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La Sonámbula - Gusmán-1
La Sonámbula - Gusmán-1
Con mi hermano nos miramos. Creo que esos dibujos fueron lo más
próximo que alguna vez tuvimos con Lucrecia. Hasta es posible
que hayamos cambiado el tono áspero con que habitualmente la
tratábamos por lo insoportable que nos resultaba su puerilidad.
Comenzamos a mirarlos uno por uno. Había pintado cada una de
las chucherías de mi madre. El cuadrito con el Fujiyama, tres
negros que como sombras alargadas bailaban algún ritmo
americano, una postal del Torreón de Mar del Plata que estaba
encuadrado, un dibujo con las cataratas del Iguazú donde en una
foto mi madre estaba con el padre de Lucrecia. En ese momento,
entendimos por qué no necesitaba despedirse. No quisimos seguir
mirando, quizás por miedo de encontrarnos con un dibujo de mi
madre, vaya a saber de qué época.
Mi hermano le preguntó: ¿Cuándo los pintaste?
-De chica. No recuerdo la edad. Mi papá dormía y mamá a veces
escribía dormida. Yo también me levantaba dormida, iba hasta el
comedor, me sentaba a la mesa y dibujaba. Mamá me los guardaba
en esta carpeta. Yo tampoco sabía que los conservaba. Si les
gustan, les regalo uno.
Yo elegí el paisaje japonés, mi hermano se llevó los tres negros
bailando.