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Preguntas:
1. Aspectos que causaron sorpresa
Uno de los aspectos que nos ha llamado la atención es el mal uso de la genética
en las argumentaciones que aportaron el psicólogo y el biólogo al realizar la
comparación entre los humanos y los Macacus Rhexus. Realmente no hay
ningún tipo de relación entre el rol que desempeñe un hombre o un macaco
macho y los niveles de testosterona. A nivel humano, el que un hombre
“proteja” a una mujer no aporta ningún cambio hormonal ni tiene que provocar
más deseo sexual hacia el hombre. En el caso de los macacos, las hembras
eligen a machos con mayores capacidades protectoras porque aportan más
seguridad y garantizan una mayor supervivencia a la hembra, pero aún así, es
científicamente incorrecto decir que al desempeñar esos comportamientos y
roles de género aumenta los niveles de testosterona. Es incorrecto asociar el
deseo sexual a esas actitudes tanto a humanos como a macacos, los niveles de
testosterona no cambian según la conducta y tampoco que los humanos
tengamos las mismas dinámicas de atracción y emparejamiento que los macacos.
Otra parte es el determinismo presente en la argumentación, este se insinúa
mediante la aportación de datos sobre el género. También hay cierta inclinación
a perpetuar estereotipos de la masculinidad, pues se habla de la testosterona o de
ciertas actitudes violentas como propias de los hombres, dando a entender que
son las actitudes deseables.