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No es posible saber con certeza dónde, por medio de quién o cómo surgió la cuaresma,
sobre todo en Roma; sólo sabemos que se fue formando progresivamente. Antes todavía
que de los cánones conciliares, un tiempo de observancia preparatorio para la pascua tuvo
que nacer del sentido mismo y del genio sobrenatural del cristianismo.
Las primeras alusiones directas a un período pre-pascual las encontramos en Oriente a
principios del s. IV, y en Occidente a fines del mismo. Sin embargo, una praxis penitencial
preparatoria de la pascua con ayuno se había comenzado a consolidar desde la mitad del s.
IX.
De todos modos, como en otros ámbitos de la vida de la Iglesia, habrá que esperar hasta el
siglo IV para encontrar los primeros atisbos de una estructura orgánica de este tiempo
litúrgico. Sin embargo, mientras en esta época aparece ya consolidada en casi todas las
Iglesias la institución de la cuaresma de cuarenta días, el período de preparación pascual se
circunscribía en Roma a tres semanas de ayuno diario, excepto sábados y domingos. Este
ayuno prepascual de tres semanas se mantuvo poco tiempo en vigor, pues a finales del siglo
IV, la Urbe conocía ya la estructura cuaresmal de cuarenta días.
El período cuaresmal de seis semanas de duración nació probablemente vinculado a la
práctica penitencial: los penitentes comenzaban su preparación más intensa el sexto
domingo antes de Pascua y vivían un ayuno prolongado hasta el día de la reconciliación,
que acaecía durante la asamblea eucarística del Jueves Santo. Como este período de
penitencia duraba cuarenta días, recibió el nombre de Quadragesima o cuaresma.
Durante el primer estadio de organización cuaresmal se celebraban tan sólo las reuniones
eucarísticas dominicales, si bien entre semana existían asambleas no eucarísticas: los
miércoles y viernes.
Pero a finales del siglo VI las reuniones del lunes, miércoles y viernes celebraban ya la
eucaristía. Más tarde, se añadieron nuevas asambleas eucarísticas los martes y sábados. Por
último, el proceso se cerró bajo el pontificado de Gregorio II (715-731), con la asignación
de un formulario eucarístico para los jueves de cuaresma.
Desde el final del s. V, la estructura de la cuaresma es la de los cuarenta días, considerados
a la luz del simbolismo bíblico, que da este tiempo un valor salvífico/redentor, del que es
signo su denominación como sacramentum. Al desarrollo de la cuaresma contribuyó la
disciplina penitencial para la reconciliación de los pecadores, que tenía lugar la mañana del
jueves santo, y las crecientes exigencias del 1 catecumenado, con la preparación inmediata
al bautismo, celebrado en la noche de pascua.
El Vat. II había recomendado: «Puesto que el tiempo cuaresmal prepara a los fieles,
entregados más intensamente a oír la palabra de Dios y a la oración, para que celebren el
misterio pascual, sobre todo mediante el recuerdo o la preparación del bautismo y mediante
la penitencia, dé se particular relieve en la liturgia y en la catequesis litúrgica al doble
carácter de dicho tiempo. Por consiguiente: úsense con mayor abundancia los elementos
bautismales propios de la liturgia cuaresmal y, según las circunstancias, restáurense ciertos
elementos de la tradición anterior«(SC 109).
Fiel a estas directrices, la reforma ha vuelto a dar a la cuaresma ante todo su orientación
pascual-bautismal; ha fijado su tiempo desde el miércoles de ceniza hasta la misa in coena
Domini excluida; para conservar su unidad interna, se ha reducido el tiempo de pasión sólo
el VI domingo, que da comienzo a la semana santa, es llamado domingo de ramos, de
passione Domini.
De la pasión de Cristo desde su entrada la riqueza de los textos eucológicos, en la actual
cuaresma tenemos también una abundante serie de textos bíblicos. El leccionario dominical
ofrece la posibilidad de una triple alternativa: a) una cuaresma bautismal (ciclo A); b) una
cuaresma cristocéntrica (ciclo B); c) una cuaresma penitencial (ciclo C). Los textos del AT
presentan de modo especial la historia de la salvación mesiánica en Jerusalén. De este
modo, la semana santa cierra la cuaresma y tiene como objeto la veneración de la pasión de
Cristo desde su entrada mesiánica en Jerusalén.
Además de la riqueza de los textos eucológicos, en la actual cuaresma tenemos también una
abundante serie de textos bíblicos.
l Sentido de la Cuaresma.
La Cuaresma para la gente, si es que significa algo, suele aparecer la observancia de
algunas prácticas, como el ayuno, la abstinencia y la ceniza.
El ayuno consiste en privarse de todo alimento y de toda bebida durante uno o varios días.
en la interpretación oficial, el ayuno supone hacer una sola comida al día, pero se puede
hacer un sencillo desayuno y otra sencilla comida, además de la principal. La abstinencia se
refiere a no comer carne, u otro alimento determinado por la conferencia episcopal (CDC,
c. 1251).
En las grandes religiones el ayuno ocupa un puesto importante. En el Islam es el medio por
excelencia de experimentar la trascendencia divina. En el judaísmo se observa un gran
ayuno el día de la expiación (Hch 27,9). Su práctica es condición de pertenencia al pueblo
de Dios (Lv 23,29). Se ayuna para que Dios lo vea (Is 58,3-5).
Los judíos piadosos lo hacen por devoción personal (Lc 2,37); algunos, dos veces por
semana (l8,12). Hay quienes ayunan para ser vistos por los hombres (Mt 6,16-18). En los
Hechos de los Apóstoles se mencionan celebraciones acompañadas de ayuno y oración
(Hch 13,2-3;14,23).
El Catecismo de la Iglesia Católica (1992) recuerda el mandamiento de «ayunar y
abstenerse de comer carne cuando lo manda la Santa Madre Iglesia»: «asegura los tiempos
de ascesis y de penitencia que nos preparan para las fiestas litúrgicas; contribuyen a
hacernos adquirir el dominio sobre nuestros instintos y la libertad del corazón» (n. 2043).
En general, «son días y tiempos penitenciales todos los viernes del año y el tiempo de
cuaresma» (CDC, c. 1250). Son días de abstinencia todos los viernes del año, a no ser que
coincidan con una solemnidad. Son días de abstinencia y ayuno el miércoles de ceniza y el
viernes santo (c. 1251). «La ley de la abstinencia obliga a quienes han cumplido catorce
años; la del ayuno, a todos los mayores de edad, hasta que hayan cumplido cincuenta y
nueve» (c. 1252).
«La Conferencia Episcopal puede determinar con más detalle el modo de observar el ayuno
y la abstinencia, así como sustituirlos en todo o en parte por otras formas de penitencia,
sobre todo por obras de caridad y prácticas de piedad» (c. 1253).
Lo que importa es la conversión. Se lee el primer viernes de cuaresma: Grita a plena voz,
sin cesar, alza la voz como una trompeta, denuncia a mi pueblo sus delitos, a la casa de
Jacob sus pecados… El ayuno que yo quiero es éste, dice el Señor: Abrir las prisiones
injustas…, dejar libres a los oprimidos, romper todos los cepos, partir tu pan con el
hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que ves desnudo, y no cerrarte a tu
propia carne (Is 58, 6-7).
El Concilio Vaticano II invita a recuperar el doble carácter (bautismal y penitencial) del
tiempo cuaresmal y a usar «con mayor abundancia los elementos bautismales propios de la
liturgia cuaresmal» (restaurando, según las circunstancias, «ciertos elementos de la
tradición anterior»), «dígase lo mismo de los elementos penitenciales» (SC 109).
Desde el final del siglo IV, la estructura de la cuaresma es la de los cuarenta días. En ella se
situaba la etapa final del catecumenado, de purificación o iluminación, que servía de
preparación próxima al bautismo. Era tiempo de discernimiento (escrutinios), de superación
de resistencias (exorcismos), de catequesis (entregas del Credo y del Padre Nuestro). Todo
ello se realizaba en contexto comunitario, a la escucha de la Palabra y en ambiente de
oración.
Desde el siglo VI, al menos a gran escala, desaparece el catecumenado, el marco en el que
se situaba la cuaresma y en el que puede volver a situarse. En cualquier caso, la cuaresma
es tiempo de conversión, centrado en el misterio pascual de Cristo. En la liturgia dominical
encontramos: una cuaresma bautismal (ciclo A), una cuaresma centrada en Cristo (ciclo B)
y una cuaresma penitencial (ciclo C).