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INFORMATICA – 5º AÑO – SELECCIÓN DE ARTÍCULOS PERIODÍSTICOS

INSTITUTO GUILLERMO RAWSON – PROF. JORGELINA CRETTA


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Domingo 13 de marzo de 2011 | Publicado en edición impresa


Debate

Ciberutópicos v. ciberescépticos
Aunque la influencia de Internet en el origen de la revuelta egipcia fue uno de los hechos más
destacados por los analistas políticos, entre los expertos se instaló una polémica que todavía
divide aguas: ¿influyeron sustancialmente las redes sociales en la aceleración y el estallido de las
protestas o sólo tuvieron un papel instrumental?
Hernán Iglesias Illa
Para LA NACION

NUEVA YORK

A mediados de febrero, horas después de la renuncia de Hosni Mubarak a la presidencia de Egipto, la cadena
CNN entrevistó a Wael Ghonim, el empleado de Google que se había convertido en la cara visible del
levantamiento. "Esta revolución empezó en Internet, empezó en Facebook", dijo Ghonim, que acababa de pasar
diez días en la cárcel. "Lo he dicho siempre y lo vuelvo a decir: si uno quiere liberar a una sociedad, no tiene más
que darle Internet."

Para Ghonim, la revolución que el mes pasado tiró a la lona a uno de los gobiernos más estables de Medio
Oriente empezó en junio de 2010, cuando agentes policiales arrancaron de un cibercafé a Jaled Said, un
emprendedor de 28 años, y lo molieron a palos en medio de la calle. Semanas después, miles de personas
empezaron a subir material a "Somos todos Jaled Said", un grupo de Facebook. En su entrevista con CNN,
Ghonim explicó que en los últimos meses cada video subido al grupo era reenlazado en más de 60.000 "muros"
de Facebook y visto por cientos de miles de personas Desde ese grupo de Facebook se coordinó buena parte de
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la gran manifestación en la Plaza Tahrir del 25 de enero, la primera de una serie de marchas pacíficas, seculares y
apartidarias que terminarían, casi sin proponérselo, volteando al gobierno de Mubarak. "Me gustaría conocer a
Mark Zuckerberg [el fundador de Facebook] y darle las gracias", dijo el ejecutivo egipcio aquel viernes a CNN.

Sus palabras, repetidas en árabe a la televisión egipcia y en su propio perfil de Facebook, podrían haber servido
para dar por clausurado el apasionado debate que había tenido como locos en las semanas anteriores a los (así
llamados) ciberutópicos y los ciberescépticos. No fue suficiente: a pesar de la elocuente definición de Ghonim
("Si quieren liberar a una sociedad, no hay más que darle Internet"), mientras los jóvenes egipcios aún
arriesgaban el pescuezo enfrentando a las patotas de Mubarak, miembros de ambos bandos siguieron acusándose
(los escépticos: "Decir que Facebook causó la revuelta es de idiotas") y defendiéndose (los utópicos: "¡Nadie dijo
eso! ¡Sólo decimos que fue influyente!") en la web y en diarios de medio mundo.

¿Quién tiene razón? ¿Influyeron sustancialmente las redes sociales en la aceleración y el estallido de las revueltas
de Egipto y Túnez (a las que también contribuyeron, por supuesto, las presiones macroeconómicas, demográficas
y políticas)? ¿O sólo tuvieron un papel instrumental, exagerado luego hasta el delirio por un grupo de ingenuos
evangelistas digitales? Una nota como ésta normalmente evitaría responderse esta pregunta: limitaría su rol a
explicar las posiciones de cada uno de los grupos, citaría con la mejor buena voluntad posible sus argumentos y
sugeriría, aunque sin decirlo explícitamente, que la verdad está en algún lugar intermedio entre ambos.

Sin embargo, después de un mes de lectura y sometimiento a la catarata de los argumentos, es imposible no
percibir que, mientras los ciberutópicos han intentado descifrar un problema concreto (la centralidad o no de
Facebook en el activismo egipcio), los ciberescépticos han dedicado una sospechosa cantidad de energía no a
Egipto o sus activistas sino a burlarse y responderles a los utópicos, muy a menudo citándolos mal o con
argumentos poco aplicables. Los ciberutópicos parecen obsesionados por Facebook y Twitter; a veces
demasiado. Pero los ciberescépticos parecen a su vez obsesionados por descalificar a los ciberutópicos. La
verdad, como casi siempre, probablemente esté entonces en algún lugar intermedio, pero es de sospechar que un
poco más cerca de los utópicos.

El más famoso de los escépticos es Malcolm Gladwell, el popular periodista y escritor de la revista The New
Yorker, que en octubre del año pasado publicó un artículo subtitulado "Por qué la revolución no será twitteada",
donde resumía sus ideas. Gladwell llamaba "evangelistas" a los defensores de las redes sociales y apuntaba que
en Irán, en 2009, la influencia de Twitter en las manifestaciones callejeras había sido sobredimensionada. La idea
más importante del artículo era que los grupos políticos tradicionales (pre Internet) tenían lazos fuertes entre sí, y
por eso sus acciones eran exitosas. En cambio, Facebook y Twitter, decía Gladwell, sólo generan vínculos
débiles, incapaces de generar acción política.

A fines de enero, cuando empezó a parecer que Facebook sí había tenido un papel significativo y político en las
revueltas de Túnez y Egipto, Gladwell escribió una notita en la web de The New Yorker donde insistía en sus
argumentos: "Por favor -escribió Gladwell con sorna-, la gente ha estado protestando y volteando gobiernos
desde mucho antes de la invención de Facebook". Este argumento pronto se volvió popular entre los ciber-
escépticos: "Recordemos que los franceses tomaron la Bastilla sin la ayuda de Twitter y que los bolcheviques
tomaron el Palacio de Invierno sin tomarse fotos y publicarlas en Facebook", publicó el Financial Times en un
editorial ingenioso pero falaz incluso para un chico de diez años: que haya habido revoluciones antes de Internet
tiene poca o ninguna relación con la influencia de Facebook o Twitter en las semanas calientes de El Cairo.

El más esforzado de los ciberescépticos es Evgeny Morozov, un inglés de origen bielorruso que lleva años
refunfuñando contra los beneficios sociales de Internet y es el autor de The Net Delusion: The Dark Side of
Internet Freedom ("La ilusión de la red: el lado de oscuro de la libertad en Internet"), que tuvo la mala suerte de
ser publicado dos meses antes del estallido en Túnez. La tesis central de Morozov es que Internet no es ni mala ni
buena, porque los gobiernos autoritarios pueden usar esas mismas herramientas (Facebook, Twitter) para hacer
mucho daño. Así, dice Morozov, el partido virtual entre activistas y tiranos queda empatado o con ventaja para
los gobiernos, que pueden espiar o censurar o aniquilar cualquier intento subversivo.

Cuando Ghonim y sus socios on line y off line le ganaron por goleada a Mubarak (que quiso suspender el partido
"apagando" Internet, cuando ya era tarde), Morozov insistió: Mubarak cayó no por mérito de los activistas o de
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Internet, si no por su propia culpa, por no haber silenciado antes el runrún digital que venía sonando bajo sus
narices. Si Mubarak hubiera sido un poco más autoritario y hubiera apretado como se debe las tuercas de la web,
escribió Morozov, entonces la revolución de las redes sociales habría fracasado (quizás tenga razón Morozov,
pero debe de ser bastante incómodo tener que hacer fuerza por la astucia de los dictadores para ganar una
discusión).

La entrevista de Ghonim en CNN no clausuró el debate pero al menos sí lo corrió hacia un costado. El nuevo
argumento de los escépticos pasó a ser que Facebook o Twitter fueron importantes en Egipto pero sólo como un
instrumento de comunicación, una tecnología sin valor agregado. Como me dijo un académico argentino que
vive en Nueva York: "Facebook fue clave en Egipto en la misma medida en la que fueron clave los ómnibus
peronistas el 17 de octubre de 1945". Roberto Guareschi, ex editor general de Clarín y observador atento de los
nuevos medios, escribió en su cuenta de Twitter algo parecido: "Los medios sociales son sólo una herramienta
usada por la gente. El poder lo dirimen la gente y los poderes fácticos". Hace dos domingos, en el diario El País,
el venezolano Moisés Naím, ex editor de Foreign Policy y un hombre criado en la importancia de la geopolítica,
exageró los argumentos de los ciberutópicos y tituló su columna con una sentencia de la real politik: "Ni
Facebook ni Twitter: son los fusiles".

¿Y los utópicos, entonces, qué dicen? Lo primero que dicen es que no son utópicos (el nombre "ciberutópicos" es
un invento de Morozov) y que los escépticos los citan mal o directamente no los citan. En eso tienen razón. Casi
todos los artículos contra Facebook o Twitter empiezan diciendo: "Se ha puesto de moda decir..." o "Como se
repite hasta el cansancio..." y después citan una frase sin atribuir (o, si es un texto en la web, sin enlazar al
original), normalmente exagerando la posición de los ciberutópicos. "Estoy podrido de la posición facilista de
decir que Twitter provocó la revolución en Egipto", me dijo mi amigo académico en la misma conversación
sobre los micros de Perón. Cuando le pregunté si se acordaba de al menos una persona que hubiera dicho eso,
tuvo que admitir que no.

El planteo central de los ciberutópicos (con variantes entre ellos, porque no integran un bando homogéneo) es
que las redes sociales ayudan a dar velocidad, autoridad y confiabilidad a las situaciones de insatisfacción. Clay
Shirky, profesor de la New York University y famoso optimista tecnológico (también víctima favorita de
Gladwell), resumió hace poco su posición de la siguiente manera: "Muy poco cambio político es posible sin la
diseminación y adopción de ideas y opiniones en la esfera pública. El acceso a la información es mucho menos
importante, políticamente, que el acceso a la conversación". Cory Doctorow, cocreador de Boing Boing,
posiblemente el blog más famoso de Estados Unidos, escribió una reseña negativa del libro de Morozov en el
diario inglés The Guardian: "Internet ha aportado muchísimos más beneficios a los disidentes y outsiders,
quienes tienen menos recursos para empezar, que a los incumbentes y poderosos". En un país como Egipto,
donde la prensa, la televisión y la radio estaban disciplinadas por Mubarak, Facebook fue una plaza pública
virtual. Pero también dicen, como Jay Rosen, profesor de la New York University, considerado un gurú de las
nuevas tecnologías, que nadie sabe bien todavía qué ha pasado en Egipto. De eso se ocuparán las inevitables tesis
doctorales que se escribirán sobre el asunto en la próxima década. Y probablemente le darán la razón a Ghonim,
que conoce el asunto de bastante cerca y sabe, mucho más que todos nosotros, de qué está hablando.

© LA NACION .
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Domingo 29 de mayo de 2011 | Publicado en edición impresa

Libros / Anticipo

Cerebros ante el efecto Internet


En su nuevo libro Superficiales (Taurus), Nicholas Carr se pregunta lo que da subtítulo al libro:
¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes? Experto en nuevas tecnologías y entusiasta
cultor de sus múltiples plataformas, Carr revisa sus nuevos hábitos y los de muchos de sus pares
en busca de cambios que ya están transformando nuestros procesos de pensamiento

Detente, Dave. Detente, por favor... Dave, detente. ¿Puedes parar?". Así suplica la
supercomputadora HAL al implacable astronauta Dave Bowman en una secuencia célebre
y conmovedora hacia el final de la película 2001: una odisea en el espacio, de Stanley
Kubrick. Bowman, a quien la máquina averiada casi ha enviado a una muerte interestelar,
está desconectando calmada y fríamente los circuitos de memoria que controlan su
cerebro artificial. "Dave, mi mente se está yendo -dice HAL con tristeza-. Puedo sentirlo.
Puedo sentirlo".

Yo también puedo sentirlo. Durante los últimos años he tenido la sensación incómoda de
que alguien, o algo, ha estado trasteando en mi cerebro, rediseñando el circuito neuronal,
reprogramando la memoria. Mi mente no se está yendo -al menos, que yo sepa-, pero está cambiando. No pienso
de la forma que solía pensar. Lo siento con mayor fuerza cuando leo. Solía ser muy fácil que me sumergiera en
un libro o un artículo largo. Mi mente quedaba atrapada en los recursos de la narrativa o los giros del argumento,
y pasaba horas surcando vastas extensiones de prosa. Eso ocurre pocas veces hoy.

Ahora mi concentración empieza a disiparse después de una página o dos. Pierdo el sosiego y el hilo, empiezo a
pensar qué otra cosa hacer. Me siento como si estuviese siempre arrastrando mi cerebro descentrado de vuelta al
texto. La lectura profunda que solía venir naturalmente se ha convertido en un esfuerzo.

Creo que sé lo que pasa. Durante más de una década ya, he pasado mucho tiempo online, buscando y navegando
y a veces añadiendo contenido a las grandes bases de datos de Internet.

La Web ha sido un regalo del cielo para mí como escritor. Investigaciones que anteriormente requerían días por
las estanterías de hemerotecas o bibliotecas pueden hacerse ahora en cuestión de minutos. Unas pocas búsquedas
en Google, algunos clics rápidos en hipervínculos, y ya tengo el dato definitivo o la cita provechosa que estaba
buscando. No podría ni empezar a contabilizar las horas o los litros de gasolina que me ha ahorrado la Red.
Resuelvo la mayoría de mis trámites bancarios y mis compras en la Web. Utilizo mi explorador para pagar
facturas, organizar mis reuniones, reservar billetes de avión y habitaciones de hotel, renovar mi carné de
conducir, enviar invitaciones y tarjetas de felicitación. Incluso cuando no estoy trabajando, es bastante posible
que me encuentre escarbando en la espesura informativa de la Web: leyendo y escribiendo e-mails, analizando
titulares y posts, siguiendo actualizaciones de Facebook, viendo vídeos en streaming, descargando música o
sencillamente navegando sin prisa de enlace a enlace. La Web se ha convertido en mi medio universal, el
conducto para la mayoría de la información que fluye por mis ojos y oídos hacia mi mente. Las ventajas de tener
acceso inmediato a una fuente de información tan increíblemente rica y fácilmente escrutable son muchas, y han
sido ampliamente descritas y justamente aplaudidas. "Google -dice Heather Pringle, redactora de la revista
Archaeology- es un don asombroso para la humanidad, que reúne y concentra información e ideas que antes
estaban tan ampliamente diseminadas por el mundo que prácticamente nadie podía beneficiarse de ellas". Según
Clive Thompson, de Wired, "la memoria perfecta del silicio puede ser un don enorme para el pensamiento".

Los beneficios son reales. Pero tienen un precio. Como sugería McLuhan, los medios no son sólo canales de
información. Proporcionan la materia del pensamiento, pero también modelan el proceso de pensamiento. Y lo
que parece estar haciendo la Web es debilitar mi capacidad de concentración y contemplación. Esté online o no,
mi mente espera ahora absorber información de la manera en la que la distribuye la Web: en un flujo veloz de
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partículas. En el pasado fui un buzo en un mar de palabras. Ahora me deslizo por la superficie como un tipo
sobre una moto acuática.

Quizá soy una aberración, un caso extraordinario. Pero no parece que sea el caso. Cuando menciono mis
problemas con la lectura a algún amigo, muchos dicen que sufren de aflicciones similares. Cuanto más usan
Internet, más tienen que esforzarse para permanecer concentrados en textos largos. Algunos están preocupados
por convertirse en despistados crónicos. Bastantes de los blogueros que conozco han mencionado el fenómeno.
Scott Karp, que solía trabajar en una revista y ahora escribe un blog sobre medios online, confiesa que ha dejado
de leer libros completamente. "Estudié Literatura en la universidad, y era un lector voraz de libros -escribe-.

¿Qué ha pasado?". Especula con la respuesta: "¿Y si toda mi lectura es online no tanto porque ha cambiado el
modo en el que leo, es decir, por pura conveniencia, sino porque el modo en el que PIENSO ha cambiado?".

Bruce Friedman, que bloguea sobre el uso de ordenadores en la medicina, también ha descrito cómo Internet está
alterando sus hábitos mentales. "He perdido casi completamente la capacidad de leer y absorber un artículo largo
en pantalla o en papel", reconoce. Patólogo de la facultad de Medicina de la Universidad de Míchigan, Friedman
desarrolló este comentario en una conversación telefónica conmigo.

Su pensamiento, dijo, ha adquirido una cualidad stacatto, que refleja el modo en el que capta rápidamente
fragmentos cortos de texto desde numerosas fuentes online. "Ya no puedo leer Guerra y paz -admite-. He perdido
la capacidad de hacerlo. Incluso un post de más de tres o cuatro párrafos es demasiado para absorber. Lo troceo".
[...]

Karp, Friedman y Davis -todos hombres educados con vocación de escribir- se muestran relativamente animados
sobre el declive de su capacidad para leer y concentrarse. Después de todo, dicen, los beneficios que obtienen de
usar la Web -acceso rápido a montones de información, herramientas potentes de búsqueda y filtrado, una forma
fácil de compartir sus opiniones con un público pequeño pero interesado- compensan la pérdida de su capacidad
para sentarse tranquilamente y pasar las páginas de un libro o una revista.

Friedman me dijo, en un e-mail, que "nunca ha sido tan creativo" como en los últimos tiempos, y que lo atribuye
a "su blog y la posibilidad de revisar/escanear 'toneladas' de información en la Web". Karp está convencido de
que leer muchos fragmentos pequeños e interconectados de información en Internet es una forma más eficiente
de expandir su mente que leer "libros de 250 páginas", aunque señala que "no podemos reconocer todavía la
superioridad de este proceso interconectado de pensamiento porque estamos midiéndolo a partir de nuestro
antiguo proceso lineal de pensamiento". Davis reflexiona: "Internet puede haber hecho de mí un lector menos
paciente, pero creo que en muchos aspectos me ha hecho más inteligente. Más conexiones a documentos,
artefactos y personas implican más influencias externas en mi pensamiento y, por tanto, en mi escritura". Los tres
saben que han sacrificado algo importante, pero no regresarían al estado anterior de las cosas.

Para algunas personas, la mera idea de leer un libro se ha vuelto anticuada, incluso algo tonta -como coser tus
propias camisas o descuartizar una vaca-. "No leo libros", dice Joe O'Shea, ex presidente del cuerpo de
estudiantes en la Universidad de Florida State y beneficiario de la beca Rhodes en 2008. "Acudo a Google, donde
puedo absorber información relevante rápidamente". O'Shea, diplomado en Filosofía, no ve razón alguna para
atravesar capítulos de texto cuando lleva un minuto o dos escoger los pasajes pertinentes a través de Google
Book Search. "Sentarse y leer un libro de cabo a rabo no tiene sentido -afirma-. No es un buen uso de mi tiempo,
ya que puedo tener toda la información que quiera con mayor rapidez a través de la Web". Cuando aprendes a ser
"un cazador experimentado" en Internet, explica, los libros son superfluos.

O'Shea parece ser más la regla que la excepción. En 2008, una firma de investigación y consultoría llamada
nGenera publicó un estudio sobre los efectos de Internet en la población joven. La compañía entrevistó a unos
seis mil miembros de lo que llama "generación Web" (niños que han crecido usando Internet). "La inmersión
digital -escribió el investigador principal- ha afectado incluso al modo en el que absorben información. Ya no
leen necesariamente una página de izquierda a derecha y de arriba a abajo. Puede que se salten algunas, buscando
información pertinente". En una charla de una reciente reunión Phi Beta Kappa, la profesora de la Universidad de
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Duke Katherine Hayles confesó: "Ya no puedo conseguir que mis alumnos lean libros enteros". Hayles enseña
inglés; los estudiantes de los que habla son estudiantes de Literatura.

La gente usa Internet de muchas maneras diferentes. Algunas personas han adoptado ansiosa, incluso
compulsivamente, las últimas tecnologías. Mantienen cuentas con una docena, o más, de servicios online, y están
suscritas a multitud de feeds de información. Bloguean y etiquetan, mandan mensajes y tweets. A otras no les
importa mucho estar a la última, pero de todas formas están online la mayor parte del tiempo, tecleando en su
ordenador de sobremesa, su portátil, su teléfono móvil. La Web se ha convertido en una parte esencial de su
trabajo, sus estudios o su vida social, y muchas veces de los tres. Todavía hay gente que se conecta sólo algunas
veces al día -para comprobar su correo, seguir alguna noticia, investigar sobre algún tema de interés o hacer
alguna compra-. Y hay, por supuesto, muchas personas que no utilizan Internet para nada, ya sea porque no
pueden permitírselo o porque no quieren. Lo que está claro, sin embargo, es que para la sociedad en su conjunto
la Web se ha convertido, en tan sólo los veinte años transcurridos desde que el programador de software Tim
Berners-Lee escribiera el código para la World Wide Web, en el medio de comunicación e información
preferido. La magnitud de su uso no tiene precedentes, ni siquiera según los estándares de los medios de
comunicación de masas del siglo XX. El ámbito de su influencia es igualmente amplio. Por elección o necesidad,
hemos abrazado su modo característicamente instantáneo de recopilar y dispensar información.

Pareciera que hemos llegado, como anticipó McLuhan, a un momento crucial en nuestra historia intelectual y
cultural, una fase de transición entre dos formas muy diferentes de pensamiento. Lo que estamos entregando a
cambio de las riquezas de Internet -y sólo un bruto se negaría a ver esa riqueza-es lo que Karp llama "nuestro
viejo proceso lineal de pensamiento". Calmada, concentrada, sin distracciones, la mente lineal está siendo
desplazada por una nueva clase de mente que quiere y necesita recibir y diseminar información en estallidos
cortos, descoordinados, frecuentemente solapados -cuanto más rápido, mejor-. John Battelle, ex editor de una
revista y profesor de Periodismo que dirige ahora una agencia de publicidad online, ha descrito la fascinación
intelectual que experimenta cuando navega por páginas web: "Cuando hago bricolaje en tiempo real durante
varias horas, ?siento' cómo se enciende mi cerebro, ?siento' que se vuelve más inteligente". La mayoría de
nosotros ha experimentado sensaciones similares cuando está online. Los sentimientos son intoxicadores, tanto
que pueden distraernos de las consecuencias cognitivas más profundas que tiene la Web.

Durante los últimos cinco siglos, desde que la imprenta de Gutenberg hiciese de la lectura un afán popular, la
mente lineal y literaria ha estado en el centro del arte, la ciencia y la sociedad. Tan dúctil como sutil, ha sido la
mente imaginativa del Renacimiento, la mente racional de la Ilustración, la mente inventora de la Revolución
Industrial, incluso la mente subversiva de la modernidad. Puede que pronto sea la mente de ayer.

TEXTUALES

"Los beneficios son reales. Pero tienen un precio. Como sugería McLuhan, los medios no son sólo canales de
información. Proporcionan la materia del pensamiento, pero también modelan el proceso de pensamiento. Y lo
que parece estar haciendo la Web es debilitar mi capacidad de concentración y contemplación."

"Lo que estamos entregando a cambio de las riquezas de Internet -y sólo un bruto se negaría a ver esa riqueza- es
lo que Karp llama "nuestro viejo proceso lineal de pensamiento."
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Domingo 26 de junio de 2011 | Publicado en edición impresa


Arabia Saudita

Las libertades se debaten en la Red


La campaña on line de una mujer en favor de la libertad de conducir automóviles puso de
manifiesto el poder transformador de las redes sociales, pero también mostró sus limitaciones
Neil MaCfarquhar
The New York Times
AL JOBAR, Arabia Saudita .- Cuando Manal al-Sharif publicó un video de ella misma violando la ley al conducir
su camioneta negra por esta ciudad llana y caliente, clamando por una protesta colectiva, el gobierno respondió
con severidad: la encarcelaron durante nueve días. Sin embargo, a diferencia otras veces, la censura oficial no
sofocó el debate. Más bien, Internet rebosaba de vida en defensa de Al-Sharif, capitalizando el repunte de los
medios sociales tras las insurrecciones en Túnez y Egipto. Twitter y Facebook se llenaron de denuncias contra
los príncipes sauditas y sus clérigos, que se pronunciaron a favor de que fuera azotada, ajenos a las realidades de
la vida para las mujeres en este país.

Más de 300 comentarios sobre el arresto de Al-Sharif aparecieron a los pocos días en Twitter, la mayoría en
apoyo, destacó Abdulaziz al-Shalan, que lleva un registro de los mensajes de Twitter relacionados el reino.
"¿Ustedes están acusando a una mujer de ser pecadora porque fue a la cárcel por conducir? ¿Qué tipo de religión
haría eso?", escribió una mujer en Yedda, sobre el Mar Rojo.

Todo parece indicar que los medios sociales que contribuyeron a impulsar protestas a lo largo del mundo árabe
están hechos a medida para Arabia Saudita, donde las reuniones públicas son ilegales y a las mujeres se les
prohíbe estrictamente mezclarse con hombres que no estén emparentados, al tiempo que la población rara vez
socializa fuera de su familia. Prácticamente cualquier tema que contradiga la política oficial de los sauditas
aparece en la Red, incluido el estatus de prisioneros detenidos sin juicio o un llamado para boicotear las
elecciones municipales programadas para septiembre.

Louai Koufia, entusiasta de Twitter, se quejó: "¡Los sauditas no pueden salir a manifestarse, así que envían
tweets!" Essam al-Zamel, quien contribuyó a lanzar el boicot contra las elecciones municipales, ironiza al afirmar
que no puede reunir a 30 personas en una sala, pero que puede llegar a más de 22.000 de manera instantánea vía
Twitter.

Pero el gobierno sigue a la gente vaya donde vaya. Después de que los sauditas abarrotaran Twitter, algunos
activistas notaron una ola de nuevos usuarios sin fotografías, que se describían en términos patrióticos y atacaban
a los detractores del gobierno. Como la imagen por default en Twitter es un huevo, se ganaron el mote de
(Numeral) huevos sauditas. "Mi propósito en la vida es ser un vigilante y proteger mi religión y mi Estado", se
leía en el perfil de uno de estos usuarios.

Abdulaziz Al Gasim, abogado y activista de Riad, cree que estos usuarios trabajan para el gobierno, ya que
cuando lo atacaron a él tenían información muy personal. "¡Ah, este es un huevo famoso!", dijo mientras
estudiaba su cuenta y señalaba cómo se intenta provocar pugnas entre facciones.

Antes, los detractores del gobierno se mostraban nerviosos respecto de la idea de buscar aliados, ya que nunca
estaban seguros de a quién podían acercarse. Sin embargo, la combinación de opiniones audaces en los foros de
Internet y la vigilancia sobre los objetivos de los "huevos" ha expandido los contactos entre los activistas de todo
el país. Y si bien hasta no hace mucho los medios sociales eran un terreno casi exclusivo de la élite liberal, los
activistas sauditas destacan que ahora se han vuelto más democráticos.

Los conservadores religiosos también se actualizan. Ya pasaron los tiempos en que emitieron una fatwa, o
decreto, por el cual las mujeres debían evitar cosas como las carcajadas en inglés, por la sola idea de que una
mujer riendo pudiera provocar a extraños de sexo masculino. Dos conservadores sauditas lanzaron un canal
especial en YouTube, CH905, para poner de relieve la obra de los clérigos más prominentes en el movimiento
tradicionalista del "sahwa", o wahabismo.
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Los sauditas que siguen de cerca las redes sociales dicen que las corrientes cruzadas, particularmente en Twitter,
han tenido un efecto moderador. Las figuras religiosas más extremistas y los liberales sociales han adoptado
actitudes más flexibles con respecto a ciertos temas, lo que es visto como un intento por sumar seguidores y un
indicio de que los diferentes grupos ya no hablan exclusivamente entre sí mismos.

La campaña de manejo de las mujeres demuestra lo que la organización on line puede lograr y lo que no puede
lograr. Al-Sharif, una especialista en informática que trabaja para Aramco, la paraestatal petrolera, anunció su
campaña a favor de la libertad de conducir vehículos en abril pasado, y activistas sauditas preveían que cientos
de mujeres se plegarían. Sin embargo, al desafiar tan abiertamente al gobierno con la publicación de sus videos,
esta mujer se ganó la enemistad de incontables seguidoras para quienes debió haber esperado hasta la fecha
anunciada.

Quienes la apoyan creen que la condena de nueve días de cárcel fue un esfuerzo deliberado de la monarquía por
erradicar todo movimiento on line inspirado por las revueltas en Túnez y Egipto. Y probablemente tuvo el efecto
deseado de asustar a muchas mujeres. Sin embargo, no logró terminar con el vigoroso debate que se da en
Internet.

© The New York Times News Service .

Domingo 17 de julio de 2011 | Publicado en edición impresa

Tecnología

¿Conectados es mejor?
Según un informe realizado en Estados Unidos, las redes sociales generan más amistades y de
mayor calidad. Aquí, los usuarios levantan la voz y advierten: no es lo mismo hablar de contactos.
En vísperas del Día del Amigo se abre el debate

Por Luis Andrés Iregui V (el tiempo/gda)

Durante varios años el estereotipo de un usuario intensivo


de Internet era el de un rechazado que se escondía en su
mundo virtual para evitar la realidad que lo hacía sentir tan
incómodo. Con el paso del tiempo, ese mito ha ido
desapareciendo gracias a la llegada de un sinfín de
servicios que han convertido al ciberespacio en un lugar
emocionante para cualquier persona, pero como quedó
demostrado en un estudio del Pew Research Center, quizá
lo que más ha transformado la Web en el último lustro han
sido las redes sociales.

Para la investigación se entrevistaron a 2255 estadounidenses, a quienes les fueron formuladas una gran variedad
de preguntas acerca de sus hábitos en Internet y sus vidas sociales. Para estimar la cantidad de conexiones
sociales de cada persona, los investigadores usaron una técnica conocida como scaled-up method. En pocas
palabras, lo que se hace es preguntarle a la persona cuántas personas llamadas X (por ejemplo, Diego) conoce y
luego se escala esa medida al censo de todo el país (en este caso, Estados Unidos). Entonces, si el 1% de su país
se llama Diego y usted conoce a un solo Diego, usted tiene en teoría 100 amigos o conexiones sociales.
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Con este método, los resultados obtenidos demostraron que en la actualidad en el ciberespacio no sólo abundan
esos personajes aislados. Ahora también las personas comunes y de todo tipo usan la Web para socializarse y
tener más y mejores amigos.

El estudio encontró que el 79% de los estadounidenses usa Internet y que el 59% de ellos (47% del total), al
menos una red social. La gran mayoría emplea Facebook (92%), seguido por LinkedIn (18%), Twitter (13%) y
MySpace (29%), a pesar de que los usuarios del segundo y el tercero son los que más amistades tienen. Mientras
que los que tienen cuenta de Facebook promedian los 648 lazos con diferentes usuarios, el valor para los de
LinkedIn y Twitter es de 786 y 838, respectivamente.

Entre los conectados, el sondeo concluyó que quienes más navegan la Web tienen más conexiones o conocidos
en su vida. Los que no, alcanzan en promedio 506 conexiones sociales, contra los 669 que tienen aquellos que
usan la Red. Quienes sólo usan teléfonos celulares tienen 664 y los que utilizan smartphones y tablets ostentan
717.

Además de la cantidad de amistades, el estudio encontró que los usuarios de Internet tienen una mejor calidad de
amigos, en particular los amantes de Facebook. Mientras los desconectados reportaron apenas 1,75 amistades
cercanas en promedio, los cibernautas tienen 2,26, cifra que sube hasta 2,45 en el caso de los usuarios de redes
sociales. Facebook en particular se llevó grandes halagos por parte del Pew Research Center, pues en la opinión
de los investigadores "parece servir de soporte para la intimidad en lugar de ir en su contra".

Esa frase contrasta con los titulares más recientes acerca de Facebook y la privacidad de las personas, pero antes
de crucificar al estudio hay que recordar que hay una diferencia. Los investigadores fundamentan su declaración
en que los usuarios de Facebook tienen 9% más amigos cercanos que los de las demás redes sociales, lo que
quiere decir que tienen un mayor número de personas con quien se sienten íntimamente cómodos gracias a
Facebook. Puede que eso incremente el número de espacios íntimos del individuo en cuestión, pero no quiere
decir que su privacidad no se vea comprometida por un mal uso de la red social.

revista@lanacion.com.ar

AFECTOS HISTORICOS VS. RELACIONES VIRTUALES


Internet en general y Facebook en particular establecieron un nuevo tipo de vínculos, ¿Cómo te impactó este
cambio?; ¿Tenés amigos del mundo online? ¿Se modificó la relación con tus afectos históricos? Los usuarios de
lanacion.com opinan.

unomasqueopina Estoy más en contacto que antes con mis amigos, sé más de ellos y ellos saben más de mí.

susana_stock ¿Qué es la amistad? Si solo se trata de ampliar la lista de contactos y de mantener una charla
monosilábica y sin contenidos, seguramente, esa persona engrosó su cantidad de amigos.

AlfredoCruz Internet no cambio para nada el vínculo con los amigos preInternet, pero me permitió conocer
gente nueva por todo el mundo. ¡Algo muy positivo!

leochan Creo que mucha gente confundió el concepto de "amigo".

luciapia Todos te ponen me gusta, qué linda estás en esa foto, etc., pero la realidad es que desde que Facebook
existe a gran dimensión estoy más sola que nunca.

Dinorahlibra Con Internet aumentó mi número de conocidos y yo conservo a mis 5 amigos de siempre. En la
amistad la Red es intrascendente, aun sin comunicación o muy lejos físicamente, sabemos que nos tenemos.
INFORMATICA – 5º AÑO – SELECCIÓN DE ARTÍCULOS PERIODÍSTICOS
INSTITUTO GUILLERMO RAWSON – PROF. JORGELINA CRETTA
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Carloscarp De ninguna manera llamaría amigo a un simple contacto de Internet. Se puede charlar, cambiar
opiniones, pero lo esencial, que es el contacto humano, no existe. Sin embargo bienvenida sea Internet porque me
facilita estar en contacto con mis amigos "humanos" de antes, ya que vivo fuera del país.

¿LAS REDES SOCIALES HICIERON QUE TENGAS MAS AMIGOS?

Datos obtenidos de una consulta con fines editoriales realizada a 246 usuarios de lanacion.com el 4 y 5 del actual

75% Dice que no influye en sus amistades

22% Dice que tiene más amigos

3% NS/NC .

Domingo 27 de noviembre de 2011 | Publicado en edición impresa

Activismo

De la Web a la protesta callejera


Sin una estructura jerárquica definida y con las redes sociales como plataforma para comunicar y
reivindicar sus acciones, el colectivo de hackers Anonymous sumó, a sus ya conocidas
acciones on line contra "blancos" del poder financiero, el impulso a los movimientos de
"indignados" en todo el mundo
Por Francisco Rivarola | Para LA NACION

Foto: AFP/TIMOTHY A. CLARY

Habrán escuchado sobre la amenaza emitida por un grupo


de hackers de destruir la red social Facebook el 5 de noviembre
pasado, amenaza que no se cumplió. Habrán visto quizás en
imágenes de protestas callejeras una máscara caricaturesca y
sonriente, casi expectante. Es una escena recurrente ya verla asomarse entre movimientos de "indignados" o
protestas alrededor del mundo. Una máscara que se ha convertido en el símbolo identificatorio de los integrantes
INFORMATICA – 5º AÑO – SELECCIÓN DE ARTÍCULOS PERIODÍSTICOS
INSTITUTO GUILLERMO RAWSON – PROF. JORGELINA CRETTA
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del grupo Anonymous, a veces presentados como hackers temibles o terroristas informáticos, a veces valorizados
como activistas que hacen de la Web el arma más poderosa para defender sus ideales.

La dirección www.whatis-theplan.org [Cuál es el plan.org] es la base central de este grupo enigmático desde la
cual gestan todas sus operaciones a escala mundial. Anonymous cobró notoriedad tras realizar lo que muchos
consideran los ataques cibernéticos más importantes de los últimos años, como el de Sony en abril pasado, o los
de Visa, PayPal y MasterCard, en defensa de WikiLeaks tras la congelación de sus cuentas. Lo que no se sabe,
sin embargo, es que sólo unos pocos del grupo son en realidad hackers , mientras que la gran mayoría son
simples usuarios que intentan hacer activismo político y social, participando en protestas o explotando de forma
ingeniosa las herramientas que les brinda la Red, cobijados siempre bajo el anonimato de Internet. Un ejemplo
reciente se dio el 18 de octubre pasado, cuando publicaron online una lista con los datos de más de 1500 usuarios
de páginas relacionadas con la pedofilia, tras haber hackeado estos sitios y esperando colaborar así con futuras
investigaciones del FBI.
De forma similar, esta semana se ocuparon de difundir por las redes sociales el número de teléfono y correo
electrónico del oficial John Pike, el policía que se ganó el odio de los "indignados" estadounidenses y ha
generado un fuerte debate mediático tras el incidente de la semana pasada en la Universidad de California. Basta
con buscar "UC protestorspeppersprayed" en YouTube para observar al oficial rociar casualmente una cantidad
desmesurada de gas pimienta sobre estudiantes que protestaban pacíficamente sentados en el piso, y que sólo se
negaban a levantarse.

Campañas como ésta y muchas más se gestan en su sitio central. Basta con elegir un nombre de usuario y
contraseña en www.whatis-theplan.org para ver cómo "anónimos" de todo el mundo confluyen en esta
base online, se dividen en foros por idiomas y países (siempre predomina el inglés) y debaten temas que los
miembros proponen, repartidos en numerosas secciones. La más interesante es la llamada "Operaciones". Desde
aquí se planea paso por paso la forma en que se van a llevar a cabo desde las manifestaciones más grandes hasta
simples operaciones que pasan desapercibidas. Como la operación Mover tu dinero por la cual los usuarios
retiran su dinero de cualquier entidad bancaria como una acción de protesta ante lo que consideran un sistema
capitalista corrupto, o, más reciente, la operación Wall Street.

Si bien la protesta que cambió el paisaje del corazón financiero tuvo distintas motivaciones, Anonymous se
anticipó a la movida. Usuarios del grupo comenzaron a discutir el 6 de agosto sobre la propuesta de la revista
canadiense Adbusters (creadores de la icónica imagen de la bailarina sobre el toro de Wall Street) de comenzar
una ocupación pacífica, más de un mes antes de que la protesta se trasladara a las calles. La organizaron a su
manera, dividiéndose en los que instalarían carpas y cocinas comunitarias, o creando adeptos y proclamando que
Anonymous "inundaría Manhattan". Sin embargo, faltaron a su promesa. Si bien Anonymous fue fundamental en
la difusión del movimiento de Wall Street en su temprana etapa, pocos integrantes se presentaron al lugar de los
hechos, y su presencia en el asunto fue disminuyendo.

Esto se debe a la estructura del grupo mismo. Si bien la imagen que proyectan hacia afuera es la de una entidad
sólida, universal, unificada por esa máscara que todos usan, el panorama desde adentro es muy distinto. Al
moverse por sus foros uno se da cuenta de las divisiones que hay dentro del grupo, de las muchísimas facciones
que lo componen y aquejan constantemente. El grupo sostiene una especie de democracia directa, en la cual no
existen líderes ni jerarquías, por lo cual hay una pluralidad enorme de voces que dicen hablar por Anonymous.
Esto ha probado ser una ventaja formidable al momento de enfrentarse con la ley, pues les es imposible a las
fuerzas policiales desmantelar una organización cuya descentralización e independencia entre los miembros
superan a la de células terroristas. Sin embargo, esa falta de estructura implica también vivir en un estado
constante de anarquía, sujeta sólo al comportamiento colectivo de los miembros. Ellos votan por las operaciones
con las que están de acuerdo, y cada uno elige participar como le plazca. En definitiva, son todos individuos que
adoptan el título de Anonymous al actuar en lo que cada uno considere activismo social, por lo cual muchas
veces surgen operaciones contradictorias o disparatadas.

Ideología imprecisa

La más reciente fue la de destruir Facebook el 5 de noviembre pasado. En el foro de Anonymous los usuarios se
hacían oír, mucho antes de la fecha mencionada, y el veredicto era ya casi unánime: "No va a pasar, la operación
es falsa"; "Ridículo, muchos activistas usamos Facebook como medio"; "Esto es o una broma o un plan
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irreflexivo", eran algunos de los comentarios que se leían al respecto. La verdad es que no fue más que un rumor
ya desmentido, fruto de un video en YouTube creado por un entusiasta de Anonymous que decía hablar por todo
el movimiento, y así lo interpretaron los medios.

El 5 de noviembre es además el día en el que se conmemora al revolucionario inglés Guy Fawkes, sujeto al cual
aluden las máscaras y la fecha central también en la película V de venganza en la cual se basa mucha de la
simbología de Anonymous, agregándole más atractivo a la fecha, pero a costa de la ideología del grupo.

Anonymous tiene una ideología de base, algo imprecisa, que intenta transmitir en una serie de mensajes y
eslóganes crípticos. Sus tres pilares y objetivos principales son la libertad de expresión, la transparencia política y
el desarrollo individual de los ciudadanos. Por eso, enemigos de la censura como son, no prendió entre sus
miembros la propuesta de destruir una red social; hubiera sido como ir en contra de todo lo que defienden. A la
vez, sin embargo, parecieran mantener un tono de constante amenaza, como lo demuestra el sombrío himno que
entonan al fin de todos sus mensajes: "Somos Anonymous. Somos legión. No olvidamos, no perdonamos.
Espéranos". Ese tono desafiante y la determinación con la que actúan a la hora de hacer lo que creen correcto los
ha llevado numerosas veces a enfrentarse a la justicia, tal como sucedió en julio cuando el FBI arrestó a 16
miembros de la entidad vinculados al ataque al sitio de PayPal en defensa de WikiLeaks. Sin embargo, los
distintos portadores de estas máscaras juran estar siempre a favor del pueblo (de ese aclamado 99%), incluso
cuando sus acciones rozan la ilegalidad.

Esta pluralidad de máscaras ha dejado de ser sólo un símbolo para Anonymous. Si bien todos se reúnen bajo la
misma cara sonriente de Guy Fawkes, bajo los mismos conceptos y objetivos generales, todos son en el fondo
individuos que poseen una concepción distinta de Anonymous. Para escribir este artículo fue necesario moverse
por sus círculos, hablar con miembros del grupo. Entre ellos, predomina una sensación constante de que están
siendo parte de algo grande, de idealismo y juventud. Quizás no se atreven a definir qué todavía, o usan palabras
grandes y generales como "movimiento universal" o "conciencia colectiva". Es temprano aún para saber si este
sentimiento y la predisposición de los miembros serán suficientes para sobrepasar las divisiones internas y su
posible desintegración; si Anonymous logra ser el actor influyente en la sociedad que dice estar listo para ser o si
fracasa y será recordado sólo como un puñado de hackers, o terroristas informáticos.

CAUSA JUSTA

Anonymous tomó de forma muy personal el asunto de Anders Breivik, culpable de la masacre de Noruega en
julio. Rápidamente, la división noruega del grupo logro hackear su cuenta de Twitter y eliminar todos los
mensajes allí publicados. Además, los activistas emprendieron una campaña para eliminar el manifiesto
extremista y xenófobo de Breivik, su legado más preciado. La operación Un Manifest consistió en distribuir por
Internet copias falsas y modificadas del texto de más de 1500 páginas, eliminando puntos clave, agregando cosas
totalmente absurdas, con la esperanza de que el documento original y su llamado racista se perdieran en el
ciberespacio entre un aluvión de copias ridículas y sin sentido. .
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TECNOLOGÍA
Los 10 años de Twitter: el diálogo global que cambió el balance de
poder
El 21 de marzo de 2006 se publicó el primer tuit; es la red social más influyente, pero tanto el número de
cuentas activas como las publicaciones diarias se estancaron
Ariel Torres
LA NACION
DOMINGO 27 DE MARZO DE 2016

Una década atrás los celulares sólo se empleaban para hablar y mandar mensajes de texto. No había WhatsApp, nadie
miraba tele en el teléfono ni sacaba fotos, nadie leía un ebook en el subte ni compraba un soporte para poner el
smartphone en el auto y usarlo como GPS. Sobre todo, nadie andaba tuiteando lo que veía por ahí, lo que opinaba, lo
que sabía, lo que había averiguado. Entonces llegaron, primero, Twitter y luego, el iPhone y su herencia de pantallas
táctiles.

Al principio, Twitter no fue cabalmente comprendido. Sólo a partir de 2007 empezó a sonar, especialmente en Estados
Unidos. Ese año, circularon 400.000 tuits por trimestre. El número subió a 100 millones por trimestre en 2008.
Entonces, el 15 de enero de 2009, el vuelo 1549 de US Airways debió acuatizar en el río Hudson, en Nueva York. Todos
los pasajeros fueron rescatados con vida. Algunos tuitearon fotos del avión hundiénsode en el agua helada. Ese mes, la
red del pajarito azul saltó del vigésimo segundo al tercer puesto en el ranking de las redes sociales.

El 27 de febrero de 2010, a las 3.34 de la mañana, Santiago, en Chile, y sus alrededores fueron sacudidos por un
catastrófico terremoto de magnitud 8,8. En la zona del desastre sólo quedaron funcionando las antenas de telefonía
celular. Twitter, que usa un escaso ancho de banda, fue clave para difundir las recomendaciones de la Cruz Roja –que
mostró una ejemplar capacidad de adaptación–, los pedidos de auxilio y las listas de personas buscadas.

Mientras el periodismo empezaba a debatirse entre adoptar Twitter o rasgarse las vestiduras, llegó la "primavera
árabe". Las protestas se organizaban y difundían mediante las redes sociales. El primer servicio que Egipto mandó a
bloquear fue, claro, Twitter. No sirvió. Los manifestantes hallaron en Internet otras formas de comunicar sus
testimonios, que luego se propalaban mediante la red de los trinos. Muy pronto, el gobierno de Hosni Mubarak llegó a
una conclusión obvia: había que desconectarse de Internet. El 28 de enero de 2011 Egipto desapareció del espacio
virtual. Pero la bravuconada le duró cinco días y medio. Ninguna economía, excepto las más precarias, pueden hoy
subsistir offline.

En marzo, el tsunami que se abatió sobre Japón volvió a ser protagonista de la línea de tiempo. Dos meses después,
Sohaib Athar (@ReallyVirtual) tuiteó que había helicópteros sobrevolando el barrio y, después, una serie de tiros y
explosiones. Sin saberlo, estaba reportando en vivo el raid que terminaría con la vida de Osama ben Laden en
Abbottabad, Pakistán. Esta serie de tuits marcan, quizás, el inicio de la conversación global. Una misión militar del
país más poderoso de la Tierra contra el terrorista más buscado circulaba cándidamente por las pantallas de cientos de
millones de celulares. Vaya lección.

Más tarde, periodistas y documentalistas se encargaron de buscar la verdad. Se aprendió así que Twitter no tenía nada
que ver con el periodismo. Era otra cosa: nos habíamos puesto a hablar entre todos y casi sin barreras. En la
Argentina, la clase política quedó desconcertada al descubrir que las manifestaciones se organizaban sin
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intermediarios. "Sorpresa" fue la palabra que más se oyó tras el rotundo éxito de la marcha convocada el 13 de
septiembre de 2012, con el hashtag #13S, contra el gobierno de Cristina Kirchner. Hubo otras, no menos icónicas:
la#MarchaDelSilencio, tras la muerte de Alberto Nisman, y #NiUnaMenos, contra el horror del femicidio.

Es raro. Como civilización habíamos creado docenas de herramientas para comunicarnos, desde la misiva manuscrita
hasta la TV y el correo electrónico. Pero nunca se nos había ocurrido dialogar en el nivel de todo un barrio, una ciudad,
una nación o el planeta entero. Sin saberlo, los creadores de Twitter originaron ese recurso. No es casual que lo
empleen desde presidentes hasta astronautas en órbita. ¿Qué es un tuit? Es un título y una bajada. Es un chiste. Es una
confesión. Un consejo. Un proverbio. Un dato. O una foto, como la que Ellen DeGeneres lanzó a la tuitósfera en
ocasión de los premios Oscar de 2014 y fue replicada más de 3,3 millones de veces.

Diez años después, lanzar un tuit se ha convertido en un derecho adquirido. Diez años después la civilización no puede
comprenderse sin este diálogo global, a veces encendido, a veces pavote, a veces cínico, a veces esperanzado. A veces,
de sordos.

Diez años después, aprendimos que ahora tenemos más poder, los ciudadanos de a pie, pero que no siempre la
indignación virtual cambia la realidad. Otra lección.

Diez años después, hay 530 millones de cuentas de Twitter, de las que 320 millones se mantienen activas; el
crecimiento se ha estancado, y ésa es la principal preocupación de los inversores desde que la red de los trinos empezó
a cotizar en Bolsa, el 7 de noviembre de 2013. El número de tuits tampoco ha aumentado mucho desde 2013; la cifra se
encuentra en más o menos 500 millones por día. Instagram, el servicio de fotos retro que Facebook compró en abril de
2012, ya ha superado a Twitter en usuarios activos y se acerca a la cifra de publicaciones por día.

Las dos razones que se esgrimen para explicar la desproporción que existe entre la influencia política de Twitter y su
escaso avance en número de usuarios y mensajes son que su uso resulta muy complicado –a menos, al principio– y
que la red social no ha sabido poner un freno a las conductas abusivas, a veces por parte de antisociales solitarios, a
veces organizadas por activistas políticos. En esto, Twitter también se parece a la dura realidad.

Diez años después, todo parece indicar, Twitter se encuentra en una encrucijada. Es la red social más influyente, pero
ha dejado de crecer y no encuentra cómo monetizarse. En algún momento del futuro, tal vez la compañía sea adquirida
por alguno de los grandes. Tal vez se extinga lentamente. Es lo de menos. Ahora sabemos que nos encanta hablar entre
todos y siempre vamos a encontrar una forma de hacerlo.

01/2011 - #Egypt - Las redes sociales fueron claves en la "primavera árabe";


el 25 de enero de 2011 el gobierno egipcio bloqueó Twitter
Foto:LA NACION

03/2014 - #Oscars - La selfie de Ellen DeGeneres, capturada por Bradley


Cooper, fue replicada por más de 3,3 millones de personas
Foto:LA NACION
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06/2015 - #NiUnaMenos - Más de 150.000 personas marcharon para


manifestarse contra el horror de los femicidios en la Argentina

Foto:LA NACION

Una conexión que nunca habíamos visto


Julián Gallo PARA LA NACION. DOMINGO 27 DE MARZO DE 2016

El autor del libro El cisne negro, Nassin Taleb, defiende una teoría sobre la expectativa de vida de las cosas conocida con el nombre
de Efecto Lindy. Esa teoría sostiene que las cosas no perecederas (aquello que no tiene una fecha de caducidad orgánica)
incrementa su sobrevida con el paso del tiempo. Cada día adicional puede implicar una esperanza de vida más larga: la tasa de
mortalidad disminuye con el tiempo en lugar de aumentar.

Esa teoría fue puesta a prueba en 1993 por el físico Richard Gott, quien logró hacer una predicción con un 95% de acierto sobre qué
espectáculos de Broadway iban a seguir en la cartelera al año siguiente y cuáles no, basándose exclusivamente en el tiempo que ya
llevaban en cartel. Para lo imperecedero, el tiempo funciona como un editor que selecciona y al mismo tiempo robustece aquello
que elige, haciéndolo cada vez más durable. Lo que sobrevivió cien años podrá hacerlo probablemente otros cien y lo que lo hizo por
mil años seguirá acá mil más.

Si miramos el décimo aniversario de Twitter desde la perspectiva del Efecto Lindy podríamos creer que Twitter ya superó una
prueba importante del tiempo y que tiene casi asegurada su supervivencia por los próximos diez años. Pero existen sombríos
indicadores que hacen sospechar que tal vez no sea así, que las reglas que predicen la expectativa de vida de los espec-táculos en
Broadway no funcionará en este caso. ¿Logrará mantener Twitter el interés de sus usuarios y será capaz de captar a otros nuevos?
¿Encontrará los algoritmos adecuados para que el contenido siempre sea relevante? ¿Estará en condiciones de alcanzar la agilidad
de Snapchat, la inteligencia de Facebook, la alegría de Instagram? ¿O quedará estancado en esa hosca comunidad que es ahora,
muchas veces inteligente, pero muchas más hostil, racista y fanática?

Pero para evaluar la importancia que Twitter tuvo en la cultura no importa el futuro. Ya dejó una marca permanente en la
civilización, como advirtió la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos cuando en 2010 adquirió el archivo de Twitter de miles
de millones de mensajes, dándole así la categoría de tesoro de la humanidad. Es que el mundo le debe una forma inesperada de
telepatía, una conexión que nos permitió saber lo que piensan los demás sin preguntar, y sentir los sentimientos de los otros sin
conocerlos.

Para la Argentina, Twitter fue un medio crucial. Ningún libro de Historia que se ocupe de entender estos años podrá soslayar, por
ejemplo, las verborrágicas cascadas de tuits de Cristina Kirchner los domingos a la tarde, ni el novedoso género de las peleas
matrimoniales de celebridades tuiteadas, ni la subordinación de los medios a algo más rápido que ellos, ni la genialidad sintética de
algunostweetstars, ni el predictivo comportamiento de los tuits en el cierre de campaña presidencial en 2015, ni la inédita
capacidad colectiva para coordinar el repudio, el amor, la alegría, el odio, el dolor.

En todos estos años, con su estrecha regla de 140 caracteres, Twitter logró encauzar las conversaciones mentales de millones de
personas. Pudimos ver cara a cara una parte de nosotros que nunca antes habíamos visto. Eso, hasta acá, fue extraordinario.

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