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Serie Multiautor Beauty 01 - Kati Wilde - Beauty in Spring
Serie Multiautor Beauty 01 - Kati Wilde - Beauty in Spring
KATI WILDE
C o nt e n i d o
Beauty in Spring
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Epilogo
Faking It All
Extracto de Faking It All
Pre-Order: Going Nowhere Fast
Hoja informativa
También de Kati Wilde
BEAUTY IN SPRING
D urante días, Cora lleva sus comidas a sus cámaras en lugar de unirse a mí
en la mesa. A medida que la luna mengua y marzo se convierte en abril,
mi tiempo con ella se acorta, pero ella no está completamente ausente. La
observo desde la torre mientras ella pasa todos los días trabajando en el jardín
sur, y aunque rara vez se desvía del ala noroeste, toda la casa está llena de su
aroma. Cada aliento que tomo la lleva dentro de mí, su dulce fragancia teñida
con la fría amargura que conozco demasiado bien después de pasar años solo.
Con cada paso, esa soledad la rodea como una mortaja.
Tal vez es por eso que finalmente se une a mí de nuevo. Esta vez no le pido
inmediatamente que se case conmigo, sino que dejo que la tensión se alivie del
silencio que hay entre nosotros, y le permitimos la primera palabra.
Se acerca el final de la comida, cuando ella silenciosamente pregunta:
–¿Qué pasó con tu papá y tu mamá?
–Fueron asesinados.
Ella mira hacia arriba, sus ojos se encuentran con los míos. La suave
renuencia en esas profundidades azules se apodera de mi corazón, su
arrepentimiento por haberme preguntado y causado dolor. Sin embargo, la
determinación brilla allí también.
–¿Cómo?
Me recliné en mi silla, sin pestañear le devolví la mirada.
–¿Crees que yo lo hice?
Su mirada se aleja de la mía, no en una admisión de culpa, sino mientras
estudia pensativamente las paredes, las manchas de sangre débiles que quedaron
en la alfombra, el espejo roto y el diván con su tapicería cortada en franjas
paralelas.
–No–, finalmente dice. –No sé qué pensar de muchas cosas, empezando por
el ciervo sacrificado que me crucé en la arboleda, o la sangre que cubría tu cara
y tus manos. Pero nunca se me ha ocurrido que fuiste tú quien mató a tus padres.
Aunque ahora me pregunto si ¿debería? Sin embargo, todavía no lo hago. No
creo que alguna vez los hayas lastimado.
El escudo que había abofeteado mi corazón, preparándose para las heridas
punzantes de su acusación y duda, se desmorona en la nada ya que esos cuchillos
nunca aparecen. Sin embargo, mi pecho todavía se siente perforado. Ella no tiene
ninguna razón para seguir teniendo fe en mí, para creer en mí. Sin embargo, lo
hace, y es todo lo que puedo hacer para no alcanzarla, acercarla.
–No lo hice–, le digo a través de una garganta que se siente caliente e
hinchada. –Fueron atacados por el mismo bastardo monstruoso que nos
persiguió en tu cumpleaños.
Un demonio asesino que había reclamado Blackwood Manor como parte de
su territorio, mientras mis padres y yo buscamos respuestas sobre la maldición.
Cuando volvimos, él vino a matarme. Él se topó con mis padres primero.
Sus labios se separan.
–¿Hubo realmente alguien allí esa noche? Me dije después que solo parecía
tan aterrador. Y que realmente había sido un jabalí o un perro salvaje.
Eso es lo que necesitaba que ella creyera, y apenas podía creer la verdad yo
mismo. Pero había visto la aullante pesadilla que se abalanzó sobre mí cuando
me abrí paso por la brecha en la puerta. Había visto los colmillos relucientes y
las garras que me desgarraron la pierna. Era pasada la medianoche, pero la luna
estaba llena, alta y brillante, y reconocí lo que nos había sucedido.
Un mito. Una leyenda. Algo sacado de una película de terror, no algo real.
Sin embargo, lo había sido.
Y sabía lo que era, pero no podía soportar su terror. Así que me reí con ella,
la fastidié mientras volvíamos a la casa solariega, mientras sentía la maldición de
la bestia serpenteando a través de mi sangre.
Mis padres creyeron mi afirmación de que un hombre lobo nos había
atacado, pero no tuve que convencerlos, ni al padre de Cora. Las cámaras de
seguridad montadas sobre la pared de la finca habían capturado todo.
–¿Así que regresó? –Susurra ahora.
–Regresó.
–¿Y los mato? –Sus ojos nadan con lágrimas.
–Sí.
–¿Estuviste aquí?
Lentamente asentí. Aunque había sido durante la luna llena, así que no era
solo yo. Mi bestia había estado cazando en los terrenos de la propiedad y
escuchó sus gritos.
–¿Que pasó?
–Esta vez era más fuerte que antes–, digo simplemente.
Sus labios temblorosos presionan juntos mientras mira con lágrimas
alrededor de la habitación otra vez.
–¿Es eso cuando sucedió todo este daño? Y en el salón... y en las otras
habitaciones... y en tu dormitorio...
Ella se calla, como si reconociera incluso mientras hablaba qué poco sentido
tenía.
–Estaban afuera–, le digo. –Esto... fue otra cosa.
La bestia, volviendo de sus cacerías ensangrentada y saciada con carne
cruda, aún seguía buscando lo que sabía que faltaba. Porque también tenía
recuerdos de ella, mis recuerdos de ella en cada habitación. Y había destrozado
cada cámara en su frustración cuando nunca podía encontrarla.
Pero lo que la bestia había hecho en este ala no era nada comparado con el
daño que le había hecho a la puerta de entrada. Había destrozado las tablas del
suelo en su búsqueda de la mitad perdida de su alma.
Todavía me despierto en su jardín después de cada luna llena, desnudo y
medio enterrado en la tierra, como si hubiera tratado de cubrirse en el mismo
suelo que sabía que una vez había tocado, o como si estuviera rezando para que
venga y cuide para él como una vez había atendido a todo lo que alguna vez
había sido plantado allí.
Y cada vez, él cavó agujeros que destruyeron más y más de lo que ella había
dejado atrás. Odiándose por ello, como yo lo odié por eso.
Sin embargo, todavía no puede perdonarse a sí mismo.
Pero no despertaré en su jardín en la mañana después de esta próxima luna
llena. Si no puede aceptarnos, no me despertaré en absoluto. Y la bestia nunca
destruirá nada de ella otra vez.
Esos dedos helados y amargos envuelven mi corazón. Trato de calentarlo con
un trago de Borgoña, pero el vino todavía no es lo que quiero en mi lengua.
–Has progresado en tu jardín.
–¿Lo viste desde tu torre, también?– La misma amargura fría que se aferra a
mi corazón llena su respuesta. –Deberías haber venido y haberme ayudado.
¿Después de que ella me había evitado por días?
–¿Realmente me quieres tan cerca de ti?
–¿Por qué no? –Cuestiona. –¿Me lastimarás?
–No tienes que te temer que te lastime–. No conmigo. Aunque la bestia
quiere exactamente lo que quiero, y sueña que lo hago.
Cora de rodillas. De montarla, enterrar nuestra gruesa polla en las ardientes
profundidades de su coño, y escuchar sus gritos resonar en cada cámara de la
casa mientras la follamos implacablemente. Conmigo, esos gritos serían de
necesidad y placer.
Con él, ella probablemente estaría gritando de dolor y miedo.
Su boca se puso en una línea obstinada, ella alcanza su vino.
–Entonces, ¿por qué debería preocuparme si estás cerca de mí?
–Porque cada vez que me acerco a ti, tu cuerpo se prepara para llevarme–, le
digo con dureza. –Porque los pétalos dulces de tu coño se abren y perfuman el
mismo aire con tu néctar. Porque los apretados brotes de tus pezones buscan mi
toque como una flor busca el toque del sol. Y has dicho una y otra vez que no
deseas entregarte a mí con amor en tu corazón, o permitirme el uso de tu coño
para mi placer. Pero si estuviese tan cerca de ti durante todo el día, Cora, ¿cuánto
tiempo pasaría antes de que estuvieras sobre las manos y las rodillas en la tierra
de ese jardín, rogándome que me abriera paso con la polla en tu profundidad?
Con las mejillas sonrojadas, respira temblorosa.
–Yo no lo haría.
No, ella probablemente no lo haría. No mi obstinada Cora. No importa
cuánto quiera, no importa qué tan húmeda esté, no importa qué tan profundo sea
el dolor.
Sería yo, y la bestia, quien terminaría mendigando... o tomando. Incluso
ahora intenta abrirse camino a la fuerza, mis uñas se alargan, mis ojos se
agudizan. Pero la dolorosa dureza de mi pene es todo mía, mi hambre y
necesidad de ella interminable.
Sin embargo, todavía lucha a la superficie, y mi voz es un gruñido bajo y
gruñido cuando le ordeno:
–Cásate conmigo.
Su mirada fija azul con la mía y ella hace una demanda propia.
–Libérame.
Todavía no, hubiera dicho, pero en cambio la bestia ruge:
–¡NUNCA!
Cora vuelve a su silla, con los ojos muy abiertos. Asustada.
Agarro el borde de la pesada mesa de roble, con las uñas arañando la
superficie, luchando por el control. Ella tiene miedo. Eso es todo lo que la bestia
ve, y él me rasga la piel, tratando de emerger y protegerla.
Él no comprende que ella necesita protegerse de esto.
Con todos mis deseos, lucho contra el abrumador impulso de dejarlo tomar el
control, de dejar que la proteja, mis manos apretadas en el borde de la mesa
mientras sigo en silencio la guerra contra la bestia que hay dentro.
Entonces el silencio se rompe con una gran grieta astillada. Cora jadea
mientras la mesa se divide en el centro. Sus manos vuelan a su boca para
amortiguar un grito de incredulidad.
Incredulidad y sorpresa. Sin miedo.
La bestia comienza a retroceder.
Cora me mira por encima de sus dedos.
–Bueno–, susurra temblorosa, –ahora sé lo que sucedió con todos los
muebles.
Tal vez porque si quedaba algo, la inclinaría sobre ella y conduciría toda la
longitud de mi pene dentro de su dulce y sedoso calor, haciéndola gritar de
placer mientras alivié esta agonizante necesidad, mientras llenó su útero con mi
semilla caliente.
La bestia y yo no somos siempre tan diferentes.
Y esta vez soy el primero en levantarme y salir.
L a cadena se siente más pesada hoy. A menudo apenas lo noto. Los enlaces
nunca atrapan ningún objeto y me detienen. Si tengo que enhebrarlo por la
parte posterior de mi camisa, como cuando llevo una camiseta que pongo sobre
mi cabeza en lugar de una blusa con botones, la cadena parece contenta de yacer
contra mi piel. Incluso cuando la casa estaba ocupada con la gente limpiando,
nunca pareció ponerse en el camino de nadie a pesar de arrastrarse por el piso de
una ala a la otra.
Hoy no. Hoy parece estar deliberadamente en mi camino para tropezarme.
Hoy atrapa prácticamente cada pata de los muebles que paso. Hoy queda
atrapado en el desagüe de la ducha, y cuando me visto se enreda en mi cabello,
tirando dolorosamente de mi cuero cabelludo. Como si tratara de frenarme,
detener cada uno de mis pasos. Como si no quisiera ir a ninguna parte.
Como si no hubiera estado haciendo eso durante casi un mes.
Entonces, después de que Gideon traje mi desayuno, tardo en comenzar.
Luego almorzamos juntos en el solarium, donde mi postre es otro orgasmo largo
y lánguido, con Gideon festejando de mis labios mientras su pulgar rasga mi
clítoris y sus dedos se hunden profundamente en mi envoltura virgen. Y al igual
que antes, cuando trato de tocarlo, bruscamente me aleja, lamiéndomse
apetitosamente los jugos de mis coños a medida que avanza.
Ya es muy entrada la tarde cuando finalmente camino al jardín, donde la
cadena se engancha rápidamente en un rosal y paso unos frustrantes quince
minutos tratando de liberarme.
Y sé que no es un comportamiento natural. No es que la cadena sea natural
en ningún sentido, así como mucho aquí en Blackwood Manor ya no es natural
en ningún sentido, pero antes de hoy, la cadena solo me impedía pasivamente
pasar más allá de la línea de propiedad de la propiedad. Ahora parece estar
impidiéndome activamente ir a cualquier parte. Y no puede ser una coincidencia
que la cadena comience a comportarse de esta manera en mi cumpleaños, el
aniversario del día en que originalmente me regaló el collar.
El mismo día, Gideon dice que no tiene control y deja marcas en mi cama. El
mismo día, el nudo del temor en mi intestino no se va a distorsionar. Todo suma
algo, pero no sé qué es ese algo.
Pero hay algo que sí sé. Porque tan irritante como la cadena dorada es, por
mucho que la odie... si usar esta cadena fuera el precio que tenía que pagar para
quedarme con Gideon para siempre, lo pagaría.
Sin embargo, él puede liberarme. Entonces no entiendo por qué no lo hace.
Me quedaría de cualquier manera.
Aunque tal vez la torre donde pasó tanto tiempo parcialmente responde esa
pregunta. Porque lo único que queda claro sobre esta situación demente es que
Gideon ha perdido demasiado, y ha pasado años intentando desesperadamente
aferrarse a los recuerdos de un tiempo más feliz.
Ahora me está agarrando en lugar de liberarme, como si temiera volver a
perderme.
¿Realmente no sabe que no iría? ¿Que este es mi hogar, siempre ha sido mi
hogar, y mi lugar siempre ha estado a su lado?
Sólo quiero ser libre. No libre de él.
Y eso es lo que le diré cuando me encuentre nuevamente. Porque prometió
mimos hoy, pero no hay nada más lujoso que pasar el tiempo con las manos en el
suelo, y solo el placer que Gideon me brinda sobrepasa la alegría de devolverle
este jardín a la vida perfumada y colorida. Cuando llegué aquí a la mansión,
había visto este jardín y creía que ya no había lugar para mí. Pero con cada
nuevo brote y floración, estoy más segura que nunca de que este siempre será mi
hogar. Solo estaba esperando que volviera.
El sol está bajo en el cielo cuando el movimiento cerca de la casa me llama
la atención. Gideon, acercándose al jardín con su rostro dibujado en líneas duras
y sus ojos ardiendo en un verde ardiente, como si presenciara los tormentos en
los pozos del Infierno.
Su demanda es un retumbo de trueno.
–¿Dónde has estado?
En confusión, miro a mi alrededor.
–¿Dónde más estaría?
–Te he buscado por dos horas. –Gideon cruza el jardín para pararse frente a
mí. –No pude escuchar dónde estabas, no pude encontrar tu aroma. Y esta
maldita cosa… –el agarra la cadena que cuelga de mi cuello– ¡me condujo a
través de todas las jodidas habitaciones de la casa!
Le digo:
–Hoy está siendo raro–. Y él también. –Por supuesto que estoy aquí afuera.
¿Dónde más estaría?
–No deberías estar aquí. –Su voz es ronca mientras toma mi cara entre sus
manos, su mirada buscando locamente la mía. –Tengo más para darte. Y no
quería apresurarme, pero estamos fuera de tiempo.
–Está bien–, dije lentamente, tratando de calmar el pánico que se elevaba
dentro de mí, siendo testigo de su urgencia. –¿Tienes los regalos contigo o
tenemos que entrar?
–Está dentro. Está afuera. –Girando, él desliza su brazo en semicírculo, como
indicando el jardín, o más allá. –Es todo esto. Blackwood Manor.
–¿Qué? ¿Cómo puede ser mío?
–Hice la documentación esta semana. Todo será tuyo.
¿Es esta otra propuesta?
–¿Qué quieres decir exactamente?
–No tengo familia a la que dejarlo. Y en mi corazón, siempre has sido mi
esposa. –Su mirada atormentada se quema en la mía. –Entonces, si algo me
sucede... es tuyo.
–No te va a pasar nada–. Incluso la alegría de oírlo llamarme su esposa no
puede superar el dolor de lo que siguió. Me duele el pecho solo de pensar que lo
lastimen... o algo peor. –Y no quiero ese regalo. No si lo consigo así.
–Lo tomarás–, gruñe ferozmente el comando, –porque no confiaría la
propiedad a nadie más. Y tengo algo más para darte.
No estoy segura de querer más de sus regalos.
–Qué es lo que tú…
Pero tomaré esto. Su boca reclama la mía, sus manos capturan mi cara y me
atraen contra su duro pecho. Tierno y dulce, lleno de un anhelo que trae lágrimas
a mis ojos, su beso se siente como una declaración de amor y hogar y para
siempre.
Mi garganta está obstruida por la emoción mientras él se aleja, enrollando la
cadena de oro alrededor de su puño.
–Cora Walker–, dice en una voz tan hueca que cada palabra parece resonar
desde un espacio vacío en su pecho, –la promesa que hice cuando te di este
collar... ese voto no significa nada. No tengo intención de casarme contigo ahora.
Sin aliento de dolor, lo miro en silencio.
–Mi regalo final es tu libertad–, continúa con dureza. –Ahora aléjate de
Blackwood Manor.
¿Libertad…?
T e amo, Gideon.
De repente, lo siento todo. El paso desigual del aliento de Cora entre sus
labios temblorosos. El placer escaldante de su coño contra la punta de mi polla.
La flexión de sus caderas bajo mis manos, la suavidad de su piel formándose
contra mis garras. El dulce aroma de su excitación llenando mis pulmones y su
delicioso sabor persistiendo en mi lengua.
Su mejilla está apoyada contra la hierba, con las manos en puños mientras
jadea suavemente. Su cabello es una maraña pálida, su espina dorsal es una línea
larga y elegante que conduce a la hermosa hinchazón de su culo. Contra la suave
y rosada carne de su coño, mi polla dolorosamente palpitante está resbaladiza
con su miel y mi pre-semen, y parece del tamaño de un ariete.
Estoy usando la piel equivocada. La piel del cazador. La piel del protector.
Me despojo de mi forma de bestia tan fácilmente como lo haría con una
camisa. Sin grietas en los huesos y agonizante cizallamiento de la carne. No sé
por qué la diferencia. Pero sé que es correcto.
Tan cierto como la forma en que Cora se siente en mi contra.
Su coño brilla con necesidad, la carne rosada todavía hinchada con
excitación después de mi banquete interminable. Empuñando mi polla, deslizo la
corona gruesa a lo largo de su raja, anhelando romper su entrada virgen y
finalmente reclamarla. Pero no todavía.
Inclinándome sobre ella, presiono un beso en la nuca de ella.
–Mi hermosa Cora.
Sus ojos se abren y la energía surge a través de su forma lánguida.
Apoyándose en los codos, mira hacia atrás por encima del hombro, con una
sonrisa temblorosa en los labios.
–¿Gideon?
En respuesta, me siento sobre mis talones y la apoyo contra mi pecho hasta
que está a horcajadas sobre mis muslos. Inclinando mi cabeza, capturo su boca
con la mía. Con impaciencia, ella devuelve mi beso, sus ojos se llenan de
lágrimas, su alegría es tan dulce que puedo saborearla, olerla.
Su amor tan profundo que me ha dado todo. Sin embargo, si la lleno ahora,
ella me dará aún más.
Soltando sus labios, presiono un beso a un lado de su cuello.
–El perfume de tu excitación es maduro y fértil, Cora. Si entro a ti esta
noche, el vínculo entre nosotros será más fuerte que cualquier cadena de oro,
porque llevarás a mi hijo.
Su aliento se estremece, y pone sus caderas hacia atrás contra mi polla
endurecida, como si ya estuviera buscando mi semilla.
–Sí. Hazlo.
Como ella exige. Inclinándola hacia adelante, apoyo mi mano izquierda en el
suelo mientras mi derecha la traba contra mí, mi antebrazo se enderezó entre sus
pechos y mis dedos ligeramente apretaron su garganta, mi pulgar se acurrucó en
el hueco de su mandíbula.
Montarla ahora. Hace una hora, habría culpado a la bestia dentro de mí. Pero
solo estoy yo. Solo he sido yo. La bestia y yo nunca fuimos diferentes.
Y finalmente estoy reclamando a mi novia.
Ella jadea cuando mi ardiente erección se aloja contra su resbaladiza entrada,
luego gime, mordiéndose el labio mientras su carne no intentada se estira para
aceptar la amplia cabeza de mi pene, sus paredes interiores de terciopelo
cediendo bajo la presión inflexible. Gimiendo de placer, empujo más profundo,
el débil aroma de cobre de su virginidad se mezcla con la embriagadora
fragancia de su néctar. Dulcemente grita mientras entierro mi cuerpo entero
profundamente dentro del voluptuoso broche de su funda, su espalda
arqueándose, sus caderas elevándose como si escaparan.
Luego volví a deslizarme, tomándome todo de nuevo, sus jugos resbaladizos
facilitando el camino.
El pulso en su garganta corre contra mi palma. Alcanzando hacia atrás, ella
agarra un puñado de mi cabello.
–Más duro ahora–, ella gime. –Los quiero a todos vosotros, Gideon.
Ella me tendrá a mí.
Con un gruñido denso, elevo mis caderas hacia adelante. Ella grita de nuevo
en éxtasis impotente, su coño agarrando cada pulgada gruesa de mi polla. La
llevo una y otra vez, y sus gritos se convierten en súplicas frenéticas mientras
utilizo despiadadamente su coño para mi placer... y el de ella. Su humedad gotea
entre sus muslos, mi eje brilla con su miel, y cuando ella grita, sus paredes
internas presionando el espesor de mi erección, ya no puedo contenerme. Con un
rugido gutural, entierro mi polla en profundidad, mi caliente esperma chorreando
en su vaina apretada, llenándola con una inundación de semilla fundida.
Mía. Siempre mía. Siempre ligada a mí.
Con el pecho agitado, la levanto y ella se relaja contra mí.
–No puedo–, jadea sin aliento. –No puedo hacerlo otra vez.
No la obligaré a hacerlo, entonces. No por una hora más, al menos.
Mi esperma se derrama por sus muslos internos mientras lentamente me
retiro, pero antes de que ella pueda alcanzar su ropa para limpiarla, la balanceo
contra mi pecho. Acunándola contra mí, comienzo hacia la casa solariega.
Hacia el hogar.
A la luz de la luna, su cabello pálido es plateado. Sus ojos azules brillan de
amor mientras me mira, sus labios hinchados forman una sonrisa suave y tímida.
Luego se curva hacia abajo, arrugándose la frente.
No permitiré que nada estropee su felicidad.
–¿Qué?
–Tus dientes–, dice en voz baja, con los labios temblando. –Todavía tienes
colmillos.
Así que lo hago. Ya se han ido.
–Los mantendré pequeños, si te desagradan.
–¿Desagradan...? –La confusión forma un surco entre sus cejas. –No. Pero
pensé que rompimos la maldición.
–No hay forma de romperla–, le dije bruscamente. –No hay cura.
Y no la quisiera si hubiera. A menos que Cora me lo pidiera. Porque una cura
ahora sería como arrancar la mitad de mi alma.
Pero lo sacrificaría por ella.
–¿Y luego qué pasó? ¿Cómo peleaste libre de la bestia y obtuviste el control?
–Porque no hay nada contra lo que luchar ahora. Yo soy esa bestia. –Me
cuesta explicar lo que no entiendo. Pero es lo que sé. –Compartimos un corazón
y alma. Y fue como si fuéramos dos mitades de un todo con una brecha entre
nosotros. Pero sanaste esa grieta. Ahora no somos dos mitades Solo un todo.
Ella me mira silenciosamente por un largo tiempo.
–Eso es un poco raro.
Asiento con la cabeza.
–Pero también lo son los collares mágicos–. Me rodea los brazos con los
brazos y me sonríe. –Los colmillos eran algo sexy.
Sonrío.
–Tal vez no tanto–, dice, y luego se ríe de placer cuando los encojo de nuevo.
–Ahora pregúntame.
Mi voz se llena de emoción, hago lo que ella dice.
–¿Te casarás conmigo, Cora?
Sus ojos azules son solemnes.
–Si digo que sí, ¿alguna vez me dejarás ir?
–No–, juro.
–Entonces sí–, dice, sonriendo alegremente.
–Te amo, mi hermosa Cora–, gruño suavemente, luego capturo esa sonrisa en
un acalorado beso.
Y pasa menos de una hora antes de que ella vuelva.
EPILOGUE
C ORA
Soy una persona de pueblo pequeño llamada Olivia Burke, pero parezco
exactamente una persona de Hollywood, que alguien es Keri Bishop, una de las
estrellas de cine más famosas del mundo. Ahora una amenaza contra su vida va a
cambiar la mía, liberándonos a mí y a mi hermanita del control abusivo de mi
padrastro. Todo lo que tengo que hacer es pretender ser la actriz hasta que se
elimine el peligro. Ni siquiera estaré en el ojo público; Estaré escondida en un
lugar remoto propiedad de los Hellfire Riders, un club de moteros contratado por
el esposo de Keri para protegerme, y bajo la protección personal de un motorista
sexy y letal llamado Duke.
OLIVIA
“¡Me encantó este libro! Going Nowhere Fast es en el día de hoy, abrasador
pero a la vez profundamente emocional, Orgullo & Prejucio, ardiente y
profundamente emotiva que no querrás perderte.” —Kristen Callihan, New
York Times bestselling author of the Game On and VIP series.
kati@katiwilde.com
Facebook.com/1theclub1
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BEAUTY IN SPRING
(a short Beauty & the Beast romance)
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(a new adult romance)
LOSING IT ALL
(Stone’s book)
Este libro es un trabajo de ficción. Los nombres, personajes, lugares e incidentes son productos de la
imaginación del escritor o han sido utilizados ficticiamente y no deben interpretarse como reales. Cualquier
parecido con personas, vivos o muertos, eventos reales, lugares u organizaciones es completamente fortuito.
Ninguna parte de este libro puede reproducirse, escanearse o distribuirse de ninguna manera sin el permiso
por escrito del autor, excepto en el caso de citas breves incorporadas en artículos críticos y reseñas.
BEAUTY IN SPRING
Copyright © 2017 Kati Wilde
Todos los derechos reservados.
Primera edición digital, marzo de 2017
katiwilde.com