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POSTBELICA EN AFRICA
Itziar Ruiz-Giménez Arrieta
Proyecto libro U. Deusto:
Transforming Societies Emerging from Conflicts: An agenda For Equality and Social
Justice.
Abstract (300 palabras)
1
mundo: el informe “Mainstreaming a gender Perspective in Multidimensional Peace
Operations”1, la Declaración de Windhoek, el Plan de Acción de Namibia2 y, sobre
todo, las Resoluciones del Consejo de Seguridad 1325 (del 2000) y la 1820 (dell
2008) sobre Mujeres, Paz y Seguridad.
Diversas son las razones que explican la consolidación del discurso de género en la
agenda de la pluralidad de actores internacionales que conforman lo que M. Duffield
denomina el “complejo de paz liberal”, una red trasnacional compleja, mutable y
estratificada que está formada por Naciones Unidas –en adelante NNUU-, Banco
Mundial, FMI, organizaciones regionales -Unión Africana, Comunidad Económica del
África Occidental -CEDEA-, así como estados, agencias donantes, ONGS, ejércitos,
etc.,). Actores que con diferentes agendas, valores, intereses “hacen posible la
gobernación liberal mundial, en el ámbito de la construcción de la paz” 3
En primer lugar, las conquistas del movimiento global de mujeres que consigue
avances importantes en el reconocimiento de sus derechos: entre otros, la
Conferencia Mundial de Viena (1993), la Declaración para la Eliminación de la
Violencia contra las Mujeres (1993), el nombramiento de una Relatora Especial
sobre Violencia contra las Mujeres (1994), la Conferencia Internacional sobre
Población y Desarrollo (Cairo, 1994), la Declaración y Programa de Acción de
Beijing (1995)4, el Programa de Beijing +5, la Resolución de la Asamblea General
sobre “Mujeres 2000: igualdad de género, desarrollo y paz en el siglo XXI”5, etc.
Asimismo, logran introducir el género en las agendas globales (y conferencias)
sobre población, alimentación, medio ambiente, comercio y, sobre todo, en los
discursos y políticas del desarrollo (mediante la consolidación del enfoque “genero
en desarrollo”).
1
Informe del Departamento de Operaciones de Mantenimiento de la Paz de la ONU.
2
Sobre la incorporación de una perspectiva de género en las operaciones multidimensionales de apoyo a
la paz.
3
Mark Duffield: Las nuevas guerras en un mundo global, (Madrid: Los Libros de la Catarata, 2003),p
39..
4
Incluye compromisos de incrementar la participación de las mujeres en la toma de decisiones, de reducir
los presupuestos militares, de promover la resolución no violenta de los conflictos y la contribución de las
mujeres para fomentar una cultura de paz.
5
Resolución 23/2 de la Asamblea General del 2000.
2
de guerra que ha convertido “el cuerpo de las mujeres en el campo de batalla” 6. Se
crean varios órganos de NNUU dedicados a investigarlo y denunciarlo7 y se
consigue que los Tribunales Penales Internacionales para la exYugoslavia y Ruanda
admitan que la violencia sexual en conflicto es un crimen de guerra, parte del delito
de genocidio y de los crímenes contra la humanidad. Dichos avances se confirman
en los Estatutos de la Corte Penal Internacional y del Tribunal Penal Internacional
para Sierra Leona (2000)8. En el mismo sentido se ha posicionado el Consejo de
Seguridad de NNUU en la resolución 1820 de 19 de junio del 2008 que además ha
añadido que la violencia sexual cuando se utiliza como estrategia bélica “agudiza
las situaciones de conflicto y constituye en algunos casos un impedimento para el
restablecimiento de la paz y seguridad internacional” por lo que muestra su
disposición a adoptar, si es necesario, medidas apropiadas para hacer frente a la
violencia sexual generalizada o sistemática9
6
Sanam B Naraghi-Anderlini, Women, Peace and Security: A Policy Audit. (Londres: International Alert,
2001), 12.
7
Relatora sobre la violación sistemática, la esclavitud sexual y las prácticas análogas a la esclavitud en
tiempo de guerra (1995) que publicaba su informe final en 1998, actualizado en el 2000. E/CN.4/2001/73)
en el que se recoge los avances más importantes dentro del derecho penal internacional sobre la violencia
sexual en conflictos. También se nombran varios Relatores Especiales para investigar la violencia sexual
en Yugoslavia, Ruanda, RDC.
8
Que estipulan además medidas para mejorar la investigación y garantizar la protección de las mujeres
victimas, así como para incorporar la perspectiva de género en los juicios, etc.
9
Resolución 1820(2008) de 19 de junio del 2008.
10
Ver p.e Alicia Campos (ed), Ayuda, Buen gobierno y Mercado, (Barcelona: Icaria, 2005).
11
C Reimann, “The Field of Conflict Management: Why Does Gender Matter?” en AFB-Texte Nr 4/99
(Bonn: Information Unit Peace Research, 2002).
3
reformas), solo contiene dos breves referencias al “genero”12 . Laguna que
intensificará la presión del movimiento global de mujeres para que el Consejo de
Seguridad apruebe la resolución 1325 que obliga a NNUU (y al “complejo de paz
liberal”) a situar la perspectiva de género en el centro de sus actividades de
prevención, resolución de conflictos y reconstrucción posbélica13 .
12
Kari Karamé, “Gender mainstreaming the peace-building process” en Gender and Peace-Building in
Africa, ed Kari Karame (Oslo: Norsk Utenrikspolitisk Institutt, 2004): 14.
13
Sobre el papel del movimiento de mujeres, ver p.e Carmen Magallon, Mujeres en pie de Paz, (Madrid:
Siglo XXI, 2006): 143-169; o O Ramsbotham y T Woodhouse, Contemporary Conflict Resolution
(Cambridge: Polity Press, 2006): 273-5.
14
Con siete declaraciones presidenciales sobre el tema. S/PRST/2001/31, S/PRST/2002/32, S/PRST
2004/40, S/PRST/2005/52, S/PRST/2006/42, S/PRST/2007/5 y S/PRST/2007/40 y la resolución 1820 ya
mencionada.
15
Que ha tratado el tema en multitud de resoluciones temáticas y sobre países. Sobre ello ver, Secretario
General NNUU, Mujeres, paz y seguridad, 25 de septiembre (S/2008/622), p 4.
16
Ver p.e. Mujeres, Paz y Seguridad del 2003, 2005, 2007. Otros informe son los del Comité Especial
sobre operaciones de paz de marzo del 2002 (GA/57/731); el Informe From Beijing to Beijing+5 del
2001, Plan de Acción sobre explotación sexual en las operaciones humanitarias 2002. En
http://www.womenwarpeace.org/
17
Ellen Johnson Sirleaf y Elisabeth Reh, Women, War, Peace: The independen Experts Assesment
(NNUU, 2002)
18
Los Planes de Acción sistemáticos (System-wide Action Plan) del 2005-2007 y su actualización para el
2008-2009 (S/2005/636 y S/2007/567
19
Que crea además un manual de genero en acción humanitarian (Women, Girls, Bayos and men:
Differents needs_Equal Oportunities.
4
e incluir una agenda de “genero” durante el proceso de paz y de reconstrucción
posbélica20 .
Con estos avances la agenda de género adquiere una mayor relevancia dentro del
“complejo de paz liberal”. Sin embargo, existe una importante distancia entre la
retórica y las prácticas, entre los discursos y el grado real de implementación de la
resolución 1325. Distancia que nos obliga a reflexionar sobre la experiencia
acumulada en las últimas dos décadas para lo cual este capítulo se centra en el
estudio de los procesos de resolución de conflictos africanos. Dichos conflictos
ocupan hoy en día un lugar relevante en la agenda internacional de “construcción
de la paz” al ser considerados el caldo de cultivo de las principales amenazas para
Occidente (estados fallidos, terrorismo, crimen organizado, migraciones).
20
S. Whittington, Security and reconstruction in Africa: role of Security Council Resolution 1325 en
Security, Reconstruction and Reconciliation. When the wars end, ed. M. NDULO (Londres: University
College London, 2007).
21
Ver p.e la Resolución del Parlamento Europeo 2000/2025, la Resolución de la Asamblea Parlamentaria
del Consejo de Europa de 4 de mayo del 2004 o la Decisión 14/04 del 2004 de la Organización para la
Seguridad y Cooperación en Europa que aprueba una Plan de Acción para la promoción de la igualdad de
género; las Iniciativas de Roma sobre Prevención de Conflictos- Fortaleciendo el papel de las mujeres en
la prevención de conflictos del G-8.
22
También se crea el Protocolo Adicional a la Carta Africana de los derechos Humanos y de los pueblos
sobre Derechos de las Mujeres (julio 2003) cuyo artículo 10 reconoce el derecho a la paz y a que las
mujeres participen en su promoción y mantenimiento. Se pone en marcha un comité de mujeres y un
directorio sobre mujeres, género y desarrollo.
23
Sobre dichos Planes, ver UN-INSTRAW, Securing Equality, Engendering Peace: A guide to policy and
planning on women, peace and security -Un SCR 1325- (Santo Domingo: Institute for the Advancement
of Women –INSTRAW- de NNUU, 2006).
5
Se podría pensar que los principales obstáculos que existen para la integración de
la agenda de género en los procesos de resolución de conflictos se encuentran en el
interior de las sociedades africanas: sistemas de género claramente discriminatorio
contra las mujeres, resistencias al cambio, etc. Sin embargo, seria bueno no caer
en uno de los errores más importantes que, a mi juicio, se suelen cometer respecto
al continente africano: atribuir sus problemas exclusivamente a factores endógenos
(como suele hacerse en relación con el desarrollo, los conflictos, etc). Mientras el
subdesarrollo se vincula a la ausencia de capital social, recursos, el crecimiento
demográfico descontrolado, el deterioro medioambiental, la criminalización de las
elites, la debilidad del estado, etc., los conflictos se atribuyen a la revitalización de
la etnicidad o la codicia de los señores de la guerra24 .
En el caso que nos ocupa, las dificultades para pasar de las palabras a los hechos,
para que realmente se cumpla la resolución 1325 se ubican (junto a los factores
internos) dentro del propio “complejo de paz liberal”. Aunque no es un ente
homogéneo ya que forma una red trasnacional integrada por una enorme pluralidad
de actores (NNUU, organizaciones regionales, Banco Mundial Fondo Monetario
Internacional, estados y agencias donantes, ONGs, empresas, etc) con diferentes
agendas, mandatos, valores, intereses, existe una estrategia hegemónica de
intervención que, en mi opinión, presenta dificultades propias y contradicciones que
obstaculizan la consolidación de verdadera agenda de “género” en su actuación en
los conflictos africanos.
24
Sobre la construcción del subdesarrollo como una patología del Sur ver, M Duffiel Las nuevas guerras
en un mundo global, (Madrid: Los Libros de la Catarata, 2003,.
6
Por ello, es importante analizar cual es el diagnostico sobre el origen de la violencia
que defiende dicha estrategia así como cuales son las “recetas” que propone para
remediarlo y así, evaluar su impacto sobre las relaciones de género25 . En la
actualidad, gran parte de los integrantes del “complejo de paz liberal” aceptan que
los conflictos africanos son “nuevas guerras” producidas por la descomposición de
los estados frágiles y, sobre todo, por la “codicia” (greed) de los señores de la
guerra hacia los recursos naturales (petróleo, diamantes, madera, minerales,
coltan, etc.) del continente. Por ello, buscan incentivarles (para que les salga más
rentable la paz) y reconstruir el estado, algo que, en mi opinión, puede resultar
contraproducente si no se tienen en cuenta algunos elementos cuestionables de la
narrativa de la “codicia”.
Aunque muchas son las críticas que recibe dicha narrativa, tres se destacan aquí:
primero, su excesiva generalización, al aplicarse por igual a todos los conflictos
africanos olvidando que tienen diferentes orígenes, trayectorias históricas,
coyunturas socio-económicas o políticas y protagonistas (nacionales, regionales e
internacionales), etc. Segundo, su énfasis excesivo en la lucha por los recursos
naturales (que, sin duda juegan un papel importante) oscurece otros muchos
factores que explican el origen y mantenimiento de la violencia armada. Tercero su
resistencia a incorporar una dimensión de género en el análisis de dichos
conflictos26 .
25
Itziar Ruiz-Giménez, “La agenda de buen gobierno en los procesos de reconstrucción postbélica” en
Democracia y buen gobierno en África Subsahariana, ed. Ana Alcalde y Alfonso Ortiz (Madrid, 2007):
79-83.
26
Gran parte de los estudios sobre las causas de los conflictos adolecen en general de una perspectiva de
género como se puede observar p.e en las citadisimas obras de Collier sobre los vínculos entre los
recursos naturales y la violencia armada. p.e P Collier, Economic causes of civil conflict and their
implications for policy (Development Research group, World Bank, 2000)
7
represión que previamente había llevado a cabo el gobierno contra ciertos grupos o
toda la población27 .
Los conflictos africanos de la posguerra fría tienen, en segundo lugar, una clara
dimensión política vinculada a la crisis institucional que de forma diferente afectó a
los regímenes africanos en función de su historia, coyuntura política, económica
pero que, en general, acentuó las desigualdades horizontales existentes28 . Una
crisis producida, a su vez, tanto por factores endógenos (autoritarismo y quiebra
del sistema de clientelismo neopatrimonial, crisis económica galopante, alto
desempleo, deterioro de los servicios sociales, etc.,) como exógenos (el derrumbe
de los precios agrícolas y de materias primas, la deuda externa, los Planes de
ajuste estructural -en adelante PAE-, el recorte de la ayuda de los países
occidentales y la URSS)29 .
27
Stephan Ellis, Interpreting, “Violence, Reflections on West African Wars” en Violence, ed N.L.
Whitehead (Oxford: James Currey y School of American Research Press, 2004); Paul Richards (ed), No
Peace, No War: An anthropology of Contemporary Armed Conflicts, (Oxford: James Currey, 2005).
28
Ver el capitulo de Corinne Caumartin en este volumen
29
Sobre todo ello, ver Itziar Ruiz-Giménez, Las “buenas intenciones”: intervención humanitaria en África
(Barcelona: Icaria, 2003).
30
Jean Francois Bayar, El estado en África. la política del vientre, (Barcelona, Bellaterra, 1999.
31
Christopher Taylor, Sacrifice as terror. The Rwandan genocide of 1994 (Oxford: Berg. 1999),156. Ver
también Erin K Barne, Body Politcs and the rwades crises. Third Wolrd Quarterly (vol 24:3, 2003)
32
Cecilia N Mzvondiwa, “The role of women in the reconstruction and building of peace in Rwanda:
Peace prospects for the Great Lakes Region”, African Security Review nº 16:1: 100
8
1.1.2 Invisibilización del género en la génesis de la violencia y en las luchas de
resistencia política
Esta dimensión de género nos recuerda su existencia no sólo en los conflictos
africanos, sino también en la crisis estatal y en los agravios que están en la génesis
de la violencia, algo que la narrativa dominante suele obviar. Gracias a los estudios
de género se conoce, no obstante, cada vez más las relaciones entre género y
política en África33 . Aunque hubo avances en la lucha por los derechos de las
mujeres34 , en la mayoría de los regímenes postcoloniales (muchos autoritarios y/o
de partido único y liderados por un “hombre fuerte”) se profundizaron las
desigualdades de género (junto a las de clase, étnica, etc.) que se agudizaban más
si cabe con la crisis estatal. Sólo se menciona aquí algunas de los efectos que dicha
crisis tuvo de forma diferenciada sobre hombres y mujeres.
Por un lado, la reducción del estado (promovida por los PAE) tuvo un importante
impacto de género (junto a otros como el étnico, de clase, etc): aumento del
desempleo público con mayor impacto en los puestos menos cualificados (ocupados
por mujeres), reducción de la capacidad de consumo de muchas familias, aumento
de la competencia en el sector informal (con desplazamiento de las mujeres hacia
actividades menos “rentables”), desplazamientos migratorios, etc. Aumentaron
significativamente las cargas familiares de muchas mujeres que se convertían (más
si cabe) en el principal sostén familiar. En algunos países (Togo, Camerún, Chad),
más del 20% de los hogares pasaban a ser dirigidos por mujeres solas. Segundo, la
eliminación de los subsidios a los alimentos acentuaba sus cargas familiares y la
discriminación alimentaría en su contra35 . Tercero, el recorte de los servicios
sociales, su pérdida de gratuidad, la escasez de ingresos familiares y el desigual
estatuto socio-económico acentuó el diverso acceso de hombres y mujeres a los
sistemas sanitarios36 y educativos37 . Todo lo anterior, afecta a su vez al interior de
las familias, aumentando las situaciones de violencia domestica.
33
Analizando por ejemplo, los diferentes roles y espacios (públicos y privados) que ocuparon las mujeres
en el periodo clásico (siglos XI a XVIII), el impacto del comercio de esclavos y la colonización sobre los
diversos sistemas de género africanos o el papel de las mujeres en las luchas de liberación nacional en el
siglo XX. Sobre todo ello ver, por ejemplo, Soledad Vietiez y Mercedes Jabardo, Africa subsahariana y
diaspora africana, género, desarrollo. Mujeres y Feminismos en África en el Horizonte ed. Enara Echart y
Antonio Santamaría (Madrid: Los Libros de la Catarata y IUDC, 2006: 165-194
34
P.e en países como Angola, Mozambique.
35
Dado su estatus social y familiar subordinado, son las últimas en comer, lo que unido a su sobrecarga
de trabajo tiene un importante impacto en su salud.
36
Ver p.e Luisa Antolin, Cooperación en Salud con perspectiva de género, (Madrid: Federación de
planificación familiar, 1997), Diane Elson, Male Bias in the Development Process (Manchester:
Manchester University Press, 1991),
37
Descenso mayor de matriculación de niñas, aumento fracaso escolar o inasistencia por el aumento de
cargas familiares para apoyar a sus madres o por el cansancio acumulado, etc.
9
La crisis del estado y los servicios sociales generaron un importante malestar social
y muchas mujeres se situaron (junto a muchos hombres) en la primera línea de las
protestas sociales y políticas que fueron, en ocasiones, duramente reprimidas.
Otras optaron por sumarse como combatientes a los grupos armados de oposición y
no siempre lo hicieron coaccionadas. Sin negar la existencia de muchas
experiencias de incorporación forzada, interesa aquí enfatizar la experiencia de las
mujeres que se sumaron a las facciones por motivos ideológicos y para luchar
contra órdenes estatales considerados opresores e injustos. En otras ocasiones se
unían a los grupos como medio para huir del control familiar o social, de
matrimonios forzados y relaciones de género desiguales, así como por
supervivencia (conseguir ingresos, protección para ellas, sus familias o aldeas), o
por la promesa de un futuro mejor.
38
Donde dos mujeres “adama cut hand” y “Krio Mammy” ocuparon puestos importantes en el Frente
Unido Revolucionario –RUF-.
39
Donde un 2,3% de los participantes en el genocidio de 1994 fueron mujeres. E. Powley,
“Strengthening governance: the role of women in Rwanda´s Transition”,
womenwagingpeace.net/content/articles/satfulcsestudy.pdf (enero 2008) o Christopher Taylor, op. cit.154
40
Algunos testimonios atestiguan casos de mujeres somalíes que han creado, mantenido y dirigido sus
propias milicias. Judith Gardner y Judy El Bushra, Somalia. The Untold History. The War through the
eyes of Somali women (Londres: Pluto Books, 2004)
41
Vicenc Fisas, “Anuario 2008 de procesos de paz”, (Barcelona, Icaria, 2008) 20.
10
bélico, en campos de refugiados, en los propios hogares42 . E incluso dentro de las
facciones armadas donde, en muchos casos, se producía una clara división sexual
del trabajo ocupando las mujeres puestos más subalternos y sufriendo, en muchas
ocasiones, violencia sexual.
42
Wenona Giles (et al), Feminst under Fire. Exchanges across war zones (Toronto: Between the Lines,
2003).
43
Secretario General NNUU: Mujeres, paz y seguridad (S/2008/622) p. 2.
44
Martin Doornbos: “State collapse and Fresh Stars: Some Critical Reflections”, Development & Change,
nº 33: 5 (2002)
45
Koen Vlassenroot y Tim Raeymakers, “¿El retorno del leopardo?. Patrimonialismo y crisis post-
transición en la RDC", Revista electrónica de Relaciones Internacionales, vol 6 (2007),
11
represión, enriquecimiento, violencia contra parte de la población y de
reforzamiento de las desigualdades sociales, étnicas y de genero. Marcos que son
transfronterizos y trasnacionales al estar formados no sólo por actores locales o
regionales (refugiados, gobiernos vecinos) sino también externos como las
multinacionales o los gobiernos del Norte (que apoyan a unos u otros, venden
armas o codician recursos naturales).
12
para siempre), ha provocado que muchas mujeres (tanto en el mundo rural, en las
ciudades somalíes como en la diáspora), se conviertan en las principales sostenes
de la familia, aumentado su importancia y responsabilidad. Durante el conflicto
muchas mujeres somalíes se han visto envueltas en actividades económicas que se
asociaban tradicionalmente a los varones (p.e pastoreo, comercio de ganado a
media o larga distancia, etc.), se han articulado en grupos de la sociedad civil (p.e
como constructoras de paz) y han pasado a tener mayor influencia en el ámbito
comunitario donde antes no se les permitía actuar48 .
Estos cambios no impactan (ni son vividos) de igual manera por todas las mujeres,
depende de su situación (su clan, origen étnico, religión, clase económica), si viven
en el campo o en la ciudad, si son solteras, viudas o casadas, si tienen o no una red
social de apoyo, etc. Además, todavía está por vez si los cambios mencionados son
“meros mecanismos circunstanciales de supervivencia con pocas implicaciones para
el futuro o precursores de la transformación de la posición de la mujer en las
sociedades africanas49 . El precedente de los movimientos de liberación nacional
africanos de la Guerra Fría nos indica que dichos cambios no son inevitables y que,
por el contrario, pueden revertirse (p.e en Mozambique, Eritrea).
48
Idem: 4
49
Judith Gardner & Judy El Bushra: op. cit: 104 y, en general, capítulos 4-5
50
William Zartman, Collapsed States: The Disintegration and Restoration of Legitimate Authority.
(Boulder: Lynne Rienner, 1995)
13
masculinidad y feminidad para determinar si contribuyen a la mayor autonomía y
empoderamiento de las mujeres o, por el contrario, suponen un retroceso en sus
derechos. Igualmente debería conocerse con más detalle cuales son las redes de
autoayuda, solidaridad, protección y resolución de conflictos que la población local
(y, en especial, de las mujeres) han reconstruido durante el conflicto. Debería
indagarse de que forma se han articulado en cada caso los movimientos de mujeres
(y en general la sociedad civil) etc. Sólo así se puede decidir cual es la mejor
formula para ayudar a esa sociedad a reconstruir lazos y emprender el camino
(largo y difícil) de la equidad de género, la justicia social y la paz.
Entre los objetivos de la resolución 1325 se establece que debe haber más mujeres
participando en las misiones de paz (en especial en sus puestos directivos)51 y que
debe incorporarse la perspectiva de género al mandato y actuaciones de dichas
misiones.
Según el informe de Ellen Johnson Sirleaf y Elisabeth Rehn (2002), del personal
militar de las misiones de NNUU desplegadas entre 1957 y 1989, sólo el 0,1%
serán mujeres. En la posguerra la cifra aumenta y se sitúa en el 3% del
componente militar y al 4% del policial en el año 2000. Desde entonces, se ha
realizado un esfuerzo para incrementar su presencia (en especial en puestos de
liderazgo). Sin embargo, salvo en Namibia (con 40% de mujeres) y Sudáfrica
(50%)52 , su número sigue siendo simbólico. Según la propia NNUU, en el año 2005
sólo el 1% del personal militar, el 4% de la policía civil, el 30 % del personal
internacional civil y el 20% del personal civil local contratado por las misiones, eran
mujeres53 . Tres años después, a julio del 2008 las mujeres constituyen el 2,% del
personal militar,y el 7,6% de la policía civil.54 Muy lejos del objetivo previsto de
alcanzar el 30% en el 2005 y la paridad de género en el 2015.
51
Ver apartados 1-6 de la Resolución
52
Al parecer por el compromiso personal del Representante especial de NNUU (Martti Ahtisaari) como
por el alto componente de personal civil en ambas misiones.
53
Departamento de OMP: Gender mainstreaming in peacekeeping operations. Progress Report (NNUU,
2005) www.un.org/womenwatch/ianwge/activities/E-2004-CRP-3.pdf (28 enero 2008): 16
54
Secretario General NNUU: mujeres, paz y seguridad, S/2008/622, p. 11, parraf 51, (25 septiembre 2008
14
Representante Especial y Representante Especial Adjunto eran mujeres (en Sudan y
Liberia)55 . A septiembre del 2008, no había ninguna en esos puestos y sólo una
56
mujer era jefe de misión (Liberia). Había además siete jefas de misión adjuntas .
Cifra similar a la de años anteriores pues sólo cinco mujeres han ocupado dichos
cargos57 , y otras 8 otros puestos de alto nivel58 . Dentro del departamento de
mantenimiento de la paz el 28,6% de los puestos de alto nivel son mujeres (frente
al 27,5 del año 2004).59
55
Ellen Margrethe Loj desde octubre 2007 y Henrietta Joy Abena desde agosto 2007.
56
En las misiones de Burundi, Chad, RDC, Libano, Liberia, Nepal y Sudan). Secretario General NNUU:
mujeres, paz y seguridad, S/2008/622, p. 11, parraf 51, (25 septiembre 2008, p. 11, parraf 53.
57
En Angola 1992-03, Bosnia-Herzegovina 1995-2000, Burundi 2004-2006, Chipre 1998-99, Sur África
1992-94
58
http://www.peacewomen.org/un/pkwatch/facts.html
59
Secretario General NNUU: mujeres, paz y seguridad, S/2008/622, p. 11, parraf 51, (25 septiembre
2008, p. 11. parraf 52.
60
Ellen Johnson Sirleaf y Elisabeth Rehn (Women, War, Peace: The independen Experts Assesment
(NNUU, 2002): 80.
15
en diecisiete de las 20 misiones de NNUU cifra que desciende a 13 en el año 2008
lo que en todo caso supone un avance frente a las 2 unidades que había en el
200061 .
61
También se ha incrementado el número de especialistas en género en el programa de voluntariado de
NNUU de 3 en el 2004 a 19 en el 2008.
62
Se crea en octubre del 2004, una Gender Resource Package para Operaciones de mantenimiento y una
directiva sobre equidad de género .
63
Sí lo recogen las Resoluciones del Consejo de Seguridad sobre Liberia –Res 1509 del 2003-, Burundi –
Res 1545-, Costa de Marfil, y más recientemente Sudan -1590.
64
Secretario General NNUU: mujeres, paz y seguridad, S/2008/622, p. 11, parraf 51, (25 septiembre
2008), p. 18, parraf 90.
16
siendo muy limitada”, así como que pocos hombres se incorporan a éste ámbito de
trabajo en la organización. En tercer lugar, reconoce la escasez de recursos
destinados a esa ingente tarea lo que hace que, por ejemplo, los recursos
formativos solo estén disponibles en ingles lo que dificulta su difusión entre el
personal de las misiones (tanto local como internacional y proveniente de diversas
65
nacionalidades) . Recursos (personales y materiales) que contrastan con los que
se destinan, por ejemplo, a los presupuestos del componente militar de las
misiones.
65
Departamento de OMP: op. cit.: 3, 18.
66
Kari Karame, op, cit, 17.
67
Secretario General ONU, A Comprehesive Strategy to Eliminate Future Sexual Explotation and Abuse
in United Nations Peacekeeping Operations, Informe para la Sesión 59 de la AG de la ONU, 24 Marzo
2005.
68
Elisabeth Rehn y Ellen Sirleaf, Women, War, Peace: The Independent Experts Assessment (Nueva
York, UNIFEM, 2002), 64
69
Colectivo Gasteizkoat Los ejercitos humanitarios y la violencia sexual militar (Vitoria, Zapateneo,
2008)
70
Datos citados en Grupo de Trabajo sobre Mujeres, Paz y Seguridad, From Local to Global: Making
Peace Work for Women (Nueva York, octubre 2005), 4
71
De las cuales 53 casos se determinaba la culpabilidad, 21 seguían bajo investigación y 15 fueron
consideradas infudadas.
17
denuncias72 . En septiembre del 2008, el secretario general de NNUU manifiesta que
“las denuncias sobre explotación sexual y abusos han declinado de las 371
denuncias del 2006 a las 159 del 2007”, si bien reconoce la necesidad de fortalecer
la política de “tolerancia cero”73 . En el mismo sentido se pronuncia la resolución
1820 que también insta a los estados que aportan tropas y policias que adopten
medidas preventivas y garanticen una rendición de cuentas cabal74 , Sin embargo
dichas medidas siguen siendo claramente insatisfactorias. La tónica es la falta de
transparencia en los datos sobre las denuncias, las investigaciones, sanciones e
reparaciones a las víctimas y, sobre todo, la impunidad en gran parte por la
negativa de los estados de los que son nacionales los perpetradores a perseguir
esos delitos. Esa impunidad pone en cuestión, en mi opinión, el discurso oficial de
“igualdad de género” y DDHH, así como resta legitimidad, credibilidad e, incluso,
eficacia a las misiones de paz al deteriorar sus relaciones con la población local.
El “complejo de paz liberal” debe afrontar de una forma decidida la violencia que
genera en las sociedades donde actúa. Así se debe juzgar a todos y cada uno de los
responsables de casos de violencia contra las mujeres (y de otras violaciones de
derechos humanos). Asimismo, NNUU no debe aceptar personal proveniente de
países que no hayan firmado la Convención para la Eliminación de todas las formas
de discriminación contra las mujeres o que no acepten la jurisdicción del Tribunal
Penal Internacional.
1.3.- Las dificultades para que las mujeres africanas puedan convertirse en
verdaderos protagonistas de los procesos de paz.
Otro de los principales objetivos de la resolución 1325 es asegurar que las mujeres
participan de una manera activa en los procesos de paz, lo que es esencial no sólo
por equidad sino también por su experiencia como constructoras de paz, su
conocimiento de las necesidades de la población civil, etc.. Sin embargo, como
señala Kumudin Samuel en este mismo volumen, los procesos de paz están
inherentemente marcados por el género. No sólo son un mundo de “hombres” sino
que además se olvida la experiencia de las mujeres como constructoras de paz y se
construye una agenda más cercana a su realidad que a la de las mujeres75 . Es
72
Colectivo Gasteizkoat Los ejércitos humanitarios y la violencia sexual militar (Vitoria, Zapateneo,
2008), p 230 y ss. El libro denuncia la confusión de cifras, falta de transparencia y dificultades de conocer
los datos exactos de denuncias.
73
Secretario General NNUU: mujeres, paz y seguridad, S/2008/622, p. 11, parraf 51, (25 septiembre
2008), p. 16, parraf 80.
74
Resolución 1820, parraf 7.
75
Ver la introducción del capitulo de Kumudin Samuel en este volumen,
18
necesario conocer las lentes de “genero” que existen en los procesos de paz
formales para, desmontando esas lentes, convertir dichos procesos en una gran
oportunidad para transformar las relaciones de género y consolidar una mayor
equidad.
76
Judith Gardner, op. cit, 6.
77
Kari H Karamé, Gender mainstreaming the peace-building process, ¿??,24
19
esa construcción tiene una doble cara pues, aunque facilita su papel como
mediadora, también refuerza su imagen de eterna victima femenina78 .
Las mujeres son, por tanto, mayoría “en los movimientos sociales dedicados a la
paz y a las tareas de rehabilitación posbélica”79 y, sin embargo, son casi siempre
excluidas de los procesos de paz formales y, al igual que muchos hombres, sufren
en muchas ocasiones violencia por su labor en defensa de la paz y los derechos
humanos.
78
Kari H Karamé, op. cit, 14
79
Vicenc Fisas, op. cit, 20
80
Nadine Puechguirbal, op. cit. 55.
20
Conferencia para Reconciliación Nacional de 199881 . Posteriormente, en mayo del
2000, una coalición de 92 mujeres (de todos los clanes) conseguía participar como
el “Sexto Clan” en la Conferencia Nacional de Arta (Djibouti). A pesar de las
resistencias que encontraron, arrancaban la inclusión en el acuerdo de medidas de
defensa de los derechos de las mujeres y una cuota femenina en la futura
Asamblea legislativa82 . Por su parte, el movimiento Sudaneses Women´s Voice for
Peace (fundado en 1994) lograban que dos mujeres participasen en las
negociaciones del Protocolo de Machakos en 2003.
Otro ejemplo de la creciente participación de las mujeres africanas en los procesos
de paz es el de Burundi. Como señala Nadine Puechguirbal, al principio no se las
permitió participar en el proceso de paz de Arusha en julio de 1998 ya que se
consideraba que “las cuestiones de paz eran asuntos exclusivamente de
83
hombres” . Sin embargo, varias organizaciones de mujeres (tutsis y hutus)
creaban la red Dushirahamwe (Let´s Reconcile) para exigir su inclusión en el
proceso de paz. Con el apoyo de UNIFEM, celebraban la Conferencia de Paz de las
Mujeres borundesas en julio del 2000 con delegadas de todos los partidos políticos.
Gracias a su presión, el acuerdo incorporaba algunas cláusulas de género (un título
constitucional sobre derechos de las mujeres p.e para el igual acceso a la
propiedad, la herencia, la educación y medidas para luchar contra la violencia de
género, etc.). No se aceptaba, por el contrario, la cuota del 30% de representación
femenina en el Parlamento84 .
81
Se incluía una mujer en la delegación de tres personas de las 18 regiones representadas en la
conferencia. Sumie Nakaya, Women and gender Equality in Peace Processes: From Women at the
negotiation Table to Postwar Structural Reforms in Guatemala, Global Governace (nº 9, 2003), 459-476
82
Conseguían una cuota del 12%. La vuelta de la violencia armada ha paralizado el proceso.
83
citada en Nadine Puechguirbal, op. cit. 49.
84
Nadine Puercguirbal, op. cit, 49.
21
través de una obra de teatro, mostraban el sufrimiento de las mujeres y niños
durante el conflicto. Como señala Nadine Puechguirbal, a pesar del impacto de
dicha actuación, de sus múltiples marchas y protestas y del apoyo de la unidad de
género de la MONUC, el Acuerdo de Paz de Pretoria (diciembre 2003) contendrá
escasas referencias a las cuestiones de género.
85
Vicenc Fisas, “Anuario 2008 de procesos de paz”, (Barcelona: Editorial Icaria, 2008), 20.
86
Nadine Puechguirbal, op. cit. 58.
22
para reforzar una visión de la masculinidad obligada a defender a esas víctimas
pasivas necesitadas de protección”87
No todos son los obstáculos que encuentran las mujeres para participar en los
procesos de paz son endógenos a las sociedades africanas. El complejo de paz
liberal tiene su grado de responsabilidad en las dificultades que las mujeres
encuentran para participar en los procesos de paz. En primer lugar, aunque la
composición de los equipos negociadores es competencia de los actores locales, la
comunidad internacional puede ejercer más presión para que se incorporen
mujeres. En segundo lugar, puede destinar más recursos a apoyar a los
movimientos de mujeres para que tengan protección, recursos y tiempo para
participar en las negociaciones. Debe, en tercer lugar, modificar sus propias
“lentes” de género. A pesar de los avances señalados anteriormente, en las
misiones de paz subsiste claramente una cultura patriarcal que se refleja no sólo
dentro de su personal sino también en las negociaciones de paz y en sus relaciones
con la población local. Asimismo, en cuarto lugar, debe replantearse su preferencia
por un tipo de acuerdos de paz que refuerza el papel de los actores armados frente
a otros actores no armados como muchos movimientos de mujeres88 .
87
Ann Tickner, Gender in Internacional Relations. Feminist perspectives on Achieving Global Security,
(Nuea York, Columbia University Press, 1992), 59; o Jean Bethke Elshtain, Women and War, (Chicago,
University of Chicago Press, 1995) 4.
88
Pe los acuerdos de Linas-Marcoussi en Costa de Marfil (2003), de Lusaka (1999), Pretoria y Luanda
(2002) en la RDC; los de Abidján (1996) o Lome (1999) en Sierra Leona; el Gobierno Federal de
Transición de Somalia; o el Acuerdo entre el gobierno de Sudan y el Sudanese People's Liberation (2005)
89
Terry Lyons, “The role of Post settlement Elections” en Ending Civil Wars. The implementation of
Peace Agreements, ed S.J Stedman, et all (Bouldier: Lynne Rienner Publishers, 2002); o A Mehler y D
Tull, “The Hidden cost of power-sharing: reproducing insurgent violence in Africa”, African Affairs, 104,
nº 416 (2006)
23
armada90 . Se refuerza su posición política no sólo en el acuerdo sino en todo el
resto del proceso de paz (gobierno de transición, elecciones, gobierno posterior) en
detrimento de otros actores políticos y sociales (movimientos de mujeres, partidos
políticos pacíficos, defensores de DDHH, autoridades “tradicionales”, etc.). Para
conseguir su apoyo y transformarlos en partidos políticos, el “complejo de paz
liberal” destina enormes recursos (financieros, apoyo diplomático, formación)91 , lo
que contrasta con los recursos destinados a los movimientos de mujeres (y otras
iniciativas) que, durante el conflicto han luchado por su resolución pacifica. Los
acuerdos de poder compartido refuerzan, en suma, un enfoque up-down de
resolución de conflictos que parece jugar en contra del intento de incorporar
plenamente a las mujeres (y otros actores no armados) en los procesos de paz y de
cumplir, por tanto, la resolución 1325.
Una critica adicional al enfoque up-bottom remite a las dificultades de conjugar los
acuerdos de poder compartido con la responsabilidad del “complejo de paz liberal”
de luchar contra la impunidad y juzgar a los responsables de las violaciones
masivas de derechos humanos cometidos durante el conflicto y que, como hemos
visto, tienen una importante dimensión de género. Aunque en las últimas décadas
ha habido avances significativos (los tribunales penales internacionales de Roma,
Ruanda, Sierra Leona, las comisiones de la verdad en Sierra Leona, Sudáfrica o
Uganda), la formula de “poder-compartido” suele contemplar la amnistía para
quienes firman el acuerdo: p.e en Angola, Burundi92 , Mozambique, RDC93 ,
Ruanda94 , Sierra Leona95 , Sur Sudan, etc. Se trata, en ocasiones (RDC, Ruanda), de
una impunidad selectiva pues a unos se les aceptados como dirigentes legítimos del
nuevo gobierno a otros se les aplica la justicia internacional.
90
Koen Vlassenroot y Tim Raeymakers, op. cit, 2.
91
En Mozambique, se concedió a la RENAMO entre 20-32 millones de dólares para inducirle a firmar el
acuerdo de Roma. E Soderberg, “The Quest for Legitimacy. The transformation of Rebel Groups to
Political Parties in Civil War Peace Processes.” (Comunicación presentada en el 45 Congreso de la
International Studies Association, 2004), 19.
92
Acuerdo de Arusha de agosto del 2000.
93
En el 2005 la Asamblea Nacional adoptaba una Ley de Amnistía para todos los congoleños que
cometiesen “actos de guerra, delitos políticos o de opinión”.
94
En los Acuerdos de Arusha de 1993 y tras la victoria del FPR se amnistió las violaciones de DDHH que
cometió. F Reyntjens, Post-1994 Politics in Rwanda: problematising “liberation” and “democratization,
Third World Quarterly, (vol 17:6, 2006), 1103-1117.
95
Los acuerdos de Adidjan (1996) o Lome (-1999) conceden una amnistía completa. Yusuf Bangura,
Strategic policy failure and governance in Sierra Leona, The Journal of Modern African Studies, (vol
38:4, 2000), 565
24
Se refuerza así, una impunidad que resta legitimidad a la acción del “complejo de
paz liberal” y no contribuye a la consolidación de la paz al reformar ciclos de
violencia y venganza. Además es totalmente contraria a la resolución 1325 que
enfatiza la responsabilidad internacional de poner fin a la impunidad y perseguir a
los responsables del genocidio, crímenes contra la humanidad y crímenes de Guerra
incluido los relativos a la violencia sexual contra las mujeres. También aboga por
excluir los acuerdos de amnistía para este tipo de crímenes.
Existen, por tanto, obstáculos internos en el “complejo de paz liberal” que dificultan
la plena incorporación de las mujeres a los procesos de paz: la pervivencia de
lentes de género, la escasez de recursos destinados al apoyo de los movimientos de
mujeres (y otras iniciativas locales) y su preferencia por un enfoque up-bottom de
resolución de conflictos. Otra dificultad añadida, y no menos importante, es la
influencia que puede tener la forma en que parte de los integrantes del “complejo
de paz liberal” construyen y perciben a las mujeres africanas lo que dificulta su
empoderamiento. No sólo las ven a través de “lentes” patriarcales de género sino
que, al igual que a otros actores africanos, las construyen como victimas
indefensas, pasivas. Dicha imagen es reproducida hasta la saciedad por los medios
de comunicación occidentales, el discurso oficial de la Cooperación al Desarrollo y,
en parte, por los propios estudios de género. Que sean víctimas de violaciones de
derechos humanos no significa que sean pasivas y estén a la espera de que, desde
fuera, vengan a salvarlas. Sin embargo, categorizarlas como “víctimas” contribuye,
como se ha señalado anteriormente, a invisibilizar las grandes capacidades,
96
Ver por ejemplo: Silvia Roque, Peacebuilding Process and Weaking Strategies in the Status of Angola,
Guinea-Bissau y Mozambique: A Comparative Study, Working Paper nº 19, FRIDE..
97
Citada en S Naraghi-Anderlini, “Women and Peace through Justice”, Development nº 48:3, (2005) 103
25
recursos y estrategias de las mujeres (y en general de las sociedades) africanas y
por tanto, favorece su marginación en la “construcción de la paz” 98 .
De conformidad con la resolución 1325, los acuerdos de paz deben incorporar una
perspectiva de género. Sin embargo, según el Anuario del 2008 de Escola de Pau,
dicha perspectiva destaca por su ausencia en la mayoría de los acuerdos de paz
firmados desde el año 2004. Está totalmente ausente en los acuerdos del Chad
(2006 y 2007) y Costa de Marfil99 y escasamente presente en los de Burundi y
Sudan (Sur Sudan, Este y Darfur). No existe trasversalidad de la perspectiva de
género sino que incluyen algunas claúsulas sobre las necesidades de las mujeres
como integrantes de un grupo vulnerable, necesitado de protección100. Como señala
Nadine Puechguirbal “se reduce así, el ámbito de sus capacidades en las situaciones
de posconflicto y se les priva de agencia como vectores del cambio hacia la paz101.
No se puede decir, por tanto, que sean acuerdos que “contengan una voluntad
transformadora de las relaciones de género en la sociedad posbélica”.102
98
Itziar Ruiz-Gimenez, La labor de la Universidad: desmontar tópicos sobre África, sus guerras y su
subdesarrollo” en Silvia Arias & Estefanía Molina, Universidad y Cooperación al Desarrollo (Cuadernos
Solidarios, UAM, 2006).
99
En los Acuerdos de Linas-Marcoussis.
100
Figura, p.e, el compromiso contra la violencia sexual durante el alto el fuego, medidas concretas en los
programas de DDR o en la futura reforma institucional
101
Nadine Puerchguirbal, Involving women in peace processes: Lessons from Four African countries, en
Kari karamé )ed), Gender and Peace-Building in Africa.
102
Vicent Fisas, op. cit. 21.
26
Otro de los objetivos de la resolución 1325 es que los acuerdos de paz incluyan,
entre otras: “las especiales necesidades de mujeres y niñas durante la repatriación
y reasentamiento, la rehabilitación, reintegración y reconstrucción posconflicto”, así
como “medidas para asegurar la protección y respeto de los DDHH de mujeres y
niñas, en particular las relativas a la constitución, sistema electoral, policía y
judicatura”. Aspectos que el “complejo de paz liberal” debe incorporar en su
estrategia de intervención en los conflictos africanos que fundamentalmente
pretende una triple transición: de la violencia a la paz, hacia la liberalización política
y económica.103 Aunque en las tres dimensiones ha habido avances significativos,
también subsisten importantes obstáculos para cumplir con la resolución 1325.
Durante los primeros momentos del proceso de paz la actuación del “complejo de
paz liberal” se centra, primero, en el cese de hostilidades y el alto el fuego al que
se destinan muchos recursos; segundo, en el desarme, desmovilización y
reintegración de los combatientes; en tercer lugar, en la reforma del llamado sector
de seguridad (los cuerpos de seguridad del estado) y, cuarto, en la rápida
celebración de las elecciones. Se considera entonces el conflicto resuelto y la misión
de paz puede abandonar el país (salvo pequeños contingentes más simbólicos).
103
M Ottoway: “Rebuilding state Institutions in Collapsed states” en State.Failure, Collapse and
Reconstruction, ed J Milliken (Oxford: Backwell, 2003)
27
NNUU en dicho sector104. Así, por ejemplo, se han reformulado los programas de
DDR para atender a las mujeres combatientes. En Liberia, se incluían más de
21.000 mujeres y niñas al ampliarse no sólo a los portadores de armas sino a
quienes de una u otra manera hubiesen formado parte de los grupos armados (p.e
como cuidadoras, cocineras, portadoras, esclavas sexuales). Sin embargo, dichos
avances no se han repetido en Burundi o RDC donde los programas se han
restringido a quienes tuvieran armas, dejando fuera a muchas mujeres
combatientes. Así, en el primer caso, se beneficiaban del programa sólo 485
mujeres y 2.909 niños sobre 16.491 excombatientes105 y en el segundo, se excluía
a las mujeres que habían participado como portadoras, cocineras, esclavas
sexuales, etc. Mayores restricciones sufrían las niñas. Según el informe de la
Coalición en contra de la utilización de niños y niñas soldados del año 2008, “las
cifras de niñas en los programas de DDR son extraordinariamente bajas, con
porcentajes de entre el 8 y el 15%” que no reflejan la composición real de los
grupos armados. El informe señala que, por ejemplo, en Liberia se desmovilizaron a
3.000 niñas, quedando excluidas otras 8.000 y, en la RDC, el porcentaje fue del
15% (3.000) de las niñas implicadas en las hostilidades106.
104
Secretario General NNUU: sobre el papel de NNUU en la reforma del sector de seguridad (S/2008/39,
parraf 37 y 45.
105
NNUU, gender mainstreaming in peacekeeping operations, 9
106
Coalición para Acabar con el uso de niños soldados, Informe global 2008 (Londres: Coalición para
acabar con el uso de niños soldados).
107
A Surhke & J.M Buckmaster, Aid, growth and peace: a comparative analysis, CMI Working paper,
(www.cmi.no/publications, 2005), 13.
28
ámbito en más de 20 países. En el caso africano, mientras en Burundi ingresaban
en la policía 231 mujeres, en Sierra Leona se conseguía que el 15% de los mandos
policiales fueran mujeres y en Costa de Marfil la representación femenina policial
ascendiese al 11.83%. En segundo lugar, se desarrollaban cursos de formación en
violencia de género para la policía (Burundi, Liberia, RDC, Sierra Leona). Tercero,
se creaban unidades especiales de la policía dedicadas a la lucha contra la violencia
de género en Liberia, Ruanda, Sierra Leona108, Somalia o Sudan (en Darfur o Sur
Sudan). Se trata, sin embargo, de avances extremadamente limitados y la reforma
del sector de seguridad tal y como se esta haciendo implica una serie de desafíos
importantes para la lucha por la equidad de género.
En enero del 2007, UNIFEM publicaba un informe sobre los avances en la inclusión
de la agenda de género en la reforma del sector de seguridad109. Como sugiere el
informe, los contextos de posconflicto pueden ofrecer oportunidades especiales a
las mujeres para su reclutamiento por la policía al abrirles espacio el conflicto para
desempeñar nuevas tareas (combatientes, líderes comunitarias o agentes de paz).
Por ello, se aboga por destinar muchos más recursos humanos y materiales para la
reforma del sector y para que sus integrantes pasen de perpetradores (o cómplices
silenciosos) a garantes de que la violencia contra las mujeres no queda impune, ni
se considera (en el caso de la violencia domestica) un asunto privado.
Sin embargo, el informe también resalta los obstáculos que subsisten. En primer
lugar, se reconstruyen las estructuras militares y de seguridad con los antiguos
cuadros y los integrantes de los grupos armados que, con terribles historiales de
DDHH, continúan siendo una de las principales (sino la más) fuente de inseguridad
y de violencia contra las mujeres (y la población civil en general)110. Segundo,
pervive en el sector de seguridad una cultura patriarcal que reproduce los
estereotipos y prejuicios de sus sociedades contra las mujeres, así como las
desigualdades de género. En tercer lugar, en muchos países subsiste cierto
consenso social tácito que invisibiliza y perpetua la violencia contra las mujeres y
continua estigmatizándolas lo que refuerza su aislamiento y resistencia a denunciar.
Obstáculos que deben ser afrontados de una forma mucho más decidida tanto por
los países africanos como por el “complejo de paz liberal”.
108
Se desplegaban 20 unidades de apoyo familiar por todo el país (con más de 140 trabajadoras).
109
Informe sobre Genero y Reforma Policial en los postconflictos de UNIFEM-UNDP_BPR, DPKO/UN,
enero 2007
110
Ver sus informes sobre la RDC, www.amnesty.org
29
La reforma del sector de seguridad suele venir acompañada de importantes
esfuerzos para conseguir la liberalización política, en especial, la celebración de
elecciones y la reforma de la constitución, de las estructuras políticas del estado y
del sistema judicial111. En esta dimensión también ha habido avances (en algunos
casos espectaculares) en la creciente inclusión de las mujeres en el escenario
político de muchas sociedades africanas. En primer lugar, con el apoyo de las
misiones de paz, conseguían una mayor participación en las elecciones tanto como
votantes y candidatas. P.e en Burundi, Liberia o RDC, pasaban a ser entre el 48 y
el 52% de los votantes registrados112. Segundo, crecía también su presencia en las
nuevas instituciones políticas. Así, en Burundi, tras las elecciones del 2005, se
pasaba de un ratio del 4-10% a cerca del 30% de diputadas en la Asamblea
Nacional. Además, por primera vez en la historia, una mujer era nombrada
presidida de la Asamblea y otras dos vicepresidentas del Senado en él que el 34%
de sus integrantes eran mujeres. Por su parte, el gobierno nombraba una
vicepresidenta para asuntos socio-económicos, siete ministras (de 20), cuatro
gobernadoras de provincias (antes ninguna), siete presidentas y 38
vicepresidentas de consejos comunitarios.
En Ruanda, la cuota femenina en el Parlamento crecía hasta el 49% (la mayor del
mundo), se nombraban cinco ministras y se creaban puestos relativos a cuestiones
de género en diferentes niveles de la administración. En estos avances ha influido,
sin duda, la nueva composición demográfica del país tras el genocidio con un 70%
de mujeres que encabezan más del 50% de los hogares. Las mujeres ruandesas
han asumido roles no tradicionales: cuidado de supervivientes, reconstrucción de
infraestructuras y viviendas, puestos directivos en el sector público, en los
tribunales de las gacaca (con un 30% de juezas), etc.113 Por su parte, en Liberia,
aunque la ley electoral no incluía una cuota femenina del 30% en los partidos
políticos, los partidos incorporaban más mujeres en sus candidaturas para las
elecciones del 2005. En la RDC, se lograba que la ley de identificación y registro de
votantes garantizase la participación de las mujeres en las primeras elecciones
democráticas y, que la nueva constitución (de mayo del 2005) incluyese medidas
para asegurar la plena participación de las mujeres en la política.
111
Ver p.e CAMPOS SERRANO, (ed): Ayuda. Mercado y buen gobierno. Los lenguajes del desarrollo
en África en el cambio de milenio. Barcelona: Icaria.
112
NNUU, gender mainstreaming in peacekeeping operations,12.
113
Cecilia N Mzvondiwa, op. cit, 102-03
30
Otras conquistas de los movimientos de mujeres africanas han sido, primero, los
planes de Acción Nacional contra la violencia de género (Burundi, Liberia, Sierra
Leona, RDC) incluida la reforma de los códigos y procesos penales y la formación
de jueces. En segundo lugar, se crean programas de apoyo a las víctimas de la
violencia sexual durante el conflicto (p.e en RDC114, Ruanda, Sierra Leona115).
Tercero, en muchos países, se establecían ministerios dedicados a los derechos de
las mujeres, así como se llevaban a cabo campañas de sensibilización pública.
Otro de los grandes campos de batalla de las mujeres africanas ha sido su lucha
para modificar las leyes sobre acceso a la tierra, herencia o matrimonio que eran,
en muchos casos, claramente discriminatorias y no garantizaban sus derechos. En
Liberia, una de las primeras leyes que promueve la presidenta Jonson Sirleaf fue
contra la violencia sexual. En Sierra Leona, se reforma las leyes de matrimonio y
herencia para proteger los derechos de las mujeres. En Ruanda se aprueba la
igualdad legal entre hombres y mujeres en el acceso a la propiedad o herencia. El
reto ahora es conseguir que dicha legislación se aplica frente al derecho
consuetudinario que, en muchos casos, sigue siendo claramente discriminatorio.
114
Se trata de un programa de cuatro años con un presupuesto de 7,8 millones de euros y que ha atendido
a más de 25.000 mujeres
115
Special Rapporteur on Violence Against Women, “Informe sobre la Violencia Sexual en el conflicto
de Sierra Leona”.
31
primero, la actitud del “complejo de paz liberal” que, por factores diversos (el
modelo de democracia imperante, los intereses geoestratégicos de algunos de sus
integrantes, etc.) acepta un modelo de democracia elitista, excluyente y poco
participativa (similar al de las democracias del Norte). Un segundo problema es la
extroversión de muchos regímenes africanos más dependientes del exterior (AOD o
compradores de recursos naturales) que de sus ciudadanos por lo que tienden a
estar más preocupados en responder a los donantes externos que a su población.
116
Susan Woodward, op. cit, 19
117
J Van Gennip, Post-conflict Reconstruction and Development”, Development, (vol 48:3, 2005), 45.
32
dicha liberalización y del paquete de medidas de ajuste estructural, los actores
hegemónicos del “complejo de paz liberal” (Banco Mundial, Fondo Monetario
Internacional, grandes donantes) siguen apostando por ella incluso para las
situaciones de posconflicto.
118
Elaine Zuckerman & Marcia Greenberg, The Gender Dimensions of Post-Conflict Recontruction, en
Caroline Sweetman, An Analytical Framework for Policymakers Gender and Development, (Oxfam,
2004)
119
A Surke, & J.M Buckmaster, op.cit.
33
perpetúan así, muchos de los agravios que generan inestabilidad política y social e
impulsaron a algunos sectores hacia la violencia y puede afectar negativamente a la
consolidación de la paz. Según el propio Banco Mundial, menos del 50% de los
procesos de paz son exitosos.
Muchos de los integrantes del “complejo de paz liberal” centran sus esfuerzos para
revertir ese fracaso en los factores endógenos (mal gobierno, debilidad del estado,
etc.). Sin embargo, no abordan con la misma decisión los factores exógenos que
generan inestabilidad o violencia armada: la propia agenda económica neoliberal,
las políticas agrícolas proteccionistas del Norte, la carga de una deuda ilegitima y
ya pagada, las reglas internacionales del comercio que favorecen más a unos países
que a otros, la acción de las redes trasnacionales implicadas en la economía política
de la guerra, etc.
Los conflictos africanos no son una patología del continente sino espacios donde
operan “complejos político-emergentes” formados por señores de la guerra y
también gobiernos y elites regionales, gobiernos del Norte cuya participación pasa
desde el apoyo político a los señores de la guerra, el suministro de armas (son los
principales productores), compran recursos naturales (petróleo, diamantes, coltan),
apoyan a sus multinacionales. Resulta paradójico que los principales donantes del
“complejo de paz liberal” participan (al igual que nuevas potencias emergentes
como China) de esas redes trasnacionales que actúan en (y generan o mantienen)
los espacios de violencia armada:
120
Para controlar el origen de los diamantes e impedir su distribución comercial si provienen de zonas de
conflicto
34
geoestratégicos es uno de los grandes retos que afronta la Comunidad
Internacional para transformar las redes internacionales de la economía política de
la guerra en redes que apoyen una economía de paz que revierta en las poblaciones
africanas.
En estas páginas se ha intentado mostrar tanto los avances como los obstáculos y
desafíos que la Comunidad Internacional afronta para convertir las palabras de la
resolución 1325 de Naciones Unidas en una realidad y garantizar que las mujeres y
la agenda de “género” ocupan un lugar centra en el mundo de la construcción de la
paz y la reconstrucción posbélica.
El capítulo muestra la necesidad de trabajar a dos niveles para lograr ese objetivo.
En primer lugar, se debe actuar sobre los obstáculos políticos, sociales, económicos
y culturales que existen dentro de las sociedades africanas: resistencias
patriarcales y escasa voluntad política de avanzar hacia la equidad de género,
dificultades y limitaciones de las mujeres en esa lucha (por inseguridad, falta de
tiempo, recursos, experiencias, etc). En segundo lugar, es necesario atajar los
importantes obstáculos que existen dentro del propio “complejo de paz liberal”
entre los que destacan:
35
como actoras con historia, capacidades, recursos y sobre todo con derechos
que se ven vulnerados tanto en situaciones de paz como de conflicto y que
deben ser restituidos.
b) El diagnostico parcial e inadecuado de la génesis de la violencia armada en
el continente africano que lleva a la adopción de una receta basada en los
“acuerdos de poder compartido” y la reconstrucción del orden estatal. Una
receta que no aborda de forma adecuada los agravios (incluido los de
género) que se encuentran en la génesis del conflicto y que tiende a
reproducir unos ordenes estatales excluyentes, patriarcales que ofrecen
poca protección y seguridad a la población, en especial a las mujeres. Por
ello, es necesario que antes de actuar en cada conflicto, se estudie de forma
individualizada, las causas que lo generaron su dimensión de género, los
nuevos marcos políticos, sociales y económicos que se reconfiguran durante
el conflicto, los efectos que producen en las relaciones de género, las redes
que han articulado las mujeres (y otros sectores de la sociedad civil), etc.
Dicho estudio debe ayudar a la comunidad internacional a actuar sobre las
causas subyacentes al conflicto para que contribuya a generar una sociedad
posconflicto más incluyente y en cuya agenda la equidad de género ocupe
un lugar central. Para ello, el “complejo de paz liberal” debería priorizar las
iniciativas de prevención de conflicto y aquellas que refuerzan las
capacidades locales de resolución de conflictos.
c) Una decidida política de “tolerancia cero” frente a las violaciones de
derechos humanos que se comenten en los conflictos tanto por los grupos
armados como por las propias tropas internacionales. Ello significa, por un
lado, que no se aceptan amnistían en los acuerdos de paz, que se persigue y
juzga a los perpetradores (en lugar de recompensarlos) y que todos los
estados (incluido EEUU) apoyan las iniciativas internacionales y nacionales
de lucha contra la impunidad que, a su vez, deberían centrarse mucho más
en garantizar el derecho a la verdad, justicia y reparación de las mujeres
víctimas de la violencia sexual en los conflictos y posconflicto. Por otro lado,
más allá de las “buenas intenciones”, NNUU y los estados que aportan
tropas, tienen que garantizar plenamente que cualquier denuncia contra su
personal (internacional o local) es investigada, los posibles responsables
juzgados y condenados y que todas y cada una de las victimas obtiene
justicia, verdad y reparación.
d) Los efectos contraproducentes de una “receta hegemónica para la
transición” (la triple transición política, económica y social) que presenta
importantes contradicciones internas y que no parece el mejor camino para
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la consolidación de la democracia y los derechos humanos en el continente.
Es necesario actual sobre aquellos aspectos de la actual receta que
perpetúan, por un lado, relaciones de género desiguales o generan
inseguridad (en especial contra las mujeres) p.e en los programas de DDR,
la reforma del sector judicial, la apuesta por un modelo de democracia
elitista y excluyente; o que, por otro, tienen un impacto social enorme y con
efectos diferenciados en mujeres y hombres (como es la receta neoliberal
imperante que ha demostrado su fracaso tanto en los países del sur como
en el centro del sistema financiero internacional).
e) La inacción frente a los factores internacionales que están en la génesis de
la crisis de los estados africanos y de los conflictos armados: proliferación de
armas, intereses geoestratégicos y lucha por los recursos naturales del
continente, políticas económicas internacionales desiguales e injustas, etc.
Es fundamental que los estados del Norte, principales donantes del “mundo
de la construcción de la paz”, coloquen realmente los DDHH y la equidad de
genero en el centro de su política exterior y actúen sobre los impactos que
sus intereses económicos, energéticos o geopolíticos tienen en la generación
(junto a factores endógenos) de la violencia armada en el continente. Deben
adoptar medidas para no subordinar los DDHH y la equidad de género a sus
políticas comerciales, energéticas, de venta de armas, etc. También deben
imponer normas vinculantes que obliguen a las empresas a no comerciar
con recursos naturales provenientes de contextos de violencia armada.
Nota:
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- En el texto se usa el entrecomillado para refereirse al complejo de paz
liberal, sugerimos usar itálicas en todas las ocasiones únicamente para
distinguirlo de otros términos o concpetos que se usan con menso frecuenci
aen el texto. no entiendo bien pero me parece bien..
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