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La única forma de luchar contra la lluvia ácida es reducir las emisiones de los
contaminantes que la originan. Esto significa disminuir el consumo de combustibles fósiles. Muchos
gobiernos han intentando frenar las emisiones mediante la limpieza de chimeneas industriales y la
promoción de combustibles alternativos. Estos esfuerzos han obtenido resultados ambivalentes. Si
pudiéramos detener la lluvia ácida hoy mismo, tendrían que transcurrir muchos años para que los
terribles efectos que genera desaparecieran.
Apostar por la movilidad eléctrica, reducir el nivel máximo de azufre en los combustibles e
impulsar las energías limpias son algunas de las líneas de acción que pueden mitigar la
contaminación industrial.
El hombre puede prevenir la lluvia ácida mediante el ahorro de energía. Cuanta menos
electricidad se consuma en los hogares, menos químicos emitirán las centrales. Los automóviles
también consumen ingentes cantidades de combustible fósil, por lo que los motoristas pueden
reducir las emisiones nocivas al usar el transporte público, vehículos con alta ocupación, bicicletas
o caminar siempre que sea posible.