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Fe Reformada

Iglesia Reformada Siempre Reformándose


fereformadagt 18 abril, 2022

William Perkins y los trabajos ordinarios


Por: Alejandro González Viveros.

De acuerdo con William Perkins los cristianos no solo debemos servir a


Dios en los deberes religiosos, sino que también debemos servirlo en
nuestros empleos ordinarios. Esto es lo que deseo probar con este
escrito.

En este tiempo existe una gran necesidad de revindicar el trabajo


cotidiano al lugar que la Biblia le da. Muchos creyentes piensan que el
trabajo cotidiano no es algo que pueda darle gloria a Dios, que Dios
desea ser servido y honrado solo mediante actos religiosos o
“espirituales”, como ir a la iglesia, leer la Biblia, orar, cantar alabanzas,
etc. Como si a Dios no le importase lo que sucede fuera de la iglesia, la
devoción personal y la moral general. Muchos cristianos aun piensan que
el trabajo es algo así como un “mal necesario”, algo que debemos hacer
para tener qué comer y dónde vivir, pero que la vida que más
complacería a Dios sería una donde pudiéramos dedicar todo nuestro
tiempo a leer la Biblia, meditar en cosas espirituales y orar. Que las
únicas vocaciones “de Dios” son: ser pastor, evangelista, misionero o
maestro de Biblia o de teología; mientras que todas las demás
vocaciones son “del mundo” y no tienen relación con el servicio al Señor.
Persiste la idea de que la vida laboral y la vida religiosa no deben
mezclarse, que cada uno debe conservar y expresar su religión solo para
sí mismo y para su propia comunidad religiosa. A esta forma de ver la
vida se le ha llamado: “dualismo”[1].

De modo que, mi punto central, dicho de otro modo, es: William Perkins
no fue dualista en cuanto al trabajo.

¿Por qué hablar particularmente de la postura de William Perkins sobre


este tema? ¿Por qué elegir a un puritano que vivió entre 1558 y 1602?
Existe cierta noción de que los puritanos, en términos generales,
tuvieron una mentalidad dualista, que pensaban que Dios quería ser
honrado solo en los asuntos religiosos y espirituales, y que despreciaban
el trabajo cotidiano y estaban dispuestos a ser negligentes y descuidar
sus deberes terrenales con tal de continuar con este énfasis desmesurado
en lo espiritual. Es verdad que los puritanos hicieron un énfasis muy
grande en la espiritualidad, la devoción personal y la adoración formal a
Dios, sin embargo, esto nunca significó que ellos descuidaran sus
deberes terrenales, y mucho menos su trabajo.

Fue un acierto muy grande de Leland Ryken escribir un libro sobre


puritanos y titularlo “Santos Mundanos”[2]. Este puede parecer un título
extraño para un libro sobre puritanos, sin embargo, pronto toma
claridad. El punto de Ryken era que los puritanos fueron santos que, al
mismo tiempo que enfatizaron de una manera impresionante los deberes
espirituales y religiosos de los cristianos, mantuvieron siempre un pie en
el mundo siendo muy cuidadosos por honrar a Dios en las áreas “no-
religiosas” de la vida, en el trabajo, en la familia, en las finanzas, en la
moda, en la política, en la alimentación, en la escuela, en las artes, en las
ciencias, etc.

No es exagerado decir que los puritanos fueron el grupo de creyentes


que, de forma más concreta y aterrizada, vivieron aquellas célebres
palabras de Abraham Kuyper: “No hay un centímetro cuadrado en todo
el dominio de nuestra existencia humana sobre el cual Cristo, como
Soberano sobre todo, no clame ‘¡mío!’”[3]. No hubo para ellos nada que
pudiera no ser dedicado a la gloria de Dios, nada fuera del reino de
Cristo.

Pero entonces, ¿por qué William Perkins? Por dos razones: Primero, la
influencia e importancia de William Perkins sobre el puritanismo es
superior que la de la mayoría de los puritanos. El Dr. Joel Beeke lo
expresó así: “Perkins como retórico, expositor, teólogo y pastor se
convirtió en el arquitecto principal del movimiento puritano”[4]. Él ha
sido llamado “el escritor puritano más importante”, “el príncipe de los
teólogos puritanos”, y ha sido clasificado junto con Calvino y Beza como
el tercero en “la trinidad de la ortodoxia”[5]. H. C. Porter dijo de Perkins
“él moldeó la piedad de toda una nación”[6]. Analizar el pensamiento de
otros puritanos posiblemente no será tan trascendente como analizar el
de Perkins ya que podemos suponer que su punto de vista en este tema
fue también el punto de vista de muchos puritanos.

En segundo lugar, he elegido a Perkins porque él tiene un tratado muy


útil dedicado particularmente al lugar que los trabajos ordinarios
deberían ocupar en la vida cristiana. El título de este tratado es “Un
tratado acerca de las vocaciones”. Muchos otros puritanos escribieron
sobre las vocaciones particulares de los creyentes, pero el tratado de
Perkins sigue siendo uno de los más completos, teológicos y prácticos.

Así que, para probar mi punto, primero quiero hablar de algunos asuntos
generales del libro Un tratado sobre las vocaciones (A Treatise on
Vocation), de Perkins. En segundo lugar, quiero mencionar qué dijo
Perkins en este tratado sobre quién es el autor de las vocaciones, y en
tercer lugar hablaré sobre cuál es la finalidad última de las vocaciones
según William Perkins. Pretendo que esto demuestre que para Perkins (y
para el puritanismo en general) el trabajo no fue visto como algo “del
mundo” sino como un medio para servir a Dios y darle gloria.

Asuntos generales de “Un tratado sobre las vocaciones”

El título completo de la obra fue: Un tratado sobre las vocaciones (o los


llamamientos) de los hombres, con las clases y tipos que hay, y el uso
correcto de ellos. A lo largo de este tratado Perkins usó las palabras
“vocación” y “llamamiento” como sinónimos. En cuanto a los asuntos
generales de esta obra quiero mencionar tres cosas: el tema, el propósito
y la estructura.

Tema

El libro trata sobre las vocaciones particulares. Aunque para Perkins


existe una “vocación general” (que es el llamado a ser cristiano y a vivir
en santidad) en este tratado él decide enfocarse en lo que él llama
“vocación particular”, o personal (que es el llamado a andar en un oficio
u ocupación).

Esta vocación particular puede expresarse en tres esferas: en la


comunidad, en la iglesia y en la familia.

La vocación particular puede expresarse en la comunidad en oficios


como jardinería, carpintería, herrería, abogacía, contaduría,
administración, arquitectura, la presidencia de una nación, y una gran
diversidad de otros oficios.

Puede expresarse también en la iglesia en oficios como ser ministro,


maestro de teología o misionero.

Y también puede expresarse en la familia, ocupaciones domésticas como


la paternidad, la maternidad, o ser hijo. Para Perkins incluso estas
últimas fueron vocaciones particulares.

Y, mientras cada uno tiene una vocación particular o en la comunidad, o


en la iglesia o en la familia, todos deben ser llamados por igual, por la
vocación general, a una vida de santidad y servicio a Dios. Así, la
vocación general es igual para todos, mientras que la particular es
distinta para cada uno.

Él explicó las vacaciones así:

La vida de un rey es dedicar su tiempo a gobernar a sus súbditos, y esa es su


vocación. Y la vida de un súbdito es vivir en obediencia al magistrado, y esa
es su vocación. El estado y condición de un ministro es llevar su vida en la
predicación del evangelio y la Palabra de Dios, y esa es su vocación. El jefe
de familia debe conducir su vida en el gobierno de su familia, y esa es su
vocación. En una palabra, esa manera particular y honesta de interacción,
a la que todo hombre es llamado y apartado, es (digo yo) su vocación.

Propósito

¿Cuál es la razón o el propósito por el que Perkins decidió hablar acerca


de las vocaciones mediante esta obra? No fue una razón meramente
política, sociológica o antropológica. Él dijo: “La razón por la que he
elegido hablar de esto es porque pretendo tratar este punto de la
vocación (o el llamamiento), considerando que pocos hombres saben
vivir y andar correctamente en sus vocaciones para agradar a Dios”[8].
Perkins deseaba escribir sobre las vocaciones principalmente por razones
espirituales, él anhelaba ayudar a que la gente entendiera cómo realizar
sus trabajos ordinarios para la gloria de Dios.

Perkins había podido notar ciertos problemas concretos en su entorno


que lo movieron a escribir esta obra. Él identificó dos grupos de personas
que, por falta de entendimiento bíblico sobre las vocaciones, habían
caído en errores dañinos:

Por un lado, estaban aquellos que no andaban en ninguna vocación


particular. Perkins comparó a estas personas con zánganos que no traen
nada a la colmena, “pero aun así, se alimentan de la miel que es traída
por las labores de otros” [9]. Perkins pensaba específicamente en dos
tipos de “zánganos”: (1) Los monjes y frailes que “viven apartados de las
sociedades de los hombres en ayuno y oración”, porque “además de los
deberes generales de ayuno y oración, que pertenecen a todos los
cristianos, cada hombre debe tener una vocación particular y personal,
de modo que sea un buen y productivo miembro de alguna sociedad y
cuerpo”; y (2) los pordioseros y vagabundos, a quienes comparó con un
brazo o una pierna muerta que cuelga inútilmente del cuerpo[10]. Para
Perkins, ambos andaban fuera de la voluntad de Dios al andar sin
ninguna vocación útil para la sociedad.

Por otro lado, estaban aquellos hombres trabajadores que “aunque


pueden ser habilidosos y expertos en su oficio, yerran en el punto
principal, en que no practican su vocación personal en, y con, su
vocación general” [11]. Con esto Perkins no se refería a gente que
descuidara sus deberes religiosos externos por trabajar en sus oficios
ordinarios, él pensaba en personas dedicadas a sus oficios ordinarios
que, externamente, parecían buenos cristianos, pero que, no obstante, no
procuraban guardarse realmente en santidad en sus labores cotidianas.
Él se quejó de ello:

Podemos discernir una falta común en la vida de muchos hombres que se


muestran listos y dispuestos a escuchar la Palabra de Dios; sí, ellos la
aprueban, reciben los sacramentos y profesan ser miembros de Cristo…
Pero, ve más allá, y examina sus vocaciones particulares, allí no
encontrarás nada excepto que todo está fuera de orden. Algunos son
usureros, algunos opresores, algunos embaucadores, algunos usan pesas y
medidas falsas, algunos mienten y juran, algunos son libertinos y lascivos…
aunque ellos están dotados de excelentes dones y pueden hablar bien,
concebir la oración y con cierta reverencia escuchar la Palabra y recibir los
sacramentos, si no practican los deberes de la piedad dentro de sus propias
vocaciones, todo será nada más que hipocresía.

Ambos grupos siguen existiendo en nuestro tiempo: gente que no se


ocupa en ninguna vocación y gente que trabaja, pero sin ninguna
intención de preservarse en santidad en el trabajo. Esta situación movió
a William Perkins a escribir su Tratado sobre las vocaciones, y esto mismo
hace tan necesario que revivamos dicha obra.
Estructura

La obra Un Tratado sobre las Vocaciones, de acuerdo con el mismo


Perkins, se divide en tres secciones: “Primero, mostraré lo que una
vocación o llamamiento es; en segundo lugar, estableceré las partes y
tipos de vocaciones; en tercer lugar, hablaré del uso santo y legítimo de
las vocaciones particulares de cada hombre”[13].

En la primera sección de su tratado, Perkins define lo que son las


vocaciones, “un cierto tipo de vida, ordenado e impuesto por Dios al
hombre para el bien común”[14]. En el resto de esta primera sección él
explica detalladamente cada parte de esta definición.

En la segunda sección Perkins habla de las partes y los tipos de


vocaciones que existen. Él centra su atención en los dos tipos de
vocaciones que hemos mencionado: La vocación general y la vocación
particular, y explica diciendo: “La vocación general es el llamamiento al
cristianismo, que es común a todos los que viven en la iglesia de Dios. La
vocación particular es ese llamamiento especial que pertenece a ciertos
hombres en particular, tal como el llamamiento a ser magistrado, a ser
jefe, o padre de familia, a ser hijo, o siervo, o súbdito, o cualquier otro
llamamiento que sea común a todos”[15]. Luego Perkins comienza a
describir a mayor detalle cada una de estas vocaciones, sus reglas y sus
deberes de forma sistemática.

Más Adelante, en esta misma sección, hallamos definiciones más


completas de los dos tipos de vocaciones:

La vocación general es aquella por la cual el hombre es llamado a salir


del mundo para ser hijo de Dios, miembro de Cristo y heredero del reino
de los cielos. Este llamado pertenece a todos dentro de la esfera de la
iglesia[16]

Una vocación personal es la ejecución de algún oficio particular, que


surge de esa distinción que Dios hace entre hombre y hombre en cada
sociedad[17]

En la tercera sección de su libro, que es la más larga, Perkins explica


cómo hacer uso de las vocaciones particulares de manera santa y
legítima. Aquí él explica cuatro cosas: (1) como elegir una vocación, (2)
como entrar a esa vocación, (3) como realizar esa vocación, (4) como
terminar con esa vocación. Y todo esto, para la gloria de Dios y en
servicio a Dios.

Así, al notar estos asuntos generales con respecto a la obra de Perkins


podemos reconocer cuán lejos estuvo de él cualquier idea de que el
trabajo ordinario no le concerniese a Dios o a la religión, o que fuera un
mero asunto mundano. Veamos algunas ideas principales de su obra
para afirmar más nuestro punto.

El autor de las vocaciones

Para Perkins, las vocaciones son la forma en la que Dios llama a cada
persona a ocupar cierto lugar en su mundo para que este funcione como
Dios quiere que funcione. Por lo tanto, el autor de las vocaciones y quien
llama a cada persona a su oficio, es Dios mismo. Perkins ilustró esto de
una manera muy gráfica comparando la forma en la que Dios llama a
cada hombre con ocupar un oficio con un campamento militar:

Mira pues como, en un campamento, el general señala a cada hombre su


lugar y su posición, un lugar para el jinete y otro para el de a pie, y a
cada soldado en particular él le asigna su oficio y su posición en la cual
ha de permanecer contra el enemigo, y en la cual ha de vivir y morir; así
es en las sociedades humanas.[18]

Perkins obtuvo esta idea de 1 Corintios 7:20, que es el texto base de todo
su tratado sobre las vocaciones. El texto bíblico dice: “Cada uno en el
estado [llamamiento] en que fue llamado, en él se quede.” Este texto
habla, claramente, de dos llamamientos. Por el contexto es claro que uno
de estos llamamientos es el llamamiento a Cristo Jesús, a la salvación, y
el otro es un llamamiento a un estado o empleo terrenal y ordinario.

Justo después de este versículo Pablo dice: “¿Fuiste llamado siendo


esclavo? No te dé cuidado”. En otras palabras, la persona que fue
llamada a Cristo, teniendo el llamamiento a ser esclavo, puede
tranquilamente permanecer en su llamamiento o vocación como esclavo
y atender a su llamamiento o vocación a ser cristiano. Es de este texto de
donde Perkins extraer los conceptos de vocación general y vocación
particular.

Perkins dijo: “El autor de toda vocación es Dios mismo” [19]. Él comparó
a Dios con un relojero y a nosotros con los engranes que, aunque se
mueven cada uno de una manera distinta, todos fueron colocados por el
relojero para hacer funcionar al reloj. “He aquí una notable semejanza
de la providencia especial de Dios sobre la humanidad, que es el reloj del
gran mundo, asignando a cada hombre su movimiento y vocación, y en
esa vocación su oficio y función particular”[20].

Para Perkins hubo importantes implicaciones lógicas de que Dios fuera el


autor de las vocaciones:

En primer lugar, si es Dios quien llama a cada hombre a su vocación,


entonces nadie debe estar ni abandonar una vocación sin el
convencimiento de que Dios lo llama a ello.
Dios es el general, asignando a cada hombre su vocación particular y
(por así decirlo) su posición. Y en ese llamamiento, Él asigna a cada
hombre su oficio particular, en cumplimiento del cual debe vivir y morir.
Y así como en un campamento ningún soldado puede dejar su posición
sin el permiso del general, así ningún hombre puede dejar su
llamamiento a menos que reciba de Dios su libertad.[21]

En segundo lugar, si es Dios quien llama a cada hombre a su vocación,


entonces cada uno está en la mejor vocación en la que podría estar ante
la vista de Dios. “Cada hombre debe juzgar esa vocación particular, en la
cual Dios lo ha colocado, como la mejor de todas las vocaciones para
él”[22]. Es decir que, contrario a lo que podría suponerse, el creyente
cuya vocación es la contaduría no estaría mejor ante Dios si pudiera ser
misionero; el hombre llamado a la arquitectura no agradaría más a Dios
si pudiera convertirse en pastor de una iglesia.

En tercer lugar, si es Dios quien llama a cada hombre a su vocación,


entonces responder a esta vocación y trabajar en el oficio que a ella
corresponde es un acto de obediencia y servicio a Dios. Perkins incluso
dijo: “La acción de un pastor al cuidar las ovejas… es una obra tan
buena ante Dios como la acción de un juez al dictar sentencia o de un
magistrado al gobernar o de un ministro al predicar”[23]. Así, todo
aquel que trabaja en su oficio, al hacer la labor de su vocación, está
respondiendo a Dios, quien lo ha llamado a andar en esa vocación, “pues
Dios no mira la excelencia del trabajo sino el corazón del
trabajador”[24].

Una pregunta que naturalmente puede venir a nuestras mentes en este


momento es, ¿cómo pueden los trabajos ordinarios ser buenas obras o
darle gloria a Dios? Entender la finalidad de las vocaciones puede
ayudarnos a comprender esto.
La finalidad de las vocaciones

En nuestro mundo es común hallar el pensamiento de que la finalidad


del trabajo es ganar dinero para sobrevivir, y, si es posible, para
enriquecerse y vivir una vida cómoda y lujosa. Así, el trabajo, en nuestra
cultura, es completamente antropocéntrico. Para William Perkins no fue
así.

Para William Perkins, el fin último del trabajo es servir a Dios sirviendo a
los hombres y manifestar el reino de los cielos en la tierra. Estos no son
dos fines distintos sino uno mismo visto desde diferentes ángulos.

Esto puede apreciarse desde la definición que Perkins da a las


vocaciones: “un cierto tipo de vida ordenado e impuesto por Dios al
hombre para el bien común”[25]. Dios da a cada hombre una vocación y
esto para el bienestar de la sociedad en la que el hombre vive.

Perkins argumenta que, así como en un cuerpo todos los miembros


tienen su función, pero ninguno actúa para sí mismo sino para el bien
del cuerpo entero, así debería suceder en la sociedad con los hombres y
sus vocaciones. “Hay diversos miembros en estos cuerpos. Estos son
hombres andando en diversas vocaciones y oficios, la ejecución de los
cuales debe tender a un estado de bienestar y felicidad del resto, sí, de
todos los hombres, en todas partes, tanto como sea posible”[26].

Pero ¿qué es este “bienestar y felicidad” de los hombres para Perkins? El


mundo tiende a pensar que el bienestar de la sociedad humana radica en
que cada individuo pueda cumplir sus sueños y metas personales, que
todos puedan tener riquezas materiales y vivir cómodos, y que todos
puedan expresar libremente sus convicciones religiosas o su falta de
religión. Si ese es el “bienestar” de los hombres, ¿no quedaría el mismo
hombre en el centro de todo? ¿Dónde quedaría Dios entonces? Pero
Perkins dijo: “El bien común de los hombres se basa en esto, no solo que
ellos vivan, sino que vivan bien, en justicia y santidad y, por
consiguiente, en verdadera felicidad”[27].

Para Perkins, entonces, el bien de la comunidad radica en vivir bien, vivir


bien significa vivir en justicia y santidad, y vivir en justicia y santidad
conduce a la felicidad verdadera de la sociedad humana. Es evidente que
Perkins está pensando en la “justicia y santidad” tal como la Biblia las
define y no en una moral modificada o redefinida por el capricho
humano. Así, al hablar del “bien común”, o el “bien humano”, como el
propósito de las vacaciones, Perkins jamás dejó de tener a Dios en el
centro.

Perkins lo expresó así: “Debemos considerar el fin principal de nuestras


vidas, y es: servir a Dios sirviendo a los hombres en las obras de nuestras
vocaciones”[28]. ¡Servir a Dios! Dios puede preservar al hombre sin la
ayuda del hombre, pero “le ha placido que los hombres sean sus
instrumentos para el bien de los demás. Por esta causa ha ordenado los
excelentes oficios de magistrados y ministros, y una variedad casi infinita
de oficios, todos tendiendo a preservar o el cuerpo, o el alma, o ambos.
Así, Dios manifiesta su cuidado paternal sobre nosotros mediante el
empleo de hombres en su servicio según sus diversas vocaciones para
nuestro bien”[29]. Servir a Dios sirviendo a los hombres, es el propósito
del trabajo.

En el Padre Nuestro, el Señor nos enseñó a decir: “venga tu reino” y,


para los puritanos, eso implicaba no solo un deseo lejano sino también
un compromiso de luchar para que el reino viniese aquí. Perkins,
comentando la expresión “venga tu reino”, dijo: “todos debemos trabajar
en nuestros puestos y vocaciones para traernos unos a otros a este
reino”[30], también dijo: “Finalmente, obsérvese aquí la necesidad de
esta petición, con respecto a nuestro estado externo; porque la venida de
este reino a cualquier estado es una causa especial de prosperidad y
felicidad para nosotros; porque donde está este reino, la mano de Dios
de bendición y protección estará ahí de manera especial”[31], él dijo
esto no solo hablando de bendición y felicidad espirituales, sino de
bendición y felicidad sociales, en la nación en general. Por esto podemos
decir que, en este sentido, la finalidad del trabajo es manifestar el reino
de los cielos en la tierra, y en ello radica el bien común. El bienestar de
la sociedad se encuentra en el establecimiento y extendimiento del reino
de Dios entre los hombres.

Si el alto propósito de nuestras vocaciones es hacer presente el reino de


los cielos en la tierra y servir a Dios sirviendo a los hombres, podemos
descartar las demás finalidades que usualmente se le atribuyen al
trabajo. Perkins ataca dos de ellas:

Primero, la finalidad de las vocaciones no es proveer para nuestras


necesidades o para las necesidades de nuestras familias. ¿No dice la
Biblia, en 1 Tim. 5:8, que debemos trabajar para proveer para nuestras
familias? Perkins responde: “esto debe hacerse; pero este no es el
alcance y propósito de nuestras vidas. El verdadero propósito de nuestra
vida es servir a Dios, sirviendo al hombre. Y como recompensa de este
servicio, Dios envía sus bendiciones sobre los esfuerzos de los hombres, y
les permite tomar del fruto de sus trabajos”[32].

Fue nuestro Señor Jesús quien, hablando de las necesidades básicas de la


vida, dijo: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y
todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33). Perkins, comentando
ese texto, dijo: “debemos ‘buscar primeramente el reino de Dios y su
justicia’ en el desempeño de los deberes que pueden llevarnos a ello
[nuestras vocaciones], y luego ‘todas estas cosas’ necesarias para esta
vida, como alimento y vestido, ‘os serán añadidas’”[33]. De modo que,
los creyentes trabajamos no para comer, no para sobrevivir, no para
nuestras necesidades, no para nuestra promoción ni para nuestra
comodidad, sino para la gloria de Dios, y por su reino, y luego, como un
efecto colateral, Dios promete suplir para nuestras necesidades.

En segundo lugar, la finalidad de las vocaciones no es nuestro beneficio,


ni nuestro desarrollo personal, ni alcanzar nuestras metas ni cumplir
nuestros sueños. Perkins dijo: “en general debemos saber que abusa de
su vocación, quienquiera que sea, que esté en contra del propósito de esa
vocación, es decir, si la emplea para sí mismo, y busca por ella
enteramente lo suyo, y no el bien común”[34]. Más adelante sigue
diciendo: “profanan sus vidas y oficios empleándolos para conseguir
honores, placeres, ganancias, comodidades mundanas, etc.; porque
haciendo así estaremos viviendo para otro fin que el que Dios ha
señalado, sirviéndonos a nosotros mismos, y en consecuencia no
sirviendo ni a Dios ni a los hombres”[35].

Conclusión

Hay mucho más que pudiera ser dicho en acerca de William Perkins y las
vocaciones, sin embargo, el punto ha sido probado. Para William Perkins
los cristianos no solo debemos servir a Dios en los deberes religiosos,
sino que también debemos servirlo en nuestros empleos ordinarios.

Estoy convencido de que estas perspectivas no son solo puntos de vista


de William Perkins, sino verdades bíblicas que él simplemente recopiló
en su tratado. Así mismo, estoy convencido de que, si la sociedad
entendiese lo glorioso y esperanzador de estas verdades y si la
comunidad pudiera adoptar esta ética del trabajo, muchas cosas en el
mundo cambiarían. Todos queremos el bien común, pero solo en estas
verdades yace el verdadero camino hacia ese bien. Quiera Dios que más
gente pueda entender y vivir sus vocaciones en un intento de manifestar
el reino de los cielos aquí en la tierra. Los cristianos no solo debemos
servir a Dios en los deberes religiosos, sino que también debemos
servirlo en nuestros empleos ordinarios. Que Dios sea servido en todo
tiempo.

[1] Brian J. Walsh, The transforming vision: shaping a Christian world


view (Downers Grove, Ill.: InterVarsity Press, 1984), 95.

[2] Leland Ryken, Worldly saints: the Puritans as they really were (Grand
Rapids, Mich.: Academie Books, 1986).

[3] Abraham Kuyper, Abraham Kuyper: a centennial reader (Grand


Rapids, Mich.​: Carlisle: W.B. Eerdmans​; Paternoster Press, 1998), 488.

[4] Joel R. Beeke, Meet the Puritans: with a guide to modern reprints
(Grand Rapids, MI: Reformation Heritage Books, 2006), 473.

[5] Peter A. Lillback and D. Clair Davis, The practical Calvinist: an


introduction to the Presbyterian & Reformed heritage​: in honor of Dr. D.
Clair Davis on the occasion of his seventieth birthday and to acknowledge
his more than thirty years of teaching at Westminster Theological Seminary
in Philadelphia (Fearn, Ross-shire: Christian Focus, 2002), 206.

[6] H. C. Porter, Reformation and reaction in Tudor Cambridge (Hamden,


Conn.]: Archon Books, 1972), 260.

[7] William Perkins, The Works of William Perkins, vol. 10 (Grand


Rapids, Michigan: Reformation Heritage Books, 2014), 75, Kindle.
[8] Perkins, The Works of William Perkins, 10:75.

[9] Perkins, The Works of William Perkins, 10:67.

[10] Perkins, The Works of William Perkins, 10:87.

[11] Perkins, The Works of William Perkins, 10:67.

[12] Perkins, The Works of William Perkins, 10:90–91.

[13] Perkins, The Works of William Perkins, 10:75.

[14] Perkins, The Works of William Perkins, 10:75.

[15] Perkins, The Works of William Perkins, 10:80–81.

[16] Perkins, The Works of William Perkins, 10:81.

[17] Perkins, The Works of William Perkins, 10:85.

[18] Perkins, The Works of William Perkins, 10:76.

[19] Perkins, The Works of William Perkins, 10:75.

[20] Perkins, The Works of William Perkins, 10:76.

[21] Perkins, The Works of William Perkins, 10:76.

[22] Perkins, The Works of William Perkins, 10:88.

[23] Perkins, The Works of William Perkins, 10:93.

[24] Perkins, The Works of William Perkins, 10:93.

[25] Perkins, The Works of William Perkins, 10:75.


[26] Perkins, The Works of William Perkins, 10:77.

[27] Perkins, The Works of William Perkins, 10:77.

[28] Perkins, The Works of William Perkins, 10:90.

[29] Perkins, The Works of William Perkins, 10:90.

[30] William Perkins, The Works of William Perkins, vol. 1 (Grand


Rapids, Michigan: Reformation Heritage Books, 2014), 448.

[31] Perkins, The Works of William Perkins, 1:449.

[32] Perkins, The Works of William Perkins, 10:90.

[33] Perkins, The Works of William Perkins, 1:579.

[34] Perkins, The Works of William Perkins, 10:77–78.

[35] Perkins, The Works of William Perkins, 10:90.

¿Fueron dualistas los puritanos?


Por: Alejandro González Viveros

En la actualidad existen muchas personas que sostienen, talvez sin ser


plenamente conscientes de ello, que Dios desea ser honrado y puede ser
honrado exclusivamente mediante actividades “religiosas” o
“espirituales”, como leer la Biblia, ir a la Iglesia, orar, compartir el
evangelio, cantar alabanzas, etc., pero que a Él no le importa mucho lo
que sucede en nuestros trabajos o en nuestras recreaciones, en nuestras
finanzas, en nuestras familias, en la política, con nuestros amigos, con
nuestro tiempo libre, etc. Es decir que, el carpintero, el herrero, el
policía, el doctor, el contador, el presidente, y todos los demás hombres
en sus vocaciones “mundanas”, cuando están realizando sus trabajos no
están sirviendo ni honrando a Dios, que la religión no debe interferir en
esos asuntos. Que, en caso de querer honrar a Dios en el trabajo, los
hombres tendrían que o compartir el evangelio con sus compañeros, o
estar pensando en un texto bíblico, o estar orando; o bien, tendrían que
esperar hasta ir a la iglesia o a lo privado de su alcoba y entonces servir
a Dios mediante alguna especie de culto religioso o mediante ciertas
disciplinas espirituales. Los cristianos que tienen esta mentalidad, por lo
general, sostienen también que, cuando estamos jugando algún deporte,
algún juego de mesa, cuando estamos viendo películas, cuando vamos
de compras, etc, no estamos sirviendo a Dios ni nos tiene que importar
darle gloria en ello, que Él simplemente concede esos tiempos para
nosotros con tal de que luego dediquemos tiempo para Él en las cosas
que a Él le interesan, es decir: la Biblia, la Iglesia y la devoción personal.
Algunos llegan aun más lejos sosteniendo que el trabajo secular y las
recreaciones son males necesarios, que a Dios no le agradan realmente,
pero los tolera, y que deben evitarse lo más posible y debe buscarse en
su lugar una vida de servicio completo a Dios, es decir, una vida
contemplativa, estudiando las Escrituras, siendo pastor, misionero,
evangelista u alguna ocupación similar. A todo este sistema de
pensamiento se le llama «dualismo».

Los puritanos no fueron dualistas, sino todo lo contrario.

Fue un acierto muy grande de Leland Ryken escribir un libro sobre


puritanos y titularlo “Santos Mundanos” (Worldly Saints). Este puede
parecer un título extraño para un libro sobre puritanos, sin embargo,
pronto toma claridad. El punto de Ryken era que los puritanos fueron
santos que, al mismo tiempo que enfatizaron de una manera
impresionante los deberes espirituales y religiosos de los cristianos,
mantuvieron siempre un pie en el mundo siendo muy cuidadosos por
honrar a Dios en las áreas “no religiosas” de la vida, en el trabajo, en la
familia, en las finanzas, en la moda, en la política, en la alimentación, en
la escuela, en las artes, en las ciencias, etc. No es exagerado decir que los
puritanos fueron el grupo de creyentes que, de forma más concreta y
aterrizada, vivieron aquellas . No hubo para ellos nada que pudiera no
ser dedicado a la gloria de Dios, nada fuera del reino de Cristo.

Los puritanos tienen libros acerca de cómo glorificar a Dios en nuestras


vocaciones seculares, cómo glorificar a Dios en nuestras recreaciones
cotidianas, cómo glorificar a Dios en la forma en la que nos vestimos,
cómo glorificar a Dios mientras comemos nuestros alimentos, cómo
glorificar a Dios con nuestros pensamiento a lo largo del día, cómo
aumentar nuestras riquezas (nuestro dinero) para la gloria de Dios,
cómo relacionarnos con otras personas para la gloria de Dios, como usar
nuestro tiempo libre para la gloria de Dios. ¡Es impresionante!
Ciertamente ellos no dejaron nada para Satanás. ¡TODO ES DE DIOS Y
PARA DIOS!

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