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Historias

de la vida
cotidiana
en San Luis Potosí
del s. XVII al s. xx

COORDINACIÓN
Graciela Bernal Ruiz y Manuel Vildósola Dávila
UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE SAN LUIS POTOSí.

M. en Arq. Manuel Fermín Villar Rubio


RECTOR

Dra. Graciela Bernal Ruiz


Mtro. Manuel Vildósola Dávila
COORDINACIÓN DEL PROYECTO

Dra. Mónica Pérez Navarro


Dra. Graciela Bernal Ruiz
Dra. Marcela Martínez Rodríguez
Dr. Manuel Hernández Pérez
Mtra. Urenda Queletzú Navarro Sánchez
Mtra. Liliana Izaguirre Hernández
Mtra. Teresa Lissete Martínez Rodríguez
Dr. Guillermo Luévano Bustamante
Mtro. Armando René Espinosa Hernández
Mtro. José Pablo Zamora Vázquez
Mtro. Gerardo Vela de la Rosa
Dra. María de Lourdes Uribe
INVESTIGACIÓN

Graciela Bernal Ruiz


CORRECCIÓN Y CUIDADO DE LA EDICIÓN
M.D.G. Irma Carrillo Chávez
CORRECCIÓN Y ESTILO
Eduardo Yair Pérez Trujillo
ILUSTRADOR

DIRECCIÓN DE IMAGEN Y PROMOCIÓN INSTITUCIONAL

L.D.G. Yanina Herrera Olavid


COORDINACIÓN GRÁFICA
L.D.G. Martha María González Ramírez
DISEÑO EDITORIAL

CONSEJO CONSULTIVODEL CENTRO HISTÓRICO

Ing. Antonio Rosillo Izquierdo


PRESIDENTE
C. Juan Manuel Leos Herrera
SECRETARIO
C.P. José Víctor Guzmán Flores
TESORERO

IMPRESIÓN
Primera edición 2015
ISBN: 978-607-9343-92-7
Derechos reservados:
ÍNDICE

9 Presentación

11 Prólogo

13 Introducción

PRIMERA PARTE
La ciudad en armas

23 Escándalos y patíbulos en San Luis Potosí.


Los levantamientos populares de 1767
Mónica Pérez Navarro

La circulación de noticias en momentos de inestabilidad


39
Gracie1a Berna1 Ruiz

SEGUNDA PARTE
Presencia extranjera en un contexto de guerra

Episodios de una difícil convivencia.


59 Españoles y potosinos, 1810-1821
Gracie1a Berna! Ruiz

La otredad en armas.
77 Familias italianas en la Revolución mexicana
Marcela Martínez Rodríguez
Manuel Hernández Pérez

TERCERA PARTE
Formas de delinquir, formas de castigar

La impartición de justicia y el sistema penal


97 a finales del virreinato .
Urenda Queletzú Navarro Sánchez

Deseos prohibidos y promesas rotas.


113
Historias de amor y desamor entre las parejas potosinas
del ocaso virreinal
Liliana Izaguirre Hernández
CUARTA PARTE
Economía y trabajo

Trabajo, vicios y malas costumbres en las minas


135 de San Luis Potosí
Mónica Pérez Navarro

Espacio y arquitectura.
151 El comercio en la ciudad de San Luis Potosí antes
y durante la guerra de Independencia
Teresa Lisette Martínez Rodríguez

Los niños panaderos en la ciudad de San Luis Potosí


165 a principio del siglo xx
Guillermo Luévano Bustamante

QUINTA PARTE
Educar, divertir y celebrar

Educación y Ayuntamientos.
185 Las escuelas de primeras letras en San Luis Potosí,
1820-1826
Armando René Espinosa Hemández

La educación en la ciudad y el campo potosino:


197
de la Revolución a la posrevolución
Armando René Espinosa Hemández

Notas sobre la lectura en San Luis Potosí a finales del


213 siglo XIX: Lecturas, medios y espacios
José Pablo Zamora Vázquez

El alcoholismo y los intentos de erradicarlo en la ciudad


231 de San Luis Potosí antes de la Revolución
Gerardo Vela de la Rosa

Diversiones en la ciudad de San Luis Potosí durante


247 el Porfiriato
María de Lourdes Uribe

263 Notas

281 Referencias
PRESENTACIÓN

La publicación de un libro de esta índole se refiere a una variedad


de temas que conciernen al quehacer cotidiano de nuestra Universi-
dad, tan amplios como la difusión de la cultura y la vinculación con
otras instituciones de educación superior, y tan concretos como la in-
vestigación histórica, dirigida en particular a la vida cotidiana.

En esta oportunidad, la divulgación del conocimiento tiene por ob-


jeto interesar a la ciudadanía en general en temas del pasado, con
la contribución de especialistas adscritos a diversas instituciones del
Distrito Federal, Guanajuato y Veracruz, sin omitir al Colegio de San
Luis y la propia Universidad Autónoma de nuestro estado. En cada
capítulo el lector encontrará los nombres de las instituciones de los
autores que participan en este libro.

Por lo que se refiere a los temas de investigación histórica, en un


principio éstos se situaron, en el momento de las conmemoraciones
del inicio de la guerra de Independencia y la Revolución. Sin embargo,
los coordinadores decidieron ampliar el periodo y optaron por rescatar
fragmentos de la vida de los habitantes de San Luis Potosí desde el si-
glo XVII hasta el XX, lo cual nos permite conocer una gran variedad de
situaciones que rebasan esos dos procesos específicos. De esta manera,
el contenido se refiere a sucesos irrepetibles en aquellos momentos de
inestabilidad y contexto de guerra, pero también a hechos que son par-
te de la vida de la ciudad y que adquieren un carácter intemporal, aún
cuando los protagonistas pertenezcan a distintas generaciones.

Dentro de los acontecimientos que son intemporales, se refleja la


condición humana en varios niveles. Desde el esfuerzo por el sustento
asociado con vicios, escenarios difíciles de trabajo, conflictos por el
uso del espacio, conductas de riesgo, la impartición de la justicia y
formas de castigo. Pero también se observa la promoción de tareas
educativas en las ciudades y el campo; formas de diversión y entre-
tenimiento de la gente y la difusión de la cultura a través de publica-
ciones, muchas de ellas ubicadas en el Iüstituto Científico y Literario,
antecedente de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí.

De esta manera, presentamos una obra singular que ha promovido


el Consejo Consultivo del Centro Histórico de la ciudad de San Luis
Potosí, con el apoyo de la Universidad, institución de la que soy re-
presentante ante esta entidad desde hace catorce años.

M. en Arq, Manuel Fermín Villar Rubio


Rector de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí

9
PRÓLOGO

En las últimas décadas del siglo xx y en lo que va del XXI se advier-


te un renovado interés en los estudios de enfoque regional. El campo
de la historia no es la excepción; la creciente profesionalización de los
historiadores a lo largo y ancho del país, la fundación de facultades de
humanidades en las universidades públicas, de instituciones dedica-
das a la conservación de los acervos documentales regionales y de un
número creciente de instituciones donde se desarrolla la investigación
histórica, han ampliado las oportunidades de formación a personas
dedicadas a la investigación y escritura de la Historia.

La sociedad contemporánea del conocimiento dispone de amplios


recursos que permiten acceder a los investigadores a las grafías en
que las diversas culturas escriben su historia; esto ha contribuido a
generar nuevas formas de concebir y pensar la escritura de la Historia.
En la naturaleza de la llamada «historia regional», se observa que no
es solo una historia llamada a dar cuenta sobre los procesos particu-
lares de una determinada región (incluidas sus diversas acepciones),
a diferencia de las llamadas historias nacionales o generales, sino que
se teje en las múltiples relaciones que propicia la globalización en un
diálogo continuo, a veces imperceptible, entre el perímetro reducido
de los acontecimientos particulares con las corrientes de pensamiento
y los sucesos de mayores proporciones, donde las fronteras entre los
diversos campos del conocimiento parecen diluirse.

La escritura de la historia en San Luis Potosí está inserta en esta


dinámica. Historias de la vida cotidiana en San Luis Potosí, del siglo
XVIII al siglo XX es una obra escrita por un grupo de jóvenes investiga-
dores que han concluido sus estudios doctorales o están por hacerlo.
Animados por el Consejo Consultivo del Centro Histórico de la Ciu-
dad de San Luis Potosí y bajo la dirección de la Dra. Graciela Bernal
Ruiz, Investigadora de la Universidad de Guanajuato, estos historia-
dores han escrito los diversos capítulos que componen esta obra, con
la intención de presentar la historia de San Luis Potosí bajo una pers-
pectiva vinculada a las nuevas corrientes historiográficas, donde la
historia de la vida cotidiana ocupa un lugar importante.

Conocedores de los temas sobre los que escriben y conservando el


rigor de los estudios serios y bien documentados, esta vez han dirigido
su esfuerzo a un público más amplio. La redacción ágil permite seguir
la lectura con facilidad; las imágenes refuerzan el contenido del texto.

11
La divulgación del conocimiento histórico es una responsabilidad
ineludible del historiador. Esta obra contribuye a la apropiación social
del conocimiento histórico sobre la vida cotidiana de los habitantes de
San Luis Potosí en distintas épocas.

Con esta obra el Consejo Consultivo del Centro Histórico de la


Ciudad de San Luis Potosí contribuye al fortalecimiento de la iden-
tidad regional y al mismo tiempo propicia la generación de nuevas
interpretaciones históricas de una sociedad cada vez más globalizada.

Dra. María Isabel Monroy Castillo


Cronista del Municipio de San Luis Potosí

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INTRODUCCIÓN

En agosto de 2010, un área del centro histórico de la ciudad de


San Luis Potosí fue declarada Patrimonio Mundial de la Humanidad,
como parte del Camino Real de Tierra Adentro. En su conjunto, la
declaratoria se otorga a San Luis Potosí como parte de una ruta cul-
tural, de un eje de circulación que integra una variedad de sitios de
diferentes estados de la República, que a su vez están vinculados por
medio de municipios y localidades propias de cada entidad. Así, la de-
claratoria reconoce la particularidad de un área específica del centro
histórico de la ciudad capital del estado, en donde se conservan edi-
ficaciones y espacios de valor singular, incluyendo templos, plazas,
edificios de la autoridad civil y viviendas, algunos de los cuales datan
del siglo XVII!.

Esa declaratoria evidentemente se centra en un valor arquitectó-


nico, algo de gran importancia por sí mismo y por ello fue una noti-
cia recibida con enorme satisfacción por los potosinos. Sin embargo,
esto solo es una parte de la identidad y memoria de un lugar; la otra,
indiscutiblemente, es la gente: quienes ocupan, apropian y dotan de
significado a esas edificaciones y espacios; quienes los construyen,
pero también los transforman; quienes los convierten en escenarios de
su cotidianeidad, pero también en válvulas de escape en momentos de
coyuntura; quienes, en definitiva, dejan sus huellas en ellos y, en ese
sentido, les dan vida en el día a día.

Con esa preocupación conjunta por los espacios, los edificios y


quienes los habitan, dentro de las tareas de difusión del área histórica
de la ciudad de San Luis Potosí, se pensó en un proyecto que eviden-
ciara episodios representativos de la vida de la ciudad y de sus habi-
tantes. Esto fue así porque, a diferencia del reconocimiento del valor
arquitectónico de edificios y lugares públicos, buscábamos presentar
y reconocer hechos de la vida en San Luis Potosí en varios momentos
de su historia, en los que la gente y sus actividades fueran los prota-
gonistas. Encontramos que lo anterior sólo era posible si nos acercá-
bamos a aspectos de la vida cotidiana que son, ante todo, patrimonio
del potosino y de su memoria. Por ello, se pensó en el habitante como
sujeto de atención, y en los lugares públicos y edificios como los es-
cenarios en donde se desarrollan los hechos que conforman la historia.

Al efecto, para escribir este libro se reunieron varias personas que


son historiadores de profesión; por ello es que todos y cada uno de
los trabajos que lo integran están apoyados en fuentes documentales
de primera mano. Todos los autores aceptaron con gran entusiasmo
participar en un proyecto en el cual podían abordar aspectos de la

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vida cotidiana que difícilmente han podido incluir en textos más aca-
démicos. El hecho de trabajar con expedientes que en su mayoria se
han encontrado en los archivos y que, por fascinantes que parezcan,
en muchas ocasiones no pueden ser analizados ampliamente ni apro-
vechar la enorme riqueza que contienen, fue una emoción compartida.
La intención fue escribir sin los rigores establecidos por la «Acade-
mia», pero con la seriedad que requiere el trabajo del historiador que
conoce las fuentes. Es por ello que el lector encontrará las notas, base
de la investigación, y también una bibliografía general al final de la
obra, que son las fuentes en las que se han apoyado para construir los
trabajos. Lo que se comparte y pone a consideración del lector, en
definitiva, es tan sólo una pequeña parte de lo mucho que resguardan
los acervos documentales enunciados al final del libro y que es uno de
los aspectos que hacen de la profesión de historiador algo fascinante.

En cuanto al espacio geográfico a investigar, en un principio se


imaginó a la ciudad como el escenario principal de estos episodios,
pero muy pronto los límites que ésta tenía -y que también variaban
con el tiempo- fueron insuficientes para entrelazar historias. Es por
ello que se muestra a los habitantes de la ciudad en diferentes mo-
mentos, con diversos vínculos y otros puntos de la provincia, y más
tarde, estado de San Luis Potosí, así como con puntos que rebasan
los límites político-administrativos, porque al final de cuentas la vida
de la gente trasciende esos límites en tanto los vínculos se derivan de
numerosos flujos y tránsito de personas, bienes e información, que se
integran al contenido de los acontecimientos.

Debemos decir que el proyecto original estaba planteado en el mar-


co de las conmemoraciones del inicio de la guerra insurgente y del
inicio de la Revolución, por ello los primeros trabajos que se habían
considerado se relacionaban con ambos acontecimientos; pero los
tiempos naturales ligados a la elaboración de cada texto nos rebasa-
ron. Por lo que se decidió ampliar el periodo, ya sin las presiones im-
plícitas en la urgencia de publicar a tiempo para una conmemoración.
Creemos que eso le dio una riqueza aún mayor a este libro pues, sin la
intención de querer abarcar un periodo que podría resultar excesivo,
ya no nos centramos solo en los dos momentos coyunturales de la
historia mexicana antes mencionados, sino que pudimos dotar a este
libro de fragmentos de la vida de los habitantes de San Luis Potosí
desde el siglo XVII hasta el XX.

El libro está dividido en cinco partes; la primera se llama «La ciu-


dad en armas»; la segunda, «Presencia extranjera en un contexto de
guerra», en donde los conflictos a nivel nacional son el marco de refe-

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rencia. La tercera y cuarta parte abordan temas de justicia, economía
y trabajo, más cercanas a historias familiares y al sustento económico
de la gente. Y la última parte, la que contiene mayor número de artícu-
los, se denomina «Educar, divertir y celebran>, en la que los espacios
para instruirse y socializar son los referentes principales.

«La ciudad en armas» contiene dos textos: «Escándalos y patíbulos


en San Luis Potosí. Los levantamientos populares de 1767» y «La
circulación de noticias en momentos de inestabilidad». Los levanta-
mientos, también conocidos como «tumultos» y de los cuales se han
ocupado algunos historiadores, en este caso son analizados por Mó-
nica Pérez Navarro como un movimiento en el que participaron habi-
tantes de Cerro de San Pedro y Armadillo, que influyeron a su vez en
los pueblos y barrios de San Luis Potosí. Originalmente, los enfrenta-
mientos se derivaron de unas reformas legales vinculadas con el pago
de impuestos, reglamentación estricta a establecimientos, expedición
de multas y prohibición de portación de armas, medidas que afectaban
a un número importante de pobladores. Sin embargo, el movimiento
se agudizó con la expulsión de los jesuitas, los castigos implemen-
tados por José de Gálvez fueron drásticos: confiscación de bienes,
penas de muerte a los insurrectos y la captura de gente no sólo de San
Luis Potosí, sino de lugares como Guanajuato y San Miguel -sitios
del Camino Real-, porque los levantamientos se contextualizaron en
un espacio que rebasaba los límites de la ciudad de San Luis Potosí.

Por su parte, «La circulación de noticias en momentos de inesta-


bilidad» se sitúa en la coyuntura monárquica y sus efectos en una
ciudad novohispana. A raíz de la captura del rey español Fernando
VII a manos de Napoleón Bonaparte, la autoridad virreinal buscaba
que la población expresara su lealtad al rey, tratando de impedir el
apoyo hacia los franceses o reacciones en contra de la propia autori-
dad novohispana. Al ser San Luis Potosí una de las entradas al norte
del virreinato, era vital que mantuviera fidelidad incondicional al rey
español. En ese contexto, Graciela Bernal Ruiz muestra cómo se orga-
nizaron desfiles militares, se celebraron misas de gracia con rogativas
para el rey, se promovió la portación del emblema real en hábitos y
vestuario de la gente y también se pidió hacer donativos para sostener
la guerra contra Francia. Las noticias provenientes de Tampico o el
norte del virreinato causaban preocupación entre los diversos niveles
de autoridad, al grado de temer que Francia llegara a invadir América;
es por ello que se debía buscar la fidelidad al rey en todos los sectores
sociales. Por tanto, la autora intenta mostrar cómo se comunicaba la
gente en un contexto político inestable, en el que se recibían todo tipo
de noticias y todo podía creerse.

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La segunda parte del libro, «Presencia extranjera en un contexto de
guerra», también incluye dos trabajos; uno se enmarca en los años de
la guerra insurgente y los primeros años independientes: «Episodios de
una difícil convivencia. Españoles y potosinos, 1810-1821»; mientras
que el segundo se ubica en el contexto del movimiento revolucionario
del siglo XX: «La otredad en armas. Familias italianas en la Revolu-
ción Mexicana».

Los «tumultos» de 1767 fueron el antecedente de un entorno de


difícil convivencia, caracterizado por una abierta hostilidad hacia los
españoles. Es por ello que la nueva situación de guerra en 1810 abrió
otro frente para atacar a los «gachupines», específicamente a las au-
toridades peninsulares, pero también a los criollos acomodados. Se
actuó contra ellos en varias zonas del Bajío, pueblos y ciudades de
las provincias de Guanajuato, Michoacán y Guadalajara. El objetivo
era tomar «revancha» por abusos como el despojo de tierras, acapara-
miento de alimentos y las condiciones de trabajo de la población. En
su trabajo, Graciela Bernal incluye el testimonio de un español sobre
las agresiones verbales y físicas de que fue objeto junto con otros
españoles y las medidas tomadas por el comandante de la Décima
Brigada Militar, Félix María Calleja.

Por su parte, Marcela Martínez Rodríguez se refiere a inmigrantes


italianos que se vieron afectados por el movimiento de la Revolución
Mexicana. Estos italianos formaban parte de familias provenientes
del norte de Italia que se habían establecido en los estados de San Luis
Potosí y Veracruz desde 1881. La historia está basada en el recuento
de los daños que sufrieron los italianos y la forma en que se unieron
para tratar de atenuar los efectos de la lucha armada. Entre los ensayos
de este libro, el texto que se presenta en esta parte es muy peculiar,
porque se basa en documentos históricos y contiene datos verídicos,
pero se insertan escenarios imaginarios, con diálogos y escenas fami-
liares para el lector.

La tercera parte del libro, «Formas de delinquir, formas de casti-


gar», integra los trabajos de Urenda Queletzú Navarro Sánchez, «La
impartición de justicia y el sistema penal a finales del virreinato», así
como el de Liliana Izaguirre Hernández, «Deseos prohibidos y pro-
mesas rotas. Historias de amor y desamor entre las parejas potosinas
del ocaso virreinal»,

En estas narraciones, el eje articulador de las historias es más bien


de corte familiar. Ambos trabajos incluyen casos de infidelidad -aun
cuando no siempre fueran comprobados-, algunos de los cuales invo-
lucran hechos de sangre, con la intervención del sistema judicial y el

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seguimiento de actos delictivos. Ambas autoras, en sus respectivos
trabajos, describen las etapas del proceso, mediante los cuales nos
trasladan a las concepciones de delito, culpa y amor, a finales del lla-
mado periodo virreinal,

Así, encontramos la orden de comparecencia o captura, declara-


ciones de los hechos y de los testigos y antecedentes del delito, así
como la ratificación de las declaraciones para determinar la cul-
pabilidad del detenido y el procedimiento de la defensa. En ellos
nos presentan situaciones de parejas, de lealtades, pero también
de la ruptura de éstas, mostrando con ello aspectos de la vida ín-
tima de las personas que no es frecuente encontrar, en las fuentes,
en donde difícilmente los protagonistas expresan sus sentimien-
tos; justamente esto es lo que eleva el valor de ambos trabajos.

La cuarta parte, «Economía y trabajo» contiene tres textos que se


centran en la ciudad de San Luis Potosí y sus alrededores, aunque sus
vínculos podrían rastrearse en otros lugares, en tanto la producción
y el comercio implican un amplio recorrido espacia!. El primero se
titula «Trabajo, vicios y malas costumbres en las minas de San Luis
Potosí», el segundo, «Espacio y arquitectura. El comercio en la ciu-
dad de San Luis Potosí antes y durante la guerra de Independencia»
y el tercero «Los niños panaderos en la ciudad de San Luis Potosí a
principios del siglo xx».

Continuamos con «Espacio y arquitectura. El comercio en la ciudad


antes y durante la guerra de Independencia». Aquí Teresa Lisette Mar-
tínez Rodríguez destaca la relevancia del comercio como un eje de la
actividad económica y social de la ciudad. Dentro de la temática, hay
referencias sobre la ubicación espacial de los negocios, de acuerdo
con los giros y tipo de productos. Entre los espacios que se identifi-
can se encuentran las «plazuelas» de la Compañía, los Mascorro, San
Francisco y San Juan de Dios. Aun cuando se pretendía regular el co-
mercio, especificando lugares y productos, el tema del «ambulantaje»
ya formaba parte del escenario socia!.

Por su parte, Guillermo Luévano Bustamante, en su ensayo «Los


niños panaderos en la ciudad de San Luis Potosí a principios del si-
glo XX», se enfoca en el surgimiento de las panaderías a finales del
siglo XIX y principios del XX, identificando con detalle los nombres
de los negocios, empleados, propietarios e incluso el lugar de origen
de ellos, nacional o extranjero, incluyendo al menos gente de Francia,
Italia y España. Así mismo, describe el proceso de producción del pan
y las condiciones de trabajo, particularmente las de los niños que eran
empleados.

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La última parte del libro abarca cinco ensayos y se engloba en los
términos: «Educar, divertir y celebrar». Incluye textos sobre educa-
ción y cultura, actividades de diversión e incluso un tema que se iden-
tifica como un «mal social»: el alcoholismo en la ciudad antes de la
Revolución.

Los primeros dos ensayos se ocupan de la educación, aunque en


diferentes momentos, y ambos son de la autoría de Armando René Es-
pinosa Hernández. El primero de ellos, «Educación y Ayuntamientos.
Las escuelas de primeras letras en San Luis Potosí, 1820-1826»,se ubi-
ca en los inicios del siglo XIX. El autor se enfoca en los cambios que
tuvo la educación en San Luis a partir de 1812 con la promulgación
de la Constitución de Cádiz, ley que encargaba a los ayuntamientos la
fundación de escuelas de primeras letras. Se hace énfasis en la finalidad
de la educación, la relevancia de la religión católica, la posibilidad de
ascender en la escala social y la escuela como espacio de socialización.

El segundo se ubica en el siglo xx y se titula «La educación en la


ciudad y el campo potosino: de la revolución a la posrevolución», El
trabajo da cuenta de varias estadísticas en distintas décadas, inclu-
yendo datos de escuelas en los ámbitos urbano y rural. También des-
taca la promulgación de la Ley de Educación Primaria de 1912 y los
preceptos de obligatoriedad, laicismo y gratuidad. Se cubre la etapa
de la federalización del ramo educativo y la atención predominante
de la Secretaría de Educación Pública al ámbito rural. Así mismo, se
describen las escuelas, sus programas, el proceso de construcción y la
participación social de la comunidad.

El tercer ensayo de este apartado se inserta en el ámbito cultural:


«Notas sobre la lectura en San Luis Potosí a finales del siglo XIX: Lec-
turas, medios y espacios», de José Pablo Zamora Vázquez. Entre otras
cosas, las notas abordan el proceso de alfabetización, incipiente en el
país y el papel de la Biblioteca Pública del Estado, ubicada en el Insti-
tuto Científico y Literario. También se señala el «ciclo vital» para los
textos de lectura, incluyendo autor, editor, imprenta, librería y el lec-
tor o consumidor final. Aparecen los nombres de las publicaciones del
gobierno estatal, otros periódicos que divulgaban hechos políticos,
sociales y culturales e incluso periódicos de contenido lúdico. Es una
investigación inédita que nos acerca a parte del escenario cultural y de
aprendizaje en San Luis Potosí durante el gobierno de Diez Gutiérrez.

A continuación, se presenta «El alcoholismo y los intentos de erra-


dicarlo en la ciudad de San Luis Potosí antes de la Revolución», de
Gerardo Vela de la Rosa. El contenido se desarrolla en tomo a una
variedad de ámbitos que, de hecho, tienen vigencia al día de hoy, aun
cuando la investigación se ubica a fines del siglo XIX y las primeras

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décadas del siglo xx. El autor nos informa sobre los lugares en donde
se consumían bebidas alcohólicas, las actividades y ambiente que pre-
dominaba, así como los riesgos y efectos cuando se consumía en ex-
ceso. También destaca la forma en que el alcoholismo afectaba a dis-
tintos estratos sociales y varias medidas que se implementaron para
tratar de erradicar el vicio y atenuar las consecuencias del mismo.

El quinto y último trabajo de este apartado y del libro se denomina


«Diversiones en la ciudad de San Luis Potosí durante el Porfiriato»,
de María de Lourdes Uribe Soto. Es una aproximación a las activida-
des de esparcimiento de los habitantes, también de acuerdo con va-
riados estratos sociales de la población. Se ubican espacios públicos
como jardines y paseos, cuya atracción aumentaba con la presencia de
músicos, actores, cilindreros y payasos. También menciona los circos,
novilladas y peleas de gallos. En cuanto a familias de la élite econó-
mica, se identifican otros espacios restringidos; un ejemplo de ello
era la Quinta Peralta, lugar con espejos de agua, área verde privada
y recintos para degustar alimentos y bebidas. Otros espacios eran el
Casino Español y el Teatro de la Paz, escenario de funciones de ópera,
entre otras variedades.

A manera de sumario, este libro es un trabajo que rescata episodios


de la vida en la historia de San Luis Potosí, con la presentación de un
mosaico de temas que refleja parte de la vida cotidiana. Por un lado,
se presentan acontecimientos derivados de conflictos sociales propios
de un determinado momento histórico, pero también hay hechos que
son intemporales. Las historias que se refieren a conflictos por infide-
lidad o en el ámbito laboral, alcoholismo, actos delictivos e incluso
hechos de sangre, no han desaparecido del escenario de la ciudad. Va-
rios temas vinculados con la producción y comercio tienen vigencia,
incluso en los mismos espacios urbanos de origen. En el caso de la
educación, en los textos aparecen tareas que hoy día tienen la misma
prioridad. Y por lo que respecta al entretenimiento y diversión de la
gente, es una actividad que no deja de formar parte de la vida y la
rutina familiar.

Gracíela Bernal Ruiz


Manuel Vildésola

19
parte
La ciudad en armas
Escándalos y patíbulos
en San Luis Potosí
Los levantamientos populares de 1767

Mónica Pérez Navarro


Universidad Autónoma de Aguascalienies

Entre mayo y julio de 1767, la ciudad de San Luis Potosí fue


sacudida por la irrupción de habitantes y vecinos que, armados y
enfurecidos, quemaron edificios públicos y saquearon comercios y
casas, lanzando retadores gritos a sus autoridades. Un cronista que
describió aquellos alborotos recordaba que «las calles se poblaban
de corrillos, las casas de maquinadores, y los campos de escánda-
los; en unas partes se escuchaban llantos, en otros risas, y en todas
el terrible sonido de mueran, mueran». Al ser invadidas las plazas
en seis ocasiones, los levantados tuvieron que enfrentarse con fle-
cheros y lanceros traídos de las haciendas cercanas para defender
la ciudad. Su osadía costó a estos hombres persecución, captura y
terrible castigo; se procesaron cientos de personas que terminaron
desterradas, apaleadas, mutiladas o ejecutadas en la horca. Enton-
ces la plaza principal de la ciudad se vistió de patíbulos, picotas y
túmulos funerarios.

Avanzado el siglo XVIII, por todo el México colonial se comen-


zaban a sentir los efectos de las nuevas reglamentaciones del rey
Carlos III para administrar las colonias españolas; esas disposi-
ciones, conocidas como Reformas Borbónicas, provocaron fuerte

23
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S XX

Condenados en el patíbulo

descontento en todos los grupos de la población, quienes se vieron


afectados en alguna medida por su ejecución. En general, las re-
formas endurecieron los impuestos o los plazos para su pago; otras
imponían reglamentaciones severas a comercios, talleres y oficios;
unas más, trataban de multas a comportamientos sociales como
beber, vagar, festejar de noche, llevar armas etc., que se conside-
raban actividades negativas para la «policía y buen gobierno». Las
reformas se hacían conocer a través de bandos, documentos que
dictaban las normas y sus cambios, penas o multas. La población
las conocía cuando un funcionario tomaba el bando y por orden
del alcalde pregonaba en «voz fuerte y clara» su contenido en los
lugares públicos a las horas más concurridas.

La mañana del 10 de mayo de 1767, Antonio Quiroz, que era Te-


niente del Alcalde Mayor de San Luis Potosí, fue al Real de Minas
del Cerro de San Pedro a pregonar dos bandos, uno que insistía en la
prohibición de portar armas y otro que mandaba recoger a los vagos
para ponerlos a trabajar en La Habana. La población de San Pedro
respondió apedreando al teniente; en el alboroto, el párroco salió de
la iglesia para socorrerlo y protegerlo en su casa, pero los serranos,

24
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

así llamados los aguerridos trabajadores de las minas, lo persiguie-


ron con amenazas de muerte. Antonio Quiroz tuvo que aprovechar
una madrugada para huir del Cerro y refugiarse en la ciudad, llevan-
do la noticia de que los serranos estaban insubordinados.

Comenzó a practicarse lo dispuesto en aquellos bandos y el 26 de


mayo fueron capturados en la ciudad tres indios acusados de portar
armas: uno natural del barrio de San Sebastián, otro del Montecillo
y el tercero de la ciudad. Al día siguiente, un grupo de vecinos de
San Sebastián con su alcalde de indios a la cabeza, apedrearon la
cárcel pública y se presentaron ante eljuez pidiendo la liberación de
los presos, que les fueron entregados «por evitar mayor escándalo
en el alboroto con que amenazaban los indios». Fueron éstos los dos
primeros tumultos que pusieron en alerta a vecinos y autoridades.

Comportamiento social
objeto de multas

25
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

Aunque la causa inmediata de estos enfrentamientos tuviera que


ver con las prohibiciones, es notorio que existía un descontento
que comenzaba a hacerse manifiesto pública y violentamente en la
ciudad y sus alrededores. Por un lado, los operarios de las minas de
Cerro de San Pedro acumulaban protestas sobre recientes cambios
a sus formas tradicionales de trabajar y un cúmulo de prohibiciones
para contraerlos, pues según un informe de la época, eran sospe-
chosos de robar el mineral y engañar a los propietarios sobre su
valor. Por estos motivos, los diputados de minería los presionaban
cada vez más controlando los insumos, subiéndoles los precios o
condicionándolos.

Pregonero da a conocer normas por orden del alcalde

26
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDL4NA DEL S. XVII AL S. A:X

Por otra parte, los operarios mineros tenían por común la causa
de las tierras, cuya propiedad o gozo tenían cada vez más peleadas
con diversos notables y propietarios de la élite. Al paso de unos
días, los serranos y los vecinos de los pueblos comenzaron a operar
de manera común, organizándose para protestar por la restauración
de las condiciones tradicionales de trabajo en las minas y los plei-
tos de tierras en los que todos venían participando desde tiempo
atrás, y cuyas resoluciones les perjudicaban cada vez más.

Es así que hacia finales de mayo se había formado un frente nu-


meroso compuesto por serranos, vecinos de los pueblos, barrios y
ranchos de San Luis Potosí. Considerando que previamente estos
grupos se encontraron peleando tierras en los tribunales y en sus
actividades de comercio y avío de las minas, es posible que la coa-
lición de los diversos grupos en descontento haya podido darse con
base en una red de relaciones ya existente entre ellos, que a su vez
permitió que surgieran liderazgos. Éste fue el caso de los serranos
de San Pedro, quienes se distinguieron entonces por su férrea in-
subordinación y a quienes varios vecinos descontentos ofrecieron
ayuda, como los habitantes de Armadillo, que dispusieron cien fle-
cheros para defenderse en caso de represalias por los levantamien-
tos precedentes.

Los informes de las autoridades sobre los acontecimientos, per-


miten confirmar que estos grupos comenzaron a tener una organi-
zación más o menos sólida. Se culpó a los serranos de contagiar la
desobediencia con su «pernicioso ejemplo que tuvo en pocos días
toda su influencia en la plebe y barrios de San Luis Potosí». Por
otra parte, el grupo formado en la ciudad mantuvo correspondencia
con los pueblos vecinos, «convocando con arrogancia y comunica-
ciones a varios de sus aliados».

Entre las cartas que se enviaban los cabecillas del movimiento,


haciendo uso de escribanos aliados, se comentaba que habría que
exigir la elección de nuevos diputados de minería, ya que quienes
ejercían ese cargo les incomodaban mucho en los pleitos de tierras y
no les permitían sacar fruto justo de su trabajo en las minas. Además,

27
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S XVII AL S XX

llamaban «perros ladrones» al alcalde mayor y a su teniente, a cau-


sa de los elevados tributos que tenían que pagar los pobres. Los
serranos lideraban a la multitud haciéndose llamar «los muy po-
derosos señores del Cerro» y enviaban recados amenazantes a sus
autoridades, sobre todo a los recaudadores. Durante los juicios, el
cobrador de los Ranchos de la Soledad, Antonio Carmona, entregó
un «papelillo» que los serranos le habían dejado en su casa, luego
de haberla destruido y en el que se leía: «Lo que por este se nos
ofrece es noticiar a usted el que, si quiere vivir en paz y con sosiego
en su casa no ha de andar cobrando renta de tierras ni amedrentan-
do a ninguna persona de su bienestar».

Se vio entonces con mucha preocupación que la irreverencia de


este grupo crecía. La amenaza se consideró más que fanfarroneo
cuando llegaron las noticias de los tumultos ocurridos en otras
ciudades de la Nueva España, como Pátzcuaro, Guanajuato y San
Miguel. En aquellas ciudades las presiones fiscales, los litigios de
tierras, las condiciones laborales en las minas -donde las había- y
la exigencia de que jóvenes útiles para el sustento de familias se
integrasen a las milicias que se querían formar para protección y
mayor control de la América española, habían alertado y puesto en
marcha en sus reeJamos a la población.

Aprovechando que las autoridades no estaban preparadas para


un enfrentamiento, los serranos Juan Antonio Orosio y Patricio
Alanís «el cojo», entraron en la ciudad el 6 de junio encabezando
una nutrida multitud compuesta por habitantes de toda la jurisdic-
ción de San Luis Potosí que habían sido convocados en los ca-
minos cuando el contingente gritaba que bajaban a la ciudad para
pedir las tierras y que cortarían la cabeza de Urbina si éste no les
cumplía. El grupo se dirigió al alcalde mayor, Andrés de Urbina, y
le presentó por escrito una serie de demandas y «condiciones llenas
de insolencia». Las demandas fueron conocidas como «capitula-
ciones» y en ellas los rebeldes exigían, entre otras cosas, que les
fueran entregadas las tierras que peleaban con los frailes carmeli-
tas; que se les libraran algunas contribuciones, alcabalas, sobre los
metales que trabajaban; que se les diera el tabaco a menor precio

28
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. )(VII AL S. XX

Los muy poderosos señores del Cerro

-Ia corona española tenía monopolio sobre cultivo, distribución y


venta del tabaco, lo que encarecía su consumo- y que les pusiera
un teniente dejándoles facultad de removerlo si la persona electa no
les parecía conveniente.

El liderazgo de los serranos nuevamente se hizo notorio, pues


en sus capitulaciones establecían que los beneficios exigidos se hi-
cieran extensos a todos los barrios y ranchos de San Luis. Aunque
varias demandas parecieran ajenas a algunos de los participantes,
confirman las relaciones y diálogo previo de los alzados. La orga-
nización del movimiento se hizo a través de cartas, juntas secretas
y convocatorias a la población a levantarse contra la autoridad en
momentos extraordinarios en que se reunía por otras causas. Así lo
contaba Juan Antonio, que tuvo que «dejar de tocar el violín» en
la boda de su hijo, cuando Bonifacio Carrión irrumpió en la fiesta
para decir a los invitados que habían de bajar a la ciudad a lancear
al alcalde.

29
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVIl AL S. XX

Luego de entregar sus capitulaciones, los levantados abrieron la


cárcel liberando a veinte presos. Las casas reales, la del recaudador
de tributos, el real estanco del tabaco y la pólvora, así como varias
tiendas, también fueron apedreadas y saqueadas. Ante tal multitud,
el alcalde mayor Andrés de Urbina escuchó sus demandas y acce-
dió a ellas «con la promesa forzada de concederles 10 que pedían».
La aceptación de Urbina le permitió ganar tiempo para preparar un
contraataque, mismo que sólo podría llevarse a cabo con éxito si se
solicitaba la ayuda de las autoridades superiores.

Mientras tanto y en medio de un gran alboroto, los rebeldes se


retiraron a «celebran> su triunfo al Montecillo. Así las cosas, en la
agitación que los acontecimientos habían sembrado, el alcalde buscó
la ayuda de los vecinos notables de la ciudad para organizar la defen-
sa. El 17de junio hubo nuevamente un enfrentamiento, esta vez, con
los vecinos del barrio de Tequisquiapan. Comenzó cuando Vicente
Trinidad trepó una escalera para bajar la bandera del Regimiento de
América y se la puso entre las piernas burlonamente cantando «así

Vicente Trinidad provoca


a los soldados

30
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVIJ AL S. XX

andan estos soldadotes». Los soldados salieron a atacarlo y un gru-


po nutrido de gente entró en su defensa apedreándolos y rompiendo
la bandera, situación que causó el temor de los notables del barrio.

Los primeros tumultos de Cerro de San Pedro habían sido no-


tificados por Andrés de Urbina al Virrey desde fechas inmediatas
al suceso, solicitando ayuda militar para, entonces, prevenir nue-
vos levantamientos. El virrey Marqués de Croix dispuso para San
Luis un escuadrón de ciento veinte Dragones que marcharían desde
Querétaro, pero la reunión de tal escuadrón se vio en dificultades
por no encontrarse los Dragones en permanente servicio. Esto pro-
vocó un importante retraso en su llegada a San Luis Potosí. La falta
de apoyos militares y la exacerbación del descontento, obligó al
alcalde mayor, religiosos, alcaldes ordinarios y vecinos poderosos
de la ciudad a buscar dividir el movimiento.

En sus intentos por controlar a los levantados provocando su di-


visión, Urbina encabezó una serie de encuentros con los gobernado-
res indios de los pueblos; con ello logró rendir a los de Tlaxcalilla.
Mientras tanto, ante las acciones del alcalde, que fueron estimadas
como poco efectivas, surgieron de entre los vecinos poderosos de
San Luis liderazgos más fuertes. Tal fue el caso de Francisco de
Mora, hacendado poderoso quien logró reunir un escuadrón de in-
dios flecheros pames de su hacienda en Pastora. La participación
de Mora en la persecución de los levantados fue muy activa.

La orden de expulsión de los religiosos jesuitas de los dominios


españoles, dictada por el rey Carlos III, estaba planeada para ejecu-
tarse simultáneamente en todos sus colegios y misiones de la Nueva
España el 25 de junio de 1767. Para despachar el encargo, Andrés
de Urbina informó de las disposiciones al rector del Colegio de San
Luis y más tarde se hizo el pregón de la ejecutoria. Los serranos
bajaron de nuevo a la ciudad; Joseph Arévalo contó que estaba muy
tranquilo en su casa, cuando una mujer entró gritando que se acaba-
ba el mundo y al asomarse vieron un tropel de gente tomando otra
vez la ciudad. Los serranos iban convocando a la gente para que les
ayudaran a rescatar a los padres jesuitas, gritando a sus oponentes

31
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

Orden de expulsión de los Jesuitas

que eran unos diablos cornudos. Al llegar Mora con un poco de


retraso, debido a que los caminos estaban inundados, encontró la
ciudad en pleno tumulto.

Durante la noche y ya con la ayuda de Mora, los religiosos em-


pezaron a ser trasladados a las afueras de la ciudad; sin embargo,
a la altura del convento de la Merced, la multitud se les enfrentó:
«unidos con los mineros y operarios del Cerro la plebe de la ciudad
y los indios de los barrios, excepto Tlaxcala... se agolparon y corta-
ron los tirantes a las mulas de los coches en que salían los jesuitas».
Ante el ataque, el Comendador de la Merced salió con el Santísimo

32
HIS7VRIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

en las manos para calmar los ánimos de la multitud, recibiendo un


«flechazo con el que le pasaron el escapulario y de una pedrada que
le dieron en la boca». No obstante, los religiosos fueron llevados
de vuelta a su colegio, entre gritos y enfrentamientos de ambos
bandos. Además de impedir momentáneamente la expulsión, los
levantados volvieron a destrozar las puertas de la cárcel, liberando
a toda clase de detenidos que estaban en ella. Vicente Olvera, un
español preso por varios asaltos y robos, se ganó la simpatía de
la multitud furiosa cuando entró a la casa de Antonio Quiroz, el
teniente apedreado en el Cerro, se puso un vestido que encontró en
ella y salió dando gritos y burlándose del alcalde y sus tenientes.
Con estas acciones, la multitud arremetió contra las casas de todos
los notables, los almacenes, los estancos y todo aquél que simpati-
zaba con ellos. Antonio Carmona, el recaudador de los ranchos de
la Soledad y San Pedro, estaba escondido en una esquina, cuando
un cabecilla de Armadillo, Juan de Á vila, le preguntó que si tenía
un cigarro, y ahí fumando le aconsejó que mejor se gastara el di-
nero de los tributos y que ya no sirviera más a los perros ladrones.

En medio de la contienda, Fray Manuel de Escobar, entonces pro-


vincial de los franciscanos, predicó ese día un sermón dedicado a
«la sumisión debida a las potestades superiores y sobre el origen
divino del poder real». Los tumultuarios enfrentaron entonces a los
franciscanos acusándolos de su complicidad con las autoridades, di-
ciéndoles que si no les apoyaban en el impedimento de la expulsión,
más tarde los propios franciscanos serían expulsados sin el apoyo
del pueblo. En un sermón posterior, Escobar recordaba que los le-
vantados le habían amenazado con que «arrancarían los corazones a
los religiosos y sacerdotes que saliesen de nuevo a predicar».

El 27 de junio, Marcelino García, gobernador de Santiago y Patri-


cio Alanís «el cojo», se presentaron en la casa de Francisco de Mora
para exigir la salida de todos los españoles de la ciudad. Mora y
Escobar, mediante conversaciones privadas y sin la furia de la mul-
titud, obtuvieron de Marcelino García, y más tarde de los goberna-
dores indios, la promesa de paz, quedando los serranos y rancheros
de La Soledad relativamente solos en la defensa de su causa.

33
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

Con el tumulto, la expulsión de la Compañía de Jesús se pos-


puso sin fecha específica. Mientras tanto, y ante la gravedad de
los últimos acontecimientos, Urbina, Mora y el propio Manuel de
Escobar, comenzaron a movilizarse con mayor ímpetu en la perse-
cución de los levantados, esperando impacientemente la llegada de
refuerzos. No obstante, el 9 de julio, ante un nuevo intento de sacar
a los religiosos de la ciudad, un grupo de serranos y rancheros de
La Soledad volvieron a atacar la caravana; sin embargo, en esta
ocasión, las tropas de Mora lograron capturar a Vicente Olvera y
reducir a los rebeldes, quienes de todas maneras lograron suspen-
der de nueva cuenta la expulsión.

Las negociaciones comenzaron a ser efectivas para las autorida-


des, provocando la desarticulación del movimiento y las pugnas
entre los grupos levantados. Tal fue, que el 8 de julio un grupo
numeroso de serranos y rancheros de La Soledad atacaron a los
vecinos de Tlaxcalilla, quienes ya habían firmado la paz con las au-
toridades. El enfrentamiento fue de tal violencia que se reportaron
casi 30 víctimas entre muertos y heridos. Más tarde el contingente
intentaría llevar a los jesuitas hacia Cerro de San Pedro sin éxito.

Mientras llegaba el esperado apoyo militar, los escuadrones de


Mora dirigieron entonces su persecución hacia Cerro de San Pedro.
El 12 de julio este real fue cercado, y durante tres días se intimidó a
la población consiguiendo finalmente la captura de algunos cabeci-
llas. La misma estrategia se aplicó en los ranchos de La Soledad y
el Real de Pozos; así para el16 de julio Mora informaba al visitador
José de Gálvez, que permanecía en San Felipe, sobre la captura de
90 insurrectos. Con este proceder, para el 25 de julio Mora había
logrado colmar las cárceles públicas con 221 reos, procedentes de
lugares distantes como Guadalcázar o La Laguna Grande, ya en las
fronteras de la actual zona media del estado de San Luis Potosí.
Entre los capturados figuraban también algunos tumultuarios de
Guanajuato, San Miguel y San Felipe y, finalmente, los serranos
Juan Antonio Orosio y Patricio «el cojo» Alanís.

Por fin, el tan esperado arribo de José de Gálvez a la ciudad se


dio el 24 de julio, acompañado de 500 piquetes de tropa veterana.

34
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVI! AL S. XX

Como primer objetivo, Gálvez preparó el despacho de los jesuitas


hasta entonces retardado por los acontecimientos. Por los mismos
días, publicó bandos y circulares en los que se refrendaban las pro-
hibiciones ya citadas. Así mismo, formó milicias de infantería con
vecinos de la ciudad, disponiendo el pago de 20 pesos a los volun-
tarios, mismos que serían pagados con la suma obtenida del remate
de los bienes confiscados a los detenidos.

A partir del 26 de julio, José de Gálvez comenzó a presidir los


juicios sumarios contra los, hasta entonces, 257 reos capturados.
Durante agosto, Gálvez y su comitiva realizaron algunas deten-
ciones más y se continuaron los procesos dictando sentencias a los
participantes en los levantamientos. A los identificados como ca-
becillas, entre éstos los líderes serranos, se les dictó pena capital.

Se refrendan
prohibiciones de las
autoridades.

Las ejecuciones consistieron en ahorcar a los reos y decapitarlos ya


muertos para exhibir sus cabezas sobre picos en los terrenos de sus
propias casas, las cuáles debían ser demolidas, a la vez que salados
sus terrenos. Las familias de aquellos fueron condenadas al destie-
rro. Sumado a ello, se levantaron horcas en la plaza mayor, en la que
por días fueron ejecutados no sólo los rebeldes locales, sino algunos
traídos desde San Luis de la Paz. Otros más fueron condenados a
diversas torturas como azotes, golpes con garrote y mutilaciones.

Como consecuencia de los últimos procesos y condenas, nueve


reos de la ciudad fueron ahorcados y decapitados ante la multitud

35
HfSTORIASDE LA VIDA COTIDfANA DEL S. XVIl AL S. XY

el 6 de octubre. El cronista José Joaquín Granados describió poco


tiempo después que «casi noventa cuerpos de los impíos y trai-
dores llenaron las horcas de miedos, las escarpias de sustos y los
caminos, calles y plazas de los pueblos, de horrores y de espantos,
dejando tan destrozados espectáculos avisos a los presentes, y es-
carmientos a la posteridad».

Los castigos fueron acompañados de dos discursos, uno pronun-


ciado por el propio José de Gálvez y el otro por fray Manuel de
Escobar, culminando con funerales solemnes. Las ejecuciones se
llevaron a cabo en la plaza mayor de la ciudad cuya arquitectura
se dominaba por la iglesia parroquial (hoy Catedral); ahí, entre la
calle «de los bUlTOS» y la de Santa Rosa María, se erigía un túmulo
de cuerpos «aún humeante». No obstante, el centro de la escena lo
ocupaban «los calientes cadáveres que aun pendían de los patíbulos
y las horcas». La gente se reunió para observar. Es posible imaginar
a la concurrencia amontonada en la plaza y calles aledañas: los sol-
dados de las milicias que acompañaban a Gálvez con sus armas y
caballos, los verdugos alistándose, las autoridades y funcionarios de
la alcaldía y lugares vecinos presidiendo, personas de la élite local
asomadas por los balcones de las casas que rodeaban la plaza y sus
calles y la servidumbre de estas mismas casas espiando desde las
ventanas inferiores. Posiblemente, incluso comerciantes que habían
visto saqueadas sus tiendas durante los levantamientos, esperando
que con la asistencia a los castigos se paliara en algún modo el daño
a sus propiedades. Curiosos de todas las condiciones sociales, reli-
giosos pidiendo por la salvación de las almas, incluso tal vez fami-
liares o amigos de los reos temerosos de ser identificados.

En los cinco días siguientes, Gálvez dictó algunas providencias


más. Se reiteraron las prohibiciones de armas, haciendo especial
énfasis en que los indios no las portaran. En un gesto que implicó
más el deseo de humillar a quienes se habían atrevido a «enseño-
rearse» que una medida práctica, se dispuso que indios e indias
vistieran con su traje distintivo, prohibiéndoseles usar traje espa-
congregarse en privado, aún en las calles y eliminando los
cargos de gobernadores y oficiales de indios. También se prohibió
a los indios andar a caballo porque esto los «ensoberbecia». Más

36
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVIl AL S. XX

tarde se mandaron reconstruir los edificios y calles afectados en


los enfrentamientos, disponiendo siempre del dinero recaudado
por la confiscación de bienes de los detenidos.

Atuendos indígenas
obligatorios

No queda registro cierto de que en los años inmediatos a 1767 se


suscitaran en San Luis Potosí nuevos tumultos o amenaza de ellos.
Sin embargo, este interesantísimo episodio de la historia potosina
muestra cómo en San Luis Potosí, como en otras villas y ciudades
de la Nueva España, las acciones de la autoridad para mantener el
control de la población comenzaban a fallar. Es muy claro que una
de las principales causas de tal y tan extendido descontento, fue la
corrupción de las autoridades locales, como alcaldes, recaudadores
y jueces. También parece que el descontento estaba añejado por las
constantes pugnas de tierras, que para las fechas de los tumultos
estaban muy competidas, lo que había incrementado su valor y a
su vez la codicia por ellas. Finalmente, este episodio nos posibilita
para entrever algunas pistas de lo que la gente de aquella época pen-
saba sobre la justicia y la política. Tal como hoy, en las reuniones y
las fiestas, los trabajadores de las minas y agricultores intercambia-
ban opiniones sobre sus gobernantes, sobre las injusticias de las que
se sentían víctimas. La gente descontenta en aquél suceso no estaba
37
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

precisamente en contra de todo el poder virreinal, sino de los abu-


sos que sus superiores inmediatos les propiciaban. Curiosamente,
muchas de las medidas de Carlos III estaban pensadas para combatir
tal corrupción.

Es importante también tratar de imaginar lo que para los vecinos,


participantes o no, representó aquél despliegue de castigos terribles
que se propinaron. Habría que preguntarse si hemos reflexionado lo
suficiente en estos acontecimientos como para continuar celebran-
do a José de Gálvez, por ejemplo. Y aunque el objetivo de aquellas
penas fue dejar escarmiento para lo posterior, la situación que de-
nunciaban los levantados mostró ser cierta con los años, cuando la
población criolla retomaría en una región más amplia las banderas
populares convocando a la revolución de independencia de 18101•

38
La circulación de noticias
en momentos de inestabilidad

Graciela Bernal Ruiz


Universidad de Guanajuato

En septiembre de 1808 el Ayuntamiento de la ciudad de San Luis


Potosí envió un informe al virrey en el que describía la manera
como se había celebrado la jura al rey Fernando VII y expresaba
la rapidez con que ésta se había hecho, pues la ciudad de San Luis
Potosí no quería ser aventajada por ninguna otra en manifestar su
lealtad al monarca.' No se trataba de un acontecimiento normal de
juramento a un rey, sino de una situación extraordinaria debido a
que Fernando VII y su padre Carlos IV habían sido capturados por
Napoleón Bonaparte, cuyo poderío militar despertaba gran temor
en Europa, y a quien se llegó a llamar «El Atila del Siglo».

Las noticias de ese acontecimiento habían llegado a la ciudad


de San Luis Potosí a principios de agosto del mismo año, de la
misma forma en que llegaban otro tipo de noticias oficiales: en
correo desde la capital de la Nueva España. Cuando el virrey tuvo
noticia de lo acontecido, envió cartas a las provincias del virreinato
con ejemplares de la Gazeta de México en la que se detallaban los
acontecimientos. Pedía a las autoridades que tomaran las medidas
necesarias para evitar cualquier alboroto entre la población cuando
se le informara de los hechos y que cuidaran de manera especial
que todos mostraran su adhesión al monarca.

39
HIS7VRIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. X.'(

En San Luis Potosí, luego de que se recibieran las noticias de


los sucesos en España, las autoridades notificaron los hechos a la
población. Como una de las maneras más efectivas de informar a
los habitantes era a través de la iglesia, mandaron repicar las cam-
panas de todas las parroquias y conventos y se celebraron misas de
gracia con rogativas para el rey. Posteriormente, las autoridades
informaban que las músicas y otros regocijos públicos se multi-
plicaban cada día y que los vivas a Fernando VII eran repetidos
incesantemente por toda la población, incluso por los niños «con
sus voces inocentes».

Informe de noticias
oficiales a través
del correo

40
HISTORiAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S XVII AL S. XX

Además, se vanagloriaban de que todos los potosinenses hubie-


ran ofrecido sus bienes, sus personas y vidas en defensa de la re-
ligión, del rey y de la patria, y no tardaron en organizarse desfiles,
uno de ellos encabezado por el comandante Félix María Calleja,
quien veía cómo los jóvenes se presentaban ante él para ofrecerse
como soldados. Todos ellos salieron a la calle el15 de agosto:

... formando un lúcido cuerpo de caballería con sable en mano que


custodiaba el retrato del rey; el real busto era conducido en un carro
triunfal, más el que venía otro con su agradable orquesta, discursos
así por todas las calles y plazas, acompañados de un inmenso pueblo
formado de los ciudadanos [de todas clases] colocados sin distinción
ni etiqueta. Los niños de las escuelas con sus preceptores formaron
también una graciosa proclama que conmovió la ternura del innume-
rable pueblo que los acompañaba. Llevaban en triunfo el retrato del
soberano, a quien multiplicaban sus vidas y hacían la guardia y escolta
con el mejor orden y revestidos de una inocente pero verdadera lealtad
y patriotismo.

Como una prueba más de lealtad al monarca, la población em-


pezó a portar el emblema real: los seculares en sus sombreros, los
eclesiásticos en sus hábitos y las mujeres en sus vestidos. También
se oían voces de odio contra Napoleón y contra Godoy, el ministro
español a quien se consideraba el causante de la captura del rey.

Éste era el ambiente existente en la ciudad de San Luis Potosí


en agosto de 1808. Ante tanto movimiento, era difícil que la po-
blación se mantuviera ajena a los hechos o que no se enterara de
ellos. Por un lado, las autoridades informaban mediante bandos
colocados en los parajes públicos, o con la ayuda de los sacerdo-
tes, quienes hacían del púlpito el medio más efectivo para llegar
a la población, pues la de aquella época era una sociedad suma-
mente católica que asistía de manera regular a las celebraciones
religiosas. Por otro lado, los desfiles y lajura al monarca que se or-
ganizaron también fueron mecanismos para informar, pues según
los testimonios, en ellos participaba toda la población, aun cuando
sólo fuese como observante.

41
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S XVII AL S XX

En este sentido, los espacios públicos como las iglesias, las pla-
zas y los mercados, escenarios propicios para la comunicación, ad-
quirieron mayor dinamismo a partir de los acontecimientos men-
cionados; ya fuera para hablar de lo que sucedía, expresar temores,
o generar expectativas: un hecho político extraordinario sucedido
en la península había alterado de manera significativa la vida de los
habitantes de la ciudad de San Luis Potosí y de la Nueva España en
general, y esto sólo sería el comienzo.

Las autoridades tomaron las medidas que consideraron conve-


nientes para evitar cualquier síntoma de simpatía hacia Napoleón y

Desfile en honor del rey Fernando VII

los franceses; se establecieron rondas de vígilancia por las noches


y se mantenían a la expectativa de cualquier noticia que llegara, no
sólo desde la capital de la Nueva España, sino también de Tampi-
co, o del norte del virreinato. Desde este último llegó la noticia de
que en agosto de 1808 las autoridades de San Antonio Béjar habían
apresado a un francés por creerlo emisario de Napoleón. Esta noti-
cia causó gran preocupación al Ayuntamiento de San Luis Potosí,

42
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

pues empezaba a considerarse un peligro real que los franceses in-


tentaran invadir los territorios americanos y, al ser San Luis Potosí
camino de «tierra adentro», era importantísimo que mantuviera su
fidelidad incondicional al monarca; por ello, las autoridades no ce-
saron de dirigirse a los habitantes en ese sentido.

Esos temores se reflejaban en la población, la cual creía todo y


todo se magnificaba: simples rumores se convertían en evangelio,
aunque luego se desmintieran. Así sucedió en agosto de 1810,cuan-
do algunos habitantes habían oído decir que por la ciudad circulaba
una moneda con la imagen de Napoleón. Luego de hacerse las ave-
riguaciones correspondientes y de que se presentara la evidencia,
resultó ser una moneda de las permitidas por el gobiemo, que con-
tenía la figura de Femando VII. Las autoridades concluyeron que
los testigos se habían dejado llevar «por su nimia credulidad», y
sólo se les llamó la atención.'

Esta situación refleja lo que en términos generales sucedía en


Nueva España, cuya población, aun cuando viera alterada su vida y

Emblemas en ropaje para mostrar lealtad al rey

43
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVIl AL S. XX

expresara sus temores de diversas maneras, no dudó en mostrar su


lealtad al monarca y de alguna manera siguió las disposiciones de
las autoridades, como también contribuyó, en la medida de sus po-
sibilidades, con donativos para sostener la guerra contra los france-
ses. Pero la situación cambió a partir de septiembre de 1810, cuando
tuvo lugar el levantamiento del cura Miguel Hidalgo en Dolores.

Las noticias de este levantamiento llegaron casi de manera in-


mediata a San Luis Potosí, debido a que Hidalgo había enviado a
algunos «emisarios» para buscar adhesiones a su causa. Los emi-
sarios fueron aprehendidos el 18 de septiembre en Santa María del
Río y en seguida las autoridades extremaron las medidas de segu-
ridad. Calleja envió circulares a las poblaciones ordenando que se
ejerciera una mayor vigilancia, se denunciara cualquier acto sospe-
choso de la población local, se resguardaran los caminos con gente
armada y que se vigilara la entrada de extraños a la ciudad.'

A pesar de estas medidas de precaución, empezaron a surgir sim-


patizantes de los insurgentes. No tardaron en aparecer pasquines
en la ciudad y en diversas poblaciones de la provincia que se pe-
gaban en las iglesias o frente a algunas casas. En ellos se pedía a
la población que se uniera a los insurgentes o que no se opusieran
al cura Hidalgo, pues su lucha iba dirigida contra los opresores.
Los pasquines se convirtieron en uno de los medios más comunes
que utilizaron los insurgentes o sus simpatizantes para llegar a la
población en momentos en que las tropas del gobierno tenían bajo
su control las poblaciones, pues garantizaban el anonimato. Por
lo tanto, resultaba dificil saber quiénes eran sus autores; en este
caso, ¿se trataba de los mensajeros enviados por los insurgentes de
Dolores o vecinos de San Luis que se pronunciaban por la guerra?
En raras ocasiones se tuvo certeza de quiénes los escribieron; en
Valle del Maíz, por ejemplo, se descubrió al autor de uno de esos
pasquines y se le ejecutó por ello. En San Luis Potosí se descubrió
al autor de otro a finales de 1811 y resultó ser «cohetero de oficio»;
de igual manera, fue ejecutado y exhibido en plazas públicas.'

En su mayoría, se trataba de pasquines dirigidos a los criollos


para que se levantaran contra los españoles, a quienes llamaban

44
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVll AL S. XX

enemigos de la libertad. Pero ¿habia condiciones para que el lla-


mado de los insurgentes tuviera eco en los habitantes de la ciudad?
Los criollos, al menos los criollos de la élite, no acudieron a ese
llamado, pues en su mayoría tomaron medidas para combatir la
insurgencia. Apoyaron al comandante Calleja y para formar contin-
gentes mayores, enviaron a sus trabajadores de hacienda, o apor-
taron dinero.

Por lo que respecta al resto de la población, ésta sí parecía tener


razones para apoyar la insurgencia; al menos así lo consideraron
los cabecillas del movimiento y tal vez si se traían a colación su-
cesos pasados la convocatoria tendría más efecto. En uno de los
pasquines que aparecieron en la ciudad se recordaban acciones
desleales de peninsulares en el marco de los tumultos de 1767 y la
expulsión de los jesuitas; en él se decía: «Nobles americanos, sólo
por Dios se da la vida, pero por los gachupines no, no, no, como no
defendieron a los jesuitas columna de la libertad».' Manuel Muro
da noticia de que simpatizantes de insurgentes recorrían los ba-
rrios de la ciudad recordando los sufrimientos de sus antepasados
a partir de los tumultos y la condición humillante a que los había
condenado el gobierno español. Esto pareció tener eco en la po-
blación, pues se escuchaban conversaciones y juicios favorables al
levantamiento de Hidalgo, no sólo en los barrios, sino también en
Cerro de San Pedro y Soledad, que eran algunos de los lugares en
donde se produjeron los tumultos de 1767. 6

Sin embargo, durante estos días era imposible manifestarse


abiertamente por la causa de los insurgentes. Como encargado de
la Décima Brigada instalada en San Luis Potosí, Félix María Ca-
lleja y las autoridades civiles se apresuraron a tomar las medidas
necesarias para evitar la propagación del movimiento y el surgi-
miento de simpatizantes del mismo en la zona. Por ello, no duda-
ron en hacer prisioneros a varios individuos sospechosos de estar
implicados en esas conversaciones, incluidos algunos religiosos
que fueron encarcelados en el convento del Carmen. Por otra parte,
Calleja pidió autorización al virrey para imponer la pena de muerte
sin el recurso de indulto o que, en todo caso, el comandante fuera
el único en poder concederlo."
45
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

Rondas de vigilancia contra la insurgencia

Calleja también inició una campaña de desprestigio contra la in-


surgencia. En un comunicado dado a la población el 2 de octubre de
1810,manifestaba que el movimiento encabezado por Hidalgo tenía
como finalidad dividir a los americanos y a los europeos y que los
rebeldes solo buscaban apoderarse de los bienes de sus conciudada-
nos, cometiendo robos, asesinatos y extorsiones.' Así mismo, decía
que aun cuando en esos momentos se amenazaba a los peninsulares,
muy pronto atacarían también a «sus hermanos» americanos.

Por su parte, el Intendente Manuel Jacinto de Acevedo dio a co-


nocer un bando sobre forasteros a principios de noviembre; en él
expresaba su preocupación de que en la ciudad se hubiera introduci-
do «una multitud de gentes de todas clases», que venían huyendo de

46
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

las poblaciones ocupadas por los insurgentes, o bien que se tratara


de emisarios de Hidalgo. Al intendente había llegado la noticia de
que estos últimos se distinguían con una banda blanca en el sombre-
ro. Sus preocupaciones aumentaban cada día y lo llevaron a ordenar
y mandar a todos los vecinos de la ciudad que «sin excepción de
persona, calidad ni condición», no admitieran en su casa forastero
sin que antes de hospedarlo se presentara en el juzgado de la inten-
dencia. Esto era con la finalidad de que fuera interrogado sobre el
lugar donde vivía y el motivo de su llegada a la ciudad, para garan-
tizar que no fuera sospechoso. En el bando se establecía una multa
de 200 pesos a la persona que no atendiera la orden o, en caso de no
poder cubrirla, se reduciría a prisión.

Algunas de las medidas tomadas por las autoridades pudieron


parecer extremas, pero les dieron resultado. Durante septiembre
y octubre no se presentaron grandes problemas para mantener la
tranquilidad en la ciudad, a pesar de que se apresaron a algunos
insurgentes. La situación cambió después de que Calleja saliera
de San Luis Potosí con un numeroso contingente a combatir a las
tropas comandadas por Hidalgo, pues su ausencia fue aprovechada
por los insurgentes que se encontraban en San Luis Potosí para
tomar la ciudad, manteniendo el control de ella por cuatro meses.

Durante ese tiempo la población brindó su apoyo a la insurgencia


y algunos habitantes de la ciudad, pero sobre todo de San Miguel
Mexquitic, se sumaron a sus tropas y con algunas de ellas se di-
rigieron hacia el norte de la provincia, con rumbo a Saltillo. Con
la nueva situación, la población tenía la posibilidad de expresarse
de manera abierta a favor de la causa insurgente, y ahora eran los
españoles y criollos acomodados los que estaban sujetos a una vi-
gilancia extrema para evitar que se pronunciaran contra la insur-
gencia, aunque algunos otros, como el clérigo Manuel María de
Gorriño y Arduengo, no parecen haberla rechazado del todo.

El regreso de las tropas de Calleja en marzo de 1811 terminó con


esa situación. Los realistas recobraron el control de la ciudad, y a
partir de entonces la vigilancia hacia la población fue más extrema,

47
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

pues las autoridades tenían muy presente el apoyo que habían brin-
dado a los rebeldes. Con las nuevas medidas de seguridad que se
implantaron, los habitantes se vieron obligados a denunciar cual-
quier sospecha de infidencia y, aunque algunas de ellas no tenían
más sustento que el «haberlo oído decir», o que «era voz pública»,
debían hacerse las averiguaciones correspondientes para acabar
con cualquier peligro. Así fue como se detuvo a varios habitantes
de San Miguel Mexquitic, acusados de haber brindado apoyo a los
insurgentes y de haber participado en los saqueos que se hicieron
en la ciudad luego de que llegaran las tropas del insurgente Rafael
Iriarte, provenientes de Zacatecas.

En las averiguaciones que se hicieron, los testigos llamados a de-


clarar señalaron que «era público» que de Mexquitic habían salido
muchas compañías para reunirse con Mariano Jiménez en Mate-
huala; otros testigos aseguraban haber visto a los inculpados servir

Advertencia a la población sobre los insurgentes.

48
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

de «centinelas» de otros tantos para atacar la casa del antiguo go-


bernador o de haber saqueado la casa del cura José Ignacio Lozano.
Entre los individuos a los que se detuvo estaban Venancio Cenitera,
indio mayor de 40 años y tallador de ixtle y Manuel Lugardo, indio
de más de 50 años sin oficio. Las autoridades los encontraron cul-
pables y los castigaron con 50 azotes, luego fueron desterrados y
«desnaturalizados del Pueblo de San Miguel Mexquitic diez leguas
en contorno», advirtiendo que si reincidían o regresaban al pueblo,
nuevamente serían castigados y destinados al servicio de obras pú-
blicas en un presidio."

Aunque en este tipo de juicios los testimonios que señalaban de


manera directa a los acusados eran determinantes para declarar su
culpabilidad, lo cierto es que el rumor cobró una relevancia fun-
damental para convertir en denuncia algunas sospechas mínimas,
además claro, de transmitir todo tipo de noticias. Y como en todo
rumor, las versiones originales resultaban ser muy distintas de lo
que llegaba a las autoridades, sobre todo si antes la noticia había
pasado por diversas personas. En este sentido, las causas seguidas
en esos casos nos permiten saber que ésta era una de las maneras
como la gente se enteraba de lo que estaba aconteciendo. También
nos permiten saber la importancia que cobraban las palabras de
un extraño en un momento de incertidumbre, cuando la población
estaba deseosa de tener noticias de lo que acontecía.

Un ejemplo de una denuncia con estas características es la que


se interpuso contra un forastero llamado Manuel Lozano el 22 di-
ciembre de 1811, individuo que se decía natural de la hacienda de
Cruces y vecino de Río Grande. Lozano había llegado en un mo-
mento en el que la población se sentía más vigilada por las autori-
dades y, por lo mismo, más obligada a denunciar cualquier actitud
sospechosa, sobre todo si se trataba de un extraño y más aún consi-
derando el bando sobre forasteros que un año antes había publicado
el Intendente. Es por ello que al escuchar algunos comentarios que
Lozano hizo a favor de los insurgentes, María Apolinaria Gonzá-
lez, quien se declaraba india de 25 años y le había alquilado un
corralito para que se hospedara en la ciudad, no dudó en acudir a
las autoridades para denunciarlo.

49
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

Apolinaria aseguraba que el forastero había entablado conver-


saciones sediciosas en las que manifestaba estar de acuerdo con
la lucha iniciada por Hidalgo. Aseguraba que Lozano condenaba
las acciones de Calleja de haber combatido y derrotado a las tro-
pas de Hidalgo y había asegurado que «ya venían los ejércitos de
América» para continuar con la guerra y que Hidalgo estaba vivo.
También había afirmado que se unió a los insurgentes en Zacatecas
y emprendió con ellos una travesía por varios puntos en San Luis
Potosí." Esta acusación fue ratificada por otro huésped de esa casa,
José María Rodríguez, español y vecino de la Laguna de Santo
Domingo, a quien se llamó a declarar.

En su declaración, Lozano negó haber expresado de manera


exacta lo que decían Apolinaria y Rodríguez. Respecto a la su-
puesta aseveración de que «ya venían los ejércitos de América»,
afirmaba haberlo dicho sólo porque lo oyó decir, y no porque tu-
viera motivos para saberlo; sin embargo, era claro que simpatizaba
con esa idea o con la esperanza de que sucediera, por ello estaba
deseoso de difundirla. Respecto a la noticia de que Hidalgo estaba
vivo, aseguraba que sólo pretendió decir que «existía aún en el
mundo» aunque «muerto viviera en otra vida», y seguramente con-
sideraba que la guerra debía continuar. Finalmente, aseguró que no
se había unido a los insurgentes, sólo «había coincidido con ellos
en los mismos lugares».

Resulta lógico que en un momento de inseguridad y cuando se te-


mía que los nuevos cabecillas de la insurgencia encontraran nueva-
mente simpatizantes entre la población, las autoridades castigaran
este tipo de comportamientos y más si se trataba de un forastero,
a quien podría considerársele quizá, un emisario de los enemigos
para buscar que los habitantes de San Luis Potosí se adhirieran a la
causa insurgente. Por tanto, Lozano fue encontrado culpable y se le
condenó a 6 años de presidio.

Aun cuando en este caso son claras las simpatías del acusado por
la causa insurgente, la pregunta es ¿cómo esas conversaciones des-
embocaron en una denuncia? Las causas pueden ser muchas, como

50
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

Medidas extremas de seguridad y vigilancia hacia la población

las tensiones del momento, provocadas tanto por las autoridades que
presionaban a la población para que siguiera determinada conducta,
o por el temor de los individuos a ser acusados y castigados, lo cual
los llevaba a convertir cualquier sospecha en una acusación formal.

La situación era propicia para sospechar de cualquier forastero,


porque además las propias autoridades ordenaban tener mayor cui-
dado con ellos y con su conducta y con toda seguridad esto influyó
para que Apolinaria hiciera la denuncia de manera inmediata. Por
lo que se refiere a José María Rodríguez, pareció más bien un in-
dividuo obligado a declarar, pues seguramente Apolinaria lo men-
cionó como testigo de las conversaciones que tuvieron con Lozano.

51
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S XVIl AL S. XX

Pero lo que llama la atención es que si se sabía de la existencia de


medidas de seguridad extremas, Lozano hubiese expresado de una
manera tan abierta sus simpatías por los insurgentes a una extraña.
Esto nos muestra que, si bien en los espacios públicos debía tenerse
cuidado para declarar posturas contrarias al gobierno, en los espa-
cios privados se hablaba de todo tipo de temas y se manifestaban
simpatías de manera más abierta, en tanto se podía evadir a la au-
toridad, además de que éste también se convertía en un medio para
hacer propaganda. ¿Qué se hablaba en los espacios privados? Es
dificil saberlo ... ¿Cómo se llegaba a denunciar conversaciones que
llamaban a la insurrección, o simples comentarios que, sin tener
como intención sumarse a las tropas insurgentes, trataran de justi-
ficar el movimiento insurgente?

Apolinaria denuncia al forastero Manuel Lozano

En algunos casos, este tipo de noticias primero se difundían entre


la población, en donde se formaban muchas versiones, pues siem-
pre se les aumentaba «algo» apoyado en un referente. Después,
ante el temor de ser castigados o ante el deseo de perjudicar a al-
guien, llegaban a oídos de las autoridades, quienes hacían las ave-
riguaciones correspondientes, aunque en otros casos las denuncias
eran prácticamente inmediatas.

52
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

Estos ejemplos nos muestran una de las formas en que se com-


portaba la gente y se propagaban las noticias, y nos invitan a pensar
sobre la magnitud de los acontecimientos, pues en todos los casos
era notoria la proliferación de palabras diferentes, en todas las decla-
raciones aparecían cosas distintas, aun tratándose del mismo aconte-
cimiento. Esto indica que cada individuo percibía en forma diferente
y se formaba una idea de lo que acontecía a su alrededor; de igual
manera, manifiesta las expectativas que se formaban ante los aconte-
cimientos, que muchas veces se encaminaron en un rumbo diferente
al esperado, pero tenían como referente una ley, una creencia o una
convicción respecto de aquello de lo que se era testigo.

Por otra parte, fueron muchos los factores que contribuyeron a


crear un ambiente de incertidumbre y de sospecha, pues aun cuan-
do el establecimiento de las tropas realistas y la formación de las
compañías para cuidar el orden de los pueblos dio cierta tranqui-
lidad y seguridad a las autoridades de San Luis Potosí, también
causaron varios efectos entre el resto de la población, que la llevó
del miedo al hartazgo y, cuando el peligro de la llegada de los in-
surgentes parecía lejano, se empezó a negar a seguir al pie de la
letra las disposiciones del gobierno.

Además de vigilar la entrada de gente extraña, otra medida de


seguridad que se implementó fue la prohibición de reuniones se-
cretas y públicas; por otra parte, se pedía una vigilancia especial en
pulquerías o en lugares en donde hubiera venta de bebidas embria-
gantes, pues en más de una ocasión las discusiones derivaban en
riñas, alterando la paz que tanto buscaban cuidar las autoridades.
La intención, por supuesto, era evitar disturbios que se podían pro-
piciar por la reunión de mucha gente, y más aún si había bebidas
embriagantes de por medio.

También hubo otro problema al que se enfrentó la población, que


fue la alteración de los precios de semillas, efectos de primera ne-
cesidad e, incluso, el arriendo de las casas. Por ese motivo el Inten-
dente Acevedo había dictado otro bando en octubre de 1810, en el
cual reprobaba la falta de caridad, patriotismo y consideración a las

53
HISTORiAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. xx

estrechas circunstancias del día de algunas personas que, ocupadas


de un espíritu ambicioso, buscaban engrosar sus intereses a costa
de los riesgos y sacrificios de sus propios hermanos. En el bando
prohibía de manera terminante que se alterasen los precios tanto de
productos de consumo como del alquiler en las casas. Sin embargo,
los estragos de la guerra en San Luis Potosí, sobre todo durante
los primeros años, complicaron la situación y, con toda seguridad,
estos mandatos del Intendente no se cumplieron al pie de la letra.

Por otra parte, a pesar de que las disposiciones pretendían nor-


mar las prácticas cotidianas en función de la seguridad, no impi-
dieron del todo que algunas actividades se siguieran realizando.
La población buscó la manera de continuar con ellas en tanto las

Vigilancia en caminos de acceso, cuidado con gente extraña.

54
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

circunstancias lo permitían, como sucedió en Santa María del Río y


en Tlaxcalilla en donde, a pesar de las restricciones, se seguían efec-
tuando fiestas y con seguridad también se hacían en otros lugares.

En este sentido, si bien es cierto que los temores por los ata-
ques insurgentes, por la llegada de tropas del gobierno en busca
de víveres y de hombres, así como por las medidas de seguridad
implantadas por las autoridades, alteraron de manera significativa
la vida de la población durante los años de la guerra, esto varió de
acuerdo con la intensidad del movimiento armado a lo largo de
esos años y la población trató de buscar momentos para continuar
con su vida cotidiana.

55
Segunda parte
Presencia extranjera en un contexto de guerra
Episodios de una
difícil convivencia.
Españoles y potosinos, 1810-1821

Graciela Bernal Ruiz


Universidad de Guanajuato

Durante la guerra iniciada por el cura Miguel Hidalgo en sep-


tiembre de 1810 y durante los 11 años que siguieron, una de las
frases que tuvo más eco en los lugares por donde pasaban las tro-
pas insurgentes era la de ¡mueran los gachupines! Era ésta una de
las maneras más efectivas para convocar a la población para que
se levantara contra las autoridades novohispanas; muchas de és-
tas eran españoles, a quienes también llamaban opresores, tiranos,
enemigos de la felicidad de los americanos o ladrones disfrazados.
y en nombre de una guerra dirigida contra ellos, se agredió verbal
y fisicamente a muchos individuos originarios de la península, en
muchos casos con resultados funestos.

No era la primera vez que esa frase se escuchaba y tampoco po-


demos ubicar su origen, pero se recurrió a ella en otros momentos
en que la población se levantó en armas, como sucedió en 1767
cuando estallaron tumultos en varios puntos de la Nueva España,
incluidas algunas poblaciones de San Luis Potosí como Cerro de
San Pedro, Venado, Hedionda y barrios de la ciudad, y que en este
mismo libro presenta Mónica Pérez. En esos momentos de algara-
bía, se gritaban mueras contra los españoles, pidiendo que salieran

59
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

de la ciudad «cuantos pintasen de color blanco», incluidos religio-


sos o sacerdotes, y que se hiciera un repartimiento de sus caudales,
casas y haciendas.

¡Mueran los gachupines!

Pero no se trataba únicamente de cosas materiales; en algunos


casos los tumultuosos también pretendían «cambiar los papeles»
a una situación anhelada en donde los americanos mandaran y los
españoles obedecieran. Por ejemplo, una de las acciones que de-
nunciaron las autoridades en sus informes sobre los tumultos de
1767,era que las indias «se ufanaban de que como toda criada a su
ama», ahora las españolas les servirían a ellas. Era en esos momen-
tos de descontrol cuando podía pensarse en tomar revancha contra
quienes tenían una situación privilegiada, como era el caso de los
españoles, pues aunque no todos ellos gozaban de una situación
económica favorable, en la escala social sí estaban por encima de
la población local, sobre todo de indios y castas.

Luego de tres meses de inestabilidad, los tumultos fueron sofo-


cados por tropas del gobierno con ayuda de hacendados del lugar,
como Francisco de Mora y Luna -quien al poco tiempo obtuvo el
título de conde de Peñasco. Se implantaron severos castigos para evi-
tar que la población volviera a levantarse contra el gobierno; algunos

60
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DELS XVIJ AL S. XI'

cabecillas fueron fusilados, otros fueron azotados, encarcelados o


desterrados. También se sembraron con sal algunas tierras y unos
pueblos fueron despojados de sus derechos de comunidad.' Con
ello se logró pacificar la zona y permaneció así durante los siguien-
tes años, hasta 1810.

La población se levanta contra las autoridades

La nueva situación de guerra abrió otra brecha para atacar a los


españoles; ahora se trataba de un levantamiento de mayores dimen-
siones, aglutinando a diversos sectores sociales que, en gran medi-
da, tomaron como su principal bandera la guerra contra el español.
Unos lo hacían como una cuestión política o económica, buscando
una mayor presencia en esos escenarios; para otros se trataba de
una cuestión de demanda social.

El levantamiento iniciado por Miguel Hidalgo en Dolores en con-


tra de las autoridades peninsulares que gobernaban la Nueva España,
fue ganando partidarios en el Bajío -Ja zona en donde se presen-
taron las primeras campañas insurgentes-, y los ataques contra los
peninsulares no tardaron en presentarse. En pueblos y ciudades de

61
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

las provincias de Guanajuato, de Michoacán y de Guadalajara se co-


metieron excesos contra ellos, la más conocida es la que tuvo lugar
en la alhóndiga de Granaditas, pero en otros lugares los resultados
también fueron cruentos. San Luis Potosí no fue la excepción, aun-
que los daños cometidos contra los españoles pueden considerarse
de menor magnitud que los referidos anteriormente.

Durante los primeros días en que se conoció el levantamiento de


Hidalgo, en la ciudad de San Luis circularon pasquines; mediante
uno de ellos se animaba a los criollos «a prender a todos los ga-
chupines» y pedía a la población que no se opusiera al movimiento
iniciado por el cura Hidalgo, pues Dios 10 había creado «para el
castigo de los tiranos». También se pedía desterrar de todo el reino
«a esos ladrones disimulados», o que en todo caso, fueran entrega-
dos al cura Hidalgo, pero que no se tocaran sus vidas «porque sería
cubrir de oprobio vuestra nación». 2 En ese pasquín se aseguraba
que con estas acciones se garantizaría la felicidad de la población.
¿Eran los españoles la causa única de la desdicha de la población?

Anhelo de tomar revancha


contra mujeres privilegiadas
62
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

Durante todo el tiempo que duró la guerra se presentaron diver-


sas acciones encaminadas a tomar revancha por situaciones pasa-
das, pero aun cuando la consigna era la guerra contra los españoles,
también se atacó a algunos criollos acomodados, pues muchos de
éstos fueron vistos como responsables de situaciones de opresión y
de cometer abusos contra la población. Entre los más comunes se
encontraban el despojo de tierras de comunidad, el acaparamiento
de productos básicos de consumo en tiempos de escasez y las ma-
las condiciones de trabajo de la población; pero no eran los únicos.
De todo ello se responsabilizaba tanto a españoles como a criollos
que mantenían una posición privilegiada.

Por tanto, las acciones contra españoles, pero también contra al-
gunos criollos, variaron dependiendo del lugar y del momento. Por
ejemplo, como se pedía en el pasquín que mencionamos anterior-
mente, durante los primeros momentos del levantamiento armado
las consignas contra los españoles en San Luis Potosí pedían no
atacar sus vidas, aunque sí desterrarlos de la provincia; pero la situa-
ción cambió cuando se tuvo el respaldo de la presencia insurgente.

Las primeras acciones radicales contra los peninsulares se co-


metieron en Guanajuato, Michoacán y Guadalajara, en donde las
tropas asesinaron a varios de ellos; como ya decíamos, la más co-
nocida es la de Guanajuato, en donde también murió el intendente.
Estas noticias pronto se difundieron por la Nueva España, desper-
tando el pánico entre peninsulares; muchos de ellos no dudaron en
huir a lugares que consideraron más seguros o, incluso, buscaron
salir del virreinato. Félix Calleja, comandante de la Décima Briga-
da Militar que se encontraba asentada en la provincia de San Luis
Potosí desde 1796,expresaba su enojo frente a estas actitudes, pues
esperaba un amplio apoyo de los españoles debido a que conside-
raba que la guerra era contra ellos y lejos de sumarse a las tropas
para combatir la insurgencia, éstos buscaban protegerse y cuidar
sus intereses.

Esas quejas fueron expresadas por el comandante cuando,


después de tener noticia del levantamiento iniciado en Dolores,

63
HISTORiAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVJJ AL S. xx

hacía esfuerzos por formar un ejército que saliera a combatir-


los. Calleja se había apresurado a pedir el apoyo de hombres
a los pueblos y haciendas de la provincia de San Luis Potosí,
solicitando que enviaran hombres; pero la escasa respuesta
que recibió durante los primeros días desilusionó a Calleja,
que en principio consideraba que no podría reunir un ejérci-
to de más de 2,000 hombres de a caballo y 300 de infantería.'

Incitación a la captura de españoles

Sin embargo, con el paso de los días el panorama cambió; llega-


ron habitantes de pueblos como Santa María del Río, Guadalcázar,
Venado, Tlaxcalilla y de algunas haciendas como Pozo, el Jaral,
Bocas, Guascamá y Espíritu Santo. Todos ellos se trasladaron a la
hacienda de La Pila, ofrecida por el clérigo Manuel María de 00-
rriño y Arduengo para el entrenamiento militar, que duró un mes.
Durante ese tiempo, la ciudad parecía estar a salvo de los insurgen-
tes, a pesar de que la Junta de Seguridad que se creó para juzgar a
los reos acusados de infidencia había encarcelado a algunos indivi-
duos; unos eran emisarios de Hidalgo, pero otros eran simpatizan-
tes del movimiento que surgió en San Luis Potosí.

64
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XV!! AL S. XX

Félix Calleja solicita le envíen tropas de apoyo

Así, con la presencia de las tropas al mando de Calleja y las ac-


ciones emprendidas por las autoridades para evitar la propagación
del movimiento insurgente, la ciudad se convirtió en un lugar segu-
ro para los peninsulares. Por eso es que desde que tuvo noticia del
levantamiento en Dolores, Calleja trasladó a la ciudad a españo-
les de los alrededores de Bledos, hacienda propiedad de la familia
de su esposa, y quizá también se refugiaron en ella españoles de
otros puntos de la provincia o que salieron huyendo de los lugares
controlados por las tropas de Hidalgo. Esa seguridad se mantuvo
durante septiembre y octubre, pero el panorama cambió unos días
después de que Calleja saliera con su contingente rumbo a Queré-
taro a unirse al conde de la Cadena para combatir a los insurgentes.

A su salida de San Luis Potosí, el comandante consideró que


dejaba bien resguardada la ciudad con unas compañías al mando
del peninsular y comerciante Toribio de la Cortina. También había
dejado un destacamento en San Bartola, ubicado a tres leguas de
San Felipe, para que vigilara las acciones de los insurgentes y evi-
tar que se acercaran a San Luis Potosí. No obstante, los hombres al

65
HISTORiAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

cuidado de la seguridad nada pudieron hacer ante el ataque sorpre-


sa que la noche del 10 de noviembre hicieron los insurgentes que
ya se encontraban en la ciudad; unos habían sido encarcelados por
la Junta de Seguridad, y después fueron liberados, pero otros tantos
habían logrado pasar desapercibidos por las autoridades. Así, a par-
tir del 11 de noviembre, tomaron el control de la ciudad.

Mariano Jiménez pide no generalizar conducta de españoles

Cuando los insurgentes lograron el triunfo, recibieron un abierto


apoyo de los sectores bajos de la población, al mismo tiempo que
aumentaba el temor entre la gente acomodada del lugar y entre
los peninsulares. Esos temores pronto se vieron justificados, pues
cuando llegaron tropas insurgentes de Zacatecas, promovieron el
saqueo de las casas y decretaron la prisión de todos los españoles
residentes en la ciudad. Desconocemos cuántos peninsulares había
en esos momentos en San Luis, pero los insurgentes informaron
a Hidalgo y a Allende que tenían encarcelados a 40 de ellos, pues
habían dejado libres a algunos por su avanzada edad y a otros por
«su conducta arreglada».' Esto muestra que no se tomaron medidas
contra todos los españoles, sino sólo contra los que probablemente
se opusieron a la presencia insurgente; al menos en este caso, pare-
ce ser así. Esas medidas de indulgencia también fueron practicadas
por Mariano Jiménez, uno de los insurgentes más importantes.

66
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

Así, a pesar de que la guerra parecía ser contra los españoles, éstos
no siempre se convirtieron en el blanco de ataque, o al menos no fue
así de manera generalizada. Prueba de ello es que Mariano Jiménez
pedía que se diferenciara entre los españoles buenos y malos:

Por cuanto todo el objeto de nuestra presente guerra sea únicamente


separar lo preciso de lo vil, esto es, entresacar de nuestra República
aquellos malos Españoles [...] mando a todo Americano que ha protes-
tado seguir nuestras Banderas, que en donde quiera que se encuentren
alguno o algunos monstruos de este tamaño, nos 10 aprehendan o de-
nuncien para separarlos como miembros podridos de nuestro amado
cuerpo; y por el contrario, mando que a todo español que presentare
letras mías, de mi Capitán General o de mi Generalísimo, sea tenido y
respetado como verdadero ciudadano Americano.'

En enero de 1811, Mariano Jiménez dio muestras de esta convic-


ción, pues luego de que derrotara en Saltillo a las tropas realistas
comandadas por Cordero, indultó a todos los españoles, pidiéndo-
les volver a sus lugares de origen. Entre ellos se encontraban 10
peninsulares avecindados en Cedral, Catorce, Venado y Matehuala
quienes, a pesar de haber recibido las credenciales de Jiménez para
que se les respetaran sus vidas en el trayecto que deberían hacer a
sus casas, decidieron seguir su marcha rumbo a Guadalajara por-
que querían unirse a toda costa a las tropas del rey. En el camino
fueron interceptados por las tropas de Herrera, quienes no compar-
tían las ideas de Mariano Jiménez y los hicieron prisioneros.

A partir de entonces, las tropas de Herrera llevaron a esos es-


pañoles consigo. La travesía que tuvieron fue de lo más cruel y
humillante para ellos, según refiere Juan de Villarguide, uno de
los españoles prisioneros, pues pasaron por diversas poblaciones
en donde sus habitantes vitoreaban a los insurgentes y, como era
de esperarse, agredían a los peninsulares, tanto verbal como físi-
camente. En el Cedral, Villarguide decía que se agolpaba toda la
plebe para verlos y llenarlos de maldiciones y hasta las mujeres y
muchachos pedían sin cesar sus cabezas. En Matehuala, tuvieron
también «mil sustos y aflicciones», porque en todas partes los tra-
taban con un odio implacable.

67
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDfANA DEL S. XVII AL S. XY

Agresiones físicas y verbales contra prisioneros españoles

Las agresiones no terminaron ahí; a mediados de febrero fueron


trasladados a la ciudad de San Luis, que en esos momentos seguía
controlada por los insurgentes. Primero se les destinó una celda en
el convento de San Francisco, pero después fueron llevados a la
cárcel pública, en donde permanecieron varios días; ahí los insur-
gentes asesinaron a tres españoles y encarcelaron a otros más. El
19 de febrero había un total de 12 prisioneros, que para ese día ya
habían sido condenados a muerte, pero la intervención de todos los
religiosos de la ciudad y del licenciado Antonio Frontaura y Sesma
los salvaron de ser asesinados, aunque no se salvaron de ser «el

68
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XV11 AL S. XX

objeto más ridículo y despreciable a los ojos de la insolente plebe


que se agolpó en la plaza, en las calles y fuera de la ciudad».

A finales de febrero, las tropas realistas se acercaban a la ciudad


de San Luis, y esto obligó a los insurgentes a emprender la huida
hacia Rioverde. De ahí se trasladaron a las inmediaciones del Va-
lle del Maíz, a donde llegaron el 20 de marzo perseguidos por un
contingente al mando de Diego García Conde. Dos días después,
ante la inminente derrota, los insurgentes decidieron asesinar a los
peninsulares que llevaban consigo, y así lo hicieron; el único so-
breviviente fue Juan de Villarguide.

Una vez que las tropas realistas triunfaron, Villarguide fue tras-
ladado a la ciudad de San Luis para su convalecencia, y en 1812
escribió una Memoria en donde narraba estos acontecimientos.' En
ella recordaba con terror las acciones de una plebe descontrolada
que los amenazaba de muerte; también expresaba su incompren-
sión sobre los acontecimientos que se habían desencadenado y se-
guramente no sólo se refería a lo que le había sucedido a él y a sus
compañeros, sino a una guerra a la cual no le veía ningún sentido,
así como a los ataques que habían sufrido muchos españoles en
otros lugares.

Las acciones contra los españoles se presentaban, sobre todo,


en lugares controlados por los insurgentes o por donde éstos pasa-
ban, algo que seguramente influyó para que la población pudiera
expresarse de manera abierta contra ellos, pues difícilmente po-
dría hacerlo cuando tuvieran al lado la presencia de tropas realis-
tas. Recordemos que en San Luis Potosí las agresiones contra los
peninsulares se presentaron, sobre todo, durante el tiempo que los
insurgentes tuvieron el control de la ciudad, de noviembre de 1810
a marzo de 1811.

Así sucedió también en Santa María del Río en febrero de 1811,


en donde una comitiva realista integrada por 20 peninsulares y va-
rios criollos, que llevaba caudales de las Cajas Reales a Calleja, fue
atacada por las tropas insurgentes comandadas por Herrera. Una

69
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

Plaza de la ciudad

vez que los insurgentes triunfaron, tomaron varios prisioneros, eu-


ropeos y criollos y como escarmiento se pasaron por las armas a
tres peninsulares, mientras que a los criollos «por ser paisanos» se
les dio un castigo menor y fueron liberados."

La situación cambió de manera favorable para los españoles re-


sidentes en San Luis a partir de marzo de 1811, cuando las tropas
realistas retomaron el control de la ciudad. Con esta nueva situa-
ción, la población difícilmente podría volver a expresarse de ma-
nera abierta a favor de los insurgentes y contra los peninsulares,
sobre todo porque Calleja emprendió varias medidas para que eso
no sucediera; por ejemplo, dictó un bando por medio del cual se
daban a conocer castigos severos a aquellos que salieran de noche
sin luz o hablaran con los insurgentes y no los delataran. Y no sólo
se implantaron castigos para individuos; la advertencia también iba
dirigida a los pueblos, a quienes se amenazaba con incendiarlos si
prestaban su ayuda a los rebeldes.

70
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

v/
Castigo severo a insurgentes por el bando de Calleja

Con estas radicales medidas de seguridad, la población fue la


más afectada, pues complicaba aún más sus ya de por sí altera-
das prácticas cotidianas a partir de la guerra. Además de esto, se
dispuso que las poblaciones debían formar y mantener tropas de
seguridad para detener cualquier avance insurgente, pero los habi-
tantes también se vieron afectados por las constantes contribucio-
nes que pedía el gobierno para hacer frente a los insurgentes, así
como para solucionar los constantes problemas económicos que
se presentaron a partir de la guerra. Los deseos de la población de
tomar revancha se fueron esfumando, así como las manifestaciones
abiertas contra los peninsulares, en gran medida porque las autori-
dades intentaban protegerlos.

Esto se hacía mediante disposiciones particulares y la responsa-


bilidad de que se cumpliera corría a cargo de las autoridades po-
líticas y militares, pero también de los curas, que conocían bien
a sus feligreses. Por ejemplo, en 1815, el cura de Tlaxcalilla y de

71
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

Tequisquapan informaba su sospecha de que se estuvieran reali-


zando reuniones en las que se pidiera la salida de españoles, por lo
que consideraba que se debían extremar las medidas de seguridad
en reuniones de cualquier tipo. Aunque también señalaba lo dificil
que resultaba oponerse a esas reuniones, pues en esos momentos
los pobladores ya no querían reconocer la autoridad de los Jueces
de los Pueblos, ni mucho menos de los soldados."

Esto era un reflejo de la situación de hartazgo en que se encontra-


ba la población. Habían pasado 5 años desde el inicio de la guerra y
en cierto sentido el peligro de un ataque insurgente había disminui-
do, pero no cesaban las contribuciones, ni la vida de los habitantes
había vuelto a la normalidad. Las autoridades seguían manteniendo
una vigilancia extrema y en varias ocasiones los diversos sectores
de la población se vieron obligados a contribuir con caballos, gana-
do, granos o en efectivo, según sus posibilidades. En otros casos, se
dio la orden de habilitar casas que tuvieran espacio suficiente, para
alojar oficiales de las tropas.

Esto último afectó de manera especial a los habitantes más «aco-


modados», pues eran ellos los que contaban con mayor espacio
para brindar alojamiento. En 1818, 1819 Y 1820 se levantó una es-
pecie de padrón en los cuarteles en que estaba dividida la ciudad,
para que se especificara qué personas, españoles y no españoles,
podrían apoyar en esa tarea. Así por ejemplo, en 1818 se decía que
la casa de Manuel de la Gándara, ubicada en la calle de los Reme-
dios y Recogidas, en el cuartel número 6, era una «posada muy
cómoda para 6 oficiales y está contigua una accesoria con un cuar-
to interior». Que la casa del español Matías Parras, ubicada en la
Plaza mayor del cuartel número 1, tenía espacio para un oficial. O
la casa del también español Benito Campero, ubicada en el cuartel
número 7, que tenía espacio para dos oficiales."

Otros no tenían la posibilidad de alojar oficiales o se negaban a


hacerlo. Por ejemplo, Cristóbal Aguilar decía que su casa, ubicada
en la calle de la Concepción del cuartel número 3, estaba «algo
desembarazada» pero que no tenía ninguna amplitud. Las Señoras

72
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

Quintero tenían una casa al costado de la parroquia, y aunque de-


cían que tenía cierta amplitud, en ella vivían las hijas del maestro
herrero Agustín Fuentes. Mientras que el coronel español Valentín
Soberón, que en ese momento era alcalde ordinario de segunda
elección del ayuntamiento, decía que su casa ubicada en la cuarta
manzana del cuartel número 7 estaba ocupada por él, y que por 10
tanto, «no ponía nada».

Evidentemente, en la ciudad seguían residiendo peninsulares;


algunos de éstos contribuían según lo indicaban las disposiciones
y realizaban sus actividades, muchas de ellas comerciales, que era
mediante las cuales tenían contacto directo con la población. Pero
su vinculación con algunos sectores de la población local también
se debía a otro motivo, ya que en su gran mayoría estaban empa-
rentados con criollos mediante el matrimonio, algo que matizaba
en forma significativa la percepción que se tenía sobre ellos en
diferentes espacios y que también llegó a ser determinante para
intentar quedarse en la ciudad o en la provincia.

Por otra parte, no todos los españoles se mantenían en espacios


privilegiados, éstos también eran ocupados por muchos criollos. El
ejercicio del comercio, de la minería y la propiedad de haciendas,
por ejemplo, era común a peninsulares y criollos, aun cuando en la
voz popular sólo se señalaba como opresores a los peninsulares. En
la medida en que avanzaba la guerra, los deseos de venganza o de
recuperar algo de lo que hubiesen sido despojados comenzaron a
ser sustituidos por una preocupación que a la larga empezó a tener
mayor peso entre los habitantes: su propia seguridad.

Como en cualquier guerra, el levantamiento insurgente y las me-


didas que tomaron las autoridades para combatirlo trajeron consigo
una ola de inseguridad que llevó a la población a organizarse para
protegerse de cualquier ataque; esto produjo fricciones por las con-
tribuciones que debían hacer para el sostenimiento de las tropas,
así como por los puntos que debían vigilar. Entonces, los culpables
de ese malestar tenían diferentes rostros: las autoridades que toma-
ban medidas drásticas para evitar levantamientos en su contra; los

73
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S XVJI AL S XX

insurgentes y las tropas realistas que despojaban a las poblaciones


de viveres; los individuos que se aprovechaban de las circunstan-
cias para robar y generar miedo y aquellos españoles y criollos que
se negaban a cooperar para sostener tropas de los pueblos, situa-
ciones que, sin duda, generaron entre los habitantes sentimientos
encontrados. En estas circunstancias, ¿quiénes y por qué eran los
enemigos? ¿Cómo se dio la convivencia entre los diferentes acto-
res durante la guerra?

Esto se ha señalado ya en forma general, aunque es necesario


puntualizar que durante el período colonial existió una diferencia
evidente entre peninsulares y americanos en función de su lugar de
nacimiento. Pero lo que podría ser una clara identificación se com-
plica si consideramos que había un grupo de individuos a quienes
se les llamaba españoles americanos. Esta denominación se usaba
para referirse a los hijos de españoles nacidos en América, a los
hijos de criollos y/o a aquellos que asumían comportamientos de
los primeros, debido a que uno de sus padres era españolo criollo,
porque el color de su piel se los permitía y porque así convenía; por
esas razones, se les llegó a llamar españoles de manera indistinta.

En este sentido, podría parecer difícil diferenciar a los españoles


americanos de los peninsulares, pues a veces aparecen como uno
mismo, sobre todo si la categoría de español traía consigo ciertos
derechos con respecto al resto de la población, como un estilo de
vida que comprendía una vestimenta diferente, mayor facilidad
para ocupar cargos políticos y para la realización de actividades
comerciales, el uso de armas y, por supuesto, una mejor posición
cultural y social.

Durante la guerra insurgente, los deseos de tomar venganza fueron


dirigidos principalmente contra españoles, pero también contra crio-
llos acomodados. Los excesos que se cometieron por los dos bandos
enfrentados complicaron aún más la relación con los españoles, pues
a pesar de que éstos podían ser individuos arraigados en sus lugares
de residencia, la población tenía otra percepción sobre ellos, percep-
ción que se mantuvo después de lograrse la independencia.

74
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XViI AL S. XX

Ésta daba a los españoles la posibilidad de «convertirse» en mexi-


canos y algunos lo aceptaron sin problemas; otros prefirieron salir
de México, pero la imagen de la población no varió de manera sig-
nificativa. Con el paso de los años, algunas facciones políticas se
apoyarían en todo esto para pedir la salida de los españoles del país,
aunque de fondo había otros intereses; pero esa ya es otra historia....

75
La armas..
Familías italianas en la Revolución Mexicana

Marcela Martínez Rodríguez


Universidad de Guanajuato, Campus León
Manuel Hernández Pérez
Universidad Veracruzana

Con motivo del bicentenario de la independencia de México y el


centenario de la Revolución Mexicana, a menudo pudimos escu-
char sobre los héroes que, como dicen los libros de historia, «nos
dieron patria». Conocemos a Miguel Hidalgo, José María Morelos
y Pavón, Francisco Villa, Emiliano Zapata, Francisco 1. Madero
y un sin número de personajes que complementan los episodios
revolucionarios que conmemoramos en 2010.

Personajes como el Pípila y las adelitas, entre otros, son imáge-


nes que exaltan la cultura e identidad del mexicano, y que se han
transmitido de generación en generación a través del tiempo. Pero,
realmente sabemos o nos hemos preguntado ¿qué pasaba con el
resto de la población en México? ¿Qué pasaba en un día común
de las familias mexicanas, cómo la revolución afectó su vida, sus
labores, sus creencias? Estas preguntas surgen cuando volteamos a
ver a los diferentes grupos sociales que participaron o fueron tes-
tigos de los procesos revolucionarios, como por ejemplo la pobla-
ción de origen extranjero.

77
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVff AL S. XX

El vapor«Atlántico»

Entre la población mexicana había numerosos extranjeros que


compartían entre sí rasgos culturales, hábitos, lengua, religión, cos-
tumbres y el sentimiento de pertenecer a un grupo en particular. Sin
embargo, ¿en la turbulencia de los años revolucionarios, los extran-
jeros también podrían contar con imágenes, héroes, personajes o
historias que los vincularan o identificaran con la lucha armada de
la que fueron testigos y, por qué no, partícipes?

A primera vista la respuesta podría parecer simple; aparentemente,


a un extranjero no debía interesarle participar en la revolución políti-
ca, social, y mucho menos armada de un país que le dio asilo, pero al
que no pertenecía por origen y donde no tenía ascendencia familiar
ni arraigo. Contrario a esa idea, hubo extranjeros que se vincularon
de tal manera con la revolución que no sólo aportaron capital, sino
aquéllos que pudieron, incursionaron en las filas revolucionarias.

Para conocer más de cerca y con mayor detalle de qué mane-


ra la revolución mexicana afectó a ciertos grupos de inmigrantes
establecidos en México, en el presente texto daremos a conocer
el caso de las colonias agrícolas de italianos «Díez Gutiérrez» y
«Manuel González» establecidas en San Luis Potosí y Veracruz,
respectivamente, entre 1881 y 1882. El texto que a continuación se

78
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

Llegada de italianos a Veracruz

presenta está basado en documentos históricos y fuentes primarias


objetivas; sin embargo, se ha decidido exponer el caso a través de
un relato informal en el que se han utilizado otros recursos narra-
tivos para poder mezclar datos verídicos con escenarios imagina-
rios, únicamente con el fin de proporcionar al lector una fuente de
conocimiento agradable y ligera de los acontecimientos a mostrar,'

79
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVl1 AL S. XX

Las dos colonias mencionadas anteriormente formaron parte de


un proyecto de colonización federal auspiciado por el gobierno del
presidente Manuel González (1880 - 1884) Y dirigido por Carlos
Pacheco, secretario de Fomento en esa época. En 1881,el gobierno
federal previó el establecimiento de seis colonias de extranjeros en
Morelos, Veracruz, San Luis Potosí, Puebla y el Distrito Federal.

Cada colonia debía estar formada por aproximadamente 500 ita-


lianos y un número de entre 20 y 50 individuos mexicanos. Y así
fue, en 1881 llegó a México el vapor «Atlántico»; a bordo venían
aproximadamente 500 italianos enganchados en varios pueblos del
norte de Italia y en el puerto de Génova.

Habían venido contratados por el gobierno mexicano para ser co-


lonos y apoyados por las autoridades de Italia. Además, fueron con-
vencidos por agentes migratorios, quienes hablaban maravillas de
América. Este primer grupo, integrado por aproximadamente 100 fa-
milias, se instaló en la región de Huatusco, en el estado de Veracruz,

Seis meses después, el puerto de Veracruz fue testigo y escenario


de la llegada de casi 1500 italianos más, quienes fueron repartidos
en diversos estados de la República; entre ellos, 127 familias mar-
charon rumbo al estado de San Luis Potosí. En aproximadamente
9 meses fundaron la colonia «Diez Gutiérrez», en la actual muni-
cipalidad de Ciudad del Maíz. La colonia ha perdurado por años
y actualmente todavía pueden observarse vestigios de la cultura
italiana en la construcción de las casas y las costumbres, así como
rasgos fisicos de sus habitantes.

Comenzaremos por describir detalles de nuestros personajes


principales. En 1882, un inmigrante de origen italiano, Giovanni
Dandrea, llegó para instalarse en la colonia «Díez Gutiérrez» for-
mada en su mayoría por extranjeros provenientes de la región vé-
neta y del Tirol Meridional, del norte de Italia. Giovanni se casó
con su prima italiana que también había partido de Génova con su
familia, para instalarse en la colonia. Al casarse habítaban en una
casa al centro del fundo legal de la colonia.

80
HISTORlAS DE LA VEDA COTIDlANA DEL S. XVlI AL S. XX

En la región de Huatusco, en Veracruz, ocurrió algo similar. En


1893, Agustín Demeneghi, italiano de origen, nacido en la pro-
vincia de Trento meridional, al norte de Italia, había solicitado y
adquirido el acta de naturalización que oficialmente lo designaba
como ciudadano «mexicano»; no obstante, seguía recordando con
nostalgia su lugar de nacimiento y aún sentía ser un italiano. Su
familia nunca olvidó sus orígenes; por el contrario, siempre añoró
su patria y recordaba el suelo que la vio nacer.

Ambas familias, los Dandrea en San Luis Potosí y los Deme-


neghi en Veracruz, tenían en común su origen y la expectativa de

Colonia agrícola italiana «Diez Gutierrez»

Colonia agrícola italiana «Manuel González»

81
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. .-IX

construir un futuro prominente en tierras mexicanas. Estos dos per-


sonajes representan, en gran medida, el caso de numerosas familias
que llegaron y se establecieron en México a finales del siglo XIX.
Cada familia italiana percibió los efectos de la revolución mexica-
na de diferente manera, pero el caso del colono de San Luis Potosí,
Dandrea y el del colono de Veracruz, Demeneghi, nos permiten
conocer lo que pudo suceder a ciertas familias de ambas colonias.

No podemos generalizar, porque solamente exponemos dos ca-


sos distintos y en cada comunidad había más de 80 familias. Ade-
más, la familia Dandrea al parecer vivía en una zona pobre y se
sostenía, en su mayoría, del autoconsumo y de algunas ventas. Por
el contrario, los Demeneghi eran una familia de colonos extranje-
ros con propiedades pequeñas, pero acomodados y con un capital
suficiente como para atraer el bandidaje.

Agustín Demeneghi adquiere acta de naturalización

82
HfSTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVIl AL S. XX

Sin embargo, a pesar de estas diferencias, como extranjeros en-


frentaron sucesos similares y coincidieron con la mayoría de las
familias en igual situación, cuando se unieron para solicitar ayuda
a la legación italiana en México, con la esperanza de ser socorridos
por ser de origen extranjero. Es decir, si la ocasión lo requería y
por negociación, se identificaban a sí mismos como extranjeros y
reafirmaban los vínculos entre sí, aunque podría ser únicamente en
esta coyuntura, pues en otras circunstancias apelaban a la naciona-
lidad mexicana que recién algunos italianos habían obtenido.

No obstante, el arraigo por el pasado y su origen son rasgos que


los identifican. Por eso han sido elegidos estos ejemplos, pues am-
bos pueden representar grosso modo lo que algunos grupos extran-
jeros estaban viviendo en aquella época y de qué manera participa-
ron en la Revolución Mexicana. Cabe destacar que es interesante
retratar la realidad de dos familias y dos regiones distintas, para
conocer que la acción de las gavillas o rebeldes revolucionarios
fueron particularidades en un proceso mucho más complejo, pero
no uniforme ni homogéneo. Como señaló el italiano Florindo De-
meneghi, «considero que los gobiernos siempre han procurado se
imparta mayor justicia y legalidad pero algunos hombres ambicio-
sos trastornadores del orden y de la paz son los que nos han tocado
a nosotros por estos lugares».

En San Luis Potosí, en el municipio de Ciudad del Maíz, los her-


manos Cedillo fueron, entre otros, los «rebeldes» más conocidos,
mientras que en la colonia italiana «Manuel González» ubicada en
Veracruz, destacó la actividad de Daniel Herrera y José López, al
parecer agraristas. La forma en que cada grupo de extranjeros re-
accionó a la actividad de estas gavillas, y en sí a todos los sucesos
revolucionarios, fue diferente.

Algunos italianos se trasladaron a otros lugares y abandonaron


su hogar; otros tenían que ceder a las peticiones de quienes «visita-
ban» las villas; unos más, aunque parezca increíble, convivían con
los revolucionarios y reconocían el respeto que siempre sintieron
sobre sus coterráneos y sobre sus mujeres a quienes sólo buscaban

83
HISTORIAS DE LA VlDA COTIDIANA DEL S. XVlJ AL S. XY

Familia Dandrea

«para bailar por ser bonitas y diferentes», como explicaba un inte-


grante de la familia Croda, también de origen italiano.

La condición de extranjeros determinó la forma en que vivieron


la revolución porque, como se mencionó, todavía tenían la posibi-
lidad de recurrir al consulado italiano o de dirigir cartas a las auto-
ridades de Italia con la esperanza de recibir ayuda por haber sido
originarios de aquella región. Así, esta historia está basada en el
recuento de los daños que los italianos de ambas colonias sufrieron
y la forma en que se unieron a través de cartas para poder solicitar
ayuda y contrarrestar los efectos de la lucha armada.

Cuando la Revolución Mexicana comenzó, los italianos que ha-


bitaban en la colonia de San Luis Potosí se dedicaban a la agricul-
tura. Sembraban principalmente maíz, frijol, papa, tabaco y en sus
potreros alimentaban algunas vacas y cerdos para proveerse de car-
ne, queso y leche que únicamente alcanzaba para el autoconsumo.

84
VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. }¡'X

La revolución alcanzó y trastornó su dinámica cotidiana, porque


debido a los constantes asaltos y al desorden en los campos, hubo
consecuencias drásticas en la región, sobre todo para los campe-
sinos que no tenían suficientes recursos para sostenerse sin poder
cultivar o para colonos que no tenían grupos de trabaja-
dores que a defender sus tierras y pertenencias. la
población de los alrededores de Ciudad del entre ellos los
colonos italianos, del de las enfermedades, de la es-
casez de alimentos y del bandidaje que trajo consigo la revolución.

Por su parte, la familia Demeneghi, al igual que la mayoría de los


italianos de Huatusco en Veracruz, también basaban su economía
en la agricultura. Se dedicaban a la producción de café, caña de
azúcar, maderas finas, carbón, fabricación de panela, cría de ga-
nado vacuno, lanar, caballar y porcino. En 1908, la familia Deme-
neghi poseía una finca llamada «La Reforma» que mantenía un
próspero desarrollo, pero en 1911 y 1912 el jefe de familia explicó
consternado que comenzaba a sentir los efectos de las luchas arma-
das y de aquellos a quienes él denominaba como hombres «arma-
dos y reyes absolutos».

En 1908, aunque con poca producción, los graneros y corrales de


Giovanni Dandrea, nuestro personaje italiano de San Luís
permanecían ocupados. Mientras Ciudad del Maíz era un centro
económico desarrollado, la colonia agrícola donde habitaban los
italianos era una pequeña comunidad muy al interior de los cami-
nos, y estaba compuesta por propiedades sus
habitantes, mexicanos y de origen extranjero, debían salir a vender
Jos productos que elaboraban o cosechaban al «valle», es decir a
Ciudad del Cerritos o Tula.

La actividad comercial de Ciudad del Maíz y de la colonia Diez


Gutiérrez sirvió como anzuelo a Jos revolucionarías que buscaban
reunir suficiente dinero para en la lucha o buscaban satisfacer
sus necesidades armas, caballos para reforzar
sus tropas, alimentación, y veces diversiones.

85
HISTORiAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XY

Así sucedió también en Veracruz con la familia que


era objeto de asaltos por tener caudales atractivos, aún más que
las familias de la colonia instalada en San Luis la familia
Demeneghi no sólo tenía abundantes cosechas, sino que mantenía
la posesión completa de un rancho. Por el contrario, la familia Dan-
drea poseía lotes y solares más pequeños, también dedicados a la
agricultura y, así como a ellos, las de muchos de los
colonos de italiano de Ciudad del en San Luis
les sobrevivir y, aunque tenían poca podían
mucho a las de rebeldes.

General
Saturnino Cedillo

En este estado de cosas, nuestro relato comienza el día en que


el italiano Dandrea debía viajar para una carga de tabaco
en las inmediaciones del camino a al mismo tiempo, un
arriero de Huatusco, Veracruz, se encontraba en la ruta que lleva al
el escuchó con atención una historia que le
familiar. Ambos personajes se detuvieron a conversar sobre los su-
cesos que aquejaban al

86
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

El arriero, de origen mexicano por cierto, le comentó con toda


certeza a Giovanni que ellO de mayo de 1912 las fuerzas
al mando de Daniel con 24 hombres, entraron en casa de
los Demeneghi, amenazando con incendiar todo y se llevaron tanto
como pudieron para almacenar y proveerse de las necesidades pro-
pias de la tropa. En la colonia Manuel González, le comentó el arrie-
ro, los grupos armados buscan sobre todo armas y parque por obvias
razones; es decir, así se abastecen para poder seguir luchando.

A Demeneghi, por ejemplo, continuó contando el arriero, le exi-


gieron entregar una escopeta calibre 16 con valor de 50 pesos, un
«wincester» nuevo y dos pistolas nuevas marca «Caballito», que le
habían costado 100 pesos. Además, se llevaron cinco cartuchos y má-
quina de cargar y dos cajas de 100tiros parque. [Vaya que el italiano
estaba armado hasta los dientes, si serán desconfiados ustedes los ita-
Iianosl, le dijo el arriero a su interlocutor, quien a su vez contestó que
probablemente el colono de Veracruz sabía, con algún fundamento,
que como extranjero, corría mayor peligro. Además, no todos poseen
el caudal de los Demeneghi, señaló; seguramente los revolucionarios
los venían pescando por tener fama de «blancos riquillos», Aún hoy
en día, los habitantes de la colonia Manuel González en Veracruz,
nombran «blancos» a los descendientes de italianos.

Así debió ser, continuó su relato el arriero, pues además les qui-
taron dos caballos finos con valor de 1,800pesos, dos sillas nuevas
plateadas, con valor de 190 pesos, joyas con valor de 145 pesos y
extrajeron de la caja 2,725 pesos entre oro, plata y billetes de ban-
co. También una linterna de ojo, diez sacos vacíos de cáñamo, dos
sillas de montar y dinero en efectivo, unos 1,450pesos.

También se llevaron 15 reatas de lazar. ¡Válgame la virgenl,


contestó el italiano Dandrea persignándose -pues ante todo eran
italianos muy católicos y devotos de la virgen del Rosario- no
menciones las reatas, que por mi rumbo, aseguró, es decir en la
colonia de italianos de San Luis Potosí, corren las leyendas de que
los bandoleros cuelgan a todo aquél que no coopere o que interfiere
en su camino. Es más, hemos escuchado noticias de hombres que

87
HISTORiAS DE LA VJDA COTiDiANA DEL S. XVff AL S. XX

han sido colgados de los pulgares, ¡por verdad de Diosl, insistió el


italiano mientras se persignaba nuevamente.

Le aseguró que también en la colonia de San Luis Potosí los ita-


lianos temían por los rumores que llegaban todos los días sobre la
posibilidad de ser atacados y despojados de sus pertenencias, pues
los revolucionarios estaban llegando a las inmediaciones de la colo-
nia Díez Gutiérrez. Los hacendados ya se están yendo y los peones,
jornaleros y quienes poseemos pocas tierritas, le comentó el italia-
no, también queremos irnos. Al terminar esta conversación, el ita-
liano Dandrea y el arriero se despidieron, prometiendo llevar razón
uno de otro, y con la esperanza de encontrarse en otro momento.

Mientras tanto, la familia Demeneghi en Veracruz siguió pade-


ciendo los estragos de la lucha armada y las «visitas» no muy agra-
dables de los revolucionarios, que para ellos más bien eran bando-
leros. Tiempo después, el mismo arriero que había conversado con
Giovanni Dandrea llegó a la colonia Manuel González. Decidió
visitar el rancho La Reforma y conversar con el jefe de la familia
Demeneghi para enterarse de las nuevas y poder llevar noticias du-
rante su nuevo viaje al puerto de Tampico.

Al entrevistarse con Demeneghi, éste le comentó que había un


desconcierto tal porque su familia se encontraba amenazada y cada
vez más escaseaban los productos. Imagínate, Lorenzo, le comentó
Demeneghi al arriero, que el día 13 de febrero de 1913 a las 8 de
la mañana casi toda mi familia, excepto mi hijo mayor, Luis, que
había partido a Huatusco, estábamos en la casa disfrutando del café
de la cosecha de ese año que había sido muy buena. De repente,
se escucharon ruidos de caballos llegados a la puerta de! patio y
pidiendo a gritos que «abran las puertas».

Yo -continuó Florindo Demeneghi- acudí en respuesta pen-


sando que podía ser una emergencia o noticias de Huatusco, sin
embargo fui sorprendido por carabinas y pistolas preparadas con
tal furor que parecían más bien demonios que gente amenazán-
donos a mí ya mi familia si no les daba lo que querían. ¿Quiénes
eran, qué buscaban? La misma pregunta se la hizo el arriero con

88
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVll AL S. XX

gran expectación y Demeneghi contestó que el individuo que lo


atacó dijo llamarse José López, quien lideraba una gavilla de re-
volucionarios.

Finalmente, se despidieron y cuando el arriero salía del rancho


el colono le recomendó tuviera mucha precaución, porque además
también amenazaban los caminos pues el mismo día en que suce-
dió lo que anteriormente comentaba, su hijo Luis Demeneghi, que
no estaba en casa porque había salido a Huatusco con varias mulas
cargadas de panela, fue interceptado por cuatro individuos que les
marcaron el alto e hicieron que desmontara.

Más tarde, el 13 de junio del mismo año, las fuerzas revolucio-


narias al mando de Daniel Herrera nuevamente atacaron al jefe de
familia de los Demeneghi, pues le quitaron en la estación de Cama-
rón dos caballos corrientes con valor de 200 pesos. Efectivamente,
como había comentado el italiano Dandrea, es muy posible que los
Demeneghi, por ser una familia con suficiente capital, fueran iden-
tificados y perseguidos por los revolucionarios. Probablemente no
todos los colonos de Veracruz corrieron con la suerte de incremen-
tar su fortuna, pero entonces tampoco fueron del todo perseguidos.

A raíz de estos y otros acontecimientos de saqueo y bandidaje, la


comunidad de extranjeros que habitaba en la colonia de Veracruz se
reunió para ir en busca de Florindo Demeneghi, quien había sido bru-
talmente golpeado. Los jefes de familia acudieron a él para apoyarlo y
solicitarle que convocara a una reunión para buscar una solución. Así
lo hizo. El colono dirigió la reunión a la que asistió con muchos otros
jefes de familia y algunos curiosos, entre ellos el arriero que hacía
tiempo había llevado noticias a San Luis Potosí.

La comitiva se reunió sin contratiempos, en silencio y sin llamar la


atención para evitar represalias. Demeneghi entonces comenzó:

... compañeros colonos, si bien agradecemos al gobierno mexicano su


auspicio y su recibimiento en todos estos años, si bien nos hemos sen-
tido mexicanos al labrar la tierra de este suelo, al aprender y enseñar a
nuestros hijos la lengua castellana y, sobre todo, al cumplir y adquirir

89
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

obligaciones de ciudadano mexicano como indican las cartas de natu-


ralización que algunos de nosotros o que algunos de nuestros padres
adquirimos, aún así somos y siempre seremos hijos y súbditos de Italia.
Así, propongo dirigimos a nuestras autoridades extranjeras y solicitar
ayuda y amparo de la legación italiana en México o del mismo ministro.

El resto de la audiencia apoyó la petición y remitieron cartas con


todas las firmas posibles. En las misivas, los extranjeros denuncia-
ban los daños que sufrían en sus propiedades y los agravios a las
familias. Escribieron al ministro de Italia en México y le comenta-
ron lo siguiente:

... la revolución ha tomado en estos rumbos el carácter de bandoleris-


mo. Van dos veces que algunos que se dan el nombre de revoluciona-
rios entran aquí y además del espanto ocasionado a las familias, han
exigido dinero, caballos y mercancías y no ha habido más remedio que
dárselos, por estar indefensos.

Cuando terminaron la reunión, enviaron la carta y ésta fue re-


cibida en la Secretaría de Relaciones Exteriores. En un primer
momento la respuesta fue positiva y la Secretaría de Gobernación
indicó que se tomaran las previsiones necesarias para cumplir con
las peticiones de los colonos.

Pero las cartas no fueron una estrategia suficiente para detener


los asaltos y el desorden público en aquel lugar. Los conflictos no
paraban. Los Demeneghi seguían reportando numerosas pérdidas
y ataques hasta que finalmente, el 16 de febrero de 1915, Florindo
Demeneghi decidió trasladarse con su familia a Huatusco y dejó el
rancho a cargo de su hijo Agustín. Sin embargo, semanas después,
Agustín llegó a Huatusco con su esposa y se refugió en casa de su
padre, pues aseguró que si permanecía más tiempo en el rancho, lo
iban a matar.

El rancho había quedado sin ninguna protección por 10 menos


por 15 días, pero las noticias llegaban a oídos de los Demeneghi;
los vecinos les informaban que la finca seguía siendo saqueada.
Cuando Florindo realizó el recuento de los daños supo que los re-

90
HlSTORlAS DE LA VEDA COTlDlANA DEL S. XVll AL S. XX

volucionarios se habían llevado veinte cargas de maíz con valor de


400 pesos, veinte sacos de café, cinco sacos de arroz, doce latas de
manteca, cincuenta gallinas, doce cajas de jabón «La Esperanza»,
cinco cajas con 220 kilos de queso y cinco sacos de harina. Día a
día la finca iba perdiendo su producción y los Demeneghi su sus-
tento, aunque no perdían la esperanza de volver.

No obstante, continuaban las peticiones de protección por parte


de los colonos a las autoridades, y la situación para la comuni-
dad de italianos en San Luis Potosí no era mejor que en Veracruz.
Cuando el arriero nuevamente tomó los caminos pasó por Ciudad
del Maíz. Encontró el pueblo en un estado lamentable de deso-
lación, pero afortunadamente se encontró otra vez con el italiano
Dandrea, nuestro colono de San Luis Potosí, quien lo puso al tanto
de los nuevos sucesos.

La colonia Díez Gutiérrez casi está despoblada, le comentó al


arriero; la gente ha huido por varias razones, principalmente por
hambre y miedo. Los revolucionarios vienen a llevarse lo poco que
tenemos, se instalan en nuestras casas, nos quitan caballos, mulas,
reses y así pues se dificulta cultivar nuestros pequeños lotes. Tam-
poco tenemos sustento ni otro tipo de ingreso; los hacendados se
han ido y no podemos conseguir trabajo.

Algunos de mis vecinos tenían su dinerito y se han ido, pero


otros no podemos salir todavía. Sin embargo, la escasez de alimen-
tos y monedas nos obligan a marchar. Lo bueno es que ha habi-
do un poco de ayuda, pues al parecer el gobernador ha escuchado
nuestros ruegos. El colono Dandrea le comentó que seguramente
en unos días marcharían hacia México porque el gobernador del
estado, Juan Barragán, había conseguido trenes con jaulas para los
pocos animales que les quedaban.

Nos iremos con rumbo a Cuautitlán, agregó el italiano. Sí es cierto,


contestó el arriero; en Veracruz siguen pasando cosas similares, fi-
gúrese amigo Dandrea, que ahora ha sido asesinado José Angheben,
miembro de la colonia italiana en Veracruz. Pobre hombre, exclamó,
dejó a su viuda Francisca de Bernardi y a sus dos hijos. Sus primos,
Santiago Tres y José Vicentin pidieron justicia y efectivamente hay

91
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

una esperanza, los colonos de mi pueblo se reunieron, Demeneghi


los lidera y enviaron cartas a la legación italiana; ustedes pueden
hacer lo mismo o unirse a través de firmas con mis compadres de
Huatusco. Sería buena idea, contestó Dandrea; sin embargo, hace
tiempo que también pertenecemos a México, hemos vivido de las
bondades de la tierra mexicana. Efectivamente, respondió el arriero,
pero siguen siendo italianos, y como Demeneghi pueden solicitarlo.

Así, bajo la necesidad de protección, los colonos se percibían ex-


tranjeros en una coyuntura dificil para ellos. Así lo hicieron, los co-
lonos italianos de San Luis Potosí se unieron a las demandas hechas
por los colonos de Veracruz y la comisión mixta ítalo - mexicana
recibió quejas de los colonos de ambas colonias por los daños sufri-
dos en la revolución.

En estas últimas cartas se expresaba que los colonos estaban con-


tinuamente sujetos a asaltos, que los productos que podían reco-
lectar eran destruidos con el paso de las tropas y no podían atender
sus cultivos, perdiendo la mayor parte de la cosecha durante todo el

Jefes de familia

92
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

periodo de alboroto social. La situación de San Luis Potosí era muy


similar, en la misma carta se señaló que las líneas anteriores y las
peticiones hechas bien valían también para la colonia Díez Gutié-
rrez en San Luis Potosí, con la diferencia de que en Veracruz los co-
lonos italianos podían conservar su unidad, pero los extranjeros de
la colonia Díez Gutiérrez en San Luis Potosí debían abandonar sus
tierras y finalmente terminó completamente despoblada y dispersa.

Los italianos de dos comunidades asentados en sitios distintos


experimentaron sucesos parecidos, aunque pudieron reaccionar de
diferente manera. Los colonos de Veracruz tenían más recursos y
lograron mantener sus propiedades por más tiempo; por el contra-
rio, la mayoría de los colonos italianos de San Luis Potosí abando-
naron sus lotes para huir del hambre y del bandidaje, pero ambas
comunidades recurrieron a las autoridades extranjeras porque, a
pesar de estar instalados en México, aún conservaban rasgos de
identidad italiana, yeso les permitió negociar y apreciar la revolu-
ción de otra manera.

La categoría de extranjero también los colocó en posiciones am-


biguas. Podían tener protección del consulado pero, a su vez, las
gavillas revolucionarias los perseguían por esa misma condición.
Los italianos en Veracruz, al menos la familia Demeneghi, estu-
vieron sujetos a los asaltos porque poseían capital significativo;
al parecer fueron una de las familias más prósperas de la región.
Tratándose de colonos extranjeros, la abundancia de recursos na-
turales en la región y la prosperidad de los cultivos, eran anzuelos
suficientes para atraer a las tropas revolucionarias.

Las gavillas de revolucionarios eran, ante los ojos del extranjero,


tropas de bandidos que no sabían ser militares y que se mantenían
del bandidaje, aunque distinguían entre varios líderes revoluciona-
rios, pues indican que había algunos consecuentes, que otorgaban
el recibo correspondiente de lo que se llevaban, pero otros daban
por respuesta siempre una amenaza de fusilarlo o colgarlo.

Si bien es cierto que hubo italianos que se unieron a las filas re-
volucionarias, como Luis Zanella de la colonia en San Luis Potosí,

93
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVll AL S. XX

quien colaboró con los grupos cedillistas o los hermanos Tres, miem-
bros de la colonia de italianos de Veracruz, la mayoría de los extran-
jeros que habitaron estas colonias sufrieron daños en sus propieda-
des y muchas veces los despojaron de toda posibilidad de sustento,
por lo que prefirieron huir.

De cualquier manera, el italiano percibió la Revolución más


como extranjero que como mexicano; con pocas excepciones, los
colonos prefirieron retomar su nacionalidad extranjera para poder
ampararse ante una situación de peligro, aunque no siempre obtu-
vieron respuestas positivas y debieron emplear tácticas defensivas,
como la emigración temporal o el traslado permanente hacia otras
zonas, donde actualmente muchos de sus descendientes aún residen.

94
Tercera parte
Formas de delinquir, formas de castigar
La impartición de justicia
y el sistema penal a finales
del virreinato

Uremia Queletzú Navarro Sánchez


Universidad Autónoma de San Luis Potosí,
Facultad de Derecho, abogado "Ponciano Arriaga Leija"

Corría el año de 1700en la entonces Alcaldía Mayor de San Luis


Potosí, en donde no hacía muchos días los festejos por la Pascua de
navidad habían causado gran algarabía entre los vecinos del lugar.
Partícipes de ello habían sido Diego Martín, conocido como el «co-
cuchi», María Nicolasa -su esposa- y Gaspar de los Reyes, quienes
tenían poco de haber llegado a vivir a la Hacienda de Bocas.

Diego y Gaspar trabajaban en las labores del campo y demás ac-


tividades requeridas en la hacienda con Thomas Moreno. Ocurrió
que un día, después de una noche de fiesta, Diego y Gaspar decidie-
ron no retomar a su casa y quedarse a dormir hasta el día siguiente
en el corral de Thomas, mientras afuera los demás continuaban con
la fiesta. Thomas y sus acompañantes oyeron ruidos y golpes al
interior de la estancia pero no le dieron mayor importancia pues
sabían que ambos amigos estaban dentro.

Al día siguiente, Thomas acudió a la estancia percatándose de


que el cuerpo del «cocuchi» yacía inerte al interior del lugar. Tho-
mas informó al alcalde mayor y juez de primera instancia en el
lugar, Don Antonio Femández Rivera, sobre el evento delictivo y

97
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

éste procedió a iniciar las averiguaciones conducentes para escla-


recer el caso. Al efecto, mandó que su escribano, con auxilio de un
médico cirujano, reconociera y diera fe del cadáver, así como un
informe de las heridas infringidas al cuerpo del occiso.

Al llegar al lugar donde se encontraba el cuerpo de Diego, el


escribano puso su mano derecha sobre la boca del occiso para com-
probar que a éste le faltara el «vital aliento». El médico cirujano,
por su parte, procedió a describir las heridas que tenía el cuerpo y
determinó que éstas pudieron haber sido realizadas con una piedra
grande y una navaja de cacha mediana.

Agresión mortal contra Diego

98
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

También informó que la cadera y la cara de Diego se encon-


traban «magulladas» y en el «pescuezo [tenía] una cortada que le
[corría] toda la garganta», mismas que habían producido su muerte.
El Alcalde Mayor procedió a sustanciar la causa criminal, realizan-
do todas las pesquisas conducentes que le permitieran determinar
quién había sido el homicida del «cocuchi», Los testimonios que se
pudo allegar fueron señalando que el posible inculpado era Gaspar
de los Reyes de quien, por cierto, se sabía que mantenía una «amis-
tad ilícita» con la esposa de Diego.

Ante los indicios, Don Antonio Femández ordenó que se apresara


a Gaspar, quien para ese entonces había recibido asilo en la capilla
de la Santa Cruz, inmediata a las casas reales. No sabemos en qué
terminó esta causa, si Gaspar pudo ser juzgado y cuál fue la senten-
cia que se le impuso; sin embargo, por otros juicios criminales que
se siguieron en la época, sabemos que al homicida se le condenaba
con una pena similar al delito cometido; es decir, que si Gaspar fue
encontrado culpable, pudo haber sido condenado a muerte.'

Médico cirujano da fe del cadáver

Así sucedió con la sentencia que se pronunció en contra de Alexo


y Francisco García, quiénes habían matado a puñaladas a Cristóbal
de los Reyes; todos ellos habitantes del Real y Minas de Nuestra
Señora de Charcas.

99
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

La sentencia que había recaído sobre ambos criminales consistía


nada menos que en la pena de muerte. El teniente de alcalde de
Charcas se había pronunciado diciendo «les debo de condenar y
condeno en pena ordinaria de muerte de horca». En el expediente
no consta que se haya efectuado la ejecución, pero como lo men-
cionamos con antelación, la evidencia nos muestra que la tendencia
era castigar los delitos graves como el homicidio con la pena capital
para «que les sirva de castigo y a otros de ejemplo de escarmiento»,"

Lo anterior nos permite hacer una breve exposición de cómo fun-


cionaba el sistema penal antes del estallido de la insurrección de
1810, toda vez que durante la guerra se modificó la práctica penal,
aunque algunos años antes ésta había sufrido una especie de relaja-
ción, por los motivos que expresaremos más adelante.

¿Cómo funcionaba el sistema judicial normalmente? Todo juicio


criminal se seguía, dependiendo del delito, oficiosamente o a peti-
ción de parte. Esto es, si el delito era contemplado en la legislación
como grave, se seguía de oficio por parte de la autoridad, de no ser
así, se requería de la actuación necesaria de las partes involucra-
das. En cuanto la autoridad judicial -representada por los alcaldes,
tenientes de alcaldes o gobernadores en los pueblos de indios que
fungían como jueces de primera instancia- tenían conocimiento
del hecho delictivo, giraban la orden para iniciar la causa criminal,
dando fe o constancia por parte del escribano de los hechos cometi-
dos. En los casos expuestos el escribano tenía que dar fe del cuerpo
y heridas del occiso.

Después de realizar 10 anterior y en caso de haber capturado al


inculpado, el juez ordinario procedía a tomarle declaración, que era
la parte medular del tipo de juicio que se seguía en la época colonial,
y también se le conocía como juicio inquisitorial, muy distinto al
actual que es acusatorio. Sin embargo, como 10 pudimos observar en
uno de los casos expuestos, muchos de los inculpados se sustraían
de la acción de la justicia refugiándose en las iglesias, gozando de 10
que en la época se conocía como refugio o asilo en sagrado. Esa in-
munidad protegía a los reos de la posible aprehensión y únicamente

100
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

Cristóbal de los Reyes yace muerto en el pueblo del Real y Minas de Nuestra Señora
de Charcas

permitía a la autoridad ordinaria solicitar al juez eclesiástico un per-


miso para tomar la declaración, aunque nada garantizaba que éste
le fuera concedido. Y podía suceder que, a juicio del eclesiástico, la
autoridad civil no cumpliera con los requerimientos para otorgar ese
permiso, como por ejemplo, cubrir una caución juratoria. De manera
puntual, esta última era un procedimiento previsto en la legislación
procesal de las Indias mediante la cual se permitía a las autoridades
ordinarias tomar la declaración de un reo que se encontrara refugia-
do en alguna iglesia. Los jueces eclesiásticos solicitaban de aque-
llas un juramento que hacía las veces de caución para permitirles
el interrogatorio, siempre y cuando juraran no hacer daño al reo ni
trasladarlo a cárcel real sin previo procedimiento que se llamaba
licencia de extracción.

Cuando el inculpado no era aprehendido en el momento en que


cometía el delito, una vez que conocía del asunto, la autoridad gi-
raba la orden para que aquel compareciera y se presentara en la
cárcel distrital. Esto se hacía por medio de edictos y pregones: el
escribano notificaba la orden al alguacil y pagaba los honorarios
correspondientes al pregonero, quien por tres veces llamaría al in-
culpado a fin de que se hiciera presente.

10l
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

El primer edicto o pregón tenía el efecto de apercibir al inculpa-


do para que en los nueve días posteriores a la fecha en que se pro-
nunciara el primer edicto se presentara ante la autoridad correspon-
diente, a fin de tomarle su declaración, salvo pena de «després» y
«menos valer». En caso de que no acudiera a este llamado, se reali-
zaría un nuevo edicto en el que se volvería a apercibir al inculpado
para que compareciera; este segundo edicto tenía la característica
de acusar e imputar al inculpado el delito en cuestión. Si se tenía
que recurrir al tercer y último llamamiento, la autoridad apercibía
al inculpado de que, de no presentarse, no sólo se le declararía cul-
pable del delito, sino que además se le condenaría al pago de las
costas derivadas del trámite judicial.

Refugio o asilo
en sagrado

102
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

Como se dijo anteriormente, la autoridad receptora o de primera


instancia mandaba y dictaba la orden de que acudiesen a declarar
todas las personas que supieren y tuvieran conocimiento del he-
cho delictuoso. Los testigos eran personas que habían presenciado
el acto y por lo regular se trataba de familiares de los ofendidos,
amigos o incluso familiares de los agresores. Cuando no era así, se
trataba de personas que por circunstancias especiales habían estado
en el momento en que se desarrollaron los hechos, aunque también
podía ser alguna autoridad que hubiese presenciado los mismos.

La declaración de los testigos y la del propio inculpado era ante-


cedida por un juramento de fe que pretendía garantizar que los he-
chos narrados fuesen veraces. En la narración, el testigo describía
lo que había.presenciado, pero también tenía que referir todas las
circunstancias de las que tuviere conocimiento que antecedieran al
delito. Ante la falta de declaración del inculpado en esta primera
parte del juicio, las declaraciones de los testigos y las certificacio-
nes que al efecto se hubieran realizado, podían ser determinantes
para dar por acreditado el cuerpo del delito, siempre y cuando las
declaraciones se hubiesen certificado y fueran consistentes.

En la segunda fase del procedimiento era menester que todas


las declaraciones fueran ratificadas a fin de poder determinar la
culpabilidad del reo, aunque existía la posibilidad de agregar datos
o que algún testigo se retractase de lo dicho. Cuando no existían
pruebas testimoniales suficientes, y no obstante que se hubiesen
presentado todos aquellos que tuvieren conocimiento, y el delito
imputado requiriera de los mismos para darlo por hecho, se podía
poner en libertad al reo, pero la causa podía dejarse abierta, a fin
de que datos futuros proporcionados por los testigos permitieran
continuarla y concluirla.

Sin embargo, el procedimiento judicial no sería realmente un


juicio si no permitiera que el inculpado realizara su defensa co-
rrespondiente, pues de no ser así, simplemente se le condenaría
sin posibilidad de réplica. Aún así, el inculpado podía perder la
oportunidad de defenderse cuando no acudía a los apercibimientos

103
HISTORiAS DE LA VIDA COTIDiANA DEL S. XVll AL S. XX

que la autoridad hacía a través de los pregones. Esto provocaba que


se siguiera la causa en su perjuicio, pues se daba por hecho que él
habia cometido el delito. Es importante mencionar que cuando el
inculpado era un indio, la Corona española absorbía los gastos del
pago de honorarios de su abogado defensor.'

Declaración de testigo bajo juramento de fe

Lo relevante de esta etapa procesal es que, mediante escritos he-


chos por sí mismo o por su defensor, el inculpado aludía todas las
excluyentes de responsabilidad posibles a fin de sustraerse de la
pena. Los argumentos de la defensa estribaban en la falta de ele-
mentos para procesar al acusado y el tiempo transcurrido en prisión
sin que se le hubiera probado el delito. En esta etapa se verificaba,
si lo había, el perdón de la parte ofendida, algo que operaba cuando
el delito no era grave.

104
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

Una vez que se hubieran realizado las diligencias señaladas y el


juez ordinario citaba a los testigos y al inculpado, a fin de que se
ratificaran sus declaraciones, y sumaba a los autos los escritos pre-
sentados por la defensa, enviaba la causa a un abogado reconocido
por las Reales Audiencias, perito en la materia, a fin de que emitie-
ra su opinión respecto a la causa que se le presentaba. La consulta
generaba costos que eran erogados por el juez receptor.

Familiares de ofendidos
platican sobre los hechos
delictuosos

Con fundamento en el dictamen que el especialista hacía llegar,


y una vez analizadas y valoradas las pruebas, se dictaba la senten-
cia de primera instancia. Esta sentencia tenía el efecto de declarar
culpable o no a un reo, de imponer la sanción correspondiente y
mandar su debido cumplimiento.

105
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XY

Las penas variaban según el caso y, aunque por disposición ex-


presa existían penas para cada delito, en la segunda mitad del siglo
XVIII la práctica judicial comenzó a sufrir cambios importantes en
lo que hace a esta parte del proceso. A partir de entonces, el criterio
del juzgador cambió radicalmente, pues las penas dictadas tenían
como principal objetivo considerar lo que era necesario restituir a
la víctima o familiares. En ese entendido, las penas podían consistir
en azotes o sanciones pecuniarias, pero también en fianzas otor-
gadas por una persona a entera satisfacción del juez, o pagos con
misas y sepulturas eclesiásticas.

Sin embargo, las sentencias de primera instancia podían ser


revocadas mediante una apelación interpuesta y, cuando esto su-
cedía, las sentencias eran remitidas a un tribunal de alzada o al
superior jerárquico inmediato facultado para conocer en materia
de apelaciones, según fuera el caso. Esta apelación tenía la finali-
dad de revisar la actuación de la autoridad y hacer una valoración
más amplia del proceso. Existía la expresa orden de «agotar las
instancias en el propio territorio mediante la adjudicación de las
apelaciones en asuntos de mayor cuantía a los gobernadores y, en

El juez podía permitir pagar alguna pena con el oficio de una mísa

106
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

los de menor, a los cabildos».' La apelación daba la oportunidad a


la parte agraviada de que se hiciera una revisión adecuada de los
autos para obtener otro sentido en el fallo, que podría ser nueva-
mente recurrido.

Lo cierto es que el sistema judicial estaba muy burocratizado y


los procedimientos eran sumamente lentos. Las tardanzas y dilacio-
nes no eran sólo por la falta de diligencias o pruebas para continuar
con la tramitación normal de las causas, sino que a ello se sumaba
el que los procedimientos habían adoptado formas y prácticas co-
rrientes, que antes no eran aplicadas en los procedimientos judi-
ciales. Esto impedía que las partes pudieran tener un acercamiento
con el juez, pues éste delegaba, hasta donde le era permitido, sus
facultades de justicia ordinaria en manos de relatores y escribanos.

Hasta aquí se ha señalado la legislación en materia criminal y el


proceso de sustanciación de un juicio ordinario en la misma mate-
ria. La necesidad de hacerlo de esta forma no es otra sino mostrar
cuáles fueron los supuestos de derecho que imperaban en la época.
Pero la forma como se circunscribía la praxis jurídica derivada de
los mismos es cosa aparte. Esto se debe a que, aun cuando los li-
neamientos de alguna forma se especificaban en las leyes y éstas
señalaban las conductas consideradas como delitos, el criterio judi-
cial que debió estar sujeto al arbitrio de los individuos que fungie-
ron como justicias, así como de quienes fueron abogados defenso-
res, se sujetó más bien a una serie de interpretaciones de la ley de
forma extensiva y analógica.

Es notorio que a partir de la segunda mitad del siglo XVIII la jus-


ticia ordinaria se convirtió en uno de los principales ejes del espí-
ritu reformador y, como era de esperarse, la práctica jurídica no se
mantuvo ajena a esos cambios. La política reformadora impulsada
por los Barbones comenzó a permear en los criterios del más alto
tribunal de la Nueva España: la Real Audiencia.

Lo anterior quedó de manifiesto en la causa seguida contra


Luis Martínez por el homicidio de María Concepción. Cuando

107
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

el Procurador de Indios interpuso la apelación ante la Real Au-


diencia de la Nueva España, pedía que se impugnara la senten-
cia de primera instancia que se había dictado, que consistía en
una pena de doscientos azotes en la calle pública y cuatro años
de servicio en un obraje. Después de hacer la revisión del caso,
la Real Audiencia atendió favorablemente la apelación y revocó
la sentencia de primera instancia, pues consideraba que era más
práctico establecer una pena de dos años de servicio en obrajes,
previa venta y adjudicación del trabajo personal de Luis Martí-
nez, así como al pago del entierro de la difunta y doce misas por
su alma. El reo fue comprado en la cantidad de ciento catorce
pesos por Raphael de Maltos, dueño de un obraje en la Alcaldía
de San Luis Potosí.'

Pena de azotes en público

El caso de JosephAnastacio, alías «Lipio», se encuentra en esta


misma tesitura. Lo que en algún momento fue castigado con azotes
o vergüenzas públicas, ahora era compurgado con la cárcel padeci-
da durante el procedimiento. El «Lipio» había herido a Joseph de
Leura con motivo del cobro de una apuesta de gallos; al acudir ante
el alcalde mayor, éste encontró culpable a Joseph Anastacio, pero
consideró como castigo suficiente por el delito cometido el tiempo
que había pasado en la cárcel reaL6

108
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

Al poco tiempo de estar en práctica estos cambios, la impartí-


ción de justicia se vio en un periodo de agitación durante los años
siguientes al estallido del movimiento insurgente y bien entrada la
década de los veinte, pues la ola de criminalidad se extendió a lo
largo de la Nueva España, incrementándose considerablemente. La
sociedad no solo percibía la crisis del estado colonial, sino también
el desorden social que esto había acarreado.

Traslado de «Lipio»
a la cárcel

Sus demandas en materia judicial no eran menos, algo que de


por sí había quedado de manifiesto: la enraizada cultura legal que
tenían los novohispanos hizo que las exigencias populares que pe-
dían juicios criminales expeditos y castigos más severos en contra
de los inculpados fueran cada vez mayores. Si bien durante toda la
época colonial la impartición de la justicia había quedado sujeta a
los principios legales derivados de los cuerpos de leyes existentes
en la materia, la parte procesal había jugado un papel de vital im-
portancia en relación con los derechos de los procesados.

109
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

Como lo hemos señalado, la sustanciación del juicio criminal


debía cumplir con ciertas formalidades, a fin de que los inculpados
gozaran de garantías durante el desarrollo del proceso; de ahí que
durante el periodo colonial se dividiera a los juicios criminales en
juicios sumarios o juicios ordinarios, dependiendo de la gravedad
del delito. El juez podía resolver en un solo auto o bien sustanciar el
juicio de manera cabal, que no era otra cosa que allegarse las pruebas
y testimonios necesarios que comprobaran el delito en particular.

Pese a lo que se podría suponer, el procedimiento criminal se man-


tuvo intacto en lo concerniente a la sustanciación del juicio durante
y después del movimiento insurgente, aun cuando con motivo de la
promulgación de la Constitución de Cádiz en 1812, el aparato judi-
cial había sufrido cambios importantes, pues los juzgados ordinarios
fueron suplantados por juzgados letrados, compuestos de un juez
lego o letrado en el derecho," un escribano y varios escribientes.

Por su parte, la Real Audiencia había sido sustituida por una


Audiencia Territorial, y se había dispuesto la creación de nuevos
tribunales como el Tribunal de Vagos. El problema que presentó el
aparato judicial en esta época turbulenta fue que ante la creciente
ola de criminalidad, los juzgados letrados resultaron ser muy pocos
en comparación con los juzgados ordinarios de la época Borbónica.
Sumado a lo anterior, el personal con el que contaban era mínimo,
por lo que las causas criminales seguían su curso de manera lenta.

La gente agraviada por la delincuencia y la violencia que los azo-


taba, comenzó a exigir a las autoridades la aplicación de castigos
severos que pudieran restablecer el orden perdido; sin embargo,
por los informes que realizaron algunos de los magistrados y jueces
sabemos que éstos no compartían la idea de que con la aplicación
de penas la situación mejorara.

Por el contrario, magistrados y jueces pugnaban por garanti-


zar a los reos una impartición de justicia apegada a derecho, que
no impidiera a los inculpados gozar de un procedimiento que
cumpliera con todas las formalidades que por tradición jurídica

110
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. A:X

habían persistido a favor de ellos. Consideraban que la auto-


ridad del estado debía basarse sobre todo en la garantía de la
legalidad y no en el ejercicio de la coerción. Pero como sucedía
comúnmente, en muchas ocasiones la interpretación de la ley
pocas veces garantizaba esa situación ideal.

Armas de los delitos cometidos

Como hemos visto, los procedimientos penales no variaron mu-


cho desde el periodo colonial hasta la época independentista, salvo
en algunos aspectos, como lo que se refiere a la aplicación de la
pena, que muy acorde con el espíritu humanista de la época, pug-
naba por sanciones de utilidad y orden público en contraposición
con los castigos y penas ejemplares. No obstante, es claro que el
incremento en el índice de criminalidad fue muy notorio durante la
guerra y, por consiguiente, la actividad judicial también.

Gracias a esto nos es posible evaluar hasta qué punto cambió la


práctica jurídica en materia penal en un periodo en el cual el estado
colonial había dado paso a una nación independiente. Los resulta-
dos son visibles: aunque el aparato judicial cambió de nombre y
forma, el procedimiento, materia esencial de la administración de
justicia, se mantuvo casi intacto; el principio mismo de todo juicio
se mantuvo desde la época de los Habsburgo, pasando por los Bor-
bones, hasta el México independiente.

111
Deseos prohibidos
y promesas rotas..
Historias de amor y desamor entre las parejas potosinas
del ocaso virreinal

Lilíana Izaguirre Hernández


Facultad de Ciencias Sociales y Humanidades
Universidad Autónoma de San Luis Potosí

La Iglesia Católica se basó en una síntesis teológica del siglo


XIIIelaborada por Santo Tomás de Aquino, para precisar qué era
el amor y cómo debía expresarse. De acuerdo con esa disertación,
determinó que el amor era una obligación que debía ser cumplida
so pena de no alcanzar el estado de perfección humana exigido
por Dios en el mandamiento «amar al prójimo como a uno mis-
mo». De esta manera, el acto de amar se convertía en una necesidad
espiritual y un compromiso social expresado, por supuesto, hacia
el Todopoderoso y hacia quienes lo encarnaban místicamente: los
padres, la pareja, los hijos y hasta los enemigos.'

Había una manera particular de «amar» a cada persona: al Señor,


a través de los servicios religiosos; a los padres, honrándolos todos
los días de su vida; a los hijos, proveyéndolos de casa, vestido,
sustento y buenas costumbres; a los enemigos, perdonándoles sus
ofensas y a la pareja, mostrándole siempre fidelidad. Para amar
como Dios mandaba, hombres y mujeres debían respetar y ejecutar
un conjunto de normas establecidas; las parejas, por ejemplo, sólo
podían amar así a través del casamiento.

113
HISTORIAS DE LA VIDA C071DIANA DEL S. XVII AL S. XX

Según los principios católicos, el matrimonio era el estado ideal


para que los enamorados alcanzaran a plenitud la felicidad mutua.
Al contraer nupcias, las personas decidían, por su libre voluntad,
legitimar y perfeccionar el amor que sentían prometiéndose ante el
altar una entrega total de cuerpo y espíritu hasta la muerte; éste era
el principio perfecto de tilla buena familia y el final esperado de
una relación. Sin embargo, en la naturaleza humana existen emo-
ciones y sentimientos que fracturan los modelos ideales aceptados
por la sociedad.

En el ocaso del siglo XVIll, la razón desplazaba al amor, por lo


que éste empezó a considerarse como un sentimiento perturbador
que alteraba la voluntad y la percepción de la realidad. Entonces, la
celebración de una boda por amor cada vez más daba paso a con-
tratos matrimoniales «razonables» que incrementaban los bienes
materiales de ambas familias y el lugar social que éstas ocupaban.
Aunque el fundamento místico del casamiento no era ignorado, es
muy posible que más de un par de novios hayan sufrido por no
amar a sus parejas al momento de casarse.'

Unión matrimonial

114
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

Por otra parte, los enamorados de aquellos años no podían de-


mostrarse cariño ni tener contacto físico en público o en privado,
a menos que estuvieran casados; mucho menos les era permitido
tener relaciones sexuales sin ser marido y mujer.' En estas circuns-
tancias, debían enfrentar sus sentimientos a la decisión de amar
como Dios manda o amar razonablemente. Sea cual fuere la op-
ción tomada, algunas parejas no encontraron la presunta felicidad
al paso del tiempo y se convirtieron en víctimas o protagonistas de
graves ofensas contra el amor conyugal.

Sacerdote bendice el sacramento del matrimonio

La mala esposa

Los manuales de comportamiento para las mujeres casadas fue-


ron muy populares durante casi toda la época virreinal. La mayoría
de ellos fueron escritos por religiosos que instruían a las futuras es-
posas para ser fieles, abnegadas, devotas, dedicadas al cuidado de
su casa, sus maridos y sus hijos. Así lo explicó Fray Luis de León
en la obra La perfecta casada a finales del siglo XVI:

115
HISTORIAS DE LA v7DA COTIDIANA DEL S. XVIl AL S. XX

Este nuevo estado en que Dios ha puesto a vuestra merced, sujetándola


a las leyes del santo matrimonio, aunque es, como camino real, más
abierto y menos trabajoso que otros, pero no carece de sus dificultades
y malos pasos; y es camino adonde se tropieza también, y se peligra y
se yerra, y que tienen necesidad de guía como todos los demás. Porque
al servir al marido y al gobernar a la familia, y la crianza de los hijos
y la cuenta que juntamente con esto se debe al temor de Dios y a la
guarda y limpieza de la conciencia, todo lo cual pertenece al estado
y oficio de la mujer que se casa, obras son que cada una por sí pide
mucho cuidado, y que todas juntas, sin particular favor de cielo, no se
pueden cumplir. 4

Si una mujer respetaba y ejecutaba estos criterios de comporta-


miento, se convertía en una buena esposa; si no, era señalada por la
sociedad y corría el riesgo de cometer deshonrosos pecados.

Hace muchos años, en una población de la Intendencia de San


Luis Potosí llamada Villa de las Presas del Rey, el Teniente de Mi-
licias de Nuevo Santander, hoy Tamaulipas, José Estevan de la Ser-
na, contrajo matrimonio con Josefa Paredes de González. De los
pormenores de su noviazgo no sabemos nada y de su vida conyugal
tampoco hubiéramos tenido conocimiento, si el22 de noviembre de
1797 ella no hubiera sido acusada por su esposo de adulterio. Ese
año, José Estevan, sintiéndose profundamente ofendido por la ver-
güenza a la que se vio sometida su familia, envió cartas al Obispo
de Monterrey y al Virrey de Nueva España en las que declaraba
que Josefa le había sido infiel con el cura de su parroquia; en ellas
solicitaba que su esposa fuera puesta en resguardo de una casa de-
cente y el sacerdote judicialmente procesado. José Estevan detalló
su situación conyugal dejando al conocimiento de los jueces que
su esposa no lo amaba. En las acusaciones decía que, «al notar en
la adúltera el abandono más visible que no podía creer ejerciera
en su marido una mujer que piensa con conducta», había decidido
investigar la vida de Josefa mientras él se encontraba en sus viajes
de negocios. Sus vecinos le contaron que cuando se ausentaba, su
esposa, «no tenía embarazo para salirse de noche de la casa y mar-
charse a la que con sus amasios prevenía para ejecutar sin el menor
decoro sus infamias».

116
HlSTOR1AS DE LA VlDA COTlD1ANA DEL S. XVll AL S. XX

Declaró que durante nueve años soportó esta situación: salía de


casa sabiendo que Josefa le sería infiel escapando en la oscuridad
por la reja trasera, y que la relación se había deteriorado tanto que
a ella no le importaba si su marido se enteraba de sus amoríos, y él
disimulaba tratando «de conservar con ella la armonía y confianza
a que se lo daban lugar los conceptos». José Estevan aseguraba
que había conocido a tres de sus amantes: dos soldados y un cabo
subordinados a su autoridad, a los que había desterrado de la villa
para evitar más disgustos, y aunque siempre intentó observar «jui-
ciosa conducta» por la «estimación» que sentía hacia su esposa, ya
no pudo tolerar más su conducta cuando se enteró del amasiato que
sostenía con el párroco Pedro Cárdenas.

Josefa Paredes escapa por la reja trasera para encontrarse con su amante

Mientras el Teniente se encontraba de viaje de negocios en la Vi-


lla de Xalapa, Villa de las Presas del Rey celebró su fiesta patronal.
Los festejos marchaban como cada año, salvo que en esta ocasión
todos los gastos habían corrido por cuenta de la hacienda de la
familia De la Serna Paredes. El Teniente indicaba que el hecho
hizo pública y notoria la relación ilícita entre el párroco y Josefa, al
grado de que cuando José Estevan volvió, los parroquianos no ha-
blaban de otra cosa ni dejaban de hacer comentarios a sus espaldas.

1I7
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XV]] AL S. XX

Muy enojado y avergonzado llegó a su casa buscando a su mujer


desesperadamente para aclarar el asunto; en ese momento el matri-
monio se rompió. Durante un largo rato discutieron y se gritaron;
José Estevan demandó su lugar como marido y el respeto que por
ello se merecía, mientras que Josefa le reclamaba en el mismo tono
cómo vivía abandonada de él. La más hiriente fue ella pues le contó
cuántas veces y con quiénes lo había engañado, y aunque no admi-
tió abiertamente la infidelidad con el cura, le a su marido a la
cara que «ella no llegaba a prostituirse con cualquiera», por eso se
veía con un sacerdote.

El pleito fue escuchado por los vecinos y la crisis conyugal llegó


a oídos de parientes y amigos. Ellos intentaron resolver el conflicto
para evitar que José Estevan decidiera llevarlo a un tribunal y lle-
gara a declararse el divorcio de la pareja, pero Josefa no escuchó a
nadie y siguió con «su perversa inclinación hacia el cura» utilizan-
do a su hija mayor para concertar citas con éste y escapar de su casa
por las noches para verlo. Esta conducta temeraria terminó con la
esperanza de todos, incluso de su marido, de que el matrimonio
pudiera resolver sus diferencias y seguir con una vida tranquila y
honrosa. Fue así como el Teniente de Milicias de Nuevo Santander,
temiendo por su «hacienda» y muy «lastimado en su honor», deci-
dió acusarla y solicitar el divorcio.

En tiempos de los últimos virreyes, el pecado de adulterio tam-


bién era un delito, por lo que las acusaciones de infidelidad podían
ser resueltas tanto por los tribunales de! Rey como por los de la Igle-
sia.' Por eso, ante la negativa del juzgado eclesiástico del Obispado
de Monterrey de dar trámite a la solicitud, el caso del Teniente fue
enviado al Intendente de San Luis Potosí con el encargo de revisar
la situación para determinar si este matrimonio podía remediar sus
desavenencias o debía separarse de manera definitiva." de
haberse efectuado las diligencias correspondientes, en octubre de
1798 José Estevan de la Serna quedó separado de su esposa Josefa
González de Paredes después de 16 años de matrimonio.

Sin embargo, la historia de esta pareja no terminó con la resolu-


ción del tribunal de la intendencia potosi na. Unos meses más tarde,

118
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

Josefa presentó una carta ante el Gobernador de Sierra Gorda en la


que negaba las acusaciones de su marido y lo culpaba de haberla
tratado con crueldad durante el tiempo que habían vivido juntos.
En el escrito solicitaba que la orden del divorcio fuera revocada
porque le prohibía criar a sus hijas y además pedía que, una vez
reunida con ellas, José Estevan no olvidara de ocuparse de su rna-
nutención.? Mientras se hacían las diligencias correspondientes, el
Teniente fue puesto en la real cárcel de San Luis Potosí y sus hijas
sacadas de la casa de su abuela paterna, donde se encontraban vi-
viendo desde la separación de sus padres.

En 1799,el caso pasó a las salas de la Real Audiencia de México,


donde se juzgó a Josefa como «altamente vulnerable a caer en el
pecado por su propia naturaleza femenina»." Bajo este criterio, los
jueces decidieron que el matrimonio debía vivir separado, pero que
José Estevan estaba obligado a devolverle la dote a su esposa y que
ésta se encargaría de sus hijas. A pesar de que el Teniente volvió a
presentar testigos que aseguraban que nunca maltrató a su mujer,
que ella lo había engañado varias veces y que por eso no podía
quedarse con las niñas, pues no tenía calidad moral para criarlas,
tuvo que aceptar la sentencia y comprometerse ante los tribunales
a darle una cantidad de dinero a Josefa para la alimentación de sus
hijas hasta que éstas contrajeran nupcias. Y firmó el fallo diciendo
que accedía porque amaba a sus hijas."

El amor prohíbíde

En pocos segundos se pueden citar muchas definiciones de amor


sin negar a establecer una que lo explique por completo: el amor es
el amor y tiene tantas formas como seres humanos respiran sobre
la tierra. Lo que sí es una constante es que amar es una necesidad
de pertenencia, reconocimiento y afecto; por tanto, es fácil imagi-
nar que algunos matrimonios arreglados de finales del siglo XVIII y
principios del XIX hayan dejado corazones rotos tras su celebración.

La intimidad donde fueron puestos esos sentimientos hace que


sea casi imposible saber qué hacían los enamorados ante la pérdida
del ser amado. Una historiadora dice que solían escribir esquelas,

119
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

Juan José García, encolerizado, se presenta ante el juzgado.

cartas o notas para expresar lo que sentían y las guardaban como


reliquias en el lugar más secreto que encontraban. 10 Pero a pesar
de la confidencialidad con que estos testimonios fueron tratados,
la audacia de un minero potosino por conquistar a la mujer de otro
hoy nos permite leer las palabras de un hombre enamorado.

Juan José García, vecino del Real de Cerro de San Pedro, se


presentó ante el juzgado ordinario de la ciudad de San Luis Potosí
en noviembre de 1819 para levantar una acusación contra Rafael
Vargas por tratar de «seducir» a su mujer. Durante un mes, el inten-
dente Manuel Jacinto de Acevedo mandó y ejecutó las providen-
cias que correspondían al caso; entre ellas, que Juan José presen-
tara pruebas contra Rafael. El encolerizado marido le aseguró al
intendente que no podía nombrar testigos que señalaran al acusado,
pero que tenía en su poder dos cartas de amor escritas por Rafael
presuntamente dirigidas a su esposa.

Juan José le dijo aljuez que confiaba en la fidelidad de su esposa,


pero no en las acciones del minero, por lo que se había presentado

120
lfISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVll AL S. XX

a su casa a poner las cosas en claro; sin embargo, en vez de llegar


a un acuerdo, se habían liado a golpes. Durante la pelea, Rafael le
aseguró que amaba a su mujer y que no desistiría de cortejarla hasta
que ella accediera a irse con él. Esta confesión animó a que Juan
José mandara espiarlo, e incluso a interceptarlo mientras viajaba de
Cerro de San Pedro a San Luis Potosí; y descubrió que en uno de
los baúles era donde estaban escondidas las dos cartas.

La primera es una carta que tenía un mensaje corto donde el


autor describía lo que parece ser un encuentro furtivo entre una
mujer y él. No se puede asegurar que se trataba de una mujer casa-
da o comprometida, pero es evidente que quien escribe siente una
gran pasión por la destinataria y que está desesperado por no poder
amarla libremente. En estas líneas se vislumbra el final de una rela-
ción que se ha convertido, o está por hacerlo, en ilícita. El mensaje
textualmente dice:

Mi vida ya que tan advertida has sido, es verdad que al momento que te
vi con el papel en la mano se me llenó el corazón de impulsoy lo cierto
que no sé a qué atribuirlo: sí es porque algo contieneo porque tal vez es
medio político para dimisorarme, porque aunque para cualquiera cosa
eres libre y tienes la autoridadde hablarmeclaro pero tu buena disposi-
ción no es capaz de permitirte a decírmelo con toda libertad.
Un hombre apasionado hasta los átomos le parecen hombres, y que
le agravia a aquella prenda a quien uno adora no quisiera ni que los
reflejosdel Sol la vieran.
Por último mi alma me tienes con mucha inquietud, tú eres capaz y tu
misma capacidad me dispensaría.
Quien siempre te ama.

La segunda es testimonio de que entre la destinataria y Rafael


hubo una relación amorosa que quedó truncada, y que además era
prohibida; casi a la mitad de la redacción queda expuesto el recha-
zo de la mujer hacia Rafael, tal vez porque dejó de amarlo o porque
contrajo matrimonio. Lo más significativo de estos párrafos es la
declaración de amor eterno que Rafael le hace, explicándole que
aunque lo ignore y no la tenga cerca ni tenga sus miradas, él no
dejará de amarla. El mensaje termina con una despedida que parece

121
HISTORTAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

definitiva y el sinsabor de Rafael de no haber tenido la oportunidad


de demostrarle a su amada qué tan grande era el sentimiento que le
tenía. La carta decía lo siguiente:

Mi vida amable de mi corazón: no es porque tenga muchísima razón


para formarme mal concepto de ti ni es motivo para que me digas que
como me quisiste con tanta facilidad, digo ni dije, has de condescender
con otro. Este amor, el amor te digo, que ojalá no fuera así... este amor
que tan enteramente se me ha reconcentrado, este amor es el hacedor
de darte así mis sentimientos, a fe de quien soy te prometo que aunque
reviente mi corazón no volveré a decir cosa alguna, cuántas cosas he
dejado de decirte, a pesar de todo, sólo porque creo que te agravia.
Bien he conocido que te huelo a enfado, pero veo que mi mal no tiene
remedio pues sólo con verte renace en mi pecho lo que sólo yo sé. Tú
harás bien, mi vida, de reina de un hombre a quien enteramente lo tie-
nes agobiado, me verás y me tratarás en el modo que te parezca y yo lo
compensaré con quitarme de tu vista; un hombre sin vanidad es el que
ha querido y este lo ha de ser hasta que muera, lo que quisiera hacértelo
ver con obras no con palabras.
Adiós mi vida, no sea motivo éste para que te incomodes ya que tan
infeliz ha sido en todo quien te ama de veras

Aunque los manuscritos carecían de fecha, firma y destinatario,


Rafael Vargas reconoció ante el intendente que había escrito las
cartas «por su puño y letra», pero negó que estuvieran dirigidas a
la esposa de Juan José. No sabemos qué fue lo que determinó el
intendente, si Rafael y la mujer de García cometieron adulterio o
sólo se trató de un hombre enamorado que se vio forzado a desistir
de sus pretensiones. Lo que sí se puede asegurar es que la intensi-
dad y la complejidad de las emociones expuestas en las cartas son
una prueba de que el sufrimiento por amor también existía hace
dos centurias. 11

Las dolorosas heridas del divorcio

En los albores del siglo XIX la palabra divorcio no tenía el mismo


significado que tiene en estos tiempos, pues el matrimonio civil no
existió sino hasta mediados de ese siglo; cuando una pareja decidía

122
HISTORIAS DE LA VIDA COTID1ANA DEL S. XVII AL S. XI:

Las siete partidas

casarse sólo podía hacerlo ante los altares bajo la bendición de un


sacerdote católico. En la mística religiosa, las uniones conyugales
así celebradas eran indisolubles hasta la muerte de uno de los con-
trayentes; por tanto, el divorcio entendido como rompimiento del
vínculo matrimonial era inconcebible. Sin embargo, la separación
de las parejas casadas sí estaba contemplada en la sociedad colo-
nial y se le denominaba así: divorcio.

Las Siete Partidas fueron un conjunto de leyes medievales muy


usadas en los tribunales novohispanos hasta la época de la inde-
pendencia. Según los juristas de aquel momento, la importancia
de sus preceptos radicaba en que había sido construido de acuerdo
con los principios de la religión cristiana, la Iglesia Católica, las
sentencias de los Santos Padres y los usos y costumbres más útiles
para mantener la armonía de la comunidad. Una de las Partidas
dictaba que las parejas podían solicitar el divorcio cuando alguno,

123
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVU AL S. XX

o ambos, ingresaran a una orden religiosa; también establecía que


los cónyuges podían llegar al divorcio cuando en la relación había
malos tratos, actos de crueldad, enfermedades venéreas contagio-
sas o adulterio. 12

En octubre de 1807, María de San Juan Medellín apeló a esa ley


para librarse de la violencia en la que vivía. Esta mujer era veci-
na del Valle de Matehuala, pertenecía a una de las familias más
prominentes y estaba casada con Pedro Rabazo. La brutalidad con
que era tratada por su marido quedó registrada en la solicitud de
separación que presentó, en la que aseguró ser maltratada «física y
verbalmente sin haber ninguna causa» y tener «gran temor de estar
en casa». En ella suplicaba ayuda al alcalde ordinario para des-
asirse de una «fiera, tal como 10 ha sido mi dicho esposo para mí».

Pedro azota a su esposa, María de San Juan

124
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

En la carta que entregó al juzgado, María contó que su marido la


obligaba a permanecer de pie al lado de la mesa mientras comía;
que se alteraba con facilidad y descargaba su ira contra ella gol-
peándola en todo el cuerpo con el canto de su espada hasta que le
abría la piel; que muchas veces la había tomado de los cabellos y
le había azotado la cabeza contra la pared dejándola inconsciente.
Además de los golpes, María había recibido amenazas e insultos;
en repetidas ocasiones Pedro le había puesto una navaja en el cue-
llo con la intención de asesinarla mientras le gritaba a la cara que el
hijo que tenían no era suyo, que no servía para nada y que era más
feliz con su amante.

La vida conyugal de María de San Juan había sido un martirio


casi desde el comienzo, pero siguiendo el modelo de las buenas
esposas, había tolerado con paciencia las agresiones de su marido.
Poco a poco se fue dando cuenta de que Pedro no sólo no la amaba,
sino que la odiaba porque no la trataba ni siquiera con compasión;
en una ocasión la había golpeado y pateado mientras estaba emba-
razada, la paliza fue tan dura que perdió al bebé y aseguró que él no
mostró ningún remordimiento. Es posible que María hubiese per-
manecido abnegada soportando esta dificil situación si no hubiera
empezado a temer realmente por su vida; un día que Pedro llegó a
casa encolerizado, tomó su espada, la ató a su caballo, la arrastró
hacia el monte y había intentado estrangularla.

La historia de maltratos que María le contaba al alcalde fue co-


rroborada por una mulata que estaba al servicio de la casa; esta
jovencita había atestiguado las golpizas que Pedro le propinaba a
su esposa y, también presa del pánico, declaró que su patrona

... se ha hallado IJena de abandonos con su esposo, ha sufrido con la ma-


yor paciencia sus desórdenes, ha tolerado injurias, malos tratamientos
de palabras denigrantes, y continuo martirio de golpes y amenazas de
quitarle la vida con armas ofensivas, ha disimulado infamias a su estado
sobre la lealtad de su esposo, en el derecho de su matrimonio y última-
mente ha sufrido, que teniendo dama se halla vanagloriado de que aque-
lla es mejor para la cama que su esposa, con otros insultos y atentados ...

125
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVIl AL S. XX

Durante el proceso de divorcio, María de San Juan presentó el


informe de una matrona «de ciencia y conciencia» que la examinó
y determinó la cantidad y la gravedad de los golpes que había su-
frido días antes de presentarse al tribunal." María Ignacia Gámez,
una española viuda de 46 años, dijo que al «reconocer» el cuerpo
de María

.. .la encontró desde la cabeza hasta los pies toda pinta de moretones
advirtiéndole varios golpes especialmente en la cabeza y en las espal-
das de la suerte que tentándole la cabeza se la halló toda inflamada de
modo que por cualquier parte que le tentara se le sumían los dedos, y
lo mismo advirtió en las espaldas por tenerlas estas todas hinchadas y
muy adoloridas; y por consiguiente en el pescuezo le advirtió moreto-
nes con señales de habérselo apretado, pero que no le encontró herida
alguna que en cuanto a las partes más ocultas desde medio cuerpo para
abajo se encuentran muy grandes moretones, cuales verdes y cuales
morados, de tal suerte que lo más de su cuerpo le encontró lastimado
con los golpes pero como lleva dicho sin resquicio de herida ...

Según la Ley de Partida, María tenía más de una razón para se-
pararse definitivamente de su esposo. A finales de octubre de ese
año, el alcalde ordinario de Matehuala ordenó el divorcio de este
matrimonio y mandó que María se encargara de la crianza del úni-
co hijo de la pareja. Pedro Rabazo no recibió castigo de cárcel pero
fue sentenciado a devolver la dote que había entregado su esposa
al casarse con él, junto con todas las ganancias que había generado
durante el tiempo que permanecieron juntos." De un día para el
otro Pedro perdió a su heredero y gran parte de sus bienes, pues no
era un hombre adinerado cuando se casó con María.

Por si fuera poco, también perdió el amor y la felicidad que en-


contraba en su amante porque su esposa pudo comprobar el adulte-
rio que sostenía con una tal María de la Asención, alias «La Pine-
ña». Las leyes novohispanas determinaban que el amancebamiento
era una relación duradera fuera del matrimonio que representaba
un peligro para la fidelidad conyugal; 15 por eso, aunque María y Pe-
dro estaban divorciados, el juez determinó que la amasia «en este
mismo acto salga del lugar, sin admitirle escusa alguna, apercibida

126
HiSTORiAS DE LA ViDA COTiDiANA DEL S.XV11AL S. XX

de que, de no ejecutarlo, se le castigará con la mayor severidad e


impondrán las penas necesarias a su inobediencia.»

Siete meses después de la sentencia de divorcio, en mayo de


1808, Pedro se presentó ante el juzgado ordinario de Matehuala
solicitando la reunión de su matrimonio; se declaró arrepentido de
su conducta y deseoso de enmendarla. Le dijo al juez que se sentía
sólo, que extrañaba a su esposa y a su hijo, que había perdido todos
sus bienes y que no podía mejorar su hacienda por falta de dinero.
Para nuestra sorpresa, pudo volver a ver a su familia con el con-
sentimiento de María, quien se embarazó por segunda vez, y tras el
nacimiento de su hijo volvió a casa de su esposo en junio de 1810. 16

Sus palabras invocaron la muerte

En la Hacienda de San Antonio de Sierpes, jurisdicción del


Real de Charcas, la noche del 19 de marzo de 1812 Rafael García
asesinó a su esposa María Eleuteria durante una intensa discu-
sión; bajo la luna llena tornó una piedra del camino y le dio un
golpe en la cabeza, luego se deshizo del cuerpo arrojándolo a un
pozo seco. Al volver a su casa esa misma noche, con lágrimas en
los ojos, confesó el delito a sus padres, quienes lo entregaron al
Justicia de la hacienda para que fuera castigado. Al día siguiente
fue trasladado a la cárcel real de Charcas en donde el alcalde or-
dinario, José María de Mena, ordenó que se le iniciara un proceso
criminal por homicidio.

El primer paso dado por la autoridad para esclarecer los moti-


vos y circunstancias que hubo en la ejecución del homicidio fue
tornar la declaración al reo e inspeccionar el cadáver. Esa misma
tarde, corno a las seis y media, José Francisco Tovar se dirigió a
la casa de los suegros de María Eleuteria para evaluar su cuerpo
y determinar las causas exactas de su muerte. El cirujano dictó a
su asistente lo que encontró:

... una cesura en la sien izquierda, hecha al parecer con piedras, expe-
dida con fuerza de impulso pues le rompió el hueso como tres dedos

127
HISTORIAS DE LA ViDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. .YX

transversos en forma de media luna, herida capaz para en el mismo acto


haberle quitado la vida por lo noble de la parte en que lo resintió. Que
así mismo tiene el hueso de adentro del pie derecho fuera de su lugar y
dislocado de la garganta, y en lo restante del cuerpo otros varios golpes
y roturas que manifiesta recibiría después de muerta.

Rafael tira el cuerpo de su esposa a un pozo

Rafael era un indio labrador de 21 años casado con una mujer


huérfana de su misma edad y calidad social; vivían en casa de los
padres de él y hacían una vida sencilla. Él trabajaba la tierra con
su padre y ella ayudaba a su suegra con las labores de la casa. Las
relaciones conyugales y familiares eran buenas, según los interro-
gatorios levantados por el alcalde de Charcas; entre los esposos
no había pleitos, discusiones, infidelidades ni nada que indicara la
posibilidad de desatar una tragedia. Los padres de Rafael, por su
parte, dijeron que amaban a su nuera como a una hija porque siem-
pre se había conducido con prudencia y respeto.

Un día de tantos en aquel año a Rafael se le metió en la cabeza


la idea de volverse soldado y defender los dominios de un rey que
ni siquiera conocía; deseaba unirse al ejército realista formado por
el brigadier Félix Calleja en la Intendencia de San Luis Potosí para

128
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

repeler los levantamientos insurgentes en el norte novohispano. La


primera vez que se presentó al cuartel para solicitar su ingreso a
la tropa fue rechazado por reprobar las pruebas físicas correspon-
dientes. Desde entonces, obsesionado con la idea de convertirse en
militar, pasaba a diario exigiendo su admisión hasta que se le pro-
hibió la entrada y se le explicó que no formaría parte de las milicias
«porque era indio». 17

Rafael había mantenido en secreto sus deseos hasta el día que


fue rechazado por última vez cuando decidió discutir el asunto con
su esposa, aunque jamás imaginó la reacción que tendría. Lejos de
enfadarse por el fracaso de su marido para integrarse al ejército rea-
lista, María Eleuteria se enfureció porque consideraba que «no era
justo que se quedara a pelear contra la ley del cura Hidalgo». La sor-
presa de ambos al conocer sus simpatías políticas los condujo a una
discusión tan fuerte que María condenó a Rafael a arder en el infier-
no por «acallejado». A pesar de esta diferencia, Rafael habló con su
mujer al día siguiente proponiéndole que le permitiera enlistarse y
que se fueran a vivir a otro lugar, pero ella se negó rotundamente.

El día del homicidio, cerca de las diez de la noche, Rafael fue


enviado por su madre a casa del molinero por masa para las torti-
llas del día siguiente; en un acto de naturalidad le pidió a su mujer
que lo acompañara. En el trayecto, Rafael le contó que tenía todo
preparado para huir de la Hacienda de San Antonio en ese mismo
momento; frente a un pozo seco a la orilla del camino la jaló del
brazo para dirigirse a donde estaban las mulas cargadas con sus
pertenencias. María se negó a ir con él y durante el breve forcejeo
le explicó que deseaba quedarse porque sus suegros la amaban,
vivía con decoro y jamás consentiría que su esposo se volviera sol-
dado realista.

Ante esa declaración, Rafael, lleno de cólera, la abofeteó, tomó


una piedra y la golpeó en la cabeza. Supo que su mujer estaba
muerta por la cantidad de sangre que brotaba de su cabeza y porque
ya no se movió. Muy asustado levantó el cuerpo, lo tiró al pozo,
siguió su camino y volvió a casa con la masa. De inmediato sus

129
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

padres preguntaron por Eleuteria y fue entonces cuando confesó


que en un arranque de ira la había asesinado.

El caso de Rafael García fue enviado a la Real Audiencia de Gua-


dalajara y tardó varios años en recibir una sentencia. Aunque su cu-
rador, o abogado defensor, intentó que Rafael fuera indultado ale-
gando que sólo había sido víctima de «la persuasión extremada con
que su mujer intentaba separarle de la fidelidad al soberano»; los
oidores lo sentenciaron a recibir una pena teniéndose «la muerte por
alevosa y se califique más con el estrago que hizo dicha pedrada». 18

No existen registros sobre el castigo que Rafael García recibió


por haber matado a su esposa; sólo quedó el sinsabor de un ma-
trimonio finiquitado de manera inesperada. Aunque en apariencia
estas personas no tenían motivos para reñir o herirse, no sabemos
cuáles fueron realmente las causas que tuvo Rafael para pegarle a
Eleuteria en la sien con una pesada piedra: tal vez estaba harto de
ser labrador, de vivir subordinado a las órdenes de sus padres y a
las decisiones de su mujer; quizás deseaba sentirse más libre, qui-
zás había dejado de amar a su esposa.

A manera de reflexión, encontrar una definición de lo que era y


no era amor durante la época virreinal no es tarea fácil. Una de las
herramientas que ayudan a encontrar posibles respuestas es el plan-
teamiento tomista que se explicó al principio del texto. Sin embar-
go, hasta ese modelo ideal de amor pleno y perfecto entre hombres
y mujeres resulta estar alejado de la vida diaria de las parejas novo-
hispanas, como se pudo observar en las cuatro historias contadas.

Para Santo Tomás de Aquino, «el amor procede de la libre de-


cisión del individuo que acepta construirlo. La libertad está pre-
sente desde el inicio del amor y lo acompaña en cada una de las
acciones que sostienen su evolución»." Esto significaba que las
personas no se amaban a primera vista sino que construían ese
sentimiento a medida que convivían bajo los conceptos cristia-
nos. De esta manera, se puede decir que el amor era el resultado
de la celebración del matrimonio, la constante fidelidad de los

130
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

cónyuges y la «buena» convivencia de la pareja. Sin duda hubo


muchas parejas que lograron enamorarse perdidamente con el
paso de los años, pero los testimonios que se han expuesto mues-
tran que también hubo sus excepciones.

Rafael abandona el cuartel realista,


rechazado para ingresar a la tropa

La naturaleza humana es impredecible y tiende a encontrar


muchas maneras de expresarse; tal vez por eso, el amor de pare-
ja estuvo cercado «por un riguroso marco jurídico con objeto de
asegurar su correcto desarrollo y de salvaguardar sus importantes
consecuencias sociales»." Los aspectos sexuales como la fidelidad
y la cohabitación fueron los más regulados por la legislación no-
vohispana porque atentaban contra la sacralidad del matrimonio.
De aqui se puede desprender la idea de que el desamor aparecía
cuando los esposos incumplían sus promesas conyugales; es decir,
cuando se engañaban, se agredían física y verbalmente u optaban

131
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVJJ AL S. XX

por el divorcio. No obstante, cabe preguntarse si estos actos de des-


amor no eran también formas, aunque extrañas y contradictorias,
de amar.

Los casos narrados aquí no pueden considerarse la conducta ha-


bitual de los enamorados en la época virreinal, porque sólo repre-
sentan una pequeña muestra del gran universo de posibilidades que
existían en esa sociedad; sin embargo, son ilustrativos de las for-
mas en que se amaban y dejaban de amar los potosinos. En medio
de una compleja dinámica de acciones y reacciones que danzaban
entre el deseo y el deber, nos dejan testimonio de la delgada línea
que separaba sus pretensiones más profundas de los pecados más
atroces, como el homicidio. Hacer una reflexión sobre estos casos
permite comprender cómo en aquella época el amor de pareja tran-
sitaba por una intrincada frontera entre lo permitido y lo prohibido.

Los enamorados encontraban amparo en la Iglesia, quien abo-


gaba por la libertad absoluta que los individuos tenían de elegir a
quién amar, pero también se enfrentaban al impedimento social de
decidir libremente cuándo y cómo dejar de hacerlo. Sus adulterios,
divorcios, seducciones e incluso crímenes, parecen ser sólo estrate-
gias para ejercer dicha libertad y defenderla a pesar de contravenir
«las buenas costumbres». Bajo esta óptica, los potosinos de antaño
se revelan llenos de pasiones, como los contemporáneos y sus ac-
tos de amor y desamor se convierten en hechos tan familiares que
casi podríamos decir que las formas de amar, o de no hacerlo, no
han cambiado en poco más de 200 años.

132
Cuarta parte
Economía y trabajo
134
Trabajo, vicios y malas
costumbres en las minas
de San Luis Potosí
Mónica Pérez Navarro
Universidad Autónoma de Aguascalientes

Florecimiento de una ciudad minera

La ciudad de San Luis Potosí y sus poblaciones circundantes


deben su establecimiento a una serie de procesos históricos vin-
culados al avance español, que ensanchó las fronteras septentrio-
nales de la Nueva España. No es el caso particular de este breve
texto profundizar en aquel conjunto de procesos; sólo menciona-
remos que se trató de un complicado enfrentamiento de socieda-
des opuestas, conflicto que durante casi medio siglo se desarrolló
violentamente, trayendo como consecuencia el sometimiento de la
población autóctona por los españoles, el dominio de su territorio
y recursos y la crítica instauración de una nueva dinámica social.

Específicamente, el avance español sobre el valle potosino ha-


cia las tierras del Gran Tunal -así llamado el territorio de mayor
concentración de población indígena guachichil- vino como conse-
cuencia del descubrimiento de las minas zacatecanas en 1546. Los
proyectos de exploración del norte novohispano se vieron entonces
beneficiados por los virreyes, que a la par de administrar los re-
cursos para la encarnizada guerra que se libraba en aquella región,

135
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

Real de Minas del Cerro de San Pedro

dictaron reglamentaciones para conceder beneficios a quienes lo-


graran establecer villas españolas, congregar pueblos indígenas y,
sobre todo, explotar los recursos que la amplia geografía norteña
contenía.

Dichos avances, signados por guerra y poblamiento, dieron a los


conquistadores la posibilidad de descubrir varios yacimientos de
plata y salinas y comenzar su explotación. Tal es que para finales
del siglo XVI, la zona de guerra contaba ya con reales de minas,
pueblos, misiones, congregaciones, presidios, estancias y ranchos
que iban intermitentemente desde Querétaro hasta Saltillo. Las
negociaciones con la población indígena establecida en la región,
llamadas entonces «regalos de paz», a cargo de Gabriel Ortiz de
Fuenmayor y Miguel Caldera, favorecieron nuevos establecimien-
tos y el avance sobre los parajes donde la población aún se resistía.

El descubrimiento de yacimientos de plata y las actividades ne-


cesarias para su explotación, implicaron la fundación de poblaciones
de toda clase, el trazo de caminos, la mudanza de instituciones y el
establecimiento de jurisdicciones. Esa mudanza implicó la migra-
ción, sostenida por varias décadas, de población de todas calidades,
como se llamaba entonces a los diversos estratos sociales, practican-
tes de una gran variedad de oficios. Por principio, se presenció el
arribo de indios tlaxcaltecas y la conformación de cabildos para la

136
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

administración de sus pueblos. Con ellos, exploradores; mineros em-


presarios y operarios; peones para minas, ranchos, haciendas y estan-
cias, con sus familias y sirvientes; comerciantes que abastecían los
nuevos mercados; albañiles, artesanos, pastores, arrieros y esclavos.
Fue necesario también planear el trazo de los pueblos, construir y
habilitar edificios, caminos, asignar funciones de gobiemo así como
arreglar la administración de la justicia y la dirección espiritual.

En San Luis Potosí, el complejo proceso fundacional se atribuye


a Miguel Caldera, quien, encargado de las negociaciones de paz
con los guachichiles del Tunal, tuvo noticia de las vetas minerales
halladas en el Cerro de San Pedro. En marzo de 1592, por encargo
de Caldera, un grupo de españoles: Gregorio de León, Pedro de
Anda y Juan de la Torre entre otros, acudieron al lugar señalado
e hicieron algunas catas denunciando y registrando las primeras
minas. Al cerro y sus alrededores se asignó el nombre de Real de
Minas del Cerro de San Pedro, apellidado Potosí porque, a decir de
sus descubridores, su riqueza en plata y oro era comparable con su
homónimo de Bolivia.

Gabriel Ortíz de Fuenmayor y Miguel Caldera

137
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVIJ AL S. XX

Como había sucedido en otras regiones mineras, el descubri-


miento y explotación de metales atrajo a la región a muchos via-
jeros que se quedaron en San Luis, contribuyendo a la formación
de una población muy heterogénea, que se asentó rápidamente en
los alrededores del Real. Esta población se estableció en ranchos,
estancias, haciendas y poblados como Pozos, El Armadillo, Monte
Caldera, La Sauceda y por supuesto, San Luis Potosí. Todas estas
poblaciones y otras más como Mexquitic, Tlaxcalilla, Santa Ana
(San Miguelito), Tequisquiapan, Santiago, San Sebastián, Guada-
lupe y Montecillo, giraron sus actividades hacia el avío y el abasto.

Además de la población nativa congregada y la traída de Tlaxca-


la, llegaron tarascas, nahuas y otomíes; negros, mulatos, mestizos
y españoles. Muchos de ellos venían de otros centros mineros atraí-
dos por una amplia oferta laboral. La población de ascendencia
africana y la mestiza tenían experiencia en el trabajo de explotación
y en muchos oficios particulares de la extracción eran especialistas.

En 1593 el Real de Minas del Cerro de San Pedro era ya explo-


tado y entró a la jurisdicción de la Alcaldía Mayor de San Luis
Potosí. Con el Real, quedaron dentro de esta administración varios
pueblos de indios, estancias y ejidos de minería -que eran tierras

Casco de hacienda

138
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

del reino para el uso común de pasto y leña- y poblados que se fue-
ron estableciendo en los contornos de las haciendas de beneficio y
labor, habitados por las familias de trabajadores de las mismas. La
población arriera dedicada a acarrear agua, leña, carbón, víveres,
utensilios y los metales beneficiados entre el cerro y la ciudad, formó
poblados distribuidos en el área de tránsito, sobre los ejidos comu-
nes; estos establecimientos se hicieron populosos, se construyeron
sus propias ermitas y se expandieron sobre tierras que no podían
apropiarse legalmente; no obstante, estos ranchos -así llamados- no
fueron molestados en sus empresas por contribuir vivazmente a la
minería. Fue hasta el siglo XVIII que las condiciones económicas y
sociales comenzaron a transformarse, cuando los rancheros fueron
instados a abandonar su habitación.

La ciudad potosina y sus poblados vecinos se fueron configu-


rando a lo largo del siglo XVII con las características propias de
los centros mineros del norte de la Nueva España. Esto recoge
varias singularidades: descenso o casi desaparición de su pobla-
ción autóctona; desarrollo de actividades comerciales, agrícolas,
ganaderas y artesanales dirigidas al propio abasto; ejercicio de ofi-
cios vinculados al avío minero; creación de riqueza arquitectónica
propia de la mudanza de las principales órdenes religiosas y la bo-
nanza minera, entre otras. Y la principal característica que rescata-
mos para los fines de este ensayo: la circunstancia propicia para la
formación de una población heterogénea, compuesta por una gran
cantidad de mestizos y mulatos. Al comenzar el siglo XVII, Baltasar
de Covarrubias escribió que en el Cerro de San Pedro habitaban 60
españoles mayordomos y guarda minas, más de 300 indios y entre
500 y 700 gentes de todas calidades.

Un oficio vacilante

Pero como es natural a la minería, la bonanza no fue permanen-


te y, sin embargo, Cerro de San Pedro, San Luis Potosí y demás
poblaciones siguieron adelante sumándose en un momento deter-
minado a los principales centros mineros coloniales. Ya para 1608
vino la primera decadencia en San Pedro, recuperándose en 1615,

139
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

que fue cuando se descubrieron nuevas vetas. Esta bonanza, sin


embargo, fue corta; el primer descenso en la producción vino por
el derrumbe de túneles al no soportar las inundaciones, además, las
principales vetas comenzaban a agotarse por haberse explotado de
forma masiva y desordenada al descubrirse.

Rumbo a la mina

La autoridad respondió con un proyecto de ingeniería para la


recuperación de las minas. De 1612a 1617, el alcalde Pedro Salazar
hizo excavar un túnel de desagüe de 230 metros para continuar la
explotación de las vetas inundadas. El proyecto fue exitoso y por
aquellos años la producción aumentó una tercera parte, convirtien-
do al Real de San Pedro, que aportó 120,249 marcos de oro y plata
a su Corona en la segunda década del XVII, en uno de los minerales
más ricos de la Nueva España. Una vez más, la bonanza no duró
mucho. Entre los años 30 y 50 del siglo XVII, la minería en San
Pedro decayó al grado de tener que cerrarse la Real Caja potosina,
cuya función de recaudación y administración de los ingresos, era
prescindible en San Luis por el declive de su importancia econó-
mica. Esta administración había reportado en 1630 sólo 37,696mar-
cos. Al llegar a San Luis Potosí, el alcalde Alonso Muñoz informó
«haber hallado dicha ciudad acongojada de general pobreza, en

140
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVIf AL S. XX

especial decaimiento de todo comercio y su minería tan postrada


que en años carece de alientos para emplear su avío». Solucionar
los derrumbes implicaba altos costos adicionales para el desagüe,
ineludible para continuar la explotación. Los dueños de minas no
siempre quisieron realizar esta inversión, anticipándose a un bajo
valor de las vetas cubiertas.

Así la situación, en 1639Amaldo y Sassi relató que Cerro de San


Pedro «tiene doce vecinos españoles, seis haciendas de minas con
sus molinos, quince mayordomos y más de quinientos indios, mes-
tizos y mulatos que sirven en las haciendas. Y son estas las minas
más ricas de San Luis; solían dar cada año más de cien mil pesos
de quintos y hoy por el poco avío no dan cuarenta mil». Además,
a lo largo del siglo XVII «los mineros se quejaban de que habían
venido a menos porque los primeros descubridores habían dejado
las catas muy hondas y derrumbadas y de que, como varias estaban
amparadas, ni las trabajaban ni permitían que otros las trabajaran».

La falta de mano de obra y lo costoso de la que había, fue otra


constante. En 1633 se solicitó permiso para «recoger indios» para
aviar las minas, pues la mayoría de la población indígena cercana
al Cerro gozaba de privilegios por ser indios de frontera «y si hu-
biera más gente pudieran hacerse en ellas más de veinte labores de
metales de oro y plata... de lo que no se saca nada por falta de dicha
gente laboría», Y es que en las minas potosinas, desde inicio, como
en muchas otras como Zacatecas o Guanajuato, la explotación se
hacía a través de operarios asalariados libres, que además contaban
con el beneficio de la «partida», una especie de compensación al
operario tasada sobre el valor del metal que recogía y entregaba.
Todo ello encarecía para los mineros la empresa de la explotación.
En otras explotaciones mineras, más al sur y centro de la Nueva Es-
paña, se explotaba con indios repartidos llamados laboríos, mano
de obra que resultaba económica, pues aquellos trabajaban cierto
tiempo como contribución, no remunerada, a la Corona.

En términos generales, la producción del Cerro comenzó su de-


clive en 1620cayendo paulatinamente, de tal modo que para finales

141
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S XX

del siglo XVII sólo reportaba 22,845 marcos. No obstante, hubo un


nuevo proyecto de restauración de la economía minera en 1691.
La diputación de minería solicitó un préstamo para financiar un
tajo que permitiera acceder a vetas más ricas y más profundas. Se
les concedieron cuarenta mil pesos que planeaban pagar con los
beneficios de la extracción. Sin embargo, el dinero se agotó pronto
y los mineros se dividieron entre los que persistían en continuar los
trabajos y quienes los calcularon inviables. Finalmente, los costos
de mano de obra, el capital insuficiente y los resultados decepcio-
nantes, terminaron por impedir la consumación del proyecto.

Paisaje natural y boca de una mina

Sería ésta la última vez que en el periodo colonial se hiciera un


intento importante para atraer una nueva bonanza al Cerro de San
Pedro y, pese a su fracaso, del esfuerzo se obtuvo la pauta para
una particular forma de relaciones laborales y la adecuación de la
explotación a las circunstancias dificiles en las que los peones de
minas y operarios fueron los principales beneficiarios. Los altos
costos de la explotación llevaron a los dueños de minas y sus arren-
datarios a abandonar la extracción como actividad prioritaria, dan-
do paso a un trabajo menos sistemático pero constante, en el que

142
HiSTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVIJ AL S. XX

los operarios sacaban lo que se podía, a muy menor costo, sin mu-
cha inversión y obteniendo para ellos el beneficio de la partida. En
la práctica, los beneficios de sacar lo que se pudiera al menor costo,
transformó informalmente a muchos operarios en subarrendatarios
de las vetas. Esta relativa independencia laboral y otros factores,
trajeron graves consecuencias sociales en el siguiente siglo.

En el siglo XVIII los principales empresarios de San Luis tenían


sus esfuerzos y capitales volcados a otras actividades, principal-
mente agrícolas, ganaderas o comerciales. Es por ello que la tie-
rra, eje fundamental para la explotación comercial de los víveres,
comenzó a elevar su valor. Las décadas del 1700 se vivieron en
medio de pleitos agrarios e invasiones de linderos. Hacia la mitad
del siglo el ambiente litigioso había antagonizado a todos los sec-
tores de la población. Para el último tercio hubo levantamientos
populares, ejecuciones y profundas transformaciones geopolíticas
y jurídicas. La bonanza minera se mudó a Charcas, Guadalcázar
y Real de Catorce, pero el siglo de la minería potosina, a más de
prestigio, riqueza y capital para el comercio y la agricultura, dejó
también su huella en cantidad de problemas sociales.

Vagancia, vicios y malos entretenimientos

Las actividades de la minería, que en un principio habían atraído


a una multitud de pobladores, comenzaron a hacer mella en las
posibilidades de subsistencia. El continuo declive arrojó a muchos
desempleados a las calles. La vagancia o «mal entretenimiento»,
fue uno de los problemas sociales más discutidos y legislados en
las jerarquías más altas del gobierno colonial. Había muchos fac-
tores que preocupaban a las autoridades; uno de ellos era el desa-
rraigo de los vagos, pues no podía confiarse en que la familia o la
tierra les impulsaran a ocuparse en actividades productivas. El otro
estigma de la vagancia era la criminalización de sus practicantes.
Al no tener control sobre la población creciente que vagaba, se
propiciaba el desorden público; además, la dificultad de la subsis-
tencia llevaba al robo y la violencia. Es por ello que a los ojos del
gobierno español, la desocupación debía erradicarse tomando a los

143
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVJJ AL S. XX

Vicio y vagancia

vagos y forzándolos a trabajar en diversas obras públicas. Muchos


vagabundos encarcelados por participar en pleitos callejeros fueron
enviados a trabajar en lugares tan distantes como La Habana. Por
otro lado, estaba la preocupación moral. Se pensó que la desocu-
pación no engendraba más que vicios y comportamientos repro-
bables, además de los crímenes que, se pensaba, eran la tendencia
natural de la gente de las calles; había todo un repertorio de inmo-
ralidades atribuidas a los vagos, muchas de ellas proyectadas desde
las ideas religiosas y racistas heredadas desde muchos siglos atrás.

144
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. A:X

Peleas de gallos
como entretenimiento.
Riesgo en apuestas

La economía floreciente de la minería había dejado también su


huella en numerosas prácticas de entretenimiento que, al sobrar el
tiempo libre, se convertían en vicios reprobables. Tales eran el jue-
go de cartas, las peleas de gallos -y las apuestas consecuentes-, la
ingestión de alcohol, las fiestas callejeras y la disipación general.
Aquellos arquetipos de la maldad se fundaban, muchas de ellas, en
antiguas leyendas sobre el trabajo de las minas. Algunas tenían un
referente real, como la vida hacinada de los operarios durante los
campamentos en la extracción, la costumbre de vivir bajo la tierra y
el hecho de encontrarse los operarios por mucho tiempo separados
de sus mujeres. Pesaba sobre el oficio de la minería la desconfianza
del duro medio en el cual realizaban su trabajo.

Algunos especialistas del tema mencionan que de las minas del


virreinato del Perú llegaban historias de adoraciones a demonios
que estaban bajo la tierra, y que los mineros practicaban para pro-
curarse la seguridad en medios tan hostiles. Se dudaba, además, de
las influencias paganas y malas costumbres que los negros hubiesen

145
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

dejado como huella de su paso por las minas. Se rumoraba, en todos


los centros mineros de la época, que vencidos por la necesidad, los
operarios entablaban «amistad camal» con sus compañeros o some-
tían a mujeres contra su voluntad.

Entorno de riesgo bajo tierra

Por otro lado, los operarios mineros abonaban a su estigmatíza-


ción, mostrando actitudes hostiles e insubordinadas hacia sus au-
toridades. Muchos de ellos murieron ejecutados en 1767, acusados
de conspirar y de multitud de «horribles vicios». El hecho es que
la poblacíón del Cerro de San Pedro, tenía décadas ganándose el
liderazgo entre la población más desposeída. Los problemas susci-
tados por varios años, causados por el despojo cada vez mayor de
tierras y otros bienes, la corrupción de las autoridades y la presión
económica, llevaron a los operarios a una férrea resistencia que, en
términos morales, se calificó como inadmisible y de raigambre ma-
ligna; tal es, que Fray Manuel de Escobar llamara impetuosamente
a destruir la «serpiente infernal de la sedición».

Aquella explotación informal de las minas que arriba se apuntó,


daba elementos a los dueños de ellas para acusar a los obreros de
robar los metales, contrabandear y haraganear, además de acusar-
los de aprovechar la noche y su dominio de los túneles para come-
ter ilícitos en ellos:

146
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDlANA DEL S. XVII AL S. XX

... se habían insolentado tanto los peones de las minas y haciendas que
no querían trabajar, si no era a su arbitrio y conveniencia y en perjuicio
grande del Rey Nuestro Señor y los mineros, pues llegaba a tanto su
malicia, que aunque topasen mucha ley o cuenta o ricos, los tapaban y
sólo sacaban al dueño los de menos cuenta y desechable por su corta
ley, hasta que hacían dejar al dueño la mina para entrarse en ella.

La ingestión de bebidas alcohólicas a pasto, fue otro de los gran-


des vicios perseguidos por las autoridades. Durante toda la colonia
y a lo largo y ancho del virreinato novohispano, hubo una queja
constante por misioneros y seglares, de que fieles y trabajadores
haraganeaban por causa de la bebida. Los cronistas asentaron des-
de el siglo XVI que los indios se habían vuelto particularmente afec-
tos al pulque y, en otras regiones, al consumo de aguardiente. De
hecho, uno de los delitos permanentemente perseguidos era el de
la producción y venta furtiva de aguardiente y «vino mezcal». Sin
la carga del prejuicio de la época, es posible afirmar, no obstante,
que en efecto, el consumo regular del alcohol y la embriaguez fue
un problema generalizado en la época colonial. William Taylor, im-
portante investigador del tema, asoció además la ingesta de bebidas
a la comisión de crímenes violentos y a conductas de insubordina-
ción. Cabrá por cierto preguntarse por las transformaciones históri-
cas de este fenómeno en los tiempos que corren.

Túneles: posible escenario de ilicitos

147
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S.XVII AL S. XX

El estigma de la sangre

La sociedad europea en general y la novohispana en particular,


padecieron de una fuerte dinámica social segregacionista. Y si bien
la historia tradicionalmente ha colocado al mundo indígena como
el blanco de la permanente discriminación, en la época colonial,
hubo grupos sociales aún más señalados y victimizados por crite-
rios racistas.

Los centros mineros del norte de la Nueva España, como San


Luis Potosí, contaron con una numerosa población mestiza y de
ascendencia africana. La mayoría de los barrios originalmente in-
dígenas, fueron hospedando por diversas circunstancias a una gran
cantidad de mestizos, negros, mulatos, lobos y coyotes. La nomen-
clatura de las diferentes «castas», llamadas así sobre todo en el
siglo XVIII, mostró ya de entrada el problema, recogiendo, para
marcar las diferencias, una serie de referencias animales: tonos del
pelo en caballos y mulas, especies locales de perros, coyotes, etc.
y justamente, en la floreciente ciudad potosina con sus poblados
aledaños, fue este sector de la población sobre el que cayeron la
mayor parte de las acusaciones de mal vivencia.

Pueblo minero novohispano

148
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. xvtt AL S. XX

La carencia de pureza en la sangre en la cultura novohispana


fue más allá de una situación biológica, si tal cosa fuera posible.
Ser «mezclado» implicó siempre una serie de expectativas en el
comportamiento moral, de pocos escrúpulos en la mayoría de los
casos. Por un lado, el parentesco con esclavos, ya de por sí, justi-
ficaba su sometimiento en la creencia de la inferioridad del negro.
Se atribuía a la población mestiza una debilidad espiritual propia
de su casta y la práctica de costumbres paganas y ofensivas a la
moral. En 1767 Manuel de Escobar acusó a la población mestiza
del decaimiento espiritual de la ciudad y señaló a los pobladores de
los ranchos de la Soledad, como «unas castas de gente de extraña
condición, unos inútiles ociosos vecinos, unos hombres que no ca-
ben en todo el reino, que fabricando su jacal bajo una palma, nopal
o mezquite, tienen ya nido para comunicar en secreto con todos los
vicios del mundo».

Ya unos años antes, a los habitantes del Montecillo se les había


retirado el reconocimiento de sus fundos a causa de «estar poblado
de coyotes, mestizos, lobos y mulatos». La mezcla de sangre era
argumento suficiente para desposeer, por 10 que este sector de la
población fue el espacio predilecto de la discriminación y el estig-
ma social. La población de diversas castas formaba el grueso de
la operación en las minas; muchos jefes de cuadrilla eran negros
traídos de otras minas, los rancheros eran principalmente mestizos
y mulatos y, todo ello, favorecía además la creencia en la propaga-
ción de los vicios propios del trabajo minero sobre aquellas gentes.

Es así que el siglo XVIII fue fructífero en homicidios, robos, in-


cestos, violaciones, «pecados nefandos» (llamado también sodo-
mía) y prácticas hechiceriles en los que negros, mestizos, mula-
tos, lobos y coyotes se vieron involucrados. Cada causa criminal
conservada en los archivos tendrá su particularidad y mostrará la
realidad de los acontecimientos; sin embargo, es posible, por el
prejuicio sistemático imperante, que varios de estos casos deban
evaluarse con cuidado, sobre todo en los casos de negros y mula-
tos que servían en casas de españoles, en los cuales se desarrolló
una relación de complicidad entre amos y esclavos. La estrecha

149
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

relación que se establecía entre ambos, llevó a muchos esclavos


y sirvientes a pagar las consecuencias de las indiscreciones de sus
patrones, a cambio de otros beneficios, como el aseguramiento de
la subsistencia de los hijos.

Por otro lado, las mujeres españolas eran más afectas a los traba-
jos de hechicería de lo que su creencia católica podría permitirles.
Así, se propiciaban prácticas religiosas de raigambre africana, que
al ser descubiertas pesaban como cargos de brujería sobre negras
o mulatas. Los hechizos para conseguir favores de los varones han
sido cada vez más estudiados por los historiadores, dada su llama-
tiva extensión por toda la Nueva España. Y de esas investigaciones
se han desprendido también nuevos elementos para comprender las
relaciones tirantes entre grupos sociales. Lo anterior refiere parti-
cularmente al hecho de que los trabajos de brujería se respondían
con más trabajos, poniendo en confrontación, más allá de las fuer-
zas espirituales que se creían convocadas para sus fines, a los invo-
lucrados en «el estira y afloja» de las inconveniencias provocadas,
según la creencia, por otros vecinos y rivales. Todo ello generaba
un ambiente hostil propicio para la comisión de agresiones.

Es así que las economías florecientes de los centros mineros


novohispanos, como el de San Luis Potosí, a más de traer bene-
ficios de subsistencia, ciudades arquitectónicamente valiosas etc.,
concentraron poblaciones que se interrelacionaron en formas muy
complejas, generándose problemas sociales que en su tiempo se in-
terpretaron con criterios religiosos y morales. Esta es una perspec-
tiva algo descuidada todavía por la investigación y, sin embargo,
los testimonios no permiten desentenderse de ella. La ciudad po-
tosina contó también una historia subterránea, dejando testimonio
de una complicada dinámica y una sociedad que día a día enfrentó
los problemas propios de la difícil subsistencia y la convivencia de
multitud de herencias, conductas y creencias'.

150
Espacio y arquitectura.
El comercio en la ciudad de San Luis Potosí antes
y durante la guerra de Independencia

Teresa Lisette Martínez Rodríguez


El Colegio de San Luis

El comercio es una actividad que mantiene viva la dinámica de


una ciudad, entre otras razones, porque implica redes que se tejen
en torno a las cuestiones mercantiles, y éstas llevan inmersas las
identidades de cada sociedad, de cada espacio y cada época. El
texto que a continuación expongo pretende dar a conocer un pano-
rama general de la actividad económica, comprendiendo etapas de
los siglos XVIII y XIX.

El objetivo del capítulo es identificar de qué manera la activi-


dad comercial condicionó la estructura urbana y planteó el orden
de los espacios dedicados al comercio, hasta constituir la columna
vertebral de la actividad económica y, en gran medida, social, de la
ciudad de San Luis Potosí.

Como punto de partida, se presenta información derivada del


levantamiento de una estadística de mayo de 1829, que refleja el
panorama económico de la capital. Según el documento, en ese
año la ciudad contaba con un total de 601 negocios, divididos en
29 giros. Entre los principales, aparecen comercios con artículos
para el atuendo y/o arreglo personal, como venta de ropa, zapatos,

151
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVll AL S. XX

sombreros, bonetes, rebozos, así como la prestación de servicios de


modistas y sastres. También destacan locales de artesanos, como
herreros y carpinteros, establecimientos para el consumo de alco-
hol, panaderías y tiendas de abarrotes.'

Indudablemente, la historia del comercio no siempre fue así.


Muchos de estos comercios aún no existían en 1810 y los que se
encontraban establecidos enfrentaban los problemas de la guerra,
pues la mayoría de los dueños eran de origen español que decidie-
ron emigrar a su ciudad natal. Otros, por el contrario, contaban con
suficiente capital para enfrentar ese mal tiempo y decidieron que-
darse al lograrse la Independencia. Como antecedente, podemos
decir que en 1790:

La ciudad está dividida en 16 calles, seis rectas que corren de norte a


sur y tienen cincuenta y una cuadras, haciendo el total de 105 cuadras.
Tiene 5 plazas: la principal, la de San Francisco, la de la Compañía, la
de San Juan de Dios, y la de los Mascorros. Tiene además, dos aboga-
dos, dos médicos, un cirujano, dos boticas, además maestros examina-
dos, sastres, carpinteros, zapateros, herreros, herradores, sombrereros,
tejedores, curtidores, albañiles, bordadores, hojalateros, pintores, dora-
dores, armeros, tintoreros, encuadernadores.
Tiene así mismo plateros muchos y hábiles. Existen treinta y dos tíen-
das de mercaderías de géneros de Castilla y de la tierra; diecisiete pul-
perías o tendajones gruesos, de donde se consumen más de cinco mil
pesos de piloncillo al año que vienen de la Huasteca; mucho azúcar,
cacao, canela, pimienta y otras especies. Muchas tenerías donde se
fabrican cordobanes, suela y badanas. Varios telares donde se hacen
frazadas, colchas y alfombras. Una hacíenda donde se fabrica mucho
salitre y se remite a México. En todo esto se mantiene a mucha gente
de muchas calidades.'

Pero: ¿Cómo surgieron estos comercios? ¿Cómo crecieron y se


transformaron? ¿Qué sucedió con las personas que tuvieron rela-
ción con los sucesos que ocurrieron en esta época? ¿Cómo era la
vida cotidiana? ¿De qué manera el comercio generó la estructura
espacial de la ciudad? Los comercios tendrían la misma función
económica, pero también sirvieron como lugares de sociabilidad

152
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

donde se generaban discursos específicos en el colectivo común y


en donde la gente podía enterarse de los hechos que estaban suce-
diendo. Las respuestas a estas preguntas pretenden ser encontradas
a lo largo del texto.

Para abordar el tema principal, es indispensable retomar un poco


de historia de cómo se dieron los primeros pasos del comercio en
la capital, por lo que comenzaremos con una pequeña introducción
sobre las haciendas que fueron el pilar de la economía novohispana.

Maíz, granos en general, verduras, harina y carne fueron los


principales productos que la población adquiría para el sustento
diario; estos productos procedían de las haciendas cercanas al pue-
blo y, posteriormente, ciudad de San Luis, las cuales se convir-
tieron en importantes abastecedoras de insumo s para la población.

Entre las más importantes, se encuentran las ubicadas en el Valle


de San Francisco, actualmente Villa de Reyes, pues aunque la ma-
yoría de las primeras haciendas se asentaron hacia el norte, éstas se
dedicaban al beneficio de metales. A partir de ellas se ampliaron
las necesidades básicas de consumo de alimentos y se crearon otras
haciendas para satisfacer la demanda de estos insumo s que plan-
teaba la población, que muy pronto se vieron rebasadas por esa
demanda de productos.

Las haciendas que proporcionaban los alimentos básicos para el


consumo diario se localizaban al sur y tenían estancias de ganado
y labores. La gente acudía a ellas para solicitar otro tipo de produc-
tos que las haciendas de beneficio ya no podían satisfacer, y así se
convirtieron en las principales proveedoras de alimento. Como lo
menciona Salazar,' en primera instancia se desarrollaron las acti-
vidades asociadas con el campo para apoyar la actividad minera,
pero al momento del declive de ésta, se constituyeron en unidades
productivas por sí mismas.'

Así, con la idea de satisfacer una necesidad nacían muchas otras


que resultaba fundamental atender, como el transporte, pues los

153
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

productos tenían que llevarse al pueblo de San Luis, porque las


mercancías se encontraban en haciendas de labor, ranchos, estan-
cias y otros sitios lejos del pueblo de los españoles.

El pueblo se formó con 19 manzanas y sus plazas principales


y las personas que lo habitaban requerían surtirse de otro tipo de
suministros además de la comida, como ropa, armas, animales y
materiales para la construcción de sus casas; por ello es importante
destacar el incremento en la producción de madera, leña y carbón.

La distribución de estas mercancías se realizaba de la siguiente


manera: una vez que llegaban los productos al pueblo, se ofrecían
entre la población de manera informal. Es decir, no existían espa-
cios permanentes dedicados al comercio para que cada individuo
los vendiera, pues al surgir los primeros asentamientos del pueblo,
se hizo la repartición de solares privilegiando a los individuos más
importantes, quienes destinaron sus terrenos para habitación.

Así mismo, se favoreció la construcción de edificios destinados


a resguardar la autoridad eclesiástica y administrativa local; en-
tonces, el pueblo quedó dividido principalmente entre viviendas,
templos y conventos. En algunas de estas viviendas, los dueños que
tenían una profesión o se dedicaban a alguna actividad comercial
contaban con un espacio dentro de su casa para desempeñarla, con-
virtiéndose en una especie de tienda.

Los documentos de la época mencionan que el reparto de solares


se hizo a finales del siglo XVI, cuando empezó el periodo de edifi-
cación con la iglesia parroquial, las antiguas casas reales y la plaza
principal. Siguieron los edificios administrativos, como la Aduana
para el sistema de recaudación y la Alhóndiga. Luego las garitas,
casas de matanza y ensaye, haciendas de beneficio, comercios, bo-
degas, almacenes y casas acondicionadas para hospedaje y aloja-
miento, pocos años después.'

Por lo que respecta a la dinámica comercial, ésta quedó casi al


margen del fundo legal del pueblo de San Luis, pero a principios

154
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVIl AL S. XX

VíIla Peotillos
Hidalgo

Corcovada del pozo

Armadillo
Monte Caldera

Las haciendas fueron unidades productivas y pilar de la economía novohispana

del siglo XVIlI ya había sufrido un cambio significativo. Se presen-


taron algunos problemas por el aumento de la venta de mercancía
y el desorden que estaba causando la venta en las calles. Por ello se
decidió regular la venta del maíz, destinándose un espacio para su
venta, al cual llamaron la alhondiguilla.

Dentro de ella estaba ubicada un pósito donde debía registrarse


cualquier mercancía que salía; esto se considera la primera forma
de comercio regular," En los documentos de esa época se señala
que la Alhóndiga fungía como un establecimiento para guardar el
maíz; 7 el pósito era administrado por una persona que se encarga-
ba de comprar granos, comprobar su calidad, vigilar el almacena-
miento y llevar el control de la compra y venta.

155
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

Por otro lado, en la Alhóndiga se almacenaban los granos una


vez revisados en una u otra forma por el encargado del pósito, para
finalmente repartirlos a la gente. Además, en el lugar se realizaba
la vendimia de harina y se otorgaban granos a consignación; otra
de las funciones a realizar dentro de la bodega era la regulación de
precios y medidas.

La Alhóndiga

A diferencia del maíz, para la demás mercancía no existía un


lugar para ejercer el intercambio de productos, pero como la Al-
hóndiga era un espacio muy concurrido por toda la población,
los comerciantes aprovechaban la constante afluencia de posibles
compradores para intercambiar diversas mercancías: de esta ma-
nera, en tomo al almacén más importante surgieron actividades
comerciales informales.

Otra práctica que utilizaban los vendedores. era ofrecer sus pro-
ductos de casa en casa o desde sus viviendas a escondidas, propi-
ciando los primeros pasos de lo que ahora llamamos «el comercio
ambulante». Un ejemplo interesante de esto es lo que sucedía con
uno de los alimentos básicos de consumo diario en las familias: el
pan. Existía un lugar donde se fabricaba y vendía, pero también se
repartía de casa en casa. Y cuando el oficio de panadero se multi-
plicó y el comercio del pan invadió las calles, fue necesario regular

156
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. )(VII AL S. XX

esa actividad mediante ordenanzas, que entre otras cosas reglamen-


taban el orden en la ciudad.

Como resultado de estas normas se eligió un espacio estraté-


gico para realizar la venta del pan y a cierta hora del día; además,
se especificaba que el mayordomo debería acudir sin su caballo."
Este tipo de ordenanzas fueron muy claras en cuanto al consumo
de mercancía, ya que también regulaban que el vendedor tuviera a
mano las pesas y medidas, para que todo lo que vendiera estuviera
en su peso justo,"

De la misma manera que sucedía con el pan, había problemas


para la distribución de otros productos. Lo normal había sido que
llegaran los arrieros y depositaran sus costales en lugares concurri-
dos. Pero hacia finales del siglo XVIII, con la finalidad de regular el
comercio, las autoridades asignaron a los mismos arrieros lugares
específicos donde debían colocar la mercancía. mediante el
decreto sobre la repartición de lugares del 13 de Marzo de 1790, se
designaron los siguientes espacios:

Plaza mayor: manteros y otros que expenden géneros de la tierra,


estarán bajo los portales.
Plazuela de la Compañía: olleros, zapateros y cacahuateros.
Plazuela de los Mascorro (hoy en día Palacio Mercantil): los que
vendan cal, escobas y pulqueras.
Rastro viejo: zacate y rastrojo.
Plazuela de San Francisco: verduras, legumbres, todo género de fruta,
leche, tocineros, manteca y carne de matanza.
Plazuela de San Juan de Dios: cocineras, atoleras, tortilleras
y tamaleras.
Plazuela de la Laguna: tunas, mezcal, quiote y leña."

Las medidas tomadas respecto a la distribución de los espacios


comerciales buscaban regular el problema del ambulantaje, que iba
creciendo rápidamente por dos razones principales. Por un lado, el
aumento de la población y de sus necesidades básicas y, por otro,
que el comerciante debía ofrecer sus productos buscando las alter-
nativas más eficaces para aumentar su venía.

157
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S XVII AL S XX

Por eso, con el orden establecido en las plazas se pretendía


que la población acudiera a lugares específicos a comprar los
productos que necesitara, además de que se buscaba terminar
con el problema del ambulantaje. Sin embargo, no se erradicó
completamente; por el contrario, surgieron otro tipo de proble-
mas sociales.

Si bien el comercio generó mayor actividad y riqueza, también


influía y servía de escenario para ver la desigualdad económica de
la población y para generar inseguridad. En los espacios de co-
mercio había mendigos que aprovechaban la afluencia de personas
y yacían en las calles y banquetas, acechando la generosidad de
todo incauto que pasara por ahí, además de que, según las autori-
dades, afectaban la imagen de las calles. También perjudicaban el
comercio, porque probablemente ahuyentaban a la clientela. Con
respecto a este problema las autoridades dieron a conocer la orden
que decía así:

Se prohíbe que haya mendígosa las puertas de las trojes y de la Alhón-


diga ya que: los padres amos y ambos envían a comprar medio dos o
mas de maíz a niños y niñas, inocentes e incautos, y cuando salen con
este efecto de pura necesidad,van repartiendo lo preciado a puñaditos
a los pobres mendigos, unos porque ven lo que hacen otros, unos mas
por simplicidady casi todos contra la voluntad de sus padres y dueños
que son tal vez tan necesitados como los mendigos.Y si quisieren dar
limosna lo harían en su propia casa."

Desde el punto de vista de las autoridades no sólo los mendigos


causaban mala imagen; otro asunto que les preocupaba era evitar la
gran afluencia de medios de transporte y la destrucción de calles y
caminos que conducían a la Alhóndiga, pues los comerciantes no
podían evitar dejar basura y agujeros en el suelo. Con base en ello
se tomaron las medidas correspondientes.

Asegurado yo y bienapropiado de estas soberanas resoluciones y sabien-


do comosabentodos los habitantes de esta ciudad,el desorden, desarre-
glo, suciedad y confusión de su plaza, pues se hallabanestablecidas sin

158
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

método alguno once cocinas, y toda clase de vendimias y cosas vendi-


bles, que no sólo le afectaban si no que producían grandes basureros, im-
pedían el tránsito de coches, carruajes y recuas, de suerte que al tiempo
que intentaban cruzar, era necesario que los vendedores o vendedoras se
retirasen con sus efectos causando mayor confusión a los demás y a quie-
nes se les acercaban y mucho daño y perjuicio a quienes se les acercaban
especialmente de noche los hoyos o agujeros que formalizaban los pues-
teros para poner sus toldos, me resolví en vista de todo dar aseo limpieza
y hermosura a la plaza mayor dejándola desembarazada y limpia a mis
expensas, por que se negó a franquearme los presos de delitos leves que
se hallan en la cárcel. 12

El oficio de
panadero
prolifera, el
comercio del
pan invade la
calle

A partir de esas fechas, se trató de dar mayor importancia a los es-


pacios comerciales al aire libre, ya que independientemente del co-
mercio que se realizaba en las plazas, éste continuaba extendiéndo-
se en las manzanas vecinas de la nueva Alhóndiga. Por ese motivo
se optó por repartir espacios en el suelo para que los comerciantes se

159
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

establecieran con un orden. Fue entonces que en tomo a esta man-


zana de la Alhóndiga comenzó a generarse todo tipo de vendimia.

Se debe considerar que durante los primeros años del siglo XIX,
incluso durante el levantamiento armado, la ciudad tenía una traza
distinta; estaba dividida en cuarteles. Por ejemplo, en la cuadra
donde ahora se encuentra el Palacio Mercantil, y otra en la que mu-
cho tiempo se ubicó el correo (actualmente Morelos), era una gran
manzana donde no había calles a los lados de esta. Posteriormente,
ese espacio se empezó a fraccionar para que se repartiera a los ven-
dedores en pequeños lotes. Ellos se acomodaban en el suelo para
vender sus productos, principalmente verduras, ya que esa área fue
destinada para ese tipo de mercancía. 13 Y así como surgió la cuadra
de las verduras, existían cuadras para la venta específica de otros
productos como la carne.

Comercio en via pública frente a la Alhóndiga

160
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

Desde entonces, como ya lo mencionamos, las zonas destinadas


al comercio se localizaban alrededor del cuartel de la Alhóndiga,
actualmente calles de Morelos e Hidalgo. Hasta nuestros días con-
tinúan bajo el mismo género.

A partir del crecimiento de la venta de productos en tomo a la Al-


hóndiga, se generaron otros giros comerciales, como los mesones,
cantinas y pulquerías," y de la mano de ello aparecieron nuevos
conflictos sociales. Esto se debe a que se trataba de lugares muy
populares, frecuentados principalmente por arrieros, comerciantes,
trabajadores y militares, desde la mañana hasta el medio día, y lle-
garon a convertirse en refugios clandestinos de traficantes y borra-
chos. Esto se convertía en un problema para las personas que tenían
la costumbre de hacer sus compras todos los días.

A raíz de los problemas que generaba el comercio, se vio la


pertinencia de construir espacios amplios cerrados y destinados ex-
clusivamente a la venta de mercancía que cubriera las necesidades
de la población. Fue así como aparecieron los mercados.

La población acudía diariamente a ellos a comprar los alimentos


básicos como harina, maíz, carne y verduras, que eran parte de su
alimentación diaria. A esos lugares accedían todo tipo de personas,
aunque al principio se daba prioridad a los criollos, no obstante que
muchos de los comerciantes que instalaban sus puestos provenían
de pueblos indígenas, quienes acudían diariamente con cierta can-
tidad de mercancía y los fines de semana se convertían en los días
con mayor venta.

Como decíamos al principio, la compra y venta de productos


en los mercados se transformó en una actividad social, porque la
población empezó a tomarla como un momento de distracción y
entretenimiento, sobre todo las mujeres, que eran quienes princi-
palmente acudían a esos espacios. Pero éstos no eran los únicos
lugares donde se comerciaba. A principios del siglo XIX también
existían otros establecimientos: las tiendas, que surgieron a la par
de las plazas y mercados.

161
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVIl AL S. XX

Expansión del comercio en manzanas vecinas a la Alhóndiga

Sin embargo, éstas tenían una dinámica diferente, pues algunas


surgieron dentro de las viviendas de los dueños, quienes sólo acon-
dicionaban un área de su casa y la adaptaban para ofrecer el servi-
cio. Generalmente los dueños eran los tenderos y de esta manera
se creaba una dinámica muy particular en la adquisición de pro-
ductos, o en el caso particular de consultorios, boticas, o pequeñas
industrias. En otros casos, las tiendas eran mixtas, donde parte de
la armazón estaba destinada a efectos de ropa y otra para abarrotes,
aunque la ropa de lujo tenía que pedirse a la ciudad de México y
pagar caro por ella.

En los albores de la Independencia, en la ciudad de San Luis ha-


bía treinta y cuatro tendajos más o menos surtidos, algunos despa-
chos de vino y maguey llamados champañilla y chorrera, así como
dos mercerías, en las que estaba agregado el ramo de sombrerería.
La mejor tenería era la del rico don Rafael Villalobos.

El resto del comercio lo formaban panaderías, jarcierías, con los


mismos accesorios que ahora tienen, «los estancos» de puros, ciga-
rros, naipes y papel sellado, donde se agregaba el ramo de dulcería.
Por lo que respecta al comercio ambulante, además de productos

162
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

Uso mixto de comercio y vivienda

alimenticios, había barrulleros, sombrereros, reboceros" y venta de


pastura; estas últimas se vendían en la plazuela de la Compañía y
en la del Venadito.

Finalmente, no existían establecimientos industriales de impor-


tancia, pero sí había carpinteros, sastres, zapateros y herreros. Todos
trabajaban en sus casas con pocos ayudantes y muy limitada herra-
mienta. Muchos tenían como ayudante a un miembro de la familia.

Cuando el movimiento insurgente comenzó, éste era el esce-


nario del comercio en San Luis. Se estaban tratando de regular
algunas prácticas, por eso se observan todos esos ajustes entre

163
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

el ambulantaje, el reparto de espacios y la creación de espacios


específicos. Aunque, por otra parte, debemos señalar que la lucha
armada no afectó sustancialmente al comercio, en gran medida
porque la insurgencia no logró consolidarse en la provincia. Por
el contrario, luego de lograrse la Independencia, los comercian-
tes mandaron construir el arco del comercio en la calle Hidalgo,
donde cruzan las calles de la Hidalgo y 2a de Juárez, actualmente
Álvaro Obregón. Este arco se construyó con motivo de las ce-
lebraciones de la Independencia. Esto no significa que no hubo
algunos comerciantes afectados; sin embargo, dependió en gran
medida de los productos que vendían. Y todo parece indicar que
después de la guerra insurgente se presentó un despegue indus-
trial y comercial.

164
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

Los niños panaderos


en la ciudad de San Luis Potosí
a principios del siglo XX
Guillermo Luévano Bustamante
Facultad de Derecho, abogado "Ponciano Arriaga Leija"
Universidad Autónoma de San Luis Potosí

Algunas panaderías existentes en San Luis Potosí a principios


del siglo xx tuvieron su origen a finales del siglo XIX. Gracias a
los anuncios publicitarios he encontrado referencias de la existen-
cia, en 1886, de la «Panadería y Dulcería» de Carlos Brueggerhoff,
empresario estadounidense, aunque aparentemente descendiente
de alemanes, cuya negociación estaba ubicada en la la calle de Za-
ragoza número 600. En este lugar se elaboraba no sólo pan, sino
también dulces «al gusto de quien los solicite».'

Pero no era el único establecimiento de ese estilo; en ese mismo


año también existía una pastelería llamada «La Parisiense», ubica-
da igualmente en el centro de la ciudad, en la 1a calle de 5 de mayo
y cuyo propietario era un francés de nombre A. J. D' Argence. En la
2a calle de Zaragoza número 10 estaba la panadería llamada «Fran-
cesa», lugar donde después se ubicaría «La Navarra». En 1871 ubi-
camos otra panadería propiedad de un señor apellidado Longines.
Así mismo, en 1876el hospicio de niños pobres de la ciudad de San
Luis Potosí, contaba en su interior con una pequeña panadería que
satisfacía sus propias necesidades y, aunque es la única de este tipo
que hemos localizado, es probable que otras instituciones públicas
tuvieran sus propias panaderías.

165
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVIJ AL S. XX

"Panadería y dulcería» Carlos Brueggeroff

Ya en el siglo xx, hacia 1904 se fundó la panadería llamada «La


Parisiense», del francés Emmanuel Coulón, quien introdujo algu-
nas variedades de pan francés en la ciudad. Coulón había empeza-
do su travesía desde Provenza, Francia, lugar del que era originario
e inicialmente había viajado a Argentina, ahí aprendió el español
y ahí vivió hasta que un amigo lo invitó a venir a San Luis, don-
de instaló una panadería a finales del siglo XIX; luego regresó a
Francia, se casó y finalmente volvió a San Luis Potosí, para fundar
«La Parisiense», corno ya se dijo. Su panadería empezó corno un
negocio pequeño con sólo cuatro empleados, que eran Fernando
Nieto, Luis López, Refugio López y Francisco Zaragoza, pero
hacia principios de los años treinta, administrada ya por su hijo
Eduardo Coulón, se había convertido en una de las más grandes
de la ciudad.

Hacia 1913 se estableció «El Porvenir» de José Lomelí, quien


provenía de la ciudad de Aguascalientes y de una familia de tra-
dición panadera. El negocio de José Lomelí tendría un periodo de
consolidación en las décadas de los veinte y los treinta, pero tam-

166
HISTORiAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVIl AL S. XX

bién de inestabilidad, pues su participación en auxilio de algunos


religiosos durante la rebelión cristera le valió el arresto y un juicio
sumario que lo condenó a la ejecución. Se cuenta que las cemitas
de su panadería le salvaron la vida, pues su esposa le llevaba diaria-
mente a prisión una bolsa con esa variedad de pan y él la compartía
con los demás internos, y aún con los guardias, por lo que al llegar
la lista de los condenados que serían ejecutados al día siguiente,
uno de los guardias, que había disfrutado de su pan, permitió la
fuga del «señor de las cemitas».

Gracias a las nóminas de las panaderías registradas en el Ayun-


tamiento podemos conocer no sólo el nombre de las tahonas de la
ciudad, sino el de sus empleados. En 1915, «El mejor pan», por
ejemplo, empleaba trece panaderos, que eran Cresencio Martínez,
Carmen Silva, Dolores Govea, Dolores Rocha, Julián Vanegas,
Mateo Loredo, María Reyes, Refugio Montante, Simón Monreal,
Marcelino, Silvestre, Anastasia Sánchez y Lázara Fraga. «La Po-
tosina», contaba con tres trabajadores, Juana Guardiola, Hilaría
Ávila y Jesús Ávila y «La Americana», que era propiedad de Ju-
lio Paulson, era considerada como la panadería más grande, pues

El «señor de las cemitas»

167
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

contaba con veinte empleados, Atanasia Yañez, Teodora Esquivel,


Ventura Domínguez, Jesús Almendarez, Dionisio Romero, José
María Sosa, Crispín Mata, Victoriano Martínez, Luciano Romero,
Agapito Sánchez, Severino N., Atilano N., Mariano Ramos, Jor-
ge Jaramillo, Cecilio N., Nicolás Juárez, Jesús Ramírez, Onésimo
Méndez Jasso, Francisco N. y Petra Saldaña, según las nóminas re-
gistradas en el ayuntamiento. Julio Paulson era además propietario
de una fábrica de conservas y dulces.

Algunas de estas panaderías empleaban mujeres, aunque en pro-


porción mucho menor en relación con el número de hombres; no
más del 20 por ciento. Al parecer el oficio de panadero se masculi-
nizó en esos años y las mujeres se limitaban a realizar labores como
la venta de pan en mostrador, la elaboración de cuentas del negocio
y la atención a los clientes, pero no participaban en la elaboración
del pan, pues se argumentaba que el proceso era duro e implicaba
demasiados esfuerzos. Había además un argumento de orden moral
para impedir que las mujeres trabajaran en la panadería, pues por la
naturaleza del trabajo los empleados debían quedarse a dormir en
los establecimientos y era difícil conciliar la convivencia de hom-
bres y mujeres.

Las panaderías como negocio próspero

168
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

Ya en 1916también funcionaban las panaderías de Teodoro Solís,


Miguel Esquivel, Maximino Navarro, Francisco Díaz de León y
Pedro de Regil, Si bien es cierto que algunas panaderías lograron
subsistir durante décadas, otras tantas desaparecían rápidamente o
cambiaban de dueño. Un porcentaje alto de los propietarios era
de origen extranjero y algunos de los propietarios mexicanos eran
gente venida de fuera de la ciudad que pensaban que en San Luis
podían hacer prosperar el negocio de la panadería y normalmente
provenían de familias adineradas que poseían más de un negocio,
como ya se mencionó el caso de Paulson y como sucedió también
en el caso del chino Alexander Lee, que además de una panadería
era propietario de un expendio de cerveza.

También existía la posibilidad de que un trabajador de panadería


llegara a ser propietario, como sucedió con Martiniano de la Rosa,
quien en 1915 era trabajador y hacia 1919 ya poseía una panadería;
Nicolás Castañeda, quien en 1920 era panadero y en 1932ya poseía
su propia tahona- y Mariano Bustamante, que en 1919había empe-
zado a trabajar en la panadería de Martiniano de la Rosa y hacia
1940 pudo tener su propio establecimiento.' Al parecer, este tipo de
negocio permitía la movilidad social y económica, a diferencia de
otras áreas donde la inversión para establecer un negocio propio
era mucho mayor.

Igual que en la ciudad de México a fines del siglo XIX,4 en San


Luis Potosí, a principios del siglo xx, todas las panaderías estaban
ubicadas en el centro de la ciudad, en donde convergía la actividad
comercial y donde se concentraba la mayor cantidad de población
que significaba el mercado potencial, aunque había una red de dis-
tribución hacia las otras zonas de la ciudad mediante el reparto que
hacían las propias panaderías a expendios o puestos callejeros que
revendían el pan.

Además, en la ciudad había un tipo de producción propiamente


doméstico; había algunos panaderos independientes que elaboraban
en su casa el pan y ellos mismos, o con ayuda de sus hijos, lo dis-
tribuían en la ciudad nevando sobre la cabeza un canasto grande.

169
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S XVII AL S XX

Ocasionalmente llevaban otro canasto en la mano; esta actividad


completaba el abasto de pan, ante las posibles deficiencias de las
panaderías establecidas.'

En 1918 operaban en la ciudad de San Luis Potosí 8 panaderías,


de las cuales, al menos 5 eran propiedad de extranjeros, «Dulcería
y panadería» de Brueggerhoff, estadounidense; «La Purísima» de
Máximo Navarro, mexicano; «La Concordia» de Agustín Rodrí-
guez, italiano; «Al mejor pan» de Rafael Perea, mexicano; «La
Americana» de Julio Paulson, estadounidense; «La Parisiense» de

170
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

Panadero independiente
transporta su producto

Emmanuel Coulón, francés; «El Puerto de Vigo» de Luis Rodrí-


guez, español; y una panadería de un señor de apellido Saldaña, de
nacionalidad desconocida."

Con la paulatina normalización de la actividad económica en la


ciudad, luego de la Revolución, algunos empresarios abrieron ne-
gociaciones y las panaderías pronto se duplicaron y para 1920había
18; todas las ya mencionadas seguían funcionando excepto la de
Saldaña, y Julio Paulson ya no era propietario de «La Americana»,
ya que la había adquirido un paisano suyo de nombre Eduardo Itu-
rri. En 1932 había ya en la ciudad 31 panaderías establecidas,' con
muchos cambios respecto a las existentes en 1920.

En 1920algunos de los propietarios de panaderías eran extranje-


ros de diversos orígenes, principalmente de Francia, Italia y Espa-
ña, aunque también había chinos y árabes. Esto puede explicarse
porque desde finales del siglo XIX se había promovido en el país
una política favorable a los inmigrantes y, con algunas variantes,
siguió promoviéndose su ingreso durante los primeros años del si-
glo XX, a favor de europeos en general y de judíos en particular;
así, con Obregón en la presidencia de la República llegaron al país
miles de judíos."

Los chinos, por su parte, habían estado migrando a México en


forma masiva desde finales del siglo XIX; algunos con intención

171
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

de trasladarse luego a los Estados Unidos, pero muchos otros se


quedaban a trabajar en México y negaban a convertirse en em-
presarios.? Así sucedió en San Luis Potosí, donde ya en 1924 dos
chinos poseían panaderías, Margarita Mack y Francisco Lee y para
1932, cuatro panaderías eran propiedad de chinos, de un total de 31.

En la ciudad de México, había sido un grupo de españoles el que


monopolizó la producción y venta de pan a fines del siglo XIX,IO
pero en San Luis, entre 1920 y 1932, sólo había cinco propietarios
de ese tipo de negocios de nacionalidad española: Luis Rodríguez,
dueño de «El Puerto de Vigo»; Juan Suviran, dueño de «La Guada-
lupana»; Natalio Rodríguez, de «La Concordia»; Victoriano Rubio,
de «El Modelo»; y Nicolás Salas, de «La Prueba». En muchas oca-
siones, fueron los propietarios extranjeros los que protagonizaron
conflictos con los panaderos.

Condiciones de trabajo en las panaderías

La dinámica interior de trabajo en las panaderías seguía siendo


muy parecida a la forma en que se desarrolló durante el virreinato
y el siglo XIX. Todavía en el siglo xx, los amasijos conservaron
las características que tenían en la época colonial." Por tanto, para
entender el trabajo en las panaderías de principios del siglo XX, es
de utilidad referirse a las categorías que han sido empleadas para
explicarlo en los siglos XVIll y XIX. No era un trabajo artesanal; era
una mediación entre éste y la industrialización; era una operación
de manufactura.

Siguiendo a Virginia García Acosta, las panaderías de la ciudad


de México en el siglo XVlll funcionaban como manufacturas, pues
aunque este tipo de trabajo derivaba de la organización artesanal, se
diferenciaba de ésta por incluir un mayor número de trabajadores
simultáneamente, por establecer una división del trabajo y tilla auto-
nomía de los medios de producción como capital, frente al obrero. 12
No obstante, en ocasiones los panaderos han sido incluidos en las
investigaciones sobre artesanos en México en los siglos XVIlI y XIX,
pues se les considera dentro de ese tipo de trabajadores."

172
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. ÁX

Venta de pan en vía pública, complemento de panaderías

Según el modelo marxista de Virginia García Acosta, las caracte-


rísticas de una manufactura son:

a) Concentración de los medios de producción en manos


de un capitalista,
b) El patrono se exime del trabajo manual,
e) El patrono confía las funciones de dirección y vigilancia
directa de los obreros a una categoría especial de empleados
asalariados,
d) Empleo simultáneo de cierto número de obreros,
e) División del trabajo entre los obreros,
f) Jerarquización entre diversos empleados,
g) Ausencia de cambios tecnológicos de importancia. 14

Como puede verse, la manufactura se diferencia de la labor ar-


tesanal, en la cual, a pesar de que un uso mayoritario de las
manos, la producción es más bien colectiva, no individual y hay
una división interna del trabajo y el empleo de las máquinas no es
fundamental ni frecuente, por lo que no se puede considerar trabajo
industrializado.

173
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

El esquema es aplicable en virtud de que las panaderías de San


Luis Potosí de principios del siglo xx reunían los elementos señala-
dos. a) Generalmente eran propiedad de un solo patrón, quien inver-
tía el capital necesario; b) El patrón no intervenía directamente en
la producción pero sí en su control; e) Delegaba la vigilancia, direc-
ción y administración a un «maestro» como se verá adelante; d) En
las panaderías había un número elevado de trabajadores en relación
con los talleres de artesanos; e) Aunque muy simple, había una di-
visión del trabajo; f) Existían jerarquías al interior de las panade-
rías, en virtud de la experiencia, la antigüedad o la habilidad de los
trabajadores; g) La tecnología utilizada en las panaderías era muy
rudimentaria, por lo que la fuerza muscular y la habilidad de los
trabajadores determinaba la producción más que las herramientas.

De hecho, los objetos utilizados en una panadería eran muy sen-


cillos, como se indica a continuación:

Enseres de una panadería


2 Artesones" uno de 3 y otro de 2 varas, de pino, en buen uso.
2 Tablones donde se labra el pan.
2 Jaulas para poner las hojas: una más grande que otra.
10 Manteles muy usados.
1 Fiel de balunras con tazas de latón y pesas de cobre. 1 libra 4.
4 Canastos. 2 forrados y 2 de vara sin forro.
1 Cajón grande para recibir el pan.
2 Candeleros de hojalata.
1 Asta con pala y tomillos de fierro.
1 Romana en la trastienda.
l Mostrador en el despacho.
2 Aparadores.
1 Cucharón de hojalata."

En promedio, en una panadería trabajaban cerca de diez emplea-


dos. La división del trabajo era simple; por un lado estaban los ta-
honeros, que eran los que preparaban la masa y eran normalmente
los trabajadores más antiguos y, por tanto, los más experimentados,
y por otro, los aprendices, que mientras aprendían el oficio se encar-

174
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

gaban de colectar el pan en los canastos y repartirlo en los expen-


dios que no lo elaboraban pero lo distribuían. Había también un en-
cargado, que era el maestro designado por el patrón de entre los más
hábiles y experimentados, y quien debía supervisar el desempeño
de los demásY Aquí nos referiremos a todos indistintamente como
tahoneros o panaderos a diferencia de los propietarios, a quienes no
llamamos panaderos.

Comercio y vivienda como parte de la imagen de la ciudad

Una de las pruebas de que las condiciones de trabajo en las pa-


naderías siguieron siendo muy semejantes durante siglos, la encon-
tramos en un testimonio de Marx como ejemplo de la jornada de
trabajo excesiva:

El trabajo de un oficial panadero comienza por regla general alrededor


de las 11 la noche. Lo primero que hace es preparar la masa, operación
fatigosísima que dura media hora o tres cuartos de hora, según la canti-
dad de pan que haya que amasar y su finura. Luego se tiende en la tabla
de amasar, que sirve al mismo tiempo de tapadera de la artesa en que se
prepara la masa, y duerme un par de horas, con la cabeza apoyada en un
saco de harina y tapándose con otro. Enseguida viene un trabajo veloz
e ininterrumpido de 4 horas, consistente en trabajar, pesar, modelar la
masa, meterla en el horno, sacarla del hamo, etc. La temperatura de una
panadería oscila entre 75 y 90 grados [24° y 32° C], Yen las panaderías
pequeñas más bien es mayor que menor. Cuando se ha terminado la
faena de hacer panes, panecillos, bollos, etc., comienza la del reparto y

175
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVl1 AL S. XX

una buena parte de los jornaleros que se han pasado la noche dedicados
al duro trabajo que acabamos de describir, se dedican durante el día a
repartír el pan en canastos de casa en casa o a tirar del carrito por la
calle, sin perjuicio de acudir a la panadería a trabajar en los ratos que
esta ocupación les deja libre ... 18

Por ello los panaderos se ubicaban en la Inglaterra de la segunda


mitad del siglo XIX entre los obreros de vida más corta, llegando
rara vez a cumplir 42 años," debido a la inhalación constante de
harina, siendo las enfermedades del aparato respiratorio las más
comunes." Aún así, la industria panadera tenía siempre mano de
obra disponible.

En México, todavía en los años posteriores a la Revolución, los


patrones sometían a sus trabajadores a jornadas extensas; un pana-
dero debía cumplir una jornada laboral de catorce o hasta dieciséis
horas diarias; las jornadas más ligeras eran las de doce horas y el
tipo de trabajo era agotador, pues manipular la masa y revolver-
la implicaba un gran esfuerzo físico. En la ciudad de México, ya
en 1922 los trabajadores de panaderías denunciaban que laboraban
hasta 17 horas diarias."

Incluso, refiere el panadero veracruzano Miguel Ángel Velasco


que por esos mismos años las jornadas de trabajo en las panaderías
eran hasta de 18 horas.F Io cual ilustra que el panorama del mundo
del trabajo en las panaderías en otros lugares del país era semejante
a lo que sucedía en San Luis Potosi.

El alcoholismo era una adicción común entre los panaderos, pues


debido a las arduas condiciones de su trabajo se convirtió en el único
recurso para soportar el encierro, el trabajo excesivo y el maltrato."
De tal forma que se debe añadir el consumo de alcohol a la estima-
ción de sus gastos ordinarios; la borrachera era incluso una forma de
socialización y era común ver a los panaderos potosinos en calzones
de manta salir de las cantinas o pulquerías los días de «raya»."

Prevalecía la práctica de contratar niños, que no sólo resultaban


más baratos de sostener, sino que eran movilizados con mayor fa-
cilidad. En la ciudad de México los aprendices eran niños de siete
176
HISTORiAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVIl AL S. XX

La presencia de niños era común. Trabajaban y vivían en la panadería

años en adelante, protegidos por el patrón en una especie de tutela


o padrinazgo." En San Luis Potosí, Martiniano de la Rosa, quien
después de haber sido sindicalista llegó a ser dueño de la panadería
denominada «La Espiga de Oro», reclutaba a sus empleados niños
obligándolos a permanecer en la panadería durante toda la noche
para poder disponer de ellos al día siguiente desde temprana hora.
Les acondicionaba los costales de harina como lechos y, normal-
mente a las cuatro de la mañana, que era la hora habitual para el
inicio de labores, los despertaba con un recipiente con agua fría en
mano, para que se levantaran.

Estos trabajadores no cumplían de hecho una jornada de trabajo


sino que vivían recluidos en la panadería a disposición del patrón,
más bien con la dinámica con la que funcionaban los antiguos ta-
lleres artesanales, pues el propio patrón preparaba los alimentos de
los niños panaderos a su cargo, procurando proveerlos de carne y
leche suficiente, para lograr su mejor rendimiento.

Mariano Bustamante, quien fue panadero desde 1919 e ingresó a


los 9 años de edad, relata que entre las primeras labores que le fueron

177
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

encomendadas al llegar a «La Espiga de Oro», estaba la de limpiar


las hojas de lámina donde se colocaba el pan que se introducía al
horno, así como comprar el acote para prender el fuego en el horno.

Los niños, además, repartían el pan muy temprano por la ma-


ñana, y al volver a la tahona el patrón ya tenía listo el desayuno
para ellos; luego debían amasar y preparar el pan durante toda la
mañana. Se detenían cerca de las dos o tres de la tarde para comer
y luego recibían una clase de conocimiento de letras, impartida
también por el patrón. Después debían volver al trabajo hasta las
cinco o seis de la tarde, hora en la que gozaban de un descanso que
los niños aprovechaban para jugar un poco o descansar, pues aún
debían seguir laborando hasta muy entrada la noche.

Las faltas y los errores cometidos por los niños eran castigados,
incluso con golpes que les aplicaban dos compañeros designados
por el patrón para cumplir tal encargo; uno sometía al infractor
cargándolo en la espalda, mientras el otro le asestaba tres golpes
con el palo de amasar en las nalgas. El patrón sólo ordenaba «Den-
le sus tres», se ausentaba durante la operación y volvía al término
de ésta." Martiniano, quien promovía estas prácticas, estaba enro-
jecido de la piel y le apodaban «el teca» y quizá la dureza en su
carácter se debía a que fue formado en los métodos de enseñanza
del oficio, previos incluso a la existencia de protecciones legales
y sociales a los trabajadores en general y a los panaderos en parti-
cular, de tal manera que su tahona, además de ser fábrica de pan,
dormitorio y escuela, era sala de encierro y castigo."

y como ya se mencionó, Martiniano de la Rosa daba a sus em-


pleados clases de letras después de los alimentos, los enseñaba a
leer y las operaciones matemáticas elementales, pues era necesario
que los niños tuvieran estos conocimientos para el mejor desempe-
ño de sus labores, sobre todo el reparto de pan, pues debían leer los
nombres de las calles y cobrar.

La enseñanza de un oficio de tipo artesanal (en este caso de ma-


nufactura) implicaba un trato duro con el aprendiz, pues se consi-

178
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

deraba que esto garantizaba la transmisión de los conocimientos


necesarios, el perfeccionamiento de la habilidad indispensable para
resolver posibles problemas que pudieran presentarse y la destreza
para desarrollar eficientemente los procesos que daban como re-
sultado el producto deseado. También era común que los maestros
trataran con rigidez a sus aprendices, haciéndolos realizar labores
complejas, exigiéndoles, además, «pruebas minuciosas de su domi-
nio sobre aspectos recónditos del arte y castigándoles con dureza
cuando cometían errores en el trabajo o no ponían atención»." Esto
garantizaba la transmisión de una profunda maestría sobre el oficio.

El reparto se dirigía a expendios donde se vendían también que-


sos, leche y otros productos, aunque igual había puestos callejeros
que vendían pan, confites, canelones y golosinas."

Las panaderías elaboraban básicamente tres variedades: pan de


grasa, bolillo y cemita, pues el pan dulce, los pasteles y demás

Tahonero y aprendiz

179
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

variedades, estaban reservados a las llamadas reposterías y bizco-


cherías. Un panadero calificado podía aspirar a ser repostero, lo
que implicaba una preparación adicional, pues eso requería de una
elaboración más detallada y no en serie, como se elaboraba el resto
del pan en las panaderías. El pan francés era uno de los más pres-
tigiados por ser más blanco y suave y el pan de grasa se elaboraba
con manteca o mantequilla y era probablemente el más sabroso."

A pesar de la dureza en las relaciones de trabajo que prevalecían


en «La Espiga de Oro», enla cual era evidente un trato patemalista
por parte del patrón hacia sus trabajadores niños, a quienes some-
tía a una férrea disciplina, también era palpable la preocupación
por darles una mínima formación escolar, aun cuando el principal
objetivo fuese lograr un mejor desempeño de su oficio. Mariano
Bustamante, quien, como ya se dijo, trabajó en esa panadería, re-
cuerda haber salido de esa panadería agradecido con su patrón por
la preparación que le había dado, por haberle enseñado el oficio
y contribuido a su disciplina," lo cual, al parecer, es también un
rasgo frecuente en el tipo de aprendizaje artesanal."

Además, era notoria la relativa conformidad general con el trato


recibido por los panaderos pues, incluso por lo que se refiere a los
trabajadores infantiles, eran sus familias las que iban a encomen-
darlos con el patrón y acordaban los términos bajo los cuales se

Pan de grasa: bolillo y cemitas

180
HISTORiAS DE LA VTDA COTIDIANA DEL S. XVIl AL S. X\'

desempeñaría el trabajo al interior de la panadería. A decir de Ma-


riano Bustamante, no se quejaban porque tenían entendido que esa
dinámica de trabajo «era un sistema» al cual se sometían."

Las panaderías se ubicaban en locales amplios que en ocasiones


debían bastar para cubrir los requerimientos necesarios no sólo de
la tahona, sino incluso para la vivienda del propietario y, además,
debía comprender un espacio suficiente para la habitación de los
trabajadores que se asentaban en residencia permanente.

Es posible establecer tres requisitos para que un local pudiera


funcionar como panadería:

a) La instalación de uno o varios hornos.


b) Contar con aprovisionamiento de agua suficiente.
e) Tener una extensión considerable para albergar tanto
la fábrica como una vivienda de dueños y operarios."

La existencia de hornos implicaba seguramente una instalación


costosa, pero a cambio, por ser de mampostería, eran de larga dura-
ción, por lo que una panadería podía mantenerse como tal por más
de cincuenta años. Los hornos funcionaban con leña que ardía al
centro. El aprovisionamiento de agua era indispensable por tratarse
una materia prima básica para la elaboración de la masa."

Una panadería se organizaba espacialmente de la siguiente for-


ma, por ejemplo, «La Espiga de Oro» tenía en la entrada un lugar
destinado al despacho del propietario y hacia el otro lado estaba el
expendio donde se vendía el pan; había un muro que lo dividía de
la siguiente área, donde estaban los amasijos, que contenían unas
mesas grandes para amasar y recipientes para contener la masa y
ahí mismo estaban los hornos, que en este caso, por tratarse de
una panadería que empleaba niños, eran unos hornos más peque-
ños, especiales para que los empleados pudieran tener fácil acce-
so a ellos. Por último, en la parte de atrás había una bodega que
contenía los bultos de harina que se acondicionaban como camas
para que los niños durmieran; además, junto a la bodega había una

181
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

cocineta improvisada donde el patrón proveía de alimentos a los


empleados y había también un baño rudimentario. En una segunda
planta se encontraba un lugar donde el patrón dormía las noches
que permanecía de residencia permanente para vigilar el trabajo de
los panaderos.

«La Concordia», por ejemplo, tenía dos entradas, una para el


público que comunicaba al expendio y al despacho del patrón y
otra que permitía el acceso de los panaderos y la introducción de
los costales de harina y azúcar, y que daba a un patio grande que se
hallaba al centro del local, junto al cual estaban, de un lado, el ama-
sijo con sus mesas; y del otro lado el horno y en medio de ambos
había unos vestidores." En esta panadería no había espacios acon-
dicionados para dormir porque, al parecer, ahí no se acostumbraba
que los trabajadores residieran en el local.

Tales eran las condiciones bajo las cuales desempeñaban su tra-


bajo los panaderos de San Luis Potosí; como puede verse, las cir-
cunstancias se estaban sincronizando para permitir que los brotes
de inconformidad hallaran eco en el discurso de la Revolución y en
la política obrera; algunas de estas condiciones fueron modificadas
con el paso de los años, pero en otras ocasiones, los panaderos de-
fendieron prácticas y normas no escritas de trabajo, en oposición a
reglamentos «modernos».

182
Quinta parte
Educar, divertirse y celebrar
Ayuntamientos..
Las escuelas de primeras letras en San Luis Potosí,
1820-1826

Armando René Espinosa Hernández,


Departamento de Investigación Educativa SEER

En las siguientes páginas hablaremos de los cambios que sufrió


la educación en San Luis Potosí en pleno desarrollo de la guerra
insurgente, concretamente a partir de 1812 con la promulgación de
la Constitución de Cádiz, pues mediante esta ley se encargaba a los
Ayuntamientos la fundación de escuelas de primeras letras, lo que
daba un nuevo sentido a la educación. Sin embargo, la creación de
esas escuelas se concretó a partir de 1820, debido a la poca vigencia
que tuvo la Constitución en su primera etapa (1812-1814).

Durante el Virreinato la educación tuvo varias finalidades. Dos


de las más importantes fueron la transmisión de conocimientos y
la educación de las personas en la religión católica, pero también
fue vista como un agente que podía preparar a los individuos para
que participaran en la política, sobre todo después de 1812, cuando
se estableció la exigencia de saber leer y escribir como condición
para el ejercicio pleno de los derechos de ciudadano. Sin embargo,
esto no significa que se diera un cambio inmediato, pues las nece-
sidades y finalidades de la educación se fueron ajustando durante
los siguientes años.

185
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVIJ AL S. XX

Construyendo el espacio de la escuela

Así, mientras durante la etapa virreinal se daba un enorme peso


a la enseñanza de la religión, durante la etapa independiente, sin
dejar de lado este aspecto, se atribuyeron nuevos objetivos a la
educación. Empezó a prevalecer una dimensión formativa y a ser
vista como un medio para mejorar económicamente y, por tanto, se
le tenia que dar la forma de una institución. En este sentido, seguía
prevaleciendo la idea de formar hombres religiosos pero, al mismo
tiempo, literatos y sabios; formar gente que se allegara recursos
para sacar de la miseria a sus familias, o formar hombres que sir-
vieran a la comunidad y al mundo.

Entonces se empezó a difundir la idea de que si una persona se


instruía, tenía la posibilidad de ascender en la escala social, o bien

186
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

obtener otros beneficios. Las instituciones encargadas de concretar


estos intereses eran los Ayuntamientos, pues en esa época tenían
bajo su responsabilidad el cuidado de todas las escuelas de prime-
ras letras. Estas escuelas fueron un importante espacio de sociali-
zación en donde se proporcionaba instrucción en lectura, escritura,
doctrina cristiana, nociones de aritmética que incluían operaciones
básicas con enteros, quebrados y geometría, gramática castellana,
ortografia, catecismo político, diferentes tipos de letra y dibujo.

En San Luis Potosí, como consecuencia del movimiento insur-


gente, algunas de las escuelas existentes dejaron de funcionar. Pero
a partir de 1820 los Ayuntamientos empezaron a enviar solicitudes
a la Diputación Provincial para fundar o establecer escuelas; las
solicitudes eran constantes y se extendieron hasta 1824.

Posteriormente, con la publicación de la Constitución del esta-


do en 1826, se reglamentó brevemente la instrucción pública, al
establecer que el Congreso vería como la primera y más sagrada
de sus obligaciones, la instrucción de los habitantes del estado y la
buena educación de la juventud. Con ello se cambió el marco re-
gulador dentro del cual se desempeñaron los Ayuntamientos, pero
es necesario mencionar que estas instituciones fueron unos activos
promotores de la educación y de manera específica de las escuelas
de primeras letras. Así, en términos generales, durante los primeros
años de vida independiente, la educación fue vista como un agente
de progreso que podía remediar todos los males de la sociedad. Y
en ese entonces las elites gobernantes de México

... reconocían la imperiosa necesidad de extender la enseñanza de prime-


ras letras, como entonces se llamaba la educación primaria (... ] tenían
una fe casi ilimitada en la educación. Esperaban ver surgir un pueblo
alfabetizado, instruido en sus derechos civiles, industrioso, con plena
conciencia de sus obligaciones para con la colectividad, comprometido
con el gobierno republicano y en consecuencia dispuesto a defenderlo. 1

Pero esta confianza en la educación no era privativa de los hom-


bres que gobernaban desde el centro del país; los gobiernos de los

187
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVIl AL S. XX

Aprendiendo a leer, escribir y contar

ámbitos locales también compartían esa posición. Al implemen-


tarse la educación pública potosina, se tenía tanta fe en ella, que
inclusive se le llegó a imputar que uno de sus fines era contribuir
a la felicidad de los ciudadanos. Con esta poderosa confianza, el
gobernador Ildefonso Díaz de León aseveraba que la instrucción
pública era el mejor apoyo de la libertad, impulsora del progreso
y de la ilustración, que sin ella no podía haber justicia ni orden,
mientras que con ella se lograría todo esto, así como la prosperidad
de la nación.

Los Ayuntamientos en San Luis Potosi

Desde 1820 -un año antes de la consumación de la independen-


cia-, los Ayuntamientos de la provincia de San Luis como
ya se señaló, se convirtieron en promotores de las escuelas. Con
regularidad presentaron solicitudes ante el entonces político
Ildefonso Díaz de León y la Diputación Provincial para fundar al-
guna en su ámbito territorial, apoyándose en las facultades que les
daba la Constitución de Cádiz, y argumentando la necesidad de
establecer escuelas o de contar con maestros de primeras letras.

188
HISTORIAS DE LA VIDA C071DlANA DEL S. XVII AL S. XX

Pero las autoridades adujeron la «cortedad» de fondos para su-


fragar los gastos, ante lo cual los Ayuntamientos se vieron orillados
a pedir que se les autorizaran licencias para conseguir recursos que
los ayudaran a solventar los gastos generados por este tipo de ins-
tituciones educativas, facultad que correspondía a la Diputación
Provincial, lo que representó un obstáculo.

Los Ayuntamientos eran las instituciones administrativas y de


decisión política interna de los pueblos más cercanas a la gente.
Eran los que tenían que hacer efectivos los cobros de contribu-
ciones, reclutar las milicias cívicas, poner en práctica medidas
higiénicas y, desde luego, dar servicios a la población, entre los
que se consideraba la educación. Esta última atribución se siguió
conservando con la Constitución mexicana de 1824. En el ámbito
potosino la Constitución de 1826, en el artículo 264, se acogió a lo
dispuesto en la legislación federal, por lo que dejó a los Ayunta-
mientos la responsabilidad de las escuelas.

Los alcaldes, regidores y síndicos, que conformaban la estructu-


ra de este órgano político administrativo, expresaban que era nece-
sario educar a los habitantes, apoyados en la idea de que quienes
tenían acceso a la educación podían contribuir al progreso. Se creía
que las habilidades producidas por la instrucción, el desarrollo de
la capacidad de razonamiento, juicio de la realidad y la posibilidad
de leer y escribir capacitarían a los sujetos para desarrollar mejor
su trabajo, entender el significado de lo que era una nación inde-
pendiente y en política, pues

... tanto los liberales como los conservadores van a tener conciencia de
la importancia de la educación en su doble valor: como instrumento de
mejoramiento material del y como modelador de ciudadanos leales
a la nueva nación que se estaba tarjando.

En San Luis Potosí los beneficios de la educación redundarían


en hombres para administrar las actividades de
la hacer más las haciendas y el co-
mercio. Se lograría la estabilidad porque se comprenderla

189
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S.XX

el contexto social en que se vivía, se perfeccionarían el funcio-


namiento de instituciones como los Ayuntamientos y los procesos
políticos como las elecciones.

La figura
del profesor

Las solicitudes para establecer escuelas de primeras letras

Debido a que durante los primeros años de la vida independiente


el país se gobernaría con apego a la legislación española de 1812,
los Ayuntamientos habrían de ejercer sus atribuciones de acuerdo
con el artículo 32], que les ordenaba «cuidar de todas las escuelas
de letras y de los demás establecimientos de educación
que se paguen de los fondos del común».

Entre 1820 Y ]824, los pueblos que contaban con Ayuntamientos


instaron a la Provincial, por intermedio de Ildefonso
Díaz de para que en su cabecera se implantaran precep-
torías de letras. Las solicitudes fueron respondidas de
manera afirmativa,' excepto en el caso de la ciudad de San Luis
cuyo tardó aproximadamente un año. En es-
tas solicitudes se de diversas formas la necesidad de contar
con tales establecimientos.

190
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA Dl!"'L, S XVII AL S XX

Hubo quienes sólo hicieron la solicitud sin mayor argumento


que la necesidad de tener una escuela de primeras letras, como Sa-
linas, San Nicolás de Tierra Nueva, Gamotes o Armadillo." Pero
otros ayuntamientos presentaron más argumentos; Santa María
del Río apuntó: «apreciarán como es debido el establecimiento
de escuelas para la pública instrucción»;' Guadalcázar, «que me-
diante a la recomendación que se hace por nuestra Constitución
que obedecemos sobre el establecimiento de escuelas de primeras
letras, para que los impúberes lleguen a lograr la felicidad de ser
reputados por ciudadanos»."

Por su parte, el Valle de Matehuala precisó que requería dotar


de instrucción a la juventud, instruirla en los dogmas de «Nuestra
Sagrada Religión, para que no se llene de vicios y para que al llegar
a la pubertad sus costumbres no sean perversas»,' y que se
«fomentara la escuela de niños y se estableciera la de niñas»."

Como se puede observar, estos últimos hacían una exigencia


inexcusable a las autoridades para que con las obliga-
ciones impuestas por la Constitución entonces vigente, y sus razo-
namientos estaban enfocados en el beneficio del individuo. De esta
manera, la educación era vista como el instrumento que garantiza-
ría a los sujetos el trato de ciudadanos de prestigio y reputados. Por
tanto, se consideraba que proporcionaba al individuo un predomi-
nio moral entre la sociedad.

Ese sentido moralizador se relacionaba con la idea de que la edu-


cación alejaría a la juventud de los vicios, acercándola a las buenas
costumbres que se adquirían mediante la formación en los precep-
tos del catolicismo, signo de ser un buen ciudadano y un buen cris-
tiano, preparado para servir tanto a la nación como a la Iglesia.

En ese sentido, los diversos Ayuntamientos expresaron en sus


solicitudes la necesidad de instruir a la población estudiantil con
cierto matiz religioso. Un ejemplo de ello fue el del Ayuntamiento
de Valle de San Francisco, que requería que su preceptor reuniera
conocimientos cristianos y políticos suficientes, al igual que una

191
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

conducta metódica en la enseñanza sin los cuales, se creía, no po-


dría ser útil a los educandos."

En términos generales, en las escuelas de primeras letras se recu-


rría a un plan de enseñanza completo para ese tiempo, aunque no
era llevado a cabo en todas las preceptorías. En algunas, como era

La autoridad analiza la
solicitud para autorizar
preceptorías

de esperar, se privilegiaban algunos aspectos de acuerdo con la for-


mación del preceptor. No obstante, hay cuatro rasgos comunes en
ellas: lectura, escritura, doctrina cristina y aritmética; en algunos
casos se enuncia cómo «saber contar y sumar».

Por otra parte, el proceso que los Ayuntamientos aplicaban para


determinar un plan de enseñanza o la instrucción que requerían los
niños y niñas, tomó un rumbo diferente cuando en 1823 el Ayun-
tamiento de la capital promulgó el primer plan de enseñanza en el
estado de San Luis Potosí.

192
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. .:IX

La instrucción que los Ayuntamientos solicitaban para sus ni-


ños y las cualidades que deberían reunir los preceptores, así como
el plan presentado, reflejan la influencia de la educación virreinal,
pues seguía presente la enseñanza de la doctrina cristiana. Es por
ello que una de las herramientas más recurridas para leer y escribir
era el Catecismo del Padre Ripalda, a pesar de que se introdujo el
catecismo político para la formación cívica de los ciudadanos. 10
Por lo tanto, la influencia virreinal durante los primeros años de
independencia, representada por el dogma cristiano y las rigurosas
reglas de respeto que denotaban lajerarquización social que seguía
prevaleciendo en la sociedad, tuvo una fuerte presencia en las es-
cuelas de los ayuntamientos.

y para que esos valores fueran transmitidos de manera efectiva,


los ayuntamientos debían elegir a las personas adecuadas, por ello
sometían a examen a los preceptores." Además, éstos eran condi-
cionados a presentar un plan de enseñanza e instruirse en el método
de Lancaster." Para las dos escuelas públicas a cargo del Ayunta-
miento de la capital, fueron nombrados como titulares los precep-
tores Pedro Hernández y Pablo León."

Aprendiendo un oficio

193
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

Influencia de la educación virreinal en la enseñanza de la doctrina cristiana

En el Valle de Matehuala, en 1820 Francisco Ricardo Ramos fun-


gía como preceptor; 14 en Salinas del Peñón Blanco, Vicente Argan-
doña, «sujeto a buena letra»." En Aquismón, en 1821, José Osejo
-quien también era secretario del Ayuntamiento-, en compañía de
su esposa;" en Cedral, en 1822, Pedro Vargas Machuca -quien al
mismo tiempo se desempeñaba como secretario-,!? yen el Ayun-
tamiento de Venado, Natividad Pérez."

Es así como podemos decir que los Ayuntamientos entre 1820 y


1824 se convirtieron en promotores de las escuelas de primeras le-
tras en el ámbito de su responsabilidad. Los que aquí se mencionan
desplegaron una actividad de gestoría ante el jefe político y la Di-
putación Provincial para que les fuese autorizada la creación de ta-
les establecimientos. Sus peticiones reunían cuatro características.
Primera, la solicitud propiamente dicha; segunda, el nombramiento
del preceptor; tercera, la petición de autorización de arbitrios e im-
puestos que les permitiesen solventar los gastos como la dotación
del preceptor y compra de material; cuarta, la instrucción que de-
bían impartir a los párvulos.

194
HISTORIAS DE LA VIDA C011DJANA DEL S. XVII AL S. XX

Complemento de la instrucción básica

La información obtenida hasta la fecha permite aseverar que ha-


bía escuelas de primeras letras en las cabeceras de los Ayuntamien-
tos yen algunas haciendas," que sumaban un número preliminar
de 35 con igual número de preceptores.

Las escuelas de primeras letras representaron para los Ayunta-


mientos un ejercicio concreto de sus atribuciones políticas, pero
también siguieron representando un lugar para adoctrinar a la po-
blación infantil. Sin embargo, debemos decir que no se concretó
el ideal ilustrado de sacar del ámbito educativo la influencia del
dogma eclesiástico, para ello habrían de transcurrir muchos años ...

195
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

Enseñanza a los párvulos

196
La educación en la ciudad
y el campo potosino:
de la revolución a la pos revolución

Armando René Espinosa Hernández'


Departamento de Investigación Educativa SEER

El legado educativo del movimiento armado revolucionario

Durante el Congreso Nacional de Educación Primaria realizado


en la ciudad de México en septiembre de 1910, los profesores Juan
Rentería y Bartolo Guardiola informaban que en San Luis Potosí
funcionaban 539 escuelas de todos los niveles, con una matrícula
de 34,893 alumnos, distribuidas en dos zonas escolares; había una
escuela por cada mil habitantes. También indicaron que la inversión
en educación representaba la tercera parte del presupuesto gene-
ral del estado y en cada alumno se gastaba un promedio de $9. 91
por año. Las escuelas eran sostenidas por las arcas del estado, los
Ayuntamientos, los propietarios de fincas rústicas, los vecinos de las
congregaciones, el clero católico, misiones evangélicas y padres de
familia en las llamadas escuelas particulares.'

Sin embargo, el índice de analfabetismo era alto; aproximada-


mente un 80% de la población. Este porcentaje se mantuvo después
de la Revolución, al menos durante algunos años, pues aunque se
promovieron algunos cambios en la política educativa, la inestabi-
lidad y la diferencia de intereses de los grupos gobernantes impi-
dieron que se llevaran a cabo en forma inmediata.

197
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

Alfabetización de los niños

Como es sabido, la Revolución destruyó en gran medida el ré-


gimen porfirista; por ejemplo, la forma de tenencia de la tierra,
la organización de los trabajadores, la economía, la organización
política y, desde luego, también afectó a las instituciones educa-
tivas. En muchos estados, durante el periodo armado las escuelas
dejaron de funcionar y algunos de sus edificios fueron utilizados
como cuarteles militares, caballerizas y bodegas.

En San Luis Potosí los efectos para la educación fueron diversos,


aunque los mayores vaivenes se presentaron durante 1913 y 1914.
David G. Berlanga, que se desempeñaba como director de educación
y fue autor de la ley de 1912, renunció a su cargo para incorporarse
a la filas del movimiento armado. Al quedar como responsables de
la política local, partidarios de Victoriano Huerta dieron un vuelco
la política educativa; entre otras cosas, determinaron la fusión de la
Escuela Normal con el Instituto Científico y Literario, lo que trajo
como consecuencia una alta deserción de normalistas que también
se enlistaron como soldados revolucionarios. Esa decisión incluyó
el cambio de sede, pasando del edificio que la Normal ocupaba en
el jardín Morelos en el barrio de Tequisquiapan al del Instituto. Así

198
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

Escuela federal en comunidad rural

mismo, una gran parte de las alumnas normalistas abandonaron sus


estudios; a decir de 1. R Alderete', fue por los prejuicios sociales de
la época, que impedían a las mujeres cursar carreras de las llamadas
«liberales».

Pero el clima de inestabilidad política nacional y local hizo que


a mediados de 1914 fuera nombrado gobernador el convencionista
Eulalio Gutiérrez, quien nuevamente dispuso la separación de la
Normal y del Instituto, y le asignó como sede a la primera de ellas
el edificio denominado «Seminario».'

Por lo que respecta al ámbito nacional, durante estos años el anal-


fabetismo se conservó cercano al 80% y hubo una disminución en
el número de escuelas de aproximadamente mil establecimientos;
pese a ello, la matrícula se conservó cercana a los 700 mil alumnos
y los profesores se incrementaron en más de mil.'

También se promovieron cambios trascendentales en la educa-


ción. Durante el breve periodo gubernamental del doctor Rafael
Cepeda, se le encomendó al profesor y revolucionario coahuilense
David G. Berlanga la reorganización de la educación en el Estado;

199
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S XVII AL S. XX

producto de ello fue la Ley de Educación Primaria en el Estado


de San Luis Potosí, promulgada el 15 de enero de 1912. 6 Esta ley
introdujo preceptos como la gratuidad, el laicismo, la uniformidad
y la obligatoriedad, y facultó a las municipalidades para establecer
sus propias escuelas.

Para administrar la educación, organizó el aparato educativo en


una Dirección General de Educación Primaria, que dependía de la
Secretaría de Gobierno, creando los cargos de Director General,
Secretario de Educación Primaria e Inspectores de Primaria, dos
para el partido de la capital y seis para los foráneos. Esta unidad
administrativa se sostuvo con el grado de Dirección hasta 1979.

En cuanto a la Secretaría de Educación Pública (SEP), las pri-


meras noticias que se tienen sobre su presencia en el estado se re-
montan a 1925, cuando el titular de la Dirección Federal de Educa-
ción (DFE) era el profesor Valentín Aguilar. Una de sus primeras
acciones fue gestionar el apoyo del Gobierno Federal, el cual puso
a disposición del Estado y los Municipios la cantidad de 200 mil
pesos para invertirlos en educación, acción que se considera como
representativa de la federalización de este ramo.'

Niños estudiando en el lnstituto Potosino

200
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

Zona Escolar

San Luis Potosí, Ahualulcc , Mexquitic , Soledad Diez Gutiérrez.,


Primera Villa Hidalgo, Villa de Aniaga, Villa de Arista.

Santa María, del Río, Cerro de San Pedro,


Segunda
Morelos (Armadillode los Infante),Pozos, Tierra Nueva, Zaragoza.

Tercera Charcas,Moctezuma, Ramos, Salinas, San Domingo, Venado.

Cuarta Matehuala, Catorce, Cedral, Villa de la Paz, Villa de Guadalupe.

Cerritos, CiudadFernández, Guadalcazar, Pastora, Ric Verde,


Quinta
San Nicolás Tolentino, San Ciro. Villa Juárez.

Ciudad del Maíz, Alaquines, Rayón, Santa Catarina, Tanlajás ,


Sexta
Valles, Cárdenas.

Tancanhuitz, Axtla, Aquismón, Coxcatlan. Huehuetlan, SanAntonio,


Séptima
San Martín,Tampacán, Tamazunchale, Tampamolón, Xilitla.

Tabla l. Zonas escolares y municipios con escuelas rurales federales en 1932.

A partir de entonces, el estado se dividió en cuatro zonas escola-


res y la SEP empezó a tener mayor presencia. Las zonas escolares
fueron: la del norte, que abarcó lo que hoy conocemos como El Al-
tiplano; la del centro, que se componía del municipio de la capital y
los más cercanos a él; la de oriente, que abarcó los municipios de los
que hoy llamamos Zona Media, y finalmente, La Huasteca". Durante
los gobiernos de Rafael Nieto y Aurelio Manrique se establecieron
escuelas rurales federales en 39 municipios, abarcando 110 localida-
des; el total de escuelas en esos lugares llegó a 112, con 7,593 alum-
nos, 5,058 hombres y 2,535 mujeres, atendidos por 166 maestros,"

Posteriormente, durante los años que Saturnino Cedillo tuvo


el control político del estado (1925-1938), manifestó su compla-
cencia con la federalización de la educación. Sin embargo, en un
principio no compartía el sentido anticlerical que todo ello impli-
caba, pues desde su participación en la Guerra Cristera se había
manifestado tolerante con las acciones de los simpatizantes de la
Iglesia católica y de las llamadas escuelas confesionales, por lo

201
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

que invitó a escuelas católicas cerradas en el resto del país para


que vinieran al estado. Con este apoyo, los maristas pudieron es-
tablecerse en 1935, creando un internado que recibió el nombre
de Instituto Potosino.

Con el paso de los años, el sistema estatal fue reorganizando los


servicios educativos, acercándose más a los ideales federales y la
Ley de Educación de 1936 incluyó en su artículo tercero el precepto
Constitucional de la educación:

Para llenar los fines Constitucionales de la educación, la primaria será


democrática, activa y socialista, excluyendo toda doctrina religiosa,
combatiendo el fanatismo y los prejuicios, organizando sus activida-
des en forma que permita crear en la juventud un concepto racional y
exacto del universo y de la vida social, de acuerdo con los principios
conquistados por nuestra Revolución Social'?

Aprovechamiento de casco de hacienda para la educación rural

Para estos años, el proyecto educativo postrevolucionario estaba


fortaleciendo su presencia; durante la década de 1930, se alcan-
zaron las cifras de 624 escuelas, 610 maestros y 40, 197 alumnos.

202
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

Otras instituciones contribuyeron a su fortalecimiento, como la


Escuela Normal Rural de Rioverde, que se instituyó con el propó-
sito de capacitar a los futuros maestros rurales, y la Escuela Federal
Tipo, fundada por la SEP en 1928 en la capital, con el propósito
de presentar una orientación nueva en los métodos educacionales.
Para contribuir a esos objetivos, también se establecieron las Aca-
demias Pedagógicas de Cooperación y se emprendieron las accio-
nes de las Misiones Rurales.

El ámbito favorito de la SEP para su acción fue el rural; es por


ello que la expansión del aparato educativo federal se llevó a cabo
principalmente en las villas y pueblos. En 1925, la presencia educa-
tiva tan sólo llegaba a ocho escuelas elementales y una superior en
la capital, contra las 67 elementales y 15 superiores sostenidas por
los municipios; a esto se sumaban las 19elementales y 6 superiores
sostenidas por el erario estatal. En ese sentido, tanto por el número
de escuelas, como de alumnos y maestros, se formaron dos ámbi-
tos educativos: el rural, dominado por ella Dirección Federal de
Educación y el urbano, controlado por el Dirección de Educación
del Estado.

Rumbo a la escuela en la ranchería

203
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XY

La acción social de las escuelas rurales potosínas

Las denominadas escuelas rurales se ubicaron en pequeñas lo-


calidades del campo potosino, abarcando todas las regiones. Con
algunas diferencias, estaban compuestas por uno o dos maestros,
en su mayoría no titulados, con estudios de cuarto o sexto grado
de primaria; I I algunos otros tenían estudios normalistas, egresados
principalmente de la Escuela Normal Mixta de San Luis Potosí
(ENMSLP). Después de la fundación de la Normal Rural de Rio-
verde, los allí formados ingresaban al magisterio rural federal."
Era de llamar la atención que en la Zona Norte algunos maestros
provinieran de las escuelas normales de Monterrey y Saltillo y en
la Huasteca había maestros provenientes del estado de Tamaulipas.

La escuela ocupaba generalmente un local formado por dos am-


plios salones y en algunos casos por tres, cuyas dimensiones va-
riaban. En realidad no existía un criterio para la construcción de
los edificios escolares, ya que sólo se establecía que debería ser
un local propio para la escuela y las dimensiones estaban deter-
minadas por el número de alumnos. Podría decirse que durante el
cedillismo cada escuela rural atendía a un promedio de 73 alumnos
en cada ranchería.

En teoría, la construcción escolar contaba con teatro al aire libre,


campo deportivo, huerto escolar, jardín, anexos como el galli-
nero, excusado de letrina, una parcela escolar, apiario y casa del
maestro, que se empezó a extender a partir de la década de 1930.
Cuando se solicitaba el establecimiento de una escuela, la SEP pe-
día como requisito tener el local conveniente para la escuela y sus
anexos ya construidos, pero pocas comunidades y Ayuntamientos
cumplían con ello, y por lo general la escuela se instalaba donde
se podía.

Una práctica común en la Zona Norte fue destinar lo que que-


daba de las haciendas para convertirlas en escuelas rurales." Ésta
fue una de las tareas de los maestros que llegaban a esas zonas
y la construcción o readaptación de los edificios de las escuelas

204
mSTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

Platicando y jugando en el recreo

ocupó una parte importante de su además de requerir de


su capacidad negociadora; por ello, su relación con la comunidad
podía fortalecerse o debilitarse. Hubo localidades que se opusieron
a colaborar; en cambio, los pobladores de otras participaban con
faenas, donación o elaboración de material.

En las zonas del norte, del centro y del oriente del estado se pre-
firieron el adobe, el enjarre con cal, arena y cemento como materia-
les de construcción; eran blanqueadas con una mezcla de cal, agua,
sal y maguey. En tanto que en la Huasteca, los pobladores se incli-
naron por la madera, el enjarre de tierra vega, compuesto por lodo
revuelto con gramilla, con 10 que se revestían las paredes de otate,
y para techar se utilizaba la 14 La responsabilidad y gastos de
construcción de las escuelas rurales recayeron en el campesinado,
apoyado por los Comités de Educación." Los Ayuntamientos, el
Gobierno Estatal y el Federal poco aportaron en estos años.

205
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

La inauguración de los edificios escolares fue motivo de cele-


bración comunal, y era una oportunidad de mostrar la acción so-
cial de las escuelas. También tuvo un significado político, pues los
inspectores aprovechaban la oportunidad para fortalecer o formar
grupos políticos con funcionarios educativos, estatales, militares
y municipales. El Inspector Escolar Federal de la Zona Centro del
Estado, profesor Fidel Vázquez, consideraba que la inauguración
de la escuela de la ranchería del Rincón y el Jaral era: «[... ] un
completo y halagador triunfo para la Acción Educativa Federal que
la Secretaría del Ramo desarrolla en la entidad [... ]».16 El
programa de inauguración comprendió números musica-
les, dramatizaciones, actividades sociales y encuentros deportivos.

El inspector V ázquez aseveró que el tenía un espíritu


nacionalista y se refirió a la escuela rural federal como la conquista
más valiosa de la Revolución y símbolo de la grandeza nacional."
Las mismas acciones se desarrollaron en la inauguración de la Es-
cuela Rural Álvaro Obregón en la comunidad de Paisanos, la cual
se hizo coincidir con el XXII Aniversario de la Revolución Mexica-
na. Así mismo, se celebraron encuentros deportivos de básquetbol
entre equipos formados por maestras federales y una actividad so-
cial consistente en una comida colectiva y velada literaria-musical,

En 1933, en la misma Tercera Zona se inauguró el edificio de


la escuela rural Ignacio Zaragoza; ésta se ubicaba en el rancho de
La Libertad, municipio de la capital. En del mismo año le
tocaría el turno a la escuela rural federal de la fracción de Cochi-
nillas, municipio de Ahualulco. La directora de la escuela era la
profesora Sofía Romo Trujillo, quien a inicios de la década de 1940
sería nombrada Inspectora Federal, con lo que se convertiría en la
primera mujer en desempeñar ese cargo. En noviembre se haría lo
mismo en la fracción de Capulines, municipio de la 18

Además de su labor pedagógica, las escuelas rurales llevaban


adelante su programa social: organizar a los alumnos y campesi-
nos, introducir nuevos cultivos y mejorar la agricultura; enseñar
oficios prácticos de provecho a la población; mejorar la posición

206
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S XVIl AL S, XY

de la mujer; erradicar vicios como el alcoholismo y los juegos de


azar; implantar actividades recreativas como el deporte; mejorar
la higiene personal; fomentar el aprecio y cuidado por las especies
vegetales y animales,

En San Luis Potosí esas acciones tuvieron buena acogida, salvo


pequeños incidentes, como lo sucedido en la zona norte, en donde
se argumentaba que no se trabajaba, pues se realizaban muchas
acciones fuera de la escuela. 19 En la zona oriente la labor de las es-
cuelas tuvo dificultades por la orientación socialista," y en el caso
del internado Huasteco, estuvieron involucrados algunos intereses
de índole comunal y político."

En las escuelas rurales también se formaron sociedades infanti-


les de carácter cívico, de aseo e higiene, deportivo, protectoras de
animales y de las plantas, Algunas otras se orientaban hacia el aho-
rro, a la propaganda de la educación, al ornato, al embellecimiento
de la escuela, al alumbrado y riego del jardín, en su caso, 22 En
otras zonas adoptaron el nombre de clubes infantiles, organizados
en torno a actividades de aseo, orden, limpieza, puntualidad, de-
portes y festivales. De manera diferente se interpretó en la escuela
de Tambolom y de Tantobal, en la zona de la Huasteca; aquí los
alumnos formaron una cooperativa para comercializar la miel pro-
ducto de la apicultura."

Por lo que se refiere a los campesinos, la organización más con-


sistente radicó en las Asociaciones de Padres de Familia y los Co-
mités de Educación, En otros casos, la escuela rural ejerció una
poderosa influencia en el reparto agrario, algo que no sucedió en
San Luis Potosí. Sin embargo, se dieron casos en los que las maes-
tras rurales aprovechaban las reuniones con los habitantes y hacían
labor social, dando a conocer el Código Agrario, denominándole
«Catecismo agrario» ,24 Así sucedió en las escuelas del norte ubica-
das en Salitral de Carrera, Zacatón, Ramos, Pocitos, Dulcita, Sauz
de Calera, Herradura, Hedionda y el Toro, en el municipio de Ra-
mos; Cedazo y el Estribo en el municipio de Salinas. También en
Remedios, Laurel y Polocote del municipio de Venado, y Cañada

207
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

Verde de Charcas. Por lo anterior, podría decirse que los maestros


rurales fomentaron la nueva cultura agrarista, aunque no intervi-
nieron directamente en las gestiones y operaciones del reparto de
la tierra.

La función primordial de los Comités de Educación fue apoyar


las acciones de las escuelas, que de manera objetiva se tradujo en
la organización de faenas y convocatorias a reuniones para acordar
lo referente a la construcción de los edificios escolares y el trabajo
en la parcela escolar. Su funcionamiento fue muy irregular; aunque
mediaba cierta presión de la autoridad, al hacerles notar que si no
apoyaban a la escuela, se les clausuraría." En otros casos fue im-
posible instalar los Comités, como en las primarias de Charcas y el
Tepetate," o bien simplemente no funcionaban, como sucedió en
la escuela de Venado," en la que el Comité nunca se preocupó por
ayudar en lo más mínimo. No obstante, la asamblea de ejidatarios,
con la presencia del diputado Valentín Aguilar, aprobó dotar de un
terreno a la escuela."

208
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. AX

En algunos momentos llegó a haber confusión entre las compe-


tencias de las Asociaciones de Padres y Maestros y los Comités de
Educación. Mientras las primeras debían estar formadas por los tu-
tores de los alumnos y varios maestros que prestaran sus servicios
en la escuela, los Comités debían integrarse, además de padres de
familia y maestros, por personas distinguidas de la localidad donde
se asentaba la escuela.

Estas agrupaciones realizaban diversas acciones para mejorar los


edificios escolares y adquirir material que sirviera de apoyo a la
labor educativa en las escuelas. Por ejemplo, durante 1928 diver-
sas Ligas de padres y maestros realizaron acciones en beneficio de
múltiples escuelas: la Liga de la escuela primaria federal de Pozos
acordó fabricar adobes para construir los excusados y un gallinero;
la de la escuela primaria de Ahualulco recolectaba fondos, e in-
formó tener tres pesos cincuenta centavos para «las reparaciones,
terminación de la construcción y anexos». Por su parte, la Escuela
Federal de Venado recibió el apoyo del Ayuntamiento para «la ins-
talación de la pila central en el huerto escolar»."

La introducción de nuevos cultivos tuvo como fin diversificar


la agricultura, además de fomentar el autoconsumo mediante los
huertos escolares y que los campesinos conocieran nuevas especies
agrícolas aprovechables. El espacio más inmediato para la siembra
fue el huerto escolar, donde se cultivaron hortalizas, flores, frutas,
cereales y forraje como la alfalfa." En 1927 se contabilizaron 78
huertos escolares, donde se sembraron árboles frutales como na-
ranjos y duraznos, flores de ornato, verduras como chile, cebolla,
jitomate, calabaza, y granos como maíz y frijol."

El otro espacio para la agricultura promovido por la escuela fue


la parcela escolar, que consistía en una dotación de tierra para fines
agrícolas que el ejido donaba conforme a la disposición de la Co-
misión Nacional Agraria. Al respecto, la circular número 51 decía

[... ] De la superficie de cultivo se separará una no menor de cinco hec-


táreas por cada escuela de niños o de niñas que haya en la localidad, y

209
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

Trabajo en el huerto escolar

dicha superficie se destinará a la enseñanza agrícola de la cooperativa


escolar que se funde [... ].31

El reparto agrario para las escuelas fue desigual. En algunos ca-


sos no se cumplió con el mínimo de cinco hectáreas. A la escuela
del Refugio se le dió media hectárea; en contraparte, la de San An-
tonio de Huchimal recibió 18 hectáreas y media de manera provi-
sional. Aún así, se registraron avances notables. En la Zona Centro
se repartieron, entre provisionales y definitivas, 107hectáreas; en la
Zona Norte 63; en la Zona Oriente 42, y en la Zona de la Huasteca
41, con lo cual se benefició a 62 escuelas rurales."

Las labores de la parcela escolar impusieron las mismas con-


diciones de trabajo y colaboración solidaria entre los habitantes
de las rancherías con el maestro rural: los campesinos preparaban
la tierra, sembraban, limpiaban, cosechaban, previos acuerdos de
asambleas presididas por la autoridad ejidal y el profesor. Gene-
ralmente se sembró maíz y frijol, aunque no siempre fue así; en la

210
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. .xx

Huasteca se introdujo el cultivo de la naranja," como en la comu-


nidad de San Miguel, municipio de Ciudad Valles." Otros cultivos
en la región fueron el café, 36 la ciruela, la papaya y el plátano."

Las campañas fueron otra forma de educar a la población, orien-


tadas a eliminar vicios como el alcoholismo, los juegos de azar,
provocar actitudes de conservación de la naturaleza, el cuidado de
la salud, la promoción de la limpieza y alfabetización, entre otras.
En este sentido, el inspector Aurelio C. Merino hablaba del éxito de
la educación rural de la siguiente forma

Este importante servicio social encomendado por la Secretaría a las


escuelas rurales [... ] se nota fácilmente la transformación que mediante
la acción de la escuela, se está operando en la vida hogareña y colectiva
del pueblo."

Con las evidencias mostradas anteriormente, podemos decir que


la acción directa de la escuela rural y sus agentes estaban logrando
transformar la vida rural, tal como el proyecto educativo postrevo-
lucionario lo había definido.

211
Notas sobre la lectura en San
Luis Potosí a finales del Siglo
XIX: Lecturas, medios
..
y espacios

José Pablo Zamora Vázquez


Universidad de Guanajuato

Año de 1886: enero 783, febrero 961, marzo 853, abril 754, mayo
1,341, junio 967,julio 868, agosto 745, septiembre 697, octubre 413,
noviembre 300, diciembre 402. Total: 9,084 ¿Qué son estos núme-
ros? Lectores. Las cifras representan a las personas que acudían a
la Biblioteca Pública del Estado de San Luis Potosí, instalada en
la planta baja del edificio del Instituto Científico y Literario, en la
ciudad de San Luis Potosí. El propósito de su asistencia era con-
sultar y leer alguno de los libros que formaban parte de ese acervo
bibliográfico. Por lo menos así se registraba y así lo publicaban
tanto el Periódico Oficial, como El Estandarte.

Ahora bien, a partir de esas cifras podrían formularse preguntas


como las siguientes: ¿Qué leían? ¿Por qué leían? ¿Cómo leían?
¿Quiénes eran? Sin embargo, poco se sabe sobre ello y es difícil
llegar a conocerlo. El director de esa biblioteca en el año referi-
do, Ramón Francisco Gamarra, da algunas pistas al decir que las
obras más consultadas habían sido «de jurisprudencia, medicina,
elementos de inglés y de francés, de griego y de latín, de mecánica
y química industrial y de literatura recreativa».'

213
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

Instituto Científico y Literario

Respecto a la identidad de esos lectores, lo más probable es que


fueran estudiantes del Instituto que se preparaban para sus clases o
exámenes, o bien, profesores de esa misma institución educativa,
aunque también pudieron haber sido personas ajenas al instituto,
pues el factor lúdico que refiere a los libros de literatura o de «be-
llas letras», permite pensar que algunos de los lectores acudían a la
biblioteca con un propósito recreativo.

Respecto a la forma de leer o comprender los textos que consul-


taban, así como los usos que había para llevar a cabo esta práctica
lectora, es menos fácil de comprender y estudiar. Hay referencias
sobre la forma en que se debía instruir y dirigir la lectura en el siglo

214
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

XIX, las cuales se ubican en el marco de la instrucción pública, parti-


cularmente en el de las escuelas primarias para niños de 6 a 14 años.

Desde aquel ámbito, el aprendizaje de la lectura y la escritura su-


ponía un proceso de «perfeccionamiento» que se desarrollaba du-
rante los tres grados que constituían la instrucción primaria, según
lo habían trazado las autoridades responsables de la instrucción en
el estado. Siguiendo su argumento, en el grado «rudimentario» la
lectura debía ser «regular con inteligencia de lo que se lea»; en el
nivel medio, el estudiante debía tener una lectura «correcta, expre-
siva y razonada, en prosa y verso, explicando después el contenido
de lo que se lea»; en el grado superior debía ser «declamada y de
manuscritos de todas formas»,"

Sea como fuere que se practicara la lectura y más allá de las


abstracciones que representan los números o las reglamentaciones,
esas cifras y referencias a las formas «correctas» de leer hablan
mucho de lo que significaba la lectura en ese momento, pues el
hecho de dar seguimiento estadístico a los lectores que acudían a
la biblioteca y hacer públicas dichas cifras en la prensa, refieren a
un interés y a ciertas expectativas con respecto a la práctica de la

215
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

lectura. Por supuesto, ello habla de un mundo que había en tomo a


esa práctica, el cual estaba compuesto de lecturas, medios y espa-
cios para la lectura, que tuvieron un despunte en el San Luis Potosí
de finales del siglo XIX.

Por supuesto, los testimonios que han quedado para comprender


ese mundo de la lectura y las ideas que sobre ella se tenían, se
ubican como producto de las élites intelectuales, los sectores eco-
nómicos altos o los grupos detentadores del poder, pues eran ellos
principalmente los que tenían los instrumentos y el saber necesario
para dejar plasmada una opinión sobre la lectura. Se debe conside-
rar que la alfabetización era un proceso que apenas comenzaba, y
que el entorno era más bien mayoritariamente analfabeta. Por tan-
to, las nociones sobre las ideas que de la lectura han sobrevivido,
provienen de ese sector letrado, cuyas representaciones sobre la
práctica de la lectura estarían permeadas por sus intereses y postu-
ras ideológicas.

Por un lado, se creía que en México y en San Luis Potosí había


un auge y un desarrollo amplio de la lectura. Así, en 1899, Manuel
Muro tenía una actitud positiva con respecto al avance de la alfabe-
tización y la capacidad de leer entre la población de San Luis Po-
tosí, aunque veía que eso constituía un trabajo que debía seguirse
realizando, pues:

Si bien es cierto que hemos progresado notablemente en la enseñanza


pública, hasta el grado de que ya aventajamos a la antigua metrópoli en
instituciones políticas y en la proporción de habitantes que saben leer y
escribir, respecto á los respectivos censos, no debemos descansar de la
noble tarea de educar a la juventud.

En ese tenor, los editores de la Biblioteca Religiosa, Histórica,


Científica y Literaria, desde su posición como mediadores de la
lectura, sostenían que:

En medio del movimiento general y uniforme que se observa hoy en


todo el país, notase una necesidad imperiosa para las diversas clases
que forman nuestra sociedad: la de los buenos libros. Un pueblo que,

216
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX"

como el nuestro, está llamado por la Providencia á un gran porvenir,


debe poner en la instrucción la base de su engrandecimiento y su bien-
estar verdadero, pues ahí donde reúnan la ignorancia y el error, ningún
progreso es posible alcanzar.'

La lectura habíade ser "correcta"


expresiva y razonada, en prosa y
en verso.

Hubiera o no «progreso» en la lectura, o se estuviera o no cum-


pliendo un destino providencial con la lectura de los «buenos li-
bros», es de llamar la atención que también había una preocupa-
ción por lo que se leía, pues se pensaba que la lectura por sí misma
no llevaba a nada, como declaraban estos mismos editores:

Cierto es que actualmente se lee mucho, y que el comercio de libros


ha adquirido entre nosotros un desarrollo extraordinario: pero también
es que la mayor parte de esas lecturas se reducen á novelas en que se
falsea la historia y se rinde culto á las pasiones más viles, á libros en
que se insulta á la Religión y que dejan en el alma huella de un escepti-
cismo corrosivo y mortal; á producciones, en fin, que distraen el enten-
dimiento sin ningún fruto y que lejos de ilustrar y enseñar contribuyen
de un modo eficaz á producir confusión en el espíritu, no menos que
á extraviar y pervertir los nobles y generosos sentimientos del alma."

217
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

Gracias a una mediación inte-


lectual, artesanal y comercial,
llegaban los textos al lector.

En síntesis, puede decirse que en ese momento se creía que debía


existir una lectura correcta, no sólo en la forma, sino en el conte-
nido, además de que se suponía que debía tener un propósito y un
objetivo. De esta forma, Francisco Gamarra declaraba que con la
Biblioteca Pública, como un espacio para la lectura:

... ya solamente los potosinos que quieran podrán permanecer incultos


ó ignorantes, pues a todos y a cada uno les brinda la Biblioteca Pública
de esta Capital con la luz, la erudición y hasta el recreo como si los
tuviera gratis y a domicilio.'

Respecto de lo anterior, hay que destacar que el discurso que se


manejaba sobre la lectura se componía por palabras como: ilustra-
ción, instrucción, moral y progreso. Esto se entiende si se considera
que estos testimonios fueron producidos en un contexto de poca
alfabetización y desde una actitud «progresista y civilizatoria»; de
ahí que la lectura se entendiera como ilustración, mejora y progreso.

De esta manera, las ideas o representaciones que existían sobre


la lectura, impulsaron toda una serie de prácticas que se expresaron
no sólo en el discurso, sino en la reproducción de los materiales

218
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

que la permitían, así como en la aparición de los medios y los espa-


cios que la posibilitaban, lo cual implicó toda una transformación
en las actividades económicas, sociales y culturales.

En primera instancia, como lo ha referido el historiador Robert


Darnton, para leer debía existir un material para la lectura y una
distribución de esos materiales, es decir, una serie de mediaciones
que implicaban un ciclo vital para los textos de lectura, que iba de
los autores a los editores, pasaba por la imprenta y las librerías,
para llegar finalmente a los lectores, quienes definían los gustos
de la época y de alguna manera determinaban la escritura de los
autores y lo publicado por los editores." Es decir, la lectura se hizo
posible gracias a una mediación intelectual, artesanal y comercial,
que ponía los textos en las manos del público lector.

En este sentido, empresas tipográficas y encuadernadoras como


las de Abraham Exiga, José Maria Dávalos, Silverio María Vélez,
de la Escuela Industrial Militar, del Comercio, asi como editores de
la talla de Rafael del Castillo, Bartolo Guardiola, Primo Feliciano
Velázquez y Antonio Cabrera, dieron vida a lo escrito por los hom-
bres y mujeres de letras potosinos, pues los hicieron lecturas para
el público lector del San Luis Potosí decimonónico."

Fue así que folletos, periódicos, revistas, almanaques, anuarios y


libros se reprodujeron y circularon como materiales para la prácti-
ca lectora que se asentaba más y más entre la población potosina.
Un buen indicio de ello es la constante producción de publicacio-
nes periódicas, pues desde la década del sesenta hasta el fin de
siglo, fueron publicados cerca de 300 títulos. Algunos de ellos, dia-
rios, bisemanales, semanales o quincenales, tuvieron una vida muy
efimera, pues no pasaban de los dos o tres números, pero otros
circularon por décadas.'

Un ejemplo de lo anterior es el que se produjo desde la redacción


y las imprentas del Gobierno Estatal, que bajo diferentes nombres
se publicó como un órgano editorial que daba a conocer los decre-
tos, ordenanzas, leyes y decisiones tomadas por ese poder, como

219
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

t es í-

Las empresas tipográficas y editoras dan vida a las letras potosinas

es La Sombra de Zaragoza (1867-1876), La Unión Democrática


(1876-1885) y el Periódico Oficial del Gobierno del Estado (1885),
que sigue vigente hasta el día de hoy.

Fuera de ese ámbito oficial, otros periódicos como La Voz de


San Luis (1883-1884), El Estandarte (1885-1912) y El Contempo-
ráneo (1896-1911) tuvieron una existencia, relativamente prolon-
gada, además de que también se interesaron por dar a conocer los
acontecimientos políticos, sociales y culturales de San Luis Potosí;
incluso, dieron cabida a las lecturas de orden puramente literario,
así como de la historia y la geografía del estado.

En ese tenor, no todos los periódicos estaban enmarcados en el


tema de lo político. También hubo algunos que tenían un tono lú-
dico, como El Barbero, Periódico templado y chismoso y Charla

220
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

los domingos con sus parroquianos por una cuartilla (1873-1874).


Otras publicaciones se identificaban con temas y lectores muy es-
pecíficos, ya fueran mujeres o niños, creyentes católicos u obreros;
a estos públicos se les destinaron títulos como: El Album de las
Señoritas (1865), La Fe. Periódico religioso y literario de la Socie-
dad Católica de San Luis Potosí (1870), El Pensamiento Católico
(1880), El Expositor Escolar para Niños (1880) y El Obrero Poto-
sino (1880-1881).

Del mismo modo, hubo algunas publicaciones de tema muy


variado, cuyo público no estaba seleccionado, mientras que otros
funcionaron como medios de expresión de grupos literarios o cien-
tíficos; tal fue el caso de La Esperanza (1887-1890), publicación de
la Academia Dominical Literaria de Señoritas, una asociación de
mujeres dedicadas al cultivo de las letras.

Sin embargo, periódicos y revistas no fueron los únicos mate-


riales que circularon para la lectura. Otros, como los almanaques,
calendarios y guías de viajeros, fueron géneros muy particulares
que ya tenían una longeva presencia en ciudades como las de Mé-
xico y Puebla, pero que en el ámbito potosino se produjeron hasta
mediados y finales del siglo XIX.

Uno de ellos fue el Calendario Potosino de Genaro Dávalos,


que probablemente comenzó a publicarse desde 1862, para fina-
lizar en 1864. El otro, con una existencia menos efímera, fue el
Almanaque Potosino de Antonio Cabrera (1885-1898 y 1917). Estos
«curiosos» impresos, con formato de libro pequeño, contenían un
santoral, predicciones climáticas, un calendario con las fiestas cívi-
cas y religiosas, así como textos históricos, geográficos y literarios,
ya fueran en prosa o en verso.

Al mismo tiempo en que salieron publicados los almanaques de


Cabrera, Rafael del Castillo dio vida a la que quizá sea la primera
Guía del Viajero de San Luis Potosí (1891). En ella, además de dar
unas «Noticias históricas y estadísticas de las principales poblacio-
nes del Estado», se incluía un directorio administrativo, comercial,

221
HfSTORL4S DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVJJAL S. XX

industrial, así como referencias sobre los de la ciudad


(médicos, abogados, maestros, etc.). También las tarifas
y las salidas de los ferrocarriles y todo en un formato por-
tátil que lo hacía fácil para su consulta.

En esa también otros editoriales que


supusieron ser de una mayor como lec-
turas de tema local y los que trataban so-
bre la geografía y la historia de Potosí. uno de los
más sea la Historia de Luis Potosi escrita por
Manuel en 1891 buscó apoyo del Gobierno local
para gestionar los recursos necesarios que le pagar la
impresión de su obra. De ello resultó que una comitiva represen-
tante del Gobierno local fuera a su casa para leer el manuscrito de
su obra y evaluar si el debía o no apoyarlo en su pu-
blicación. de ese proceso, uno de los evaluadores entregó
un informe a esa sosteniendo lo siguiente:

La obra aludida no sólo me parece buena, útil y patriótica, sino que á mi


modo de ver, ella reúne circunstancias y pormenores que mucho la re-
comiendan. Su estilo es claro, sencillo y natural, observándose en todo
él una facilidad y resultan amenos y que eso mismo despierta el
interés tan necesario en esa clase de escritos, y se eleva muchas veces,
y cuando el asunto lo a una y muy natura-
les y nada estudiadas ni afectadas. Su está bien ordenado y lógi-
camente desarrollado; y cuanto a la narración cronológica de los acon-
tecimientos existe tal enlace que hasta los más insignificantes detalles
se hermanan íntimamente en la relación de los sucesos, y corresponden
con exactisima coherencia á los propósitos del escrito. En una palabra,
el Sr. Muro merece en mi humilde concepto, no sólo bien del Estado,
sino de las bellas letras, por su obra, fruto evidentemente elocuente de
sus fatigas, estudios y trabajos.

Por esta obra recibió del de la ciudad la


subvención necesaria para pagar los Sin em-
bargo, llama la atención manera en que su examinador no sólo
la exaltara por el tema local y por la información que sino
por la facilidad y amenidad de su lectura.

222
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

Puede observarse que había un interés por y dar a cono-


cer nuevas lecturas a la de San Luis más aún si
eran sobre ese Por eso es que, además de la obra de Manuel
también se obras como el Estudio histórico de
San Luis Potosí, de Francisco que en 1894.

Sin en este marco de puoucaciones de carácter patrióti-


co, también hay que es que o se hacían

Portada del tercer Almanaque Potosino

223
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S XVII AL S XX

llegar a los lectores todas esas publicaciones? o ¿cuáles eran los


lugares en donde un aficionado a la lectura podía hacerse de nuevos
textos? Sobre ello, hay que decir que fueron muchos los medios en
que las lecturas llegaban a su público, y que suponían actividades
económicas o toda una serie de estrategias editoriales, así como la
aparición de espacios para la lectura.

En el caso de la Historia de San Luis Potosí, se recurrió a una es-


trategia muy conocida y frecuente en la época, es decir, la publica-
ción por «entregas». En el año de 1892 el primer tomo de esa obra
comenzó a darse a conocer por fragmentos. Las personas que es-
taban interesadas en el texto se suscribían con el editor o el librero
para que les hiciera llegar por partes las obras que les interesaban,
en este caso, la Historia de Muro. Esta estrategia podía convertir a
las empresas editoriales en un negocio redondo, pues muchas ve-
ces el gasto de la impresión se pagaba con las suscripciones, como
también ocurría con la prensa; aunque a decir verdad,el negocio no
siempre resultaba tan redondo, pues algunos suscriptores se retra-
saban en sus pagos.

Por otro lado, las lecturas también se podían comprar como


obras o colecciones completas y acabadas, y para eso existían las
librerías y agencias que surtían de textos a los posibles lectores,
distribuyendo no sólo lo producido en San Luis Potosí, sino en todo
México y el mundo.

En ese momento despuntó un mercado del libro y los impresos,


dándose apertura a diferentes lugares que mediaron en la promo-
ción de la lectura. Librerías, alacenas y agencias se establecieron
para vender libros o suscribir a los lectores a las publicaciones pe-
riódicas. Uno de esos espacios fue «Al Libro Mayor», que comen-
zó a funcionar por el año de 1863,como un negocio para la venta de
productos de papelería, pero que en la década del setenta se amplió
para dedicarse a la distribución de

LIBROS místicos, Misales, breviarios, Libros de Medicina y de De-


recho. DICCIONARlOS, Gramáticas, Manuales de Arte y Oficios,

224
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

Novelas en español, francés é inglés. Obras de literatura. La casa se


encarga de traer cualquier libro, método, piezas de música, etc. etc., de
Méjico ó del Extranjero. INMENSO SURTIDO de cuentos y Libros
para Niños.»

Algunas de las «casas» encargadas de poner lo escrito en manos


de los lectores estaban especializadas en cierto tipo de publicacio-
nes, como la «Librería y Centro de Suscripciones Españolas» de
Ramón F. Parres, cuyo catálogo publicado en 1887 registraba 526
obras, editadas todos en España. Entre ellas había títulos como:
Arte de hacerse amar por su marido, Autores selectos de la más
pura latinidad, Roberto el Pirata ó el Nieto del Diablo, Revolución
de Inglaterra y la colección completa de los libros de Julio Verne."

Algunas otras publicaciones, especialmente las realizadas en San


Luis Potosí, se conseguían en las imprentas, o bien con los propios
autores o editores, así como en lugares muy variados. Ese fue el caso
de una de las obras del poeta Manuel José Othón Después de la Vida.
Drama en tres actos y en verso, a la venta en la redacción del pe-
riódico La Voz de San Luis, en la «Agencia y Librería» de Antonio
Cabrera, en la sastrería de Uzeta yen la alacena «El Teléfono».

Esta comercialización e interés por las lecturas queda plasmado en


los anuncios publicitarios de los periódicos, que no sólo daban noti-
cia de las librerías o agencias de libros, sino de las obras mismas. Un
anuncio como aquellos se expresaba de la siguiente manera:

APUNTES ESTADÍSTICOS Y GEOGRÁFICOS


SOBRE EL ESTADO DE SAN LUIS POTOSÍ,
DE LA REPÚBLICA DE LOS ESTADOS
UNIDOS MEXICANOS, POR
FRANCISCO MACIAS VALADEZ.
Esta obra se encuentra de venta, á dos
pesos el ejemplar, en la librería del Sr.
Mariano Dávalos, sita en la 10 calle de
Zaragoza, antigua de la Concepción. 11

Una estrategia editorial muy interesante fue la que aplicó Anto-


nio Cabrera para el Séptimo Almanaque Potosino, pues lo que hizo

225
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

fue musicalizar su publicación con una mazurca para piano. Así, el


almanaque se presentaba como una:

EDICIÓN ILUSTRADA
con una pieza de música que lleva por título
EL ALMANAQUE POTOSINO
inédita y original del Sr.
D. SANTIAGO URESTI. 12

Por otro lado, la compra de o la suscripción a las publicaciones


periódicas y a las colecciones de libros, no eran la única forma
en que los lectores se podían acercar a los textos de lectura. Tam-
bién se establecieron espacios en los que se facilitó la lectura para
quienes no podían comprar los libros o los impresos, pero que sí
podían rentarlos, como ocurrió con la «Biblioteca para Todos», una
biblioteca de cuota establecida por 1. Ramírez en la ciudad de San
Luis Potosí en el año 1875.13 En ella, con un pago mensual o diario
se tenía acceso a todos los volúmenes de su biblioteca.

El otro sitio que se registra con aquella misma función es el «Ga-


binete de Lectura» de Antonio Cabrera. En este sentido, Cabrera
fue uno de los personajes que mejor se integraron a ese mundo de la
lectura, pues su quehacer abarcó la mayoría de los ámbitos comer-
ciales y culturales que mediaron para la realización de esa práctica.
Su labor comenzó en 1875 con un negocio para encuadernar, el cual
se expandió a «Encuadernación, Librería, Agencia de Publicacio-
nes Nacionales y Extranjeras», como se registraba en el Almanaque
Potosino, que él mismo empezó a editar desde 1885. 14 Finalmente,
por esa misma época, abrió un nuevo espacio para leer, su Gabinete
de Lectura, con cerca de 1,500 volúmenes a disposición del público
lector, que como suscriptor, por una cuota mensual podía llevarse
a su casa las lecturas que eligiera. La apertura de ese gabinete fue
recibida e interpretada en su época como un medio de ilustración,
según se opinaba en El Estandarte, pues se decía que ese gabinete
«es ciertamente un beneficio para los aficionados pobres á la lectura
y contribuirá en sumo grado á la difusión de las luces»."

En ese tenor, la lectura no sólo fue un pretexto para desarrollar


prácticas comerciales con los libros o las publicaciones periódicas,

226
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDiANA DEL S. XVIl AL S. XX

ya que se crearon otros espacios gratuitos y públicos que sirvieron


para llevar a cabo esta práctica. Por supuesto, uno de esos espacios
fue la Biblioteca Pública, que no sólo se veía como un almacén
para lo escrito y lo impreso, sino como uno de los principales espa-
cios para el desarrollo de la lectura.

La creación de bibliotecas públicas fue algo que estuvo en boga


entre la población letrada y los gobiernos locales de San Luis Poto-
sí. Producto de ese interés fue la Biblioteca Pública del Estado de
San Luis Potosí, mencionada anteriormente, así como la biblioteca
de la Escuela Normal, aunque para finales del siglo XIX aún se
consideraba en proceso de construcción y desarrollo, en compa-
ración con la primera, que tenía un lugar especial en la cultura de
San Luis Potosí.

En este sentido, la Biblioteca Pública ganó ese lugar a partir de


todos los esfuerzos y dificultades que se sortearon para instalarla,
pues pasaron más de veinte años para que finalmente se pusiera en
funcionamiento. Por supuesto, la idea de su creación y las expectati-
vas sobre ella, estaban enmarcadas en el discurso progresista e ilus-
trado que se tenía a propósito de la lectura, pues ese espacio suponía
ser el que facilitaría su práctica. Así, en julio de 1857, al plantearse
las primeras propuestas para establecer una Biblioteca Pública en
la ciudad, desde la Secretaría de Gobierno del Estado de San Luis
Potosí se emitió un texto al Ayuntamiento de la ciudad, con el fin de
conseguir su apoyo en ese proyecto. Esto es lo que decía:

Animado el Exmo. Sr. Gobernador de los más vivos deseos para plantear
y sostener toda institución de progreso y toda mejora positiva que tenga
por objeto consolidar los principios democráticos y propagarlos en la
clase pobre, me ordena dirigir [...] de establecer lo mas pronto posible en
esta Capital una biblioteca pública, cuyo fin exclusivo será la instrucción
popular. El Gobierno cree que la Exma. Corporación [el Ayuntamiento]
se prestará gustosa a llenar esta noble mira, siguiendo en ella el espíritu
de la época, que no es otra que la reforma de la sociedad, motivada por
la ilustración de los ciudadanos; pues bien se concibe la imposibilidad de
hacer al pueblo libre dejándolo en su ignorancia. 16

En ese ámbito de las bibliotecas, además de las autoridades loca-


les y las instituciones creadas para velar por la instrucción pública,

227
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S XX

hubo otras entidades que también se preocuparon por la lectura y la


creación de espacios para su realización. Estos organismos fueron
las asociaciones científicas y literarias que se fundaron a finales del
siglo XIX y que promovieron la lectura entre sus integrantes y entre
el público ajeno a esas organizaciones.

Una de ellas fue la Junta Auxiliar de la Sociedad Mexicana de


Geografia y Estadísticas, que hacia 1870 se había reinstalado en la
ciudad de San Luis Potosí. Esa junta promovió la apertura de la
Biblioteca Pública del Estado, aunque ese objetivo no se logró de
manera inmediata, sino hasta el siglo XX, cuando fundó la Biblio-
teca «Manuel Muro» en 1951. Otra asociación preocupada por la
lectura fue la Academia Literaria de Señoritas, en cuyo reglamento
se estipulaba que:

Art. 13° Se nombrará una Señorita bibliotecaria, cuya obligación será


la de conservarla crónica de la Academia,y estará á su cuidado la bi-
blioteca de la Corporación.
Art. 14° Para formar esta, cada socia, lo mismo que las personas que
gusten, depositarán una obra, cualquieraque sea, ó una suscripción pe-
riódica
Art. 15°Se publicaráun periódico,órganode la Academia, con el nom-
bre designado por las socias,exclusivamente literarioy científico, don-
de se dará á luz las producciones de aquellas,ó de otras señoritasque lo
deseen.Próximamente se publicaránlos respectivos programas."

Por otro lado, la Sociedad Orozco y Berra, una asociación letrada


fundada en la ciudad de San Luis Potosí, no sólo se preocupaba
por el desarrollo de la actividad intelectual de sus asociados, ya
que, siguiendo al Periódico Oficial, queda patente que esa asocia-
ción se preocupó por desarrollar una práctica de lectura a nivel
público, pues se decía que «se ocupará preferentemente de hacer
estudios sobre la historia en general, proponiéndose dar veladas
literarias periódicamente y lecturas públicas con objeto de ilustrar
al pueblo». 18

Como se puede apreciar en esta serie de anotaciones sobre las


lecturas, los medios y los espacios para la lectura en el San Luis

228
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

El Gobierno del Estado y el Ayuntamiento crean la Biblioteca Pública

Potosí de finales del siglo XIX, en ese periodo hubo importantes


transformaciones culturales con respecto a esta práctica. Por su-
puesto, estos cambios correspondieron a la población alfabetizada,
que era poca en esa época, pero cuya presencia implicó una serie de
innovaciones en las actividades económicas y sociales.

El público lector mantuvo abiertas las librerías y puso en ac-


tividad las agencias de publicaciones, hizo palpable el proyecto
de una Biblioteca Pública y propició la actividad de los editores e
impresores. Una actitud muy particular sobre la lectura se perfiló
en ese contexto decimonónico, difícil de estudiar en cuanto a los
individuos y las formas en que se realizaba, pero que ha dejado una
serie de representaciones que permiten comprender un poco de ese
mundo y esa cultura alrededor de la lectura.

229
El alcoholismo y los intentos
por erradicarlo en la
ciudad de San Luis Potosí
antes de la Revolución
Gerardo Vela de la Rosa
Universidad Nacional Autónoma de México

En los años sucesivos al movimiento armado de la Revolución,


principalmente entre 1916 y 1931, en gran parte de la República
mexicana hubo una considerable preocupación por combatir el
alcoholismo; para ello se recurrió a una serie de campañas anti-
alcohólicas en la mayoría de los estados de la República,' entre
los cuales San Luis Potosí tuvo una destacada participación. Sin
embargo, los primeros intentos por erradicar el «mal social» que
representaba el consumo de bebidas embriagantes, principalmente
a través de agudos discursos por parte de la prensa, las autoridades
y los médicos vvcontra los bebedores, se pueden rastrear desde el
porfiriato -hacia mediados de la década de 1880-, periodo previo
al levantamiento revolucionario.

En ese contexto, la intención del presente ensayo es hablar de los


lugares a los que acudía la población potosina a consumir bebidas
alcohólicas, así como cuáles eran los de mayor consumo. Veremos
las razones por las cuales el alcoholismo era visto como un mal
que afectaba gravemente a la sociedad y que, por tanto, había que
combatir. También hablaremos de las medidas que se intentaron
tomar para llevar a cabo esa tarea en las décadas que precedieron al
estallido de la Revolución en San Luis Potosí.

231
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

Las pulquerías proliferan durante los síglos XVIII y XIX

El ambiente en los expendios de bebidas embriagantes

En la capital potosina, como en la mayoría de las ciudades de


la República Mexicana de finales del siglo XIX, los lugares a los
que acudía la gente a consumir bebidas alcohólicas eran las can-
tinas, pulquerías, vinaterías y cervecerías (todas referidas muchas
veces con el nombre genérico de tabernas); de ellas, las de mayor
popularidad entre la gente de escasos recursos eran las pulquerías.
Desde el periodo colonial, estos últimos establecimientos tuvieron
momentos de gran esplendor, sobre todo a lo largo del siglo XVIII y
alcanzaron su auge en la segunda mitad del siglo XIX.

232
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S XX

Proceso de fermentación
del pulque

Por lo que respecta a los demás establecimientos, eran más con-


curridos por la gente que contaba con mejores posibilidades eco-
nómicas, pues en ellos se podían consumir bebidas importadas, que
durante el régimen del general Porfirio Díaz se fueron consolidan-
do en el país, como el coñac, vinos de mesa o la cerveza, que co-
menzaba a popularizarse entre los mexicanos. Sin embargo, había
otros lugares más exclusivos a los que asistía lo más «selecto» de
la élite; éstos eran los clubes sociales, en los que, aun cuando eran
de ambiente familiar, el área en la que se encontraba el bar era muy
concurrida por los señores que gustaban de tomar una copa acom-
pañándose de los demás socios del club.

Así mismo, otros lugares a los que el común de la población po-


día adquirir un poco de mezcal o vino chorrera (un tipo de bebida
que al igual que el pulque era predilecta entre las clases populares),
eran las tiendas que vendían todo tipo de productos -como hoy en
día las de abarrotes-, y en ellos también se podía consumir alguna
de las bebidas mencionadas.

233
HISTORlAS DE LA VlDA COTlDlANA DEL S XVll AL S XX

Otro lugar de consumo de alcohol era el bar del club social

Otro tipo de establecimientos, aunque no proliferaban mucho en


la ciudad, fueron las coloncherias, en las que se expendía una bebida
característica de las zonas áridas -entre ellas el Altiplano potosino-
llamada colonche, la cual se elabora fermentando el jugo de la tuna
cardona, y que es de un agradable y dulce sabor. Quizá la razón por
la que existían pocas coloncherias en la ciudad, era que el colonche
solamente se puede elaborar durante la temporada de tunas, es decir,
entre los meses de agosto y septiembre, aproximadamente.

Dentro de este tipo de establecimientos, podían observarse algu-


nas prácticas como los juegos de azar, la música, el baile e, incluso,
existe evidencia de que era común que algunos clientes fumaran
mariguana allí mismo (la cual se adquiría con las yerberas). Quizá
por todo ese tipo de prácticas también fue común la violencia: ha-
bía riñas ocasionadas por celos, honor, despecho o al perder en una
partida de los característicos juegos de azar, y en muchas ocasiones
su desenlace fue la muerte de alguno de los contrincantes.

Pero si bien este tipo de ambiente se presentó en todos los es-


tablecimientos mencionados, era más común en las pulquerías,

234
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVl1 AL S. XX

quizá porque eran las que más proliferaban en la ciudad. Tanto las
cantinas como las pulquerías se encontraban distribuidas por toda
la ciudad, principalmente en los barrios de San Miguelito, San
Sebastián, Tlaxcala o Santiago, siendo este último el que contaba
con mayor número de pulquerías.

Seguramente esto se debe a que era la zona en donde había más


cantidad de magueyeras, de las cuales se extraía el aguamiel para
la elaboración del pulque y en donde, inclusive, había una plazuela
llamada de los Aguamieleros, que abastecía de aguamiel a quienes
se dedicaban al comercio del pulque. Otra zona importante de con-
centración de pulquerías fueron los alrededores de la Alhóndiga;
esto se debe a que era la principal zona de comercio y, por tanto,
era más fácil captar clientes potenciales entre los comerciantes,
cargadores o arrieros.

Por lo que se refiere a los establecimientos propiamente dichos,


las pulquerías se caracterizaban por el colorido de su decoración y
lo pintoresco de sus nombres, como «Los Changos», «El Descan-
so», «El Año Nuevo», «El Arco Colorado», «Los Perros Prietos»,
«La Corte», «Los Pichones» o «El Pinacate», entre otros, y que en
su mayoría eran propiedad de mujeres o eran atendidas por ellas.
Casi todas las pulquerías se encontraban en la casa de la dueña,

Vasijas estilizadas para el pulque

235
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

El tlachiquero

quien contaba con uno o más criados para atender a los clientes,
y las de mejor categoría contaban con dos secciones, una para el
despacho de pulque y otra para el de vino. También fue común que
allí vivieran los criados.

Los clientes más asiduos a las cantinas y pulquerías eran jornale-


ros, zapateros, panaderos, carniceros, curtidores, hortelanos o alba-
ñiles, quienes acudían desde muy temprano en la mañana, antes de
comenzar sus labores, las cuales muchas veces fueron desatendidas
debido a que permanecían horas en esos establecimientos jugando
a los naipes o a la rayuela, que eran los juegos más comunes. Cuan-
do ya no contaban con dinero para comprar la bebida y no habían
tenido suerte en el juego para continuar bebiendo, una práctica co-
mún era empeñar alguna prenda; las más recurrentes era el jorongo
o la toquilla.

236
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVll AL S. XX

Como se menciona antes, un atractivo para los clientes en las


pulquerías eran el juego, la música y el baile, prácticas que a
simple vista podrían parecer inofensivas pero que, sin embargo,
estuvieron ligadas a diversos actos de violencia. Así lo demuestra
un caso que tuvo lugar la tarde del ocho de julio de 1888 en la
pulquería de Ángela Miranda, localizada en la calle de la Rinco-
nada del barrio de Santiago del Río. Después de haber jugado a
la rayuela con unos pesos falsos, un albañil de nombre Dionisia
Coronado y los hermanos Luis y Eligio Ledesma se vieron invo-
lucrados en una riña, cuya descripción fue hecha por un arpero
que había llegado a tocar algo de música unos momentos antes de
que comenzara la riña:

[... ] serían las cinco [de la tarde] cuando tocaba unjarabe, el cual salie-
ron a bailar varios de los que allí había, de los que ignora sus nombres
y que entre ellos andaban dos más ebrios [Dionisia y Eligio] que los
otros, los que bailando se daban de golpes con unos palitos que traían,
cuyos palitos los quitó la pulquera para que no se fueran a enojar, pero
que se seguían golpeando con los pies, todo en calidad de juego, pero
que al fin se enojaron y se dieron de bofetadas, en cuyos golpes uno
de ellos, hoyoso de viruelas, resultó herido de la cara, pues que al otro
no le puso cuidado si resultó también herido y como juntos se salieron
para la calle, ya no supo si después se volvieron a pelear.'

Imágenes como ésta eran comunes de encontrar en los estable-


cimientos de bebidas alcohólicas y, como se puede apreciar, por
la frecuencia con que se presentaban, no resultaban sorprendentes
para quienes las presenciaban, como sucedió con el músico, quien
seguramente estaba acostumbrado a ellas, o la pulquera, quien tra-
taba de poner orden mientras jugaban con los palitos para tratar de
evitar lo que ella sospechaba que podía pasar.

Una de las formas de entretenimiento en los expendios de licor


que más preocupaba a las autoridades por los actos sangrientos
con que concluían, fueron los juegos de azar, pues éstos llegaron
a costar la vida de uno de los jugadores por alguna inconformidad
en los resultados. Ejemplo de ello es un hecho que se verificó el
10 de noviembre de 1895, cuando durante un juego de rayuela

237
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

entre varios individuos en la pulquería llamada «La Competido-


ra», hubo un disgusto por cuestiones de dinero. Los involucrados
fueron un carpintero llamado Norberto García y otro que
respondía al nombre de Carlos siendo este último herido
de muerte por el al defender del agresor a su hermano
Celso Marcelo Mata.

Como puede este de delitos tuvieron en


espacios frecuentados por personas a las clases po-
y que, de acuerdo con los discursos de la por
de las autoridades, la prensa y los 4 eran las más proclives

a la embriaguez, y como consecuencia de este a cometer de-


litos y actos criminales como los que se acaban de exponer en los
dos casos anteriores, ocultando que entre las élites también había
quienes se dejaban llevar por los efectos del alcohol y ejecutaban
hechos lamentables.

Un claro ejemplo de la manera como el alcohol no respetaba


la condición social ni económica de los individuos cuando se en-
contraban bajo su influencia, es el que tuvo lugar en «La セGhjBL
el más selecto club social de la aristocracia de la época.
Durante el transcurso de la mañana del 28 de marzo de 1888, acom-
pañados por otras personas se encontraban en ella bebiendo y con-
versando el industrial Pedro Gordoa y el farmacéutico Jesús M.
Villaseñor, cuando se hicieron de palabras por algún malentendido
entre ambos. Posteriormente, pasaron a los insultos y a los golpes,
hasta que el señor Villaseñor sacó una y una bala
a su oponente. En su declaración, el ofendido decía no recordar el
motivo del pleito, sin embargo, sí tuvo memoria de lo que había
bebido «en el intervalo de las once de la mañana a las tres de la
tarde» de día: «dos copas de un coctel y cuatro copas
de tequila».'

La lucha contra el. alcoholismo

Los que he son tan sólo una muestra


-entre una innumerable cantidad de casos- de las consecuencias

238
HISTORiAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

a que llevaba el consumo excesivo de alcohol. Por ello las auto-


ridades, pero principalmente la prensa y los médicos comenzaron
a verlo como un serio problema que aquejaba a la sociedad y que,
por lo mismo, era necesario combatir.

El consumo de bebidas embriagantes y los expendios destina-


dos a su venta habían sido reglamentados desde las primeras dé-
cadas del periodo virreinal, por lo que la preocupación emergente
al finalizar el siglo XIX, a la desmedida forma de beber
de una considerable parte de la población, o las disposiciones que
comenzaron a establecerse durante esos años no eran novedosas.
Sin embargo, en el discurso sí se pueden observar posturas más
rígidas en torno a dicho problema, io cual fue más evidente a partir
de mediados de la década de 1880.

A de esa en los periódicos podían encontrarse


toda clase de posturas antialcohólicas, pero también agudas críti-
cas contra el gobierno por su falta de atención hacia el problema
que la embriaguez. en el periódico oficial
La Unión Democrática, que no dedicaba mucho espacio a abordar
problemas de podía leerse en alguna nota que <da incli-
nación a las bebidas embriagantes se va acentuando cada vez más;
que la individual se halla seriamente amenazada frente
a la multitud de causas que por embriaguez registran diariamente
los tribunales»."

En ese mismo se recordaba a las autoridades que «están


en el deber de dictar toda clase de disposiciones que
impidan la facilidad que halla el ebrio consuetudinario de acer-
car a sus labios el vaso de pulque o la copa de mezcal o de coñac a la
hora que quiera y en el punto que mejor le plazca»,' pues resultaba
alarmante que en el año anterior -es decir, en 1881-, las causas de
agresión por negaran a la cifra de 7, 000 casos.

En 1886, el periódico católico, conservador, pero de oposición al


gobierno, El Estandarte, demostró su repudio hacia el alcoholismo

239
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

El «San Lunes» se convierte en ritual desde la época virreinal

y hacia cualquier práctica relacionada con este vicio argumentan-


do, casi al principio de la nota, lo siguiente

[... ] a nadie se le oculta que de las pulquerías y cantinas salen los ho-
micidas y heridores, los adúlteros, y allí mismo nacen las disensiones
domésticas, el mal ejemplo para los hijos, su falta de educación, su
inmoralidad, y la preparación para que sigan el mismo camino que sus
padres, sembrado de crímenes y de miseria."

240
HISTORiAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. xr

Estas afirmaciones antecedían a la aguda crítica contra una de las


prácticas más arraigadas entre los bebedores asiduos desde la épo-
ca colonial: el «San Lunes». Respecto a ella y sus practicantes, el
periódico aseguraba que «los lunes los talleres de todo género están
casi desiertos, y llenas materialmente las cantinas y pulquerías, con
toda seguridad puede decirse que los que con esa regularidad se
embriagan, son ebrios consuetudinarios»."

Esa costumbre consistía en que, aun cuando cualquier día de


la semana resultaba apropiado para beber, el domingo, que era el
día de asueto, una considerable parte de la población masculina,
principalmente artesanos, aprovechaba para asistir a la cantina o a
la pulquería. Como se excedían en las bebidas que consumían, el
lunes faltaban al trabajo porque tenían que «curarse» la resaca del
día anterior, por lo que el sitio idóneo para ello era alguno de esos
establecimientos; esto llegó a convertirse en una especie de ritual
en el que no podían dejar de participar cada semana.

Otra razón que motivó a las autoridades a reglamentar el consumo


del alcohol fue la violencia que de ello se desencadenaba. Como se
demostró en uno de los ejemplos del apartado anterior, fueron los
juegos al interior de los establecimientos los principales motivos de
las riñas, aun cuando desde el periodo virreinal ya se habían emitido
algunas disposiciones para regular este tipo de entretenimiento.

Sin embargo, durante el periodo del que me ocupo, las críticas


de la prensa acerca de la permisividad de los juegos en cantinas y
pulquerías no recayeron sobre los propietarios de dichos lugares,
sino sobre las autoridades que permitían que eso sucediera. Éste
fue el caso de «cierto funcionario a quien las leyes encomiendan la
persecución y castigo de los jugadores de suerte o de azar» y que,
contrario a ello, mostraba cierta indiferencia ante la «inmoralidad
del juego y de la trascendencia de sus fatales consecuencias».'?

Quizá a raíz de este tipo de presión pública, el periódico extemó


su reconocimiento hacia el Ayuntamiento de la capital al prohibir
los «jueguitos», los cuales eran «no sólo en las pulquerías, taber-

241
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

nas, expendios de fruta, etc., que durante el año andaban de una a


otra plazuela, con pretexto de las fiestas religiosas, sino, principal-
mente, las loterías, ruletas y juegos de baraja, que siempre acom-
pañaban a los puestos». 11

Esta disposición no se implantó únicamente gracias a la presión


ejercida por la prensa; también se debió a una propuesta hecha
por la Comisión de plazas y mercados, debido a que estos puntos
se veían directamente afectados por los excesos cometidos en los
«jueguitos». Dicha Comisión no pedía su prohibición; proponía
que fuesen permitidos solamente durante la festividad de Todos
Santos. No obstante, tres años después (en 1888) El Estandarte
se quejaría nuevamente de que los 'jueguitos' permanecían en la
Plazuela de La Lagunilla."

Finalmente, otra práctica recurrente entre los bebedores y sobre


la cual la prensa exigió a la autoridad que tomara las medidas co-
rrespondientes, era empeñar sus pertenencias cuando ya no conta-
ban con dinero para continuar bebiendo. La prensa aseguraba que
esto causaba un daño moral y económico no sólo al bebedor, sino a
toda su familia, ya que...

242
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVIl AL S. XX

[... ] el ebrio, después de haber gastado todo el producto del trabajo de


una semana entera, si algún resto de fuerza física le queda para poder
beber más, empeña herramientas, y sigue con la frazada, las toquillas,
y hasta con la camisa, teniendo no pocas veces la esposa, la madre o la
hija que llevarlo casi desnudo al hogar, donde innumerables ocasiones
aun en el fuego falta para cocer los miserables alimentos de la familia. 13

Ahora bien, no se criticaba tanto al bebedor que empeñaba cual-


quiera de sus prendas, sino a los dueños de los establecimientos
que la aceptaban, pagando por ésta una cantidad, con mucho, infe-
rior a su valor real y rematándola si a los ocho días no era recupe-
rada por el dueño en una cantidad un poco mayor a aquella por la
que el cantinero se la había tomado en garantía.

Por otra parte, también hubo un discurso desde el punto de vista


médico. Lo común fue buscar y proponer «remedios» que comba-
tieran o corrigieran la embriaguez. Entre quienes se dieron a esa

Almacenamiento de pulque

243
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S XVII AL S XX

tarea había charlatanes y médicos experimentados que intentaron


hacer frente al problema del alcoholismo con seriedad, así como
otros que tuvieron profunda confianza en que su producto «cura-
ría» absolutamente a todos los borrachos, y que en pocos años la
ebriedad ya no sería más un problema.

Uno de los «remedios» que se quisieron adoptar de Europa, apli-


cado en Francia e Inglaterra para erradicar el gusto por el alcohol,
era un suero que se obtenía de la «leche de mantequilla» y que
quitaba «el deseo de tomar toda clase de líquidos, lo cual ha sido
un verdadero hallazgo, para combatir victoriosamente la embria-
guez», además de devolver con cierta «facilidad a la temperancia a
multitud de seres perdidos para la sociedad por el repugnante vicio
de la embriaguez». 14 Y de paso, se decía, otra de las propiedades de
esa medicina era que también «curaba» la diabetes.

Otro «remedio» con el mismo propósito fue el que respaldaba


el doctor Alejo Monsiváis y, a diferencia del anterior, tuvo más
eco entre la población. Su remedio consistía en el uso de los «pol-
vos antidipsomaniaco», cuyo fin era corregir el alcoholismo «sin
el conocimiento del vicioso y aun en contra de su propia voluntad;
inspirar una repugnancia invencible a las bebidas alcohólicas, sin
alterar la salud ni producir consecuencias desastrosas»." Es decir,
el «remedio» tenía que aplicarse sin que lo supiera la persona a
quien se quisiera rehabilitar, mezclándolo en la bebida; para ello
se tenía que seguir un proceso, cuyo tratamiento duraba seis días.

Por la misma época, en todo el país -tomando igualmente mode-


los europeos- comenzaron a crearse sociedades y casas de tempe-
rancia. De estas últimas, el proyecto más importante fue el que pro-
movía el citado doctor Alejo Monsiváis, potosino cuya propuesta
estaba dirigida a todo el país y que en cada ciudad, como fue el caso
de la de San Luis Potosí, pedía el financiamiento de las autoridades
municipales para el establecimiento de las casas de temperancia.

El doctor Alejo aseguraba que «ni la instalación, ni el estableci-


miento perpetuo de estas casas pesará sobre los fondos municipales;

244
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

A pesar de la intención de abatir el vicio, perduran bebedores consuetudinarios

ellas se sostendrán por sí mismas con solo recabar del Superior, la


autorización correspondiente para aplicar a su sostenimiento las mul-
tas correccionales que pagan los ebrios», y justificaba la importancia
de dichas casas, argumentando que serian «útiles no solamente por
la aplicación regular de la medicina, difícil en el público por la in-
constancia y la apatía propia del país, sino también por su influencia
moral». 16

No obstante, tal vez por tratarse de un proyecto muy ambicioso


en el sentido de que su intención era erradicar un vicio que estaba
muy arraigado en un alto porcentaje de la población, los comentarios
negativos al respecto no se hicieron esperar. Se aseguraba que «al-
gunas personas tratadas por este método, han tenido después algunas
enfermedades y otras han muerto», refiriéndose a los «polvos anti-
dipsomaniacos», Sobre ello, El Estandarte en una muestra de apoyo
hacia el doctor Monsiváis y antes que éste, replicó lo siguiente:

245
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

Hemos investigado el origen de tales especies y hemos encontrado, ya


algunos cantineros que, temerosos de perder su lucrativa especulación
se esfuerzan en introducir alarmas; ya un grupo de beodos, que no quie-
ren salir del fango en que cual cerdos, se sienten agradablemente su-
mergidos; ya personas, cuya posición debía ponerlas a cubierto de ras-
treras pasiones, por las que se dejan llevar de una manera lamentable. 17

Quienes principalmente se encargaron de atacar el proyecto del


doctor Monsiváis, tanto en lo correspondiente a las casas de tempe-
rancia como a los «polvos», fueron los redactores de un periódico
de Guadalajara titulado Juan Panadero. Sin embargo, en Durango
se encontraba la otra cara de la moneda, ya que el jefe político de
esa ciudad, no sólo elogió el proyecto del doctor Monsiváis, sino
que lo consideró para echar a andar su propósito de perseguir «los
vicios de la embriaguez y el juego que tan desarrollados están en
aquella sociedad»." Como se puede ver, no faltaron posiciones a
favor y en contra de cualquier intento que pudiera haber para erra-
dicar un problema que agobió a distintos sectores de la sociedad.

Como se mencionó desde la introducción de este texto, fue du-


rante las décadas posteriores al estallido de la Revolución cuando
los gobiernos de diferentes estados de la República, incluido el de
San Luis Potosí -cuyos ideales estuvieron fundados en dicho movi-
miento-, proyectaron una evidente preocupación hacia el excesivo
consumo de bebidas embriagantes.

Sin embargo, se ha demostrado que el alcoholismo ha sido du-


rante siglos un problema que ha estado presente en la sociedad
mexicana y que los antecedentes más claros de ese interés por erra-
dicarlo se encuentran justo unas cuantas décadas antes de que el
pueblo mexicano tomara las armas. Por tanto, el objetivo de este
trabajo era mostrar esos antecedentes, es decir, que un problema
que la clase política heredera de la Revolución intentó combatir,
ya había sido considerado décadas atrás no sólo por las autoridades
políticas, sino por la prensa y los médicos.

246
Diversiones en la ciudad
durante el Porfiriato

María de Lourdes Uribe Soto


Universidad Autónoma Metropolitana, Iztapalapa

Los primeros tres cuartos del siglo XIX en México se caracteri-


zaron por una gran turbulencia social, política y económica, que
afectó profundamente a la gran mayoría de la población. Las cosas
empezaron a estabilizarse tras la toma de poder de Porfirio Díaz a
fines de 1876.

San Luis Potosí no estuvo exento de condiciones similares du-


rante el porfiriato, Tras el periodo de la llamada «República Res-
taurada», tomaron el poder político los grupos económicos asenta-
dos en la región media del estado, principalmente en las ciudades
de Rioverde y Ciudad del Maíz, encabezados por Carlos Diez Gu-
tiérrez, quien al unirse al Plan de Tuxtepec de Porfirio Díaz esta-
bleció sólidas alianzas entre la región y el nuevo poder nacional.
Su gobierno es considerado como un espejo del gobierno de Díaz,
debido a que llevó a cabo una política basada en la modernización,
la promoción de inversión extranjera e inversión en vías de comu-
nicación, además de que, al igual que Díaz, duró largo tiempo en el
poder (21 años, del 18 de abril de 1877 hasta su muerte en 1898) y
únicamente en los años de 1880 a 1884 dejó el cargo a su hermano
Pedro Diez Gutiérrez. I

247
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DH S. XVII AL S. XX

En esos años se realizaron importantes obras que son caracterís-


ticas de la ciudad de San Luis Potosí. En la obra pública se pueden
mencionar: la antigua estación de ferrocarril, el Teatro de la Paz,
la Penitenciaría y la presa de San José. Entre las obras privadas
destacan el Edificio Ipiña y el Palacio de Cristal, entre otros. La
ciudad se modernizó, se ampliaron y arreglaron jardines y paseos
públicos, se instauraron reglamentos de todo tipo, encaminados a
educar, controlar y modernizar a la población. En fin, que pese a
las contrastantes condiciones de vida de las élites gobernantes y las
clases populares, se embelleció y modernizó la ciudad.'

El presente trabajo pretende hacer un breve acercamiento a las


diversas formas en que la población de la capital potosina convivía,
se esparcía y divertía. Quizá esté de más mencionar que en San
Luis Potosí, como en otras ciudades y en todas las épocas, la po-
blación de las distintas clases sociales necesitaba (y necesita) abrir
un espacio dentro de lo cotidiano, que les permita salir de la rutina;
es así que el ser humano busca cualquier tipo de distracción y para
ello «inventa», por así decirlo, aquello que considera le puede pro-
porcionar un momento de esparcimiento.

248
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XY

Tan antiguo como el hombre, es el espectáculo público o priva-


do, de paga o gratuito; éste se va modificando de acuerdo con la
cultura, gustos, costumbres o estatus social de quienes componen
la sociedad. Las diversiones van pasando de generación en gene-
ración, adecuándose a cada una de ellas y surgiendo por lo mis-
mo otras diferentes, pero sin llegar a desaparecer nunca. Entonces
cabe preguntarnos: ¿Qué tipo de diversiones existían en la ciudad
durante el siglo XIX y primeros años del XX? ¿Qué características
tenían? ¿Había espectáculos o diversiones diferenciados para ricos
y pobres? ¿Y cuáles eran éstos?

A inicios del siglo XIX no existían muchos espacios de recreación


para la población potosina; había sólo algunos paseos a los que la
gente acudía a tomar el aire fresco y disfrutar de la naturaleza; por
ejemplo la hacienda de «La Tenería», al sur de la ciudad, que llegó
a ser un tradicional sitio donde los potosinos buscaban «recreación,
aire puro y belleza natural».'

Alameda

249
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVJJ AL S. XX

Entre 1820 Y 1822 existía un solar con algunos árboles en los lí-
mites occidentales de la ciudad, que se ubicaba en lo que hoy serian
las inmediaciones de las calles de Bolívar, Arista y Julián de los
Reyes. Este solar, era conocido como la Alameda de Bracamonte
(por Cayetano de Bracamonte, quien había sido síndico procurador
del Ayuntamiento). Con el tiempo, Bracamonte decretó una multa
para aquellas parejas de enamorados que «sobrepasando el orden y
buen decoro», cayeran en el escándalo. Así, a las parejas sorpren-
didas en semejante situación se les sentenciaba a plantar un árbol y,
con el tiempo, la incipiente alameda se llenó de árboles."

También estaba la Alameda de Salcedo o Alameda del Carmen,


que aunque ya existía como una pequeña arboleda a lo largo de la
barda norte de la huerta de los carmelitas, fue construida por José
Salcedo quien la donó al ayuntamiento en 1823 cuando emigró de
San Luis. En 1859, a instancias del gobernador Vicente Chico Sein,
esta pequeña alameda se incorporó a la huerta de los carmelitas y
empezó la transformación a lo que sería la Alameda Juan Sarabia.
y fue hasta 1863 (después de diversos problemas y situaciones bé-
licas que afectaron al país y a la ciudad), durante el Ayuntamiento
presidido por Francisco de P. Montante, que se plantaron más ár-
boles, se delinearon los prados con plantas de ornato y la tierra fue
apisonada. También se ensancharon las calzadas de los perímetros
para que pudieran ser recorridas en coche «desde la calesa con ca-
ballos hasta un guayín con camisa».'

Habitantes de todas las clases sociales de la ciudad, se paseaban


por la Plaza Hidalgo (conocida también como Plaza de Armas), la
Plaza de la Compañía (hoy Plaza de Los Fundadores) y la ya men-
cionada Alameda. Un texto de la época publicado en 1895 decía
sobre las mujeres de «clase aristocrática» que se paseaban en las
plazas potosinas:

[... ] para admirarlas no hay más que concurrir a ciertos centros recrea-
tivos que existen como la Plaza de Armas, la Plaza de la Compañía, la
Alameda, o concurrir al suntuoso edificio de La Lonja, que celebra sus
reuniones con suma sencillez y elegancia, gran animación y un orden
admirable y allí es donde se puede extasiar el espíritu contemplando la
grandiosidad y belleza de las hijas de San Luis."

250
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S XVII AL S. XX

A principios del siglo xx, las familias de clases populares tam-


bién asistían en sus ratos de asueto a los paseos públicos, como La
Alameda y diversos jardines, entre ellos el de Arista (llamado así
a principios del siglo xx, es lo que hoy conocemos con el nombre
de Plaza de Los Fundadores), el Jardín Guerrero, el Jardín Vallejo
(frente a lo que hoy son las oficinas del Congreso del Estado, an-
tes conocida como «Casa de las Recogidas» que funcionaba como
Cárcel de Mujeres), San Miguelito, Santuario de Guadalupe, de
San Juan de Dios y el Jardín Morelos como se conocía en ese en-
tonces a la hoy Plaza del Carmen."

Muñecos en teatro de marionetas

251
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVIl AL S. XX

Se acostumbraba que un grupo de mujeres se ganaran la vida


rentando sillas para que la gente se sentara," hasta que en 1903 se
concesionó el negocio de renta de sillas a unos empresarios de Za-
catecas, llamados Enrique Ceballos y Aramberri y Guillermo Gari-
bay, «para que alquilen sillas de mejor calidad a 10 centavos cada
una»; éstas eran puestas sobre lonas en los lados norte, poniente y
sur de la Plaza Hidalgo, así como en el extremo poniente de la Ala-
meda, comprendiendo dos cuartas partes de la longitud de la calle
central y en igual proporción en todos los demás paseos públicos
de la ciudad. Además, se les permitía poner en el interior de dichos
paseos «sin obstruir el tránsito de los concurrentes», un kiosco con
las mesitas necesarias para servir dulces, pasteles y refrescos."

El Ayuntamiento recibía casi a diario solicitudes de músicos, ac-


tores, cilindreros o comerciantes para tocar música o exhibir sus
productos en los paseos públicos o en las calles de la ciudad, así
que era común encontrar en estos lugares músicos que tocaban el
arpa, el acordeón o el cilindro y duetos que tocaban guitarra y bajo.
También había quienes se ganaban la vida exhibiendo jaulas con
pajaritos amaestrados, payasos, funciones de títeres o juegos de
lotería y de tiro al blanco. Hasta podía encontrarse quien permitiera
ver los astros a través de un telescopio a cambio de unas monedas,
y pequeñas y modestas compañías de titiriteros que daban su espec-
táculo. Los permisos los otorgaba el ayuntamiento por periodos de
cinco, diez, o quince días, hasta llegar a veces a un mes y medio. 10

Podemos imaginar entonces los domingos o días festivos, espe-


cialmente por la tarde, tras salir de la obligada misa, a las multitu-
des, en su mayoría gente del pueblo, paseando por estos jardines
y lugares de recreo, o sentados viendo pasar a los demás, consu-
miendo golosinas o refrescos y vislumbrar la algarabía de niños y
grandes ante los diversos espectáculos de payasos, músicos o bien
disfrutando de diversos productos que estaban a la venta.

Tiempo después de 1863, cuando la Alameda era ya un paseo


visitado con regularidad por los habitantes de la ciudad, las élites
potosinas se percataron que con frecuencia se veían mezclados con

252
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

la gente del «pueblo», así que buscaron crear espacios selectos para
su propia recreación en privado, y construyeron los lugares conoci-
dos como tívolis o quintas. Los primeros eran espacios en los que se
accedía a la distracción a través de un pago y las segundas además de
ser espacios de esparcimiento, eran usadas por sus propietarios como
residencia en fines de semana o en tiempos de descanso. JI

Así se creó la llamada Quinta Peralta, construida por Pablo Peral-


ta; ésta destacaba y era conocida por su elegancia. Según las cróni-
cas, ahí había espejos de agua, áreas verdes, recintos para degustar
comida, café y vinos y espacios para la práctica de tiro al blanco y el
boliche. Se ubicaba en la manzana que hoy corresponde a las calles
de Cuauhtémoc, Melchor Ocampo, Mariano Jiménez y Tomasa Es-
tévez. Este sitio llegó a tener la preferencia de las clases acomodadas
de la ciudad, y tuvo su mejor momento a finales del porfiriato.

Debido a la percepción de que tener este espacio en propiedad


les revestía de prestigio social, la Quinta Peralta pasó por manos
de varias de las familias más poderosas de San Luis, como los Ba-
rrenechea, los Unna, los Coghlan y los Perogordo. También fue
residencia de Carlos Diez Gutiérrez; por ello cambió su nombre a
Quinta Diez Gutiérrez.

Justamente ahí se fundó el Club Social denominado «Sociedad


Potosina La Lonja», que se llamó primero «Tívoli Potosino», La
Quinta Peralta era el lugar de las tertulias, los bailes y conviven-
cias de las clases acomodadas; en ella se festejaban cumpleaños,
bienvenidas a personajes renombrados o conmemoraciones de las
colonias extranjeras."

Ahí se convivía entre fuentes adornadas con dioses mitológicos,


estanques, prados, quioscos y terrazas, todo entre exóticas y bellas
plantas de ornato. Había también una pila o alberca, un lago artifi-
cial y una cancha de tenis. Las habitaciones fueron amuebladas con
mobiliario de la prestigiada fábrica de muebles «Atlas» de Jorge
Unna. Una nota del periódico El Estandarte, de abril de 1890 des-
cribe un baile en la Quinta «Diez Gutiérrez» como sigue:

253
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S XVII AL S. XX

Ya conocéis el salón de baile de la quinta 'Diez Gutiérrez"; su elegan-


tísimo adorno y los detalles más minuciosos sobre el comedor y demás
departamentos. Y recordáis sin duda el efecto maravilloso que con la
luz eléctrica y los cientos de faroles venecianos salpicados entre los
árboles del jardín producía el conjunto.

No uno, innumerables eran los salones; los espejos reproducían hasta el


infinito las elegantes parejas, las flores, las luces, los adornos; el prisma
central favorecía a la ilusión ... 13

Otro espacio de sociabilidad de las clases fue el «Casino


Español», que aún existe y se ubica en la calle 5 de muy
cerca de Iturbide. El casino surgió a iniciativa de la Sociedad Fi-
larmónica Española, fundada el 11 de octubre de 1862 en la ciudad
de México por un grupo de que idearon

Espacio recreativo para la élite

formar el Casino en aquella ciudad, extendiéndose luego a


otras ciudades de la incluida la de San Luis Potosí. 14 Di-
cho Casino.junto con «La Lonja» eran donde convivían las
élites potosinas; se llevaban a cabo y lecturas, las muje-
res tocaban piano, bebían champaña y vinos franceses e italianos.

Las clases altas asistían también a de los espectáculos


que se en los diversos teatros de la ciudad, como El

254
HISTORiAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

Virginia Ferranti

Teatro Alarcón, que era el teatro de este sector social, antes de la


construcción del elegante Teatro de la Paz en 1894. Las clases me-
nos pudientes asistían al Teatro Morelos (que se encontraba en el
Callejón de Lozada, esquina con Santo Entierro a un costado de la
iglesia de San Francisco) y al Teatro Arista estaba ubicado al
final de la calle de La Libertad, Damián Carmona)," donde se
presentaban espectáculos más «populares» que en el teatro Alarcón,
como el teatro de tandas, o teatro por horas, que había sido introdu-
cido al país por algunos empresarios durante el año de 1880 16 y que
fue uno de los principales detonadores del incremento en la audien-
cia de! arte teatral. Al adoptarse este modelo mercantil, importado
de España, descendieron considerablemente los precios de los bo-
letos, abriéndose la oportunidad para que las clases bajas, general-
mente impedidas por razones económicas para acceder a los teatros
de la ciudad, adoptaran al teatro como forma de entretenimiento.'?

Se presentaban espectáculos circenses y musicales, a los que


asistían familias de las diversas clases sociales, como el circo de

255
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

Teatro de la Paz

Rafael Morfín Chávez, que se presentó en la ciudad del21 al 27 de


marzo de 1903, o la Compañía de Zarzuela de Baldomero Barri, que
se presentó en los teatros Arista y Morelos durante mayo y junio del
mismo año" y días después, la Compañía de Zarzuelas Marchan-
te-Sánchez de la cual era socio el barítono Salvador Sánchez, que
presentó la zarzuela de Arniches y Chapí, La cara de Dios."

Otros espectáculos que se presentaban en forma periódica eran


las compañías de títeres o como eran llamados también: «Fanto-
ches», por ejemplo, la compañía de Miguel Muñoz, que se pre-
sentaba frecuentemente en San Luis y que no sabemos si era una
compañía de San Luis o venía de otra ciudad."

También llegó a San Luis la conocidísima «Compañía de Autó-


matas de Rosete Aranda»; esta compañía, compuesta por los her-
manos del mencionado apellido, fue pionera del teatro de mario-
netas en México y realizó largas giras por el interior del país." En
San Luis estuvieron un mes, entre marzo y abril de 1903 con su
sofisticado espectáculo de muñecos de madera movidos por hilos
(o marionetas), que representaban circos, teatros, peleas de gallos y

256
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVll AL S. XX

sus paradigmáticos personajes como «Doña Pascarroncita» o «Pas-


carrona Mastuerzo de Verdegay Panza de Res y Gallo Verde», que
era una altiva matrona octogenaria de alta sociedad, quien cantaba
«Las coplas de Don Simón» persuadida por sus hijas «Glicerina» y
«Bicicleta». Esta compañía se caracterizó por contar con una ma-
quinaria precisa y un gran cuidado en el diseño de cada artefacto
y títere representado, sin dejar de mencionar sus contenidos, que
iban desde la crítica política hasta llegar, a veces, a lo obsceno."

Ocasionalmente llegaban a la ciudad compañías teatrales de va-


riada calidad que se presentaban en los distintos teatros de la ciu-
dad, como la «Compañía Dramática Rosa Arriaga», que por cierto
fue catalogada como «muy mala» por el poeta Manuel José Othón
en una carta enviada a su esposa Josefa." Esta compañía se presen-
tó en San Luis entre abril y mayo de 1903 y en agosto de 1905 en el
Teatro de la Paz.

Lo anterior, no obstante que en este teatro normalmente 24 se pre-


sentaban espectáculos de mayor «calidad» y del gusto de las clases
privilegiadas. Por ejemplo, e14 de noviembre de 1894, se presentó
la «Compañía de Ópera Popular» con las solistas Virginia Ferranti,
Angélica Gay y Fanny Perez, mezzosoprano, soprano dramática y
soprano, respectivamente, actuando y cantando la ópera «Lucrecia
Borgia» de Gaetano Doniezetti."

Por cierto, esta famosa «Compañía de Ópera Popular» había


llegado a la ciudad de México procedente de Barcelona, España,
pasando antes por Cuba y Puerto Rico. En ella actuaban parte de
los artistas que fueran del prestigiado «Gran Teatro del Liceo» de
Barcelona, que se desintegró tras la explosión de una bomba de
dinamita el 7 de noviembre de 1893 en dicho teatro, razón por la
que varios de sus artistas decidieron probar fortuna en América."

Años después, el 20 de septiembre de 1903, Virginia Ferranti


llegó nuevamente a la ciudad de San Luis Potosí presentando en
el Teatro de la Paz la ópera «La Traviata» de Verdi y Piave. Esa
noche suscitó la indignación del público y las autoridades políticas

257
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

Espectáculos taurinos

de la ciudad, pues a pesar de que se había comprometido a cantar


un aria del «Barbero de Sevilla» de Rossini en un intermedio, Fe-
rranti se negó a hacerlo aduciendo encontrarse enferma desde hacía
días y, «sin presentar certificado médico», abandonó el teatro. La
Comisión de Diversiones Públicas del Ayuntamiento potosino con-
sideró esta acción como: «un ultraje a la autoridad y al público y
una inconsecuencia para la empresa», así que pidió al jefe político
sancionarla con una multa de cincuenta pesos. Esto no fue posible,
pues cuando la buscaron para hacer efectiva la multa, Ferranti.jun-
to con toda su compañía, ya había abandonado la ciudad."

El Teatro de la Paz se volvió un ícono de las clases altas; en él se


presentaban con frecuencia la orquesta del maestro Flavio F. Carlos
y otros concertistas de gran prestigio, y en 1899 se dio a conocer ahí
la gran maravilla del siglo: el cinematógrafo de Lumiere, o la linter-
na mágica. Ese mismo año, en el mes de septiembre, se celebraron
los primeros juegos florales organizados por el Instituto Científico y
Literario, y del 7 al9 de octubre de 1905 se celebró el tercer centena-
rio del Quijote, con el estreno de la obra «El último capítulo», escrita
por Othón, precisamente para esa conmemoración."

258
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVII AL S. XX

Años después, en la década de los veintes, el Teatro de la Paz ya


demandaba reparaciones urgentes, quizá por eso las clases altas deja-
ron de asistir y el teatro pasó a ser utilizado para la recreación de las
clases populares. Así, los suntuosos, cultos y elegantes espectáculos,
dejaron su lugar a exhibiciones de lucha libre, burlesque y vodevil,
hasta que fue reparado durante el gobierno de Gonzalo N. Santos."

También se organizaban corridas de toros," a las que principal-


mente asistían los sectores altos de la sociedad. Este espectáculo
era gran negocio y las corridas solían ser organizadas por Eduardo
Margeli, Abraham Noyola o Carlos Lavín. Con menor frecuencia
se llevaban a cabo carreras de caballos, como la habida el 23 de
junio de 1903, organizada por un hombre llamado Felipe Martínez,
de quien no se tiene mayor referencia."

Mientras las clases bajas y medias de la ciudad se divertían en


novilladas que se llevaban a cabo en lugares adaptados para ello,
casi siempre en las afueras de la ciudad, las peleas de gallos eran un
negocio casi exclusivo de Ángel Gómez del Campo." En la ciudad
había también bares, cantinas y pulquerías que ya desde su filiación
y ubicación como tales, nos dan idea de las diversas categorías a
las que pertenecían.

Para los sectores populares, había pulquerías como la «Del Ca-


riño» ubicada donde hoyes el llamado «Callejón del Cariño», que
es un pequeño pasaje que comunica la calle de Madero con Ave-
nida Carranza, o la muy conocida pulquería «El Alicante», entre
muchas otras que se ubicaban en los barrios y en las afueras de la
ciudad." Éstas se caracterizaban por sus folclóricos nombres y por
estar pintadas de colores brillantes; eran señaladas por las autori-
dades como lugares de vicio y perdición. Efectivamente, ocurrían
ahí con frecuencia peleas debido al estado de ebriedad de los pa-
rroquianos, éstas a veces no pasaban de los golpes, pero en muchas
otras hubo lesionados o muertos por armas blancas o pistolas. Este
tipo de incidentes rara vez pasaban en los sitios para los privilegia-
dos y si ocurrían, no se daban a conocer en la prensa.

259
HISTORIAS DE LA VIDA COTIDIANA DEL S. XVll AL S. XX

Pulquería

No se puede negar tampoco la presencia de la prostitución que se


ejercía en la calle, o en burdeles y casas de asignación de diversas
clases, a donde solían acudir los hombres y las llamadas «mujeres
públicas». Estos lugares eran muy mal vistos por la sociedad potosi-
na; sin embargo, en la época se consideraba la prostitución como un
«mal necesario» y se llevó a cabo un terreo control de las mujeres
dedicadas a este oficio, pero nunca de los hombres que las contrata-
ban o de los dueños de los negocios donde ellas se desempeñaban."

No faltaban los bailes que se organizaban en los barrios en las


fechas de fiestas patronales, en donde además se instalaban ferias
y acudían a divertirse chicos y grandes. Hablando de los niños, su
recreación no se limitaba a los paseos públicos, ya que se acos-
tumbraba que los pequeños de las clases populares jugaran en las
calles, a veces con cualquier objeto que ellos con su imaginación
convertían en juguete, y en otras ocasiones, con los clásicos y tra-
dicionales juguetes conocidos desde mucho tiempo atrás, como
trompos, baleros, canicas, papalotes, rehiletes, matatenas y re-
sorteras para los niños y muñecas de trapo y cartón o minúsculos
trastecitos de barro para las niñas."

Las diversiones, además de ser una necesidad de las socieda-


des humanas, son un reflejo de las condiciones materiales e inte-
lectuales de los miembros de la sociedad. Como pudo verse aquí,

260
Juguetes
tradicionales

la ciudad de San Luis Potosí no fue la excepción, así que en esta


ciudad, como en el resto del país, fue posible ver, en materia de es-
pectáculos, el intento de las clases altas de la sociedad porfirista por
acercarse a las modas que prevalecían en Europa, como la ópera o
la zarzuela. Por otra parte, las clases populares fueron influencia-
das por el tipo de espectáculos o diversiones a los que podían tener
acceso, incluidas también las de influencia extranjera.

Es necesario mencionar que la diferenciación que se ha señalado


aquí no es tajante, pues si bien es cierto que gente de los estratos
sociales bajos no asistía a la ópera por obvias razones (y aunque
pudiesen haber acudido, probablemente no fuera de su gusto), al-
gunos de los miembros de las clases medias sí lo hacían esporá-
dicamente, y aunque los miembros de las clases altas tuvieran la
intención de tener espacios reservados para su recreación, esto no
siempre era posible, pues compartían el gusto por algunos lugares
o espectáculos con las demás clases sociales. Así, se les podía ver,
tanto en el Teatro de la Paz, disfrutando de una ópera, como en la
plaza de toros (que eran lugares casi exclusivos para ellos), como
en los demás teatros de la ciudad, cuando había tandas de las que
también gustaban. Seguramente los miembros de las clases altas
se emocionaban, al igual que el llamado «populacho», tanto con
un buen lance en el ruedo, como aplaudían un chiste político o un
albur en las populares tandas.

261
NOTAS

1. Escándalo y patíbulos en San Luis Potosí.


Los levantamientos populares de 1767

Mónica Pérez Navarro


Universidad Autónoma de Aguascalientes

'Las referencias documentales utilizadas para este trabajo han sido ob-
tenidas, en su mayoría, de los expedientes del Fondo de Alcaldía Mayor
de San Luis Potosí, en custodia del Archivo Histórico del Estado de San
Luis Potosí. Particularmente de los libros correspondientes a los años de
1768 y 1769. Del mismo modo, se han consultado documentos impresos e
investigaciones especializadas en el tema particular, mismos que a con-
tinuación se señalan: Escobar, La verdad, 1768; Flores, «La vida» 1997;
Gálvez, Informe, 1990; Granados, Tardes, 1778; Montejano, La minería,
1994, y Pérez, «Litigios», 2008.

2. La circulación de noticias en momentos de inestabilidad

Graciela Bernal Ruiz


Universidad de Guanajuato

1 AHESLP, Ayuntamiento, Actas de Cabildo, octubre de 1810, El ayunta-


miento informa al virrey sobre el juramento del rey en la ciudad de San
Luis Potosí.
2 AHESLP, Intendencia, legajo 1810, exp. 8, Averiguación del paradero de
una medalla sediciosa. Un análisis más puntual de esta denuncia se puede
encontrar en Bernal, «Se oyen», 2010, pp. 22-25.
3 AGN, Operaciones de Guerra, tomo 180, exp. 3, Circular de Félix María
Calleja a los subdelegados de Pinos, Venado, Catorce, Guadalcázar, Rio-
verde y Santa María del Río, 20 de septiembre de 1810
4 Montejano, El Valle, 1989. p. 160, YMuro, Historia, 1973,1: 93-97
5 AGN, Operaciones de Guerra, tomo 204, exp. 9.
6 Muro, Historia, 1973,1: 66.
7 Muro, Historia, 1973,1: 66, Velázquez, Historia, 1982, III: 37.
8 Citado en Cardiel, Del modernismo, 1981, pp. 68-69.
9 AHESLP, Intendencia 39, legajo 1811, exp. 8. Un análisis más puntual
de la participación de Mexquitic en la insurgencia se puede ver en Bernal,
«'Un pueblo», 2012, pp. 161-180.
10 AHESLP, Secretaría General de Gobierno [Intendencia, 39], (Ms.), legajo
1811, exp. s/n, Expediente contra Manuel Lozano por conversaciones mal-
sonantes que tuvo con una mujer nombrada María Apolinaria González,
24 de diciembre de 1811.

263
3. Episodios de una difícil convivencia. Españoles y potosínos,
1810-1821

Graciela Bernal Ruiz


Universidad de Guanajuato

1 Véase Castro, Nueva, 1996; Gálvez, Informe, 1990; Bernal,


«La sociedad», 2004.
2 AGN, Operaciones de Guerra, tomo 204, exp. 8 y 9.
3 AGN, Operaciones de Guerra, tomo 204, exp. 1; 1 de octubre de 1810,
Carta de Félix María Calleja al virrey Francisco Xavier de Venegas.
4 Rodríguez, Historia, 1969. p. 7.

5 Mariano Jiménez. Valle de Matehuala, diciembre 14 de 1810, en Veláz-


quez, Historia, 1982, II: pp. 75-76
6 El testimonio completo se puede consultar en «Memoria curiosa de los
sangrientos sucesos acaecidos a D. Juan Villarguide y sus compañeros, en
poder de los insurgentes». México, Imp. De Arizpe, 1812. Fondo Reserva-
do de la Biblioteca Nacional, Fondo Lafragua [LAF] 179. También véase
Bernal, Ecos, 2011.
7 "Revolución en San Luis Potosí formada por fray Luis de Herrera, lego
de San Juan de Dios. La noche del 10 al 11 de noviembre de 1810», en
Montejano,Documentos, 1981, p. 218
8 AHESLP, Secretaría General de Gobierno, (Ms.), legajo 1815 (2), exp. 9,
Sobre el orden que debe observarse en el expendio de pulques para evitar
reuniones en los pueblos suburbios.
9AHESLP, Secretaría General de Gobierno, legajo 1819.1, exp. 2, Lista de
las casas que se consideran útiles para el alojamiento de uno o más oficia-
les militares (enero-febrero, 1818).

4. La otredad entre armas. Familias italianas en la


Revolución Mexicana

Marcela Martínez Rodríguez,


Universidad de Guanajuato
Manuel Hernández Pérez,
Universidad Veracruzana.

IEl texto está basado principalmente en las siguientes fuentes documenta-


les, orales y bibliográficas. Relación completa de daños y perjuicios du-
rante la revolución. 1910- 1920. Archivo familiar Demeneghi. Entrevistas
realizadas a la familia Chessani, Osti, Croda. Zilli Manica, Benigno, Ita-
lianos, 2002; Lerner, Génesis, 1989.

264
5. La impartición de justicia y el sistema penal a finales del virreinato

Urenda Queletzú Navarro Sánchez


Facultad de Derecho, abogado "Ponciano Arriaga Leija"
Universidad Autónoma de San Luis Potosi

lAHESLP, 1700/1-22. Causa criminal contra Gaspar de los Reyes y Maria


Nicolasa (indios) por la muerte de Diego Martin (mulato), 27 de septiem-
bre-marzo 1707.
2 AHESLP, 1700, 1-14, Causa criminal contra Alexo y Francisco García

(indios), 17 de septiembre-4 de noviembre de 1700, 10fs.


3 Taylor, Embriaguez, 1987,p. 120.

4 Muro, «Instituciones», 1984,p. 210.

5 AHESLP, 175512. Causa criminal contra Luis Martínez (indio) por el ho-
micidio cometido en contra de Ma. Concepción, 28 de Julio de 1755
6 AHESLP, 1756/1. Causa criminal seguida en contra de Joseph Anastacio

(a) Lipio, por las heridas causadas a Jospeh de Leura, 11 de Marzo de 1756.
7 Los jueces letrados vienen a sustituir a todas las autoridades de primera

instancia en la época. Aunque si bien es cierto que desde la época de los


Barbones se pretendía instaurar tal medida, no es sino hasta la creación
del juzgado letrado que su predecesor cumple con el perfil indicado. Para
ahondar más en el tema expuesto véase Scardaville, «Los procesos», 2003,
pp. 379-428.

6. Deseos prohibidos y promesas rotas: historias de amor


y desamor entre las parejas potosinas del ocaso virreinal

Liliana Izaguirre Hernández


Facultad de Ciencias Sociales y Humanidades
Universidad Autónoma de San Luis Potosi

1 Ortega, «De amores», 1999,pp. 13-17.


2 Seed. Amar, 1991, pp.142-158.
3 Lozano, No codiciarás, 2005, pp.66.
4 Así lo describe, por ejemplo, Fray Luis de León en la Introducción del

Manual que escribió en el siglo XVI a Doña Maria Varela Osario. De León,
La perfecta, 1999,pp. 3-10.
5 En 1786 la reforma que hizo el monarca español a la administración de
los reinos americanos a través de la Ordenanza para el establecimiento
e instrucción de intendentes de ejército y provincia en el reino de Nueva

265
España determinó, en el Artículo 8, que todos los intendentes ejercerían el
Vicepatronato Real, excepto los de México, Guadalajara, Arispe, Mérida
y Veracruz; lo que les permitía intervenir en las acusaciones hechas contra
personas eclesiásticas o por delitos contra la religión. García, Reforma,
2000, pp.48-50.
6 Es muy importante recordar que la Ordenanza para el establecimiento e

instrucción de intendentes de ejército y provincia en el reino de Nueva Es-


paña determinaba que los Intendentes, Tenientes letrados y Alcaldes ordi-
narios fueran los encargados de administrar la justicia en primera instancia
en calidad de cabezas de los cuerpos territoriales novohispanos; por esta
razón fungían como jueces y tenían la facultad de dictar sentencias. Véase:
Real Ordenanza, 1984, art.l5-22.
7 Según el derecho indiano, el padre tenía la obligación de pagar la ma-
nutención de sus hijos y su esposa siempre que ellos no lo pudieran hacer
por su cuenta. La demanda por alimentos que encabezaban las mujeres
separadas puede entenderse como una estrategia para obtener soporte eco-
nómico; tanto las esposas legítimas como las concubinas podían reclamar
este derecho. Villegas, Del hogar, 2006, pp. 59-60.
8 Las Audiencias eran tribunales superiores establecidos por la Corona

en sus posesiones ultramarinas con el fin de atender causas crimina-


les y civiles en primera y tercera instancia. El reino de Nueva España
tuvo dos: la de México y la de Guadalajara; el centro y sur de lo que
hoyes el estado de San Luis pertenecía a la jurisdicción de la primera
mientras que el resto acudía a la segunda. Pietschmann, Las reformas,
1970, pp. 77-82
9 AHESLP, Intendencia de San Luis Potosí Leg. 1796-1799.2, exp. 11, 35fs.

San Luis Potosí, México y Orizaba. 22 nov. 1797- 9 oct. 1799. Superior
despacho en que se mandan practicar por el señor intendente de San Luis
Potosi, ciertas diligencias, en la Villa de las Presas del Rey, a pedimento
del teniente José Esteban de la Serna, sobre adulterio de su esposa, doña
Josefa González de Paredes.
10 Lozano, No codiciarás, 2005, p. 132.
11 AHESLP. 1 Intendencia de San Luis Potosí, Leg. 1819.4, exp. 14, 13fs.

Real del Cerro de San Pero y San Luis Potosí 11 nov. 1819-18 jun. 1821.
Expediente sobre acusación de Juan José García a Rafael Vargas, por in-
tento de seducción de este último a la mujer de aquél.
12 Patiño, Criminalidad, 1994, pp. 44-46YMarsal, Síntesis, 1959,p. 289

13 Las matronas eran generalmente mujeres, parteras experimentadas con

la libertad de examinar los cuerpos femeninos y determinar si una mujer


había tenido relaciones sexuales o se encontraba embarazada. Castañeda,
Violación, 1989, p.l1I.

266
14 La dote era una parte de la herencia paterna que se adelantaba en el

momento del matrimonio. Esta obligación hundía sus raíces en el derecho


romano que la consideraba una protección económica para las mujeres en
caso de disolverse el vínculo y una compensación ante la pérdida de los
derechos patrimoniales que sufrían al casarse. Gamboa, El precio, 2003,
pp. 71-72.
15 Lozano, No codiciarás, 2005, p. 67.

16 AHESLP, Alcaldía Mayor de Charcas; Leg. 1807, exp. 1,43 fs., Mate-

huala, causa criminal, 12 oct. 1807. María de San Juan Medellín contra su
esposo, por golpearla y pide separación.
17 Durante la época virreinallos indios, negros, mulatos y mestizos estu-

vieron exentos del servicio militar; sin embargo, la situación bélica perma-
nente en las fronteras septentrionales del virreinato novohispano les per-
mitió su participación en las milicias provinciales. Es posible que se haya
usado este argumento para rechazar a Rafael por su incapacidad física para
prestar el servicio y no por su calidad social. Guedea, «La organización»,
2002, pp. ]40,149.
18 El indulto era un perdón otorgado por el Rey a presos por causas polí-

ticas. En 1812 el «Soberano Congreso Nacional, con motivo de la publi-


cación y juramento de la Constitución política de la Monarquía Español»
exculpó a los súbditos españoles involucrados en revueltas insurgentes.
AHESLP. Alcaldía Mayor de Charcas, Leg. 1811,exp.4, 17 fs. Real de Char-
cas, causa criminal, 1812-1814.
19 Ortega, «De amores», 1999,p.16.

20 Ibid. pp. 19-20.

7. vicios y malas costumbres en las minas de San Luis Potosí

Mónica Pérez Navarro


Universidad Autónoma de Aguascalientes

'Las referencias documentales utilizadas para este trabajo, han sido ob-
tenidas, en su mayoría, de los expedientes del Fondo de Alcaldía Mayor
de San Luis Potosí, en custodia del Archivo Histórico del Estado. Par-
ticularmente de los libros correspondientes a los años de 1768 y 1769.
Del mismo modo, se han consultado documentos impresos e investiga-
ciones especializadas en el tema particular, mismos que a continuación
se señalan: Escobar, La verdad, 1768; Flores, «La vida», 1997; Gálvez,
Informe, 1990; Granados, Tardes, 1778; Montejano, La minería, 1994, y
Pérez, «Litigios», 2008.

267
8. Espacio y arquitectura. El comercio en la ciudad de San Luis Potosí
antes y durante la guerra de Independencia

Teresa Lisette Martínez Rodríguez


El Colegio de San Luis

I 1 almacén, 70 modistas, 4 boticas, 18 tiendas de ropa, 6 abarrotes, 34

cantinas, 4 relojerías, 14 velerías, 56 zapaterías, 77 obrajes de algodón,


29 sastrerías, 6 sillerías, 3 bancos de herradura, 27 boneterías, 14 tenerías,
33 sombrererías, 66 herrerías, 3 coheterías, 14 gambuserías, 38 obrajes de
lana, 5 rebocerías, 19carpinterías, 15 platerías, 11 alfarerías, 4 hojalaterías,
11 talabarteristas, 1 carrocerías, 8 panaderías, 10 letradas. AHESLP, Esta-
dística General de la Capital, 1829-1848.
2 AHESLP, Ayuntamiento, 1790.

3 Salazar, Las Haciendas, 2000.


4 Ibid.

5 Loredo, «Los espacios», 2009, p. 8.

6 El primer edificio conocido como la alhondiguilla estuvo ubicado en lo


que ahora es el Palacio Municipal de la ciudad, a un costado de la Cate-
dral, (calle Hidalgo) posteriormente se buscó un espacio específico para
que se llevaran a cabo las actividades comerciales del maíz, se decidió
establecerlo en la calle del comercio, ahora conocida como Julián de los
Reyes esquina con la calle de Morelos, en donde se construyó un edificio
que respondía a las necesidades de la actividad comercial; a partir de ahí
en tomo a este inmueble comenzó a desarrollarse una dinámica mercantil
que hasta nuestros días continúa.
7 AHESLP, Ayuntamiento, 1818,1819, Oficio del señor intendente corregi-

dor, Don Manuel Acevedo, al mayordomo y propio de la Alhóndiga.


8 Montejano, La Cámara, 1999.

9 AHESLP, Ayuntamiento, Oficio del señor intendente corregidor, Don

Bruno de Salcedo, bando de buen gobierno, 1790.


10 AHESLP, Ayuntamiento 1790. f. 34, 34v, 35.

JI AHESLP, Ayuntamiento, Marzo 15 de 1790.

12 AHESLP, Ayuntamiento 1818,1819, Oficio del señor intendente corregi-

dor, Don Manuel Acevedo, al mayordomo y propio de la alhóndiga, Ayun-


tamiento 1790, f. 34, 34v, 35.
13 AHESLP, Ayuntamiento 1790. f. 34, 34v, 35.

14 Loredo, «Los espacios», 2009, p. 8.

IS Montejano, La cámara, 1999.

268
9. Los niños panaderos en la ciudad de San Luis Potosí
a principios del siglo XX

Guillermo Luévano Bustamante


Facultad de Derecho, abogado "Ponciano Arriaga Leija"
Universidad Autónoma de San Luis Potosí,

IAHESLP, Mapas y Planos, 913.015, S32, 1886.


2 Para consultarlosdatosde los dueñosde laspanaderíascitadasvéaseAHESLP,
Mapasy Planos,913.015, S32, 1886;AHESLP, RegistroPúblicode la Propiedad
y Comercio,ILP, 1871; AHESLP,Ayuntamiento de San Luis Potosí, L-1876.1;
AHESLP,Ayuntamiento de San Luis Potosi,L- 1915.21; AHESLP,Ayuntamien-
to de San Luis Potosí, L- 1915.21;AHESLP,Ayuntamiento de San Luis Potosí,
L- 1916.29; AHESLP, Ayuntamiento de San Luis Potosí, L- 1916.29; AHESLP,
Ayuntamiento de San Luis Potosí, L- 1918.12; AHESLP, Ayuntamiento de San
Luis Potosí, L- 1915.23, YAyuntamiento de San Luis Potosí, L- 1932.50. Tam-
bién Montejano, Empresas, 1997, pp. 156-157, 159 Y 160. Las panaderías «El
Porvenir»y «La Parisiense»subsistenhoy en día, esta pervivencia de las pana-
derías constituyeotra característica de este tipo de negociaciones.
3 Entrevista a Mariano Bustamante Gómez, realizada entre febrero y julio
de 2003.
4 Reyna, «Las condiciones» 1982, p. 431.

5 Castro, Aquel San Luis, 2000, p. 67.

6 AHESLP, Ayuntamiento de San Luis Potosí, L-1918.41.

7 AHESLP, Ayuntamiento de San Luis Potosi, L-1918.41, Anexo I.

8 González, Los extranjeros, 1994, III: 133.

9 Ibid, II: 280y 281.

la Reyna «Las condiciones», 1982, p. 431.


11 Ibid, p. 431; véase también La Jornada, (edición en Internet), la edición

del periódico virtual corresponde a los días 26 y 27 de octubre de 1999,


aunque la página Web fue consultada el 5 de febrero de 2003,
http://www.jomada.unam.mx/1999/oct99/991027/cuI3.html.
12 García, Las panaderías, 1989, p. 53.

13 Pérez, Los artesanos, 1996.

14 García, Las panaderías, 1989, pp. 54 Y55.

15 Artesón: Recipiente de base redonda o cuadrada que regularmente sirve

en las cocinas para fregar. Diccionario, 200l.


16 «Inventario de muebles y enseres del hospicio de niños pobres de esta
ciudad- Enseres de la panadería» en AHESLP, Ayuntamiento de San Luis
Potosí, L-1876.1
17 Entrevista a Mariano Bustamante Gómez, Realizada entre febrero y julio

de 2003

269
18 Marx, El Capital, 1962, pp. 206 Y 207.
19 ¡bid, p. 208.
20 Reyna, «Las condiciones», 1982, p. 434.

21El Universal, 4 de febrero de 1922.


22La Jornada, (edición en Internet), la edición del periódico virtual co-
rresponde a los días 26 y 27 de octubre de 1999, aunque la página Web fue
consultada el 5 de febrero de 2003,
http://www.jornada.unam.mxJ 1999/oct99/991027/cul3 .html.
23 Reyna, «Las condiciones», 1982, p. 435.

24 Entrevista a Mariano Bustamante Gómez. Realizada entre febrero y julio

de 2003
25 Reyna, «Las condiciones», 1982, p. 437.

26 Entrevista a Mariano Bustamante Gómez, Realizada entre febrero y julio

de 2003
27 Reyna, «Las condiciones», 1982, p. 437.

28 Camarena, «Historia», 1985, p. 71.

29 Castro Prieto, Aquel San Luis,2000, pp. 48 - 51.

30 Super, «Pan», 1980, pp. 254 Y 255.

31 Entrevista a Mariano Bustamante Gómez. Realizada entre febrero y julio

de 2003
32 «A medida que el aspirante adquiría más y más habilidad y conforme

entendía que el rigor de sus mentores era por su propio bien, adquiría una
actitud de mesura y reverencia ante la capacidad de los maestros que lo
adiestraban», Camarena «Historia», 1985, p. 71.
33 Entrevista a Mariano Bustamante Gómez, Realizada entre febrero y julio

de 2003
34 García, Las panaderías, 1989, p. 55.

35 Ibid, p. 55.

36 Entrevista a Mariano Bustamante Górnez. Realizada entre febrero y julio

de 2003.

10. Educación y Ayun1tallllientfjls. Las escuelas de ョイゥュャGセN letras en


San Luis Potosi, 1820-1826

Armando René Hernández.


Departamento de Investigación Educativa SEER

'Staples, «Panorama», 1999, p., 102.


2 Vázquez, Nacionalismo, 2000, p. 27.

270
3 AHESLP, Secretaría General de Gobierno, Colección Manuscritos, leg.
1821-8, exp, 1, f. 211, Libro segundo de las sesiones de la Excelentísima
Diputación Provincial de San Luis Potosí, comenzados en 17 de enero de
1821.
4 AHESLP, Secretaría General de Gobierno, Colección Manuscritos, lego

1821-1, exp. 98, Acta del Ayuntamiento de Minas de Salinas del Peñón
Blanco, Salinas del Peñol Blanco, 6 de septiembre de 1820; lego 1821-3,
exp. 358, Acta del Ayuntamiento de San Nicolás de Tierranueva, San Ni-
colás de Tierranueva, 15 de julio de 1820; lego 1821-5, exp. 13 12, Acta del
Ayuntamiento de Garnotes, Gamotes, 8 de abril de 1821;leg.1821-5 exp.lO
16,Acta del Ayuntamiento del Armadillo, Armadillo, mayo de 1821.
5 AHESLP, Secretaría General de Gobierno, Colección Manuscritos, Santa

María del Río, 1822, febo 9, Oficio del Ayuntamiento de Santa María del
Río al Jefe Político de la Provincia de San Luis Potosí, Santa María del
Río, 9 de febrero de 1822.
6 AHESLP, Secretaría General de Gobierno, Colección Manuscritos, 1822,

febo 22., Instrucción que el Ayuntamiento de Guadalcázar dirige al Señor


Jefe Político Superior de esta provincia y comandante de Armas de ella
para inteligencia de los Señores Diputados el Congreso Constituyente,
Guadalcázar, 22 de febrero de 1823.
7 AHESLP, Secretaría General de Gobierno, Colección Manuscritos, Mate-

huala, 1822, febo 13., Oficio del Ayuntamiento Constitucional del Valle de
Matehuala al Sr. Comandante General Jefe Político Superior, Matehuala,
13 de febrero de 1822.
8 AHESLP, Secretaría General de Gobierno, Colección Manuscritos, 1822,

febo 26., Oficio del Ayuntamiento de la Congregación de Santa María de


Cedral, Santa María de Cedral, 26 de febrero de 1822.
9 AHESLP, Secretaría General de Gobíerno, Colección Manuscritos, lego

1821-2, exp. 9, Oficio enviado al señor jefe político por el Ayuntamiento


de Valle de San Francisco, Valle de San Francisco, 5 de febrero de 1821.
10 Razo, "De los catecismos», 1999,p. 93-114.

11 Muro, Historia, 1899, p. 32; AHESLP, Secretaría General de Gobierno,

Colección Manuscritos, 1822 exp. fs.53, Acta del Ayuntamiento de San


Luis Potosí», San Luis Potosí, 3 de septiembre de 1823;y AHESLP, Secre-
taría General de Gobierno, Coleccin Manuscritos, 1822exp. 53 fs. Acta del
Ayuntamiento de San Luis Potosí», San Luis Potosí, 6 de octubre de 1823.
12 AHESLP, Secretaría General de Gobierno, Colección Manuscritos, 1822
exp. 53fs., Oficio del Ayuntamiento de San Luis Potosí, San Luis Potosí,
16 de octubre de 1823.
13 AHESLP, Secretaría General de Gobierno, Colección Manuscritos, 1822,

exp, 53fs., Oficio del Ayuntamiento de San Luis Potosí enviado al señor
jefe político de la provincia, San Luis Potosí, 16 de enero de 1824.

271
14 AHESLP, Secretaría General de Gobierno, Colección Manuscritos, 1823-

3, feb.12., Copia del Acta del Ayuntamiento del Valle de Matehuala, Mate-
huala, 17 de julio de 1820.
15 AHESLP, Fondo Secretaría General de Gobierno, Colección Manuscri-

tos,leg. 1821-1, exp. 9, Acta del Ayuntamiento de Salinas del Peñón Blan-
co, Salinas del Peñón Blanco, 6 septiembre de 1820.
16 AHESLP, Secretaría General de Gobierno, Colección Manuscritos, lego

1821-9, exp. 8, Oficio del Ayuntamiento de Aquismón al presidente inten-


dente y vocal de la excelentísima diputación provincial, Aquismón, 9 de
octubre de 1821.
17 AHESLP, Secretaría General de Gobierno, Colección Manuscritos, lego

1822-ene. 1, exp. 6, Correspondencia particular de Pedro Vargas Machuca,


congregación del Cidral, Congregación del Cidral, 4 de enero de 1822; y
AHESLP, Fondo Secretaría General de Gobierno, Colección Manuscritos,
lego 1822-ene 1, exp. 6, Correspondencia particular de Pedro Vargas Ma-
chuca, enviada al señor intendente, Congregación de Cedral, 16 de enero
de 1822.
18 AHESLP, Secretaría General de Gobierno, Colección Manuscritos, lego

1825.2, exp. 12, Cuenta por menor del fondo de pilones del pueblo de Ve-
nado perteneciente al año de 1824, que remite al excelentísimo señor go-
bernador del estado libre de San Luis Potosí, Venado, 1° de enero de 1824
[hasta] 31 de [diciembre] de dicho año.
19 AHESLP, Secretaría General de Gobierno, Colección Manuscrítos, lego

1824-4,Plan que manifiesta el Valle de San Francisco, haciendas y ranchos


de su comprensión. Padrón de los habitantes residentes en [dicho] lugar y
su jurisdicción pertenecientes al partido de Santa María del Río, Valle de
San Francisco, 21 de diciembre de 1824.

11. La educación en la ciudad y el campo potosino: de la revolución


a la posrevolución
Armando René Espinosa Hernández'
Departamento de Investigación Educativa SEER

1 Con la Colaboración de la Mtra. Dafne Evelia Reyes Guerra Departa-

mento de Investigación Educativa, SEER.


2 Congreso, 1912,pp., 33-63.

3 AHESLP, CLD XXIV, Congreso Constitucional del Estado Libre y Sobera-

no de San Luis Potosí, Ley de Educación Primaria, 1912.


4 XXVII Congreso. Informe, 1922p. 5.

272
5 Publicaciones de la Secretaría de Educación Pública, Noticia, pp. 3S -37,
44 Y 12S.
6 AHESLP CLD, XXXIV Congreso Constitucional del Estado Libre y Sobe-
rano de San Luis Potosí, Reformas a la Ley de Educación Primaria en el
Estado de San Luis Potosí, 1936.
7 AHSEP, caja lOS, año 1927, exp., 31, folio 170, Circular núm. IS, enviada

a los Directores de las Escuelas Primarias Federales por el Director de


Educación Federal, San Luis Potosí, 22 de septiembre de 1927.
8 AHSEP, caja 107, año 1933, exp., 4, folio 44, Informe de las labores de-

sarrolladas en la T'. Zona del Estado de S. L. P. durante el mes de mayo de


1933 yen la 8a . Zona en los meses de enero a marzo del mimo año, enviado
al Secretario de Educación Pública, por el Inspector de Educación de la T'.
Zona Manuel Álvarez, Ciudad Valles, S. L. P., a 4 de junio de 1933.
9 AHSEP, caja lOS, año 1927, expediente 31, folio 170, Informe de los tra-

bajos realizados en el mes de junio, por esta Dirección, enviado al Prof.


Rafael Ramírez, Jefe del Departamento de Escuela Rurales, por el Director
de Educación Federal, San Luis Potosí, 19 de junio de 1927. AHSEP, caja
117, año 1934, expediente 90, folio 3S, Informe de Enero, enviado al Prof.
Rafael Villeda, Director Federal de Educación, por el Inspector Félix Nei-
ra Barragán, Matehuala, S. L. P. a 4 de febrero de 1934.
10 AHSEP, caja lOS, año 1927, exp., 31, folio 170, Actividades de los C.

C. Inspectores, por el Director de Educación Federal, Aureliano Esquivel,


San Luis Potosí, S. L. P., 2S de abril de 1927.
11 AHSEP, caja lOS, exp., 9, folio IS, Se dan informes relativos a las Aso-

ciaciones de Padres y Maestros, enviado al Prof. Ignacio Ramírez, Jefe del


Departamento de Escuelas Rurales e Incorporación Cultural Indígena, por
el Director de Educación Federal Aureliano Esquivel, San Luis Potosí, S.
L. P., 11 de agosto de 1928. AHSEP, caja 107, año 1933, exp., 1, folio 4S,
Informe de conjunto relativo al mes de febrero próximo pasado. Quinta
Zona Escolar en el Estado de San Luis Potosí, enviado al Profesor Rafael
Villeda Director de Educación Federal en el Estado, Cerritos, S. L. P., 4
de marzo de 1933.
12 AHSEP, caja 107, año 1933, exp., 39, folio 99, Informe sobre sus trabajos

durante el mes de noviembre y al final del año, enviado al Prof. Rafael


Ramírez, Jefe del Departamento de Escuelas Rurales Primarias Foráneas
e Incorporación Cultural Indígena, por el Inspector Escolar Federal de la
Zona Central del Estado, Prof. Fidel Vázquez, San Luis Potosí, S. L. P., a
30 de diciembre de 1932.
13 AHSEP, caja 107, año 1933, exp., 39, folio 99, Informe sobre sus trabajos

durante el mes de noviembre y al final del año, enviado al Prof. Rafael

273
Ramírez, Jefe del Departamento de Escuelas Rurales Primarias Foráneas
e Incorporación Cultural Indígena, por el Inspector Escolar Federal de la
Zona Central del Estado, Prof. Fidel Vázquez, San Luis Potosí, S. L. P., a
30 de diciembre de 1932.
14 AHSEP, caja 107, año 1933, exp., 4, folio 44, Informe acerca de sus traba-

jos durante el mes de noviembre último y en general en el presente año, en-


viado al Prof. Rafael Villeda Director de Educación Federal en el Estado,
por el Inspector Escolar Federal de la Zona Central del Estado, Prof. Fidel
Vázquez, San Luis Potosí, S. L. P., a 9 de diciembre de 1933.
15 AHSEP, caja 105, año 1927, exp., 31, folio 170, Informe de las Activida-

des de la Inspección durante el mes de agosto del corriente año, enviado al


Director de General de Educación Federal, por el Inspector Instructor Juan
Peña y Peña, 5 de septiembre de 1927.
16 AHSEP, caja 117, año 1934-35, exp., 9S, folio 56, Informe de labores co-
rrespondiente el bimestre de noviembre y diciembre del año próximo pa-
sado [1934], enviado al Profesor Jacinto E. Tellez Director de Educación
Federal en el Estado, por el Inspector de Educación Federal Encargado de
la 3a • Zona del Estado, Aurelio C. Merino, San Luis Potosí, S. L. P., a 10
de enero de 1935.
17 AHSEP caja 107, año 1933, exp. 4, folio 44, Se rinde informe de labores
desarrolladas en el mes de enero del presente año, enviado al Secretario
de Educación Pública, por el Inspector Federal de Educación, Manuel E.
Álvarez, s. 1., 7 de marzo de 1933. AHSEP caja 107, año 1933, exp. 4, folio
44, Informe mensual, enviado al Secretario de Educación Pública, por el
Inspector Federal de Educación de la Sa. Zona, Manuel E. Álvarez, Matla-
pa S. L. P., S de abril de 1933.
18 AHSEP, caja 117, año 1926, exp., 7, folio 45, Informe que rinde el C. Ins-
pector Instructor Federal en la Zona escolar del Norte del Estado de San
Luis Potosí, al Departamento de enseñanza Primaría y Normal de la Secre-
taría del Ramo, sobre las actividades desarrolladas en las escuelas primarías
de la zona durante los meses de agosto, septiembre y octubre de 1926, del
Inspector Instructor Federal de la Zona Escolar del Norte del Estado de San
Luis Potosí, Ocampo N. Báez, San Luis Potosí, S. L. P., octubre 31 de 1926.
19 AHSEP, caja 107, año 1933, exp., 4, folio 44, Informe de las labores de-
sarrolladas en la 7a • Zona del Estado de S. L. P. durante el mes de mayo de
1933 yen la Sa. Zona en los meses de enero y marzo del mismo año, enviado
al Secretarío de Educación Pública, por el Inspector de Educación de la T'.
Zona, Manuel E. Álvarez, Valles, S. L. P.,a 4 de junio de 1933.
20 AHSEP, caja 117, exp., 21, folio 13,Actas de las visitas practicadas por el

Prof. José Reyes Castro, Inspector de la 11 Zona escolar del Estado en la


Villa de Santo Domingo, S. L. P., a la Escuela Primaria Rural de dicho lugar,
24 de enero de 1934; la Escuela del Salado de Santo Domingo, S. L. P. ,26
de enero de 1934; la Escuela de Providencia, Santo Domingo, S. L. P., 27 de

274
enero de 1934; la Escuela Primaria Rural de Barril del Municipio de Ramos,
S. L. P., 28 de enero de 1934; la Escuela de Dulce Grande, Ramos, S. L. P.,
30 de enero de 1934; la Escuela Rural de Hemández, de Ramos, S. L. P., 31
de enero de 1934; la Escuela Primaria Rural de Salitral de Carrera, Ramos,
S. L. P., 10 de febrero de 1934; la Escuela Primaria Rural de la Negociación
Minera Asarco del Municipio de Charcas, S. L. P., 10 de abril de 1934; la
Escuela Artículo 123 de Laguna Seca, Charcas, S. L. P., 20 de abril de 1934,
y Síntesis de las visitas practicadas en febrero de 1934, Charcas, S. L. P., 4
de marzo de 1934.
21 AHSEP, caja 109, año 1927-1928, expediente 64, folio 25, Informe de las

actividades desarrolladas por el Profesor Juan Peña y Peña, Inspector Ins-


tructor en la Zona Norte del Estado de San Luis Potosí, enviado al C. Jefe
del Departamento de Escuela Rurales e Incorporación Cultural Indígena,
por el Inspector Instructor Juan Peña y Peña, San Luis Potosí, S. L. P. 15
de diciembre de 1927.
22 AHSEP, caja 109, año 1927-1928, exp., 64, folio 25, Informe de las activi-

dades desarrolladas por el Profesor Juan Peña y Peña, Inspector Instructor


en la Zona Norte del Estado de San Luis Potosí, enviado al C. Jefe del
Departamento de Escuela Rurales e Incorporación Cultural Indígena, por
el Inspector Instructor Juan Peña y Peña, San Luis Potosí, S. L. P., 15 de
diciembre de 1927.
23 AHSEP, caja 105, exp., 11, folio 13, Informe de las actividades desarro-

lladas por la Inspección durante el mes de septiembre, enviado al Director


General de Educación Federal, por el Inspector Instructor, Juan Peña y
Peña, Charcas, S. L. P., 3 de octubre de 1927.
24 AHSEP, caja 105, año 1927, exp., 14, folio 54, Informe de las actividades
de la Inspección durante el mes de agosto del corriente año, enviado a la
Director General de Educación Federal, por el Inspector Instructor, Juan
Peña y Peña, Venado, S. L. P., 5 de septiembre de 1927.
25 AHSEP, caja 109, exp. 9, folio 15. Informes relativos a las Asociaciones
de Padres y Maestros, enviado al Profesor Ignacio Ramírez Jefe del De-
partamento de Escuelas Rurales, por el Director de Educación Federal,
Aureliano Esquivel, San Luis Potosí, S. L. P., 11 de agosto de 1928.
26 AHSEP, caja 109, exp. 64, folio 25, Informe de las actividades desarrolla-
das por el profesor Juan Peña y Peña Inspector Instructor en la Zona Norte
del Estado de San Luis Potosí durante el años de 1927, San Luis Potosí, S.
L. P., 15 de diciembre de 1927. AHSEP, caja 105, exp., 31, folio 170. Circu-
lar Num. 47, del Director Federal de Educación, San Luis Potosí, S. L. P., 4
de abril 1927. AHSEP, caja 105, exp. 12, folio 3. Solicitud para proveer a las
escuelas rurales de semilla, enviada al Jefe del Departamento de Escuelas
Rurales e Incorporación Indígena, por el Inspector Instructor Juan Peña y
Peña, Venado S. L. P., 11 de junio de 1927.

275
27 AHSEP, caja 105, exp. 31, folio 170. Actividades de los Inspectores, In-
forme del Director Federal de Educación, Aureliano Esquivel, San Luis
Potosí, S. L. P., 25 de abril de 1927.
28 AHSEP, caja 105, exp., 31, folio 170, Circular número 30, enviada a los
maestros Federales dependientes de esta Dirección por el Director Fede-
ral de Educación, Aureliano Esquivel, San Luis Potosí, S. L. P., a 15 de
febrero de 1927.
29 AHSEP, caja 105, exp., 35, folio 71, Relación de las escuelas federales,
establecidas en los lugares que tienen terrenos ejidales, San Luis Potosí,
S. L. P., 11 de febrero de 1927.
30 AHSEP, caja 105, exp., 31, folio 170.Actividades de los Inspectores, In-

forme del Director Federal de Educación, Aureliano Esquivel, San Luis


Potosí, S. L. P., 25 de abril de 1927.
31 AHSEP, caja 109, exp., 15, folio 10, Relación de las noticias estadísticas

general de las escuelas rurales federales, correspondiente al año de 1927,


que se remiten al Departamento de Escuelas Rurales, de acuerdo con lo
dispuesto en Circular No. 6 del 19 de enero del corriente año, el Director
Federal de Educación, Aureliano Esquivel, San Luis Potosí, S. L. P., 9 de
abril de 1928.
32 AHSEP, caja 107, exp., 4, folio 44, Informe de labores desarrolladas en el

mes de febrero de 1933, enviado al Director Federal de Educación, por el


Inspector Manuel E. Álvarez s. l., s. f.
33 AHSEP, caja 107, exp., 4, folio 44, Informe de labores desarrolladas en el

mes de abril de 1933, enviado al Secretario de Educación Pública, por el


Inspector Manuel E. Álvarez, s. L, s. f.
34 AHSEP, caja 107,exp., 1, folio 45, Informe de conjunto relativo al mes de

enero ppdo.-5/a zona en el Edo. de San Luis Potosí.-Prof Inspector Aurelio


C. Merino, enviado al Profesor Rafael Villena Director de Educación Fede-
ral en el Estado, por el Inspector Aurelio C. Merino, Cerritos S. L. P., a 4 de
febrero de 1933.

12. Notas sobre la lectura en San Luis Potosí a finales del Siglo XIX:
Lecturas, medios y espacios
José Pablo Zamora Vázquez
Universidad de Guanajuato

1 Periódico Oficial, 1 Enero 1886,No. 746, T. XI, col. 1, p. 3.


2 Muro, Historia, 1899,pp. VIII-X.
3 Ibid, p. 282.

4 La Voz de San Luis, 27 Mayo 1883,No. 20, T. I, p. 3, col. 3.

5 Periódico Oficial, 1 Enero 1886,No. 746, T. XI, col. 1, p. 3.

276
6 Darnton, El Beso, 201!.
7 Zetina, «Los Editores», 2002.
8 Montejano, Nueva, ] 982.

9 El Estandarte, 6 Febrero 1890,No. 517, Año V, p. 1, col. 3.

10 Catálogo de las Obras de Fondo, Elementales y de Instrucción que se

Hallan de Venta en la Librería de Ramón F. Parres, San Luis Potosí, Ti-


pografía de la Escuela Municipal, 1887.
11 La Unión Democrática. 19 Diciembre 1878,No. 17], T. Il, p. 4, col. 4.

12 Cabrera, Séptimo, ]89!.

13 Montejano, Historia, 1987,p. 34.

14 Cabrera, Almanaque, 1885.

15 El Estandarte, 20 de Diciembre 1885,No. 95, Año 1,p. 3. col. 3.

16 Montejano, Historia, 1987,p. 30.

17 Periódico Oficial, 16 Febrero 1887,No. 842, T. XII, col. 4-], pp. 2-3.

18 Periódico Oficial, 16 Junio 1886,No. 780, T. XI, col. 3, p. 3.

13. El alcoholismo y los intentos por erradicarlo en la ciudad


de San Luis Potosí antes de la Revolucíén

Gerarde Vela de la Rosa


Universidad Nacional Autónoma de México

1 Un estudio interesante, del que se puede obtener una idea más clara sobre
dichas campañas es Méndez, «De crudas», 2007, pp. 243-269.
2 AHESLP, Supremo Tribunal de Justicia, (legajo sin clasificar), exp. sin
numerar, Criminal contra Dionisio Coronado por heridas, julio 9 de ]888,
f. 10 frente y vuelta.
3 AHESLP, Supremo Tribunal de Justicia (legajo sin clasificar), exp. sin
numerar, Expediente de libertad preparatoria del reo Próspero Meléndez,
enero 31 de 1900,ff. 2 frente y vuelta-e frente y vuelta.
4 Algunos de los trabajos más importantes en los que se analiza el discurso
por parte de la prensa, las autoridades y los médicos respecto a la supuesta
relación que había entre la pobreza, la embriaguez y la criminalidad son los
de Piccato, «No es posible», 1997, pp. 75-142; Picatto, «La construcción»
1997,pp. 133-181; Buffington, Criminales, 2001 y Speckman, Crimen, 2002.
5 AHESLP, Supremo Tribunal de Justicia (legajo sin clasificar), exp. sin

numerar, Criminal contra D. Jesús M. Villaseñor por riña y heridas, marzo


28 de 1888, 116 ff.; una breve referencia sobre este caso se encuentra en
Cabrera, La Lonja, s/f, p. 160.
6 Periódico Oficial La Unión Democrática, tomo VII, No. 471, marzo

31de1882.

277
7 Ibid.
8 El Estandarte, año Il, No. 123,abril 10 de 1886.
9 Ibídem.

10 El Estandarte, año I, No. 58, agosto 13 de 1885.

11 El Estandarte, año I, No. 75, octubre 11 de 1885.

12 El Estandarte, año IV, no. 337, mayo 13de 1888.

13 El Estandarte, año Il, No. 123,abril 10de 1886.

14 Periódico Oficial del Gobierno del Estado de San Luis Potosí, tomo XI,

No. 767, abril 17 de 1886.


15 Periódico Oficial del Gobierno del Estado de San Luis Potosí, tomo XI,
No. 790,julio 21 de 1886.
16 AHESLP, Ayuntamiento, 1886.8, exp. 82, Salud Pública, julio 13 de
1886-agosto 3 de 1886,f. 1 frente y vuelta.
17 El Estandarte, año Il, No. 159, agosto 8 de 1886.

18 El Estandarte, año Il, No. 197,diciembre 19 de 1886.

14. Diversiones en la ciudad de San Luis Potosí durante el Porfiriato

María de Lourdes Uribe Soto


Universidad Autónoma Metropolitana, Iztapalapa

1 Monroy, Breve, 1997,pp. 205-206.


2 Ibid, p. 207.
3 Morán, «La Quinta», 2009, pp. 2-5.
4 Ibid.

5 Ibid, p. 3.

6 «San Luis Potosí», 2011,p. 4.


7 Las plazas cambiaron de nombre en varias ocasiones a través del tiempo,

de ello me he percatado gracias a la revisión de diversos documentos de la


época, la mayoría de ellos del Fondo Ayuntamiento en el AHESLP.
8 ACCJSLP., Juzgado 1° de distrito de S.L.P., 5 de octubre de 1892, expe-
diente 191,juicio de amparo promovido por Leonarda Orta y otras contra
el Ayuntamiento de esta ciudad.
9 AHESLP, FA 1903.1. Acueductos y paseos: se concede permiso por 3 años

a los señores Enrique Aramberri y Guillermo Garibay para poner sillas de


alquiler en los paseos públicos.
1Q Se encuentran en el AHESLP, los cuadernos de varios años donde se

registraban los permisos otorgados a los solicitantes para realizar sus es-
pectáculos o actividades en las calles o plazas de la ciudad, por ejemplo,

278
AHESLP, F.A. Diversiones Públicas, de los años 1903, 1906, 1908;licencias
de la Jefatura Política para diversiones públicas para todo el año.
11 Morán, «La Quinta», 2009, pp. 3-4.

12 La información de los párrafos anteriores, proviene en su totalidad del

artículo ya citado de Morán, «La Quinta», 2009.


13 El Estandarte, 29 de abril de 1890.

14 Consulta en línea, 23 de febrero de 2012.

http://www.casinoespanoldemexico.com/cronologia.htm.
15 Información facilitada a través de un e-mail por Luis López Palau en

abril de 2012.
16 Bryan, «Teatro», 1983,pp. 130-169.
17 Ibidem.

18 AHESLP, FA Diversiones Públicas, de los años 1903; licencias de la

Jefatura Política para diversiones públicas para todo el año.


19 Consulta en línea de la página del Centro de Investigaciones Escénicas
de Yucatán, 4 de febrero de 2012. http://centroinvestigaciones.blogspot.
mx/2010_09_26_archive.html
20 AHESLP, EA. Diversiones Públicas, 1903;licencias de la Jefatura Políti-

ca para diversiones públicas para todo el año.


21 Beezley, La identidad, 2008, pp. 174-179.

22 Ibid, pp. 171-174.

23 Othón, Epistolario, 1999,p. 65.

24 AHESLP, P.A. Diversiones Públicas, listados de los años 1903 y 1905;

licencias de la Jefatura Política para diversiones públicas para todo el año.


25 Contreras, «El teatro», 2009.

26 Información tomada en línea de un fragmento de libro en PDF digitalizado

por la UANL del cual no aparecen más datos; consulta 16de febrero de 2012,
pp. 414-421. http://cdigital.dgb.uanl.mx/la/1080019194_C/I080019197_
T4/1080019197_66.pdf
27 AHESLP, F.A. Diversiones públicas; 21 de septiembre de 1903, comuni-

cando sobre multa de cincuenta pesos que se impuso a la artista de ópera


Srita. Virginia Ferranti.
28 «El Teatro de la Paz» en Página Web de Magnética FM; consulta 18 de
marzo de 2012. http://www.magneticafrn.com/index.php?option=com_con-
tent&view=article&id=296:el-teatro-de-la-paz-&catid=64:san-luis-antiguo
29 Contreras, «El teatro», 2009.

30 La Plaza de Toros El Paseo como se conoce actualmente, se construyó

en 1896, en el miso sitio donde se llevaban a cabo las corridas de toros


desde tiempo atrás.
31 AHESLP, FA Diversiones Públicas de 1903;licencias de la Jefatura Polí-

tica para diversiones públicas para todo el año.


279
32 AHESLP, FA Diversiones Públicas de 1903; licencias de la Jefatura Polí-

tica para diversiones públicas para todo el año.


33 Para mayor información acerca de las pulquerías en la ciudad de San

Luis Potosí, Vela, «De El cariño», 2009.


34 Uribe, «Prostitución», 2012.

35 Para mayor información sobre las diversiones públicas en México a fi-

nales del siglo XIX y principios del XX ver: Pérez, «Circo», 2003; Beezley,
«El estilo», 1983; Bryan, «Teatro», 1983.

280
REFERENCIAS

SIGLAS
ACCJSLP:Archivo de la Casa de la Cultura Jurídica
de San Luis Potosí
AGI: Archivo General de Indias
AGN: Archivo General de la Nación
AHESLP: Archivo Histórico del Estado de San Luis Potosí
AHSEP: Archivo Histórico de la Secretaría de Educación Pública

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Por acuerdo del señor rector de la
Universidad Autónoma de San Luis Potosí,
M. en Arq. Manuel Fermín Villar Rubio, este libro se
terminó de imprimir en agosto del 2015, en los Talleres
Gráficos de la Editorial Universitaria Potosina.
El tiraje consta de mil ejemplares.

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