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Una Introducción Al Construccionismo Social V BURR
Una Introducción Al Construccionismo Social V BURR
En los últimos 15 años, los estudiantes de ciencias sociales en Gran Bretaña y América del
Norte presenciaron la emergencia gradual de un número de enfoques alternativos para el
estudio de los seres humanos consideradas como seres sociales. Estos abordajes
aparecieron bajo una variedad de rótulos, tales como “psicología crítica”, “análisis del
discurso”, “deconstrucción” y “post-estructuralismo”. Sin embargo, lo que tienen en
común estos enfoques es aquello a lo que nos referimos cuando hablamos de
“Construccionismo Social”. El Construccionismo Social puede ser pensado como una
orientación teórica que, en mayor o menor grado, sustenta a todos estos nuevos abordajes,
que ofrecen, actualmente, alternativas radicales y críticas en psicología y en psicología
social, así como también en otras disciplinas en ciencias sociales y en humanidades. El
construccionismo Social, tal como fue planteado por la psicología y la psicología social,
constituye el foco de este libro.
Es posible que sea culpable de rotular como autores “construccionistas sociales” a los que
no deseen ser calificados como tales y viceversa. Pido disculpas por adelantado a los que
se sientan incómodos con mi descripción, pero debo adoptar los criterios que me parezcan
sensatos. Usaré el término “construccionismo social” en lugar de “constructivismo” a lo largo
de todo el escrito. Estos términos, si bien son usados frecuentemente en forma indistinta, K.
Gergen (1985) recomienda el uso del término “construccionismo”, ya que “Constructivismo”
se usa para aludir a la teoría de Piaget y a una versión de teoría de la percepción, lo cual
puede conducir a confusiones. Luego desarrollaré brevemente la historia del movimiento del
construccionismo social, en especial tal como fue tomado por la psicología social.
No existe una única descripción que se adecue a todos los tipos de autores a los que me
refiero como construccionistas sociales. Esto se debe a que, a pesar que diferentes
escritores puedan compartir algunas características con otros, no hay realmente algo que
todos tengan en común. Lo que los une es una especie de “parecido familiar” -es a lo que
Rosch, 1973- aludió con la idea de “prototipos” o “tendencia borrosa”). Los miembros de una
misma familia difieren en las características familiares que comparten. Madre e hija pueden
tener la típica “nariz de los Smith”, mientras que padre e hijo pueden haber heredado de la
abuela Smith, quien también tiene la nariz de los Smith, sus orejas prominentes. El primo
George puede compartir las orejas prominentes y también, como su tía Harriet, el cabello
grueso y ondulado de los Smith. No existe una sola característica compartida por todos los
miembros de una familia, pero hay una cantidad suficiente de rasgos recurrentes comunes
entre los diferentes miembros que permite identificarlos como parte del mismo grupo
familiar. Este es el modelo que adoptaré para el construccionismo social.
No hay una única característica que identifique una posición construccionista social. En
cambio, podemos agrupar flexiblemente bajo el nombre de “construccionismo social” a
cualquier enfoque que tenga como base uno o más de los siguientes supuestos clave,
tomados de K. Gergen quién los formuló en 1985. Podemos pensar en estos postulados
como “aquello en lo que se debe creer sin excepción para ser un construccionista social”:
El construccionismo social insiste en una postura crítica hacia nuestras formas, dadas por
supuestas, de comprender el mundo (incluyéndonos a nosotros mismos). Nos invita a ser
críticos con la idea que nuestras observaciones del mundo nos brindan su naturaleza sin
problemas y a desafiar el punto de vista que el conocimiento convencional se basa sobre la
observación objetiva y sin sesgos del mundo.
Las formas en que habitualmente comprendemos el mundo, las categorías y conceptos que
usamos, son histórica y culturalmente específicos. Ya sea que comprendamos el mundo en
términos de hombres y mujeres, música pop y música clásica, vida urbana y vida rural,
pasado y futuro, etc., depende de dónde en el mundo uno vive y en qué época. Por
ejemplo, la noción de infancia atravesó notables cambios a través de los siglos. Lo que se
consideró conductas “naturales” de un niño cambió, así como también lo que se esperaba
que los padres hicieran por sus hijos (Aries, 1962). Hace poco tiempo se dejó de considerar
a los niños como adultos pequeños (salvo en lo que hace a sus derechos legales). Basta
con retroceder al tiempo de los escritos de Dickens, para recordar que la idea de los niños
como criaturas inocentes necesitados de protección adulta es, de hecho, muy reciente.
Podemos ver cambios, aún en el espectro de los últimos cincuenta años, con consecuencias
radicales acerca de los consejos a los padres sobre cómo educar a sus hijos.
Esto significa que todas las formas de comprensión son relativas a una cultura y a un
momento de la historia. No solamente son específicas de una cultura y de un período
histórico particulares, sino que son consideradas como productos de esa cultura e historia y
dependen de los acuerdos sociales y económicos prevalecientes en esa cultura y en ese
momento histórico. Las formas específicas de conocimiento que caracterizan una cultura
son, de esta forma, artefactos de esa cultura, por lo tanto no debemos suponer que nuestras
maneras de entender el mundo son necesariamente mejores (más cercanas a la verdad)
que otras.
Estas comprensiones “negociadas” adoptan muy diversas formas, y podemos, por lo tanto,
hablar de numerosas y posibles “construcciones sociales” del mundo. Pero, cada
construcción del mundo trae consigo o invita, a los seres humanos, a un diferente tipo de
acción. Por ejemplo, antes del movimiento social dedicado a promover la moderación y la
abstinencia completa del alcohol, se consideraba a los alcohólicos totalmente responsables
de su conducta y, por lo tanto, se los podía culpar. Una respuesta típica era, de este modo,
apresarlos. Sin embargo, se cambió la consideración del alcoholismo como un crimen y se
lo pasó a considerar una enfermedad, una forma de adicción. Los “alcohólicos” ya no son
vistos como responsables absolutos de su conducta, ya que son víctimas de un tipo de
adicción a drogas.
Si miramos con detenimiento los cuatro principios del construccionismo social que acabo de
desarrollar podremos ver que contienen determinadas características que contrastan
totalmente con la versión más tradicional de la psicología y de la psicología social y
por lo tanto se justifica analizarlas:
ANTI-ESENCIALISMO
Dado que el mundo social y nosotros mismos, en tanto personas, somos producto de
procesos sociales, podemos deducir que no puede haber una naturaleza dada ni del mundo,
ni de las personas. No hay “esencias” dentro de las cosas o de las personas que las hagan
ser lo que son. Aunque algunas corrientes de la psicología tradicional, como el
conductismo, estarían de acuerdo con esto otros, como la teoría del rasgo y el
psicoanálisis, todas se basan en la idea de que hay de antemano un ‘contenido’ dado en las
personas. Es importante resaltar la naturaleza radical de la propuesta que formulamos aquí.
El pensamiento del construccionismo social respecto de la especificidad histórico-cultural es
a veces malinterpretado y visto como otra manera de tomar partido por la ‘nurtura’ en la
disputa “natura- nurtura”. Pero el construccionismo social no se limita a decir que el
contexto cultural tiene un impacto en la psicología del individuo, o que nuestra naturaleza es
producto de factores contextuales (incluyendo lo social) más que de factores biológicos.
Estas posturas son ambas esencialistas en el sentido que consideran que la persona
tiene una naturaleza identificable y posible de descubrir; ya sea que esté dada por la
biología o por el entorno, por lo tanto, no podemos considerarlas construccionistas sociales.
ANTI REALISMO
El construccionismo social niega que nuestro conocimiento sea producto de una percepción
directa de la realidad. De hecho, podríamos decir que construimos nuestras propias
versiones de la realidad (como cultura o sociedad) entre nosotros. Dado que tenemos que
aceptar el relativismo histórico y cultural de todas las formas de conocimiento, la noción de
“verdad” se vuelve problemática.
Dentro del construccionismo social no puede haber algo que podamos considerar como un
hecho objetivo. Todo conocimiento deriva de mirar al mundo desde una u otra perspectiva, y
de servir a un interés determinado en detrimento de otros. La búsqueda de la verdad (la
verdad acerca de las personas, de la naturaleza humana, de la sociedad) ha sido el cimiento
de toda ciencia social desde sus comienzos. El construccionismo social supone un modelo
radicalmente diferente acerca de lo que significa hacer ciencias sociales.
Si todas las formas del conocimiento son histórica y culturalmente específicas, esto debe
incluir el conocimiento generado por las ciencias sociales. Las teorías y explicaciones de la
Psicología, quedan así ligadas al tiempo y a la cultura y no pueden ser tomadas, como
descripciones definitivas acerca de la naturaleza humana. Las disciplinas de la Psicología y
la Psicología Social ya no pueden entonces proponerse descubrir la “verdadera” naturaleza
de la gente y de la vida social. Deben en cambio, virar su atención a un estudio histórico del
surgimiento de las formas actuales de la vida psicológica y social, y de las prácticas
sociales, ya que estas disciplinas han sido creadas por esa historia. La cuestión compleja de
cómo la gente crea y a su vez es creada por la sociedad en la que viven, es el tema principal
del capítulo 6.
Al ubicar en un lugar central las interacciones cotidianas entre las personas y al ver a éstas
produciendo activamente las formas de conocimiento que damos por sentado y su
fenómenos sociales asociados, se deriva que el lenguaje también tiene que ser algo más
que una simple forma de expresarnos. Cuando las personas hablan entre sí, el mundo se
construye. Por lo tanto, nuestro uso del lenguaje puede ser pensado como una forma de
acción, y algunos construccionistas sociales consideran su interés central esta función o
uso performativo del lenguaje. Como fue señalado previamente, la psicología tradicional
ha considerado típicamente al lenguaje como el vehículo pasivo para nuestros
pensamientos y emociones.
Ha sido evidente para mí que muchas de las premisas fundamentales del construccionismo
social han estado en buen estado de salud, vivas en la sociología por bastante tiempo. Esto
se debe a que he trabajado y enseñado en un departamento universitario multidisciplinario.
Sesenta años atrás, Mead (1934), en los Estados Unidos, fundó el “interaccionismo
simbólico”, con su libro “Espíritu, Persona y Sociedad”. Es fundamental para el
interaccionismo simbólico la visión de que, como personas, construimos nuestra propia
identidad y la de los demás a través de nuestros encuentros cotidianos con los otros en la
interacción social. En esta misma línea, la sub-disciplina sociológica conocida como
Etnometodología, que creció en Norte América en las décadas del ’50 y del ‘60, trató de
entender los procesos por los cuales la gente común construye la vida social y le otorga
sentido para ellos mismos y para los demás. Pero podemos considerar que la mayor
contribución construccionista social de la Sociología, es el libro de Berger y Luckmann
(1966): “La Construcción Social de la Realidad”.
En la década del ’60 y principios del ’70, los psicólogos sociales, se preocuparon cada vez
más por el modo en que esta disciplina promovía implícitamente los valores de los grupos
dominantes. La “voz” de la gente común estaba ausente de las prácticas de investigación
que, por estar concentrada en la conducta descontextualizada dentro del laboratorio,
ignoraba los contextos del mundo real, que le dan sentido a la acción humana. Varios libros
fueron publicados, cada uno tratando a su manera de restablecer el equilibrio, proponiendo
alternativas a las ciencias positivistas y focalizando la atención en los relatos de la gente
común (Harré y Secord, 1972) y, desafiando los usos opresivos e ideológicos de la
psicología (Brown, 1973; Armistead, 1974). Estas inquietudes son claramente evidentes en
el trabajo actual de los psicólogos sociales en el construccionismo social.
6. POSMODERNISMO
El movimiento intelectual y cultural que constituye la urdimbre sobre la cual ha tomado forma
el construccionismo social y que, hasta algún punto le da su sabor particular, es aquello que
usualmente se denomina Posmodernismo. El posmodernismo como movimiento intelectual
tiene su centro de gravedad no en las ciencias sociales sino en el arte, la arquitectura, la
literatura y los estudios culturales. Éste representa el cuestionamiento y el rechazo de las
premisas fundamentales del modernismo, el movimiento intelectual que lo precedió y el que,
de varias formas corporiza las premisas subyacentes de la vida intelectual artística que han
circulado desde los tiempos del Iluminismo, que data de mediados del siglo XVIII.
Las teorías en las ciencias sociales y en las humanidades, que proponen tales estructuras,
son conocidas como “estructuralistas”, el rechazo (posterior) de la noción de reglas y
estructuras como formas subyacentes en el mundo real es conocido como
“postestructuralismo” y los términos posmodernismo y postestructuralismo son a veces
usados en forma indistinta. El rasgo en común de estas teorías es que constituyen lo que
frecuentemente se denomina “meta-narrativas” o grandes teorías. Ofrecieron una forma de
entender el mundo social como totalidad en términos de un único principio abarcativo, (por
ejemplo, para Marx era la lucha de clases) y por lo tanto las recomendaciones para los
cambios sociales estaban basadas en este principio (en este caso, la revolución a manos de
la clase trabajadora).
El posmodernismo es el rechazo tanto de la idea de que puede haber una verdad última,
como del estructuralismo, la idea de que el mundo que vemos es el resultado de estructuras
ocultas. En arquitectura es ejemplificado por el diseño de los edificios, que parecen
desentenderse de los conocimientos aceptados del buen diseño. En arte y literatura está
visto en la negación de que algunas formas literarias y artísticas son necesariamente
mejores que otras, de tal modo que el “arte pop” reclamó un status para sí mismo y los
objetos que representaba, igual a los de Miguel Ángel y Leonardo, entre otros. En la crítica
literaria, esto condujo a la idea de que podría no haber lectura “verdadera” de un poema o
una novela, que la interpretación de cada persona era necesariamente tan buena como la
cualquiera, y los significados que el autor original podría haberle otorgado, eran irrelevantes.
Habiendo desplegado el marco teórico, ahora es posible ver cuáles son algunas de sus
implicancias. En lo que queda de esta introducción delinearé los temas que serán abordados
en el resto del libro, e indicaré en que capítulos serán tratados. El rechazo al esencialismo y
el cuestionamiento al conocimiento de sentido común para comprender a los seres humanos
es tratado en el capítulo 1, donde utilizo la idea de ‘personalidad’ como vehículo. El objetivo
es cuestionar lo suficiente la comprensión de la persona que hace la psicología tradicional,
de tal manera que se pueda abrir una perspectiva construccionista social alternativa. El
construccionismo social enfatiza el lenguaje y en el capítulo 2 examino el rol del lenguaje en
nuestro pensamiento y en nuestro sentido de nosotros mismos como personas. Esto
continúa en el capítulo 3, cuando analizo la noción de ‘discursos’ y su rol en la construcción
de la vida social. Los diferentes discursos construyen fenómenos sociales de diferentes
maneras y tienen como consecuencia diferentes posibilidades de acción humana. Entonces
¿por qué algunos discursos, algunas formas de representar el mundo son las que reciben el
“título” de verdad o de sentido común? Esto nos lleva al tema de las relaciones de poder ya
que algunas formas de representar al mundo parecen tener un efecto opresivo o limitante
sobre algunos grupos en la sociedad. La relación entre discurso y poder se examina en el
capítulo 4 pero esta preocupación por el poder trae un problema para el construccionismo
social. Si el construccionismo social abandona la idea de ‘verdad’ y de una realidad que
puede ser directamente aprehendida por los seres humanos, ¿cómo puede justificar
sostener que algunas personas en la sociedad están ‘realmente’ oprimidas?, ¿no es acaso
‘opresión’ otra forma del discurso, otra forma de mirar el mundo? La brecha entre la realidad
y el entendimiento cotidiano que la gente tiene sobre el mundo y su lugar en él, es a menudo
denominada con el término “ideología”.
Aquella podría ser una mañana más como otra cualquiera: un sujeto entra en una estación de Metro de
Washington, va vestido con un pantalón vaquero, una camiseta barata y se sitúa cerca de la entrada.
Extrae un violín de la caja y comienza a tocar con entusiasmo para toda la gente que pasa por allí, es la
hora punta de la mañana. Durante los 45 minutos que estuvo tocando el violín, fue prácticamente ignorado
por todos los pasajeros del Metro. Nadie sabía que ese músico era precisamente Joshua Bell, uno de los
mejores violinistas del mundo, ejecutando sin parar las piezas musicales más consagradas de la historia,
con un instrumento muy especial, un violín Stradivarius, estimado en un valor de más de 3 millones de
dólares. Unos días antes, Bell había tocado en La Sinfónica de Boston, donde los mejores lugares para el
concierto costaban $1.000 dólares la entrada. Esta experiencia que ha sido grabada en vídeo, muestra a
hombres y mujeres que caminan muy rápido, cada uno haciendo una cosa, pero todos indiferentes al
artista. La iniciativa fue realizada por el Diario The Washington Post, con la finalidad de lanzar un debate
sobre el valor del arte, y de su contexto.
Una conclusión posible: Estamos acostumbrados a dar valor a las cosas cuando están en un determinado
contexto. En este caso, Bell era una obra de arte en sí mismo, pero fuera de contexto un artefacto de lujo
sin la etiqueta de la marca. La esencialidad por el arte no debería llegar a los extremos de ignorar la
belleza en sí misma… bah suponiendo que ésta existiese por sí misma…