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RECUERDOS DE DOLOR

EIMY VALERIA QUINTERO SALGADO


OCTAVO A

MARIA DEMETRIA DIAZ


ESPAÑOL

2023
RECUERDOS DE DOLOR
Nuestro querido país tiene su historia,una historia desgarradora y
dolorosa que nos persigue cada día, así como nos persiguen cientos y
miles de relatos iguales o peores de desgarradores, estos cuentan
historias de masacres realizadas en nuestro territorio, lastimosamente,
la mayoría de estas propinadas por aquellos que dicen protegernos,
“Aquel que no conoce su historia está condenado a repetirla” dicen por
ahí, cosa que a mi parecer es muy cierta, pues, al callar y no pelear por
lo que es nuestro, defendemos, permitimos y posibilitamos que estos
desastrosos eventos se sigan presentando, eventos como el que viví,
eventos como el que narraré a continuación:

Estaba en mi casa, como todos los días por la mañana, no esperaba


nada fuera de lo común, no tenía idea de lo equivocada que estaba,
pues, ese mismo día, esa misma mañana soleada como cualquier otra,
mientras desayunaba el caldito que mi mamita me preparaba cada que
se daba la oportunidad, escuché sonidos muy distintos a los
habituales,motores, disparos, y, el sonido más presente de todos, gritos,
gritos de hombres, mujeres, niños y ancianos, gritos lejanos, pero luego
de un rato no tan lejanos, mi casa era la última de la villa,
desafortunadamente no reaccioné lo suficientemente rápido, y cuando
volví en mí, ya habian agarrado a mi mamita de su larga y descuidada
cabellera, luego, entre gritos y forcejeos, me tomaron de pelo a mi
tambien; nos llevaron hacia la plaza del pueblo y nos formaron en fila
mirando hacia al frente, se escuchaban llantos y gritos, luego, el que
parecía ser el líder del grupo sacó una hoja y dijo que la persona a la
que le perteneciera uno de los nombres mencionados a continuación,
debía dar un paso al frente. Uno a uno fue leyendo nombres, la mayoria
para mi conocidos, no eramos un gran pueblo, de 160 habitantes
aproximadamente, pueblo en el que vivo desde que tengo memoria,
escondido en las montañas y sumamente humilde, ahi estaba yo, en la
plaza de este mismo, perdida en mis pensamientos sobre lo que estos
hombre armados pudieran hacerme a mi o a mi mamita, pense todo
esto mientras miraba la iglesia situada a continuacion de unas cortas
escaleras, que, a su vez, guiaban a la entrada de esta, portones altos y
marrones de divisaban a continuacion, enmarcados por muros blancos,
reflejando la majestuosidad y santidad de la construcción, estaba
perdida en mis pensamientos y recuerdos, divagando sobre estos, hasta
que escuche un nombre en concreto, sude frio, y escuche el ruido sordo
de un paso, un golpe hacia la baldosa originalmente marron pero que
ahora era casi gris de lo sucia que estaba, una lagrima recorrio mi
mejilla, el paso lo dio mi mamita, solo cerre los ojos y espere lo peor, no
escuchaba nada, no sentia nada, el destino estaba ya escrito, el miedo
me consumio, los atacantes, las otras personas llamada y mi mamita se
apartaron de la fila, luego de unos segundos escuche uno, dos, tres, y
asi incontables disparos, mis rodillas no soportaron mi peso y caí al
suelo, frio y sucio, ahora siendo limpiado por mis ropas y lagrimas. En
total al final del día había treinta y dos fallecidos, treinta y dos
asesinados, entre estos el ser más puro y viento existente y por existir,
mi mamita, quien fue acribillada y luego apilada con los otros cuerpos.

Los hombre hicieron y deshicieron en el pueblo a su parecer, cuando


por fin partieron luego de unas horas de beber y disfrutar de un festín,
se podían observar casas en llamas, otras, completamente destruidas
hasta los cimientos, y otras, como la mía, se encontraban intactas, pero
esto solo físicamente, pues desde el lugar mas recondito del planeta de
notaba el vacío en esta, no se habían llevado nada material, solo al
ángel más hermoso de todos, que era humildemente poseedor de esa
casita, en la cima de la colina, la más pequeña de todas, pero la más
llena de amor, y, ahora estaba vacía, pero lo peor era la plaza, debido a
que sus pisos, antes sucios y marrones, se teñían de rojo, rojo de la
sangre derramada, derramada por mi mamita y muchos otros que no
tenían culpa alguna de lo que sufrieron.

Al día de hoy, recuerdo segundo a segundo todo el dolor que sentí en


ese momento, dolor que no se ha apagado, dolor que provocaron
aquellos hombres que, según la policía eran “fuerzas rebeldes”.

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