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Frente a este mundo tormentoso

mantengamos firme el corazón,


como el pino enraizado en la roca

Qué hermosa imagen, ver brotar la vida fuerte y sin temor, enraizada a la roca madre, realizando tan solo
lo que ha de hacerse, nutrir su cuerpo y elevarse hacia la luz.

Las tradiciones orientales gustan de utilizar metáforas naturales para ilustrar conceptos o flujos de
energía en la vida de los humanos. Son más comunes las enseñanzas sobre el bambú: su flexibilidad ante la
zozobra, sus raíces fuertes, su capacidad de medrar y adaptarse… sin embargo, en este caso nos hablan de una
especie que nos es más cercana.

Los árboles de nuestros bosques están en una curiosa simbiosis con el terreno. Por un lado, sus raíces
mantienen la humedad del sustrato y evitan su erosión. Por otro, la tierra les da sustento y nutrición. Como
siempre, el equilibrio está presente allá donde miremos.

Es también de admirar, la capacidad que tienen estos seres de mantenerse ante las inclemencias de las
estaciones. Ya sea creando sombra frente a las altas temperaturas, o soportando el peso de la nieve y el azote
del viento en los meses fríos. Su diseño parece estar hecho a medida.

Nosotros por el contrario, siendo seres que sí podemos modificar el medio con nuestras palabras y
acciones, tendemos a ser víctimas de las tempestades que nos ahogan desde fuera y desde dentro, siendo estas
en su mayoría de naturaleza psicológica.

Por tanto, busquemos en nuestro interior esa roca madre en la que echar raíces, para que nuestra mente
crezca resistente a los torbellinos egóicos, y que así algún día, lleguemos a asomar por encima de las copas, y
recibamos la luz que el universo nos brinda sin pausa desde nuestro nacimiento.

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