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C A PITU LO TER C E R O .
La lei de espera es funesta en alto grado á la sociedad,
porque tiene efecto retroactivo.
Como hemos demostrado, como aparece de los
considerandos, del espíritu i tenor literal de la lei, no
se limitó a paytar la conducta de los deudores en los
casos futuros a su promulgación, si sufrían atrazo
en sus industrias, i Ja de los acreedores, sino que es
tendió su acción sobre lo pasado i comprendió los ac
tos de los contratantes, anteriores, cuyo cumplimien
to otras leyes habian garantido ántes de existir la lei
de espera. Por lo cual deshizo los pactos que eran
perfectos; quitó los derechos adquiridos i menoscabó
la fortuna de crecidísimo número de personas. Esto,
no obstante, ser un principio inconcurso la no retroac-
tividad de las leyes.
Pero, para conocer mejor la enormidad de ese de
fecto ruinoso, conviene que ateniéndonos a doctrinas
sanas examinemos quees lo que se llama retroactivi-
dad de las leyes : en que razones se funda entre noso
tros el principio de la no retroactividad : como ha sido
acatado por lejisladores de diversos paises; i cuales son
las circunstancias constitutivas de la retroactividad.
Llámase retroactividad la acción con que una leí
somete los hechos pasados a su poder.
Porque la lei es una regla para dirijir las accio
nes de los hombres, de cuya dirección no son sucep-
tibles las acciones ejecutadas ántes: porque la lei no
es obligatoria sino desde que se promulga : porque no
siendo incierto en el orden de la naturaleza sino el
porvenir, las leyes positivas que también hiciesen in
cierto lo pasado, liarían, en mucho, mas desgraciada
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la condicion humana, haciéndola soportar la pena
de incertidumbre por lo que fué i por lo que puede
ser, porque la lei no puede tener efecto sino desde
que existe, pues que ella es una causa i no hai efec
tos sin causas i en fin, porque el articulo constitucio
nal 101 dispone que “ ninguna lei sea obligatoria
mientras no sea publicada con la solemnidad debida
en los lugares respectivos, ” disposición precedida i
secundada por otras vijentes que tocarémos; por estos
fundamentos es que la lei no puede aplicarse a las ac
ciones o cosas verificadas en los tiempos pasados, sino
solo a las de los venideros; por eso es que el hombre no
puede ser turbado por leyes posteriores en los dere
chos adquiridos a n te s ; i por eso es que los hechos pa
sados que han caido bajo la cuchilla del tiempo están
fuera del alcance del imperio de la lei, como ex en
tos están de la jurisdicción de los hombres los mora
dores de la rejion de los muertos.
Es este un principio conservador de la vida, del
honor i de la hacienda del hombre. Es un muro le
vantado para impedir que se viole nuestra seguridad
personal castigándonos despues por hechos que no es
tando vedados cuando se ejecutaron, se tenían por
permitidos, i para que no se atente a la propiedad,
privándonos de derechos o bienes adquridos bajo el
auspicio de las leyes anteriores.
Casi todos los lejisladores han rendido homenaje
a este principio saludable. Si la lejislacion de los Cé
sares se hizo inmortal i marcó el rumbo que frecuen-~
temente han seguido otras lejislaciones, es porque en
consecuencia de sus indestructibles bases, " n o dañar
a otro, dar a cada uno lo que es suyo i vivir honesta-
-rs-
mente, ” puso en el frontispicio <£e los cówtigos roma
nos la no retroaetividad de sus leyes. Las leVes fran
cesas d e 5 de Brumario i de 17 de Nivoso del año
2 hicierom retroceder hasta el 14 de Julio dé 1789 la
igualdad absoluta de particiones entre coherederos;
pero convencida la nación de su grande érróh, por
decreto de 9 de Fructidor del año de 3 las derogo;
hizo mas, sancionó otra vez que ninguna lei civil o
criminal pudiese tener eíecto retroactivo; i en su có
digo civil la Francia estatuyó que las leyes no dispu-
cieeen sino para lo futuro. Abundan los códigos de
la nación española en disposiciones iguales. La lei 121
tít. 2, la 8» tít. 4 o lib. 2, la 5» tít. 5 o lib. 3o, la 6a tít
5 U lib. 4 o del Fuero Juzgo i In lei 200 del Estilo es
tablecen terminantemente que las leyes no rijen sino
los hechos futuros. En Venezuela, la lei 15 tít. 14
part. 3 establece que los contratos i delitos verificados
en tiempo de un fuero viejo sean juzgados i decididos
por dicho fuero, aunque se conozca de ellos en tiem
pos de un fuero nuevo. Reconoce el mismo axioma
la lei 13 tít. 17 lib. 10. Novísima Rec. i la Constitu
ción del Estado lo ha sancionado en el art. 101 cita
do, prohibiendo que las leyes obliguen antes de ser
promulgadas, i en el 196, disponiendo que ningnn ve
nezolano “ sea juzgado i menos castigado sino en vir
tud de lei anterior a su delito o acción. ”
Son oircanstancias constitutivas de la retroactivi-
dad, primero ; que la lei obrando sobre lo pasado, <lo
a lte r e : i segundo; que lo altére con perjuicio de
las personas que son objetos de sus golpes, ¿ pero <joe
reconoce la lejislacion por pasado para los efectos ie-
gaVes ? Dicese pasado en el lenguaje legal lo que ya
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no e*tá pendiente, sino que se ha perfeccionado o es
ta consumido. Asi, ia cosa debida por una obligación
civil no está pendiente, i nunca puede ser mudada
por las leyes ulteriores: la promesa,solamente inicia
da, durante una lei, de dar o hacer alguna i perfec
cionada bajo el réjimen de una nueva lei, es cosa pen
diente i materia de la lei novísima. ¿ Cuando las leyes
posteriores perjudican a las personas a quienes se re
fieren sus disposiciones'? Es bien claro que esto acon
tece cuando, sin indemnización que conserve ilesos
sus intereses, las priva de sus bienes o de sus dere
chos adquiridos, que habían entrado en su patrimo
nio i que no podian ser quitados por aquellos de quie
nes los habian recibido: asi son los bienes i derechos
habidos en virtud de un contrato formado conforme a
las leyes que rejian al celebrarlo.
Despues de estas observaciones en que nos ha si
do preciso detenernos para armarnos con el cetro de
la verdad ¿ habrá razón imparcial que ponga en duda
que en la lei de espera concurren cuantos requisitos
constituyen la viciosa retroactividad de las leyes ?
¿ No há ejercido su poder sobre los contratos anterio
res? i No ha alterado los convenios i en parte inte
grante no los ha rasgado? ¿ No los há recindido, pri
vando a los acreedores, sin remunerarles su pérdida,
de lo que lejitimamente era suyo ? Contra los ines-
pugnables principios de no dañar a otro i de dar a
cada uno lo que es suyo, ¿ no los há privado de una
Cantidad de su felicidad ? I la lei que asi ha obrado.
¿ no es un jérmen fecundo de desconfianza, no ha des
concertado los racionales planes que para sus nego
ciaciones los individuos tenian establecidos, i no ma
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ta la esperanza, dejando abierta la puerta a la d e
sesperación que principia en el mismo punto en que
aquella espira? I una lei que asi desarregla a la socie
dad, ¿ no es injusta en el fondo, inmoral en la prácti
ca i sobre manera funesta al Ínteres procomunal?
CA PITULO CUARTO.
La lei de espera ha despedazado la Constitución de 1830
Como retroactiva que es, está la leí de espera en
abierta pugna con los artículos precitados 101 i 196
que mui claramente prohíben que las leyes ejerzan su
imperio ántes de ser promulgadas debidamente, i que
los magistrados tengan otra regla para juzgar que las
leyes del tiempo en que se cometieron los hechos, sean
contratos o delitos. Por el mismo respecto ha concul
cado el art. 188 que garantiza a los venezolanos la li
bertad civil: pues que consistiendo esta en el d e re
cho de hacer lo que Ift lei no prohibe i de tenerse por
permitido lo que no está vedado, despojó a los acre
edores de sus derechos, i aún les inflijió una pena,,
porque toda pena es la privación de un derecho, por
los actos que no les estaban prohibidos; i mas, que
les estaban espresainente permitidos. El mismo artí
culo garantizó la propiedad, i la propiedad fué viola
da por la lei de espera. No solo por el peligro de
atentar a la seguridad personal i otros inconvenien
tes, los artículos 191 i 192 declararon inviolables el
asilo doméstico i el secreto de papeles i cartas parti
culares, sino también porque son propiedad de los
respectivos ciudadanos: i porque es una propiedad
del inventor, el 217 garantizó igualmente los descu
brimientos i sus producciones; por los que deb« d a r
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se un resarcimiento en caso de publicarlos. El 208
prohibió que algnn venezolano pudiera ser privado
de la menor porcion de su propiedad, o que fuese
aplicada algún uso público sin su consentimiento o
el del Congreso : i que para ser privado de ella debia
preceder comprobacion legal de exijirlo el Ínteres
público; previa también una justa compensación. En
vano la Constitución puso tantos diques para que la
propiedad estuviese defendida de la invasión que in
tentaran las leyes posteriores, porque ese derecho
santo fue víctima de la lei de e sp e ra ; i en vano se
escriben las Constituciones si los derechos mas sa
grados del hombre no tienen en ellas un antemural
tan sólido i tan alto que resistan el aseite de una lei
ulterior, i no sean salvadas por escalas tan elevadas
como la que formó la lei de espera para adueñarse
de lo que debió defender la cindadela de la Consti
tución. Nada bastó para que los venezolanos tuvie
sen asegurados sus derechos perfectos i sus b ie n es;
ni aún las fórmulas prescritas fueron salvadas.
CAPITULO QUINTO.
La lei de espera es ruinosa á las industrias porque ha
sembrado el descrédito i la desconfianza, i tan perni
ciosa es al acreedor contra quien obra, como al deu
dor á quien quizo favorecer.
No se detiene aqui el torrente de resultados pési
mos para la sociedad, que naturalmente se despren
den de la lei de espera. Esta lei es también una de
aquellas causas positivas que el hombre ménos ins
truido en economía i ménos versado en el curso i jiro
de las transaciones i negocios en el comercio de la vi-
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da, conoce que hacen retirar los capitales de la cir
culación i de la producción de la riq ueza; i no solo-
estancan sino que hacen retroceder los diferentes ra
mos industriales, cuyos medios de conservación i pro
greso quitan, porque los hacen ocultar o alejar de la
aplicación que se ¡es di<>. Desde que el dueño de un
capital en numerario, en un establecimiento mercan
til, o en un plantel de cañas, cacao, cafees, edificios,
o en bestias, o en cualquiera otra especie, sabe que,
ora lo venda a crédito para pagarselo en un plazo
convenido; ora lo dé en arriendo o alquiler; ora a
préstamo, gratuitamente o para ganar un ínteres re
muneratorio de las utilidades que deja de percibir i
del riesgo de perderlo; ora se desprenda de él por
un sentimiento de humanidad o de jenerosidad para
servir al necesitado, o para suministrar fondos al que
desea trab ajar; ora le enajene de alguna otra mane
ra, pero siempre sin recibir en el acto su equivalente,
0 su precio al contado; desde que sabe, decimos, que
está espuesto su capital i no tiene seguridad de que
se le paguen los réditos, alquileres, fletes o prémios,
1 ménos el capital mismo; porque el deudor a pretes
to o con motivo de atrazo, i tal vez sin alegar razón
aparente o escúlpante, puede ocurrir al beneficio de
espera i alcanzar la dilación del cumplimiento de sus
compromisos, i estincion de los intereses que debie
ran compensar la privación de los productos i los aza
res : desde que sabe que ha de ser retenido su capi
tal por seis o nueve años, i sin garantías para asegu
rar los pagos en estos plazos: i aún comprende i pre
veo que esa dilación i tardan y.a pueden dar causa pa
ra descuidar i perder su fortuna en manos de aquel a
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qnien no coutó esfuereos o sacrificios para adquirirla,
0 que accidentes indiferentes de la neglijencia i ma
la ft pueden arruinar su caudal, grande o pequeño,
que acumuló en sus faenas i ahorros, i que bajo su
propia administración i la dilijente tutela de su ín
teres individual se hubiera conservado o alménos in
vertido en su provecho: desde que contemple este ca
pitalista que puede ser privado en parte o en el todo,
por largo tiempo i quizá para siempre, del fruto de
sus sacrificios i economías: desde que piense que en
medio de los recursos bastantes para subsistir i aún
sostener una vida cómoda i sustentar i educar a los
seres que le son queridos, el famoso beneficio de es
pera puede sumirle al dia siguiente en la indijencia
1 dejar a su mujer i a sus hijos en la miseria i la hor-
fandad ; desde que la previsión tan necesaria al indus
trial, la prudencia, i mas que todo, el conocimiento
de los hombres i de la situación actual de las indus
trias, le pongan delante de los ojos este triste, aflicti
vo é inquietante cuadro que la lei de espera ocasio
na i forma, tanto o mas fundado cuanto mas cierto sea
que causales inevitables o voluntarias, o simultánea
mente de ambos modos, tengan en postración las in
dustrias i hayan creado la dificultad, sino imposibili
dad de la exactitud i fidelidad en el cumplimiento de
los convenios, é impidan la celebración de nuevas
transaciones i el desembolzo de los capitales: desde
que cualquiera hombre se haga estas obvias i justas
observaciones, preguntamos ¿ es verosímil, es fácil,
es posible que en vez de cerrar su cofre, de guar
dar sus intereses i apartarlos del peligro de p e rd e r
los, los ponga en circulación i aspire a destinarlos a
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la producción ? ¿ No es natural que a tan manifiesto
riesgo prefiera ocultarlos o mas bien consumirlos en
su provecho ? ¿ Puede creerse que los estranjeros re
sidentes en Venezuela con sus haberes, no los re-
mnevan de sus destinos para preservarlos de ser de
vorados por la lei de espera ? Por mas vehemente
cuanto evidente sea la tendencia que los capitales
tienen a trasladarse a los lugares donde puedan ser
productivos i por mas ciertas que sean la conveniencia
i necesidad que de ellos Venezuela tiene, ¿ hai fun
damento para esperar que los que pensaran o pudie
ran traer sus fortunas al pais, realizen sus deseos i se
haga efectiva esa remota posibilidad para ponerlas al
bordo de un abismo ?
Es indudable que por una consecuencia de los
cálculos aún poco previsores: el hombre laborioso i
acaudalado h a d e alejar su patrimonio de cualquier
destino que en otro caso pudiera tener en V enezue
la, viendo sobre él levantada la lei de espera, co
mo la espada de Dionicio para destruirlo. I para re-
defiirnos de dar mas estencion a este raciocinio, aglo
merando pruebas tomadas de la manera natural i
prudente de obrar los hombres en circunstancias tales,
apelamos al juicio íntimo de cuantos tengan bienes
en este pais i mediten el modo regular de adminis
trarlos, i la incesante amenaza que la susodicha lei
les hace, porque el ínteres individual es el mayor
juez, particularmente en discusión sobre materia que
tan intimamente está ligada con la felicidad o ruina
de cada hombre.
Tras la ocultación i retiro de los capitales, la ri
queza se detiene i se agota ; los talleres escasean sus
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artículos o se cierran; el comercio detiene su vuelo i
se ahuyenta de nuestro pobre mercado; la agricultu
ra desciende de la triste posicion que tenia, i acaso es
anonada enteramente, porque faltaron los medios de
poner las plantaciones, de desmontar las haciendas i
hasta de recojer los frutos; los salarios de los trabaja
dores se disminuyen i esperimentan una decadencia
que hace sufrir al hombre que cada dia buscaba el sus
tento con su trabajo de artesano, de jornalero & c .; el
necesitado encuentra cerrada la puerta del hombre
pudiente, i quizá, aguijoneado por la necesidad se
lanza en la carrera del crimen para encontrar el pan.
Asi, la miseria se difunde, el malestar de los ve
nezolanos se agrava; i esta suma de males debida a
la lei de espera que ha sembrado la desconfianza i
menoscabado el crédito, el crédito gran capital en el
comercio, se hace sentir cada dia mas i aumenta los
sufrimientos de todos los individuos de la sociedad,
ricos o pobres, acreedores o deudores. I los que hoi
no sienten el azote de la lei i por eso la aplauden,
mañana sentirán sus efectos i jemirán bajo su influen
cia desoladora. Como la clase proletaria i meneste
rosa tiene en la misma lei que se hizo a su favor un
obstáculo para encontrar prestado o de otro modo
lo que le es indispensable para satisfacer el ham
bre i mitigar sus angustias, i el ciudadano con bienes
tiene también en ella una traba para socorrerle o dar
jiro productivo a sus intereses, acontece que la lei de
espera tiene i ha de tener contra sf aquel aquien hos
tiliza i aquel a quien se propone favorecer: el reme
dio que ella da a la necesidad es peor que el mal.
Halagar puede mui accidentalmente a los que hoi re
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ciben su favor, pero les oculta la copa envenenada
que les tiene preparada. Su influencia es semejante
a la de los específicos que instantáneamente calman
el dolor en el cuerpo humano para hacerlo luego mas
acerbo i desesperante.
C A PITU LO SESTO.
La lei de espera es una provocation de disenciones in
ternacionales i odiosa por los privilejios que dá i los
medios de que se sirve.
Restrictiva é interdíctiva de la libertad de indus
tria es la lei como acabamos de demostrarlo; i no
podemos encontrar medio de conciliaria con el artí
culo constitucional 209 que consagró la amplia liber
tad de industria i de comercio. Por cuyo motivo te
memos mucho que las diversas potencias con quienes
Venezuela tiene tratados de amistad i de comercio,
en virtud de la protección que deben a sus subditos,
i considerando ademas, que la lei violó los contra
tos i la propiedad, por principios de derecho interna
cional la protesten ; que esto traiga a la República
un gravamen pecuniario por indemnización de da
nos o dias de amargura. La resolución en que S. E.
el Poder Ejecutivo ha ordenado que los gobernado
res le hagan pasar noticia exacta del número de per
sonas que hayan implorado el beneficio de espera,
con discriminación de nacionales i estranjeros, nos
hace presentir que a S. E. ocupan seriamente los mu
chos i graves inconvenientes de la lei.
Una distinción odiosa ha establecido la lei conce
diendo a las universidades i colejios, a la Iglesia i
hospitales, a los poseedores de capellanías i obras
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pias el poder continuar percibiendo ios réditos desús
capitales, i negando este derecho a los demas capita
listas. ¿ Es por ventura mas sagrada i digna de ser
respetada la propiedad de aquellos que la de los se
gundos ? Si el fundamento de exijir intereses o rédi
to es el que se tenga una compensación por el pro
ducto que de su capital deja de percibir el dueño, i
por el peligro de perderlo, estando fuera de su poder,
o como suele decirse, por el lucro cesante i daño
emerjente, ¿ este fundamento no concurre igualmen
te en favor de unos i otros dueños de capitales ? ¿ El
capital de un comerciante, de un hacendado o de al-
gun otro de los no favorecidos por la lei, no tiene la
susceptibilidad de producir tanto como los otros ca
pitales, i sus dueños por algún motivo son indignos de
recibir como los demas algún lucro por la privación
en que están de lo que es suyo? La libertad de indus
tria que ántes de ser garantida por la C^onstitucion esta
ba sancionada por la razón, ¿ es un derecho que ha po
dido restrinjirse para condenar a unos acreedores, i
conservarse intacto para favorecer a una clase parti
cular de capitalistas, sin establecer en favor de estos
un privilejio, i sin cometer contra los otros una vio
lación de la Constitución i de la sanción de la razón?
¿ Se habrá querido castigar a unos acreedores porque
en consonancia con las leyes que rejian i los princi
pios económicos i políticos, estipuláronlos intereses
que en todas partes producen los capitales ? La lei
obró en esto contra todos los principios de justicia; i
estableciendo esa desigualdad, infrinjió también el
artículo constitucional 108 que garantizó la igualdad
ante la lei. [ I no es una contradicion repugnante que
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reconociendo la lei de 28 de Abril de 1848 un ínte
res convencional de 9 por 100 i otro legal de 5 por
100, i que mientras el Congreso del mismo ario auto
rizó a S. E. el Poder Ejecutivo para contratar un em
préstito pagando intereses, se niegue absolutamente
a ciertos acreedores exijir algunos por sus capitales
que contra su voluntad son detenidos?
La lei de espera, contra el mandato de justicia
universal de que nadie se enriquezca con daño de
otro, quitó a unos para dar a otros, como queriendo
dar un paso para nivelar las fortunas: lo cual se resien
te i participa de las máximas del comunismo ; i el co
munismo es la mas desacertada invención humana,
porque es imposible su institución absolutamente im
posible su estabilidad, i los esfuerzos para crearlo i
sostenerlo, son el sepulcro de la sociedad.
CAPITULO SEPTIM O.
La lei de espera dá o quizo dar a las industrias un au
xilio directo antipolítico i antieconómico.
Sí, dicha lei propúsose ministrar a la industria
una protección directa bajo cuyo amparo, por mas
que se pretenda otra cosa, se acojen los que a despe
cho de la justicia i aún sin atrasos retienen en su po
der los caudales ajenos; los que han esperimentado
alguna decadencia por imprudencia en sus calculoso
por haber acometido empresas exajeradas; i los que
lian disipado en el lujo que por mil motivos debiera
desterrarse de esta tierra pobre, en los festines o en
los vicios, los bienes que no crearon sino que de otro
recibieron. Casi en vano el art. 11 de la lei determi
nó caso* que escluvan el beneficio de espera, por-
-2 9 -
que el ménos conocedor de las dificultades que ocur
ren en los juicios sabe que la malicia liare ilusoria la
lei, sin que por ello esta sea justificable, pues que el
lejislador para sancionarla debe echar en la balanza
la suma entera de toda especie de inconvenientes:
la cual lei, por otra parte, ha creado dispendiosos plei
tos para que los acreedores que debieran estar en pa
cifica posesion de lo suyo, puedan alguna vez reco
brarlo.
El gran Filangieri, antorcha de su siglo, quizo que
la administración pública tuviese por regla invariable
de conducta el luminoso principio; injerirse cuanto
menos sea posible: dejar hacer cuanto mas sea posible.
El profundo Jeremías Benthan i muchos otros escri
tores eminentes, publicistas i economistas del siglo,
i gabinetes que están en posesion de la alta reputa
ción de ilustrados, han proclamado el mismo princi
pio, del cual estamos lejos de ser adversarios. Ingen
tes inconvenientes nacen de la acción directa de los
Gobiernos para fomentar las industrias o subvenir a
sus males. La moralidad de las clases industriosas que
consiste en que los resultados de sus planes i combi
naciones dependan únicamente de si mismos es decir,
de la prudencia i acierto con que se han trazado: i el
sentimiento de actividad i de enerjíaque naturalmen
te domina al hombre i dá a su trabajo productos mas
eficaces, cuando todo se lo debe a si mismo, de lo que
tenemos una esperiencia personal, larga i profunda,
son móviles del progreso industrial, que se atenúan
siempre i a veces desaparecen del todo, si el elem en
to estraño de la autoridad se ofrece como intermedio
para suplir la falta de circunspección de intelijencia,
-30-
de actividad i destreza i de moralidad de la clase tra
bajadora. Exajéranse entonces los atrasos; la menti
ra, i por consiguiente la inmoralidad se hacen un lu
g a r: la facilidad de equivocarse el lejislador i las di
ficultades de que se rodea, crecen en los reclamos
continuos é interesados: contráese el hábito de espe
rar la acción del Gobierno i por eso la laboriosidad
se paraliza i se descuidan los intereses materiales,
que por otra parte son esenciales para los intereses
morales i políticos: un Gobierno que, lleno siempre
de diversas i numerosas atenciones, nunca puede dis
cernir suficientemente los variados motivos de des
gracia que cada asociado esperimente, en el inmenso
conjunto de accidentes que influyen en la decaden
cia de las industrias, o burla la esperanza que crea una
vez en el ánimo de los pueblos, o9e encuentra cir
cundado de embarazos que le impiden obrar acerta
damente, si pretende atender a cuantos exijen i es
peran su protección directa.
El sistema de protejer indirectamente las indus
trias, a toda luz, es el justo, el racional, el expedito
i el natural para dar incremento a la riqueza, repa
rar sus pérdidas i restablecer el equilibrio entre la
demanda i la producción. Si un Gobierno garantiza
relijiosamente la propiedad : si liberta de trabas a la
industria; si respeta i hace respetar la seguridad per
sonal : si en vez de gravosos derechos que encade
nan al comercio, los establece cuanto menos onero
sos sea posible, i proporciona lo» medios de satisfa
cerlos cómoda ¡fácilm ente; si remueve los obstácu
los nacidos de falta de vías de comunicación : si hace
que la policía vi ji le para que el hombre que p<ied¡*
-3 1 -
trabajar no esté entregado a la pereza, a la vagancia,
a los crímenes i a esa ambición de vivir exclusivamen
te en pos de los destinos; i si la injusticia no mata la
noble emulación del que sobresale por su intelijencia
i por su laboriosidad i honradez, entonces habrá he
cho cuanto pueda hacer un lejislador sabio i discreto
para desempeñar el ministerio divino de conseguir la
felicidad de los hom bres; entonces no habrá hecho
tuerza al órden social, ni impedido que las cosas si
gan su curso natural; i entonces habrá creado un vas
to manantial de donde partirán copiosos i saludables
arroyos para fertilizar el campo de la industria en to
do el ámbito de su dominación, i para reponer los
males accidentales que aquejen a la riqueza. Honor
inmarcesible i gloria inmortal a los Gobiernos que
por este camino hayan conducido o conduzcan a sus
pueblos al pináculo de la prosperidad i de la gran
deza.
CONCLUSION.
Hemos tocado ya el lindero a donde nos habíamos
propuesto llegar. No nos cabe la lisonja de creer que
hayamos dicho cuanto puede ocurrir en materia tan
fecunda i tan rica ; ni un escrito de este jénero pue
de abarcar una discusión completa que mereciera un
tratado. Sin embargo se habrá logrado nuestro objeto
si nuestros razonamientos son bastantes para disipar
la ilusión que la lei de espera ha podido crear en las
personas no instruidas, i si en los hombres de saber
tienen algún peso que haga caer la balanza del lado
de los males con que la lei destroza los intereses so
ciales. i se alcan^a su derogación : o si al menos sumi
-3 2 -
nistran armas para defender los derechos de los aso
ciados, que ella lacera i hace desaparecer. La conse-
cusion que la patria haga de este gran fin, será la úni
ca remuneración a que aspiramos, como ha sido el
exclusivo móvil de nuestro trabajo, i como nos es tes
tigo el que sondea los corazones i rije los destinos
del universo.
Son por tanto, nuestros ardientes votos que US.
se sirva acojer nuestras ideas i darles el curso que he
mos pedido.
R afael Salan.
Pedro Momalvp,.