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En los albores del siglo XX, el neurólogo austriaco Sigmund Freud empezó a sentar las bases del

psicoanálisis, un novedoso enfoque sobre la psique humana que es tanto una teoría de la
personalidad como un método de tratamiento para pacientes con trastornos. La principal
contribución de Freud a la psicología sería su concepto de inconsciente. Freud sostenía que el
comportamiento de una persona está profundamente determinado por pensamientos, deseos
y recuerdos reprimidos; según su teoría, las experiencias dolorosas de la infancia son
desalojadas de la conciencia y pasan a formar parte del inconsciente, desde donde pueden
influir poderosamente en la conducta. Como método de tratamiento, el psicoanálisis procura
llevar estos recuerdos a la conciencia para así liberar al sujeto de su influencia negativa.

No son pocas las objeciones e incluso sarcasmos que, ya en su tiempo y todavía en nuestros
días, recibió y sigue recibiendo el psicoanálisis. Por los mismos años en que Wilhelm Wundt
trataba de afianzar la psicología como ciencia independiente aplicando una metodología
experimental, Freud partió de la observación clínica para construir una disciplina con
importantes núcleos especulativos y, en consecuencia, difícilmente verificables; su eficacia
terapéutica también sería blanco de críticas.

Pese a ello, la difusión del psicoanálisis acabó revolucionando la visión del ser humano; su
influencia sobrepasó de inmediato el ámbito de la psicología para extenderse a la filosofía, la
literatura y las artes, y nociones como la de inconsciente quedaron instaladas en la cultura
occidental hasta el punto de haber sido asumidas, incluso en lo que respecta a la percepción
de su propia mente, por el hombre contemporáneo. En este sentido, en Freud culminan los
sucesivos avances que, desde el siglo XVII, dejaron atrás los presupuestos religiosos y
configuraron la mentalidad científica moderna: Newton estableció la concepción del universo;
Darwin, la del origen de la vida y del hombre, y Freud, la de la psique, con la salvedad de que
las doctrinas freudianas carecen de fundamentos científicos comparables.

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