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Origen de la Cuaresma.

No es posible saber con certeza dónde, por medio de quién o cómo surgió la cuaresma,
sobre todo en Roma; sólo sabemos que se fue formando progresivamente. Antes todavía
que de los cánones conciliares, un tiempo de observancia preparatorio para la pascua tuvo
que nacer del sentido mismo y del genio sobrenatural del cristianismo.
Las primeras alusiones directas a un período pre-pascual las encontramos en Oriente a
principios del s. IV, y en Occidente a fines del mismo. Sin embargo, una praxis penitencial
preparatoria de la pascua con ayuno se había comenzado a consolidar desde la mitad del s.
IX.
De todos modos, como en otros ámbitos de la vida de la Iglesia, habrá que esperar hasta el
siglo IV para encontrar los primeros atisbos de una estructura orgánica de este tiempo
litúrgico. Sin embargo, mientras en esta época aparece ya consolidada en casi todas las
Iglesias la institución de la cuaresma de cuarenta días, el período de preparación pascual se
circunscribía en Roma a tres semanas de ayuno diario, excepto sábados y domingos. Este
ayuno prepascual de tres semanas se mantuvo poco tiempo en vigor, pues a finales del siglo
IV, la Urbe conocía ya la estructura cuaresmal de cuarenta días.
El período cuaresmal de seis semanas de duración nació probablemente vinculado a la
práctica penitencial: los penitentes comenzaban su preparación más intensa el sexto
domingo antes de Pascua y vivían un ayuno prolongado hasta el día de la reconciliación,
que acaecía durante la asamblea eucarística del Jueves Santo. Como este período de
penitencia duraba cuarenta días, recibió el nombre de Quadragesima o cuaresma.
Durante el primer estadio de organización cuaresmal se celebraban tan sólo las reuniones
eucarísticas dominicales, si bien entre semana existían asambleas no eucarísticas: los
miércoles y viernes.
Pero a finales del siglo VI las reuniones del lunes, miércoles y viernes celebraban ya la
eucaristía. Más tarde, se añadieron nuevas asambleas eucarísticas los martes y sábados. Por
último, el proceso se cerró bajo el pontificado de Gregorio II (715-731), con la asignación
de un formulario eucarístico para los jueves de cuaresma.
Desde el final del s. V, la estructura de la cuaresma es la de los cuarenta días, considerados
a la luz del simbolismo bíblico, que da este tiempo un valor salvífico/redentor, del que es
signo su denominación como sacramentum. Al desarrollo de la cuaresma contribuyó la
disciplina penitencial para la reconciliación de los pecadores, que tenía lugar la mañana del
jueves santo, y las crecientes exigencias del 1 catecumenado, con la preparación inmediata
al bautismo, celebrado en la noche de pascua.
El Vat. II había recomendado: «Puesto que el tiempo cuaresmal prepara a los fieles,
entregados más intensamente a oír la palabra de Dios y a la oración, para que celebren el
misterio pascual, sobre todo mediante el recuerdo o la preparación del bautismo y mediante
la penitencia, dé se particular relieve en la liturgia y en la catequesis litúrgica al doble
carácter de dicho tiempo. Por consiguiente: úsense con mayor abundancia los elementos
bautismales propios de la liturgia cuaresmal y, según las circunstancias, restáurense ciertos
elementos de la tradición anterior«(SC 109).
Fiel a estas directrices, la reforma ha vuelto a dar a la cuaresma ante todo su orientación
pascual-bautismal; ha fijado su tiempo desde el miércoles de ceniza hasta la misa in coena
Domini excluida; para conservar su unidad interna, se ha reducido el tiempo de pasión sólo
el VI domingo, que da comienzo a la semana santa, es llamado domingo de ramos, de
passione Domini.
De la pasión de Cristo desde su entrada la riqueza de los textos eucológicos, en la actual
cuaresma tenemos también una abundante serie de textos bíblicos. El leccionario dominical
ofrece la posibilidad de una triple alternativa: a) una cuaresma bautismal (ciclo A); b) una
cuaresma cristocéntrica (ciclo B); c) una cuaresma penitencial (ciclo C). Los textos del AT
presentan de modo especial la historia de la salvación mesiánica en Jerusalén. De este
modo, la semana santa cierra la cuaresma y tiene como objeto la veneración de la pasión de
Cristo desde su entrada mesiánica en Jerusalén.
Además de la riqueza de los textos eucológicos, en la actual cuaresma tenemos también una
abundante serie de textos bíblicos.

La Cuaresma en su proceso de la Historia de la Iglesia.


La Cuaresma comenzó, embrionariamente, con un ayuno comunitario de dos días de
duración: Viernes y Sábado Santos (días de ayuno), que con el Domingo formaron el
“triduo”. Era un ayuno más sacramental que ascético; es decir, tenía un sentido pascual
(participación en la muerte y resurrección de Cristo) y escatológico (espera de la vuelta de
Cristo Esposo, arrebatado momentáneamente por la muerte).
Poco después la Didascalía habla de una preparación que dura una semana en la que se
ayuna, si bien el ayuno tiene ya también un sentido ascético, es decir, de ayuno,
abstinencia, sacrificio, mortificación. A mediados del siglo III, el ayuno se extendió a las
tres semanas antecedentes, tiempo que coincidió con la preparación de los catecúmenos
para el bautismo en la noche pascual. Era un ayuno de preparación de tres semanas. Se
ayunaba todos los días, excepto el sábado y el domingo.
A finales del siglo IV se extendió el triduo primitivo al Jueves, día de reconciliación de
penitentes (al que más tarde se añadió la Cena Eucarística), y se contaron cuarenta días de
ayuno, que comenzaban el domingo primero de la Cuaresma. Como la reconciliación de
penitentes se hacía el Jueves Santo, se determinó, al objeto de que fueran cuarenta días de
ayuno, comenzar la Cuaresma el Miércoles de ceniza, ya que los domingos no se
consideraban días de ayuno.
La Preparación Pascual se alargó en Roma a seis semanas –también con ayuno diario,
excepto los días indicados, es decir, sábados y domingos-, de las que quedaban excluidos el
viernes y sábado últimos, pertenecientes al Triduo Sacro. Pero a finales del siglo V, los
ayunos tradicionales del miércoles y viernes anteriores a ese domingo primero de cuaresma
cobraron tal relieve, que se convirtieron en una preparación al ayuno pascual.
Durante los siglos VI-VII varió el cómputo del ayuno. De este modo, se pasó de una
Cuadragésima (cuarenta días: del primer domingo de cuaresma hasta el Jueves Santo,
incluido), a una Quinquagésima (cincuenta días, contados desde el domingo anterior al
primero de Cuaresma hasta el de Pascua), a una Sexagésima (sesenta días, que retroceden
un domingo más y terminan el miércoles de la octava de Pascua) y a una Septuagésima
(setenta días, ganando un domingo más y concluyendo el segundo domingo de Pascua).
Este periodo tenía carácter ascético y debió introducirse por influjos orientales.
La Cuaresma más antigua en Roma sólo tenía como días litúrgicos los miércoles y los
viernes; en ellos, reunida la comunidad, se hacía la “statio” cada día en una iglesia
diferente. En tiempos de san León (440-461), se añadieron los lunes. Posteriormente, los
martes y los sábados. El jueves vendría a completar la semana, durante el pontificado de
Gregorio II (715-731).
Al desaparecer la penitencia pública, se expandió por toda la cristiandad, desde finales del
siglo XI, la costumbre de imponer la ceniza a todos los fieles como señal de penitencia.
La Cuaresma como preparación de la Pascua cristiana se desarrolló poco a poco, como
resultado de un proceso en el que intervinieron tres componentes: la preparación de los
catecúmenos para el bautismo de la Vigilia Pascual, la reconciliación de los penitentes
públicos para vivir con la comunidad el Triduo Pascual, y la preparación de toda la
comunidad para la gran fiesta de la Pascua.
Como consecuencia de la desaparición del catecumenado (o bautismo de adultos) y del
itinerario penitencial (o de la reconciliación pública de los pecadores notorios), la
Cuaresma se desvió de su espíritu sacramental y comunitario, llegando a ser sustituida por
innumerables devociones y siendo ocasión de “misiones populares” o de predicaciones
extraordinarias para el cumplimiento pascual, en las que –dentro de una atmósfera de
renuncia y sacrificio- se ponía el énfasis en el ayuno y la abstinencia.
Con la reforma litúrgica, después del Concilio Vaticano II (1960-1965), se ha hecho resaltar
el sentido bautismal y de conversión de este tiempo litúrgico, pero sin perder la orientación
del ayuno, la abstinencia y las obras de misericordia.
El Tiempo litúrgico de Cuaresma.
El Tiempo de Cuaresma inicia el Miércoles de Ceniza y concluye el Jueves Santo por la
mañana.
El Tiempo de Cuaresma está ordenado a la preparación de la celebración de la Pascua: la
liturgia cuaresmal prepara para la celebración del misterio pascual tanto a los catecúmenos.
Las fechas de la Cuaresma dependen de la fecha en que se celebre la Pascua, que es una
celebración que cambia año con año, pues depende del calendario lunar y no del calendario
solar.
La Pascua se celebra el domingo en que sea la primera luna llena después del 21 de marzo.
Sabiendo esta fecha, podemos calcular el Miércoles de Ceniza restando 46 días o, también,
contando seis domingos lo que nos arrojará la fecha del I Domingo de Cuaresma, siendo el
Miércoles de Ceniza el miércoles anterior al I Domingo de Cuaresma.
El color litúrgico de la Cuaresma es el morado, que nos recuerda que es un tiempo de
penitencia. Sin embargo, el IV Domingo de Cuaresma puede usarse el color rosa. El
Domingo de Ramos no se usa morado, sino rojo, en memoria de la Pasión del Señor.
Tampoco se usa el morado en la misa que celebra el obispo de cada diócesis por la mañana
del Jueves Santo, en la que bendice los santos óleos y consagra el crisma.
Las ferias de Cuaresma (de lunes a sábado) están en el lugar 9 de la tabla de precedencias
litúrgicas, por lo que en esos días debe de decirse la misa propia salvo que concurre una
fiesta o una solemnidad.
Las memorias libres u obligatorias, se omiten. En las ferias distintas al Miércoles de Ceniza
y a las de Semana Santa, puede hacerse conmemoración del santo del día, para lo cual,
usando ornamentos morados, se dice la colecta del santo y el resto de las oraciones se toma
del formulario propio de la feria (IGMR 355).
En las ferias que no sean el Miércoles de Ceniza y las de Semana Santa pueden emplearse
los formularios rituales, o el de las misas de difuntos: exequial, en la noticia de la muerte,
en la sepultura y en el aniversario de muerte.
Puede usar los formularios de las misas votivas por diversas necesidades cuando, a juicio
del sacerdote, hay una necesidad pastoral. (IGMR 372, 374, 376, 380 y 381).
En caso de que concurra una solemnidad, su celebración se traslada al lunes siguiente. Esto
puede ocurrir con la Solemnidad de San José o la de la Anunciación. En los domingos no
pueden emplearse otros formularios, incluidos los rituales y los exequiales.
Desde el comienzo de Cuaresma hasta la Vigilia pascual no se dice Aleluya ni el Gloria. Sin
embargo, en las Solemnidades que caen en este tiempo (San José y la Anunciación) sí
puede cantarse el Gloria (no el aleluya). Durante este tiempo se aconseja hacer la profesión
de fe con el “Credo de los Apóstoles” en vez de con el “símbolo Nicea-Constantinopla”.

l Sentido de la Cuaresma.
La Cuaresma para la gente, si es que significa algo, suele aparecer la observancia de
algunas prácticas, como el ayuno, la abstinencia y la ceniza.
El ayuno consiste en privarse de todo alimento y de toda bebida durante uno o varios días.
en la interpretación oficial, el ayuno supone hacer una sola comida al día, pero se puede
hacer un sencillo desayuno y otra sencilla comida, además de la principal. La abstinencia se
refiere a no comer carne, u otro alimento determinado por la conferencia episcopal (CDC,
c. 1251).
En las grandes religiones el ayuno ocupa un puesto importante. En el Islam es el medio por
excelencia de experimentar la trascendencia divina. En el judaísmo se observa un gran
ayuno el día de la expiación (Hch 27,9). Su práctica es condición de pertenencia al pueblo
de Dios (Lv 23,29). Se ayuna para que Dios lo vea (Is 58,3-5).
Los judíos piadosos lo hacen por devoción personal (Lc 2,37); algunos, dos veces por
semana (l8,12). Hay quienes ayunan para ser vistos por los hombres (Mt 6,16-18). En los
Hechos de los Apóstoles se mencionan celebraciones acompañadas de ayuno y oración
(Hch 13,2-3;14,23).
El Catecismo de la Iglesia Católica (1992) recuerda el mandamiento de «ayunar y
abstenerse de comer carne cuando lo manda la Santa Madre Iglesia»: «asegura los tiempos
de ascesis y de penitencia que nos preparan para las fiestas litúrgicas; contribuyen a
hacernos adquirir el dominio sobre nuestros instintos y la libertad del corazón» (n. 2043).
En general, «son días y tiempos penitenciales todos los viernes del año y el tiempo de
cuaresma» (CDC, c. 1250). Son días de abstinencia todos los viernes del año, a no ser que
coincidan con una solemnidad. Son días de abstinencia y ayuno el miércoles de ceniza y el
viernes santo (c. 1251). «La ley de la abstinencia obliga a quienes han cumplido catorce
años; la del ayuno, a todos los mayores de edad, hasta que hayan cumplido cincuenta y
nueve» (c. 1252).
«La Conferencia Episcopal puede determinar con más detalle el modo de observar el ayuno
y la abstinencia, así como sustituirlos en todo o en parte por otras formas de penitencia,
sobre todo por obras de caridad y prácticas de piedad» (c. 1253).
Lo que importa es la conversión. Se lee el primer viernes de cuaresma: Grita a plena voz,
sin cesar, alza la voz como una trompeta, denuncia a mi pueblo sus delitos, a la casa de
Jacob sus pecados… El ayuno que yo quiero es éste, dice el Señor: Abrir las prisiones
injustas…, dejar libres a los oprimidos, romper todos los cepos, partir tu pan con el
hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que ves desnudo, y no cerrarte a tu
propia carne (Is 58, 6-7).
El Concilio Vaticano II invita a recuperar el doble carácter (bautismal y penitencial) del
tiempo cuaresmal y a usar «con mayor abundancia los elementos bautismales propios de la
liturgia cuaresmal» (restaurando, según las circunstancias, «ciertos elementos de la
tradición anterior»), «dígase lo mismo de los elementos penitenciales» (SC 109).
Desde el final del siglo IV, la estructura de la cuaresma es la de los cuarenta días. En ella se
situaba la etapa final del catecumenado, de purificación o iluminación, que servía de
preparación próxima al bautismo. Era tiempo de discernimiento (escrutinios), de superación
de resistencias (exorcismos), de catequesis (entregas del Credo y del Padre Nuestro). Todo
ello se realizaba en contexto comunitario, a la escucha de la Palabra y en ambiente de
oración.
Desde el siglo VI, al menos a gran escala, desaparece el catecumenado, el marco en el que
se situaba la cuaresma y en el que puede volver a situarse. En cualquier caso, la cuaresma
es tiempo de conversión, centrado en el misterio pascual de Cristo. En la liturgia dominical
encontramos: una cuaresma bautismal (ciclo A), una cuaresma centrada en Cristo (ciclo B)
y una cuaresma penitencial (ciclo C).

El Tiempo de Cuaresma (Sus Normas Litúrgicas)


La Cuaresma es el tiempo que precede y dispone a la celebración de la Pascua. Tiempo de
escucha de la Palabra de Dios y de conversión, de preparación y de memoria del Bautismo,
de reconciliación con Dios y con los hermanos, de recurso más frecuente a las «armas de la
penitencia cristiana»: la oración, el ayuno y la limosna (cf. Mt 6,1-6.16-18).
En el ámbito de la piedad popular no se percibe fácilmente el sentido mistérico de la
Cuaresma y no se han asimilado algunos de los grandes valores y temas, como la relación
entre el «sacramento de los cuarenta días» y los sacramentos de la iniciación cristiana, o el
misterio del «éxodo», presente a lo largo de todo el itinerario cuaresmal.
El comienzo de los cuarenta días de penitencia, en el Rito romano, se caracteriza por el
austero símbolo de las Cenizas, que distingue la Liturgia del Miércoles de Ceniza. Propio
de los antiguos ritos con los que los pecadores convertidos se sometían a la penitencia
canónica, el gesto de cubrirse con ceniza tiene el sentido de reconocer la propia fragilidad y
mortalidad, que necesita ser redimida por la misericordia de Dios. Lejos de ser un gesto
puramente exterior, la Iglesia lo ha conservado como signo de la actitud del corazón
penitente que cada bautizado está llamado a asumir en el itinerario cuaresmal.
En la Liturgia Dominical las lecturas del Evangelio están distribuidas de la siguiente
manera: en los domingos primero y segundo se conservan las narraciones de Las
Tentaciones y de La Transfiguración del Señor, aunque leídas según los tres sinópticos. En
los tres domingos siguientes se han recuperado, para el año A, los Evangelios de la
samaritana, del ciego de nacimiento y de la resurrección de Lázaro; estos Evangelios, como
son de gran importancia, en relación con la Iniciación Cristiana, pueden leerse también en
los años B y C, sobre todo cuando hay catecúmenos.
El domingo de Ramos en la Pasión del Señor: para la procesión, se han escogido los textos
que se refieren a la solemne entrada del Señor en Jerusalén, tomados de los tres Evangelios
sinópticos; en la misa, se lee el relato de la Pasión del Señor.
Las lecturas del Antiguo Testamento se refieren a la historia de la salvación, que es uno de
los temas propios de la Catequesis Cuaresmal. Cada año hay una serie de textos que
presentan los principales elementos de esta historia, desde el principio hasta la promesa de
la nueva alianza.
Las lecturas del Apóstol se han escogido de manera que tengan relación con las lecturas del
Evangelio y del Antiguo Testamento y haya, en lo posible, una adecuada conexión entre las
mismas tomados de los tres Evangelios sinópticos; en la misa, se lee el relato de la pasión
del Señor. Las lecturas del Antiguo Testamento se refieren a la historia de la salvación, que
es uno de los temas propios de la Catequesis Cuaresmal.
En los referentes a las Ferias: Las lecturas del Evangelio y del Antiguo Testamento se han
escogido de manera que tengan una mutua relación, y tratan diversos temas propios de la
catequesis cuaresmal, acomodados al significado espiritual de este tiempo. Desde el lunes
de la cuarta semana, se ofrece una lectura semicontinua del Evangelio de san Juan, en la
cual tienen cabida aquellos textos de este Evangelio que mejor responden a las
características de la Cuaresma.
Como las lecturas de la samaritana, del ciego de nacimiento y de la resurrección de Lázaro
ahora se leen los domingos, pero solo en el año A (y los otros años solo a voluntad), se ha
previsto que puedan leerse también en las ferias; por ello, al comienzo de las semanas
tercera, cuarta y quinta se han añadido unas «Misas opcionales» que contienen estos textos;
estas misas pueden emplearse en cualquier feria de la semana correspondiente, en lugar de
las lecturas del día.
El Tiempo de Cuaresma esta ordenado a la preparación de la celebración de Pascua. En
efecto, la liturgia cuaresmal dispone a la celebración del Misterio Pascual, tanto a los
catecúmenos, haciéndolos pasar por los diversos grados de la iniciación cristiana, como a
los fieles, que recuerdan el bautismo y hacen penitencia.
El Tiempo de Cuaresma va desde el Miércoles de Ceniza hasta la Misa de la Cena del
Señor, exclusive. Desde el comienzo de Cuaresma hasta la Vigilia Pascual no se dice
Aleluya. El miércoles que comienza la Cuaresma, que es en todas partes día de ayuno, se
imponen las cenizas.
Los domingos de este tiempo se llaman: primer, segundo, tercer, cuarto, quinto, domingo de
Cuaresma. El sexto domingo, con el que comienza la Semana Santa, se llama «Domingo de
Ramos de la Pasión del Señor».
La Semana Santa está destinada a conmemorar la Pasión de Cristo desde su entrada
mesiánica en Jerusalén. Durante la mañana del Jueves Santo, el Obispo que concelebra la
Misa con su presbiterio, bendice los óleos sagrados y consagra el santo crisma.

Sentido Tradicional De La Cuaresma Romana.


La Cuaresma Romana tradicional tuvo un triple componente: la preparación pascual de la
comunidad cristiana, el catecumenado y la penitencia canónica.
Según san León, la Cuaresma es “un retiro colectivo de cuarenta días, durante los cuales la
Iglesia, proponiendo a sus fieles el ejemplo que le dio Cristo en su retiro al desierto, se
prepara para la celebración de las solemnidades pascuales con la purificación del corazón y
una práctica perfecta de la vida cristiana”.
Se trataba de un tiempo en el que la comunidad cristiana se esforzaba en realizar una
profunda renovación interior. Según la Tradición Apostólica, el catecumenado comprendía
tres años, durante los cuales el grupo de los audientes recibía una profunda formación
doctrinal y se iniciaba en la vida cristiana.
Unos días antes de la Vigilia Pascual, el grupo de los elegidos para recibir en ella el
Bautismo, se sometía a una serie de ritos litúrgicos, entre los que tenía especial solemnidad
el del sábado por la mañana. Es el Catecumenado Simple.
Más tarde, la Iglesia desplazó su preocupación por los audientes a los electos. Estos se
inscribían como candidatos al bautismo al principio de la Cuaresma. En ella recibían una
preparación minuciosa e inmediata. Pero a principios del siglo VI desapareció el
catecumenado simple, se hicieron raros los bautismos de adultos, y los niños que
presentaban para ser bautizados procedían de medios cristianos. Todo ello provocó una
reorganización pre-bautismal.
Al principio había tres escrutinios, que consistían en exorcismos e instrucciones. En la
segunda mitad del siglo VI son ya siete. Unos y otros estaban relacionados con la misa.
Primitivamente los tres escrutinios se celebraban los domingos tercero, cuarto y quinto de
cuaresma. Después se desplazaron a otros días de la semana. En esos escrutinios se
preguntaba sobre la preparación de los catecúmenos.
Los temas relacionados con el bautismo permearon la liturgia cuaresmal. De otra parte, la
comunidad cristiana, aunque ayunaba sin olvidar a los penitentes, lo hacía pensando sobre
todo en los catecúmenos.
La evolución posterior de la preparación bautismal trajo consigo que los escrutinios se
desligasen completamente de la liturgia cuaresmal, provocando una nueva reorganización.
El mayor cambio afectó a la cuaresma misma, que pasó a ser el tiempo en que todos los
cristianos se dedicaban a una revisión profunda de su vida cristiana y a prepararse,
mediante una auténtica conversión, a celebrar el misterio de la Pascua. Quedó clausurada la
perspectiva abierta por la institución penitencial y el catecumenado, con menoscabo de la
teología bautismal.
La reconciliación de los penitentes sometidos a la penitencia canónica se asoció al Jueves
Santo. Por este motivo, los penitentes se inscribían como tales el domingo primero de
Cuaresma. A lo largo del período cuaresmal recorrían el último tramo de su itinerario
penitencial entregados a severas penitencias corporales y oraciones muy intensas, con las
que ultimaban el proceso de su conversión.
La comunidad cristiana les acompañaba con sus oraciones y ayunos. Como quiera que los
penitentes participaban parcialmente en la liturgia, es lógico que en ésta quedara reflejada
la situación de los penitentes. La imposición de la ceniza es, por ejemplo, uno de esos
testimonios penitenciales de la liturgia cuaresmal.
En la Cuaresma no deben de adornarse los templos con flores, salvo en las Solemnidades y
en el IV Domingo, que pueden ponerse flores con moderación.
En las celebraciones litúrgicas de este tiempo puede emplearse el incienso, si así se desea
(IGMR 276). El Miércoles de Ceniza existe la obligación de realizar ayuno y abstenerse de
comer carne. Los viernes del Tiempo de Cuaresma existe la obligación de la abstinencia de
carne, aunque puede sustituirse esta mortificación por otra, o por una obra de misericordia.
Sin embargo, si algún viernes de Cuaresma se celebra una solemnidad (San José o la
Anunciación), se suprime la obligación de la abstinencia ese día.

QUE HACER EN LA CUARESMA


Desde luego las cosas han cambiado. Las abstinencias de los viernes, por ejemplo, resultan
a menudo poco significativas. Y los pequeños o grandes sacrificios no tienen muy buena
prensa, y además no se sabe exactamente para qué sirven y si tienen suficiente sentido.
Pero a pesar de que las cosas hayan cambiado, las palabras que se nos dirán durante los días
de Cuaresma seguirán siendo llamadas a hacer de este tiempo un tiempo "especial", un
tiempo con entidad propia. Un tiempo para consolidar la fe y la vida cristiana, un tiempo
para que la celebración central de la Pascua nos encuentre un poco más cristianos.
Habrá que plantearse, por tanto, qué debemos hacer en este tiempo de Cuaresma, cómo
debemos vivirlo.
-El sentido de este tiempo LIMOSNA ORACIÓN AYUNO
La Cuaresma es el tiempo de preparación de la Pascua. En su origen, lo que lo caracterizaba
de modo peculiar era el hecho de ser el tiempo de preparación más directa e inmediata de
los que querían recibir el bautismo, que se celebraba en la Vigilia pascual.
Asimismo, era el tiempo en que los pecadores -los que habían actuado rompiendo de forma
decisiva la comunión con Dios y la Iglesia- hacían penitencia para ser reconciliados el
Jueves Santo y poder celebrar de nuevo la Pascua con toda la comunidad. Nosotros, ni
tenemos que bautizarnos ni -probablemente- somos pecadores que hayamos roto
decisivamente la comunión con Dios y la Iglesia. Pero sin embargo el sentido de nuestra
Cuaresma no debería estar muy lejos del que tenía para los que se preparaban para el
bautismo o la reconciliación.
Porque sin duda es importante que, durante un tiempo concreto del año, nos digamos a
nosotros mismos: "Yo fui bautizado, yo llevo en mí la marca de Jesús, yo estoy sumergido
en su vida nueva. Todo eso, ¿se nota realmente? ¿no debería notarse más? ¿en qué podría
notarse más?". Y decirnos también: "Desde luego mi vida no está exenta de infidelidades.
¿Soy consciente de ello? ¿Soy capaz de ponerme ante Dios y pedir perdón?" La Cuaresma
es el tiempo de preparación para la Pascua. Durante los días de la muerte y la resurrección
de Jesús, y durante la cincuentena que les sigue, fijaremos nuestros ojos en el camino nuevo
que Jesús nos ha abierto con su fidelidad, y daremos gracias. Pero para que ello sea
auténtico y verdadero, por nuestra parte, por parte de nuestro modo de vivir, deberemos
llegar a la celebración pascual habiendo reforzado el seguimiento de este camino nuevo:
habiendo renovado la fe y el compromiso de nuestro bautismo, y habiendo caminado hacia
la reconciliación con Dios. A eso nos invita la Cuaresma. Sin pretender en la mayoría de los
casos grandes cambios espectaculares en nuestra vida -¡bastante conocemos nuestras
limitaciones!-, pero sí esforzándonos para que este tiempo no pase como si nada.
-¿Cómo hacerlo?
Se trata de consolidar la fe y la vida cristiana, de darle impulso. Eso puede parecer quizá
muy general pero conviene recordarlo. Debemos decirnos a nosotros mismos que somos
cristianos, que queremos serlo más, y que creemos firmemente que Jesucristo ha abierto en
medio de nuestra historia el único camino que es absolutamente valioso. Y debemos mirar
nuestra vida, hacer examen de conciencia, descubrir con limpieza de corazón qué nuevos
pasos podríamos quizá dar.
Es necesario, asimismo, que los sacerdotes y demás responsables de las comunidades sepan
ofrecer elementos que ayuden a esa consolidación e impulso. Por ahí debe andar la
predicación de los domingos, por ahí deben ir los actos extraordinarios que acostumbran a
organizarse en este tiempo (sea de forma global o acercándose a algún aspecto concreto).
Pero puede haber también algo más: algunas actuaciones peculiares que nos indiquen que
nos encontramos en un tiempo peculiar. Lo que antes era la abstinencia o la no asistencia a
espectáculos.
Tradicionalmente, y en el mismo evangelio, se señalan tres actuaciones concretas: la
limosna, la oración y el ayuno. El Miércoles de Ceniza leemos precisamente el fragmento
del evangelio de Mateo (6,1-18) en el que Jesús habla de las tres. Valora esas prácticas,
pero señala también el sentido que deben tener para que sean valiosas: no debe ser algo que
se hace porque toca o para quedar tranquilo, sino que tiene que salir de dentro, tiene que ser
la expresión del deseo de renovar la fe y la vida cristiana.
¿Qué significa, ahora, la limosna, la oración y el ayuno? ¿Cómo pueden vivirse cuando está
para terminar el siglo XX?
-La limosna
La limosna es dar dinero a los que pasan necesidad.
Lo cual sigue teniendo actualmente -y más aún en momentos de crisis económica- todo su
valor. Si bien la mendicidad de la calle provoca normalmente desconfianza, en cambio sí
que hay que plantearse seriamente, con motivo de la Cuaresma, nuestra propia aportación a
las acciones de servicio a los necesitados: Cáritas, Tercer mundo, o cualquier otra. Teniendo
en cuenta que, si es verdad que todos sufrimos las consecuencias de la crisis, también lo es
que unos las sufren mucho más que otros...
La limosna tiene también otro nivel: la limosna de tiempo. Es decir, el dar una parte del
propio tiempo como servicio para alguien que lo necesite: sea ayudando a una persona que
vive sola, o visitando a un enfermo o a través de alguna institución que pida voluntariado. Y
también, ayudando en campañas de sensibilización y otras actividades semejantes.
Finalmente, está también un tercer nivel: el que se refiere a las causas de la pobreza y de la
desigualdad social. Limosna será también trabajar para que esta sociedad y este sistema
cambien, de modo que no aumente cada vez más la separación entre los que tienen y los
que no tienen. Lo que significa plantearse y actuar en la organización económica, social,
política. Por lo menos, si no hay otras posibilidades, permaneciendo atentos, informados,
sensibilizados ante el tema.
-La oración
La oración, el espacio de silencio ante Dios, es un elemento decisivo para reforzar por
dentro la fe y la vida cristiana. Habría que buscar, en esta Cuaresma, momentos para hacer
presente ante el Señor nuestras ansias y esperanzas de cada día, nuestra petición de ayuda y
de perdón, nuestro deseo de fidelidad al Evangelio. Dependerá de las posibilidades de
tiempo y de tranquilidad de cada uno, pero en cualquier caso habría que esforzarse por
encontrar esos espacios.
Otra forma muy útil de oración consiste en la lectura de los evangelios, o de los salmos.
Eso también dependerá, claro está, de las posibilidades de cada uno. Pero, por ejemplo, uno
podría proponerse leer durante esta Cuaresma el evangelio de Marcos: se trata de un texto
fácil de leer, ágil y vivo, y constituye un buen acercamiento a la persona de Jesús.
Finalmente, otro buen propósito para este tiempo sería la participación en la Eucaristía
diaria (todos los días o algunos).
-El ayuno
Este apartado es sin duda el más complicado de los tres. Para muchos, resulta difícil
encontrar qué sentido tiene privarse de cosas -de comida, de ir al cine, o de lo que sea-
simplemente por motivos religiosos, "para agradar a Dios" o para pedir su benevolencia
hacia nosotros.
Sin embargo, no sería ningún progreso, ni humanamente ni cristianamente, abandonar sin
más la práctica de la privación voluntaria. Porque vivimos en una civilización que funciona
teniendo como ídolo el consumo, la facilidad y el confort, y que como consecuencia anula
la capacidad humana de esfuerzo, de creatividad, de búsqueda. De modo que resulta
especialmente importante combatir ese ídolo, para que los hombre podamos seguir siendo
hombres, y para que los cristianos podamos seguir siendo cristianos. Es decir, para que
podamos seguir afirmando que los valores más importantes no son el tener y el ir tirando,
sino el caminar, el ser persona, el amar. Para que podamos seguir diciendo, en definitiva,
que el valor más importante es Dios.
El combate contra ese ídolo se realiza por medio de la privación voluntaria: diciendo que
me niego a consumir todo lo que esta civilización me ofrece y para ello me privo, por
ejemplo, de un rato fácil ante el televisor, o me privo de comprarme ese vestido, o me privo
de aquella comida.
Y ello, en primer lugar, como signo y recuerdo del valor más alto que me sostiene, que es
Dios (y por eso, el ayuno que tradicionalmente la Iglesia observó con mayor fuerza y que
ahora convendría recuperar, es el que se celebra en expectación de la mayor revelación de
Dios, la Pascua de Jesucristo: el ayuno que va desde la celebración del Viernes a la Vigilia
pascual). Luego, como protesta personal contra la absolutización del consumo y de la
facilidad. Finalmente, como forma de cultivar los valores que deben fundamentar mi vida,
sea teniendo más tiempo para orar o para leer o para hablar con los de casa, sea dedicando
el dinero que no gasto a alguna causa de servicio a los demás.

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