole un


suave beso antes de hablar. —Entonces lo que sea que necesites,
voy a ser más que feliz de hacerlo para ti. Pero vamos a esperar
hasta que sepamos lo que está pasando antes de hacer planes
para alquilar mi mano.

Abe dejó escapar una rápida risa, apenas una ráfaga de


aire antes de parpadear un par de veces y mirar hacia el techo.
Valentino lo hacía sonar tan fácil como si no fuera gran cosa.
Sabía que su pareja estaba en lo cierto. Abe debería de esperar
el veredicto antes de entrar en pánico, pero no podía dejar de
pensar en lo que sería su vida usando una sola mano.

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen | 29


Los fey no podían cambiar y curarse como los shifter
podían. Sabía que iba a tener un daño permanente. ¿Qué tan
extenso sería? bueno, eso iba a depender de lo bien que el
médico pudiera arreglar lo que estaba más allá de reparable.

Valentino se quedó todo el tiempo, susurrándole palabras


de ánimo al oído. Abe estaba agradecido porque él no quería
estar solo.

Además de ayudar a los Lakeland y tener a su tribu en


contra suya, esta era la cosa más espantosa que le había
pasado. Era más espantosa que cuando El Manacle fue
bombardeado por los Cazadores de Vampiros.

—Puedo arreglar con los Lakeland para que te lo tomes


con calma —dijo Valentino—. Puedes venir a trabajar a la clínica
conmigo.

—Pero yo no sé nada de animales —confesó Abe.

—Yo tampoco —Valentino susurró al oído de Abe—. Se


puede engañar a la gente.

Abe se rio otra vez. Su mano estaba tan insensible que no


sentía nada. ¿Cómo podía el hombre hacerlo reír cuando
posiblemente podría perder la mano? El shifter puma era un soplo
de aire fresco. —¿Qué voy a hacer allí?

—Definitivamente puedes poner tus dulces ojos en mí. Pero


—dijo su pareja encogiéndose de hombros—, supongo que
quieres un trabajo real. Así que me puedes ayudar con mis
pacientes. Mantenerlos calmados mientras yo los examino.

—M-me gustaría eso.

—Otra cosa, querido —dijo Valentino rosando con sus


nudillos la mejilla de Abe. Era sólo una caricia suave, pero el
toque de su pareja le ayudaba a calmar la tensión a Abe—.
¿Cómo sucedió esto?

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen | 30


—Estaba ayudando a Gavin y a Winter. Dijeron que
necesitaban una pequeña mano para alcanzar en el interior una
pieza de la maquinaria. Era demasiado resbaladiza. No podía
agarrarla. —Abe no quería pensar en eso ahora. Esos
pensamientos sólo le recordaban su lesión.

Sus ojos se cerraron cuando Valentino se inclinó hacia


adelante y le dio un beso en la mejilla a Abe. —¿Les dijiste que no
podías agarrarla?

Abe asintió. —Pero dijeron que la pieza era importante.


Winter gritó que estaba perdiendo su agarre, pero Gavin estaba
seguro de que podía conseguirlo. —Tragó saliva—. Les fallé.

—No, no, dulzura. —Valentino le dio un beso en la nariz a


Abe—. Hiciste lo mejor que pudiste y eso es todo lo que cualquier
persona podría pedir.

Abe no estaba seguro de si el médico le había dado


drogas o no, pero podría haber jurado que vio que algo se movía
detrás de los ojos gris oscuro de Valentino. Pero fuera lo que
fuera, se había ido rápidamente.

Abe giró la cabeza al sentir algún tipo de presión. El


médico estaba poniendo una vía intravenosa en el brazo. A
pesar de que quería voltear la cabeza para no mirar, Abe
observó.

Valentino le tocó la cara. —Has visto suficiente, mi


pequeño cowboy. No hay necesidad de que veas al doctor.

Hizo lo que su pareja le pidió y miró hacia el otro lado. Los


ojos de Abe revisaron la habitación. Esta era una sala de
operaciones en la Casa. Abe era muy consciente de eso. Pero si
no lo hubiera sabido, hubiera jurado que estaban en un hospital.
La habitación estaba bien equipada y el equipo parecía muy
caro.

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen | 31


La mirada de Abe fue a un lado, el pitido llamaba su
atención. No tenía ni idea de lo que estaba viendo, pero sabía
que lo que estaba en la pantalla eran sus signos vitales. Todo
parecía surrealista. Abe no quería estar allí. No debería haber
estado ayudando a Gavin. Tendría que haber estado
preparándose para su cita.

La mente de Abe se volvió borrosa. Sus pensamientos


estaban un poco turbios. Quizás después de todo el médico le
dio drogas. No podía recordar haberse sentido tan mareado.

—¿Cómo te sientes? —preguntó el doctor Sheehan—.


¿Cómo está el nivel de dolor?

Lanzando su mano en el aire, Abe levantó el pulgar. Su


brazo se sentía sin peso. El médico sonrió y le dio unas palmaditas
en el hombro. —Bueno, Abe. Te quería sin dolor.

Su cabeza cayó a un lado y le sonrió a Valentino. —Yo soy


virgen.

Los ojos de Valentino se abrieron y Abe oyó la risa del


médico. No estaba seguro de por qué había dicho ese detalle
tan íntimo. Debería de estar avergonzado como el infierno de
haber dicho eso. Pero Abe estaba flotando.

—Voy a recordar ese pequeño detalle —dijo Valentino,


mientras su mirada se suavizaba—. Pero en este momento todo lo
que quiero que hagas es descansar.

Abe se acercó y empujó el pecho de Valentino. —¿Estás


seguro de que eres real?

Valentino cubrió la mano de Abe. —Oh, soy muy real.

Cuando Abe parpadeó, se sentía como si le hubiera


tomado años bajar sus párpados y luego volverlos a subir. —Todo
el mundo me ignora y me trata como si yo fuera un hombre lento
que necesita supervisión constante.

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen | 32


¡Ahí estaba otra vez! Abe vio que algo se movía detrás de
los ojos de Valentino.

—Confía en mí, mi pequeño cowboy. No hay manera de


que pueda ignorarte. El que piense que eres lento es un idiota. Sin
embargo no te preocupes. ¿Vas a venir a trabajar conmigo,
recuerdas?

La sonrisa de Abe era amplia, estirando sus mejillas. —Oh, sí.

—Descansa un poco —dijo el doctor Sheehan. Apenas las


palabras habían salido de su boca los ojos de Abe se cerraron y
estaba dormido.

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen | 33


Capítulo 3

—¿Cuánto tiempo estará dormido?

El doctor había estado escribiendo algunas notas, pero


miró a Valentino cuando contestó. —Esperemos que el resto de la
noche.

Valentino pasó las manos por el rubio y sedoso cabello de


Abe. —¿Te importaría mantener un ojo sobre él mientras yo me
ocupo de algo?

Deteniendo la pluma, el médico se giró hacia Valentino. —


No me importa en absoluto.

Se giró para salir y luego volvió a girarse de vuelta. —¿Cuál


es el pronóstico de la mano?

—Es demasiado pronto para decirlo. He reparado todo el


daño —el médico sacudió lentamente la cabeza—, pero aun así
podría haber algún daño.

Eso era todo lo que Valentino quería saber. —¿Hay alguien


que me pueda llevar a la casa de los Lakeland?

—Carter te llevará. —El médico se fue y regresó en un


momento. Sin decir una palabra, Carter apareció a Valentino en
el rancho.

—¿Es necesario que espere?

—No, mi carro está aquí. Voy a usarlo para regresar.


Gracias por traerme —le dijo Valentino a Carter antes de entrar
en la casa. No se molestó en llamar. Valentino tenía demasiada
rabia contenida. Al entrar en la cocina, vio a Gavin de pie junto
al fregadero.
EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen | 34
—Doctor Prayze. Sólo quiero decir…

Valentino no esperó a que Gavin terminara la frase. Cruzó


la habitación y golpeó al hombre en la mandíbula. Los otros
hombres Lakeland se pusieron de pie y fueron tras Valentino.
Golpeó de nuevo, la sangre brotaba de la nariz de Gavin. —
¡Winter te dijo que estaba perdiendo su agarre! Cómo te atreves
a poner a mi pareja en peligro.

—Wow —Malcolm Lakeland dijo mientras se colocaba


entre Valentino y Gavin—. Fue un accidente.

Valentino miró al padre del clan de osos. —Abe está


culpándose por esto. No culpa a Gavin. Esto no fue un
accidente. Winter le dijo a Gavin que estaba perdiendo su
agarre, pero Gavin insistió en que la pieza era demasiado
importante. No tuvo en cuenta la seguridad de mi pareja.

Malcolm se dio vuelta bruscamente, la confusión era


evidente en sus ojos grises. —¿Es cierto, hijo?

La mandíbula de Gavin se apretó cuando miró hacia otro


lado. Valentino vio el remordimiento en los ojos del hombre, pero
eso no era suficientemente bueno. El tipo tuvo total desprecio por
la seguridad de Abe. —Dado que tratan a mi pareja como
prescindible, quiero que me lleven a su habitación para que
pueda empacar sus cosas.

Malcolm asintió, pero no se movió de delante de su hijo. —


Roman, lleva al doctor Prayze a la habitación de Abe.

Algunos podrían pensar que estaba exagerando, pero


cuando se trataba de su pareja, Valentino no quería excusas. No
había manera en el infierno que Abe se quedara un minuto más
en este rancho si tomaron su seguridad tan a la ligera.

Empacó las pertenencias de Abe y se dirigió a la planta


baja, sin decir una palabra a nadie, caminó hacia su carro y

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen | 35


guardó las cosas de su pareja en su cajuela, y luego se alejó
conduciendo.

Está bien, se sentía un poco mal por la forma en que había


actuado teniendo en cuenta que los Lakeland eran gente
amable y justa. Pero Abe había resultado herido. Valentino no iba
a permitir que su pareja resultara herido de ninguna manera.
Gavin tenía mucho que responder, pero Valentino iba a llamar a
Malcolm y asegurarse de que estaban bien.

Después de cruzar la puerta de acceso, Valentino


estacionó el carro y se dirigió hacia el interior de la Casa. Era
normalmente un hombre despreocupado y relajado, pero
cuando se trataba de Abe, las garras de Valentino salían.

—¿Algún cambio? —le preguntó al médico al entrar en el


cuarto de recuperación. Podía ver que Abe aún estaba
inconsciente. Valentino se acercó al lado lesionado de Abe y
pasó la punta de su dedo por el brazo del pequeño hombre.

—No hay cambios —dijo el doctor Sheehan—. Como


puedes ver, sigue dormido. Tengo algunas cosas que atender. Ya
que estás aquí, puedo hacerlas.

Valentino asintió hacia el médico mientras acercaba un


pequeño taburete a la cama y se sentaba. Odiaba ver a su
pareja de esa forma.

Valentino juró que iba a hacer todo lo posible para


asegurarse de que Abe no se sintiera menospreciado de ninguna
manera si él ya no pudiera hacer uso de su mano.

Abe gimió y giró la cabeza.

El hombre no debería poder abrir los ojos después de las


drogas que el doctor Sheehan le había dado, pero los párpados
de Abe se agitaron y luego miró a Valentino con esos hermosos
ojos azules.

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen | 36


—Deberías estar roncando y babeando —dijo Valentino en
un suave susurro, las palabras amenazaban con quedarse
atoradas en su garganta—. ¿Por qué estás despierto?

Los ojos de Abe estaban desenfocados mientras seguía


mirando a Valentino.

No estaba seguro de si Abe era consciente de lo que


estaba haciendo. Debió haber sido un golpe de suerte, porque
los ojos de Abe se cerraron y el cuerpo del hombre se relajó.

Apoyando la cabeza en la cama, Valentino se quedó con


su pareja. Si Abe despertaba de nuevo, quería asegurarse de que
él fuera el primero al que su pareja viera. Valentino parpadeó
cuando vio a dos cachorros de lobo entrar en la habitación.

Se enderezó, viéndolos que se acercaban y comenzaron a


jalar la bastilla de sus pantalones con los dientes. ¿Qué les
sucedía a los animales que trataban de sacar lo peor de él hoy?
—¿Dónde está su padre?

Uno de los lobos ladró hacia él, moviendo la cola de


emoción.

Valentino se agachó y rascó detrás de la oreja del


cachorro. El otro parecía resentir no obtener ninguna atención
porque mordisqueó el zapato de Valentino.

—Lo siento —un hombre con el pelo rubio corto y ojos grises
dijo mientras entraba corriendo al cuarto—. Les he dicho en
innumerables ocasiones que no vengan aquí.

Valentino podía oler al lobo Timber. —Está bien.

El hombre le tendió la mano. —Murdock Miller.

Valentino se la estrechó. —Valentino Prayze.

—El veterinario.

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen | 37


Asintió mientras seguía rascando detrás de la oreja al
cachorro. El cachorro rodó sobre su espalda y capturó la mano
de Valentino con sus patas y comenzó a jugar con sus dedos. El
otro cachorro todavía estaba luchando con el zapato de
Valentino.

Murdock recogió a los cachorros en sus brazos. —¿Cómo


está Abe?

Valentino dejó escapar un suspiro mientras se pasaba la


mano por el cabello. —Es demasiado pronto para decirlo.

—Conozco a Gavin Lakeland y me parece muy muy


extraño que fuera tan descuidado. —Murdock acomodó a los
cachorros debajo de los brazos. Se retorcían para soltarse—. No
tiene ningún sentido.

Gavin Lakeland no era un tema que Valentino quisiera


hablar ahora mismo. Sólo escuchar el nombre del hombre lo
enfurecía. No le importaba que tan bien Murdock conociera a
Gavin. El chico había descuidado la seguridad de Abe. Eso era
todo lo que necesitaba saber.

—Encantado de conocerte, doctor Prayze.

Valentino le dio a Murdock una sonrisa y se giró hacia su


pareja. El chico se había ido con sus cachorros y Valentino
estaba agradecido por el indulto. Apoyó la cabeza de nuevo y
cerró los ojos.

Iba a ser una larga noche.

Draco Fitzgerald Kenyon veía la tarjeta de identificación


que había sacado de la cartera, estudió el nombre y la dirección.

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen | 38


Interesante que este Abraham Brego viva en Villa Brac, el pueblo
que Kenyon estaba investigando.

Pero lo que era aún más extraño era el haber encontrado


la cartera en el armario del cuarto de Kenyon. Había estado
cambiándose para la cena cuando la vio en el piso alfombrado.
No debería haber estado allí.

Revisando más en la cartera, descubrió una tarjeta pase


para el Manacle, un condón, y una foto de época que parecía
desgastada con los bordes deshilachados. Estudió la foto, con la
boca curvándose en una sonrisa mientras veía a la sonriente
pareja.

Eran una pareja de aspecto feliz con orejas muy


puntiagudas.

—Disculpe, señor Kenyon. El señor Constantinopla está aquí


para verlo.

El recién contratado asistente de Kenyon estaba en la


puerta, esperando más instrucciones.

Kenyon hizo girar su silla hasta que estaba frente al gran


ventanal de cristal, con vista a las oscuras calles de la ciudad. Sus
citas con el señor Constantinopla eran siempre en la noche
cuando el sol ya no era una amenaza para el hombre.

El vampiro no tenía ni idea de que Kenyon era muy


consciente de lo que era. Tenían un negocio juntos y el hombre
estaba aquí para su programada reunión. —Hazlo pasar.

El señor Constantinopla cruzó la puerta de la oficina,


confiado y arrogante como siempre. El vampiro se comportaba
como si fuera un hombre más del mundo. A Kenyon le gusta esa
cualidad del individuo.

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen | 39


Lástima que fuera un chupasangre. El hombre habría sido
un gran aliado. Kenyon necesitaba más hombres con bolas de
acero.

—Buenas noches, señor Kenyon. —El vampiro se sentó,


cruzó las piernas y acomodó sus manos en su regazo.

Kenyon podía ser el líder de los Cazadores de Vampiros,


pero él era un genio cuando se trataba de negocios y conocía
un buen negocio cuando lo veía. Si los cazadores que
trabajaban para él supieran de su negocio paralelo con unos
vampiros, bueno... estarían malditamente muy enojados.

Pero para Kenyon, el dinero siempre era lo primero. Le


había dicho a su segundo al mando que quería exponer a las
sucias criaturas paranormales.

Eso era algo cierto.

Quería erradicar a todos, pero a su debido tiempo. Sin


embargo aún tenía que hacer frente a la misteriosa aparición de
la cartera. Quizás debería enviar a su segundo a Villa Brac a
hacerle una visita a Abraham Brego.

Porque si los elves realmente existían, Kenyon tenía que


replantearse toda su estrategia. Parecía que su conocimiento de
las clases de no-humanos que existían se había ampliado una vez
más.

Se giró hacia el vampiro. —Vamos a comenzar nuestra


reunión.

Abe lentamente se despertó, parpadeando rápidamente a


las brillantes luces de la sala. Su mente estaba un poco nublada,
pero no lo suficiente para no recordar lo que le había sucedido.

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen | 40


—Mira esos lindos ojos azul aciano.

El aroma del puma llenó los pulmones de Abe.

—Hey, mi pequeño cowboy —Valentino dijo mientras


retiraba suavemente el cabello de la cara de Abe—. Me alegro
de que ya estés despierto.

—Mi... —Abe tragó, aclarándose la seca garganta. Tenía


que hacer la pregunta, pero no quería saber la respuesta—. ¿Mi
mano?

—El médico no sabe, Abe. Pero reparó todo lo mejor que


pudo, pero hasta que baje la hinchazón, no se sabe.

Esa no era la respuesta que estaba buscando, pero al


menos su pareja no le había dicho que le hubieran cortado la
mano o que sería inútil. Aún había algo de esperanza.

—¿Voy a perderla? —Había tanto miedo en esa


declaración que hizo que las palabras de Abe temblaran. Estaba
tratando de ser valiente. Pero eso era algo muy difícil de hacer en
estas circunstancias.

—No lo creo —dijo Valentino inseguro—. El Doc parece


pensar que podría haberla salvado.

Tomando valor, Abe miró su mano lesionada. Estaba


vendada, por lo que le fue imposible ver los daños. Trató de
mover los dedos, pero ya que realmente no podía ver, no estaba
seguro de si se habían movido o no.

Abe giró la cabeza cuando Valentino le dio un golpecito


en la nariz. Miró esos bonitos ojos color gris oscuro de su pareja
que le sonreía mostrando deslumbrantes dientes rectos y blancos.
—¿Por qué el hombre con una sola mano cruzó la carretera?

Muy confundido por lo que su pareja decía, Abe frunció el


ceño mientras negaba con la cabeza.

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen | 41


—Para llegar a la tienda de segunda mano.

Bueno, quizás Valentino había tomado algunos de los


medicamentos del doctor Sheehan.

—¿Se supone que eso es gracioso?

—Infiernos no —Valentino respondió mientras rodaba sus


ojos de forma espectacular—. No puedo decir una broma ni para
salvar mi vida. —El hombre se rascó la barba de candado—. Lo
cual es muy extraño, ya que constantemente las digo.

Quizás Abe aún estaba soñando. Esto tenía que ser la más
extraña conversación que había tenido. Miró a su alrededor,
esperando que un conejo corriera por la habitación con un reloj
en la mano, gritando: ¡Llego tarde!

—El punto es —dijo Valentino, apartando a Abe de su


infructuosa búsqueda—, que cuando la vida te da limones,
deberías pedir un trago de vodka.

Una sonrisa se dibujó en el rostro de Abe. —Eres muy raro.

Valentino le dio una ligera risa, con el rostro tan


devastadoramente hermoso que Abe suspiró. Si pudiera salir de la
cama y subir al regazo del hombre. El cabello de su compañero
seguía en todas direcciones y estaba empezando a ver que se
trataba de su estilo natural.

Le gustaba.

—Lo considero un cumplido. —Valentino le dio un medio


arco a su silla—. ¿Te importaría otra broma o tienes hambre?

El hombre era cómicamente considerado, le recordaba a


Abe a los gemelos. Sólo que Valentino parecía un poco loco.
Bueno, también Chance y Chauncey.

—Me muero de hambre. —Abe intentó incorporarse, pero


no fue tan fácil cuando sólo podía usar una mano. Valentino se

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen | 42


levantó de inmediato, poniendo sus manos en los lados de Abe y
jalándolo hasta que estuvo sentado. Se tambaleó un poco, pero
el vértigo no duró mucho.

—Iré a traerte algo de comer. —Su pareja se dirigió hacia la


puerta y luego se giró, moviendo un dedo en dirección a Abe—.
No he olvidado que aún me debes un beso y un postre, mi
pequeño cowboy.

¿Por qué infiernos Valentino tuvo que recordarle que era un


mal besador? Y su estado de ánimo había estado empezando a
levantarse. Su pareja salió de la habitación y Abe se preguntó si
sería lo suficientemente bueno para complacer al hombre
sexualmente.

Detuvo ese pensamiento cuando Johnny y Keata entraron


al cuarto, Gabby cerca detrás de ellos. —¡Estas levantado! —
Johnny dijo con voz alegre.

Abe no estaba de humor para compañía. Quería jalar la


manta hasta arriba de su cabeza.

—No creo que nos quiera aquí —dijo Gabby mientras


retorcía las manos delante de él—. Tiene esa mirada.

—¿Qué mirada? —Keata preguntó mientras giraba su


mirada hacia Abe.

—La que dice 'desaparezcan' —respondió Gabby.

—Tonterías. —Johnny hizo un gesto con la mano a Gabby—


. Abe es nuestro amigo.

¿Lo era? Aunque conocía a los tres hombres, en realidad


nunca habían pasado tiempo juntos. Ellos hablaban en las
reuniones ocasionales o cuando que se veían al pasar. Nunca
recibió una llamada de ninguno de esos hombres ni una
invitación a salir como amigos.

¿Desde cuándo ellos eran amigos?

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen | 43


—Todos ustedes, fuera —dijo el doctor Sheehan cuando
entró en la habitación—. Abe necesita descansar.

Abe vio a los tres alejarse. Johnny se giró y sostuvo sus


dedos hasta la cabeza, con la mano como un teléfono. —
Llámame —pronunció antes de salir.

Realmente empezaba a preguntarse si quizás aún estaba


muy sedado y alucinó todo eso. Las cosas parecían... extrañas.

—¿Cómo te sientes?

Esa era una pregunta capciosa. Entre preocuparse por su


mano y las extrañas personas, Abe no estaba seguro de cómo
responder. —No estoy seguro —dijo lentamente mientras miraba
hacia la puerta, sin dejar de buscar a ese conejo que entraría
corriendo en cualquier momento.

—Eso es lo que se espera cuando se te da una sedación


profunda. Tu mente se aclarará pronto. —El doctor jaló el
taburete cerca de la cama de Abe y comenzó a desenvolver su
mano.

—¿Iniciando sin mí? —Valentino entró en la habitación con


una bandeja en la mano. El aroma de la comida
inmediatamente asaltó a Abe. Su boca se hizo agua y su
estómago gruñó en voz alta.

—Espero que le trajeras algo ligero para comer —le dijo el


médico a Valentino—. No puede comer nada pesado en estos
momentos.

—Ahí se va la carne y papa al horno que tenía en mente —


Valentino respondió dejando la bandeja. Abe la miró, había un
plato de sopa y algunos galletas saladas—. Creo que el postre
está fuera de la cuestión.

Su pareja le dio un guiño de complicidad, recordando a


Abe que Valentino quería tener sexo con él.

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen | 44


Abe sintió calor en sus mejillas.

—Lo juro —dijo el doctor Sheehan mientras seguía


desenvolviendo las vendas—. ¿Por qué todo el mundo parece
querer tener sexo cuando estoy alrededor? ¿Soy tan guapo?

Valentino se echó a reír. —Lo siento, doctor. Mis deseos de


disfrutar a Abe no tienen absolutamente nada que ver contigo.

El doctor Sheehan miró a Valentino con los ojos


entrecerrados. —Sabes, no soy horrible.

—No, no lo eres —dijo Valentino—. Eres un hombre muy


guapo.

Los celos atravesaron a Abe haciendo que apretara los


dientes con fuerza. La violenta emoción impactó a Abe. Con su
cabeza aun inclinada, los ojos del doctor fueron hacia Abe, con
una expresión interrogante.

—Eso puede ser cierto —dijo el doctor Sheehan, bajando la


mirada, parecía intensamente interesado en lo que estaba
haciéndole a la mano de Abe—. Pero parece que Abe me
eclipsa en el departamento de la apariencia.

Abe se retorció, sintiéndose culpable por querer arrancarle


la cabeza de los hombros al doctor.

Valentino se acercó a la cama, pasando los dedos por el


cabello de Abe. —Tienes toda la razón. Mi pequeño cowboy es
un sueño húmedo.

Su mandíbula cayó hasta el pecho mientras miraba a su


pareja. ¿De verdad quiso decir eso? Era oficial. Esto no era nada
más que una muy vivida alucinación. Su mirada fue de golpe
hacia el médico cuando escuchó una pequeña risita.

El médico se aclaró la garganta, ocupándose. Los ojos de


Abe fueron a su mano y se sintió mareado. Rápidamente alejó la

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen | 45


mirada sintiendo náuseas. Valentino rápidamente acunó su rostro,
sus narices se tocaron.

—Todavía está hinchada —dijo Valentino, su aliento


susurrando contra los labios de Abe—. Lo que viste no es el
resultado final.

Eso no impidió que Abe viera la cosa repugnante una y


otra vez en su mente. A pesar de que sólo la había visto por un
segundo, había visto un montón de puntos de sutura y una mano
que era tres veces más grande que lo normal.

Parpadeó un par de veces, su cuerpo sacudiéndose


ligeramente.

—Mírame, dulzura —dijo Valentino antes de colocar un


beso en el lado de la boca de Abe.

Eso atrajo su atención.

—Qué ojos tan bonitos.

Abe no sabía nada de eso, pero viendo tan de cerca a


Valentino, Abe podía ver el patrón de estrella formada por la
mezcla de marrón y gris en los iris de su pareja. La vista era
impresionante y hermosa. Las oscuras y gruesas cejas del hombre
sólo mejoraban la vista y sus largas pestañas eran impresionantes.

Valentino rozó sus labios sobre la mejilla de Abe hasta que


descansaron en la oreja. —Me encanta la forma en que me
miras, como si me quisieras tragar. Estoy malditamente duro en
estos momentos.

—Te escuché —dijo el doctor Sheehan irritado.

La respiración de Abe se volvió jadeante, su buena mano


tomaba la sabana en un puño mientras seguía ahí quieto como
una estatua.

—No puedo esperar a llegar a casa.

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen | 46


—¿Casa? —Abe chilló—. ¿Tu casa?

—Nuestra casa —corrigió Valentino—. Ya empaqué tus


cosas. Están en mi cajuela.

Wow, el hombre se movía bastante malditamente rápido.


Abe no estaba seguro de qué decir. Aunque le agradaban
mucho los hombres Lakeland, no era demasiado aficionado al
trabajo de un rancho. —¿En serio?

Cuando Valentino se retiró, Abe juró que una vez más vio
que algo se movía detrás de los ojos de color gris oscuro del
hombre. Eso era de lo más extraño. —Sí.

Dijo la palabra sin ningún tipo de remordimiento. Sus


pulgares comenzaron a rodear el rostro de Abe y éste se olvidó
de lo que estaban hablando. Se inclinó hacia delante, con los
párpados cerrados mientras disfrutaba el tacto de su pareja.

—Dios, eres guapo y tan sensible al tacto.

—Aún estoy aquí —el doctor Sheehan murmuró lo


suficientemente alto para que Abe lo oyera.

Abe abrió lentamente los ojos, sus labios abriéndose al


sentir su pene crecer rígido. Estaba listo para apartar las mantas y
dejar que su pareja hiciera lo que infiernos quisiera. Su cuerpo se
estremeció cuando Valentino bajó la cabeza y deslizó la lengua
por los labios de Abe.

—Está bien —dijo el doctor Sheehan mientras se


levantaba—. Puesto que es obvio que ustedes dos quieren joder
como locos, me voy de aquí. Sólo cuida su mano y limpia
después. —El médico salió de la habitación, cerrando la puerta
tras de sí.

La mirada en el enrojecido rostro del médico no se le había


pasado a Abe ni que al médico se le levantaba el pantalón.

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Estaba dispuesto a apostar que el doctor iba a buscar a su pareja
y tener una pequeña jodida por su cuenta.

Hubo un destello de picardía en los ojos de Valentino. —


Chico, sabes cómo desocupar una habitación.

A Abe no le importaba el doctor en ese momento, jaló a


Valentino más cerca, usando ambas manos por hábito. El deseo
que le había superado hacía unos segundos tuvo una muerte
trágica cuando Abe vio de cerca su mano lesionada.

—No lo hagas —dijo Valentino, pero ya era demasiado


tarde. Abe se apartó, colocando su mano jodida sobre la mesa
que el doctor había estado usando.

—Tengo hambre —dijo Abe como una forma de cambiar el


tema. Pegó una falsa sonrisa en su rostro mientras giraba la
cabeza hacia la bandeja—. La sopa huele bien.

Valentino parecía inseguro, pero se giró y tomó la bandeja.


Abe dejó escapar un suspiro silencioso, preguntándose si el
apuesto shifter puma iba a conservarlo una vez que el hombre
recobrara sus sentidos.

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen | 48


Capítulo 4

Valentino llevó las pertenencias de Abe a la casa,


poniendo todo a un lado mientras esperaba a su pareja. Abe
lentamente salió del coche, mirando alrededor. Podía ver que
tenía que animar al hombre. Quería ver esa hermosa sonrisa de
nuevo.

—Bienvenido al Castillo Prayze. Los establos están en la


parte de atrás y las doncellas están esperando para servirte. Pero
debo advertirte, no importa lo duro que trates de obtener una
sonrisa del personal, ellos son firmes en sus funciones a nuestra
casa.

Sí, él vivía en un pequeño bungalow con un bosque entero


delineando su casa. Era pequeña, pero a él le gustaba. Había
tres habitaciones, una Valentino la utilizaba como oficina. La
cocina era amplia, la sala de buen tamaño con una chimenea
muy linda.

Nunca había tenido una chimenea antes y todavía estaba


un poco temeroso de incendiar la casa. El césped estaba
cortado... para variar, y Valentino había retirado todas las malas
hierbas de entre el macizo de flores, pero todavía no había
plantado nada, así que se quedó así con solo tierra.

Hmm, no se había dado cuenta de que los arbustos


necesitaban ser podados. Tendría que poner eso en su creciente
lista de tareas pendientes.

Su misión había tenido éxito cuando Abe le dio una amplia


sonrisa, sus ojos azul aciano brillaron. —Y es un bonito castillo el
que tienes.

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen | 49


Valentino golpeó a Abe en su pequeña nariz respingona. —
No te burles de nuestra casa.

Se acercó más para saborear de nuevo los deliciosos labios


de su pareja, pero Abe se apartó. —¿Puedo verlo?

Valentino en silencio carraspeó. ¡Le daría al hombre un


recorrido directo a su maldita habitación! Algo pasaba, y él no se
estaba refiriendo a su pene. Valentino iba a llegar al fondo de la
nerviosa conducta de su pareja.

—Por aquí —hizo un gesto exagerado hacia la puerta de


entrada, moviendo el brazo ampliamente. Valentino se tomó un
momento para ver el pequeño culo apretado de Abe cuando su
pareja entró por la puerta.

Suspiró. Realmente que buen culo tenía. Quizás le mostraría


a Abe directamente el sofá donde podría doblar al hombre y…
Valentino se apresuró a entrar cuando escuchó un crash. Abe
estaba en el suelo, aullando de dolor.

El hombre había chocado con sus propias pertenencias.


¡Maldición! Valentino se gritó a sí mismo por haberlas dejado justo
frente a la puerta. Levantó a Abe y se acomodó en el sofá con su
pareja. —Déjame ver, dulzura.

Valentino examinó el vendaje y no vio nada de sangre,


pero los dedos de Abe se veían rojos y parecían dolorosos. Dejó a
su pareja a un lado, corrió a la cocina y tomó una bolsa de hielo
del congelador.

—No pongas eso en mi mano —dijo Abe en voz alta,


mientras sostenía la mano herida contra su pecho—. No quiero
que nada la toque en este momento.

El estado de ánimo del hombre había sido amargado


desde —Valentino tuvo que pensar en eso por un momento.
Desde que Abe vio de cerca su lastimada mano. Hmm, iba a
tener que solucionar ese problema emocional.

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Pero no estaba seguro de cómo hacerlo. Dejando a un
lado la bolsa de hielo, Valentino se sentó en el sofá junto a Abe,
jalándolo a su regazo. Pasó sus dedos hacia arriba y hacia abajo
de la pierna de su pareja, preocupado de que tal vez su mano
hubiera sido lastimada durante la caída. —¿Cómo te sientes
ahora?

La sonrisa de antes no estaba. —Todavía palpita.

Valentino estaba bastante seguro de que Abe no estaba


de humor para el sexo. El gran ceño fruncido en el rostro del
hombre era una gran indicación del estado de ánimo en espiral
de Abe. También podría haber otras cuestiones ahí. Valentino
había arrancado a Abe de su hogar habitual. Nunca se le ocurrió
que tal vez el fey no quería estar aquí.

Había estado tan absorto en sí mismo, en su ira, que


Valentino no pensó que Abe no quisiera mudarse a su casa. No
había manera de que se disculpara con Gavin, pero si Abe
quería volver al rancho, Valentino arreglaría las cosas con los
osos.

Sus uñas arañaban la mezclilla mientras se preparaba para


el rechazo. —Fui un poco presuntuoso cuando recogí tus cosas. Si
prefieres, puedes volver al rancho.

La rigidez de Abe fue inmediata. Valentino casi podía tocar


la tensión que llenaba la sala.

—Aunque —le dio a la pierna de Abe un ligero apretón—,


te perderías de los increíbles desayunos que preparo en las
mañanas. —Esperaba que huevos y pan tostado contara en su
declaración.

La tensión drenó y Abe se relajó. —¿Cocinas?

Ahora que el fey parecía animado. Valentino fue por eso.


Abe se veía fuera de lugar y él quería que el hombre se sintiera en

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen | 51


casa. No le había dicho que quería volver al rancho, por lo que
Valentino estaba tomando eso como una buena señal.

Sólo necesitaban llegar a conocerse. —Soy bastante


bueno en la cocina. —Le gustaba experimentar con nuevas
recetas. No todas ellas resultaban bien, pero en su mayoría, eran
comestibles.

Aún no se había enviado a sí mismo al hospital.

Abe bajó sus piernas, parecía un poco menos agitado que


antes. Las líneas de tensión alrededor de sus ojos y boca
finalmente se habían ido. Valentino se sorprendió cuando los
labios de Abe se curvaron en una sonrisa inocente. —Tengo
hambre. Así que, ¿por qué no me muestras tus habilidades en la
cocina?

Valentino podía hacer algo mejor que eso. Levantó a Abe


del sofá, lanzando al hombre por encima del hombro, riendo
cuando oyó gritar a Abe. Era muy cuidadoso de la mano del
hombre, pero el estado de ánimo amargado tenía que irse. No
había manera de que tuviera a su pareja amargado.

De ninguna manera en el infierno.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó Abe, divertido.

—Jugar al papel del bárbaro cavernícola. ¿Está


funcionando? —cuando entró en la cocina, Valentino depositó a
su pareja en el mostrador y apuntó con un dedo de advertencia
al sexy rubio hombre con los más bonitos ojos azul aciano—. No te
muevas.

—¿Siempre eres así?

Valentino se empujó entre las piernas de Abe, notando la


forma en que su pareja se ponía rígido, su respiración cada vez
un poco más jadeante. ¿Qué le pasaba al chico? Si Valentino no

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen | 52


sabía lo que hacía, pensaría… ¡Santa mierda! Su pareja tenía
miedo de darle un beso. Pero eso era ridículo.

Gimió cuando pensó en la conversación que tuvo con Abe


en el rancho, y luego la confesión de Abe cuando estaba
medicado.

Su pareja no le había contestado cuando le había


preguntado si había besado antes. Estaba empezando a pensar
que Abe no había besado antes.

Para probar su teoría, Valentino movió la cabeza hacia


adelante, sólo para que Abe esquivara sus labios. —¿Pensé que
ibas a cocinar?

—Te va a costar.

La rubia cabeza de Abe se inclinó con curiosidad, el


pequeño gesto hizo más adorables sus rasgos. —¿Qué me
costara? —Abe miró rápidamente el área de la cocina—.
¿Quieres decir, como lavar los platos o algo así?

Valentino sintió que su corazón sonreía ante la inocencia


de su pareja. El desconcierto por lo que Valentino le pediría
también era hermoso. —Un huevo, un beso.

Abe pareció aún más confundido por un momento. Luego,


su ceño fruncido se profundizó. —¿Qué tienes, además de
huevos?

Bueno, esto no iba tan bien como Valentino había


esperado. ¿Por qué Abe no quería besarlo? ¿Era por él? ¿Había
hecho algo que molestara a su pareja? Infiernos, quizás Abe no lo
quería en absoluto. Ese pensamiento le dio a Valentino
escalofríos. ¿Qué pasa si Abe lo aceptaba solo porque eran
pareja? De todo lo que Valentino había podido deducir acerca
de su pequeño cowboy, el hombre era gay, así que esperaba
que ese no fuera el problema.

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen | 53


Pero eso dejaba a Valentino con un problema aún peor.
¿Qué pasa si Abe no se sentía atraído por él y sólo estaba allí
porque el destino los había emparejado juntos?

El hecho de que hubiera una atracción no significaba que


se enamoraran al instante o que ambos estuvieran felices de
pasar el resto de sus vidas juntos. ¿Qué pasa si Abe sólo había
estado jugando todo el tiempo mientras trataba de encontrar
una salida al apareamiento con Valentino?

Iba a enfermarse del estómago ante todas esas


posibilidades. Sintiendo como si las cosas ya no estuvieran bien en
el mundo, dio un paso atrás, poniendo un montón de espacio
entre él y Abe. Señaló el refrigerador con la mano y le dijo con
poco entusiasmo: —Hay un montón de cosas en el refrigerador,
fui de compras antes. Come lo que quieras.

Antes de que Abe pudiera decir nada, Valentino salió


corriendo de la cocina y se dirigió directamente a su dormitorio,
un dormitorio que lentamente estaba empezando a pensar,
estaría durmiendo solo. Cerró la puerta detrás de él y se acercó a
mirar hacia afuera al patio trasero, en realidad no le interesaba el
paisaje fuera de la ventana.

Le molestaba mucho la idea de que él y Abe fueran por


caminos separados, eso era más de lo que podía manejar en
este momento. Valentino nunca tuvo mucho en la vida, no en la
forma de novios o una relación sólida. Encontrar a Abe había
levantado su corazón inmensamente.

Estar solo apestaba, y ahora parecía que iba a continuar


de esa manera. A pesar de que acababa de conocer al chico, y
apenas si lo conocía, Valentino sentía su corazón roto.

—Me dijiste mal besador.

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen | 54


Valentino se quedó inmóvil, manteniéndose de espaldas a
su pareja mientras trataba frenéticamente de recordar cuándo le
había dicho algo tan estúpido.
«O nadie te ha enseñado la forma correcta de besar o yo soy tu primero».
Valentino recordó haber dicho esas palabras, pero no había
llamado mal besador a Abe. Infierno, había estado esperando ser
el primero de Abe. Estaría más que feliz de enseñarle al hombre
todo lo que había que saber sobre el sexo y juegos sexuales.

Girándose, Valentino vio su pareja inseguro, de pie junto a


la puerta, como si tuviera miedo de entrar en la habitación. El
dormitorio de Valentino.

—¿Es por eso que has estado evitando mis labios?

Abe se encogió de hombros y se frotó con la buena mano


el brazo opuesto. —¿Te gustaría besar a alguien que te dice eso?

Dio un paso hacia Abe, observando no sólo su expresión


facial, sino también el lenguaje de su cuerpo. Cuando el
pequeño fey no se alejó de él, Valentino acortó la distancia. —No
se puede ser un mal besador si nunca has besado antes. Nunca
le diría algo así a mi sexy pequeño cowboy.

—Pero yo no soy…

Antes de que Abe pudiera protestar de nuevo acerca de


que no era un cowboy, Valentino llevó su mano a la nuca del
hombre y lo acercó. Y justo antes de capturar los labios de Abe,
le dijo: —Relaja los labios, dulzura.

Abe tomó aliento cuando Valentino inclinó la cabeza y


cubrió la boca de Abe con la suya. De nuevo el beso fue duro,
pero esta vez Valentino no retrocedió. Persuadió suavemente los
labios de Abe para que los abriera, pasó su lengua por la boca
del pequeño hombre.

Estrellas explotaron cuando Abe finalmente fue dócil, con


la boca tan suave como pétalos. Soltó un pequeño gemido y
EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen | 55
Valentino se comió el ruido. Su otra mano en la espalda de Abe,
acercándolo más hasta que sus pechos se tocaban y se
moldeaban uno con el otro.

Valentino deslizó la mano por la nuca de su pareja hasta


que sus dedos recorrían las rubias hebras del chico. Y luego les dio
un suave jalón. Abe gimió de nuevo, esta vez un poco más fuerte
y más largo.

Esos pequeños ruidos iban a ser la ruina de Valentino. Tuvo


que utilizar una cantidad exorbitante de control para no llevar al
hombre a la cama. Sabía que Abe no estaba preparado para
eso. Aún no.

Practicarían el besarse, y quizás le daría al hombre una


mamada impresionante. ¿Qué hombre no deseaba conseguir
que su pene fuera chupado? Bajó la mano por la espalda de
Abe hasta que acunó el trasero de su pareja, Valentino le dio un
ligero apretón.

Abe empezó a temblar en sus brazos. «Oh, sí». Esto era


demasiado perfecto. Moviendo la mano alrededor, Valentino
pasó el dorso de sus nudillos sobre la erección de su pareja, el
bulto bajo la gruesa tela de sus jeans era prometedor. Valentino
recorrió con su lengua, una vez más, a través de la boca de su
pareja antes de pasar a la mandíbula del hombre, manteniendo
sus movimientos lentos, para no sólo disfrutar de lo que estaba
haciendo, sino también, al mismo tiempo, enseñarle a su pareja.

Convenció a Abe de mover la mano buena al pecho de


Valentino antes de besar su camino por el cuello de Abe.

—Valentino —dijo Abe sin aliento.

—Aquí contigo, cariño. Lo único que quiero que hagas es


disfrutar de esto, nada más —deslizó sus dedos por debajo del
borde de la camisa de su pareja, y levantó la tela—. Levanta tus
brazos.

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen | 56


Abe temblaba como loco, y Valentino se emocionó por la
confianza que Abe le estaba dando. Levantó los brazos y
Valentino le quitó la camisa a su pareja. Lanzando el material a
un lado, pasó sus manos sobre el delgado pecho de Abe, las
yemas de sus pulgares rodeando los pequeños pezones
marrones.

Valentino se rio. —Baja tus brazos, dulzura.

Abe se sonrojó profusamente antes de bajarlos.


Sorprendentemente, puso su mano buena de nuevo en el pecho
de Valentino sin que se lo dijera.

Estaba aprendiendo. Manteniendo un ojo en su pareja y su


lenguaje corporal, Valentino se dejó caer de rodillas.

Miró a Abe y su pareja parecía un poco confundido. Tenía


la sensación de que la confusión no era por el hecho de que
Valentino estaba de rodillas, sino por el hecho de que era el
único de rodillas. —No me importa quien jode ni quien chupa,
dulzura, mientras ambos estemos satisfechos. Eso es todo lo que
importa. —Le guiñó un ojo a Abe antes de desabrochar los jeans
de su pareja—. Y esta noche, me encantaría chuparte.

Los ojos azules de Abe se abrieron un poco con sus lindos


labios entreabiertos.

Valentino no podía esperar a que su pareja le chupara el


pene. Sabía que no iba a ser esta noche, pero la sola idea de
tener esos sexy labios alrededor de su pene excitaba a Valentino.

—Eres tan grueso —dijo con un ronroneo antes de meter los


dedos en la cinturilla de los pantalones de su pareja y bajárselos
hasta sus muslos, el pene del fey saltó libre.

La circunferencia era increíble.

Se tomó un momento para apreciar la vista que tenía


delante. Valentino pasó el pulgar sobre el líquido claro, mirando a

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen | 57


Abe antes de chupar el dedo en su boca, sus ojos en blanco
mientras gemía. —Sabes tan malditamente bueno.

La respiración de Abe era rápida, con los ojos vidriosos


mientras observaba a Valentino como si tuviera las respuestas al
universo. Sus labios formaron una sonrisa mientras comenzaba
lentamente a acariciar el pene de su pareja. —¿Te gusta cómo
se siente?

Su pareja asintió.

—Pues bien —dijo Valentino, dando a Abe una traviesa


sonrisa—. Realmente te va a gustar esto. —Valentino abrió los
labios y chupó el pene de Abe con su boca, moviendo su lengua
alrededor de la cabeza y gimiendo al mismo tiempo.

Abe empezó a desmoronarse, pero Valentino lo atrapó. Su


pareja estaba haciendo todo tipo de ruidos con los ojos en
blanco.

Esa expresión elevó el ego de Valentino mientras trabajaba


la carne en la boca. Ahuecó sus mejillas, creando una fuerte
succión mientras movía la cabeza.

Una mano se posó en la cabeza de Valentino, los dedos se


enredaron en su cabello y jaló. Eso sólo aumentó el intenso placer
que Valentino ya estaba sintiendo. Quería que la primera
mamada de Abe fuera memorable, y por la forma en que su
pareja jalaba el cabello de Valentino, estaba siendo
exactamente eso.

—Oh, dios... oh, dios... —Abe murmuró una y otra vez


mientras Valentino apretaba sus nalgas, masajeando la carne
mientras su lengua lamía uno de los lados del pene de Abe y el
otro. Era cierto que, Valentino no estaba acostumbrado a chupar
nada de ese grosor. Tenía que ir lento o se asfixiaría.

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen | 58


Gimió de nuevo, sabiendo que las vibraciones aumentarían
el placer de Abe. Su pareja gimió, jalando con fuerza el cabello
de Valentino.

—Mi... tú... oh...

El fey estaba perdiendo la cabeza.

Así era exactamente como Valentino lo deseaba. Si el


hombre aún pudiera pensar, Valentino no estaría haciendo un
buen trabajo. Pero se dio cuenta de que Abe no estaba
pensando. El hombre se caía a pedazos en sus brazos y Valentino
no podía estar más feliz.

Tomando la oportunidad, Valentino deslizó un dedo sobre


el apretado agujero de Abe, rodeando la pequeña entrada al
tragar el pene de Abe por su garganta, aunque tuvo que
trabajar la carne lentamente por la garganta.

—Yo... yo voy a... a...

Las frases entrecortadas del hombre eran demasiado


malditamente sexis. Si su pareja estaba a punto de correrse,
Valentino iba a empujarlo al borde. Alejó su dedo del agujero de
Abe, deslizó el pene fuera de su boca, y luego escupió en su
dedo.

—Preparado, mi pequeño cowboy. —Valentino tomó el


pene de Abe en su boca, y al mismo tiempo, presionó su dedo
mojado en el culo de Abe hasta el primer nudillo.

Abe gritó al techo mientras su cuerpo se sacudió y se


convulsionaba, su semilla brotó a la boca de Valentino. Él la
bebió como el mejor de los vinos, lamiendo cada maldita gota
hasta que el pene de Abe estuvo limpio.

Valentino se rio entre dientes mientras agarraba a Abe que


se derrumbaba.

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen | 59


El hombre tenía una pequeña sonrisa de felicidad en su
rostro. —Y eso, mi pequeño y dulce cowboy, es una mamada. Se
presenta en todo tipo de posiciones, métodos, y sabores. Yo
prefiero estar de rodillas.

—Eres un hombre extraño —Abe contestó, su voz ligera y


perezosa. Tenía un brillo que sólo venía de la saciedad. Valentino
lo extendió y se extendió en el suelo, sin querer molestar a su
pareja.

No se ofendió de que Abe lo llamara extraño. Valentino


sabía que era más que un poco diferente de los demás. Le
gustaba ser quien era.

Y también estaba allí acostado con su pene duro bajo sus


pantalones. Quizás después de que Abe se durmiera él haría… —
Oh infierno —dijo Valentino cuando la mano de Abe cubrió su
tensa erección.

No estaba seguro de lo que Abe tenía en mente, pero


ahora mismo, Valentino se conformaría con un trabajo manual
para aliviar el dolor en la ingle.

Abe se giró hacia su lado, observando a Valentino con


esos ojos azules tan bonitos, mientras sus dedos fueron al cierre de
Valentino. No lo interrumpió. Este era el momento de Abe y
Valentino aceptaría cualquier cosa que el hombre le hiciera.

Su pareja parecía insegura y había un ligero temblor en sus


dedos, pero eso sólo hizo que lo que Abe estaba haciendo fuera
aún más especial.

Sin decir una palabra, Abe sacó el pene de Valentino y


comenzó a acariciar su caliente carne. Sus caderas se movieron
hacia adelante en una reacción instintiva, el placer de su pareja
tocándolo era abrumador.

—Das un trabajo manual impresionante —dijo Valentino


con un profundo ronroneo. Rodó sobre su espalda, Abe subiendo

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen | 60


por encima de él hasta que estuvo entre las piernas de Valentino.
Había líneas de profunda concentración en el rostro de Abe.
Valentino quería decirle a su pareja que se relajara, que sólo
siguiera sus instintos, pero no quería que su pareja pensara que lo
estaba criticando.

El hombre ya había interpretado mal algo que Valentino


había dicho.

—Quiero besarte —Abe admitió con timidez.

Pateando los zapatos, Valentino empujó sus pantalones por


las piernas mientras Abe le ayudaba a quitárselos. —Ven aquí.

Abe se arrastró a su lado —lo mejor que pudo,


considerando que sólo usaba la mano buena— y Valentino
colocó al hombre acostado de lado. Los dos estaban de lado,
sus cuerpos alineados.

Valentino guió la mano de Abe de nuevo a su pene


mientras capturaba los labios de Abe. Fue el más suave y dulce
beso. Valentino gimió, extendiendo sus piernas más, mientras Abe
lo acariciaba, aumentando el ritmo mientras el fey lo besaba más
profundo.

Empujando la lengua hasta la garganta de Abe, Valentino


gruñó a través de su orgasmo, lanzando su semilla entre ellos
mientras el fuego dentro de él quemaba como un infierno. No
sabía que un trabajo manual pudiera ser tan malditamente
increíble.

Nunca se sintió tan malditamente bien, cuando él se lo


hacía. Jadeó, recuperando el aliento antes de hablar. —
Entonces, ¿esto significa que vas a vivir aquí?

Valentino quería tener muy claro que su pareja quería


quedarse. Había sacado al hombre del rancho, pero ahora que
estaba más tranquilo, se preguntaba si fue lo mejor.

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen | 61


—Me gusta estar aquí —dijo Abe, aún con el pene de
Valentino en la mano.

No estaba seguro del porqué, pero esas cuatro palabras se


sentían como si tuvieran otro significado. Valentino no iba a
presionar a su pareja. El hombre había dicho que le gustaba aquí.

No le había dicho que estaba muy contento de que


Valentino fuera su pareja, pero tampoco había dicho que
quisiera irse.

Entonces ¿por qué la respuesta de Abe lo dejó sintiéndose


más solo de lo que jamás se había sentido antes?

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Capítulo 5

Bryce odiaba ver a su hermano tan malditamente


deprimido. Desde el accidente, Gavin había estado abatido,
actuando como si el mundo estuviera llegando a su fin. Estaba
golpeándose y Bryce tenía que encontrar una manera de
arreglar la situación.

—¿Por qué no hablas con él?

El músculo de la mandíbula de Gavin se tensó. —Oíste a


Valentino. Tiene razón. Sólo estaba pensando en la pieza, no en
la seguridad de Abe.

Bryce estaba listo para golpear al hombre. Había crecido


con Gavin y sabía muy bien que Gavin era la persona menos
egoísta del mundo. Su hermano nunca lastimaría
deliberadamente a nadie, especialmente no a Abe.

Alex, la pareja de Gavin, estaba tratando de conseguir que


saliera de esa depresión, pero nada parecía funcionar. Bryce iba
a tener que hablar con Abe y ver si podía arreglar la situación.

Encontró a Ahm en su dormitorio, acostando a Ashayla que


dormía, Bryce se quedó en la puerta por un momento y los
observó a los dos. Su pecho se apretó cuando su hija dio un
pequeño gemido y Ahm la hizo callar con una palmadita suave
en la espalda.

Le dio a su pareja una tierna sonrisa cuando Ahm miró en


su dirección. —Voy a salir un rato. ¿Necesitas algo? —se acercó,
dándole un beso en la frente a su hija antes de darle a Ahm un
beso en los labios.

Ellos dos significaban el mundo para Bryce.


EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen | 63
—Ashayla necesita pañales —respondió Ahm—. Y ella está
empezando con la dentición.

—No hay problema, mi pequeña gota de amor.

Ahm se rio. Bryce nunca se cansaría de ver esa sonrisa en la


cara de Ahm. Sus dientes blancos y rectos y su hermosa sonrisa
siempre hacían que su pareja se viera diez veces más sexy.

—Vas a hablar con Abe, ¿no es así?

Ahm lo conocía demasiado bien. —No puedo dejar esto sin


resolver. Me agrada mucho Abe, aunque al principio pensé que
eran demasiado indulgentes con él y Gavin es un desastre.

Dándole a Ahm otro beso, Bryce dejó a su pareja e hija y


salió de la casa rumbo a su camioneta. Bryce se detuvo a mitad
de camino cuando se dio cuenta de que alguien estaba de pie
junto a un carro a un lado de la carretera, viendo hacia el
rancho.

Su oso gruñó cuando vio los prismáticos en las manos del


hijo de perra. Los Lakeland habían sido advertidos de que los
cazadores de vampiros se habían infiltrado en Villa Brac. Bryce no
iba a permitir que nadie lastimara a su familia.

Había algunos vampiros viviendo en el rancho y Bryce


protegería a cada persona en el rancho con su vida. Corrió por el
camino de entrada y fue tras el bastardo. Pero el espía fue más
rápido, entró en su carro y se alejó antes de que Bryce pudiera
atraparlo o al menos ver las placas.

Se quedó mirando a la nube de polvo que los neumáticos


habían levantado a causa de la rápida salida, enojado de que
alguien hubiera tomado un gran interés en el rancho —o mejor
dicho en la gente del rancho.

—¿Qué está pasando? —Olsen preguntó acercándose a


Bryce—. Corrías como si el diablo estuviera tras de ti.

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen | 64


Incluso después de que la nube de polvo se asentó, Bryce
tenía la mirada perdida en el camino. Podría no haber visto el
número de placa, pero recordaría el carro si lo viera de nuevo. —
Estoy bastante seguro de que un cazador estaba observando el
rancho.

Olsen parecía tan inquieto como Bryce se sentía. Había un


puñado de seres humanos viviendo en el rancho, pero la mayoría
eran no-humanos. Iba a tener que avisarle a su Pa lo que había
visto.

—¿Le has visto la cara?

Bryce negó con la cabeza. —Tan pronto como me vio


mirándolo, el hijo de puta huyó —comenzó a caminar hacia su
camioneta, sabiendo que no había nada que pudiera hacer
ahora.

—Le avisaré a Pa lo que pasó —Olsen ofreció mientras se


dirigía hacia la casa—. Quizás tengamos que volver a los turnos
para vigilar el lugar.

A Bryce no le gustó esa idea —aunque sabía que Olsen


tenía razón.

Odiaba que cualquier persona amenazara su forma de


vida y quería atrapar al cazador. Tenía que ser un cazador.
¿Quién más podría estar espiándolos?

Empujando el pensamiento a un lado, Bryce dejó el


rancho, en dirección a la casa del veterinario para hablar con
Abe y Valentino. Esperaba que perdonaran a Gavin. El pequeño
Fey era parte de la familia, ya sea que lo creyera o no. Cada uno
de los hombres Lakeland querían a Abe. A Bryce le gustaba salir
con el chico.

No podía permitir que una pelea se interpusiera entre Abe y


los Lakeland. Pero Bryce tenía la sensación que no era a Abe a
quien tendría que convencer. Valentino se volvía feroz cuando se

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen | 65


trataba de Abe, y era comprensible. Pero el doctor Prayze
también era el único veterinario en la ciudad. Si Bryce no podía
encontrar una forma de arreglar esto, no estaba seguro de lo que
iban a hacer en cuanto a sus animales.

También necesitaba recordar pañales y un anillo para


morder. Bryce sonrió ante la idea de Ahm y su hija. Si todo se
viniera abajo, al menos sabía que tenía a dos personas que
significaban el mundo para él.

Abe caminó por la fila de jaulas, mirando cada una de


ellas. Trabajar aquí no debería de ser tan malo. Al menos los
animales eran pequeños. Había caballos en la parte trasera, pero
Abe no planeaba acercarse a ellos.

—Tengo el trabajo perfecto para ti —dijo Valentino al entrar


en la zona donde se guardaban los animales—. ¿Te gustaría
alimentar a los animales y limpiar sus jaulas?

Eso no sonaba un mal trabajo. La mayoría de las jaulas no


eran grandes. —Puedo hacer eso —Abe contestó a juego con
una sonrisa. Y hasta que sanara su mano derecha, eso también
parecía un trabajo bastante fácil. Abe en secreto admitió que
era un mejor trabajo que trabajar en el rancho.

—¡Perfecto! —dijo Valentino y luego bajó la voz—.


Simplemente no dejes que los animales te intimiden. Muchos de
ellos creen que ellos dirigen este lugar.

Abe se rio mientras observaba una de las jaulas y vio a un


pequeño gatito gris. Estaba seguro de que podía manejar a estos
animales. Parecían bastante inofensivos.

—Le diré a Damon que te muestre cómo hacerlo.

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen | 66


—¿Tu asistente?

Valentino se encogió de hombros. —Asistente, ayudante,


como quieras llamarlo. La mayoría de las veces se sienta detrás
de la recepción y contesta el teléfono.

Ahora ese era el trabajo que a Abe le encantaría tener.

—Voy a ir a buscarlo. —Valentino caminó hacia el frente


de la clínica mientras Abe veía al gatito gris.

—Realmente debe apestar estar atrapado ahí. —Abe se


sorprendió cuando el gato se le acercó, sacando la pata hacia
fuera entre las barras. Sonrió mientras pasaba un dedo por la
suave piel.

—Veo que te llevas bien con Symba —dijo Damon al entrar


al área de espera. Abe miró los ojos color avellana cuando el
hombre le sonrió, le agradaba Damon. El tipo era agradable.

—Es lindo.

Damon metió su dedo en la jaula y rascó la cabeza del


gatito. —No te apegues demasiado. Symba se va a casa
mañana.

Abe miró la fila de jaulas. —¿Alguno de los animales viven


aquí?

—¿De forma permanente?

Abe asintió.

—No. Esto no es un refugio. La mayoría están aquí porque


tuvieron algún tipo de cirugía y necesitan tiempo para
recuperarse. Algunos están aquí porque el propietario está fuera
de la ciudad. Les damos albergue hasta que sus propietarios
regresen.

—Como un hotel de animales.

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen | 67


Damon se rio. —Algo por el estilo.

Abe observó como Damon abrió la jaula y sacó al gatito.


Le acarició el pelo gris antes de entregarle el gatito a Abe. Esta
era la primera vez que Abe había sostenido un gatito. Él era de
una tribu que no creía en las mascotas. Los elfos de los Bosques
tenían cerdos y vacas, animales que ayudaran a sostener su vida,
pero nunca mascotas.

El gatito ronroneó y Abe se acordó al instante de Valentino.

El pequeño animal se acurrucó en su brazo, parecía feliz.

—Le agradas —comentó Damon—. Pero, me dijeron que te


muestre cómo se manejan las cosas aquí. ¿Estás listo?

Abe le entregó a Symba de nuevo a Damon. —Estoy listo.

Se puso en marcha y Abe pasó la mayor parte de la


mañana limpiando sus jaulas y conociendo a los animales. En el
almuerzo, estaba agotado. Se dirigió al frente para decirle a
Damon que había completado todas sus tareas cuando vio a
Bryce entrar a la clínica. Abe no pudo evitar sonreír. Era bueno
ver a su amigo.

Una amplia sonrisa estalló en el rostro de Bryce cuando vio


a Abe.

—Estás cubierto de pelo.

Mirando hacia abajo, Abe vio todo el pelo que se había


quedado pegado en su ropa por pasar la mañana con los
animales. —Parece que tengo que afeitar mi ropa.

Bryce se rio y Abe se rio. El gran oso podía siempre hacer


reír a Abe. —¿Qué te trae por aquí? —Abe intentó retirar el pelo
de su ropa, pero no importaba lo duro que sacudiera, aún seguía
cubierto de pelo.

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen | 68


—Cepillo de pelusa —dijo Damon desde detrás del
mostrador de recepción—. Esa es la única manera que encontré
para conseguir quitar el pelo de la ropa.

Abe tendría que recordar eso. Se giró hacia Bryce para ver
al oso de pie mirándolo. —¿Qué?

Bryce miró hacia la entrada trasera. —¿Podemos hablar?

Sabía que Bryce estaba buscando a Valentino. Sin


embargo, no estaba seguro de por qué. Le parecía bastante
extraño a Abe que ninguno de los hombres Lakeland le hubiera
llamado desde que se mudó con Valentino hace tres días. Estaba
empezando a pensar que no significaba nada para la familia de
los osos.

Agitando la mano hacia la puerta principal, Abe salió al


estacionamiento, Bryce lo siguió.

—¿Aún estás enojado con nosotros?

Abe vaciló en sus pasos, girándose hacia Bryce


confundido.

—¿De qué estás hablando?

Bryce se apoyó en su camioneta, una expresión de


culpabilidad en su rostro. —Del accidente.

—Pero no fue culpa de nadie. —No estaba seguro de por


qué Bryce se veía culpable. El chico no tenía nada que ver con lo
sucedido. Abe ni siquiera culpaba a Gavin o a Winter. Sabía que
ninguno de los dos le había hecho daño intencionalmente.

Los ojos de color gris claro se dirigieron hacia la clínica


antes de que Bryce mirara de nuevo a Abe. —Deberías de
haberlo visto.

Está bien, Abe estaba teniendo un dolor de cabeza. No


entendía lo que Bryce le estaba diciendo. —¿A quién?

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen | 69


—A tu pareja. Después del accidente, vino al rancho.
Chico —Bryce sacudió la cabeza, una sonrisa triste en su rostro—,
el hombre estaba furioso. Le dio a Gavin un buen golpe en la
mandíbula, gritándole que no había tenido en cuenta tu
seguridad.

Abe se sorprendió. Sabía que Valentino había ido al rancho


porque el hombre había recogido sus pertenencias. No sabía que
Valentino tuvo un enfrentamiento con Gavin. Abe no estaba
seguro de qué decirle a Bryce.

—El doctor Prayze dijo, y cito: ‘Dado que tratan a mi pareja


como prescindible, quiero que me lleven a su habitación para
que pueda empacar sus cosas’.

Abe se quedó sin habla. Sí, eran pareja, pero Valentino


había actuado tan salvaje, tan... tan... —¿Él dijo eso?

—Quiero saber si te sientes de la misma manera, Abe —


Bryce se apoyó en su camioneta, mirando a Abe con una
expresión cuidadosa.

Su respuesta debería haber sido un rotundo no, pero Abe


no estaba tan seguro. Los Lakeland eran personas geniales, pero
Abe siempre había sentido que estaba ahí para ayudar. Nunca
se había sentido como si realmente encajara. Pero ¿no se había
sentido así toda su vida? Incluso ahora, que vivía con su pareja,
Abe se sentía perdido.

Había perdido a sus padres a una edad temprana y la tribu


lo había criado. Tuvo tutores que se ocuparon de él, pero nunca
tuvo el amor especial que sólo la familia puede dar. Atendían sus
necesidades, nada más.

Así es como se sintió viviendo en el rancho. Sus necesidades


fueron atendidas y Abe nunca lo negaría, pero... Bryce se movió
a su otro pie, incómodo. —Sabes que me preocupo por ti, Abe,
¿verdad?

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen | 70


Sabía que a Bryce le gustaba llevarlo con él cuando salía a
la ciudad para ir de fiesta. A Abe le encantaba ir al Manacle y
relajarse. Bryce era divertido como el infierno para pasar el rato.
Sus hombros se elevaron ligeramente.

—¿Realmente? —Bryce preguntó, con un tono lleno de


desconcierto e incredulidad—. Eres mi amigo, Abe.

—¿Qué está pasando? —Valentino preguntó mientras salía.


No parecía enfadado, aunque su tono era firme, pero Abe podría
decir que el hombre estaba siendo protector.

—Estoy teniendo una conversación, doc. Te prometo que


no voy a hacerle o decirle algo malo a tu pareja.

Wow. Abe nunca había visto a Bryce tan dócil en un


enfrentamiento. El tipo era un gran juguetón y le gustaba
divertirse, aunque también había visto a Bryce cuando estaba
realmente furioso. Él se quedó allí, su expresión inescrutable.

Valentino se acercó, envolviendo su brazo alrededor del


hombro de Abe.

—¿No debería ser Gavin quien estuviera aquí?

—¿Después de la forma en que lo trataste? —Bryce


preguntó y Abe podía escuchar un toque de ira en su tono—. La
culpa lo está carcomiendo.

—¡No debería haber ignorado la seguridad de Abe! —


Valentino bramó. Abe nunca había oído hablar a su pareja con
tanta ira antes. Mientras miraba hacia Valentino, Abe notó que
algo se movía detrás de los ojos del hombre. Era lo mismo que
había visto cuando le había hablado a su pareja sobre el
accidente. Ahora sabía lo que realmente era, rabia. Era como si
el puma de Valentino viera a través de los ojos gris oscuro.

—¡Fue un accidente! —Bryce defendió con vehemencia


mientras se levantaba en toda su estatura. Abe había visto esto

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen | 71


antes. Bryce actuaba de esa manera justo antes de atacar. ¡Esto
era una locura!

—¡Espera! —Abe gritó por encima de los dos—. Pelear no


va a resolver nada.

—Soy un depredador, Abe —dijo Bryce, con la mandíbula


aún apretada con fuerza—. Vine aquí con la mejor de las
intenciones, pero no voy a estar aquí y dejar que otro hombre
hable mierda sobre mi hermano.

Eso era algo que Abe había aprendido acerca de los


Lakeland. Ellos eran leales como el infierno cuando se trataba de
su familia. Gavin podría haber asesinado a alguien y Bryce lo
defendería hasta el final.

Abe siempre había envidiado eso de los Lakeland. Pero


después de escuchar como Valentino lo defendió, no pudo evitar
sentir un aleteo en el estómago. Su pareja había ido en contra de
los Lakeland para defenderlo. El saber eso le complacía, a pesar
de que era contra los osos contra quien Valentino iba.

—No puedo quedarme impasible mientras la seguridad de


mi pareja es ignorada —Valentino respondió acaloradamente—.
Me importa una mierda que Gavin se sienta mal. Tendría que
haber sido él, el que viniera a ver a Abe.

Valentino le dio a Bryce una sonrisa sin humor antes de


girarse y dirigirse hacia la clínica. —Termina de hablar con él si
quieres, Abe. En cuanto a mí, he terminado con esto.

Abe observó hasta que su pareja desapareció en el interior


del edificio, sintiéndose tan malditamente confundido acerca de
qué hacer. Valentino era su pareja y Abe no iría en contra de él.
Pero los Lakeland lo habían aceptado y le habían dado un hogar
cuando su tribu le dio la espalda. Eran buenas personas.

—Tiene razón.

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen | 72


La cabeza de Abe se giró bruscamente. —¿Qué quieres
decir con que tiene razón?

Bryce puso las manos en las caderas mientras observaba el


edificio. —Valentino tiene todo el maldito derecho a estar
enojado con nosotros. Te lastimaste. Eso es todo lo que ve. Si lo
mismo le hubiera sucedido a Ahm, Gavin estaría... —Bryce miró a
Abe—. Sabes que los Lakeland somos unidos. No hay manera de
que no defendiera a mi hermano.

—Te entiendo —dijo Abe sintiendo que una pequeña parte


de su corazón se rompía. Bryce había hablado como si Abe no
hubiera sido parte de esa familia. Como si hubiera sido el extraño
que siempre había sentido que era. Las palabras de Bryce sólo
demostraron que Abe tenía razón. No pertenecía—. Dile a Gavin
que no fue su culpa. Los accidentes ocurren.

Bryce le dio una sonrisa. —Seguro que te extrañaré en el


rancho.

No, Abe no iba a tener sus ojos todos llorosos. No había


manera. Tenía una nueva vida con su pareja. Eso no quería decir
que no pudiera visitar a los Lakeland, pero su lugar estaba al lado
de Valentino. Él no era parte de la familia de osos. Bryce se lo
había dicho con esas palabras. Pero le agradaba Bryce y Abe
estaba decidido a mantener su amistad. —Aún podemos ir a la
ciudad de fiesta.

Bryce caminó hacia el lado del conductor de la


camioneta. La sonrisa del hombre era tan pequeña que apenas
clasificó como tal. —Veremos.

¿Qué significaba eso? Antes de que Abe pudiera


preguntar, Bryce se alejaba. Mientras estaba allí, Abe aceptó
amargamente el hecho de que nunca había realmente
encajado en el rancho. Probablemente estaban felices de que se
hubiera ido. Lo único que Abe hacía era atravesarse en su
camino.

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen | 73


—Abe.

Abe miró a su alrededor al oír que su nombre era susurrado.


No vio a nadie, pero sabía que había oído algo. El
estacionamiento sólo tenía unos cuantos carros y por lo que
podía ver, Abe estaba solo.

Sintiéndose un poco asustado por la voz, Abe se apresuró a


entrar a la clínica. Damon no estaba detrás del mostrador, pero
Valentino estaba allí de pie, estudiando a Abe con cautela con
sus ojos grises. El hombre se veía cauteloso mientras se apoyaba
en la mesa. —No estaba tratando de ser un imbécil, Abe.

Abe acunó su mano lastimada, sintiéndose un poco


expuesto mientras estaba allí. ¿Qué se suponía que debía decir?
Valentino era su pareja. Los osos eran sus amigos.

Pasando la mano por su cabello ya despeinado, Valentino


dejó escapar un suspiro de frustración. —Perdí la calma cuando
me dijiste lo que pasó.

—¿Por qué? —realmente quería saber lo que motivó al


hombre. Ellos acababan de conocerse. Es cierto que eran pareja,
pero no había manera de que el veterinario lo hubiera sentido
tan profundamente o le importara mucho Abe en unas pocas
horas.

—Me molestó cuando dijiste que todo el mundo te


ignoraba y te trataba como si fueras un hombre lento que
necesitaba supervisión constante.

Valentino cruzó los brazos sobre el pecho. Le dio a Abe una


sonrisa y la imagen fue sorprendente hermosa. —Todo lo que veo
es a un hombre que está dispuesto a ayudar sin importar qué.
Veo a alguien que tiene un corazón muy grande y… —Valentino
se aclaró la garganta.

—¿Y? —Abe presionó para que Valentino terminara lo que


estaba diciendo. Nunca nadie había resaltado las cualidades de

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen | 74


Abe antes y se estaba muriendo por escuchar lo que su pareja
pensaba de él—. Continua.

Valentino asintió y se encogió de hombros. —Eres un mejor


hombre que yo, Abe. No veo por qué estás tan dispuesto a
perdonarlos después de lo que te pasó.

—Porque sé que Gavin no estaba tratando de hacerme


daño intencionalmente.

Valentino se levantó del escritorio y se acercó a Abe. Pasó


los dedos por los mechones que colgaban frente a la cara de
Abe. —Verdaderamente eres único en tu tipo, mi pequeño
cowboy.

Abe absorbió la atención, cerrando los ojos mientras


disfrutaba la sensación de los dedos de su pareja acariciando su
cabello.

—Tan sensible.

Abe inhaló profundamente cuando sintió los suaves labios


de Valentino presionarse contra los suyos. Los labios cálidos y
húmedos encendían su sangre, Valentino envolvió un brazo
alrededor de Abe y lo acercó. Abrió la boca, chupando la
lengua de Valentino.

Su pareja se reía mientras se retiraba. —Definitivamente


estas aprendiendo.

Abe podía sentir sus mejillas calentarse por el cumplido.

—¿Interrumpo?

Abe se giró, pero no reconoció al hombre que estaba allí.

—No, en absoluto, señor Howard. ¿Has traído a Whiskers


para su revisión?

Por extraño que pareciera, Abe no estaba avergonzado de


haber sido atrapado besándose en medio de la clínica. Estaba

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen | 75


demasiado ocupado haciendo que su pene bajara. Había
crecido con fuerza cuando Valentino lo tocó.

Tomando una profunda respiración, Abe regresó a su


trabajo. Entró en el área de espera y oyó ladrar a los perros. Era
muy ruidoso aquí.

Gimió cuando vio que Roger había volcado su tazón,


había agua por todas partes. Acababa de limpiar la jaula antes
del descanso. El gran labrador movía la cola con entusiasmo
cuando Abe se acercó a su jaula.

—Abe.

Abe se dio la vuelta, pero se encontró con que estaba solo.


El pasillo estaba vacío, sólo él y los animales al fondo. El oír su
nombre le estaba asustando. La primera vez que sucedió, pensó
que quizá estaba imaginándolo.

Pero ahora sabía que alguien lo estaba observando.

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen | 76


Capítulo 6

Valentino terminó el expediente de Whiskers y lo dejó en el


escritorio de Damon. Cerró el bolígrafo, lo guardó en su bata y
fue a buscar a Abe. Sentía como que su relación con Abe era
desunida y quería encontrar la manera de unirla, no sólo
físicamente, sino también emocionalmente.

Algo estaba deteniendo a Abe y Valentino quería saber


qué era ese algo. Su futuro juntos no tenía ninguna posibilidad si
no podía entender por qué Abe se mantenía a distancia.

Valentino se detuvo cuando vio a un extraño de pie en el


pasillo, mirando a escondidas desde una esquina del área de
espera. —¿Qué crees que estás haciendo?

Parpadeó un par de veces cuando el extraño


desapareció. Eso le dijo que el chico era fey, pero eso no
explicaba lo que había estado haciendo espiando a Abe.
Valentino caminó rápidamente por el pasillo, necesitaba ver a su
pareja.

Abe estaba limpiando la jaula de Roger, ajeno a ser


observado. Su pareja no tenía ni idea de que un fey había estado
allí espiándolo. Valentino se apoyó en la pared, observando a
Abe por un momento. ¿Por qué alguien estaría espiando a este
hombre? ¿Había algo de la vida de Abe que Valentino tenía que
saber?

—Roger derramó su agua.

Abe ni siquiera se había dado la vuelta. Sabía que


Valentino estaba viéndolo. Si sabía que Valentino estaba allí,
¿sabría del fey? Podría ser solo debido al lazo. Aunque no habían

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consumado las cosas, eso no quería decir que no se estuviera
haciendo más fuerte. Decidió mantener la información acerca
del fey que estaba espiándolo para sí mismo en este momento.

Abe había pasado por bastante. —Es su manera de


obtener tu atención.

—Funcionó.

Valentino entró en el área de espera, moviendo el dedo


hacia el labrador. —Ten cuidado, amigo. Abe es mío.

Su pareja arqueó una rubia ceja.

—Tiende a apegarse rápidamente —explicó Valentino


dándole un guiño a Abe—. Sé cómo se siente cuando se trata de
ti.

Su pareja se veía como si estuviera luchando con las


palabras. Sus labios se separaron y luego volvió a mirar lo que
estaba haciendo. Valentino vio la oreja de Abe volverse de un
tono rojo oscuro. El hombre se afectaba fácilmente.

—Entonces, dado que no llegamos a tener nuestra cita


para cenar, estaba pensando en tener una agradable, cena
romántica en casa esta noche —lanzó la invitación y esperaba
que Abe la tomara. Colocándose en cuclillas al lado de su pareja
Valentino le dijo en voz baja—: Mi gusto por lo dulce está
golpeando... duro.

Abe dejó caer el tazón que tenía en sus manos, luchando


para atraparlo antes de que toda el agua se derramara.
Valentino le dio a Roger unas palmaditas en la cabeza cuando el
perro ladró y trató de lamer la cara de Abe. —¿Qué te dije
acerca de coquetear con mi pareja? —le preguntó al perro.

El agua se fue rápidamente hacia el pequeño agujero de


drenaje en el centro de la jaula, pero de todos modos su pareja
fue por toallas.

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen | 78


Valentino le ayudó a Abe a limpiar el desorden.

—No tienes que ayudar —dijo Abe—. Este es mi trabajo.

—Y no hay nada de malo en que te ayude. —Valentino


dejó unos trapos en el agua, viendo cómo se empapaban. Abe
estaba secando, sus movimientos espasmódicos. Valentino
observó la tensión en la mandíbula de su pareja.

Estaba enfadado.

Pero ¿por qué?

—No necesito ninguna ayuda —Abe contestó, su voz dura.

Valentino cerró sus manos con fuerza mientras se apartaba,


estudiando las líneas duras en la cara de Abe y preguntándose
de dónde venía toda esa rabia. El hombre en cuclillas junto a él
no era el mismo hombre que había conocido en el establo de los
Lakeland. —¿Qué sucede, Abe?

Su pareja terminó de limpiar el desorden y luego lanzó las


toallas a la canasta de la ropa sucia. Valentino cerró la puerta de
la jaula, esperando que su pareja le respondiera. Abe se quedó
allí, viendo las toallas sucias.

Después de un largo silencio, Abe dijo: —No sé dónde


encajo

Valentino caminó hacia delante, deteniéndose frente a


Abe. Sus dedos se curvaron bajo la barbilla del pequeño hombre,
inclinando la cabeza hacia atrás hasta que estaba viendo los
ojos azules de Abe. —¿De dónde viene eso?

Aclarándose la garganta Abe preguntó —¿Cómo fue tu


vida en tu casa?

La pregunta tomó a Valentino desprevenido. Eso no era lo


que había estado esperando escuchar. —Desafíos —respondió

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen | 79


con sinceridad. Su respuesta pareció conseguir el interés de Abe.
Ya no estaba viendo las toallas, veía directamente a Valentino.

—¿Cómo es eso?

Eso no era algo de lo que Valentino quisiera hablar, sobre


todo no en la maldita área de espera de la clínica veterinaria.
Cruzó los brazos sobre el pecho en un movimiento defensivo
mientras se apoyaba en la jaula más cercana. —Tu primero.

El hombre inclinó la cabeza hacia un lado mientras se


encogía de hombros, jugando con un hilo invisible en la ropa
sucia. —Bryce me recordó que nunca fui parte de la familia
Lakeland.

Valentino curvó sus manos en puños, manteniendo su ira


bajo control. La furia casi lo ahogó, pero permaneció en silencio.

—Mis padres murieron cuando yo era joven —Abe continuó


y Valentino captó el dolor de Abe antes de que pudiera
ocultarlo. Estaba en su voz y sus ojos—. La tribu se aseguró de que
se ocuparan de mis necesidades básicas —empujó su dedo por
el tejido de la canasta—, pero emocionalmente, estaba
descuidado.

—Entonces siempre has sentido que no encajas —Valentino


conjeturó—. Siempre estás buscando la atención de alguien, la
aprobación de alguien.

Abe lo miró a los ojos. —Me haces sonar tan malditamente


necesitado.

Valentino miró hacia el pasillo, más allá de Abe cuando los


recuerdos se deslizaron en su mente y tomaron el control. —En
realidad no, Abe. Crecí con pumas constantemente retándose
entre sí, siempre tratando de demostrar su dignidad y hombría por
medio de la fuerza bruta.

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen | 80


Y lo había odiado. Valentino no era una persona violenta.
Oh, él podría ser muy peligroso si la situación lo requería. Su padre
se aseguró de que tuviera una gran capacidad de lucha. —Mi
padre siempre me ponía a luchar contra otros pumas. En las
ocasiones en que perdí, se ponía a luchar conmigo para ‘mejorar
mis técnicas’ al menos eso era lo que me decía.

—¿Luchaste contra tu padre? —Abe preguntó con


asombro.

—Y contra mis tíos, hermanos, primos, o quienquiera que


pensara que era demasiado débil para luchar contra los otros
machos en nuestro grupo. —Esa era una infiernal manera de criar
a un niño. Valentino se fue de allí tan pronto como tuvo edad
suficiente para asistir a la universidad. Juró que iba a hacerse una
vida para sí mismo y nunca volvería a casa.

Valentino siempre había querido más de la vida. En


realidad no era un pacifista, pero no era un furioso puma que
sentía que lastimar a los inocentes era una buena manera de
enseñarles a sobrevivir.

—¿Es por eso que bromeas todo el tiempo? —preguntó


Abe—. ¿Es una especie de escudo?

Valentino se echó a reír, a pesar que los recuerdos lo


habían puesto serio sólo un momento antes. —Me gustaría pensar
que mi humor es una parte de lo que soy, no un mecanismo de
defensa.

—A m-mi gusta reír —admitió Abe.

Apartándose de la jaula, Valentino se puso delante de su


pareja. —Y he visto tu risa. Es más linda que el infierno.

El rostro de Abe se agrió. —¿Linda?

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen | 81


—¿Qué? ¿Crees que los hombres no pueden ser lindos? —
preguntó Valentino, presionando a Abe—. Roger es bastante
lindo, ¿no te parece?

La cabeza de Abe se giró hacia la jaula donde se


encontraba el labrador. Sus cejas se arrugaron mientras
contemplaba a Roger. —Él es un perro.

—Ten cuidado de insultarlo. Roger tiene sentimientos.

Abe le dio una linda sonrisa antes de ponerse serio. —¿Me


adapto a ti?

Ah, infiernos. Valentino sintió una opresión en su pecho al


ver la sincera expresión en el hermoso rostro de Abe. Pasó un
brazo alrededor de los hombros del hombre, acercándolo. —
Nosotros los inadaptados tendemos a permanecer juntos. Tú y yo,
mi pequeño cowboy.

El corazón de Valentino se derritió cuando Abe le sonrió.


Desde el accidente, esta era la primera vez que había visto esa
hermosa sonrisa y Valentino se dio cuenta de que la extrañaba.

—Aún me gustaría salir con Bryce de vez en cuando.

Valentino le dio un beso en la cabeza a Abe. —No


necesitas mi permiso para una maldita cosa, dulzura. Aunque
tengo que hacer las paces con Malcolm.

Las cejas de Abe se dispararon. —¿Le gritaste a Pa?

El lado de la boca de Valentino se elevó mientras hacía un


ruido tomando aire. —Bueno... quizás.

Abe no parecía feliz. —Pa es un hombre muy agradable. El


hombre más agradable que he conocido —su pareja comenzó a
masticar febrilmente su labio inferior—. ¿Y si está enojado y no me
deja ir de visita?

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen | 82


Valentino seguía enojado más allá de lo posible con Gavin,
pero no tenía problema con el resto del clan de osos. —Estoy
bastante seguro que entiende de dónde venía mi ira.

—Supongo —dijo Abe—. Tengo que ir a la Casa después


del trabajo. El doctor Sheehan quiere revisar mi mano.

Un truco para cambiar de tema. —¿Quieres que vaya5?

Era el turno de Valentino para sorprenderse cuando Abe se


puso rojo. ¡El muy diablillo! Estaba teniendo pensamientos muy
traviesos en ese momento. Valentino se echó a reír y abrazó a su
pareja. Podía sentir a Abe temblar contra él y sabía que el
hombre también se estaba riendo.

—¿Doctor Prayze?

Valentino miró hacia el pasillo para ver a Damon allí de pie,


inseguro mientras veía a Valentino y a Abe.

—¿Qué sucede?

—Sólo quería que supiera que iré a almorzar. Ya cerré la


puerta.

Almuerzo. Maldición. Valentino se había olvidado


completamente de eso. Miró a su pareja. —¿Tienes hambre?

—Estoy hambriento —admitió Abe.

Justo cuando estaban saliendo del área de espera, el


mismo duende que había estado espiando a Abe volvió a
aparecer, con los ojos desorbitados mientras se acercaba a Abe.
—Tienes que salvarme.

5
¿Want me to come?: También significa quieres que me venga, de ahí el chiste.

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen | 83


Abe tomó a Valentino antes de que pudiera atacar. «Wow».
El hombre tenía los colmillos fuera y le rugía a Turi. Si el puma no
fuera su pareja, Abe se habría cagado de miedo ante la mirada
salvaje en la cara de Valentino. —Lo conozco, Valentino.

Valentino dio un gruñido de irritación, pero sus colmillos no


se retractaron y su postura seguía siendo intimidante. ¿Estaba mal
excitarse por el poder que Valentino estaba exhibiendo? Sus
músculos bien definidos ondulando debajo de la ajustada negra
camisa que usaba. Para bien o para mal, los pensamientos de
lamer cada centímetro disponible en Valentino se agolpaban en
la mente de Abe.

—Lo atrapé espiándote antes de venir aquí —Su pareja no


se apartó.

Abe giró hacia Turi, con expresión hostil. A pesar de que


nunca había tenido un problema con el elfo del Bosque, no era
como si fueran amigos ni nada. ¿Por qué Turi corrió el riesgo de
venir a ver a Abe? Él fue rechazado por su tribu. Si se llegaran a
enterar de que Turi estivo aquí, sólo rechazarían al hombre. —
¿Qué haces aquí, Turi?

El hombre tragó saliva audiblemente, sus ojos de color


verde oscuro viendo el largo del pasillo. —Necesito ayuda y no
sabía a donde ir.

Abe soltó un bufido. —¿Recuerdas que nuestra tribu me


repudió? —seguro que no podría olvidar ese hecho. Aunque Abe
nunca había pensado en regresar, aún dolía como el infierno que
su propio pueblo no quisiera tener nada que ver con él.
Extrañaba la forma en que solía ser antes de la guerra contra los
elfos de las Sombras.

Aunque la guerra terminó, los elfos de los Bosques seguían


siendo muy egoístas y mezquinos.

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen | 84


Turi lanzó sus manos al aire. —No me importa que fueras
repudiado. Es una ley estúpida, si me preguntas.

—Estúpida o no —comenzó Abe—, si te atrapan hablando


conmigo, te echarán de la isla.

Turi no parecía captar la referencia a Survivor6. —¿Qué isla?

Valentino dejó escapar una risa detrás de Abe. El sonido


sólo hizo que Abe recordara que ya no estaba solo y que tenía
una pareja.

No le importaba porqué Turi estaba aquí. El hombre tenía


que irse. —Sólo dime por qué has venido así podrás regresar.

—Solías ser tan agradable —dijo Turi.

—Y fui echado por la gente que creía que era agradable


—le recordó al fey.

—Bueno —dijo Turi mientras comenzaba a caminar, con el


largo cabello negro volando detrás de él—. Sabes que Iam
asumió el cargo de líder de la tribu, ¿verdad?

Abe asintió. Ahm había nombrado sucesor a Iam de


Shanta. Nadie había discutido con el líder de los elfos de las
Sombras, pero no todos estaban contentos de lo que había
hecho.

—Iam está tratando —continuó Turi—. Él realmente trata.


Pero los ancianos le hacen pasar malos ratos. No van a ceder
cuando se trata de leyes antiguas.

A Abe no le sorprendió. Los ancianos eran hombres


pomposos llenos de aire caliente y que creían que estaban
demasiado altos. Ellos eran vanos, engreídos, y Dios los odiaba. —
Continua.

6
Survivor Serie de televisión, un reality show, en el que los concursantes son dejados en una isla desierta, la
eliminación es dada por los mismos concursantes hasta que queda solo uno, fue creado en 1992 por Charlie
Parsons.

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen | 85


Turi parecía estar agitado. Su ritmo se volvió maníaco
mientras caminaba entre las jaulas una y otra vez. —Mi padre me
ha prometido a uno de esos viejos cochinos. —Turi parecía
avergonzado—. Y el anciano al que me prometió es mi tío.

Maldición. Eso estaba realmente jodido. Abe se estremeció


al pensar en el anciano poniendo su mano arrugada sobre él. El
pensamiento le dio asco. —Entonces, ¿huiste?

Turi negó con la cabeza. —Al principio no. Pensé que tenía
tiempo. Mi padre insistía en que orgulleciera nuestro hogar al
presentarme ante Egon la próxima luna llena. Pero Egon no
quería esperar. Seguía viniendo —Turi tragó saliva—, me tocaba.

Abe recordó que Turi había regresado a la tribu después de


haber sido secuestrado por un humano llamado Billy. Turi se había
encerrado en sí mismo durante mucho tiempo, nunca habló ni
interactuó con los demás.

Ahora ¿querían acoplarlo a un anciano? Eso estaba


realmente mal. De alguna manera Abe sabía que Egon no era la
pareja de Turi. —Entonces, ¿qué piensas hacer?

—No lo sé —gimió Turi—. Abraham, no puedo estar


acoplado a él. Simplemente no puedo.

Abe odiaba cuando era llamado por su nombre de


nacimiento. Sólo su tribu utilizaba la versión completa. Es por eso
que odiaba escucharlo.

—¿Qué hay de Malcolm? —preguntó Valentino—. Tiene un


rancho, pero por lo que me han dicho, también tiene un lugar
para las personas que necesitan ayuda.

Abe miró a Valentino, contento de que los caninos se


hubieran ido. —Uh, ¿has olvidado nuestro pequeño problema? —
La manera en que su pareja había ido al rancho de los Lakeland
con la espada desenvainada y golpeando a Gavin.

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen | 86


—Voy a llamarle a Malcolm —dijo Valentino—. Incluso si
aún este enojado conmigo, sé que no le dará la espalda a tu
amigo.

—Él no es mi amigo —respondió Abe y lamentó sus


palabras al ver el dolor en los ojos de Turi. Era cierto, pero él no
quiso molestar al hombre. Sin embargo, Abe no se retractó de sus
palabras.

En realidad no quería ser atrapado en este lío. Entre más


pronto lograra dejar a Turi en el rancho, mejor para Abe. No
quería volver a ver a los ancianos, ni a ninguno de los miembros
de la tribu de nuevo.

—¿Quién es Malcolm? —Turi preguntó cuándo Valentino se


marchó.

—¿Recuerdas cuando fuiste rescatado de la casa del


humano?

Abe pudo ver a Turi visiblemente apagarse. No estaba


seguro de lo que había pasado, pero tenía la sensación de que
Turi no quería pensar en eso. Asintió con la mirada hacia abajo.

—Malcolm es el padre de los osos que aparecieron cuando


fuiste rescatado.

Turi se rascó la cabeza. —Realmente no recuerdo mucho


de ese día.

Y Abe podría decir que Turi quería cambiar el tema por la


forma en que sus ojos comenzaron a mirar alrededor. —¿Qué es
este lugar?

—Una clínica veterinaria —Abe dijo con orgullo—. Mi pareja


es el dueño.

Los ojos verdes de Turi se agrandaron. —¿El shifter puma es


tu pareja?

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen | 87


—Lo es —Abe contestó y luego pensó en algo—. ¿Tú eras el
que decía mi nombre?

Turi asintió. —Quería ver si estabas solo hasta aquí.

—¿En el estacionamiento?

El hombre parecía confundido. —No estuve allí. Aparecí


dentro del pasillo.

Antes de que Abe pudiera decir otra palabra, el padre de


Turi apareció detrás de Turi. —¡Cómo te atreves a traer desgracia
a nuestra familia huyendo!

Abe tomó a Turi, listo para desaparecer cuando un puma


salió corriendo de la esquina, aullando ruidosamente. ¡Valentino!

Abe nunca había visto a su pareja en su forma de puma,


pero sabía que era la criatura. El padre de Turi dejó escapar un
gruñido de disgusto antes de desaparecer. Abe sabía que no
había visto lo último de ese hombre.

Valentino cambió y Abe quería cubrir a su pareja. No le


gustaba el hecho de que el hombre estuviera allí desnudo para
que otros pudieran verlo. Los shifter podrían estar acostumbrados
a la desnudez, pero los elfos de los Bosques no. Turi estaba
asombrado, sus mirada bajó a la ingle del veterinario.

Abe golpeó la parte posterior de la cabeza de Turi. —Es


muy ofensivo mirar fijamente a un shifter desnudo. —Y Abe estaba
muy ofendido.

—Lo siento —Turi respondió mientras rápidamente desviaba


la mirada.

—Tenemos que llegar al rancho —Valentino dijo mientras


abría un pequeño armario, Abe ni siquiera lo había notado. Su
pareja sacó unos jeans y una camisa de vestir y se vistió
rápidamente—. Malcolm dijo que aceptaba a Turi.

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen | 88


Abe se sintió aliviado. No podía rechazar a Turi, pero
tampoco quería asumir la responsabilidad. Ahora estaba
tratando con suficientes problemas propios.

Mientras los tres caminaban hacia el frente de la clínica,


Abe recordó la voz en el estacionamiento y se estremeció. Turi
dijo que no había sido él.

Entonces, ¿quién fue?

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen | 89


Capítulo 7

Valentino se detuvo en la entrada de la casa de los


Lakeland, apagó el motor y salió de su Focus. Abe y Turi lo
siguieron. Vio a los gemelos que trabajaban con los caballos en el
corral, pero se dirigió hacia la puerta principal.

No estaba aquí para una visita.

—¿Estás seguro de que estaré a salvo aquí? —preguntó


Turi, con los ojos fijos en los gemelos. Cuando se dio la vuelta,
Valentino vio a Chance levantar las cejas antes de rápidamente
ocultar su rostro.

Malcolm le había dicho a Valentino lo que pasó hace


tanto tiempo, y sabía que Chance había rescatado a Turi.
Parecía que Chance recordó al hombre.

—Este es el lugar más seguro en el que podrías estar —dijo


Abe—. Los osos no dejan que nadie que no sea de aquí entre.

Turi no parecía muy convencido, pero de todos modos


subió los escalones. El chico estaba nervioso como el infierno.
Valentino no estaba seguro si era por ver a Chance y recordar lo
que le había pasado hace mucho tiempo, o si era porque estaba
huyendo. Podría ser ambas o que el hombre era naturalmente
nervioso.

Malcolm se reunió con ellos en la puerta, abrió la puerta de


malla para que entraran en la casa. —Doctor Prayze —dijo con
buen humor. Valentino no estaba seguro de qué esperar—. Deja
de mostrarte como si fuera a arrancarte la cabeza —dijo a
Valentino—. Agua bajo el puente.

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen | 90


Bueno, eso no era lo que había estado esperando, pero
Valentino se alegró de que no hubiera resentimientos entre él y
Malcolm. —Él es Turi —puso una mano sobre el hombro del
nervioso fey.

Malcolm hizo un gesto brusco. —Va a ser atendido. Llamé a


Maverick para informarle lo que estaba pasando.

Eso fue un sabio movimiento. Si la mierda se extendía,


siempre era bueno tener al Alpha de su lado. Nadie jugaba con
Maverick.

—¿Cómo está la mano? —Malcolm le preguntó a Abe, sus


rasgos se suavizaron cuando miró a la pareja de Valentino.

—Vamos a ir a ver al doctor Sheehan —respondió Abe—.


Tengo la esperanza de saber más una vez que vea mi mano.

Valentino dio un gruñido cuando vio a Gavin de pie en la


puerta de la cocina. Él y Malcolm pudieron haber resuelto sus
diferencias, pero aún estaba enojado con Gavin. Pero al menos
el hombre tenía la suficiente decencia para parecer culpable.

—Tenemos que salir —dijo Valentino. Tenía que salir de aquí


antes de que perdiera los estribos. Era un hombre muy tranquilo,
hasta que se metían con su pareja. Valentino no tenía ni idea de
que fuera tan feroz. Pero Abe era su pareja y Valentino sería feroz
para proteger al pequeño fey.

Abe lo miró, y sabía que se había dado cuenta de que


estaba en el borde. Quizás algún día iba a perdonar a Gavin,
pero hoy no era ese día. Puso su brazo sobre el hombro de Abe,
guiándolo hacia la puerta. —Te llamaré para saber de Turi —le
dijo a Malcolm.

Valentino salió, tomando una profunda respiración mientras


caminaban hacia su coche. Abe no dijo una palabra. El hombre
se metió en el asiento del pasajero y se colocó el cinturón de
seguridad.

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen | 91


El viaje hasta la Casa fue en silencio. Valentino se detuvo
en el portón negro. Una vez que anunció quien era, las puertas se
abrieron. Se estacionó junto a una fila de motocicletas brillantes y
se dirigió a la casa.

Él y Abe, llegaron a la oficina del doctor.

—Es genial verlos —el doctor Sheehan dijo mientras agitaba


una mano hacia las dos sillas—. Tomen asiento para que
podamos ver lo que está pasando con la mano.

Valentino se sentó junto a Abe mientras el doctor retiraba


las vendas de Abe.

—¿Cómo se ve? —Abe preguntó mientras veía lo que el


doctor estaba haciendo.

—Se está recuperando muy bien. Ahora, vamos a ver si


puedes doblar los dedos.

Valentino se acercó más, dispuesto a consolar a Abe si no


podía mover los dedos. —Sólo recuerda que tengo una mano
que puedes pedir prestada si la necesitas —le guiñó un ojo a Abe.

—No empecemos de nuevo —dijo el doctor Sheehan—.


Nada de sexo en mi sala de exploración.

El corazón de Valentino se congeló y luego latió más


rápidamente cuando Abe lo miró a través de su caído flequillo
rubio, su sonrisa increíble y provocadora. Sentía su estómago
pesado y estaba casi sin aliento por la manera en que Abe
estaba mirándolo. —Lo tendré en cuenta.

Valentino lo vio y deseó no haberlo hecho. Podía ver el


esbozo de la erección de Abe en sus pantalones. Su pareja no
dejó de mirarlo mientras movía la mano para el doctor. Valentino
tenía la sensación de que Abe lo estaba usando como una
distracción y estaba bien con eso.

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen | 92


Pero no había manera de que pudiera fingir un duro pene.
Valentino había sido lo suficientemente paciente. Cuando llevara
a su pareja a casa...

—Muy bien —dijo el doctor Sheehan—. Parece que la


funcionalidad de tu mano no está perdida. Creo que vas a tener
una recuperación completa, Abe.

La cabeza de Abe giró bruscamente cuando movió sus


dedos. Ellos se movían lentamente, pero se movían. Valentino
sonrió ampliamente cuando un suave sollozo salió de la garganta
de Abe. Pasó el dorso de sus nudillos por la espalda de Abe,
colocando un suave beso en su hombro. —Ves, no había nada
de qué preocuparse.

El doctor comenzó a vendar la mano de Abe. —Aún


necesitas tiempo para sanar, pero está progresando bien.

Esa fue la mejor noticia que Valentino podría haber


esperado. Abe iba a estar bien. Su corazón se iluminó cuando el
doctor se levantó. —Sólo cuida la mano. Pronto voy a retirar los
puntos, pero la curación va a tomar mucho más tiempo.

Valentino estrechó la mano del doctor. —Me aseguraré de


que cuide bien de ella.

—Trata de ejercitar esos dedos —dijo el doctor Sheehan—.


Has un par de flexiones un par de veces al día para fortalecerlos.

Valentino salió de la Casa con Abe, convencido de que su


pareja iba a recuperarse. —Supongo que después de todo, no
necesitas mi mano.

Abe le dio una sonrisa tímida. —Yo no diría eso.

—Nunca llegamos a almorzar —dijo Valentino. Tuvo que


pasar por alto la declaración de Abe o iba a saltar a los huesos
del hombre aquí en la entrada.

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen | 93


—Pero ahora está más cerca la cena —Abe señaló al
entrar en el carro.

—Entonces creo que cenaremos. —Valentino se dirigió al


pueblo y se estacionó frente al restaurante. No había preparado
nada para la cena, así que cenarían fuera.

Mientras tomaban asiento en una de las mesas, Valentino


vio a un hombre entrar en el restaurante. Ahora, no era que
normalmente reconociera a los extraños. Infiernos aún estaba
tratando de conocer a la gente del pueblo. Pero ese hombre
estaba mirando directamente a Abe.

Pensó que eran celos, por la manera en que el hombre


estaba estudiando a su pareja. El extraño se sentó en la barra y,
finalmente, no les hizo caso.

—Aún estoy hambriento —Abe estaba diciendo—. Todo en


el menú se ve bien.

Valentino le sonrió a Tangee cuando se acercó a la mesa


para tomar sus pedidos de bebida. Aún no había decidido lo que
quería para la cena y Valentino seguía mirando al hombre que
había estado observando a Abe.

El desconocido no los había volteado a ver mientras seguía


en el restaurante. Eso no significaba que Valentino confiara en el
hombre. Podría estar siendo paranoico después de tratar con Turi
y su padre.

—¿Listo? —Valentino tomó la nota y se fue a la barra para


pagar. Le dio una mirada de reojo al desconocido, pero el
hombre no lo veía. Se encontró con Abe en la puerta y luego
salieron y se dirigieron al carro.

Valentino se dirigió a la casa, sacando al extraño de su


mente. Tenía otras cosas en que pensar, como reclamar a su
pareja. Había sido más que paciente y su puma se estaba

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen | 94


poniendo nervioso. Valentino prácticamente podía sentir el
zumbido de anticipación recorrerlo mientras llegaban a su casa.

—Gracias por la cena —dijo Abe a su lado. Valentino


podría decir que su pareja estaba nervioso. El hombre seguía
jugueteando con la correa del cinturón de seguridad, la vista
hacia la ventana.

En el momento en que se detuvo en el camino de entrada,


Abe estaba nervioso como el infierno. Valentino apagó el motor y
salió del carro, tan casual como pudo. Estaba nervioso, pero no
por la misma razón que Abe. Su pequeña pareja estaba nervioso
porque esta era su primera vez.

Valentino estaba caliente como el infierno y no podía


esperar para llevar a su pareja a la cama. No podía esperar para
reclamar al pequeño fey. Se había comportado bastante bien en
los últimos días y ahora Valentino estaba a punto de ser
recompensado.

—¿Quieres ver una película? —Abe preguntó al entrar en la


sala.

Infiernos, no. —Estaba pensando más en la línea del postre.


—Valentino llevó sus brazos alrededor del delgado cuerpo—. Si
no recuerdo mal, alguien me dijo que podía tenerlo.

Valentino caminó hacia atrás hasta llegar al sofá. Estaba


demasiado tenso para llegar hasta la habitación. Su pene ya se
sentía como si fuera a explotar en sus jeans. Valentino necesitaba
piel desnuda y la necesitaba ahora.

Llevando los dedos bajo el dobladillo de la camisa de Abe,


Valentino la levantó con cuidado y se la quitó a su pareja. Era
consciente de la mano lesionada de Abe y se aseguró de que la
tela no se quedara atrapada en las vendas.

—Mira ese cuerpo tan bonito. —Valentino bajó la cabeza,


lamiendo uno de los pezones de Abe. Provocó la carne con los

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen | 95


dientes, jalando el pequeño brote en la boca. Bajo sus dedos,
Valentino podía sentir el pecho de Abe que subía y bajaba
rápidamente. El corazón le latía violentamente.

Estaba adolorido, quería que Abe lo tocara, que le


mostrara que estaba tan necesitado como él. Apartándose el
tiempo suficiente para quitarse la camisa, Valentino llevó la boca
al descuidado pezón, bañándolo con su lengua.

Pequeños gemidos salieron del pecho de Abe cuando


Valentino comenzó a desabrochar los jeans del hombre. Quería
sentir ese grueso pene en su mano.

Los dedos de Abe comenzaron a recorrer el cabello de


Valentino, sus dedos se abrían y cerraban. Su mano herida
estaba apoyada en el hombro de Valentino.

Los ojos azules de Abe se deslizaron hacia abajo, a donde


Valentino estaba de rodillas y sus labios abiertos. Valentino sonrió
mientras seguía acariciando el cuerpo de Abe. No iba a pedir ni
exigir nada a su pareja.

No, esta noche Valentino iba a hacerle el amor lentamente


para mostrarle al hombre lo que era ser reclamado por un puma.

Agarrando la cintura de los jeans de Abe, Valentino bajó el


material por sus piernas. Gimió cuando el pene de Abe salió libre.

—Siéntate en el sofá.

Abe hizo lo que le pidió. Valentino le quitó los zapatos a su


pareja y luego le sacó los jeans, arrojándolos a un lado. Pasó sus
manos por los muslos de Abe, acariciando la suave piel. Hubo un
ligero temblor bajo sus dedos y Valentino sabía que era de
esperar.

Quería hacer el amor sin prisas. Más importante aún,


Valentino quería a Abe relajado. Sus dedos rozaron la piel
desnuda, jugando con el rastro de vello que iba desde el ombligo

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen | 96


de Abe a los rubios rizos alrededor de su pene. Estaba tentado a
explorarlo, volviéndose loco con las lujuriosas caricias.

Un rubor pintó las mejillas de Abe cuando encontró la


mirada de Valentino. Sus ojos, del color del cielo de verano, se
abrieron cuando Valentino bajó la cabeza, tomando en su boca
el duro pene de su pareja. Inhaló el aroma de Abe, disfrutando
de la sorpresa en el rostro del hombre antes de que deslizara la
lengua por la punta del pene, lamiendo el pre-semen.

—Oh dios —Abe gimió mientras inclinaba la cabeza hacia


atrás. Su respiración era tan rápida que Valentino pensó que el
hombre iba a desmayarse. Quería mostrarle lo que era el real
placer y la verdadera intimidad.

Abe dejó caer la cabeza contra los cojines y levantó las


caderas en dirección a Valentino. Valentino dejó escapar un
profundo gemido visceral mientras tomaba Abe en su boca. El
placer en su interior ardía más fuerte, más caliente, y más allá de
cualquier cosa que jamás hubiera conocido. Abe era cualquier
cosa menos experimentado y Valentino lo sabía.

Pero la forma en que el hombre estaba atormentando a


Valentino con sus gemidos y la forma en la que se retorcía bajo
Valentino podría haberse confundido con pura seducción. Sabía
que Abe no estaba tratando de seducirlo, pero maldición el
pequeño hombre estaba volviéndolo loco.

Dios, estaba duro.

Tan fuerte que sentía como si su pene estuviera a segundos


de volverse de acero puro. Su gato ronroneaba largo y extenso
mientras que Valentino chupaba el pene de Abe, al mismo
tiempo, desabrochaba sus jeans y los empujaba hacia abajo por
sus muslos.

Quería entrar en Abe urgentemente, pero tenía que


mantenerse en control. Valentino no iba a joderlo rápidamente

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen | 97


en su primera vez ni para reclamarlo. Abe se movía, arqueaba la
espalda mientras apoyaba la cabeza en el sofá. Maldición,
estaba tan jodidamente hermoso, excitado.

Y los ruidos, Dios, los ruidos excitaban su sangre. Le decían


que Abe se estaba volviendo loco en sus brazos y que Valentino
tenía a su pareja en llamas.

De abajo del sofá, Valentino tomó el lubricante que había


dejado allí antes, con la jodida esperanza de que tendría suerte
esta noche. Nunca había estado nervioso cuando se trataba de
sexo. Había tenido un montón, nunca alardeaba de ser un
experto, pero su corazón nunca latió tan fuerte como ahora y sus
manos nunca temblaron así. Pero Valentino logró mojar sus
dedos.

Separando las piernas de su pareja, Valentino usó dos


dedos bien lubricados para masajear suavemente el apretado
anillo de músculos que iba a tomar pronto. Deslizando un dedo
dentro de su compañero, Valentino escuchó un jadeo. Sus dedos
se apretaron en el cabello de Valentino mientras trabajaba la
carne, estirando el músculo mientras deslizaba el dedo dentro y
fuera del culo de Abe.

Valentino vio la lluvia de emociones en el rostro de Abe, la


forma en que su cuerpo se tensaba y luego se relajaba al
escuchar los sonidos que salían de los labios entreabiertos del
hombre. Abe jaló las rodillas hacia su pecho, sus piernas caían a
los lados cuando Valentino insertó un segundo dedo.

Valentino comenzó a moverse a un ritmo constante,


asegurándose de golpear la glándula de Abe tan a menudo
cómo podía. Bajó la cabeza, usando su lengua para un placer
añadido. Empujó su lengua dentro, en varios firmes empujones,
añadió otro dedo, dejando a Abe temblando.

Cuando levantó la mirada, Valentino vio el gesto de placer


de Abe, la cruda lujuria evidente en su hermoso rostro. No hubiera

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen | 98


creído que el hombre pudiera tener mejor aspecto, pero
viéndolo, sabía que se había equivocado.

Incapaz de soportarlo más, Valentino se movió entre las


piernas de Abe. La cabeza de su pene tocó el sensible agujero
de Ave, pero Valentino no se empujó hacia adelante. Aún no.
Pero el ver la fascinación en su pareja causó que un escalofrío lo
recorriera, por lo que su cuerpo tembló ligeramente. Valentino vio
que los ojos de Abe no habían regresado a la normalidad. Se
habían vuelto más oscuros con su orgasmo.

Valentino respiró tembloroso, diciéndose a sí mismo una y


otra vez que mantuviera el control de su cuerpo. Ya estaban tan
malditamente cerca.

Los ojos de Abe brillaban como gemas de cristal,


diciéndole a Valentino lo que su pareja de verdad quería.
Valentino se inclinó hacia adelante, colocando sus manos a
cada lado de la cabeza de Abe, su pene rozando el pliegue de
Abe mientras pasaba la lengua por los labios entreabiertos de su
pareja.

Valentino tocó los húmedos labios de Abe, las yemas de sus


dedos recorrieron la tersa y suave piel. Abe mordisqueó los dedos.

El pene de Valentino presionando contra la entrada de su


pareja. Los ojos de Abe rodaron hacia arriba, empujó sus caderas
hacia el pene de Valentino. Valentino no se movió, dejó que Abe
tomara el control. Infierno si el hombre no se sentía bien alrededor
de su pene. Lo único que podía hacer era temblar y cerrar los
ojos al sentir su pene entrar en el húmedo y apretado calor.
Valentino gritó, sus brazos temblaban mientras colocaba sus
manos en las rodillas dobladas de Abe. Estaba abrumado por la
sensación de estar dentro de su pareja y la mirada de puro
éxtasis en el rostro de Abe.

—Nunca pensé que iba a sentirse tan bien —Abe dijo


mientras levantaba más sus caderas.

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen | 99


Valentino estaba luchando para no hundirse más profundo
en Abe. Podía sentir a su gato tratando de tomar el control, pero
Valentino se negó a permitir que eso sucediera. Y luego casi se
volvió loco cuando Abe apretó los músculos internos, dándole al
pene de Valentino un apretón de perno.

Cuando sintió que estaba en el fondo, Valentino estaba


muy seguro de que iba a perder la cabeza. No había otra
manera de describir la creciente necesidad dentro de él.
Valentino comenzó a moverse dentro de Abe lentamente al
principio, saliéndose casi por completo y luego volviendo a
entrar.

—Oh. Dios. Valentino.

Valentino aceleró sus movimientos y pronto estaba


jodiendo a Abe con pasión, su duro pene entrando
profundamente dentro del culo de su amante. Que era la
sensación más increíble del mundo. Valentino podría morir en ese
segundo, sabiendo que había visitado el cielo.

Abe empezó a deslizarse hacia el pene de Valentino,


aferrándolo como en un puño de hierro, el cuerpo de Valentino
tembló. Gruñó suavemente, miró hacia abajo, donde sus cuerpos
se unían, observando que su pene reaparecía de entre el cuerpo
de Abe.

Los ojos de Abe brillaban mientras que su cabeza rodaba


lado a lado, arqueaba la espalda mientras dejaba escapar un
gemido gutural. Los músculos de los muslos de Valentino se
tensaron al ver la hermosa vista debajo de él. Sus dedos
recorrieron el rostro de Abe, tocando a su pareja mientras su
pene entraba y salía del cuerpo de Abe.

Hundió sus colmillos profundamente en el hombro de Abe,


sosteniendo sus caderas mientras empujaba su pene dentro y
fuera del culo del hombre. Valentino sintió un primitivo gruñido

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen |


100
construirse en su garganta, había reclamado a su pareja. Era un
sentimiento poderoso y uno que nunca había sentido antes.

Le sorprendió.

Abe arqueó la espalda, dejando escapar un sonido gutural


mientras su semilla salpicada entre ellos. Cuando sacó sus
colmillos libres, Valentino jadeó. Pequeñas, cintas de colores
comenzaron a formarse, unas provenían de Valentino y otras de
Abe, Giraron alrededor y luego dos pequeñas formas
transparentes de la imagen exacta de él y Abe bailaban
alrededor de la otra, fusionándose, y luego se separaron, la
imagen de Abe entró en Valentino y la imagen de Valentino
entró en Abe.

Nunca en su vida había visto algo así antes. Abe tomó a


Valentino, jalándolo para darle un beso mientras empujaba su
culo hacia el pene de Valentino.

Valentino gruñó mientras se movía más rápido, más


profundo y más fuerte en el cuerpo de su pareja, lo que prolongó
el placer de Abe mientras luchaba por encontrar su propio
clímax. Abe se retorcía debajo de él, aferrándose a Valentino,
jalando su cuerpo. Valentino golpeó la suave carne, gruñendo en
el hombro de Abe mientras su semilla llenaba el culo de su
pareja.

—¿Qué fue eso? —Valentino preguntó mientras acariciaba


el cuello de Abe y seguía moviendo lentamente sus caderas.

—Nuestras almas ahora están unidas —Abe contestó


mientras se acurrucó más cerca de Valentino—. Así es como se
aparean los fey.

«Wow». Valentino estaba impresionado. Estuvo medio


tentado a extender la mano y agarrar una de las pequeñas
figuras, pero algo le decía que no interfiriera. Ahora tenía una

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen |


101
parte de Abe en su interior y el puma de Valentino ronroneó con
ese pensamiento.

Saliéndose del cuerpo de Abe, Valentino se sentó. —


¿Tienes sed?

Abe asintió.

Valentino fue a la cocina y tomó dos vasos. Luego fue al


refrigerador y sacó el jugo. Se quedó quieto cuando oyó algo
que provenía de la sala. Pero mientras estaba allí, Valentino
comenzó a pensar que estaba imaginando cosas.

Se encogió de hombros y luego sirvió el jugo en ambos


vasos. Dejó la caja sobre el mostrador y volvió a entrar en la sala.
Valentino se detuvo cuando vio al desconocido del restaurante
en su casa, sosteniendo a Abe y apuntándole con una pistola.

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen |


102
Capítulo 8

Abe no sabía qué le molestaba más, tener un arma en la


cabeza o estar desnudo ante un desconocido que lo mantenía
cautivo. Podía oler que el hombre era humano. Era sorprendente
cómo había entrado tan rápidamente a la casa y tomado a Abe
del sofá sin hacer ruido.

—Déjalo ir —Valentino gruñó las palabras. Abe vio cómo su


pareja dejaba los dos vasos de jugo a un lado. Si solo pudiera
tomar su ropa interior, Abe podría ser capaz de manejar esta
situación un poco mejor.

—Lo siento, tengo un trabajo que hacer —dijo el


desconocido—. Me lo llevaré conmigo.

Abe se encogió cuando el desconocido levantó su pelo


rubio. Sabía que el hombre estaba viendo sus orejas. —Justo lo
que pensaba —dijo el extraño con un tono satisfecho—. Eres un
elfo.

En ese momento Abe sabía que estaba tratando con un


cazador. Nadie más podría meterse en este problema. Sólo se
preguntaba cómo fue encontrado. Abe no había hecho nada
con lo que pudiera… ¡el armario!

Apenas había pensado en el armario cuando el hombre


que lo sostenía dijo: —Gracias por dejar tu cartera.

Abe miró sus jeans en el suelo y de repente se dio cuenta


de que no había tenido su cartera desde hace días. Nunca la
usaba mucho por lo que no se había dado cuenta. Maldición. —
¿Te importa si me pongo algo de ropa?

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen |


103
El hombre jaló el cabello de Abe, sus uñas se clavaron en el
cuero cabelludo. —No tienes ninguna necesidad de vestirte
decentemente, no eres humano, por lo tanto no tienes ningún
derecho.

—Él no es quien actúa inhumanamente. —Valentino se


acercó, deteniéndose y levantando las manos cuando el
desconocido empujó el arma más fuerte contra la sien de Abe.

—Nadie dijo que tenía que llevarlo con vida.

Abe tenía que pensar en una forma de salir de esto. No


había manera en el infierno que estuviera desnudo y siendo
secuestrado. No estaba seguro de qué infiernos estaba pasando
últimamente. Parecía que el cosmos estaba en contra de él. Lo
único bueno que había ocurrido en la semana pasada fue que
Abe encontró a su pareja.

Aparte de eso, Abe tenía una mano rota, un duende


fugitivo que había acudido a él en busca de ayuda, y ahora esto.
Realmente estaba empezando a pensar… —¡Ouch! —dijo Abe
fuerte, cuando el desconocido jaló su cabello.

—Pongámonos en marcha, Abraham Brego. —El hombre


comenzó a caminar lentamente hacia la puerta, manteniendo
Abe entre él y Valentino.

Abe sabía que si el desconocido lo sacaba de la casa,


sería como si estuviera muerto. Prefería morir aquí, viendo a su
pareja, que en un lugar extraño.

Abe sabía lo que tenía que hacer. Estaba muerto de miedo


de hacerlo. Si su idea no iba según su plan, Abe era hombre
muerto. Antes de que pudiera cambiar de opinión, Abe relajó su
cuerpo. Se dio cuenta de que atrapó al desconocido con la
guardia baja porque el agarre del hombre sobre su cabello se
deslizó.

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen |


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Cayó al suelo al mismo tiempo que Valentino cambió. Abe
se apartó del camino de su pareja que atacaba. Abe se estrelló
de espaldas contra la pared, cuando oyó un disparo, temiendo
lo peor.

El desconocido huyó, dejando que Abe supusiera que


Valentino estaba herido. Abe gritó mientras corría hacia el puma.
No vio sangre en ningún lado, pero eso no significaba nada. —
¿Estás herido?

Sus manos recorrieron la piel de Valentino, en busca de


cualquier humedad que pudiera indicar que su pareja había
recibido la bala. No encontró nada. Abrumador alivio llenó a Abe
cuando vio el agujero en el suelo.

El desconocido había disparado al suelo en lugar de a


Valentino. Su pareja cambió y se puso de pie viendo hacia la
puerta principal. —Ese es el mismo maldito hombre que vi en el
restaurante viéndote. Sabía que algo no estaba bien con él.

Abe finalmente tuvo la oportunidad de vestirse. Sabiendo


que su pareja no resultó herido, Abe tomó su ropa y rápidamente
se vistió. —¡Era un cazador!

Sus manos temblaban y sus nervios estaban destrozados.


Abe nunca había tenido una arma dirigida hacia él antes. Había
sido la cosa más aterradora en su vida. Sus entrañas estaban
retorcidas y Abe sentía como si no pudiera respirar.

Valentino se le acercó. Su pareja sentó a Abe en el sofá y


luego hizo que Abe doblara la cintura, metiendo la cabeza entre
las rodillas. —Respira.

—¡Estoy respirando!

—No, estás hiperventilando, bebé. —La voz de Valentino


era fuerte y firme. Pero no se perdió del hecho de que las manos
de su pareja estaban temblando tanto como las de él.

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen |


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—¿Qué hacemos? Kenyon sabe ahora acerca de los elfos
de los Bosques. —Abe tomó unas largas respiraciones, respirando
lentamente. Ya no se sentía seguro en la casa de Valentino.
Habían sido invadidos y Abe se sentía violado—. No quiero
quedarme aquí.

Valentino envolvió a Ave en sus brazos, abrazándolo. Abe


absorbió la seguridad que su pareja le daba, incluso aunque no
la sentía después de lo que había sucedido. —Voy a llamar al
rancho. Podríamos quedarnos allí hasta saber que está
sucediendo.

Abe sabía que era un gran sacrificio por parte de


Valentino. Su pareja iba a tener que estar cerca de Gavin. Abe
sólo esperaba como el infierno que no se mataran. De la forma
en que la semana iba eso podría suceder.

—Ve a empacar algo de ropa mientras hago la llamada.

Abe rápidamente salió de la sala, aún en shock por lo que


acababa de suceder. Aún podía sentir la sensación en su piel del
frio y duro acero. Tomó algunas prendas de vestir, sin prestar
atención a lo que estaba tomando cuando un sollozo escapó de
su garganta.

Casi había muerto. Ese bastardo casi le había disparado.


Podría haberlo hecho, Abe podría haber quedado tirado en el
suelo... muerto.

—Hey, hey, hey —dijo Valentino suavemente entrando en


la habitación y jalando a Abe a sus brazos—. Está bien, mi
pequeño cowboy. Ahora estás seguro.

Divertido, Abe no se sentía seguro. Se sentía como si el


arma aun estuviera siendo presionada contra su cabeza. —
Nuestra casa fue allanada, Valentino. ¿Qué tan seguro

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen |


106
podríamos estar? Ese tipo volverá, no se dará por vencido hasta
que me haya capturado.

Lo que hizo que Abe se sintiera aun peor era el hecho de


que tenían la cartera y dentro de ésta la única foto que tenía de
sus padres. Quería su cartera. Quería la fotografía de nuevo.

—Vamos a resolver esto y luego tú, yo, y Roger tomaremos


unas largas vacaciones.

Abe se apartó, mirando a su pareja como si hubiera


perdido la cabeza. —¿Acaso Roger no le pertenece a alguien?

Valentino le guiñó un ojo. —Estoy bastante seguro de que


nos lo prestaran.

Con lo asustado que Abe se sentía, le dio una pequeña


risa. Parecía que su pareja sabía como animarlo cuando Abe se
sentía que todo se desmoronaba a su alrededor. Se limpió la cara
en su camisa y luego terminó de ordenar sus cosas.

Valentino lanzó algunas cosas en una bolsa y luego se


dirigieron a la puerta. —¿Estás seguro de esto? Sé que realmente
no quieres estar en el rancho.

—Tu seguridad es lo primero, dulzura. Si tengo que estar


cerca de Gavin, que así sea.

De alguna manera Abe no confiaba en la fácil aceptación


de Valentino. Tenía la sensación de que la mierda iba a golpear
el ventilador. Pero no había nada que pudiera hacer al respecto.
Tenían que salir de aquí antes de que el matón regresara.

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen |


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—¿Qué diablos quieres decir con que tuviste que salir
corriendo? —Kenyon le preguntó en un tono ácido—. Tenías un
objetivo, y era traerme a ese elfo.

—El tipo que estaba con Abraham se convirtió en una


especie de gran felino. Le disparé, pero no estuve seguro de
haberle dado.

Buena ayuda es tan difícil de encontrar. Sabía que tenía


que haber enviado a su segundo, pero en cambio, Kenyon había
enviado en esta mierda. Ahora el elfo sabía que alguien estaba
detrás de él.

—¿Quieres que lo intente de nuevo?

Kenyon caminó pasando al tonto, le dio una ligera


inclinación de cabeza al hombre de pie detrás del tonto hombre.
—No, ya no necesito tus servicios. —Cuando salió del almacén,
Kenyon oyó el disparo mortal.

Iba a tener que hablar con su hombre de confianza sobre


el uso de un maldito silenciador. ¿Era todo el mundo a su
alrededor incompetente?

Subiendo al asiento trasero de su carro, Kenyon marcaba


su teléfono mientras el chofer arrancaba. —Te toca —colgó el
teléfono y lo guardó. Si Debrosky —su segundo al mando— no le
traía al elfo, Kenyon iba a buscar al pequeño hombre él mismo.

Valentino podría decir que a Abe le gustaba estar de


regreso en el rancho. Se sentó en la sala a charlar con Steven y
Alex. Valentino ahora conocía a los hombres con los que su
pareja estaba charlando sobre la clínica.

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A Abe parecía gustarle estar aquí. Valentino comenzaba a
preguntarse si tal vez él no había cometido un error al alejarlo del
rancho.

—¿Y dices que entró sin que nadie lo detectara? —


Malcolm preguntó mientras se acercaba a Valentino—. Parece
un poco extraño.

Valentino estaba demasiado ocupado disfrutando del


resplandor del sexo y no había prestado ninguna atención. —Lo
escuché, pero pensé que era Abe.

—Eso sucede. Aquí no es una fortaleza. Gente nos ha


invadido antes. Pero estarán más seguros por el número. —
Malcolm le dio unas palmaditas a Valentino en su hombro—.
Vamos, vamos a ir a tomar un café.

Dándole a su pareja una última mirada, Valentino siguió al


oso a la cocina. Aunque odiaba admitirlo, Malcolm tenía razón. Él
y Abe estarían más seguros con más hombres a su alrededor. —
Aún tendré que ir al trabajo mañana. No voy a dejar que quien
sea interrumpa mi vida.

Malcolm fue a preparar café fresco. —Y hacerlo es lo


inteligente —dijo Malcolm—. Tienes a algunos de los hombres de
Maverick en la clínica. —El hombre debió haber detectado la
resistencia de Valentino—. No se trata de ti, doctor Prayze. Quien
sea que sea el hombre que esta tras Abe. Creo que tu pareja
debe ser mantenida a salvo.

El oso tenía que sacar la tarjeta de la seguridad. Valentino


odiaba el hecho de necesitar ayuda para proteger a su pareja,
pero Malcolm tenía razón.

No había manera de que pudiera hacer su trabajo y


mantener un ojo en su pareja las veinticuatro horas.

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen |


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—Ambos pueden quedarse en la antigua habitación de
Abe. —Malcolm colocó la taza de café delante de Valentino—.
Eres bienvenido a quedarte el tiempo que sea necesario.

Por mucho que le agradeciera el gesto, Valentino no iba a


esconderse para siempre. Él y Abe tenían una vida para vivir y no
iba a dejar que ese tonto los hiciera huir. Al menos, no por mucho
tiempo.

—¿Algo está mal con uno de los animales? —Olsen


preguntó mientras entraba en la cocina, llenando una taza de
café y tomando un trago. Se apoyó en el mostrador, mirando a
Valentino.

—El doctor Prayze y Abe se quedarán con nosotros un


tiempo —respondió Malcolm.

Valentino se dio cuenta de que Olsen no estaba muy


contento con la noticia. —¿Lo sabe Gavin?

Malcolm dio una risa profunda. —La última vez que revisé,
esta era mi casa. No necesito el permiso de Gavin.

La mano de Olsen apretó la taza. —Pero sabes que esto va


a causar problemas. El doctor Prayze sigue pensando que Gavin
lastimó a Abe a propósito. ¿Cómo puedes dejar…?

—No rechazamos a nadie, hijo. —El tono de Malcolm era


firme, diciéndole a Olsen que no quería hablar más al respecto.

—Si esto va a causar un problema —comenzó Valentino—,


Abe y yo…

—Tonterías —Malcolm interrumpió.

—¡Pero, papá! —Olsen comenzó a discutir—. ¿No te


importa que…

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—¡No vuelvas a cuestionar mi lealtad a mi familia! —
Malcolm bramó. Valentino realmente se apartó, moviéndose a un
lado. El padre se veía intimidante como el infierno al enfrentar a
su hijo. No había manera de que quisiera estar atrapado en
medio de esa conversación.

Olsen tomó una respiración profunda mientras dejaba la


taza de café en el fregadero. Si las miradas mataran...

—Todo lo que estoy diciendo es que Gavin está


caminando por ahí culpándose por lo sucedido. Quizás él tuvo la
culpa, pero la última vez que comprobé, había algo llamado
perdón. —El hombre salió de la habitación. Malcolm parecía
cansado cuando se sentó a la mesa.

Lo último que Valentino quería era dividir esta familia. Se


sentía como una mierda porque Malcolm se quedó atrapado en
el medio.

—Creo que tal vez Abe y yo deberíamos irnos y alojarnos


en la Casa.

Malcolm levantó una mano. —Nunca le he dado la


espalda a nadie que necesitaba ayuda y no voy a empezar
ahora.

Eso podía ser cierto, pero Valentino sabía que no podía


quedarse aquí. ¿A quién había estado engañando? Él no estaba
dispuesto a perdonar a Gavin y su presencia sólo estaba
causando problemas en el clan de los osos.

—Realmente aprecio lo que estás haciendo, pero insisto.

Valentino se levantó de la mesa y buscó a Abe. Seguía


sentado en la sala, pero estaba solo. —Te ves bastante sexy
sentado delante de esa chimenea, mi pequeño cowboy.

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen |


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Abe sonrió mientras se levantaba, acercándose y
entrelazando sus brazos alrededor de la cintura de Valentino. Su
pareja apoyó la cabeza en el pecho de Valentino. Se sorprendió
considerando que Abe nunca había dado el primer paso en
nada cariñoso, pero lo único que podía hacer era envolver sus
brazos alrededor de su pareja y agradecer a los cielos que el
desconocido no había matado al pequeño fey. Sus entrañas se
congelaron ante la idea de que alguien lastimara a Abe. —Creo
que deberíamos irnos y alojarnos en la Casa. —Valentino pasó las
manos por el rubio cabello de Abe.

Abe se retiró, mirándolo. —¿Por qué, Pa te pidió que nos


fuéramos?

Valentino podía ver el dolor y la decepción en los ojos azul


aciano de Abe. El chico ya se había sentido como si nunca
hubiera pertenecido a esta familia. No podía permitir que el
hombre pensara que estaba siendo echado del rancho. —No.
Creo que sería mejor por el bien de todos, si nos quedamos en
otro sitio.

—Eso es un disparate —dijo Riley, mientras cruzaba la


puerta principal. Se quitó el sombrero de vaquero, limpiándose las
cejas—. ¿Quién infiernos encendió la chimenea en la sala? Está a
más de treinta grados afuera.

Abe se veía culpable como el infierno. Torció la boca hacia


un lado, sus ojos mirando alrededor. —Infiernos si lo sé.

Riley se acercó a la chimenea y apagó el fuego. —Ustedes


dos se alojarán aquí y no se hablará más al respecto.

Turi entró en la casa, casi radiante cuando vio a Riley.

—Conozco esa mirada —dijo Abe—. Yo tenía la misma


mirada cuando llegué por primera vez aquí. Turi está
encaprichado por Riley.

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—¿Lo está? —Sterling preguntó mientras bajaba las
escaleras. El humano no se veía muy feliz mientras miraba a Turi—.
Bueno, Riley es mío.

Lo que sorprendió a Valentino fue el pequeño cerdo que


seguía a Sterling. La maldita cosa tenía una cinta alrededor de su
cuello y... ¿las uñas pintadas? El cerdito corrió hacia Turi y
embistió su cabeza contra el pie de Turi.

—Creo que Bacon defiende a Sterling —Abe se rio—. Será


mejor que tengas cuidado, Turi.

El fey se sonrojó profundamente y salió por la puerta


principal. Riley se veía como si quisiera saltar a los huesos de
Sterling y reclamarlo. Sterling y su cerdo salieron por la puerta
principal detrás de Turi mientras los gemelos entraban. —Bueno,
mira lo que trajo el gato —dijo Chauncey—. Y sí, eso es un juego
de palabras.

Valentino rodó los ojos.

—Parece que ya no te asusta tu pareja. ¿Ya jodiste? —


Chauncey le guiñó un ojo mientras empujaba un codo hacia
Abe.

—¡Chauncey! —Riley lo reprendió—. No te enojes si el


doctor Prayze golpea tu culo.

Chauncey extendió la mano y acarició el cabello de Abe.


—Él sabe que solo estoy divirtiéndome un poco.

Valentino no estaba seguro de qué hacer con la


interacción. Escondió su sonrisa cuando Abe extendió la mano y
alejó el brazo de Chauncey.

—Eres un gran tonto.

—Oh, que arisco —dijo Chance—. Yo digo que fue


reclamado.
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—Cállate, Chance —Abe ladró mientras se volvía de siete
tonos de rojo—. No es de tu incumbencia.

Chauncey movió un dedo a la cara de Abe. —Mira, está


sonrojado.

Valentino dejó escapar una risa suave. Abe parecía que


estaba listo para golpear el trasero de esos dos. Mientras los dos
no se salieran de la línea, Valentino se quedaría fuera de esto. Se
dio cuenta de que tenían una larga historia de bromas juntos.
También le gustaba el hecho de que Abe se irritara y no se
mostrara asustado.

—Sigue así y le diré a Curtis que estuviste coqueteando con


Turi —amenazó Abe.

—¡No lo hice!

—¿Qué están discutiendo? —Curtis preguntó mientras


entraba en la casa—. He estado trabajando duro todo el día. Por
favor, no me digas que tengo que volver a casa y salvar tu culo.

Chauncey le dio una mirada a Abe. La pareja de Valentino


se limitó a sonreír inocentemente a Curtis.

Valentino sabía quien era Curtis porque lo conoció con


Chauncey hace un mes más o menos, cuando visitó la librería.

Estaba empezando a ver la relación que Abe tenía con


todo el mundo. Porqué el hombre creía que esta familia no se
preocupaba por él estaba más allá de la comprensión de
Valentino. A pesar de que Chauncey le lanzaba dagas a Abe
con la mirada, Valentino también veía la picardía en los ojos
grises del hombre.

—No pasa nada, honey bunny.

Esta vez Valentino dejó escapar una carcajada. Era


gracioso como el infierno ver a un hombre tan grande bajar la
EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen |
114
cabeza ante el pequeño humano. Riley estaba sonriendo de
oreja a oreja mientras Chance rodaba los ojos como si estuviera
avergonzado de que su hermano fuera tan cobarde.

Valentino no había conocido realmente a esta familia.


Había oído muchas cosas acerca de ellos y luego que el
accidente ocurrió se agrió su opinión. Pero cuanto más tiempo se
quedaba aquí, más veía lo mucho que se preocupaban por los
demás y a quienes consideraban amigos.

—¿Ellos se están metiendo con Abe, doctor Prayze? —


preguntó Curtis.

—Llámame Valentino.

—¿Por qué él puede llamarte por tu nombre de pila? —


Chauncey se quejó.

—Muchacho, ¿no tienes trabajo que hacer? —Malcolm le


preguntó mientras entraba en la sala.

—No —dijo Chauncey—. Lo tengo todo hecho.

—Sí, claro —masculló Abe—. Lo creeré cuando los cerdos


vuelen.

—Lo he oído —Chauncey se quejó mientras cruzaba la sala


y se dirigía hacia la cocina—. ¿Algo para cenar?

Malcolm negó con la cabeza. El hombre parecía que


había estado frente a Chauncey y su locura por demasiados
años. —Ya cenaste, Chauncey, dos veces.

—¿Sólo dos veces? —Curtis bromeó mientras se dirigía


hacia la cocina, detrás de su pareja.

—Supongo que será mejor revisar a Oscar y Seth —Chance


subió los escalones a la planta de arriba.

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen |


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—Es mejor asegurarse de que Sterling no esté sosteniendo
la cabeza de Turi bajo el agua —Riley salió de la sala y por la
puerta principal.

—Esa es su manera de darles un poco de privacidad —dijo


Malcolm—. Bueno, todos excepto Chauncey. —El hombre negó
con la cabeza mientras salía de la habitación.

—¿Nunca sentiste encajar aquí? —Valentino le preguntó a


Abe.

—Eso es porque nunca he tenido una pareja como todo los


demás —dijo Abe mientras sus brazos se apretaban alrededor de
Valentino—. Y me trataban como a un lento, pero... —Abe
suspiró—. Supongo que sí les importo.

—Habría que ser ciego si crees que no lo hacen —y


admitirlo hizo que Valentino apretara los dientes. Eso significaba
que Gavin intencionalmente no lastimó a Abe. También
significaba que se quedarían. Valentino no podía apartar a Abe
de la gente que se preocupaba por él.

No se quedarían aquí de manera permanente, solo por


protección, estaba bastante seguro de que los osos y él
defenderían a Abe.

Era bueno saber eso.

Justo cuando llevaba a Abe arriba, tres hombres


aparecieron en la sala de los osos. Valentino lanzó a Abe detrás
de él y descubrió los caninos. Habían aparecido, lo cual
significaba que eran fey y estaban aquí por Turi.

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen |


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Capítulo 9

Abe sintió su estómago apretarse cuando vio al padre de


Turi y dos de los ancianos. ¿Realmente había pensado que
dejarían a Turi en paz? No en realidad. Pero tenían bolas para
aparecer en la sala de los Lakeland.

—¡Pa! —Abe gritó cuando los tres hombres aparecieron.

—¿Dónde está Turi? —El padre de Turi exigió mientras daba


un paso más cerca.

Parecía que tenía más valor con los dos ancianos a su lado.
Eso sólo le decía a Abe lo realmente tramposo que era el
hombre. Abe sabía que los elfos de los Bosques podrían ser
francamente irracionales a veces, y no iba a ponerse delante de
ellos en una pelea sucia.

Los dos ancianos estaban prácticamente burlándose de


Abe a causa de Valentino, pero a Abe no le importaba. No tenía
que lidiar con ellos por más tiempo. Abe ya no era parte de su
tribu. Fue rechazado y eso estaba bien con él.

—Lo vendimos a unos vagabundos —Valentino contestó


sarcásticamente—. ¿O eran gitanos?

—¡Ve a traer a mi hijo o haré que todos ustedes sean


castigados! —gritó el padre de Turi.

—¿Cómo? —Malcolm le preguntó mientras entraba en la


sala—. Se negaron a ser parte del Ultionem. ¿A quién vas a acudir
por ayuda?

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen |


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Uno de los ancianos se adelantó, con el labio curvado tan
atrás que Abe se sorprendió de que un gruñido no se desgarrara
de la garganta del hombre. —Nosotros no negamos al Ultionem.
Ellos nos dieron la espalda.

—Cuida a quien llamas mentiroso —advirtió Valentino. Abe


podía sentir el grado de tensión en los músculos de su pareja y
sabía que el hombre estaba a punto de atacar. Abe no quería
que una guerra comenzara en el interior de la casa Lakeland.
Había bebés aquí—. Uno de los Ultionem vive bajo este techo.

—Ah, sí —dijo uno de los ancianos—. El traidor líder de los


elfos de las Sombras.

Eso era exactamente por lo que Abe no quería quedarse


con su tribu. Ellos eran de mente estrecha y prejuiciosa.
Cualquiera fuera de su raza fey, eran considerados indigna
escoria. Estaba enfermo de vivir de esa manera. Abe no veía
nada malo en tener una pareja que no fuera fey.

Pero ellos sí. Su desdén los mantenía en el pasado y por lo


que le había dicho Ahm, los elfos de las Sombras se estaban
muriendo lentamente debido a la endogamia. Lo mismo sucedía
con los elfos de los Bosques.

Lo que le disgustaba más era que el padre de Turi estaba


dispuesto a dar a su hijo a su propio tío. Eso era muy peculiar
teniendo en cuenta que muchos de los elfos consideraban una
abominación el que dos hombres se aparearan.

Entonces, ¿qué estaban haciendo estos hombres? Los


ancianos estaban atrapados en antiguas leyes, entonces ¿por
qué intentaban aparear a dos hombres? Allí sólo había una
respuesta. El tío era un desviado —Turi aún era joven y su tío era
un viejo sucio— y el padre de Turi quería poder. Bien, esa eran dos
respuestas, pero se equivocaban en lo que estaban haciendo. —
¿Al menos es Turi tu pareja? —preguntó Abe.

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen |


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—Cuidado con la lengua —uno de los ancianos le gruñó.
Sus oscuros ojos azules brillaban con ira mientras miraba a Abe.
Hubo una vez que esa mirada habría hecho que sus rodillas
temblaran. Ahora sólo le molestaba.

—Háblale de esa forma a mi pareja y te cortaré la lengua


—amenazó Valentino.

—Yo sugeriría que los tres se fueran antes de que mis hijos
lleguen —dijo Malcolm—. Confíen en mí, no les gustaría eso.

—No —Riley dijo mientras salía de la cocina—, en realidad


no les gustaría eso.

—Este es un asunto tribal —sostuvo el padre de Turi—. No


tienen derecho a interferir.

—¿Quieres que todos esperemos y veamos como entregas


a tu hijo a su tío para un apareamiento?

—Amigo —Riley dijo mientras colocaba su mano sobre su


estómago—. Eso es asqueroso.

Abe estaba totalmente de acuerdo. No podía y no quería


dejar que se llevaran a Turi. El hombre había acudido a él en
busca de ayuda y no había manera en el infierno que dejara que
estos hombres se lo llevaran. Al principio no había querido
involucrarse, pero el ver a los ancianos le recordó por qué nunca
quiso volver a su tribu de nuevo.

Eran tan engreídos.

Estaba bastante seguro de que si les picaba con un alfiler,


solo saldría aire caliente. Abe sólo esperaba que Turi no entrara
en la casa.

—¿Quién eres para juzgar nuestras tradiciones? —uno de


los ancianos le gruñó a Riley—. Esto no es asunto tuyo.

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—Lo es cuando estás tratando de acoplarte a alguien
demasiado joven para ti —dijo Valentino—. Y tratas de hacerlo en
contra de su voluntad.

—Él tiene la edad suficiente según nuestras leyes —sostuvo


el mayor—. Y la decisión no depende de Turi. Es aún demasiado
joven para entender lo que es mejor para él.

—Así que lo admites —dijo Malcolm.

—Demasiado joven para entender, pero lo suficientemente


mayor como para ser pareja —el anciano aclaró.

—Llevaremos esto con el Ultionem —dijo Riley—. Hasta


entonces, fuera.

La puerta principal se abrió y Gavin entro corriendo. Él


patinó hasta detenerse, mirando a su alrededor a todo el mundo.
—Alguien apareció y se llevó a Turi.

Apenas habían salido las palabras de la boca de Gavin, los


tres hombres desaparecieron. Abe sabía en ese momento que los
hombres eran sólo una distracción, mientras que otro elfo del
Bosque tomaba a Turi.

—Esos astutos bastardos —gruñó Malcolm—. Nos


mantuvieron ocupados por una razón.

Valentino se adelantó, la ira escrita en toda su cara. —


¿Van a salirse con la suya?

—Por supuesto que no —dijo Malcolm—. Voy a hablar con


Ahm. Estoy bastante seguro de que el Ultionem interferirá. —Se
volvió para mirar a los hombres en la habitación—. Si no,
entonces iremos a buscarlo nosotros mismos.

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen |


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Mientras que todo el mundo esperaba la decisión del
Ultionem, Valentino llevó a Abe a su dormitorio. Necesitaba un
momento de respiro de toda esta locura y él quería un poco de
tiempo a solas con su pareja. Había dos batallas en su apogeo en
este momento. Los Lakeland se negaban a abandonar a Turi a su
suerte y aún tenían que averiguar por qué Kenyon estaba
obsesionado con Abe.

Bueno, él sabía por qué. Pero Valentino quería saber cómo


el líder de los Cazadores de Vampiros se había enterado de Abe.
¿No había dicho el extraño algo sobre una cartera?

—Nunca pensé que iba a ver esta habitación de nuevo —


Abe dijo mientras se dejaba caer en la cama. Pasó la mano por
el colchón y luego miró a Valentino—. Tu cama es más suave.

Deslizándose al lado del delgado hombre, Valentino apoyó


la barbilla en las manos. —¿Eso crees?

Estaba empezando a preguntarse si su pareja quería


quedarse aquí. El rancho de los Lakeland le era familiar a Abe. Y
ahora que su pareja se dio cuenta de que los Lakeland de
verdad se preocupaban por él, quizás el chico tenía dudas
acerca de mudarse. Parecía tan a gusto con todo el mundo
aquí.

—No me quedaré —Abe dijo mientras se giraba mirando a


Valentino—. Mi casa está contigo.

Valentino se acercó y pasó los nudillos por el rostro de Abe,


preguntándose cómo alguien tan dulce podía ser suyo. El
hombre había despertado algo dentro de Valentino, una
sexualidad que exigía ser saciada, una promesa de pasión sin
trabas que ahora anhelaba como una droga. Ya no era
indiferente al sexo. Quería explorar, tocar y sentir a su pareja
rendirse.

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen |


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Valentino llegó por detrás de Abe y lo agarró por el cuello,
jalando al hombre más cerca, con ganas de sentir a su pareja en
sus brazos una vez más.

Valentino veía fijamente las profundas piscinas azul aciano


de su pareja mientras deslizaba la mano dentro de los jeans de
Abe y se apoderaba de la caliente erección con la mano. Estaba
duro, pero se sentía como seda líquida con el pre-semen
goteando en riachuelos sobre los dedos de Valentino.

Abe lo miraba con los labios entreabiertos, su respiración


jadeante mientras Valentino llevaba la mano a la boca y
chupaba los dedos, saboreándolos en su lengua. Gimió,
lamiendo cada dedo, limpiándolos antes de bajar los jeans de
Abe por el cuerpo de su pareja hasta que pudo quitárselos.

Valentino seguía hipnotizado por la pequeña figura de su


pareja y la belleza que el hombre poseía. Era una obra de arte,
compacto, atractivo. Acomodó a Abe sobre la espalda,
muriéndose por probar lo que había provocado.

Abe se quedó allí ahora increíblemente desnudo, expuesto


a los ojos agradecidos de Valentino. Bebió al hombre mientras
separaba los muslos de Abe. Abe no dudo. Separó sus piernas,
haciendo gala de lo más sexy que Valentino jamás había visto. El
cuerpo del hombre fue esculpido como una obra de arte, tan
perfecto, tan exótico. Se encontró queriendo frotar su aroma
sobre Abe, para que el mundo entero supiera que le pertenecía.

Mientras veía a su pareja, Valentino se desnudó, amando


como su pareja lo miraba como si quisiera ronronear como un
gato. O ¿sería un puma?

Junto a su pareja en la gran cama, Valentino se inclinó


hacia adelante hasta que su estómago estaba tocando la
erección de Abe. Frotó su cuerpo a lo largo de Abe, sintiendo el
líquido pre-seminal recorrer su piel.

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—¿Qué estás haciendo? —Abe se rio, su voz envuelta
alrededor de Valentino, tocándole en el más perverso de los
lugares. Nunca antes había marcado a nadie con su aroma. La
sensación era apremiante, que todos los shifter supieran que era
la pareja de Valentino.

Y eso era exactamente lo que quería.

Valentino sonrió mientras empujaba su pene sobre Abe,


gimiendo cuando vio el rastro húmedo que dejaba atrás. Miró a
su pareja antes de sumergir la cabeza y lamer su propia esencia
del cuerpo de Abe.

El abdomen de su pareja se estremeció mientras lo


observaba. Valentino hizo una demostración de lo que estaba
haciendo, su lengua completamente extendida, lamiendo y
lamiendo. Quería mostrar a Abe que nada era tabú entre ellos.

Una vez que tuvo a su pareja limpio, Valentino rozó su


cuerpo a lo largo de Abe hasta que su cabeza estaba frente a la
cabeza del pene de Abe que escurría.

—Disfrutando a mi pequeño cowboy.

—No soy un cowboy —Abe le recordó a Valentino mientras


sus manos se presionaban contra el colchón a ambos lados de su
cuerpo—. Pero me encanta cuando me llamas así.

Valentino se rio antes de lamer un camino hasta el pene de


Abe, su lengua girando alrededor de la cabeza del pene
mientras miraba a su pareja quien lo observaba.

Con sus anchos hombros separaba las piernas de Abe,


sosteniendo los muslos mientras lamía y bajaba a la caliente
carne hasta que llegó al grueso y pesado saco de su pareja. La
mano de Abe bajó, presionando y masajeando sus bolas,
alimentando a Valentino. Él las lamió, como un gatito lamiendo la

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crema. Su lengua se deslizó sobre los suaves y flexibles dedos de
Abe, Abe apretó sus bolas más duro.

Fuego consumía el azul de los ojos de Abe mientras


alimentaba con un dedo a Valentino, haciéndolo pasar por sus
labios mientras Valentino chupaba. Su lengua se arremolinó
alrededor del dedo, chupándolo con fuerza en la boca, sus
labios prometiendo a Abe lo que podía hacer con ellos.

Los dedos de Abe acariciaban la mandíbula de Valentino,


con suavidad, casi suplicando a Valentino que hiciera con su
pene lo que estaba haciendo con los dedos.

Valentino se inclinó hacia adelante, tomando el pene de


Abe en la boca, el dedo metido entre el pene de Abe y los labios
de Valentino. Abe gimió de placer cuando Valentino tomó el
pene del hombre hasta su garganta.

—Sí —Abe silbó mientras retiraba el dedo, poniendo la


mano sobre la cama. Valentino tomó la parte posterior de las
rodillas de Abe, empujando las piernas del hombre hacia atrás
mientras trabajaba con su boca el pene de Abe. Su cuerpo se
estremecía con la necesidad, su erección palpitante, y Valentino
quería enterrar su pene profundamente dentro del cuerpo de
Abe. Pero quería jugar primero. Quería beber a su pareja de
arriba a abajo y de adelante a atrás.

Abe subió las piernas, envolviéndolas alrededor de los


hombros de Valentino, acercándolo más mientras cerraba sus
dedos en un puño apretado. La barbilla de Valentino rozó el saco
de Abe y sintió como sus bolas se acercaban al cuerpo de Abe.
Valentino jugó con el agujero de Abe, presionando con los dedos
el palpitante músculo, pero sin entrar.

—Dios, sí, por favor —rogó Abe mientras sus piernas se


apretaban alrededor de los hombros de Valentino en un abrazo

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen |


124
mortal—. Por favor, Valentino. —Abe estaba mirando a Valentino
acaloradamente, con los ojos brillantes, salvajes, calientes.

Valentino humedeció su mano con su saliva antes de


colocarla de nuevo en la entrada de Abe, empujando tres dedos
profundamente en el apretado cuerpo de Abe. Abe gritó y
movió sus caderas, empujando su pene a la parte posterior de la
boca de Valentino derramando caliente semilla en la garganta
de Valentino, quien bebía como un hombre moribundo,
tomando hasta la última gota del pene de Abe.

Valentino dejó que el pene de Abe se deslizara de sus


labios mientras se apartaba. No tenía ningún lubricante con él, así
que Valentino se puso de pie y abrió la mesita de noche,
tomando una botella bien utilizada de lubricante.

Valentino quitó la tapa y aplicó una generosa cantidad


sobre su pene.

Dios está mierda era un lio. Mirando alrededor, Valentino


vio una toalla en la parte posterior de la silla del dormitorio de
Abe. La tomó y limpió su mano. Arrojó la toalla a un lado y luego
pasó las manos por el pecho de Abe, pellizcando sus pezones y
viendo a su pareja estremecerse de placer. Los ojos de Abe se
entrecerraron a pequeñas hendiduras, ardiendo de deseo
mientras lamía sus labios, dándole a Valentino una sonrisa sexy.

«Oh, sí». A Valentino le gustaba eso. Su pareja lo observaba,


suplicándole con la mirada que lo jodiera. No tenía ningún
problema en cumplir esa solicitud.

La cabeza de su pene tocó el sensible agujero de Abe,


pero Valentino no se empujó hacia adelante. Quería provocarlo
y jugar, para tener al hombre pidiéndole que lo jodiera.

Maldición, si el hombre no era sexy como el pecado


cuando estaba allí esperando a que Valentino penetrara su

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen |


125
cuerpo. Los ojos de Abe brillaban como gemas oscuras,
diciéndole a Valentino que Abe realmente lo quería, lo deseaba.
Abe se veía absolutamente fascinante cuando lamió sus
hermosos labios. Dios, Valentino amaba esos labios. Besar a Abe
era un acto sexual en sí mismo. Valentino podría perderse
simplemente saqueando con su lengua la boca de su pareja... o
con su pene. Ambas imágenes eran muy eróticas para él.

Valentino se inclinó hacia adelante, pasando su lengua por


la húmeda boca, tomando los gemidos y jadeos de su pareja
mientras su pene rosaba el pliegue de Abe. Valentino pasó la
lengua por los labios entreabiertos de Abe y luego le chupó la
lengua en su boca, provocando, jugando con el apéndice. Las
manos de Abe comenzaron a moverse a su lado hasta que tomó
el cuello de Valentino, acercándolo más, llevando el beso a otro
nivel.

Valentino recorrió con sus dedos los labios húmedos de


Abe, y la piel tersa y suave mientras sus lenguas se batían en
duelo.

Abe tragó, su aliento saliendo en pequeños jadeos.


Valentino cerró los dedos alrededor de las muñecas de Abe,
jalando las manos del hombre por encima de su cabeza mientras
el pene de Valentino presionaba la entrada de su pareja. Los ojos
de Abe rodaron hacia arriba, sus caderas presionando hacia
abajo sobre el pene de Valentino.

Valentino no se movió, que Abe tomara lo que quisiera, lo


que necesitara. Valentino se estremeció cuando sintió que la
cabeza de su lubricado pene pasaba el apretado músculo y
entraba en Abe. Este era uno de los momentos decisivos de su
vida, uno de esos segundos perfectos que Valentino deseaba
que pudieran durar para siempre. El férreo control lo hizo
estremecerse cuando Abe apretó con más fuerza, llevándolo
otro centímetro dentro de su cuerpo.

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen |


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—Dios, mírate, Abe. Eres tan malditamente sexy.

Los ojos de Abe seguían rodando, su lengua


humedeciendo sus labios mientras gemía fuerte. Abe no trató de
liberar sus manos, ni siquiera las jaló.

Estaba demasiado perdido en tomar el placer del cuerpo


de Valentino.

Los dedos de Valentino apretaban las muñecas de Abe,


luchando para no hundirse más profundo en su pareja. Estaba
aturdido por los sensuales movimientos de Abe, sus suaves
gemidos, y la forma en que se movía mientras empujaba el pene
de Valentino dentro de su cuerpo. Valentino sintió algo en su
pecho y supo que era amor, lujuria, necesidad... todo lo anterior.
Quería alargar el momento tanto tiempo como pudiera.

Cuando sintió a Abe tocar fondo, Valentino estaba muy


seguro de que iba a perder la cabeza. Valentino se sentía
hambriento, como si quisiera penetrar a Abe hasta que su
orgasmo saliera de su cuerpo. Apretó los dientes, una gota de
sudor bajaba de su cabello a su sien.

La necesidad de moverse era una tortura.

Abe empezó a deslizarse hacia el pene de Valentino, el


agarre era como un puño de hierro, Valentino tembló. Gruñendo
suavemente, miró hacia donde sus cuerpos se unían, observando
su pene reaparecer del cuerpo de Abe. Valentino no podía
detenerse por más tiempo. El espectáculo hizo que algo hiciera
clic dentro de él, y liberó las manos de Abe, sostenido las caderas
de su pareja cuando comenzó a joderlo con una necesidad que
todo lo consumía.

Su pareja gritó, levantando sus piernas para envolverlas


alrededor de las caderas de Valentino, manteniéndolo en su
lugar mientras Valentino empujaba su pene más duro hacía el

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen |


127
culo de Abe. Abe no movió las manos nunca las aparto de
encima de su cabeza, donde Valentino los había dejado, pero
Valentino podía ver las piernas temblar.

Los ojos de Abe brillaban mientras que su cabeza rodaba


hacia atrás, arqueando la espalda su pareja gritó una vez más.
Los músculos de los muslos de Valentino se tensaron al ver la
hermosa vista debajo de él. Sus dedos recorrieron a Abe de la
mandíbula a la boca y el cuello, tocando la piel suave mientras
empujaba su pene dentro y fuera del cuerpo de Abe.

Valentino quería morder, la necesidad era tan intensa que


sus encías dolían. Sus colmillos se alargaron, el puma estaba listo
para reclamar a Abe una vez más como suyo. El hombre era tan
jodidamente hermoso mientras se giraba bruscamente,
inclinando la cabeza hacia un lado, pidiéndole a Valentino que
mordiera la piel que estaba exponiendo.

Valentino agarró los tobillos de Abe de alrededor de su


cintura y jaló las piernas de Abe separándolas mientras
observaba su pene entrar en el culo de Abe.

—Por favor, Valentino, muérdeme —Abe gritó mientras sus


manos se cerraron en puños, los nudillos se volvieron de un blanco
fantasmal.

Valentino se inclinó hacia delante, presionando su pecho


contra las pantorrillas de Abe. El rubio vello que decoraba las
piernas de Abe rozando el pecho de Valentino cuando abrió la
boca y hundió sus dientes en el hombro de su pareja. El sabor
explotó en su boca mientras empujaba su pene más duro dentro
del culo de Abe.

Las manos de Abe dejaron la cama y tomaban el cabello


de Valentino, jalándolo con fuerza. Una explosión se disparó a
través del cuerpo de Valentino cuando sintió apretar el culo de su
pareja, lo que indicaba su orgasmo. El orgasmo se disparó de su

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen |


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ingle y luego recorrió su cuerpo, su mente se fragmentó mientras
empujaba su pene más duro, más profundo en el culo de Abe, su
semilla salía con fuerza de su cuerpo. Valentino gritó, soltando el
cuello de su pareja mientras movía sus caderas, montando las
olas del orgasmo tanto tiempo como pudo.

Abe cayó de nuevo a la cama, jadeando, con el cuerpo


brillante de sudor. Valentino pasó la mano por el cabello
empapado de su pareja, disfrutando lo que el destino le había
dado. Abe se había convertido en todo su mundo y él protegería
al hombre con su vida. Ya casi había perdido al hombre en dos
ocasiones, y Valentino se prometía que Abe nunca estaría en
peligro de nuevo.

Su pareja se lamió los labios mientras tocaba la cara de


Valentino con sus dedos, sus ojos se llenaron de algo parecido al
amor. —Ahora, eso fue increíble —dijo Abe, sus mejillas bañadas
con una linda sombra rosa.

Valentino se rio mientras acariciaba el cuello de su pareja


con su cara.

Valentino no podía creer lo mucho que amaba a Abe. El


hombre era verdaderamente su otra mitad. —Tenemos que
vestirnos y ver lo que está pasando para rescatar a Turi. —Aunque
Valentino no quería salir de la cama. Le gustaba abrazar a su
pareja. Valentino podía jugar con el hombre todo el día y no se
cansaría de escuchar esos suaves suspiros.

Abe asintió y apoyó la cabeza en la cama, con los ojos


brillantes y una sonrisa de felicidad en su rostro. Valentino bajó de
Abe, salió de la cama y se dirigió al baño. Necesitaba limpiarse
rápidamente y entonces estaría listo para la mierda que podría
pasar. —Vamos, perezoso, vístete —le gritó a su pareja.

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen |


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Abrió el agua del lavabo, salpicando su acalorado rostro y
luego se lavó la zona privada antes de tomar una toalla. Una vez
que se limpió, llevó la toalla caliente con Abe y limpió a su pareja.

Abe seguía allí, medio dormido. Valentino se rio. El tipo era


imposible. —Vamos, mi pequeño cowboy, tenemos que averiguar
lo que planean hacer sobre Turi.

Abe abrió los ojos y luego los entrecerró. —Quiero una


siesta.

Se agachó y jaló al hombre deliciosamente desnudo a sus


brazos. —¿Es eso un puchero?

Abe sonrió. —No tengo ni idea de lo que estás hablando.

Valentino sacudió la cabeza. —Vamos a vestirse.

Abe se dirigió con su pareja abajo para ver a los osos que
estaban sentados alrededor de la mesa. Todos ellos estaban
hablando hasta que Valentino entró en la habitación.

—¿Hablan de mí? —preguntó.

—No —dijo Chauncey mientras lanzaba su brazo sobre el


respaldo de la silla—. Confía en mí, nosotros no dejaríamos de
hablar incluso aunque habláramos acerca de ti.

Era bueno saberlo. —¿Se sabe algo?

—Iba a decirles —dijo Chauncey y luego se rio—. Sin


embargo, Abe estaba demasiado ocupado, gritando. Me di
cuenta que necesitaban un poco tiempo.

Valentino prácticamente se dio por vencido en tratar de


saber de qué hablaban los osos. Chauncey estaba tratando de
cubrirlos. Pasó el brazo por los hombros de Abe cuando Gavin
entró en la cocina por la puerta trasera. Sus ojos se encontraron y
Valentino podía ver el dolor en sus profundos ojos grises.

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen |


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«Mierda». ¿Podría seguir enojado con el tipo? Valentino sabía
que no podía.

Abe ya no estaba trabajando en el rancho y Gavin parecía


que había perdido a su maldito perro. Su rostro era largo y sus ojos
llenos de pesar.

—Estamos bien —dijo Valentino a través de la cocina.

Gavin sólo le hizo un gesto solemne.

—El Ultionem está estudiando la situación con los elfos de


los Bosques —dijo Malcolm—. Ahm nos va a mantener al tanto de
lo que está pasando.

—Entonces, ¿sólo nos queda esperar a ver qué pasa? —


preguntó Valentino.

—No hay mucho más que podamos hacer hasta que


tomen su decisión. Pero Ahm nos ha asegurado que no tocaran a
Turi mientras investigan.

—¿Cómo sabemos que van a mantener su palabra? —


preguntó Abe—. Los han oído. No les importa nada el Ultionem.

Malcolm suspiró viéndose cansado. —No creo que los


ancianos quieran enojar a los líderes. Tengo la sensación de que
van a tomarse su tiempo hasta tomar una decisión.

Y Valentino tenía la sensación de que Turi iba a encontrar


una manera de huir de ese lugar. Cualquiera que fuera la
decisión del Ultionem, ese pequeño fey no se iba a quedar.
Valentino tenía esa impresión.

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen |


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Capítulo 10

Habían pasado dos semanas desde que el desconocido


había entrado en su casa y Abe había insistido en que
regresaran. Le gustaba el rancho, pero extrañaba estar a solas
con su pareja.

—Estaba pensando en tomar unos días de descanso y


simplemente alejarnos —Valentino dijo llevando dos copas de
vino a la sala, entregando una a Abe. Él nunca había tomado
vino antes.

—¿A dónde quieres ir? —Abe miró la copa con el líquido


rojo oscuro. Olía raro. Dio un pequeño sorbo y el sabor hizo que
sintiera como si su boca cobrara vida. Le gustó. Abe comenzó a
tomar grandes tragos.

—Despacio —dijo Valentino mientras colocaba su mano


sobre Abe—. A menos que tengas planes de abordarme. Claro,
no estoy en contra de eso, pero he encontrado que los borrachos
no joden bien. —Valentino se rio—. Especialmente cuando soy la
persona ebria. Una vez vomité todo sobre un hombre.

Abe frunció la nariz. —Entonces tal vez deberías dejar la


copa sobre la mesa.

—No, un par de copas no harán daño. —Valentino se


acercó más, presionando sus labios contra la oreja de Abe—.
Compré algo para ti.

Eso llamó la curiosidad de Abe. —¿Qué?

—No voy a decirlo a menos que te comprometas a usarlo.

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen |


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¿Usarlo? ¿Qué exactamente Valentino le había
comprado? Miró a su pareja con suspicacia. —Depende de lo
que sea.

—No —negó con la cabeza—. Tienes que prometer antes


de decirte.

Todo tipo de imágenes pasaban por la mente de Abe. No


estaba seguro de si debía decir que sí. Vació su copa y le tendió
la mano. —Dame otra —porque tenía la sensación de que iba a
necesitar valor.

Valentino fue a la cocina y luego regresó con la botella,


rellenando la copa de Abe. —¿Lo prometes?

Abe lanzó una oración arriba. —Sí, lo prometo.

La más linda sonrisa se extendió en el rostro de Valentino


antes de que saliera de la sala y se dirigiera al pasillo. Abe no
estaba seguro de lo que el hombre estaba haciendo, pero un
momento después regresó con una caja. Valentino la dejó sobre
el sofá.

—Prometiste usarlo.

La caja era bastante grande y Abe no tenía ni idea de lo


que había adentro. Sus manos estaban un poco temblorosas
cuando dejó la copa y luego destapó la caja. Lo primero que vio
fue un Stetson negro, de esos que los hombres Lakeland usaban.

Nunca había tenido un sombrero de cowboy antes y se


sentía un poco tonto tener uno ahora tomando en cuenta que
no era un cowboy de verdad. Pero Valentino había dicho que
pensaba que los hombres que los llevaban eran sexy, y Abe
quería complacer a su pareja.

Sacó el sombrero, listo para probárselo cuando notó


algunas cosas más en la caja. Levanto la mirada y vio los ojos

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen |


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grises de Valentino llenos de emoción. Abe no estaba seguro de
lo que estaba viendo. Se encogió de hombros, sacó una funda
de pistola con todo y cinto. Había incluso una falsa pistola
alojada en el interior.

Abe sintió que se ruborizaba cuando vio las botas de


cowboy, espuelas incluidas. ¿Valentino realmente esperaba que
usara esas cosas? A Abe le gustaba usar ropa extravagante,
sobre todo cuando iba al club con Bryce.

Pero esto era algo que nunca pensó en usar. —¿Quieres


que me ponga esto?

Valentino dejó su copa mientras veía los elementos de la


caja, y acarició la suave piel del cinto. —Me lo prometiste.

Hizo eso. Abe sólo deseaba haber sabido lo que iba a usar.
Sólo sabía que iba a verse ridículo usando eso. Abe se sorprendió
de que no hubiera un lazo dentro de la caja.

Valentino había comprado todo lo posible.

Poniéndose de pie, Abe comenzó a ponerse el cinto


alrededor de su cintura y Valentino detuvo sus manos. —Oh no,
cariño.

—Pero dijiste…

—Quiero que te pongas el cinturón las botas y el


sombrero... nada más.

Abe se quedó asombrado. ¿Hablaba en serio? Iba a verse


ridículo como el infierno. —¿Quieres que me desnude?

Valentino le dirigió una tímida sonrisa mientras que en su


pecho retumbó un ronroneo bajo. —No del todo. Vas a usar estas
cosas —hizo un gesto con la mano hacia los elementos de la
caja—. Ve al baño y cámbiate. Quiero el show completo.

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen |


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¿Qué show? Abe no tenía ni idea de lo que Valentino
decía. ¿Qué esperaba su pareja que hiciera? Abe gritó cuando
Valentino se acercó y le dio una palmada en el culo. —Ve a
vestirte —se echó a reír, y el sonido se deslizó sobre Abe como un
suave satín. Nadie jamás le había afectado de esa manera antes.
Era como si Valentino fuera su propia fantasía personal—. O
debería decir a desvestirte.

Abe estuvo a punto de tomar su copa de vino y tragar el


contenido, pero no estaba seguro de si era una buena idea. Ya
se sentía un poco mareado y si iba a hacer esto por Valentino,
entonces quizás tenía que mantener la cabeza clara.

O quizás debería de beber hasta estar borracho porque


estaba nervioso como el infierno.

Agarrando los artículos, Abe se dirigió al dormitorio y cerró


la puerta. Dejó las cosas en la cama y examinó los artículos un
poco más de cerca ahora que estaba solo. Sus dedos recorrieron
el cinturón y le gustaba cómo se sentía el suave cuero.

Iba a estar con Valentino durante mucho tiempo.


Necesitaba superar su timidez. Este era un gran paso para él. Abe
nunca jugó a vestirse antes. Tomando una respiración profunda,
se quitó la ropa y se puso el cinturón. El material era ligero.
Apenas sintió que llevaba la cosa.

Luego se puso las botas. Valentino había conseguido el


tamaño perfecto. Echando un vistazo a la puerta, Abe se mordió
el labio mientras se agachaba y pasaba los dedos por las
espuelas, sonrojándose cuando oyó el ruido que hizo. Por último,
tomó el sombrero y se lo puso en la cabeza. Se estaba muriendo
por verse en el espejo, pero no tenía el valor. Abe no quería saber
cómo se veía con su pene colgando. Su corazón ya estaba
acelerado y sus palmas tan húmedas que Abe se sintió como si
hubiera metido las manos en el agua.

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen |


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Pero él iba a hacer esto. Sí, lo haría.

Valentino quería esto y Abe lo había prometido. Tomando


su camisa del suelo, Abe hizo todo lo posible para secar sus
húmedas manos antes de tomar el pomo de la puerta. Sus manos
temblaban como el infierno, pero abrió la puerta y caminó por el
pasillo.

Abe se detuvo justo antes de llegar a la sala, con los nervios


tensos y la determinación que tenía hace apenas unos segundos,
huyendo.

—Vamos, mi pequeño cowboy.

La sexy voz hizo a Abe estremecerse. Era profunda, rica y


llena de traviesas promesas que Abe estaba emocionado de
cumplir y asustado de actuar. Envolviendo sus brazos alrededor
de su cintura, Abe salió a la vista.

Los ojos de Valentino se abrieron cuando los pasó sobre el


cuerpo de Abe. Casi sentía como si el hombre realmente lo
estuviera acariciado. Se quedó allí, sin saber qué hacer. Se sentía
como un tonto por usar esas cosas.

—Dulzura, eres cada maldita fantasía que he tenido y


algunas que ni siquiera sabía que podía imaginar. —Valentino
estaba sentado en el sillón de orejas, el tobillo derecho cruzado
sobre su rodilla izquierda, la copa de vino en una mano mientras
sus ojos constantemente recorrían el cuerpo de Abe—. Acércate.

Abe dio unos pasos más, su mano buena cerrada en un


puño, sus dedos lesionados tratando de cerrarse. Miró a todos
lados menos a Valentino, deseando poder regresar corriendo a la
habitación y vestirse.

Furtivamente miró a su pareja, Abe notó que Valentino


había desabrochado sus jeans y que su camisa estaba abierta. Su

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen |


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cabello seguía parado en un lío sexy y su lengua recorría sus
labios como si Abe fuera un bocadillo.

Incluso sus ojos eran de color gris oscuro de depredador.


Abe se sintió un poco tonto allí de pie desnudo, mientras que
Valentino estaba completamente vestido.

—Date la vuelta.

Abe tragó saliva y se giró, a punto de caer sobre sus


propios malditos pies. Se sorprendió cuando se giró
completamente y se dio cuenta que Valentino tomaba una foto
con su teléfono.

—¿Qué vas a hacer con eso? —le preguntó, aterrorizado


de que alguien lo viera así vestido.

—No te preocupes, dulzura. Esto es sólo para mí. Quiero ser


capaz de verla cuando quiera y recordar este momento. —
Valentino dejó el teléfono a un lado. Abe pensó que el hombre
estaba a punto de ponerse de pie, pero en cambio, Valentino
metió la mano en su pantalón y sacó su pene, su pulgar recorrió
la bulbosa cabeza—. Ven a chuparla, dulzura.

Abe se movió, casi sonriendo al oír las espuelas tintinear.


Tan tonto como se sentía, también se sentía muy sexy por las
miradas que Valentino le estaba dando. El hombre parecía que
quería comerse vivo a Abe.

Cayendo de rodillas, Abe miró a Valentino y luego sus ojos


fueron al gran pene del hombre.

—Chúpalo, bebé —exigió Valentino.

Abe planeaba hacer precisamente eso y mucho más. El


cuerpo de Valentino era algo para ser adorado y explorado. Las
finas líneas que corrían a lo largo del marcado abdomen de su
pareja, definitivamente valían su atención. Su pareja era un

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maravilloso espectáculo. Era fuerte, potente, el epítome de la
masculinidad.

Y le pertenecía a Abe.

Su lengua se arremolinó alrededor de la cabeza, lamiendo


el líquido transparente que parecía haberse multiplicado. Abe se
inclinó un poco más cerca, tomando el pene de su pareja más
en su boca mientras su lengua recorría el largo del grueso pene
de Valentino.

Su pareja siseó. —Eso es, dulzura.

Abe iba a poner las manos en los muslos de Valentino, pero


su pareja protestó. —Pon las manos detrás de la espalda, Abe.
Sólo quiero que tu boca me toque.

Una petición extraña, pero Abe obedeció. Cuidando su


mano lesionada, se las arregló para acomodarlas cómodamente
detrás de él.

—Dios —dijo Valentino antes de tomar aire—. ¿Sabes lo


jodidamente sexy que te ves ahora?

Abe no tenía ni idea. Pero si la reacción de Valentino era


algo, diría que mucho.

La mano de Valentino tomó el lado de la cabeza de Abe,


sus dedos jugando con el cabello de Abe mientras él lamía
alrededor del gran pene, luchando para tomarlo en la boca. No
era fácil cuando no le estaba permitido usar sus manos.

—Voy a ponerme de pie.

Abe se movió hacia atrás y se levantó un poco más sobre


sus rodillas, Valentino tomó entre sus dedos su erección y alimentó
a Abe con su pene. No tenía ni idea de cómo chupar el pene
estando de rodillas mientras el hombre estaba de pie delante de
él, se sentiría tan sensual, tan erótico.
EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen |
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Valentino le quitó el sombrero a Abe y lo lanzó al sofá,
pasando los dedos por el cabello de Abe, y luego le dio un
pequeño jalón.

El pene de Abe estaba duro y palpitante entre sus piernas


mientras su lengua se arremolinaba y lamóa, su boca chupaba la
erección de su pareja hasta el fondo de su garganta.

—Joder, aprendes rápido.

Abe sonrió ante el cumplido. Le encantaba tener la


aprobación de su pareja. Le hacía sentir como si pudiera hacer
cualquier cosa. Inhaló el olor de su pareja. Era a limpio, fresco y
tan jodidamente caliente que hizo que el pene de Abe palpitara.

Quería a Valentino. Oh, quería al hombre tan


urgentemente que estaba a punto de morir. Abe quería a su
compañero en su interior, profundo y duro, haciéndolo gritar de
deseo. Pero no se apartó. Abe siguió chupando el pene de
Valentino, chupando, lamiendo y disfrutando de la forma en que
el hombre sabía.

Valentino pasó su mano detrás de la cabeza de Abe,


acunando la nuca y acercándolo. La mano de su pareja apartó
el cabello de Abe hacia atrás, observando a Abe mientras movía
la cabeza de arriba a abajo sobre la dura longitud de su
erección. —Tus labios son mágicos. Pero si sigues así, voy a
derramar mi semilla en tu garganta.

¿No era ese el punto?

Abe quería hacer pucheros cuando Valentino movió sus


caderas apartándose, dejando que su pene saliera de la
húmeda boca de Abe. Se quedó viendo el duro pene cubierto
de saliva con fascinación.

—No te preocupes, mi pequeño cowboy. Estamos muy


lejos de terminar.

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Valentino tomó un tubo de lubricante que Abe ni siquiera
había visto en la mesa al lado de la silla. Su pareja levantó la
copa y bebió un largo trago antes de dejar la copa. —Quiero
que te inclines sobre la silla.

Abe se levantó, dispuesto a subir a la silla cuando fuertes


manos agarraron sus caderas. —No, simplemente apoya los
brazos en el asiento.

—¿Te gusta? —Abe preguntó cuándo apoyó los brazos en


el cojín.

—Perfecto.

Abe miró hacia atrás cuando no sintió a Valentino tocarlo y


se quedó sin aliento cuando vio a su pareja tomando más fotos
con su teléfono. Rezó como el infierno que nadie las viera.

—Mi teléfono permanecerá bloqueado para que nadie


accidentalmente las vea —explicó Valentino antes de dejar su
teléfono. Pasó las áspera manos sobre el culo de Abe—. Pero,
maldición, esto es un hermoso espectáculo. Me gustaría poder
tener un retrato de ti con este equipo.

—Nunca en la vida —dijo Abe automáticamente.

Valentino soltó una risa ligera. —No te preocupes. Tendría


que sacarle los ojos a todos los que lo vieran.

Bueno, el hombre no tenía ningún sentido. Pero ¿Abe


realmente quería prestar atención a lo que Valentino estaba
diciendo o estaba listo para ser jodido? Sí, su mente quería joder.
Movió el culo, sonriendo al sentir la funda balancearse.

—¿Estás tratando de decirme algo?

La mano de Valentino se deslizó por sus muslos y luego por


su culo. Sus dedos masajearon las nalgas de Abe, haciendo que
Abe jadeara. Él quería. Quería desesperadamente. Valentino
EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen |
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separó las piernas de Abe, acomodando su gran cuerpo entre las
piernas de Abe mientras mordisqueaba su camino por el cuello
de Abe. El cálido aliento de su pareja se sentía como diminutas
bocanadas de aire en su piel. Abe se retorcía debajo del
hombre, su cuerpo necesita ser llenado.

—P-Por favor —rogó, pero Valentino se comportaba como


si no hubiera oído a Abe. Era enloquecedor. Su cuerpo se
estremeció con el toque de los besos y la sola presencia de su
pareja. Abe quería que Valentino se hundiera dentro de él y
nunca saliera.

Abe se estremeció cuando sintió un dedo mojado


rodeando su agujero. Perdió toda capacidad de pensar con
claridad cuando el dedo de Valentino lo penetró. Se quedó sin
aliento apretando sus brazos en la silla cuando su anillo de
músculo apretaba la invasión.

—No puedo esperar para deslizar mi pene en este


apretado agujero.

El pensamiento de eso, las imágenes que evocaba, era


más de lo que su ya frito cerebro podía manejar. Valentino movía
su dedo dentro y fuera del culo de Abe, Abe reprimió un gemido.
Su cuerpo se empujaba contra el dedo de su pareja, con ganas
de más, necesitan algo más grueso dentro de él.

Sus labios se separaron y dejó escapar un grito ahogado


cuando Valentino le dio a Abe lo que había estado anhelando.
Introdujo otro dedo, abriéndolos en tijera, haciendo que Abe
malditamente balbuceara.

Abe apretó la cabeza contra el cojín, moviendo sus


caderas mientras su pareja trabajaba en relajar su entrada. Sus
rodillas se sentían débiles y Abe temía que se viniera abajo por la
pura emoción de lo que Valentino estaba haciéndole a su
cuerpo.

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Apoyando una mano en la espalda baja de Abe,
Valentino empezó a joder su agujero con los dedos, entrando
totalmente y luego retirándose rápidamente. Lo hizo un par de
veces antes de que Abe sintiera un tercer dedo unirse con los
demás.

No estaba seguro de cuánto más podría tomar. Su pene


estaba tan duro como el acero y listo para explotar en cualquier
segundo. —Valentino, estoy demasiado cerca.

—Todavía no, dulzura. Aun no te corras.

Como si pudiera detenerlo. Valentino estaba tocando su


cuerpo como un fino instrumento bien afinado y Abe estaba listo
para gritar. Quería a su pareja dentro de él... ahora.

Abe debería haber estado aterrado de su necesidad por


Valentino, una necesidad tan profunda que era insoportable.
Luchó por respirar mientras la cabeza del pene de su pareja
presionaba contra su agujero. Valentino llenó el culo de Abe,
cubriendo el sensible tejido deliciosamente, acariciándolo como
un millón de eróticos rayos de electricidad recorriendo el canal
de Abe.

El cuerpo de Abe, por su propia voluntad, se fundió en


Valentino. Abe olía a su pareja, la masculina fragancia de
depredador.

Apoyándose en su espalda, Valentino gimió, duro y salvaje


en el cuello de Abe mientras se empujaba dentro del culo de su
pareja, profundo, haciendo que con cada empuje Abe gritara,
pidiendo la liberación.

—Oh, no —dijo Valentino—. Aún no te vas a correr, dulzura.


—El pene de su pareja golpeaba todas sus terminaciones
nerviosas, Abe se retorcía y pedía por más. La cabeza de Abe
giraba cuando los golpes de Valentino se volvieron más firmes,

EL COWBOY DE VALENTINO| Lynn Hagen |


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más duros, aumentando la excitación de Abe. Abe gritó con el
poco aliento que le quedaba. Pero no le sirvió de nada.
Valentino desaceleró, negándose a darle a Abe el orgasmo que
estaba tan cerca de tener.

—Deja de provocarme —suplicó.

—Confía en mí. No lo hago. —Valentino respaldó sus


palabras con un duro empujón. Abe estaba respirando con
dificultad, con la piel sensible. El roce del fino vello del cuerpo de
Valentino acariciando las piernas de Abe lo estaba casi
volviendo loco.

Un gruñido salió de la garganta de Valentino. El oír el


sonido hizo que la excitación de Abe aumentara y se estremeció
con fuerza. Su pareja bajó la cabeza y luego mordió el lóbulo de
Abe con sus dientes afilados.

Abe gritó.

La sensación de los labios de Valentino que


repentinamente estaban en la sensible piel del cuello de Abe,
hizo que Abe apretara sus manos en un esfuerzo para recuperar
algo de control donde no parecía haber ninguno. Abe miró por
encima del hombro y se quedó sin aliento cuando vio que las
pupilas de Valentino eran oscuros pozos, fascinantes e
interminables. El hombre era sencillamente impresionante.

Las caderas de Valentino se movían con fuerza,


empujando su pene dentro de Abe, causando que el cuerpo de
Abe gritara de placer, con una sobrecarga de sensaciones que
hizo a Abe gritar cuando los dientes de Valentino se hundieron en
su hombro. Los dientes de Valentino cortando causaron
pequeños destellos de calientes sensaciones que enviaron ondas
de choque al culo de Abe, haciendo que se apretara con fuerza.

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Abe estaba pulsando, erupciónando, rogando por respirar
ante el placer que parecía interminable, hasta que se desplomó
en la silla.

Valentino gruñó en el hombro de Abe mientras su caliente


semilla llenó el culo de Abe. Abe estaba agotado, su cuerpo
inerte mientras Valentino desaceleraba, moviéndose suavemente
en su interior.

—Joder —gruñó Valentino—. Eso fue increíble.

—Sólo quiero irme a dormir. —Abe bostezó, con la espalda


rígida y dolorida. Siseó cuando Valentino sacó su flácido pene del
cuerpo de Abe. Lo siguiente que supo, es que Valentino regresó y
lo tomó en sus brazos llevándolo al dormitorio. Tan pronto como
su pareja lo dejó de pie, Abe se quitó sus botas, se desabrochó el
cinturón, y se metió en la cama.

No pasó mucho tiempo antes de quedarse dormido.

Los ojos de Valentino se abrieron de golpe cuando oyó un


ruido. Miró el reloj para ver que eran las tres de la mañana. Aún
acostado, Valentino de nuevo oyó el ruido.

Comprobando que su pareja seguía dormido, Valentino


salió de la cama. No se molestó en vestirse, porque si era un
intruso, estaba a punto de conocer a un muy enojado puma.

Abriendo la puerta de la habitación, Valentino revisó el


pasillo.

No vio a nadie. Eso no quería decir que alguien no


estuviera en su casa.

Valentino sabía que oyó algo.


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Cerrando la puerta tras él, se arrastró por el pasillo.
Valentino se detuvo cuando escuchó un ruido. Definitivamente
alguien estaba en su casa. Estaba muy cansado de que la gente
irrumpiera en su casa.

Esta vez Valentino iba a asegurarse de que el bastardo no


saliera con vida. La seguridad de Abe era lo primero, y si el
Cazador de Vampiros iba tras su fey, Valentino iba a matar al
bastardo.

Cambió, olfateando el aire y captó el olor del humano.


Valentino suprimió el aullido que amenazaba retumbar en su
pecho. Se acercó viendo una sombra justo en la cocina.
Valentino se agachó, esperando a que el intruso saliera para
poder saltar sobre él. Quería matar al hombre rápido y
silenciosamente.

No había necesidad de alarmar a su pareja. Valentino no


quería que Abe fuera testigo de la brutalidad que estaba a punto
de desatar.

Cuando apareció el extraño, Valentino cayó sobre el


hombre, cerrando los dientes en el cráneo del hombre, y
mordiéndolo. Oyó el cráneo quebrarse y sabía que el hombre
estaba muerto. Se apartó y cambió a su forma humana.

Este no era el mismo hombre que había entrado antes,


pero Valentino sabía que era un cazador. Tenía ese maldito olor
sobre él. Antes de que Abe accidentalmente saliera de la
habitación, Valentino levantó al hombre del suelo y lo llevó
afuera. Llevó al cazador al bosque y lo dejó allí.

De regreso en su casa, Valentino tomó su teléfono y llamó a


Maverick. Iba a necesitar que alguien se llevara el cadáver de su
patio trasero.

—Más vale que sea importante —se quejó Maverick.

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—Acabo de matar a un cazador. —Valentino comprobó el
pasillo para asegurarse de que Abe no había salido.

—¿Otra vez irrumpieron en tu casa?

—Sí, sólo que esta vez llegué a él antes de que supiera qué
lo golpeó. —Valentino tomó un par de pantalones que estaban
en el respaldo del sofá y se los puso.

—Enviaré a alguien. —El Alpha colgó.

Valentino no estaba seguro de cuántos más hombres


vendrían tras Abe, pero estaba muy seguro de que iba a
proteger a su pareja aunque tuviera que matar a cada uno de
ellos. Dejó su teléfono a un lado y se dirigió por el pasillo, abrió la
puerta y vio a su pareja dormido.

Se quedó allí por un momento, con el pecho apretado


cuando todo el amor que sentía por Abe se apoderó de él.
Mientras recorría con su mirada el tranquilo e inocente rostro de
Abe, sabía que iba a matar a todo un ejército de cazadores para
mantener a su pequeño cowboy a salvo.

Kenyon colgó el teléfono, frustrado como el infierno porque


Debrosky no se hubiera reportado. Eso sólo significaba una cosa.
El hombre estaba muerto.

Contempló perseguir él mismo al elfo, pero algo lo detenía.


Una advertencia en su estómago que le decía que capturar a
Abraham Brego no sería tan fácil. Había enviado a dos hombres y
ambos habían fracasado.

Kenyon no quería revelar su mano, aún no. Estaba bastante


seguro de que Maverick Brac ya sabía de él, pero el hombre no

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tenía nada contra Kenyon y quería mantenerlo de esa manera.
Además, Kenyon tenía otras cosas que atender, cosas más
grandes. Y no iba a arruinar lo que había logrado hasta ahora por
ir tras el fey.

Abraham estaba a salvo... por ahora. Pero Kenyon


planeaba exponerlos a todos ellos, tan pronto como terminara
sus negocios.

Él podría ser un montón de cosas, pero tonto no era una de


ellas. El dinero siempre era lo primero.

—¿Es este el lugar? —Valentino preguntó mientras entraba


en el ya lleno estacionamiento—. Seguro que está lleno.

—Lo sé. —Abe rebotaba junto a Valentino apenas


conteniendo la emoción—. Me encanta venir a El Manacle.

Valentino nunca había estado en un lugar como este. Era


un gran edificio de ladrillo rojo, sin ventanas. El frente del edificio
tenía una entrada, y pudo ver un guardia en la puerta, con una
línea de un kilómetro de gente esperando para entrar

—¡Estar en la línea es la mitad de la diversión! —Abe tomó


la mano de Valentino, jalándolo hacia la parte posterior.

—¡Hey!

Ambos, Valentino y Abe se giraron.

—¡Hola, Harley! —Abe gritó saludando al guardia. El


vampiro en la puerta se echó a reír—. Saca tu culo de ahí. Sabes
que no es necesario hacer cola.

—Pero la cola es parte de la experiencia —sostuvo Abe.

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—Eres un hombre extraño —dijo Harley. Movió la línea,
acercándolos a la parte delantera, e hizo que la demás gente se
apartara hacia atrás—. Quédate aquí.

—Ya me cae bien —dijo Valentino. Seguía sonriendo como


un loco por la forma en que su pareja estaba vestido. Abe
llevaba ajustados pantalones de cuero, una camisa de red,
mostrando sus pezones, y las botas vaqueras que Valentino le
había comprado.

Mientras veía a la gente en la línea, Valentino estaba


empezando a sentirse mal vestido. Había una mujer allí que
parecía una de esas muñecas Arco iris. Estaba vestida con
distintos tonos de púrpura, el cabello recogido en dos coletas.
Había un hombre parado allí con puntas saliendo de cada pieza
de piel libre de las orejas y la cara.

Tal vez debería haber llevado botas en vez de sus zapatos


de vestir. Valentino pasó el brazo sobre el hombro de Abe,
mientras esperaban en la fila de un club de vampiros, con su
puma aullando de aprobación.

—¿Sabes cuánto te amo? —preguntó Valentino, tomando


a Abe por sorpresa. Las cejas del hombre se elevaron y luego su
pareja se inclinó para plantar un beso en su mejilla, por lo que
Valentino se ruborizó por las miradas de complicidad que recibía
de la fila.

—Tanto como yo te amo —Abe contestó.

El cowboy de Valentino era definitivamente especial, y


amaba al hombre como nadie, y él no lo quería de ninguna otra
manera.

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Acerca de la Autora
Lynn Hagen ama escribir acerca de algo imperfecto, pero
adorable. También ama los héroes que pueden pasar por todo
para al fin encontrar el diamante de un hermoso corazón.
Puedes encontrarla cualquier día frente a su laptop con una
taza de caliente té de Java, trabajando en lo que dirán los
personajes de su siguiente historia

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Traducción:
Esther

Corrección:
Zamorita

Edición y formato:
Gaby

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