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Joas Cánnenas
NOTA LIMINAR
agujersadas
del paradero de buses. Llsvehen más de uns hora esparendo
y don
Sando, el ancieno messiro, maestro de macstros, emperó a pensar que el sol ya
estaba com genas de homeardios, de quemarles hasts el último concho de manteca
bumena y dejados coovertidos eo dos carboncios secos. Miguel, si vetsrEno
zlomme, el CoNrameesto, COMD 5e les suels Damar en buena jerga machetara, 5e
zhemiczhe con ua cachucha blencs Era casi medindias y el viemo estabs
gurdado el s0 cue: don Sando sabís por experiencia que el viento tiene la
CE EN ume COevE de los Ferallones y hay geme osads —seme stambada
también— que hasts se ha ido 2 buscar la casa del vieno y oo se ha vuelto a saber
de ell= porque el viento agare z esa gente, le dice cosas al nido y la enloquece.
Luego s= la llevz pera si cueve y allá adentoo se la come y no deja mi los huesos.
El vieno debís de estar comiendo mucha gente en si cueva ponque esa mañanz
mo hehiz bajado 21 velle mi um solo ratico y los cafiadurales se miraban tiesos,
mdos, como soldados al acecho, 2 pumin de imvadir m país Es: fie l
oomTenria de don Sando, arosado por m celor que oo ers nomel Un calor del
fin de los tiempos.
Una seguidilla de volguetas cargadas de mareriales de comstrucción dejó asy
paso ua mbe de polvo gmis y espeso que emvolvid a los dos meestros dusame
largos segundos.
Hobo toses, protestas, Miguel ss permitió un hijuenutazo y don Sando..... don
Sando seguia persando en el viento, en como al viento le cambia el caracter
segin baja de la monfaña, porque acá en el valle se vuelve manso, dulce, buen
comesador
y hesta con dotes de sabio. Sa lo extaña cuando no baja, señor
Viero, dijo don Sendo entre dientes para que Miguel no alcanzare
= escoriarlo.
Ieual hMiguel no estaba prestando arención porque segría sacudiendoss el poivo.
Este don Viento si es cosa sería, pensó don Sando. A veces de puro taviezo
beja moy renido, sobre todo por las noches,
y si lo agare z uno mel parado sele
mete en el puro ñervo tendonoso y provoca asarotamientos que duran hasts una
semanz. A don Apolino vino un &z y ls pegó = juetazo que le paralizo la cara
de por vida veya a saber por que se emsaño asl con el o a veces creo que fos
por emidia, ;oo ve que don Apaling era buen mozo? Come no, y el Viemo,
diren
los que lo han visto, tiens uns care my fea, como de trompetista, siempre
con los cachetes inflados de huesos triturados y la frente arugada por el esfuerzo
perpatos
de ser quien es.
Don Sando se habiz enfrentado = don Apolino en custro ocasiones y, almque
habla logrado vencerlo en todas, no tenía un buen recuaerdo de esos combates.
Don Apolino
era mañoso, ademásde gran mechetero y por ahi decian que tenia
5 secreto, sunque Do Se sabía miny bien en qué consistiz es= secretn, pues al n
y al cabo secreto es secreo. Alsunos hablabam de pectos con emtidades
meléficas,
de brujas, pero don Sando sabla que la mitad de todo sacreto son
TUMOres que el propio machetaro pone & cincular como plaía falsa. De cualquier
Torma, en esos cuatro combates, don Sando s impuso con pujenza, trando de
todo su repartorio, apelando a toda =0 zsticia No es fácil porfiar con m
machetaro que tiene la cara peralizada, porque los gestos que se pimEn
en un
TOStO 500 como UN pizarrdo donde se van escribiendo los movimientos fueuros
del rival. Oo y más ojo, repetia don Sando a sus alummos. Visual
y más wisual
El que juega es el ojo y es el ojo el quelee.
Don Sando parsó entonces que quizá el Viento le había propinado su juetazo
pma]i¡anneadmápu]mnpm¡pmuluaprmha,p_ma…almrhmle
EShal nueves destrezas. Jiga, don Viento, ¿mo sera que usted es mi aliado, mi
profesor?, volvió a muscumular don Sando El viejo machetero alcanzó 2
morder sus pelabras por la cola cuando trataban de salir volando de su boca.
Esta vez Miguel si oyó un bisbis paro supuso que 1 maastro estaría rezando
o meldiciento.
Don Sando sacó la cabera de todo ese ventaróo de persamientos y miró &
biguel para preguntarle si se sabia algo del pisco. No, maestro, yo le mandé u
guesap hare ratioo, pero me dejó en vieto, informó Miguel.
El pisoo al que se refarian era un tal Cero, escribidor blanquito, =1 medio
cafecomlechs, que vivia con el bocico metido en cosas de megros, lo que
molestaba a algunos estudiosos que lo actzaben de ladrón y apropiadorcista de
lo zjeno. Los maestos lo estaban esperando alli em ese paradero ardiente,
perdido en medio de ima carretera sectmdaria, por disposición de don Sando. De
herbo, las palabras del viejo z la hora de dar las instrucciones habian sido clars
y precisas, así y asá, hasta el codigo de vestimenta, todos de blanco de la cabera
a los pies, rematando con una frase que ya se habiz vuelto sonsonete: Hay que
seguir la voluntad de don Luis.
Lo gue no habiz comtemplado don Sando ea la posibilidad de que Cero,
encargado de recogerlos en un2 camioneta prestada para hacer el viaja, 5e
hobierz perdido en slemo de los mochos cmices de cominos amojados como
meldiciones por todo ese valle endemoniado. Ay, los cruces de caminos, peosó
don Sando... Mo sé cuáles son peores, si los que cortan en X o los que cortan en
Y ... Entodos be teaido mis avedturas y desveoburas.
A punto estaba el meestro de recondar aleo importente sobre los cruces de
caminos, cuando sintió que una brisa suave y fresca le acariciaba la combemba
como hacen las mames con ss quicatos. Iromas del viento, sa somrió para
adentro don Sando, dindole la biemvenida & su compañaro, que empezó a sactdir
alegremente los cañadurales y a montar s bulloseria de codas las tardes.
Al ratico llegó rambién Cero en su camionetz de color negro. Porque don
Sando habiz sido especificante hasta en eso: Mo me vaye a venir ni en camo
blanco n en carro café, mucho menos amarillo, si no, oo podemos viajar. Asi se
lo habiz dicho = Cero, que se arimó al paradaro pidiendo disculpas por la
demora y luego se bajó para ayudarles a los dos maestros
a subir un equipaje
més bien escaso: dos mochiles mediamas, otros dos morralitos de lana y un
estache de cuero donde cargaben los machetes y los bordones de madera de
guésimo. Caro motó que el maestro cargaba tembién uns chuepa pléstica de la
que 10 quiso desprenderse cuando Miguel y él le ofrecieron ayuda para subirse
al carro.
Una vez estuvo senado en el zsiento wasero de la comionets don Sando
abrió un poquito la chuspa y miró satisfecho el comtenido antes de volver a
cemada con un mudo n muy apretado.
Cmummlamesmndeqnelmamnlh¡baa]gnnmahmudn pero
prefrió Do Iugar mucho en sus imaginaciones porque Do quería ser
impertinente ni con el pensamiento.
Durants mas de uma horz atravesaron los cañaduzales por vias secundarias,
sigriendo el mana que den Sando había dibujedo a mano en un cuaderno escolar.
En Guscbhené, antigua rochelade negros sembrada jumo al río del mismo
Tombre, se devrvieron a refrescarse con reíajo de Poker y Popular en una tienda.
En la pered del negocio había fotos de wdos los jugadores de fithol oriundos de
este valls,
casi todos defensas centrales de gran estatura y poderio físico. Don
Sanodo señaló la pared con el vaso todavía medio leno y dijo que para ser
mdmnmhaha…mem…Lnnsmnm
tiene espiria de machetero. Como don Luis, que en paz descanse, macheterode
la cabeza
a los pies.
Don Sando se referia a Luis Vidal, vecimo de Puerio Tejada, cultor de varios
eaim…mpí]mngmnmmdehspagm¿e…y&m&m
A le final, ese viaje que acabeben de iniciar era producto de un compromiso
que don Sando había hecho con don Luis en el lecho de muerta del de mas
acasito, aumgue los detalles de esa conversación permanecian en la oscuridad
incluso parz Mignel, que a dures penas sabía que el difunto don Luis debiz pagar
unz promesa con ayuda de don Sando. Pero ¿promesa de qué? ¿A quién? ¿Pagar
cómo? Todo era un misterio: los recorridos,
los mapas, el color de la ropa,el
color de la comionetz, en suma, el proposito del viaje al que tanto Miguel como
Cer se hablan prestado cegemente por fidelidad y respeto a don Sando. Y
desde luego, para bonrar la memoria de don Luis.
Cuendo hubieron calmado la sed, cominaron hasta la orilla del río Guachené
y alti don Sando se apartó de los demás y, dandoles la espalda, se puso a hurgar
en su chuspa de pléstico y a sacar coses que luego denositaba en la comiente. ¿O
masblmmqmpesfihamsafimelnupmhegflmmflasasndmpa
bMiguel y Caro se hacian los desentendidos pero cada tanto intenteben ver qué
mlnque-hanadnnSandnyq¡eumnesque]:mg¡baam pero a esa distancia,
por más que ambos michicatesben los ojos, ningunovia nada. ¿Son pescaditos?,
mmú(mr…º…úde…a…hbm…ahjn,
pelando mucho lo blanco de los ojos.
De todos modos, Cero, que tenia por oficio escribir mampotretos, no dejaba de
torar nota en una libretica roja ¡Clga, y usté qué tanto es lo que escribe
allí,
vea!, ls recriming festivementa Miguel Cero le mostó una hoja lena de
gerabatos, dechas y freses sueltias excritas en una letra que más perecia
hormiguero emberracao. Miguel no le dio imporíancia y siguio pendiente de los
movimientos
de =1 maestro.
En esas vieron llagar una chiva que de lo socia y embareda mo se le
distinguian i los colores. El chofer parquió con el mommo y las llantss delanteras
del camión metidas en la orillita panda y piedrosa del rio, y después de bajarse
de un brinoo de su chive, =e puso a lavarla con oo balde y unos tapos lenos de
jabón. La mugre estaba tan pegoteada que no acababa de escuríir y al chofer le
tocabe refregar mucho y baldear sin descanso.
Caro, que no sabia muy bien que hacer o como dejar pasar ese tiempo que ya
5e le estaba volviendo tadioso, =a aceroó al hombre y le ofreció ayuda. Se
estrecharon
la meno medio blancucha con la mano negra y el chofer le dijo:
Muochas gracias, caballero, oo se ve gemte como 15% últimamente. De nada,
amigo,
de nada, contestó Cero, que sin perder un segundo se puso manos a la
obra
y a punta de balde y estropajo y jabún comenzó a despellajar el barro de las
lates de la chiva. Y en siendo así, sobendo sin tregua, fue que la coloriza de las
pinturas salió a la oz muevaments: Cero se quedo admirado porque alli se
miraba un jurgo de bestias salvajes, peludas y no tamo, caribajitos y carisecas,
vivos y cocinados, camactos con frotzs, pejaritos, paísajes de las momtañas,
peisajes del valle, peisajes del mar, cielos de todos los wnos y hasta ciudades
finucisticas con platilos voladores. ¡Ve, muy calidoso el que pintd eso!, dijo
Cero. Y el chofer sa sonrió hanchido de orgullo: ¡Gracias, gracias!, dijo, ¡abi le
hacemos a la pintura tembién, en los pocos ratos que me deja el oficio de chofer!
Pues lo Selicito, amigo, dijo Caro, sin dejar de restregar la lztoneria ormamentada.
Después de que un ratote hubiers parido sus muchos reticos, despues de que
e506 reticos crecieren y se fueran flotando rio abajo, la lsbor conjunta de los dos
hombres había dejado La chiva, como se dice, rechinante de limpiera. Mes quedó
como monedia mueva, dijo el chofar, con las manos en la ciminre. Y Cero,
también satisfecho, dio su aprobeción a la tarez, soltó un resnello y se quejó del
intenso calor. Venga, caballero, que lo invito a refrescarse, dijo el choferY
ambos subieron a la chiva, donde, en propiedad, comprobó Cero, habia de todo
pera revirarle la calentura al sol dentro de una neverita de icopor: allí el chofer
tenia encaletadas emtre yelos umas cerveras dos ponimaltas, verios helados de
pelito y una botella de viche bien escondida debajo de codo lo demás. Cero
agarró un helado de mango verda y el chofer la alcanzó un salero que sacó de un
compartimento juoto a la caja de cambios. Mientras se refrescaben en medio de
un silencio picadulzón, los dos hombres vieron llegar a Mignel y a don Sando,
que, al parecer, ya habia acabado de hacer sus ritos y sus cosas reras en el rio.
“engzn, vengan, dijo el chofer bienvenidos, suben a tomer aleo que esta calor
está muy violento.
Los dos meestros asredecióron el comite y se treparon a la chiva. Este
hombre esti preparado para todo, dijo Caro, señalando la neverita de icopor
repleta de cosas para refrescarse. Hubo repario de presentaciones
y el waiven de
nombres. El chafer aclró que se Damaba Iginio, pero no quiso decir el apellido.
Mignel agarró una cerveza y don Sando sólo un puñado de hislos que metió
dentro
de su famoea chuspitz
de plástico, ames de aplicársela
en el cuello. Me
vas a disculper la groseria, dijo Miguel, después de unos sorbos de Poker
midiendo al chofer, ¿me dijo que se lamabe Iginio? 5i señor, cómo no. Ahhh,
siguio Miguel, que bebió un sorbo más, un sorbo largo para refrescarse bien la
garganta antes de volver a hablar, ¿y no será que yo te conozco a vos de aleún
lado? Teinio entonces abrió bien los ojos y examinó la cara de Mignel. Pues,lo
cierto, amigo, aqxamtmtmmsmasuma, dijo
el chofer. ¿Voj
no soj
Iginio Mina, el de Vilarrica?, insistió Miguel. Y don Iginio dio un respingo en
5u asiento de chofer y se le puso cara, más que de sorprendido, de muerio en
vida Ole, ¿y voj quién soj y qué tanto es que me reconocés?, dijo, sin disimular
que ese careo le salpuyaba alguna herida vieja. Iginio, yo soy Miguel Lourido,
dePnHmIE]ada, ¿D0 t2 acordas de mi? Trabejamos juntos en Cali hace como
treinfa años, en la embotelladora de Coca-Colz, hombre. Iginio peso de la
premxiiualalhiummsegmflu};fisialmgfimfi,remd&quedam,qfle
22 acordabe, cómo no se iba a acondar Es que ha pasado mucho tiempo, se
excusó, y ambos mos cataniamos mucho. Buego, yo bestante más, claro, porque
tove una vida my dure. Manito, dijo Miguel, confirnando que el chofer estaba
mucho más perjudicado que él por los años, la cabera llena de camas y la cara de
quien envejece con N2 angustia perpatus, qué guso verlo, qué sorpresa,
hombre. Domdesa había metido, que ya oo lo volvimos
& ver. Unuus,
oo, si yo le
comara, dijo lgimio, abriendo otra cervera Sólo que, en lugar de seguir
comzando, arrojó los ojos hacia el rio como quien tira una límes pare pescar y se
quedó pensativo, con la lats himeds chorreandole en la mano. La verdá es que
1o sé si contarles porgue el cueno es largo, dijo por fin. Don Sando lo mitaba
con suspicacia, pero estaba tan picado de curiosidad como los demss, así que lo
amimo & que versearz su bistoria: Cuente nomás, señor, dijo, que del nome del
(Cauca no sale su cuento. Iginio se rio del chiste, se acabó su cerveza de un trago
y soltó um ahhhhk, que era de placer por haber metado a la sad y era sobre todo
de solaz por hallarse entre gente buena que quisiere escucharlo contar.
Pues ustedas no me lo van a craer y hesta pensarán que se me cormió la
peluca, dijo, pero, como ses, aquí va. Como bien recordó Miguel, yo soy de
Villarrica, pueblo muy famoso porque 2l hay mucha dama de aquéllas, ye me
entienden ustedes, de las que hacen hablar a las piedres, de las que rezan al
reves, de las que voltean la lengus ajena, de las que saben volar y hacer conjuro
de amo, conjuo de odíio y haste hechizo pa ganar las elecciones
depertamentales. ¡Uyyy!, dijo don Sando, ¡yo en Villarica no recibo di un vaso
de zaual! ¡All me aguanto la sed, así me exé derritiendo, porque uno oo sabe
que ballaquerizle habrán metido!
Pues cuando yo era todavía my pelaito, cuando todavía trabejeba en la
embotalladora de Coca-Colz, continuó Igimo, me fil 2 pasar un fin de semans en
la casa de mi papá, ali en villarica. Y ese mismo sóbedo por la nochecita yo me
arreglé porque me invitaron dirgue a un beile, por allé en m rancho, en un
crucero de caminos en pleno cañaduzal, y eso yo me fii todo comtemto
estrenando mude y zapato recién treido de Suenzventurs, llegemos allí con ma
Eslladita de amigos del pueblo, todos buemos pa’l baile, y comenzamos a tirer
PS50 con eses MUjeres, porque ese rencho estabe era llenito de aquello,
ya me
entienden... Mejor dicho, un culerio al que no == normel. Y oiga, quiéniba a
decir que esa noche tan bonita, noche de sandunea, noche de estrellia cogueta y
sapo quejumbroso en la charca, la vida se me iba e ir derechito por el barranco.
¡Quién ibe a decir, señores! Y antualito les voy a decir por qué. Cómo las parece
que estaba yO el pleno embebine con una negra, me acuerdo bien, porgue yo la
venia gallinaceando toda la noche, y entonces, cigs, Como en una película, no les
miento, la puerta del rencho se abrió que uno diria soplads por un disblo y entró
unz dams. Qué digo dema, un relincho de mujer que cominabs con zapato de
tacón como si flotara sobre el humo de un incendio de zafra o como si fuera a
lomos de una culebrz mitológica. Esa mujer buzcó y buscó la manera hasta que
=2 hizo secar a bailar de mi Sa lamaba Nubia Les juro que tiemblo todavia
cuando prommoo esz palabra. Nubia se me embeamaba como si me quisier:
borar y yo por momentos me mariaba y la cabelidad se me escurría por las
piernas.
Una semana después ya me babía amancebado com ella en su casa de
Villarica, donde Nubis viviz con su memá y una recua de niños que dizque mo
eran de ella sino de una hermena que vivia en el ejtranjero, emtonces todos le
decian «tia= 2 Nubis, paro yo sigo com la duda, ésta es la hors que no me lo
acabo de embusir Yo ceo que en todos incubos, hijos de esa bmija com
Satanás. Lz cosa es que Nubia me obligd a dejar el trabejo, me obligd a vender
un pedacito de tierra que teniz a la orilla de El Palo y me dejó sin cinco, hego
me obligó a pelearme con mi familia, me obligó a odiar a mis amigos... Por eso
Lo nos volvimos
a ver, Miguel Y pues oo bace ni falta que les reviva aquí con
pequeñítaceslo que significa
ser el concubinode uma bruja. Ustedes ya habrán
cido cóomoes eso Primero le comen 2 uno la volunts, luego la ganz, luego la
fuerza y luego el seso: acaba 1mo sin saber distinguir lo verdadero de lo falso,lo
que es arriba de lo que es abajo. Ami Nubia me encerraba en uma pieza y con un
carbón me hada dibujos en las paredas para que yo =mirarg» cosas. ¡Y qué cosas
se miraben en esos dibujos! ¿Querés ver la fóbrica?, me decía. ¡Y fum! Abí yo
los vela a ustedes, trabajando en ese lugar lleno de demonios y engendros de
demonio. ¿Cuerés ver 1 casa cuando eres pequeñito?, me decia ¡Y fum! Sa me
aparecia mi casa, mi familiz, mis abuelos, mis papás, mis hermanos, y eran todos
dizblos de lengua viperina y cola puntieguda Por las noches, de vez en cuendo,
Dubia me sacaba de esa pieza y me levaba a volar por todo el vala. Eso ea lo
mis zterrador porque ella pera poder volar se tremsformsha en ua bestis
inmunda
con unas alzs enormes
de mrciélago. Y como yo mo me quería caer
desde esa altura, me tocaba apretarme a ese Cuerpo de mostro que botaba ua
viscosidad como aceite de caro viejo y con olor a berinche de anciana. ¿Y
ustedes creen que yo estaba alli contra mi voluntad? ¡No, señor! Yo estaba alli
porque yo mismo decia que quería estar 1. Al final 1z voluntad qué es. No se
sabe. ¿Ustedes creen que ella me tenda encarrado con candado? No, no, señores,
2llz me tenda al encerredo con encantamientos. Mi voluntad estaba, como se
dice, en peruña ajena, y Nubiz bacia lo que queria conmigo, yo ST como su
perro daldero. O no, era más bien como uno de los pájaros que mantenia en el
patio, sólo que encarado en una jaula sin bamotes, sin ceredures. Era,
digármoelo en progiedad, su esclavo. Nubia era mi Ama, mi Señora, mi Dueña. Y
yO, si sirviente fiel, su lacayo doméstico, y ez, pienso zhore, ua calaña de
asclavo mucho más esclavizado porque yo no hadia ninguna taraa de limpieza, ni
sigmiera tenia la Tesporsabilidad de trasr el pan a la case: yo, créxume, amigos,
19 baría nada. Y un esclavo que oo hace nada es todavía más esclavo. Nubia me
hacia todoc al principio, cuando me quería un poquito, incluso me bataba, me
peinabe, me mentenia la ropa bien limpis y planchada, me echabe mi Jocioncita.
Por las poches se me aperecia en la pieza emvuelts sólo en una manta rojz de
seda morada, me pedia que bailiramos y ella sabiz que por shi me dominaba. No
habia superpoder intumano caper de librarme de 252 brojería Asise me pesaron
diez años. Y como mi cuerpo se fue deteriorando, 'Nn]:n.adepdecnm…]r
me empezó a tretar como a violin prestado. Qué sufrimiento, cigan, qué
aufrimiento tan grande, eso no se lo deseo a nadie, Esa mujer me sedudia y a la
mañana siguieme yo amanecia lleno de arañazos, como si me hubiera acostado
com n gabo. Y así todos los días.
Lo que yo mo sabís erz que, mientras viviz ese calvario, mis hemanos
andaban por sa cuenta tramando cómo liberarme del hechizo y habian ido a ver a
ua bmja que dirque ea más poderosa que Nubia Y esa bruja les dio un
remedio a mis bhermanos que, para poder verme, fuvieron que amaestrar UN
pejarito y el pajarito, bien educado, me empezó a traer mensajes en unos rollos
de papel que ellos le emarraban a las paticas. Y así, gracias a esos mensajes, fue
que empecé a acordarme de quién ez, de dónde venía, quién ea mi familia, y
me fui emelentonando y recuparendo la confianzz, el seso, la volumta, hasta
juntar verraquera pa escaparme de allí
Siguiendo ls instrucciones de la otra broja, mis hermenos me indicaron el
modo en uno de los papelitos traidos por el pájaro: Cuando ella te sague a volar,
me explicaron, cuando la bruja esté cransiormada en moetro volador y te sague a
valar, vos tenés que meterle la mano en el hueco que se le forma en el zobaco del
ala izquierda- alli adenero, con disimulito, tenés que pelpar y pelpar hasta que
sintás una bolitz dura, bien dura, entre los dedos. Con el mismo disimulito, temés
que sacar esa bolita, ligerito, ligerito, y metértela en la boca Y yo así mismo
hics la siguiente vez que la condenada de Nubia me sacó a pasear por los aires.
Con mano de carterista hreué en el hueco que, imaginense ustedes la sorpresa,
lz bruja tenía en el sobaco izquierdo y allí adentro, efertivemente, encontrála
dichosa bolita que estuve avispado pa sacar a la velocidad del rayo antes de
metermela a la boca. La bruoja oi cosquillas sintio. Lo que pasó & contimación
fus que la Mubiz ya no pudo volar, pardió su fuerza, se desplomó por los aires y
cuando caimos =l suelo, en medio de un cañaduzal, el mostro recobró la forma
humans y asi, a la lur de la luna llena, me quede atarentado delamte de la
hermosura de mi señora, cuénta hermosura junta, oigan, esa mujer no tenia presa
meala, y asi, moribunda, a punzo de desvanecerse, era todavía más hermosa Les
juro que estove a punto de arrepentimme de lo que acababe de hacer, Menos mal
gand la cordura y logré salir de allí corriendo.
Solo a la madmgada Negué al sifio donde mis hermanos me estaban
esperando, uma casucha en minas a las afuerzs de Villarica, donds cambién
estaba la famosa bruja que, según me explicaron, era enemiga jurada de Nubia.
Lo tnioo que esa bruja me pidió fue que escupiera en una chuspa la bolits
que habla sacado del sobaco de Nubiz y Juego me entregó una piel de oso, esa
misma que ven ustedes alli Todos voltearon & ver y, en efecto, había un pellsjo
de os0 amtegjudo cubriendo todo el espaldar del asiento delantero, unz piel muy
negra cuya solz visión lleno de extreñera a wodos los presentes. Y amtes de
indicarme el Iugar donde tendria que refugizrme por tiempo mdelimdu,
prosiguio Iginio, me advirtió que me fuera hasta tal y =] pueblo enlas montaras
deCa].dmn—mpndndad:JºsmálpJeh]n,ahípHdmmán—,pmgmádEpu
esta persona, me dijo la brija, y quedate con esa gente que es buena, indios nasa,
hastz que te ondenen ofra cosa. Si vas a salir por la noche, tens la precaucicon de
cubrirte con esta piel de oso. Es 12 única forma de que Nubia no te encuentre.
Perecadir a mi dractio
Sali cammda m buscaals
Entraale por donde en cm
Y un buce Tajo 1e Sonaalr.
No fue sino hasta que don Sando salió de la chiva y se alejó de los demás para
orinar z la orilla del rio que se melició la jugada. Sin Jugar z dudas, cavilo el
meaestro, este silencio y a estas horzs no es normal Hast= el viento, tan de
costumbre azanoso y atrevesado, perecia que se hehiz escondido detrés de algún
árbol. Dónde anda veté, señor Viento, ¿le dio calillo?, dijo don Sando en voz e
mientras proyectaba un arco perfecto con sus e20es menudes sobre las agoes
milensrias del Guachens. Pero el Viento no le contesto. El sol cala lentamente
sobre ee mumdo castigado por la maldad de los hombres. Dos libélulas
rejiazules se posaron sobre el sombrero blanco de don Sando. Se oyú la voz
trasmochadora del mormocoy, advartencias desesperadas e imútiles porque los
hombres no saben escuchar al momocoy, pajaro sabio que todo lo conoce de
amtemano. Alo lejos se oizn las risotadas vicheras de los compañeros en la chive
y al viejo maesro le entró ua congoja profunda, como si esa felicidad de sus
amigos proviniera de un pasado remoto y él estuviera muerto.
Don Sando sintio un escalofrio. Se quitó el sombrero como hacia siempre
que tenis u mal presagio y vio sl peradas z las libelulas, que haga de cuenta
usté dos joyas dabricadas en el taller de un orfebre. Las admiró por unos
seguodos, embargado por esa congoja dulce con la que el atandecer lo acababa
de emvolver y, al levaentar la mirada, tenia delante z un hombracito con aspecto
de niño y care de anciano, la piel gris artilada, la cabezz cobierta con un enorme
sombrero de paja toquille y las patas torcidas. Doo Sando estuvo e pumto de
desmayecar del susto, pero logró dominarse gracias a su aplomo de esgrimista.
El hombracito la habló de esta forma: No busque tamo su machete, señor
machetero, que ése 32 le quedó en la chiva de Iginio. Aqguí estamos usté y yo
desermados.
Don Sando estaba paralizado de miedo porque, en efecto, habia tenido el
1eflejo de llevarse la mano al cinto, procurando el arma con si mano derecha.
¡'Mealalaprm!,pmsó.r
Treoguilo, prosignió el hombrecito que mascaba las pelsbras a la sombra
profunda de su gran sombrero, tranquilo, mae=tro, yo lo respato a usted y yo 58
que usted me respata a mi, así que mejor oo sa humille imtemando alguna
astacia. ¿Me va a lanzar el sombrero, tatando de comemme con el bomde
Imamdu,hfiétfi.m,cmelfihdemhfisimnxtfiflasrflé?glfitaahamm
falso disgonal, amagando con tirarse al rio para despuss, con ese rápido juego de
pies que usted meneja, salir comendo por el otro lado? Como le digo, no se
humille con trucos y más bien cuénteme pera qué me anda buscando. Porque fue
usted el que me llamo, con esos embrujos que carga en 50 chuspa. Fue usted el
que me convocó.
Don Sando bajó la guardia, volvid z calzarse el sombrero -momento que las
dos libélulas habian estado esperando para reemprender el vuelo- y se aclaró la
gargante: Si señor, yo lo llams, dijo el maestro. ¿Para retamme a duelo?,
preguntó el hombrecito. o, señor, comtestó don Sando, para resarlo z duelo mo,
que eso si intenté hacerio yo cuando era muchacho y me creja el más verraco,
no, esta vez 0O Es por eso que lo lamo, senor Duende. ¿Le imporia
si lo llamo
par su nombre? El hombrecito meneó la cabeza para autorizar al maestro a usar
ese anelativo popular. Mire usted, don Duende, continuó don Sando, es que yo
ando preocupado porque estamos perdiendo todo el conocimiento machetero.
Laos maastros viejos se van muriendo y digamos, pues, que ya prácticamente mo
queda casi nada sino lo poquito o mucho, según se mire, que hemos ido
recogiendo entra Miguel y yo, más lo que han recogido los otros cuatro maestros
viejos que quedan regados por el departamento.
Hará cosa de un año pardimos a
don Ananías Canigui, el maestro de Mazamorreros, y antualizo, dos semanas
nomas, se nos fue don Luis Vidal Entonces yp necesitaba invocarlo a usted, don
Duende, pa que me proporcionara esos conocimientos perdidos que, según
decian los viejos, voj guards como un tasoro.
El Duende =2 puso las manos en la cintura y soltó una gran carcajada que
hizo estremecer a los bebedores en la chiva. Miguel se asomo y a la luz postrara
del diz vio apenss u teatro azul de figias vacilantes, paro no distinguid casi
nada. Cero lo imitó, michicateando sin mucha mejor suerte. Iginio, borracho y
ocioso, volvió a servirles viche en la totuma y todos se dessmtendieron de lo que
estuviera
pasando allá afuera.
¿Usted cree que yo la puedo soltar el conocimiento asi como así?, dijo el
Duende. Pues está muy equivocado, señor Sandoval, my equivocado.
A medida que la oscuridadcrecía, la voz del Duende iba adquiriendoun
sonido menos humano, un tono emplumado y sustmente que le erizaba toda la
piel del espinazo
al maestro.
Equivocadito está, señor Sando, si piensa que aquí le vamos a dar lo que
pide. Yo sé muy bien que usted anda pegando promesa ajena, pero dejeme le
explico:
Don Luis no hizo pacto conmigo sino con otro. Don Lais Vidalle
entregó esas cartillas y la sabiduria Al-Cue-Ya-Sabamos,
De modo, manito, que
22 amimó al palo que no era
Don Sando estaba aterrado ante las revelaciones del Duende. ¿Eso queria
decir que don Luis Vidal su amigo y compeñero de barallas, le había mentido
sobre el paradero del conocimiemso perdido? ;Mo había sido él mismo quien le
pidisrz especificamente en su lecho de mments que buscara la manera de
COMECtarse con este espanto para, de ua vez por todas, recupsrar las paradas de
esgrima de machete desanerecidas?
Don Sando ibe a presentar sus objeciones, pero el Duende, avispaño, le habiz
estado leyvendo los persamientos al meestro Y, 000 ua meano en alto, una mano
gris, amgada, interunpió a don Sando cuando éste se disponía a hablar No,
caballero, le dijo, esto o es como usted lo piensa. Yo si sé mucha esgrima y de
la buena, de la que llaman grima, yo sl sé paradas viejas y todos los días me
invento nuevas, paro lo malo es que yo no se las puedo enseñar, por más que
q:isieta,ydéjmlemmmpmq¡é:ampasóha¿mmchn,asíqmperúme
El se lo cuento con arandelas. El Duende se aclaro la garganta, porque hasta los
españtos se despejan la voz por pure necesidad ames de decir algo importamte, y
empezó
a contar, Una noche, dijo, que andaba yo tocando mi música con u
violin de difunto, me dio por salir a robar caballos, nmuhagncadquuem
pogeo & cantar y a tomar chirtincho. La cosa es que me met a un potrero, en una
hacienda de por aquí cerquits, y elegl a una yeglits nerviosa. Le hice, como es
mi costumbre, sus buenas trenzas en la crin y enla cola pera amensarla y así, con
mañita, me la fui ganando hasta que va la pude montar. Sali a puro galope por el
potrero, brincemos cercas, cruzamos este mismo rio, mejor dicho, felices ambos,
ell= por estar libre y yo por andar duendeaodo. Ya de medrugada peramos a
descansar a la sombra de un samán muy viejo y muy grande. La yegua se echó z
dormir & 1 ladito. Entoncesyo azaré mi violin de difumto y me puse a tocar
m…urammmm… Iamnmd:sm_]eqmmsennla
compañía. Y cuando quise espebilar, ya era tarde. El-Que-Yz-Sabemos llevaria
quién sabe cuánto escuchándome tocar el vicln y ahora estaba recostado en el
tronco del samán, con su machere en la mano, listo para z:enderme. Y yo de una
mdepm el suelo, esquivando las embestidas de Aquél, defendiendome con mi
violin que fue quedando reducido a pedazos, soltendo hocribles Jamentaciones
cada vez que el machers lo heria de muerte. Triste destino el de mi violin,
pobrecito, cómo llaraba. Menos mal que yo me menejo bien en el juego por lo
bajo, untado al suelo, falsezndo, haciendo mis desgonces, y Aquél oo ere capaz
Ti de tocarme, con lo cual se iba era emputeciendo. Y el tipo: ¡Dele! Y yo: ¡Za,
za, zal Y el: ¡Dele!
Y yo: ¡Tucundá! Y nada que me daba. Y yo por el auelo,
esquive
y esquive golpe, desgonce, falso, brinco y en una que estaba rodando
alcance a agarrar 1m pelo que hehiz en el suelo. Ahi ya el pleito fue más perejo
porque yo con pelo tengo mi malicia. ¡A-mcuo-ds! ¡Le zsesté su palazo en los
cuernos! Oiga, y ese señor quedó fue confundido porque le di tan duro que la
hice qué baldo y la cabeza le empezó a sangrar y la sangre le corrió por los ojos
;Aqfilfinuuam]fldayahmamahamaflmmalmquemmaspflmfla
quicato con vendz tretando de pegarle a una piñata. Y yo a punta de falsos,
entraba y saliz, me quitaba pa volver a buscarle el bulto y ¡zaz! ¡Tome
su palazo
por hijueputa!
Le di hasta que el Señor-Ese cayú de culos en el suelo y ahi fue que yo
aproveché pa subirme en la yegua, que se había alejado un poquito por el susto
de la peles Salimos a galoge ventizo y por poquito no se me cas el sombrero. Y
cuando pensa que habiamos logrado la escabullida, vi que Aquél se me aperecia
de la nada y me cortabe el paso. De lo emputecido que estaba posó =1 mano
siniestra sobre el pecho de mi yegua y la mató. El animalito cayo ali mismo. No
alcanzó mi a dar el último suspiro. Mirid, como sa dice, con el resuello
atravesado, que es lo que hace el Señor-Ese con la gente y con los animales que
se quiere llevar para si casa: les mete como su sincope de tambor entra fuelle y
fuelle y es05 seres ya 00 conocen munca el descanso eemo.
El-Cue-Ya-Sabemos se limpió la sangre de la cabaza con la crín del caballo yy
me dijo: Ya veo que sos bueno pa la grima y que tenés todos los talentos de todas
las artes. Eso me da mucha envidia porgue vos sabés que yo puedo hacer de todo
p=1o lo hago a medias, sin el acabado borito que de el conocimiento del arte. Y
como castigo te voy a condenar & que de aquí a otros tres mil años mo podás
emeñarle a ningún hombre w habilidad con el machere. Cualquiera que se
arrime a vos pidiéndore instrucción en el arte de la esgrima, sufrirá también un
castigo.
El Duende concluyó su historia abruptamente y oo dio más explicaciones. A
cominuación, con un leve movimiento de su mano, produjo sobre la superficia
del rio Guachené un remolino que se fue abriendo, abriendo, a resultas de lo cual
se formó en el agua como un boquete donde don Sando alcanzó a distinguir la
forma de unas escalerss de piedra que desceodian a las profumdidades del
planeta. El Duende 5e intarnó en su guarida subacuática y el boquete se cemó
como un párpado.
Don Sando s= quedo solo a la orilla del rio, que ya 00 mostraba en su
corriente ringuna seña de lo que acabeba de suceder y asi, atarantado con la
P
historia del Duende, sinfid cómo el viento desgraciado salia por fin de su
escondite. ¡Cobarde!, le gritd don Sando, ¡soj un aculillado, ventarróa! El Viento
se disculpd con una de sus acostumbradas caricias en la cumbambe y unas
volteretas de coquetería infantil alrededor de unas rames.
Doc Sando regresó & la chiva, donde sus compeñaros de avenire seguian
bebiendo viche y contando cuentos de espantos y anerecidos.
TRES
Esa noche Iginio hospedo z los tres compeñeros en si casa, que quedaba muy
cerca de alli, al abrigo de un guadual espeso junto a un arroyo artificial, de esos
que los ingenios de caña usan pare irigar su vasabundería y chuparies la sangre
alesríos.
A a [ur de la Juna que e colabe por las ventanas, leinio, Miguel y Cero
romcabanla rasca, echados sobre unas esterillas y tapados con sábanas raidas.
Don Sando, en cambio, seguía sin poder dormir y hacia cuemtas en la
cecuridad 2 ver si lograba calcular quién era el mentiroso: si el Dnenda, si El-
Cue-Ya-Sabemos o s difunto amigo, don Luis Vidal. Agui hay algo que no me
cuadra, se melicisba don Sando, y el penssmiento se pensabs a si mismo en un
remolino, en unz espiral de aguas como la que el Duende había abierto sobre el
loo erizado del rio Guachens. ¡Timbital!, respingó don Sando en st catre,
¡Timbutala sigue ahí, Timbutala no =2 ha mperto! Y era que por alló en dempes
remotos, cuando el valle del rio Canca daba sustento gsperoso a toda la orgullosa
negraments libre, cuando la gente de por acá saczba si produción de tabaco y
cacao y algodón (y hestz su bolsita de oro de Suárez) a bordo de balsadas de
guadia y champanes que bajaben por el rio Palo hasta el puerto de Juanchito, y
eso don Sando lo recordaba muy bien, porque él desde chiquitico iba y venía,
levando y trayendo, en esos tiemoos sin dude más felices, por la épora de
crecida y siempre en el mismo tramo del recorrido, aparecia un remolino gigante
al que todos los mavegantes temían y respetaban A ess remolino se lo conocia
como Timbutala y decian los mayores que se llamaba así porque esa palabra
…mm…ám…dágn?m&nmmem,m
0 siemificaba, en el idioma olvidado de los tatarabuelos, Puera del
Pensamiento o Escalera del Sabor y ello por la particularidad de que en aquel
amtiguo idioma se usaba el mismo pelabro para decir Escalere y Puerta (Tela) y
el mismo palabro para decir Persamiento y Sabor (Timbu). Y los navegantes del
rio que levaban sus enormes cargas al puerto fluvial de Juanchito conocian bisn
todas estas menudencias y, para no quedar a merced de las caprichosss fuerzas
que gobiernan el caos, regalaban con ofrendas a la boca donde el agna es madre
del agna, depocitando 2 la puers de la cristora recimos de plátano, gellines
recién degolladas, yucas, monedas de disz cemtavos, como quien dice pagando
peaje y derecho de paso ante las escaleres del sabor pensante o del pensamiento
sabroco, de ahí que ubiers que derle de comer porque Timbirtala temiz en alto
aprecio los alimentos terrestres y sólo asi, una vez calmado su apetito, dejaría
pasar & los bogas, que de todas maneres tenian que tirar de maña para esquiver
QUe será QUe el pensamiento es Una puerta y el sabor uma escalera? Obvio, se
TESpondió a si mismo, en el colmo de la elevación mental, porgque el pensamiento
e5 apenas la abertura de la rezón haciz las profundidades del misterio, que no es
oira cosa que el mistario del sabor, o sea el misterio de lo Incomumicable. Pues,
al fin y al cabo, uno no puede tramsmitide a otro ser humeno a qué saben las
coEas, a qué sabe un chomtadurn, digsmos, z qué sabs un mamoncillo,
eo no se
puede taremitir. Eso es un misterio que no se puede romper, el sabor es el
último baúl del misterio, adonde minguna computadora podrá llegar ounca,
ningún robot sabrá reslmente a qué sabe lo que sabe, sentenció don Sando sin
dejar de mirar al cielorreso donde la luna filtrada en el cristal de la ventana
emayaba reflejos veporoscs. Alo sumo, uno puede hurgar en su propio instinto y
buscar unas pelabras, como hice yo esta tarde cuando les romencié a estos
muchachos
el sabor del wiche, pero eso es possia y la poesía no rompe el
miserio, sino que le de forma, permite apreciar el misterio del sabor desde el
umbral del pensamiento. Alli, en la poesta, se dijo don Sando, es donde el sabor
12 vuelve imagen, mikica, noce del cuerpo a cuerpo, igralito que en la esgrima
de machets, sólo que paírás: en la esgrima de machete el cuerpo a cuerpo se
vuelve imagan, se vuelve música, se vuelve palabra, se vuelve sabor, que es lo
único que no se pueda enseñar en una academiz de esgrima. El sabor está al
fondo: de 2l surge todo, allí regresa todo. Si no hay sabor, mo puede haber nada
mis. O sí puede haber, pero ya es pura mecánica censbral o fisica Y la esgrima
no es mecénica. Por eso era que si difimen maesoo, el gran Mamel Maria
Cairedo, decia todo el tiempo que el saber —y con ello =2 referia ni más ni menos
que al sabar— no estaba tanto en la cabeza como en la lengua y en el estómago.
Tembutala, steurro don Sando, arropado por la oscuridad. Ojo y més ojo, claro,
paro la malicia crece es en las tripas, 2l donda las aguas engendran a las aguas
EN una espiral de tiempo.
¿Y la memodia?, siguió pensando el maestro, ¿dónde será que queda la
memoris? ¿La memoria estaré en el oorazón osciro del sabor? ¿Por qué será que
olvidamos? ¿Por qué sera que el olvido se lo va tragando todo? ¿No habra un
Timbutala de olvido al que pagarle tributo para que nos deje seguir recondando?
Ni modo de calcular cuántos secretos se habrian levado a la mumba todos los
macheteros mbertos, pertenecientes a las temtisimas escuelas de macheteros
dsapa:endas mamx.mesdecmmesded:mnms_]negfls es!flmgpmada&
Para no ir más lejos, su propio maestro, don Mamnel Maria, vaya uno a saber qué
coezs De le dio la ganz enseñar, qué cosas se guardó pera eu progio conorimiento
y disrate, por desconfado o por pura prudencia. Don Sando se demoró embonoss
en la evocación de don Manuel Maria y, por unos instantes, se sinfid visitado por
5u presencia. Cuántes veces no se había puesto a escucharle a 51 maestro las
historias de los veteranos de la Guerra con el Parú, pues don Manuel Marts había
sido uno de los supervivientes de aquella aventura, quizá la última gran empresa
militar en la que se reguirió el concurso de los macheteros del Cauca, después de
la penosa dermota que sufrieran creinta años antes los ejércitos de negros bajo el
mando del general Avelino Reszs, drente la Guerra de los ML Dizs.
Don Manuel Maria solia contar que en la Guerra con el Perú, hacia 1530, los
macheteros se alistaron por volumad propia, pues sentian que así cumplisn con
su deber pariótico, defendiendo z la pamiz de los invasores que querían
apoderarse del trapacio amerónico. De peso, los macheteros estaban más que
dispuestos a restaurar una antigua fidelidad con el Partido Liberal, que no por
nada acababe de reconguistar el poder en las urmas después de la larga noche de
la Hegemoria Conservadora. Para volver a sellar ess pacto, los macheteros
mercharian haciz el sur, junto al resto de aquel ejercito mal umiformado y peor
alimentado, y así, como quien no quiere la coss, hasta ayudarian & comseruir la
caretera que conectaria a partir de entonces & Pogeyón, es decir, a la remíblica,
con los vedaos depertementos de Nariño y Puémayo, fronterizos con Perd y
Ecuador. Todos los Lbros de historiz, solia comtar don Manuel Mara,
endureciendo la mirada sungue sin dejerse ganar por el orgullo, todos esos libros
escritos por los señoritos de Bogotá sobre la historia patria dicen que la Guerra
com el Peri sz genó predas al podarío zsreo, pero en mingono de esme
mamotretos cuentan la vendad de la verdad y es que fuimos posotros, los
macheteros del Canca, los que hicimos todo el trabajo dificil. Nosotros ssbismos
bien cómo ganar ese pleito, decis don Manuel Mariz, fumando melancólico el
tabeco dulos de Puerto Tejada Y lo que quería decir es gue los machetaros
comocian las técticas militares que desafiaban la logica de la guerra de trincheras,
o 323, lo que 1e necesitaba para sorprender al enemigo en plena manigla Esas
técticas las habizn aprendido los machereros muchos años atrás en El Código
Maceo, la cartills que escribiera el general Avelino Roezs después de haber
luchado en la Guerra de la Independencia de Cubz junto al gran Antondo de la
Caridad Meaceo y Grejales. Y por si fuere poco, los macheteros complementaban
estos conocimientos militares con une mutrida variedad de técmicas conocidas
como juegos de sombra o juego corto, llamados así porgue en ellos el machetero
logre pegarse tanto al cuerpo del oponemte que empieza a actiar COMD 51
sombra. Esa prosximidad de los cuerpos, por otro lado, hería de los juegos de
sombra un conjuno de técnicas letales, hechas paera matar, poes hebizn sido
concebidas para propinar estocadas con machetes de menor envergadura y otes
armas blances en las zonas mas vulnerables del cuerpo. En las horibles noches
de la guerra contra el invesor peruzno, los macheteros se desondaban, cubrian
105 CUerpos CON lodo y 22 intemaban en la selva, camuflados entre las rames y
las enommes hojas de los árboles ameazónicos, hasta penstrar en las lineas
enemigas. Invisilles a los ojos de los desprevenidos soldados pertamos, que se
hallaben descansando o en plena bora de jolgorio, echendo una partidita de
cacho ¢ jugando a las cartas y bebiendo pisco, los macheteros stacaban como
relámpegos negros. Visto y oo visto. Entada por salida. Los enemigos,
aterrados, iban cayendo uno por uno y como ni siquiera velan de dónde surgia el
machetazo, budan despavoridos y gritaban pidiendo ayuda a Sam Martín de
Fomes. Con esas tácticas, el ejército colombiano logró desarticular los
compactos pelotones enemigo:, que de esta meanera quedaban reducidos a
puñados de hombres perdidos en lz pecuridad de la selve, miny exprestos a
mevos ataques. Nadie dice que los aviones no ayudaron, semtenciabe don
bManuel Maria Caicedo, y a don Sando le pereciz estar viendolo ali mismo,
enchuspado en las sombras de esa piezz donde todos dommian menos el: Lz
fuerza acrea fue importante, claro, pero sin mosptros esa guerre habria durado
mucho más y quién sabe si al final la habriamos ganado. Asi decia don Mamuel
bMaria. Y a comimeción se quejaba de los incomtables agravios, dessires,
puñaladas marreneras, escupitajos, desplames, traiciones, engaños y embustes a
los que habían sido sometidos los megros calcanos en toda la historiz de la
república, de parte de los conservadores y bacendados, claro, mo por nada habian
sido s amtiguos amos, o sez, quienes los habizn traido hastz alli como esclavos,
pero sobre todo, y esto ara lo que más le dolia a don Manvel María, de pare de
En ese compés, cavilaba Mignel, es donda quizé resida su profumda relación con
l memoria perdida de los ancestros, o para decirlo mejor, con un saber,
con un
sabor, un comocimiento mudo que ha sobrevivido a las sucesivas y violemtas
borraduras de memoria a las que fueron sometidos los negros traidos por la
fuerza a vivir en estas tierres. Todos los meestros de escrima, antienos y
moderoos, coinciden en destacar el falo disgonal como la piedra angular de los
juegos de machete. Alli está la clave En ese wiangulo, en esa cadenciz, en ese
ameague. Ese es el dibujo cantral, el dibujo que limpiz el espacio para marcar el
tiempo, el tiempo de la vida y el tiempo de la moene. El felso disgonal es la
figura desde la cual = recompone la memoria pardida del cuerpo. hilentras haye
falso habrá grima, dicen los viejos. Asi reflexionaba Miguel mientres vela la
práctica de Cero y, como la enredadera de la memoria se enrosca con habilidad
en el palo de la imaginación para dar sus flores y frutos, el veterano machetero
vio desfilar amte sus ojos en pooos segundos una historia de siglos y siglos: sus
antepezados, los que sobrevivieron z la travesia del infame berco donde los
tajeron apeñuzecados, emalchichados dos meses con el culo del vecino en la
cara, dos meses en alta mar, sin poder siguiera mirar adónde o por qué camino t=
estaban levando, & osouras en las bodegas junio al reswo de la carga comencial,
comiendo los despardicios de los despardicios que producia el barco, cagando
allí mismitn, tratando de descifrar las lenguas de tus compañeros de infortunio
capturados
en los cuatro rincones del África; difícil Nevar la cuenta de los vivos,
mucho
más dificil saber cuámtos no consiguieron superar la priueba y fueron
arojados por la bordz, pero que foimos muches padie lo dude millooes y
millones de parsonas que, una ver a bordo del barco, nos comvertizmos, gracias a
la extreña mectmba económica de los blancos, en negros=, sin más alma que la
de la mercancia, el alma sin alma que tienen las cosas encantadas por el hechizo
del mercado, menejado sabizmente por la mano invisible blanca que mueve
todas las manos pardas, brujeria
más eficaz no se han podido inventar,
no señor.
Luego mos vendieron en mercados, en plaras públicas, en subasiEs, como
anin:laleslíecargay,asi de a poquitos, = punta de garrote, perrero, castigo,
socavóny latigazo, a muchos nos fueron quitando el idioma, los recuerdos. Se
empeñaron en borramos cualquier rastro del espirito que traiamos en el viaje, &
mMoChos nos eocartaton con nps apellidos que eran en realidad los apellidos de
TEStOS propietarios, como si oo les mibiera bastedo con marcamos el pellsjo a
hierro candente. ;¿Pero saben qué? ¿Saben qué, señoras
y señoritos? No pudieron
barrario todo. No podieron sencillamente porque no se puede borrar nada, en
Teslidad nada se borre. Todo queda mercado. No hay olvido. Todo deja un restro,
més si se trata de un crimen de semejente tamaño. Ya pueden hacerse los
nummmbaticos y mirar para on ladiso, como
si la cosa oo tovierz que ver con
ustedes, pero aquí estamos ooeotos, como cuerpos del delito. Cherpos que, a
pezar de todo, siguen sabiendo, si, claro, porque borraron mucho, pero a mosotros
nos quedsron las marcas. Y a los macheteros nos quedo el falso, que no es un
simple movimiento de pies, sino una técnica parz que la cadera se mueve de
cierto modo particular y el cuerpo empiece e recordar. Nadie sabe lo que puede
unz pelvis. Es la pelvis, y no los pies, la que hace el dibujo, el arcano depositado
En el centro del cuerpo y es gracias a ese tezo que el mundo pardido vuelve a
empezar. ¡Fundaremos muestro muevo mundo megro desde un falso! Asi pensó
Miguel, vieado como Caro, u blanquito, medio cafeconleche —on sus varios
negros y no pocos indios trepados en el árbol geneslógico- ejecutaba los
movimientos de la eserima y en sus esfuerzos fisicos se notaba que alzo, mo
sabemos qué, en medio de todo ese olvido empozado, comenzaba & asomer...
Haste la pelvis de Cero puede. Si Caro puede, todos pueden.
Los tres maestros, cansados y risuaños después de haber estado practicando
durante boras, se sentaron en u rincon del patio para refrescarse con agua de
pepuoo.
Don Sando aprovechó que es=ha ente personss emtendidas en materizs
…ys&a;uannamluquekhahasm&dnlamde…cm
el Duends. Parfirio y Migrel lo escucharon con la boca abierta, rescéndoss la
cabeza con cada revelación. ¿Asi que el Duende en perzona había acudido a m
llamado de don Samdo? ¿Cómo erz posible que el Duende no tiviera los
comocimientos marheteros perdidos? ¿Quién los tenía entonces? ¿El-CQue-Ya-
Sabemos? ¿O sea, el Vinuas? ;O sez que don Luis Vidal se babía levado algún
Secreto & Su bumba?
Todo e muy confizo, juzgó Wg]fl,m.gaflu[figa,dmhfin,fipal
cabo de un rato de derle vueltas al cuento, ¿a5l que por 6n se vieron las cares con
el Duende, después de tantos imentos que hizo usted? Y don Sando, picaro y
engraido, 5e arregld el cuello de la camisa diciendo: pa que vean con quién me
codeo abora. Porfirio soló la gran carcajada por la Sanfarroneris de don Szndo:
tanto abrió la boca que biguel, mirando semejant= agujero, peosó en el remolino
qm-,Eeg]menbabadeesmcha¡ babia utilizado el Duende para introducirse en
las aguas del Guachens. Y el scbreemendido de toda esa guasa era que don
Sando habís intentado desafiar al Duends en st juvenmd, pero nunca lo había
comeguido. En a ocasión, en sus años mozos, siguiendo las instrucciones de
unos viejos macheteros que querian jugarle su buena chanza, don Sando incluso
habiz acudido a un croce de caminos en forma de X, habia recitado la oración y
habiz insultado al Duendse con todes las melas palabras que conocia. Pero el
Duende no acudió z la di= porque, segin don Sando, la oración y el rimal de
imstl:os y aspavientos no bastaba pare imvocarlo. Había que tener, además, el
secrenn. Sin secreto, de nada valis todo el resto de la formulz. Uno puede temer el
rimal, pero lo que vale es el seceto.
Doña Yasmin Góogora, la esposa de don Porficio, que duramte toda la
practica había estado bordando en silencio con sus muchos hilos de colores sobre
unz tela pegre, intervino en la charla demostrando precisión y sebiduría:
Cueridos amigos, dijo, ustedes saben que ese Duende es tramposo y suele
emredar el camino con medias verdades, entonces yo me cuidaría muy mucho de
tomar sus palabras el pie de la letra El Duende habla torcido, en clave, con el
secreto embebrado en la aguja. Ustedes saben que yo de bruja tengo poco o nada,
paro en cambio en esto de bordar sl soy maestra Ala final, ¿no es cierio que la
aguja viene & ser como un machete pero en miniatura y, por eso mismo, mucho
mzs dino por su esatitú? Pues bien, mientres ustedes entrenaban s grima, yo iba
cosiendo aquí en mi tela y miren por donde que así, como quien no quiera la
cosa, di con la solución o, para decirlo con justeza, le saqué todas las pepas a la
gusnibans. Dicho lo cual, doña Yasmin les enseñó a los hombres el hermoso y
delicado patrón geométrico que hebiz bordado en su tela negra, paro ninguno dio
muestras de saber leer nada de lo que IN decia Doña Yasmin, paciente, aclaró la
letra y el mensaje: Aquíilo exponen los hilos, justo aquíi donde la puntada se
pone más groesa, donde parece que la linea se vuelve trenza, donde el mjo, el
verda y el zapote formen como este rio que son en reslidad estos tres hombres
que amdan por el mundo como desamperados, escarbendo en el pasado. Aquí lo
dice daritico, amigos, que tienen que ir & pedirle comejo a sus colegas mujeres,
las macheteras
de La Toma, montaña arriba, en el monicipio de Suárez. Eso
dicen
los hilos.
Don Saode y Miguel se mireron coo ojos de solemmidad y misterio,
emeñando mucho lo blanco de los ojos como des espirits burlones.
CUATRO
En la mesitz de noche sólo habias ua plastz informe de cera blanca y una mecha
todavía humeants, lo que indicabs, dedujo Miguel, que la mañana ya estaba bien
entrada. Sentado en el borde de la cama vio a Yeison, sonriente, como siempre.
L= misica de violines y tambores seguía resumbando desde alguna case vecina.
¿Cómo amanecs, primo?, saludó Yeison, ofrecióndole uma tara de cafó recién
colado. Miguel 5e incorporó para beber y después del primer sorbo fue capaz de
responder que bien, que se senda mejor Y zi era El machetero habiz
recuperado todas sus dacultades fisicas y mentales después del descanso
nocumo, sungue segia afectado por la impresión de lo sucedido la tarde
anterior.
Mos estamoe preparando, dijo Yeison ¿voj venis con nosowos? Addnde,
quiso saber Miguel, todavia desorientado. No entiendo, dijo, adónds nos vamos.
Yeison, paciente, lo puso al tento de toda la simeción Los indios hahizn
blogqueado la carretera Panamericana esa misma medrmugada y, después de una
asambles extaordinaria, las comumidades negras de todo el morte del
departamento se unirian z la protesta parz apoyar las exigancias del consejo
regionz] indigena. Mo más asesinztos de lideres, no más incumplimiento de los
compromisos, n0 mas persecncion política, mo más estigmatización de los
defensores del cectitorio, no más. ¡Nos vamos a la minga!, dijo Yeison, que se
puso de pie de un salto y salió de la pisza pare seguir con los preparativos.
Después de la ducha, Miguel volvió a ser el Miguel de sismore, agudo y bien
dispuesso. En 1n rincón de la pieza vio todo el equinaje, el suyo y el de ss
……m…¡mmu…wmmmm
T cas=a si alguien habla visto a Cearo o al maestro Sandovel pero nadie supo darle
rzzan. Salió a la calle para seguir sverignends y nada, mads de nada Tedo el
pueblo estaba volcado com el velorio, la asambies y la minga y, como los
músicos no habian dejado de tocar en toda la noche, la gente iba por la calle
como embrojada por la persistencia de los golpes de tambor, renuente a la charla
CESUEl.
H.gflsepfiu}camjna;}ashuuflpmpfisimqndfipejarhmngrhajfi
hastzla orllz
del no. Al habia uns multmd congregada alrededor de una mujer
me,tmtmfimfl}mmahamdflmm;mplflndempm
quienes la escuchaban. Erz mads més y nads menos que Francia Mirguez,
arengando a 21 geme. Y había tamta fuerza en si palabras, tanta verdad, tanta
intensidad y amor, que Miguel sa umió a la mochedumbre, embelesado y con los
ojos cargados de dignidad. Compeñeros y compañeras, decia Francia, son siglos,
siglos de lucha por estos temitorios. Yo he estado varias veces en el archivo
histórico del Cauca, en la Casa Mosquera, revisando esos mamotretos. Y alli
comstz que, al menos desde 1632, nuestros ancestros consigrieron asentarse aqui
para bareguear oro en el río y trabajar la tierra, cuidando el agua, el bosque, la
montaña. Saberos chal es la historia y no nos vana venir a engañar con cuentos,
sabemos quiénes somos, quiénes fueron nuestros opresores y cómo obtunimos el
derecho a vivir aqui: fue con trabajo, compeñeros y compañares. No somos los
propietarios, somos los cuidadores, los guamdianes de estas tierres. Los que
sabemos cuidar de la vida. Y por eso nos atacan, por es0 dos persiguen, por eso
nos desplazan y por eo nos maten Porgue allos, este Gobierno, donde
encontraron guarida los descendiemtes de guienss esclavizaron a muestros
m:al'neluslflcenmus:lglos hoy son agentes al servicio de una gran máguina
elobal
de muerts, una máquina antomática que produce muerte, gue subsiste
greu:lasalapmd]mnnde… Y nosotros somos todo lo contrario: mosotros
prodocimos y cuidamos la vida O lo que viens a ser lo mismo, cuidamos el
future. Y no sólo el f de mosotres como comunidad no, compañeras y
compañeros, cuidamos el fituro de todos, hasta el foamo de ellos y el de los
hijos de ellos. Porque esa máquinz antomática de mperte está acabando con wdo
el planetay sin planeta mi siguiera ellps van a poder sobrevivir. No mos
equivoquemos, esto ya 0o & sólo una lucha por ls proniedad de la tierra, es ua
lochs por la defensz del planets en =u totalidad Defender cada palmo de nuestro
teritorio es defender la vida Ellos quieren tierra para destruirla con si ganado y
sus monocultivos y su mineria depredadora Nosowos mo queramos tiera,
queramos teritorio. Son dos cosas bien distintas. Lz minga indigena, la minga
negra, es una lucha umiversal, negra y universal, que son sinónimos, una luchs de
todos. Es un pleito local que la aieñe a toda la humanidad. Y ojo, muchachos,
esta máquina de mberte no está por al lejos, en las capitales del mundo, esa
méquina de muene es astuía porque trabeja dentro de cada cuergo, de cada alma
Lz máquina de muerte coloniza nuestro lenguaje y nos domina hasta que
comigue
hablar por mosotros, en nuestro nombre. Asl que compañerosy
compañeras, y0 los invito & todos a que nos sumemos a la minga, que apoyermos,
que mostremos muestra solidaridad con los compañeros indigemss, que nos
cuidemos entre mosotros. Se vienen unos dizs, unas semanas, muy duras. Y
necesitamos estar juntos, siendo los ojos del otro, las manos del otro, las piemas
del oto, porsi toca oxrer, por si toce marchar Cridemonos entre mdos. Gracias,
COmpañares
y compañaros.
ambareo,
bastó pars emvolver el cuapode Francia Merquer en una oleada de
EO y j .
Lz mochedomibre marcho de regreso hadia el pueblo camendo
y beilando m
comlao combetivo:
¥z gz mmfz ==
El sechlo oo ac ad camjs.
ao a —
limeno
p í ha saj
El pechilo eo a d oo,
Fs ac rinio, carajo.
Esa misms tarde, en una caravana de catorce chivas retacadas de gente y comida,
los mingueros negros bajaron de la montaña pera tmirse al bloqueo de la vía
Panamericana.
Lo primero que llamó la stención de Miguel fue el sofisticado sistema de
ocunación
que los indigenas, en menos de veinticuatro boras, habian montado
sobre la carretera. Si ides de la mingz 5e bacaba, hasta emonces, en las imágenes
de cans sorial que divulzaba la televisión: barricadas, alambres de pús, rocas,
obstaculos en lamas, indios comiendo delante de los escuadrones de la policia
antidisturbios, encepuchados. En definitiva, Mignel creís que se trataba de m
…W&h…mm……rd&m&…
Por eso le sorprendid tamto ver que los indios organizaban más hisn unz especie
de complejo arquirectónico móvil, flexible y temporal, com grandes carpas,
timeles, y pesadizos hechos de materizles reciclados, divisiones espaciales
delimitadas por fromeras magrales o artificiales, con osos distintos para
Teumiones sociales, acopio de Tecursos, zonas de descanso, cemtros de mando y
estrategia, comedores, cocinas y hasta guarderías infantiles. Mignel, asombrado,
lo comentó con su primo Yeison, vetarano de muchss mingas, que conoría bien
el funcionamiento de aquel elaborado sistama Asies, dijo Yeison, además la
ocupación no sólo está sobre la carrecera, es algo más amplio y cubre todo el
terreno de los alradadores, integra los accidamtes topográficos, más bien, así
resuls mucho más difícil vulnerar nuestra defensa Eso no es que == ponen las
barricadas y ya, mo, señor Es uma cosa mucho más sutil, que reguiere un
conocimiento del terreno que la policia amidisturbios sencillamente no tiena. A
elos los entrenan en un especio liso, abstracto, sin accidemtes. Ven bien
equipados, eso i, parecen robocops, Dm&mmiumes…adnsgmamm
y las tanguetas. Pero los pobres entran aquí con sus formaciones geométricas, en
cljm,mm_@:ln,mmmhu,ydpmmmu,lammma,gfl]mflmhu,se
encarga de danarles sus figuritas imaginarizs. Es relativamente facil romper esas
formeaciones, con un poquiéo de ingenio y muche ayuda de estas laderas feldudas
y plisadas. Estos robocops oo nos den un brinoo. Por eso 5e desesperan y accben
disparendo balas de verdad contra mosotros. Hay que tener mucho cuidado,
primo, porgue esta gemte a veces ra a meter Migpel estaba znsioso por
participar en las Jabores de vieillancia de las barricadas, pero cuando los grupos
=e subdividieron hubo un veloz reperto de tareas y, dade =u falta de experienda
EN mingas, el veterano machetero fue enviado a colsborar en las cocimas, donde
estovo hasta la noche pelando papes, picando cebollas, revolviendo caldos y
siviendo el mote.
A eso de las dier, con la leneva afuere y los ojos arretonados, MMiguel se
arrestró hastz 1mo de los comedores comumales a la orilla de la carretera y dejo
caer =1 corpechon en uma hamara que alguien había guindado de un palo de
mango. Pero babía tanto mido & =u alradedor que era imposible dormir. Apare
del tresisgo de los mingueros que iban y vendan, un grupo de jovencitos bailaba
un interminable playiist de dishladas y sayas de camevel boliviano. La música
saliz a todo volumen de un parlante conectado a una compueadora y los chicos
seleccionaben las canciones en Youtube para luego hacer una corsograñía de
…m…¡wmhahmm…mpm…wqu&
simplements dejo que si mirada 5e perdierz en los movimientos de loe
bailarines, viendo sin mirar Qué raros le perecieron esos ritmos venidos de
Balivia = Miguel, aparentemente cuadriculados, petreos, pero dotados de una
elasticidad inesperada que iba engañando las expectativas sobre en qué momento
caeria el tiempo fuerte. Eso pensaba Miguel sin pensaro, entregado a la
experiencia desde la más profunda distracción.
Un reto despues, se fueron sumendo más hailstines, trajeron chirincho
dulce, de ese que beben los indios, y 52 monó la Siesta. Miguel ni siquiera se dio
cuenta de en qué momento se puso a bailar disblada con cuatro mocosos, que le
iban enseñando los pezos y le indicaban que debia usar los indices como
cuemitos. El cansancio babía dessparecido como por milagro. Y ahora erz todo
carcajadas y tego Ve y tego vengs, bringuito, vuelta, pesito adelante, al medio y
atras. Y otra vez la risa. Qué bien le hacis a Miguel reirse así, después de que la
noche anterior se hahia dado por muerto. ¡No estoy mueno!, penssba Miguel, en
pleno éxtasis del chirrincho
y el baile. ¡Todavíano han podido conmigo! ¡Estoy
vivo! ¡La vida vive en mi! Y como susle suceder en esos momentos, el
mechetero sintio que ese profundo y misterioso júbilo que lo llevaba z celebrar
la vida estaba habitado de sombras y penas antiguas, pero también de dolores
recientes. Dedicó un instante a lamentar la desaparición de don Sando en
circunstancias que todaviz estaban por aclararse y, a contimación, en medio de
un salto de la cdisblads se llevó la mano al pecho no sin cierta preocupación
parque, a todas estas, con la emoción de la minga, se había olvidado de Cero.
¡Mienda, Cero!, dijo en voz alta, y los bailarines a =u alrededor no entendieron
nada y vieron cómo Mignel se retiraba z 1m rincón parz examinar el comtenido de
ua cajetilla de cigartillos que ¡Levaba en el bolsillo de la camita Por suerte, abl
seguia el cucaráón. Miguel agarró un puñadito de arror que encontrá en un plato
sucio y lo arrojó al imterior de la cajetilla. donde el insecto devoró cada grano
con fruicion
¥ una vez satisfecho sacudió sus alas $ salló volanda por el
espacio. Miguel ño bivo chance de reaccionar. A duras peñas, con la boca
abierta, pudo seguir el torpe aleres del cucarron, que dio un redes por sobre las
cabezas de los danzantes v regresó docilmente a su guarida Miguel cerró la
cajetilla de cigarrillos ¥, aliviado, la prso de vuelta en el bolsillo de siy camisa.
nguhuamnmmmú¡gmmhmmpm…mera]h,]!gng
del alboroto de la fiesta, pensó en la triste situación de su amigo Cero, victima
del hechizo de una bruja poderosa. Conociéndolo como lo conocía, a Miguel no
le resultó dificil imaginar la escena, con la despampanante Nubla arojando
todos sus encantos diabólicos sobte la apabuilada y arecha humanidad de Cero.
CQuien podría resistirse, de todos modos, pensó. ;Lo habría consegnido v0, con
puro aplomo de macherero? Lo dude * pemsar que el pobre Cero estaba
preparando un libro sobre las avenwras de los egrimimas... ¿Será posible
devolverio a su focma original? ¿Habrá brujería capaz de revertir este hechizo
tan verraco? Quizás no, quizás ya no podria ocuparse de escribir las historias de
los machereros... Quizás Cero oo erá la persona indicada para comsar cosas de
negros, quizas esa labor le comsspondia a los progios megros Y mo a un
intelectual cafeconleche... Quién sabe... lgual, concluyo Miguel, su amigo no
#f2 ninELT apropiador de las cosas de los negros, sino mas hien una especiede
contrabendista, alguien que llevav tras cosas de un lado & otro, brincandose+
an titimas tratando de borrar las fronteras raciales que el hombre blanoo imventa
para garantizar =u derecho de dominación, para marcar el terrenó con su sistema
de medidas. Y sungue a veces temia dudas sobre la legitimidad de sus
actividades, Cero en ttimas se cagaba en todo ese complejo mecanismode
segregación y 0o permitia que le dijeran desda donde hablar y cómo.
AMiguel = 5ec el sudor de la fremie y el cuello con lo primeró que encontró
en suis bolsillos, que resultó ser la tela bordada que las había dado doña Yasmin
Góneora Lo cierto es que estzba tan ebrio, tán cansado, tan confimdido después
de lantas aventuras, que m siquisra se dio cuenta de la deshonroso del acts, peró
Uña mmijer negra my alta, la cabeza cubierta por un turbante de coloñas, fí pasó
por alto lo que acababa de suceder y se le acercó desafiante. ¡Señor, disculpe!, la
dijo, ¡cA tsté si le parece bien agarrar un tejido san valicso como si fuera el
pañaelo de los mocos?! Y sin darle tempo a responder, la mujer llamó a umas
compañeras
suyes, también negres y también de curbante,
que andaban por allí
CEC
Mignel se simtió acorrelado. Tento más cuaendo vio que dos de ellzs venian
armadas con sendos machetes. Ustad de dónde sacó ese bordado, la pregumó
um=. Miguel levantó la mano, arqueando las cejas, pero no lo dejaron hablar y
más bien se le vino encima un chaparrón de interogantes lanzados desde lo alo
de una furia justiciera.
A ver, responda, manito, lo desafiaban
pero cuando
Miguel iba a contessar no lo dejaben y le volvian = preguntar: De donde sacaze
ea tela, pues, no seas nedio y decinos. Taento lo ztosigaron que a la final Mignel
se resbaló en 1m belbuceo de quicato y no supo explicar cómo es que aquel
bordado tan valioso estabe en su poder y, mucho menos, por qué lo acababa de
Usar para secarseel sudor.
Las damas de turbente llevaron = Miguel casi como un prisionero hasta una
zona del complejo arquitertónico donde temiz Iugar una espacio de reumión de
notables. Ahd estabe, en efecto, la venguardia de los movimientos sociales del
Cauca, desde Feliciano Valencia y la planz meyor del consejo regional indigena,
hasta Frencia Mearquez, pasando por Clemenciz Carabali, el taita Joss Ramos, un
poderoso Thé'h wala o sabedor del pueblo nasa, Aida Quilené y otros más que
Migueloo supo reconocar, entra ellos una tremenda mujer de turbamte que se
excusó para atender el llamado de sus compañeras. Y este señor quién es,
preguno la elegante dama. Esta vez Miguel si babló con progiedad. Soy Miguel
Lourido, dijo, machetero de Puerto Tejada, de la estirpe de los macheteros
del
Cauca, slumno de los maestros Hector Elias Sandoval y Luis Vidal, que en paz
descarss. Hubo un malentendido porque yo, en un descuido, me sequé el sudor
con esta tela, que me entregó hace dos dias doña Yasmin Góngora, residente en
l vereda Bajo San Frencisco, amdndesalmc…pan…ma
reuión privada que, por desgracia, mmea tuvo lugar Miguelle enmego el
h-crda.d.oalad.lmguflasmadelm q:edetnadesetlahflerdelas
otras. La mujer examino las figuras y a Migrel le pereció que incluso leís en ese
patrón algún mensaje oculio. Si, señor, esto es de doña Yasmin, asintió la dama
del tubante, satisfecha, ames de invitar a Viiguel a tomar asiento, rodeado por
todo el grupo de señoras.
Supongo que a estas eliuras usted ya sabe quiénes somos nosotras, dijo la
lider. Miguel meneó la cabeza afirmativamente, poniendo cara de circumstancia.
Yo soy Fidelia Mina, Machetera Mayor de Lz Toma Cuémeme para qué nos
andaban buscando usted y =u maestro.
Migne! relató con precisión y brevedad lo que les había suredido desds el
inicio del viaje y los motivos aperentes del mismo, haciendo especial enfasis en
el episodio del encuentro entre el Duends y don Sando. Doña Fidelia Mimalo
escuchó
con atención, riendoss en las pertes divertidas y arigando el entrecejo
En las partes de enredos y misterios, En resumidas cuentas, dijo Miguel, yo creo
que las mentiras del dichoso Dueode son las culpables
de todo lo malo que oos
pasó hasta abora Y Fidelia lo paró en seco. Alto abí le difo, mo, señor, el
Duende minca miente. Por ahi habla torcido, pero mentir no miente. Y ademáses
UN gren maestro de grima, el mejor que hay, aclaró Fidelia, a lo cual Miguel
TESpondió con oo mueca de escegticismo Eso mo puede ser, mo, dijo el
machetero. El Duende le contó al meestro Sando que, después de ua pelea con
al Disb..., bueno, con El-Que-Ya-Sabemos, le hahian probibido enseñar sus
artes de grima. ¡Ab!, lo interrampió Fidelia. Uszed no entendió, señor. El Duende
engañó Al-QueYz-Sabemos porque la prohibición de enseñar eserima sólo
ctbre a los hombres, pero no z las mujeres. Asi que el Duende es libre de
enseñarnos a nosotras lo que se le antoje y en eso el Viruñas no tiens modo de
Tevirar porgue sus propizs pelabras fueron: Prohibido enseñarle
z cualquier
hombre. Pero como Aquél es ten caido del zarzo, se elvido de meter a las
mujeres en la maldición.
Y además, por si no lo sabe, don Miguel, el Duends es Duende y Duenda, por
250 e5 tan poderoso, porque no está limitado por ninguno de los sexos. Y por eso
mismo es más Duenda que Duends y por eso mismo es que en algunos cuemtos
lo tachan
de meriposo, cosa que no lo ofends 2 él ni ofende a madie, ponque ése
25 51 gran poder
Ahora, lo otro que tembién es cierto es que la Duenda no sabe, no conoce
porque gunca aprendió, los juegos de sombra Esos juegos de sombra están más
refundidos que el hijo'e límber. Y si el Duende no los comoce es porque quizás
ya oo hay forma de recuperarios. Lo que la Duenda no sabe, no lo sabe nadie.
Avngue casos 52 han visto... Y digame, don Miguel, ¿por qué tispen tanto
interés en recuperar esos juegos embolatados? ¿Acaso no tienen bastame con lo
qm-psahen?}rfigr].flse quedó pensando
qué respondade a Fideliz porque, hasta
258 Momento, el unico capar de der rezomes sobre el particular era don Sando,
pero ahora, en ausencia del meestro, el slumno avenzjado debía pensar por su
cusnta y encontrar explicaciones, no sólo para los demás sino, sobre todo, para si
miemo. Miguel entoncas hurgó en su lodo más profundo y, con ua voz que
traslacia congoja, habló lo mejor que pudo: Mire, doña Fideliz, dijo, como selo
explico... Cuando yo era pelaíto, en mi casa contaben la historia del 5 de abril
del 48, de cómo mataron a Gaitán y el pueblo se tomó la rediodifuscra nacional
para mandar mensajes revolucionarios desde Bogotá para que la gene s
levanzara contra los azesinos. Y en ese combo que se tomó la rediodifusora
astaba el negro Netanzel Diaz y otros de los muchachos que formaban parte del
'Chi Negro de Colombia Y Natznzel agarró el micrófono y dijo bien clarito:
¡Macheteros del Canca, tomemos las armes para Vengar la sengre deremada de
muestro lider! Y en esa época la rediodifusora nacional sa escuchaba en todos los
Tincones de la parria, como quien dice, si hasta se ponian altavoces en las plazas
de los pueblos. Por eso se inmaron esa emisora, porque era la mas escuchada por
la gente, así que imaginense ustedes la voz de Natemeel retumbando por todo el
depertamento del Canca, hacendo on llamedo a los macheteros pera que se
alzaran en armas y salieran a luchar contra los enemigos del pueblo Los
enemigos de la democracia Después de eso comenzó una campaña de
Haria las nueve de la mañana del día signiente, don Floro Ulcué, un mingnero de
la vereda Andalucia, menicipio de Caldono, sa ofració a llevar a Miguel en su
moto hasts el limite sur del complejo de ocupación. Así, Miguel entendió que
habla grandes porciones de terreno sin bloguesr, gue entre los puntos de
asentamiento era posible correr z toda velocidad, en ausencia total de tráfico o de
cnalquier otro obstéculo. Don Floro Ulcue resulto ser 1n moénciclista salveje, de
los que achestan la moto en las corves cerradas. Miguel disfrutaba de su estilo
temerario y la parecia linda la meners en que la méquina iba comiéndose los
Tibetes de la caretera, subiendo y bajando por cuestas empinadas. En la cima de
uma de esas montañas, don Floro se detuvo de golpe y señaló hacia uma
depresiónprofunda del terreno. Mire, dijo, alá abajo. La policia antidistorbios
estzba cargando contra la gente, y desde esa distencia, Mierel pudo spreciarla
sofisticada estrategia de los mingneros para emboscar, dividir las rigidas figuras
genmétricas de robocops y someterios z una luvia de piedras y voladores de
palvora lanzados desde las laderes Promo la hondonada
se cubrió de gases
lacrimógenos y de gritos y disparos. Eso son tiros de verdad, dijo don Floro, eso
no son bales de goma. Estan tirendo a metar. Los mingueros, asustados o
heridos, …a…mh……&ám&ld&…w
haberse adslantzdo el verano, echaba ya sus dores de color zapote intenso. El
…&hmi…m…mhr&m&hm…
parecio que la bmtal arremetida de los robocops acabaria por vencer z los
minegens, pero entonces entEron en escena Seis aperatos voladores que
comenzaron a amojar u liquido sobre el escuadrón de amtidisturbios. ¿Qué son
esas cosas?, pregunio Mignel. Y don Floro, con una somrisa de oreja a oreja,
explicó que eran los dromes del consejo regional indigana y lo que arojaben
sobre los tombos era ua mercla de sustancias écidas, paralizantes y pegajosas
fabricadas con plantas. Miguel comempló la embestida acrez entre pasmado y
todavía m poco incrédulo. El efecto sobre los robocops fue casi imstantanen,
pues, a perar de que muchos llevaban máscaras antigóés, aquellas sustancias
vegetales se absorbian tzmbien por la piel, atravesando la nopa Verios acabaron
rodando por el stelo, retorciéndess emtre horribles punzadas urticamtes y
alecinaciones. El ataque de los dromes las dio a los mingueros de infanteria el
suficients margen para la retirada.
Adm,tfipdmflmu,pedagpg:mmmsuelemdpuflhhnasa,mm
mspfle&nflndflsg}mhd&lflg}nm;hdflmflnnhlm
blanmdesdelasunflafles&eu‘emm.elmmflmfismnflsma]qmfl "e
mico. Y oceotros estamos preparados pera todos los cambios porque venimos de
muy arés. Sabemos wsar todos los recursos, sabemos dar la lucha en todos los
frentes. Los blancoides van a perder, tande o temprano, y los indios, los negros,
los campesinos, los de abajo vamos & gobernar este país. Pero mejor sigamos,
amieo Miguel. Mo es seguro guedarse aquí perado, que de cuelquier rincón salen
los tinos.
OCHO
Al medipdiz, después de pasar el último punto del bloqueo, doode consiguió que
le abrieran sitio en el platón de una camioneta destartalada v llana de gente que
llevaba y traía cosas para la minga, Mieuel llagó a la terminal de transportes de
Popayan. Allí freme a los mostradores de las emporezas de busss, se había
formado ua manifestación de vizjeros inconformes con el cierre de la carretera.
¡Yo tengo que llegar a Cali!, gritaben, emtonando las viejas letanías blancoides.
¡Tengo cosas que atender alla! ¡Estos indios patisucios no pueden hacer lo que se
les de la gama! ¡Por mi fuera, los metería & todos an un campo de concentración!
¡Esta gente no deja progresar! ¡Que sa queden en su resguardo!
Pobres blancoides, pensó Miguel, prolongzndo los persamientos de Floro
TUlcué. Pobres blancoides que ni son blancos, ni son negros, ni son indios, ni son
nada remedos morenos del Hombre Blanco. Consumidores de ooz fantasia de
dominación ajena. Tiranos de minifumdio suburbano, emprendedores de galpón
vacio, etemos ordeñadores de la burocraciz paroja, administradores de favorcitos
entre los doctores, rellenzdores de recibos falsos, frustrados músicos de
conservatorio, basterdos de hidalgos empobrecidos y munca reconocidos por la
linez oficizl de Les decadentes fzmiliss señoriales, fin-de-reza, súctibos de
incestos mel disimulados, perezosos especiladores con temenos improductivos,
gerios de los negocios cuyo mayor logro ha sido poner tma estación de gasolina,
en fin, los blancoides, esa subraza de pseudoprofesionales, empeñados artifices
de su propia mediocridad y de su mina Deberian darle grecias a la minga,
concluyo Miguel, que al menos da algo de sentido a sus pobres vidas, que al
menos les de uma pálida identidad, algo similar a una idez de casta Pobres
blancoides. Perdidos en el tiempo, incapaces de encontrar =0 espacio. Atascados
en su agujerito de la historia, viendo a ver como pasan de agache en al lado de
los dominadores. Pobres. Pobres diablos.
As iba mascullando Miguel mientres cnuzaba el puente pasional desde donde
5e alcanzaba a ver la cúpula de la catedral. Un par de cuadras más adelamte, se
detavo en una fritengueria que fumcionaba debajo de una tolda de lona negra a
orillas del rio Molino, en las faldas del barrio El Cadillal Pidió rellenz y
empanadas de pipidn Y parz alimentar a Cero, le sacó un poquito del amoz 2 12
morcilla, esperd a que se eofiara y lo depositó cuidadosamente dentro de la
cajetillade cigarrillos. El cucarrón comió con entusiasmo
y, al igual que la noche
anterior, volvió a sacudir sus alas para volar, sólo que esta vez mo 5e limitó a dar
ua vueltica sino que se lanzó z explorar toda la arboleda que rodeaba la tolda
Migrel signio el vuelo de su amigo con algo de preocupación. Temiz que algún
pájaro, de los muchos que acechaban a la orilla del tio, s2 comiera a Cero, cosa
que por suerte 00 sucedió. El cucarrón voló alegremente y regresó, sano y salvo,
a Iz cajetilla de cigarrillos, donde terminó de comer los trocitos de rellena que le
quedaban.
Miguel pagó la comida com lo tiltimo que le quedabe en la billeters y le
sobraron apenss custro mil pesos. Con eso no alcamzariz a llegar ni siquiera 2
Timbio. Necesitabe comeguir plats =1 o 51, aungue fuera prestada.
Lz única solución que se la octió fue lamar por teléfono a un viejo
conocido, pañano de Puerto Tejada, Alitio Ocoro, que, quién sabe por qué, no le
conestó la lamada Cuando ono anda necesitado, persó Miguel, la game lo
huele
2 legnas.
Sin saber may bien qué hacer y mucho menos de donde sacar la plata que le
haría falta para bejar hastz el Paña el machetero se puso 2 caminar
sin mmbo
por esa cindad gue para los megros es sinónimo de opresión, de despojo, de
injusticia. Como cantaba doña Leonor González Mina, Popayán y Cartagena,
Caragena y Popayen, pena del negro oo es penz y el pan del negro oo es pan
Donde el turiste pendejo ve callecites pimorescas y amuitecire colonial, los
DegTOS CENCENOS vemes Ia de las encamnaciones de esa máquina de muente dela
que hablaba Francia Márquez el otro dia. Una máquina de fachadas blanqueadas
donde diranta sighos se legalizó, se namuralizó y hasta se embelleció el despajo.
Ahora esa máquina tiene si sede en otros lugares de la geografiz nacional, pero
Popayán, pensaba Mignel, con los pelos de punta y la incomodidad atravesada
en todo el coerpe, sigue siendo un simbolo del latifundio esclavista, del
Ttifundio esclavista de ayer y del latifundio esclavista de hoy- desde la hacienda
¡Calibio, convertida en museo y colebradero de matrimorios domde las parejitas
=2 sacEN fotos en ese ambiente dizque señorial, hasta las plamaciones de caña de
azúcar que se signen comiendo todo el valle y los rips, pesando por las
plantaciones de palma africana y todos los agromegocios criminales de los
señoritos
a los que el exministro ladrón Arias les llenó los bolsillos de plata
pública. Siglos de despojo, siglos de aplastar al campesino chiquito, al minero
chiquito, usando la ley y la palabra en nuestra comtra para jodemos. Eso está
simbolizado aguí, en estas casas, en estos techos, en estos adificios,en estos
palacios. Y luego preguntan que por qué z los nagros no nos gusta Popayán Si
levamos grabados en el espinzzo los juetazos que recibieron miestros abuelos y
los padremuesmos con los que intentaron amansamos y borramos la memoria los
dueños de estas casas. Por mi se pueden meter su Popayan donde les quepe. Y
francamente,
me alegro de que esta ciudad de mil demonios se esé cayendo a
pedaros y esté gobermada por blanocides sin oficio ni beneficio que cada día la
destruyen y la dejan más y más fes Que se honda este churo, mejor dicho,
semrenció Miguel furicso y triste, bajando las escaleras del Arco de la Herreria
Luego ozt por el Puente Chiquito bacis el Parque Mosquera y alli se sentó z
descarsar en una banca de piedre Pare aligerar la carga de equipaje, Mizuel
habia dejado casi codo en la casa de su primo Yeison, en La Toma. Sólo traís una
mochila y el estache con los machetes y los bordones, ademós del sombrero de
don Sando. Un eror de cálculo porque recordó que en uno de los bolsillos de la
ora mochila habian puesto la plata para las emergencias. Quizas, cavilóu
instente, lo mejor sea regresar a la terminal de tramsportes
y encontrar a algím
minguero que me quiere levar hasta el bloqueo, desandar
el camino, mejor
dicho, y ver si puedo llegar a Puerto Tejada. También estaba la opción de llamar
par reléfono
a AÁlicia, si esposa, y pedirle que le biciera un gito, paro como
Alicia, amperándose en sus oraciones y sus santos, le habiz insistido en que no
debian hacer ese viaje por ningún motivo, mucho menos el maestro don Sando,
que ya no tenia edad pera andar en semejantes trotes, Miguel, que era orgulloso
fmlegn¡baadnnmquelas…de¿hna,mpmdaspum
comunicación con las divinidades, babian vuelto a acartar en el promdstico,
pregrió descartar esa ides. Al menos de momento. Imposible que oo pueda
levantarme uns platica para terminer el viaje, se dijo, ye empecinado, abriendo
distraidamente la cajetilla de cigarrillos para comprober que Cero estuviera bien
Fue entonces cuando arvo la ocumenda. Caminó a paso ligero las escasas
cuadras que lo separaban del Parque Caldas, el lugar más concurido del centro
de la cindad y 3= plantó en la mitad de la plaza, al pis de la estatuzde un dizque
sabio que decia que los negros eran brubos, amechos y perezosos.
Al plamto
bocarriba
el sombrero de don Sando y comenzó a llamar a la comourencia
¡Atención, señoras, señores! ¡Atención están a punto de ver lo numca visto! ¡Un
cucarón amaestTEdo! Y com esas y otras fórmulas semejantes, fue creaodo a st
alrededor un pequeño peTo consistente espacio imantado donde un puñado de
curiosos se juntd para ver el fendmeno. A continuedidn, y con gran ceremonia de
par medio, Miguel abrio la cajetilla de cigamillos y procedio a susurrarle a Cero
unz súplica que nadis más oyo: Hermanito, Cero, no me haga quedar mal y
ayúdeme. El cucarrón, obediente, sacudió sus alas y salió disparado de la caja
para luego marcar una trayectoria rectilines y grócil hasta la cabeza de la estzma
del sabio bruto eterizado en bronce, con el globo terrágueo, los instrimentos
ciemtificos y un arcabuz & sus pies. ¡Y ahora!, dijo Miguel, poriéndole suspenso
al acto, ¡shora, señoras y señores, este cucalrÓn Va & regresar aquí a la cajetilla,
an el mismo momento en que yo le dé la orden! Y asi sucedió: no fue sino que
Miguel se lo pidisrz y el cucarrón, despuss de dar uma vuelta sobre la
conouTencia, volvió a meterse en la cajetilla. Hubo aplausos y monmillos de
asombro. Y lo más importants, monedas v hasta algún billete.
Miguel y Cero repitieron el acto muchas veces en las siguismes hores,
incluyendo variantes, como que el coramón echabe charros de meo sobre la cara
de la estatua o zumbabz imitando una melodia previamente silbada por Miguel
Todo iba muy bien, la recogida de plata y el espectáculo, pero dos polidas
que pasaban por alll obligaron z Miguel a suspender la función y hasta lo
amenzzaron con ponede un comparendo y decomisarle todo, hasta el cucamón
Hubo protestas del público, pero ni por esas. Los agentes del orden eran unos
atorrante:, dos carevergas de los que aplican antojadizamente el infame código
de policia. Mejor dicho, unos tombos melperidas de esos que no pueden ver m
corrinche de gante alesre porque ya vieneg a azaral.
Tatsl, que al pobre Mignel le tocó salir de allí casi que corriendo y, después
de otro reto largo de desmbulación caviloss por esss calles tan odiadas,
Tefugiarse en lo alto del pequeño cero de El Moro, que en reclidad no erz m
CEO Di UN MOO sino unz antigua pirémide construids por los indigenas Pubén,
mue con el paso de los siglos hebiz quedado cobierta por una grosss capa de
tiema y pesto. All en esz cima, junio a la gran estafia ecuestre del judio
comversn y conquistador Sebastian de Belalcázar, el machetero de Puerto Tejada,
Miguel Lourido, sa sento a ver como la caida de la tarde lenaba el cielo de
chorros violetas y amaranjados. Por uu momento, la imagen de los tejados y los
templos beñados en esa luz de pelicula de ciencia ficción le pareció hesta bonits,
pero ss malició que la sersación de belleza estaba insvitablemente teñida por la
felicidad que le hehiz dado conseguir aleo de plats. Quizas no la euficiente para
terminar el vizje, pero si al menos pera jumtar m plamecito com que i
Lz dx4 de Simón se detuvo frente al portón de una casa antigna por los lados de
l Loma de Carmagena. Robinson hizo rebotar tres veces la enomme aldabe de
hiemo sobre la madera y mientras esperaban a que abrieranla puems, hiiguel
sintid escalofrios en esa calle vacia, mel ilumi- nada por umos pocos faroles. Y
erz que el amigo viento andaba por alli emcsjonado, sacudiando los tentóculos
como intentando advertirle aleo a Miguel, que de todos modos estaba animado
por los tragos y tenia ganas de practicar algo de grima, como para desentimecer
la cadera y mantenerse al dís con las crizas.
Un tipo malencarado y contrehecho que debía de sar un criado, vestido con
emerizo de mecánioo, les abrió por fin la puerta y el aiboroto de lo que perecia
uma fiesta les pego de drente como uma tromba Recorieron un zaguén estrecho
TEMEtado por una segunda puerta que, al sbrirse, daba & un paño donde estaban
todes los imitados tomando vino y comiendo paszboczs. Simdo y Robinson
guiaron z Miguel e trevés de esa gente vectida con m estilo que a Miguel se le
antojo modemo hasta una escalera que los condujo a la planta de arriba, a una
especie de despacho, con un imponente escritorio de madera, montones de libros
forredos en piel en los estantes, vitrinas con figlres precolombings de berro y
distintos retratos de una misma parsona ilostre, Ticts severo, berba bien
TeCorada, pelo discretamente alborotado, los ojos como dos frijolitos secos bajo
las omgas negras de las cejas El vívo retrato de Simón, pensó Miguel,
comparando las pinburas con el rostro de =1 muevo amigo, sólo que sin el palo
pintado de plateado, en momentos en que Simón abrisz un cajón del escritorio
para sacar uncs papeles. A ver, a ver, dijo aquél, revisando que todo estuviera en
orden A mi me gusta hacerlo todo legal, todo lagal, ¿si o qué, Robinson?Y
Robinson asimió con una risita picare. De etro cajón del escritorio saco el artista
un fjo de billetes que puso sobre la mesa pera que Migrel los contara Al hay
dos palos y medio. Todos suyos, dijo. Cuentelos para que quede la cosa bien
clara. Clara y legal. Miguel dijo que no le hacía falts, que confiaba en la palabra
y Euardó la plsta en su mochila. Simón procedió emtonces a entragarle los
fidfiy}figlfl,qnnumniughmnmpm?hslemlfima
contenidodel contreto. Era un acuendo para cesión de derechos de imegsn.Por
medio de ese documento, en definitive, Miguel aceptaba que el artista usara
cualquier fotografía o video reslizados en el transcurso de su exhibicionde
esgrima, además de permitir su disulgación en redes sociales. Por mucho que
revisó la letra chica, el machetero oo encontró nada sospechoso en el contrato y
lo firmó apresuradaments con un peculiar autógrafo. Simón tampoco perdió un
segundo para guardar bajo llave los papeles recien firmados en otro cajón. Listo,
dijo el artista, soltando m suspiro de satisfacción.¡Abora si, a lo que vinimos! Y
antes de salir del despecho, le hizo señas a Robinson para que se ocuparz de los
últimos detzllas. Miguel simió cómo arracisba la bulla del patio y se estremeció
ota ver porgue el vieno habia conseguido meterse por una hendija de la
ventana para pasarle una 1ña filosa por el pescuero. Una gota de sudor frio sa le
escurrió por la mejilla
El machetero siguió a Robinson a lo largo de un pasillo lleno de retretos que
oliz a incestuosa humedad popayaneja. A Miguel le pareció que la casa era un
laberimo o al menos estaba conscruida de tal manera que no era fácil orientarse
ahi adentro. Luego bajaron dos tramos de escaleras de piedra y 52 internaron en
un mevo pesillo maloliente que los llevo hasta unz puerta pequeña pintada de
rojo. Al lado habiz un hanco de maderz miy viejo, de esos que tienen tm baúl
debajo del apoyaculo. Robinson le pidió a Miguel que esperara alli sentado y se
internó por la puertica, teniendo que agachar la cabeza para poder pasar.
Por el mido, Miguel dedujo que allí detrés se estaba acumulando el gantio y,
aunque por un Jado lo halagaba el interss de aquellas buemas personas en las
tradiciones megres, por otro no dejaba de semtir una cierta Náñare imema y un
temblegue de mal agtiero en la rodilla izquienta.
Unos mimutos después, la puereciss volvió a abrirsa y la cabezz de Robinson
22 zs0m en un grado de inclinación tal que Miguel tuvo la ocurencia de que se
tratabe de un titere. Maestro, le dijo, inesperedamente solemne, ya es hora.
Miguel se agacho pera poder mam&al&nm:ygmfle:mphudep’ificfl
En los cuavro costados. El apremje habla dejado en medio un area despejada para
que Miguel hiciers su exhibicion y, mientras el macherero se preparsha con unos
qmd&…m,áupnmlmmadnquelshdm…hpuma,
ayudado por otros dos gordos con pinta de guardzespaldas, arrestró
1ma caje
rectangularde gran tamaño cubierta con 1n paño rojo hasta el extremo opuesto
donde Miguel haría sus estitamientos. En ese momento, el viento comenzó &
azotar las dos timicas ventanas ceradas de codo el recinto, desesperado por
entrar Miguel no entendía nada, pero iguel comtinuó con su parte del trato y sacó
su machete y su bordon de guésimo del estuche. Simón grababa todo con st
telefono, disimulando mal el gore extremo que aquella escena le producia. El
murmulle de la pente,poco a poco, se foe asentando en un silencio greve y
profundo.
Emonces Robinson, sigriendo lo que atodas luces era un plan de acción muy
premeditado, se acercó 2 la caja rectangular que habian traido los gordos y, con
un repido gesto teatral, trd de la tela Toja que la cobria. Mignel se quedó
paralizado de horror. Una gran jaula de hierro había quedado al descubierto. Y lo
que había tras los barotes esa gada más y nads menos que s maesoo, don
Hector Elizs Sandovel blandiendo un machete, sin camisa y con los ojos
desorbitados. Uno de los gordos abrió la janla y don Sando salid
de 2l con
TElampeguesntes movimientos de atague y defensa El público ya no pudo con-
tenerse y meió de emoción, sediento de samgre. ¡Matá a ese negro hijuepura!
¡Metalo! ¡Yo voy por el viejo! ¡Yo voy por el joven! Y mientras tanto, el viento
dele & azotar las ventanas, zangoloweandolos batientes.
Miguel no tuvo tiempo ai de hacerse una composición de lugar. Apenas pudo
responder a los primeros dos atagues de don Sando, que tenía en la cara una
axpresion de pesmo amificial, como si le hubieran lavado al cerebro. ¡Maesto,
meestro!, gritó Mignel, desesperado, paro don Sando estaba ido, atarantado y a
la vez rabioso, con ganas de matar y comer del muerto. ¡Zuácate! ¡Zúscate! Los
tiros sonzban en el zire pecaminoso de aquells casa maldits. Mignel no tuvo más
remedio que empazar a defenderse y a comtestar como mejor sabía, es decir,
como le hebiz enseñado el hombre que lo estaba stecando con intención de
herirlo. El viento seguia tratando de meterse. La gente gritaba. Miguel entendio
quelo estaban atacendo con una variante de la vieja cruza llamads La Doloreñar:
vio venirel tejo con sesgo al bombro y otro gren tejo directo, seguidos de una
extensión de la piema trasera, luego el tajo tramsversado y un tevés
al otro
hombro. Treves directo por la mitad y traversado por mitad. Ameago encima y
Eran tajo directo en despedida sobre reciro. Por suerte, Miguel comocia hien
como comtramestada Y & pesar de la violencia del staque de su maestro,
consiguió responder con aplomo a la converzación que le estaban planseando.
DmSmdnlehaha…b&eu,deesumcahamda. .‘Haemo,maeml
gritaba Miguel, tratando de despertarlo, ¡por favor, no más! ¡No peliemos
más!
Pero ni par ésas. Don Sando estaba poseido.
Lanzó un traves de cuadril, como
oueriendo ofendsr en la cadera, que es uns manera de evitar que el oponente
ejecuts bien los falsos, y el alumno, astito, falsed sobre falseado, amagando con
recibir donde sabía que no le iban a dar. Don Sando empezó a producir una risita
simestra cada vez que el pupile le comtestabe bisn un tiro, Lma.:isaderñfu:lude
las ojos hasta que ya o se le veian Tanta náñara le dío aquello a Miguel que se
distrajo un segundo y no vio venir una punrada que, de puro milagro, logró
desviar con el machete. Lo que babria podido ser un golpe morial acabo siendo
mmgm…mamelm…ham…
emendió que don Sando no lo atacaria signiendo e : :
ninguna parada. A pertir de alli era juego abierto y libre, combinando todas las
cruzas, todas las paradas, y era tarea del agredido adivimar el golpe siguiente
para podar repelerlo. Tantos años de práctica junto a su maestro le habían dado
un ootable conocimiento de los movimientos de aquel formidable cuerpo
octogedario, duro y flexible a la vez como la mejor madera. Lo que vino a
comimación fue algo parecido a ua danza de la muerte. Dos viejos macheteros
que se conodan hestz los más intimos amagues, hasta las mas srtiles fintas.
Alumao y maestro. Tomo, defensa, avance, camielero, tensversal bajo, falso y
estocada. Giro y otra vez a posición de primera donde los des riveles volvian a
estadiarse para encontrar la mejor manera de eotrar. Alguden que hubiera cerado
las ojos babría escuchado, en medio de los gritos, uma música inquietame de
pasos arrestrados y tintineos mortiferos. Deslizamiento, teconazo y ¡chin! ¡Chin!
Machete que ve al tobillo y alli encuentra la hoja. ¡Chin! ¡Zuácate!
Simón no perdiz detzlle con la cóomare de su teléfono, trammitiendo en vivo
por redes sociales, y a la vez se le llenaban los ojos de lágrimas emocionadas
amte semejante bellezz de movimientos. Su plan hshiz foncionado 2 la
perfección Y abora sólo quedaba distnutar, consciente de que estaba delants de
algo que posiblemente no volvería a ver jamás.
Entonces don Sando, volviendo e soltar una de sus risitas disbólicas, dio unos
pasos hacia atrás, como queriendo invirar a 5u alumno a que hicieran más Largo
el juego. Luego acomodo el cuerpo en la primere posición de la Parada de Todo
el Día, con la punta del arma clavada en el suelo y la mano libre enla espalda la
piema derecha bien estirada atrás. Miguel, que ya se estaba impecientendo,
pensó que quizás era hora de ganarle a si maestro por fuerza, más que por
astocia. Impoger su fsico sobre el cuerpo del rival que, por mucho que costara
creerlo, arz un viejo portentoso pero lleno de achaques. El alumno adoptó la
corespondiente posición de Todo el Día y en el momento de entrar, con un gito
perfecto, como quien hac un Cambio de Figua, esquivó el golpe y agarró por el
tórax a S0 meestro. Ambos cuerpos cayeron al suelo con un sonoro tiestano que
el público calebró ululando. Los dos machetes salieron volando por los aires.
Miguel e de asir la humanidad de don Sando pera inmovilizado, sdlo que
aquel viejo se las sabía wodas, y las que no, se las inventaba. Con un eléctrico
culsbren, descuajeringando pecho y abdomen como una bailarina, el meestro se
zañó del zbrazo zsfisiznte del alomoo y le bastaron dos saltitos más parz
recuperar el arma y stacar a Miguel que seguia en el suelo. Al le toco echar
desgonce para esquivar los tiros mortales de don Sando. Tajo va, tajo viena Y
Miguel, untado al suelo, burlaba a la mberte por un pelo dexionando uma pierna
y estitando la otrz, hejendo el edrex: con m movimiento cireular imposible. Don
Sando estaba ten enloqueción, tan en modo zcecino, que no dudó en tirar m
desmugue, tratando de ofendar las cervicales. Menos mal que iguel estaba bien
entrenado em las defemas del juego bajo sin arma Oto en st Inger hebría
perdido la cabera mucho antes. Después de mucho golpe infructuaso, don Sando
lanzó un tiro ya sin brío, demostrando que se había camsado, momento que
Miguel aprovechó para levantarse y agarrer so machete. ¡Ya se quedó sin fuelle
este señor!, pensó el alumno, ritmtante. ¡Abora si lo voy a desarmar! Y le entró
con confianza, quizás con demasiada confianza, de modo que ya se le habiz
hecho de noche cuando quiso darse cuenta que lo del cansancio era uma astucia.
Don Sando redbió felseendo el primer tro y con dos comtestaciones
relampapnesntes, como martilletes de maquina de escribir, desarmo = Miguel y
lo zancadilleó. El alumno quedo, finalmente, & merced del maestro, como una
cocaracha patas arfiba Abora el agrasor sólo temiz que rematario. Miiguel,
desesperado, casi al bords de las lágrimas, sólo atinó a sacarse el sombrero, el
sombrero de don Sando, precisaments, y usado como inútil escudo para los
machetaros que estaban por venirsele encima. ¡Maralo!, le gritaban al viejo
desde el piblico, ¡Matá a == negro picado! ¡Matalo! ¡Negro engreido! ¡Que lo
maten! Sin embergo, algún efecto hebiz obrado la visión de su sombrero en el
alma possida de don Sando, que ahora contemplaba a =u slumno indefenso con
algo parecido a la confusión o a la piedad. Y fue ali cuando las ventanas
cedisron z la persistencia del viento azotador, que imumpió en el recinto con una
emtrada mionfsl y estideme de viddios rmtos. Viemo de tormenta, viento
emputado, viento que beja a Comer gante, z entemar sus uñas frias en los
espinazos de los infelices y a saludar z los viejos amigos. Don Sando simtió el
cosquilleo familiar en la combambs. Y con eso terminó de despertar del hechizo
En el que se ballaba sumergido. Vio a su alumno suplicante en el suelo y oo
games de llorar de rabis. Tanto más cuando entendió en manos de quién habia
caido. ¡Esto no se queda asi!, pensó, haciendo como que segnia starantado.
A pesar de la legada del viento, 51 captor, el hombre del pelo plaseado,
continuo grabando la pelez y se acercó todo lo que pudo a los dos mecheteros
intentando sacar un buen plano del desenlacs moral. Y dado que la atenciónde
Simón estaba más en la pertalla de s teléfono gue en el mimdo exterior, don
Sando amancó su sombrero de las manos de Miguel y sorprendió al artista con el
respsllo atravesado.
Fue un movimiento tan veloz que la gents oo 5e dio cuenta de lo que había
pasado, hasta que Simón cayó de rodillas y un chomo de sangre empezd a
brotarle de la garganta. Don Sando le habia pasado el alz filosa del sombrero por
el garnate y Siman, rodando por las escaleres de ua mberte segura, mireba a la
concurrencia con los ojos muy abiertos, llenos de odio.
Hubo gritos de espamto. El público intemtabs corrar en todas las direccionas
al mismo tiempo. Los cuerpos chocaban unos con otros y el viento les cala en
picada y los devoraba sin piedad, despedarándolos con sus colmillos, escupiendo
sobre los cuerpos todavía vivos ua Iáfsga de huesos miturados que se le
acumulaban en sus grandes cachetes de trompetist=.
Don Sando y Miguel huyeron por la puerte chiguits y comieron por los
pasillas sin saber muy bien adónde ir Era impesible orientarza, ya no szhizn si
subizn o bajeban o si inen en circules. Acaberon perdindose en ess arqhitectra
diseñada a imagen y semejenza del infierno.
Robinzon, que habia sobrevivido al atague del viento, los persignic y oo
tardó en arinconados en el rellano de uma escalers, spumtsndoles con una
pistola La úmica protección que tenizn los dos macheteros era la escasa luz, o
mejor, la abumdante sombra que redesba sus cuerpos en ese agujero debajo de las
gradas de piedra. jAmibe las memos!, ordenó Robinson Los macheteros
obedecieron. ¿Ustedes saben lo que acaban de hacer?, preguntó Robinson,
iracundo. ¿Saben con quién sa están metiendo? ¿Ustedes saben quién es don
Simón? ¿Ustedes saben quién es la familia de don Simdn? ¿Saben con qué
apallidos <2 están metiendo?
A lo que doo Sando respondió con absoluta calma: Clam que lo sabemos y
no 25 la primera vez que los macheteros del Cauca vencemos al Disblo.
¡Timbutala-Timbut=)a-Timbutala!
Yalsmududempa]shamagmarepmflamwmfi,lmdmmde
esgrima deseperecieron en el gire oecuno.
Incradulo, Robinzon recarrio el hueco de la escalera con la luz de su celular,
patumaquelrefla::u:mhcfiayhfimedusfluqnafiad sombrero de don
Sando, inmóvil en el suelo de ladrillo como un abjeto vulgar.
Robinson lo levamto y le dio la vuelta pera exeminarlo por dentro, con la
esperanzade que los dos macheteros estuvieran
alli metidos.
Hasta ese rincon de la casa meldits legaben los gritos de la genta devorada
por
el viemo.
:
EPILOGO
Amsliz brg emress de la carpet= a don Sando, que l abxió con dem ae de
C==momiz Ea ua de 210 CEE mETDnSs QE EZ E ls ofcnss Du
arciiver docemene Comeds Cemmerxos de e amtiens cartil: de e=mims
donds se desll=b=s pores de los mocizisers del Elision de Somir= y ouos