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Este documento habla sobre el segundo domingo de Adviento y la figura de Juan Bautista. Juan gritaba en el desierto para preparar el camino al Señor mediante la conversión y confesión de pecados. También habla sobre la llegada poderosa de Dios para salvar a su pueblo de la esclavitud. Durante el Adviento debemos prepararnos espiritualmente para recibir a Dios, quitando lo que nos sobra como pecados y añadiendo oración y obras de misericordia, a fin de que Dios nos encuentre en paz cuando reg
Este documento habla sobre el segundo domingo de Adviento y la figura de Juan Bautista. Juan gritaba en el desierto para preparar el camino al Señor mediante la conversión y confesión de pecados. También habla sobre la llegada poderosa de Dios para salvar a su pueblo de la esclavitud. Durante el Adviento debemos prepararnos espiritualmente para recibir a Dios, quitando lo que nos sobra como pecados y añadiendo oración y obras de misericordia, a fin de que Dios nos encuentre en paz cuando reg
Este documento habla sobre el segundo domingo de Adviento y la figura de Juan Bautista. Juan gritaba en el desierto para preparar el camino al Señor mediante la conversión y confesión de pecados. También habla sobre la llegada poderosa de Dios para salvar a su pueblo de la esclavitud. Durante el Adviento debemos prepararnos espiritualmente para recibir a Dios, quitando lo que nos sobra como pecados y añadiendo oración y obras de misericordia, a fin de que Dios nos encuentre en paz cuando reg
En nuestro caminar por el adviento no estamos solos. Hay tres personas santas que nos acompañan de especial modo: Isaías, Juan Bautista y la Virgen María. Este segundo domingo despunta la figura de Juan Bautista, el profeta que grita en el desierto para que le preparemos el camino al Señor convirtiéndonos y confesando nuestros pecados. El Señor llega con fuerza El comienzo de la segunda parte del libro de Isaías se abre con unas palabras de ánimo: “consuelen, consuelen a mi pueblo”; la razón: el cautiverio va a terminar, Dios se va a manifestar con fuerza, se va a revelar su gloria. Pero si nos importa mirar al pasado, a lo que Dios hizo con su pueblo cautivo en Babilonia, es por lo que ahora quiere hacer con nosotros, sus hijos, con toda la humanidad. El Señor viene a salvar, viene a conducir a quienes viven en cualquier destierro existencial hacia una tierra nueva, hacia una existencia de salvación: del pecado a la gracia, del dolor al consuelo, del nihilismo a la esperanza. El Señor reúne, lleva en brazos y cuida a quienes se sienten perdidos y se dejan abrazar por Él. ¿Lo crees? ¿Lo deseas de verdad -para todos- o te da igual? Esperen y apresuren su venida Mientras esperamos su venida gloriosa, la obra salvadora del Señor sigue su curso. El adviento pone más claramente ante nuestros ojos la obra que el Señor realiza a lo largo de todo el año. Esta obra de liberación la llevará a plenitud cuando vuelva en su gloria. Porque el Señor ciertamente volverá. “El día del Señor llegará como un ladrón”, afirma el apóstol Pedro, y entonces todo será transformado, habrá cielo nuevo y tierra nueva. A nosotros toca estar a la espera, en vela, deseando esa venida. Incluso dice el apóstol que apresuremos la venida del Señor. Y mientras esperamos, ¿qué hacer? “Procuren que Dios los encuentre en paz con él, inmaculados e irreprochables”. ¿Si el Señor llegara hoy, cómo te encontraría? Si el Señor parece tardar, aparte que para él “un día es como mil años y mil años como un día”, es porque tiene paciencia y quiere que a todos llegue su Buena noticia, que todos se conviertan y vean su salvación. Prepárenle el camino Ciertamente, en el adviento, podemos esperar una intervención más intensa y notable del Señor, como nos anuncian los textos litúrgicos. Para que los más alejados y nosotros mismos podamos ser objeto de esta venida, de esta manifestación poderosa y salvadora del Señor, hemos de prepararnos. No sucede de una manera mágica. El Señor toma en serio nuestra libertad. De ahí la apremiante exhortación del profeta Isaías y de Juan Bautista a prepararle el camino. ¿Qué hacer, entonces? ¿Cómo prepararle el camino? Primero, no se trata de preparar cosas (adornos, regalos, cantos, pesebres, luces, compartires y un largo etc., eso será la añadidura), que es lo que suele hacerse y ahí se queda todo, sino de prepararnos espiritualmente nosotros. Tanto Isaías como Juan nos dan abundantes sugerencias: poner lo que nos falta (¿oración?, ¿obras de misericordia?, ¿escucha de la Palabra?), quitar lo que nos sobra (¿tibieza espiritual?, ¿pecados?, ¿trabajo excesivo?), enderezar lo torcido (actitudes a cambiar, malos caminos que dejar…), convertirnos, en definitiva, dirá Juan, y confesar nuestros pecados. ¿Ya has pensado recibir estos días, con una buena preparación, el sacramento de la Penitencia? Juan además nos recuerda una maravillosa promesa: “Él -Jesús, el Salvador que viene- los bautizará con Espíritu Santo”. Podemos esperar que este tiempo litúrgico (adviento- navidad) concluya con una efusión más intensa del Espíritu, si lo vivimos fielmente.