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Keith R. A.

DeCandido Foro Dark Guardians 1


Keith R. A. DeCandido Foro Dark Guardians 2

Nevermore

Keith R. A. DeCandido
Keith R. A. DeCandido Foro Dark Guardians 3

Sinopsis
Traducida por Dany

H ace 22 años, Sam y Dean Winchester perdieron a su madre ante una fuerza
misteriosa y demoniaca.

Pasados los años, su padre, John, les enseñó cómo pelear contra los seres malvados que
habitan en las esquinas oscuras y carreteras secundarias de América... Mostrándoles
cómo matarlos.

Sam y Dean van a Nueva York para revisar la casa encantada de un rockero.

Pero antes de que puedan averiguar por qué una banshee enamorada con una camiseta
de un grupo de rock de los 80 aparece en la habitación, un crimen mucho más macabro
capta su atención. En una casa cercana, dos estudiantes universitarios han sido
apaleados hasta morir por un asaltante desconocido.

Un asesinato que es extraño incluso para la norma de Nueva York, y éste es el último de
una larga lista de asesinatos, que pronto los dos hermanos sospechan que están basados
en una serie de espeluznantes historias del legendario escritor Edgar Allan Poe.

Su investigación los lleva hasta los clásicos cuentos de horror de Poe, cara a cara con el
más tenebroso de ellos. Y si Sam y Dean no re-escriben el final de este horripilante
cuento, un macabro asesino en serie terminará con sus vidas para siempre.
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Esta novela tiene lugar entre la segunda temporada de la Serie


Supernatural episodios

“Crossroad Blues” y “Croatoan”


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“He oído todas las cosas en el cielo y en la tierra.

He oído más cosas en el infierno.”

El Corazón Delator
-Edgar Allan Poe-
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Uno
Traducido por Dany
Corregido por Raquel

Universidad de Fordham

El Bronx, Nueva York

Domingo 12 de noviembre de 2006

L a fría brisa de noviembre, sopló el cabello de John Soeder contra su cara,


como un recordatorio de la Madre Naturaleza de que debía cortarse el
cabello, en ausencia de su madre real, que estando alrededor de él, le daría
lata al respecto. Ella estaba de regreso en Ohio, donde era seguro y también diez
grados más frío de lo que estaba aquí en el Bronx. Si Emily Soeder veía la fregona
peluda que su hijo tenía por cabello castaño, haría el ruido que siempre hacía, y
se ofrecería para hacer el corte.

John amaba asistir a la Universidad de Fordham como por mil razones, pero la
distancia considerable de su madre, estaba enumerada en lo alto de la lista.

Él y su compañero de cuarto, Kevin Bayer, se dirigían de nuevo a su apartamento


fuera del campus, después de un largo día en la imprenta en el sótano del Centro
McKinley. Ellos eran los co-editores del periódico Alternativo de Fordham y
habían pasado la mayor parte del día poniendo la cuestión del último número,
dos veces por semana en la cama. Los archivos habían sido enviados por correo
electrónico a la impresora, y tendrían los problemas para la mañana del martes.
Lo que era fundamental, ya que tenían que sacarlo antes que La Ram, el aburrido
periódico Oficial para Estudiantes de Fordham, especialmente debido a la
exclusiva que recibieron del decano.

Caminaban rápidamente a través del campus, en dirección a la salida de la


Avenida Belmont por la Sala Memorial de la Facultad. Desde allí solo eran pocas
cuadras hasta su maltratado, desordenado, pequeño (pero felizmente barato)
apartamento en la Avenida Cambreleng.
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Una vez que llegaron a la salida, John sacó el cabello de su rostro y dijo: “Vamos,
apurémonos. Quiero llegar a casa y cambiarme para la fiesta.”

“¿Qué fiesta?”

“La fiesta de Amy, ¿Recuerdas?”

Kevin hizo una mueca “Tengo clases a las ocho y treinta, mañana. No puedo,
amigo.”

John se encogió de hombros, y dijo: “Sáltatela.”

“De ninguna manera. El Dr. Méndez tendrá mi trasero. En serio, ella pasa lista.
Ya me perdí tres clases debido a un fin de semana de producción, no puedo
perder otra.”

Habían llegado a la esquina de Belmont y Fordham Road, y tenían que esperar


por la luz verde; el tráfico era lo suficientemente pesado, incluso tan tarde en un
domingo, por lo que no podían cruzar en contra de la luz. Antes del último año,
John había vivido en los dormitorios del campus, que formaba parte de la
exuberante vegetación que caracterizaba el campus de Fordham, un oasis en la
academia en medio de la ciudad más grande del mundo. Bien, no en el medio, el
Bronx estaba en la parte más septentrional de la ciudad de Nueva York, justo por
encima de Manhattan y Queens, y era la única parte de la ciudad realmente
cercana al área continental. Antes de visitar Fordham durante su último año de
secundaria, John siempre había supuesto que Nueva York era Manhattan. No
tenía ni idea de los barrios exteriores, y estaba encantado de encontrarse en un
barrio que por sí solo, era una ciudad más emociónate de lo que Cleveland nunca
podría ser.

Sin embargo, la transición todavía estaba un poco metida en su cabeza. El


campus de Fordham era todo árboles, hierba y una mezcla de antiguos y nuevos
edificios (algunos remontaban la época de la fundación de la universidad en el
siglo XIX, otras adiciones a finales del siglo XX) y no habría estado fuera de lugar
en un soñoliento pueblo de Nueva Inglaterra.

Pero entonces salías por la puerta de hierro forjado y te topabas con una serie de
coches y autobuses que se comprimían bajando Fordham Road (o gateando si era
hora pico), peatones, estaciones de gasolina, articulaciones de comida rápida,
tiendas de reparación de automóviles y personas. El barrio era una mezcla de
italianos que habían llegado en los comienzos del siglo XX, los latinos que
llegaron en los 60, y los albaneses, que llegaron en los 80. Justo bajando por la
calle en una dirección estaba Sears 1, Fordham Plaza, el Metro Norte; en la otra
dirección, el departamento de Motor Vehicles, el Zoológico del Bronx y el Jardín

1 Sears: Tienda por departamentos.


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Botánico. La “Pequeña Italia” era un barrio todavía próspero, lleno de tiendas de


delicatessen, tiendas de vinos, restaurantes, panaderías, tiendas de pasta y las
ocasionales ferias callejeras. John había ganado dos kilos ese semestre con solo
acercarse a una fuente de canolis 2.

Por supuesto, en una tarde noche de domingo, casi no había gente en las calles,
solo los autos.

La luz cambió, y Kevin y John corrieron por la calle, ya que estaba parpadeando
la luz roja indicando NO PASAR antes de que llegaran a mitad del camino.

“¿Porqué tomaste clases un lunes por la mañana, de todos modos?” preguntó


John. “Sabías que ibas a estar hasta tarde casi todos los domingos.

“Era la única clase de literatura medieval que podía tomar. Sólo otra estaba frente
al seminario de Shakespeare, y eso es un asociado de dos que tengo que tomar en
la segunda parte del semestre que viene.”

Se volvieron para caminar de Fordham a Cambreleng. “¿Y por qué no tomas una
clase de literatura medieval el próximo semestre, exactamente?”

“Porque el Dr. Méndez se tomará un año sabático, y eso significa Padre


O’Sullivan.”

John, que era estudiante de historia, y que por lo tanto no tenía ninguna pista
sobre el departamento de inglés, se rascó la barbilla. Necesitaba un afeitado, algo
más por lo que su madre lo molestaría de estar aquí. Dijo: ”Sí, ¿y…?”

Los ojos de Kevin se ensancharon. “El Padre O’Sillivan tenía tenencia desde,
como, de la Edad Oscura 3.”

“Edad Media.”

“¿Qué?”

“No era Edad Oscura” dijo John, a la defensiva. “Ya no la llaman así, la llaman…”

“Amigo, el imperio Romano tenía acueductos. En el Sacro Imperio Romano hacían


pipí por las ventanas. Era la Edad Oscura.”

John apretó los dientes y estaba a punto de responder, pero Kevin volvió a su
tema original. “El Padre O’sullivan tenía la tenencia, lo juro por Dios, en 1946.”

2 Canolis: pasta italiana.


3 Dark Ages: significa literalmente Edad Oscura, pero en inglés también significa Edad Media.
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Giraron hacia Cambreleng. “Amigo, mi padre nació en 1946.”

“Mi punto. El hombre es un puto fósil. De ninguna manera tomaré clases con él.”

“Lo que sea.” A John realmente eso no le importaba mucho. “Aún deberías venir a
la fiesta.”

“De ninguna manera. Necesito mi descanso embellecedor.”

John sonrió. “No hay suficiente sueño en el mundo que haga que eso suceda.”

“Muérdeme, amigo.”

Otra brisa sopló y John tuvo que empujar el cabello de su cara otra vez. Mientras
iban más lejos de Fordham Road, más silencioso se volvía, ya que Cambreleng
era totalmente residencial. La mayoría de los bloques estaban llenos de ladrillos
rojos de casas de tres pisos, que estaban a unos pocos metros de la calle, un sello
de correos en la parte delantera separada de la acera por una valla de hierro
forjado de talla alta. El resto de la manzana tenía apartamentos de cinco pisos.
Pocos edificios eran más altos que eso, ya que una vez estuvieras por encima de
los cinco pisos, la ley de la ciudad requería que pusieran un ascensor. Muchas de
las ventanas de la cuadra estaban a oscuras, y John y Kevin eran los únicos en la
acera.

“Bueno, aun así iré, ya que tengo el cerebro para establecer un horario adecuado,
cuando la primera clase que tengo los lunes es a las doce y media. Lo que
significa, Fies-Ta.”

Kevin se rió entre dientes. “Amigo, Britt no va a dejar a Jack por ti.”

John se tensó. De hecho, Britt se encontraba en lo alto en la lista de cosas que


tenía que hacer en la fiesta de Amy, pero no vio ninguna razón para compartirlo
con su compañero de cuarto. “¿Britt va a estar allí?”

“Ni siquiera lo intentes. Mientes tan bien como yo hago snowboard.”

“Tú no haces snowboard.”

“Mi punto.”

John empezó a decir lo que sea, pero ya había dicho eso, y odiaba repetirse así
mismo. Kevin podría haber sido amante de su eslogan de Doofy “Mi Punto”, que
usaba todo el maldito tiempo, pero a John le gustaba ser verbalmente diverso.
Era eso lo que siempre clavaba en los artículos que editaba para el periódico:
repetición. Conservas el interés de la gente diciendo cosas diferentes, no usando
las mismas frases cansonas. Por eso no le gustaba la mayoría de los comics y los
bocetos de comediantes. Tenían que tener algún tipo de frase pegajosa, y luego se
volvería esperada y deseada, y la rutina no sería acerca de ser gracioso nunca
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más, sino de la construcción de la frase pegajosa. Eso no era entretenido, eso era
condicionado.

“¿Qué diablos es eso?”

Kevin estaba señalando algo, y John siguió su dedo hacia los contenedores
plásticos de basura delante de una de las casas de la ciudad. Parecía como si
alguien hurgara en la basura.

Lamentablemente, eso no era un espectáculo tan inusual. Había un montón de


gente sin hogar por los alrededores, y a veces buscaban en cajas de reciclaje para
encontrar latas y botellas que podrían canjear en el supermercado.

Entonces, la figura levantó la cabeza, y John vio que no era un indigente. Los dos
pararon de caminar cuando se dieron cuenta de que era una clase de simio.

“¡Eso es un babuino!” dijo John.

“Amigo, eso es un orangután.”

John frunció el ceño. “¿Estás seguro?”

“Muy seguro.”

El babuino u orangután o lo que fuera, miró hacia ellos, abrió su boca y siseó.

Tanto John como Kevin retrocedieron un paso o dos. John susurró: “Amigo, ¿los
orangutanes sisean?”

“No, pero no creo que los babuinos lo hagan tampoco. Y ¿por qué estamos
susurrando?”

Antes de que John pudiera responder a eso, el… oh diablos, a lo que acababan de
llamar mono antes de saber con seguridad, cogió el cubo de basura y lo arrojó a
la calle. Por desgracia, la tapa estaba abierta, así que en un abolsa de basura rota
llegó desplegándose, botando comida en mal estado, contenedores vacíos, y otras
cosas sobre el pavimento.

John dijo: “¿Tienes tu celular?”

Kevin asintió.

“Bien, porque mi batería está muerta.”

“¿A quién se supone debo llamar? ¿A objetos perdidos y encontrados?”

Sin quitar los ojos del mono, John dijo: ”No, 911, burro, ahora llámalos, antes
de…”
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De repente, el mono corrió hacia ellos, chillando como si estuviera en un choque


de metanfetamina o algo así.

John quería dar la vuelta y salir corriendo, pero encontró que no podía hacer que
sus piernas se movieran.

Y no importó por mucho tiempo, porque este mono podría dejar a Jesse Owens
atrás. Fue por ellos en un segundo.

Como regla general, John odiaba cuando gritaba. Él siempre sonaba como una
niña. Demostrando que este era un universo injusto, sus gritos habían
conseguido estar aún más agudos, después de que su voz cambiara. Era
vergonzoso de verdad, así que cuando sentía ganas de gritar, trataba de mantener
la boca cerrada, por lo que le salía más como un zumbido. A su juicio, eso sonaba
más viril.

Pero ahora mismo, con un mono loco chillando, aullando y saltando sobre él y
Kevin, y golpeándolos muy fuerte con sus grandes manos, gritó como una niña.

No se había sentido así desde que se metió a esa estúpida pelea en la secundaria
con Harry Markham para ver quién iba a ir al baile con Jeannie Waite. Lo
chistoso era, por supuesto, que ella fue con ese perdedor de Morty Johannsen,
así que tuvo un ojo negro y un labio roto, por nada. Los puños del mono lo
golpearon a él y a Kevin por igual, y el dolor estaba solamente en todas partes.

A continuación, un golpe lo sorprendió al lado de la cabeza, y literalmente vio


estrellas, algo que solía pensar que solo ocurría en dibujos animados.

Sólo cuando sintió el pavimento fresco en su mejilla, John se dio cuenta de que el
mono ya no lo estaba golpeando a él. Pero él aún escuchaba gritos.

Volteándose, lo que envió un fuerte dolor a través de ese lado, vio a al mono
recoger a Kevin y arrojarlo a la valla frente a una de las casas.

Entonces, oyó un chasquido.

No quería creerlo. No podía creerlo al principio. No había sido como si una ramita
se rompiera, era como un plástico rompiéndose en dos, no era…

No era como nada que John Soeder hubiese escuchado antes. Y por eso, sabía
que Kevin estaba muerto.

“¡No, Kevin!”

Apenas notó que el orangután, babuino, gorila o lo que fuera, iba hacia él. En
cambio, se quedó mirando a Kevin, tendido allí en la acera de la avenida
Cambreleng, con la cabeza en un ángulo imposible, y preguntándose cómo
demonios podría haber sucedido esto, posiblemente. No podía haber sido real, los
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monos no solo aparecen en la calle y golpean a las personas hasta la muerte. ¡No
podía ser!

El mono saltó sobre él y comenzó a darle caza, y él ni siquiera levantó un brazo


para defenderse, porque simplemente no lo podía creer.

El segundo chico tardó mucho en morir.

Por lo menos del primero se hizo cargo rápidamente. Pero al otro, el que no
paraba de murmurar para sí mismo después del primer asesinato, el orangután
tuvo que seguir golpeándolo y golpeándolo, hasta que finalmente se dio por
vencido.

Una vez el segundo dio su último suspiro, él dijo el conjuro por última vez. Luego
dio un paso hacia el ajenjo quemándose para apagarlo. Unos pocos pedazos de
ajenjo carbonizado quedaron en el pavimento, pero el viento lo dispersaría en su
momento. Y aunque lo encontraran, no serían capaces de conectarlo con un
orangután escapado que golpeó a dos personas hasta la muerte.

No era agradable, pero era necesario… y tenía que hacerse esta noche, en el
último cuarto de la luna, al igual que el primero tenía que hacerse en luna llena
en el quinto. Es cierto, ellos descubrieron los cuerpos dos días más tarde, que fue
más pronto de lo que esperaba, pero nadie de la guardia civil había llegado a
preguntarle, así que todas sus precauciones, obviamente, habían tenido éxito.

Más al punto, tenía que hacerse en este espacio. El segundo puesto del sigilo se
había trazado con el ritual apropiado.

Una vez seguro de que la pequeña llama se extinguió, salió del estrecho pasillo
entre unas de las casas y un edificio (y ¿no era repugnante la forma en que la
gente tiraba su basura en los oscuros lugares, esperando que nadie se diera
cuenta?), y desenfundó la pistola tranquilizante. Apuntando con cuidado, disparó
al orangután en el cuello.

Cayó de bruces al suelo un segundo después.

Corrió hacia la acera, quito rápidamente el dardo con la mano enguantada. No


habría rastro de su presencia aquí.

Volteándose, corrió hacia su coche al tiempo que sacaba un teléfono celular


desechable que había comprado antes por la tarde, en una de las tiendas de
Arthur Avenue, y llamó al 911.

“¡Hay un tipo de animal salvaje! Golpeando a dos chicos en la Cambreleng


bajando por la 88 ¡Vengan rápido!”
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Luego tiró el teléfono celular en una malla de metal del bote de basura en la
esquina de East Street y 188th, subió a su vehículo estacionado.

“Dos listos, dos faltan. Entonces, por fin, ¡la respuesta será mía!”
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Dos
Traducido por maka.mayi

Motel Bowles y Lodge

South Bend, Indiana

Miércoles 15 de noviembre de 2006

“E se es el problema con el trabajo, Sammy, a veces te topas con un callejón


sin salida.”

Sam Winchester concordó en silencio con su hermano, Dean, mientras hacían la


comprobación final de su habitación en el motel antes de transportar sus cosas al
coche. Su padre les había inculcado desde temprana edad, que siempre revisaran
la habitación antes de salir, ya que no debían dejar cosas personales por ahí.

Sobre todo cuando algunas de esas cosas incluían armamento exótico y


grimorios 4 antiguos.

En general, eran buenos limpiando la habitación. Hubo un tiempo en Key West,


cuando Dean había dejado la lata de la sal junto a la cama, y había insistido en
dar media vuelta en la ruta 1 y volver para recuperarla. Sam había preguntado
por qué simplemente no podían ir a un supermercado y conseguir otra (era un
objeto muy común en una casa, después de todo), pero Dean había insistido en
que era el principio de la cosa.

Lo qué había estado bien hasta que el empleado preguntó por qué los dos
hermanos tenían una lata grande de sal en la habitación del hotel, y Dean había
puesto esa mirada de los ojos muy abiertos que tiene cuando alguien se sale del
guión. Con Sam mirando y ni siquiera molestándose en ocultar su sonrisa, Dean
había balbuceó durante media hora antes de llegar a algo sobre la intolerancia a
la lactosa.

4 Grimorio: es un libro de conocimiento mágico escrito entre la Alta Edad Media y el siglo XVIII.
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“Hombre”, le había dicho Sam, mientras volvían a salir hacia el coche, con la lata
recuperada en la mano, “sí sabes que la sal no tiene, básicamente, nada que ver
con la intolerancia a la lactosa, ¿no?” “Gracias, Sr. Mago.” Dean había respondido
con los dientes apretados.

Hoy en día, estaban comprobando y golpeando la carretera, el último trabajo no


había sido un trabajo en absoluto.

Dean seguía hablando mientras se dirigían hacia el coche. “Pero al menos


pudimos ver la hermosa ciudad de South Bend.”

“Sí, un punto caliente de verdad,” murmuró Sam mientras Dean abría el


maletero.

“Hey, vamos a donde nos lleva el trabajo.”

“O no. Realmente fue un suicidio, Dean. Un normal, suicidio común y corriente.”

Dean se encogió de hombros. “Eso pasa.” Lanzó su bolso en la parte posterior de


la camioneta, rodándolo sobre las cajas de armas y suministros. Sam hizo lo
mismo, usando sólo la mano izquierda, ya que su mano derecha se encontraba
todavía en un yeso desde el momento en que la chica zombie se lo rompió en
Lawrence.

Sam no tenía la misma adhesión que Dean tenía hacia el Chevrolet Impala negro
de 1967, el coche familiar que su padre había pasado a Dean. (Por otra parte,
Sam a veces pensaba que no tenía el mismo apego con su ex novia Jessica que
Dean tenía con el Impala.) Cuando el coche se estrelló un par de meses atrás,
Dean lo había reconstruido básicamente desde el principio, un proceso que tomó
varias semanas de agotador esfuerzo.

Sin embargo, incluso Sam tuvo que admitir que el maletero grande era una gran
ventaja, dado que vivían toda su vida fuera de este coche. La parte trasera del
voluminoso maletero estaba lleno con tres bolsas:

El bolso de Sam, el bolso de Dean, y la bolsa de la lavandería. Esta última


comenzaba a sobresalir.

“Hombre, Vamos a necesitar pasar a la lavandería dentro de poco,” dijo Sam.

“No aquí,” dijo Dean, rápidamente. “No creo que ese policía estuviera demasiado
entusiasmado con los reporteros Anderson y Barre. Será mejor que nos vayamos
antes de que decida pasar mi cara a través de su ordenador.”

Sam asintió, de acuerdo. Dean aún era buscado por una serie de asesinatos
cometidos por un Cambia Formas que había tomando su forma en San Luis a
principios de ese año, y sólo no había ninguna manera de que “un monstruo
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mutante que lucía igual que yo” fuera a funcionar con la Oficina del Fiscal de los
EE.UU.

Dean cerró el maletero y se dirigieron a la oficina principal. Como en la mayoría


de los lugares en los que los Winchester se quedaban, el Motel Bowles y Lodge era
muy barato y con las comodidades mínimas. Lo único que necesitaban era un
techo, una cama y una ducha que funcionara, aunque este último era al azar con
algunos de los lugares en los que se quedaban, y no estaban precisamente
rodando en masa.

La lucha contra los demonios, monstruos y cosas bla, bla que salían en la noche
era importante, pero no era pagado. Vivían de fraudes con tarjetas de crédito, y
los ahorros de Dean y las ganancias del póker. Eso significaba que el Hyatt 5 no
era una opción.

Entraron en la lamentable oficina, que tenía agrietados los paneles de madera,


una alfombra beige muy sucia, y un escritorio agujereado en frente. Una mujer
mayor se sentaba detrás de ese escritorio, fumando un cigarrillo mientras estaba
sentada bajo un letrero rojo de no fumar y leía un libro de Dan Brown. Su rostro
estaba cubierto con el maquillaje suficiente como para permitir que asistiera a
una fiesta de Halloween como el Joker, y su cabello estaba rociado con una
pulgada como si quisiera darle vida a algo que probablemente quería ser una
colmena. Sam estaba bastante seguro de que pudo haberle pegado al peinado con
cualquier arma en el maletero del Impala y no le haría ni una pizca de daño.

Llevaba una tarjeta de identificación que decía Mónica.

“Oye,” dijo Dean, “vamos saliendo.”

Mónica tomó una bocanada final del cigarrillo, luego lo aplastó en el cenicero.
“Eres Winwood, ¿no?” preguntó con una voz rasposa.

Sam se controló para no rodar los ojos. Sólo una vez, Sam deseó que Dean
escogiera un alias discreto.

“Así es,” dijo Dean con una sonrisa. “Estamos listos para pagar.”

“Sí, hay un problema. Su tarjeta de crédito fue rechazada. Voy a necesitar otra.”

Ahí estaba la mirada amplia de Dean de nuevo, pero esta vez Sam no sonrió.
“Rechazada. En serio.” Dean miró a Sam impotente, luego se volvió de nuevo a
Mónica. “¿Podrías probarla de nuevo, por favor?”

Ella le dio a Dean una mirada fulminante. “La probé tres veces. Eso es todo lo
que van a permitir.”

5 Hyatt: hotel royal resorts, cinco estrellas, lujoso y muy caro.


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“¿Dijeron eso?”

“No, ninguna razón. ¿Quieres llamar a la empresa de tarjetas de crédito? Puedes


utilizar este teléfono.” Cogió el teléfono del escritorio, que Sam se horrorizó al ver,
era un dial giratorio, y lo sostuvo en alto para que Dean lo tomara.

“Eh, no, eso, eh-eso realmente no ayudará.”

Sam se dio cuenta de por qué Dean estaba haciendo tiempo. Él tenía otras
tarjetas de crédito, pero ninguna de ellas decía Dean Winwood en ellas.

Rápidamente, Sam dio un paso adelante, alcanzando su bolsillo de atrás, y dijo:


“Yo me encargo de esto.” Sacó una de sus propias tarjetas de crédito falsas de su
cartera y se la entregó a Mónica.

Ella la tomó y la miró, lo que Sam había estado esperando que ella no hiciera, ya
que ésta no decía Winwood, tampoco. “Pensé que ustedes dos eran hermanos.”

Sin perder el ritmo, Sam dijo: “Lo somos, pero yo fui adoptado. Para el momento
en que rastree a mis padres biológicos, ya habían muerto, así que cambié mi
nombre a McGillicuddy en homenaje a ellos.”

El rostro de Mónica se dividió en un rictus que Sam suponía podría haber sido
llamada una sonrisa. “Eso es tan dulce de tu parte. ¡Qué buen chico eres!” Corrió
la tarjeta por la máquina, y luego marco el total de las tres noches que se
quedaron.

La espera de la máquina para comprobar fue interminable. Dean, en su haber, se


había recuperado, y llevaba su mejor cara de póquer.

Finalmente, después de varias eternidades, la máquina sonó y la palabra


APROVADO apareció en la pequeña pantalla.

“Está bien,” dijo Mónica, sin dejar de sonreír, mientras el zumbido de una
impresora se oía bajo el escritorio. ”Aquí está su tarjeta de vuelta, Sr.
McGillicuddy.”

“Gracias,” dijo Sam, recuperándola y poniéndola de nuevo en su cartera.

Tan buenos modales. El Sr. y la Sra. Winwood obviamente, los criaron bien a
ambos.”

Dean sonrió. “Sí, señora, hicieron un buen trabajo estropeándonos.”

Mónica luego entregó la copia impresa, así como el recibo de la máquina de


tarjeta de crédito, a Sam. “Sólo firma aquí, y pueden estar en camino.”
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Una vez hecho todo, regresaron al exterior. ”Gran salvada allí, Sammich,” dijo
Dean con una sonrisa. “Sabes, por fin estoy empezando a entenderlo.”

Sam frunció el ceño. Esto sonaba sospechosamente como el comienzo de una


larga diatriba, al final de la cual habría una broma a costa de Sam. ”¿Entender
qué?”

”Bueno, Sammy, crecimos juntos, y todo el tiempo, nada acerca de ti alguna vez
gritó «abogado» hacia mí. Así que cuando me dijiste que estabas aplicando a la
facultad de derecho, me tiró un poco. Pero he estado viéndote el año pasado, y
creo que lo descifré.”

Aquí viene. Sam trató de no gemir.

“Puedes echar una gran cantidad de estiércol tan bien como cualquiera que haya
conocido. ¿Esa línea que le diste allí con Mónica sobre la adopción? Hermoso. Y
con una cara seria.”

De hecho, las habilidades de Sam mintiendo, tanto en términos de fingir ser otra
persona y engañar también a la gente en cuanto a la verdadera naturaleza de su
vida y del mundo en sí, había sido una de las cosas que le atraían a ser un
abogado. Su vida como hijo de un cazador de criaturas sobrenaturales, y de ser
entrenado para ser un cazador en sí mismo, le había dado de todas maneras
estas habilidades, y sólo parecía natural ponerlas en buen uso.

Sin embargo, eso no fue lo que él le dijo a su hermano. ”Sí, puedo poner una
venda sobre los ojos de la gente. Y hago la mayor parte de la investigación y
conozco la mayoría de las tradiciones. Y soy bueno con las armas y el mano a
mano.” Llegaron al Impala, y Sam le dio a su hermano una sonrisa cuando él se
acercó a la puerta del pasajero. “Así que, eh, ¿para qué te necesito,
exactamente?”

Antes de que Dean pudiera construir una réplica, su teléfono comenzó a tocar a
Deep Purple “Smoke on the Water.”

“Para el caso,” agregó Sam: “Yo soy el que te enseñó la manera de descargar tonos
de llamada.”

Tirando del teléfono celular fuera del bolsillo, Dean frunció el ceño. “Yo lo habría
descubierto con el tiempo.” Lo abrió y miró el número, que causó que los ojos se
le pusieran aún más amplios que los que tenía en la oficina. Poniendo el teléfono
en su oreja, dijo: “¿Ellen?”

Eso sorprendió a Sam. Ellen Harvelle manejaba una hostería que atendía a los
cazadores. Él y Dean se habían enterado recientemente de que el marido de Ellen
murió cuando él estaba en una cacería con su padre, y puso un poco de tensión
en su relación, sobre todo porque sólo se enteraron porque la pequeña hija de
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Ellen, Jo se escabulló y fue a cazar con él y Dean contra las muy extenuantes
objeciones de Ellen.

Años de escuchar música a alto volumen y de usar armas de fuego había tocado
el infierno feliz con la audición de Dean, así que mantenía el volumen del celular
muy ruidoso. Eso significaba que Sam podía oír la voz metálica de Ellen sobre el
altavoz del teléfono.

“Escucha” dijo, “puede que tenga un trabajo para ustedes chicos.”

“¿En serio? Porque…”

“Es para Ash. No preguntaría el mismo, pero averigüé que les hizo un favor a
ustedes dos, por lo que podrían estar dispuestos a hacerle uno de vuelta.” Ellen
parecía estar encubada a través de la conversación, sin dejar a Dean decir ni una
Palabra.

O, al menos intentando no hacerlo. Mantener a Dean callado era generalmente


una esperanza vana. “Claro, supongo.” El sonrió. “Siempre tengo una debilidad
por ese cabeza de salmonete. ¿Qué necesita?”

Ellen le dio los datos del caso a Dean, y lo hizo en voz más baja, por lo que Sam
no podía enterarse de todo. Ash era un borracho perezoso que no obstante era un
genio y era capaz de rastrear demonios a través del ordenador, un truco que Sam
nunca había dominado a pesar de muchos intentos. Como Dean había dicho una
vez, el geek-fu de Ash era fuerte. Sam no estaba del todo seguro de su afirmación
de haber ido al MIT (para empezar, él dijo que era un colegio en Boston, y
cualquiera que hubiera ido habría sabido que era en Cambridge), pero él creía
que Ash tenía cómo saber, basándose en las veces que lo había ayudado a él y a
su hermano.

“Muy bien. Vamos a comprobarlo.” Con eso, Dean cerró el teléfono y miró hacia el
camino de entrada. ”Ese camino nos llevará a la 80, ¿verdad?”

Sam trató de recordar el mapa. “Creo que sí, sí. ¿Por qué?, ¿dónde es el trabajo?”

Dean sonrió. “La ciudad tan agradable, la nombraron dos veces: Nueva York,
Nueva York.”

“¿En serio?” Sam se volteó y volvió al maletero. “Ábrelo, quiero mostrarte algo.”

“¿Algo en Nueva York?” dijo Dean, uniéndose a él en la parte posterior, ya que él


tenía las llaves.

Después de que Dean abrió el maletero, Sam tomó una carpeta de su bolso.
“Puede que no sea nada, pero me di cuenta de un par de asesinatos que tuvieron
lugar allí.”
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“Sam… es Nueva York. Consiguen, como, cincuenta asesinatos por día.”

“Es por eso que estos dos probablemente pasan bajo el radar.” Tomó los recortes,
fotocopias de periódicos que había mirado en diferentes bibliotecas públicas que
habían visitado recientemente. “En primer lugar, tenemos un chico tapiado en la
construcción de un sótano.” Sam le entregó a Dean un 8 ½ por 11 hojas de papel
con una noticia relleno en una sección del New York Daily News dedicado a
noticias de la comunidad sobre un hombre llamado Marc Reyes, quien se
encontró tapiado en el sótano de una casa en el Bronx.

Como Dean miró por encima de la fotocopia, Sam siguió: “Y este domingo pasado,
dos chicos universitarios fueron asesinados a golpes por un orangután.”

Dean miró hacia arriba con eso. “¿En serio?”

Sam asintió con la cabeza. “Se trata de dos asesinatos que son exactamente como
en los relatos cortos de Edgar Allan Poe.”

“Eso es una especie de estiramiento,” dijo Dean, mientras devolvía la historia del
hombre tapiado.

“Tal vez, pero ambos se llevaron a cabo en el Bronx, y Poe solía vivir en el Bronx.
Además, el primer asesinato fue en el día cinco, no encontraron el cuerpo hasta
dos días más tarde, pero ocurrió en el día cinco, que fue…”

“La última luna llena,” dijo Dean con un asentimiento. ”Sí, está bien, tal vez,
pero…”

Lanzando la carpeta de vuelta al maletero, Sam dijo: ”Y el orangután fue en el


último trimestre.” No era necesario añadir que muchos de los rituales se basaban
en las fases de la luna. “No es gran cosa, pero como vamos a Nueva York de todos
modos, me imaginé que podemos averiguar de ello mientras, eh, hacemos lo que
sea que estemos haciendo.”

Dean cerró el maletero de golpe. “Cazando. Algunos amigos de Ash están teniendo
problemas con fantasmas. Así que, ¿a quién va a llamar?”

Sam se echó a reír. Se subieron en el coche, Dean en el asiento del conductor.


“Eso es realmente extraño.”

“¿Qué, que haya una cacería? Las vemos todo el tiempo.”

“No” dijo Sam con un movimiento de su cabeza, “que Ash tenga un amigo.”

Con una sonrisa propia, Dean deslizó la llave en el contacto. Una sonrisa se
esparció por su rostro cuando el Impala zumbó a la vida. “Escucha el ronroneo de
ese motor.”
Keith R. A. DeCandido Foro Dark Guardians 21

Retorciéndose en el asiento del pasajero, Sam pensó, juro por Dios, si él comienza
a acariciar el tablero de nuevo, caminaré hasta Nueva York.

Sin embargo, se salvó de eso. Dean metió una cinta de Metallica en el


reproductor, subió el volumen, y el coche se llenó con la apertura de guitarra de
“Enter Sandman.”

Dean se volvió hacia él. “Pilas Atómicas al poder.”

Frunciéndole el ceño a su hermano mayor, Sam dijo: “Yo sólo voy a decir,
‘Turbinas a la velocidad’ si no haces un comentario sobre mí con pantalones
cortos de color verde.”

Dean tiró de la palanca de cambios hasta la R y dijo: ”Salgamos.” Se retiró del


lugar de estacionamiento, a continuación, lo pasó a la D y los envió sobre la
carretera abierta.
Keith R. A. DeCandido Foro Dark Guardians 22

Tres
Traducido por Evi

En la carretera

Interestatal 80, acercándose al Puente de George Washington

Jueves 16 de noviembre de 2006

“¿C ómo puede haber tanta gente en una carretera?”

Sam trató de no reírse a carcajadas ante el grito lastimero de Dean, era la quinta
vez que había hecho la misma pregunta en los últimos diez minutos, un lapso de
tiempo durante el cual el Impala había avanzado, quizá, cuatro metros.

Habían estado conduciendo toda la noche. Sam había sugerido que pararan en
un motel por la noche, pero Dean quería llegar rápidamente. Se habían detenido
en un motel en Clarion, Pennsylvania, para ducharse y cambiarse de ropa,
pagaron por él con una de las tarjetas de crédito falsas, pero no pasaron la
noche. En lugar de eso, se abrieron paso a través de Pennsylvania y New Jersey,
turnándose para dormir o conducir.

Por desgracia, eso significaba que llegaron a la aproximación del puente de


George Washington, justo en medio de la hora punta de la mañana, y el tráfico
estaba de parachoques a parachoques.

Dean estaba a punto de saltar de su piel.

“Tiene que haber una manera más rápida de entrar en la ciudad.”

Sam no se molestó en buscar en el mapa, ya que habían tenido esta conversación


en varias ocasiones ya. “El túnel Lincoln y el Túnel Holland están más lejos del
Bronx, y son túneles, probablemente tienen más tráfico porque tienen que
apiñarse más coches en menos…”
Keith R. A. DeCandido Foro Dark Guardians 23

“Está bien.” Dean golpeó el volante. El amigo de Ash vivía en un barrio llamado
Riverdale, que estaba también en el Bronx, lo que significaba que sería más fácil
para Sam investigar los asesinatos de Poe. “Esa otra cosa de la que estabas
hablando,” dijo Dean. “Dijiste que todos eran de las historias de Eddie Albert Poe,
¿verdad?”

“Edgar Allan Poe, sí.”

“Sí, lo que sea. Es el tipo que hizo ‘El Cuervo’ ¿no?”

Dando a su hermano una mirada de soslayo, Sam dijo: “¿Has leído un poema?”

“Lo hicieron una vez en Los Simpsons. ¡Hey, vamos, muévete!” gritó Dean de
repente al coche delante de ellos. “¡Cristo, no tienes que dejar una distancia de
cincuenta coches entre tú y el tipo delante de ti!” Una vez más golpeó el volante.
“Juro, que estas personas obtuvieron sus licencias de conducir de las jodidas
cajas de Crackerjack.”

“De todos modos,” dijo Sam, tanto para alejar la mente de Dean de su frustración
como cualquier cosa, “el tipo tapiado en el sótano es de ‘El tonel de amontillado'.
El orangután es de ‘Los crímenes de la calle Morgue, que, por cierto, fue la
primera historia de Detectives.”

“¿En serio?”

“Sí, esa historia fue una influencia sobre Sir Arthur Conan Doyle cuando creó
Sherlock Holmes.”

“Bueno, gracias, Marian La Bibliotecaria.”

Sam se alegró de oír a Dean burlándose de él, ya que significaba que no estaba
dejando que la conducción le afectara… “¡Hey! Usa el jodido intermitente,
¿podrías?”…mucho.

“Tomé una clase de literatura como materia optativa en Stanford. Se llamaba


‘Cacería Americana, todo sobre el uso de lo sobrenatural en la ficción americana,
incluyendo mucho de Poe.” Se encogió de hombros. “Tenía curiosidad, después de
todas las cosas raras que hemos visto, de cómo eran las interpretaciones que la
cultura pop le daba de lo que hacemos.”

“¿Qué, las reposiciones de Expediente X no hicieron el truco?”

“Honestamente, Dean, deberías leer las historias de Poe. ‘La Caída de la Casa
Usher’, ‘La Máscara de la Muerte Roja’; algo de esto suena como si hubieran
Keith R. A. DeCandido Foro Dark Guardians 24

salido justo de uno de nuestros trabajos. Tienes que preguntarte lo que vio para
hacerle escribir eso. Quiero decir, prácticamente creó el género del terror.”

“Por lo tanto, Profesor, ¿Qué crees que sea el asunto con estos asesinatos? Fases
de la luna, recreando viejas historias cortas… suena como cualquier ritual
¿sabes?”

“No es casual, pero hay algo más. Antes, ¿cuándo tenía los mapas afuera? Estaba
revisando algo, y estos dos asesinatos fueron exactamente a un kilómetro de la
Casa de Campo Poe.”

“En primer lugar, ¿cuál es la Casa de Campo Poe?”

“Poe vivió en el Bronx durante unos años en una pequeña casa de campo.”

“Hombre, he visto Fort Apache, el Bronx no tienen casas de campo. ¡Oye, imbécil,
elige un jodido carril!”

Sam de repente sintió la necesidad de agarrarse al salpicadero con su mano


buena. “Las había en el siglo XIX. El Bronx no llegó a ser incluso parte de la
ciudad de Nueva York hasta la década de 1890 más o menos. De todos modos,
porque Poe vivió allí, conservan la casa de campo… y su esposa murió allí.”

Dean asintió. “Muy bien, así que el lugar tiene algún significado emocional.
Todavía no conecto los puntos.”

Encogiéndose de hombros, Sam dijo: “Yo, tampoco.”

“En segundo lugar, ¿por qué no me dijiste esto cuando estabas jugando con los
mapas? Pensé que estabas tratando de encontrar rutas alternativas.”

Alucinado de que Dean incluso tuviera que preguntar, Sam dijo: “Tenías Led
Zeppelin II, en la pletina. Sé que es mejor no tratar de mantener una conversación
inteligente contigo cuando 'Whole Lotta Love’ está sonando.”

Dean abrió la boca, la cerró, y luego la abrió de nuevo. “Sí, bien, bastante justo.”

Se arrastraron cada vez más lentamente hacia el puente, y Sam se dio cuenta de
que se acercaban al peaje. Dean vio que algunos carriles se estaban moviendo
más rápido, y se metió en ellos.

“Eh, amigo, esos son los carriles de Pase E-Z.”

“Oh, mierda.” La pesadilla de la existencia de los Winchester había sido la


proliferación de cosas como el Pase E-Z, Fast Lane, Pase I, y una variedad de
otros servicios que implicaban pegar un trozo de plástico en el parabrisas para
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que un escáner lo leyera, deduciendo el saldo de una tarjeta de crédito o de los


pagos efectuados con cheque. El primero requería una regularidad de uso con
una tarjeta que Dean y Sam no podían permitirse, ya que sus tarjetas de crédito
eran todas falsas. Sam había considerado establecer algo con la cuenta de
cheques que había tenido cuando estaba en Stanford, y con la que mantenía su
móvil e internet, pero ahora, con Dean y él siendo buscados por la ley, no era
prudente que adjuntaran algo al coche que podría ser utilizado para rastrear sus
movimientos.

Sin embargo, los carriles de efectivo eran considerablemente más lentos, lo que,
Sam sabía, sólo aumentaría el estado de ánimo oscuro de Dean.

Efectivamente, la comprensión de estar atrapado en el tráfico lento, mientras que


decenas de otros coches pasaban en un santiamén por el carril de Pase E-Z
deshizo todo el trabajo de distracción de Sam, y Dean estaba ahora sosteniendo el
volante con la mano derecha con un férreo apretón mientras golpeaba el
controlador interno de la puerta lateral con la izquierda murmurando maldiciones
para sí mismo.

Reconociendo un esfuerzo inútil cuando veía uno, Sam sacó su Treo e hizo uso de
su navegador web. Era lento, básicamente tan rápido como vía telefónica, pero
finalmente fue capaz de encontrar y acceder a la página web de la banda del
amigo de Ash, Scottso.

Para el momento en que leyó la página, ellos eran los siguientes en la línea del
peaje. “Amigo,” preguntó Dean, de pronto, “¿tienes algo de efectivo?”

Sam se dio la vuelta. “¿Perdón? Pensé que eras el guardián del metal, Mr. Pool
Hustlin’ hombre jugador de Póker.”

“Recuerdas a esa chica en South Bend, la estudiante de Notre Dame que…”

Bajo ninguna circunstancia Sam alguna vez quería oír el final de ninguna frase
de Dean, que comenzara con las palabras ‘Recuerdas a esa chica.’ “Bien, lo que
sea.” Sam trató de enderezar su forma desgarbada lo mejor que pudo en el
asiento delantero y buscó con su mano izquierda en el bolsillo del pantalón. Sacó
una bola de pelusa, tres cuartos, varias tarjetas de trabajo que decían SAM
WINCHESTER, REPORTERO, que había hecho en una imprenta en Indiana, y su
sujeta billetes marcado con un monograma, en el que había cuatro billetes, uno
de los cuales se destacó como un billete de diez dólares, ya que todos eran de un
color diferente ahora. Él lo sacó con cautela y se lo entregó a Dean.

Dean pagó el peaje con los diez, esperó el cambio, respondió a la petición del
cobrador del peaje de que tuviera un buen día con un gruñido incoherente, y
después se metió el cambio en el bolsillo de su propia camisa.

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