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Estudios de Arte Colonial Vol. 1
Estudios de Arte Colonial Vol. 1
http://books.openedition.org
Referencia electrónica
STASTNY MOSBERG, Francisco. Estudios de arte colonial. Vol. I. Nueva edición [en línea]. Lima: Institut
français d’études andines, 2013 (generado el 30 agosto 2016). Disponible en Internet: <http://
books.openedition.org/ifea/6639>. ISBN: 9782821845299.
12626 IFEA / ESTUDIOS SOBRE EL ARTE COLONIAL / CARATULA : 47.7 x 24 cm. / FOLDCOTE C-14 / LOMO OK: 2.15 cm. / COSIDO A LA FRANCESA / INT 416 pp. Bond 75 gr. 15 * 24 / EM
TíTulo del capíTulo 1
estudios de vol
arte colonial i
LiMa, 2013
Francisco sTasTny Mosberg 2
COmiTÉ EDiTORiaL:
Gérard Borras
Juan Carlos Estenssoro
Natalia majluf
Luis Eduardo Wuffarden
© De esta edición:
índice
Proemio
Para el Museo de Arte de Lima, este homenaje tiene una importancia espe-
cial. Francisco Stastny fue, en efecto, una figura decisiva en los primeros tiem-
pos de creación de nuestra institución. Bajo su guía se estableció aquí el primer
laboratorio moderno de conservación y restauración y se promovió un proceso
pionero de profesionalización del trabajo museológico, que permanece como un
ejemplo para el país. Entre 1964 y 1969, años en que dirigió nuestra institución,
se organizaron las primeras exposiciones estructuradas bajo criterios académicos
del más exigente rigor.
La serie Fuentes para la historia del arte peruano. Colección Manuel Moreyra Lore-
do, que coeditamos con el Instituto Francés de Estudios Andinos y que sirve de
marco a esta publicación, se sostiene por la generosidad de Ana María Ocampo
de Moreyra y de sus hijos, Camila, Ignacio y Mateo. A ellos, nuestro recono-
Francisco stastny mosberg 10
Natalia Majluf
directora
museo de arte de Lima
Francisco Stastny Mosberg como historiador del arte tuvo una visión pionera
que le permitió ir más allá de los estudios académicos y supo ver tempranamente
la importancia de los procesos de restauración y conservación, la importancia de
la museología moderna. Fue un científico de alto nivel, erudito excepcional y el
IFEA se honra de estar al lado del MALI en este proyecto editorial.
Pero hay más. La serie Fuentes para la historia del arte peruano. Colección Ma-
nuel Moreyra Loredo, coeditada con el Museo de Arte de Lima desde el año 2001,
ha sabido poner a disposición del público diferentes libros que han abierto un
camino necesario en el campo de la historia: rescatar escritos y documentos de
importancia para el conocimiento y el estudio de las artes en el Perú y el mundo
andino en general antes de que se definieran fronteras nacionales. El libro que el
lector tiene entre sus manos va a marcar una etapa importante en este afán. En
este sentido, es un merecido homenaje a la obra de Francisco Stastny Mosberg.
Gérard Borras
director
instituto Francés de estudios andinos
Presentación 13
Presentación
Francisco Stastny Mosberg fue uno de los historiadores de mayor peso e influen-
cia dentro del campo de la historiografía del arte peruano. Luego de sus años de
formación en el Perú y de un perfeccionamiento en Europa, Stastny consagró
sus poderes de observación y su mente incisiva al estudio del arte en el Perú, en
particular al de la época colonial. Sus escritos dentro de este campo han marcado
un hito y muchos de ellos son piezas maestras de metodología, rigor y creatividad
académica. La sólida formación de Stastny en arte europeo y su conocimiento de
primera mano de la producción artística del Perú hicieron de él un investigador
de primera línea, cuyo aporte al estudio del arte peruano es de particular valor.
Algunas de las conclusiones a las que llega Stastny han sido, con el tiempo, re-
visadas (incluso por él mismo), lo cual no quita valor alguno a los trabajos que
presentamos: la serie de cuestiones de fondo que plantea —sobre metodología,
definiciones y la naturaleza misma del arte colonial— siguen vigentes.
Francisco Stastny Mosberg nació en la que era entonces una de las ciudades
de más renombre del centro de Europa, Praga, el 29 de junio de 19331. Su padre,
el abogado Viktor Stastny Pollak (1889-1963), provenía de Prerov, una ciudad de
Moravia cercana a Viena y parte del imperio austro-húngaro hasta después de la
primera guerra mundial. Su madre, Margarethe Mosberg Rosenberg (1906-1960)
—perteneciente a una familia de industriales de Bielefeld, Alemania—, estudió
fotografía y artes aplicadas en el Berlín de los años veinte. Luego de varios años
en Praga (1931-1939), el matrimonio Stastny llegó al Perú en 1941, con sus dos
hijos pequeños —Francis y su hermano Pedro— y se instalaron en Lima. Vivieron
inicialmente en el Centro y luego cerca del Olivar, una etapa que Francis recordó
siempre con particular afecto.
1
Sara Acevedo ha trazado una “Bio-bibliografía de Francisco Stastny Mosberg” y a la cual
remitimos, publicada en Revista del Museo nacional 50 (Lima, octubre de 2010, pp. 307-331). La
misma será reproducida en el segundo volumen.
sonia V. rose 14
El resto de su vida estará marcada por constantes viajes a los Estados Unidos,
Europa y América latina, ya sea para participar de congresos, como profesor invi-
tado o para realizar estancias de investigación. Estas últimas se llevan a cabo gra-
cias a una serie de prestigiosas becas, tales como la Guggenheim (1970-1971) y la
Gulbenkian (1981-1982), o al apoyo de instituciones de renombre. Tal es el caso
de su estancia de un año como Getty Scholar en The Getty Research Institute,
California (1993-1994), año cuyo tema central fue “The Americas”. La estadía le
permitirá, durante ese año, intercambiar ideas con otros becarios de la Getty tales
como Pierre Duviols, Graziano Gasparini y Jorge Klor de Alva y profundizar su
interés creciente por la relación entre arte, sociedad y poder político, que marcará
sus trabajos de fines de los noventa e inicios del nuevo siglo.
su vida y donde ahora descansa. Sólo en su país, en el Perú —solía decir— le era
posible trabajar: en parte, pues allí se hallaban las fuentes, pero sobre todo, por su
compromiso con una patria que siempre consideró como profundamente suya.
Un compromiso que se revela en el hecho de haber sido profesor de la que fuera
su alma mater, la universidad de San Marcos, desde su regreso al Perú y hasta su
jubilación, pero también en su preocupación por la restauración de obras de arte
y la conservación de nuestro patrimonio nacional.
Stastny comenzó a publicar siendo aun estudiante: una primera nota, sobre
Max Uhle (1856-1944), en la Revista del Museo nacional 24 (Lima, 1955, pp. 273-
275) y un artículo en El Comercio, “Panorama artístico del Perú” (23 de mayo de
sonia V. rose 16
1958). Este último inauguraría una colaboración con este periódico (sus artículos
aparecerían a menudo en el suplemento El Dominical, de gran calidad en aquella
época) que habría de prolongarse por varias décadas. Luego de una nota sobre
Bitti (reproducida en este volumen) y otras dos publicaciones breves (1963-1965),
aparece, en 1965, su primer artículo de envergadura, dedicado a Rubens —que
presentaría como tesis de licenciatura en 1969—, la difusión de su obra y su
influencia en la pintura del virreinato (publicada aquí). Un año después, ve la
luz una de las primeras visiones de conjunto que habría de publicar (publicado
en este volumen) sobre la pintura en la época colonial, precedido (1964) por otra
visión de conjunto, esta vez dedicada a la época contemporánea (“La pintura en
Sud-América de 1910 a 1945”). Esta primera década de su producción se cierra
con otros trabajos: la identificación de un nuevo Medoro (1967) (publicado en
este volumen), los inicios populares de la pintura republicana (1968) y una nota
en torno a la exposición de Francisco Laso (1969). Es también de esta década su
segundo trabajo de envergadura (1969) (publicado en este volumen) sobre Mateo
Pérez de Alesio y la pintura del siglo XVI en el Perú, que presenta como tesis de
doctorado ante la universidad de San Marcos.
La rápida revista que acabamos de pasar a sus trabajos iniciales nos revelan
ya la presencia de una serie de temáticas y preocupaciones que mantendrá a lo
largo de las siguientes décadas: el arte “popular”, la pintura del siglo XIX, la irra-
diación e influencia de la pintura europea y su función fundacional para el arte
en el virreinato del Perú. A ello se agrega la identificación de la autoría y fecha de
obras de arte y la conciencia de la necesidad de trabajos didácticos que lleguen al
público estudiante o lego.
Hace varios años ya, Francis me propuso que me encargara de la edición de una
serie de sus principales artículos. Se trataba de un proyecto conjunto a largo plazo
y, tanto por razones personales como profesionales, acepté de inmediato la propo-
sición. Lamentablemente, no nos fue posible llevar a cabo el proyecto juntos, por
razones ajenas a la voluntad de ambos. La idea, sin embargo, quedó en el aire y
me decidí en un momento dado a continuar sola con la selección y publicación
de los artículos de este investigador prominente y mentor tan querido.
Mi punto de partida fue una bibliografía que el autor mismo me había entre-
gado y otra llevada a cabo por Sara Acevedo y que se publicará al final del segundo
volumen. La lista completa de publicaciones sobrepasa las cien entradas, entre
libros, capítulos de libros y artículos científicos y de prensa.
2
Véase la página de la Fundación BBVA [http://www.biblioteca.fundacionbbva.pe/libros/
libro_000052.pdf].
sonia V. rose 18
arte peruano, por el peso del aporte que hacen a ésta o por la originalidad de la
interpretación. En segunda instancia, se ha buscado poner a disposición del lec-
tor, no solo peruano sino extranjero, artículos puntuales, a menudo publicados
en la prensa, y de difícil acceso.
Esto nos obligó a llevar a cabo un trabajo minucioso de cotejo de las dife-
rentes versiones de los artículos y de las traducciones. En ciertas ocasiones, nos
inclinamos por las versiones más recientes puesto que, aunque podían dejar de
lado material relevante publicado previamente, presentaban una visión más ma-
dura o totalizadora de una cuestión. En otras oportunidades, en cambio, hemos
preferido una versión temprana que presenta un material no recuperado en una
versión posterior y que muestra, además, el pensamiento de Stastny en un mo-
mento determinado de su evolución. Esto tiene como consecuencia que ciertos
datos se repitan en dos o más artículos (por ejemplo, las fichas biográficas de los
pintores) y de allí que, cuando las repeticiones exceden una página, éstas hayan
sido eliminadas. El lector encontrará claramente marcado dentro de los artículos
cada vez que esto ocurre, además de un reenvío a la lectura del artículo previo en
el cual se halla el párrafo omitido.
Si leemos los estudios llevados a cabo por Stastny a lo largo de los años,
podemos observar ciertas preocupaciones principales y otras secundarias que se
convertirán —o no—, en un período posterior, en centrales. De allí que hayamos
organizado los artículos en torno a ciertos ejes que surgen naturalmente de la
lectura de estos. Dicha organización —nos parece— revela de modo más claro la
evolución de su pensamiento que una presentación meramente cronológica.
Los artículos que editamos han visto la luz en publicaciones diversas, a través de
los años, siguiendo distintas normas editoriales y sufriendo —inevitablemente—
los azares de la imprenta. Consideramos, por ende, necesario llevar a cabo un
trabajo de edición de los mismos, cuyos criterios presentamos a continuación en
detalle.
A) Las notas del editor se han agrupado al inicio de cada artículo, en nota a
pie de página, bajo asterisco, para evitar la doble notación autor-editor.
- Se han llevado a cabo algunos cortes, para evitar repeticiones. Estos se hallan
siempre indicados en notas a pie de página, a la vez que se remite al lector al
artículo, anterior, en el cual se halla el párrafo cortado.
K) Por razones prácticas, sólo se publican las ilustraciones sobre las que ver-
san los artículos o que son indispensables para la comprensión de estos.
agradecimientos
Este volumen no podría haber visto la luz sin la intervención y ayuda, en distintos
momentos del camino, de numerosas personas, muchos de ellos amigos y colegas.
Va, a todos ellos, nuestro profundo agradecimiento.
A la Dra. Natalia Majluf, directora del Museo de Arte de Lima y al Dr. Juan
Carlos Estenssoro Fuchs, no solo por haber acogido estos trabajos en su pres-
sonia V. rose 22
Sonia V. Rose
uniVersité de toulouse ii
La pintura coLoniaL y su significación artística 23
*
“La pintura colonial y su significación artística”. Fanal XXi/80, Lima, 1966, pp. 10-20.
francisco stastny Mosberg 26
valores dentro de la propia producción colonial. ¿cuáles son las obras maestras
y cuáles las menores? Últimamente se otorga mucha importancia a los lienzos de
autor conocido. pero ¿son estos realmente los más valiosos? ¿no existen muchas
pinturas anónimas cuya calidad de ejecución y seguridad de estilo es muy superior
a las obras identificadas? aún se desconoce la razón por la cual algunos artistas
estampaban su firma en sus obras y otros no. en todo caso, la razón no es siempre
la de una supremacía técnica. si se considera la floración artística surgida en
toda la extensión de la américa hispana durante la época virreinal, es necesario
reconocer que es un apasionante fenómeno histórico. Fue la migración de todo
un mundo de formas y estilos llevados a una región nueva donde un paisaje gran-
dioso debía incidir sobre su evolución y donde ya existía una civilización nativa
con sus propias tradiciones y su propia sensibilidad.
es cierto que para los hombres del siglo Xvi el arte de las culturas aborígenes
no tenía ninguna clasificación estética. a pesar de los ocasionales elogios de la
destreza artesanal de los nativos que se encuentran en las crónicas o de la cono-
cida mención que hace durero en el escueto Diario de su viaje por los Países Bajos
(1520-1521), o aun del comentario admirativo que se lee en los Ensayos (1588)
de montaigne, para los hombres cultos de la época el arte precolombino fue
a lo sumo objeto de curiosidad. podía haber sido incluido en algún “gabinete”
principesco a mismo título que un cuerno de unicornio, un mineral raro o una
anomalía natural, como el célebre cerdo de ocho patas diseñado y grabado por el
propio durero, pero sin otorgársele otra significación. se entiende entonces que
el sistema mental de la época, tan apegado a los cánones clásicos, no era propicio
para provocar una asimilación de las tradiciones nativas por el nuevo arte de los
conquistadores. muy al contrario, se producirá una cisura casi completa entre las
artes de los dos períodos.
orígenes
en ellas para trabajar. en segundo lugar, hubo un activo comercio artístico que
favorecía la importación de pinturas de europa. y finalmente, se traía a américa
un número cuantioso de estampas religiosas y libros ilustrados.
Uno de los primeros pintores que llegaron al perú es pérez de alesio, tan men-
tado en los documentos de la época. entre los objetos que trajo consigo desde
europa se señala una valiosa colección de grabados de durero. es este el ejemplo
concreto de un fenómeno muy común en la época y el cual no ha sido desta-
cado en su debida forma hasta hace pocos años: el hecho de que cada pintor
contaba entre sus instrumentos de trabajo dilatadas colecciones de estampas que
le servían simultáneamente de vademecum iconográfico, así como de repertorio
formal y manual de diseño. si los artistas que vivían en europa sentían la necesi-
dad de tener en sus talleres grabados que les recordaran las obras célebres y que
les sirvieran de estímulo en su labor creadora, cuánto más necesarios serían es-
tos instrumentos en las lejanas colonias americanas donde no había tradición
francisco stastny Mosberg 28
el empleo de estas estampas como modelos artísticos está muy lejos, pues,
de ser un fenómeno aislado del perú. era una práctica generalizada que no debe
extrañarnos y cuyos frutos han sido a menudo obras de arte de gran belleza y de
exótico mestizaje. Un ejemplo fascinante es el de las miniaturas hindúes produci-
das en los tiempos de los emperadores akbar (1556-1605) y jahangir (1605-1627).
varias misiones jesuitas llegaron a las cortes de estos soberanos llevando libros
religiosos ilustrados y estampas. y estas últimas fueron empleadas por los artistas
locales en la ejecución de miniaturas de increíble sofisticación, donde los mode-
los occidentales son incorporados en la corriente general de un estilo maduro y
desarrollado. La integridad artística del pintor hindú no fue afectada en lo más
mínimo por este préstamo. todo lo contrario, su fantasía creadora es estimulada
por los grabados flamencos que le ofrecen novedosos aspectos de la realidad y que
complementan su propia visión del mundo. Las transformaciones obtenidas son
La pintura coLoniaL y su significación artística 29
Fig. 1
johann sadeler i (grabador)
según crispijn van den
Broeck
Adán y Eva después de la
expulsión del paraíso (detalle)
publicada en Thesaurus
Sacrarum Historiarum Veteris
Testament (amberes, Gerard
de jode, 1585)
estampa calcográfica sobre
papel, 19,4 x 26,5 cm
Fig. 2
anónimo
página de Muraqqa Gulshan
(detalle)
ca. 1627-1645
técnica mixta sobre papel,
41 x 27,5 cm
Biblioteca del palacio
Gulshan, teherán
realmente notables, como en el caso del Adán y Eva grabado por johann sadeler
aquí reproducido (figs. 1-2).
eL sigLo XVii
Fig. 3
adriaen collaert
según m. de vos
Santa María egipciaca
publicado en Solitudo
sive vitae anachoritarum
(ca. 1590-1610)
estampa calcográfica
sobre papel,
18,6 x 25,5 cm
Fig. 4
anónimo cuzqueño
La última comunión de
santa María egipciaca
siglo Xviii
óleo sobre tela,
61 x 89 cm
colección celso pastor
de la torre, Lima
esta transformación, que será personalizada por diego Quispe tito (1611-d. 1681)
y juan espinoza de los monteros (a. 1655-1669), es el desarrollo del paisaje en
la pintura colonial, la preferencia de los interiores domésticos y por ciertos pro-
totipos humanos ideales, rubios y alargados que se hacen presentes en vírgenes y
ángeles.
ducción del gran maestro del Barroco, peter paul rubens. numerosas estampas
inspiradas en sus composiciones dinámicas y turbulentas serán recibidas en toda
la américa española. y el efecto de estas grandiosas concepciones no tardará en
hacerse sentir en la pintura local. Un artista como Basilio de santa cruz (a. 1661-
1693) reflejará en el cuzco el nuevo espíritu barroco. y su arte acogerá igual-
mente las enseñanzas de la pintura española, cuya escuela, fortalecida en la primera
mitad del siglo, recién empieza a irradiar hacia las colonias en este momento. La
influencia española, que fue sumamente breve, se hará sentir con intensidad en
la ciudad imperial con la llegada de aquel gran mecenas que fue el obispo molli-
nedo, quien trajo consigo numerosos lienzos peninsulares.
eL sigLo XViii
pero el apogeo al cual nos referimos no fue tan solo una bonanza comercial
y una producción masiva. Fue a la par una culminación en el plano estilístico.
a mediados de siglo surge un conjunto de pinturas anónimas, en su mayoría de
devoción, cuyo estilo definitivo destaca notoriamente de todo lo hecho hasta
la fecha.
primeros orígenes tanto italianos (en la dulzura de los rostros, el trazo estilizado y
lineal) como flamencos (en los paisajes de perspectivas fabulosas).
Fig. 5
anónimo cuzqueño
La parábola del sembrador
siglo Xviii
óleo sobre tela,
147 x 230,5 cm
colección armando andrade, Lima
francisco stastny Mosberg 34
no es éste, sin embargo, un arte popular que añora imitar escenas naturales sin
lograrlo. su desvinculación de la realidad visible es sistemática y consciente. aspira,
más bien, a una perfección puramente formal que es perseguida a través de repeti-
ciones invariables de algunos arquetipos establecidos, con espíritu casi medieval.
en sus escenas sagradas, sus paisajes y sus imágenes de piedad, esa pintura
ofrece una gama muy especial de valores expresivos que combina la fantasía, el
misticismo, la emoción a veces sentimental y una idealización de tipos que raya
extrañamente en la búsqueda de una fácil belleza terrestre. por todo esto también
recuerda al gótico tardío y al “hermoso estilo” de la Bohemia del siglo Xv.
surge así, en pleno siglo Xviii, un arte idealizado, que da la espalda al mun-
do visible. Las pinturas que se crean en esas condiciones alcanzan ocasionalmente
la más alta perfección formal y expresiva nitidez. ejemplos como el San José y el
niño (fig. 6) o La prédica de san Antonio (fig. 7) son obras maestras en las cuales
artistas altamente dotados han superado sus antiguos tanteos y han hallado un
idioma pictórico que interpreta con plenitud y con escrupulosa delicadeza su
particular y rebuscada manera de sentir al universo. son estas obras anónimas las
que conforman las grandes creaciones de la pintura colonial.
La pintura LiMeña
Fig. 6
anónimo cusqueño
San José y el niño
1720/1750
óleo sobre tela
83 x 68,5 cm
museo de arte de Lima
donación memoria prado
Fig. 7
anónimo cuzqueño
San Antonio de Padua predicando a los peces
siglo Xviii
óleo sobre tela
colección sabina Gildemeister, Lima
La Virgen de rocamador, una tabLa deVocionaL de La conquista 37
Quienes se animaron a hacer el viaje a las Indias en los años posteriores al descu-
brimiento de América, sabían que habrían de enfrentarse a una travesía de meses
por el Atlántico plagada de serios peligros.
*
“La Virgen de Rocamador, una tabla devocional de la conquista”. Íconos. Revista peruana de
conservación, arte y arqueología 3, Lima, febrero-agosto de 2000, pp. 58-61. Fue publicado en una
versión anterior como “Una tabla sevillana de la época de la conquista”. El Comercio CXLV/77-
955, sección C, Lima, 29 de marzo de 1985, p. 12.
Francisco stastny mosberg 38
Fig. 8
Anónimo granadino
La Virgen de Rocamador con
san Telmo y san Cristóbal
ca. 1530/1560
Técnica mixta sobre madera
Colección privada, Lima
grafía revelan que es una obra antigua ejecutada especialmente para un viajero que
se encontraba camino a las Indias, quien debió llegar al Perú durante la conquista
o poco después. Cabe preguntarse por qué escogió a la Virgen de Rocamador para el
viaje y quiénes son los santos que la acompañan. Examinemos su historia.
La roca amatoris
1
Acerca de Rocamadour, véanse Juillet (1974) y Rocadur (1979).
La Virgen de rocamador, una tabLa deVocionaL de La conquista 39
El pintor de la escuela andaluza que ejecutó esta tabla fue alguien que se
movía entre dos épocas, entre el gótico y los primeros indicios del renacimiento.
Las figuras sagradas mantienen una notable fidelidad al modelo antiguo y aun
se ha exagerado el aspecto medieval alargado de la mano que sujeta al niño,
aunque los rostros han ganado en naturalidad y en volumen. Lo mismo se puede
afirmar acerca de san Telmo, a pesar del estereotipo de su posición. En cambio,
en el gigante san Cristóbal, el artista ha vertido algo ingenuamente reflejo de
los nuevos conocimientos de anatomía llegados desde Italia. Su autor no pudo
escapar a la influencia del maestro indiscutible que dominó la escena andaluza
desde inicios del siglo: el artista alemán Alejo Fernández (a. 1495-1544). El uso
decorativo de la flor y la elegancia gotizante de la mano de dedos perfilados
tienen antecedentes en obras célebres de ese maestro. Pero el vigor del Cristóbal
portador del niño y aun algo de su tipología facial, lo acercan al rafaelismo rudo
del anónimo Maestro del Pulgar granadino (a. 1531). Se puede señalar, así, que
se trata de una obra provinciana, tal vez del entorno de Granada, del segundo
tercio del siglo XVI.
2
La difusión del culto en España y Portugal ha sido minuciosamente estudiado por Corral
(1947).
Francisco stastny mosberg 40
3
Figuran en una relación registrada entre 1128 y 1172 en el manuscrito Livre des miracles de
Notre Dame de Rocamadour (Biblioteca Nacional de París, 1172).
La Virgen de rocamador, una tabLa deVocionaL de La conquista 41
La muerte súbita
Pero los peligros de un viaje tan largo por mar y tierra eran incontables. Por eso
en el lado opuesto de la tabla, en el ángulo izquierdo, figura un vigoroso san
Cristóbal que carga al niño Jesús sobre los hombros. El mítico gigante portador
de Cristo tiene un doble valor en este contexto. Por un lado, fue efectivamente
un personaje benévolo que ayudaba a pasar sin peligro las corrientes de agua
dulce y que, por extensión, se convirtió en el patrón de los peregrinos y viajeros,
en general. Por el otro, su prestigio inicial durante la alta edad media estuvo en
su función de protector contra la llamada “mala muerte” o muerte súbita que
cogía a la víctima sin confesión y la condenaba, por consiguiente, al infierno. Para
evitar esa desgracia, que era uno de los males más temidos en la época, se generalizó
la creencia de que era suficiente haber visto al benigno gigante una vez en la ma-
ñana para quedar protegido por todo el día de una muerte inesperada. Por esos
atributos san Cristóbal fue incorporado entre los catorce santos intercesores, cuya
amplia gama de favores incluían la defensa contra las pestes, que compartió con
san Sebastián, san Roque y otros.
4
El nombre completo del santo era Pedro González Telmo, y no se debe confundir con san
Erasmo de Gaeta, obispo de Antioquia en el siglo IV, llamado san Elmo o san Telmo en Es-
paña. Véanse Réau (1955-1959, I: 437) y Schenone (1992, II: 643).
Francisco stastny mosberg 42
De ese modo puede concluirse que el antiguo inmigrante al Perú que enco-
mendó esta tabla tuvo amplios conocimientos religiosos, lo que sugiere que fue
un miembro de la iglesia o un personaje de cierta importancia en el gobierno o en
la vida privada, que supo hacerse asesorar adecuadamente por un clérigo. El autor
de la pintura no fue un artista de primera línea. Tal vez fue el mejor del lugar de
origen del viajero en la vecindad de Granada. Su lenguaje es algo arcaico, no solo
por el modelo forzado de la antigua imagen devocional, sino por su formación,
pero no por eso dejó de interesarse por las novedades renacentistas reflejadas en
la vigorosa figura de san Cristóbal.
Por todo lo cual esta es, sin lugar a dudas, la más elocuente e importante de
las pinturas hispanas tempranas llegadas al Nuevo Mundo. No existe otra en el
continente que sea a la vez tan antigua y reveladora de la psicología de los primeros
inmigrantes andaluces.
La campaniLLa de carLos V 43
La campaniLLa de carLos V*
*
“La campanilla de Carlos V”. El Comercio CXXXIX/75-439, Lima, 8 de mayo de 1978, p. 12.
Francisco stastny mosberg 44
Fig. 9
Jan van den Eynde
Campanilla
1550
Plata, 10,1 x 7,1 cm
Universidad nacional mayor
de San Marcos, Lima
Jan van den Eynde nació en Malinas en 1515 y murió en Amberes después
de 1556. Fue el tercero en línea de una familia de fundidores. Su abuelo Gilles
(activo entre 1509 y 1546 en Malinas) tuvo un taller de fundición de rejas y obras
mayores. El hijo de este, y padre del campanero, se llamó Jan van den Eynde y
estuvo en actividad en 1517. Se hizo célebre en la historia del arte flamenco por
ser el primer fundidor que moldeó rejas en estilo renacentista para capillas de
iglesias. Jan, el viejo, tuvo dos hijos: Jan y Peter, ambos fundidores en bronce
según la tradición familiar. Peter compró en 1544 de su hermano Jan los derechos
de sucesión sobre el taller de fundición del abuelo y se dedicó a los trabajos de
gran envergadura: rejas, cañones, campanas de iglesias, etc.
O sea que la inscripción completa de la campana significa: “Me hizo Jan van den
Eynde en el año 1550”.
El arte del siglo XVI estaba dominado claramente por Italia. El impacto del
alto Renacimiento romano sobre todos los demás centros artísticos fue avasallador
y contundente. En ese sentido la influencia italiana es ubicua en la producción
artística del mundo occidental. Y también la encontramos presente en América,
donde forma el origen estilístico remoto de algunos de los rasgos más positivos de
nuestra pintura colonial.
*
“Bernardo Bitti, padre de la pintura peruana”. Dominical XII/22, suplemento de El Comercio
CXXIV/67-774, Lima, 22 de diciembre de 1963, p. 5. Reeditado en: Porras Barrenechea,
Raúl, Rubén Vargas Ugarte et al. Historia general de los peruanos II, Lima: Peisa, 1973, p. 492; e
igualmente en Boletín del Museo de Arte de Lima XIII/155, Lima, noviembre de 1992, pp. 2-3.
Francisco sTasTny Mosberg 50
el cultivo de las artes estaba tan difundido en las diversas esferas de la sociedad
que a menudo se encuentran pintores distinguidos entre los miembros del clero.
Uno de ellos es el hermano Bernardo Bitti S. J. (1548-1610), quien debe ser con-
siderado como el verdadero padre de la pintura peruana. Su influencia sobre el
arte colonial fue tan decisiva que algunas de sus composiciones gozan de una
longevidad extraordinaria y se repiten a través de encantadoras transformaciones,
todavía en pleno siglo XVIII, como es el caso de la Sagrada familia de la cual vamos
a hablar más adelante.
Los 35 años que vivió en esta parte del mundo, los pasó viajando y traba-
jando afanosamente en la decoración de las iglesias de su orden. En Lima, Cuzco
y Juli, esculpió y pintó una gran cantidad de obras en las cuales echó las semillas
del estilo cuzqueño y altoperuano. Sentimiento religioso dulce y sin dramatismo,
tratamiento lineal, colorido claro y la búsqueda de prototipos ideales, son las carac-
terísticas de su arte. Y son los rasgos que con el tiempo serán exagerados en las
obras candorosas, planas y ornamentales de sus seguidores indígenas y mestizos.
Un ejemplo sumamente ilustrativo del vigor de su influencia sobre el arte cuz-
queño, es la Sagrada familia (fig. 10) que forma parte de la donación José Antonio
Lavalle del Museo de Arte.
Este lienzo es una de las obras más encantadoras de la tardía pintura cuz-
queña: mezcla de preciosidad dieciochesca con simple emoción religiosa. Si se
observa su composición se verá que las figuras han sido tomadas de modelos
ajenos y combinadas con habilidad. El pequeño san Juan Bautista fue extraído,
con su canasta de frutas y su cruz de la Virgen con el niño (fig. 11) del seminario
de Sucre que es una de las pinturas más importantes de Bernardo Bitti. Ha sido
adaptado con algunas variantes menores. Por otra parte la imagen de María y
el niño, unidos tan delicadamente en el abrazo con que Jesús rodea el cuello
de su madre, proviene de otra composición célebre, pero por desgracia perdida,
del pintor jesuita. Se conocen varias versiones de este prototipo. La más antigua
es la del mismo seminario, que fue pintada por un secuaz directo del maestro
(fig. 12).
Fig. 10
Anónimo cuzqueño
Sagrada Familia con san Juanito
y un jilguero
ca. 1730/1760
Óleo sobre tela, 103,5 x 84,5 cm
Museo de Arte de Lima
Donación José Antonio de Lavalle
Restaurado con el patrocinio de
Southern Peru Copper Corporation
Fig. 11
Bernardo Bitti
Virgen con el niño y san Juanito
ca. 1593/1596
Óleo sobre tela, 84 x 67 cm
Catedral de Sucre, Bolivia
Fig. 12
Anónimo altoperuano
Virgen con el niño
ca. 1600
Óleo sobre tela, 84 x 67 cm
Seminario de Sucre, Bolivia
Francisco sTasTny Mosberg 52
Entre los murales pintados por algunos de los más célebres artistas del renacimien-
to que decoran la capilla Sixtina se encuentran dos composiciones, que por ser
obras de artistas menores del siglo XVI, no han merecido estudios muy detallados
acerca de su origen y la fecha en que fueron ejecutados. Representan la resurrección
de Cristo y el tema más desusado de la disputa del arcángel Miguel con el demo-
nio por el cuerpo de Moisés (fig. 13). Ambos están ubicados enfrente del Juicio
final de Miguel Ángel, en la pared de entrada a la capilla, y constituyen las últimas
escenas de los ciclos de la Vida de Cristo y de la Vida de Moisés que llegan a su
término en ese lugar1.
*
Se han utilizado para establecer la versión aquí publicada las dos publicaciones siguientes: “Un
fresco de Pérez de Alesio en la capilla Sistina [sic]”. Letras. Órgano del instituto de investigaciones
humanísticas XLVIII/88-89, Lima, tercer semestre de 1985, pp. 30-45 y “A Note on Two Frescoes in
the Sistine Chapel”. The Burlington Magazine CXXI/921, Londres, diciembre de 1979, pp. 776-783.
1
Para una descripción en detalle de estos frescos, véase Ettlinger (1965). Para la historia de la
capilla, véanse Steinmann (1901-1905) y Salvini y Camesasca (1965).
2
El nombre de Miguel Ángel ha sido mencionado incorrectamente en relación a estos frescos
por Preciado de la Vega (1768 [1765]), Lanzi (1845, II: 265) y Gamba (1948: 33).
3
Las referencias a Salviati se encuentran en Chattard (1762-1767, II: 36), Cancellieri (1788-1790, II:
21), Mancini (1903: 47), Moriondo y Salmi (1953: 47), Noë (1954: 126, 317), Pistolesi (1846: 598)
y Nibby (1877: 400-402). Ambos frescos fueron atribuidos a Ghirlandaio por Voss (1920, I: 571).
4
Por ejemplo, véanse Celio (1638: 102), Titti (1686: 409), Preciado de la Vega (1768 [1765]),
Roisecco (1745, I: 70), Vasi (1777: 500) y Ettlinger (1965: 14).
frAncisco stAstny Mosberg 54
Fig. 13
Mateo Pérez de Alesio
La defensa del cuerpo de Moisés
ca. 1571-1572
Pintura al fresco
Capilla Sixtina, Roma
A pesar de lo que pueda parecer a primera vista, el interés que este tema
posee para la historia del arte peruano es considerable. El autor de uno de los
murales que se van a examinar fue Mateo Pérez de Alesio o Matteo da Lecce,
como lo llamaron los italianos, quien fue uno de los fundadores, junto con Ber-
nardo Bitti, de la escuela de pintura virreinal en el Perú6. De modo que los datos
que se van a precisar a continuación servirán, por un lado, para disipar el mito
de la relación personal de Pérez de Alesio con Miguel Ángel, abundantemente
repetido en la literatura peruana sobre el pintor y, por otro, para explicar mejor el
ambiente artístico y religioso del cual provino Mateo de Alesio antes de su llegada
al Nuevo Mundo.
5
Este error empezó con Baglione (1935 [1642]: 32); véase también Meyer (1872-1885, I:
271-272), Thieme y Becker (1932, XXVI: 409-410), Soria (1956: 74; 1965: 127) y Angulo
Iñiguez (1954: 266).
6
Véase nota 10.
Un fresco de Pérez de Alesio en lA cAPillA sixtinA 55
7
La terminología histórica de Vasari fue aplicada a la capilla Sixtina por Celio (1638: 102):
“… le pitture intorno sotto le cornice erano di mano delli primi artefici, […] detti antichi
moderni, perche non sono li antichi Greci, ne le moderni, che sono dopo Pietro Perugino…”.
8
Vasari (1878-1885, III: 259, 702), simplificando el título, llamó a la pintura de Signorelli La
muerte de Moisés.
9
Véase la nota 8.
10
Mateo Pérez de Alesio (llamado Matteo da Lecce) nació hacia 1547 en Alezio, Puglia. En
1568-1569 trabajó en la Villa d’Este, Tivoli, y permaneció en Roma hasta 1576, recibiendo
algunos encargos importantes en la capilla Sixtina y el oratorio del Gonfalone. De 1576 a 1581
vivió en Malta. Regresó a Roma de 1581 a 1583. Se inscribió en la Accademia di San Luca (1573)
y la Congregazione dei virtuosi (1583). Viajó a Sevilla en 1583 y desde 1590 está claramente
documentado en Lima, Perú, donde falleció entre 1607 y 1616 [en artículos posteriores el autor
propone como fecha de muerte ca. 1606]. Véase Mander (1604: 193-194), Mancini (1956, I: 222,
II: ns. 866-869), Baglione (1935 [1642]: 32), Ceán Bermúdez (1800, IX: 75-78), Meyer (1872-
1885, I: 271-272) y Thieme y Becker (1932, XXVI: 409-410). Para la fase hispanoamericana de
su vida, véanse Vargas Ugarte (1968: 127-130), Stastny (1969a: 9-46; 1972), Soria (1965), Mesa
y Gisbert (1972) y Bernales (1973: 221 ss.).
11
Hendrick van den Broeck (llamado Arrigo Fiammingo, Arrigo Paludano, Henricus Malinus,
etc.) nació en Malinas hacia 1530. Estudió con Frans Floris y viajó a Italia donde visitó Florencia
(hacia 1550), Orvieto (1561), Perugia (1562) y Roma (desde 1565). Falleció entre 1592 y 1605.
Véase Guicciardini (1567: 99, 101), Baglione (1935 [1642]: 77), Thieme y Becker (1932, V),
Hoogewerff (1912: 162), Bombe (1935: 231-244), Puyvelde (1950: 45-52) y Noë (1954: 125: 1-3).
12
La contienda entre las fuerzas del bien y el mal representada en el fresco de Signorelli,
probablemente estaba inspirada en Dante, como lo estuvo luego su trabajo en Orvieto. Este aspecto
de los frescos de Orvieto ha sido estudiado por Venturi (1921: 24); véase también Mancini (1903) y
Salmi (1953: 12, 13, 70), quien sugirió que la fuente para el fresco del Vaticano debió ser el Purgatorio
V, donde el poeta describe la lucha de un ángel con un demonio por el alma de Buonconte.
frAncisco stAstny Mosberg 56
Gabinetto dei Disegni e Stampe, Uffizi, N. 50 E. Carboncillo, 250 x 170 mm. Véase
13
19
El grupo de dibujos de Miguel Ángel sobre la resurrección, alrededor de 1530, no está
relacionado con el proyecto de la capilla Sixtina, como fuera sugerido por Gamba (1945:
XXVIII, XXXII; 1948: 33). Tampoco hay ningún dibujo asociado a la obra de Alesio. Los
dibujos de la Resurrección son en su mayor parte “dibujos de presentación”. Véase Wilde
(1953: 52, 54, 90). Para la discusión de este asunto véase también Popham y Wilde (1949:
427, 251).
20
Sixto IV vio en ese tema la prueba de que incluso el demonio debe obedecer los mandatos de
Dios. Por extensión, el papa debía tener poder ilimitado, tanto en los asuntos espirituales como
temporales. El tema de la autoridad papal fue de gran preocupación para Sixto IV y se volvió
más actual en el siglo XVI como punto de debate entre la Iglesia y los reformistas. Aunque no
hay ninguna otra representación de esa escena en gran escala, se comprende que los pontífices
de épocas posteriores decidieran conservarla. También fue difundida a fines del siglo XVI en
una estampa diseñada por M. de Vos y grabada por Wierix. Véase F. della Rovere (Sixto IV), De
Potentia Dei (Roma, 1471: 10v) citado por Ettlinger (1965: 74, 75) y Steinmann (1901-1905, I:
516: 2). El tema no es mencionado en el Pentateuco, sino en la Epístola de Santiago IX. En la edad
media fue tratado por Santiago de la Vorágine, Legenda Aurea, Ed. Th. Graesse (Bratislavia,
1890: 642), citado por Ettlinger (1965: 74, 75), con un significado diferente: la intervención
de san Miguel tiene el propósito de impedir que los israelitas adoren el cuerpo de Moisés. Esta
interpretación también la da Taja (1750: 40).
21
El hecho de que Vasari no mencione ningún cambio en la condición del fresco de Ghirlandaio
en la segunda edición de Vite es una prueba de que en 1568, durante el pontificado de Pío V,
la pared aún estaba malograda. Véase Vasari (1878-1885, III: 259) y Steinmann (1901-1905, I:
166: 2).
22
Salviati pintó Barbarroja y Alejandro III en la Sala Regia, a la espalda de la pared de la
capilla Sixtina, donde está colocado el emblema de Pío IV. Pero al poco tiempo Salviati se
enemistó con el papa, no habiendo ninguna razón para creer que pintara también en la capilla,
especialmente, ya que Vasari, su amigo y compagno, no hace ninguna mención al respecto.
Véase Voss (1920, I: 256 y referencia 3) y Mancini (1956, I: 231).
frAncisco stAstny Mosberg 58
Defensa del cuerpo de Moisés, la cual habría sido restaurada, posteriormente, por
Mateo da Lecce23.
La capilla tuvo que sufrir aún mayores daños antes de que se considerara la
restauración de los frescos. En octubre de 1565 se descubrieron algunas grietas
amenazadoras en la pared del lado norte y del cielorraso que ocasionaron serias
inquietudes por la seguridad de la estructura. No se podía seguir oficiando misa
en la capilla y se tuvo que desalojar todos los bienes de la sacristía. Finalmente,
entre julio de 1568 y octubre de 1569, la construcción fue íntegramente reparada
por Pío V24 con gran costo.
Una vez que los muros fueron consolidados, el cardenal Rusticucci prosiguió,
en acatamiento de las instrucciones del papa, con la refacción de las pinturas.
Según Bottari, llamó a Girolamo de Fano para restaurar los frescos de Miguel Án-
gel y para terminar de cubrir los desnudos que Daniele da Volterra había dejado
sin velar en el Giudizio. De Fano falleció poco después y su asistente Domenico
Carnevale quedó a cargo de la mayor parte de la obra25. Un pago a Carnevale
está documentado en diciembre de 1569 (Pastor, 1925-1934, VIII: 86: 3), pero las
labores debieron de proseguir mucho tiempo después.
23
Taja (1750: 40, 45) repite a Baglione diciendo que Alesio se propuso imitar el estilo de Salviati.
Chattard (1762-1767, II: 36) no comprendió la información y escribió inexactamente que el
fresco primero fue pintado por Salviati y luego rehecho por Alesio en tiempo de Gregorio XIII,
después de la rotura del “arquitrabe” (lo que habría sucedido así en una fecha completamente
diferente). Véase Steinmann (1901-1905, I: 166).
24
Steinmann (1901-1905, II: 779-783), Salvini y Camesasca (1965, I: 124), Bertolotti (1882:
22). Pío IV tuvo que trasladarse de sus apartamentos a un lugar más seguro y luego de su
muerte, durante la realización del cónclave, se dio un permiso especial a los arquitectos para
que entraran a revisar la condición de la capilla. Mientras tanto el papa tuvo que celebrar misa
en la iglesia de San Pedro. Están registrados los pagos de 5 000 escudos a Giacinto Barrozzi
por el trabajo en la capilla. Pirro Ligorio realizó un dibujo (Bodleian Library) sobre cómo se
podría reparar la estructura, pero no se ha podido probar su participación en el trabajo. Véase
Steinmann (1901-1905, I: 152, fig. 72).
25
La principal contribución de Carnevale fue en el Sacrificio de Noé, donde se había desprendido
un gran pedazo de intonaco, según F. Forceroli. La información sobre ambos pintores fue
publicada por Bottari (1760: 176: 10), quien se refiere a un manuscrito acerca de “Uomini
illustri Modanesi”, por Francesco Forceloli y a Vedriani, Raccolta de’pittori &c. Modanesi, 99.
Véase Steinmann (1901-1905, II: 783: 6).
Un fresco de Pérez de Alesio en lA cAPillA sixtinA 59
Que Mateo Pérez de Alesio pintara la Defensa del cuerpo de Moisés está con-
firmado por el testimonio de primera mano de dos autores: Karel van Mander,
quien estuvo presente en Roma entre 1574 y 1576 y lo describió correctamente en
el Schilder-Boeck agregando la extraña información de que “sin embargo el ángel
[…] es la obra de Guidonio”26, y por Francisco Pacheco, quien siendo aún un
jovenzuelo conoció a Alesio en Sevilla y años más tarde recordó claramente el
dibujo de la Muerte de Moisés. Fue el mejor dibujo de Alesio, escribió con admira-
ción, “porque había sido pintado delante del Juicio de Miguel Ángel y asumió su
gran manera”. La veracidad de esta noticia, agregó Pacheco27, fue probada “por la
información otorgada por algunas personas que habían estado en Roma y habían
visto la pintura”28.
Para un ojo moderno, la unidad del esquema formal de los frescos del si-
glo XV es interrumpida por la intrusión de las obras de van den Broeck y de Ale-
sio. La escala de sus figuras y el principio de su construcción, basado mayormente
en un concepto restringido de la figura serpentinata, son totalmente distintos a los
de las pinturas más antiguas; así como lo es el tratamiento del espacio, el cual se
vuelve denso, sobrecargado con figuras humanas de grandes dimensiones, mien-
26
Mander (1604: 193-194), Vaes (1931a: 228: 1; 237: 2). El pintor Guidonio fue identificado
de primera intención por M. Vaes, como Galeazzo Ghidoni, natural de Cremona en 1598. Si
tenía 20-25 años cuando conoció a van Mander, quiere decir que falleció a la edad de 43-48
años, ciertamente ya no a una edad temprana. Véanse Vaes (1931b), Thieme y Becker (1907-
1950, XIII: 547). Se debería buscar otros artistas con el nombre cristiano de Guido o Guidonio
para acompañar la información de van Mander: por ejemplo, un Guidonio Guelfi del Borgo
estaba matriculado en la Accademia di San Luca, alrededor de la misma época que H. van den
Broeck, hacia 1580. Véase Libro di introiti, 1553-1633, II, f. 91 (Archivo Storico della Academia
di San Luca). Guidonio Gueufi también colaboró con Alesio en marzo de 1582, pintando un
emblema de Gregorio XIII en la decoración del Panteón para las fiestas de la Congregazione dei
virtuosi. Véase Waga (1967-1969: 2).
27
La participación de Alesio en la capilla Sixtina despertó el escepticismo de los artistas
sevillanos. Al famoso escultor Jerónimo Hernández (ca. 1540-1586) se le recuerda diciendo
sarcásticamente que si el dibujo fuera realmente de Alesio se haría gustosamente su discípulo.
Véase Pacheco (1866 [1649], II: 10-11).
28
Extrañamente, Baglione (1935 [1642]: 32), que usualmente es exacto, comete el error de
asignar ambos frescos, con títulos equivocados, a Alesio. Véase la nota 5.
29
Eleuchus, f. 25, citado por Hoogewerff (1917, III: 140).
30
El monograma está compuesto por las letras HVDB, véase Hoogewerff (1912: 162).
frAncisco stAstny Mosberg 60
tras que las escenas más antiguas están colocadas delante de un mundo armonio-
so de perspectivas perfectamente ordenadas.
No obstante, un examen más detenido revelará que los frescos de siglo XVI
también fueron concebidos coherentemente sobre la base de una similar estruc-
tura formal y de que, dentro de los límites de su propia idiosincrasia estilística,
fueron adaptados deliberadamente al esquema del siglo anterior. Ambas obras
tienen una hilera de figuras en el primer plano, que repite la distribución emplea-
da en las pinturas de los antiguos maestros. Están construidos según el principio
de una composición radial que se desarrolla alrededor de un eje vertical en un
movimiento de expansión semicircular; y en los dos murales el espacio está di-
vidido en tres zonas según un esquema en forma de “V”. El movimiento que
se percibe en el progreso de los dos ciclos, que avanzan en sentidos opuestos,
también es respetado, ya que en cada uno de ellos el evento final de la historia
está representado como una pequeña escena en el fondo, una frente a la otra: la
ascensión de Cristo, en el ángulo superior derecho de la Resurrección; y el entierro
de Moisés, en el ángulo izquierdo del otro mural.
En ambos frescos los modelos dominantes han sido las densas estructu-
ras de las figuras que pueblan la capilla Paulina y las obras tardías de Miguel
31
La anatomía derecha de Cristo con mínima indicación de contrapposto, revela que van den
Broeck siguió fielmente (aunque en forma literal) el modelo del siglo XV. Únicamente la
postura más desplazada de los miembros indica que es una obra posterior. La necesidad de
armonizar con un modelo arcaico es aún más perceptible si se compara con la contemporánea
Expulsión del paraíso de van den Broeck (S. Maria degli Angeli, Roma), donde la enérgica figura
de Adán está tomada directamente del Juicio final de Miguel Ángel. Véase Fokker (1931: 126) y
Brugnoli et al. (1966: 16, fig. 17).
32
La manera en que el arcángel Miguel rompe el esquema establecido de la composición,
parece confirmar el informe de van Mander acerca de la intervención de un pintor diferente
llamado Guidonio. Quien quiera que fuese, su participación no puede entenderse como el
trabajo de un simple ayudante, como sugiere Noë (1954: 126).
Un fresco de Pérez de Alesio en lA cAPillA sixtinA 61
Se ha asumido habitualmente que los frescos de Alesio y van den Broeck fue-
ron pintados durante el pontificado de Gregorio XIII, en algún momento entre
1573 y 1575 (Molfino, 1964: 35; Noë, 1954: 126). Una antigua tradición, reitera-
da por la mayoría de los autores que se han ocupado del tema y probablemente
originada en el caso de Pérez de Alesio en el propio artista, sustenta esa idea. El
historiador sevillano Gonzalo Argote de Molina, lo calificó de “pintor de su santi-
dad” (sin especificar el papa) en una obra publicada en fecha tan temprana como
1588. El cronista agustino Antonio de la Calancha, quien pudo haber conocido
al artista en Lima, fue más lejos y lo describió como “aquel […] raro pintor […] que
lo fue del papa Gregorio decimotercio”. En Italia, Baglione mencionó a Alesio y
33
Los ángeles en la Defensa del cuerpo de Moisés son una excepción, ya que se oponen
estilísticamente al resto de los personajes. Su elegancia ornamental se deriva de Tadeo Zuccari,
quien utilizó un movimiento interrumpido similar con el talle en torsión, en algunos de sus
ángeles en vuelo o personajes en acción. Tadeo pintó también en su Conversión de san Pablo,
de San Marcello al Corso, los mismos drapeados con espirales convencionales como se ven en
el ángel del lado derecho, así como una versión célebre de la mano que señala (derivada de la
capilla Paulina) y utilizada como modelo para el arcángel Miguel. Véase el dibujo de Tadeo El
ángel advirtiendo a san José que huya a Egipto (Kunsthalle, Hamburgo) o el Ecce homo de Santa
Maria della Consolazione, Roma. De ahí que el origen fundamental del estilo de Guidonio
resida en la tradición de Rafael y no de Miguel Ángel, a diferencia del resto del fresco. Véase
Gere (1969: 158, cat. 86, figs. 78, 72, 104).
34
Para las reproducciones de los dibujos y la bibliografía, véanse Popham y Wilde (1949: 215:
427, pl. 22), Wilde (1953: 90-91, n°. 52-54). Véase también Tolnay (1951: 72, 73, 250).
35
Para el ambiente en Roma y la actitud retrospectiva neofeudal de los Farnese, véase Zeri
(1957: 44 ss., n. 64). Para la relación del estilo de la contramaniera con la maniera y el clima
religioso, véase Freedberg (1971: 293-295).
frAncisco stAstny Mosberg 62
a van den Broeck entre los artistas que trabajan para Gregorio XIII36, y Taja fue el
primero en decir explícitamente que los dos frescos fueron renovados por encar-
go de ese papa. Desde entonces esa información se ha incorporado en los escritos
modernos acerca de la capilla Sixtina37.
Si fuera así, ¿no se habría citado en las antiguas relaciones de las obras cumpli-
das por el papa la renovación de los frescos en la capilla Sixtina?41 Sin embargo, en
ninguna de ellas se la menciona, aunque se hace referencia a la decoración mural
emprendida por Gregorio en otros ambientes del Vaticano.
36
Argote de Molina (1588: 188v), Calancha (1938 [1638]: 248), Baglione (1935 [1642]: 32, 77).
37
Taja (1750: 40, 45), debió basar su información en Baglione y en la identificación del
emblema de los Buoncompagni (véase la nota 38). Esta versión se ha repetido frecuentemente
desde entonces. Véase, por ejemplo, Lanzi (1845: 195-196) y Molfino (1964: 35).
38
La escena está apretada en la tarja en forma de corazón al frente del sarcófago. Casi una
tercera parte de la cartela está tapada por la pierna de un demonio en huída, y en el espacio
sobrante hay un vigoroso Moisés que sujeta una vara convertida en serpiente mientras escucha
a Dios que aparece en las llamas. El dragón de los Buoncompagni está representado en el
margen izquierdo, con la intención probable de hacerlo aparecer como una extensión de la
vara. Véase la nota 60.
39
Mander (1604: 192 ss.) informa que Lorenzo estuvo a cargo de las pinturas en el Vaticano y
que tuvo a muchos artistas jóvenes trabajando para él.
40
Hasta esa época solo se sabe que Pérez de Alesio trabajó como ayudante de Cesare Nebbia en
la Villa d’Este. Véase Coffin (1960: 47, 61). Mientras los pintores flamencos eran apreciados
sobre todo por su habilidad en los paisajes y por su paciencia para diseñar groteschi. “Los
italianos piensan que solo para estos trabajos somos buenos (paisajes y groteschi) y que ellos lo
son para los personajes”, escribió van Mander (1604, I: 46). Van den Broeck trató de destruir
ese prejuicio. Sin embargo, eso no lo convirtió en el candidato idóneo para la obra de la capilla
Sixtina (Noë, 1954: 126).
41
Por ejemplo, la relación conservada en el archivo Buoncompagni o la que estableció Baglione.
Véanse Pastor (1925-1934, IX: 916) y Baglione (1935 [1642]: 4-6).
Un fresco de Pérez de Alesio en lA cAPillA sixtinA 63
42
Véase Pastor (1925-1934, VIII: 86: 3) y la nota 25.
43
Ninguno de los pintores estuvo en Roma antes de esa fecha. Van den Broeck aparece
registrado en Roma desde 1565 en adelante, cuando estuvo inscrito en la hermandad de Santa
Maria in Campo Santo. Véase Hoogewerff (1912: 162). Alesio estuvo ahí desde 1568: un dibujo
de la biblioteca Pierpont Morgan, que se cree sea su retrato, tiene la inscripción: “Roma nel
1568”, y el primer pago que recibió en Tivoli es de junio del mismo año (Heil, 1926: 65: 8;
Tietze y Tietze-Conrat, 1944: 194, 216: 1045; Coffin, 1960: 47, 61).
44
Véase Libro di introiti, 1553-1633, II: f. 64.
45
25 años era la edad mínima aceptable para la matrícula. En la bula de Gregorio XIII (15 de
diciembre de 1577) para la reforma de la academia, aparece específicamente mencionado el
asunto de los artistas jóvenes en términos que podrían referirse al caso de la capilla Sixtina:
“… e perche ancora principiate e scolari senza niuna lunga practica […] tirati della necessità,
o dall’avidita del guadagno pigliano sopra di sè l’incarico d’eseguire grandi lavori, onde poi
questi riuscivano spogli e mancanti di quelle perfezione cha alle buone Arti si addice”. En los
estatutos de G. de Vecchi (1596) se establece que el príncipe debe tener al menos 30 años. Véase
Missirini (1823: 19: 70) y Martínez de la Peña (1968: 294-295).
46
La obra en el Gonfalone está documentada entre 1575-1576. Véase Oberhuber (1958-1960:
253-254). Y de los documentos estudiados por la dottoressa M. Vittoria Brugnoli Pace, se
desprende que el fresco de la pared del altar de Sant’Eligio dei Orefici no fue pintado en el
período de 1566-1576. La iglesia está mencionada en el Anónimo Spagnolo, f. 104, Cod. Chigiano
I: V: 167, Biblioteca Vaticana. Por lo tanto debió realizarse durante la segunda estadía de Alesio
en Roma, entre 1581-1583. Esta fecha es confirmada por el hecho de que van Mander, quien dio
frAncisco stAstny Mosberg 64
El primer lapso no solo es muy corto para semejante tarea, sino que coin-
cide, como ya se mencionó, con la época cuando Sabatini fue el “pintor papal”
que tenía a su cargo la decoración del palacio del Vaticano (Mander, 1604: 192).
Su nombre está asociado con todos los frescos pintados en la época y ciertamente
no habría sido dejado de lado al emprenderse obras en el ambiente más impor-
tante del palacio. Así que parece poco probable que los murales hubiesen sido
renovados durante aquellos meses del año 157350.
una cuenta cabal de los trabajos de Alesio antes de 1576, no mencionó a Sant’Eligio. Agradezco
sinceramente a la dottoressa M. V. Brugnoli Pace por haberme informado amablemente sobre
los resultados de su investigación documentaria. Véase también Brugnoli (1969).
47
Los pagos por el trabajo en las tres capillas de Pío V están documentados en Libri dei Conti
delle Deposit. Gen. della Camera Apostolica (1570-1572). Véase Vasari (1878-1885, VII: 715), Taja
(1750: 951) y Moroni (1840-1861, IX: 156). Para la participación de Vasari en la Sala Regia,
véanse los documentos citados por Vaes (1931a: 217, n.° 3) y Venturi (1925-1934, VI: 3014).
48
Mander (1604: 184) creía que van den Broeck trabajó con Pieter de Witte como ayudante de
Vasari en la Sala Regia. Esto está confirmado por una carta de Vasari a V. Borgini (3 de febrero
de 1573). Véase Gaye (1839-1840, II: 361). Es extraño que el fresco la Resurrección de van den
Broeck, siendo obra de un flamenco, haya escapado de la memoria de van Mander y que no la
mencionara en su libro.
49
Para este párrafo se ha traducido de la versión del texto “A Note on Two Frescoes in the
Sistine Chapel” (Stastny, 1979a: 781), en tanto la versión en español está incompleta.
50
La impresión que uno puede recibir del texto de van Mander, de que Alesio y Guidonio
pertenecieron al grupo de pintores que trabajaron a las órdenes de Sabatini, es engañosa. La
Un fresco de Pérez de Alesio en lA cAPillA sixtinA 65
54
La primera preocupación de Pío V fue cubrir los desnudos dejados por Daniele da Volterra
en el Giudizio. El papa reaccionó vigorosamente contra la desnudez de muchas estatuas clásicas.
En general, su comprensión del arte fue en extremo limitada, debido a sus prejuicios hacia el
cuerpo humano y a su austeridad excesiva en materia económica. Véase la nota 56 y Pastor
(1925-1934, VII: 81-86).
55
Girolamo Rusticucci (1537-1603) fue secretario de Antonio M. Ghislieri durante nueve
años, antes de que este fuera el papa Pío V. En un manuscrito de 1599 aparece descrito como
“d’ingegno posato, ma sagace”. Véase Moroni (1840-1861, II: 783, n.° 6).
56
De manera parecida, en tiempos de Pío V, los frescos de la capilla Santi Martino e Sebastiano
(1567-1568), en el Vaticano, fueron encargados a Giulio Mazzonni, un ayudante de Vasari más
conocido como stuccatore que como pintor. Una carta de Vasari, escrita en Roma en marzo
de 1567 describe la austeridad y la miseria en la que Roma había caído y la “mezquindad en el
vivir” que se había extendido desde el Vaticano a toda la ciudad santa; citado por Freedberg
(1971: 294). Véase Chattard (1762-1767, III: 334).
57
Véanse Pastor (1925-1934, VIII: 81) y Zeri (1957: 61, fig. 50), para la copia de fra Angelico,
que curiosamente fue pintada por Bartholomeus Spranger, uno de los artistas más sensuales
entre los manieristas nórdicos.
58
Sintomáticamente, Celio (1638: 102), cuando escribió sobre los dos murales del siglo XVI,
dijo: “ma con volerle rinfrescare, non sono piu quelle”.
Un fresco de Pérez de Alesio en lA cAPillA sixtinA 67
Fig. 14
Detalle de la pintura
anterior
59
Cuando Gregorio XIII tenía motivos para colocar su emblema lo hacía en una forma menos
oculta; por ejemplo, en una de las habitaciones de sus apartamentos privados. Mander (1604:
193) lo describe como una obra de Raffaellino da Reggio.
60
La contradicción entre el hecho de que el dragón no debía tener cola y de que Moisés
aparentemente lo sostiene por ella, se resolvió escondiendo el punto de contacto entre ambos
detrás de una de las piernas del demonio (fig. 14).
61
Moisés fue el prototipo tanto de Cristo como de san Pedro, y su vara estuvo guardada en San
Giovanni in Laterano junto con las reliquias más preciosas del propio san Pedro. Véase Réau
(1955-1959, II: 176).
62
Quiero agradecer a la Dra. Jennifer Montagu por señalar esta posible relación.
63
Véase Moroni (1840-1861, LXVI: 259). Es normal que habiendo sido durante quince años
un íntimo colaborador de Pío V, dejara su posición en el Vaticano después de la elección del
nuevo papa que tuvo lugar el 14 de mayo de 1572. La demora de su partida pudo deberse al
hecho de que no había concluido la tarea en la capilla Sixtina.
frAncisco stAstny Mosberg 68
entre sus ayudantes64. Ese suceso está ciertamente más en conformidad con el
tratamiento que se solía otorgar a los artistas flamencos en Roma en la época, y
muestra cómo las cosas volvieron a su cauce normal una vez que la extrema auste-
ridad del papa anterior fue dejada atrás65.
Así, han podido explicarse los principales hechos relacionados a los dos mu-
rales aquí estudiados. La cuestión de la fecha en sí, vale decir si las pinturas se
originaron un año o dos antes de lo que se ha asumido habitualmente, puede ser
un asunto de interés puramente académico. Pero si los años de diferencia esta-
blecidos son los que separan al pontificado del ascético san Pío de la renovada
actividad artística de los tiempos de Gregorio XIII, el asunto tendrá mayor signi-
ficación para alcanzar un entendimiento más cabal de los frescos y para explicar
la presencia de estos en la capilla Sixtina. Un artista como Pérez de Alesio fue
muy consciente de esa diferencia, y siempre procuró asociar su nombre con el del
papa que se comportó como un genuino mecenas y que volvió a la tradición de la
Iglesia de patrocinar a las artes con generosidad y visión.
64
Véase la nota 48.
65
Un argumento adicional para apoyar esta datación la proporciona la anécdota narrada por
Mancini acerca del Greco, quien está documentado en la Accademia di San Luca, en Roma, en
septiembre de 1572. En la época en que el papa Pío estuvo haciendo cubrir algunos desnudos
del Giudizio de Miguel Ángel —informa Mancini—, el Greco exclamó: “se si buttase a terra tutta
I’opera, I’haverebbe fatta con honesta et decenza non inferiore a quella di bontà di pittura”;
habiendo provocado así la enemistad de los pintores romanos tuvo que viajar a España.
Usualmente se acepta que el Greco dejó Roma en 1573 (para ir a Venecia). Y si hay algo de
cierto en la afirmación de Mancini, confirmaría que hubo obras en proceso en la capilla Sixtina
durante el año 1572. Véanse Mancini (1956, I: 230-231) y Martínez de la Peña (1967: 97).
Los grabados caLcográficos de Pérez de aLesio 69
*
“Los grabados calcográficos de Pérez de Alesio”. Mimeografiado. Lima: Instituto de
Investigaciones Humanísticas de la Universidad nacional mayor de San Marcos, 1982. Se ha
omitido en la presente edición la sección final de conclusión que sigue al catálogo de grabados.
1
Acerca de la biografía de Pérez de Alesio véanse Mander (1604: 193-194), Mancini (1956, I:
222), Baglione (1935 [1642]: 31), Ceán Bermúdez (1800, IX: 75-79), Meyer (1872-1885, I: 271-
272), Thieme y Becker (1932, XXVI: 409-410), Vargas Ugarte (1968: 127-130), Stastny (1969a:
9-46; 1972), Soria (1956: 74), Mesa y Gisbert (1972) y Bernales (1973: 221).
2
Sobre Bernardo Bitti, véase Soria (1956: 45 ss.), Vargas Ugarte (1963: 17-19, 51-52, 92-94, 112;
1968: 84), Mesa y Gisbert (1961; 1963), Harth-Terré y Márquez Abanto (1963: 17, 72) y Stastny
(1969a; 1981: 31 ss.).
francisco stastny Mosberg 70
3
Acerca de Quito, véase la relación con Pedro Bedón en Stastny (1969a: 36-41). La presencia
de modelos grabados de Alesio en Bogotá es un dato inédito que se consigna por primera vez
en este trabajo.
4
Las circunstancias de su elección para pintar en la capilla Sixtina y amplia bibliografía sobre
el período en Stastny (1979a).
5
Alesio debió abandonar Roma después de haber destruido por su propia mano los murales
que había iniciado en el oratorio del Gonfalone, al lado de algunos de los más conocidos
pintores de sus días. Véanse Mander (1604: 192), Vaes (1931b: 344) y Noë (1954: 303).
Los grabados caLcográficos de Pérez de aLesio 71
6
Véase el certificado-salvoconducto expedido por el gran maestro de la Cassière con fecha 28
de junio de 1581 conservado en el archivo de la orden de San Juan en La Valletta, v. 439: fol.
273. Se refieren a su estado en Malta. Baglione (1935 [1642]), Ottley (1831), Meyer (1872-1885)
y varios otros autores.
7
El único biógrafo antiguo en citar esta obra es Baglione (1935 [1642]); pero figura en muchas
guías de Roma desde el Titti de 1674 hasta Melchiorri (1834: 413) y Pistolesi (1846: 549). Véase
también Muñoz (1912: 4).
8
Molfino (1964: 35), Stastny (1981a) y Zeri (1957).
francisco stastny Mosberg 72
como lo revelan las dedicatorias puestas al pie de los grabados, aspiraba a encon-
trar el favor de un mecenas —un cardenal— que patrocinara su labor artística. Es
así que en los márgenes de las estampas figuran nombres ilustres como los del
cardenal Ferdinando di Medici, célebre por su dedicación a la difusión de obras
impresas de la contrarreforma, encargado de la Propaganda fide y protector de
España; el cardenal Guglielmo Sirleto, bibliotecario del Vaticano, uno de los más
influyentes miembros del concilio de Trento y figura clave en el ajedrez político
de Roma; el cardenal Giovanni Giorgio Cesarini, quien falleció el mismo año
que Alesio le dedicó su gran estampa de San Juan Baustista; y al final, habiendo
tomado la decisión de abandonar Roma, al propio don Enrique Guzmán conde
de Olivares, legado de Felipe II ante el papa Gregorio XIII9.
Durante los dieciocho meses, poco más o menos, que Alesio se dedicó al gra-
bado, produjo el mayor número de obras en el primer año, en 1582. De diez (o a
lo sumo once) estampas en que consiste su “obra” grabada, seis se pueden fechar
con certeza en ese año y solo dos fueron firmadas en 1583. Más aún, las seis obras
citadas, suman un total de 20 planchas, mientras que las otras no consisten sino
de una plancha cada una.
Tres de los grabados que figuran bajo el nombre de Pérez de Alesio fueron
burilados por Pierre Perret (1555-1639), el artista flamenco que fuera alumno de
Cornelis Cort y quien después de la estadía italiana viajó, en 1583, el mismo año
que Alesio, a España, donde permaneció el resto de su vida (Bierens de Haan,
1948; Thieme y Becker, 1907-1950: XXVI).
9
Moroni (1840-1861, XC: 92, XII: 109, XIII: 264), Amayden (1910-1914, I: 299-304) y Dejob
(1884: 5: 361).
francisco stastny Mosberg 74
Fig. 15
Pierre Perret, según Mateo
Pérez de Alesio
Bautismo de Cristo
1582
Estampa calcográfica sobre
papel, 41 x 30 cm
Gabinete de estampas del
Palacio de la Farnesina, Roma
Fig. 16
Mateo Pérez de Alesio
(atribuido)
Resurrección de Cristo
1582
Estampa calcográfica sobre
papel, 43,5 x 29,7 cm
(huella de la plancha)
Biblioteca Nacional de
España, Madrid
Los grabados caLcográficos de Pérez de aLesio 75
acontecimiento heroico reciente de las guerras contra los infieles, había de ser de
interés para un amplio público, ya que la serie mereció una segunda edición en
1631 (con nuevas planchas buriladas por A. F. Lucini).
10
Para San Roque véase Ceán Bermúdez (1800, IV: 78); para el Triunfo, Baglione (1935 [1642])
y para el Cristo muerto, Ottley (1831). Véanse también Meyer (1872, I: 272), Nagler (1841, XI:
103) y Petrucci (1958: 49).
11
Véase Catálogo, III: n.° 7.
francisco stastny Mosberg 76
entre Italia y Malta. Las tres citadas hasta aquí son de mano del propio artista. Por
el otro lado, 4) El Bautizo de Cristo, y 5) El Martirio de santa Catalina, que repiten
lienzos malteses, fueron grabados por Pierre Perret.
Fig. 17
Pierre Perret, según
Mateo Pérez de Alesio
Llamado de Saulo
1583
Estampa calcográfica
sobre papel, 52 x 35 cm
Sin duda que la práctica del grabado fue considerada por el artista como una
etapa transitoria y accesoria en su trabajo profesional. Pero el hecho de que llegara
a aprender personalmente la técnica y que inclusive actuara de editor para la serie
del Sitio de Malta indica que veía en aquel medio algo más que una simple acti-
vidad comercial. El propio movimiento religioso al que estuvo vinculado mani-
festaba, como ya lo mencionamos, un interés particular por el uso del arte como
medio de difusión cristiana. El grabado era empleado con ese mismo propósito, a
medida que avanzaba el siglo, de una manera cada vez más sistemática en libros,
biblias, misales, y como estampas de devoción, por una Iglesia comprometida en
muchos frentes con la misión catequizadora y con la guerra espiritual contra la
reforma. El interés de Alesio por la calcografía se inscribió, pues en ese contexto.
El viaje del artista fue bien preparado. Contrató a un ayudante que habría de
ayudarlo en las tareas de pintura, que ya preveía habrían de ser numerosas. De esa
fecha (1583) data el primer convenio con su asistente Pedro Pablo Morón quien
ya no se separaría de él en el resto de su vida12. Por añadidura se proveyó de la
12
Archivo E. Harth-Terré.
Los grabados caLcográficos de Pérez de aLesio 79
Fig. 18
Mateo Pérez de Alesio, según
Rafael Sanzio
Sagrada Familia del Roble
Roma, 1583
Plancha de cobre grabada al
buril, 48,3 x 39,2 cm
Museo de Arte de Lima
Colección Donación Petrus
Fernandini en memoria de
Héctor Velarde Bergmann
necesaria documentación gráfica que le sirviera para las variadas labores con que
se habría de enfrentar en el futuro. Es así que además de álbumes de dibujos pro-
pios y ajenos llevó consigo numerosas estampas. La colección fue nutrida y abarcó
tirajes de sus propias composiciones, gran cantidad de grabados de otros artistas
sobre los más variados temas clásicos, cristianos, decorativos, cartográficos, per-
sonajes ilustres, etc., y muy especialmente un álbum comprado en Sevilla a alto
costo que contenía una colección completa de los grabados de Alberto Durero y
de otros autores (López Martínez, 1929: 192; Vargas Ugarte, 1947: 96). Además,
como lo prueba la lámina de tema rafaelesco, pensó llevar consigo planchas gra-
badas para su posterior impresión en las nuevas tierras.
El lustro, poco más o menos, que permaneció en España pasó sin que se co-
nozca de actividades por parte de Pérez de Alesio vinculadas a la calcografía. Muy
distinta fue en cambio la situación en Lima, a donde llegó entre 1588 y 1590. Su
taller se convirtió en centro de tertulia y reunión de intelectuales y artistas, cuya
fama radicaba precisamente en la amplia colección de estampas sobre los más va-
riados temas que el pintor había traído consigo. En esos términos lo recuerda en
su crónica Diego Dávalos y Figueroa, quien escribió, en 1602, que “son causa de
notable gusto y virtuoso entretenimiento, las estampas de Mateo Pérez de Alesio”
(Dávalos y Figueroa, 1602: 92).
nardo Bitti en San Juan de Juli y más claramente para la obra de igual tema de
Diego Cusi Huamán en la iglesia de Urcos13. Algunas de sus obras se difundieron
a lugares lejanos como el caso del Martirio de santa Catalina que fue repetido en
relieve en la sillería del coro de la iglesia de San Francisco en Bogotá. Por último,
en el inventario de obras dejadas por el propio Alesio al fallecer, se encuentra un
Cristo muerto sujeto por ángeles que corresponde a su estampa de igual tema hoy
perdida (Porras Barrenechea, 1955).
La mayor decepción que debió haber sufrido Mateo al llegar al Perú es que
las planchas grabadas que trajo consigo no pudieran ser empleadas para el fin
propuesto. En efecto no existió entonces en Lima una prensa de rodillo útil para
la impresión de láminas calcográficas. Solo así se explica que no se conozcan
ejemplares impresos de obras como la Sagrada familia del roble de Rafael ni copias
pintadas de aquel tema; y sobre todo que la lámina misma haya sido usada por
el pintor para ejecutar en el reverso una pintura al óleo: una Virgen de la leche
que está basada precisamente, como una confirmación del propósito de aquel
grabado, en dos composiciones rafaelescas de Scipione Pulzone (Stastny, 1981a:
33K, figs. 10, 14, 15). Aunque por ahora no se han hallado otros casos similares,
no sería extraño que más adelante aparezcan más láminas incisas de Alesio como
soportes de algunas de sus pinturas.
Las láminas de cobre incisas (calcográficas) requieren otro tipo de prensa para
su reproducción. Es este un artefacto en el cual, en vez de ejercerse una presión
vertical directa, la acción se basa en el principio de dos rodillos horizontales en-
tre los cuales se hace pasar la plancha con el papel; de ese modo desarrolla una
fuerza mucho mayor. Solo ese nivel de energía aplicado sobre los trazos incisos
en el metal permite que el papel llegue a penetrar parcialmente en las hendiduras
y extraiga la tinta depositada en la concavidad (Stastny, 1969a; Hind, 1963: 1-5).
13
Reproducciones en Mesa y Gisbert (1962b: figs. 12 y 13).
Los grabados caLcográficos de Pérez de aLesio 81
cobre que aparece en un libro peruano está fechado en el año 1612. De esa fecha
data el escudo del frontispicio de la Relación de las exequias de la reina Margarita
publicado en Lima por Pedro de Merchán y Calderón en 1613. Es sintomático
que el nombre del grabador que se asocia a ese escudo sea precisamente el de un
alumno de Alesio. Es fray Francisco de Bejarano, quien según el contrato estable-
cido entre ambos, se propuso aprender con el artista italiano “todas las artes de
la pintura”, entre las cuales se contaba sin duda las del grabado en cobre (Harth-
Terré y Márquez Abanto, 1963: 71; Stastny, 1969a).
catáLogo
2. El altar de San Juan Bautista. Composición compuesta por dos planchas de 72,4
x 47,8 cm (Roma, 1582). Firmada por “Mattheus Perez de Allecio” como inventor
y grabador. Tiene “privilegio” del papa Gregorio XIII. Está dedicada a D. Joanni
Georgio Cesarino Marchioni.
francisco stastny Mosberg 82
3. Última comunión y martirio de Santa Lucía. Plancha de 39,3 x 25 cm. Firmada por
“Mattheus Perez de Allecio” y fechada en Roma en 1582. Dedicada a doña Clelia
Farnese, esposa de Giovanni Giorgio Cesarini (Véase n.° 2).
Biblioteca: la Biblioteca Nacional de París conserva el único ejemplar conocido.
Bibliografía: Le Blanc (1854-88, III: 169), Petrucci (1958: 49).
5. Triunfo de Cristo. Citado por G. Baglione (1646) sin medidas, pero en cuya
veracidad se puede confiar. Describe la composición como un tema “con muchas
figuras”. No se conocen ejemplares conservados. Ver sin embargo la atribución
sugerida en el n.° 7.
Bibliografía: Baglione (1935 [1642]: 32), Petrucci (1958: 49).
6. Cristo muerto sujeto por ángeles y adorado por San Francisco. Plancha de 15 x 8 ¼
pulgadas (con margen). Tiene el borde superior cimbrado. Es un aguafuerte refor-
zado con sombreado en buril.
La atribución se debe a Ottley (1831: s/p.), quien se basa en la semejanza del estilo
con el grabado del Altar de san Juan Bautista.
Los grabados caLcográficos de Pérez de aLesio 83
8. Composición de Rafael: Sagrada Familia del roble (Museo del Prado, Madrid).
Inscrita en Roma en 1583 y firmada como “Mattheus P.”
La plancha sirve de soporte, por el reverso, a una pintura al óleo del propio Alesio
que representa a una Virgen de Belén o de la leche (Colección H. Velarde, Lima [hoy
en el Museo de Arte de Lima]).
No se conocen impresiones de esta plancha.
Bibliografía: Euboeus (W. von Lepel) (1819: 157-159).
10. Vocación de san Pablo. Plancha de 52 x 35 cm. Firmada por “Mattheus Perezius
Lecciensis” y como “M. P. de Aleccio”, y por “Petrus Perret” en Roma (1583). La
**
Nota de los editores: No se ha podido ubicar en los archivos de Francisco Stastny una
reproducción de la estampa que él atribuye a Pérez de Alesio en la Biblioteca Nacional de
Madrid. La que se reproduce aquí (fig. 16) es la única Resurrección que figura en el catálogo
de dicha colección con la fecha 1582 y lleva grabada la inscripción: “Romae claudii ducheti
formis 1582”. Como indica la ficha de la biblioteca, el grabado sigue (aunque hay que insistir
que con suficiente libertad como para no ser considerado una copia) el célebre modelo de
Clovio, difundido gracias a un grabado de Cornelis Cort, que inspiró a numerosos artistas.
Reproducimos aquí dicho grabado a título indicativo para incentivar futuras investigaciones.
francisco stastny Mosberg 84
estampa también fue editada por Alesio. La obra está dedicada a don Enrique
Guzmán, conde de Olivares.
Bibliotecas: Biblioteca Albertina, Viena; Biblioteca Nacional de París.
Bibliografía: Nagler (1835, I: 52), Meyer (1872, I: 272), Bierens de Haan (1948:
n.° 103).
12. El Sitio de Malta. Grabado por Antonio Francesco Lucini y editado en Bo-
logna en 1631. Consta de 16 planchas: 15 repiten las de la edición original de
Pérez de Alesio y una adicional lleva los retratos de todos los grandes maestros de
la orden de San Juan entre el año de 1099 y 1636. Existe otra edición hecha en
Roma por Nicolò Allegri en el mismo año de 1631.
Bibliotecas: Estas láminas son bastante comunes. Ej.: Biblioteca Vaticana, Biblio-
teca Real de La Valletta, Biblioteca Nacional de París.
Bibliografía: Heinecken (1778: 112-113), Nagler (1835, I: 52), Meyer (1872, I: 272).
Pérez de Alesio y lA PinturA del siglo XVi 85
La pintura virreinal del Perú recibe en el último cuarto del siglo XVI su
principal impulso formativo por parte de un grupo de pintores italianos,
quienes viajaron a América atraídos por dos incentivos poderosos: las riquezas
fabulosas de las colonias, de cuya abundancia llegaban noticias a Europa, y
las necesidades religiosas apremiantes del Nuevo Mundo, que despertaban el
celo misionero de los jóvenes religiosos de la época. La obra de estos artistas
reemplazó la actividad incipiente de un grupo de pintores peninsulares aún mal
conocidos1 y la de algunos pintores improvisados que surgieron impulsados
por las circunstancias.
gar a dudas, de mucha mayor significación que el segundo, tanto por la calidad
de su obra como por la repercusión que esta ha de tener. Bernardo Bitti llegó
a Lima en 1575, un cuarto de siglo antes que Medoro, pero ambos vivieron
largos años en el Perú y en torno a cada uno de ellos se ha logrado establecer
un núcleo considerable de pinturas que son las que sirvieron para decorar las
principales iglesias del virreinato entre 1580 y 1620. Esos lienzos irradiarán una
perdurable influencia en la pintura peruana. El estilo establecido por ellos, par-
ticularmente en el caso de Bitti (Stastny, 1963), fue repetido por sus discípulos
inmediatos y luego por imitadores mucho más lejanos que se suceden en el
tiempo como los eslabones de una cadena.
*
“Pérez de Alesio y la pintura del siglo XVI”. Anales del Instituto de arte americano y de investigaciones
estéticas 22, Buenos Aires, 1969, pp. 7-45. Se ha suprimido en la sección dedicada a Mateo
Pérez de Alesio el acápite referido al grabado en tanto que retoma al pie de la letra el material
reproducido en el capítulo anterior (pp. 69-84).
1
Pintores españoles como los Illescas, que trabajaron a mediados del siglo XVI y acerca de los
cuales se conocen algunos documentos. Véase Harth-Terré (1958: 87; 1963: 9 ss., 85-86).
2
Véase nota 51.
FrAncisco stAstny Mosberg 86
Sin embargo, los autores del siglo XVII reservaron en sus escritos la mayor
gloria para un tercer artista italiano, llamado Mateo Pérez de Alesio3. Su pres-
tigio de “pintor romano” que había trabajado en la capilla Sixtina4, le mere-
ció los más elevados adjetivos de cronistas como Echave y Assu, Meléndez y
Calancha. A pesar de esa circunstancia y de que se conocen varias pinturas
realizadas por Alesio en Europa, hasta la fecha no se había encontrado una
sola obra suya documentada en América. Esto se debe tal vez a que Alesio, a
diferencia de Medoro, no tenía por costumbre firmar sus pinturas5. Sea esta u
otra la razón de la pérdida de sus obras, lo cierto es que la posición destacada
que ocupó en Lima, así como sus antecedentes romanos y sevillanos, son
indicios suficientes para considerar que Alesio tuvo una participación impor-
tante en la vida artística del virreinato en aquellos años formativos y que su
influencia debió hacerse sentir con mucho más peso del que se ha reconocido
hasta la fecha.
De Alesio, de Bitti, así como de fray Pedro Bedón, quien llevará el aliento
italiano a Quito, presentamos en este artículo un conjunto de obras reciente-
mente identificadas en museos, colecciones e iglesias limeñas.
Del grupo de artistas italianos activos en el Perú, Mateo Pérez de Alesio (ca. 1547-
ca. 1606) es el único que emprende la aventura americana a una edad ya ma-
dura, a los 41 años6. Y es por eso también el único cuya vida está ampliamente
documentada en Europa en la época anterior a su partida. Según Baglione nació
en Roma en 15477 y realizó su aprendizaje en esa ciudad. Viajó a Malta, donde
ejecutó un gran conjunto mural.
3
Es calificado como aquel famoso y nunca bien alabado “Matheo Pérez de Alessio, célebre
pintor romano” por Meléndez (1682, III: 695).
4
Participó en la decoración de la capilla, pero no con Miguel Ángel, como se apresuraron a
deducir algunos historiadores. Véase más adelante la nota 10.
5
Tampoco Bitti firmó sus pinturas, pero el caso es distinto porque las obras del artista religioso
formaron parte del patrimonio y la tradición de la orden jesuita.
6
Bernardo Bitti (1547-1610) llegó a Lima en 1575, a los 27 años; Angelino Medoro (ca. 1567-
d. 1631) llegó a América en 1587, a los 20 años.
7
Citado por Meyer (1872, I: 271) y Baglione (1935 [1642]: 30).
Pérez de Alesio y lA PinturA del siglo XVi 87
No por eso descuidó su actividad artística. A los pocos años de haber llegado
a Lima, en 1590, pintó el retrato del marqués de Cañete, don García Hurtado
de Mendoza, y adoptó el título de pintor de “Su Señoría del Señor Visorrey”
(Lohmann Villena, 1940: 22). En los años siguientes su prestigio siguió creciendo
en el ambiente artístico limeño, donde su obra de pintor “romano” mereció
renombre y una exaltada admiración. Esta impresión la confirman las menciones
que hacen de él los cronistas e importantes encargos que realizó en las iglesias de
la ciudad y fuera de ella. Fue llamado para ejecutar grandes conjuntos pictóricos
8
El 6 de noviembre de 1587 “firmaba una carta de pago por 260 ducados, casi una fortuna, a
favor del librero Melchor Riquelme, por la cual se ‘obligaba a pagar en Lima’ a Juan Calderón
de Cifuentes residente en esta ciudad…” (Vargas Ugarte, 1947: 96).
9
Este dato proviene de fray Antonio de la Calancha (1938 [1638]: 78): “… aquel único y raro
pintor Mateo de Alesio, que lo fue del papa Gregorio Decimotercio” y de Meléndez: “famoso
romano […] pintor de Gregorio XIII” (citado por Marco Dorta, 1950: 472). Lo repiten Riva-
Agüero (1921: 90) y Vargas Ugarte (1947: 96). Su vinculación con el papa la confirma el
privilegio que este le otorgó para su estampa del retablo de san Juan Bautista y cuya inscripción
dice: “Matthaeus Perez de Allecio inventor. Incidebat Romae. Cum privilegio Greg. XIII Pont.
Max. AD. X. MDLXXXII”. Véase Meyer (1872, I: 272).
10
Baglione (1935 [1642]) afirma que pintó en la pared opuesta a la del Juicio final (o sea a mano
izquierda al entrar a la capilla) la Historia de san Antonio con muchos demonios. La información
es repetida por Thieme y Becker (1932) y Meyer (1872, I: 271) quien agrega, sin embargo, que
la pintura ya no existe. En Bertarelli (1925: 669) se refiere a frescos de Domenico Ghirlandaio
(Resurrección de Cristo) y de Francesco Salviati (San Miguel protege el cuerpo de Moisés) que fueron
repintados por “Matteo da Lecce” y Arrigo Fiammingo. El tema correcto es este último que fue
confundido con la escena de san Antonio.
11
Citado por Meyer (1872, I: 272).
FrAncisco stAstny Mosberg 88
12
Los principales cronistas conventuales se refieren a las pinturas de Alesio en las iglesias
limeñas: fray Antonio de la Calancha (1638), fray Juan Meléndez (1681) y Echave y Assú (1688).
13
Vargas Ugarte (1963: 50), quien cita el manuscrito del padre Altamirano, Historia de la
Compañía en el Perú.
14
Véase nota 20.
15
Soria (1956: 74): “En vista de que subsisten tantos trabajos de Medoro y de Bitti es posible
que los de Alesio tuvieran más fama que calidad…”. No debe olvidarse que desgraciadamente
en los países sudamericanos la preservación de las obras artísticas se debe a factores muy
distintos a su calidad. Consideraciones extraestéticas y el azar son determinantes.
16
Las principales obras que se ocupan del aspecto peruano de la vida de Alesio son Riva-Agüero
(1921), Mendiburu (1931), Angulo (1935), Peña Prado y Angulo (1938: 145), Lohmann Villena
(1940: 22), Harth-Terré (1945: 61-63, 117), Vargas Ugarte (1947: 96), Marco Dorta (1950, II:
472), Angulo Iñiguez (1954: 342), Soria (1956: 74, 117-119), Schenone (1963: 28) y Harth-Terré
y Márquez Abanto (1963: 31, 72, 95, 102-103).
17
Ya anteriormente se había mencionado esa posibilidad en Soria (1959b: 91).
18
Para mantener la atribución a Alesio debería poderse comprobar que la capilla fue pintada
antes de 1616 (véase nota 19). Todavía no se ha encontrado el contrato respecto a la decoración
pintada. En cambio en el concierto de 1628, establecido entre el convento de la Merced y el
capitán Bernardo de Villegas, se estipula “quel susodicho [capitán Villegas] en las dichas capillas
a de adornarlas poniendo un retablo y haciendo el demás adorno que alrededor le pareciere
porque todo quede a su elección y voluntad”. De lo cual se deja entender que también se hizo
el decorado mural en esa fecha. Véase Barriga (1944: 121).
Pérez de Alesio y lA PinturA del siglo XVi 89
Dadas esas circunstancias, la obra firmada por Pérez de Alesio que hemos
hallado en Lima tiene un interés especial. Es la única pintura documentada que
se conoce de él en América hasta la fecha; a través de ella se podrá vislumbrar la
influencia que ejerció el artista sobre sus contemporáneos, y su conocimiento tal
vez permita en el futuro descubrir otras obras suyas por afinidad estilística.
19
El año de 1628 ingresó por un minúsculo error de imprenta en la cronología de la vida de
Alesio, en Lima. En las fichas que publicó Lohmann Villena (1940: 23), faltó una “cursiva” en
el nombre del padre F. Puche. Por esa razón se creyó que la venta de la imagen de Monserrate,
allí reseñada, estaba vinculada de algún modo a Alesio. En realidad el nombre de este no figura
en el documento. En orden alfabético la entrada dedicada al padre Puche viene a continuación
de la de Pérez de Alesio. No obstante, el dato de 1628 aparece curiosamente adaptado a la
biografía de Alesio en Harth-Terré (1945: 62), Marco Dorta (1950: 472), Soria (1956: 74;
1959b: 322), Angulo Iñiguez (1954: 342), Harth-Terré y Márquez Abanto (1963).
20
Por gentileza de mi distinguido amigo el arquitecto Emilio Harth-Terré, he podido
consultar en su archivo el testamento de Pedro Pablo Morón otorgado el 28 de abril de 1616
(F. Hernández, f.° 734) en el cual se lee que “los bienes de Mateo Pérez de Alecio me deben
novecientos cincuenta pesos de a ocho reales que le presté y que el secretario Juan Bello,
albacea que fue del dicho Mateo de Alecio” dará razón de la deuda. No queda duda, por eso,
de que ya en 1616 había fallecido. El último contrato conocido es el de 1606 cuando Alesio
se compromete con Juan de Vega de Gunio Lozada a pintar siete lienzos para la ciudad de
Huánuco (Archivo Harth-Terré).
21
Mide 48,3 x 39,2 cm y está en una colección privada de Lima [la pintura forma hoy parte de
la colección del Museo de Arte de Lima].
FrAncisco stAstny Mosberg 90
Fig. 19
Mateo Pérez de Alesio
Virgen de la leche
ca. 1604
Óleo sobre cobre,
48,3 x 39,2 cm
Museo de Arte de Lima
Colección Donación Petrus
Fernandini en memoria de
Héctor Velarde Bergmann
lA PinturA24
En los documentos de la época se hace mención a que Alesio pintó para un ilustre
personaje, en 1604, un cuadro de la Virgen de Belén. La advocación de Belén no es
22
El apasionante coleccionista que fue don Manuel Ortiz de Zevallos no se abstuvo, como
es normal, de adquirir también en Lima aquellas pinturas que le parecieron tener méritos
suficientes para ingresar en su pinacoteca. Se sabe que tenía entre sus lienzos además del
cuadro de Angelino Medoro, ocho del pintor limeño Francisco Martínez (Peña Prado y
Angulo, 1938: 148).
23
La catalogación fue hecha en 1872 por el pintor Bernardo María Jeckel. Esta inusitada
colección, que existió hasta comienzos del siglo XX en Lima, fue formada por don Manuel
Ortiz de Zevallos en base a lo que heredó de los marqueses de Torre Tagle e incrementada
por su adquisición de dos grandes colecciones en Inglaterra e Italia. Ninguna de las pinturas
reseñadas en el catálogo de 1899 se ajustan a las características de la Virgen de la leche. Debe
considerarse por eso que fue adquirida después de 1872. Tienen alguna relación con el tema
y el tamaño los números 39 (Gran Galería, 1899, 39: 52, 78) y 140 (Gran Galería, 1899, 140:
79). Véase también Gutiérrez de Quintanilla (1920) y Sterling (1954: 265).
24
Se ha suprimido el acápite “El grabado”, en tanto repite la información del artículo “Los
grabados calcográficos de Pérez de Alesio”, reproducido en este volumen (pp. 69-84).
Pérez de Alesio y lA PinturA del siglo XVi 91
otra que la de la Virgen de la leche tal como está tratada en la pintura que reseñamos.
Existen varios ejemplos en iglesias limeñas donde se conservan pinturas iguales a
la nuestra y que son conocidas tradicionalmente con el nombre de vírgenes de
Belén25. Belén es la ciudad donde nació el Salvador y los temas betlemíticos in-
cluyen escenas de la natividad así como otras de la primera infancia de Cristo, par-
ticularmente la del niño siendo amamantado por su madre. Esta advocación fue
muy venerada en el continente americano desde la segunda mitad del siglo XVI,
tal como lo narra el padre Vargas Ugarte26 y según se comprueba por las numerosas
referencias a esas pinturas que se encuentran en las casas de la época. El propio
Pedro Pablo, el colaborador de Alesio, declara en su testamento, en 1616, que
tiene en su poder “una imagen de Nuestra Señora de Belén”27. Asimismo doña
Eugenia Angelino, la hija de Medoro, en su testamento de 1655, cita un cuadro de
igual tema28. Con el tiempo el culto fue creciendo y la devoción se institucionalizó
con la creación de la orden betlemítica en Guatemala (Vargas Ugarte, 1956, I: 44,
302)29. No es de extrañar, por eso, que dentro de la corriente general de veneración
que merecía en aquellos días la Virgen de Belén, el propio arzobispo santo Toribio
de Mogrovejo30 haya solicitado en 1604 a Mateo Pérez de Alesio la ejecución de
una pintura que representara ese tema31. Santo Toribio era gran viajero. Nada más
adecuado para llevar en sus continuos desplazamientos que una pintura en lámina
de cobre, de dimensiones reducidas. Bien pudiera ser que para satisfacer el pedido
de tan ilustre personaje el renombrado artista italiano dedicara su antigua plancha
grabada con la composición rafaelesca y pintara en su reverso la Virgen de Belén.
Una obra que viaja, tiene más oportunidad de ser admirada por ambos lados, que
la pintura estacionaria colgada en la pared de una capilla.
25
En el santuario de Santa Rosa existen varias versiones. Otra en el monasterio de Rosa de
Santa María, Lima. Véanse las notas 47 y 51. En el Cuzco también se conocen con ese nombre.
Véase Revista del Museo virreinal I/1 (Cuzco, 1965: 52).
26
La primera mención que se hace de la advocación es cuando Colón fundó, en 1503, la
población de Santa María de Belén. Con el tiempo el tema fue ganando popularidad. Véase
Vargas Ugarte (1956, I: 44, 302).
27
Véase la nota 20.
28
“Item, mando que se le dé a doña Jacoba mi hija una imagen de Nuestra Señora de Belén”.
Testamento de Eugencia Angelino, 6 de agosto de 1655 (Martín Ochandiano, f.° 537, Archivo
Harth-Terré).
29
Véase también, en relación a obras de arte difundidas con la orden betlemítica, Berlin (1963:
16, 90).
30
Santo Toribio de Mogrovejo fue el segundo arzobispo de Lima. Llegó a dicha ciudad en 1581
y falleció en 1606. Fue beatificado en 1679 y canonizado en 1727.
31
Pérez de Alesio pintó en 1604 una imagen de Nuestra Señora de Belén, que le envió a santo
Toribio y la ejecutó tal vez con ayuda de su discípulo Francisco Sánchez Nieto (Vargas Ugarte,
1947: 265).
FrAncisco stAstny Mosberg 92
No se puede asegurar con certeza que la obra que Alesio pintó para santo
Toribio de Mogrovejo sea la misma que aquí publicamos (fig. 19), pero sin duda
fue una pintura en todo semejante a ella, ya que el artista produjo varias réplicas
de esa exitosa composición, como veremos a continuación.
32
Véase Réau (1955-1959, II: 96). Para la Virgen de la Humildad véase Meiss (1964: cap. VI).
Véanse algunos ejemplos en colecciones de España en Lavalleye (1953: n.° 9, 24, 26, 28, 33).
33
Fig. 20
Marco Dente [da Ravenna],
según Marcantonio
Raimondi a partir de un
modelo de Rafael Sanzio
Virgen de la leche
Estampa calcográfica sobre
papel, 16,7 x 11,6 cm
36
En Strauss (1978, XIV: 68, n.° 61).
37
En la Albertina, Viena.
FrAncisco stAstny Mosberg 94
Sin dejar de ser una obra que parece “viva” y que se dirige al “corazón” del
espectador, la pintura de Alesio mantiene un vigor monumental y una equili-
brada composición que delata su sólida formación italiana. El diseño es correcto,
las líneas fluyen gráficamente y los volúmenes anatómicos están determinados
por fuertes contornos. El colorido es claro, frío en las carnaciones, con puntos de
rojo más intenso en los labios y en las mejillas, y oscuro en el fondo y en el manto
azul de la Virgen. El característico granate del vestido de María y el blanco velo
transparente que envuelve el hombro del niño, el pecho y la cabeza de la Virgen,
aligeran ese contraste.
38
F. Salviati nació en 1510 y murió en 1563, cuando Alesio recién cumplía 16 años. No debe
pensarse, por eso, en una vinculación personal entre ambos artistas.
39
Al mostrar una fotografía de una réplica muy dañada, que era la única que conocía en
esa época, al distinguido historiador Julius Held, este evocó inmediatamente el nombre de
Pontormo para definir el estilo de la cabeza del niño.
Pérez de Alesio y lA PinturA del siglo XVi 95
No deja de ser interesante comparar esta obra de Alesio con los lienzos de
su contemporáneo Bernardo Bitti. La gracia sentimental y la delicadeza alegre
de muchas de las figuras del artista jesuita, derivadas de la pintura de Umbría, es
totalmente distinta a la gravedad melancólica y la estabilidad rigurosa de Pérez
de Alesio.
réPlicAs y coPiAs
Es evidente que el singular éxito que obtuvo la obra de Alesio se debe a la mane-
ra afortunada como expresa las aspiraciones religiosas de sus contemporáneos.
El mismo pintor repitió el tema varias veces desde su llegada a Lima y asimismo
lo hicieron los pintores de su taller y del círculo más o menos amplio de imita-
dores que tuvo. Ya hemos mencionado entre las obras documentadas la imagen
de la Virgen de Belén citada entre los bienes de su asistente Pablo Morón, la que
estaba en poder de la hija de Medoro y la que el propio Alesio pintó para santo
Toribio de Mogrovejo, que tal vez sea la que aquí reseñamos. Aun existen otras
versiones en Lima.
40
“Esta pintura es conocida con el nombre de Virgen de Belén: efigie de pintura sobre bronce
[sic], de nuestra señora de Belén, imagen linda de la escuela de Rafael…” (Hurtado, 1938: 372).
41
Los más antiguos biógrafos de santa Rosa se han referido a los “favores” que la santa recibía de
las imágenes de la Virgen y del niño. Se han reiterado las anécdotas en las cuales se narra cómo
le parecía siempre que el niño se le había de venir a los brazos (Loayza, 1965 [1619]: 55) o que
volvió los ojos y el rostro mirándola con apacible risa (Virgen del Rosario en Hansen, 1668: 213)
FrAncisco stAstny Mosberg 96
Nada extraño sería, no obstante, que esta pintura hubiese estado realmente en
el célebre oratorio del contador don Gonzalo de la Maza, donde es de consenso
general que había muchos cuadros y donde tuvo tantas revelaciones la santa en
sus últimos cinco años de vida. Allí sucedió el milagro con el lienzo de Medoro42
y es muy posible que también hubiese habido una pintura de Pérez de Alesio, el
otro importante artista italiano residente en Lima en esos años. La descripción
que hacen los biógrafos de una imagen del niño Jesús que era adorada por la
santa concuerda en varios puntos con la pintura de Alesio43.
El convento de Santa Rosa de las Madres, fue erigido sobre el mismo terreno
donde estuvo la antigua casa del contador de la Maza y todavía se guarda recuerdo
allí de los sitios exactos donde sucedieron los acontecimientos de los últimos
meses de vida de la santa. En ese convento también se conserva una Virgen de
Belén de iguales características a las descritas y seguramente también es una obra
de Alesio o de su círculo44.
y se narra con insistencia la historia de una Virgen con el niño dormido que se vuelve hacia la
santa al oír hablar de la Virgen de Atocha. Este último milagro es el que ha sido adaptado a la
pintura de la Virgen de la leche, el niño “que estaba mamando y dormido, soltó el pecho y volvió
el rostro” (véase Catálogo de la colección Ortiz de Zevallos, Lima, 1886: 32). A partir de entonces
todos los autores repiten la historia. El primero en citar a la Virgen de Belén es Bermúdez (1827:
128). Véanse Loayza (1965 [1619]), Menéndez (1948), Hansen (1668), Wiesse (1922), Miró
(1945) y Meléndez (1681, II: 345 ss.).
42
Una representación de la Verónica, por Angelino Medoro, sudó y lloró en cierta ocasión
en que santa Rosa rezaba ante ella. El milagro es narrado por todos los biógrafos. Loayza
(1965 [1619]: 56) no indica el nombre del pintor, pero éste es mencionado en el proceso de
beatificación (Menéndez, 1948: 116) y en todos los demás autores citados en la nota 41. A esta
obra y algunas más de Angelino Medoro hemos dedicado un artículo que será publicado por el
departamento de arte de la Universidad nacional mayor de San Marcos, Lima, 1969.
43
En el oratorio había muchas otras pinturas: “… las imágenes todas del oratorio eran
milagrosas, sacándolo de el afecto […] que mostraba Rosa, ya a ésta, ya aquélla…” (Hansen,
1668: 205). Es posible que la de Alesio fuera la ya citada del “niño Jesús hermosamente
matizada que parece que sacaba los brazos pequeñitos afuera de la pintura […] para echárselos
al cuello y abrazarla” (Hansen, 1668: 205). Lo mismo narra Meléndez: “Entre las grandes
pinturas que tenía en su oratorio el contador don Gonzalo de la Maza era un hermosísimo
niño Jesús con quien se recreaba […] y que salían de sus hermosos ojos saetas […] y que
alguna vez llegó a merecer, que alargasen los brazos para abrazarla” (Meléndez, 1681: 346,
351). La representación del niño Jesús solo sin la Virgen, es desusada. Y por la referencia a la
mirada directa de sus ojos y a sus bracitos tan notorios en el cuadro de Alesio, bien podemos
preguntarnos si, a pesar de todo, no es esa la pintura que hoy está en el santuario.
44
No hemos visto esta pintura por tratarse de un monasterio de clausura. Véase Flores Aráoz
(1938: 383). El autor la asocia a la de la Virgen del niño dormido.
45
Por ejemplo, en la colección de la señora Anita Fernandini de Naranjo, Lima.
Pérez de Alesio y lA PinturA del siglo XVi 97
46
La Virgen de la leche, Museo de Charcas, Sucre (Soria, 1959a: 25, fig. 3). No creemos que haga
falta recurrir a la influencia flamenca para explicar esta obra.
Véase Soria (1956: fig. 65; 1959a: 25). El historiador acepta que puede haber sido pintada en
47
Fig. 21
Anónimo cuzqueño
Virgen de la leche
Siglo XVIII
Óleo sobre tela
Paradero desconocido
Los múltiples ejemplos que se conservan del siglo XVIII, como la pintura
que se encuentra en el Museo de Arte (fig. 21), repiten el tema de Alesio con
pocas variantes. Las figuras pierden su consistencia anatómica, se idealizan y
vuelven más dulces. La distancia entre las cabezas ha crecido, una orla de flores
decora el borde y el oro del estofado llena con su brillo los drapeados. Pero una
La obra del pintor italiano Bernardo Bitti, de cuya actividad tenemos noticias
entre 1575 y aproximadamente 1610 en el Perú, ha sido reconocida y agrupada
gracias a la confluencia de la aguda percepción artística del malogrado historiador
Martín S. Soria y de la investigación documental del padre Rubén Vargas Ugarte.
Estos esfuerzos iniciales, además de algunas nuevas investigaciones, han permitido
reconstruir la trayectoria del pintor jesuita y esclarecer la decisiva influencia que
ejerció sobre el arte colonial sudamericano51.
51
Los principales estudios acerca de Bitti los encontramos en Vargas Ugarte (1947: 62, 105;
1955: 19; 1963: 17-19, 51-52, 92-94, 112), Soria (1956: cap. II; 1959b: 176, 318, 321), Mesa y
Gisbert (1961; 1963: n.° 66: 23; n.° 67: 84), Harth-Terré y Márquez Abanto (1963: 17, 72).
Algunas de sus obras fueron publicadas sin mención de su nombre por Schenone (1950: n.° 3,
44, figs. 13 y 14) y Kelemen (1951: pl. 174a). Su influencia en el siglo XVIII es examinada en
Stastny (1963). Su período cuzqueño en Mesa y Gisbert (1962a: 46).
FrAncisco stAstny Mosberg 100
Fig. 22
Bernardo Bitti
Virgen con el niño (después
de la restauración)
Óleo sobre tela, 46 x 37 cm
Museo Pedro de Osma,
Lima
Fig. 23
Bernardo Bitti
La oración en el huerto
ca. 1595/1598
Óleo sobre tela, 119,5 x 88 cm
Museo nacional de
arqueología, antropología e
historia del Perú, Lima
52
Las fuentes principales que informan sobre la vida de Bitti son Mateos (1944 [1600]), Anello
Oliva (1895 [1631]) y Vega (1948). Véanse referencias bibliográficas en Soria (1956: 112 ss.) y
Mesa y Gisbert (1963: 28 ss.).
53
Durante el lapso de 1586 a 1592, acerca del cual no hay noticias, como observaron Mesa y
Gisbert (1963: 25), sin duda Bitti vivió en Juli. En 1592 había terminado allí cuatro retablos
según se desprende de la indemnización que por ellos reclama el procurador de la provincia al
virrey y según documentos del archivo de Roma, citados por Vargas Ugarte (1963: 92).
54
La estadía de Bitti en el Cuzco en esa época es conocida por la referencia que da el padre de la
Vega (1948: 53-54): “El P. Manuel Vázquez, rector del Colegio del Cuzco desde 1595, concluyó
la decoración de la iglesia con la colgadura de los lienzos, los cuales […] hizo el Hermano Bitti
con la ayuda del Hermano José. La obra fue concluida por el P. Vázquez antes de fallecer en
1598”. Véase Soria (1956: 64, 65).
55
Poco antes de 1600 Bitti pintó en Lima el gran lienzo de la Virgen de la expectación para la
capilla de la Virgen de la O, según las cartas anuas de 1600 (Vargas Ugarte, 1963: 18). Esa es la
tercera estadía documentada de Bitti en Lima.
56
La presencia de Bitti en Juli entre 1602-1603 se deduce de las obras halladas en la iglesia de
San Juan de esa ciudad, cuya terminación o reconstrucción es de esa época, según cartas anuas
de 1603 citadas por Vargas Ugarte (1947: 18, n.° 3), cubierta con lienzos pintados, y Soria
(1956: 54).
FrAncisco stAstny Mosberg 102
57
El padre Manuel Vázquez, quien llamó a Bitti al Cuzco en 1596, fundó en julio de 1591 el
colegio de Santiago, en Sucre (Mateos, 1944 [1600]: 335). Para ese colegio Bitti pintó un gran
lienzo del santo patrón (Vargas Ugarte, 1947: 63).
58
Véase nota 53.
59
Véase nota 55.
60
Cronología para las obras de Sucre también aceptada por Soria (1956: 59, 60).
61
En 1592-1593, Bitti trabaja en Lima y cumple pedidos para otras ciudades del virreintato,
según cartas anuas en archivo de Vargas Ugarte citadas por Mesa y Gisbert (1963: 25, n.° 23).
Pérez de Alesio y lA PinturA del siglo XVi 103
mantos y la nerviosidad de las manos62. Los rostros, que en Lima eran circulares
y en Juli tuvieron contornos ovalados con mentones de ángulos fuertes, en Sucre
son de rasgos afilados, de frente redonda, boca pequeña y barbilla que termina en
punta. Desde entonces Bitti ya no va a sufrir ningún cambio brusco en su estilo.
Permanecerá fiel a esta manera hasta el final de su vida. Tan solo con los años se
intensifica la inquietud y crece el movimiento de los drapeados, como sucede en las
vírgenes de Arequipa. En algunos casos se exacerba la expresión emocional, pero
básicamente el prototipo de sus figuras femeninas ya no varía. Este es el estilo cuyo
impacto será tan notorio sobre la futura pintura virreinal peruana y sudamericana.
La transformación que se opera entre las obras de Juli y las pinturas que la
siguen inmediatamente después en Sucre, es tan rotunda y notoria, que cabe pre-
guntar si no hubo algún agente externo que causó esta metamorfosis.
En 1592 Bitti concluyó las obras en las iglesias de Juli63. Ese mismo año
regresó a Lima después de haber trabajado dos lustros en las alturas andinas vir-
tualmente solo y alejado de todo contacto con el mundo artístico de sus orígenes.
Al llegar a la capital del virreinato se enteró de que desde hacía varios años vivía
en la ciudad un nuevo artista romano de gran renombre. Ese pintor se llamaba
Mateo Pérez de Alesio. En 1590 ya había ganado el título de pintor del virrey y
en esa época estaba dedicado de lleno a decorar algunos retablos importantes de
la iglesia de Santo Domingo64. Su manera de pintar ya se había impuesto en el
gusto de la ciudad y era imitado por discípulos y seguidores.
62
También Soria reconoció esta vuelta al estilo limeño en La Virgen imponiendo la casulla a san
Ildefonso, de Sucre. Por otro lado, la figura de María de esa pintura, que es la única en Sucre que
no sigue el patrón de la cabeza ladeada, el malogrado historiador la señaló como una pieza clave
que permite ligar el inusitado estilo monumental de Juli con el resto de la “obra” del hermano
jesuita (Soria, 1956: 60).
63
Véase nota 53.
64
El 7 de julio de 1592, Mateo Pérez de Alesio concertó con la viuda de Francisco de Aliaga y de
los Ríos la hechura de un retablo para la capilla que la contratante poseía en el monasterio de
Santo Domingo (notario Diego Martínez, 1592, f.° 1482). Debo esta información a la gentileza
del doctor G. Lohmann Villena, a quien agradezco que me haya permitido consultar los datos
que posee en su archivo acerca de Pérez de Alesio.
FrAncisco stAstny Mosberg 104
Europa y lo adoptó, como si fuera propio, con tanta mayor facilidad cuanto que
sus ingredientes coincidían con las tendencias de su propia formación italiana. Y
la misma influencia ejerció Alesio sobre otros artistas que trabajaban en Lima en
esos días, como sucedió con el quiteño fray Pedro Bedón.
Por otro lado, la Virgen con el niño del seminario de Sucre, atribuido por
M. S. Soria a un secuaz de Bitti (Soria, 1956: 72, fig. 38), a raíz de estos nuevos
datos debe considerarse como una obra surgida del círculo de Alesio.
Hay algunas excepciones a esta aceptación irrestricta por parte de Bitti del es-
tilo de Alesio. Una de ellas es la Virgen de la O, gigantesco lienzo de la iglesia lime-
ña (Vargas Ugarte, 1963: 18, fig. 88)65 pintado en 1599-1600; otra es el conjunto
65
A pesar de las restauraciones que sufrió este lienzo, se encuentra en muy buen estado. En
1801 fue retocado por el pintor sevillano José del Pozo, quien no tuvo escrúpulos en “refrescar”
los colores de las figuras como aún se percibe. Recientemente volvió a ser limpiado y repintado
en algunas zonas con similar falta de respeto por la obra original. En este último tratamiento se
recubrió con color el texto en el cual Pozo dejaba constancia de su labor.
Pérez de Alesio y lA PinturA del siglo XVi 105
de obras que Bitti pintó en Juli, en 1602. La razón de esta desviación notoria de
su nueva modalidad es que el artista jesuita siempre tomaba en consideración la
unidad estilística de las iglesias que decoraba. Por eso la Virgen de la O tiene tantas
semejanzas con la Candelaria y con la Coronación de la misma iglesia, a pesar de
ser de épocas distintas. Lo mismo sucede en Juli. Inspirado por sus propias obras
de más de diez años atrás, Bitti reencuentra el lienzo monumental y grandioso
de sus primeras creaciones al pintar las nuevas figuras de santas y las escenas de
la Vida de san Juan Bautista en la iglesia dedicada a ese santo. Solo la agitación de
los drapeados indican que las nuevas preocupaciones formales del siglo naciente
también llegaban al lejano altiplano.
La Virgen y eL niño
66
Se ha afirmado reiteradamente que Bitti pintó a la témpera, sin embargo, es bien sabido que
la témpera ya no era usada en el siglo XVI. Un examen de la capa pictórica de los cuadros de
Bitti denota claramente que estos han sido pintados al óleo. Lo mismo indican los documentos.
Al referirse a los cuadros de Bitti para la Compañía del Cuzco, el padre Vega (1948: 53) dice:
“Están los dichos lienzos y figuras de pincel al óleo”. Y otros artistas hacen lo mismo, como
Melchor de Sanabria, que pintó también en el siglo XVI el retablo para la iglesia del hospital
de Santa Ana con muchas figuras “lejos al óleo, de finos colores, estofados, brulescos y
esgrafiduras”. Citado por Marco Dorta (1950, II: 471-472).
FrAncisco stAstny Mosberg 106
Este lienzo denota hasta qué punto Bitti fue susceptible a los modelos
creados por Alesio. No solo las pequeñas dimensiones relacionan esta imagen
con la Virgen de la leche. Más claramente se observa esa vinculación en la manera
cómo se unen las cabezas de madre e hijo y la actitud general de María, que
recuerda notoriamente al estilo del pintor romano. No obstante, Bitti conduce
a extremos más sentimentales aquellos rasgos que en Alesio conservan una
mayor mesura clásica.
La oración en eL huerto
Del conjunto de obras que Bitti pintó en el Cuzco cuando fue llamado por el padre
Manuel Vázquez, en 1595, se daban por perdidos los lienzos encajados y asenta-
dos en las paredes de la capilla mayor, “que son ocho y contienen los principales
misterios de la vida y muerte de Cristo nuestro Salvador y de la Virgen Santísima”
(Vega, 1948: 53-54). En efecto, uno de ellos es tal vez la Oración en el huerto (fig. 23),
que hemos hallado recientemente en los depósitos del Museo de Historia. El lien-
zo proviene de la colección Yábar, del Cuzco, y fue adquirido por el estado hace
aproximadamente catorce años. Hoy día la pintura se encuentra en exhibición en
el Museo de Arte de Lima68.
67
Colección de la doctora Berta Pareja. La pintura proviene de la hacienda Juqui de la provincia
de Calca, Cuzco. Esta hacienda fue de propiedad de la orden de la Compañía de Jesús y pasó
luego a poder de la familia Olazábal y Bobadilla de Pareja. El lienzo ha sido repintado en época
posterior con la orla de flores y decorado con el característico estofado.
68
La colección Yábar fue formada en el Cuzco durante largos años por el señor Alberto Yábar
Palacios. En el año 1956 fue adquirida por el estado para que sus piezas enriquezcan los fondos
de los museos nacionales. Un grupo de las pinturas cuzqueñas está en exhibición en el Museo
de Arte, desde 1959. La Oración en el huerto se encontraba guardada hasta no hace mucho en los
depósitos del Museo de Historia. En vista del valor artístico más que histórico, fue gentilmente
prestada para ser exhibida en el Museo de Arte. Su atribución al hermano Bitti fue confirmada por
José de Mesa y Teresa Gisbert, quienes tuvieron la oportunidad de verla cuando ya se encontraba
en exhibición en el Museo de Arte [en 2007, la obra fue devuelta al Instituto nacional de cultura,
actualmente Ministerio de Cultura].
Pérez de Alesio y lA PinturA del siglo XVi 107
Fig. 24
Anónimo cuzqueño
La Virgen y el niño
Siglo XVII
Óleo sobre tela
Colección Berta Pareja
El origen cuzqueño del cuadro, sus rasgos estilísticos y sus dimensiones, bien
pueden hacer pensar que se trata de uno de la serie de ocho lienzos ejecutados
para la Compañía. Cuando el padre Antonio Vázquez, quien describe la obra de
Bitti de esa época en el Cuzco, se refiere a la Coronación que pintó para la portería
del colegio, la califica junto con otro cuadro como “dos lienzos grandes de pincel
y al óleo”. La Coronación mide 1,85 m de alto x 1,25 m de ancho. En comparación
con esas medidas puede pensarse que las dimensiones de la Oración (117 x 87 cm)
no fuesen consideradas por el padre Vázquez ni muy grandes como para merecer
una mención especial, ni tan chicas como las pinturas para interiores domésticos
a que se refiere en el mismo párrafo69. La Inmaculada, pintada como pieza central
de un altar, mide menos del doble: 2,13 x 1,38 m.
Son novedosos, en cambio, en esta obra el ángel portador del cáliz y la preo-
cupación por el paisaje. El primero tiene un perfil más clásico y rafaelesco de lo
69
Véase Vega (1948: 53-54).
70
Reproducidos en Soria (1956: figs. 29, 30, 33) y Vargas Ugarte (1963: fig. 92a).
FrAncisco stAstny Mosberg 108
que es habitual en las obras de Bitti y esto se debe tal vez a la renovación que
significó, para el artista, su contacto de pocos años antes con Alesio71. El paisaje,
por otro lado, como toda la pintura paisajista de la época, denota influencia
flamenca en su perspectiva lejana de montañas y su coloración. Este ensayo an-
ticipa los lienzos en que Bitti tratará el paisaje con más insistencia en el grupo
de San Juan, en Juli. Pero es un intento aún imperfecto. Los primeros planos
son rígidos y crean una sensación de bambalinas artificiales y sin continuidad
espacial. El grupo de los apóstoles dormidos también indica, más marcadamente
que en ninguna otra obra de Bitti, influencias de modelos nórdicos. Ya en esa
época empezaban a circular en el Perú las estampas flamencas y germánicas72, que
tanta repercusión habrían de tener más tarde y que sin duda llegaron a manos del
pintor. Plenamente manieristas y curiosas en su canon alargado son las figuras
de escala cinco veces menor del grupo de soldados que viene a prender a Cristo.
71
El ángel con su peculiar tratamiento del cabello levantado, se repite en los ángeles de la
Coronación de la Virgen de la iglesia de la Merced, Cuzco, reproducida en Mesa y Gisbert (1962a:
fig. 17).
72
Como por ejemplo la colección de grabados de Durero que trajo Alesio (Vargas Ugarte, 1947:
97) y Stastny (1967: 34).
Pérez de Alesio y lA PinturA del siglo XVi 109
La figura de fray Pedro Bedón resalta a finales del siglo XVI y comienzos del siglo
XVII no solo por su actividad en el campo religioso en Quito y Nueva Granada,
sino sobre todo por su participación destacada en la vida intelectual y artística
(Vargas, 1955: 8 ss.). Como pintor desarrolló una obra considerable en las ciu-
dades de Quito, Santa Fe y Tunja y agrupó en torno suyo a numerosos discípulos
y colegas en la cofradía del Rosario73. Se le considera, por eso, uno de los funda-
dores de la escuela pictórica quiteña y como uno de los importantes artistas que
difundieron el estilo manierista en Sudamérica.
Los años que fray Bedón pasó en Lima son de gran importancia en su vida,
porque es en esta ciudad donde obtuvo su formación religiosa y artística. Llegó
a la ciudad de Los Reyes a los 20 años y completó sus estudios de teología y artes
en la universidad. También fue allí donde se inició en las artes plásticas y donde
empezó su carrera de pintor.
73
Figuran en los registros de la cofradía como pintores: Andrés Sánchez Galque, Alonso Chacha,
José y Antonio Gocial, Felipe, Jerónimo Vileacho, Sebastián Gualoto, Juan, Francisco Guajal,
Juan Greco Vázquez y Juan Diez Sánchez (Vargas, 1944: 195). No todos deben considerarse
como sus discípulos. Por lo pronto la única obra conocida de Sánchez Galque en el Museo de
América de Madrid (retrato de los mulatos don Francisco Arobe y sus dos hijos) muestra a un
pintor que posee mayor dominio técnico y mayor soltura que el propio Bedón. Reproducido
en Marco Dorta (1950, II: fig. 420).
74
Las principales menciones a la vida y obra de Bedón se hacen en fray Juan López, una biografía
publicada en 1621, citado por Vargas (1944: 50 ss., 110, 195; 1967: 62; 1949: 6, 39, 108-110;
1955: 8; 1962: n.° 100; 1964: 33; 1967: 49, 59-67), Meléndez (1681, I: 567), fray A. de Montalvo,
Epístola a los… Padres… de la Santa Provincia de Santa Catalina (1687; edición moderna publicada
en 1889), Zamora (1930 [1701], lib. IV: cap. IX), Navarro (1925-1952; 1945: 79, 157-158, 166;
1958), Harth-Terré (1945: 63), Vargas Ugarte (1947: 59; 1955: 18), Giraldo Jaramillo (1948: 36,
37), Marco Dorta (1950, II: 466), Soria (1956: 76, 120, n.° 68; 1959b: 318, 395, n.° 70), Harth-
Terré y Márques Abanto (1963: 29, 71), Mesa y Gisbert (1963: n.° 67, 87) y en J. M. Vargas,
Historia de la provincia dominicana de Santa Catalina de Quito, citado por Harth-Terré (1945: 63).
FrAncisco stAstny Mosberg 110
El cronista fray Juan Meléndez otorga los datos más completos acerca de su
vida y sus viajes (Meléndez, 1681, I: 567) y es la fuente más recurrida para conocer
su biografía. “Por no perderse en la ociosidad”, escribe el cronista al referirse a su
formación en Lima, “se ocupaba en pintar cuadros de Cristo nuestro Señor y de
su Madre Santísima, y de otros Santos, que hacía con gran primor” (Meléndez,
1681, I: 568)75. A pesar de que Meléndez no indica con quién pudo Bedón haber
aprendido a pintar, los primeros historiadores que se ocuparon de su actividad
artística, interpretaron los datos que otorga el cronista en el sentido de que el
fraile quiteño se había iniciado en el arte con Mateo Pérez de Alesio, cuyo nombre
es ampliamente citado por Meléndez76 por ser este artista el que decoró varios
retablos importantes en la iglesia de la orden dominica.
75
El texto completo es: “Era hombre muy penitente y muy dado a la oración, y el tiempo que le
sobraba de esto, y de su grande estudio, por no perderse en la ociosidad, que a tantos buenos
espíritus ha sabido perder y destruir, se ocupaba en pintar cuadros de Cristo nuestro Señor y
de su Madre Santísima, y otros Santos, que hacía con gran primor, y se hallan pinturas de sus
manos en la Provincia de Quito, y en el Convento del Rosario de Santa Fe del Nuevo Reyno,
que en su modo descubren y manifiestan la devoción del pintor”.
76
Meléndez se refiere a las pinturas que decoran la iglesia de Santo Domingo, todas de manos
“de aquel famoso Romano Mateo Pérez de Alesio” (Meléndez, 1681, I: 48, 55, 56). Por ser esta
la orden a que perteneció Bedón, los historiadores lo asociaron a Alesio. Véase Vargas (1955:
11; 1964: 33).
77
Marco Dorta (1950: 466), repite que hubo relación entre Alesio y Bedón.
78
La única obra indudable de Bedón conocida hasta la fecha era el dibujo de la Virgen, del
libro de la cofradía del Rosario, de Quito. Todas las demás que se le atribuyen o están tan
repintadas que son irreconocibles (como la Virgen de la Escalera) o son de estilo muy distinto al
de las dos obras auténticas que ahora se conocen. Las dos pinturas sobre vidrio del convento
de Santo Domingo, Lima, reproducidas en Vargas (1944: 195), son obras barrocas tardías.
Tampoco corresponden los dos santos del museo de Santo Domingo (reproducidos en Vargas,
1967), al estilo de Bedón, aunque sí son de la época. Soria (1959b: 395, n.° 70) también pone
en duda los libros iluminados de Quito.
Pérez de Alesio y lA PinturA del siglo XVi 111
Fig. 25
Pedro Bedón
Virgen del Rosario
1588
Dibujo a tinta inserto en el
Libro de registro de los miembros
de la Cofradía del Rosario, Quito
libro de la cofradía de Quito, realmente muestra una estrecha vinculación con las
madonas melancólicas de Sucre, del artista jesuita. Un mismo ideal religioso y
el mismo modelo artístico inspiraron a esas obras. Con la comprobación de esta
influencia de Bitti sobre el padre Bedón se corroboraba la importancia del pintor
italiano, cuyo estilo se veía irradiar de este modo sobre los principales centros
artísticos de Sudamérica, a saber: Lima, Cuzco y el Alto Perú hacia el sur; Quito,
Bogotá y Tunja hacia el norte (Soria, 1956: 72 ss.; Mesa y Gisbert, 1963, II: 86).
Fig. 26
Pedro Bedón (atribuido)
Virgen con el niño
¿1588?
Óleo sobre tela adherida a
tabla, 54 x 42 cm
Museo Pedro de Osma, Lima
Este niño repite casi literalmente el modelo creado por Alesio en su Virgen de
la leche (fig. 19). Todo coincide, la posición de la cabeza, el hombro al descubierto y
el paño cruzado sobre la espalda, el brazo desnudo. Tan solo que la copia de Bedón
es rígida y arcaica en su trazo, si se la confronta a la fluida armonía del pincel de
Alesio. Y otra diferencia es que el religioso transformó la escena púdicamente
para no mostrar la desnudez de María. Comparadas las dos pinturas, recién se
comprende el verdadero origen de la Virgen de Bedón. Es de Mateo de Alesio de
quien procede ese cuello corto, esos labios y ese mentón tan pequeños, esos ojos
melancólicos. No se dan ni los escotes rectangulares de Bitti, ni sus drapeados de
pliegues acartonados, ni sus largos cuellos manieristas, cuya presencia hubiera sido
normal en un discípulo, al parecer, tan vinculado a él. Tampoco está la cabeza de la
Virgen inclinada fuertemente a un lado, como es habitual en el jesuita, sino que el
rostro se mantiene en un ángulo recto, semejante al modelo de Alesio.
Sin duda que su aprendizaje pictórico inicial lo realizó fray Bedón con
Bitti o indirectamente bajo su influencia, en Lima, entre 1576 y 1583. Pero, en
1588, cuando llega Alesio y pudo haberse realizado su encuentro con el religioso
quiteño, Bitti estaba en las alturas andinas desde hacía tiempo considerable,
79
Véase nota 8.
80
Por ejemplo, Marco Dorta (1950, II: 466) y Vargas (1944; 1964) indican 1585; Vargas (1967:
61), indica 1586; y Vargas (1955: 12) señala 1587. Al respecto se ha mencionado la carta que
fray Bedón escribió a Felipe II en 1598 reclamando la creación de una universidad en Quito.
Soria (1956: 120, n.° 68) cita que leyó “Artes por trece años” y deduce de allí su retorno en
1585. Pero el texto íntegro es distinto: “… en este Convento [de Quito] yo he leído Arte y
Teología, por tiempo de trece años y en el Nuevo Reino cuatro años…” (citado por Vargas,
1967: 64). Sumados ambos lapsos se obtiene un total de 17 años, lo cual adelantaría su retorno
a 1581, fecha improbable. Es sabido que estas afirmaciones deben tomarse con escepticismo.
No era frecuente en los documentos antiguos una gran exactitud en el recuento de los años.
Con mayor razón cuando hay interés de por medio para hacer aparecer como más prolongados
sus años de servicio.
81
El 1 de octubre de 1588, fray Bedón, quien era excelente quechuista, expidió un certificado
en ese idioma a Christóbal Tamayo. Debe recordarse también que Meléndez escribe un siglo
después de que sucedieran los acontecimientos que narra, de modo que ninguna de sus
afirmaciones en relación a fechas puede tomarse como realidades comprobadas. Por ejemplo, al
referirse al retorno de Bedón a Quito, asegura que en ese entonces era provincial fray Rodrigo
de Lara. Sin embargo es sabido que fray Lara ocupó el cargo de provincial en 1595. Véase
Vargas (1967: 54).
FrAncisco stAstny Mosberg 114
cuatro o cinco años. Sus enseñanzas ya no serían tan vívidas para Bedón y el
círculo de seguidores que quedó en Lima. En esas circunstancias, la influencia de
Alesio cayó en un terreno propicio y receptivo, que inmediatamente acogió con
entusiasmo sus ideas. Lo mismo sucederá algunos años más tarde con el propio
Bitti, como hemos visto anteriormente.
82
Pueden hallarse otras hipótesis para explicar esa relación. Harth-Terré (1945: 63) ya había
sugerido que Bedón pudo haber vuelto en algún otro momento de su vida a Lima y haber
conocido a Alesio después. Hasta la fecha no se ha encontrado ningún documento al respecto.
Otra posibilidad es que hubiese recibido la influencia de Alesio en Quito, por medio de la
rápida difusión de los modelos del pintor romano. Pero entonces habría que suponer que la
pintura de la colección Osma no procede de Lima.
Se identifica nuevo Medoro 115
Hace pocos días hemos tenido la satisfacción de descubrir una nueva obra de
Angelino Medoro que se encontraba, cubierta por centenarias capas de barniz,
en una iglesia de Lima.
*
“Laboratorio en acción: Se identifica nuevo Medoro”. Dominical, s. n., suplemento de El
Comercio CXXIV/69-781, Lima, 1 de enero de 1967, p. 25. La última sección del artículo
original referida a la restauración del lienzo no se publica en esta edición.
franciSco StaStny MoSberg 116
del siglo XVI y fundaron aquí taller y escuela. Estos artistas son los conocidos
pintores Bernardo Bitti, Mateo Pérez de Alesio y Angelino Medoro.
angelino Medoro
A Medoro (ca. 1567-d. 1631) se le considera, junto con Bitti, como uno de los pin-
tores más importantes del grupo, tanto por la cantidad de sus obras preservadas,
como por su influencia sobre varios países de América del Sur.
Entre las obras que realizó en Lima se conocían los lienzos del convento de San
Francisco, del convento de Los Descalzos y de la iglesia de San Agustín. Pero se
ignoraba totalmente, hasta la fecha, que Medoro hubiera participado en la deco-
ración de la iglesia de San Marcelo.
un nuevo Medoro
Entre los lienzos de la iglesia de San Marcelo, cuya restauración está en proceso,
hemos podido identificar dos, que por razones puramente estilísticas, están es-
Se identifica nuevo Medoro 117
La Crucifixión con san Francisco (fig. 27), con sus colores opacos, casi mono-
cromos, y su diseño rígido, es una obra bien característica del estilo tardío del
maestro romano. Su composición es muy similar al lienzo de igual tema que se
encuentra en el convento de los Descalzos. Aunque no se ha encontrado firma al-
guna (debido sin duda a los múltiples repintes que ha sufrido la obra), la pintura
es indudablemente de Medoro.
Fig. 27
Angelino Medoro
Crucifixión con San Francisco
ca. 1615/1621
Óleo sobre tela
Iglesia de San Marcelo, Lima
El maniErismo En la pintura colonial latinoamEricana 119
Mientras se insista en una identificación conceptual del arte del Nuevo Mundo
con el de Europa, nuestras expresiones plásticas serán siempre juzgadas como hi-
jas bastardas de los grandes estilos artísticos metropolitanos. El arte de la América
virreinal no solo tuvo muy poco que ver con el manierismo, sino que la mera idea
de identificarlos implica una distorsión que delata falsas aspiraciones eurocén-
tricas y conduce a ignorar las circunstancias particulares en las que fue creado el
arte americano del siglo XVI y del primer tercio del XVII. Las dos corrientes que
encontraron eco en esta parte del mundo fueron, más bien, la contramaniera y la
antimaniera, ambas expresiones teñidas por las tendencias pasadistas características
de las búsquedas artísticas iniciales de la iglesia contrarreformista y que coincidie-
ron con las inclinaciones del sistema virreinal.
*
“El manierismo en la pintura colonial latinoamericana”. Lima: Universidad nacional mayor
de San Marcos, 1981. Publicado anteriormente como: “El manierismo en la pintura colonial
latinoamericana”. Letras. Órgano del Instituto de investigaciones humanísticas de la Universidad
nacional mayor de San Marcos 86-87, Lima, 1977-1979, pp. 17-45. La primera versión de este
trabajo fue presentada en el coloquio internacional de Oaxtepec sobre La diáspora del manierismo,
organizado por el Instituto de investigaciones estéticas de la Universidad Nacional Autónoma
de México, del 26 al 28 de julio de 1976.
Francisco stastny mosbErg 120
Interno Exterior
Semimedieval Postridentino
Carácter
Precartesiano (intrusivo)
Cultura
Pensamiento Religión
Área principal
Conocimientos Arte
Neocapitalista
Carácter Semifeudal
(extractivo)
Economía
Área principal Rural Minería
El maniErismo En la pintura colonial latinoamEricana 121
Hay una tendencia muy comprensible en los estudiosos que se han ocupado de
la pintura colonial latinoamericana de recurrir al expediente de buscar explica-
ciones únicas para dar cuenta de la génesis y evolución de ese arte. Esas panaceas
explicativas pasaron sucesivamente del concepto de que el Nuevo Mundo no es
sino un apéndice de la escuela española, a que todo el fenómeno americano
puede aclararse en función del uso de grabados flamencos y más recientemente,
a la noción del manierismo1.
Desde que M. S. Soria escribió que “el estilo resultante en la pintura colonial
entre 1550 y 1750 es el manierismo” (Kubler y Soria, 1959: 303), la idea ganó
aceptación. En los últimos años se han multiplicado las referencias a ese fenó-
meno y ocasionalmente se encuentran comparaciones desconcertantes de obras
producidas en América con pintores como Vasari, el Greco, Rosso Fiorentino o el
propio Miguel Ángel. El desconcierto que producen esos acoplamientos proviene
no solo de una inmediata divergencia formal que se hace sentir, sino también
1
El estudio del arte del siglo XVI me fue accesible gracias a una beca de la Fundación John
Simon Guggenheim, a la cual estoy reconocido por haberme facilitado una estadía en Europa
con el propósito específico de investigar la obra de Mateo Pérez de Alesio. En torno a la figura
de ese artista viajero he podido reconstruir las relaciones intercontinentales tejidas por el estilo
de la contramaniera tal como se explica en este ensayo.
Francisco stastny mosbErg 122
2
Por ejemplo, en una obra como la de Mesa y Gisbert (1974: 30, 50, 56, 63, 105) se altera
totalmente el sentido del arte contrarreformista y provinciano de Bitti, al desconocerse el
significado de los movimientos artísticos italianos del 1500 con los cuales estuvo relacionado.
El pintor jesuita es presentado como un artista “manierista”, que “añade espontaneidad” a las
composiciones de Vasari (Mesa y Gisbert, 1974: 38) y que estaría vinculado estilísticamente al
Miguel Ángel de la bóveda de la capilla Sixtina (Mesa y Gisbert, 1974: 50, 63). Véanse notas
26-28 y 33.
3
De modo parecido, en la arquitectura se tiende a englobar bajo un mismo concepto estilístico
el “furor arquitectónico” de Serlio, con el ánimo “regulador” de Vignola. Véase, por ejemplo,
Sebastián (1964: 114-115). Sin embargo lo que predomina en América son los elementos
reguladores. Véase Palm (1966: 49).
4
Tal vez se encuentre un símil más familiar en el paso casi imperceptible entre el arte barroco
y el rococó. También en ese caso se trató de un reordenamiento con nuevos propósitos de un
vocabulario existente.
El maniErismo En la pintura colonial latinoamEricana 123
ii
5
Friedländer (1965) distingue, además, en la primera fase dos momentos: el del anticlasicismo
y el de la maniera propiamente dicha.
6
Voss (1920), Weisbach (1919), Dvořák (1921: 22), Pevsner (1925) y Freedberg (1971).
Francisco stastny mosbErg 124
Hacia finales de la cuarta década surgió la modalidad que los antiguos teóri-
cos del arte reconocieron como maniera. Por acción conjunta de los artistas ro-
manos y de los florentinos, se desarrolló, así, un lenguaje formalizado, que buscó
una reconciliación con los modelos de los grandes maestros y que perdió el extre-
mo personalismo de la primera etapa. La alta maniera, como la denomina Freed-
berg, poseía una exacerbada conciencia del valor del arte como pura expresión
estética. La grazia y una elegancia artificial fueron la razón de existir de sus figuras.
La expresión de contenidos emotivos estuvo limitada al mínimo. Los sentimien-
tos fueron reprimidos. Los personajes, inspirados muchas veces en la escultura
marmórea tienen la apariencia y la consistencia de la piedra. La composición de
sus cuadros está concebida en términos de agitadas superficies ornamentales y se
desarrolla en profundidad tan solo por superposición de estratos relacionados
entre sí por esquemas similares que se repiten como las reverberaciones de un
eco. Bronzino, Salviati, Jacopino del Conte, Vasari, son algunos de los exponen-
tes más conocidos de esta modalidad. El que practicaron fue un arte refinado,
creado para conocedores, en el que combinaron y recombinaron elementos del
alto renacimiento y de la primera maniera haciendo alarde de creciente inge-
niosidad en el uso frecuente de paradojas gráficas que son interpoladas en las
composiciones como citas eruditas intercaladas intencionadamente en contextos
inapropiados.
Más aun, fue un arte que no pudo plasmar una expresión religiosa directa y
convincente. Los temas cristianos son presentados en un ambiente de abstracción
simbólica y en un contexto formal refinado y esteticista, que solo fue apreciable
para espectadores sumamente cultos, capaces de sintetizar por sus propios medios
intelectuales un mensaje religioso implícito7.
El epígono de este estilo, que se desarrolló entre 1570 y 1590, mantuvo bási-
camente la misma actitud formalista en artistas como Jacopo Zucchi, Raffaellino
de Reggio, N. Circignano o el caballero de Arpino.
7
Véase un resumen de la evolución de la maniera en Freedberg (1971: 114-116) y el problema de
la expresión de contenidos religiosos en Freedberg (1971: 290).
El maniErismo En la pintura colonial latinoamEricana 125
de los patrones para los cuales trabajaban. La novedad de esa nueva variante,
como era de esperarse, provino de las exigencias religiosas señaladas por un ambien-
te en que se desarrolló el concilio de Trento (1545-1563). Su actitud fue opuesta
a las convenciones de los artistas anteriormente descritos y por eso se la conoce
con el nombre de la contramaniera. Pero su oposición es de propósito, más que de
idioma. Es, como señalamos anteriormente, un reordenamiento del vocabulario
manierista en una nueva sintaxis. Y en cierta manera no es sino la otra cara de
la medalla manierista, aplicada a diferentes intenciones. La raíz del movimiento
se encuentra en el Juicio y en la capilla Paulina de Miguel Ángel, donde, conmo-
vido por una nueva crisis religiosa, el genial florentino se alejó intencionalmente
del concepto de la grazia, para crear una humanidad sufriente y composiciones
de lectura clara. Desde entonces se hizo cada vez más apremiante la doctrina de
que el arte debe ilustrar los contenidos religiosos y ser fácilmente inteligible. Las
ideas de Miguel Ángel fueron reformadas por M. Venusti y Daniele da Volterra;
y más tarde seguirán por esa ruta Jacopino del Conte, Siciolante, G. Muziano y
Federico Zuccari.
iii
Así como se ha reconocido que existe una clara distinción entre los virreinatos
de Nueva España y del Perú en lo que se refiere al origen estilístico de los proto-
tipos arquitectónicos que los influenciaron, así también en la pintura sucede un
fenómeno parecido. La tierra más cercana a la metrópoli, fue más susceptible a las
corrientes hispanas y, en el caso de la pintura, a los ejemplos flamencos, que eran
tan vigorosos en la propia península. El virreinato peruano, en cambio, recibió
prioritariamente influencias no-ibéricas: flamencas en la arquitectura y netamen-
te italianas en la pintura.
8
Acerca de la antimaniera y el “arte sacra” véase sobre todo Zeri 1957. Acerca de los jesuitas y
G. Valeriano en su acción sobre el arte de la época, Wittkower y Jaffé (1972).
9
“Porque los italianos creen siempre que nosotros solo tenemos talento para esos trabajos (de
paisajes y grutescos), mientras que ellos lo tienen para las figuras” (Mander, 1916 [1604a], I:
46). En la segunda edición (Ámsterdam, 1618) aparece la biografía por autor anónimo de van
Mander:“Hier is op niew bygevoecht het leven des Autheurs”, donde se dice que pintó “grutescos”
con habilidad. Véase Vaes (1931a: apéndice I, 240, 233-237).
El maniErismo En la pintura colonial latinoamEricana 127
El movimiento inverso fue aún más acentuado. Desde tiempos muy tempra-
nos los artistas flamencos del siglo XVI cayeron bajo la fascinación del renacimien-
to italiano y lo imitaron. Este cosmopolitismo fue particularmente cierto en el
arte religioso contrarreformista que buscó una forma de expresión adecuada a sus
necesidades recurriendo a elementos de muy diversas fuentes10.
10
Este internacionalismo es muy notorio en el estilo de la antimaniera de Scipione Pulzone quien
incorpora muchos elementos arcaizantes de la pintura flamenca (por ejemplo en la Piedad de
New York, tan vinculada a Hendrick van den Broeck y reproducida en Zeri, 1957: fig. 90) y cuyas
obras posteriormente a su vez servirán de modelos a los flamencos romanistas como F. van de
Kasteele y M. de Vos. Véanse Brugnoli et al. (1966: fig. 19), Musée Royal (1924: 152).
11
Este ejemplo sirve simultáneamente para recordar la hibridación de las tendencias en su lugar
de origen, ya que M. de Vos fue uno de los más italianizados de los “romanistas” flamencos
(Angulo Iñiguez, 1949: 25).
12
Por ejemplo, la observación de M. S. Soria de que Baltasar Echave Orio pudo haber
estudiado en Florencia, con artistas como Santi de Tito y Ligozzi (Kubler y Soria, 1959: 307), se
ve confirmada por una comparación de la Visitación de Echave (Pinacoteca virreinal, México)
con la obra de J. Zucchi, La minería aurífera (Studiolo, Palazzo Vecchio, Florencia), donde se
encuentra la misma manera de tratar los drapeados, de solucionar la estructura del paisaje y
hasta la misma forma de sombreros (Vitzthum, 1969: lám. 46).
Francisco stastny mosbErg 128
Fig. 28
Gregorio Gamarra
Adoración de los Reyes Magos
Óleo sobre tela, 164 x 106 cm
Museo Nacional de Arte, La Paz
Fig. 29
Simón Pereyns
Adoración de los Reyes Magos
1586
Óleo sobre tabla
Templo del ex convento
franciscano de San Miguel,
Huejotzingo
El maniErismo En la pintura colonial latinoamEricana 129
iV
Tal vez antes de proseguir deba volverse la mirada hacia el problema más funda-
mental de los orígenes. Antes de interrogarnos qué sucedió en relación con el
manierismo, debemos plantearnos una pregunta más básica. ¿Qué ocurrió en
América en relación al renacimiento? O para decirlo más francamente, ¿por qué,
si el período cronológico es coincidente, no existen expresiones propiamente
renacentistas en el Nuevo Mundo? Los numerosos murales que se conservan en
los conventos de las órdenes religiosas en Nueva España, son un magnífico campo
de estudio. En esa ornamentación se descubren a menudo frisos derivados de
grabados italianos y germánicos del tardío siglo XV o del inicio del XVI; las com-
posiciones de algunas de las escenas representadas también provienen de oríge-
nes renacentistas. Pero no por eso pueden juzgarse a esas obras como productos
del renacimiento. Quienes ejecutaron los murales fueron artistas indios, rápi-
damente asimilados a las costumbres occidentales, o artistas europeos menores.
Muy lejos de percibirse en ellos la clara comprensión del mundo de la geometría
euclidiana y la equilibrada integración de objetos y personajes en un universo
de proporción humana, lo que está presente es el trazo cuidadoso y desplazado
en superficie de dibujantes para quienes el plano del muro es impenetrable y
para quienes la anatomía de las figuras tiende imperceptiblemente a revertir a los
cánones elementales de la geometría. Las obras de Juan Gerson, el pintor indio
de Tecamachalco, también ilustran perfectamente esta situación. Si se buscaran
en el resto del continente expresiones parecidas, se encontrarán, en el mejor de
los casos, soluciones igualmente alejadas de los ideales albertinianos. Más tardía,
la Casa de Vargas, en Tunja, es otro ejemplo claro. En vez de reflejar una filia-
ción vinculada al renacimiento, estas obras, como las bóvedas de nervadura que
recubren a muchas de ellas, crean la impresión de pertenecer al mundo medieval,
rígidas en su composición, geometrizadas en su estructura y profundamente com-
prometidas con el simbolismo de un contenido trascendente13.
13
Toussaint (1965: 38 ss.), Moyssén (1964), Soria (1956: 15 ss.).
Francisco stastny mosbErg 130
14
Acerca de la existencia de un arte de élite (manierista) en las ciudades de México, en
oposición a las expresiones conventuales (platerescas) del campo, véase Manrique (1971: 28 ss.).
Es necesario recordar, sin embargo, que, como correctamente lo observa Manrique (1971: 53),
los grupos de la élite están sobre todo inspirados por el espíritu de la contrarreforma y, por
consiguiente, su expresión artística se realizó en el estilo de la contramaniera. Lo que eso implica
en cuanto a la diferencia de “tono” emocional implícito en ese estilo, en comparación con la
maniera o la alta maniera, es más claramente perceptible en la pintura de la época que en la
arquitectura, cuyas formas abstractas se prestan menos al análisis del contenido ideológico que
los del lenguaje pictórico.
15
Acerca de la figura serpentinata, véase el útil recuento de Shearman (1967: 81-91).
El maniErismo En la pintura colonial latinoamEricana 131
16
La reacción contra el desnudo y los excesos de la maniera por parte de la Iglesia empezó en
1559 cuando Pablo IV mandó que Daniele da Volterra cubra los desnudos del Juicio de Miguel
Ángel; y encontró su sanción en las conclusiones del concilio de Trento (1563). Véase Mâle
(1951: cap. I).
17
Acerca de las aparentes contradicciones en el uso de la maniera y la contramaniera en obras
profanas y religiosas producidas en las grandes decoraciones murales emprendidas casi
simultáneamente en el ámbito romano entre 1570-1580, en Caprarola, en el oratorio del
Gonfalone y el oratorio del Crocefisso di S. Marcello, véase Freedberg (1971: 443-444).
Francisco stastny mosbErg 132
Fig. 30
Angelino Medoro
Flagelación de Cristo
1586
Óleo sobre tela, 243 x 221 cm
Colección particular, Málaga
Fig. 31
Angelino Medoro
Descendimiento de Cristo
1598
Óleo sobre tela, 215 x 138 cm
Catedral Metropolitana de
Santiago, Tunja
18
El drama de la autodestrucción de sus frescos en el oratorio del Gonfalone, que ocasionó
la huída de Alesio a Malta tal como la narran K. van Mander y Sandrart, probablemente fue
motivada precisamente por esa indecisión entre dos modalidades estilísticas. En todo caso, las
obras piadosas que pintó para los caballeros de san Juan no tienen ninguna relación con sus
grandilocuentes composiciones de la capilla Sixtina y del Gonfalone. Véase Mander (1604b:
194), Sandrart (1675-1579: cap. xx), Oberhuber (1958-1960: 239-254), Molfino (1964: lám. IV,
figs. 18-19), Sammut (1967: fig. 56, 58).
19
El cuadro es inédito y se conserva en la parte alta de la capilla de San Andrés (primera
después de la Sacristía). Pulzone, artista antimanierista por excelencia, fue el iniciador de la
pintura piadosa que Zeri llamó “el arte senza tempo” (Zeri, 1957; Freedberg, 1971: 509: 8).
Francisco stastny mosbErg 134
Fig. 32
Scipione Pulzone
Virgen de la rosa
1592
Óleo sobre tela, 60 x 48 cm
Galleria Borghese, Roma
20
Stastny (1969) [artículo anterior de este volumen (pp. 83-112)], Gual (1968: 13). Véase
también Stastny (1981a: 22) acerca de la difusión americana de un prototipo de Virgen
Inmaculada compartido con S. Pulzone.
El maniErismo En la pintura colonial latinoamEricana 135
21
Acerca del ambiente artístico limeño ca. 1590 y la influencia que ejerce la capital del
virreinato, tanto sobre el Cuzco como su proyección hacia el norte, sobre todo en Quito, véase
Stastny (1969a).
22
Ambos santos otorgan protección a los viajeros y las naves que hacían la peligrosa travesía desde
España debían llevar numerosas pinturas parecidas. Es extraño que tan pocas se conserven. San
Cristóbal es ampliamente conocido por la protección que otorga contra la muerte súbita y por
ser el patrón de los viajeros. Véase Réau (1955-1959, III: 306). Una representación semejante de
san Telmo con una nave sobre el hombro se encuentra en una pintura atribuida por D. Angulo
a Vasco de Pereira, que representa la Virgen con niño, los reyes magos y varios santos (colección
Cepeda Palma del Condado). Véase Angulo Iñíguez (1954: fig. 337).
23
De la obra del pintor flamenco fray Pedro Gócela, cofundador del convento de san
Francisco en Quito (1535), o de sus alumnos indígenas, no quedan huellas. En Córdoba y
Potosí trabajaron un flamenco, Rodrigo Saz (activo entre 1601-1623), y un danés, Juan Bautista
Daniel (activo en Córdoba en 1613). Este último, por lo demás, deriva de modelos italianos
(M. Venusti basado en Miguel Ángel) y no de la maniera sensual de B. Spranger, como afirman
Mesa y Gisbert (1960: 91 ss.).
24
Bernardo Bitti, Mateo Pérez de Alesio y Angelino Medoro. Para el período en general véase Soria
(1956), Harth-Terré y Márquez Abanto (1963), Mesa y Gisbert (1962a), Stastny (1969b; 1975b).
Francisco stastny mosbErg 136
Fig. 33
Scipione Pulzone
Virgen de la Divina Providencia
Óleo sobre tela, 52,3 x 44,7 cm
Iglesia de San Carlo ai
Catinari, Roma
25
Véase parte IV y nota 18.
26
Bitti ingresó a la Compañía de Jesús el 2 de mayo de 1568. Véase Vargas Ugarte (1968: 84).
Sobre la actitud de la Compañía en relación al arte religioso véase Wittkower y Jaffé (1972).
27
Véase nota 33.
28
La fecha de ingreso de G. Valeriano a la Compañía de Jesús, en España, ha sido publicada
por diversos autores como 1572 y 1574. En todo caso, ambos artistas jesuitas coincidieron
El maniErismo En la pintura colonial latinoamEricana 137
El estilo que Bitti llevó a América estuvo claramente delimitado por las preo-
cupaciones de la contramaniera. Las figuras están siempre colocadas frontalmente
o en pleno perfil; predomina un arreglo simétrico; la atención es concentrada
en un contenido religioso fácilmente inteligible; el espacio es tratado con timi-
dez. Aunque muestra preferencias por un “canon” alargado, no usa sino muy
excepcionalmente un tímido movimiento serpentinato y los personajes religiosos
están “honestamente” cubiertos con amplios drapeados de pliegues acartonados.
Muchos de los rasgos de este estilo no se deben solo a su formación provinciana
en las Marcas, sino que obedecen a una intencional vuelta al pasado. En 1564, cuan-
do Bitti, contaba con 16 años y se iniciaba en el arte de la pintura, se publicó en
su ciudad natal (Camerino) un libro que él debe haber conocido y que resume las
nuevas nociones sobre la corrección de la pintura religiosa. Se trata de Dve Dialogui
[…] de gli errori de’ pittori por Giovanni Andrea Gilio da Fabriano (Mâle, 1951: 2,
n°. 5; Zeri, 1957: 30-32). Dedicada al cardenal Alejandro Farnese, esta obra tuvo
una gran difusión en Italia en la época y contenía conceptos que para un joven
pintor con intensa vocación religiosa como era Bitti, debieron ser fundamentales.
Gilio recomienda muy insistentemente la necesidad de respetar la corrección tra-
dicional de la iconografía religiosa, de evitar el desnudo y las figuras extravagantes
en los temas sagrados; reclama que los personajes y las escenas sean “honestas”
(en el sentido pudibundo de la palabra); y en general hace una invocación para
que los artistas vuelvan al estilo antiguo, anterior a Miguel Ángel y abandonen,
por consiguiente la maniera29. Característico de esta actitud retrospectiva en Bitti
como en todo el arte italiano de finales de siglo, es encontrar satisfacción en los
rasgos arcaizantes de la pintura flamenca tradicional (Zeri, 1957: 20-40, 59, 80,
82-90, etc.)30. El origen de esa tendencia en Bitti puede detectarse en el arte de
Hendrick van den Broeck o en Denys Calvaert31. Aunque pudo haber sido asimi-
en España en 1574. Que se haya producido un encuentro entre ellos es una hipótesis. Pero
es evidente que a raíz de la experiencia española de Valeriano, éste sirvió de enlace entre la
orden y los artistas italianos que como M. Pérez de Alesio fueron atraídos hacia el mundo
americano. Este punto es tratado más ampliamente en el estudio sobre Pérez de Alesio que
tiene en preparación el autor. Véase Zeri (1957: 70), Taylor (1972: 92), Vargas Ugarte (1968:
85), Soria (1956: 46), Mesa y Gisbert (1962a: 18 ss.).
29
La opinión muy distinta de Miguel Ángel sobre estos problemas ha llegado hasta nosotros en
los Diálogos de Roma (1548) transcritos por Francisco de Holanda. El genial florentino pensaba,
correctamente, que un arte religioso auténtico no puede descuidar la calidad. La pintura
puramente devota, pensaba “piacerà assai alle donne, principalmente a quelle molto vecchie,
e a quelle molto giovani, e così pure ai frati, alle monache, e a quelche gentiluomo privo del
senso musicale della vera armonia”. Citado por Zeri (1957: 32, y n.° 1).
30
Véase también nota 10.
31
La relación con H. van den Broeck es notoria, por ejemplo, en la Crucifixión (San Juan, Juli) de
Bitti, donde la figura del san Juan es casi igual al de la Deposición de Cristo (Ss. Trinita, Viterbo)
de van den Broeck. Véanse Brugnoli et al. (1966: fig. 16) y Mesa y Gisbert (1962a: fig. 49).
Francisco stastny mosbErg 138
El estilo de Bitti sufrió, sin embargo, una escisión muy notoria a partir de
1592-1593, cuando de regreso en Lima después de una larga ausencia, conoció
la última novedad del arte italiano religioso: la antimaniera. El portador de esas
innovaciones fue Pérez de Alesio, quien por esos años repitió en la ciudad de Los
Reyes algunas composiciones de éxito de Pulzone33. Todas las obras de Bitti pos-
teriores a esa fecha, y muy especialmente las de Sucre (figs. 33, 11, 34), traducen
ese nuevo sentimiento34. Las cabezas de sus figuras femeninas son las que revelan
más patentemente la transformación producida en el artista jesuita. En vez de la
32
Compárese, por ejemplo, el niño Jesús de B. Bitti, La Virgen de la pera (San Pedro, Juli) con
D. da Volterra, Virgen con san Pedro y san Pablo (Seminario, Volterra). Véanse Soria (1956: fig.
21) y Freedberg (1971: fig. 206).
33
La de mayor éxito fue la Virgen de Belén o de la leche de la cual se conservan en el Perú y Bolivia
numerosas versiones producidas por Alesio y su taller. Publicamos en 1969 la mejor de aquellas
pinturas (colección Velarde, firmada en el grabado del reverso) y la asociamos hipotéticamente
a la Virgen de Belén que santo Toribio de Mogrovejo encargara en abril de 1604. Apoyándose en
esa fecha circunstancial Mesa y Gisbert (1974: 74, 113) procuran poner en duda la influencia
ejercida por Alesio sobre Bitti en 1592. Sin embargo nuestro texto es muy claro: la de 1604
no fue sino una de las abundantes versiones idénticas entre sí confeccionadas en el taller de
Alesio desde su llegada a Lima en 1588-1590. Véase Stastny (1969b) y las dos notas siguientes
del presente artículo.
34
La semejanza entre la Virgen de la catedral de Sucre de Bitti (fig. 11) y la Madonna della divina
providenza de Pulzone (fig. 33) es tan grande que es imposible explicar la similitud por otro
expediente que el del conocimiento que Bitti tuvo de los modelos de Pulzone por intermedio
de Alesio, con quien se encontró en 1592-93 en Lima. Muy lejos, entonces, de “afirmar su fe
en el manierismo”, como creen Mesa y Gisbert (1974: 74), Bitti adoptó sin reservas la nueva
modalidad de la antimaniera después de su contacto con Alesio. Fue esa variante estilística
la que se desarrollaba entonces en Roma y sus raíces estaban en la propia iglesia del Gesù,
la matriz de la orden. Es normal que Bitti, obediente hermano de la Compañía, la aceptara
tan plenamente. Véase también Stastny (1969b: 26-35). En cambio, el manierismo, todo lo
contrario de “vigorizarse y ampliarse” en esa época como lo afirman Mesa y Gisbert (1974: 74),
se encontraba en plena retirada y transformación. ¿Será necesario recordar que en la década
de 1590 ya estaban trabajando en Roma Caravaggio, para el cardenal del Monte, y Annibale
Carracci, para el cardenal Farnese?
El maniErismo En la pintura colonial latinoamEricana 139
Fig. 34
Bernardo Bitti
Sagrada Familia de la Pera
ca. 1584
Óleo sobre tela
Iglesia de San Pedro, Juli
Fig. 35
Daniele da Volterra
Madonna con el Niño,
san Pedro y san Pablo
1545
Óleo sobre madera,
194 x 194 cm
Seminario, Volterra
Francisco stastny mosbErg 140
El papel que jugó Mateo Pérez de Alesio en Sudamérica, entonces, está cla-
ramente definido, como consecuencia de una situación social a la cual ya nos
hemos referido anteriormente y de la cual Alesio es fiel reflejo. Después de sus
inicios en Roma bajo la influencia de Tadeo Zuccari y haciendo gala de un miguel-
angelismo violento en sus obras del Gonfalone (1575), Alesio debió transformar
totalmente su estilo a una contramaniera atenuada para adaptarse a las exigencias
religiosas de la orden de los caballeros de Malta. En 1588 cuando llegó a Lima
trajo consigo el bagaje de esas experiencias y sobre todo la nueva modalidad de
Valeriano y Pulzone (figs. 19, 33, 32), cuya aplicación fue tan adecuada a las nece-
sidades eclesiásticas del virreinato. La Virgen de la leche creada en Lima por Alesio
en base a dos modelos de Pulzone, tuvo un éxito inmediato y perdurable en la
sociedad virreinal peruana. Santa Rosa de Lima, quien fue su contemporánea,
rezó y tuvo visiones frente a una de las versiones de esa composición. Un sinnú-
mero de réplicas fueron producidas por el taller del pintor y a partir de entonces
el tema de la Virgen de Belén, como se la llamaba en la época, se convirtió en uno
de los motivos predilectos de la pintura limeña y cuzqueña35.
Veinte años menor que los dos anteriores, el tercer artista italiano de quien
se conservan obras en América del Sur es Angelino Medoro36. Más provinciano
y de menos aliento, Medoro siguió un recorrido que en sus etapas es similar al
35
Alesio transformó la Virgen de la rosa de Pulzone en una Virgen de la leche, usando como
modelo para la cabeza de María otra composición de Pulzone: la Sagrada familia de la Galleria
Borghese. El éxito que alcanzó la composición motivó que Alesio produjera con sus ayudantes
gran número de réplicas, casi todas sobre cobre, con las mismas medidas y con exactamente
la misma composición. El haberse hallado en una de éstas una inscripción en el reverso que
todavía no ha sido publicada pero que aparentemente puede interpretarse como la firma de
Morón, ha inducido a que J. de Mesa cuestionara la paternidad del cuadro firmado de Lima.
El estudioso boliviano pretende así desconocer que Morón trabajó durante 23 años como
mero asistente o factótum de Alesio, cuyo estilo imitó fielmente. Y desconoce efectivamente
la relación de Alesio con Pulzone en Roma, la cual está probada con documentos de archivo.
Querer deducir sobre la base de esa inscripción, como lo hace Mesa, diferencias de estilo
entre Morón y Alesio es una “argumentación logística” [sic] muy pobre, la cual ignora la
transformación profunda producida en la obra de Alesio a partir de su viaje a Malta. Es ese
cambio el que se refleja en la Virgen de Belén, y no una diferencia de estilo entre Alesio y su
mediocre ayudante. Ya Harth-Terré (Harth-Terré y Márquez Abanto, 1963) lo señaló claramente:
cuando Morón no trabajaba en asociación con Alesio o con Domingo Gil, era conocido como
mero “pintor de imaginería”. De modo que atribuir la paternidad de la pintura a Morón es
una tesis muy endeble que no agrega nada al conocimiento del arte del siglo XVI. Véase Mesa
y Gisbert (1972: 109-112, 110, n.° 67). Véanse los modelos de Pulzone en Zeri (1957: figs. 78,
76). Acerca de las réplicas de la Virgen de la leche véase Stastny (1969b: 21-24). En relación al
cambio de estilo véase nota 18. Acerca del hallazgo de esa pintura, que es la primera obra de
Alesio reencontrada en Sudamérica, véase Stastny (1969b: 8, 10-12).
36
Nota de los editores: Se ha suprimido un párrafo relativo a las pinturas de la vida de santo
Domingo cuyos verdaderos autores Stastny identificó posteriormente, en Stastny (1998),
reproducido en este volumen (pp. 169-212)
El maniErismo En la pintura colonial latinoamEricana 141
37
Véase la Parte IV de este trabajo (pp. 247-293) y nota 18. Soria (1965: n.° 4, 128, fig. 23).
38
Nota de los editores: Para fray P. Bedón, véase en este volumen las pp. 110-111.
39
Para la relación de Gamarra con Bitti véase Soria (1959a: 26, figs. 4-7).
Francisco stastny mosbErg 142
Fig. 36
Angelino Medoro
Inmaculada Concepción
1618
Óleo sobre tela
Convento de San Agustín,
Lima
Fig. 37
Scipione Pulzone
Inmaculada Concepción con
niño, ángeles y santos
ca. 1581
Óleo sobre tela,
355 x 255 cm
Iglesia de San Francisco,
Ronciglione
El maniErismo En la pintura colonial latinoamEricana 143
Sin embargo, desde 1625 empieza a perfilarse en Lima una renovación que
implicará el final del italianismo y de la contramaniera. Antonio Mermejo, fue tal
vez un español con formación flamenca. Lo cierto es que sus composiciones de-
notan paisajes flamencos correctamente estructurados como fondos para figuras
religiosas, cuyo vigor y definición psicológica ha superado las ambigüedades de
los epígonos manieristas y parecen más bien anticipar un hálito de Rubens (Sche-
none, 1950: 59: fig. 15; 1952: 55; Stastny 1975b: 7, 20-23).
40
El primero en llamar la atención sobre ese importante conjunto mural fue Soria (1959a:
322). H. Schenone (1963) y otros repitieron lo dicho por Soria sobre una posible atribución a
Pérez de Alesio. El propio Soria en un artículo póstumo (1965: 128), sin embargo, se corrigió y
afirmó acertadamente que las pinturas deben ser del “círculo” de Alesio. Efectivamente en 1628,
cuando se pintaron los murales, Alesio había fallecido. Para la aclaración de la fecha de 1628,
que fue introducida por un error de imprenta en la biografía de Alesio, véase Stastny (1969b: 11,
notas 23 y 24) y Schenone (1963: 28). Tergiversando el texto de Soria, Mesa y Gisbert (1972: 121)
afirman que la atribución fue “confirmada por Soria en artículo póstumo de 1965”.
41
Nota de los editores: Para Jaramillo, véase en este volumen las pp. 213-227.
42
La Huida a Egipto (1663, iglesia de Tinta, Cuzco) de Serrano es copia fiel de un grabado
inventado por K. van Mander (véase nota 18) y tallado por J. de Gheyn.
Francisco stastny mosbErg 144
Vi
43
El concepto de “transmisiones verticales” tal como lo enunció G. Kubler es algo distinto
al uso que se le da acá, ya que se refiere no solo al desarrollo de una tradición artística local,
sino también a su desplazamiento por la escala social desde lo popular a lo oficial o viceversa
(Kubler, 1972: 3).
El maniErismo En la pintura colonial latinoamEricana 145
44
Acerca de la influencia de la pintura florentina en España, véase: Jacob 1967: 115-64.
45
Este estilo de Siciolante fue calificado como: “an almost Nazarene variety of Raphaelism”
(Freedberg, 1971: 339, fig. 215).
46
La Circuncisión (1585) de Huejotzingo repite fielmente solo 4 años después de haberse impreso
en Amberes (1581) el grabado inventado por M. de Vos y burilado por J. Sadeler; a su vez M. de
Vos no hizo sino adaptar una xilografía de A. Durero (ca. 1505, Bartsch, 68). No solo se trata
en este caso de un fenómeno de arcaización intencional, sino que para el entendimiento del
arte americano a la luz de ejemplos como el que aquí se da, debe distinguirse entre fuentes
primarias y fuentes secundarias. Véase sobre este problema Stastny (1974b). Véase también
nota 11.
Francisco stastny mosbErg 146
47
Martirio de san Aproniano, Martirio de san Ponciano y Presentación en el templo (todos en la
Pinacoteca Virreinal, México).
48
Parecida evolución hacia Barocci sufrieron varios de los reformistas florentinos (Freedberg,
1971: 434-435). La fecha es demasiado avanzada (1585-1590) para que estas novedades hayan
podido ser aprovechadas directamente por Echave, pero una evolución paralela en lugares tan
distantes abundaría a favor de la hipótesis del aprendizaje de Echave en Florencia. Véase notas
12 y 42.
49
El uso de estampas por Echave Orio y su relación con los movimientos de pintura italo-
flamencos, está confirmada por la Epifanía (Pinacoteca Virreinal), cuya composición repite al
pie de la letra el grabado que sirvió igualmente de modelo al artista flamenco de formación
veneciana Roland de Mois (ca. 1570-1590), en su pintura del museo de Zaragoza. Compárese
las ilustraciones en Toussaint (1965: fig. 120) y Angulo Iñíguez (1954: 328, fig. 348).
50
La obra de Vincenzo Campi, por ejemplo, explicaría los logros de Vázquez en el género del
bodegón a que se refieren Pacheco y Palomino. El Bodegón (colección Pastor, Madrid), firmado
con un monograma y que Soria atribuyera a Vázquez, parece ser una obra más tardía (Angulo
Iñíguez, 1954: 318; Soria, 1959c: 275; Pérez Sánchez, 1976a: n.° 73).
El maniErismo En la pintura colonial latinoamEricana 147
pos de cabezas rubias y redondeadas ideados por él. El problemático San Miguel
triunfante, está estrechamente vinculado a su estilo por el tipo físico del ángel y
el tratamiento luminoso pero es sin duda del pincel de Juárez. Está basado en el
antiguo modelo rafaeliano (repetido por Perino en Sant’Angelo), reinterpretado
con influencia de los ángeles de la capilla Sixtina de Alesio, de los cuales Vázquez
tuvo conocimiento por los dibujos exhibidos por el italiano en Sevilla, según in-
dica la similitud en el gesto de la mano izquierda51. Pero lo que es verdaderamente
significativo en esa obra es la concepción luminosa que envuelve la escena, la cual
crea una sensación atmosférica que no solo anima el paisaje, sino que transforma
también a las figuras52.
51
M. S. Soria fue de opinión que ésta era una obra de Vázquez repintada por Juárez (Soria,
1959b: 307). Después de examinar el original, me parece mucho más convincente la atribución
a Juárez, como obra juvenil basada en un original perdido (o un dibujo) de Vázquez. La relación
con el ángel del Martirio de Santa Catalina (catedral de Sevilla) señalada por Toussaint es muy
evidente. Por otro lado es igualmente notoria la influencia de los modelos de Pérez de Alesio en
ambas obras: tanto en la Santa Catalina como en el San Miguel. La primera está muy relacionada
a la composición de Alesio grabada por P. Perret en 1582; coinciden el esquema general, así
como las actitudes de los tres soldados que rodean a la santa; mientras que el ángel de la parte
superior, tan similar al de México, combina el tórax y el movimiento de brazos del ángel central
con las piernas del ángel del lado derecho de la Defensa del cuerpo de Moisés (capilla Sixtina)
de Alesio (Toussaint, 1965: 78, fig. 104, 105; Le Blanc, 1854-1588, III: 169; en vez de Santa
Catalina, registra “Martirio de Santa Lucía”; Ettlinger, 1965: 41, fig. 7).
52
Por otro lado, la medida en que la figura del San Miguel se aleja del ideal de la figura
serpentinata indica el compromiso de Vázquez (y de Juárez) con la contramaniera.
Francisco stastny mosbErg 148
El panorama que predominó en Nueva España hasta el año 1640 fue, por
consiguiente, el de una escuela de pintura que desarrolló una variedad de facetas
en las cuales, a primera vista, primaron las influencias flamenca y española; pero
que, por la naturaleza misma de la pintura europea de la época, estuvo también
profundamente impregnada por el arte italiano. En los ochenta años que duró
este período las variantes estilísticas que se produjeron oscilaron principalmente
entre modalidades de la contramaniera y de la antimaniera, que condujeron, en
una etapa, a experimentos más avanzados de pintura luminosa. En cambio, con
excepción de un caso aislado en la obra de Echave Orio, no se dieron expresiones
que pudieran llamarse propiamente manieristas.
53
Compárese, por ejemplo, con una obra de humor parecido: La Ascensión (Santi Giacomo e
Filippo, Palidoro) de G. Valeriano, pintada poco antes de su ingreso a la Compañía de Jesús
(Zeri, 1957: fig. 55); y para la posible relación con modelos de Esturmio y Morales (Kubler y
Soria, 1959: 309).
54
La figura del Cristo resurrecto es una hábil reelaboración del Cristo de la estampa de igual
tema diseñada por M. de Vos (grabada por J. Sadeler), de la cual se conserva un ejemplar en el
álbum de grabados antiguos de la Biblioteca Nacional de México. Más parecido por la posición
elevada de la figura es el cuadro del Triunfo de Cristo (1590) del mismo artista en el museo de
Amberes (n.° 72).
El maniErismo En la pintura colonial latinoamEricana 149
Vii
55
Citado por Shearman (1967: 91).
Montañés y el Perú 151
Montañés y el Perú*
*
“montañés y el Perú”. Dominical, suplemento de El Comercio CXXvIII, lima, 18 de febrero
de 1968, pp. 28-29.
Francisco stastny Mosberg 154
y aquellas páginas en las cuales la autora interpreta y describe con esmerada con-
cisión las obras maestras del “dios de la madera”. la señora Proske no se contentó
con estudiar su tema en bibliotecas y museos norteamericanos, sino que viajó
detenidamente por méxico, Perú y otros países latinoamericanos y naturalmente
por España para consultar archivos y ver las esculturas originales. El libro no con-
tiene ningún capítulo dedicado al aspecto latinoamericano, pero entre líneas y de
los abundantes datos citados se pueden derivar interesantes conclusiones sobre
qué significación tuvo martínez montañés en el ámbito artístico americano.
El retablo del convento de la Concepción de lima (fig. 38) fue pedido por
Francisco Galiano en 1607 e incluía, además de los relieves con escenas de la vida
del santo, figuras de santa Bárbara, santa Helena, los cuatro evangelistas, los cua-
tro doctores de la Iglesia y el hermoso crucifijo que hoy se conserva en la iglesia.
El conjunto fue tallado por el maestro en la época de su plena madurez artística
y representa, sin lugar a dudas, la mejor faceta de la capacidad creadora del gran
escultor sevillano.
Este retablo, que como es sabido, se encuentra desde hace muchos años
pintado de blanco (cubierto su hermoso policromado antiguo) y totalmente des-
membrado, debería ser limpiado cuidadosamente por manos técnicas y recons-
truido en un lugar accesible al público. Es realmente vergonzoso que una obra de
semejante trascendencia se encuentre abandonada tanto tiempo en lima. Este
año, con motivo del cuatricentenario, sería la mejor ocasión para concluir su
reconstrucción. y ojalá el padre Rubén vargas ugarte encuentre el apoyo que
Montañés y el Perú 155
Fig. 38
Juan martínez montañes
Retablo de san Juan Bautista
1607/1628
madera tallada y
policromada
Catedral de lima,
antes en la Iglesia de la
Concepción, lima
necesita para cumplir esa obra, ahora que ha iniciado una nueva campaña de
salvación entre diversas personas sensibles a nuestras necesidades culturales.
los años en torno a 1600 fueron decisivos en la formación de las artes del
Perú virreinal. Es la época cuando surge la primera generación de artistas nativos
formados en el ejemplo de los maestros llegados desde Europa y cuando se dan
los primeros pasos inseguros hacia un estilo propio. los artistas mencionados,
todos surgidos del círculo del maestro, establecen por eso los fundamentos de
la escultura peruana. Así como los artistas italianos, Bernardo Bitti y Angelino
medoro, dan origen a la pintura virreinal del Perú.
Por todas estas razones, martínez montañés además de ser un genio de valor
universal, es también una figura de primera magnitud en el panorama artístico
peruano y su cuatricentenario merece ser debidamente recordado entre nosotros.
Francisco stastny Mosberg 156
Sus bellas tallas sintetizan el nuevo ideal religioso del barroco con mesura clásica
y con un sincero apego a la forma natural. Solo un genio español era capaz de
lograr esa combinación. la intensidad vibrante de sus santos y la originalidad de
algunas de sus creaciones (como el célebre crucifijo de cuatro clavos) servirán de
ejemplo a los más destacados artistas del siglo XvII en España. Zurbarán, Alonso
Cano y el propio velázquez aprendieron y se inspiraron en la nutrida obra del
gran escultor sevillano.
Vicente carducho y la escuela madrileña en américa 157
*
“Vicente Carducho y la escuela madrileña en América”. En: Guerra, Margarita, Oswaldo
Holguín y César Gutiérrez Eds. Sobre el Perú. Homenaje a José Agustín de la Puente Candamo II.
Lima: Pontificia Universidad Católica, 2002, pp. 1295-1311.
Francisco stastny mosberg 158
el Juicio final
No se agota acá el análisis posible de las fuentes, pero es suficiente para com-
prender los modelos usados y también para percibir las diferencias entre los lien-
zos y los prototipos flamencos. Dentro de la agudeza general del trazo anatómico
y la preferencia naturalista, las propuestas de Carducho son algo más mórbidas,
más unificadas cromáticamente y tanto su tratamiento tipológico como pictóri-
co pertenecen claramente a otro mundo conceptual que el de los grabados de
Vicente carducho y la escuela madrileña en américa 159
Fig. 39
Vicente Carducho (atribuido)
La resurrección de los muertos. Serie del Juicio Final
ca. 1625/1630
Óleo sobre tela, 166 x 248 cm
Catedral de Lima
Fig. 40
Vicente Carducho (atribuido)
El juicio universal. Serie del Juicio Final
ca. 1625/1630
Óleo sobre tela, 166 x 248 cm
Catedral de Lima
Francisco stastny mosberg 160
Fig. 41
Vicente Carducho (atribuido)
Los elegidos. Serie del Juicio Final
ca. 1625/1630
Óleo sobre tela, 166 x 248 cm
Catedral de Lima
Fig. 42
Vicente Carducho (atribuido)
Los condenados. Serie del Juicio Final
ca. 1625/1630
Óleo sobre tela, 166 x 248 cm
Catedral de Lima
Vicente carducho y la escuela madrileña en américa 161
obserVaciones iconográFicas
La fecha aproximada del encargo se puede deducir no solo del estilo de los
lienzos, que indica la época de madurez del artista, sino de un documento que se
refiere a los tratos que tuvo el pintor con América. Al morir dejó entre sus papeles
legajos de correspondencia con el Nuevo Mundo y una memoria de un envío de
16 pinturas, que sin duda no fue el único, remitido el 22 de abril de 1631 a su cu-
ñado Bartolomé Astete, que se hallaba en Lima. Nada extraño sería que Vicente
haya seguido el ejemplo de su hermano Bartolomé, conocido por su actividad de
comerciante en obras de arte.
El nombre de la santa coincide con uno de los lienzos enviados por Vicente
Carducho a Indias en 1631, descrito simplemente como “Santa Catalina de Sena”
y que fue valorizado en 110 reales.
Fig. 43
Vicente Carducho y obrador
(atribuido)
Comunión de Santa Catalina
de Siena
Óleo sobre tela, 198 x 150 cm
Catedral de Lima
Francisco stastny mosberg 164
Fig. 44
Vicente Carducho y obrador
(atribuido)
San José con el niño
ca. 1632
Óleo sobre tela, 199 x 133 cm
Convento de los Descalzos, Lima
Los envíos de Carducho al Nuevo Mundo abarcaron varios años desde 1631, o
antes, y fueron más de uno a juzgar por el hallazgo que hemos hecho en el con-
vento de los franciscanos descalzos de Lima, donde existe una réplica del San José
con el niño en brazos firmado por Carducho en 1632 y conservado en el museo de
Narbona. La versión limeña fue ejecutada, sin duda, en aquel año o en alguno
subsiguiente (fig. 44).
Estamos aquí ante una réplica casi literal de un lienzo de Vicente Carducho,
la cual fue, sin lugar a dudas, producida en su taller para el envío a una casa fran-
ciscana de América. Los cambios ínfimos que lo diferencian del original (las flo-
res en manos de los angelitos, la expresión de rostros más seria y piadosa) pueden
deberse a alteraciones sufridas localmente. Mientras la obra no sea limpiada y
sometida a un proceso de restauración, que lo requiere urgentemente, no podrá
saberse con exactitud qué calidad posee.
Preocupado con los asuntos teóricos de su arte, Vicente Carducho estuvo di-
vidido entre su fidelidad a los principios del renacimiento italiano y a los re-
quisitos del naturalismo, que la propia iglesia reclamaba de los artistas de sus
días. Se hizo eco de quienes criticaron el sistema de doble punto de mira usado
por los grandes artistas del siglo XVI, pero luego encontró maneras de justificar
las obras maestras que compartían ese rasgo, con argumentos convincentes de
sentido común. Es así que en el libro quinto de los Diálogos afirmó que, según
las reglas estrictas de la perspectiva, los personajes celestiales del Giudizio de
Miguel Ángel deberían haberse pintado mostrando la planta de los pies (Cardu-
cho, 1979 [1633]: 223-229), pero que eso no hubiera sido lo adecuado porque
seguir el sistema de un horizonte único conduciría a que se hicieran “las figu-
ras […] disformes e ignotas”.
Fig. 45
Vicente Carducho y obrador
(atribuido)
San Diego en éxtasis
Óleo sobre tela
Tercera Orden Franciscana, Lima
tras eso no suceda será difícil pronunciarse acerca del nivel de participación
del maestro en su ejecución. Indicios de pliegues tubulares simplificados en el
tratamiento de la túnica y la sencillez de medios empleados en la ejecución de
otros aspectos de la escena sugieren, sin embargo, que esta fue menor que en
los otros casos estudiados.
Proyección y conclusiones
La presencia en Lima del Juicio final y de otras obras de Vicente Carducho, jugó
un papel decisivo en la transformación que se produjo en la pintura peruana en
la segunda mitad de esa década (1635-1640).
chiano. Esa vida de santo Domingo, ejecutada por los sevillanos Miguel Güelles
y Domingo Carro, fue colgada en el claustro de los predicadores en 1610. En ella
predominaron dos tendencias. Ecos equilibrados del renacimiento veneciano,
muy distintos a la corriente umbro-romana practicada en Lima hasta entonces y
experimentos tempranos de naturalismo, relacionados a Roelas, más que a Cara-
vaggio. Ambas tuvieron poco efecto inmediato.
bición. Pero lo que sí podemos adelantar es que, tras el impacto inicial, el suyo
fue un lenguaje artístico que pronto cayó en el olvido en el mundo virreinal. Los
valores que contaban a este lado del Atlántico eran opuestos a los ideales de natu-
ralismo, armonía y equilibrio clásico que Carducho representaba, y que tuvieron
tanta influencia en el barroco madrileño. La llegada de su Juicio final a la catedral
de Lima fue, probablemente, un grandioso error histórico en el arte americano.
Las pinturas de La vida de santo domingo 169
introducción
Los lienzos dedicados a la vida de santo Domingo Guzmán que decoran el claus-
tro principal del convento de Nuestra Señora del Rosario de Lima conforman
uno de los conjuntos más importantes de pintura monumental de la ciudad de
Los Reyes. Es la más antigua de las lencerías claustrales conservadas y fue la pri-
mera que se colocó en un convento limeño en las décadas iniciales de la colonia.
Siguiendo el ejemplo dominico, los franciscanos mandaron ejecutar, primero, los
murales (ca. 1635) y luego los lienzos (1671) de su claustro. Un siglo más tarde
los otros dos grandes conventos limeños, el de San Agustín y el de La Merced,
completaron la decoración de sus casas con el mismo propósito de dar a conocer
con fines didácticos la vida de sus santos fundadores.
*
“Las pinturas de la vida de santo Domingo en el convento de la orden de predicadores de
Lima”. En: Stastny, Francisco. Redescubramos Lima… Conjunto monumental de Santo Domingo.
Catálogo de exposición. Lima: Banco Crédito del Perú, 1998, pp. 12-62. El artículo es seguido
por un “Catálogo” de obras (pp. 66-69), y un “Apéndice documental” (pp. 63-64) que no son
reproducidos aquí.
Francisco stastny mosberg 170
Fuentes escritas
Unos diez años más tarde (ca. 1616-19) estuvo en Lima el cronista carmelita
Antonio Vázquez de Espinosa quien otorgó una información muy diferente
acerca del estado del claustro dominico, ya entonces con su segundo piso ter-
minado. Para beneplácito de los historiadores modernos, Vázquez menciona los
nombres de dos pintores célebres que habrían intervenido en la decoración. “El
[convento] de Santo Domingo”, escribió, “es suntuoso con su fábrica, sus claus-
tros de admirables edificios con su sobre claustro, y la vida de su patriarca santo
Domingo de mano de Francisco Pacheco pintor famoso de Sevilla y de santos de
aquel gran maestro de la pintura Matheo Peres de Alesio, que fue el que pintó
en Sevilla el San Cristóbal que está en la puerta de Lonja” (Vázquez de Espinoza,
1942-1948: 404-405).
y curiosos labores, los cuales se trajeron con gran costo de España; por encima de
ellos corre un orden de cuadros grandes de pincel de la vida del glorioso santo
Domingo, de muy escogida mano, traídos también de España” (Cobo, 1935: 238).
Testimonio, este, valioso por su concisión y por provenir de una persona, que por
ser ajena a la orden de los predicadores, se puede conside- rar imparcial.
Más adelante agrega que en las cuatro esquinas del patio lucen otros tantos reta-
blos con los principales misterios: la encarnación, el nacimiento, la adoración de
los reyes y la presentación al templo.
“de muy escogida mano, traídos […] de España”. No da fechas ni nombres, ni cita
la serie de santos que todavía estuvo visible diez años antes.
1
Meléndez (1671) es citado en Ramos Sosa (1992: 229).
2
Véase Stastny (1979a: 777-783).
Las pinturas de La vida de santo domingo 173
uno de ellos ocurrió un incidente grave que lo obligó a huir hacia Malta (1575),
anticipándose así a la trayectoria aventurera de Caravaggio. Permaneció cinco
años en Valleta. Pintó en el palacio, en la co-catedral y otros lugares, hasta que
cayó en desgracia el maestro mayor que lo había protegido, y debió seguir viaje.
Tentó fortuna nuevamente, aunque sin éxito, en Roma. Ante esas circunstancias
e “inquietado por los jesuitas”, como se lee en una anotación de la época, pasó a
España con la idea de emigrar a Indias. No es de extrañar que con tantos trajines,
un biógrafo antiguo lo comparara con el itinerante Ulises3.
3
En la biografía de Alesio en Baglione (1935 [1642]).
Francisco stastny mosberg 174
fue víctima también se debió a que sus obras fueron las más cotizadas por los
depredadores del siglo XIX.
Por eso fue afortunado que años después de la observación de Soria, el autor
de este texto redescubriera en una colección privada la primera obra auténtica de
Mateo Pérez de Alesio conocida en el Perú moderno4. Se trata de la Virgen de la
leche (fig. 19) pintada probablemente para el obispo santo Toribio de Mogrovejo
en 1604. Esa composición fue un tema de éxito en el arte colonial peruano que
alcanzó vertiginosa difusión en la sensibilidad religiosa y en la pintura limeña y
cuzqueña. Es así que estuvo asociada al culto de santa Rosa y su popularidad se
puede apreciar por el hecho de que tres siglos más tarde una Virgen de esa advo-
cación todavía decoraba el arco de entrada a Lima por el viejo puente de piedra
como patrona no declarada de la ciudad.
4
Anteriormente Soria y Schenone habían atribuido con alguna duda los murales de la capilla
Villegas de la iglesia de La Merced. En efecto, aunque el estilo mantiene relación con Italia y con
decoración grutesca, su ejecución es posterior. Véase una discusión de la atribución en Stastny
(1981a: 37, n.° 52). También Soria (1959a: 32; 1965: 128) y Schenone (1963: 28).
5
Pulzone fue uno de los propulsores del arte antimanierista de Roma, cuyas novedosas ideas
fueron asimiladas por Pérez de Alesio. Acerca de Pulzone y su relación con Alesio, véase Stastny
(1981a: 33 ss.).
6
En efecto, el tema de la Virgen de la Belén (como se llamaba la advocación antiguamente) figura
en documentos de la época. En el inventario de bienes (1670) del catedrático Alonso Bravo y
Quiñones del Cuzco, se registra “una lienzo de nra. sra. de Belén de mano de Alesio”. Véase
Wuffarden y Guibovich (1990: 424, n.° 20).
7
La errada especie de que existe una copia con la firma de P. P. Morón, ha sido entretanto
demostrada ser falsa. Las réplicas en planchas de cobre son numerosas en Lima y en el Cuzco.
Una sola lleva firma: la de Alesio. Otra copia aparecida en una colección en Bolivia, se afirmó
tener una firma de Morón. Entretanto he podido conocer ese cuadro y la firma anunciada no
existe. Con lo cual se desbarata la hipótesis de un estilo de Morón diferenciado del de Alesio.
Agradezco por su asistencia al señor Pedro Querejazu de La Paz. La información errada provino
de Mesa y Gisbert 1972: 112. Acerca del origen del tema en Pulzone, véase Stastny (1981a: 34:
n.° 46, 47).
Las pinturas de La vida de santo domingo 175
Desde entonces otras obras de Alesio han ido emergiendo, algunas veraces
y otras de dudosa identidad8. El conjunto dominico naturalmente fue una de las
atribuciones más problemáticas y persistentes9. Hoy con un mejor conocimiento
de la serie limeña gracias a su limpieza y los análisis realizados, es posible esta-
blecer comparaciones más eficaces con la obra documentada de Pérez de Alesio.
8
Entre ella están: el San Jerónimo con el retrato de Jerónimo de Aliaga, que es una copia
moderna del siglo XIX del original perdido. El retablo con tres cobres pintados en Huánuco:
San Agustín, San Nicolás de Tolentino, y la Santa faz de Cristo; un Cristo en la cruz sobre tabla de
colección privada.
9
La serie fue atribuida por errada lectura de Vásquez de Espinoza (y mala interpretación
del “estilo” de las pinturas) a F. Pacheco, Pérez de Alesio y P. P. Morón en Mesa y Gisbert
(1972: 93-103); nosotros aceptamos la intervención de Alesio en algunas de las composiciones
relacionadas a la modalidad italiana en Stastny (1981a: 36: n.° 47, 48).
Francisco stastny mosberg 176
Fig. 46
Miguel Güelles (atribuido)
Ascensión a la Gloria o la visión de fray Guala
1608
Óleo sobre tela, 210 x 326,5 cm
Convento de Santo Domingo, Lima
Confirma esa impresión el resultado de los análisis químicos que han detec-
tado una base de preparación de carbonato de calcio (tiza con medio de cola) en
casi todos los lienzos identificados más abajo como pertenecientes a la “Serie I”,
que es la más antigua. Ese dato también contradice categóricamente la partici-
pación de Pérez de Alesio en las pinturas. Es bien sabido que aquél como sus
colegas Bitti y Medoro en Lima, usaban preparaciones de gesso (sulfato de calcio),
rasgo que caracteriza a la escuela italiana.
Del punto de vista formal solo se puede hablar de dos lienzos que muestran
alguna afinidad con obras anteriores de Pérez de Alesio. Uno es La aparición
milagrosa de san Pedro y san Pablo a santo Domingo y el otro La batalla de Muret. El
primero tiene relación con dos pinturas inéditas que representan a san Juan y
a san Pablo conservadas en Valleta. Juzgadas en el contexto de la comparación
y tomando en consideración las escenas secundarias (anunciación y adoración
de los pastores) que no muestran relación con el lenguaje del pintor italiano
sino más bien con Juan de Roelas, se puede descartar la hipótesis. Se trata de
una semejanza genérica de época más que de una relación individual. Lo mismo
puede decirse en el caso de la Batalla. Con excepción del personaje en repoussoir
del primer plano, a todos los demás les falta esa exaltación heroica tan exagerada
Las pinturas de La vida de santo domingo 177
usada por nuestro pintor, así como es atípico el sistema de composición con amplio
horizonte montañoso y figuras de pequeña dimensión. Alguna intervención ita-
liana es, sin embargo, probable en este lienzo. No solo por su apariencia sino por
los resultados de los análisis que han indicado una preparación a base de gesso, a
diferencia de los demás de la serie. Este dato, no obstante, no es suficiente para
aceptar la paternidad de Alesio10.
10
La diáspora de los artistas italianos en la segunda mitad del siglo XVI es bien conocida. Se
expandieron por toda Europa y muchos pasaron a España desde los tiempos de Felipe II. No
faltaron en Sevilla. Nada tendría de extraño que los artistas responsables del contrato a que
hacemos referencia más abajo, hubiesen subcontratado, según el sistema sevillano, el lienzo de
la Batalla a un italiano. También tienen su base de sulfato de calcio la escena de la Inquisición,
aunque no es de la misma mano.
11
Ensayó contados temas mitológicos con poco acierto, como la Apoteosis de Hércules en la Casa
de Pilatos en Sevilla. Siempre tuvo aversión al desnudo anatómico lo cual es visible en esta
obra. Véase Valdivieso y Serrera (1985: 24-33).
Francisco stastny mosberg 178
Aunque veinte años más joven que Pérez de Alesio (a quien admiró a su paso
por Andalucía) y haberse inclinado claramente hacia el ejemplo de la pintura
flamenca, tan preponderante en España hasta mediados del siglo XVI, Pacheco
siguió similares patrones de composición que el italiano y que correspondían a
las convenciones de su época juvenil. Sus escenas están centradas en la figura
humana, minimizan el entorno espacial, el paisaje y el uso de la perspectiva.
Pero a diferencia del italiano, sus personajes envueltos en amplios y monótonos
drapeados están construidos con timidez y se limitan a algunas posiciones
estereotipadas. Cuando puede evita el desnudo y su colorido es igualmente
frío y tímido como su dibujo. En todo lo cual se aleja asimismo del pintor de
la serie limeña.
12
La primera en expresar claramente una opinión en el sentido de que no encontraba relación
entre la serie dominica y la obra de Francisco Pacheco, aunque reconocía algún contacto con
Sevilla, fue Priscilla E. Muller, autora de una tesis doctoral sobre el pintor sevillano (Muller,
comunicación personal, 1972). En igual sentido se expresaron Valdivieso y Serrera: “En
ninguna de las pinturas […] puede reconocerse […] el estilo original de Pacheco” (Valdivieso y
Serrero, 1985: 103).
Las pinturas de La vida de santo domingo 179
La impresión anticipada en los párrafos anteriores de que las pinturas del con-
vento dominico tienen alguna vinculación con la escuela sevillana, encuentra
confirmación en un documento de 1608 que extrañamente ha sido ignorado
hasta la fecha a pesar que fue publicado por Celestino López Martínez en 193216.
13
La de Lima estuvo en el comercio artístico en la década de 1970, donde tuve ocasión de verla
y constatar su firma. Para las otras (San Juan Bautista y San Andrés fechadas en 1597), véase
Valdivieso y Serrera (1985: 82, 93, n° 149 y 202).
14
La presencia de este artista ha sido ignorada hasta la fecha, a pesar de su evidente interés
como transmisor director del temprano estilo sevillano que se presentó como una alternativa al
entrampamiento de la maniera tardía imperante en Lima. Para su ingreso como aprendiz en el
taller de F. Pacheco en 1589 a los once años de edad, véase López Martínez (1929: 178).
15
Acerca de Leonardo Rodríguez Jaramillo, su actuación en Lima y su relación con el desarrollo
de la escuela de Sevilla, véase Stastny (1991: 75-83; 1984a) [para Jaramillo véase en este volumen
pp. 213-227].
16
Véase López Martínez (1932: 185). El contrato fue firmado el 1 de julio de 1608. El documento
también fue citado en la obra póstuma de Chichizola (1983: 151), aunque el malogrado autor
no llegó a extraer las consecuencias previsibles.
Francisco stastny mosberg 180
cuadros por mes y se les abonarán 44 ducados por cada entrega. Todo deberá
quedar a satisfacción del racionero del convento sevillano. Vale decir que la serie
dominica de Lima fue encomendada en Sevilla, en 1608, al joven pintor Miguel
Güelles que empezaba a despuntar en el medio artístico local, y a un colega o
ayudante suyo llamado Domingo Carro.
No sería extraño que dada la complejidad de una serie tan extensa, se hubiese
recurrido a los conocimientos que sobre iconografía religiosa poseía Francisco Pa-
checo. La vida de santo Domingo se representaba habitualmente en ocho o doce
escenas tradicionales. Extenderla a cuarenta y uno requería el asesoramiento de
un especialista como el erudito pintor sevillano18. Así se explicaría la asociación
de su nombre con el conjunto y la mención que de él hiciera Vázquez de Espi-
nosa. En todo caso la información otorgada en el documento es confirmada con
toda exactitud con lo narrado por el cronista carmelita, por Bernabé Cobo y por
Juan Menéndez quienes se refieren, cada uno en su época, al avance de las obras
en el convento de Lima. En efecto, después de haberse construido el primer nivel
del claustro mayor decorado con los santos dominicos de Alesio, en época del
dinámico provincial Francisco de Vega, entre 1606 y 1609, se completó el adorno
del patio. En la parte baja de los muros se colocaron los zócalos de azulejos enco-
mendados a Hernando de Valladares, de Triana, y encima se dispuso la serie de
lienzos con la vida del santo fundador también encargados a Sevilla19.
17
Hasta 1925 existieron 41 lienzos en el convento dominico, aunque no todos de la misma
procedencia. Pero en la década de 1970, cuando nosotros los estudiamos y los fotografiamos
por primera vez, solo se conservaban 36. Los faltantes pudieron haberse perdido en el sismo
que azotó Lima en 1940. Véase más adelante el acápite “Las pinturas de santo Domingo”.
18
Sobre todo que cuando se inició en la ejecución del encargo aún no había sido publicada por
T. Galle la serie de La vida de santo Domingo en 32 escenas que apareció en Amberes tres años
más tarde, en 1611. Véase más adelante “Las fuentes grabadas”.
19
Véase Meléndez: “Y [en] el claustro principal del mismo convento, el adorno de los azulejos,
y vida de nuestro padre santo Domingo, en cuadros de pintura excelentísima”. El provincial
F. de Vega impulsó una época de esplendor artístico y cultural en el convento. Es así que
terminó el tercer claustro con la enfermería y agregó importantes “aumentos” a la sacristía con
valiosas piezas de plata, esculturas y ropaje eclesiástico (citado en Arévalo, 1970: 149).
Las pinturas de La vida de santo domingo 181
20
Fue el caso de Juan de Luzón y otros que conducían un comercio masivo de exportación de
pinturas al Nuevo Mundo. Véase Kinkead (1983: 73-101).
21
Véase Angulo Iñíguez (1952).
Francisco stastny mosberg 182
Como muchos de los artistas de sus días, Güelles fue pintor de imaginería
y pintor de caballete. El primer título es el que lo identifica más a menudo en
los documentos, aunque los contratos de obras que concertó fueron todos de
pintura en lienzo. Su vida profesional fue rica en intercambios con artistas sevilla-
nos y con los foráneos que pasaban por Andalucía. Debe recordarse que la ciu-
dad del Guadalquivir vivió en aquellos años una época de esplendor económico,
artístico y cultural gracias al atractivo que ejercían las riquezas importadas de las
Indias y al intenso movimiento comercial del puerto abierto al Nuevo Mundo y
al Mediterráneo. En esa encrucijada se podían encontrar las más valiosas tradi-
ciones culturales europeas y en ellas debió enriquecer su experiencia un pintor
curioso como Güelles que llegó a estar al centro de la actividad de su gremio en
la enseñanza, los exámenes de maestría y en los temas de la defensa del status
22
Son los únicos retratos, además del de Martínez Montañés (Ayuntamiento, Sevilla) realizado
en su juventud, que se conocen del pintor (Stastny y Lavalle, 1968; Stastny, 1985b; 1995: 52,
donde se repiten datos de las fichas de catalogación de 1985).
Las pinturas de La vida de santo domingo 183
profesional. Flandes e Italia, los dos focos activos del arte europeo renacentista y
barroco, tuvieron relaciones desde antiguo con España. La primera desde el siglo
XV y la segunda en gran escala desde los tiempos de la decoración del Escorial.
La época en que le tocó a Güelles ocuparse del gran encargo limeño fue un perío-
do de transición y de cambio en el lenguaje artístico. Formado alrededor de 1595-
1600 el pintor asimiló la tradición contramanierista representada por Pacheco y
antes de él por Pablo de Céspedes y Vasco de Pereira quienes evolucionaron del
miguelangelismo tardío a la modalidad clasicista y piadosa de fin del siglo. La
primera fue avivada durante la visita que a mediados de los años 80 del 1500
realizó Pérez de Alesio a la ciudad andaluza. Pero finalmente Pacheco, que se
enorgullecía de poseer un dibujo del italiano, impuso la modalidad contrarrefor-
mista opuesta, la de un arte piadoso, comprometido con el dogma y de absoluta
frialdad emocional e indiferencia técnica.
Güelles fue sin duda un eslabón en esa cadena y tuvo cierta afinidad formal
con el pintor Antonio Mohedano, bastante mayor que él y de quien se conserva
Las pinturas de La vida de santo domingo 185
En 1925, cuando fue restaurada por última vez, La vida de santo Domingo to-
davía sumaba cuarenta y uno escenas. Pero actualmente (al menos desde la
década de 1970) está compuesta por treinta y seis lienzos y no la cantidad
señalada en el contrato de 160824. Gracias al examen físico minucioso al que
se ha podido someter a las pinturas durante el delicado proceso de restaura-
ción, se ha podido diferenciar dos conjuntos claramente delimitados. Uno de
veintidós obras (Serie I) y otro de catorce (Serie II). El primero está pintado
23
Según un documento del Archivo de Indias, en 1606 D. Carro testificó a favor de un viajero
que deseaba emigrar a Lima. Véase Gestoso y Pérez (1899-1900, II: 24).
24
Véase la nota 17.
Francisco stastny mosberg 186
Del punto de vista formal esta serie puede ser desdoblada en dos unidades
de lenguajes homogéneos. La primera de quince lienzos, que a su vez se disocia
en dos fracciones. Una de doce pinturas que integran las obras de calidad más
definida (subgrupo 1-A); y otra que se le asocia estrechamente, de tres obras
(subgrupo 1-B). Y por otro lado, la segunda, compuesta por siete composiciones
que revelan la intervención de una mano menos segura en el manejo del espacio
y del dibujo (subgrupo 2).
25
Véanse Griswold (1993: 141) y Mantilla de los Ríos y de Rojas (1977: 93).
En 1613 Miguel Güelles firmó un contrato para pintar una Virgen de la Antigua en “lienzo de
26
El artista que las creó tuvo una preferencia por interiores arquitectónicos
renacentistas de espacio holgado y tratamiento simétrico con pisos cuadricula-
dos de mármol de colores bajo evidente influencia veneciana. Ocasionalmente
dramatiza la arquitectura con pasarelas abalaustradas elevadas sobre arquearías
o coloca personajes en el umbral de puertas pintadas al modo de Veronese.
Los mejores ejemplos son El santo en la cuna (fig. 47), El milagro del rosario
(fig. 48), La visión de fray Guala (fig. 46), Los modos de orar y La aparición de san
Pedro y san Pablo.
Fig. 47
Miguel Güelles (atribuido)
Aparición de una estrella en la frente de santo
Domingo niño mientras duerme en su cuna
1608
Óleo sobre tela, 218 x 357 cm
Convento de Santo Domingo, Lima
Fig. 48
Miguel Güelles (atribuido)
La Virgen entrega el rosario a santo Domingo
1608
Óleo sobre tela, 218 x 357 cm
Convento de Santo Domingo, Lima
Ahora que están limpios y recuperados los principales lienzos se puede apre-
ciar en su plena dimensión el amor de Güelles por el paisaje. Le fascinan los
cielos tempestuosos cruzados por nubes rasgadas con reflejos blancos; las ruinas
Las pinturas de La vida de santo domingo 189
Fig. 49
Miguel Güelles (atribuido)
La lluvia milagrosamente detenida
1608
Óleo sobre tela, 210 x 334 cm
Convento de Santo Domingo, Lima
Fig. 50
Domingo Carro (atribuido)
Santo Domingo dona sus libros en Palencia
1608
Óleo sobre tela, 209 x 345 cm
Convento de Santo Domingo, Lima
El subgrupo 2 está compuesto por siete lienzos que bien podrían pertenecer
a Domigo Carro. Reflejan un pincel menos experto que se manifiesta en el trazo
de espacios interiores carentes de la claridad de la serie anterior y que recurre
a soluciones de perspectiva algo forzada. Las figuras humanas también poseen
proporciones menos equilibradas y usan drapeados más sueltos; pero en cambio
se prioriza la representación de personajes populares y el estudio de rostros del
natural lo que otorga un interés particular a estas composiciones. En este último
rasgo destaca La donación de libros en Palencia (fig. 50), donde hay una galería varia-
da de tipos humanos. Al pie del santo, tres personajes, uno joven, otro maduro y
un anciano, anticipan el simbolismo de las edades del hombre del Aguador de Ve-
lázquez, pintado diez años más tarde. La semejanza formal y la similitud alegórica
son tan grandes que se puede sospechar que Velázquez conoció la obra de Carro.
En todas estas figuras el artista se ha esforzado por captar la calidad humana de-
trás del exterior rudo y, alejándose del idealismo de la maniera, ha procurado dar
una representación fiel de la sociedad de sus días: ropajes sencillos de telas bastas,
barbas hirsutas, los cortos cabellos descubiertos de los hombres de pueblo.
Domingo Carro se presenta así como un artista más joven que Güelles, in-
teresado en las novedades del naturalismo barroco, que se propone reflejar las
realidades crudas de la sociedad de sus días y busca cómo aplicar esos recur-
sos al mensaje retórico de la contrarreforma. Frente a él, Miguel Güelles sigue
apegado al mundo de la belleza equilibrada del renacimiento mientras procura
modernizar las tentadoras fórmulas venecianas con aportes bassanescos y con
ideas provenientes del dramatismo de Roelas.
27
Considerando el plazo de ejecución teórico de 13 meses y medio, que vencería en agosto de
1609, más el tiempo que demoraría el envío por barco y la colocación, apenas podría satisfacerse
el límite temporal que deseaba el provincial.
Francisco stastny mosberg 192
Ese mismo año (1661) se estableció un contrato con el pintor limeño Die-
go de Aguilera para la refacción y renovación de los lienzos sevillanos colgados
medio siglo antes en los muros del patio. El convenio fue suscrito por Aguilera
en forma de subcontrato con el dorador Juan de Arce, quien había asumido
anteriormente el compromiso con los frailes. En cuatro meses el pintor debía
“tirar, clavar, labrar, limpiar y darles lustre” a los lienzos y, por añadidura, se
comprometió a “hacer de nuevo” los celajes, ropas y todo lo que estuviese sal-
tado o maltratado.
28
La fecha exacta de estas esculturas no está establecida. Lo único seguro es que Meléndez las
cita como parte de la decoración del claustro para las celebraciones por la beatificación de
santa Rosa en abril de 1669 en su festiva pompa. En los Tesoros verdaderos (1681) sugiere que
ya están envejecidos: “algo deslucido el otro…”. Gómez Zavala (1938) basado en el manuscrito
(sin fecha) de fray Rosario Zavala Guía del convento de Santo Domingo (o en tradiciones orales
derivadas de aquel fraile), las atribuyó a la iniciativa del prior Salvador Ramírez, en 1615 (dicho
prior gobernó en realidad de 1625 a 1627). Este dato fue repetido por Vargas Ugarte. Véanse
Meléndez (1670, citado en Ramos Sosa, 1992: 229), Meléndez (1681-1682, I: 60), Gómez Zavala
(1938: 269) y Vargas Ugarte (1968: 130).
29
Véase San Cristóbal (1996: 149).
Las pinturas de La vida de santo domingo 193
30
Eso llevaría la cantidad de lienzos pintados por Aguilera a 19, dependiendo si efectivamente
fueron 22 los que enviaron Güelles y Carro. El terremoto de 1940 pudo causar la pérdida
anotada. Véase la nota 17.
31
Agradezco al señor Freddy Alponte por los datos que me proporcionó acerca de las
características físicas de la lencería franciscana.
Francisco stastny mosberg 194
El milagro del denario (fig. 51) o La mujer salvada del pozo y El rechazo de los obispados
contienen personajes de canon alargado, casi desgarbado, que concuerdan con
los que figuran en las escenas de la juventud de san Francisco. Aunque en Santo
Domingo todavía las formas son sintéticas, las manos más esquemáticas, la falta
de realidad anatómica casi gótica, existe un aire de familia que es innegable y
que podría explicarse por la diferencia de casi diez años entre una serie y otra. El
rostro demacrado y estilizado del santo titular, derivado de los grabados de 1611
(ver más adelante “Las fuentes grabadas”), es muy característico y reaparece una y
otra vez en cada uno de los lienzos de este conjunto. Se reitera en La resurrección
del arquitecto, en La creación del convento de Prulla, en El encuentro con los cistercienses
(fig. 52), en El intento de asesinato y en La oración ante el altar. En todos se mantiene
el mismo aire lírico de tono menor, de luz sutil y uniforme y de paisajes minimiza-
dos. Cabe, pues, concluir que terminado el encargo de la restauración, Aguilera y
algunos otros pintores fueron contratados para agregar nuevas escenas a la serie.
Otro pincel, de trazo más sólido y figuras menos esbeltas, intervino conjun-
tamente con Aguilera. Utilizó bases de preparación con sulfato y carbonato de
calcio a veces combinadas con tierras, y su sistema de iluminación es más dramá-
tico. Le corresponden los cuadros de San Francisco y santo Domingo protegiendo al
mundo de la ira divina y La resurrección de Napoleón Orsini.
32
El azul de Prusia (ferrocianido ferroso) es un pigmento artificial inventado en Alemania en
1704. Su uso se generalizó en torno a 1750 en la pintura europea. Véase Gettens y Stout (1966:
149 ss.).
Las pinturas de La vida de santo domingo 195
Fig. 51
Diego de Aguilera (atribuido)
El milagro del denario
ca. 1665
Óleo sobre tela, 207 x 304 cm
Convento de Santo Domingo, Lima
Fig. 52
Diego de Aguilera (atribuido)
El encuentro con los cistercienses
ca. 1665
Óleo sobre tela, 213 x 318 cm
Convento de Santo Domingo, Lima
Francisco stastny mosberg 196
Fig. 53
Anónimo limeño
Santo Domingo carga la cruz asediado por demonios
Siglo XVIII o inicios del XIX
Óleo sobre tela, 203 x 305 cm
Convento de Santo Domingo, Lima
33
Rafael Sadeler I, nació en Amberes en 1560 y murió en 1632 en Múnich. Fue un activo
grabador que figura en el gremio de San Lucas de Amberes en 1582. Posteriormente viajó por
Las pinturas de La vida de santo domingo 197
editó. Múnich”. Es una obra producida entre 1604 y 1607. Al compararse las es-
cenas del grabado con las pinturas de Miguel Güelles es evidente que éste conoció
el modelo y lo usó como punto de partida para sus composiciones. No se trata de
copias, sino del préstamo de ideas que fueron desarrolladas y transformadas por
el pintor sevillano. Era aquella una práctica universal de la época que no desdice
de la capacidad creativa del artista. Tres son las escenas que están como un ger-
men en el grabado: La visión de san Pedro y san Pablo, La muerte y La prueba del fuego.
De éstas, la composición de la primera es la más cercana al lienzo, aunque en la
estampa los apóstoles figuran de medio cuerpo suspendidos sobre una nube. Por
otro lado, en el pequeño recuadro que representa la Aprobación de la regla por el
papa, se reconoce al fondo al lansquenete tal como lo representó Güelles en la
Donación del rosario.
De una fuente diferente deriva El milagro de los panes con la mesa en forma de
“U” y dos ángeles en primer plano que está anticipado en el pequeño medallón
con el mismo tema en el margen de otro grabado, firmado: “Theodoor Galle
fec. et excud” (Theodoor Galle hizo y editó)34, que representa al centro a “santo
Domingo confesor” de cuerpo entero acompañado por el can con la antorcha
ardiente en la boca. La estampa está dedicada al provincial fray “Petro Vander
Woestyne” de Bélgica por Fr. Joan Nys, autor del programa desarrollado en el
grabado, que como el anterior tiene doce escenas pequeñas con la biografía del
santo circundando la imagen central. Por consiguiente también esta lámina es
anterior a 1608.
Italia y Alemania. En 1604 se instaló en Múnich donde ejerció el grabado pero fue también un
dinámico editor. Al inicio de su estadía en esa ciudad católica alemana produjo el grabado que
fue conocido en 1608 por M. Güelles.
34
Theodoor Galle también fue un grabador de la escuela de Amberes. Nació en la ciudad en
1571 y murió en 1633. Fue hijo del famoso Philippe Galle y miembro de la extensa familia
de grabadores y editores de estampas con ese apellido. Fue el editor de la única serie antigua
conocida de la vida de santo Domingo ideada por J. Nys y grabada por Pieter de Jode en 1611
que será mencionada a continuación.
Francisco stastny mosberg 198
Fig. 54
Theodoor Galle
Santo Domingo confesor
Antes de 1608
Estampa calcográfica
sobre papel, 8,9 x 15 cm
Fig. 55
Miguel Güelles (atribuido)
La Virgen de la Merced protege a la Orden de Predicadores
1608
Óleo sobre tela, 202 x 395 cm
Convento de Santo Domingo, Lima
Las pinturas de La vida de santo domingo 199
Fig. 56
Pieter de Jode (dibujante),
Theodor Galle (grabador)
La Virgen de la Merced protege
a la Orden de Predicadores
Publicada en Vita et Miracula
S. P. Dominici Ordinis
(Amberes: Theodor Galle, 1611)
Estampa calcográfica sobre papel,
9 x 15 cm
El mismo fraile Joan Nys mencionado antes trazó el ideario para una detallada se-
rie de 32 láminas dedicadas a la Vita et miracula S. P. Dominici Praedicatorii Ordinis…
Antverpiae Apud Theodorum Gallaerum. M.DC.XI que está firmada ilustrativa-
mente del siguiente modo: “F. Ioes Nys invenit. Pet. de Iode figuravit. Theodor.
Galle sculp. et excud.” Esto significa que Joan Nys ideó el conjunto, Pieter de Jode
lo dibujó y Theodoor Galle lo grabó y editó35. La inscripción de la portada otorga
la fecha: “Amberes, donde Theodoor Galle, 1611”. Con excepción del caso citado,
ninguna de las composiciones de Güelles y Carro tienen relación con esta serie
que fue publicada después de haberse terminado el contrato para Lima.
35
Desde el siglo XVI, se establecieron ciertos adjetivos latinos que identifican a los artífices
que intervienen en la creación de una estampa. Los términos más comunes son: invenit, el
creador de la composición; sculpsit: el grabador; y excudit: el editor. Es conveniente difundir
estos conocimientos elementales para evitar que se caiga en errores lamentables como sucedió
con un artículo sobre grabados en el Perú donde se afirma que los editores no solían firmar.
Para la terminología se puede consultar cualquier manual como el de Laran (1948); y para
los errores por desconocimiento de ese glosario (Estabridis, 1982-1983: n.° 11). El tema de
Bejarano grabador ya había sido resuelto anteriormente en una nota al pie de página de Stastny
(1969a: 18, n.° 45).
Francisco stastny mosberg 200
36
Agradezco sinceramente al padre Armando Nieto S. J. por su amabilidad en traducir algunos
de los textos latinos de las estampas.
Las pinturas de La vida de santo domingo 201
Fig. 57
Pieter de Jode (dibujante),
Theodoor Galle (grabador)
El encuentro con los cistercienses
Publicada en Vita et Miracula
S. P. Dominici Ordinis
(Amberes: Theodoor Galle, 1611)
Estampa calcográfica sobre papel,
9 x 15 cm
Fig. 58
Pieter de Jode (dibujante),
Theodoor Galle (grabador)
El milagro del denario
Publicada en Vita et Miracula
S. P. Dominici Ordinis
(Amberes: Theodoor Galle, 1611)
Estampa calcográfica sobre papel,
9 x 15 cm
Francisco stastny mosberg 202
Las inscripciones
Es una buena regla de los historiadores del arte experimentados no examinar los
textos inscritos en las obras en estudio sino al final, cuando se ha agotado todos
los demás métodos de análisis. Firmas veraces o falsas, inscripciones accidentales
o maliciosas, fechas o guarismos de diverso origen y significado solo pueden con-
fundir el mensaje genuino que transmite la obra por las características de sus ras-
gos formales y físicos o por su asociación con documentos históricos de archivo.
Es la práctica prudente que también hemos seguido en este trabajo.
37
La inscripción sobre la tela de del cuadro n.° 5 dice: “Todos estos lienzos fueron reparados
por el maestro Pedro Berrio en 1925. Los marcos nuevos trabajados por el ebanista Manuel S.
Rivas. / Doy fe / Padre Alonso Pantigozo / Lima, setiembre de 1925”. En el reverso del n° 34
figura: “Estos lienzos fueron refaccionados por Pedro Berrio en 1925, siendo prior P. Tomás
Machego”. Y la que corresponde a la pintura n° 20, inscrita en el mismo lugar, se lee: “Los
marcos de este 1er claustro fueron puestos en agosto de 1925, siendo prior el R. P. Tomás
Machego, testigo P. A. Pantigozo”.
38
En efecto, obsérvese que la inscripción está fechada en setiembre de 1925. Mientras que los
pagos al ebanista M. Grau empiezan en octubre del mismo año. Por algún motivo el maestro
Rivas nunca llegó a participar en el trabajo.
Las pinturas de La vida de santo domingo 203
Las otras cuatro aparecen en el reverso del lino labrado de la serie sevillana.
Lamentablemente ninguna de ellas otorga algún indicio de utilidad. En el lienzo
de La prueba del fuego se encontraron unos guarismos de trazo ornamental que,
con alguna licencia, pueden leerse como “J 1608” (el año de la ejecución) o más
correctamente: “1768”, que podría referirse a una restauración de aquel siglo,
y otras letras de difícil lectura: “/ Jxaym” (¿Jaime?). En La oración ante la piedad
figuran los signos: “I…es°a]” igualmente de dudosa interpretación y que no se
pueden asociar al nombre de Pérez de Alesio por las razones ya explicadas. Los
monogramas “COP” y “ap” (o “apc”) que están ligados entre sí en el reverso de El
abrazo de santo Domingo y san Francisco, no se relacionan a ninguno de los nombres
conocidos documentalmente, y bien podrían corresponder a los asistentes del
taller de Miguel Güelles. La última inscripción críptica es la de La visión de fray
Guala, donde se lee: “ygaorra”.
nota iconográFica
Para desdicha de los estudiosos del arte colonial, las “memorias” que describen
los programas iconográficos a que se hace referencia tan frecuente en los contra-
tos de la época, fueron invariablemente consumidas en el uso que se les dio en
el proceso de creación. A menudo contenían dibujos o modelos de las obras a
ejecutarse y explicaban su contenido. El contrato con Güelles y Carro no es la ex-
cepción. Nada sabemos de cuáles fueron las 41 escenas solicitadas originalmente,
ni qué plan lógico subyacía su organización visual. Tan solo podemos juzgar por
lo que en la actualidad se conserva en Lima. De nada serviría especular acerca de
las cinco escenas perdidas en este siglo y que tal vez se incorporaran a colecciones
privadas hoy también desaparecidas39.
A grandes rasgos, la serie limeña llama la atención más por lo omitido que
por lo incluido. El hecho de que se hubiese confeccionado en dos etapas a lo
largo de medio siglo agrega significación a estas lagunas. Ya que lo que faltó en el
primer grupo por premura en la ejecución, o por malentendidos que se pudieron
dar al concluirse el contrato bruscamente, pudo perfectamente ser resarcido en la
segunda época. Al no hacerse así se entiende que la configuración adoptada no
fue producto del azar.
39
En la conocida colección Ortiz de Zevallos, por ejemplo, existió un lienzo de grandes
dimensiones proveniente del convento de Nuestra Señora del Rosario atribuido a Zurbarán y
que representaba a los dominicos con la Virgen y el niño, fechado en 1622. Véase Gran Galería
(1899: 63, n.° 113).
Francisco stastny mosberg 204
Ni una sola vez se encuentra en la serie el célebre perro de dos colores con
la antorcha en la boca, de la visión de la madre del santo. ¿Abjuraron los predica-
dores limeños del viejo símbolo del “domine cane” y de la prédica ardiente por
considerarlo indigno?
recapituLación y concLusiones40
La condición actual del convento del Santísimo Rosario, gravemente dañado por
sucesivos sismos y por la acción corrosiva del tiempo y del olvido, no permite
apreciar en toda su dimensión el esplendor artístico que esta casa ostentó en el
siglo inicial del virreinato. Debe recordarse que la orden de predicadores fue la
primera en ingresar a tierras peruanas al lado de Francisco Pizarro en Cajamarca,
con los fundadores españoles del Cuzco en 1534 y a la ciudad de Los Reyes, al año
siguiente. Fue en consecuencia también la primera en establecerse en la capital,
en obtener valiosos privilegios económicos y una inmejorable ubicación urbana.
Pudo, así, comenzar la construcción de su iglesia antes que ninguna otra religión.
La tradición intelectual de los dominicos derivada de la personalidad de su fun-
dador, se refleja en el Nuevo Mundo en una ardua actividad dirigida a la evan-
gelización y prioritariamente a la vida académica, que culminó con la creación
de la Pontificia Universidad Mayor de San Marcos de Lima. En el siglo XVI, la
orden también estuvo impregnada por la cultura humanista del renacimiento y
por el amor a las artes. Esa última inclinación, facilitada por el poder económico
obtenido en el Nuevo Mundo y por la opción de crear desde los cimientos y sin
ataduras una obra inédita en un continente en transformación cultural, fue lo
que dio el esplendor a la edificación limeña, sede central de la vasta provincia
dominica de San Juan Bautista.
40
Se ha suprimido la sección que precedía a ésta: “El proceso de conservación, tarea
interdisciplinaria” (pp. 50-54).
Francisco stastny mosberg 206
41
Es ilustrativo lo que sucedió en 1568 y 1587 cuando los conventos franciscanos de Arequipa
y Huánuco contrataron equipos de orfebres nativos de tradición inca para labrar las custodias
de sus iglesias. En cambio poco antes los dominicos importaron una custodia desde España
para su casa en Lima. Véase Stastny (1997).
Las pinturas de La vida de santo domingo 207
dentes en Lima. Las tallas las encomendó a Juan Martínez de Arrona42 y las pin-
turas, tan elogiadas por Meléndez, a Mateo Pérez de Alesio. Las unas y las otras
se convirtieron en cabezas de series, que fueron imitadas en la catedral y en las
principales casas conventuales de la ciudad. El acertado criterio de las autoridades
dominicas responsables de estas obras sirvió así de orientación para el devenir del
arte limeño posterior.
Los datos que se han examinado a lo largo de este trabajo permiten entender
el orden de los acontecimientos ocurridos en el claustro y la significación que
tuvieron los objetos artísticos allí colocados, muy en especial los lienzos. Entre
1590 y 1594, recién concluido el primer piso, fue adornado con una serie, hoy
perdida, de santos dominicos de mano de Mateo Pérez de Alesio, como lo confir-
maron R. de Lizárraga y A. Vázquez de Espinosa. Cuando en 1608, ya construido
el segundo nivel del gran patio, el provincial Vega decidió adornarlo con una
vida ejemplar del titular de la orden, consideró que no había entre los pintores
locales quien pudiera hacerse cargo del proyecto. En efecto, Pérez de Alesio, el
decorador de la nave de la iglesia y autor de los santos del exterior, había fallecido
poco antes43. Quien lo sucedió en el taller, su ayudante P. P. Morón, no estuvo a
la altura del encargo; y tampoco debía estarlo Angelino Medoro, el otro pintor
italiano residente en Lima, quien por lo demás trabajaba preferentemente para
los franciscanos.
A partir de 1609 arribó al convento la primera parte de la Vida del santo fun-
dador pintada por Güelles y Carro. Pero como no llegaron sino 22 (ó 27) de los
41 lienzos programados, se dispusieron intercalados con los santos de la orden ya
existentes. Más adelante el conjunto de los santos de Alesio fue retirado del patio,
en alguna fecha entre 1628 y 1665-1669, ya que ni B. Cobo ni Juan Meléndez lo
mencionan.
42
Véase Ramos Sosa (1995: 311).
43
La fecha de fallecimiento de Pérez de Alesio no está esclarecida por documentos. Pero se
puede deducir que ocurrió a inicios de 1607 por dos razones: a) no existen referencias de
archivo posteriores a esa fecha; y b) ese mismo año se unieron en sociedad y establecieron
taller aparte los dos fieles colaboradores del italiano: P. P. Morón y Domingo Gil. Este gesto
no se entiende como una traición contra el maestro, sino como decisión tomada a raíz de su
desaparición.
Francisco stastny mosberg 208
ÚLtimos avatares
44
El retablo mayor “perfeccionado” es el mismo que en 1630 fue encarnado, dorado y pintado
por Agustín Sojo, el citado discípulo de Francisco Pacheco, en colaboración con Antonio Dovela
y Juan de Cáceres. Las esculturas fueron de Pedro de Noguera. Véase Vargas Ugarte (1968: 292).
45
Véase Jordán Rodríguez (1930: 23-24).
Las pinturas de La vida de santo domingo 209
46
Un recuento progresivo de los preparativos previos, la restauración de las pinturas de los
festejos de la coronación, se encuentra en Rosa del Perú XXVII/2: 8, 10 (Lima, 1927).
47
El traslado de los libros recién se realizó en 1935, según testimonio personal que me
proporcionó gentilmente el padre prior Jorge Cuadros. Sobre los azulejos Véase Harth-Terré
(1958: 24).
48
La carta circular del Vaticano es del 1 de setiembre de 1924. En ella se anuncia la formación
de una Pontificia comisión central para el arte sacra y se recomienda cuidar de las obras con la
“necesaria vigilancia en la restauración del arte sacra antigua”. El presupuesto de Berríos para
la restauración de los lienzos fue presentado el 11 de noviembre de 1924. El texto de la circular
figura en la revista El amigo del clero III/89, 2ª época, 26 de mayo de 1929, pp. 1206 ss.
49
Véase la inscripción dejada por los restauradores en la nota 44. Y también Rosa del Perú
XXVII/2 (Lima, 1927), p. 52, donde se indica que la refacción fue completada en 1926.
50
El mismo ebanista rehízo lamentablemente los retablos de las esquinas del patio. En efecto se
observa que los pórticos que encuadran los cuatro relieves son nuevos y en todo similares a la
factura de los marcos de la lencería. Esta observación la he podido discutir con el señor Jaime
Rosán, cuyos largos meses de trabajo en el patio conventual le permitieron observar esos cambios.
51
Cuatro muestran indicios de haber sido recortados, tres fueron doblados para acomodarlos
al lugar sin mutilarlos, y dos indican haber sido hechos a la medida. Los números de catálogo
de los lienzos son: hechos ex profeso: 29, 32; mutilados: 3, 19, 33, 35; y doblados: 27, 28, 36.
Francisco stastny mosberg 210
concLusiones
52
Sobre la repercusión del manierismo tardío, véase Stastny 1981.
Las pinturas de La vida de santo domingo 211
Tenerlos uno al lado del otro es una excelente lección de historia del arte,
que permite oponer con meridiana claridad el temprano naturalismo hispano y
su secuela en el naciente idioma americano. Las pinturas producidas localmente
acometen el reto con entusiasmo. Y aunque aún manifiestan cierta timidez por su
deseo de no desentonar con la serie original, ya se perciben los rasgos que carac-
terizaron su futuro idioma. Combinan su afición por el tardomanierismo expresa-
53
Nos referimos a las pinturas murales descubiertas debajo de los lienzos que decoran el paño
oeste del claustro franciscano y que nosotros atribuimos a Leonardo de Jaramillo. Los otros
dos lados que miran al este y al norte, en cambio, son de uno de los seguidores más limitados
de Pérez de Alesio quien copió ingenuamente algunas figuras de la serie de Güelles, como el
lansquenete de la escena de la revelación del Rosario. Véase también la nota siguiente.
54
Acerca del breve movimiento naturalista limeño, sobre el cual llamamos la atención en
1984, véase Stastny (1984a; 1991). En este último trabajo adelantamos la hipótesis de que
la formación sevillana de Jaramillo, renovada por las exigencias teóricas de los franciscanos
de acercarse a la gente humilde y a la realidad cotidiana, fueron los orígenes del naturalismo
limeño. Ahora está claro que el impulso principal vino de la serie de Güelles y Carro.
Francisco stastny mosberg 212
Presentación
Me ha parecido útil, por eso, traer a esta reunión el caso de un artista sevilla-
no quien emprendió un importante ciclo mural en Lima, aún cuando yo escribí
acerca de él en una oportunidad anterior. Varias razones me han impulsado a
esta repetición. Hay aportes de datos nuevos y obras inéditas que hoy se pueden
agregar al catálogo del pintor. Y aún lo que pueda considerarse como reiterado,
tengo la esperanza de que una benevolencia del lector ilustrado sabrá justificarlo
por haber aparecido la primera publicación en una revista efímera y de limitada
difusión que pocos colegas fuera del Perú habrán tenido ocasión de leer. En fin,
qué podía ser más oportuno que presentar en esta bella ciudad a un artista que
pasó de las riberas del Guadalquivir a las del Rímac llevando consigo un mensaje
que tuvo dificultad en ser aceptado en el Nuevo Mundo, pero que contenía lo
mejor del esfuerzo creativo del arte andaluz del seiscientos.
* “Un muralista sevillano en Lima”. En: Gutiérrrez, Ramón et al. Formación profesional y artes
decorativas en Andalucía y América. Actas del IV Seminario de Arquitectura Andalucía/América
(1990). Sevilla: Junta de Andalucía, Consejería de Cultura y Medio Ambiente, 1991, pp. 75-85.
La versión previa a la que hace referencia el autor data de 1984 (véase Stastny, 1984a).
Francisco stastny mosberg 214
leonardo Jaramillo
biograFía
Por motivos que explicaremos más adelante, puede asumirse que nuestro artista
nació en Sevilla alrededor de 1585-1590, y que llegó a América a la edad de 25-30
años, alrededor de 1615-1618. En 1619 estuvo avecindado en Trujillo, en la costa
norte del Perú, donde sobrevivió a un violento terremoto que sacudió aquella
ciudad. El pintor fue enterrado en vida bajo los escombros de su casa, según
lo relata Calancha, y al ser rescatado hizo votos de permanecer en el convento
de San Agustín hasta haber restaurado la imagen milagrosa de la Virgen de los
ángeles y todas las demás tallas que fueron dañadas por el sismo. Sin duda aquella
experiencia dramática lo acercó a la religión y lo condujo a asumir las órdenes
menores que ostenta en documentos posteriores.
El primero por antigüedad, el San Ildefonso (1636) (fig. 59) del convento
de los Descalzos de Lima, es un verdadero catálogo de las claves estilísticas
utilizadas por Leonardo Jaramillo. El artista ingresa en la capital del virreinato
desde la provincia norteña con un prestigio reconocido, pero con la necesidad
de dejar establecido su dominio del idioma contramanierista que aún predomi-
naba en Lima. En esa época solo quedaban en la ciudad los herederos de los
precursores italianos, ninguno muy destacado por sus propios méritos. Pintores
como Francisco Bejarano, Domingo y Clemente Gil, Antonio Dovela, Francis-
co García, Juan Bautista Planeta, algunos de los cuales iniciaron la decoración
del gran claustro de San Francisco y demostraron allí su arcaísmo. Jaramillo, en
cambio, traerá una renovación del lenguaje que no es del todo perceptible aun
en el San Ildefonso.
Fig. 59
Leonardo Jaramillo
Imposición de la casulla a
san Ildefonso
1636
Óleo sobre tela, 300 x 217 cm
Convento de los Descalzos, Lima
Fig. 60
Mateo Pérez de Alesio
Verdadero retrato de la guerra y del
asalto a la isla de Malta
Detalle del frontispicio
1582
Estampa calcográfica sobre papel
Al ser retirados para su restauración los lienzos que decoraban el claustro princi-
pal del convento de San Francisco, se descubrió los restos de un importante con-
junto mural ejecutado en la primera mitad del siglo XVII. Los lados que miran al
norte y al este revelan la mano de un seguidor arcaico de Mateo Pérez de Alesio,
probablemente Domingo Gil, quien pudo ejecutar esa decoración alrededor de
1625-1630. El muro del lado oeste lamentablemente es el que está más dañado,
sin embargo, presenta un estilo muy diferente a los otros dos paños. Se conserva
una sola escena completa y varios fragmentos. La composición entera representa
el milagro de la Porciúncula (fig. 61) y ofrece similitudes tan evidentes con el lienzo
de San Ildefonso que su atribución a Leonardo Jaramillo es incuestionable. Ante
las dificultades y postergaciones que sufrieron los frailes franciscanos para comple-
tar la decoración del claustro debieron haber llamado en 1635 al pintor sevillano,
quien gozaba de fama en el norte del país, para que se encargara de la obra. Se
Un mUralista sevillano en lima 219
Fig. 61
Leonardo Jaramillo (atribuido)
Visión de la Porciúncula
ca. 1636
Temple sobre muro
Convento de San Francisco, Lima
Todo esto anticipa lo que se verá en los otros fragmentos, donde el idioma
de Jaramillo ha sufrido una transformación radical en relación con las pinturas
sobre lienzo examinadas anteriormente. En los murales aparecen estudios del
natural, figuras de campesinos y hombres del pueblo, énfasis en el volumen y en
contrastes de luz totalmente alejados del idealismo aristocrático de sus obras de
Francisco stastny mosberg 220
Fig. 62
Detalle de la pintura anterior
Entre los fragmentos desprendidos del muro que se han salvado merecen
destacarse dos escenas. Una es el Milagro del agua (fig. 63) y la otra San Francisco
recibiendo los estigmas. La más completa es la primera. Narra la aparición sobre-
natural de un chorro de agua destinada a un campesino que moría de sed (fig. 64)
y muestra a san Francisco en el momento de producir el milagro. El santo y su
acompañante son figuras notables. Las cabezas de perfil recortado son estudios
del natural emprendidos con la intención expresa de mostrar al santo en su lado
más humano, sencillo e imperfecto. Son figuras frágiles envueltas en la tela basta
y pesada del hábito que observan con atención y serena compasión el milagro.
Fig. 63
Leonardo Jaramillo
(atribuido)
Milagro del agua
(fragmento)
ca. 1636
Temple sobre muro
Convento de San
Francisco, Lima
Fig. 64
Leonardo Jaramillo
(atribuido)
Milagro del agua
(fragmento)
ca. 1636
Temple sobre muro
Convento de San
Francisco, Lima
Fig. 65
Leonardo Jaramillo
(atribuido)
Milagro del agua
(fragmento)
ca. 1636
Temple sobre muro
Convento de San
Francisco, Lima
Los ingredientes están señalados pero la fecha es tardía para que Leonardo
Jaramillo haya podido aprovechar esas experiencias. Y lo mismo cabe decir del
otro gran pintor del momento en Sevilla: Francisco de Herrera, el viejo (ca. 1576-
1656). Su llegada al estilo barroco monumental con especial énfasis en el estudio
naturalista de los personajes místicos, como en el San Hermenegildo (Museo de
Bellas Artes, Sevilla) o la Vida de san Buenaventura, es una conquista que llega
tarde en su obra, posterior a 1626. Y surgida tal vez, como se ha señalado, bajo
influencia de los experimentos de su antiguo alumno Diego Velázquez. De modo
que, más bien, se podría señalar (conservando todas las distancias que se mere-
cen) un paralelismo en la evolución de Herrera con la del pintor de Lima, ambos
ocupados en la madurez de sus vidas en conjuntos franciscanos y llamados por
la misma naturaleza del encargo a la práctica de un realismo pictórico, pleno de
vigor y austeridad en el maestro sevillano, sutil y lírico en Jaramillo.
Fig. 66
Leonardo Jaramillo (atribuido)
Estigmatización de San Francisco
(fragmento)
ca. 1636
Temple sobre muro
Convento de San Francisco, Lima
Fig. 67
Leonardo Jaramillo (atribuido)
Cabeza de caballero (fragmento)
ca. 1636
Temple sobre muro
Convento de San Francisco, Lima
antecedentes
rUiz de sarabia
pocos elementos de juicio tal vez sea osado proponer nuevas atribuciones a ese
pintor. No obstante desearía a modo experimental sugerir una hipótesis, que
puede servir de orientación en el contexto de la historia del arte americano. Existen
dos lienzos en la iglesia de Pueblo Libre, en Lima, que narran la Bendición y el
Sueño de Jacob. Provienen claramente del ámbito aquí estudiado. Las huellas
bassanescas por conducto español, derivadas de Nardi, están muy manifiestas,
así como cierta sequedad y rigidez en el trazo que recuerdan a la Adoración de
Córdoba. Muchas de las figuras poseen una monumentalidad vinculada a Roelas,
aunque no son suyos los tipos físicos o el tratamiento de los paños hipertrofia-
dos que también recuerdan a Nardi. El expediente de la ventana, cuadro dentro
del cuadro, derivado de Pacheco también está presente. Y, en el Sueño, la cons-
trucción vertical, con Jacob cruzado horizontalmente, sugiere de algún modo la
extravagancia compositiva de la Adoración de los pastores (Barcelona) de Maino.
Sean de Sarabia o no, sin duda, estamos frente a dos interesantes lienzos sevillanos
naturalistas de transición al barroco que son un importante antecedente de la
experiencia de Jaramillo en San Francisco y que agregan una dimensión adi-
cional a esta etapa del arte limeño.
Fig. 68
Anónimo limeño
Diego de Vergara
ca. 1650
Óleo sobre tela, 166 x 123 cm
Museo de Arte e Historia de
la UNMSM, Lima
Francisco stastny mosberg 226
conclUsiones
vacías repetidas como meras curiosidades y construidas con figuras irreales que
parecen muñecos de biscuit. Son la negación del ejercicio ocular que remedan. No
comprometen la convicción del pintor ni la de los espectadores en la posibilidad
de una exploración visual genuina del entorno real. Desde entonces el camino
de la pintura cuzqueña está abierto para el éxito de sus imágenes de piedad y de
sus paisajes de cuentos de hadas que parecen surgidos del gótico internacional.
Una CrUCifixión de ZUrbarán en Lima 229
Del conjunto numeroso de obras que Francisco Zurbarán envió en sus días a Amé-
rica, se conserva un núcleo de pinturas que en su gran mayoría fueron ejecutadas
en forma de series con amplia participación del taller. Es el caso del apostolado
de Guatemala, la colección de igual tema del convento de San Francisco de Lima,
los fundadores de órdenes del convento de la Buena Muerte en Lima y los fun-
dadores de México. Todos ellos denotan un aspecto general que concuerda con
el estilo de Zurbarán en la peculiar riqueza expresiva de los drapeados, en la
serenidad de sus personajes religiosos y en el claroscuro de su modelado. Pero
ante un análisis más detenido, muchas de estas obras también dejan entrever
debilidades en el diseño anatómico, un trazo mecánico y frío en los fondos y
en los mantos, que indican claramente la amplia participación de los asistentes
y colaboradores del maestro extremeño. Algunos especialistas han esforzado la
agudeza de sus análisis para precisar con exactitud, en un mismo lienzo, las partes
que corresponden al pincel de Zurbarán y las que se deben a sus ayudantes. Otros,
como la distinguida investigadora María Luisa Caturla, enamorados de las sutiles
cualidades del pintor y más exigentes por eso mismo en su apreciación, llegan a
afirmar que “el maestro no ponía en ellos apenas su pincel”.
*
“Una Crucifixión de Zurbarán en Lima”. Homenaje a D. Manuel Gómez Moreno. Número
monográfico de Archivo Español de Arte XLIII/169, Madrid, enero-marzo de 1970, pp. 83-86. Se
ha agregado además la nota “Acerca del Zurbarán de Lima” publicada dos años después en la
misma revista. Véase nota 1.
franCisCo stastny mosberg 230
A las obras ya mencionadas hay que agregar dos pinturas, ambas fechadas
y firmadas, pero por desgracia en lamentable estado de conservación. Nos
referimos al Cristo de Meaux (1639) de la Escuela de artes plásticas de México
y al San Pedro arrepentido de la colección J. L. Bello y Zetina, de Puebla, México,
que probablemente pertenecen al conjunto de lienzos que se encuentran desde
el siglo XVII en el continente americano, pero cuya condición física tampoco
contribuye a elevar mayormente el criterio formado acerca de las pinturas que
Zurbarán mandó a las Indias.
Fig. 69
Francisco de Zurbarán
Crucifixión
ca. 1635/1640
Óleo sobre tela, 267 x 214 cm
Ex colección Lavalle, Lima
Las líneas que siguen son complemento del trabajo de varia que publiqué en el
Archivo de 1970, y cuyas notas no pudieron llegar a su debido tiempo por razones
ajenas a mi voluntad.
1
La presente nota fue publicada como: “Acerca del Zurbarán de Lima”. Archivo Español de Arte
XLV/177, Madrid, enero-marzo de 1972, p. 57.
Zurbarán en américa Latina 235
Entre las consecuencias más determinantes para la evolución histórica futura que
tuvo el viaje emprendido por Colón en 1492 se cuenta, sin duda, la paulatina
transferencia hacia el Atlántico del poder económico que durante milenios es-
tuvo centrado en el Mediterráneo. Las minas de América sustituyeron las riquezas
del Oriente. Y Venecia, la puerta abierta sobre el este, cedió en el siglo XVI pro-
gresivamente su lugar a Sevilla, al convertirse esta en el centro de recepción del
oro y la plata americanos. La pequeña ciudad andaluza dejó de ser un poblado de
significación peninsular para asumir su nuevo papel de centro de comunicación
desde el cual enrumbaban las flotas hispanas hacia el Nuevo Mundo y hacia las
rutas oceánicas. De este modo se transformó en uno de los puertos europeos de
proyección mundial junto con Lisboa, Amberes y Génova.
Junto con el oro de los galeones llegó a sus orillas una humanidad polifacé-
tica en búsqueda de nuevas oportunidades. Al lado de la nobleza, de la admi-
nistración real, de los banqueros y comerciantes, se instala el mundo de los bajos
fondos compuestos por pícaros, mendigos, estudiantes, aventureros y mujeres de
vida fácil descritos con tanto brillo por Cervantes, Quevedo y el anónimo autor
*
“Zurbarán en América Latina”. En: Presencia de Zurbarán. Catálogo. Bogotá: Biblioteca Luis
Ángel Arango, 1988, pp. 21-43. También en: Zurbarán en los conventos de América. Caracas:
Museo de Bellas Artes, 1988, pp. 16-37. Publicado además íntegramente en la biblioteca
virtual Luis Ángel Arango del Banco de la República, Bogotá [http://www.banrepcultural.org/
blaavirtual/todaslasartes/przu/przu05a.htm].
Francisco stastny mosberg 236
No debe perderse de vista, no obstante, en este torbellino que el siglo XVII fue
también, y sobre todo, el de la España mística, cuya percepción de lo trascendental
se convirtió en el factor que aunó y otorgó un sentido a la aventura histórica de
su pueblo. Entre 1618 y 1622 fueron canonizados los principales santos ibéricos:
santa Teresa de Jesús, san Ignacio de Loyola, santo Tomás de Villanueva, san
Francisco Javier y san Isidro Labrador, el santo protector de Madrid. Es la época
de los desbordes de fervor popular desatados por las celebraciones organizadas
para exaltar el misterio de la Inmaculada Concepción, dispuestas por el piadoso
rey Felipe III. Tiempo de renovación de la vida monástica, de nuevas corrientes
místicas y del pensamiento religioso. Surgen entonces movimientos como el de
los quietistas del padre Miguel de Molinos, quienes tuvieron su principal centro
precisamente en Llerena, la ciudad donde Zurbarán empezó su carrera artística, y
que influenció sin duda la modalidad concentrada y serena de su estilo1.
1
Véase un resumen en Soria (1955) y Brown (1974).
2
Véase Leonard (1979).
Zurbarán en américa Latina 237
el arte de ese pintor “primitivo” o “sencillo”, como ha sido calificado alguna vez,
pero cuya grandeza ya fue percibida en sus días por Lope de Vega, quien lo calificó
con frase exacta “gran poeta de los ojos”.
A pesar de que los historiadores del arte, entre los cuales se cuentan mentes
particularmente perspicaces3, hayan revelado en sus análisis los componentes he-
terogéneos en los que se inspiraron las composiciones del maestro de Fuentes de
Cantos (naturalismo caravaggista, grabados flamencos, sistema de construcción es-
pacial de la maniera, clasicismo boloñés), lo cierto es que el resultado final sobrepasa
infinitamente la suma de las partes y una pintura de Zurbarán no deja de ser, como
toda creación auténtica, un misterio que en último término es irreductible. Su po-
sición en la constelación artística sevillana es, aunque explicable por sus fuentes,
única y original por la expresión individualizada y el estilo personal alcanzados. Lo
es inclusive en aquello que nos llama la atención a quienes lo contemplamos desde
la vertiente latinoamericana: su relación con el Nuevo Mundo y los largos años de-
dicados al envío de pinturas y a transacciones comerciales con esta parte del globo.
Nada tiene de extraño que un artista sevillano haya hecho remesas de lien-
zos religiosos a América. Todo lo contrario, investigaciones recientes (Kinkead,
1983: 73) han demostrado que la exportación a las Indias se había convertido en
una especialidad lucrativa de algunos pintores quienes ejercían con exclusividad
ese comercio y quienes no intervenían prácticamente en el mundo artístico pro-
pio de la ciudad ni participaban en las actividades de la academia sevillana.
En parte su interés se explica por los vínculos establecidos con los territorios
americanos por intermedio de parientes que se habían asentado en Lima, Carta-
gena, Puebla (México) y otros lugares. Entre ellos figuran su yerno José Gasso y
miembros de la familia de Beatriz Morales, su segunda esposa4.
3
Se han ocupado sistemáticamente del tema Paul Guinard, María Luisa Caturla, Martín
Sebastián Soria y Jonathan Brown.
4
Su yerno estuvo en un lugar indeterminado de las Indias, los Morales en Lima y Cartagena y en
Puebla, México, el marido fallecido de su tercera esposa, Leonor Tordera. Véase Castón (1947).
Francisco stastny mosberg 238
Hasta aquí lo que dicen los documentos. Confrontados estos con las pie-
zas conservadas en Lima, que fue el principal centro receptor, hay pocas coin-
cidencias. Sin embargo, como tres de los envíos registrados son indefinidos,
es posible establecer algunas relaciones conjeturales. La excelente crucifixión
(Stastny, 1970: 83)7 de ex colección limeña y el apostolado del convento de
San Francisco corresponden por el estilo a la segunda mitad de la década de
1630 y pertenecen probablemente a las pinturas cobradas entre 1638 y 1640.
Los arcángeles luminosos del monasterio de la Concepción, de los cuales nos
ocuparemos más adelante, concuerdan tal vez con la cobranza de mayo de
1647. Y los fundadores de órdenes del convento de la Buena Muerte podrían
vincularse al documento de 1639. Las demás obras reseñadas en los archivos,
lamentablemente, deben darse por perdidas por el momento, inclusive los
5
La mayoría de los contratos están reseñados en López Martínez (1932: 224).
6
Véase Kinkead (1983: 80).
7
El texto es reproducido en el presente volumen (pp. 229-233).
Zurbarán en américa Latina 239
grandes césares romanos, tan llamativos por su tema ecuestre y de los cuales
existen réplicas en Madrid y Lisboa8.
Los arcángeLes
Los siete arcángeles del monasterio de la Concepción de Lima son sin duda
después del Apostolado, la serie más atractiva por su colorido vivo, su hermoso
tratamiento de brocados y sedas barrocas y sus figuras femeninas destacadas con-
tra el cielo claro de los serenos paisajes zurbaranescos. La mayor luminosidad y
dinamismo en la disposición de las figuras remiten a una fecha en torno a 1645-
1650 relacionada a obras como el San Miguel (1643-1644) de Zafra, a la Anuncia-
ción (1650) de Filadelfia y a las Santas Catalina, Lucía e Inés del altar recientemente
redescubierto de Bollullos de la Mitación y dado a conocer por el profesor Al-
fonso Pérez Sánchez (1976b)11. Las coincidencias en el tipo físico de las figuras, la
gama cromática y la composición con este último grupo son tan grandes que no
cabe duda que ambas series pertenecen a la misma época y que en ellas partici-
paron los mismos asistentes que ayudaban al maestro de Fuentes de Cantos en
8
Véase Caturla (1965: 197).
9
Por el tema y la fecha esta obra coincide con la que se cita en el documento de garantía de
1659. Véase nota 6.
10
La ejecución de esas pinturas es de una pincelada más nerviosa y cromática, lo que indica la
mano de una generación más joven, además de considerablemente menos experta en resolver
cuestiones de anatomía. Debe pensarse, por eso, en algunos de los talleres comerciales que
remitían lienzos zurbaranescos desde Sevilla a Indias y descartar la participación del obrador
del maestro en obras tan débiles. Véanse Kinkead (1983) y Gento Sanz (1945).
11
La serie fue mencionada primero por Vargas Ugarte (1960).
Francisco stastny mosberg 240
aquellos años. El propio jefe del obrador intervino sin duda en ellas. Las cabezas
y manos de Gabriel y Rafael, y los rostros de Uriel y Zadkiel denotan esos toques.
eL apostoLado
El apostolado del convento franciscano de Lima es, de todos los conjuntos con-
servados en el continente, el de mayor calidad. Sigue en importancia tan solo
a la Crucifixión (ex colección Lavalle) mencionada antes. El destino original de
esta serie es desconocido. La primera noticia documental de su existencia es un
inventario del convento de San Francisco mandado hacer por el padre Juan de
Marimón, en 1785, donde entre los “Aumentos de la Sacristía” figura “Un Apos-
tolado, un lienzo del Señor y otro de la Virgen”, que son las obras aquí reseñadas
y halladas por el marqués de Lozoya en 1941 en el mismo lugar14.
12
Véase el catálogo de Hollstein (1949).
13
Dos de los emperadores se conservan en Madrid y dos en Lisboa. Los segundos se apoyan en
estampas de A. Tempesta. Véase Caturla (1965).
14
Véase Gento Sanz (1945) y Marqués de Lozoya (1942).
Zurbarán en américa Latina 241
Fig. 70
Crispijn van de Passe
Arcángel Gabriel
Publicada en Heroologiaangelica
(Arnhem, 1620)
Estampa calcográfica sobre
papel, 26 x 18,5 cm
Fig. 71
Obrador de Francisco de
Zurbarán (atribuido)
Arcángel Gabriel
ca. 1645
Óleo sobre tela, 190 x 117 cm
Monasterio de la Concepción,
Lima
Francisco stastny mosberg 242
Es bien sabido que los pintores de épocas pasadas se hacían ayudar por
asistentes y aprendices cuando debían ejecutar conjuntos de muchos lienzos
como el que aquí reseñamos. Con mayor razón cuando se trataba de encargos a
la distancia dirigidos a las tierras americanas en las cuales los patrocinadores no
tenían la opción de establecer mayores exigencias. A pesar del alto nivel general
del apostolado no caben dudas de la participación de ayudantes en su ejecución.
Algunos lienzos revelan la pincelada personal de Zurbarán en toda su extensión.
Son los casos de San Bartolomé y de Santiago el mayor. En otros se percibe mayor
o menor intervención de asistentes, aunque el maestro se reserva casi siempre
los rostros, manos y algunos drapeados, como sucede con San Andrés, San Mateo,
Santo Tomás, San Pablo, San Matías, San Felipe y Cristo bendiciendo. Finalmente la
acción del taller es más extendida en la Virgen, San Judas Tadeo, Santiago el menor,
San Pedro y San Juan Evangelista15.
La irradiación
15
Véase Soria (1955) y Stastny (1985c).
Zurbarán en américa Latina 243
das desde Sevilla en el lapso de dieciocho años que corrió de 1647 a 1665 alcanzó
la cifra impresionante de 1309 obras documentadas (Kinkead, 1983: 80), y se
estima que muchas de estas estuvieron directamente relacionadas al estilo popu-
larizado por Zurbarán entre los círculos conventuales hispánicos. No es de ex-
trañar entonces que la presencia de las obras del pintor extremeño se haga sentir
extensamente en el continente durante más de un siglo.
Desde el siglo XVII hay constancia de artistas americanos que hacían copias
de obras del maestro de Fuentes de Cantos. Juana de Valera, una de las raras
pintoras femeninas radicada en Lima, produjo antes de 1667 tres series de pin-
turas cuyos temas no dejan duda acerca del origen de sus modelos. Pintó doce
arcángeles, doce tribus de Israel y doce infantes de Lara, todos motivos tratados
por Zurbarán en sus envíos al Nuevo Mundo17.
16
Un San Francisco con la calavera es la otra obra de la colección Ortiz de Zevallos, Lima. En
Sucre, Bolivia, se le ha atribuido un San Pedro Nolasco (iglesia de La Merced). La Crucifixión de
La Merced del Cuzco es una obra de taller débil en el tratamiento del volumen. Se asocia, en
sentido inverso, al lienzo del museo de Sevilla. La réplica en la iglesia de San Pedro, Cuzco,
atribuida a Marcos Rivera, acentúa aún más esos rasgos. Véase Gran Galería (1899), Stastny
(1970) y Mesa y Gisbert (1982, I: 116).
Véase exposición Zurbarán en II Centenario de su muerte (Madrid, 1964: n.° 68-70) (Infantes de
17
18
Estuvieron en el Instituto Nacional de Antropología e Historia de México para restauración.
19
Dos arcángeles Rafael con el pez en la diestra, uno en la ex colección Prado y otro en
colección privada de Lima; y un Miguel con mucho encaje y bastón de mando corto de la
colección C. Larco (Trujillo, Perú).
20
En 1659 Zurbarán tenía preparados veinte lienzos para enviar a las Indias. Entre ellos
dos huidas a Egipto (Kinkead, 1983: 80).
Zurbarán en américa Latina 245
Hasta a las más lejanas iglesias del mundo andino han llegado las figuras
religiosas, concentradas y dignas de Francisco de Zurbarán para decorar los rústi-
cos muros de piedra. Lugares retraídos como Pomata (Puno) e Italaque (Bolivia)
cuentan con apostolados completos que repiten los modelos del convento de San
Francisco limeño. En buena cuenta, diseminados por todo el continente hay ré-
plicas y versiones de la visión zurbaranesca de los grandes personajes del cosmos
cristiano. Quienes los pintaron y rezaron ante ellos no compartieron el ideal aus-
tero del gran maestro de Fuentes de Cantos, pero la fuerza de su lenguaje plástico
se adaptó por cuenta propia y contribuyó, entre muchos otros componentes, a
formar el mundo original y genuino del arte americano.
Fig. 72
Obrador de Francisco de
Zurbarán (atribuido)
Arcángel Hadriel
ca. 1645
Óleo sobre tela,
190 x 117 cm
Monasterio de la Concepción,
Lima
Francisco stastny mosberg 246
Fig. 73
Anónimo cuzqueño
Arcángel Hadriel
ca. 1680
Óleo sobre tela
Colección Bertha Pareja
Fig. 74
Obrador de Francisco de
Zurbarán (atribuido)
Arcángel Miguel
ca. 1645
Óleo sobre tela, 190 x 117 cm
Monasterio de la Concepción,
Lima
Zurbarán en américa Latina 247
Fig. 76
Anónimo cuzqueño
Arcángel Miguel
Siglo XVII
Óleo sobre tela
Museo Pedro de Osma,
Lima
Fig. 75
Anónimo cuzqueño
Arcángel Miguel
ca. 1700
Óleo sobre tela
Colección privada, Lima
Fig. 77
Joaquín Urrueta
Huida a Egipto
1767
Óleo sobre tela, 194 x 147 cm
Convento de los Descalzos,
Lima
Temas clásicos en el arTe colonial hispanoamericano 249
1. inTroducción
*
“temas clásicos en el arte colonial hispanoamericano”. en: Hampe martínez, teodoro ed. La
tradición clásica en el Perú virreinal. lima: sociedad peruana de estudios clásicos, Universidad
nacional mayor de san marcos, 1999, pp. 223-254.
1
Véase argan (1970: 157-165).
2
Véase un tratamiento general del tema en Beigbeder (1970).
Francisco sTasTny mosberg 252
nología, según el título del célebre libro de cesare ripa3. era este un sistema de
lectura alegórico y en parte intuitivo de las imágenes, que permitía extraer de ellas
significados no siempre aparentes para el espectador ingenuo o para aquél que no
hubiese recibido la instrucción necesaria para entender la herencia simbólica de
los “jeroglíficos”4 expuestos, algunos de los cuales derivaban de la tradición esoté-
rica. los ingenios de las personas cultivadas no solo se complacían en esas asocia-
ciones eruditas, sino que se deleitaban en los libros de emblemática, que fueron
una de las fuentes de donde se extraían los argumentos figurados utilizados en
las decoraciones a que hemos hecho referencia. entre las célebres recopilaciones
de emblemas del mundo hispánico del siglo XVii se cuenta la del jurista Juan de
solórzano y pereira, quien residió diecisiete años en el virreinato del perú5.
3
el manual más recurrido durante el período barroco en europa, que proveyó las equivalencias
gráficas del acervo alegórico, fue el de ripa (1593, y muchas otras ediciones. la primera
ilustrada fue impresa en roma en 1603).
4
el término fue difundido durante el renacimiento gracias a la obra fantasiosa de un autor
alejandrino legendario llamado Horapollo. Véase Horapollo (1950).
5
la larga experiencia legal y de gobierno que obtuvo solórzano y pereira como oidor de la
audiencia de lima debió ser un elemento decisivo en su concepción de los emblemas político-
morales, que publicó después de haber concluido su conocida recopilación de la legislación
americana. sus Emblemas regio-políticos se publicaron en madrid en 1653. Véase solórzano y
pereira (1987 [1648]).
6
Buen ejemplo es la alegoría de la divina sabiduría mandada representar en el cuzco por el
obispo J. pérez armendáriz, la cual sigue estrechamente la descripción de ripa. Véase stastny
(1984c: acápite 2.3); la primera versión de este estudio apareció en inglés (stastny, 1983).
7
Una mención directa se encuentra en la descripción de las fiestas marianas de 1617, donde se
lee que la alegoría de la Victoria se ceñía a la forma “como la pinta césar ripa en su Iconología”.
Véase antonio rodríguez de león, Relación de las fiestas que a la Inmaculada Concepción de la
Virgen N. Señora se hicieron en la Real Ciudad de Lima en el Perú, y principalmente de las que hizo la
Congregación de la Expectación del Parto en la Compañía de Jesús, año 1617 (lima: francisco del
canto, 1618), y citado en ramos sosa (1992: 252).
Temas clásicos en el arTe colonial hispanoamericano 253
la tradición clásica ha sido siempre para occidente algo más que la sombra de un
pasado glorioso. ella posee una energía revitalizadora cuya influencia se percibe
permanentemente en las artes y en el pensamiento, y que se manifiesta como una
fuente de inspiración que renueva periódicamente con su espíritu el quehacer
cultural. el retorno cíclico a los orígenes grecoromanos es una constante que se
reitera en el devenir histórico europeo, aún en circunstancias aparentemente ad-
versas a los ideales antiguos. lo fue igualmente en ciertas ocasiones, aunque con
variantes propias y amoldándose a nuevas circunstancias culturales, en américa.
Una ojeada rápida a la historia del arte revelará claramente la presencia perenne
del mundo clásico en el transcurrir del arte occidental.
El retorno cíclico: Edad media. los mil años, mal calificados como “oscu-
ros”, entre la caída del imperio romano y el inicio del renacimiento, a menudo se
consideraron como antagonistas netos del mundo clásico. nada más alejado de la
realidad. en los albores del período, el arte paleocristiano tomó prestadas formas de
la iconografía clásica para dar vida a su nuevo mensaje. orfeo y apolo fueron trans-
formados en imágenes de cristo; polifimia o fedra, en la Virgen maría; los poetas
clásicos, en evangelistas; la Victoria alada, en ángeles; y muchos otros temas fueron
incorporados regularmente a las representaciones de la nueva religión8.
8
para el tema de la supervivencia del arte antiguo en la edad media y el renacimiento, seguimos
la obra clásica de panofsky (1969).
Francisco sTasTny mosberg 254
9
el Helicón es el monte donde moran las musas.
Temas clásicos en el arTe colonial hispanoamericano 255
se solía dar por sentado que el arte y la literatura de la américa virreinal estu-
vieron constreñidos a la religión y a la imaginería piadosa. la verdad es que la
gama temática fue mucho más amplia y que asuntos extraídos del repertorio
clásico y de la mitología tuvieron amplia cabida en el mundo colonial. la litera-
tura ofrece gran número de ejemplos del uso de tales temas. desde finales del
siglo XVi brilló en lima la academia antártica, cuyos ideales clásicos salieron
a la luz en el anónimo Discurso en loor de la poesía12. poetas como Juan de espi-
nosa medrano (autor de un Rapto de Proserpina), eruditos como diego de león
pinelo en su tratado sobre la universidad de san marcos (león pinelo, 1648),
o como pedro de peralta Barnuevo en sus muchos escritos13, y los estudiosos
10
Véase mâle (1951).
11
Véase cowling y mundy (1990).
12
el poema está cuajado de alusiones mitológicas entretejidas con ideales cristianos. fue
comentado con erudición en tauro (1948: cap. 3).
13
peralta Barnuevo fue miembro de una academia palaciega durante el virreinato de castell dos
rius (1707-1710), en la cual el tema clásico fue incorporado con espíritu lúdico en diversiones
cortesanas. fue estudiada por palma en rodríguez de guzmán (1899).
Francisco sTasTny mosberg 256
fue la serie más importante de tema mitológico conservada en el palacio madrileño. Véase
Brown y elliott (1981: 161-170) y angulo iñíguez (1952: 65-134).
Temas clásicos en el arTe colonial hispanoamericano 257
19
Véase lohmann Villena (1994: 27). para las festividades en honor a carlos iii, véase lima
gozosa (1760: 124v, 164v).
20
estudiado por palm (1978: 35-46). para otros ejemplos véase sebastián, mesa y gisbert (1985-
1986: 177, 178, 183, 493, 497).
Francisco sTasTny mosberg 258
Buen ejemplo, entre muchos, fueron las festividades por el nacimiento del
príncipe Baltasar carlos (1629), que duraron varios meses entre 1630 y 1631,
y donde se dio rienda suelta a la fantasía con una vasta gama de asuntos
mitológicos. merece destacarse la guerra de troya representada en varios
capítulos por mulatos. figuraron no solo Helena y paris, Ulises, los célebres
guerreros Héctor y aquiles, y los reyes agamenón y menelao; si no que entre los
carros de los griegos figuraba, extrañamente, el cerro de potosí, tirado por dos
grifos, que portaba en la cúspide las cuatro partes del mundo rematadas por el
ave fénix y una imagen del propio príncipe. los mercaderes limeños sacaron
varias estructuras alegóricas, una de ellas con la figura de prometeo perseguido
por el águila de Júpiter en castigo por haber sustraído el fuego divino, tema
que revela la permanencia de los ideales humanistas en fecha relativamente
tardía. la universidad de san marcos patrocinó una gran mascarada con
carros festivos y estudiantes disfrazados de figuras mitológicas o históricas y de
algunos personajes limeños risibles. se abrió con mercurio, mensajero de la
buena nueva, seguido por minerva y palas; proseguían saturno, plutón sobre el
cerro de potosí, el dios eolo, neptuno, marte, diana, apolo acompañado por
famosos poetas; y como culminación, Júpiter entronado entre las columnas
del plus Ultra21.
21
Véase ramos sosa (1992: 89-98).
22
dos años antes fue pintado el Sileno (1626) de Jusepe de ribera (museo di capadimonte,
nápoles).
Temas clásicos en el arTe colonial hispanoamericano 259
Un caso notable que dice mucho del ambiente literario limeño del siguiente siglo,
fue el obsequio remitido por el virrey manso de Velasco a carlos iii con motivo
de su coronación en 175923. el presente fue una muestra de la cultura artística
de la lejana corte virreinal a la vez que revelaba la prudencia política del conde
de superunda24. en efecto, el envío fue una versión de La calumnia, obra perdida
atribuida a apeles, el célebre pintor griego, que fue interpretada por cristóbal
lozano, el artista limeño más cotizado del momento.
desde que fue citada por león B. alberti en De pictura (1435) como modelo a
ser imitado por los pintores de sus días, La calumnia se convirtió en uno de los temas
más mentados en los círculos artísticos del renacimiento florentino. la descripción
detallada de la escena provino de luciano, escritor latino del siglo ii d. c., quien ex-
plicó en detalle cuáles eran las figuras representadas en la alegoría. Un rey ignorante
(con orejas de asno), aconsejado por la ignorancia, escucha las palabras inflamadas
de la hermosa calumnia quien, asesorada por la envidia, arrastra por los cabellos
a la inocencia. a un lado, el arrepentimiento, drapeado de negro, y la Verdad,
perfectamente desnuda, esperan majestuosas el momento para intervenir en el de-
senlace25. muchos pintores renacentistas intentaron reconstruir la composición. la
versión más célebre fue la que pintó sandro Botticelli hacia 1495 (Uffizzi)26.
ignoramos hoy cuál fue el camino seguido por lozano, si usó un grabado
de la obra de Botticelli o de otro pintor, o si intentó una reconstrucción propia.
pero, en todo caso, el acontecimiento indica el nuevo espíritu de la ilustración en
el virreinato peruano. el hallazgo de las ruinas de Herculanum (1738) y pompeya
(1748) y el renovado interés por el mundo antiguo, que anticipó el advenimiento
del neoclasicismo, tuvieron sin duda alguna repercusión en el ámbito america-
no27 en esa fecha temprana.
23
Véase mendiburu (1931-1935, Vii: 113).
el virrey escogió un tema apropiado, por el cual procuró ponerse a resguardo diplomáticamente
24
de posibles difamaciones llevadas a oídos del joven monarca. en efecto, el año anterior el conde
de superunda obtuvo una victoria sobre su oponente de larga data, el arzobispo de lima pedro
antonio de Barroeta, y este fue trasladado a la diócesis de granada (1758), en españa, de
donde tendría acceso más fácil al rey. Véase Vargas Ugarte (1966, iV: 274-282).
25
el primer y más completo estudio sobre La calumnia y sobre el uso de la ekphrasis (o descrip-
ción retórica latina) por los artistas del renacimiento para crear pinturas con temas clásicos es
foerster (1887: 29-56, 89-113).
26
Véanse gombrich (1972: 52 ss., fig. 35) y Wind (1980: 132).
27
Una referencia detallada a los hallazgos arqueológicos de Herculanum (con cita bibliográfica)
fue incluida, por ejemplo, en las festividades en honor de carlos iii, donde figuraron Hércules,
pomona, el centauro chirón, teseo y el minotauro. Véase lima gozosa (1760: 165).
Francisco sTasTny mosberg 260
28
el contrato fue firmado por parte de la catedral por el dr. Vasco de contreras Valverde,
maestrescuela, y el lic. alonso rico, sacristán mayor y mayordomo de la cofradía. Véase san
cristóbal (1982: 103).
29
en 1639 está documentado en lima un “pintor de azulejos” español llamado diego Vásquez
de lugo y que pudo haber participado en la obra de la catedral. Véase Harth-terré y márquez
abanto (1944).
30
Véase la nota 32.
31
el fervor fue tan grande, que por añadidura se designó a la Virgen maría como patrona de la
ciudad de lima, desplazando a santa isabel, que lo fue anteriormente. Véase la descripción de
los festejos y juramentos marianos en mugaburu y mugaburu (1935: 20, 23 y 26).
32
en españa, el rey llegó a nombrar una real junta en 1616 con el propósito de solicitar al papa
que apoyara la definición de la doctrina acerca de la inmaculada. en 1621, las cortes de castilla
juraron defender la doctrina. nuevas juntas fueron creadas en tiempo de felipe iV, quien
fue celebrado como defensor del principio inmaculista. desde entonces, la junta recomendó
impulsar el culto popular en los dominios hispanos para así presionar indirectamente al
Vaticano. el resultado parcialmente exitoso fue que el 28 de julio de 1656 el papa alejandro
Vii decretó la fiesta del patronazgo de nuestra señora en toda españa. Véase stratton (1994:
caps. 3 y 4).
33
en echave y assu (1668: 91).
Temas clásicos en el arTe colonial hispanoamericano 261
fig. 78
Juan del corral
Baco
1656
panel de azulejos
catedral de lima
fig. 79
Juan del corral
Ceres
1656
panel de azulejos
catedral de lima
34
ambas escenas derivan de grabados dedicados a las estaciones del año o a los trabajos
agrícolas, probablemente flamencos de finales del siglo XVi, aunque reinterpretados con un
desinterés por el detalle realista que es tan característico del arte nórdico.
Francisco sTasTny mosberg 262
fig. 80
Juan del corral
Cacería del jabalí
1656
panel de azulejos
catedral de lima
fig. 81
Juan del corral
Cacería del venado
1656
panel de azulejos
catedral de lima
fig. 82
Juan del corral
La luna
1656
panel de azulejos
catedral de lima
cabe agregar, sin embargo, que la posición de los zócalos es tal que estos no
son visibles para quien ingresa a la capilla para orar o para aquellos que asisten
desde afuera a una misa, por encontrarse los azulejos al dorso del muro de en-
trada (fig. 79). en ese sentido, no fueron concebidos como parte del programa
principal del retablo, sino como un fondo complementario, a la vez decorativo y
35
el lirio en forma de espada o iris se asocia a la Virgen dolorosa, quien como ceres sufre por
su hijo. la única agrupación de símbolos que no es clara es la de la escalera del cielo con la
cacería del jabalí.
36
Vasco de contreras ascendió rápidamente en su cuzco natal después de haber estudiado
en el seminario de san antonio abad. llegó a maestrescuela y luego a vicario general del
obispado en 1649-50. enseguida pasó a lima y terminó su carrera como obispo de popayán
y de Huamanga. dejó una Relación de la ciudad del Cuzco, de su fundación… Año de 1650. su
destacada actuación intelectual le mereció ser retratado en el famoso lienzo alegórico acerca
de la universidad de san antonio abad, titulado el Huerto de san Antonio, que se conserva en
el museo del palacio arzobispal del cuzco. Véase stastny (1984c: 125, n.° 61). la relación fue
publicada por Jiménez de la espada, Relaciones geográficas de Indias ii (madrid, 1881-1897).
Francisco sTasTny mosberg 264
de apoyo argumental. esa circunstancia alentó sin duda una cierta libertad en el
uso de la simbología aplicada.
37
ambas interpretaciones fueron igualmente polémicas y ocasionaron muchas dificultades a
la iglesia. el sacramento eucarístico la opuso a los reformados; la doctrina de la inmaculada
concepción creó divisiones en su interior. Véase Hirn (1958: 128). Y el exhaustivo estudio de
stratton (1994: 1, n.° 1 y 2).
38
la comparación del éxtasis dionisiaco con el divino la desarrolló marsilio ficino en el
prefacio a la Teología mística de dionisio el aeropagita. el sincretismo clásico-cristiano llegó a
extremos en el neoplatonismo renacentista con temas como el de “porus consilii filius”, en que
porus, el dios siempre ebrio de la afluencia, es presentado como hijo del consejo. pero tales
relaciones extrañas eran asumidas al convertir la ebriedad de porus en la afluencia de ideas y
ser éstas provistas por dios (pico). Véase Wind (1980: 62, 276 ss.).
39
la importancia de la bebida en los ritos religiosos quechuas ha sido destacada en los estudios
antropológicos. aparte del efecto embriagante que contribuye a una vivencia comunitaria del
mundo mágico, la circulación de la chicha por el organismo de los oficiantes es un modo de
participar en la circulación cósmica de las aguas del universo. Véase también notas 41 y 52.
Temas clásicos en el arTe colonial hispanoamericano 265
40
Véase solórzano y pereira (1987 [1648]: 146).
41
la madre tierra (pachamama), protagonista del ciclo de la vida y de la muerte, es también una
noción cara al mundo quechua, cuya representación simbólica en el lenguaje culto derivado
de la antigüedad pudo haber interesado a un intelectual cuzqueño. la armonía sincrética con
la población nativa, por intermedio del arte religioso, fue una permanente preocupación de
las autoridades eclesiásticas. Véase gow y condori (1976); y para el sincretismo marzal et al.
(1991 ss.).
42
así se describe en un anónimo Ovide moralisé francés del siglo XiV; véase seznec (1972: 92 ss.).
43
dionisio y ceres ofrendan sus bienes a Venus para inflamar el amor (“sine Baccho et cerere
friget Venus”, según terencio). Véase Wind (1980: cap. iX).
44
la interpretación es plausible ante la sorpresa causada por la presencia de figuras masculinas
y femeninas desnudas en un interior eclesiástico, tanto más cuando el fondo paisajístico se
presta a ser confundido con el edén. Véase san cristóbal (1982: 102-104).
Francisco sTasTny mosberg 266
pero el concilio de trento revirtió los términos y desde finales del siglo XVi
se volvió, si no a una prohibición total, al menos a una drástica división entre arte
religioso y arte profano. el primero debía evitar a toda costa la anatomía descubierta
y la alusión a la antigüedad; el segundo quedaba en libertad de retornar a los ideales
del renacimiento siempre y cuando les otorgara una interpretación ética. de ese
modo, la desnudez de Baco fue utilizada en la literatura emblemática de corte moral
como símbolo del poder del vino del que debía cuidarse el hombre virtuoso, ya que
45
cobo y Vázquez de espinosa escribieron antes de la colocación de los azulejos; echave y
assu, aunque minucioso, no los citó, probablemente porque no servían a sus fines retóricos. Y
el texto del contrato pasó por alto la descripción porque los diseños fueron ejecutados después
de firmarse el documento. Véase cobo (1935, i), Vázquez de espinosa (1942-1948) y echave y
assu (1688).
46
el concepto de decorum se refiere a dos nociones centrales: la armonía entre un personaje (o
una situación) y el modo de representarlo; y la propiedad del tema seleccionado para el lugar
donde va a estar ubicado. estas fueron ideas desarrolladas originalmente en el contexto de la
teoría literaria griega (platón, aristóteles) y en la poética romana (Horacio, cicerón). en el
renacimiento se extendieron a las artes plásticas, según el dicho de Horacio: Ut pictura poesis.
Véase lee (1967).
47
la fe en la perfección ética y estética del cuerpo humano profesada por el renacimiento
encontró su más extremada y última aplicación al arte religioso en el Juicio final (1536-1541)
de miguel angel en la capilla sixtina, donde todos los personajes sin excepción estuvieron
representados desnudos. el mural fue correctamente interpretado en sus días, inclusive por
el gran inquisidor de Venecia, quien replicó a un crítico: “non vi cosa se non di spirito”.
sin embargo, esta obra tan censurada por personas como el aretino fue uno de los factores
que motivaron finalmente la reacción de la contrarreforma. Véase clark (1960: 23, 204,
caps. 1 y 2).
Temas clásicos en el arTe colonial hispanoamericano 267
48
Véase alciati (1870 [1531]: emblema XXV) y solórzano pereira (1987 [1648]: 146-147).
49
Véase schlosser (1976, Vi: 365 ss.).
50
Véase stastny (1984a) y “Un muralista sevillano en lima” [reproducido en este volumen
(pp. 213-227)].
Francisco sTasTny mosberg 268
51
Véase duviols (1971: 164 ss.).
52
el apoyo al sincretismo se basaba, en último término, en las recomendaciones de san agustín
y san gregorio, en el combate inicial de la iglesia por la evangelización de herejes y pueblos
bárbaros. en el arte colonial peruano un grupo de iconografías originales como los arcángeles
arcabuceros, revelan que hubo una seria preocupación por experimentar con esas posibilidades.
Véase stastny (1981c, reproducido en este volumen, pp. 331-343; 1982a) y mujica (1992). Véase
también notas 39 y 41.
Temas clásicos en el arTe colonial hispanoamericano 269
como las que se atreven a ensayar las periferies creativas, tan bien definidas por
Jan Bialostocki53.
53
la diferencia cualitativa entre las nociones de provincia y periferia fue tratada por Bialostocki
(1989, i: 49-54).
54
el tema viene de fuentes remotas de la antigüedad oriental referidas a una diosa madre
virgen. fue retomado en el Fisiólogo griego del siglo V y repetido en los bestiarios medievales,
antes de ser incorporado por Honorious de autun en su tratado, que fue usado como modelo
por los artistas de los siglos Xii y Xiii. Véase mâle (1958: 39-40, 147-148).
55
Véase la edición de sebastián (1986): El Fisiólogo, atribuido a san epifanio, seguido de El
bestiario toscano.
56
Honorius de autun citado en mâle (1958: 40).
57
el venado es modelo de castidad. el jabalí, simboliza habitualmente a la lujuria y se le
representa pisoteado a los pies de la castidad. diana, sin embargo, utilizó alguna vez al jabalí
como su emisario para vengarse del rey de caledonia. no es infrecuente el uso de la oposición
Francisco sTasTny mosberg 270
el cazador a caballo está acompañado por los cuatro perros simbólicos de las
virtudes, cuya presencia confirma la intención alegórica de las composiciones.
de ese modo, colocadas entre los dioses antiguos y el altar, las cacerías trazan
un lindero entre aquéllos y la zona central de la capilla mariana. al aludir
casi secretamente al sacrificio de la pasión, tejen una sutil transición entre el
tema inmaculista referido a la encarnación divina por intermedio de maría y el
dogma de la transubstanciación sacramental de cristo, este último figurado tan
desusadamente —y en lugar semioculto— por los dioses paganos.
las fuentes que, según el contrato de 1656, estuvieron representadas en las jambas
a cada lado de la puerta de la capilla, ya no se conservan. a diferencia de los demás
azulejos, fueron las imágenes visibles con las cuales se encontraba el visitante cuan-
do este deseaba acercarse al retablo de la inmaculada. la fuente, símbolo del agua
viva, pertenece al lenguaje alegórico de la vida espiritual. pero en la iconografía
religiosa del siglo XVii estuvo asociada específicamente a dos significados: la fons
hortorum del jardín de salomón, cantada en las letanías de la Virgen y uno de los
símbolos más usuales para referirse a la inmaculada, y la fuente eucarística, por
cuyas tazas discurre simbólicamente la sangre redentora del mesías.
del ciervo con animales que representan la lascivia. ambas escenas provienen de la tradición
de los grabados de las Venationes ferarum… de J. van der straet o stradano. Véase soria (1956:
24-25). para la oposición simbólica con el venado, véase cuadriello (1996: n.° 68, pp. 26 ss.).
58
el contrato da a entender que las fuentes fueron diferentes entre sí y que repetían otras
dos que corral hizo para el palacio virreinal. Una estuvo colocada a la derecha del retablo de
palacio y la otra a la izquierda. eso puede entenderse si se considera que la de la derecha en
palacio debió ser, por razón de jerarquía, la de cristo cruficificado. Y la de la izquierda, en
segundo lugar, la dedicada a la Virgen. en la capilla de la catedral estuvieron dispuestas en
sentido inverso, ya que la capilla, por su dedicación a la inmaculada, debió colocar en el lugar
preferencial (derecha) a la fuente dedicada a maría.
Temas clásicos en el arTe colonial hispanoamericano 271
10. conclusiones
el interés por los temas clásicos empezó en el nuevo mundo desde los tiem-
pos iniciales, cuando el espíritu humanista aun reinaba entre misioneros y con-
quistadores cultivados. Un conocimiento genuino de la herencia grecorromana
animaba a esos pioneros. los ejemplos conservados se encuentran sobre todo
en méxico, cuya conquista empezó antes y no tuvo el freno de las guerras intes-
tinas que sufrió el perú. es fascinante comprobar que desde esa fecha temprana
aparecen algunos intentos de fusión sincrética de motivos del arte clásico con
tradiciones precolombinas, como sucedió en los murales de la casa del deán en
puebla, inspirados en los Triunfos de petrarca59.
59
los triunfos, según el modelo petrarquiano y dedicados al amor, castidad, tiempo y muerte,
se combinan sincréticamente en esos murales con una emblemática animal proveniente de la
mitología azteca y en algunos casos de europa. Véase palm (1992: 91-100).
Francisco sTasTny mosberg 272
60
las posibilidades de construcción de un nuevo modelo inspirado en los ideales antiguos a
partir del proyecto republicano serían tema de otro estudio.
Una estatUa ecUestre temprana y el hispanismo limeño 273
presentación
No obstante la obra gozó de considerable fama en sus días. Medio siglo más
tarde todavía mereció ser recordada en el Mercurio peruano, y hasta nuestros días
los historiadores del arte se refieren a ella, con alguna exageración, como un
ejemplo americano temprano de fundición en bronce de un tema del arte clásico.
La única escultura ecuestre que se conserva en el Nuevo Mundo es mucho más
tardía: nos referimos al Carlos IV del artista español Manuel Tolsá, que fue fun-
dida en México en 1796, en las postrimerías del régimen virreinal.
Fig. 83
Anónimo
Arco del Puente con la estatua de Felipe V
1739
Cobre grabado al buril, 36,2 x 26 cm c/u
Colección Thoma, EE.UU
Una estatUa ecUestre temprana y el hispanismo limeño 275
el monUmento ecUestre
neral del caballo y el uso de una abundante cola como soporte adicional, es la
misma y así lo es la posición extendida del brazo derecho del rey en cuya mano
sujeta el bastón de mando.
El lugar era demasiado estrecho para transformarlo en una plaza digna. Se pensó
entonces en la solución desusada de colocar la escultura encima del arco del
1
Se ha suprimido la sección anterior, “El mensaje de la fuente de los dragones”. Dicha sección
es desarrollada en el artículo “Naturaleza, arte y poder en una fuente barroca” (2000-2001),
publicado en el presente volumen (pp. 281-295).
Una estatUa ecUestre temprana y el hispanismo limeño 277
puente que servía de entrada a la capital del lado del río. Para entenderlo es
necesario recordar que la entrada original de los virreyes del Perú se hacía an-
tiguamente por ese camino, por la ruta de la costa norte que venía de Trujillo.
Anteriormente hubo en aquel sitio un arco de adobe que fue pintado de blanco
y decorado para el recibimiento solemne del conde de Nieva (1561) y que se usó
en sucesivas recepciones oficiales. Aunque posteriormente fue empleada con más
frecuencia la ruta marina por el puerto del Callao y el ingreso a la ciudad por la
calle del Arco, la vía del norte y del puente quedó siempre como una alternativa
disponible. Al haber sido destruido el antiguo puente por la fuerza del agua, en
1607-1610 se construyó el definitivo a cargo de Juan del Corral, que dura hasta
nuestros días. La importancia asumida por esa vía fue reforzada entonces al colo-
carse arcos en ambos extremos. Como lo describió con admiración y agregó que
“se entra por un muy suntuoso arco y puerta como de ciudad, de piedra labrada
que se descubre por la plaza.”
El arco de Juan del Corral sufrió algún desmedro en 1612, pero no fue reno-
vado hasta que en 1738 el marqués de Villagarcía decidió establecer la estatua
ecuestre.
Por otro lado, Lima había creado durante la centuria anterior diversas alame-
das. Lugares de recreo y de interrelación con la naturaleza que satisfacían el afán
barroco de englobar en un sistema de perspectivas rectas el espacio circundante.
El puente era el conducto directo hacia las alamedas del otro lado del río y con-
formaba con ellas en verano el lugar de paseo preferido por la sociedad limeña
donde se cumplían los ritos de socialización. La alameda de los Descalzos, dise-
Francisco stastny mosberg 278
conclUsión
A la vez, creó un eje urbano que incorporó al ideal de grandeza política del
período, no solo a la sociedad aristócrata de Lima y a los estratos populares del
barrio de San Lázaro, sino que englobó a la propia naturaleza: río, alamedas,
campiña, montañas, en la concepción del espacio infinito del barroco sistemati-
zado en perspectivas geométricas coherentes y radiantes.
Muchas ciudades antiguas son celebradas por sus fuentes: Roma por la de los
Cuatro Ríos de Bernini o la popular Fontana di Trevi; Florencia por el Neptuno de
Ammanati; Madrid por la de Cibeles; Londres por la del Eros en Picadilly y la de
Los inocentes de Jean Goujon, evoca a París.
*
“Naturaleza, arte y poder en una fuente barroca”. Íconos. Revista peruana de conservación, arte y
arqueología 3, Lima, febrero-agosto de 2000, pp. 10-19.
fraNcisco stastNy Mosberg 282
Fig. 84
Pedro de Noguera y
Antonio Rivas
Fuente de la plaza
mayor de Lima
1650-1651
Bronce
Barnuevo? ¿Para qué ocasión se hizo y quiénes fueron sus autores? Nos detuvimos
algunos días para estudiarlo. Estos son los datos y una interpretación.
Es cierto que las minas de plata de Potosí ya habían iniciado un acentuado declive,
pero este, que afectaba directamente al erario metropolitano, era poco percepti-
Naturaleza, arte y poder eN uNa fueNte barroca 283
el cliMa social
De modo que cuando el flamante virrey se encontró en Lima con una ciudad
cuya estructura urbana respiraba todavía un ambiente gótico-renacentista, que
no estaba a la altura de las ambiciones de los tiempos modernos, interpretó bien
la corriente de sus días al mandar construir una fuente en la plaza mayor que
modificara sustancialmente ese importante ámbito arquitectónico. Al hacerlo dio
rienda suelta a su deseo de glorificar la grandeza del imperio español en este lado
del Atlántico y de afirmar su poder personal. Tal vez pensó que aquel era el primer
paso hacia una modernización barroca de la ciudad de Los Reyes. Si fue así, sus
planes pronto tropezaron con dificultades que lo obligaron a desviar su atención
hacia tareas más urgentes. En Potosí debió enfrentar, con medidas concretas,
el fraude cometido por Gómez de la Rocha en la ley de la plata, que produjo
una seria devaluación monetaria en todo el imperio hispano. En el Cuzco, el
fraNcisco stastNy Mosberg 284
Fig. 85
La Fama original vista en
una litografía de 1865
Detalle de la lámina XXIV
de Mariano Paz Soldán
Atlas del Perú
(París: Librería de Augusto
Durand, 1865)
Naturaleza, arte y poder eN uNa fueNte barroca 285
circundaba. “Estatua voladora” la calificó, por eso, con toda justeza Raúl Porras
Barrenechea. Aquel diseño, hoy menguado, reflejaba bien en su silueta expansiva
el humor triunfal que el conde de Salvatierra quiso imprimir a su gobierno.
la plaza Mayor
Hasta antes de 1650 la plaza mayor había sido una vasta extensión de terreno
con un considerable significado simbólico, pero su uso estuvo obstaculizado por
una vieja fuente de poca altura ejecutada en tiempos del virrey Francisco de
Toledo (1569-1580), y por la ausencia de una concepción urbana que le diera
coherencia al conjunto.
Fig. 86
La fuente de Francisco de Toledo,
detalle de un retrato de san
Francisco Solano
Estampa anónima inscrita “Roma,
1640”
Inserta en Diego de Córdoba y
Salinas
Vida, virtudes y milagros del apóstol
del Perú… fray Francisco Solano…
(Madrid: Imprenta Real, 1643)
con gran regocijo en diciembre de 1578. El contrato firmado con los plateros
incluye una descripción de “la figura con su escudo a un lado en que han de estar
las armas de esta ciudad y en la mano […] una bandera [con] las armas del Exc. Sr.
Don Francisco de Toledo…”, lo que hace pensar en un rígido diseño heráldico
del siglo XV o aun tardogótico, rasgo que debió compartir con el trazo general
de la antigua fuente limeña, como lo sugiere un grabado de 1640 que representa
a san Francisco Solano (fig. 86). En consecuencia, se puede concluir que este no
fue sino un adorno más, perdido en una extensa plaza constituida por diversos
elementos disgregados.
ideales barrocos
Es así que, con los ojos experimentados de un hombre de los nuevos tiempos,
Salvatierra decidió marcar con un foco unificador las fábricas dispersas de la
Naturaleza, arte y poder eN uNa fueNte barroca 287
plaza limeña, con el propósito de acentuar la imagen retórica del poder político
e imprimir en la mente de los espectadores el triunfo definitivo del proyecto
virreinal sobre las fuerzas que desearon oponérsele.
la fueNte de Noguera
Entre esas novedades destaca, en el tramo más alto del pedestal, un motivo de
“asas” sobresalientes, cuyos cuerpos unidos entre sí trazan unos contrafuertes en
forma de eses alargadas realizadas por contarios de perlas en el perfil exterior.
Esos elementos, colocados sobre una porción cóncava del vástago, se combinan
con las hojas de acanto que lo rematan y con las molduras que delimitan aquel
espacio, para crear un dinámico efecto de ebullición óptica. Se preparaba así el
ojo del espectador para el remate en diagonal de la escultura de la Fama (hoy
desnaturalizada), que acentuaba el mensaje barroco integrador del monumento.
El motivo ornamental de las vírgulas curvas fue utilizado por primera vez
en Lima en el trazo de la sillería del coro de la catedral (1623-1632), en cuya talla
fraNcisco stastNy Mosberg 288
Fig. 87
Cabezas femeninas veladas,
detalle de la fuente de la
plaza de armas de Lima
Fig. 88
Querubines, detalle de la
fuente de la plaza de armas
de Lima
armonizar, por medio de las artes, las fuerzas disímiles de la opera di natura y de
la opera di mano. Ese propósito fue alcanzado, no solo por la combinación de la
escultura con el agua, que fluye rauda entre el bronce, sino por la utilización regu-
lar de la fuente durante el virreinato como un virtual jardín zoológico adornado
con aves cantantes, maceteros de flores, peces y toda clase de criaturas marinas.
Aquellos elementos no eran librados al azar, sino que eran dirigidos a la construc-
ción de una argumentación ornamental persuasiva cuidadosamente elaborada
por las mejores mentes de la época, según los designios teológicos y políticos del
sistema. No estaba ausente de ese esfuerzo el presupuesto de captar la fantasía
mítica de los nativos, para inducirlos a participar en el gran proyecto virreinal.
Echave y Assu narró en 1688 que, para la fiesta de canonización de santo Toribio
de Mogrovejo, la fuente estuvo tan bien decorada, gracias al programa diseñado
por el catedrático sanmarquino Dr. Pedro Astorga, que “se transformó en un
jardín coronadas sus tazas de tan diversos […] matices y flores que ya en jarras y
macetas de plata, ya en barros preciosos de Chile y porcelanas de China […] se
combinaban para el recreo más apacible de los sentimientos”, y que “en la ameni-
dad de aquel paraíso […] se veían pájaros de hermosas plumas peinándose en los
cristales…”. Todavía en 1790, el satírico Terralla y Landa escribió que “en el Pilón
inferior [introducen los indios] con industria […] bestias marinas que traen de las
costas más vecinas…”, tales como “feroces lobos fieros […]; nadantes escuadras de
peces [entre la dulce agua]; aves marinas […] grandes gaviotas […] pájaros niños […]
que niños siempre son, aunque estén viejos”.
La idea matriz detrás del proyecto superó en mucho, sin embargo, el propósito
de crear un juguete retórico para las festividades callejeras. La fuente dio origen
a un foco axial, según el nuevo concepto seiscentista que entendía el espacio de
la ciudad como un producto de las fábricas arquitectónicas. En ese sentido, la
pila estableció un centro de atención que unificó los edificios circundantes en un
sistema urbano coherente. Por otro lado, la dinámica de una urbe barroca tendía
a absorber estructuralmente las líneas de fuerzas del entorno paisajístico. Ese pro-
ceso requería un doble juego: el desarrollo de coordenadas rectas, como avenidas
de extensas perspectivas y, a su vez, los remansos espaciales de las plazas. Con ese
fin, Sixto V sembró en Roma infinidad de obeliscos egipcios, como otros tantos
focos visuales para el ordenamiento de la Ciudad Eterna. Maderno y Bernini los
usaron en San Pedro (1657) y en la Piazza Navona (1648-1651).
Debe recordarse que después del renacimiento la plaza dejó de ser simple-
mente el corazón de la ciudad: se volvió corazón, cerebro y voluntad de persuasión,
todo en uno. Se convirtió en una declaración ideológica del más alto significado
social que englobaba los principales edificios de la urbe. El mensaje absolutista
podía ser acentuado, como en la Place Dauphine (1605) de París, donde se exalta
la estatua de Enrique IV, o el contexto podía estar dirigido a la ideología religiosa
según el ejemplo supremo de San Pedro en Roma. En el caso de Lima se ideó un
mensaje adaptado a la realidad cultural local, del cual se tratará enseguida.
Naturaleza, arte y poder eN uNa fueNte barroca 291
Fig. 89
La fuente en el plano de
Lima grabado en 1685
por fray Pedro Nolasco
de Mere
Por medio de elementos que parecen simples a primera vista, la fuente despliega
un mensaje estructurado, en diversos niveles dirigidos a la situación histórica del
Perú en 1650, que engloba a todos sus protagonistas.
Ante todo, una fuente de bronce inmediatamente traía a la mente del espectador
católico el concepto de la salvación del alma. Se asociaba a la fuente de agua viva
de las letanías de la Virgen, como se representaba con tanta frecuencia en las pin-
turas de la Inmaculada Concepción tan bien ilustrada por Angelino Medoro en
su obra de 1618. Igualmente se vinculaba con la fuente eucarística de Cristo, en la
cual el agua simboliza la sangre redentora del Mesías. Esta relación con lo divino
es indicada sutilmente por las cabezas de querubines colocadas en la taza más
alta (asociada a los emblemas de Lima y España) y, nuevamente, en el marco que
corre sobre los escudos del conde de Salvatierra y las autoridades municipales,
quienes son envueltas así en un círculo protector de figuras angélicas para aislarlo
del entorno pagano representado en el resto de la obra. Por la forma discreta en
que se presentan los querubines, crean la impresión de referirse al misterio de la
revelación divina, manifestada sutilmente a través del entorno abrumador de la
naturaleza silvestre y del mundo idolátrico reflejado en los mascarones y sirenas
verdes, plantas y cabezas veladas que cubren tazas y pedestales. Un mensaje bien
sintonizado con la situación histórica de la ideología religiosa en la América na-
tiva, según la visión oficial aceptada entonces. Esos elementos eran modificados
fraNcisco stastNy Mosberg 292
Fig. 90
Sierpes y leones, detalle
de la fuente de la plaza
de armas de Lima
de las ocho esculturas colocadas en el borde de la alberca no puede ser más claro
como representación de la victoria del león de Castilla sobre el amaru inca.
Corrobora esta interpretación una imagen similar, pintada años más tarde en un
mural de la fachada lateral de la iglesia de Chincheros. En ella Mateo Pumacahua,
el cacique que peleó entonces a favor del rey contra el curaca rebelde Gabriel
Condorcanqui, Túpac Amaru II, celebró la victoria obtenida en Tinta en 1781
sobre el líder de la gran rebelión (mural de Chincheros). Por azar, uno se llamó
Puma (león) y el otro Amaru. En consecuencia, el mural que el futuro brigadier
hizo pintar al lado de la Virgen de Montserrat, muestra a un león de pie sobre dos
patas en el acto de doblegar a una sierpe alada con la cola cubierta de escamas, en
todo parecida a la de los dragones de la fuente limeña. Más soberbio, Pumacahua
hizo agregar sobre la escena el “Vini, vidi, vinci” del César.
En la época en que la fuente fue erigida la situación social del virreinato se había
estabilizado en lo que, en 1648, Solórzano y Pereira llamó la “república de los
españoles y la república de indios”. Fueron estos los dos segmentos dominantes
de la población —unos por el poder y los otros por el número— que la corona se
esforzó por mantener bajo sistemas legales diferenciados. En torno a ellos vivie-
ron las diferentes “castas” de mestizos y los esclavos africanos. Como es bien
sabido, aquella fue una situación asimétrica, donde españoles y criollos gozaban
de todos los beneficios, poder, riqueza y justificación ética para sus actos, mien-
tras que los indios estaban destinados al servicio de los europeos y, desde 1610,
estuvieron, por añadidura, sujetos a violentas campañas religiosas de “extirpación
de idolatrías”.
fraNcisco stastNy Mosberg 294
el iNca Mestizo
Una historia que dio lugar a una nueva generación de mestizos, cuyo más genui-
no intérprete será para siempre la figura entrañable y dramática del inca Garcilaso
de la Vega. Un inca asilado en España, convertido en un humanista tardío que
abrazó los ideales del Renacimiento como una tabla de salvación intelectual, y
que ha sido tan bien evocado poéticamente por el malogrado escritor Francisco
Carrillo en un hermoso libro.
Esa parte del programa iconográfico —la del abrazo de la conquista— fue
bien entendida y probablemente ideada por la elite que se sentaba en el cabildo,
aquel tercer componente de las autoridades representadas en la plaza mayor y que
participó muy activamente en la construcción y financiación de la obra.
Naturaleza, arte y poder eN uNa fueNte barroca 295
coNclusióN
De ese modo, la fuente de las sierpes y de los leones no solo presenta una
radiografía de la situación histórica y social del Perú alrededor de 1650: nuevo
virrey, nueva campaña de extirpación de idolatrías, nueva libertad económica
de las élites, nuevo orgullo de los criollos; sino que asume el aspecto de una
celebración pública de lo que, con excesivo optimismo, se pensó entonces que
era el definitivo triunfo militar, económico y moral de los ideales de la conquista
sobre las culturas nativas y sobre todo aquello que se oponía al proyecto virreinal.
Por ende, su iconografía tomó la forma de una psicomaquia alegórica, una guerra
de vicios y virtudes personificada por los animales emblemáticos de España y el
Tahuantinsuyo. En esa imagen estaba, sin embargo, ya implícita la noción de
que los indígenas vencidos eran parte de la sociedad (equiparables a esposas o
concubinas sojuzgadas, como extensión de las nociones de género de la época),
y que el proceso de ordenamiento requería también atender a su incorporación
a la religión y al mundo ideológico, por medio de la antigua y sabia política de
persuasión de la Iglesia. Es lo que en algunos festejos posteriores se presentó,
cuando la fuente cristiana del mar tormentoso que acompaña a María-stella maris
fue transformada, por obra de los pescadores indios, en la cocha oceánica de Con
Ticci Viracocha.
Por otro lado, el húmedo obelisco limeño cumplió su cometido (hoy des-
baratado por la modernización de la arquitectura circundante) de unificar el es-
pacio urbano de la plaza mayor al servir, desde el centro de la explanada, como
un imán axial para los demás edificios del lugar.
Logró, de esa manera, exaltar a la plaza como efectivo centro del poder virrei-
nal gracias al establecimiento de un vínculo contextual entre los intereses de los
tres estamentos allí representados: corona, Iglesia y cabildo. Y al hacerlo, también
imbuyó en aquel lugar privilegiado un vigoroso pero injusto mensaje ideológico
de dominación, que alcanzó a cada persona en la ciudad y, a través de ellas, se di-
fundió hacia la lejana expansión del territorio colonial, donde contribuyó a teñir
por siglos el subconsciente colectivo de la población con el pesimismo implícito
en el mensaje congelado de la conquista, del que la fuente era muda portadora.
Hoy, ya nadie sabe lo que significa el rugido del agua que se agita doblegada por
el bronce, pero de algún modo, ese rumor sigue presente en todos los oídos.
La presencia de rubens en La pintura coLoniaL 297
circulaciones y modelos:
los grabados europeos y la plástica colonial
Francisco stastny Mosberg 298
La presencia de rubens en La pintura coLoniaL 299
introducción
louis alvin escribía en 1866 que el viajero que visita los museos de españa se
asombra de encontrar abundantes pinturas religiosas cuyas composiciones han
sido copiadas de estampas flamencas (alvin, 1866, XXii).
*
“la presencia de rubens en la pintura colonial”. Revista peruana de cultura iV/4, lima, enero
de 1965, pp. 5-35.
Francisco stastny Mosberg 300
antecedentes itaLianos
desde que los grabados se generalizaron en europa, esto es, desde que la apa-
rición del papel los hizo posibles (rosenthal, 1909: 5), los artistas se interesaron
por ese nuevo medio de expresión que había crecido a la sombra de los conventos
y de las grandes iglesias; y que no fue en su origen sino un modo de irradiación
religiosa y de diversión1.
será tan solo la generación siguiente la que iniciará aquel diálogo fértil entre
la pintura y el grabado que se presenta bajo el nombre de la gravure de traduction o
de reproduction. el grabado de reproducción no es sino, como lo indica su nombre,
el antepasado directo de las reproducciones que están tan de moda en nuestros
días. durante mucho tiempo la única manera de conocer una pintura célebre
1
las estampas más antiguas preservadas son imágenes de piedad y naipes (los célebres tarocchi).
La presencia de rubens en La pintura coLoniaL 301
era visitando la colección del gabinete de estampas local. allí entre las páginas
amarillentas de grandes volúmenes in folio se encontraban, grabados por artesanos
pacientes las stanze del Vaticano, los grandes murales de la sixtina y todas las obras
maestras que habían sido creadas desde los tiempos de giotto o antes.
2
en nuestros días y a su manera, picasso ha incursionado en el mismo campo haciendo
variaciones sobre obras clásicas. el caso más extraordinario es el de los 58 lienzos inspirados en
Las meninas de Velázquez.
Francisco stastny Mosberg 302
La escueLa de rubens
3
Véase bierens de Haan (1948).
La presencia de rubens en La pintura coLoniaL 303
tampoco tendrá más éxito con la escuela de Harlem, a la cual acude después.
los refinamientos sensuales de la forma y el virtuosismo técnico de Hendrick
goltzius y sus alumnos están tan alejados de los nuevos ideales de rubens como
los arcaísmos de sus compatriotas. los artistas de Harlem todavía estaban impreg-
nados por aquel manierismo septentrional, que rubens había sabido superar con
los aportes que recibió de italia. la victoria de rubens significó la ruptura de
un impasse que había durado más de medio siglo en la pintura europea y era
demasiado importante para no llevarla a sus últimas consecuencias en todos los
campos, incluyendo el grabado.
es por eso que rubens no se cansa de buscar y de ensayar uno tras otro a
los grabadores que trabajaban en aquellos días en los países bajos. Hasta que por
fin entre 1617 y 1618 comprende que la única manera de obtener lo que desea es
enrolando a los artistas en su taller y dirigiendo personalmente su trabajo. michel
lasne, pieter de Jode y pieter claesz soutman serán los primeros que han de
grabar en esa forma en la casa de rubens. y soutman, que utiliza parcialmente el
aguafuerte, es el primero en aproximarse a los deseos del maestro.
mismo hace los dibujos, prepara cuidadosamente bocetos en grisaille para explicar
la trasposición de los valores en blanco y negro, corrige las pruebas y, en general,
trabaja en estrecha vinculación con el grabador, siguiendo de cerca sus progresos
y prácticamente guiando su mano.
cornelis van caukercken, cornelis galle ii, Frans van der steen, alexander
Voet y muchos otros que están asociados a la escuela pero que ya no trabajan
en contacto directo con el maestro. Hay que agregar el nombre de christoffel
Jegher, el excelente xilógrafo, quien entre 1633 y 1635 colaboró con rubens
creando algunos bloques de dimensiones monumentales que recuerdan a los
que mandó hacer casi un siglo antes tiziano.
entre las numerosas estampas editadas se encuentran todos los temas que
eran tratados habitualmente en la época. predomina naturalmente el contenido
religioso y particularmente las escenas del Nuevo testamento. esos son los motivos
más abundantes en la pintura de rubens y los que tenían mayor aceptación en
sus días. pero también se encuentran algunos paisajes, como la magnífica serie
grabada por schelte à bolswert; escenas de acción, como las cacerías de leones y
de lobos grabadas por soutman y bolswert; y estampas de contenido mitológico.
rubens se cansó pronto de editar sus estampas. le dejó esa labor a martin
van den enden, quien imprime algunos de los mejores tirajes. este a su vez legó a
su sucesor, gilles Hendrick, la magnífica colección de planchas rubensianas. las
impresiones que llevan su nombre aún son de calidad, aunque algunas ya están
algo fatigadas. pasando de taller en taller varias de esas grandes planchas de cobre
se conservan hasta el día de hoy en la ciudad de amberes.
es cierto que a estas alturas la escuela abarca mucho más que el círculo redu-
cido de artistas que trabajaron bajo el techo del maestro y que grabaron exclusi-
vamente según sus composiciones. sus colaboradores como van dyck y Jordaens
se han independizado hace tiempo. y ellos, así como los numerosos pintores
menores del círculo de rubens, proporcionan temas a los grabadores. artistas
como theodoor van thulden, gerhard seghers, erasmu Quellinus, theodoor
Francisco stastny Mosberg 306
entre las obras originales creadas en el taller del maestro y las estampas
populares que a comienzos del siglo XiX todavía circulaban con un vago “rubens
pinx”, hay por cierto una amplia serie de escalones intermediarios. entre ellos
se ubica toda una gama descendiente en calidad, a la cabeza de la cual están
los colaboradores directos, seguidos por la llamada segunda generación. Vienen
luego aquellos grabadores que se agrupan en torno a los dos editores herederos
de la tradición rubensiana. y al final, en un orden descendiente, todos aquellos
copistas más o menos fieles que desde los tiempos de rubens hasta más de un
siglo después de su muerte, siguen utilizando sus temas o parte limitada de sus
composiciones.
eL punto de unión
desde fines del siglo XVi4, la casa creada por christopher plantin era la edi-
tora de libros religiosos más importante de europa. y a través de la sucesión de
la familia moretus preservó esa posición privilegiada en la américa hispana hasta
el siglo XiX. en efecto, la expansión catequizadora de la contrarreforma dirigía
su acción simultáneamente sobre dos frentes. Hacia el norte europeo, contra los
reformados, y al oeste, hacia las indias americanas, donde un continente entero
esperaba ser convertido y adoctrinado5. era hacia este continente que estaban
dirigidas las fuerzas principales de la movilización cultural, religiosa y artística del
siglo XVii.
4
el primer breviario de plantin fue editado en 1568, y a partir de esa fecha plantin obtendrá
el “privilegio” que le dará el monopolio sobre esas publicaciones que fueron la principal fuente
de su éxito comercial. Véase delen (1935: cap. 2).
5
es sabido que desde fines del siglo XVi también hubo esfuerzos misioneros dirigidos hacia el
extremo oriente. misioneros jesuitas, franciscanos y de algunas otras órdenes se establecieron en
la china y el Japón y llevaron consigo libros e imágenes religiosas que en algunos casos fueron
usados como modelos para algunos extraordinarios híbridos artísticos. pero la energía dedicada
a este movimiento era muy inferior a la desarrollada en los otros dos puntos mencionados.
Véase Jennes (1943) y guibert (1906).
6
la importancia de amberes y de los países bajos en general como centro industrial ya
fue observada por un conocido autor del siglo XVi, quien escribe acerca de amberes y sus
relaciones con españa: “en somme on peut dire que la plus grande partie d’espagne prend
en ces pays (par anvers) toutes choses qui sont de manufacture ordinaire, et qui consistent
en l’industrie et travail de l’homme; de quoy les espagnols de basse condition sont ennemys
mortels au moins en leur pays mesme”. Véase guichardin (1582: 192).
Francisco stastny Mosberg 308
una de las casas más importantes y más grandes de las que se dedicaron al
comercio de obras de arte es la de la familia Forchoudt, que se destaca entre la
actividad de negociantes como Jean bollaert y los van de piet. a través de tres
generaciones y numeroso miembros, los Forchoudt mantuvieron el negocio ex-
portando obras de arte flamenco hacia los lugares más alejados con un eficiente
sistema de sucursales. cubrieron países como Francia, austria, Holanda, portu-
gal, españa. y desde los puertos de sevilla, cádiz y bilbao extendieron su radio
de acción indirectamente a las lejanas colonias. se comprende entonces cómo era
encaminada esa corriente importante de influencia artística de Flandes hacia las
américas.
entre los muchos objetos exportados hacia españa y hacia sus colonias, los
menos costosos, los más sencillos de transportar, lo más elocuentes, los más fun-
cionales, los que cumplían más plenamente una acción difusora, estaban los graba-
dos y los libros ilustrados. de los primeros, sobre todo, tenemos el testimonio de
que se enviaban por millares. en una sola factura de un embarque a españa figura
un lote de 700 estampas que se remiten a un señor alonso de gois (denucé,
1931: 278). bien puede imaginarse cuántos llegaban a américa con los años7.
7
en cinco años (1571-1576) plantin envía cerca de 60,000 libros religiosos a españa. esta cifra
puede dar una idea de la magnitud que tomó la exportación de libros y estampas de Flandes
hacia españa y sus colonias. Véase rooses y denucé (1911: 112).
8
esta santa debe ser isabel de lisboa que por una asociación errada se ha emparentado con
san antonio de padua. el nacimiento de este último en lisboa puede haber dado lugar a la
confusión. Véase réau (1955-1959, iii).
La presencia de rubens en La pintura coLoniaL 309
pas que tenían una función religiosa. pero al mismo tiempo estas imágenes tenían
un valor de información iconográfica y como tales cumplían una finalidad artísti-
ca. los pintores del nuevo mundo que necesitaban saber cuáles eran los atributos
que permiten identificar a santa isabel de lisboa copiaban simultáneamente el
estilo, la composición y la concepción plástica de la estampa. mucho más que un
mero documento, el grabado es, entonces, un instrumento de difusión. a través
suyo se lleva a cabo la población artística de todo un continente que, a los ojos de
los hombre de entonces, estaba estéticamente virgen.
es cierto que las estampas de la escuela de amberes del siglo XVi gozaron de un
considerable favor entre los pintores latinoamericanos. y su influencia ha sido
abundantemente recalcada (soria, 1956: 86). pero la repercusión de los grabados
del círculo de rubens no es menos importante. muy al contrario, hay indicios de
que esta influencia fue fundamental y de que a partir de 1640-1650 su presencia
es predominante.
9
un ejemplo característico es el de baltazar de Figueroa, pintor colombiano de la primera
mitad del siglo XVii, quien al morir deja: “los seis libros de vidas de santos con estampas para
las pinturas, más un libro de architecture [sic] […] más de mil ochocientos estampas”. Véase
angulo (1950: 454).
Francisco stastny Mosberg 310
Hemos visto que entre los grabados de la escuela de rubens se pueden dis-
tinguir diversos niveles o jerarquías, ocupando el lugar más elevado aquellas plan-
chas de grandes dimensiones creadas directamente bajo el control del maestro
para una clientela selecta de conocedores. esas estampas, demasiado costosas,
demasiado engorrosas, no serán las que llegan al perú. a las américas se envia-
ban copias hechas por talleres que realizaban una labor de piratería artística más
o menos encubierta. son las mismas composiciones, pero reducidas, abreviadas
e invertidas en relación al original. la inversión se produce cuando el copista
repite el diseño sobre su plancha sin tomarse el trabajo de grabar con un espejo.
al imprimir obtendrá imágenes volteadas en relación al modelo que usó (figs. 91
y 92). de allí que casi todas las versiones americanas aparecen en sentido inverso
al de los grabados originales y en igual sentido que la pintura, pudiendo parecer
que fueron copiadas directamente de los lienzos.
10
Véase, por ejemplo la Adoración de los reyes con paisaje de Wierix, descrita más adelante y el
caso más característico del uso que diego Quispe tito hace de la composición de rubens en
el cuadro de El retorno de Egipto que se encuentra en el museo de arte de lima (figs. 91 y 93).
stastny (1963: 5), reproducido en este volumen pp. 49-52. en ese artículo se analiza el caso de
11
una pintura cuzqueña del siglo XViii que combina motivos tomados de dos pinturas de bitti.
La presencia de rubens en La pintura coLoniaL 311
Fig. 91
lucas Vorsterman i,
según peter paul rubens
Retorno de Egipto
1620
estampa calcográfica sobre
papel, 42,2 x 31,3 cm
biblioteca nacional de
españa, madrid
Fig. 92
Franciscus [Frans] van der
steen, según peter paul
rubens
retorno de egipto
siglo XVii
estampa calcográfica sobre
papel
Fig. 93
diego Quispe tito
Retorno de Egipto
1680
Óleo sobre tela, 82 x 106 cm
museo nacional de arqueología,
antropología e historia del perú, lima
como es habitual en estos casos de las muchas pinturas que imitan la com-
posición, la mayoría está en sentido inverso al grabado de Vorsterman. o sea
que los pintores locales tuvieron en sus manos copias seguramente reducidas del
grabado original (fig. 92). Hasta la fecha hemos podido ubicar siete versiones de
este Retorno de Egipto, seis de las cuales se encuentran en el perú.
12
esta pintura ostenta la firma más antigua de diego Quispe tito, acerca de la cual no hay
diversidad de interpretaciones. a diferencia de la serie de la catedral del cuzco, cuya inscripción
ha sido leída alternativamente como 1631, 1681, 1691. Véase mesa y gisbert (1962b: 84, nota
143). posteriormente, la obra fue devuelta al museo nacinonal de arqueología, antropología
e Historia del perú.
La presencia de rubens en La pintura coLoniaL 313
los cuadros de las colecciones de manuel mujica gallo (chosica), luis an-
tonio lavalle (lima), y el del convento de la merced del cuzco, tan ingenuo y
traslúcido en su tratamiento, se aproximan todos con mayor fidelidad a la con-
cepción de rubens, con figuras grandes en primer plano, estructura vertical y un
fondo de paisaje apenas vislumbrando por los lados.
13
el origen flamenco de la composición y la excepcional importancia que se da al paisaje ya
fueron observados anteriormente; aunque su relación con rubens no fue percibida. Véase
mesa y gisbert (1962b: 84).
Francisco stastny Mosberg 314
tal vez, de los muchos temas tratados por rubens, la Adoración de los
reyes es el que tiene mayor repercusión en américa. y no solo en américa,
también en europa sus adoraciones tuvieron una enorme acogida. ese tema
con su esplendor oriental, sus posibilidades de composición múltiple y, sin
embargo, concentrada, fue uno de los motivos preferidos del maestro quien
le dedicó numerosas variantes a través de su fértil carrera artística. Éstas a su
vez inspiraron entre los alumnos y entre los pintores de su círculo composi-
ciones similares. y más tarde, entre los medios artísticos más humildes, las
adoraciones de rubens continuaron siendo explotadas hasta bien entrado el
siglo XiX. es asombroso cómo se puede descubrir la filiación de un simple
grabado religioso que ilustra la edición tardía de un libro de plantin-moretus
y encontrar sus orígenes en una pintura o un dibujo de rubens. el motivo
central se mantiene durante siglos a través de reediciones y reimpresiones.
cuando por último la plancha de cobre se ha gastado o la moda lo exige, se
recurre a uno de los dibujantes del taller, como Joseph d´Heure, quien con
pincelada hábil, “refresca” el tema: el fondo es variado, se altera la posición
de una mano o de un pliegue, se agrega o se quita un detalle anecdótico y la
estampa queda suficientemente renovada para hacer frente a las exigencias
estéticas de la nueva generación.
la trinidad en la tierra sería un reflejo de la trinidad celeste, según san Francisco de sales.
14
Fig. 94
schelte adams à bolswert,
según peter paul rubens
La doble Trinidad
siglo XVii
estampa calcográfica sobre
papel, 44,2 x 33, 3 cm
Fig. 95
anónimo cuzqueño
Doble Trinidad con san Agustín
y santa Catalina de Siena
ca. 1700/1730
Óleo sobre tela, 60,5 x 42 cm
museo de arte de lima
donación memoria prado
restaurado con el patrocinio
de compañía de minas
buenaventura s.a.a.
Francisco stastny Mosberg 316
el Retorno de Egipto, la Doble Trinidad y la Adoración de los magos son los te-
mas de rubens más frecuentemente imitados en el perú colonial. una revisión
más prolija de las colecciones y de las obras conservadas en iglesias y conventos
llevará fácilmente la cifra de pinturas inspiradas en estas composiciones a varias
docenas. razones de orden teológico por un lado y de afinidad con el carácter
ideal y fabuloso por el otro, han motivado sin duda su predilección por parte de
los pintores locales. un análisis detenido de estas preferencias podría originar
un estudio fecundo acerca del carácter del arte colonial. lujo oriental, y exótico,
16
como Waages y burckardt.
17
las Adoraciones más importantes de rubens son, en orden cronológico: la pintura hecha para
la municipalidad de amberes (museo del prado), la de los capuchinos de tournai (museo de
bruselas), la de la iglesia de san Juan de malinas, la de la abadía de san miguel de amberes (museo
de amberes) y la de la iglesia del convento de las annonciades de bruselas (museo del louvre).
18
grabada por schelte à bolswert. Véase schneevogt (1873: n.° 60).
La presencia de rubens en La pintura coLoniaL 317
Fig. 96
anónimo, según peter paul
rubens
Adoración de los Reyes magos
siglo XVii
editada por cornelis galle ii
estampa calcográfica sobre
papel, 40 x 27 cm
Fig. 97
anónimo cuzqueño
Adoración de los Reyes Magos
ca. 1700
Óleo sobre tela, 161 x 119 cm
museo de arte de lima
donación ibm del perú
aún más célebre es el tríptico del Descendimiento de la cruz del altar mayor de
la catedral de amberes. considerada como la más clásica de las composiciones
barrocas de rubens, por su estudiada composición en diagonal, su apretado uso
de las figuras, su luz medida y “efectista” sobre el fondo nocturno. Fue grabada y
reproducida infinidad de veces19. una versión colonial cuelga en la iglesia de san
marcelo de lima.
19
el grabado más importante es el de lucas Vorsterman.
pacheco no es un pintor del siglo XVii como se ha venido afirmando durante tanto tiempo.
20
Véase mesa y gisbert (1962b: 124: nota 266) y para las fechas Kubler y soria (1959: 326).
21
mesa y gisbert (1962b: 153, figs.105 y 106, n.° 264), en la cual se menciona este cuadro sin
atribuirlo a pacheco.
La presencia de rubens en La pintura coLoniaL 319
Fig. 98
boetius à bolswert, según
peter paul rubens
Crucifixión
1631
estampa calcográfica sobre
papel, 60,5 x 43,5 cm
Fig. 99
anónimo
Crucifixión
siglo XVii
Óleo sobre tela, 224 x 155 cm
museo de arte de lima
donación ana Fernandini de
naranjo
Francisco stastny Mosberg 320
Fig. 100
basilio pacheco (atribuido)
Presentación del Niño en el templo
Óleo sobre tela
iglesia de Jesús y maría, cuzco
Fig. 101
paul pontius, según peter paul
rubens
Presentación del Niño en el templo
1638
estampa calcográfica sobre
papel, 63,5 x 48,5 cm
La presencia de rubens en La pintura coLoniaL 321
22
la Circuncisión guarda recuerdos de una xilografía de durero del mismo tema, y la Prédica es
la copia de una estampa de Wierix. esta proporción de dos temas del siglo XVi contra uno de
rubens en un pintor de mediados del setecientos es notable. m. s. soria ya había observado
esta mezcla de manierismo con sensibilidad rococó al referirse al arte de m. Holguín. Véase
Kubler y soria (1959: 326).
23
la escena es confundida con una circuncisión.
24
reproducida en Hoof (1939: fig. 3).
Francisco stastny Mosberg 322
ModeLos de La escueLa
25
burchard y Hulst (1956: 56, lám. XVii) y, para el grabado, véase Antwerpen (1955: 147, fig. 5).
La presencia de rubens en La pintura coLoniaL 323
Fig. 102
anónimo cuzqueño
Adoración de los pastores
Fines del siglo XVii
Óleo sobre tela, 94 x 132 cm
museo de arte de lima
donación José antonio de lavalle
Fig. 103
theodor galle, según
peter paul rubens
Adoración de los pastores
publicada en missale
romanum (amberes,
plantin-moretus, 1614)
estampa calcográfica
sobre papel, 14,5 x 22 cm
Francisco stastny Mosberg 324
Fig. 104
cornelis galle (grabador),
según un diseño de
abraham van diepenbeeck
inspirado en peter paul
rubens
Anunciación
publicada en missale
romanun (amberes,
plantin-moretus, 1650)
estampa calcográfica
Fig. 105
anónimo cuzqueño
Anunciación
siglo XViii
Óleo sobre tela
colección particular, lima
La presencia de rubens en La pintura coLoniaL 325
los pintores coloniales rara vez escogían sus modelos por el atractivo que
ejercía sobre ellos la novedad de un estilo. el criterio de selección era, por lo
común, el tema. el contenido religioso, que debía cumplir una función precisa
en las iglesias, en los conventos y en las capillas a las cuales estaban dedicadas
las pinturas, era determinante. así podemos explicarnos la enorme popularidad
que gozó una Sagrada familia en marcha (en forma de doble trinidad) de gerhard
seghers grabada por schelte à bolswert en 1631 (fig. 106). la obra no es sino un
pastiche frío y sin gracia del diseño de rubens grabado por el mismo burilista.
la composición de seghers tiene un aire clasicista y estático frente a la vitalidad
dinámica y el equilibrado juego de valores habituales en rubens. pero es fácil de
comprender que la distribución uniforme de sus elementos en el plano pictórico y
el contenido más enfático de su mensaje religioso hicieran que la obra de seghers
fuese más apreciada por los artistas locales.
26
la composición fue desarrollada plenamente por rubens en la pintura del Kunsthistorisches
museum de Viena, que se suele fechar aproximadamente en 1609. un boceto al óleo más
reducido que sirvió tal vez de modelo al excelente grabado de schelte à bolswert, se encuentra
en el ashmoleam museum, oxford.
Francisco stastny Mosberg 326
Fig. 106
schelte adams à bolswert,
según gerhard seghers
Doble Trinidad
1630
estampa calcográfica
sobre papel, 56 x 42,4 cm
Fig. 107
anónimo cuzqueño
Doble Trinidad
ca. 1700
Óleo sobre tela, 167 x 107 cm
museo de arte de lima
donación ana Fernandini
de naranjo
restaurado con el patrocinio
de southern perú cooper
corporation
La presencia de rubens en La pintura coLoniaL 327
tran en el cuzco27. las figuras están colocadas frente a un típico paisaje flamenco,
descrito meticulosamente y con delicadeza. existen otras numerosas variantes de
las cuales tal vez la más antigua, es la que se encuentra en el convento de los
descalzos en lima, y que posee un neto aire europeo en la ejecución. bastante
posterior y en típico estilo cuzqueño es la hermosa versión del museo de arte de
lima (fig. 107) (mesa y gisbert, 1962b: 169, fig. 121).
gerhard seghers era un artista que solía seguir muy de cerca modelos
ajenos. no se lo reprocharíamos si esta falta de inventiva no estuviera igualmente
acompañada por una ausencia de libertad en la ejecución y de convicción
psicológica. acabamos de ver una Doble Trinidad que imita pobremente a rubens.
de la misma época debe ser su estampa de San Sebastián grabada por paul pontius
y que repite con igual mérito la pintura de van dyck que se encuentra en el
Kunsthistorisches museum de Viena (fig. 108). este grabado, que representa al
santo siendo curado por un angelito después de su martirio, también fue copiado
en américa. en la iglesia de san sebastián, cuzco, existe una versión ingenua
del siglo XViii con un ángel adulto vestido a la manera típica de los arcángeles
altoperuanos (fig. 109). el contraste entre la habilidad del diseño anatómico en el
santo y el primitivismo con que está representado el ángel no dejan de extrañar.
la figura central de seghers fue usada en otra composición más amplia que
representa el Martirio de san Sebastián (colección l. alzamora, lima).
concLusión
27
otras versiones se encuentran en la colección m. a. guillén, lima (véase su reproducción
en Fanal. Édition spéciale pour la France, 1958: página central); colección pedro Velasco, lima;
colección pedro de osma, lima; y en san Francisco, cuzco.
Francisco stastny Mosberg 328
Fig. 108
paul pontius, según
gerhard seghers
San Sebastián
1618/1658
estampa calcográfica
sobre papel, 43,8 x 27,8 cm
Fig. 109
anónimo cuzqueño
San Sebastián
siglo XViii
Óleo sobre tela
iglesia de san sebastián, cuzco
La presencia de rubens en La pintura coLoniaL 329
Hemos visto cómo algunos temas (la adoración, el retorno de egipto, la doble
trinidad) merecen una excepcional popularidad. otros, siempre relacionados
con la vida de cristo, aparecen con menor frecuencia; pero su misma diversidad
indica que el impulso contenido en las creaciones barrocas del maestro de am-
beres recibió una notable aceptación en la américa latina, aunque ese impulso
fue usado para objetivos muy distintos en el arte local.
esta confluencia sugiere que el rol que jugó rubens en la pintura colonial
por medio de las estampas, no es sino uno de los capítulos de un movimiento
mucho más extenso de difusión del grabado flamenco en américa. la necesidad
inherente de modelos religiosos y artísticos que había en el nuevo mundo y las
conexiones políticas de Flandes con españa, abrieron el camino directamente a
la producción flamenca cuando amberes se convirtió en uno de los grandes cen-
tros del grabado. esto sucedió en la segunda mitad del siglo XVi y se mantuvo,
aunque con niveles de calidad muy variables, a través de los siglos XVii y XViii, y
aun más tarde. aparte, pues, de su propio vigor expansivo y su propia importan-
cia artística, las obras de rubens fueron transportadas hacia américa dentro del
marco general de una difusión del grabado flamenco que se debía a factores muy
diversos, pero no por eso menos decisivos.
28
esto ha sido demostrado abundantemente en los escritos de autores como e. mâle, g. H.
gombrich, e. panofsky, d. angulo, m. J. Friedlander.
Francisco stastny Mosberg 330
*
La pintura lationamericana colonial frente a los modelos de Rubens. Texto mimeografíado. Lima:
Universidad nacional mayor de San Marcos, 1981. Publicado también como: “La pintura
latinoamericana frente a los modelos de Rubens”. En: Minardi, Vittorio Ed. Simposio
Internazionale sul Barocco Latino-Americano I. Roma: Istituto Italo Latino Americano, 1982,
pp. 111-126. La primera versión de este trabajo fue presentada en el Simposio Internazionale sul
Barocco Latino-Americano por el Istituto Italo-Latino Americano con el auspicio de la UNESCO,
del 21 al 24 de abril de 1980.
francisco stastny mosberg 332
El arte latinoamericano ha recibido, desde los años iniciales del siglo XVI, la
influencia sucesiva de las más variadas formas europeas. Han desfilado por los
talleres de pintores y arquitectos, prototipos góticos, renacentistas, contramanie-
ristas, y, a mediados del siglo XVII, los modelos barrocos (Kubler y Soria, 1959).
Se ha observado repetidas veces que estos factores heterogéneos eran aplicados a
menudo sin mucho rigor formal, acoplando en una misma obra elementos dis-
pares y de distintas épocas en una superposición estratificada de diversos compo-
nentes artísticos (Palm, 1949: 7 ss.).
1
Stastny (1965: 30), Voorhelm Schneevogt (1873) y Wyngaert (1940).
La pintura Latinoamericana coLoniaL frente a Los modeLos de rubens 333
Es cierto que también en Europa el arte del siglo XVII presentaba una conside-
rable diversidad de facetas. Sin necesidad de referirnos a Francia, cuyo clasi-
cismo es notorio, es bien sabido que en Roma trabajaron simultáneamente
con el florecimiento de Bernini, Pietro de Cortona y Borromini, artistas an-
tagónicos como Andrea Sacchi, Guido Reni o el propio Poussin, al extremo
de que sería necesario hablar de un barroco realista, un barroco clásico o un
barroco decorativo para diferenciar las diferentes modalidades estilísticas que
florecieron simultáneamente. Estas divergencias formales son tan pronuncia-
das, que indujeron a ciertos autores, como John Rupert Martín, a negar cate-
góricamente la unidad del estilo barroco y a oponerse a su uso como término
de caracterización de la totalidad del arte europeo de los siglos XVII y XVIII
(Bialostocki, 1972: 79).
2
Aclaremos, desde ya, que “arte de sociedad colonial” o, más brevemente “arte colonial”, no
significa subarte o propaganda religiosa pseudoartística, como parecen creer algunos autores.
Todo lo contrario, quiere decir un arte genuino que ha sido creado por una sociedad colonial.
Y como tal, como obras de arte cabales, es necesario reconocer y saber apreciar en toda su
dimensión humana, estética e ideológica el valor que aquellas creaciones plásticas poseen (eso
requiere, por cierto, un mínimo de sensibilidad). Si se pensara de otro modo, no se podrían
reconocer como obras de arte las producidas en la América virreinal, y su estudio no sería his-
toria del arte, sino arqueología o historia de la construcción, del urbanismo, de la imaginería
religiosa o historia social, económica, etc. El que esto escribe cree firmemente que así como no
hay razas superiores e inferiores, tampoco hay culturas superiores y culturas inferiores; y que
toda expresión artística genuina posee valores que un espectador sensible, que esté en posesión
de los conocimientos necesarios, será capaz de aprehender. También es su convicción que el
sistema de organización económica, política y social de un pueblo, por injusto o nefasto que
sea, no inhabilita a ese pueblo para la creación artística. ¿Cómo existirían si no los magníficos
legados artísticos que han dejado Asiria, Egipto, la edad media, los vikingos, o los chavín y los
aztecas en América?
francisco stastny mosberg 338
3
Para la aplicación del concepto de disyunción a la situación de América, véase Kubler (1966:
162 ss.) y Stastny (1974a: 162 ss.; 1981b: cap. 3; 1979a).
La pintura Latinoamericana coLoniaL frente a Los modeLos de rubens 339
En el caso del virreinato del Perú fue necesario que pasaran 150 años antes de
que la contradicción entre formas artísticas y formas del pensamiento fuese su-
perada y de que se plasmaran por el proceso de la disyunción algunos modelos
iconográficos que correspondieran íntimamente a las necesidades sociales y esté-
ticas del momento. Se llegó a crear, así, un estilo nuevo que ostenta una veracidad
y una autenticidad que está muy lejos del mérito relativo que poseen las copias
poco elaboradas tan frecuentes durante el siglo XVII. Esa nueva circunstancia se
produjo en las artes plásticas del área andina del sur peruano simultáneamente
y en parte estimulada por lo que John H. Rowe ha llamado el “movimiento na-
cional inca” (Rowe, 1954), movimiento que se sustentó en la perduración cultural
de la población nativa y culminó en 1780 con la rebelión de Túpac Amaru II y de
otros representantes de la elite inca.
4
No tomar en consideración la disyunción fue el grave error de enfoque de quienes se han
ocupado hasta la fecha de la supervivencia de elementos de las culturas americanas aborígenes
en el arte virreinal. Era ingenuo pensar que se podía encontrar repeticiones literales de la
iconografía precolombina incrustadas en la arquitectura, pintura o escultura coloniales; en
cambio hay indicios muy convincentes acerca de la supervivencia disyuntiva de diversas creen-
cias prehispánicas en aquellas artes en la región andina. Véase Stastny (1974a: 161-163; 1979b).
francisco stastny mosberg 340
los artistas pudieron cerrar los ojos a los nuevos modelos europeos que seguían
llegando, y en base a la reelaboración de las formas anteriores lograron crear un
estilo de expresión sui generis y original. Esto es muy notorio en el género del
paisaje, pero también se dio en otras modalidades, como en ciertas Andachstbilder
o imágenes de piedad, género que en Europa se desarrolló a finales del siglo XIV
y en el XV, y fue reasumido durante la antimaniera de donde se incorporó a Amé-
rica (Stastny, 1975a).
Al examinar esas obras de la pintura cuzqueña del siglo XVIII se nos hace
difícil aplicarles el término de barroco, aun si lo vaciáramos totalmente, por así
decir, de sus connotaciones formales y adoptáramos el criterio más amplio desar-
rollado por el profesor Argan de un arte inspirado en la retórica persuasiva.
innoVaciones iconográficas
mente las de mayor calidad artística, pero sin duda servirán de prueba para los
escépticos —ahora que los estudios iconográficos e iconológicos están también de
moda en Latinoamérica— para demostrar que la labor de los artistas del Nuevo
Mundo estaba tan comprometida con el esfuerzo creativo, en lo formal y en lo
ideológico, como la de sus colegas de otras partes del globo.
5
Véanse Panofsky (1955: 40 ss.; 1969: 84 ss.), Goldschmidt (1937) y nota 3.
6
El arquitecto Héctor H. Schenone ha señalado verbalmente la existencia de un ejemplar de
esta iconografía en la iglesia de la Soledad en México. De tratarse de un solo caso aislado,
como parece ser, debe pensarse que es o una pintura peruana transportada a Nueva España o
un copia mexicana de un ejemplar cuzqueño. El envío de lienzos de un virreinato al otro no
era algo fuera de lo común. En el Museo de Arte de Lima, por ejemplo, se conserva una Virgen
de Guadalupe mexicana.
7
Es éste un tema que alcanzó considerable difusión y acerca del cual tenemos un trabajo en
preparación.
francisco stastny mosberg 342
8
Señalamos por primera vez el probable contenido sincrético de estas representaciones y de su
relación con iconografías precolombinas en una serie de conferencias dictadas en México por
invitación del Instituto de Investigaciones Estéticas de la Universidad Nacional de México, en
1976.
9
Tampoco se da en grabados del siglo XV. El arquitecto Héctor H. Schenone indicó verbal-
mente durante el simposio la existencia de una composición de Martín Schongauer con ese
tema, pero esa sugerencia no se ha visto confirmada.
La pintura Latinoamericana coLoniaL frente a Los modeLos de rubens 343
10
En los salterios medievales la iconografía del salmo 68 (o 69, según la versión hebrea) se
refiere fundamentalmente al propio rey David salvado de las aguas por Cristologos o a la his-
toria de Jonás. Las versiones mesiánicas del salmo, que son menos abundantes, representan
diversas escenas de la pasión, inclusive el Mesías en Getsemaní, pero nunca el momento del
prendimiento. El Index of Christian Art de la Universidad de Princeton registra un único caso
del siglo XIV-XV que sugiere lejanamente la innovación utilizada en el Cuzco, pero se refiere a
otro momento de la pasión. Representa a Cristo con un cuerda al cuello conducido al calvario
(Serbian Psalter, f. 88v., Munich Staatsbibliothek). No está, pues, probada la asociación de esta
iconografía con el salmo 68. Véase Strzysdowki (1906: pl. XXLV), Kirschbaum et al. (1971, III:
466 ss.), Künstle (1926-1928), Réau (1955-1959, II: 284), Mâle (1951: cap. VIII), Index of Chris-
tian Art, Universidad de Princeton, Salmo 69.
11
Agradezco al destacado estudioso Héctor H. Schenone por haber llamado la atención sobre
la posible relación del tema con el salmo citado.
Grabados inspiran pinturas de CuzCo y ayaCuCho 345
En una visita reciente al Museo de Arte me llamó la atención una pintura que
ingresó en los últimos años a la colección y que representa la Traición de Judas
(colección Banco Industrial) (fig. 110). Es un lienzo de grandes dimensiones que
destaca por los efectos lumínicos en la escena nocturna y sobre todo por las con-
torsiones anatómicas de los soldados del primer plano.
un evanGelio en imáGenes
*
“Grabados inspiran pinturas de Cuzco y Ayacucho. De Amsterdam al Perú”. El Comercio
CLV/81625, sección C, Lima, 16 de abril de 1995, p. 1.
franCisCo stastny mosberG 346
Fig. 110
Anónimo cuzqueño
Traición de Judas
ca. 1675/1690
Óleo sobre tela, 212 x 267,5 cm
Ex colección Banco Industrial del Perú
Fig. 111
Hieronymus Wierix, según
Bernardino Passeri
Traición de Judas
Publicada en Jerónimo
Nadal, Evangelicae Historiae
Imagines (Amberes: 1595)
Estampa calcográfica sobre
papel, 22,9 x 14,1 cm
Grabados inspiran pinturas de CuzCo y ayaCuCho 347
Las ideas que barajaron estos círculos jesuitas correspondían con las que
iban a ser las nociones medulares del nuevo siglo y del nuevo arte. La Poética
aristotélica, tan usada en el renacimiento, fue sustituida por la Retórica y por su
énfasis en la eficiencia del discurso “afectivo”. Un discurso dirigido a conmover,
más que a convencer por la razón; una preferencia por la imagen sobre el texto
cuando se trataba de hablar al corazón de los creyentes.
Perú optaron por pedir un pintor a Roma argumentaron: “El mucho provecho
que sacarán [los indios] de ver imágenes que representen con majestad y hermosura”
las figuras sagradas. Es así que una obra como la de Nadal jugó un papel pre-
ponderante en la catequización de América y en el desarrollo de su arte como lo
demuestra la existencia de ejemplares de ese libro en las bibliotecas conventuales
del continente.
Fig. 112
Hieronymus Wierix,
según Bernardino Passeri
Entrada a Jerusalén
Publicada en Jerónimo Nadal,
Evangelicae Historiae Imagines
(Amberes: 1595)
Estampa calcográfica
sobre papel, 22,6 x 14 cm
Fig. 113
Anónimo huamanguino
Entrada a Jerusalén (detalle)
Siglo XVIII
Óleo sobre tela
Paradero desconocido
Transmisión y comercio arTísTico en el nuevo mundo 351
inTroducción
*
“Ulises y los mercaderes. Transmisión y comercio artístico en el Nuevo Mundo”. En:
O’Phelan, Scarlett y Carmen Salazar-Solerd Eds. Passeurs, mediadores culturales y agentes de
la primera globalización en el mundo Ibérico, siglos XVI-XIX. Lima: PUCP, Instituto Francés
de Estudios Andinos, 2005, pp. 817-51. Una versión previa de este artículo fue leída en el
congreso internacional Las cuatro partes del mundo. Passeurs, mediadores culturales y agentes de la
primera globalización en el mundo ibérico, siglos XVI-XIX (Lima: Instituto Riva-Augero de la PUCP,
Instituto de Estudios Andinos, del 26 al 29 de agosto de 2002). La reunión en Lima fue parte
de un seminario itinerante dirigido por Serge Gruzinki.
Francisco sTasTny mosberg 352
1
Hemos encontrado en Lima una pintura sobre madera de escuela granadina de ca. 1535-
1550, que reúne diversos atributos que la tipifican como una imagen hecha especialmente para
la protección de un viajero de altamar. Se trata de la Virgen de Rocamador con san Cristóbal y san
Telmo [la imagen es aquí reproducida en la fig. 8]. Véase Stastny (2000) [el artículo se encuentra
reproducido en el presente volumen, pp. 37-42].
2
En México trabajaron fray Pedro Gante y Simón Pereyns; en Quito fray Jodoco Ricke (1534) y
fray Pedro Gosseal (1534) (Toussaint, 1965: 20 ss., 51-64; Navarro, 1958: 156, 165).
3
El estudio más útil acerca del padre Bitti sigue siendo Soria (1956: cap. 2).
Transmisión y comercio arTísTico en el nuevo mundo 353
El personaje más llamativo del grupo italiano en los Andes, sin embargo, no
fue Bitti, sino Matteo da Lecce o mejor Mateo Pérez de Alesio. Viajero empeder-
nido, según Giovanni Baglione, su biógrafo del siglo XVII, Mateo fue un nuevo
Ulises a quien lo impulsó no tanto el deseo de pintar como de “veder l’opere
del Mondo” y, de paso, correr la aventura. Algo de cierto tiene la afirmación de
Baglione, en el sentido de que en su juventud Alesio fue un personaje impulsado
por grandes ambiciones. De sus inicios provinciales en Puglia, pasó a Venecia,
donde estrechó amistad con Palma il Giovanne, y ambos fueron a parar a Roma.
Allí trabajó entre la legión de asistentes de Federico Zuccari y debió practicar un
muralismo de diseño fluido y de bajo tono emocional, en vez de proseguir su ver-
dadera vocación que lo impulsaba con pasión hacia el vigor y la furia de Miguel
Ángel. Su admiración por el genial florentino se incrementó considerablemente
cuando, por un golpe de fortuna, Alesio fue llamado para pintar un fresco en
la capilla Sixtina, frente a frente al célebre Giudizo. El encargo, en realidad, se
originó en el deseo del austero papa san Pío V de restaurar una escena dañada
de la vida de Moisés, que afeaba la capilla papal. Pero Mateo supo muy bien en-
galanar la historia4. El acontecimiento le otorgó fama y le valió ser incluido entre
los prometedores pintores jóvenes de Roma que fueron llamados para ejecutar,
en 1574, una secuencia de la pasión de Cristo en los muros del oratorio del
Gonfalone. Entonces la tragedia golpeó a su puerta. Al parecer, insatisfecho con
su propia creación e imbuido por el sentido trágico del non finito miguelangeles-
co, Alesio destruyó a martillazos su obra y huyó de Roma. Empezaron, así, sus
largas peregrinaciones. Pasó primero a Malta, volvió sin éxito a Roma, intentó
luego instalarse en Sevilla, donde permaneció cinco años; finalmente prosiguió
a las Indias occidentales, como se lo recomendaron los jesuitas de Roma antes
de salir. Pasados los cuarenta años de edad, lo encontramos en la ciudad de Los
Reyes del Perú dispuesto a enriquecerse, ya sea por la práctica del arte o por
la búsqueda de tesoros o huaquería —como se diría en Lima— aventura ésta que
sabemos también ensayó. Por uno u otro medio Alesio imaginó que alcanzaría la
fortuna de realizar el viejo sueño de ser el poseedor de dos carruajes, y también
caballos y lacayos suficientes como para volver en gloria a Roma, y poder ofrecer
uno de los coches a la Accademia dei virtuosi, según afirmó ingenuamente a los
amigos de sus años juveniles5.
Estas últimas afirmaciones pueden otorgar una idea equivocada del persona-
je. En realidad sus viejos ideales de imitar a Miguel Ángel no se habían apagado.
4
Prefirió siempre referirse al patronazgo de Gregorio XIII, que fue un gran mecenas de las
artes, antes que al austero Pío V, quien le encomendó originalmente la obra a Alesio (Stastny
1979a: 780-783).
5
Mancini (1956: 222-223), Baglione (1935 [1642]: 32), Soria (1956: 74), Stastny (1969a: 9-46).
Francisco sTasTny mosberg 354
Lo que hoy sobrevive de la obra de Mateo de Alesio son unas cuantas pin-
turas de pequeñas dimensiones ejecutadas en cobre. Estas otorgan, no obstante,
una mejor idea de sus afanes artísticos en el medio colonial que los grandes
aparatos decorativos que armó en las bóvedas eclesiásticas. Como todo artista,
debió crear con intuición y paciencia un lenguaje que encontrara el favor de
su comunidad y que le permitiera ejecutar obras que sus clientes desearan lle-
var a la intimad de sus capillas privadas. Estas composiciones lograron reflejar
una afinidad emotiva y religiosa con la psicología del mundo social peruano.
Semejante fue el reto enfrentado por los artistas europeos a partir del concilio
de Trento. Ante las exigencias del medio virreinal, tan diferentes sin embargo a
las del Viejo Mundo, Alesio apostó por la más pura y espectacular antimaniera
romana para transitar exitosamente al futuro. El modelo se lo proporcionó
aquel virtuoso retratista y remilgado decorador religioso llamado Scipione Pul-
zone. Mateo lo conoció en sus últimos años romanos, cuando aquél trabajaba
para la iglesia del Gesù. Sus obras lo impresionaron tanto que, al abandonar
Italia, llevó consigo apuntes de dos de las más celebradas Madonnas de Pulzone.
Llegado el momento, en la década de 1590, Alesio preparó una Virgen de la
leche o de Belén (fig. 19) que condensó ambas composiciones en una sola ima-
gen (Stastny, 1981a: 33-34, notas 44, 46, figs. 14, 15). El éxito de esa obra de
piedad fue total, y el propio artista produjo en su taller numerosas réplicas en
cobre de exactamente las mismas medidas. Cerca del final de su vida, en 1604,
todavía produjo una versión de lujo para el itinerante obispo de Lima, santo
Toribio de Mogrovejo, con lo cual se confirmó la aceptación generalizada de la
advocación, no solo entre el pueblo devoto y la piedad claustral de los regulares,
sino también entre las más elevadas dignidades del clero secular. Es posible que
la preferencia alcanzada por la composición en el favor del público virreinal
peruano se haya debido, en parte, a la vinculación de una de las versiones de
la obra de Alesio, con su contemporánea, la futura santa Rosa de Lima y su
fervoroso culto (Stastny, 1969a: 18, 22). Con el tiempo, la Virgen de Belén no
Transmisión y comercio arTísTico en el nuevo mundo 355
solo ganó el favor popular en la devoción doméstica de Lima y del Cuzco, sino
que una réplica de la imagen fue colocada como coronación del arco triunfal
en el antiguo Puente de Piedra, que era el acceso privilegiado a la ciudad de Los
Reyes por el norte, utilizado por los virreyes del siglo XVI.
6
No cabe duda de que Alesio fue el autor de la Virgen de la leche (Stastny, 1969a). Esto ha sido
confirmado recientemente con un inventario de 1670 (Archivo Arzobispal del Cuzco), que
no puede ser más claro: “…Nuestra Señora de Belén de mano de Alesio con marco dorado”
(Wuffarden y Guibovich, 1990: 424, nota 20). La especie de que existen versiones firmadas por
el factótum P. Morón, es falsa. El error figuró en Mesa y Gisbert (1972: 112) y fue recogido por
algunos repetidores.
Francisco sTasTny mosberg 356
mensaje definido, que se ofreció con facilidad a su pincel. Su meta fue presentar
la imagen resplandeciente de la fe, envuelta en una belleza aristocrática, como un
ensueño celestial que deslumbraba a los fieles y a los catecúmenos indígenas (fig.
11). Al hacerlo, también cumplió con las enseñanzas de san Ignacio de Loyola
sobre el uso de la imaginación visual en las técnicas de la meditación. Fue éste
un mensaje estructurado, que armonizó con la labor pastoral de los teólogos en
su propósito de construir, según el ideal de la utopía cristiana, una sociedad per-
fecta para las poblaciones nativas. El complemento visual deslumbrante creado
por Bitti en los templos, así como la música embriagadora de los coros que re-
tumbaba en las naves, fue de algún modo la prueba final del mensaje evangélico
transmitido a los nuevos creyentes, para quienes la existencia de Dios se convirtió
en una experiencia tangible e inefable.
Fig. 114
Bernardo Bitti
San Ignacio de Antioquía
Relieve en madera,
maguey, tela encolada y
pasta, con policromía y
dorado, 132 x 106 x 17 cm
Museo Histórico Regional,
Cuzco
7
De Wael, de Balleur y M. Musson fueron a la vez decanos del gremio de San Lucas de Amberes
y artistas-negociantes que comercializaban pinturas en el extranjero. Véase Denucé (1931: 10).
Francisco sTasTny mosberg 358
Fig. 115
Juan Bautista Vásquez el viejo
(atribuido)
Virgen con el Niño
Madera tallada y policromada
Instituto Riva-Agüero, Lima
a los más celebres maestros españoles del periodo: a Francisco Pacheco, Vicente
Carducho y Francisco Zurbarán. Todos ellos incursionaron tangencialmente en
el negocio artístico distante, sin abandonar por eso sus carreras profesionales en
sus lugares de origen. Por ejemplo, Pacheco, el erudito maestro sevillano, hacien-
do honor a su fama, ensayó en 1627 la venta en Lima de ejemplares del libro de
poesía de Fernando Herrera el Divino, en cuya edición colaboró Pacheco con
el poeta Francisco de Rioja8. En otras ocasiones embarcó pinturas a Cartagena
de Indias, a Santo Domingo y al virreinato del Perú9. A diferencia de Pacheco,
totalmente desconocidas en los estudios virreinales hasta ahora han sido las ac-
tividades comerciales que desarrolló en Indias Vicente Carducho, el notable re-
presentante del barroco temprano en Castilla. Ya su hermano mayor, Bartolomé,
pintor florentino contratado junto con Federico Zuccari para decorar el Escorial,
se inició en el negocio de la importación a España de materiales de artistas y de
pinturas italianas. En 1596, incluso, vendió algunos lienzos al veinticuatro de Se-
villa, Melchor Maldonado, no sabemos si con destino al Nuevo Mundo (Angulo
y Pérez Sánchez, 1969: 23). Vicente, por su parte, siguió la corriente de la época
cuando, en 1631, expidió 18 pinturas a su cuñado Bartolomé Astete, residente
entonces en Lima y en Potosí. Hemos tenido la fortuna de identificar vestigios de
tales remesas en los repositorios de diversos templos limeños. El conjunto más
impresionante hallado es El juicio final (figs. 39-42), compuesto por cuatro lienzos
de grandes dimensiones y que se conservan en el museo de la catedral de Lima.
Esta colección de pinturas de Carducho depositadas en el Perú, confirma que
Castilla también jugó un papel significativo en la formación temprana del barro-
co colonial sudamericano10. Una mención aparte es el caso de Zurbarán.
8
Pacheco colaboró en la recopilación y edición de los poemas de Herrera y escribió una
presentación para el libro. La obra fue completada con ayuda de Francisco de Rioja y el
licenciado Enrique Duarte, y apareció con el título de Versos de Fernando de Herrera emendados
i divididos por él en tres libros (Sevilla, 1619) (Pacheco, 1990: 17). Acerca del envío a Lima, véase
López Marínez (1928: 135).
9
En el Perú se halló una tabla inédita de la Crucifixión representada con cuatro clavos, que
estuvo anteriormente en el comercio artístico limeño. Para los otros envíos, véase Valdivieso y
Serrera (1985: 42-43).
10
Las otras composiciones son tres: San José con el niño en brazos, San Diego en levitación, y La
comunión de santa Catalina. Para los tratos de Vicente Carducho con las Indias, véase Stastny
(2002: 1295).
Francisco sTasTny mosberg 360
neutral no los limitaba a una comunidad específica y eran, por ende, factibles de
ser colocados en el mercado abierto para ser comercializados con más libertad.
Apostolados, series de santas mártires, de los patriarcas, de hombres famosos, de
arcángeles (fig. 71), la Virgen inmaculada, o incluso césares romanos a caballo,
fueron candidatos para esos conjuntos de lienzos enrollados11. En total, no fueron
mucho más de cien obras las que envió a las Indias el pintor extremeño a lo largo
de su vida. No obstante, dejó una huella profunda en cierta temática del arte
americano, sobre todo en la iconografía de santos y ángeles de figura aislada. No
sucedió lo mismo con el lenguaje pictórico empleado por Zurbarán, cuyo severo
naturalismo “a lo divino” estuvo muy alejado del estilo idealizado adoptado por
el ensueño lírico del arte colonial.
Dos contratos que ilustran cada una de las modalidades comerciales citadas,
coincidieron en los años 1607 y 1608. El primero fue el convenio de Martínez
Montañés con el monasterio de La Concepción de Lima para producir un retablo
dedicado a la vida de san Juan Bautista (fig. 38) (Proske, 1967: 52-56). El segundo,
fue el citado acuerdo de los jóvenes pintores Miguel Güelles y Domingo Carro,
casi desconocidos hasta entonces en Sevilla, quienes se convirtieron en subcon-
tratistas para una serie monumental de 41 lienzos murales dedicados a la vida del
santo titular del convento limeño de Santo Domingo (figs. 46-50) (Stastny, 1998:
23 ss.). Güelles, de ese modo fue uno de los primeros artistas en dar el ejemplo
de una dedicación prioritaria a la producción para ultramar. Su caso también
fue especial en otro sentido para el contexto hispano. Aunque no se han hallado
vestigios en la abundante documentación que rodea su vida, de que haya vendido
un solo lienzo en su ciudad, ya se ha mencionado que ocupó cargos de importan-
cia en la corporación de pintores. Fue veedor de la profesión durante décadas y
llegó a ser su alcalde hasta en tres oportunidades, entre 1610 y 1634. Esa situación
peculiar contrasta con lo que sucedería en el futuro con quienes siguieron los
pasos de la exportación comercial. Aquellos artistas, una vez obtenida su maestría
y absorbidos en su labor, fueron casi invisibles en la corporación sevillana. De
ese modo, el ejemplo establecido por Miguel Güelles en su relación con el Nuevo
Mundo, otorgó un modelo de conducta profesional novedoso para los jóvenes ar-
tistas de la época que andaban en búsqueda de mercados para sus obras. Desbor-
dados por una competencia artística cada vez más reñida en la ciudad andaluza,
requerían un lenguaje expedito que les permitiera satisfacer las demandas de una
nueva clientela en ultramar. Esa modalidad la hallaron en el prototipo estilístico
de Zurbarán, quien puso a su disposición un vocabulario iconográfico fácil de
imitar y de reducir a fórmulas en lo técnico, pero no así en su contenido concep-
11
López Martínez (1932: 224), Caturla (1965: 197 ss.), Stastny (1988) [el artículo es reproducido
en el presente volumen, pp. 235-247].
Transmisión y comercio arTísTico en el nuevo mundo 361
Los nombres de quienes transitaron por esas rutas del comercio pictórico
americano incluyen a Juan Luzón (1608-1662), Alonso Pérez (1630-ca. 1693),
Juan Fajardo (ca. 1605- ca. 1693), Juan López Carrasco (ca. 1632-ca. 1692) y varios
otros, quienes enviaron más de 1300 lienzos al Nuevo Mundo en un lapso de
ocho años desde 1658, según documentación de archivo incidental estudiada por
Duncan Kinkead. Sumaron un promedio de 163 lienzos por año, que figuran tan
solo en reclamos judiciales, y que no representan, por consiguiente, sino una frac-
ción de lo realmente remitido (Kinkead, 1983: 73-101; 1984: 303-310).
Una observación más detenida de las tareas de esos pintores abre diversas
interrogantes. Cuando se examina sus contratos es fácil notar que éstos indican
que su trabajo fue entendido como una “fabricación” a gran escala de “pintura de
devoción”. Se enumeran secuencias que incluyen docenas de vírgenes, arcángeles
y apóstoles que, en lotes de 100 a 200 lienzos de buen tamaño, debían ser entre-
gados en plazos que variaban entre cuatro y ocho meses (vale decir, un cuadro por
día). Para proteger la calidad de las obras, en los convenios figura ocasionalmente
la mención eufemística de que “dichas pinturas han de ser de buena mano,
alegres y bien emprimados [sic] a contento y satisfacción” de quien los adquiere.
Aunque no era nada nuevo que jóvenes asistentes trabajaran a destajo y casi
mecánicamente en extendidas obras murales, como las que se ejecutaban desde
el renacimiento en Italia, esas labores se entendían como tareas transitorias y una
forma de entrenamiento para las oficiales. Lo que apareció en Sevilla a mediados
del siglo XVII fue algo distinto, que implicó una renovada manera de enfocar el
arte. Una actitud que tuvo mucho que hacer con la producción acelerada de es-
tampas grabadas para responder a las demandas ideológicas planteadas en Europa
a raíz de los conflictos religiosos de la reforma y que coincidieron con la manera
de lidiar con la evangelización en el Nuevo Mundo.
3. originales y recreación
12
En lo anterior hemos seguido a Argan (1970: 157-165).
Transmisión y comercio arTísTico en el nuevo mundo 363
Un artista tan renovador como Anibale Carracci, que fue uno de los forjadores
de la pintura barroca italiana, estuvo personalmente comprometido con los ideales
antes anotados. Aunque dedicado principalmente a su oficio, distrajo parte de sus
energías hacia la exploración de la técnica del grabado en búsqueda de un modo
de traducir mejor al lenguaje de grises de las láminas buriladas, el sutil cromatismo
y los efectos nocturnos de luz utilizados por Correggio. Su meta fue difundir, así,
entre la gente simple, el arte de un pintor que se había adelantado casi por cien
años a la intensa expresión retórica religiosa que la época de Carracci anhelaba
conquistar. El verdadero propósito de ese ejercicio fue reseñado con claridad, en
1678, por Carlo Malvasia en su biografía de Anibale Caracci, cuando escribió que
el maestro copió a Correggio con el ánimo de “hacer con él un pan, que cada uno
pueda comer” (“far con lui un pane, che ogni un ne possa mangiare”).
A partir del ejemplo de Zurbarán, cierta pintura sevillana empezó, así, a ju-
gar un papel similar al de los grabados. Su modo de trabajar se basó en las mismas
ideas acerca del valor de la réplica. Aquellas obras fueron difusoras en serie de
los temas iconográficos preferidos y de una concepción mística del mundo. En
algunos casos, la popularidad de esas composiciones se debió específicamente a
su adecuación a la realidad americana. Las secuencias de ángeles, por ejemplo,
no solo fueron un tema preferido en el arte andaluz, también lo fueron en el
Perú virreinal, donde los arcángeles fueron advocaciones predilectas de los in-
dígenas por las reminiscencias prehispánicas que evocaban en ellos13. Las series
de los hijos de Judá (o patriarcas) evocaban en los europeos los orígenes de la
población nativa, ya que ésta fue identificada con las tribus perdidas de Israel. Era
ésa una temática de interés para los teólogos y los escritores de historia americana,
aunque no para la nobleza indígena. Por otra parte, las imágenes de santos como
san Francisco Solano fueron preferidas en Lima, donde el santo vivió. Como
sea, de una manera u otra, esas pinturas fueron incorporadas a la vida intelec-
tual del virreinato y asimiladas en su lenguaje artístico. A veces fueron reiteradas
con pocas variantes o imitadas pobremente pero, en otras ocasiones, sirvieron de
punto de partida para la creación de iconografías inéditas y de un lenguaje formal
novedoso. Eso tuvo lugar sobre todo en el Cuzco, donde se dieron los debates
visuales del nacionalismo inca contra la autoridad del sistema. A partir del siglo
XVIII ese movimiento produjo una confrontación de imágenes, una persistente
guerra iconográfica, como la llamamos en una publicación anterior (Rowe, 1954:
11-47; Stastny, 1982a).
13
El ejemplo temprano más elocuente de esa similitud de creencias es el encargo que, por el
año 1603, recibió Alesio de un curaca para trazar un retablo en la iglesia de El Cercado de Lima
(Vargas Ugarte, 1963: 50). También véase aquí nota 32.
Transmisión y comercio arTísTico en el nuevo mundo 365
por las sociedades del Nuevo Mundo. En más de un caso, estos artistas constitu-
yeron empresas de dos participantes, uno encargado de los menesteres comercia-
les y del envío, y otro que comandaba el obrador donde se ejecutaban los lienzos
a destajo. No desarrollaron, en cambio, casas comerciales de mayor envergadura,
que abarcaran otras regiones geográficas o que se dedicaran a una variedad más
amplia de mercaderías. Esto sí sucedió, en cambio, en un célebre puerto ubicado
en los Países Bajos del sur.
En la etapa final del comercio artístico examinado en este trabajo, sin em-
bargo, los términos cambiaron. En lugar de las pequeñas empresas de dos socios,
aparecen ahora poderosas empresas concebidas al modo de las entidades ban-
carias internacionales, con sucursales distribuidas en varias capitales de Europa.
Estas nuevas entidades movían mercaderías muy variadas entre los continentes
y algunas crecieron tanto en poder financiero que desarrollaron funciones de
banca. Lo que las distinguió, sin embargo, de las instituciones puramente mer-
cantiles y otras formas de negocio de exportación, es que fueron regidas por
conocedores e inclusive por practicantes de arte. Ninguna entidad de ese tipo
fue más notable en el ámbito geográfico del cual nos estamos ocupando que la
firma Forchoudt, cuya sede central estuvo en el puerto de Amberes, y que llega-
ría a ser una emprendedora difusora cultural y una globalizadora del comercio
intercontinental14. Y, en efecto, a lo largo del siglo XVI, el conocido puerto
nórdico creció rápidamente y se convirtió en un verdadero emporio de actividad
económica, a la vez que centro de creciente creación artística. Hay que recordar
que Amberes fue una urbe donde prosperaron artistas de la talla de Joachim
Patinir, Quentin Matsys, Peter Brueghel y su dinastía, Frans Pourbus, Maerten
de Vos, Peter Paul Rubens y su vasta escuela, Anthony van Dyck, Otto van Veen,
y decenas de otros. Su bienestar residió en el hecho de que se trataba de una ciu-
dad con conexiones internacionales y con una dinámica circulación comercial.
No de otro modo hubiera habido trabajo para tantos artistas. Luis Guicciardini
escribió, ya en 1567, que tan grande era la demanda de pinturas en Amberes,
que toda la producción de sus artistas solía estar vendida de antemano15.
14
Otras firmas célebres fueron las de Chrysostomus van Immerseel y Mathijs Musson (Vlieghe,
1998: 7; Duverger, 1968; 1972: 157-181).
15
Véase Guicciardini (1582: 192).
Francisco sTasTny mosberg 366
16
Para la vida y actividades de la familia Forchoudt, véase Denucé (1931: 9-20).
Transmisión y comercio arTísTico en el nuevo mundo 367
17
Envío sin fecha a Juan María Pola. Véase Denucé (1931: 273).
Francisco sTasTny mosberg 368
Las pinturas que fluían por los circuitos financieros de la familia For-
choudt fueron cotizadas de un modo peculiar. Las más apreciadas no fueron
las antiguas, por muy célebres que hayan sido maestros como Jan van Eyck o
Rogier van de Weyden y otros del siglo XV, sino las de artistas del barroco,
como Rubens, van Dyck, P. van Lint o Jan Brueghel. Tampoco fueron muy
estimadas las obras italia- nas o sus copias, que ocasionalmente se incluyeron,
tales como las de Correggio, Tiziano o Veronese. Importante en ese sentido es
la distinción que se hacía por géneros. En general, los predilectos, en precio y
en cantidad, fueron los paisajes, de preferencia con figuras; le siguieron las cac-
erías, escenas de batallas y sitios de ciudades, marinas, floreros y bodegones, la
vida campestre y escenas de la vida diaria y de interiores domésticos. Los temas
religiosos tampoco obtenían valores muy elevados o numerosos ejemplares.
Aunque se daba mayor énfasis a las obras cristianas en los envíos al mundo
ibérico, no deja de extrañar, a primera vista, que esas representaciones no
llegaran a un tercio del total remitido, tanto a España como al Nuevo Mundo.
Esto bien puede deberse al hecho de que la exportación sevillana, que había
empezado antes y que seguía el gusto ya establecido de los modelos de Zur-
barán, tuvo la preferencia de la clientela americana, tanto por hábito como por
sus valores de mercado. En cambio las pinturas de escuela flamenca eran coti-
zadas por su especialización en paisajes y temas no religiosos. Las excepciones
fueron, por cierto, las célebres composiciones de Rubens, cuyo apostolado, por
ejemplo, compitió con los de Zurbarán.
18
Véanse Gran Galería (1899) y Gutiérrez de Quintanilla (1920: 335-338).
19
Véase Mesa y Gisbert (1969: 112).
Francisco sTasTny mosberg 370
Fig. 116
Pieter Coecke van Aelst
Adoración de los reyes magos
Colección particular
20
Los envíos que J. Luzón solía remitir a las Indias occidentales por la misma época,
comprendían entre 100 y 200 lienzos religiosos. Véase Kinkead (1984: 303).
21
Véanse los documentos del archivo municipal de Amberes, “Insolvent Estates”, en Denucé
(1931: 21 ss.).
Transmisión y comercio arTísTico en el nuevo mundo 371
22
Véase Denucé (1931: 273-274).
23
Envío del 8 de mayo de 1650 a Baltasar del Casso. Véase Denucé (1931: 39).
24
Envío a Sebastián Facx el 18 de marzo de 1653. Véase Denucé (1931: 58).
Francisco sTasTny mosberg 372
25
Envío de Justo Forchoudt a Cádiz del 16 de setiembre de 1699. Véase Denucé (1931: 246).
26
Esas obras del Cuzco, así como los cobres flamencos con temas profanos, prácticamente
han desaparecido del ámbito peruano. Raros ejemplares cuzqueños se conservaban hasta hace
algún tiempo atrás en colecciones privadas. Véanse menciones a los paisajes del Cuzco en
Kelemen (1967: 215 ss.), Stastny (1975a: 20-27), Majluf et al. (2001: 105).
Transmisión y comercio arTísTico en el nuevo mundo 373
Para terminar con este acápite, hay que agregar que en Lima se puede seguir
también la pista de los modelos de Flandes en la constitución del idioma pictóri-
co local. Un ejemplo ilustrativo es el Banquete de Herodes de Rubens, ya menciona-
do, y copiado por Willem Forchoudt. Un siglo después de su llegada a la ciudad
de Los Reyes, la composición sirvió de prototipo para una nueva interpretación
de gran tamaño del mismo tema, esta vez ejecutada en lienzo con seguridad por
Cristóbal Lozano, quien le dio el cariz del nuevo academismo dieciochesco, que
alrededor de 1760 se fraguó en la pintura limeña bajo la influencia combinada de
las escuelas sevillanas y flamencas.
27
El juicio final en cuatro escenas, en museo de la catedral de Lima, citado antes (Stastny 2002:
1295) y en la nota 10.
28
En las celebraciones llevadas a cabo en Lima, en 1659, por el nacimiento del príncipe deseado,
Felipe Andrés Próspero, salió un carro costeado por los profesores de las nobles artes, pintura,
escultura y arquitectura. En los faldones del vehículo se colocaron reproducciones pintadas de
los grabados alegóricos del libro de Carducho que celebraban la nobleza de la pintura. Véase
Ramos Sosa (1992: 100-103). Acerca del significado de las alegorías de Carducho, véase Kubler
(1965: 438-447).
Francisco sTasTny mosberg 374
dejaron de ser una experiencia que ayudó a definir, precisamente por exclusión,
la ruta del futuro29.
Por otro lado, es bien sabido que los modelos de Zurbarán, tan ampliamente
atendidos por el arte americano, estuvieron en el polo opuesto a las meditaciones
de Carducho sobre una representación más clásica de la realidad visible en el
arte. El maestro extremeño evitó, precisamente, las perspectivas complejas y las
composiciones de mayor envergadura para concentrarse en figuras aisladas cuyas
actitudes encarnan una interpretación mística de la existencia. Más adelante,
los exportadores sevillanos, que enviaron cientos de réplicas de esos prototipos,
proveyeron la materia prima que facilitaría la síntesis idealizada y arcaizada, que
a partir de esos modelos fue creada en el arte sudamericano. Lejos de la estricta
austeridad naturalista que las obras originales proyectaban, las escuelas andinas
convirtieron ese “fácil de digerir” en una visión de fábula celestial en la cual los
vigorosos personajes de Zurbarán fueron transformados progresivamente en san-
tos que recuerdan, más bien a los de la Legenda aurea de Santiago de la Voragine.
29
Véase Stastny (2002: 1295 ss.).
Transmisión y comercio arTísTico en el nuevo mundo 375
Una diferencia crucial debe ser señalada, no obstante, entre lo que aconteció
en los talleres del Nuevo Mundo y los de Europa. Los de las metrópolis fueron
copistas consumados que procuraban retransmitir el espíritu de las creaciones
de los grandes maestros de su tiempo. En el Cuzco, en cambio, parte importante
de la producción estuvo dirigida a experimentar con nuevas ideas iconográficas
y formales, y a inventar nuevos prototipos, gracias a los cuales, a lo largo del
siglo XVIII, la escuela alcanzó sus mayores elevados niveles de creatividad y
originalidad.
conclusión
La transferencia del universo artístico europeo al Nuevo Mundo, pasó por diver-
sas etapas:
2) Esa situación fue transformada en el Perú, hacia el último cuarto del siglo
XVI, con el arribo concertado de un equipo de maestros italianos del renacimien-
to tardío, que fue promovido por la Compañía de Jesús. Con ellos quedó estable-
cido de modo definitivo el tipo de belleza y el carácter idealizado, antinaturalista,
del arte virreinal peruano.
espacio tridimensional. Todo esto dejó una impronta significativa para el futuro
del arte virreinal.
tres siglos de viajes de expansión europea. De ese modo, los mapas mismos se
convirtieron en obras de arte y en objetos de colección (los lienzos silenciosos de
Vermeer lo demuestran). Cada vez más perfectos en el trazo, también abrieron
espacio a la geografía humana y a la caracterización de innumerables pueblos que,
al ser retratados, fueron motivo de estudio y de comparación. Fue un tema que
no escapó a la firma Forchoudt. En 1660, por ejemplo, remitieron a Bilbao, a
solicitud de un colega, mapas de “las cuatro partidas que son Europa, Africa [sic],
Asia y América […] que suelen […] hacer de ordinario” y con el pedido expreso de
que: “Lo escrito en ellas […] sea en español”. Porque, se argumenta con la nueva
lógica universal de la época, que se entiende “que se hacen en todas las lenguas”30.
30
El texto completo indica: “Suplicamos […] que entre las pinturas me manden las cuatro
partidas que son Europa, Africa [sic], Asia y América que suelen estas mapas hacer de ordinario
con sus pinturas de naciones y lo escrito en ellas, estimaremos sea en español. Juzgamos que se
hacen en todas las lenguas”. La universalidad del mensaje se reitera, por eso, por partida doble:
en las tierras abarcadas por los mapas y en los múltiples idiomas empleados. Véase Denucé
(1931: 50).
31
Véase Querejazu (1975: 97-111).
32
Manuscrito anónimo: Historia del Perú (ca. 1603), p. 272, que estuvo en la biblioteca del Dr.
Carlos A. Romero (agradezco este dato al Dr. Guillermo Lohmann Villena). Véase también
Vargas Ugarte (1963: 50).
Francisco sTasTny mosberg 378
templo del Gesù para ser sustituida por murales de Federico Zuccari33. Es de creer
que el artista de Lima logró mejor su cometido. Alcanzar ese equilibrio inestable
fue en gran medida el esfuerzo que debieron enfrentar aquellos primeros passeurs
de las artes, que emigraron a las zonas de frontera. Intermediarios culturales,
intérpretes y traductores, estuvieron instalados en las encrucijadas de mundos
lejanos y siempre cambiantes. Fueron las guías transculturales que abrieron las
trochas del futuro.
33
Pulzone retrató a lo divino, con apariencia de ángeles, a ciertos jóvenes romanos, haciendo
caso omiso al estricto decoro que el concilio de Trento estableció para el arte religioso
contrarreformista (Zeri, 1970: 54, 62, 97).
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mayo 2013 lima - perú
ISBN: 978-9972-623-79-0
12626 IFEA / ESTUDIOS SOBRE EL ARTE COLONIAL / CARATULA : 47.7 x 24 cm. / FOLDCOTE C-14 / LOMO OK: 2.15 cm. / COSIDO A LA FRANCESA / INT 416 pp. Bond 75 gr. 15 * 24 / EM