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Cuestionario Elegía Al Canon Bloom
Cuestionario Elegía Al Canon Bloom
De lo anterior, Bloom desprende el término del «mito anticanónico» para dar cuenta sobre
el concepto de «“la muerte del autor” proclamado por Foucault, Barthes y otros [teóricos]
clónicos posteriores»; el cual denota esencialmente que el autor no participa en el texto
escrito –el autor se separa de este pues al ser leído o relatado, la voz pierde su origen
(Barthes, 1967)– y bajo el cual, por tanto, rechazan a «todos los varones europeos blancos
y muertos» (p. 50) –es decir, a los autores canónicos– como el centro de la obra literaria.
En general, quienes defienden el «mito anticanónico» son aquellos que intentan «abrir» el
canon occidental (p. 32); ampliar sus límites.
7. ¿Cuáles son los diversos argumentos para sostener que Shakespeare es el canon?
De todo lo que Bloom menciona acerca de Shakespeare –elogiando en todo momento su
obra– lo relacionado con las razones respecto a por qué él es el canon pueden ordenarse
de la siguiente manera; de modo que se siente con más firmeza lo que defiende:
a. Encarecidamente en sus dos últimos párrafos (p. 51), Bloom plantea que
«Shakespeare […] en gran medida nos ha inventado». Se apoya citando a Emerson
quien dice que «Shakespeare […] es inconcebiblemente sabio, [mientras que] los
demás [autores eminentes] lo son concebiblemente […]; [que está] por fuera de
nuestro alcance; [y que] por facilidad impositiva, por creación, Shakespeare es
único».
b. En concordancia con ello Bloom había apuntado en páginas previas que Shakespeare
tiene una «palpable supremacía estética [y una] originalidad verdaderamente
escandalosa [en] sus obras» (p. 30); que, dado el «gran escándalo que es la
originalidad a que el resentimiento no puede acomodarse», «Shakespeare [es y] sigue
siendo el escritor más original que conoceremos nunca» (p. 35) –conviene recordar
que para Bloom «toda poderosa originalidad literaria se convierte en canónica» [p.
35).
c. Asimismo advirtió que «la fuerza más idiosincrásica de Shakespeare [es que] siempre
está por encima de ti, tanto conceptual como metafóricamente, seas quien seas y
[sin importar] la época a la que pertenezcas. Él te hace anacrónico porque te
contiene; no puedes subsumirle. No puedes iluminarle con una nueva doctrina, […] por
el contrario, él ilumina la doctrina, no prefigurándola, sino posfigurándola; como si
dijéramos, lo más importante que encontramos en Freud ya está en Shakespeare (…)»
(p. 35)
d. Además, para Bloom «sin Shakespeare no habría canon, pues sin Shakespeare no
habría en nosotros […] ningún yo reconocible». Ya antes había señalado que
«Shakespeare, para cientos de millones de personas que no son europeas ni de raza
blanca, es un indicador de sus emociones, de su identificación con unos personajes a
los que Shakespeare dio existencia mediante su lenguaje. Para ellos su universalidad
no es historia, sino fundamental; él pone en escena sus vidas. En sus personajes ellos
perciben y afrontan su propias angustias y fantasías (…)» (p. 49)
e. En ese sentido, Bloom sostiene que –en habida cuenta de su tremenda originalidad y
su fuerza idiosincrásica– «le debemos a Shakespeare no sólo que representará
nuestra cognición, sino gran parte de nuestra capacidad cognitiva» (p. 51); él «obliga
a recordar […] qué sucede en la literatura que lo convierte en memorable;
prolongando [así] la vida del autor» (p. 50)