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Dokumen - Pub Teologia en America Latina Vol I Desde Los Origenes A La Guerra de Sucesion 1493 1715 9783964563538
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)
Teología en América Latina (1493-1715)
TEOLOGÍA
EN AMÉRICA LATINA
Desde los orígenes a la Guerra de Sucesión
(1493-1715)
Yol. 1
AGRADECIMIENTOS 15
L o s AUTORES 17
INTRODUCCIÓN 19
SELECCIÓN BIBLIOGRÁFICA 25
CAPÍTULO I
LA CATEQUESIS EN E L CARIBE Y NUEVA ESPAÑA
HASTA LA J U N T A MAGNA
1. La catequesis antillana 35
a) El «ermitaño» Ramón Pané 35
b) El sermón de Antonio de Montesinos (1511) y la posterior «Doc-
trina» de Pedro de Córdoba 37
c) Sobre el «requerimiento» de Pedradas Dávila (1513/14) 43
2. Catequesis pretridentina de Nueva España 45
a) Sobre las apariciones guadalupanas (1531) y el «Nican Mopohua» 45
b) El impulso editorial de Juan de Zumárraga y sus denuncias pro-
fóticas 49
c) Alonso de Molina 55
d) Cristóbal Cabrera, un teólogo preterido 60
e) Julián Garcés, Bernardino de Minaya y la bula «Sublimis Deus»
(1537) 63
f) Las Casas, Sepúlveda y el arbitraje de Domingo de Soto 65
g) Toribio de Benavente, testigo de la primera evangelización 70
h) Bernardino de Sahagún y los fundamentos de la catequesis novo-
hispana 74
i) Maturino Gilberti y los problemas de la inculturación evangélica 80
j) La «Doctrina» (1567) de Pedro de Feria y su posterior memo-
rial al III Mexicano 83
3- Recapitulación de la primera evangelización novohispana 86
8 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
CAPÍTULO I!
CAPÍTULO III
C A P I T U L O IV
CAPÍTULO v
OTRAS RECEPCIONES D E T R E N T O EN AMÉRICA (1585-1628)
1. El III Concilio Mexicano (1585) 181
a) Convocatoria y desarrollo 181
b) Decretos 183
c) La guerra de los chichimecas 186
d) Juan de la Plaza y los catecismos del III Mexicano (1585) 192
e) El «Directorio de confesores» del III Mexicano 197
0 Balance del III Concilio mexicano 203
2. Sínodos quiteños segundo y tercero (1594 y 1596) 204
a) Sínodo quiteño de 1594 204
b) Sínodo quiteño de 1596 205
3. Concilio de Santo Domingo (1622-1623) 208
4. Primer Concilio de Santa Fe del Nuevo Reino de Granada (1625) •• 212
5. Concilio Provincial de Charcas (1629) 213
CAPÍTULO vi
CATEQUESIS POSTRIDENTINA
I PRIMER PERÍODO (1563-1580) 221
1. La catcquesis brasileña de Jos¿ de Anchieta (1563) 221
2. El «Itinerario» (1574) del franciscano Juan Fócher 224
3- La «Doctrina» (1578) atribuida a Francisco Pareja 228
4. Los catecismos mexicanos de Juan de la Anunciación (1575-1577).... 230
5. La «Rhetorica» (1579) de fray Diegp de Valad& 231
» . SEGUNDO PERÍODO (1590-1620) 236
6. Los memoriales mexicanos (1595) de Juan Ramírez 236
7. El «Symbolo catholico indiano» (1598) del peruano Jerónimo Oré . 238
8. Juan Bautista Viseo y su predicación en mexicano (1599 y 1606) ... 244
9. El «Parecer» (1610) de fray Vicente Bernedo sobre la guerra de los
chiriguanos 248
10. Teología profética en Nueva Granada: Alonso de Sandoval (1617-1619) 252
CAPÍTULO VII
VISITADORES, EXTIRPADORES Y «TRATADOS D E IDOLATRÍAS»
1. Extirpaciones novohispanas pretridentinas 257
a) Proceso inquisitorial al cacique de Texcoco (1539) y al cacique de
Matlatlán 257
b) Persecución de las idolatrías en Oaxaca (1544-1560) 261
10 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
CAPÍTULO VIII
LA T E O L O G Í A ACADÉMICA EN MÉXICO
CAPÍTULO i x
CAPÍTULO x
C A P Í T U L O XI
C A P Í T U L O XII
LA T E O L O G Í A H O M I L É T I C A D E L XVII
1. Introducción general a la oratoria sagrada americana 481
2. La oratoria en Nueva Granada: el «Arte de sermones» de Martín de
Velasco 482
3. La oratoria en Nueva España 485
a) Consideraciones generales 485
b) Sermones para oposiciones a canongías 488
c) Sermones inmaculistas 491
d) Sermones guadalupanos 499
4. Predicadores peruanos 507
a) Martín de Jáuregui (»Melchor de Mosquera) 507
b) José Aguilar 510
c) Juan de Espinosa Medrano 514
5. Antonio Vieira, predicador del Brasil 521
6. Recapitulación 527
C A P Í T U L O XHI
LAS C R Ó N I C A S A M E R I C A N A S E S C R I T A S P O R R E L I G I O S O S
1. Introducción 531
2. Cronistas religiosos de los valles centrales de México 533
a) Franciscanos 533
b) Dominicos 542
c) Agustinos 545
d) Jesuítas 550
3. La crónica de otros territorios novohispanos 552
a) Oaxaca 552
b) Yucatán 556
c) Guatemala y Chiapas 560
d) Nueva Galicia 564
4. Cronistas religiosos del Incario 566
a) Jesuítas 567
b) Agustinos 575
c) Franciscanos 586
d) Dominicos 589
e) Cronistas indígenas 594
5. Cronistas neogranadinos 598
ÍNDICE GENERAL 13
CAPÍTULO x r v
MAPAS 689
Son muchos los colegas que deberíamos citar aquí, que han colabora-
do con su consejo, han sugerido modificaciones en el texto, han compartido
su experiencia en diversos temas, ofreciendo nueva bibliografía, aportando
novedosas ideas, etc. Vamos a mencionar sólo a aquellas personas que más
directamente han estado implicadas en nuestra empresa, y lo haremos si-
guiendo un orden geográfico.
Agradecemos su ayuda a los investigadores mexicanos Dres. Ernesto
de la Torre Villar, Mauricio Beuchot, Roberto Jaramillo Escutia, Gisela von
Wobeser, Pilar Gonzalbo y Rosario Athié; a los colombianos Dr. Luis Carlos
Mantilla y Dra. María Adela Tamés; a los peruanos Dres. Julián Heras, Ra-
món Mujica Pinilla, Armando Nieto Vélez s.j., Juan Carlos García C., Luis
Bacigalupo, Manuel Marzal y Jorge Alfredo Clavijo Gamarra, y a los licen-
ciados José Raúl Ayuque Torero y Fernando Armas Asín; a los argentinos Dr.
Néstor Tomás Auza y Dr. Fernando Gil; al chileno Dr. Enrique García Ahu-
mada-, y a los brasileños Dres. Luis A. De Boni, Fernando Torres Londoño y
Esteve Jaulent. Entre los españoles debemos enumerar, entre otros, a los pro-
fesores Dr. Melquíades Andrés-Martín, Dr. Pedro Borges Morán, Dr. Pauli-
no Castañeda, Dr. Ismael Sánchez Bella, Dr. Ildefonso Adeva, Dr. Isaac Váz-
quez Janeiro, Dr. Mariano Delgado (profesor en Fribourg), Dr. Ronald
Escobedo, Julián Urbistondo y a muchos otros, tantos, que la relación com-
pleta sería interminable. A todos, nuestro reconocimiento más sincero.
Evidentemente, no podemos olvidar la ayuda que nos ha prestado la
Universidad de Navarra, a través de su programa PIUNA; la colaboración del
Gobierno Vasco (Consejería de Cultura); la generosa aportación del ingenie-
ro y empresario mexicano Don Baltasar Márquez; la financiación obtenida
de la Cámara Oficial del Comercio e Industria de Navarra, siendo su presi-
dente don Pedro Bueno; y la contribución de la Facultad de Teología de la
Universidad de Navarra, para sufragar los gastos de edición.
LOS AUTORES
2 . U N ANTIGUO PROYECTO
3. Cfr. p. ej., Juan Carlos GARCÍA, ¿Por qué mintieron bs indios de Cajatambo? La
extirpación de idolatrías en Hacas entre 1656-1665, en «Revista Andina», 14 (1996) 7-52.
SELECCIÓN BIBLIOGRÁFICA*
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* Se incluyen sólo obras de carácter general. Las fuentes y la bibliografía específica se ci-
tan a pie de página, en los lugares correspondientes.
26 T E O L O G Í A EN AMÉRICA LATINA
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xico 21981.
1. L A CATEQUESIS ANTILLANA
po, incluso de varios años, en los que los indios habían de demostrar que po-
dían cumplir habitualmente tales preceptos morales, Pané accedía a bautizar-
los. «El primero que recibió el bautismo en la isla Española fue Juan Mateo,
que se bautizó el día del evangelista San Mateo, en el año 1496, y después
toda su casa, donde hubo muchos cristianos» (Relación, cap. 26). Este Juan
Mateo, escribano mayor, con su hermano Antón y otros cuatro hombres, mu-
rieron mártires a manos del cacique Guarionex y sus vasallos3. Pané describe
su método evangelizado^ y su fracaso con el cacique Guarionex, especifican-
do las causas del escaso éxito, principalmente las burlas y las recriminaciones
de otros caciques4.
Desde el punto de vista teológico-pastoral, dos cosas son de notar en la
praxis de Ramón Pané: en primer lugar, que comenzase la enseñanza de la fe
por el dogma de la creación, quizá para aprovechar el instinto religioso de los
naturales; y, en segundo lugar, la importancia concedida a la vida moral cris-
tiana, como una condición necesaria para recibir el bautismo. En todo ello
mostró Pané un gran conocimiento de las constantes de la conducta humana,
pues es obvio que una creencia que no vaya respaldada por una conducta co-
herente, acaba por corromperse. Así mismo, entre los dogmas cristianos, los
más próximos a la religiosidad natural son la existencia de Dios y la creación
del mundo. Al fin y al cabo, también el libro del Génesis se abre con el relato
del hexamerón... En conclusión: los principios teológicos subyacentes a la
3. <[...] Mataron a cuatro hombres y a Juan Mateo, escribano mayor, y a su hermano An-
tón, que habían recibido el bautismo; y luego corrieron donde estaban escondidas las imáge-
nes [cristianas] y las tiraron hechas pedazos» (,Relación, cap. 26). El martirio tuvo lugar entre la
fecha del bautismo de Juan Mateo (1496) y el fin del año 1498, cuando Pané terminó de re-
dactar su Relación.
4. «Estuvimos con aquel cacique Guarionex casi dos años, enseñándole siempre nuestra
Santa Fe y las costumbres de los cristianos. Al principio mostró buen deseo, y dio esperanza de
que haría cuanto nosotros quisiésemos, y de ser cristiano, pues decía que le enseñásemos el Pa-
drenuestro, el Ave María, el Credo y todas las otras oraciones y cosas que son propias del cristia-
no. Aprendió el Pater noster, el Ave María y el Credo; lo mismo hicieron muchos de su casa; to-
das las mañanas decía sus oraciones y hacía que las rezasen dos veces los de su casa. Pero después
se enojó y abandonó su buen propósito, por culpa de otros principales de aquel país, los cuales
le reprendían porque obedecía la ley cristiana, siendo así que los cristianos eran crueles y se ha-
bían apoderado de sus tierras a la fuerza. Por eso le aconsejaban que no se ocupase más en las co-
sas de los cristianos, sino de concertarse y conjurarse para matarlos, porque no podían conten-
tarlos, y habían resuelto no seguir en algún modo sus costumbres. Por esto se apartó de su buen
propósito, y nosotros, viendo que se separaba y dejaba lo que le habíamos enseñado, resolvimos
marcharnos e ir donde se pudiese hacer más fruto, enseñando a los indios y doctrinándolos en
las cosas de la santa fe. Así que nos fuimos a otro cacique principal, que mostraba buena volun-
tad, diciendo que quería ser cristiano, el cual se llamaba Mabiatué» (Relación, cap. 25).
I. LA CATCQUESIS EN EL CARIBE Y NUEVA ESPAÑA HASTA LA JUNTA MAGNA 37
pastoral aplicada por Pané no eran nada vulgares, sino mis bien todo lo con-
trario, lo cual contrasta con el juicio despectivo que Bartolomé de Las Casas
nos ha dejado de este ermitaño jerónimo...
5. Edición: Miguel Angel MEDINA (ed.), Doctrina cristiana para instrucción de ¡os indios.
Redactada por Fr. Pedro de Córdoba, o.p. y otros religiosos doctos de la misma orden. Impresa en
México, 1544y 1548, Editorial San Esteban, Salamanca 1987. La introducción de Miguel
Angel Medina es muy interesante. Otra edición, aunque sólo de la versión de 1544, en: Juan
Guillermo DURAN (ed.), Monumento Catechetica Hispanoamericana, UCA, Buenos Aires
1984, i, pp. 227-283.
6. Nació en Córdoba en 1482. Ingresó en la Orden dominicana hacia 1506, en el conven-
to de San Esteban de Salamanca, y se ordenó sacerdote en 1508. Salió desde el convento abu-
lense de Santo Tomás, en 1510, para comenzar la primera misión dominicana con tres religio-
sos. Su campo de evangelización abarcó las islas del Caribe y las costas de Panamá, Colombia
y Venezuela. En 1519 fue nombrado inquisidor apostólico por el obispo de Tortosa, Card.
Adriano de Utrech (futuro Adriano vi). Murió en 1521 en la Isla La Española de tuberculosis,
sufrimientos y privaciones.
7 . Cfr. Antonio LARIOS, La expansión de la Orden por América, en Paulino CASTAÑEDA
(ed.), Los Dominicos y el Nuevo Mundo. Actas del í Congreso Internacional, Deimos, Madrid
1 9 8 8 , pp. 1 3 3 - 1 5 6 ; y Alvaro HUERCA, Los Dominicos en el *Novus Orbis»:predicación y teolo-
gía, en José ESCUDERO IMBERT (ed.), Historia de la evangelización de América, Librería Editrice
Vaticana, Ciudad del Vaticano 1 9 9 2 , pp. 1 7 5 - 1 9 3 .
8. Nacido a finales del siglo XV, ingresó en la Orden de Santo Domingo, y profesó en el
convento de San Esteban, donde probablemente cursó sus estudios. En septiembre de 1510
38 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
cuarto domingo de Adviento del año 1511, que ha sido conservado en parte,
merced a la impresionante memoria de Bartolomé de Las Casas, que se hallaba
presente:
desembarcó en La Española. Llamado a España para que probase sus acusaciones de mal trato
a los indios, regresó a América en 1526 con la expedición de Ayllón, que llegó al sitio de la ac-
tual Nueva York. En 1528 marchó a Venezuela con otros veinte dominicos, donde murió már-
tir, no se sabe en qué fecha, hacia 1545.
9. Bartolomé DE LAS CASAS, Historia de las Indias, m, cap. 4 (BAE 96, p. 176). La antro-
pología de la Doctrina cordobiana constituye una buena fuente para encuadrar adecuadamen-
te este famoso sermón de Montesinos. Cfr. Miguel Angel MEDINA, Una comunidad al servicio
del indio. La obra de Fr. Pedro de Córdoba, o.p. (1482-1521), Instituto Teológico O.R, Madrid
1983; y Mercedes O T E R O T O M É y Pilar FERRER RODRÍGUEZ, La dignidad del hombre en la
«Doctrina» de fray Pedro de Córdoba, en Josep Ignasi SARANYANA et al., Evangelización y teolo-
gía en América (siglo xv/), Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra, Pamplona
1990, i, pp. 973-983.
I. LA CATEQUESIS EN EL CARIBE Y NUEVA ESPAÑA HASTA LA J U N T A M A G N A 39
10. Es interesante comprobar que la Doctrina cordobiana antepone la explicación del De-
cálogo a la exposición de los sacramentos, según el siguiente nexo de los misterios: Símbolo
(catorce artículos). Decálogo, sacramentos y Paternóster. Esta sistematización, exigida quizá
por razones pastorales, era menos ventajosa —desde el punto de vista del flujo de las ideas—
que la secuencia de piezas que adoptaría, años después, el Catecismo tridentino (1566); pero ha-
bía sido recomendada por el célebre dictamen de los teólogos salmantinos, de 1541, como más
acorde con la tradición catequética medieval, y se repite, incluso después de Trento, en obras
catequéticas muy breves o para indios rudos y poco despiertos intelectualmente. Por otra par-
te, también conviene recordar que la explicación del Credo se hace, en la versión de la Doctri-
na, impresa de 1544, según la división en catorce artículos (siete de la divinidad y siete de la
humanidad de Cristo). Trento adoptaría, en cambio, la exposición en doce artículos.
11. CFR. Josep I. SARANYANA, Sobre el origen y la estructura del«Catecismo» de fray Pedro de
Córdoba (ediciones de 1544y 1548), en WLAA-, Hispania Christiana. Estudios en honor del Prof.
Dr. José Orlandis en su septuagésimo aniversario, EUNSA, Pamplona 1988, pp. 567-594.
12. Las «adiciones» han sido descubiertas por Miguel Angel Medina. Veamos, a modo de
ejemplo, una de esas adiciones, interpolada cuando el catecismo habla del amor que el Dios
único y verdadero nos tiene: «Y por esto conoceréis el engaño en que habéis estado, creyendo
que Uchilobos o Tezcatepuca y los otros a quienes teníais por dioses, eran dioses. Porque éstos
no eran dioses, mas eran demonios malos que os engañaban, como adelante os diremos. Por-
que no hay en todo el mundo y en el cielo y en la tierra y en el mar más que un solo Dios que
lo rige y gobierna todo y lo mantiene» ( Doctrina, 1544, primer artículo, ed. M A Medina, p.
204).
40 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
13. CFR. Graciela CRESPO PONCE, Estudio histórico-teológüo del catecismo titulado «Doctri-
na cristiana para instrucción c información de los indios por manera de Historia», atribuida a fiay
Pedro de Córdoba, o.p. (fl521), EUNSA, Pamplona 1988.
14. Veamos un ejemplo: «[...] Después que nuestro dulce Señor hubo resucitado fue a
consolar primeramente a su dulce Madre y preciosa reina Santa María, la cual estaba muy tris-
te, hincada de rodillas en su retraimiento esperando la resurrección de su sagrado y precioso
Hijo, porque muy bien sabía cómo había de resucitar. Y queriendo ya entrar nuestro Redentor
allí donde su santísima Madre estaba, entró primero con mucha presteza el ángel San Gabriel
y fiie a saludar a la Reina del Cielo, y le dijo: —Regina caeli laetare, etc. [...]. / Luego entró el
Hijo de Dios a consolar a su preciosa y bendita Madre, la cual se puso de rodillas a sus pies con
muy gran gozo y alegría de ver a su santísimo y bendito Hijo, el cual la levantó y ambos a dos
se estaban en aquella celda hablándose y consolándose y gozándose con admirable gozo. Nues-
tro Redentor Jesucristo dijo a su santísima y bendita Madre: —Muy amada Madre mía: mis
discípulos y apóstoles están muy acongojados de mi muerte, por tanto conviene que yo los vaya
a consolar, por lo cual os pido licencia; quedad en paz. / Su santísima y gloriosa Madre le res-
pondió: —Hijo mío de mis entrañas, sea así como vos lo decís, idlos a consolar que están tris-
tes y con ellos a vuestra amada discípula María Magdalena, la cual os busca con gran deseo y
con muchas lágrimas. / Tomada licencia de su santísima Madre se fue luego nuestro Redentor
Jesucristo [...]» ( Doctrina , 1548, sermón XV, quinto artículo, ed. M A Medina, pp. 341-342).
I. LA CATEQUESIS EN EL CARIBE Y NUEVA ESPAÑA HASTA LA JUNTA MAGNA 41
expone la potestad universal del papa sobre todo el orbe y sobre todos los cris-
tianos: nada se dice, pues, de la potestad del pontífice romano sobre los no
cristianos, ni se entra en la espinosa cuestión de las bulas alejandrinas o de la
jurisdicción del papa sobre los príncipes cristianos y no cristianos; se exponen
brevemente los principios de la jerarquía católica; y se trata acerca de la exco-
munión. A este respecto, es muy interesante que se insista en la excomunión
latae sententiae de los bautizados que hayan recaído en la idolatría. Pero el
tema de las recidivas idolátricas es tratado con suavidad y sin exageraciones re-
tóricas, lo cual podría indicar que por esas fechas, cuando se publicaba la se-
gunda edición de la Doctrina cordobiana, no se habían producido —o no ha-
bían sido descubiertos todavía— fenómenos de sincretismo religioso. El
apéndice de la edición de 1544, dedicado a exponer el misterio de la Iglesia
como cuerpo místico de Cristo, denotaba ya una especial sintonía con la teo-
logía española anticonciliarista, en particular con la eclesiología del dominico
Juan de Torquemada (ti468). Todo ello queda todavía más remarcado en la
edición de 1548.
En definitiva: la obra de Pedro de Córdoba es un catecismo bellamen-
te redactado y muy rico ideológicamente. Parece haber sido un manual para
doctrineros yfiscalesde indios, elaborado al margen de la escuela salmantina,
pues es anterior a ella. Su frescura literaria y su rigor teológico —salvo quizá
en alguna metáfora poco afortunada al explicar el misterio trinitario—, cons-
tituyen, sin duda, un testimonio del nivel teológico-pastoral que se registraba
en los centros de formación dominicos, antes incluso de la reforma impulsa-
da por Cayetano y, desde luego, como consecuencia de ésta.
ción que en su tiempo mereció, o pueda merecernos ahora, vale la pena expo-
ner, aunque de forma somera, los presupuestos teológico-canónicos que sub-
yacen a tal institución15.
Las primeras ideas teológicas que nos ofrece el texto, en la autopresen-
tación de Pedrarias Dávila, recuerdan la catequesis antillana, que comenzaba
por el misterio de Dios creador". Además de la idea de creación, nos putee
muy interesante subrayar la unidad del género humano, que aquí es presen-
tada con gran colorido, reconociendo que los españoles son hermanos de los
amerindios y que estos, obviamente, son hombres. Todo ello, muchos años
antes de la declaración de Pablo III, de 1537. Es evidente, pues, la influencia
de los dominicos de La Española. No en vano, Montesinos se había desplaza-
do a la metrópoli, para informar acerca de la suerte de los antillanos. Como
dato curioso señalamos que el requerimiento se hace eco de la doctrina rabí-
nica de que el hombre (o el mundo) existían desde hacía algo más de cinco
mil años. Tal cuestión había sido muy sopesada en las disputas medievales en-
tre judíos y cristianos.
Después de señalar la unidad del género humano, viene el segundo
tema, o segundo fundamento de la argumentación, que es la potestad directa
y universal del vicario de Cristo, sucesor de San Pedro, sobre todos los hom-
bres. Y no sólo esto, sino la potestad del pontífice romano sobre todos los rei-
nos del mundo. La aceptación de estas doctrinas hierocráticas tan extremas
equivalía a un tácito reconocimiento del legítimo derecho que los amerindios
tenían a darse autoridades políticas, siempre bajo la potestad del papa.
Muy curiosa es la afirmación de que el papa tenía su sede en Roma,
pero que podría tenerla en cual otro lugar (quizá fuese una salvedad, alusiva
al partido que los castellanos y aragoneses habían tomado en el Cisma de Oc-
cidente, decantándose por Aviñón).Y también es interesante la referencia a la
15. Notificarían y requerimiento que se ha de hazer a los moradores de lasyslas e tierra firme
del mar Ofeano que aun no están sujetos al rey nuestro señor (trabajamos sobre la versión ofreci-
da por Francisco MORALES PADRÓN, Teoría y leyes de ¡a Conquista, Ediciones de Cultura His-
pánica del Centro Iberoamericano de Cooperación, Madrid 1979).
16. «Yo, Pedrarias Dávila, su criado [de Fernando el Católico], mensajero y capitán, vos
notifico y hago saber como mejor puedo, que Dios Nuestro Señor, Uno y Eterno, crió el cielo
y la tierra y un hombre y una muger, de quien nosotros y vosotros y todos los honbres del
mundo fueron y son descendientes y procreados, y todos los que después de nosotros vinieren
mas por la muchedumbre de la generación que destos ha sucedido desde finco mili y mas
años que el mundo fue criado, fue necesario que los honbres fuesen por una pane, y otros por
otra, y se dividiesen por muchos reynos y provincias, que en una sola no se podrían sostener ni
conservar».
I. LA CATEQUESIS EN EL CARIBE Y N U E V A ESPAÑA HASTA LA JUNTA M A G N A 4 5
potestad del papa sobre todas las gentes, de las que se citan: «Christianos, mo-
ros, judíos, gentiles y de cualquier otra seta o creencia que fuesen». Con ello
se quería evitar que, por motivos religiosos, algunos se sustrajesen de la juris-
dicción pontificia universal. Seguidamente se presenta como inmutable, has-
ta el fin del mundo, tal potestad papal.
Pedrarias presenta las bulas alejandrinas, de 1493, como una donación
a la corona española. Acto seguido, el documento requiere a los naturales (de
ahí la expresión) para que se dispongan a oír pacíficamente y sin ninguna re-
sistencia la enseñanza de la santa fe católica, por parte de los religiosos que
acompañan a Pedrarias Dávila. Así mismo presenta a los reyes españoles como
vicarios del papa, pues actúan «en su nombre».
Es interesante, por último, la conclusión del requerimiento. Se exige a
los indígenas oír la predicación, pero se garantiza la libertad para aceptar la fe.
Sólo si se niegan a oír la predicación, se les hará «la guerra por todas partes y
maneras que yo pudiere [es decir, Dávila], y vos subjetaré al yugo y a la obe-
dien^a de la Yglesia y de Sus Altezas, y tomaré vuestras personas y de vuestras
mugeres e hijos haré esclavos [...]». Se aprecia, nuevamente, la influencia de
los dominicos, que firman también el texto que se entrega a Pedrarias. Para
Tomás de Aquino, maestro de los dominicos, sólo se puede aceptar libremen-
te la fe; nunca se puede imponer.
17. Por ejemplo, sigue esta última grafía la versión náhuatl del bachiller Lasso de la Vega
(1649), reproducida en facsímil y transcrita a caracteres más modernos por Richard N E B E L ,
Santa María Tonantzin Virgen de Guadalupe. Continuidad y transformación religiosa en México,
46 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
trad. cast., FCE, México 1995, pp. 343-367. Sigue la segunda: Guillermo ORTIZ DE MONTE-
LLANO, Nican Mopouha, Universidad Iberoamericana (Departamento de Ciencias Religiosas.
Departamento de Historia), México 1990. Ortiz de Montellano ofrece una edición bilingüe,
con traducción propia, en las páginas 75-102. Este texto es el mis fiel al original nahua.
18. Nació en Azcapotzalco, poco antes de 1531. Fue alumno de Tlatelolco, como ya se ha
dicho, discípulo de Juan de Gaona, Francisco Bustarnante y Juan Focher, de quienes aprendió
retórica, latín, lógica y filosofía. Fue uno de los principales colaboradores indígenas de Bernar-
dino de Sahagún. Gobernó el barrio de San Juan y después todos los indios de México duran-
te treinta y cinco años. Su Nican Mopohua fue publicado cien años después de haber sido re-
dactado por él, con adiciones, prólogo y epílogo, por Lasso de la Vega. Parece indiscutible que
el Nican es suyo, al menos en su parte substancial. Murió en 1605 en la Ciudad de México.
Cfr. Ernesto DE LA TORRE VILLAR, y Ramiro NAVARRO DE ANDA (eds.), Testimonios históricos
guadalupanos, FCE, México 1982, pp. 26-27. En las páginas 27-35 se ofrece la versión caste-
llana de Primo Feliciano Velázquez, publicada en 1926 y 1931. Otra versión más moderna ha
sido dada por Mario Rojas Sánchez, en 1978. Un cotejo de ambas versiones castellanas puede
verse en: Richard NEBEL, Santa María Tonantzin Virgen de Guadalupe, cit. en nota 17, pp. 171-
203 (en un anexo la versión nahua). Seguiremos la versión de Primo Feliciano Velázquez, por
ser la más popular, aunque corregida en ocasiones con el texto de Guillermo Ortiz de Monte-
llano. Hemos tomado de Ortiz de Montellano (cfr. nota anterior) la ortografía de algunos tex-
tos nahuas. Acerca de la discusión que sostienen los críticos literarios y algunos historiadores
sobre la composición del Nican Mopohua, véase: StafFord POOLE, Our Lady of Guadalupe. The
Originis and Sources of a Mexican National Symbol, 1531-1797, The University of Arizona
Press, Arizona 1995. Una amplia recensión de Solange ALBERRO al libro de Poole en «Historia
Mexicana» 183 (1997) 661-667. Sobre el libro de Richard Nebel véase la recensión de Josep
Ignasi SARANYANA, en «Anuario de Historia de la Iglesia» 6 (1997) 465-469.
19. Aunque el texto se supone un poco posterior a la muerte de Juan de Zumárraga, aca-
ecida en 1548, lo comentamos aquí, antes de presentar la actividad editorial y pastoral del obis-
po mexicano, porque ocurrió cuando éste todavía era prelado electo, y —siempre según la tra-
dición— influyó notablemente en la vida del obispo y en la cristianización de la Nueva España.
I. LA CATEQUESIS EN EL CARIBE Y N U E V A ESPAÑA HASTA LA JUNTA M A G N A 47
20. De todas formas, y algunos años antes, hacia 1539, Motolinia parece aludir velada-
mente a las apariciones en sus Memoriales, 1 pane, cap. 44, según las ediciones de García Pi-
mentel y de Fidel Lejana, de 1903 y 1970, respectivamente, o en el cap. 45 de la edición de
Edmundo O'Gorman. Véase: Fidel de Jesús C H A U V E T , Historia del cubo guadalupano, en Er-
nesto DE LA T O R R E VILLAR (coord.), Álbum conmemorativo de las apariciones de Nuestra Señora
de Guadalupe, Ediciones Buena Nueva, México 1981, p. 23.
21. También han intervenido en la diatriba elementos tomados de la crítica historicista,
principalmente del método de la historia de las fuentes y de la historia de las formas, cuyo pre-
supuesto básico consiste en afirmar que toda obra importante, que acaba asentándose en la me-
moria colectiva, no puede ser obra de un hombre solo, sino la creación del genio o espíritu de
un pueblo. Por ejemplo, ni Homero habría sido el autor de la Iliada y de la Odisea, ni San Pa-
blo de sus epístolas, ni San Agustín de sus Confisiones, ni Antonio Valeriano el redactor princi-
pal del Nican Mopohua.
48 T E O L O G Í A EN A M É R I C A LATINA
«Sábelo, ten por cierto hijo mío el más pequeño, que yo soy la perfec-
ta siempre virgen Santa María, madre del verísimo Dios por quien se vive, el
creador de las personas, el dueño de la cercanía y de la inmediación, el dueño
del cielo, el dueño de la tierra»(n. 26)n.
22. Damos la traducción tomada de Nican Mopohua, versión original en níhuatl y traduc-
ción del presbítero Mario Rojas, Edamex, México 1990, p. 23. La versión de Guillermo Ortiz
dice: «Sábete, ten por cierto y entendido, mi hijito, que yo soy la enteramente por siempre Vir-
gen (nizenquizcazemicaquichpochth) Santa María, madre de Dios verdadero (supremo o verísi-
mo en el original), de aquel por quien se vive (el dador de la vida=ipalnemmohuan¡) del creador
de la gente (tehyocoyani), del que está próximo y cerca (dueño de la <piox±miá2A=nahuaqueh), del
Señor del cielo, del señor del mundo» (p. 78).
I. LA CATEQUESIS EN EL CARIBE Y N U E V A ESPAÑA HASTA LA J U N T A M A G N A 49
23. Fray Juan de Zumárraga nació en Durango (Vizcaya) en I468ca. Ingresó pronto en la
Orden franciscana. En diciembre de 1527 fue nombrado obispo de México y protector de los
50 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
indios. Zarpó de Sevilla a (¡nales de agosto de 1528. Nuevamente en España, a donde fue lla-
mado para responder de una serie de cargos que le imputaban los primeros oidores de México,
fue consagrado obispo en Valladolid, el 27 de abril de 1533. Regresó a México en 1534 y, en
junio de 1535, fue nombrado inquisidor apostólico de su diócesis. En 1546 fue designado
como primer aizobispo mexicano y murió el 3 de junio de 1548. Fundó varios colegios y hos-
pitales. Llevó la imprenta a México y se sirvió de ella para difundir obras doctrinales propias y
ajenas. Solicitó la erección de la primera Universidad del Nuevo Mundo, que quedó constitui-
da como tal, por real cédula, el 21 de septiembre de 1551. Sobre el proceso inquisitorial que
abrió al cacique de Texcoco, que terminó en 1539 con la quema de Don Carlos, cfr. el capítu-
lo vil, epígrafe la.
24. Cfr. Fernando GIL, Primeras <¡Doctrinas» del Nuevo Mundo. Estudio histirico-teológico
de las obras defrayJuan de Zumárraga (ti548), UCA (Facultad de Teología), Buenos Aires
1993.
25. Puede no haber sido escrita en México, sino haber sido redactada primeramente para
cristianos viejos peninsulares, adoptada posteriormente al contexto americano. Cfr. Enrique
M I R A M I R A , Estudio histérico-genético de la «Doctrina Breve» (1543144) de Juan de Zumárraga,
tesis doctoral, Universidad de Navarra, Pamplona 1989, pro manuscripto.
I. LA CATEQUESIS EN EL CARIBE Y N U E V A ESPAÑA HASTA LA JUNTA M A G N A 51
(cfr. fol. cviijr y fol. iv^. Uno de los incisos de la Doctrina Breve (fbl. liijv) nos
permitiría incluso datar el año en que el prelado llevaba a cabo su tarea com-
piladora: hacia 1534, es decir, al poco de regresar a México, después de pasar
una corta temporada en la Metrópoli, unos «diez años» después de la llegada
de los primeros misioneros a Mesoamérica; anterior, en todo caso, a la bula
Altitudo divini concilii, de Pablo III (1537), sobre los impedimentos de con-
sanguinidad, que no es citada.
En la Doctrina Breve cita con frecuencia a Erasmo de Rotterdam, to-
mado de la traducción del Arcedanio del Alcor, de suyo ya muy corregida en
los pasajes que podían sonar a escandalosos, que Zumárraga incluso corrige
nuevamente. Son muchas, en efecto, las referencias a la Paraclesis y al Enchiri-
dion del caballero cristiano, dos de las obras cumbres del Rotterodamo. Pero, el
hecho de que haya revisado las tesis erasmianas más estridentes debe ser toma-
da en consideración, porque constituye una prueba de que el obispo mexica-
no quiso distanciarse del humanista flamenco. Esto es importante recalcarlo
aquí, pues mucho se ha insistido —ya se ve que con poco fundamento— en la
adscripción erasmista de Zumárraga26. Un estudio atento de las fuentes emple-
adas por Zumárraga demuestra que Erasmo es corregido habitualmente en
aquellos temas en que se muestra más original y, por ello, más distante de las
tradiciones cristianas bajomedievales: por ejemplo, en sus críticas a la escolás-
tica, al modo de vivir de los frailes, a las devociones populares, a la mortifica-
ción y penitencia, etc.
Pasemos a la Regla cristiana breve, obra zumarraguiana de compila-
ción27. La Regla cristiana breve se divide en dos partes. La primera consta de
2 6 . Véase sobre este tema la importante monografía de Marcel BATAILLON, Erasmo y Es-
paña. Estudios sobre la historia espiritual del siglo XVI, FCE, México11979. La cuestión del su-
puesto «erasmismo» de Zumárraga no es un tema baladí, sino muy polémico, que incide en el
núcleo central de la primera evangelización novohispana. Se ha dicho, en efecto, que el éxito
impresionante de esa primera evangelización entre los aztecas se habría debido precisamente a
la opción por Erasmo, preferido al ascetismo preconizado por los clérigos reformados bajome-
dievales. En otros términos: se ha escrito que el modelo erasmista sintonizó mejor con el buen
natural de los aztecas, que el cristianismo bronco de los castellanos reformados. Es mis; algu-
nos incluso han afirmado que, si se hubiesen acogido las propuestas reformadoras de Erasmo,
basadas fundamentalmente en una reforma por la cultura, se habría evitado la ruptura lutera-
na y habría resultado innecesaria la Contrarreforma tridentina. Sin entrar en el juicio de tales
fiituribles, aquí sólo nos interesa señalar que la evangelización impulsada por Zumárraga, que
tanto éxito tuvo en frutos pastorales, poco tenía que ver con el erasmismo, salvo algunas coin-
cidencias estilísticas y ciertas preocupaciones temáticas.
27. Ildefonso Adeva ha preparado la edición crítica más fiable: Juan DE ZUMÁRRAGA, Re-
gla cristiana breve, ed. y estudio preliminar de Ildefonso Adeva, Ediciones Eunate, Pamplona
52 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
siete documentos dedicados a los siguientes temas: cómo comenzar el día cris-
tianamente; cómo asistir diariamente con provecho a Misa y meditar la pa-
sión de Cristo; cómo confesarse bien; la preparación para la Comunión y su
frecuencia; el examen de conciencia diario al final de la jornada; la perseve-
rancia en los propósitos. La segunda parte consta fundamentalmente del Tri-
partito de Gerson (sobre la pasión del Señor, sobre la oración mental, y sobre
el bien morir). Hay también otros epígrafes menores, al final de la primera
parte. Fácilmente se advierte, por el sumario que acabamos de ofrecer, que se
trata de una obra para cristianos «viejos» bien instruidos en la fe católica, y
con ñrmes y arraigados hábitos de ascética cristiana. Este instrumento de pas-
toral estaría, pues, pensado para los españoles trasladados a Nueva España.
Estas d o s obras zumarraguianas, Doctrina Breve y Regla cristiana breve,
son básicamente una compilación de otros opúsculos ascéticos bajomedieva-
les (sobre todo la Regla) y tienen una gran riqueza doctrinal. Los caudales de
la compilación de la Regla cristiana breve, que habían pasado inadvertidos,
han sido individualizados recientemente28, y son los siguientes: Santo Tomás
de Aquino (fl274), el cartujo Ludolfo de Sajonia (fl378), el maestro francés
Juan Gerson (fl429), el teólogo castellano Alonso de Madrigal, también de-
nominado El Tostado o El Abulense (t 1455), el místico flamenco Dionisio
de Ryckel, más conocido como El Cartujano, por su adscripción religiosa
(t 1471), Domingo de Valtanás, dominico contemporáneo suyo (ti560), y
un manuscrito anónimo sobre la Forma de la oración mental. Muchas autori-
dades clásicas y medievales, como Aristóteles, Cicerón, San Agustín, San Gre-
gorio Magno, Rabano Mauro, San Bernardo, San Anselmo, San Buenaventu-
ra, etc., son recibidas de segunda mano a través de las fuentes de compilación
que acabamos de citar. Todo ello en nada disminuye el mérito del obispo me-
xicano, más bien al contrario: lo acrecienta, porque pone de relieve el gran
acopio de lecturas y su selecta biblioteca. En cambio, sí obliga a revisar la au-
reola, con que se le había adornado, de gran humanista mexicano, si por hu-
manista se entiende la acomodación al modelo erasmiano. Zumárraga más
bien parece entroncar con la reforma observante que ya se había establecido
en Castilla desde tiempos del Cardenal Cisneros. Está, pues, mucho más pró-
ximo a los grandes místicos de finales del siglo XV, que a los ideales de una re-
1994. Sobre esta obra, además del estudio preliminar de Ildefonso Adeva que acabamos de ci-
tar, cfr. también Carmen J. ALEJOS-GRAU, Juan de Zumárraga y su *Regla cristiana breve», Ser-
vicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra, Pamplona 1991.
28. El descubrimiento se debe a las investigaciones de Carmen J. Alejos-Grau y, sobre
todo, de Ildefonso Adeva.
I. LA CATEQUES1S EN EL CARIBE Y NUEVA ESPAÑA HASTA LA JUNTA MAGNA 53
29. Edición en: Luis RESINES (ed.), Catecismos americanos del siglo XVI, Junta de Castilla y
León, Salamanca 1992, II, pp. 4 2 7 - 6 2 5 . CFR. José SANCHEZ HERRERO, Alfabetización y catcque-
sis en América durante el siglo XVI, en Paulino CASTAÑEDA (ed.), Los franciscanos en el Nuevo
Mundo (siglo xvi), Deimos, Madrid 1 9 8 8 , pp. 5 8 9 - 6 4 8 .
30. Esta Suma se editó por vez primera en Sevilla, en 1543. Una segunda edición tuvo lu-
gar en Madrid, en 1 8 6 3 . Cfr. Marcel BATAILLON, Erasmoy España, cit. en nota 2 5 , p. 5 3 5 .
31. Edición: Juan DE ZUMARRAGA, Suplemento del catecismo o enseñamiento del cristiano
(Segunda parte de ta «Doctrina cristiana más cierta y verdadera para gente sin erudición y le-
tras...»), en Juan Guillermo DURAN (ed.), Monumento Catechetica Hispanoamericana, UCA,
Buenos Aires 1990, n, pp. 121-159.
54 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
cho más que una cartilla, pues ofrece amplios desarrollos de algunas de estas
partes (por ejemplo, de los sacramentos y los pecados capitales). Refiere algu-
nas de las fuentes que compila: San Agustín, San Juan Crisòstomo, San Bue-
naventura, Juan Gerson, Juan Eck, e t c Pero no siempre resulta clara su fuen-
te de inspiración. Los siete documentos morales, que constituyen la segunda
parte, tratan temas bastante dispares. El primero es una preparación para la
contrición. El segundo es un aviso para los que súbitamente se hallen en peli-
gro de muerte. El tercero es un consejo para mantenerse siempre en gracia de
Dios. El cuarto trata de lo mismo que el tercero y está tomado de Gerson. El
quinto es un conjunto de consejos, inspirados en San Buenaventura, sobre la
forma de comportarse honestamente y recoger el alma. El sexto contiene con-
sejos sobre la forma de educar a los hijos. El séptimo trata sobre las relaciones
de los hijos con sus padres. La conclusión de la obra, anterior a los decretos
tridentinos sobre la Biblia, contiene un vibrante alegato en favor de la difu-
sión de las Escrituras, especialmente el corpuspaulinum, traducidas a las len-
guas vernáculas, quién sabe si influido por Erasmo o, más bien, por su propia
experiencia pastoral.
Todavía conviene que nos detengamos, aunque brevemente, en las ide-
as proféticas de Zumárraga. El documento más interesante al respecto es un
Parecer suyo al virrey Antonio de Mendoza, de fecha incierta, probablemente
enviado en 1536, «sobre esclavos de rescate y fuerza»32. En él responde a tres
dudas que el virrey le había propuesto. «Yo no sé ley divina, natural, ni posi-
tiva, ni humana, eclesiástica ni civil» por la que los indios puedan ser hechos
esclavos y puedan perder su libertad. En segundo lugar, también se declara
contrario a que puedan ser hechos esclavos de guerra, es decir, esclavizados
como consecuencia de una guerra justa en la que hayan sido derrotados. Fi-
nalmente, y con relación a la predicación de la fe, también se muestra contra-
rio a hacer la guerra «a los indios que no nos la hacen, y nunca han entendi-
do ni aún oído de la fe». En este punto afirma que la predicación ha de ser
pacífica y «no entrando de golpe entre ellos». La única guerra con la que se
manifiesta conforme es la guerra espiritual: «yo no sé otra mejor manera de
guerra, que ésta espiritual que se hace al demonio». La otra guerra contra los
indios la denomina propiamente «carnicería». Finalmente, termina su Parecer
con una larga y razonada petición, solicitando se le envíen treinta frailes para
evangelizar pacíficamente a los indios.
c) Alonso de Molina
donde se tratan las cosas fundamentales que se han de saber para salvarse. Se
dice, además, que debe aprenderse de memoria antes de pasar a ulteriores am-
pliaciones. Las cosas que deben saberse para salvarse son las siguientes: los ar-
tículos de la fe; los mandamientos de nuestro Señor, es decir, el decálogo; los
mandamientos de la Iglesia; los siete sacramentos; qué es pecado venial y
cómo se perdona; qué es pecado mortal (los pecados capitales) y cuántos son;
qué son las virtudes y cuántas; cuáles y cuántas son las obras de misericordia;
los dones del Espíritu Santo; los cinco sentidos corporales; las tres potencias
del alma; los enemigos del alma; las ocho bienaventuranzas; las propiedades
de los cuerpos glorificados. De todo ello trata esta cartilla, a la cual se añade
un apéndice con las obligaciones de los padrinos de bautismo, unas enseñan-
zas especiales para los que van a recibir el bautismo (la renuncia a Satanás y
un modelo de homilía para el caso), y dos oraciones: la bendición de la mesa
y t\ Yo pecador. Al comienzo de la cartilla se encuentran el Persignum crucis, el
Credo, el Paternóster, el Avemaria y la Salve.
Interesantes, porque expresan el sentir pastoral de los franciscanos, en
polémica con los dominicos, son unas palabras del colofón: «Más en la Igle-
sia no se enseña [la Doctrina], ni a los que han de recibir los Santos Sacra-
mentos se les pide más de lo substancial de ella, lo cual conviene que sepa
todo fiel cristiano, como... [y enumera las piezas del catecismo, que ya hemos
relacionado más arriba]». Y, algo después, siempre en el mismo colofón, ter-
mina: «Aunque con los viejos y rudos que han estado muchos días aprendien-
do la doctrina y han hecho de su parte lo posible, y no han podido salir con
ella, se contenten los ministros con que se sepan santiguar, y digan el Pater
noster y el Ave María, y que confiesen los Artículos de ¡a Fe A menos, para oír-
los de penitencia y administrarles el Sacramento del Matrimonio, porque no
anden en mal estado amancebados, por falta de no casarlos».
En 1565, Molina redactó dos importantes confesionarios, «para lum-
bre e instrucción de los ministros de esta Iglesia y utilidad de los naturales, y
[para que] los dichos ministros sepan los propios y naturales vocablos que se
requieren para preguntar y entender en la administración del sacramento de
la penitencia (a ellos tan necesario)».
El Confesionario Mayor va dirigido a los penitentes y pretende ofrecer-
les un medio concreto para disponerse a recibir el perdón, facilitándoles, con
su lectura, los actos preparatorios a la recepción del sacramento: el examen de
conciencia, el arrepentimiento, el dolor de los pecados y el propósito de en-
mendarse y de restituir, si fuera necesario. El Confesionario breve va dirigido a
los confesores que empezaban a ejercer el ministerio contribuyendo así a una
58 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
comunicación más expedita con los indios, en orden a entender con claridad
las acusaciones y saber preguntar cuando fuese necesario. En uno y otro caso
lo que se buscaba era lograr confesiones claras, detalladas e íntegras37.
El contenido del Confesionario breve es el siguiente: admonición del sa-
cerdote y preguntas antes de la confesión animando a recibir el sacramento
con las debidas disposiciones; preguntas sobre los diez mandamientos y sobre
los siete pecados capitales; termina con una exhortación a vivir la fe cristiana.
El Confesionario Mayor contiene, en un noventa por ciento, todo el
Menor, al que añadió otras preguntas y diversos apéndices. Conviene destacar
la importancia que se da en el Confesionario Mayor a las preguntas sobre el
matrimonio, la contracepción y las relaciones paterno-filiales; así como a lo
que llamaríamos actualmente ¿tica profesional. En efecto, en el séptimo man-
damiento del Decálogo se ofrecen abundantes preguntas sobre el modo de vi-
vir la justicia en el desempeño de los diversos oficios. Estas preguntas nos per-
miten conocer, además, el desarrollo mercantil de los primeros años de la
colonia y la vida social novohispana.
El estilo de los dos confesionarios de 1565, tan detallado y rico en por-
menores morales, podría significar que la vida cristiana estaba implantada con
bastante firmeza en los valles centrales de México, a sólo cuarenta años del co-
mienzo de la evangelización.
Desde el punto de vista dogmático especulativo tiene una importancia
notable un apéndice del Confesionario Mayor dedicado al sacramento de la
confirmación. Como se sabe, tal sacramento recibía entonces poco énfasis en
la práctica pastoral de la Iglesia misional3*. Los evangelizadores se centraban
particularmente en el sacramento del bautismo, fuente de la «primera» justi-
ficación, y en el sacramento del matrimonio. Otros dos sacramentos habían
recibido también un tratamiento especial en las juntas apostólicas mexicanas:
la confesión y la Eucaristía. Pues bien; Alonso de Molina dedica una atención
notable a la confirmación (ed. Durán, I, nn. 535-599), con importantes de-
37. Edición de ambos Confesionarios: Juan Guillermo DURAN (ed.), Monumenta Cateche-
tica Hispanoamericana, cit. en nota 5, l, pp. 376-386 y 409-541.
38. Esto no quiere decir que no se administrase, sino simplemente que no era objeto de
grandes debates. Zumirraga, por ejemplo, en el último año de su vida, es decir, en 1548, pasó
cuarenta días administrando este sacramento, ayudado por otros frailes, y confirmó en torno a
cuatrocientas mil personas (sic). Aunque el dato pueda haber sido exagerado, demuestra el in-
terés que se concedía, al menos entre los franciscanos, a esta crismación sacramental. Cíe, Joa-
quín GARCÍA ICAZBALCETA, Don Fray Juan de Zumirraga, edit. cit. en nota 3 2 , m, n. 5 3 , pp.
273-274.
I. L A CATEQUESIS EN EL CARIBE Y NUEVA ESPAÑA HASTA LA J U N T A M A G N A 59
39. Nació en Zaratán (Valladolid), en 1513. Pasó a México en 1533. Ordenado sacerdote
allí mismo, en 1538 ó 1539. Notario apostólico de Zumárraga y después secretario de Vasco
de Quiroga (1539-1545). Regresó a España en 1546. Hacia 1560 se trasladó a Roma, donde
murió en 1598. Escritor prolífico en latín y castellano. Sus manuscritos se encuentran en la Bi-
blioteca Vaticana y están prácticamente inéditos, pues en vida publicó sólo dos libros en Valla-
dolid antes de irse a Roma. Modernamente se ha editado su De solicitanda infidelium conver-
sione (a caigo de E. Martín Ortiz).
40. Vasco (o Blasco) de Quiroga nació en Madrigal de las Altas Torres (España), hacia fi-
nales de la década de 1480. Estudió en Salamanca. Se licenció en Derecho canónico en 1515.
Llegó a Veracruz en 1531, para cumplir con su oficio de oidor. En 1538 fue elegido obispo
de Michoacán y consagrado por Juan de Zumárraga. Volvió a España en 1547, oponiéndose,
en las Juntas de teólogos de Valladolid, de 1550, a las tesis de Bartolomé de Las Casas. Perma-
neció en Europa hasta 1553. Desde 1554 permaneció en Michoacán, en su sede de Pátzcua-
ro, hasta su muerte, acaecida 1565. Sobre sus ideas teológicas cfr. Paulino C A S T A Ñ E D A D E L -
G A D O , Don Vasco de Quiroga y su »Información en Derecho», PorrúaTurranzas, Madrid 1974
(escribió su «Información» en 1535). Vid. también Mauricio B E U C H O T , Historia de la filoso-
fía colonial, Herder, Barcelona 1997, pp. 77-93. Sobre Quiroga véase infra el capítulo XIV,
epígrafe 11.7c.
41. Edición en: E. M A R T Í N O R T I Z , en «Communio» 5 (Sevilla 1972) 413-461. La edición
va precedida de un amplio estudio preliminar (pp. 23-186 y 257-411).
42. En la junta de 1539, como estudiaremos detenidamente en el capítulo II, epígrafe Ib,
fue debatido el modo de administrar el bautismo, a propósito de la bula Aititudo divini consi-
lii, de Pablo lll, de 1 de junio de 1537. De ella se conservan las actas, donde se detalla en vein-
ticinco puntos todo lo tratado, dando traslado al Rey. Es interesante consignar que los obis-
pos determinaron que se hiciera un «manual» o ritual, «para que todos los ministros lo sepan».
Este manual se publicó al año siguiente, en 1540, con el título de Manual de adultos. Desgra-
ciadamente, sólo se poseen tres folios de aquel importantísimo ritual, que fue el primer libro
impreso en América, y un largo extracto recogido por Juan Focher en la pane tercera de su Iti-
nerarium. Los tres folios conservados son: la fe de erratas y la dedicatoria de Cristóbal Cabre-
ra, en dos folios. El comienzo de este manual reza así: «Christophorus Cabrera Burgensis ad
lectorem sacri baptismi ministrum: Bicolon icastichon» (^«Cristóbal Cabrera de Burgos al
I. LA CATEQUESIS EN EL CARIBE Y NUEVA ESPAÑA HASTA LA JUNTA MAGNA 61
lector del sagrado bautismo: composición en veinte versos alternados»). Véase el texto latino
y su traducción castellana en: Fray Juan FOCHER, Manual del bautismo de adultos y del matri-
monio de los bautizados, a cargo de Fredo Arias de la Canal, Juan Carlos Ruiz Guadalajara,
José Pascual Guzmán de Alba y Jesús Gómez Fregoso, Frente de Afirmación Hispanista, Mé-
xico 1997, Apéndice C (pp. 145-155). Los dos folios conservados, redactados por Cabrera, le
han consagrado como el «primer autor americano», como le ha denominado el historiador
Ernst J. BURRUS, Cristóbal Cabrera (c. 1515-1598), first American Author, en «Manuscripta» 4
(1960) 67-71; e ID., Cristóbal Cabrera, on the Missionary Methods o/Vasco de Quiroga, en ibi-
dem 5 (1961) 17-27. Mis información sobre los planteamientos pastotales de Cabrera en: Le-
opoldo CAMPOS, Mitodos misionales y rasgos biográficos de Don Vasco de Quiroga, según Cristi-
bal Cabrera, en W.AA., Don Vasco de Quiroga y el Arzobispado de Mortlia, México 1965- Para
mis detalles sobre el Manual de adultos, con un amplio comentario al extracto conservado por
Juan Focher, véanse infra el capítulo vi, epígrafe 2, y el capítulo XI, epígrafe 1.
43. Contemporáneamente a los años en que Cabrera desarrollaba su actividad pastoral
en Nueva España, se discutía el mismo tema en la Universidad de Salamanca. Cfr. Ulrich
H O R S T , Gewalt und Bekehrung. Zum Problem der Zwanstaufe bei Franz von Vitoria, en
Manfred WEITLAUD y Karl HAUSGEBER (eds.), Papsttum und Kirchenreform. Historische
Beiträge. Festschriftfür Georg Schwaiger zum 65. Geburtstag, Eos Verlag, St. Ottilien 1990,
pp. 351-363; y, refiriéndose a la polémica precedente, es decir, durante la Baja Edad Me-
dia, sobre la violencia a los judíos para obligarles a aceptar la fe: cfr. Ulrich H O R S T y Bar-
bara FAES DE M O T T O N I , Die Zwangstaufe Jüdischer Kinder im Urteil scholastischer Theob-
gen. Für Werner Dettloff zum 70. Geburtstag, en «Münchener Theologische Zeitschrift»
40/3(1989)173-199.
44. Cod. Vat. Lat. 5033 de la Biblioteca Apostólica Vaticana. Agradecemos al Prof. Pedro
Rodríguez (Universidad de Navarra), que nos haya facilitado el texto transcrito del citado ma-
nuscrito, cuya edición prepara en colaboración con el Prof. Ildefonso Adeva.
62 T E O L O G Í A EN AMÉRICA LATINA
49. De todos, el más famoso pasaje de la carta es el siguiente: «Son con justo titulo racio-
nales, tienen enteros sentidos y cabeza. Sus niños hacen ventaja a los nuestros en vigor de espí-
ritu, y en más dichosa viveza de entendimiento y sentidos, y en todas las obras de manos. De
sus antepasados he oído que fueron sobremanera crueles, con una bárbara fiereza que salía de
término de hombres pues tan sanguinolentos y crudos, que comían carnes humanas. Pero
cuando fueron más desaforados y crueles, tanto más acepto sacrificio se ofrece a Dios si se con-
vierten bien y con veras. Nosotros somos la mayor parte para esto, si fuésemos para con ellos
tales en enseñanza, ejemplo, manos, y lengua, cuales quisiéramos que fiieran ellos para con no-
sotros, si nos hubiera sucedido lo que a ellos. / Trabajemos por ganar sus ánimas, por las cuales
Cristo nuestro Redentor derramó su sangre».
50. Lleva fecha del 2 de junio de 1537. Edición en Josef M E T Z L E R (ed.), America Pontifi-
cia. Primi sttculi evangelizationis 1493-1592. Documenta pontificia ex registris et minutis praser-
tim in Archivo Secreto Vaticano existentibus, Librería Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano
1991, l, n. 84, pp. 364-366. Cfr. la traducción castellana de Sublimis Deut, en Abelardo LOBA-
TO, El obispo Garcés, o.p., y la Bula *Sublimis Deus», en Los Dominicos y el Nuevo Mundo. Actas
del / Congreso Internacional, cit. en nota 7, pp. 793-79$. Esta bula se conoce también con el
nombre de Ventas ipsa, por ser sus primeras palabras después de la presentación, o Excelsus
Deus. Sobre su recepción, cfr. Silvio ZAVALA, Repaso histórico de la Bula Sublimis Deus de Paulo
III, en defensa de los indios, Universidad Iberoamericana-El Colegio Mexiquense, México 1991.
Un estudio clásico sobre esta bula es: Alberto DE LA H E R A , El derecho de los indios a la libertad
y ala fi. La bula *Sublimis Deus» y tos problemas indianos que la motivaron, en «Anuario de His-
toria del Derecho Español» 26 (1956) 89-181.
I. LA CATEQUESIS EN EL CARIBE Y N U E V A ESPAÑA HASTA LA J U N T A M A G N A 65
sucristo nos ha anunciado. Por último concluye: «es necesario confesar que el
hombre es de tal condición y naturaleza, que puede recibir la fe de Cristo, y
que todos los que tengan la naturaleza humana tienen también la aptitud para
recibir esta misma fe». Seguidamente, todavía en las premisas de los razona-
mientos, Pablo III recuerda el mandato misionero universal, que la Iglesia re-
cibió de Cristo antes de la Ascensión (Mt. 28, 19 y Me. 16, 15). Seguidamen-
te entra en la primera cuestión planteada, en unos términos que son
absolutamente inequívocos: «[...] todas [las naciones] son capaces de la ense-
ñanza de la fe».
No orilla tampoco Pablo III la segunda cuestión: «Por las presentes letras
decretamos y declaramos con nuestra autoridad apostólica, que los referidos
indios y todos los demás pueblos que en adelante vengan al conocimiento de
los cristianos, aunque se encuentren fuera de la fe de Cristo, no han de ser pri-
vados, ni se han de privar de su libertad, ni del dominio de sus cosas; y más
todavía, que pueden usar, poseer y gozar libre y lícitamente de esa libertad y
de este dominio; ni deben ser reducidos a servidumbre; [...] y que hay que in-
vitar a los mismos indios y a las demás naciones a recibir la mencionada fe de
Cristo con la predicación de la palabra de Dios y con los ejemplos de una
buena vida».
En definitiva: los indios eran capaces de ser instruidos en la fe, y debí-
an serlo pacíficamente, sin coacción alguna, ni política ni teológica o pasto-
ral. La única coacción aceptable era la de la palabra y el buen ejemplo.
Las tesis de Garcés habían pasado a la bula, y el impacto que la bula pro-
dujo en América fue considerable, como se puede apreciar por el opúsculo De
soilicitanda infidelium conversione de Cristóbal Cabrera, del que ya hemos habla-
do. Cabrera había sido testigo de los debates; y, aunque su testimonio sea poste-
rior a la Sublimis Deus, reproduce fielmente la mente del pontífice romano y evi-
dencia la impresión que le había producido, varias décadas antes, la bula papal.
51. Estas Leyes Nuevas, dictadas por Carlos v en 1542, en Barcelona, pretendían una re-
forma de la institución de la encomienda.
66 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
54. Cfr. Enrique Ruiz M A L D O N A D O , Tomás de Aquino, Bartolomé de las Casas y ¡a contro-
versia de Indias, en W.AA., Dominicos en Mesoamirica, cit. en nota 45, pp. 261-292. Un exce-
lente comentario teológico a la obra completa lascasiana, que desborda por su alcance las pre-
tensiones de nuestro manual, puede verse en: Mariano D E L G A D O , Bartolomé de Las Casas -
Weg, Werk und Wirkung oder Vom nutzen mystisch-politischer Nachjblge in Krisenzeiten, en ID.
(ed.), Bartolomé de las Casas Werkauswahl, I. Missionsthcologischc Schrifien, Ferdinand Schó-
ningh, Paderborn-München-Wien-Zürich 1994, pp. 11-26. También de Mariano Delgado,
una enjundiosa introducción al De tínico vocationis modo, en ibidem, pp. 99-104.
55. Cfr. nota 53.
56. Cfr. una exposición más amplia sobre esta junta de 1546 en el capitulo II, epígrafe Ib.
68 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
57. Juan Ginés de Sepúlveda (ca. 1490-1 $73), humanista y cronista al servicio de Carlos
V y Felipe II, autor de Demócrata aíttr, sive de iusti beüi causis. De rebus Caroti Vy De rebusges-
tis Philipi n. Sobre la doctrina sepulvediana acerca de estas cuestiones, cfr. Paulino CASTAÑEDA
DELGADO, LOS memoriales del Padre Silva sobre predicación pacifica y repartimientos, CSIC, Ma-
drid 1983, pp. 31-33.
58. Los textos de Sepúlveda y Las Casas han sido publicados íntegramente en la extensa
Apología que ambos redactaron (traducción, introducción y notas e índices de Angel Losada,
Editora Nacional, Madrid 1975). Cfr. también Angel LOSADA, La polémica entre Sepúlveda y
Las Casas y su impacto en la creación del moderno derecho internacional, en W.AA., Autour de
Las Casas. Actes du colloque du Ve centenaire, Tallandier, París 1987, pp. 165-193. Una excelen-
te introducción teológica al debate puede verse en: Mariano DELGADO, Die Disputation von
Valladolid (1550-1551). Einleitung, en ID. (ed.), Bartolomé de Las Casas Werkauswahl, I. Mis-
sionstheologiscbe Schrifien, cit. en nota 54, pp. 99-104.
59. Nació en Segovia en 1495 y murió en Salamanca en 1560. Estudió Altes (1512-1516)
en Alcalá y en París. En esta última ciudad cursó Teología (1517-1520), que continuó en Al-
calá mientras ganaba su cátedra de Artes. Dominico desde 1524. Catedrático de vísperas en Sa-
I. LA CATEQUESIS EN EL C A R I B E Y N U E V A ESPAÑA HASTA LA J U N T A M A G N A 69
lamanca de 1532 a 1545. Teólogo de Trenco durante su primer período. Después confesor del
Emperador en Augsburgo. De nuevo en Salamanca, donde ganó la cátedra de prima en 1552,
que ocupó hasta 1 5 5 5 . Murió en Salamanca en 1 5 6 0 . Su mejor biografía: Vicente BELTRAN DE
HEREDIA, Domingo de Soto. Estudio biográfico documentado, San Esteban, Salamanca 1 9 6 0 .
70 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
Por las mismas fechas en que Las Casas escribía su De unico vocationis
modo, fray Toribio de Benavente, por sobrenombre Motolinia61, redactaba su
Historia de los indios de ¡a Nueva España (1536-1541)62, que constituye un
importante testimonio tanto de la labor misionera llevada a cabo por los fran-
ciscanos, como de las costumbres ancestrales de los aztecas. Debemos al fran-
ciscano Motolinia —y también al cronista minorita Jerónimo Mendieta63—
la noticia de los primeros autos sacramentales escritos para los indios ameri-
canos. Sabemos, por ejemplo, que hacia 1529 el franciscano Jacobo de Teste-
ra, uno de los tres primeros minoritas pasados a América, empleaba en su la-
bor evangelizadora representaciones pictóricas más o menos escenificadas.
En la siguiente década también otros dos franciscanos, fray Luis de
Fuensalida y fray Andrés de Olmos, prepararon una piezas teatrales rudimen-
tarias, sobre los diálogos de la Virgen María con el arcángel San Gabriel. Al-
gunas de estas piezas se escribieron en las lenguas mesoamericanas y constitu-
yen una muestra más de la simbiosis artística que en las tierras del Nuevo
Mundo se produjo. Destacable es el Auto delJuicio Final, en lengua mexica,
de fray Andrés de Olmos, que condenaba la poligamia, tan frecuente entre los
caciques. Martín de Acevedo escribió otra obra en lengua mixteca, y un indio,
del que desgraciadamente se desconoce el nombre, es autor de una Adoración
de las reyes, en náhuad64.
Pero mucho más conocidos, por las noticias ofrecidas por Motolinia,
son los cuatro diálogos representados en Tlaxcala, centro de la actividad fran-
ciscana, en 1538 (los autos de la anunciación de Zacarías, la anunciación de
María, la visitación a Santa Isabel y la natividad del Bautista); la pieza esceni-
ficada en la Pascua de 1539, sobre la caída de Adán y Eva; y las dramatizacio-
nes representadas en la fiesta del Corpus Christi de ese mismo año, sobre la
toma de Jerusalén, las tentaciones de Cristo, algunas escenas de la vida de San
Francisco cuando predicaba a las aves, y el sacrificio de Isaac65. Motolinia nos
ha trasmitido algunos textos de las representaciones y noticias interesantes so-
bre su puesta en escena. Nos ha transcrito, por ejemplo, unas preciosas copli-
llas que los ángeles cantaban a Eva, cuando le enseñaban a hilar con el huso,
en la representación del Auto de la caída de nuestros primeros padresr.
ria, hacia 1541, o si fue otro el redactor, sobre la base de unos papeles preparados por Motolonía.
Cfr. a esce respecto: Salvador M O R E N O B A S U R T O , Un acercamiento a la disputa en torno a ¡a obra
defiay Toribio de Benavente «Motolonía», en «Saber Novohispano» 2 (Zacatecas 1995) 225-240.
63. Sobre Jerónimo Mendieta, véase infra, el capítulo xill, epígrafe 2a y capítulo XIV, epí-
grafe 11,8.
64. Cfr. Fernando HORCASITAS, El Teatro náhuatl, ¿pocas novohispanay moderna, prólogo
de Miguel León Portilla, UNAM (IIH), México 1974.
65. Toribio DE BENAVENTE, Historia de los indios de la Nueva España, cit. en nota 62,1,
cap. 15- Cfr. Fernando HORCASITAS, El Teatro náhuatl, épocas novohispanay moderna, cit. en
nota 64.
72 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
Del auto sobre La conquista de Jerusalén, llevado a cabo por los tlaxcal-
tecas, nos ofrece también largos pasajes.
Una descripción del franciscano Agustín de Vetancourt, en su Teatro
mexicano, refleja de modo expresivo el clima de tales representaciones religio-
sas. Así describe la escenificación de la Pasión, en San José de los Naturales de
México: «el que hace el papel «de Cristo» [un indígena] comulga con mucha
devoción; acude a ésta y las demás representaciones tan gran concurso que no
hay lugar vacío en el patio y azoteas. Es día de mucha ternura y más cuando
le dan la lanzada...».
Motolinia nos ha trasmitido, además, preciosos detalles acerca de las
«pláticas» o conversaciones que los misioneros mantenían con los naturales
sobre los dogmas de la fe cristiana, con ánimo de convertirlos, con muchas
noticias de primera mano acerca de los métodos misionales de los francisca-
nos, donde se trasluce una particular teología pastoral. También testimonia la
especial atención que los minoritas concedieron a la catequesis de los hijos pe-
queños de los caciques, a quienes bautizaban «con voluntad de sus padres»",
en contraste con las tesis de Duns Escoto y acogiéndose en esto al parecer de
Santo Tomás. Señala así mismo qué temas les predicaban con mayor atención
y primeramente, tanto a los niños como a los adultos:
«Declaraban los frailes a los indios quién era el verdadero y universal Se-
ñor, creador del cielo y de la tierra, y de todas las criaturas, y cómo este Dios con
su infinita sabiduría lo regía y gobernaba y daba todo el ser que tenía, y cómo por
su gran bondad quiere que todos se salven. Asimismo los desengañaban y decí-
an quién era aquél a quien servían, y el oficio que tenía, que era llevar a perpetua
condenación de penas terribles a todos los que en él creían y se confiaban»*7.
66. Toribio DE BENAVENTE, Historia de los indios de la Nueva España, cit. en nota 62,1,
cap. 2.
67. Ibidem.
I. LA CATEQUESIS EN EL CARIBE Y N U E V A ESPAÑA HASTA LA J U N T A M A G N A 73
Se advierte, una vez más, las preferencias por el artículo primero del
Símbolo (Dios creador), que ya habíamos constatado en la misión de Ramón
Pané y de los dominicos antillanos, y por el decreto salvífíco universal (cfr. I
Tim. 2,4). También declaraban abiertamente la maldad intrínseca de la ido-
latría6".
A propósito de la polémica bautismal, que se había suscitado en las
juntas eclesiásticas de 1536, y de las que trataremos en el capítulo segundo,
Motolinia describe con cierto detalle cuál era la costumbre de los francisca-
nos, ofreciendo también los fundamentos teológicos de tales tradiciones pas-
torales69. La praxis bautismal de los adultos incluía, antes de recibir el agua
del bautismo, la profesión de fe, el acto de arrepentimiento de los pecados
cometidos y una breve instrucción acerca de las obligaciones matrimoniales,
en perfecta sintonía, por tanto, con la tradición más antigua de la Iglesia. La
68. Veamos otro texto expresivo de la catequesis franciscana: «Ya que los predicadores co-
menzaban a soltar algo en la lengua y predicaban sin libro, y como ya los indios no llamaban
ni servían a los (dolos si no era lejos o escondidamente, venían muchos de ellos los domingos
y fiestas a oír la palabra de Dios y lo primero que fue menester decirles, fue ciarles a entender
quién es Dios, uno todopoderoso, sin principio ni fin, criador de todas las cosas, cuyo saber no
tiene fin, suma bondad, el cual crió todas las cosas visibles e invisibles, y las conserva y da ser,
y tras esto lo que más les pareció que convenía decirlo por entonces; y luego junto con esto fue
menester darles también a entender quién era Santa María, porque hasta entonces solamente
nombraban María, o Santa María, y diciendo este nombre pensaban que nombraban a Dios,
y [a] todas las imágenes que veían llamaban Santa María. Ya esto declarado, y la inmortalidad
del ánima, dábaseles a entender quién era el demonio en quien ellos creían, y cómo los traía
engañados; y las maldades que en sí tiene, y el cuidado que pone en trabajar que ninguna áni-
ma se salve; lo cual oyendo hubo muchos que tomaron tanto espanto y temor, que temblaban
de oír lo que los frailes decían, y algunos pobres desarrapados, de los cuales hay hartos en esta
tierra, comenzaron a venir a el bautismo y a buscar el reino de Dios, demandándole con lágri-
mas y suspiros y mucha importunación. [...] En este tiempo se comenzó a encender otro fue-
go de devoción en los corazones de los indios que se bautizaban, cuando deprendían el Ave
María y el Pater Noster, y la doctrina cristiana; y para que mejor lo tomasen y sintiesen algún
sabor, diéronles cantando el Per signum Crucis, Pater Noster y Ave María, Credo y Salve, con
los mandamientos en su lengua, de un canto llano gracioso» (ibidem, I, cap. 4).
69. «A el tiempo del bautismo ponían todos juntos los que se habían de bautizar, ponien-
do los niños delante, y hacían sobre todos el oficio del bautismo, y sobre algunos pocos la ce-
remonia de la cruz, flato, sal, saliva, alba; luego bautizaban a los niños cada uno por sí en agua
bendita, y esta orden siempre guardó en cuanto yo he sabido. Solamente supe de un letrado
que pensaba que sabía lo que hacía, que bautizó con hisopo, y éste fue después uno de los que
trabajaron en estorbar el bautismo de los otros. Tornando al propósito digo: que bautizados
primero los niños, tornaban a predicar y a decir a los adultos y examinados lo que habían de
creer, y lo que habían de aborrecer, y lo que habían de hacer en el matrimonio, y luego bauti-
zaban a cada uno por sí» (ibidem, II, cap. 4).
74 T E O L O G Í A EN AMÉRICA LATINA
70. Nació en Sahagún (León) hacia 1499. Estudió Artes y Teología en Salamanca, proba-
blemente entre 1514 y 1520. En esta época ingresó en la Orden franciscana. Llegó a Nueva Es-
paña en 1529. Vivió en varios conventos de la Orden en México, pero los años decisivos los
pasó en Tlaltelolco, en cuyo colegio de Santa Cruz realizó una notable labor pedagógica ense-
ñando latín. Desempeñó varios cargos dentro de la Orden y fue intérprete en los procesos con-
tra los idólatras y hechiceros. Conoció a la perfección el náhuad. Murió en 1590. Escribió va-
rias obras, entre las que destaca por su influencia la Historia general de ¡as cosas de Nueva España,
71 • El término «sátrapa», empleado por Sahagún para referirse a los sacerdotes aztecas, no
es término náhuad. Está tomado de los persas, aunque entre los persas el sátrapa no era un sa-
cerdote sino un funcionario civil, con poder político y militar.
72. Estos Coloquios estuvieron perdidos hasta que, descubiertos en el Archivo Secreto Va-
ticano, fueron publicados en 1924 por José María Pou i Martí. Edición: Bernardino D E SAHA-
GÜN, Coloquios y doctrina cristiana con que los doce frailes de San Francisco enviados por el Papa
Adriano Sexto y por el emperador Carlos Quinto convirtieron a los indios de la Nueva España, en
Juan Guillermo D U R Á N (ed.), Monumenta Catechetica Hispanoamericana, UCA, Buenos Aires
1984, l, pp. 317-351. Para un estudio monográfico sobre esta obra catequética sahaguntiana,
cfr. Ana DE ZABALLA, Traruculturaciin y misión en Nueva España. Estudio histérico-doctrinal del
libro de los «Coloquios» de Bernardino de Sahagún, EUNSA, Pamplona 1990.
I. LA CATEQUESIS EN EL C A R I B E Y N U E V A ESPAÑA HASTA LA J U N T A M A G N A 7 5
73. «¿Qué persona es este gran Señor [el papa] que su reino es todo el mundo?; ¿por ven-
tura es Dios o quizá hombre como nosotros? [...] Este gran Señor que tiene poder espiritual so-
bre todo el mundo, que se llama Santo Padre, es hombre, varón como nosotros, es santo, es
muy sabio, es Vicario de Dios sobre la tierra y tiene limitada vida; y cuando uno muere otro le
sucede por elección, que gobierna y posee la silla y señor es de Dios sobre la tierra. Este gran
Señor habita y tiene su silla en una gran ciudad que se llama Roma, que es en las panes de don-
de hemos venido. Este gran Señor tiene en su guarda la Sagrada Escritura. Por su autoridad son
ordenados y elegidos todos los sacerdotes y predicadores y todos los que tienen cargo de las co-
sas del culto divino. Este gran Señor, Santo Padre, también es mandado [...]» (Coloquios, I, cap.
2, ed. Durán).
76 T E O L O G Í A EN AMÉRICA LATINA
ta que las costumbres y ritos que nuestros antepasados nos dejaron, tuvieron
por buenas y guardaron, nosotros con liviandad las desamparemos y destru-
yamos» (i, cap. 6). En otros términos: la religión azteca se había hecho cultu-
ra o quizá mejor: la cultura azteca se había expresado religiosamente. El aban-
dono de las creencias de los antepasados implicaba, pues, el abandono de las
costumbres cívicas y de las formas de vivir tradicionales, y esto resultaba espe-
cialmente costoso para los mexicas; y habría de ser además, como veremos al
estudiar los fenómenos de recidivas idolátricas, la causa principal de los sin-
cretismos religiosos aparecidos ya en la segunda mitad del siglo XVI.
Los contenidos catequéticos del libro segundo, hoy perdidos, presentan
—según el sumario de los mismos que se conserva— una curiosa ordenación.
En primer lugar, la antropología natural (inmortalidad del alma y explicación
del libre albedrío), como si esta obra hubiese sido pensada para la conversión de
luteranos; seguidamente, la eclesiología (conocimiento de la Iglesia y obedien-
cia a la Iglesia romana para salvarse). Seguían los siete artículos pertenecientes a
la divinidad y los siete artículos relativos a la humanidad de Cristo. A continua-
ción, el Decálogo. Inmediatamente, los novísimos. Después, y con mucha ex-
tensión, los siete sacramentos. Finalmente, se narraba cómo se resolvieron algu-
nas cuestiones matrimoniales y dos capítulos últimos a modo de colofón.
Otras tres obras importantes para conocer la actitud de Sahagún ante
las culturas mesoamericanas, son: Historia general ¿e las cosas de Nueva Espa-
ña; Adiciones, apéndice a la Postilla y Ejercicio cotidiano; la Psalmodia Christia-
na y Breve compendio de los ritos idolátricos de Nueva España7i.
75. Ediciones: Bernardino DE SAHAGÜN, Historia general de las cosas de Nueva España, in-
troducción, paleografía y glosario de Alfredo López Austin y Josefina García Quintana, Alian-
za Universidad, Madrid 1988, 2 vols. (hay otras ediciones: de Angel M.* GARIBAY, Porrúa, Mé-
xico 1981; y de Juan Carlos TEMPRANO, Historia 16, Madrid 1990); ID., Psalmodia Christiana,
ed. de Arthur Anderson, University Utah Press, Utah 1993; ID., Adiciones, apéndice a la Posti-
lla y Ejercicio cotidiano, ed. de Arthur J.O. ANDERSON, UNAM, México 1993; e ID., Breve com-
pendio de los ritos idolátricos de Nueva España, auctore [Bernardino de Sahagán] Pió vdicatum,
ed. de Livarius Oliger, en «Antonianum» 17 (1942) 3-38 y 133-173, con un amplio estudio
preliminar, pp. 3-29. (Es un extracto, fechado en 1570, de los dos primeros libros de la Histo-
ria general, preparado por el propio Sahagún para información del Romano Pontífice). Entre
los sahaguntistas se distingue ahora entre la «enciclopedia doctrinal» de fray Bernardino y su
obra misional. Esta distinción parece presuponer, de alguna forma, que la obra misional y la
obra etnográfica tuvieron finalidades diferentes... Esto es discutible, a nuestro entender, puesto
que los evangelizadores americanos pensaron siempre, según los principios de la teología esco-
lástica, sobre todo de inspiración tomista, que era muy conveniente que la evangelización fue-
se acompañada por una educación cívica y humana, puesto que lo humano es la base y como
el fundamento del organismo sobrenatural, aun siendo ambos órdenes distintos.
I. LA CATEQUESIS EN EL CARIBE Y N U E V A ESPAÑA HASTA LA JUNTA M A G N A 79
76. Esta es la opinión de Alfredo López Austin y Josefina Garda Quintana, en la Introduc-
ción a su edición crítica, cit. en nota 75.
7 7 . Cfr. Joaquín GARCÍA ICAZBALCETA, Bibliografía mexicana del siglo xvi. Catálogo razo-
nado de libros impresos en México de 1539-1600, FCE, México 1954, pp. 322-326.
78. «Hase trabajado después acá, que son baptizados, de hazer los dexar aquellos cantares
antiguos, con que alababan a sus falsos dioses, y que canten solamente los loores de Dios, y de
sus Sanaos, y esto de día, y en las Pasquas, y Domingos, y fiestas de los Sanctos de sus Iglesias.
Y a este propósito se les han dado cantares de Dios, y de sus Sanctos en muchas partes, para
que dexen los otros cantares antiguos: y han rescebido, y han los cantado en algunas partes, y
todavía los cantan: pero en otras partes, y en las más, porfían de volver a cantar sus cantares an-
tiguos en sus casas o en sus tecpas: (lo qual pone en harta sospecha en la sinceridad de su Fee
80 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
Sin embargo, ese esfuerzo de Sahagún, tan loable, que acabamos de des-
cribir, no contó siempre con la comprensión y el aplauso de las autoridades re-
ligiosas y civiles de la Nueva España, como lo prueba el hecho de que la Psal-
modia sahaguntiana fuese denunciada a la Inquisición mexicana y retirada.
En este mismo contexto de lucha contra las recidivas idolátricas, y de
incomprensión por parte de las autoridades eclesiásticas novohispanas, debe
inscribirse también el esfuerzo de otro minorita, fray Maturino Gilbcrri8", au-
Christiana), porque en los cantares antiguos por la mayor parte se cantan cosas idolátricas en
un estilo tan obscuro, que no hay quien bien los pueda entender, sino ellos solos [...] Para que
se pueda fácilmente remediar este daño, en este año de 1S83 se han impresso estos cantares,
que están en este volumen, que se llama Psalmodia Christiana en lengua Mexicana, para que
del todo cessen los cantares antiguos» (ed. Joaquín Garda Icazbalceta, cit., p. 323). Esta obra,
publicada en 1583, estaba escrita desde tiempos antes, como dice .Sahagún en el mismo prólo-
go: «Ha algunos años, que esta obra está escrita». García Icazbalceta indica, en una nota a pie
de página, que la Psalmodia debió de comenzarse en Tepepulco por el año 1558. Sobre los es-
fuerzos por traducir el lenguaje técnico cristiano a la lengua nahua, cfr. Ana DE ZABALLA, HUSO
del náhuatl como medio de inculturación en la obra misional de Sahagún, en WLAA., Evangcli-
zacióny teología en América (siglo xví), cit. en nota 9, II, pp. 1521-1540.
79. «Hizóse también a los principios una diligencia en algunos pueblos desea Nueva Es-
paña donde residen los religiosos, como fue en Cholula y en Huexotzingo, etcétera, que los que
se casaban los poblaban por s( junto a los monasterios, y allí moraban, y los predicaban el cris-
tianismo y el modo de la cohabitación matrimonial. Y era muy buen medio éste para sacarlos
de la infección de la idolatría y otras malas costumbres que se les podían apegar de la conver-
sación de sus padres. Pero duró poco, porque ellos hicieron entender a los más de los religiosos
que toda la idolatría con todas sus ceremonias y ritus, estaba ya olvidada y abominada que no
había para qué tener este recatamiento, pues que todos eran baptizados y siervos del verdadero
Dios. Y esto fiie falsísimo, como después acá lo hemos visto claro, que ni aún agora cesa de ha-
ber muchas heces de idolatría y de borrachería, y de muchas malas costumbres; lo cual se hu-
biera mucho remediado si aquel negocio fuera adelante como se comenzó, y como fue en po-
cas partes fuera en todas, y perseverara hasta agora» (Bernardino DE SAHAGÜN, Historia General
de las cosas de Nueva España, libro X, cap. 27, ed. López Austin, II, pp. 630-631).
80. Nació en Toulouse en 1498. De origen italiano. Estudió en la Universidad de su ciu-
dad natal, de la que fue profesor. Tomó el hábito franciscano en la provincia de Aquitania. Em-
barcó para Nueva España hacia 1531. Estudió teología en la Universidad de México. Se incor-
poró a la provincia del Santo Evangelio, para pasar posteriormente a la de Michoacán. Fue gran
conocedor de la lengua tarasca o michoacana. Falleció en Zintzuntza en 1585. Cfr. Manuel
I. LA CATEQUESIS EN EL CARIBE Y N U E V A ESPAÑA HASTA LA J U N T A M A G N A 81
CASTRO, Lenguas indígenas transmitidas por losfranciscanosdel siglo xvi, en Paulino CASTAÑE-
DA, Losfranciscanosen el Nuevo Mundo (siglo xvi), Deimos, Madrid 1988, pp. 485-572.
81. El proceso, que se conserva íntegro en el Archivo General de la Nación, de México,
ramo Inquisición, ha sido publicado por Francisco Fernández Castillo. Cfr. Francisco FERNAN-
J
DEZ CASTILLO (ed.), Libros y libreros en el siglo XVI, AGN-FCE, México 1982,4-37,454-455
y 545-550.
82. Fue llamado a dictaminar el teólogo agustino Alonso de la Vera Cruz, buen conoce-
dor de ese habla. Cfr. Cristina DE SALAS M U R I L L O , El dictamen de Alonso de ¡a Vera Cruz a ta
obra catequética de Maturino Gilberti. Estudio preliminar y edición, en Josep Ignasi SARANYANA
et. al. (eds.), Evangelizacióny teología en América (siglo xvi), cit. en nota 9, II, pp. 1507-1515.
Este dictamen se conserva en BNP, Fonds espagnols.
82 TEOLOGIA EN A M É R I C A LATINA
mam. Por otra parte, en michoacano, se emplea el mismo término tanto para
expresar la divinidad (en abstracto) diosequa, como para indicar un dios con-
creto. Por consiguiente, la primera proposición pretende decir que la primera
Persona de la Santísima Trinidad es Dios Padre, pero también podría interpre-
tarse, aunque no según la intención de Gilberti, que la primera divinidad es
Dios Padre..., estableciendo de esta forma una cierta gradación en la Trinidad,
a modo de las antiguas formulaciones gnósticas. Otra interpretación incorrec-
ta de la expresión maturiana sería entender que en la Trinidad hay tres «co-
sas», puesto que el neutro castellano «lo uno» suele expresarse en el habla co-
rriente como «una cosa», tema que ya se había planteado en la Edad Media, y
que fue debidamente corregido por el decreto Damnamus ergo del Lateranen-
seiv, en 1215.
Por lo demás, las siguientes proposiciones pueden también interpretar-
se con sentido ortodoxo. Se detecta una prudente inconoclastia (proposición
4.°), quizá para alejar el peligro de recaer en la idolatría. Las demás proposi-
ciones hacen hincapié en cuestiones polémicas con el luteranismo.
83. Nació en Feria (Extremadura), hacia 1524. Estudió en Salamanca, donde tomó el
hábito de santo Domingo. Hacia 1552 pasó a México. Participó en la misión de La Florida.
Fue nombrado provincial de los dominicos mexicanos en 1565. Publicó una Doctrina cristia-
na en lengua castellana y zapoteca. Regresó a España en 1570. Tras ser nombrado obispo de
Chiapas, volvió al Nuevo Mundo en 1575. Gobernó su iglesia con gran celo y humildad. Mu-
rió en 1588 (Cfr. Antonio DE REMESAL, Historia general de las Indias Occidentales, BAE 189,
Madrid 1966, lib. XI, cap. I, pp. 371a-372b; Agustín DAVILA PADILLA, Historia de la funda-
ción y discurso de la Provincia de Santiago de México, impresa en Casa de Juan de Meerbeque,
Bruselas 1625 [2.a ed.J, II, cap. 35, pp. 478-482; José Mariano BERISTALN DE S O U Z A , Biblio-
teca Hispano americana Septentrional, 3. a ed., México 1947, n, p. 261; voz FERIA, P E D R O DE,
en Melquíades A N D R É S - M A R T Í N [dir.], Misioneros extremeños en Hispanoamérica, Madrid
1994 [2.a ed.J, pp. 120ss.). Elisa Luque Alcaide ha estudiado una interesante carta inédita de
Pedro de Feria a Felipe II, fechada en México, a 13 de febrero de 1563, donde se propone un
programa de evangelización pacífica de la costa de la Florida. Cfr. Elisa L U Q U E ALCAIDE, In-
vestigaciones sobre el lll Concilio Mexicano (Pedro de Feria), en «Anuario de Historia de la Igle-
sia» 6 (1997) 421-430.
84 TEOLOGÍA EN AÍMÉRICA LATINA
del alma, Feria parece incluso «condenar» al cuerpo87. Pasa después a referirse
al alma, ocupándose en primer lugar de su creación; explica que Dios la in-
fundió inmediatamente en el cuerpo de Adán. Sin embargo, al ocuparse del
origen del alma en los demás hombres, Feria muestra las carencias médicas,
antropológicas y teológicas de su época en este punto, recogiendo la embrio-
logía medieval".
También escribió Pedro de Feria un importante memorial al III Conci-
lio Mexicano ( 1 5 8 5 ) , que contiene semejanzas con la temática de su Doctri-
na. El quince de abril de 1585 enviaba Pedro de Feria, siendo ya obispo de
Chiapas, un memorial al III Concilio Mexicano89. En él se pueden espigar al-
gunos temas de relieve. Se detiene principalmente en la condición de los in-
dios, y en las cualidades que deben exigirse a los ministros sagrados. Como
misionero y obispo, con treinta y tres años de experiencia pastoral en Méxi-
co, se siente en condiciones de señalar la debilidad de los naturales y, conse-
cuentemente, su superficial evangelización. Los indios son descritos como
«recortos y bajos», «gente tan terrestre y sensual», «bárbaros», «de natural bajo
y muy imperfecto». Abiertamente afirma que se equivocan los que piensan
que ya han alcanzado un grado de madurez en la fe, pues «cada día se descu-
bren secretos y cosas en que se conoce no haber entrado muchos de ellos en
la religión cristiana ni haber dejado ni olvidado sus sectas y religiones y culto
de sus dioses». En particular, el obispo de Chiapas descubre las lagunas sacra-
mentológicas de los indígenas con respecto a la confesión y a la Eucaristía. Por
ejemplo, dice, habitualmente yerran en la intención con la que se acercan a
confesar9". Lo cual se explica porque en su religión ancestral sólo acudían a los
dioses para solucionar problemas materiales.
Los ministros deben ser «muy idóneos y muy suficientes en ciencia y
en costumbres santas y religiosas», y deben conocer la lengua materna de los
ció, así no quiere, ni tiene, ni desea sino cosas sucias: ¿qué es lo que quiere y desea tu cuerpo?
Sólo quiere y desea que comas demasiado, que te emborraches, que duermas como bestia, que
juegues y te des a deshonestidades y a todos los vicios y deleites» (ibid., ff. 3r-4r).
87. Ibid., fol. 4v.
88. «Mas ahora, cuando se engendra a alguna persona, si es varón, acábase de formar el
cuerpo en cuarenta días, y formado el cuerpecito, luego en un instante infunde Dios el alma en
¿1, y si es hembra se acaba de formar el cuerpecito en sesenta días, y formado luego en un ins-
tante infunde Dios el alma en él, la cual sólo Dios cría de nada» (Doctrina christiarut, f. 7r-v).
89. Se encuentra publicado en José Antonio LLAGUNO, La personalidadjurídica del indio
y el m Concilio Mexicano, Porrúa, México 1963, pp. 183-198.
90. Pedro DE FERIA, Memorial al ni Concilio Mexicano, § 11, en LLAGUNO La personalidad
jurídica, p. 192, cit. en nota 89-
86 T E O L O G Í A EN AMÉRICA LATINA
indios. Denuncia que los curas no visitasen a los indios más que para recoger
la ofrenda, en la fiesta de Todos los Santos, lo cual resultaba escandaloso. Fe-
ria también entra en la vidriosa cuestión de las relaciones entre los religiosos
y los obispos. Estima que son los mendicantes los que han plantado la fe y
han procurado educar a los indígenas en la policía humana. Aunque recono-
ce que también ha habido clérigos seculares virtuosos, manifiesta sus prefe-
rencias por los regulares, que, a su juicio, entienden mejor a los indígenas. Por
ello, recomienda vivamente al concilio que solicite más religiosos para misio-
nar entre los naturales.
Fray Pedro aboga, finalmente, por que el concilio encargue la redac-
ción de diversos tratados acerca de los sacramentos, principalmente sobre la
confesión, Eucaristía y extremaunción, de manera que se unifique la predica-
ción a los naturales, para que lleguen a comprender la esencia y eficacia de es-
tos medios de salvación, evitando tanto una retórica demasiado complicada
como una superficial catcquesis".
91. También intervino Pedro de Feria en la extirpación de las idolatrías, llevada a cabo en
Oaxaca. Al respecto escribió un Tratado de idolatrías, en colaboración con Jacinto de la Sema y
Pedro Ponce, del que hablaremos en el capítulo VII, epígrafe 2.
I. LA CATEQUES1S EN EL CARIBE Y NUEVA ESPAÑA HASTA LA JUNTA MAGNA 87
sos y por las recidivas idolátricas, detectados sobre todo a partir de 1560; los
temas referentes a la inculturación, como la traducción a las lenguas vernácu-
las de las verdades cristianas; las polémicas sobre la exención del clero regular
y su mayor o menor capacidad para la evangelización de los nativos; etc.
En cuanto a las técnicas catequéticas, se observa la preferencia por la
catequesis modo histórico, es decir, según el género narrativo, imitando la ex-
posición de los tres primeros capítulos del Génesis, con una especial insisten-
cia, por tanto, en el misterio de la creación. La presencia del tomismo en los
instrumentos de pastoral es evidente, quizá por el gran protagonismo doctri-
nal que tuvieron los dominicos.
Por lo demás, y salvo las adiciones inevitables para adecuar la cateque-
sis a las tierras americanas, se observa una gran dependencia de las doctrinas
y cartillas de la praxis catequética peninsular, tan desarrollada a lo largo del si-
glo XV y no menos en los primeros años del siglo XVI.
CAPÍTULO II
LAS A S A M B L E A S E C L E S I Á S T I C A S A N T E R I O R E S
A LA RECEPCIÓN D E TRENTO*
mandato de esos concilios; y los puntos de vista especulativos más interesantes de los teólogos
que intervinieron en las aulas conciliares, bien directamente, bien como simples peritos de los
padres sinodales.
2. Cfr. Armando COTARELO Y VALLEDOR, Fray Diego de Deza, Ensayo biográfico, Impren-
ta de José Perales Martínez, Madrid 1905-
IL. LAS ASAMBLEAS ECLESIÁSTICAS ANTERIORES A LA RECEPCIÓN DE T R E N T O 91
3. Edición de los decretos en: Juan TEJADA Y RAMIRO (ed.), Colección de cdnonesy de todos
los concilios de la Iglesia española, traducida al castellano, II. Concilios del siglo XV en adelante, Im-
prenta de Don Pedro Montero, Madrid 1855, tomo V, pp. 67-111.
92 T E O L O G Í A EN A M É R I C A LATINA
del clero secular, muy abandonado durante la crisis conciliarista y durante las
largas guerras civiles del siglo XV. Al mismo tiempo, tales sinodales contribu-
yeron a la dignificación del culto y la «eucaristización» de la vida litúrgica, con
todas las implicaciones que este paso significó para la mejora de la vida espi-
ritual del clero y de los fíeles.
Se proscribieron las segundas nupcias sin haber enviudado todavía, o
mediando parentesco en grados prohibidos; también se prohibió a los delin-
cuentes que, huyendo de la justicia, se amparasen en las iglesias durante de-
masiado tiempo y, en todo caso, se exigió a tales personas un comportamien-
to decoroso y honesto mientras gozaban del privilegio del fuero; se prohibió
que el brazo secular encarcelase a ningún eclesiástico ni causase daño a luga-
res o posesiones de iglesias o monasterios, o violase sus derechos; se determi-
nó que no se utilizasen las iglesias para reuniones profanas; y se acordó que no
se construyesen fortalezas en las iglesias o cementerios.
Fue, pues, el de Sevilla, un típico sínodo de reforma, con especial aten-
ción a corregir las costumbres de los clérigos; a restaurar el esplendor del culto;
y a fomentar la formación catequética del pueblo cristiano en los temas más
fundamentales, particularmente la vida sacramental, la moral matrimonial y el
cumplimiento dominical; con una importante incidencia en la moralización
de las costumbres públicas y en la reafirmación de los fueros eclesiásticos. Tam-
bién introdujo orden en las cuentas económicas de las iglesias parroquiales y
en la administración de los beneficios, y sancionó, mucho antes queTrento, la
obligatoriedad de la residencia para el clero con cura de almas.
4. Fuentes: Joaquín GARCÍA ICAZBALCETA, Don Fray Juan de Zumdrraga, primer obispo y
arzobispo de México, Porrúa, México 1947,4 vols; Cristóforo G U T I É R R E Z V E G A (ed.), Las pri-
meras Juntas Eclesiásticas de México (1524-1555), Centro de Estudios Superiores de los Legio-
narios de Cristo Rey, Roma 1991; Josef M E T Z L E R (ed.), America Pontificia. Primi saculi evan-
gelizationis 1493-1592. Documenta pontificia ex registris et minutis prasertim in Archivo Secreto
Vaticano existentibus, Librería Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano 1991; y Juan TEJADA V
94 TEOLOGÍA EN AMÉRICA L \ T I N A
RAMIRO, Colección de Cánones y de todos los Concilios de la Iglesia de España y de América, Im-
prenta de D. Pedro Montero, Madrid 1859, vol. v.
5. Cristóforo GUTIÉRREZ VEGA (ed.), Las primeras Juntas Eclesiásticas de México, cit. en
nota 4, pp. 191-194.
II. 1 > S ASAMBLEAS ECLESIASTICAS ANTERIORES A LA RECEPCIÓN D E T R E N T O 95
A esta Junta, muy poco estudiada, asistieron tan sólo frailes francisca-
nos, presididos por fray Martín de Valencia. Se mostraron partidarios no sólo
de la encomienda sino también del repartimiento de indígenas, como medios
para fomentar comunidades estables de españoles, que habrían de favorecer la
6. Mendieta nos cuenta que decidieron seguir una vía llena de discreción: «no dando este
sacramento sino a pocos y con el aparejo que se requiere».
7. Años mis tarde, los mejores teólogos de la Nueva España emprenderían un estudio sis-
temático de las formas de contraer entre los indígenas, para determinar si había propiamente
matrimonio legítimo en todos los casos. En esta tarea destacó particularmente el trabajo de
Alonso de la Vera Cruz. Cfr. infra cap. VIH, epígrafe Ib.
8. Cristóforo G U T I É R R E Z V E G A (ed.), Las primeras Juntas Eclesiásticas de México, cit. en
nota 4, pp. 195-198.
96 T E O L O G Í A EN AMÉRICA LATINA
9. Para conocer la posición de los franciscanos sobre las encomiendas hasta la promulga-
ción de las Leyes Nuevas de 1542, cfr. Lino G Ó M E Z C A Ñ E D O , Pioneros de la Cruz en México,
BAC («Popular», 90), Madrid 1988, pp. 142-147.
10. Por la «encomienda», un grupo de indios quedaba obligado a trabajar o a rendir un
tributo a un español, que se constituía en encomendero, con la obligación de ocuparse de la
formación cristiana de los indios «encomendados». Si bien algunos encomenderos cumplieron
con esta obligación religiosa, otros explotaron a los indios sin ninguna preocupación catequi-
zadora. La encomienda se inspiraba en las formas de explotación de la tierra, que rigieron en la
península ibérica durante el medievo, derivadas del vasallaje feudal. Tales relaciones exigían una
prestación laboral, económica y militar, por pane de los vasallos, a cambio de la protección
ofrecida por el señor a sus vasallos en caso de guerra, atropellos u otras calamidades. Con el
tiempo, los vasallos pasaron a depender hasta tal punto del señor, que estaban ligados a la tie-
rra casi irremisiblemente. Siendo libres de iure, en la práctica eran siervos (los siervos de la gle-
ba). Los siervos de la gleba, afeaos a una heredad, aunque ésta cambiase de dueño, provocaron
grandes revueltas en toda Europa, desde mediados del siglo XV a mediados del siglo XVI.
11. Cristóforo G U T I É R R E Z VEGA (ed.), Las primeras Juntas Eclesiásticas de México, cit. en
nota 4, pp. 199-206.
II. LAS ASAMBLEAS ECLESIÁSTICAS ANTERIORES A LA RECEPCIÓN D E T R E N T O 97
12. «Le parece que aunque en los principios de ella [de la guerra] haya habido error en al-
gunas circunstancias, así del capitán como de la calidad y modo con que la gente para la dicha
guerra se hizo y se llevó; pero que ya que el negocio está comenzado tanto tiempo ha, y está tan
adelante en la tierra, lugar y conquista, que ninguna manera deban de retroceder, ni dejarse la
empresa sin enmendándose los aviesos y torcidos fines que hasta aquí haya podido haber, sol-
dándose y reformándose con sanos propósitos y saludables fines y convenientes medios no per-
judiciales al servicio de Dios y del Rey, ni a los cristianos y naturales de la tierra» (Junta eclesiás-
tica de 1531, en Cristóforo GUTIÉRREZ VEGA [ed.J, Las Primeras Juntas Eclesiásticas de México,
cit. en nota 4, p. 201). Conviene notar que la posición de Julián Garcés evolucionaría mucho
en pocos años, hasta ser uno de los promotores de la bula pontificia Sublimis Deus, de 1537,
que tanto habría de influir en la mejora de la suerte de los naturales. Cír. capítulo I, sufra, epí-
grafe 2e.
13. Cristóforo GUTIÉRREZ VEGA (ed.), Las primeras Juntas Eclesiásticas de México, cit. en
nota 4, pp. 207-217.
14. Un estudio amplio puede verse en Fernando GIL, Primeras *Doctrinas» del Nuevo
Mundo. Estudio histérico-teológico de las obras de fray Juan de Zumárraga (ti548), UCA (Facul-
tad de Teología), Buenos Aires 1993, pp. 180-203. Recuérdese que en 1532 los dominicos eri-
gieron su provincia de Santiago de México.
98 T E O L O G Í A EN A M É R I C A LATINA
naturales para la fe. El tema más conflictivo era el del bautismo, pues los do-
minicos pensaban que se debía bautizar a los adultos tan sólo en fiestas solem-
nes, y con un ritual que incluyera crismación y unción, mientras que los fran-
ciscanos, como ya se ha dicho, preferían aplicar habitualmente el rito previsto
para situaciones de urgencia, o rito simplificado.
Segunda junta: regulación de ¡os *tamemes». Parece que en 1532 hubo
dos juntas sobre este tema. En la primera, anterior al mes de mayo, asistieron
Fuenleal y los demás oidores de la audiencia (entre ellos, Don Vasco de Qui-
roga, después primer obispo de Michoacán). Junto a ellos se reunieron diver-
sos religiosos mexicanos. En la segunda, celebrada en mayo, participaron
Fuenleal, Zumárraga, los cuatro oidores, Cortés y los priores franciscano y
dominico. Se discutió sobre los «tamemes»: indios de carga de la sociedad az-
teca prehispánica, que los españoles habían adoptado. Se producían algunos
abusos, y los juntistas procuraron regular la institución, intentando cohones-
tar las necesidades económicas de la naciente sociedad hispano-criolla con los
derechos humanos de los indígenas.
Tercera junta: sobre el modo de poblar y conservar la tierra. Las reunio-
nes se tuvieron también en mayo de 1532. Participaron el presidente Fuen-
leal, Vasco de Quiroga y los otros tres oidores; el obispo electo Zumárraga,
cuatro franciscanos y cuatro dominicos. Su objetivo era sobre todo político:
responder a la petición del monarca, de que se describiera la tierra de Nueva
España. Con ello se perseguía una presencia más estable de los españoles en
México: «la perpetuidad y población desta tierra», como dicen las actas de la
junta. Aunque el fin inmediato fuese político, implicaba la evangelización.
En las actas de la junta se habla de «la capacidad y suficiencia en los natura-
les y que aman mucho la doctrina de la fe [...] y son hábiles para todos los
oficios mecánicos y de agricultura; y las mujeres honestas y amigas de las co-
sas de la fe y trabajadoras». Continúa, pues, la positiva valoración de los in-
dígenas.
Cuarta junta: erección provisional de la catedral de México. Tuvo lugar
en México, el 27 de mayo de 1532. El grupo de asistentes fue bastante redu-
cido: el presidente y los oidores de la audiencia, con fray Juan de Zumárraga.
Obedeciendo a una cédula real de 1530, se procedió a la erección provisional
de la catedral de México. La erección catedralicia suponía la institucionaliza-
ción de la presencia de la Iglesia en México. Ya no se trataba de un terreno de
pura frontera, sino una comunidad cristiana que se consolidaba estructural-
mente, mediante la organización episcopal.
En 1533 hay que situar la llegada de la primera expedición de agusti-
nos.
IL. LAS ASAMBLEAS ECLESIÁSTICAS ANTERIORES A LA RECEPCIÓN DE T R E N T O 99
Junta sobre la tasación de los tributos de los indios. Sabemos que se cele-
bró después de mayo de 1536. La iniciativa de la junta corrió a cargo del em-
perador Carlos V, por medio de real cédula de 26 de mayo de 1536. Se trata-
ba de moderar el tributo de los indígenas, evitando abusos. También disponía
el rey que los juntistas se ocupasen de las transmisiones post mortem de las en-
comiendas.
Junta sobre las recidivas idolátricas y otros temas. Conocemos tan sólo
que esta junta se celebró en 1536. Y fue también el rey el que convocó la jun-
ta. Los asistentes fueron los habituales: el virrey, los oidores, y los prelados y
religiosos de la ciudad y de la comarca de México. La temática fue estricta-
mente religiosa: las cosas sobre las que se debía «avisar y apercibir» a los natu-
rales, además de prohibirles las idolatrías, sacrificios y otros ritos y costum-
bres. Se estudió, en efecto, cómo «debían apartarse [los naturales] de las
idolatrías y de los sacrificios que solían hacer y de los otros ritos y costumbres
[suyas]». Las conclusiones de la junta fueron enviadas a la metrópoli, de don-
de volvieron incorporadas a una real cédula de 10 de junio de 1539.
Junta sobre las ceremonias del bautismoFue una de las más importan-
tes, desde el punto de vista teológico-pastoral. Se celebró en noviembre de
1536. Asistieron Ramírez de Fuenleal, Zumárraga y Garcés, obispos de Mé-
xico y Tlaxcala. Fue convocada por el virrey Mendoza. Se volvía a plantear la
cuestión de las ceremonias del bautismo. Por entonces las discrepancias entre
los franciscanos (partidarios de la simplificación de ritos) y los dominicos y
agustinos (de opinión contraria) eran graves. Siendo una cuestión estricta-
mente americana, es decir, del todo ausente en el contexto peninsular, los
obispos intentaron la unificación de criterios, para evitar el escándalo en los
indios y lograr la concordia entre las Órdenes. A la postre se llegó a una solu-
ción de compromiso, basada en los siguientes ritos: a) construcción de pilas
bautismales decentes en las iglesias de los conventos; b) administración de la
sal, saliva, candela y capillo —elementos no esenciales del ritual— tan sólo a
tres o cuatro indios de ambos sexos elegidos entre los que solicitasen el bau-
tismo, explicando a todos los catecúmenos que estas ceremonias afectaban
sólo a la solemnidad del sacramento y no a su licitud y validez; c) bendición
del agua bautismal; d) aplicación del santo crisma a todos los bautizados de
ambos sexos, niños y adultos. Esta solución se acercaba mucho a la praxis ha-
18. Sobre el tratamiento del bautismo en las Juntas y algunos concilios americanos, vid.
Federico R . A Z N A R G I L , La capacidad c idoneidad canónica de los indios para recibir los sacra-
mentos en lasfuentes canónicas indianas del siglo XVI, en W.AA., Evangelizaciin en América, Caja
de Ahorros de Salamanca, Salamanca 1988, pp. 177-194.
ii. LAS ASAMBLEAS ECLESIÁSTICAS ANTERIORES A LA RECEPCIÓN DE T R E N T O 101
En 1537 el papa Paulo III expidió dos bulas de gran importancia para
la evangelización de América: la Sublimis Deus y la Altitudo Divini consilii10.
En la tramitación de las bulas fue clave la actuación en Roma del dominico
fray Bernardino de Minaya. La bula Sublimis Deus, conocida también como
Vcritas ipsa, supuso la declaración oficial de la Santa Sede de la dignidad hu-
mana de los indígenas americanos, cortando de raíz toda justificación teórica
de la esclavitud y otros abusos. Pese a que Carlos V prohibió la aplicación ca-
nónica de la bula (más por motivos de defensa del Patronato que por disenti-
miento de su doctrina), la Sublimis Deus ejerció una gran influencia en el
Nuevo Mundo.
Por su parte, la bula Altitudo Divini consilii se ocupó en directo de can-
dentes cuestiones pastorales. Respecto al bautismo, proponía lo siguiente: en
cuanto a lo ya practicado, declaraba lícito haber administrado el bautismo sin
guardar las ceremonias y solemnidades establecidas por la Iglesia, pues así
convenía a tenor de las especiales circunstancias que concurrían. Sin embar-
go, cara al futuro, prescribía que se celebrase el bautismo con todas las cere-
monias y solemnidades reglamentadas, a no ser en caso de urgente necesidad,
lo cual debía ser valorado en conciencia por los misioneros. No parece que la
bula acallara la polémica, pues su texto se prestaba a diferentes interpretacio-
nes. Resulta claro, sin embargo, que la Altitudo se basaba principalmente en
los debates de la Junta mexicana de 1536.
Respecto al matrimonio, la Altitudo concedía, a los neófitos que tuvie-
ran muchas mujeres de tiempos de la gentilidad, que eligieran una y con ella
contrajesen matrimonio canónico, si es que no recordaban cuál había sido la
19. Toribio DE BENAVENTE, Historia de los indios de la Nueva España, II, cap. 4.
20. El texto de las bulas puede verse en Josef M E T Z L E R (ed.), America Pontificia, cit. en
nota 4, i, nn. 83-84, pp. 362-366. Puede verse un breve extracto de la Altitudo en DS 1497.
En el Enchiridion Symbobrum de Henricus Denzinger y Adolfus Schdnmetzer (=DS), aparece
también publicado un extracto del breve Pastorale officium, enviado por Paulo III al cardenal de
Toledo Juan de Tavera, con motivo de la doctrina de la Sublimis Deus (cfr. DS 1495). Para más
datos sobre esta importante bula, cfr. capítulo I, epígrafe 2e, supra.
102 T E O L O G Í A EN AMÉRICA LATINA
21. Cristóforo GUTIÉRREZ VEGA (ed.), Las primeras Juntas Eclesiásticas de México, cit. en
nota 4, pp. 231-256.
22. Fernando GIL, Primeras «Doctrinas» del Nuevo Mundo, cit. en nota 14, pp. 212-221.
II. LAS ASAMBLEAS ECLESIÁSTICAS ANTERIORES A LA RECEPCIÓN DE T R E N T O 103
Esta junta atravesó dos fases". En primer lugar, hubo una reunión que
culminó el 27 de abril de 1539- Se enviaron las resoluciones al rey. Pero, ante
la falta de respuesta, tornaron a reunirse para insistir sobre las mismas mate-
rias. Esta segunda reunión tuvo lugar con seguridad en 1540, aunque no se
sabe bien en qué fecha. Asistieron a la junta de 1539 los obispos de México
(Juan de Zumárraga), Antequera-Oaxaca (Juan López de Zárate), Michoacán
(Vasco de Quiroga). No se sabe si participó el deTlaxcala, Julián Garcés. Ade-
más acudieron los superiores de las tres Órdenes religiosas y otros eclesiásti-
cos. En la posterior reunión de 1540 se hallaban presentes Zumárraga, Zárate,
Quiroga y además Marroquín, que no había estado en la anterior. Podemos
dividir las materias en varios grupos. Hay que considerar que en 1538 se ha-
bía recibido en Nueva España la bula Altitudo de Paulo III. Animados por el
monarca español, los juntistas se aprestaron a la aplicación de la bula.
De la primera fase o junta de 1539 se conservan las actas, donde se de-
talla en veinticinco puntos todo lo tratado, dando traslado al rey. Es intere-
sante consignar que los obispos determinaron que se hiciera un «manual» o
ritual, «para que todos los ministros lo sepan». Este manual se publicó al año
siguiente, con el título de Manual de adultos. Desgraciadamente, sólo se con-
servan dos folios de aquel importantísimo ritual. Al comienzo se lee: «Chris-
tophorus Cabrera Burgensis ad lectorem sacri baptismi ministrum: Bicolon
23. Cristóforo GUTIÉRREZ VEGA (ed.), Las primeras Juntas Eclesiásticas de México, cit. en
nota 4, pp. 257-259.
24. Ibidcm, pp. 261-295.
25. Fernando GIL, Primeras «Doctrinas» del Nuevo Mundo, cit. en nota 14, pp. 221-234.
II. LAS ASAMBLEAS ECLESIÁSTICAS ANTERIORES A LA RECEPCIÓN DE T R E N T O 105
26. Del teólogo secular Cristóbal Cabrera se ha hablado ampliamente en el capítulo pri-
mero, epígrafe 2d, supra.
27. Federico R. A Z N A R GIL, La capacidad c idoneidad canónica de los indios para recibir los
sacramentos, cit. en nota 18, pp. 201-213.
28. Fray Toribio de Benavente, uno de los más directamente implicados en la polémica, re-
sumió los acuerdos en los siguientes términos: «El catecismo dejáronle al albedrío del ministro; el
exorcismo, que es el oficio del bautismo, abreviáronle cuanto fue posible, rigiéndose por un mi-
sal romano, y mandaron que a todos los que se hubieren de bautizar se les ponga óleo y crisma, y
106 T E O L O G Í A EN AMÉRICA LATINA
que esto se guarde por codos inviolablemente, así con pocos como con muchos, salvo en urgente
necesidad. Sobre esta palabra urgente hubo hartas diferencias, porque en tal tiempo una mujer, y
un indio, y aun un moro, pueden bautizar en fe de la Iglesia; y por esto fue puesto silencio al bau-
tismo de los adultos, y en muchas partes no se bautizaban sino niños o enfermos» (Toribio DE BE-
NAVENTE [Motolinia], Historia de los indios de la Nueva España, II, cap. 4, n. 215).
29. Este texto nos informa con claridad sobre la actitud de Las Casas y de Motolinia, que
personifican dos modos distintos de entender la evangelización. El primero, más pendiente de
que se cumplieran las disposiciones de la Bula Altitudo divini consilii de Paulo III, relativas a la
preparación prebautismal de los adultos, y mis proclive a las formalidades rituales, que asegu-
rasen la validez del sacramento. El segundo, en cambio, más inclinado a facilitar la recepción
del sacramento del bautismo, que es la primera tabla de la justificación. Sobre este tema, cfr.
Josep Ignasi SARANYANA, Sobre los orígenes del cristianismo en América. Historia doctrinal de una
polémica, en «Anuario de Historia de la Iglesia», 1 (1992) 257-285.
IL. LAS ASAMBLEAS ECLESIÁSTICAS ANTERIORES A LA RECEPCIÓN DE TRENTO 107
30. Quedaba pendiente, todavía, determinar cuál era la mínima instrucción necesaria para
poder ser bautizado, y qué misterios de la fe debían creerse para alcanzar la salvación, sobre lo
cual hubo también una larga discusión entre los teólogos españoles, como veremos más ade-
lante, y en la que Acosta destacó por su prudencia y buen tino.
31. Cristóforo GUTIÉRREZ VEGA (ed.), Las primeras Juntas Eclesiásticas de México, cit. en
nota 4, pp. 297-300.
32. Fernando GIL, Primeras«Doctrinas» del Nuevo Mundo, cit. en nota 14, pp. 235-238.
108 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
33. La discusión llegarla a las aulas de la Real y Pontificia Universidad de México. £1 teó-
logo agustino Alonso de la Vera Cruz le dedicó su Relecrio de decimis, en el curso 1554-1555,
por la cual fue denunciado a la Inquisición española por el obispo Montúfar y por el teólogo
fray Bartolomé de Ledesma, vicario de Montúfar. Cfr. este tema en cap. VIH, epígrafe Ib.
34. Cfr. capítulo vin, epígrafe Ib, infra, y capítulo xiii, epígrafe 2a, al hablar de Jerónimo
Mendieta.
II. L A S ASAMBLEAS E C L E S I A S T I C A S A N T E R I O R E S A LA R E C E P C I Ó N D E T R E N T O 1 0 9
38. Se ha discutido mucho sobre este acuerdo de la junta de 1546. Véase la larga nota 35
del capítulo I, supra, donde se analiza y discute cuáles fueron los catecismos que se publicaron
como consecuencia de la petición de la junta. En nuestra opinión, como «doctrina breve» se
eligió la Doctrina Cristiana de Alonso de Molina, y la Doctrina de Pedro de Córdoba, en una
nueva versión, como «doctrina larga». El historiador Resines ha mantenido un parecer distinto
del nuestro. Cfr. Luis RESINES, Catecismos americanos del siglo XVI, Junta de Castilla y León, Sa-
lamanca 1992, i, pp. 35-43.
112 T E O L O G Í A EN AMÉRICA LATINA
también para que los fiscales de indios pudiesen sustituir a los sacerdotes en
la catequesis cuando escasease el clero, la Doctrina de fray Pedro se dispuso en
forma de sermones, con texto bilingüe.
2. E L I CONCILIO MEXICANO ( 1 5 5 5 )
40. En el capítulo I, supra, epígrafe 2c, se estudia la teología de estas piezas catequéticas; y
allí mismo, en nota 35, se justifica que la «larga» sea la doctrina de Pedro de Córdoba, de 1 $48.
114 T E O L O G Í A EN AMÉRICA LATINA
42. Concilios provinciales primero y segundo celebrados en la muy noble y muy leal ciuetad de
México, por mandado del arzobispo Francisco Antonio Lorenzana, Imprenta del Bachiller Ho-
gal, México 1769. Puede consultarse una edición mis asequible en Juan TEJADA Y RAMIRO (ed.),
Colección de cánones y de todos los concilios de la Iglesia española, cit. en nota 3, pp. 123-179.
116 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
sos sin licencia. Los padres conciliares se extienden al tocar el tema de la for-
mación de los confesores. Por un lado, exhortan y mandan que los sacerdotes
frecuenten la confesión y tengan libertad de elegir confesor. Para los clérigos
no presbíteros se dispone que confiesen y comulguen al menos cuatro veces al
año, pues «cuanto los clérigos mayores dones de Dios reciben, tanto más son
obligados de vivir con toda limpieza y santidad» (cap. LIl), lo cual evoca cla-
ramente aquella disposición del mencionado concilio sevillano de 1512, que
se refería a que los clérigos deben confesar y comulgar con frecuencia, «pues
están más obligados a la bondad y santidad» (cap. xxv).
En cuanto a la formación, se dispone que todos los confesores deben es-
tar impuestos en casos de conciencia. Para ello se les insta a que cuenten con
algunos libros confesionarios de probada solvencia doctrinal y utilidad pasto-
ral. Como nota específicamente americana, se les manda, además, aprender la
lengua de los indios, so pena de peider su encargo pastoral con los naturales.
Acerca de la Eucaristía, se insistió en la participación en la Misa tanto
de indios como de españoles. El concilio dispuso también que los ministros
administren la Sagrada Comunión «a los indios y negros, en quien conocie-
ren que tienen aparejo y vieren señales de devoción y creencia, y deseos de re-
cibirlo». Igual que en el caso de la Eucaristía, los decretos conciliares amones-
tan para que indios y negros reciban el sacramento de la extremaunción en
trance de muerte.
Una de las cuestiones más importantes que afrontó el primer Mexica-
no fue elevar el nivel moral de los sacerdotes seculares. El concilio estableció
rígidas condiciones para el acceso a los diversos grados del sacerdocio: epísto-
la, evangelio, Misa, cantar Misa y curas. Se insiste en la recta intención para
ingresar en el estado eclesiástico, en el conocimiento de la doctrina y de la len-
gua latina. Lógicamente, los más serios requisitos son para los presbíteros: de-
ben conocer la forma de celebrar Misa y ser entendidos en los sacramentos y
en los casos de conciencia. Los capítulos son muy minuciosos en lo referente
al hábito sacerdotal. Para llevar a cabo su labor pastoral, se recomendaba a los
clérigos un manual que el concilio se proponía imprimir. Tal manual no tar-
dó en prepararse —de hecho, la mayor parte de las indicaciones litúrgicas ha-
bían sido perfectamente especificadas por el propio concilio— y lo fue por
mandato del obispo Alonso de Montúfar. Su redacción corrió a cargo del te-
ólogo Cristóbal de San Martín. Parece que hubo una primera edición en
1556, hoy perdida, salida de las prensas de Juan Pablos, de México. El texto
que se conoce corresponde a la edición de 1560, también impresa por Juan
Pablos. Su título completo es: Manuale Sacramentorum secundum usum eccle-
siae Mexicanae. Noviter impressum, cum quibusdam additionibus utilissimis.
IL. LAS ASAMBLEAS ECLESIÁSTICAS ANTERIORES A LA RECEPCIÓN DE T R E N T O 117
Consta de 173 folios numerados y tres folios no numerados con las corres-
pondientes aprobaciones43.
Respecto a los curas de indios» se establecieron algunas obligaciones es-
peciales: conocer la lengua indígena, no exigir salarios abusivos, no entreme-
terse en pueblos que no estén a su cargo, visitar a los indios en las cárceles, etc.
Al hablar de la admisión al orden sacro, el concilio determinó que no
se ordenase a mestizos, indios o mulatos44. Esta disposición marca un cambio
de actitud respecto de la junta de 1539, que permitía a los indios recibir ór-
denes menores. Algunas malas experiencias con los primeros sacerdotes indí-
genas —falta de perseverancia, dificultades para vivir el celibato, etc.— habían
atemorizado a los pastores mexicanos. Dispone también que los prelados vi-
siten personalmente la diócesis una vez al año, de acuerdo con los decretos
que entonces aprobaba el concilio de Trento, en buena parte impulsados por
los obispos españoles.
Se establece, como en la metrópoli, una catequesis prematrimonial.
Los ministros deberán llevar, además, un registro de los matrimonios. Pero
además se acometen situaciones específicamente americanas: el concilio pre-
tende salir al paso de los enlaces entre españoles, cuando ya estaban casados y
el otro cónyuge vivía en España. También legisló sobre las segundas nupcias e
instó a los casados a vivir con su cónyuge.
Veló por que los indios empleados en las minas y mercaderías no aban-
donasen por mucho tiempo a sus mujeres. Asimismo, defendió la libertad de
los indios para contraer matrimonio, que no debía ser impedida por los in-
dios principales, como ocurría en los tiempos precolombinos.
Pasemos ahora a las disposiciones especiales para los indios. Los pre-
lados establecieron que en los pueblos donde no hubiera ministros, dos o
tres indios de confianza se encargaran de cantar la doctrina cristiana y rezar
las horas de la Virgen, en los días de fiesta. Procuraron moderar el empleo de
instrumentos musicales en las iglesias. En cuanto a la «policía» —término
del siglo XVI que puede traducirse por civilización o cultura— se toman dos
medidas: por un lado, el control de sus «areitos» o bailes, velando por desa-
43. Tenemos a la vista la edición que ofrece Jakob BAUMGARTNER, Mission und Liturgie in
Mexico, Neue Zeitschrift für Missionswissenschaft (Supplementa XIX), Schöneck/Beckenried,
Immensee 1972, II, pp. 62-74, que ha reconstruido el texto, disperso en dos bibliotecas, y lo
ha editado íntegramente. Lo estudiaremos con amplitud en el capítulo XI, infia, epígrafe 1.
44. Sobre la administración del Orden a no españoles vid. Federico R. AZNAR GIL, La ca-
pacidad e idoneidad canónica de los indios para recibir los sacramentos, cit. en nota 18, pp. 227-
236.
118 T E O L O G Í A EN AMÉRICA LATINA
45. Nació en el año 1498 en Trujillo (Cáceres). Estaba emparentado con dos dominicos
ilustres: fray Domingo de Mendoza, uno de los primeros dominicos que fueron a América, y
fray García de Loaysa, que llegó a ser maestro general de la Orden y presidente del Consejo de
Indias. Tomó el hábito dominicano y profesó en el convento de San Pablo de Córdoba. Estu-
dió Humanidades en Coria, y Teología en Sevilla, acabando estos estudios en San Gregorio, en
Valladolid. Aquí fue discípulo del maestro Francisco de Vitoria, de 1523 a 1526, a quien oyó
explicar la prima secundae de la Summa theologiae. Se ordenó sacerdote en esa ciudad y obtu-
vo el título de catedrático en Artes y Teología. Se embarcó para las Indias en 1529. Fundó un
convento en Santa Mana y misionó entre los indios chibchas, guairas y buriticas (1529-1533).
IL. LAS ASAMBLEAS ECLESIÁSTICAS ANTERIORES A LA RECEPCIÓN DE TRENTO 119
«si acaso a esa ciudad (Lima) se viniesen a juntar los obispos del Cuzco y Qui-
to, vos y ellos platicaréis las cosas que viéredes que son necesarias proveerse,
tocantes al aumento y ampliación de nuestra santa fe católica y a la edificación
y buen servicio de las iglesias de vuestros obispados y proveeréis en ello lo que
viéredes que conviene».
47. Por polémica sobre los justos títulos de conquista se entiende la discusión habida,
principalmente en Castilla, y en medios eclesiásticos y universitarios, acerca de las razones que
podían justificar o no la presencia militar y política de la corona española en América, ocupan-
do unos territorios que antes de la llegada de los españoles eran soberanos e independientes.
Vitoria, que llegó a ser el autor clásico en este tema, formuló ocho títulos que legitimaban la
presencia española en el Nuevo Orbe, manifestando una particular manera de entender las re-
laciones sociales y, sobre todo, las relaciones internacionales, y una concepción revolucionaría,
para su época, del poder político y de la libertad de los individuos y de las naciones. Así mis-
mo, formuló siete títulos no legítimos.
48. Títulos legítimos-, el derecho de los españoles a recorrer las tierras americanas sin ser
molestados y sin recibir daño; la propagación de la religión cristiana en aquellas tierras (en caso
de que los indios aceptasen espontáneamente la fe católica, no habría derecho a declararles la
guerra ni a ocupar sus tierras); para proteger a los naturales que se hubiesen convertido a la fe
católica, contra las persecuciones de sus reyes propios, todavía paganos; si una buena parte de
los naturales se hubiese convertido a la fe católica, el papa podría, con causa justa, imponerles
un príncipe cristiano y quitarles el príncipe infiel; la tiranía de sus propios señores o las leyes
inhumanas que éstos dictasen; por una verdadera y voluntaria elección por parte de los natu-
rales; por razón de amistad o de alianza; por la poca «civilización y policía» de los naturales, po-
dría imponérseles un príncipe cristiano (este le parece título dudoso).
49. Sobre la Junta Magna, cfr. capítulo III, epígrafe 2, infra.
122 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
como la edad de la discreción] sin voluntad de sus padres naturales, si los tie-
nen, o de las personas que están en lugar de padres y los tienen a cargo». Esto
para los hijos de paganos. (Como se habrá advertido, el dominico Loaysa
coincidía plenamente con las tesis de Tomás de Aquino).
Para los hijos de indios ya cristianos, la Instrucción establecía el mismo
comportamiento que para los hijos de españoles: debían ser conminados con
penas canónicas proporcionadas a que bautizasen a sus hijos en un plazo pru-
dencial.
Para bautizar a un adulto prescribía que, en caso de peligro de muerte,
«primero supiera signarse y santiguarse y el credo y paternóster y avemaria y
los mandamientos». De no estar en urgente necesidad, exigía una catequesis
más detallada, «platicándoles los artículos de la fe y diez mandamientos», que
debía durar un mes. £1 bautismo debía administrarse con toda solemnidad, es
decir, con óleo y crisma y en la iglesia.
Loaysa seguía, pues, las prescripciones de la Bula Altitudo divini consi-
lii, de 1537, relativa a la preparación requerida para los bautismos"; estaba,
por tanto, conforme con la praxis pastoral de los dominicos en la Nueva Es-
paña, que, como ya dijimos, habían polemizado con los franciscanos; y se ate-
nía en todo a los criterios de libertad consagrados por Santo Tomás. Posterior-
mente, las disposiciones de la Instrucción serían retomadas por los Concilios I
y II Limenses (1551-52 y 1567-68), convocados y presididos por Loaysa, e in-
fluirían en los decretos del III Limense y del III Mexicano.
Entre las medidas generales, relativas a las catequesis pre y post-bautis-
males, la Instrucción disponía que «doctrinen y enseñen los dichos naturales
[...] conforme a lo contenido en las cartillas que de España vienen impresas»,
evitando las cartillas en lenguas de los naturales que todavía no hubiesen re-
cibido las correspondientes licencias del Ordinario; que usasen «de ciertos co-
loquios o pláticas que están hechos en su lengua en las cuales se trata de la cre-
ación y de otras cosas útiles [...] y tratarán que los niños hablen y sepan
nuestra lengua, porque los que ya son hombres con mucha dificultad la toma-
rán»; que comenzasen la evangelización por los «hijos de los principales del
dicho Repartimiento que está a su cargo», de manera que después esos hijos
de principales se convirtiesen ellos mismos en catequistas; que se edificase
«una casa a manera de iglesia donde los indios se junten a oír la doctrina cris-
tiana y donde se diga misa, adornando el altar de la mejor manera que se pu-
52. Sobre la polémica acerca del bautismo y el arbitraje de Paulo III, cfr. en este mismo ca-
pítulo, rnpra epígrafe Ib, al hablar de las juntas eclesiásticas de 1536, 1537 y 1539.
124 TEOLOGÍA EN A M É R I C A LATINA
53. Sobre las empresas educadoras de los franciscanos, cfr. cuanto se ha dicho supra, en el
cap. I, al exponer la teología pastoral de Toribio de Benavente y Bernardino de Sahagún, epí-
grafes 2g y 2h.
IL. LAS ASAMBLEAS ECLESIÁSTICAS ANTERIORES A LA RECEPCIÓN DE T R E N T O 125
b) Los «Avisos» para confesores de Loaysa comparados con los «Avisos» de Las Casas
tamento. Fray Bartolomé proponía doce reglas a las que debían someterse los
que hubiesen sido conquistadores, o hubiesen tenido indios en repartimiento,
o se hubiesen enriquecido por servicio de indios (conquistadores, encomende-
ros, mercaderes en armas o en otros enseres útiles para la guerra). Su presupues-
to de partida, del que pendía toda la casuística moral, era el siguiente: «Porque
esto es cierto, y sépalo el confesor, que ningún español hay en las Indias que
haya tenido buena fe cerca de las guerras de conquista». Y el argumento para
justificar tal presupuesto era así: «La razón es porque todos los que fueron a con-
quistar sabían muy bien a lo que iban, e todos llevaban aquella intención, y así
jamás llevaron la autoridad del rey para hacer los males que hicieron; y aunque
la llevaran no les valiera para excusarlos, ni hubo causa legítima para cometer las
injustísimas guerras que a los indios movieron, sino sola su gran ambición e in-
saciable codicia». (Pocos comentarios merecen estas palabras lascasianas, que
descalifican de un plumazo la rectitud de todos los que pasaron a Indias).
Los Avisos de Jerónimo de Loaysa, en cambio, aunque en línea con la
doctrina profética lascasiana, probablemente conocida por los redactores li-
meños, resultan menos radicales y, sin lesionar la justicia estricta, son mucho
más llevaderos por parte de los obligados a la restitución.
El argumento primero y principal, esgrimido en la exposición de moti-
vos por los firmantes, es que debía buscarse la concordia de los confesores y
predicadores, para que pudiera avanzar la «conquista» contra el demonio, es
decir, la evangelización. £1 segundo punto importante, que está en la base de
la resolución de todos los casos de conciencia, es que la guerra que se había lle-
vado a cabo contra los indios era guerra injusta, si bien se podía hablar de tres
tipos de conquistadores: quienes combatieron la guerra a sabiendas de que era
injusta; quienes la pelearon y después tuvieron dudas de conciencia; y quienes,
aun después de luchar, continuaban de buena fe, creyendo que la guerra había
sido justa. £1 criterio general, que figuraba como primer aviso, es el siguiente:
del ejército español, que estaban obligados a conocer tal disposición real, de
modo que la ignorancia no excusaba. Por consiguiente, si combatieron sin
considerar previamente las razones que podían hacer justa o injusta una de-
terminada guerra, estaban obligados a restituir. De los siguientes avisos se
puede deducir que la mente de los teólogos convocados por Loaysa era que
muy excepcionalmente una acción guerrera de los españoles podía ser justa; y
que la restitución obligaba, aun cuando el restituyente cayese, por causa de la
restitución, en la escala social, con tal de que no pasase a un nivel económico
por debajo del nivel de subsistencia.
Los Avisos se extienden también en las obligaciones de los herederos de
los conquistadores y capitanes obligados a restitución, aunque hubiesen hereda-
do de buena fe. Particularmente tratan los Avisos de las esposas de capitanes y
conquistadores, se supone que después de enviudar. También se refieren a los
mercaderes que han comerciado con bienes que proceden de injustas adquisi-
ciones o que han facilitado las armas para la guerra injusta. Se detienen los Avi-
sos en la obligación de los encomenderos, tantas veces incumplida, relativa a cui-
dar de la formación y doctrina de los indios. Este deber obligaba en conciencia.
Varios puntos de los Avisos estudian los tributos de los indios y la obligación de
rebajarlos cuando éstos no podían satisfacer sus cargas tributarias.
Para nuestro propósito es también muy interesante el aviso número
veinte:
«20. Ytem, se determinó y declaró que por suficiente doctrina [de los
indios] se entiende que ningún niño se muera sin baptismo ni ningún adulto
baptizado sin confesión, y que todos sepan las cosas necesarias de la fe, como
es el Credo y Pater Noster y el Ave María y los Diez Mandamientos de la Ley,
y los Mandamientos de la Iglesia, y se les platique y dé a entender lo suso di-
cho en la mejor manera que se pudiere, según su capacidad».
56. Cfr. el estudio de esta Instrucción en este mismo capítulo supra, epígrafe 3a.
57. Edición en Francisco M A T E O S (ed.), Constituciones para indios del primer Concilio li-
mense (1552), en «Missionalia Hispanica» 19 (1950) 5-54. Los decretos en pp. 16-54.
IL. LAS ASAMBLEAS ECLESIÁSTICAS ANTERIORES A LA RECEPCIÓN DE T R E N T O 129
58. Sobre el matrimonio en este concilio y otros celebrados en América en el siglo XVI vid.
Federico R . A Z N A R G I L , La Introducción del Matrimonio cristiano en Indias. Aportación canóni-
ca (siglo xv/J, Universidad Pontificia, Salamanca 1985. Cfr. también Paulino CASTAÑEDA, El
matrimonio de los indios: problemas y privilegios, en W.AA., Homenaje a Don Agustín Millares
Cario, Caja Insular de Ahorros de Gran Canaria, Las Palmas 1975, II, pp. 659-697.
130 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
LA PRIMERA R E C E P C I Ó N D E T R E N T O
E N A M É R I C A (1565-1582)*
6. Sobre este y otros temas, el concilio granadino de 1565 debe bastante al sínodo de Gua-
dix convocado en 1554 por el prelado Martín Pérez de Ayala. Edición de sus decretos: Sínodo
de la diócesis de Guadixy Bofa, celebrado por el Reverendísimo Señor Don Martín Pérez de Ayala,
Juan de Brocar, Alcalá de Henares 1556. Sobre el sínodo cfr. el siguiente estudio: Antonio GA-
LLEGO Y BURÍN - Alfonso GÁMIR SANDOVAL, LOS moriscos del reino de Granada según el sínodo
de Guadix de 1554, ed. de Fr. Darío Cabanelas Rodríguez, Eds. Universidad, Granada 1968.
Cfr. también Elisa LUQUE ALCAIDE, Experiencias evangelizadorasgranadinas en el inMexicano
(1585), en W.AA., El Reino de Granada y el Nuevo Mundo, Diputación Provincial de Grana-
da, Granada 1994, l, pp. 607-617.
134 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
STOFFELS, Francisco de la Cruz. Inquisición. Actas li-l, CSIC («Corpus Hispanorum de Pace»,
32-34), Madrid 1996, pp. 130-194. Los originales se encuentran en el Archivo General del
Ministerio de Justicia (Madrid).
11. Cfr. sobre esta recopilación: Ismael SANCHEZ BELLA, Dos estudios sobre el Código de
Ovando, EUNSA, Pamplona 1987.
12. Cfr. Sobre esta cuestión cfr. Pedro BORGES, La Santa Sede y la Iglesia americana, en ID.
(dir.), Historia de la Iglesia en Hispanoamérica y Filipinas, BAC («Maior», 37), Madrid 1992,1,
pp. 47-62. En este contexto hay que señalar la Instrucción pontificia sobre el modo de tratar a los
indios de América, dada por San Pío V en 1566 (cfr. texto en Josef METZLER [ed.], America Pon-
tificia, Librería Editrice Vaticana, Citti del Vaticano 1991, II, n. 195, en pp. 739-744).
136 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
13. Cír. Roberto M O R E N O Y DE LOS ARCOS, La Inquisición para Indios en la Nueva Espa-
ña (siglos XVI a XIX), en Josep Ignasi SARAN YANA et al., Evangetizaaón y teología en América (si-
gloxvi), Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra, Pamplona 1990, II, pp. 1471-
1484; Ana DE ZABALLA, Perspectivas éticas en los procesos inquisitoriales mexicanos. Un proceso del
provisorato de Michoacdn, en WAA., Ética y Teología en el Nuevo Mundo. Valencia y América.
Actas del vil Congreso de Teología histórica, Facultad de Teología de San Vicente Ferrer, Valencia
1993. pp. 227-242; ID., La hechicería en Michoacdn en la primera mitad del siglo xvrt, en
W A A . , Granada y América. Actas del vi Congreso Internacional de la Asociación Española de
Americanistas, Diputación Provincial, Granada 1994, l, pp. 535-550; e ID. Bibliografía para el
estudio de la Inquisición en Indias, en «Anuario de Historia de la Iglesia» 3 (1994) 273-291.
138 T E O L O G Í A EN AMÉRICA LATINA
14. Edición de los decretos en Concilios provinciales primero y segundo celerados en Lt muy
noble y muy leal ciudad de México, por mandado del arzobispo Francisco Antonio Lorenzana,
Imprenta del Bachiller Hogal, México 1769. Como edición mis moderna, cft Juan TEJADA Y
RAMIRO (ed.). Colección de cánones y de todos los concilios de la Iglesia española, Imprenta de Don
Pedro Montero, Madrid 1885, v/2, pp. 207-216.
ni. LA PRIMERA RECEPCIÓN DE T R E N T O EN AMÉRICA (1565-1582) 139
Misa con conciencia de pecado grave. Algunos capítulos velan por la digni-
dad del culto y la reverencia al Sacramento de la Eucaristía.
Se prescribe una buena biblioteca sacerdotal". Los curas, por ejemplo,
deben tener la Biblia y algunas sumas de casos de conciencia, como el Enchi-
ridion confessariorum, del Dr. Martín de Azpilcueta (ti586), la Summa theo-
logica o Defecerunt, del dominico San Antonino de Florencia (t 1459), la
Summa angelica, compuesta por Angel Carleto o de Chivasso (t 1495), o la
Summa silvestrina, redactada a comienzos del siglo XVI por el dominico Silves-
tre Prierias, también llamado Mazolino Sabaudo (t 1523).
Los sacerdotes debían frecuentar también la lectura de algún ritual de
sacramentos. Ya el primer Mexicano había determinado que: «Todos los sa-
cerdotes, así religiosos como clérigos, bauticen, casen y velen y administren
los sacramentos por el manual que de nuevo mandamos imprimir»16. Tal ma-
nual, como se sabe, se había publicado en 155617. El II Mexicano habla ahora
de otro manual, que, a la postre, fue el mismo de 1556, con la incorporación
de los decretos tridentinos y de las nuevas bulas extendidas por los pontífices
romanos para las Indias. No se conoce ningún ejemplar del «nuevo» manual,
una tercera edición refundida del de 1556, que probablemente, según Jakob
Baumgartner, fue publicado en 1568.
En cuanto a la ejemplaridad de los clérigos, el II Mexicano insistió en
la honestidad de vida y decencia del hábito eclesiástico, y recomendó su abs-
tención de tratos comerciales. También buscó con ahínco la armonía entre
clérigos seculares y regulares. Pidió colaboración a los religiosos para ayudar a
los curas desconocedores de las lenguas indígenas, y la asistencia a las proce-
siones públicas. Exhortó al caritativo mutuo hospedaje entre religiosos y clé-
rigos.
Las sinodales condenaron la simonía con ocasión de la administración
de los sacramentos. Pidieron que la celebración de la Misa entre semana no
perjudicase el horario laboral, y criticaron que los indios tuvieran que cubrir
largas distancias para asistir a la Misa, habiendo lugares más cercanos. Se pres-
15. Recuérdese que, tanto la junta de 1539 como el I Concilio Mexicano de 1555 habían
insistido en la buena preparación de los sacerdotes para la administración de los sacramentos y
la celebración de la Santa Misa.
16. Cfr. Juan TEJADA Y RAMIRO, Colección de cánones y de todos bs concilios de la Iglesia es-
pañola, cit. en nota 14, p. 163 (constitución 67).
17. Cfr. el capítulo II, supra, epígrafe 2, nota 43, donde se da noticia de las dos primeras
ediciones, correspondientes, respectivamente, a 1556 y 1560. Mis noticias sobre este manual
en el capítulo XI, epígrafe 1, infra.
140 T E O L O G Í A EN AMÉRICA LATINA
18. El texto de los breves puede consultarse en Josef METZLER (ed.), America Pontificia,
cit. en nota 12,1, n.° 182-187, pp. 705-716, y en Juan DE TEJADA, Colección de cánones y de to-
dos los concilios de la Iglesia española, cit. en nota 12, p. 216.
19. Algunos historiadores sostienen que esa pastoral, quizá excesivamente paternalista, de-
masiado comprensiva con las debilidades de tos neófitos americanos, consagrada por el II Me-
xicano y mantenida a lo largo de todo el período colonial, pudo contribuir (?) a la perpetua-
ción de una supuesta inmadurez de los indígenas, al menos en el ámbito religioso, que habría
hecho crisis posteriormente en el siglo XIX, cuando las minorías criollas y liberales levantaron
la tutela de los indígenas, abandonándolos a su propia suerte.
M . LA PRIMERA RECEPCIÓN DE T R E N T O EN A M É R I C A ( 1 5 6 5 - 1 5 8 2 ) 141
23. Sobre la redacción e impresión del Catecismo Tridentino, cfr. Pedro RODRÍGUEZ, La
cuestión histirico-doctrinal del Catecismo Romano, en «Scripta Theologica» 17 (1985) 467-485.
ni. LA PRIMERA RECEPCIÓN D E T R E N T O EN AMÉRICA ( 1 5 6 5 - 1 5 8 2 ) 143
4. SÍNODO DE Q U I T O DE 1570
24. Sobre la confesión y la confirmación en este Concilio y otros durante el siglo XVI, vid.
Federico R . AZNAR GIL, La capacidad e idoneidad canónica de los indios para recibir los sacra-
mentos en lasfuentes canónicas indianas del siglo XVI, en W . A A . , Evangelización en América, Caja
de Ahorros de Salamanca, Salamanca 1988, pp. 194-200, 215-223 respectivamente.
25. Edición de los decretos de este sínodo quiteño: INSTITUTO DE HISTORIA ECLESIASTI-
CA ECUATORIANA, LOS sínodos de Quito del siglo XV/, Facultad de Teología de la Pontificia Uni-
versidad Católica del Ecuador, Quito 1978.
144 T E O L O G Í A EN AMÉRICA LATINA
26. Sobre sus tesis teológicas se informa ampliamente en el capitulo vili, epígrafe la, «»-
fra.
27. «Ordenamos y mandamos y encargamos a nuestros curas que entienden en la doctri-
na de sus indios, los pongan e instituyan en toda policía, principalmente en que tengan bue-
m. LA PRIMERA RECEPCIÓN DE T R E N T O EN AMÉRICA (1565-1582) 145
ñas casas de viuienda, y en ellas hagan sus apañamientos en que duerman en barbacoas, e otras
en que tengan sus bienes e alhajas con lo que hubieren mis menester, e no consientan ni per-
mitan dormir en el suelo ni juntos, si no (ueren marido y mujer, y les aconsejen y manden ten-
gan limpias sus casas, e hagan chicaras [cultiven los campos] y sementeras, previendo a la obli-
gación que tienen a sustentar sus mujeres e hijos; y que tengan ganados e hagan ropa para
vestirse, e anden limpios en el ornato de sus personas, y los que pudieren compren caballos y
carneros para que les sirvan de las cargas, e impongan a los indios por las vías posibles excusen
de cargar sus personas, porque esto los muele e atormenta y les causa muchas enfermedades de
que mueren muchos; e a que como vayan pudiendo procuren de adquerir bueyes o vacas con
que hagan sus sementeras, porque con ellos se le aliuiarin de muchos trabajos y serán muy
aprouechados; e a los que son casados les amonesten se quieran y amen con amor, diciendo que
así lo manda Dios, e críen sus hijos con toda limpieza y los traigan a la iglesia para que allí los
enseñen y doctrinen; y las mujeres casadas que se echen un paño en la cabeza cuando fueren a
Misa, los varones se pongan zaragüellas, y las viudas paños negros sobre las cabezas para que
sean conocidas, y tengan sus pañerías bien consertadas en sus apartamientos con ropa e abri-
go; y a que coman en alto y no en el suelo, e a que obedescan a sus caciques y señores, y a que
saluden cuando se encontraren con las palabras de: Loado sea Jesucristo. Amen, y a que bendi-
gan la comida e bebida e hagan ensima la señal de la cruz, y a que recen y se encomienden a
Dios muchas veces, principalmente cuando se acuestan y levantan. Lo cual, como dicho es, con
frecuente predicación enseñen nuestros curas a sus feligreses, y los dichos curas tengan memo-
ria de lo que los indios pagan a sus encomenderos de tasa y Ies diga lo que cabe a cada uno,
porque se evite que los caciques y principales no les lleven mis de lo que cada uno es obligado
a pagar; y así los vayan imponiendo en buena, loable y cristiana policía» (cap. IV, const. 19).
28. Vid. la administración de la unción de enfermos en los diversos Sínodos y Concilios
americanos en Federico R. AZNAR G I L , La capacidad e idoneidad canónica de bs indios para re-
cibir los sacramentos, cit. en nota 24, pp. 223-225.
146 T E O L O G Í A EN AMÉRICA LATINA
5. SÍNODO DE MANILA DE 1 5 8 2
29. Domingo DE SALAZAR, Sínodo de Manila de 1582. Estudio introductorio, glosa y trans-
cripción de los textos sinodales, ed. de José Luis Porras Camúfiez, C.S.I.C. (Centro de Estudios
Históricos), Madrid 1988. Sólo se conservan seis copias de las actas de esta junta, que acaban
de ser reeditadas.
MI. L A PRIMERA R E C E P C I Ó N DE T R E N T O EN A M É R I C A ( 1 5 6 5 - 1 5 8 2 ) 147
sos, que impedían la conversión de los naturales y de los que tienen obliga-
ción de ayudar a ella. El segundo se ocupa del cuidado y diligencia que había
que tener para hacer y proseguir la conversión de las almas.
La primera parte, que es la más completa e interesante, se divide en
diez capítulos, presentando diez categorías de personas relacionadas con la
evangelización: el rey; los gobernadores; los oficiales reales; los alcaldes mayo-
res y justicias; los capitanes y soldados; los encomenderos; los marineros y co-
misarios; todos los españoles que andaban o trataban con los indios; los pro-
pios indígenas, sujetos pasivos de la evangelización; y los sangleyes o chinos
que residían en aquellas islas. Se advierte de inmediato, por la enumeración
que acabamos de ofrecer, el interés, no sólo religioso de esas actas, sino tam-
bién etnográfico y sociológico, por presentar una tipología riquísima de la po-
blación de las islas a los pocos años de su ocupación por los españoles.
CAPÍTULO IV
E L III C O N C I L I O L I M E N S E ( 1 5 8 2 - 1 5 8 3 ) *
Historia indica, y fue redactado por Pedro de Sarmiento de Gamboa3. Los tres
memoriales estaban destinados a demostrar la ilegitimidad del señorío inca.
Para comprender la trascendencia de los dos últimos documentos cita-
dos conviene recordar brevemente las foses de la polémica sobre los justos tí-
tulos. A raíz de las denuncias de Antonio Montesinos, en su sermón de 1511,
ya comentado, y como consecuencia de la Junta de Burgos de 1512, en que
se discutió el trato dado por los españoles a los indios, el emperador se tomó
muy en serio la protección de los indígenas y encomendó a una junta de teó-
logos que estudiasen el tema. Esto ocurría en la década de los treinta, y los te-
ólogos implicados en la discusión fueron Juan López de Palacios Rubios y
Matías de Paz. En tal ambiente irrumpió Bartolomé de Las Casas. Esta sería
la primera etapa del debate.
La segunda etapa comenzó más tarde y se solapó, en parte, al primer
debate. Comenzó en los años treinta, con las relecciones de Domingo de Soto
y, posteriormente, de Francisco de Vitoria, sobre la legitimidad de la guerra
hecha a los amerindios y la licitud de la conquista de sus tierras.
más probabilidades —casi certeza— de ser el autor, sino de todo el texto que ha llegado a noso-
tros del Parecer, sí del texto central, quiero decir, del texto original» (p. 77). Isacio Pérez recons-
truye críticamente el texto del Parecer, sobre diversas hipótesis de trabajo, que escapan ahora a
las pretensiones de nuestro estudio. Una reciente discusión, con ribetes teológicos y no sólo his-
toriográficos, puede consultarse en Gustavo GUTIÉRREZ, Dios o el oro de las Indias, Sigúeme, Sa-
lamanca 1990: «El virrey Francisco de Toledo es una figura clave en el establecimiento del do-
minio español en el Perú. Su paso por el virreinato (1569-1581) estará marcado por un
acendrado antilascasismo que no es sino el reverso de su fervorosa defensa de la presencia de los
reyes de España y, en consecuencia, de lo esencial del régimen social impuesto por los encomen-
deros en tierras del antiguo Tahuantinsuyo. El dictamen de Yucay expresa fielmente esta actitud
del adusto gobernante del Perú. Las ideas de Bartolomé de las Casas y de sus seguidores le pare-
cen a Toledo, y en eso llevaba razón, subvertir el orden que comenzaba a establecerse y poner,
por consiguiente, en peligro el dominio español que precisamente él se propone asentar. / En ese
esfuerzo la cuestión de la legitimidad del señorío inca merece una atención particular. Se había
ocupado varias veces de ella; el asunto está además estrechamente ligado a una manera de com-
prender el estatuto humano y el destino histórico de las poblaciones indias. El memorial de Yu-
cay se muestra lúcido al respecto, pero esto no basta al virrey que, como lo hemos dicho, encar-
ga otros trabajos para arrancar de raíz la tesis del pretendido dominio inca y con él todo cuanto
presenta a los indios en un pie de igualdad y de derechos frente a los peninsulares» (pp. 67-68).
Aunque sesgada la última conclusión, la tesis de Gutiérrez es interesante, y por eso la hemos re-
producido íntegramente.
3. Edición en BAE, 135, Madrid 1960, pp. 193-279. Un excelente análisis de ambos do-
cumentos en: Guillermo LOHMANN VlLLENA, Propuestas de solución dejuristas y políticos, en Lu-
ciano PEREÑA (ed.), Francisco de Vitoria y la Escuela de Salamanca: la ética de ¡a conquista de
América, CSIC, Madrid 1984.
iv. EL NI CONCILIO LÍMENSE ( 1 5 8 2 - 1 5 8 3 ) 151
4. El grueso de las Ordenanzas fue redactado durante su larga Visita General (1570-1575)
efectuada precisamente para reordenar el espacio peruano. Están fechadas en las ciudades en
donde se hallaba en cada momento (Huamanga, Cuzco, La Paz, Potosí, La Plata, Arequipa y
luego, después de 1575, en Lima). Han sido reeditadas recientemente por María Justina SARA-
BIA VlEJO (ed.), Francisco de Toledo. Disposiciones Gubernativas para el Virreinato del Perú,
EEHA-CSIC, Sevilla 1986-1989, 2 vols. Cfr. Ismael SÁNCHEZ BELLA, El gobierno del Perú:
1556-1664, en «Anuario de Estudios Americanos» 17 (1960) 407-524; y Guillermo LOH-
MANN VlLLENA, La reforma política del virrey Francisco de Toledo, en Luciano PEREÑA (ed.), La
protección del indio, Universidad Pontificia de Salamanca, Salamanca 1989, pp. 225-262.
152 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
lidad, incluso contumaz; ni por los crímenes contra naturaleza; ni para defen-
der indios inocentes, frente a sus propios tiranos (Deprocurando, II, caps. 2-6).
Acosta no se mostró partidario del método lascasiano de la «predica-
ción apostólica», porque lo consideraba peligroso, y propuso el método de las
«entradas», o sea, las expediciones misionales protegidas por soldados (il, cap.
12). Supuesto este contexto, su plan misional se podría resumir en unos po-
cos puntos: 1) rechazar el desaliento, porque la semilla del Evangelio también
daría sus frutos en las tierras sureñas americanas; 2) conservar las costumbres
autóctonas que no fuesen contra la razón, y procurar una promoción natural
de los indios, sobre la base de un plan educativo bien madurado que los «re-
dujese» a modos de vida civilizados; 3) no negar los sacramentos de la Euca-
ristía y de la confesión a los naturales, con tal de que estuviesen mínimamen-
te dispuestos, porque sería negarles el alimento sobrenatural; 4) que los
sacerdotes fuesen en todo ejemplares y desinteresados, que aprendiesen len-
guas, para hacerse entender de los naturales, y que conociesen a fondo las tra-
diciones culturales del Incario. También sugería no precipitarse en bautizar,
hasta que los naturales hubiesen mostrado, con su cambio de conducta, que
deseaban verdaderamente el bautismo.
El respeto de las costumbres no contrarias a la razón, que constituye el
primer principio de toda ¡nculturación cristiana, debió de chocar, probable-
mente, con la política de la corona, que pretendía «españolizar» más profun-
damente las Indias; pero se hallaba en perfecta continuidad con la praxis pas-
toral novohispana, desarrollada ya por los franciscanos y agustinos mexicanos.
Aunque por las fechas en que Acosta terminaba la redacción del De procuran-
do ya se habían descubierto fenómenos de sincretismo religioso en Nueva Es-
paña, es probable que Acosta no los tomara en consideración, por el distinto
comportamiento religioso que se podía observar comparando la cultura azte-
ca con el Incario. (En la práctica, las sistemáticas «extirpaciones» de idolatrías
no comenzarían, en el arzobispado de Lima, hasta 1610, y durarían hasta
1650. Acosta, para cuando empezaron los «visitadores» su cometido, ya había
fallecido, de regreso en España").
Por lo que respecta a la ejemplaridad de los misioneros y de los espa-
ñoles en general, señalaba Acosta que tres eran los pecados de éstos que estor-
cit. en nota 6, supra. Una perspectiva general de las ideas teológicas de Acosta, en: Michael SlE-
VERNICH, La visión teológica del »Nuevo Mundo» en la obra de José de Acosta, en «Stromata» 49
(1993) 185-201.
11. Sobre las extirpaciones y los visitadores de idolatrías, véase el capítulo vil, infra, epí-
grafe 3.
iv. EL MI CONCILIO LÍMENSE ( 1 5 8 2 - 1 5 8 3 ) 157
12. «En definitiva, a estas naciones bárbaras, principalmente a los pueblos de Etiopía y de
las Indias occidentales, hay que educarlos al estilo del pueblo hebreo y carnal, de manera que
se mantengan alejados de toda ociosidad y desenfreno de las pasiones mediante una saludable
carga de ocupaciones continuas y queden refrenados en el cumplimiento del deber, infundién-
doles temor» (i, cap. 7, 4).
158 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
13. Veamos los tftulos de los cuatro primeros capítulos de este libro quinto: «El fin de la
doctrina cristiana es el conocimiento y amor de Cristo» (cap. 1); «El principal cuidado debe ser
anunciar a Jesucristo» (cap. 2); «Contra la opinión de los que sienten que sin el conocimiento
de Cristo nadie puede salvarse» (cap. 3); y «Contra un error singular que dice que los cristianos
más rudos se pueden salvar sin la fe explícita de Cristo» (cap. 4).
iv. EL III CONCILIO LÍMENSE ( 1 5 8 2 - 1 5 8 3 ) 159
vieron que recibir una ilustración especial, de índole milagrosa, para poder al-
canzar, a la hora de morir, la bienaventuranza eterna. La primera salvación o
justificación primera, en cambio, no exigiría tal ilustración milagrosa, puesto
que, según Vitoria, toda inclinación al bien natural honesto implicaría, por sí
misma, una conversión implícita a Dios.
Según Domingo de Soto, y matizando a su maestro Vitoria, no debe
distinguirse entre justificación y glorificación. Obviamente, sin la fe nadie
puede salvarse; pero basta creer sólo aquellas verdades que son accesibles a la
razón natural, para alcanzar la bienaventuranza eterna14. Para Andrés Vega,
colaborador de Vitoria en la cátedra de Prima en Salamanca, los indios eran
inculpables de desconocer a Cristo. Por ello, aunque la fe en Cristo esté pre-
ceptuada para todos, un adulto puede justificarse y también salvarse sin la fe
en Cristo, con tal de que se halle en ignorancia invencible.
Evidentemente, el origen de la polémica o, por lo menos, el punto
obligado de referencia era el famoso pasaje del decreto tridentino sobre la jus-
tificación, que dice literalmente: «la causa instrumental [de la justificación] es
el sacramento del bautismo, que es el sacramento de la fe, sin la cual a nadie
se le concedió jamás justificación»'5. Para administrar lícitamente el bautismo
a un adulto era (y es) exigible la profesión de fe y el arrepentimiento de los pe-
cados. En esto estaban todos de acuerdo. La dificultad consistía, no obstante,
en determinar qué artículos debían exigirse al catecúmeno en la profesión de
fe bautismal. Para los Vitoria, Soto y Vega, no era necesario exigir la fe en la
Encarnación para poder administrar válidamente el bautismo.
Frente a tales opiniones, a las que podría sumarse la de Melchor Cano,
mucho más moderada, y las de otros teólogos salmantinos de la siguiente ge-
neración'6, Acosta declaró insostenible la distinción entre fe primera (justifi-
14. Domingo de Soto trató al menos dos veces el tema: en 1531, en su relección De me-
rito Christi, y en 1546, en la primera edición De natura et gratta. Defendió, según Pozo, la po-
sibilidad de la salvación sin fe sobrenatural: «El conocimiento natural es suficiente para que el
hombre se convierta a Dios y obtenga la gracia». Más aún, un pagano podría obtener la justifi-
cación sólo con el conocimiento y práctica de la ley natural, es decir, «quizás sin conocimiento
expreso de Dios», aunque Dios no dejaría morir a nadie justificado por este procedimiento, sin
ser iluminado providencialmente y ser instruido en la fe de Cristo. Cfr. Cándido POZO, Reper-
cusiones del descubrimiento de América en el ambiente teológico de las Universidades de Salamanca
y Alcali, en «Archivo Teológico Granadino» 58 (1995) 9-22, aquí p. 19. Pozo ofrece, además,
algunos puntos de crítica a la doctrina sotiana, sobre todo a propósito de la necesidad de un
acto de fe para la justificación, acto que es siempre de naturaleza sobrenatural.
15. CONCILIO DE TRENTO, Decr. de iustificatione, sess. vi, cap. 7 (DS 1529).
16. El corte entre la primera y la segunda generación se establece hacia 1560.
160 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
17. «Siguiendo su camino [el eunuco etíope y Felipe], llegaron a donde había agua, y dijo
el eunuco: Aquí hay agua; ¿qué impide que sea bautizado? Felipe dijo: Si crees de todo cora-
zón, bien puedes. Y respondiendo, dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios. Mandó parar
el coche y bajaron ambos al agua, Felipe y el eunuco, y le bautizó» (Act. 8,36-38). Dejemos de
lado ahora la discusión entre los exegetas sobre la posible interpolación de esta perícopa, que
se lee desde muy antiguo en la versión Vulgata. En todo caso, este texto concuerda con la Tra-
dición de la Iglesia; y la Tradición es anterior a la Escritura. Cfr. Armando NIETO VÉLEZ, Re-
flexiones de un teólogo del siglo XVI sobre las religiones nativas, en «Revista de la Universidad Ca-
tólica [del Perú]» Nueva Serie, 2 (1971).
18. Estos canónes fueron aprobados en 1547. Cfr. DS 1551 y 1552.
19. La segunda generación salmantina, que ya conocía los cánones tridentinos, heredó el
problema, ampliándolo con nuevas perspectivas edesiológicas. En efecto, los catedráticos de
prima de Salamanca posteriores a 1560, como Juan de la Peña, Mancio de Corpus Christi y
Domingo Báñez, además de tratar sobre la necesidad de la fe para la justificación (con exten-
iv. EL III CONCILIO LÍMENSE ( 1 5 8 2 - 1 5 8 3 ) 161
Por último, desarrolla todas las cuestiones noemáticas (sobre los sentidos de
la Escritura) y asienta que la Iglesia, a quien ha sido confiada la Escritura, es
su intérprete verdadera e infalible, quizá en polémica con los luteranos.
Los libros IV al IX están dedicados a exponer los misterios de la vida de
Cristo. Algunas explicaciones son más especulativas que otras, pero todas de
igual interés y de gran riqueza documental. En el libro sexto expone su ma-
riología, bajo el título general: «Jesu Mater Maria super omnes Deo grata, et
nostrae salutis administra electa divinitus», sosteniendo la mediación univer-
sal de María y su Inmaculada Concepción24.
Es patente, pues, que los temas cristológicos, que tanto le habían ocu-
pado mientras redactada el De procurando, indorum salute, seguían en primer
plano al cabo de veinte años, ya de regreso en España, cuando publicó sus
obras teológicas y misionológicas. Nada de extraño, pues, que también en los
decretos y, sobre todo, en los instrumentos de pastoral del III Limense, en los
que Acosta tuvo una participación tan activa, la cristología ocupase un lugar
central, como comprobaremos en este mismo capítulo al analizar los decretos
limenses.
La otra monografía dogmática de Acosta: De temporibus novissimis, di-
vidida en cuatro libros, es un tratado curioso sobre los temas apocalípticos
más importantes. Asienta la tesis, en el libro primero, de que toda la Sagrada
Escritura nos transmite la idea de que se aproxima el día del juicio. Con res-
pecto a su momento, su respuesta es clara: «Si se pregunta cuándo tendrá lu-
gar el fin del mundo, el cristiano puede contestar en forma taxativa y con toda
verdad: muy pronto»". Ahora bien: tal afirmación no significa que Acosta se
23. «Latinam edicionem vulgatam hodie certissima esse auctoritatis, at nihilominus He-
braicam et Graecam etiam esse canonicam» (título del capítulo XVI del libro II, de este opúscu-
lo De Christo revelato). No desprecia, pues, las versiones originales, por así decir, pero asienta la
autenticidad de la Vulgata, adhiriéndose a los decretos tridentinos.
24. De Christo revelato, vi, ed. cit., p. 270.
25. «Quando nam finis Mundi huius ñiturus sit, absolutissime atque verissime responde-
re Christianus: valde cito» (De temporibus novissimis, I, cap. 1, ed. cit., p. 408).
i v . E L III C O N C I L I O LÍMENSE ( 1 5 8 2 - 1 5 8 3 ) 163
26. «Contra temeritatem, qui certum annum, aut tempus iudicii praedicare audent» (i,
cap. 3, título del capítulo). Critica con extrema dureza a Pedro Juan [Olivi], que había íijado
el fin del mundo en el año 1335, coincidiendo con el fin del supuesto reinado del Anticristo,
pues había tomado cada día de los 1335 días de Daniel por un año, como ya lo había hecho
Ezequiel (ibidem, i, cap. 3, ed. cit., p. 411).
27. «Omnium signorum certissimum esse praedicationem Evangelii in toto orbe comple-
tam» (ibidem, I, cap. 16).
28. Ibidem, I, cap. 17, pp. 452-453.
29. Sobre el proceso contra Francisco de la Cruz, cfr. Alvaro H U E R C A , Historia de los
alumbrados, ni. Los alumbrados de Hispanoamérica (1570-1605), FUE, Madrid 1986, pp. 185-
245, yjosep Ignasi SARANYANA y Ana DE ZABALLA, Joaquín de Fiore y América, Eunate, Pam-
164 TEOUOGÍA EN AMÉRICA LATINA
a) Dionisio de Sanctis
plona 2 1995. Sobre el alumbradismo en la Compañía de Jesús, además del estudio de Alvaro
Huerga, que acabamos de referir, véase Alain M l L H O U , La tentación joaquinita en los principios
de la Compañía de Jesús. El caso de Francisco de Borja y Andrés Oviedo, en «Florensia», 8/9
(1994-1995) 193-239. También el proceso del jesuica Miguel de Fuentes, que derivó hacia la
acusación de alumbradismo en 1579, estaba reciente. Cfr. Paulino CASTAÑEDA y Pilar H E R -
NANDEZ, La Inquisición de Lima, I. 1570-1635, Deimos, Madrid 1989, pp. 313-330.
30. El capítulo XIV, infra, sobre los apocaliptismos hispanoamericanos de finales del XVI y
del siglo XVII, quizá contribuya a esclarecer un poco las razones últimas que movieron a Acosta
a redactar, y a publicar, esta curiosa monografía.
31. De todas formas, el peligro luterano no fue excesivo en Lima, aunque provocó algu-
nas intervenciones extemporáneas de la Inquisición, debidamente moderadas por la corona,
contra los extranjeros que desembarcaban en el Callao y los marinos que eran apresados en ac-
ciones de piratería. Los cuarenta y tres penitenciados entre 1570 y 1635 (uno, dos veces) fue-
ron todos extranjeros y varones, además de una mujer, también extranjera, es decir, proceden-
te de territorios que no eran propios de la corona española. El primer auto de fe tuvo lugar en
1573, y en él fueron condenados dos franceses: uno reconciliado y el otro relajado. Cfr. sobre
este tema: Paulino CASTAÑEDA y Pilar HERNANDEZ, La Inquisición de Urna, I, cit. en nota 35,
pp. 456 ss. La discusión antiluterana por parte de Acosta —generalmente implícita— quizá
más se debió al influjo de los debates europeos, que a una cuestión estrictamente americana.
3 2 . Para mayor información, cfr. José Manuel PANIAGUA PASCUAL, La evangelización de
América en las obras del Padre José de Acosta, en «Excerpta e dissertationibus in Sacra Theologia»
1 6 (Pamplona 1 9 8 9 ) 3 9 5 - 4 8 1 ; y Raimundo ROMERO FERRER, Estudio teológico de los catecismos
del ni Concilio Límense (1584-1585), EUNSA, Pamplona 1 9 9 2 .
33. Nació en Palma del Río (Córdoba) entre 1500-1507. Entró en el convento domini-
cano de Santo Domingo del Real (Jerez de la Frontera) en 1523. Hacia 1530 fue ordenado sa-
i v . E L n i C O N C I L I O LÍMENSE ( 1 5 8 2 - 1 5 8 3 ) 165
«¿Qué sois, hermano? Soy hombre, que nací de mis padres. ¿Qué cosa
es hombre? Una creatura que tiene cuerpo que ha de morir, y alma que no ha
de morir por ser creada a imagen de Dios. Pues, decís que sois hombre que te-
néis cuerpo y alma, decidme, ¿para qué fuisteis creado? Para conocer a Dios
en este mundo y gozarlo en el cielo, que es mi último fin, y en él consiste mi
bienaventuranza».
cerdote. Estudió Teología en el colegio de San Gregorio de Valladolid desde 1532 a 1539 y des-
pués enseñó artes y teología. Desempeñó diversos cargos en la Orden: Prior (1540-1545) y
Provincial (1561-1569). Se carecen de datos abundantes sobre la promoción, consagración,
partida a las Indias y muerte de De Sanctis. Felipe II lo presentó para la sede de Cartagena de
Indias, a principios de 1574, aunque no partió hasta el año siguiente y, entretanto redutó seis
o siete dominicos. Murió en 1577. Su obra mis conocida es la Cartilla y Catecismo Cristiano.
Se le atribuyen algunas otras.
34. Seguimos la edición: Juan Guillermo D U R A N (ed.), Monumento Catechetiea Hispano-
americana, UCA, Buenos Aires 1984, l, pp. 569-604. Cfr. Carlos E. M E S A , La enseñanza del
catecismo en el Nuevo Reino de Granada, en «Missionalia Hispanica» 90 (1973) 299-334; ID.,
Los catecismos del siglo xvi en el Nuevo Reino de Granada, en «Medellín» 13/50 (1987) 24-53;
Juan Guillermo D U R A N - Rubén Darío GARCÍA, Un catecismo indiano: «la breve y muy sumaria
instrucción» de Fr. Dionisio de Sanctis o.p. (¿1576?), en «Teología» 30 (1977) 135-178.
166 T E O L O G Í A EN AMÉRICA LATINA
con su robusto tomismo, parece ahora tomar cuerpo en esta obra de otro do-
minico, consagrado obispo de la más hermosa de todas las ciudades caribe-
fias!35 Es muy posible, incluso, que la Itistrucción pontificia sobre el modo de tra-
tar a los indios de América, dada por San Pío V en 1566 3t , haya contribuido a
la eclosión de esta magnífica antropología. Tal novedad misionológica pasará,
en años posteriores, de la catequesis santafereña a la catequesis límense, de
modo que constituirá una de las notas —y, sin duda, más gloriosas— de la te-
ología profética de Sudamérica, y finalmente acabará influyendo en la teolo-
gía novohispana.
El objetivo que se proponía De Sanctis está muy claramente expresado
en la «epístola dedicatoria»: «Suma Breve por demandas y respuestas, para
mayor retención en la memoria y más aprovechamiento de los nuevos en la
fe». Estos nuevos en la fe son los naturales, es decir, los indígenas, como se se-
ñala unas líneas después. Así mismo, el catecismo se propone seguir el orden
«de la natura» (primera parte, cap. 1), comenzando por lo más sencillo y de-
rivando hacia lo más difícil, como aconseja san Pablo en la epístola I Cor. 3,1-2.
Lo más sencillo, siguiendo las pautas de Moisés es: «Primero les dio [Moisés]
los mandamientos naturales, llanos y facilísimos de entender, y después les
dio muchos más preceptos judiciales y ceremoniales, con revelaciones y mis-
terios». También Jesús procedió del mismo modo: «Dio a sus apóstoles las
doctrinas llanas y claras tocantes a la fe y a las buenas costumbres, disponien-
do aquellos ingenios humanos para las cosas altísimas y misteriosas del Reino,
que después declaró por palabras y semejanzas (Mt. 5,1-12)». Tomando pie
de estos modelos pedagógicos egregios, De Sanctis concluye: «para hacer fru-
to en los nuevos ingenios, primero los instruirán en lo natural, y luego en lo
más fócil y más llano en la fe, para que así dispongan con afición al entendi-
miento de lo más alto de los misterios soberanos». Muy tomasiano es este co-
menzar por lo natural, para pasar luego a los misterios sobrenaturales. Y muy
pastoral y humanística, la preocupación pedagógica que se observa en los pro-
legómenos del catecismo. En todo caso, lo más natural es explicar al catecú-
meno qué es ser hombre y cuál es su dignidad. Esto es, precisamente, lo que
hemos observado en las primeras preguntas y respuestas que ya hemos co-
mentado más arriba: «¿Qué sois, hermano? Soy hombre, que nací de mis pa-
35. Sobre Las Casas, Garcés y Minaya, y la bula de Pablo III Sublimis Deus, véase el capí-
tulo primero, epígrafe 2e.
3 6 . Véase el texto en Josef M E T Z L E R (ed.), America Pontificia. Primi saculi evan¡elizationis
1493-1592. Documenta pontificia ex registris et minutis praserrim in Archivo Secreto Vaticano
existentibus. Librería Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano 1991, II, n. 195, pp. 739-744.
i v . E L III C O N C I L I O LÍMENSE ( 1 5 8 2 - 1 5 8 3 ) 167
dres. Etc.». El punto de partida a partir de los efectos hacia la causa primera
eficiente y proporcionada, tan característico de las vías tomasianas, y el prin-
cipio según el cual nada hay en la inteligencia que antes no esté en los senti-
dos, también acogido por Aquino, se hallan nítidamente desarrollados en esta
Sumaria instrucción37.
También se observa en la Sumaria instrucción una fuerte actitud anti-
luterana, lo cual era de esperar, puesto que está inspirada en el Catecismo de
Trento. Por ejemplo; al hablar de la fe en Jesucristo (cap. 5), leemos: «Y, pues,
habéis recibido la fe de Jesucristo, habéis de hacer todo lo que ella os enseña
que hagáis, para lo cual os da lumbre para que no erréis y fuerza para que po-
dáis. De otra manera, estaría en vosotros [la fe] ociosa y muerta según dice el
Apóstol Santiago, pues no hace obras de vida». La referencia a la fe y a las
obras y, sobre todo, la citación de la epístola del apóstol Santiago, tienen una
indudable intención polémica con el luteranismo.
37. «P. ¿Cuántos son los sentidos corporales? / R. Son cinco: ver, oír, gustar, oler y palpar.
/ P. ¿Estos sentidos para qué los dio el Señor? / R. Para que con ellos conociésemos estas cosas
visibles y sensibles, y que por ellos se pasen a las potencias interiores del alma, para entender
por ellas al Creador y las obras naturales, y en todas ellas alabemos al Señor. / M. Muy bien de-
cís, por cierto es asi, que de ver estas cosas creadas con tanto orden y concierto, como el sol y
la luna y las estrellas en sus caminos tan sin faltar un punto; y la correspondencia de las hierbas
y plantas en hojas y frutas a sus tiempos; y el flujo y reflujo del mar; y las generaciones y sus-
tentos de los vivientes, venimos a entender, como dice el Apóstol San Pablo [Rom. 1,20], las
maravillas y grandeza de Dios invisible, y que no es más que un Dios que lo rige y gobierna
todo con grande concierto, sin fatigarse ni cansarse, ni faltar en cosa ninguna. Y lo mismo po-
déis considerar por esos otros sentidos» (Sumaria instrucción, cap. 10).
38. Nació en Llerena (Badajoz) en 1515, novicio en Hornachos (Badajoz) y miembro de la
provincia de San Miguel de Extremadura. Vivió en las Indias en dos etapas. La primera como
comisario del Perú, y la segunda, desde 1570 a 1590, como arzobispo de Santafé. Terminado su
mandato como comisario general del Perú, en 1566 fue elegido ministro provincial de San Mi-
guel de Extremadura. Al final de su ministerio fue promovido en 1569 al obispado de Cartage-
na de Indias. Encontrándose en la Corte, le cambiaron esta diócesis por la metropolitana de
Santa Fe. Fue consagrado obispo en España en 1570. Su actuación episcopal está marcada por
tres hechos importantes: conclusión de la catedral, celebración del concilio provincial y creación
del seminario. Hombre enérgico y prudente, defensor de los derechos de la Iglesia y protector
de los indios, se enfrentó con la audiencia y con el mismo clero cuando su servicio lo exigía. Mu-
168 TEOLOGIA EN AMÉRICA LATINA
tos idolátricos de los indios, para que los misioneros o doctrineros estén sobre
aviso. Todo esto se refleja en la primera parte de la constituciones sinodales, o
sea, en los primeros capítulos. El catecismo ocupa propiamente sólo los capí-
tulos 24 y 25, que constituyen la segunda parte. Los elementos de esta Carti-
lla son los clásicos en obras semejantes. Además de la introducción de carác-
ter antropológico, que ya hemos comentado: los catorce artículos de la fe, el
decálogo mosaico (presentado como las obras que hay que cumplir además de
creer) y los preceptos de la Iglesia, los siete sacramentos, distinguiendo entre
cinco que son necesarios con necesidad de medio para salvarse y dos (matri-
monio y orden sacerdotal), que «son de voluntad, que está en la voluntad del
cristiano recibirlos si quisiere». Siguen las catorce obras de misericordia (cor-
porales y espirituales), los siete pecados mortales (capitales) y las siete virtudes
contrarias a ellos. Las oraciones que se enseñan son: el Paternóster (instituido
por Cristo), el Avemaria (compuesto por San Gabriel y la Iglesia), la Salve Re-
gina (compuesta por la Iglesia) y el Credo (compuesto por los Apóstoles).
La parte tercera, bastante extensa y detallada, está dedicada a la pasto-
ral sacramental, con muchas indicaciones sobre la adoración del Santísimo
Sacramento y la administración de los demás sacramentos, a excepción del
matrimonio, que ha merecido una parte exclusiva, la cuarta, con bastante ca-
suística relativa a la celebración válida y lícita del matrimonio. La parte quin-
ta es un ritual para la administración del bautismo. La parte sexta está consti-
tuida por una serie de sermones acerca de la doctrina cristiana. La parte
séptima contiene disposiciones diversas (sobre los ayunos de los indios, el
tiempo de las confesiones, los enterramientos de los indios infieles, etc.). Al
final hay un apéndice sobre testamentos y sepulturas de cristianos, seguido
por unas cláusulas finales. En total, ciento y uno capítulos.
Una novedad incorporada a estas constituciones santafereñas es la expli-
cación del Credo por medio de pequeños sermones, uno para cada uno de los
catorce artículos de la fe (caps. 81-94). En esto sigue la tradición peninsular de
San Juan de Ávila, Luis de Granada y de otros, recoge los usos que ya habíamos
visto en México, en 1548, y se adelanta al ni Concilio Limense. Llaman la aten-
ción, por la extensión que tienen, el sermón dedicado al acto de fe y el sermón
sobre Dios creador; y no faltan los ejemplos tomados de la vida cotidiana.
a) Convocatoria y asistentes
41. Edición de los decretos: Enrique T. BARTRA (ed.), Tercer Concilio Limense (1582-
1583). Versión castellana original de los decretos con el sumario del Segundo Concilio Limense, Pu-
blicaciones de la Facultad Pontificia y Civil de Teología de Lima, Lima 1982; y Francesco Leo-
nardo LlSI (ed.), El tercer Concilio Limense y la aculturación de los indígenas sudamericanos.
Estudio critico con edición, traducción y comentario de las actas del concilio provincial celebrado en
Lima entre 1582y 1583, Ediciones Universidad de Salamanca, Salamanca 1990, pp. 103-370
(edición bilingüe latín-castellano).
i v . E L III C O N C I L I O LÍMENSE ( 1 5 8 2 - 1 5 8 3 ) 171
42. Santo Toribio convocó otros dos concilios provinciales: el IV Limense, celebrado del
27 de enero al 15 de marzo de 1991; y el v, que tuvo lugar del 11 de abril de 1601 al 18 del
mismo mes. La importancia de ambos concilios fue muy escasa, en comparación con la gran
obra del III Limense, por lo que los pasamos por alto. Los decretos de estos dos concilios pue-
den consultarse, respectivamente, en: Juan TEJADA Y RAMIRO (ed.), Colección de cánones y de to-
dos los concilios de ¡a Iglesia española, cit. en nota 12, 636-647 y 647-648 (un extracto muy so-
mero). Hubo también un VI Concilio Limense en 1772, durante el reinado de Carlos III, de
sabor fuertemente regalista, nunca reconocido por la Santa Sede.
43. Cfr. sufra capítulo II, epígrafe 3a.
172 T E O L O G Í A EN AMÉRICA LATINA
b) Decretos
44. Aquí se aprecia, con toda claridad, la intervención de Acosta, al señalar la necesidad
de medio, para salvarse, de creer en la Trinidad Beatísima, en Jesucristo y en la Iglesia. El III Lí-
mense rechaza, pues, la doctrina de la doble justificación, ideada por algunos teólogos salman-
tinos. Cfr. supra, en este mismo capítulo, epígrafe le, donde se estudia ampliamente la teolo-
gía de José de Acosta.
i v . E L NI C O N C I L I O LÍMENSE ( 1 5 8 2 - 1 5 8 3 ) 173
45- Habría que esperar bastantes años, hasta que se abriese la posibilidad de ordenar in-
dios y mestizos, aunque algunos mestizos parece habían sido ordenados ya en tiempos del ni
Limense. A mediados del siglo xvil (por ejemplo en el Itinerario de Alonso de la Peña) el tema
ya estaba resuelto. Cfr. sobre este Itinerario, el capítulo XI, epígrafe 5, infra.
174 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
diocesanos. Por último, la acción tercera también trató sobre los castigos cor-
porales a los indios en los delitos que pertenecían al fuero de la Iglesia, sobre
los diezmos, los aranceles y tasas episcopales, etc.44.
46. Cfr. José DAÍMMERT BELLIDO, El indígena en el tercer Concilio Limense, en «Revista Te-
ológica Limense» 16/3 (1982) 295-305.
47. Edición: Juan Guillermo DURÁN (ed.), Monumenta Catechetica Hispanoamericana,
cit. en nota 39, n, pp. 4 5 1 - 4 8 8 y pp. 523-596 y pp. 6 1 7 - 7 4 1 . Cfr. también ID., El Catecismo
del III Concilio Provincial de Lima y sus complementos pastorales (1584-1585). Estudio preliminar.
Textos. Notas, UCA, Buenos Aires 1982.
48. Desde el punto de vista histórico, el estudio de los instrumentos catequéticos del III
Limense debería realizarse en el capítulo IV, después de presentar y analizar los correspondien-
tes decretos conciliares. Pero, puesto que las acciones conciliares no constituyen propiamente
teología profética, sino de otro rango, hemos optado por mantener aquí el análisis de los ins-
trumentos pastorales, dejando los decretos para el próximo capítulo, en continuidad con los es-
fuerzos por implantar la jerarquía eclesiástica en América y encontrar cauces colegiales para la
enseñanza magisterial. Con esta opción no se pretende, ni mucho menos, acoger la tesis según
la cual habría habido en América una contraposición dialéctica entre carisma e institución.
Esta tesis, sostenida por algunos, sobre todo con relación a la Nueva España, nos parece caren-
te de fundamento histórico, sin olvidar que no es sostenible tampoco teológicamente.
iv. EL III CONCILIO LÍMENSE ( 1 5 8 2 - 1 5 8 3 ) 175
49. «¿Qué cosa es hombre? El hombre, padre, es una criatura compuesta de cuerpo que
muere y alma que nunca ha de morir, porque la hizo Dios a su imagen y semejanza» (Catecis-
mo mayor, ed. J.G. DURAN, Monumenta Cathechetica, cit. en nota 39, II, p. 472). Acto seguido
se presenta el tema del destino último del hombre, en términos que parecen también estar to-
mados de la catequesis novogranadina.
176 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
una parte segunda relativa al Símbolo; una parte tercera sobre los sacramen-
tos; una cuarta parte sobre los mandamientos; y una parte quinta sobre el Pa-
drenuestro. Se trata, pues, de la estructura impuesta por el Catecismo Roma-
no. Las preguntas son breves y también concisas las respuestas, en las tres
lenguas del Incario.
Importa destacar dos cosas: que el Catecismo mayor considera necesa-
rio interrogar primeramente sobre la condición humana, antes de preguntar
sobre los misterios de Dios (en línea con la tesis, clásica en el período renacen-
tista, de que es preciso humanizar al hombre para poderlo evangelizar mejor);
y que ofrece una antropología cristiana riquísima, en la que se combinan las
tesis filosóficas dualistas (composición alma y cuerpo) con la doctrina teoló-
gica de que el hombre es imagen y semejanza de Dios. Nos parece que estos
presupuestos, de gran calidad doctrinal, supusieron una fiindamentación só-
lida y rica a la catequesis americana posterior.
También son interesantes, desde el punto de vista teológico, las preci-
siones del Catecismo mayor a propósito de las verdades que deben creerse para
salvarse. No se olvide que Acosta, uno de los principales inspiradores de esta
obra, había polemizado con los teólogos salmantinos sobre el particular. En la
Suma de la fe católica, incluida en la Doctrina cristiana, se afirma que es preci-
so creer en Jesucristo para salvarse. También el Catecismo mayor establece que
la fe en Cristo es condición necesaria para salvarse. Con ello se entiende la ad-
hesión a la Persona del Salvador, es decir, creer a Cristo50 (credere in Christum).
Seguidamente, el Catecismo mayor detalla el contenido material del objeto de
la fe, o sea, aquellos misterios que deben creerse para salvarse, y los resume to-
dos remitiendo a lo que Cristo nos ha enseñado (credere mysteria revelata a
Christo). Finalmente presenta los sacramentos como confesión de la fe (crede-
re Deo in celebratione sacramentorum). La ley moral y la oración dominical son
situadas en el contexto del amor a Dios. La referencia a todos los sacramentos
nos parece significativa, inspirada en una pastoral favorable a la administra-
ción de todos ellos a los naturales, sin restricción alguna.
El Tercero Catecismo o Catecismo por sermones es el instrumento pasto-
ral limense más importante. Después de un proemio, titulado: «Del modo
que se ha de tener en enseñar y predicar a los Indios» y de otras advertencias,
vienen treinta y un sermones, que se reparten de la siguiente forma: nueve so-
bre la fe y algunos artículos que hay que creer; ocho sobre los sacramentos;
50. Equivaldría a la expresión castellana: creo en ti, o bien: te creo. Los teólogos renancen-
tistas estaban familiarizados con estas cuestiones, ampliamente tratadas por Santo Tomás de
Aquino en la Summa theologiae, 11-11, q. 2, a. 2.
iv. EL III CONCILIO LÍMENSE ( 1 5 8 2 - 1 5 8 3 ) 177
diez sobre los mandamientos; dos sobre el Padrenuestro; y dos sobre los noví-
simos o postrimerías. Son todos ellos de gran calidad teológica y, además,
muy expresivos de la vida cotidiana en las tierras del Virreinato.
Los sermones llevan un proemio que explica la finalidad que se ha pre-
tendido al prepararlos y traducirlos a las lenguas aymará y quechua. Partien-
do de que el ministerio profético o predicación es para el servicio a los fíeles,
y no una ocasión para el lucimiento de los predicadores, los sermones se han
pensado como alimento ligero y fácil de asimilar, para que los indios apren-
dan poco a poco y conforme a sus condiciones los fundamentos de la fe cató-
lica". A este respecto, el proemio da cuatro avisos: 1) «que la doctrina que se
les enseñe sea la esencial de nuestra fe»; 2) «que no se debe enfadar el que en-
seña a indios de repetirles con diversas ocasiones los principales puntos de la
doctrina cristiana»; 3) que se les proponga la doctrina de modo «llano, senci-
llo, claro y breve»; y 4) «que de tal modo se proponga la doctrina cristiana,
que no sólo se perciba, sino que también se persuada». Se insiste, además, que
se empleen imágenes y símiles tomados de las cosas que los indios usan, y que
se procure descubrir y desautorizar a los hechiceros de ellos, «declarando sus
ignorancias, y embustes y malicias. Lo cual es muy fácil de hacer, como se
tenga cuidado de saber de raíz sus ritos y supersticiones».
El orden de los sermones resulta del mayor interés catequético y teoló-
gico. El primer sermón declara los presupuestos de la fe que son: «que hay
otra vida adonde van nuestras almas, porque son inmortales; que Dios hizo al
hombre para que goce de él, y porque es justo, a los buenos da descanso, y a
los malos pena». Este planteamiento equivale a tomar como punto de partida
los novísimos o postrimerías del hombre, fundamentándolo todo en que
nuestra alma es inmortal y en que Dios es creador y remunerador. El segun-
do sermón presenta la gravedad del pecado y el enojo de Dios por nuestros
pecados. El sermón tercero se centra en Jesucristo «como único remedio de
los hombres para librarse del pecado»; se relatan los misterios de su Humani-
dad y se exhorta a amarle. El sermón cuarto declara cómo hemos de creer y
confiar en Jesucristo. A partir del sermón quinto inclusive, el Tercer Catecismo
pasa a desarrollar los artículos de la divinidad, deteniéndose particularmente,
a lo largo de varios sermones, en el atributo de Dios creador. Algunos de los
51. Se pone el ejemplo de San Agustín: «Es cosa notable lo que San Agustín [...] advierte
que es ver el lenguaje y plática que tienen las amas o madres con sus chiquillos de teta, hablan-
do aniñadamente y gorjeando con ellos. Y aun los hombres con canas, en siendo padres, no se
empachan de parlar con sus hijuelos a su tono y repetirles tayta y mama, y, en efecto, hacerse
niños con ellos».
178 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
d) Balance
52. Para un estudio más detallado, cfr. Raimundo ROMERO FERRER, Estudio teológico de
los catecismos delin Concilio Limense (1584-1585), cit. en nota 32, supra.
5 3 . CFI. Laura GONZÁLEZ PUJANA, La vida y la obra del licenciado Polo de Ondegardo, Uni-
versidad de Valladolid («Historia y Sociedad», 32), Valladolid 1993-
i v . E L HI C O N C I L I O L Í M E N S E ( 1 5 8 2 - 1 5 8 3 ) 179
a) Convocatoria y desarrollo
El III Mexicano fue obra del arzobispo don Pedro Moya de Contreras.
Asistieron, además, los obispos Fernando Gómez de Córdova (Guatemala),
Juan de Medina Rincón, agustino (Michoacán), Diego Romano (Tlaxcala),
Gregorio de Montalvo, dominico (Yucatán), Domingo de Alzóla, dominico
(Guadalajara) y Bartolomé de Ledesma, también dominico (Antequera-Oa-
xaca). Sus decretos se pueden considerar como plenitud de la tradición con-
ciliar mexicana. Depende, además, de la legislación eclesiástica de los conci-
lios postridentinos peninsulares, particularmente el sínodo de Guadix de
1554, y el concilio y sínodo de Granada de 1565 y 1572. En concreto, llama
la atención el gran paralelismo existente en la titulación de los decretos del III
Mexicano y las sinodales de Pedro Guerrero de 1572. Hay que tener en cuen-
ta que, tanto en Guadix como en Granada, en 1565, se abordó el problema
de la evangelización de los moriscos, neoconversos como los indios. Son tam-
bién muy citados los decretos e instrumentos pastorales del III Concilio Lí-
mense de 1582-83, en el que había participado, como teólogo, uno de los si-
nodales del III Mexicano: Don Bartolomé de Ledesma. Sin embargo, el III
Mexicano no separó los decretos para españoles de los decretos para indios,
como lo había hecho el III Limense. Sus disposiciones se centraron principal-
mente en los siguientes temas: la formación del clero, la predicación de los sa-
cerdotes, la catcquesis de los naturales, el estudio de las lenguas por parte de
los misioneros, la erradicación de la idolatría, el trabajo de los indios en los re-
partimientos en general, y en los repartimientos de minas, y la guerra con los
chichimecas. Cabe destacar la gran influencia de los jesuítas en el concilio,
1. Cfr. José Antonio LLAGUNO, La personalidadjurídica del indio y el III Concilio Provin-
cial Mexicano, Porrúa, México 1963. También Elisa LÜQUE ALCAIDE, El memorial inédito de Je-
rónimo Mendieta al III Concilio provincial de México, en «Anuario de Historia de la Iglesia» 305-
323.
2. Sobre los memoriales presentados por los estamentos seculares, por ejemplo por el ca-
bildo del ayuntamiento de la ciudad de México, cfr. Elisa LUQUE ALCAIDE, La Ciudad de Mé-
xico en el siglo XVI. Propuestas del cabildo de la Ciudad de México al III Concilio Mexicano (1585),
en Manuel ALCANTARA (ed.), América Latina. Realidades y perspectivas. I Congreso Europeo de
Latinoamericanistas, Ediciones Universidad de Salamanca («Aquila La Fuente», 7), Salamanca
1997 (edición en CD ROM).
v . OTRAS RECEPCIONES DE T R E N T O EN AMÉRICA ( 1 5 8 5 - 1 6 2 8 ) 183
b) Decretos
«La fe, aquella puerta de nuestra salvación, sin la cual nadie puede en
esta vida hallar a Dios, invocarle, servirle, ni agradarle, la cual enseñó Cristo,
predicaron los Apóstoles, y la Santa Romana Iglesia tiene y profesa, es el pri-
mer fundamento, en que estriba la fábrica de todo el edificio cristiano. Por tan-
to, para que esta Iglesia de las Indias Occidentales, plantada como un nuevo
vástago, libre de los vicios y errores, eche raíces profundas, y regada por el río
abundante de la divina gracia, tome aquel incremento celestial que Dios da, y
lleve dignos frutos de vida eterna, el Sínodo provincial Mexicano, fundado en
la autoridad del Santo Concilio Tridentino, renovando la profesión de fe cató-
lica que prestó al principio de su reunión, establece y manda que todos aque-
llos que en lo sucesivo obtuvieren cualesquiera beneficios eclesiásticos, dentro
del término de dos meses, coñudos desde el día en que hayan tomado pose-
sión, y los que deban reunirse para formar el Sínodo Diocesano, en aquel que
primero se celebrare; y también los obispos, en el primer provincial a que asis-
tieren después que hayan sido electos, sean obligados a hacer profesión de fe y
a jurar y prometer obediencia a la Iglesia Romana, según la forma prescrita por
el Papa Pió IV, de feliz memoria» (tit. I, lib. I, De julei professione § i).
3. Sobre los contenidos teológicos de los catecismos mexicanos y del Directorio para con-
fesores, véase infra, en este mismo capítulo, epígrafes Id y le. Del Ritual no tenemos noticias
concretas; sólo sabemos que fue enviado a la metrópoli para su posterior traslado a Roma.
4. Edición de los decretos: Basilio ARRILLAGA (ed.), Concilio III Provincial Mexicano, cele-
brado en México el año de 1585, primera edición en latín y castellano, Eugenio Maillefert y
Compañía, México 1859. La edición fue publicada por Mariano Galván Rivera.
184 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
«Siendo bien sabido, por una constante experiencia, no sin gran dolor
de los que animados de un verdadero celo cristiano viven en estas partes de las
Indias, que los indios habitan dispersos en lugares ásperos y montañosos, y
que huyen del trato civil y comunicación de los hombres, de lo que resulta
que ni deponen sus bárbaras y crueles costumbres, ni reciben la sana doctri-
na, ni se ayudan con el remedio de los sacramentos, ni se les puede apartar de
los vicios y, aún lo que es peor, que muchos no han sido marcados con el ca-
rácter de cristianos [...]; S. M. Católica [...] ha dispuesto muchas veces con un
celo piadoso, que los indios no vivan dispersos en las soledades, sino que se re-
duzcan a pueblos numerosos y vivan en sociedad [...]. [Este Sínodo] exhorta
cuanto puede en el Señor a los gobernadores [...] procuren con todo el esfuer-
zo de su ánimo que tenga ejecución el referido mandamiento».
aceptaron como algo dado y, como veremos, apoyaron su licitud en el fin evan-
gelizador de los indígenas. Sin embargo, sí consideraron el tema de la guerra a
los indígenas planteado al Concilio por las autoridades civiles de México, que
consultaron si podían declarar la guerra lícitamente a los chichimecas.
La iniciativa de su estudio surgió de la misma sociedad civil y de sus au-
toridades; la licitud o no de la guerra de conquista fue objeto de consultas y
memoriales dirigidos por la ciudad de México y por oidores de la Audiencia a
los padres conciliares, pasó a ser tema de un debate que dio lugar a diversos po-
sicionamientos y, finalmente, la asamblea tomó decisiones al respecto que con-
vendrá tomar en consideración, por su interés teológico. Primeramente, sin
embargo, claremos algunos datos sobre la citada guerra.
El problema venía de lejos; apareció cuando los españoles entraron en
contacto, en zonas de frontera, con pueblos de baja densidad de población,
agricultores itinerantes y con pueblos nómadas, con una escasa organización
política y con un hábitat indefinido y muy extenso.
Ya en 1541 se había producido la gran rebelión de los indios de Nue-
va Galicia, los llamados chichimecas, que reaccionaron con episodios de gran
violencia a las conquistas armadas llevadas a cabo por el caudillo hispano
Ñuño de Guzmán. Constituían éstos un conjunto de pueblos que habitaban
al norte de la ciudad de México y que no habían sido sometidos, en general,
por los aztecas. Vivían en chozas o en cuevas y barrancos de difícil acceso.
Eran recolectores y muy belicosos. Sin embargo, las dificultades más serias se
plantearon cuando, en 1546, se descubrieron las minas de plata de Zacate-
cas, que atrajeron a la zona a mucha población española. Los chichimecas
ante la invasión de sus territorios generalizaron las hostilidades hacia 1550:
practicaban «razzias» con robos y muertes. Las autoridades novohispanas
plantearon operaciones de castigo, también se fundaron en la frontera pue-
blos de españoles y se alzaron conventos para evangelizarlos desde estos cen-
tros misionales. Sin embargo las hostilidades siguieron.
En 1580 la situación era desalentadora para los hispano-criollos. Los
chichimecas por su situación y adaptación al medio eran difíciles de doblegar
y constituían un problema de primer orden en el ámbito novohispano. El pro-
pio arzobispo Moya de Contreras sentía la necesidad de poner remedio, como
escribía al rey en una carta del 7 de noviembre de 1584, aludiendo al alzamien-
to de los chichimecas en las comarcas mineras de Zacatecas y Mazapil7.
7. «Los indios chichimecos han andado estos días menos dañosos que solían, que no dan
poco cuidado, y la necesidad que esta causa tiene de remedio abrirá camino para él, procuran-
188 T E O L O G Í A EN AMÉRICA LATINA
do todo lo que hiciere a su propósito para evitar este daño con menos costa de vuestra majes-
tad, y de lo que se fuere haciendo daré aviso a vuestra majestad» (Francisco DEL PASO Y T R O N -
COSO, Epistolario de Nueva España, 1505-1818, t. XI, Porrúa, México 1940, n.° 720, p. 105;
vid. también la carta n.° 721 de la misma fecha, pp. 126-127).
8. Cfr. José Antonio LLAGUNO, La personalidad,jurídica del indio y el W Concilio Provin-
cial Mexicano, cit. en nota 1, pp. 221-223: lo transcribe. Ver también Stafford P O O L E , War by
Fire and Blood: The Church and the chichimecas in 1585, en «The Americas» 22 (1965) 115-
137.
v . OTRAS RECEPCIONES DE TRENTO EN AMÉRICA ( 1 5 8 5 - 1 6 2 8 ) 189
«se advierta que este Reyno no se debe governar en utilidad y provecho pre-
cissamente de los Reynos de España, sino principalmente en su propio cóm-
modo, y los que goviernan si no procuran esto y lo tienen por delante como
último fin de su govierno están en estado de condenación eterna, y así por
consiguiente ay obligación de gastar todas las rentas reales aunque sean avi das
de los quintos de las minas, si fuere necessario gastarlas, en apaziguar la tierra
y en tomar los medios que según Dios y concientia para su pacificación fue-
ren necessarios, porque en esto diffiere el govierno iusto y legítimo del tiráni-
co, que el tiránico principalmente se toma para bien del príncipe, mas el go-
vierno legítimo principalmente se ordena para el bien de la república».
9. José Antonio LlAGUNO, La personalidad jurídica del indio y el III Concilio Provincial Mexi-
cano (1585), cit. en nota 1, pp. 230-232. Firman Pedro de Pravia, doctor en teología y catedráti-
co de Prima de la Universidad de México, Diego de Aguinaga, Cristóbal de Ortega, Diego de
Osorio, Juan Ramírez y fray Andrés de firma ilegible. Pedro de Pravia y Juan Ramírez han sido
estudiados ya, respectivamente, en el capítulo VIH, epígrafe Id, y en el capítulo VI, epígrafe 6.
10. José Antonio LLAGUNO, La personalidad jurídica del indio, cic. en nota 1, pp. 232-233.
Firman el provincial Pedro de San Sebastián, Alonso Ponce, comisario general, Diego Vegel,
Antonio de Salazar, Pedro de Torres, Antonio Quixada, Juan de Castañeda, Juan de los Olivos,
Pedro Oroz, Juan de León y otro ilegible.
190 TEOLOGIA EN AMÉRICA LATINA
tan grande «que no sufre dilación y la obligación que su Magestad tiene por
tener estas tierras debaxo de su amparo y recebir tributo de los que la habitan
es precissa». Ahora bien, para poner solución, afirman, lo inmediato no es la
guerra: la experiencia enseña que no se han agotado los medios pacíficos, y su-
gieren el de levantar poblaciones en que convivan españoles y naturales, do-
tadas de un presidio defensivo, con la condición expresa de que los soldados
no puedan internarse en territorios vecinos y sólo puedan hacerlo los religio-
sos para evangelizar. Por último, añaden, en línea con los dominicos, que, si
la situación conflictiva se prolongase, antes de declarar lícitamente la guerra
habría que averiguar los agravios hechos por los españoles a los indios.
Los padres de la Compañía de Jesús": resuelven el tema de modo escue-
to. Para ellos no se debe hacer la guerra que se pide hasta haber intentado el re-
medio de levantar poblaciones en las zonas más conflictivas a las que habrá de
dotarse de población y fuerza militar en número suficiente para defenderse.
Elparecer de Juan de Salzedo, secretario del Concilio va fechado en Mé-
xico el 8 de mayo de 1585'2: su parecer lo elabora teniendo a la vista los ante-
riores que, por tanto, para esa fecha ya habían pasado a su poder. Salzedo se
conforma con la condición requerida por los dominicos de que se averigüe el
posible motivo de agravio de los indios; también hace suya la propuesta de
franciscanos y de jesuitas de que se levantaran poblaciones y presidios, en los
que habitaran gentes cristianas y pías; para ello la corona debería posponer el
interés temporal y gastar lo necesario.
A los pareceres anteriores se añade la denuncia de la guerra de conquis-
ta que hacía en su memorial Domingo de Salazar, recién elegido obispo de
Manila13. Salazar que hace presente a los obispos reunidos en la asamblea «que
ese concilio se celebra en las Indias y que ha de ser para remedio de las cosas
dellas como la hacían nuestros padres antiguos que en los concilios provincia-
11. José Antonio LLAGUNO, La personalidad jurídica del indio, cit. en nota 1, p. 233.
Firman el P. Juan de la Plaza, autor del catecismo del III Concilio Mexicano y del Directorio,
Pedro de Ortigosa, Pedro Díaz, Pedro de Morales y Antonio Rubio. Se dedica un amplio
epígrafe a Pedro de Ortigosa en el capítulo vm, epígrafe 2b, y capítulo X, epígrafe 2a. Del P.
de la Plaza se ha tratado en varios lugares: capítulo IV, epígrafe Ib y en este capítulo v, infra.
Id.
12. José Antonio LLAGUNO, La personalidadjurídica del indio, cit. en nota 1, pp. 233-234.
13. No asistió al Concilio pues, al estar a mis de dos mil leguas de navegación, no tenía
obligación de acudir y, además, debía atender a la puesta en marcha de su nueva diócesis. Su
memorial está en la Bancroft Library, Manuscritos Mexicanos, 266, ff 208v-209r. Editado por
Ernest J. BURRUS, The Salazar's Report to the Third Mexican Council, en «The Americas» 17
(1960) 65-84.
v . O T R A S RECEPCIONES DE T R E N T O EN AMÉRICA ( 1 5 8 5 - 1 6 2 8 ) 191
les que celebraban en España trataban de las cosas según la necesidad que por
entonces había». En el punto 16 de su escrito afirma la injusticia de las entra-
das militares de conquista. Añade Salazar que, aunque lo ha denunciado al
rey, si el concilio lo solicitase de la corona y del papa, «no es posible que deja-
se de hacer grande efecto».
Resolución del III Concilio Provincial Mexicano: Con estos pareceres de
los peritos el concilio resolvió el día 31 de julio de 1585'4- La condiciones re-
queridas para que la declaración de la guerra sea lícita, son dos: a) indagar el
posible motivo de agravio de los indios; y b) levantar poblaciones y presidios,
en los que habitaran gentes cristianas y pías. C o m o se ve, se presupone que tal
guerra será lícita, aunque no siempre.
Poco después, sin embargo, el concilio cambiaría de opinión. Veamos
el contenido de los párrafos de la carta al rey que los padres conciliares enví-
an a la corte, fechada en México, el 16 de octubre de 1585, dos meses y me-
dio después de la resolución anterior 15 . La guerra es injusta, porque no se ha
seguido lo ordenado por las leyes de la corona. D e ella se siguen intolerables
injusticias, «cautivándose a muchos inocentes que nunca han oído ni publi-
cádoseles nuestra sacra fe cathólica, por el medio que el evangelio manda,
vendiéndoseles como esclavos». Esto no hubiera ocurrido si las entradas que
han hecho los soldados hubieran seguido lo ordenado por las leyes reales: por
ello esas entradas militares son «tiránicas, impías y en injuria y oprobio del
Evangelio». El remedio propuesto por los padres conciliares es levantar pobla-
ciones que ocupen las zonas fronterizas, con españoles e indígenas ya conver-
tidos y «que viven y se sustentan a nuestro modo políticamente, honrándolos
y exemptándolos de tributos». Lo que se debería gastar en la guerra, se dedi-
que a hacer estas poblaciones.
Es decir, dos meses y medio después de la resolución del 31 de julio, el
concilio afirmó claramente, sin edulcoraciones, la injusticia de hacer la guerra
a los chichimecas. Su cambio fue consecuencia del debate conciliar, posterior
a la resolución, en el que se aportaron datos sobre las injusticias cometidas
contra los indígenas. He aquí, pues, un pronunciamiento conciliar en un tema
de interés primordial para la sociedad novohispana, que es expresivo, además,
de cómo las asambleas eclesiásticas americanas encauzaban los problemas: la
sociedad civil planteaba al concilio los grandes temas del momento; teólogos
y canonistas los discutían; por último, se contrastaban los datos reales con la
16. Los catecismos se han publicado recientemente. Edición del texto castellano: Juan
Guillermo DURÁN (ed), en: La transmisión de Ufe. «Misión apostólica», catcquesis y catecismos
en el Nuevo Mundo (siglo XV/), en José ESCUDERO IMBERT (ed.), Historia de la Evangelización de
América. Trayectoria, identidad y esperanza de un continente. Actas del Simposio Internacional, Li-
brería Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano 1992, pp. 323-332; el texto latino de los catecis-
mos, preparado para su censura romana, ha sido editado por Luis RESINES (ed.), Catecismos
americanos del siglo XVf, Junta de Castilla-León, Salamanca 1992. El Directorio de confesores si-
gue substancialmente inédito, aunque se han publicado ya algunos capítulos sueltos. Por ejem-
plo, en: Josep Ignasi SARANYANA, Sobre los orígenes del cristianismo en América. Historia doctri-
nal de una polémica, en «Anuario de Historia de la Iglesia» 1 (1992) 257-286, apéndice. Ha
sido ampliamente descrito en Josep Ignasi SARANYANA y Elisa LUQUE ALCAIDE, Fuentes manus-
critas inéditas del III Concilio Mexicano (1585). Los «Catecismos» y el *Directorio para confesores»,
en «Annuarium Historiae Conciliorum» 22 (1990) 273-290.
17. Para la vida del R Juan de la Plaza, véase capítulo IV, supra, nota 5. Sobre la redacción
de los instrumentos de pastorales, veamos quiénes fueron sus redactores. En el acta conciliar
correspondiente al día 26 de enero de 1585, se encargaba la redacción de dos catecismos, uno
menor y otro mayor, para la instrucción de los indios, negros y españoles. Finalmente se pre-
pararon una cartilla y dos catecismos, aunque la cartilla nada tiene de original. Al principio, la
redacción de los dos catecismos se distribuyó del siguiente modo: el dominico Pedro de Pravia,
la explicación del credo y de los artículos de la fe; el agustino Melchor de los Reyes, el Decálo-
go; Juan de la Plaza, los sacramentos y los mandamientos de la Iglesia; el jesuita Pedro de Mo-
rales, el Paternóster, Avemaria, Salve y potencias del alma; y el presbítero Fernando Ortiz de
Hinojosa, los pecados morrales, virtudes y enemigos del alma. Salvo los dos jesuítas, los demás
estaban vinculados al claustro de la Facultad de Teología de la Universidad de México. Final-
mente, la redacción recayó sólo sobre Juan de la Plaza, como también se advierte en la citada
v . O T R A S RECEPCIONES DE T R E N T O EN AMÉRICA ( 1 5 8 5 - 1 6 2 8 ) 193
Acta Conciliar. Esta Acta ha sido editada por Ernest J. BURRUS, TheAuthor of the Mexican
CounrilCatechismus, en «The Americas» 15/2 (1958) 171-188.
18. Cfr. Elisa L U Q U E ALCAIDE, Experiencias evangelizadoras granadinas en el III Mexicano
(1585), en W A A , El Reino de Granada y el Nuevo Mundo, Diputación Provincial de Grana-
da, Granada 1994, l, pp. 607-617. En los documentos preparatorios del III Mexicano, conser-
vados en la Bancroft Library, de la Universidad de Berkeley, se cita 96 veces el Concilio grana-
dino de 1565, frente a seis referencias del Concilio sevillano de 1512. Sobre el desarrollo del
Concilio provincial granadino, cfr. sufra, capítulo III, epígrafe 1. Acerca del Concilio de Sevilla
de 1512, véase sufra, capítulo II, epígrafe la.
19. Sobre las dudas de conciencia del P Juan de la Plaza, expresadas ya en la península, an-
tes de embarcar hacia América, con destino al Perú, cfr. sufra, capítulo IV, epígrafe Ib.
20. El III Limense preparó, además, una Summa de la fe catholiea para los que se hallaban
en peligro de muerte, que es todavía mis breve.
194 T E O L O G Í A EN AMÉRICA LATINA
Las tres primeras preguntas son literalmente iguales: si hay Dios, cuán-
tos dioses hay, dónde está Oíos. La primera diferencia se aprecia en la cuarta
pregunta, que suena igual en los dos catecismos, con respuesta muy diferente:
Límense Mexicano
P. ¿Quién es Dios? R. Es el Padre y P. ¿Quién es Dios? R. Es el Señor
el Hijo y el Espíritu Santo, que son universal de todo este mundo, que
tres personas y un solo Dios. lo creó y lo gobierna, y provee a to-
dos lo que han de menester.
Limense Mexicano
P. ¿Pues, el sol, la luna, estrellas, lu- P. ¿El sol, la luna, estrellas, los ídolos
ceros, rayos, guacas y cerros no son son Dios? R. Nada de esto es Dios,
Dios? R. Nada de eso es Dios, mas Porque el sol y la luna son creatura
son hechura de Dios, que hizo el de Dios; y los ídolos los inventó el
cielo y la tierra y todo lo que hay en demonio para engañar a los hom-
ellos, para ei bien del hombre. bres.
28. Bartolomé Castaño nació en Portugal hacia 1601. Ingresó como novicio jesuíta en
Madrid y viajó a México. Realizó sus estudios y prueba en Puebla de los Angeles y en México.
A la edad de treinta y dos años fue destinado a las misiones de Sinaloa. De allí regresó a Méxi-
co, donde se estableció en la casa profesa en 1645. dedicado a predicar los sermones domini-
cales, a fomentar las catcquesis populares y a las confesiones de religiosas. Murió en México en
1 6 7 2 . Cfr. Pilar GONZALBO, ¿llegado de un hombrt dt acción: Bartolomé Castaño, s.j., 1601-
1672, en «Viue Scholasticae» 6 / 1 (Chicago 1 9 8 7 ) 7 7 - 8 9 .
29. Cfr. Luis MARTÍNEZ FERRER, «Directorio para confesores y penitentes». La pastoral de la
confesión en el Tercer Concilio Mexicano (1585), Eunate, Pamplona 1996; ID., El sacramento de la
confesión en el *Directorio para confesores y penitentes» del Tercer Concilio Mexicano (1585). Tesis
doctoral, en «Anuario de Historia de la Iglesia» 5(1996) 519-526; ID., Fuentes e historiografía del
111 Concilio Mexicano (1585), en Josep Ignasi SARANYANA et al. (eds.). Qué es ¡a Historia de la Igle-
sia. Actas del xvj Simposio Internacional de Teología de la Universidad de Navarra, Eunate, Pam-
plona 1996, pp. 355-366; y principalmente Luis MARTÍNEZ FERRER, La penitencia en ¡a prime-
ra evangelización de México (1523-1585), Universidad Pontificia de México, México 1998, cap.
XI, pp. 262-294; e ID., La pastoral de la confesión en México (s. xvt)y los ritos penitenciales mesoa-
mericanos, en «Neue Zeitschriít fllr Missionswissenschaft», 54 (1998) 161-192.
30. Una copia microfilmada del original, que está en el Archivo Catedral de México, tie-
ne interpolaciones de finales del siglo xvi; ha sido corregida, seguramente después de 1750,
quizá para ultimar un texto para la imprenta: Fondos microfilmados, Libros diversos, vol. xvi
(rollo 1401). En Toledo, en la Biblioteca Municipal, se halla la copia que se trajo el Cardenal
Lorenzana (Fondo Borbón-Lorenzana, ms. 47). Conocemos otra copia, que se conserva actual-
mente en la Biblioteca Nacional de Madrid, ms. 7196. Hay también una copia, aunque in-
completa, en el Archivo Catedral de Burgo de Osma (ms 204), llevada allí desde México por
el arzobispo Don Juan de Palafox y Mendoza, a su regreso de la diócesis de Puebla. (Citaremos
por la copia conservada en Toledo).
198 T E O L O G Í A EN AMÉRICA LATINA
34. En México, por ejemplo, tuvo mucha difusión la Suma de casos de conciencia, del do-
minico Juan de Pedraza, publicada en Alcalá en 1575, además de la clásica, ya entonces, Sum-
ma confissortim de Martín de Azpilcueta. También fue notable la influencia de las Institutiones
morales del jesuíta Juan de Azor, fallecido en 1603.
35. Melquíades ANDRÉS, La Teología española en el siglo XVI, BAC, Madrid 1976, I, pp.
501-502. En el capítulo X, infra, volveremos sobre estas cuestiones.
200 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
glo XV y las primeras décadas postridentinas. Las cinco referencias* a los to-
mos II y III del Cursus Theologiae Moralis de los Salmanticenses, publicados,
respectivamente, en 1688 y 1670, constituyen evidentes interpolaciones pos-
teriores.
Por una relación del 29 de julio de 1585 del secretario del III Mexica-
no, Juan de Salcedo, al P. Juan de la Plaza, conocemos que el Concilio había
encargado a este jesuita la elaboración del Directorio37; por lo que se puede
sostener que el jesuita Juan de la Plaza, autor de los Catecismos del Concilio
III Mexicano, haya intervenido también en la redacción del Directorio. Es co-
nocida su preparación teológica y su espiritualidad observante, con ciertas
tendencias rigoristas que se perciben en el texto. De otra parte, se recogen en
él algunas de las orientaciones señaladas en los memoriales que este conocido
jesuita dirigió al Concilio. Cabe también señalar una influencia doctrinal de
fray Luis López (fea. 1590), misionero madrileño que desarrolló su actividad
en Chiapas y Guatemala, y que escribió un Instructorium conscientiae, publi-
cado en Salamanca en 1585, y un Instructorium negotiantium, publicado en
la misma ciudad, en 1592, ambos citados en el Directorio.
Este Directorio sigue, pues, una larga tradición novohispana de aten-
ción al sacramento de la confesión38. Como se sabe, la práctica de la confesión
estaba muy extendida en España antes del concilio de Trento, y fue transplan-
tada sin grandes problemas al Nuevo Mundo. Es lógico, por tanto, que ya
desde los tiempos de Zumárraga los prelados americanos intentaron organizar
cada vez mejor la pastoral. Zumárraga, por ejemplo, se preocupaba, en torno
a 1546, por la formación y examen de los confesores. En esta línea siguieron
los dos primeros concilios provinciales, bajo Montúfar. Y el III Mexicano supu-
so la culminación de este desarrollo, como se advierte en la primera parte del
Directorio, planteada como guía para el examen de los confesores de uno y
otro clero.
Respecto a la formación moral de los confesores, el Directorio también
supuso la culminación de un proceso que arranca de los Concilios I y II mexi-
canos, tan preocupados por la biblioteca moral de los sacerdotes. Se advierte,
sin embargo, una derivación hacia la casuística, aunque sin llegar a la casuís-
tica asfixiante de los siglos posteriores, especialmente en la segunda mitad del
36. Todas ellas pertenecen a la primera parte del Directorio, titulada: Examen que se ha de
hacer a i'os candidatos a confesores,ff.4v, 21 r, 44v, 59v, 97r.
37. Cfr. Bancroft LIBRARY (Berkeley), Mexican Manuscripts, 268, f. 384v.
38. Cfr. especialmente Luis MARTÍNEZ FERRER, La penitencia en la primera evangelización
de México (1523-1585), cit. en nota 29, México \99S,passim.
202 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
39. Edición de los decretos de estos dos sínodos quiteños: INSTITUTO DE HISTORIA ECLE-
SIASTICA ECUATORIANA, LOS sínodos de Quito del siglo xvt, Facultad de Teología de la Pontificia
Universidad Católica del Ecuador, Quito 1978 (se trata de los n.° 3 y 4 de la «Revista del Ins-
tituto de Historia Eclesiástica Ecuatoriana»); véase también: Fernando CAMPO DEL Pozo y Fé-
lix CARMONA M O R E N O (eds.), Sínodos de Quito 1594y Loja 1596por fray Luis López de Solís,
edición crítica, Editorial Revista Agustiniana, Madrid 1996. Cfr. Jaime F. BRAVO CISNEROS, La
diócesis de Quito en el siglo XVI. El tercer Sínodo quítense, en «Excerpta e dissertationibus in Sa-
cra Theologia» 25 (Pamplona 1994) 73-152, con abundante bibliografía; Juan Manuel ROCA
SUÁREZ-INCLAN, La Vida Religiosa en el 1 Sínodo de Quito (1570), en «Annuarium Historiar
Conciliorum» 26 (Paderborn, 1994) 128-160; ID., Vigencia de los sínodos diocesanos de Quito,
1594-1596, en «Revista del Instituto de Historia Eclesiástica Ecuatoriana» 17 (Quito 1997)
147-170.
v . OTRAS RECEPCIONES DE T R E N T O EN AMÉRICA ( 1 5 8 5 - 1 6 2 8 ) 205
Fray Luis López de Solís convocó también el III Quiteño, que tuvo lu-
gar en Loja en 1596. Entre tanto, el obispo había creado el Colegio Semina-
rio de San Luis Rey de Francia, en 1594, confiado a los jesuítas, recién llega-
dos a Quito.
206 T E O L O G Í A EN A M É R I C A LATINA
También se trata, como antes en el II Quiteño, sobre las personas que los sacer-
dotes pueden tener a su servicio, especialmente las mujeres que pueden barrer
sus casas y cuidar de ellas. La constitución 2 0 aborda el tema de la reducción de
los indios a poblados, lamentando que, por descuido de las autoridades, se ha-
yan deshecho algunas reducciones que ya estaban constituidas.
Los Sínodos II y III ratifican, en lo sustancial, las constituciones del pri-
mer Sínodo, asumen las constituciones del III Límense, y añaden normas di-
rectivas para reglamentar la vida religiosa en la diócesis de Quito. Una de las
grandes novedades introducidas por López de Solís fue la creación del Semi-
nario de San Luis para la formación del clero nacional criollo. La preocupa-
ción por la subsistencia del Seminario le obligó a imponer contribuciones for-
zosas al clero secular y religioso.
* * •
40. Puede verse la edición bilingüe de los decretos, con una breve introducción, en Cesá-
reo de ARMELLADA, Concilio Provincial de Santo Domingo, 1622-1623, en «Missionalia Hispa-
nica» 80 (1970) 129-252.
v . OTRAS RECEPCIONES DE T R E N T O EN AMÉRICA ( 1 5 8 5 - 1 6 2 8 ) 209
Señala que los negros sean catequizados nada más llegar a puerto, para
no privarles de los beneficios del bautismo, pues muchos, en la espera de ser
vendidos, moran sin el beneficio del sacramento. Con paradójica candidez, el
decreto conciliar (cfr. ses. II, tit. I, cap. I, X) atina el deseo de evangelizar a los
esclavos negros con el pacífico reconocimiento de la esclavitud.
Al referirse al sacramento del orden, el concilio es muy duro respecto a
los negros, mulatos e indios. No se permite la ordenación de negros y mula-
tos en ningún caso, «pues por experiencia y casos concretos se originan escán-
dalos» (ses. II, tit. I, cap. III, II); tan sólo pueden recibir el orden los que disten
del tronco etíope tres generaciones. En cuanto a los indios, se les describe
como faltos de virtud, ciencia, gravedad y modestia, inclinados a la ebriedad,
lujuria e idolatría. En fin, «por su barbarismo y la forma abyecta de su vida,
son despreciados por todos» (ibielem). No es aventurado pensar que la falta de
Después del fracaso del concilio convocado por Luis Zapata de Cárde-
nas, que terminó siendo un sínodo diocesano celebrado en 1576, no se había
producido en la archidiócesis de Santafé de Bogotá ningún nuevo intento de
concilio provincial, hasta 1625.
El arzobispo Hernando Arias de Ugarte presidió este primer concilio
provincial que se celebró en Santa Fe del Nuevo Reino de Granada (actual
Colombia) en 162542. Estuvieron presentes también Leonel de Cervantes
Carvajal, obispo de Santa Marta, y miembros del cabildo metropolitano. Por
aquel entonces la sede de Cartagena se encontraba vacante y el obispo de Po-
payán, fray Ambrosio Vallejo, excusó su asistencia por enfermedad43.
El concilio dispuso implantar un catecismo, basado en el Concilio de
Trento, para toda la provincia eclesiástica, y se prescribe su traducción a las di-
versas lenguas indígenas. Se ordena que los indios han de ser catequizados en
su propia lengua; que se enseñe la doctrina los domingos, ya por los párrocos,
ya por varones aptos aprobados por el obispo; que se asignen parroquias a
aquellos que trabajan en las minas y en los telares; que se bautice a los escla-
vos comprados; que al asignar los indios a cada párroco se procure que no pa-
sen de los cuatrocientos para mejor instruirlos y sacramentarlos; que se les re-
duzca a poblados, etc.
En el libro tercero se ocupa de los derechos y obligaciones del obispo,
con alusiones a las peculiares circunstancias de la región: distancias, malos ca-
42. Recuérdese que el arzobispo Luis Zapata de Cárdenas había intentado celebrar, en
1576, el primer concilio provincial en Bogotá, sin conseguirlo. Sobre este obispo y su actividad
catequética, cfr. el capítulo IV, epígrafe 2b.
43. Sobre este concilio cír. Manuel LUCENA SALMORAL, Primer concilio provincial dtl Nue-
vo Reino, en «Boletín Cultural y Bibliográfico» 5 (1963) 11-14; José RESTREPO POSADA, El si-
nodo del Señor Arias de Ugarte, en «Revista Eclesiástica Xaveriana» 14 (1964) 158-164 con edi-
ción del libro primero; Carlos E. MESA, Concilios y sínodos en el Nuevo Reino de Granada, en
«Missionalia Hispanica» 92 (9174) 141-144.
v . OTRAS RECEPCIONES DE TRENTO EN AMÉRICA ( 1 5 8 5 - 1 6 2 8 ) 213
44. De hecho, convocó y presidió el concilio cuando ya habla cesado como arzobispo de
Charcas y se le había comunicado el traslado a Lima.
45. Con todo, algo debieron de influir sus decretos, puesto que en 1774, Carlos lll decla-
ró nulo el concilio, y condenó algunas apelaciones, basadas en las constituciones del concilio
de Charcas de 1628.
46. Parece que uno de los obispos mis activos en la asamblea fue el carmelita Pedro de Ca-
rranza, del Río de la Plata. Citaremos la siguiente edición del concilio: Bartolomé VELASCO, El
Concilio Provincial de Charcas de 1628, en «Missionalia Hispanica» 21 (1964) 79-130. Se trata
214 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
Como en otros concilios americanos, los decretos se abren con una so-
lemne declaración de fe. El segundo título del libro primero se ocupa de la en-
señanza de la doctrina a los rudos. Para recibir el bautismo de adultos se pres-
cribe al menos el conocimiento del Credo y el Padrenuestro. Para la
penitencia y confirmación se amplía la lista de conocimientos necesarios. Se
detalla que todos los adultos, especialmente los indios más rudos, los etíopes,
y los niños, deben creer:
«Dios es uno, autor de todas las cosas, que paga con la vida eterna a los
que se acercan a Él, y castiga con eternos suplicios en la vida futura a los ím-
probos. Además este mismo Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo, ciertamen-
te tres personas, pero un sólo Dios verdadero, fuera del cual no hay ninguno
que sea verdadero Dios. Pues los que adoran otras gentes no cristianas no son
dioses, sino más bien demonios, y ficción de hombres. Además el hijo de Dios
se hizo hombre por nuestra salvación de María la Virgen, padeció por noso-
tros, murió, y finalmente resucitó y reina para siempre. Este es el mismo Jesu-
cristo, nuestro Señor y Salvador. Finalmente, nadie puede salvarse si no cree
en Jesucristo y, arrepentido por los pecados cometidos, recibe sus sacramen-
tos: el bautismo, si es infiel; la confesión, si cayó tras el bautismo; y finalmen-
te debe guardar las cosas que Dios y la santa Iglesia mandan, cuya suma es
amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo»(lib. I, tit. De
doctrina christiana rudibus tradcnddf.
48. Cfr. las prescripciones del Catecismo sinodal de Zapata de Cárdenas, estudiado supra,
en el capítulo IV, epígrafe 2b.
49. «Cum vita christiana et divina, cum fides evangélica docet, exigit naturali ratione at-
que homine non indigna vivendi consuetudinem, eumque, secundum Apostolum, prius quod
anímale sit, deinde quod spirituale» (lib. I, tit De doctrina christiana rudibus tradenda, Ut indi
politice instituantui).
50. «Praesentis auctoritate Synodi Confessionarium pro utilitate indorum ac paenitentiae
Sacramentorum venientium lingua Quichua et Aymarayca confectum est, per quod indi, non
hispanicae linguae periti, confíteantur» (lib. I, tit. III, De Sacramento Penitentiae).
216 T E O L O G Í A EN AMÉRICA LVTINA
necesidad, de forma que todos los párrocos de indios del arzobispado utilicen
estos confesionarios". La postura del concilio respecto a la comunión de los
indios y negros es moderadamente abierta: reconoce que muchos naturales
bautizados no están preparados para comulgar, debido a la «torpeza de la
ebriedad y concubinato, y mucho más por la nefasta superstición, muy exten-
dida» (lib. II, tit. De Sanctissimo Eucharistiae Sacramentum)H, pero el decreto
encarece a los párrocos de indios a que preparen a los naturales a recibirlo, al
menos una vez al año. Veamos el texto conciliar:
Se pide, por tanto, que se cumplan las dos condiciones necesarias para
comulgar: fe en la presencia real y ausencia de pecado grave. Sin embargo, se
nos antoja muy restrictivo el concilio, pues se marca la meta de tan sólo una
comunión anual; además, por el tenor de la frase final del párrafo recién cita-
do: «ut assidua denique praedicatione dignos dono ilio vivifico reddant», pa-
recen reflejar una tendencia jansenista, tan presente en esa ¿poca, en la que la
Comunión se contempla como una coronación, un premio a la vida inconta-
minada. En decretos posteriores el sínodo charqueño dispone que no les fal-
ten a los indios el remedio del viático y la extremaunción, lo que aleja su pas-
toral de un rigorismo extremo.
51. Sabemos que el 111 Límense editó un Confesionario para los curas de indios en quechua
y aymara (cfr. capítulo IV, epígrafe 3c). ¿Se trata de esa misma obra, o el concilio de Charcas
había elaborado un nuevo confesionario?
52. «Quam tuipitudo ebrietatis et concubinatus, ac multum magis superstitionis nefariae
prorsus labefactat» (lib. II, tit. De Sanctissimo Eucharistiae Sacramentum, De indorum Commu-
nione Parochi multum soliciti sint).
53. «Praecepit Sancta Synodus Parochis, coeterisque indorum praedicatoribus, ut saepe ac
serio de fide huius Mysterii eos instruant, veram ac realem Christi Dei praesentiam sub pañis
specie doceant eorum desiderium ad tantum benefìcium excitent, praecipue quae ad omnium
peccatorum detestacionem, ac puram confessionem, vitaeque in melius emmendationem ex-
hortentur, ut assidua denique praedicatione dignos dono ilio vivifico reddant» (lib. II, tit. De
Sanctissimo Eucharistiae Sacramentum, De indorum Communione Parochi multum soliciti sint).
v . OTRAS RECEPCIONES DE T R E N T O EN AMÉRICA ( 1 5 8 5 - 1 6 2 8 ) 217
54. Cfr. también Estanislao JUST, La normativa canónica sobre los seminarios en los conci-
lios platenses (1629-1774), en «Anuario de la Academia Boliviana de Historia Eclesiástica» 1
(1995) 25-40.
55- «Qua propter, dolens impense Sanaa Synod us in hos miseros acque imbeciles tantum
fraudis ac violentiae, non solum olim, praeter modum inventum, sed hodie quoque a pluribus
designare, orat in Christo, atque admonet omnes magistratus, et principes, ut iis se benignus
praebeant suorum ministrorum, cum opus est, insolentiam frenent, et Catholicae Majestatis
fidei commissos et subditos, liberas certe non servos agnoscant» (lib. ILL, tit. De Officio Parochi,
De protectione habenda per Parochos circa indios).
218 T E O L O G Í A EN AMÉRICA LATINA
56. «Prohibecur sub reatum monis aeternae presbiteris celebraturis ne tabachi fumum ore,
aut sayre, seu tabachi pulverem, naribus, etiam praetextu medicinae ante Missae sacrificium,
summant» (lib. III, tit. De vita et honéstate clericorum).
57. Cfr. supra en este mismo capítulo, epígrafe le.
58. Probablemente se refiere aquí al concilio de Charcas, al Catecismo Mayor y al Tercero
Catecismo o sermonario del lll Limense. Sobre estos instrumentos pastorales, cfr. supra capítulo
IV, epígrafe 3c.
v . O T R A S RECEPCIONES DE T R E N T O EN AMÉRICA ( 1 5 8 5 - 1 6 2 8 ) 219
59. «Ut uno die evertant quidquid a Christi sacerdotibus per annum aedificatur» (lib. v,
tit. De criminibus indorum puniendis).
60. Cfr. supra capitulo II, epigrafe lb.
61. Cfr. capitulo II, epigrafe 3a.
CAPÍTULO VI
CATEQUESIS POSTRIDENTINA*
i. PRIMER P E R Í O D O (1563-1580)
propagó la fe cristiana y contribuyó a la expulsión de los franceses de Rio de Janeiro. Las cien-
cias naturales le deben notables observaciones y estudios acerca de la fauna, flora y constitución
geológica de los países que evangelizó. Se levantaron por iniciativa suya más de 1.000 edificios,
entre templos, escuelas y hospitales. Falleció el 9 de junio de 1597. Sus restos descansan en el
Colegio de la Compañía, en Berlín. Fue beatificado por Juan Pablo II el 22 de junio de 1980. La
ciudad de Anchieta en el Estado de Espíritu Santo (Brasil), a orillas de la desembocadura del río
Benavente, debe su nombre a este misionero, que fundó allí una aldea de indios en 1587. Los
Monumenta Anchietana, obra realizada por los jesuítas brasileños Armando CARDOSO-Hélio A.
VlOTTl, contienen obras en poesía (9 tomos) y en prosa (6 tomos). La obra poética abarca De
Gestis Mendi de Saa, poema épico; Poemas Eucarísticos e outrosr, Teatro de Anchieta; Poema da
Bem-aventurada Virgen Maria, Mae de Deur, Lírica portuguesa e tupí y Lírica espanhola. La obra
en prosa contiene: Cartas de Anchieta; Sermóes de Anchieta-, Diálogo da fe (escrito en tupí); Textos
históricos, Doctrina crista (escrita en tupí-guaraní); Artes de gramática da lingua mais usada na cos-
ta do Brasil.
2. José M." FORNELL, José de Anchieta. Primer mariólogo jesuita. Textos latinos de sus poemas
mariológicos. Facultad de Teología, Granada 1997.
VI. CATEQUESIS POSTRIDENTINA 223
cinco libros y cada libro en varios cantos. El primer libro narra la infancia de
María y está dividido en dos cantos en que el primero alude a la Concepción
y nacimiento de María y el segundo a la Presentación en el Templo. El segun-
do libro desarrolla la Encarnación del Verbo en María en dos cantos: el pri-
mero narra la llegada de la plenitud de los tiempos y el anuncio del ángel, y el
segundo explica la respuesta de la Virgen y el hecho de la Encarnación como
consecuencia de esa respuesta. El tercer libro expresa la manifestación o epi-
fanía de Cristo por medio de María, en tres cantos, que refieren la Visitación
de María a su prima Santa Isabel, el nacimiento de Jesús, la adoración de los
Magos y la Purificación de la Virgen. El cuarto libro narra la infancia de Jesús
junto a María, el canto octavo explica la huida a Egipto y la vida en ese país,
y el canto noveno la vuelta a Nazaret y el episodio del Niño perdido en el
Templo. El libro quinto se centra en la relación entre la Pasión del Señor y la
vida de María. El primer canto de este libro alude a la Pasión de Jesús y la
compasión de María; el segundo, a la Resurrección, la Ascensión y la venida
del Espíritu Santo; el tercer canto, al Tránsito de la Virgen al cielo y a su rei-
nado sobre los ángeles.
De los Evangelios extrae la parte central del poema: la Anunciación y
la Visitación; los primeros años de la vida de Jesús (nacimiento, presentación
del Niño y purificación de la Madre, huida a Egipto y vuelta a Nazaret, pér-
dida y encuentro de Jesús en el Templo) así como los episodios de la Pasión,
Resurrección y Ascensión del Señor y Pentecostés. De la Tradición y la litur-
gia extrae los episodios de la vida de María: la Inmaculada Concepción, el na-
cimiento, presentación y vida en el Templo, muerte, dormición o tránsito y
Asunción a los cielos (Anchieta evita pronunciarse sobre la muerte de María,
se limita a hablar de un «éxtasis mañano» que la llevó al cielo3)- En el poema
no aparecen dos hechos importantes en la vida de la Virgen: los desposorios
con san José y su intervención en las bodas de Caná. Son frecuentes, por tan-
to, las referencias bíblicas tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, así
como el recurso a las fuentes patrísticas, litúrgicas y teológicas.
Este poema es un tratado de Mariología que el autor logra entrelazar
con una profunda devoción mañana; al mismo tiempo, los diversos misterios
de la vida de Jesús le permiten aludir al misterio de la actuación de la gracia
en el alma humana para redimirla de sus miserias. Pero, además de su dimen-
sión teológica, Anchieta intercala en el poema algunos recuerdos personales
en torno a su entrada en la Compañía (w. 901-908) o sus servicios en Brasil
(w. 2125 y ss). Critica particularmente las tesis calvinistas contrarias a la per-
fecta virginidad de María (w. 1671-1870)4.
Además del poema De Beata Virgine Dei Matre Maria, Anchieta escri-
bió otros poemas mariológicos en que también defiende claramente las diver-
sas prerrogativas mañanas: la concepción inmaculada de María: «quae carens
omni macula creatur» (que ha sido sin pecado concebida)', su asunción al cie-
lo, su virginidad antes y después de la Encarnación, María como Reina de los
cielos, como Mediadora de todas las gracias («Maria mediatrix»)'.
4. Por ejemplo: «Calvino, cambiaste a Marta por la impura Venus. Con razón es Venus
guía, diosa y ley de tu vida» (Calvinus, infèrni monstrum, ed. Fornell, w. 1759-1760, p. 235).
5. Oficio en honor de la Inmaculada Concepción, Maitines, ed. Fornell, v. 15, p. 530.
6. José M.*. FORNELL, José de Anchicta. Primer mariOogo jesuíta, pp. 545-567.
7. Era francés, pero se desconoce el lugar y fecha de nacimiento. IJegó a Nueva España al
poco tiempo de ser descubierta, desde la región de Aquitania. Era doctor en Leyes por la Uni-
versidad de París, antes de tomar hábito; después estudió Teología y Derecho canónico. Aun-
que pudo desempeñar algunas tareas misioneras, parece que su principal actividad en Nueva
España fue ser consejero en cuestiones legislativas y teológicas de religiosos de todas las órde-
nes, de los oidores y letrados de la ciudad de México, de las juntas de prelados y de los gober-
nantes. Aprendió la lengua mexicana y la ejerció confesando y predicando, aunque su princi-
pal ocupación fue el estudio de las letras y ciencias que había aprendido en su juventud.
Escribió muchas obras. Enseñó en el Colegio de Tlaltelolco. Falleció en México en 1572. Cfr.
Antonio EGUÍLUZ, El mEnchiridion» y el *Tractatus de Baptismo et Matrimonio» de Fr. Juan Fo-
cher o/m, en «Missionalia Hispanica» 19 (1962) 331-370.
8. Edición: Antonio EGUÍLUZ (ed.), Juan Focher. Itinerario del misionero en América, texto
bilingüe latín-castellano, con introducción y notas, Librería General Victoriano Suírez, Ma-
drid 1960.
VI. CATEQUESIS POSTRIDENTINA 225
dará la vida eterna si somos servidores suyos. Después debía seguir una deta-
llada instrucción sobre los siete pecados capitales, para continuar con el De-
cálogo. Finalmente debía exhortársele a que perseverase algún tiempo en la
práctica de la moral cristiana, deseando el bautismo y haciéndose, de algún
modo, digno de recibirlo. No descuida tratar la obligación que los señores tie-
nen respecto a sus siervos o esclavos, de procurar el bautismo de éstos.
La tercera parte del Itinerarium analiza el caso de los indios que, de he-
cho, estaban ya sometidos a un príncipe cristiano, y cómo se les debía misio-
nar. Es aquí donde Focher ofrece su conocida justificación de la guerra con-
tra los chichimecas. Habla también de las reducciones de indios, de los
tributos que son lícitos, de las represalias de los señores contra los indios, etc.
Como se ve, esta parte última constituye un suma de casos de conciencia, que
seguramente tuvo que resolver en distintos momentos y que ha agrupado
aquí de un modo más o menos unitario.
Respecto a la cuestión de los justos títulos, Focher fue favorable a la
tesis de la delegación pontificia. Los monarcas españoles (los Reyes Católi-
cos, Carlos V y Felipe II) estaban autorizados por los papas para gobernar las
Indias. De igual modo los religiosos misioneros, pues desempeñaban su car-
go por autoridad del papa y, por lo mismo, no debían ser considerados per-
sonas particulares, sino públicas (i, cap. 8, quarta veritas). Observamos ya en
Focher un ligero desplazamiento de la tesis de la concesión pontificia hacia
la tesis regiovicarial, que habría de triunfar en el siglo X V I I y, sobre todo, en
el XVIII.
que termina con las siguientes palabras suyas: «Este es el ritual del bautismo
que entregó a los misioneros aquel santo Arzobispo de México, fray Juan de
Zumárraga, y que después prescribieron observarlo varios arzobispos y obis-
pos con muy pocas o casi ninguna variante y es el que todos vienen siguien-
do hasta el presente» (p. 390). (De este Manual de Adultos hemos dicho ya al-
gunas palabras al presentar la obra teológica de Cristóbal Cabrera, en el
capítulo primero, epígrafe 2d).
Finalmente, por su contraste con algunas tesis lascasianas es evidente
que Focher expresa una teología ecléctica, en la que algunos elementos toma-
dos del más puro tomismo, relativos a los derechos humanos, se entrecruzan
con otros derivados del escotismo y de algunos nominalistas tardíos, quizá
menos respetuosos, éstos últimos, con las libertades fundamentales de la per-
sona, al menos entendidas éstas según nuestros parámetros modernos postre-
volucionarios.
11. Franciscano que embarcó hacia México en 1569. En 1594 pasó a La Florida, donde
permaneció hasta 1610, fecha en que regresó a México. Murió allí en 1628. La edición moder-
na de la obra en: Luis RESINES (ed.), Francisco Pareja. Doctrina cristiana muy útil y necesaria
(México, ¡578), Ediciones de la Universidad de Salamanca («Acta Salmanticensia. Estudio Ge-
neral», 2), Salamanca 1990. Con un amplio estudio preliminar, edición facsímil y edición en
tipos modernos.
VI. CATEQUESIS l'OSTRIDENTINA 229
ñas, una breve y otra más larga. Esta Doctrina de Pareja podría ser una de las
largas...12.
Se trata de un catecismo interrogativo, por preguntas y respuestas. Está
escrito para ser usado por los prelados, curas, vicarios y fiscales de indios, es
decir, indios más instruidos en la fe que tenían la misión de doctrinar a los ne-
ófitos. Los destinatarios, por el tenor de la primera pregunta, parecen ser los
niños: «Cómo os llamáis, niño» (Resines, p. 113). Se divide en siete partes,
como era muy frecuente en la época, según una tradición multisecular, que
hundía sus raíces en el bajomedievo: preguntas introductorias sobre la condi-
ción cristiana, la señal de la cruz, división de la Doctrina cristiana, las oracio-
nes, la fe (qué hay que creer), las obras (Decálogo, mandamientos de la Igle-
sia, obras de misericordia, etc.).
Su contenido, como recuerda Resines, es muy semejante al famoso ca-
tecismo del jesuíta Gaspar Astete. Pero es difícil que haya podido copiar a As-
tete, que tenía su escrito preparado para imprenta en 1576 y no fue impreso
hasta 1579. También ha observado Resines las semejanzas con el Catecismo Je-
rónimo Martínez de Ripalda, impreso en 1591, aunque ya circulaba en 1586.
De todo lo cual, concluye: «El texto de la Doctrina Christiana [atribuido a Pa-
reja] recoge y se hace eco de los contenidos y expresiones que circulan por Es-
paña con anterioridad a la fecha de impresión, así como lo que sale impreso
en España o en América. Su originalidad es prácticamente inexistente; apenas
hay pregunta que no tenga eco, precedente o coincidencia con la correspon-
diente de otro catecismo»13. Así, pues, habría que hablar de una especie de
fuente común, que los especialistas han denominado el catecismo de Castilla
(y de América).
Conviene, aunque sólo de pasada, señalar algunos detalles de esta obra
catequética. Por ejemplo, el interés que muestra por la intercesión de los san-
tos, justificando, por ello, el que recibamos el nombre de uno de ellos en el
bautismo. La presentación que hace de los ángeles, «espíritus celestiales», al
explicar la Anunciación de María. La especial referencia a la virginidad perpe-
tua de María, «siendo ella virgen antes del parto, y en el parto, y después del
parto» (esta expresión había sido canonizada pocos años antes, en 1555, por
el papa Pablo iv). El catecismo distingue entre el Credo corto o de los após-
José de los Naturales, donde enseñó dibujo a los alumnos. Hacia 1571 se trasladó a Europa,
donde murió, aunque no se tiene seguridad de la fecha exacta (en todo caso, después de 1583).
Escribió varias obras, las más conocidas son la Rhetorica christiana, publicada en Perusa, en
1579, y la edición del Itinerarium catholicum de Juan Focher, en 1574. Cfr. Isaac VAZQUEZ JA-
NEIRO, Fray Diego Valadés. Nueva aproximación a su biografía, en Paulino CASTAÑEDA (ed.), Los
franciscanos en el Nuevo Mundo (siglo xvr), Deimos, Madrid 1988, pp. 843-871; y Melquíades
ANDRÉS-MARTÍN (dir.), Misioneros extremeños en Hispanoamérica y Filipinas. Diccionario bio-
gráfico y bibliográfico, BAC, Madrid J1994, pp. 359-360.
18. Edición: Diego VALADÉS, Retórica cristiana, introducción de E.J. Palomera, adverten-
cia de A. Castro Pallares, preámbulo de T. Herrera Zapién, ed. bilingüe latín-castellano, FCE,
México 1989.
19. Cfr. sobre este tema el epígrafe «La memoria en el proceso educativo», en Carmen J.
ALEJOS-GRAU, Diego Valadés educador de Nueva España. Ideas pedagógicas de la Rhetorica Chris-
tiana (1579), Eunate, Pamplona 1994, pp. 125-157. Véase también Lino GOMEZ CAÑEDO, La
educación de los marginados durante la época colonial, Porrúa, México 1982.
VI. CATEQUESIS POSTRIDENTINA 233
20. La tesis del dictado divino tenía una larga tradición patrística y fue popularizada entre
los teólogos españoles por Domingo Báñez, coincidiendo con la publicación de la Rhetorica va-
ladesiana. Las tesis de Domingo Báñez marginaron las posiciones de Melchor Cano, que habla
abierto una línea de análisis que habría sido más fecunda, al fijarse no tanto en cómo influía
Dios en el hagiógrafo, cuanto en la aportación del mismo hagiógrafo en la redacción de la Bi-
blia. Báñez, reaccionando contra las propuestas de Cano, se inclinó francamente hacia un in-
flujo divino que llegaría incluso a la selección de los vocablos de la Sagrada Escritura. En Bá-
ñez, con todo, el dictado es todavía una acción divina muy discreta. Es la sugerencia interior
de los términos en que se ha de expresar la Palabra de Dios. Sus epígonos endurecerían tal con-
cepto, llegando a hablar de dictado verbal. Los protestantes ortodoxos incluso hablaron de dic-
tado mecánico. De esta forma, y durante muchos años, hubo una aceptación masiva de la tesis
del dictado. Cfr. sobre este tema: Antonio M. ARTOLA, José Manuel SANCHEZ CARO, Biblia y
Palabra de Dios, Ed. Verbo Divino, Estella 1992, pp. 206-208. En cualquier caso, el propio
Concilio de Trento, sesión IV, empleó el término «dictar» dos veces para referirse a la interven-
ción del Espíritu en el hagiógrafo: «[vertitatem et disciplinam] ab ipsis Apostolis Spiritu Sanc-
to dictante» y «[traditiones] a Spiritu Sancto dictatas» (DS 1501).
21. Retórica Cristiana, I, cap. XI, cit. en nota 18, p. 113.
234 T E O L O G Í A EN A M É R I C A L A T I N A
propio y algo figurado26. Todo esto, que había sido desarrollado ampliamente
por San Agustín y después recogido por Aquino, se halla también en Valadés,
como formando parte de una tradición noemática indiscutible.
Ofreció también una breve clasificación de los lugares teológicos, sin
duda influida por Santo Tomás27 y, muy particularmente, por el De locis de
Melchor Cano, que ya se había publicado cuando Valadés enviaba a impren-
ta su Rhetorica. En las dudas y en las cuestiones eclesiásticas que deben ser de-
finidas, debe recurrirse primeramente a los escritos de la Biblia, después a los
cánones de los apóstoles y de los concilios, seguidamente a los decretos y a las
decretales de los papas, luego a los Padres y a los ejemplos de los santos. Y hay
que atenerse siempre al canon bíblico establecido por la autoridad de la Igle-
sia y por la Tradición28.
Fray Diego conocía muy bien, por lo que hemos extractado hasta aho-
ra, el pensamiento tomasiano. Sin embargo, y como buen franciscano, eligió,
como modelo de texto teológico, las Sentencias de Pedro Lombardo, pero de-
jando en libertad al lector. Así por ejemplo, en el preámbulo a su cuadro mne-
motécnico para aprender las Sentencias, añade algunas citas de Tomás de
Aquino y de Duns Escoto y de otros, diciendo: «No te admires de que te fije-
mos un modelo en Teología, pues a partir de él podrás también tú preparar
un modo de agrupar en otros temas, y en la ciencia de uno y otro derecho»29;
pero no justifica por qué elige una teología y no otra. Para elaborar su cuadro
sinóptico se valió del «doctísimo Amoldo Vesalense».
En todo caso, él sigue habitualmente al Maestro de las Sentencias, pero
con cierta libertad. Por ello se aparta del Lombardo de vez en cuando, o con-
trapone la opinión del Maestro a otros autores, o comenta que el Maestro
deja tal cuestión en duda. Por ejemplo, cuando Pedro Lombardo identifica la
Caridad increada con la caridad creada (es decir, el Espíritu Santo con la vir-
tud de la caridad); o cuando explica la confirmación en gracia de los ángeles
y la reprobación definitiva de los demonios, según el respectivo comporta-
miento de uno y otros con relación a los hombres; etc.
26. Valadés tuvo en sus manos, al distinguir entre la significación de los términos y la sig-
nificación de las cosas, el instrumental necesario para una importante construcción semiótica,
pero no transitó ese camino, quizá por no considerarlo necesario para la finalidad de su libro
ni para la formación de sus destinatarios.
27. Cfr. Summa theologiae, I, q., 1, a. 8, ad 2.
28. Retórica Cristiana, I, cap. XIII, cit. en nota 18, p. 125.
29. Ibidem, Declaración de la distinción de todos los libros del Maestro de las Sentencias, cit.
en nota 18, p. 671.
236 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
El siglo XVI peruano se cierra con una obra catequética importante re-
dactada por el franciscano fray Jerónimo Oré33, nacido en Ayacucho (Perú) y
32. Parecer sobre el servicio personal, ed. Hanke, cit. en nota 30, p. 288.
33. Luis Jerónimo Oré nació en Ayacucho (Perú), en 1554, de padres españoles. De pe-
queño fue bilingüe (español y quechua). Contemporáneo de Santo Toribio de Mogrovejo, lie-
VI. CATEQUESIS POSTRIDENTINA 239
vó a cabo la catequización entre los indios de diversas zonas del Perú y Bolivia. Ocupó diversos
cargos dentro de la Orden franciscana y fue visitador de la provincia de la Florida y de los con-
ventos de la isla de Cuba. Estando en España, preparando la edición de algunas obras, fue ele-
gido obispo de Concepción (Chile), por Pablo V, en 1620. Tomó posesión del cargo a fines de
1622 o principios de 1623 y murió siendo obispo de La Imperial (Chile), en 1630. Las princi-
pales obras donde pone de relieve su genialidad como teólogo son el Symbolo catholico indiano
(Lima 1598), y el RituaU seu Manualeperuanum (Ñipóles 1602). Además publicó las siguien-
tes obras: Relación de los mártires que ha habido en las provincias de la Florida (1612), Corona de
la Sacratísima Virgen María (1619) y otras. Sobre su vida y obras: Federico RJCHTER, Anales de
la Provincia Franciscana de los Doce Apóstoles de Lima (Perú), n.° 3: 1' parte: Fray Jerónimo de
Oré (Biografía) 1554-1630 y 2." parte: Información de oficio en la Real Audiencia de La Plata del
Perú, de los méritos del biografiado (tres piezas). (Archivo General de Indias-Sevilla. Audiencia de
Charcas-Legajo 145), Estela Hnos., Lima 1986; y Rocío de los Reyes RAMÍREZ, Fray Jerónimo
Oré, obispo de Concepción de Chile, en «Archivo Ibero-Americano» 50 (1990) 1099-1114.
34. Edición facsimilar. Symbolo Catholico Indiano, dirigida por Antonino Tibesar, con prólo-
go de Julián Heras, un estudio preliminar de Luis Enrique Tord, una biografía de David Cook,
Casa Editorial Australis, Lima 1992. Sobre la teología de Oré cfr. los siguientes estudios: Enrique
GARCÍA AHUMADA, La catcquesis renovadora defrayLuis Jerónimo de Oré (1554-1630), en Josep
Ignasi SARANYANA et al. (eds.), Evangelización y teología en América (siglo XV/), Servicio de Publica-
ciones de la Universidad de Navarra, Pamplona 1990, II, pp. 925-945; Luis Enrique T O R D , Luis
Jerónimo de Oréy el «Symbolo Catholico Indiano», en WAA., La evangelización del Perú: siglos XV7
y XVII. Actas del Primer Congreso Peruano de Historia Eclesiástica, Arequipa 1990, pp. 559-570; Ju-
lián HERAS, La catequesis en las obras defrayJerónimo de Oré, ofrn, en ID., Aporte de los franciscanos
a ta evangelización del Perú, Provincia Misionera de San Francisco Solano, Lima 1992, pp. 93-106;
y Josep Ignasi SARANYANA-Carmen José ALEJOS-GRAU, La teología trinitaria defray Jerónimo Oré,
O.F.M. (1554-1630) en su «Symbolo catholico indiano», en W A A , Etica y teología ante el Nuevo Mun-
do. Valencia y América, Facultad de Teología San Vicente Ferrer, Valencia 1993, pp. 213-226.
35. «Entre todos los Ingas fue de mayor entendimiento Capac yupanqui Inca: el qual sacó
por razón natural que una cosa tan sujeta a movimiento como el sol (pues nunca para fin des-
cansar un tan solo día) no era posible ser Dios sino mensagero y enviado por el Hazedor a vi-
sitar todos los días del universo. Demás de que le parescía ser inconveniente, para ser Dios, que
una nube pequeña, cuando se le pone delante se le impida los rayos. Queriéndose certificar en
la opinión que destos discursos tenía, envió la vía de oriente dos indios principales a saber del
Hazedor del mundo, llamado Pachacamac, o Pacha yachachic, que significa hazedor del uni-
verso. [...]» (Symbolo Catholico, párrafo IX [fols. 39v-40r]). Véase también Enrique GARCÍA
AHUMADA, Comienzos de la catequesis en América y particularmente en Chile, Seminario Ponti-
ficio Mayor de los Santos Angeles Custodios, Santiago de Chile 1991, p. 604.
240 T E O L O G Í A EN A M É R I C A LATINA
36. El Rituale seu Manualepervanum será estudiado en su contexto, es decir, junto a otros
rituales y manuales peruanos del siglo XVI, en capítulo XI, epígrafe 2.
VI. CATEQUESIS POSTRIDENTINA 241
nerla de relieve: Oré entiende que la recta vida cristiana, que nos conduce a la
eterna, consiste esencialmente en el conocimiento de Dios, y no en el cum-
plimiento de la ley:
37. Las conclusiones de esta junta de teólogos de 1541 y un buen comentario, en: Dioni-
sio BOROBIO, Teólogos salmantinos e iniciación cristiana en la evangelización de América durante
el siglo XVI, en W.AA., Evangelización en América, Caja de Ahorros de Salamanca, Salamanca
1988, pp. 7-165. Aquí hacemos especial referencia al punto décimo del dictamen teológico sal-
mantino.
242 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
idéntica a su propia esencia (no hay distinción real entre persona y naturaleza
en Dios). En el hombre, en cambio, siendo uno por naturaleza, hay distin-
ción real entre persona y naturaleza, porque la unidad esencial humana es me-
nor, diría Oré, que la unidad esencial divina...
El otro tema trinitario que aborda el Symbolo son las procesiones intra-
trinitarias. La generación del Verbo viene después de exponer la creación del
mundo. El razonamiento de conveniencia es el siguiente: todo artífice huma-
no tiene dos tipos de actividades: en primer lugar, una actividad como hom-
bre, cuando engendra «hombre de hombre, viviente de viviente de su propia
sustancia y naturaleza» (fol. 1 Ir); y una actividad como artista, produciendo
obras de otra naturaleza que la suya propia. Así también en Dios se da una
producción artificial y extrínseca, que es el mundo, y otra «más excellentissi-
ma [...] en que Dios vivo engendra y produce a Dios vivo de su naturaleza
gloriosissima [...] y la producción en que produze Dios de Dios, es más con-
veniente [«V], más natural y radical e intrínseca, que la que hizo en fabricar y
producir el mundo» (fol. 1 lv).
Esta «producción es natural, necesaria y más oculta» (fol. 1 Ir). La otra,
en cambio, «como artífice por sólo el querer de su santa y perdurable volun-
tad» (fol. 1 Ir). Ofrece, además, una segunda razón de conveniencia para que
en Dios haya procesiones inmanentes. Dios obtiene agrado y contento de sus
procesiones naturales por «la compañía [que le viene de ella], porque si no la
hubiera, no hubiera criado el mundo» (fol. 12r). Obviamente se refiere a la
«compañía» que le hace su propio Hijo natural. Esta afirmación proporciona
tres aspectos interesantes respecto a la segunda Persona: muestra el contento
que tiene Dios de no estar solo; manifiesta la alegría del Padre que crea con y
por el Hijo; revela, finalmente, el amor del Padre al Hijo, y del Hijo al Padre,
que es el Espíritu Santo.
El argumento de conveniencia referente a la segunda procesión se fun-
damenta también en la contemplación del mundo. Todas las criaturas dan de
sí lo mejor; y cuanto mejores son, más y mejor dan. Al contemplar las relacio-
nes del Padre con el Hijo y de Éste con su Padre, se comprueba que el Padre
ha dado todo lo que tiene al Hijo. Puesto que en Dios nada es accidente, sino
que todo lo que hay en Dios es el mismo Dios, Oré concluye que tampoco
puede ser accidental este amor.
Los dos argumentos de conveniencia acerca de la Santísima Trinidad,
formulados a partir de la experiencia sensible, tienen un evidente sabor cosmo-
lógico, por así decirlo, y resultan muy originales. Oré no sigue ni la vía psico-
lógica agustiniana (el tema de las tres potencias del alma), ni la analogía toma-
siana (tomando en consideración las dos procesiones psicológicas inmanentes),
VI. CATEQUESIS POSTRIDENTINA 243
38. Cfr. José Luis ILLANES-Josep Ignasi SARANYANA, Historia de La Teología, BAC, Madrid
2 1996, pp. 39-40.
244 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
muy interesantes para el buen orden y aseo de los templos y para la útil ense-
ñanza de la doctrina y para la práctica de la vida cristiana39. Se habla, por
ejemplo, de cómo deben ser las iglesias y los altares (epígrafe XII), de lo que se
ha de rezar y cantar a coro, y de cómo ha de ser la doctrina (epígrafe XIIl), de
la devoción a las ánimas del purgatorio (epígrafe XV), de los sacramentos (epí-
grafe XVI), etc.
Siguen después siete hermosos cánticos en quechua, que declara Oré
ampliamente en lengua castellana.
Por la breve reseña que acabamos de ofrecer, podrá advertirse la impor-
tancia de esta obra oreana, no sólo desde el punto de vista teológico, sino
también como fuente de información —casi una crónica— acerca de la his-
toria, la geografía y las costumbres del incario, sin olvidar las prácticas religio-
sas precolombinas y su juicio sobre la gobernación de los europeos. El fondo
del relato es de gran simpatía por los españoles, al tiempo que se aprecia una
evidente tendencia hacia la exaltación de lo propio, aunque todavía sin mati-
ces estrictamente nacionalistas. La significación del opúsculo desde el punto
de vista lingüístico es también indiscutible, por la versión trilingüe que ofrece
de muchas de sus partes. Al mismo tiempo, es un testimonio del habla caste-
llana de los criollos peruanos bilingües de la segunda generación, y un testigo
cualificado de cómo había arraigado la fe en las gentes del Perú (criollos, mes-
tizos e indios) afinalesdel siglo XVI y primeros años del XVII, con sus grandes
intuiciones y sus lógicas imprecisiones.
3 9 . Cfr. Rubén VARGAS UGARJE, Manual de estudios permnistas. Librería e Imprenta Gil,
Lima 4 1959, p. 174.
4 0 . Cfr. Carmen J . ALEJOS-GRAU, Análisis doctrinal del «Confesionario» de Fray Joan Bap-
tista (1555-1607/1613), en Paulino CASTAÑEDA (ed.), Losfranciscanosen el Nuevo Mundo (si-
glo xvn), cit. en nota 21, pp. 4 7 3 - 4 9 1 . Juan Bautista Viseo era natural de Nueva España. Na-
ció hacia 1555 y a la edad de dieciséis años hizo su profesión religiosa en la Orden franciscana.
Alternó sus estudios de Filosofía y Teología con los de la lengua mexicana. Desempeñó cargos
relevantes dentro de la Orden, de la que llegó a ser lector, guardián y definidor. Fue escritor
VI. CATEQUESIS POSTRIDENTINA 245
prolífico, aunque se han perdido muchas de sus obras. Publicó un Sermonario y el famoso Con-
fesionario en lengua mexicana y castellana, reeditado recientemente por Juan Guillermo DURAN
en Monumenta Catechetica Hispanoamericana, cit. en nota 14,1, pp. 695-734.
41. El misal de San Pío V preveía una octava después de Epifanía, es decir, después del 6
de enero, a la que podían seguir hasta seis domingos «después de Epifanía», según venía la Pas-
cua ese año. Después de Epifanía comenzaba la Septuagésima. El tiempo de Septuagésima
constaba de tres domingos (Septuagésima, Sexagésima y Quincuagésima). Seguía al domingo
de Quincuagésima el miércoles de ceniza y comenzaba la Cuaresma. Era el tiempo de Septua-
gésima un tiempo penitencial, instituido antiguamente, con ocasión de las primeras incursio-
nes de los godos en Roma.
42. Hemos podido consultar la edición de esta obra que se conserva en el Fondo Reserva-
do de la Biblioteca Nacional de México (signatura RI606 M4JUA), que lleva una autorización
del virrey, de fecha 12 de noviembre de 1598. La aprobación es del teólogo Diego de Contre-
ras, teólogo del que hablaremos en el próximo capítulo. Juan Bautista VISEO, Sermonario, Mé-
xico 1606. Puede verse una edición moderna del Prólogo que Juan Bautista VISEO puso a su
Sermonario, en Lino GÓMEZ CAÑEDO, La educación de bs marginados durante la época colonial,
Porrúa, México 1982, pp. 371-379. Sobre las obras compuestas por franciscanos en lenguas in-
dígenas, durante el siglo XVI, vid. Manuel CASTRO, Lenguas indígenas transmitidas por los fran-
ciscanos en el siglo XV/, en Paulino CASTAÑEDA (ed.), Losfranciscanosen el Nuevo Mundo (siglo
xvi), Deimos, Madrid 1988, pp. 485-572.
246 T E O L O G Í A EN AMÉRICA LATINA
ción. Cita a sus maestros de la lengua náhuatl: fray Francisco Gómez, fray
Miguel de Zárate, fray Jerónimo de Mendieta. Este hecho nos demuestra, que
también en el Sermonario, como en el Confesionario, Juan Bautista Viseo com-
piló obras de otros autores.
Igualmente se ayudó de varios colaboradores que fueron ocho indios,
siete de ellos educados por los franciscanos en Tlaltelolco43. Se detiene en de-
talles biográficos de algunos de ellos. Primeramente de Don Hernando de Ri-
bas, natural de Texcoco, muy gran latino y conocedor del romance castellano
y traductor de ambas lenguas al mexicano, que falleció el 11 de noviembre de
1597. Había sido educado en Tlaltelolco, era buen cristiano y había ayudado
a Alonso de Molina en su Arte y en su Vocabulario mexicano. También habla
de Don Juan Berardo, natural de Huexotzingo, criado en Tlaltelolco, buen la-
tino, que murió en 1594. Había sido buen cristiano y cantor, frecuentando la
iglesia y los sacramentos. Así mismo se refiere a otro indígena: Don Diego
Adriano, natural de Tlaltelolco, gran latino, que componía en imprenta en
cualquier lengua, y que había sido maestro en el Colegio de Santa Cruz de
Tlaltelolco. Había ayudado a fray Bernardino de Sahagún y a fray Pedro
Oroz. Había fallecido el 22 de junio de 1596, siendo buen cristiano.
En el Sermonario recoge abundantes citas de las homilías de San Juan
Crisòstomo y de San Gregorio Magno para el tiempo de Adviento. Según Ga-
ribay, el modo de escribir de Juan Bautista, «la gala de su lengua y la elegan-
cia de la expresión se acercan a la concisión latina, no tan fácil de alcanzar»44.
La primera parte del Sermonario en lengua mexicana, como ya hemos
dicho, contiene sólo los sermones de Adviento en 709 páginas. Recoge abun-
dantes citas de las homilías de San Juan Crisòstomo y de San Gregorio Mag-
no para el tiempo de Adviento.
Juan Bautista conocía bien la tradición homilética cristiana y en los
sermones vierte al náhuatl los escritos de los Padres adaptándose, en sus ex-
presiones, al estilo más ampuloso y retórico de los naturales, para hacerles en-
tender la doctrina cristiana en toda su riqueza y profundidad. En efecto, el
propio autor, refiriéndose a la lengua náhuatl, comenta: «Es la lengua mexi-
cana de suyo tan elegante, copiosa y abundante, que apenas se puede traducir
43. AJ hilo de este elenco, va nombrando las obras que ha publicado con la ayuda de es-
tos bachilleres: Vocabulario Eclesiástico, la edición de las Vanidades de fray Diego de Estella, del
Flos Sanctorum o Vidas de Santos, de la Exposición del Decálogo, del Contemptus mundi, «y otros
muchos tratados y libros que procuraré sacar a luz».
44. Cfr. Angel M . » GARIBAY, Historia de la literatura náhuatl, Porrúa, México '1987, II, p.
179.
vi. C A T E Q U E S I S POSTRIDENTINA 2 4 7
45. «Muy a la verdad en vosotros acontece lo que San Ambrosio dice: Uno die bibtint mul-
torum dierum labores, que es tanto como decir: En un solo día se beben, los ebrios dados al
vino, se avorazan y consumen y dan fin a lo que en más largo tiempo han adquirido y con sus
afanosos empeños han logrado. Pues vosotros, acaudaláis, día tras día, unos seis tomines, otros
un peso y cuatro tomines, otros dos pesos y algunos aun más, pero cuando ha amanecido el do-
mingo, luego abundantemente bebéis cosas de perder el juicio, con las cuales quedáis total-
mente amortecidos por la embriaguez. Y si alguna cosilla pequeña os queda, ésa la impendéis
en la embriaguez de San Lunes y aun os andáis entregando a deudas bajo fiado para que ese día
haya fuerte borrachera, haya embriaguez y todos se embeoden... Y, en tanto, de todos vosotros
las esposas y los hijos solamente andan con andrajos, con harapos, o bien andan en cuetos vi-
vos, sufriendo hambres, llenos de congojas» (Juan Bautista V I S E O , Sermonario, p. 8 7 , según la
edición del Fondo Reservado de la BNM). Por la dificultad para traducir los sermones de Juan
Bautista del náhuatl al castellano, hemos tomado referencias del estudio que hace sobre esta
obra Ángel M." G A R I B A Y en Historia de la literatura náhuatl, Porrúa, México 1992, pp. 668-
670. Otras veces nos hemos basado en el resumen (en lengua castellana) que el propio Viseo
ofrece en el sumario o índice de su Sermonario.
248 T E O L O G Í A EN AMÉRICA LATINA
46. Nació en Puente la Reina (Navarra), en 1562. Estudió en el Colegio de San Ildefonso
de Alcali de Henares, donde se incorporó a la Orden dominica en 1580. Dotado de rara inte-
ligencia, continuó los estudios de Artes y Teología en Salamanca, en el convento de San Este-
ban. Recibió la ordenación sacerdotal en 1586. Pasó al Nuevo Mundo, destinado a la provin-
cia dominicana del Perú, en 1597. Tras dos años en Cartagena de Indias, fue destinado al
convento de Santa Fe de Bogotá, donde dio clases de Artes. En 1600 se trasladó a las ciudades
de Quito, Lima —donde conoció a Santa Rosa y a San Martín de Porres— y llegó a la villa im-
perial de Potosí. En esta urbe minera, que en aquella época contaba con ciento setenta mil ha-
bitantes, desarrolló una gran labor pastoral, entre españoles, trabajadores del Cerro (o de las
minas) e indígenas de la zona. Murió en olor de santidad en Potosí, en 1619. Se ha comenza-
do su proceso de beatificación (cfr. la monografía de Brian FARRELLY, Fray Vicente Bernedo, o.p.,
apóstol de Charcas [1562-1619], Editorial San Esteban, Salamanca).
47. Los comentarios a la Summa teología del Angélico se encuentran en el Archivo de la
Postulación General de la Orden dominica, en el convento de Santa Sabina, de Roma.
48. Se encuentra en AGI, Charcas 146, en dos copias. En total ocupa nueve folios.
VI. CATEQUESIS POSTRIDENTINA 249
49. El nombre chiriguano significa en quechua «estiércol frío», siendo este un calificativo
que recibieron estos indios de los antiguos vasallos de los Incas; pero ellos mismos se autode-
nominaban «aba», que significa hombre. A principios del siglo xvm, los chiriguanos alcanza-
ban la cifra de 25-000 ó 35.000 hombres, sin contar mujeres y niños. Tradicionalmente vivían
en pequeños pueblos, y eran esencialmente guerreros. Religiosamente, reconocían un ser su-
premo, aunque creían que los bosques, campos y cerros tenían sus genios tutelares, las famosas
huacas de los mitos incaicos. Hablaban un dialecto de lengua guaraní.
50. Se trataba de un problema en gran medida similar al de los indios chichimecas, que
desde el norte de México dificultaban las comunicaciones en la zona minera de Zacatecas, y
también parecido a la guerra que los españoles sostuvieron con los araucanos, atrincherados al
sur del rio Bío-Bío, en el actual Chile. Sobre la guerra chichimeca se habla ampliamente en el
capitulo v, epígrafe le, supra.
250 T E O L O G Í A EN AMÉRICA LATINA
prohibido las entradas31 a los chiriguanos con objeto de rescatar a tales prisio-
neros, aunque algunos religiosos consideraban justo el rescate52.
La tesis fundamental del Parecer era la defensa de la licitud del rescate,
pues los cautivos se encontraban en peligro de muerte en razón de su cautivi-
dad, y rescatarles, aunque fuera para reducirles a la esclavitud por parte de los
españoles, era una obra de misericordia, pues suponía conservarles en vida,
que, de otra forma, habrían perdido a manos de los chiriguanos. Tal obra de
misericordia justificaba, según fray Vicente, el que quedaran como esclavos de
los que pagaban el rescate.
Para demostrar su tesis, Bernedo recurre a la práctica de la esclavitud
entre los africanos, es decir a la esclavización de unos africanos por otros. Ci-
tando a Martín de Azpilcueta y otros autores, afirma: «Obra es de caridad li-
brar de las manos de los bárbaros a los que tiene presos para los comer, como
acaece entre los negros que comen carne humana [...] pueden los dichos ne-
gros destinados ya a la muerte ser comprados y reducidos a servidumbre para
que queden con la vida [...] la vida es más preciosa que la libertad, más ha-
biendo de servir aquellos infieles a cristianos [...] por las mismas razones el rey
católico de España, siendo tan cristianísimo como es, permite y aprueba el
rescate y el vender de los negros. Por las mismas razones se salva y es lícito el
rescate de la cordillera de los chiriguanos indios de guerra, cruelísimos y vicio-
sos, porque si no rescatan los indios que traen a la guerra y cesa de entrar la
gente española los matan y los comen y vuelven a su acostumbrada y antigua
carnicería pública de carne humana».
Añade que anteriormente, antes de las disposiciones del virrey Velasco,
era lícito rescatar, pues lo pedían los propios indios cautivos, y así los chirigua-
nos se abstenían del canibalismo para obtener los frutos del rescate. Explica
que la prohibición sobrevino a causa de falsos pretextos esgrimidos por algu-
nos vecinos de la localidad de Barrancas, alegando que los rescates animaban
a los chiriguanos a hacer la guerra a los chañes para tomar rehenes. Sin em-
51. En otros términos: Velasco había prohibido que las tropas españolas entraran en los
territorios de los indios chiriguanos, como represalia por los asaltos que los indios llevaban a
cabo a las posiciones españolas. En esas acciones bélicas de escarmiento, los soldados españoles
procuraban capturar algunos indios chiriguanos, a los que esclavizaban.
52. El rescate no sólo se hacía entrando en el territorio chiriguano, para «liberar» a los pri-
sioneros de los chiriguanos y evitar que fueran devorados por sus apresadores, que tenían cos-
tumbres antropófagas, sino que podía producirse también por iniciativa de los propios chiri-
guanos, que trocaban, es decir, cambiaban prisioneros indios por bienes de primera necesidad.
En los dos casos, los prisioneros «liberados» eran tomados por los españoles como esclavos para
las minas o para las encomiendas.
VI. CATEQUESIS POSTRIDENTINA 251
bargo, Bernedo, buen conocedor del territorio, testimonia que «ora entren los
españoles de la dicha frontera a la dicha cordillera ora lo dejen de hacer, siem-
pre los dichos chiriguanos desde sus antepasados frecuentan y muy a menu-
do van a la dicha guerra, y jamás lo dejan de hacer desde el principio que vi-
nieron del Paraguay». Y concluye palmariamente el dominico:
«Y el interés que se les sigue a los dichos vecinos de la dicha Barranca
es que quieren gozar solamente ellos del dicho rescate como lo hacen el día de
hoy, porque como están tan pobres no tienen caudal para el ministerio del di-
cho rescate si no es hachas y cuñas de hierro, y por cada hacha o cuña quieren
que los dichos chiriguanos les de una pieza53 de servicio y aun dos y coartar-
les que no salgan a la frontera con amenazas, y todo el tiempo que se ha veda-
do el dicho rescate los dichos vecinos de la dicha Barranca siempre han resca-
tado haciendo a los dichos chiriguanos molestias y vejaciones, que ha causado
estar siempre alzados, y todo el servicio que han traído de las malocas54 los di-
chos vecinos a la dicha Barranca se les ha muerto todo de tal suerte que ha
acontecido meter en el dicho pueblo mil y quinientas ánimas y dos mil, y
dentro de quince días sin quedar una tan sóla morirse todas por ser tierra tan
enferma, viciosa y humedísima».
53. La terminología «pieza» para designar a una persona tomada como esclavo era fre-
cuente en la ¿poca.
54. En América se llamaron malocas durante los siglos XVI y XVII a las expediciones de pi-
llaje de los blancos en territorio indígena con el fin de tomar algunos en cautiverio.
55. Brian Farrelly, en su monografía Fray Vicente Bernedo, citada en nota 46, nos da el
contexto del Parecer, explicando la doctrina de Domingo de Soto quien, en su De iustitia et
252 TEOLOGIA EN AMÉRICA LATINA
iure, justificaba, en algunos casos, la esclavitud como obra de misericordia, apoyándose en al-
gunos textos de Santo Tomás.
56. Alonso de Sandoval nació en Sevilla en 1576. De niño emigró con sus padres al Perú,
donde su padre habfa recibido el empleo de contable de la Hacienda del Nuevo Reino de Gra-
nada. Estudió en el seminario de San Martín de Lima. Eneró en la Compañía de Jesús en 1593.
Llegó a Cartagena de Indias en 1605, centro del tráfico esclavista, hasta 1617. En tal fecha fue
a Lima, donde pasó dos años. En 1619 regresó a Cartagena, donde vivió hasta su muerte en
1602, después de una penosa enfermedad que le retuvo en cama durante tres años. Probable-
mente escribió su obra De instauranda Aethiopum salute en Lima, entre 1617 y 1619. Esta obra
fue impresa por primera vez en Sevilla, en 1627, con un título en castellano muy largo. La se-
gunda edición, en Toledo, del año 1647, llevaba ya el título latino, y como subtítulo el largo
rótulo castellano de la primera edición. Modernamente ha sido reeditada por Angel Valtierra,
Empresa Nacional de Publicaciones, Bogotá 1956, con un buen estudio preliminar del editor;
y, más recientemente, por Enriqueta Vila Vilar, Alianza Editorial, Madrid 1987, también con
una extensa introducción. Sobre Sandoval, cfr. Fernando ZOLLI, Alonso de SandovaL La con-
quista espiritual de los esclavos negros, en Romeo BALLÁN (ed.), Misioneros de la primera hora.
Grandes evangelizadores del Nuevo Mundo, Editorial «Sin Fronteras», Lima 1991, pp. 177-186.
v i . CATEQUESIS POSTRIDENTINA 253
sas notables que se hallan en ellas». Al referirse a los «ethiopes» quiere aludir a
los negros africanos. La descripción histórico-geográfica contenida en este pri-
mer libro (habla detenidamente de los pueblos de Mina, Guiñé y Angola) en-
foca la cuestión de fondo, que le ha movido a escribir toda la obra: ¿por qué
Africa ha permanecido tanto tiempo apartada de la evangelización, cuando,
además, tuvo noticia de ella en el primer momento (se refiere a la cristianiza-
ción del norte de Africa en la época apostólica)? Esto, evidentemente, consti-
tuye un misterio de los «increíbles juizios del divino saber» (i, argumento). Su
información, aunque de segunda mano, pues nunca estuvo en Africa, le vie-
ne a través de cartas y de fuentes que él se había consultado directamente. Se
trata, por consiguiente, de una exposición de todo cuanto se sabía sobre Afri-
ca a comienzos del siglo XVII.
El segundo libro lleva el siguiente encabezamiento: «De los males que
padecen estos negros y de la necessidad deste ministerio, que los remedia,
cuya alteza y excelencia resplandece por varios títulos». Es una detenida expo-
sición de las calamidades que sufrían los esclavos negros en América, tanto
por los malos tratos que les daban sus amos españoles, como por la dificultad
que tenían de acercarse a los sacramentos, impedidos muchas veces por sus
propios amos. Muy controvertidos han sido los capítulos IV y siguientes, don-
de Sandoval, siguiendo el libro de Job y la doctrina paulina (principalmente
la epístola a los Romanos), insta a los esclavos a que sean pacientes y mansos
con sus amos. A este respecto, se ha dicho que «Sandoval asume las tesis do-
minantes que consideraban la esclavitud como un iusgentium y, con Luis de
Molina, critica las razones que dan los portugueses y los españoles para escla-
vizar a los negros»57. Por ello, quizá, no habría afrontado radicalmente las con-
secuencias de la esclavitud, aunque la condenó. Pero más bien nos parece que
su postura consistió, como bien ha recordado Fernando Zolli, al comparar la
tesis de Sandoval con las propuestas abolicionistas de los capuchinos Francis-
co José de Jaca y Epifanio de Moirans (segunda mitad del siglo XVIl), en acep-
tar la posición moral de la «conciencia posible»58. En otros términos, Sando-
val habría reconocido que era imposible enfrentarse in recto al esclavismo. Él
mismo tenía la amarga experiencia de las dificultades personales que había pa-
decido tanto con los eclesiásticos como con las autoridades civiles novograna-
dinas. En tal contexto habría optado por la única solución posible, narrar las
57. Cfr. Fernando ZOLLI, Alonso de Sandoval La conquista espiritual de los esclavos negros,
en Romeo BALLÁN (ed.), Misioneros de la primera hora. Grandes evangelizadores del Nuevo Mun-
do, cit. en nota 56, p. 183.
58. Ibidem, p. 184.
254 T E O L O G Í A EN AMÉRICA LATINA
59. Sobre la evangeüzación de los bozales, es decir, de los negros africanos llevados a Amé-
rica, cfr. Marie-Cécile BÉNASSY, I metodi di evangelizzazione degli schiavi neri ncll'America spag-
nuola, in particolare dei bozales, en Luciano VACCARO (ed.), L'Europa e l'evangelizzazione del
Nuovo Mondo, Centro Ambrosiano di Oocumentazione e Studi Religiosi, Milano 1995, pp.
311-327.
VI. CATEQUESIS POSTR1DENTINA 255
es un lavado corriente del cabello, «para lavarles las cabezas de alguna sucie-
dad refrescárselas o para quitarles el cabello, sino que es agua de Dios», por la
cual obtienen la gracia y grandes bienes con ella. «Con ella quedan Christia-
nos como los blancos» y se comprometen a adorar sólo al «Dios de los blan-
cos». Después habrá que enseñarles los siguientes misterios: que Dios está en
todas partes y es providente y creador; que es Uno y Trino (Padre, Hijo y Es-
píritu Santo): «este gran Dios que le hemos dicho tiene un hijo», y así «como
el hijo del blanco es blanco, y el hijo del negro, negro, y el hijo del mulato e
indio, mulato e indio; así también el hijo de Dios es Dios y con esto se satis-
facen». También hay que hablarles del cielo, lugar de felicidad eterna, y del in-
fierno. Hay que enseñarles que el Hijo de Dios murió por nosotros en la
Cruz, porque quiso, para llevar con él a los que «se hubieren lavado la cabe-
za»; «pero a los que no se quisieren lavar la cabeza, que hurtaren, fornicaren,
mataren y no se contentaren con una sola mujer, etc., le echará a la casa de
abajo, donde los castigará para siempre». Se les declarará finalmente el miste-
rio de la Resurrección, «con que reciben gran consuelo».
Si no hubiese tiempo para una catequesis detenida, bien por peligro de
muerte o por otras causas, Sandoval recuerda que hay que enseñarles breve-
mente, antes del bautismo, seis verdades: que existe Dios, que Dios es remu-
nerador, que Dios es uno y creador de todo, que Dios da la gracia y perdona,
la inmortalidad del alma, y qué es el pecado.
El libro cuarto está dedicado a exponer la gran estima que la Compa-
ñía de Jesús había tenido siempre por los negros y el esfuerzo que había dedi-
cado a su evangelización. En este libro hay varios capítulos que glosan la vida
y el apostolado de San Francisco Javier.
CAPÍTULO VII
VISITADORES, EXTIRPADORES
Y «TRATADOS D E IDOLATRÍAS»*
7. La Huasteca, a orillas del Golfo de México, era una extensa región poblada por indíge-
nas de familia maya, de cultura muy primitiva, que habitaban un zona que lindaba al sur con la
región de Veracruz, y al norte con la región Tamaulipas, que hacía frontera con el río Pínuco.
Los belicosos chichemecas, que moraban al otro lado de la frontera, al norte del río Pánuco, pe-
netraban con frecuencia en la parte norte de esta de la Huasteca, hostigando a los españoles.
8. Cfr. nota 6, supra.
9. Cfr. Pedro BORGES, La extirpación de la idolatría en Indias como método misional (siglo
xvi), en «Missionalia Hispanica» 14, (1957) 193-270; José Luis MORA MÉRIDA, Reflexiones his-
tóricas acerca del problema idolátrico hispanoamericano en el siglo XVI, en Josep Ignasi SARANYA-
NA et al. (eds.), Evangelización y Teología en América (siglo xvr). Servicio de Publicaciones de la
Universidad de Navarra, Pamplona 1990, I, pp. 689-698; Roberto M O R E N O DE LOS ARCOS,
vil. VISITADORES, EXTIRPADORES Y «TRATADOS DE IDOLATRÍAS» 261
14. Cfr. Richard E. GREENLEAF, Inquisición y Sociedad en el México colonial. Ediciones José
Porrúa Turanzas, Madrid 1985. p. 123; e ID., La Inquisición en Nueva España siglo XVJ, FCE,
México 1985.
15. Cfr. Francisco B U R G O A , Geográfica descripción de la parte septentrional del Polo Artico
de la América y Nueva Iglesia de las Indias Occidentales, y sitio Astronómico de esta Provincia de
Predicadores de Antequera del Valle de Oaxaca, México 1674 (reimpresión México J1989). Así
mismo se tienen noticias de esos juicios por José Antonio GAY, Historia de Oaxaca, Porrúa, Mé-
xico 1950, pp. 629-634 (1.» ed. México 1881).
16. Cfr. Ana DE ZABALLA BEASCOECHEA, Perspectivas éticas en los procesos inquisitoriales
Mexicanos. Un proceso delprovisorato de Michoacan, en W A A . , Etica y Teología ante el Nuevo
Mundo. Valencia y América. Actas del vil Congreso de Teología histórica. Facultad de Teología de
Valencia, Valencia 1993, pp. 227-242; e ID., La Inquisición ordinaria o tribunal de Naturales,
en WAA., La Inquisición, Institución Sancho el Sabio, Vitoria 1995.
1 7 . Cfr. Carmen BERNAND-Serge GRUZINSKI, De la idolatría. Una arqueología de las cien-
cias religiosas, FCE, México 1992, p. 152.
VII. VISITADORES, EXTIRPADORES Y «TRATADOS DE IDOLATRÍAS» 263
20. Hernando Ruiz DE ALARCÓN, Tratado de las supersticiones y costumbres gentilicias que oy
viuen entre los indios naturales de esta Nueva España, escrito en México año de 1629, en Hernan-
d o R u i z DE ALARCÓN-Pedro SANCHEZ A G U I U R - G o n z a l o DE BALSALOBRE, Tratado de las idola-
trías, supersticiones, dioses, ritos, hechicerías y otras costumbres gentilicias de las razas aborígenes de
México, cit. en nota 19, II, pp. 17-180.
21. Hernando Ruiz DE ALARCÓN, Tratado..., cit. en nota 19, II, p. 119.
22. Parece evidente que también los religiosos que conocieron en profundidad las religiones
prehispánicas, y más concretamente las prácticas adivinatorias, hechicerías, etc., coincidieron —a
lo largo de los tres siglos— en calificarlas como de adoración y culto al demonio. Sahagún se preo-
cupaba en diferenciar —para clarificar la mente de quienes tuvieran que juzgar tales prácticas— que
«esta manera de adivinanza en ninguna manera puede ser lícita, porque ni se funda en la influencia
de las estrellas, ni en cosa alguna natural [...]. Este artificio de contar o es arte de nigromántica, o
pacto y fábrica del demonio, lo cual con toda diligencia se debe desarraigar» (Bernardino DE SAHA-
GÚN, Historia General de las cosas de Nueva España, Alianza, Madrid 1988, pp. 231-232)
23. Idéntico criterio se siguió en el Santo Oficio de México. Este Tribunal estableció una
serie de normas bajo el título «Orden que se deve tener en el Res^ebir las denunciaciones y Tes-
v i l . VISITADORES, EXTIRPADORES Y «TRATADOS DE IDOLATRÍAS» 265
27. La investigación de Balsalobre fue recogida, junto con otros documentos relativos a
San Miguel de Solí o tomados del archivo de la Inquisición, por: Heinrich BERLIN, Las Anti-
guas creencias en San Miguel Sold, Oaxaca, México, Im Selbstverlag des Hamburgischen Mu-
seums für Völkerkunde und Vorgeschichte (Beiträge zur mittelamerikanischen Völkerkunde),
Hamburg 1 9 5 7 . Sobre Balsalobre véase también: James H. CARMICHAEL, Balzalobre on Ido-
latry in Oaxaca, en «Boletín de Estudios Oaxaquefios» 1 3 ( 1 9 5 9 ) 1 - 1 3 .
28. Cfr. Richard E. GREENLEAF, La Inquisición y los indios de Nueva España: Un estudio de
la confiisión jurisdiccional, en «The Americas» 22 (1965) 138-166; también incluido en Ri-
chard E. GREENLEAF, Inquisición y Sociedad en el México colonial, cit. en nota 14, pp. 121 y ss.
2 9 . Jacinto D E LA SERNA, Manual de Ministros de indios, de sus idolatrías y extirpación de
ellas, en Tratado de ¡as idolatrías, supersticiones, dioses, ritos, hechicerías y otras costumbres gentili-
cias de ¡as razas aborígenes de México, cit. en nota 19, tomo l.
30. Gonzalo DE BALSALOBRE, Relación auténtica de las idolatrías, supersticiones y vanas ob-
servancias de los indios del Obispado de Oaxaca, en Tratado de i'as idolatrías, supersticiones, dioses
ritos, hechicerías y otras costumbres gentilicias de ¡as razas aborígenes de México, cit. en nota 19, II,
p. 349
VII. VISITADORES, EXTIRPADORES Y «TRATADOS DE IDOLATRÍAS» 267
tas a los pueblos de indios para perseguir la idolatría, organizadas por el arzo-
32. Jacinto DE LA SERNA, Manual de Ministros de indios, de sus idolatrías, cit. en nota 19,
i, pp. 69 y 81, recogido por Carmen B E R N A N D - S e r g e GRUZINSKI, De la idolatría, cit. en nota
17, pp. 144-145.
33. Sobre las extirpaciones dirigidas por Diego de Landa en el Yucatán, cfr. el capítulo XIII,
infia, epígrafe 3b.
34. Gonzalo DE BALSALOBRE, Relación..., cit. en nota 19, II, p. 352.
35. Para el recorrido histórico de las extirpaciones de idolatrías en el XVII, cfr. Juan Carlos
G A R C Í A CABRERA, Ofensas a Dios, pleitos e injurias. Causas de idolatrías y hechicerías. Caja-
v i l . V I S I T A D O R E S , EXTIRPADORES Y « T R A T A D O S D E IDOLATRÍAS» 269
bispo Bartolomé Lobo Guerrero, de acuerdo con el virrey, a raíz de las denun-
cias de Francisco Dávila o de Ávila. Para esta labor contaron principalmente
con la Compañía de Jesús, aunque también otras Órdenes religiosas y los sa-
cerdotes seculares participaron en estas visitas36. Francisco de Ávila fue el pri-
mero en ser nombrado visitador97.
Hubo, pues, a partir de 1610, «visitadores eclesiásticos» o «jueces ecle-
siásticos visitadores de idolatrías», en quienes se delegaban los poderes judicia-
les del ordinario diocesano. Cada uno de ellos era acompañado por un fiscal, un
notario y dos padres de la Compañía de Jesús. El juez visitador, ayudado por el
fiscal y el notario, debía proceder a las pesquisas, interrogatorios, inventarios,
instruir procesos, sentenciar y hacer ejecutar los castigos, mientras que los pa-
dres jesuítas se dedicaban más bien a la predicación, a la confesión y adminis-
tración de sacramentos con motivo de las visitas de extirpación.
Las etapas que se debían seguir en la visita de idolatrías fueron codifi-
cadas en el sínodo peruano de 1613. Al llegar al pueblo se debía publicar el
«edicto de gracia» para que los indios entregaran sus huacas y denunciaran a
los hechiceros. En segundo lugar se exhibían los ídolos, se daban a conocer los
hechiceros, y se hacía un inventario de ellos. Después se podía proceder a se-
siones públicas de abjuración y absolución, seguidas de la cremación de las
huacas en la plaza del pueblo y de la destrucción de los adoratorios y templos
paganos que se hallaban fuera del pueblo. Por último se debía aplicar a los
«hechiceros y dogmatistas» (es decir los indios que practicaban y predicaban
las idolatrías) las penas previstas por el Concilio III Limense, que eran aparta-
dos (era el «apartamiento») de convivir con los demás indígenas. En 1643 el
obispo Villagómez redactó unas instrucciones complementarias sobre el desa-
tambo, siglos XVII-XIX, Centro de Estudios Regionales Andinos Bartolomé de Las Casas, Cuzco
1994.
36. Pablo José de Arriaga nos relata el comienzo y desarrollo de ese movimiento extirpa-
dor en el Perú. En su crónica podemos encontrar la descripción pormenorizada de cada una de
las panes de la visita y de los medios que empleaban los visitadores en su labor con los indíge-
nas. Cfr. Pablo José DE ARRIAGA, Extirpación de la Idolatría del Pirú, en Francisco ESTEVE B A R -
BA, Crónicas peruanas de interés indígena, BAE 209, Madrid 1968, pp. 195-201 y pp. 243-259.
Sobre el arzobispo Lobo Guerrero, véase: Luis Carlos M A N T I L L A RuiZ, Don Bartolomé Lobo
Guerrero. Inquisidor y tercer arzobispo de Santafé de Bogotá (1599-1609), Academia Colombia-
na de la Historia («Biblioteca de Historia Nacional», CXLVIl), Santafé de Bogotá 1996.
37. Sobre Francisco de Ávila, vid. Emma F A L Q U E , El discurso de denuncia de las idolatrías
de los indios por Francisco de Avila (1609), en «Cuadernos para la Historia de la Evangelización
en América Latina» 2 (1987) 141-166; Teodoro H A M P E M A R T Í N E Z , Cultura barroca y extirpa-
ción de idolatrías. La biblioteca de Francisco de Avila, 1648, Centro de Estudios Regionales An-
dinos Bartolomé de Las Casas, Cuzco 1996.
270 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
rrollo de estos procesos de «visitas». Tiempo más tarde se creó en Lima una
cárcel para hechiceros llamada «Casa de la Santa Cruz», a cargo de la Compa-
ñía de Jesús. Y se creó también el «Colegio del Príncipe», dirigido por los je-
suítas, para educar y evangelizar a los hijos de curacas o hechiceros33.
Francisco Dávila o de Ávila 39 destacó por su labor de doctrinero en
San Damián, en la provincia de Huarochirí (Perú), donde realizó una labor
38. Son ya numerosos los estudios acerca de la extirpación de idolatrías en el Incario. Uno
de los pioneros fue Pierre Duviols y después muchos otros investigadores: Antonio ACOSTA
RODRÍGUEZ, LOS doctrineros Y la extirpación de la religión indígena en el arzobispado de Lima,
1600-1620, en «Jahrbuch für Geschichte von Staat, Wirtschaft und Gesellschaft Lateinameri-
kas» 1 9 ( 1 9 8 2 ) 6 9 - 1 1 2 ; ID., La extirpación de las idolatrías en el Perú. Origen y desarrollo de las
campañas. A propósito de «Cultura andina y represión», de Pierre Duviols, en «Revista Andina» 5
( 1 9 8 7 ) 1 7 1 - 1 9 5 ; Fernando DE ARMAS, La pervivencia de las idolatrías y las visitas para extirpar-
las, en «Boletín del Instituto Riva-Agüero» 7 ( 1 9 6 6 - 6 8 ) 7 - 2 8 ; Victoria CASTRO, Un proceso de
extirpación de idolatrías en Atacama, siglo xvtl, en Gabriela RAMOS-Henrique URBANO
(comps.), Catolicismo y extirpación de idolatrías, siglos XVI-XVIU, Centro de Estudios Regionales
Andinos «Bartolomé de Las Casas», Cuzco 1 9 9 3 , pp. 3 4 7 - 3 6 6 ; José DÄMMERT BELLIDO, Pro-
cesos por supersticiones en las provincias de Cajamarca en la segunda mitad del siglo XVII, en «All-
panchis» 6 (Cuzco 1 9 7 4 ) ; Pierre DUVIOLS, Cultura andina y represión. Procesos y visitas de ido-
latrías y hechicerías. Cajatambo, siglo xvir, Centro de Estudios Rurales Andinos «Bartolomé de
Las Casas», Cuzco 1986. Se adviene, en algunos momentos, un enmarcamiento inadecuado, a
nuestro entender, al tratar la evangelización como acción negativa, por ejemplo, en ID., La des-
trucción de Lts religions andinas (durante Lt conquista y la colonia), traducción de A. Maruenda,
UNAM (Instituto de Investigaciones Históricas), México 1 9 7 7 ; ID., La lutte contre les religions
autochtones dans le Pérou colonial L'extirpation de l'idolâtrie entre 1532 et 1660, Lima 1971;
Juan Carlos GARCÍA CABRERA, Ofensas a Dios, pleitos e injuriar. Causas de idolatrías y hechicerí-
as. Cajatambo siglos xvn-xix. Centro de Estudios Regionales Andinos «Bartolomé de Las Ca-
sas», Cuzco 1 9 9 4 ; Gabriela RAMOS-Henrique URBANO (comps.), Catolicismo y Extirpación de
Idolatrías. Siglos xvi-xvin. Centro de Estudios Regionales Andinos «Bartolomé de Las Casas»,
Cuzco 1 9 9 3 ; Henrique URBANO (comp.), Poder y violencia en los Andes, Centro de Estudios
Regionales Andinos Bartolomé de Las Casas, Cuzco 1992.
39. Francisco Oávila o de Ávila nació en Cuzco (1573?). Estudió primero en el Colegio
Máximo de los jesuítas del Cuzco y, después, en la Universidad de San Marcos de Lima (1592-
1596), obteniendo el Bachillerato (1597), la Licenciatura y Doctorado (1600-1603). Fue apre-
ciado como hombre de cultura amplia y buen conocedor de la lengua y costumbres indígenas.
Trabajó como doctrinero en San Damián (1597), en la provincia de Huarochirí del arzobispa-
do de Lima; en Huánuco (1608), en la ciudad de La Plata (1618-1632); y, finalmente, en Lima
(1632-1647). Cfr. Esteban PuiG, El sermonario peruano titulado «Tratado de los Evangelios...»
de Francisco de Avila (1573?-1647), en Josep Ignasi SARANYANA et al. (eds.), Evangelización y
Teología en América (siglo xvi). Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra, Pam-
plona 1990, 11, pp. 985-1005; y Gerald TAYLOR, Ritos y tradiciones de Huarochirí del sigb XVII,
Instituto de Estudios Peruanos, Lima 1987. Ai final del libro de Taylor, Antonio ACOSTA R O -
DRÍGUEZ presenta una biografía de Ávila con el título Francisco de Ávila, Cusco 1573?-Lima
1647. Cfr. también Teodoro HAMPE MARTÍNEZ, Universo intelectual de un «extirpador de ido-
latrías»: biblioteca de Francisco de Ávila (1648), en «Ibero-Amerikanisches Archiv. Zeitschrift
v u . VISITADORES, EXTIRPADORES Y «TRATADOS DE IDOLATRÍAS» 271
eficaz, ayudando a muchos de sus feligreses a mejorar sus vidas por medio de
trabajo personal y comunal. Como extirpador de la idolatría, recorrió entre
I 6 l 0 a l 6 l 7 l a s doctrinas de San Pedro de Mama, San Pedro de Casta, Santa
María de Jesús de Huarochirí y San Lorenzo de Quinti, ubicadas en las actua-
les provincias de Yauyos, Jauja y Canta; pasó catorce años como canónigo, y
maestro de escuela en la Ciudad de La Plata (1618-1632), y finalmente sus
últimos años en la Ciudad de los Reyes hasta su muerte, acaecida en 1647.
Fue Ávila quien a principios del siglo XVII denunció, junto a otros, la
presencia de idolatrías en sus doctrinas. Sin embargo, esta preocupación venía
de mucho tiempo atrás; concretamente el primero en denunciar la idolatría
como obstáculo a la fe había sido el vicario general del Cuzco, Luis Morales,
en carta al rey (1541). La Instrucción de 1545-1549 del arzobispo Loaysa40 ha-
bía sido el primer texto legislativo; al que siguieron los decretos de los conci-
lios II y III Limense y, por supuesto, los trabajos del jesuita José de Acosta.
Francisco de Avila ha sido conocido principalmente como «visitador
de idolatrías», aunque también fue importante su labor pastoral, por ser él
quien detectó y denunció tales prácticas. Logró poner en marcha toda una
campaña para reforzar la predicación y catequización de los indios hasta que
fue nombrado oficialmente «extirpador de idolatrías». Él promovió las tres
campañas sistemáticas de extirpación. Se dio cuenta de que el cristianismo de
los indios era en muchos casos bastante superficial, y de que seguían vivas las
antiguas creencias. La razón de la falta de asimilación, según Avila, estaba en
la novedad de las verdades propuestas, la dificultad de comprensión de algu-
nos conceptos cristianos para la mentalidad de los indígenas, y el poco cono-
cimiento de la lengua por parte de los predicadores. Y, por supuesto, la falta
für Sozialwissenschaften und Geschichte» Neue Folge, 22/1-2 (1996) 3-30. La interpretación
ofrecida por Antonio Acosta, criticando a Pierre Ouviols, sobre el origen y la finalidad de las
«extirpaciones», nos parece fuera de lugar. Para Acosta, las «extirpaciones, al menos en el Perú,
serían como una especie de «crontraataque de un amplio sector de curas de indios, frente a la
avalancha de querellas judiciales que se les venían encima por parte de las comunidades» indí-
genas, y una forma de completar «su dinámica actividad económica y reforzar su posición de
encomenderos». Cfr. Antonio ACOSTA RODRÍGUEZ, Los doctrineros y ¡a extirpación de ¡a religión
indígena en el arzobispado de Lima, 1600-1620, en «Jahrbuch für Geschichte von Staat, Wirts-
chaft und Gesellschaft Lateinamerikas» 19 (1982) 69-109; e ID., La extirpación de ¡as idolatrías
en el Perú. Origen y desarrollo de las campañas. A propósito de *Cultura andina y represión», de
Pierre Duvioù, en «Revista Andina 5/1 (1987) 171-195.
40. Cfr. Esteban PuiG, El sermonario peruano titulado «Tratado de los Evangelios...» de
Francisco de Ávila, cit. en nota 39, p. 993; recoge a Pierre DuviOLS, La lutte contre les religions
autochtones dans le Pérou colonia! L'extirpation de l'idolâtrie entre 1532 et 1660, Lima 1971, pp.
82-84.
272 T E O L O G Í A EN AMÉRICA LATINA
de misioneros, así como la poca importancia que se dio en los primeros años
al peligro de la idolatría o de la recaída en ella. En todo caso, en el siglo X V I I
la idolatría fue considerada en Perú uno de los más graves obstáculos para la
conversión de los indios, junto a las borracheras y el culto a los difuntos. Ha-
bía que intensificar, pues, la predicación y la catequesis. Por ello en su Trata-
do, cuando estudia el tema de la idolatría, Ávila expone de forma sencilla, cla-
ra y atrayente las verdades fundamentales de la fe y su aplicación moral.
Consideraba que el abandono de las idolatrías vendría por la predicación ade-
cuada a los oyentes.
El fin u objetivo principal de Ávila y de los demás extirpadores de ido-
latrías no era la extirpación por la extirpación, sino lograr una verdadera con-
versión: la formación cristiana de los naturales. Por esto hay que notar que la
obra más importante de Ávila no es su manuscrito de 1598, que recopila la
religión y los ritos conservados por la tradición oral, sino el Tratado de los
Evangelioscon un contenido doctrinal y pastoral importante, pues «en ellos
[los Evangelios] donde da lugar la materia, se refutan los errores de la Genti-
lidad de dichos indios». En el segundo tomo se dice también: «para la ense-
ñanza de los indios y extirpación de sus idolatrías...».
En el Tratado se puede advertir el uso frecuente de la Sagrada Escritu-
ra y de los Padres. En general el Evangelio no se cita textualmente sino que se
acomoda al oyente de forma popular y sencilla. Con profundo sentido peda-
gógico, utiliza comparaciones y ejemplos atrayentes para acercar a sus oyentes
las cuestiones más difíciles de la Teología. Los temas del sermonario de Ávila
no son sólo una exposición de las verdades fundamentales, como el Sermona-
rio de Pablo José de Arriaga o el de Hernando de Avendaño, que comentare-
mos seguidamente42, sino que es una plática sencilla sobre cómo debe vivir el
cristiano, sobre las virtudes, obras, devociones... Por otra parte, expone con ri-
41. Francisco DE ÁVILA, Tratado de bs Evangelios que nuestra Madre la Iglesia propone todo
el Año desde ta primera dominica de Adviento, hasta la última Missa de Difuntos, Santos de Espa-
ña y añadidos en el nuevo rezado. Explicasse el Evangelio, y se pone un sermón en cada uno en ¡as
lenguas Castellana, y General de los indios deste Reyno del Perú, y en ellos donde da lugar la mate-
ria, se refuta los errores de ta Gentilidad de dichos indios, en dos tomos. Obra póstuma, impresa
en Lima probablemente en 1648, según estima José Toribio Medina, que publica también la
famosa Relación sobre las idolatrías de Huánuco. Cfr. José Toribio M E D I N A , La imprenta en
Lima, reprint, Amsterdam 1985, l, n. 289, pp. 383-389.
42. Fernando DE A V E N D A Ñ O , Sermones de los Misterios de Nuestra santa fe católica en len-
gua castellana y en la General del Inca. Impúgname los errores particulares que bs indios han teni-
do, Jorge López Herrera Impressor, Lima 1649. Amplia descripción de esta obra en José Tori-
bio M E D I N A , La imprenta en Lima (1584-1824), Santiago de Chile 1904 (reimpresión,
Amsterdam 1985, l), n. 288.
vil. VISITADORES, EXTIRPADORES Y «TRATADOS DE IDOLATRÍAS» 273
gor teológico las verdades fundamentales, con las palabras técnicas, aclarando
las dificultades que pudieran inquietar a los oyentes. C o m o en todos los de-
más predicadores, las idolatrías, las prácticas rituales de sus anteriores creen-
cias, son identificadas con el culto y los sacrificios al demonio.
Pablo José de Arriaga 43 aparece acompañando en 1617 a Hernando de
Avendaño, sacerdote limeño, que jugó un papel importante en las campañas
que el arzobispo Bartolomé Lobo Guerrero inició para extirpar las idolatrías a
partir de 1613. Junto con otros dos jesuitas, Arriaga visitó durante año y medio,
desde febrero de 1617 hasta julio de 1618, los pueblos del corregimiento de
Chancay. Su experiencia fue recogida en una de sus obras, quizá la más intere-
sante, titulada Extirpación de idolatrías M, que fue publicada en Lima en 1621 45 .
La crónica de Arriaga, c o m o él m i s m o nos dice en el prólogo, tiene
una finalidad bien concreta: explicar «cómo se salvarán tantas almas q u e es-
tán en dura esclavitud del demonio y c ó m o se aumentará en estos reinos la fe
y la religión cristiana», así c o m o exponer todo lo que sabía sobre la idolatría
incaica, para que su experiencia sirviera c o m o aviso a los misioneros que vi-
nieran después. Es decir, lo mismo que los «tratados» novohispanos, el de
Arriaga podría considerarse un «manual de extirpadores». Es especialmente
interesante, porque analiza con mucha seriedad sus antiguas creencias. N o se
queda en lo meramente externo, sino que penetra en su m o d o de pensar mos-
trando el arraigo de tales prácticas. También en Arriaga son abundantes las ci-
tas de la Sagrada Escritura o de los Padres; y añade, c o m o autoridad, la obra
de José de Acosta en la que se había estudiado con cierto detenimiento las for-
43. Nació en Vergara (Vizcaya) en 1564. A los quince años ingresó en la Compañía de Je-
sús y cinco años después pasaba al Perú. En Lima enseñó retórica y se ordenó sacerdote. En
1588 fue nombrado rector del colegio de San Martín, y en ese cargo permaneció veinticinco
años hasta 1612. Entre 1612yl615fue rector del colegio de Arequipa. Viajó a España en dos
ocasiones, la primera en 1601 como procurador de la Orden, y la segunda, que le costó la vida,
en 1622. En este segundo viaje la armada en que viajaba fiie asaltada por una tempestad cerca
de La Habana y naufragó. La biografía de Arriaga puede leerse en Buenaventura SALINAS, Me-
morial de las historial del Nuevo Mundo, introducción de Luis Val cárcel, Universidad Mayor de
San Marcos, Lima 1957. Vid. también Francisco ESTEVE BARBA, Crónicas peruanas de interés
indígena, BAE 209, Madrid 1968, Estudio preliminar.
44. Pablo José DE ARRIAGA, Extirpación de la Idolatría del Pirú, en Francisco ESTEVE BAR-
BA, Crónicas peruanas de interés indígena, cit. en nota 43, pp. 191-277; M. 1 Pilar PÉREZ CAN-
TO, Pablo José de Arriaga: ¿Antiguos ritos o idolatríasen Ronald ESCOBEDO-Ana DE ZABALLA-
Oscar ÁLVAREZ (eds.), Euskal Herria y el Nuevo Mundo. La contribución de los vascos a la
formación de las Américas, Servicio Editorial Universidad del País Vasco, Vitoria-Gasteiz 1996,
pp. 483-504. Estudio desde el punto de vista antropológico, no teológico.
45. Según Marcos Jiménez de la Espada no se conserva completo: vid. en Francisco ESTE-
VE BARBA, Crónicas peruanas de interés indígena, cit. en nota 43, Estudio preliminar, p. XIV.
274 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
mas idolátricas del Incario y los temas que los evangelizadores debían predi-
car con mayor frecuencia.
En realidad Arriaga pretendía descubrir a los demás religiosos que los
indios mantenían sus antiguas creencias, más peligrosas porque los misione-
ros pensaban que ya estaban extirpadas. Arriaga relata pormenorizadamente
cómo se descubrieron las idolatrías y los pasos que se siguieron para organizar
las visitas de extirpación. Alaba la labor de Francisco de Ávila y la de Avenda-
ño, y muestra toda la actividad de los grupos de visitadores.
Su estudio se puede dividir en tres partes. En la primera describe los ri-
tos, ídolos y ceremonias de las prácticas indígenas. En la segunda explica las
causas que justificarían la persistencia de las idolatrías, así como los posibles
remedios. Las causas de la recaída, según Arriaga, eran: la falta de doctrina, ya
que incluso cuando la sabían, era de memoria sin entenderla; la falta de sacer-
dotes que les predicasen; y, entre otras, cita la inmadurez de los indígenas,
pues por regla general les faltaba personalidad y decisión propia, haciendo y
creyendo todo lo que su cacique les ordenaba.
Entre los medios para desarraigar la idolatría, el principal sería la pro-
pia «visita», la predicación y la destrucción de sus ídolos. Pero, quizá lo más
importante para que la visita fuera efectiva y se pudiera conservar la cristiani-
zación, era la labor posterior de los párrocos y doctrineros. Arriaga Ies habla-
ba de la constante vigilancia que debían tener ante cualquier atisbo de idola-
tría, la catequización semanal, la atención sacramental frecuente, etc. Insistía
también en la atención y cuidado de los templos, de la liturgia y de todo lo re-
lacionado con el culto como medio para ayudar a la cristianización del indio.
Así como la atención material a los indios más pobres y desprotegidos.
Dedicó la tercera y última parte del tratado a explicar «la práctica muy
en particular de cómo se ha de hacer la visita [por parte de los religiosos] para
la extirpación de estas idolatrías»46. En esta última parte se indica qué temas de-
bían predicar los religiosos en sus visitas y sobre qué puntos debían estar más
prevenidos.
Hernando de Avendaño 47 , al que hemos visto acompañando a Arriaga
en la extirpación de 1613, publicó al final de su vida, en Lima, en el año de
48. Es probable que se refiera al priscilianismo, herejía cristológica que se extendió prime-
ro por Mérida y Córdoba, en Hispania, pasando luego a las Galias, sobre todo a Aquitania.
Todo esto ocurría a finales del siglo IV de nuestra Era. En todo caso, la tesis de Hernando de
Avendaño está clara: se precisa mucho tiempo para que cambie profundamente el ambiente re-
ligioso de un pueblo, sobre todo cuando sus costumbres están impregnadas de sentido religio-
so pagano.
276 T E O L O G Í A EN AMÉRICA LATINA
Los estudios sobre las visitas de idolatrías en Charcas, ciudad que tam-
bién recibió el nombre de La Plata y, ahora, de Sucre, en la actual Bolivia, es-
tán todavía en sus comienzos, pues la historiografía sobre el tema se ha centra-
49. El término quechua «paccarina» significa propiamente fuente. Deriva del verbo «pac-
cariy», que se puede traducir por nacer, provenir o salir. «Paccarinachic» significa literalmente
«nuestro origen» (comunicación oral del Lic. José Raúl Ayuque).
vil. VISITADORES, EXTIRPADORES Y «TRATADOS DE IDOLATRÍAS» 277
50. Cfr. la queja en Josep M. BARNADAS, Idolatrías en Charcas (1560-1620); datos sobre su
existencia como paso previo para la valoración del tema de su extirpación, en Gabriela RAMOS-Hen-
rique URBANO (eds.), Catolicismo y extirpación de idolatrías, siglos XVI-XVIir, Centro de Estudios
Regionales Andinos «Bartolomé de Las Casas», Cuzco 1993, pp. 89-103, donde se recogen to-
dos los datos que se conocen hasta el momento sobre la actividad extirpadora en Charcas; y Jo-
sep M. BARNADAS, Fray Bernardino de Cárdenas, extirpador de la idolatría en Charcas (1622-
1634), en «Anuario de la Academia Boliviana de Historia Eclesiástica» 3 (1997) 47-72.
51. Fray Bernardino de Cárdenas nació en La Paz hacia 1578, ingresó en la Orden Fran-
ciscana hacia 1597, y por los datos que se tienen, después de ordenado sacerdote, fue designa-
do lector de teología en Cuzco hacia 1610. Cárdenas ejerció como guardián y como Vicario
General en diferentes lugares. Fue lector de teología, afamado predicador y definidor de la pro-
vincia de los doce apóstoles; destacó asimismo como conocedor de las lenguas indígenas. En
1621 fue nombrado misionero de los indios Leco, nombramiento que cambiaría la trayectoria
que venía desarrollado hasta ese momento. Fray Bernardino ejerció como misionero y visita-
dor de idolatrías en Charcas. Asistió como consultor y teológo al primer Concilio Platense
(1629). Más adelante fue nombrado obispo de Paraguay, donde tuvo serios conflictos con los
jesuítas. Cfr. Josep M. BARNADAS, Fray Bernardino de Cárdenas, extirpador de la idolatría en
Charcas (1622-1634), cit. en nota 50, donde se relaciona la poca bibliografía existente sobre
fray Bernardino de Cárdenas. Son dignos de nota los trabajos de Wolfgang PRIEWASSER, D. Fr.
Bernardino de Cárdenas, en «Archivo de la Comisaría franciscana de Bolivia» x/116 (Tarata
1918) 238-243; Luis OFFNER, Ellllmo D. Fr. Bernardino de Cárdenas. Ensayo biográfico (cita-
do pro manuscripto).
52. Conocemos su preocupación por la carta que escribió al corregidor de La Paz: «Aun-
que se [h]an ydo el R fray Luis [Ramos] y el R fray Diego [de Obando], yo no [h]e podido, ansí
por el clamor y llanto de los yndios como por dexar quitados los ydolos y sus sacerdotes y por
no dexar estas pobres ouejuelas sin cura hasta que le inbie el Sr. Obispo, el qual suplico a v.m.
procure sea como le pide ocasión tan apretada y tan grande, en que más importa el buen exem-
plo y buena lengua...».
53. Cfr. sobre este concilio, supra, capítulo V, epígrafe 5.
278 T E O L O G Í A EN AMÉRICA LVTINA
54. El concilio, tras agradecer y alabar sus cualidades pastorales y misioneras, le nombra
«Visitador deste Arzobispado y obispados sufragáneos (...) de la idolatría de los indios» (Josep
M. BARNADAS, Fray Bernardino de Cárdenas, cit. en nota 50, p. 56).
55. Cfr. Josep M. BARNADAS, Fray Bernardino de Cárdenas, cit. en nota 50. p. 54.
56. Memorialy relación verdadera para el Rei N.S. y su Real Consejo de las Indias, ele cosas
del reino del Perú, mui importantes a su Real seruieio y comciencia. Por el O.F. Bernardino de Cár-
denas, Predicador general de la Orden de S. Francisco, y legado del santo Concilio provincial Argen-
tino..., Madrid, Francisco Martínez, 1634, 87 ffl
v i ! . VISITADORES, EXTIRPADORES Y «TRATADOS DE IDOLATRÍAS» 279
57. Así según fray Bernardino, el diablo decía a los indios que «juntamente le podían te-
ner a él por su dios en primer lugar, y luego al de los Españoles (y assi lo hacen muchos de los
indios). Y vez huuo que les dixo que la imagen del Crucifíxo que estaua en la Iglesia era suya,
y que a ¿1 le hauian de adorar en ella, y lo hazían assí» (Josep M. BARNADAS, Fray Bernardino
de Cárdenas, cit. en nota 50, p. 61).
280 T E O L O G Í A EN AMÉRICA LATINA
misiones permanentes entre los indios. Según Cárdenas la falta de calidad del
clero de las doctrinas era debido al desprestigio en que ha caído ese ministe-
rio, causa de que ninguno de los clérigos de valía quisiera dedicarse a ello. Él
quiso ir por delante dejando cargos en su Orden por ir a predicar a los indios.
Aunque se ha querido calificar a Cárdenas de mesiánico y milenarista,
nos parece —tras leer su memorial— que sólo era algo exaltado, lo que le
pudo llevar a exagerar en las cifras, o en las críticas a la anterior evangelización
entre los indios. Era un franciscano de gran celo apostólico, probablemente
muy próximo a la reforma franciscana de principios del siglo XVI, por su de-
seo de pobreza, el rechazo a toda ayuda material para presentarse a los indios
sin ningún interés humano o material5'. Destaca también por la importancia
que dio al culto, al esplendor de la liturgia, a los cantos, a la capilla y altar por-
tátil; y el interés que manifestó en que no se dejase sin confesar ni comulgar a
los indígenas. También promovió la práctica de muchas devociones, particu-
larmente el Santo Rosario.
Quizá lo más llamativo de su actividad como extirpador fuese el aspec-
to «político». Consideró que la eficacia de la evangelización, su verdadera aco-
gida por parte de los indios estaba en relación con la aceptación del rey de Cas-
tilla, pues los indios consideraban conjuntamente a los españoles y su
actuación, con el Dios que ellos mismos les han traído. Cárdenas se apoyaba,
para sostener tal tesis, en el Antiguo Testamento, concretamente en la entroni-
zación de Saúl, asegurando que «para que uno sea verdadera y propiamente Rei
de pueblos extraños, no se ha de mirar tanto el modo y tiempo de su elección,
como el gusto y voluntad con que le reciben los súbditos»". En contraste con
otros evangelizadores, a quienes su pasión por los indios les llevó a proponer la
evangelización pacífica, es decir, a subordinar la acción política a la acción mi-
sionera, Cárdenas creía necesario inculcar en los indios el amor al rey, para que
valorasen y agradeciesen los bienes que recibían de su gobierno, de modo que
más fácilmente aceptasen las creencias de los nuevos señores españoles. En la
práctica esto le llevó a pedir a los indios una declaración de su vasallaje60.
58. Así respecto a la pobreza decía: «Ver los indios quien busca sus almas y no sus hazien-
das, es como milagro entre ellos; y el mayor de todos, la conuersión maravillosa de tan innu-
merables almas...» (ibidem, p. 63).
59. Ibidem, p. 62.
60. Contamos, en efecto, con dos declaraciones de los caciques de Tapaqari y de Sipi-sipi,
en el que se reconocen vasallos y juran fidelidad al rey. Cárdenas se comprometía a asegurarles
un trato justo por parte de las autoridades. Los caciques acaban el escrito prometiendo obe-
diencia y el pago de los tributos que se les señalaren.
v i l . VISITADORES, EXTIRPADORES Y «TRATADOS DE IDOLATRÍAS» 281
5. CONCLUSIÓN
61. Josep M. BARNADAS, Fray Bernardino de Cárdenas, cit. en nota 50, p. 57.
282 T E O L O G Í A EN AMÉRICA LATINA
* Capitulo redactado por Josep Ignasi SARANYANA. María Luisa ANTONAYA paleografió los
manuscritos latinos de la Biblioteca Nacional de México (= BNM).
284 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
1. L A T E O L O G Í A D E LA R E A L Y P O N T I F I C I A U N I V E R S I D A D D E M É X I C O
La tercera tesis parece sostener que no hay que temer a la muerte, pues-
to que la muerte nos conduce al cielo. La justificación de Peña no formula
con precisión la proposición supuestamente herética que se le atribuía, pero
se adivina, siempre en un contexto retórico, que había predicado sobre la es-
peranza en la vida futura, procurando levantar el ánimo de los fieles ante el te-
mor a la muerte. Es posible que algunos oyentes se escandalizasen ante el tono
optimista y esperanzado utilizado por Peña; quizá pensasen que Peña podía
haber trivializado la muerte e incluso la vida presente. Para demostrar que su
intención no era tal, sino, por el contrario, destacar que los bienes celestiales
son en todo superiores a los bienes terrenales, trae a colación que también al-
gunos gentiles festejaban la muerte más que el nacimiento, por su esperanza
de una cierta bienaventuranza futura:
9. Para más información sobre las discusiones al respecto, en que intervinieron, entre
otros, Francisco de Vitoria, Domingo de Soto, Melchor Cano y Andrés Vega, por parte de los
salmantinos, y muy especialmente José de Acosta, del lado de los teólogos americanos, véase
sufra, capítulo cuarto, epígrafe le.
vi». LA T E O L O G Í A ACADÉMICA EN M É X I C O 289
«Lo que acerca de esto prediqué fue dar a entender la excelencia del
alma, cómo no era sacada de materia ni era de naturaleza de estas cosas de acá
bajas, ni el padre natural la engendraba acá en la tierra, sino que poníales dis-
posiciones naturales el padre, y que Dios que está en el cielo las daba e infun-
día en los cuerpos al tiempo de la generación, a cada una en particular [...].
D e manera que Dios sólo criando las ánimas de los hombres las infunde. E in-
fundiéndolas las cría cuando el padre engendra y pone las disposiciones nece-
sarias y no antes ni después» (fol. 96v).
Además, trató aquí acerca del momento de la infusión del alma distan-
ciándose de la animación retardada, doctrina típicamente tomasiana: «De
modo que son simultáneas la creación del alma y su infusión»10. £1 alma,
pues, no se crea en el cielo, sino que se crea en el mismo cuerpo donde se in-
funde, «quamvis non educat de potentia animae, sino que Dios la cría ex
nihilo, cómo, cuándo y dónde tengo explicado» (fol. 96v).
En cuanto a la vuelta a Dios, el reditus de la escolástica, dice Peña:
«Vuelven a Dios como a su fin, término y paradero de donde salieron, como
de su principio y causa eficiente [...] Lo cual se entiende que todas las almas
en muriendo han de [com] parecer ante Dios a dar cuenta de sí para ser pre-
miadas o castigadas luego. De manera que no han de estar tiempo alguno sus-
pensas, esperando el día del juicio» (fol. 97r) n .
10. «Itaquae creatio et infusio respectu animae sunt simul» (fol. 96v).
11. Es probable que Peña haya tenido presente, al sentar estas afirmaciones, el artículo del
Símbolo: «descendió a los infiernos», por el que creemos que Cristo clausuró el limbo de los
justos irt triduo mortis, entre su muerte en el Calvario y su Resurrección. También es posible
que haya recordado la cláusula moxpost mortem (inmediatamente después de la muerte) de la
bula dogmática Benedictus Deui, de Benedicto XII, de 1336 (DS 1000), que, como se sabe, acia-
290 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
Hasta aquí, pues, todas las noticias que poseemos acerca de la teología
de fray Pedro de la Peña. Lo vemos inmerso en las polémicas típicas del mo-
mento: el bayanismo, la salvación de los que no han sido bautizados y la per-
tenencia de los gentiles a la Iglesia; la creación del alma, la infusión de ésta en
el hombre, etc. Parece, por su justificación ante la Inquisición episcopal, que
era un teólogo bien documentado, sobre todo en la Sagrada Escritura, que
manejaba con soltura, y un excelente conocedor de Santo Tomás, como le co-
rrespondía como buen dominico. Por lo mismo, se comprueba que sus bases
metafísicas eran muy sólidas. Al mismo tiempo, por algunos detalles de su
biografía, parece poco interesado en la marcha de la Universidad de México,
a la que se debió de incorporar por compromiso con el virrey Luis de Velas-
co. Por ello, tan pronto como pudo, procuró alejarse de ella, y no le importó
perder su cátedra cuando el claustro le urgió a impartir regularmente sus lec-
ciones.
ró las tesis predicadas por Juan XXII, como autor privado, según las cuales, las almas permane-
cían «bajo el altar» hasta el momento de la parusía. Juan XXIII se retractó de esas afirmaciones
antes de fallecer.
12. Nació hacia 1507 en Caspueños (Guadalajara, España). Estudió en la Universidad de
Alcali de Henares. Pasó posteriormente a la Universidad de Salamanca. Después de graduado
se ordenó de sacerdote y colaboró con el maestro Francisco de Vitoria. Era profesor de Artes en
Salamanca, en 1535, cuando tuvo sus primeros contactos con los agustinos, con quienes pasó
a México en 1536, donde profesó nada más llegar. Enseñó en el Colegio dellripetfo, en Mi-
choacán, y allí creó la primera biblioteca del Nuevo Mundo. Colaboró con Vasco de Quiroga.
En 1548 fue elegido provincial y ejerció de nuevo este cargo entre 1557-1560 y 1575-1584.
Fue catedrático de Vísperas y de Sagrada Escritura en la Real y Pontificia Universidad de Mé-
xico, desde 1553. Llamado a España en 1561, para responder —a instancia del arzobispo
Montúfar y redamado por la Inquisición — de sus doctrinas sobre la exención fiscal de los in-
dios y sobre la exención canónica de los mendicantes respecto a los obispos, resultó absuelto de
todos los cargos. Regresó a México en 1573, donde fundó el Colegio de San Pablo, al que dotó
de una espléndida biblioteca (1575). También creó el Colegio de San Agustín, en México, y el
de Michoacán. Murió santamente en el mes de julio de 1584, en el convento agustino de Mé-
xico.
13. Cfr. Mauricio BEUCHOT-Bernabé NAVARRO (eds.). Dos homenajes: Alonso de la Vera-
cruz y Francisco Xavier Clavijero, UNAM, México 1992.
viii. LA TEOLOGÍA ACADÉMICA EN MÉXICO 291
14. Ernest J. BURRUS (ed.), The Writing of Alomo de la Vera Cruz, Universidad Gregoria-
na (Roma), 1968-1976, 5 vols. bilingües (el origina] castellano o latín y su traducción inglesa).
Los escritos menores españoles (cartas, dictámenes, sermones y consejos varios) ocupan los vo-
lúmenes I y v; y la obra latina de carácter académico, constituida por la Relectio de dominio
(1553-1554) y la Relectio de decimis (1554-1555), se encuentra en los volúmenes II y IV. El pro-
pio Vera Cruz editó, en vida, varios libros filosóficos y un importante opúsculo titulado Specu-
lum coniugiorum. Se han perdido sus lecciones académicas sobre el corpus paulino. Hay ver-
sión castellana de las dos relecciones universitarias: Sobre la conquista y los derechos de los
indígenas, ed. Roberto Jaramillo Escutia, Organización de los Agustinos de Latinoamérica
(=OALA) («Cronistas y Escritores Agustinos de América Latina», 1), Quito-México 1994; y So-
bre los diezmos, ed. Roberto Jaramillo Escutia, en OALA («Cronistas y Escritores Agustinos de
América Latina», 2), Quito-México 1994. Una versión mis reciente de la primera relección:
De iusto bello contra indos, ed. Carlos Baciero, CSIC, Madrid 1997. Para los textos veracrucia-
nos redactados en latín emplearemos, cuando la haya, la traducción de Jaramillo Escutia.
15. «Con los religiosos de otra orden nunca contiendan sobre sus doctores de quién escri-
bió mejor, cuál doctor es más docto Santo Tomás o Escoto; sino, sin pasión y afición desorde-
nada, busquen la verdad en quien la hallaren, porque todos la habernos jurado in verba Chris-
ti et non in verba D. Thomae nec Scoti» (The Writings of Alonso de la Vera Cruz, cit en nota 14,
supra, I, p. 93). Para facilitar la lectura, hemos modernizado la ortografía alonsiana. Es muy
probable que la frase latina de Vera Cruz se refiera a las Constituciones del Colegio de San Pa-
blo de México, que fueron redactadas por él mismo, y donde puso como primer rector al agus-
tino Pedro de Agurto. Véanse: Constitutiones Religiossimi Collegii Diui Apostoli Pauli ex Ordini
Sancti Patris Nostri Augustini, reproducidas en Juan DE GRIJALVA, Crónica de la Orden deN. P.
S. Agustín en tas Provincias de la Nueva España, Porrúa, México 1985, pp. 327-331. La referen-
cia puede contemplar la VIH Regula.
292 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
Vives (f 1540); como maestro de ascética y mística sugería a San Juan Casia-
no (t ca.435) y a Ricardo de San Víctor (t 1173). Es decir, en la biblioteca
que había elegido Vera Cruz para sus alumnos primaba Aquino, pero sin des-
cuidar la tradición patrística ni la espiritualidad medieval. Son destacables las
ausencias de San Gregorio Magno, San Buenaventura y la «devotio moder-
na». Nada tampoco de la biblioteca española escolástica ni ninguna obra de
teología moral. Por el contrario, muchos cánones.
No falta, en las recomendaciones alonsianas, una referencia a la su-
puesta dicotomía entre vida intelectual y ministerio pastoral, tantas veces tra-
tada por los escolásticos medievales, entre ellos Aquino, en su cuestiones
quodlibetales. Vera Cruz, que iniciaba sus lecciones en una Universidad, que
se había creado para resolver las dificultades de la evangelización y para fo-
mentarla, no podía menos que defender la actividad pastoral de los teólogos.
Fue, por tanto, más contemporizador que lo había sido Santo Tomás, pues
entendió que, a pesar de ser el oficio teológico tan importante en la Iglesia,
podía, no obstante, compaginarse con cierta actividad pastoral, sin detrimen-
to alguno de la ciencia teológica. Por el contrario, el teólogo que tenía cura de
almas obtenía nuevas experiencias que le enriquecían y podía descansar, ade-
más, de sus tareas especulativas, a veces tan agotadoras16.
Vera Cruz pronunció en su primer año académico una Relectio de do-
minio (1553-1554) sobre los justos títulos de conquista'7. También de 1554
es un Parecer razonado sobre eltítulodel dominio del Rey de España sobre las per-
sonas y tierras de indios, que Ernst Burrus y Antonio Gómez Robledo atribu-
yeron a Vera Cruz, y Luciano Pereña, a Bartolomé de Las Casas. Prometeo
Cerezo niega la paternidad veracruciana del Parecer. Este Parecer muestra cier-
ta dependencia de la tradición salmantina de los justos títulos, que Vera Cruz
habría aprendido, de ser suyo, más junto a Domingo de Soto que en las cla-
ses de Francisco de Vitoria, puesto que marchó a América después de la relec-
ción De dominio sotiana (1534) y antes de las dos De indis vitorianas (1539).
Es muy probable, además, que Vera Cruz haya tenido noticia de las dos jun-
tas de teólogos, reunidas en Valladolid, en agosto-septiembre de 1550 y abril
o mayo de 1551, que terciaron en la polémica entre Bartolomé de Las Casas
18. En la primera junta, de 1550, Domingo de Soto recibió el encargo de sistematizar las
opiniones de los dos contrincantes, para facilitar el dictamen de los reunidos, lo cual hizo con
gran brillantez, demostrando que estaba perfectamente al corriente del asunto. En la segunda
junta de 1551 también estuvo Soto, y en ella se determinó que en adelante cesasen las guerras
de conquista, por ser injustas. Sobre estas juntas véase supra, capítulo primero, epígrafe 2f.
19. Cfr. Teófilo ÜRDÁNOZ (ed.), Obras de Francisco de Vitoria. Relecciones teológicas, ed.
crítica del texto latino con versión castellana, BAC, Madrid 1960: Relectio prior, pp. 641-726;
Relectio posterior, pp. 810-858. Un cotejo de los tres documentos: el Parecer anónimo, el De do-
minio veracruciano y las relecciones de Vitoria puede cfr. en Josep Ignasi SARANYANA, Grandes
maestros de la teología, Atenas, Madrid 1994, pp. 219-220.
20. Cfr. Relectio de dominio, q. 11 (Sobre Lt conquista y los derechos de los indígenas, ed. Ro-
berto Jaramillo Escutia, cit. en nota 14, nn. 759-995).
294 TEOLOGIA EN AMÉRICA LATINA
biera injusticia por parte del declarante de la guerra y que después, lograda la
victoria, haya justicia en la retención» (trad. Jaramillo, n. 758).
También tenemos noticia de una agria polémica entre Vera Cruz y
Alonso de Montúfar, a la sazón arzobispo de México, sobre el pago de los
diezmos por parte de los indios. Esta discusión llegó a la Inquisición españo-
la. La primera denuncia del arzobispo está fechada el 31 de enero de 1558,
cuando Vera Cruz era catedrático de Sagrada Escritura y de Santo Tomás en
la Universidad mexicana21. Consiste en un largo escrito que contiene ochenta
y cuatro conclusiones y veinticuatro cuestiones, tomadas de la Relectio de de-
cimis22. Estas lecciones datan del curso 1554-1555, y se dividen en veintiséis
cuestiones, precedidas por la aprobación de los censores, una dedicatoria a Fe-
lipe II y una recomendación de fray Luis de León.
Aunque el enfrentamiento parece circunscribirse a un contexto mera-
mente económico, la razón de las discrepancias es mucho más profunda, como
Montúfar, asesorado por Bartolomé de Ledesma, reconoce en la introducción de
su denuncia: «Las cuales conclusiones afirman y ponen por obra muchos religio-
sos des ta nueva Iglesia. Y los males que en ella han causado y causan por ellas se
verá especialmente contra la salvación y libertad destos pobres naturales»23. Es
decir, que por falta de diezmos «hay extremada necesidad de ministros: donde
hay uno serían menester veinte y treinta. Y ansí, se mueren muchos sin bautis-
mo y casi todos sin confesión y sin el santo sacramento de la eucaristía y sin ex-
tremaunción. Y muy poquitos hay que sepan de la doctrina cristiana lo necesa-
rio para su salvación, tanto que es común opinión de muchos religiosos, y a este
mismo Padre [Vera Cruz] se lo oí: que de los indios poca confianza se tiene se sal-
ven, si no son los que se confiesan al tiempo de la muerte, que es cual o cual»24.
Como se sabe, Vera Cruz obstaculizaba la introducción del clero secu-
lar en los territorios misionados por los religiosos, dificultando, en algún sen-
tido, la implantación de la jerarquía diocesana en la Nueva España. Además,
el maestro agustino estimaba, seguramente por razones humanitarias, que no
podía cargarse a los indios con nuevos tributos, como eran los diezmos, que
no cobraban los religiosos en sus doctrinas. Tal exención fiscal constituía, ob-
viamente, una nueva dificultad para el establecimiento de la jerarquía dioce-
sana, a la que se privaba, de este modo, de los recursos necesarios para subve-
nir a las necesidades del clero. Por otra parte, y como último motivo de
fricción, los religiosos —muy celosos de su exención— mantenían el control
completo de las misiones, en detrimento de la autoridad episcopal. En caso
de que se cobrasen los diezmos —pensaban algunos— serían desposeídos de
tal monopolio pastoral... en detrimento de los propios nativos.
El principal problema, muy bien expuesto por Vera Cruz a Felipe II,
suena así: «Los nativos juzgan haber hecho lo suficiente y piensan estar libres
de la carga de los diezmos por ahora, ya que proveen de lo necesario a los mi-
nistros evangélicos y ayudan en la construcción y ornato de las iglesias, y es
precisamente en la provisión de tales cosas donde se justifica el derecho de los
diezmos» (trad. Jaramillo, n. 10). Por otra parte, los diezmos sólo son, dice en
la cuestión segunda De decimis, disposiciones de Derecho natural de tercer
grado (es decir, derivados sólo muy mediatamente de la ley natural). Luego
cabe dispensa de ellos (trad. Jaramillo, nn. 53-57). Además, en la cuestión
cuarta añade que tampoco son de Derecho divino (ibid., n. 74), sino sólo de
Derecho canónico (ibidn. 109), o sea, de Derecho humano pontificio, «aun-
que emanen por equidad del Derecho natural». Lo cual, en definitiva, reafir-
ma su dispensabilidad por parte del papa.
Los enfrcntamientos se hicieron, pues, inevitables. El hecho de que Vera
Cruz dedicase un curso entero, probablemente el segundo de su enseñanza
universitaria, a exponer sus puntos de vista sobre la cuestión debatida, se tomó
como un desafio a la autoridad diocesana. La alarma y las quejas del arzobispo
tienen, evidentemente, su justificación jurídica, aunque quizá se le haya ido la
mano en la calificación de las tesis, que no afectan,prout sonant, a cuestiones
dogmáticas de fondo, salvo —lo cual no es ciertamente cosa de poca monta—
al tema de la estructura jerárquica de la Iglesia (la implantación de la iglesia
diocesana). Pero, desgraciadamente, el arzobispo no hizo ninguna alusión a
este problema, sino sólo a la desobediencia de la legislación canónica y a las di-
ficultades económicas en que le ponía la enseñanza veracruciana.
Vera Cruz escribió también un largo tratado, publicado en 1556, aun-
que terminado diez años antes, titulado Speculum coniugwrum, que ha llama-
do la atención a los estudiosos2'. En él trata sobre el matrimonio de los natu-
25. Su título completo es: Speculum coniugiorum aeditumper R.P.F. Ildephonsus a Veracru-
ce Imtituti Haeremitarum Sanctt Augusrini, artium ac sacrae Theologiae doctorem, cathedraeque
296 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
primariae in inclyta Mexicana academia moderatortm. Excussum opus Mexici in aedibus Ioan-
nis Pauli Brissensis A. D. 1556 idibus augusti. 686 pp. (incunable mexicano). Para una des-
cripción de las demás ediciones, especialmente de la de 1572, que íue la tercera, y vio la luz en
Alcalá, vid. Amando BOLAÑO E ISLA, Contribución al estudio bibliográfico defray Alonso de la
Vera Cruz, prólogo de Agustín Millares Cario, Antigua Librería Robledo de José Porrúa («Bi-
blioteca Histórica Mexicana de obras inéditas», 21), México 1947, pp. 59-63 y 109-115. La
edición complutense incorpora un Appendix, en el que se refieren las novedades establecidas
por el Concilio de Trento.
26. Cfr. Eloy TEJERO, La primera valoración doctrinal del matrimonio de indios en Nueva
España, en W.AA., Evangelizacióny teología en América (siglo XV7), Servicio de Publicaciones
de la Universidad de Navarra, Pamplona 1990, II, pp. 1293-1308.
viii. LA TEOLOGÍA ACADÉMICA EN MÉXICO 297
27. Edición (bilingüe) de Ernst J. BURRUS (citado en nota 14), volumen I, pp. 18-35, 36-
55 y 56-75- El sermón segundo, correspondiente al martes santo, ha sido editado también pon
Antonio GÓMEZ ROBLEDO, El Magisteriofilosóficoyjurídico de Alonso de la Vera Cruz, Porrúa,
México 1984, pp. 55-60. Cfr. Prometeo CEREZO, Alonso de Veracruzy el Derecho de gentes, cit.
en nota 17, p. 39. Sobre la soteriología veracruciana. Cfr. también Paul O'CALLAGHAN, Estudio
soteriológico de los sermones cuaresmales de Alomo de Veracruz, en WLAA., Evangelizarán y teolo-
gía en América (siglo XVt), cit. en nota 16, II, pp. 1221-1235; Manuel OUMÓN NOLASCO, Teo-
logía y predicación defrayAlonso de la Vera Cruz (México 1555), en ibid., II, pp. 1237-1251; y
José Luis MORA MÉRIDA, Cruz y Pasión de Cristo segúnfrayAlonso de ta Vera Cruz, en José SAN-
CHEZ HERRERO (ed.). Las cofradías de la Santa Vera Cruz. Actas del I Congreso Internacional de
Cofradías de la Santa Vera Cruz, Centro de Estudios e Investigación de la Religiosidad Andalu-
za (CEIRA-4), Sevilla 1995, pp. 503-512.
298 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
28. Nació en Nieva (Salamanca) en 1525. Hizo sus estudios teológicos en el Colegio de
San Esteban, de la Universidad salmantina, y profesó en la Orden de Predicadores en 1543. En
1551 • al ser nombrado arzobispo de México Alonso de Montúfar, se trasladó con él a Nueva
España, para acompañarle y ayudarle. Lector de Artes en 1552, comenzó su docencia en el
convento de Santo Domingo de la capital virreinal. En 1567 obtuvo, por oposición, la cátedra
VIII. LA TEOLOGÍA ACADÉMICA EN M É X I C O 299
de prima de Teología en la Real y Pontificia Universidad de México, que conservó hasta IS82,
año en que la dejó voluntariamente. Mientras tanto, y desde 1580, se hallaba en el Peni acom-
pañando al virrey Don Martín Enríquez de Almansa. En el Perú le fue confiada la cátedra de
prima de Teología en la Universidad de San Marcos, que regentó durante su breve estadía,
mientras intervenía en el III Concilio Limense (1580-1582). A su vuelta, en 1583, fue consa-
grado obispo de Antequera (Oaxaca). Participó activamente en el III Concilio de México, que
tuvo lugar en 1585. Murió en 1604.
29. La primera edición de su Summa de sacramtntis, también conocido como De teptem no-
vae legis sacramentis Summarium, aparecida en México (1566), corresponde a su magisterio como
lector en el convento mexicano de Santo Domingo. Fue editada por Antonio de Espinosa, y se
incluye entre los incunables mexicanos. De esta obra existe una segunda edición, revisada y am-
pliada, que se publicó en Salamanca (1585). Su De iustitia et iure, que recogía su magisterio uni-
versitario, se ha perdido, aunque pueden rastrearse algunas pistas en la Summa de sacramentis.
También se conserva su dictamen (1558) sobre la Relectio de decimis, de Alonso de la Vera Cruz,
firmado juntamente con Don Alonso de Montúíar, y que expresa bien a las claras sus puntos de
vista sobre la agria polémica edesiológica en torno a la exención. Sobre la teología de Ledesma,
cfr. Josep Ignasi SARANYANA, Grandes maestros de la teología, cit. en nota 19, pp. 230-246. Sobte
los contenidos teológicos de la Summa de sacramentis, vid. Mauricio BEUCHOT, Bartolomé de Le-
desma y su *Suma de sacramentis», en W . A A . , Dominicos en Mesoamérica (500 años). Provincia
O P de Santiago de México y Provincia O P Teutónica, México 1992, pp. 115-130.
30. José M . * GALLEGOS ROCAFULL, El pensamiento mexicano en los siglos xvi y xvrr,
UNAM, México 1951, pp. 232-233.
300 T E O L O G Í A EN AMÉRICA LATINA
31. N o es una invención de los misioneros americanos denominar «demonios» a los ído-
los, pues esta expresión se halla ya en el Antiguo Testamento aplicada a los ídolos. Por ejemplo
(según la versión de la Vulgata): «Immolaverunt filios suos / et filias suas demoniis. / Et efíu-
derunt sanguinem innocentem, / sanguinem filiorum suorum et filiarum suarum / quas sacri-
ficaverunt sculptilibus Chanaan» (Ps. 105, 37-38). Cfr. I Cor. 10,14 ss.
32. Ledesma ofrece una larga relación de pecados, según el orden del Decálogo, en Sum-
marium, V, De contritione, ed. de México 1566, dif. XIII (pp. 153r-159r).
33. Como ya hemos estudiado en el capítulo anterior.
302 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
34. Cfr. Víctor CANO SORDO, Fe y sacramentos en Bartolomé de Ledesma, en Josep Ignasi
SARANYANA et al. (eds.)> Evangelización y teología en América (siglo XV/), cit. en nota 1, pp.
1121-1139.
VIII. LA TEOLOGÍA ACADÉMICA EN MÉXICO 303
35. Cfr. Juan Ignacio BAÑARES, La mujer y la jurisdicción espiritual según Bartolomé de Le-
desma, en W.AA., Evangelización y teología en América (siglo xvr), cit. en nota 1, pp. 1079-
1087.
304 T E O L O G Í A EN A M É R I C A L A T I N A
para las minas 56 . Su opinión es tajante: «Es perjudicial y dañoso a los dichos
yndios y a su religión christiana, y así, sin límite alguno ni excepción, es ne-
cesario se quiten y prohiban luego, de más que su majestad por sus reales cé-
dulas lo tiene prohibido». Así mismo condenaba los demás repartimientos,
tanto para elaborar el pan, c o m o para construir los edificios públicos: «en el
m o d o en que agora se hacen los dichos repartimientos, son malos e iniquos».
36. Cfr. José Antonio L L A G U N O , La personalidadjurídica del indio y el ¡II Concilio provin-
cial de México (1585), Porrúa, México 1963, pp. 268-269.
37. Nació en 1525 en el concejo de Pravia (Asturias). El 25 de mayo de 1542, a los dieci-
siete años, tomó el hábito dominico. Cuatro años más tarde, en 1546, estaba matriculado en
el Universidad de Salamanca. Terminados sus estudios superiores en la Universidad, pasó a
ejercer el cargo de lector de artes en el colegio de Santo Tomás de Ávila. Sus biógrafos nos cuen-
tan que en sus clases citaba a Cayetano y a Santo Tomás con frecuencia. Pasó a México en
1550, y allí fue nombrado lector de artes. En la Real y Pontificia Universidad de México regen-
tó la cátedra de artes de 1558 a 1561 y de 1570 a 1572. De 1574 a 1576 y de 1580 a 1582 fue
sustituto de Bartolomé de Ledesma en la cátedra de prima de teología. En 1582 obtuvo en pro-
piedad esta cátedra, que regentó hasta su muerte, acaecida el 10 de noviembre de 1590. Fue
nombrado teólogo del III Concilio Mexicano (1585). De 1586 a 1590 gobernó la archidióce-
sis de México, por ausencia de Pedro Moya de Contreras. Estuvo designado obispo de Pana-
má, cargó que no aceptó. Sus tareas como teólogo se concretaron en tres campos: a) calificador
del Santo Oficio, desde el establecimiento de éste en México, en 1571, cuyos dictámenes figu-
ran en el «Expurgatorio de la Inquisición», de 1582, con una introducción suya de escaso inte-
rés doctrinal; b) teólogo dictaminador del III Concilio Mexicano, donde figura como coautor
del Parecer de la Orden de Santo Domingo, sobre la guerra con los chichimecas (de 5 de mayo
de 1585), y del famoso dictamen, titulado: Parescer concorde de todas ¡as Órdenes y Consultores de
estos repartimientos (de 18 de mayo de 1585); c) catedrático de prima, cuyas lecciones sobre la
Summa theologiae de Santo Tomás de Aquino, relativas a la Sagrada Eucaristía, se conservan en
el manuscrito 871 de la Biblioteca Nacional de México; y d) autor de una cana privada, envia-
da a Felipe II, en descargo de su conciencia, de 8 de diciembre de 1588, sobre los repartimien-
tos de indios para las minas. Sobre la teología de Pedro de Pravia, cfr. Josep Ignasi SARANYANA,
Grandes maestros de la teología, cit. en nota 19, pp. 247-260. Para su vida, cfr. Agustín D Á V I L A
PADILLA, Historia de ¡a Fundación y discurso de la provincia de Santiago de México de la Orden de
Predicadores, impreso en Casa de Meerbeque, Bruselas 1625, II, caps. 69-73, pp. 584-599.
VIII. LA TEOLOGÍA ACADÉMICA EN M É X I C O 305
38. Biblioteca Nacional de México (=BNM) códice 871, fol. 1 v. La información biblio-
gráfica del manuscrito llega hasta unas lecciones inéditas de Roberto Bellarmino, fallecido en
1621, que recogen un curso que había dictado entre 1570 y 1576 en Lovaina. Esto nada tiene
de particular; en todo caso, revelaría una información nada corriente en un teólogo que se ha-
llaba tan lejos de Lovaina. En cambio, sí sorprende que el manuscrito cite obras publicadas des-
pués de fallecer Pedro de Pravia. Por ejemplo: la Summa thcologiac moralis de Enrique Henrí-
quez, publicada entre 1588 y 1593; o unos comentarios a Santo Tomás, debidos a Francisco
Suárez, publicados en 1590. Estas referencias bibliográficas, todas ellas tomadas de maestros je-
suítas europeos, hacen pensar en interpolaciones posteriores del manuscrito.
306 T E O L O G Í A EN AMÉRICA LATINA
la distinción real entre essentia y esse. Es más, argumenta con gran soltura que
una toma de posición filosófica imprudente puede conducir posteriormente
a errores dogmáticos en la explicación teológica. Por ejemplo: no se puede
sostener, con Báñez, que los accidentes existen con la misma existencia de la
substancia, al tiempo que se afirma que esencia y esse no se distinguen real-
mente. Pues en tal caso, algo substancial del pan y del vino permanecería en
la Eucaristía después de la transubstanciación, al conservarse los accidentes
del pan y del vino (fol. 53v).
Pravia se inscribe, pues, en la más genuina tradición tomista, y se dis-
tancia de sus maestros salmantinos, no sólo de Báñez, sino —y muy especial-
mente— de Domingo de Soto, a quien, en cambio, va a citar constantemen-
te como guía teológico. Es preciso reconocerle, por tanto, y mucho más que
a sus maestros de la metrópoli, una mente especialmente rigurosa en las cues-
tiones metafísicas y, por el mismo hecho, una coherencia especulativa que sor-
prendentemente faltó en Salamanca. Pravia maneja con mucha soltura las no-
ciones metafísicas más complejas y difíciles: substancia y accidente, cambio
substancial y accidental, constitutivo formal de la persona, etc. Demuestra te-
ner muy bien asimilada la herramienta metafísica, que emplea con toda es-
pontaneidad en su docencia. Esto indica también, por otra parte, el alto nivel
de los alumnos que asistían a sus clases y eran capaces de compartir los largos
excursus pravianos a los artículos de la Summa theologiae.
En su tratado sobre la Santísima Eucaristía no faltan tampoco algunas
noticias relativas al marco geográfico americano, que prueban la autenticidad
del curso. Por ejemplo, hay una referencia expresa a México y a España (fol.
17r) y una alusión al maíz, que denomina maizium (fol. 23r).
Elaboró, asimismo, una rica doctrina sobre temas sociales. En 1556
firmó, con el agustino Alonso de la Vera Cruz, el franciscano Juan Focher y
otros frailes, un importante dictamen sobre los diezmos, dirigido al rey, titu-
lado: Paresger de los Religiosos. Este escrito, de especial importancia en la polé-
mica entre las Órdenes mendicantes y la jerarquía eclesiástica mexicana, se es-
tima contemporáneo a la Relectio de decimis (1554-1555) de Alonso de la Vera
Cruz, que provocó el informe de Montúfar a la Inquisición (1558), del cual
hemos hablado más arriba. El largo Paresfer, enviado al rey en «descargo de
vuestra real consciencia y bien destos naturales», resume, al principio, la posi-
ción de los obispos, que los frailes critican:
mos por cierto que dar, por ahora, diezmo, es estorbo e ympedimento para su
christiandad, daño muy notable para sus personas y haziendas, y perjuicio de
toda la república».
39. Edición en: José Antonio LLAGUNO, La personalidadjurídica del indio y el III Concilio
Provincial de México de 1585, Porrúa, México 1963, pp. 230-232.
40. Para una mayor información sobre la teología originada por la guerra de los chichime-
cas, cfr. en el capítulo V, infra, el epígrafe LE dedicado al III Concilio Mexicano, de 1585.
308 T E O L O G Í A EN AMÉRICA LATINA
41. Cfr. José Antonio LLAGUNO, La personalidad del indio y el ¡II Concilio Provincial Mexi-
cano, cit. en nota 39, p. 258.
42. Ibidem, p. 260.
43. Cfr. Josep Ignasi SARANYANA, Sobre los orígenes del cristianismo en América. Historia
doctrinal de una polémica, en «Anuario de Historia de la Iglesia» 1 (1992) 279. El Directorio
de confesores del III Mexicano añadió, al Parescer concorde, que copió casi literalmente, otro do-
cumento titulado: «Acerca del repartimiento de indios para minas», cuyo texto puede verse en
ID., Sobre los orígenes del cristianismo en América, cit., pp. 284-285.
VIH. LA TEOLOGÍA ACADÉMICA EN MÉXICO 309
44. Edición en: Mariano CUEVAS (ed.), Documentos inéditos para la historia de México, Ta-
lleres del Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnología, México 1914, p. 421.
45. Nació en México hacia 1541, aunque hijo de españoles. Se licenció y doctoró en Teo-
logía en 1566. Era presbítero ya en 1568. Fue rector de la Universidad entre 1567 y 1568, y de
1572 a 1573. En 1569 obtuvo una cátedra temporal de Artes; en 1587 ganó en propiedad la
cátedra de vísperas de Teología; y en 1591 la de prima de Teología, sucediendo a Pedro de Pra-
via. En 1589 se doctoró en Cánones. También fue canónigo de la Catedral de México. Murió
en 1598, siendo obispo electo coadjutor de Guatemala. Cfr. Armando PAVÓN ROMERO-Clara
Inés RAMÍREZ GONZÁLEZ, El catedrático novohispano: oficio y burocracia en el siglo XVI, cit. en
nota 4, pp. 38-50.
46. Había habido represión de la idolatría en México ya hacia 1539, y también, en los
años siguientes, en la Sierra de Oaxaca. Pero, como ya hemos indicado supra, capítulo vil, al
310 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
comienzo ni las autoridades eclesiásticas mexicanas ni las civiles pusieron en el tema especial
empeño. La organización sistemática de la extirpación de idolatrías no comenzaría hasta 1610
aproximadamente, tanto en Nueva España como en el Hemisferio sur. El interés de Hinojosa
no obtuvo, pues, una respuesta clara. La pregunta es, sin embargo, ¿por qué tenía tanto interés
Ortiz de Hinojosa en la represión de los recidivas idolátricas, cuando él mismo era hijo de con-
versos y, por ello, cristiano nuevo? Sabemos, en efecto, que, años mis tarde, en 1593, se descu-
brió su filiación, lo cual perjudicó, al menos momentáneamente, su brillante carrera. Esto ocu-
rrió cuando quiso ingresar en el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición y jubilarse de la
Universidad. ¿Acaso ignoraba sus raíces?
4 7 . Cfr. José Mariano BERISTAIN DE SOUZA, Biblioteca Hispano americana Septentrional,
reproducción facsimilar, ed. de A. Valdés, Ediciones Fuente Cultural, México 3 1 9 4 7 , IV, p. 5 9 .
48. Cfr. José Antonio LLAGUNO, La personalidadjurídica del indio y el M Concilio Provin-
cial Mexicano, cit. en nota 39, pp. 199-220, 258-263.
VIII. LA TEOLOGÍA ACADÉMICA EN MÉXICO 311
49. Advertencias del doctor Ortiz de Hinojosa, en JA. LLAGUNO, La personalidad jurídica
del indio, cit. en nota 39, p. 201.
312 T E O L O G Í A EN AMÉRICA LATINA
na» que es ésta «tlacatl», será muy justo que se introduzca en la doctrina cris-
tiana para que lo usen para este efecto»30.
También defiende la dignidad de los indios cuando afirma que «es cosa
cierta que no perdieron el dominio ni señorío por la conversión a la fe ni por
haberse sometido al de los reyes cristianos de Castilla y León por concesión
apostólica»51. Se muestra así Hinojosa digno heredero de las tesis difundidas
por la bula Sublimis Deus, de Pablo III.
Aún se puede añadir otro ejemplo de valoración de la cultura indígena
en este autor. En la polémica acerca de si los indios debían beber vino, sea el
de Castilla o el pulque azteca, Ortiz de Hinojosa fue muy claro: era totalmen-
te contrario a que se les vendiera el vino de Castilla, por los efectos claramen-
te nocivos en las almas, cuerpos y haciendas de ios naturales. Pero, al mismo
tiempo, era firme partidario de que continuasen bebiendo pulque, puesto que
era brebaje conforme a su natural y, tomado con moderación, eficaz medici-
na. Advertía a los confesores que enseñasen a los indios a no considerar el pul-
que como algo pecaminoso, pues a veces se acusaban de pecado mortal por
beberlo, cuando sólo buscaban su efecto medicinal: explicaba que la falta no
estaba en el objeto mismo, de suyo beneficioso, sino en el sujeto (el indio que
se emborracha). Adivinamos aquí, una vez más, la serena visión de este sacer-
dote secular, con amplia experiencia pastoral entre los indios, que ataja extre-
mismos desencarnados.
Denuncia profitica de los abusos cometidos contra los indios. En diversos
pasajes de sus memoriales, Hinojosa protesta ante la discriminación a que se
veían sometidos los naturales. Señala que no recibían el salario y comida jus-
tos, y que los indios oficiales —barberos, carpinteros, cocineros, etc.— no
eran retribuidos según su categoría. Particularmente significativas son sus de-
nuncias por los abusos cometidos por el sistema de los repartimientos. Fusti-
ga los ardides de los jueces repartidores para explotar el trabajo indígena en
provecho propio, cuando se trataba de un sistema ideado para cubrir necesi-
dades de orden público, como sementeras, construcción de iglesias, etc. En
general, se alinea entre los que pensaban que los repartimientos no eran in-
50. Ibidem, pp. 209s. Remesa! afirma que Hinojosa era muy perito en las lenguas latina,
mexicana, hebrea y caldea. CFR. Antonio DE REMESAL, Historia general de las Indias occidentales,
BAE 189, Madrid 1966, lib. XI, cap. XV, p. 439. Repite asi el doctor mexicano la obra de los
escritores eclesiásticos del siglo III, como Tertuliano, que comenzaron a verter al latín los con-
ceptos teológicos griegos.
51. Advertencias del doctor Ortiz de Hinojosa, en José Antonio LLAGUNO, La personalidad
jurídica del indio, cit. en nota 39, p. 210.
VIII. L \ TEOLOGÍA ACADÉMICA EN MÉXICO 313
52. No duda Hinojosa, en diversos pasos de sus advertencias, en alertar a los obispos ante
la realidad del sincretismo religioso en grupos concretos de indígenas, con el peligro real de in-
corporar a Cristo como una nueva divinidad en su panteón prehispinico.
53. El agustino Diego de Contreras obtuvo una cátedra temporal de Sagrada Escritura en
1587. Opositó para obtenerla en propiedad, en 1593, y no la ganó. Se conserva un recurso ad-
ministrativo, de ese mismo año de 1593, presentado en la Universidad de México contra Con-
treras, alegando que todavía no era bachiller y que, por tanto, no podía licenciarse. El hecho de
que se haya licenciado y doctorado implica que subsanó los defectos recurridos. En efecto, se
licenció y doctoró en agosto de 1593. Finalmente la obtuvo, tomando posesión de ella en
1609, y la conservó hasta 1612, en que pasó a ser arzobispo de Santo Domingo. Cfr. Jesús R.
DÍEZ ANTOÑANZAS, Colación de grados de Teología en la Realy Pontificia Universidad de México
(siglo XV/), en Josep Ignasi SARANYANA et al. (eds.), Evangelizaciiny Teología en América (siglo
XVI), cit. en nota 1, II, p. 1175.
54. Archivo General de la Nación (México), vol. 360, ff. 222r-267v. El texto latino suena
así: «Deus dives in misericordia ómnibus auxilio subvenir necessario ad salutem etiam post ori-
314 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
La primera tesis tiene dos partes, e incide en dos cuestiones muy dis-
cutidas por los teólogos, sobre todo después del descubrimiento de las pobla-
das culturas americanas, africanas y asiáticas. Al hablar de la teología proféti-
ca límense (cfr. cap. III, epígrafe le), hemos presentado el parecer de los
principales teólogos salmantinos y las discrepancias que con ellos sostuvo
Acosta. El tema había sido, pues, ampliamente discutido, no sólo en España,
sino también en América. Nada sorprendente, por tanto, que lo eligiera para
sus ejercicios de licenciatura el agustino Contreras, sobre todo si se tiene en
cuenta cuánto preocuparon estos temas al Obispo de Hipona y cuánto habí-
an polemizado sobre ellos los discípulos modernos de San Agustín, como Lu-
tero y Bayo.
Contreras se sitúa en la tradición de la Iglesia, que sólo admite una pre-
destinación y, por ello, afirma la llamada universal a la salvación de todos los
hombres. Todo ser humano tiene las gracias de Dios necesarias para salvarse,
tanto si pertenece de pleno derecho como si sólo de hecho o de deseo a la
Iglesia. Si se salva es por misericordia de Dios. Si se condena, es por propia
culpa. La gracia, en cuanto tal, no está, pues, ligada a la recepción sacramen-
tal de las aguas bautismales: hay otros caminos, no determinados de antema-
no y que sólo Dios conoce, por los que todo hombre y mujer tienen su pro-
pia oportunidad, hayan tenido o no noticia del Evangelio de Cristo. Es
probable que Contreras haya incidido, al desarrollar su primera tesis, en un
tema complementario del que hemos anunciado: la necesidad o no, para to-
dos los hombres, de creer explícitamente en Cristo para salvarse. Pero, si en-
tró en tal cuestión, no nos consta.
Visto su planteamiento teológico cuando se refiere a la salvación de los
adultos, sorprende que niegue la bienaventuranza eterna a los niños no bau-
tizados: «los niños que, en pecado original, mueren sin bautizar». Pocos años
antes de que Contreras se examinase para el grado de licenciatura, y él no de-
bía ignorarlo, Ledesma había sostenido por escrito que, en estado de ley na-
tural, no era necesaria la fe personal de los progenitores para recibir la gracia
bautismal, sino que bastaba la fe de los mayores, es decir, de aquella primitiva
congregatio fidelium que cree en Cristo, aunque sólo implícitamente. La opi-
ginalem culpam, exceptis parvulis qui sub ea moriuntur absque Baptismo. Ñeque Angelo ñe-
que alicui umquam creacurae potest creandi potentia communicari ¡dque ñeque ut causae
principali ñeque ut instrumento. Nulla creatura quamtumlibet decorata gratia aut donis divi-
nis satisfacere pro nobis Deo proprie et ex rigore iustitiae. Verba illa hic est calix sanguinis mei
de essentia sunt formae; alia vero quae post haec proferuntur solum sunt de necessitate prae-
cepti Ecclesiae».
VIII. LA TEOLOGÍA ACADÉMICA EN MÉXICO 315
55. La colación de grados en la Universidad mexicana, que seguía en todo el modelo es-
pañol, era del siguiente modo: «Era lo primero obtener el grado de Bachiller, mediante un exa-
men a propósito, salvo los casos, raros en Teología, en que se daba el título de Bachiller sin exa-
men a algunos que habían demostrado su suficiencia, bien por servicios a la Universidad, bien
por sus saberes teológicos públicamente reconocidos. Desde el Bachiller tenían que transcurrir
al menos cuatro años para poder presentarse a la Licenciatura. Esta exigía: en primer lugar, cua-
tro actos, llamados "menores", consistiendo cada uno en defender públicamente una proposi-
ción tomada de cada uno de los cuatro libros del Maestro de las Sentencias; en segundo lugar,
había de tenerse una Relectio (o Repetición), especie de lectio coram, en la que había que defen-
der tres conclusiones deducidas de un texto de la Sagrada Escritura, libremente elegido por el
graduando. Esta Relectio o Repetido se tuvo en algún caso antes de los cuatro actos menores. En
tercer lugar venían los Quodlibetos, serie de seis proposiciones dogmáticas, a las que argüían los
asistentes al acto, y de otras seis meramente expositivas y tomadas de textos del Antiguo o del
Nuevo Testamento; el acto académico se desarrollaba en doble sesión de mañana y tarde, en
cada una de las cuales el licenciado debía exponer tres proposiciones de las dogmáticas y otras
tres de la Sagrada Escritura. Por último, el licenciando tenía que sufrir el Examen ante los cate-
dráticos de la Facultad de Teología y demás asistentes voluntarios; para este Examen se fijaban
los puntos con veinticuatro horas de antelación, siguiendo el sistema de "picar" a suerte tres ve-
VIII. LA TEOLOGÍA ACADÉMICA EN MÉXICO 317
ees en los eres primeros libros del Maestro de las Sentencias; hecho lo cual, el graduado elegía
uno de los tres piques y de ¿1 un catedrático examinador determinaba el punto concreto para
la primera parte del Examen; lo mismo se hacía pero sólo para el cuarto libro del Maestro de
las Sentencias, para determinar el punto para la segunda parte del Examen; en un espacio de
tiempo entre ambas sesiones (el Examen se celebraba tradicionalmente al atardecer) el licien-
ciando hacía servir a su cargo una cena a los catedráticos. Después de cada exposición del pun-
to fijado, el catedrático examinador argüía al examinando. La calificación se obtenía mediante
los votos secretos de los catedráticos, depositando éstos en una urna la letra A (aprobatus) o la
letra R (reprobatus). Para ser aprobado era suficiente la mayoría simple de los votos afirmativos.
Aprobado este Examen, al día siguiente el Maestrescuela confería al interesado el grado de Li-
cenciatura, que era más bien eso: una licencia para poder acceder al Doctorado. Este grado cul-
minante se obtenía mediante la defensa pública de una tesis doctoral. Interesa decir que, de to-
dos los doctorados obtenidos de 1566 a 1599 no ha quedado constancia de ninguna de las tesis
que se defendieron para obtenerlos» (Jesús R. D Í E Z ANTOÑANZAS, Colación de grados de Teolo-
gía..., cit. en nota 53, pp. 1169-1170).
5 6 . Cfr. Pilar FERRER RODRÍGUEZ, Tesis angeblógicas defendidas en k Realy Pontificia Uni-
versidad de México (1601-1613), en Josep Ignasi SARANYANA et al. (eds.), Evangelizaciiny Teo-
logía en América, cit. en nota 1, II, pp. 1 1 9 3 - 1 2 0 5 .
57. AGN, Universidad, vol. 361, proceso 7, fol. llOr.
318 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
teriae et formae» (si en los ángeles hay composición de materia y forma). Las
tres conclusiones recogidas por el escribano presentan otra vez un curioso
eclecticismo: no hay en ellos composición de materia y forma; con todo hay
composición de acto y potencia; en los ángeles hay género y diferencia. Nada
dice acerca de la essentia y esse. La primera conclusión es claramente tomista;
las otras dos eran patrimonio común de toda la escolástica. Parece, pues, que
este licenciado quiso también mantenerse en un punto medio, aceptando un
aspecto fundamental de la metafísica tomista, pero sin asumir todas las con-
secuencias de la tesis aquiniana. Casi en los mismos términos se expresaría seis
años más tarde un sacerdote secular Nicolás de la Torre, quien, en 1612, des-
pués de negar la composición hilemórfica de los ángeles, se limitaba a señalar
que los ángeles están compuestos de género y diferencia60.
Otro fraile agustino, de nombre Agustín de Agua Nevada, sostenía en
1611, al licenciarse o quizá al doctorarse, la siguiente conclusión: «Angelus
non est compositus ex materia et forma sed ex esse et essentia»", tesis que ha-
bría sido firmada por cualquier tomista. Pero, desconocemos los demás ejer-
cicios de su oposición y, por consiguiente, no podemos concluir si se trataba
de un tomista con todas sus consecuencias, o bien un pensador ecléctico
como sus correligionarios antes estudiados.
A la vista de la posición de los cuatro frailes agustinos y el sacerdote se-
cular que acabamos de estudiar, se aprecia que el quid de la cuestión no resi-
día tanto en negar la composición hilemórfica de los ángeles, como en acoger
las consecuencias metafísicas de tal presupuesto. En concreto, la cuestión de-
bía derivar hacia la pregunta de si los ángeles pueden multiplicarse en la mis-
ma especie, o más bien constituyen cada uno de ellos una especie única. En-
contramos esta cuestión en los ejercicios de dos dominicos: el licenciando
Bartolomé Goméz, a principios de 161162, y el también licenciando Antonio
de Olea, a finales de 161163. El primero de los dos formuló con gran precisión
la tesis, que copiamos directamente: «Puesto que los ángeles carecen de mate-
ria, que es el principio de la división numérica, de hecho no hay dos ángeles
en la misma especie, ni Dios mismo, en virtud de su potencia absoluta, pue-
de crear dos en la misma especie»44.
65. Nació en la ciudad de México en 1588. Hijo de españoles afincados en Nueva Espa-
ña. Profesó como dominico en 1604 en el convento de Santo Domingo de México. Puesto que
no estaba seguro de tener la edad requerida, volvió a profesar en 1607 y finalmente en 1608.
Parece haber sido ordenado sacerdote e n l 6 1 5 ó l 6 1 6 . Fue lector de Teología en Puebla, en
1624, y en la ciudad de México, desde 1624. Por dos veces opositó a la Facultad de Teología
de la Universidad sin fortuna (la primera en 1631), hasta que finalmente obtuvo la cátedra de
Santo Tomás en 1636. Doctor en Teología en 1639. En 1642 fue nombrado calificador del
Santo Oficio. Fue electo obispo de Puerto Rico en 1657, pero no tomó posesión ni fue consa-
grado. Falleció en 1663, probablemente en México.
66. Edición de este opúsculo teológico: Mauricio BEUCHOT (ed.), El tratado de Francisco
Naranjo para ¡a enseñanza de la teología en el siglo xvií, UNAM («La Real Universidad de Mé-
xico. Estudios y textos», v), México 1994, pp. 23-192. La introducción preparada por Beuchot
contiene una noticia biográfica muy amplia, de la cual hemos tomado los datos que se ofrecen
en la nota anterior. Cfr. también Mauricio BEUCHOT, El conocimiento metafisico del absoluto en
fray Francisco Naranjo, o.p. (México, siglo XVll), en «Novahispania» 2 (1996) 147-160.
VIII. L A TEOLOGÍA ACADÉMICA EN M É X I C O 321
67. «Al hombre le es propio imponer significación a solas las vofes y de palabra; pero a
Oíos las vo^es y cosas. Luego quando el hombre habla o escriue, solas las vofes y letras van sig-
nificando; pero si habla Dios, o escriue, como van hablando vofes y letras, van significando
también las cosas habladas y escripias por ¿1. / Bien veo que Cayetano echó otra interpretación
al assumpto de la prueba, que es ésta: Es propio de Dios acomodar las cosas a significar, lo qual
no puede fa^er el hombre; que en breve es ésta: por acomodar a significar entiende imponer
322 T E O L O G Í A EN AMÉRICA LATINA
algo a significar, y dice que las cosas tienen, o pueden tener, dos imposiciones. La vna natiua y
originada de su creación o producción, que para esso la hizieron, para que significara aquello,
y la otra aduenticia y como huéspeda. Porque después de hecha ésta, pusieron y (dife) que, ha-
blando de esta segunda, también los hombres imponen a significar las cosas después de hechas.
Como quando pongo un tanto en sefíai de que debo vn ducado en el juego. Pero aquella pie-
dresuela [piedrecita] no se hizo para essa significación. Y este modo de acomodar (di;e Caye-
tano) las cosas a significar, no es propio y sólo de Dios, pues lo ha;en los hombres» (In I, q. 1,
a. 10c, ed. Beuchot, p. 53).
vili. LA TEOLOGÍA ACADÉMICA EN MÉXICO 323
69. El Discours de ¡a mithode fue publicado por vez primera en Leyden, en 1637.
VIII. LA TEOLOGÍA ACADÉMICA EN MÉXICO 325
Clemente XI, tiene interés para conocer su posición en el tema de las relacio-
nes Iglesia-corona española, que se habían enturbiado especialmente con el
advenimiento de los borbones al trono español.
Durante la Guerra de Sucesión (1701-1712), Clemente XI (1700-
1721) reconoció al archiduque Carlos de Austria como rey de los españoles,
aunque empleó una fórmula ambigua, que no excluía por completo al candi-
dato borbón, que después sería el vencedor de la guerra y ocuparía el trono
con el nombre de Felipe V. La reacción de Felipe V, que ya reinaba de hecho
en Madrid desde hacía nueve años, fue romper las relaciones con la Sede
Apostólica, expulsando al nuncio y prohibiendo cumplir cualquier decreto
papal. Esta fue la ocasión de la carta, en que junto a las autoridades clásicas
dominicanas (especialmente Santo Tomás y Francisco de Vitoria), cita tam-
bién a algunos teólogos jesuítas, como Roberto Belarmino y Francisco Suárez.
Según Monroy, el papa tiene sólo poder espiritual, no temporal, pero
puede intervenir en las cosas temporales cuando éstas repercuten en las espi-
rituales. No permitir que se atiendan las disposiciones papales significa inter-
ferir en el poder espiritual del papa. Es evidente que el papa no habla con au-
toridad infalible cuando interviene en cuestiones temporales; y que, por lo
mismo, se le puede pedir que reconsidere el caso. Pero, entre tanto, debería
acatarse lo dispuesto por el papa. Sería inconveniente e incorrecto exigir que
el rey aceptase cualquier pronunciamiento pontificio y le diese su consenti-
miento. Pero, puesto que algunas veces tales pronunciamientos pueden refe-
rirse a temas de derecho natural o divino, donde la autoridad del rey nada tie-
ne que decir, exigir siempre y en todo caso el pase real o aprobación regia
previa, sería luteranismo y, en definitiva, galicanismo o regalismo.
Por lo que respecta a la potestad regia, de origen divino, suprema, por
tanto, en su orden, Monroy recuerda la doctrina salmantina, según la cual el
pueblo, que en principio debe de obedecer al rey, puede retirarle su confianza
y su obediencia si éste se vuelve déspota y ataca el bien común (por ejemplo,
si denigra la religión). Cabe, pues, un tirano que haya sido rey legítimo ab ori-
gine, y que se haya vuelto tirano a regimine, por un incorrecto desempeño de
sus funciones.
En cuanto a la importancia de la religión para la unidad y la paz del
reino, Monroy considera la vida religiosa de los ciudadanos como el funda-
mento de la cohesión de una nación. Reconoce la evidente repercusión social
de la religión; pero afirma que la vida religiosa conviene a la potestad religio-
sa y principalmente al Romano Pontífice. Es más, recuerda la potestad al me-
nos indirecta del papa sobre los monarcas, porque las dos espadas fueron con-
fiadas a Pedro en primer lugar (cfr. Le. 22,38). El poder espiritual lo tendrían
VIII. LA TEOLOGÍA ACADÉMICA EN MÉXICO 327
74. Sobre Gregorio López, cfr. Josep I. SARANYANA y Ana DE ZABALLA, Joaquín de Fiorey
América, Eunate, Pamplona11995, pp- 99-119. Arce tenia afición a Gregorio López, fallecido
en México con fama de santidad, en 1596, y autor, en 1586, de un importante Tratado del
Apocalypsi. Está enterrado en la Capilla de las Reliquias, en la Catedral Metropolitana de Mé-
xico. Arce cita nuevamente a Gregorio en su Expositiva relectio ¡upcrPsalmum 132 quisorteas-
signarionis pro oppositione Canonicatos Sacrae Scriptorae contingit explicandus Doctori Joanni de
Arce. Catedral Metropolitana 24.X1.1631 (Imprenta de Juan Ruyz), BNM R/l 158/LAF; y tam-
bién lo cita al comienzo, en el prólogo al lector, del libro IV de su Quaestionarium expositionum
pro clariori intelligentia Sacrorum Bibliorum, llamándole «venerable» y con unos elogios extra-
ordinarios, poniéndolo como modelo de estudioso de la Escritura (iv, cap. 1, quaestiones 2,3,
4,7, 8). Concluye que la inteligencia de la Escritura no sólo nos viene de Dios, sino del traba-
jo humano propio, ayudado por Dios con su concurso habitual y ordinario («per proprium et
humanum laborem, auxiliante Deo, ordinario et consueto suo concursu» [rv, cap. 3, p. 12v]).
75. Juan DÍAZ DE ARCE, Libro de la vida delpróximo evangélico el Venerable Padre Bernar-
dino Alvarez. Reimpresso en México en la Imprenta nueva Antuerpiana de D. Cristoval, y D.
Phelipe de Zúfiiga, y Ontiveros. Año de 1762. Consultado en la Biblioteca Nacional de Méxi-
co, sección Fondos Reservados. Cfr. la noticia de las relaciones con Gregorio López (pp. 27-
40), citando a Fernando de Losa, biógrafo de Gregorio.
76. Sobre los establecimientos de beneficencia mexicanos, contados desde el siglo XVI, nos
ha dejado un preciosa descripción Manuel Orozco y Berra, en su ensayo: La Ciuelad de Méxi-
co, recogido por Ernesto DE LA T O R R E VILLAR ET AL. (eds.), La Ciudad de México, Pornia, Mé-
xico 1987, pp. 296ss.
VIII. L A TEOLOGÍA ACADÉMICA EN M É X I C O 329
Muy valioso es también otro sermón predicado por Arce ese mismo año
de 1631, cuando opositó a la vacante de canónigo lectoral (o de Sagrada Escri-
tura), cinco días después del sermón titulado Expositiva relectio superPsalmum
132, en el que vierte grandes elogios sobre la vida ejemplar del eremita Grego-
rio López. El discurso con el que opositó lleva por título Sermón de la Nativi-
dad de Nuestra Señora11. Estudia, en primer lugar, las dos genealogías de Cris-
to: la de San Mateo y la de San Lucas. Afirma que ambos evangelistas escriben
la genealogía de San José, citando como autoridades a San Justino, Eusebio,
San Juan Damasceno, San Jerónimo, San Agustín, San Anselmo y Santo To-
más, demostrando sus abundantes lecturas, aunque es posible que algunas de
las autoridades hayan sido tomadas de florilegios. Helí, progenitor de José, se-
gún San Lucas, sería el padre legal, fallecido sin descendencia; Jacob, progeni-
tor según San Mateo, sería medio hermano de Helí y se habría casado con la
viuda de éste, cumpliendo la ley del levirato, y habría engendrado a José.
Más interesante, por su sabor teológico-bíblico y especulativo, es la ar-
gumentación de Díaz sobre la Inmaculada Concepción: «en su Concepción
[pasiva] y Natividad la adornó [Dios] de todas las gracias». Dios, en efecto,
puso en alguna criatura algo de todas las virtudes y gracias, pero en ninguna
como en María. Prueba Arce la Inmaculada Concepción con el texto de Job
38,12-13, donde Dios pronuncia, dirigiéndose a Job, las siguientes palabras:
«¿Has mandado, en tu vida, a la mañana, / enseñado a la aurora su lugar, /
para que recoja los bordes de la tierra / y así se sacuda los malvados?». Y co-
menta el mexicano, que Job habría visto «no sólo que María nacía como luz
y sin pecado original, más también vido que la Concepción desta Señora era
inmaculada y toda de luz sin pecado original». María sería, pues, la «aurora»
de que habla Yahvé.
En este sentido, considera que fueron concebidos en pecado pero na-
cieron sin él: San Juan Bautista, San Juan Evangelista, San Buenaventura,
Santo Tomás, el Lyrano [Nicolás de Lyra]: todos ellos santificados en el vien-
tre materno. María, en cambio, habría sido concebida sin pecado. El texto
aquiniano que trae a colación es del joven Santo Tomás7*. Apoyándose en ese
texto juvenil, Arce concluye que María tuvo la integridad original de que
gozó Adán en el paraíso antes del pecado: «[...] habiendo Dios criado a Adán,
como enseña el Santo Doctor [Tomás], en gracia y justicia original, habiendo
sido este privilegio concedido al primero padre (pues se pudo criar en pura
naturaleza y sin gracia, como sintió el Maestro de las Sentencias) esta gracia la
debemos conceder a María, creyendo sabiamente que, por haber tenido todas
las gracias a los demás Santos concedidas, hubo de tener también la de ser
criada en gracia» (fol. 4v). No queda claro, sin embargo, si Arce, al referirse a
la justicia original de Adán, pensaba también en los dones preternaturales
adamíticos, entre ellos el de la inmortalidad, en cuyo caso, de haber tenido
María ese don, no habría podido morir. En todo caso: «Más pura es María
que Eva y Adán antes de que pecaran» (fol. 13v).
De especial relieve, para su época, es el Quaestionarium expositionum
pro clariori intelligentia Saarorum Bibliorumn. La dedicatoria es para la Virgen
María, Inmaculada Madre de Dios, «in aeterna praevisione ab originali pec-
cato exemptae, et in tempore in gratiarum plenitudine conceptae». Es el ar-
gumento que después sería clásico, y que ya en su época era muy popular: la
concepción inmaculada pasiva de María fue prevista eternamente; no se dice,
en cambio, que fue en previsión de los méritos de Cristo, aunque parece su-
puesto.
La obra emplea el método escolástico: está dividida en libros, y éstos en
cuestiones; primero van las dudas y después las conclusiones. El libro prime-
ro está dedicado al análisis de la esencia y propiedades de la Sagrada Escritu-
ra. El segundo, a la existencia de la Escritura. El tercero, a los sentidos de la
Biblia. El cuarto, al estudioso de ella. El quinto, finalmente, al expositor de la
Escritura.
Se llama Sagrada Escritura a aquélla que o bien ha sido escrita directa-
mente por Dios, como escribió con su dedo el Decálogo, grabándolo en las
tablas del Sinaí, o bien a través del ministerio de los hombres (i, cap. 2, p. 3v).
Por ello, los Padres de la Iglesia y los doctores la han equiparado, de algún
modo, a los atributos divinos, porque participa de la infinitud de su Autor
(i, cap. 1, q, 5, p. 5va). Es curiosa su asimilación de la Revelación divina (y,
por ello, de la Escritura) con los atributos divinos. Como se sabe, los atribu-
tos no se distinguen realmente entre sí ni de la esencia divina. Su doctrina,
por consiguiente, garantizaría por completo la inerrancia e indefectibilidad de
79. Imprenta de Juan Ruyz, México 1647 y 1648, 2 vols. En el volumen I, los libros I, II
y ni. En el volumen II, los libros ív y v. BNM R/1647/M4DIA.
VIII. LA TEOLOGÍA ACADÉMICA EN MÉXICO 331
la Escritura, pero, ¿salva la libertad del hagiógrafo? A nuestro entender, tal po-
sición sería una formulación un tanto extrema de la «tesis del dictado».
En todo caso, Arce pretende discutir, al margen del testimonio de la
Escritura sobre ella misma, que Dios es su autor y que, por ello, es un quid di-
vinum. Seguramente pensaría, en primer lugar, en las dos célebres perícopas:
«Pues toda la Escritura es divinamente inspirada [...]» (2 Tim. 3,16); «[...]
porque la profecía no ha sido en los tiempos pasados proferida por humana
voluntad, antes bien, movidos por el Espíritu Santo, hablaron los hombres de
Dios» (2 Petr.l, 21)80. Pero, yendo más allá de estas afirmaciones, intenta pe-
netrar la certeza que, desde el punto de vista racional, tiene la tesis de que
Dios es el autor de la Escritura. Es, pues, la suya, una discusión dialéctica,
muy del gusto de la primera escolástica: o sea, discutir un artículo de la fe, co-
nocido por la fe, pero argumentando con razones necesarias. Su primera con-
clusión es taxativa: «Non est per se evidens, Deum esse Bibliorum auctho-
rem», no es pues una tesis evidente de suyo que Dios sea el autor de la Biblia
(i, cap. 2, q. 6, p. 6va). Sin embargo, es absolutamente necesario mostrar que
la Escritura ha sido inspirada y confirmada por el espíritu divino. Esto no se
puede demostrar por sólo argumentos de la razón natural. Se puede demos-
trar, no obstante, que la citada tesis no repugna a la razón natural, sino todo
lo contrario, que es muy conveniente a ella. En definitiva, que «Deum esse
Bibliorum aucthorem esse evidenter credibile», es creíble con evidencia que
Dios es su autor. Esto lo prueba porque los libros sagrados llevan a Dios, y
todo lo que lleva a Dios tiene por autor al Espíritu Santo; luego «recte ab Spi-
ritu Sancto Biblia edita creduntur et praedicantur» (p. 7ra). Se prueba, en
consecuencia, la autoría divina por los efectos que la Biblia produce, que es
conducir a Dios. Arce emplea, incluso, una fórmula muy audaz: que la Biblia
ha sido editada por el Espíritu Santo. De todo lo cual concluye que ha sido
«probado» que la Sagrada Escritura es divina (p. 9r).
80. «Omnis scriptura divinitus inspirara...» (2 Tim. 3,16); «non enim volúntate allata est
aliquando prophecia: sed Spiritu sancto inspirati, locuti sunt sancti Dei homines» (2 Petr. 1,21).
81. Natural de Osuna o Morón (Sevilla), donde nació a principios del siglo XVII, marchó
muy joven a México. Allí tomó el hábito dominicano en 1632, en Oaxaca. Fue elegido provin-
332 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
rrolla ampliamente este tema (dr. II, controversia 3), subdividiendo también el
sentido espiritual o místico, según la regla escolástica: «Li[t]tera gesta docet:
Quid credas Allegoria / Moralis quid agas? Quo tendas Anagogia» (p. 139)".
El libro segundo {De sacrae scripturae sensuum controversiis) se centra en
las grandes discusiones de la época, a las que dedica una pormenorizada aten-
ción, citando diecinueve veces a Martín Lutero, cuatro veces a Zwinglio y
cuatro veces a Calvino, con referencias concretas a distintas obras de los refor-
madores. Por otra parte, la erudición de este segundo libro es notable, con
constantes alusiones a la patrística (sobre todo a Orígenes, San Ambrosio, San
Juan Crisòstomo y San Agustín) y a teólogos bajomedievales de todas las co-
rrientes doctrinales. Martín de la Hoz*3 considera que aquí, en el libro segun-
do, se centra en las grandes controversias teológicas de la época, y que la cla-
ve de toda la cuestión discutida con los luteranos sigue siendo la autoridad del
papa y, en general, del magisterio de la Iglesia sobre la Sagrada Escritura:
«Puesto que la Sagrada Escritura es oscura y depende de un intérprete, se si-
gue otra cuestión. Si la interpretación de la Escritura tiene que ser solicitada a
un juez concreto y común, o bien hay que dejarla al arbitrio de cada cual. He
aquí una cuestión verdaderamente gravísima, de la cual se puede decir que
casi penden todas las demás controversias»84. Es la misma problemática trata-
da por Domingo de Soto un siglo antes, en sus relecciones escriturísticas. Evi-
dentemente, en esta controversia está implicado Lutero, que es citado expresa-
mente. Y tiene razón Navarrete, cuando señala que todo pende de la respuesta
que se dé a esta cuestión, pues en ella están en juego tanto el concepto de la tra-
dición católica, como el oficio del magisterio en la vida de la Iglesia.
Aunque no era el propósito de Navarrete ofrecer una disertación teo-
lógica completa sobre los temas «de Revelatione», hallamos pistas en su libro
82. En nuestros días se han sistematizado los sentidos de la Biblia de la siguiente forma:
a) sentido literal, verbal o histórico, que se subdivide en literal propio (sentido obvio o inme-
diato de las palabras) y sentido literal metafórico o figurado (que no rebasa tampoco el ámbito
de la intencionalidad del hagiógrafo); b) sentido espiritual, que se subdivide en sentido típico
(alegórico, tropològico y anagògico) y sentido pleno (sentido profundo del texto, querido por
Dios, pero no claramente expresado por el autor humano, que se descubre cuando un autor bí-
blico interpreta un texto bíblico anterior). Como puede apreciarse, Navarrete estaba muy pró-
ximo a la noemática de nuestro tiempo.
83. Cfr. José Carlos MARTÍN DE LA HOZ, Francisco Navarrete, o.p., cit. en nota 81, pp.
733-734.
84. «Cum Sacram Scripturam obscuram esse, et interprete indigere iam constiterit, sequi-
tur alia quaestio. Utrum Scripturae interpretatio ab uno visibili, et communi iudice petenda
sit, an uniuscuiusque arbitrio relinquenda? Quae sane gravissima quaestio est, et ex ea quasi de-
pendent omnes controversiae» (il, controversia 2, p. 99).
334 TEOLOGIA EN AMÉRICA LATINA
85. «Lex tamen Sacrae Scripturae peculiarissimo nomine, et praerogatiua spedalissima di-
citur procedere de sede Dei, et agni [...]. Est enim per Veibum increatum edita et instituta, per
Verbum inspiratum recitata: per Verbum incarnatum consummara: per Verbum auctenticatum
promulgata» (i, cap. 1, p. 7).
VIII. LA TEOLOGÍA ACADÉMICA EN MÉXICO 335
86. Veamos, por ejemplo, c ó m o explicaba esta regla la Pontificia Comisión Bíblica: «El
sentido literal de un texto ¿es único? En general sí, pero no se trata de un principio absoluto, y
esto por dos razones. Por una parte, un autor humano puede querer referirse al mismo tiempo
a varios niveles de realidad. El caso es corriente en poesía [...]. Por otra pane, aun cuando una
expresión humana parece no tener más que un significado, la inspiración divina puede guiar la
expresión de modo que se produzca una ambivalencia» (PONTIFICIA COMISIÓN BÍBUCA, La in-
terpretación de la Biblia en la Iglesia, ed. esp., Librería Editrice Vaticana, Roma 1993, p. 73. El
documento está fechado el 23 de abril de 1993). Cfr. Domingo MUÑOZ LEÓN, LOS sentidos de
la Escritura. Perspectivas del Documento de la Pontificia Comisión Bíblica (1993) sobre »La inter-
pretación de la Biblia en la Iglesia», en «ScriptaTheologica» 2 7 (1995) 99-122.
87. Cfr. Hermann L. STRACK-Günter STEMBERGER, Introducción a la literatura talmúdica
y midrásica, ed. esp. a cargo de Miguel Pérez Fernández, Institución San Jerónimo para la In-
vestigación Bíblica, Valencia 1988, pp. 47-69.
88. La disputa, en presencia de Jaime I el Conquistador y de san Raymundo de ftnyafort, tuvo
lugar en el palacio real de Barcelona, entre el rabino Moséh ben Nahmán, también conocido con el
nombre romance Bonastruc de Porta, y el fraile dominico Pablo Cristiá, que era converso. Cfr. José
M . MlLLtó VALUCROSA, Sobre ¡asfuentes documentales de la controversia de Barcelona en el año 1263,
en «Anales de la Universidad de Barcelona. Memorias y Comunicaciones» (1940) 25-43; y Cecil
ROTH, The Disputation of Barcelona (1263), en «Harvard Theological Review» 43 (1950) 117-144;
R. CHAZAN, The Barcelona «Disputation» of1263: Christian missionizing andJewish response, en
«Speculum» 52 (1977) 824-842; Francisco VARÓ, Los Cantos del Siervo en la exigsis hisparto-hebrea,
Cajasur, Córdoba 1993, cap. 4, donde se narra la actividad intelectual de Moséh ben Nahmán
(1194-1270); y Josep Ignasi SARANYANA, A propósito de la Disputa de Barcelona de 1263. La razón
especulativa versus la je teologal, en José María SOTO RABANOS (coor.), Pensamiento medieval hispano.
Homenaje a Horacio Santiago-Otero, CSIC., Madrid 1998, pp. 1513-1527.
336 T E O L O G Í A EN A M É R I C A LATINA
89. «Admito y abrazo firmísimamente las tradiciones de los Apóstoles y de la Iglesia y las
restantes observancias y constituciones de la misma Iglesia. Admito igualmente la Sagrada Es-
critura conforme al sentido que sostuvo y sostiene la santa madre Iglesia, a quien compete juz-
gar del verdadero sentido e interpretación de las Sagradas Escrituras, que jamás tomaré e inter-
pretaré sino conforme al sentir unánime de los Padres» (Professio fidei tridentina, de 13 de
noviembre de 1564 [DS1863]).
VIII. LA TEOLOGÍA ACADÉMICA EN MÉXICO 337
90. Cfr. Carmen José ALEJOS-GRAU, La teología del Colegio Máximo de San Pedro y San Pa-
blo de M¿xico, en «Anuario de Historia de la Iglesia» 4 (199$) 484-491.
91. Sobre la historia del Colegio cfr. Ivonne MIJARES (ed.), La administración del Colegio de
San Pedro y San Pablo (1583-1584), U N A M (Cesu), México 1986. Sobre el P Pedro Sánchez,
cfr. Francisco DE FLORENCIA, Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús de Nueva-España,
impresa por Juan Joseph Guillena Carrasco, México 1694, vil, caps. 1-7 (pp. 362-384).
VIII. LA TEOLOGÍA ACADÉMICA EN M É X I C O 339
92. Nació en Villa de Roda (Albacete), en 1548. En 1560 inició sus estudios en la Uni-
versidad de Alcali y en 1569 ingresó en la Compañía de Jesús. Estudió cuatro años de teología
y en 1576 pasó a Nueva España con la tercera expedición de jesuítas. Impartió dase de filoso-
fía desde 1577, año en que fue ordenado sacerdote en el Colegio Máximo, hasta 1599. Le fue
concedido el grado de doctor por la Universidad de México. Estuvo en Tepotzotlin y Pátzcua-
ro. En 1599 fue elegido procurador de la Compañía y se trasladó a Roma en donde estuvo has-
ta 1602. Desde entonces permaneció en España. Fue prefecto de estudios del Colegio de Alca-
li. Murió en Alcali de Henares en 1615.
340 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
93. Edición del parecer de Rubio y Ortigosa, en Mariano CUEVAS, Documentos inéditos
para la historia de México, cit. en nota 44, pp. 478-481.
v i » . LA TEOLOGIA ACADÉMICA EN MÉXICO 341
97. Nació en Ocafia (Toledo) en 1546. Estudió Filosofía, Artes y Teología en Alcalá. In-
gresó en la Compañía en 1564. Llegó a México en 1576 y al año siguiente empezó a enseñar
Teología en el Colegio Máximo, actividad que luego hizo compatible con la enseñanza en la
Universidad de México, que le concedió el grado de doctor junto con el E Antonio Rubio.
Fue teólogo y consultor en el III Concilio Mexicano y rector del Colegio Máximo desde 1585
a 1586, año en que viajó a Roma porque había sido nombrado procurador. Ocupó este car-
go hasta 1588 en que regresó a Nueva España. Comenzó de nuevo a dar clases en la Univer-
sidad y llegó a ser decano de todo el claustro. También colaboró en el Tribunal de la Inquisi-
ción. En 1596, a la muerte de Gregorio López, eremita español afincado en México,
pronunció su panegírico, ya que lo conocía y lo había tratado íntimamente. Falleció en Mé-
xico en 1626.
V I » . LA TEOLOGÍA ACADÉMICA EN MÉXICO 343
98. Se trata del manuscrito 524 de la Biblioteca Nacional de México, folios 272-423. Al
margen derecho del folio 272r se lee: «Pater Doctor Petrus de Hortigosa Societatis Jesu iamdiu
sapientia et authoritate notissimus. Anno 1606, die 20 mensis octobris».
99. Autor de un Commentariorum theologicorum et disputationum in Summam Divi Tho-
mat Aquinatis (Ingolstadt, 1591-1603). que pudo servirle de guía.
344 T E O L O G Í A EN A M É R I C A LATINA
los seres creados. Aunque los ángeles sean formas puras, en ellas se distinguen
esencia y esse. Por consiguiente, los ángeles son formas subsistentes, que difie-
ren por la essentia.
En De sacra theologia (1610)100 Ortigosa explica, comentando la Sum-
ma theologiae de Santo Tomás, qué es la teología y cuál es su materia propia;
prueba la existencia de Dios y expone los atributos divinos en las diez cuestio-
nes siguientes; trata a continuación de cómo Dios es conocido por el hombre,
de los nombres que se le asignan, de su ciencia, de sus ideas, de su verdad, de
su vida, de su voluntad, de su amor, de su justicia y de su misericordia, y ter-
mina explicando en qué consiste la providencia, la predestinación, el libro de
la vida, el poder divino y la felicidad de Dios.
Ortigosa se sitúa al comienzo de la Summa theologiae (i, q. 1, a. 1) de-
mostrando sus grandes dotes pedagógicas. Antepone un proemio a su comen-
tario (fol. 1 r), que merece la pena glosar. Allí contrapone las dos sistematiza-
ciones generales de la doctrina cristiana: la de San Agustín, seguida después
por el Maestro de las Sentencias, y la de Santo Tomás, que simplifica la ante-
rior, introduciendo algunas variaciones. Para San Agustín, toda doctrina cons-
ta de cosas o signos. Las cosas se pueden disfrutar, como la Trinidad y la divi-
na esencia; se pueden sólo usar, como de los seres irracionales; o pueden
alcanzar el gozo de Dios a través del uso de las cosas inferiores, como los án-
geles y los hombres. Los signos se pueden usar para significar, como las pala-
bras; y se pueden usar por la eficacia que tienen, como los sacramentos. Esta
consideración cuádruple dio lugar a una división cuatripartita de la primera
gran suma teológica, los cuatro libros de las Sentencias de Pedro Lombardo:
Dios uno y Trino; la creación, especialmente de los ángeles y de las criaturas
racionales; acerca de Cristo; el tratado de los sacramentos y de los novísimos.
Esta sistematización le parece tan clara e insuperable, y tan bien expuesta por
los comentadores tomistas, que Ortigosa no pretende innovar nada, sino sólo
discernir entre lo que es cierto y lo que es dudoso, añadiendo algunas respe-
tuosas consideraciones101. Sin embargo, tal profesión entusiasta de fe tomasia-
102. «Sed necessarium est creciere sub alio conceptu perfectiore Oeum esse tanquam fi-
nem supranaturalem [sic]...» (fol. 3r).
103. «Ergo propter rationem cognitam lumine naturali non est fides necessaria simplici-
ter aut eius actus, sed hac suppositione data posset homo saluari per (ídem mysteriorum supra-
naturalium, in quibus includitur peculiaris conceptus, quem religio habet de existentia Dei, et
de remuneratione bonorum operum, et peccatorum supliciis» (fol. 3v).
VIII. LA TEOLOGÍA ACADÉMICA EN MÉXICO 347
104. «Dicendum est autem quantum ad rationem scientiae attinet, principalius esse spe-
culatiuam; sed quantum ad utiiitatem extrinsecam scientiae, quae magis intenditur a sciente,
potiorem esse considerationem practicam» (fol. 29v).
348 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
105. «Primo certum est in Deo essentiam et existentiam ñeque realiter distinguí, ñeque
efficere compositionem [...]. Secundo certum est creaturam omnem deficere ab hac perfecta
simplicitate, etiam si essentia creaturae realiter non distinguatur ab existentia [...]» (fol. 80r).
106. La distinción llamada «escotista» es propiamente ex parte natura rei, y fue populari-
zada, según todos los indicios, por el franciscano Pedro Tomás (t ca.1350). La expresión a par-
te rei significa básicamente lo mismo que ex parte natura rei. Distingue en una realidad dada
elementos que para la distinción de razón no son distintos.
107. «[...] Secundo quia non est de essentiali conceptu creaturae actualis existentia, defi-
niri enim possunt creaturae omnes abstrahendo ab existentia, quid quid enim sunt, potest con-
cipi ut possibile uel in actu existens, aut abstrahendo a possibili et existenti. Unde colligitur ra-
tione differre quiditatem et essentiam in abstracto consideratam, a se ipsa ut existenti, et ab
existentia actuali. Et in hoc non est contruersia, sed solum an a parte rei natura et esssentia re-
al is distinguantur ab existentia, ita ut ex utraque fíat realis aliqua compositio, uel sufFiciat dis-
tinctio rationis ad verificanda ea, quae de essentia et existentia dicuntur creaturis» (fol. 80v).
v i n . LA TEOLOGÍA ACADÉMICA EN MÉXICO 349
108. Esta sería la posición de Egidio Romano, al interpretar a Aquino, queriendo, no obs-
tante, serle fiel: esencia y esse se distinguirían como una cosa de otra cosa, y el ente se constitui-
ría como agregación de dos realidades completas.
109. «Unde colligitur solo modo significandi distinguí esse et essentiam; sicut existere et
existentiam./ Sed quoniam praecipuum fundamentum propter quod existimatur essentia rea-
liter distingui ab existentia est aucthoritas D. Thomae, et eius ratio quae constituitur discrimen
350 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
ínter Deum et creaturas, quod creaturae compositae sunt ex actu et potentia; Deus autem est
simplex et purus actas. Utrique fundamento satisficiendum est, si quidem probabilius esse di-
cimus essentiam realem et actu productam sola ratione distinguí ab existencia» (fol. 88r). La
traducción no es totalmente a la letra.
110. Edición en Mariano CUEVAS, Historia de la Iglesia de México, Porrúa, México 1992,
II, pp. 245-247.
111. Edición en José Antonio LLAGUNO, La personalidadjurídica del indio y el /// Concilio
Provincial de México de 1585, Porrúa, México 1963, p. 233.
112. José M. GALLEGOS ROCAFULL, Elpensamiento mexicano en los siglos XVI y XVJ/, cit. en
nota 37, pp. 236-237.
vili. LA TEOLOGÍA ACADÉMICA EN M É X I C O 351
113. Descacó Ortigosa así mismo en teología moral. Esta vertiente de su magisterio seri
ampliamente expuesta en el capítulo X, epígrafe 2a.
114. Nació en la Villa de Palma (Córdoba), en 1564. Ingresó en la Compañía en 1580 y
arribó a Nueva España en 1584. Una vez terminados los estudios de Filosofía y Teología en el
Colegio Máximo le asignaron cátedra supernumeraria de Teología en dicho Colegio (1596).
Después pasó a la cátedra de Víspera y luego a la de Prima (1598-1618). Desde 1621 a 1628
fue a Peni por requerimiento del Virrey de Nueva España, Marqués de Guadalcázar, de allí
marchó a Sevilla y, tras el fallecimiento del Marqués, regresó a México en ese mismo año de
1628. Murió en 1637.
115. Yhmoff ha notado, al describir el códice, que en la última hoja del manuscrito (fol.
260r) figura otra fecha: «die 17 Maij / anno 1605 hora nona ante meridiem / FINIS» (Jesús
Y H M O F F CABRERA, Catálogo de las obras manuscritas en latín de ¡a Biblioteca Nacional de Méxi-
co, UNAM [IIH], México 1975, n. 480 p. 326). Quizá se trate de la fecha en que Santisteban
acabó de dictar ese curso, puesto que en el manuscrito se repite varias veces, al término de al-
gunas secciones, el año 1611, con expresión del día y mes. Si nuestra hipótesis fuese cieña, el
curso habría terminado de explicarse en 1605 y habría comenzado a copiarse, quizá reelabora-
do, en 1611. Se abre con un proemio encabezado por un texto clásico de Dionisio Areopagita
que, sin embargo, no se halla en la Summa thcobgiac tomasiana. Santisteban arranca, en efec-
352 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
to, del primer párrafo de la De mystica theologia dionisiana. Parece citar de memoria la traduc-
ción latina, o bien traduce directamente del griego o usa una versión que desde luego no coin-
cide con la que ahora se maneja usualmente, reproducida en la Patrología latina de Jean Paul
Migne.
116. Veamos la versión de Migne, que es más clara, aunque señalando entre corchetes las
variantes de Santisteban que nos parecen de interés: «Trinitas supernaturalis et superdivina [su-
persubstantialis Dei] et supeibona [ ratione ac bonitate superior] theosophiae [divinae sapien-
tiae] christianorum praesul, dirige nos ad mysticorum sermonum superindemostrabile [dirige
nos ad mysticorum eloquiorum supraemae incognitionem, et lucidissum atque eminentissi-
mum verticem]... «. Aquí se interrumpe la cita (fol. 1), que continúa en Migne con las siguien-
te palabras: «ubi Simplicia et absoluta et immutabilia theologiae mysteria involuta sunt in cali-
gine hyperlucida silentii mysteria docentis, quae in tenebris obscurissimis superclarissime
lucent et omnímoda intangibilitate et invisibilitate mentes oculis carentes superadimplent su-
perpulchris splendoribus» (De mystica theologia, cap. 1,1 [PG 3, 997)).
117. Cfr. Ysabel DE ANDÍA, La Teología y la Filosofía en Dionisio Areopagita, en Domingo
RAMOS-LISSÓN ET AL (eds.), El diálogofé-cultura en la Antigüedad cristiana, Eunate, Pamplona
1996, pp. 77-96.
vili. LA TEOLOGÍA ACADÉMICA EN MÉXICO 353
118. «Ultimo ex dictis omnibus infero primum locum obtinere in hac materia Scripturas,
[...] deinde concilia, Patrum decreta, dicta sanctorum et doctores. Potissima autem Scripturae
testimonia adducentur suis locis» (fol. lv).
119. Cano sistematizó diez lugares teológicos distinguiendo: dos lugares propios funda-
mentales (la Sagrada Escritura y las tradiciones de los Apóstoles), cinco lugares propios decla-
rativos (la Iglesia católica, los concilios, la Iglesia de Roma, los Padres de la Iglesia y los teólo-
gos escolásticos) y tres lugares auxiliares (la razón, los filósofos y juristas, y la historia y las
tradiciones humanas).
120. Cfr. un excelente resumen de las corrientes místicas españolas y americanas durante
ese período cimero en: Melquíades ANDRÉS-MARTÍN, Historia de la mistica de la Edad de Oro
en España y América, BAC, Madrid 1994, cap. xii.
121. «1 . a condusio: nomen personae in divinis non significat solam essentiant sed ex vi
sua e contra significat relationem. 2.a condusio: nomen Persona in divinis privatius didt rela-
tionem quam essentiam. 3.a condusio: hoc nomen didt in divinis relationem non per modum
354 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
relationis, sed per modum subsistentis» (fol. 70v). La primera proposición ha sido traducida
con una cierta libertad, suponiendo que Santisteban ha empleado una figura retórica transfor-
mando el «solum» que pide en sentido de la (rase, en «solam» por su proximidad a «essentiam».
122. «An praeter existentiam absolutam sint in Deo constituendae tres aliae existentiae re-
latiuae?» (fol. 83v).
123. «In Deo esse unum esse existentiae, seu unam existentiam absolutam, et essentialem,
communem tribus personis, concedunt omnes theologi, et veritas est tam cena ut nullo catho-
lico negari posset» (fol. 83v).
124. «Constat enim ex nomine ilio, qui est, seu ego sum, qui sum quod Deus sibi imposuit
Exo. 3, ut maxime proprium, et essentiale significati ergo proprietatem absolutam, comunem
tribus personis, et maxime essentialis Deo. Hanc rationem formauit D. Thomas, q. 2 De po-
tentia, a. 1» (fol. 83v).
vili. LA TEOLOGIA ACADÉMICA EN Mexico 355
cia. La esencia divina, en cambio, de ningún modo puede ser concebida como
posible, pues en tal caso no sería la esencia divina (fol. 84v)125.
Pero, ¿hay además tres existencias relativas?'*, ¿hay tres ase relativos?,
¿puede, en definitiva, hablarse de las Personas divinas como de tres existentes
opuestos relativamente?
Santisteban expone brevemente las opiniones de Ricardo de San Víc-
tor y Juan Duns Escoto, partidarios de los tres esse relativos, y desarrolla am-
pliamente la doctrina de Francisco Suirez, que demuestra conocer muy bien,
concordante éste último en todo con el Victorino y con Duns. Finalmente
concluye: «La sentencia que me parece más probable afirma que en Dios no
hay existencia relativa; sólo una única existencia absoluta y común, por la cual
existen perfectísimamente no sólo la esencia divina, sino las tres Personas»127.
Y acto seguido argumenta con la Summa de Santo Tomás y con textos de los
mejores tomistas: Capreolo y Cayetano, y se apoya repetidamente en el jesuí-
ta Gabriel Vázquez. Los argumentos no sólo son de autoridad, sino también
filosóficos. Y termina:
«Hay que evitar totalmente este modo de hablar [sostener que hay tres
existencias relativas en Dios], pues la fe confiesa absoluta y de modo taxativo
que en Dios hay una sola esencia y tres Personas de una naturaleza y esencia;
y los Padres de la Iglesia y los teólogos así se expresan. Y ninguno de los Padres
o de los teólogos antiguos concede que en Dios haya tres existencias relativas,
ni hablando de este misterio distingue entre una esencia relativa y una esencia
absoluta; y la razón es que la esencia es lo mismo que la naturaleza. Por con-
125. He aquí una formulación condensada del argumento anselmiano sobre la existencia
de Dios, en la versión que se popularizó en los círculos bonaventurianos: «Si Deus est Deus,
Deus est»: si Dios es Dios, si se trata de la esencia del verdadero Dios, Dios existe.
126. La expresión esse existenriae procede de los círculos escolásticos posteriores a Tomás
de Aquino, y estaba ya consagrada hacia 1285, como testimonia un quodlibeto de Ricardo de
Mediavilla que es de esa fecha y una cuestión disputada de Mateo de Aquasparta, que es con-
temporánea. Se generalizó distinguir entre el ser de la esencia y el ser de la existencia. £1 ser de
la esencia (esse essentiae) quería expresar que la esencia era «algo», un ser de condición esencial.
En el fondo, esse essentiae y essentia eran conceptos sinónimos. La expresión ser de la existencia
(esse existenriae) apuntaba a otra cuestión: quería denominar, primeramente, que todo existen-
te era algo. Pero admitía también un segundo sentido: el esse existenriae señalaba un ente actual:
un hoc esse actúale. Finalmente, también podía designar aquello por lo cual algo es existente; en
tal caso, esse existenriae era lo mismo que el actus entis.
127. «Sententia, qui mihi multo probabilior videtur dicit in Deo nullam dan existentiam
relatiuam, sed unicam absolutam et communem, qua et essentia diuina, et tres diuinae perso-
nae perfectissime existunt» (fol. 85r).
356 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
Juan Martínez de la Parra 12 ', que cierra el siglo XVII mexicano de la es-
cuela jesuítica, constituye un testimonio muy interesante de un teólogo aca-
no es poco mérito, sobre todo en aquel tiempo. Pero, también podría inter-
pretarse la opción catequética de Martínez de la Parra como signo de que en
México corrían entonces otros aires que en España. Es decir, que en México
no se habría generalizado la reacción voluntarista que en España había entra-
do, bien por contagio protestante, o bien por imitación de las corrientes espi-
ritualistas francesas, próximas a la vía del «amor puro».
Cualesquiera que hayan sido las influencias sufridas por esta estupen-
da obra, conviene recordar que su autor se declara deudor de las opciones ca-
tequéticas de San Agustín en su libro De Cathequizandis rudibusr, que tuvo a
la vista el Catecismo y exposición de ¡a doctrina cristiana, publicado en Toledo,
en 1618, por el jesuíta español Jerónimo Martínez de Ripalda (1536-1618);
que expresamente evita las polémicas de escuelas; que las pláticas duraban
media hora, pues se pronunciaban todos los jueves, es decir, en días labora-
bles, desde el día 7 de abril de 1690 al 12 de diciembre de 1694; y que asistí-
an a ellas todo género de personas: desde sacerdotes sabios y venerables, a «ig-
norantes y rudos». También, a imitación de San Agustín, después de la
exposición doctrinal de cada tema, De la Parra procuraba terminar con una
exhortación de carácter moral, aunque breve y serena.
El estilo es sobrio y elegante, lo cual contrasta con el estilo barroco pre-
dominante en la homilética de la época. Por ello mismo es muy claro y se si-
gue todavía hoy con agrado y fácilmente. Por último, las pláticas que ahora
reseñamos expresan perfectamente lo que podríamos denominar la teología
urbana americana, pues constituyen un fenómeno pastoral típico de la pasto-
ral jesuítica dirigida a la sociedad urbana colonial.
La primera parte, sobre la doctrina cristiana, no es una exposición del
símbolo o de los artículos de la fe, como era de esperar, sino del fin del hom-
bre y de las tres virtudes teologales. (La edición de las pláticas habituales de
los jueves incluye cinco sermones correspondientes a los cinco viernes de la
cuaresma de 1691, donde se trata sobre el amor al prójimo y a los enemigos,
la restitución, la malicia del pecado mortal, la vocación divina, etc.). Esta op-
ción metodológica, consistente en comenzar por el fin del hombre y el análi-
sis de las virtudes teologales, se toma de Martínez de Ripalda, pues los funda-
mentos de la vida cristiana, que busca a Dios como fin último, son esas tres
virtudes. La segunda plática, por ejemplo, desarrolla la pregunta que leemos
en el Catecismo de Ripalda: «Pregunto, hermano, ¿cómo os llamáis? Padre, yo
me llamo Francisco. Yo Antonio. Yo Isabel. Yo María». Por eso, el título de la
plática es: «De lo que cada uno tiene que aprender en su propio nombre». De
la Parra desarrolla aquí ampliamente la teología bautismal y el tema de la ve-
neración de los santos. La plática tercera expone la pregunta del catecismo:
VIII. LA TEOLOGÍA ACADÉMICA EN MÉXICO 359
adornos, las galas, la pompa? No, que entre esas galas se puede amar a Dios
muy de veras. Ahí están Esther, y una Judith» (p. 102b)12'.
Al tratar el primer mandamiento, no hay ni una sola alusión, a menos
que hayamos leído mal, a la idolatría. Al predicar en la fiesta de la Purísima
Concepción, el 8 de diciembre de 1690, no empleó nunca el término «peca-
do original»; pero, siguiendo a Suárez, explicó ampliamente la tesis de éste:
«desde el primer instante de su Concepción, tuvo la Señora más gracia que
cuanta gracia han tenido y tienen todo junto los ángeles y los santos» (p.
114b). Y más adelante, en el mismo sermón, con motivo de unos sucesos mi-
lagrosos que cuenta, se refiere a María como concebida sin pecado (la Con-
cepción inmaculada). Se aprecia, pues, su posición decididamente inmaculis-
ta, pero evitando entrar en conflicto con la Orden dominicana.
Muchas noticias nos trasmite Parra sobre la vida cotidiana mexicana de
su tiempo, especialmente al desglosar los contenidos de los mandamientos.
En este sentido, sus pláticas constituyen un retrato estupendo de la vida urba-
na de la capital: por ejemplo, el rechazo del trabajo (de los oficios) por parte
de la pequeña nobleza criolla: «¿Mis hijos a oficio? Pues aunque me vean he-
cha pedazos —pone en boca de una madre en una de sus pláticas—, soy muy
noble, soy descendiente de Conquistadores-, el señor Don Fulano es mi pa-
riente: ¿a oficio? De ninguna manera. Vén aquí gran parte, sino es la mayor,
de las desventuras de México» (p. 189a). También se habla de las relaciones
de los padres con los hijos, de los esposos entre sí, de los amos con sus escla-
vos, de los distintos oficios y de cómo se puede faltar en ellos a la justicia, etc.
Al tratar acerca de la usura, su sentencia es inequívoca: «De modo que
el prestar no es título para que el que prestó ciento, le vuelvan ciento y cinco»
(il, plática 47, p. 236a). La condena del interés es total, y también de todas las
formas de contratos bajo los cuales se camuflaba el préstamo dinerario. No
condena una prudente retribución si verdaderamente se ha dado dinero a
daño. Pero estima que muchos contratos de daño emergente o de lucro cesan-
te esconden préstamos realmente usurarios.
129. «De modo que no está el punto en que sea este o aquel estado [casado o religioso],
que en todos los que tiene la Christiandad hay salvación, sino en que se escoja aquel estado
que Dios quiere, al que Dios llama, al que Dios inspira» <11, plática 25, p. 192a). «En la coci-
na, entre ollas —dice hablando a los esclavos—, en el trabajo, ahí se aparece Jesu-Christo. Ahí
lo tendréis, si os aplicáis i vuestra obligación, á servir con humildad, á callar, y á obedecer. [...]
porque donde está la obligación, ahí está el agrado de Dios, ahí se logran los méritos, ahí se
alcanza la dicha con la gracia, para llegar ÍL un eterno premio con la Gloria» (n, plática 27, p.
202a-b).
viii. LA TEOLOGÍA ACADÉMICA EN MÉXICO 361
130. Ill, plática 11. La controversia entre unos y otros se podría resumir en los siguientes
términos: para unos, los atricionistas, bastaría, para ser válidamente absuelto, la mera atrición
servil, es decir, el horror al pecado sólo por miedo al infierno: para los contricionistas, sería ne-
cesario por lo menos un cierto amor inicial a Dios. Fueron atricionistas, con más o menos du-
das, los teólogos dominicos de Salamanca (Vitoria, Soto y Cano), seguidos al principio, aun-
que tímidamente, por muchos otros teólogos, como Suárez, Vázquez, etc. Con el tiempo, sin
embargo, muchos de los tímidos seguidores del atricionismo se pasaron al contricionismo. Ale-
jandro vil, en 1667, impuso silencio a ambas partes litigantes (cfr. el Decreto del Santo Oficio
de 5 de mayo de 1667, en DS 2070).
362 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
133. Genaro GARCÍA, Don Juan de Palafóx y Mendoza: su virreinato en la Nueva España,
¡us contiendas con los PP. Jesuítas, sus partidarios en Puebla, sus apariciones, sus escritos escogidos,
etc., etc.. Librería de la vda. de Ch. Bouret, México 1906, en Documentos inéditos o muy raros
para la Historia de México, tomo vil, Advertencia, p. vil
134. Cfr. Josefina MURIEL, Hospitales de Lt Nueva España, Editorial Jus, México 1960, II:
Fundaciones de los siglos XVIIy xvm, pp. 24-25.
364 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
136. Una referencia obligada para el estudio de Palafox como pensador político es la obra
de Ernesto DE LA TORRE VILLAR, Don Juan de Palafox y Mendoza pensador político, Universidad
Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Jurídicas, México 1997. Esta mo-
nografía, aunque breve, da cabal conocimiento de la labor de Palafox como político y hombre
de gobierno. Para los escritos políticos de Palafox, véanse principalmente el tomo I y X de la
Obra completa.
137. Prólogo a la Historia Real Sagrada, en Obras del Ilustrissimo..., cit. en nota 131, tomo
l, p. 292.
366 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
par que fiel a las leyes de la vida política y civil. El tema debió de presentárse-
le, quizá, al contemplar la actitud francesa en Europa, durante el último perí-
odo de las guerras de religión, cuando Luis XIII aprovechó el debilitamiento
de las potencias católicas para entrar en liza. Por ello, en este «espejo de prín-
cipes» destaca la coherencia —distinción pero unidad— de ambos planos: el
natural o civil y el sobrenatural o religioso. El gobernante, diferenciando lo
eclesiástico de lo civil, debe saber encontrar en lo eclesiástico el modelo para
el gobierno civil. Analiza en esta obra las diversas formas de gobierno, incli-
nándose hacia la monarquía, de nuevo, no sólo por razones históricas sino si-
guiendo la analogía que ordinariamente es posible descubrir entre las realida-
des sobrenaturales y las humanas (la «verticalidad» que se observa en el orden
sobrenatural o trascendente, donde Dios está en la cúspide de todo lo creado,
como fin último).
Palafox —como ha recordado Ernesto de la Torre— se formó dentro del
más puro regalismo y fue un instrumento perfecto del regalismo estatal, ya con-
solidado en tiempos de Felipe IV, aunque todavía sin los tonos agresivos que
tendría en el siglo de los primeros Borbones. Con todo «no fue un instrumen-
to ciego de los designios regalistas, pues siempre tuvo en mente y lo expresó en
sus obras, la dignidad religiosa, la misión político espiritual de la Iglesia, la acti-
tud coadyuvante de los eclesiásticos con el gobierno civil, y las limitaciones que
el Estado tenía frente a la misión pastoral confiada a los hombres de Iglesia»138.
Por ello, censuró la política de los gobernantes y señaló los límites de la activi-
dad política, marcados por el bien común y la moral cristiana.
4. B A L A N C E D E LA T E O L O G Í A A C A D É M I C A N O V O H I S P A N A
138. Ernesto DE LA TORRE VILLAR, Don Juan de Palafox y Mendoza pensador político, cit.
en nota 136, p. 3.
viii. LA TEOLOGÍA ACADÉMICA EN M É X I C O 367
* Capitulo redactado por Josep Ignasi SARANYANA. María Luisa ANTONAYA paleografió el
códice latino manuscrito de Juan Pérez de Menacho.
1. Cír. Miguel MATICORENA ESTRADA, Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Brrve re-
seña histórica, Edición Universidad Nacional de San Marcos (Cátedra de Historia), Lima 1995.
370 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
Pablo, donde la Compañía tenía cátedras de Artes, Teología y lenguas del In-
cario. El virrey Francisco de Toledo intervino en 1578, clausurando las cáte-
dras públicas de la Compañía, pero Felipe II autorizó su reapertura, aunque
determinó que los estudiantes de la Compañía no pudieran graduarse con
sólo los estudios hechos en su colegio. Sin embargo, tan grande era el presti-
gio del Colegio Máximo, que, a pesar de las limitaciones legales, hasta 1582
éste fue el centro de la vida intelectual de Lima. En tal fecha el virrey Martín
Enríquez de Almansa fundó el Colegio de San Martín, con patrocinio real y
con muchos privilegios, y con cátedras de Jurisprudencia, Teología y Artes, re-
gentadas también por jesuítas, de modo que Lima tuvo tres establecimientos
docentes del máximo nivel: la Universidad, el Colegio Máximo y el Colegio
de San Martín. Es evidente, pues, que la competencia perjudicó a la Univer-
sidad de San Marcos. La vida intelectual peruana quedó de hecho en manos
de la Compañía.
Ya hemos hablado del teólogo jesuíta José de Acosta, que fue sin duda la
figura más destacada del mundo académico limense de este período2. Conviene
ahora decir una palabras sobre el también jesuita Juan Pérez de Menacho5.
De su copiosa obra teológica, la mayor parte desaparecida en el incendio de
la Biblioteca Nacional de Lima, acaecido en 1943, se han conservado algunos
2. Cfr. el capítulo tv, supra, epígrafe 1c. El buen conocimiento que Acosta adquirió del
Perú (sus tradiciones, cultura, geografía, etc.) se manifiesta no sólo en el Deprocuranda indo-
rum salute, que nos ha servido de base para la sinopsis de sus principales tesis teológicas, sino
también en su Historia natural y moral de las Indias, ed. de José Alcina, Historia 16, Madrid
1987. Asimismo hemos dedicado suficiente atención al dominico Bartolomé de Ledesma, pri-
mero catedrático en México, luego también catedrático por dos años de la Universidad de San
Marcos, cuando acompañó al virrey Manin Enríquez en su viaje a Lima y participó en el III
Concilio Limense (1580-1582). Cfr. capítulo VIH, supra, epígrafe le.
3. Nació en Lima en 1565. Ingresó en la Compañía de Jesús en 1582. Entre 1601 y 1604
fue catedrático de prima en la Universidad de San Marcos y, de nuevo, entre 1620 y 1624. Fue
también profesor en el Colegio Máximo de San Pablo de Lima y en Cuzco. Falleció en Lima
en 1626. Cfr. en el «Mercurio Peruano», del día 3 de marzo de 1791, una larga noticia biográ-
fica. Véase también Carlos SOMMERVOGEL, Bibliothèque de la Compagnie de Jésus, Oscar Sche-
pens, Bruxelles 1960 (ed. an astática), vi, col. 522, donde figura una relación de sus obras. Re-
sumimos sus tesis de Teología moral siguiendo a Felipe BARREDA LAOS, Vida intelectual del
Virreinato delPerú, Talleres Gráficos Argentinos L.J. Rosso, Buenos Aires 1937, pp. 145-153,
aunque evidentemente no compartimos todos los juicios de Barreda.
IX. L A TEOLOGÍA ACADÉMICA LIMENSE, NOVOGRANADINA Y BRASILEÑA 371
tratados inéditos sobre la Summa aquiniana, de los que sólo hemos podido
consultar uno directamente: su comentario a la primera parte de la Summa
theologiae, cuestiones 44 a 64\ En la Biblioteca Nacional de Colombia se ha-
llan otros comentarios suyos al Aquinate (mss. 8 y 71), fechados entre 1601
y 1613: tres de ellos dedicados a la tercera parte de la Summa (de la cuestión
72 a la cuestión 84, es decir el tratado acerca de la Eucaristía); y, además, una
larga Disputatio prima de virtute castitatis et eius excelentia, y un opúsculo ti-
tulado: Tres dudas acerca de nuestros privilegios índicos temporales
En cuanto a la Teología moral, y según testimonia Barreda Laos, que
vio sus obras en la Nacional de Lima antes del incendio, se centra Menacho
en el estudio de las virtudes: primero, la noción general de virtud; después el
estudio de la virtud en la consecución del bien; finalmente el análisis de las
virtudes en particular. Parece seguir literalmente las tesis agustinianas más ra-
dicales, en el sentido de una doble predestinación, aunque sostiene que el
número de los predestinados a la gloria es muy superior al número de los
predestinados a la reprobación. En cuanto al mal, no estima que sea priva-
ción del bien debido, como había afirmado el Aquinate, sino más bien que es
algo real y positivo. Por consiguiente, el mal tiene causa. En tal sentido, el dia-
blo es absolutamente malo, también desde el punto de vista ontològico; el
diablo sería la reunión de todos los atributos humanos malos y que, por lo
mismo, no pueden predicarse ni siquiera análogamente de Dios. Establecidos,
en algún sentido, dos principios soberanos, uno del bien y otro del mal, y no
queriendo contraponerlos abocando al dualismo, sostuvo que «Dios, como
causa primera, concurre al pecado; es causa formal del mal». Por consiguien-
te, Dios sería el Bien absoluto causa formal del mal, lo cual, evidentemente es
contradictorio...
Pasemos ahora a su comentario a la primera parte de la Summa Theo-
logiae aquiniana, cuestiones 44 a 64'. Sigue la división en artículos de la Sum-
ma, que a su vez estructura en dubia. Vamos a detenernos en el comentario a
4. Este precioso códice es propiedad del Prof. Ramón Mujica Pinilla (de la Pontificia Uni-
versidad Católica del Perú, de Lima), a quien agradezco las facilidades que me ha dado para su
consulta.
5 . Cfir. Rafael PINZÓN G A R Z Ó N , Lafilosofìaen Colombia. Bibliografía de los siglos xvr, xvn,
xviii. L* parte, Universidad de Santo Tomás (Biblioteca Colombiana de Filosofía), Bogotá
1987, pp. 31-32.
6. In primam partem Sancii Thomae a quaestione 44 commentarla per Revertndum ad maio-
rem Deigforiam Patrem Johanem [sic] Peres Menacho Societatis Iesu in Collegio Limensi euisdem
Societatis Sacrae Theologiae Professorem (manuscrito del siglo XVII, 57 + 235 folios numerados
en el anverso).
372 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
7 . Cfr. James A. WEISHEIPL, Thomas d'Aquino andAlbert His Teacher, Pontifical Institute
ofMediaeval Studies, Toronto 1980, pp. 14-18.
8. «Non solum probabiliter, sed etiam demonstrative ostendi potest Angelos in uniuerso
reperiri» (fol. 4v).
9. «Ergo fatendum erit demonstran posse naturaliter in hoc uniuerso Angelos reperiri»
(fol. 5r).
ix. LA TEOLOGÍA ACADÉMICA LÍMENSE, NOVOGRANADINA Y BRASILEÑA 373
cuyas fuerzas exceden a los medios naturales que emplean, a las glosolalias,
etc. Como se ve, Menacho se halla, por una parte, en el extremo de las postu-
ras racionalistas, afirmando una capacidad a la razón que Aquino no se atre-
vió a concederle; y, por otra, en un mundo de credulidades curiosas, que ha-
rían sonreír a un hombre de nuestro tiempo.
En todo caso reconoce que el estudio de la angelología es especialmen-
te útil para nuestro conocimiento de Dios, por ser los ángeles las criaturas, en
cuanto puramente espirituales, más próximas a la Divinidad. (En esta afirma-
ción denota, quizá, una consideración un tanto peyorativa de lo corpóreo, ol-
vidando que, para Aquino, más se asemeja a Dios el hombre compuesto de
alma y cuerpo, que el alma separada. Incluso es posible que su noción de
«participación trascendental» sea un tanto restrictiva).
Desde el punto de vista metafísico, la pregunta capital se halla en el
tercer dubium: «utrum Angelus sit substantia spiritualis omnino expers» (fol.
6v), es decir, si el ángel es una substancia espiritual absolutamente privada de
cuerpo. Son absolutamente incorpóreos, concluye siguiendo a Aquino, por-
que son intelectuales, y la operación de conocer no puede ser un acto del
cuerpo (fol. 7r). Ahora bien: ¿están compuestos de materia y forma? Esto exi-
ge determinar, primero, si pueden tener una materia como la materia corpo-
ral, o bien si pueden tener una materia de otro tipo (fol. lOv).
La solución ofrecida por el maestro limense es ciertamente un tanto
ecléctica. Por una parte, fiel a Tomás de Aquino; por otra, con unos desarro-
llos que invitan a pensar que era un tomista vergonzante. Rechaza, como no
podía ser de otro modo, que los ángeles tengan materia corpórea o física. Lo
cual no implica que los ángeles sean actos puros, pues están compuestos «ex
natura et supposito, et ex essentia et esse [...], ex genere et differentia»; tienen,
pues, algo potencial y algo actual (fol. I4v). Hablando con propiedad, el án-
gel tiene acto, es decir, no es su propio acto; y, por ello, tiene materia, no ma-
teria física, sino materia metafísica10.
¿Una materia metafísica? Parece que Menacho quiere con ello expresar,
aunque su terminología resulte ambigua, que los ángeles tienen potenciali-
dad; una potencia que excluye el cambio substancial, pues sólo podrían ser
aniquilados por Dios.
La última y decisiva pregunta, que Menacho va a tratar ampliamente
al estudiar el artículo cuarto de la cuestión 50, es el número de los ángeles.
10. «Et ita loquendo esc habens actum, et non ipse actus, unde etiam est habens materiam
non physicam, sed metaphysicam» (fol. 15r).
374 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
11. «Distinctio vero numérica, quae non esc talis tamen [por la materia], sed simul est
etiam specifica [,] potest esse a principio intrínseco quae est forma, et huius modi est distinc-
tio numérica quae reperitur in Angelis, ut infra videbimus articulo quarto» (fol. 15v).
12. Nació en Segovia en 1594. A los quince o dieciséis años marchó a estudiar a Sevilla
con el jurisconsulto Juan Solórzano Pereira, con quien embarcó hacia América en 1610. En
1612, en Lima, ingresó en la Compañía de Jesús. Comenzó en Cuzco su carrera de gobierno y
de docencia: rector de las Universidades menores de Chuquisaca y de Charcas, alcanzó final-
mente la cátedra de prima de Teología en el Colegio Máximo de San Pablo, del que también
fue rector. Logró la paz con los dominicos en la polémica concepcionista. Falleció en Lima, a
los noventa y cuatro años de edad, en 1688. Para la vida y la obra de Avendaño, cfr. Angel LO-
SADA, El jesuita segoviano Diego de Avendaño, defensor de los negros de América, en Mariano
CUESTA D O M I N G O (ed.), Proyección y presencia de Segovia en América. Actas del Congreso Inter-
nacional (23-28 de abril de 1991), Editorial Deimos, Segovia-Madrid 1992, pp. 423-444.
IX. L \ TEOLOGÍA ACADÉMICA LIMENSE, NOVOGRANADINA Y BRASILEÑA 375
13. El obispo Cornelio Jansenio había fallecido en 1638. Su obra cumbre, titulada Augus-
tinus, fue editada póstumamente, en 1640, por sus discípulos. Las condenas de Jansenio fue-
ron todas, por tanto, posteriores a su muerte. Simplificando mucho la cuestión, puede decirse
que Jansenio —o sus discípulos— estimaban que, en caso de duda sobre la valoración moral
de una acción, había que seguir siempre la sentencia mis segura (tuciorismo, del latín tutior o
mis seguro). Frente a ellos, otros autores consideraron que en caso de duda bastaba seguir
siempre la opinión más probable (sistema probabiliorista, del latín probabilioromis probable).
Finalmente, otros autores, como el propio Avendaño, estimaron que, en caso de duda, bastaba
seguir una opinión, con tal de que fuese simplemente probable (probabilismo, del latín proba-
bilis).
14. CFR. Francisco Guil Blanes, La filosofía en el Perú del xvii, en «Estudios Americanos»
10(1955) 167-183, aquí p. 176.
376 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
las reliquias, para proseguir con los santuarios marianos, el santoral, las indul-
gencias, etc. El sexto contiene muchas cosas peculiares para el gobierno espi-
ritual y temporal del virreinato del Perú. En este volumen hay algunas incur-
siones teológicas bastante especulativas, por ejemplo, sobre la procesión del
Verbo de Dios (revisión V, I), la gracia de Cristo (revisión V, II), el culto ma-
ñano (revisión V, III), etc. En la parte final aparecen unas revisiones o correc-
ciones muy extensas de los dos tomos titulados Problemata thcologica, de los
que hablaremos más abajo, y de los seis tomos del Thesaurus indicus. Convie-
ne recordar, para evitar confusiones, que sólo los dos primeros tomos de esta
última obra se editaron con el título de Thesaurus indicus. Los cuatro restan-
tes llevan el título genérico de Auctarium indicumn.
En líneas generales puede afirmarse que el Thesaurus es una obra de
acarreo o de aluvión, escrita con una sistemática quizá preconcebida, pero
después no siempre observada. Una obra llevada a cabo durante un período
de tiempo tan dilatado —casi medio siglo—, siendo además la vida de su au-
tor tan rica en acontecimientos (traslados, cargos de gobierno, docencia de
distintas disciplinas, diferentes tareas pastorales, etc.), forzosamente debía re-
sentirse de un cierto desorden. Pero, precisamente su espontaneidad, y el he-
cho de ser testigo de mil problemas pastorales y sociales ocurridos en Perú del
siglo X V I I , la hacen un verdadero «tesoro» de información para conocer la vida
cotidiana de aquel virreinato.
La influencia de Juan Solórzano Pereira" es patente en las doctrinas
hierocráticas de Avendaño. Para el jesuita segoviano, el papa tiene un domi-
nio absoluto y perfecto en lo temporal universal17. Para ello interpreta literal-
mente la Bula Unam Sanctam de Bonifacio V I I I (1302), promulgada por el
papa en polémica con Felipe IV el Hermoso, rey de Francia. En ella el Roma-
no Pontífice se había adherido a la tesis de que las dos espadas (cír. Le 22,38),
es decir, la espiritual y la temporal habían sido colocadas en manos del papa,
quien cedía la temporal al emperador o rey, que debía usarla en servicio de la
Iglesia y bajo su vigilancia. Acorde con la citada bula, Avendaño concluía que
es necesario para salvarse estar sometido al Romano Pontífice. Esta sumisión
se refería a la potestad temporal, porque no había cuestión en la sumisión a la
potestad espiritual. (No se olvide, para comprender las expresiones de Aven-
daño, que por esos años, cuando enviaba a imprenta el tomo primero de su
Thesaurus, había estallado ya la polémica de los jesuítas con los jansenistas, en
la que éstos adoptaron una posición regalista, mientras que los jesuítas se in-
clinaron abiertamente por el ultramontanismo). En todo caso, todo el título
I del tomo primero está dedicado a esta cuestión: «Del derecho de Indias y de
las obligaciones de los Reyes Católicos acerca de su administración». Y en el
capítulo I de este título se establece claramente que es certísimo el fundamen-
to de la donación pontificia; y en el capítulo II determina que el derecho de
los reyes católicos españoles es exclusivo y que, por tanto, los demás príncipes
cristianos carecen de derechos, incluso sobre las tierras todavía no ocupadas
por los primeros.
Acerca de la potestad del papa sobre los infieles, y contradiciendo las
tesis de Bartolomé de Las Casas y, en general, de los dominicos, Avendaño
consideró que los infieles no tienen dominio sobre sus cosas, y que sus prín-
cipes carecen de verdadera jurisdicción. De esto trata en la sección 50 del li-
bro cuarto, cuando se pregunta acerca «de cierta censura del escritor aduci-
do [Las Casas] sobre cosas de las Indias, y otras cosas dignas de advertirse
sobre las mismas». En consecuencia, sus tierras pueden ser ocupadas por los
cristianos y, si se resisten, pueden ser ocupadas por las armas. Conoce el je-
suíta la doctrina de Pablo III, en su bula Sublimis Deus, donde el papa había
sentenciado lo contrario, a lo cual replica que los infieles tienen dominio no
absoluto sobre sus bienes, sino sólo cedido por el papa; cuando los infieles se
convierten a la fe, entonces el dominio cedido ya no puede ser trasladado a
otros, pues pasa a ser absoluto. En el contexto que acabamos de exponer, es
evidente que Avendaño consideró que las bulas alejandrinas de 1493 consti-
tuyen una auténtica donación pontificia a la corona española. Por ellas, el
rey de España habría pasado a ser verdadero propietario de las Indias occi-
dentales.
Hasta aquí la doctrina de Avendaño expresada en el tomo primero del
Thesaurus, publicado en Amberes en 1668, aunque acabado en 1662, y en el
tomo cuarto, terminado en 1670. Sin embargo, en el tomo sexto, concluido
en 1678 y publicado en 1686, el jesuita parece retractarse de sus tesis hiero-
378 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
oráticas extremas y sostener la tesis del dominio indirecto del papa en cues-
tiones temporales. Paulino Castañeda, siguiendo en esto a Antonio de Ega-
ña", ha interpretado los pasajes del tomo sexto de la siguiente manera: según
Avendaño, el papa tendría in potentia poder temporal directo sobre todas las
cosas y personas; pero, para ejercerlo se precisaría que su uso estuviese respal-
dado por su conformidad con las funciones pastorales propias del pontífice.
De ahí que Castañeda haya concluido señalando que Avendaño sería más
bien un teócrata moderado que un hierócrata extremo. Todo esto se deduce
especialmente, como ya hemos dicho, del tomo sexto de su Thesaurus, en
cuyo epígrafe dedicado a la revisión del tomo primero, al preguntarse sobre
«el derecho de los Reyes Católicos de España a las Indias por el título de do-
nación papal», concluye que el papa tiene dominio absoluto y plenamente
perfecto en lo temporal universal (excepto en lo necesario para la vida); y que
los infieles carecen de toda facultad jurisdiccional, salvo en lo otorgado por
la Iglesia". Esto, por lo que respecta a las relaciones de los infieles con el
papa. Ahora bien, si consideramos las relaciones del papa con el emperador,
entonces sostiene la tesis del dominio indirecto del papa en cuestiones tem-
porales.
Más conocida es la doctrina de Avendaño sobre los repartimientos de
indios, concretamente para el trabajo en las minas, tema que desarrolló am-
pliamente en el tomo primero de su Thesaurus. Su punto de partida fue que
la libertad corresponde al hombre por derecho natural. La esclavitud, por tan-
to, no es el estado natural de ningún hombre, ni siquiera de los que no son
cristianos. Los indios no pueden ser reducidos a esclavitud, salvo en el caso de
guerra justa, y siempre que la esclavitud equivalga a una conmutación de la
pena de muerte**. No obstante, la historia humana posterior al pecado origi-
nal testimonia una serie de imperfecciones serias en la forma como la huma-
nidad se ha organizado, entre ellas, la indiscutida admisión, durante siglos, de
la esclavitud. Poco a poco, después de la Encarnación y Redención, la huma-
nidad habría caído en la cuenta de que la esclavitud era intolerable, aun cuan-
do ésta se siguiese justificando, en tiempos de Avendaño, con argumentos
18. Cfr. Antonio DE EGAÑA, El P Diego de Avendaño, S.I. (1594-1688)y la tesis teocrática
«Papa, Dominus Orbis», en «Archivum Historicum S. I.» 18 (1949) 196-255, aquí p. 213.
19. Ibidem, p. 215.
20. Cfr. Fernando DE ARVIZU, Elpensamiento jurídico delP. Diego de Avendaño S. /. Notas
de interés para el Derecho Indiano, en VV.AA., IX Congreso del Instituto Internacional de Historia
del Derecho Indiano. Actas y Estudios, Editorial de la Universidad Complutense, Madrid 1991,
i.pp. 137-150.
IX. LA TEOLOGÍA ACADÉMICA LIMENSE, NOVOGRANADINA Y BRASILEÑA 379
21. Barreda Laos, al tratar estas cuestiones, estima que pesaron sobre las concepciones del
teólogo limeño las largas guerras de religión y la paz de Westfalia, firmada en 1648; mayor in-
cidencia, sin embargo, debió de tener en Avendaño el ideal de libertad, predicado por Cristo y
promulgado por San Pablo en sus caitas, muy especialmente en la Carta a Filemin. Cfr. Felipe
BARREDA LAOS, Vida intelectual del Virreinato del Perú, Talleres LJ. Rosso, Buenos Aires 1937,
p. 160.
22. Thesaurus, l, trac. I, cap. 12. Cfr. Pilar HERNÁNDEZ APARICIO, La doctrina de Avenda-
ño sobre los repartimientos de indios, en Mariano CUESTA (ed.), Proyección y presencia de Segovia
en América, cit. en nota 12, pp. 411-419.
23. No fue Avendaño el primer precedente en discutir la licitud de esclavizar a los africa-
nos. Las Casas había escrito cien años antes contra la esclavitud de los negros. Cfr. Bartolomé
DE LAS CASAS, Brevísima relación de la destrucción de Africa: preludio de la destrucción de Indias.
Primera defensa de los guanches y negros contra su esclavización, ed. a cargo de Isacio Pérez Fer-
nández, Viceconsejería de Cultura («Los dominicos y América», 3), Santa Cruz de Tenerife
1989. Es muy posible, además, que Avendaño haya tenido a la vista el heroico ministerio del
jesuita San Pedro Claver (1580-1664), que llevó a cabo su apostolado con los esclavos negros
que arribaban al puerto de Cartagena de Indias. Cfr. Angel VALTIERRA-Rafael María DE HOR-
NEDO, San Pedro Claver: esclavo de los esclavos, BAC («Popular», 69), Madrid 1985. San Pedro
Claver fue canonizado en 1888.
380 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
24. Cfr. Angel LOSADA, El jesuíta segoviano Diego de Avendaño..., cit. en nota 12, pp. 436-
437.
25. La misma tesis se repite en el como sexto del Thesaurus, dedicado a corregir sus obras
anteriores. La tesis inmaculista se halla desarrollada al comienzo de la «revisión» del tomo pri-
mero y al principio de la «revisión» del tomo segundo del propio Thesaurus.
IX. LA TEOLOGÍA ACADÉMICA LIMENSE, NOVOGRANADINA Y BRASILEÑA 381
Dios le había revelado tantas cosas en aquel momento, que todo lo que había
aprendido a lo largo de su vida le parecía nada. Quién sabe, dice Avendaño,
si no le manifestó también el misterio de la Inmaculada Concepción; pero
por desgracia Dios no le concedió tiempo de vida para exponerlo, pues mu-
rió al poco de tales revelaciones. En todo caso, termina, y según Santo Tomás
mismo, la costumbre o tradición de la Iglesia debe preferirse a la doctrina de
un doctor cualquiera, aunque la autoridad de tal autor sea muy grande. Tal es
el caso de la Inmaculada Concepción. Y en prueba de que ésta era la conduc-
ta recomendada por Francisco Suárez a los teólogos de la Compañía, refiere
una carta del propio Suárez, fechada en 1612, y escrita a un jesuita del Perú,
donde el maestro español decía que abandonasen la teología suareciana, cuan-
do hubiese algún conflicto con el pensar de la Iglesia. Y Avendaño culmina el
epígrafe diciendo que, en esta temática inmaculista, ha de seguirse la opinión
de la Iglesia, como recomendaron el mismo Santo Tomás y el propio Suárez,
tan devoto de Aquino, como recuerda en su carta de 1612.
Lo más interesante del anterior desarrollo doctrinal es, a nuestro en-
tender, la valoración que hace del común sentir de la Iglesia frente a la opi-
nión de un autor, por muy grande que sea su autoridad. Revela, sin duda, una
forma de argumentar muy eclesiológica, que es digna de ser señalada. Las cos-
tumbres o tradiciones locales, litúrgicas y catequéticas, son expresión del sen-
susfidelium, a través del cual nos habla el Espíritu. Esta afirmación en boca de
un teólogo latino, que no oriental, es digna de ser señalada. Y, además, mani-
fiesta que algo ha cambiado, desde la Escuela de Salamanca. En la presenta-
ción del tratado De fidr, Avendaño escribe sus Problemata theologica en un
marco ambiental diferente, que había sido preanunciado precisamente por
Suárez: ya no se pone ahora, en la segunda mitad del X V I I , tanto el acento en
la iluminación interior como motivo formal de la fe, sino en la autoridad por
medio de la cual Dios se revela. No se piensa tanto en la revelación inmedia-
ta, cuanto sobre todo en la revelación mediata. Pero de todo esto trataremos
más detenidamente al exponer, en el próximo epígrafe, la teología de Leonar-
do de Peñafiel, contemporáneo de Avendaño.
Otros pasajes interesantes de la teología de Avendaño pueden descu-
brirse en su presentación de las cinco vías tomasianas, que él expone por ex-
tenso y con gran independencia. En la tercera vía, por ejemplo, supone que la
contingencia y la eternidad no son contradictorias, lo cual considera senten-
cia común (i, sectio I, problema 4, p. 68a). Y aunque en esto se ajusta a la doc-
trina de Aquino, se separa de ella en el desarrollo de la vía, pues olvida una
distinción importante de fray Tomás, entre necesario por sí y por otro. Evi-
dentemente, el clima intelectual ha cambiado mucho entre el siglo X I I I y el
382 T E O L O G Í A EN AMÉRICA LATINA
26. Como se sabe, para Avicena, la noción de «necesidad» era una de las tres primeras, im-
plicada en la particular concepción que el Islam tenía de la divinidad y de la creación, entendi-
da ésta última como emanación necesaria. En tal contexto, cabla hablar de necesidad en cuan-
to a la existencia y de contingencia o posibilidad en cuanto a la esencia de las cosas. Tal
necesidad no sería una necesidad absoluta, sino relativa, es decir, una necesidad por otro, pero
necesidad al cabo. Los seres astronómicos, por ejemplo, que necesariamente repetían los mis-
mos movimientos eternamente, sin gasto alguno de su ser, eran necesarios por otro. Esta con-
cepción del mundo había cambiado ya en tiempos de Avendafio, conocedor de las nuevas teo-
rías físicas y astronómicas, lo cual evidentemente debía de reflejarse en la manera de formular
la tercera vía.
27. «Nam ínter res visibiles nulla est homine perfectior; nequit autem dici quod homo sit
Deus» (l, sectio l, problema 4, p. 69a).
28. Cfr. Angel Luis GONZALEZ, Ser y participación. Estudio sobre la cuarta vía de Tomds de
Aquino, EUNSA, Pamplona J 1 9 9 5 .
ix. L A TEOLOGÍA ACADÉMICA LÍMENSE, NOVOGRANADINA Y BRASILEÑA 383
29. Adviértase qué cerca se coloca Avendaño del argumento anselmiano a simultaneo y, so-
bre todo, con qué claridad considera que la existencia o existir es una propiedad esencial de
Dios. ¡Y qué lejos se halla de la metafísica tomasiana, a pesar de su profesión de fe tomista! Este
(ue el rumbo emprendido por la metafísica practicada por los teólogos del xvil, que, a la larga,
tanta influencia habría de tener en la elaboración teológica misma de la dogmitica. Pero aquí
nos basta señalar el fenómeno, es decir, destacar que, en el último tercio del seiscientos, la in-
terpretación cayetanista de Aquino y la filosofía suarista dominaban ya el panorama teológico
americano, al menos en los ambientes escolásticos, a pesar de los aspavientos tomistas de sus
cultores.
384 TEOLOGIA EN AMÉRICA LATINA
33. Seguimos: José Luis ILLANES, Eclesiologtay misionología en el siglo X V I / / , en «Scripta the-
ologica» 17 (1985) 123-129; y José Luis ILLANES-Josep I. S A R A N Y A N A , Historia de la Teología,
BAC, Madrid 1995, pp. 234-235.
34. Cfr. Albert L A N G , Teología Fundamental, trad. cast., Rialp, Madrid 1975, l, p. 1.
386 T E O L O G Í A EN AMÉRICA LATINA
mos a creer: el objeto formal de la fe, como entonces se decía, o motivo for-
mal de la fe, como se suele decir ahora", tema al que Peñaíiel dedicó setenta y
cinco apretadas páginas. Evidentemente, la cuestión se había planteado en la
teología católica en polémica con el luteranismo y el libre examen de la Escri-
tura. Poco a poco, al hilo de este debate, los teólogos católicos Rieron precisan-
do la noción de Revelación, distinguiendo entre la iluminación interior por la
gracia de la fe, y la manifestación objetiva de los misterios antes ocultos.
La primera cuestión que, según Peñafiel, debía ser dilucidada, era si la
razón formal para asentir se distingue de la causa sirte qua non para asentir.
Para Melchor Cano (f 1560), que había sido uno de los primeros en introdu-
cir directamente la cuestión, la autoridad por la cual creemos no es ni la au-
toridad de la Iglesia, ni de la Escritura, sino de Dios que revela. La autoridad
de la Iglesia sería sólo la causa sine qua non. De modo semejante se había ex-
presado Domingo Báñez (t 1604). Ambos dominicos centraban su atención
«en la iluminación del sujeto creyente, mucho más que en el descubrimiento
del objeto creído»". Francisco Suárez (t 1617), en cambio, había establecido
que la fe viene de Dios tanto por parte del objeto como de la ayuda sobrena-
tural para creer. Pero con una diferencia: desde el punto de vista del objeto re-
velado, la revelación puede venir de Dios o de los ángeles; desde el punto de
vista de su producción (expartepotentiae) siempre la produce Dios inmedia-
tamente, porque la infusión de la luz sobrenatural es una acción propia de
Dios. La Revelación, en sentido propio, designaría sólo la propuesta por par-
te de Dios del objeto revelado; en sentido más amplio, por revelación debería
35. Sobre esta compleja cuestión, véase Roger AUBERT, L'acte de fot, E. Warny, Louvain
'1958; René LATOURELLE, Teología de L¡ Revelación, trad. esp., Sigúeme, Salamanca 1967, pp.
205-217; e Yves-Marie C O N G A R , La fe y la teología, trad. esp., Herder, Barcelona 1981, pp.
121-130. Aubert (pp. 87-102) historia con bastante detenimiento la cuestión suscitada por un
grupo bayanista lovaniense, condenado por laxista en tiempos de Inocencio XI. £1 alma de ese
movimiento fue el jesuíta Gilíes Estrix. La condena (cfr. el Decreto del Santo Oficio, de 2 de
marzo de 1679, en DS 2101-2165) afectaba a algunos temas relacionados con el asentimiento
de fe y el objeto formal de la fe. Es probable que la Compañía haya decidido publicar las obras
de Peñafiel, aunque póstumamente, para contrarrestar los escritos de Estrix y de los seguidores
de éste. Hay cuatro proposiciones de Estrix, censuradas por el papa, que, de hecho, son respon-
didas por Peñafiel: «4. El infiel que no cree, llevado de la opinión menos probable, se excusará
de infidelidad»; «19. La voluntad no puede lograr que el asentimiento de la fe sea en sí mismo
más firme de lo que merezca el peso de las razones que impelen a creer»; «20. De ahí que pue-
de uno prudentemente repudiar el asentimiento sobrenatural que tenía»; «21. El asentimiento
de la fe, sobrenatural y útil para la salvación, se compagina con la noticia sólo probable de la
revelación, y hasta con el miedo con que uno teme que Dios no haya hablado».
36. René LATOURELLE, Teología de ta Revelación, cit. en nota 35, p. 208.
IX. LA TEOLOGÍA ACADÉMICA LIMENSE, NOVOGRANADINA Y BRASILEÑA 387
37. Sobre los orígenes y evolución de la expresión «sensus fidei», y su relación con «sensus
fidelium», que es el «sensus fidei» en los fieles, cfr. Jesús SANCHO BlELSA, Infalibilidad delpue-
blo de Dios: «sensus fidei» e infalibilidad orgánica de ta Iglesia en la Constitución «Lumen gen-
tium» del Vaticano //, EUNSA, Pamplona, 1979.
IX. LA TEOLOGÍA ACADÉMICA LIMENSE, NOVOGRANADINA Y BRASILEÑA 389
39. «Qué dicen de nosotros y de nuestra sentencia acerca de la preservación: Dicen pues,
y afirman los sobredichos sesenta escritores [dominicos] o sea los mentores de la opinión con-
traria, que la sentencia que tiene y defiende que la Sacratísima Virgen María fue pura e Inma-
culada en su Concepción, y preservada de la culpa y mancha del pecado original, no sólo es
menos pía, sino impía, falsa, mentirosa, quimérica, perniciosa, peste de la fe y de las divinas le-
tras, contraria a los orículos y cierta ficción profana, errónea, nefanda, detestable, cismática,
delirio, ya condenada herejía en cuanto es contra la Sagrada Escritura, por los Apóstoles, pot
los Concilios o Sínodos, por los santos Padres, por los Oficios Eclesiásticos, por la Iglesia Uni-
versal [...]» (Sol veritatis, pane segunda, pp. 145).
4 0 . Ibidem, p . XLII.
IX. LA TEOLOGÍA ACADEMICA LIMENSE, NOVOGRANADINA Y BRASILEÑA 391
41. José Abel SALAZAR, LOS estudios eclesiásticos superiores en el Nuevo Reino de Granada
(1663-1810), Instituto Toribio de Mogrovejo, Madrid 1946.
42. Para más detalles, cfr. Alberto E. ARIZA, El Colegio-Universidad de Santo Tomás de
Aquino de Santa Fe de Bogotá, Editorial Kelly, Bogotá 1980.
43. Seguimos la información facilitada por Francisco QuEVEDO, Manuscritos teolSgico-fi-
bsóficos coloniales santafireños, Excerpta ex disserta in Facúltate Theologica Pontificiae Univer-
sitatis Xaverianae, Bogotá 1952. Más reciente, y muy bien documentado, es el estudio de Ra-
fael PINZÓN GARZÓN, Lafilosofíaen Colombia. Bibliografia de los siglos XVI. xvn, xvm. 1* parte.
Universidad de Santo Tomás (Biblioteca Colombiana de Filosofía), Bogotá 1987.
392 TEOLOGIA EN AMÉRICA LATINA
44. No se confunda este teólogo navarro con otro teólogo navarro del mismo nombre,
también jesuita, anterior en el tiempo: este otro, nacido en Pamplona en 1554 y fallecido en
Madrid en 1648, y catedrático en la Universidad de Salamanca. Sobre este Ripalda catedrático
salmantino, cfr. Ana AZANZA ELÍO, Diccionarios de pensadores navarros (siglos xil-xx), Eunate,
Pamplona 1997, pp. 183-194. Más información sobre otros jesuítas americanos en la tesis de
Francisco QUEVEDO, cit. en nota 43, supra. Todavía hubo otro jesuita Martínez de Ripalda (Je-
rónimo), que vivió en la segunda mitad del siglo XVI y redactó el célebre Catecismo que lleva su
nombre.
IX. LA TEOLOGÍA ACADÉMICA LIMENSE, NOVOGRANADINA Y BRASILEÑA 395
45. Cfr. Fernando Arruda CAMPOS, Tomismo e neotomismo no Brusii, Grijalbo, Sao Paulo
1968, p. 2 0 . Véase también Jorge JAIME, Histórìa da filosofia no Brusii Vozes, Petrópolis 1 9 9 7 ,
pp. 47-63.
396 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
46. Cfr. Serafim LEITE, O curso de Filosofia e tentativas para se criar a Universidade do Bra-
sil no sécula xvii, en«Verbum» 5 (1948) 107-143.
ix. LA TEOLOGÍA ACADÉMICA LÍMENSE, NOVOGRANADINA Y BRASILEÑA 397
* Capítulo redactado por Josep Ignasi SARANYANA. María Luisa ANTONAYA paleografió los
manuscritos latinos de la BNM.
1. Tomás de Mercado nació en España, aunque se ignora el lugar (según algunos, en Se-
villa). La fecha es también incierta, probablemente entre 1523 y 1530. Pasó a México siendo
muy joven. Ingresó en la Orden de Predicadores, quizá en 1552. Profesó en 1553. Tuvo por
maestro a Pedro de Pravia (cfr. supra, capítulo vm, epígrafe Id). Se ordenó sacerdote en 1558
400 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
tiende a cumplir toda justicia. Por bien común entiende las condiciones que
permiten una vida digna de la república (lib. II, cap. 4). Como ha precisado
Beuchot, la ética económica del dominico Mercado evita el individualismo de
la moral aristotélica, para desembocar en una moral que favorece el bien co-
mún. Tal es el núcleo de la especulación mercadiana, y tal también su nove-
dad y su permanente actualidad.
Pero más allá de la fundamentación especulativa y de la erudición, la
Suma de tratos y contratos es un trabajo de gran originalidad, que ha pasado a
la historia del pensamiento económico occidental. Mercado estructura su
obra en seis libros, en los que trata de la ley natural (i), los mercaderes (il), la
pragmática del trigo de Felipe II (ni), los cambios (iv), las usuras (v) y la resti-
tución (vi). Como ya se ha dicho, su gran mérito es la aplicación de la ética
aristotélico-tomista —basada en la ley natural— a la realidad económica de la
época, bien conocida del autor. Su fundamentación económica gira, por tan-
to, sobre tres pivotes: la ley natural, la recta razón (no la razón pragmática) y
la justicia social, como declara en este pasaje del primer libro: «El tratar con
justicia es hacer igualdad y equidad en los contratos, a lo cual nos obliga la ley
natural, salida de nuestra razón, que dicta que a nadie agraviemos, cuya obser-
vancia obliga a todos los mortales, sin exceptuar ninguno» (lib. I, cap. 2).
Conforme a la finalidad social de la riqueza, al dirigirse a los mercade-
res, principales destinatarios de la Suma, les señala tres fines para trabajar con
recta intención. En primer lugar, procurar proveer a la república con los bas-
timentos, ropa o mercaderías que hacen falta. «Y puédenlo y débenlo preten-
der los de esta ciudad [Sevilla] que cargan a Indias o los que están allá, pues
en realidad de verdad las proveen de cosas necesarias para la vida humana, que
si de acá no se llevasen se pasaría allá gran trabajo y miseria» (lib. II, cap. 3).
En segundo lugar, remediar las necesidades de los pobres4. Y en tercer lugar,
ganar para sostener a la propia familia. Lo que no es lícito es el desordenado
afán de lucro, que lleva a engolfarse en un laberinto sin fin de cambios, usu-
ras, censos (préstamos), y tributos, «donde viven más desasosegados que cuan-
do pobres» (lib. II, cap. 3).
Se ha destacado el carácter vacilante de su terminología, cosa lógica en
un pionero que introduce tantas novedades. Una de ellas, y la no menos des-
tacable, es haber distinguido entre el precio y el valor de las mercancías; y ha-
4. El «pobre» sería el que está fuera del ciclo económico. Su asistencia vendría a ser como
un impuesto para mantener cierto «estado de bienestar», expresándolo en términos anacróni-
cos. Conviene, pues, que los negocios sean prósperos, porque así se contribuirá al bien de los
demás y también se podrá asistir con tales ganancias a los pobres. Cfr. Suma, libro II, cap. 4.
x . LA TEOLOGÍA MORAL EN HISPANOAMÉRICA 403
5. Es decir, que el valor del producto final debe medirse en unidades de trabajo ordenado
para el año siguiente. Por ejemplo: el valor de ia producción del año uno (1) se mide en fun-
ción del valor del trabajo del año dos (2) que puede ordenar la producción del año uno (1).
Esta formulación es posterior a Mercado, y se debe a Adam Smith, pero seguramente no ha-
bría extrañado a Mercado, de haberla conocido. Cfr. Josep Ignasi SARANYANA, Filosofando so-
bre el valor del dinero en la España de Felipe lt, en «Anuario Filosófico», 30 (1997) 723-728.
6. Pensamos, sobre todo, en Adam Smith, quien, en su Riqueza de las naciones, l, caps. 6
y 11, publicada en 1776, formuló su segunda teoría del valor, conceptualizando el beneficio en
términos de riesgo y la renta en términos de cantidad que el arrendatario está dispuesto a pa-
gar, sin que en ella medie su trabajo. Comunicación oral de la Dra. Reyes Calderón (Universi-
dad de Navarra), que agradecemos.
7. Los precios subían constantemente. Hubo quinquenios en que, según los cálculos de
Jorge Nadal Oller, se incrementaron un quince por ciento. Para fray Tomás, la causa era el alto
precio que los sevillanos pagaban en Cabo Verde por los esclavos negros que eran llevados a
América para laborar en las minas. Si los sevillanos hubiesen presionado a los mercaderes por-
tugueses de esclavos —dice fray Tomás—, ofreciendo menos dinero, el precio de los esclavos
404 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
habría bajado. En cambio, al ofrecer mis dinero, en La Española, y después en Nueva España
y Perú, se superaban las tasas fijadas por Felipe II en 1560 por cada esclavo. Lo cual provocaba
que los mineros comprasen menos de ellos, la placa fuese escasa y a alto precio, los quintos del
rey fuesen menores, etc. En todo este razonamiento no hay ni una sola condena de la esclavi-
tud de los negros, lo cual muestra hasta qué punto estaba introducida la mentalidad esclavista
en el mundo comercial de la época y por dónde andaba la sensibilidad de los teólogos del mo-
mento. Las Casas fue, también en este tema, una excepción, al oponerse decididamente a la es-
clavización de la población africana. Parece, según Isacio Pérez, que ha estudiado el tema dete-
nidamente, que la conversión de Las Casas en defensor de los negros, y contrario por tanto a
la trata de africanos, debió de producirse en 1547, cuando fray Bartolomé regresó a España,
pero recaló en Lisboa, en lugar de dirigirse directamente a Sevilla. Cfr. Isacio PÉREZ FERNAN-
DEZ, Fray Bartolomé de las Casas: brevísima relación de su vida: diseño de su personalidad: síntesis
de su doctrina, OPE, Caleruega (Burgos) 1984; y, sobre todo, ID., Fray Bartolomé de Las Casas,
o.p. De defensor de los indios a defensor de los negros, San Esteban, Salamanca 1995, especialmen-
te pp. 113 ss. Sobre el trífico de los africanos según Mercado, cfr. Lázaro SASTRE VARAS, Teoría
esclavista de Tomás de Mercado, en José BARRADO (ed.), Los Dominicos y el Nuevo Mundo. Actas
del II Congreso Internacional, San Esteban, Salamanca 1990, pp. 287-300; Francisco M O R E N O
REJÓN, Historia de ta Teología moral en América Latina. Ensayos y materiales. Instituto Bartolo-
mé de Las Casas-CEO, Lima 1994, pp. 62-63.
8. «En las cosas venales hay sustancia y valor como en el trigo su naturaleza y su precio; y
muchas veces lo que es de mejor natural, como un caballo que vive y siente, vale menos que un
diamante (cosa insensible), así en la moneda hay dos cosas, que es la una su valor y ley, lo cual
es su substancia y naturaleza en ser de moneda: y otro la estima. De manera, que lo que es en
lo demás extrínseco y variable, es en la moneda esencia y natural, y la estima accidental. Y dado
que en algunas cosas anden hermanados precio y estima, en las mis andan apañados. Y lo que
es de poco precio lo estiman todos en mucho, o por ser raro, o por otras razones que pueden
concurrir. Especial en la moneda andan deshermanados. / Y en cuanto al cambio, se ha de po-
ner principalmente la consideración en la estima universal que hay en la moneda, no en la ley.
Como en las cosas venales el precio no sigue la naturaleza, ni se precian según su dignidad, sino
según la necesidad de que ellas tenemos, y lo que sirve. Así en el cambio de las monedas no se
ha de advertir tanto el valor, que es su naturaleza, cuanto la estima que de aquel valor se hace.
Y vemos claramente que teniendo los metales en muchas naciones el mismo precio, se estiman
desigualmente» (lib. IV, cap. 6). Cfr. Restituto SIERRA BRAVO, Estudio introductorio, en Suma
de tratos, ed. cit. en nota 2, pp. 23-30.
x . LA TEOLOGÍA MORAL EN HISPANOAMÉRICA 405
10. Es autor de dos opúsculos impresos en Sevilla, en casa de Fernando Díaz, en 1571:
Commcntarii lucidissimi in textum Pctri Hispani (trad. castellana de Mauricio Beuchot, Comen-
tarios lucidbimos al texto de Pedro Hispano, UNAM, México 1986), y unos In Logicam magnam
Aristotelis commentarii.
11. Poco sabemos de este jurista. Algunos han afirmado que fue dominico y que había
sido discípulo de Francisco de Vitoria en Salamanca. Pero estos datos parecen incorrectos. Por
citar una fuente generalmente muy bien informada, no aparece citado entre los dominicos es-
critores en la relación ofrecida por Agustín DÁVILA PADILLA, Historia de la Fundación y discurso
de la provincia de Santiago de México de ¡a Orden de Predicadores, impreso en Casa de Juan Me-
erbeque, Bruselas 1625, II, pp. 653-654. En cambio, en esa crónica sí aparece reseñado Tomás
de Mercado. Se sabe que Frías era natural de Talavera de la Reina (en la provincia de Toledo,
España). Se desconocen las fechas de su nacimiento y de su muerte. Se graduó en la Universi-
dad de Osuna. Este dato es importante, porque la Universidad de Osuna (en la provincia de
Sevilla, camino de Granada), de fundación privada, fue erigida por Pablo III en 1548. En ella
había cátedras de leyes y de cánones. Se ha dicho que allí fue alumno de Diego de Covarrubias
(1512-1577), quien después fue obispo, teólogo en Trento y presidente del Consejo de Casti-
lla (1571-1577). Es probable que Covarrubias, oidor en Granada de 1548 a 1549, y natural de
Toledo, muy próximo a Talavera, de donde era oriundo Albornoz, llevase a Albornoz a la Uni-
versidad de Osuna. En todo caso, su libro Arte de los Contratos está dedicado a Covarrubias. En
México fue el primer catedrático de Derecho Civil de la Pontificia y Real Universidad (1553).
Publicó su obra Arte de los Contratos en la Casa de Pedro Huete, en Valencia 1573. Las licen-
cias son del obispo de Talavera, que se limita a denominarlo «vecino de Talavera», de donde po-
x . LA TEOLOGÍA MORAL EN HISPANOAMÉRICA 407
demos colegir que no era fraile. Nos queda la duda de si fue clérigo secular; sin embargo, si lo
hubiese sido, seguramente el obispo lo habría consignado. Él mismo, por otra parte, se limita
a autopresentarse, en la portada del libro, como «estudiante de Talavera». Se ha dicho que el
Arte fue posteriormente incluido en el índice de los libros prohibidos, y que no fue permitida su
reimpresión. Sin embargo, parece que tampoco esta noticia es exacta. Más bien debió de ser in-
cluida en el índice su segunda obra, publicada en el mismo año, titulada: Tratado sobre la con-
versión y conquista de los indios (México 1573), donde habla de lo que él mismo ha visto, y no
como los que «hablan en el derecho del hecho que no saben». Hemos consultado el ejemplar
del Arte que se halla en la Biblioteca Nacional de Madrid (R/4320). Como ya hemos dicho, en
la portada de la obra se autopresenta como «estudiante de Talavera». Este título no debe con-
fundirnos. En nuestra opinión, no pretende expresar que fuese entonces, es decir, en 1573, es-
tudiante, o que fuese un simple bachiller. La clave para entender esta autodenominación está
en el prólogo del primer libro de su Arte (f. 4vb), donde también se autopresenta como «estu-
diante»; y añade que no se vanagloria «por [la] excelencia de la Facultad Legal y por [la] ciencia
de los Derechos, cuyo estudiante soy, [pues] el mayor título que en mí hay es ser el menor de los
estudiantes y [de los] discípulos de mis señores y maestros los Legistas [...]». En cambio, no he-
mos podido ver el Tratado, quizá porque no quedaron ejemplares al ser proscrito por la Inquisi-
ción mexicana. Eguiara dice del Tratado: «obra en la cual quizá quiso acometer y defender cosas
más duras, más allá de lo que la equidad unida a la cristiana mansedumbre consiente, por lo cual
no fue recibido con aceptación y por los inquisidores de la fe fue proscrito [y cita como fuente
de este dato a Nicolás Antonio, quien, a su vez, se apoya en Agustín Dávila Padilla]». Sobre Al-
bornoz, cfr. Juan José DE EGUIARA Y EGUREN, Biblioteca Mexicana, trad. y ed. coordinadas por
Ernesto DE LA TORRE VILLAR, UNAM, México 1 9 8 6 , n, pp. 621-622; y José Mariano BERISTAIN
DE SOUZA, Biblioteca hispanoamericana septentrional (1521-1825), Eds. Fuente Cultural, Méxi-
co 1 9 5 4 , II, pp. 302-303. Véase también: Alfonso ESPONERA CERDAN, Teoría antiesclavista de
Bartolomé Frías de Albornoz (1573), en VVAA., Ética y teología ante el Nuevo Mundo. Valencia y
América. Actas del vil Simposio de Teología Histórica, Eds. Facultad de Teología de San Vicente
Ferrer, Valencia 1993, pp. 93-114; yjosé Carlos MARTÍN DE LA Hoz, Bartolomé de Albornoz y
la esclavitud, en «Archivo Dominicano», 17 (1996) 85-111, especialmente las pp. 99-108. Sus
escritos habían llamado la atención desde antiguo. Adolfo Castro, por ejemplo, incluye unos lar-
gos pasajes del Arte de los contratos, concretamente los epígrafes que condenan las esclavitud de
los negros; cfr. Adolfo CASTRO, Obras escogidas, BAE 65, p. 232b.
408 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
secretarios, relatores, etc., que tratan de negocios, afirma: «Es necesario a to-
dos los mercaderes, así los que tratan en menudo, como los que negocian en
grueso, y generalmente a todo género de tratantes, que desean la salvación
de sus ánimas, por que sepan lo que les conviene hacer, para no perder la
gloria eterna por la ganancia temporal, y en lo que está claro y ellos alcanza-
ren por su lectura, se abstengan de ofender a Dios, y en lo que no alcanza-
ren, sepan dudar, y consulten a quien más supiere, en lo primero les sirva de
libro maestro, y en lo segundo de despertador, y no pretenda nadie excusa
ante Dios por ignorar lo que está obligado a saber, diciendo que no fue avi-
sado» (fol. 176ra).
Piensa también en los confesores, que en ocasiones se encuentran en
un compromiso, por la dificultad de los casos de conciencia que se les con-
sultan. En tales situaciones sólo pueden confiar en la prudencia que Dios les
otorga, pues, cuando «las Sumas Antonina12, Angélica", Sylvestrina14, Caie-
tana15, Armila"', Tabiena17 y todas las que hay en latín y tenga en romance,
cuantos confesionarios y Sumas hay», están concordes, entonces no hay pro-
blema, «tanto monta un texto como otro»; en cambio, si están disconfor-
mes, entonces hallar la verdad se vuelve más complicado con tales tratados
que sin ellos (fol. 176rb). El objetivo de Albornoz se dirige, pues, a facilitar
la vida moral de los mercaderes y tratantes, y a ayudar a los ministros de la
confesión. Esta obra se inscribe, por consiguiente, en la corriente moralizan-
te que nació en el ámbito hispano con los primeros brotes de mercantilismo,
como también la anterior Suma de Tomás de Mercado, y se incluye, de al-
gún modo, en el género de los confesionarios. Además, las noticias que nos
ofrece sobre la vida cotidiana de los negocios de la metrópoli y de ultramar son
valiosísimas.
El Arte de Albornoz es, también, un excelente testimonio de la legisla-
ción española sobre la vida comercial y financiera. Tiene, por ello, un interés
notable como testimonio de ese ordenamiento jurídico, de suyo bastante
complejo, entonces vigente en la primera potencia comercial y económica del
momento. Era una legislación, por otra parte, que procuraba inspirarse en los
principios cristianos. Él mismo se vanagloria de presentar el compendio más
18. El libro primero de su Arte se dedica a los contratos personales; el libro segundo, a los
contratos reales; el libro tercero, a los contratos irregulares (censos, juros perpetuos, cambios y
retraaos); y el libro cuarto «trata el sacramento del matrimonio conforme al Concilio Triden-
tino y al Derecho común, y la materia de los grados de consanguinidad, y afinidad y legitimi-
dad de los hijos, como cosas dependientes del matrimonio, y los dotes y arras y bienes ganan-
ciales» (fol. 175rb). Desarrolla todos los temas, tanto desde su vertiente teórica como práctica.
19. «Nuestros castellanos, cuando descubrieron las Indias Occidentales, con trueco (que
llaman rescate) hicieron sus contrataciones, y tuvieron entrada dando peines, cascabeles y es-
pejos, por el bastimento que habían menester, y otras cosas que los indios no conocían. Esta
misma orden se tuvo con los de la Florida, y se tiene hoy día con los de las islas de los bacalla-
os [probablemente se refiere aTerranova, en el Canadá], donde se rescata pescado, de lo cual
ellos son muy abundantes, y les dan otras cosas de rescate que de aca se llevan, hasta henchir
sus navios de aquel pescado que les dan por ellas. Lo mismo hacen los portugueses con los ne-
gros de Etiopía, y por esta orden entraron en la India oriental, donde corre moneda y los me-
tales valen su precio. Y esto mismo han hecho en la China. Y en la tierra de la Nueva España
hasta Guatemala, había cacao en lugar de moneda, que son unas almendras pequeñas que ellos
comen y de que hacen cierto brebaje, éstas eran trueco general de todas las cosas, que casi co-
rrespondía a moneda, como en el contrato de la venta declarare» (fol. lvb).
410 T E O L O G Í A EN AMÉRICA LATINA
20. Por ejemplo, la dobla del rey Don Pedro el Cruel «ya no vale por moneda castellana
en el valor que ella hubo cuando fue batida, sino en el que monta la ley del metal que tiene»
(fol. 131vb).
21. Veamos un caso concreto. Un caballo en Jerez vale, dice, cien ducados y puede reali-
zar un determinado trabajo, y no vale más, aunque sea muy bueno, porque hay muchos y muy
buenos caballos en Jerez, es decir, porque abundan. En cambio, en otro sitio, por ejemplo, en
el Perú, por la escasez de caballos puede valer veinte veces más y no por ello podrá realizar vein-
te veces más trabajo. Lo mismo en cuanto a la moneda: por haber en Sevilla más moneda que
en Galicia, los salarios y los precios pagados en Sevilla son más altos que en Galicia. Luego la
estima del dinero cambia, aunque no cambie el valor del dinero, y esto depende de su abun-
dancia o escasez. En definitiva: «el valor del dinero siempre es uno mismo en todo el reino,
haya poco o haya mucho».
x . LA TEOLOGÍA MORAL EN HISPANOAMÉRICA 411
24. «Dícese del negro recién sacado de su país», o bien/simple, necio o idiota (Real Aca-
demia Española, Diccionario de la Lengua española, ad voccm).
25. Resolufián de algunas dudas, fols. 113r-l 13v. Hemos modernizado la ortografía y la
puntuación, para facilitar la comprensión del texto, que es un tanto complejo.
26. «[...] ad remissionem peccatorum necesarium esse iure divino confiteri omnia et sin-
gula peccata mortalia, quorum memoria cum debita et diligenti praemeditatione habeatur,
etiam occulta, et quae sunt contra duo ultima decaíogi praecepta, et circumstantias, quae pec-
cati speciem mutant» (Sessio Xiv, cánones de sacramento paenitentiae, canon 7 [DS 1707]).
414 T E O L O G Í A EN AMÉRICA LATINA
ceder indulgencias en el fuero exterior como las conceden el Papa, los arzobis-
pos y obispos. Pero en el fuero de la conciencia, sin duda que las pueden con-
ceder. Y ansí es proposición o conclusión verdadera» (fol. 115r)27.
La argumentación de Ortigosa se apoya primeramente en la íntima co-
nexión entre el poder de las llaves (Mt. 16,19) y la administración de las indul-
gencias. Tal conexión había sido enseñada en la sesión XXV por el Concilio de
Trento, en su Decreto sobre las indulgencias (DS 1835). Trento refiere dos pa-
sajes de San Mateo (Mt. 16, 19 y 18,18). Esos pasajes, como bien se sabe, re-
producen dos momentos distintos: el primero de ellos, un diálogo establecido
exclusivamente entre Cristo y San Pedro, donde Jesús promete las llaves a Pe-
dro. En el segundo pasaje de San Mateo se habla del poder de excluir de la co-
munión de la Iglesia, poder que se concede a los Doce. Al final del Evangelio de
San Juan hay otro episodio importante, donde Cristo concede a todos los após-
toles la potestad de perdonar o de retener los pecados (loan. 20, 23). Aunque
los antiguos reconocían que la potestad de establecer indulgencias era propia de
los obispos (por supuesto, también del papa), poco a poco se fue restringiendo
tal facultad principalmente al papa, aunque en algunos casos se reconocía toda-
vía que los obispos podían tener esa potestad delegada. En la época de Ortigo-
sa, la cuestión estaba debatida. Ahora ya no lo está2*.
Sin embargo, Ortigosa iba mucho más allá que la común opinión de
los antiguos, puesto que admitía que también los presbíteros podían, aunque
sólo en el fuero interno o de la confesión, conceder indulgencias, apoyándose
fundamentalmente en la misma fórmula de la absolución. En aquellos años,
en efecto, y hasta la reciente reforma del ritual sacramental, el ministro de la
confesión decía durante la absolución: «Indulgentiam, absolutionem et remis-
sionem peccatorum tuorum tribuat tibi omnipotens Deus». En la palabra in-
dulgentia se apoyaba Ortigosa, y no estaba solo en la argumentación29.
27. Ortigosa sabe que su opinión contradice a Santo Tomás ( In ivSent., dist. 20, a. 4) y a
muchos otros autores (catorce en total), pero también es consciente de que se apoya en muchos
canonistas, que enumera concienzudamente. Después de una larga argumentación positiva, en
que revisa destacadas autoridades, concluye lo siguiente: «De manera que los de nuestra opinión
son muchos más y tanto que por los de la contraria, se puede decir en favor de la nuestra quid
ínter Untos?» (fol. 116r). O sea: ¿qué importan los contrarios entre tantos a nuestro favor?
28. Para la doctrina general y la nueva ordenación de las indulgencias, sin entrar en cuestio-
nes históricas, salvo la afirmación de que «la doctrina y uso de las indulgencias, vigentes en la Igle-
sia católica desde hace muchos siglos, están fundamentados sólidamente en la revelación divina»,
cfr. PABLO VI, Const. post. Indulgentiarum doctrina, 1 de enero de 1967, en AAS 59 (1967) 5-24.
29. Ahora nos resulta evidente que esa palabra no tenía sentido técnico, como referido a
la indulgencia canónica, pero entonces quizá no estaba tan claro. Ahora, es indiscutible que tal
416 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
término nada tenía que ver con la potestad que tiene la Iglesia de administrar el tesoro de los
méritos de Cristo y de los santos, concediendo a determinadas obras u oraciones un valor pe-
nitencial especial, para remisión de la pena temporal de los pecados. Esa palabra aludía sólo al
sentido corriente de la «indulgencia», como queriendo decir, de modo deprecativo: que Dios
sea indulgente contigo y te remita y absuelva tus pecados.
30. Se conserva en el códice manuscrito 672 de la Biblioteca Nacional de México, y lleva
la fecha de 1609. Este manuscrito es un comentario a las cuestiones 18,19 y 20 de la l-ll de
Santo Tomás. Sobre Santisteban ya nos hemos ocupado, como teólogo dogmático, en el capí-
tulo VIII, epígrafe 2c, supra.
x . LA TEOLOGÍA MORAL EN HISPANOAMÉRICA 417
31. El contexto cultural de Santo Tomás era muy distinto al luterano. Desde Pedro Abe-
lardo, en el primer tercio del siglo XLL, se discutía acerca de la causa de la maldad o bondad de
las acciones. Para Abelardo, las obras eran de suyo moralmente indiferentes. La bondad o mal-
dad les advenía por razón de la intención, es decir, del fin perseguido por el agente. Esta pos-
tura file censurada por el Sínodo de Sens (en 1140 ó 1141). N o obstante, el tema pasó a Pedio
Lombardo, quien en sus fvltbri Sentcntiarum lo retomó, pero desde una perspectiva estricta-
mente metafísica y ya no tanto moral, señalando que las obras, como también las cosas, tenían
una bondad «esencial». Aquino corrigió la terminología, y no sólo la terminología, desviando
la cuestión hacia la «bondad entitativa» de las acciones, y considerando el mal como una defi-
ciencia del bien debido (cfr., por ejemplo, en Summa theolopae, MI, q. 18, a. 1, ad 1).
418 T E O L O G Í A EN AMÉRICA LATINA
32. «Dubium primum: an intentio quae alias esset bona reddatur mala ex mala electione»
(75v); «dubium secundum: an bona intentio ex bono fine minuat malitiam electionis» (fol.
76v).
33. «Haec sententia quatenus distinguit inter intentionem ex qua necessario sequitur elec-
tio qui unicum tamen est medium, et intentionem ex qua libere sequitur electio quia scilicet
plura utrobique procedit electio ex intentione» fol. 76r).
420 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
La relación entre el fin y los medios puede ser triple, según Sanristeban:
34. «Primo, ita ut solum respiciat media confusse nec detráctate respiciat bonum aut ma-
lura médium, et alis intentio si sit bona ex fine, semper manebit bona» (fol. 76v).
35. «Secundo. Versan potest intentio circa finem cum responsu ad médium malum et hoc
modo iam erit mala intentio. Propter ordinem ad malum finem quod tune contingit quo quis
vult consequi fínem, si opus fuerit, per malum médium» (fol. 76v).
36. Pone el siguiente ejemplo: «Si aliquis rex velit inferre alicui iustum bellum, quae sane
voluntas ex hoc solo fíne bona esset, sed non dubitat ad talem finem eligere media vetita, iam
tune ipsum bellum et intentio belli fiet mala» (fol. 76v).
37. Nació en Alcali de Henares en 1583. Estudió artes en Alcalá, donde ingresó en la
Compañía de Jesús. Tuvo por maestro de novicios al P Luis de la Palma. Pasó a Indias en 1602.
Ejerció su labor pastoral en Guadalajara, México y Tepotzotlán. Conoció la lengua mexicana.
Enseñó artes en el Colegio de San Pedro y San Pablo desde 1616. En 1621 pasó a enseñar en
la cátedra de vísperas de Teología durante dos trienios, interrumpidos por su rectorado en Gua-
x . LA TEOLOGÍA MORAL EN HISPANOAMÉRICA 421
dalajara. En 1631 se trasladó a Puebla. Volvió a México, en 1634, para ocuparse, en la casa pro-
fesa como resolutor de casos de moral. Oesde 1639 tuvo una serie de pleitos, defendiendo a la
Compañía ante el obispo de Puebla, el Venerable Don Juan de Palafox. Fue provincial de Nue-
va España de 1644 a 1646, interviniendo, al parecer con poco tino, en los pleitos que la Com-
pañía tenia con el obispo de Puebla y en otros asuntos. Calificador del Santo Oficio. Pasó a la
casa profesa de México después de su primer provincialato. Nombrado provincial por segunda
vez de enero de 1653 a noviembre del mismo año. Depuesto, según parece, se retiró nueva-
mente a la casa profesa, donde murió humildemente y con gran penitencia, en julio de 1661.
Cfr. Francisco ZAMBRANO, Diccionario Bio-Bibliogrdfico de la Compañía deJesús en México, Jus,
México 1965, iv: siglo xvn (¡600-1699), pp. 514-360.
38. La primera obra se halla en la BNM, ms 645, y consta de 70 folios numerados en el
anverso y reverso. La segunda obra, de la que no nos ocuparemos aquí, se puede consultar tam-
bién en la BNM, ms 590.
39. Antes de exponer los puntos de vista canónicos y morales de Calderón, convendrá ha-
cer una advertencia. No hemos hallado en su manuscrito, con ser tan largo y detallado, ni una
sola desaprobación por el trato que sufrían los esclavos negros, privados de libertad, que es don
preciosísimo de la persona humana. Contrasta la frialdad de su análisis con el casi contempo-
ráneo de Diego de Avendaño, correligionario suyo y también intelectual (cfr. capitulo IX, epí-
grafe le); y choca su frialdad con la indignación del «segundo» Las Casas y con las criticas de
Bartolomé Frías de Albornoz, de las que hemos hablado en este mismo capitulo (epígrafe Ib).
422 T E O L O G Í A EN AMÉRICA LATINA
papas (Alejandro vi) para separar los territorios españoles de los portugueses:
«De suerte que la dicha línea es donde parten términos las Indias Orientales
de la Corona de Portugal y las Indias Occidentales de la Corona de Castilla»
(fol. 6). Si tanto las tierras occidentales que pertenecían a la Corona de Casti-
lla, como las tierras orientales, que eran de la corona de Portugal (Portugal, en
ese año de 1638, todavía no había iniciado la guerra de independencia contra
España) podían denominarse «Indias», sus habitantes podían recibir el nom-
bre de «indios» y ser considerados neófitos, con independencia del color de la
piel. Los negros africanos eran, pues, también «indios» y, por ende, neófitos:
«De lo dicho se infiere que los negros que, por la conquista de Portugal o de
Castilla, han sido convertidos a la fe, son neófitos» (fol. 9).
Una cuestión, aparentemente bizantina, le llevó profundizar en la no-
ción canónica de «privilegio». El problema era si los negros, por trasladarse
(¡más bien habría que decir, por ser llevados a la fuerza!) desde su tierra de ori-
gen, en las Indias Orientales o portuguesas, a las Indias Occidentales o espa-
ñolas, conservaban sus privilegios de neófitos. En su opinión, conservaban la
condición de neófitos tanto los negros llevados a América, como los mestizos,
mulatos y los «cuarterones, esto es, los que tienen un cuarto de indio o ne-
gro», nacidos en América (fol. 13 y 14). Esto supuesto, se preguntaba Calde-
rón «si estos privilegios concedidos a los neófitos eran meramente privilegios
o tenían otra mayor fuerza en Derecho» (fol. 17). La cuestión tenía su enjun-
dia, porque el papa Pablo III no sólo había dispensado de algunas fiestas de
precepto, sino que había concedido a los «indios» la dispensa del impedimen-
to matrimonial consanguinidad en tercer y cuarto grado (es decir, entre pri-
mos segundos, y entre tío/a y sobrina/o), dejando el impedimento matrimo-
nial reducido al segundo grado colateral (hermanos)41. Evidentemente, nunca
se podía dispensar el impedimento de consanguinidad en línea recta o en pri-
mer grado colateral (abuelos, padres e hijos).
En opinión de Calderón, las disposiciones de la bula Altitudo divini
consilii de Pablo III tenían las características de los privilegios perpetuos (fol.
19)42. Evidentemente, Calderón se refería a lo que la canonística denominó,
en tiempos posteriores, «privilegios generales», o sea, privilegios dados a modo
de ley, puesto que señala, siguiendo a Alonso de la Vera Cruz y a otros teólo-
gos, que «la dicha bula de Pablo III en los casos que contiene en orden a los in-
dios de las Indias Occidentales y Orientales Indias, es derecho común» (fol.
20)«.
En cuanto a la obligatoriedad de tales privilegios, Calderón formulaba
la siguiente cuestión: «Pregúntase si pueden los indios, ora sean blancos44, ora
negros, y los demás que quedan comprehendidos debajo de neófitos, eximir-
se de su voluntad de lo dispuesto en dicha bula de Pablo III, de suerte que esté
en voluntad de los dichos indios» el sustraerse a ello (fol. 22). A lo cual con-
testaba distinguiendo entre privilegios afirmativos y negativos. Los negativos
son independientes de la voluntad del privilegiado. Los afirmativos requieren
una acción del privilegiado para gozar del mismo. Las dispensas del tercer y
cuarto grado de consanguinidad son privilegios negativos, como también las
dispensas del ayuno, del precepto dominical, etc. Ello supuesto, podían tra-
bajar en los muchas fiestas que eran de obligatorio descanso para los españo-
les, y «podrán alquilarse y trabajar en los dichos días, gozando de su privile-
gio, y que los españoles podrán alquilarlos, mas no compelerlos, ni forzarlos
a que trabajen» (fol. 41). Todo esto valía para los «indios libres», que sólo eran
siervos o jornaleros de los españoles (estaba pensando evidentemente en los
«indios blancos», es decir, en los aborígenes americanos).
Pero, ¿podían los españoles «obligar» a los esclavos (es decir, a los «in-
dios negros») a que trabajasen en lasfiestasque eran de guardar para sus amos,
pero no lo eran para los esclavos neófitos?45. La respuesta, después de discutir
opiniones contrastantes de los tres Concilios mexicanos, y de las autoridades
en materia pastoral (como Juan Focher y Juan Baptista Viseo), es taxativa.
Con tal de que lo mandado sea lícito y honesto, y mientras por el hecho de
mandar a sus esclavos el español no tenga que trabajar él mismo, puede obli-
gar a esos esclavos a que trabajen, sin necesidad de pedir licencia a ningún
juez, eclesiástico o civil (sic). «Hasta este año de 1638 no hay ley [en México]
que prohiba al amo español mandar a sus eslavos neófitos que efectivamente
trabajen los días que no son de fiesta para dichos neófitos, aunque sean de
fiesta para dicho español. Con tal condición que dicho español no trabaje»
43. Esta figura del «privilegio general» ha desaparecido en la reciente legislación canónica
(Codee luris Canonicé de 1983), pero todavía era admitido por el Coda de 1917.
44. Los indios «blancos» eran los indígenas americanos. Los indios «negros» eran los año-
americanos.
4$. «Pregúntase si los amos pueden obligar a sus esclavos neófitos que trabajen en dichos
días que no son de fiesta y guarda para dichos neófitos, pero son de fiesta y guarda para sus
amos. Y si para esto es menester alguna licencia de juez eclesiástico o seglar» (fol. 46).
x. LA TEOLOGÍA MORAL EN HISPANOAMÉRICA 425
(fol. 60). El amo tenía derecho dominativo sobre el esclavo y este, conforme
al derecho divino, debía obedecer a su amo en cosas lícitas (fol. 64). Tal obe-
diencia se fundaba, según Calderón, en el cuarto mandamiento (fol. 46).
A la vista de resolución de las quince dudas morales, podemos conside-
rar a Calderón como un moralista no profètico. Sus planteamientos fueron, en
ocasiones, incluso más rigurosos que los del Antiguo Testamento; por ejemplo,
cuando consideró que no era aplicable a las Indias lo dispuesto por el Deute-
ronomio sobre el descanso sabático, que obligaba también a los siervos y sier-
vas empleados por los hebreos: «para que tu siervo y tu sierva descansen, como
descasas tú» (Dt. 5,14), argüido por Juan Focher. Para Calderón, «luego por-
que allí diga la Escritura «no trabaje aquel día el siervo no el esclavo» no se in-
fiere bien luego aquí en «dicho día no trabaje el siervo del español», ni menos
se sigue allí que el español no pueda mandar a su esclavo que trabaje» (fol. 54).
Es evidente que Calderón quería justificar la situación social de las Indias, fa-
cilitando argumentos morales a la explotación económica de aquellas tierras.
46. Tenemos poco datos de su vida. Sabemos que fue hijo legítimo del oidor de México
Don Luis de Villanueva. Nació en México poco antes de 1547. Profeso agustino en 1563. Es-
tuvo en México por lo menos hasta 1601, donde realizó sus estudios y también enseñó. De
1601 a 1613 permaneció en España, primero como lector de Teología y posteriormente como
catedrático de prima del Colegio de San Gabriel de Valladolid. En 1613 fue preconizado obis-
po de Chiapas y consagrado. En Chiapas estuvo hasta 1621, en que pasó a la diócesis de Gua-
temala, donde falleció en 1630, a la edad aproximada de 84 años. Publicó un comentario a la
primera parte de la Summa Theologiac de Santo Tomás (Commentaria in Primam Partem Divi
Thomae Aquinatis, Valladolid 1611), hoy perdido. Aquí vamos a ocuparnos de su comentario
al tratado De iustitia et iure tomista, que Sandoval publicó, también en Valladolid, en 1609,
con el título: De iustitia distributiva et acceptionepersonarum ei opposita disceptatio. De esta obra
se conocen sólo cinco ejemplares. Hay una edición parcial bilingüe (latino-española), con el tí-
tulo Discertación sobre justicia distributiva y sobre la acepción de personas, UNAM («Bibliotheca
Philosophica Latina Mexicana», 5-1 y 5-ll)> México 1994 y 1995, en dos tomos, que contienen,
respectivamente, la primera parte completa del tratado de Sandoval (a cargo de Arturo E. Ra-
mírez Trejo y Paula López Cruz); y una porción notable de la segunda parte del tratado (a car-
go de Mauricio Beuchot y Paula López Cruz). El latín de Sandoval es muy difícil y artificioso,
aunque los contemporáneos lo consideraban de gran elegancia. Seguiremos aquí la edición me-
xicana moderna. Sandoval escribió también una serie de cartas y dictámenes para la corona.
426 T E O L O G Í A EN AMÉRICA LATINA
47. Por ejemplo: fray Ildefonso de Vargas, al testificar su aprobación, dice: «Juzgo la obra
muy útil [...] pues toda la industria del autor, al elaborar esta obra, tiende a que demuestre a los
jueces antes dichos [Consejo de Indias] que los cargos y oficios, tanto eclesiásticos como secu-
lares, de aquellas partes, no han de ser concedidos a extraños y alienígenas, sino a los propios
habitantes ahí engendrados y educados. Y tan esforzadamente se empeña en esto, con tan vi-
gorosas razones lo persuade, y tan virilmente combate por la gente y por la Patria, que ese mis-
mo Orbe Nuevo puede gloriarse de haber procreado tal hijo, y de haber hallado a tan gran Pa-
trono, reivindicador y defensor del propio honor [...]».
48. «[...] nam Mexica tellus,/ Praeside te, stellans incipit esse Polus» (ed. cit., i, p. 14). Po-
lus, en el habla poética de Horacio, es sinónimo de cielo o firmamento. En el Poema asclepia-
deo catalítico, del jesuíta Juan de Oñate Narria, que antecede a la obra, se habla también con
admiración de celebris Mexice!
x . LA TEOLOGÍA MORAL EN HISPANOAMÉRICA 427
49. Las continuas referencias a las tensiones entre criollos y peninsulares, en el interior de
las familias religiosas, quedaron muy bien reflejadas en las crónicas escritas por los religiosos.
De ello se habla ampliamente en el capítulo XIII, infra. Las guerras de independencia serían, en
muchos lugares, alimentadas por estos resentimientos.
50. Cfr. un estudio más extenso en Josep Ignasi SARANYANA, La teología moral en México
a finales del siglo xvn, en «Novahispania» 2 (1996) 93-120.
51. Cfr. canon 7 de la penitencia (COeD 712,"-» y DS 1707).
52. En el epígrafe 2a, sufra, de este mismo capítulo hemos estudiado la actitud de Pedro
de Ortigosa, a comienzos del siglo xvil, con relación a este canon tridentino, en el caso de la
confesión de los neófitos novohispanos.
x. LA TEOLOGÍA MORAL EN HISPANOAMÉRICA 429
59. Por casos de conciencia se entendía, no sólo los diversos hechos sobre los cuales debía
juzgar el sacerdote al impartir la absolución, sino toda la conducta moral. La especulación que-
daba completamente a un lado, salvo quizi algún breve razonamiento al solucionar los casos.
La Moral especial se articulaba, lógicamente, en torno a los mandamientos del decilogo mo-
saico, para preparar a los confesores con vistas a la interrogación de los penitentes, en orden a
determinar la especie teológica de los pecados y con vistas a puntualizar las circunstancias que
pudiesen mudarla. Junto a ello, y como otra de las características de las Instituciones, puede se-
ñalarse el primado del Derecho, que con el tiempo pasó a constituir una de las fuentes princi-
pales de la teología moral, casi a la par que la Sagrada Escritura y la tradición apostólica. La pre-
sencia del Derecho canónico en tales sumas era evidentemente necesaria, por ser muy alto el
número de disposiciones eclesiásticas que obligaban gravemente en conciencia.
60. INOCENCIO XI, Propositiones ixvdamnatae in Decr. S. Officii 2. Mart. 1679, en D S
2101-2167.
61. ALEJANDRO vil, Propositiones XLvdamnatae in Decretis S. Officii 24. Sept. 1665 et 18
Mart. 1666, en D S 2021-2065.
6 2 . ALEJANDRO VIII, Decrttum S. Officii 7. Dec. 1690, en D S 2 3 0 1 - 2 3 3 0 .
63. Información ofrecida en el f. 1 del opúsculo de Fray Thomas Velasco, que vamos a co-
mentar.
X. LA TEOLOGÍA MORAL EN HISPANOAMÉRICA 431
64. EJ título completo del opúsculo, que se conserva en la Biblioteca Nacional de México
(R. 1681 / M4 VEL), es: Fray Thomas VELASCO, Breviloquio moralpráctico en que se contienen
las sesenta y cinco proposiciones prohibidas por NN. SS. P Inocencio XI, declaradas. Con un Appen-
dice añadido alfin de las quarentay cinco proposiciones prohibidas por el Santissimo Alejandro VII
que por estar declaradas por otros se da de sus mismas razones una breve elucidación por via de im-
pugnación. Con Licencia en México, por la Viuda de Bernardo Calderón. A su costa. Año
1681. 20 hojas sin numerar con las aprobaciones; 35 páginas numeradas en árabes sólo por el
anverso, con la exposición de las proposiciones de Inocencio XI; 24 páginas numeradas sólo por
el anverso en romanos, con la breve elucidación sobre las proposiciones censuradas por Alejan-
dro VII; más una página sin numerar con los índices.
65- Fray Thomas de Velasco era natural del Real de Minas de Pachuca, en el arzobispado
de México. Tomó el hábito de los descalzos de San Francisco en el convento de Santa Bárbara
de la Puebla de los Angeles, y fue lector de Teología en el Colegio de Churubusco. Además del
Tratado moralpráctico, que vamos a comentar, preparó una Disertación moral sobre los Tratados
y Contratos de les Mineros de Indias (manuscrito inédito). Cfr. José Mariano BERISTÁIN DE Sou-
ZA, Biblioteca hispanoamericana septentrional (1521-1825), reimpresión, Eds. Fuente Cultural,
México 1947, v, p. 115.
66. En la Aprobación del Doctor D. Antonio de Gama leemos, precisamente, el siguiente
comentario: «Bien pudiera el Autor sobre assumpto mas libre, ostentar todo el caudal de su
erudición ingeniosa, mas quiso humillando su saber en cautiverio obsequioso, reparar con el
exemplo de su humildad las ruynas, que pudo ocasionar el escandalo».
67. Él mismo alude a tal prohibición cuando dice: «Se excusa aquí, con razón, todo orna-
to, y sobrepostura de aquellas que no sean las muy necessarias, y estas no mías, sino de los Au-
tores, que se refieren [en la apoyatura de las doctrinas pontificias]; á fin solo de impugnar con
vna, ó dos razones contrarias dichas proposiciones, que es solo lo que su Santidad permite,
como lo han hecho los que han escrito sobre las quarenta y cinco del Santissimo Alejandro VII»
(VELASCO, Prólogo al Lector, en Breviloquio moral práctico, fol. Alv). También se refiere a tal
veto al final de su Próbgo\ «[el] Decreto de su Santidad, que solo permite impugnar la doctri-
na condenada, no interpretarla, ó defenderla, y assi todo el cuidado se ha puesto en lo prime-
ro, huyendo de lo segundo» (ibid., f. A2v).
432 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
vez cuando ofrece y por las autoridades aducidas. Una observación suya revela
que había otros comentarios mexicanos a las censuras de Alejandro VII; en
cambio, nada dice acerca de otros análisis a las proposiciones de Inocencio XI.
Velasco enmarca su Breviloquio moral en el contexto de las Instituciones
morales o sumas de casos que estaban de moda en aquellos años. En otros tér-
minos, es víctima, como tantos coetáneos, de una excesiva simplificación de
la Moral fundamental, que había quedado reducida, como antes dije, al puro
y simple tratado acerca de la conciencia moral". Por consiguiente, va a poner
su acento en la investigación de los estados de la conciencia y en ayudar a la
formación de la conciencia moral de los fíeles. Materia moral y conciencia se
hacen casi sinónimas...
Hace también hincapié en la autoridad de la Santa Sede para determi-
nar las cuestiones morales. Se habla de la «Santa Sede Apostólica, que asistida
del Divino Espíritu, en la determinación de estas cosas, en sus Decretos,
atiende a promover el rebaño del Señor a mayor bien»; y también se dice:
«Siendo pues este mismo Espíritu de Dios [¡el Espíritu del Señor en el Sím-
bolo!], el que asiste, y con que determina estas materias [morales] en sus De-
cretos la Santa Sede Apostólica [...]». Velasco equipara la autoridad doctrinal
de la Santa Sede al determinar cuestiones dogmáticas del máximo relieve,
como cuando propone un Símbolo de la fe, con la autoridad con que determi-
na acerca de los casos de conciencia resueltos por el decreto de Inocencio XI.
De esta forma, el franciscano mexicano incidía en una polémica de enorme ca-
lado teológico: la valoración doctrinal de las decisiones pontificias en materias
de teología práctica. Una cuestión que entonces se abría paso, al hilo de las
controversias jansenistas, sobre todo desde que la Santa Sede había determina-
do, en 1656, el «sentido» de algunas proposiciones mantenidas por Cornelio
Jansenio en su Augustinuscondenadas poco antes por Inocencio X70; y que
en nuestro siglo XX ha alcanzado un eco extraordinario, a la vista del impor-
tante desarrollo del magisterio pontificio en cuestiones sociales.
Velasco conoció también las condenas del laxismo, por parte de Ino-
cencio XI, y sistematizó las sesenta y cinco proposiciones censuradas (cfr. DS
68. «Hay que huir tanto de la conciencia demasiado laxa como de la conciencia excesiva-
mente estricta; pues la primera genera presunción, mientras que la segunda provoca a la deses-
peración» (VELASCO, Breviloquio moral práctico, f. Al"'. Y continúa: «Que con estas palabras
confirma lo que queda dicho, y modo de haberse en materias Morales, y de conciencia».
69. ALEJANDRO vil, Const. Adsanctam beati Pctri sedem (Iudicium Ecdesiae de sensu ver-
borum Cornelii Iansenii»], 16 de oct. de 1656, en DS 2010-2012.
70. INOCENCIO X, Const. «Cum occasionc» ad univ. fideles, 31 de mayo de 1653, en DS
2001-2005.
x . LA TEOLOGÍA MORAL EN HISPANOAMÉRICA 433
tiene, no suple aquello que Christo N . Señor quiso que fuese de necesidad
del Sacramento»76.
Un matiz parece destacable: «elegida la probable (en este caso)». Es evi-
dente, por el paréntesis, que Velasco no descartaba la posibilidad de que en al-
gunos casos se pudiera seguir la sentencia probable; pero nunca en la duda so-
bre la validez de los dos sacramentos antes indicados. Aquí habrá que optar
siempre por la opinión más segura (es decir, el tuciorismo).
La proposición número 57 de la relación pontificia entraba en una
cuestión en la cual Velasco debió de sentirse bastante incómodo, porque el
papa parecía desaprobar una opinión escotista. Fray Thomas, buen francisca-
no, se aprestaba a justificar los puntos de vista escotistas. La proposición cen-
surada rezaba así: «Tiénese por probable, que basta la atrición natural». Lo
contrario era «que esta atrición haya de ser sobrenatural: Porque el acto mera-
mente natural no es suficiente disposición para la gracia, que es cosa sobrena-
tural: Como tienen todos los Escolásticos, en la materia de gracia»77. «Ni el
Doctor Sutil Escoto tuvo nunca lo contrario [a la enseñanza papal]; como di-
cen los que no le entienden. Porque fuera del precepto divino de amar a Dios
con amor sobrenatural, conoció había precepto natural de amarle en quanto
Bienhechor universal. Pero en este caso de la atrición que se requiere con el
Sacramento para la justificación, sintió [Escoto] con todos los Teólogos ser so-
brenatural, como uniformemente tienen, y le explican sus intérpretes».
La censura de Inocencio XI afirma — a sensu contrario— que la verda-
dera atrición de los pecados, es decir, el arrepentimiento por temor al castigo
del infierno, debe tener raíz sobrenatural; porque sobrenaturales son, al cabo,
todos los hechos que se relacionan con la suerte eterna de los hombres, pues
éstos suponen la gracia o implican su carencia. Por consiguiente, la atrición
meramente natural, denominada «timor serviliter servilis»7', que evita el pe-
cado por las penas que su comisión acarrea, de modo que se continuaría pe-
cando si no fuera por tales penas, es insuficiente para recibir el perdón, por ser
ella misma deshonesta. Pero ¡y la atrición meramente natural por motivos ho-
76. VELASCO, Brevibquio moral práctico, fol. 13r. Es interesante notar que Velasco consi-
dera que el episcopado es un sacramento; no una dignidad, como muchos pensaban en aque-
llos años.
77. Ibid.,fol.I4r.
78. Según la manualística neo-escolástica, en efecto, el «timor serviliter servilis» se distin-
gue del «timor simpliciter servilis», por el cual se detesta el pecado por temor al infierno, al
tiempo que se depone todo afecto al pecado. Este último temor tiene raíz sobrenatural, y es su-
ficiente para ser absuelto.
436 TEOLOGIA EN AMÉRICA LATINA
nestos? La coletilla «con tal de que [la atrición] sea honesta» no es definitiva
—según Velasco— para adherirse a la mera probabilidad de la tesis; en este
caso, como en todos los que versan sobre la validez de los sacramentos, es pre-
ciso apostar por la opinión más probable.
Los detractores de la atrición provocaron, pues, que se distinguiera
adecuadamente entre una atrición meramente natural y una atrición, por su
origen, sobrenatural. La primera es insuficiente y hace al hombre más peca-
dor, en el sentido de que lo ancla más en su pecado; la segunda, en cambio,
dispone al hombre al perdón, según la máxima «ex attrito fit contritus [per sa-
cramentum paenitentiae]». Y, además, esos polemistas provocaron la discu-
sión acerca del «timor simpliciter servilis», el temor por motivos humanos es-
trictamente honestos, distinto del temor «serviliter servilis».
La proposición número 60 de la relación pontificia, sobre la que Velas-
co se extendió ampliamente, se refiere a la absolución de los consuetudinarios.
La proposición censura que pueden ser absueltos con tal de que confiesen sus
pecados y afirmen «de boca» que se van a enmendar79. En el supuesto de que
sea tanta la costumbre de pecar, dice Velasco, «que se pierda in totum la espe-
ran9a de la enmienda, no debe ser este creido; pues (altando esta esperanza, no
queda dictamen moral seguro, ni prudente, en que se pueda fundar el Confes-
sor para absolverle: antes sí para no hazerlo». Como se ve, también aquí, tra-
tándose de la validez del sacramento —ya que el verdadero propósito de pecar
es parte de la materia de la confesión, y éste se prueba por los hechos, no por
las palabras—, fray Thomas se apunta a la opinión probabiliorista.
Cuatro fueron, pues, las proposiciones en que Velasco discutió el pro-
babilismo, y en las cuatro se decantó por el probabiliorismo e, incluso, en al-
guna ocasión, por el tuciorismo. Pero adviértase que las cuatro proposiciones
se referían a la validez de los sacramentos. No puede, pues, concluirse ningún
rigorismo en la actitud moral de Velasco, sino sólo un buena inclinación a res-
petar la santidad de los sagrados signos instituidos por Cristo. Con todo, se
advierte cierta tendencia, en su forma de argumentar, contra el probabilismo,
siguiendo, en esto, las indicaciones de la sede romana.
d) Velasco y la usura
te en cinco proposiciones censuradas por Inocencio XI: números 45, 46, 40,
41 y 42.
Velasco define cuidadosamente la usura como «pedir el mutuante al
mutuatario algo más sobre el principal-, aunque diga que no lo pide, como de
justicia, sino como de gracia; es formal usura paliada con el título de gratitud:
porque ya no es donación gratuita, sino antidonal o remuneratoria; no dan-
do por dar, sino por lo temporal que espera recibir; y ésta inducía, o puesta en
el pacto tácito o explícito, es usura»10.
¿Por qué se condena la posibilidad de que el principal rinda algún be-
neficio cuando se presta? «Porque el dinero o pecunia es sólo un instrumento
del arte de negociación, mediante la industria de los tratantes; pero de sí [el
dinero] es una cosa estéril; y así por su uso principal no se puede llevar nada
más, fuera del principal: puesto que el uso de la pecunia no es sino una ena-
jenación de ella misma; por cuanto pasa al dominio del mutuatario, el cual,
por el uso de la cosa suya, no es deudor, no debe nada a otro»".
La concepción del dinero como puro instrumento de cambio consti-
tuye la clave, según el minorita, para la condena de cualquier rédito del prin-
cipal. El dinero es una cosa estéril. Velasco consideraba falso que el dinero pu-
diese devaluarse: «Luego siempre es falso que valga más la numerata que la
numeranda pecunia; y sólo es título, o socapa para paliar lo que en verdad es
usura»*2. Lo único que justificaría el interés no sería la posible inflación, ni la
carencia de la pecunia, «sino por intervenir daño emergente'3, o cesante lucro,
y trato [lícito contrato]». Tal fue, según el mismo narra, la razón por la cual
Carlos V permitió cobrar intereses de seis, siete y hasta doce por ciento a los
84. El contrato de mohatra era una venta fingida y fraudulenta, que sustituía al contrato
de mutuo, o contrato real, en el que uno daba a otro una cosa fungible, obligándose el que la
recibía a restituir otra tanta cantidad de igual género en un día señalado. En la mohatra, en
cambio, un mercader adquiría a crédito o fiado una mercancía por un valor determinado y
acto seguido el vendedor se la recompraba a menor precio. El primero había conseguido una
cantidad efectiva de dinero, pero debía todo el precio al mercader que le vendió a crédito.
Esto equivalía a prestar una cantidad determinada, con la obligación de devolver una canti-
dad mayor.
85- «No pretende otra cosa el tal vendedor, que dar a mutuo ochenta, con pacto para que
el otro se obligue a pagarle ciento» (ibid., fol. 28v).
86. Cfr. Juan DE MARIANA, La dignidad realy la educación del rey, edición y estudio preli-
minar de Luis Sínchez Agesta, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid 1981, pp. 70-85.
x . LA TEOLOGIA MORAL EN HISPANOAMÉRICA 439
87. VELASCO, Brtvibquio moral práctico, fol. 22r (comentando la proposición censurada
30, que corresponde a la 43 de su relación).
88. Ibid. fol. 23r.
89. Ibid., f. 23'.
90. Ibid., fol. 24r.
91. Ibid.
440 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
f) Conclusiones
92. Como se sabe, el tema de la animación (racional) retardada rodaba desde el medievo.
Tomás de Aquino, por ejemplo, en su comentario al libro de Job, la había sostenido: «Consi-
derandum est autem quod in vulva aliqui moriuntur ante iníusionem animae rationalis quae
sola immortalis est [...] aliqui vero moriuntur post iníusionem [animae] rationalis, qui quidem
post mortem subsistunt secundum animam sed lucem huius mundi non vident» (Tomás DE
AQUINO, Expositio super Iob, cap. III, lin. 395-400 [ed. Leonina]).
93. VELASCO, Brevibquio moralpráctico, fol. 24r.
94. El texto citado por Velasco no se corresponde con la literalidad del canon 11 del Con-
cilio. Parece haber citado de memoria o, mejor, a partir de la formulación manualística. Cír. IV
CONCILIO DE CONSTANTINOPLA, Cánones contra Focio, can. l l . e n C O e D 1 7 5 " " .
x. LA TEOLOGÍA MORAL EN HISPANOAMÉRICA 441
ambos casos, la tradición moral ha sido, desde los orígenes de la Iglesia, elegir
siempre la solución más segura.
En el tema de la usura, y ya en pleno despegue del mercantilismo, Ve-
lasco condenaba el interés del principal, por considerar que el dinero es en sí
mismo inerte o estéril. (Recuérdese aquí que, un siglo antes, hacia 1570, Mer-
cado había justificado tímidamente el interés del dinero, como compensación
por el tiempo de «espera» entre su inversión y la recuperación de ésta; y que
Frías de Albornoz había condenado el interés del dinero, en todo caso).
Velasco consideró que todo aborto provocado es un homicidio. Le pa-
reció imposible justificarlo en el caso de una concepción deshonrosa. Y, aun-
que se inclinó por la animación retardada, descartó, con Inocencio XI, que el
alma sobreviniese sólo en el momento del alumbramiento del feto. Más bien
estimó que el alma intelectual se infunde a los cuarenta días, si es un varón, y
a los sesenta, si es mujer. FrayThomas no advirtió, sin embargo, que la tesis
de la animación retardada es independiente de la psicología que se adopte
como punto de partida, pues había sido sostenida tanto por Aquino, acérri-
mo defensor de un alma racional como forma substancial única del hombre,
como por los propugnadores del pluralismo psíquico. En todo caso, Velasco
rechazó, con ironía, la tesis del pluralismo psíquico, contra la tradición filosó-
fica franciscana, de raíz agustiniana. Siendo franciscano se puso de parte de
Aquino, ignorando, quizá, que éste también se había manifestado partidario
del retraso en la animación racional. No entrevió que lo único condenado por
Inocencio XI era la tesis de que no se alcanza la condición verdaderamente hu-
mana hasta que se ha nacido, es decir, se ha sido alumbrado.
ral»". Tal expresión implica, a nuestro entender, una cierta experiencia docen-
te y de vida94.
En el mismo prólogo vierte Varillas una consideración que nos parece
importante: «Que Dios nos dio la conciencia como vestigio de su lumbre [...].
Para distinguir bondad de maldad nos dio Dios doble luz, una increada, que
no se compadece con ninguna clase de tinieblas, y otra creada: la razón, de tal
manera, no obstante, que ésta no tenga de sí claridad alguna, a no ser que le
venga de Dios». La luz increada sería la revelación de la ley moral (el Decálo-
go mosaico); la creada sería la «lumbre» de la conciencia. Esta justificación de
la necesidad moral de la Revelación, que ilustraría o ayudaría a la razón natu-
ral en la distinción entre el bien y el mal, parece inspirarse en la cuestión pri-
mera de la Summa theologiae aquiniana. Hasta aquí no hay aparentemente
ninguna novedad con relación a Santo Tomás.
La cuestión, sin embargo, no resulta tan sencilla cuando se analiza qué
entiende Varillas por «conciencia», descrita como vestigio de la lumbre divi-
na, para distinguir entre el bien y el mal. Es evidente que tiene a la vista el cé-
lebre pasaje de Romanos, donde San Pablo habla de la conciencia de los gen-
tiles, según la cual serán juzgados (Rom. 2,15). Pero no sólo tiene a la vista a
San Pablo, ni siquiera solamente al Aquinate. Es tributario de ese giro en la
Teología moral, en el que el tratado sobre la conciencia pasó a tener todo el
protagonismo.
Llama la atención, en efecto, que Varillas haya escrito un tratado dedi-
cado monográficamente a la conciencia moral, tratado que no existe en la
Summa theologiae aquiniana. La conciencia no adoptó la estructura de un tra-
tado a se hasta 1600, cuando el jesuíta español Juan Azor (1536-1603) publi-
có el primer volumen de su obra Institutionum moralium [Liber], in quibus
universae quaestiones ad conscientiam recte autprave factótum pertinentes brevi-
ter tractantur (Libro de instrucciones morales, en las cuales son tratadas todas
las cuestiones que pertenecen recta o malamente a la conciencia de los hechos).
Este largo y ampuloso título, que hemos procurado traducir literalmente, se-
95. Seguimos la versión que ofrece García Bacca, tanto del proemio como de las dos pri-
meras disputaciones, en: Juan David GARCÍA BACCA, Antología delpensamiento filosófico en Co-
lombia (de 1647a 1761), selección de manuscritos, textos, traducción e introducciones. Im-
prenta Nacional, Bogotá 1955, pp. 30-32 y 267-283.
96. García Bacca supone, por el contrario, que es obra de juventud, quizá porque entien-
de que era rector de San Bartolomé en 1774 (!). Esta fecha debe de estar confundida, pues im-
plicaría que habría sido rector a los cien años o más; o está leída erróneamente la fecha del ma-
nuscrito.
x . LA TEOLOGÍA MORAL EN HISPANOAMÉRICA 443
ñala bien a las claras el objetivo de Azor la resolución breve y clara del mayor
número de cuestiones prácticas, tocando al juicio moral. Es, en definitiva, un
manual para confesores, dependiente del vuelco que había tomado la ciencia
moral, cada vez más centrada en las obligaciones y deberes. Varillas, pues, se
apuntaba, con su curso de 1697, a tal tradición, inaugurada por la Ratio stu-
dtorum de la Compañía de Jesús, en cuya redacción había trabajado con tanto
empeño el mismo Juan Azor97.
Evidentemente, la definición de conciencia que ofrece Varillas podría
ser acogida por Aquino, con tal de que se indicase que esa definición sólo co-
rresponde a una de las funciones de la conciencia. Varillas define así la con-
ciencia como: «dictamen de la razón por el que juzgamos qué se debe hacer
aquí y ahora, o qué se debe omitir, por ser bueno o malo, y todo ello por
modo de precepto o de consejo [...] La conciencia tiene por oficio dictaminar
en circunstancias particulares qué se haya de hacer u omitir, por ser bueno o
malo»".
Por todo ello, el tratado de este jesuita novogranadino resulta muy mo-
derno, y podría tomarse por uno cualquiera de los manuales neo-escolásticos
redactados a finales del siglo XIX y, sobre todo, en los primeros años cincuen-
ta de nuestro siglo. La división de la conciencia en verdadera o recta y errónea
o falsa; cierta y dudosa; las consideraciones acerca de la duda moral y sus po-
sibles soluciones; la responsabilidad derivada de la conciencia invenciblemen-
te errónea; etc., todo ello se hallará, a veces casi con los mismos desarrollos,
en los tratados modernos que se publicaron en los años inmediatamente an-
teriores al Vaticano II. Esto prueba la calidad —hechas las salvedades que he-
mos apuntado anteriormente— del tratado de Varillas, y el nivel que alcanzó
la enseñanza de la Teología moral en Santa Fe de Bogotá a finales del siglo
X V I I , cuando ya se habían despejado las brumas de las grandes controversias
sobre los sistemas morales. Pero también señala un giro en la Teología moral
cuyas consecuencias entonces no eran previsibles y ahora, en cambio, son pa-
tentes. Quiso ser fiel a la moral tomasiana, pero, de hecho, no lo fue. El pre-
97. El Angélico, por el contrario, había dedicado expresamente a la conciencia moral sólo
un artículo (Summa theolopae, I, q. 79, a. 13), donde había resuelto que la conciencia moral
no es una potencia o facultad intelectual, sino un acto de carícter intelectual. Tal acto tiene su
principio en un hábito intelectual denominado sindéresis. Conviene retener que la breve refe-
rencia a la conciencia que hallamos en la Summa se encuentra al final de una cuestión dedica-
da a estudiar las potencias intelectivas (intelecto agente, memoria intelectiva, razón inferior y
razón superior, inteligencia frente a entendimiento, sindéresis, y conciencia).
98. Ibidem (ed. García Bacca, p. 270).
444 TEOLOGIA EN AMÉRICA LATINA
CÍO que habría de pagar la Teología moral por sus simplificaciones manualís-
ticas, de las que Varillas fue un testigo excepcional, abandonando el tratado
de las bienaventuranzas y el estudio de los dones del Espíritu Santo a otras
disciplinas teológicas, sólo muchos años después, pasados varios siglos, podría
advertirse.
6 . CONSIDERACIONES FINALES
61. El primer convento de los franciscanos en la zona fue el de Tetlán que se inició en
1531 (cap. 33). Cuatro años después, en 1535, Michoacán y Jalisco formaron una custodia,
dependiente de la provincia del Santo Evangelio, de México, que pasó a ser una provincia, la
de San Pedro y San Pablo, en 1565. En 1607 se dividieron los dos territorios erigiéndose la
provincia de Santiago de Jalisco (cap.l).
62. En esta zona los franciscanos fundaron el convento de Axixic para que los religiosos
adoctrinasen y administrasen sacramentos, que es el convento que hasta hoy permanece.
446 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
El primer manual fue editado bajo los auspicios del obispo Juan de
Zumárraga, en 1540. Fue el resultado de las deliberaciones de una junta ecle-
siástica de 1539, y de él solamente se conservan tres folios: los dos folios que
contienen la dedicatoria que escribió Cristóbal de Cabrera2, y el folio de la fe
de erratas. Este Manual de Adultos, que así se titulaba, parece haber sido re-
dactado por Pedro de Logroño, por mandato de Vasco de Quiroga 3 . El texto
conservado comienza con las siguientes palabras: «Cristophorus Cabrera Bur-
gensis / ad lectorem sacrí baptismi mini / strum: Dicolon Icastichon» (= «Cris-
tóbal Cabrera de Burgos al lector ministro del sagrado bautismo: composi-
ción en veinte versos alternados»). El texto de la dedicatoria continúa, según
la traducción de José Pascual Guzmán de Alba, en los siguientes términos: «Si
deseas, venerable sacerdote, conocer del todo y con brevedad / lo que ha de
hacerse para bautizar a cualquier indio: / cuáles son los primeros rudimentos
que deben enseñársele; / lo que está obligado a saber el adulto desidioso, / y
lo que en todas partes establecieron los padres primitivos, / para que los adul-
tos fueran rectamente bautizados, / no sea que el indezuelo ignorante y misé-
rrimo / desprecie gracia tan sublime: / consulta, hojea, lee por entero y estima
este libro. [...]».
También en el año de 1540 el obispo Juan de Zumárraga mandó im-
primir en México un Manual breve romano antiguo, reproducción de un Ma-
nual romano impreso en Venecia, que comienza con las siguientes palabras:
«Incipit ordo ad faciendum Baptismum, secundum Curiam Romanam». En
el colofón se lee: «Este orden del bautismo entregó el obispo de México a los
ministros. En el año del Señor 1540»'. En el Itinerario de Juan Focher, obra
póstuma de la cual ya hemos tratado ampliamente, se conserva el texto latino
del Manual breve romano antiguo, impreso en 1540'.
Este Manual breve romano describe la recepción del niño a las puertas
de la iglesia y el breve exorcismo. Sigue la bendición de la sal y del agua bau-
tismal, las unciones, la renuncia a Satanás, la profesión de fe, la propia admi-
nistración del bautismo (palabras de la forma sacramental), y la entrega de las
vestiduras blancas y del cirio bautismal. En medio de la ceremonia hay una
lectura breve del evangelio de Me. 10,14: «Dejad que los niños se acerquen a
mí...)». Todo ello en latín. Este ritual fue empleado hasta 1555.
El primer Concilio Mexicano, de 1555, había determinado, en su
constitución 67, lo siguiente: «Todos los sacerdotes, así religiosos como cléri-
gos, bauticen, casen y velen y administren los sacramentos por el manual que
de nuevo mandamos imprimir»*. Tal manual no tardó en prepararse —de he-
cho, la mayor parte de las indicaciones litúrgicas habían sido perfectamente
especificadas por el propio concilio— y lo fue por mandato del obispo Alon-
so de Montúfar. Su redacción corrió a cargo del teólogo Cristóbal de San
Martín7. Parece que hubo una primera edición en 1556, salida de las prensas
de Juan Pablos, de México. El texto que se conoce corresponde a la edición de
1560, también impresa por Juan Pablos. Su título completo es: Manuale Sa-
cramentorum secundum usum ecclesiae Mexicanae. Noviter impressum, cum qui-
busdam additionibus utilissimis. Consta de 173 folios numerados y tres folios
no numerados con las correspondientes aprobaciones. Hubo finalmente otra
edición en 1568, que incorpora ya, según testimonia José Toribio Medina, los
decretos del Concilio Tridentino y las bulas concedidas por los pontífices ro-
manos para las Indias. Tres ediciones tan seguidas, puestas cada vez al día, de-
muestran, a mi entender, la aceptación que este Manual tuvo entre el clero
novohispano. Según Jakob Baumgartner, el Manuale se inspira en los manua-
les hispalense, salmanticense y toledano de la misma época.
Quiroga y redactado por Pedro de Logroño, también publicado en 1540. Cfr. Jakob BAUM-
GARTNER, Mission und Liturgie in Mexico, Ii, Neue Zeitschrift für Missionswissenschaft (Sup-
plementa xix), Schöneck/Beckenried, Immensee 1972, pp. 31-61. Seguramente ha confundi-
do el Manual dt adultos, promovido por Quiroga e impreso por Zumlrraga, con el Manual
breve romano antiguo, también impreso por Zumirraga en 1540, recogido íntegramente en el
Itinerarium de Focher (ili, cap. 7). Véase, sobre la inclusión del Manual romano en el Itinera-
rium, Antonio EGUÍLUZ, El »Encbiridion y el »Tractatus de Baptismo et Matrimonio» de Fr. Juan
Focher ofin, en «Missionalia Hispanica» 19 (1962) 331-370.
6. Cfr. Juan TEJADA Y RAMIRO, Colección de cánones y de todos los concilios de la Iglesia es-
pañola, Imprenta de Don Pedro Montero, Madrid 1885, v/2, p. 163.
7. Seguimos la edición que ofrece Jakob BAUMGARTNER, Mission und Liturgie in Mexico,
cit. en nota 5, Ii, pp. 62-74, que ha reconstruido el texto, disperso en dos bibliotecas, y lo ha
editado íntegramente.
450 T E O L O G Í A EN AMÉRICA LATINA
8. Hemos manejado la siguiente edición: Rituale, seu Mattuale Peruanum, etforma brtvis
administrando apud Indos sacrosanta Baptismi, PccnitentU, EucharistU, Matrimonii, & Extrema
unctionis Sacramenta, apud lo. Iacobum Carlinum, & Constan tinum Vitalem, Ñipóles 1607.
Biblioteca Nacional de Madrid, signatura R-35000.
9. Sobre la vida de Oré, véase capítulo VI, epígrafe 7, supra, nota 33.
10. Quizás Chuquiago o Choqueyapu (nombre antiguo de La Paz).
452 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
«La falta que hay en las provincias del Perú, de algunas traducciones
necesarias para administrar los sancos sacramentos a los indios naturales de él,
en las lenguas generales de aquella tierra, quechua, aymara, puquina, mochi-
ca y guaraní, me ha obligado, por el servicio de Dios principalmente, y por el
bien de los indios, y de sus curas a escribir este Manual, el más breve y com-
pendioso que pude».
11. Rubín VARGAS UGARTE, Manual de estudios peruanistas. Librería e Imprenta Gil, Lima
'1959, p. 174.
12. Se refiere al Símbolo católico indiano (1598), que ya hemos estudiado en el capítulo VI,
epígrafe 7, sufra.
xi. MANUALES Y RITUALES PARA LA FORMACIÓN DEL CLERO 453
dad o sensualidad, sino sólo por la gloria de Dios y la salud de los peniten-
tes»13.
A continuación se dan unos avisos en lengua vulgar sobre lo tratado an-
teriormente. Respecto al bautismo de adultos, se advierte a los curas que com-
prueben encarecidamente que los candidatos no han sido ya bautizados, porque
a veces fingían bautizarse con objeto de disolver un matrimonio válidamente
contraído. Respecto al tiempo necesario de catequesis previa, se da una norma
general: «debe ser instituido en la Fe católica de Nuestro Señor Jesucristo, por
tiempo y espacio de días competente [conveniente], de tal manera que antes de
ser bautizado sea instruido en la fe suficientemente, según el juicio de personas
prudentes, que den testimonio de que sabe y entiende bien la doctrina cristiana
y el catecismo, en la misma lengua general y materna suya»14.
Seguidamente, Oré propone diversas pláticas para recibir dignamente
el bautismo, confirmación y eucaristía, en romance, quechua y aymara. En
cuanto a la Eucaristía, el autor hace mucho hincapié en el realismo de la pre-
sencia real de Jesucristo15. A continuación se inserta un texto del Symbolo Cat-
holico Indiano, también de Oré, por el que se deben examinar todos los que
se acerquen a comulgar. La instrucción viene traducida al quechua, aymara,
puquina y guaraní.
El Manuale preve que se comulgue sólo una vez al año, el día de Pascua,
o el Jueves Santo, y como viático para los enfermos". No ocurre así con la pe-
13- «Preceptur etiam, ne cupiditate, inani gloria, curiositate, aut sensualitate aliqua acce-
dat ad audiendum poenitentes, sed id solum pro ipsius Dei gloria, & illorum salute agat» (Luis
Jerónimo ORÉ, Manualeperuanum. Cánones sacramentorum, De sacramento PcenitentU, p. 22).
14. Ibid, Cánones sacramentorum, Del Bautismo de los adultos, § 20, p. 39.
15. «Habéis de creer con firme corazón, que por virtud de las palabras de la consagración
que pronuncia el sacerdote, está, en la Hostia consagrada, y cuando se divide, en cualquier par-
tícula de ella, por pequeña que sea, Jesucristo Nuestro Señor, entero, con su Divinidad, y Hu-
manidad, con Anima y Cuerpo, con carne y huesos, y el mismo que la Virgen María Nuestra
Señora parió, y el que por nosotros murió enclavado con tres clavos en la cruz, y el que después
de haber resucitado subió a los cielos, y ahora está asentado a la diestra de Dios Padre todopo-
deroso, el cual finalmente ha de venir a juzgar el mundo; el mismo todo entero está en este Sa-
cramento digno de toda veneración» (ibid., de Sacramento Eucharistút, p. 94).
16. Es significativa la explicación de por qué no se permite comulgar a muchos indios
bautizados: «Porque muchos de ellos, aunque están ya bautizados, adoran las huacas, y (dolos,
como en tiempo de su gentilidad: y no queriendo saber la ley de Dios, viven como gentiles y
bebiendo con destemplanza, se embriagan muchas veces, y tienen enemistad los unos a los
otros, y no están en paz, usurpan la hacienda ajena sin quererla restituir, y por otros muchos
vicios que tienen, les prohiben que no comulguen, y así no reciben la Comunión» (ibid, de Sa-
cramento Eucharistid, p. 102).
454 T E O L O G Í A EN AMÉRICA LATINA
19. Muy pocos detalles biográficos tenemos de este sacerdote. En la «Epistula a los curas»,
que publica en el Ritual, declara que ha dedicado m i s de veinte años al libro, lo cual, si consi-
deramos esta cana redactada el año de la publicación del Ritual, es decir, en 1631, nos remon-
ta a 1611. Sabemos que era bachiller, aunque alguna vez sea llamado licenciado. Era dérigo
presbítero de la Tercera Orden de San Francisco, cura de la parroquia de Nuestra Señora de Be-
lén en el Cuzco y después en el pueblo de Andaguaylas la Chica, cerca del Cuzco, actual dió-
cesis de Apurímac. Fue cuarenta años doctrinero, examinador general del obispado del Cuzco
en las lenguas quechua y aymará. Murió en Andaguaylas. Desconocemos la fecha de su muer-
te. En todo caso, el autor declara en la «Epistula a los curas» que su vida le parece ya corta... y
que nadie le ayuda en la tarea de revisar las pruebas de imprenta. ¿Acaso murió poco después
de publicar su libro? El título completo de la obra es: Ritual Formulario, e Institución de Curas,
para Administrar a los Naturales de este Reyno, los santos Sacramentos del Baptismo, Confirmación,
Eucaristía, y Viático, Penitencia, Extremaunción, y Matrimonio. [...]. Impresso en Lima: por Ge-
rónymo de Contreras, lunto al Conuento de santo Domingo. Año de 1631.
20. Rituale Romanum Pauli vPontificis Maximi iussu editum (Roma 1614). San Pío V ha-
bía publicado el Catecismo Romano (1566), el Breviario (1568) y el Misal (1570). Bocanegra
confiesa, en su «Epistula a los curas» que llegó a sus manos un Ritual romano impreso en Am-
beres en 1620. Esto significa que ya trabajaba en su proyecto desde hacía varios años, cuando
tuvo la oportunidad de incorporar las nuevas disposiciones de Pablo V. También señala en su
«Epistula» que abriga la esperanza de que cesen tantos manuales breves que sobre la materia cir-
culaban en las Indias Occidentales. ¿Alusión, quizá al Ritual, seu manualepervanum, de Jeró-
456 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
mienda, además, el Catecismo Romano «para las cosas que deben saber, guar-
dar y enseñar [de los sacramentos] los curas [...], porque aquí la razón de la
presente obra pide que solamente se trate de aquellas cosas que pertenecen a
las ceremonias de los dichos cinco santos sacramentos [los que administra el
cura: bautismo, confesión, Eucaristía, matrimonio y extremaunción]» (p. 11).
Se excluye la confirmación, que dice reservarse sólo al obispo. (Esto supone,
sin duda, una afirmación polémica con los ortodoxos griegos).
Los censores destacan, en 1626, que con este Formulario se alcanzará
la uniformidad litúrgica, guardándose en todas partes las mismas ceremonias
y ritos de administración de los sacramentos, cosa mandada por los concilios
y los papas. (Aquí se aprecia el deseo de uniformidad que la Iglesia latina apre-
ciaba tanto, sobre todo desde la reforma gregoriana en la segunda mitad del
siglo XI, y que Trento mantuvo a toda costa, frente a la diversidad permitida
por los orientales). Los censores también alaban que el Formulario vaya en
quechua («la lengua general de los naturales») y en castellano.
Se destaca también, en las páginas introductorias de los censores y de
las licencias, que los naturales serán así enseñados y catequizados «en lo que
han de creer y obrar para conseguir su salvación»; y, por tanto, que el Ritual
será útil «para bien de las almas destos pobres Naturales, y verdadera conver-
sión suya». Desean, finalmente, que el Formulario llegue a manos de todos los
curas de almas del Perú.
Los censores y quienes aprobaron el Ritual recalcan, como ya hemos di-
cho, que haya sido escrito en la lengua «que los Ingas destos Rcynos usaron, y
usan el día de hoy sus sucesores. Por lo cual parece se debe imprimir, para que
de essa manera se divulgue y entienda por todo el Reyno [la fe y la doctrina de
los santos]». Se aprecia, pues, un gran interés por llegar a los indios en su pro-
pia lengua, lejos ya de la castellanización pretendida por las disposiciones de la
Junta Magna de 1568. También es notable que el Ritual recoja muchas tradi-
ciones precolombinas de los naturales, para avisar a los curas doctrineros y evi-
tar que los indios los engañen, siguiendo, en esto, la tradición catequética y
pastoral abierta por el III Limense y seguida por Luis Jerónimo Oré2'.
nimo Oré, publicado en Ñipóles en 1607? No parece probable, pues el mismo Orí habla usa-
do, para la redacción de su Ritual (traducido a cinco lenguas indígenas), una serie de manuales
que ciiculaban por Lima y otros lugares del Perú. Cfr. Noble David C O O K , Luis Jerónimo Oré.
Una aproximación, publicado como introducción a la edición facsímil del Symbolo Catholico
Indiano de Oró (Lima 1992), cit. en nota 45.
21. Quizá la diferencia entre los libros cuya publicación fue prohibida en Nueva España,
redactados por Sahagún y otros compañeros franciscanos, y éste de Pérez Bocanegra, estribe en
xi. MANUALES Y RITUALES PARA LA FORMACIÓN DEL CLERO 457
que aquí no se recogen las tradiciones indígenas con espíritu etnográfico, sino con el exclusivo
afín de que los predicadores estén avisados; y que se empleen las lenguas generales del Incario
sólo para transmitir la fe y la praxis de la Iglesia católica, y no con el propósito de conservarlas
y fijarlas. Otra posible explicación del entusiasmo de los censores limeños, en contraste con las
suspicacias de los censores mexicanos del siglo anterior, podría hallarse en que habría cambia-
do la actitud de las autoridades metropolitanas respecto a las culturas indígenas. En todo caso,
la dedicatoria del autor es muy significativa: «Principio sine principio Oeo, laudet omnis lin-
gua» (toda lengua alabe a Dios, principio sin principio). La exaltación de lo propio peruano,
en boca de un criollo (?), es notable y digna de ser subrayada.
22. Agradecemos la colaboración que nos ha prestado el Pbro. Lic. Don José Raúl Ayu-
que Torero en la redacción de estos comentarios a la versión quechua de Pérez Bocanegra.
458 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
principales («para los que no estuviesen tan adelante en la inteligencia del la-
tín»), y trasladándolas al quechua para facilitar su administración a los fieles.
Segundo, no pretende resolver dudas acerca de las materias y formas délos sa-
cramentos, sino solamente indicar qué debe hacer el cura. Tercero, facilita,
además de la traducción, la pronunciación figurada, para los que sean menos
expertos en quechua. Cuarto, Bocanegra reivindica la originalidad de su ma-
nual, afirmando que no lo ha copiado de nadie; e indica, además, que algu-
nas partes de su Ritual ya circulaban entre los curas cuando él lo llevó a im-
prenta. Recuerda, con sentidas palabras, que las cosas santas deben tratarse
santamente, advirtiendo a los curas que no desprecien las rúbricas por consi-
derarlas menudencias. Finalmente comenta, en el colofón de la «Epístula»,
que tiene en curso una traducción de las epístolas y evangelios del Misal ro-
mano.
£1 libro se abre con una «Introducción breve de los sacramentos en ge-
neral» (fol. 1), que no tiene paralelo en el Ritual del papa Pablo V. Pocas no-
vedades interesantes ofrece este capítulo, que se limita a recordar someramen-
te la doctrina católica. Entre ellas, las siguientes:
Al señalar la institución por Cristo de los siete sacramentos, Bocanegra
distingue entre instituir y promulgar: «Todos estos siete Sacramentos fueron
instituydos por Christo y promulgados por sus sagrados Apóstoles» (fol. 2).
Esta distinción merece un pequeño comentario. Como se sabe, el Concilio de
Trento había usado tal distinción al tratar el sacramento de la extremaunción
(DS 1716). Pero Trento no había querido dilucidar la cuestión acerca de los
demás sacramentos (salvo la Eucaristía), porque desde el siglo X I I I venían ro-
dando dos opiniones teológicas contrapuestas: unos sostenían la institución
sólo mediata de los sacramentos por Cristo, que contó con la posterior pro-
mulgación de los Apóstoles (así, por ejemplo, Alejandro de Hales); mientras
que otros afirmaban la institución inmediata de todos los sacramentos por
Cristo (Santo Tomás). Bocanegra parece adherirse a la tesis hálense, mante-
niendo la institución mediata de Cristo y extendiendo su promulgación, por
parte de los Apóstoles, a todos los sacramentos23.
Interesa también subrayar su criterio pastoral en el tema de la catcque-
sis prebautismal: «El Catecismo es una explícita instrucción y enseñanza de
las cosas que se han de creer, las quales preceden al Baptismo, y nunca se le si-
guen. Y a este modo se ha de filosofar en los demás Sacramentos» (fol. 4). Se
23. Sobre la institución de los sacramentos, cfr. Ramón ARNAU, Tratado general de los sa-
cramentos, BAC, Madrid 1994, pp. 213-233.
x i . MANUALES Y RITUALES PARA LA FORMACIÓN DEL CLERO 459
atiene, pues, a las disposiciones de la bula Altitudo de Pablo III, que zanjó la
polémica entre los dominicos y franciscanos acerca de la preparación necesa-
ria para administrar lícitamente el bautismo a los indígenas.
La mayor parte del Ritual Formulario está dedicada al sacramento de la
confesión. Le preocupa que los confesores puedan ser engañados por los pe-
nitentes, por desconocer las costumbres y supersticiones locales. En cambio
no da crédito a que haya fenómenos de recidivas idolátricas, al menos muy
generalizados24. No habría recidivas idolátricas, al menos en el área del Cuz-
co, según la estimación de Pérez Bocanegra, lo cual contrasta con todas las vi-
sitas de extirpación puestas en marcha por Francisco de Ávila, Pablo José de
Arriaga y Hernando de Avendaño25. Sin embargo, testifica supercherías y ma-
las costumbres, provocadas, en algunos casos, por ciertos sincretismos religio-
sos. Veamos un caso descrito por Bocanegra:
24. «En las preguntas siguientes se contienen todos los ritos, ceremonias y adoraciones
que antiguamente los Indios tenían. Iuntamente con sus agüeros y hechizerías, que aunque
ahora por la misericordia de Dios, no haya mucho desto en esta ciudad del Cuzco, y haya per-
sonas que digan y engañen a su Magestad del Rey Don Felipe nuestro señor con falsedad, di-
zendolo por sus intereses y ambiciones y no porque haya, a lo menos, con publicidad nada des-
to, hay algo fuera del [Cuzco], y en raras panes» (fol. 146).
25. Sobre las extirpaciones en el arzobispado de Lima, cfr. supra capitulo vil, epígrafe 3.
460 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
28. Juan Machado nació en Quito a los comienzos del siglo XVII y murió en 1653. Hijo
del licenciado Don Fernando Machado, oidor de Chile. Estudió en el Colegio Real de San Fe-
lipe de Lima y cursó Cánones y Derecho Civil en ia Universidad de San Marcos. Se doctoró en
Quito, en 1638. Luego pasó a España. En la metrópoli obtuvo de la Real Chancillería de Gra-
nada la investidura de abogado del Reino y regentó algún tiempo una cátedra en la Universi-
dad de Salamanca, mostrando sus preferencias por la Teología. Recibió la ordenación sacerdo-
tal. Regresado a América, fue designado arcediano de Trujillo, en el Perú, en los años en que
publicó sus dos volúmenes del manual. En 1651 fue elegido obispo de Popayán (en la actual
Colombia). Murió en 1653, sin haber sido consagrado.
29. Esta obra fue impresa en Barcelona, en 1641, en dos gruesos volúmenes en cuarto, por
Pedro Lacavalleria.
462 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
currir por ellas i estar avizados en los casos ordinarios»; 2) «que pregunten a
los que se oponen [opositan] a los curatos, o desean ser confessores la noticia
general, que deven tener de las obligaciones especiales de cada uno de los tres
estados de la República Christiana, que son Eclesiástico, Religioso, i secular, i
por lo menos las de aquellas personas, para quienes pide aprobación el con-
fessor»; 3) «el tercero, i último punto, de lo que contiene el examen, es la pru-
dencia, i zelo, que el confessor, i cura deven tener para la administración de
sus ministerios».
Machado considera imprescindible que los exámenes de los candida-
tos aseguren que éstos tienen la ciencia necesaria para resolver los casos ordi-
narios que vayan a presentárseles, bien sean casos de conciencia, casos canó-
nico-administrativos o problemas en la dispensación de los sacramentos.
Deben conocer, además, las obligaciones de las personas a ellos confiadas. Fi-
nalmente, deben demostrar que poseen sobrada prudencia para administrar
los sacramentos, puesto que éstos son cosas santas, y que están movidos de
verdadero celo pastoral por las almas. El manual, publicado en 1641, en el
que el autor asegura haber gastado veinte años de su vida, fue redactado para
asegurar la preparación de los candidatos en los tres puntos señalados más
arriba.
En un «discurso nuevo, i pratico, en el qual se declara el modo único,
i cientifico de enseñar la Iurisprudencia, i la Teología Moral», que precede al
manual, Machado se lamenta de que entre los moralistas, es decir, los teólo-
gos, que se dedican a la Moral, hayan prevalecido los argumentos de autori-
dad, basados en la ciencia positiva, sobre el recurso a las fuentes y la especula-
ción, traicionando la clásica definición aristotélica de ciencia como saber
cierto por causas. La argumentación por autoridades no sólo se emplea, dice
Machado, en materias dudosas, sino en cuestiones determinadas por la fe. Es
evidente que Machado se hace eco y se lamenta de la disputa de escuelas, que
se venía arrastrando desde la Baja Edad Media, como consecuencia de las cen-
suras de 1277, y que se había agravado en la segunda mitad del siglo XVI, por
causa de la disputa de auxiliis y otras parecidas. También alude a la moral de
casos, que se había impuesto desde comienzos del siglo X V I I y, muy particu-
larmente, a la diatriba sobre los sistemas morales: laxismo, probabilismo,
equiprobabilismo, probabiliorísmo y tuciorismo, que había estallado a raíz de
la difusión del jansenismo, desde mediados del siglo X V I I . El Manual, en efec-
to, no es ajeno a las polémicas de los sistemas morales, pues se refiere a «la
elección de opiniones» en el modo de confesar, huyendo las opiniones laxas y
de las excesivamente rigurosas, evitando que los fíeles acaben en la perpleji-
dad, al comprobar la diversidad de pareceres de los confesores. Finalmente, y
xi. MANUALES Y RITUALES PARA LA FORMACIÓN DEL CLERO 463
esto nos parece muy importante, Machado, que se manifiesta partidario del
probabilismo, pretende que los planteamientos morales no se limiten a distin-
guir el pecado de lo que no lo es, sino que «es también muy justo que sepan
[los doctores] que hay mucha diferencia entre lo que es pecado, de aquello
que es perfección nuestra y servicio de Dios; y que también sepan que de lo
primero nos excusa la opinión probable; y que a lo segundo nos debe obligar
el amor de Dios y el deseo de agradarle y servirle». La moral y la ascética no
deben separarse. No cabe, en consecuencia, que unos cristianos se guíen por
las normas morales (sería una moral de mínimos) y otros, más perfectos, por
la ascética o la mística.
El Manual se divide en siete libros. Los tres primeros van en el primer
volumen, y los cuatro restantes, en el segundo30.
£1 libro tercero está dedicado a la ciencia del confesor. En él aborda
cuestiones de gran interés para nuestro conocimiento de la vida de los reinos
hispánicos de ultramar. En este sentido debe señalarse particularmente la par-
te quinta de este libro, titulada: «De los contratos, i cuasicontratos, i de las ac-
ciones que produzen». En el tratado segundo de esta parte revisa las teorías so-
bre la estipulación del precio justo, la estructura del mercado de libre
competencia y sus adulteraciones (monopolio, incremento artificial del pre-
cio, dumping, etc.), y estudia a fondo el tema del interés y las formas ideadas
en la época para evitar incurrir en usura (censo, mutuo, mandato, depósito,
precario, promesa, etc.).
30. Veamos brevemente sus contenidos. £1 libro primero: trata la materia de la penitencia,
los casos reservados, las censuras y penas eclesiásticas, y qué puede y qué no puede el confesor.
Libro segundo: desarrolla los principios y reglas generales correspondientes al tratado depeccatis
in genere (Decálogo, mandamientos de la Iglesia, los siete pecados mortales o capitales y la Bula
de la Santa Cruzada). El libro tercero: presenta los sacramentos, las indulgencias, el pecado de
simonía, los beneficios eclesiásticos, los principios universales del Derecho Canónico y Civil,
los contratos y subcontratos, los testamentos, las herencias, etc. El libro cuarto: expone las obli-
gaciones especiales del estado eclesiástico. El libro quinto: estudia las obligaciones de los religio-
sos y religiosas, los claustrales, caballeros militares, etc.; hasta los prelados. El libro sexto: se ocu-
pa de la jerarquía secular y civil, en cinco grandes apartados: 1) emperadores, reyes, duques,
condes, marqueses, señores de vasallos y mayorazgos; 2) jueces civiles y criminales, fiscales,
abogados, etc.; 3) la milicia (generales, capitanes, soldados, etc.); 4) personas con alguna potes-
tad: casados, viudos, padres, tutores, curadores, señores de criados, etc.; y 5) presenta a los que
se ocupan de la salud (médicos, cirujanos, boticarios y barberos), los que tienen oficios mecá-
nicos, granjerias y otros modos de vivir (mercaderes, pastores, guardas, cazadores, pescadores,
plateros, pintores, impresores, sastres, roperos, mesoneros, venteros, taberneros, cocheros, tite-
reros, mozos de muías, harrieros, etc.). El libro séptimo trata de la prudencia y celo que debe
manifestar el confesor en el ejercicio de su ministerio (sobre el pecado de solicitación, acerca
del sigilo sacramental, etc.).
464 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
obispo de Quito, publicado por vez primera en 1668, llevó el género a su es-
plendor.
El motivo de la obra queda recogido en una carta «del clero del obis-
pado de Quito al Ilustrísimo Señor Doctor Don Alonso de la Peña Montene-
gro, su Obispo», fechada en Ibarra, a doce de abril de 1662. En ella se dice lo
siguiente:
«Aunque es verdad que los autores han escrito las materias morales,
importantes para que los Curas de almas puedan con toda seguridad adminis-
trar a sus feligreses, y esto tan docta y tan exactamente lo han escrito, que po-
demos muy bien decir que llegaron al non plus ultra-, con todo eso nos holgá-
ramos infinito de tener algún autor que de las doctrinas comunes sacara
aplicaciones a las cosas particulares de las Indias [...]: y así suplicamos a V.S.I.
con todo rendimiento que, negándose a tantas ocupaciones como son las de
un obispado tan dilatado, se sirva emplear en nuestro útil algunos ratos, ha-
ciendo algún breve Tratado, que pueda servirnos de norte en este Sur de la
América, usando en él la claridad que nos muestra en la Teología Escolástica:
y esto mismo suplicamos en el idioma, para que pueda aprovechar también a
los que por la distancia de las Universidades no han podido cursar en ellas»
(apéndice I, ed. CSIC, p. 665).
32. Edición completa facsímil a cargo de José Reig Satorres, publicada por «Anuario His-
tórico Jurídico Ecuatoriano» Quito 1985, en un solo volumen. Reproduce la edición de Ma-
drid, de 1771. Aquí seguiremos la edición crítica, publicada por el CSIC, Madrid 1995 y 1996
(cfr. nota 31), que reproduce, en apéndices, las tres cartas del clero ecuatoriano al obispo Mon-
tenegro, un breve «Al lector», una exhortación a los párrocos de indios, y una exposición del
fundamento teológico de la evangelización de los indios del Nuevo Mundo.
33. El libro I trata la condición del párroco y todas las obligaciones de los doctrineros, con
especial insistencia en la rectitud de vida de los sacerdotes, en los buenos modales con relación
a los indios, y en la importancia de aprender las lenguas autóctonas. El libro II versa sobre la
naturaleza y las costumbres de los indios: los privilegios de los indios y de los pecados que co-
meten quienes los agravian; los tributos que deben pagar; del comercio con los indios; de las
idolatrías de éstos; de sus hechiceros y la embriaguez; sobre los misterios que deben creer para
salvarse; y sobre la predicación de la fe a los indios y de los títulos de conquista. El libro III es-
tudia si los indios son capaces de los sacramentos, y sobre el modo de administrar cada uno de
los sacramentos a los indios (bautismo, confirmación, confesión, Eucaristía, extremaunción,
Orden y matrimonio). De la Peña considera que los indios y mestizos pueden ser ordenados
sin particular dispensa, con tal de que sean hijos legítimos y reúnan las cualidades morales re-
queridas. Señala incluso que sería bueno que hubiese obispos indios. Por supuesto, también
aboga porque reciban frecuentemente los otros sacramentos. El libro IV expone los preceptos
que obligan a los indios (comunión anual, ayunos, asistencia a la misa dominical, etc.). El li-
bro V está dedicado a los privilegios de que gozan los habitantes de las Indias, tanto los españo-
les y sus descendientes, como los indios.
xi. MANUALES Y RITUALES PARA LA FORMACIÓN DEL CLERO 467
34. Su forma de exponer la doctrina sobre la virtud y el acto de fe se asemeja mucho al ca-
pítulo tercero de la constitución dogmática Dei Filius del Vaticano l (1870), lo cual indica que
Peña Montenegro estaba inmerso en una corriente doctrinal que acabarla emergiendo en los
documentos vaticanos, dos siglos mis tarde.
35. Ya se ha hablado de la tesis del dictado al presentar la teología de Diego de Valadés, en
el capítulo vi, epígrafe 5, y al exponer la teología de los novohispanos Juan Díaz de Arce y
Francisco de Navarrete, en el capítulo VLLL, epígrafes lj y Ik.
468 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
37. Estos sermones se hallan en un códice manuscrito de 234 folios, depositado en el Ban-
co Central del Ecuador. Cfr. la descripción de Juan Carlos FLORES, Investigación sobre los ser-
mones de Alonso de la Peña Montenegro, undécimo obispo de Quito, en «Anuario de Historia de
la Iglesia» 6 (1997) 432-434. Véase también la transcripción de los dos sermones quiteños que
ha realizado Juan Carlos FLORES, LOS sermones quiteños de D. Alonso de la Peña Montenegro
(1658-1659), memoria de Licenciatura, Universidad de Navarra, Pamplona 1997, pro manus-
cripto.
470 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
38. Impreso en Madrid en 1671 por Julián de Paredes. Hemos manejado el ejemplar de
la Biblioteca Nacional de Madrid, signatura 2/62876.
39. Nació en Córdoba en 1605. Durante unos meses fue alumno de la Compañía en el
colegio de la Asunción de Córdoba. En esa ciudad ingresó más carde en la Orden de Trinita-
rios descalzos, en donde ocupó diversos cargos, como el de provincial, a partir de 1647. Diez
años más tarde se trasladó a Madrid. Su (ama de predicador llegó hasta Felipe IV, quien hizo de
Almoguera su confidente y consejero. En 16S9 fue designado obispo de Arequipa, al sur del
Peni actual. En diciembre de 1661 llegó a su sede. Se distinguió por el celo en la formación de
los clérigos —como lo prueba la Instrucción que estudiamos— y el mejoramiento de los edifi-
cios eclesiásticos. En 1661 fue comisionado para reducir a los hermanos Salcedo, mineros de
Laicacota, aunque sólo logró una efímera pacificación. A la muerte de Felipe IV compuso un
sentido panegírico, con abundantes datos sobre el monarca, que fiie publicado en la Ciudad de
los Reyes en 1667. En 1674 fue trasladado a la sede arzobispal de Lima, aunque su gobierno
pastoral fue muy breve, pues murió en la capital virreinal en 1676.
xi. MANUALES Y RITUALES PARA LA FORMACIÓN DEL CLERO 471
tuirla por Christo Nuestro Redemptor, por el lugar que le dio este Señor, el
respeto con que quiso le tratassen los Angeles, Los Principes de su Iglesia, los
de el siglo, y el resto de las demás criaturas».
40. Véase el siguiente pasaje relativo al oficio del sacerdote en la Misa: «Infiérese deste
principio la dignidad (incomprehensible de verdad) que le dio Christo Nuestro Redemptor a
el Sacerdocio que instituyó en la Ley de Gracia, qua! es, que su Magestad y el hombre ofrezcan
de compañía, sean compañeros, y que el Sacrificio mayor que pudo Dios fabricar, una criatura
tan humilde, se ponga ombro a ombro [ s i c ] , mano a mano con su Magestad, y que sea Sacer-
dote oferente, medianero y Pontífice, con tanta verdad como su Magestad lo es, y que esté la
diferencia de parte del modo de ofrecer. Para cuya mayor y mis clara inteligencia es de supo-
ner, que pudo este Señor disponer de forma este Sacrificio, que el hombre sólo fuera el oferen-
te, en virtud de la que le comunicase su poder, y palabra, sin admitir este comercio y unidad
472 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
con ¿1 tan estrecho, que sean a la par en unión y aparcería tan familiar, Dios Hombre y la cria-
tura, Sacerdotes oferentes, y que hagan el mismo oficio de mancomún» (tratado I, cap. 2, § I,
n.° 27).
41. Esta doarina tardaría varios siglos en abrirse paso. A este respecto, véase la doctrina de
Pío XII, en la encíclica Mediator Dei (DS, 3840-3855); y el decreto Presbyterorum Ordinis del
Vaticano li.
42. Cfr. Trento, ses. XXII, De ss. Missae sacrificio, DS 1738-1759; y ses. XXIII, De sacramen-
to ordinis, US 1763-1778.
43. Así se expresa el prelado arequipeño: «Que los Santos Angeles assisten al Sacrosanto
Sacrifìcio de la Missa es tan cierto, y recibido entre los Doctores y la Iglesia, que muchos lo su-
ponen como artículo indubitado. Donde estí el Rey asiste la Corte: y estando como está real,
y de verdad presente en el Altar el rey de la Gloria, ¿cómo puede dudarse que le acompañen sus
Cortesanos?» (tratado IV, cap. III, § I, n.° 47).
44. Actualmente, merced al influjo de la teología oriental, hay una tendencia a considerar
que este Angel no es otro que el Espíritu Santo.
x i . MANUALES Y RITUALES PARA LA FORMACIÓN DEL CLERO 473
hombre tiene un ángel custodio45, cuánto más asistirán los espíritus angélicos
al Vice-Dios (sacerdote), cuando celebra la Misa:
45. Vid. el reflejo de esa doctrina en el Catecismo de Trento, parte rv, capítulo IX, nn. 4-6.
46. Por ejemplo, al referirse a los confesores, critica la ignorancia y el laxismo de muchos,
y pide un esfuerzo mucho mayor en su preparación intelectual: «Si para Confesores en algu-
nas panes no han menester mis estudio que quererlo ser, y esto basta para conseguir la licen-
cia, y lo quieren ser muchos que jamis vieron una suma la mis pequeña10", cuyo estudio es lo
menos, y lo foizoso que piden losTheologos para la suficiencia en este ministerio, qué nos ad-
miran, ni qué razón hay para que nos causen admiración estas ignorancias y otras mayores»(tra-
tado IV, cap. I, § II, n.° 229).
474 T E O L O G Í A EN AMÉRICA LATINA
canto dañaban, con su mal ejemplo, a los fieles47. Tremendo alegato, en efec-
to, contra los vicios de los curas de su diócesis, que escribió tras visitar el te-
rritorio. Fundamentalmente critica la extendida codicia de los clérigos, que
les llevaba a comerciar con los indios. Se extiende a lo largo de muchos capí-
tulos denunciando la afición de los sacerdotes por el comercio. Entre otros
muchos, podemos entresacar el siguiente texto, para resaltar el fuerte profetis-
mo de Almoguera, que parece emular al propio Las Casas:
47. «Tratado segundo, en que se discurre cuín pernicioso es en la Iglesia el mal ejemplo
de los sacerdotes, y m i s en particular el de los párrocos, y con mucha más especialidad los da-
ños que causan los curas de indios, y los que administran en la vecindad de los infieles, debien-
do por esca causa ser de vida más ejemplar y ajustada que el resto de los demás ministros».
xi. MANUALES Y RITUALES PARA LA FORMACIÓN DEL CLERO 475
48. Para una valoración de la personalidad de este autor, cfr. José María ORTIZ JUAREZ,
Fray Juan de Almogutra. El Obispo del Libro, Ediciones Escudero, Córdoba (España) 1976.
49. Nació en Carabantes (Soria) en 1628. Tomó el hábito capuchino en Tarazona, en
1645. Recibió la ordenación sacerdotal en 1652. En 1657 pasó a Venezuela, para misionar a
los cumanagotos, que habían sido reducidos a poblados por otros capuchinos, pero finalmente
le fue asignada la misión de Cumanacoa. Regresó a España, por causa de enfermedad, en 1659.
Antes de finalizar el año 1660 volvió a Cumaná. En 1666 regresó por segunda vez a España,
nuevamente muy quebrantada su salud. Pasó a Roma en 1667, para informar a la Congrega-
ción de Propaganda Fide sobre las misiones capuchinas en Venezuela. De nuevo en España se
dedicó a predicar misiones en la Península hasta su fallecimiento, en 1694, en Monfbrte de Le-
mos (Galicia), con fama de santidad.
50. Cfr. la relación de sus obras en Buenaventura DE CARROCERA, Los primeros historiado-
res de ¡as misiones capuchinas en Venezuela, Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela («Bi-
blioteca de la Academia Nacional de la Historia», 69), Caracas 1964, pp. 56-63.
51. El título completo es: Prácticas de Missiones, Remedio de pecadores. Sacado de la Escri-
tura divina, y de la enseñanza apostólica. Aplicado en ti exerrieio de una mission [...). En León: En
la imprenta de la Viuda de Agustín de Valdiuieso. Año de 1674. Se divide en tres libros. En el
primero se exhorta al ejercicio de las misiones, así entre católicos como entre infieles; se dan re-
glas a los confesores y predicadores y se expone algo de lo mucho que el Señor estima las mi-
siones. En el segundo libro trata del celo que debe tenerse con las almas, lo que impona tener-
lo así sacerdotes como religiosos y cómo lo han de ejercitar. Y en el tercer libro van quince
sermones para hacer la misión.
476 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
52. Entre los papeles presentados por Carabantes a la Santa Sede, se conserva una carta de
cinco caciques de Cumaná, fechada en 1666, dirigida al papa, presentándole su obediencia. £1
texto de la carra, de puño y letra de Carabantes, está escrito en lengua chaima. Buenaventura de
Carrocera ha publicado tanto el texto chaima como la traducción, que es también de Carabantes
(Losprimeros historiadores de tas misiones capuchinas en Venezuela, cit. en nota 50, pp. 109-112).
53. Texto de estos Avisos en Buenaventura DE CARROCERA, Los primeros historiadores de i'as
misiones capuchinas en Venezuela, cit. en nota 50, pp. 113-126.
x i . MANUALES Y RITUALES PARA LA FORMACIÓN DEL CLERO 477
«Lo primero que les han de enseñar los misioneros, es la necesidad del
bautismo, la disposición para recibirlo, y los preceptos que son de derecho na-
tural, proponiéndoles cuán conformes son al bien común y a la razón natural,
que dicta que lo que uno no quiere para sí, no ha de querer para el otro. Des-
pués poco a poco se les han de ir proponiendo los demás mandamientos, dán-
doles a entender cuán razonables son y cuán conformes a los de la ley natural,
y cuánto repugnan a esto sus errores, ritos y costumbres. Y para que dejen sus
viciadas leyes y abracen la de Dios, importa mucho predicarles repetidas veces
de la grandeza del premio que espera en el cielo a los que, guardándola, sirven
a su divina Majestad en la tierra» (regla 11).
dades de los naturales, neófitos en la fe. Entienden que los sacramentos son
para nuestro remedio, no premio merecido por la buena conducta, lo cual tes-
timonia que las polémicas jansenistas, tan activas en Europa por esos años,
poco o nada habían llegado a la vida pastoral cotidiana de las parroquias y
doctrinas americanas.
En definitiva, si Acosta comprobó al llegar a Lima en 1571, que la evan-
gelización del Incario avanzaba lentamente y que los (hitos eran escasos, al cabo
de medio siglo, es decir hacia 1630, la evangelización del Perú y de los territo-
rios limítrofes estaba en marcha. La cultura cristiana mestiza del Perú y Ecua-
dor, la implantación de la Iglesia en la zona central y norte del virreinato de
Nueva Granada, y la penetración en los territorios, hasta entonces tan difíciles
de las costas venezolanas o de la Amazonia peruana, constituyen un testimonio
innegable, a nuestro entender, de cuanto decimos en esta recapitulación.
C A P Í T U L O XII
L A T E O L O G Í A H O M I L É T I C A D E L XVII*
2. L A ORATORIA EN N U E V A GRANADA:
EL «ARTE D E SERMONES» DE M A R T Í N D E V E I A S C O
los siglos xviy XVII, Fundación Universitaria Española, Madrid 1996. Sobre los orígenes de la
retórica cristiana, véase José OROZ RETA, La retórica en los sermones de San Agustín, Editorial
Agustinus, Madrid 1963.
2. Cfr. Ignacio OSORIO ROMERO, Floresta de Gramática, poética y retórica en Nueva Espa-
ña (¡521-1767), UNAM, México 1980; y Mauricio BEUCHOT, Retóricos de la Nueva España,
UNAM, México 1996.
3. Utilizaremos la edición mexicana de 1728: Martín DE VELASCO, Arte de sermones para
saber hacerlos y predicados. Con privilegio, en México, en la Imprenta real del Superior Gobier-
no, de los Herederos de la viuda de Miguel de Rivera, en el Empedradillo. Año de 1728 (en
BNM, R 1728 M4VEL y R1728 BARa). El Arte consta de 228 páginas, divididas en 29 capí-
tulos, contiene un índice con los puntos que trata y un índice analítico.
XM. L A T E O L O G Í A H O M I L É T I C A D E L XVII 483
4. Del autor sabemos que fue franciscano de Sanca Fe de Bogotá, en el Reino de Nueva
Granada, nacido hacia 1621. Fue custodio y padre perpetuo de la provincia franciscana del
mismo lugar. En el prólogo del libro, ¿1 mismo dice que tenía 56 años al entregarlo a las pren-
sas y, en una de las censuras, la de fray José López, o.f.m., se dice que la primera edición del
Arte fiie en 1677. De ahí nuestra afirmación respecto al año de nacimiento.
5. Estas partes del sermón son de tres clases: esenciales, integrales y materiales. «Las partes
esenciales son: Enseñar, deleitary mover. Y llámanse esenciales, porque la Retórica Sagrada, a eso
mira, y es su intento principal: Enseñar, deleitary persuadir a los oyentes. Pero como el que inten-
ta, una de estas tres cosas o todas juntas para su ejecución, ha menester tener qué y cómo enseñar,
qué y cómo deleitar y mover. Por eso necesita valerse primero de otras cuatro cosas, que son: In-
ventar qué, y cómo; de lo inventado elegir, lo mejor, y más a propósito. Y de lo elegido, disponer
en sus lugares. Y lo así dispuesto: escribirlo, decirlo y Predicarlo; y estas cuatro cosas, se llaman las
panes Integrales de la Retórica: Invención, Elección, Disposición y Pronunciación. Las panes mate-
riales del Sermón, son aquella material disposición del mismo sermón. Como son la Introducción,
Orden de los Disamos I, II, III. Y en los Discursos, el orden y lugar de los conceptos» (pp. 21-22).
484 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
6. «Es la palabra de Dios predicada, muy semejante a la palabra de Dios Encarnada. Esta
recibió la Carne del Vientre de su Santísima Madre. Allí fue organizado el Cueipo, allí infor-
mado, allí alimentado; allí dispuesto, con ordenada proporción, hasta llegar el tiempo de na-
cer: y nació Hombre Verdadero, no fantástico; porque nació Hombre de aquel Vientre, que le
dio materia de Hombre. Es la introducción mayor del Sermón el Vientre de la Palabra de Dios
predicada. En la Introducción recibe materia el sermón, en ella se forma. Allí se organiza el
Cuerpo, se dispone la traza, se fortalecen los huesos, se reparten los tendones, se visagran los
nervios, se pule la carne, se dividen los brazos, etc. Y con admirable arquitectura, en aquel pe-
queño cuerpo está y se contiene todo lo que después con el tiempo, y los Discursos, ha de pa-
recer muy grande. El sermón, que sale de introducción, es sermón; y el que no tiene introduc-
ción de que nacer, será fantasma» (p. 146).
XII. LA TEOLOGÍA HOMILÉTICA DEL XVII 485
llama la fantasía, que consiste en exponer las ideas con ingenio, de este modo
se hace más agradable el sermón (cfr. p. 129). Y ofrece un ejemplo de cómo
se ha de articular un sermón panegírico: «En los sermones Panegíricos, no has
de esperar [...] a decir las alabanzas del Santo en los finales, reducciones y aco-
modaciones; porque estos finales, según Retórica, deben ser breves; y en ellos
no habrá lugar para tanto. Y así, debes traer las maravillas, y virtudes del san-
to, tejidas con el hilo esencial del sermón desde la materia de la introducción
mayor, por las divisiones, Discursos, y pruebas, hasta los finales: que así será
todo el Sermón del Santo; y las reducciones, acomodaciones, y finales, que-
darán desocupadas sirviendo al intento de la Retórica, que es exhortar, repre-
hender, persuadir y mover» (p. 135).
Con todo, y pesar de los consejos de carácter práctico que Velasco ha
ofrecido, y que cualquiera puede aprender, de modo que todos los sermones
convengan en lo esencial, el genio del predicador distingue un sermón de
otro. Por ser la oratoria verdaderamente un arte, la diferencia se establece no
tanto por el dominio de la técnica, que muchos pueden aprender, cuanto, so-
bre todo, por las cualidades (fantasía, inventiva y destreza) del ejecutante:
«Los sermones, en definitiva, se hacen con Arte» (p. 150).
a) Consideraciones generales 7
8. N o hemos encontrado ningún sermón predicado con motivo del fallecimiento de Felipe III.
XII. LA TEOLOGÍA HOMILÉTICA DEL XVII 487
c) Sermones inmaculistas
£1 juramento no cayó en desuso con el paso del tiempo sino que siguió sien-
do una de las obligaciones de todo maestro o doctor. En las constituciones
más elaboradas de la Universidad mexicana, las del visitador Don Juan de Pa-
lafox y Mendoza, de 1645, figuraba la obligación de realizar el juramento
bajo pena de perder la condición de catedrático, o de serle negado el grado de
doctor, licenciado o bachiller en Teología17.
Los sermones, la mayoría posteriores a estas fechas, nos ofrecen los argu-
mentos de los predicadores de diversas órdenes religiosas para defender la Inma-
culada. En general se puede decir que los franciscanos sostenían la concepción
sin pecado de la Virgen lo mismo que los jesuitas, mercedarios y carmelitas. En
cambio, entre los dominicos la opinión no era unánime: algunos hablaban cla-
ramente de Inmaculada Concepción; otros se acogían a la tradición tomista.
Los sermones sobre la Inmaculada son más abundantes en el siglo XVII que en
el X V I I I , y abarcan desde 1622 hasta 1696, siendo más frecuentes entre 1661 y
1685. Conocemos muchos de ellos predicados en iglesias de Manila, Nicara-
gua, Guadalajara, Querétaro, en la Universidad de México y en el Santuario de
Guadalupe. Los de estos últimos lugares son los más abundantes18.
Durante diez años sucesivos el agustino Juan de Cepeda predicó el día
de la festividad del nacimiento de la Virgen que era la advocación de la ermi-
ta de Guadalupe. El sermón de 1622 se imprimió" y decía: «las prerrogativas,
17. Constituziones para la Real Universidad de México por el Yllusmo. señor Don Juan de Pa-
¡afóxy Mendofa del consejo de su magestady el real de ¡as yndias obispo de la puebla de los Anjeles.
Visitador general de todos los tribunales tiesta Nueba España y de las reales escuetas desta ciudad de
México, México 1645, AGN cod. 248.
18. Damos la relación cronológica de algunos de los sermones consultados que hablan de
la Inmaculada Concepción, para que pueda apreciarse la variedad de lugares, fechas y Órdenes
de los predicadores: 1622, Juan de Cepeda, OSA, en la Ermita de Guadalupe [R 1622 M4ZEP];
1661, José Vidal de Figueroa, Pbro, en la Ermita de Guadalupe [R 1622 M4ZEP]; 1672, José
de Herrera, OP, en México, [R 1622 M4ZEP]; 1673, Juan Rojo de Costa, Pbro, Guadalajara,
[R 1250 LAF (1512)]; 1675, José de Velasco, OFM, en Granada (Nicaragua), [R 11138 LAF
(1894)); 1679, Juan de Avila, OFM, en la Universidad de México, [R 1190 LAF (158)]; 1679,
Antonio Delgado y Buenrostro, Pbro, en México [R 1622 M4ZEP]; 1681, Juan de Robles, SJ,
en Querétaro [R 1622 M4ZEP]; 1681, Isidoro de Jesús María, OSA, en Manila [R 1250 LAF
(901)]; 1682, Luis de Santa Teresa, OCD, en Querétaro [R 1622 M4ZEP]; 1683, Juan de Ávila,
OFM, en la Universidad de México, [R 1190 LAF (154)]; 1684, Juan de Mendoza, OFM, en la
Universidad de México, [R 572 LAF]; 1685, Juan de San Miguel, OP, en la Universidad de
México, [R 1137 LAF (1608)];1690, Juan de Castro, OM, en México [R 1259 LAF (386)];
1692, Alonso de Hita, OFM, en la Universidad de México, [R 1118 LAF]; 1696, Pedro Anto-
nio de Aguirre, OFM, en México [R 1116 LAF (31)].
19. Juan DE CEPEDA, Sermón de la Natividad de la Virgen María Señora nuestra, predicado
en la ermita de Guadalupe, Extramuros de la Ciudad de México en lafiestade la misma Iglesia.
XII. LA TEOLOGÍA HOMILÉTICA DEL XVII 493
grandezas y excelencia con que la divina voluntad de Dios nuestro señor ador-
nó y enriqueció a la sacratísima Virgen María S.N. (cuyo nacimiento celebra-
mos hoy) se cifran en decir, que desde el instante de su Inmaculada Concep-
ción, la crió perfecta, llena de gracia, cual convenía para ser digna Madre del
mismo Hijo de Dios humanado [...]. Espejo sin mancha de pecado original»
(pp. 6-7). En esos años, no se celebraba todavía la fiesta de Guadalupe el 12
de diciembre, sino alrededor del 8 de septiembre. El año de este sermón,
1622, se trasladó la fiesta de Guadalupe a noviembre, mes en que el arzobis-
po Juan de la Serna bendijo y dedicó la segunda capilla de Guadalupe. Esto
explica que, el sermón predicado por Juan de Cepeda el 8 de septiembre de
1662 en la ermita de Guadalupe, no lo dedicara a honrar a la Guadalupana,
sino al misterio de su Natividad.
En 1675 en la ciudad de Granada, en la Provincia de Nicaragua, se
predicó un sermón20 con motivo de terminar la construcción de un castillo
con título de Nuestra Señora de la Concepción, en el Río de San Juan. Que-
da patente en el sermón de José de Velasco que la ciudad de Granada había
hecho el voto de celebrar la fiesta de la Inmaculada: «Esta noble ciudad, hizo
voto de celebrar a María Santísima limpia de la culpa y falta de mancha en
su Concepción ¿Quando? En tiempo, que aún tenía contrarios este Misterio,
cuando aun no lo había declarado la Iglesia como de fe, tiempo calamitoso
de fortunas adversas y peores sucesos (f. 2r)». Y a propósito de que se conme-
mora la terminación de un castillo se hace un parangón entre la Concepción
Inmaculada de María y el castillo, y se rememora cómo han defendido la In-
maculada varios papas y algunos reyes de España, entre ellos Fernando el Ca-
tólico (sic).
Como era tradicional, y ya hemos recordado, cada año se predicaba un
sermón en la Universidad de México en honor de la Inmaculada Concepción.
Impreso en México en 1622, R 1622 M4ZER Este volumen es del fondo de Angel M . 1 Gari-
bay. Hay una anotación previa a este sermón, escrita por García Icazbalceta que dice: «Dos co-
sas hay muy notables, la una que el predicador dice que la Natividad (8 de setiembre) es la vo-
cación de la ermita; y la otra que no hace mención alguna del prodigio». De aquí deduce
Icazbalceta que todavía no se le había ocurrido a nadie que la imagen fuera pintada en la tilma
de Juan Diego, y que la fiesta titular era la del 8 de septiembre, de forma que después del su-
puesto aparecimiento no se pensaba todavía en celebrar el 12 de diciembre. Se puede ver como
se desmonta esta tesis en Primo Feliciano VELAZQUEZ, La Aparición de Santa María de Guada-
lupe, Jus, México 2 1981, pp. 390-394. Según Velázquez no se sabe cuándo se empezó a cele-
brar la fiesta el 12 de diciembre (cfr. p. 393), pero es patente que en 1661 se tenía esta costum-
bre según los datos del sermón predicado por Vidal de Figueroa, vid. n. 26 infra.
20. José DE VELASCO, OFM, Sermón de la Concepción de María Santísima. Impreso en Gua-
temala en 1676, R 1138 LAF (1894).
494 TEOLOGÍA EN A M É R I C A LATINA
21. Juan DE ÁVILA, Sermón de la Purísima Concepción de María Santísima, [s.l., s.i, 1679],
R 1190 LAF (158). En 1683 predicó otro sermón sobre la Inmaculada pero es más retórico y
sus argumentos teológicos tienen menos interés, cfr. R 1347 LAF (154).
xii. La teología homilética del xvii 495
II. Se concibió María, entre tantas luces de gloria cuales son las que ahora,
sentada a la diestra de su hijo goza, aunque es verdad, que esto lo colige nuestro dis-
curso, y a el saber divino se deja elpenetrar el estado de este punto (p. l l ) . D e a h í
deduce que la gloria de la Asunción tiene su origen en la Concepción (cfr. p.
12). Y para explicar que el cuerpo de María debía ser adecuado a la gracia de su
alma, y que fue antes de unirse el cuerpo y el alma en la concepción, acude a la
analogía de los sacramentos, en los que la materia se santifica por las palabras22.
III. Se concibió María en clara visión intuitiva de la Divina Esencia (en
el modo que veremos) como el mesmo amor divino. Por haber sido Amiga de Dios,
desde ab aetemo. De lo cual se hace evidente; que no lefaltaron esas luces de glo-
ria, ni un leve espacio, sino que las poseyó ciertas, como suyas, en todo tiempo, (p.
14). Para explicar que esta gloria fue permanente hasta su subida al Cielo, y
manifestación del amor infinito de Dios a su Madre acude al ejemplo del fue-
go. Diferencia tres tipos de fuego: el del mundo, el del infierno y el de la glo-
ria. Este último alumbra, pero no quema, luce pero no consume; arde, pero
no abrasa. Explica que el modo como María ha sido concebida es semejante a
la llama, que es su imagen, a la que falta la actividad de quemar, y sólo tiene
la virtud de lucir. Y como es propiedad de la llama de gloria, de fuego que
arde en la Bienaventuranza, María se concibe pura como el amor que arde en
la gloría y de ahí deduce que la Concepción de María es parecida a la proce-
sión del Espíritu Santo, que es el amor divino. (No queda claro si el predica-
dor postula aquí la visión intuitiva o facial, siendo María todavía viadora. En
todo caso, ya lo había sentado en su primera tesis).
Prosigue en su razonamiento: si María se concibe hecha una llama de
ese purísimo amor, hecha una transformación de luz eterna eso quiere decir
que Dios la tiene recibida en su amor desde la eternidad. Lo demuestra con el
siguiente argumento. María fue elegida en el tiempo y antes en la eternidad,
para Esposa del Verbo. Una vez que el Padre Eterno produjo intra se al Verbo,
y como de las operaciones ad intra, se pasa a las operaciones, ad extra, predes-
tinándole para hombre, aparece María, como Madre suya, predestinada para
ello, «harreada, o engalanada [...] con tan costosos méritos, con tan gloriosas
23. Isidoro de JESÚS MARÍA, OSA, María Santísima Victoriosa, y Vitoreada en su Inmacula-
da Concepción. Impreso en México en 1684, R 1250 LAF (901).
24. «Y miren por amor de Dios, que tiene que ver esto, con lo que unos, y otros decían
sobre el punto. Unos decían, que pues era negocio de misterio, cuya decisión tocava privativa-
mente a la Iglesia, debía desistir su Magestad, de hacer sobre ello más instancia, para que se
quietasen los ínimos de todos. Otros decían, que este punto no era definible, y que por razón
de congruencia, era bien, que su Santidad en el sobreseyese, para que las inquietudes de la Cris-
tiandad cesasen, y la experiencia ha mostrado que unos y otros se engañaban, y que la honra de
Dios y de su Madre, y la quietud de todos, no estaba en la desistencia de uno, ni en la cesión
de otro, sino en la unión de ambos: pues vemos que con haberse unido estos dos héroes gigan-
tes, Pontífice Sumo y Rey católico a esgrimir en espada de dos puños una misma punta de zelo
de la honra de Dios, y de María a una misma intención de la quietud pública (...) llanaron la
dificultad, consiguieron la victoria, y restituyeron la paz deseada» (ff. 223r-223v). [Se está refi-
riendo a Felipe IV pidiendo al papa que declarase el dogma. Alejandro vil se pronunció abier-
tamente inmaculista en 1661, con la Bula Sollicitido omnium Ecclesiarum].
25. Luis DE SANTA TERESA, Sermón que predicó el R.P Fr. Luis de Santa Teresa, religioso car-
melita Descalzo en la ciudad de Santiago de Querétaro el día 12 de diciembre de 1682. En el tem-
plo de N. Sra. de Guadalupe a la milagrosa Aparición de su sacratísima y prodigiosa Imagen. Im-
preso en México en 1683, R 1622 M4ZEP.
XII. LA TEOLOGÍA HOMILÉTICA DEL XVII 497
26. José DE HERRERA, Sermón que predicó el R P Lector Regente F. Joseph de Herrera, del
Orden de Predicadores: En ¡a solemnefiestaque se celebró este año de 1672. En el Convento de Re-
ligiosas de Santa Catalina de Sena desta Ciudad: A la Aparición milagrosa de la Santa Imagen de
Guadalupe dentro de las Octavas de la Inmaculada Concepción de la Virgen Santísima Nuestra Se-
ñora. Impreso en México en 1673, R 1622 M4ZEP.
27. «Es el original una Virgen, que habiendo de nacer para Madre, tuvo el concebirse sin
mancha, su principio en unos Reyes, Patriarcas, y Profetas, como en elevados montes [...].
Concibióse pura, en el vientre de Santa Ana» (f. 2v). «Verfloresen Diciembre, alega en su con-
cepción inmaculada, para prueba del milagro, y aver en Diciembre flores, alega en su aparición
milagrosa, para testimonio el mis claro del prodigio, y aun la circunstancia del tiempo declara
mis parecido el retrato; porque si la cercanía del original, hace que salga mis a lo vivo el tra-
sunto como dijo S. Vicente: Pictores quando volunt extrahere aliquam imaginem ponunt illam
ante se. A doze de Diciembre se dibuja, la que a ocho de Diciembre se concibe, quizi para que
de la cercanía, se infiera lo bien copiado» (f. 3r).
2 8 . Juan DE SAN M I G U E L , Sermón con que ¡a Doctísima Real Universidad de México solem-
niza a la mejor Aurora en los primeros albores de su gracia, a cuyas aras consagra anualmente reve-
rente culto, y repitió este año de 1685, renuevos de su cordial afecto. Impreso en México en 1685,
R 1137 LAF (1608).
498 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
29. Juan de CASTRO, Sermón panegírico en alabanza de ta obra de ¡a Concepción a cuyo Puro
instante, consagró su primera Misa el P. Predicador Fr. Martin de Zearreta. Impreso en México en
1690, R 1259 LAF (386).
XII. LA TEOLOGÍA HOMILÉTICA DEL x v n 499
d) Sermones guadalupanos
30. Desde 1950 hasta nuestros días hay publicados sólo cuatro libros que estudian, aun-
que no de modo completo, la teología de los sermones guadalupanos. Vid. Francisco DE LA
J
M A Z A , Elguadalupanismo mexicano, FCE, México 1981 (1.» edición de 1953); David A. BRA-
DING, Siete sermones guadalupanos (1709-1765), Centro de Estudios de Historia de México,
Condumex, México J 1994; Richard NEBEL, Santa María Tonantzin Virgen de Guadalupe. Con-
tinuidad y transformación religiosa en México, FCE, México 1995 (trad. de Carlos Warnholtz);
y StaíFord P O O L E , Our Lady of Guadalupe. The Origins and Sources ofa Mexican National Sym-
bol, 1531-1797, The University of Arizona Press, Arizona 1995. Sobre el Nican Mopohua he-
mos hablado con bastante extensión en el capítulo I, supra, epígrafe 2a. Vid. Carmen José ALE-
JOS-GRAU, Controversias actuales sobre el nacionalismo mexicano en los sermones guadalupanos, en
Hans-Jürgen PRIEN (ed.). Religiosidad e Historiografía. La irrupción del pluralismo religioso en
América Latina y su elaboración metódica en la historiografía, Vervuert-Iberoamericana, Frank-
furt-Madrid 1998, pp. 247-257.
31. Francisco DE LA MAZA, Elguadalupanismo mexicano, FCE, México '1981, pp. 48-97.
500 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
32. Pueden consultarse estos textos en Ernesto DE LA TORRE VILLAR, y Ramiro NAVARRO
DE ANDA (eds.), Testimonios históricosguadaíupanos, FCE, México 1982, cap. I. Esta obra ofre-
ce una amplia y selecta bibliografía sobre historia de la aparición, y sus vicisitudes.
33. Estudiaremos la relación entre el nacionalismo mexicano y la Virgen de Guadalupe en
tres epígrafes distintos, cada uno dedicado a un siglo: XVII, XVIII y XIX. Empezaremos, aquí, por
el siglo XVII. Los sermones del siglo x v m y XIX se incluirán en el segundo volumen de esta Teo-
logía en América Latina.
34. Hacia 1770 comenzaron las dudas sobre el hecho, en pane por la ausencia de docu-
mentos históricos inmediatamente contemporáneos. Esto implicaría, además, negar la historici-
dad del relato de Antonio Valeriano e, incluso, descartar que el indio Valeriano hubiese siquiera
escrito la primera pane del Nican Mopohua. De todo esto ya se ha tratado en parte en el capítu-
XII. LA TEOLOGÍA HOM1LÉTICA DEL XVII 501
lo primero, supra, y volveremos sobre ello en el segundo volumen de nuestra obra. Limitémo-
nos ahora a analizar los contenidos teológicos de los sermones de inspiración guadalupana.
35. José VIDAL DE FIGUEROA, Theorica de ¡aprodigiosa imagen de la Virgen Santa María de
Guadalupe en México. Predicado el día 12 de diciembre de 1660 en la ermita de Guadalupe.
Impreso en México en 1661, R 1622 M4ZER
36. Hay otro anterior, de 1622, predicado por Juan de Cepeda, cfr. nota 18 supra, en el
que no aparece todavía ningún rasgo nacionalista. Entre el de 1622 y 1660 no hemos encon-
trado ningún otro sermón expresamente dedicado a la Virgen de Guadalupe.
37. Recoge una idea que se repetirá mis veces en otros sermones: «si hubiera una devoción
tan estudiosa que me preguntara como retrataría a María con apariencia visible del modo con
que Dios la determinó criar en su idea, ejemplar peregrino de sus atributos juntos, le diría que
copiase (si lo consintía) la Imagen de Guadalupe de México» (ff. 2v-3r). Hay una nota margi-
nal impresa que dice: «La imagen de Guadalupe nunca se ha consentido copiar con propie-
dad.» En efecto, entre las múltiples representaciones de esta Imagen, ninguna consigue ser una
copia fidedigna.
502 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
38. Ya se ve que Vidal escribe en un contexto doctrinal muy peculiar, el mismo contexto
en el que casi contemporáneamente daría lugar a la discusión planteada por Leibniz acerca de
si el mundo actual es el mejor de todos los mundos posibles.
XII. L A TEOLOGÍA HOMILÉTICA DEL XVII 503
la esencia divina, y por ello se puede decir que Ella es obra del poder de Dios,
no de su omnipotencia. Argumento sutil y difícil, que suponemos no sería fá-
cilmente comprensible por el auditorio, pero que demuestra la buena prepa-
ración intelectual del predicador y su sintonía con los grandes debates euro-
peos contemporáneos.
Una vez «demostrado» el origen divino de la imagen guadalupana, co-
mienza Vidal a explicar las diversas prerrogativas que se descubren en ese ico-
no, a partir de los diferentes elementos que allí aparecen.
Identifica el sol con Cristo Dios, Rey y Señor adorado en las Indias
(f. 7r). La nube que cerca a Cristo significa a María conquistadora de las In-
dias en cuanto que acabó con la idolatría de México (cfr. f. 7r). Sin embargo,
Vidal de Quiroga es consciente de que hay todavía idolatrías, supersticiones y
agüeros, pero sabe que es más poderosa la gracia de Dios para mantener a mu-
chos en su fidelidad; «y en fin la iglesia es red, y ellos son peces con que si hay
malos, también hay buenos» (f. 6r).
Además de la luz del sol, María aparece con otra luz en los brazos y sin
el Niño en brazos, que suele ser la representación habitual. ¿Cuál es su signi-
ficado?
Otro de los misterios que encierra esta imagen es que la Virgen que es
una criatura está sobre un querubín, que es asiento de Dios, y concluye: «este
fue el misterio, que se reveló a la Iglesia de México» (f. 9v).
El otro jeroglífico de la imagen es que, entre los muchos modos que
tiene Dios de hablar a los hombres, en México utilizó el que podía facilitar
39. Hace notar Vidal, con algunos Padres, que la luz bien determinada no se creó hasta el
cuarto día; los tres días anteriores en que la luz fue algo difuso y vago representan la Trinidad.
El cuarto día representa cuando la luz del Verbo tomó cuerpo humano en el vientre de María.
(Hemos seguido, aunque ligeramente modernizado, el castellano de Vidal).
504 T E O L O G Í A EN AMÉRICA LATINA
42. «Con esto tiremos ya la segunda cortina a la Trinidad Inmensa, que la primera de las
alas de los Serafines rato ha que está corrida: es pues aquella Manta milagrosa, en que está co-
piada María el velo exterior con que se cubrió la Trinidad Divina a todo discurso humano, para
que se sosegase el pensamiento más vivo, si buscara criatura humana que fuera Imagen y seme-
janza de Dios hombre; allí hallará a María como fue desde la eternidad predestinada por sin-
gular privilegio, dando a entender en sus misteriosos geroglíficos, que el original había de ser
tan puro, que fuese estupendo milagro de los Cielos, y por la Iglesia revelado a los Angeles, que
llegaron a ver ejecutada la dichosa conversión de los Indios a intercesión de esta Señora, y por
gracia de su Hijo, prenda que nos dejó para la gloria: Adquam nos perducat etc.» (ff 13v-14r).
43. Juan DE MENDOZA, Sermón en el día de la Aparición de ¡a Imagen Santa de Guadalupe.
Predicado el 12 de diciembre de 1672. Impreso en México en 1673, R 1622 M4ZEE
506 T E O L O G Í A EN AMÉRICA LATINA
ción del Verbo y el estampado de las flores en el ayate, de la que surgió la ima-
gen:
«De suerte, que las flores se hubieron respecto desta Imagen, como
madres, y lo que produjeron de sus entrañas fue este fruto. María Santísima
Madre de Dios, no es Dios, porque Dios no se unió hipostáticamente a Ma-
ría, pero aquella porción, aquella sustancia que administró María, esa si que
es Dios, porque a esa se unió hipostáticamente el Verbo. Con que en alguna
manera, se hubo María respecto del Verbo Hombre, como las flores respecto
de la Imagen Santa de Guadalupe, porque de la manera (aunque de otra ma-
nera) que de la sustancia de ellas quedó formada esta Imagen, allí de la sustan-
cia purísima de María quedó formado Hombre el Verbo» (p. 13).
44. «Formóse esta Imagen Santa de Guadalupe, a semejanza de los Gentiles naturales de
esta tierra, dícelo su rostro, que muestra un color apagado, y moreno, semejante al que tienen
ellos: y púsose asimismo en su traje, vistióse las ropas a su usanza, para que viéndola los Genti-
les formada a su semejanza, y vestida en su traje, se le enamorasen, y convirtiesen. Así sucedió:
pues luego detestaron sus Idolatrías, recibieron el Evangelio, y empezaron a mirar con cariño
la fe de Cristo, que antes miraban con ceño» (p. 23).
XII. LA TEOLOGÍA HOMILÉTICA DEL XVII 507
4. PREDICADORES PERUANOS
45. Juan DE ROBLES, Sermón que predicó elP. Juan de Robles, teólogo de la Compañía de Je-
sús, en ta Ciudad de Santiago de Queritaro, su Patria, el día doce de Diziembre de 1681. En la
iglesia de N. Señora de Guadalupe, a la anual memoria de la milagrosa Aparición de su prodigiosa
Imagen, que se venera en el serró de Guadalupe Mexicano, y celebra aquí en su Trasunto Id ilustrí-
sima Congregación de Sacerdotes que se honran con su título, y militan con su amparo. Impreso en
México en1682, R 1622 M4ZEP.
46. Nació en Lima en 1619, hijo de padres españoles de la nobleza española. Fue educa-
do en el Colegio de San Martín, por el jesuita Leonardo de Peñaíiel (véase cap. IX, epígrafe Id,
supra). Ingresó en la Compañía de Jesús. Terminados sus estudios teológicos, leyó en el Cole-
gio Máximo de San Pablo de Lima. Fue provincial en el Perú y calificador de la Inquisición.
Falleció, muy anciano, en 1713. De sus obras sólo se conserva una colección de Sermones va-
rios predicados en la Ciudad de Lima del Reyno del Perú, firmados con el seudónimo de «Don
Melchor de Mosquera, Caballero de la Orden de Santiago y Gentilhombre de su Alteza el se-
ñor Don Juan de Austria», publicados en Zaragoza, por los Herederos de Juan de Ibar, en
1678. Son, en total veinticuatro sermones. Según Felipe Barreda Laos, escribió también un tra-
tado de Filosofía, que está perdido.
508 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
lifluo, como suele llamársele, quien abandonó casa, familia, armas, honores y
riquezas por amor de Dios. Su premio fue ser adoptado como hijo por la mis-
ma Madre de Cristo, según cuenta una piadosa tradición, que el predicador
glosa extensamente. Conviene recordar que le escuchaban el virrey y la Real
Audiencia, para entender el verdadero mensaje del discurso. N o iba dirigido
a monjas, ni a ciudadanos de a pie; sino a las primeras autoridades del virrei-
nato. N o hay ni una salida, ni un vía que justifique el permanecer en el mun-
do, para quienes no pueden abandonarlo, pues están metidos en los mil asun-
tos de la administración pública. N o sabemos, ante semejantes y, en algunos
momentos, muy hermosas palabras, qué pensarían los altos funcionarios de la
corona que le escuchaban...
Dieciséis sermones fueron predicados en la Cuaresma y con motivo de
alguna festividad señalada. En los sermones cuaresmales hallamos alguna re-
ferencia al clima social y moral de la ciudad de Lima:
Son muy fuertes también sus recriminaciones a los jueces limeños, que
retrasan las sentencias cuando son los pobres los que claman pidiendo justicia
(p. 230a-b).
Llaman finalmente la atención los seis sermones sobre el rey Antioco
(*/£?), alegóricos en su sentido, quién sabe si dirigidos a las autoridades de la
ciudad. En ellos continúan sus recriminaciones a la justicia limeña, compa-
rando los jueces de la ciudad a los inicuos jueces que acechaban a la casta Su-
sana (cfr. Dan. 14,16) (cfr. p. 339a).
E n definitiva: el jesuita Martín de Jáuregui, alias Melchor de Mosque-
ra, culterano donde pocos, predicador generalmente oscuro y ampuloso, cam-
510 T E O L O G Í A EN A M É R I C A L A T I N A
bia por completo su forma de dirigirse a los fieles, empleando un estilo direc-
to e incisivo, cuando fustiga los vicios de la sociedad limeña. Su celo pastoral
es innegable. Y sus alusiones a la corrupción de las clases dirigentes, y los
apuntes sobre la explotación de las clases más necesitadas, trazan un bosquejo
muy interesante y realista de la labor social que la Iglesia llevaba a cabo en la
capital del Virreinato.
b) José Aguila/1
47. Nació en Lima, en 1652. Entró en el noviciado de la Compañía de Jesús en 1666. En-
señó filosofía en el Colegio Máximo de San Pablo de Lima y en la Universidad de San Juan
Bautista de Charcas. Se ordenó presbítero a los veintitrés, y comenzó a predicar a los veinticin-
co. Fue rector del Colegio de Charcas (Sucre) y del Colegio de San Martín de Lima, profesor
del Colegio Máximo de San Pablo de Lima, examinador sinodal y calificador del Santo Oficio.
También intervino en la fundación del Colegio de Cochabamba. Como se ve, su vida se desa-
rrolló tanto en el Perú como en la actual Bolivia. En 1707 marchó a Roma como procurador
de la provincia del Perú, muriendo en Panamá, camino de Europa, en 1 7 0 8 . Cfr. Carlos S O Í M -
M E R V O G E L , Bibliothique de la Compagnie de Jésus, Oscar Schepens (ed. Anastática), Bruxelles
1 9 6 0 , i, cois. 8 2 - 8 5 .
48. Sermones varios predicados en la ciudad de Lima, corte de los Reynos del Perú, editado
por Francisco Tserstevens, Bruselas 1684. Estos sermones corresponden a sus primeros cuatro
años de predicación.
49. Tractationesposthumae inprimam partem Divi Thomae, editado por Pedro de Pineda,
Córdoba [Argentina] 1731.
50. Vargas Ugarte ha escrito al respecto: «Este primer volumen lo publicó un discípulo
suyo, D. Mateo Ibáñez de Segovia y Peralta, quien le hurtó el manuscrito al autor, razón por la
cual esta edición salió un tanto defectuosa. Aunque no la hemos visto, nos inclinamos a creer
que se hizo una reimpresión en Sevilla en 1701, donde se editaron los tomos II y III» (Rubén
V A R G A S U G A R X E , La elocttencia sagrada en el Perú en los siglos XVIIy XVIII, Academia Peruana Co-
rrespondiente de la Real Academia Española de la Lengua, Lima 1942, p. 58). Vargas señala
hasta un total de siete volúmenes de sermones del P Aguilar, desde el tercero todos ellos pós-
tumos.
x i i . LA TEOLOGÍA HOMILÉTICA DEL XVII 511
de Aguilar haya sido póstuma: por una excesiva modestia de su autor. Tam-
bién es interesante señalar que el prologuista de los sermones se siente muy
orgulloso de su propia peruanidad adoptiva, que contrapone a su españolidad
de origen, lo cual indica el ambiente en el que tanto el prologuista, probable-
mente D. Mateo Ibáñez de Segovia y Peralta, como el P. Aguilar se movían:
un clima de exaltación de lo americano frente a lo europeo".
Los sermones publicados —evidentemente una selección de todos los
que le fueron hurtados— tienen distinta motivación. Cinco de ellos pertene-
cen al ciclo cuaresmal. Cuatro están dedicados a los misterios de la vida de
Cristo. Cinco tienen carácter mañano. Los demás están dedicados a las cele-
braciones de algunos santos.
Por destacar algunos detalles, nos detendremos en el sermón undéci-
mo, conmemorativo de la Concepción [pasiva] de la Virgen María, es decir,
en el seno de Santa Ana, predicado en 1680. Comienza el sermón dando por
supuesta la tesis inmaculista, que es aceptada —dice— pacíficamente. Por
ello, huelgan los argumentos para probarla (pp. 179b-180a). Los argumentos
sólo deben darse cuando se duda acerca de un artículo de la fe. Si el artículo
se acepta, no hay por qué darlos. Pone como ejemplo dos apariciones del
Cristo postpascual: a María Magdalena, de quien no se dejó tocar, porque ella
ya creía en la Resurrección; y a Tomás Dídimo, de quien sí se dejó tocar, por-
que todavía dudaba. En un caso, Cristo ofreció una prueba, porque era nece-
saria; en el otro, no la dio, porque habría sido superflua.
Si se tomase a la letra siempre y en todo caso lo que nos dice aquí Agui-
lar, el argumento teológico quedaría reducido a la pura prueba para convencer
a los dudosos o escépticos. La Teología se transformaría en una Apologética.
Precisamente el argumento teológico responde a la expresión, que popularizó
san Anselmo: fides quaerens intellectum. La inteligencia que, iluminada por la
fe, pretende profundizar en el misterio revelado, que ya cree. Si la inteligencia
iluminada por la gracia se limitase a la profesión de fe, la Teología carecería de
mayor interés, y se habría abocado a una actitud que podría calificarse casi de
51. En efecto; en el prólogo se lee: «Pues habiendo determinado pasar de aquellos a estos
Reynos, y deseando mostrar el afecto a la Patria, que es Lima, y el reconocimiento al Origen,
que es España, para honrar a aquélla, y tributar algo a ésta, juzgué n o podía haber cosa más a
propósito para uno y otro, que dar a la estampa algunos Sermones de este singular ingenio
[Aguilar], Pues en éste se reconocerá la ferocidad [¿feracidad?] de aquellas tierras, que, como es-
tán hechas a brotar plata y oro, saben dar a luz semejantes ingenios, oro subido de quilates e
inestimable precio, y en éste rendirá el Perú a España, como el oro de sus minas el oro de sus
ingenios».
512 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
fidefsta. No parece, sin embargo, que tal haya sido el estilo de Aguilar, como
comprobaremos seguidamente, cuando constatemos hasta qué extremo este
jesuíta especuló racionalmente sobre los datos ofrecidos por la Sagrada Escri-
tura.
Una tesis bastante osada de Aguilar es la siguiente: María «desde el ins-
tante de su concepción [pasiva] fue Madre» (p. 183a). «¿Luego desde el pri-
mer instante de la concepción de María [por el contexto se entiende que ha-
bla de la concepción pasiva de María] hubo carne de Cristo de quien fuese
Madre esta divina Señora? Eso es lo que digo y lo pruebo» (p. 183b). Una de
las pruebas ofrecidas se refiere al pasaje de la nubecilla en el Monte Carmelo,
cuando Elias pidió la lluvia (cfr. I Reg. [Vulg] 18,44). Tradicionalmente, se ha
aplicado a María, en sentido alegórico, esa nubecilla, que presagiaba la lluvia
torrencial, es decir, la salvación del pueblo. Aguilar comenta al respecto: «Ya
lo dije, pues eso digo ahora: que siendo aquella nube María en su Concep-
ción, es la carne de Cristo que ha de nacer en el tiempo, yendo tan a una en
los instantes María en su concepción [pasiva] y la carne de Cristo, que la mis-
ma nube, que es la concepción de María [...] ésa es la carne de Cristo» (p.
184a). Por consiguiente, termina Aguilar, María fue siempre Madre, desde el
primer momento de su existencia (!).
Es evidente que la carne de Cristo será tomada de la carne de María;
pero la conclusión, aunque hermosa, no por ello es menos aventurada, por no
decir pintoresca. Es cierto que, en ocasiones, se ha empleado una argumenta-
ción semejante para justificar la transmisión del pecado original, consideran-
do que todos estamos en Adán y, por ello, todos pecamos en Adán. Sin em-
bargo, el argumento de Aguilar tiene un carácter mucho más realista, y no
parece tomar en consideración que la existencia humana concreta de Cristo
depende de la realización histórica de la Unión hipostática. Entre tanto, pro-
piamente hablando, no existe carne de Cristo, aun cuando haya habido carne
de María, pues María nació antes que Jesús. (Precisamente, y quizá teniendo
en cuenta este tipo de planteamientos, en su cuestión disputada sobre la
Unión hipostática, Tomás de Aquino había sostenido que en Cristo podría
hablarse, en algún sentido, de dos esse o existires: eterno en cuanto Dios, tem-
poral en cuanto hombre).
Con todo, el vigor especulativo de los sermones es indiscutible, por los
ejemplos que acabamos de ofrecer. Otra muestra del interés raciocinante de
Aguilar sería la siguiente: «¿Luego antes de la Consagración fue ya su carne
comida [alimento], y ya su sangre bebida [algo que beber]? Es ilación innega-
ble» (p. 187a). «Luego de la carne de María, aun siendo carne de María por
estar dedicada a ser carne de Cristo, sin haberse unido al Verbo, se podrá de-
xii. LA TEOLOGÍA HOMILÉTICA DEL XVII 513
cir que es Sacramento y comida? ¡Pues qué dificultad hay en ello!» (p. 188a).
£1 sermón décimo está dedicado al tránsito, Asunción y coronación de
María, y fue predicado en 1681, es decir, un año después del sermón que aca-
bamos de comentar. También ahora la especulación de Aguilar es harto arries-
gada, pero, qué duda cabe, de altos vuelos. Intenta explicar el misterio de la
muerte de María, y lo hace ingeniosamente señalando que el tránsito de Ma-
ría «no fue de vida a muerte, sino de vida a vida. [...] N o de cuerpo a separa-
ción, sino de cuerpo a cuerpo» (p. 227a). El alma de María habría pasado de
su cuerpo al cuerpo glorioso de Cristo:
«Luego para no decir que el Alma de María quedó con esta ruga [en-
tiende por «ruga» el oprobio o corrupción del sepulcro], los tres días que es-
tuvo en el sepulcro es preciso colocarla en el cuerpo de Cristo, que estando
mejorada en aquel cuerpo sagradamente divinado, quien supliese las veces de
su propio cuerpo, no tendría lugar la ruga al sinsabor» (p. 227b).
Sin embargo,
y muy variadas las cuestiones tratadas, siempre bajo esta perspectiva tan per-
sonal que ya hemos descubierto en sus sermones. No puede decirse, por tan-
to, que el comentario sea fiel a Aquino, más bien al contrario. Por ejemplo:
cuando discute si en Dios hay o no composición metafísica, el tema deriva,
como es lógico, en negar la composición real, para pasar, seguidamente a dis-
cutir, en un estudio larguísimo, si se puede afirmar que en Dios hay compo-
sición de razón (tract. II, q. 6, sectio única). Ni una sola alusión a la distinción
real entre essentia y esse, que es el tema central de Santo Tomás en la cuestión
cuarta de la primera parte. Aguilar habla sólo de la distinción entre la esencia
y los atributos. Como se sabe, Aquino no concedió apenas espacio a la distin-
ción de razón, que es cosa más tardía, de la segunda escolástica, muy influida
por las sutilezas del beato Juan Duns Escoto. En cambio, Aguilar se plantea la
pregunta en unos términos que sorprenderían a cualquier tomista auténtico:
An repugnet, deturve in Deo compositio metaphysica, etper rationem? (Si repug-
na que se dé en Dios composición metafísica) (p. 155a). Al parecer, en esos
años finales del siglo X V I I , uno de los temas discutidos era si se podía afirmar
propiamente la distinción de razón en Dios, y no más bien habría que negar-
la, para salvar la absoluta simplicidad divina. Las fuentes de Aguilar son, por
supuesto, teólogos de la segunda escolástica, principalmente jesuítas.
Podemos concluir que Aguilar fue un teólogo de gran personalidad,
tanto en sus explicaciones académicas como en su labor pastoral, con seimo-
nes que no orillaron, sino todo lo contrario, las cuestiones más debatidas del
momento. Tampoco evitó Aguilar formular, con gran independencia, asuntos
teológicos de gran envergadura. Es posible que dudase de haber acertado en
sus exposiciones y soluciones. Quizá por ello, y no tanto por timidez o mo-
destia, evitara la publicación de sus escritos, hasta el extremo de que la mitad
de sus sermones le fueran hurtados para editarlos, y que su extensa dogmáti-
ca viese la luz póstumamente. Y ciertamente, al paso de los años, todavía sor-
prenden, por su audacia, algunas de sus conclusiones teológicas...
Los treinta sermones del Lunarejo (por un lunar en la cara que le ca-
racterizó muy especialmente) que han llegado a nosotros, fueron impresos
52. Nació, según la tradición, en Cal causo, provincia peruana de Aymaraes, entre 1628 y
1630. Estudió en el Colegio Seminario de San Antonio Abad del Cuzco. Recibió grados en la
Universidad del Cuzco (Doctor en Teología en 1654). Ordenado sacerdote, sirvió como sacer-
x i i . LA TEOLOGÍA HOMILÉTICA DEL XVII 515
dote en la parroquia del Sagrario de Cuzco. En 1656 está documentada su actividad como bri-
llante predicador. En 1681 opositó y obtuvo la canongía de magistral del Cuzco. Fue cura pá-
rroco de Chincheros y de San Cristóbal, y obtuvo una canongía en la catedral de Cuzco, en
1683- Fue profesor de Artes y Teología en el Seminario de San Antonio, donde había estudia-
do. Murió en 1688. En ese mismo año se publicó en Roma su célebre Philosophia Thomistica.
Aparte de sus obras literarias, en que se muestra como un importante poeta culterano, y de su
tratado de Lógica, en 1695 vieron la luz en Valladolid, treinta sermones de estilo barroco, re-
copilados con el título de La Novena Maravilla. Sobre su vida y sus obras, cfr. Pedro M. Gui-
BOVICH PÉREZ, Bio-bibliografla de Juan Espinosa Medrano. Cronología, en «Boletín del Institu-
to Riva-Agüero» 15 (1988) 43-55.
53. Aquí comentaremos una edición ligeramente posterior: Juan DE ESPINOSA MEDRANO,
La Novena Maravilla nuebamente hallada en los Panegíricos Sagrados que en varias Festividades
dixo el Señor Arcediano Doctor... Impreso por Joseph de Rueda, Romae 1699.
5 4 . José A. RODRÍGUEZ GARRIDO, Aproximación a la oratoria sagrada de Espinosa Medra-
no, en «Boletín del Instituto Riva-Agüero» 1 5 ( 1 9 8 8 ) 1 1 - 3 2 .
516 T E O L O G I A EN A M É R I C A LATINA
rio de San Antonio Abad del Cuzco] revalido, reitero y confirmo el juramen-
to de seguir a Thomás; a Thomás quiero, de Thomás aprendo, a Thomás diré,
aunque los filos del cuchillo amaguen fatalmente la garganta. Y si afectos va-
len, recibid, ínclita, santa, docta y grande Familia de Domingo, recibid del
menor thomista, del más inútil discípulo vuestro ios elogios del querubín de
Aquino».
San Pablo no ignoraba que el Espíritu sopla donde quiere, y que ha-
bla por las grandes personalidades, varones o mujeres. San Pablo, pues, no
quería coartar la acción del Espíritu, cuando decía mulierem docere non per-
mitió (i Tim. 2,12); sólo quería excluir de la docencia oficial en la Iglesia a las
mujeres mujeres, es decir, a las mujeres que carecían de ese espíritu grande,
del Espíritu con mayúscula. (Es evidente que el término «mulier», usado aquí
reduplicativamente, tiene sentido peyorativo. Podría traducirse por las muje-
rucas o mujerzuelas).
Alude seguidamente a los fenómenos místicos extraordinarios de San-
ta Catalina (por ejemplo, el cambio de corazón) y, a continuación, se plan-
tea la concordancia entre el primer relato y el segundo de la creación del
518 TEOLOGÍA EN A M É R I C A LATINA
hombre (fols. 262b-263a). En el primero se dice que los creó hombre y mu-
jer, y a su imagen y semejanza. En el segundo, en cambio, enseña que prime-
ro creó el varón y de él, la mujer (de su costado). Y resuelve las dificultades
(quién habría sido primero) diciendo que «hecho el hombre, ¿no quedaban
hechos también en su misma carne los cimientos, la masa y armazón de la
mujer? Pues dióla por hecha el Espíritu Santo [...]. Que cuando la Esposa ha
de ser del mismo lado, de eodem latere, quien forma al varón, piensa forma-
da a la mujer». Por consiguiente, también el Espíritu puede estar, y está, en
la mujer; pero, no en toda mujer; no está, como antes dijo, en las «mujeres
mujeres».
Volviendo a la predicación de Santa Catalina, que se habría sustraí-
do de la ley general dada por San Pablo, añade: «He aquí por qué predica-
ba Santa Catalina: ¿por qué? Por esposa de Cristo. Mala consecuencia: por-
que las Bárbaras, las Ineses, las Claras también fueron esposas muy de su
estimación, y se les prohibió la predicación por el sexo: mulierem docere non
permitió. Luego no es aneja la cátedra doctoral al tálamo esponsalicio. Buen
texto en los Cantares para la solución». Pero sólo la esposa esposa puede en-
señar.
Espinosa tiene in mente el canto quinto del Cantar de los Cantares (fol.
263b). En el palacio de Salomón hay sesenta reinas, ochenta concubinas, pero
sólo una esposa: «es única mi paloma, mi perfecta» (Cant. 6,8). «Pertenécele
como a principal esposa el cuidado de la casa, de la dignidad de la hacienda»,
comenta Espinosa. Y añade: columba non habens cor («paloma que no tiene
corazón»), expresión que literalmente no se halla en la Vulgata, pero que alu-
de inequívocamente a la experiencia mística de Santa Catalina de Siena, en la
que Cristo le cambió el corazón dándole Su propio corazón. (En el siglo xvu
era frecuente el estudio teológico de tales fenómenos extraordinarios, que
probablemente Espinosa halló en los Salmanticenses, de quienes él era tan de-
voto).
Por consiguiente, sólo Catalina, por ser la esposa preferida del Cantar,
y tener un nuevo corazón donado por Cristo a ella, habría merecido quedar
exenta de la ley del silencio, general para todas las mujeres, formulada por
San Pablo. Ella sólo sería la esposa amada del Cantar, la «paloma». La condi-
ción docente de Catalina en la Iglesia sería un privilegio reservado a la única
esposa, la esposa preferida; las demás mujeres santas serían las reinas, las con-
cubinas, pero no la esposa amada. Las tales tendrían que callar; sólo la espo-
sa principal podría hablar. Espinosa habrá justificado la universalidad de la
ley paulina, a la cual solamente se sustraerían algunas pocas mujeres excep-
cionales.
XII. LA TEOLOGÍA HOMILÉTICA DEL XVII 519
que salga al público. Pues los europeos sospechan seriamente que los estudios
de los hombres del Nuevo Mundo son bárbaros; en particular afirmamos que
este honor se lo debemos a Justo (no en todo sentido) Lipsio. Pero este prejui-
cio lo puso a prueba el doctísimo escotista peruano Jerónimo Valera, quien, al
susurrarse más de una vez en su oído la pregunta «¿algo bueno jamás puede
venir de Nazaret o del Perú?» no pudo sino responder «tan poderoso es Dios
que puede suscitar hijos de Abrahán de la piedras peruanas» (Valera, prólogo
a la Lógica [Lima 1610])»55.
luz sin conocer varón. Entiende que el varón es el Adán del Paraíso, o sea, el
Adán pecador, el que transmite a toda su descendencia el pecado original ori-
ginado. María no conoce a ese Adán. En cambio, Ella va a dar a luz al Segun-
do Adán. Por ello, María se pregunta: ¿cómo voy a dar a luz si no conozco va-
rón?, es decir, ¿si no puedo concebir, como concibió Eva?, ¿si no estoy sujeta
a las leyes del pecado que afectan a Eva y a todo el género humano?
58. Nació en Lisboa en 1608 y murió en 1697 en Brasil. A la edad de siete años pasó a Ba-
hía (Brasil) con sus padres. Ingresó en el Noviciado de los jesuítas en 1623 y en 1635 se orde-
nó sacerdote. Pronto empezó a participar en tareas políticas junto al rey de Portugal, en efecto,
en 1641 acompañó al hijo del Virrey a Portugal y en 1650 se le encargó una misión diplomá-
tica en Roma. En 1653 regresó a las misiones de Brasil en que permaneció hasta 1661; aunque
durante un breve espacio de tiempo desde 1654 a 1655 vivió en Portugal, por deseo expreso
de Juan IV, su gran protector. En 1661 fue enviado a Portugal junto con otros jesuítas, donde
permaneció hasta 1681, ahora ya sin el favor real. Fue desterrado a Oporto y acusado ante la
Inquisición por defender a los cristianos nuevos, criticar con valentía los procesos de ese Tribu-
nal y mantener ideas acerca de un patriotismo visionario (creyó realizables las utopías del fa-
moso Quinto Imperio). En 1667 se le condenó a ser privado de su ministerio y quedar reclui-
do en una Casa-colegio de su Orden, pero por favores políticos volvió a Lisboa y a ejercer su
ministerio en 1668. Permaneció en Roma desde 1669 a 1675. De regreso a Portugal preparó
la publicación de sus sermones, que saldrían impresos en un primer volumen en 1679. En
1681 salió por última vez para Brasil donde viviría hasta su muerte en 1697. Al llegar vivió en
el Colegio de Bahía y se dedicó a la composición de sus sermones hasta 1688 en que fue nom-
brado visitador de la provincia de Brasil, cargo que ejerció hasta 1691. Su producción literaria
fue inmensa, además de las Cartas, sus escritos de información política y misionera y los con-
cernientes a las Quimeras del Quinto Imperio (Clavis Prophetarum y la Historia do Futuro) legó
quince volúmenes de sermones. Tiene una obra póstuma: Arte de predicar, traducida del por-
tugués al español por un jesuita, impresa en la Imprenta de Francisco Moreno, en Zaragoza en
1747. Sobre otros aspeaos de la teología de Vieira, véase el capítulo XIV, epígrafe IV.
59. Pueden consultarse varias obras sobre la figura de Vieira en: René ABREU RIVAS, La
motivación en ¡apredicación del P. Antonio Vieira S.J., Excerpta e dissertatione ad Doctoratum
in Facúltate Theologiae Pontificiae Universitatis Gregorianae, Roma 1985; Serafim LEITE, Bre-
522 T E O L O G I A EN AMÉRICA LATINA
te las posibles causas por las que los gentiles no se convierten a la fe: la falta de
ejemplaridad de los eclesiásticos, el estilo poco cuidado de la predicación, la
falta de ciencia de los predicadores, que se contentan con rudimentos básicos
de la fe, la dispersión en las materias que tratan, el tono agrio de la voz; pero
dónde pone el acento es en que no se predica la Palabra de Dios, sino lo que
agrada a los oyentes.
Tiene sermones completamente irreprensibles, en que, a pesar de los
defectos señalados, muestra un gran dominio de la oratoria: lucidez y fuerza
de imaginación (como el sermón de San Antonio predicado a los peces, en San
Luis de Marañón, en 165464), habilidad en el refutar, viveza de imágenes, fina
ironía, perspicaz observación psicológica, vehemencia patética del sentimien-
to. Sus sermones tenían una oportuna actualidad, motivo por el que arrastra-
ba a una gran variedad de oyentes. Vieira trabajaba por aplicar los temas a su
auditorio y sabía sacar partido de las circunstancias de persona, lugar y tiem-
po, utilizando ejemplos patentes a los oyentes. A este procedimiento y tam-
bién al hecho de fundamentar siempre el discurso en el Evangelio de la fiesta,
se debe la gran multiplicidad de asuntos y la novedad de su predicación.
Para nuestro estudio nos hemos centrado en los sermones predicados
en Brasil en las diversas estancias de Vieira: desde 1633 hasta 1641; desde
enero de 1653 hasta junio de 1654; desde abril de 1655 hasta septiembre de
1661; y desde enero de 1681 hasta su muerte en 1697.
Predicó estos sermones en Bahía (en la costa oriental brasileña), San
Luis Marañón y Belén de Pará (en la costa septentrional), y en diversas igle-
sias o en colegios de la Compañía de Jesús. Los motivos son principalmente
litúrgicos (Cuaresma, Epifanía, Resurrección, Pentecostés...); en fiestas maña-
nas (la Visitación, la Natividad, la Inmaculada) o sobre la devoción del Rosa-
rio; con ocasión de la celebración de algunos santos: San Antonio de Padua,
San Juan Bautista, San Pedro Nolasco, San Sebastián; por acontecimientos
políticos: la llegada del virrey, el fallecimiento o nacimiento de algún miem-
bro de la realeza; también hay en diversas circunstancias: con motivo de la
aparición de un cometa; por la batalla de Portugal contra Holanda; o dos pre-
dicados a la Hermandad del Santo Rosario de los Negros.
La teología de los sermones es ortodoxa y no presenta ninguna nove-
dad en su exposición. Por eso hemos seleccionado para nuestro estudio los
sermones que describen o aluden a la situación de los indios y negros en Bra-
64. VIEIRA, Todos tus sermones, ni, pp. 77-98. Sermón de San Antonio de Padua, predicado
en San Luis de Marañón en 1654. Es un sermón alegórico que predicó tres días antes de em-
barcarse para Portugal para intentar la salvación de los indios.
524 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
sil durante el siglo XVII. Sin embargo, también es interesante la crítica que
hace de la situación de relajación y riquezas de algunas personas", la codicia
y la sensualidad66.
Un ejemplo de los abusos realizados en Brasil por los colonos queda
patente en el sermón que predicó Vieira en la Resta de la Visitación de la Vir-
gen, en el Hospital de la Misericordia de Bahía, con ocasión de la llegada a esa
ciudad del Marqués de Montalván, virrey de Brasil67. Va narrando las enfer-
medades del Brasil con el fin de que el virrey sepa dónde debe poner remedio.
La primera de las lacras es la dificultad para quejarse de sus dolencias: «El ac-
cidente peor, que en su enfermedad tuvo el Brasil, fue el faltarle el habla: no
pocas veces quiso dar sus justas quejas: muchas trato de pedir remedio a sus
males; pero siempre le ahogaban las palabras, o el respeto o la violencia: y si
alguna vez llegó perdido algún ay a oídos de quien debiera remediarla; al mis-
mo tiempo llegaron también las voces del poder desentonadas y vencieron los
clamores de la razón» (p. 236).
Pero sobre todo pone el acento en la falta de justicia para castigar a los
que cometen abusos y para premiar a los soldados que defienden a la Patria:
«porque faltaron siempre del Brasil entrambos, por eso se vino abajo y se
arruinó» (p. 236). Y, sobre todo, afirma que la causa de las dolencias del Bra-
sil es tomar de lo ajeno, es decir, la codicia, las ganancias, los intereses parti-
culares ya que «no nos vienen algunos de los Ministros de su Majestad acá a
buscarnos nuestro bien, sino a buscar nuestros bienes» (p. 241); y va descri-
biendo los abusos que se han ido realizando por parte, principalmente, de los
que tienen el poder, para concluir: «Mucho dio en su tiempo Pernambuco,
mucho dio, y está dando aun hoy la Bahía, y nada se logra, porque se saca del
Brasil, sácase del Brasil, el Brasil lo da, Portugal lo lleva» (p. 242).
Respecto a la situación de los indios es importante el sermón, que
como hemos dicho más arriba, predicó en el primer domingo de Cuaresma
en San Luis de Marañón en 1653 en que critica el modo de apresar indios del
Certaon68, para utilizarlos como esclavos, y los malos tratos a que los someten.
65. VIEIRA, O.C., I, pp. 493-507. Sermón de la cuarta Dominica de Cuaresma, predicado en
la Catedral de San Luis Marañón en 1657.
66. Antonio ViEIRA, Sexta parte de Sermones, en la Imprenta de Lorenzo García, Madrid
1685, pp. 127-157. Es un sermón sobre San Antonio, predicado la Dominica Infra Octava en
San Luis Marañón en 1657.
6 7 . VIEIRA, Todos sus sermones, II, pp. 2 3 4 - 2 4 4 .
68. Certaon es Sertao: nombre dado a varias regiones brasileñas desiertas, poco pobladas
e incultas, y especialmente a los territorios solitarios de los riberas del San Francisco, en el Este
de Minas Geraes.
XII. LA TEOLOGÍA HOMILÉTICA DEL XVII 525
Expone una propuesta para tener sirvientes pero sin abusar de ellos, que con-
siste en establecer dos tipos de servicio: el que realizan los enteramente cauti-
vos, que son los de cuerda, los de guerra justa y los que ellos voluntariamente
elijan ese trabajo; y el de los medio cautivos, o medio libres, que son todos los
de las aldeas del rey. A éstos últimos se les pagará con el dinero de Brasil: que
es el paño de algodón «y el precio ordinario porque sirven los Indios, y servi-
rán cada mes, son dos varas de este paño, que valen dos tostones. D e donde
se sigue que por menos de siete reis de cobre servirá un Indio cada día» (pp.
1 8 3 - 1 8 4 ) . El «sistema de las aldeas» consistía según explica el propio Vieira,
en que durante seis meses, alternando de dos en dos meses los Indios servían
a los Portugueses, de forma que los otros seis los podían dedicar a sus labores
y familias. Equivalía, pues, a la encomienda indiana de los españoles.
Unos meses más tarde de este sermón, el 16 de junio de 1654 6 9 , em-
prendió viaje a Portugal para resolver la mala situación de los indios. Consi-
guió, durante cerca de seis años, relativa libertad de acción, pero el antiguo re-
sentimiento contra él volvió a estallar y él fue la primera víctima de la causa
que defendía. En efecto, los colonos no veían con buenos ojos su enérgica ac-
ción en favor de la libertad de los esclavos. Entre tanto falleció Juan IV, el pro-
tector de Vieira, y con el nombramiento del nuevo gobernador, Pedro de Me-
llo, los colonos tomaron fuerza. En mayo de 1661 asaltaron el colegio de la
Compañía de San Luis Marañón y llevaron presos a los jesuítas a Portugal, a
donde llegaron en noviembre de ese año. El día 6 de enero del siguiente año,
1662, Vieira predicó un sermón de Epifanía en la Capilla Real™ delante de la
Reina Regente, por la minoría de edad del Rey. Expuso la impiedad con que
fueron tratados y se lamenta de lo que sucederá con los indios sin tener pro-
tección de nadie (cfr. p. 5); y va rebatiendo las calumnias de las que les acusa-
ban. Muestra, cómo habían sido las misiones en Brasil:
fama general que cienen entre aquellos Bárbaros, lo van a buscar tan lejos con
tanto celo, y los hablan en sus propias lenguas con tanto trabajo, y se acomo-
dan a su capacidad con tanto amor, y hacen por ellos tantas otras finezas, que
hasta en los brutos animales suelen hallar agradecimiento; no es mucho que
ellos los quieran, y los estime, y los defiendan, que antes, o después de cono-
cer, y adorar a Cristo, casi los adoren» (p. 11).
Ambos sermones manifiestan una misma realidad: los malos tratos re-
cibidos de los colonos. La lectura de los textos desde la situación actual pue-
de llevar a una interpretación anacrónica si no se contextualiza bien las pala-
bras de Vieira, ya que él no exhorta a los negros a la rebelión, sino a convertir
sus dolores, sus trabajos de sol a sol, sus marcas o llagas en el cuerpo, sus hu-
millaciones, etc. en instrumento de salvación eterna, que es lo que realmente
debe pretender un cristiano. Esto no significa que Vieira haya pactado con la
esclavitud ni que la haya defendido; por el contrario, ya hemos visto las afren-
tas que sufrió por defender la libertad de los indígenas. De hecho, en los ser-
mones dirigidos a los negros critica abiertamente a sus dueños, los cuales es-
tán presentes en esas predicaciones, y en concreto les hace considerar los
castigos a que los someten: «colgados, lacrados, heridos, salmoreados, y los
otros excesos mayores que callo, más merecen nombre de martirios»73; les re-
procha el no dejarles vivir la vida cristiana porque los someten a trabajos in-
humanos, incluidos los domingos, con lo que les impiden asistir a Misa.
En cambio, a los negros les hace considerar que son hijos de Dios
como cualquier otra persona, hijos especiales de la Virgen, porque nacieron
en el Calvario, lo mismo que San Juan Evangelista; les va explicando cómo
pueden ir rezando el Rosario y contemplando los misterios mientras trabajan,
y compara su vida con la Cruz de Cristo: «No hay trabajo, ni género de vida
en el mundo, más parecido a la Cruz y Pasión de Cristo, que el vuestro en
uno de estos ingenios [...] Bienaventurados vosotros, si supiéseis conocer la
fortuna de vuestro estado, y con la conformidad, e imitación de tan alta, y di-
vina semejanza, aprovechar, y santificar el trabajo»74.
6. RECAPITULACIÓN
1. INTRODUCCIÓN
a) Franciscanos
5. Toribio DE BENAVENTE, Historia de los indios de la Nueva España, ed. Claudio Esteva,
«Historia 16», Madrid 1985. La crónica permaneció inédita hasta 1848. Georges Baudot ha
publicado su edición crítica en Ed. Castalia, Madrid 1985. Cfr. más información sobre la teo-
logía de este franciscano en el capítulo I, epígrafe 2g, supra.
534 T E O L O G Í A EN AMÉRICA LATINA
6. Su Historia se articula en tres libros. El primero narra la expedición de los «doce» fran-
ciscanos, la primera labor en la Nueva España y las características de la cultura indígena. El se-
gundo presenta el progreso en la vida cristiana de los mexicas. El tercero relata las vidas de al-
gunos franciscanos ya fallecidos, deteniéndose en el primer superior, fray Martín de Valencia,
y las características del mundo novohispano.
7. Sobre la espiritualidad franciscana en América: Cfr Lino GÓMEZ CAÑEDO, Pioneros de
la Cruz en México. Fray Toribio de Motolinia y sus compañeros, BAC, Madrid 1988.
XIII. LAS CRÓNICAS AMERICANAS ESCRITAS POR RELIGIOSOS 535
hasta 1947 en que fue publicada por Fidel de J. Chauvet en «Anales de la provincia francisca-
na del Santo Evangelio» (México) 4 (1947). Solano, en la edición de la Historia Eclesiástica In-
diana citada, incluye en el Apéndice I, esta Descripción.
11. Johanna ¿RODA DE CASAS, Algunas notas sobre critica de fuentes del siglo XVI: Relaciones
entre las crónicas de Olmos, Motolinia, Las Casas, Mendieta y Torquemada, en «Revista de Indias»
35 (1975) 123-165.
XIII. LAS CRÓNICAS AMERICANAS ESCRITAS POR RELIGIOSOS 537
A la luz del relato bíblico, el combate entre la ley evangélica y las fuer-
zas del mal terminará con la conversión final de todas las gentes a Dios. En tal
contexto, Mendieta se adhiere al providencialismo con que la teología ameri-
cana ha encuadrado el descubrimiento del Nuevo Mundo: en un mismo año,
en 1485, habían nacido Cortés y Lutero y, al otro lado del Océano, había sido
consagrado el Templo Mayor de México. La coincidencia de fechas manifies-
ta, según Mendieta, la voluntad de Dios de compensar con la Iglesia america-
na a la cristiandad mermada por el luteranismo.
Sin embargo, ¿cómo ha podido Dios permitir que la multitud de ame-
ricanos permaneciera por tantos siglos sin el conocimiento y los bienes de la
Redención? «A esto no hay otra respuesta, sino las palabras del sabio en sus
Proverbios: que los juicios del Señor son peso y balanza, que quiere decir, son
rectos y justos (como el salmista también lo dice) y tan profundos que nadie
basta a los escudriñar; sólo se nos permite admirarnos de ellos y magnificar y
bendecir al Señor, porque al tiempo que él tenía preordenado usó de su divi-
na misericordia, enviando su lumbre y gracia sobre los que estaban en tan
obscuras tinieblas y en la sombra de la muerte» (IV, cap. 40).
£1 providencialismo de Mendieta afronta una segunda objeción: el
alarmante descenso de los indios y la caída del primitivo fervor de los amerin-
dios. A pesar de ello, el minorita descubre la mano de Dios en tales sucesos.
Proporciona dos respuestas. La primera podría adscribirse a cierto escatologis-
mo (?). Al enjuiciar la destrucción de los indios provocada, no sólo por la in-
justicia de los hombres, sino por causas más directamente debidas a la inter-
vención de Dios, como las epidemias, ve en estos hechos la cercanía del juicio
final: «De donde podemos colegir, que sin falta va hinchiendo Dios de ellos
[los indios] las sillas del cielo para concluir el mundo» (iv, cap. 36). De todas
formas, no se extrapole el razonamiento de Mendieta, puesto que ya en los
Padres de la Iglesia se advierte, como tema recurrente, la relación entre los fa-
llecidos en gracia de Dios y la cercanía del fin; o, en otros términos, el fin de
la historia ligado al cumplimiento del número de los elegidos.
Mendieta sitúa el origen de los pueblos americanos en el entorno del
relato bíblico. Sigue en esto las tesis de fray Andrés de Olmos, que sostenía
su pertenencia a los pueblos babilónicos dispersos después de la destrucción
de la torre de Babel; o bien a los oriundos de la tierra de Siquén, en tiempos
de Jacob, cuando huyeron algunos de los israelitas; o emparentados con los
pueblos expulsados de la tierra de promisión al ocuparla los hebreos guiados
por Josué (serían, pues, cananeos, amorreos o jebuseos). También recoge
otras opiniones, que los hacían proceder de la dispersión de los israelitas en
tiempos de las cautividades o, incluso, tras la destrucción de Jerusalén en
538 T E O L O G Í A EN AMÉRICA LATINA
En la época en que escribe, fines del siglo XVI, había caído el fervor
religioso de los indígenas convertidos al cristianismo y se habían relajado
sus costumbres. Mendieta lo atribuye a la convivencia con los españoles que
les habían pervertido con su mal ejemplo (iv, cap. 44). Reconoce también
que, al desaparecer el orden socio-moral indígena, sobrevino un «gran vai-
vén a toda la tierra, y los señores naturales se acobardaron y perdieron el
brío que solían antes tener para gobernar, con esto se fue también perdien-
do el rigor de la justicia y castigo y el orden y conciertos que antes tenían»
(il, cap. 24). Denuncia también la explotación del indígena mediante el ser-
vicio personal de los indios y el repartimiento. Advierte del peligro que se
seguiría de la destrucción de los indígenas, muy venidos a menos. Y acude
a la autoridad de San Pablo para afirmar que la codicia es raíz de todos los
males (i, cap. 15).
Mendieta se mostró partidario de una «iglesia regular», en el contexto
de la polémica sobre la exención y la secularización de las doctrinas novohis-
panas. Para ello, acude a la autoridad de Hernán Cortés que, tras solicitar de
Carlos V obispos para los nuevos territorios de México, se inclinó por una
Iglesia regular12. Se aprecian aquí todavía los ecos de las propuestas, presenta-
12. «Y la manera que a mi en este caso me parece que se debe tener, escribía Cortés, es que
V.S.M. mande que vengan a estas panes muchas personas religiosas, como ya he dicho, y muy
celosas de este fin de la conversión de estas gentes. Y que de estos se hagan casas y monasterios
por las provincias que acá nos pareciere que convienen, y que a estos se les de los diezmos para
xiii. LAS CRÓNICAS AMERICANAS ESCRITAS POR RELIGIOSOS 539
hacer sus casas y sostener sus vidas, y lo demás que restare de ello sea para las iglesias y orna-
mentos de los pueblos donde estuvieren los españoles y para clérigos que las sirvan [...] Porque
habiendo obispos y otros prelados, no dejarían de seguir la costumbre que por nuestros peca-
dos hoy tienen en disponer de los bienes de la Iglesia, que es gastarlos en pompas y en otros vi-
cios, y en dejar mayorazgos a sus hijos o parientes» (ill, cap. 3).
540 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
13. Peninsular, llegó de niño a México, donde ingresó en la Orden franciscana y conoció
a Mendieta, Bernardino de Sahagún y Joan Baptista, que fue su maestro en filosofía y teología.
Antonio Valeriano le enseñó el náhuad y, años después, aprendió el totonaca. Trabajó en varías
zonas indígenas. En 1603 fue nombrado guardián del convento de Santiago Tlaltelolco traba-
jando en la reconstrucción de su iglesia. Allí pudo consultar abundantes manuscritos y libros
de su biblioteca, que completaron el trabajo de recopilación de la historia de la Orden francis-
cana en la Nueva España que le habían encargado sus superiores. Es autor también de una Vida
del venerablefray Sebastián de Aparicio, que se editó en México en 1600. Falleció en el conven-
to de Santiago de Tlaltelolco, donde pasó los últimos años de su vida. Cfr. Miguel LEÓN POR-
TILLA, Introducción a la edición Monarchia Indiana que citamos en la nota siguiente.
14. Juan DE TORQUEMADA, Monarchia Indiana [Edición facsímil de la realizada por Nico-
lás Rodríguez Franco, en Madrid en 1723], introducción por Miguel León Portilla, Porrúa,
México 1969, 3 tomos. Estructurada en tres tomos: el primer tomo expone el origen y desa-
rrollo de las culturas de Mesoamérica hasta la conquista, y lo ocurrido en el casi primer siglo
de vida novohispana; el segundo tomo recoge las creaciones culturales de los estados indígenas —
religión, familia, sociedad, derecho, instituciones políticas, economía— y la descripción del
mundo físico, de la vegetación y de la fauna mexicanas; el tercer tomo narra la labor de los mi-
sioneros y traza las líneas de la inculturación de la fe cristiana de los minoritas.
15. León Portilla sostiene la aportación verdaderamente original que supone la obra de
Torquemada, en contra de la opinión difundida por la historiografía clásica desde Antonio de
Herrera: cfr. Introducción, cit. pp. VII-XII.
xiii. LAS CRÓNICAS AMERICANAS ESCRITAS POR RELIGIOSOS 541
16. Pilar GONZALBO AIZPURU, La muerte maestra de la vida en ¡a obra defray Juan de Tor-
quemada, en (UAM Azcapotzalco) 8, n.° 22 (1987). Trata de los puntos de coincidencia de las
creencias de los indígenas con las verdades cristianas: ante el tema de la muerte, el indígena sos-
tenía la creencia en un premio o castigo futuros.
542 T E O L O G Í A EN AMÉRICA LATINA
b) Dominicos
17. Nacido en México, ingresó en la Orden de predicadores en la Nueva España; fue lec-
tor de filosofía y de teología en los colegios de Puebla y de México, prior del convento de Pue-
bla, calificador del tribunal de la Inquisición, definidor del capítulo general y procurador de su
Orden en Madrid y Roma. En España fue recibido por Felipe II, que le nombró su predicador
y le promovió a arzobispo de Santo Domingo, además de designarle cronista de las Indias. En
Santo Domingo no residió en el palacio arzobispal, sino en su convento. Además de la crónica
de su Orden, escribió una Historia antigua de los mexicanos.
1 8 . Agustín DÁVILA PADILLA, Historia de la fundación y discurso de la Provincia de Santia-
go de México, de la Orden de Predicadores, por las vidas de sus varones insignes, y casos notables de
Nueva España, Pedro Madrigal, Madrid 1596 [Biblioteca Nacional de Madrid, R. 4337]. Fue
publicada también como Varia historia de la Nueva España y Florida, Valladolid 1632 y, más
reciente, por la Editorial Academia Literaria, México 1955-
19. La obra recoge las vidas de los dominicos evangelizadores de la Nueva España y está
estructurada en dos tomos. El primero relata la venida de los predicadores a México y los ini-
cios de la provincia; la vida de seis predicadores: entre ellos, el primer provincial Domingo de
Betanzos, Julián Garcés, primer obispo de Tlaxcala y Bartolomé de las Casas, obispo de Chia-
pa. El segundo tomo trata de seis dominicos notables, entre ellos el maestro Pedro de Pravia y
el cronista Domingo de la Anunciación, e intercala relatos breves de otros frailes (Pedro de Fe-
ria, obispo de Chiapa, y Alonso de Montúfar, segundo arzobispo de México, entre otros) y la
relación de las obras escritas por los dominicos novohispanos. En el Prólogo, cita los primeros
xiii. LAS CRÓNICAS AMERICANAS ESCRITAS POR RELIGIOSOS 543
cronistas de la Orden: fray Andrés de Moguer, Vicente de las Casas y Domingo de la Anuncia-
ción. La obra de estos fue traducida al latín por fray Tomás Castellar. En 1589, el capitulo ge-
neral celebrado en México, encomendó a Dávila Padilla recoger todo y escribirlo en castellano.
Consultó a los protagonistas de los hechos. Acabado el trabajo, y ante la dificultad de encon-
trar papel en México, se envió a la península, donde saldría publicado.
20. Sobre las tesis anti-indigenistas del «primer» Betanzos, rectificadas en su madurez, cfr.
Carlos SEMPAT ASSADOURIAN, Hacia la SubUmis Deus: las discordias entre los dominicos indianos
y el enfrentamiento delfranciscano padre Tesura con elpadre Betanzos, en «Historia Mexicana» 47
(1998/3) 465-536.
544 T E O L O G Í A EN A M É R I C A LATINA
21. Al exponer la vida de Las Casas, Dávila Padilla recoge extensamente la doctrina de la
evangelización pacífica sostenida por el obispo de Chiapa (l, cap. 103).
xiu. LAS CRÓNICAS AMERICANAS ESCRITAS P O R RELIGIOSOS 545
c) Agustinos
22. Nació en Colima, en la costa del Pacífico, en una familia de antiguos conquistadores
de la región. Trasladado a Valladolid de Michoacán, ingresó en la Orden de San Agustín. Doc-
tor por la Universidad de México, en 1612. Predicador de la Orden, y lector de Filosofìa en el
Colegio de San Pablo, del que fue rector en dos ocasiones. En 1621 die nombrado cronista de
la provincia, y en 1622 prior del convento de México. En 1635. y en representación de la Uni-
versidad de México, salió a recibir al Virrey Marqués de Cadereyta, del que fue confesor.
23. Juan DE GRIJALBA, Crónica de la Orden de N. P. S. Agustín en las provincias de la Nue-
va España, Imp. Juan Ruíz, México 1624. Utilizaremos la versión impresa por la editorial Po-
rrúa («Biblioteca Porrúa», 85), México 1985. Incluye como Apéndice 1: Nicolás León, «Fray
Juan de Grijalba. Apuntamientos biográficos y bibliográficos de Fray Juan de Grijalba», del que
tomamos los datos biográficos (pp. 485-489). La Crónica está estructurada en cuatro libros. El
libro I recoge la llegada de los agustinos a México en 1533 y los años en que la provincia no-
vohispana estuvo sujeta a la de Castilla; el libro II se inicia en 1543 al ser erigida la provincia
novohispana; el libro III trata de la consolidación de la provincia y de la expansión al Oriente,
desde el descubrimiento de las Filipinas de 1564, en el que participó el agustino Andrés de Ur-
daneta con seis frailes de la Orden; el libro IV trata de las contradicciones que sufrió la provin-
cia desde 1581 hasta 1622: la secularización de las doctrinas y las divergencias entre las órde-
nes religiosas y entre los miembros criollos y seculares de cada una de las Órdenes.
546 TEOLOGIA EN AMÉRICA LATINA
24. «La universidad es de las más ilustres que tiene nuestra Europa en todas facultades. Ex-
periencia tiene ya de esto Salamanca —añade—, que se aprecia y se honra de tener la universi-
dad por su hija: de ordinario tiene estudiantes y catedráticos criollos, que así nos llaman; y al
cabo de tantas experiencias preguntan si hablamos en castellano o en indio los nacidos en esta
tierra», expresa desde un criollismo que se está configurando (l, cap. 12).
25. Cfr. cap. VIII, epígrafe Ib, supra.
xiii. LAS CRÓNICAS AMERICANAS ESCRITAS POR RELIGIOSOS 547
26. Aquí se apoya en José de Acosta del que cita: De procurando Indorum salute, VI, cap.
16 (CSIC, Madrid 1987, II, pp. 445-447). El capítulo se titula «Contra el error de quien escri-
bió que había que quitar las confesiones a los indios».
548 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
27. Afirma que Vera Cruz trabajó mucho en esto y con su autoridad hizo que prevalecie-
ra esta opinión en la archidiócesis novohispana. También cita un tratado escrito por fray Pedro
de Agurto, hasta ahora perdido, defendiendo su administración a los naturales (i, cap. 28).
28. Fray José SLCARDO, Suplemento Crónico a ta Historia de la Orden de N.P.S. Agustín de
México, paleografía, y edición a cargo de Roberto Jaramillo Escutia, OALA («Cronistas y Escrito-
res Agustinos de América Latina», 3), México 1996. El Suplemento Crónico consta de cuatro li-
bros. El trabajo de Sicardo es una labor no acabada: conforme avanza el relato pierde el estilo
inicial y se convierte en breves apuntes o notas tomadas al vuelo. El autor intercala numerosos
documentos y añade un apéndice documental procedente en su mayoría del archivo mexicano
de la provincia: este apéndice es de notable valor, pues destruido ese archivo a mediados del XIX
en los sucesos revolucionarios, son la única copia de muchos de los documentos.
29. Natural de Madrid, ingresó en el convento agustino de Salamanca, donde cursó Teo-
logía. Pasó a la Nueva España en 1668, interviniendo en primera persona en las polémicas de
la alternancia de cargos entre criollos y peninsulares. Prior de Oaxaca, entre 1681 y 1684, fue
elegido maestro de la provincia en el convento de México; investigó la historia de la Orden y
escribió el Suplemento Crónico. Su posición abiertamente prohispanista le llevó a huir del con-
vento marchando a la península, de paso para Roma, donde fue absuelto de sus cargos por la
Congregación de Obispos y Regulares, en 1687. Recibido por maestro en la Provincia de Cas-
tilla, fue procurador de los agustinos de México y Michoacán. Su carácter polémico chocó tam-
bién en la provincia de Castilla, huyendo nuevamente a Roma para defender su causa. Pro-
puesto para la mitra de Sacer (Cerdeña), en 1701, fue preconizado por Clemente X en 1702.
Un conflicto con el cabildo eclesiástico le obligó a regresar a Madrid para defender su causa.
Tras caer en manos de piratas holandeses, marchó a Barcelona desde donde el monarca le per-
mitió retornar a su sede sarda en 1711, hasta su fallecimiento. Cfr. el estudio introductorio de
Roberto Jaramillo Escutia, en la edición citada del Suplemento Crónico, pp. XXII-XXXIII.
30. Se trata de la atribución del poder provincial cada trienio, alternativamente, al grupo
criollo y al grupo peninsular, según normas establecidas: cfr. Bernard LAVALLÉ, La criollización
del clero, en Pedro BORGES (dir.), Historia de la Iglesia en Iberoamérica y Filipinas, BAC, Madrid
1992, i, cap. 15.
XIII. LAS CRÓNICAS AMERICANAS ESCRITAS POR RELIGIOSOS 549
31. Preparados entre 1640 y 1649, no entraron en vigor, por resistencia del claustro, has-
ta 1668, en que fueron impresos.
550 T E O L O G Í A EN AMÉRICA LVTINA
te el cronista retrotrae al Tridentino las desazones por las que pasaban los regu-
lares en América, y por ello alaba la «determinación prudente y de grande pro-
videncia [de enviar a Europa a Alonso de la Veracruz en 1562] porque como
se dio en breve fin al Santo Concilio de Trento, fue importantísima la ida del
Maestro, por las nuevas dificultades que en la administración ocurrieron res-
pecto de lo determinado en el concilio en materia de Regulares» (II, cap. 23).
Es, pues, el Suplemento Crónico, un escrito menor desde el punto de vis-
ta teológico-dogmático; interesante, sin duda, desde el ámbito edesiológico,
como testimonio de la dificultad que supuso en las tierras americanas pasar de
un orden misional, que giraba en torno al clero regular, a la condición de Igle-
sia diocesana como correspondía a una situación eclesiástica ya asentada. A la
vez, es un testimonio notable del desgarre que supuso entre los agustinos no-
vohispanos la aparición del empuje criollo, contradicho por los peninsulares,
que obstaculizaban el dejar en manos de los nativos la dirección de la labor.
d) Jesuítas
32. Nacido en San Agustín, península de la Florida, se trasladó con su familia a México.
Ingresó en la Compañía en México, en 1641. Enseñó filosofía y teología en el Colegio Máxi-
mo de San Pedro y San Pablo; predicador notable; fue calificador del Tribunal de la Inquisi-
ción. En 1668 fue procurador de su provincia ante Madrid y Roma y viajó a Europa, donde
dio a conocer la devoción a la Virgen de Guadalupe. En 1675 regresó a México con varios je-
suítas. En 1680 fue nombrado rector del colegio del Espíritu Santo de Puebla y en 1682 rec-
tor del Colegio Máximo, donde permaneció hasta su muerte. Autor de: Milagroso hallazgo del
Tesoro escondido. Historia de la imagen de Nuestra Señora de los Remedios, México 1685; la Estre-
lla del Norte de México, México 1688, que recoge la historia de la Virgen de Guadalupe; La
Casa Peregrina o Historia de Nuestra Señora de Loreto, México 1689; el Zodiaco mañano, edita-
do en 1755, y los Orígenes de los dos célebres santuarios de la Nueva Galicia (San Juan de los La-
gos y Zapopan). Cfr. Francisco ZAMBRANO, Diccionario Bio-Bibliogrdfico de la Compañía de Je-
sús en México, Jus, México 1966, VI, pp. 703-767.
33. Francisco FLORENCIA, Historia de la Provincia de la Compañía deJesús en la Nueva Es-
paña, Ed. Juan Joseph Guillena Carrascoso, I, México 1694 (Biblioteca Nacional, Madrid, R
14031), que seguimos en nuestro trabajo. Hay una edición más reciente preparada por la
UNAM, en 1957.
34. El proyecto comprendía tres partes (Prólogo): la segunda pane se dedicaría a los Cole-
gios de la Provincia mexicana y la tercera parte a las vidas de los jesuítas ilustres de la Provincia.
El primer tomo se compone de ocho libros, el primero narra la llegada de los jesuítas a la Flori-
XIII. LAS CRÓNICAS AMERICANAS ESCRITAS POR RELIGIOSOS 551
rreinato peruano, que era la primicia americana de la Compañía (II, cap. 4).
En esto se diferenciaban los jesuítas de las Órdenes mendicantes establecidas
en América, cuya primicia había sido la misma Nueva España. La Compañía,
por el contrario, había comenzado por el Perú. Los jesuítas habían aceptado
el orden colonial, siguiendo las precisas orientaciones de Borja. Juan de la Pla-
za, que había sido visitador en Perú, había pasado a México también como vi-
sitador, llevando consigo la particular pastoral jesuítica, iniciada ya tanto con
hispano-criollos como con indígenas. Tal reforma debía alcanzar a todo el
cuerpo eclesial. Primeramente, a los clérigos seculares, de los que los jesuítas
se sentían en cierto modo parte, ya que eran religión de clérigos, como había
declarado el Concilio de Trento (cfr. III, cap. 1, y c. 6); y también a quienes
formaban parte de la república cristiana, es decir, del orden colonial, que te-
nía en las ciudades el centro vital.
Para la pretendida reforma del clero diocesano, se sirvieron de la Con-
gregación de clérigos y del fomento de los estudios sacerdotales. En la Con-
gregación, como ya se hacía en el Perú, se alentaba la espiritualidad de los se-
culares con la predicación y los actos de piedad en común; en las reuniones
que organizó el arzobispo Contreras en su propio palacio, Pedro Sánchez im-
partió casos de moral al clero secular. Finalmente los colegios de la Compa-
ñía, el de San Ildefonso de nivel medio y el Máximo de San Pedro y San Pa-
blo, fueron fuente de formación de los futuros sacerdotes criollos.
La reforma de los ciudadanos estaba orientada también, al igual que en
el Perú, por la predicación y la práctica sacramental. A los sermones, sobre
todo de la casa profesa, acudía lo más selecto de la sociedad colonial empezan-
do por el virrey, la audiencia, el Tribunal de la Inquisición. En definitiva, toda
la ciudad y su nobleza. De esta forma, los jesuítas se convirtieron, también en
América, en los grandes evangelizadores de la vida urbana barroca, y en los
sostenedores del clero diocesano.
a) Oaxaca
piares apostólicos11. En ella se propuso narrar las virtudes y los hechos de los
dominicos que establecieron la Provincia de San Hipólito de Oaxaca.
La Palestra historial consta de un sólo libro con ochenta capítulos38. Re-
lata la labor de los dominicos en Oaxaca desde sus comienzos, y la evangeli-
zación de los mixtéeos y zapotecos. Burgoa escribe con un estilo erudito y ba-
rroco, cargado de símiles y de citas, y contextualiza su crónica en el marco de
la historia bíblica. La historia antigua de Oaxaca aparece como otro Egipto,
sometido al poder del demonio. El cronista plantea la acción de los domini-
cos de la provincia de San Hipólito como una batalla, «palestra», iniciada en
1529 con la llegada de los primeros predicadores a Antequera para liberar a
los indígenas de las idolatrías y a los españoles de la codicia del oro (cap. 10).
Las armas empleadas por los religiosos fueron, al decir del cronista, la
santidad de vida, la doctrina, y la prudencia para encauzar la labor (cap. 13).
La santidad se forjaba por la obediencia rendida a la voluntad de Dios y por
una espiritualidad inspirada en el maestro Luis de Granada (cap. 42) y en
otros autores eclesiásticos, como San Juan Clímaco (cap. 77)39; y se nutría con
la meditación de los principales misterios de la Redención40. La doctrina se
alimentaba con el estudio de la teología para penetrar las verdades de la fe
(cap. 37). En el convento de Oaxaca se tenía un curso de Artes y otro de Teo-
logía moral para preparar a administrar los sacramentos (cap. 19). Los alum-
nos más capacitados cursaban teología en el colegio poblano de San Luis (cap.
41), o en el de México. Por la necesidad de ministros doctrineros, los que in-
ordenado sacerdote. Maestro de Teología, enseñó en el convento oaxaqueño de Santo Domin-
go. Conocedor de los dos idiomas de la zona: zapoteco y mixteco, trabajó entre los indígenas.
En 1649 fue electo provincial, y visitó toda la zona de Oaxaca. Viajó en 1656 a España y a
Roma como procurador de su Orden, volviendo como vicario general y, tras ocupar de nuevo
el cargo de provincial, fue vicario de Zaachila, antigua capital de los zapotecas, en donde escri-
bió sus dos obras históricas, la Palestra historial y la Geográfica descripción de la parte
septentrio-
nal del Polo ártico, 2 vols (Imprenta de Juan Ruiz, México 1670-74), falleciendo en esta villa.
37. Francisco DE BURGOA, Palestra historial de virtudes y ejemplares apostólicos fiindada del
celo de insignes héroes de ¡a Sagrada Orden de Predicadores en este Nuevo Mundo de la América en
las Indias Occidentales, Imprenta de Juan Ruiz, México 1670. Hay una segunda edición com-
pleta publicada en 1934 por el Archivo General de la Nación de México. Aquí utilizamos la
tercera edición de la Editorial Porrúa, México 1989.
38. Realmente son 79, ya que en el original impreso salta la numeración de los capítulos
del 48 al 50.
39. El cronista destaca, al igual que Dávila Padilla, que la Escala espiritual de San Juan Q í -
maco, fue el primer libro impreso en México y que lo tradujo allí un dominico.
40. Esta línea está en la base de la difusión por los dominicos de la devoción del santo ro-
sario, como escribía fray Martín de Zárate en unos coloquios entre el ángel de la guarda y el
cristiano (cap. 16).
554 T E O L O G Í A EN AMÉRICA LATINA
los valles centrales. Los dominicos trabajaron primero con los mixtéeos. A
partir de 1548 penetraron en la Zapoteca Alta, donde vivían en condiciones
muy duras: «la desnudez era general en lo plebeyo, cuando mucho de algunas
pieles de animales cubrían la rebeldía de la carne...» (cap. 13). Burgoa man-
tiene en estas circunstancias una antropología cristiana que valora a la perso-
na por la gracia redentora de la Cruz. Para el cronista eran los zapotecos «tan
fuera del uso de la razón, que pudieron dar ocasión a tenerlos por brutos o
salvajes, si el tesoro de la sangre de Cristo, que se vertió por su redención, no
diera valor a aquellas pobres almas criadas para llegar a ser participantes de los
sacramentos» (cap. 35). Los religiosos también defendieron aquí la libertad de
los naturales, como antes Bartolomé de Las Casas y Julián Garcés, denuncian-
do a quienes no les consideraban personas y los apartaban de los sacramentos
(cap. 10). Suscribe la evangelización pacífica.
Los frailes aprendieron las lenguas de los naturales y hablaron primero
a los caciques «con la mansedumbre, piedad y tolerancia, que Cristo ordenó
a sus apóstoles», respetando su libertad, y no como los que se la quitan y no
distinguen al noble indígena del plebeyo, empujándoles a trabajar, denuncia
el cronista (cap. 10). La defensa de los indígenas realizada por Burgoa, puede
ser enmarcada en un proceso histórico de configuración del criollismo y en el
que el pensamiento religioso tuvo un papel importante. En tal proceso, lo in-
dígena sería un agente substancial en la creación del criollismo.
Los indios acudían con sus instrumentos a las celebraciones litúrgicas:
arpas, vihuelas, cítaras, rabeles y sonajas, con danzas de mucho arte y varia-
das, en pueblos de menos de cien vecinos había coros con excelentes voces y
armonía (cap. 13). Los dominicos escribieron doctrinas, catecismos, sermo-
narios y vocabularios de las diversas lenguas; también escribieron libros de
música que se imprimieron. Todos estos escritos se redactaron «con erudición
en sus metáforas y parábolas, conque ordinariamente razonan, como los he-
breos, y hoy después de tantos años [...] nos admiramos con extremo de la luz
conque aquellos religiosísimos padres penetraron las tinieblas de estos pobres»
(cap. 13), afirma constatando la labor inculturadora de los misioneros.
Acerca de los contenidos de la predicación, Burgoa expone algunos
puntos de interés. Fray Alonso de Espinosa hablaba a los más capaces entre
los zapotecos del infinito amor de Dios al hombre que había creado el mun-
do para su servicio, «sin pedirle haberes ni sangre de las venas», antes había
enviado a su Hijo a derramar la suya y perder la vida por todos los hombres
sin excepción de nación alguna (cap. 33). Es decir, como en la primera evan-
gelización antillana, los dominicos predicaban el amor del Dios cristiano y el
único sacrificio de la Cruz, frente a las prácticas idolátricas. El cronista añade
556 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
que los zapotecas les oían con agrado y, después, «en sus juntas» platicaban so-
bre lo que oían y así se fueron acercando al bautismo. En otro momento el
mismo religioso predicó la creación del primer hombre, la caída original que
se había transmitido a toda su descendencia y la redención por el Hijo de
Dios (cap. 35).
Burgoa, que escribe ya en la segunda mitad del siglo X V I I , denuncia la
pervivencia de supersticiones y ritos antiguos, y la poca práctica sacramen-
tal entre los indígenas de la zona, su resistencia a acudir a la doctrina y la ex-
tensión de la embriaguez (cap. 2). En parte, este retroceso de la vida cristiana
del indígena se debía, según el cronista, a las crueldades con que se llevaron
a cabo las reducciones de los indios, pues aunque se habían planteado para
facilitar su cristiandad, se realizaron con tantas injusticias que los apartó de
la ley evangélica (cap. 30) 4 '. Las congregaciones de los indígenas en pobla-
dos, pedidas por los religiosos de la primera hora para facilitar su cristiani-
zación, avanzado el siglo X V I I aparecían más bien un obstáculo para la vida
cristiana de los naturales, precisamente por el modo con que se habían im-
plantado.
b) Yucatán
41. Inserta Burgoa un Memorial del provincial fray Antonio de la Serna al rey, del 15 de
abril de 1601, denunciando los abusos.
42. Nacido en Cifuentes (Guadalajara, España), de familia noble, profesó en el convento
franciscano de San Juan de los Reyes (Toledo). Hacia 1547 se incorporó al grupo que acompa-
ñaría a Nicolás de Albalate al Yucatín. Llegó a Izamal en 1549 y en 1552 pasó a ser guardián
del convento minorita de San Francisco de Izamal. Fue custodio de la provincia de Yucatán y,
más tarde, su primer definidor. Provincial en 1561 de la nueva provincia franciscana de Gua-
temala-Yucatán, con sede en Mérida. Hasta 1562 fue la máxima autoridad religiosa de la zona,
que carecía de sede episcopal. Impulsó la evangelización y la educación de los naturales, con
fuerte oposición de los encomenderos. En 1562 se iniciaron en Yucatán los procesos inquisito-
riales presididos por Diego de Landa, que le llevaron a viajar a España en 1563. Regresó en
1572 a Yucatán, nombrado por Gregorio XIII obispo de Mérida. A fines de 1574 y principios
de 1575 viajó a México para imprimir una doctrina cristiana en lengua maya, de la que sólo
existen referencias; regresó a Mérida, donde falleció.
43. Diego DE LANDA, Relación de las cosas de Yucatán, ed. de Miguel Rivera, «Historia 16»,
Madrid 1985. Preparada sobre el ms. conservado en la Real Academia de la Historia, de Ma-
drid.
XIII. LAS CRÓNICAS AMERICANAS ESCRITAS POR RELIGIOSOS 557
que se estudia por vez primera la civilización maya. Escrita en Toledo (Espa-
ña), hacia 1566, tan sólo se conserva una copia incompleta y anónima, de
1616, en la Biblioteca de la Real Academia de la Historia, de Madrid; descu-
bierta en el siglo XIX por Charles Etienne Brasseur de Bourbourg, fue publi-
cada en París en 1864".
El evangelizador yucateco descubrió las huellas de una civilización de
alto nivel cultural en los restos monumentales de las tierras que atravesó. Des-
cribe con precisión los hallazgos de Tikal y Chichén Itzá. Percibe que son de
épocas diversas y con sagaz intuición identificó esa cultura como la de los pre-
decesores de los yucatecos que conoció. La investigación posterior le ha dado
la razón.
Diego de Landa detectó los progresos culturales del americano, antes
de recibir la ley de la gracia. Descubrió las estelas en las que los antiguos
mayas narraban su historia e investigó entre los ancianos más expertos las
historias de sus antepasados: reconstruyó su escritura, el calendario, las ges-
tas de los primeros jefes y guerreros, las creencias y ceremonias religiosas; se
acercó a la vida diaria de los yucatecos de su tiempo que conectaba con la
de sus antepasados; describió la geografía física, la flora y la fauna. Y narró
con brevedad su recepción del Evangelio. Escrita con estilo sobrio, como un
informe preparado para dar a conocer en Europa un mundo nuevo y diver-
so, se sirve de dibujos sencillos, a modo de gráficos, para realzar el relato;
son contadas las ocasiones en que se deja llevar del entusiasmo ante lo que
narra.
Landa se admira ante las realizaciones valiosas, científicas, artísticas, ci-
vilizadoras, de un pueblo que durante muchos siglos ha vivido al margen de
la Redención. «En esto de edificios y muchedumbre de ellos —escribe— [es]
la más señalada cosa de cuántas hasta hoy en las Indias se han descubierto,
44. En 1941 se publicó la versión inglesa de Alfred Tosser, con excelente aparato crítico
etnológico; hasta entonces habían aparecido siete ediciones, destacando la versión de Juan de
Dios de la Rada y Delgado, Madrid 1881; y la versión yucateca preparada por Alfredo Barrera
Vázquez, de 1938; Angel M . 1 Garibay se ocupó de la edición mexicana en Editorial Porrúa,
México "1982. Posterior a la edición de Miguel Rivera, citada en la nota anterior, es la de M . 1
del Carmen León Cázares, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes («Cien de México»),
México 1994. Lo que se conserva de la relación de Diego de Landa va estructurado en diez ca-
pítulos: en el I describe la tierra de Yucatán, el II narra la llegada de los españoles, el III trata de
los antiguos pobladores, el IV, de conquistadores y clérigos, el V, la vida y creencias de los ma-
yas, el vi, de su calendario, ritos y escritura, el VII, de los edificios de Yucatán, el VIII sigue des-
cribiendo otros edificios de los indios, el IX vuelve al medio natural; y en el X, recapitula los bie-
nes que la evangelización había proporcionado a los yucatecos.
558 T E O L O G Í A EN AMÉRICA LATINA
porque son tantos y tantas las partes donde los hay y tan bien edificados de
cantería, a su modo, que espanta»; y añade que «esta tierra no es tal al presen-
te» (cap. VIL). Describe estos hallazgos en una época en que la doctrina baya-
nista había renovado la polémica en torno a la posibilidad o no de que los in-
fieles obrasen el bien natural. En efecto, por las fechas en que Diego de Landa
escribía su Relación, Miguel Bayo (1513-1589), profesor de teología en Lovai-
na, malinterpretando la doctrina agustiniana, sostenía que el hombre en el es-
tado de naturaleza caída era incapaz de todo bien; doctrina que fue condena-
da por Pío V en la bula Ex ómnibus afflictionibus, de 1567. En ese contexto,
Diego de Landa fue testigo de unas obras de innegable desarrollo cultural,
desplegadas por unos pueblos desconocedores de la ley de la gracia. Tales
obras debían partir de unos hombres que conocían y sostenían el bien natu-
ral. Y de acuerdo con ello, constata en los mayas virtudes humanas en las que
se reflejaba la ley natural. Lo cual no fue óbice para que también expresara
una viva percepción de los pecados que cometían esos pueblos.
Los mayas habían creído siempre en la inmortalidad del alma; sostení-
an una vida futura que no acabaría nunca. En esa otra vida, los que en esta
tierra habían vivido bien, gozarían allá de una vida buena en un lugar muy
deleitable donde ninguna cosa les diese pena y donde hubiese abundancia de
comidas y bebidas de mucha dulzura, y un árbol muy fresco y de gran som-
bra que es una ceiba, debajo de cuyas ramas y sombra descansarían y holgarí-
an para siempre. Los viciosos, en cambio, vivirían una vida mala y penosa en
un lugar más bajo que el otro, mitnal (infierno), donde serían atormentados
por los demonios, y sufrirían grandes fríos y hambre y cansancio y tristeza
(cap. V ) « .
Pero los mayas cayeron en ciertos vicios como la embriaguez, la prác-
tica generalizada del repudio, la esclavitud entre ellos mismos y, sobre todo, la
idolatría (cap. IV). Tuvieron un amplio panteón en que el franciscano percibe
la adopción de algunas divinidades mexicas. Constata también la huella de los
sacrificios humanos que practicaban para aplacar a los dioses en las épocas de
calamidades, aunque no eran tan numerosos y continuos como en México
( c a p . VIII).
45. Landa añade que «no daban razón de quién hubieron noticia de esta su gloria e in-
fierno».
xiii. LAS CRÓNICAS AMERICANAS ESCRITAS POR RELIGIOSOS 559
buenos en sus costumbres y no ser dañados por los demonios en las cosas
temporales y venir, mediante ella y su buena vida a conseguir la gloria que
ellos esperaban» (cap. v). Por la confesión de sus culpas, que hacían en peli-
gro de muerte, se acusaban de la faltas externas al sacerdote o a los familiares
en su ausencia, para obtener el perdón (cap. v).
Los pueblos yucatecos, en los que el cronista ha sabido apreciar tales
virtudes, no escaparon del error de la idolatría y de sus consecuencias, espe-
cialmente de la práctica de los sacrificios humanos. Así a los templos de Chi-
chén Itzá y de Cuzmil, enviaban a sacrificar infinitos pobres «de las cuales mi-
serias tenga a bien por siempre librarlos el Señor piadoso que tuvo por bien
hacerse sacrificio en la cruz al Padre por todos» (cap. Vlll).
Como se desprende de cuanto hemos resumido hasta ahora, Landa
sostiene la tesis, como también otros cronistas de los valles centrales de Méxi-
co, de que los amerindios se habrían degradado progresivamente, partiendo
de una situación monoteísta y de gran bondad natural, hasta incurrir en todo
tipo de aberraciones. Tal degradación habría sido justo castigo a sus pecados
personales. Precisamente la finalidad de su crónica, tan minuciosa relatando
las antiguas costumbres y creencias mayas, era dejar constancia de la bondad
divina, que remedió la situación de infidelidad e impulsó a los evangelizado-
res a ayudarlos, «porque por los pecados de esta gente o los nuestros, no les
falte ayuda, o ellos no falten en lo comenzado y así vuelvan a sus miserias ni a
sus yerros y les acaezcan cosas peores que las primeras» (cap. VI).
En tal contexto, precisamente, de defensa de la cristiandad asentada en
las tierras de Yucatán, se situaría la actividad inquisitorial desplegada por el
minorita, como superior religioso de la zona ante el descubrimiento de reci-
divas idolátricas, detectadas, en 1562, por Pedro Che, indio portero del con-
vento franciscano. Landa constituyó un tribunal para indagar y juzgar a los
culpables de esos ritos en que salieron implicados treinta indígenas, entre los
que se encontraban caciques y principales, como Francisco de Montejo Xiu,
gobernador de Maní. Se celebró un auto de fe en el que fueron condenados y
se destruyeron los ídolos46.
46. Pedro Che, indio portero del convento, descubrió una cueva con (dolos y señales de
sacrificios recientes. Landa constituyó un tribunal para juzgar a los ya cristianos que habían re-
alizado esos ritos. Se les condenó y se destruyeron los (dolos. Los colonos españoles denuncia-
ron los hechos a Felipe II. Landa apeló al virrey y Audiencia de la Nueva España. Al llegar a Yu-
catán el primer obispo electo Francisco Toral escribió al rey para desbloquear el asunto, y
Landa viajó a España para defender su causa; fue absuelto por demostrarse que hab(a actuado
según los privilegios dados por el papa a los primeros evangelizadores.
560 T E O L O G Í A EN AMÉRICA LATINA
c) Guatemala y Chiapas
47. Nacido en la villa de Añariz, Orense, hacia 1570. bachiller en Artes por Salamanca,
en 1592 ingresó en el convento dominico de San Esteban. Cursó los estudios de filosofía con
el catedrático salmantino escotista fray Juan de Epila; y los de teología bajo la dirección de
Domingo Báfiez. Experto en hebreo, fue catedrático sustituto de esta lengua en la Universi-
dad de Alcalá. En 1613 viajó a Guatemala con fray Alonso de Galdo, preconizado obispo de
Comayagua, con el proyecto de escribir la historia de la Orden en aquél reino. Desde 1614
trabajó en Guatemala reuniendo material para su historia, que finalizó en Oaxaca en 1617.
De camino a España pasó por México y entregó el manuscrito al cronista franciscano Juan de
Torquemada, que le animó a publicarla. Regresó a Guatemala falleciendo allí en torno a
1627.
48. Antonio DE REMESAL, Historia General de las Indias Occidentales y particular de la Go-
bernación de Chiapay Guatemala, ed. y estudio preliminar de Carmelo Sáenz de Santa María,
BAE 175 y 189, Madrid 1964 y 1966. El estudio de Sáenz de Santa María es el mis completo
sobre la obra y el cronista. Vid. Ana M.» ÜRRUELA DE Q U E Z A D A , Los Cronistas, en Jorge Lu-
JAN- Ernesto C H I N C H I L L A (eds), Historia general de Guatemala, Fundación para la Cultura y el
Desarrollo, Guatemala 1993, II, pp. 756-759; en la misma obra aparece una buena síntesis de
José MATA GAVIDIA, Historiografía, II, pp. 785-787.
49. Carmelo Sáenz de Santa María, en el estudio preliminar citado, enumera las obras
manuscritas que Remesal encontró en San Gregorio: Apologética historia. Historia General
de las Indias, Remedios contra la peste que se extendía en las Indias, De único vocationis modo
(conoció Remesal cuatro copias); además los opúsculos siguientes: De la destrucción de tas
Indias-, Del octavo remedio para la reformación de las Indias-, Del soberano imperio que los re-
yes de Castilla tienen sobre las Indias Occidentales-, La disputa con el Doctor Sepúlveda y el
Confesionario.
xiii. LAS CRÓNICAS AMERICANAS ESCRITAS POR RELIGIOSOS 561
$0. Se compone de once libros, por orden cronológico, desde la conquista de Guatemala
por Pedro de Alvarado y la fundación de los dominicos en Guatemala; destaca en Bartolomé
de Las Casas su defensa de la libertad de los indígenas y su actuación como obispo de Chiapas;
narra la labor de los dominicos que acompañaron al obispo en su evangelización pacífica; el re-
lato sigue hasta el momento en que escribe el cronista, la segunda década del siglo XVII. Inter-
cala relatos de la Nueva España, el Perú y Nueva Granada. Ofrece mucha documentación so-
bre Las Casas, incluso un resumen o extracto de la obra lascasiana tantos años perdida, De
único vocationis modo. Sobre Las Casas y su De único vocationis modo, cfr. el capítulo I, epígrafe
2f, supra.
562 T E O L O G Í A EN AMÉRICA LATINA
51 • Añade que nunca faltó lección de Artes, tanto para frailes, como para seglares «porque
en acabando un curso luego se comienza otro, que no es tanto el número de los estudiantes,
que sea necesario comenzar cada año. Los lectores de Teología han sido muy aventajados, y hu-
bieran sido más en número, si algunos no hubieran ocupado aquél puesto muchos años, como
el padre fray Lope de Montoya, y el padre fray Andrés del Valle, que leyeron casi cuarenta
años» (IX, cap. 16).
52. Marroquín dejó, en efecto, para este fin un legado importante en su testamento el 5
de abril de 1563. Según algunos autores este colegio fue el embrión de la universidad de San
Carlos: José MATA GAVIDIA, La Fundación de la Universidad de Guatemala, Guatemala, 1976,
p. 83.
XIII. LAS CRÓNICAS AMERICANAS ESCRITAS POR RELIGIOSOS 563
sustancia y el modo de ellos nunca oído ni visto, los decoraban que no había
más que pedir». El relato parece aludir a una cierta representación o al menos
recitación al modo del antiguo juglar.
A mediados de agosto de 1537, con ocasión de una de las juntas mexi-
canas, los dominicos guatemaltecos dieron cuenta a la Audiencia de México,
y al padre fray Domingo de Betanzos, de lo que estaban haciendo, y Betanzos
«aprobó todo y dió su bendición al padre fray Bartolomé de Las Casas y a sus
compañeros». En 1537 se conoció, pues, en México una catequesis versifica-
da en lengua indígena. Para esa fecha también los franciscanos Andrés de Ol-
mos y Bernardino de Sahagún habían incorporado a su predicación los
huehuetlatolli de los textos prehispánicos.
Recoge Remesal la controversia surgida entre los evangelizadores gua-
temaltecos sobre el vocablo con que había de designarse, en la lengua quiché,
el nombre de Dios. Los franciscanos imprimieron un catecismo en México,
en lengua de Guatemala", en el que designaban a Dios con el vocablo caste-
llano y no con la palabra indígena (Cabahuilo Chi), para evitar confusiones
de tipo politeísta; en cambio aplicaron el término de la divinidad indígena al
demonio. Los dominicos, por el contrario, defendieron utilizar el vocablo in-
dígena Chi o Cabahuil, explicando a los naturales la existencia de un sólo
Dios. Según Remesal la polémica fue muy cerrada y entre los mismos domi-
nicos hubo diferentes opiniones. Así fray Tomás Casillas, visitador dominico
del convento de Guatemala, el 7 de junio de 1551, dispuso que los religiosos
no usasen el nombre indígena para Dios, sino que lo designasen por el voca-
blo castellano. Esta polémica guatemalteca recuerda a otra contemporánea,
tenida en México, en la que intervinieron Maturino Gilberti, Don Vasco de
Quiroga, fray Alonso de la Vera Cruz y otros, sobre la traducción de la termi-
nología trinitaria al michoacano. En los dos casos se trataba de la incultura-
ción cristiana en otras lenguas y culturas54.
53. No tenemos constancia de ese catecismo. Tal vez se trate del que escribió fray Agustín
de ÁVILA, ofin., Libro de la Explicación de la doctrina christiana en lengua kiche, del que consta
que se conservaba un ms. en la biblioteca del convento franciscano de Guatemala. Cfr. Irma
CONTRERAS GARCÍA, Bibliografía sobre la castellanización de los grupos indígenas de la República
mexicana (siglos xv¡alxx), UNAM, México 1986,1, p. 264 y II, p. 838. La autora, afirma que
quedó manuscrito: I, p. 264.
54. Sobre esta polémica mexicana, cfr. capítulo I, epígrafe 2i, supra.
564 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
d) Nueva Galicia
59. Más detalles sobre la larga y sangrienta guerra con los chichimecas, en el capítulo V,
epígrafe le, supra.
60. Tello atribuye también al demonio las grandes revueltas indígenas del Mixton (1540)
y de los tepehuanos (1617).
566 T E O L O G Í A EN AMÉRICA LATINA
61. El primer convento de los franciscanos en la zona fue el de Tetlán que se inició en
1531 (cap. 33). Cuatro años después, en 1535, Michoacán y Jalisco formaron una custodia,
dependiente de la provincia del Santo Evangelio, de México, que pasó a ser una provincia, la
de San Pedro y San Pablo, en 1565. En 1607 se dividieron los dos territorios erigiéndose la
provincia de Santiago de Jalisco (cap.l).
62. En esta zona los franciscanos fundaron el convento de Axixic para que los religiosos
adoctrinasen y administrasen sacramentos, que es el convento que hasta hoy permanece.
x i i i . L A S CRÓNICAS AMERICANAS ESCRITAS POR RELIGIOSOS 567
había experimentado en la Nueva España. Todas las crónicas sureñas son del
siglo X V I I . Paradójicamente, la última de las religiones que intervinieron en la
labor evangelizadora, la Compañía de Jesús, fue la primera en escribir el relato
de sus hechos; al contrario, los dominicos, primeros arribados al Perú, serían
los últimos en narrar su memoria histórica. En el Perú los agustinos, mantu-
vieron una mayor continuidad en sus cronistas oficiales, se ocuparon con más
éxito de la publicación de sus crónicas y, recientemente, de estudiarlas.
En este apartado seguiremos el orden cronológico de la elaboración de
las crónicas. Comenzaremos por los jesuítas: la Crónica anónima de 1600 y la
del italiano Giovanni Anello Oliva; seguiremos por los agustinos Antonio de
la Calancha y Bernardo de Torres; a continuación la del franciscano Córdoba
y Salinas; y, por último, trataremos la del dominico Juan Meléndez. Nos ha pa-
recido de interés recoger, finalmente, el estudio de una crónica de factura in-
dígena, la Nueva Coránica y buen gobierno, atribuida a Felipe Guamán Poma,
cuya autoría ha sido puesta recientemente en duda.
a) Jesuítas
63. Cfr. Carlos SOMMERVOGEL, Bibliothèque de la Compagnie de Jésus, Bruxelles 1896 (ed.
anastática, Lovaina i960), vm, col. 132-134.
64. Historia General de la Compañía de Jesús en la Provincia del Perú. Crónica anónima de
1600 que trata del establecimiento y misiones de la Compañía de Jesús en los Países de habla espa-
ñola en la América Meridional, edición de Francisco Mateos, CSIC, Madrid 1944,1 y II, 485 y
532 pp. La citaremos como: Crónica anónima. Fue la primera crónica religiosa del Perú, y per-
maneció inédita hasta 1944.
65. Se escribió por la decisión del prepósito general Claudio Acquaviva, de solicitar datos
de todas las provincias de la Compañía para iniciar la redacción de una «Historia General de la
Compañía de Jesús», editada inicialmente por Sacchini y terminada por Juvencio. Sus autores
fueron los denominados historiadores oficiales. Cfr. Antonio ASTRAIN, Historia de la Compa-
ñía de Jesús en la Asistencia de España, Sucesores de Rivadeneira, Madrid 21914, II, pp. xxxvi y
ss. La Crónica anónima recoge el viaje del primer grupo de jesuítas que marchó al Perú, en
1567, hasta aproximadamente 1603. La narración es viva y ágil y expone la expansión de la
Orden por las diversas ciudades del virreinato. Se estructura en dos tomos. El primero presen-
ta la vida del colegio de Lima bajo el gobierno de los seis primeros provinciales: Jerónimo Ruiz
de Portillo (1567-1575), José de Acosta (1576-1581), Baltasar Pifias (1581-1585), Juan de
568 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
se ha logrado aún identificar al autor, que, por ello, se denomina «cronista anó-
nimo» 66 .
C o m o se ha dicho, la Compañía de Jesús fue la última de las órdenes
religiosas llegadas al territorio del virreinato peruano. Sin embargo, la labor
en el Perú constituiría para la Compañía su primera gran experiencia ameri-
cana, tras los contactos iniciales en el Brasil portugués y en la Florida. La mar-
cha al Perú se sitúa a menos de cuatro años de finalizar el Concilio de Trento,
que había impulsado con nuevo vigor la reforma de la Iglesia. El proyecto de
reforma eclesiástica tridentino pedía una mejor transmisión de la doctrina al
pueblo cristiano y una renovación moral de los fíeles apoyada sobre la gracia
sacramental; esa labor debería correr a cargo de los obispos diocesanos y del
clero secular que había de tener una óptima calidad doctrinal y espiritual. La
Compañía de Jesús, que desde los inicios del Concilio tridentino, en 1545,
había estado representada en la asamblea eclesiástica por sus mejores teólogos,
se aprestó a impulsar con su labor la aplicación de las orientaciones tridenti-
nas en toda la cristiandad.
Los jesuítas, arribados al Perú en 1572, habían recibido orientaciones
claras de la curia generalicia de la Compañía. En efecto, el prepósito general
Francisco de Borja había escrito ya el 13 de agosto de 1567 al P. Portillo: «Ya
Atienza (1585-1592), Juan Sebastián (1592-1599) y una breve pane del provincialato de Ro-
drigo de Cabredo (1599-1600). El segundo tomo relata la fundación y labor de los siete cole-
gios de Cuzco, Potosí, Arequipa, La Paz (Chuquiabo), Quito, Chuquisaca y Santiago de Chi-
le; las residencias de Panamá y Juli; y las misiones en Tucumán-Paraguay y santa Cruz de la
Sierra (actual Bolivia). En este segundo tomó la pane correspondiente al colegio del Cuzco es
la más extensa (catorce capítulos), y ofrece información no sólo de la vida de ese colegio, sino
también acerca de las misiones y labores apostólicas que se organizaron desde la antigua capi-
tal del imperio incaico. La narración de la misión de santa Cruz de la Sierra está formada por
dos relaciones y una carta, redactadas por los jesuítas que llevaron a cabo las incursiones. Según
el historiador Francisco Mateos, el tomo primero fue escrito probablemente todo o en gran
parte, por José Tiruel, rector del colegio de Lima, buen conocedor de la provincia y de la labor
de la Compañía en las misiones. En el segundo tomo cada narración muestra un estilo diferen-
te, y Mateos lo atribuye a que fueron redactadas por los rectores de los respectivos colegios o
residencias. Incluso avanza la hipótesis de que la revisión final corrió a cargo del R Rodrigo Ca-
bredo, provincial en el momento de ultimar el envío de la Crónica a Roma.
66. N o debe confundirse este «anónimo cronista» con el también anónimo autor de la Re-
lación de costumbres antiguas del Perú, escrita para refutar a Polo de Ondegardo. Este segundo
anónimo autor fue, según algunos, el jesuita mestizo peruano Blas Valera. Cfr. Enrique FER-
NÁNDEZ GARCÍA, Blas Valera es el«jesuita anónimo» autor de la Relación de las costumbres anti-
guas de los naturales del Perú, en Eusebio QUIRÓS PAZ SOLDÁN, La evangelización del Perú. Si-
glos XVI y xvil. Actas del primer Congreso Peruano de Historia Eclesiástica, 1990, Publicaciones del
Arzobispado de Arequipa, Arequipa 1992, pp. 267-276.
XIII. LAS CRÓNICAS AMERICANAS ESCRITAS POR RELIGIOSOS 569
67. Borja pidió las Actas del Concilio II límense, de 1567, y más adelante las dio también
como norma a los jesuítas que envió a México, en 1572.
68. El P. Luis López (Capítulos hechos por el Maestro Luis López, de la Compañía del Nom-
bre de Jesús, contra el Virrey Toledo, [1580], en José DE ACOSTA, De procurando Indorum salute,
CSIC, Madrid 1984,1, Apéndice v, pp. 653-654) había llevado al extremo la posición indige-
nista, repudiando el dominio español en Indias. Hacia 1580, la Inquisición juzgaba sus afirma-
ciones que rechazaban la presencia española en el Perú, al tiempo que era acusado por delitos
contra la honestidad pública. José de Acosta representó, en aquel contexto, una posición mo-
derada (véase su De procurando indorum salute [terminada en 1576], libro II, cap. 11). El visi-
tador Juan de la Plaza, llegado a Perú en 1575, simbolizó también la posición rigurosa, dudan-
do de si se podía absolver a los encomenderos y a los mercaderes que los atendían; y, quizá por
ello, se enemistó con Acosta. Cfr. las dudas de conciencia de Juan de la Plaza y la teología acos-
tiana el capítulo IV, epígrafe Ib y 1c, supra.
6 9 . José DE ACOSTA, De procurando indorum salute, III, cap. 14.
70. Ibidem, lll, cap. 16.
570 T E O L O G Í A EN AMÉRICA LATINA
tinuar con sus negocios y haciendas y, a la vez, seguir la vida cristiana: tal vez
ahí radique la buena acogida que la Compañía obtuvo en el mundo america-
no, simpatía que los jesuítas peruanos deben en buena medida a la prudencia
del P. Acosta.
Para las fechas en que el cronista anónimo escribe su Historia, la Com-
pañía estaba realizando una labor considerable en las principales ciudades del
virreinato peruano, de la cual es testigo este anónimo cronista. En su predica-
ción, los jesuítas trataban los temas morales sobre la vida económico-social
del mundo colonial, que habían estudiado con detenimiento. Desde el co-
mienzo los jesuítas llegados al Perú «leían casos de conciencia y respondían a
ellos que era entonces bien necesario [...]; desenmarañaban muchas almas y
conciencias las cuales estaban enredadas en cosas graves, así con la ocasión de
la conquista y guerras pasadas [...] y con mucho género de contratos que se
usaban». El P. Baltasar Piñas se dirigía a los «encomenderos de indios y mer-
caderes, que aunque no todos los son de nombre, pero apenas hay persona
que no tenga algún género de contrato y granjeria... Entre los primeros [resol-
vió temas] acerca de la posesión de sus tenencias; y entre los segundos [mer-
caderes], acerca de sus contratos que son en muy gruesa cantidad, y de modos
y medios muy diferentes de los usados en otros reinos...» (Crónica anónima,
I I , cap. 3).
71. Ibidem, IV, cap. 10: como es sabido, los doctrineros religiosos eran trasladados con
cierta frecuencia por la propia Orden.
572 TEOLOGÍA EN A M É R I C A LATINA
momento...» (i, cap. 8). Y destaca entre los bienes que se lograron con los co-
legios que «se hicieron muchos hombres idóneos para sacerdotes, por cuya
falta estaban antes los pueblos de indios con gran desamparo de doctrina y
con este medio iban saliendo tantos sacerdotes, que se les acudió con grandes
ventajas al remedio de sus almas» (i, cap. 12).
Los jesuítas llegados a Lima buscaron también a los indígenas ya cris-
tianos, para adoctrinarlos y acercarlos a los sacramentos. El cronista relata la
labor del P. Barzana, discípulo cordobés de San Juan de Ávila, que le llevó a la
Compañía72. El P. Barzana preparó a los indígenas para la confesión y para re-
cibir el sacramento de la Eucaristía. El cronista destaca que la comunión nun-
ca se había usado entre ellos. En esta labor con los indígenas intervinieron los
mestizos que ingresaron en la Compañía, como el P. Pedro de Añasco, hijo
natural de español y de madre india, gran apóstol de los indígenas, que acom-
pañó al P. Barzana al Tucumán (i, cap. 14).
También con los negros de la ciudad de Lima hicieron labor. En 1575
con el visitador Juan de la Plaza llegó a Lima el P. Baltasar Piñas que había
sido superior en Europa y que, más tarde, sería provincial en Perú. En la pla-
za principal de la capital, los domingos y fiestas reunía a los negros, que eran
muy numerosos en la ciudad, a los que predicaba con mucho fruto.
La segunda gran crónica jesuítica fue redactada por Giovanni Anello
Oliva (1572-1642) 73 , con el título de Historia del Reino y Provincias del Perú
de sus Incas reyes1''. El cronista contextualiza la biografía de los jesuítas en el
72. Ingresó en la Compañía siendo ya sacerdote. La Crónica anónima resalta sus virtudes
y las dotes de penetrar en las almas de los que se le acercaban. En concreto relata una conver-
sación que sostuvo con Francisco de la Cruz, el que sería procesado por la Inquisición, en la
que le rebatió sus opiniones y le advirtió que, si no se retractaba, iría a la hoguera (l, cap. 11).
Sobre Francisco de la Cruz, véase infra, capítulo XIV, epígrafe 10.
73. Nació en el Reino de Nápoles (1572), y pasó ya jesuíta al Perú en 1597. Vivió en di-
versas partes del Perú, en los colegios de la Compañía; fue rector en el colegio del Callao hacia
1636 (según uno de los censores de la obra de Anello Oliva, Francisco de Villalva, del Colegio
de San Pablo, de Lima, fue superior muchos años) y murió en Lima en 1642. Cfr. Carlos SOM-
MERVOGEL, Bibliothique de la Compagnie de Jésus, Bruxelles 1896 (ed. anastática, Lovaina
1960),v, col. 1883-1884.
74. Giovanni A N E L L O OLIVA, Historia del Reino y Provincias del Perú de sus Incas reyes. Des-
cubrimiento y conquista por los españoles de la Corona de Castilla con otras singularidades concer-
nientes a la Historia, Juan L. Pazos Várela y Luis Varela y Orbegoso (eds.) Imp. de San Pedro,
Lima 1895. Es el libro primero de la obra titulada Historia del Perú y Varones insignes en santi-
dad de la Compañía de Jesús-, se publicó sólo después de tres siglos, porque le fue negada la li-
cencia por el General de la Compañía, el 6 de mayo de 1634. El manuscrito limeño que sirvió
de base para esta edición de 1895, se ha perdido. Gálvez Peña acaba de publicar el manuscrito
que se conserva en el British Museum y que comprende el libro primero (faltan evidentemen-
xiii. LAS CRÓNICAS AMERICANAS ESCRITAS POR RELIGIOSOS 573
te los libros segundo, tercero y cuarto de la obra original), con las aprobaciones y licencias de
la Compañía, y una relación o menologio de defunciones, ordenada por meses, que es de otra
mano: Giovanni ANELLO OLIVA, Historia del Reino y Provincias del Perú y vida de los varones in-
signes de la Compañía de Jesús, edición, prólogo y notas de Carlos M. Gálvez Peña, Pontificia
Universidad Católica del Perú (Colección Clásicos Peruanos), Lima 1998. Especialmente va-
lioso es el estudio introductorio o prólogo de Gálvez (pp. IX-LXIL), con bibliografía.
75. Anello Oliva comenta que comenzó a escribirla por propia iniciativa en la residencia
y misiones de Santa Cruz de la Sierra. Pasando después al Perú, le pidieron los padres de la pro-
vincia que publicase los apuntes recogidos; rechazó la idea hasta que el visitador Gonzalo de
Lira le encomendó la tarea de completar el trabajo en el colegio de Chuquisaca, mandato re-
forzado por la Congregación Provincial, en 1630, y por el superior E Nicolás Mastrillo Durán.
La obra se estructura en cuatro libros: el primero trata de los antiguos reinos del Perú y la lle-
gada de la Compañía a Lima, el 1 de abril de 1568; el segundo presenta las vidas de los provin-
ciales que gobernaron la provincia desde 1568, hasta 1628; el libro tercero narra la vida de al-
gunos jesuitas insignes y en el cuarto la vida de hermanos coadjutores y novicios de vida
ejemplar. Escrita en buen castellano y con un estilo erudito en el que aparecen citados autores
clásicos —Plinio, Tito Livio, Cicerón, Suetonio— y patrísticos.
76. Apunta el cronista a una fase anterior a los Incas en que se tuvo un cierto culto mono-
teísta del dios Pachacamac (l, cap. 4).
77. Es muy distinta esta visión de la que mantenía la Nueva Coránica atribuida a Guarnan
Poma, según la cual fueron los Incas los introductores del politeísmo idolátrico en el Perú: cfr.
epígrafe 4e, infra.
574 T E O L O G Í A EN A M É R I C A LATINA
78. En este punto destaca el cronista la calidad intelectual de Juan Pérez de Menacho, de
quien se trata supra, en el capítulo IX, epígrafe Ib.
XIII. LAS CRÓNICAS AMERICANAS ESCRITAS POR RELIGIOSOS 575
b) Agustinos
79. Anello Oliva, describe también la extirpación de las idolatrías llevadas a cabo por los
padres de la Compañía en Huarochirí, labor que, en 1628, estaba en plena actividad. En esta
tarea se emplearon a fondo los dos hermanos mestizos «porque como personas que sabían me-
jor la vida y natural de los indios tenían traza y buena maña para sacarles la verdad» (l, cap. 9).
Emplearon los jesuítas métodos muy contundentes para erradicar la idolatría, como la cárcel
para hechiceros que tuvieron en El Cercado de Lima (l, cap. 9). Sobre la extirpación de Hua-
rochirí, véase sufra, capítulo VII, epígrafe 3.
80. Cfr. Quirino FERNANDEZ, Notas de historiografía agustiniana en el Perú, en «Estudio
Agustiniano» 7 (1972) 361-375; Pedro BORGES MORÁN, Notas ¡obre historia de los agustinos en
América, en Isacio Rodríguez, (ed.), Agustinos en América y Filipinas, l, Valladolid 1990, pp.
457-482.
81. Se conocen pocos datos de este peruano criollo. Ingresó en el convento límense de los
agustinos, bajo uno de los dos provincialatos de Luis López de Solís. Cuando Solís fue consa-
grado obispo (1594), le ordenó de sacerdote en Trujillo. Ramos Gavilán fue maestro de retóri-
ca y predicador de la provincia agustiniana del Perú: cfr. libro II, cap. 14, de la obra citada en
la nota siguiente y la Epístola del Ledo. D. Francisco Fernández de Cirdova, abogado de ¡a Real
Audiencia de los Reyes, corregidor de Guamanga, al P F Alonso Ramos Gavilán, Guamanga, 8 de
septiembre de 1620, en el Prólogo al lector, de la misma obra, pp. 18-20.
8 2 . Alonso RAMOS GAVILAN, Historia del célebre santuario de Nuestra Señora de Copacaba-
na, Imp. Gerónimo Contreras, Lima 1621, y reed. en Lima 1849 y 1867, y en La Paz (Boli-
via) 1 8 6 0 y 1 8 8 6 . Hemos utilizado la reciente edición de Ignacio Prado Pastor (Lima 1 9 8 8 ) ,
576 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
to que puede considerarse tanto una crónica como un libro de devoción ma-
riana, fue el primero de los escritos históricos agustinianos que salió a la luz
en el virreinato peruano, y alcanzó una notable difusión, como expresan sus
reediciones. El autor se sirvió, para elaborarlo, de informaciones locales y de
los apuntes del también agustino Baltasar de Salas, que un poco antes que él
se había propuesto indagar sobre las antiguas poblaciones de la zona83.
El autor posee la cultura humanista cristiana del primer barroco. Co-
noce bien a los autores clásicos, entre los que sobresale Aristóteles, y a los es-
critores eclesiásticos. De estos últimos cita a Orígenes, Basilio el Grande, Cle-
mente Alejandrino, Juan Crisòstomo, Juan Damasceno y Pedro Crisólogo,
entre los orientales; y de los occidentales, a Justino, Isidoro, Ildefonso de To-
ledo, Pedro Damián, Bernardo, Ambrosio, Jerónimo, Anselmo, el Aquinate y
Agustín de Hipona, que lógicamente se lleva la palma en el número de refe-
rencias; entre los modernos, a Luis de Granada y al historiador César Baro-
nio; asimismo conoce los textos de los concilios limenses.
Ramos Gavilán escribe en clave criolla. Sostiene las grandezas de Dios
con el mundo americano. Dios en su providencia ha dispuesto que la buena
nueva del Evangelio llegue a los americanos por intercesión de la Virgen, ma-
dre de Dios y madre de los hombres. En este sentido, el cronista expresa la
idea de que «Cristo y su madre tienen partido el mundo entre los dos como
en los dos Polos Artico, y Antàrtico»; Cristo se sostiene en el Oriente, María
en el Occidente. De este modo María comenzó en España, su especial protec-
ción, ilustrándola con apariciones y devociones marianas; y, de allí, los espa-
ñoles venidos al Nuevo Mundo, trajeron su favor hasta América. Dios, en su
providencia, para atraer a los americanos a la fe evangélica salió a su encuen-
tro a través de la intercesión de su Madre y madre de los hombres, y para ello
les brindó imágenes de la Virgen que atraían la devoción de indígenas y crio-
llos, como hizo en Guadalupe, Pucarani y Copacabana ( Historia, II, cap. i).
que reproduce la edición príncipe límense de 1621. La obra escrita en un estilo vivo y directo,
con claridad y precisión en las descripciones, se compone de tres libros. El primero es un estu-
dio de las poblaciones antiguas del Collao, en los alrededores del Lago Titicaca, y en él está el
relato de la leyenda del apóstol Tunapa. El segundo libro narra la historia del santuario, enco-
mendado a la custodia de los agustinos, y de los milagros atribuidos a la intercesión de Virgen
bajo la advocación mariana que allí se venera. En el libro tercero, escrito para fomentar la pie-
dad de los peregrinos al santuario, presenta un novenario dedicado a la Virgen que resume los
principales misterios de la doctrina mariológica.
83. La obra del agustino Salas sobre el origen de los collas y su parentesco con egipcios y
fenicios, parece que fue remitida a Lima en 1 6 2 5 : cfr. Rubén VARGAS UGARTE, Manual de es-
tudios peruanistas, Imp. Gil, Lima 4 1964, p. 260.
XIII. LAS CRÓNICAS AMERICANAS ESCRITAS P O R RELIGIOSOS 577
84. Sobre el Nican Mopohua y el «hecho guadalupano», véase capítulo l, sufra, epígrafe 2a.
85. En Copacabana, pueblo de unas ochocientos familias, situado en las riberas sureñas
del lago Titicaca, cercano al cerro de Sirocani (del lado de Bolivia, aunque en la actual frontera
con el Perú), donde, en tiempos precolombinos, el Inca castigaba a los rebeldes. Los indígenas
habían levantado un santuario dedicado a la Virgen de la Candelaria. Allí, los indígenas del po-
blado, para impetrar de la Virgen que les librase de unas heladas que en febrero asolaban sus
sementeras, fundaron una cofradía de la Candelaria. Dos hermanos caciques del lugar, D.
Alonso y D. Pablo Viracocha Inca, emprendieron un viaje para conseguir una imagen y la
aprobación episcopal de su cofradía. En Potosí trataron del tema con el cacique D. Francisco
Tito Yupanqui, que estaba labrando, desde 1582, una imagen de la Candelaria. Esta imagen,
tras un iter dificultoso, llegó a Copacabana, trasladada por los indios con la ayuda del corregi-
dor. El santuario, a partir de entonces, fue centro de la devoción de los indios y criollos, sim-
bolizando la unidad colonial cristiana.
578 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
86. Ramos Gavilán recoge en este pasaje acerca de la Asunción de la Virgen una antigua
tradición que se retrotrae al evangelio apócrifo del Pseudo José de Arimatea. En este texto apó-
XIII. LAS CRÓNICAS AMERICANAS ESCRITAS POR RELIGIOSOS 579
crifo se narra la llegada milagrosa de los apóstoles a la cámara de Jerusalén donde se encontra-
ba María, para presenciar la muerte de la Virgen. Presenciaron cómo, al fallecer, el alma de Ma-
ría subió hasta el cielo y ellos depositaron en el sepulcro su cuerpo. Faltaba sólo Tomás el Dí-
dimo, que acudió después del entierro. Pedro se dirige al apóstol diciéndole que a causa de su
incredulidad no había estado presente al tránsito de la Virgen. Esta vez fue Tomás quién afir-
mó que el cuerpo de María no estaba en el sepulcro; procedieron a apartar la piedra que cerra-
ba la tumba y comprobaron todos que efectivamente Tomás había dicho la verdad. Tomás ex-
plicó su afirmación: desde la India, donde se encontraba evangelizando, fue transportado al
monte Olívete y allí vio el cuerpo glorioso de la Virgen que subía al cielo. Le rogó a la Señora
su bendición y Ella escuchó su plegaria y le arrojó el cinturón en prenda de su asistencia. Cfr.
Narración delPseudo José de Arimatea, en Evangelios Apócrifos, introd. de Daniel Rops, Porrúa,
México ¡ 1992, vil (pp. 208-209) y xvu ss (pp. 211 ss).
87. Cfr. Louis PÉROUAS, Louis Marie Grignon de Monfort, en DSp 9 (1976) col. 1073-
1081.
88. Nacido en Chuquisaca (La Plata o Charcas), capital de la Audiencia de Charcas, ac-
tual Bolivia, de padres españoles, ingresó joven en la Orden de San Agustín; en Lima, cursó es-
tudios en el Colegio de San Ildefonso y obtuvo el doctorado en Teología en la Universidad de
San Marcos. Residió en los conventos de las ciudades de Trujillo, Cuzco, Potosí, Arequipa y
Lima. Se conoce una carta suya del 29-VIII-1628, dirigida al rey en defensa de la Inmaculada
Concepción; trabajó en la fundación de las recoletas agustinas. En 1633 fiie elegido definidor
de la Orden. Entre sus escritos figura una Relación o historia breve de ¡a Universidad de San
Marcos, de 1639, que le encargó el claustro de profesores y que fue remitida a Madrid en 1647,
y editada por Antonio Eguiguren, en Lima el año 1921; y un Informe sobre los castores que se ca-
zaban desde el Callao a Chile, publicado en Lima 1651. Calancha afirma que escribió también
un tratado sobre los astros, que se ha perdido.
89. Antonio DE LA CALANCHA, Coronica Moralizada del Orden de san Agustín en el Perú,
con sucesos ejemplares en esta Monarquía, Imprenta de Pedro Lacavalleria, Barcelona 1638, 922
pp. Citamos por la edición moderna de Ignacio PRADO PASTOR (ed.), Crónicas Agustinas del
Perú, Universidad Nacional de San Marcos, Lima 1974-1982,6 vols., que reproduce la edición
príncipe de 1638, con notas a pie de página y un volumen con índice analítico del texto. El pri-
mer tomo está corripuesto de cuatro libros: el primero trata del Perú incaico, y de los agustinos
desde su llegada en 1551 a 1557; el segundo sigue la vida de la provincia hasta 1567; el terce-
ro relata la historia del santuario de la Virgen de Guadalupe en Pacasmayo (Trujillo) y la labor
de la Orden hasta 1587; el cuarto libro historia la provincia hasta 1594 e incluye la fundación
del santuario mariano de Pucarani (en el Alto Perú, actual Bolivia).
580 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
ralizadora de la Provincia del Perú del Orden de san Agustín nuestro Padre, se
imprimió en Lima, mucho más tarde, en 165390.
El cronista agustino muestra una gran amplitud de intereses, también
por las ciencias humanas y de la naturaleza. Indaga en las culturas indígenas,
describe la ciudad de Lima; en muchos capítulos hace digresiones sobre los as-
tros, confrontando tablas de eclipses, lunarios, etc., aportando datos de inte-
rés sobre la ciencia astronómica de su época91. Las argumentaciones morali-
zantes, muchas veces eruditas, apoyadas por una interpretación literal del
Antiguo Testamento, hacen un tanto fatigosa la lectura de la crónica.
Afronta el relato desde la teología histórica, en clara línea agustiniana.
Los grandes temas de su crónica trazan una historia salutis que se realiza a tra-
vés de los siglos desde el origen del hombre. En estrecha conexión con el De
civitate Dei, el autor se propuso hacer una historia «moralizadora», es decir,
un relato que, a semejanza del Hiponense, sacase lecciones provechosas de los
errores paganos92.
En esta historia de la salvación, Dios, causa primera, se ha servido de
múltiples causas segundas, entre las que el cronista destaca particularmente a
los religiosos agustinos. Con una visión cosmológica de dimensión universal
en el tiempo y en el espacio, Calancha relata la historia de su Orden, que ve
proyectada en el tiempo hasta laparusia final. Lo prueba con las profecías del
beato Jordán de Sajonia y con las del abad Joaquín de Fiore, transmitidas por
San Antonino de Florencia (Coronica, I, lib. I, cap. I)9'. En tal contexto, Ca-
la obra de Calancha argumentos que apoyen su adscripción a las doctrinas milenaristas que al-
gunos atribuyen a Joaquín de Fiore.
94. Cfr. Franklin PEASE G.Y., Las Crónicas y los Andes, FCE-Pontificia Universidad Cató-
lica del Peni, Lima 1995, pp. 90-92.
95. Cfr. Hans Van DEN BERG, La visión de los agustinos altoperuanos de la época colonial, en
«Analecta Agustina» 57(1994) 111-142. Aquí 116-117.
96. Cfr. Javier Ruiz, San Agustín y la salvación de los gentiles. Voluntad salvlfica universal de
Dios, en «Augustinus» 38 (1993) 379-430.
97. Cfr. V. SALLESREESE, The Apostles Footprints in Ancient Perú, Christian Appropriation
of Anden Myths, en «Journal of Hispanic Philology» 16 (1992) 185-193.
582 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
de esta historia entre los pobladores andinos y por las huellas o signos mate-
riales de este paso, algunos de los cuales reproduce gráficamente9*.
Para Calancha, la conquista se verificó por libre determinación de la
divina providencia, que marca el ritmo de los tiempos y de los imperios. Es
más, interpreta desde el providencialismo la desaparición del Imperio de los
Incas: «Acabóse esta opulenta y poderosa Monarquía, haciendo Dios que pa-
sase a otro más digno señor, que es nuestro Rey... [El imperio de los incas] lle-
gó a su ciclo, su término y número armónico, porque llego la voluntad de
Dios, y quiso quitar a la idolatría el dominio de estas tierras y dárselo a la Igle-
sia católica» (i., lib. i); no obstante, denuncia la acción del Virrey Toledo que
acabó con Tupac Amaru y la actuación de los codiciosos mineros de Potosí
que acabaron con una buena porción de los naturales (i, lib. IV).
Describe también el cronista la difusión de la idolatría en el Perú cris-
tianizado, y subraya la acción extirpadora de ídolos llevada a cabo por los re-
ligiosos agustinos, que compara a la realizada por el pueblo de Israel para de-
fender el monoteísmo y a la realizada por los evangelizadores de la Europa
pagana tardoantigua (il, cap. 10)".
Calancha, que escribe en el primer tercio del siglo XVII, alude al deba-
te que sostenían los regulares americanos en defensa de sus privilegios, frente
a lo que consideran una injerencia de la jerarquía: el agustino se hace eco y ex-
pone los cambios experimentados en las visitas de los obispos diocesanos a las
doctrinas de religiosos: «al principio no les visitaban nada [...] después, les vi-
sitaban de oficio, de vida y costumbres [...] y ahora solo en oficio y no de vida
y costumbres» (i, lib. II, cap. 7).
En la Iglesia de su tiempo, los luteranos eran los herejes por excelencia;
el cronista los presenta como profanadores de la imagen de un crucifijo.
Como criollo se precia de la unidad católica conservada en el Nuevo Mundo,
a diferencia de la Europa dividida por la herejía. Al relatar el triunfo del Vi-
100. Bernardo DE TORRES, Crónica de ta provincia peruana del Orden de los ermitaños de S.
Agustín, nuestro padre. Imprenta de Julián Santos Saldafia, Lima 1657. Existen dos ediciones
modernas de la obra. La primera, hecha por Manuel Merino, intercala las dos crónicas agusti-
nas peruanas: la de Calancha y la de Torres: Antonio DE LA CALANCHA; Bernardo DE TORRES,
Crónicas Agustinas del Perú, I y II, editadas por Manuel Merino, Csic («Biblioteca Missionalia
Hispanica» 17), Madrid 1972. La segunda es la de Ignacio PRADO PASTOR (ed.), Crónicas Agus-
tinas del Perú, Universidad Nacional de San Marcos, Lima 1974, 3 vols., que reproduce la edi-
ción principe de 1657. Seguimos esta última edición. Lo hace a lo largo de cuatro libros que
siguen un orden cronológico en torno a los capítulos generales de la Orden; inserta en el relato
las vidas de agustinos ¡lustres, como la de fray Luis López de Solís, obispo de Quito, y primer
arzobispo de Charcas, y la descripción de las misiones agustinas y del colegio san Ildefonso de
Lima. Añade una segunda parte o compendio de los hechos narrados en el primer tomo de la
crónica de Calancha, desde 1551 hasta 1593. Escrita en un estilo realista, sobrio y directo, su
lectura resulta sencilla y las descripciones acercan con viveza a los hechos.
101. Nacido en Valladolid, pasó a América, en fecha desconocida; en 1621 profesó en el
convento agustino de Lima; cursó estudios en el colegio agustino limeño de san Ildefonso; ma-
estro de teología en el mismo colegio, regentó la cátedras de prima supernumeraria del Maes-
tro de las Sentencias de la Universidad de Lima, desde 1648. Definidor de la provincia y prior
del convento de La Plata (Chuquisaca). Publicó en 1653 el segundo tomo de la crónica de Ca-
lancha, y recibió el encargo de la provincia de continuarla, acabando su crónica en 1656, te-
niendo que hacer compatible su trabajo de historiador con la cátedra de teología. Sabemos que
falleció mientras meditaba en la posibilidad de aceptar la elección de provincial que había reci-
bido, tal vez en el turno de alternancia de 1661, que correspondía a los peninsulares.
584 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
c) Franciscanos
102. Nació en Lima de una familia acomodada, bien relacionada con los minoritas. Dos
de los hijos, Diego y su hermano Buenaventura de Salinas y Córdova, ingresaron en la Orden.
Diego, cronista oficial, publicó una biografía de san Francisco Solano (1630); una Relación so-
bre ¡afundación de la provincia de bs Doce Apóstoles (1638), escrita a petición de la Corona para
el cronista general de Indias; en 1630 escribió el manuscrito del Teatro de la Santa Iglesia me-
tropolitana de Lima, en que recogía la historia de la archidiócesis límense, que elaboró por en-
cargo del arzobispo Pedro de Villagómez. Cfr. Guillermo LOHMANN VlLLENA, Fray Diego de
Córdova Salinas (alcance de un articulo), en «Revista de Indias» 12 (1952) 343-345; Lino GÓ-
MEZ CAÑEDO, Un cronista peruano del siglo XVII: Fray Diego de Córdova Salinas, en «Revista de
Indias» 10 (1950) 4 7 7 - 5 0 5 .
103. Diego DE CÓRDOVA SALINAS, Crónica franciscana de las provincias del Perú, edición
de Lino Gómez Cañedo, Academy of American Franciscan History, Washington 1957,1195
pp. Esta edición cuenta con una excelente introducción de Lino Gómez Cañedo, que incluye
en el texto las adiciones de Diego de Córdova para una segunda edición de su crónica, que no
llegó a publicar, y que no modifican el contenido principal de la primera edición, ya que son
tres breves relaciones de las vidas de franciscanos y algunos pocos documentos. (Una descrip-
ción bibliográfica de la primera edición en José Toribio M E D I N A , La imprenta en Lima, reim-
presión, Amsterdam 1968, II, pp. 8-9).
XIII. LAS CRÓNICAS AMERICANAS ESCRITAS POR RELIGIOSOS 587
bor de los franciscanos desde que arribaron al Perú los primeros religiosos de
la Orden (aproximadamente 1533-34), hasta 1648, fecha en la que llegó al
Perú el virrey Conde de Salvatierra104.
Escrita, por encargo de los superiores, a mediados del X V I I ; es el mo-
mento de asentamiento del orden colonial y de la cultura barroca en el Perú.
Córdova es criollo y se precia de serlo. Su visión de la conquista del Perú es
providencialista: la caída del imperio de los Incas, como la de otros pueblos en
la historia de la civilización, estaba dentro de los planes de Dios, para introdu-
cir la ley evangélica. £1 cronista se propuso «escribir [las] historias de varones
ilustres y amigos de Dios [...] Para que, animados con su ejemplo [...], ordene-
mos las nuestras conforme a lo que en ellas se nos representa» {Prólogo). La fi-
nalidad última de su trabajo fue «la gloria de Dios, honra de sus santos y servi-
cio de la religión»(vi, cap. 7). Es decir, Córdova acometió una narración
histórica pero con una finalidad teológica, dar a conocer las maravillas que
Dios había obrado en las vidas de los varones santos que implantaron la Igle-
sia en el Perú y entre los indígenas de muy diversas culturas que lo poblaban.
Para el cronista límense el conocimiento de Dios no es tanto una tarea
intelectual, sino una tarea del espíritu que, a impulsos de la gracia de Dios y
por los dones del Espíritu Santo, lleva a la identificación con Cristo, en una
vida penitente y abnegada en servicio de las almas. Incluso hay una cierta des-
confianza hacia la dedicación a la tarea propiamente intelectual teológica. Así
señala de Bernardino Salas, fraile criollo del Cuzco, que:
104. La obra esti dividida en seis libros. El primero contiene una descripción geográfica
de América, narra las misiones hechas por los franciscanos en el virreinato del Perú durante el
siglo XVII y rebate la tesis del agustino Cal ancha, que afirmaba la primada de los agustinos en
la evangelización del Perú. El segundo libro relata la vida de algunos franciscanos que destaca-
ron por su trabajo en la Orden. La vida de san Francisco Solano (Montilla 1549-Lima 1610)
es la parte central del libro tercero queinduye una descripción de la ciudad de Lima (cita con
frecuencia el Memorial de ¡as historias del Nuevo Mundo Perú (1630) de su hermano: Buenaven-
tura SALINAS Y CÓRDOVA, Memorial de las Historias del Nuevo Mundo. Pirú, ed. a cargo de Luis
E. Valcírcel y Warren Cook, Universidad Mayor de San Marcos, Lima 1957, 358 pp.). En el
libro cuarto narra la vida de los franciscanos legos. El libro quinto recoge las fundaciones de los
monasterios clarisas en Huamanga, Trujillo, Cuzco, Lima, La Plata (Chuquisaca); y narra la
vida de algunas personas pertenecientes a la tercera Orden franciscana, entre ellas la de Maria-
na de Jesús, «la azucena de Quito» (fallecida en 1645) y canonizada en 1950. El séptimo y úl-
timo libro, es un resumen del estado en el que se encontraba la provincia franciscana del Perú
al momento de terminar la crónica; recoge las fundaciones franciscanas de Quito, Nueva Gra-
nada, Caracas, Chile y Brasil.
588 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
105. En efecto, los minoritas peruanos tuvieron a gala la formación doctrinal impartida
por la Orden en su colegio de San Buenaventura y Nuestra Señora de Guadalupe de Lima, eri-
gido en 1611; asi lo expresaba en 1688 su rector fray Antonio Chívez en carta al Comisario
General de Indias, afirmando que sus estudios «son los más lúcidos que tiene esta ciudad» (cfr.
Federico RJCHTER F. PRADA, El desaparecido Colegio de San Buenaventura de Nuestra Señora de
Guadalupe de Lima [1611-1826], Anales de la Provincia Franciscana de los Doce Apóstoles de
Lima [Perú], número 6, Lima 1989, p. 19). Como era de esperar en un estudio franciscano, las
Constituciones del Colegio, aprobadas el 22 de marzo de 1637, orientaban a profesar la doc-
trina de Duns Escoto «sin admitir de otros autores» (ibidem, p. 22).
106. Antonino TLBESAR, Comienzos de los franciscanos en el Perú, trad. Jorge Narváez Mu-
ñoz, Centro de Estudios Teológicos de la Amazonia («Serie v Centenario, Franciscanos evange-
lizadores del Perú», 1), Iquitos, 1991, pp. 52-53, especialmente notas 29-34. Los franciscanos
aceptaron como religiosos a algunos mestizos llegando algunos a ocupar cargos de gobierno, y
recibiendo el sacramento del orden. Según Tibesar uno de estos fue Jerónimo de Valera. (Cór-
dova sin embargo sostiene que Jerónimo Valera era criollo natural de Nieva, distrito de Chacha-
poyas: Cfr. Diego DE CÓRDOVA Y SALINAS, Crónica, ni, cap. 19, y vi, cap. 4). La prohibición de
recibir los mestizos franciscanos el sacramento del orden fue taxativa a partir de 1580.
XIII. LAS CRÓNICAS AMERICANAS ESCRITAS POR RELIGIOSOS 589
d) Dominicos
107. Nació en Lima en el convento de Nuestra Señora del Rosario; lector de Artes en
1657; y de Nona de Teología, en 1662. Regente de los estudios del Cuzco y del colegio Santo
Tomás de Lima (1669); prior del convento de Trujillo y visitador de los conventos y doctrinas
de ese obispado. Vicario provincial y visitador de los obispados de Cuzco, Arequipa, Huaman-
ga, Panamá, Darién y Lima. En 1678 viajó a España y a Roma, para tramitar la publicación de
su crónica y para procurar la causa de beatificación de fray Vicente Bernedo. En Madrid Anto-
nio Monroy, maestro general de la Orden dominicana, acreditó sus gestiones en Roma, y en
1680 salió para Italia, después de trabajar en Madrid documentos para la crónica dominicana
del Perú; en Roma, obtuvo el siete de marzo de 1681 la aprobación para la impresión de su
obra. El 6 de junio de 1681 fue nombrado regente ad tempus del colegio romano de Santo To-
más o de la Minerva, y el 21 de diciembre de 1682, rector del colegio de Santo Tomás, en
Lima; el 21 de mayo de 1684, el rey Carlos II autorizaba a fray Juan a volver al Perú, en donde
fue nombrado definidor el año 1689. Las últimas noticias que quedan del cronista son del año
1697 en que postuló el grado de predicador general, como consta en las actas del capítulo pro-
vincial. Además de la crónica escribió una Descripción de la fiesta de la beatificación de Rosa de
santa María en el Convento del Rosario, Lima, 1671 y la Vida, Virtudes y muerte del venerable pa-
dre y penitente siervo de Dios Fray Vicente Vernedo, Lima 1675: Cfr. Guillermo ÁLVAREZ PERCA,
P. Juan Meléndez Ramírez. Cronista dominico (1633-1710), en «Revista Peruana de Historia
Eclesiástica» (Cuzco) 4 (1995) 229-257.
108. Juan MELÉNDEZ, Tesoros verdaderos de las Indias en la Historia de la gran Provincia
de san Juan Bautista del Perú, 2 tomos, Impresa por Nicolás Ángel Unassio, Roma, entre 1681
590 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
y 1682, en tres tomos. Hemos utilizado los ejemplares de la Biblioteca Nacional (Madrid)
bajo la signatura R 3419, R 3420 y R 3421. No hay una reimpresión moderna. Para una des-
cripción más detallada de los volúmenes, cfr. Domingo ANGULO, La Orden de Santo Domin-
go en el Perú. Estudio Bibliográfico, Imprenta San Martín, Lima (el prólogo es de 1909), 300
pp. Aquí, pp. 167-170. El tomo primero Tesoros verdaderos de las Indias narra los sucesos im-
portantes de la provincia dominicana del Perú desde la llegada de los primeros (1531) hasta
1586. Incluye datos biográficos de los obispos de la Orden: Vicente de Valverde, Jerónimo
Loaysa y Reginaldo de Lizárraga. En el libro tercero da respuesta a los cronistas religiosos que
atribuían a sus respectivas Órdenes la primacía de la evangelización en el Perú. El segundo
tomo recoge los capítulos provinciales celebrados desde 1590 hasta 1621. Las biografías de
santa Rosa de Lima (libros ll y ni) y de fray Vicente Bernedo (libro iv) son las que ocupan la
mayoría de páginas de este tomo. El tercer tomo expone, de forma muy breve los sucesos de
la provincia desde 1625 hasta 1677, siempre a través de las elecciones de los provinciales; y en
los libros II y IV el cronista presenta las vidas de san Martín de Porres y de san Juan Macías,
que ocupan la mayor parte del relato. Incluye también tres Relaciones de misioneros domini-
cos: la de fray Adrián de Useldre; la de Antonio Rocha; y la del padre Francisco del Rosario.
Estos documentos, que Meléndez transcribe íntegramente, son muy interesantes por conte-
ner abundantes datos sobre la vivencia evangelizadora de los dominicos peruanos en el siglo
XVII.
109. Antonio Rodríguez escribió una Relación Historial de la Provincia de san Juan Bau-
tista del Perú de la orden de Predicadores (1630). Cfr. Jacobo QUETIF y Jacobo ECHARD, Scrip-
tores Ordinis Pmdicatorum, París 1719-1723, II, p. 522. Además se conocen tres Relaciones (fe-
chadas en 1621, 1623 y 1630 respectivamente) sobre el estado de la Provincia conservadas en
los fondos de la Biblioteca dominicana de Santa Sabina en Roma. Cfr. Vladimir J. KOUDEL-
KA, IIfondo libri nell'archivio generale del'ordine dominicano. I. Liber A-Z, en «Archivum Fra-
trum Praedicatorum» 38 (1968) 99-147, específicamente: pp. 128, 138 y 142. Otro domini-
co que trabajó en Lima para una historia de la Orden fue Pedro de Loaysa. Meléndez nos dice
sobre esta historia: que «anda en fragmentos que a estar entera no hubiera tomado yo el tra-
bajo de escribir [la crónica] no pudiéndola mejorarla...» (Juan MELÉNDEZ, Tesoros, I, lib. II,
cap. 5). Utilizó también Meléndez los relatos de Antonio GONZÁLEZ DE ACUÑA, Compendio
de la Historia de la Provincia de S. Juan Bautista del Perú, del Orden de Predicadores, Madrid
1660 (Biblioteca Nacional en Madrid signatura: R 14126), y el manuscrito de otro domini-
co fray Reginaldo DE LLZÁRRAGA, Descripción, y Población de los Reinos del Perú, que descubrió
en Madrid.
XIII. LAS CRÓNICAS AMERICANAS ESCRITAS POR RELIGIOSOS 591
110. Juan MELÉNDEZ, Tesoros, 1, I, cap. 5. Meléndez sostiene que Las Casas estuvo en
Perú; tesis que actualmente es rechazada por los especialistas: cfr. Pedro BORGES MORAN,
Quién era Bartolomé de Las Casas, Rialp, Madrid 1990, p. 17.
592 T E O L O G Í A EN A M É R I C A LATINA
IV, cap. 7). Por ello, desde los comienzos cultivaron este saber. El capítulo pro-
vincial celebrado en el Cuzco, el 1 de agosto de 1548, determinó erigir el Es-
tudio general de la provincia en el convento de Lima y designó a Domingo de
Santo Tomás como primer lector (i, lib. I, cap. 4). Se establecieron dos cáte-
dras de teología que impartieron la Summa tomasiana; tal Estudio fue el ini-
cio de la Universidad de Santo Tomás, que después, salió del convento y sería
la Universidad de San Marcos 1 ".
Del texto de Meléndez se percibe un avance progresivo de la Moral ca-
suística sobre la Dogmática, siguiendo las corrientes de la época. Feliciano de
Vega, catedrático de Prima de Cánones de la Universidad de Lima, fundó una
cátedra de Teología Moral, asignándola a los dominicos. El capítulo provin-
cial de 1606 determinó que en los conventos donde hubiese Estudios, una de
las cátedras fuese de Teología Moral y que ningún religioso que no se hubiese
graduado en ella pudiese dar por escrito respuesta a los casos que se consulta-
ban" 2 (I, lib. I, cap. 9).
Constata asimismo cierta decadencia de la Teología, que percibe en un
menor prestigio y reconocimiento social: «ya por aquellos tiempos —afirma
al escribir sobre Vicente de Valverde, alumno salmantino—, comenzaba a co-
rrer con poco crédito, respecto del poco crédito que esperan sus trabajos y es-
tudios los que cursan esta ciencia, siendo raros los que suben a lograr lo que
merecen» (i, lib. II, cap. 6). Denuncia asimismo que los predicadores de la
época en que escribe no citaban a los Padres y escritores eclesiásticos en sus
homilías: «confusión vergonzosa de estos tiempos miserables en que se suelen
ver predicadores, que en una hora de sermón, no se les oye una sentencia de
un santo, entendiendo a su arbitrio la Escritura, y torciéndola a su gusto, para
todo cuanto sueñan» (III, lib. I, cap. 17). Meléndez parece apuntar al concep-
tismo que primaba en los pulpitos, según los gustos tan exageradamente ba-
rrocos del momento" 3 .
111. Las gestiones iniciadas por Tomás de San Martín en la Corte, conducirán a que fue-
se erigida, por Real Cédula, la Universidad de Lima en 1551, que funcionó en el Studium Ge-
neróle hasta 1577.
112. Meléndez describe el examen que se hacia a los confesores: después de examinarles
de latín, se les hacen a todos muchas preguntas de casos morales, que tienen que responder ci-
tando los Autores de la opinión que sostiene el que se examina, sobre lo que hacen muchas ré-
plicas los examinadores que manera que cada pregunta de estas «es una formal disputa, con que
se llega a la resolución de cada caso» (i- lib. IV, cap. 13)
113. Véase, supra, el capítulo XII, epígrafe 4, sobre la homilética y retórica peruanas del si-
g l o XVII.
xiii. LAS CRÓNICAS AMERICANAS ESCRITAS POR RELIGIOSOS 593
«Mandé que alistasen todos los niños que hubiesen de doce años aba-
jo y que tuviesen conocimiento bastante para ser enseñados... les hice unas
cartillas a mano y comencé a enseñarles a leer y rezar [...] con este continuo
ejercicio dentro del breve tiempo supieron muchos leer y escribir y cantar, y
todos los días rezaban conmigo el rosario de la Madre de Dios. Periódicamen-
te se tenían conclusiones a estilo escolástico...» (ili, lib. I, cap. 1).
e) Cronistas indígenas
Fue redactada la Nueva coránica para promover una reforma del orden
colonial. El autor describe los desaciertos del gobierno civil y eclesiástico en el
virreinato, que producían la disminución de la población andina, y los de-
nuncia a toda la cristiandad. «Es un precursor de la protesta contra el sistema
colonial y un ardiente defensor del indio. Se le ha comparado con Las Casas
y no desmerece estar a su lado por la tesonera actitud en contra de los vicios
de la conquista castellana y por su amor a los oprimidos, no teniendo la gran-
deza de ánimo de fray Bartolomé ni su acervo cultural, pues se pierde en mez-
quindades de su ascendencia genealógica y en magnificar su propia acción.
Sin embargo, supera al dominico por haber recogido el testimonio de los es-
tragos producidos por la violencia institucionalizada en la misma raíz»"8.
La historiografía ha reconocido casi unánimemente el enfoque cristia-
no de la Nueva coránica-, su crítica del orden colonial no pretende la vuelta al
Perú incaico, antes bien la configuración de la colonia sobre la ley evangélica,
rescatando los elementos del pasado indígena válidos para el proyecto"9. Es
expresiva en este sentido la visión de la corte de Felipe III, al que presenta
como supremo monarca rodeado por cuatro reyes: un inca americano, un
africano negro de Guinea, el rey de los cristianos de Roma (el Papa), y el de
los moros del Gran Turco (Nueva coránica, p. 1045). El escrito deja al margen
de los abusos denunciados al monarca español y al romano pontífice.
El autor describe un orbe presidido por Dios uno y trino: al Dios tri-
nitario dedica su escrito, a ese Dios omnipresente: Padre, Hijo y Espíritu San-
to, «que en el cielo, en el mundo y en el infierno [sic] está» (Nueva coránica,
p. 1034); Dios omnisciente, que «sabe lo pasado y lo futuro» {Nueva coráni-
ca, p. 20). Afirma la igualdad de las personas divinas y la acción creadora ad
extra de las tres personas: «que las tres personas es un Dios verdadero, questán
en un peso, todos iguales. Que primero hizo el cielo para los buenos, y el
mundo para multiplicar y el infierno para castigar los malos» (p. 1050). El
cronista conoce bien la doctrina trinitaria y sabe que en la verdad del Dios
uno y trino «se encierra toda la fe de cristiano verdadero» (p. 1036); la Trini-
dad preside la vida del cristiano y recoge sus buenas obras: la limosna al indio
enfermo es recibida por «la Santísima Trinidad» (p. 1042).
Refleja con precisión que Dios creó «al primer hombre y mujer y trajo
su ánima del cielo y lo infundió y hizo emperador y rey del mundo» (p.
1050). Desde entonces el Dios uno y trino preside el tiempo de los hombres
y se ha acercado a ellos en la revelación judeo-cristiana. Subraya la unidad de
ambos testamentos: los judíos «aunque tuvieron otra ley y tuvieron letra y tra-
je, hábito y rostro, barbas, codicia [...] los judíos conocieron muy de veras a
Dios y tuvieron ley de Moisés y mandamiento» (p. 1036).
Dentro del tiempo veterotestamentario sitúa la Nueva coránica a los in-
dios americanos haciéndoles proceder de los hijos de Noé; de este modo, el
pueblo americano pertenecería, no a los descendientes de Adán que rechaza-
ron a Dios, sino a aquellos que recibieron una primitiva promesa de alianza'2".
En consonancia con esta tesis señala que los peruanos preincaicos121 poseían
unos restos de la primera revelación, que designa como una «poca sombra» de
la verdadera fe. Con ella llegaron a las tierras americanas y en ella perduraron,
y por ello pudieron evitar la idolatría. Es más, en la segunda edad, en que co-
mienzan a construir casas, los andinos adoraban al Dios Creador (p. 50), con
un cierto conocimiento de la trinidad de personas122.
La idolatría en el Perú fue introducida por los Incas, adoradores del sol.
El autor lo atribuye al pecado de incesto del Inca Manco Capac. Fue así una
mujer, mundana y encantadora, la primera que comenzó a servir y tratar a los
demonios (p. 114). A la vez, el cronista admite que la causa última de que
«dejaran lo bueno, y entraran a lo malo del mundo» fue la codicia de los In-
cas por el oro y la plata. En los milenios de historia preincaica los pénanos se
rigieron por la ley natural y, según el cronista, conocieron el decálogo y prac-
5. CRONISTAS NEOGRANADINOS
123. En línea diversa de Xavier Albó (cfr. cita 117, supra), López Baralt establece una re-
lación de la Nueva Coránica con los jesuítas, al detectar en esta obra muchos elementos de la
contrarreforma jesuítica plasmados en los grabados de la Nueva Coránica: Mercedes LÓPEZ BA-
RALT, La Contrarreforma y el arte de Guarnan Poma: notas sobre una política de comunicacián so-
cial, en «Histórica» 3 / 1 (Lima 1 9 7 9 ) 8 1 - 9 5 . Véase supra nota 1 1 7 .
124. Nacido en San Lorenzo de la Parrilla, de la provincia de Cuenca (España), falleció en
Santa Fe de Bogotá. Ingresó en el convento minorita de Cartagena (España) y en 1604 pasó
como misionero a Nueva Granada, en la expedición reclutada por fray Luis de Mejorada. Des-
de su llegada, en 1605, enseñó Artes y Teología en el convento de Santa Fe, a nueve religiosos
y a mis de treinta seglares, dando comienzo a los estudios superiores en el Nuevo Reino. En
1608 formó parte de una expedición a los indios pijaos y en 1613 realizó la visita de Venezue-
la, Puerto Rico y Santo Domingo. Pasa al Norte de Antioquia (Colombia) y en 1623 realizó la
visita a la provincia franciscana de Quito, siendo elegido después ministro de la provincia de
Santa Fe: Cfr. Luis Carlos MANTILLA, Pedro Simán, cronista indiano olvidado en España, en
«Carthagenensia» 8 ( 1 9 9 2 ) , 3 4 7 - 3 8 0 ; e ID., Fray Pedro Simán, historiador y lingüista, Ed. Kelly,
Bogotí 1 9 9 1 . Ademís de los trabajos de Luis Carlos Mantilla, vid. Demetrio RAMOS, El cro-
nista Fray Pedro Simán en el ambiente historiográfico de principios del siglo xvri: estudio introduc-
torio de su edición de las Noticias Historiales de Venezuela, Caracas 1963.
1 2 5 . Pedro SIMÓN, Noticias historiales de las conquistas de tierrafirme,3 tomos, tomo 1
Cuenca 1 6 1 7 . Fragmentos de la 2 . a parte, en Lord KLNGSBOROUGH, Antiquities ofMéxico, Lon-
XIII. LAS CRÓNICAS AMERICANAS ESCRITAS POR RELIGIOSOS 599
dres 1848. La edición definitiva fue la de Medardo Rivas, en Bogotá, 1882-1892; en 1953 se
reeditó en la «Biblioteca de Autores Colombianos», en Bogotá, y, finalmente, en 1981 se hizo
una nueva edición en 6 tomos, por el Banco Popular Colombiano.
126. Nacido en Riobamba (Ecuador), falleció en Bahía (Brasil). Ingresó en la Compañía
en 1 6 3 6 . ; y fue predicador, maestro de novicios y rector de Honda, Tunja y Bogotá. Escribió
numerosos opúsculos de carácter espiritual.
1 2 7 . Pedro DE M E R C A D O , Historia de la provincia del Nuevo Reino y Quito de ¡a Compañía
de Jesús, 4 vols. Bogotá 1957.
128. Nacido y fallecido en Santa Fe de Bogotá, ingresó en el convento dominico de la ciu-
dad y se formó en su Universidad de Santo Tomás. Misionero, teólogo, literato y predicador,
tenía la preparación adecuada para historiar la provincia.
1 2 9 . Alonso DE Z A M O R A , Historia del Nuevo Reino y de la provincia de San Antonio en ¡a
religión de Santo Domingo, imp. en Barcelona, en 1701.
130. La crónica de Simón se compone de tres panes, cada una de ellas con siete Noticias, di-
vididas en capítulos. La primera parte recoge la historia de Venezuela o Caracas; la segunda las
conquistas de Santa Mana y del Nuevo reino de Granada; y la tercera, de Cartagena de Indias, de
las Audiencias de Santa Fe y Popayán, las guerras con los indios pijaos, y las jornadas del Darién.
600 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
más bien una evocación lírica de la propia tierra. Fue durante todo un siglo la
única historia publicada de Chile131.
Antes, en 1612, el peninsular Luis de Valdivia (1561-1642)132, que for-
mó parte del primer grupo de jesuítas llegados a Chile, en 1593, escribió la
crónica de los sucesos de la primera evangelización chilena, titulada Relación
de lo sucedido en el Reino de Chilel33. Valdivia consultado por el Virrey Conde
de Salvatierra sobre el tema de los araucanos, presentó un proyecto de pacifi-
cación. Proponía ofrecer a los indígenas un territorio en el que se rigieran por
sus propias leyes y autoridades. La frontera debía situarse en el río Bío-Bío,
dejando el Norte como territorio de los españoles, y el Sur de los indígenas.
En esta última zona entrarían sólo misioneros; los españoles sólo podrían ha-
cer guerra defensiva, si los indígenas pasaban la frontera.
Comisionado por el Virrey Salvatierra a la Corte madrileña para infor-
mar del problema araucano, Valdivia recibió de Felipe III, en 1610, su apro-
bación, y fue enviado como visitador general para desarrollar su plan. La Re-
lación, fechada el 11 de diciembre de 1612, se escribió para narrar los sucesos
ocurridos a raíz de la puesta en marcha del plan pacificador134. El relato es,
pues, una exaltación de la paz con los belicosos araucanos, conseguida a costa
de grandes trabajos por el jesuita Valdivia. La paz es un gran bien apreciado,
no sólo por los españoles, sino también por los indómitos araucanos. Por ello,
los hijos de los araucanos salían a los caminos agrestes al paso de quien iba a
131. Cfr. Fidel ARANEDA BRAVO, Historia de ¡a Iglesia en Chile, Eds. Paulinas, Santiago de
Chile 1986, Parte 11, cap. 6.
132. Nacido en Granada, estudió en la Universidad de Salamanca y en 1581 ingresó en la
Compañía de Jesús. En 1589 fue enviado al Perú, y trabajó con los aymaras en Juli, y como
maestro de novicios en Lima. Fue como superior a Chile y aprendió la lengua de los araucanos.
Regresó a Lima, siendo profesor de teología del Colegio de San Pablo. Trabajó en favor de la
pacificación del Arauco; regresó finalmente a España falleciendo en Valladolid. Fue el primer
lingüista mapuche (lenguas habladas por los huardes de Mendoza y de San Juan). Escribió en
Lima un Arte y gramática general de la lengua que corre en todo el reino de Chile, con un vocabu-
lario y confesionario, ed. por Francisco del Canto, Lima 1606; y una Doctrina cristiana y cate-
cismo con un confesionario. Arte y vocabulario breve en lenguas allentiacy millcayac, Lima 1607.
Cfr. Manuel M. MARZAL, La Utopía posible. Indios y jesuítas en la América colonial (1549-
1767), Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima 1994, II, pp. 19-40; Fidel ARANEDA
BRAVO, Historia de la Iglesia en Chile, op.cit., Parte I, cap. 10 y 12.
133. Manuel M. Marzal ha publicado una selección de textos en el libro citado en la nota
anterior el autor remite a José M. a BLANCO, Historia documentada de los mártires de Elicura en la
Araucania (Chile), Sebastián de Amorrortu e hijos, Buenos Aires 1937, que inserta en un Apén-
dice la Relación de Valdivia pp. 577-613. Anteriormente la había publicado José Toribio MEDI-
NA, Biblioteca Hispano Chilena (1898), reprint. N. Israel, Amsterdam 1965, II, pp. 93-120.
134. Como es sabido, esta paz duró poco, ya que el mismo año de 1612 murieron tres je-
suítas en Elicura, a manos de los indígenas.
602 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
dor del jesuíta anuncia al Dios uno y trino, creador y redentor. A la luz de es-
tas dos verdades centrales, aparece la igualdad radical de los hombres. Este
discurso se realiza desde una perspectiva inculturadora de la fe. Así lo destaca
el relato expresando que, en su exposición y razonamiento, se acomodó tanto
Valdivia «al modo que ellos tienen de hablar en sus ayuntamientos, con tanta
propiedad, que más parecía uno de ellos que padre nacido en España».
7. C R O N I S T A S D E LA A M A Z O N Í A P O R T U G U E S A *
* Este epígrafe ha sido redactado por la Mtra. María Eugenia Codina S., miembro del Se-
minario Interdisciplinario de Estudios Religiosos (SIER), del Departamento de Ciencias So-
ciales, de la Pontificia Universidad Católica del Perú (Lima).
135. Esta separación se aplica especialmente a la legislación y gobierno, pero al hablar de
las misiones se dirá de manera general que son las misiones del Brasil ya que territorialmente
el Estado del Maranháo y Grao Parí pertenecía al Brasil.
1 3 6 . Mathias KIEMEN, The Indian Policy of Portugal in the Amazon Repon, 1614-1693,
The Catholic University of America Press, Washington 1954, pp. 17-18.
137. Nacido en Luxemburgo, su vida se extiende en tres períodos: 1) el período de forma-
ción desde su nacimiento hasta 1660, año en que se embarca al Maranháo; 2) el período mi-
sional, de 1661 hasta 1693; y 3) el del Colegio de San Alexandre del Pará donde murió en
1698. Betendorf conoció y trabajó con Vieira a quien respetaba profundamente. Fue rector del
Colegio de Sao Luiz (Maranháo) y superior de la misión varias veces y, a raíz de la segunda ex-
pulsión de los jesuítas, en 1684, viajó a Lisboa como Procurador General de las Misiones ante
la corona respecto del problema indígena regresando al Maranháo en 1688. Carl Borromäus
EBNER, Johann Philipp Bettendorf sj (1625-1698). Missionar und Entwicklungspionier in Nord-
brasilien, en «Neue Zeitschrift für Missionswissenschaft» 31 (1975) 81-99.
138. Joäo Felipe BETENDORF, Chronica da Missao dos Padres da Companhia de Jesus no Es-
tado do Maranhäo, en «Revista do Instituto Histórico e Geográfico Brasileiro», 72/1 (1910)
1-698. Esta edición lleva una introducción de autor desconocido, donde se da noticias de la
604 T E O L O G Í A EN AMÉRICA LATINA
vida del cronista en pp. VII-LIII. La copia del original se encuentra en la Torre do Tombo, en Lis-
boa. Son las escasas fuentes sobre la vida y obra de ese cronista. Existen trabajos parciales sobre
Betendorf, como por ejemplo el artículo de Cari Borromaus EBNER, escrito en 1975, ya citado,
y la obra de Seraíim Leite, quien considera que «después del E Antonio Vieira y el R Luis Fi-
gueira, el R Bettendorf es el personaje más importante de la misión del siglo XVII» (EBNER, p.l).
139. Esti compuesta de diez libros divididos en capítulos, y con un desarrollo cronológico.
El libro l abarca los años de 1607 a 1615 y contiene la historia y descripción del Estado del Ma-
ranháo. El libro II relata la historia de las misiones desde 1629 hasta 1655; incluye el viaje de Tei-
xeira por el Amazonas hasta Quito; la toma del Maranháo por los holandeses y su expulsión en
1644, así como la concesión a los jesuitas en 1655 por la corona portuguesa, para que acompa-
ñaran a los colonos en las entradas. (Las entradas eran la expediciones que se hacían cada cierto
tiempo hacia el interior del Estado para capturar indios con el fin de obtener mano de obra, es-
clava o libre, en las plantaciones. Estas entradas debían ser autorizadas por el gobierno del Esta-
do y debían llevar religiosos para controlar los abusos. En la realidad muchas de estas entradas se
hacían de manera privada y sin ninguna autorización). En los libros III y IV, además de relatar su
propio viaje desde el Colegio de Douai (Bélgica) hasta Portugal y a las misiones del Maranháo,
trata de la organización y creación de las aldeas. Se centran en el trabajo misional del Padre Viei-
ra y los problemas que la nueva legislación indigenista generó entre colonos y jesuitas, teniendo
como consecuencia la expulsión de los misioneros. Betendorf, que estuvo entre los misioneros
expulsados, tuvo que regresar al Maranháo por averías del barco que le llevaba; y continuó su tra-
bajo misional. Los libros v y vi, tratan de las misiones desde 1667 hasta 1684. En esta época Be-
tendorf, como superior y rector del Colegio del Maranháo, estableció las propiedades de la Or-
den. Proporciona datos sobre catecismos en otras lenguas, los sacramentos y las doctrinas, se
menciona la práctica del canibalismo entre los nativos. En 1680 llegó el primer obispo al Esta-
do, R Gregorio dos Anjos y, en ese mismo año, Antonio Vieira, desde Portugal, consiguió de la
corona una legislación antiesclavista que crearía un nuevo conflicto entre jesuitas y colonos. El
libro vil comprende los años 1684 a 1689. En 1684, los colonos expulsaron a los jesuitas. Beten-
dorf llegó a Lisboa y permaneció allí hasta 1688, como procurador general de las misiones. En
el cap. 10 incluye el memorial presentado al rey donde se explica el por qué de la expulsión, y se
proponen una serie de disposiciones para reglamentar el uso de la mano de obra de los indíge-
nas, el modo de impartir la doctrina, la oiganización económica de la misión, etc. Betendorf re-
gresa de Portugal en 1688 como Comisario de la Inquisición y, por eso, manda publicar en el Es-
tado, las proposiciones quietistas de Miguel de Molinos, consideradas como heréticas. El libro
VIII se refiere al año 1692. Da detalles sobre su visita a las misiones del Colegio de Grao Parí y a
la residencia y Colegio del Maranháo. En el cap. 4, alude al catecismo impreso que desgraciada-
mente no esta incluido. El libro IX trata de los años 1693 a 1695. La corona decidió repartir el
territorio entre las diferentes Órdenes, ya que los jesuitas no tenían suficientes misioneros y exis-
tían conflictos territoriales entre las órdenes. Por último el libro X abarca los dos últimos años de
su vida, de 1696 a 1698 y, según Seraíim Leite, quedó inconcluso por la muerte de Betendorf.
140. Para Marzal, la labor misional brasileña se divide en tres etapas: 1) fundacional
(1549-1652), etapa de la labor de Manuel da Nóbrega, José de Anchieta, Fernao Cardim, y
XIII. LAS CRÓNICAS AMERICANAS ESCRITAS POR RELIGIOSOS 605
Luis Figueira, entre otros; 2) la de los grandes conflictos (1653-1684), marcada por la (¡gura
del Padre Vieira, cuyo Reglamento de las aldeas del Marañón (1653) fue de gran importancia
para el desarrollo de las misiones; y 3), el período de Acomodación (1685-1759). Cfr. Manuel
MARZAL, La Utopía posible. Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 1992, i, pp. 41-
182. Cfr. la bibliografía p. 181: Manuel DA NÓBREGA, Dialogo sobre a conversao do gentío, en
Cartas do Brasil e mais escritos de Padre... (opera omnia), Por orden da Universidade, Coimbra,
1556 (1955); José DE ANCHIETA, Arte dagramatica da lingua mais usada no Brasil, Coimbra,
Antonio de Mariis 1595; Fernao CARDIM, Tratados da térra egente do Brasil, Ed. Itatiana, Belo
Horizonte, 1 5 8 3 ( 1 9 8 0 ) ; Luis FlGUEIRA, Relación de ¡a Misión del Marañón, en Luiz Figueira:
a su vida heroica casua vida literaria. Agencia Geral das Colonias, Lisboa (1608) (1940).
141. Margaret HODGEN, Early Anthropology in the Sixteenth and Seventeenth Centuries,
University of Pennsylvania Press, Philadelphia, 1964, p. 397. John ELUOT, Renaissance Europe
and America: A Blunted Impact?, en «First Images Of America», vol. I, University of California
Press, Ed. F. Chiappelli, Berkeley, 1976. p. 18.
142. En otro pasaje dice Betendorf que recomendó a uno de los que acompañó al P Fritz
de regreso a sus misiones entre los Cambebas, que no capturara indios cuando volviera, cosa
606 T E O L O G Í A EN A M É R I C A LATINA
145. Narra la aparición del demonio a una india amancebada, en forma de indio con ma-
nos y patas de cabra, figura que se repite en otro caso que narra en el mismo capítulo.
146. A los niños indios como son muy inocentes aun pasados los siete años, «y parecen no
tener uso de razón», se los puede bautizar sin previa preparación: (lll, cap. 18).
147- Un caso parecido es mencionado por Marzal en su Utopia //, para el noroeste de Mé-
xico en que los sacerdotes autóctonos decían que el bautismo era la causa de las epidemias: Ma-
nuel MARZAL, La Utopia Posible //, op. cit., p. 221-22.
608 T E O L O G Í A EN AMÉRICA LATINA
148. «Miren los Mandamientos de la Ley de Dios, todos se fundan en la razón, y quien
los sigue debe llamarse hombre racional, y por el contrario quien no los quiere seguir éste pue-
de llamarse bruto, y debe ser gobernado a golpes como se gobiernan los animales irracionales».
Luego pasó a explicarles los mandamientos, y según Betendorf todos se mostraron muy con-
formes con ellos incluso con el 6 y el 9 en que preguntó si estaba bien andar con una mujer que
no era la suya y uno respondió que si su mujer era adúltera la botaba al río; de allí Betendorf
les dice que eso basta para saber que no tienen que ser gobernados a golpes y les pide que en-
treguen a sus mancebas y se casen con la legítima, cosa que hicieron: (IV, cap. 3)
1 4 9 . Citado por Manuel MARZAL, La Utopia Posible ir, op. cit., pp. 5 9 5 - 9 6 . Betendorf da
un ejemplo de este principio diciendo con relación a las fiestas que los indios celebraban: «sin
XIII. LAS CRÓNICAS AMERICANAS ESCRITAS POR RELIGIOSOS 609
8. CONCLUSIONES
embargo para no cortar con todos sus principios se les permitió que se visitaran y bebieran con
moderación las fechas de sus fiestas» (iv, cap. 3).
610 T E O L O G Í A EN AMÉRICA LATINA
i. PRECISIONES TERMINOLÓGICAS
1 . JOAQUINISMO
2 . MILENARISMO
2. Sobre los contenidos teológicos de estas dos asambleas eclesiásticas, con relación a Joa-
quín de Fiore, puede verse: Josep Ignasi SARANYANA, Joaquín de Fiore y Tomás de Aquino. His-
toria doctrinal de una polémica, EUNSA, Pamplona 1979, con bibliografía.
3. Cfr. Josep Ignasi SARANYANA-Ana DE ZABALLA, Joaquín de Fiore y América, Eunate,
Pamplona 2 1995, pp. 19-21.
XIV. JOAQUINISMOS, UTOPÍAS, MILENARISMOS Y MES1AN1SMOS 615
4. «Vi un ángel que bajaba del cielo, con la llave del abismo y una gran cadena en la mano.
Apresó al dragón, la serpiente antigua, que es el Diablo y Satanás, y lo encadenó por mil años.
Lo arrojó al abismo, lo cerró y puso un sello en ¿1, para que no seduzca mis a las naciones has-
ta que pasen los mil años. Después debe ser soltado por poco tiempo. Vi también unos tronos;
a los que se sentaron en ellos se les dio potestad de juzgar; y vi las almas de los degollados por
dar testimonio de Jesús y de la palabra de Dios, y vi a los que no adoraron la bestia ni su ima-
gen, ni recibieron la marca en su frente ni en su mano. Revivieron y reinaron con Cristo mil
años. Los demás muertos no revivieron hasta que se cumplieron los mil años. Esta es la resu-
rrección primera. Bienaventurado y santo el que tiene parte en la resurrección primera. Sobre
éstos la muerte segunda no tiene poder, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reina-
rán con él mil años. Cuando se hayan cumplido los mil años, Satanás será soltado de su pri-
sión, y saldrá a seducir a las naciones que hay en los cuatro ángulos de la tierra, a Gog y Ma-
gog, y a reunidos para la guerra, siendo innumerables como la arena del mar» (Apoc. 20,1-8).
616 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
5. Cfr. Delno C. WEST, Un paradiso terrestre millenaristico: rinnovamento ed età dello Spi-
rito Santo, en Antonio CROCCO (ed.), L'età dello Spirito e lafinedei tempi in Gioacchino da Fio-
re e nel Gioachimismo medievale. Atti del II Congresso Internazionale di Studi Gioachimiti, Cen-
tro Internazionale di Studi Gioachimiti, San Giovanni in Fiore 1986, Apendice, p. 82.
6. Cfr. Josep Ignasi SARANYANA, Sobre Joaquín de Fiore y los milenarismos medievales, en
Paulino CASTAÑEDA-Manuel J. COCIÑA (eds.), Los milenarismos en ¡a Historia, Publicaciones
Obra Social y Cultural Caja Sur, Córdoba 1996, pp. 27-33.
7 . Cfr. Alain MLLHOU, Colón y su mentalidad mesidnica en el ambientefranciscanistaespa-
ñol. Universidad de Valladolid, Valladolid 1983, p. 312.
8. Norman C O H N , En pos del milenio. Revolucionarios, milenaristasy anarquistas místicos
de la Edad Media, Minai, Madrid 1989 (3.a reimpresión).
9. Ibidem, p. 11.
XIV. JOAQUINISMOS, UTOPÍAS, MILENARISMOS Y MESIANISMOS 617
3 . MESIANISMO
con un líder que encabeza a los descontentos —los más afectados—, con un
«mensaje» arraigado en el pasado, en particular en el «mito de los orígenes», y
para los que la época mesiánica se ve como un retorno a aquellos orígenes fe-
lices y paradisíacos.
Como se ve el mesianismo es uno de los términos más polisémicos,
que puede incluir todo tipo de elementos religiosos, políticos y sociales. Su
origen es evidentemente religioso, incubado en ámbitos con fuerte presencia
hebrea; pero su popularización corre pareja con la secularización de los temas
bíblicos.
4. UTOPÍA
12. Aunque el concepto comienza con Tomás Moro, las construcciones utópicas han sido
numerosas a lo largo de la historia. Dentro de esta corriente marcada por la Utopía de Moro, en
el xvi se sitúan obras c o m o la Nova Atlantis, de Francis Bacon; La Città del Sole, de Tommaso
Campanella; Historia cómica de los Estados e imperios del Sol, de Cyrano de Bergerac; y Los viajes
de Telemaco, de Fénelon. Vid. el estudio preliminar de Eugenio IMAZ, Utopias del Renacimiento
(T. Moro, T. Campanella y F. Bacon), FCE, México 1986. Vid. asimismo Franck E. MANUEL,
Utopías y pensamiento utópico. Espasa Universitaria, Madrid 1982.
XIV. JOAQUINISMOS, UTOPÍAS, MILENAR1SMOS Y MESIANISMOS 619
13. Cfr. Alvaro HUERCA, Savonarola. Reformador y profita, BAC, Madrid 1978, p. 67.
14. Cfr. John Leddy PHELAN, El reino milenario de losfranciscanosen el Nuevo Mundo, trad.
cast., UNAM, México 1 9 7 2 ; Georges BAUDOT, Utopia e Historia en México. Los primeros cronis-
tas de k civilización Mexicana (1520-1569), Trad. cast., Espasa Calpe, Madrid 1983.
620 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
5. APOCALIPTISMO
rismo joaquinita, de mesianismo milenario, etc., aunque también hay que de-
cirlo, estos «compuestos» muchas veces desdibujan el contenido estricto de
cada u n o de los términos.
II. LAS U T O P Í A S N O V O H I S P A N A S
16. Nos referimos al grupo de once franciscanos que acompañaron a fray Martín de Va-
lencia, en 1524. Componían la primera misión franciscana organizada, llegada a la Nueva Es-
paña poco después de la conquista. Procedían de la Custodia de San Gabriel de Extremadura,
custodia perteneciente a la Observancia, que habla sido reformada por fray Juan de Guadalu-
pe. Constituían, por tanto, un grupo de frailes de vida exigente y muy celosos. Era lógico que
los superiores eligieran un convento reformado castellano, dada la dificultad de la misión que
se les iba a encomendar.
17. Cfr. José Antonio MARAVALL, La utopia político-religiosa de los franciscanos en Nueva
España, en «Estudios Americanos» 1 (1948) 199-227. (este articulo fue recogido en un libro
posterior del mismo autor, y ampliado con las últimas publicaciones sobre el tema, titulado
Utopia y refbrmismo en la España de los Austrias, Historia/Siglo XXI, Madrid 1982); Marcel BA-
TAILLON, Nouveau Monde etfindu Monde, en «L'Éducation Nationale» 32 (1952); e ID, Evan-
gilisme et miUinarisme au Nouveau Monde, en WAA., Courants religieux et humanistes a la fin
du xv et au debut du xvi siècle, Colloque de Strasbourg (mayo 9-111957), CNRS, Paris 1959;
John, Leddy PHELAN, El reino milenario de losfranciscanosen el Nuevo Mundo, trad. cast.,
UNAM, México 1972; Georges BAUDOT, Utopia e Historia en México. Los primeros cronistas de
la civilización Mexicana (1520-1569), trad. cast., Espasa Cal pe, Madrid 1983.
18. En la bibliografía acerca del joaquinismo en América, se advierte que el concepto de jo-
aquinismo que en ella se maneja, es muy superficial y, por supuesto, en ningún caso se penetra
en los temas específicamente joaquinitas que son los puramente teológicos. Se subrayan algunos
aspeaos colaterales que han tenido gran éxito en la historiografía, como la división de la histo-
ria, simplificando a veces excesivamente la síntesis joaquinita. Puede leerse una cierta protesta,
por ese afín desmedido de la historiografía reciente, de considerar como joaquinita cualquier in-
terpretación histórica de carácter ternario, en Bernard McGlNN, Joachim ofFiore's Tèrtius Sta-
tus.Some TheologicalAppraisab, en WAA., LEtà dello Spiritu e lafinedei tempi in Gioacchino da
Fiore e nelgiochimismo medievale. Atti del I Congresso Internazionale di studi gioachimiti, a cargo
de Antonio Crocco, Centro di Studi Gioachimiti, S. Giovanni in Fiore 1988, p. 222.
622 T E O L O G Í A EN AMÉRICA LATINA
21. ¿Pero qué elementos o características descubren Phelan, Bataillon, Baudot y Maravall
en esos franciscanos, en fray Martín de Valencia, o en la reforma guadalupana, para calificarlos
de joaquinitas? Es difícil sintetizarlo, porque en ningún caso se especifican esas características.
Pero se pueden espigar algunos elementos que, según estos autores, constituirían el milenaris-
mo de la Custodia extremeña de San Gabriel y de los Doce franciscanos llegados a México en
1524: el espíritu de pobreza, unido a la petición de que sólo enviaran a América religiosos po-
bres; los deseos de vivir el franciscanismo como su propio fundador; el celo apostólico por la
conversión de los indígenas americanos, y algunos de sus métodos misionales, como el apren-
dizaje de las lenguas indígenas o la defensa de los indios, o algunas opiniones acerca de la en-
comienda, la acción de la Corona o la famosa polémica sobre el rito del bautismo; el recurso
continuo y vivo al Evangelio (evangelismo); la espera próxima del fin del mundo, que el des-
cubrimiento de América y de una desconocida porción de la humanidad avivó en Europa...,
considerándose ya en la «última» hora de la historia.
22. Lino GÓMEZ CAÑEDO, Evangclización y conquista. Experiencia franciscana en Hispano-
américa, Porrúa, México 1977; ID., Aspectos de la acción franciscana en América, en Paulino
CASTAÑEDA (ed.), Los franciscanos en el Nuevo Mundo. Actas del II Congreso Internacional, Dei-
mos, Madrid 1988, pp. 441-472; e ID., Milenarismo y utopia en La Evangclización de América,
en W.AA., Evangclización y Teología en América (siglo xvi). Servicio de Publicaciones Universi-
dad de Navarra, Pamplona 1990, pp. 1399-1410. Los dos artículos citados pueden consultar-
se ahora en una recopilación póstuma titulada: ID., Evangclización, cultura y promoción social
Ensayos y estudios críticos sobre la contribución franciscana a los orígenes cristianos de México (si-
glos xvi-xvill), ed. por José Luis Soto Pérez, Porrúa, México 1993.
23. Edwin E. SYLVEST, Motifr ofFranciscan Mission Theory in Sixteenth Century New Spain
Province of the Holy Gospel, Academy of American Franciscan History, Washington 1975.
24. Melquíades ANDRÉS MARTÍN, Pensamiento teológico y vivencia religiosa en la reforma es-
pañola (1400-1600), en Ricardo GARCÍA VLLLOSLADA (dir.), Historia de la Iglesia en España,
BAC, Madrid 1980,111-2.°, pp. 269-361; ID., Contenido y transcripción de ta Obediencia e Ins-
trucción, en W . A A . , Congreso de franciscanos extremeños en el Nuevo Mundo. Actas y estudios.
Monasterio de Sta. María de Guadalupe 1986, pp. 365-393; ID., En torno a las últimas inter-
pretaciones de ta primera acción evangelizadora franciscana en México, en W . A A , Evangclización
y Teología en América (siglo XVl), Servicio de Publicaciones Universidad de Navarra, Pamplona
1990, pp. 1345-1370; ID., Nuevo planteamiento de la Utopia franciscana en México, en Sebas-
tián GARCÍA (ed.), Extremadura en la evangclización del Nuevo Mundo. Actas y Estudios, Turner
libros, Madrid 1990, pp. 269-270. Véase también Josep Ignasi SARANYANA-Ana DE ZABALLA,
Joaquín de Fiore y América, cit. en nota 3; Josep Ignasi SARANYANA, Sobre Joaquín de Fiorey los
milenarismos medievales, cit. en nota 6.
624 T E O L O G Í A EN AMÉRICA LATINA
les; y que las doctrinas, que otros autores describen como milenarismo o uto-
pía político-religiosa, son sólo un exponente del providencialismo español del
XVI, que tenía precisas connotaciones. No advierten ni en la Custodia de San
Gabriel, ni en la vida de fray Martín de Valencia, ni en la Obediencia e Ins-
trucción que éste recibió de su maestro general, ningún elemento de genuino
joaquinismo, tal como este movimiento se desarrolló, primero entre los frati-
celos y después en otros ámbitos, a lo largo del Bajo Medievo. Las ansias de re-
dimir almas; el interés por volver a los modelos de la primitiva Iglesia; una cier-
ta idealización de San Francisco, hasta el punto de considerarlo un verdadero
«alter Christus», según la expresión de San Pablo; la insistencia en que la Igle-
sia se halla en los «últimos tiempos»; etc. no denotan nada extraño, a nuestro
entender25.
7 . UTOPÍAS SOCIALES
a) Consideraciones generales
Entre las corrientes utópicas que circularon por la Nueva España son
especialmente interesantes aquellas que se procuraron llevar a la práctica. Tu-
vieron relación con los usos misionales y fueron realizadas por religiosos o
eclesiásticos.
Los beneficiarios de tales proyectos utópicos fueron siempre los indí-
genas por considerar que reunían las características ideales para formar una
sociedad perfecta. Los religiosos —agentes de esos proyectos— eran conscien-
tes de las lagunas y deficiencias de los aborígenes, pero idealizaron al indio
hasta extremos sorprendentes: por una parte, consideraron al indígena como
«buen salvaje», con más virtudes que los españoles o, al menos, mejor dis-
puesto y más abierto a la vida cristiana. Esta valoración positiva unida al ais-
25. Hay todavía un último grupo de americanistas que adoptan una posición intermedia,
admitiendo un cierto milenarismo joaquinita en los franciscanos que pasaron a América, pero
pareciéndoles excesivas las interpretaciones de Baudot o Phelan. En este grupo milita funda-
mentalmente Alain Milhou y hasta hace poco Elsa Cecilia Frost, pues últimamente ha evolu-
cionado en sus posiciones hacia la negación del joaquinismo. Milhou ha sugerido, en concre-
to, que un joaquinismo desvaído habría pasado a los primeros Doce, y con ellos a Nueva
España, a través de los escritos del minorità catalán Francese Eiximenis. Cfr. Alain M I L H O U , El
concepto de *destrucción» en el evangelismo milenario franciscano, en Paulino CASTAÑEDA (dir.),
Actas del II Congreso Internacional sobre ¡os franciscanos en el Nuevo Mundo, Deimos, Madrid
1988, pp. 297-315, especialmente las pp. 306-314.
XIV. JOAQUINISMOS, UTOPÍAS, MILENARISMOS Y MESIANISMOS 625
26. Habría que tratar aquí las reducciones jesuíticas, pero por alcanzar su máximo esplen-
dor en el siglo xviu, dejamos su exposición para el segundo volumen de esta obra.
27. Como es sabido, la comunidad de Utopia se caracterizaba por la comunidad de bie-
nes, la ausencia de codicia, la rotación entre el trabajo artesanal, agrícola y el intelectual, la pre-
ocupación por la formación cultural de la comunidad, la obediencia a las ordenanzas y la posi-
bilidad de expulsar de la comunidad a los revoltosos. Estas normas llegaban a todas las
actividades de la vida civil, desde la organización social en «grandes familias», la forma de ves-
tir, o el tipo de gobierno. Moro no pensó nunca en ponerlo en práctica y verdaderamente para
que esa sociedad íiiera posible hubiera hecho falta cambiar al hombre y vaciarlo de defectos...
cosa evidentemente imposible. A pesar de todo, algunos evangelizadores utilizaron sus pautas
para sus proyectos americanos, y los actuales teóricos del tema siguen volviendo su mirada a la
Utopia moreana. Cfr. TOMAS MORO, Utopia, edición de Andrés Vázquez de Prada, Rialp, Ma-
drid 1989.
626 T E O L O G Í A EN AMÉRICA LATINA
28. De Las Casas como teólogo profético (con expresión de su vida y sus obras) se ha tra-
tado ya ampliamente en el capítulo primero, epígrafe 2f, y en el capítulo segundo, epígrafe 3b.
29. Están resumidos en Pedro BORGES, Misión y civilización en América, Alhambra, Ma-
drid 1987, pp. 88-97. También se pueden encontrar en Bartolomé DE LAS CASAS, Obras escogi-
das de Fray Bartolomé de las Casas. Opúsculos, Cartas y Memoriales, ilustración preliminar y edi-
ción de Juan Pérez de Tudela y Bueso, BAE 110, Madrid 1958.
XIV. JOAQUINISMOS, UTOPÍAS, MILENARISMOS Y MESIANISMOS 627
c) Vasco de Quiroga
30. Vasco de Quiroga nació en Madrigal de las Altas Torres (Ávila) hacia 1470. Aunque
con pocos datos seguros, se cree que estudió jurisprudencia en Valladolid, donde se licenció en
cánones, pero no en teología. A fines de 1529 fue llamado por el rey para proponerle el cargo
de oidor en la segunda Audiencia de México y el 9 de enero de 1531 llegó a México. Su primer
proyecto en favor de los indios fue en ese mismo año; la fundación de Santa Fe se data en 1533.
Fue elegido obispo de Michoacán en 1536 y consagrado en 1538, cargo desde el que realizó
una ingente labor a favor de los indios tanto educativa como asistencial y de defensa de su dig-
nidad. Murió en 1565. Cfr. Paulino CASTAÑEDA, Don Vasco de Quiroga y su «Información en
Derecho», Ediciones José Porrúa Turanzas, Madrid 1974, pp. 3-32. Vid. asimismo, Pedro BOR-
GES, Vasco de Quiroga en el ambiente misionero de i'a Nueva España, en «Missionalia Hispanica»
60 (1966) cit.; Silvio ZAVALA, La utopía de Tomás Moro en Id Nueva España y otros ensayos. Bi-
blioteca Histórica Mexicana de Obras inéditas, Porrúa, México 1937; ID., Ideario de Vasco de
Quiroga, México 1941; ID., Recuerdo de Vasco de Quiroga, Porrúa («Sepan cuantos...» n.° 546),
México '1987; J. FERNANDEZ-Edmundo O'GORMAN, Santo Tomás Moro y *La Utopía de Tomás
628 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
Moro en ¡a Nueva España», México 1937; B. JARNES, D. Vasco de Quiroga, obispo de Utopia, Mé-
xico 1942; F.B. WARREN, Vasco de Quiroga y sus hospitales-pueblos de Santa Fe, Morelia 1977;
Rafael AGUAYO SPENCER, D. Vasco de Quiroga. Documentos, México 1939; M.M. L\CAS, A so-
cial Welfare Organizer in Sixteenth Century New Spain: Don Vasco de Quiroga,firstbishop ofMi-
choacan, en «The Americas» 14 (1957-1958) 57-86; Francisco MIRANDA, Vasco de Quiroga. Ar-
tífice humanista de Michoacan, en Carlos HERREJÓN (ed.), Humanismo y ciencia en la formación
de México, CONACYT-COLMICH, 1984; W.AA., Vasco de Quiroga educador de adultos, CREFAL-
COLMICH, Patzcuaro 1984; Felipe TENA RAMÍREZ, Vasco de Quiroga y sus pueblos de Santa Fe en
los siglos xvmy XIX, Porrúa, México 1977.
31. Pedro BORGES, Misión y civilización en América, cit. en nota 29, p. 101.
32. Cfr. Paulino CASTAÑEDA, Don Vasco de Quiroga y su «Información en Derecho», cit. en
nota 30, pp. 108-111.
33. «Hizóse también a los principios una diligencia en algunos pueblos desta Nueva Espa-
ña donde residen los religiosos, como fue en Chulola y en Huexotzinco, etcétera, que los que se
XIV. JOAQU1N1SMOS, UTOPÍAS, MILENAR1SMOS Y MES1ANISMOS 629
casaban los poblaban por sí junto a los monasterios, y allí moraban, y allí venían todos a misa
cada día al monasterio, y los predicaban el cristianismo y el modo de la cohabitación matrimo-
nial. Y eran muy buen medio éste para sacarlos de la infectión de la idolatría y otras malas cos-
tumbres que se les podía apegar de la conversación de sus padres» (Bernardino DE SAHAGÜN,
Historia general de las cosas de Nueva España, introducción, paleografía, glosario y notas de Al-
fredo López Austin y Josefina García Quintana, Alianza Editorial, Madrid 1988, H, libro 10,
relación del autor, cap. 27, p. 630). Los subrayados son nuestros.
34. Cfr. Silvio ¿AVALA, Recuerdo de Vasco de Quiroga, cit. en nota 30, donde se recogen sus
mejores artículos sobre Vasco de Quiroga.
35. Cfr. Silvio ZAVALA, la Utopía de Tomás Moro en L¡ Nueva España, en Silvio ZAVALA, Re-
citerdo de Vasco de Quiroga, cit. en nota 30, pp. 13-16.
630 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
36. Para la vida de Jerónimo de Mendieta Cfr. Jerónimo DE MENDIETA, Historia Eclesiás-
tica Indiana, estudio preliminar y edición de Francisco Solano y Pérez-Lila, BAE 260-261, Ma-
drid 1973 (desde ahora lo citaré como HEIM). En las pp. XCVIII-CIV se puede encontrar una
relación bibliográfica completa sobre Mendieta hasta el año 1973. Mendieta nació en Vitoria
en 1525. Fue el mis pequeño de una numerosísima familia de cuarenta hermanos nacidos de
tres sucesivos matrimonios de un mismo padre. A los veinte años tomó el híbito franciscano
en el convento de San Francisco de Bilbao; siguió sus estudios humanísticos y eclesiásticos en
Cantabria, fue ordenado sacerdote y en 1554 pasó a Nueva España. Estudió artes y Teología
así como la lengua mexicana, que aprendió con una rapidez sorprendente. Comenzó su misión
en Haxcala, después Toluca; fue nombrado secretario provincial de los franciscanos en 1564,
hasta el año de 1570 que regresa a España. En 1573, por mandato del padre general, volvió a
embarcarse para Nueva España con el encargo de redactar allí su historia; encargo que tarda
veinticinco años en cumplir por la multiplicidad de sus ocupaciones. Enfermó de una grave
peste que asoló la zona y murió en el convento de San Francisco de México en 1604, a los 79
años de edad. Respecto a su personalidad, sus biógrafos lo definen como hombre enjuto, viva-
racho, fogoso e idealista. Hombre de gran fortaleza de ánimo, de temperamento fuerte; estric-
to y exigente en cuanto a la observancia de su regla e intolerante con todo lo relativo al abuso
de la población indígena.
3 7 . John, Leddy PHELAN, El reino milenario de los franciscanos en el Nuevo Mundo, trad.
cast., UNAM, México 1972.
38. Marcel BATAILLON, Nouveau Monde etfin du Monde, en «L'Education Nationale» 32
(1952); e ID, Evangélisme et milUnarisme au Nouveau Monde, en W.AA, Courants religieux et
humanistes a la fin du XV et au debut du XVI siicle. Colloque de Strasbourg (mayo 9-11 1957),
CNRS, Paris 1959.
3 9 . Georges BAUDOT, Utopia e Historia en México. Los primeros cronistas de la civilización
Mexicana (1520-1569), trad. cast., Espasa Calpe, Madrid 1983.
XIV. JOAQUINISMOS, UTOPÍAS, M1LENARISMOS Y MES1ANISMOS 631
40. Para la redacción de su Historia Mendieta se sirvió de varias fuentes históricas. Así,
para el libro primero, de las obras de Pedro Mártir de Anglería, Gonzalo Fernández de Oviedo
y Bartolomé de Las Casas, de quien cita íntegros dos de sus capítulos de la Apologética historia
de las Indias (vid. Francisco DE SOLANO, Estudio Preliminar..., pp. LVLL-LVLLL). Para lo referente
al libro II (costumbres prehispánicas), se apoyó en las obras manuscritas del padre fray Andrés
de Olmos, fray Toribio de Benavente (Motolinía), y más escasamente de la obra del gran etnó-
grafo Bernardino de Sahagún. Por lo que se refiere a los libros III y IV utilizó las Cartas de Rela-
ción de Cortés, sobre todo la tercera, y el Libro de los Coloquios de Sahagún. También interesan-
tes son los Memoriales de Mendieta: cfr. Carlos Sempat ASSADOURIAN, Memoriales de fray
Jerónimo de Mendieta, en «Historia Mexicana» 1 4 7 ( 1 9 8 8 ) 3 5 7 - 4 2 2 .
41. Alain MlLHOU, Destrucción de España y destrucción de las Indias, en «Communio» 18
(Sevilla 1985) 31-58, p. 51.
42. Alain MlLHOU, El concepto de «destrucción» en el evangelismo milenario franciscano, en
Paulino CASTAÑEDA (dir.). Actas del 11 Conpeso Internacional sobre «Los Franciscanos en el Nue-
vo Mundo», cit. en nota 25, p- 300. Milhou se había referido ya a esta cuestión en: ID., Colón y
su mentalidad mesiánita en el ambiente franciscanista español. Seminario Americanista de la Uni-
versidad de Valladolid («Cuadernos colombinos», 1 1 ) , Valladolid 1 9 8 3 , pp. 1 2 3 , 1 3 8 - 1 3 9 ,
1 8 5 , 3 8 4 - 3 8 5 . Milhou acepta además, o se adscribe a la tesis de Phelan, asegurando, por ejem-
plo que Mendieta «recogió a fines del siglo XVI todos los elementos del soñado reino milenario
de losfranciscanosen el Nuevo Mundo«-. Cfr. Alain MlLHOU, Cristóbal Colón, iniciador de la vi-
sión escatológica del Nuevo Mundo en ¡a literatura colonial, en Pier Luigi CROVETTO (Ed.), Atti
del Convegno Internazionale «La scoperta deWAmerica e la cultura italiana», Genova, 6-8 Aprile
1992, Bulzoni Editore, Roma 1 9 9 2 , pp. 6 9 - 7 8 , p. 7 7 - 7 8 .
4 3 . Josep Ignasi SARANYANA-Ana DE ZABALLA, Joaquín de Fiorey América, cit. en nota 3 ,
pp. 66-70.
632 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
nis, libro que, por lo que hemos podido comprobar no puede adscribirse al jo-
aquinismo sin forzar notablemente el sentido literal y la intención del autor.
Es innegable quefrayJerónimo hizo una presentación mesiánica y provi-
dencialista de la conquista y de la evangelización de la Nueva España. Conside-
ró que tanto la elección de Cortés como la defrayMartín de Valencia constitu-
yeron un acto especialísimo de la providencia divina. Así, según fray Jerónimo,
el envío defranciscanosa México se retrasó varios años, «porque esta espiritual
conquista tenía Nuestro Señor guardada para [...]frayMartín de Valencia»44.
En el prólogo al tercer libro de Historia Eclesiástica indiana se puede
leer: «no sin misterio, fue elegido Don Fernando Cortés para el descubri-
miento y conquista de esta tierra»45. También en el relato de su llegada a la
Nueva España, Mendieta adopta la máxima solemnidad: «En el año del naci-
miento de Nuestro Señor Jesucristo, de mil y quinientos y diez y nueve, go-
bernando su iglesia en el sumo pontificado de Roma [...] y siendo monarca
de los príncipes cristianos el muy católico Emperador Carlos [...] el famosísi-
mo y venturosísimo capitán D. Fernando Cortés desembarcó con cuatrocien-
tos españoles en el puerto de esta tierra firme»4*.
Cortés no podía imaginar el entusiasmo que sentiría por él el historia-
dor franciscano, y que su nacimiento había estado rodeado de ciertas coinci-
dencias felices. Mendieta nos informa, en efecto, que su nacimiento, en 1485,
coincidió con una fiesta azteca en la que se sacrificaron 80.400 personas, cuyo
clamor (como los israelitas oprimidos por el faraón) exigía un salvador; y que
la conquista de Nueva España comenzó el mismo año en que nació Lutero.
Esta conquista, además de posibilitar la evangelización, compensó a la Iglesia
de las pérdidas sufridas a causa del protestantismo47.
A tenor de ese comienzo seguirá todo el relato como un verdadero alega-
to del «mesianismo» cortesiano48. En su afición por las comparaciones bíblicas,
Mendieta comparará a Cortés con Moisés. Dice literalmente que el Señor le en-
vió a la Nueva España «como a otro Moisés a Egipto»49; y, como Moisés, que
necesitó de uno que hablara por él, así Cortés necesitó de Marina y de Jeróni-
mo de Aguilar. Aunque Phelan vio en esa comparación mosaica signos de mile-
narismo, parece que responde a los movimientos mesiánicos de tipo profético
y, más débilmente, al mesianismo político. Mendieta consideraba, en efecto,
que los reyes castellanos habían sido elegidos por Dios para la conversión de las
Indias, y que les compensó, políticamente, con la conquista de aquellos inmen-
sos territorios; es decir, para Mendieta sus victorias políticas formaban parte del
«plan de salvación» para los indígenas americanos50. En este sentido Mendieta,
como otros religiosos coinciden en sus apreciaciones con el jesuita Antonio de
Vieira que, un siglo más tarde, interpretará en el mismo sentido los aconteci-
mientos políticos, pero en éste caso a favor de Portugal y contra España.
Fray Jerónimo, como antes Motolinia, resalta la pobreza de los indios,
por la que les considera especialmente preparados para el cristianismo y dedi-
ca un capítulo de su Historia eclesiástica" a comentar «las condiciones natura-
les que tienen los indios para ayuda de su cristiandad»52. En la Historia ecle-
siástica de Mendieta se descubren, en efecto, multitud de alusiones a la iglesia
primitiva y a la pobreza, pero no hemos encontrado ninguna que haga refe-
rencia directa al fin de los tiempos53. Los autores que le tildan de milenarista
no han presentado ni un solo texto que haga clara referencia al reino milena-
rio, o a elementos típicamente joaquinitas. Incluso, algunos americanistas, in-
no avia visto mejor explicación sobre aquellas divinas revelaciones, que se admiraba de que con
tanta resolución, y brevedad dixesse tanto; y que no avia visto hombre tan puntual en Histo-
rias, que creía tuvo lumbre sobrenatural para escrivir aquel libro". Y quando la Santa Inquisi-
ción metió la mano en el negocio, no mostró, ni creemos tuvo Gregorio sentimiento alguno,
ni se quiso quedar con traslado [con copia], ni tratar palabra de él mas que si no fuera obra
suya» (LOSA, Vida, p. 107-a-b).
58. Cfr. Alvaro HUERCA, Historia de ¡os alumbrados (1570-1630), III: Los alumbrados de
Hispanoamérica (1570-1605), FUE, Madrid 1986, documento 293 (pp. 859 ss.).
59. «Item dixo [Juan Plata, el principal alumbrado encausado] que Gregorio López le había
dicho que después de la consumación del mundo había Dios de fundar un estado nuevo de unos
sanaos excelentísimos en sanctidad, el cual estado había de ser gente incorruptible e inmortal, que
después de haber llegado a crecer en sanctidad al punto de que cada uno hubiese de llegar habían
de ser trasladados en cuerpo y alma a la celestial Hierusalem, y antes de se serlo habían de veer la
esencia divina, aunque a tiempos se ausentaría de ellos. Y que había ser un estado que los hombres
de él fuesen al modo de Jesucristo, nuestro señor, dando a entender que se había ausentado de su
majestad la esencia divina cuando dijo: ut quid dereliquisti mei, y aunque en el presente eran los
mayores sanctos de todos los Apóstoles, pero que en la Nueva Hierusalem los había de haber mu-
cho mayores, para lo cual había de preparar Dios algunos centenares de almas de hombres justos y
buenos» (Alvaro HUERGA, Historia de los alumbrados [1570-1630)', ni, cit. en nota 58, p. 863).
60. Cfr. el estudio de la referencia que hizo Miguel Molinos a Gregorio López en Alvaro
HUERGA, Historia de los alumbrados (1570-1630), III, cit. en nota 58, pp. 560-562.
636 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
61. Esta referencia se halla en Tratado del Apocalypsi, Madrid 1727, p. 297b
62. Es muy curioso advertir que Gregorio López se planteó la cuestión sinóptica: «Porque
San Matheo escrivió primero, y luego San Marcos, después San Lucas, y i la postre San Juan;
pero aquí sube de menor a mayor, porque San Marcos escrivió menos, y Lucas escrivió mas que
él, y menos que San Matheo; porque ambos dizen mucho de lo que San Matheo avia dicho, y
San Juan subió mas alto que todos» (Gregorio LÓPEZ, Tratado del Apocalypsi, p. 219).
63. Cfr. LOSA, Vida, p. 25a-b. Cfr. también ibid., p. 49a.
64. Cfr. ibid., pp. 135b y 138a-b.
65. Cfr. ibid., pp. 145a y 148b. Así mismo era astrólogo, cosmógrafo y geógrafo, con co-
nocimientos nada comunes para la época, como testifica su biógrafo, relatando casos bien con-
cretos. Por ejemplo, cfr. ibid., pp. 56b-57a.
66. «Assi este cuerpo del genero humano ha ido creciendo desde la caída de Adán, hasta
que llegue á ser todo divino. Desde Adán al diluvio, fue como edad de muchacho [...] En el di-
luvio, hasta Moysen [...] Desde Moysen á Christo» (Tratado, p. 306a-b).
67. Esta etapa, de Cristo a San Silvestre (316), se coloca en continuidad con las dos eta-
pas anteriores. Así, desde Moisés a Cristo, los hombres pasaron de sacrificar animales a Dios, a
sacrificarle sus propios cuerpos, por el martirio, como en tiempos de los Macabeos; después de
Cristo, y durante doscientos años de persecuciones romanas, los hombres continuaron ofre-
ciendo sus cuerpos como sacrificio martirial; finalmente, cuando se produjo la paz de Cons-
tantino, comenzaron a ofrecer a Dios el de la vida eremítica «en la qual sacrificaban los cuer-
pos con ayunos, y trabajos, y las animas con oracion, y peleas. Este sacrificio de Monges, y
Religiosos no ha faltado en la Iglesia jamás, y así poco á poco va llegando á este estado perfec-
to que vamos tratando» (Tratado, pp. 306a-307a).
XIV. JOAQU1N1SMOS, UTOPÍAS, MILENARISMOS Y MESIANISMOS 637
desde el primer momento, en que los hombres vivían sin apenas civilización ni
normas morales, pasando por la ley de Moisés, perfeccionada posteriormente
por la ley evangélica, hasta el fin de los tiempos. La historia humana corre pa-
ralela a un mejoramiento de la condición espiritual de los hombres en general
y, desde Cristo, a un perfeccionamiento muy especial de los fíeles.
El Apocalipsis, dice, es «una historia profética disfrazada de figuras»6*.
Trata acerca de las diez persecuciones de los emperadores romanos contra los
cristianos, hasta el 316 aproximadamente; del milenio, que terminó en el
1316, cuando Osmán, creador de la dinastía otomana, comenzó su política
expansionista; y finalmente profetiza la destrucción de los turcos otomanos,
en fecha incierta, después de la cual vendrá la resurrección, el juicio y el ingre-
so de los justos resucitados en la Patria celestial.
Evidentemente, Gregorio desconocía la fecha del fin del mundo y es-
taba lógicamente intrigado, de lo cual ha quedado constancia tanto en la bio-
grafía escrita por Francisco Losa como en los interrogatorios de los alumbra-
dos mexicanos. Pero no hizo ninguna predicción sobre el fin del mundo. Se
limitó a considerar que el final de la historia estaba profetizado en el Apoca-
lipsis, y reconoció que no era capaz de interpretar los signos indicados por San
Juan.
Respecto al milenio, es muy curioso cómo narra Gregorio López el en-
cadenamiento del dragón infernal. Ese encadenamiento lo llevó a cabo san
Silvestre personalmente, descendiendo a una cueva próxima a Roma, donde
el dragón infernal tenía su guarida y le ató «con un hilo, y sobre él le selló con
la señal de la cruz»69. Así comenzó un milenio temporal [Apoc. 20,2], que
conviene distinguir cuidadosamente del otro milenio en que los santos reinan
con Cristo70.
Hay, pues, dos milenios revelados en el Apocalipsis: uno temporal, me-
dido en ciclos solares, y otro eterno. La prisión de Satanás se refiere al primer
milenio, que ya está cumplido. Ahora, en nuestros días, está nuevamente suel-
to en espera del juicio final. Mientras, sin embargo, los santos que fallecieron,
disfrutan ya del milenio eterno; los malos que ya murieron están, por el con-
trario, condenados al milenio de perdición.
Los datos sobre el Islam, como antes las profecías sobre Roma y su des-
trucción, se hallan en ambos libros apocalípticos (Daniel y Apocalipsis). En
cambio, en ellos nada se dice del milenio temporal, puesto que Dios reveló
muchas cosas de ese milenio a los santos. Por ejemplo, la herejía arriana, a San
Antonio Abad; la salida de los árabes y su invasión de España, a San Metodio
Mártir; «la calamidad de Alemania» [la crisis luterana], a Santa Hildegarda; al
«Abad Joaquín de Fiore y otros, que tuvieron espíritu de profecía»7', otros he-
chos anteriores al 1316, aunque Gregorio López no nos dice qué hechos...
Finalmente, y con relación al versículo «y vi un cielo nuevo y una nue-
va tierra» [Apoc. 21, 1], Gregorio no lo entiende de la tierra en que vivimos,
es decir, de nuestro cosmos, pues «que ellos no hay para que enmendarlos;
pues cuando Dios los crió, vió que estaban muy buenos: Cielo se entiende,
por el espíritu: y tierra, por el cuerpo del espíritu [...]. Cielos son los espíritus
de los Justos»72; este versículo se referiría, pues, a la situación de los justos des-
pués de la resurrección final.
En cuanto a los temas más típicamente joaquinistas, como el ángel que
ascendía del Oriente llevando la marca del Dios vivo [Apoc. 7, 2], los dos tes-
tigos [Apoc. 11, 3] y la cuestión del «Evangelium aetemum» [Apoc. 14, 6], la
exégesis del eremita mexicano se aparta tanto de Joaquín como, sobre todo,
de los epígonos bajomedievales de éste.
El ángel del Oriente quizá fuese San Miguel, aunque duda al respecto73.
En todo caso, la ascensión de ese ángel tuvo lugar durante el cautiverio de San
Juan en la Isla de Patmos, y es, por ello, un hecho ya sucedido. La señal del
Dios vivo podía ser la fe en Dios, que vivifica las almas. Y nada más dice so-
bre el tema, muy lejos, por tanto, de las aplicaciones acomodaticias a San
Francisco de Asís y de otro estilo, que circularon por el bajomedievo impul-
sadas principalmente por los espirituales y acogidas —aunque con importan-
tes reservas— por San Buenaventura y por otras lecturas piadosas francisca-
nas ortodoxas.
La cuestión de los dos testigos y los cuarenta y dos meses, que son 1260
días, es planteada por Gregorio en términos estrictamente históricos y ya ocu-
rridos74. En efecto, el quinto perseguidor de los cristianos fue Septimio Seve-
71. Ibid. Por la forma de referirse al Abad Joaquín, parece inspirarse en la descripción
que ofrece DANTE en su Divina comedia. Paraíso, XII, 140-141. Cfr. Cipriá BARAUT, en «Dic-
tionnaire de Spiritualité» 8 (1974) 1179-1201, advocem.
72. Ibidem, p. 300b.
73. Cfr. ibidem, 228b-229a.
74. Tratado, p. 247a-b.
XIV. JOAQUINISMOS, UTOPÍAS, MILENARISMOS Y MESIANISMOS 639
iii. E L M E S I A N I S M O A N D I N O
10. FRANCISCO DE LA C R U Z
E l p o s i b l e a p o c a l i p t i s m o , o incluso m e s i a n i s m o j o a q u i n i t a d e F r a n c i s c o
d e la Cruz78, se e n c u e n t r a en sus declaraciones a n t e la Inquisición limense, y
78. Vidal ABRIL CASTELLÒ (ed.), Francisco de la Cruz, Inquisición, Actas /. Anatomía y biop-
sia del Dios y del Derecho judeo-cristiano-musulmán de la conquista de América, CSIC, Madrid
1992, pp. 60, 61. Acaba de publicarse el segundo tomo: Vidal ABRIL CASTELLO-Miguel J.
ABRIL STOFFELS, Francisco de la Cruz, Inquisición, Actas ii-l, C S I C (CHP, 32-34), Madrid
1996. Francisco de la Cruz nació en Lopera (Jaén) en 1529 y murió en Lima en 1578. De sus
años de juventud nos dice Vidal Abril que era «estudiante disoluto, andariego, metomentodo.
[...] con ancestral inclinación [...] por dominar diablos y espíritus ocultos mediante prácticas
de sortilegios y exorcismos pseudosacramentales». Aunque de todo esto se reformó al llegar a
Alcalá de Henares y entrar en contacto con los jesuitas, le influyó en su carácter y afloró en mo-
mentos críticos de su vida en Indias. Profesó como dominico en el convento de Atocha (Ma-
drid) y estudió teología en los conventos dominicos de Toro (Salamanca) y en San Gregorio de
Valladolid. Este último dato es también importante, pues en aquellos años (1557-1561) reci-
bió su formación teológica de grandes maestros como Bartolomé de Carranza, Domingo de Soto,
Melchor Cano y Bartolomé de Las Casas. De este último escuchó sus apasionadas ideas sobre
los indígenas americanos y la realidad indiana. Así mismo le produjo una herida difícil de bo-
rrar la prisión de Carranza a instancias de la Inquisición (1559). Una vez que arribó al Perú en
1561, recibió encargos de confianza, y llegó a ser considerado como teólogo seguro a quien
acudían personas prestigiosas de la colonia a pedir consejo. Se puede decir, con palabras de
Alvaro Huerga que «fray Francisco de la Cruz fue uno de los teólogos más en vista, de más sa-
ber y prestigio, en el Perú de la década 1561-1571» (Alvaro HUERGA, Historia de los alumbra-
dos, cit. en nota 58, p. 54). En enero de 1572 entró en las cárceles inquisitoriales, en 1576 se
XIV. JOAQUINISMOS, UTOPÍAS, MILENARISMOS Y MESIANISMOS 641
le hizo cargo de ciento setenta proposiciones, todas ellas recogidas de sus declaraciones ante la
Inquisición — n o de sus escritos o predicación anterior—, por lo que sus biógrafos consideran
que su herejía se produjo en la cárcel, cuando no aseguran que se volvió loco; y en 1578 se
cumplió su condena a muerte. Abril Castellò había publicado, con anterioridad a este volumen
del proceso, un trabajo sobre el lascasismo de fray Francisco, discutiendo las tesis de Marcel Ba-
taillon al respecto: cfr. Vidal ABRIL CASTELLÒ, Francisco de la Cruz, la utopia lascasistay la Con-
trarreforma virreinal-inquisitorial Lima 1572-1573, en «Cuadernos para la historia de la evan-
gelización en América Latina», 3 (1988) 9-67.
79. Comunicación oral del Prof. Henrique Urbano, del Centro Bartolomé de Las Casas,
de Cuzco (Perú).
80. Cfr. también Paulino CASTAÑEDA-Pilar HERNÁNDEZ, La Inquisición de Lima (1570-
1635), Deimos, Madrid 1989, l, p. 304, donde comenta que no se halla nada herético en la
doctrina de fray Francisco antes de entrar en prisión.
642 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
81. También se relacionó con este grupo angelista a algunos jesuítas. En efecto, Alvaro
Huerga habla especialmente de Luis López y Pedro Miguel Fuentes, a quienes se acusa de alum-
bradismo. Para Huerga, aunque fueron acusados de alumbrados, y algunas de sus afirmaciones
podrían recordar estas doctrinas, el error fundamental fue de tipo moral. A ambos se les acusa
de solicitación, con comportamientos bastante escabrosos. Las sentencias fueron leves y, sobre
todo se llevaron a efecto con mucha discreción. Cfr. Alvaro HUERGA, Historia de los Alumbra-
dos, III, cit. en nota 58. Hay autores, sin embargo, que consideran que estos dos procesos estu-
vieron falsamente fundamentados, y que la verdadera causa desencadenante del proceso fue de
tipo político: la enemistad entre los jesuítas y el virrey Toledo; concretamente las críticas a algu-
nas actuaciones del virrey, su regalismo, y en general las opiniones negativas sobre la actuación
de la Corona, encomiendas., etc. Es decir, no habría tales delitos, por supuesto de alumbradis-
mo, ni siquiera de solicitación —o muy leve—, sino que la razón que movió el proceso habría
que buscarla en Toledo. Cfr. Fernando ARMAS ASÍN, Apuntes para el estudio de un heterodoxo en
el Perú del siglo XVII: Luis López, s.j., trabajo de investigación para el Diploma en Historia de la
Iglesia en América Latina, Universidad de Navarra, Pamplona 1977,pro manuscripto.
82. Ramón Mujica, considera que Francisco de la Cruz desarrolló toda una angeología en
relación con las doctrinas amadeístas: Cfr. Ramón MUJLCA PÍNULA, Angeles apócrifos en la Amé-
rica Virreinal, FCE, Lima '1992, p. 232 y ss. Fue, en efecto, el Beato Amadeo de Portugal quien
difundió el culto a los siete arcángeles. El beato recibió una revelación acerca de los nombres y
los oficios de los siete arcángeles que ¿1 mismo recogió en un libro titulado «Apocalipsis Nova».
Esta devoción se difundió también por América, donde aparecieron, sobre todo en el siglo
XVIII, angeologías heterodoxas: Cfr. Ramón AGUILERA MLLRGUÍA, Una Fuente novohispana. An-
drés Serrano promotor del culto a los siete Arcángeles en las Indias Occidentales, comunicación leí-
da en el «X Encuentro de Historiadores de la Filosofía Novohispana» Oaxaca, 23-25 de octu-
bre de 1997, pro manuscripto, pp. 3 y ss.
XIV. JOAQUINISMOS, UTOPÍAS, MILENARISMOS Y MESIANISMOS 643
del año 1574 que le duró hasta principios de julio de 1575. En diciembre de
ese mismo año de 1575, Hizo su Declaración delApocalipsi. Según Huerga, ya
no se recuperó de su locura, y lo mismo opinan Vidal Abril y Paulino Casta-
ñeda. Castañeda aporta el dato de que «en 1596 mandaron censurar de nue-
vo las proposiciones de De la Cruz. El padre Jerónimo Almonacir —encarga-
do de la investigación— dijo que las más graves parecían simples desatinos y
manifiestas locuras. Quizá los años —comenta Castañeda— permitieron ver
el problema con otra perspectiva»'3.
En enero de 1576 se le hizo cargo de ciento setenta proposiciones y la
sentencia se dictó en julio de ese mismo año: fue declarado hereje pertinaz y
se le condenó a pena de muerte. La condena se cumplió en abril de 1578.
El texto que nos interesa —la Declaración del Apocalipsi— es una sín-
tesis de su interpretación del Apocalipsis y la recopilación de las distintas pro-
fecías hechas por el propio dominico en sus cuatro años de estancia en las cár-
celes inquisitoriales. En el texto, fray Francisco denuncia los vicios de la
Iglesia en Europa e Indias, anuncia los castigos que sobrevendrán sobre la
Iglesia de Europa y concluye con la «Reforma» de la Iglesia que estaba anun-
ciada en el cap. 10 del Apocalipsis, y el paso de ésta a Indias. Y así describió
las características de esa nueva Iglesia profetizada en los capítulos 19 y 20:
Lima sería la «Nueva Jerusalén», silla del nuevo Pontífice; habría abundancia
de profetas que indicarían en cada situación la voluntad de Dios; no habría
necesidad de Concilios ni de magisterio, ni necesidad de guardar la doctrina
ni de publicar leyes; y las Indias serían el «pueblo de Israel» (Apoc. 19, 6-8).
Todo esto quedó completado con la profecía de su propia elección como
Sumo Pontífice y como rey del Perú84.
Aunque los autores apocalípticos no suelan referirse a los hechos con-
temporáneos sino a los tiempos escatológicos, Francisco de la Cruz no alude
83. Paulino CASTAÑEDA-Pilar HERNANDEZ, La Inquisición de Lima, cit. en nota 80, p. 306.
84. Sus delirios sobre el apocalipsis y su reinado y pontificado en el Perú, volverín a
aparecer muchas veces en sus declaraciones hasta el final del proceso (vid por ejemplo, pp.
899-924 de Vidal ABRIL C A S T E L L Ó - M i g u e l J. ABRIL STOFFELS, Francisco de la Cruz, Inquisi-
ción, Actas II-1, cit.) pero no añade nada nuevo ni varía el contenido doctrinal teológico. Ra-
món Mujica —cfr. Ramón M U J I C A PINILLA, Angeles apócrifos en la América Virreinal..., cit.
en nota 82, p. 59— sugiere que Francisco de la Cruz pudo estar en contacto con las doctri-
nas amadeístas, no sólo por su angeología (como recogemos en la cita 100 de este mismo ca-
pítulo), sino también por su autoproclamación como Papa y Emperador. El Beato Amadeo
de Portugal mezcla en su «Apocalipsis Nova» la tradición profética del Papa Angélico y la del
último emperador: un Papa ayudado por un emperador cristiano. Es sugerente, pero es aún
un tema por estudiar.
644 T E O L O G Í A EN AMÉRICA LATINA
85. He aquí algunas proposiciones de fray Francisco: «77. El Papa vive más como rey que
como San Pedro y tiene la Sanctidad corrupta. 78. Los cardenales no tienen el cuidado debido
de elegir Papa sanco y de santa fama. (...) 81. En la Iglesia romana no se proveen los beneficios
a las personas más convenientes, sino por via de intereses» (Alvaro H U E R G A , Historia de los
Alumbrados, m, cit. en nota 58, p. 282-283).
86. Cfr. ibidem, p. 375. Su preocupación venía de lejos. Antes de caer en el grupo de
Doña María Pizarra había escrito una carta a Felipe II, hablándole del daño que se seguía de
que los clérigos estuviesen solos en las doctrinas y proponiendo soluciones. Cfr. ibidem, pp.
317-320, donde Huerga reproduce la carta completa, en la que además del problema citado
habla al rey de otros problemas de la colonia.
87. Cfr. ibidem, p. 373.
XIV. JOAQUINISMOS, UTOPIAS, MILENARISMOS Y MES1ANISMOS 645
88. El tercer status llevaría consigo una espiritualización en la vida de la Iglesia. Tal espiri-
tualización habría de conferir, siempre según el Abad, un nuevo modo de ser a los sacramen-
tos, suprimiendo signos y figuras, al tiempo habrían de cesar el munus docendi de la jerarquía,
dando paso a la directa acción del Espíritu Santo sobre los fieles, evidente signo —según los jo-
aquinitas— de la madurez de la Iglesia. Además, el tercer status supondría la extinción del ordo
clericorum y el cese de la obligación de obedecer a Roma.
89. Cfr. Alvaro HUERCA, Historia de los Alumbrados, cit. en nota 58, pp. 388-389.
646 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
Dios quería reformar la Iglesia; él sería elegido papa; y, como la ciudad de Flo-
rencia en el caso de Savonarola, para fray Francisco, sería Lima la ciudad ele-
gida para sustituir a Roma90. Sin embargo, ese momento no habría de consti-
tuir la última etapa de la historia, ni el preámbulo del fin, sino sólo una
reforma de la Iglesia, que continuaría su vida con centro en Lima durante ge-
neraciones.
Tampoco hallamos en De la Cruz la ruptura total, característica del jo-
aquinismo, entre la jerarquía, los sacramentos y los canales de la gracia. En la
«Nueva Jerusalen» de fray Francisco, la figura destacada sería el profeta com-
parable a la figura del monje del tercer status joaquinita: esto, en palabras de
Francisco, «significa la abundancia de profetas que proveerá Dios que haya de
ordinario en el pueblo de Israel para que sepan los cristianos lo que han de ha-
cer»". Esta acción profética sustituiría al magisterio y haría innecesaria la con-
servación del depositum fidei'' 1. Habría, además, otros cambios en el gobierno
de la Iglesia que demostrarían el paso de la «Iglesia de la gentilidad» a la «Igle-
sia de Israel». Por ejemplo, para evitar la corrupción en las designaciones epis-
copales, los nombraría Dios directamente93; variaría algún sacramento o sus
condiciones: se suprimiría el celibato sacerdotal94, desaparecería la confesión",
y se admitiría la poligamia96. De alguna manera se volvería a la situación del
Antiguo Testamento, como corresponde, siempre según Francisco, al nuevo
«pueblo de Israel»97. Pero, habría jerarquía y él mismo sería nombrado Sumo
Pontífice. Del mismo modo, a pesar de las modificaciones que propuso para
los sacramentos, éstos seguirían existiendo y no cambiaría substancialmente
100. «Y aunque digo que Dios dice que yo he de ser Rey y Papa, dígolo también como tes-
tigo que denuncia y no como parte o como quien pretende hacer algo por ello o sobre ello»; «y
así, el rey Don Felipe, nuestro Señor, justamente posee y gobierna sus reinos y las Indias, y este
confesante no puede entremeterse en tales gobiernos y señoríos, ni le es lícito ni pane para ello
más que un gusano. Y Dios es el que lo quiere hacer y lo ha de hacer», y continúa «Y así lo dixo
a este confesante, hablando sobre este punto: que no piense este confesante en estas cosas ni se
entremeta en nada, pues [es] un gusanillo que ni es nada ni vale nada, y que es cosa que solo
Dios la puede hacer y la hará. Y esto significa David en el Salmo que comienza conserva me [Ps
15], diciendo a Dios: tu eres el que me ha de restituir mi heredad [v. 5], significando que solo
Dios es el que podrá y hará que el reino de Israel se restituya a la casa de David» (Alvaro H U E R -
CA, Historia de los Alumbrados, cit. en nota 58, pp. 161-162 y p. 368).
101. Marcel BATAILLON, La herejía de Francisco de la Cruzyla reacción antilascasiana, en
Études sur Bartolomé de las Casas, Centre de Recherches de l'Institut d'Études Hispaniques, Pa-
ris 1965, p. 321. «Fray Francisco profetizaba el fin inminente de la cristiandad del viejo Mun-
do (...). Sólo se salvarían unos pocos predestinados que pasarían al Nuevo Mundo, pues Dios
ya estaba preparando otra sede a su Iglesia, a la cual daría un milenario glorioso en América,
atando al demonio por mil años. El paso de la Iglesia a las Indias era hora decisiva de la fase fi-
nal del mundo, que iniciada con la Encarnación de Cristo acabaría con el juicio» (ibidem, p.
314).
102. Como habrá advertido el lector, por todo cuanto llevo dicho, mi interpretación dis-
ta mucho de la ofrecida por el insigne hispanista Marcel Bataillon, quien, en el I Congreso In-
ternacional de Peruanistas, reunido con motivo del IV Centenario de la Universidad de San
Marcos, es decir, en 1951, presentó en Lima una ponencia titulada: Las herejías de Fray Fran-
cisco de la Cruz y ta reacción antilascasista (ponencia reeditada en: Marcel BATAILLON, La Colo-
nia. Ensayos peruanistas, compilación de Alberto Tauro, Universidad de San Marcos, Lima
1995). En la «herejía angelista» de Francisco de la Cruz, Bataillon cree, en efecto, encontrar un
conato o proyecto de separatismo religioso y político. En este sentido, según Bataillon, la acti-
tud de fray Francisco constituiría una revolución social y religiosa. Religiosa, porque creía en
el final del pontificado romano y su traslado a Lima y Cuzco, capitales de una nueva Cristian-
XIV. JOAQUINISMOS, UTOPÍAS, MILENAR1SMOS Y MES1ANISMOS 649
pació la Declaración del Apocalipsi, donde no orilla el pasaje del período de mil
años, no he podido encontrar ninguna referencia directa al fin del mundo, ni
a un reinado temporal de Cristo. Los inquisidores tampoco lo encontraron o,
al menos, no detectaron la herejía milenarista. Además, según fray Francisco,
«nuestro Señor Jesucristo, aunque es Rey de los Reyes, no reinó Rey, [...] an-
tes dijo que no venía a juzgar sino a salvar al mundo»'03. No esperaba, por tan-
to, un juicio final antes del final de la historia, ni un reinado temporal de
Cristo. Sólo se le podría considerar milenarista, aunque sólo impropiamente,
por atribuir a las profecías sobre el fin del mundo una realización temporal in-
trahistórica'"4. Estoy, pues, de acuerdo con Huerga: «Francisco de la Cruz no
propugnaba un milenarismo sino un temporalismo inmediato. De la Cruz no
sólo no hablaba del fin del mundo, sino que proyectó una sucesión en el pon-
tificado de esa Iglesia reformada, que sería iniciado por él, y continuado des-
pués por su hijo Gabrielico y sus descendientes105.
Todo parece indicar, en conclusión, que Francisco de la Cruz sufrió en
la cárcel un ataque de locura y es opinión generalizada entre los estudiosos
que su herejía se forjó en los calabozos. Fueron alucinaciones doctrinales, con
las cuales, consciente o inconscientemente, fray Francisco justificaba las in-
moralidades de los criollos y sus propias debilidades. En cualquier caso, tales
alucinaciones pueden haber estado inducidas, no sólo por la represión que su-
frió en la cárcel sino también por cierta inclinación, desde muy joven, a lo ex-
traordinario y esotérico. Junto a ello, no podemos olvidar sus remordimien-
dad que perdía fieles en Europa y los recuperaba en América. Era, además, una revolución so-
cial, porque sostenía la perpetuidad de la encomienda y la configuración de señoríos casi feu-
dales. En fin, De la Cruz recapitularía un movimiento sumamente importante para el milena-
rismo americano del quinientos. Cfr. la excelente exposición de las tesis bataillonianas en:
Miguel M A T I C O R E N A ESTRADA, Marcel Bataillon en San Marcos, en «Alma Mater» 13/14
(1997) 116-120.
1 0 3 . Alvaro HUERGA, Historia de los Alumbrados, cit. en nota 58, p. 385.
104. Exactamente dice, sin citar ni capítulo ni versículo: «Después se trata de cómo el án-
gel que tenía la llave del abismo expelerá a los demonios de las Indias, y la grande luz que Dios
dará a la Nueva Jerusalem y el grande amor que habrá entre el Cordero y los cristianos (...) y el
río que dice que salía de la silla del Cordero significa la doctrina clara y provechosa que saldrá de
esta ciudad, que será la silla del Romano Pontífice para toda la cristiandad. Y el Arbol de la
vida... (se pasa al cap. 22,2.)» (ibidem, p. 380). Este fragmento hace referencia a Apoc. 20,1 -6.
105. «Se cumplirá en este confesante que, antes de que muera será señor de esta tierra del
Perú desde el Mar del Norte hasta el Mar del sur, y de la Nueva España; y después, Gabrielico
será señor de todas las Indias y será rey pacífico como Salomón» (...) «Y nótese que este psalmo
se entiende literalmente de este confesante y de Gabrielico, su hijo y de sus descendientes» (Al-
varo H U E R G A , Historia de los Alumbrados, cit. en nota 58, p. 367 y 386).
650 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
106. Cfr. Henrique URBANO, Las tres edades del mundo. La idea de utopia y de Historia en
los Andes, en Henrique URBANO (comp.), Mito y simbolismo en los Andes. Lafiguray ¡a palabra.
Centro de Estudios Regionales Andinos «Bartolomé de las Casas», Cuzco 1993, pp. 283-304.
107. Felipe GUAMÁN PO.MA DE AYALA, Nueva coránica y buen gobierno, edición de John
Murra, Rolena Adorno y Jorge L. Urioste, Historia 16, Madrid 1987, 3 vols. También se pue-
de encontrar algo de la división de la historia en el cronista Pachacuti Yamqui: Cfr. Ana SÁN-
CHEZ-Henrique URBANO, Antigüedades del Perú, Historia-16, Madrid 1992. Algunos autores
han considerado que también la crónica del Inca Garcilaso de la Vega, sus Comentarios reales,
que tratan del origen de los Incas, reyes que fueron del Perú;... tiene también sus elementos utópi-
cos, el relato de un estado ideal gobernado por una teocracia... Cfr. Francisco LARROYO, La fi-
losofía Iberoamericana. Historia. Formas. Temas. Polémica. Realizaciones, Porrúa, México 3 1989,
pp. 46-47. Sobre Guamán Poma, el contenido de su crónica y la discusión más reciente sobre
su autoría, véase el capítulo XIII, supra, epígrafe 4e.
108. Cfr. Juan OSSIO, Ideología mesiánica del mundo andino, Ignacio Prado Pastor, Lima
1973; ID., Los indios del Perú, Mapire Madrid 1992; Manuel BURGA, Nacimiento de una Uto-
XIV. JOAQUINISMOS, UTOPÍAS, MILENARISMOS Y MES1ANISMOS 651
pia. Muerte y resurrección de los Incas, Instituto de Apoyo Agrario, Lima 1 9 8 8 ; Nathan W A C H -
TEL, Los vencidos. Los indios del Pertífrentea la conquista española (1530-1570), Alianza Edito-
rial, Madrid 1 9 7 6 , Luis MILLONES, Un movimiento nativista del siglo XVI: El Taki Onqoy, en
«Revista Peruana de Cultura» ( 1 9 6 4 ) , reeditado en Juan OSSIO, Ideología mesidnica del mundo
andino, cit. supra en esta nota; ID., Nuevos aspectos del Taki Onqoy, en «Historia y Cultura» 2
( 1 9 6 5 ) ; lo. (comp.), El retorno de las Huacas. Estudios y documentos del siglo XVI, Instituto de Es-
tudios Peruanos-Sociedad Peruana de Psicoanálisis, Lima 1990; Pierre DUVIOLS, La lutte con-
tre les religions autochtones dans le Pérou colonial: «l'extirpation de l'idolâtrie», I.F.E.A., Paris-
Lima 1971; ID., La destrucción de las religiones andinas, Conquista y Colonia, Instituto de
Investigaciones Históricas, UNAM, México 1 9 7 7 ; Franklin PEASE, Las Crónicas y los Andes, FCE
y Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima 1995.
109. Es sin duda una simplificación, como ha recordado Henrique Urbano, afirmar la
presencia de doctrinas milenaristas siempre que se descubren trazas de evangelización francis-
cana. Por ejemplo, comenta Urbano que el historiador Pablo Macera califica la rebelión de
Juan Santos Atawallpa de milenarista, por la presencia junto a ¿1 de un grupo de minoritas, y
por el recurso del propio Atawallpa al Espíritu Santo como inspirador de su alzamiento y «mi-
sión», lo cual le parece a Urbano cosa inapropiada.
1 1 0 . Ramón MUJICA PINILLA, El ancla de Rosa de Lima: Mística y política en torno a la pa-
trono de América, en W.AA., Santa Rosa de Lima y su tiempo. Banco de Crédito del Perú («Co-
lección Arte y Tesoros del Perú»), Lima 1995, pp. 53-211, aquí p. 158.
1 1 1 . Ramón MUJICA PINILLA, El ancla de Rosa de Lima: Mística y política en torno a ta pa-
trona de América, cit. en nota 1 1 0 , pp. 1 6 1 - 1 6 2 ; vid. también Teodoro HAMPE MARTÍNEZ, Los
testigos de Santa Rosa. Una aproximación social a la identidad criolla en el Perú colonial, en «Revis-
ta Complutense de Historia de América», 2 3 ( 1 9 9 7 ) 1 1 3 - 1 3 6 .
652 T E O L O G Í A EN AMÉRICA LATINA
sis vestida de sol y con doce estrellas sobre su cabeza (Apoc. 12,1); es decir,
Rosa era concebida, en algún sentido, como imagen indiana de María Inma-
culada"2. También fray Antonio González, procurador en Roma de la cano-
nización de santa Rosa, aseguraba que la beata limeña marcaba el final de un
largo invierno, en definitiva, el fin de la idolatría"3.
A través de William Benet Stevenson"4 tenemos noticia de que en
1622 se escribió una biografía de santa Rosa según la cual la santa habría
anunciado que «después de dominar los reyes de España tanto tiempo como
los Incas, el cetro caería de su mano». Las consecuencias políticas que de esta
profecía se hubieran podido derivar, hizo que se expurgara esta profecía de to-
das las ediciones sucesivas"5. Lo cierto es que no se ha podido identificar esa
vida de santa Rosa, pero esa supuesta «profecía» es la que se difundió en el si-
glo X V I I I , y se utilizó como mito nacionalista. Concretamente, sobre todo a
partir de 1776, se difundió que santa Rosa garantizaba que el imperio inca re-
tornaría a sus legítimos propietarios, profecía que se cumpliría en año de los
tres sietes: 1777. Es significativo que los caciques que encabezaron las rebelio-
nes indígenas, tomaron a santa Rosa como patrona, pues veían en ella la pro-
mesa de la restauración de su antiguo imperio, aunque no buscaban el retor-
no al antiguo Incario, sino a un tawantinsuyo renovado, inserto en la historia
de la salvación cristiana"6. Dejaremos, por tanto, el aprovechamiento y con-
secuencias de las supuestas profecías de santa Rosa para ei segundo volumen
de esta obra, cuando estudiemos las rebeliones indígenas del siglo X V I I I .
117. Cfr. Henrique U R B A N O , Las tres edades del mundo, cit. en nota 106, pp. 299-300.
118. Ibidem, pp. 292-293.
119. Felipe G U A M A N POMA D E A Y A L A , Nueva coránica y buen gobierno, edición de John V.
Murra, Rolena Adorno y Jorge L. Urioste, cit. en nota 107.
654 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
126. Cristóbal de Albornoz nació, probablemente en Huelva hacia 1530 y murió en Cuz-
co antes de 1610. Estuvo en Santo Domingo y Nueva Granada como visitador eclesiástico. La
fecha probable de su llegada al Perú es comienzos de 1567. Residió en Cuzco donde fue nom-
brado visitador eclesiástico del obispado por intercesión del chantre de la catedral que era pai-
sano suyo. En 1568 se le encarga la visita a Arequipa y en 1569 la visita a Huamanga: fue en
ésta última visita cuando, según su relato, descubrió el Taki Onqoy. Cfr. Pedro GuiBOVlCH PÉ-
REZ, Nota preliminar al personaje histórico y los documentos, en Luis M I L L O N E S (comp.), El re-
torno de las Huacas. Estudios y documentos del siglo xvi, cit. en nota 108, pp. 23-40, pp. 24 y 25.
127. Cfr. Pedro G u i B O V l C H PÉREZ, Cristóbal de Albornoz y el Taki Onqoy, cit. en nota 123,
pp. 219-220, donde nos aclara que, aunque Cristóbal de Albornoz aseguró ser el descubridor
del Taki Onqoy, Cristóbal de Molina señala en sus declaraciones que su descubridor fue Luis de
Olvera, que además fue quien lo denunció a las autoridades civiles y eclesiásticas y lo persiguió.
Sin embargo, Molina reconoce los méritos de Albornoz en la extirpación de este movimiento.
128. Cristóbal de MOLINA-Cristóbal de A L B O R N O Z , Fábulas y mitos de los Incas, estudios
introductorios de Henrique Urbano y Pierre Ouviols, Historia-16, Madrid 1988. Para las In-
formaciones de méritos y servicios cfr. Luis MILLONES (comp.), El retorno de las Huacas. Estu-
dios y documentos del siglo XVI, cit. en nota 108: Informaciones de Cristóbal de Albornos pp. 41-
253. (Lo citaré desde ahora como Informaciones).
129. Guibovich considera, en efecto, lo mismo que Ramos, que Albornoz estaba ansioso
por acaparar méritos que le permitieran acceder al cabildo de Lima. Mientras realizaba la visita
eclesiástica a la región de Huamanga tuvo noticia por los doctrineros de la zona, del Taki On-
qoy, y lo quiso aprovechar para aumentar sus méritos. Por ejemplo, una vez que descubrió el
rebrote idolátrico y vio los beneficios que podía reportarle, financió él mismo la visita y pagó a
los intérpretes y oficiales auxiliares; así, pues, realizó un nuevo informe de méritos destacándo-
se como descubridor y extirpador de idolatrías. Albornoz logró que varios encomenderos, ve-
cinos y religiosos de la región declarasen en este sentido a su favor. Es significativo que estas de-
XIV. JOAQU1NISMOS, UTOPÍAS, MILENARISMOS Y MESIANISMOS 657
«El fundamento della (del Taki Onqoy) fue aver creido los yndios en
general que todas las Huacas del reino, quantas avían quemado los cristianos
e destruido, avían resucitado y estaban repartidas en dos partes, las unas con
la guaca Pachacama y las otras con la guaca Titicaca, que eran las dos prince-
pales, e queseas se avían juntado para dar batalla a Dios nuestro Señor, al qual
trayan ya de vencida»132.
claraciones sean la principal fuente de información para conocer la historia del movimiento in-
dígena. Cfr. Pedro GuiBOVICH PÉREZ, Nota preliminar alpersonaje histórico y los documentos,
cit. en nota 126, p. 29.
130. En este sentido discurre el trabajo de Rafael VARÓN, El Taki Onqoy: las raices andinas
de unfenómenocolonial, en Luis MILLONES (comp.), El retorno de las Huacas. Estudios y docu-
mentos del siglo XVI, cit. en nota 108.
131. Gabriela RAMOS, Política eclesiástica y extirpación de idolatrías: discursos y silencios en
torno al Taki Onqoy, cit., p. 153.
132. Cristóbal Ximénez fue el intérprete de Cristóbal de Albornoz durante su Visita, y
como testigo de excepción declaró para su Información de méritos y servicios en 1577. Cfr. In-
formaciones, cit. en nota 128, p. 191.
133. Rafael VARÓN, El Taki Onqoy: las raíces andinas de unfenómenocolonial, cit., pp. 339-
340.
658 T E O L O G Í A EN AMÉRICA LATINA
lizar. La traducción literal deTaki Onqoy es «enfermedad del baile»134. Los he-
chiceros producían y excitaban el frenesí de los bailadores con la administra-
ción de una droga, y una vez que habían ingerido la droga comenzaba toda
una variedad de posesiones, trances y convulsiones:
«y así fue que hubo muchos indios que temblaban y se revolcaban por el sue-
lo; y otros tiraban de pedradas como endemoniados [...] y llegaban a él con
temor y le decían qué había y sentía, y respondía que la huaca fulana se le ha-
bía metido en el cuerpo; y luego lo tomaban en brazos y lo llevaban a un lu-
gar diputado... y luego le embijaban, y los indios le entraban a adorar [...] in-
vocando a la huaca que aquél representaba»135.
134. Cristóbal de Molina define Taki Onqoy como «una manera de canto», y Albornoz
escribe: «tomando un género de bayle que intitularon taki ongo, por otro nombre ayra».
135. Pierre DUVIOLS, La destrucción de las religiones andinas, cit. en nota 108, pp. 135 que
cita a su vez a Cristóbal de Molina.
136. Sin embargo, Luis Olvera, testigo ocular de esos cultos indígenas, no habla propia-
mente de baile: «las dichas guacas ya no se encorporavan en piedras ni en árboles ni en fuentes
como en tiempo del Ynga, sino que se metían en los cuerpos de los yndios y los hazian hablar
e de allí tornaron a temblar diziendo que tenían muchas guacas en el cuerpo y a muchos de
ellos los tomavan y pintavan rostros en color colorada y los ponían en unos cercados y les sa-
crificavan carneros, ropa...» cfr. Informaciones, p. 178. Lo mismo dice Cristóbal Ximénez, len-
gua de Albornoz, en su declaración, cfr. Informaciones, p. 191.
137. Fierre DuviOLS, La destrucción de las religiones andinas, cit. en nota 108, p. 139.
138. Se trata de la declaración en las Informaciones de 1577: cfr. Informaciones, p. 181.
XIV. JOAQUINISMOS, UTOPÍAS, M I L E N A R I S M O S Y MESIANISMOS 659
vían a los cultos andinos: «y que estavan enojadas con todos ellos porque se
avían bautizado, y que los avían de matar a todos si no se volvían a ellos rene-
gando de la fe católica [...]»IW.
El deber de destruir los signos de culto católico, y de reconstruir los
antiguos adoratorios y volver a practicar los ritos andinos; porque las huacas
resucitadas pedían sacrificios y ofrendas para poder vivir (andaban «secas» por
el aire, muertas de hambre...)- Se trataba de prácticas religiosas de aquella re-
gión, anteriores a la dominación incaica14": «y que para bolver a ellos ayuna-
sen algunos días, no comiendo sal ni ají ni durmiendo hombre con muger, ni
comiendo maíz de colores»141.
El rechazo de todo lo que tuviera relación con los «extranjeros»: no se
trataba sólo de no practicar la religión católica, aunque, en efecto, se les prohi-
bía entrar a las iglesias, llamarse cristianos..., sino de rechazar todo lo español,
incluso la forma de vestir o todo lo que a ellos recordara: «y de quando en
quando los tales hacían sermones al pueblo amena9andoles que no sirviesen a
Dios, y que no era tiempo de Dios sino de guacas, amena9ando a los yndios
si del todo no dejasen el cristianismo, y reñían al cacique o yndio que se lla-
mara nombre de cristiano sino de yndio y trajese camisa o sombrero o alpar-
gates o otro cualquier traje despaña ni de Lusarte»142.
La victoria «política» sobre los españoles. En efecto, el regreso de las
huacas se presentaba con ciertas connotaciones «políticas»: cuando llegó Piza-
rra el Dios de los españoles venció sobre los dioses indígenas, pero ahora vol-
verá el Inca y vencerían las huacas. De todas formas, aparte de las declaracio-
nes de los tres visitadores, no existe ninguna otra fuente que informe sobre
una insurrección de tipo político. El texto de Molina dice así: «ellos creyeron
que todas las guacas del reino, quantas avían los cristianos derocado y quema-
do, avían resucitado, [...] y que todos andavan por el ayre hordenando dar ba-
talla a Dios, y vencelle, y que ya la trayan de vencida y que cuando el Marqués
entró en esta tierra, avía Dios vencido a las guacas y los Españoles a los yn-
139. Relación de las Fábulas i ritos de ¡os Ingas hecha por Cristóbal de Molina..., cit. en nota
128, p. 130.
140. Como se sabe, la religión incaica estaba superpuesta a las creencias locales: por esto
fue fácil extirpar los ritos y dioses propiamente incaicos, y en cambio fue muy difícil que se ol-
vidaran las prácticas religiosas regionales.
141. Relación de las Fábulas i ritos de los Ingas hecha por Cristóbal de Molina..., cit. p. 130.
142. En efecto, los sacerdotes indígenas insistían en que para reconciliarse con las huacas
debían abstenerse de algunas cosas: «ni comiendo cosas de Castilla, ni usando dellas en comer,
ni en vestir, ni en entrar en las yglesias, ni rifar, ni acudir al llamamiento de los padres curas, ni
llamarse nombre de cristiano»: cfr. Relación de las Fábulas i ritos de los Ingas hecha por Cristóbal
de Molina..., cit., pp. 130-131- Cfr. también, Informaciones, p. 136.
660 T E O L O G Í A EN AMÉRICA LATINA
dios; enpero que agora dava la buelta el mundo, y que Dios y los españoles
quedarían vencidos desta vez y todos los Españoles muertos, y las ciudades
dellos anegadas, y que la mar avía de crecer y los avía de aogar, porque dellos
no huviese memoria»143.
El propio Albornoz, en la información de 1570144, incluía entre las
promesas de los «dogmatizadores», el anuncio del fin de la mita, es decir, del
dominio de los españoles sobre los indios. Molina, por su parte, anuncia,
aunque casi de pasada, el regreso del Inca: «y asimismo que ya bolvía el tiem-
po del Ynga y que las guacas no se metían ya en las piedras ni en las nuves, ni
en las fuentes para hablar, sino que se yncorporan ya en los yndios y los hací-
an ya hablar y que tuviesen sus casas baridas y adereçadas para si alguna de las
guacas quisiese pasar en ella»'45.
Algunos, como Milhou146, hablan del Taki Onqoy como de un movi-
miento mesiánico interpretado por los indios como una venganza de las hua-
cas contra los españoles intrusos. Es posible que este intento de regresar a la
práctica religiosa anterior estuviera apoyada por su visión cíclica del tiempo, se-
gún la cual, tras el dominio de los españoles volvería de nuevo, el tiempo de las
huacas. Hacen una división del mundo entre españoles e indios: Dios habría
creado a los españoles y a su mundo, pero las huacas eran las creadoras del ta-
wantinsuyu y de los indios; de alguna manera muestran el choque y la dificul-
tad para comprender la explicación del mundo y del tiempo del cristianismo147.
Es fácil sumarse a la opinión de Ramos y Urbano, porque, por una
parte, la arenga de los sacerdotes indígenas a la adoración de sus antiguas hua-
cas, a la práctica de ritos como ayunos o borracheras, y el rechazo a lo espa-
143. Relación de las Fábulas i ritos de los Ingas hecha por Cristóbal de Molina..., cit., p.130.
Cfr. la declaración de Luis Olvera que es casi idéntica: Informaciones, p. 136.
144. Como hemos comentado, se tienen informaciones de Albornoz de varias fechas:
1569, 1570, 1577 y 1584. Es llamativo que según nos alejamos en el tiempo de los sucesos, au-
menta la importancia que se le da al Taki Onqoy. Cfr. Gabriela RAMOS, Política eclesiástica y ex-
tirpación de idolatrías: discursos y silencios en torno al Taki Onqoy, cit., p. 143.
145. Relación de las Fábulas i ritos de los Ingas hecha por Cristóbal de Molina..., cit. p. 130.
Cfr. también, Informaciones, pp. 178 y 191.
146. Alain MiLHOU, L'intériorisation du Message chrétien chez les dominés. La Chronique de
Felipe Guarnan Poma de Ayala (1615), en «Cahiers de littératures et civilisations romanes» 4
(1995) 143-174.
147. «Creyeron que Dios Nuestro Señor avía hecho a los Españoles y a Castilla y a los ani-
males y mantenimientos de Castilla; enpero que las guacas avían hecho a los yndios y a esta tie-
rra y a los mantenimientos que de antes tenían los yndios» (Relación de las Fábulas i ritos de los
Ingas hecha por Cristóbal de Molina..., cit., p. 130; cfr. también la declaración de Cristóbal Xi-
ménezen 1577: Informaciones, p. 191).
XIV. J O A Q U I N I S M O S , UTOPÍAS, M I L E N A R I S M O S Y MES1ANISMOS 661
148. Guibovich recoge concretamente unos fragmentos de la cana del secretario, Eugenio
de Arrieta, al Consejo de la Suprema, y de la carta del Inquisidor, Serván Cerezuela: cfr. Pedro
G U I B O V I C H , Cristóbal de Albornoz y el Taki Onqoy, cit. en nota 123, pp. 229-230.
149. Ibidem, pp. 230-232.
150. Gabriela RAÍMOS, Política eclesiástica y extirpación de idolatrías: discursos y silencios en
torno al Taki Onqoy, cit., p. 145.
151. Cfr. Rosa M . 1 M A R T Í N E Z DE CODÉS, La Reglamentación sobre idolatría en la legisla-
ción conciliar límense del siglo xvi, en Josep-Ignasi SARANYANA (dir.), Evangelizacióny teología en
662 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
comparativo entre los grabados europeos, que ilustran la vida de San Francis-
co, y las series iconográficas franciscanas americanas está aún sin realizar; sólo
entonces se sabrá hasta qué punto han sido originales los artistas hispanoame-
ricanos.
Vamos a centrarnos aquí en el estudio iconográfico-teológico del cua-
dro titulado «La profecía». Este lienzo, que forma parte de las series francisca-
nas que se encuentran en los conventos franciscanos de Cuzco, Ocopa y San-
tiago de Chile, representa a San Francisco alado y estigmatizado —los clavos
sobresalen de sus pies y de sus manos; el corazón ardiente aparece en el costa-
do derecho—, rodeado por cuatro personajes. A la izquierda y arriba, la Sibi-
la de Eritrea (Erythrai), población sobre la costa occidental del Asia Menor,
entre Éfeso y Cumas (la Cumas asiática, no la Cumas itálica, cerca de Nápo-
les). En el mismo lado y abajo, San Buenaventura. A la derecha y abajo, San
Juan Evangelista. Arriba y a la derecha, el abad Joaquín de Fiore155. La cartela,
pintada en el propio lienzo y centrada en el borde inferior, dice textualmente:
New York 1987, vol. 56: Netherkndish artists: Philips Galle; o en F.WH. HOLLSTEIN, Germán
engravins etchings and woodcuts (1450-1700), Amsterdam 1949, están recogidas muchas colec-
ciones de grabados de Felipe Galle (1537-1612), pero no los que tratan sobre San Francisco.
155. Sebastián lo ha descrito asi: «El primer lienzo es "La profecía", que es el más ajusta-
do a la concepción del paralelismo entre Cristo y san Francisco. El protagonista aparece en los
cielos con las alas extendidas ante un horizonte marino que se pierde en lontananza bajo la ilu-
minación celeste; la parte inferior del lienzo está ocupada por los personajes paralelos de san
Juan Evangelista y san Buenaventura. El primero aludió en el Apocalipsis (vi, 12 y VII, 2) a la
prefiguración de Cristo cuando dijo, al abrir el sexto sello: "vi otro ángel que subía del oriente
llevando el sello de Dios vivo". San Buenaventura proclama que este embajador de Dios era
digno de ser imitado por los hombres, dado su alto grado de santidad, ya que era un trasunto
de la pureza angélica y fue propuesto "como dechado de los perfectos seguidores de Cristo". En
el ángulo superior izquierdo aparece una mujer sobre roca con aire de asombro ante la apari-
ción de san Francisco alado; no es otra que la sibila Eritrea o Babilónica, que profetizó la En-
carnación de Cristo y que ahora resurge en la proclamación del "alter Christus"» (Santiago SE-
BASTIÁN, El barroco Iberoamericano, cit., p. 295). Sebastián olvida reseñar algunos elementos
del cuadro, muy importantes para su interpretación teológica, como veremos seguidamente.
664 T E O L O G Í A EN AMÉRICA LATINA
O c o p a , e n el valle d e J a u j a , es u n a c o p i a d e 1 7 6 3 . E x i s t e o t r a c o p i a , c o n t e m -
p o r á n e a del original, e n el c o n v e n t o franciscano d e S a n t i a g o d e Chile 1 5 '.
P r o c e d a m o s , p u e s , a la « l e c t u r a » del c u a d r o s o b r e « L a p r o f e c í a » , c o n -
s e r v a d o e n el C u z c o 1 5 7 . E m p e c e m o s n u e s t r o c o m e n t a r i o p o r los p e r s o n a j e s
m á s a n t i g u o s r e p r e s e n t a d o s e n el lienzo. P e n s a m o s q u e d e esta f o r m a se p o d r á
e n t e n d e r m e j o r la r e l a c i ó n d e t o d o s ellos c o n la figura central, q u e es S a n
F r a n c i s c o . A s í , p u e s , c o m e n z a r e m o s p o r la S i b i l a E r i t r e a ( c o n t e m p o r á n e a d e
la g u e r r a d e T r o y a ) , p a r a seguir c o n S a n J u a n E v a n g e l i s t a (siglo i), el A b a d J o -
a q u í n d e F i o r e ( t 1 2 0 2 ) y, finalmente, San Buenaventura (t 1274). Termina-
r e m o s n u e s t r a lectura i c o n o g r á f i c a c o n S a n F r a n c i s c o ( t 1 2 2 6 ) , q u e es el p r o -
t a g o n i s t a del lienzo.
S a n t i a g o S e b a s t i á n i d e n t i f i c a la S i b i l a del c u a d r o c o n la S i b i l a d e E r i -
trea o B a b i l ó n i c a , « q u e p r o f e t i z ó la E n c a r n a c i ó n d e C r i s t o » . E s e v i d e n t e q u e
se trata d e u n a Sibila, p u e s t o q u e lo d i c e la cartela del lienzo. Pero la S i b i l a q u e
— s e g ú n la i n t e r p r e t a c i ó n m e d i e v a l — p r o f e t i z ó la e n c a r n a c i ó n del V e r b o n o
f u e la d e Eritrea, s i n o la d e C u m a s en Italia, cerca d e N á p o l e s , c o m o se lee en
la Égloga IV d e Virgilio 1 5 8 . E n e a s f u e a e n t r e v i s t a r s e c o n ella, p a r a p e d i r l e q u e
156. Con relación a la serie cuzqueña, cfr. José de MESA-Teresa GlSBERT, Historia de la
pintura cuzqueña, Fundación Augusto N. Wiese-Banco Wiese, Lima 1982, pp. 196-199, don-
de se trata ampliamente sobre el pintor indio Basilio de Santa Cruz. Respecto a la serie de Oco-
pa, de cuatro lienzos, cfr. Ibutem, pp. 217-218, donde se trata sobre el pintor Ignacio Chacón.
La serie chilena se ha relacionado con el obispo santiagueño don Diego de Huamanzoro, que
antes había sido guardián del convento cuzqueño (cfr. Santiago SEBASTIÁN, El barroco, cit.; y
Mario CAYOTA, Siembra entre brumas, utopia franciscana y humanismo renacentista, CIPFE,
Montevideo 1990, p. 348. Conviene advenir que Mesa y Gisbert aluden sólo a cuatro cuadros
de Ocopa. La serie completa sobre San Francisco consta de 29 lienzos (comunicación oral del
R Julián Heras, ofm [Lima]).
157. Esta obra, de forma cuadrangular, tiene 1,2 metros de lado aproximadamente. Se ha-
lla en la pared norte del claustro, junto a la puerta que comunica con el templo: es el primero
a la derecha, según se pasa del claustro al templo. Sólo comentaremos el que se conserva en el
Cuzco, pues el de Santiago y el de Ocopa son, como ya hemos dicho, una reproducción exac-
ta de los mismos elementos iconográficos. Chacón añadió sólo pequeñas modificaciones orna-
mentales: una pata con cuatro patitos que nadan en el mar y un pato que inicia el vuelo; y pin-
ta a San Juan Evangelista con bigote y barba, mientras que Santa Cruz lo retrata lampiño.
158. Las palabras que los medievales interpretaron como un vaticinio mesiánico son las
siguientes: «Vltima Cumaei uenit iam carminis aetas;/ magnus ab integro saedorum nascitur
ordo./ Iam redit et uirgo, redeunt Saturnia regna,/ iam noua progenies cáelo demittitur alto./
[...] ille deum uitam accipiet diuisque uidebit/ permixtos heroas et ipse uidebitur illis,/ paca-
tumque reget patriis uirtutibus orbem» (VIRGILIO MARO, Ecloga IV, ed. oxioniense, p. 10). La
traducción sería: «Viene la última edad de la profecía (=del poema cumeo). La gran serie de los
siglos empieza de nuevo. Vuelve ya la virgen (=Themis, diosa de la justicia), vuelven los reinos
de Saturno (=Kronos, que reinó en la edad de oro). Ya es enviada abajo desde lo alto del cielo
XIV. JOAQUINISMOS, UTOPÍAS, MILENARISMOS Y MESIANISMOS 665
le acompañase a los infiernos. Con todo, la afirmación del Prof. Sebastián tie-
ne su fundamento, pues, según una antigua tradición, la Sibila fue extraordi-
nariamente longeva: primero estuvo en Eritrea, pasó después a la Cumea asiá-
tica y finalmente se estableció en la Cumea itálica159.
Estas «videntes» del mundo pagano clásico recibieron un verdadero
culto en la Edad Media. En función del espíritu de concordancia y de sime-
tría que anima el pensamiento bajomedieval el número de las sibilas aumen-
tó para llegar a doce, lo que permitió a la iconografía de finales del XV su co-
rrespondencia con los doce pequeños profetas [del Antiguo Testamento].
Aunque se retrasó la representación de las sibilas en el arte español, desde el si-
glo XI existía en las iglesias de España la costumbre de cantar en los maitines
de Navidad la profecía de la Sibila Eritrea sobre el juicio final.
La mitología estuvo presente en la pintura peruana, y concretamente
cuzqueña, desde primera hora"". Se sabe, por ejemplo, que Marcos de Rive-
ra, uno de los artistas que intervino en la serie cuzqueña sobre San Francisco,
pintó también temas mitológicos. Entre ellos no faltaron las sibilas, con car-
telas alusivas a sus vaticinios mesiánicos, como en el grupo de las cinco sibilas
(pérsica, líbica, frisia, délfica y helespóntica) profetas de la vida de Cristo, que
se hallaba en el Seminario de San Antonio Abad.
La pregunta es: ¿dónde pudo inspirarse el pintor del cuadro cuzqueño
que comentamos, al escribir en la cartela: «La Sibila ve a Francisco en forma de
estrella»? La Sibila del cuadro, en efecto, contempla una estrella que se halla in-
mediatamente encima de ella... Me parece evidente que el pintor, o bien el gra-
bador que preparó el modelo, se inspiró en un pasaje de Las conformidades de
San Francisco 1(11, redactadas por el franciscano Bartolomé de Pisa o de Rinoni-
co (t ca. 1400). El texto de Las conformidades, que pudo inspirar al pintor, dice:
una nueva generación. (...) Él tendrá la vida de los dioses y verá a los héroes mezclados con los
dioses y él será visto por ellos. Y gobernará un mundo pacificado con las virtudes paternas».
(Agradezco al Dr. Marco Fabbri sus indicaciones sobre este texto virgiliano).
159. Sobre los movimientos de la Sibila cfr. Gerhard RADKE, Sibyllen, en: Der Kleine
Pauly, Deutscher Taschenbuch Verlag, München 1975. vol. 5, col. 158-161. Cfr. también An-
ton LEGNER, Sibylle(n), en LexikonfiirTheologie und Kirche, Herder, Freiburg im Br. 1986, IX,
col. 726-728; y Karl WEINZIERL, Sihyllinen, en Ibidem, col. 728-730.
160. «Los temas mitológicos llegaron al Perú, y concretamente al Cuzco, en obras de ta-
picería y pintura española y flamenca que se conservaban desde fines del siglo XVI» (José de
MESA-Teresa GISBERT, Historia, cit., p. 293).
161. Bartholomaeus DE PLSA, De conformitate vitae beati Francisci ad vitam Domini Iesu,
lib. I, fructus I, pars secunda, en «Analecta Franciscana» (AF), IV, Quaracchi 1906, 43-44. En
el fructus I, parte primera, trata las figuras de San Francisco, tanto del Antiguo Testamento
como del Nuevo Testamento. En la parte segunda de ese primer fructus expone los vaticinios.
666 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
Entre éstos, el de la Sibila es el cuarto. También se conoce a Bartolomé de Pisa como Bartolo-
mé de Rinonico. Cfr, sobre este libro: Stanislao DE CAMPAGNOLA, L'angelo del sesto sigillo e
/Vralter Christus». Genesi e sviluppo di due temi francescani nei secoli X/Il-Xiv, Laurentianum-An-
tonianum, Roma 1971, pp. 170-173, 230-235, 280-284.
162. «Quarto, de ipso prophetavit et beatum Franciscum mundo affuturum cum beato
Dominico declaravit Sibylla, quae firn tempore regis Priami et belli Troiani» (De conformitate,
cit., AF IV, 43).
163. La visión del Mesías en forma de estrella, que viene del oriente, se inspira probable-
mente en los vaticinios de Balaam (Num. 24, 17).
164. Fray Silvestre contempló cómo una cruz de oro que llegaba hasta el cielo, salida de
la boca de San Francisco, ahuyentaba al espantoso y terrible dragón (probable alusión al Islam).
Cfr. este sueño en: BONAVENTURA, Legenda maior, c.3, n. 5.
165. «Subdit de beato Francisco et Dominico: "Stellae quoque duae —glossa: id est ordo
Minorum et Praedicatorum— consimiles primae consurgent contra ipsum et non obtinebunt,
usque dum veniat abominano et voluntas Altissimi consummetur". Haec Sibylla. Qua prohe-
tia patet, cum beatus Franciscus nomine vocetur stellae, et suus ordo per stellam habet merito
fìgurari, contra sectam Machumeti spurcissimi porci, audacter dico, nullum ordinem sic insu-
rexisse, sicut santi Francisci» (De conformitate, AF IV, cit, en nota 22, p. 44).
XIV. JOAQUINISMOS, UTOPÍAS, MILENARISMOS Y MESIANISMOS 667
se conserva en Ocopa, San Juan ha sido retratado con barba y bigote, quizá por
desconocimiento del artista.
Su función en este lienzo es evidente: San Juan fue el apóstol que escri-
bió el Apocalipsis, libro en el que San Buenaventura descubrió algunas prefi-
guraciones de San Francisco. El rótulo del lienzo dice: «Muchos años antes de
nacer Francisco es profetizado en forma de ángel, con las llagas de Cristo, por
San Juan Evangelista (Apoc.9 [?])». La copia de Ocopa escribe Apoc. 6. Esta
referencia es más exacta que la original cuzqueña, si hemos leído bien. En el
capítulo 6 comienza, en efecto, la profecía de los siete sellos. Al abrir el sexto
sello (Apoc. 6, 12) son profetizados una serie de acontecimientos, como la
importante visión del «ángel que ascendía del levante, portando la señal del
Dios vivo»"16. San Buenaventura había atribuido expresamente el texto apoca-
líptico a San Francisco:
166. «Et vidi alterimi Angelum ascendentem ab ortu solis, habentem signum Dei vivi»
(Apoc. 7,2).
167. «Ideoque alterius amici Sponsi, Apostoli et Evangelistae Ioannis vaticinatione verídi-
ca sub similitudine Angeli ascendentis ab ortu solis signumque Dei vivi habentis astruitur non
immerito designatus. Sub apertione namque sexti sigilli vidi, ait Ioannes in Apocalipsi (Apoc.
7,2), alterum Angelum ascendentem ab ortu solis, habentem signum Dei vivi» (BONAVENTU-
RA, Legenda maior, prol., n. 3 [ Q . VIII, 504b], Sobre la cronología de la Legenda maior, cfr. Jac-
ques Guy BOUGEROL, Introduction à l'itudedeS. Bonaventure, Desdée, Paris-Tournai 1961, p.
242.
668 T E O L O G Í A EN AMÉRICA LATINA
sexto sello se cumplieron en tiempos del emperador Federico II. Por consi-
guiente, el ángel que lleva el sello del Dios vivo no podía ser otro que San
Francisco168.
La presencia de Joaquín de Fiore en el lienzo es decisiva para su análi-
sis teológico, pues la interpretación del resto de las figuras depende de él, en
buena medida. Con este personaje el significado de los demás protagonistas
del cuadro parece inclinarse, en una primera aproximación, hacia un contex-
to milenarista u otras formas de escatologismo. Por ello, la cuestión merece un
análisis pormenorizado.
La representación del Abad Joaquín en este lienzo cuzqueño, reprodu-
cido en las series de Ocopa y de Santiago de Chile, podría introducir nuevos
elementos en favor de una influencia del joaquinismo en el Virreinato del
Perú, ampliando la supuesta influencia joaquinita al Hemisferio Sur. ¿De
dónde, pues, procede la intención pictórica de representar al Abad Joaquín en
este lienzo? ¿En qué fuentes pudo inspirarse el artista?
Parece evidente que el pintor —o, en su caso, el grabador que ejecutó
el primer modelo— tuvo a la vista el quinto vaticinio sobre San Francisco,
ofrecido por el libro De las conformidades. Tal vaticinio viene inmediatamen-
te después de la profecía atribuida a la Sibila de Eritrea, que hemos comenta-
do ya. El texto del quinto vaticinio dice textualmente: «Quinto: el bienaven-
turado Francisco y su Orden fueron declarados por cierto diácono de nombre
Policarpo, de quien da noticia el Abad Joaquín en el capítulo 8 de su comenta-
rio a la profecía de Cirilo, anacoreta del monte Carmelo y presbítero. Según Jo-
aquín, este tal Policarpo enseñó y dijo muchas cosas sobre San Francisco y de su
Orden, pero [el Abad] no nos ha trasmitido concretamente sus profecías»"w.
Las referencias, sobre las que se construye el quinto vaticinio, están to-
madas de un apócrifo joaquinita, en aquellos años atribuido al Abad. Cons-
ciente de los problemas de ortodoxia que pesaban sobre Joaquín, Bartolomé
de Pisa, que escribe a finales del siglo XIV, comenta en otro lugar de sus Con-
formidades. «[...] el Abad Joaquín, cuyas obras han sido aprobadas por la Igle-
sia, con excepción del libro que publicó contra Pedro Lombardo...»170, en clara
168. Cfr. Bartholomeus D E PISA, De conformitate, lib. I, fr. I, pars II, en AF IV, 44.
169. «Quinto, beatus Franciscus fuit declaratus et eius ordo, ut testatur abbas Ioachim su-
per 8 capitulo prohetiae Cyrilli anachoretae et prebyteri montis Carmeli, per quendam diaco-
nem nomine Polycarpum, qui, ut dicit Ioachim, legisse multa de ipso et ordine eius dixisse,
cuius dicta ipse Ioachim minime ponit» (De conformitate, lib. I, fr. I, pars II, en AF IV, 44).
170. «[...] abbas Ioachim, cuius opera sunt per ecclesiam aprobata, libro excepto, quem
edidit contra magistrum Petrum Lombardum...» (Ibidem, p. 53).
XIV. JOAQUIN1SMOS, UTOPÍAS, MILENARISMOS Y MESIANISMOS 669
que tiene por tema, precisamente, Apoc. 7,2. Cfr. Jacques Guy BOUGEROL, Saint François dans
les premiers sermons universitaires, en WLAA., Francesco d'Assisi netta storia, Istituto Storico dei
Cappuccini, Roma 1983, l, pp. 173-199.
176. Campagnola recuerda, para evitar conclusiones precipitadas, que la Bula Ite vos, del
Papa León X (1517), que aprobó la Observancia, caracterizó a San Francisco como «Angelus
ille ascendens ad ortu solis, habens signum Dei vivi», según el texto de Apoc. 7,2; y que la mis-
ma Encíclica Rite expiatis, del Papa Pio XI (1926), en el aniversario de la muerte del Santo, des-
cribe a San Francisco como «alter Christus», según el ideal paulino de santidad (Gal. 2,20), que
Buenaventura había referido, con piedad filial, al fundador de la Orden. Cfr. Stanislao DE
CAMPAGNOLA, L'angelo del sesto sigilo, cit., pp. 283-284.
x i v . J O A Q U Í N i s M o s , UTOPÍAS, MILENARISMOS Y MESIANISMOS 671
cero matutino se hace visible al alba por el levante). Estos son los elementos
apocalípticos recogidos por San Buenaventura y transmitidos por él.
La correspondencia entre el lucero del alba y San Francisco, quien —en
el cuadro— parece surgir, además, de la niebla marina, está tomada también
del prólogo de la Legenda maior bonaventuriana, que aplica a San Francisco
el siguiente pasaje del Eclesiástico: «Quasi Stella matutina in medio nebulae»
(Sir. 50,6). Este versículo escriturístico había sido tomado como tema por el
Papa Gregorio IX en la alocución que pronunció con motivo de la canoniza-
ción de San Francisco, y a partir de tal momento empezó a rodar en la Orden
franciscana177.
Hay que notar, sin embargo, que la representación de San Francisco
alado no era muy corriente en la iconografía de aquellos años. En cambio, sí
es corriente en estos grabados que aparezca el Crucificado con alas, desde el
que le llegan los estigmas al Santo178.
En nuestro cuadro han sido representados los clavos de la crucifixión
asomando en los estigmas de las palmas de las manos y de los empeines de los
pies, tal como nos narra Tomás de Celano l7; . La llaga del costado, que está en
el lado derecho, ha sido sustituida por un corazón inflamado. (Recuérdese
que, por los años en que se pintó el cuadro de Cuzco, apenas habían comen-
zado las apariciones del Corazón de Jesús a Santa Margarita María Alacoque,
en Paray-le-Monial, en medio de grandes contradicciones que la santa hubo
de sufrir, antes de que se aceptase el carácter sobrenatural de sus revelaciones.
Es difícil, pues, que la fama de tales apariciones hubiese llegado al Cuzco).
La Legenda maior comenta, además, que San Francisco irradiaba «cla-
ros fulgores con el brillo rutilante de su vida y doctrina»"". Estas claridades
177. Cfr. Jacques Guy BOUGEROL, Saint François dans les premiers sermons universitaires,
cit. en nota 175, p. 198. El sermón no se conserva.
178. Clara alusión a Tomás DE CELANO, Vida primera, cap. III, n. 94 (José Antonio GUE-
RRA [éd.], San Francisco de Asis, cit., pp. 198-200), donde se narra la visión del Serafín seis ve-
ces alado y crucificado, que tuvo San Francisco en el Monte Alverna (algunos elementos pare-
cen inspirarse en el famoso pasaje que relata la vocación de Isaías: Is. 6, lss).
179. «Las manos y los pies se veían atravesados en su mismo centro por clavos, cuyas ca-
bezas sobresalían en la palma de los manos y en el empeine de los pies y cuyas puntas aparecí-
an a la parte opuesta. Estas señales eran redondas en la palma de la mano y alargadas en el dor-
so; se veía una carnosidad, como si fuera la punta de los clavos retorcida y remachada, que
sobresalía del resto de la carne. De igual modo estaban grabadas estas señales de los clavos en
los pies, de forma que destacaban del resto de la carne. Y en el costado, que parecía atravesado
por una lanza, tenía una cicatriz que muchas veces manaba, de suerte que túnica y calzones
quedaban enrojecidos con aquella sangre bendita» (Ibidem, n. 95).
180. Legenda maior, prol., n. 1
672 T E O L O G Í A EN AMÉRICA LATINA
«Y, entre otras cosas que me dijo [Dios], me pidió que le ofreciese tres
dones; yo [San Francisco] le respondí: "Señor mío, yo soy todo tuyo. Tú sa-
bes bien que no tengo otra cosa que el hábito, la cuerda y los calzones, y aun
estas tres cosas son tuyas; ¿qué es lo que puedo, pues, ofrecer o dar tu majes-
tad?" Entonces Dios me dijo: "Busca en tu seno y ofréceme lo que encuen-
tres". Busqué, y hallé una bola de oro, y se la ofrecía a Dios; hice lo mismo tres
veces, pues Dios me lo mandó tres veces; y después me arrodillé tres veces,
bendiciendo y dando gracias a Dios, que me había dado alguna cosa que ofre-
cerle. En seguida se me dio a entender que aquellos tres dones significaban la
santa obediencia, la altísima pobreza y la resplandeciente castidad, que Dios,
por gracia suya, me concedió observar tan perfectamente, que nada me re-
prende la conciencia»1".
Así, pues, las tres bolas resplandecientes parecen aludir a esta visión, te-
nida en el monte Alverna.
Después de esta minuciosa descripción de los elementos iconográficos
del cuadro cuzqueño, cabe —a nuestro entender— la siguiente interpretación
teológica:
El lienzo representa a San Francisco en el contexto de la tradición pia-
dosa franciscana, que se apoyaba, en la segunda mitad del siglo X V I I , en dos
fuentes principales: en la Legenda maior buenaventuriana y en Las conformi-
dades de Bartolomé de Rinonico. Las referencias a la Sibila y al Abad Joaquín
de Fiore están tomadas de esta última obra, y proceden, en última instancia,
de apócrifos joaquinitas de mediados del siglo X I I I , anteriores al año 1260. Es
cierto que Las conformidades citan también algunas obras auténticas joaquini-
tas, como el Liber concordiae novi ac veteris testamenté'1 \ pero lo hacen siem-
pre con cautela, pues Bartolomé de Rinonico conocía la condenación recaída
sobre el abad florense en el IV Lateranense.
181. Consideraciones sobre las llagas, Consideración 3, en José Antonio GUERRA [éd.], San
Francisco de Asís, cit. en nota 29, pp. 908-909.
182. Cfr., por ejemplo, lib. I, fructus I, pars secunda (AF IV, 53).
XIV. JOAQUINISMOS, UTOPÍAS, MILENARISMOS Y MES1ANISMOS 673
El jesuita Antonio de Vieira"4 fue, sin duda, una de las grandes figuras
de la evangelización del Brasil. Personaje rico y complejo, me centraré exclu-
D. Antonio pelo P. André de Barros da Companhia de Jesús, Lisboa 1746; Joäo Lucio DE AZE-
B E D O , História de Antonio Vieira, com faetos e documentos novos, tomos M I , Lisboa, 1 9 1 8 -
1921; Hernani ClDADE, Padre AntSnio Vieira. Estudo biográfico e critico, Lisboa 1940; C.R.
BOXER, A great luso-brasilianfitgure:P. Antonio Vieira, Londres 1 9 6 9 José VAN DER BESSELAAR,
AntSnio Vieira: o homen, a obra, as idéas, Lisboa 1 9 8 1 ; José Antonio SARAIVA, Padre Antonio
Vieira na historia da literatura portuguesa. Porto 1989. Ya se han dedicado algunas páginas en
este volumen al P. Antonio Vieira por lo que omito presentar su vida y obra. Vid. supra ca-
pítulo XII, epígrafe 5, donde Vieira es presentado como gran predicador profético en el Bra-
sil colonial.
185. Cfr. Padre Antonio VIEIRA, Escritos instrumentáis sobre os Indios. Ensaio introdutório
de J. C. Sebe Bom Meihy, Sao Paulo, 1992. Sobre Vieira véase también el capítulo XII, epígra-
fe 5, supra.
186. Cfr. António VASCONCELOS SALDANHA, Vieira e o dogma da eternidade do Impèrio
Romano, Pro manuscripto (obra en mi poder), p. 1. Se trata de una ponencia presentada en el
Seminario sobre el pensamiento de Antonio Vieira organizado por la Associalo de Estudos
Sociais Latino-americanos —ASSLA—, en el ámbito del Projecto Estratégico «Celebrares co-
lombianas». Cfr. también, Serafím LEITE, Breve História da Companhia deJesus no Brasil, 1540-
1760, Livraria Apostolado da Imprensa, Braga 1993; ID., Novas Cartasjesuíticas. (De Nóbrega
a Vieira), Companhia e Editora Nacional, Sáo Paulo 1940; ID., Profetismo e Messianismo na
Obra da Antonio Vieira, en «Brotaría», 7 2 (1961) 56-59; Battista M O N D I N , Storia della teologia,
vol. ili.: Epoca Moderna, Edizioni Studio Domenicano, Bologna 1996, pp. 408-411 y 419.
1 8 7 . Cfr. Jaume M E N S A I VALLAS, Les raons d'un anunci apocaliptic. La polèmica escatològi-
ca entre Arnau de Vtlanova i eisfilòsofii teòlegs professionales (1297-1305): anàlisi deb arguments
i de ¡es argumentacions, Facultat de Teologia de Catalunya, Barcelona 1998.
188. Alain MlLHOU, El concepto de «destrucción» en el evangelismo milenariofranciscano,en
Paulino Castañeda (dir.), Actas del II Congreso Internacional sobre losfranciscanosen el Nuevo
Mundo (siglo xvi), Deimos, Madrid 1988, pp. 297-315, pp. 300 y ss.
XIV. JOAQUINISMOS, UTOPÍAS, MILENAR1SMOS Y MES1ANISMOS 675
189. Cfr. A. MILHOU, Propaganda mesidnicay opinión pública. Las reacciones Je las ciuda-
des del Reino de Castillafrentealproyectofernandino de cruzada (1510-1511), en WLAA., Libro
Homenaje a José Antonio Maravaü, Centro de Investigaciones Sociológicas, Madrid 1986, pp.
51-54.
190. Según Eduardo Hoornaert las profecías mesiánicas portuguesas provenían de tres
grupos sociales: de los cristianos nuevos, obligados a la conversión, que alimentaron deseos me-
siinicos; de la influencia del joaquinismo en los cristianos viejos y, por último, de los comer-
ciantes, que interpretaron los grandes descubrimientos transadánticos como algo nunca suce-
dido en la historia, y, por tanto, señal de trascendentales acontecimientos. Cfr. Eduardo
HOORNAERT, Teología eAfáo pastoral em AntSnio Vieira s.j. 1652-1661, en WLAA., História da
Teología na America Latina, Edi;5es Paulinas, Sao Paulo '1985, pp. 63-74.
191. Vieira mismo hace alguna referencia a las profecías de Castilla. Cfr. Antonio VIEIRA,
Historia de lo Futuro. Libro ante-primero. Prolegómeno a toda ¡a Historia de lo Futuro en que se
declara elfin, y se prueban los fundamentos de ella. Materia, verdady utilidades de la Historia de
lo Futuro, traducida por D. Alonso Antonio Rodríguez Santiváfiez, por Antonio Sanz, Madrid
1738. (consultado en Biblioteca de Humanidades de la Universidad de Navarra, AA. 5.131).
Desde ahora lo citaré como VHE Vid. VHF, pp. 90 y ss. «Lo cierto es que las profecías espa-
ñolas eran conocidas en Portugal, siendo fenómeno clásico las influencias recíprocas entre los
ciclos profiéticos de origen distinto»: cfr. Alain M I L H O U , Cotón y su mentalidad mesidnica en el
ambientefranciscanistaespañol, Casa-Museo de Colón, Seminario americanista de la Universi-
dad de Valladolid, Valladolid 1983, p. 316. Las obras de Vieira también se pueden consultar
en: Padre António VIEIRA, Obras Escolhidas, vi vols., Cole^áo de clássicos Sá da Costa, Lisboa
1952.
192. Alain MILHOU, Colón y su mentalidad mesiinica, cit., p. 342; también pp. 171-172
donde habla de la relación entre las leyendas portuguesa e hispánica de las siete ciudades, rela-
cionada con las profecías de la conquista de Jerusalén y la monarquía universal.
67 6 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
193. Alain M I L H O U , Colón y SU mentalidad mesiAnica, cit. en nota 7, p. 346. Aquí Milhou,
entre otros autores, cita las Luisiadas de Camdes (1572).
194. Poeta autodidacta, de Troncoso, era un zapatero que leía mucho la Biblia y que fue
consultado por los cristianos nuevos acerca del significado de la historia de Portugal.
1 9 5 . Alain M I L H O U , Colón y SU mentalidad mesidnica cit. en nota 7 , p. 3 4 8 . Acerca del se-
bastianismo, cita entre otros a: Raymond CANTEL, Prophétisme et messianisme dans l'oeuvre
d'Antonio Vteira, Ed. Hispan o-Américaines, París 1 9 6 0 ; yjoel SERRAO, Sebastianismo, en Joel
SERRAO (dir.), DicionArio de Historia de Portugal, Iniciativas Editoriais, Lisboa 1 9 6 8 , tomo III.
Por esto se llama al mesianismo portugués, concretamente a estas esperanzas, Sebastianismo'.
José VAN DER BESSELAAR, O sebastianismo. História sumdria, Lisboa 1 9 8 7 ; J.L. DE AZEVEDO, A
evolufSo do sebastianismo, Lisboa 1947.
196. Cfr. Eduardo HOORNAERT, Teología e Afáopastoral em Antonio Vieirasj 1652-1661,
cit., p. 64.
XIV. JOAQUINISMOS, UTOPIAS, MILENARISMOS Y MES1ANISMOS 677
Vieira, que nació y se formó en la Portugal «filipina» (de Felipe ll), de-
sarrolló en sus escritos un proyecto político-religioso de tipo mesiánico fun-
damentado en las profecías de Bandarra y en la leyenda de la fundación de
Portugal. No era un proyecto teocrático, de corte revolucionario al estilo sa-
vonaroliano, sino el proyecto de un Emperador universal único, católico, que
estaría al servicio del papa y de los misioneros, para llevar a cabo la gran mi-
sión de evangelizar a todas las gentes.
Vieira no tenía un temperamento apocalíptico, ni visionario; nunca se
creyó un profeta, sino que, impregnado, eso sí, de las profecías mesiánicas
portuguesas y de las esperanzas propiciadas por la Restauración, hizo su inter-
pretación del Quinto Imperio. Sus pronósticos sobre el futuro Imperio por-
tugués los expresa, no como una revelación de Dios hacia él, sino como acon-
tecimientos que cree posibles, como es posible para Dios cualquier milagro.
Pienso que las siguientes citas son suficientemente expresivas:
«La Tierra santa es aquella misma, en la cual introdujo Dios a los ju-
díos con tantos milagros (...) Pues si Dios hizo cantos milagros para dar aque-
lla tierra (...) qué gran cosa sería si para dar la misma Tierra, después de rega-
da con la sangre de Cristo, a los Cristianos, hiciese un milagro?»197.
«Los futuros portentosos del mundo y Portugal, de que trata nuestra
Historia (se refiere a Historia de lo Futuro), muchos años ha que están soñados,
como los del Faraón, y escritos como los de Balthasar; pero no hubo hasta
ahora, ni Joseph, que interpretase los sueños, ni Daniel que construyese las
Escrituras: y esto es lo que yo comienzo a hacer»1".
197. Cfr. Antonio VlEIRA, Todos sus sermones y obras diferentes, que de su originalportugués
se han traducido en castellano en ¡a Imprenta Juan Piferrer, Barcelona 1734,4 vols. (consultado
en Biblioteca de Humanidades de la Universidad de Navarra, AA.116 342). Desde ahora lo ci-
taré como VSO: VSO, Carta apologética del Padre Antonio de Vieira escrita al Padre Provincial
de la Compañía de Jesús de Andalucía, pp. 332-346, p. 338.
198. Cfr. VHF, p. 40, n.° 42.
199. Explica que Bandarra era tenido por profeta, entendiendo por tal a «aquél que dice
las cosas futuras por revelación, o instinto divino». Para confirmar esta aseveración cita a varios
autores, como por ejemplo al Doctor Gregorio Almeida que, en un libro de 1643 titulado Res-
tauración de Portugal, aseguraba que Bandarra «fue inspirado con particular instinto del cielo
678 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
explica200, hasta que no fue condenado por la Inquisición (piensa él, que por
motivos «políticos»), sus vaticinios eran citados por Doctores de la universi-
dad, religiosos, obispos y hasta por los propios inquisidores.
queriendo Dios declararnos lo que al presente vemos», Cfr. VSO, Carta apologética..., p. 336.
Es decir, que Bandarra era en aquellos años tenido en Portugal como verdadero profeta. Cuen-
ta cómo en el primer aniversario de la Restauración se colocó una estatua de Bandarra en el al-
tar Mayor de la Catedral.
200. Explica, Vieira que aludió a Bandarra antes de que éste fuera condenado: utilicé los
«vaticinios de Bandarra que con nombre de profecías eran en aquél tiempo recibidos y celebra-
dos de todos, sin prohibición alguna, antes con grandes aplausos de los Doctores de las Uni-
versidades, Religiosos, Predicadores, Obispos y de los mismos señores inquisidores (...) los
hombres doctos y timbrados antes de la dicha prohibición, no repararon en ellas ni las tuvie-
ron por censurables en espacio de ciento y veinte años, siendo leídas e interpretadas de todos
con gran crédito y expectación» Cfr. VSO, Carta apologética, cit., p. 335.
201. El término «providencialismo» es definido, por el Diccionario de la Lengua Españo-
la, como la «doctrina según la cual todo sucede por disposición de la Divina providencia», Cfr.
REAL ACADEMIA ESPAÑOLA, Diccionario de la Lengua Española, Espasa-Calpe, Madrid 1970, ad
vocem.
202. La doctrina providencialista es típicamente judeo-cristiana. No cabía en la Weltan-
schauung griega, ni era aceptable por la filosofía musulmana. En el primero de los dos casos,
porque lo divino no era, en última instancia, trascendente al mundo, aunque, es preciso reco-
nocerlo, Aristóteles anduvo muy cerca de descubrir la total trascendencia absoluta del «primer
motor inmóvil». Los musulmanes, en cambio, insistieron tanto en la total trascendencia de
Dios sobre el mundo, que no pudieron concebir una intervención «discontinua» de Dios en la
historia de los hombres. Esto les parecía incompatible con la noción de Dios como Acto puro.
En el Islam gravitaba, pues, toda la axiología neoplatónica, con su concepción del Primer Prin-
cipio entendido como el Uno, inefable, por tanto, e incapaz de comunicarse con las diez esfe-
ras que de él emanaban necesariamente.
XIV. JOAQUINISMOS, UTOPÍAS, MILENARISMOS Y MESIANISMOS 679
to, esté de su parte, tiene una consecuencia práctica muy importante: si Cas-
tilla hace la guerra a Portugal, se enfrenta a Dios mismo210. Esta interpretación
providencialista sitúa a Dios en un bando político, lo mismo que situaban a
Dios de parte de los españoles contra los indios, aunque en ese caso, justifi-
cándolo por las idolatrías de los indios y para su bien, para su salvación.
Vieira considera que el poder político procede directamente de Dios,
y debe ejercerse para su servicio. Esta convicción, le concede la osadía de re-
comendar al rey de España que firme la paz con Portugal, porque Dios quie-
re ahora la victoria de Portugal, para servirse de su poder en favor de la salva-
ción del mundo 2 ".
210. «Considere Castilla contra quien pelea, y conocerá cuín imposible es la empresa a
que aspira. Acabe de entender que no pelea contra Portugal, sino contra la firmeza de la palabra
y promesas divinas. [...] Peleen primero contra la firmeza de la palabra de Dios; batan, avaleen,
derriben, deshagan este Castillo, y después de rendido, entonces podrán conquistar Portugal.
O! acabe de entender Castilla quién defiende a Portugal, y contra quien pelea. Con muy desi-
gual enemigo se toma, quien quiere guerrear contra Dios* (VHF, pp. 138-139, 141).
211. VHF, pp. 153-157.
212. Hay que tener en cuenta que Vieira se preocupó mucho por los indígenas brasileños.
Destacó en este sentido en su actividad pastoral y muchos de sus sermones estuvieron dedica-
dos a denunciar la precaria situación de los indios y de los esclavos negros. Sin embargo, no tu-
vieron un papel importante en el mesianismo y providencialismo portugués. Sobre la actividad
pastoral de Vieira en relación con los indígenas brasileños, cfr. Serafim LEITE, Breve História da
Companhia de Jesús no Brasil, 1540-1760, Livraria Apostolado da Imprensa, Braga 1993; Bat-
tista MONDIN, Storia della teología, vol. UI: Epoca Moderna, Edizioni Studio Domenicano, Bo-
logna 1996, pp. 408-411 y 419.
682 TEOLOGÍA EN AMÉRICA LATINA
217. CFR. Raymond CANTEL, Prophétisme et messianismi dans l'oeuvre d'Antonio Vieira, Pa-
ris 1969.
218. Sobre el Q u i n t o Imperio y su posible relación con el apocaliptismo y el milenarismo
vid.: Luis GOMEZ PALACÍN, sj, Vieira. Entre o Reino imperfètto e o Reino consumado. Ediciones
Loyola, Sao Piulo, Brasil 1998, pp. 77-120.
219. C o m o el mismo dice, la Historia de lo Futuro, es la historia del Q u i n t o Imperio: «Lo
que encierra la tercera pane del título de esta Historia, sólo se puede declarar enteramente con
el discurso de toda ella, porque toda se emplea en probar la esperanza de un nuevo imperio, al
cual, por razones que se verán a su tiempo llamamos quinto. (...) Divídise la Historia de lo fu-
turo en siete partes o Libros: en el primero se muestra, que ha de haber en el mundo un nuevo
Imperio; en el segundo, qué Imperio ha de ser; en el tercero, sus grandezas y felicidades; en el
cuarto, los medios por que se ha de introducir; en el quinto, en qué tierra; en el sexto, en qué
tiempo; en el séptimo en qué persona» (cfr. VHF, p. 25).
220. Su defensa ante la Inquisición puede verse en la obra ya citada: Padre AntAnio VIEI-
RA, Obras Escolhidas,... cit.; también vid. Os autos do processo de Vieira na Inquisifáo, edifáo,
transcribo, glossàrio e notas por Adma Muhana, Sáo Paulo, 1995.Cfr. Eduardo HOORNAERT,
Teologia e Af So pastoral em Antñnio Vieira sj 1652-1661, cit., p. 64, y Antonio VASCONCELOS
SALDAN HA, Vieira e o dogma da eternidade do Impèrio Remano, cit., p. 3.
221. Cfr. con Daniel 2, 27 y ss, especialmente 44-45.
222. V S O , Carta apologética..., p. 340.
223. «La altísima y principal razón que suponen dichos Autores, porque Dios ha de levan-
tarse en el mundo este Imperio, es la conversión universal del mismo mundo por medio de su
684 T E O L O G Í A EN AMÉRICA LATINA
autoridad y poder, sin el cual y de los que están en su lugar, la Predicación de los Varones Apos-
tólicos por sí sola, es en estos siglos poco efectiva, como lo experimentó y escribió en sus epís-
tolas San Francisco Xavier» (VSO, Carta apologética..,, p. 340).
224. «Todo lo que abraza el mar, todo lo que alumbra el sol, todo lo que lo cubre y rodea
el sol, no por nombre o título fantástico, como todos los que hasta ahora se llamaron Imperios
del mundo, sino por dominio y sujeción verdadera», cfr. VHF, p. 32.
225. La victoria sobre el poder otomano la descubrió Vieira profetizada en la visión de
Daniel sobre las cuatro bestias (Da., 7,3), en la que se dice «que el tiempo que Dios tiene des-
tinado para levantar el Imperio universal del Mundo y la señal cierta por donde se puede co-
nocer este secreto de su providencia, es, cuando se acabare y extinguiere el Imperio del Turco y
la potencia mahometana» (VSO, Palabra de Dios desempeñada en el Sermón de acción de gra-
cias..., p. 112, y VSO, Palabra de predicador empeñada y defendida..., p. 135, donde habla de la
recuperación de los Santos Lugares).
XIV. JOAQUINISMOS, UTOPIAS, MILENAR1SMOS Y MES1ANISMOS 685
rá vez que vino, ni la segunda que ha de venir a él, sino por la persona de su
vicario, en el último y mayor aumento de la Iglesia»231. Es decir, considera in-
compatible un reinado en la historia, con la segunda venida de Cristo.
Por último, en su carta apologética dirigida al provincial de Andalucía,
se defiende explícitamente de la acusación de milenarista. Refiriéndose al
Quinto Imperio nos dice respecto a la duración de ese imperio que «ha de du-
rar todo el tiempo de aquel tercer estado de la Iglesia, para conservación na-
tural de su paz y felicidad, la mayor de las cuales será, no estar tan suelto del
demonio para engañar a las gentes, como ahora hace»232.
Vieira, en efecto, hará uso de las diversas teorías de las edades de la
Historia y de la Iglesia233, siguiendo a distintos autores clásicos; muestra su
erudición sobre el tema y el interés que desde tiempo atrás le había llevado a
estudiar e investigar sobre estos asuntos: «Lo que he dicho, y este no sabe, es
que esta Iglesia una y la misma, ha tenido, y ha de tener diferentes estados.
Siete estados de la Iglesia distinguen ordinariamente los Expositores del Apo-
calipsis; cinco los Expositores de los Cánticos; yo los distingo en tres más no-
tables: el primero (no incluyendo el tiempo de Christo y de los Apostoles) es
de la Iglesia incoada, esto es, después de la muerte de los sagrados apóstoles,
hasta Constantino; el segundo de la Iglesia proficiente de Constantino hasta
la conversión universal; y el tercero desde la conversión universal hasta el ñn».
Para mostrar que esa distinción de estados no es nueva, cita una serie
de autores del Antiguo Testamento y autores antiguos, pero también nombra
a San Buenaventura en el Exameron, al Abad Joaquín; en In Apocalipsim, a
San Francisco de Paula; en dos de sus epístolas a Simón de Alimena; a Pedro
Galatino; a Ubertino Casilio en Tractatus de septem statibus EcUsiae iuxta sep-
tem visiones Apocalypsir, al Cardenal Nicolás Cusano... 234 . El jesuita conocía,
por tanto, el conflicto del milenarismo y la división de la historia, y se preo-
cupó de citar en primer lugar a San Buenaventura235, porque seguramente no
ignoraba el papel tan destacado que desempeñó el Doctor Seráfico en la re-
cepción de un joaquinismo ortodoxo dentro de la Orden franciscana.
236. «El príncipe católico que con el cuidado, con las leyes, con los dispendios de la ha-
cienda, y sobre todo, con la elección de Ministros los más idoneos y aprobados en el celo de la
conversión de las almas, tanto como el rey Don Pedro se desvela y empeña en la propagación
de la Fe, y en la piedad, culto y aumento del servicio y gloria divina, exorando por si mismo a
sus enviados con espíritu y motivos más de Apostol, que recomendaciones de rey» (VSO, Pa-
labra delpredicador empeñada y defindida..., p. 125).
MAPAS
GUADALAJARAV
Tratado de
TOHDESILLAS
SANTO DOMINGO
Cartagena
de Indias^,
VPANAMÄ ,
Bekm I
Guayaquil C
NalaT
I
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I
Mallo Grosso I
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N Minas¡G€mis
CHARCA^ (SUCRE) '
* Río de Ramiro
K Säoftui)
^Smtos
DIVISIÓN ADMINISTRATIVA D E A M É R I C A IBÉRICA
ASUNCIÓN DEÜ
Siglo XVII PARAGyAY j
América española SANTIAGO
DE CHILE
BOGOTA Capital da Audiencia
Cartagena Otras ciudades importantes
América portuguesa
Rio de Janeiro dudada importantes
690 T E O L O G I A EN A M É R I C A LATINA
V. •SONORA (1779)
• NUEVO LEÓN (1777)
MAR DEL NORTE
O C É A N O ATLÁNTICO
GUADALAJARA • MÉ»00(1MÍ|
CARACAS (1803)
• MÉRI0A0777) V
• STO. TOMÉ DELAGUAYANA(1790)
STA. FÉ DE BOGOTA (ISM)
OCÉANO PACÍFICO
HUAMANGA •
AREQUIPA«
SANTIAGO DE CHILE
JURISDICCIONES ECLESIASTICAS
EN EL SIGLO XVIII
• ARZOBISPADO
• OBISPADO
ENTRE PARÉNTESIS L A F E C H A E N Q U E
C O M E N Z A R O N A S E R A R Z O B I S P A D O SI
LA E R E C C I O N T U V O L U G A R D U R A N T E E L
PERIODO COLONIAL Fuente: Francisco MOMIES PADRÚN, Atlas Histórico Cultural de América, 1998
ÍNDICE ONOMÁSTICO DE TEÓLOGOS ESTUDIADOS*
G rijaiba, Juan de 29 ln, 533, 545-548, Las Casas, Bartolomé de 65-70, 121,
611. 125-126, 166n, 202, 281, 292-293,
Grignon de Montfort, Luis María 579. 377, 399, 404n, 411, 4 2 l n , 429,
Guadalupe 45-49,499-507, 576, 577. 474, 544n, 555, 560, 561 n, 563,
Guamán Poma de Ayala, Felipe 533, 591, 595, 599, 625, 626-627, 629,
567, 573n, 594-598,650-654. 6 3 l n , 640n, 641, 6 8 2 , 6 8 4 .
Guerrero, Pedro 132-134, 152n, 181. Lasso de la Vega, Luis 46-49,499, 577.
Guevara, Juan de 401. Leclerc, Jean de 662.
Ledesma, Bartolomé de 81, 171, 193,
Hales, Alejandro de 3 4 3 , 3 8 9 . 294-295, 298-304, 336, 396.
Henríquez, Enrique 305, 343. Ledesma, Juan de 341.
Herrera, Fernando 590. León X 670n.
Herrera, Gonzalo de 317-318. León, Luis de 401.
Herrera, José de 492n, 497. Leu, Tomás de 662.
Herrera, José Matías de 394. Leyes Nuevas {de 1542) 151.
Hildegarda de Bingen 638. Livio, Tito 573n.
Hillel, Rabí 335. Lizárraga, Reginaldo de 590n.
Hinojosa, Agustín de la 561. Loaysa, Jerónimo de 118-130,141-143,
Historia índica 150. 2 6 1 , 4 2 9 , 591.
Hita, Alonso de 492n. Loaysa, Pedro de 590.
Honorio Hl 388. Lobo Guerrero, Bartolomé 268-276,
Hortigosa, Pedro de, vid. Ortigosa, Pedro 393.
de Logroño, Pedro de 4 4 8 , 4 4 9 n .
Lombardo, Pedro 232, 235, 3 1 6 , 4 l 7 n ,
Ibáñez de Segovia y Peralta, Mateo 511. 450, 549,668.
Ildefonso de Toledo 576. López, Alonso 554.
Imitación de Cristo, vid. Contemptus Mun- López, Gregorio 329,634-640.
di. López op, Luis, 201.
Informaciones (al Virrey Toledo) 149, López sj, Luis, 163, 569n, 642n.
151. López de Palacios Rubios, Juan 150.
Inocencio xi 386n, 4 3 0 - 4 3 3 , 4 3 5 , 4 3 8 , López de Solís, Luis 171,204-207,213.
446. Losa, Francisco 634n.
Isidoro de Sevilla 576. Loyola, Ignacio de 551.
Ita y Parra, Bartolomé 482. Lugo, Juan de 387.
Lunarejo, el, vid. Espinosa Medrano,
Jansenio, Cornelio 432. Juan.
Jaúregui, Martín de 482, 507-510, 528. Lutero, Martín 417.
Jerónimo (San) 576. Lyra, Nicolás de 329.
Jesús María, Isidoro de 492n, 496.
Julio II90. Machado Chaves de Mendoza, Juan 461-
Justino 576. 464.
Madrigal, Alonso de 52, 300.
Landa, Diego de 533, 556-559,610. Magalháes, Cosme de 396.
Lapide, Cornelio a 488. Maldonado, Alfredo 393.
ÍNDICE ONOMASTICO 695