Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
TIGRE MAGICO
Cambiantes 5
ARGUMENTO
—No, no, no, no, hoy no. ¡No puedes hacerme esto hoy!
Pero el coche murió de todos modos. Tosió en el arcén de la carretera vacía, se
resistió dos veces y gorgoteó callándose.
—Ah, maldita sea. –Los tacones de diez centímetros de Carly aterrizaron en el
pavimento, seguidos de sus piernas bronceadas y un vestido tubo blanco. Miró el
coche mientras el viento de Texas le tiraba de su cabello castaño claro soltando
su cuidadosa trenza francesa.
Tenía que vestir de blanco. Apoyó las manos en las caderas y atravesó al
Corvette con su mirada enfurecida.
Toma el Corvette, había dicho Ethan, su prometido. Es un gran día. Quieres
hacer una gran entrada. Ella había tenido prisa por salir de la ciudad camino de
la galería donde trabajaba, así que Ethan le había metido las llaves en la mano y
la había empujado hacia la puerta.
Carly había estado de acuerdo con él, al artista que estaban exhibiendo le
gustaban los coches clásicos, y estaba haciendo una exclusiva con la galería de
su jefe en la pequeña ciudad al noreste de Austin. Los compradores ya hacían
cola. La comisión de Carly podría ser enorme.
Si pudiera llegar hasta allí. Pateó uno de los neumáticos con rabia, luego
bailoteó. Sus zapatos eran básicos, pero aún así dolían.
Perfecto. Ethan podía ser generoso, tenía riqueza para hacerlo, pero también
olvidaba pequeños detalles como asegurarse de que los coches estuvieran
afinados.
—Su alteza perezosa puede venir a por mí, entonces. —Carly dio la vuelta
hacia el lado del pasajero del coche y se inclinó a través de la ventanilla abierta
para agarrar su teléfono móvil del bolso.
Hoy. Esto tenía que suceder hoy. Aún doblada sobre el coche, pulsó los
números con su pulgar, pero el teléfono hizo el pitido que indicaba que estaba
fuera de cobertura.
—De ninguna jodida manera. —Carly salió del coche y levantó el teléfono—.
Vamos. Encuéntrame una señal.
Y entonces lo vio.
El hombre estaba a unos tres metros del coche, no en la carretera, sino en la
hierba alta de Texas. La hierba estaba salpicada de flores azules, amarillas y
blancas, y siendo verano, la hierba también tenía un bonito color verde intenso.
No todos los días una chica veía un hombre tan alto, con hombros anchos bajo
una camiseta negra y roja de Novedades SoCo al lado de la carretera.
Observándola.
Realmente observándola. Sus ojos estaban fijos en Carly, no del modo
aturdido de algún vagabundo inmerso en la bruma alcohólica, sino mirándola
como ningún ser humano la había mirado antes.
Tampoco estaba sucio como un vagabundo. Su rostro estaba afeitado, el
cuerpo y la ropa limpios, los vaqueros libres de barro a pesar de haber caminado
a través del campo. Y tenía que haber atravesado el campo, porque seguro que
no lo había visto en la carretera.
Su cabello... Carly parpadeó cuando el fuerte sol acarició el pelo liso que era
naranja y negro. No teñido de naranja y negro, el teñido tendía a volver el
cabello mate y seco. Este parecía totalmente natural, la luz del sol captaba
mechas de rojo anaranjado y negro azulado.
Sabía que debería tener miedo. Un tipo extraño con el pelo atigrado
apareciendo de la nada y mirándola de esa manera debería aterrorizarla. Pero no
lo hacía.
No había estado allí cuando el coche se detuvo y salió. Debía haber llegado
cuando ella se inclinó para coger el teléfono, lo que significaba que había visto
cada parte de su redondo trasero abrazado por su vestido blanco ceñido.
Este tramo de carretera estaba desierto. Inquietantemente desierto. Las calles
en Austin siempre estaban llenas, pero una vez fuera de la ciudad, era posible
encontrar largos tramos de carreteras vacías de tráfico, como por donde conducía
a la galería de arte todos los días.
No había nadie aquí, nadie corría por la carretera recta para rescatarla. Nadie
más que ella misma con su ahora vestido blanco arrugado y el hombre alto que
la miraba desde la hierba.
—¡Oye! –Le gritó Carly—. ¿Sabes cómo arreglar un coche?
* *
* *
* *
—¿Siete? Oh, Dios mío, ¿está bien? ¿Dónde está? Lo siento. Lo siento
mucho.
La sorpresa brilló en los ojos azules de nuevo.
—¿Por qué lo sientes? ¿Le disparaste tú, muchacha? —Un poco de rabia
también le tocó, algo que le dijo que este hombre sería peligroso cuando se
enfadara.
—Fue herido por mi culpa, ¿no? —exclamó Carly—. ¿Donde está?
La puerta del pasajero se abrió, y el cambiante joven entró sin pedir permiso.
—Sigue a Sean. Él nos llevará allí. —El joven cerró la puerta y tocó el
salpicadero maravillado—. Nunca he estado en un Corvette antes —dijo, su
acento tan irlandés igual al del otro hombre—. Endiablado.
—Vamos, muchacha —dijo Sean y se levantó para ir hacia una moto aparcada
detrás de ella. Aunque no era tan grande como Tiger, Sean se movía con una
facilidad impropia de su fuerza, la gracia equilibrada de un gato.
Arrancó la moto y esperó a que Carly retrocediera por la calzada antes de salir
por la calle delante de ella. Las manos de Carly temblaron un poco, pero las
lágrimas se habían secado. La preocupación por Tiger cortó la ira provocada por
Ethan.
—Soy Connor, por cierto —dijo el joven cuando ella empezó a seguir a Sean
—. Aún un cachorro, pero aquí estoy. Si alguna vez quieres venderme este
coche, podemos negociar.
—No es mío —dijo Carly.
—¿No? ¿De quién, entonces? ¿Crees que estaría dispuesto a vender? Si no a
un cambiante, puedo encontrar a alguien que haga de intermediario.
No había nada malo en Connor, pero el temperamento de Carly se rompió.
—Pertenece a un mentiroso sin agallas, un hijo de puta bastardo y me gustaría
que le robaras el puto coche.
¡Oh, eso se sentía bien! Carly apoyó la cabeza en el reposacabezas, agarró el
volante mientras bajaba por una colina detrás de la moto, y dejó escapar un grito
largo y sincero.
—Vaya —dijo Connor—. Tómalo con calma, cielo. Tal vez será mejor que yo
conduzca.
—De ninguna manera —dijo Carly—. Él me dijo que tomara el Corvette para
estar fuera de su camino cuando se lo montara con su perra así que estoy
tomando el Corvette.
Dio la vuelta a la esquina tras Sean, riendo cuando el coche abrazó la carretera
y aceleró al mismo tiempo.
Los ojos de Connor, azules como los del otro cambiante, se abrieron de par en
par.
—¿Estás diciendo que tu compañero te engañó?
—Él no es mi compañero. De ninguna manera, nunca, jamás. Y eso es
exactamente lo que hizo. Espera.
El camino trazaba una curva cerrada, y Carly la tomó rápidamente. El
Corvette, hecho para correr, rodó sin vacilar.
—¡Vaya! —Golpeó el volante—. Me encanta este coche. Mejor manera de
excitarme de lo que Ethan fue siempre.
Connor se rió.
—Me gustas, mujer humana.
La ira de Carly saltó aguda.
—Si Ethan hirió al tigre, lo mataré con mis propias manos.
—Ese es el espíritu —dijo Connor—. Tiger va a vivir. Es un hombre duro.
Pero te necesita, creo.
—¿Te dijo lo que le pasó? —preguntó Carly, su ansiedad por Tiger cortó su ira
de nuevo—. ¿Cómo me encontraste?
—Él no ha dado muchos detalles —dijo Connor—. Pero una vez que le
sacamos tu nombre, Sean no tardó mucho en averiguar dónde vivías. Es un mago
con los ordenadores, nuestro Sean.
Un cambiante friki de los ordenadores. Qué día.
Carly dejó escapar el aliento y se obligó a seguir a Sean el resto del camino,
sin payasadas. Tenía que llegar donde Tiger y asegurarse de que estaba bien. El
hecho de que hubieran disparado y herido al hombre grande y fuerte hacía que se
le acelerara el corazón y se le secara la boca. Tenía que estar bien.
**
* *
Su calidez y fuerza fluían en Tiger como una luz brillante. Había estado
enterrado en la oscuridad y el dolor, los guardias que le habían pinchado con las
armas habían despertado recuerdos que había querido enterrar hacía mucho
tiempo.
Le habían quitado a su compañera, habían prometido cuidar de ella y había
muerto. Cuando había exigido verla, cada vez más frenético, le habían golpeado
y amenazado con matarle.
Los recuerdos del pasado se habían fusionado con la realidad de ahora, y Tiger
había sabido en su corazón que Carly, su bella compañera, estaba muerta. Liam
había mentido, Sean había mentido, los guardias habían mentido. Se la habían
quitado, y ella estaba muerta...
Los recuerdos desaparecieron. Tenía a Carly aquí, su olor como la picadura de
la canela, la cara suave como pétalos bajo sus dedos. Se inclinó hacia ella para
inhalar de nuevo, exhalando para dejar su huella en ella. Mía.
—Tiger —oyó decir a Liam. Liam, el líder, el hombre al que le habían dicho
que obedeciera.
Liam era un alfa fuerte, y los cambiantes bajo su mando sentían el peso de sus
órdenes. Tiger los había observado, incluso el padre de Liam, se convertían en
algo menor en presencia de Liam. Se suponía que él también podía vivir en este
Shiftertown en paz, si obedecía las órdenes de Liam y mostraba lealtad.
Cualquier desafío, y Liam tendría que acabar con él.
Liam en realidad no había dicho todo esto específicamente, pero Tiger lo
sabía. Sabía todo lo que Liam estaba pensando, porque el lenguaje corporal de
Liam, no importaba lo sutil que fuera, revelaba cada pensamiento.
El lenguaje corporal de Carly mostraba sólo la angustia porque Tiger estuviera
herido. A ella no le importaba una mierda la jerarquía, o quien era alfa, o que
debería bajar la cabeza y evitar la mirada de Liam como debían hacer los
sumisos.
Toda su atención se centraba en Tiger y solo en Tiger. Todo lo demás no era
esencial.
La calidez de Carly entró en su cuerpo donde ella le tocaba y su aliento en el
rostro era como el aire dulce del verano. El dolor disminuyó, y su respiración se
hizo más fácil.
El toque de una compañera.
Carly se movió entre sus brazos, tratando de dar un paso atrás. Tiger no estaba
dispuesto a dejarla ir. La abrazó con más fuerza, pero Carly se retorció,
retorciendo su brazo para tocar la barra que todavía colgaba de su muñeca.
—¿Puede alguien quitarle esto?
Connor saltó hacia adelante, levantó la barra que colgaba como un peso
muerto. Se rió.
—Hicieron la esposa y las cadenas para soportar la fuerza de los cambiantes,
pero no la cama. Buen trabajo.
—¿Puedes quitársela? —preguntó Carly.
Estaba ansiosa, no tenía miedo. Los otros querían atarlo, Carly querían
ponerlo en libertad.
—Consígueme una ganzúa, y puedo abrirlo todo —dijo Connor.
Spike, en silencio, le entregó un trozo de alambre rígido. Tiger no sabía donde
lo había obtenido ni para qué era, pero Connor sonrió alegremente y empezó a
hurgar en las esposas. En cuestión de segundos, la esposa se aflojó y cayó de su
muñeca.
—Eso tiene que sentirse mejor —dijo Carly—. Ahora, vamos a devolverte a la
cama para que los médicos puedan coserte.
Más personas llenaron el pasillo exterior. Tiger saboreó su miedo. No deberían
transmitir esa manera. Un depredador percibía el miedo de una presa, el
depredador se acercaba y derribaba a los más débiles. Peligroso.
—Si no puede calmarse, tenemos que encadenarlo de nuevo, señora —dijo
uno de los hombres vestidos de negro. Era el comandante, el líder de su pequeña
banda. Tenía un rostro curtido por la intemperie, a pesar de que todavía era joven
para ser un humano, y cicatrices. Había estado en batallas. El hombre llevaba el
cabello rubio casi a cero, sus ojos eran de color azul claro y tenía un aire de
autoridad. No tanto como Liam o cualquier cambiante, pero para un humano, era
fuerte.
—Él está tranquilo —dijo Liam—. ¿Ves? Muchacha, si puedes hacer que
vuelva a la cama y se quede quieto, podemos curarlo en un santiamén.
Tiger mantuvo los brazos alrededor de Carly.
—Estoy curado.
Carly pasó la mano por la parte delantera de su torso. Tiger no pudo evitar
estremecerse de dolor cuando tocó las heridas abiertas.
—Gilipolleces —dijo ella con claridad—. Estás sangrando. Vuelve a la cama.
—Mejor que retroceda —dijo el líder humano, su voz tan fuerte como la de
Liam—. Es un peligro para todo el mundo en el hospital y debe ser contenido.
Carly se dio la vuelta, todavía dentro de los brazos de Tiger, para mirar al ser
humano.
—¿Qué le pasa? Tiene que dejarlo solo durante dos minutos. No es de
extrañar que esté tan molesto.
Se dio la vuelta, deslizando el brazo alrededor de la cintura de Tiger, y
comenzó a guiarlo hacia la cama. Tiger fue sin oponer resistencia. Ahora, si ella
se metiera en la cama con él y se acurrucara contra su costado, sanaría
enseguida. Y no tendría miedo.
Los otros cambiantes vieron con asombro como Tiger, tranquilo y silencioso,
caminaba de vuelta a la cama con Carly. Había dejado de sangrar, pero su
camisón estaba cubierto de sangre, y la sangre manchaba las sábanas.
No le importaba. Tiger se sentó en la cama incómoda, luego puso la mano en
la muñeca de Carly y tiró de ella hacia él.
Carly le dio una mirada de perplejidad, sus ojos gris verdosos estaban
enrojecidos por el llanto. Tiger tiró con más fuerza. Carly perdió el equilibrio y
cayó, sentada, en la cama junto a él, su caliente cadera contra su costado.
Dejó escapar una risita.
—No pueden curarte si estoy en la cama contigo, tonto. Me halaga, pero estaré
en el medio.
—Te necesito —dijo el Tiger. Mantuvo su voz suave, tan sólo ella le oía, pero
claro, los cambiantes tenían una buena audición.
—Suéltala —dijo Liam—. Ya ha hecho suficiente. Gracias, muchacha. No sé
quién eres, pero eres un condenado milagro.
—Ella es mi compañera —dijo Tiger, la voz seguía sin funcionar bien, pero se
volvía más firme a medida que aumentaba la presión sobre ella—. Se queda.
Capítulo 4
* *
Carly observó al médico limpiar las heridas de Tiger, darle medicinas, suturar
las más grandes y cerrar con esparadrapo estéril las otras, con vendajes al final
para todas. Tiger permaneció inmóvil mientras trabajaba, sin hacer ruido,
sosteniendo la mano de Carly pero sin apretar.
Carly no habría podido resistir que nadie le pinchara y limpiara heridas tiernas
sin sedación. Se habría estremecido, luchado, gritado o al menos gruñido algunas
palabrotas. Tiger no hizo nada, no dijo nada, no se movió. El comandante de los
soldados le observaba, pero mantuvo a sus hombres atrás.
Cuando el médico finalmente se marchó, dejando la limpieza a las enfermeras,
Tiger empujó las sábanas a un lado y se levantó de la cama, completamente
desnudo excepto por sus vendajes. Carly trató de no mirar, pero era difícil no
hacerlo. Era un hombre grande, y no sólo de alto y ancho. Era grande por todas
partes. Por todas partes. Desvió la mirada, pero tuvo que obligarse. Él era…
fascinante.
—¿A dónde crees que vas? —le preguntó.
—Casa. —La palabra salió con fuerza, pero también con melancolía.
—Apenas puedes caminar.
—Puedo hacerlo.
Tiger se veía más fuerte, eso era cierto. Pero, mierda, le habían disparado. En
el estomago.
Liam, que al parecer era el hermano de Sean, comenzó a poner su mano en el
hombro de Tiger, luego la alejó antes de tocarlo. Se volvió hacia el jefe de los
guardias.
—Puede soltarlo bajo mi custodia ahora. Él estará bien.
El soldado frunció el ceño, las cejas de color claro fruncidas.
—Dame un minuto. —Se dio la vuelta, hizo señas a sus hombres para que
vigilaran, sacó un teléfono móvil e hizo una llamada en la esquina.
—Podemos encargarnos desde aquí —dijo Liam a las enfermeras—. Es bueno
en sanarse a sí mismo, de verdad.
—No puede levantar nada, ni flexionarse, correr, ni nada estresante —dijo la
jefa de enfermeras en tono grave—. Tiene que mantener las heridas limpias,
cambiar los apósitos y tomar todos los antibióticos. Cada pastilla. ¿Puede
conseguir que haga todo eso? —Miró a Carly.
—¿Yo? —dijo Carly, tocándose el pecho—. Yo no…
—Cuidaremos muy bien de él. —Liam tomó el trozo de papel con la receta y
le dio a la enfermera una sonrisa que haría que cualquier mujer se derritiera. La
enfermera, de mediana edad, de rostro duro, con experiencia con pacientes
difíciles, resistió unos segundos antes de descongelarse.
—Muy bien, entonces —dijo ella, su tono más suave—. Llame si hay algún
problema. — Ahora hablaba con Liam y solo con Liam.
El soldado se volvió, su ceño aún más formidable.
—Mi comandante me dice que deje que te lo lleves —dijo a Liam. El hombre,
obviamente, no estaba de acuerdo con su comandante, pero no parecía el tipo
que desobedecía órdenes—. Pero si hay más problemas con él, voy a tener que
llevármelo.
—Ahí tienes razón —dijo Liam, sin sonar preocupado.
Tiger ya salía de la habitación, tirando de Carly detrás de él. Connor se puso
delante de ellos y levantó una brazada de ropa doblada que olía a recién lavada.
—Te estás olvidando algo.
Las enfermeras no escondían su necesidad de mirar el cuerpo de Tiger. Habían
visto su cuota justa de carne desnuda, pero Tiger era diferente.
Era todo músculo, con un torso y brazos bronceados, pálido por debajo del
cinturón. Grande por todas partes, no demasiado abultado, apretada y fuerte y no
excesivamente voluminoso. Tiger llevaba su desnudez de manera informal,
Carly se dio cuenta de que los otros cambiantes no parecieron recordar que
estaba sin ropa hasta que Connor lo había detenido en la puerta.
Tiger se puso los pantalones vaqueros y una camiseta sin molestarse con la
ropa interior. Connor insistió en que se pusiera las botas de combate que había
traído en lugar de andar descalzo, y Tiger gruñó con impaciencia mientras se las
ponía.
Tiger siguió sujetando la mano de Carly mientras caminaban por el pasillo, el
ascensor y en la zona de aparcamiento. Los pacientes y el personal del hospital
dejaron lo que estaban haciendo y miraron cuando el contingente de cambiantes
lo atravesó.
Liam guiaba, dando una sonrisa y asintiendo a todo el que pasaba. El hombre
alto tatuado con la cabeza afeitada le seguía, atrayendo más atención. Detrás de
él iban Tiger y Carly, a continuación, Connor y Sean cerrando la marcha. Los
niños miraban, las mujeres separaban los labios, los hombres se movían para
colocarse de manera protectora frente a las mujeres y los niños.
Nadie dijo una palabra, pero de nuevo, el lenguaje corporal lo decía todo. Los
cambiantes eran temidos. Incluso domesticados, controlados y regulados, los
humanos sentían la violencia apenas contenida. Los seres humanos pretendían
despreciar o estar fascinados por las criaturas, pero los humanos adultos que
observaban a estos cambiantes pasar y salir del edificio exhibían un temor básico
y vigilante.
Carly nunca había pensado mucho en los cambiantes de un modo u otro. Sabía
que los de Austin vivían en el Shiftertown, que estaba al lado del antiguo
aeropuerto, pero rara vez tenía motivos para conducir por allí en su vida diaria.
—Mira este coche, Liam —dijo Connor cuando llegaron al Corvette—. ¿No
es impresionante?
—Y no es mío —dijo Carly—. Tengo que devolvérselo a Ethan.
Se detuvo, las palabras se le quedaron pegadas a la garganta. Carly no quería
volver a conducir hasta su casa otra vez, ver la casa a la que se suponía que debía
mudarse la semana que viene. Nunca la miraría de nuevo sin experimentar una
visión de Ethan, los pantalones en los tobillos, empujando con fuerza y rapidez
en la mujer sobre la encimera.
Un filo de dolor le atravesó el corazón. Abrió la boca para respirar, y después
la mano de Tiger estaba en su brazo, tirando de ella hacia él. Apoyó una mano
grande suavemente entre sus pechos, justo encima del dolor.
Carly alzó la vista a través de las lágrimas. Sus ojos dorados tenían compasión
y comprensión.
—Nunca fuiste suya —dijo.
—Supongo que no. —Carly trató de reír. La mano de Tiger era cálida, su tacto
suave sobre su corazón. La imagen de Ethan se emborronó, el dolor seguía ahí,
pero se alejó de su inmediata atención.
Connor interrumpió.
—Eh, si necesitas que lleve el coche de vuelta, yo lo haré. —Le tendió la
mano—. Tendré cuidado. De verdad. O, puedo destruirlo por ti, si quieres.
—Sean lo llevará —dijo Liam con severidad. Miró al pequeño grupo—. Y
Spike. —Su sonrisa regresó al observar al hombre de metro noventa y siete
musculoso con la cabeza afeitada y tatuajes por todo el cuerpo.
Sean rió.
—Una buena elección. No puedo esperar a ver esto.
A Carly también le gustaría ver la cara de Ethan cuando viera salir de su
amado Corvette al guapo Sean y luego al motorista del infierno, Spike.
Carly tuvo que apartarse de Tiger para entregar las llaves a Sean. Tiger se
quedó junto a ella, ni siquiera se movió.
—Ten cuidado —dijo Carly a Sean—. Ethan tiene amigos poderosos. No
quiero que haga que te arreste por robar el coche, o por asustarlo.
—No te preocupes por eso, muchacha —dijo Sean, cerrando la mano
alrededor de las llaves—. Sujetaré a Spike con una correa.
Spike gruñó, un sonido salvaje, y mostró los dientes en una sonrisa.
—¿Seguro que no puedo ir contigo? —preguntó Connor esperanzado.
—No —dijo Liam—. Voy a llevar a Carly a casa o a donde quiera ir, tú vas a
llevar a Tiger de vuelta a Shiftertown.
—Carly se queda conmigo. –El gruñido de Tiger interrumpió la orden de
Liam. Su calor cubría el costado de Carly, directamente a través del vestido
blanco que ya no era blanco.
—Hmm. —Liam no saltó para decirle a Tiger que la soltara. Los otros se
quedaron atrás, como si dudaran de interponerse entre un perro y su golosina.
Supongo que depende de mí.
—Tiger, cariño, tengo que irme. —Carly le frotó el antebrazo, luego lo volvió
a frotar, le gustaba la sensación de piel tensa sobre acero—. Siento haberte
arrastrado a mis problemas, y que sufrieras por ellos.
Tiger se quedó mirándola como si sus palabras no tuvieran sentido para él. La
mirada era intensa e inquietante.
—Iré a verte mañana a ver cómo vas, ¿de acuerdo? —dijo Carly.
—Quédate conmigo. —Las palabras eran una afirmación, no una petición.
—No puedo. Tengo que ir a casa. Mírame, soy un desastre. Luego tengo que
encontrar a Armand y explicarle por qué lo dejé en la estacada hoy de todos los
días. Si tengo suerte, será simpático y me indemnizará cuando me despida.
Una vez más, los ojos de Tiger no registraron la esencia de sus palabras, sólo
que ella estaba hablando. Cuando terminó, él inclinó la cabeza, como un gato
examinando su presa.
—Te llevaré.
—No, no lo harás. —Carly le tocó el pecho con suavidad, evitando las vendas
debajo de la camiseta—. Vas a ir a casa y descansar, como dijeron las
enfermeras, y tomar tu medicación. Si corres por la ciudad, te abrirás las heridas
y necesitarás otra camiseta limpia. He dicho que iría a ver cómo vas y no miento.
Es lo menos que puedo hacer. —Se puso de puntillas y lo besó en la mejilla,
notando la barba sin afeitar—. Me gustas, Tiger.
Los ojos de Tiger se suavizaron cuando bajó la mirada hacia ella. Carly era
consciente de que los otros estaban escuchando, tranquilos, sorprendentemente
inmóviles. Ningún humano podía estar tan quieto.
Tiger se tocó la mejilla, donde Carly le había besado, y luego le tocó la
mejilla. Sus dedos fueron ligeros como plumas, aunque lo había visto romper la
cama del hospital como si fuera de papel.
—Connor —dijo Tiger, el profundo estruendo de su voz de nuevo—. Ve con
ella.
—Dije que yo la llevaría a casa –interrumpió Liam.
—No. —La palabra de Tiger fue dura—. Tú no. Nadie más que Connor.
Liam estudió a Tiger un momento, luego cambió su mirada a Connor, que
estaba haciendo todo lo posible para parecer inocente y neutral. Finalmente Liam
asintió.
—Está bien. Connor.
—Mantenla a salvo —dijo Tiger con severidad.
Connor se relajó de su postura vigilante.
—Lo tienes, grandullón —dijo a Tiger—. Eso significa que tengo la
oportunidad de coger tu moto, ¿verdad, Sean?
Sean se puso a gruñir, parecía molesto, pero sacó sus llaves y se las arrojó.
—Ni un rasguño, ni una mota de polvo.
—¿Yo te decepcionaría, tío Sean? Vamos, Carly, es un dulce paseo.
¿Esperaban que volviera a casa en la parte posterior de una moto? ¿Con este
vestido? Bueno, era un día para lo extraño.
Tiger no soltó a Carly tan fácilmente. La atrajo hacia sí, se inclinó hacia ella y
enterró la cara en su pelo otra vez. Ella pensó que tal vez trataría de besarla, allí
mismo, en el estacionamiento, y se preguntó qué haría si lo hacía. Ser besada por
Tiger sería...
No tenía ni idea, pero su cuerpo se puso caliente y tembloroso al mismo
tiempo. Él era fuerte, poderoso y un poco loco.
Tiger se enderezó. No la besó, pero trazó su mejilla, mirándola fijamente a los
ojos una vez más antes de finalmente apartar la mano.
Connor lo tomó como una señal para caminar hacia la fila de motos aparcadas
delante frente a la clínica, haciendo un gesto a Carly para que lo siguiera.
—Nos vemos, Tiger —dijo Carly, y luego se alejó tras Connor. Sus zapatos la
estaban matando, por lo que se detuvo para quitárselos y colgarlos de los dedos.
Estaría más cómoda montando sin ellos.
Cuando volvió a mirar por encima del hombro, vio la mirada de Tiger todavía
fija en ella; permanecía inmóvil mientras los otros hacían movimientos para irse.
Carly le dio un saludo y se giró para seguir a Connor de nuevo, pero sintió la
mirada de Tiger sobre su espalda todo el camino.
* *
* *
Sangre. Tiger sentía el sabor salado, hacía que la bestia de su interior quisiera
alimentarse. El triunfo animal se había disparado por su interior cuando golpeó a
Walker con su pata, lo dejó inconsciente de un solo golpe. Sus garras le habían
arañado el rostro, haciendo sangre, despertando el carnívoro que era.
El olor de Carly había borrado el olor de la sangre, lanzando sus pensamientos
en una dirección completamente diferente. Olió la necesidad femenina, su rabia
por el hombre Ethan, su preocupación por Tiger y Walker tumbado a sus pies.
Su olor se había envuelto alrededor de sus sentidos, calmándolo debajo de la
ira. Fue capaz de cambiar a humano, de tocarla, relajarse con ella.
Acariciarla le hizo olvidar todo sobre Walker e incluso Connor, lamerla había
sido aún mejor. Tiger había observado a Liam y su compañera, a Sean y su
compañera, a Spike y su compañera, y a otros… bocas tocándose. Besos.
Tiger quería hacer eso con Carly, pero no estaba seguro de cómo funcionaba.
Cuando le había preguntado a Connor sobre los besos hacía algún tiempo, éste se
rió y le dijo que lo averiguaría cuando llegara el momento.
No estaba tan seguro. Estaba bastante seguro de que era más que presionar los
labios, y quería hacerlo bien con Carly.
Ahora que Carly se había ido, de vuelta a su casa, su olor no era tan intenso y
el olor de la sangre regresó. La necesidad de matar resurgió. El tigre en él quería
terminar esto, desgarrar la garganta de Walker por amenazar a Carly, golpear su
cuerpo y alejarse. Rápido, eficaz y satisfactorio.
Tiger cerró los puños, su gruñido apenas contenido. Connor estaba en lo
cierto, si hería a Walker los seres humanos le encontrarían y se lo llevarían,
luego descubrirían que su collar era falso. Liam y su familia pagarían el precio
por ello. Luego, sus captores le meterían en una jaula de nuevo y
experimentarían con él, o simplemente le meterían drogas hasta que muriera.
Tiger comenzó a temblar. Quería correr... correr, no parar nunca. Nunca dejes
que te cojan.
Nunca ver a Carly nuevo.
No. La necesitaba y necesita su toque. Sólo Carly.
Carly salió de la casa de nuevo, esta vez a través de la puerta trasera. Su olor
flotó hacia él desde el otro lado del patio, calmando el instinto de lucha o huida a
un nivel que podía manejar. Exhaló.
—La encontré. —Carly tendió un rollo de cinta plateada mate a Connor.
Connor la tomó.
—Rápido. Creo que está volviendo en sí.
Desenrolló un largo trozo de cinta, luego la enrolló alrededor de los tobillos y
las pantorrillas de Walker. Connor evitó que Carly corriera a por unas tijeras
dejando que le brotaran garras de los dedos y cortó la cinta perfectamente con
una muy afilada.
—Práctico —dijo Carly.
Los dedos de Connor se convirtieron en humanos de nuevo, y envolvió las
muñecas de Walker con otra capa de cinta. Walker nadó a la vigilia, los ojos
centrados mientras Connor cortaba una tira de quince centímetros de la cinta.
Carly tomó la tira.
—Lo siento —dijo a Walker cuando la pegó sobre su boca.
Walker se limitó a mirarla en silencio sobre la cinta adhesiva. Sin ira, sin
frustración, ninguna emoción en absoluto.
A Tiger no le gustaba esa mirada, una que decía que Walker no estaba
preocupado por lo que le hicieran. A Carly tampoco parecía gustarle.
—Tal vez un poco más de cinta, Connor —dijo ella, sonando nerviosa.
Connor añadió una capa extra para las piernas y muñecas de Walker antes de
entregar la cinta a Carly.
—Tiger, ¿quieres llevarlo?
—No. —La palabra salió con dureza. Con el olor a sangre tan fuerte, Tiger no
sería capaz de contenerse. Se llevaría a Walker lejos de Carly y Connor y lo
mataría.
Connor entendió.
—Está bien. Él no es tan grande. —Se puso de pie, cargó a Walker sobre sus
hombros, y equilibró la carga. Connor no estaba completamente desarrollado
todavía, pero era fuerte.
—Tiger, vístete y reúnete con nosotros en el garaje —dijo Connor—. Carly,
voy a necesitar las llaves de tu coche.
Carly ya las tenía. Tiger ignoró las instrucciones de Connor y los siguió a la
casa y al garaje, sin confiar en que Walker no se soltara. El hombre era un
luchador. Sabría cómo hacerlo.
En el interior del garaje cerrado, Carly abrió la puerta trasera del coche, miró
dentro y apoyó las manos en las caderas. A Tiger le gustó cuando se puso de esa
manera, la postura resaltaba la curva de su cintura y su dulce trasero.
—Si lo ponemos ahí, alguien va a verlo, ¿no es cierto? —preguntó a Connor.
—Eso estoy pensando —dijo Connor.
Carly dejó escapar un suspiro y apretó el control remoto en su llavero, su
maletero se abrió.
Connor metió al Walker inerte ahí dentro. Carly alcanzó la puerta.
—Lo siento mucho —dijo a Walker antes de que ella y Connor cerraran la
tapa.
Sólo entonces Tiger se permitió volver al dormitorio de Carly, buscar su ropa
y llevarla al garaje. También trajo el bolso de Carly de la sala de estar. Después
de haber vivido durante meses en la misma casa con Liam y su compañera, Kim,
había aprendido que estos grandes bolsos estaban llenos de lo que las mujeres
consideraban cosas esenciales. Se preocupan mucho cuando no los tenían.
Carly lanzó a Tiger una amplia sonrisa que él atesoraría durante mucho
tiempo.
—Gracias, Tiger. Eres un amor.
—Eh –dijo Connor cuando Tiger se vistió—. Yo he envuelto a un tipo en cinta
adhesiva y lo he metido en el maletero después de que Tiger lo golpeara, ¿y él es
el amor?
—Tú también eres dulce, Connor. —Carly le dio un beso en la mejilla.
El rugido del Tiger fue sofocado. Si Carly hubiera hecho eso a cualquier otro
cambiante, habría liquidado a dicho cambiante. Pero Connor era un cachorro. No
era una amenaza. Los cachorros nunca eran amenazas.
Carly hizo un gesto a Tiger hacia el asiento trasero.
—Entra.
Connor extendió la mano.
—Tú no vienes. Te quedas aquí, lejos de los problemas.
—No. —Dijo Carly, al mismo tiempo que Tiger.
Connor los miró con exasperación.
—No vas a conducir mi coche con Walker atado en el maletero —dijo Carly
—. Además, lo necesito para ir a trabajar mañana… hoy. Al parecer, todavía
tengo un trabajo.
—Lo traeré –comenzó Connor, pero Tiger terminó la discusión entrando en el
asiento delantero del coche.
—Ella viene –dijo—. Nosotros la protegemos.
Carly sonrió en señal de triunfo y se deslizó en el asiento del conductor.
—Además —dijo ella—, tú tienes que montar la moto de Sean.
—Muy bien —dijo Connor con aspecto cansado. Cerró la puerta de Carly—.
Pero estoy pensando que Liam va a cabrearse.
—¿Cómo llegaste a mi casa de todos modos? —preguntó Carly a Tiger
cuando apretó el control para abrir la puerta del garaje—. No veo un coche fuera,
u otra moto. Connor no se escapó y te trajo mientras yo dormía, ¿verdad?
—Caminé.
Carly parpadeó.
—¿Tu qué?
—Caminé.
—Caminaste –repitió—. Desde Shiftertown.
Tiger se encogió de hombros.
—Hice autostop un par de veces. Connor le dijo a Liam donde vivías cuando
llamó. Lo escuché.
Connor había estado dirigiéndose hacia la moto de Sean, aún en el garaje de
Carly, pero se dio la vuelta y se inclinó para mirar a Tiger por la ventanilla del
coche
—Espera un minuto. ¿Liam sabe que te has ido?
—Nadie me vio —dijo Tiger.
—Oh, mierda. —Connor se golpeó la frente con el marco de la ventanilla—.
Diosa, Tiger, vas a meterme en muchos problemas.
Capítulo 8
Carly esperó hasta que Connor estuvo listo en la moto de Sean antes de
arrancar el coche. Dio marcha atrás, agradecida de que todavía fuera demasiado
temprano, incluso para sus vecinos más madrugadores.
Condujo tranquilamente, tratando de no llamar la atención, siguiendo a
Connor mientras atravesaban las calles principales.
—¿A dónde vamos? —preguntó a Tiger.
—Shiftertown –respondió—. El mejor lugar.
Carly siguió conduciendo con recelo. No temía ir a Shiftertown exactamente,
pero no le gustaba pensar en lo que todos esos cambiantes harían con alguien de
la Oficina Cambiante atado con cinta adhesiva.
Supuso que podría conducir su coche directamente a una comisaría y que
Connor y Tiger se aguantaran, pero pensar en la preocupación de Connor por
Walker, Tiger y ella le hizo cambiar de idea. Connor estaba preocupado y
asustado. Ella no tenía corazón para entregarlo a la policía y que lo interrogaran
y tal vez arrestaran.
Y recordó lo que Connor dijo que podrían hacerle a Tiger, llevárselo, ponerlo
en cuarentena, ejecutarlo, tal vez. Carly tampoco quería que ocurriera eso.
Tiger miraba al frente mientras conducía, las farolas creaban bandas de luz
que se movían por su rostro. No podía adivinar lo qué estaba pensando, y Tiger
no se ofreció a compartir sus pensamientos. Era misterioso, incluso más que los
otros cambiantes que había conocido hoy, y ninguno de ellos había agitado sus
deseos con sólo tocarla.
Carly le miró mientras conducía, y a veces ella le atrapaba mirándola, los ojos
enigmáticos pero con calor.
Shiftertown estaba detrás del antiguo aeropuerto, en las casas que nadie había
querido incluso antes de que el aeropuerto se cerrara y se trasladara al lugar
donde solía estar la base aérea de Bergstrom. Cuando los cambiantes necesitaron
un lugar para vivir, la Oficina Cambiante y la ciudad habían designado el área
exclusiva para ellos.
Los cambiantes se habían trasladado al Shiftertown de Austin desde todos los
rincones del mundo, porque la mayoría de los países no querían cambiantes
viviendo en ellos. Obviamente los Morrissey habían venido de Irlanda. ¿Pero
Tiger? Carly no podía situar su acento. Americano, pero neutral. No de Texas ni
de ningún lugar del sur de todos modos.
El sol estaba saliendo cuando entró en Shiftertown. Esperaba encontrar barrios
pobres, pero después de pasar ante algunos almacenes abandonados, una
gasolinera cerrada con tablas y un campo vacío, se encontró con viejos
bungalows, pulcramente pintados con patios igual de aseados, bañados por la luz
del sol de la mañana. Algunas casas estaban colocadas una detrás de otra, con las
calzadas en dirección a ambas.
Siguió a Connor a un bungalow de dos pisos que parecía poco diferente del de
al lado. Las dos casas compartían un camino de entrada, que no era nada más
que dos tiras de hormigón. Una pequeña camioneta blanca, otra bonita Harley y
un coche más pequeño estaban estacionados en este camino. Connor detuvo la
moto cerca de la otra, y Carly frenó junto a la acera y se detuvo el coche.
Tiger ya estaba fuera antes de que pudiera salir y Connor se bajaba de la moto,
en dirección al maletero. Tiger agarró la muñeca de Carly cuando estaba a punto
de apretar el mando a distancia para abrirlo.
—No —dijo con voz severa—. Está casi libre.
—¿Qué? ¿Cómo demonios lo sabes?
—El olor es diferente. Connor, trae a Liam.
Tiger se puso entre Carly y el maletero mientras Connor corría hacia la casa,
pero Tiger no hizo ningún movimiento para abrirlo e impedir que Walker se
soltara.
—Sabes, simplemente podrías dejarlo inconsciente de nuevo —dijo Carly.
Tiger negó con la cabeza.
—Si lo toco de nuevo, lo mataré. Liam va a querer que quede con vida.
Carly se detuvo, la extraña frase la asombró.
—¿Tú que quieres?
Tiger bajó la mirada hacia ella, con los ojos fijos. Ella leyó la confusión en
ellos, perplejidad.
—No lo sé —dijo.
Su perplejidad la conmovió. Tiger conocía sus instintos, y estaba luchando
contra ellos, pero estaba obedeciendo órdenes, sin pensar en el problema él
mismo.
Carly tomó su mano y la apretó.
—Vamos a resolver esto.
Tiger se quedó aún más inmóvil, con la mirada clavada en ella. Era
desconcertante, ser mirada fijamente por esos ojos amarillos, pero al mismo
tiempo, Carly quería aferrarse a él aún más fuerte.
Espió movimiento detrás del Tiger y dio varios pasos rápidos hacia atrás.
—Demasiado tarde. Está fuera.
Walker había dado una patada al asiento trasero. Abrió la puerta del coche por
el lado opuesto a ella y Tiger, rodó y se puso de pie en un solo movimiento.
Trozos de cinta adhesiva colgaban de sus muñecas, pero se las había arreglado
para quitarsela por completo de las piernas.
Sin cambiar de expresión, Walker miró los alrededores, luego se volvió y fue a
por la persona más vulnerable a su alcance… Connor.
Connor había salido de la casa, pero había regresado sin Liam o cualquier otra
persona. Iba trotando a la casa a su derecha, la que compartía el camino de
entrada, cuando Walker lo atrapó.
Tiger dejó escapar un rugido. Perdió el autocontrol, se lanzó sobre el coche y
fue a por Walker.
—¡Un poco de ayuda aquí! —gritó Carly. Corrió detrás de Tiger, aunque no
sabía que podría hacer. No tenía ningún arma, no era un cinturón negro en nada,
y probablemente podría perder en una pelea con un crío de siete años. Estaba
acostumbrada a tratar con artistas, algunos de los cuales eran emocionalmente
delicados, pero nunca había tenido que placar a ninguno de ellos en la galería de
Armand.
Walker tenía a Connor sujeto con una llave de cabeza, giró para enfrentarse a
Tiger. Los músculos en el brazo de Walker se hincharon mientras sostenía a un
Connor que gruñía con el brazo alrededor de su cuello, no le soltó a pesar de que
Connor estaba empezando a cambiar.
De las manos de Tiger brotaron enormes garras, su rostro cambió al de un
tigre.
—No. Se. Hace. Daño. A. Los. Cachorros.
Fue a por Walker, Carly siguió pidiendo ayuda.
La puerta de la segunda casa se abrió y alguien salió, pero Carly no vio
claramente quién era hasta que un hombre alto que se parecía mucho a Sean
rodeó el cuello de Walker con las manos y tiró de él.
El impulso hizo que Walker soltara a Connor, ahora un joven león con los
inicios de una melena negra, que cayó a cuatro patas, jadeando.
El rescatador giró a Walker y dio un fuerte golpe eficiente detrás de la oreja.
Walker había cerrado el puño para golpear primero, pero su mano se aflojó y se
desplomó a los pies del recién llegado.
El hombre miró a Walker, luego desvió la mirada hacia Carly, dándole la
misma mirada evaluadora. Era una versión más vieja de Sean y Liam, con ojos
azules similares, pero su pelo oscuro era gris en las sienes. La diferencia estaba
en la quietud absoluta que este hombre podía lograr, era aún más aguda que la
que había observado en los cambiantes en el hospital, o incluso en Tiger.
Este cambiante la miró, como si la atravesara, como si supiera cada
pensamiento en su cabeza, los de ahora, cada pensamiento que había tenido en el
pasado, y cada uno que tendría en el futuro. Sus fosas nasales ni se movieron.
—¿Quién es ella? —preguntó, en voz baja letal. No le preguntó a Carly, oh,
no. Ni siquiera se le preguntó a Tiger. La pregunta había sido dirigida a Connor.
El joven león se sacudió. Se sentó sobre sus patas traseras, sin cambiar a
humano. La mirada azul del hombre se desvió hacia Tiger, esperando a que
respondiera. Pero Tiger permaneció quieto, aunque su cara y manos se
convirtieron en humanas de nuevo, todavía protegiendo a Connor.
Carly dio un paso adelante en el silencio.
—Soy Carly Randal —dijo, tratando de sonar brillante y firme, como lo hacía
cuando la gente arrogante venía a la galería a burlarse de las pinturas brillantes
—. ¿Y usted es?
—Es Dylan —dijo Tiger—. Solía ser el líder de Shiftertown.
—Retirado, ¿verdad? —preguntó Carly—. Eso es bueno.
Los ojos de Dylan se dilataron con rabia al rojo vivo. Carly comprendió en ese
momento lo que era ser un conejo bajo la mirada de un puma justo antes de que
el puma extendiera una pata y acabara con la vida del conejo.
Entonces la ira de Dylan se disipó, y las comisuras de sus labios se curvaron
en una pequeña sonrisa, irónica.
—Entregué la gestión de Shiftertown a mi hijo. ¿Quién es ese? —Señaló a
Walker en el suelo.
—Su nombre es Walker Danielson —respondió Carly—. De la Oficina
Cambiante, al parecer.
La sonrisa de Dylan desapareció.
—Mierda, mujer. ¿Y pensaste que era una buena idea traerlo aquí envuelto en
cinta adhesiva?
Connor permanecía como león, parpadeando lentamente y con un aspecto tan
inocente como un león macho juvenil podría parecer.
—Amenazó a Carly —dijo Tiger, con furia en su voz.
—Así que lo golpeaste —dijo Dylan—. ¿De quién fue la idea de la cinta
adhesiva?
—Mía —dijo Carly rápidamente. Connor era demasiado joven para que este
hombre de aspecto peligroso se enfadara con él. Dylan podría no estar al cargo,
pero su postura decía que no había dejado de esperar que todos obedecieran—.
No sabía qué hacer con él, y no quería que fuera a la policía, así que pensé que
los cambiantes sabrían qué hacer. –Le dirigió su sonrisa más encantadora, la que
desarmaba incluso a los clientes de la galería más exigentes.
—Está mintiendo —dijo Tiger.
—Lo sé —respondió Dylan—. Puedo olerlo. Llevémoslo dentro.
No dentro de su propia casa, de la que había salido, Dylan lanzó a Walker por
encima del hombro como si el hombre no pesara nada y lo llevó a la casa de al
lado.
Allí no había nadie. Este bungalow era amplio, con una cocina gigantesca y
una igualmente amplia sala de estar con una zona de comedor fija en una
esquina. Una escalera se alzaba de la pared de la sala de estar, desapareciendo
hacia arriba.
—¿Quien vive aquí? —preguntó Carly.
—Mi hijo Liam. —Dylan depositó a Walker en el suelo, caminó sin prisa a la
cocina y volvió con otro rollo de cinta adhesiva.
—Y yo. —Connor vino dentro, humano otra vez, la camisa y los pantalones
vaqueros rasgados por el cambio—. Y la compañera de Liam, Kim. Y Tiger.
Tiger estaba encima de Walker, mirando la sangre en el rostro del hombre, con
los puños apretados. Luchando consigo mismo otra vez.
—Tiger —dijo Carly—. Ven aquí conmigo.
La mirada de Tiger mostraba enojo rígido y un dolor tan profundo que la
alcanzó desde el otro lado de la habitación. No quería apartar la mirada de
Walker, la amenaza potencial, pero al mismo tiempo, se sentía atraído por Carly.
Tiger cerró los ojos, tapando el destello de ira, pero su rostro estaba
transfigurado, el dolor evidente.
Carly se acercó a él y le tomó la mano. Tiger abrió los ojos y la miró, esta vez
por completo.
Carly quería huir y al mismo tiempo, permanecer bajo su mirada hipnótica.
Siendo muy pequeña, había ido a un zoológico donde los animales deambulaban
libres y los humanos pasaban por delante de ellos en pasillos enjaulados.
Recordó a un puma que la había seguido al otro lado de la rejas, sus ojos dorados
fijos en ella. Incluso ahora, Carly no tenía ni idea de si había tenido curiosidad
por ella o si había pensado que una niña pequeña podría ser un buen aperitivo a
media mañana. Había llorado de terror, y su madre se la había llevado.
La sensación, enterrada profundamente en su pasado, salió a la superficie.
Tiger era un animal salvaje, no importaba que actualmente tuviera un cuerpo
humano y llevara ropa normal y un collar. El salvaje estaba en sus ojos, una
criatura salvaje.
La mirada de Tiger la mantuvo en el lugar como si ella fuera el pequeño
animal que no podía huir. El depredador la tenía, a su presa.
Él le tocó la cara. Carly se estremeció con la reacción, sus caricias un suave
contraste con la evidente fuerza en él.
Tiger se inclinó hacia ella, como si lo atrajera, todo a su alrededor en el olvido.
La acarició con la nariz como lo había hecho en su patio, Carly le atrapó la cara
con las manos, se puso de puntillas y besó sus labios.
* *
* *
* *
* *
—Yo conduciré —dijo Ellison, quitándole las llaves que Carly había sacado
de su bolso.
A Tiger le gustó la disposición. Antes de que Carly pudiera rodear el coche a
la puerta del acompañante, Tiger envolvió su brazo alrededor de su cintura y tiró
de ella al asiento trasero con él.
Ellison no esperó a que se sentara. Aceleró el coche tan pronto como las
puertas cerraron, alejándose de la casa empalagosa y de vuelta al aire fresco,
pero húmedo de Austin.
A Tiger no le gustaba el olor de Ethan en la ropa que Carly había insistido en
llevar con ella, incluyendo las que se había puesto. Pero siempre podría construir
una hoguera cuando volvieran a Shiftertown y quemarla toda, a los cambiantes
les gustan las hogueras. Andrea podría prestarle a Carly algo de ropa por ahora.
Las dos mujeres parecían tener un cuerpo parecido, por lo que él podía decir.
Kim era demasiado baja; las mujeres cambiantes como Glory, demasiado altas.
—Sabes, me gustan los humanos —dijo Ellison mientras conducía—. Mi
compañera es humana, te gustará, Carly. María es ardiente y dulce, un poco
como tú. Pero ese humano, Ethan, es una buena pieza.
—Lo sé. —Carly sonaba triste debajo de su ira—. Es humillante. Iba a
casarme con él.
—Esa es la ventaja de ser cambiante —dijo Ellison—. Puedes oler si alguien
es un comemierda. Y ese tipo realmente apesta.
—No bromees. ¿Dónde estabas cuando necesitaba que olfatearas hace dos
años?
—Aquí mismo, en Austin, cielo. —Ellison le guiñó un ojo por el espejo—.
Deberías haber venido a Shiftertown más a menudo.
—No sabía nada sobre cambiantes hasta ayer. Nunca pensé mucho en ellos. —
Carly hizo una mueca—. Lo siento, no os ofendáis.
Tiger vio la sonrisa de Ellison en el espejo retrovisor.
—Ninguna ofensa.
Carly le devolvió la sonrisa y esa boca ancha de labios rojos hizo que la
necesidad mordiera a Tiger. La acercó y la levantó hacia él, colocando sus
rodillas al lado de sus muslos sobre el asiento. Carly pareció sorprendida, pero
no se apartó, y apoyó las manos en sus hombros.
—Para –dijo ella—. Esto es peligroso.
—Conduciré con cuidado —dijo Ellison, pisando el acelerador.
Tiger rodeó con sus brazos la cintura de Carly.
—Te mantendré a salvo. Puedes olvidarte del humano. Ahora eres mi
compañera.
Vio a Ellison mirar por el retrovisor de nuevo, pero su sonrisa había
desaparecido. Carly se quedó perpleja.
—Estoy feliz de olvidarme de Ethan. Pero tú… necesitas aprender cómo dar
romance a una chica.
Ellison soltó una risa.
—Buena suerte con eso.
—Ni siquiera sabes cómo besar. —Carly se inclinó, bañando a Tiger en su
olor.
Tiger sabía que si podía perderse en esta mujer, esta extraña mujer con su risa
cuando él no entendía lo que era divertido; sus piernas, tan largas y deliciosos; su
sonrisa que iluminaba los incendios en su corazón, entonces nunca tendría miedo
de nuevo. Las pesadillas, la frustración cuando otros cambiantes esperaban que
diera la respuesta correcta, el miedo siempre presente de ser arrancado de esta
relativa paz y de que le volvieran a meter en una jaula, todo eso desaparecería.
Los temores le carcomían todos los días, excepto ayer y hoy, todas las veces que
había estado con Carly.
Su presencia calmaba todo lo salvaje en él, los instintos salvajes que los
investigadores habían creado en el y que Liam estaba tratando de calmar. Tiger
nunca había estado calmado en su vida. Pero su cuerpo se relajaba cuando estaba
alrededor de Carly, como si nunca se hubiera dado cuenta que sus músculos se
habían tensado hasta que la tensión desaparecía.
Tiger tocó los labios de Carly, le gustaba la increíble suavidad de ellos.
—En esa habitación, ¿no nos estábamos besando?
—Bueno, sí. —Su cara se volvió de color rosa, bonita—. Pero no besos
dulces.
—¿Hay diferentes tipos de besos?
Ellison hizo un ruido delante.
—Estoy disfrutando tanto con esta conversación.
—Me gusta esto.
Carly frunció los labios y tocó con ellos la boca de Tiger. A él le gustaba, sus
labios suaves y cálidos, la ligera presión, sin embargo, hizo que su cuerpo se
calentara con necesidad.
Carly se apartó.
—Mira, se supone que tienes que devolverme el beso. Cuando no mueves los
labios, creo que no estás disfrutando.
¿Cómo demonios podía pensar eso? La deseaba, quería quitarse los pantalones
cortos, abrir sus vaqueros y tomarla aquí mismo. ¿A quien le importaban los
coches que los rodeaban y Ellison en el asiento del conductor? Tiger debería
estar dentro de Carly, donde pertenecía.
No había entendido por qué no había querido llevar lo que estaban haciendo
en la casa a su completo final. Ella había dicho que sería sobre Ethan, a pesar de
que Ellison tenía al hombre contenido en la planta baja. Carly parecía pensar el
lugar era importante. Otra cosa que no entendía.
Ethan no era nada. El hombre era un mentiroso y un fraude, débil e ineficaz.
Si hubiera sido un cambiante en la naturaleza, habría muerto hacía mucho
tiempo. Su existencia dentro de la casa o fuera de ella no cambiaba nada para
que estuviera con Carly.
Pero era importante para Carly, así que se había detenido.
Las hembras podían ser muy exigentes, Liam y Connor se lo habían explicado,
y el macho que quería una tenía que aprender cómo complacerla. Las hembras
podían permitirse el lujo de ser exigentes porque los machos eran frecuentes en
las sociedades cambiantes y las hembras eran escasas. Los machos competían
entre sí por las hembras, y las hembras se recostaban y elegían a los mejores.
Por supuesto, en los viejos tiempos, antes de los collares y Shiftertown, Liam
había dicho que un macho cambiante podía elegir su hembra encerrándola y
teniendo sexo con ella hasta que estuviera de acuerdo en ser su compañera y le
llenara la casa de cachorros.
Eso tampoco tenía sentido para Tiger. Los compañeros se unían entre sí, sin
necesidad de atraerse o atraparse. Ya eran uno.
—Te mostraré. —Carly frunció sus labios de nuevo, a la espera de que Tiger
la imitara.
Él puso sus labios de la forma redonda que Carly hacía, pero en lugar de
besarle, ella se echó a reír.
—Lo siento —dijo ella, secándose las lágrimas de los ojos—. Pero te ves tan
divertido.
Tiger relajó la boca, le gustaba tanto su risa que sus palabras no dolieron.
Apoyó una mano detrás de su cuello y tiró de ella hacia él.
—Dame un beso —dijo.
Su risa murió, sus ojos se suavizaron y Carly le tocó la boca con los labios.
Esta vez, Tiger hizo que coincidieran con los suyos, emparejando presión con
presión.
—Oh —dijo ella, su aliento rozaba la piel de Tiger—. Eso fue bonito.
Mucho más que agradable. Tiger le tocó los labios con los suyos otra vez,
aprendiendo como dar y quitar presión como hacía ella. No era lo mismo que
cuando había probado el interior de su boca, pero bueno. Muy bueno.
Deslizó las manos por la espalda de Carly, encontró hueco entre la cintura de
sus pantalones cortos y su cálida espalda. Desde allí podía meter los dedos,
rozando el borde de las bragas con los lunares minúsculos. Tiger la recordó
alejándose de Ethan con nada más que sus tacones altos y ropa interior, sus
piernas preciosas, la espalda desnuda recta.
Ya había estado duro como una roca al observarla quitarse el vestido y
arrojarle el sujetador, ese pequeño meneo de las caderas cuando se alejó furiosa
había disparado el frenesí de apareamiento a través de él. Tiger no pudo evitar
seguirla. Se había dicho que la estaba protegiendo, pero él sabía que su razón
para ir tras ella había sido mucho más básica.
La piel de sus nalgas era suave, caliente por el calor exterior y por estar
encerradas en los pantalones cortos. Tiger quería apartar los pantalones pero no
podía porque el coche era demasiado estrecho. Cuando la tuviera en Shiftertown,
le quitaría la ropa y la tocaría por todas partes.
Carly se echó hacia atrás desde el beso.
—¿Qué estás haciendo?
—Tocarte.
Tiger puso una mano entre ellos y le ahuecó el pecho, sintiéndolo a través de
la delgada camiseta. Pellizcó suavemente el pezón, viendo que formaba un
punto. Carly contuvo el aliento, los ojos fijos en él.
—No deberías hacer eso —susurró.
—¿Por qué no?
Ella se acercó más.
—Me dan ganas de hacer cosas malas.
Bien. Las cosas no serían malas. El sexo nunca era malo con un compañero.
—Hazlas conmigo —dijo Tiger, bajando los dedos por su nalgas.
En la parte delantera Ellison alargó la mano al salpicadero.
—Voy a encender la radio. Ahora mismo. –Apretó botones hasta una canción
country llenó el coche, un hombre y una mujer cantando sobre los besarse.
Ellison rió entre dientes—. Supongo que era sólo mi suerte.
La canción pareció impulsar a Carly. Envolvió los brazos alrededor de él
mientras los acordes de la música seguían y le besó los labios de nuevo.
Tiger le devolvió el beso, había aprendido cómo copiar lo que ella hacía. Tiró
de su pezón mientras sus labios se encontraban y se separaban, y se volvían a
encontrar.
Ellison se detuvo en un semáforo. Un hombre en un camión junto a ellos los
miró, luego empezó a aullar y tocar la bocina. Carly levantó la cabeza, la cara de
color rojo brillante.
A Tiger no le importaba. Déjalos que se coman sus cabezas, como a Ellison le
gustaba decir.
Ellison se alejó a través de la intersección, y el camión al lado de ellos se
separó, el hombre levantó los pulgares mientras se iba.
Carly se bajó de Tiger, le soltó las manos de su cuerpo y se sentó junto a él.
—Qué vergüenza. Lo sentimos, Ellison.
Ellison estaba sonriendo.
—Hey, a los cambiantes no les importa. Una vez salí de un bar para encontrar
a mi vecino de la puerta trasera y su novia humana en ello, el acelerador a fondo,
sobre el capó de mi camioneta. Tuve que esperar hasta que terminaran. Mi
vecino dijo que estaba siendo discreto usando mi camioneta en lugar de la de un
desconocido.
—Que agradable por su parte —dijo Carly—. ¿Así que a los cambiantes
realmente no os preocupáis por románticas habitaciones de hotel, pétalos de
rosa, y champán?
—Podemos —respondió Ellison—. Pero cuando el frenesí de apareamiento
golpea, todo lo que necesitamos es una superficie que no ceda mucho.
—El frenesí de apareamiento —repitió Carly—. Connor lo mencionó.
—Todos los cambiantes lo tienen. Esa necesidad enloquecida de encerrarte en
una habitación con tu compañera y e ir a por ello tantas veces y durante todo el
tiempo que puedas. A veces, no salimos durante varios días.
—Días. —Ella sonó vacilante.
—Ellison. —Tiger pensó en la frase que Liam y Connor utilizaban con tanta
frecuencia—. Cállate.
—Diosa, ahora estás empezando a sonar como un Morrissey —dijo Ellison,
sin perder nunca su acento—. Has estado viviendo con ellos demasiado tiempo.
—¿Por qué vives con ellos? —preguntó Carly a Tiger—. ¿No quieres un lugar
para ti solo?
Ellison respondió antes de que Tiger pudiera.
—Los cambiantes no tienen opción. Sólo hay cierta cantidad de casas en
Shiftertown, y no se nos permite vivir fuera de allí. En mi casa, está mi
compañera, María, Deni, es mi hermana, y los dos hijos de Deni, y con suerte un
cachorro mío pronto. —Su voz se calentó cuando habló del cachorro potencial
—. Tiger es de… fuera de la ciudad, y no había muchas casas con espacio para él
cuando llegó. Liam tiene una de las casas más grandes, y después de que Sean y
su compañera se mudaran con Dylan y Gloria, Liam tenía un cuarto extra.
—Y nadie más quería que viviera con ellos —finalizó Tiger.
Capítulo 11
* *
* *
Tiger rompió la ventana de la puerta combada y se arrastró fuera del coche, su
gran torso quedó atrapado en el marco. Gruñó y se lanzó, desgarrando la mitad
de la puerta, pero al final salió libre.
Carly estaba en el asiento detrás de él, con los ojos cerrados y sangre en la
cara. El corazón de Tiger vibró con pánico, pero cuando la tocó, sintió el calor de
su piel, la presión de su aliento. Viva pero inconsciente.
Ellison, en la parte delantera, se dejó caer del mismo modo, el volante le
ayudó. Su rostro lucía contusiones, pero también respiraba.
Tiger se apoyó al lado del coche, entró por la ventanilla y envolvió los brazos
alrededor del torso de Carly. Tiró de ella, tratando de ser suave, pero necesitaba
sacarla.
La levantó una vez que se alejó del coche y la depositó sobre la hierba a unos
diez metros. Al menos la hierba estaba seca, caliente por el sol de la mañana que
brillaba en lo alto.
Tiger volvió a por Ellison. Ellison era cambiante y fuerte, saldría rápidamente,
pero Tiger había aprendido de Connor los peligros de la gasolina u otros líquidos
que se fugaban de un vehículo. Era mejor alejarse de los restos hasta que
supieran que era seguro.
Estaba a medio camino de vuelta al coche cuando el conductor del vehículo
negro, que se había detenido, bajó y se acercó a ellos. Por un segundo, Tiger
pensó que el hombre era Walker, pero rápidamente se dio cuenta de que no. Este
hombre llevaba uniforme negro, como Walker, y tenía una constitución similar,
el pelo afeitado pero el olor era incorrecto.
Como Walker, el hombre llevaba un arma. Tiger no sabía mucho sobre armas,
pero la que había destrozado anoche había parecido letal, y ésta también. El
hombre miró a Tiger un momento, luego se volvió y fue directamente a por
Carly.
Tiger se convirtió en bengala en el espacio de tres segundos. Estaba
demasiado lejos del hombre, que estaba levantando el arma negra y apuntando a
Carly.
Tiger cambió de dirección y corrió hacia Carly. Su tigre era más rápido que
cualquier otro cambiante que hubiera conocido y aterrizó sobre Carly cuando las
primeras balas salieron del arma.
Sintió las balas entrar, el dolor, despertando las heridas del pasado. A
diferencia de las lentas explosiones de la pistola de Ethan, esta pistola disparaba
tan rápido que Tiger no pudo contar los disparos. Sólo rezaba porque las balas no
atravesaran su cuerpo de tigre y entraran en Carly.
—¡Oye! —El grito Ellison cortó a través del dolor—. ¡Oh, mierda!
Otros dos disparos más sonaron, un ruido metálico cuando dio en el coche, el
otro golpeando carne cuando dio a Ellison. El tirador se dirigió a Tiger, éste le
olió acercándose.
Caminado. Deliberadamente. Despacio. Llegó donde Tiger estaba aturdido y
dolorido, unas polvorientas botas negras se detuvieron al lado de la cabeza de
Tiger. El hombre no disparó. Se detuvo, miró y esperó.
A continuación, dos balas más entraron en la espalda del Tiger. Tiger renunció
a saber nada y sucumbió a la oscuridad.
Capítulo 12
* *
Cuando Tiger despertó de nuevo, estaba en el gran loft del segundo piso de la
casa Morrissey, en la habitación donde ahora dormía.
Le gustaba esta habitación, amplia y ventilada con cuatro ventanas, una a cada
lado. Después de una vida pasada en la oscuridad, encerrado, sin distinguir el
invierno del verano, la salida del sol de la puesta del sol, ahora podía ver el
mundo que se había perdido. A veces simplemente se sentaba aquí, mirando a
los cambiantes moverse a través de sus vidas, las muchas casas y edificios
humanos que rodeaban Shiftertown, los coches y la gente que corrían de un sitio
a otro, sin saber nunca que él les observaba.
Ahora se despertó en la cama grande que habían comprado para él,
sosteniendo la mano de Carly.
—¿Por qué no vinieron las ambulancias? —preguntó Tiger. Por alguna razón,
esto era lo que preocupaba a su mente. Debería haber habido ambulancias,
policía y hombres con pistolas tranquilizantes, como había pasado en el barrio de
Ethan en la cima de la colina.
Carly se inclinó sobre él, con los ojos verdes llenos de preocupación.
—No lo sé. Tal vez los cambiantes no se lo contaron.
Tiger comenzó a sacudir la cabeza, luego se detuvo, ya que comenzó a latir.
—Los humanos no hacen lo que dicen los cambiantes.
—No tengo ni idea, entonces. No importa. Tú expulsaste esas balas de tu
cuerpo, y tus heridas ya se están cerrando. Andrea dice que es una locura. Dylan
dice que te curas más rápido que la mayoría de los cambiantes, pero incluso esto
es algo nuevo. Incluso para ti.
—Tú estabas ahí.
—Sé que yo estaba allí. Lo vi de primera mano.
—El toque de una compañera. —Tiger le apretó la mano, se encontraba tan
débil que apenas movió sus dedos. Odiaba ser débil.
—Ni siquiera me mires como si tuviera algún tipo de poderes mágicos. Esto
no es el cine. Y de todos modos, Dylan dijo que no.
—Dylan no lo sabe todo. –Tiger torció los labios—. Sólo piensa que sí.
—Sí, bueno, Liam dijo que no también, y Sean, Andrea, y Ellison, y un
hombre muy, muy grande llamado Ronan, y una rubia altísima llamada Glory.
—La compañera de Dylan —dijo Tiger, su voz demasiado débil para su
comodidad.
—Eso supuse —dijo Carly—. Me miró como si fuera a arrancarme algo si no
era amble contigo.
—¿Qué pasó con Walker? El tirador estaba vestido como él.
—Le llevaron a la casa de Ronan, creo que eso es lo que he oído. No lo
querían aquí cuando volviste.
—Necesito hablar con él. —Tiger apartó la sábana y levantó los hombros de la
cama, luego gimió y cayó hacia atrás—. Nunca ha dolido tanto.
—Apuesto a que nunca expulsaste balas de tu propio cuerpo antes. —Carly le
acarició los dedos, esa frescura le atravesó de nuevo—. Están bastante asustados
abajo. Hablando de ti.
—¿Por qué tú no? —preguntó Tiger.
—¿En la planta baja? Quería asegurarme de que estabas bien.
Él había querido decir por qué no estaba asustada, pero lo dejó pasar.
—Porque eres mi compañera.
Carly frunció el ceño, lo que hizo sobresalir un poco el labio inferior, tan sexy.
—Sobre eso. Connor me explicó lo que quieres decir con compañera.
Tenemos que hablar, pero puede esperar hasta que te sientas mejor.
Tiger quiso reír, pero decidió que sería demasiado doloroso.
—Sean dice que las tres palabras más aterradoras que una mujer puede decir
son tenemos que hablar.
—Podría ser. Pero no ahora. Habrá un montón de tiempo para hablar más
tarde.
—Eres mi compañera —dijo Tiger—. No hay nada de que hablar.
—Mmm hmm. Cierra la boca, cielo. Duerme. Ponte mejor. —Carly se inclinó
hacia él. Sus pestañas revolotearon sobre sus labios antes de besarlos—. Y
gracias por salvarme la vida. Esas balas entraron en ti para que no me dieran a
mí.
—En cualquier momento —susurró Tiger. Otro frío aliento femenino se
deslizó a través de él, otro beso, y Tiger cayó en un gran pozo de sueño.
**
La ira de Liam Morrissey subió otras diez muescas antes de colgar el teléfono
y dejarlo de golpe sobre la encimera de la cocina. Había salido para responder la
llamada, pero Dylan le había seguido, supuestamente para sacar una cerveza del
frigorífico.
—¿Quién demonios se lo contó al consejo? —preguntó Liam, con los puños
en el mostrador—. Papá, ¿tú?
Dylan sacudió la cabeza a su manera tranquila.
—Ya no soy el líder, muchacho. No hablo con los demás sin tu conocimiento.
—Lo sé, lo siento. –El nerviosismo de Liam sobre Tiger le tenía buscando
algo que atacar, pero arremeter contra su propio padre no era la respuesta.
Contuvo su temperamento, o lo intentó.
La mirada estoica de Dylan le hizo sentirse aún más avergonzado. Su padre
había aceptado el cambio en el liderazgo sin luchar. Dylan había sabido que era
la hora en ese fatídico día, aunque se llevó una gran parte de lo que él era. Liam
esperaba tener la mitad de su calma cuando le llegara el turno de renunciar.
—Quieren reunirse —dijo Liam—. Todos ellos.
—¿Ese era Eric? —preguntó Dylan.
Eric Warden dirigía el Shiftertown en Las Vegas. Su compañera, Iona, fue
quien encontró a Tiger. Eric le había ayudado a escapar y luego Liam se había
ofrecido a dejar que Tiger viviera en Austin, bajo su supervisión.
Liam había puesto en duda esa decisión todos los días desde que la tomó. No
porque no pensara que Tiger merecía una oportunidad justa en la vida, sino
porque no había aprendido lo suficiente sobre Tiger para cerciorarse, o al
consejo informal de líderes de Shiftertown, de que era seguro.
Durante su liderazgo, Dylan había comenzado el consejo, que era simplemente
una reunión de los líderes Shiftertown fuera del radar para discutir problemas
comunes y ayudarse mutuamente a encontrar soluciones. Siendo los cambiantes
como eran, estas sesiones a menudo degeneraron en discusiones volátiles, pero
los líderes habían llegado a saber que podían llamar a los demás cuando los
problemas podían afectar a más de un Shiftertown.
Eric había llamado esta tarde para decir que los líderes de Shiftertown querían
reunirse sobre Tiger. Habían oído que recibió disparos del humano Ethan y que
arrasó la habitación del hospital. Liam había transmitido que le habían disparado
hoy de nuevo, esta vez deliberadamente por un asesino desconocido.
O tal vez Carly había sido el objetivo. ¿Quién diablos lo sabía? Ellison había
estado fuera de combate en ese momento, así que no pudo informar sobre lo que
había sucedido.
María, la compañera de Ellison, había fulminado a Liam con furia en la escena
del accidente, como si debiera haber impedido que Ellison recibiera un disparo.
El disparo había entrado en la pierna de Ellison, sin darle a nada vital. Si el
asesino lo había planeado así, era un tirador cojonudo.
Eric no había estado contento con la noticia del segundo tiroteo y terminó
diciendo que los otros líderes querían charlar tan pronto como fuera posible.
Habían elegido Dallas como lugar de reunión, porque no tenía Shiftertown pero
estaba lo suficientemente cerca de Austin para que Liam pudiera regresar
rápidamente si era necesario.
—¿Así que los imbéciles quieren que deje a Tiger en este estado y vaya hasta
Dallas para que podamos sentarnos alrededor de una mesa y hablar de él? No
tengo idea de lo que está pasando con él. Insiste en que Carly es su compañera,
¿qué va a suceder cuando ella le diga que no y no acepte eso por respuesta?
—Nos encargaremos de eso cuando llegue el momento —dijo Dylan, siempre
práctico—. No puedes faltar a la reunión, hijo. Enviarán rastreadores aquí para
arrastrarte hasta allí si es necesario. No les puedes culpar por preocuparse por
Tiger.
—Yo estoy preocupado por Tiger. ¿Crees que no? ¿Cómo demonios pudo
sobrevivir a eso, y luego empezar a curarse a sí mismo? ¿Qué demonios le
metieron esos humanos?
—Está llegando el tiempo de averiguarlo.
Liam negó con la cabeza.
—Eric voló el laboratorio en pedazos. Nunca encontraremos nada en él ahora.
—Pero la gente recordará. —Dylan se tocó la frente—. Estará dentro de sus
cabezas. Descubriremos quien trabajó en el proyecto de Tiger, y les
preguntaremos.
—Revelando su paradero y poniéndolo en más peligro.
—Tendremos que preguntar de manera que no puedan negase.
Liam no estaba seguro de lo que su padre tenía en mente. Dylan tenía una
vena despiadada que Liam nunca había encontrado en sí mismo, tal vez la madre
de Liam, Niamh, una dama traviesa pero con un corazón de oro, se la había
quitado. Pero claro, Dylan había tenido que mantener a la familia unida en los
buenos momentos, en los de peligro, en los tiempos de hambre y dolor, y luego
llevarlos a Estados Unidos para aceptar el collar y vivir en un Shiftertown. Las
decisiones que Dylan había tomado provocarían crueldad en cualquiera.
Por lo menos el padre de Liam había encontrado la felicidad de nuevo con
Glory. Esta era una mujer fuerte a la que no le importaba compartir sus
opiniones, pero Dylan necesitaba a alguien que no aceptara ninguna mierda de
él. Aplastaría a una mujer inferior y Dylan lo sabía. Eran felices juntos, lo que
hacía a Liam feliz. Su padre había pasado por demasiado.
—Ve a la reunión, hijo —dijo Dylan—. Sean y yo podemos defender el fuerte.
—¿Pero podéis con Tiger?
—¿Puedes tú? —Dylan se encontró con la mirada de Liam, sin apartar la suya.
Dylan podría no ser el líder de Shiftertown o líder del clan Morrissey, pero eso
no significaba que se hubiera debilitado.
Liam se pasó la mano por la cara.
—No lo sé, papá. Hace lo que le pido, pero sé que no es porque sea sumiso a
mí. Obedece porque así lo decide. El día que decida no hacerlo, no voy a ser
capaz de detenerlo.
—Entonces será mejor que averigüemos todo lo que podamos. Encuentra la
manera de detenerlo, si eso es posible.
Liam golpeó el mostrador con los puños. Deseaba que Kim estuviera en casa,
pero su esposa tenía un trabajo que era importante para ella, y no quería traerla a
casa cada vez que necesitara un abrazo. Guardaría esa necesidad para cuando
estuvieran solos esta noche, cuando desabrochara esa blusa formal botón a
botón, se la sacara de la falda y se deleitara en el olor de su…
—Espero que no tengamos que detenerlo de forma permanente –se oyó decir a
sí mismo—. Me gusta Tiger, y es bueno con los cachorros.
—Lo es, sí —dijo Dylan—. Pero es algo que no entendemos. Y si un día
sucede que no es bueno con los cachorros...
—Nos encargaremos de eso cuando llegue el momento —dijo Liam,
haciéndose eco de las palabras de su padre. Inclinó la cabeza y estudió los
patrones del mostrador, la vieja superficie de madera manchada con
generaciones de tazas de café y el zumo de su hija de esta mañana—. Mierda,
odio ir a Dallas. Siempre me pierdo en las autopistas.
* *
Walker Danielson despertó de nuevo de espaldas, con las muñecas atadas
delante de él. Había nadado dentro y fuera de la vigilia desde que el cambiante le
había noqueado en el patio frente al bonito bungalow. Walker había despertado
de nuevo en la sala de estar de uno de los bungalows, rodeado de hombres con
collares que parecían como si no les importara destrozarle y dejar trozos de él
por ahí como una advertencia a los demás.
Los tipos de escritorio en la Oficina Cambiante pensaban que los cambiantes
eran presa fácil, contenidos y controlados. Se felicitaban a sí mismos al respecto.
Pero los cambiantes eran peligrosos, y ese cambiante tigre de Bengala era aún
más peligroso que la mayoría. El comandante de Walker también lo sabía.
Cuando hizo su informe sobre el hospital a la Oficina, le habían dicho que
contactara con el Dr. Brennan y adulara a la mujer humana que parecía gustarle a
Tiger y viera si podía descubrir más sobre ellos.
Carly Randal. Era bonita, amable, una chica bien educada de Texas. No se
había tragado la mierda de Brennan ni por un minuto. Había reconocido el
peligro en Walker, y sabía que sus amigos cambiantes no le dejarían irse.
Así que ahora despertó en el suelo de otra casa cambiante, después de que el
llamado Dylan le hubiera disparado un tranquilizante, sin parecer preocupado en
absoluto. La mirada de Dylan le había dicho que si hubiera sido por él, le habría
dado a Walker una dosis letal.
Evaluó su situación a través de los ojos semicerrados mientras yacía tan
inmóvil como podía, de modo que cualquiera que le estuviera observando no se
diera cuenta de que estaba despierto.
Le habían quitado la cinta adhesiva de la boca. Eso no significaba amabilidad,
significaba que no les importaba quien le oía si gritaba. Debía estar bastante
profundo en Shiftertown.
Esta sala era similar a la de la casa Morrissey. El techo era de vigas, las
ventanas con batientes, una abierta para dejar entrar el aire, aunque era caliente.
Esta casa era más grande que la otra, la sala de estar dos veces el tamaño de la de
los Morrissey. La parte trasera de la sala daba a una larga mesa con muchas
sillas. Una escalera de madera pulida llevaba hacia arriba, y una puerta cerca de
la mesa presumiblemente llevaba a una cocina.
Una gran cantidad de cambiantes debían vivir aquí, a juzgar por la longitud de
la mesa y la manera fortuita en las sillas habían sido metidas. Parecía que usaban
todas las sillas.
La habitación parecía estar vacía, por lo que podía decir. Le habían dejado
solo. Porque los cambiantes eran los mejores depredadores de la tierra, eso
significaba que no tenían miedo de que se escapara. Ni siquiera con la ventana
abierta.
Walker se humedeció los labios, abriendo y cerrando la boca un par de veces.
Le encantaría un poco de agua.
Pero la sed era sólo una distracción. Walker no se estaba muriendo. Movió las
muñecas, despegando la parte adhesiva de la cinta de su piel, y se dispuso a
soltarse de las ataduras.
Cerró los ojos mientras trabajaba, tomándose tiempo para descansar. Salir no
sería fácil, y necesitaría toda la energía que pudiera reunir.
La cinta adhesiva era más fácil de manipular que las bandas de sujeción de
plástico o las esposas de metal, a menos que tuviera algo con lo que abrir la
cerradura de las esposas. Con la cinta era cuestión de aflojarla con el fin de soltar
al menos una mano y a partir de ahí estaría bien.
Gracias a los santos que había tenido un mentor que había insistido en que
hiciera ejercicios de estos y más. Podrías pensar que no tengo sentimientos y mis
métodos son duros, había dicho el hombre. Pero si alguna vez estás en
cualquiera de estas situaciones tras las líneas enemigas, que no cunda el pánico.
Sabrás exactamente qué hacer. Le había convertido en un artista del escapismo.
La cinta se aflojó y Walker movió una mano libre. Eso fue suficiente para
dejarle descansar la otra. Alcanzó la cinta de sus piernas.
Y se encontró de vuelta sobre su espalda, un pie plantado en el centro del
pecho. Un pie descalzo y bien formado.
Walker alzó la mirada por una pierna larga, igualmente desnuda y bien
formada de una mujer que llevaba pantalones vaqueros cortos sobre un bonito
culo y una camiseta que decía “Mantén Austin raro”. Tenía el pelo castaño
oscuro que brillaba con reflejos más claros, el pelo le caí un poco más abajo de
los hombros en ondas espesas. Su rostro era increíble, su sonrisa amplia, ojos
marrones y acogedores.
Tenía que medir más de metro ochenta y el pie en el pecho hablaba de fuerza.
—No tan rápido, rayito de sol —dijo ella, su sonrisa amplia—. Tú te quedas
aquí conmigo.
Capítulo 13
* *
Cuando Tiger despertó de nuevo, la tarde se desvanecía, la luz tardía entraba
por la ventana. Había aprendido que en esta estación, verano, había luz más
tiempo, por lo que podrían ser las ocho de la tarde ya.
La primera sensación que tuvo fue de bienestar. Su cuerpo se sentía mucho
mejor, el dolor horrible había desaparecido. El dolor de cabeza se había retirado,
dejando sólo un ligero golpeteo para recordarle la herida anterior.
Lo segundo era una sorpresa aturdida. Gran parte del bienestar que sentía
provenía del hecho de que Carly estaba acostada junto a él, acurrucada debajo de
la sábana, con la cabeza sobre una almohada.
La cama de Tiger era grande, la más grande de la casa. Era tan voluminoso
como Liam, aunque compartía altura con Ronan, un oso Kodiak cambiante. Kim
le había conseguido una cama más grande, porque cuando llegó por primera vez,
había estado inquieto durante la noche, rodando de un lado a otro. Era difícil
encontrar consuelo en el pequeño colchón que había sido de Connor cuando su
anterior catre de dormir había sido el suelo de metal de una jaula. Después de
que se cayera de la cama más pequeña un par de veces, Kim había llevado a casa
una más grande.
Carly tenía un montón de espacio en la cama. El ventilador estaba cerca de la
ventana. Eso, junto con la brisa fresca de las cuatro ventanas abiertas, había
hecho que Carly se echara la sábana por encima. Un muslo, cubierto con un par
de centímetros de los pantalones cortos que se había puesto en casa de Ethan,
asomaba por debajo.
Su maquillaje estaba manchado por el accidente y el sueño, su pelo estaba
despeinado de su cuidadosa trenza francesa. Hermosa. Tigre le explicaría que no
necesitaba pintura en la cara y su pelo escondido para ser bonita.
Pero estaba ilesa. Tiger lo olió, lo vio en su piel intacta. Había sido golpeada y
asustada, pero no herida. Se permitió creer en la Diosa el tiempo suficiente para
estar agradecido.
Antes del accidente, Carly le había estado enseñando a besar. Cuando el tema
salió por primera vez, Liam le había dicho a Tiger que él tampoco había sabido
cómo besar. Kim le había enseñado. Había implicado que no saber cómo besar
no era un problema para los cambiantes y fue entonces cuando Connor le dijo
que aprendería cuando llegara el momento.
Tiger apartó un mechón de pelo de la mejilla de Carly. Sabía que tenía que ir a
casa de Ronan e interrogar a Walker. Necesitaba saber por qué Walker había sido
enviado para vigilar a Carly, y por qué un hombre vestido con el mismo tipo de
uniforme negro le había disparado en la espalda más de una docena de veces.
Pero la casa estaba en silencio, la calle tranquila. Los cambiantes estarían
dentro comiendo su comida de la noche, hablando con sus compañeras y
cachorros, padres y madres, compartiendo tiempo con la familia. Más tarde, los
más nocturnos saldrían fuera con los vecinos, jugando con los cachorros en el
largo tramo de verde detrás de las casas, o dejando Shiftertown para ir al bar de
Liam o a uno de los clubes de la ciudad que permitían entrar a los cambiantes.
O podrían ir al club de lucha que se celebraba una vez por semana, donde los
cambiantes luchaban en el ring, con el resto de los cambiantes apostando como
locos a los resultados.
A él no le permitían luchar en el club de lucha. No confiaban en él, y Tiger
estaba de acuerdo con eso. Para él, la lucha no era un juego. Era supervivencia.
Matar o morir.
En este momento, la cama era el mejor lugar donde estar. Estaba duro y listo,
deseaba a Carly. Pero tocarla ligeramente mientras dormía llenaba algo en él que
no se había dado cuenta que estaba vacío.
Tiger se inclinó. Recordó como fruncir los labios y cómo liberar la presión en
el momento correcto y la besó en la mejilla.
Carly parpadeó una vez, otra vez, luego su sonrisa floreció.
—Oh, hola. —Se sentó y se metió mechones de pelo detrás de las orejas—.
No quería quedarme dormida.
—Te quedaste.
Carly se encogió de hombros.
—Le conté el accidente a Armand y dijo que bajo ninguna circunstancia fuera
a trabajar. Dijo que encargaría a Yvette que contestara las llamadas y le rogaría
que fuera agradable con la gente. —Rió un poco—. Yvette tiene el corazón más
grande del mundo, pero no soporta a los tontos. Salvará sus vidas y les hará la
mejor comida que jamás comerán, pero les dará sus opiniones sin barnizar sobre
ellos al mismo tiempo.
—Glory es igual. Excepto que ella no puede cocinar.
Carly volvió a reír, levantó las rodillas contra el pecho y las rodeó con los
brazos. Qué maravilloso, pensó Tiger mientras estudiaba la suavidad de sus
muslos, conocer a gente, que no eran investigadores que le estudiaban,
conocerlos lo suficiente como para hacer chistes.
—Parece que te sientes mejor —dijo Carly.
Tiger apoyó la mano en el abdomen. Notó unas punzadas al tocarse, pero eso
era todo. Al igual que antes, su cuerpo se había curado, se estaba recomponiendo
de nuevo.
—¿Por qué te has quedado? —preguntó.
—Te lo acabo de decir. Armand dijo...
—No. —Tigre se sentó con ella, estaba cansado de estar tumbado. Se apoyó
contra la cabecera de la cama y apoyó un brazo en su rodilla levantada—.
Podrías haber ido a tu casa. A cualquier parte. Pero te quedaste.
Un rubor en sus mejillas.
—Estaba preocupada por ti.
—¿Por qué? Viste que estaba sanando.
—Tiger, a nadie que le disparen dos veces en dos días se cura más rápido la
segunda vez. Dylan dijo que era como si tu cuerpo estuviera cambiando, como si
se adaptara a las circunstancias.
Él se encogió de hombros, e incluso eso no dolió.
—Ellos querían que fuera la mejor máquina de combate. Me dieron drogas
que dolieron muchísimo, y cirugías, siempre cirugías. Y luego me probaron y me
dieron más drogas. Yo fui el único que sobrevivió.
Carly abrió los ojos.
—¿Había más como tú?
—Hubo veintitrés. Yo era el último. Luego, sólo estaba yo.
Ella le tocó el brazo, los dedos ligeros en su bíceps.
—No sé cómo responder a eso. Cómo transmitir cómo lo siento. Suena débil
incluso decirlo.
El contacto había sido un error. El cuerpo en sanación de Tiger se había
contentado con estar en su presencia, descansar mientras bebía su aroma.
El calor de su mano en él despertó necesidades primitivas, y la bestia en él se
precipitó a la superficie. Debía advertirla, decirle que saliera.
No pudo obligarse. Tiger se sentía solo, solitario, a pesar de vivir en esta casa,
en esta habitación donde podía vigilar a todo Shiftertown.
Carly estaba aquí. Y él la necesitaba.
Palabras simples, para un ser simple. Tiger agarró la muñeca de Carly y le
levantó la mano, pero siguió sujetándola mientras la miraba. Ella le devolvió la
mirada, su expresión le decía que sentía el cambio en él, su necesidad primitiva.
—Tiger –susurró—. Estoy asustada.
Las palabras vacilantes le hicieron detenerse, contener a la bestia salvaje que
la deseaba.
—¿De mí? —Incluso su voz había cambiado, las palabras duras y planas.
—De mí. —Las lágrimas humedecieron sus ojos—. Acabo de terminar una
mala relación que pensaba que estaba bien. No quiero permitirme enamorarme
de ti. De nadie. —Le tocó la cara, este segundo toque arrancó toda restricción
que Tigre se había puesto a sí mismo—. Pero creo que es demasiado tarde para
eso.
Demasiado tarde. Muy demasiado tarde. Tiger rugió como un verdadero tigre,
empujó a Carly sobre la cama, la inmovilizó con las manos en las muñecas y
bajó la boca sobre la suya.
Capítulo 14
Los labios de Tiger estaban calientes, se movían sobre los suyos, la lengua
barrió el interior. Abrió la boca de Carly con la suya cómo ella le había mostrado
en el vestidor de Ethan, depositó besos por sus labios y barbilla cómo le había
mostrado en el coche.
La sujetó con las manos en las muñecas, su peso sobre ella. Tiger podría
haberla aplastado, Carly lo sabía, pero se contuvo, temblando por el esfuerzo.
Tiger succionó el labio inferior de Carly entre los suyos, chupó, el pequeño
dolor sensual. Le lamió los labios, a continuación, el interior de nuevo,
saboreando su boca.
Carly le saboreó también, amando la fricción de terciopelo de su lengua. Sabía
a especias y almizcle, el bocado caliente que era él. Tiger no cerró los ojos para
besarla; su dorada mirada estaba fija en ella, observándola mirarlo.
Cuando él se apartó, Carly le besó la boca, los labios suaves y cálidos, un poco
mojados. Tiger volvió a besarla, haciendo coincidir sus acciones, su boca
acarició hábilmente la suya.
—Eres un estudiante rápido —dijo ella sin aliento.
—Lo soy.
—Mmm. Modesto también.
—Eso me dijeron —dijo Tiger—. Los investigadores decían que aprendía
rápido.
La ira de Carly surgió antes esas personas sin rostro que lo habían mantenido
en una jaula, realizado experimentos que le dolían, tratando de convertirlo en un
mejor luchador o lo que fuera que estaban haciendo. Mantenido en una jaula. Y
él fue el único cambiante que había sobrevivido a esta tortura.
—Deberían arrestarlos.
Tiger se encogió de hombros.
—Se fueron.
Las palabras eran simples, pero Carly detectó el dolor detrás de ellas. Le
habían hecho daño, luego lo habían abandonado. Había tenido una compañera y
ella había muerto. El hijo de Tiger había muerto también. ¿Cómo podía
soportarlo? ¿Cómo podía alguien soportar tanto?
—Estoy aquí —dijo Carly. Tonto, porque estaba tumbada debajo de él, ¿donde
más podría estar? —No importa nada. Si nos liamos o no, si sólo somos sólo
amigos. Demonios, si nos movemos hacia lados opuestos del globo, estaré allí
para ti cuando me necesites. ¿Vale? Lo prometo.
Tiger no respondió, pero el hambre en sus ojos le dijo todo. Él bajó la cabeza
y la acarició con la nariz, enviando un hormigueo al rojo vivo a través de su piel.
La misma hambre estalló en Carly. Tiger era atractivo, era magnífico y ella
necesitaba algo de amor. Encontrar a Ethan ayer la había hecho sentirse como la
mujer más poco sexy y menos deseada del planeta. Ethan obviamente la
encontraba inadecuada, o ¿por qué habría necesitado realizarse a sí mismo con
otra persona?
Cuando Tiger la miraba, se sentía hermosa. Ella sabía que era eficiente y por
eso Yvette la había contratado para trabajar en la galería. Pero Yvette siempre
había mantenido que Carly tenía la hermosura de la chica de al lado, no la de una
sirena. Cara fresca y dulce, no una tentadora. Perfecta para los clientes
femeninos que venían donde su marido para comprar arte para sus casas u
oficinas. Ethan, ahora que lo pensaba en ella, no la había mirado como una
belleza de sirena, que era lo que la convertiría en la esposa del hombre de
negocios perfecto. Las mujeres no sentirían celos de ella.
Tiger la miraba como si fuera una diosa del sexo con tanga. Como si quisiera
hacerle el amor durante días. La había mirado así desde el primer momento en
que la había examinado de arriba abajo al lado de la carretera. Ella le había
preguntado si le gustaba lo que veía, y él dijo un simple sí.
—Tenía razón sobre ti —dijo Carly ahora—. Eres un adulador.
Tiger rugió, sin hablar. Le soltó las manos, pero sólo para poder quitarle la
camiseta y abrir el botón de sus pantalones cortos. La sábana cayó de su parte
trasera, que era tan magnífica como el resto de él. Carly pasó las manos sobre
sus nalgas, le gustaba lo firmes que eran, luego por su torso, las manos
encontraron las marcas de las balas que habían entrado y luego salido.
Los siguientes besos de Tiger fueron aún más calientes y más hábiles, se
adaptaba a besar tanto como su cuerpo se adaptaba a recibir un disparo.
Había necesidad en sus ojos, se puso de rodillas y le quitó los pantalones
cortos. Las bragas fueron lo siguiente, Carly ayudó, luego Tiger los arrojó lejos,
a pesar de que la camiseta permaneció empujada hacia arriba alrededor de sus
hombros.
Carly volvió a acostarse, con el corazón latiendo a toda velocidad, lista para el
hombre que la excitaba y estaba excitado por ella.
Dejó salir el aliento de golpe cuando Tiger la levantó por la cintura y la giró,
poniéndola sobre sus manos y rodillas. Tiger atrajo las caderas hacia su rígida
polla que ella vio antes de que el cabello le cayera sobre la cara. Por Dios…
—Eh, espera. —Carly se retorció, girando para sentarse en la cama grande, su
camiseta bajó para cubrirle el regazo—. ¿Qué estás haciendo?
Tiger permaneció de rodillas, su polla apuntaba hacia ella, su larga, gruesa, de
ninguna manera puede ser tan grande polla. Frunció el ceño.
—Aparearme.
—Ya lo sé, pero ¿por qué la puerta de atrás? Eres realmente grande. Me vas a
matar. —Carly moriría feliz, pero iba a costar entrar.
La polla se redujo ligeramente.
—Si te hace daño entonces… no lo haré.
Carly vio lo mucho que le costaba decir eso. Tiger la deseaba. Latía con ello.
Ella también lo deseaba, con cada bombeo de sangre en sus venas.
—Me refiero a que debemos tomar las cosas con calma –dijo—. Déjame que
me acostumbre a ti. Yo con la suave cama amortiguando la espalda, tú encima de
mí.
La polla se puso completamente firme de nuevo, pero la expresión de la cara
de Tiger fue una de confusión.
Piezas de información encajaron en la cabeza de Carly, atrapado en una jaula,
investigadores, tratado como un animal, dado una compañera. No una novia o
una esposa, o un amante. Una compañera. Tiger no había dicho si la mujer había
sido cambiante o humana.
—¿Me está diciendo que nunca lo has hecho frente a frente? —preguntó.
Tiger negó con la cabeza.
—Fue sólo una vez.
—Oh. —La soledad de sus palabras la golpeó en el corazón—. Me haces
querer abrazarte más y más. Ven aquí. Te mostraré. Eres un estudiante rápido.
Ahora puedes aprender esto.
Tiger se acercó a ella con tanta rapidez que Carly se echó a reír. Dejó de reír
cuando la bajó sobre la cama.
—Ahora lo tienes. —Sus palabras cesaron cuando la besó, su boca firme un
beso, ya no vacilante.
Carly envolvió una pierna alrededor de su muslo, le acarició la pantorrilla con
el pie descalzo. Le gustaba cómo la besaba, la boca caliente, tomando pero
dando, sabiendo lo que quería él y lo que quería ella. Tiger le pellizcó la mejilla,
el cuello, todo mientras cuerpo temblaba mientras se contenía.
Carly lo guió con una mano en la cadera, separando las piernas para que
pudiera meterse entre ellas. Su piel era caliente pero suave, su culo apretado
mientras se movía sobre ella. Carly levantó las caderas un poco, una pierna hacia
arriba y alrededor de él, animándole con sus manos para que entrara en ella.
El calor del cuerpo del Tiger la cubrió, y luego su cuerpo. Se apartó el pelo
enmarañado de la cara, los labios le dieron un largo beso mientras se deslizaba
dentro de ella.
Y se detuvo. Carly abrió los ojos. Sin duda estaba lo bastante húmeda para él,
resbaladiza y deseosa, pero se tensó, el éxtasis repentino se convirtió en dolor.
—Espera. —Apretó la palma de la mano en el pecho de Tiger, sintiendo su
corazón latiendo a triple velocidad.
Tiger salió rápidamente, de rodillas hacia atrás, la expresión en su cara era una
de angustia.
—Te estoy haciendo daño.
—Sólo porque no estoy acostumbrada a ti.
Al menos Carly esperaba que fuera la explicación. Sería una tragedia si por fin
había conocido a un hombre que la hacía sentir de este modo y no podían
consumar su relación... o lo que sea que fuera esto. Por una vez en su vida, Carly
no se detuvo a analizar su relación con un hombre. No estaba pensando en si él
iba a huir con todo su dinero, o si la descartaría después de un par de citas, o qué
era lo que estaban construyendo juntos, en todo caso.
Le gustaba Tiger y quería estar con él. Nada más. Sin agendas ocultas.
—¿Qué tal si probamos yo encima de ti? –preguntó ella—. De esa manera
puedo guiar las cosas, facilitar cuanto puedo tomar antes de seguir adelante.
Por la expresión de la cara de Tiger, tampoco se le había ocurrido que esta
posición fuera posible. Carly necesitaba trabajar seriamente en su educación.
Se puso de rodillas.
—Túmbate.
Carly llevó las manos a su pecho de nuevo, y el Tiger se tumbó sobre las
sábanas, sin apartar la mirada de ella. El sol que se ocultaba mostró claramente
las marcas de color rosa, donde Ethan le había disparado, y más cicatrices donde
las otras balas le habían atravesado. Pero la sangre se había ido, toda su piel
entera otra vez.
Subió encima de él, apoyando las rodillas a cada lado. Su polla todavía era
rígida y larga, Tiger esperaba.
Carly se quitó la camiseta, soltó un suspiro cuando la tela abandonó la piel que
le picaba. La tiró a un lado y se llenó las manos con la hinchada polla de Tiger.
Grande, pero no inmanejable. Subió las dos manos por los costados, alrededor
de la punta, luego a sus firmes pelotas. Su vello también era multicolor, naranja
y negro. Se estaba enamorando de un hombre que era atigrado hasta abajo.
El pensamiento la hizo sonreír. Carly se inclinó y besó la punta de su polla.
Dos fuertes manos se cerraron alrededor de sus muñecas. Tiger tiró de ella,
con los ojos de oro fundido, su voz un gruñido.
—Ahora. Hazlo ahora.
Sí. Carly le deseaba con cada pensamiento, cada respiración. Tiger también la
deseaba, lo veía, tenía miedo de no ser capaz de contenerse.
Carly se sentía aún más atractivo sabiendo que apenas podía contenerse por
ella. El pensamiento fugaz de un condón atravesó su cabeza, pero sabía que no
había ninguno que se ajustara a Tiger. Y había leído en alguna parte que los
cambiantes no podían dar a los humanos las enfermedades que los seres
humanos podían darse el uno al otro a través del sexo.
Se inclinó hacia delante, le rozó el torso con los pechos, luego se sentó en el
extremo de su polla. El siguiente pensamiento fugaz fue que los cambiantes aún
podían dejar embarazadas a las humanas. Pero ella tomaba anticonceptivos, ante
la insistencia de Ethan, y esa preocupación parecía muy lejana y sin importancia.
Luego, todos los pensamientos acerca de cualquier cosa huyeron de su cabeza.
Tiger era grande. A diferencia de la interrupción cuando había estado encima de
ella, esta vez era más fácil por la lentitud de Carly, por lo mojada que estaba, por
su necesidad creciente.
Oh, Dios mío... Eso es...
Yo nunca...
Las palabras manaron cuando Tiger se deslizó dentro de ella, y Carly escuchó
algunas salir de su boca. Se dejó caer un poco más, la polla de Tiger la abría con
un placer duro y contundente.
Sacudió las caderas, su cuerpo quería más de él. Las manos de Tiger fueron a
sus muslos, él apretó los dedos y dejó escapar un ruido suave.
—Tiger. —La exclamación de Carly salió como un gemido—. Eres
maravilloso.
Tiger la sostuvo en completo silencio. Carly se estiró, sus pechos se sentían
pesados y apretados. Llevó los brazos sobre su cabeza, flexionó los dedos y dejó
caer la cabeza atrás cuando sintió que él se levantaba en su interior.
Sintió calor por todas partes al mismo tiempo que la carne de gallina ondulaba
sobre sus brazos y piernas. Sus pezones se oscurecieron y se convirtieron en
puntas, un rayo de sol que serpenteó bajo las nubes la bañó en calor.
Ningún calor se comparaban con el calor infernal entre las caderas de Tiger y
los muslos internos de Carly, el sudor caía en las sábanas. La transpiración se
acumuló en el rostro de Carly y en el labio superior de Tiger.
Tiger movió las manos de los muslos a la curva de su cintura, sosteniéndola
mientras dejaba que sus caderas se levantaran. Suavemente, suavemente. El
cuerpo de Tiger todavía temblaba; se estaba conteniendo, con miedo de hacerle
daño.
El corazón de Carly sufría por él al mismo tiempo que sus lugares interiores se
hinchaban y tensaban. Era tan tierno, este hombre al que la gente temía. La había
protegido con su cuerpo y tomado lo que debería haber sido una barrera letal de
balas para que ella no saliera herida.
El placer se filtraba en su interior, la alegría tan caliente que estaba segura de
que su sangre estaba en llamas. Tiger la observaba en silencio, con los ojos
dorados y el rostro tranquilo.
Era un hombre hermoso, fuerte, de buen corazón, protector. Lo recordó con la
pequeña Katriona, lo increíblemente suave que había sido con ella.
Era tan suave con ella ahora. Tiger la sostenía, el sudor corría por debajo de
sus palmas sobre su piel, la luz del sol se movía de su cuerpo a la cara de Tiger.
Asombroso. Ella apoyó las manos en su torso, los duros planos espolvoreados
con vello oscuro con vetas de oro y naranja, sus pezones tan tensos como los
suyos.
La expresión de sus ojos era una de maravilla. Tiger se maravillaba de lo que
hacían, Carly balanceándose sobre él, el fuego ondulando donde se unían.
El fuego creció, bloqueando todo pensamiento. El sol siguió bajando, la
habitación cambió de iluminada por el sol a estar llena de rojo y dorado, luego a
media luz. Ella y Tiger se balancearon juntos, sellados el uno al otro, Tiger más
adentro de lo que pensó que podría tomarle.
Tiger gruñó y la agarró por los hombros, tirando de ella hacia él. Ella fue,
besándolo mientras se tumbaba encima, con él todavía dentro de ella.
Tiger le devolvió el beso, lamiendo su boca, saboreando todos los rincones de
ella. Carly lo saboreó también, aprendiéndolo, amando la textura y el calor.
Sus bocas estaban todavía juntas cuando el rugido de Tiger se convirtió en un
gruñido. Un salvaje oscuridad atravesó a Carly, una que la hizo gritar, su cuerpo
tenso, muy tenso. Olas de placer tan increíbles que quiso llorar cayeron sobre
ella, sacudió las caderas contra Tiger, con ganas de más y más. Mientras
alcanzaba la ola más alta, gritó su nombre en el placer y sintió que la semilla de
Tiger la llenaba.
Lo último de la luz crepuscular murió, y la oscuridad llenó rápidamente el
cielo. A través de las ventanas abiertas, Carly vio salir las estrellas, pero que no
podía competir con la belleza de los ojos dorados de Tiger.
* *
* *
Tiger pasó la mano por la dulce suavidad del vientre de Carly. El sol de la
mañana había salido y se derramaba en el dormitorio, el calor del verano venía
con él.
Carly abrió los ojos un poco, le miró y dejó escapar un pequeño gemido.
—Oh, no hay manera de que pueda hacerlo de nuevo. Todavía no.
Tigre deslizó los dedos alrededor de su ombligo. En el interior, pequeña en el
abdomen, una nueva vida se agitaba. Ya la sentía, y la idea le llenó de alegría y
temor.
—No —dijo Tiger—. Ahora es para descansar. Y tortitas.
—Gracias a Dios por eso. —Carly se puso de lado, frente a él, y se acurrucó
contra su pecho—. Nunca he tenido tanto sexo en mi vida. No en una noche.
Espera, creo que nunca.
Tiger le tocó el pómulo. No podía dejar de tocarla.
—Me gusta frente a frente.
Carly se echó a reír, sacudiéndose deliciosamente.
—Lo he notado. A mí también.
Él le besó el cabello.
—Entonces, ¿después de las tortitas…?
La risa de Carly empezó a surgir de nuevo. Pasó una mano por el costado
curado de Tiger, y la caricia le hizo cosquillas y le calentó.
—Tú tienes súper fuerza. Yo soy una mujer humana normal. Tienes que darme
un poco de un descanso para recuperarme. Después de eso, podemos hablar.
Tigre le rodeó el brazo con la mano.
—Nunca te haría daño, Carly.
No decía nada más que la verdad. Carly levantó la cabeza y le dio un suave
beso en los labios.
—Lo sé.
Tiger se perdió en el beso un momento. ¿Por qué nadie le había dicho que la
extraña práctica de presionar los labios era tan satisfactoria? No, no satisfactoria.
Más que eso. Necesitaba aprender nuevas palabras de Connor. Caliente. Sensual.
Maravilloso.
Después de mucho tiempo, Carly levantó la cabeza y suspiró.
—Estar contigo es... No sé. Increíble. —Ella sonaba como si también tuviera
problemas encontrar las palabras—. Ahora, ¿qué pasa con esas tortitas? ¿Las
haces tú?
Tiger rió. No se había reído en voz alta desde... ¿alguna vez lo había hecho?
Una o dos veces con Connor, pero nunca de esta manera. La risa llenó su
estómago, luego sus pulmones, a continuación, salió entre los labios y su sonrisa
se extendió por su rostro.
Una nueva sensación. Otro milagro de Carly.
—Liam cocina –dijo—. O Sean. Sean es mejor. No me dejan acercarme a la
cocina. O a los cuchillos.
—No necesitas cuchillos. Tienes esas garras afiladas que vi cuando te
convertiste en tigre.
Se detuvo y se estremeció, y la risa de Tiger se desvaneció. No le había dado
tiempo para procesar que estaba con un hombre que podía convertirse en una
bestia. No quería que tuviera tiempo, tiempo era lo que él no tenía. Tiger no
sabía cómo lo sabía, pero lo sabía.
Por fin salieron de la cama y se vistieron. Carly jadeó y se llevó las manos a la
cara cuando se vio en el espejo sobre la cómoda. Tigre no tenía idea de por qué
pensaba que se veía horrible, como dijo. Ella era la cosa más hermosa que había
visto nunca.
La llevó al primer piso, al baño de la casa, donde Carly le cerró la puerta
mientras abría el agua y mantenía una conversación a través de la puerta que él
no pudo distinguir. No importaba, sólo le gustaba escuchar su voz.
Carly salió, su pelo húmedo y peinado, con la cara limpia de maquillaje y
polvo. Tiger tomó su mano y la llevó escaleras abajo, donde el olor de tortitas en
la plancha llenaba la gran cocina.
El hombre de pie ante la plancha, con un trapo metido en sus pantalones
vaqueros como un delantal, era Sean, no Liam. Una rápida comprobación de olor
le dijo que Liam no estaba en la casa.
La compañera de Sean, Andrea, estaba sentada a la mesa de la cocina, su
cachorro en su regazo. Sostenía las pequeñas manos del niño mientras él se
levantaba sobre sus muslos, sus pequeños pies desnudos presionaban sobre sus
vaqueros. Kenny Morrissey tenía siete meses, una cara redonda y gordita y ojos
grises como los de su madre.
Connor andaba por la cocina también, sacando cosas del frigorífico para Sean.
Los fulminó cuando entraron.
—Diosa, ¿cuánto crees que voy a dormir si tengo tu cama golpeando sobre mi
cabeza toda la noche? Y pensaba que Liam y Kim eran malos.
Carly se volvió de color rojo cereza.
—Lo siento, Connor.
—Debería correr a la cama ahora mismo y dormir algo. Eso o cambiar los
dormitorios contigo, Tiger. Ese solía ser el mío.
—Lo siento mucho. —Carly se aclaró la garganta—. ¿Te importa si tomo un
poco de ese zumo? —Hizo un gesto a la jarra de zumo de naranja y vasos sobre
la mesa, el movimiento elegante.
—Sírvete. —Andrea hizo saltar a Kenny y le sonrió—. Oh, sí, hombrecito.
Vas a andar pronto, ¿verdad? Mírate.
Tigre se detuvo para tocar la cabeza de Kenny, disfrutando de la suave
sensación de su cabello.
—¿Quieres sostenerlo? —le preguntó Andrea.
Por toda respuesta, Tigre deslizó las manos alrededor del cuerpo de Kenny y
lo levantó. Kenny sonrió, reconociendo el toque de Tiger. Acunó a Kenny contra
su pecho, sosteniéndolo con firmeza en la palma de la mano.
Capítulo 16
* *
Walker era el único humano que Tiger había conocido hasta ahora que no
apartaba la mirada. Excepto Carly, por supuesto. Ella le miraba de frente, sin
miedo, sin sumisión.
—Estamos en el mismo lado —dijo Walker a Tiger, sosteniendo su mirada,
ignorando la declaración de Tiger sobre el nombre—. Estamos tratando de
averiguar quién eres, de dónde vienes y por qué puedes hacer lo que haces.
Deberías estar muerto, pero estás caminando. Ni siquiera te duele.
No, Walker estaba equivocado sobre el dolor. El dolor de Tiger había sido
inmenso y todavía estaba dolorido. Estar con Carly ayudó, pero la curación no
fue instantánea.
—¿Por qué quieres saber quién soy? —preguntó Tiger—. No soy nadie. Vivo
con Liam y ayudo a Connor a arreglar coches de los cambiantes.
—No eres nadie. Eres diferente. Y quiero decir más que ser el único tigre
Bengala de por aquí.
Tiger se enderezó en su silla, le gustaba que Carly estuviera tan cerca. Su
presencia, su olor, la sensación persistente de estar dentro de ella, le daba
fuerzas.
—Cuando averigües todo sobre mí, ¿qué vas a hacer?
Walker se encogió de hombros.
—No lo sé. Lo que mi comandante y la Oficina Cambiante decidan.
—Eso no suena bien —dijo Carly.
—Te van a estudiar, probablemente —dijo Walker—. Descubrir lo que te hace
diferente.
—Sigue sin sonar bien. —La indignación de Carly tocó a Tiger con un olor a
humo de leña.
—Necesitamos a Liam. —Espetó Ronan desde el otro lado de la mesa—. No
me gusta esto.
A Tiger tampoco le gustaba. Su corazón latía más rápido, provocaba un
hormigueo de miedo a través de su cuerpo, a pesar de que no dejó asomar
ninguna molestia.
—Experimentarían conmigo.
—Tal vez —dijo Walker—. No es mi decisión.
Carly se tensó detrás de Tiger, el olor a humo de leña se agudizó con ira.
—¿Qué quieres decir tal vez? –exigió—. No se hacen experimentos con una
persona. Eso es raro, y equivocado.
—Como he dicho, no es mi decisión.
—Entonces, ¿de quien es la decisión? —preguntó Tiger.
—Mi oficial al mando. O el jefe de la Oficina Cambiante. No lo sé. No estoy
tan alto en la cadena alimentaria.
Carly se inclinó hacia delante, apoyando el brazo sobre la mesa. Tocó a Tiger,
el calor calmó su miedo otra vez.
—Apuesto a que estás más alto de lo que insinúas –dijo.
Tiger sabía que ella tenía razón. Walker estaba jugando al novato, fingiendo
que sólo sabía lo que le habían dicho, revelando cosas no esenciales que los
cambiantes podrían haber averiguado sin mucho esfuerzo. Tiger estaba dispuesto
a apostar que Liam ya sabía más de lo que Walker había dicho.
No les había mentido, cualquier cambiante lo habría detectado. Pero no había
dicho todo lo que podía.
Tiger no estaba seguro de qué hacer ahora. Había sido criado para luchar, no
para interrogar prisioneros o idear estrategias. Cada prueba en él había sido
sobre fuerza, resistencia, no resolución de problemas.
—Averígualo —dijo.
Walker parpadeó, su expresión en blanco, finalmente se rompió.
—¿Disculpa?
—Vuelve y averigua lo que quieren hacer, y por qué, y luego cuéntamelo.
Ronan gruñó.
—¿De qué estás hablando, Tiger? Si le dejamos irse, volverá a la Oficina e
informará de esta pequeña aventura, sobre todo la parte de estar encadenado a la
pared. No necesito que policías humanos me arresten y enreden con mi familia,
ni para el caso que vengan a Shiftertown.
—No vendrán —dijo Tiger—. Walker se asegurará de ello, porque está
interesado en mí por sus propias razones. Informó sobre mí a su oficina porque
quería que averiguaran cosas sobre mí, pero tiene miedo de que lo líen y traten
de matarme. Está enfadado con ellos por eso, pero aún así sigue sintiendo
curiosidad por mí. Yo también. Quiero saber lo que ellos saben, y también
Walker.
Tiger sentía sus miradas, la de Carly, Ronan, Rebecca y Elizabeth. Ronan se
aclaró la garganta.
—¿Qué, ahora lees mentes?
—Olor –dijo Tiger—. Lo que ha dicho con sus palabras y lo que ha dicho con
su olor son dos cosas diferentes.
—Mierda —dijo Walker en voz baja—. Recuérdame tomar una ducha antes de
hablar contigo otra vez.
—Sí, yo también he leído su olor —dijo Ronan a Tiger—. Pero no he captado
todo eso o averiguado lo que no ha dicho.
—Quiere saber sobre mí –dijo Tiger—. Y quiere usarme, tal vez, pero no por
una mala razón.
Rebecca dijo:
—Eh. ¿Sabes todo eso a través del olor? Todo lo que yo capto es que está
nervioso, siente mucha curiosidad sobre Tiger, y se pregunta cómo sería
acostarse conmigo.
Walker se puso rojo como un tomate y Ronan rugió:
—Becks, ¿puedes enfriarte? Te lo juro, tenemos que emparejarte. Has
rechazado, como qué ¿veinte reclamaciones?
—No he conocido a nadie que me revuelva el cigüeñal. No es suficiente para
permanecer con él durante el resto de mi vida de todos modos. —Rebecca sonrió
a Walker—. Los cambiantes viven largas vidas. Sólo tengo cien años.
Walker se estaba sintiendo más y más incómodo. Tiger leyó su deseo por
Rebecca alto y claro. No tenía que ser un súper cambiante para ello.
—Hazme una promesa —dijo Tiger a Walker—. Vuelve a tu Oficina
Cambiante. Descubre lo que saben sobre mí, y comparte la información sólo
conmigo. A cambio, te diré lo que sé de mí mismo.
Ronan soltó otro gruñido, éste más fuerte.
—No. Nosotros esperamos a Liam.
Por toda respuesta Tiger se estiró y rompió la cadena que sujetaba a Walker a
la pared, luego abrió las esposas de la muñeca de Walker.
Ronan se puso de pie.
—Maldita sea, Tiger. ¿Qué haces? ¿Y tenías que romper la cadena? La
necesitamos para Scott.
Carly recogió el extremo de la cadena y examinó el lugar donde Tiger la había
arrancado.
—Joder, ¿quién es Scott, y por qué demonios tienes que encadenarlo a la
pared?
—Scott está pasando por su Transición —contestó Elizabeth, como si
encadenar gente fuera algo normal en su casa—. Cuando sus instintos de lucha
empeoran, tenemos que contenerlo. Es eso o reemplazar los muebles todos los
días. Y a Scott le preocupa hacer daño a Coby.
Abrazó al niño, que ya se estaba despertando. Coby miró a su alrededor con
los ojos marrones desenfocados, vio un montón de personas en su casa, abrió la
boca y dejó escapar un grito molesto.
El sonido fue directamente al cerebro de Tiger y agitó un instinto básico y
primitivo. Ronan y él se movieron al mismo tiempo pero Elizabeth dijo:
—Está bien. Sólo tiene hambre. Y quiere atención. ¿Verdad, hombrecito?
Tiger alcanzó a Coby antes que Ronan, y Elizabeth se lo entregó. Cuando
Tiger levantó al niño, Coby calmó el rostro, dejó de llorar y dio un par de
patadas felices en el aire.
—Me encanta cómo Tiger puede hacer eso —dijo Elizabeth—. Es como
magia.
Tiger acarició la frente de Coby, luego se lo devolvió a su madre.
—Debería ver a Scott –dijo—. Asegurarme que está bien.
Se dirigió a la cocina, donde sabía que permanecían los tres cachorros
adoptivos de Ronan, escuchando a los adultos. Detrás de él, Ronan dijo:
—Walker se ha ido.
Tiger se detuvo en la puerta de la cocina, pero ya había sabido que Walker
había hecho uso de la ventana abierta para escapar.
—Volverá —dijo Tiger.
—Mierda, Tiger –gruñó Ronan, su temperamento de oso desencadenándose—.
¿Por qué me haces esto? Liam me va a desollar vivo. Voy a terminar como una
alfombra de oso en su sala.
—Walker volverá –repitió Tiger, sabiendo que tenía razón. Se dirigió a la
cocina.
Scott, un cambiante oso negro de unos treinta años, cuyo cambio de cachorro
a macho adulto le estaba volviendo loco, sonrió a Tiger y levantó la mano. Tiger,
que había aprendido a chocar los cinco con Scott y Connor, golpeó la palma de
la mano y luego la agarró con fuerza.
Cherie, el cachorro hembra que tenía unos veintiuno según los humanos, le dio
un abrazo impulsivo. Olaf, que había cambiado a su forma de niño de diez años
y se había puesto pantalones cortos, camiseta y zapatillas de deporte, arrojó sus
brazos alrededor de la pierna de Tiger.
Tiger sintió Carly detrás de él. Ella lo miraba con asombro en su rostro, la
sorpresa por su camaradería con los cachorros venía a través de su olor, pero su
sonrisa calentaba su mundo.
* *
—Hoy voy a ir a trabajar —dijo Carly mientras volvían a la casa de Liam—.
Es sábado, tenemos una gran cantidad de turistas, no resulté herida en el
accidente, y necesito el cheque de la paga.
—Es demasiado peligroso —dijo Tiger. Sostenía su mano de nuevo, y de
nuevo los otros cambiantes miraban con cautela. Carly les devolvió la mirada en
ellos y apretó la mano de Tiger.
—Es una pena –dijo a Tiger—. Voy a ir.
—Entonces voy contigo.
Carly imaginó al Tiger gigante de pie en la galería mientras los turistas ricos
paseaban a su alrededor, intentando mirar pinturas alrededor de él. No encajaría
allí, entre las personas delgadas que compraban arte con tanta naturalidad como
compraban postales.
O tal vez sí. Tiger tenía la fuerza bruta y la belleza salvaje que era la materia
del arte.
—Me parece bien —dijo Carly—. Pero yo me voy.
Esperaba que Tiger discutiera más, pero no dijo nada mientras caminaban
unidos de la mano, a la luz del sol.
Llegaron de vuelta a la casa Morrissey para encontrar a Liam y Spike saliendo
cansados de una pequeña camioneta. Spike levantó una mano en saludo a Tiger,
pero no dijo nada mientras se volvía y corría calle abajo.
Liam dio una mirada aguda a Tiger y les indicó que lo siguieran a la casa.
Sean y Andrea se habían ido, pero Connor estaba allí, limpiando los
mostradores de la cocina con un gran paño azul.
—Me encanta las tortitas de Sean —dijo Connor cuando entraron—. Pero
maldición, mancha mucho.
Liam lo miró, pero mantuvo el ceño fruncido en su rostro, su mirada volvía a
Carly y Tiger. Dondequiera que hubiera ido, había salido de Shiftertown y había
regresado de mal humor.
—Bueno, tengo que irme —dijo Carly en la tensión—. No te preocupes por
mí. Tiger viene conmigo para mantenerme a salvo.
—No. —La palabra de Liam era plana, final—. Tiger no sale de Shiftertown.
Tiger aumentó la presión sobre la mano de Carly.
—Entonces Carly se queda.
—Oh, no, no lo hace —dijo Carly—. Tengo un millón de cosas que hacer. No
sólo tengo que trabajar, tengo que empezar a desempacar mis cosas otra vez, y
explicar a todos por qué terminó mi compromiso, eso va a ser muy humillante.
Mi coche está destrozado y tengo que conseguir uno nuevo, por no mencionar
hablar con mi compañía de seguros. Dudo que la Oficina Cambiante vaya a
presentarse y admitir que destruyeron deliberadamente mi coche, y paguen los
daños. Además, voy a tener que hacer frente a Ethan y lo que vaya a lanzarme
encima. Un día completo. No puedo hacerlo sentada aquí.
—Entonces voy contigo —declaró Tiger.
La mirada que Liam disparó a Tiger hizo que las siguientes palabras de Carly
murieran en sus labios. Antes de esto, cada vez que Liam había inmovilizado a
Tiger, su mirada había sido estable y fuerte, la mirada de un hombre con el que
nadie se metía. Pero esta mirada contenía profunda rabia.
Los ojos de Liam cambiaron del azul pecaminoso a un plata casi opaco, y
adoptó la quietud que Carly se había observado en los cambiantes. En un
instante, Liam cambió de un hombre cansado del viaje a un enemigo peligroso
listo para atacar.
Tiger gruñó en respuesta. El mismo gruñido que había sacudido la casa de
Ethan fluyó de la garganta de Tiger, las ventanas de la cocina sonaron. Connor
levantó la vista, los ojos muy abiertos.
El rostro de Liam se alargó hasta convertirse en el morro de un león, el cabello
de la cabeza fluyó a una melena negra formidable. Tiger mantuvo sus manos
apretadas, pero no cambiaron, su gruñido bajo siguió y siguió.
El gruñido de Tiger se emparejó con el de Liam, ambos se mezclaron y
vibraron en el aire. Connor trató de aplastarse contra el mostrador, como si
temiese que se volvieran hacia él y lo vieran, débil y vulnerable, y golpearan.
Otro gruñido sonó en la puerta de atrás. Dylan estaba de pie en la abertura,
todavía en forma humana, pero sus ojos eran del mismo color que los de Liam.
Carly dio un paso atrás, y luego otro, y otro, regresando a la puerta de la sala
en silencio y sin detenerse. Entendía cómo se sentía Connor, esperando que esos
cambiantes no se giraran, la vieran y enviaran esa piscina de agresión hacia ella.
Connor se deslizó por el borde de la cocina, de espaldas a la pared, para unirse
a ella. Sus ojos habían adoptado el mismo tono azul blanquecino de los demás,
pero de miedo, no rabia. Cuando Connor llegó donde Carly, la agarró por la
muñeca, la sacó de la cocina, y comenzó a dirigirse hacia la puerta principal.
—Espera —dijo Carly, tratando de detenerse.
Connor sacudió la cabeza.
—Si empiezan a desgarrarse ahí, el mejor lugar para nosotros es no estar ahí.
—Pero en realidad no pueden luchar entre sí, ¿verdad? Los collares les
detendrán. ¿Verdad?
Sus palabras murieron en la incertidumbre cuando Connor la miró.
—Carly, eres ingenua. Mi abuelo es un asesino. También Tiger y los collares
no cambian eso. ¿Sabes lo que está pasando ahí? Liam está tratando de hacer que
Tiger retroceda y le obedezca, pero Tiger está diciendo que no lo hará. Dylan
vino porque intuía que Tiger estaba rompiendo el control de Liam. Liam en
realidad nunca ha sido capaz de controlar a Tiger, y ha sido aún más difícil desde
que Tiger te conoció.
A Carly se le secó la boca.
—Oh, por supuesto, cúlpame a mí de esto.
—No, no es culpa tuya. Tiger ha decidido que eres su compañera, y eso lo
hace más fuerte que nunca. Los cambiantes harán cualquier cosa para proteger a
sus compañeras, incluyendo desafiar a sus líderes si tienen que hacerlo. Y no
creo que Tiger haya reconocido jamás a Liam como su líder. Creo que ha estado
obedeciendo a Liam por ser agradable.
—Pero nunca dije que sería su compañera —dijo Carly, con la garganta
apretada—. Ni siquiera estamos saliendo. Anoche fue... —Se interrumpió, su
cara se calentó—. Habíamos estado heridos y asustados, y estábamos celebrando
estar vivos.
—No en la mente de Tiger Está convencido de que estáis destinados a estar
juntos… para siempre. Probablemente está reaccionando de esta manera porque
su compañera murió, y también su cachorro. Los investigadores les arrojaron
juntos, y luego los separaron, ni siquiera le dejaron despedirse adecuadamente
cuando murieron. Apuesto que por eso se aferra a ti, tiene miedo de que vuelva a
suceder.
—Ya sé lo de su compañera. Me lo contó, el pobre.
Ellos observaron a través de la puerta abierta de la cocina, donde el "pobre" se
enfrentaba a Dylan y Liam, sus poderosas manos cerradas en puños, el gruñido
todavía en marcha. Ningún rastro de chispas en ningún collar, ninguna señal de
dolor. Sólo cambiantes enfrentándose, la violencia flotaba en el aire.
—¿Que puedo hacer? —preguntó Carly, entrelazando sus dedos de la
preocupación—. Tiene que haber algo.
—Podrías rechazar la reclamación —dijo Connor—. Si le dices a Tiger que ya
no está obligado a protegerte, podría calmarse.
—¿Podría calmarse?
—Eso es todo lo que tengo.
Carly respiró.
—Está bien. ¿Qué hago?
* *
Dylan iba a matarlo. Tiger lo olió sin lugar a dudas. Al ex líder de Shiftertown
se le había agotado la paciencia, y ahora estaba aquí para proteger a su hijo.
Para Dylan, Tiger era un peligro, una aberración. Ellos podían matarlo, que Sean
enviara su cuerpo al polvo, luego que piratearan las bases de datos humanos de
nuevo y borraran su presencia. Ningún problema.
Tiger sentía que Liam lo sentiría, pero se sentiría aliviado. Liam nunca había
sabido qué hacer con él, había cuidado de él sólo como un favor a Eric y Iona.
Dylan nunca había sido feliz con Tiger aquí.
—Tiger. —Carly estaba en la cocina de nuevo, con Connor detrás de ella. El
olor de su compañera se enroscó en torno a él, dándole fuerza. Tiger sabía que
podía derrotar tanto a Liam como a Dylan, y protegerla a ella y Connor.
Olió el terror de Carly también, lo que le hizo cambiar de postura ligeramente,
asegurándose de que ni Dylan ni Liam pudieran alcanzarla.
Carly dio un paso más cerca de Tiger. No debería hacer eso, Dylan era
impredecible, y Carly moviéndose era más difícil de proteger.
Tiger estaba tan concentrado en dónde estaba Carly y cómo mantener a los
otros dos machos cambiantes lejos de ella que no estaba preparado cuando Carly
se aclaró la garganta y luego dijo en voz alta:
—Tiger, rechazo tu reclamación de compañera.
Capítulo 18
* *
Tiger vio la llamarada de miedo en los ojos de Carly cuando se dio cuenta de
que estaba sola con un cambiante sin collar, nada para controlarlo, nada para
detenerlo.
Separó los labios mientras alargaba la mano hacia él y rozaba con un dedo la
piel erosionada. Su toque, esa caricia, desató algo dentro de él.
—¿Te lo has quitado? —preguntó con asombro—. Parece que fue doloroso.
—Sí. –No mintió. Quitar el collar falso había dolido, porque Liam había
hecho que se fusionara a la piel de Tiger, para que se pareciera a los reales—.
Pero no tanto como podría haberlo hecho, porque nunca he tenido un collar.
Carly lo miró por un instante, luego frunció el ceño.
—¿De qué estás hablando? Estaba ahí. –Rozó la línea otra vez.
—Era falso. —Divulgación completa, esa era el término que había oído. Si
Carly iba a confiar en él y ayudarle, tenía que darle toda la información que
pudiera. Sin guardarse nada—. Te contaré toda la verdad. Cuando termine, si
quieres que me vaya, lo haré. Nunca me verás de nuevo, y me aseguraré que no
seas molestada por nada de lo que te pedí que hicieras hoy.
Carly abrió los ojos de par en para.
—Creo que es un poco tarde para eso. Sólo he aparcado un coche robado en el
garaje de mis hermanas.
—Me crearon en un laboratorio de investigación en un lugar que los humanos
llaman Área 51 —dijo Tiger, ignorándola y sumergiéndose directamente en ello
—. Estaba tratando de crear cambiantes artificialmente. Los cambiantes nacen de
cambiantes, no son humanos que se convierten porque son mordidos o lo que
sea, como en las películas con las que Connor se ríe. No sé cómo me hicieron,
podrían haber usado ADN cambiantes o sólo animal y humano. Nunca me lo
contaron. Yo fui el vigésimo tercer cambiante que hicieron. Todos los demás
murieron cuando yo todavía era un cachorro.
Le habló de los largos días que había sido dejado solo en su jaula, luego
sacado para que le llenaran de drogas o le dieran descargas eléctricas u otras
cosas, y luego observado para ver cómo reaccionaba. Su reacción por lo general
había sido gritar de agonía. Tiger le habló de los días en que le habían
encadenado a una cinta de correr y le habían hecho correr durante cuarenta y
ocho horas sin interrupción. Le habían matado de hambre y le habían forzado a
alimentarse para ver lo que podía soportar, luego le metían en un escenario de
interrogación, le torturaban cuando no podía responder a sus preguntas.
Carly lo miraba con sus bellos ojos verdes mientras reveló el horror con su
voz plana. Le dejaron ver a su cachorro una vez, contó, antes de que se lo
llevaran. Cuando había pedido ver a su hijo de nuevo, cuando les rogó, le dijeron
que el cachorro había muerto. El dolor había sido peor que cualquier tortura que
jamás pudieran inventar.
Tigre habló hasta que su voz se volvió ronca, él, que rara vez decía muchas
frases juntas.
—Walker dijo que cuando Eric destruyó el edificio del Área 51, fue
investigado, y los investigadores encontraron archivos y notas que no se
quemaron. Al principio pensaron que había muerto, ya fuera en los experimentos
o en la explosión, pero Walker mantuvo un ojo vigilante. Cuando averiguó que
había un nuevo cambiante en Austin, que salió de la nada, empezó a vigilarme.
Hoy me contó que la Oficina Cambiante quiere empezar la investigación de
nuevo, oficialmente. El Área 51 estaba tratando de crear soldados cambiantes,
fuera de los libros. La Oficina Cambiante quiere ver si el proyecto sigue siendo
viable, si pueden crear cambiantes que serán soldados controlados, usándome
como prototipo.
Carly se había ido muy quieta, con la mirada fija en él en estado de shock ante
lo que le estaba contando. Ahora la rabia llameó en sus ojos.
—Dios mío. Supongo que no te están preguntando que te presentes voluntario.
Tigre se encogió de hombros.
—Oficialmente, yo no existo. No soy un cambiante con collar registrado. Los
cambiantes salvajes, sin collar pueden ser legalmente cazados y asesinados.
Ella plantó sus puños sobre la encimera.
—Eso son gilipolleces.
—Como sujeto de investigación, soy perfecto, porque no importa si muero.
—Importa, maldita sea —espetó Carly—. ¿Y Walker te contó todo esto? ¿Por
qué, porque fuiste amable y le soltaste?
—No le gusta en que se ha convertido la idea. La Oficina Cambiante envió a
un soldado para destruir el coche y dispararme como parte del experimento. La
misión arriesgó civiles y a Walker no le gusta eso.
—Qué dulce por su parte. Bueno, considérame en riesgo. Y a Ellison. Y te
dispararon a sangre fría. ¿Por qué no te cogieron y te llevaron con ellos entonces,
si querían ver lo que sucedería?
—Pensaron que podían cogerme en cualquier momento que quisieran y no
querían pagar por la atención médica.
—¿Deja que los cambiantes paguen la factura y pasen el tiempo cuidando de ti
mientras que la Oficina Cambiante se sienta y observa?
—Pero ahora están listos para llevarme. Estoy bastante seguro que Liam les
dejará y no les daré la oportunidad.
—¿Por qué Liam dejaría que ellos te llevaran? —preguntó Carly—. Parece
bastante protector de los cambiantes, al menos por lo que he visto.
—Los otros líderes cambiantes quieren ponerme un collar de verdad. O
matarme. La elección es de Liam. Excepto que él me dijo que tomara yo la
decisión. Podría ver entregarme a la Oficina Cambiante y a su equipo especial
como una forma de librarse del problema.
Carly parpadeó.
—¿Liam te dijo que eligieras entre ponerte un collar o dejar que te mate?
¿Qué demonios?
—El trabajo de Liam como líder de Shiftertown es proteger a todos los
cambiantes. Yo soy una amenaza, un peligro para los que viven en su
Shiftertown. Él tiene que contener el peligro de cualquier forma que pueda.
—Tiger. —Carly apuntó una uña pulida a su cara—. Ni siquiera te sientes ahí
y me digas que tiene razón. Si se supone que Liam debe proteger a todos los
cambiantes, eso significa a todos los cambiantes. Individualmente. A ti, como
todos los demás. Nada de la mierda de la necesidad de muchos.
Era tan hermosa, sus ojos brillantes, su cara de color rosa por la ira y la
indignación. Carly estaba enojado por él, con Liam y la Oficina, no con él.
Cuando Walker le había llamado y le dijo que la Oficina Cambiante quería
empezar a experimentar con él de nuevo, sus instintos le habían dicho que
corriera y nunca dejara de correr. Podría haber desaparecido simplemente,
usando su increíble capacidad para sobrevivir.
Pero Tiger tenía una compañera ahora. No podía irse y nunca ver a Carly de
nuevo. Sabía que corría el riesgo de exposición y captura al llamarla y venir aquí
con ella, pero la necesitaba. Necesitaba respirar su olor, tocar su piel, aunque
sólo fuera por última vez.
Carly dio la vuelta al mostrador y se apoyó junto a él. La postura empujó sus
pechos hacia él a través de su fino vestido y le lavó en su olor.
—¿Entonces, que vamos a hacer? –preguntó—. No puedes volver a
Shiftertown, obviamente, es por eso que me hiciste darle esquinazo a Spike y
Connor. Apuesto a que el tipo que te disparó ya andará detrás de ti.
—La Oficina no sabe que me he ido. Walker se reunió conmigo en el borde de
Shiftertown y me llevó a dar un paseo hasta la mitad de camino del lugar donde
me reuní contigo y me dijo que desapareciera. No le dije que iba a llamarte.
—Me alegro de que lo hicieras. —Carly se inclinó hacia él y deslizó los
brazos alrededor de los hombros de Tiger, su calor calmó la agitación interior—.
Deberíamos estar seguros aquí por un tiempo, pero al final empezarán a buscar a
mis amigos y parientes. Tendré que sacar algo de dinero si vamos a ponernos en
marcha, porque las tarjetas de crédito son fácilmente rastreables. Y tenemos que
conseguir un coche diferente. Ese no aguantará cincuenta kilómetros. Apuesto a
que el tipo dejó las llaves puestas con la esperanza de que lo robaran.
Ella quería ir con él. Tigre se quedó sentado aturdido cuando se dio cuenta de
que Carly estaba planeando con calma cómo podrían escapar de Austin.
Pero el hecho cruel era que Tiger podía moverse más rápido y más lejos sin
ella, podría cubrir sus huellas de formas que ella no podía imaginar.
Sobreviviría, pero tendría que hacerlo solo.
Solo. Sin su compañera. O su cachorro.
Tiger tocó los labios de Carly.
—Eres mi compañera. Siempre lo serás y ninguna otra. Pero tú te quedarás
aquí a salvo y yo me iré. Una vez que me haya ido, y sepan que no sabes dónde
estoy, te dejarán en paz.
—No. —Carly se apartó de él, levantándose y alejando su calor—. No vas a
huir sin mí.
—Te mantengo a salvo —dijo Tiger agarrando su muñeca con su mano grande
—. Puedo correr durante días sin parar, puedo vivir durante días sin comer y
dormir. Tú no puedes.
—Pero no puedes correr para siempre —dijo Carly—. Lo mejor que puedes
hacer es ocultarte a plena vista. Mientras yo pueda conseguir dinero en efectivo
antes de que nos vayamos, podemos ir a cualquier lugar de México. Siempre he
querido un viaje a Mazatlán, o Cabo. Una vez que tu cuello sane, si ocultas tu
cabello o te lo tiñes, encajaremos. Una joven pareja en una casa de vacaciones en
una playa de Baja. A mí me suena bien.
—¿Es tan fácil de salir del país? —preguntó Tiger. Se mostró escéptico. Había
papeles y tarjetas para los humanos, y a los cambiantes se les prohibían los
viajes internacionales.
—No prestan mucha atención a una mujer joven que va a hacer compras en
cada bazar en una ciudad fronteriza, o a comprar bikinis en Baja. Tú, señor
Sigiloso, puedes ir a través del terreno cuando nos acerquemos lo suficiente a la
frontera, yo te recogeré al otro lado. Una vez que estemos instalados en Cabo,
estoy segura de que encontraré alguna persona emprendedora para que me haga
una nueva identidad.
—Nunca podrías volver —dijo Tiger—. O ver a tu familia. Sacar a un
cambiante del país es ilegal. Serías arrestada, tal vez mandada a prisión.
Tiger vio la indecisión de Carly cuando mencionó a su familia. La esperanza
que había parpadeado dentro de él por unos momentos se marchitó y murió.
—No estaría sacándote –dijo Carly—. Reunirme contigo en un país diferente
es diferente.
Tiger sacudió la cabeza.
—Demasiado arriesgado para ti.
Y para su cachorro.
Carly se enderezó y apoyó las manos en las caderas.
—Ahora, escúchame, Tiger. No voy a dejar que te vayas.
—Te atesoro. —Tiger miró a los ojos de Carly—. Si el mundo cambia, si
liberan a los cambiantes, entonces volveré. Siempre voy a volver a por ti, mi
compañera. No importa cuanto tarde.
* *
Maldito sea. Tigre se sentó allí mirándola con esos hermosos ojos, diciéndole
que se iba.
No podía irse. Acababa de encontrarlo.
Carly recordó el día que se dio cuenta que su padre nunca iba a volver. El
dolor, como una patada en el estómago, la había aplastado durante semanas.
Había ido a la escuela en un sueño, casi sin poder hablar con nadie, sin poder
estudiar o concentrarse en la tarea. Había empezado a suspender, había hecho
cosas peores; entonces había llegado el asesoramiento.
Carly había luchado durante años antes de descubrir la manera de seguir
viviendo, cómo empujar la rabia y el dolor a la parte posterior de su mente para
poder prestar atención a lo que estaba frente a ella.
—Mi padre nos abandonó cuando éramos niñas —dijo con voz dura—.
Abandonó a mi madre y cuatro hijas adolescentes que no tenían dinero y sí una
montaña de deudas. Sólo se fue.
Tiger no dijo nada. Sus ojos dorados estaban fijos en ella, la mano alrededor
de su muñeca era cálida. Pero seguía yéndose.
—Estuve de acuerdo en casarme con Ethan porque pensé que él era seguro –
continuó Carly—. No era para nada como mi padre. Ethan no era un bebedor
salvaje o un jugador, traía a casa un cheque de pago, era propietario de una casa,
no tenía deudas, y sabía que nunca se iría y me dejaría para solucionar sus
problemas. Ethan se enorgullece de ser el señor Responsable. Tenía razón sobre
todo eso, pero estaba equivocado acerca de que me respetara o realmente le
importara.
Carly se inclinó hacia Tiger, su respiración era rápida.
—Entonces te encontré. Y me di cuenta de que toda mi vida había estado
buscando seguridad. Un buen trabajo, un buen lugar para vivir, amigos en los
que confiar, el marido correcto… cualquier cosa para evitar esa sensación de
caer sin nada que me sujete.
—Pero no soy seguro —dijo Tiger—. No hay nada en mí seguro.
—Lo sé. —Carly se echó a reír, pero de una manera loca, sin encontrar nada
gracioso—. Y zas, me di cuenta de que la seguridad no debía ser lo más
importante en mi vida. –Le pinchó el pecho—. Me haces querer ser salvaje,
correr riesgos y agarrar la felicidad, mientras la tengo. Con Ethan estaba
contenta, y lo admito, un poco engreída. Pero contigo, estoy caliente y feliz,
excitada cada vez que te veo o escucho tu voz. Entras en una habitación, y me
alegro. Cuando desperté contigo esta mañana, sabía que era la mejor mañana de
mi vida. Quiero más mañanas como esa, y quiero que cada una sea incluso mejor
que la anterior. Perdí a mi padre, he perdido la seguridad del matrimonio con
Ethan, y por alrededor de la tercera vez esta semana, probablemente he perdido
mi trabajo. Por encima de todo, te aseguro que no quiero perderte.
Tiger la observó con la estrecha mirada de un depredador. Su pelo atigrado era
un desastre, el rostro sin afeitar y todavía marcado con algunas contusiones del
accidente. Su camiseta negra debajo de la camisa de franela estaba marcado por
el sudor, los brazos, expuestos por las mangas arremangadas, los músculos
marcados y espolvoreados con vello dorado.
No era para nada el hombre de corte limpio y perfectamente preparado con los
que se suponía que se citaba y luego se casaba.
—Nunca estarás a salvo si te quedas conmigo —dijo Tiger.
—Y yo digo que se joda. —Carly se sacudió de su mano, sólo para dejarse
caer en su regazo—. No voy a vivir mi aburrida vida segura preguntándome que
te pasó, preguntándome qué me habría pasado si te hubiera agarrado y me
hubiera aferrado a ti con ambas manos. ¿Lo entiendes, Tiger? Te deseo.
Tiger se quedó mirándola. Todo lo que estaba pensando o sintiendo, Carly no
tenía ni idea, pero vio el vacío detrás de sus ojos. Le dolía el corazón por su
historia de tortura y terror, por su vida de no conocer otra cosa que ira y miedo.
Se inclinó para darle un beso. Tenía la intención de que fuera suave, de
mostrarle lo mucho que le importaba, pero tan pronto como sus labios se
tocaron, Tiger deslizó la mano por su nuca y el beso se volvió feroz.
Carly se rindió a su fuerza, dejó que sus brazos tomaran su peso, mientras él
inclinaba su boca sobre la de ella, explorando y saboreando. Pasó los dedos por
la línea donde el collar falso había estado, el borde de la piel ya suavizándose.
La mano de Tiger fue a la parte trasera de su vestido y bajó la cremallera. Las
pequeñas mangas cortas que apenas cubrían los hombros de Carly bajaron
rápidamente, las manos de Tiger calentaron su piel, el vestido flojo.
Carly echó la cabeza hacia atrás cuando Tiger le besó en el cuello y luego bajó
por su garganta con pequeños mordiscos. Apretó la boca debajo del hueco de la
garganta mientras el vestido caía para mostrar sus pechos.
Carly se había puesto un sujetador de encaje y satén de esta mañana, marfil a
juego con el vestido que Yvette le había dado. Había querido estar bonita ese día,
hasta debajo de él. Tiger la hacia sentirse hermosa. Carly, que se consideraba a sí
misma todos labios y ojos, con demasiado curvas abajo y no las suficientes
arriba.
Tiger luchó por abrirle el sujetador, pero Carly estaba feliz de llevar la mano a
la espalda y soltarlo para él. Anoche, habían estado tan locos por hacer el amor
que no habían ido poco a poco, no lo habían saboreado.
Tiger la saboreó ahora. Empujó el cuerpo de Carly hacia arriba para poder
lamerla entre sus pechos, luego inclinó la cabeza hacia atrás para besar su boca
mientras ella le miraba.
—Eres hermosa –dijo—. Mi compañera.
Cuando dijo su compañera, un calor creció en su corazón hasta que casi dolió.
Al mismo tiempo, el calor trajo una oleada de felicidad, como una que nunca
antes había sentido.
Tiger sonrió, lo que hizo que sus ojos se calentaran.
—¿Lo ves? ¿El vínculo de pareja?
Movió los dedos por su esternón, directamente sobre el calor. Cuando Carly lo
miró confundida, sin saber de que estaba hablando, su sonrisa creció.
—No importa –dijo—. Yo puedo verlo. Como hilos de plata que nos unen, de
mi corazón al tuyo. —Trazó el aire entre ellos—. Es como los hilos de la espada
de Sean y Andrea cuando ella sana. Pero mejor. El fae estaba equivocado. Esto
es magia.
Carly seguía sin saber de qué demonios estaba hablando, pero si Tiger sentía
por ella lo que ella sentía por él, bien.
Llevó la mano a su pecho, le gustaba cómo su corazón latía fuerte y duro bajo
sus dedos.
—¿Cómo se comprometen los cambiantes uno al otro? –preguntó—. Los
humanos dicen hasta que la muerte nos separe.
Tiger gruñó.
—No quiero hablar de muerte. Los cambiantes dicen, bajo el sol y la luna, te
reclamo como compañera. Pero no necesitamos decir nada.
—Quiero. Me gustan las promesas. ¿Qué se supone que dice en respuesta la
mujer cambiante?
—Que ella acepta la reclamación, bajo el Padre Dios y la madre Diosa. Pero
los cambiantes quieren que la reclamación se haga ante testigos.
—Yo seré testigo. —Carly sonrió mientras le tocaba la cara—. Tiger, te acepto
como compañero.
Carly pensó que Tiger le gruñiría otra vez que no era necesario decir nada, los
hombres siempre se sentían avergonzados por los rituales, pero su sonrisa se
extendió.
—Sí —dijo, su mirada una de triunfo completo—. Sí. Mi compañera. Mi
compañera.
Tiger levantó a Carly del taburete con él, besos cayeron como fuego en el
cuello, los pechos, sobre su corazón. Le lamió el pezón, lo saboreó y tiró de la
punta.
Carly le pasó la mano por el pelo, adoraba la sensación sedosa. Los mechones
negros eran más suaves que los naranjas, observó distraídamente. El resto de ella
su centró en el fuego de su boca, el tirón de sus dientes. Dulzura.
El aliento de Tiger era caliente sobre su piel, su propia temperatura corporal
más caliente que la de un humano. Era un hombre extraño y exótico, la tocaba
con tanta habilidad mientras la acariciaba y lamía que la volvía loca por más.
—Arriba –murmuró—. Debemos ir arriba.
—Aún no.
Tiger la levantó mientras se levantaba y la sentó sobre la encimera. Colocó las
manos a ambos lados de ella, encerrándola, su boca por toda su piel expuesta.
Hacía dos días, Carly no había querido acercarse a los mostradores de cocina o
incluso pensar en lo que podría hacerse en ellos. Hoy, envolvió las piernas
alrededor de Tiger, tirando de él hacia ella.
Apartó la camisa de franela de sus hombros, no sabía cómo podía vestir
franela con este calor, pero era Tiger. La camiseta después. Carly disfrutó
subiéndola por su torso apretado, hasta que él se la quitó por la cabeza con
impaciencia.
Tenía un cuerpo muy bonito. Firme, musculoso, bronceado, como bronce
líquido sobre una escultura de proporciones perfectas. Carly pasó las manos por
encima de él, vio que las cicatrices de bala habían disminuido aún más en el
transcurso del día. Pronto su piel estaría entera y tersa de nuevo.
A menos que la Oficina Cambiante se lo llevara, o los cambiantes decidieron
matarlo y obligarle a ponerse ese estúpido collar.
Idiotas. Si el collar que había estado usando era falso y aún así, no había
matado a Walker y al asesino, por no hablar de Ethan, entonces, evidentemente,
Tiger no necesitaba la maldita cosa.
No era el collar lo que hacía que Tiger fuera cuidadoso cuando sostenía
cachorros o fuera cuidadoso con ella. Era Tiger.
Pasó los dedos alrededor por la línea ya sanando donde había estado el collar
falso. Tiger miró a los ojos de Carly, el deseo en ellos crudo.
Carly abrió el botón de sus vaqueros. Tiger gruñó bajo en su garganta, cogió el
vestido en sus manos, y se lo quitó por encima de la cabeza. Carly bajó la
cremallera, encontrando detrás unos boxers de seda roja con corazones negros.
Carly le bajó los vaqueros por las caderas, riendo.
—¿De dónde has sacado estos?
—Glory. De la tienda de Elizabeth. —Tiger volvió a besarla, dejando que ella
riera contra su boca—. Connor dijo que era una broma, pero no tenía nada más
que ponerme.
Capítulo 21
Carly profirió un suave sonido de placer, con los ojos medio cerrados. Estaba
estrecha, se aferraba a él y los pensamientos de Tiger se convirtieron en
incoherentes. Todo lo que conocía era a Carly, su calor, su cuerpo flexible en sus
brazos, los hilos del vínculo que se estiraban desde su corazón al de ella.
Esos hilos nunca podrían ser cortados. No importaba cuanto se alejara de ella,
el vínculo estaría allí, invisible, mágico, irrompible.
Carly gritó, y Tiger se deslizó lo que quedaba en su interior. Ella se echó hacia
atrás, y Tiger le levantó las caderas, estabilizándola sobre su dureza. Ella estaba
resbaladiza, le tomaba, le apretaba y Tiger se perdió en la sensación.
Movió las caderas, comenzó el ritmo adelante y atrás que se sentía tan
increíble. Carly se aferró a sus muñecas, su mirada clavada en él, su cuerpo
meciéndose con el suyo. Ella gritó su nombre, el sonido resonó en la gran
cocina, se envolvió alrededor de él como la magia del vínculo de pareja.
Aquí era donde tenía que estar, en el interior de esta mujer, donde todo era
belleza y salvajismo. Y el hogar.
Tiger empujó en ella, llenándola hasta el final, Carly abrió los ojos de par en
par. Tiró de él hacia ella con sus pies enfundados en sus zapatos de tacón alto, el
sexo crudo y feroz. A Tiger le encantó, la amaba.
Te necesito. Te amo. Tiger comenzó el ritmo de nuevo, más rápido, más
rápido, el sonido de los cuerpos era excitante. Carly clavó los dedos en sus
muñecas, sus tacones de aguja presionaban contra su trasero.
Tiger gritó su nombre, fuego al rojo vivo le atravesó. Estar con su compañera,
sentirse así le hacía saber que este era el momento más precioso que jamás
podría tener durante el resto de su vida.
Debajo de él, Carly latía y se balanceaba, consumida en el placer. Ella rió
salvajemente mientras encontraba su liberación, se levantó para envolverle en
sus brazos y aferrarse a él.
Juntos, entrelazado, emparejados. Tiger la abrazó, ambos sin aliento, y la besó.
* *
* *
Carly estaba caliente en las habitaciones de sus hermanas, depositando besos
suaves sobre el pecho desnudo de Tiger.
Él estaba despierto, tumbado de espaldas con las manos detrás de la cabeza, la
luz del sol bailaba sobre el naranja y negro de su cabello. Las sábanas estaban en
el suelo, su única manta la luz del sol.
—Nunca supe que podía sentirse tan bien —dijo Carly.
—Yo tampoco. —Las palabras retumbaron en el pecho de Tiger, con asombro.
Carly trazó perezosos círculos sobre su pecho, sus dedos encontraron y tiraron
de su pezón plano.
—Te he conocido apenas hace unos días. Y ahora no puedo imaginar cómo he
vivido antes de que entraras en ella.
Tiger entrelazó su mano y la apretó entre los pechos de Carly.
—Sientes el vínculo de compañeros. Es fuerte entre nosotros.
Su mano estaba caliente, el corazón de Carly latió más rápido debajo.
—No sé que es ese vínculo. O la reclamación de compañera, o que tienen que
ver el sol y la luna con ellos. Solo sé que mi mundo se puso del revés cuando te
conocí. Y me alegro de que lo hiciera.
Tiger le acarició entre los pechos con dedos ligeros, luego los estiró, como si
siguiera patrones en el aire que sólo él podía ver.
—Me alegro de que lo hiciéramos en la encimera –dijo ella—. Como un
exorcismo.
Tiger frunció las cejas.
—¿Hmm?
—Ya sabes, porque ahí es donde atrapé a Ethan. —Ethan parecía
insignificante y muy lejos ahora—. Pero a partir de ahora cuando piense en
hacerlo en un mostrador de cocina, voy a recordar lo increíble que fue contigo.
—Bien. —La voz de Tiger contenía un indicio de gruñido—. Sólo debes
pensar en mí.
—Engreído. —Carly sonrió mientras se inclinaba y le besaba los labios. Tiger
se lo devolvió suavemente pero teñida de calor.
Estaba mejorando en lo de besar, aprendiendo a usar los labios y la lengua
para extraer placer de los sentidos. Tiger no había querido dejar de besarla, ni
siquiera para quitarse el resto de su ropa antes de llevar a ella aquí.
Más besos al entrar en la habitación, Tiger la acostó y entró otra vez en su
interior. La había amado de nuevo hasta que ella pensó que iba a perder el
conocimiento por la intensidad, e incluso ahora, él no se veía cansado.
Carly lo adoró, pero también supo, cuando él la miró a los ojos, que se estaba
despidiendo.
Carly bajó la mirada hacia él ahora y le tocó la mejilla.
—No te vayas sin mí —dijo en voz baja—. Acabo de encontrarte, Tiger. No
estoy lista para dejarte ir.
Él tenía esa mirada terca.
—Es más seguro si te quedas.
—A la mierda la seguridad. —Carly se sentó, el cabello le cayó hacia delante
—. Te lo dije, perseguía la seguridad porque pensaba que iba a compensar lo que
mi padre nos hizo. Pero no es así. Sólo significa que tu vida no va a ninguna
parte. Y de todos modos, ya no creo que haya tal cosa como la seguridad. Me
engañaba a mí misma al creer eso, eso es todo.
Él la miró como si no prestara atención a ninguna palabra de las que decía.
—Puedo moverme más rápido sin ti.
—Eso es probablemente cierto. Pero no sabes a dónde ir, o cómo vivir como
un humano. Te delatarás tan pronto como trates de comprar comida o encontrar
un coche o un lugar donde dormir. Y si alguien te ve cambiar a tigre, cielos.
Cada cazador irá tras de ti con una escopeta Claro, puedes expulsar las balas de
tu cuerpo, pero apuesto a que demasiadas balas y estás muerto.
—Cortar mi cabeza probablemente funcionaría también —dijo Tiger, la cara
seria.
—No es gracioso. Me necesitas, y lo sabes.
Tiger movió de nuevo los dedos a través del aire, la mirada en lo que tocaba,
fuese lo que fuera.
—Tengo que protegerte. No protegí a mi compañera antes, o a mi cachorro.
—Por lo que me has dicho, no tuviste la oportunidad. Los investigadores te
encerraron lejos de ellos y no te permitieron verlos. Bueno, no quiero
mantenerme alejada de ti.
El rostro de Tiger se endureció.
—Aquí tienes mucho. Tu familia. Todo eso desaparecerá si escapas conmigo.
—Entiendo los riesgos —dijo Carly con rabia.
—Creo que no lo haces.
La réplica de Carly se interrumpió al oír el ruido de un coche abajo, luego
portazos.
Tiger estaba fuera de la cama en un solo segundo, se acercó a la ventana sin
hacer ruido. Se mantuvo en las sombras, mirando hacia fuera.
—No son los soldados de la Oficina —dijo en voz baja—. O cambiantes.
Carly oía las voces ahora, estridentes y sonrientes y su corazón se hundió.
—Mierda, ¿qué están haciendo en casa ya? Se suponía que no volvían hasta la
próxima semana. Y, mierda, dejamos nuestra ropa en la planta baja.
Se arrastró fuera de la cama, abrió el armario para agarrar la camiseta y
pantalones vaqueros que tenía aquí. Tiger estaba librado a su suerte sin embargo.
—Quédate aquí —le dijo Carly—. Me libraré de esto de alguna manera.
Podemos sacarte más tarde.
Tiger permaneció junto a la ventana, oculto a todos los de abajo. Carly pensó
que parecía melancólico de alguna manera, al ver a sus hermanas mientras
charlaban con sus voces estridentes, su madre respondiendo igual de fuerte.
Carly bajó corriendo las escaleras con los pies descalzos. La escalera se abría
al amplio vestíbulo que daba a la cocina. Llegó al último escalón, lista para
lanzarse y agarrar toda la ropa, cuando sus hermanas y su madre entraron por la
puerta trasera, con las manos llenas de cajas, bolsas y ropa en perchas.
—¿Carly? –Dijo con sorpresa Althea, su hermana mayor—. Espero que ese
pedazo de basura del garaje no sea tu coche. Casi choqué con él.
—No importa el coche —dijo Zoe, la segunda en edad. Agarró una cuchara de
madera del mostrador y la utilizó para levantar los boxers rojos cubiertos con
corazones negros del suelo de la cocina—. ¿De quién son estos? Carly, chica
mala.
Capítulo 22
* *
¿Cómo sucedió que Tiger terminó vestido y sentado en medio del sofá en la
sala de estar, con Althea y Zoe a cada lado de él? Carly no podía recordarlo. El
tiempo parecía zumbar como una mosca contra el cristal.
Althea y Zoe sostenían una gran copa de vino tinto, su madre se había servido
una para ella y Carly mientras limpiaba la cocina y empezaba a preparar la cena.
Janine se sentó a la mesa de la cocina mirando, pero sólo quería agua
embotellada después del largo viaje.
Habían regresado de las compras temprano, dijo la madre de Carly, porque se
quedaron sin dinero. Así eran las hermanas de Carly. Mientras Carly y Janine
habían reaccionado a la deserción de su padre con deseos de tener cuidado,
Althea y Zoe lo habían compensado viviendo lo mejor posible, viajando, yendo
de compras, siendo derrochadoras y generosas. Habían sido mayores, sin
embargo, cuando su padre se había ido, ya planificando su negocio de
decoración juntas tan pronto como terminaran sus estudios de bellas artes. La
vida había sido buena con ellas en lo referente al negocio, les había permitido
comprar esta gran casa y salir de compras siempre que quisieran.
En el amor, sin embargo, no habían tenido suerte. Althea se había casado en la
universidad y se divorció dos años más tarde, diciendo que no quería un marido
que esperaba que renunciara a sus sueños y le esperara en casa. Zoe había tenido
varios novios, ninguno de los cuales había durado mucho. Janine se había casado
felizmente, con el hombre más dulce, Simón, y ahora tenía un hijo que había
heredado la alegre disposición de su padre.
Sin excepción, las hermanas estaban interesadas en Tiger. Él tenía una cerveza
entre sus grandes manos, observaba en silencio, pero no parece infeliz, mientras
Althea y Zoe le acosaban con preguntas.
—Entonces, ¿de dónde eres? De Texas no.
—Nevada —respondió Tiger.
—¿Que parte?
—Alrededor de Las Vegas.
—Oh, eso suena divertido. ¿Qué tal un viaje por carretera hasta allí, Carly?
—Acabas de llegar a casa –le dijo Carly—. Dale un respiro.
Zoe recogió el guante a su otro lado.
—Entonces, ¿cómo os conocisteis Carly y tú?
—Carly me dio un paseo —dijo Tiger.
—Entonces ella realmente te recogió. —Zoe se echó a reír—. Gran trabajo el
tinte en el cabello, por cierto. Yo podría intentarlo. ¿Qué haces para ganarte la
vida?
Tiger la contempló un momento y luego respondió:
—Arreglo coches.
Carly dejó escapar la respiración contenida. Él estaba diciendo la verdad, pero
de una que no la cuestionarían.
—No hiciste muy buen trabajo con el del garaje —dijo Zoe.
—Ese no es mío. Lo hemos tomado prestado.
Althea le miró con confusión.
—Entonces, ¿dónde está tu coche, Carly? ¿Si lo recogiste?
—No lo he recogido hoy —dijo Carly—. Mi coche está destrozado.
—¿Qué? —Las cuatro mujeres chillaron pero no en sincronía. Exigieron saber
que había pasado y Carly tuvo que esperar a que se calmaran antes de darles una
versión truncada de los hechos, incluyendo que Tiger estaba allí cuando atrapó a
Ethan. Les contó que el nombre de nombre de Tiger era Bram, el primer nombre
que le vino a la cabeza por alguna razón.
Carly terminó diciendo que había traído a Tiger hoy aquí, donde pensaba que
tendrían un poco de paz y tranquilidad. Su mirada significativa se encontró con
miradas distraídas.
—Que historia tan romántica –dijo Zoe, suspirando feliz—. Un encuentro
casual, Ethan siendo un bastardo, este tipo asustando a Ethan.
Tiger no le respondió, porque estaba mirando a Janine.
—Tienes un pequeño.
Janine se iluminó, como lo hacía cada vez que alguien mencionaba a su hijo.
—¿Carly te lo ha dicho? Sí, un niño pequeño. Tiene casi dos años.
—Quiero decir que tienes otro pequeño. —Tiger señaló a su abdomen—.
Pronto.
Otro coro de ¿qué? sonó alrededor de la cocina, y a éste se unió Carly. Janine
se sonrojó tan rojo como el vino de Althea.
—¿Como lo has sabido? –Preguntó Janine, tartamudeando un poco—. Estoy
de casi dos meses. Iba a decíroslo a todas, recibí el mensaje cuando estábamos
en el coche, pero quería esperar hasta que nos encontráramos con Simon.
Althea y Zoe abandonaron a Tiger para rodear a Janine con abrazos, besos y
exclamaciones de alegría. La madre de Carly dejó el fregadero, le dio un rápido
abrazo a Carly de camino, y fue donde Janine.
—Felicidades, Janine —dijo Carly, alegre. Otra adición a la familia, otro
sobrino para abrazar. Janine merecía la felicidad.
Carly vio a Tiger observándola. Sabía lo que estaba pasando por su cabeza, si
huía con él, tendría que dejar a sus hermanas y el nuevo bebé de Janine.
Probablemente nunca llegaría a ver al nuevo Randal-Johnson.
El nudo en la garganta era difícil. Carly levantó su copa intacta de vino a los
labios, las lágrimas le picaban los ojos.
—Carly también tiene uno —dijo Tiger.
Las voces de Althea y de Zoe se cortaron con un chasquido. Todos los ojos se
volvieron ahora a Carly.
—Oh, Dios mío —dijo Althea—. ¿De Ethan? Qué lío. Creí que usabas control
de natalidad.
—Lo uso —dijo Carly, su cuerpo entumecido—. No sé de qué está hablando.
Tiger se levantó del sofá y se acercó a Carly, apoyó las manos sobre la
encimera de la cocina y la miró por encima de ella.
—El bebé es mío. Pero está ahí. Sólo tiene un día.
Carly trató de responder, pero su boca no funcionaba. Tiger parecía saber
cosas que era imposible que supiera, así que no se burló de él, no le dijo que
estaba equivocado, que era demasiado pronto para saberlo.
Miró la copa de vino que había levantado y rápidamente la dejó.
—Si eso es cierto, es mejor que dejes el control de la natalidad de inmediato
—dijo Janine—. Podría dañar al bebé, y a ti.
—No estoy… —Carly se detuvo. Ella y Tiger había estado teniendo sexo
salvaje, haciendo el amor con más frecuencia en los últimos dos días de lo que
había hecho con Ethan en más de dos años.
Los espermatozoides cambiantes, especialmente los de Tiger, probablemente
eran más fuertes que los humanos. Incluso si su control de natalidad estaba
destinado a evitar que los óvulos cayeran donde podían ser fertilizados, no se
sorprendería si uno de los espermatozoides del Tiger había encontrado uno y lo
había sacado de su escondite.
Las chicas habían vuelto a hablar con Janine, tal vez pensando que Tiger
estaba bromeando. Carly sabía que no lo estaba. Lágrimas se deslizaron por las
comisuras de los ojos, Tiger se acercó y las limpió.
* *
Walker los recogió en una camioneta azul oscuro que parecía que había
dejado atrás sus mejores años. Su mirada se fijó en Carly cuando Tiger se metió
en el asiento de atrás y atrajo a Carly a su lado.
—No dijiste nada acerca de traerla —dijo Walker.
—Ella no le dio elección —dijo Carly, cerrando la puerta y buscando el
cinturón de seguridad—. ¿Este SUV es tuyo? Si alguien se entera de que estás
ayudando a Tiger, lo buscarán.
—Lo compré hoy —dijo Walker—. Pagado, en metálico. Puedes darme las
gracias después.
—Te las doy ahora. —Carly se apoyó en Tiger—. ¿A dónde vamos?
—Lejos. —Walker puso la camioneta en marcha y se apartó de la acera oscura
donde se había detenido—. Hay agua en la nevera y comida suficiente para un
par de días. Sándwiches, patatas fritas y esas cosas. Imaginé que no recordarías
coger comida.
—Tiger no cogió nada —dijo Carly. Cerró los ojos, feliz por el tiempo de
inactividad.
—No necesito nada —dijo Tiger.
Su pecho retumbó gratamente, y Carly se acurrucó en las vibraciones. Él era
un hombre increíble, un cambiante increíble. Fuerte y, a veces aterrador, pero
había entrado en la tienda para ayudar al empleado sin pensárselo dos veces.
Antes de eso, la había sacado de un coche destrozado, luego impidió que las
balas la alcanzaran. Ella había salido del incidente sin un rasguño.
¿Y su recompensa por ser tan increíble? Gente disparándole y queriendo
ponerle un collar, enjaularle, hacerle pruebas y torturarle.
Bueno, no bajo su vigilancia. Iba a encontrar un lugar donde mantenerlo a
salvo y donde nadie pudiera hacerle daño.
La voz cínica de su interior, la que se mantenía en silencio la mayor parte del
tiempo, le dijo que las cosas no serían tan fáciles. Tiger tenía razón acerca de los
problemas que atraería al irse con él o incluso al ayudarle a escapar. Podría no
volver a ver a su familia.
Carly suprimió ese dardo de dolor. Ayudaría a Tiger, y trataría con el resto de
su vida más tarde.
Walker estaba hablando con Tiger.
—He averiguado que mi comandante ordenó el golpe contra ti. Para ver lo que
harías, y para ver lo bien que sanas. Te dije que me picó la curiosidad cuando leí
sobre los experimentos en el Área 51 y luego encontré un nuevo cambiante.
Informé a mi teniente coronel, porque es su mando, y por desgracia, se interesó.
—¿Por desgracia? —preguntó Carly.
—Porque ve a Tiger como su boleto para una promoción y una salida de la
Oficina Cambiante. Si ha encontrado una nueva arma, una persona que puede
moverse con sigilo y sobrevivir al fuego enemigo, será un héroe. Él es quien
quiere encontrar a Tiger, encarcelarlo y hacerle pruebas, y quiere criar más de él.
—Criar. –La palabra de Tiger contenía ira.
—Sí. Criar. Me has oído.
—Se llevaría a los cachorros. —La rabia en la voz de Tiger era feroz.
—Y la gente te cortaría el cerebro y tal vez te llenaría de agujeros de nuevo
para ver lo rápido que puedes sanar.
—No debe tocar a los cachorros. —Tiger atrajo a Carly más cerca, su brazo
tan fuerte como el hierro.
—Por eso te estoy alejando —dijo Walker—. Me enfrentaré a mi consejo de
guerra como un hombre.
Carly pensó en todo lo que Tiger le había contado que Walker le había dicho.
Cada una de las personas que había conocido quería controlar o utilizar a Tiger
de alguna manera, incluso Liam, al hablar de ponerle un collar de verdad. Y
ahora estaban confiando en que Walker no les estuviera llevando directos a su
comandante.
Tiger no parecía preocupado, sin embargo. Y como Tiger había tenido razón
en casi todo desde que lo conoció, Carly decidió que tendría que confiar en él.
No es que tuviera mucha opción en este momento.
Walker y Tiger se quedaron en silencio mientras conducía por las oscuras
calles de la ciudad. Carly se apoyó en Tiger, agotada y preocupada, pero
calentada por él y su brazo alrededor.
* *
Walker los condujo hacia el oeste por un camino que Tiger nunca había visto.
Cuando llegó a Austin, vino en un avión de carga privado pilotado por un
hombre llamado Marlo, un amigo de los cambiantes del Shiftertown de Las
Vegas.
Volar había sido una experiencia interesante. Tiger había visto montañas
ondulantes debajo de él, luego llanuras seccionadas limpiamente en campos y
círculos precisos de verde que Marlo dijo que provenían de los sistemas de riego
circulares. Zonas que se disolvían en cuadrados de polvo color marrón con
carreteras estrechas que terminaban en puntos. Pozos de petróleo, había dicho
Marlo en respuesta a las preguntas de Tiger, bombeando las venas del oeste de
Texas.
Este paseo los llevó al sur y más al oeste, siempre oeste. Cuando el sol salió
detrás de ellos, estaban en una amplia llanura de nada. Tierra marrón con trozos
de pastos y matorrales de color marrón que se extendían hasta donde Tiger podía
ver, las verdes colinas de Austin y el río muy atrás. El cielo estaba claro por
encima, ni una nube en el mismo, y la temperatura ya estaba subiendo.
A Tiger no le importaba. Miró de horizonte a horizonte, abarcándolo todo.
Amaba ver todo lo nuevo, le encantaba la increíble variedad del mundo.
Carly estaba a su lado, durmiendo, con los pies doblados en el asiento. El
vínculo de compañeros que los conectaba brillaba a la luz del sol. Carly no podía
verlo, pero Tiger sabía que podía sentirlo.
Otro vínculo se extendía entre los dos y la nueva vida dentro de Carly. Tiger
dejó escapar un gruñido de protección. La Oficina Cambiante nunca conseguiría
sus cachorros.
Tiger no dejaría que sus cachorros, los cachorros de nadie, para el caso,
vivieran el infierno que él había pasado. Ni jaulas, ni agujas, ni descargas, ni
experimentos. Podría morir en el intento de salvarlos, pero eso no importaba. Se
aseguraría de que su cachorro viviera y creciera igual que los otros cachorros en
Shiftertown, a salvo, protegido y feliz.
A medida que el sol ascendía, Carly se despertó y se estiró. Le dio a Tiger un
rápido beso en la mejilla, y luego rebuscó en la nevera que Walker había traído y
sacó una botella de agua, gotas de humedad se aferraban a ella. Carly se la
ofreció a Walker y a Tiger, pero ambos declinaron, luego abrió la botella y bebió.
Tiger vio sus labios fruncirse sobre la boca de la botella, su garganta
moviéndose al tragar, los ojos cerrados cuando el agua fría se deslizó sobre su
lengua. Tiger cerró el puño y se obligó a simplemente mirar, no tocar.
Carly agitó la mano delante de su cara.
—Apuesto a que ya hace treinta grados ahí fuera. Supongo que ha pasado
mucho tiempo desde que el aire acondicionado de esta camioneta pasó la
revisión.
—Probablemente —dijo Walker—. Abre la ventanilla.
—Podría. Cuando no tengo el suficientemente calor como para soportar tragar
la mitad del polvo de Texas.
Tiger no había notado la temperatura, pero Carly estaba sudando. Nunca había
tenido que preocuparse por otra persona antes. ¿Si la dejaba quedarse con él,
tendría que hacer bastante fresco donde terminaran? ¿O bastante calor? ¿Qué
fuera bastante seguro? ¿Cómodo? ¿Estaría contenta? ¿Lo estaría su cachorro?
Carly apoyó la cabeza en su hombro de nuevo.
—Parece que estás pensando pensamientos profundos.
—Quiero cuidar de ti —dijo Tiger—. Espero saber cómo.
Carly le palmeó el brazo.
—No te preocupes por eso. Soy muy buena en cuidar de mí misma. He
dormido un rato, Walker. Puedo conducir cuando necesites un descanso.
—Gracias —dijo Walker—. Te tomaré la palabra en un rato.
—Yo no estoy cansado —dijo Tiger.
—Mmm. —Carly le miró—. ¿Sabes conducir?
Él vaciló.
—Connor me estaba enseñando.
—Ya veo. —Otra palmadita, ésta en el pecho, y dejó allí su mano—. Creo que
Walker y yo deberíamos manejar la situación.
A Tiger le gustó que no apartara la mano de su corazón. Ella apoyó la cabeza
en su hombro, sin dejar de beber agua, la lengua salió para secarse los labios.
Tiger se inclinó para darle un beso, lamiendo la humedad de su boca. Ella
sonrió cuando se separaron, y la necesidad interior de Tiger amenazó con
ahogarlo.
Condujeron. Tiger comprobaba constantemente detrás de ellos, al igual que
Walker. No había coches siguiéndoles, no aparecieron luces y ningún vehículo
policial ante los que pasaron para cazar los excesos de velocidad, les prestó
atención. Walker condujo con calma, no iba demasiado rápido, pero tampoco
excesivamente prudente, lo que también llamaría la atención. El hombre sería un
buen cambiante.
Carly insistió en parar en un área de descanso donde pudo usar el baño,
luchando contra las miradas molestas de dos hombres al decir que ella no tenía
cañerías al aire libre y no podía hacerlo detrás del arbusto más cercano. No es
que hubiera muchos por aquí de todos modos, y no tenía intención de que se le
clavaran espinas largas en sus partes privadas.
Tiger odió cada segundo que estuvo fuera de su vista en el baño. No se relajó
hasta que salió, con el bolso al hombro y caminando rápidamente de vuelta a la
camioneta.
A continuación, Carly condujo dirección a la autopista. Walker montó delante
con ella, tanto él como Carly querían que Tiger se quedara en la parte de atrás.
Era demasiado grande y demasiado visible, dijo Walker, aunque ocultaba su
cabello multicolor bajo la gorra de béisbol.
—¿Te harán realmente un consejo de guerra? —preguntó Carly a Walker—.
¿Estás… cómo es el término… ausente sin permiso?
—No, tenía algunos días. No estaré ausente sin permiso hasta dentro de una
semana. Sin embargo, a menos que pueda convencer a quien me juzgue que
Sheldon es un bastardo cruel y pone en peligro la vida de las personas, es posible
que decidan hacer un ejemplo conmigo.
—Lo siento. —Carly sonaba triste—. No deberías haberte metido en esto.
—No importa. Creo en hacer lo que creo que es correcto. —Walker se encogió
de hombros—. He tenido una buena carrera.
—No puedes ser mucho mayor que yo.
—Uno crece rápido haciendo lo que hago.
Mientras Tiger escuchaba, una emoción aprendida recientemente brotó en su
interior, una que nunca había experimentado en el laboratorio de investigación.
Tiger había sentido algo parecido por Iona cuando finalmente se dio cuenta que
ella quería liberarlo del edificio de investigación y dejarlo ir, y de nuevo por
Liam al aceptarlo y darle un hogar. Lo sintió también por Connor al tratar de
enseñarle cómo vivir en el mundo. Y por Walker por ayudarle a pesar del costo
para sí mismo.
Ahora tenía una palabra para poner a la sensación: gratitud.
—Toma esa salida —dijo Walker a Carly cuando una señal verde apareció—.
No más autopistas fáciles.
Carly salió sin problemas de la carretera y siguió las instrucciones de Walker
para girar a la izquierda a la carretera vacía y estrecha al final de la rampa. Esta
carretera, un poco más dura, sin arcén más allá de la raya blanca en el borde, se
extendía hacia el sur recta y larga, hasta donde Tiger podía ver.
Todavía estaban en esta carretera cuando el sol se movió lentamente hacia el
oeste, pero habían dejado atrás llanuras de pequeñas montañas que abrazaban el
horizonte y hacían que la carretera se curvara alrededor de ellas. Carly había
cambiado de sitio con Walker otra vez, pero permaneció delante, sus gafas de sol
contra el reflejo.
Parecía tan pulcra y comestible como lo había estado cuando la conoció por
primera vez, parada al lado de la carretera de un blanco inmaculado, con una
mano sosteniendo su teléfono móvil, los dedos de la otra extendidos en la cadera
bien formada.
Un instinto enterrado dentro le había dicho que era su compañera. Ninguna
otra.
Y Tiger había tenido razón. Ninguna mujer ni compañera del corazón estaría
tan decidida a ayudarlo, tan dispuesta a ponerse en peligro a sí misma para
ayudarle a escapar.
Tiger no le permitiría ponerse en peligro mucho más tiempo.
Por la tarde el calor aumentó, luego más aún. Walker se desvió por otra
carretera que conducía a las colinas rocosas y cañones. La carretera era de tierra,
el SUV se sacudía sobre surcos y desniveles.
Después de aproximadamente una hora más o menos por esta carretera,
viajando a paso de tortuga, Walker se detuvo. No había nada aquí excepto el
cielo y rocas, con árboles y matorrales que se aferraban a los lados de los
cañones. No había más coches, ni edificios, nada.
—Carly, ¿cómo de buena eres leyendo mapas? —preguntó Walker.
—Bastante buena —dijo Carly—. Voy de viaje por carretera con mis
hermanas. Ellas hablan en lugar de ver la carretera, y nunca prestan atención a su
GPS, si es que lo encienden. Así que yo dirijo. Dicho de otro modo, yo les grito
para no perder el giro.
—No hay servicio de GPS en esta camioneta —dijo Walker—. Y es mejor si
no enciendes tu teléfono móvil. Si puedes leer un mapa, te lo mostraré. Si no, te
lo diré solamente.
—No te preocupes por mi teléfono móvil. Está roto. —Lanzó una mirada a
Tiger—. Muéstrame el mapa.
Tiger esperó a que Walker extendiera el mapa en el asiento y señaló los
caminos que necesitaba para volver a la autopista y a El Paso. Cruzaría la
frontera allí y tomaría más carreteras secundarias hasta el lugar donde pudiera
recoger a Tiger.
—¿Y tú estarás...? —le preguntó Carly.
—Con Tiger.
—Oh –dijo—. Bien. —Carly echó un vistazo por encima del asiento a Tiger
—. Alguien que cuide de ti.
Tiger no estaba seguro de que fuera una buena idea que Walker fuera con él.
Sabía que acabaría cuidando de Walker, no al revés.
Tiger abrió la puerta trasera y salió de la camioneta. Flexionó sus músculos
contraídos, no le gustaba estar confinado durante largos períodos de tiempo.
Olfateó el aire, no olió nada más que hierba, viento y tierra. Sin
contaminación, sin olor de seres humanos tocando la brisa. Limpio, fresco y
hermoso. Un lugar salvaje, que llamaba a su corazón. Quería cambiar y correr,
correr sin parar.
Oyó a Carly salir de la camioneta, sus zapatillas aplastaron la grava de la
carretera. Tiger rodeó el vehículo hacia ella, atrapándola antes de que lo hiciera
ella.
Sus ojos eran luminosos a la luz del sol, que ardía en su pelo con reflejos
dorados.
—Hasta pronto —dijo Carly suavemente.
Tiger la empujó contra el lado de la camioneta, su cuerpo la aplastó. Puso sus
dedos bajo la barbilla, volviendo la cara hacia él.
—Compañera de mi corazón –dijo—. Siempre lo serás. No importa lo que
pase.
Los ojos de Carly brillaban con lágrimas.
—¿Recuerdas cuando dije que pensaba que me estaba enamorando de ti?
Bueno, creo que lo he hecho. A fondo.
Tiger deslizó el brazo detrás de su espalda y la atrajo hacia sí, la longitud de su
cuerpo junto al suyo. La estudió, memorizando su rostro, sus ojos verdes con las
manchas de color gris plata.
La besó, un ligero toque de los labios, grabando su sabor en su mente.
Siempre Carly. Siempre mía.
Tiger volvió a besarla, este beso más profundo. Carly hizo un ruido con la
garganta cuando su propio cuerpo encajó en el interior de la curva del suyo.
Su cuerpo era suave dónde él era firme, redondeado donde Tiger era plano con
músculos. Amaba cada parte de ella. El recuerdo de la calidez de Carly lo
envolvería cuando tuviera frío, el pensamiento de su beso le alimentaría cuando
tuviera hambre.
La apretó de nuevo contra el metal caliente de la camioneta, con ganas de
trepar dentro de ella y no salir nunca. El frenesí de apareamiento. Aquí y ahora.
Tiger la besó y Carly le devolvió el beso. Su boca se movió sobre la de ella,
sus lenguas se enredaron. Los sonidos suaves que Carly hacía provocaron que su
erección se pusiera dura, cada momento con ella le hacía querer tenerla una vez
más.
Walker carraspeó al otro lado de la camioneta.
Tiger se apartó de Carly, su corazón latía con fuerza, su temperatura elevada,
la bestia en él enojada. No confiaba en sí mismo para hablar cuando dio un paso
atrás y obligó a sus manos a apartarse de su cuerpo.
Carly alzó la vista hacia él, con los ojos húmedos, entonces se acercó y rozó
un dedo por su mejilla ardiente.
—Te veré, Tiger. En unas cinco horas. Dependiendo de cuánto tiempo me
lleve cruzar. Y luego tendremos tiempo.
Tiempo. Sí.
En la jaula, no había tenido nada más que tiempo. Tiempo perdido. Ahora
Tiger quería aferrarse a cada segundo, con ella.
—Arreglaremos esto —dijo Carly—. ¿Todo bien?
Sí, podría solucionarlo. Tenía que hacerlo. La idea de estar sin Carly le estaba
destrozando.
Dio otro paso atrás. Carly tragó saliva y apartó la mirada, rodeó rápidamente
la parte trasera de la camioneta hasta el lado del conductor. Tiger la siguió,
Walker se hizo a un lado para que Tiger pudiera ayudar a Carly a subir la
camioneta y cerrar la puerta.
—Ten cuidado —le dijo ella a través de la ventanilla abierta—. Quiero verte
otra vez.
Tiger no respondió. Se inclinó por la ventanilla y volvió a besarla.
Tocó su cara por última vez y dio un paso atrás, esperó a que arrancara el
vehículo, luego la observó dar la vuelta y volver por la carretera.
Walker se abrochó el cinturón de herramientas alrededor.
—¿Estás bien?
Tiger mantuvo sus ojos en la camioneta, mirando las luces cuando Carly frenó
para pasar un bache. Una línea de polvo a la estela de Carly giró hacia el cielo
azul.
Capítulo 24
* *
A los tigres les gustaba el agua. Cuando llegaron al Río Grande, Tiger no tuvo
ningún problema en vadear en la corriente fangosa, el agua fría bajo sus patas.
Aquí los matorrales y árboles eran verdes, alimentados por el río principal y
pequeños riachuelos que empantanaban el suelo.
Tiger salió por el otro lado y se sacudió. Walker necesitó más tiempo, sostenía
sus cosas por encima de la cabeza mientras vadeaba y nadaba por las partes más
profundas. Tiger esperó, la bestia en él satisfecha por el campo abierto, el cielo
inmenso de encima. En un lugar así podía correr toda la noche, dormir bajo los
árboles durante el día. Si los hombres malos salían para hacer daño a la gente,
podría eliminarlos, como había hecho con el ladrón en la tienda. Eso era lo que
estaba destinado a hacer, pensó. Aplastar a los malos.
—Por aquí –dijo Walker una vez que se vistió.
Llevó a Tiger a través de la tierra salvaje, empujando a través de la maleza y
los árboles para abrir camino. Por lo que Tiger podía decir, iban norte y al oeste,
para encontrarse con Carly, lo que hacía cantar su corazón. Ella no habría estado
bien en este paseo campo a través, pero tenía la comodidad de la camioneta, y su
relativa seguridad. Tiger esperaba volver a verla, si todo esto funcionaba, aunque
sólo fuera un momento.
No vieron a nadie. Tiger había medio esperado que las colinas estuvieran
llenas de personas que necesitara eliminar, pero no había sido así. Su sangre de
lucha estaba alta, su necesidad de correr, de golpear, de hacer lo que se supone
que debía hacer.
En un momento dado un avión voló por encima, lo suficientemente alto como
para ser una pequeña mancha contra el cielo de la tarde. Walker se agachó
debajo de la copa de un árbol, y Tiger se dejó caer al suelo, dejando que las
sombras actuaran como camuflaje. El avión voló en línea recta, no un círculo y
no regresó.
Tiger se levantó y siguió adelante, siguiendo la guía de Walker, sintiendo el
vínculo de compañero tirar de él hacia Carly.
* *
Carly pasó por encima de uno de los puentes que conectaban El Paso a la
ciudad mexicana de Juárez, cruzó la frontera después de una espera de alrededor
de una hora más o menos. El sol se ponía, y había un montón de coches en las
calles de ambos lados, la gente se iba a casa o salía de las ciudades después del
fin de semana.
Carly sabía que Walker había escogido El Paso como lugar por donde debía
cruzar porque las ciudades de ambos lados eran bulliciosas, llenas de americanos
que cruzaban de ida y vuelta todos los días, y las familias vivían a cada lado,
cruzando a un lado y otro para las visitas. Había conducido por el tráfico loco en
Juárez antes, y salió de esa ciudad después de un tiempo, en dirección sur, a la
ciudad de Chihuahua.
Ahora comenzó a sentirse un poco incómoda. La tarde se desvanecía en la
noche, y estaba sola, en otro país, en un vehículo que era mejor que la mayoría
de los que adelantaba en la carretera. Los robos de automóviles no eran
inusuales. Estaría más segura si no se detenía hasta que llegara al punto de
encuentro.
El sol se hundió cuando se dirigía al sur y luego giró por el tramo solitario de
carretera que Walker había marcado. Tenía que conducir lentamente, a través de
los surcos y a lo largo de los tramos sin asfaltar, por vados secos donde sus
neumáticos giraban en tierra blanda.
Tardó casi una hora en hacer los treinta kilómetros de este camino mientras el
sol se deslizaba sobre el horizonte. El crepúsculo no se detenía mucho en el
desierto, y pronto estuvo oscuro.
Carly aparcó en el punto de encuentro designado y apagó el motor y las luces.
Se asomó a la oscuridad vacía, una llanura del desierto. En la oscuridad, no
podía ver nada más que eso, no podía ver a Tiger ni a Walker.
No importa. Se sentaría aquí hasta que llegaran. Tiger y Walker eran la clase
de hombres que se asegurarían dos y tres veces de que el camino estaba
despejado antes de aparecer.
O, si no venían por la mañana, Carly podría dar la vuelta y volver a Austin.
Sabía por qué Tiger había acordado separarse, le había estado dando la
oportunidad de ir a casa y dejarlo si ella decidía que era lo mejor. Separarse
también le daba a Tiger la posibilidad de elegir si volver o no con ella. Como le
había dicho, podía moverse más rápido sin ella.
El reloj que tenía en el bolso le permitía ver el paso del tiempo, que se
arrastraba lentamente. Agonía. El día más largo de su vida en este punto había
sido cuando se dio cuenta de que su padre se había ido para siempre. Éste podría
batirlo.
Carly captó un movimiento por la ventanilla trasera. ¿Tiger? Se volvió para
mirar, pero permaneció dentro de la camioneta. Podría ser cualquiera.
Su corazón latía con fuerza hasta que le dolió la cabeza, mientras quienquiera
que fuera se movía lentamente hacia adelante. Sigilosamente. Como un
cambiante.
Sin embargo, el cambiante por la ventanilla no era Tiger. Tenía la cabeza
afeitada, tatuajes en su cuello y una expresión de furia en sus ojos marrones.
Spike.
Detrás de él estaba Sean, luego Ellison con su sombrero de vaquero. El gran
oso Ronan se acercaba por el otro lado de la camioneta con Dylan, y el espejo
retrovisor de Carly mostró a Liam caminando con indiferencia hacia ella desde
la oscuridad.
* *
Tiger se detuvo, olió a los cambiantes antes de verlos rodear la camioneta que
esperaba en el punto que Walker había elegido.
Liam, Dylan, Sean y los rastreadores. Tiger también olió un avión, muy lejos,
pero lo suficientemente cerca para que sus sentidos realzados captaran el olor.
Eso explicaba cómo habían logrado llegar primero, en el avión que les había
sobrevolado. Tiger no sabía lo suficiente sobre aviones, y no había volado lo
bastante bajo para reconocer el de Marlo.
Tiger se convirtió en humano, soltó el cinturón ahora flojo de la cintura. Fue
donde Walker.
—Necesito que cuides de Carly —dijo antes de que Walker pudiera hablar—.
Y de mi cachorro.
—Te pondré a salvo —dijo Walker en voz baja—. Pero tenemos que irnos
ahora.
Tiger negó con la cabeza.
—Serás demasiado lento. Prométemelo. No dejes que les hagan daño o se
lleven al cachorro.
Walker evaluó a Tiger, luego asintió, sin discutir.
—Lo prometo.
—Gracias, Walker Danielson.
Tiger puso las manos sobre los hombros de Walker y tiró de él a un abrazo
rápido, al modo cambiante. El olor de Walker traicionó su malestar, pero
devolvió el abrazo, palmeando a Tiger en los hombros.
Tiger se puso el cinturón y la bolsa y cambió a Bengala de nuevo.
Cada uno de los instintos de Tiger y su corazón lucharon mientras se giraba y
se escabullía en la oscuridad. Pero la mejor manera de ayudar a Carly era
desaparecer. Liam se ocuparía de que Carly no sufriera ningún daño, y también
Walker. Tiger tenía que hacerse cargo de lo que necesitaba, aunque le matara
hacerlo.
* *
* *
Marlo, un hombre larguirucho de pelo fino que parecía tan peligroso como
cualquier traficante de drogas, les llevó de vuelta a una pista de aterrizaje a las
afueras de Austin en su avioneta. A todos excepto a Walker.
—Voy a seguir buscándole —dijo Walker a Carly a su manera tranquila antes
de dejar que los otros la llevaran al avión.
Carly le miró con consternación y enojo.
—Acabo de convencer a Liam para que le deje ir. ¿Por qué no lo dejas en paz?
—Porque necesito pedirle su ayuda. Si me la puede dar.
—¿Ayuda para qué?
Walker le dio una mirada evasiva.
—Tengo asuntos pendientes. Tiger podría ser capaz de ayudarme, no lo sé. No
hasta que lo encuentre. —Cuando Carly siguió mirándole, Walker extendió las
manos—. No puedo hacerle daño, Carly. Ni siquiera con esto. —Acarició la
pistola del cinturón—. Él puede matarme más rápido de lo que puedo yo.
Eso era cierto. Carly dejó caer su ira, se acercó a Walker, y le dio un beso en
su dura mejilla.
—Si lo encuentras, dile que lo amo. —Se dejó caer hacia atrás y apretó las
manos—. Y no te ausentes sin permiso.
—Espero no tener que hacerlo.
Walker la dejó, luego fue a arrancar la camioneta. Se alejó, los faros cortaron
la oscuridad. Sus luces traseras rojas se volvieron más y más pequeñas, pero se
le podía ver a muchos kilómetros, brillando hacia ellos.
* *
* *
* *
La noche después de que Carly tuviera su charla con Yvette, fue a casa, se
preparó una gran comida, la comió y luego subió para tomar un baño.
Pensó en la historia de Yvette, cómo la mujer le había dado la espalda a una
carrera potencialmente brillante para ayudar al hombre marginado que amaba.
Una historia dulce y romántica. Yvette había hecho su elección, y treinta años
más tarde, todavía estaba contento con su decisión.
Se le llenaron los ojos de lágrimas mientras estaba metida en el baño caliente.
En el exterior, una lluvia torrencial caía de las nubes que habían amenazado a la
ciudad durante todo el día. La lluvia repiqueteaba en el techo y golpeaba las
ventanas, la lluvia caía por los cristales en forma de lágrimas.
Se acordó de Tiger diciendo adiós, la forma en que la había mirado
directamente a los ojos.
Compañera de mi corazón. Siempre lo serás. No importa lo que pase.
La determinación obstinada de Carly voló como arrastrada por las ráfagas del
exterior. Se llevó la mano a la cara y lloró.
* *
El vigilante esperó hasta que se apagaron las luces en la casa de Carly, luego
se echó hacia atrás en las sombras y retomó su vigilia.
Capítulo 26
* *
Connor se sentó en la cama y gritó. El intruso a la hora previa al amanecer era
sigiloso, casi tan sigiloso como un cambiante, pero había hecho un sonido que
penetró en su sueño.
Connor estaba en la cama de Tiger, en la habitación del ático de Tiger, que
solía ser la suya. No había tenido necesidad de volver aquí ahora que Tiger se
había ido, pero por alguna razón, Connor se sentía más seguro aquí, como si la
presencia de Tiger hubiera dotado a la habitación con algún tipo de protección
vudú.
Hasta esta mañana. El hombre era un borrón negro voluminoso contra el gris
más claro de la mañana, con uniforme negro, el rostro ennegrecido y un gorro de
lana negro. El único color en él era el de un par de camisetas de Tiger que tenía
agarradas en las manos.
El cambiante en Connor tomó el control. Su cuerpo luchó contra el cambio
repentino, que dolía un huevo y la camiseta y la ropa interior con las que había
dormido se rompieron. Cuando se convirtió en su forma de león joven, el intruso
ya se había precipitado por la puerta al pequeño descansillo.
Connor se agachó en la cama a cuatro patas y saltó a la puerta. No lo bastante
rápido. El intruso fue escaleras abajo, ahí estaban Kim, con Katriona, en su
camino.
Kim gritó pero tuvo el sentido común de apartarse de su camino. Connor saltó
desde la mitad de las escaleras hacia el intruso.
Éste rodó para apartarse y siguió bajando por el siguiente tramo de escaleras.
Liam y Sean estaban entrando por la puerta trasera cuando Connor llegó abajo,
ambos corriendo. El humano se dio la vuelta y cargó hacia adelante, Sean y
Liam tras él.
Connor corrió detrás de ellos, su cola, que nunca podía manejar, se movía con
rabia. Trotó al porche y bajó las escaleras para encontrar al intruso de espaldas,
Dylan le había derribado.
Spike estaba allí también, probablemente, para una reunión temprana o algo
así. El humano alzó la vista hacia el círculo de cambiantes a su alrededor: Liam,
Sean, Dylan, Glory, Andrea, Spike y Connor, jadeando detrás de ellos.
—¿Quien es este? —La voz de Liam tenía un gruñido salvaje, la rabia surgía
desde un pozo profundo. Liam podría estar relajado y ser tan encantador como el
diablo, pero Connor sabía que su tío tenía un océano de ira, dolor y pena en él,
sobre todo por la muerte de su padre, Kenny. Liam había trabajado con esto, y
ahora tenía a Kim, pero cuando estaba muy enojado, esa vieja amargura y rabia
se filtraba para hacer de él un enemigo mortal.
El hombre en el suelo mantuvo la boca cerrada. Sean se inclinó, quitó la
pintura negra del rostro del hombre con un pañuelo de papel, y siguió mirándolo
fijamente.
—Ni idea de quién es —dijo Sean.
—Parece una especie de pervertido —dijo Glory. Le arrancó la camiseta de
Tiger de las manos—. Robando ropa de los cambiantes. ¿Qué ibas a hacer a
continuación, irrumpir y robar mis sujetadores?
—Glory —dijo Andrea a su tía en su tono calmado como el agua tranquila.
—No importa —dijo Glory, mostrando sus dientes en una sonrisa—. No llevo.
El hombre miró hacia atrás y adelante entre ellos, su expresión estoica, pero su
olor traicionaba su alarma. Sin miedo absoluto, sin embargo, pensó Connor.
Extraño. La alarma se debía a que había sido capturado.
—¿Qué hacemos con él? —La pregunta de Liam no era tanto una pregunta, o
por lo menos, era retórica. Por el olor de Liam y la forma en que sus ojos se
habían vuelto blanco azulados, ya había decidido lo que quería hacer.
—No puedes matarlo, hijo —dijo Dylan rápidamente—. No vale la pena el
precio.
La rabia de Liam se levantó, el olor al rojo vivo.
—Entró en mi casa. Puso en peligro a mi compañera, mi cachorra y el
cachorro de mi hermano. —Liam se había convertido en ultra-protector de
Connor, el hijo de Kenny, de nuevo volviendo a tomar la culpa por la muerte de
Kenny.
El intruso ahora comenzó a exudar un poco de miedo. Liam no era el pelele
que parecía ser, y Dylan, un hombre que parecía aún más aterrador que Liam,
estaba tratando de calmarlo.
Spike gruñó de acuerdo con Liam. Spike, había descubierto recientemente que
era padre y se había convertido en un feroz protector de los cachorros.
—Esperad –dijo Sean, su voz la más tranquila, pero también con un toque
subyacente de rabia salvaje—. ¿Qué tal si damos ejemplo con él? —Su sonrisa
era aterradora—. Suena divertido.
—Aye –dijo Dylan.
Connor cambió, dolorosamente, a su forma humana, demasiado furioso para
importarle estar desnudo frente a su enemigo.
—Dejadme ayudar. Me asustó.
Andrea fue al lado de Connor y deslizó un brazo alrededor de su cintura. Las
sacudidas y el dolor de Connor comenzaron a disminuir un poco. La compañera
de Sean podía hacer que las personas se sintieran mejor al estar cerca de ellos, el
toque de la sanadora, supuso Connor.
—¿Kim está bien? —le preguntó Andrea.
—Creo que si.
Andrea echó un vistazo a la casa, le dio un apretón en el hombro y se dio la
vuelta.
—Voy a asegurarme. –Subió ligera los escalones del porche y entró en la casa,
Connor se movió dentro del círculo de cambiantes.
—Tengo una idea —dijo Liam, sonriendo, pero con furia todavía en sus ojos
—. Claro, Connor, puedes ayudar.
—Genial —dijo Connor. Bajó la mirada hacia el hombre, que estaba oliendo
cada vez más preocupado—. Pero me esperas unos segundos. Voy a necesitar
pantalones.
* *
Crosby se encontró con sus muñecas y tobillos atados con cinta adhesiva,
luego fue cargado en la caja de una camioneta entre el chico tatuado de cabeza
afeitada y el tipo mayor con ojos de acero. Los dos hermanos Morrissey y el
chico que había despertado viajaban en la cabina de la camioneta. Una excursión
de familia, pensó Crosby con humor negro.
Le llevaron a una calle sucia en una zona de almacenes, aparcaron la
camioneta junto a una fila de contenedores de basura. Los Morrissey salieron,
seleccionaron un contenedor, lo abrieron y regresaron a la camioneta.
Los cinco cambiantes agarraron a Crosby por las piernas y los brazos y lo
levantaron.
—Uno —dijo Liam Morrissey mientras le balanceaban hacia atrás, luego
hacia delante—. Dos. Treeees.
Crosby se sintió volar y aterrizar con perfecta precisión en el interior del
contenedor de basura, en lo alto de un montón maloliente de basura viscosa. Oyó
reírse a los cambiantes, alejarse y arrancar la camioneta.
Pero no se fueron. Crosby yacía inmóvil, a la espera de que se fueran, el
cuadrado de cielo por encima de él se oscureció y solo Liam miró adentro a
Crosby.
—Si te veo en o cerca de Shiftertown de nuevo —dijo con una voz que
contenía la furia tranquila de un animal salvaje—, te mataré. —Su risa se había
ido, y gran parte de su acento irlandés también. Todo lo que quedaba era la
calmada convicción de un hombre que no tenía miedo de matar—. Nadie te
encontrará. Te lo garantizo.
Crosby le creyó. Liam agarró la tapa del contenedor de basura. Le miró un
rato más, sus ojos de un extraño azul blanquecino, difícil de mirar. Crosby hizo
todo lo posible por parecer sumiso y no amenazante.
Liam al fin dejó caer la tapa con un sonido metálico, cerró el paso a la luz y el
aire fresco. La puerta de la camioneta se cerró de golpe, y esta vez, se alejó.
Crosby comenzó a trabajar en la cinta alrededor de sus muñecas. La amenaza
de Liam no le molestaba, porque Crosby no tenía ninguna intención de volver a
Shiftertown otra vez. Había acabado con ellos.
Logró quitarse la cinta, buscó bajo la camisa, y sacó la camiseta delgada que
había conseguido meter dentro antes de que le atraparan y le derribaran. La
camiseta había pertenecido al tigre, y todo lo que tenía que hacer era llevarla a su
comandante. Misión cumplida.
* *
* *
Él se lanzó a través de todos ellos, las barricadas, los bomberos, la policía que
trataba de detenerlo. Irrumpió a través de todo lo que había en su camino,
incluyendo la puerta delantera que ya colgaba de sus goznes y saltó a una
pesadilla de fuego.
Estaba oscuro y caliente, el humo salía por el corredor. Nunca había estado en
este edificio antes, nunca había estado cerca de él hasta que había seguido Carly
y Armand hasta aquí hoy.
No importa. El sentido bien afinado del olfato le dijo a Tiger que los cachorros
estaban por encima de él, atrapados en el primer piso. También le dijo que el
jaguar y el gran lobo gris al final del pasillo estaban frustrados por la barricada
que bloqueaba su camino hasta la escalera.
Los restos incluían parte de las paredes, tuberías y el techo. Spike y Ellison
estaban tratando de pasar por encima, pero con cada salto o paso, la pila se
movía derribándolos.
Tiger gruñó, moviendo el aire. Ellison y Spike se dieron la vuelta, el lobo y el
jaguar le miraron con sorpresa antes de volver a la tarea de trepar por la
obstrucción.
Tiger saltó sobre ellos. Estiró el gran cuerpo y brincó sobre los escombros,
encontró agarres que los otros dos no habían visto, hasta que llegó a la cima. A
partir de aquí, se trataba de un pequeño salto al siguiente piso, pero Spike y
Ellison gruñían debajo de él.
Tiger se deslizó una corta distancia hacia ellos, hablando en gruñidos.
Agarraos, gilipollas. Daos prisa.
El lobo de Ellison entendió, y se levantó para cerrar la boca alrededor de la
base de la cola de Tiger. Spike, detrás de él, envolvió sus patas de jaguar
alrededor de Ellison.
Tiger saltó. Utilizó garras y patas para trepar por el agujero a la siguiente
planta, el peso de los otros dos apenas le frenaba. Cuando llegaron al suelo,
Spike y Ellison se soltaron y los tres se enfrentaron a un pasillo lleno de vigas
ardiendo.
Tiger corrió. Su cuerpo se estiraba y contraía mientras se abría paso a través
de las llamas, cerrando los ojos contra el humo negro. Sabía dónde estaba Carly
sin tener que mirar. El vínculo de pareja estaba tenso como una banda elástica
estirada, tirando de él directamente hacia ella.
Encontró a Carly sobre su espalda en el suelo, a centímetros de una viga en
llamas, su cuerpo inmóvil. Tiger rugió, aflojando más escombros y los cachorros
gritaron.
El jaguar entró corriendo. Jordan gritó, abriendo los brazos. Spike le atrapó
con los dientes por la camisa, lo hizo girar y lo puso sobre su lomo.
Cherie en su forma de oso grizzly estaba agachada junto a Carly, levantó su
hocico en un aullido lastimero. Olaf, en su forma humana, estaba sentado al otro
lado de Carly, sosteniendo su mano.
El corazón de Tiger golpeó mientras frenaba en seco, pero sabía que Carly no
estaba muerta. El vínculo de pareja seguía allí, como el vínculo con su cachorro.
Pero ella estaba inconsciente, el rostro de Carly ceniciento a la luz del fuego.
Cherie se mecía a su lado gimiendo.
Tiger acarició la cara de Carly, tomando su olor, enviando tranquilidad a
través del vínculo. Luego se volvió y agarró la manija de la puerta más cercana,
el calor le chamuscó las patas.
Olaf, con cara seria, dijo:
—Tratamos de abrir las puertas. Están bloqueadas. ¿Carly se está muriendo?
Tiger vio donde Cherie había mellado dos de las puertas de acero. Agarró la
manija de una de las abolladas, pero el tirador se desprendió y Tiger cayó al
suelo.
Se levantó de nuevo, se sacudió y dejó que la rabia tomara el control. Cherie
no pudo mover la puerta, pero Cherie no había sido creada en un laboratorio,
donde romper puertas había sido parte de su entrenamiento. Después de un
tiempo, los investigadores habían tenido que hacer las puertas de la jaula de unos
sesenta centímetros de espesor.
Tiger retrocedió, se lanzó y golpeó la puerta con las cuatro patas, con toda su
fuerza. La puerta gimió bajo el ataque, se inclinó un poco más, a continuación,
se separó de la pared y cayó dentro de la habitación. Tiger llevó la puerta a
través de las llamas, a través de mesas y sillas ardiendo, y la estrelló contra una
pared debajo de una ventana. Las persianas estaban bajadas, pero Tiger las
arrancó de la pared y luego arrancó la ventana también.
Los bomberos abajo gritaron, señalando la escalera del camión para moverla a
su posición. Tiger tiró la ventana y corrió sobre los cristales rotos al pasillo.
Agarró a Ellison por la piel del cuello y lo arrastró hacia Carly.
Comprendiendo, Ellison cambió a humano, su piel rompió a sudar por el calor
del fuego. Levantó a Carly sobre los hombros y corrió con ella a la ventana.
Sin tiempo para esperar a ver si la escalera del camión venía a por ella, Tiger
tenía que sacar a los demás.
Spike corrió con Jordan sobre él, así como otro cachorro, a la habitación con
la ventana abierta. Los cachorros resbalaron de su lomo a la ventana.
Tiger gruñó a Cherie. Ésta se sacudió, reconociendo el mando en Tiger. Tres
cachorros más subieron a su lomo y corrió a través de la puerta en llamas a la
habitación de al lado.
Quedaban cuatro cachorros, incluyendo a Olaf. Tiger se agachó y treparon
sobre él, aferrándose a su pelaje. Un bombero chorreando sudor apareció en la
ventana, trató de alcanzar a Carly, y luego otro bombero llegó detrás de él. Spike
y Ellison se quedaron con los cachorros, para ayudar a calmarlos, mientras los
bomberos los levantaban para sacarlos.
Lo lograrían.
Tan pronto como el pensamiento se formó en la cabeza de Tiger, sonó otra
explosión, haciendo que Tiger y su carga de cachorros volaran de vuelta al
pasillo. El marco de acero de la puerta a la seguridad se dobló sobre sí mismo
cuando la pared se rompió y se derrumbó.
La explosión había venido de arriba, y ahora el techo del pasillo se derrumbó,
enterrando a Tiger y los cuatro cachorros bajo los restos ardientes.
Capítulo 28
* *
* *
* *
* *
Liam llevó a Crosby escaleras abajo, fuera de la casa y a lo largo de los patios
detrás de las casas cambiantes. No había ningún otro cambiante a la vista, las
ventanas y puertas estaban cerradas a cal y canto.
Liam acercó a Crosby a un grupo de árboles que formaban una especie de
anillo. Una niebla flotaba allí, y sólo allí, pero Crosby estaba interesado
únicamente en el dolor en su muñeca y en la planificación de cómo escapar de
Liam para completar su misión. No podía volver a Sheldon y confesar un
fracaso.
Apareció un segundo cambiante, caminando a través de las nieblas. Dylan, el
padre de Liam. Dylan era más problemático. Era mayor y con más experiencia
que su hijo, y sus ojos le dijeron que iba a hacer lo necesario para detenerlo.
—Te lo dije antes, hijo —dijo Dylan a Liam—. No puedes matarlo. Tienes
demasiados otros dependiendo de ti.
—Lo sé. —Liam apretó el cuello de Crosby, cerrando los dedos con terrible
fuerza—. ¿Pero tal vez podamos hacer una excepción esta vez?
—No.
Más presión sobre el cuello de Crosby. En cualquier momento, una vértebra
estallaría.
—Sabes que este gilipollas empezó el fuego.
Dylan asintió hacia Liam.
—Sí.
—Entonces sabes por qué tengo que matar al idiota. —La voz de Liam era
baja, sin descontrolarse, pero feroz, portaba una nota de rabia que Crosby no
había oído en él antes.
Dylan volvió su mirada a Crosby.
—¿Cuál era su propósito?
Liam gruñó.
—¿Importa?
—Quiero saber. —Dylan le inmovilizó con su mirada fija, sus ojos tan fríos
como témpanos—. Habla.
Crosby se encogió de hombros lo mejor que pudo.
—Me dijeron que hiciera salir al tigre cambiante. Mi comandante sospechaba
que estaba dando vueltas por la zona. Dijo que si poníamos a su mujer en
peligro, aparecería. —Crosby se sintió un poco arrogante—. Estaba en lo cierto.
—Pero había cachorros en el centro comunitario —dijo Dylan en su voz fría
—. Niños pequeños.
—Niños no. –Le corrigió Crosby. Él nunca lastimaría a un niño o una mujer, a
menos que se lo merecieran—. Eran solo cambiantes, la mujer una puta
cambiante.
Una de las vértebras de Crosby crujió en ese momento.
—Vas a morir por eso –dijo Liam—. Papá, lo siento.
—No. —La palabra de Dylan fue tranquila, pero sonó con autoridad.
Padre e hijo se estudiaron el uno al otro durante mucho tiempo. Finalmente
Liam suspiró y soltó el cuello de Crosby. Las rodillas de Crosby se doblaron,
pero fue sostenido erguido por la misma fuerza de la mano de Dylan.
—Está bien. —Liam miró a su padre de nuevo, luego, sin más palabras, le dio
la espalda y se alejó.
Las nieblas de los árboles se arremolinaron alrededor de Crosby y Dylan,
apartando a Liam, apartando a Shiftertown.
—No vas a morir por lo que acabas de decir —dijo Dylan en un tono suave—.
No por palabras ignorantes.
Crosby comenzó a relajarse. Si Dylan era firme sobre mantenerlo vivo,
entonces Crosby podría ser capaz de irse, volver a la casa y de alguna manera
matar al tigre, y luego ya se preocuparía por escapar. La misión era lo primero.
La mano de Dylan se cerró sobre el cuello de Crosby, con más fuerza que la
mano de Liam. Dylan acercó la boca a la oreja de Crosby.
—Vas a morir por casi matar a nuestros cachorros. Por eso, que la Diosa te
ayude. — Volvió la cabeza y miró directamente a las nieblas—. ¡Fionn!
La niebla se espesó y una rendija de luz de alrededor de tres metros se abrió de
golpe. Un hombre alto, con miembros tan largos que parecía como si hubieran
sido estirados, apareció en la abertura. El hombre estaba vestido como un
antiguo guerrero, con largas trenzas blancas, cota de malla, cuero y pieles.
—Ven —dijo.
Dylan empujó a Crosby a través de la abertura y le siguió.
El aire se volvió frío y húmedo, y también más brillante, como si el sol se
hubiera levantado de repente. El suelo bajo sus pies era esponjoso, no más la
sequedad de Texas.
Crosby sabía que estaba en un lugar diferente, más como las selvas de
América Central, pero frío. ¿Que demonios? La hendidura en el aire desapareció.
No había vuelta atrás, no más Austin, no más Shiftertown.
Dylan giró Crosby para enfrentarse a él. Los ojos de Dylan se habían vuelto
blancos, la mano que sostenía a Crosby cambió a las patas de un gato enorme.
—Estoy tratando de enseñar a mi hijo misericordia y moderación —dijo
Dylan a Crosby, su voz gutural—. Porque yo no lo tengo.
—No hay ninguna ley contra la venganza aquí —dijo el hombre alto con un
tono de satisfacción—. De hecho, se requiere.
—Por los cachorros —dijo Dylan, y finalmente Crosby pensó en ceder a su
miedo.
Miró a la pesadilla que era la verdad de Dylan, y eso fue lo último que vio.
* *
* *
Tiger sanó, por dentro y por fuera, pero tardó días, y fue doloroso. Pero
Andrea confirmó que a pesar de Tiger había estado tan cerca de la muerte como
cualquiera podría estar, el hilo de vida apenas intacto, lo lograría.
Andrea se acercó muchas veces en los días siguientes, Sean y ella prestaron la
fuerza de curación a través de su don y la espada del Guardián. Al menos Tiger
no tenía que preocuparse por ver la gran espada venir hacia su corazón para
enviarlo a la otra vida. Aún no.
Una mañana, una semana más tarde, Tiger abrió los ojos para encontrar a
Carly a su lado. Ella había insistido en dormir con él todas las noches, y ahora
estaba durmiendo, la cabeza en una mano, el pelo liso en finos mechones sobre
la almohada.
Tiger supo de inmediato que estaba bien. Su piel estaba entera, el dolor que
quedaba era como los restos de una quemadura de sol. Había tenido su primera
quemadura de sol esta primavera, una sensación nueva e interesante.
Tiger había dormido sin mantas, pero una sábana fina abrazaba los pechos de
Carly, sus areolas oscuras eran visibles a través de la tela pálida. La cadera se
levantaba en una curva dulce, con las piernas estiradas y tocando las suyas.
La puso suavemente de espaldas, apartó la sábana y la reemplazó con su
cuerpo. Su polla ya lista acomodada entre sus piernas.
Carly agitó, se despertó y sonrió.
—Hola. Creo que te estás sintiendo mejor.
Tiger quería decirle que la amaba, que quería a despertar a su lado, que estaba
agradecido más allá de las palabras por lo que había hecho por él, pero su
garganta se cerró y no pudo hablar. Su necesidad creció, el frenesí de
apareamiento golpeándole.
Carly se estiró, diciendo “Hmm”, luego le rodeó con los brazos.
—Te he echado de menos.
A eso, Tiger podía responder. Su voz ronca.
—Te eché de menos cada día, cada hora, cada segundo.
—Entonces, ¿por qué fuiste? ¿Qué estuviste haciendo todo este tiempo? Me
estaba volviendo loca sin ti.
Los temores de Tiger, que habían estado entumecidos por el dolor, se alzaron
de nuevo.
—Quería que estuvieras a salvo. Así que si venían a por mí, no te harían daño.
Pero no podía permanecer lejos. Tenía que protegerte, velar por ti.
—Fuiste tú en mi casa, el que me salvó y me vendó. —Carly se tocó la cara,
donde habían estado las contusiones—. ¿Y por qué robaste el cojín del sofá?
Qué encontré en mi patio, insalvable.
—El hombre, Crosby, se lo llevó —dijo Tiger—. Lo dejó caer cuando huyó.
—Entró en mi casa para robar un cojín. Vaya bicho raro.
—Connor dijo que irrumpió aquí también, robó mis camisetas. Estaba
buscando algo que pudiera tener rastros de mi ADN. Creo.
—Y te acostaste en mi sofá una sola vez. ¿Cómo podía haberlo sabido? A
menos que...
—Estuviera espiando por la ventana. Sentí a Walker esa noche, pero... –Tiger
pensó en ello. Si Crosby hubiera estado en el exterior de la ventana del salón de
Carly, lo habría sabido—. Podría haber estado espiando desde lejos, si estaba
buscando una oportunidad de dispararme. Algunos rifles tienen buenas miras.
La diversión de Carly murió.
—Y luego trató de matarte. —Tiger había estado muy cerca de la muerte esa
noche que Crosby logró colarse aquí, pero con lo que fuera que había sido criado
le había hecho despertarse, alerta, a tiempo de detener el disparo.
Carly le echó los brazos al cuello.
—Odio lo cerca que he estado de perderte.
—Y yo he estado demasiado cerca de perderte —dijo Tiger—. Casi no llegué
a tiempo.
—Pero lo hiciste. Nos salvaste a todos.
Tiger miró a Carly, a sus ojos verdes, su cara huesos finos, su amplia sonrisa.
La desesperación tiró de su corazón.
—No puedo perderte.
—Estoy aquí, amor –susurró ella.
Tiger volvió a besarla, suavemente al principio, y luego dejó que su boca se
volviera más firme, más audaz. Carly devolvió los besos con igual valentía, sus
brazos apretados a su alrededor.
Tiger la necesitaba. Estar aquí tumbado junto a ella durante días, oliéndola,
sintiéndola, deseándola, le había vuelto loco. Estaba duro con el frenesí de
apareamiento. Ella se había declarado su compañera, y Tiger había estado
demasiado débil para hacer nada al respecto.
Ya no estaba débil. Le separó los muslos con una mano, luego empujó su
ancha erección dentro de ella.
Carly abrió lo ojos, destellos de color gris en el hermoso verde.
—Mmm –ronroneó ella—. Te he echado de menos.
La capacidad de hablar de Tiger le abandonó. Lo único que sentía era a Carly
en torno a él, a su compañera.
El frenesí de apareamiento se estiró y cerró su puño a su alrededor. Todo
pensamiento huyó. Sólo estaba Carly, su olor, su calor, la humedad de su piel, la
humedad ardiente que se aferraba a su polla.
Carly, siempre Carly. La hermosa mujer que lo había sanado con su toque.
Había salvado a Tiger, le había dado su nombre.
La habitación se llenó con los sonidos de sexo, sus respiraciones rápidas y
pequeños gemidos, el crujido de la robusta cama, el deslizamiento de piel sobre
piel, las bocas que se unían.
Tiger bombeó en ella con un ritmo fuerte y rápido, su cuerpo sabía qué hacer.
Carly se levantaba debajo de él, le rodeó con las piernas, sus pies descalzos le
apretaron. Ahora le tomaba fácilmente, encajando a su alrededor. Tenía los ojos
medio cerrados, los labios entreabiertos con el placer.
Cuando Tiger se acercó al clímax, ella también. Los movimientos de Carly se
volvieron más enérgicos, sus caderas rodaron con las suyas, sus rápidos gritos
alimentaron su frenesí.
El rugido de Tiger hizo vibrar el aire. Le salieron las garras, que retrocedieron
rápidamente, Tiger quería ser un hombre cuando estaba con esta mujer.
Carly se aplastó contra él mientras se levantaba hacia él, gritando su nombre.
Tiger la abrazó, el frenesí borró todo el dolor, incluyendo el cosquilleo como una
quemadura de sol. Estar dentro de ella se llevaba todo el dolor, toda la pena, todo
el pesar. Había sufrido tanto dolor, y Carly lo disolvía.
—Carly —gritó cuando el clímax al rojo vivo lo apretó y no lo soltó—. Te
amo.
—Te amo —la respuesta de Carly fue fuerte y clara. Tiger siguió empujando
en ella, ambos buscando, balanceándose, abrazándose, amándose.
A continuación cayeron sobre la cama, la luz del sol matinal besó sus pieles.
Tiger revolvió el pelo de Carly y besó su cálido rostro, su cuello, sus pechos.
Carly le abrazó, le hizo apoyar la cabeza en su pecho con un suspiro de
felicidad.
—Mi Tiger —murmuró ella, con la voz quebrada—. Te amo mucho.
* *