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De Birmingham a Buenos Aires

La provincia de Buenos Aires consideró en 1814 la primera iniciativa para establecer una ceca en
esta ciudad, y al año siguiente estudió la conveniencia de acuñar monedas de cobre, con dictamen
favorable de Damián Castro, justo Lynch y Mariano Tagle, quienes aconsejaron dar a las nuevas
piezas el nombre de "argentinos".

El proyecto quedó sin resolver hasta que Juan Martín de Pueyrredón, director supremo del Estado,
lo elevó al Congreso en 1818 con una Memoria de Miguel Lamberto de Sierra, quien proponía
acuñar 19 millones de monedas de cobre en tres diferentes valores en la ceca de Potosí. No pudo
ser, pues ese establecimiento estaba en poder de los españoles. Mientras tanto, la falta de
monedas en Buenos Aires se acentuaba; los pulperos y otros comerciantes utilizaban fichas de
latón para subvenir a las necesidades del cambio menor.

Durante el gobierno provincial de Martín Rodríguez, su ministro Bernardino Rivadavia obtuvo la


anuencia de la junta de Representantes para hacer fabricar en el extranjero piezas de cobre, con el
fin de suplir el medio circulante del país, "que es insuficiente en el día". Entonces, octubre de 1821,
se instruyó a la casa londinense Hullett Hermanos para que mandasen acuñar 50.000 pesos de la
nueva monedas.

Los valores se habían establecido en 1 y 2


sueldos, al estilo del sistema monetario, francés,
con la diferencia de que eran emitidos a nombre
de la PROVINCIA DE BUENOS AIRES. Los contratistas se
dirigieron a Robert Boulton, famoso industrial especializado en la
troquelación de monedas y heredero de la firma Boulton y Watt,
inventores de la acuñación a vapor. Boulton, radicado en
Soho, Birmingham, estudió la propuesta y sugirió
acuñar piezas de igual perfección a la moneda
británica de cobre, incluyendo en su presupuesto
la confección de los cuños y el envase y traslado
hasta Londres.

Casa de moneda de Robert Boulton

Al mismo tiempo envió muestras de la moneda de medio penique que se batía en sus talleres para
circular en la isla de Santa Elena, sugiriendo Hullett un diseño similar para los cobres argentinos.

Esta moneda, con las variaciones correspondientes del escudo de Buenos Aires, se tomó como
modelo. Así fue como en marzo de 1823 se embarcaron 177 barriles conteniendo cuatro millones
de piezas de un décimo de real, que entraron en circulación por decreto del 23 de julio de ese año.
Una segunda partida de décimos fue labrada por Boulton en 1823, pero el gobierno suspendió su
envío, por la necesidad de "poner lentamente en circulación la nueva moneda".

Estos últimos décimos, que llevan fecha de 1823, fueron embarcados en Londres en diciembre de
1824. Llegaron al país en 1825, en tres remesas que sumaban otros cuatro millones de
piezas. Los cobres porteños de Birmingham muestran en su anverso el escudo de Buenos Aires y
son de excelente factura. Fueron retirados del mercado por decreto del 20 de abril de 1827.

La circulación de los décimos de Birmingham había dejado una buena diferencia al gobierno
provincial, que al solicitar a Boulton en 1823 un nuevo presupuesto para la acuñación de oro,
recibió del fabricante la sugerencia de instalar una casa de moneda en Buenos Aires, como
negocio muy conveniente para el país. El industrial acompañaba un cálculo aproximado del costo,
y proponía instalar dicho establecimiento con maquinarias provistas por él, asumiendo el gobierno
el acondicionamiento de un edificio para tal fin.

Con ese motivo se comisionó al ingeniero Santiago Bevans, quien poco tiempo después ofreció
tres lugares diferentes como futura sede de la ceca. Así fue como el gobierno, deseoso de llevar
adelante el proyecto, consiguió la sanción de un decreto, el 15 de noviembre de 1824, por el que
se lo autorizaba a invertir hasta 80.000 pesos en la compra de maquinarias y útiles para la
troquelación de moneda.

En estas circunstancias, febrero de 1825, pasó


por Buenos Aires -en viaje de Londres a
Santiago de Chile- el naturalista inglés John
Miers; anoticiado del asunto, propuso a las
autoridades tomar a su cargo la instalación de la
ceca, con mayor rapidez y menor costo que el
solicitado por Boulton, y ocupándose en persona
de los trabajos.

John Miers, botánico y metalurgista inglés


Luego de algunas tratativas se concluyó el
contrato, por el cual Miers se comprometía a
importar de Gran Bretaña cuatro prensas de
acuñar, tres máquinas de laminar, una para
cortar cospeles y todos los demás elementos
necesarios para la ceca. El gobierno porteño
Medalla de cobre labrada para conmemorar el primer ensayo debía, por su parte, construir la casa de piedra,
de la maquinaria de la Casa de Moneda de Buenos Aires ladrillos y madera donde funcionaría el cuño.

Miers recibiría la suma de 60.000 pesos en tres cuotas, la primera de 12.000 a la firma del contrato,
25.000 al recibo de las maquinarias y el resto al dejar la casa en funcionamiento.

Si bien la ceca iba a ser instalada por cuenta del gobierno porteño, ínterin (28 de enero de 1826) se
había fundado el Banco Nacional de las Provincias Unidas del Río de la Plata, cuyos estatutos lo
dotaban de la facultad de acuñar moneda. Por esta razón las autoridades le endosaron la delicada
tarea de abrir y operar el troquel. En noviembre de 1826, se ensayó la maquinaria en presencia de
Miers y del Directorio del Banco. A partir de 1827, se comenzaron a emitir las primeras monedas
de cobre en los valores de 20, 10 y 5 décimos, más una pequeña de 1/4 de real. Las dos piezas
más grandes llevaban un ave fénix entre llamas, con la leyenda circular ARDESCIT ET VIRESCIT. Para
la acuñación de los 5 décimos (medio real) se utilizaron como cospeles los décimos de 1822 y
1823, que habían sido desmonetizados, lo que puede observarse por los rastros que aparecen en
estas piezas.

En 1827, Miers hizo un segundo viaje a Inglaterra para traer herramientas y útiles y también una
nueva máquina, pues la encargada en 1825 había quedado en Río de Janeiro, bloqueada por la
guerra argentino-brasileña. Tras su partida, las acuñaciones de la casa continuaron regularmente,
pero en 1828 surgieron problemas y el Banco suspendió el trabajo en septiembre, dejando cesante
al personal: por esa razón tampoco se hicieron emisiones de cobres en 1829. En agosto de ese
año, Miers llegaba con las nuevas maquinarias; las tareas de acuñación se reanudaron en 1830,
prosiguiendo en 1831, cuando Miers abandonó el país definitivamente.

Pequeñas partidas de 5 décimos siguieron fabricándose hasta 1835, con cuños anteriores. En esa
fecha cesaron todas las operaciones, habiéndose acuñado monedas por un valor total de 448.000
pesos; el edificio quedó a cargo del grabador Pedro Miranda. El Banco Nacional fue disuelto en
1836 y reemplazado por una institución similar llamada Casa de Moneda. Es interesante señalar
que una buena parte de aquellas emisiones pasó a la Banda Oriental, especulación que dejaba
sólidas ganancias a los traficantes, lo que movió al gobierno a prohibir la exportación de cobres en
1838.

En 1840, la escasez de numerario era tan fuerte


que el gobierno, por decreto del 11 de febrero,
autorizó a la Casa de Moneda a emitir hasta
400.000 pesos en cobres de 2, 1 y 1/2 real.
Todas estas piezas llevan la leyenda ¡VIVA LA
FEDERACION!

Emisión de cobres federales del valor de 2 y 1 real

Los troqueles fueron abiertos por el grabador José Rousseau. La acuñación con fecha 1840
continuó el año siguiente, suspendiéndose hasta 1844, en que reaparecieron los cobres, pero
únicamente en el valor de 2 reales, batidos sobre delgadas láminas de metal.

La ceca reiniciaría su actividad sólo en 1853, con


planchas de cobre remitidas desde Londres: las
labraciones abarcan el período de segregación
de Buenos Aires. En dicho año se acuñaron
monedas de 2 reales, valor que tornó a ser
emitido en 1854 -cuando la entidad pasó a
denominarse Banco y Casa de Moneda-, 1855 y
Cuatro centavos de cobre con fecha 1854 1856.

En 1854 se batió por única vez una pieza de 1 real, hoy bastante escasa. En ese lapso se
troquelaron monedas por casi 700.000 pesos, resolviendo el Directorio que, por ser suficiente tal
suma para la circulación, se paralizaran las acusaciones.

En 1860, fue reabierta la ceca, emitiéndose unidades de 2 reales con fecha 1860 y 1861. Los
cuños, cuya confección se atribuye al artista Pablo Cataldi, serían los últimos utilizados en el
establecimiento. Las maquinarias quedaron inactivas en la sede del Banco de la Provincia de
Buenos Aires -título del Banco y Casa de Moneda desde 1863-, que en 1867 -al iniciar la
construcción de un nuevo edificio- las mandó a los talleres del Ferrocarril del Oeste, donde el
material fue depositado a la intemperie, para luego ser vendido como metal en público remate. Así
terminó la primera ceca de Buenos Aires.

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