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Ahora que el Banco de México nos anuncia que va a retirar de la circulación los
billetes de 20 pesos y sustituirlos con monedas de esa denominación es buen
momento para recordar los efectos devastadores que tiene la inflación en la vida
cotidiana.
Quien se encarga de las compras habituales de casa no necesita tantos
recordatorios de lo que implica una alta inflación, pero aquellos que quizá están
más concentrados en generar recursos sí se pueden ver más sorprendidos de ver
desaparecer ese papel moneda que nos ha acompañado durante tantas décadas.
El billete que ahora se va a dejar de fabricar, para dar paso a una moneda de esa
denominación de 20 pesos, apareció por primera vez en 1985, pero en ese
entonces su valor era de 20,000 pesos.
El antecedente del billete que ya no tendremos en nuestras carteras no es
realmente aquel billete de 20 pesos que apareció en 1822, porque más allá de
toda la historia que puede haber en medio de estos últimos 202 años, nuestro
peso mexicano perdió tres ceros en 1993 cuando se creó de manera temporal el
“nuevo peso”.
Entonces, entre 1985 y 1992 tuvimos un billete de 20,000 pesos, que dio paso en
1993 al billete de 20 nuevos pesos y que en 1995 recuperó su denominación de
papel moneda de 20 pesos.
La estabilidad inflacionaria lograda durante los primeros 20 años de este siglo
permitió la supervivencia hasta ahora de esos billetes. En el camino sí perdimos,
víctimas de la inflación, los billetes de 5 y 10 pesos.
Y de verdad que ha sido una extinción lenta, porque los que vivimos los años 80,
pasamos de las monedas de buenos metales y bajas denominaciones a las
monedas de aleaciones corrientes y billetes llenos de ceros al final de esa década.
Para tener una idea comparativa de lo que puede hacer una alta inflación en el
circulante monetario, hay que hacer memoria desde cuándo conocemos los
pennys, nickels, dimes y cuarters del dólar con los que seguimos conviviendo.