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GUTIERREZ Amador Elisabet Valeria

LIT-206 A
14 de marzo de 2024
El bolígrafo delator
Noviembre siempre ha sido un mes caótico en las escuelas de La Paz. Las últimas semanas
de clases, los exámenes finales y el cierre de año provocan una locura particular entre los
estudiantes. Por suerte logré aprender de esta peculiar histeria de fin de año durante mi
primer año dando clases. Me encontraba enseñando inglés a los niños de primaria en el
colegio María Inés de Grania y decir que tenía nula experiencia con los niños sería poco.
Todo sucedió un viernes de la penúltima semana de clases. En la superficie podía parecer
que era un día normal en una escuela normal, pero tras haber pasado varios meses dentro de
aquella especie de prisión, yo sabía que el ambiente era distinto. Los exámenes creaban un
silencio poco natural durante las horas de clase y los niños gritaban tan alto que ni las
palomas se atrevían a acercarse al patio de recreo. Mientras tanto los profesores parecían no
poder sobrevivir sin soltar un suspiro cada treinta segundos. En medio de todo ese caos, la
única que parecía mantener la cabeza fría, era Susana.
Susana, una mujer robusta y de cabeza plomiza, era la regenta del colegio. Temida y
respetada tanto por maestros como por alumnos, tenía la fama de omnipresente. Siempre
sabía hasta el más mínimo detalle de lo que sucedía dentro de aquel antiguo monasterio
convertido en loquero para infantes. Con su voz firme y su mandil verde oliva, mantenía la
sanidad en el María Inés. Ella se encargaba de dar su justa sentencia a los impuntuales, a
los que llegaban sin uniforme, a los que eran agresivos con sus compañeros y a cualquiera
que osara romper las reglas de su preciada institución. Así que no era extraño que los
profesores la mandaran a llamar cuando el caos infantil se les iba de las manos.
Aquel radiante viernes de noviembre había entrado en el aula del sexto “B” con un suspiro
de alivio. Aquella era mi última clase en la semana y los niños normalmente se portaban
bien. Llevaba una pila de cuadernos del único curso que me faltaba revisar y esperaba
poder registrarlos hasta terminar la clase. Con esa intención en mente les dije a mis
alumnos que podían hacer lo que quisieran por el resto de la clase, siempre y cuando no
hicieran mucho ruido ni sacaran sus celulares. Apenas iba revisando el quinto cuaderno
cuando escuché los gritos.
Juan era un muchacho muy aplicado, presumido y algo pedante, pero no problemático. Así
que cuando lo escuché gritar acusaciones al pobre de Nacho, su único amigo, pensé que
había sucedido algo terrible. Inmediatamente me levanté de mi asiento y me dirigí a los
niños. Le pregunté a Juan qué estaba sucediendo que porqué gritaba. Me contestó que había
perdido su bolígrafo especial y que lo habían encontrado en la mochila de Nacho. En ese
momento, Nacho interrumpió, insistiendo en que él no había robado nada. A partir De ese
momento no dejaron de gritarse: Nacho acusaba a Beto, el niño que se sentaba detrás de
Juan, porque, según él, estaba molesto de que no le hubiese pasado las respuestas del
examen de Historia. Y Beto asustado, repetía que él no había hecho nada ni había visto
nada. Por otro lado, Juan seguía acusando a Nacho, le decía que siempre había tenido
envidia de sus cosas. En ese momento supe que no había manera en que yo pudiera arreglar
el problema.
Entonces le pedí a Beto que fuera a buscar a Susana. No había manera en que yo pudiese
lidiar con ese asunto. Susana llegó al poco rato había escuchado el alboroto y ya estaba en
camino. Cuando Beto la encontró. En cuanto entró al curso, todos se callaron se pararon
firmes Y saludaron Como ella les había enseñado. En ese momento, ella pidió a Beto que le
explicara lo que había sucedido. Así que Beto obediente, repitió la historia que ya me
habían contado, Aunque esta vez Nadie interrumpió. Entonces ella miró a su alrededor y
dijo que el aula estaba demasiado sucia. Le pidió a Lucas que por favor levantará todos los
papeles alrededor del escritorio de Nacho y se los entregará, y Lucas hizo como le
pidieron.
Susana tomó los papeles en sus manos y los leyó en voz alta. Alguien pedía que por favor
le pasaran la respuesta número cuatro del examen de historia y la otra persona le contestaba
con la respuesta. Y en otra, apenas visible, un número 4 con un signo de interrogación. Esa
no tenía respuesta. Susana miró fijamente a Juan:
— ¿Es esta tu letra? - Le preguntó señalando el pequeño párrafo de repuesta. El pobre chico
no sabía cómo contestar. Ella señaló la pregunta y afirmó fríamente - Ya sé que esta otra es
la de Nacho.
Entonces me entregó a mí los papeles y no pude evitar notar que la respuesta era incorrecta.
Pero Susana seguía intentando resolver el caso. Y decidió que lo correcto sería preguntar a
las personas qué se sentaban alrededor por si habían visto algo. Primero interrogó a Lucía,
que se sentaba detrás de Nacho.
—Tú, niña. ¿Quiénes se pasaron por el asiento de Nacho?
—Bueno - dijo la niña tímida - Beto no paso por aquí, al menos no que lo haya visto. Y
Nacho fuel primero en salir al recreo así que no creo que haya sido posible que él alzara el
bolígrafo, no habría tenido tiempo. Aparte de eso sólo Teresa y Martín pasaron por aquí.
Martín vino a pedirme un borrador. Y Teresa se acercó a mí después del recreo para
pedirme las tareas de música.
—Interesante - dijo Susana pensativa - Y tú - apuntó a Beto - ¿Qué has visto?
Para ese entonces, el niño estaba bastante asustado, podía ver el miedo en sus ojos. El pobre
muchacho. Dijo todo lo que sabía.
—Yo no me he alzado el bolígrafo de de Juan - dijo tartamudeando. Entonces cerrando los
ojos, se puso a hablar tan rápido que apenas se le podía entender. - Nacho y Juan se han
estado pasando notas en todos los exámenes hasta ahora y también sé que Teresa y Mario le
han pedido las respuestas a Juan, pero él los ha ignorado a todos. Incluso yo le pedí la
respuesta de historia, pero él no me dijo nada porque el profesor estaba justo delante
nuestro. Las últimas personas en salir del aula fuimos yo, Martín y Teresa. Pero no sé nada
más, juro que no sé nada más.
Llegado a ese punto, me costaba contener la risa, y podría jurar tanto como Beto, que
también vi a Susana sonreír. Ella volvió a mirar a su alrededor y ahora se acercó a Teresa
pidiéndole que le mostrara las manos. La niña le mostró las manos rayadas de tinta azul.
—Muéstrame tu bolígrafo - le pidió a Susana. Y la niña sacó de su estuche, un pequeño
bolígrafo azul con una punta tan delgadita que podría jurar que se podía coser con ella.
Entonces la regenta se rayó su propia mano con ese bolígrafo. La línea que trazó apenas
podía notarse. Se volvió a Juan, le pidió que le entregara su pluma “especial” y volvió a
rayarse la mano. Puso su arrugada mano junto a la de Teresa y le dijo:
—Cariño, ni siquiera son el mismo tono de azul. Si no te delataba una cosa, te delataba a la
otra.
La pequeña bajó su cabeza. pero permaneció callada.
—Ya que tú no quieres ofrecer explicaciones, yo lo haré - dijo Susana. - Al parecer, la
señorita aquí presente, no estudió lo suficiente para su examen de historia. Y cuando vio
que Juan no le daba las respuestas a ella, pero sí se las daba a Nacho, decidió que iba a
tomar venganza de ambos. Entonces, en el momento en que sonó la campana del recreo,
decidió aprovechar el alboroto para hacerse con la pluma de Juan y se le llevó consigo al
recreo. Eso explica por qué sus manos están tan sucias. Al regresar al curso vio que Lucía
ya estaba sentada y, para evitar crear sospechas, le preguntó por una tarea que
probablemente ni siquiera necesita. Y aprovechó que Lucía buscaba en su carpeta para
esconder hábilmente el bolígrafo en la mochila de Nacho. El resto ya era obra de los
muchachos que, sin pensar, iban a cruzarse los unos a los otros. La mejor parte de tu plan,
cariño, es que, al final ambos serán castigados por hacer trampa en el examen. Lástima que
tú también serás castigada.
Como castigo, los niños tuvieron que quedarse en el aula durante el recreo del lunes a
transcribir toda la letra “A” del diccionario. Y por mi parte, no volví a verlos jamás, pues al
año siguiente me ofrecieron un trabajo en Cochabamba que acepté con mucho gusto. Pero a
lo largo de los años me he encontrado con algunos colegas del M. I. Grania y me alegra
saber que Susana todavía está en el colegio implementando orden e incluso resolviendo
misterios cuando es necesario.

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