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1-CAPÍTULO - AnálisisNarrativoArgumentativoALaPP
1-CAPÍTULO - AnálisisNarrativoArgumentativoALaPP
La presente investigación fue desarrollada con el propósito de indagar sobre las contribuciones
que un enfoque narrativo-argumentativo podría hacer a la “Política Pública de Seguridad
Alimentaria y Nutricional de Ibagué 2019-2028”. Por “narrativo-argumentativo” entendemos
aquellos enfoques de investigación que han tratado de replantear las bases epistemológicas que
guían el estudio e intervención de las políticas públicas dando lugar a lo que Roth (2014) llama
“posempiricismo”, es decir, corrientes que utilizan categorías como el relato, la narrativa y el
argumento para cuestionar las corrientes positivistas y empiricistas dominantes. Estas últimas,
según Roth, reducen la investigación en políticas públicas a elementos experimentales,
explicativos y predictivos con la pretensión de crear una “tecnología política para una gestión
científica” (2014, p. 3) de las acciones públicas y el comportamiento político.
En el caso del Tolima y la ciudad de Ibagué vemos que hacia el año 2018 “la política pública de
seguridad alimentaria” fue actualizada en sus objetivos, ejes y actividades tanto a nivel
departamental como local, dando como resultado dos documentos base que indican sus
supuestos, gestiones, costos y responsables: “Ordenanza 008 de 2019. Por la cual se promulga la
Política Publica de Seguridad alimentaria y nutricional del Tolima 2019-2032, y se dictan otras
disposiciones” y la “Política Pública de Seguridad Alimentaria y Nutricional de Ibagué 2019-
2028”. Ambos documentos deben comprenderse en el marco de dos procesos de orden nacional
que condicionan buena parte de su contenido: el “Documento Conpes Social 113: Política
Nacional de Seguridad Alimentaria y Nutricional (PSAN)”, y el “Plan Decenal de Salud Pública
2012 – 2021”, este último en sus apartados dedicados de forma especial a la seguridad
alimentaria y nutricional.
1
Este texto recoge y actualiza los resultados de la monografía “Política pública de seguridad alimentaria y
nutricional de Ibagué 2019-2028: contribuciones para su desarrollo desde un enfoque postempiricista", presentada
para optar al título de politólogo.
formulación de la problemática a intervenir, dándose una sesgada explicación contextual y un
escaso tratamiento al valor democrático que se debe construir desde estas intervenciones. En
contraste, un enfoque narrativo-argumentativo como al que se apostó en esta investigación,
abordó la mencionada política pública desde una epistemología cualitativa, inductiva e
históricamente situada; teniendo como resultado un abordaje más interpretativo y
democráticamente comprometido alrededor de la siguiente pregunta: ¿Cuáles son los elementos
narrativos-argumentativos que definen la política pública de seguridad alimentaria y nutricional de
Ibagué 2019-2028?
A mediados del siglo XX, se empieza a denunciar que existe una disparidad alrededor de la
normatividad que regulan los aspectos relativos a la inocuidad y calidad alimentaria;
principalmente alrededor de la poca base científica sobre los componentes y procesos con los
cuales los alimentos llegaban a los mercados y los límites que esto suponía para el comercio
internacional de diversos productos alimenticios (Rodriguéz Quiros, 2017). Con este fin, se
crearon organismos internacionales como la Organización de las Naciones Unidas para la
Agricultura y la Alimentación FAO por sus siglas en inglés, Organización Mundial de la Salud
(OMS). Ambas instituciones fueron las responsables de la “Comisión del Codex Alimentarius
(CCA)” que buscaba proteger la salud de los consumidores, al “garantizar prácticas equitativas en
el comercio de alimentos y promover la coordinación del conjunto de trabajos sobre normas
alimentarias emprendidos por organizaciones gubernamentales e internacionales” (FAO, 2020a,
p.2).
El fracaso de estas iniciativas llevó a que en 1996 la FAO reformulara los términos en los cuales
se entendía la seguridad alimentaria, ofreciendo una conceptualizando más amplia que las
perspectivas anteriores al señalar que:
Existe seguridad alimentaria cuando todas las personas tienen en todo momento
acceso físico y económico a suficientes alimentos inocuos y nutritivos para satisfacer
sus necesidades alimenticias y sus preferencias en cuanto a alimentos a fin de llevar
una vida activa y sana (FAO, 2020b)
Dichas premisas tomaron cuerpo en los Objetivos de Desarrollo del Milenio los cuales fueron
revisados al aparecer nuevos requerimientos no económicos como, por ejemplo: un entorno
pacífico y estable, la migración rural-urbana, el cambio climático y la multilateralidad. Este
último, dio lugar a la creación del Comité de Seguridad Alimentaria Mundial (CSA) cuyo
propósito es hacer seguimiento al Plan de Acción de la Cumbre Mundial sobre la Alimentación.
Dicho plan propuso como meta: “reducir el número de personas desnutridas a la mitad del nivel
actual (800 millones de personas) no más tarde del año 2015” (FAO, 2020c, p. 3); tristemente
para el 2019 en el mundo aún permanecían 650 millones en situación de inseguridad alimentaria
es decir el 8,4% de la población mundial y para el año 2021 dicha cifra aumento en un 10%
(FAO, FIDA, OMS, PMA y UNICEF, 2021).
En Latinoamérica la FAO destaca que entre 1990 y 2014, América Latina y el Caribe fue la única
región del mundo que redujo en un 60% su la proporción de subalimentación de su población
(Oficina Regional de la FAO para América Latina y el Caribe, 2020). Buena parte de estos logros
se deben por un lado al crecimiento de las economías latinoamericanas producto del elevado
precio de las comodities en la primera década del siglo XXI, pero sobre todo al aumento del gasto
público en materia social llevado a cabo por varios gobiernos progresistas en la región. Sin
embargo, no están demás las advertencias hechas por Niemeyer y Ortega (2008) en su estudio
sobre las políticas de seguridad alimentaria en América Latina:
Para el año 2005, el Departamento Nacional de Planeación, entregó el Conpes Social 91, en
el cual se indicaban las estrategias para la realización de los Objetivos de Desarrollo del
Milenio. Este se articuló con el Plan Nacional de Desarrollo 2006-2010, que a su vez hizo
explicita la importancia de hacer una Política de Seguridad Alimentaria y Nutricional en el
país; la cual vino a consolidarse en el Documento CONPES 113 del año 2008. Respecto a
este último documento, es de resaltar que retoma el carácter multidimensional de la
Seguridad Alimentaria propuesto por la FAO a partir de 5 ejes: acceso, disponibilidad,
consumo, inocuidad y calidad de los alimentos y finalmente el aprovechamiento o
utilización biológica. Estos ejes, se corresponderían con tres dimensiones a las cuales
impactaría: calidad de vida, medios económicos y fines del bienestar y aspectos
relacionados con la calidad e inocuidad de los alimentos (Departamento Nacional de
Planeación, 2020).
Para el municipio de Ibagué, vemos que el alcalde Liberal Jesús María Botero (2008-2011),
fue quien propuso en su programa de gobierno una estrategia relacionada con la seguridad
alimentaria cuyo objetivo era: “Propiciar y promover la seguridad alimentaria y nutricional
en el sector rural y el municipio en general”. Su propuesta central iba relacionada con
“abastecer el mercado con alimentos de calidad, sanos y accesibles” (2020, p. 45). Su
sucesor, Luis H, Rodríguez (2012-2015) retomó de la ONU el concepto de seguridad
humana de 1994, y estableció entre sus “cinco seguridades” la denominada “seguridad
económica y alimentaria” (2020b, p. 96). La estrategia para llevar a cabo los objetivos
mezclaba estrategias de negocios, servicios digitales y administrativos, y la creación de la
“Red de Seguridad Alimentaria de la “Finca a la Mesa” y la iniciativa “Ibagué Hambre
Cero”.
Ruta teórico-metodológica
- “Plan Decenal de Salud Pública 2012 – 2021”, este último en sus apartados dedicados de
forma especial a la seguridad alimentaria y nutricional.
A medida que el análisis de la información avanzaba y los supuestos teóricos iban siendo
complementados por la evidencia empírica, fue necesario ir enriqueciendo la matriz de
“análisis narrativo” con otras categorías propias del análisis de contenido. Como resultado
se consideró importante utilizar la categoría “Unidad de registro” la cual es definida por
Hostil citado en Andréu como “la parte de la unidad de muestreo que es posible analizar de
forma aislada (…) como el segmento específico de contenido que se caracteriza al situarlo
en una categoría dada” (2011, p. 13). Siendo así, las unidades de registro seleccionadas
fueron los títulos de primer y segundo nivel, ya que desde ellos se induce la narrativa y se
enuncian sus contenidos.
Otra categoría que se consideró relevante para complementar la matriz fue la de “actores” y
rol de los “actores”. Roe (Arrubla Sánchez, Ballesteros Cabrera, & Martinez, 2010) en sus
estudios trató de resaltar este elemento tan importante en la construcción de la política
pública y del cual el analista no puede prescindir ya que muchas veces los argumentos no
están exentos de sujetos a los cuales se interpela y que logran imponer su “relato” y negar
otros “relatos”. Con estas precisiones hechas se estableció el siguiente formato de matriz de
análisis narrativo:
¿Formulamos nuestros problemas?: Cuando se siguen las pautas básicas del modelo
secuencial de las políticas públicas, la primera etapa a destacar es la formulación de la
situación problemática. Aunque se puede cuestionar la idea positivista de que la
problemática surja de la experiencia visible, estamos de acuerdo en que hacer política
pública implica un ejercicio mental, desde el cual se observa la realidad antes de llegar a
considerársele problemática. Intentar definir un problema es por tanto un proceso
intelectual que parte de una situación o conjunto de situaciones que, tras ponerse en
evidencia, se ponen en cuestionamiento. En el caso que se ha estudiado, vemos que la
determinación de lo que es un “problema público” o más específicamente “Situación
problemática”, no tienen un tratamiento semejante o al menos alternativo e innovador.
En los documentos analizados, la narrativa no nos da cuenta de dicha observación y
cuestionamiento de la realidad, que debería fungir como punto de partida para la
determinación del “problema público” que será objeto de la política a implementar. No hay
razonamientos inductivos que lleven a pensar que fue la realidad problemática de la
Seguridad Alimentaria en la ciudad de Ibagué la que se convirtió a través de discusiones
políticas, técnicas y comunitarias, en el centro de la formulación de la política. En su lugar,
casi todos los textos relatan el origen de la política pública en realidades internacionales o
más bien en compromisos globales del Estado colombiano (Directrices de la FAO,
Objetivos del Milenio, etc.). Esto es más complejo para la política pública específica para la
ciudad de Ibagué, la cual recoge tanto los compromisos externos, como aquellos derivados
de la agenda centralista del Estado colombiano (CONPES 113 o Plan decenal de Salud).
Es obvio que los niveles territoriales deben articular y armonizar sus agendas políticas en
función de las necesidades del Estado como entidad unitaria y soberana. Sin embargo, la
narrativa del texto deja la sensación de que el problema de la seguridad alimentaria no fue
un problema delimitado y puesto en la agenda desde los niveles políticos y administrativos
de la ciudad y el departamento, sino que estos solo respondieron a la agenda nacional e
internacional. Realmente estos últimos fueron los que pusieron a la Seguridad Alimentaria
y Nutricional como problema a atender, y los términos (ejes, conceptos y principios) en los
cuales esta se debía comprender por parte de las administraciones de turno.
Esto pone en duda los verdaderos alcances de la descentralización, ya sea porque aún
existen muchos amarres políticos y administrativos que hacen que las regiones (las menos
ricas, sobre todo), tengan menos capacidad para formular las condiciones y términos de sus
propios problemas de política pública, especialmente por la premura de vincularse a la
agenda nacional o internacional. La introducción, los antecedentes, las justificaciones de los
textos dan elementos para hacer estas afirmaciones ya que en ellos se presenta casi que
como una urgencia la necesidad de poner en contexto la política con unos parámetros
nacionales e internacionales.
Siendo así, toda la información empírica (principalmente cuantitativa) desde la cual se trata
de dar pertinencia contextual a la política, está en función de las narrativas externas, las
cuales se consideran lo suficientemente amplias, como para incluir cualquier realidad
posible en el país o en el mundo. Todas las referencias que los documentos hacen a los
“Objetivos del Milenio” a las “Cumbres sobre la alimentación de la FAO”, parecen ir
direccionadas a insertarse de manera presurosa en un “proyecto civilizatorio” Mejía
Amézquita (2008), en un gran “relato de la historia” del cual no se puede quedar
marginado. Por lo tanto, la pregunta planteada al inicio de este texto sigue vigente:
¿formulamos nuestros problemas?, ¿es la experiencia “observada” y “observable” la
materia principal de los diseñadores de política pública locales o inclusive nacionales?
Si observamos este fenómeno desde el marco de análisis que propone Pierre Muller,
podríamos observar que hay un desenfoque en lo que el autor llamaría “el referencial”. Esta
categoría es utilizada por el autor para comprender el proceso de construcción de una
política pública, el cual, según sus palabras-- consistiría en:
¿La voz del pueblo es la voz de Dios?: Una frase popular en épocas de campaña política,
reza la siguiente máxima: “la voz del pueblo es la voz de Dios”. Dicha premisa parece no
tener más alcance que la política electoral, puesto que, una vez resueltos los comicios, es
otra voz la que empieza a tomar el protagonismo en la dirección política y administrativa:
la tecnocracia. No es objeto de esta investigación recoger las múltiples críticas hechas a la
democracia liberal alrededor del rol pasivo que suele darle a la ciudadanía por fuera del
ejercicio del voto, sino reflexionar desde los elementos expuestos hasta el momento sobre
cómo el discurso especializado predomina en la narrativa de la política pública de la
seguridad alimentaria y nutricional, en detrimento de otras voces que pudiesen alimentar
dicha discusión.
Para empezar, en la investigación se encontró que buena parte de los actores que aparecen
con roles activos, agenciadores y responsables de la política pública son en su mayoría
institucionales-estatales. Habermas advertía hace poco que la gestión de lo público al ser
abordada desde un enfoque tecnocrático tiende a abrir más la brecha entre las posiciones de
quienes toman las decisiones y la necesaria deliberación democrática (Puertas Roig, 2016).
El rol de los expertos y los especialistas, rara vez se asume como un rol político, muchas
veces solo se presenta como un rol neutral y desvinculado de las vicisitudes políticas. Por lo
mismo, es difícil hacerlos responsables políticamente, ya que no son ellos quienes toman
las decisiones colectivamente vinculantes, pero sí son quienes influyen en los políticos
elegidos para ello. Sin su respaldo, las políticas perderían el aire de cientificidad que se les
reclama y podrían no ser consideradas relevantes o rigurosas.
El papel dominante del experto y su discurso, a través de los relatos que se hilan en los
textos abordados en la investigación, es más visible cuando se observa cómo se refiere a los
sujetos ajenos a la institucionalidad estatal, pero que igualmente están vinculados a sus
efectos. La ambigüedad con que suele referirse a las personas que son “receptoras” o más
bien impactadas por las actuaciones del Estado da a entender que no hay mucha
preocupación por encontrar un actor o actores con los cuales interlocutar alrededor de la
política pública.
En esta vía, Sandra Soler Castillo dentro de los resultados de su investigación titulada:
“Análisis Crítico del Discurso de documentos de política pública en educación”, hizo un
hallazgo que de alguna forma se consideró valioso para los fines de esta pesquisa. En
palabras de la autora, dicho hallazgo se plantearía de la siguiente manera: “Al referirnos a
los beneficiarios de la educación o destinatarios directos, ¿son "todos", todos los que tienen
las posibilidades económicas, sociales y culturales para acceder?” (2011, p. 77)
Sobre el concepto de “vulnerabilidad”, Rubio y Flores hacen una reflexión muy interesante
sobre las limitaciones que este término y el de pobreza tienen en el marco de las políticas
públicas. En sus palabras, la “vulnerabilidad” no se diferencia de “pobreza”, ya que ambos
conceptos: “abogan por solucionar necesidades específicas para las personas pobres o
vulnerables sin dar cuenta de las situaciones que las originan y explican. Se trata de una
utilización fútil de manera que, al obviarse las causas estructurales de las problemáticas, se
lacera una vez más a las poblaciones en riesgo” (2018, p. 123).
En este sentido, se coincide con las autoras en que interpelar a una población “como
vulnerable” o “pobre” desde del desconocimiento de sus realidades y contextos, puede
generar una disonancia. Lo anterior, en tanto el uso de estos términos en el discurso político
del Estado, suele presentarse con fines descriptivos y nominales, obviando su alcance
político y enmascarando la subalternidad y el desempoderamiento de estas personas. Se
reconoce que llegar a conocer todos los factores estructurales que impactan a una
población, es un ejercicio que siempre será incompleto, pero en el marco de esta
investigación, se cree que no se puede prescindir de las narrativas y relatos que dicha
población aporte para la comprensión de las mismas.
Sin embargo, ciertos enfoques de las políticas públicas parecen obviar la complejidad de
esta realidad y dejan en paréntesis dicha conflictividad. Los autores mexicanos Treviño y
Tolentino (2017), en su texto “El lugar de lo político en el discurso de las políticas
públicas” plantean dicha discusión en los siguientes términos:
La política pública entonces, está inmersa en la vida política porque se ajusta a valores y
aspiraciones democráticas y porque debe atender niveles de implementación
administrativos y territoriales. Al margen de esta visión restringida de la política, la
pregunta que se desprende de este ejercicio consiste en establecer hasta qué punto la
seguridad alimentaria y nutricional es un problema político. Esta discusión no es para nada
nueva, en cierto sentido ya había sido tocada desde otras dimensiones; un ejemplo de ello
son las discusiones sobre la pobreza, la cual suele conceptualizarse por muchos organismos
y agencias internacionales como un asunto económico que implica una serie de carencias y
de falta de oportunidades. Luis Die Olmos por su parte establece que la pobreza es ante
todo un problema político, en tanto:
Lo anterior esta igualmente vinculado al valor democrático que se supone deben construir
los estados de esta naturaleza. Las políticas públicas deben en ese sentido orientarse a
fortalecer valores y prácticas democráticas, pero no pueden hacerlo suponiendo los
consensos y relativizando los disensos. Sobre todo, porque el conflicto es la base misma de
la democracia, es su institucionalización, como sostiene Claude Le Fort, de manera que
obviar los conflictos en la acción estatal implica desconocer la política y por ende la
realización misma de la democracia. Al respecto, Monsiváis Carrillo plantea que:
debe desarrollarse no con la perspectiva de descubrir una verdad única, sino que
implica un rediseño epistemológico que parte del reconocimiento de la
existencia de diversos saberes válidos en sus contextos, y que institucionaliza el
diálogo intercultural como modo general de resolución de los conflictos y de
toma de decisión (Roth Deubel, 2014, p. 12).
Pero para ello, se debe asumir la honestidad metodológica, lo cual es un mensaje explícito a
quienes trabajaron la política pública de seguridad alimentaria y nutricional específica para
Ibagué, ya que es insostenible que un documento de esta naturaleza y responsabilidad diga
haber realizado “talleres participativos”, de los cuales no se dé ninguna evidencia relevante
en el abordaje de la problemática. De haberse desarrollado estos ejercicios con rigor,
sistematicidad y responsabilidad política, los “relatos” y los “no-relatos”, debieron emerger
y mostrar el lugar político que tiene la política pública en específico.
Conclusiones y recomendaciones
De igual forma, el marco teórico permitió rescatar la dimensión conflictiva y por tanto
“política” de la “política pública”, la cual era en gran parte obviada y enmascarada en los
relatos especialistas e institucionalistas. Demostró, tal como lo sostienen los autores Roe y
Fischer, que dicha deuda política sigue pendiente en los enfoques mainstream de los
análisis de la política pública y que, por lo mismo, sus implicaciones en la naturaleza de los
estados democráticos deben ser revisadas. A manera de recomendación se insiste en
reivindicar la política pública como un ejercicio político, en el cual se expresen las visiones
de mundo y los intereses muchas veces conflictivos de grupos sociales determinados. Ello
implica no se suponer los consensos, sino que se construyan dialógica y racionalmente
desde la palabra y el argumento racional. La política pública debe ser un encuentro de
saberes, que recupere la vitalidad política como constructora de realidades y de guía
democrática para la acción estatal.
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