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LOS DERECHOS DE LA CONCIENCIA 1/

Son muchos los católicos que se encuentran en aprietos y en dudas frente a


documentos recientes del Magisterio de la Iglesia sobre moral y piden una
orientación. Por lo cual, juzgo oportuno reproducir el siguiente artículo publicado en
1.966.

Aunque el ideal es que se busque armonía e integración entre conciencia y ley


moral, no es raro, antes frecuente hoy en día, el que exista una sana tensión entre
nuestra conciencia y la ley moral. La Ley trata de favorecer la tradición y la
continuidad de los valores morales, mientras la conciencia se muestra más sensible a
la evolución histórica y cultural de los valores.

Por un lado, el Magisterio de la Iglesia muestra a las claras el deseo de


recuperar una autoridad que le viene siendo cuestionada, cuando no negada, en los
últimos lustros. Por otro, el católico reacciona, celoso, ante el peligro de perder una
autonomía moral conquistada después de siglos. Ya decía un teólogo actual: "Ningún
recurso a una autoridad por alta que sea puede arrebatar al hombre la autonomía
intramundana, la capacidad ética de darse leyes y ser responsable en la
configuración del mundo que le ha encomendado el proceso de la secularización".

No se asuste amigo (a): el Magisterio de la Iglesia no le quiere quitar la


autonomía moral, que él mismo le ha reconocido, y que se encuentra fundamentado
en la misma tradición cristiana.

Por encima de la ley, así lo enseñó y practicó Jesucristo, se encuentra el Señor


de la ley. Y fue él quien enseñó a los legisladores de todos los tiempos a poner la ley
al servicio del hombre y no el hombre al servicio de la ley, como lo hacían los
fariseos.

Lo cual, repito, no elimina sino ayuda a superar las tensiones entre conciencia
y ley moral. Sólo que en caso de oposición, su conciencia, después de leer, orar,
consultar, ve un punto de forma diferente o aun contraria a lo que prescribe la ley,
siempre ha enseñado la Iglesia que usted debe seguir el dictado de su conciencia, así
esté equivocado.

Para terminar me permito citar un caso de tensión entre un obispo y un grupo


de sacerdotes que en conciencia se permitió disentir públicamente de la encíclica
Homanae Vitae.

Corría el año 1970, dos años después de la publicación de la Encíclica,


sesenta sacerdotes de la Diócesis de Washington, USA, no estaban de acuerdo con la
norma de la Encíclica, según la cual, para regular responsablemente la familia, solo
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se permitían los métodos naturales. El obispo de Washington, impuso como sanción


a los sesenta sacerdotes, la suspención de su ejercicio sacerdotal, la sanción más
fuerte que se puede imponer a un sacerdote.

Estos, ni cortos ni perezosos, entablaron una demanda canónica ante la Santa


Sede contra su obispo por abuso de autoridad e irrespeto a su conciencia. Alarmada
la Santa Sede, pidió a los sacerdotes que retiraran la demanda y propuso que ambas
partes nombraran un apoderado para resolver amistosamente el litigio. Así se hizo.
Después de un año respondió la Congregación para el Clero:

1. La conciencia es el juicio práctico o dictado de la razón, por lo cual uno juzga lo


que aquí y ahora debe hacerse, porque es bueno; o debe evitarse, porque es malo.
Todo esto dentro del respeto que merece el Magisterio de la Iglesia.
2. A la luz de lo anteriormente dicho, el papel de la conciencia es el de un dictado
práctico, no el de un maestro de doctrina.
3. La conciencia no es una ley en sí misma, y uno, al formar la propia conciencia,
debe guiarse por las normas objetivas morales, incluyendo la auténtica enseñanza
de la Iglesia.
4. Las circunstancias particulares que rodean un acto humano, objetivamente malo,
aunque no pueden hacerlo objetivamente virtuoso, pueden hacerlo disculpable,
menos culpable, o subjetivamente defendible.
5. En el análisis final, la conciencia es inviolable, y el hombre no debe ser forzado a
actuar de forma contraria a su conciencia, como afirma la tradición moral de la
Iglesia.

La Congregación del Clero pidió al obispo levantar la sanción impuesta a los


sacerdotes y readmitirlos en sus funciones sacerdotales.

De ese importante documento del Magisterio se sigue que, entre conciencia y ley
moral, debe existir armonía e integración. Pero cabe al católico el derecho,
reconocido y respetado por la Iglesia, de disentir alguna vez de una norma sin tener
que dejar la Iglesia ni sentirse mal católico.

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1/ Extractado del Diario El Tiempo, por Alfonso Llano Escobar

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