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Violencia en Relaciones de Pareja de Jóvenes y Adolescentes
Violencia en Relaciones de Pareja de Jóvenes y Adolescentes
2014;46(3):148-159
Revista Latinoamericana
de Psicología
www.elsevier.es/rlp
ORIGINAL
0120-0534/Copyright © 2011, Fundación Universitaria Konrad Lorenz. Publicado por Elsevier España, S.L.U. Este es un artículo de acceso
abierto distribuido bajo los términos de la Licencia Creative Commons CC BY-NC-ND (http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/3.0/).
Violencia en relaciones de pareja de jóvenes y adolescentes 149
JHQGHU*LUOVZHUHLGHQWLÀHGDVWKHPRVWIUHTXHQWLPSOHPHQWHUVRISK\VLFDODQGYHUEDO
HPRWLRQDOYLROHQFHZKLOHER\VZHUHPRUHHQJDJHGLQUHODWLRQDODQGVH[XDODJJUHVVLRQ
7KH DQDO\VHV LQ WHUPV RI DJH UHYHDOHG D GHFUHDVH LQ SK\VLFDO YLROHQFH ZKLOH VH[XDO
YLROHQFH LQFUHDVHG GLUHFWO\ UHODWHG WR WKH DJH RI WKH VXEMHFW 6H[LVP ORZ IUXVWUDWLRQ
WROHUDQFHDQGWKHSUHVHQFHRIH[WHUQDOL]LQJSUREOHPVZHUHWKHIDFWRUVPRVWOLQNHGWR
YLROHQWEHKDYLRUZLWKLQUHODWLRQVKLSV
Copyright © 2011, Konrad Lorenz University Foundation. Published by Elsevier España,
S.L.U. This is an open-access article distributed under the terms of the Creative Commons
CC BY-NC ND Licence (http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/3.0/).
La violencia de género es actualmente uno de los fenóme- tre 10-15%). Igualmente, Cornelius y Resseguie (2007) expo-
nos sociales más problemáticos y una de las formas más nen datos que muestran que cuando se incluye la agresión
frecuentes de violencia en nuestra sociedad (Wolfe, Weker- de tipo verbal en la investigación, esta prevalencia puede
le, & Scott, 1997), y son bastantes los aspectos que se co- incrementarse hasta el 88%.
nocen sobre este problema en la edad adulta. Sin embargo, En cuanto a las investigaciones realizadas en España,
esta línea de investigación es todavía muy incipiente en lo destaca la contribución de González y Santana (2001), quie-
TXHVHUHÀHUHDODVDJUHVLRQHVTXHWLHQHQOXJDUHQSDUHMDV nes encontraron que el 7.5% de los estudiantes varones y el
de adolescentes (Fernández-Fuertes, Fuertes & Pulido, 7.1% de las chicas habían empujado o pegado a sus parejas
2006; Corral & Calvete, 2006; Fernández-Fuertes, Orgaz, & al menos una vez. Muñoz-Rivas et al. (2007) obtuvieron ta-
Fuertes, 2011; Muñoz-Rivas, Graña, O’Leary, & González, sas más altas y encontraron que alrededor del 90% de los
2007; O’Leary, Slep, Avery-Leaf, & Cascardi, 2008; Sears, estudiantes de 16 a 20 años encuestados manifestaron que
Byers, & Price, 2007; Hernando, 2007; González-Ortega, en algún momento habían agredido verbalmente a su pare-
Echeburúa, & De Corral, 2008). ja, mientras que el 40% expuso haber ejercido la agresión
Una posible explicación a este hecho está directamente física.
UHODFLRQDGDFRQODGLÀFXOWDGTXHWLHQHQDGROHVFHQWHV\My- En los últimos años se han realizado diversas investiga-
venes para reconocer que son víctimas del maltrato (Gar- FLRQHVHQ(VSDxDFX\RVGDWRVKDQSXHVWRGHPDQLÀHVWRTXH
cía-Díaz, Fernández-Feito, Rodríguez-Díaz, López-Gonzá- este fenómeno está muy presente en adolescentes y jóve-
lez, Mosteiro, & Lana, 2013; Vizcarra, Poo, & Donoso, 2013). nes de nuestro país, ya que en ellos se constata la presencia
También es preciso tener en cuenta que uno de los aspectos de conductas violentas en las relaciones de pareja como
que aumenta la invisibilización de la violencia durante el IRUPDGHUHVROYHUORVFRQÁLFWRV *RQ]iOH] 6DQWDQD
noviazgo es la idealización que adolescentes y jóvenes rea- González-Ortega et al., 2008; Muñoz-Rivas et al., 2007;
lizan de las conductas violentas, con base en el “amor ro- Díaz-Aguado, Martínez-Arias, & Martín-Babarro, 2013). En
PiQWLFRµ\ODMXVWLÀFDFLyQ\HOKHFKRGHTXLWDUOHLPSRUWDQ- concreto, en el estudio realizado por Díaz-Aguado y Carva-
cia a comportamientos violentos como son los celos, el jal (2011) encontramos que el 13% de los chicos reconoce
control obsesivo, etcétera (Soldevila, Domínguez, Giorda- haber ejercido o intentado situaciones de maltrato, y que
no, Fuentes, & Consolini, 2012). el 9.2% de las chicas ha sufrido en alguna ocasión maltrato
La violencia durante el noviazgo (dating violence) es de- físico o psicológico por alguna de sus parejas.
ÀQLGDFRPRWRGRDWDTXHLQWHQFLRQDOGHWLSRVH[XDOItVLFRR Del mismo modo, existe evidencia que señala la anteriori-
psíquico, de un miembro de la pareja contra el otro en una dad de las agresiones de tipo psicológico frente a las físicas;
relación de pareja integrada por jóvenes o adolescentes además, son más frecuentes y estables durante la historia
+HDOWK &DQDGD &RPSDUWLPRV HVWD GHÀQLFLyQ SRU de la relación que estas últimas, 62 frente al 46% (Cáceres,
FXDQWR HQ HOOD VH UHÁHMD OD FUHHQFLD GH TXH WRGR WLSR GH 2004; Muñoz-Rivas et al., 2007; O’Leary & Smith Slep, 2003).
abuso es perjudicial y por tanto debe tenerse en cuenta. (VWRVGDWRV\RWURVFRQÀUPDQTXHODVDJUHVLRQHVYHUEDOHVVRQ
'HO PLVPR PRGR &ORVH OD GHÀQH FRPR DTXHOOD HQ las más comunes seguidas por la agresión psicológica, la
donde ocurren actos que lastiman a la otra persona, en el agresión física y la sexual (Rey Anacona, 2008).
contexto de una relación en la que existe atracción y en la Por otra parte, en cuanto a las diferencias de sexo, no exis-
que los dos miembros de la pareja se citan para salir juntos. WHWRGDYtDXQFXHUSRGHHVWXGLRTXHDSRUWHVXÀFLHQWHHYLGHQ-
Una gran parte de la investigación actual constata que la cia empírica respecto al sexo de los agresores. Mientras que
violencia en el noviazgo es un grave problema que se produ- en algunas investigaciones se señala con más frecuencia a los
ce con independencia de la edad, la raza, la orientación chicos como agresores (Makepeace, 1981; Tontodonato &
sexual, el estatus socioeconómico o el lugar de residencia, &UHZ HQ RWUDV D ODV FKLFDV )HUQiQGH])XHUWHV
y se da con una frecuencia de dos a tres veces mayor que en Fuertes, 2010; González-Ortega, et al., 2008), sin faltar las
las parejas adultas casadas, aunque sus consecuencias no que apuntan a la existencia de una alta bidireccionalidad
son generalmente tan graves (Hernando, 2007). En concre- (Fernández-González, O’Leary, & Muñoz-Rivas, 2013; Weisz,
to, datos obtenidos por Straus y Ramírez (2003) indican por- Tolman, Callahan, Saunders, & Black, 2007).
centajes de prevalencia comprendidos entre el 25 y el 45% Diversos autores han expuesto el hecho de que los chicos
de los estudiantes analizados, siendo estos porcentajes ma- tienden más a legitimizar las conductas violentas como res-
yores incluso que los obtenidos entre parejas casadas (en- puesta y les restan importancia, mientras que las chicas
150 M. Pazos Gómez et al
realizan una sobrevaloración de sus actos y se sienten cul- adolescente es escasa. Sin embargo, los estudios referidos
pables por ello (González-Ortega et al., 2008). Algunos resul- a la agresión ejercida entre iguales pueden aportarnos algu-
tados han puesto de relieve que los varones suelen rechazar nas pistas, ya que en ambos casos se trata de una opresión
PHQRVODYLROHQFLD\ODMXVWLÀFDQPiVTXHODVFKLFDV *DUDL- reiterada entre personas en las que existe un desequilibrio
gordobil, Aliri, & Martínez-Valderrey, 2013); una de las posi- de poder, algo habitual en las relaciones abusivas, aunque
bles explicaciones es el alto grado con el que estos asimilan HQ GLYHUVRV HVWXGLRV WDPELpQ VH UHÁHMD OD H[LVWHQFLD GH
las actitudes y creencias machistas de la sociedad (Arenas- agresiones entre los miembros de la pareja joven de forma
García, 2013). Asimismo, tal discrepancia observada en las bidireccional.
diferentes investigaciones se puede deber a los diferentes Así, a partir de estos estudios se puede decir que existiría
subtipos de violencia contemplados en los instrumentos uti- una agresión abierta, tradicionalmente atribuida a chicos,
lizados para su evaluación y detección, así como por dife- asociada a problemas externalizantes como la impulsividad
rencias socioculturales existentes entre los países en los R ODV FRQGXFWDV GHVDÀDQWHV 3RU RWUD SDUWH VH GDUtD XQD
que se llevan a cabo dichos estudios. agresividad relacional, más frecuente entre las chicas y vin-
Algunas investigaciones indican que los adolescentes, culada a problemas tales como la tristeza, la ansiedad o las
tanto chicos como chicas, con ideas más tradicionales hacia quejas somáticas (Crick & Grotpeter, 1995). Dada la impor-
los roles de género aceptan más el uso de la agresión en tancia que el grupo y los iguales ejercen en este período
pareja y que la mujer sea agredida a que lo sea el varón evolutivo, así como las semejanzas que este tipo de abuso
tanto psicológica, física como sexualmente (Ulloa, Jaycox, presenta con relación al fenómeno estudiado, es probable
Marshall, & Collins, 2004). Estos datos señalan la importan- que estos patrones de conducta agresiva se presenten tam-
cia de algunos factores de naturaleza sociocultural que bién cuando la agresión es ejercida sobre la pareja.
HMHUFHQ VX LQÁXHQFLD PHGLDQWH OD WUDQVPLVLyQ GH PRGHORV Otros estudios relacionan las conductas de celos con la
diferentes de masculinidad y feminidad entre varones y mu- presencia de inestabilidad afectiva, trato parental negativo
jeres (Soler, Barreto & González, 2005). y síntomas de trauma, además de encontrar capacidad pre-
Un pequeño pero creciente cuerpo de investigación seña- dictiva entre el uso de la agresión y distintas variables como
ODODH[SRVLFLyQDDOWRVQLYHOHVGHFRQÁLFWLYLGDGLQWHUSDUHQ- ODVHVWUDWHJLDVGHUHVROXFLyQGHFRQÁLFWRV\ODLQWHOLJHQFLD
tal como un factor de riesgo de la violencia en el noviazgo, emocional de la persona que agrede (Perles, San Martín,
sobre todo en los varones (Foo, L., & Margolin, G., 1995; Canto, & Moreno, 2011).
Stocker & Richmond, 2007). Estudios realizados exponen re- A pesar de la importancia de este problema, es muy poco
VXOWDGRVTXHDÀUPDQODH[LVWHQFLDGHXQHIHFWRGLUHFWRGHO lo que se conoce sobre los factores que contribuyen a la
FRQÁLFWR LQWHUSDUHQWDO VREUH HO FRQÁLFWR HQ ODV UHODFLRQHV violencia en el noviazgo durante la adolescencia, o sobre
de noviazgo entre adolescentes, de forma que a mayor con- la manera de intervenir para su prevención (Fernández-
ÁLFWLYLGDGLQWHUSDUHQWDOPD\RUFRQÁLFWLYLGDGHQODVUHODFLR- González et al., 2013; Ferragut, Blanca, & Ortiz-Tallo,
nes de pareja de los adolescentes (Kinsfogel & Grych, 2004; 2013; Hickman, Jaycox, & Aronoff, 2004; Peña Palacios, Ra-
Muñoz-Rivas, Gámez-Guadix, Graña, & Fernández, 2010; mos Matos, Lunzón Encabo, & Recio Saboya, 2011; Vizcarra
Stocker & Richmond, 2007; Simon & Furman, 2010). El con- et al., 2013).
ÁLFWRLQWHUSDUHQWDOSDUHFHVHQVLELOL]DUDORVMyYHQHVDQWHORV 3RUHOORHVWHHVWXGLRWLHQHODÀQDOLGDGGHREWHQHUXQFR-
FRQÁLFWRVLQWHUSHUVRQDOHV\IRPHQWDUODKLSHUYLJLODQFLDDODV nocimiento y una comprensión más profundos acerca de la
VHxDOHVGHFRQÁLFWR )RVFR'HERDUG *U\FK HVWD caracterización y dinámica de este tipo de problemática
sensibilidad da lugar al uso de estilos agresivos de solución dentro de la población adolescente y joven, examinando su
GHFRQÁLFWRV /LQGHU &ROOLQV \DODYLVXDOL]DFLyQGH prevalencia, su caracterización y su relación con variables
ODDJUHVLyQGHQWURGHODSDUHMDFRPRDOJRMXVWLÀFDEOH .LQV- como el sexo, el estatus socioeconómico, la edad, la dura-
fogel & Grych, 2004; Linder & Collins, 2005). ción de la relación, el sexismo, la tolerancia a la frustración,
Igualmente, han sido destacadas una serie de característi- la existencia de un modelo de agresión en las relaciones in-
cas de personalidad, como la impulsividad, la irascibilidad, la terparentales o la presencia de problemáticas externalizan-
ULJLGH] OD GHVFRQÀDQ]D \ XQD EDMD WROHUDQFLD D OD IUXVWUD- tes. Dicho conocimiento será de mucha ayuda para plantear
ción, como factores intrapersonales que hacen más probable y establecer nuevas líneas efectivas de actuación que permi-
la adopción de conductas violentas por parte del agresor (Ar- tan la mejora de la intervención y la prevención tanto en el
cher, Fernández-Fuertes, & Thanzami, 2010; Fernández-Gon- ámbito educativo como en el familiar.
zález, et al., 2013; González-Ortega et al., 2008). Norlander
y Eckhardt (2005) han destacado los sentimientos de ira y
frustración como principales razones por las que las adoles- Método
centes ejercen agresiones en sus relaciones de pareja.
En varias investigaciones se ha encontrado que la violen- Participantes
cia en las relaciones de noviazgo está relacionada con fac-
tores individuales, entre ellos la depresión, la baja autoes- La muestra estaba compuesta por 716 sujetos con edades
tima y ciertas conductas de riesgo como el consumo de comprendidas entre los 14 y los 20 años (56% [n = 398] chi-
alcohol, inicio temprano en las relaciones sexuales y bajo cas y un 44% [n = 314] chicos que cursaban el segundo ciclo
rendimiento escolar (Ackard, Ztainer, & Stat, 2003; Muñoz- de Educación Secundaria Obligatoria, bachillerato, ciclos
5LYDVHWDO6LOYHUPDQ5DM0XFFL +DWKDZD\ formativos y primer curso de la universidad durante el curso
/DLQYHVWLJDFLyQDFHUFDGHODLQÁXHQFLDGHYDULDEOHVSVL- escolar 2009-2010 en diversos centros educativos públicos
copatológicas en la violencia ejercida durante el noviazgo pertenecientes a la ciudad y provincia de Huelva. De los 716
Violencia en relaciones de pareja de jóvenes y adolescentes 151
6HREVHUYDURQFRUUHODFLRQHVSRVLWLYDV\VLJQLÀFDWLYDVHQWUH
Tabla 1 Análisis de covarianza sobre tiempo máximo
la violencia cometida y todas las variables evaluadas: tiem-
en una relación de pareja para grupo de edad de
po de duración de la relación actual, r (357) = .168, p < .01;
17-18 años
edad con la que se tuvo la primera pareja, r (662) = -.084,
F gl P Ť p < .01; tiempo máximo de duración en una relación de
pareja r (598) = .162, p < .01 y número de parejas r (707) =
Sexo 4.02 1 .046 .016 .139, p < .01. Entre las chicas, las correlaciones obtenidas
Tiempo máximo en una 6.82 1 .010 .028 entre la subescala violencia cometida y las variables núme-
relación de pareja ro de parejas, r (392) = .125, p < .05, tiempo máximo de
R2 = .063 duración en una relación de pareja, r (335) = .191, p < .01
y edad con la que se tuvo la primera pareja, esta última
154 M. Pazos Gómez et al
sentido negativo, r (379) = -.144, p < .01. En el caso del tanto con la violencia cometida como con las subdimensiones
sexo masculino, solo se obtuvieron correlaciones positivas verbal-emocional y amenazas. La variable sexismo solo co-
VLJQLÀFDWLYDVHQWUHODYLROHQFLDFRPHWLGD\ODVYDULDEOHVUH- UUHODFLRQyGHIRUPDSRVLWLYD\VLJQLÀFDWLYDFRQODVXEGLPHQ-
feridas al tiempo de duración de la relación actual, r (146) sión violencia relacional.
= .174, p < .05 y número de parejas, r (310) = .142, p < .05.
La subdimensión verbal-emocional fue el subtipo de vio- Análisis de regresión
lencia que más asociaciones obtuvo con las variables referi-
das a la pareja, evidenciándose entre las chicas correlacio- Con objeto de analizar más a fondo los datos obtenidos, se
QHVSRVLWLYDVVLJQLÀFDWLYDVFRQWRGDVODVYDULDEOHVHYDOXDGDV procedió a realizar regresiones lineales múltiples jerárquicas
número de parejas, r (392) = .115, p < .05; tiempo de dura- sobre la subescala violencia cometida, usando como predic-
ción de la relación actual, r (209) = .159, p < .05; tiempo tores las variables que habían mostrado relación con ellas en
máximo en pareja r (335) = .194, p < .01, y la edad con la los análisis anteriores. En un primer paso, y a modo de con-
que se tuvo la primera pareja, r (379) = -.135, p < .01. trol, fueron introducidas en la regresión las variables sexo y
Igualmente, señalar que la violencia física correlacionó ne- edad. En un segundo paso, se añadieron las variables perso-
gativamente con la variable edad con la que se tuvo la pri- nales de índole más psicológica.
mera pareja tanto en chicos como en chicas, siendo la aso- Como se evidencia en la tabla 3, la aportación del sexo y
ciación más fuerte entre ellas, chicos r (279) = -.123, p < .05; la edad a la explicación de la varianza en violencia cometi-
chicas r (379) = -.189, p < .01. GDIXHVLJQLÀFDWLYDSHURHVFDVD\DTXHVRORH[SOLFDURQXQ
dos por ciento de esta varianza. Cuando fueron incluidos en
Análisis de correlaciones entre violencia cometida la regresión el resto de predictores esta varianza subió al
y variables personales 17%, y tanto el sexismo, como la tolerancia a la frustración
y los problemas externalizantes se asociaron de forma sig-
En la tabla 2, en el extremo inferior, puede verse cómo en QLÀFDWLYDFRQODYLROHQFLDFRPHWLGDPLHQWUDVTXHQRORKL-
ORVYDURQHVVHDSUHFLDURQFRUUHODFLRQHVSRVLWLYDVVLJQLÀFDWL- FLHURQFRQODFRQÁLFWLYLGDGLQWHUSDUHQWDO
vas entre la violencia cometida y todas sus subdimensiones
y las variables sexismo y problemas externalizantes. La to-
lerancia a la frustración correlacionó negativamente tanto Discusión
con la violencia cometida como con las subdimensiones vio-
lencia sexual, verbal-emocional y amenazas. Los principales resultados obtenidos en este estudio seña-
Por otra parte, respecto a los datos obtenidos con el sexo lan la violencia verbal-emocional como la forma de violen-
femenino (tabla 2, extremo superior), se observaron correla- cia más utilizada en las relaciones de pareja tanto entre los
ciones positivas entre la violencia cometida y las variables chicos como entre las chicas, seguida de la violencia de tipo
FRQÁLFWLYLGDGLQWHUSDUHQWDOSUREOHPDVLQWHUQDOL]DQWHVSUR- sexual. Estos resultados son similares a los obtenidos por
blemas externalizantes, encontrándose también correlacio- otros estudios, que encuentran que este tipo de agresión es
QHVSRVLWLYDVVLJQLÀFDWLYDVHQWUHHVWDVWUHV~OWLPDVYDULDEOHV la más habitual, tendiendo, además, a consolidarse como
y todas la subdimensiones de la escala violencia cometida, a una práctica normalizada en las relaciones de pareja jóve-
H[FHSFLyQ GH OD YDULDEOH FRQÁLFWLYLGDG LQWHUSDUHQWDO TXH nes, al ejercerse de manera recíproca como forma de hacer
VRORREWXYRFRUUHODFLRQHVSRVLWLYDV\VLJQLÀFDWLYDVFRQODVXE- IUHQWHDORVFRQÁLFWRVLQWHUSHUVRQDOHVFRQODSDUHMD 0XxR]
dimensión amenazas, violencia sexual y violencia cometida. Rivas et al., 2007; Sánchez, Ortega, F.J., Ortega, & Viejo,
La tolerancia a la frustración correlacionó negativamente 2008; Fernández-Fuertes & Fuertes, 2010).
Tabla 2 Correlaciones entre medidas de la subescala violencia cometida, sexismo, tolerancia a la frustración,
FRQÁLFWLYLGDGLQWHUSDUHQWDOSUREOHPDVH[WHUQDOL]DQWHV\ODHVFDODYouth Self Report total en función del sexo (chicos
extremo superior y chicas extremo inferior)
Chicas
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
Chicos 1. Sexismo 1 -.048 .118* .150** .078 .101* .044 .066 .068 .081
2. Tolerancia a la frustración -.104 1 -.021 -.117* -.048 .029 -.202** -.118* -.085 -.173**
&RQÁLFWLYLGDGLQWHUSDUHQWDO .013 -.042 1 .166** .201** .035 .097 .116* .022 .127*
4. P. Externalizantes .308** -.249** .097 1 .044 .130* .162** .167** .129* .185**
5. Violencia sexual .173** -.118* -.021 .188** 1 .136** .269** .242** .243** .308**
6. Violencia relacional .230** -.069 .042 .136* .117* 1 .352** .260** .159** .490**
7. Violencia verbal-emocional .184** -.246** .006 .195** .164** .316** 1 .207** .138** .360**
8. Violencia amenazas .219** -.139* -.057 .176** .148** .297** .376** 1 .461** .915**
9. Violencia física .199** -.024 .131* .174** .180** .265** .520** .379** 1 .730**
10. Violencia cometida total .262** -.216** .018 .253** .189** .575** .591** .889** .689** 1
Tabla 3 5HJUHVLyQOLQHDOP~OWLSOHMHUiUTXLFDGHODVYDULDEOHVVH[LVPRWROHUDQFLDDODIUXVWUDFLyQFRQÁLFWLYLGDG
interparental, problemáticas externalizantes sobre la subescala violencia cometida en el noviazgo
Violencia cometida
Predictores ł R 2
Cambio en R2 y sig. del cambio gl F
Al analizar las diferencias de sexo, los resultados obteni- precocidad de las chicas en el inicio y la implicación en
dos marcan una dirección distinta a la apuntada por estu- relaciones de pareja de carácter más duradero y estable
dios anteriores. En nuestra muestra, las chicas fueron des- en comparación con el sexo masculino y ello, a una mayor
tacadas como más ejecutoras de agresiones en sus relaciones probabilidad de ejercer comportamientos violentos en la
de pareja que los chicos de forma global, al obtener estas SDUHMDSXHVWDOFRPRUHÁHMDQORVUHVXOWDGRVODSUREDELOL-
una mayor media que los chicos participantes del estudio. dad de cometer agresiones en las relaciones de pareja se
Concretamente, las chicas son señaladas como más ejecu- incrementaba cuanto mayor era el tiempo de duración de
toras de violencia de tipo verbal-emocional, amenazas, así la misma.
como violencia física en sus relaciones de pareja. A todo esto, se le une la importancia de los sesgos de
Este patrón de sexo coincide con los hallazgos obtenidos deseabilidad social en las respuestas a los cuestionarios en
tanto en el panorama internacional (Hird, 2000; Sears et este tipo de población, pues al existir una mayor conciencia
al., 2007) como recientemente en el panorama nacional por social y rechazo acerca de la violencia de género ejercida
Fernández-Fuertes y Fuertes (2010), o por Muñoz-Rivas et por varones, las respuestas pueden estar mediadas por la
DOHQTXLHQHVHQFRQWUDURQXQSRUFHQWDMHVLJQLÀFDWL- aceptación social o personal del propio comportamiento de
vo mayor de chicas que de chicos que admitían el uso de los participantes, lo que llevaría de manera deliberada, a
formas de violencia leve tanto verbal-emocional como físi- minimizar o exagerar sus respuestas, especialmente en los
ca en sus relaciones de pareja. varones que agreden, quienes probablemente no quieran
Mientras que la superioridad de las chicas en cuanto al asumir su papel de agresor negando o minimizando los actos
ejercicio de violencia verbal-emocional es un dato amplia- violentos, y sentir temor al rechazo de los demás si infor-
PHQWH UHVSDOGDGR \ FRQÀUPDGR HQ XQD JUDQ FDQWLGDG GH man de que agreden a sus parejas (Molidor & Toman, 1998;
estudios, la superioridad por parte de las chicas en la eje- /HMHXQH )ROOHWH 0RIÀWW &DVSL .UXHJHU 0DJGRO
cución de agresiones físicas leves obtenida en este estudio Margolin, Silva, & Sydney, 1997; Moral de la Rubia, López
ha suscitado debate dando origen a varias posibles expli- Rosales, Díaz Loving, & Cienfuegos Martínez, 2011; Rubio-
caciones. Algunos investigadores, tanto nacionales como Garay et al., 2012).
internacionales, lo consideran efecto de la infravaloración En el caso de la violencia emocional y sexual, fueron los
que los varones suelen realizar sobre su propia agresión chicos quienes destacaron, lo que coincide con estudios
(Hilton, Harris, & Rice, 2000), a la mayor capacidad intros- SUHYLRVHQGRQGHVHSRQHGHPDQLÀHVWRODVXSHULRULGDGGHO
pectiva de las chicas para recordar los episodios agresivos sexo masculino respecto a la práctica de este tipo de vio-
ejecutados (Cano, Avery-Leaf, Cascardi, & O’Leary, 1998), lencia (Sears et al., 2007; Fernández-Fuertes & Fuertes-
a la diferencia de criterios entre chicos y chicas en cuanto a Martín, 2005; Ortega, Sánchez, & Ortega-Rivera, 2008).
lo que se considera agresivo y/o conducta violenta (Jack- En cuanto al ejercicio de violencia de tipo relacional, los
son, Cram, & Seymour, 2000) o a que no son tan reacias resultados apuntan en una dirección diferente a muchos es-
como los hombres a la hora de expresar que cometen este tudios anteriores, pues en nuestra muestra son los chicos
tipo de actos debido a la mayor tolerancia social respecto los que obtienen una media superior a la de las chicas res-
de las agresiones medias (abofetear o empujar) cuando pecto a la práctica de violencia de tipo relacional. Este
son ejecutadas por mujeres (González & Santana, 2001; dato supone el uso de la violencia de tipo psicológico por
Rubio-Garay, López-González, Saúl, & Sánchez-Elvira-Pa- parte no solo del sexo femenino, sino también del masculi-
niagua, 2012). no, lo que evidencia la consideración de la agresión de tipo
Por nuestra parte, con base en los resultados obtenidos, psicológico por parte de los adolescentes como una práctica
FUHHPRV TXH HVWRV GDWRV SXHGHQ VHU UHÁHMR GH OD PD\RU normalizada en las relaciones de pareja (González-Lozano,
156 M. Pazos Gómez et al
Muñoz-Rivas, & Grañas, 2003). No obstante, consideramos Así, a mayor presencia de creencias sexistas y a menor
que estos resultados han de tomarse con cautela, pues aun- tolerancia a la frustración, mayor riesgo existe de utilizar
TXHVHKDQREWHQLGRUHVXOWDGRVHVWDGtVWLFDPHQWHVLJQLÀFDWL- violencia tanto entre chicos como entre chicas. No obstan-
vos, el tamaño del efecto de los mismos es pequeño. te, cuando se trata del uso de la violencia verbal-emocio-
Respecto a las diferencias en función de la edad, los da- nal, así como en la violencia física, el sexismo dejó de ser
tos obtenidos en este estudio mostraron una disminución de una variable explicativa determinante del uso de ambos ti-
la práctica de la violencia física en ambos sexos conforme pos de violencia. Ello puede ser debido a que, en nuestra
aumentaba la edad. De acuerdo con Muñoz-Rivas, Graña, muestra, este tipo de violencia es ejecutada en mayor me-
O’Leary & González (2077a) que encontraron datos seme- dida por el sexo femenino, que obtiene puntuaciones bajas
jantes en su estudio, creemos que el uso mayor de este tipo en la escala de sexismo.
de violencia entre las parejas más jóvenes pueda deberse a Del mismo modo, los problemas externalizantes dejan de
que ciertos comportamientos agresivos, tales como empu- ser una variable explicativa de la violencia de tipo relacio-
jar o golpear, sean interpretados como señales de manteni- nal, siendo fundamentalmente el sexismo la que obtiene un
miento de interés hacia el otro, aceptables dentro del esti- mayor peso explicativo.
lo interactivo, o desarrollados dentro de un contexto de Por último, es importante señalar la pauta diferencial de
broma o juego. VH[RHQFRQWUDGDUHVSHFWRDODFRQÁLFWLYLGDGLQWHUSDUHQWDO
Asimismo, otra de las posibles explicaciones con rela- 0LHQWUDV TXH HQ ODV FKLFDV OD FRQÁLFWLYLGDG LQWHUSDUHQWDO
FLyQDOXVRGHDJUHVLRQHVItVLFDVVHUHÀHUHDOFRQVXPRGH REWXYRXQDDVRFLDFLyQHVWDGtVWLFDPHQWHVLJQLÀFDWLYDFRQOD
sustancias. Varias investigaciones llevadas a cabo tanto en ejecución de agresiones de forma global, en el sexo mascu-
el ámbito anglosajón (Foshee, Linder, Macdougall, & Bang- OLQRHVWDDVRFLDFLyQQRIXHVLJQLÀFDWLYD3RUORTXHSDUHFH
GLZDOD/DFDVVH 0HQGHOVRQ KDQSXHVWRGH ser que las experiencias de los adolescentes respecto al
PDQLÀHVWRODPD\RUSUREDELOLGDGGHOOHYDUDFDERDJUHVLR- FRQÁLFWRLQWHUSDUHQWDOWLHQHQXQHIHFWRPD\RUHQODHMHFX-
nes físicas hacia la pareja tanto en chicos como en chicas ción de conductas violentas en sus relaciones de pareja en
cuanto mayor es el consumo de sustancias. En el ámbito el sexo femenino que en el sexo masculino.
español, concretamente un estudio llevado a cabo por El trabajo que aquí presentamos es relevante en, al me-
Muñoz-Rivas et al. (2010) encontró cómo un nivel elevado nos, cuatro sentidos. En primer lugar, porque aporta nuevos
de consumo de sustancias aumentó entre dos y tres veces datos empíricos desde una perspectiva ecológica sobre los
el riesgo de agresión física tanto para varones como para factores tanto contextuales, familiares como personales re-
mujeres. lacionados con la ejecución de violencia de género en el
Además, esta pauta diferencial en función de la edad no seno de parejas jóvenes y adolescentes. En segundo lugar,
solo fue hallada en el ejercicio de la violencia física, sino porque nos aporta información sobre las diferencias de sexo
también en la de tipo sexual. A diferencia de lo encontrado y edad existentes en cuanto a los tipos de violencia que un
en anteriores trabajos, nuestros resultados evidenciaron un sexo u otro practica en sus relaciones de pareja. En tercer
incremento del ejercicio de la violencia sexual en ambos lugar, porque estos datos hacen referencia a la adolescen-
sexos conforme aumentaba la edad. Este resultado puede cia, una etapa de la vida en la que las relaciones románticas
deberse a los cambios cualitativos que se producen en las están empezando y donde se aprenden pautas de interac-
relaciones sentimentales, pues siguiendo el modelo pro- ción que pueden extenderse a la edad adulta (González-
puesto por Connolly, Craig, Goldberg, & Peplar (2004), las Ortega et al., 2008). Por último, este estudio se desarrolla
relaciones de parejas que se forman en este período de en un ámbito no anglosajón y con una muestra no universi-
edad se caracterizarían por el predomino de las primeras taria, hecho importante si tenemos en cuenta que la mayor
citas más o menos estables que suelen tener lugar dentro parte de los estudios sobre violencia de género en el noviaz-
de grandes pandillas mixtas que se reúnen para pasar el go provienen de EE. UU. (Muñoz-Rivas et al., 2007; Muñoz-
tiempo libre, en contraposición a la última etapa (19-20 Rivas et al, 2007a).
años), donde predominan las relaciones de pareja en las Para acabar, no podemos sino dejar constancia de las li-
que la implicación en la relación, intimidad y el compromi- mitaciones de este trabajo. La mayor de ellas es tanto el
so aumentan de manera progresiva. tamaño como el criterio de extracción de la muestra (por
(VWRVKDOOD]JRVFRQÀUPDQTXHWDQWRFKLFRVFRPRFKLFDV accesibilidad), lo que no nos permite generalizar ni transfe-
presentan una cantidad comparable de agresiones en el no- rir resultados a otras poblaciones. Asimismo, el carácter
viazgo diferenciándose en los tipos de experiencias, y las descriptivo y transversal del estudio imposibilita el estable-
chicas son más ejecutoras de violencia de tipo verbal-emo- cimiento de relaciones de causalidad entre las variables
cional y física, mientras los chicos de violencia de tipo rela- contextuales, familiares y personales contempladas y la
cional y sexual (Harned, 2001). ejecución de violencia de género en el noviazgo. Por tanto,
Otro resultado de este estudio que merece la pena re- los resultados anteriores deben considerarse como una pri-
saltar es la contribución que las variables contextuales, mera aproximación a la ejecución de comportamientos
familiares y personales realizaron a la hora de explicar el agresivos en el seno de las relaciones de noviazgo.
ejercicio de agresiones en las relaciones de pareja jóve- En futuros estudios, sería mucho más enriquecedora la
nes. Cabe resaltar el sexismo, la tolerancia a la frustración realización de análisis sensibles a la frecuencia de aparición
y los problemas externalizantes como las variables más de las diferentes conductas, así como de las consecuencias
determinantes a la hora de explicar la variabilidad ejecu- derivadas de dichas agresiones, pues ayudarían a presentar
ción de violencia de género con independencia del sexo una visión más ajustada y profunda de la práctica de com-
del sujeto. portamientos violentos en las relaciones de noviazgo.
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