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JENNIFER ASHLEY

TIGRE MAGICO
Cambiantes 5
ARGUMENTO

Él no tiene nombre. No tiene clan. Los humanos


que le retuvieron prisionero durante cuarenta años se
lo han quitado. No conocía nada más que la
cautividad hasta hace un año, cuando fue liberado.
Ahora Tiger vive en el Shiftertown de Austin, donde
lucha por pertenecer y busca una identidad.
Carly Randal cree que su fabulosa vida está
completa, hasta que su coche se averia a un lado de
la carretera y un cambiante de aspecto salvaje es el
único que la ayuda. Tiger le echa una mirada y sabe
al instante que ella será su compañera.
Mientras Carly es atraída al mundo cambiante,
arriesga todo lo que tiene por algo prohibido que
aún así desea: un apasionado amor.
Capítulo 1

—No, no, no, no, hoy no. ¡No puedes hacerme esto hoy!
Pero el coche murió de todos modos. Tosió en el arcén de la carretera vacía, se
resistió dos veces y gorgoteó callándose.
—Ah, maldita sea. –Los tacones de diez centímetros de Carly aterrizaron en el
pavimento, seguidos de sus piernas bronceadas y un vestido tubo blanco. Miró el
coche mientras el viento de Texas le tiraba de su cabello castaño claro soltando
su cuidadosa trenza francesa.
Tenía que vestir de blanco. Apoyó las manos en las caderas y atravesó al
Corvette con su mirada enfurecida.
Toma el Corvette, había dicho Ethan, su prometido. Es un gran día. Quieres
hacer una gran entrada. Ella había tenido prisa por salir de la ciudad camino de
la galería donde trabajaba, así que Ethan le había metido las llaves en la mano y
la había empujado hacia la puerta.
Carly había estado de acuerdo con él, al artista que estaban exhibiendo le
gustaban los coches clásicos, y estaba haciendo una exclusiva con la galería de
su jefe en la pequeña ciudad al noreste de Austin. Los compradores ya hacían
cola. La comisión de Carly podría ser enorme.
Si pudiera llegar hasta allí. Pateó uno de los neumáticos con rabia, luego
bailoteó. Sus zapatos eran básicos, pero aún así dolían.
Perfecto. Ethan podía ser generoso, tenía riqueza para hacerlo, pero también
olvidaba pequeños detalles como asegurarse de que los coches estuvieran
afinados.
—Su alteza perezosa puede venir a por mí, entonces. —Carly dio la vuelta
hacia el lado del pasajero del coche y se inclinó a través de la ventanilla abierta
para agarrar su teléfono móvil del bolso.
Hoy. Esto tenía que suceder hoy. Aún doblada sobre el coche, pulsó los
números con su pulgar, pero el teléfono hizo el pitido que indicaba que estaba
fuera de cobertura.
—De ninguna jodida manera. —Carly salió del coche y levantó el teléfono—.
Vamos. Encuéntrame una señal.
Y entonces lo vio.
El hombre estaba a unos tres metros del coche, no en la carretera, sino en la
hierba alta de Texas. La hierba estaba salpicada de flores azules, amarillas y
blancas, y siendo verano, la hierba también tenía un bonito color verde intenso.
No todos los días una chica veía un hombre tan alto, con hombros anchos bajo
una camiseta negra y roja de Novedades SoCo al lado de la carretera.
Observándola.
Realmente observándola. Sus ojos estaban fijos en Carly, no del modo
aturdido de algún vagabundo inmerso en la bruma alcohólica, sino mirándola
como ningún ser humano la había mirado antes.
Tampoco estaba sucio como un vagabundo. Su rostro estaba afeitado, el
cuerpo y la ropa limpios, los vaqueros libres de barro a pesar de haber caminado
a través del campo. Y tenía que haber atravesado el campo, porque seguro que
no lo había visto en la carretera.
Su cabello... Carly parpadeó cuando el fuerte sol acarició el pelo liso que era
naranja y negro. No teñido de naranja y negro, el teñido tendía a volver el
cabello mate y seco. Este parecía totalmente natural, la luz del sol captaba
mechas de rojo anaranjado y negro azulado.
Sabía que debería tener miedo. Un tipo extraño con el pelo atigrado
apareciendo de la nada y mirándola de esa manera debería aterrorizarla. Pero no
lo hacía.
No había estado allí cuando el coche se detuvo y salió. Debía haber llegado
cuando ella se inclinó para coger el teléfono, lo que significaba que había visto
cada parte de su redondo trasero abrazado por su vestido blanco ceñido.
Este tramo de carretera estaba desierto. Inquietantemente desierto. Las calles
en Austin siempre estaban llenas, pero una vez fuera de la ciudad, era posible
encontrar largos tramos de carreteras vacías de tráfico, como por donde conducía
a la galería de arte todos los días.
No había nadie aquí, nadie corría por la carretera recta para rescatarla. Nadie
más que ella misma con su ahora vestido blanco arrugado y el hombre alto que
la miraba desde la hierba.
—¡Oye! –Le gritó Carly—. ¿Sabes cómo arreglar un coche?

* *

Él no tenía nombre. No tenía clan. Había tenido una compañera y un cachorro,


pero habían muerto, y los seres humanos que le habían mantenido cautivo
durante cuarenta años se los habían quitado. No le habían dejado decirles adiós,
no le habían dejado con el duelo.
Ahora vivía entre otros cambiantes, le habían traído a este lugar de humedad,
calor y coloridos cerros. Sólo se sentía completamente bien cuando corría en su
forma de tigre, cuando salía al campo donde nadie le veía. Por lo general corría
de noche, pero hoy, no había sido capaz de permanecer en los confines de la
casa, o Shiftertown. Así que había desaparecido.
Había dejado su ropa oculta detrás de una pequeña elevación a un lado de esta
carretera. Se suponía que Connor iba a recogerle, pero no hasta dentro de un par
de horas y Connor a menudo llegaba tarde. No le importaba. Le gustaba estar
aquí.
Se había vestido, rodeó la colina a la carretera... y vio un bonito culo
sobresaliendo de un coche rojo brillante. El trasero estaba cubierto de una
delgada tela blanca, mostrándole las bragas de color rosa de debajo.
Por debajo de las bonitas nalgas había unas piernas bien formadas, no
demasiado largas, bronceadas por el sol de Texas. Los zapatos que se elevaban
como medio kilómetro hacían esas piernas incluso mejor formadas.
La mujer tenía el pelo del color de la hierba dorada de invierno. Tenía un
teléfono en una mano, pero esperaba con la otra mano en la cadera bien formada
a que él respondiera a su pregunta.
Tiger subió la pendiente desde la hierba a la carretera. Ella le vio venir, sin
miedo, sus gafas de sol apuntadas a él.
Tiger quería ver sus ojos. Si iba a ser su compañera, quería verlo todo acerca
de ella.
Y esta mujer sería su compañera. No había duda de eso. El olor que le llegaba
a la nariz, el modo en que su ritmo cardíaco se redujo a poderosos latidos, la
forma en que su cuerpo se llenó de calor se lo dijo.
Connor había tratado de explicarle que el emparejamiento no sucedía de esa
manera con los cambiantes. Un macho cambiante llegaba a conocer a una mujer
un poco antes de elegirla y luego la reclamaba. El vínculo podía alzar su cabeza
en cualquier momento antes o después de eso, pero no lo hacía siempre a
primera vista.
Tiger había escuchado esta sabiduría sin discutir, pero él lo sabía. Él no era un
cambiante normal. Y esta mujer, con la mano en una cadera curvada, no era una
mujer común.
—¿Puedes levantar el capó? —le preguntó Tiger.
—No lo sé —dijo, frustrada—. Este coche es diferente del que normalmente
conduzco. Espera, déjame ver.
Su voz tenía un pequeño acento tejano dulce, no demasiado pesado. Un toque
ligero, lo suficiente para que el calor se extendiera por su venas y fuera
directamente a su polla.
La mujer encontró una palanca y abrió el capó, luego se sacudió las manos y
observó los funcionamientos internos sin comprender.
—Coche clásico, mi culo. —Ella frunció el ceño—. Clásico sólo significa
viejo.
Tiger miró dentro. El diseño era muy diferente de la camioneta con la que él y
Connor había estado jugando toda la primavera, pero Connor le había estado
enseñando mucho sobre vehículos.
—¿Tienes una llave de tubo?
Cuando levantó la vista hacia la mujer, la vio mirándolo desde detrás de las
gafas de sol.
—Tus ojos –dijo—. Son…
—Amarillos.
Tiger se dio la vuelta antes de que su aroma le convenciera de apretarla contra
el lateral del coche y abrazarla. Ella no era la hembra que alguien había arrojado
a su jaula para desencadenar su frenesí de apareamiento. Esta era su compañera,
y no quería hacerle daño.
Quería ir lento y cortejarla un poco. Tal vez con algo relacionado con la
comida. A los machos cambiantes que conocía les gustaba cocinar para sus
compañeras, y a él le gustaban los rituales.
Ella abrió la parte trasera del coche y encontró una caja de herramientas, que
tenía un conjunto de llaves de tubo. Tiger tomó una y se estiró dentro del coche,
buscando el silencio dentro de sí mismo que lo llevaría al problema. Parecía ser
capaz de sentir lo que estaba mal con los motores, y cómo persuadirles para que
volvieran a la vida. No podía explicar cómo lo hacía, sólo sabía que los coches y
los camiones no le miraban, ni le temían y él podía ver lo que estaba mal cuando
otros no podían.
Mientras trabajaba, el escote de su camiseta bajó, dejando al descubierto el
collar plata y el negro que le rodeaba la garganta. La mujer se inclinó sobre él, la
parte superior del vestido peligrosamente abierta, su calor le tocó la mejilla.
—Mierda –dijo—. Eres cambiante.
—Sí.
Ella se levantó las gafas de sol y se lo quedó mirando. Sus ojos eran de color
verde claro, salpicados con un poco gris. Ella lo miró con franca y abierta
curiosidad, sin miedo.
Por supuesto que no tenía miedo de él. Ella iba a ser su compañera.
Tiger se encontró su mirada fija sin parpadear. Ella abrió los ojos un poco
más, como si se diera cuenta de que algo había pasado entre ellos, pero no
supiera qué.
Se volvió a poner las gafas de sol y se enderezó.
—Nunca he visto un cambiante antes. No sabía que pudieráis salir de
Shiftertown.
Tiger recogió la llave con una mano y movió la otra a la cadena de la correa de
distribución, que se había soltado.
—Se nos permite.
La reparación necesitaba delicadeza y fuerza, pero terminó rápidamente,
inclinándose hasta el fondo y dejando que sus dedos supieran qué hacer. Se retiró
y cerró la caja de herramientas.
—Arranca ahora.
La mujer se precipitó con entusiasmo al coche, se deslizó dentro y arrancó.
Salió de nuevo, dejando el coche en marcha, mientras Tiger escaneaba un par de
cosas más.
—La correa de distribución aguantará por ahora, pero todo el eje está
desgastado y podría romperse. Lleva el coche en casa y no lo uses de nuevo
hasta que lo arregles.
—Terrorífico. Armand me va a matar.
Tiger no sabía quién era Armand y no le importaba mucho. Llevó la caja de
herramientas a la parte posterior por ella y cerró el maletero pequeño, luego
volvió a cerrar la capota.
La encontró sonriéndole al otro lado del capó.
—Eres increíble, ¿lo sabes? –preguntó ella—. Entonces, ¿qué estabas
haciendo en ese campo? Estabas corriendo por ahí como un... déjame adivinar.
¿Tigre?
Él dejó que sus labios se contrajeran.
—¿Qué me ha revelado?
—Muy divertido. Nunca he conocido a un hombre con el pelo rayado y ojos
amarillos. Dame una pista. De todos modos, eres un salvavidas. Soy Carly, por
cierto. –Le tendió la mano, luego la retiró de la suya llena de aceite—. Espera.
Creo que hay algunas toallitas por aquí.
Carly se inclinó a través de la ventanilla del pasajero de nuevo. Tiger se quedó
quieto y disfrutó de la vista, cuando ella se enderezó, supo que él la había estado
mirando.
—¿Te gusta lo que ves? —preguntó, su voz contenía desafío.
Tiger no vio ninguna razón para mentir.
—Sí —dijo.
—Eres un adulador. —Carly sacó dos toallitas húmedas para él.
Tiger las tomó y se limpió las manos. Las toallitas húmedas eran familiares,
por lo menos. Cada vez que trabajaba en la camioneta, la tía de Connor siempre
le hacía limpiarse con ellas antes de dejarle entrar en casa de nuevo.
—¿Necesitas que te lleve a Austin? —preguntó Carly—. Siguen siendo treinta
kilómetros desde aquí a la galería, así que mejor que le devuelva este coche a
Ethan y no me arriesgue. Ethan adora este coche. Como dije, Armand me va a
matar, pero ya llego tarde así que no va a importar.
—Sí.
Carly le dio una amplia sonrisa.
—¿Sí, quieres un paseo? ¿O es que estás siendo educado mientras yo divago?
—El paseo. —Podía llamar a Connor con el teléfono móvil que le hacían
llevar cuando volviera a la ciudad. No podía dejar pasar esta oportunidad de
conocer a su compañera.
—Hombre de pocas palabras. Me gusta. Ethan, mi prometido, puede hablar
una y otra vez y otra vez sobre su familia, su negocio, su tiempo, su vida…
Ethan Su tema favorito.
Tiger se detuvo.
—Prometido.
—¿Los cambiantes tienen prometidos? Es así como los humanos llaman el
hombre con el que van a casarse.
Tiger arrugó las ahora toallitas sucias en sus manos grandes.
—No sabía que tenías un prometido.
Carly abrió la puerta del coche en marcha como si no lo hubiera oído.
—Entra. La casa de Ethan está al lado del rio, lejos de Shiftertown, pero
siempre puedo llamarte a un taxi, o uno de los muchos lacayos de Ethan puede
llevarte a casa.
—¿Por qué te casas con él?
Carly se encogió de hombros.
—Una chica tiene que casarse con alguien, sobre todo para que su hermana
mayor deje de mencionarlo cada cinco minutos. Ethan es un buen partido.
Además, estoy enamorada de él.
No, no lo estaba. El ligero movimiento en la garganta, el olor a nerviosismo
cuando respondió hablaba de mentira. No le amaba. Tiger se sintió algo
triunfante.
Se metió en el coche cuando Carly se metió en el asiento del conductor. Sus
dedos recorrieron el volante mientras hacía un giro en U competente en la
carretera todavía vacía, y condujo, con cierta lentitud, de vuelta hacia Austin.
Carly trató de hablar con él. A ella le gustaba charlar, a esta hembra. Tiger
estaba bien con sentarse y escucharla, olerla, observarla.
Cuando se acercaban a la ciudad y la carretera empezó a estar más llena, Carly
levantó su teléfono móvil y llamó al hombre llamado Armand. Explicó que
llegaría tarde, después de sostener el teléfono lejos de la oreja mientras una voz
masculina en el otro extremo hablaba en voz alta con un acento poco familiar.
Carly puso los ojos en blanco y sonrió, despreocupada.
—Los ladridos son peores que sus mordiscos —dijo ella, haciendo clic en el
teléfono.
—Conozco a algunos lobos parecidos.
Carly se echó a reír, su boca roja abriéndose. Tiger se inclinó más cerca de
ella, no era difícil de hacer en este ataúd de coche, y rozó su olor sobre ella.
Ella lo miró, de nuevo con el desconcierto de saber que algo había ocurrido,
pero sin estar segura de qué.
—Es peligroso para una mujer dar paseos a hombres extraños. Me pregunto
por qué no estoy preocupada contigo.
Porque eres mi compañera.
—Porque nunca te haría daño.
—Bueno, no podrías, ¿verdad? Es por eso que llevas puesto el collar. Te
mantiene domesticado. Los cambiantes no pueden ponerse violentos con él
puesto.
Tiger podía. Este collar era falso. No tenía la tecnología o magia fae que
provocaría descargas a través de su cuerpo si comenzaba a atacar.
Habían tratado de ponerle un collar real, y casi se había vuelto loco. Llegaron
a la conclusión de que Tiger debía llevar un collar falso, no es que los humanos
fueran a darse cuenta de que era falso, y procederían desde allí.
Este collar no le impediría cogerla y salir corriendo con ella si quería. Podía
secuestrarla, emparejarse con ella, calmar su necesidad de ella hasta que ambos
se derrumbaran por agotamiento.
O podía ser amable y esperar a que ella se acostumbrara a él.
Carly mantuvo la conversación todo el camino a través del tráfico del centro y
hacia la colina al norte del río. Se detuvo en un camino que formaba un arco
frente a una casa enorme, una mansión blanca con persianas negras y borde
negro. Carly aparcó el coche y salió, Tiger salió con ella.
Las puertas a cada lado de la casa llevaban al patio trasero, y Carly abrió una,
haciéndole señas para que la siguiera. Tiger se puso delante de ella y atravesó la
puerta primero, su instinto cambiante le instaba a asegurarse que el camino era
seguro para ella.
El patio daba al río y las colinas de enfrente, donde casas similares tenían una
vista de ésta. Una escalera recorría el lado de la colina a un muelle privado,
donde se balanceaban dos barcos.
Una hilera de ventanas de cristal se alineaban en la parte posterior de la casa,
pero el resplandor del sol y el tinte de las ventanas le impedían a Tiger ver el
interior. Un hombre con tijeras de podar levantó la vista de un arbusto en la
esquina de la casa, luego se enderezó con alarma cuando Carly alargó la mano
hacia una de las puertas de cristal.
—Señora Randal, no quiere entrar ahí.
Carly se volvió hacia él con sorpresa. Tiger trató de rodearla para entrar en la
casa primero, pero ella fue demasiado rápida. Estaba abriendo la puerta y
entrando antes de que Tiger pudiera detenerla, y tuvo que conformarse con
seguirla detrás.
Lo que olió dentro de la casa no era peligro, sin embargo. Era sexo.
Vio por qué cuando él y Carly rodearon una pared detrás de la cual se extendía
una enorme cocina. Gabinetes de madera fina y dorada llenaban las paredes, la
larga encimera de granito brillante. Estaba limpio, no había platos sobre los
mostradores, nadie cocinando algo que oliera bien, ninguna charla ni risa
mientras se preparaba la comida.
Había una mujer sentada en la parte superior de la barra con la blusa abierta,
su falda alrededor de las caderas y los zapatos de tacón alto en los pies. Un
hombre con los pantalones en los tobillos estaba empujando con fuerza en ella,
sosteniendo sus piernas con medias negras alrededor de sus muslos. Ambos
humanos gruñían y jadeaban, y ninguno notó a Carly o Tiger.
Tiger se puso delante de Carly, tratando de poner su enorme cuerpo entre ella
y la escena. Carly se detuvo, su bolso cayó desde sus dedos inertes al suelo.
—Ethan. –Había sorpresa en su tono.
El hombre se dio la vuelta. Tiger estaba gruñendo, sintiendo la angustia de su
compañera, el animal en él no quería nada más que matar a la persona que la
había molestado.
El hombre saltó, boquiabierto, luego tropezó con sus pantalones y tuvo que
agarrarse al mostrador.
—Carly, ¿qué coño haces aquí? —Su mirada fue a Tiger, de cuyos dedos
estaban brotando las garras largas y afiladas del Bengala—. ¿Y quién diablos es
ese?
Capítulo 2

La angustia de Carly golpeó a Tiger en una serie de oleadas. Shock, ira y


luego un dolor tan grande que el borde le dolió.
Llegó a ella, pero Carly agarró su bolso y se alejó, cegada. Salió corriendo de
la habitación, fuera de la casa y de nuevo a la luz del sol.
Las ventanas de la casa permitieron a Tiger trazar su progreso a través del
patio trasero y en torno a la parte delantera. Volvió al Corvette, arrancó el motor
con un rugido y salió disparada por el camino circular.
Dejando a Tiger solo e incapaz de consolarla.
Se dio la vuelta hacia la fuente de la angustia de Carly, el hombre llamado
Ethan. Ethan miró a Tiger, con ultraje en los ojos y Tiger gruñó.
La joven con la que Ethan había estado, desconocida, no parte de esto, se bajó
del mostrador, la falda enganchada en las medias negras hasta el muslo mientras
se enderezaba. Un destello de bragas de satén amarillo rompió el monocolor de
su traje antes de que se cerrara su falta gris de negocios.
La mujer se abotonó la blusa con dedos tembloroso.
—Mierda, Ethan, dijiste que estaría fuera todo el día.
Ethan apartó su mirada de Tiger, dio un paso hacia la mujer, medio soltando
los pantalones de nuevo y se inclinó para subírselos.
—Lisa, espera…
—Dijiste que lo sabía. Dijiste que le parecía bien.
La mujer tomó su bolso y se dirigió a la puerta corredera de cristal. Tiger se
quedó delante de ella, gruñendo.
La mujer levantó la mirada hacia él, y un poco de miedo primitivo entró en sus
ojos. Ella no sabía que era Tiger, pero algo en su interior reconocía un
depredador cuando lo veía. Se quedó un momento, indecisa, luego giró y salió
por el otro lado de la cocina hacia la parte delantera de la casa.
—No –llamó Ethan—. Espera.
Se subió frenéticamente la cremallera y se tambaleó, se dio la vuelta para
seguirla y se encontró contra la pared sólida de Tiger, que había dado un paso en
su camino.
Tiger olió el ultraje y el shock de Ethan, pero nada de miedo ni vergüenza.
—¿Quien diablos eres tú? —Ethan tenía que echar la cabeza hacia atrás para
mirarle, pero tenía una arrogancia que haría que un alfa le golpeara para hacerle
entrar en razón.
La puerta principal se abrió de golpe, la joven que huía. Ethan hizo una mueca
al oír el coche arrancar, luego volvió más rabia sobre Tiger.
—¿Carly se acuesta contigo? –preguntó—. Puedes decirle a esa puta que me
puede devolver hasta el último centavo que le he dado.
La rabia salvaje se alzó en el interior del Tiger en una onda. Vivir fuera de la
jaula, experimentar nuevas sensaciones y sentimientos había atenuado su rabia
un poco, pero no la había borrado. Nada lo haría jamás.
Este hombre, este fingido compañero de Carly, la había herido. No lo había
hecho de manera calculada, sino con crueldad descuidada. Ahora retorcía el
hecho de que Carly había entrado mientras él la traicionaba para hacer que la
traición fuera culpa suya.
Las reacciones de Tiger eran más básicas. Veía una fuente de dolor y la
eliminaba.
Sus gruñidos crecieron en volumen, un sonido tan profundo que se sentía más
que oía. Las vitrinas se sacudieron, y los platos detrás de ellos se movieron. Las
ventanas de la cocina atraparon las vibraciones y retumbaron en respuesta.
Una puerta de cristal del armario se hizo añicos y se rompió. Ethan se quedó
boquiabierto y se giró hacia Tiger.
—Vas a pagar por eso.
—Señor Turner. —El jardinero que había intentado impedir que Carly entrara
en la casa ahora estaba de pie ante la puerta abierta de la cocina—. Es un
cambiante.
—¿De verdad? —Ethan miró a Tiger de nuevo, observando su collar. Empezó
a sonreír—. Hijo de puta. ¿Carly se lo está haciendo con un cambiante? No le va
a quedar nada cuando termine con ella. Le enseñaré a meterse conmigo de esa
manera.
La rabia de matar latía en la sangre del Tiger. Ethan era una criatura pequeña y
llorona, olía a engaño y se atrevía a amenazar a su compañera.
Tiger cerró los puños sobre la encimera de la cocina, una losa pulida de
granito. Se rompió en dos trozos gigantes.
—Eh… —El jardinero sostuvo el rastrillo frente a él, una herramienta que
Tiger podría partir en dos.
Ahora el miedo apareció en los ojos de Ethan, pero aún no era suficiente.
—Fuera de aquí, o llamo a la policía.
Tiger apenas lo oyó. Como el hombre era tan débil, la necesidad de Tiger de
proteger a Carly se terminaría con algo tan simple como romperle el cuello.
Desgarrarlo en trozos y pintar las paredes con su sangre no era necesario. No
esta vez. Alargó las manos hacia la garganta de Ethan.
El miedo al fin irradió de él, oleadas enfermas. Tiger olió cómo le fallaba la
vejiga y luego Ethan se volvió y corrió.
Correr era una mala idea. Despertaba la necesidad de Tiger de cazar, de matar,
el instinto de rastrear la selva buscando algo para cenar.
Ethan corrió a su sala de estar. El lugar estaba lleno de muebles, toda ella
blanca. Tiger arrojó cosas a un lado para despejar su camino, sillas y el sofá se
estrellaron contra el suelo en pedazos. Ethan se precipitó a una habitación más
pequeña, más oscura, con un escritorio y un ordenador. Y sin escape.
Tiger cargó dentro como una muerte silenciosa, mientras que detrás de él, el
jardinero gritaba:
—¡Voy a llamar a la policía! ¡Voy a llamar a la policía!
Ethan abrió de un tirón un cajón del escritorio y tanteó dentro. Tiger cogió la
mesa y la arrojó a un lado. Lo madera chocó contra la pared, rompiendo mesa,
pared y el ordenador.
Ethan, agachado aterrado tenía algo negro en sus manos. Hubo una fuerte
explosión.
El fuego mordió el vientre de Tiger, pero siguió adelante, pateando a un lado
los restos de la mesa.
Bang, bang, bang. Tres balas más entraron en el cuerpo de Tiger. El dolor
finalmente cortó a través de su rabia, y miró hacia abajo para ver sangre
goteando por la parte delantera de la camisa.
Tiger no había recibido un disparo en mucho tiempo. Los humanos que
habían intentado domesticarlo en el sótano habían utilizado tranquilizantes al
principio, habían tenido que dispararle varias veces antes de que sucumbiera a
las drogas. A continuación, se preguntaban, ¿Cuántas balas harían falta para
detenerlo? Y lo intentaron. Habían descubierto que necesitaba más que esas
cuatro pequeñas que Ethan le había disparado antes de que lo sintiera.
Tiger alcanzó la pistola.
Cinco, seis, siete. Las balas impactaron en Tiger, una por una, el dolor se
incrementó. Tiger arrancó el arma de la mano de Ethan y la rompió por la mitad.
Ethan estaba gritando ahora, los latidos de su terror contra el dolor de Tiger.
Lo levantó por el cuello, más alto, más alto. El hombre le dio una mirada de
miedo intenso, y luego se quedó sin fuerzas, los ojos en blanco. Tiger lo sacudió,
y la cabeza de Ethan colgó floja. Todavía estaba caliente y vivo, pero
inconsciente.
Decepcionante. Tiger arrojó el cuerpo de Ethan sobre las ruinas de la mesa y
se volvió para salir. La sangre bajaba por la camisa y su torso, encharcándose en
la cintura. Kim iba a enfadarse por arruinar esta camiseta. Siempre le sacudía el
dedo cuando se ensuciaba la ropa demasiado.
El jardinero saltó fuera del camino cuando Tiger salió de la oficina. El hombre
aún tenía el rastrillo, listo para golpearle si se acercaba demasiado, pero Tiger le
ignoró. El jardinero no le había hecho nada a Carly.
Tiger apretó el brazo contra su abdomen cuando encontró la puerta principal
de la casa, abierta por la salida rápida de la otra mujer. Se tambaleó sobre unas
piernas débiles, la visión se le emborronaba.
Débilmente, oyó el sonido de las sirenas, cada vez más fuerte mientras
tropezaba por el largo camino de entrada y salía a la calle. Vio y olió a otros
humanos saliendo de las puertas delanteras para mirarle, le recordaban a los
perros de la pradera que había visto mientras vagabundeaba, asomando de
madrigueras para comprobar si el camino era seguro.
Shiftertown se encontraba al este de este lugar, así que Tiger volvió sobre sus
pasos en esa dirección, sentía el asfalto caliente a través de las suelas de los
zapatos.
Las sirenas se hicieron más fuertes. Tiger recordó el miedo que había sentido
cuando las oyó por primera vez atravesando la ciudad, cómo Connor le había
explicado lo que eran y lo que significaban. Policía, bomberos, ambulancias.
Apártate del camino, porque alguien necesita ser salvado, o alguien necesita ser
cazado.
La caza debía ser silenciosa. Los depredadores tenían que acechar, moverse en
silencio, encontrar sus presas y golpear antes de que supieran que estaban ahí.
Cinco coches de policía subieron por la colina a por él, seguidos de un
pequeño camión rojo, las luces encendidas. Le cortaron el camino, pero él podía
trepar paredes y atajar por los patios si tenía que hacerlo.
Tiger se giró a través de una puerta a otra casa, asustando a dos hombres con
más herramientas de jardín. Detrás de esta casa, el río brillaba en la parte inferior
de una colina, una mejor manera de escapar que las carreteras. Podía nadar río
abajo, dejar que le llevara cerca de Shiftertown, y seguir a casa desde allí.
Los coches de policía se precipitaron por las puertas detrás de él. Tiger corrió
alrededor de la casa, fue cuesta abajo, su respiración entrecortada ahora.
El río fluía, fresco y dulce, al final del camino en la parte inferior de la colina.
El agua se sentiría bien en sus heridas. Tiger entraría y luego simplemente
flotaría lejos, soñando con Carly y su olor, su sonrisa de labios rojos y esos ojos
que le miraban sin miedo.
Otra fuerte explosión rasgó sus sueños. El dolor rasgó la base de su columna
vertebral y las rodillas se le doblaron.
Aterrizó boca abajo en un césped de hierba verde, las hojas le cosquillearon la
nariz.
—Carly –murmuró—. Carly.
Una bota aterrizó sobre su trasero. Un hombre le echó una mano detrás de la
espalda, y una esposa fría tocó su muñeca.
Atado, encadenado, atrapado...
Tiger se levantó, la bestia cambiante salió mientras se levantaba, arriba y
arriba. El caos sangriento de su ropa se desprendió, y la esposa se rompió y cayó
al césped.
Rugió el rugido del tigre, abriendo la boca llena de colmillos, su bestia
intermedia enorme y letal.
Un aluvión de armas le apuntaron, incluyendo un gran rifle de aire cargado
con un tranquilizante.
Tiger fue a por el hombre con el tranquilizante. Demasiado tarde. El dardo
entró en su cuerpo ya maltratado y el tranquilizante de acción rápida le hizo
tropezar. Pero no fue suficiente. Nunca lo era.
—Se necesitan dos –dijo, su voz empañada, las manos con garras se alargaron
en busca del rifle—. Tal vez tres.
El hombre ya había vuelto a cargar. El segundo dardo le dio en la garganta,
justo encima del collar. Un tercero entró en su muslo, disparado por un segundo
hombre, y el tranquilizante pacífico entró en su sangre.
—Buen tiro —dijo, o creyó haberlo dicho, luego se precipitó al suelo a una
velocidad alarmante.

* *

Tiger despertó tumbado de espaldas, ambas muñecas encerradas en el odiado


acero, ambas manos atadas a las barras a cada lado de él.
Rugió cuando se despertó, tirando de esposas y cadenas, que no se rompieron.
Habían utilizado un metal lo suficientemente grueso como para soportar a un
cambiante. Abrió los ojos para encontrarse en una cama, rodeado de cortinas
blancas, paredes blancas, máquinas, tubos y suaves sonidos de pitido.
El pánico se le alojó en la garganta. El complejo, experimentos, dolor, miedo...
Rugió de nuevo, golpeando frenéticamente contra las esposas. Había pensado
que estaba a salvo en el extraño lugar llamado Shiftertown, pero ahora le habían
enviado de vuelta, le habían atrapado de nuevo. No. No. ¡No!
—Tranquilo, muchacho.
La voz atravesó el pánico de Tiger, con la promesa de fuerza. Una mano dura
presionó contra su pecho y Tiger trató de levantarse contra ella, tirando de sus
ataduras. Tenía que salir de allí. Tenía que salir de allí.
—He dicho tranquilo.
Tiger se quedó mirando el rostro duro y los intensos ojos azules de Liam
Morrissey, líder del Shiftertown de Austin. Liam era un felino, su gato salvaje
más pequeño que Tiger, su cuerpo humano más pequeño también. Podía
vencerlo.
Pero el por lo general irlandés tranquilo y sin prisas clavó su mirada en la de
Tiger. Tenía la determinación dura de un hombre que mantenía unida una banda
de cambiantes de tres especies y los protegía frente a cualquiera. Su olor y
mirada querían que Tiger se quedara en la cama y Tiger encontró que su pánico
disminuía.
Cuando la visión de Tiger se aclaró un poco, vio a tres hombres con uniformes
negros de pie como columnas al pie de su cama, con la cara en blanco. Tenían
rifles automáticos, sin apretar, pero Tiger sabían que estaban dispuestos a
disparar a matar tan pronto como alguien diera la orden.
—Quédate tumbado, muchacho —dijo Liam, su tono irlandés enmarcado con
acero—. ¿Me entiendes?
Tiger inhaló. El miedo no le había dejado, pero sabía que tenía que obedecer a
Liam o los hombres de negro levantarían las armas y llenarían su cuerpo con
balas, demasiadas para soportarlas.
Tiger logró asentir. Cerró los puños, pero evitó tirar de las cadenas.
La mano de Liam permaneció sobre el pecho de Tiger.
—Buen muchacho. Es necesario que te quedes quieto para sanar. Quédate
quieto y todo estará bien.
—Carly —susurró Tiger.
Liam se inclinó hacia la cama sin levantar la mano de Tiger.
—¿Qué?
—Carly. ¿Dónde está?
Liam negó con la cabeza.
—No sé quién es, pero has estado susurrando su nombre. ¿Alguien del
laboratorio?
—Ella es mi compañera. —Tiger apenas podía hablar, su voz ronca y extraña,
pero se sentía bien decir la palabra—. Mi compañera.
Liam parpadeó lentamente, una vez, pero no movió el cuerpo.
—Tienes que dejar de hablar y descansar.
—Ella está herida.
Liam se acercó más, hablando de modo que sólo Tiger pudiera escucharlo.
—¿Estaba en esa casa en la que entraste? ¿Quedó atrapada en el fuego
cruzado?
—Encuéntrala.
—Tienes que darme un poco más para seguir adelante, muchacho.
—Carly. —Tiger recordaba vagamente el nombre había utilizado el jardinero
—. Randal.
Una máquina encima de él hizo clic y las medicinas o lo que le habían dado
entraron por su cuerpo de nuevo. La oscuridad se precipitó sobre él.
Tiger trató de llegar a Liam, pero no podía mover sus manos. Tuvo que
conformarse con mirar fijamente al alfa, algo que Connor le había dicho que no
hiciera nunca.
—Encuentra a mi compañera —dijo Tiger con voz ronca, y luego no existió
nada.

* *

La puerta roja del Corvette se abrió y el pie de Carly salió a la calzada. El


resto de su cuerpo permaneció detrás del volante, y miró fijamente el vacío de la
puerta del garaje a medida que más lágrimas se deslizaban por sus mejillas. El
espejo retrovisor mostró el rimel corrido en manchas negras bajo los ojos y los
chorretones bajando por su mejillas.
Carly había conducido a ciegas por la ciudad antes de acabar frente a su casa,
pero no quería entrar en el lugar vacío y silencioso. No quería estar sola, pero no
quería llamar a su madre o sus hermanas y contarles lo que había sucedido. Aún
no. Sus hermanas, su madre de todas formas no estaban en casa, habían ido a
México para unos días de compras y probar cada clase de tequila que pudieran
encontrar. Carly había decidido no ir para poder quedarse y ayudar a Armand. Si
las llamaba, le darían simpatía, ira y mucho apoyo. Cuando eso sucediera, se
perdería por completo.
Había tratado de ir a ver a Yvette, la esposa de Armand. Con Yvette, Carly
podría derramar su corazón y encontrar compasión, pero también sabios
consejos. Yvette conocía el mundo, y le diría qué hacer.
Excepto que Yvette no había estado en casa. Si Carly se hubiera parado a
pensar en ello, se habría dado cuenta. Yvette estaba en la galería para ayudar a
Armand, porque Carly no estaba allí para la gran inauguración de la exposición.
Armand probablemente incluso la estaba despidiendo ahora mismo.
Y no le importaba.
Nada importaba en este momento. No sentada en su camino de entrada en un
coche que no era suyo, no con su cara manchada de rimel, no con las líneas
negras que caían de sus mejillas sobre su bonito vestido blanco.
Había estado tan segura de Ethan, su futuro definido y claro. Ethan había sido
la antítesis del padre de Carly, su padre nunca había tenido un trabajo mucho
tiempo, jugaba cualquier dinero que tuviera y se enfadaba con la madre de Carly
si no le entregaba la mayor parte de lo que ganaba. Cuando su padre había vivido
con ellos, la familia de Carly se había mudado constantemente, nunca podían
permanecer en una casa mucho tiempo. Y entonces un día se fue. Desapareció
una tarde cuando Carly tenía doce años, alejándose de su esposa y cuatro hijas,
dejándolas con el alquiler atrasado sin pagar y una montaña de facturas, después
de retirar todo el dinero que tenían de la cuenta bancaria y llevárselo. Nunca
había regresado, no había querido ver a sus hijas, había accedido al divorcio
desde lejos, y había desaparecido de sus vidas.
Ethan representa la estabilidad, la ambición, un hombre que no perdería todo
en el siguiente giro de una carta o en un caballo que tenía pocas probabilidades
de ganar, que no dejaría a una esposa en la estacada. El padre de Carly había sido
arenas movedizas, Ethan era un pilar.
Pero ahora ese pilar se había derrumbado, hundiendo a Carly en el dolor y la
incertidumbre. Ethan no le había puesto en peligro financieramente, pero había
traicionado su confianza y le había arrojado el respeto a la cara.
¿Cuánto tiempo había estado tirándose a otras mujeres? ¿Desde el primer día?
¿Había estado ella tan ciega por su necesidad de estabilidad con Ethan que no se
había dado cuenta?
Y le había arrojado su traición a la cara delante de un extraño amable, ese
guapo cambiante de ojos raros.
—Oh, no. —Carly se limpió las lágrimas de los ojos con un pañuelo ya
empapado—. El pobre hombre. Le dejé en la casa de Ethan.
Tendría que volver. Este era el puto coche de Ethan de todos modos. Por
mucho que quisiera estrellarlo, o tal vez empujarlo a un profundo arroyo
fangoso, tenía suficiente sentido común para saber que Ethan la demandaría por
ello. Le gustaba demandar a las personas.
Carly volvió a meter el pie en el coche. Sin duda, el hombre-cambiante con el
cabello multicolor se habría ido, tomado un autobús, llamado un amigo.
Pero pensó en él y sus lentas miradas, sin comprender del todo lo que le estaba
diciendo. Le había dejado indefenso con Ethan, y a Ethan no le gustaban los
cambiantes.
Arrancó el coche.
—¿Eres Carly? —dijo una voz masculina casi en su oído.
Carly contuvo un grito. Un hombre de cabello oscuro se asomó por la
ventanilla del lado del conductor abierta, mirándola con un par de ojos muy
azules. Detrás de él había otro hombre, igual de alto, pero sin tantos músculos,
más joven. Un destello de negro y plata asomó por encima de la camiseta del
hombre que la miraba. Era cambiante.
—¿Está el hombre tigre bien? –le preguntó Carly, secándose los ojos de
nuevo. No tenía forma de saber si este cambiante la conocía, pero estaba
preocupada por él—. ¿Pudo volver a casa?
El cambiante parpadeó con sorpresa, luego enmascaró la sorpresa como un
maestro. Carly trabajaba desde hacía tiempo en el negocio del arte, que
implicaba la venta de productos de alto costo. Los que compraban y vendían
aprendían a educar sus rostros y palabras con el fin de aprovechar al máximo los
beneficios o gastar la menor cantidad de dinero, pero su lenguaje corporal podría
hablar alto y claro. Este hombre le decía que sabía todo sobre el lenguaje
corporal, pero podía manipularlo para servir a sus fines.
—Soy Sean –dijo el hombre—. Tienes que venir con nosotros al hospital.
Tiger ha estado preguntando por ti.
—¿Hospital? —Carly se quedó sin aliento—. ¿Que pasó?
—Le dispararon, eso es lo que pasó —dijo el cambiante, su acento irlandés
cada vez más pronunciado—. Siete veces, justo en el intestino.
Capítulo 3

—¿Siete? Oh, Dios mío, ¿está bien? ¿Dónde está? Lo siento. Lo siento
mucho.
La sorpresa brilló en los ojos azules de nuevo.
—¿Por qué lo sientes? ¿Le disparaste tú, muchacha? —Un poco de rabia
también le tocó, algo que le dijo que este hombre sería peligroso cuando se
enfadara.
—Fue herido por mi culpa, ¿no? —exclamó Carly—. ¿Donde está?
La puerta del pasajero se abrió, y el cambiante joven entró sin pedir permiso.
—Sigue a Sean. Él nos llevará allí. —El joven cerró la puerta y tocó el
salpicadero maravillado—. Nunca he estado en un Corvette antes —dijo, su
acento tan irlandés igual al del otro hombre—. Endiablado.
—Vamos, muchacha —dijo Sean y se levantó para ir hacia una moto aparcada
detrás de ella. Aunque no era tan grande como Tiger, Sean se movía con una
facilidad impropia de su fuerza, la gracia equilibrada de un gato.
Arrancó la moto y esperó a que Carly retrocediera por la calzada antes de salir
por la calle delante de ella. Las manos de Carly temblaron un poco, pero las
lágrimas se habían secado. La preocupación por Tiger cortó la ira provocada por
Ethan.
—Soy Connor, por cierto —dijo el joven cuando ella empezó a seguir a Sean
—. Aún un cachorro, pero aquí estoy. Si alguna vez quieres venderme este
coche, podemos negociar.
—No es mío —dijo Carly.
—¿No? ¿De quién, entonces? ¿Crees que estaría dispuesto a vender? Si no a
un cambiante, puedo encontrar a alguien que haga de intermediario.
No había nada malo en Connor, pero el temperamento de Carly se rompió.
—Pertenece a un mentiroso sin agallas, un hijo de puta bastardo y me gustaría
que le robaras el puto coche.
¡Oh, eso se sentía bien! Carly apoyó la cabeza en el reposacabezas, agarró el
volante mientras bajaba por una colina detrás de la moto, y dejó escapar un grito
largo y sincero.
—Vaya —dijo Connor—. Tómalo con calma, cielo. Tal vez será mejor que yo
conduzca.
—De ninguna manera —dijo Carly—. Él me dijo que tomara el Corvette para
estar fuera de su camino cuando se lo montara con su perra así que estoy
tomando el Corvette.
Dio la vuelta a la esquina tras Sean, riendo cuando el coche abrazó la carretera
y aceleró al mismo tiempo.
Los ojos de Connor, azules como los del otro cambiante, se abrieron de par en
par.
—¿Estás diciendo que tu compañero te engañó?
—Él no es mi compañero. De ninguna manera, nunca, jamás. Y eso es
exactamente lo que hizo. Espera.
El camino trazaba una curva cerrada, y Carly la tomó rápidamente. El
Corvette, hecho para correr, rodó sin vacilar.
—¡Vaya! —Golpeó el volante—. Me encanta este coche. Mejor manera de
excitarme de lo que Ethan fue siempre.
Connor se rió.
—Me gustas, mujer humana.
La ira de Carly saltó aguda.
—Si Ethan hirió al tigre, lo mataré con mis propias manos.
—Ese es el espíritu —dijo Connor—. Tiger va a vivir. Es un hombre duro.
Pero te necesita, creo.
—¿Te dijo lo que le pasó? —preguntó Carly, su ansiedad por Tiger cortó su ira
de nuevo—. ¿Cómo me encontraste?
—Él no ha dado muchos detalles —dijo Connor—. Pero una vez que le
sacamos tu nombre, Sean no tardó mucho en averiguar dónde vivías. Es un mago
con los ordenadores, nuestro Sean.
Un cambiante friki de los ordenadores. Qué día.
Carly dejó escapar el aliento y se obligó a seguir a Sean el resto del camino,
sin payasadas. Tenía que llegar donde Tiger y asegurarse de que estaba bien. El
hecho de que hubieran disparado y herido al hombre grande y fuerte hacía que se
le acelerara el corazón y se le secara la boca. Tenía que estar bien.

**

El pequeño hospital fuera de los límites de la ciudad al que le condujo Sean


servía a una gran parte de la población del lado sur y este de la ciudad. Carly
aparcó tan cerca de la puerta de entrada que pudo. Connor rodeó el coche más
rápido de lo que ella podía registrar y le abrió la puerta, ayudándola a salir.
Ethan nunca había hecho eso.
Sean los esperaba en la puerta con su teléfono.
—Estamos llegando. Sólo mantenlo tranquilo.
Carly escuchó la exclamación al otro extremo antes de que Sean cerrara el
teléfono. No dijo nada a Carly o Connor, sino que entró por la puerta delantera
por delante de ellos.
Por dentro estaba tan lleno como Carly había adivinado por el estacionamiento
lleno, con madres y niños en espera de ser vistos, enfermeras corriendo por los
pasillos, y el mostrador de recepción con una larga fila de personas. El olor a
antiséptico cubría los olores de la preocupación y la enfermedad.
Sean avanzó sin detenerse por un pasillo trasero, luego bajó y fue al ascensor,
apretó el botón de la planta superior. Cuando salieron del ascensor, Carly oyó el
ruido.
El rugido comenzaba al final del pasillo, un baño de sonido que fluía hacia
ellos a través de todas las habitaciones y el puesto de enfermeras junto a los
ascensores, donde Carly se detuvo. El puesto de enfermeras estaba desierto, pero
había un grupo de personas agrupadas en el otro extremo del pasillo.
Sean dijo algo en voz baja mientras aceleraba el ritmo, pero Connor, detrás de
Carly, no bajó la voz.
—Va a conseguir que lo maten.
Sean siguió caminando, su ancha espalda erguida, moviéndose rápidamente.
Carly corrió sobre sus tacones altos para alcanzarlo.
Las caras de las enfermeras y celadores que se giraron hacia ellos estaban
llenas de miedo. Tres hombres de rostro duro con uniformes negros trataron de
interceptar a Sean, y otro grito salió de dentro de la habitación.
—Lo amenazaste, ¿verdad? —dijo una voz irlandesa—. ¿Eres estúpido,
entonces?
Los hombres parecían soldados o guardias de seguridad privados con todos
esos uniformes negros, pero sus manos y cinturones gruesos estaban vacíos.
Carly vio por qué cuando se asomó a la habitación del hospital.
El suelo estaba cubierto de detritus negros que al principio no pudo situar,
pero luego vio que eran piezas de fusiles automáticos, radios y otras cosas
demasiado rotas para identificarlas.
El rugido provenía del interior de la habitación, seguido de un ruido metálico
repetido de un objeto de metal. Sean bloqueaba la mayor parte de la vista, pero
Carly podía ver lo suficiente para distinguir el bulto de Tiger, apenas cubierto
por una bata de hospital, de pie, con un puño cerrado. Estaba tirando, tirando y
tirando de la barra de metal en la cama a la que estaba encadenado.
Cerca de él había dos cambiantes más, uno con la cabeza afeitada y tatuajes
por todas partes donde podía ver piel y el otro de aspecto similar a Sean.
El hombre tatuado desvió un golpe del puño libre de Tigre en un movimiento
practicado. Enfurecido, Tigre golpeó de nuevo, y el hombre tatuado lo bloqueó,
retorciendo el brazo de Tiger a su espalda. Una chispa saltó en el collar alrededor
del cuello del hombre tatuado.
—¿Qué demonios ha pasado? –preguntó Sean.
—Los malditos guardias pasaron —gruñó el tipo tatuado—. La enfermera
quería cambiarle la IV, los tres tipos maravilla le apuntaron con las armas y le
sujetaron mientras lo hacía. Rompió una de las esposas. Adivina el resto.
—Spike, suéltalo –dijo el que se parecía a Sean—. Tiger. Detente.
La última palabra resonó en la sala. Todo el mundo se quedó quieto, guardias,
Spike, Sean, Connor, los guardias, enfermeras y celadores detrás de ellos.
Todos excepto Tiger. Siguió golpeando, rugiendo, sus ojos de color amarillo
llenos de rabia. El collar en su cuello estaba en silencio, sin importar lo mucho
que golpeara o tratara de arrancar la muñeca de sus ataduras.
Eso no tenía sentido. Se suponía que los collares soltaban descargas a los
cambiantes si alguna vez se ponían violentos, para proteger a los humanos de su
inmensa fuerza. Los collares se activaban en reacción a la adrenalina y la
intención de hacer daño, o eso había oído. Si un cambiante no estaba tratando de
hacer daño a nadie, el collar no haría nada. Estaban destinados para mantener a
los cambiantes pacíficos, no para castigarlos todo el tiempo.
El collar de Tiger estaba en silencio, con un aspecto no muy diferente del de
Sean o Connor. Significaba que Tiger no estaba enojado o tratando de matar a
nadie.
Estaba asustado.
Lo habían encadenado a la cama y pinchado con armas, y esto después de que
le dispararan. No era extraño que se estuviera volviendo loco.
Carly se metió bajo el brazo de Sean y entró en la habitación.
—Muchacha, no —dijo Sean bruscamente, pero Carly no se detuvo.
Tigre tiró de nuevo de la cadena, y esta vez, todo el listón de metal se soltó de
la cama. El listón bailó al final de la cadena, Tiger todavía esposado a él
mientras se daba la vuelta.
Los cambiantes saltaron hacia atrás. Tiger rugió, un sonido extraño, como un
animal en una garganta humana. La sangre floreció en la parte delantera de su
camisón cuando levantó la barra como un arma, la mancha carmesí se extendió.
Siete disparos.
—¡Tiger! –gritó Carly en el ruido.
Los rugidos de Tiger cesaron como si alguien hubiera golpeado un interruptor.
La barra y la cadena chocaron con el listón de la cama una vez, luego se
quedaron en silencio.
Tiger se abrió paso más allá de Spike y el otro cambiante sin parecer notarlos
y llegó donde Carly. Esta se mantuvo firme cuando Tiger la tomó por los
hombros, la cadena y la barra de la cama chocaron suavemente contra su
espalda. Él la miró con ojos tensos de dolor, el oro amarillo teñido de rojo.
—Estoy aquí —dijo Carly, tocando una de sus manos—. ¿Estás bien?
Sus palabras y aliento se cortaron cuando Tiger cerró sus brazos alrededor de
ella y la atrajo hacia él. Enterró la cara en la curva de su cuello y la abrazó.
—Carly. —Como si cobrara fuerza con su nombre, sus brazos se apretaron
alrededor de ella, la voz ronca—. Carly.
—Todo está bien. —Carly le alisó suavemente el cabello, encontrándolo
cálido y suave—. Estoy bien. Pero tú no, ¿verdad?
Tiger la sostuvo en silencio, con el rostro contra su cuello, respirando,
respiraciones temblorosas y largas.
—Tenemos que ponerlo bajo custodia —oyó decir a un hombre detrás de ella.
—No –dijo con firmeza el cambiante que parecía estar a cargo—. El hombre
casi se ha desangrado. Yo le había calmado. Si le empujas otra arma, seré yo
quien la rompa.
Carly trató de aflojar el abrazo de Tiger, pero él no la soltaba.
—Hay que dejar que te cosan –le dijo ella—. Siete disparos. Maldita sea,
Tiger, ¿cómo sigues de pie?
—Los cambiantes sanan rápido —dijo Connor.
El jefe cambiante gruñó.
—Connor, fuera.
—Él no va a hacerme daño —dijo Connor—. Soy un cachorro y un amigo. No
va a hacer daño a Carly tampoco, obviamente. Son sólo los rastreadores,
Guardianes, líderes cambiantes y los de la seguridad tontos del culo los que le
molestan. — Se acercó a los dos encerrados en un abrazo—. Deberías ver su
coche, Tiger. Un Corvette clásico. Es guai. Deja que te cosan otra vez y tal vez
ella te lleve a casa en él.
Tiger volvió la cabeza en el hombro de Carly para mirar a Connor.
—Lo vi. La ayudé a arreglarlo.
—Oh, tío –dijo Connor con desmayo—. ¿Trabajaste en él? Tengo tanta
envidia.
—Tiger vino a mi rescate —dijo Carly—. Realizó un milagro.
Tigee levantó la cabeza, sus ojos más tranquilos ahora, y le tocó la cara.
—Él te hizo daño.
Carly negó con la cabeza. Ethan parecía poco importante en este momento.
—Es un gilipollas. ¿Qué pasó? ¿Cómo te dispararon, por amor de Dios? No
tenía la intención de largarme corriendo y abandonarte. Lo siento. Estaba
molesta.
Tiger le tomó la cara, frotó los pulgares a lo largo de sus pómulos. Sin hablar,
simplemente mirándola a los ojos.
—¿Ethan te disparó? —preguntó Carly, su ira en aumento. Sabía que Ethan
tenía un arma, no porque disparara por deporte ni nada parecido, sino porque le
hacía sentirse superior al resto de la humanidad.
—No importa —dijo Tiger.
Importaba. La rabia de Carly surgió como una marea para cubrir su dolor y
pena.
—Voy a matarlo. Me jode, luego dispara a mi amigo por tratar de ayudarme.
No te preocupes, Tiger, para cuando cualquier abogado que contrate y yo
terminemos con él, estará feliz de que pueda rascar de la acera lo que quede de
él.

* *
Su calidez y fuerza fluían en Tiger como una luz brillante. Había estado
enterrado en la oscuridad y el dolor, los guardias que le habían pinchado con las
armas habían despertado recuerdos que había querido enterrar hacía mucho
tiempo.
Le habían quitado a su compañera, habían prometido cuidar de ella y había
muerto. Cuando había exigido verla, cada vez más frenético, le habían golpeado
y amenazado con matarle.
Los recuerdos del pasado se habían fusionado con la realidad de ahora, y Tiger
había sabido en su corazón que Carly, su bella compañera, estaba muerta. Liam
había mentido, Sean había mentido, los guardias habían mentido. Se la habían
quitado, y ella estaba muerta...
Los recuerdos desaparecieron. Tenía a Carly aquí, su olor como la picadura de
la canela, la cara suave como pétalos bajo sus dedos. Se inclinó hacia ella para
inhalar de nuevo, exhalando para dejar su huella en ella. Mía.
—Tiger —oyó decir a Liam. Liam, el líder, el hombre al que le habían dicho
que obedeciera.
Liam era un alfa fuerte, y los cambiantes bajo su mando sentían el peso de sus
órdenes. Tiger los había observado, incluso el padre de Liam, se convertían en
algo menor en presencia de Liam. Se suponía que él también podía vivir en este
Shiftertown en paz, si obedecía las órdenes de Liam y mostraba lealtad.
Cualquier desafío, y Liam tendría que acabar con él.
Liam en realidad no había dicho todo esto específicamente, pero Tiger lo
sabía. Sabía todo lo que Liam estaba pensando, porque el lenguaje corporal de
Liam, no importaba lo sutil que fuera, revelaba cada pensamiento.
El lenguaje corporal de Carly mostraba sólo la angustia porque Tiger estuviera
herido. A ella no le importaba una mierda la jerarquía, o quien era alfa, o que
debería bajar la cabeza y evitar la mirada de Liam como debían hacer los
sumisos.
Toda su atención se centraba en Tiger y solo en Tiger. Todo lo demás no era
esencial.
La calidez de Carly entró en su cuerpo donde ella le tocaba y su aliento en el
rostro era como el aire dulce del verano. El dolor disminuyó, y su respiración se
hizo más fácil.
El toque de una compañera.
Carly se movió entre sus brazos, tratando de dar un paso atrás. Tiger no estaba
dispuesto a dejarla ir. La abrazó con más fuerza, pero Carly se retorció,
retorciendo su brazo para tocar la barra que todavía colgaba de su muñeca.
—¿Puede alguien quitarle esto?
Connor saltó hacia adelante, levantó la barra que colgaba como un peso
muerto. Se rió.
—Hicieron la esposa y las cadenas para soportar la fuerza de los cambiantes,
pero no la cama. Buen trabajo.
—¿Puedes quitársela? —preguntó Carly.
Estaba ansiosa, no tenía miedo. Los otros querían atarlo, Carly querían
ponerlo en libertad.
—Consígueme una ganzúa, y puedo abrirlo todo —dijo Connor.
Spike, en silencio, le entregó un trozo de alambre rígido. Tiger no sabía donde
lo había obtenido ni para qué era, pero Connor sonrió alegremente y empezó a
hurgar en las esposas. En cuestión de segundos, la esposa se aflojó y cayó de su
muñeca.
—Eso tiene que sentirse mejor —dijo Carly—. Ahora, vamos a devolverte a la
cama para que los médicos puedan coserte.
Más personas llenaron el pasillo exterior. Tiger saboreó su miedo. No deberían
transmitir esa manera. Un depredador percibía el miedo de una presa, el
depredador se acercaba y derribaba a los más débiles. Peligroso.
—Si no puede calmarse, tenemos que encadenarlo de nuevo, señora —dijo
uno de los hombres vestidos de negro. Era el comandante, el líder de su pequeña
banda. Tenía un rostro curtido por la intemperie, a pesar de que todavía era joven
para ser un humano, y cicatrices. Había estado en batallas. El hombre llevaba el
cabello rubio casi a cero, sus ojos eran de color azul claro y tenía un aire de
autoridad. No tanto como Liam o cualquier cambiante, pero para un humano, era
fuerte.
—Él está tranquilo —dijo Liam—. ¿Ves? Muchacha, si puedes hacer que
vuelva a la cama y se quede quieto, podemos curarlo en un santiamén.
Tiger mantuvo los brazos alrededor de Carly.
—Estoy curado.
Carly pasó la mano por la parte delantera de su torso. Tiger no pudo evitar
estremecerse de dolor cuando tocó las heridas abiertas.
—Gilipolleces —dijo ella con claridad—. Estás sangrando. Vuelve a la cama.
—Mejor que retroceda —dijo el líder humano, su voz tan fuerte como la de
Liam—. Es un peligro para todo el mundo en el hospital y debe ser contenido.
Carly se dio la vuelta, todavía dentro de los brazos de Tiger, para mirar al ser
humano.
—¿Qué le pasa? Tiene que dejarlo solo durante dos minutos. No es de
extrañar que esté tan molesto.
Se dio la vuelta, deslizando el brazo alrededor de la cintura de Tiger, y
comenzó a guiarlo hacia la cama. Tiger fue sin oponer resistencia. Ahora, si ella
se metiera en la cama con él y se acurrucara contra su costado, sanaría
enseguida. Y no tendría miedo.
Los otros cambiantes vieron con asombro como Tiger, tranquilo y silencioso,
caminaba de vuelta a la cama con Carly. Había dejado de sangrar, pero su
camisón estaba cubierto de sangre, y la sangre manchaba las sábanas.
No le importaba. Tiger se sentó en la cama incómoda, luego puso la mano en
la muñeca de Carly y tiró de ella hacia él.
Carly le dio una mirada de perplejidad, sus ojos gris verdosos estaban
enrojecidos por el llanto. Tiger tiró con más fuerza. Carly perdió el equilibrio y
cayó, sentada, en la cama junto a él, su caliente cadera contra su costado.
Dejó escapar una risita.
—No pueden curarte si estoy en la cama contigo, tonto. Me halaga, pero estaré
en el medio.
—Te necesito —dijo el Tiger. Mantuvo su voz suave, tan sólo ella le oía, pero
claro, los cambiantes tenían una buena audición.
—Suéltala —dijo Liam—. Ya ha hecho suficiente. Gracias, muchacha. No sé
quién eres, pero eres un condenado milagro.
—Ella es mi compañera —dijo Tiger, la voz seguía sin funcionar bien, pero se
volvía más firme a medida que aumentaba la presión sobre ella—. Se queda.
Capítulo 4

Carly abrió los ojos de par en par.


—¿De qué estás hablando exactamente?
—No funciona de esa manera —dijo Liam rápidamente por encima de sus
palabras—. Es un poco diferente en Shiftertown, muchachito. Ya te lo he
explicado.
Tiger cerró los ojos. Liam, Sean y Connor le habían hablado de las reglas de
emparejamiento, la reclamación como señal a todos los demás cambiantes de
que la hembra estaba fuera de los límites para todos los otros machos. Las
ceremonias posteriores realizadas por el líder del clan, una bajo la luz del sol,
otra bajo la luz de la luna llena, los compañeros unidos juntos bajo los ojos del
Padre Dios y la madre Diosa.
Pero el Padre Dios y la madre Diosa nunca le habían encontrado en el sótano
de la base experimental durante sus casi cuarenta años de cautiverio. ¿Por qué
debería esperar a que reconocieran su emparejamiento?
Dylan, el padre de Liam y un purista de las reglas de los cambiantes, había
admitido que los rituales eran artificiales, establecidos en un tiempo cuando los
cambiantes habían luchado entre sí hasta casi la extinción. Para evitar que los
machos cambiantes lucharan entre sí hasta la muerte por las hembras, habían
establecido las marcas de olor y las reclamaciones, y las ceremonias de sol y la
luna realizadas por el líder del clan.
Tiger había escuchado, con ganas de aprender todo lo que pudiera sobre quién
y qué era. Pero sabía, y Dylan también, que las reglas no significaban nada. Un
cambiante reconocía a su compañera cuando la conocía. La olía, la veía, sentía
su calor y lo sabía.
Carly era la compañera de Tiger. No había duda de eso.
Con manos firmes, Tiger desgarró su molesta bata de hospital y arrojó los
pedazos al suelo. Las sábanas alrededor de su cintura dejaron al descubierto el
pecho y el abdomen, bronceados de trabajar sin camisa en los coches con
Connor. Los círculos rojos de agujeros de bala le marcaban el pecho y el
estómago, con manchas de sangre alrededor.
La mitad de los agujeros ya habían cerrado. Tiger los señaló.
—El toque de una compañera —dijo a Liam—. Sana, dijiste. Iona lo dijo.
—Los cambiantes son buenos en sanarse a sí mismos —respondió Liam, pero
con menos convicción—. Y eres un cambiante muy fuerte.
Un súper cambiante, Iona, la mujer que lo había rescatado, lo había llamado
así. Iona había sido maravillosa, y Tiger siempre sentiría cariño por ella. Pero
ella no había sido su compañera.
—Deja esto antes de confundirme más. —Carly se alejó de Tiger y se levantó
—. ¿Estás diciendo que yo he cerrado eso? —Señaló una herida, roja y cruda—.
Esos agujeros todavía se ven bastante mal para mí.
—No lo están.
Tiger notó que todos en la habitación se mantenían a cierta distancia de la
cama, como si una barrera invisible los detuviera. Tenían miedo de acercarse
demasiado a su compañera, pensó con satisfacción. La estaban reconociendo.
—No te creo —dijo Carly—. Tienes un aspecto terrible, y yo me siento
horrible por hacer que te hirieran por encima de todo lo demás. Así que deja que
los médicos hagan lo suyo. Por favor.
Tiger cerró su mano alrededor de la suya otra vez.
—Sólo si te quedas.
Ella le dio la mirada perpleja de nuevo, luego soltó el aliento.
—Oh, ¿por qué no? Estoy segura de que voy a ser despedida aparte de todo lo
demás de hoy. Qué demonios.
—Veremos que no lo pierdas por ayudarnos, muchacha —dijo Liam, de esa
forma tranquilizadora que sólo él podía—. Gracias.
—Es lo menos que puedo hacer. Mi madre siempre decía que una persona
debe reconocer todo de lo que es responsable, incluso si no lo decía en serio. —
Hizo una pausa—. Ojala la madre de Ethan le hubiera enseñado eso también.
Tiger sintió su dolor a través de las manos unidas y su cólera surgió de nuevo.
Recordó la sorpresa y luego la indignación en la cara de Ethan cuando Carly
había entrado por la puerta para encontrarlo teniendo sexo con otra mujer. El
hombre había culpado a Carly. Pero un hombre no engañaba a su compañera.
Nunca.
Lo que significaba que Carly nunca había sido realmente la compañera de
Ethan, ni siquiera a la manera humana del compromiso. Con el acto de traición
de Ethan, Carly estaba libre de él. Libre para que él la reclamara.
Otra voz se unió a la multitud.
—¿Está sedado?
Tiger reconoció al médico que, a través de la primera bruma de rabia y dolor,
había extraído las balas que quedaban dentro de su cuerpo. Tiger había
despertado en la mesa y comenzó a cambiar asustado, lo que había conducido a
que le encadenaran a la cama otra vez.
La estúpida clínica debería haber dejado que Connor se quedara allí para
calmarlo. Entones Tiger no habría recordado las salas de experimentación
estériles en lo que los humanos llamaban Área 51, no habría estado
completamente aterrorizado.
—Él va a estar bien —dijo Liam, usando más encanto del suyo, más tono
irlandés—. Sólo necesitaba un poco de calma, como se puede ver.
—Entonces lo necesito en el quirófano para terminar.
El médico empezó a alejarse, dejando a las tres enfermeras y otro hombre con
bata blanca que parecían infelices.
—No —dijo Tiger. Todo en él se tensó de nuevo.
Carly frunció el ceño mientras pasaba una mano tranquilizadora por su
muñeca.
—Está bien. Sólo quiere coserte.
—Que lo haga aquí. Yo no vuelvo a esa habitación.
—¿Por qué no? Es el lugar donde tendrá todas las cosas que necesita para
curarte, y esterilizadas para no provocarte una infección.
Ella sonaba tan razonable, tan tranquila. Y, sin embargo, no había visto las
habitaciones a dónde le habían llevado en el edificio de piedra del desierto,
donde agujas y sondas habían perforado su carne, donde los electrodos habían
crepitado en su cerebro y bajo su piel. Los experimentadores querían ver cuánto
podía soportar, así que le habían hecho pasar por todo lo imaginable.
—Le hace recordar cosas malas —dijo Connor.
El cachorro, el menor de todos ellos aquí, entendía. Connor siempre le había
entendido mejor que los demás.
Carly llamó al médico.
—Espere. ¿Por qué no puede trabajar en él aquí?
El médico, con aspecto estresado se volvió.
—Porque la luz es mala, y necesito mi equipo.
—Tráigalo. Es eso o todas estas personas tendrán que pelear por llevarle al
quirófano de nuevo.
El doctor miró de manera experta a Tiger.
—Si usted garantiza que va a sentarse ahí y dejarme terminar, lo haré. Le daré
algo para el dolor, pero aún así dolerá. Si no, le sedaré con una sedación muy,
muy profunda, ¿entiende? La mayoría de las personas mueren bajo ese tipo de
sedación, incluso los cambiantes.
—Él va a estar bien. —Carly sonrió al hombre—. Lo prometo. ¿No? —
preguntó a Tiger.
Tiger cerró la mano alrededor de la muñeca de Carly, sintiéndola delgada y
frágil, huesos cubiertos de piel de seda.
—Si te quedas.
—Me quedaré. —Carly volvió la sonrisa a él, y de repente el mundo estuvo
bien.
Tiger no dijo nada. Acarició el antebrazo de Carly, hipnotizado por su
suavidad, su olor dulce. El médico se alejó, todavía molesto. Los otros
cambiantes se mantuvieron a segundo plano alrededor de la cama, como los
soldados detrás de ellos.
No importaba. Carly había dicho que se quedaría con él. Tiger se aseguraría de
que fuera para siempre.

* *
Carly observó al médico limpiar las heridas de Tiger, darle medicinas, suturar
las más grandes y cerrar con esparadrapo estéril las otras, con vendajes al final
para todas. Tiger permaneció inmóvil mientras trabajaba, sin hacer ruido,
sosteniendo la mano de Carly pero sin apretar.
Carly no habría podido resistir que nadie le pinchara y limpiara heridas tiernas
sin sedación. Se habría estremecido, luchado, gritado o al menos gruñido algunas
palabrotas. Tiger no hizo nada, no dijo nada, no se movió. El comandante de los
soldados le observaba, pero mantuvo a sus hombres atrás.
Cuando el médico finalmente se marchó, dejando la limpieza a las enfermeras,
Tiger empujó las sábanas a un lado y se levantó de la cama, completamente
desnudo excepto por sus vendajes. Carly trató de no mirar, pero era difícil no
hacerlo. Era un hombre grande, y no sólo de alto y ancho. Era grande por todas
partes. Por todas partes. Desvió la mirada, pero tuvo que obligarse. Él era…
fascinante.
—¿A dónde crees que vas? —le preguntó.
—Casa. —La palabra salió con fuerza, pero también con melancolía.
—Apenas puedes caminar.
—Puedo hacerlo.
Tiger se veía más fuerte, eso era cierto. Pero, mierda, le habían disparado. En
el estomago.
Liam, que al parecer era el hermano de Sean, comenzó a poner su mano en el
hombro de Tiger, luego la alejó antes de tocarlo. Se volvió hacia el jefe de los
guardias.
—Puede soltarlo bajo mi custodia ahora. Él estará bien.
El soldado frunció el ceño, las cejas de color claro fruncidas.
—Dame un minuto. —Se dio la vuelta, hizo señas a sus hombres para que
vigilaran, sacó un teléfono móvil e hizo una llamada en la esquina.
—Podemos encargarnos desde aquí —dijo Liam a las enfermeras—. Es bueno
en sanarse a sí mismo, de verdad.
—No puede levantar nada, ni flexionarse, correr, ni nada estresante —dijo la
jefa de enfermeras en tono grave—. Tiene que mantener las heridas limpias,
cambiar los apósitos y tomar todos los antibióticos. Cada pastilla. ¿Puede
conseguir que haga todo eso? —Miró a Carly.
—¿Yo? —dijo Carly, tocándose el pecho—. Yo no…
—Cuidaremos muy bien de él. —Liam tomó el trozo de papel con la receta y
le dio a la enfermera una sonrisa que haría que cualquier mujer se derritiera. La
enfermera, de mediana edad, de rostro duro, con experiencia con pacientes
difíciles, resistió unos segundos antes de descongelarse.
—Muy bien, entonces —dijo ella, su tono más suave—. Llame si hay algún
problema. — Ahora hablaba con Liam y solo con Liam.
El soldado se volvió, su ceño aún más formidable.
—Mi comandante me dice que deje que te lo lleves —dijo a Liam. El hombre,
obviamente, no estaba de acuerdo con su comandante, pero no parecía el tipo
que desobedecía órdenes—. Pero si hay más problemas con él, voy a tener que
llevármelo.
—Ahí tienes razón —dijo Liam, sin sonar preocupado.
Tiger ya salía de la habitación, tirando de Carly detrás de él. Connor se puso
delante de ellos y levantó una brazada de ropa doblada que olía a recién lavada.
—Te estás olvidando algo.
Las enfermeras no escondían su necesidad de mirar el cuerpo de Tiger. Habían
visto su cuota justa de carne desnuda, pero Tiger era diferente.
Era todo músculo, con un torso y brazos bronceados, pálido por debajo del
cinturón. Grande por todas partes, no demasiado abultado, apretada y fuerte y no
excesivamente voluminoso. Tiger llevaba su desnudez de manera informal,
Carly se dio cuenta de que los otros cambiantes no parecieron recordar que
estaba sin ropa hasta que Connor lo había detenido en la puerta.
Tiger se puso los pantalones vaqueros y una camiseta sin molestarse con la
ropa interior. Connor insistió en que se pusiera las botas de combate que había
traído en lugar de andar descalzo, y Tiger gruñó con impaciencia mientras se las
ponía.
Tiger siguió sujetando la mano de Carly mientras caminaban por el pasillo, el
ascensor y en la zona de aparcamiento. Los pacientes y el personal del hospital
dejaron lo que estaban haciendo y miraron cuando el contingente de cambiantes
lo atravesó.
Liam guiaba, dando una sonrisa y asintiendo a todo el que pasaba. El hombre
alto tatuado con la cabeza afeitada le seguía, atrayendo más atención. Detrás de
él iban Tiger y Carly, a continuación, Connor y Sean cerrando la marcha. Los
niños miraban, las mujeres separaban los labios, los hombres se movían para
colocarse de manera protectora frente a las mujeres y los niños.
Nadie dijo una palabra, pero de nuevo, el lenguaje corporal lo decía todo. Los
cambiantes eran temidos. Incluso domesticados, controlados y regulados, los
humanos sentían la violencia apenas contenida. Los seres humanos pretendían
despreciar o estar fascinados por las criaturas, pero los humanos adultos que
observaban a estos cambiantes pasar y salir del edificio exhibían un temor básico
y vigilante.
Carly nunca había pensado mucho en los cambiantes de un modo u otro. Sabía
que los de Austin vivían en el Shiftertown, que estaba al lado del antiguo
aeropuerto, pero rara vez tenía motivos para conducir por allí en su vida diaria.
—Mira este coche, Liam —dijo Connor cuando llegaron al Corvette—. ¿No
es impresionante?
—Y no es mío —dijo Carly—. Tengo que devolvérselo a Ethan.
Se detuvo, las palabras se le quedaron pegadas a la garganta. Carly no quería
volver a conducir hasta su casa otra vez, ver la casa a la que se suponía que debía
mudarse la semana que viene. Nunca la miraría de nuevo sin experimentar una
visión de Ethan, los pantalones en los tobillos, empujando con fuerza y rapidez
en la mujer sobre la encimera.
Un filo de dolor le atravesó el corazón. Abrió la boca para respirar, y después
la mano de Tiger estaba en su brazo, tirando de ella hacia él. Apoyó una mano
grande suavemente entre sus pechos, justo encima del dolor.
Carly alzó la vista a través de las lágrimas. Sus ojos dorados tenían compasión
y comprensión.
—Nunca fuiste suya —dijo.
—Supongo que no. —Carly trató de reír. La mano de Tiger era cálida, su tacto
suave sobre su corazón. La imagen de Ethan se emborronó, el dolor seguía ahí,
pero se alejó de su inmediata atención.
Connor interrumpió.
—Eh, si necesitas que lleve el coche de vuelta, yo lo haré. —Le tendió la
mano—. Tendré cuidado. De verdad. O, puedo destruirlo por ti, si quieres.
—Sean lo llevará —dijo Liam con severidad. Miró al pequeño grupo—. Y
Spike. —Su sonrisa regresó al observar al hombre de metro noventa y siete
musculoso con la cabeza afeitada y tatuajes por todo el cuerpo.
Sean rió.
—Una buena elección. No puedo esperar a ver esto.
A Carly también le gustaría ver la cara de Ethan cuando viera salir de su
amado Corvette al guapo Sean y luego al motorista del infierno, Spike.
Carly tuvo que apartarse de Tiger para entregar las llaves a Sean. Tiger se
quedó junto a ella, ni siquiera se movió.
—Ten cuidado —dijo Carly a Sean—. Ethan tiene amigos poderosos. No
quiero que haga que te arreste por robar el coche, o por asustarlo.
—No te preocupes por eso, muchacha —dijo Sean, cerrando la mano
alrededor de las llaves—. Sujetaré a Spike con una correa.
Spike gruñó, un sonido salvaje, y mostró los dientes en una sonrisa.
—¿Seguro que no puedo ir contigo? —preguntó Connor esperanzado.
—No —dijo Liam—. Voy a llevar a Carly a casa o a donde quiera ir, tú vas a
llevar a Tiger de vuelta a Shiftertown.
—Carly se queda conmigo. –El gruñido de Tiger interrumpió la orden de
Liam. Su calor cubría el costado de Carly, directamente a través del vestido
blanco que ya no era blanco.
—Hmm. —Liam no saltó para decirle a Tiger que la soltara. Los otros se
quedaron atrás, como si dudaran de interponerse entre un perro y su golosina.
Supongo que depende de mí.
—Tiger, cariño, tengo que irme. —Carly le frotó el antebrazo, luego lo volvió
a frotar, le gustaba la sensación de piel tensa sobre acero—. Siento haberte
arrastrado a mis problemas, y que sufrieras por ellos.
Tiger se quedó mirándola como si sus palabras no tuvieran sentido para él. La
mirada era intensa e inquietante.
—Iré a verte mañana a ver cómo vas, ¿de acuerdo? —dijo Carly.
—Quédate conmigo. —Las palabras eran una afirmación, no una petición.
—No puedo. Tengo que ir a casa. Mírame, soy un desastre. Luego tengo que
encontrar a Armand y explicarle por qué lo dejé en la estacada hoy de todos los
días. Si tengo suerte, será simpático y me indemnizará cuando me despida.
Una vez más, los ojos de Tiger no registraron la esencia de sus palabras, sólo
que ella estaba hablando. Cuando terminó, él inclinó la cabeza, como un gato
examinando su presa.
—Te llevaré.
—No, no lo harás. —Carly le tocó el pecho con suavidad, evitando las vendas
debajo de la camiseta—. Vas a ir a casa y descansar, como dijeron las
enfermeras, y tomar tu medicación. Si corres por la ciudad, te abrirás las heridas
y necesitarás otra camiseta limpia. He dicho que iría a ver cómo vas y no miento.
Es lo menos que puedo hacer. —Se puso de puntillas y lo besó en la mejilla,
notando la barba sin afeitar—. Me gustas, Tiger.
Los ojos de Tiger se suavizaron cuando bajó la mirada hacia ella. Carly era
consciente de que los otros estaban escuchando, tranquilos, sorprendentemente
inmóviles. Ningún humano podía estar tan quieto.
Tiger se tocó la mejilla, donde Carly le había besado, y luego le tocó la
mejilla. Sus dedos fueron ligeros como plumas, aunque lo había visto romper la
cama del hospital como si fuera de papel.
—Connor —dijo Tiger, el profundo estruendo de su voz de nuevo—. Ve con
ella.
—Dije que yo la llevaría a casa –interrumpió Liam.
—No. —La palabra de Tiger fue dura—. Tú no. Nadie más que Connor.
Liam estudió a Tiger un momento, luego cambió su mirada a Connor, que
estaba haciendo todo lo posible para parecer inocente y neutral. Finalmente Liam
asintió.
—Está bien. Connor.
—Mantenla a salvo —dijo Tiger con severidad.
Connor se relajó de su postura vigilante.
—Lo tienes, grandullón —dijo a Tiger—. Eso significa que tengo la
oportunidad de coger tu moto, ¿verdad, Sean?
Sean se puso a gruñir, parecía molesto, pero sacó sus llaves y se las arrojó.
—Ni un rasguño, ni una mota de polvo.
—¿Yo te decepcionaría, tío Sean? Vamos, Carly, es un dulce paseo.
¿Esperaban que volviera a casa en la parte posterior de una moto? ¿Con este
vestido? Bueno, era un día para lo extraño.
Tiger no soltó a Carly tan fácilmente. La atrajo hacia sí, se inclinó hacia ella y
enterró la cara en su pelo otra vez. Ella pensó que tal vez trataría de besarla, allí
mismo, en el estacionamiento, y se preguntó qué haría si lo hacía. Ser besada por
Tiger sería...
No tenía ni idea, pero su cuerpo se puso caliente y tembloroso al mismo
tiempo. Él era fuerte, poderoso y un poco loco.
Tiger se enderezó. No la besó, pero trazó su mejilla, mirándola fijamente a los
ojos una vez más antes de finalmente apartar la mano.
Connor lo tomó como una señal para caminar hacia la fila de motos aparcadas
delante frente a la clínica, haciendo un gesto a Carly para que lo siguiera.
—Nos vemos, Tiger —dijo Carly, y luego se alejó tras Connor. Sus zapatos la
estaban matando, por lo que se detuvo para quitárselos y colgarlos de los dedos.
Estaría más cómoda montando sin ellos.
Cuando volvió a mirar por encima del hombro, vio la mirada de Tiger todavía
fija en ella; permanecía inmóvil mientras los otros hacían movimientos para irse.
Carly le dio un saludo y se giró para seguir a Connor de nuevo, pero sintió la
mirada de Tiger sobre su espalda todo el camino.

* *

—¿Por qué quería Tiger que me trajeras tú a casa y no Liam? —preguntó


Carly mientras dejaba que Connor entrara en su casa.
Trató de no mirar las maletas que había sacado del armario para poder
empezar a meter las cosas para irse a vivir con Ethan. Lo bueno es que no había
tenido tiempo de empezar a llevar sus cosas al almacén, aunque ya había metido
un montón en cajas. Ethan la había animado a quedarse con su casa y alquilarla,
no sería tan bueno como ser dueña de una propiedad comercial, pero tendría
ingresos, según le había dicho. No había considerado el puesto de ayudante de
galería de arte una ocupación viable o de larga duración.
—¿Hmm? —preguntó Connor. Contempló los pequeños cuadros en la pared
de la sala que los artistas le habían dado como regalos—. ¿Por qué yo? Porque
soy un cachorro. No soy una amenaza.
—¿Un cachorro? —Carly lo miró de arriba abajo—. Antes has dicho eso. No
puedes ser mucho más joven que yo.
—Acabo de cumplir veintidós. Esa es edad de cachorro para un cambiante.
Cuando cumpla unos veintiocho o tal vez más, empezaré mi Transición, que no
es algo que esté esperando, confía en mí. Pero después de eso, estaré
completamente desarrollado, listo para encontrar mi propia compañera. Esa parte
sí estoy deseando que llegue.
Carly vio a un hombre joven, de edad universitaria, desgarbado pero duro, tan
alto como sus tíos pero no tan musculoso. Cuando tuviera veintiocho años y
buscara su compañera, las mujeres iban a hacer cola. Le sorprendía que no le
siguieran ahora, babeando.
—Pero yo no soy cambiante –dijo—. ¿Por qué deberías tener que esperar seis
años antes de salir con una mujer humana?
—No lo hago. Pero no tengo prisa. Al no haber alcanzado mi Transición
significa que no tengo el frenesí de apareamiento todavía. Por lo tanto, claro,
podría salir contigo o con cualquier chica humana que me llamara la atención,
podríamos besarnos y abrazarnos, e incluso tener sexo. Pero no sentiría la
necesidad de marcarte con mi olor, o de ocultarte de todos los otros machos y
tener sexo contigo hasta que ambos no podamos caminar, o hasta que
concibieras un cachorro. Lo que ocurriera primero.
Carly se detuvo. Sus zapatos todavía colgaban de los dedos, sus pies
disfrutaban de la frescura de su suelo de baldosas.
—¿Eso es lo que los cambiantes hacen?
—Sí. Las hembras así como los machos.
—Por lo tanto, Tiger tenía miedo de que si Liam me traía a casa, podría...
—¿Arrastrarte a la cama y tener sexo hasta que gritaras? Sí, aunque Liam
tiene compañera, y una cachorrita, Katriona, es preciosa, pero para Tiger, él es
sólo otro cambiante adulto, en quien no se puede confiar.
—¿Qué hay de Tiger? Supongo que no tengo que preocuparme por este
frenesí de apareamiento con él, le han disparado.
—No lo sé. —Connor sacudió la cabeza—. No puedo decir mentiras, Carly.
Tiger es mi amigo, y quiero ayudarlo, pero es peligroso. Y duro. Y no está del
todo bien de la cabeza. —Se tocó la sien.
—No me pareció tan aterrador. Aunque… mira la gran jueza de carácter que
fui con Ethan. —Carly suspiró y fue a su habitación—. Vuelvo enseguida.
Cerró la puerta para poder quitarse el vestido y ponerse unos cómodos
pantalones cortos y un top. En el baño, se lavó la cara y las manos, recordando
que había esperado volver a casa y llorar y llorar. Preocuparse por el pobre Tiger
había borrado esa necesidad, pero ahora que su adrenalina inmediata se había
ido, se sentía inestable y débil. Y hambrienta.
—¿Quieres que pida una pizza? –preguntó a Connor al salir—. Estoy
hambrienta. Puedes llevarte una a casa contigo. Es lo menos que puedo hacer.
Connor se había recostado en el sillón del salón y estaba cambiando canales
con el control remoto.
—Oh, yo no voy a casa. Cuando Tiger dijo, mantenla a salvo, quería decir
veinticuatro horas siete días a la semana. O por lo menos hasta que te lleve a
Shiftertown.
Capítulo 5

Cuando Carly se lo quedó mirando, Connor apartó la mirada y revisó más


canales.
—Eh, tienes el paquete deportivo. Dulce.
Carly le quitó el mando a distancia y apagó el televisor.
—¿Veinticuatro-siete?
—Vamos, muchacha. No tengo estos canales en casa. A los cambiantes no se
les permite. Ha pasado mucho tiempo desde que vi un partido de fútbol decente.
—¿Te vas a quedar conmigo hasta que vuelva a visitar a Tiger? Dije que lo
haría. ¿No me cree?
Connor dejó escapar un suspiro lento.
—Él te cree. Si hubieras mentido, él lo sabría, si mientes sobre algo, él lo
sabrá. Te quiere protegida. Es de la vieja escuela, es Tiger, pero no está
equivocado. Tengo el trabajo porque, como he dicho, soy un cachorro y en este
momento el único cambiante en quien confía contigo.
—¿Quiere protegerme de qué? Mi madre me crió para cuidar de mí misma, y
lo he hecho durante veintiséis años sin guardaespaldas. ¿Por qué de repente
necesito estar protegida?
—Porque él es Tiger. Se pone un poco... intenso. Además, te ha marcado con
su olor. Aunque eso técnicamente significa que otros machos tienen que
retroceder, hay suficientes cambiantes por ahí que podrían intentar robarte, ahora
que saben que eres amiga de los cambiantes.
—¿Amiga de los cambiantes? No he conocido a ningún cambiante hasta hoy.
Connor le dio una sonrisa tensa.
—Y no has salido corriendo gritando. Eso te pone por delante de la mayoría
de las mujeres humanas, excepto las groupies Y ellas no necesariamente quieren
un cambiante por compañero, sólo para un poco de excitación.
—¿Hay groupies de cambiantes?
—Claro. Vienen al bar que dirige Liam, o a los clubes de baile, quieren estar
con cambiantes. Hombres y mujeres por igual. Los cambiantes por lo general
juegan un poco en la esquina, por lo que las groupies se marchan felices. No
quieren mudarse con nosotros.
—¿Tiger cree que soy una de esas?
—No lo creo. Tigre no entiende a las groupies. No está interesado. Además, la
mayoría de ellas le echan una mirada y huyen hacia otro lado.
—¿Por qué? —Carly se hundió en el sofá, sin soltar el mando a distancia—.
Tiger es grande, así que supongo que eso podría asustar a la gente, pero conmigo
fue amable. Sé que se volvió loco en la habitación del hospital, pero tenía a tres
tipos apuntándole con armas después de que le encadenaran a la cama. Yo
también me habría vuelto loca.
—Él es... —Connor movía las manos como si tratara de encontrar las palabras
adecuadas—. Es diferente de otros cambiantes. Es más... intenso.
—Ya que no sé mucho de cambiantes ¿qué se supone que significa eso?
—Gente le hizo cosas malas antes de venir a vivir con nosotros. No te puedo
contar nada de ello hasta que Liam diga que está bien, pero confía en mí… cosas
malas.
Carly pensó en el dolor que había visto en sus ojos, pozos profundos. Más
dolor del que había sufrido hoy, mucho más.
—Pobre tipo.
—Eh. Ese pobre tipo es fuerte como un camión, muchacha. Te diré algo,
déjame pasar el rato y ver un partido o tres, y cuando estés lista para ir a
Shiftertown, te llevo. No tengo prisa, date un día, una semana. Mientras Tiger
crea que te estoy cuidando, estará bien.
—Puedes quedarte conmigo una semana, ¿verdad? —preguntó Carly,
poniéndose de pie de nuevo—. ¿Viendo mi televisión y comiendo mi pizza? ¿No
tienes escuela o algo? ¿O un trabajo?
Connor se encogió de hombros.
—Son las vacaciones de verano. Mi último año comienza a mediados de
agosto, luego me gradúo. Echo una mano en el bar entre semestres si Liam me
necesita, y cuando quiero algo de dinero, pero estoy bien por ahora. —Connor se
inclinó hacia atrás, cruzó los pies calzados con botas, y tendió la mano por el
mando a distancia—. Un montón de tiempo para ponerme al día con los deportes
de acción.
Carly suspiró y dejó el mando a distancia en su palma abierta.
—Bueno, podrás ser capaz de convertirse en una bestia gruñona, pero en mi
mundo, todavía eres un chico.
—Gracias. —Connor encendió el televisor—. Oh, bien. —Golpeó el aire
cuando los jugadores de fútbol en la pantalla hicieron algo que Carly no podía
seguir.
—¿Quieres una cerveza? —le preguntó Carly con una nota irónica en su voz.
—Claro, si tienes una. Me gusta una buena Guinness, pero no soy exigente.
Nada demasiado acuosa, amor. ¡Venga, venga, venga! Ah, bastardo.
Gritó a la televisión, y Carly se metió de nuevo en la cocina para ver qué
cerveza tenía en la nevera, si es que había alguna. Tenía que ir al supermercado,
no había hecho la compra porque había pensado que se iba a mudar.
Todo le estaba recordando a Ethan y su infidelidad. Lo que era un puto
desastre. Tendría que devolverle el anillo de diamante gigante que no llevaba
porque estaba aterrada de perderlo. Tendría que decirles a su familia y todos sus
amigos que la boda se había suspendido antes de que estuviera siquiera
planeada. Había enviado invitaciones a una gran fiesta en casa de Ethan para el
próximo sábado, para celebrar el compromiso. Bien, Ethan podría ocuparse de
esa fiesta él mismo. Era su estúpida culpa.
El por qué seguía gritando a través de la cabeza. Si Ethan le había pedido que
se fuera a vivir con él, si le había dado una piedra que valía quien sabía cuanto,
si habían organizado una fiesta para mostrar la pareja brillante que eran, ¿por
qué había estado follando a otra mujer en la encimera de la cocina?
¿Por qué los hombres eran tan estúpidos?
Carly abrió la tapa de la botella de cerveza que había sacado para Connor y
tiró el tapón al fregadero con más fuerza de la necesaria. Tomó un trago de
cerveza antes de darse cuenta. No importaba. Estaba fría y sabía muy bien.
Tenía que llamar a Armand y explicar lo que había sucedido, pero lo retrasó
un poco más. Armand podría explotar, aunque podría ser compasivo. Tenía
temperamento y podría seguir y seguir, incluso cuando no estaba enojado con
ella.
Carly dejó escapar otro largo suspiro y bebió de la botella de cerveza de
nuevo. Entonces la miró.
—Maldición, se suponía que era para Connor.
Se volvió de nuevo al frigorífico para buscar otra cuando la ventana cuadrada
opaca de su puerta de la cocina se oscureció, y alguien llamó cortésmente.
Cuando fue a abrir la puerta, vio por la ventana que un SUV negro se había
detenido frente a su casa, las ventanas tan tintadas que no podía ver el interior.
Abrió la puerta, cerveza en mano. Había dos hombres, uno más pequeño con
traje casi escondido detrás de un tipo alto con uniforme negro, el jefe soldado
que había estado en la habitación de Tiger. Recordaba sus ojos de color azul
claro, con la cabeza casi totalmente afeitada, su cara dura.
—¿Carly Randal? —preguntó el soldado.
—Él no está aquí —dijo ella, sin soltar la puerta—. Se fue a casa.
El soldado le dio una mirada cuidadosa.
—¿Quien?
—Tiger. El hombre herido al que trató de disparar. Se fue a casa como un buen
chico. ¿Qué quiere?
El hombre con traje miró alrededor del soldado.
—Hablar con usted, señora Randal. —Parecía nervioso, no suave como
debería sonar alguien que había llegado en un SUV elegante—. Sobre los
cambiantes.
—¿Por qué? Hay un montón en Shiftertown. —Por alguna razón, Carly no
quería a estos hombres aquí, no quería que encontraran a Connor en su sala de
estar. A pesar de que Connor era más alto que ella, y fuerte, había sentido su
fuerza cuando se aferró a él durante el viaje a casa, Carly sentía que aquí, en su
casa, Connor era vulnerable.
¿Habría pensado eso si él no le hubiera explicado que era un cachorro? No lo
sabía. Todo lo que sabía era que no quería que este soldado de gatillo fácil
empezara a apuntar sus armas contra Connor.
—Por favor, Sra. Randal –dijo el del traje—. Es importante.
—Déjenos entrar, Sra. Randal —dijo el soldado, con los ojos azules duros—.
Tenemos una orden.
El conocimiento de Carly del procedimiento policial venía sobre todo de la
televisión, pero creía que una orden significaba que podían entrar y buscar en su
casa legalmente, tanto si le gustara como si no. Pero ¿buscar qué?
¿Valía la pena luchar en ese frente? ¿O dejaba entrar a estos tipos, trataba de
mantenerlos en la cocina, y ver lo que querían?
Si Ethan tenía algo que ver con esto, ella…
Maldita sea, debería haberle dicho a Sean que empujara el Corvette por un
precipicio.
Carly dejó escapar un suspiro molesto, abrió la puerta, e hizo un gesto con la
botella de cerveza.
—¿Puedo servirles algo? Probablemente alcohol no. ¿Café? Si puedo
encontrar mi cafetera. Ya he empaquetado.
—No, gracias —dijo el hombre con traje—. ¿Hay alguien más aquí?
—No es asunto suyo —dijo Carly.
El soldado ya la estaba rodeando y atravesó la puerta de la cocina antes de que
pudiera detenerlo. Carly puso la cerveza en el mostrador y corrió tras él, pero
cuando llegó a la sala de estar, estaba vacía. La televisión todavía estaba
encendida, pero en un programa de cocina, los jugadores de fútbol corriendo
reemplazados por los cocineros picado y salteando locamente. Connor no estaba
a la vista.
El soldado salió de la sala por el pasillo a las habitaciones. Carly lo llamó:
—Oiga, ¿le importa? —Había dejado su vestido y ropa interior en el suelo de
su dormitorio. Que embarazoso.
El soldado volvió después de un rápido vistazo a las habitaciones de la parte
de atrás. El del traje había seguido a Carly en la sala de estar, y ahora estaba
sentado en el sofá y abría un maletín. El soldado se colocó en el extremo del
sofá. Carly tomó el control remoto y apagó la televisión, pero se mantuvo de pie,
con una mano en la cadera, la otra sosteniendo el mando a distancia.
—Entonces, ¿qué quieren ustedes?
—Su ayuda, señora Randal –dijo el del traje—. Quiero que me cuente lo que
sabe de los cambiantes.
Carly parpadeó, mirando al soldado, que se mantenía de pie. Una pistola negra
estaba enfundada en la cadera.
—No sé nada sobre cambiantes —respondió Carly. Señaló al soldado—. Este
tipo le estaba apuntando. Apuesto a que sabe más que yo.
El del traje sonrió. No de manera fría y resbaladiza, como muchos hombres de
negocios con trajes, los amigos de Ethan, por ejemplo. Tenía los ojos suaves,
manos que nunca habían visto una manicura y necesitaba un buen corte de pelo.
—¿Le gustaría saber más acerca de ellos? –Preguntó el del traje—. ¿Quizás
cobrando? Lo que estoy tratando de hacer, señora Randal, torpemente, es
ofrecerle un trabajo.
—Ya tengo un trabajo. –Bien, quizás—. ¿Qué tenía en mente?
—Quiero que averigüe cosas sobre los cambiantes. Hable con ellos, interactúe
con ellos, vea lo que les motiva. Y entonces usted y yo no sentaremos a hablar
de ello.
—¿Quiere decir espiarlos? —Carly pensó en Tiger, lleno de disparos a causa
de Ethan; Connor tan joven pero prometedor para protegerla; Liam y Sean, los
calientes hermanos irlandeses, tratando de mantener bajo control a Tiger; Sean y
Connor convenciéndola de ir al hospital con ellos, para ver si podía ayudar—.
Parece un poco turbio. ¿Qué es usted? ¿CIA? ¿FBI?
El hombre del traje rió entre dientes.
—No, soy profesor de antropología. Mi nombre es Brennan, Lee Brennan.
Aquí está mi tarjeta. –Sacó un rectángulo pálido de su maletín y se lo ofreció.
Efectivamente, la tarjeta decía que era Lee Brennan, PhD, profesor asociado de
antropología en la Universidad de Texas, Austin.
—¿Por qué necesita un profesor de antropología un guardaespaldas? —le
preguntó.
Carly trató de devolverle la tarjeta, pero él sacudió la cabeza.
—Quédesela. Mi número y correo electrónico están ahí, junto con la página
web para mi proyecto. Walker no es mi guardaespaldas. Es mi amigo, o al
menos, un antiguo alumno. Mantiene un ojo en busca de buenos casos de estudio
para mí y hoy me llamó después de que usted saliera del hospital.
Carly se hundió en el borde de una silla, todavía con la tarjeta y el mando a
distancia.
—¿Y usted pensó que yo sería un buen caso de estudio?
—Usted no. El hombre que tenían encadenado a la cama del hospital. ¿Cuál
era su nombre?
—No lo sé. Le he estado llamándolo Tiger, porque supongo que es un tigre.
—Y eso es muy inusual. Los felinos cambiantes tienen más a leones,
leopardos, incluso jaguares. El tigre es raro. No creo que hayamos visto un tigre
en los Shiftertown de Texas.
—¿Así que quiere que haga amistad con él y luego le cuente todo sobre él? —
preguntó Carly—. Eso todavía parece bastante turbio.
—Sea tan honesta con él como desee. Los cambiantes han oído hablar de mí y
conocen mi proyecto. Estoy interesado en este tigre, y me gustaría verle a él y
Shiftertown a través de un par de ojos frescos. Usted me ayuda y gana un poco
de dinero al mismo tiempo.
—¿Cuánto dinero, exactamente?
Brennan rió de nuevo.
—Eso depende de mi financiación, y siempre estoy escaso de fondos. Pero
tengo dinero presupuestado para un asistente de investigación. Si la uso como
consultora externa, no tendrá que inscribirse en la universidad, aunque habrá
papeleo que firmar antes de que pueda pagarla. Siempre hay papeleo. Todo el
mundo habla de la sociedad sin papel, pero no hay forma que lo logre jamás una
burocracia tan gigantesca. Siempre hay algún formulario que tiene que ser
firmado a mano, la firma electrónica no se acepta.
Carly giró la tarjeta entre sus dedos.
—¿Puedo pensar en ello?
Brennan le ponía los pelos de punta un poco, no importaba que pareciera
amable y de fiar. Tal vez porque había aparecido de la nada, en su casa, sabiendo
exactamente dónde vivía, cuando ella nunca lo había conocido antes. ¿Por qué
no la había llamado, enviado un email, acercado a ella en el hospital? ¿Y quién
era este tipo Walker de verdad?
—Tómese su tiempo, Sra. Randal —dijo Brennan—. Mi estudio está en curso,
y los cambiantes viven mucho más tiempo que nosotros.
—Dígame algo. —Carly fijó en Walker una mirada acerada—. Si acepto este
trabajo, ¿el señor Walker va a seguirme a todas partes, armado hasta los dientes?
¿Creyó que una ayudante de galería de arte era tan peligrosa que había que traer
una Glock o lo que sea a mi casa?
—Walker es mi nombre –dijo Walker. Era el único de los tres que no se había
sentado—. Capitán Walker Danielson. Llevar un arma de fuego es parte de mi
trabajo.
—¿Qué, como Walker, Texas Ranger?
Su máscara de rostro duro se deslizó, y pareció un poco avergonzado, como si
la gente hiciera esa broma todo el tiempo.
—No exactamente.
Carly le evaluó de nuevo. Era mono, del tipo soy un soldado-duro, pero no
podía olvidar lo preparado que había estado para disparar a Tiger.
—¿Eres de la CIA, FBI, alguna otra agencia del alfabeto?
—Departamento de Interior. Oficina Cambiante.
—Oh. —Carly nunca había oído hablar de la Oficina Cambiante, pero sabía
que los cambiantes eran objeto de regulación. Al menos, los artículos y
reportajes de televisión tranquilizaban al público sobre esto todo el tiempo. Una
vez más, se dio cuenta de lo lejos que habían estado los cambiantes de su radar,
no les había dado ni un pensamiento sobre que normas tenían que seguir, o por
qué, o quién lo hacía.
—¿Y cual es su trabajo? —le preguntó a Walker—. ¿La intimidación?
—Soy un oficial de las Fuerzas Especiales asignado a la Oficina Sur de
Asuntos Cambiantes –respondió Walker, el color de sus pómulos se desvaneció
—. Mis hombres y yo somos llamados cuando hay un problema, tal como un
cambiante loco en un hospital.
—Walker pensó que estaría interesado en echar un vistazo a este cambiante –
dijo el doctor Brennan—. Parece que es un poco diferente de los otros, y un
tigre, lo cual es extraño, como he dicho. Necesito a alguien que me ayude a
acercarme a él.
—¿Por qué no llama a los cambiantes y establece una cita? —Carly pensó en
Liam, que había tranquilizado a las enfermeras en la habitación de Tiger con una
sola mirada—. Estoy segura de que le darían la información o le permitirían
hacerle una entrevista.
Brennan parecía afligido.
—He hablado con ellos, con Liam Morrissey y su padre. Hace un tiempo.
Dejaron claro que no era bienvenido a regresar...
—¿Así que quiere que le cuele información sobre ellos a sus espaldas? –dijo
Carly, molesta—. Sabe, estoy bastante cansada de hombres que quieren colarse
furtivamente.
Brennan se quedó perplejo, pero no podía saber de que estaba hablando.
—Los Morrissey dejaron claro que yo no era bienvenido en Shiftertown —
dijo Brennan—. No se oponen a que lleve a cabo mi investigación desde lejos.
Pero quiero respetar sus deseos. Un asistente sería de gran ayuda, sobre todo si
es mujer. Las mujeres parecen llevarse mejor con los cambiantes que los
hombres.
Por lo que Connor había dicho, los cambiantes parecían considerar a todos los
varones como amenazas. No era de extrañar que Brennan no les hubiera gustado.
—Tendré que pensar en ello. —Carly se puso de pie, queriendo que Brennan
se hiciera a la idea de que la entrevista había terminado.
Brennan no lo hizo. Se sentó a hojear su maletín.
—No puedo equiparla con un equipo de lujo, grabadoras digitales,
ordenadores portátiles y similares No hay presupuesto Un cuaderno de notas y
un bolígrafo tendrán que servir, a menos que tenga su propio ordenador portátil
Si la contrato, puede registrarlo como un gasto de negocio.
—Dije que tendría que pensar en ello, Dr. Brennan.
Walker, todavía de pie, miró a través de las persianas al camión delantero de
Carly.
—¿Quién es ese?
Carly fue a la ventana para mirar, a pesar de que tuvo que apoyarse sobre
Brennan en el sofá para hacerlo. Había esperado ver a Connor tratando de
alejarse en su moto, pero vio a Armand saliendo de su BMW, Yvette saliendo del
otro lado. Ambos estaban hablando, en voz alta, en francés, continuando con la
animada conversación que habían comenzado en el interior del coche.
—Mi jefe —dijo Carly dándose la vuelta. Armand parecía enfadado, e Yvette
le estaba gritando, Carly podía oírlos mientras atravesaba el vestíbulo decorado
con baldosas para abrir la puerta principal. No sabía suficiente francés para
comprender lo que se estaban gritando, pero tenía una idea bastante buena.
—¡Carly! —dijo Armand con su rugido ensordecedor tan pronto como Carly
abrió la puerta—. Ma petite. –El inmenso hombre la abrazó y la arrastró contra
su cuerpo blando—. Estás bien. He oído de un tiroteo en la casa de Ethan y que
nadie te encontraba. Estaba tan preocupado…
Carly se había mantenido entera todo el camino al hospital, por su
preocupación por Tiger, por tener a Connor pegado a ella, incluso por la extraña
petición de Brennan, pero ahora, abrazada por el paternal Armand, quería dejarse
ir, aferrarse a él y sollozar. Armand había sido más padre para ella de lo que el
verdadero había sido nunca.
—Carly, pobrecita. —Yvette le dio unas palmaditas en la mejilla mientras
entraba en la casa, sus anillos fríos sobre la cara caliente de Carly—. Hemos
oído sobre el tiroteo en la casa de Ethan en las noticias, y Armand dijo que
habías vuelto allí, teníamos que venir y asegurarnos de que estabas bien. Sin
embargo, otros ya han llegado. ¿Quién es esta gente?
Yvette se había detenido en el arco a la sala de estar, mirando a Brennan y
Walker. Yvette era alta y esbelta, una morena con el pelo corto y liso, su vestido
lápiz abrazaba su figura y resaltaba sus largas piernas. A los cincuenta años,
todavía parecía la modelo de pasarela que había sido a los veinte.
Brennan tenía la boca ligeramente abierta; finalmente estaba reaccionando
como un hombre en lugar de una máquina de recolección de datos. Yvette tenía
ese efecto en los hombres confiados. Walker, por su parte, no parecía estar
impresionado por ella. Sólo observaba a Yvette y Armand con una expresión
inmutable.
—Este es el doctor Brennan, de la UT —dijo Carly—. Y su amigo Walker. Ya
se iban.
Walker, al menos, entendió eso. Cerró el maletín del profesor por él y Brennan
finalmente se puso de pie.
—Tiene mi tarjeta —dijo Brennan mientras se enderezaba la corbata y tomaba
su maletín—. Llámeme en los próximos días, señora Randal. Quiero hacer esto.
Señora. –Asintió en dirección a la seria Yvette, le sonrió y luego salió por la
puerta sin mirar a Carly.
Walker le siguió sin despedirse, pero Carly vio a Walker mirar por encima a
Armand e Yvette otra vez, y luego el resto de la casa, con un ojo evaluativo.
Brennan lo llamó desde el exterior, y Walker cerró la puerta.
—Gente interesante —dijo Yvette. Tomó un bolso de mano que Armand había
dejado caer cuando abrazó a Carly y se dirigió a la cocina—. Te vamos a
preparar la cena, después de tu día duro. Le dije a Armand que no era culpa tuya.
Armand soltó a Carly, le dio unas palmaditas en los hombros y siguió a su
mujer.
—¿Cómo iba a saber que nuestra Carly estaba en peligro? Cuéntanos todo,
Carly. ¿Qué pasó?
—¿Y quién es ese? —preguntó Yvette bruscamente, congelada en el acto de
sacar una botella de vino de la bolsa de tela marrón.
Sus ojos azules estaban ahora fijos en Connor, quien estaba inclinado
informalmente contra la pared junto a la puerta corredera de cristal que daba al
patio trasero.
Capítulo 6

Carly gritó y se llevó la mano al pecho.


—Connor —dijo sin aliento—. No hagas eso. Pensé que te habías ido.
—No. —Connor se acercó a la encimera con una gracia natural, una gracia
felina, supuso Carly—. Me dijeron que te cuidara y lo estoy haciendo. —Connor
apoyó los brazos sobre el mostrador y contempló con interés la bolsa de lona
abierta de Yvette—. ¿Eso son chalotas, no? ¿Y pimientos? Nuestro Sean los
convierte en un pisto cojonudo. Sólo que él lo llama estofado irlandés.
Armand se acercó a Yvette, y Connor extendió una mano joven y vigorosa
desde el extremo de un brazo musculoso.
—Soy Connor. Connor Morrissey. ¿Quiénes sois, si no es mucho preguntar?
Siguieron mirándole, notando su collar por encima de la camiseta, su amable
rostro bronceado y su alto cuerpo cambiante. Sus ojos, azul cobalto como los de
sus tíos, eran vigilantes. Él y Walker tenían la misma mirada, se dio cuenta
Carly, excepto que Connor sonreía.
—Está bien —dijo Carly rápidamente a Connor—. Son Armand, mi jefe, y su
esposa, Yvette. Son amigos, buenos amigos.
—Ya lo veo. —Connor se inclinó hacia adelante un poquito e inhaló—. No
son una amenaza.
—¿A dónde desapareciste? —preguntó Carly con nerviosismo—. Creí que el
Dr. Brennan y ese tipo, Walker, eran una amenaza.
—Sí, y no sería bueno si alguien de la Oficina Cambiante encontrara un
cambiante en tu casa, ¿verdad? —preguntó Connor, su amable mirada
inquebrantable—. Me agaché. No tan abajo para no poder entrar si me
necesitabas, además de que aproveché la oportunidad para llamar a Liam. —
Mostró el teléfono móvil en la mano, luego lo metió en el bolsillo—. Le di el
visto bueno hace un momento, pero podría reaccionar de forma exagerada. Liam
lo hace a veces. —Se encogió de hombros, como si las acciones de su tío fueran
incomprensible para él.
—Exagerar, ¿cómo? —preguntó Carly.
—Podría enviar refuerzos. Sus rastreadores. No te preocupes, tardarán unos
minutos en llegar aquí y Liam podría cambiar de opinión.
—¿Cuántos más? –Preguntó Yvette—. Sacó tres pimientos rojos de la bolsa—.
No he traído mucho.
Connor le hizo un gesto.
—Cocina para Carly. Ella lo necesita. A Ronan y Ellison no les va mucho la
comida de lujo de todos modos. Sean es el gourmet.
Yvette sacó un cuchillo de chef de la bolsa. Connor la observó muy de cerca,
pero Yvette sólo lavó los pimientos, les quitó el corazón, y empezó a cortarlos,
luego las chalotas. Armand tenía agua hirviendo en la cocina e Yvette sumergió
brevemente los tomates en la cazuela para abrir la piel y poder pelarlos y luego
picarlos.
Carly permanecía en una especie de aturdimiento mientras Yvette cocinaba de
manera relajante. Connor observaba cada movimiento de Yvette mientras
aceitaba una sartén y echaba los vegetales y tomates.
Armand descorchó una botella de vino de color rojo oscuro, se sirvió una copa
y la empujo hacia Carly. Connor ya había tomado la cerveza que Carly había
dejado en el mostrador cuando Brennan llegó.
—Dinos lo que te pasó —dijo Armand.
El vino, el calor en la casa y el olor de una de las excelentes comidas de Yvette
haciéndose aflojó la lengua de Carly. Les contó la historia, sin inflexión, sin
llorar, aguantando mientras las palabras salían. Les contó que llevó a Tiger,
encontró a Ethan con la otra mujer, se olvidó de Tiger mientras salía corriendo
de casa de Ethan y como éste disparó a Tiger y terminó en el hospital.
Sus amigos escucharon en estado de shock, horror y compasión. Yvette sacó
su ira golpeando las verduras por la sartén.
—No puede disparar a la gente y salirse con la suya —dijo Armand, el trueno
de su voz—. Un cambiante es una persona, ¿verdad? Como éste. —Hizo un
gesto con la copa de vino a Connor—. Nunca podría dispararle. Se parece a mi
sobrino.
—Me alegra oírlo. —Connor guiño un ojo—. Yo tampoco te dispararía.
—Ethan debe ser arrestado —dijo Armand.
—Alegará defensa propia —dijo Carly. Apuró su copa y tomó la botella de
vino para servirse otra—. Eso es lo que hizo cuando disparó a su nuevo hombre
de la piscina en la pierna el año pasado. El pobre chico se subió la valla porque
la puerta no se había abierto. Ethan le vio, dijo que pensó que era un ladrón y le
disparó. Se disculpó y pagó la cuenta del hospital, pero nunca fue detenido por
ello, y el niño perdió el coste de un año de trabajo. Ethan conoce a gente
poderosa.
—Yo también —dijo Armand sin modestia—. Llamaré a mi abogado. Los
cambiantes pueden demandar a Ethan si la policía no hace nada. Y tú le
demandarás por incumplimiento de contrato.
—No. —Carly levantó las manos, todavía con la copa de vino—. Si los
cambiantes quieren ir tras él, está bien. Pero yo no quiero ver a Ethan de nuevo.
No en una sala de audiencias, no a través de los abogados. Ya he terminado. Se
acabó. —Se le llenaron los ojos de lágrimas. No hay que llorar, se dijo—. Al
menos averigüé que era un mentiroso y una escoria tramposa antes de la boda.
Las lágrimas se derramaron de sus ojos de todos modos. Hoy había sido
horrible, horrible. Una persona no se alejaba de una relación de dos años y un
compromiso con una sonrisa y un encogimiento de hombros.
—Carly. —Armand estaba allí con otro abrazo.
—Lo lamentará —dijo Yvette práctica.
—Spike y Sean le asustarán –dijo Connor—. Créeme.
—Les disparará también –dijo Carly, preocupada.
—No, no lo hará. Sean es muy bueno en convencer a la gente para que no
hagan daño a nadie, incluido él mismo. Y Spike sólo tiene que estar allí. Estarán
bien.
Carly se separó de Armand. Apuró el vino y se sirvió otro vaso. Armand
siempre traía el mejor vino, suave, con mucho cuerpo, una caricia en la lengua.
El vino bajó con facilidad e hizo que su estómago se sintiera mejor.
Ella levantó su copa.
—Por Spike y Sean. —Connor hizo chocar su botella contra el vaso y Carly
bebió—. Y por Tiger. Bendito sea.
Una vez más, ella y Connor brindaron y bebieron. Yvette sirvió el salteado con
tiras finas de carne que había precocinado y un puñado de setas. Echó un poco
de vino en la sartén para hacer una sabrosa salsa y lo puso todo en un plato para
Carly.
—La mejor medicina —dijo Yvette—. Buena comida, buenos amigos. Ahora
come.
Carly se sentó en un taburete junto a Connor en el mostrador y empujó la
comida por del plato. Como no se debía desdeñar la comida de Yvette, pero
sobre todo porque Yvette estaba de pie sobre ella lanzándole una mirada de
acero, Carly comió.
La mezcla de pimientos, champiñones, tomates, la carne y el vino era divina,
pero se sentía como plomo en la lengua de Carly. La vida era trágica de verdad
cuando no podía apreciar una de las comidas de Yvette.
—No vamos a hablar de ello —dijo Carly, sirviéndose más vino. La botella
soltó su última gota, pero Armand había traído más—. ¿Cómo fue la
inauguración de la exposición? Ya que no me despides al instante, supongo que
vendiste una pieza.
—Tres. —La sonrisa de Armand resplandeció—. Y hay interés en más. Ese
joven está en racha.
—Bien —dijo Carly—. Bien.
Al menos a alguien le había ido bien.
Más comida y más vino desaparecieron, pero Carly dejó de seguir la
conversación. El agotamiento, la preocupación, la angustia y el exceso de
alcohol le estaban pasando factura y la estaban pasando rápido. Connor se comió
una ración y habló con facilidad con Yvette y Armand, contándoles más sobre
los acontecimientos del día. Ellos comenzaron a discutir sobre Brennan y
Walker, especulando sobre que querían realmente, pero Carly había terminado.
Se bajó del taburete, lista para explicar que podían irse para que pudiera
ducharse y acostarse. Encontró que se le doblaron las piernas y sólo los fuertes
brazos de Connor impidieron que cayera al suelo.
—Estoy bien —dijo ella—. Sólo necesito descansar.
Carly escuchó el farfullar en sus palabras y comenzó a reírse.
—Voy a meterte en la cama —dijo Yvette—. Ven.
Extendió su largo brazo delgado. Carly agarró la botella de vino y el vaso
mientras dejaba que Yvette la llevara de vuelta a su habitación. Una vez dentro,
Carly se sirvió otro vaso y se dio la vuelta, riéndose.
—Me siento tan libre. No más Ethan, no más sentarse alrededor de su piscina
o tomar uno de sus coches de lujo para ir de compras. Maldición, habría odiado
esa vida. —Carly dejó de girar, pero la habitación siguió girando—. No, no lo
habría hecho. Quería ser un charco mimado. Es decir un cachorro mimado. Un…
—Te acuestas. A dormir. Te sentirás mejor.
Seguro que lo haría. Yvette le quitó la botella y el vaso de las manos y
suavemente pero con firmeza la condujo a la cama.
Carly no recordaba mucho después de eso, pero supuso que Yvette la había
tumbado y se quedó dormida, porque lo siguiente que supo es que estaba
despierta, la boca como llena de algodón, la cabeza le latía y tenía el estómago
lleno de nudos.
Salió de la cama, observando que la casa estaba a oscuras y en silencio, el
reloj junto a la cama le decía que eran las tres de la mañana. Carly se tambaleó al
baño, sacrificó la gran comida de Yvette en el inodoro, luego se lavó la cara y se
preparó para la larga caminata por el pasillo a la cocina. Por muy tentador que
hubiera sido beber del grifo del baño, el agua de Austin no era el modo de
asentar un estómago revuelto. Necesitaba agua embotellada. Fría. Mucha.
El resto de la casa estaba en silencio, pero una luz de noche brillaba en la
cocina. Yvette y Armand debían haberse ido a casa hace rato.
¿Connor? Una mirada por la cocina le mostró que estaba vacía, pero al menos
alguien había lavado los platos. Todo brillaba. Probablemente Armand había
limpiado, como solía hacer después de que Yvette cocinaba. Sintió un momento
de gratitud hacia él.
Carly abrió el frigorífico y sacó una jarra de agua. Pensó en buscar un vaso.
—Al diablo. –Inclinó la jarra y bebió directamente, trago tras trago. Se limpió
la boca, notando que se le había caído un montón de agua sobre su camiseta,
pero se sentía un poco mejor.
Aunque no mucho. Necesitaba una aspirina. Su bolso en el salón estaba más
cerca que el cuarto de baño, que era volver por el pasillo.
Bebiendo otra vez de la jarra, Carly se dirigió a la sala oscura, orientándose
por la luz de la cocina. Pensó que había dejado caer el bolso detrás de la silla
cuando el profesor raro y su soldado entraron, pero no podía recordarlo. No
podía recordar nada de lo de ayer, excepto el trasero desnudo de Ethan adelante
y atrás mientras follaba a la mujer en el mostrador, y...
Carly encendió la lámpara para buscar su bolso. Y dejar escapar un grito.
Tiger estaba sentado en su sofá. En realidad, no sentado, reclinado con las
piernas estiradas delante de él. La luz bruñía el naranja de su pelo oscuro y sus
ojos amarillos brillaban.
Connor yacía de espaldas en el suelo, con las rodillas hacia arriba y un brazo
sobre los ojos, respirando suavemente. Estaba dormido, pero Tiger estaba
completamente despierto y mirándola.
Carly se dio cuenta de que sólo tenía una camiseta que le llegaba a los muslos
y un par de bragas, eso era todo. Sus largas piernas estaban desnudas, y no había
nada entre ella y la camiseta, excepto el aire vacío.
—¿Qué diablos estás haciendo aquí? —Las palabras salieron como un
graznido.
—Protegerte —dijo Tiger—. Eres mi compañera.
Carly miró salvajemente de Tiger a Connor y vuelta.
—¿Protegiéndome de qué? Y ¿qué haces fuera de la cama? ¿No se suponía
que debías descansar, tomar las medicinas y curarte?
—Estoy mejor. —Tiger se subió la camiseta para revelar su abdomen, toda la
piel intacta, con sólo cicatrices redondas de color rosa para mostrar donde habían
acertado las balas. El resto de su abdomen era tan duro, plano, bronceado y
musculoso como el resto de su cuerpo. El hombre tenía que trabajar tres veces al
día.
Carly se quedó sorprendida.
—¿Cómo demonios...?
—Curo rápido. Andrea ayudó. También lo hizo el toque de mi compañera.
—¿Andrea? ¿Quién es Andrea?
Connor respondió desde el suelo, somnoliento pero alerta.
—La compañera de Sean. Es mitad fae. Tiene el don de sanar mágicamente.
—Oh. Vale.
Tiger se bajó la camisa.
—Te protejo del hombre que espera fuera.
—¿Qué hombre? —Carly fue a la ventana, pero de repente Tiger estaba allí
junto a ella, sujetándola.
—Espera. —Tigre apagó la lámpara, dejando la habitación a oscuras de
nuevo.
No sabía cómo se había levantado del sofá tan rápido, pero la llevó a la
ventana a oscuras y la detuvo a poca distancia, haciendo un gesto hacia fuera.
Carly no vio absolutamente nada. Ninguna figura siniestra esperando en la
oscuridad, ninguna figura en absoluto.
—¿Dónde?
—Se esconde también. Connor lo vio y me llamó.
—Creo que es ese tipo, Walker —dijo Connor. Se levantó del suelo en un
movimiento sinuoso, poniéndose de pie sin hacer ningún ruido—. O uno de su
equipo.
—¿Por qué? —Carly miró por la ventana de nuevo, pero seguía sin poder ver
a Walker o cualquier otra persona—. Tienes que estar soñando.
—Está allí –dijo Tiger—. Entre la sombra de la valla y los árboles. Ha elegido
un buen lugar. Puede ver dentro pero a él no se le ve. Al menos, no un humano.
—Los cambiantes pueden ver en la oscuridad —dijo Connor—. Sobre todo los
felinos. Confía en mí, él está allí. Llamé a Liam, y Tiger vino.
—¿Por qué demonios está vigilando Walker mi casa?
Carly miró una vez más donde Tiger indicaba, pero seguía sin poder ver
nada… No, allí. Algo se movió.
El brillo se desvaneció tan rápido como había aparecido, el que estaba ahí
fuera desapareció en las sombras de nuevo.
—Quieren saber cuánto tienes que ver con cambiantes —dijo Connor—.
Brennan te pidió que nos espiaras, ¿verdad?
—Para su proyecto de investigación o lo que sea. Es un antropólogo.
—Claro —dijo Connor—. Por lo que oí, quería que llegaras a conocernos y
luego informarle. Puede disfrazarlo como quiera, pero para mí eso suena a
espiar. Quiere los secretos cambiantes.
—¿Los cambiantes tienen secretos?
Connor levantó las manos y adoptó un aspecto inocente.
—¿Tenemos? No sé de qué estás hablando. Somos dulces e inocentes.
Honestos.
—Estás lleno de mierda —dijo Carly, con ganas de reír.
—Brennan también. Trató de meterse en Shiftertown antes. Un bastardo
escurridizo, eso es lo que es.
—Me puso los pelos de punta —dijo Carly—. Pero ¿por qué necesita que
Walker me espíe? No conozco ningún secreto cambiante. Lo sigo diciendo a
todo el mundo, no había conocido a ninguno hasta hoy. Quiero decir ayer.
—Le preguntaremos —dijo Tiger. Se dirigió a la cocina de esa manera fluida y
silenciosa con que se movía.
Carly corrió tras él y lo agarró por el brazo.
—Espera, espera. ¿Qué haces?
Connor cruzó la habitación, sus ojos muy abiertos mientras observaba a Carly
y Tiger. Pero Carly pensó que estaba más alarmado porque había agarrado a
Tiger. El lenguaje corporal de nuevo. Connor estaba tratando de protegerla, pero
en este momento, no del tipo de fuera.
Tiger no hacía nada más que mirarla con esos ojos dorados que ya no
contenían un dolor insoportable. Había regresado a la vigilia tranquila que había
exhibido cuando la ayudó a arreglar el coche en un lado de la carretera.
—La mejor manera de averiguar lo que quiere es preguntarle —dijo Tiger, con
paciencia en su voz.
—Pero tiene un arma... —Carly suspiró y lo soltó—. Y tú ya has demostrado
que no te frenan, no por mucho tiempo de todos modos.
—Podría tener un tranquilizante –indicó Connor—. O dos.
—No tiene tranquilizantes, solamente una pistola –dijo Tiger.
Connor parpadeó.
—Y lo sabes, ¿cómo?
—Vista y olor. —Tigre habló en tono cortante, como un soldado preparándose
para enfrentarse a su enemigo—. Protege a Carly mientras lo encuentro.
Connor suspiró, resignado.
—Eres el súper cambiante. Ten cuidado, ¿de acuerdo? No quiero tener que
explicar a Liam porque te he perdido.
Tiger respondió desapareciendo por el pasillo hacia el dormitorio de Carly.
Ésta le siguió, no tan en silencio, corriendo con los pies descalzos.
Tiger ignoró la cama de Carly y su ropa, que había sido cuidadosamente
doblada y colocada sobre una silla, probablemente por Yvette, y sin hacer ruido
subió las persianas de su ventana. Luego empezó a quitarse la ropa.
Tigre se desnudó, saliendo de su ropa tan suave y silenciosamente como hacía
todo lo demás. Estaba muy bien proporcionado, la fuerza asomaba en los
músculos esculpidos de los hombros, las superficies planas del pecho, la
longitud firme de la espalda.
También tenía un culo genial, tan apretado y bonito como el resto de él. Carly
había visto en el hospital lo que colgaba entre las piernas delante, pero aún así,
mirarlo otra vez le hizo la boca agua.
—Quizás todavía estoy borracha –dijo—. Pero Tiger… Oh, Dios mío, estás
muy bueno.
Tigre apenas la entendió, y Carly se dio cuenta después de un momento de que
él no sabía lo que quería decir.
Un segundo después, se tragó cualquier palabra de explicación, porque Tiger
se transformó en un tigre....
Lo hizo rápidamente, fácilmente, las extremidades cambiaron de humanas a
las patas traseras dobladas y delanteras de un bengala. El pelaje onduló por su
cuerpo, naranja con rayas negras, una cola se extendió para rozar el suelo.
Era gigantesco, más grande que cualquier tigre que ella hubiera visto en un
zoológico. Su dormitorio grande era ahora pequeño.
Connor suspiró mientras rodeaba a Tiger y se acercaba a la ventana.
—Siempre hace esto. Cambia y luego hace que yo le abra las ventanas y
puertas. Silencio ahora.
Connor levantó la ventana de guillotina de Carly, que daba al lado de la casa.
Tiger puso las patas sobre el alféizar.
—¿Qué está haciendo? —susurró Carly frenéticamente—. No va a caber.
—Lo hará. Mira.
Carly nunca entendió cómo diablos consiguió salir Tiger por la ventana
cuando tenía dos veces el tamaño de la abertura. Siendo niña, había tenido una
gata que podía aplastarse para arrastrarse por el espacio de cinco centímetros
bajo su cómoda, pero esto fue aún más sorprendente.
Tal vez era la magia de ser un cambiante, pero maldita sea si Tiger no se
aplastó y se retorció a través de la ventana. Aterrizó al otro lado, se quedó
agachado a la manera de los animales depredadores y se escabulló en la
oscuridad. Carly lo perdió de vista en cuestión de segundos.
—Mierda, pensé que me esperaría. —Connor sacó la cabeza y los hombros
por la ventana y trepó con mucha menos gracia que Tiger.
—Todo irá bien, ¿verdad? —susurró Carly—. Walker no puede hacerle daño a
Tiger con su arma, y Tiger no puede hacerle daño a él.
Connor aterrizó fuera sobre sus pies.
—Oh, yo diría que Tiger puede hacer lo que quiera.
—Es decir, no puede atacarlo. El collar lo detendrá. Eso es para lo que sirve,
¿no es así?
—Mierda. —El susurro de Connor era agitado—. Mierda. Mierda. Eso lo que
busca. Quédate aquí.
Que se joda. Cuando Connor se desvaneció en la oscuridad, Carly agarró sus
vaqueros y se los puso, luego metió los pies en las sandalias. Se sentó en el
alféizar, pasó las piernas y salió por la ventana, aterrizó con un golpe en un trozo
de hierba que había que segar. Se puso de pie y empezó a correr hacia el patio
trasero, que en la oscura madrugada el aire al menos era frío.
Oyó un grito ahogado y luego el rugido de Tiger, largo y bajo. La rabia en el
sonido era inconfundible, un animal salvaje listo para matar.
—¡No! —Carly oyó la voz agitada de Connor—. Mierda. No. Basta. Ah, Liam
me va a matar.
Capítulo 7

Surgieron gruñidos de la oscuridad, y Connor gritó en voz baja, pero nada


provino del observador.
Carly corrió hacia adelante. Tratar de mantenerse fuera de la vista significaba
que no podía ver para no tropezar en la oscuridad, por lo que chocó contra la
silla del patio que había arrastrado a este lado de la casa hacía unos días para
tomar un poco el sol. Maldijo mientras caía, se levantaba, se frotaba el dolor de
la espinilla y se abría paso más lentamente a través del patio.
Alcanzó el terreno a oscuras cerca de la valla para encontrar un hombre en el
suelo y Tiger totalmente encima de él, su enorme pata lista para arrancar la
garganta del hombre. Connor tenía las manos en la espalda del tigre, tirando, sin
resultado.
El collar del tigre permanecía en silencio, sin chispas, nada. El hombre bajo
Tiger era Walker, su rostro una mancha pálida en la oscuridad. Su cara estaba
ensangrentada, y estaba desmayado. O muerto. La pistola del hombre, rota en
pedazos, yacía en el césped junto a él.
Carly vio todo esto en un segundo frenético, luego se unió a Connor para
tratar de apartar a Tiger.
Tigre rugió, arrugando el rostro con su gruñido mortal. Sus garras estaban
preparadas sobre el cuello de Walker, las súplicas y tirones de Connor no hacían
nada.
—No lo mates, ¿de acuerdo? —estaba diciendo Connor—. Lo averiguarán,
atraparán a Liam y la sólo Diosa sabe lo que te harán.
—¿Qué le harían a Tiger? —preguntó Carly en un susurro frenético.
—Llevárselo, ponerlo en cuarentena, ejecutarlo, tal vez. Hoy ya ha sido
bastante malo. No podemos dejar que nadie sepa nada sobre Tiger.
¿Por qué no? se preguntó Carly. ¿Y por qué Brennan y Walker estaban
interesados en él?
No era el momento para hacer preguntas. Carly hundió las manos en la piel de
Tiger, la descubrió sorprendentemente cálida y sedosa. Tenía pescuezo, como su
gata de la infancia, pliegues de piel floja para agarrar. Le pasó el pensamiento
por la cabeza de que él debía haber sido adorablemente lindo como cachorro,
con su madre llevándolo en la boca. ¿Los cambiantes hacían eso?
—Tiger, escucha a Connor —dijo Carly—. Este tipo no vale la pena el tiempo
en la cárcel, o ser ejecutado.
Los gruñidos de Tiger ondularon a través de él, vibrando a través de Carly.
Walker estaba inmóvil, el hematoma en el costado de la cabeza explicaba por
qué estaba desmayado. Sin embargo, vivo, gracias a Dios. Podía oír su
respiración entrecortada.
—Si le haces daño —continuó Carly—, si te llevan, nunca te veré de nuevo.
Odiaría eso. Quiero verte de nuevo.
Retumbó otro gran gruñido , y luego Tiger cambió. La piel debajo de las
manos de Carly se convirtió rápidamente en carne humana, y en unos pocos
segundos, se encontró sentada en el césped húmedo con los brazos alrededor de
un hombre grande, musculoso y desnudo.
Tiger la atrajo hacia sí, sin disminuir su fuerza, el calor de su cuerpo era
intenso contra el frío de la noche. Su cálida piel era suave bajo los dedos de
Carly, y no pudo resistirse a pasar las manos por su espalda.
Tiger se inclinó, y Carly pensó que la besaría, pero en su lugar le rozó la
mejilla con la nariz, luego desde la frente hasta la barbilla.
Ningún hombre le había hecho eso antes. Nunca se había dado cuenta de lo
sensual que podría ser, lo íntimo.
Tocó la mejilla de Tiger, que estaba áspera por la barba, sus ojos dorados
tranquilos mientras la miraba. Tiger volvió la cara contra su palma y la punta de
su lengua rozó sus dedos.
El calor, el contacto de su boca, la dejó temblorosa, caliente y fría, mareada.
El calor floreció en sus espacios femeninos, al igual que la necesidad de que la
tocara ahí con sus fuertes manos.
Lujuria. Eso debía ser. Eso y la reacción a su gran dolor y la rabia por Ethan.
Pero la presencia de Tiger estaba borrando la cara de Ethan, su voz, su
sarcasmo malvado. Ethan se drenó rápidamente a medida que las sensaciones
ardientes de Tiger se deslizaban por el cuerpo de Carly.
Tiger la acarició de nuevo, su aliento cálido. La punta de la lengua le tocó la
mejilla, vacilante, luego, de nuevo, más audaz, un rastro de fuego. Tiger
retrocedió entonces, levantó las manos para tomar el rostro de Carly y estudiarlo.
Connor se aclaró la garganta.
—Así que, hum, ¿esto significa que no vas a matarlo?
La furia del Tiger regresó a sus ojos.
—Amenaza a mi compañera.
—Tal vez eso sea cierto, grandullón. Pero, como he dicho, si le haces daño, no
vamos a ser capaces de cubrirlo.
—No podréis de todos modos –dijo Carly—. Cuando Walker despierte,
contará a la policía que Tiger le noqueó, o se lo dirá a la Oficina Cambiante,
probablemente ambas cosas. ¿Qué hacemos al respecto?
Connor miró a Walker, estirado y en silencio.
—No lo sé. Pero no podemos matarlo. No importa cómo tratemos de ocultar
eso, alguien podría encontrarlo y averiguar que fue mutilado por un cambiante.
—No estaba sugiriendo matarlo —dijo Carly—. Cielos. Me refería a tal vez
llevarlo a la cama y razonar con él cuando se despierte.
Connor resopló.
—¿Razonar con un tipo armado de las fuerzas especiales, que probablemente
está entrenado para liquidar cambiantes con sus propias manos?
—No liquidó a Tiger.
—Sí, bueno, Tiger es diferente.
Tiger no prestaba atención a Connor. Seguía mirando a Carly, alisando un
mechón de su cabello con dedos suaves.
Connor gruñó y se pasó las manos por el cabello.
—La Diosa me ayude, ¿por qué tengo que tomar todas estas decisiones?
¿Carly, tienes cinta adhesiva?
—Probablemente. —Carly miró a Walker y compartió la consternación de
Connor—. Mierda.
—Date prisa. Antes de que se despierte.
Lo más difícil fue convencer a Tiger de que la soltara. Se levantó con ella,
elevándose sobre ella, un hombre gigante. Un hombre gigante desnudo. En su
patio.
—Enseguida vuelvo –le dijo ella—. Sólo voy al garaje. Tú quédate aquí y
mantente fuera de la vista. Si mis vecinos te ven, traerán a todos los policías de
la ciudad.
Tiger dio un paso atrás en las sombras. Al menos entendía el peligro. Carly
sintió la mirada dura de Tiger en la espalda mientras corría por el patio, pero
recordó en el último minuto esquivar la silla en su camino hacia la ventana
abierta.

* *
Sangre. Tiger sentía el sabor salado, hacía que la bestia de su interior quisiera
alimentarse. El triunfo animal se había disparado por su interior cuando golpeó a
Walker con su pata, lo dejó inconsciente de un solo golpe. Sus garras le habían
arañado el rostro, haciendo sangre, despertando el carnívoro que era.
El olor de Carly había borrado el olor de la sangre, lanzando sus pensamientos
en una dirección completamente diferente. Olió la necesidad femenina, su rabia
por el hombre Ethan, su preocupación por Tiger y Walker tumbado a sus pies.
Su olor se había envuelto alrededor de sus sentidos, calmándolo debajo de la
ira. Fue capaz de cambiar a humano, de tocarla, relajarse con ella.
Acariciarla le hizo olvidar todo sobre Walker e incluso Connor, lamerla había
sido aún mejor. Tiger había observado a Liam y su compañera, a Sean y su
compañera, a Spike y su compañera, y a otros… bocas tocándose. Besos.
Tiger quería hacer eso con Carly, pero no estaba seguro de cómo funcionaba.
Cuando le había preguntado a Connor sobre los besos hacía algún tiempo, éste se
rió y le dijo que lo averiguaría cuando llegara el momento.
No estaba tan seguro. Estaba bastante seguro de que era más que presionar los
labios, y quería hacerlo bien con Carly.
Ahora que Carly se había ido, de vuelta a su casa, su olor no era tan intenso y
el olor de la sangre regresó. La necesidad de matar resurgió. El tigre en él quería
terminar esto, desgarrar la garganta de Walker por amenazar a Carly, golpear su
cuerpo y alejarse. Rápido, eficaz y satisfactorio.
Tiger cerró los puños, su gruñido apenas contenido. Connor estaba en lo
cierto, si hería a Walker los seres humanos le encontrarían y se lo llevarían,
luego descubrirían que su collar era falso. Liam y su familia pagarían el precio
por ello. Luego, sus captores le meterían en una jaula de nuevo y
experimentarían con él, o simplemente le meterían drogas hasta que muriera.
Tiger comenzó a temblar. Quería correr... correr, no parar nunca. Nunca dejes
que te cojan.
Nunca ver a Carly nuevo.
No. La necesitaba y necesita su toque. Sólo Carly.
Carly salió de la casa de nuevo, esta vez a través de la puerta trasera. Su olor
flotó hacia él desde el otro lado del patio, calmando el instinto de lucha o huida a
un nivel que podía manejar. Exhaló.
—La encontré. —Carly tendió un rollo de cinta plateada mate a Connor.
Connor la tomó.
—Rápido. Creo que está volviendo en sí.
Desenrolló un largo trozo de cinta, luego la enrolló alrededor de los tobillos y
las pantorrillas de Walker. Connor evitó que Carly corriera a por unas tijeras
dejando que le brotaran garras de los dedos y cortó la cinta perfectamente con
una muy afilada.
—Práctico —dijo Carly.
Los dedos de Connor se convirtieron en humanos de nuevo, y envolvió las
muñecas de Walker con otra capa de cinta. Walker nadó a la vigilia, los ojos
centrados mientras Connor cortaba una tira de quince centímetros de la cinta.
Carly tomó la tira.
—Lo siento —dijo a Walker cuando la pegó sobre su boca.
Walker se limitó a mirarla en silencio sobre la cinta adhesiva. Sin ira, sin
frustración, ninguna emoción en absoluto.
A Tiger no le gustaba esa mirada, una que decía que Walker no estaba
preocupado por lo que le hicieran. A Carly tampoco parecía gustarle.
—Tal vez un poco más de cinta, Connor —dijo ella, sonando nerviosa.
Connor añadió una capa extra para las piernas y muñecas de Walker antes de
entregar la cinta a Carly.
—Tiger, ¿quieres llevarlo?
—No. —La palabra salió con dureza. Con el olor a sangre tan fuerte, Tiger no
sería capaz de contenerse. Se llevaría a Walker lejos de Carly y Connor y lo
mataría.
Connor entendió.
—Está bien. Él no es tan grande. —Se puso de pie, cargó a Walker sobre sus
hombros, y equilibró la carga. Connor no estaba completamente desarrollado
todavía, pero era fuerte.
—Tiger, vístete y reúnete con nosotros en el garaje —dijo Connor—. Carly,
voy a necesitar las llaves de tu coche.
Carly ya las tenía. Tiger ignoró las instrucciones de Connor y los siguió a la
casa y al garaje, sin confiar en que Walker no se soltara. El hombre era un
luchador. Sabría cómo hacerlo.
En el interior del garaje cerrado, Carly abrió la puerta trasera del coche, miró
dentro y apoyó las manos en las caderas. A Tiger le gustó cuando se puso de esa
manera, la postura resaltaba la curva de su cintura y su dulce trasero.
—Si lo ponemos ahí, alguien va a verlo, ¿no es cierto? —preguntó a Connor.
—Eso estoy pensando —dijo Connor.
Carly dejó escapar un suspiro y apretó el control remoto en su llavero, su
maletero se abrió.
Connor metió al Walker inerte ahí dentro. Carly alcanzó la puerta.
—Lo siento mucho —dijo a Walker antes de que ella y Connor cerraran la
tapa.
Sólo entonces Tiger se permitió volver al dormitorio de Carly, buscar su ropa
y llevarla al garaje. También trajo el bolso de Carly de la sala de estar. Después
de haber vivido durante meses en la misma casa con Liam y su compañera, Kim,
había aprendido que estos grandes bolsos estaban llenos de lo que las mujeres
consideraban cosas esenciales. Se preocupan mucho cuando no los tenían.
Carly lanzó a Tiger una amplia sonrisa que él atesoraría durante mucho
tiempo.
—Gracias, Tiger. Eres un amor.
—Eh –dijo Connor cuando Tiger se vistió—. Yo he envuelto a un tipo en cinta
adhesiva y lo he metido en el maletero después de que Tiger lo golpeara, ¿y él es
el amor?
—Tú también eres dulce, Connor. —Carly le dio un beso en la mejilla.
El rugido del Tiger fue sofocado. Si Carly hubiera hecho eso a cualquier otro
cambiante, habría liquidado a dicho cambiante. Pero Connor era un cachorro. No
era una amenaza. Los cachorros nunca eran amenazas.
Carly hizo un gesto a Tiger hacia el asiento trasero.
—Entra.
Connor extendió la mano.
—Tú no vienes. Te quedas aquí, lejos de los problemas.
—No. —Dijo Carly, al mismo tiempo que Tiger.
Connor los miró con exasperación.
—No vas a conducir mi coche con Walker atado en el maletero —dijo Carly
—. Además, lo necesito para ir a trabajar mañana… hoy. Al parecer, todavía
tengo un trabajo.
—Lo traeré –comenzó Connor, pero Tiger terminó la discusión entrando en el
asiento delantero del coche.
—Ella viene –dijo—. Nosotros la protegemos.
Carly sonrió en señal de triunfo y se deslizó en el asiento del conductor.
—Además —dijo ella—, tú tienes que montar la moto de Sean.
—Muy bien —dijo Connor con aspecto cansado. Cerró la puerta de Carly—.
Pero estoy pensando que Liam va a cabrearse.
—¿Cómo llegaste a mi casa de todos modos? —preguntó Carly a Tiger
cuando apretó el control para abrir la puerta del garaje—. No veo un coche fuera,
u otra moto. Connor no se escapó y te trajo mientras yo dormía, ¿verdad?
—Caminé.
Carly parpadeó.
—¿Tu qué?
—Caminé.
—Caminaste –repitió—. Desde Shiftertown.
Tiger se encogió de hombros.
—Hice autostop un par de veces. Connor le dijo a Liam donde vivías cuando
llamó. Lo escuché.
Connor había estado dirigiéndose hacia la moto de Sean, aún en el garaje de
Carly, pero se dio la vuelta y se inclinó para mirar a Tiger por la ventanilla del
coche
—Espera un minuto. ¿Liam sabe que te has ido?
—Nadie me vio —dijo Tiger.
—Oh, mierda. —Connor se golpeó la frente con el marco de la ventanilla—.
Diosa, Tiger, vas a meterme en muchos problemas.
Capítulo 8

Carly esperó hasta que Connor estuvo listo en la moto de Sean antes de
arrancar el coche. Dio marcha atrás, agradecida de que todavía fuera demasiado
temprano, incluso para sus vecinos más madrugadores.
Condujo tranquilamente, tratando de no llamar la atención, siguiendo a
Connor mientras atravesaban las calles principales.
—¿A dónde vamos? —preguntó a Tiger.
—Shiftertown –respondió—. El mejor lugar.
Carly siguió conduciendo con recelo. No temía ir a Shiftertown exactamente,
pero no le gustaba pensar en lo que todos esos cambiantes harían con alguien de
la Oficina Cambiante atado con cinta adhesiva.
Supuso que podría conducir su coche directamente a una comisaría y que
Connor y Tiger se aguantaran, pero pensar en la preocupación de Connor por
Walker, Tiger y ella le hizo cambiar de idea. Connor estaba preocupado y
asustado. Ella no tenía corazón para entregarlo a la policía y que lo interrogaran
y tal vez arrestaran.
Y recordó lo que Connor dijo que podrían hacerle a Tiger, llevárselo, ponerlo
en cuarentena, ejecutarlo, tal vez. Carly tampoco quería que ocurriera eso.
Tiger miraba al frente mientras conducía, las farolas creaban bandas de luz
que se movían por su rostro. No podía adivinar lo qué estaba pensando, y Tiger
no se ofreció a compartir sus pensamientos. Era misterioso, incluso más que los
otros cambiantes que había conocido hoy, y ninguno de ellos había agitado sus
deseos con sólo tocarla.
Carly le miró mientras conducía, y a veces ella le atrapaba mirándola, los ojos
enigmáticos pero con calor.
Shiftertown estaba detrás del antiguo aeropuerto, en las casas que nadie había
querido incluso antes de que el aeropuerto se cerrara y se trasladara al lugar
donde solía estar la base aérea de Bergstrom. Cuando los cambiantes necesitaron
un lugar para vivir, la Oficina Cambiante y la ciudad habían designado el área
exclusiva para ellos.
Los cambiantes se habían trasladado al Shiftertown de Austin desde todos los
rincones del mundo, porque la mayoría de los países no querían cambiantes
viviendo en ellos. Obviamente los Morrissey habían venido de Irlanda. ¿Pero
Tiger? Carly no podía situar su acento. Americano, pero neutral. No de Texas ni
de ningún lugar del sur de todos modos.
El sol estaba saliendo cuando entró en Shiftertown. Esperaba encontrar barrios
pobres, pero después de pasar ante algunos almacenes abandonados, una
gasolinera cerrada con tablas y un campo vacío, se encontró con viejos
bungalows, pulcramente pintados con patios igual de aseados, bañados por la luz
del sol de la mañana. Algunas casas estaban colocadas una detrás de otra, con las
calzadas en dirección a ambas.
Siguió a Connor a un bungalow de dos pisos que parecía poco diferente del de
al lado. Las dos casas compartían un camino de entrada, que no era nada más
que dos tiras de hormigón. Una pequeña camioneta blanca, otra bonita Harley y
un coche más pequeño estaban estacionados en este camino. Connor detuvo la
moto cerca de la otra, y Carly frenó junto a la acera y se detuvo el coche.
Tiger ya estaba fuera antes de que pudiera salir y Connor se bajaba de la moto,
en dirección al maletero. Tiger agarró la muñeca de Carly cuando estaba a punto
de apretar el mando a distancia para abrirlo.
—No —dijo con voz severa—. Está casi libre.
—¿Qué? ¿Cómo demonios lo sabes?
—El olor es diferente. Connor, trae a Liam.
Tiger se puso entre Carly y el maletero mientras Connor corría hacia la casa,
pero Tiger no hizo ningún movimiento para abrirlo e impedir que Walker se
soltara.
—Sabes, simplemente podrías dejarlo inconsciente de nuevo —dijo Carly.
Tiger negó con la cabeza.
—Si lo toco de nuevo, lo mataré. Liam va a querer que quede con vida.
Carly se detuvo, la extraña frase la asombró.
—¿Tú que quieres?
Tiger bajó la mirada hacia ella, con los ojos fijos. Ella leyó la confusión en
ellos, perplejidad.
—No lo sé —dijo.
Su perplejidad la conmovió. Tiger conocía sus instintos, y estaba luchando
contra ellos, pero estaba obedeciendo órdenes, sin pensar en el problema él
mismo.
Carly tomó su mano y la apretó.
—Vamos a resolver esto.
Tiger se quedó aún más inmóvil, con la mirada clavada en ella. Era
desconcertante, ser mirada fijamente por esos ojos amarillos, pero al mismo
tiempo, Carly quería aferrarse a él aún más fuerte.
Espió movimiento detrás del Tiger y dio varios pasos rápidos hacia atrás.
—Demasiado tarde. Está fuera.
Walker había dado una patada al asiento trasero. Abrió la puerta del coche por
el lado opuesto a ella y Tiger, rodó y se puso de pie en un solo movimiento.
Trozos de cinta adhesiva colgaban de sus muñecas, pero se las había arreglado
para quitarsela por completo de las piernas.
Sin cambiar de expresión, Walker miró los alrededores, luego se volvió y fue a
por la persona más vulnerable a su alcance… Connor.
Connor había salido de la casa, pero había regresado sin Liam o cualquier otra
persona. Iba trotando a la casa a su derecha, la que compartía el camino de
entrada, cuando Walker lo atrapó.
Tiger dejó escapar un rugido. Perdió el autocontrol, se lanzó sobre el coche y
fue a por Walker.
—¡Un poco de ayuda aquí! —gritó Carly. Corrió detrás de Tiger, aunque no
sabía que podría hacer. No tenía ningún arma, no era un cinturón negro en nada,
y probablemente podría perder en una pelea con un crío de siete años. Estaba
acostumbrada a tratar con artistas, algunos de los cuales eran emocionalmente
delicados, pero nunca había tenido que placar a ninguno de ellos en la galería de
Armand.
Walker tenía a Connor sujeto con una llave de cabeza, giró para enfrentarse a
Tiger. Los músculos en el brazo de Walker se hincharon mientras sostenía a un
Connor que gruñía con el brazo alrededor de su cuello, no le soltó a pesar de que
Connor estaba empezando a cambiar.
De las manos de Tiger brotaron enormes garras, su rostro cambió al de un
tigre.
—No. Se. Hace. Daño. A. Los. Cachorros.
Fue a por Walker, Carly siguió pidiendo ayuda.
La puerta de la segunda casa se abrió y alguien salió, pero Carly no vio
claramente quién era hasta que un hombre alto que se parecía mucho a Sean
rodeó el cuello de Walker con las manos y tiró de él.
El impulso hizo que Walker soltara a Connor, ahora un joven león con los
inicios de una melena negra, que cayó a cuatro patas, jadeando.
El rescatador giró a Walker y dio un fuerte golpe eficiente detrás de la oreja.
Walker había cerrado el puño para golpear primero, pero su mano se aflojó y se
desplomó a los pies del recién llegado.
El hombre miró a Walker, luego desvió la mirada hacia Carly, dándole la
misma mirada evaluadora. Era una versión más vieja de Sean y Liam, con ojos
azules similares, pero su pelo oscuro era gris en las sienes. La diferencia estaba
en la quietud absoluta que este hombre podía lograr, era aún más aguda que la
que había observado en los cambiantes en el hospital, o incluso en Tiger.
Este cambiante la miró, como si la atravesara, como si supiera cada
pensamiento en su cabeza, los de ahora, cada pensamiento que había tenido en el
pasado, y cada uno que tendría en el futuro. Sus fosas nasales ni se movieron.
—¿Quién es ella? —preguntó, en voz baja letal. No le preguntó a Carly, oh,
no. Ni siquiera se le preguntó a Tiger. La pregunta había sido dirigida a Connor.
El joven león se sacudió. Se sentó sobre sus patas traseras, sin cambiar a
humano. La mirada azul del hombre se desvió hacia Tiger, esperando a que
respondiera. Pero Tiger permaneció quieto, aunque su cara y manos se
convirtieron en humanas de nuevo, todavía protegiendo a Connor.
Carly dio un paso adelante en el silencio.
—Soy Carly Randal —dijo, tratando de sonar brillante y firme, como lo hacía
cuando la gente arrogante venía a la galería a burlarse de las pinturas brillantes
—. ¿Y usted es?
—Es Dylan —dijo Tiger—. Solía ser el líder de Shiftertown.
—Retirado, ¿verdad? —preguntó Carly—. Eso es bueno.
Los ojos de Dylan se dilataron con rabia al rojo vivo. Carly comprendió en ese
momento lo que era ser un conejo bajo la mirada de un puma justo antes de que
el puma extendiera una pata y acabara con la vida del conejo.
Entonces la ira de Dylan se disipó, y las comisuras de sus labios se curvaron
en una pequeña sonrisa, irónica.
—Entregué la gestión de Shiftertown a mi hijo. ¿Quién es ese? —Señaló a
Walker en el suelo.
—Su nombre es Walker Danielson —respondió Carly—. De la Oficina
Cambiante, al parecer.
La sonrisa de Dylan desapareció.
—Mierda, mujer. ¿Y pensaste que era una buena idea traerlo aquí envuelto en
cinta adhesiva?
Connor permanecía como león, parpadeando lentamente y con un aspecto tan
inocente como un león macho juvenil podría parecer.
—Amenazó a Carly —dijo Tiger, con furia en su voz.
—Así que lo golpeaste —dijo Dylan—. ¿De quién fue la idea de la cinta
adhesiva?
—Mía —dijo Carly rápidamente. Connor era demasiado joven para que este
hombre de aspecto peligroso se enfadara con él. Dylan podría no estar al cargo,
pero su postura decía que no había dejado de esperar que todos obedecieran—.
No sabía qué hacer con él, y no quería que fuera a la policía, así que pensé que
los cambiantes sabrían qué hacer. –Le dirigió su sonrisa más encantadora, la que
desarmaba incluso a los clientes de la galería más exigentes.
—Está mintiendo —dijo Tiger.
—Lo sé —respondió Dylan—. Puedo olerlo. Llevémoslo dentro.
No dentro de su propia casa, de la que había salido, Dylan lanzó a Walker por
encima del hombro como si el hombre no pesara nada y lo llevó a la casa de al
lado.
Allí no había nadie. Este bungalow era amplio, con una cocina gigantesca y
una igualmente amplia sala de estar con una zona de comedor fija en una
esquina. Una escalera se alzaba de la pared de la sala de estar, desapareciendo
hacia arriba.
—¿Quien vive aquí? —preguntó Carly.
—Mi hijo Liam. —Dylan depositó a Walker en el suelo, caminó sin prisa a la
cocina y volvió con otro rollo de cinta adhesiva.
—Y yo. —Connor vino dentro, humano otra vez, la camisa y los pantalones
vaqueros rasgados por el cambio—. Y la compañera de Liam, Kim. Y Tiger.
Tiger estaba encima de Walker, mirando la sangre en el rostro del hombre, con
los puños apretados. Luchando consigo mismo otra vez.
—Tiger —dijo Carly—. Ven aquí conmigo.
La mirada de Tiger mostraba enojo rígido y un dolor tan profundo que la
alcanzó desde el otro lado de la habitación. No quería apartar la mirada de
Walker, la amenaza potencial, pero al mismo tiempo, se sentía atraído por Carly.
Tiger cerró los ojos, tapando el destello de ira, pero su rostro estaba
transfigurado, el dolor evidente.
Carly se acercó a él y le tomó la mano. Tiger abrió los ojos y la miró, esta vez
por completo.
Carly quería huir y al mismo tiempo, permanecer bajo su mirada hipnótica.
Siendo muy pequeña, había ido a un zoológico donde los animales deambulaban
libres y los humanos pasaban por delante de ellos en pasillos enjaulados.
Recordó a un puma que la había seguido al otro lado de la rejas, sus ojos dorados
fijos en ella. Incluso ahora, Carly no tenía ni idea de si había tenido curiosidad
por ella o si había pensado que una niña pequeña podría ser un buen aperitivo a
media mañana. Había llorado de terror, y su madre se la había llevado.
La sensación, enterrada profundamente en su pasado, salió a la superficie.
Tiger era un animal salvaje, no importaba que actualmente tuviera un cuerpo
humano y llevara ropa normal y un collar. El salvaje estaba en sus ojos, una
criatura salvaje.
La mirada de Tiger la mantuvo en el lugar como si ella fuera el pequeño
animal que no podía huir. El depredador la tenía, a su presa.
Él le tocó la cara. Carly se estremeció con la reacción, sus caricias un suave
contraste con la evidente fuerza en él.
Tiger se inclinó hacia ella, como si lo atrajera, todo a su alrededor en el olvido.
La acarició con la nariz como lo había hecho en su patio, Carly le atrapó la cara
con las manos, se puso de puntillas y besó sus labios.

* *

El mundo de Tiger se detuvo. La presión de los labios de Carly contra los


suyos cortó su confusión, desapareció la necesidad de matar.
Sus labios eran un lugar de calidez, satinados y suaves, la sensación más suave
que jamás había sentido. El toque de su boca fue ligero, sin embargo, la sintió en
cada parte de su cuerpo. Cada parte, sobre todo su pene, se estaba endureciendo.
Los labios de Carly se fruncieron un poco, presionando humedad a su boca.
La suave presión fue tanto ligera como una pluma como firme al mismo tiempo.
Ella rozó los labios sobre los de él, moviéndolos sobre ellos, terminó en la
comisura de la boca. Sus movimientos eran tan ligeros, y sin embargo Tiger
pensó que esto era lo más importante que jamás le había sucedido.
Carly tocó los labios hasta la comisura de la boca otra vez, luego se levantó,
su ceño fruncido sobre sus ojos verdes grises.
Su olor había cambiado, muy ligeramente, pero Tiger lo sintió. Había estado
nerviosa, preocupada, enojada y confundida. Ahora en la mezcla había deseo. Le
deseaba. Este hecho giró y se instaló en un punto caliente en su interior.
—¿Qué pasa? —preguntó ella con asombro de nuevo. Carly le tocó la cara
con dedos ligeros, luego le dio una sonrisa de sorpresa—. ¿Nunca has besado a
nadie antes?
—No.
—¿Estás bromeando, verdad?
—No.
Tiger había tenido una compañera, le quitaron a la hembra después de que la
dejara embarazada, pero nunca se habían besado. Había sido animal, el
apareamiento, aunque no se había unido fervientemente a ella, se había roto de
dolor cuando murió. Lo que Carly acababa de hacer era diferente de lo que
jamás había experimentado.
—Guau. —Carly le rozó los labios con las puntas de los dedos, provocando
fuego—. No creo que jamás haya conocido a un hombre que fuera virgen.
—Tuve una compañera. Ella tuvo un cachorro.
—Ah. Entonces no eres virgen. ¿Pero nunca has besado?
—No.
—Eso es raro. Espera, ¿tuviste una compañera? —preguntó Carly, su sonrisa
desapareció—. ¿Dónde está ahora? ¿Y tu hijo?
—Murieron.
Las palabras salieron planas y no decían todo lo que necesitaba que dijeran.
Las palabras no podían. Nunca.
Carly se sorprendió, su aroma teñido de compasión.
—Oh, Tiger, lo siento mucho. —Le pasó las manos sobre los hombros, como
si tratara de calmar la tensión—. No lo sabía. Lo siento. No pretendía molestarte.
—Sus muertes no fueron culpa tuya. —Una vez más las palabras fueron
planas. Tiger no podía explicarse, no podía hacerle entender por qué quería que
se sintiera mejor.
—Quiero decir, lo siento por ti. Que ella muriera. Que el niño muriera. Eso
debe haber sido horrible.
—Sí.
La voz de Carly se suavizó. Ella irradiaba compasión, incluso más que Iona, o
cualquier otra cambiante.
—Hay más de lo que se ve a simple vista, ¿no es así? –preguntó ella.
Tiger no estaba seguro de lo que eso significaba, sabía inglés, pero lo había
aprendido de los científicos, quienes no hablaban tanto con él, como de él o
sobre él.
Cuando no estaba seguro, no respondía, pero a Carly no parecía importarle.
Siguió tocándole el rostro, sus ojos en los suyos, su sonrisa había vuelto.
—Ah, papá, ¿qué demonios? –el tono irlandés de Liam resonó.
Tiger no veía ninguna razón para apartarse de Carly cuando Liam entró en la
sala donde su padre estaba envolviendo más cinta adhesiva alrededor de Walker
en el suelo. Tiger olió a Liam y su hija, Katriona, pero no a Kim.
—Papá, ¿qué has hecho?
—Habla con tu sobrino y Tiger —dijo Dylan con calma—. El hombre en tu
alfombra es de la Oficina Cambiante.
Liam se quedó en silencio mientras contemplaba la situación. Tiger se dio
cuenta de que Connor había desaparecido escaleras arriba.
Liam, un hablador, no se quedó en silencio mucho tiempo.
—¿Por qué está aquí, desmayado y atado, y por qué estás tú aquí? —Señaló
con un dedo a Carly.
La hija de Liam, de un año y pocos meses, estaba sobre los hombros de su
padre, su pelo oscuro y rizado y sus ojos azules la proclamaban como la
Morrissey que era. Vio a Tiger y estiró sus manos.
—¡Tigger!
Tigger era el nombre de un personaje de un cuento para niños, y Katriona
insistía en darle ese nombre. A Tiger no le importaba. Se apartó de Carly y se
dirigió lentamente hacia Liam, indicando que cogería a la cachorra si Liam
quería entregársela. No se estiraría a por ella si no le invitaban, no. Liam
necesitaba tomar la decisión.
La postura de Liam emanaba más molestia que ira. Levantó a Katriona de los
hombros y se la tendió a Tiger antes de unirse a su padre sobre el cuerpo de
Walker.
Tiger cerró las manos con cuidado alrededor del torso de Katriona y la levantó
en alto. Ella gritó y se rió como siempre hacía, luego se acurrucó contra su pecho
mientras la abrazaba.
El pelo rizado de Katriona le hacía cosquillas en la barbilla mientras ella
miraba con interés todo lo que ocurría en la sala de estar. El cuerpo de Tiger se
aflojó, como siempre hacía cuando estaba alrededor de los cachorros. Cuando
sus instintos se salían de control, la presencia de un cachorro podía hacer que su
naturaleza animal parara y sus pensamientos cesaran de girar.
—Bueno, ¿no eres la cosita más linda? —Carly pinchó a Katriona en el
abdomen—. ¿Cómo te llamas, cielo?
—Trina —dijo.
—Katriona —ronroneó Tiger—. Todavía no puede decir la palabra completa.
—Un bonito nombre para una niña bonita. —Carly parecía encantada con Kat.
—Gacias —dijo Kat.
El olor de Liam rompió la concentración de Tiger en Carly y Kat cuando se
detuvo frente a ellos.
—Perdonad, si interrumpo este momentito dulce. ¿Alguno de vosotros me va
a decir qué demonios está pasando? Viendo que he oído a Connor encerrarse en
su habitación, significa que está asustado de lo que vaya a hacer, y eso significa
que hay algo por lo que se preocupa. ¿Verdad?
Capítulo 9

—No sé nada de eso —dijo Carly. Sonrió ampliamente de nuevo mientras


hacía cosquillas en el estómago de Katriona. No podía saber lo hermosa que
estaba cuando hacía eso—. Todo lo que sé es que su nombre es Walker
Danielson, que me estaba espiando, y que Tiger lo atrapó y lo noqueó. También
es amigo de un profesor que quiere que venga, hable contigo y luego escriba
informes sobre ti para él. Para un proyecto de investigación, según dijo. Quiere
que sea su ayudante. De todos modos, Connor estaba preocupado porque Tiger
le hiciera más daño a Walker, así que pensé, ¿por qué no traértelo y que hables
con él? Es de la Oficina Cambiante y todos vosotros sois cambiantes.
Liam escuchaba, su mirada azul clavada en la cara de Carly.
—Y Connor no tendría nada que ver con esto, ¿verdad?
—Connor estaba haciendo cuanto podía —dijo Carly—. Estaba asustado. Dale
un respiro al chico, ¿de acuerdo?
Liam se movió lo más mínimo hacia ella.
—¿Y tú? ¿Tienes miedo?
Carly se acercó a Tiger y éste apoyó una mano en su hombro.
—Estoy un poco asustada, claro –dijo—. No todos los días pego un trozo de
cinta adhesiva sobre la boca de un hombre y lo meto en mi maletero. Y vosotros
no sois tranquilizadores. Si Tiger no estuviera aquí, mis rodillas estarían
chocando entre sí. Sin embargo, tu hija es terriblemente dulce.
La expresión de Liam se suavizó cuando miró a Katriona.
—Sólo lo dices porque no la persigues a todas horas del día y de la noche.
Mamá va a la oficina, y papá se queda en casa y cuida de este monstruito. Yo
pensaba que era mala cuando gateaba.
—Parece que Tiger es una buena niñera.
—Sí —dijo Liam—. Pero la mima demasiado. Le permite que se salga con la
suya demasiado.
—Es cambiante, ¿verdad? —preguntó Carly—. ¿En qué se convierte?
—En nada todavía. Su madre es humana, así que Kat nació humana, y no
empezará a cambiar a su bestia hasta que tenga unos tres años. Es una Morrissey,
por lo que va a tener gran parte de león. Los felinos cambiantes fueron criados a
partir de todos los grandes gatos, pero las familias tienden hacia una especie o la
otra. A excepción de Tiger. Él parece ser todo tigre, bastante interesante.
—Tigger —le corrigió Kat.
—Sí, amor. ¿Es ese el tipo de cosa que tu amigo, el profesor quiere que
informes? —El brillo peligroso estaba de nuevo en los ojos de Liam. Pero Tiger
sabía que Liam no haría daño a Carly, no físicamente. En primer lugar, porque
Liam sólo atacaba a los verdaderos peligros; y segundo, porque Liam nunca
pasaría sobre él para tocarla.
—Él no es mi amigo —dijo Carly—. No me gusta, si quieres saber la verdad.
No le dije que trabajaría para él, porque ya tengo un trabajo. Lo que me recuerda
que tengo que irme para no perderlo. Mi jefe me dio algo de holgura porque mi
día de ayer fue realmente una mierda, pero no me va a dar unas vacaciones
permanentes.
Irse. No. Tiger apretó la mano sobre su hombro. Irse no, no por el ancho
mundo y sus peligros, no sin él.
Liam no había terminado con su interrogatorio.
—¿Y en qué trabajas?
—Soy asistente y recepcionista en una galería de arte. Y no, eso no significa
que me siente y me haga la manicura. Recibo pedidos y hago un seguimiento de
ellos, hago el inventario, vendo a clientes, organizo recepciones y demás para los
artistas, organizo inauguraciones de exposiciones, que son mucho más trabajo de
lo que parecen, créeme. Básicamente cualquier cosa con la que Armand necesite
ayuda, lo hago.
La mirada de Liam no se movió mientras escuchaba las palabras, tomando
nota también, como Tiger sabía, de su olor, su lenguaje corporal, y los matices
detrás de ellos.
—Muy bien —dijo Liam cuando Carly terminó—. Vete y prepárate para ir a
trabajar, nosotros nos encargaremos del hombre con cinta adhesiva.
—Iré con ella. —De ninguna manera iba a permitirle conducir sola, hacia el
peligro. El amigo armado hasta los dientes del profesor podría haber sido
neutralizado por el momento, pero podría haber más por ahí. Además, cuando se
descubriera la desaparición de Walker, la casa de Carly sería el primer lugar de la
lista donde mirarían.
—Está bien —dijo Carly rápidamente, mirando a Tiger—. Estaré bien.
—No vas a estar bien. Voy a ir contigo.
—Sí, irás —dijo Liam a Tiger—. Pero no sólo tú. Vamos a ver cuál de mis
rastreadores tiene algo que hacer.
—¿De qué estás hablando ahora? Maldita sea. —Un teléfono móvil sonó y
Carly rebuscó en el bolso gigante hasta que lo sacó, casi dejándolo caer en el
proceso. Miró la pantalla, frunció el ceño de una manera perpleja, y respondió.
—¿Hola? ¿Quién es...?
Su cara cambió de la curiosidad a la indignación en el espacio de un segundo.
—¿Estás bromeando? ¿Estás...? —Miró a los cambiantes, todos los cuales la
estaban observando y dejó escapar un suspiro—. Espera. Tengo que contestar a
esto. —Bajó el teléfono mientras atravesaba la cocina y salía al porche trasero.
Tiger, haciendo rebotar a Kat, fue justo tras ella.

* *

—¿Repítelo? –Gritó Carly al teléfono, presionándolo contra su oreja—.


¿Ethan quiere demandarme?
—Tiene una lista de quejas, incluyendo llevar un cambiante para atacarlo.
La rabia de Carly cambiado del fuego lento a la ebullición.
—¿Me estás tomando el pelo?
La suave voz de uno de los amigos de Ethan, que resultaba ser abogado,
continuó:
—Devolviste el coche dañado y estás en posesión de una serie de artículos
caros que te ha dado, incluyendo un anillo de compromiso de sesenta mil
dólares.
—¿Sesenta mil? —Carly pensó en el anillo que estaba metido en su joyero, sin
cerradura, sin sistema de alarma en su casa—. ¿Qué, es que es estúpido?
—Si quieres, Carly, tú y yo podemos resolver esto. No tiene que llegar al
juzgado.
—¿Juzgado? Él me pone los cuernos, y ¿quiere llevarme al juzgado?
—Ahora, Carly, cálmate. Podemos…
Su voz se cortó cuando Carly pulsó el botón Fin. Se impidió arrojar el teléfono
al porche, al jardín, porque era su teléfono, y caro. Se conformó con tirarlo, con
fuerza, en su bolso, donde chocó contra las gafas de sol.
Se dio la vuelta para encontrar a Tiger a un metro detrás de ella, el ceño
fruncido en su cara le decía que lo había oído todo. No importaba. Ethan era un
capullo, y no le importaba quién lo supiera.
—Me tengo que ir —dijo Carly. Era lo bastante temprano para tener tiempo de
ir a casa, cambiarse, parar en casa de Ethan y conducir a la galería. La parada en
casa de Ethan no tomaría mucho tiempo.
—Iré contigo —repitió Tiger. Se había plantado obstinadamente en su camino,
nunca lograría rodearlo, incluso si trataba de abrirse paso a la fuerza.
—Está bien. No tengo tiempo para discutir. Sin embargo, es mejor que dejes a
la niña. Mi lenguaje va a ser feo.
Tiger tendió a Katriona, pero no a Liam sino a Sean, que se acercaba por el
patio trasero. Con él iba un tipo con un sombrero de vaquero que estudió a Carly
y Tiger con abierta curiosidad.
Sean tomó a Katriona en sus manos con una expresión de desconcierto. Carly
pasó junto a él y descendió los escalones del porche, rodeó la casa corriendo y
bajó por el camino a su propio coche. Tiger estaba detrás de ella, deslizándose en
el asiento del pasajero cuando Carly subió detrás del volante y arrancó.
Antes de que pudiera salir de la acera, la puerta trasera se abrió y el vaquero
entró. Metió los pies y cerró la puerta tan pronto como Carly salió a la calle.
Había otros cambiantes fuera al sol de la mañana, caminando o simplemente
de pie en los patios o en los porches. Todos y cada uno dejaron lo que estaban
haciendo y se quedaron mirando con mirada depredadora como Carly aceleraba
por la carretera para salir de Shiftertown.
—Vaya –dijo el vaquero cuando el coche se disparó hacia delante—. Tal vez
debería conducir yo.
—¿Y tú eres? —preguntó Carly, girando una esquina y derribándolo en el
asiento.
El hombre se enderezó y se puso el cinturón de seguridad.
—Soy Ellison Rowe. Lupino cambiante.
—¿Lupino? —preguntó Carly, distraída. Giró en otra esquina y entró a la 51,
dirección oeste.
—Lobo, querida. —Ellison se agarró al respaldo del asiento cuando Carly
aceleró entre dos coches y adelantó a un camión—. Tómatelo con calma, cariño.
Estoy recién emparejado. Quiero vivir el tiempo suficiente para poner un
cachorro en la guardería.
—Lo siento tanto —dijo Carly, poniendo voz dulcemente azucarada—. En
este momento estoy muy enfadada con los hombres y realmente me gustaría
saber que estás haciendo en mi coche.
—Liam me ha enviado.
—¿Para mantener un ojo sobre mí?
Ellison señaló a Tiger.
—No, para mantener un ojo sobre él. Tú pareces tener las cosas bajo control.
—Entonces tendrás que soportar como conduzco. —Carly le sonrió por el
retrovisor—. Y puedes ayudarme a llevar las cosas.
Ellison arrojó su sombrero sobre el asiento junto a él, se pasó una mano por el
pelo rubio y le sonrió.
—Para eso vivo.

* *

Carly se duchó y se vistió para ir al trabajo en un tiempo récord, incluyendo


peinarse y maquillarse. Disfrutó poniéndose su vestido más bonito, uno de seda
moaré de color verde brillante que iba con los ojos, además de joyería que Ethan
no le había comprado, los pendientes procedían de su madre, el collar de oro de
su hermana mayor, Althea.
Se puso los tacones altos matadores que hacían que sus piernas parecieran
malvadas y el lápiz de labios rojo que volvía su boca lista para besar. Pero no a
Ethan. Oh, no.
Carly se dirigió a la sala delantera, donde Tiger y Ellison estaban haciendo lo
que Connor había disfrutado haciendo cuando estuvo aquí, ver deportes en la
televisión por cable. Mientras se movía por el pasillo, oyó decir a Ellison a Tiger.
—No, mira, este chico atrapó el balón, por lo que a pesar de que este tipo tira
muy bien, no puede quedarse en la primera base. Está fuera.
¿Un hombre americano adulto que no entendía de béisbol? Cambiante o no,
esto tenía que ser la primera vez.
Carly casi bailaba al entrar en la sala de estar, Ellison se levantó rápidamente
del sofá.
—Bueno, maldición.
Tiger no dijo nada en absoluto. Su mirada recorrió a Carly, demorándose en
sus piernas y luego en la curva de su cintura.
—Gracias —dijo Carly, tratando de alcanzar su bolso más pequeño para meter
dentro lo necesitaba para el día—. Es bueno ser apreciada.
—¿Seguro que no quieres que conduzca yo? –preguntó Ellison mientras
regresaban al garaje.
—No, lo tengo. Quiero conducir. – Que la llevaran en los coches caros de
Ethan o en las limusinas que contrataba para las noches especiales la habían
hecho sentir como una princesa. Pero hoy Carly quería sentirse poderosa, como
una chica dura en una película de superhéroes.
Esperó a que Tiger y Ellison se acomodaran dentro del coche antes de abrir la
puerta del garaje, arrancó y salió marcha atrás. Los vecinos no podían dejar de
ver a Tiger sentado en el asiento delantero con ella, pero se asustarían aún más si
vieran todo su enorme cuerpo.
Ethan no vivía lejos en cuanto a tiempo, pero su vecindario bien podría haber
estado en otro planeta. Las personas con grandes cantidades de dinero vivían en
esta colina por encima del río y o habían heredado sus riquezas o hecho dinero a
través de las grandes corporaciones que se habían asentado en Austin, o ambos.
Cuando Carly se detuvo en la calzada de Ethan, sintió el estómago revuelto y
al mismo tiempo eufórica. Ayer, ¿había sido sólo ayer?, había conducido aquí tan
segura de saber que iba a casarse con un hombre rico, exitoso y estable. Un
hombre en absoluto parecido a su padre, un hombre con quien ya estaba
planeando lo que harían en su décimo aniversario. Alguien que no desaparecería
en la noche, dejándola con todas sus deudas y ningún lugar donde vivir.
La indiferencia de Ethan hacia ella había sido como una patada en los dientes.
Carly aún no sabía quien había sido la mujer. ¿Alguien del trabajo? ¿Amiga de
un amigo?
¿Qué importaba? Se había acabado. Carly tenía su trabajo, tenía amigos, a su
madre y sus hermanas, y no necesitaba a Ethan. Y ahora estaba haciendo amigos
con los cambiantes y llevando hombres envueltos en cinta adhesiva en el
maletero de su coche. Es extraño cómo el mundo entero podía cambiar en una
tarde loca.
Carly todavía tenía las llaves de la casa de Ethan. Abrió la puerta, sin
molestarse en llamar.
Tiger y Ellison la siguieron, Tiger con su silencio habitual, Ellison llevando la
caja de cosas que Carly había traído con ella. Ellison observó su entorno con
interés, pero Tiger se comportó como si no le importara dónde estaban. No
parecía importarle que estuvieran revisitando el lugar donde ayer le habían
disparado. Se suponía que un trauma como eso se demoraba en la psique, pero
Tiger entró en la casa con total indiferencia.
Ellison lanzó un silbido.
—Mierda, qué grande. Podría gustarme esto.
En un momento, a ella también podría haberle gustado. Había adorado
imaginarse viviendo en este esplendor. Ahora, la decoración parecía exagerada y
fría.
Atravesaron el vestíbulo palaciego con su elegante escalera de caracol y el
enorme salón, hacia la cocina. El mobiliario prístino del salón había sido
arrancado y la puerta del estudio de Ethan colgaba de sus goznes, el marco de la
puerta astillado.
—¿Hiciste eso? –preguntó a Tiger.
Tiger asintió sin hablar, pero tenía un brillo satisfecho en sus ojos.
—Bien —dijo Carly.
Cuando entraron en la enorme cocina, Ethan, teléfono en la mano, se levantó
de una mesa que sostenía su ordenador portátil y un lío de papeles.
—¿Carly? ¿Qué demonios...? Te llamaré –dijo Ethan al teléfono antes de
colgar y dejarlo sobre la mesa—. Carly, ¿qué demonios haces trayendo eso aquí
otra vez? —Señaló con un dedo tembloroso a Tiger—. Me atacó. Casi me mata.
—Y tú le disparaste en el estómago —respondió Carly—. Siete veces. –Hizo
un gesto a Ellison para que pusiera la caja en la mesa, lo que hizo, dejándola con
un golpe sordo. Carly empezó a revisarlo, tratando de ignorar Ethan.
¿Por qué había pensado que Ethan era guapo, divertido y encantador? Tenía
una cara pequeña, que encajaba con un cuerpo compacto que mantenían en
forma trabajando con un entrenador. Su pelo oscuro estaba perfectamente
cortado y peinado, sus uñas cuidadas. Era la personificación del joven que lo
había logrado.
Ethan había escogido una mujer que sabía cómo sonreír a la gente y organizar
fiestas. Por supuesto, Carly le había conocido en la galería cuando Ethan había
entrado para buscar un poco de arte para su oficina. Había querido escoger el
arte él mismo, había dicho, porque era él quien tenía que mirarlo todo el día.
Carly, por alguna razón, había pensado que eso demostraba profundidad de
carácter.
Ahora lo entendía mejor. Ethan era exigente y no confiaba en nadie. Había
querido casarse con ella porque había estado buscando a alguien que supiera
cómo organizar cenas e impresionar a los clientes. En otras palabras, había
querido su propia empresa de catering personal y recepcionista. A cambio, Carly
tendría que vivir en una casa grande junto al río con piscina, vista y dinero para
hacer lo que quisiera. Renunciaría a su trabajo, por supuesto, porque cualquier
trabajo en el mundo del arte era un callejón sin salida.
Todo eso podría haber estado bien si Ethan la hubiera amado y querido, si
hubiera tenido algo de compasión, algo de respeto. Mirando hacia atrás, Carly
tuvo que preguntarse si siquiera le gustaba.
—Tiene muy bien aspecto en mi opinión –espetó Ethan bruscamente, mirando
a Tiger—. Obviamente fallé o sólo le rocé.
—Muéstrale, Tiger.
Durante todo este tiempo, Carly había estado oyendo gruñir a Tiger, que se
fortalecían cada vez que se acercaba a Ethan y disminuían cuando se alejaba. Le
gustó, como un contador Geiger que indica cuando está demasiado cerca de la
presencia contaminada de Ethan.
Tiger se subió la camiseta para exponer un estómago prieto que Ethan trataba
desesperadamente de lograr. Las cicatrices rosadas de los agujeros de bala
marcaban el abdomen de Tiger.
—¿Ves? —dijo Ethan a pesar de que sonaba menos seguro—. Deben haber
rebotado.
—No —dijo Ellison a la derecha de Ethan—. No lo hicieron. Fueron
directamente a su interior y tuvieron que ser extraídas. Pero los cambiantes
sanamos rápido.
Ethan saltó. Ellison había estado vagando alrededor de la habitación, pero se
había movido con sigilo para detenerse al lado de Ethan mientras la atención de
éste se centraba en Tiger.
—Las balas entraron profundamente, Ethan —dijo Carly—. Casi lo mataste.
Tienes suerte de que tenga ese metabolismo.
—Bueno, tú lo sabrías —dijo Ethan—. ¿Te acuestas con estos dos ahora? ¿Tal
vez, al mismo tiempo? No me di cuenta de que tenías algo por los cambiantes.
¿Cuánto tiempo has sido una puta cambiante?
El rugido de Tiger aumentó y Ellison se acercó a Ethan.
—Ahora, eso no es agradable.
Carly dejó de golpe lo que había sacado de la caja en la mesa.
—No, deja que hable. Está tratando de hacer que esto sea culpa mía. Nunca te
engañé, Ethan. Nunca. Yo te atrapé y no puedes cambiar eso, pero crees que si
puedes hacer que yo sea la puta, entonces no has hecho nada malo. Pero lo has
hecho. Yo te fui fiel e hice todo lo que querías, pero eso no te valió nada,
¿verdad? No cuando te pones cachondo en tu pausa para el café.
Ethan parecía un poco sorprendido, como si no hubiera creído que Carly
tendría las agallas de decirle esas cosas. Había tenido las agallas, pero había sido
criada para mantener la paz, no diseminar veneno. Eso no significaba que fuera
débil; significaba que era educada.
—Ella no es importante para mí, Carly –intentó Ethan. Dios, ella no había
tenido ni idea de que pudiera sonar tan llorón—. Podemos hablar de esto.
—Oh, es demasiado tarde para eso, cariño —dijo Carly—. No deberías haber
hecho que tu amigo abogado me llamara y me amenazara. ¿Quieres que te
devuelva todo lo que me diste? Bien. Aquí está. Incluyendo el anillo en el que
malgastaste sesenta mil dólares.
Carly lo sacó de su caja y se la arrojó, riendo mientras Ethan trataba de
atraparlo.
—Y el collar de diamantes de Tiffany, y el sistema de sonido que nunca me
gustó. –Se los lanzó también, Ethan tropezando detrás de cada uno.
Ellison, junto a él, cruzó los brazos sobre el pecho y sonrió. Tiger no se
movió, como si entendiera que Carly tenía que hacer esto, como si le gustara ver
como pateaba a Ethan del único modo que sabía.
Carly echó baratijas, recuerdos y el marco de fotos digital lleno de imágenes
felices de ellos dos. Finalmente, recogió la propia caja y la arrojó.
—Eso es todo lo que me has dado. Excepto la acidez de estómago de tus
restaurantes de lujo, y la preocupación de que no fuera lo bastante buena para tus
presumidos amigos. Me encantaría arrojarte eso también.
Ethan cogió la caja y la dejó de golpe sobre la mesa.
—Tienes razón. Te lo di todo, Carly. No eras más que una recepcionista
estúpida sin futuro hasta que me conociste. Incluso te di ese vestido. Sólo te
queda bien porque te llevé a las mejores tiendas.
Carly agarró el corpiño del vestido.
—No, no me lo diste. Lo recuerdo. No te gustaba y te negaste a comprarlo, así
que lo metí en mi propia tarjeta de crédito. Es mío.
—Pero yo he pagado esa tarjeta de crédito por ti. He estado pagando todas tus
facturas, Carly. No tendrías una mierda en este momento si no fuera por mí.
La visión de Carly se tiñó de rojo. A través de la bruma vio la imagen de
Ethan follando a la mujer en el mostrador, sus piernas alrededor de las caderas
desnudas de Ethan. Éste había estado usando una camisa de negocios, las colas
habían ocultado sus nalgas y sus pantalones con el cinturón de cuero fino
estaban caidos alrededor de sus tobillos. Había tenido un aspecto absolutamente
ridículo.
¿Cuántas veces se había felicitado a sí misma por haberlo atrapado mientras
pasaba las manos sobre su cuerpo tonificado? Le gustaba que se mantuviera en
forma, era tan guapo ¿y se iba a casar con él?
Al lado de Tiger, e incluso Ellison, al que sólo acababa de conocer, Ethan se
desvanecía en la nada. Tenía el carisma de una pulga. Y había hecho lo que pudo
para asegurarse que Carly se sintiera afortunada de que la hubiera visto.
La rabia de Carly se desbordó. Se bajó la cremallera en el vestido de seda y
empujó la prenda por su caderas. En ropa interior y tacones, salió del vestido e
hizo una bola con él.
—¿Quiere esto? Aquí está. —Lanzó el vestido arrugado a Ethan, dándole de
lleno en el pecho—. Espera, ¿pagaste por la ropa interior también? Bien, puedes
quedártela.
Cuando Carly se desabrochó y se quitó el sujetador, los ojos grises lobunos de
Ellison se abrieron de par en par y se dio la vuelta sobre los tacones de sus botas
de vaquero y se quedó mirando la pared.
—Dando la espalda, dando la espalda.
Tiger se empujó entre Carly y Ethan.
—No la mires. —Su rugido llenó la habitación, vibrando contra los muebles
de cocina de cristal. Uno estaba roto, según vio Carly.
Carly tiró el sujetador sobre la mesa y llevó las manos a las caderas, todavía
llevaba los tacones de un kilómetro de alto, con estampado de leopardo. Esos
eran suyos y no iba a devolvérselos.
—No, deja que mire, Tiger. Quiero que vea lo que nunca va a conseguir otra
vez. Jamás.
La mirada aterrorizada de Ethan no era para Carly. El miedo era evidente en
sus grandes ojos, en la mancha de saliva en los labios cuando fue atrapado e
inmovilizado por la mirada fija de Tiger. Sabía malditamente bien que le había
disparado a bocajarro y ahora estaba allí de pie sano y entero, listo para
hacérselo pagar.
Carly vio la mano serpentear en busca de su teléfono móvil, pero Ellison
estaba allí, sujetando su muñeca.
—No lo creo —dijo Ellison—. Ahora la dama te ha devuelto lo que le diste.
La dejarás irse de aquí y no la molestarás de nuevo.
La voz de Ethan era inestable, pero todavía contenía arrogancia.
—Sin embargo, puede pagarme por el Corvette.
—¿Qué? —preguntó Carly, levantando la voz—. Te envié tu estúpido coche
sin un rasguño.
—Y esos cambiantes se mearon en él. Huele a pis de gato. Voy a tener que
desinfectarlo.
—¿Sean y Spike? —preguntó Ellison sorprendido—. No pudieron hacerlo.
Los cambiantes no marcan territorio. Debe haber entrado un gato normal. Un
gato enojado por algo.
—¿De qué estás hablando? —espetó Ethan—. ¡Ese tipo con todos los tatuajes
arruinó mi coche!
—Nah. —Ellison, que aún sujetaba la muñeca de Ethan, se acercó—. ¿Sabes
cómo marca su territorio Spike? Él no mea. Él mata a sus enemigos y muele sus
huesos y sangre en el suelo. Deja suficiente aroma para explicar a todos los
demás que no crucen la línea con él.
La cara de Ethan se puso gris, las pupilas solo unos puntos. Se desmayaría en
cualquier momento.
—¿Spike? ¿Tiger? ¿Qué tipo de nombres tenéis?
—Sí, lo sé, Ellison es extraño. ¿En qué estaba pensando mi madre? Carly, a
pesar de que es un crimen taparte, vas a tener que ponerte algo antes de salir. Si
te arrestan por conducir así, Liam me matará.
—No hay problema —dijo Carly, cruzando los brazos sobre sus pechos—.
Tengo un montón de cosas aquí que apuesto a que él iba a quemar. Quedaos
aquí. –Se dio la vuelta, y luego se volvió a mirar a Ethan por encima del hombro
—. Lo siento, Ethan. Las bragas son mías.
Capítulo 10

Carly fue bordeando la escalera de caracol, echando humo, sin permitirse


pensar. Agarraría sus cosas y saldría pitando de esta casa. Podría incluso quemar
la ropa que había dejado aquí, porque no quería ningún recordatorio de Ethan, el
Capullo.
Tiger, por supuesto, la siguió.
Carly se fue, no al dormitorio dónde había dormido con Ethan cada vez que se
había quedado, sino al vestidor, que también daba al pasillo. Quiero decir, ¿quién
demonios tiene un vestidor?
Ethan, y parecía que el vestuario de alguien de GQ. Paneles de nogal cubrían
las paredes que estaban llenas de cajones y estanterías. Tenía un armario
separado para sus trajes, un sofá con una mesa auxiliar y un pequeño bar donde
Ethan podía servirse un trago mientras se vestía para su noche en la ciudad.
El vestuario era como un armario de esteroides. Carly había pensado que era
la cosa más guai la primera vez que lo había visto. Ahora parecía exagerado y
ostentoso, como el resto de la vida de Ethan.
Ethan le había dejado un cajón vacío casi de mala gana, en una esquina cerca
del sofá. Fue allí y comenzó a sacar sus cosas, haciendo una pausa para ponerse
una camiseta sobre su desnudez.
Los brazos de Tiger la rodearon desde atrás, sujetándola con las manos en la
pared. Carly se dio la vuelta, su calor como un refugio. Tiger bajó la cabeza a su
camiseta y la olió.
—Esto huele a él.
—Sí, lo sé. —Carly dejó escapar un pequeño suspiro—. Pero no hay nada que
pueda hacer al respecto ahora. Tengo un vestido de recambio en la galería, pero
aún así, voy a llegar tarde, otra vez.
Tiger no la soltó. Rozó la nariz por su cuello hasta el hombro, la acarició como
había hecho esta mañana, la fuerza absoluta masculina la inmovilizó en su lugar.
Él levantó la cabeza y la miró a los ojos. Carly tenía la sensación de que
estaba siendo estudiada, a fondo, mucho más incluso que cuando Dylan la había
mirado. Tiger podría no saber cómo besar, pero podía mirar a una persona y
verlo todo.
Su camiseta se le estiraba sobre un cuerpo que la había detenido en seco la
primera vez que lo había visto. Y la segunda vez, y la tercera. Tiger estaba hecho
de músculos, pero eso no le impedía moverse tan silenciosamente que su presa
no sabía que estaba ahí hasta que era demasiado tarde.
—Realmente eres un tigre —dijo Carly suavemente.
La expresión de Tiger no cambió, y no respondió. Decir eso fue estúpido. Por
supuesto que él sabía lo que era. Más de lo que Carly sabía lo que era ella.
Tiger le tomó la cara en su gran mano, trazó el pómulo con el pulgar. La
ternura en su toque hizo que se le contrajera el corazón.
Carly se acercó a él, queriendo su calidez. Sólo llevaba una camiseta, bragas y
tacones, no podía competir con la brisa fría del aire acondicionado de Ethan.
Tiger parecía saber lo que necesitaba. Le apretó la espalda contra la pared, su
cuerpo sobre el de ella pero sin aplastarla. Su peso caliente la hizo dejar de
temblar, y su mano fue de la curva de su cintura al pecho, caliente, calmante.
Carly tiró de él y lo besó. Al igual que antes, él no movió su boca en
respuesta, pero eso no importaba. Carly le rozó los labios con la lengua, sintió su
sacudida de sorpresa cuando su lengua lo tocó.
Él movió las manos entonces, moldeando la cintura, la espalda, las nalgas.
Tiger le lamió los labios, copiando sus movimientos. Jugaron así, un beso y no
un beso, mientras Tiger pasaba las manos a lo largo de su cuerpo, aprendiéndolo.
Carly le acarició la espalda, encontrando cada plano, la solidez de sus
hombros, la fuerza de su columna vertebral, el montículo compacto de sus
nalgas. Al mismo tiempo, Tiger le tocó la boca con pequeños lametones,
saboreándola mientras ella le saboreaba a él.
Tiger retumbó en su garganta, fue como si estuviera ronroneando. Era un
animal salvaje, conteniéndose por ella. El increíble poder que había mostrado al
romper la cama del hospital, triturando el arma de Walker, sobreviviendo las
heridas que hubieran matado a cualquier otro hombre en cuestión de segundos,
se veía atenuado para no dañarla a ella.
Esa dulzura le dolía.
Tiger le abrió la boca con su exploración, hasta que el beso se volvió real,
Carly bebió de él con avidez. Sus manos estaban por todas partes, en las caderas,
los pechos, las nalgas, moviéndose por la cintura, por delante, entre sus piernas
para acunarla. Las bragas delgadas no hacían nada para impedir la dureza de su
mano, y el calor la atravesó.
—No –dijo ella sin aliento, alejándose.
Tiger abrió los ojos, llenos de confusión y dolor. ¿Dolor?
—Quiero decir, aquí no. —Carly llevó la mano a su mejilla—. No en casa de
Ethan...
Por otra parte, ¿por qué no? Ethan había estado feliz de follarse a alguien más
en la cocina, donde Carly había cocinado, donde Yvette y Armand le habían
preparado una vez uno de sus exquisitos platos. Se estremeció siquiera al pensar
en ello.
Carly empezó a tirar de Tiger de vuelta a ella. ¿Por qué no envolver sus
piernas alrededor de este magnífico hombre, darse el mejor sexo de su vida en el
vestidor de gran tamaño de Ethan? Tan grande como su ego, para compensar la
falta de tamaño en otros lugares.
—Porque no quiero que sea sobre él —finalizó Carly.
Tiger frunció el ceño.
—¿No quieres que sea sobre quién?
—Tú y yo. —Carly miró a esos ojos interesantes—. Quiero que lo nuestro sea
sobre nosotros, tú y yo. No un rebote, no la venganza, no sobre Ethan.
—¿Por qué lo sería?
La pregunta era genuina. Se dio cuenta de que para Tiger, en este momento,
Ethan no existía, no era importante. Que gran modo de mirar al mundo.
Carly sonrió y le acarició la mejilla.
—Me gusta tu forma de pensar. Pero no quiero un recordatorio de él. ¿De
acuerdo? Quiero que esto ocurra en algún lugar... especial.
Tiger deslizó su mano entre sus piernas, la fricción embriagadora, para
descansar en su vientre.
—Especial.
—Especial. —Carly le besó en los labios de nuevo—. Como una habitación en
un hotel romántico, o en mi casa con las luces bajas y música, después de que
hayamos tomado un buen vino.
Por la expresión de su rostro, Tiger no tenía idea de lo que estaba hablando.
No sabía cómo besar, nunca había elaborado las relaciones sexuales en una cama
con pétalos de rosa esparcidos y una buena cosecha. Y, sin embargo, estar en el
vestidor de Ethan, semidesnuda con Tiger tocándola por todas partes, era con
mucho, el encuentro más sensual que había tenido.
—¿Nunca le has dado flores y dulces a una chica? —Carly le acarició la
mejilla con la nariz mientras él le acariciaba a ella. Bonito. La sombra de barba
le hacía cosquillas en la nariz, su piel caliente.
—Me tiraron a mi compañera y se la llevaron cuando terminamos.
Las palabras hicieron que Carly se enderezara. El dolor había vuelto a los ojos
dorados de Tiger, el desconcierto de tratar de seguir las palabras de Carly se
mezclaban con las cosas malas de su pasado.
—¿Qué? —¿Tirarla y llevársela? ¿De qué estaba hablando?— ¿Quienes son
ellos?
—La gente que me mantuvo en la jaula, hasta que Iona me sacó.
Las palabras de Tiger fueron severas, igualando su mirada sombría.
—¿Quién diablos te mantuvo en una jaula? —Carly saboreó rabia. ¿Qué le
había pasado?
—Los investigadores que me crearon.
—¿Investigadores? —¿Como el Dr. Brennan, el antropólogo viscoso? ¿Con su
guardaespaldas?
¿Era eso lo que querían? ¿Poner a cambiantes como Tiger y Ellison, con su
sombrero de vaquero en jaulas?
—Bien, no sé quién es Iona, pero me alegro de que te soltara —dijo Carly—.
Bien por ella.
—Ella me sacó y Liam me trajo aquí, a su Shiftertown. Liam está tratando de
enseñarme a ser normal.
El giro irónico en la última palabra la conmocionó.
—¿Qué es normal? —le preguntó Carly medio riendo—. Ethan se considera
normal. Y él es un bastardo total. —Tomó la cara de Tiger, perdiendo su sonrisa
—. No seas normal, Tiger. ¿Me lo prometes?
Tiger cerró una mano ligera alrededor de la muñeca de Carly. Le dirigió una
mirada intensa otra vez, como si estuviera tratando de leer cada pensamiento
dentro de ella, como si estuviera buscando algo a lo que aferrarse.
Carly se puso de puntillas y lo besó de nuevo, adorando su calor, el asombroso
poder masculino. Los ojos dorados de Tiger se medio cerraron mientras la
acariciaba con la nariz, la mordisqueaba mientras ella lamía. El deseo
serpenteaba a través de ella, más caliente que nunca.
La puerta se abrió y alguien se aclaró la garganta.
—Siento interrumpiros –El acento tejano de Ellison le precedió al interior—.
Sin embargo, Ethan se desmayó hace un rato. ¿Tal vez le estaba sosteniendo la
muñeca con demasiada fuerza? Debo tener cuidado con eso.
Desafortunadamente, está volviendo en sí y quiere llamar a la policía. Yo digo
que cojamos lo que podamos.
Carly empezó a darse la vuelta, para seguir a Ellison, pero Tiger dio un paso
hacia ella, sin dejarla moverse. La estudió a su manera lenta, como si la
memorizara a ella y todos los detalles de este momento.
Por último, le acarició la muñeca con el pulgar y se echó hacia atrás,
soltándola. Nunca apartó la mirada.
Con el corazón palpitante, Carly agarró toda la ropa y las metió en un bolso de
mano, se puso un par de pantalones cortos por lo que estaría lo bastante decente
para conducir. Aunque Ellison le había dado otra vez la espalda, Tiger la
observó, la mirada caliente que recorrió su cuerpo hizo que quisiera darse prisa y
encontrar esa habitación de hotel romántico.

* *
—Yo conduciré —dijo Ellison, quitándole las llaves que Carly había sacado
de su bolso.
A Tiger le gustó la disposición. Antes de que Carly pudiera rodear el coche a
la puerta del acompañante, Tiger envolvió su brazo alrededor de su cintura y tiró
de ella al asiento trasero con él.
Ellison no esperó a que se sentara. Aceleró el coche tan pronto como las
puertas cerraron, alejándose de la casa empalagosa y de vuelta al aire fresco,
pero húmedo de Austin.
A Tiger no le gustaba el olor de Ethan en la ropa que Carly había insistido en
llevar con ella, incluyendo las que se había puesto. Pero siempre podría construir
una hoguera cuando volvieran a Shiftertown y quemarla toda, a los cambiantes
les gustan las hogueras. Andrea podría prestarle a Carly algo de ropa por ahora.
Las dos mujeres parecían tener un cuerpo parecido, por lo que él podía decir.
Kim era demasiado baja; las mujeres cambiantes como Glory, demasiado altas.
—Sabes, me gustan los humanos —dijo Ellison mientras conducía—. Mi
compañera es humana, te gustará, Carly. María es ardiente y dulce, un poco
como tú. Pero ese humano, Ethan, es una buena pieza.
—Lo sé. —Carly sonaba triste debajo de su ira—. Es humillante. Iba a
casarme con él.
—Esa es la ventaja de ser cambiante —dijo Ellison—. Puedes oler si alguien
es un comemierda. Y ese tipo realmente apesta.
—No bromees. ¿Dónde estabas cuando necesitaba que olfatearas hace dos
años?
—Aquí mismo, en Austin, cielo. —Ellison le guiñó un ojo por el espejo—.
Deberías haber venido a Shiftertown más a menudo.
—No sabía nada sobre cambiantes hasta ayer. Nunca pensé mucho en ellos. —
Carly hizo una mueca—. Lo siento, no os ofendáis.
Tiger vio la sonrisa de Ellison en el espejo retrovisor.
—Ninguna ofensa.
Carly le devolvió la sonrisa y esa boca ancha de labios rojos hizo que la
necesidad mordiera a Tiger. La acercó y la levantó hacia él, colocando sus
rodillas al lado de sus muslos sobre el asiento. Carly pareció sorprendida, pero
no se apartó, y apoyó las manos en sus hombros.
—Para –dijo ella—. Esto es peligroso.
—Conduciré con cuidado —dijo Ellison, pisando el acelerador.
Tiger rodeó con sus brazos la cintura de Carly.
—Te mantendré a salvo. Puedes olvidarte del humano. Ahora eres mi
compañera.
Vio a Ellison mirar por el retrovisor de nuevo, pero su sonrisa había
desaparecido. Carly se quedó perpleja.
—Estoy feliz de olvidarme de Ethan. Pero tú… necesitas aprender cómo dar
romance a una chica.
Ellison soltó una risa.
—Buena suerte con eso.
—Ni siquiera sabes cómo besar. —Carly se inclinó, bañando a Tiger en su
olor.
Tiger sabía que si podía perderse en esta mujer, esta extraña mujer con su risa
cuando él no entendía lo que era divertido; sus piernas, tan largas y deliciosos; su
sonrisa que iluminaba los incendios en su corazón, entonces nunca tendría miedo
de nuevo. Las pesadillas, la frustración cuando otros cambiantes esperaban que
diera la respuesta correcta, el miedo siempre presente de ser arrancado de esta
relativa paz y de que le volvieran a meter en una jaula, todo eso desaparecería.
Los temores le carcomían todos los días, excepto ayer y hoy, todas las veces que
había estado con Carly.
Su presencia calmaba todo lo salvaje en él, los instintos salvajes que los
investigadores habían creado en el y que Liam estaba tratando de calmar. Tiger
nunca había estado calmado en su vida. Pero su cuerpo se relajaba cuando estaba
alrededor de Carly, como si nunca se hubiera dado cuenta que sus músculos se
habían tensado hasta que la tensión desaparecía.
Tiger tocó los labios de Carly, le gustaba la increíble suavidad de ellos.
—En esa habitación, ¿no nos estábamos besando?
—Bueno, sí. —Su cara se volvió de color rosa, bonita—. Pero no besos
dulces.
—¿Hay diferentes tipos de besos?
Ellison hizo un ruido delante.
—Estoy disfrutando tanto con esta conversación.
—Me gusta esto.
Carly frunció los labios y tocó con ellos la boca de Tiger. A él le gustaba, sus
labios suaves y cálidos, la ligera presión, sin embargo, hizo que su cuerpo se
calentara con necesidad.
Carly se apartó.
—Mira, se supone que tienes que devolverme el beso. Cuando no mueves los
labios, creo que no estás disfrutando.
¿Cómo demonios podía pensar eso? La deseaba, quería quitarse los pantalones
cortos, abrir sus vaqueros y tomarla aquí mismo. ¿A quien le importaban los
coches que los rodeaban y Ellison en el asiento del conductor? Tiger debería
estar dentro de Carly, donde pertenecía.
No había entendido por qué no había querido llevar lo que estaban haciendo
en la casa a su completo final. Ella había dicho que sería sobre Ethan, a pesar de
que Ellison tenía al hombre contenido en la planta baja. Carly parecía pensar el
lugar era importante. Otra cosa que no entendía.
Ethan no era nada. El hombre era un mentiroso y un fraude, débil e ineficaz.
Si hubiera sido un cambiante en la naturaleza, habría muerto hacía mucho
tiempo. Su existencia dentro de la casa o fuera de ella no cambiaba nada para
que estuviera con Carly.
Pero era importante para Carly, así que se había detenido.
Las hembras podían ser muy exigentes, Liam y Connor se lo habían explicado,
y el macho que quería una tenía que aprender cómo complacerla. Las hembras
podían permitirse el lujo de ser exigentes porque los machos eran frecuentes en
las sociedades cambiantes y las hembras eran escasas. Los machos competían
entre sí por las hembras, y las hembras se recostaban y elegían a los mejores.
Por supuesto, en los viejos tiempos, antes de los collares y Shiftertown, Liam
había dicho que un macho cambiante podía elegir su hembra encerrándola y
teniendo sexo con ella hasta que estuviera de acuerdo en ser su compañera y le
llenara la casa de cachorros.
Eso tampoco tenía sentido para Tiger. Los compañeros se unían entre sí, sin
necesidad de atraerse o atraparse. Ya eran uno.
—Te mostraré. —Carly frunció sus labios de nuevo, a la espera de que Tiger
la imitara.
Él puso sus labios de la forma redonda que Carly hacía, pero en lugar de
besarle, ella se echó a reír.
—Lo siento —dijo ella, secándose las lágrimas de los ojos—. Pero te ves tan
divertido.
Tiger relajó la boca, le gustaba tanto su risa que sus palabras no dolieron.
Apoyó una mano detrás de su cuello y tiró de ella hacia él.
—Dame un beso —dijo.
Su risa murió, sus ojos se suavizaron y Carly le tocó la boca con los labios.
Esta vez, Tiger hizo que coincidieran con los suyos, emparejando presión con
presión.
—Oh —dijo ella, su aliento rozaba la piel de Tiger—. Eso fue bonito.
Mucho más que agradable. Tiger le tocó los labios con los suyos otra vez,
aprendiendo como dar y quitar presión como hacía ella. No era lo mismo que
cuando había probado el interior de su boca, pero bueno. Muy bueno.
Deslizó las manos por la espalda de Carly, encontró hueco entre la cintura de
sus pantalones cortos y su cálida espalda. Desde allí podía meter los dedos,
rozando el borde de las bragas con los lunares minúsculos. Tiger la recordó
alejándose de Ethan con nada más que sus tacones altos y ropa interior, sus
piernas preciosas, la espalda desnuda recta.
Ya había estado duro como una roca al observarla quitarse el vestido y
arrojarle el sujetador, ese pequeño meneo de las caderas cuando se alejó furiosa
había disparado el frenesí de apareamiento a través de él. Tiger no pudo evitar
seguirla. Se había dicho que la estaba protegiendo, pero él sabía que su razón
para ir tras ella había sido mucho más básica.
La piel de sus nalgas era suave, caliente por el calor exterior y por estar
encerradas en los pantalones cortos. Tiger quería apartar los pantalones pero no
podía porque el coche era demasiado estrecho. Cuando la tuviera en Shiftertown,
le quitaría la ropa y la tocaría por todas partes.
Carly se echó hacia atrás desde el beso.
—¿Qué estás haciendo?
—Tocarte.
Tiger puso una mano entre ellos y le ahuecó el pecho, sintiéndolo a través de
la delgada camiseta. Pellizcó suavemente el pezón, viendo que formaba un
punto. Carly contuvo el aliento, los ojos fijos en él.
—No deberías hacer eso —susurró.
—¿Por qué no?
Ella se acercó más.
—Me dan ganas de hacer cosas malas.
Bien. Las cosas no serían malas. El sexo nunca era malo con un compañero.
—Hazlas conmigo —dijo Tiger, bajando los dedos por su nalgas.
En la parte delantera Ellison alargó la mano al salpicadero.
—Voy a encender la radio. Ahora mismo. –Apretó botones hasta una canción
country llenó el coche, un hombre y una mujer cantando sobre los besarse.
Ellison rió entre dientes—. Supongo que era sólo mi suerte.
La canción pareció impulsar a Carly. Envolvió los brazos alrededor de él
mientras los acordes de la música seguían y le besó los labios de nuevo.
Tiger le devolvió el beso, había aprendido cómo copiar lo que ella hacía. Tiró
de su pezón mientras sus labios se encontraban y se separaban, y se volvían a
encontrar.
Ellison se detuvo en un semáforo. Un hombre en un camión junto a ellos los
miró, luego empezó a aullar y tocar la bocina. Carly levantó la cabeza, la cara de
color rojo brillante.
A Tiger no le importaba. Déjalos que se coman sus cabezas, como a Ellison le
gustaba decir.
Ellison se alejó a través de la intersección, y el camión al lado de ellos se
separó, el hombre levantó los pulgares mientras se iba.
Carly se bajó de Tiger, le soltó las manos de su cuerpo y se sentó junto a él.
—Qué vergüenza. Lo sentimos, Ellison.
Ellison estaba sonriendo.
—Hey, a los cambiantes no les importa. Una vez salí de un bar para encontrar
a mi vecino de la puerta trasera y su novia humana en ello, el acelerador a fondo,
sobre el capó de mi camioneta. Tuve que esperar hasta que terminaran. Mi
vecino dijo que estaba siendo discreto usando mi camioneta en lugar de la de un
desconocido.
—Que agradable por su parte —dijo Carly—. ¿Así que a los cambiantes
realmente no os preocupáis por románticas habitaciones de hotel, pétalos de
rosa, y champán?
—Podemos —respondió Ellison—. Pero cuando el frenesí de apareamiento
golpea, todo lo que necesitamos es una superficie que no ceda mucho.
—El frenesí de apareamiento —repitió Carly—. Connor lo mencionó.
—Todos los cambiantes lo tienen. Esa necesidad enloquecida de encerrarte en
una habitación con tu compañera y e ir a por ello tantas veces y durante todo el
tiempo que puedas. A veces, no salimos durante varios días.
—Días. —Ella sonó vacilante.
—Ellison. —Tiger pensó en la frase que Liam y Connor utilizaban con tanta
frecuencia—. Cállate.
—Diosa, ahora estás empezando a sonar como un Morrissey —dijo Ellison,
sin perder nunca su acento—. Has estado viviendo con ellos demasiado tiempo.
—¿Por qué vives con ellos? —preguntó Carly a Tiger—. ¿No quieres un lugar
para ti solo?
Ellison respondió antes de que Tiger pudiera.
—Los cambiantes no tienen opción. Sólo hay cierta cantidad de casas en
Shiftertown, y no se nos permite vivir fuera de allí. En mi casa, está mi
compañera, María, Deni, es mi hermana, y los dos hijos de Deni, y con suerte un
cachorro mío pronto. —Su voz se calentó cuando habló del cachorro potencial
—. Tiger es de… fuera de la ciudad, y no había muchas casas con espacio para él
cuando llegó. Liam tiene una de las casas más grandes, y después de que Sean y
su compañera se mudaran con Dylan y Gloria, Liam tenía un cuarto extra.
—Y nadie más quería que viviera con ellos —finalizó Tiger.
Capítulo 11

Dijo la verdad desnuda, pero Carly lo miró, horrorizada.


—¿Por qué no? ¿Te dijeron eso?
—No tenían que hacerlo —dijo Tiger.
Tiger cerró la boca, sin saber cómo explicarlo, pero Ellison habló.
—¿Recuerdas lo que hizo en la habitación del hospital? Sí, he oído todo sobre
ello. Además de que casi eliminó a ese humano, Walker. Los otros cambiantes
tienen miedo de que haga algo por el estilo.
—Pero eso no es justo —dijo Carly—. En el hospital, te habían asustado.
Noqueaste a Walker porque me estaba espiando y tenía una pistola cargada.
Quiero decir, ¿quién hace eso?
El calor en el corazón de Tiger se intensificó. Carly le estaba mirando
consternada, sin miedo, irradiando ira porque los demás no le entendían.
Le habían asustado en el hospital, había tenido miedo de no volver a ver a
Carly.
—Y de todos modos —continuó Carly—. Si atacaras para hacer daño a la
gente, tu collar te detendría. —Se refirió a la cadena negra y plata inerte
alrededor de su garganta—. Te da descargas cuando te pones agresivo, ¿verdad?
Una vez más Ellison saltó antes de que Tiger pudiera hablar.
—Por supuesto. Duele un huevo.
Tiger permaneció en silencio. Carly era su compañera, y confiaba en ella, pero
no quería asustarla demasiado pronto con el hecho de que su collar era una
falsificación.
Carly se inclinó hacia delante en el asiento.
—Ellison, has pasado el desvío. Toma Koenig para que pueda ir a la galería.
Ellison miró a través del espejo, a Tiger. Este asintió.
—Lo siento. —Ellison frenó y giró en el siguiente cruce, dirección norte para
llegar a la 290.
—Gracias. Realmente lo aprecio —dijo Carly.
Ellison se había estado conduciendo a Shiftertown, sabiendo que Tiger quería
estar a solas con ella. Pero Tiger tenía curiosidad por ver esta galería donde
trabajaba Carly, quería asegurarse de que todo estaba bien allí.
Carly se acomodó, su aroma dulce y picante, pero también transmitía su
nerviosismo subyacente. No temía por lo que Tiger y Ellison pudieran hacer con
ella, era más sutil que eso, estaba enterrado profundamente. Carly temía confiar.
El hombre, Ethan, le había quitado su confianza al tener relaciones sexuales
abiertamente con la otra mujer. Su casa todavía olía a ese encuentro, a pesar del
olor a solución de limpieza. La casa también había olido a la sangre de Tiger.
Tiger nunca había confiado con facilidad tampoco. Las cosas que los
investigadores le habían hecho, habían provocado que se encerrara en sí mismo,
por temor a creer en nadie. Liam y su familia estaban tratando de instruirle sobre
cómo confiar, y hasta ahora, no le habían traicionado. Pero cuando los
investigadores le quitaron el cachorro y luego le dijeron que había muerto, su
última chispa de esperanza había muerto con ello.
Había visto esa chispa morir en Carly cuando había visto a Ethan y la mujer.
Lo que fuera que le habían hecho en el pasado, ellos, como Ethan, habían hecho
promesas y luego las habían incumplido, al igual que los investigadores le
habían pinchado con cosas a través de los barrotes de la jaula para ver lo que
haría. Siendo cachorro había necesitado contacto y cuidado, y no había recibido
ninguno.
Y entonces le habían dejado solo. Completamente solo, abandonado, ni
siquiera tuvieron la cortesía de matarlo.
Tiger nunca dejaría que Carly se sintiera tan sola. Nunca. Ni siquiera si tenía
que pegarse a ella día y noche hasta que lo entendiera.

* *

La galería de arte de Armand se situaba fuera del centro de Austin, en una


pequeña ciudad llamada Karlsberg que estaba creciendo y aburguesando. Las
grandes casas históricas, se mezclaban con nuevas mansiones, y varias calles de
galerías de arte, restaurantes y tiendas de comida gourmet atraían a turistas
adinerados.
El largo tramo de carretera donde Carly había conocido a Tiger estaba vacío
de nuevo mientras Ellison conducía. Pasaron por el lugar donde el Corvette se
había averiado, no mucho más allá de la señal que anunciaba que Karlsberg
estaba a unos treinta kilómetros.
Tiger reconoció el lugar también. Miró a Carly, dirigiéndole su mirada atenta.
Nada que ocultar o evitar hablar de ello.
Ella sabía que debía hablar con él. Debería decir, no puedo meterme en otra
relación en este momento. Tengo que averiguar lo que siento al ver a mi
prometido engañándome, y tengo problemas de abandono. No me hagas
preocuparte por ti, sólo para que mi mundo se derrumbe de nuevo.
Carly diría todo eso si fuera sensata. Pero no, había decidido besarlo y
enseñarle a besarla. Había fantaseado con tener sexo enloquecido e intenso en el
vestidor de Ethan con Tiger, y no sólo como venganza.
Debería frenar, hasta que ya no estuviera necesitada, para luego evaluar lo que
estaba sintiendo por Tiger. Las cosas se estaban moviendo demasiado rápido, tan
rápido como Ellison conducía por la carretera.
Pero se sentiría incómoda diciendo todo eso delante de Ellison, amigo de
Tiger y en este momento su perro guardián. ¿Lobo guardián? Tendría que
esperar hasta que ella y Tiger estuvieran solos, pero eso sería demasiado
peligroso.
No es que Ellison le estuviera prestando atención en este momento. Seguía
mirando por el espejo retrovisor, pero no a Carly o Tiger. Carly vio un destello
en el espejo retrovisor y se dio la vuelta para ver un SUV tras ellos, conducía
muy rápido.
Esto no era inusual. La gente salía aquí, dejando atrás la autopista y se dejaba
ir. Era peligroso, sobre todo en esta carretera de dos carriles, pero eso no detenía
a la gente.
El SUV, negro como el que Walker y Brennan habían usado ayer, se acercó.
Adelantó a su coche por el carril contrario, frenó para ponerse a su altura. Las
ventanas estaban tintadas, ocultando la vista del conductor y los pasajeros.
Tiger se movió para mirar alrededor de Carly al SUV, su mirada fija.
—Ellison –dijo—. Acelera.
—Te escucho.
Ellison pisó el acelerador. El coche de bajo rendimiento de Carly chisporroteó
y saltó por delante del SUV, luego se calmó y se alejó.
El otro vehículo aceleró al lado de ellos. Ellison les sonrió por la ventanilla y
apretó el acelerador aún más. El coche de Carly saltó hacia delante, pero el otro
siguió el ritmo.
—Aléjate de ellos –dijo Tiger bruscamente.
—No puedo huir de ellos. —Ellison levantó el pie del acelerador—. Tenemos
que hacer esto de otra manera. —Pisó los frenos.
El SUV les adelantó cuando Ellison desaceleró repentinamente. Carly supuso
que con eso terminaría todo, pero las luces de freno de color rojo se encendieron
en el SUV delante, hizo un cambio de sentido invadiendo la mitad de la
carretera.
—Mierda —dijo Ellison.
El SUV se acercaba.
—¡Vamos! —gritó Tiger.
Ellison dijo:
—Espera —justo antes de frenar de golpe y girar el coche para regresar por
donde habían venido.
Aceleró, lanzándose hacia Austin, que se alzaba en la distancia, los edificios
de UT y la zona de Capitol abrazaban el horizonte.
—Todavía vienen —dijo Carly.
—Sí, lo veo. —Ellison se inclinó sobre el volante, su pie abajo como si
pudiera hacer que el coche fuera más rápido empujándolo.
—¿Sabes quienes son? —preguntó Carly a Tiger.
—No.
Pero no podía ser bueno. El cuerpo de Carly se tensó mientras conducían en
dirección a la ciudad. Ellison iba bastante rápido, y podrían llegar a la ciudad a
tiempo de perderse en el tráfico.
El SUV negro aceleró, ningún vehículo sin modificar podría haber disminuido
la distancia entre ellos y el coche de Carly tan rápidamente. El SUV se detuvo
junto a ellos.
Otro coche venía por el carril contrario, directo hacia el SUV negro. Ese otro
conductor los vio y se desvió para avanzar lo más cerca posible del arcén, que
era minúsculo en este tramo.
—Hijo de... —murmuró Ellison.
El SUV adelantó a Ellison, rozando el guardabarros delantero del coche de
Carly. Ellison sacudió el volante a un lado, pero era demasiado tarde. El coche
de Carly se sacudió cuando el otro vehículo chocó con él, luego saltó sobre el
arcén, los neumáticos girando sobre la tierra y hierba de más allá.
Ellison giró el volante, tratando de controlar el coche, pero éste patinó y giró.
Tiger se agarró a los reposacabezas del asiento delantero, y Carly se agarró a
Tiger.
Podrían haberlo logrado si el SUV no hubiera dado la vuelta otra vez. El
primer coche les pasó, el conductor se giró para ver lo que estaba ocurriendo. El
SUV programó su propio pase para embestir el lado izquierdo trasero del coche
de Carly.
El coche salió de la carretera y se elevó en el aire. El estómago de Carly se
levantó al mismo tiempo, su visión de las colinas se distorsionó cuando el coche
dio una vuelta de campana, dos. Sólo sabía que Tiger era sólido debajo de ella,
una constante en el mundo que giraba.
El coche aterrizó de costado, se deslizó hacia una zanja, y luego cayó sobre
sus neumáticos, inclinado con la zanja, medio en la hierba, medio en el barro y el
agua sucia. El motor siseó, escupió y luego todo quedó en silencio.

* *
Tiger rompió la ventana de la puerta combada y se arrastró fuera del coche, su
gran torso quedó atrapado en el marco. Gruñó y se lanzó, desgarrando la mitad
de la puerta, pero al final salió libre.
Carly estaba en el asiento detrás de él, con los ojos cerrados y sangre en la
cara. El corazón de Tiger vibró con pánico, pero cuando la tocó, sintió el calor de
su piel, la presión de su aliento. Viva pero inconsciente.
Ellison, en la parte delantera, se dejó caer del mismo modo, el volante le
ayudó. Su rostro lucía contusiones, pero también respiraba.
Tiger se apoyó al lado del coche, entró por la ventanilla y envolvió los brazos
alrededor del torso de Carly. Tiró de ella, tratando de ser suave, pero necesitaba
sacarla.
La levantó una vez que se alejó del coche y la depositó sobre la hierba a unos
diez metros. Al menos la hierba estaba seca, caliente por el sol de la mañana que
brillaba en lo alto.
Tiger volvió a por Ellison. Ellison era cambiante y fuerte, saldría rápidamente,
pero Tiger había aprendido de Connor los peligros de la gasolina u otros líquidos
que se fugaban de un vehículo. Era mejor alejarse de los restos hasta que
supieran que era seguro.
Estaba a medio camino de vuelta al coche cuando el conductor del vehículo
negro, que se había detenido, bajó y se acercó a ellos. Por un segundo, Tiger
pensó que el hombre era Walker, pero rápidamente se dio cuenta de que no. Este
hombre llevaba uniforme negro, como Walker, y tenía una constitución similar,
el pelo afeitado pero el olor era incorrecto.
Como Walker, el hombre llevaba un arma. Tiger no sabía mucho sobre armas,
pero la que había destrozado anoche había parecido letal, y ésta también. El
hombre miró a Tiger un momento, luego se volvió y fue directamente a por
Carly.
Tiger se convirtió en bengala en el espacio de tres segundos. Estaba
demasiado lejos del hombre, que estaba levantando el arma negra y apuntando a
Carly.
Tiger cambió de dirección y corrió hacia Carly. Su tigre era más rápido que
cualquier otro cambiante que hubiera conocido y aterrizó sobre Carly cuando las
primeras balas salieron del arma.
Sintió las balas entrar, el dolor, despertando las heridas del pasado. A
diferencia de las lentas explosiones de la pistola de Ethan, esta pistola disparaba
tan rápido que Tiger no pudo contar los disparos. Sólo rezaba porque las balas no
atravesaran su cuerpo de tigre y entraran en Carly.
—¡Oye! —El grito Ellison cortó a través del dolor—. ¡Oh, mierda!
Otros dos disparos más sonaron, un ruido metálico cuando dio en el coche, el
otro golpeando carne cuando dio a Ellison. El tirador se dirigió a Tiger, éste le
olió acercándose.
Caminado. Deliberadamente. Despacio. Llegó donde Tiger estaba aturdido y
dolorido, unas polvorientas botas negras se detuvieron al lado de la cabeza de
Tiger. El hombre no disparó. Se detuvo, miró y esperó.
A continuación, dos balas más entraron en la espalda del Tiger. Tiger renunció
a saber nada y sucumbió a la oscuridad.
Capítulo 12

—Oh, Dios mío. Oh, Dios mío. Tiger.


Tiger oyó la voz de Carly cuando recuperó la conciencia hacia la montaña de
dolor que le esperaba. Le habían disparado en el sótano de las instalaciones de
investigación, varias veces, para ver cuánto podía soportar, pero ellos al menos
le dejaban descansar entre las balas.
—Sean. —Ellison estaba cerca, la voz pesada—. Creo que vas a tener que
traer la espada. No, no es para mí. Para Tiger.
Tiger escuchó la exclamación al otro extremo del teléfono de Ellison, que
debía haber sobrevivido al accidente y los disparos. La cosa era tan resistente
como Tiger.
—Está despertando —dijo Ellison—. ¿Quién diablos fue ese?
—No tengo ni idea. —La voz de Carly contenía lágrimas, y dos gotas de agua
caliente cayeron sobre la cara de Tiger—. No me importa en este momento.
Todavía está vivo. Gracias a Dios.
Los labios de Carly le tocaron la mejilla. Tiger trató de fruncir los labios en un
beso, mostrarle lo mucho que había aprendido. Ella no dejó de llorar, así que no
debía haberlo hecho muy bien.
—Tiger, cariño, no te muevas —dijo Carly—. Te llevaremos a un hospital.
Vas a ponerte bien.
—No lo sé —dijo Ellison—. Él es increíble, pero eso fueron unos quince
disparos de un arma automática. Tiene que haberle desgarrado por dentro.
—No digas eso. Es fuerte. Es un luchador.
—Le ayudaremos lo mejor que podemos, confía en mi.
—Aguanta, Tiger. Aguanta.
El toque ligero de Carly atravesó el dolor de Tiger, haciendo que su corazón
latiera más fuerte, sus pulmones respirando. El dolor se volvió incandescente,
pero Tiger respiraba, funcionando. Puede que no necesitara la Espada del
Guardián todavía.
Una extraña costumbre, pensó la parte que funcionaba del cerebro de Tiger. La
espada del Guardián atravesaba el corazón de un cambiante muerto, o de uno
moribundo, liberando el alma y convirtiendo el cuerpo en polvo. La leyenda,
según le había dicho Sean, decía que la Espada había sido creada para salvar a
las almas de los cambiantes de un príncipe fae malvado. Los cuerpos de los
cambiantes se convertían en polvo y las almas de los esclavizados cambiantes se
liberaban, libres para ir a Summerland. La historia aseguraba a todos los
cambiantes, que, a pesar de que podían ser esclavos durante toda la vida, nunca
lo serían en la muerte.
Tiger había sido esclavo hasta el invierno pasado, no había sabido las
estaciones del año, ni siquiera para saber lo que era invierno. Ahora era libre, por
lo menos tan libre como podía. Vivía bajo la atenta mirada de Liam, tenía que
llevar un collar falso para engañar a los humanos y que creyeran que todavía
estaba esclavizado, y tenía pocos lugares remotos en los que pudiera correr a
toda máquina como un tigre, pero era mejor que lo que había tenido.
Pero ahora quería más. La libertad de estar con su compañera. La alegría de
correr hasta que quisiera parar. Estaba cansado de ser temido. De la
desconfianza. Dolorido. Asustado.
—Carly. —Tiger apenas movió los labios, pero el sonido del nombre de su
compañera le dio fuerzas.
Necesitaba vivir, para poder estar con ella. Cuarenta años de infierno habían
concluido en el momento en que había visto su culo sobresaliendo del coche
rojo, oído su voz, sentido su sonrisa. Empezaría a creer en la Diosa si pensaba
que le había llevado a la carretera en el momento exacto que Carly Randal
necesitaba ayuda.
—Carly.
—No hables. No te muevas. —Carly se inclinó sobre Tiger, con el rostro
surcado de lágrimas—. Vamos a ayudarte. Ya vienen.
—No necesito...
Hablar era demasiado esfuerzo. Mantener la boca cerrada era una buena idea.
El tiempo debía haber pasado, porque ahora había más gente arrodillada a su
alrededor. Había esperado oír las sirenas. Los humanos adoraban las sirenas.
—Su respiración es buena —dijo Dylan por encima de él—. Andrea.
Una mano suave y femenina presionó sobre el pecho de Tiger, la palma plana.
Olió el extraño olor medio cambiante de Andrea, el olor sutil de su cachorro
aferrado a ella. Tiger esperaba que el chico se hubiera quedado a salvo en casa.
Para eso eran buenos los Shiftertown. Para mantener a los cachorros seguros.
Sean se arrodilló cerca de su compañera, el zumbido vibrante de la Espada del
Guardián que brillaba. Tiger siempre había sido capaz de escucharlo, aunque
Sean había dicho que era inusual.
Tiger entreabrió los ojos. Apenas podía ver, pero pudo distinguir a Andrea con
su mano alrededor de la hoja de la espada, Sean sosteniendo la empuñadura.
Hilillos plateados salían de la espada hacia Andrea y a través de su mano hacia
él.
—Está desgarrado —dijo Andrea—. Un completo desastre. Tantas.
Balas, a eso se refería. Los hilos de la magia de Andrea dolían, dolían mucho.
Entonces Carly puso la mano sobre su frente. La frescura de su tacto se
extendió como un bálsamo a través de su maltratado cuerpo y las extremidades
enredadas.
Los ojos de Andrea se abrieron.
—Espera. ¿Qué?
El nuevo dolor que atravesó a Tiger cortó a través del tacto de Carly, ni
siquiera la presencia de su compañera le calmó. Tiger gimió, luego el gemido se
convirtió en un rugido. Cerró los puños, apretando la mandíbula.
—¿Que demonios? —Eso era de Sean.
Hilos al rojo vivo fluían a través del cuerpo del Tiger, trayectorias que
cortaban de las heridas en su cuerpo. Tiger cambió sin querer, convirtiéndose en
un medio hombre, medio tigre gruñendo, el dolor seguía.
—¿Qué estás haciendo? —exclamó Carly—. Ayúdalo.
—No puedo. —Andrea se alejó, los hilos de plata se fueron con ella, pero
Tiger apenas sintió la desconexión.
La sangre burbujeaba de sus heridas, y luego de otras nuevas cuando las balas
que tenía dentro salieron por sí solas. Las balas resonaron y rodaron, reuniéndose
en pequeños montones alrededor de su cuerpo.
Y dolía. Tiger siguió gruñendo, el dolor como un alto horno. Las balas no
habían dolido tanto cuando entraron.
—Se están cerrando —dijo Carly, con asombro en su voz—. Tiger, ¿cómo
demonios estás haciendo eso?
Si lo supiera, también encontraría una manera de detener el dolor loco. Tanteó
en busca de Carly y ésta le agarró la mano. El pelaje de la bestia se desvaneció a
medida que la agonía disminuía un poco, su carne humana y dedos regresaron.
—Andrea, ¿qué hiciste? —Dylan sonaba enojado, pero su olor delataba su
alarma.
—Yo no hice nada —dijo Andrea—. Es decir, nada más de lo que
normalmente hago. Cierro los ojos y veo las heridas en forma de hilos, trato de
desenredarlos. Ni siquiera había comenzado… era un completo desastre.
Ellison tosió.
—Bueno, lo que sea, ¿puedes ver si funciona en mí?
—Ahora, por favor —dijo una voz nueva. Mujer, pequeña pero ruidosa,
María, la joven de la que Ellison se había enamorado locamente.
Andrea y su olor fae se apartaron de Tiger, dejándolo relativamente solo con
Carly.
—Tú lo hiciste —susurró Tiger—. El toque sanador de una compañera.
—No —dijo Dylan abruptamente antes de que Carly pudiera responder—.
Esto fue más que eso. Tú, amigo mío, eres más enigma que antes.
—Lo que sea —le espetó Carly—. En lugar de interrogarle y sermonearle,
¿cómo vamos a llevarle a casa para que pueda descansar? Me salvó la vida, y
creo que se merece un poco de silencio por eso.

* *
Cuando Tiger despertó de nuevo, estaba en el gran loft del segundo piso de la
casa Morrissey, en la habitación donde ahora dormía.
Le gustaba esta habitación, amplia y ventilada con cuatro ventanas, una a cada
lado. Después de una vida pasada en la oscuridad, encerrado, sin distinguir el
invierno del verano, la salida del sol de la puesta del sol, ahora podía ver el
mundo que se había perdido. A veces simplemente se sentaba aquí, mirando a
los cambiantes moverse a través de sus vidas, las muchas casas y edificios
humanos que rodeaban Shiftertown, los coches y la gente que corrían de un sitio
a otro, sin saber nunca que él les observaba.
Ahora se despertó en la cama grande que habían comprado para él,
sosteniendo la mano de Carly.
—¿Por qué no vinieron las ambulancias? —preguntó Tiger. Por alguna razón,
esto era lo que preocupaba a su mente. Debería haber habido ambulancias,
policía y hombres con pistolas tranquilizantes, como había pasado en el barrio de
Ethan en la cima de la colina.
Carly se inclinó sobre él, con los ojos verdes llenos de preocupación.
—No lo sé. Tal vez los cambiantes no se lo contaron.
Tiger comenzó a sacudir la cabeza, luego se detuvo, ya que comenzó a latir.
—Los humanos no hacen lo que dicen los cambiantes.
—No tengo ni idea, entonces. No importa. Tú expulsaste esas balas de tu
cuerpo, y tus heridas ya se están cerrando. Andrea dice que es una locura. Dylan
dice que te curas más rápido que la mayoría de los cambiantes, pero incluso esto
es algo nuevo. Incluso para ti.
—Tú estabas ahí.
—Sé que yo estaba allí. Lo vi de primera mano.
—El toque de una compañera. —Tiger le apretó la mano, se encontraba tan
débil que apenas movió sus dedos. Odiaba ser débil.
—Ni siquiera me mires como si tuviera algún tipo de poderes mágicos. Esto
no es el cine. Y de todos modos, Dylan dijo que no.
—Dylan no lo sabe todo. –Tiger torció los labios—. Sólo piensa que sí.
—Sí, bueno, Liam dijo que no también, y Sean, Andrea, y Ellison, y un
hombre muy, muy grande llamado Ronan, y una rubia altísima llamada Glory.
—La compañera de Dylan —dijo Tiger, su voz demasiado débil para su
comodidad.
—Eso supuse —dijo Carly—. Me miró como si fuera a arrancarme algo si no
era amble contigo.
—¿Qué pasó con Walker? El tirador estaba vestido como él.
—Le llevaron a la casa de Ronan, creo que eso es lo que he oído. No lo
querían aquí cuando volviste.
—Necesito hablar con él. —Tiger apartó la sábana y levantó los hombros de la
cama, luego gimió y cayó hacia atrás—. Nunca ha dolido tanto.
—Apuesto a que nunca expulsaste balas de tu propio cuerpo antes. —Carly le
acarició los dedos, esa frescura le atravesó de nuevo—. Están bastante asustados
abajo. Hablando de ti.
—¿Por qué tú no? —preguntó Tiger.
—¿En la planta baja? Quería asegurarme de que estabas bien.
Él había querido decir por qué no estaba asustada, pero lo dejó pasar.
—Porque eres mi compañera.
Carly frunció el ceño, lo que hizo sobresalir un poco el labio inferior, tan sexy.
—Sobre eso. Connor me explicó lo que quieres decir con compañera.
Tenemos que hablar, pero puede esperar hasta que te sientas mejor.
Tiger quiso reír, pero decidió que sería demasiado doloroso.
—Sean dice que las tres palabras más aterradoras que una mujer puede decir
son tenemos que hablar.
—Podría ser. Pero no ahora. Habrá un montón de tiempo para hablar más
tarde.
—Eres mi compañera —dijo Tiger—. No hay nada de que hablar.
—Mmm hmm. Cierra la boca, cielo. Duerme. Ponte mejor. —Carly se inclinó
hacia él. Sus pestañas revolotearon sobre sus labios antes de besarlos—. Y
gracias por salvarme la vida. Esas balas entraron en ti para que no me dieran a
mí.
—En cualquier momento —susurró Tiger. Otro frío aliento femenino se
deslizó a través de él, otro beso, y Tiger cayó en un gran pozo de sueño.

**

La ira de Liam Morrissey subió otras diez muescas antes de colgar el teléfono
y dejarlo de golpe sobre la encimera de la cocina. Había salido para responder la
llamada, pero Dylan le había seguido, supuestamente para sacar una cerveza del
frigorífico.
—¿Quién demonios se lo contó al consejo? —preguntó Liam, con los puños
en el mostrador—. Papá, ¿tú?
Dylan sacudió la cabeza a su manera tranquila.
—Ya no soy el líder, muchacho. No hablo con los demás sin tu conocimiento.
—Lo sé, lo siento. –El nerviosismo de Liam sobre Tiger le tenía buscando
algo que atacar, pero arremeter contra su propio padre no era la respuesta.
Contuvo su temperamento, o lo intentó.
La mirada estoica de Dylan le hizo sentirse aún más avergonzado. Su padre
había aceptado el cambio en el liderazgo sin luchar. Dylan había sabido que era
la hora en ese fatídico día, aunque se llevó una gran parte de lo que él era. Liam
esperaba tener la mitad de su calma cuando le llegara el turno de renunciar.
—Quieren reunirse —dijo Liam—. Todos ellos.
—¿Ese era Eric? —preguntó Dylan.
Eric Warden dirigía el Shiftertown en Las Vegas. Su compañera, Iona, fue
quien encontró a Tiger. Eric le había ayudado a escapar y luego Liam se había
ofrecido a dejar que Tiger viviera en Austin, bajo su supervisión.
Liam había puesto en duda esa decisión todos los días desde que la tomó. No
porque no pensara que Tiger merecía una oportunidad justa en la vida, sino
porque no había aprendido lo suficiente sobre Tiger para cerciorarse, o al
consejo informal de líderes de Shiftertown, de que era seguro.
Durante su liderazgo, Dylan había comenzado el consejo, que era simplemente
una reunión de los líderes Shiftertown fuera del radar para discutir problemas
comunes y ayudarse mutuamente a encontrar soluciones. Siendo los cambiantes
como eran, estas sesiones a menudo degeneraron en discusiones volátiles, pero
los líderes habían llegado a saber que podían llamar a los demás cuando los
problemas podían afectar a más de un Shiftertown.
Eric había llamado esta tarde para decir que los líderes de Shiftertown querían
reunirse sobre Tiger. Habían oído que recibió disparos del humano Ethan y que
arrasó la habitación del hospital. Liam había transmitido que le habían disparado
hoy de nuevo, esta vez deliberadamente por un asesino desconocido.
O tal vez Carly había sido el objetivo. ¿Quién diablos lo sabía? Ellison había
estado fuera de combate en ese momento, así que no pudo informar sobre lo que
había sucedido.
María, la compañera de Ellison, había fulminado a Liam con furia en la escena
del accidente, como si debiera haber impedido que Ellison recibiera un disparo.
El disparo había entrado en la pierna de Ellison, sin darle a nada vital. Si el
asesino lo había planeado así, era un tirador cojonudo.
Eric no había estado contento con la noticia del segundo tiroteo y terminó
diciendo que los otros líderes querían charlar tan pronto como fuera posible.
Habían elegido Dallas como lugar de reunión, porque no tenía Shiftertown pero
estaba lo suficientemente cerca de Austin para que Liam pudiera regresar
rápidamente si era necesario.
—¿Así que los imbéciles quieren que deje a Tiger en este estado y vaya hasta
Dallas para que podamos sentarnos alrededor de una mesa y hablar de él? No
tengo idea de lo que está pasando con él. Insiste en que Carly es su compañera,
¿qué va a suceder cuando ella le diga que no y no acepte eso por respuesta?
—Nos encargaremos de eso cuando llegue el momento —dijo Dylan, siempre
práctico—. No puedes faltar a la reunión, hijo. Enviarán rastreadores aquí para
arrastrarte hasta allí si es necesario. No les puedes culpar por preocuparse por
Tiger.
—Yo estoy preocupado por Tiger. ¿Crees que no? ¿Cómo demonios pudo
sobrevivir a eso, y luego empezar a curarse a sí mismo? ¿Qué demonios le
metieron esos humanos?
—Está llegando el tiempo de averiguarlo.
Liam negó con la cabeza.
—Eric voló el laboratorio en pedazos. Nunca encontraremos nada en él ahora.
—Pero la gente recordará. —Dylan se tocó la frente—. Estará dentro de sus
cabezas. Descubriremos quien trabajó en el proyecto de Tiger, y les
preguntaremos.
—Revelando su paradero y poniéndolo en más peligro.
—Tendremos que preguntar de manera que no puedan negase.
Liam no estaba seguro de lo que su padre tenía en mente. Dylan tenía una
vena despiadada que Liam nunca había encontrado en sí mismo, tal vez la madre
de Liam, Niamh, una dama traviesa pero con un corazón de oro, se la había
quitado. Pero claro, Dylan había tenido que mantener a la familia unida en los
buenos momentos, en los de peligro, en los tiempos de hambre y dolor, y luego
llevarlos a Estados Unidos para aceptar el collar y vivir en un Shiftertown. Las
decisiones que Dylan había tomado provocarían crueldad en cualquiera.
Por lo menos el padre de Liam había encontrado la felicidad de nuevo con
Glory. Esta era una mujer fuerte a la que no le importaba compartir sus
opiniones, pero Dylan necesitaba a alguien que no aceptara ninguna mierda de
él. Aplastaría a una mujer inferior y Dylan lo sabía. Eran felices juntos, lo que
hacía a Liam feliz. Su padre había pasado por demasiado.
—Ve a la reunión, hijo —dijo Dylan—. Sean y yo podemos defender el fuerte.
—¿Pero podéis con Tiger?
—¿Puedes tú? —Dylan se encontró con la mirada de Liam, sin apartar la suya.
Dylan podría no ser el líder de Shiftertown o líder del clan Morrissey, pero eso
no significaba que se hubiera debilitado.
Liam se pasó la mano por la cara.
—No lo sé, papá. Hace lo que le pido, pero sé que no es porque sea sumiso a
mí. Obedece porque así lo decide. El día que decida no hacerlo, no voy a ser
capaz de detenerlo.
—Entonces será mejor que averigüemos todo lo que podamos. Encuentra la
manera de detenerlo, si eso es posible.
Liam golpeó el mostrador con los puños. Deseaba que Kim estuviera en casa,
pero su esposa tenía un trabajo que era importante para ella, y no quería traerla a
casa cada vez que necesitara un abrazo. Guardaría esa necesidad para cuando
estuvieran solos esta noche, cuando desabrochara esa blusa formal botón a
botón, se la sacara de la falda y se deleitara en el olor de su…
—Espero que no tengamos que detenerlo de forma permanente –se oyó decir a
sí mismo—. Me gusta Tiger, y es bueno con los cachorros.
—Lo es, sí —dijo Dylan—. Pero es algo que no entendemos. Y si un día
sucede que no es bueno con los cachorros...
—Nos encargaremos de eso cuando llegue el momento —dijo Liam,
haciéndose eco de las palabras de su padre. Inclinó la cabeza y estudió los
patrones del mostrador, la vieja superficie de madera manchada con
generaciones de tazas de café y el zumo de su hija de esta mañana—. Mierda,
odio ir a Dallas. Siempre me pierdo en las autopistas.
* *
Walker Danielson despertó de nuevo de espaldas, con las muñecas atadas
delante de él. Había nadado dentro y fuera de la vigilia desde que el cambiante le
había noqueado en el patio frente al bonito bungalow. Walker había despertado
de nuevo en la sala de estar de uno de los bungalows, rodeado de hombres con
collares que parecían como si no les importara destrozarle y dejar trozos de él
por ahí como una advertencia a los demás.
Los tipos de escritorio en la Oficina Cambiante pensaban que los cambiantes
eran presa fácil, contenidos y controlados. Se felicitaban a sí mismos al respecto.
Pero los cambiantes eran peligrosos, y ese cambiante tigre de Bengala era aún
más peligroso que la mayoría. El comandante de Walker también lo sabía.
Cuando hizo su informe sobre el hospital a la Oficina, le habían dicho que
contactara con el Dr. Brennan y adulara a la mujer humana que parecía gustarle a
Tiger y viera si podía descubrir más sobre ellos.
Carly Randal. Era bonita, amable, una chica bien educada de Texas. No se
había tragado la mierda de Brennan ni por un minuto. Había reconocido el
peligro en Walker, y sabía que sus amigos cambiantes no le dejarían irse.
Así que ahora despertó en el suelo de otra casa cambiante, después de que el
llamado Dylan le hubiera disparado un tranquilizante, sin parecer preocupado en
absoluto. La mirada de Dylan le había dicho que si hubiera sido por él, le habría
dado a Walker una dosis letal.
Evaluó su situación a través de los ojos semicerrados mientras yacía tan
inmóvil como podía, de modo que cualquiera que le estuviera observando no se
diera cuenta de que estaba despierto.
Le habían quitado la cinta adhesiva de la boca. Eso no significaba amabilidad,
significaba que no les importaba quien le oía si gritaba. Debía estar bastante
profundo en Shiftertown.
Esta sala era similar a la de la casa Morrissey. El techo era de vigas, las
ventanas con batientes, una abierta para dejar entrar el aire, aunque era caliente.
Esta casa era más grande que la otra, la sala de estar dos veces el tamaño de la de
los Morrissey. La parte trasera de la sala daba a una larga mesa con muchas
sillas. Una escalera de madera pulida llevaba hacia arriba, y una puerta cerca de
la mesa presumiblemente llevaba a una cocina.
Una gran cantidad de cambiantes debían vivir aquí, a juzgar por la longitud de
la mesa y la manera fortuita en las sillas habían sido metidas. Parecía que usaban
todas las sillas.
La habitación parecía estar vacía, por lo que podía decir. Le habían dejado
solo. Porque los cambiantes eran los mejores depredadores de la tierra, eso
significaba que no tenían miedo de que se escapara. Ni siquiera con la ventana
abierta.
Walker se humedeció los labios, abriendo y cerrando la boca un par de veces.
Le encantaría un poco de agua.
Pero la sed era sólo una distracción. Walker no se estaba muriendo. Movió las
muñecas, despegando la parte adhesiva de la cinta de su piel, y se dispuso a
soltarse de las ataduras.
Cerró los ojos mientras trabajaba, tomándose tiempo para descansar. Salir no
sería fácil, y necesitaría toda la energía que pudiera reunir.
La cinta adhesiva era más fácil de manipular que las bandas de sujeción de
plástico o las esposas de metal, a menos que tuviera algo con lo que abrir la
cerradura de las esposas. Con la cinta era cuestión de aflojarla con el fin de soltar
al menos una mano y a partir de ahí estaría bien.
Gracias a los santos que había tenido un mentor que había insistido en que
hiciera ejercicios de estos y más. Podrías pensar que no tengo sentimientos y mis
métodos son duros, había dicho el hombre. Pero si alguna vez estás en
cualquiera de estas situaciones tras las líneas enemigas, que no cunda el pánico.
Sabrás exactamente qué hacer. Le había convertido en un artista del escapismo.
La cinta se aflojó y Walker movió una mano libre. Eso fue suficiente para
dejarle descansar la otra. Alcanzó la cinta de sus piernas.
Y se encontró de vuelta sobre su espalda, un pie plantado en el centro del
pecho. Un pie descalzo y bien formado.
Walker alzó la mirada por una pierna larga, igualmente desnuda y bien
formada de una mujer que llevaba pantalones vaqueros cortos sobre un bonito
culo y una camiseta que decía “Mantén Austin raro”. Tenía el pelo castaño
oscuro que brillaba con reflejos más claros, el pelo le caí un poco más abajo de
los hombros en ondas espesas. Su rostro era increíble, su sonrisa amplia, ojos
marrones y acogedores.
Tenía que medir más de metro ochenta y el pie en el pecho hablaba de fuerza.
—No tan rápido, rayito de sol —dijo ella, su sonrisa amplia—. Tú te quedas
aquí conmigo.
Capítulo 13

Walker tragó con su garganta seca.


—¿Quién diablos eres tú?
—Soy Rebecca. Una osa cambiante, si te lo estás preguntando. Y tú eres
Walker. –Ladeó la cabeza para mirarlo—. Me gusta ese nombre.
—A mi madre también.
—Ah, eso es dulce. —Rebecca se inclinó hacia delante, sus grandes pechos
detrás de la ajustada camiseta suavizándose y al alcance—. Esto es lo que va a
pasar, Walker. Vas a quedarte aquí, en mi sala de estar, hasta que Liam averigüe
que debemos hacer contigo. ¿Quieres un poco de agua? Cuando quité la cinta de
la boca, tus labios estaban secos. Tienes que tener sed.
Walker se aclaró la garganta.
—Agua estaría bien.
Rebecca levantó la cabeza, pero la presión en el pecho de Walker no se alivió.
No podría desalojar su pie rápidamente.
—Olaf –gritó Rebecca—. Olaf, cariño, trae agua para nuestro invitado.
La puerta de la cocina se abrió y un niño pequeño con el pelo blanco y ojos
oscuros como la noche salió, llevando una botella deportiva con las dos manos.
El muchacho llegó donde Walker sin miedo y le tendió la botella.
Walker la tomó, desconcertado. Sabía que si intentaba algo, como golpear al
niño o tumbar a Rebecca sobre su espalda y atropellar a Olaf para escapar,
Rebecca lo mataría. La expresión de su cara le dijo todo eso.
Walker no usaría un niño para ayudarse a escapar. Él no era así. Inclinó la
botella de agua y bebió.
Podían haber drogado el agua para mantenerlo atontado, pero en este
momento, no le importaba. Cuando estuviera más descansado y ya no sediento,
estaría más en forma para escapar. El agua sabía normal, sin embargo, nada
añadido que pudiera notar.
Olaf le vio beber, su mirada seria. Ningún niño debería ser tan tranquilo y
serio. No se parecía nada a Rebecca, por lo que no era su hijo o su hermano. El
chico tenía unos diez años, ojos negros, no marrón oscuro como Walker había
pensado al principio. Eran los ojos de un animal, un animal triste.
Walker le entregó la botella vacía a Olaf.
—Gracias.
—De nada —dijo Olaf, luego se volvió y se dirigió a la cocina, su trabajo
terminado.
—¿Estabas tratando de volverme sumiso con un niño lindo? —preguntó
Walker, limpiándose la boca.
—¿Funcionó?
—Yo no hago daño a los niños.
—Me alegro. Tendría que haberte hecho daño si lo hubiera hecho.
—Eso pensé —dijo Walker.
En el instante siguiente, golpeó. Rebecca había estado conteniendo el aliento
para continuar la broma, pero dejó escapar el aliento con un ufffff mientras caía.
Walker había agarrado a su pierna, piel de seda sobre músculo firme, y tiró,
alcanzando hasta inmovilizarla cuando cayó.
Rebecca aterrizó sobre su pecho, sesenta kilos más o menos de mujer, sus
suaves pechos contra los planos más duros de su torso.
Ella tenía grandes reflejos. Walker había comenzado a rodar para ponerla
debajo de él, donde envolvería sus manos con la cinta floja, pero no pudo
moverla.
Rebecca le había inmovilizado; su espalda era sólida contra de la alfombra, las
manos de Rebecca sobre sus hombros perfectas. Su sonrisa no se alteró.
—No es un mal intento.
—Tenía que probar —dijo Walker.
Rebecca se acercó, su cálido aliento en su rostro.
—¿Sabes qué, Walker? Soy una mujer cambiante en mis años fértiles. ¿Sabes
lo que me haces? –Bajó un poco más—. Cachonda. Muy, muy cachonda.
Y ayudarla a ocuparse de eso no sería tan malo. Nada malo. El latido del
corazón de Walker y su erección le habrían dicho eso incluso si su cerebro no lo
hizo. Ella era una mujer exuberante y muy tentadora.
Cualquier hombre menos Walker habría aceptado la oferta y dejar que se lo
tirara aquí, rindiéndose a su belleza. Pero Walker nunca mezclaba el sexo con
sus misiones. El sexo era para la celebración, para aliviarse después, para amar.
Quería estar en una posición en la que podía bajar la guardia y disfrutar. Detener
una misión para tener sexo era terriblemente estúpido. Sólo un poco de
autocontrol para mantener la concentración.
Rebecca podía tener buenos reflejos y podía ser la cosa más caliente que había
visto en mucho, mucho tiempo, pero no era un luchador entrenado. No entrenado
en la lucha sucia.
Walker se alzó rápidamente. Un movimiento y se la quitó de encima,
resbalando por el suelo, fuera de su camino. Walker se puso de rodillas, luego se
preparó para levantarse, alcanzando la cinta de sus piernas.
Rebecca aterrizó con fuerza, el impacto suficiente para que se golpeara contra
la parte inferior de la escalera, golpeando su cabeza en el poste. Walker no había
tenido la intención de que eso ocurriera, pero la frenaría lo suficiente para poder
soltarse las piernas y salir por la ventana. Los cambiantes podían cazarle más
rápido de lo que podía huir, pero él sabía cómo hacerle un puente a un coche en
menos de diez segundos.
—Oh. —Rebecca se apartó el pelo de la cara—. Ahora verás
Walker tiró de la cinta hasta que se despegó de sus pantalones negros de
uniforme, deseando que no le hubieran quitado el cuchillo. Habían enrollado una
enorme cantidad de cinta alrededor y luchó por soltarse.
Rebecca se quitó la camiseta por encima de su cabeza. No llevaba sujetador,
pero Walker no se permitió mirar, no totalmente. Lo que vio por el rabillo del ojo
era bastante bueno.
Rebecca se bajó los pantalones cortos y luego las bragas más rápidamente de
lo que Walker podía desenrollar la cinta. Su cuerpo desnudo apareció a la vista,
con curvas, magnífico, apetitosa.
—Maldita sea —dijo ella—. No quería convertirme en oso delante de ti.
Las últimas palabras degeneraron en un gruñido cuando el cuerpo de Rebecca
se expandió y cambió, le creció pelaje y garras más largas que cualquier cuchillo
que Walker hubiera llevado. Cambió y creció, los gruñidos se volvieron más
fuertes, hasta que finalmente Walker vio exactamente qué tipo de oso era.
Kodiak.
Los osos kodiak ordinarios eran gigantescos. Un cambiante kodiak, incluso
una hembra, tenía al menos el doble de tamaño. No era de extrañar que todos los
muebles estuvieran apartados contra las paredes.
Walker se liberó de la cinta. Dio un paso hacia la ventana abierta antes de que
una pata de oso gigante lo hiciera caer. Rebecca abrió la boca para mostrar sus
terriblemente grandes dientes antes de tumbarlo de espaldas y sujetarlo allí de la
manera más eficaz que pudo, tumbándose sobre él.
Al menos le dejó respirar. Su gran cuerpo lo mantuvo así inmovilizado, como
lo había hecho en su forma humana, excepto que ahora era más cálido y denso, y
tenía mucho más pelaje.
Rebecca le acarició el rostro con su gran nariz de oso, los ojos oscuros llenos
de diversión. Levantó la cabeza y resopló un poco, y Walker juró que estaba
riendo.

* *
Cuando Tiger despertó de nuevo, la tarde se desvanecía, la luz tardía entraba
por la ventana. Había aprendido que en esta estación, verano, había luz más
tiempo, por lo que podrían ser las ocho de la tarde ya.
La primera sensación que tuvo fue de bienestar. Su cuerpo se sentía mucho
mejor, el dolor horrible había desaparecido. El dolor de cabeza se había retirado,
dejando sólo un ligero golpeteo para recordarle la herida anterior.
Lo segundo era una sorpresa aturdida. Gran parte del bienestar que sentía
provenía del hecho de que Carly estaba acostada junto a él, acurrucada debajo de
la sábana, con la cabeza sobre una almohada.
La cama de Tiger era grande, la más grande de la casa. Era tan voluminoso
como Liam, aunque compartía altura con Ronan, un oso Kodiak cambiante. Kim
le había conseguido una cama más grande, porque cuando llegó por primera vez,
había estado inquieto durante la noche, rodando de un lado a otro. Era difícil
encontrar consuelo en el pequeño colchón que había sido de Connor cuando su
anterior catre de dormir había sido el suelo de metal de una jaula. Después de
que se cayera de la cama más pequeña un par de veces, Kim había llevado a casa
una más grande.
Carly tenía un montón de espacio en la cama. El ventilador estaba cerca de la
ventana. Eso, junto con la brisa fresca de las cuatro ventanas abiertas, había
hecho que Carly se echara la sábana por encima. Un muslo, cubierto con un par
de centímetros de los pantalones cortos que se había puesto en casa de Ethan,
asomaba por debajo.
Su maquillaje estaba manchado por el accidente y el sueño, su pelo estaba
despeinado de su cuidadosa trenza francesa. Hermosa. Tigre le explicaría que no
necesitaba pintura en la cara y su pelo escondido para ser bonita.
Pero estaba ilesa. Tiger lo olió, lo vio en su piel intacta. Había sido golpeada y
asustada, pero no herida. Se permitió creer en la Diosa el tiempo suficiente para
estar agradecido.
Antes del accidente, Carly le había estado enseñando a besar. Cuando el tema
salió por primera vez, Liam le había dicho a Tiger que él tampoco había sabido
cómo besar. Kim le había enseñado. Había implicado que no saber cómo besar
no era un problema para los cambiantes y fue entonces cuando Connor le dijo
que aprendería cuando llegara el momento.
Tiger apartó un mechón de pelo de la mejilla de Carly. Sabía que tenía que ir a
casa de Ronan e interrogar a Walker. Necesitaba saber por qué Walker había sido
enviado para vigilar a Carly, y por qué un hombre vestido con el mismo tipo de
uniforme negro le había disparado en la espalda más de una docena de veces.
Pero la casa estaba en silencio, la calle tranquila. Los cambiantes estarían
dentro comiendo su comida de la noche, hablando con sus compañeras y
cachorros, padres y madres, compartiendo tiempo con la familia. Más tarde, los
más nocturnos saldrían fuera con los vecinos, jugando con los cachorros en el
largo tramo de verde detrás de las casas, o dejando Shiftertown para ir al bar de
Liam o a uno de los clubes de la ciudad que permitían entrar a los cambiantes.
O podrían ir al club de lucha que se celebraba una vez por semana, donde los
cambiantes luchaban en el ring, con el resto de los cambiantes apostando como
locos a los resultados.
A él no le permitían luchar en el club de lucha. No confiaban en él, y Tiger
estaba de acuerdo con eso. Para él, la lucha no era un juego. Era supervivencia.
Matar o morir.
En este momento, la cama era el mejor lugar donde estar. Estaba duro y listo,
deseaba a Carly. Pero tocarla ligeramente mientras dormía llenaba algo en él que
no se había dado cuenta que estaba vacío.
Tiger se inclinó. Recordó como fruncir los labios y cómo liberar la presión en
el momento correcto y la besó en la mejilla.
Carly parpadeó una vez, otra vez, luego su sonrisa floreció.
—Oh, hola. —Se sentó y se metió mechones de pelo detrás de las orejas—.
No quería quedarme dormida.
—Te quedaste.
Carly se encogió de hombros.
—Le conté el accidente a Armand y dijo que bajo ninguna circunstancia fuera
a trabajar. Dijo que encargaría a Yvette que contestara las llamadas y le rogaría
que fuera agradable con la gente. —Rió un poco—. Yvette tiene el corazón más
grande del mundo, pero no soporta a los tontos. Salvará sus vidas y les hará la
mejor comida que jamás comerán, pero les dará sus opiniones sin barnizar sobre
ellos al mismo tiempo.
—Glory es igual. Excepto que ella no puede cocinar.
Carly volvió a reír, levantó las rodillas contra el pecho y las rodeó con los
brazos. Qué maravilloso, pensó Tiger mientras estudiaba la suavidad de sus
muslos, conocer a gente, que no eran investigadores que le estudiaban,
conocerlos lo suficiente como para hacer chistes.
—Parece que te sientes mejor —dijo Carly.
Tiger apoyó la mano en el abdomen. Notó unas punzadas al tocarse, pero eso
era todo. Al igual que antes, su cuerpo se había curado, se estaba recomponiendo
de nuevo.
—¿Por qué te has quedado? —preguntó.
—Te lo acabo de decir. Armand dijo...
—No. —Tigre se sentó con ella, estaba cansado de estar tumbado. Se apoyó
contra la cabecera de la cama y apoyó un brazo en su rodilla levantada—.
Podrías haber ido a tu casa. A cualquier parte. Pero te quedaste.
Un rubor en sus mejillas.
—Estaba preocupada por ti.
—¿Por qué? Viste que estaba sanando.
—Tiger, a nadie que le disparen dos veces en dos días se cura más rápido la
segunda vez. Dylan dijo que era como si tu cuerpo estuviera cambiando, como si
se adaptara a las circunstancias.
Él se encogió de hombros, e incluso eso no dolió.
—Ellos querían que fuera la mejor máquina de combate. Me dieron drogas
que dolieron muchísimo, y cirugías, siempre cirugías. Y luego me probaron y me
dieron más drogas. Yo fui el único que sobrevivió.
Carly abrió los ojos.
—¿Había más como tú?
—Hubo veintitrés. Yo era el último. Luego, sólo estaba yo.
Ella le tocó el brazo, los dedos ligeros en su bíceps.
—No sé cómo responder a eso. Cómo transmitir cómo lo siento. Suena débil
incluso decirlo.
El contacto había sido un error. El cuerpo en sanación de Tiger se había
contentado con estar en su presencia, descansar mientras bebía su aroma.
El calor de su mano en él despertó necesidades primitivas, y la bestia en él se
precipitó a la superficie. Debía advertirla, decirle que saliera.
No pudo obligarse. Tiger se sentía solo, solitario, a pesar de vivir en esta casa,
en esta habitación donde podía vigilar a todo Shiftertown.
Carly estaba aquí. Y él la necesitaba.
Palabras simples, para un ser simple. Tiger agarró la muñeca de Carly y le
levantó la mano, pero siguió sujetándola mientras la miraba. Ella le devolvió la
mirada, su expresión le decía que sentía el cambio en él, su necesidad primitiva.
—Tiger –susurró—. Estoy asustada.
Las palabras vacilantes le hicieron detenerse, contener a la bestia salvaje que
la deseaba.
—¿De mí? —Incluso su voz había cambiado, las palabras duras y planas.
—De mí. —Las lágrimas humedecieron sus ojos—. Acabo de terminar una
mala relación que pensaba que estaba bien. No quiero permitirme enamorarme
de ti. De nadie. —Le tocó la cara, este segundo toque arrancó toda restricción
que Tigre se había puesto a sí mismo—. Pero creo que es demasiado tarde para
eso.
Demasiado tarde. Muy demasiado tarde. Tiger rugió como un verdadero tigre,
empujó a Carly sobre la cama, la inmovilizó con las manos en las muñecas y
bajó la boca sobre la suya.
Capítulo 14

Los labios de Tiger estaban calientes, se movían sobre los suyos, la lengua
barrió el interior. Abrió la boca de Carly con la suya cómo ella le había mostrado
en el vestidor de Ethan, depositó besos por sus labios y barbilla cómo le había
mostrado en el coche.
La sujetó con las manos en las muñecas, su peso sobre ella. Tiger podría
haberla aplastado, Carly lo sabía, pero se contuvo, temblando por el esfuerzo.
Tiger succionó el labio inferior de Carly entre los suyos, chupó, el pequeño
dolor sensual. Le lamió los labios, a continuación, el interior de nuevo,
saboreando su boca.
Carly le saboreó también, amando la fricción de terciopelo de su lengua. Sabía
a especias y almizcle, el bocado caliente que era él. Tiger no cerró los ojos para
besarla; su dorada mirada estaba fija en ella, observándola mirarlo.
Cuando él se apartó, Carly le besó la boca, los labios suaves y cálidos, un poco
mojados. Tiger volvió a besarla, haciendo coincidir sus acciones, su boca
acarició hábilmente la suya.
—Eres un estudiante rápido —dijo ella sin aliento.
—Lo soy.
—Mmm. Modesto también.
—Eso me dijeron —dijo Tiger—. Los investigadores decían que aprendía
rápido.
La ira de Carly surgió antes esas personas sin rostro que lo habían mantenido
en una jaula, realizado experimentos que le dolían, tratando de convertirlo en un
mejor luchador o lo que fuera que estaban haciendo. Mantenido en una jaula. Y
él fue el único cambiante que había sobrevivido a esta tortura.
—Deberían arrestarlos.
Tiger se encogió de hombros.
—Se fueron.
Las palabras eran simples, pero Carly detectó el dolor detrás de ellas. Le
habían hecho daño, luego lo habían abandonado. Había tenido una compañera y
ella había muerto. El hijo de Tiger había muerto también. ¿Cómo podía
soportarlo? ¿Cómo podía alguien soportar tanto?
—Estoy aquí —dijo Carly. Tonto, porque estaba tumbada debajo de él, ¿donde
más podría estar? —No importa nada. Si nos liamos o no, si sólo somos sólo
amigos. Demonios, si nos movemos hacia lados opuestos del globo, estaré allí
para ti cuando me necesites. ¿Vale? Lo prometo.
Tiger no respondió, pero el hambre en sus ojos le dijo todo. Él bajó la cabeza
y la acarició con la nariz, enviando un hormigueo al rojo vivo a través de su piel.
La misma hambre estalló en Carly. Tiger era atractivo, era magnífico y ella
necesitaba algo de amor. Encontrar a Ethan ayer la había hecho sentirse como la
mujer más poco sexy y menos deseada del planeta. Ethan obviamente la
encontraba inadecuada, o ¿por qué habría necesitado realizarse a sí mismo con
otra persona?
Cuando Tiger la miraba, se sentía hermosa. Ella sabía que era eficiente y por
eso Yvette la había contratado para trabajar en la galería. Pero Yvette siempre
había mantenido que Carly tenía la hermosura de la chica de al lado, no la de una
sirena. Cara fresca y dulce, no una tentadora. Perfecta para los clientes
femeninos que venían donde su marido para comprar arte para sus casas u
oficinas. Ethan, ahora que lo pensaba en ella, no la había mirado como una
belleza de sirena, que era lo que la convertiría en la esposa del hombre de
negocios perfecto. Las mujeres no sentirían celos de ella.
Tiger la miraba como si fuera una diosa del sexo con tanga. Como si quisiera
hacerle el amor durante días. La había mirado así desde el primer momento en
que la había examinado de arriba abajo al lado de la carretera. Ella le había
preguntado si le gustaba lo que veía, y él dijo un simple sí.
—Tenía razón sobre ti —dijo Carly ahora—. Eres un adulador.
Tiger rugió, sin hablar. Le soltó las manos, pero sólo para poder quitarle la
camiseta y abrir el botón de sus pantalones cortos. La sábana cayó de su parte
trasera, que era tan magnífica como el resto de él. Carly pasó las manos sobre
sus nalgas, le gustaba lo firmes que eran, luego por su torso, las manos
encontraron las marcas de las balas que habían entrado y luego salido.
Los siguientes besos de Tiger fueron aún más calientes y más hábiles, se
adaptaba a besar tanto como su cuerpo se adaptaba a recibir un disparo.
Había necesidad en sus ojos, se puso de rodillas y le quitó los pantalones
cortos. Las bragas fueron lo siguiente, Carly ayudó, luego Tiger los arrojó lejos,
a pesar de que la camiseta permaneció empujada hacia arriba alrededor de sus
hombros.
Carly volvió a acostarse, con el corazón latiendo a toda velocidad, lista para el
hombre que la excitaba y estaba excitado por ella.
Dejó salir el aliento de golpe cuando Tiger la levantó por la cintura y la giró,
poniéndola sobre sus manos y rodillas. Tiger atrajo las caderas hacia su rígida
polla que ella vio antes de que el cabello le cayera sobre la cara. Por Dios…
—Eh, espera. —Carly se retorció, girando para sentarse en la cama grande, su
camiseta bajó para cubrirle el regazo—. ¿Qué estás haciendo?
Tiger permaneció de rodillas, su polla apuntaba hacia ella, su larga, gruesa, de
ninguna manera puede ser tan grande polla. Frunció el ceño.
—Aparearme.
—Ya lo sé, pero ¿por qué la puerta de atrás? Eres realmente grande. Me vas a
matar. —Carly moriría feliz, pero iba a costar entrar.
La polla se redujo ligeramente.
—Si te hace daño entonces… no lo haré.
Carly vio lo mucho que le costaba decir eso. Tiger la deseaba. Latía con ello.
Ella también lo deseaba, con cada bombeo de sangre en sus venas.
—Me refiero a que debemos tomar las cosas con calma –dijo—. Déjame que
me acostumbre a ti. Yo con la suave cama amortiguando la espalda, tú encima de
mí.
La polla se puso completamente firme de nuevo, pero la expresión de la cara
de Tiger fue una de confusión.
Piezas de información encajaron en la cabeza de Carly, atrapado en una jaula,
investigadores, tratado como un animal, dado una compañera. No una novia o
una esposa, o un amante. Una compañera. Tiger no había dicho si la mujer había
sido cambiante o humana.
—¿Me está diciendo que nunca lo has hecho frente a frente? —preguntó.
Tiger negó con la cabeza.
—Fue sólo una vez.
—Oh. —La soledad de sus palabras la golpeó en el corazón—. Me haces
querer abrazarte más y más. Ven aquí. Te mostraré. Eres un estudiante rápido.
Ahora puedes aprender esto.
Tiger se acercó a ella con tanta rapidez que Carly se echó a reír. Dejó de reír
cuando la bajó sobre la cama.
—Ahora lo tienes. —Sus palabras cesaron cuando la besó, su boca firme un
beso, ya no vacilante.
Carly envolvió una pierna alrededor de su muslo, le acarició la pantorrilla con
el pie descalzo. Le gustaba cómo la besaba, la boca caliente, tomando pero
dando, sabiendo lo que quería él y lo que quería ella. Tiger le pellizcó la mejilla,
el cuello, todo mientras cuerpo temblaba mientras se contenía.
Carly lo guió con una mano en la cadera, separando las piernas para que
pudiera meterse entre ellas. Su piel era caliente pero suave, su culo apretado
mientras se movía sobre ella. Carly levantó las caderas un poco, una pierna hacia
arriba y alrededor de él, animándole con sus manos para que entrara en ella.
El calor del cuerpo del Tiger la cubrió, y luego su cuerpo. Se apartó el pelo
enmarañado de la cara, los labios le dieron un largo beso mientras se deslizaba
dentro de ella.
Y se detuvo. Carly abrió los ojos. Sin duda estaba lo bastante húmeda para él,
resbaladiza y deseosa, pero se tensó, el éxtasis repentino se convirtió en dolor.
—Espera. —Apretó la palma de la mano en el pecho de Tiger, sintiendo su
corazón latiendo a triple velocidad.
Tiger salió rápidamente, de rodillas hacia atrás, la expresión en su cara era una
de angustia.
—Te estoy haciendo daño.
—Sólo porque no estoy acostumbrada a ti.
Al menos Carly esperaba que fuera la explicación. Sería una tragedia si por fin
había conocido a un hombre que la hacía sentir de este modo y no podían
consumar su relación... o lo que sea que fuera esto. Por una vez en su vida, Carly
no se detuvo a analizar su relación con un hombre. No estaba pensando en si él
iba a huir con todo su dinero, o si la descartaría después de un par de citas, o qué
era lo que estaban construyendo juntos, en todo caso.
Le gustaba Tiger y quería estar con él. Nada más. Sin agendas ocultas.
—¿Qué tal si probamos yo encima de ti? –preguntó ella—. De esa manera
puedo guiar las cosas, facilitar cuanto puedo tomar antes de seguir adelante.
Por la expresión de la cara de Tiger, tampoco se le había ocurrido que esta
posición fuera posible. Carly necesitaba trabajar seriamente en su educación.
Se puso de rodillas.
—Túmbate.
Carly llevó las manos a su pecho de nuevo, y el Tiger se tumbó sobre las
sábanas, sin apartar la mirada de ella. El sol que se ocultaba mostró claramente
las marcas de color rosa, donde Ethan le había disparado, y más cicatrices donde
las otras balas le habían atravesado. Pero la sangre se había ido, toda su piel
entera otra vez.
Subió encima de él, apoyando las rodillas a cada lado. Su polla todavía era
rígida y larga, Tiger esperaba.
Carly se quitó la camiseta, soltó un suspiro cuando la tela abandonó la piel que
le picaba. La tiró a un lado y se llenó las manos con la hinchada polla de Tiger.
Grande, pero no inmanejable. Subió las dos manos por los costados, alrededor
de la punta, luego a sus firmes pelotas. Su vello también era multicolor, naranja
y negro. Se estaba enamorando de un hombre que era atigrado hasta abajo.
El pensamiento la hizo sonreír. Carly se inclinó y besó la punta de su polla.
Dos fuertes manos se cerraron alrededor de sus muñecas. Tiger tiró de ella,
con los ojos de oro fundido, su voz un gruñido.
—Ahora. Hazlo ahora.
Sí. Carly le deseaba con cada pensamiento, cada respiración. Tiger también la
deseaba, lo veía, tenía miedo de no ser capaz de contenerse.
Carly se sentía aún más atractivo sabiendo que apenas podía contenerse por
ella. El pensamiento fugaz de un condón atravesó su cabeza, pero sabía que no
había ninguno que se ajustara a Tiger. Y había leído en alguna parte que los
cambiantes no podían dar a los humanos las enfermedades que los seres
humanos podían darse el uno al otro a través del sexo.
Se inclinó hacia delante, le rozó el torso con los pechos, luego se sentó en el
extremo de su polla. El siguiente pensamiento fugaz fue que los cambiantes aún
podían dejar embarazadas a las humanas. Pero ella tomaba anticonceptivos, ante
la insistencia de Ethan, y esa preocupación parecía muy lejana y sin importancia.
Luego, todos los pensamientos acerca de cualquier cosa huyeron de su cabeza.
Tiger era grande. A diferencia de la interrupción cuando había estado encima de
ella, esta vez era más fácil por la lentitud de Carly, por lo mojada que estaba, por
su necesidad creciente.
Oh, Dios mío... Eso es...
Yo nunca...
Las palabras manaron cuando Tiger se deslizó dentro de ella, y Carly escuchó
algunas salir de su boca. Se dejó caer un poco más, la polla de Tiger la abría con
un placer duro y contundente.
Sacudió las caderas, su cuerpo quería más de él. Las manos de Tiger fueron a
sus muslos, él apretó los dedos y dejó escapar un ruido suave.
—Tiger. —La exclamación de Carly salió como un gemido—. Eres
maravilloso.
Tiger la sostuvo en completo silencio. Carly se estiró, sus pechos se sentían
pesados y apretados. Llevó los brazos sobre su cabeza, flexionó los dedos y dejó
caer la cabeza atrás cuando sintió que él se levantaba en su interior.
Sintió calor por todas partes al mismo tiempo que la carne de gallina ondulaba
sobre sus brazos y piernas. Sus pezones se oscurecieron y se convirtieron en
puntas, un rayo de sol que serpenteó bajo las nubes la bañó en calor.
Ningún calor se comparaban con el calor infernal entre las caderas de Tiger y
los muslos internos de Carly, el sudor caía en las sábanas. La transpiración se
acumuló en el rostro de Carly y en el labio superior de Tiger.
Tiger movió las manos de los muslos a la curva de su cintura, sosteniéndola
mientras dejaba que sus caderas se levantaran. Suavemente, suavemente. El
cuerpo de Tiger todavía temblaba; se estaba conteniendo, con miedo de hacerle
daño.
El corazón de Carly sufría por él al mismo tiempo que sus lugares interiores se
hinchaban y tensaban. Era tan tierno, este hombre al que la gente temía. La había
protegido con su cuerpo y tomado lo que debería haber sido una barrera letal de
balas para que ella no saliera herida.
El placer se filtraba en su interior, la alegría tan caliente que estaba segura de
que su sangre estaba en llamas. Tiger la observaba en silencio, con los ojos
dorados y el rostro tranquilo.
Era un hombre hermoso, fuerte, de buen corazón, protector. Lo recordó con la
pequeña Katriona, lo increíblemente suave que había sido con ella.
Era tan suave con ella ahora. Tiger la sostenía, el sudor corría por debajo de
sus palmas sobre su piel, la luz del sol se movía de su cuerpo a la cara de Tiger.
Asombroso. Ella apoyó las manos en su torso, los duros planos espolvoreados
con vello oscuro con vetas de oro y naranja, sus pezones tan tensos como los
suyos.
La expresión de sus ojos era una de maravilla. Tiger se maravillaba de lo que
hacían, Carly balanceándose sobre él, el fuego ondulando donde se unían.
El fuego creció, bloqueando todo pensamiento. El sol siguió bajando, la
habitación cambió de iluminada por el sol a estar llena de rojo y dorado, luego a
media luz. Ella y Tiger se balancearon juntos, sellados el uno al otro, Tiger más
adentro de lo que pensó que podría tomarle.
Tiger gruñó y la agarró por los hombros, tirando de ella hacia él. Ella fue,
besándolo mientras se tumbaba encima, con él todavía dentro de ella.
Tiger le devolvió el beso, lamiendo su boca, saboreando todos los rincones de
ella. Carly lo saboreó también, aprendiéndolo, amando la textura y el calor.
Sus bocas estaban todavía juntas cuando el rugido de Tiger se convirtió en un
gruñido. Un salvaje oscuridad atravesó a Carly, una que la hizo gritar, su cuerpo
tenso, muy tenso. Olas de placer tan increíbles que quiso llorar cayeron sobre
ella, sacudió las caderas contra Tiger, con ganas de más y más. Mientras
alcanzaba la ola más alta, gritó su nombre en el placer y sintió que la semilla de
Tiger la llenaba.
Lo último de la luz crepuscular murió, y la oscuridad llenó rápidamente el
cielo. A través de las ventanas abiertas, Carly vio salir las estrellas, pero que no
podía competir con la belleza de los ojos dorados de Tiger.

* *

—Mierda, me salté la salida de nuevo. —Liam pisó el acelerador y se disparó


por la autopista. Tendría que salir en la siguiente salida, dar la vuelta y volver a
intentarlo.
—Deberías haberme dejado conducir —dijo Spike desde el asiento del
pasajero de la camioneta de Dylan.
Dylan les había echado hacía cuatro horas al frío del amanecer, con aspecto un
poco satisfecho de no ser él quien tuviera que tratar con toda una mesa de líderes
cambiantes arrogantes llenos de mierda y las carreteras de Dallas.
—No, necesito que tú me guíes —dijo Liam a Spike—. Eres un rastreador.
Pues rastrea.
A los líderes cambiantes se les permitía llevar un guardaespaldas a las
reuniones, todos reconocían que una habitación llena de cambiantes súper-alfa
podía volverse muy peligrosa muy rápidamente. Por lo tanto, cada cambiante
podía llevar un escolta, y Liam había elegido a Spike.
Sin embargo, el guardaespaldas tenía que ser neutral. No del mismo clan o
manada que el líder. El guardaespaldas tampoco podía estar en la fila para ser un
líder de un Shiftertown, para que el guardaespaldas no tuviera ideas de eliminar
al hombre por encima de él mientras estaban solos. Si Spike eliminaba a Liam,
no ganaría nada. Liam tampoco ganaría nada, pero Sean se haría cargo del
Shiftertown de Austin y castigaría a Spike.
No es que Liam tuviera algún tipo de preocupaciones sobre SpIke. El motero
tatuado de metro noventa con el pelo afeitado era un jaguar que recientemente
había descubierto que tenía un cachorro. El nuevo papá no pensaba en otra cosa
que en su pequeño Jordan y en Myka, su nueva compañera.
—Te saltaste esta salida también –dijo Spike a su manera tranquila.
—Mierda. —Liam había estado ocupado tratando de adelantar un camión de
cemento lento, y la rampa de salida pasó silbando—. Van a decidir algo estúpido
antes de que llegue, como que todos tenemos que usar camisetas que digan “Mi
otro animal es un pingüino”. Y mi voto hubiera sido el desempate.
Spike no se rió.
—Toma esa —dijo señalando a la izquierda.
—¿Cuál?
—¡Ahí! —gritó Spike—. La salida de la izquierda. Ahora.
Liam se lanzó a través de los dos carriles de tráfico, ganando bocinazos y
dedos levantados, y salió por la rampa. Esta salida les hizo dar la vuelta y les
guió en dirección opuesta, donde Liam se topó con un atasco.
—Maldición.
—Sabes, apestas como conductor —dijo Spike.
—Cuidado, jaguar. Y no es cierto. Soy un maestro manejando mi Harley.
Spike sonrió.
—Sí, apuesto a que lo eres.
Liam dijo algo en irlandés que le habría ganado el puño de Spike en la
garganta si lo hubiera entendido.
Por fin, orientó la camioneta en la dirección correcta, encontró el desvío y lo
tomó. Ahora era sólo una cuestión de conducir a través del tráfico, semáforos y
calles de un solo sentido hasta que encontraran el bar y el billar donde los
cambiantes habían accedido a reunirse esta vez.
Nunca dos veces en el mismo lugar. Buena idea desde el punto de vista de la
cautela, malo para encontrar el maldito lugar.
Liam aparcó la camioneta detrás del bar, se acercó a la puerta de atrás y llamó.
Un hombre de aspecto grasiento los dejó entrar a través de una pequeña sala y
una cocina, señalando a una gran sala que olía a cambiantes. Liam esperaba que
el hombre con el pelo graso no fuera el cocinero.
—Ya era hora –gruñó alguien.
Capítulo 15

La voz del lupino que había hablado, Graham McNeil, retumbó en la


habitación demasiado pequeña. Tampoco había suficiente aire en la habitación,
según observó Liam. Pronto, todos estarían ahogándose por el olor. Los alfas que
se sentían competitivos tenían un olfato sensible.
Eric Warden, un felino y el líder del Shiftertown de Las Vegas, se adelantó
para saludar a Liam. Liam atrajo al hombre a un breve abrazo, y Eric se lo
devolvió, más fuerte que nunca.
Mantuvieron el abrazo corto, sólo a modo de saludo, a pesar de que se habían
convertido en buenos amigos, para que los otros líderes no pensaran que estaban
formando una alianza. Los líderes cambiantes como grupo eran paranoicos.
—Liam —dijo Graham detrás de Eric.
Graham era una especie de co-líder con Eric de su Shiftertown. Accedió a
devolver el abrazo de saludo de Liam, pero el abrazo gritaba que Graham sería
igual de feliz rompiéndole el cuello en otras circunstancias.
—¿Para qué lo has traído? —preguntó Liam a Eric, señalando con el pulgar en
Graham—. No puedo creer que él sea tu guardaespaldas.
Eric y Graham se habían enredado en el pasado. La hermana o el hijo de Eric
no reunían los requisitos para ser el respaldo de Eric, pero Liam se sorprendió de
que se hubiera aventurado solo con Graham, que no había sido ningún secreto
que creía ser un mejor líder de Shiftertown que Eric. Eric generalmente traía a
Nell, una cambiante osa y su vecina, cuya mirada podía detener al cambiante
más formidable.
—No confiaba en él lo suficiente como para dejarlo atrás —dijo Eric. Liam le
dio su relajada sonrisa, pero sus ojos color verde jade eran agudos y vigilantes.
—Bien pensado —dijo Graham, aunque su lenguaje corporal decía, maldito
seas.
—Además, conoce a Tiger —dijo Eric, haciendo caso omiso de Graham—. Y
Nell estaba ocupada con su nuevo compañero. Cormac, le conoces. Esas son las
únicas razones para traer a Graham. Tiene miedo a volar, y se quejaba de ello
todo el tiempo.
—Eh —dijo Graham. Era un hombre grande con tatuajes de llamas en los
brazos y cabello oscuro corto, sus ojos grises como un lobo contenían más
inteligencia de lo que dejaba que la gente viera—. Si las Diosa quisiera que
volara, me habría hecho un cambiante ave. Un águila.
—Pingüino —dijo Liam.
Graham frunció el ceño.
—Los pingüinos no vuelan.
—Lo sé.
Él gruñó.
—Sí, eres divertido, irlandés.
—¿Podemos empezar? –El cambiante que había convocado esta reunión era
un lupino llamado Bowman O'Donnell, que dirigía un Shiftertown en Carolina
del Norte. Estaba a la cabeza de la mesa, impaciente, sus ojos oscuros fijos en
Liam. Su guardaespaldas era un felino delgado y de aspecto malvado, con
tatuajes de guepardos persiguiéndose a sí mismos alrededor de sus brazos.
Otros veinte líderes cambiantes y sus guardaespaldas tomaron el resto de la
habitación. Algunos se sentaron en los asientos como si prefirieran estar en
cualquier lugar haciendo cualquier otra cosa, otros estaban alerta, los ojos en
Liam, interesados.
Liam ocultó un suspiro, tratando de calmarse, pero sabía que no podía ser.
Tiger era su responsabilidad, y los otros cambiantes podían oler su preocupación
sobre esta reunión. Es decir, si pudieran oler algo en una habitación llena de
líderes cambiantes tratando de superar al alfa de los demás.
Liam hizo un gesto con la mano delante de la nariz mientras se sentaba.
—¿Podemos abrir una ventana?
Varios de los otros rieron. Bowman no parecía divertido.
—Si lo hacemos rápido, podemos salir a un espacio ventilado –dijo—. O aire
contaminado. Las ciudades apestan.
Más risas. El Shiftertown de Bowman estaba en medio de bosques de altos
pinos en las colinas. Liam lo había visitado una vez y había quedado
impresionado por la belleza natural del lugar. Bowman había tenido suerte.
—Entonces tienes un cambiante viviendo contigo que puede sanarse heridas
de bala –dijo Bowman—. Hemos oído lo del segundo tiroteo, y que a este
cambiante tigre básicamente le creció una segunda piel.
Diosa, se corrió la voz rápidamente. Liam y su familia no habían dicho nada, y
Glory, aunque estaba loca, era de confianza para mantener secretos. Lo mismo
ocurriría con los rastreadores.
Pero los cambiantes tenían buen sentido del olor y el oído, y los vecinos de
Liam no estaban tan enamorados de los Morrissey para no chismorrear sobre
ellos y sus familias. Los cambiantes no necesitaban ordenadores y redes sociales
electrónicas para difundir noticias a lo largo y ancho. Sólo necesitaban una
charla en un porche.
—No le creció una segunda piel —dijo Liam—. Todavía está en cama,
recuperándose. —Y haciendo otras cosas con Carly, según había oído a través de
las paredes, pero Liam optó por mantener esa información para sí mismo. Si
estos cambiantes preocupados pensaban que Tiger ya estaba emparejado, ¿quién
demonios sabía lo que harían? –Lo que hizo, sin embargo, fue expulsar las balas
de su cuerpo sin intentarlo y las heridas se cerraron. Pero está débil y cansado,
no desgarrando el mundo.
—Es peligroso —dijo Bowman—. No sabemos lo que es, o cómo lo hicieron
los humanos, o que hará. O en qué se convertirá.
—Estoy de acuerdo —dijo Liam. Se echó hacia atrás en su silla, con las
manos descansando ligeramente en el abdomen—. Pero es un buen tipo. Yo no
voy a matarlo.
—No, pero tienes que ponerle un collar. —Bowman no se movió, pero su
significado era evidente: ponle un collar o se lo contaremos a los humanos y
dejaremos que ellos tomen la decisión.
—Hablamos de eso, ¿recuerdas? —dijo Liam—. Después de que lo intenté.
Pensé que el collar iba a matarlo, y me habría matado en ese mismo momento si
lo hubiera intentado por segunda vez. Tiger no es un cambiante normal. El collar
podría herirlo sin posibilidad de reparación… o podría matarlo. O podría no
hacer nada en absoluto.
—Sí, hablamos de ello —dijo otro de los líderes cambiantes—. Luego tú
decidiste ponerle un collar falso. ¿Cómo está funcionando?
—Está bien, siempre y cuando le mantengamos contenido.
—Pero no le mantuviste contenido –dijo Bowman—. El día antes de ayer,
estaba en la casa de un hombre rico humano, la destrozó, luego se volvió loco en
el hospital y la Oficina Cambiante tuvo que enviar a sus matones. Ni siquiera sé
lo que pasó ayer.
—Él y uno de mis rastreadores fueron sacados de la carretera —dijo Liam—.
Un hombre que se parecía a un matón de la Oficina Cambiante le disparó, luego
se largó.
—¿Se largó? —preguntó Bowman, curioso.
—No se quedó para ver si le había matado. Me preguntaba sobre eso.
Graham interrumpió.
—Probablemente pensó que nadie podía sobrevivir a veinte balas de una
ametralladora en la espalda.
Bowman disparo a Graham una mirada de irritación.
—Los guardaespaldas no están autorizados a hablar en las reuniones del
consejo cambiante.
—Que te jodan —dijo Graham claridad—. ¿Qué consejo? Nunca me invitaste
a estas reuniones cuando era líder de mi Shiftertown. Los líderes cambiantes se
reúnen para discutir las cosas. Eso es una putada.
El felino que protegía a Bowman se inclinó hacia delante, lanzando a Graham
una mirada de desafío. Graham se rió de él.
—¿Quieres probar conmigo? Adelante, gato.
El guepardo sonrió y se frotó una mano sobre los tatuajes del brazo. Mostró
los dientes, los ojos se volvieron dorados.
—Basta —gruñó Bowman—. ¿Podemos seguir? Liam, necesitamos que le
pongas un collar. Mantenlo controlado y fuera de problemas.
—Te lo dije, el collar podría matarlo. No puedo hacer eso a otro cambiante.
—Si no lo haces, lo haremos nosotros —dijo Bowman, y aproximadamente la
mitad de los líderes asintieron con la cabeza—. Atrae demasiada atención
humana sobre nuestros asuntos. Si causa más problemas, los humanos
comenzarán a hurgar para ver lo que está pasando, por qué no está siendo
controlado, por qué no puede ser controlado. Si averiguan que el collar es falso,
estamos jodidos. No podemos permitirnos que averigüen demasiado. El tiempo
es malo, Liam.
Liam se enderezó, cada vez más incómodo. Bowman tenía razón. Los
humanos pensaban que los tenían acorralados y domesticados. Tiger,
descontrolado, podría Atraer el escrutinio humano demasiado cerca de los
Shiftertown, donde los humanos podían encontrar todo tipo de cosas que los
cambiantes querían mantener ocultas.
—También tenemos que averiguar todo lo que podamos sobre este tigre –
continuó Bowan—. Piratea la investigación de los humanos, averigua lo que
estaban haciendo. Ellos lo crearon a partir de cero, pero ¿cómo? ¿A quién
usaron? Cuanto más sepamos, más podremos contener esto. Y si el tigre tiene
que ser eliminado... —la mirada de Bowman era toda para Liam—. Entonces lo
eliminamos.
Diosa, ¿Dylan había tenido que aguantar una mierda como esta?
Probablemente. Liam deseaba la fuerza de su padre, un poco de su crueldad, y
sobre todo, su mirada penetrante, la que podía hacer que todos los demás
cambiantes se agacharan aterrorizados.
El león dentro de Liam comenzó a gruñir, sus pelo erizado.
—Tú no eres el líder de los líderes, Bowman. Tiger está en mi Shiftertown, y
yo decidiré cuando es demasiado peligroso.
—Sientes lástima por él —dijo Bowman—. Lo entiendo. Pero te está
nublando el juicio. Debería haber sido eliminado justo después de que le
encontraran. No hay manera de que pueda ajustarse, y hay que pensar en los
cachorros.
—Tiger vive en mi casa con mi cachorra, y es increíble con ella —dijo Liam
—. Cuida de ella, tan bien como hacemos su madre y yo. Es protector, y a los
cachorros les gusta.
—Más te vale que tu juicio no esté equivocado —dijo Bowman.
—Estoy manteniendo un ojo sobre él. O lo estaría, si no me arrastraran para
sentarme en la sala trasera apestosa en un bar con un grupo de cambiantes con
sus bragas torcidas.
Uno de los otros líderes se puso de pie.
—Digo que votemos. Liam le pone un collar al tigre. Si Liam no lo puede
manejar, eliminamos al tigre. ¿Todos a favor?
—¿Un voto? —preguntó Graham, incrédulo—. Ahora lo he visto todo.
Los otros cambiantes le ignoraron y levantaron las manos. Casi todos. Liam se
puso de pie.
—Al diablo con esto. No vengáis a mi Shiftertown y os metáis con mis
cambiantes.
—Y —dijo Eric a su manera tranquila—, está el problema de ser capaz de
matar a Tiger. ¿Cómo proponéis hacer eso? ¿Un cambiante que puede sobrevivir
a heridas de bala? Cuando lo encontré, se necesitaron dos disparos
tranquilizantes sólo para hacer que se sentara.
—Qué es por lo que tenemos que actuar ahora —dijo Bowman—. ¿Quién
diablos sabe qué más puede hacer, o en qué es capaz de convertirse? Tenemos
que contenerlo o matarlo antes de que hiera a uno de nosotros.
Liam apenas se aferró a su temperamento.
—Estoy de acuerdo en tratar de averiguar todo lo que pueda sobre él. Pero
esas otras decisiones son mías.
—Ya no, Liam —dijo Bowman—. Tienes un arma potencialmente letal. Si se
sale de control, podría significar el fin para todos los cambiantes. Vivir en
Shiftertown fue una decisión impulsada por los defensores de los cambiantes, si
recuerdas. Lo humanos no quieren vernos tratados como ratas de laboratorio o
sacrificados por completo. Sin embargo, los humanos nos meterán en jaulas y
nos drogarán hasta que muramos si creen que podemos convertirnos en lo que
sea que este tigre cambiante sea. Lo sabes, Liam.
—Sí –tuvo que decir. La palabra sabía amarga en la boca—. Pero aún así es mi
decisión.
—Como dije, ya no. —Bowman se puso de pie, como si no estuviera hablando
de la vida y la muerte de uno de los amigos de Liam—. Tenemos que irnos antes
que la gente comienza a preguntarse por qué hay tantos cambiantes en la ciudad.
Se levantaba la sesión, en otras palabras. Varios de los líderes y sus
guardaespaldas se levantaron y salieron sin decir adiós. Otros se quedaron,
saldrían más tarde. Un éxodo masivo sería una mala idea.
Bowman tenía que pasar ante Liam y Eric para irse. Graham dio un paso lo
bastante cerca para que Bowman tuviera que tocarle para rodearlo.
—¿De modo que permiten que un capullo como tú dirija un Shiftertown? —
dijo Graham, dando Bowman su mirada de ojos grises.
—Estoy haciendo lo que tengo que hacer para proteger a mis cambiantes —
dijo Bowman, encontrando su mirada sin pestañear—. Es mi trabajo.
—Si Tiger estuviera viviendo en tu casa, creo que podrías entenderlo mejor —
dijo Liam.
—Si él estuviera viviendo en mi casa, ya tendría un collar. —Bowman giró su
cuerpo para deslizarse sin tocar a Graham—. Nos vemos, Liam. Eric.
Eric se quedó. Era de la misma altura que Liam, un poco más delgado,
bronceado por el sol de Las Vegas. Cruzó los brazos y se apoyó en el respaldo de
una silla.
—Puedes devolverlo a nuestro Shiftertown si quieres —dijo Eric—. Sé que
casi te lo metí por la garganta.
—No lo hiciste. —Liam se pasó una mano por el pelo, con la esperanza de
poder deshacerse del olor a cambiante enojado antes de llegar a casa—. Yo fui el
que tuvo la arrogancia de pensar que podría controlarlo, incluso sin ponerle un
collar.
Eric no discutió con él, según notó Liam. O se molestó en tratar de hacer que
se sintiera mejor.
—¿Quieres tomar una cerveza? ¿Almuerzo?
—No, tengo que volver. —Liam suspiró y se desenganchó las gafas de sol de
su camiseta—. Y tengo que pensar.
—Yo conduzco —dijo Spike, las primeras palabras que había dicho desde que
habían entraron. Tendió la mano por las llaves—. Si vas a estar pensando todo el
tiempo, tengo que conducir.
—Llámame cuando quieras consejos —dijo Eric—. Sabes que soy bueno en
darlos. —Mostró los dientes en una sonrisa mientras Graham ponía los ojos en
blanco.
Spike, ahora con las llaves, salió y arrancó la camioneta antes de que Liam
terminara los abrazos de despedida con Eric, luego con Graham. Liam se metió
en la camioneta, Spike condujo a través de las calles llenas de vuelta a la
autopista, y se dirigieron al sur, Liam desplomado contra la puerta.
—No has mencionado a Carly –dijo Spike al acelerar por la 35, pasado el
centro y el Reunion Arena y entrando en el extremo sur de la ciudad—. O que se
la estuvo tirando la mayor parte de anoche.
—Mierda, ¿todas las habitaciones de mi casa tienen micros?
—Las ventanas estaban abiertas. Tiger es del tipo ruidoso. Yo no lo oí, pero
Deni sí. Ella me lo contó. También sus cachorros. Y Ellison. Y Connor, su
dormitorio está justo bajo el de Tiger. Glory también lo mencionó.
—Joder —murmuró Liam—. Si ya lo sabe todo Shiftertown, Bowman debe
saberlo también. O lo sabrá pronto. No dije nada sobre Carly porque no quiero
que los otros líderes se preocupen demasiado sobre que tome una compañera. Al
mismo tiempo, Carly es la única persona que he conocido que puede calmarle.
Connor puede, a veces, pero no como Carly. Nunca he visto nada igual.
—Si ella tiene su cachorro... —Spike adelantó un camión lento y un coche—.
Bowman podría querer matarlo también.
—Lo sé. —Ni Liam ni Spike querían pensar en eso, ambos hombres tenían
cachorros que amaban—. O al menos Bowman podría querer enjaularlo y
observarlo. Diosa, son peores que los seres humanos.
—No quieren que la existencia de Tiger haga que los seres humanos decidan
que es demasiado peligroso dejar que los cambiantes vivan.
Spike nunca hablaba mucho, pero cuando lo hacía, demostraba que era más
que músculo, más que un estúpido luchador cambiante, como demasiados
cambiantes pensaban. Incluso Liam había cometido ese error una vez.
Spike había resumido toda la reunión en una frase.
—Lo sé —dijo de nuevo Liam. Dejó escapar un suspiro—. Si Tiger tiene que
morir, seré yo quien le mate. No voy a entregarlo a Bowman o a cualquier otro
de esa habitación, ni siquiera a Eric. Le debo eso a Tiger al menos.

* *

Tiger pasó la mano por la dulce suavidad del vientre de Carly. El sol de la
mañana había salido y se derramaba en el dormitorio, el calor del verano venía
con él.
Carly abrió los ojos un poco, le miró y dejó escapar un pequeño gemido.
—Oh, no hay manera de que pueda hacerlo de nuevo. Todavía no.
Tigre deslizó los dedos alrededor de su ombligo. En el interior, pequeña en el
abdomen, una nueva vida se agitaba. Ya la sentía, y la idea le llenó de alegría y
temor.
—No —dijo Tiger—. Ahora es para descansar. Y tortitas.
—Gracias a Dios por eso. —Carly se puso de lado, frente a él, y se acurrucó
contra su pecho—. Nunca he tenido tanto sexo en mi vida. No en una noche.
Espera, creo que nunca.
Tiger le tocó el pómulo. No podía dejar de tocarla.
—Me gusta frente a frente.
Carly se echó a reír, sacudiéndose deliciosamente.
—Lo he notado. A mí también.
Él le besó el cabello.
—Entonces, ¿después de las tortitas…?
La risa de Carly empezó a surgir de nuevo. Pasó una mano por el costado
curado de Tiger, y la caricia le hizo cosquillas y le calentó.
—Tú tienes súper fuerza. Yo soy una mujer humana normal. Tienes que darme
un poco de un descanso para recuperarme. Después de eso, podemos hablar.
Tigre le rodeó el brazo con la mano.
—Nunca te haría daño, Carly.
No decía nada más que la verdad. Carly levantó la cabeza y le dio un suave
beso en los labios.
—Lo sé.
Tiger se perdió en el beso un momento. ¿Por qué nadie le había dicho que la
extraña práctica de presionar los labios era tan satisfactoria? No, no satisfactoria.
Más que eso. Necesitaba aprender nuevas palabras de Connor. Caliente. Sensual.
Maravilloso.
Después de mucho tiempo, Carly levantó la cabeza y suspiró.
—Estar contigo es... No sé. Increíble. —Ella sonaba como si también tuviera
problemas encontrar las palabras—. Ahora, ¿qué pasa con esas tortitas? ¿Las
haces tú?
Tiger rió. No se había reído en voz alta desde... ¿alguna vez lo había hecho?
Una o dos veces con Connor, pero nunca de esta manera. La risa llenó su
estómago, luego sus pulmones, a continuación, salió entre los labios y su sonrisa
se extendió por su rostro.
Una nueva sensación. Otro milagro de Carly.
—Liam cocina –dijo—. O Sean. Sean es mejor. No me dejan acercarme a la
cocina. O a los cuchillos.
—No necesitas cuchillos. Tienes esas garras afiladas que vi cuando te
convertiste en tigre.
Se detuvo y se estremeció, y la risa de Tiger se desvaneció. No le había dado
tiempo para procesar que estaba con un hombre que podía convertirse en una
bestia. No quería que tuviera tiempo, tiempo era lo que él no tenía. Tiger no
sabía cómo lo sabía, pero lo sabía.
Por fin salieron de la cama y se vistieron. Carly jadeó y se llevó las manos a la
cara cuando se vio en el espejo sobre la cómoda. Tigre no tenía idea de por qué
pensaba que se veía horrible, como dijo. Ella era la cosa más hermosa que había
visto nunca.
La llevó al primer piso, al baño de la casa, donde Carly le cerró la puerta
mientras abría el agua y mantenía una conversación a través de la puerta que él
no pudo distinguir. No importaba, sólo le gustaba escuchar su voz.
Carly salió, su pelo húmedo y peinado, con la cara limpia de maquillaje y
polvo. Tiger tomó su mano y la llevó escaleras abajo, donde el olor de tortitas en
la plancha llenaba la gran cocina.
El hombre de pie ante la plancha, con un trapo metido en sus pantalones
vaqueros como un delantal, era Sean, no Liam. Una rápida comprobación de olor
le dijo que Liam no estaba en la casa.
La compañera de Sean, Andrea, estaba sentada a la mesa de la cocina, su
cachorro en su regazo. Sostenía las pequeñas manos del niño mientras él se
levantaba sobre sus muslos, sus pequeños pies desnudos presionaban sobre sus
vaqueros. Kenny Morrissey tenía siete meses, una cara redonda y gordita y ojos
grises como los de su madre.
Connor andaba por la cocina también, sacando cosas del frigorífico para Sean.
Los fulminó cuando entraron.
—Diosa, ¿cuánto crees que voy a dormir si tengo tu cama golpeando sobre mi
cabeza toda la noche? Y pensaba que Liam y Kim eran malos.
Carly se volvió de color rojo cereza.
—Lo siento, Connor.
—Debería correr a la cama ahora mismo y dormir algo. Eso o cambiar los
dormitorios contigo, Tiger. Ese solía ser el mío.
—Lo siento mucho. —Carly se aclaró la garganta—. ¿Te importa si tomo un
poco de ese zumo? —Hizo un gesto a la jarra de zumo de naranja y vasos sobre
la mesa, el movimiento elegante.
—Sírvete. —Andrea hizo saltar a Kenny y le sonrió—. Oh, sí, hombrecito.
Vas a andar pronto, ¿verdad? Mírate.
Tigre se detuvo para tocar la cabeza de Kenny, disfrutando de la suave
sensación de su cabello.
—¿Quieres sostenerlo? —le preguntó Andrea.
Por toda respuesta, Tigre deslizó las manos alrededor del cuerpo de Kenny y
lo levantó. Kenny sonrió, reconociendo el toque de Tiger. Acunó a Kenny contra
su pecho, sosteniéndolo con firmeza en la palma de la mano.
Capítulo 16

Los cachorros eran mágicos. No importaba lo frustrado, confundido, o


enloquecido que Tiger estuviera, siempre se calmaba al sostener un cachorro.
Quería protegerlos a todos, no dejar que los separaran de él o sus padres, nunca.
Si lo que sospechaba era cierto, él y Carly tendrían un cachorro propio dentro
de un año. El cachorro tendría los ojos de Carly y su sonrisa, y cuando creciera
lo bastante comenzaría a cambiar a un pequeño tigre. El pensamiento envió calor
a través de todo su cuerpo.
—¿Dónde está Liam? —preguntó.
Kenny agarró la camiseta de Tiger, intentó ponerse de pie en su brazo y
empezó a trepar por él. Tiger levantó la otra mano para que el niño no se cayera.
Sean respondió sin apartarse de la cocina.
—Recibió una llamada y tuvo que salir de la ciudad. No hay nada de qué
preocuparse.
Las palabras no eran exactamente una mentira, al menos, la parte sobre Liam
saliendo de la ciudad. Tiger olió la mentira en la segunda mitad de la frase.
Nada de qué preocuparse, mi culo.
—Necesito hablar con él.
—Bueno, él va a hablar contigo, Iron Man —dijo Sean—. Cuando Spike y él
vuelvan.
—¿Spike se ha ido? —Tiger se alarmó—. ¿Quién está cuidando de Jordan? ¿Y
dónde están Kim y Katriona?
La necesidad de saber dónde estaban los cachorros mientras sus padres
estaban fuera de Shiftertown se alzó en una ola de preocupación. Los cachorros
eran vulnerables. Los padres debían estar con ellos.
—Kim en el trabajo, y Katriona en casa de Ellison bajo el cuidado de Maria y
él. Jordan está con Myka y la abuela de Spike.
—Tienes que traer a Jordan aquí, o enviar a Dylan y Glory con él. —Las
palabras de Tiger salieron como órdenes, firmes—. Hay peligro en la ciudad,
Walker, y Myka es humana, no es lo bastante fuerte como para defender al
cachorro contra él. Tampoco la abuela de Spike.
Sean se dio la vuelta, espátula en mano.
—Cálmate. No estoy diciendo que estés equivocado, pero no hay necesidad de
asustarse. Se lo diré a papá.
—¿Walker está seguro?
Los ojos de Sean se abrieron un poco ante la charla de tipo militar, pero
asintió.
—Todavía está en casa de Ronan. Ronan y Rebecca le tienen cubierto.
—Voy a hablar con él también. Averiguar lo que sabe. No, no lo voy a matar.
—Tiger entregó a Kenny de vuelta a Andrea, asegurándose de que el bebé estaba
a salvo en las manos de su madre antes de salir—. Dejaré que Ronan se encargue
de sostenerlo.
Connor soltó una risa.
—En un abrazo de oso.
—Si es necesario —dijo Tiger con una cara seria.
—Guau. —Connor le miró—. ¿Qué has estado haciendo con él, Carly? Creo
que acaba de hacer una broma.
—Vamos a desayunar primero –dijo Tiger, sacando una silla para Carly.
Carly terminó de servirse el zumo.
—Apuesta que sí. Me muero de hambre. No puedo recordar cuando he estado
tan hambrienta.
Connor se echó a reír.
—Bueno, es normal, ¿verdad? ¿Después de esta noche? –Le guiñó el ojo
mientras llevaba un plato lleno de tortitas a la mesa—. Mejor que comas, Carly.
Tengo la sensación de que vas a tener más hambre.

* *

Llena de deliciosas tortitas, nata, arándanos, y chispas de chocolate Carly se


dirigió con Tiger a través de los patios de Shiftertown para visitar al llamado
Ronan.
Carly le había dicho que debería ir a casa de Ronan solo mientras ella iba a su
casa, pero él le pidió que fuera con él. Se lo pidió, pero con un toque de
necesidad, y la verdad, Carly no quería ir a casa, todavía no. Su tiempo con Tiger
era una locura, pero estaba flotando en una burbuja de confort y calidez, y no
quería reventarla. Aún no.
Sostuvo la mano de Tiger mientras caminaban, suave en la suya. A él no le
importaba que los otros cambiantes miraran, pero a Carly sí.
Vio de inmediato que no la miraban a ella, sino a Tiger. Ella podría haber sido
una mosca en la espalda de Tiger por todo lo que se fijaron. Las miradas de los
cambiantes eran para Tiger, rostros inmóviles pero cuerpos tensos, hombres
poniéndose sutilmente frente a las pocas mujeres ante las que pasaban. Todos
parecían mirarle de arriba a abajo, evaluándolo.
Tiger se daba cuenta, ¿cómo podría no hacerlo? Volvió la cabeza para
encontrarse con las miradas, y esas miradas cayeron rápidamente cuando lo hizo.
Las cabezas se levantaron tan pronto como pasó, pero ninguno de los cambiantes
se enfrentó a su mirada. Eso sería un desafío. Tiger podría apartarse de su
camino, ir y preguntar porque le estaban mirando.
Los cambiantes tenían miedo de él.
Nadie más me quería en su casa, Tiger lo había dicho en el coche antes del
terrible accidente. Carly sólo recordaba fragmentos del choque, pero recordaba
completamente el vacío en la voz de Tiger cuando dijo esas palabras. Tiger vivía
en la casa de Liam porque no tenía otro lugar a donde ir.
Carly se enfadó repentinamente con estos cambiantes que observaban a Tiger
como si fuera un monstruo extraño en medio de ellos. Pensó en cómo había
levantado al bebé Kenny esta mañana, la delicadeza con que había manejado al
muchacho, cuanto confiaba Kenny en él, y lo confiada que había estado Katriona
con él ayer. El niño, Kenny, era de Sean, si Carly entendía bien las relaciones, y
Sean no se había preocupado ni un minuto. Andrea había observado, como
hacían las madres, pero tampoco estaba preocupada.
Estos cambiantes que apartaban la mirada o retrocedían, con miedo de
enfrentarse a Tiger, pero felices de observar, hacían hervir su rabia. No había
dicho la frase desde la infancia, pero parecía apropiada ahora.
—Sacad una foto —dijo en voz alta—. Dura más.
Dos cambiantes que estaban juntos, hermanos por el aspecto, de repente
cambiaron sus miradas a Carly. Tiger rugió, y de repente se dieron la vuelta, los
dos en direcciones opuestas a través de un patio.
—Tienes fuego, compañera —dijo Tiger, apretando su mano con más fuerza
—. Y nada de miedo.
Lo de compañera de nuevo. Tan pronto como averiguaran porque Walker la
había estado espiando y lo que sabía sobre el accidente, se sentaría con Tiger y
tendría una larga charla con él.
Pero por ahora... entrelazó los dedos con los de Tiger mientras caminaban a la
luz del sol.
La casa de Ronan estaba alejada de la calle detrás de un garaje que había sido
cerrado para hacer lo que parecía una casa de invitados. Más allá, había una casa
de dos pisos, más grande que las otras que Carly había visto.
La puerta de la casa se abrió, y salió corriendo un cachorro de oso polar de
pelaje blanco. Sin detenerse, el cachorro galopó directo a Tiger.
Tiger soltó la mano de Carly, se agachó, extendió los brazos, y tomó todo el
impacto de la carga del cachorro. Oso y hombre rodaron en el suelo, el polvo y
la hierba seca volaron hacia arriba. El cachorro gruñó y gruñó, pero Tiger se
quedó en silencio mientras fingía luchar con el osezno.
Se retorcieron en el suelo durante varios minutos más, el cachorro de oso
golpeó con las patas negras a Tiger, mientras éste las desviaba suavemente. Por
fin, Tiger se tumbó de espaldas, despatarrado, el cachorro de oso encima de él,
gruñendo su victoria.

Tiger levantó los brazos y empezó a frotar al oso, tirando de él a un abrazo. El


cachorro de oso hizo ruiditos y acarició la cara de Tiger con el morro.
A continuación, volvió la cabeza y vio a Carly. Se bajó rápidamente de Tiger y
fue hacia ella.
Carly dio un paso atrás, esperando que el cachorro saltara y la tirara al suelo
también, pero el cachorro se detuvo y olfateó con curiosidad alrededor de sus
pies. Cuando levantó la cabeza, Carly bajó una mano para acariciarlo. Encontró
pelaje suave y sin embargo, áspero, parecido al de Tiger, pero más profundo, la
piel de un animal de clima frío.
El cachorro de oso cerró sus ojos y se apoyó contra las piernas de Carly,
retumbando en su vientre. Una delicia cálida atravesó a Carly mientras seguía
acariciándolo, el cachorro gimiendo de placer.
—Olaf. –Una mujer joven y menuda de unos treinta años, con el pelo oscuro
veteado de rojo, había salido al porche. Llevaba un pequeño bebé en un brazo
competente, su mata de pelo de un rico color marrón rojizo—. Déjalos entrar.
Olaf acarició la mano de Carly una vez más, luego corrió por el patio, pasó
raudo ante la mujer y entró en la casa.
—Soy Elizabeth –dijo la mujer mientras Tiger se levantaba del suelo y se
sacudía la hierba de los vaqueros—. La compañera de Ronan. Debes de ser
Carly.
Carly se acercó al porche y estrechó la mano.
—Lo soy. Las noticias vuelan.
—No tienes ni idea. —La mujer era humana, sin collar alrededor de su cuello,
linda con su top corto y vaqueros, pero con unos ojos que habían visto mucho en
la vida. El bebé que no podría tener más de un par de meses, dormía tranquilo
con su camiseta.
—Este es Coby —dijo ella, con una nota de orgullo en su voz—. Nuestro
nuevo pequeño hijo. Habéis venido a ver a Walker.
Carly levantó la mirada de donde había estado haciendo cosquillas
suavemente a Coby en el estómago.
—Correcto. ¿Cómo lo sabes?
—El cotilleo cambiante. Más rápido que el correo electrónico. Entrad. Tengo
botellas de agua fría para vosotros, hoy hace calor.
—Eso es Austin en verano —dijo Carly.
—¿Has vivido aquí mucho tiempo? —Elizabeth les guió por la casa, Carly la
seguía, Tiger detrás de ella.
—Toda mi vida —dijo Carly—. Nacida y criada. —Por una gran madre y tres
hermanas que se habían unido para sobrevivir.
—Yo llevo aquí unos siete años. Pero me encanta. He estado en Shiftertown
menos que eso. —Elizabeth rebotó al niño—. Te acostumbras.
¿De verdad? se preguntó Carly.
La casa de Ronan era grande, los pisos pulidos de madera con alfombras y
tenía muebles grandes y sólidos alrededor. Carly adivinó por qué el mobiliario
era tan resistente al ver a la gente sentada en la mesa del comedor, un hombre
gigante y una mujer que, Carly lo vio cuando se levantó, era alta, curvilínea y
absolutamente preciosa. El collar alrededor de su cuello sólo mejoraba su
sensualidad.
La forma en que volvió su atención a Tiger hizo que la posesividad de Carly
levantara su cabeza.
Hacía menos de diez minutos, había estado pensando que debería decirle a
Tiger que necesitaban ir más despacio y llegar a conocerse uno a otro antes de
meterse en alguna relación. Pero tan pronto como esta mujer cambiante lo miró,
Carly quiso fulminarla con la mirada y decir, retrocede.
Extraño, nunca se había sentido de esa manera sobre Ethan. Carly nunca se
había preocupado en absoluto con Ethan, hasta que fue demasiado tarde.
La mujer cambiante debió haber visto el brillo de los celos en sus ojos, porque
se iluminó con una sonrisa que amenazaba con convertirse en una risa.
—Ronan —dijo e hizo señas a una puerta abierta que conducía a una cocina
—. Están aquí.
—Puedo verlo.
Ronan se levantó, el hombre más alto incluso que Tiger. Walker estaba
sentado detrás de él en la mesa, una de sus muñecas esposada, las esposas
encadenadas a un aro en la pared. ¿Por qué la casa de Ronan tenía un pesado aro
en la pared en el comedor? Carly no estaba segura y no estaba segura de querer
saberlo.
—Tiger —dijo Ronan. A diferencia de los cambiantes que habían visto en el
camino, no bajó la mirada ante él o le miró con miedo hostil—. Tienes buen
aspecto para un cambiante que debería estar muerto.
—Me siento bien también —dijo Tiger. Apoyó las manos sobre los hombros
de Carly—. No es tan sorprendente.
Las cejas de Ronan subieron e inhaló.
—Ya veo –dijo—. Trabajas rápido. Pero podemos hablar de eso más tarde.
Has venido a interrogar a Walker, ¿verdad? Sólo recuerda que no va a poder
hablar si le rompes la mandíbula, le noqueas o le arrancas la garganta.
Tiger asintió con gravedad.
—Lo recordare.
—¿Cuánto tiempo tenemos que quedarnos con él? —continuó Ronan. Se
acercó a Elizabeth y tomó a su hijo, con el mismo cuidado con el que Tiger había
levantado al cachorro de Sean—. Esperaba que Liam viniera a por él, pero
supongo que tiene mejores cosas que hacer. Catar nuevos lotes de Guinness o
algo así.
Ronan habló a la ligera, pero Carly vio su tensión. Liam había salido de la
ciudad por una razón importante, uno de la que Ronan no hablaría delante de
Walker, o tal vez incluso de Tiger.
Walker parecía cansado, pero entero. Las contusiones y arañazos que Tiger
había dejado en su rostro estaban sanando y se veía bien. Nadie le había
torturado.
Sin embargo, parecía sometido y no porque su mano estuviera encadenada a la
pared. Walker miró a Rebecca, y el rojo tiñó sus pómulos.
Tiger sacó una silla y se sentó, inclinándose hacia delante con los codos en las
rodillas. Miró a la cara de Walker, se limitó a mirarlo. Walker le devolvió la
mirada con la misma expresión en blanco.
Elizabeth presionó una botella fría y húmeda en la mano de Carly. Carly la
tomó y la abrió, observando a Tiger y Walker mientras bebía.
Tiger esperó, y los minutos se estiraron. Walker se estaba poniendo nervioso,
o al menos eso parecía dada la capa de sudor en su frente. Pero no dijo nada y no
se movió.
Ronan entregó el bebé a Elizabeth y se sentó a la cabecera de la mesa, lo
suficientemente cerca para poder lanzarse entre Tiger y Walker, si era necesario.
El cachorro de oso polar había desaparecido, tal vez sabiendo que el comedor
estaba a punto de convertirse en una celda de interrogatorios.
Tiger no dijo nada. Carly no podía ver los ojos de Tiger desde donde estaba,
pero Walker empezó a sudar más, la mano se movió donde estaba esposado.
—Ellos quieren saber lo que eres —dijo Walker después de quince minutos de
silencio.
Carly estaba al límite. Los hombres disfrutaban mirándose uno al otro hasta
que uno de ellos se rompiera, pero ella siempre creyó que si querías saber algo,
simplemente tenías que preguntarlo.
—¿Quién quiere saberlo? –espetó—. ¿La Oficina Cambiante?
Carly esperaba que Tiger se molestara con ella por interrumpir, pero sólo
esperó con ella la respuesta de Walker.
—La Oficina Cambiante —dijo Walker, asintiendo en dirección a Carly—. Y
el comandante de mi unidad. Siempre estamos a la búsqueda de anomalías
cambiantes. Esa orden no está clasificada. Es de conocimiento común.
—No para mí —dijo Carly—. ¿Por qué tanto interés en Tiger? No es más que
otro cambiante, ¿verdad?
Walker retorció la boca apretada.
—No, no lo es. Y todos en esta habitación lo saben. Puede hacer cosas que
otros cambiantes no pueden. Cuando acabó en el hospital, me enviaron a
informar.
—Y a dispararle —dijo Carly con irritación—. Viniste con un montón de
potencia de fuego.
—Sólo íbamos a disparar si era necesario. Y casi se hizo necesario. Y entonces
apareciste tú —La mirada de Walker se trasladó de Tiger para descansar sobre
Carly.
Carly comprendió entonces que Walker no era una presa fácil, un hombre
haciendo su trabajo, controlado por otros. Era inteligente, había visto cómo
Carly había calmado a Tiger en el hospital y conseguido que volviera a la cama,
se había preguntado por qué ella había sido capaz de hacerlo entrar en razón
cuando nadie más lo había hecho.
—Es por eso que tú y el Dr. Brennan vinisteis a verme —dijo Carly—.
Estabais interesados en mí, no en mis observaciones sobre los cambiantes.
—Pensamos que podrías darnos una idea sobre el tigre. Cuando echaste a
Brennan, me quedé para observarte, para ver si corrías con los cambiantes y se lo
contabas todo. Pero apareció el tigre.
—Estaba preocupado por mí —dijo Carly, porque Tiger permanecía en
silencio—. Con una buena razón. Me estabas acechando en mi patio trasero,
tramando nada bueno.
—Y ahora estoy aquí. —Walker le dio una mirada irónica y levantó la mano
con la esposa.
—No dejes que te engañe —dijo Rebecca, al regresar a la habitación—. Es un
maestro del escapismo. Se quitó la cinta adhesiva, una brida de plástico y una
vez esa esposa. Se la volvió a poner para ser educado.
Ronan rugió:
—Es fácil abrir una esposa, más difícil pasar ante dos osos kodiak de mal
humor.
—Tengo SPM —dijo Rebecca. Sonrió a Walker—. No es un buen momento
para molestarme.
—¿Por qué necesitas ver a Tiger? —preguntó Carly—. Se soltó en el hospital
porque estaba herido, y porque tu pequeño ejército estaba tratando de eliminarlo.
Yo odio los hospitales. Todas esas máquinas pitando, personas pinchándote o
metiéndote agujas llenas de quién sabe qué. Sabes que Tiger no estaba tratando
de atacar a nadie, porque su collar le habría soltado una descarga. Para eso son.
Walker volvió a mirar a Tiger, su mirada yendo al collar. Tiger no apartó los
ojos de Walker ni un segundo.
—Las descargas en el cuello duelen como el demonio —dijo Rebecca. Se
inclinó hacia adelante para que sus pechos llenaran claramente el escote de su
camiseta—. Lo evitamos, confía en mí.
—Otra pregunta para ti —dijo Carly—. ¿Qué hay del ataque de ayer? ¿El
SUV negro que nos persiguió y el espectacular accidente del final? Podríamos
haber muerto. Y luego dispararon a Tiger, en repetidas ocasiones. ¿Iban a por
mí? ¿O a por él? ¿Por los dos?

—No lo sé —dijo Walker—. Ya me teníais aquí, ¿recuerdas?


—El SUV era similar al que trajiste a mi casa, y el tirador llevaba el mismo
uniforme. –Carly indicó la camiseta y pantalones negros de Walker, botas de
combate completando el conjunto.
—La Oficina podría haber enviado a alguien para averiguar que me había
pasado cuando desaparecí —dijo Walker—. Pero no creo que hubieran ordenado
un golpe. Ellos no funcionan así. Estamos interesados en los cambiantes
mientras están vivos, no en matarlos.
Tiger finalmente habló. Se inclinó hacia delante y dijo:
—Dime todo lo que tu oficina sabe de mí, y por qué me están buscando. —Era
una orden, no una petición.
Walker no respondió de inmediato. Tiger volvió a mirarlo con su mirada
cambiante, pero Walker se la devolvió sin pestañear.
—Me dijiste que estabas en una unidad de fuerzas especiales unida a la
Oficina Sur Cambiante —dijo Carly, de nuevo incapaz de esperar a que Tiger
ganara la lucha de miradas—. ¿Qué significa eso? ¿Qué hace la Oficina
Cambiante, exactamente?
—El bienestar de los cambiantes —dijo Walker. Hablaba con facilidad cuando
se le preguntaba algo a lo que se sentía cómodo respondiendo—. Se estableció
hace veinte años para estudiar el problema de integrar a los cambiantes con los
humanos, y para servir de enlace con el Congreso y otros departamentos que
gobiernan a los cambiantes.
—Crearon los Shiftertown, quieres decir —dijo Carly.
—Necesarios para proteger y tranquilizar al público en general de que las
personas peligrosas no se iban a mudar a sus barrios o convertirse en amenazas
para sus hijos. Si los cambiantes vivieran separados durante un tiempo,
demostrando que pueden hacerlo en paz, serán más aceptados cuando sea el
momento de que se integren con el resto de la población.
—Claro —dijo Carly, arrugando la nariz—. Como esa idea ha funcionado tan
bien en el pasado. De acuerdo, me has soltado el discursito, la declaración de la
misión, pero ¿qué haces tú, en tu unidad de fuerzas especiales? ¿Espiar a los
cambiantes?
—Supervisar. Asegurarme que no viven fuera de los parámetros que podrían
causar peligro para los seres humanos, o que los seres humanos no están
causando peligro a los cambiantes.
—Fuera de los parámetros —dijo Rebecca casualmente—. ¿Cómo una osa
con síndrome premenstrual?
Walker volvió a retorcer los labios.
—Como cambiantes con collares que funcionan mal o cambiantes fuera de
nuestro radar hasta hace unos meses. O un nombre en la base de datos que no
coincide con ningún cambiante que haya visto y un cambiante que vive aquí al
que nadie llama por su nombre. —Su mirada volvió a Tiger.
—¿Qué nombre? —preguntó Carly—. ¿Qué base de datos? Espera, ¿hay una
base de datos?
—El nombre es Rory Sylvester —dijo Walker—. ¿Alguna idea?
Tiger no cambió la expresión. Carly sacudió la cabeza.
—No he conocido a bastantes cambiantes para saberlo.
—Alguien tiene sentido del humor —dijo Walker, mientras los osos y
Elizabeth se mantenían en silencio—. Felis silvestris es un gato salvaje Rory...
¿quizás por rugir? Quienquiera que insertara ese nombre pensó que era divertido.
—¿No mete los registros la Oficina Cambiante? —preguntó Carly—. El
nombre tuvo que venir de alguna parte.
—Sé que lo hizo —dijo Walker—. Miro las bases de datos todos los días.
Cuando el nombre apareció durante la noche, y nadie en la Oficina admitió
haberlo metido, decidí que quería saber a quién pertenecía.
—No me gusta ese nombre —dijo Tiger rotundamente—. No es mío.
Capítulo 17

Walker era el único humano que Tiger había conocido hasta ahora que no
apartaba la mirada. Excepto Carly, por supuesto. Ella le miraba de frente, sin
miedo, sin sumisión.
—Estamos en el mismo lado —dijo Walker a Tiger, sosteniendo su mirada,
ignorando la declaración de Tiger sobre el nombre—. Estamos tratando de
averiguar quién eres, de dónde vienes y por qué puedes hacer lo que haces.
Deberías estar muerto, pero estás caminando. Ni siquiera te duele.
No, Walker estaba equivocado sobre el dolor. El dolor de Tiger había sido
inmenso y todavía estaba dolorido. Estar con Carly ayudó, pero la curación no
fue instantánea.
—¿Por qué quieres saber quién soy? —preguntó Tiger—. No soy nadie. Vivo
con Liam y ayudo a Connor a arreglar coches de los cambiantes.
—No eres nadie. Eres diferente. Y quiero decir más que ser el único tigre
Bengala de por aquí.
Tiger se enderezó en su silla, le gustaba que Carly estuviera tan cerca. Su
presencia, su olor, la sensación persistente de estar dentro de ella, le daba
fuerzas.
—Cuando averigües todo sobre mí, ¿qué vas a hacer?
Walker se encogió de hombros.
—No lo sé. Lo que mi comandante y la Oficina Cambiante decidan.
—Eso no suena bien —dijo Carly.
—Te van a estudiar, probablemente —dijo Walker—. Descubrir lo que te hace
diferente.
—Sigue sin sonar bien. —La indignación de Carly tocó a Tiger con un olor a
humo de leña.
—Necesitamos a Liam. —Espetó Ronan desde el otro lado de la mesa—. No
me gusta esto.
A Tiger tampoco le gustaba. Su corazón latía más rápido, provocaba un
hormigueo de miedo a través de su cuerpo, a pesar de que no dejó asomar
ninguna molestia.
—Experimentarían conmigo.
—Tal vez —dijo Walker—. No es mi decisión.
Carly se tensó detrás de Tiger, el olor a humo de leña se agudizó con ira.
—¿Qué quieres decir tal vez? –exigió—. No se hacen experimentos con una
persona. Eso es raro, y equivocado.
—Como he dicho, no es mi decisión.
—Entonces, ¿de quien es la decisión? —preguntó Tiger.
—Mi oficial al mando. O el jefe de la Oficina Cambiante. No lo sé. No estoy
tan alto en la cadena alimentaria.
Carly se inclinó hacia delante, apoyando el brazo sobre la mesa. Tocó a Tiger,
el calor calmó su miedo otra vez.
—Apuesto a que estás más alto de lo que insinúas –dijo.
Tiger sabía que ella tenía razón. Walker estaba jugando al novato, fingiendo
que sólo sabía lo que le habían dicho, revelando cosas no esenciales que los
cambiantes podrían haber averiguado sin mucho esfuerzo. Tiger estaba dispuesto
a apostar que Liam ya sabía más de lo que Walker había dicho.
No les había mentido, cualquier cambiante lo habría detectado. Pero no había
dicho todo lo que podía.
Tiger no estaba seguro de qué hacer ahora. Había sido criado para luchar, no
para interrogar prisioneros o idear estrategias. Cada prueba en él había sido
sobre fuerza, resistencia, no resolución de problemas.
—Averígualo —dijo.
Walker parpadeó, su expresión en blanco, finalmente se rompió.
—¿Disculpa?
—Vuelve y averigua lo que quieren hacer, y por qué, y luego cuéntamelo.
Ronan gruñó.
—¿De qué estás hablando, Tiger? Si le dejamos irse, volverá a la Oficina e
informará de esta pequeña aventura, sobre todo la parte de estar encadenado a la
pared. No necesito que policías humanos me arresten y enreden con mi familia,
ni para el caso que vengan a Shiftertown.
—No vendrán —dijo Tiger—. Walker se asegurará de ello, porque está
interesado en mí por sus propias razones. Informó sobre mí a su oficina porque
quería que averiguaran cosas sobre mí, pero tiene miedo de que lo líen y traten
de matarme. Está enfadado con ellos por eso, pero aún así sigue sintiendo
curiosidad por mí. Yo también. Quiero saber lo que ellos saben, y también
Walker.
Tiger sentía sus miradas, la de Carly, Ronan, Rebecca y Elizabeth. Ronan se
aclaró la garganta.
—¿Qué, ahora lees mentes?
—Olor –dijo Tiger—. Lo que ha dicho con sus palabras y lo que ha dicho con
su olor son dos cosas diferentes.
—Mierda —dijo Walker en voz baja—. Recuérdame tomar una ducha antes de
hablar contigo otra vez.
—Sí, yo también he leído su olor —dijo Ronan a Tiger—. Pero no he captado
todo eso o averiguado lo que no ha dicho.
—Quiere saber sobre mí –dijo Tiger—. Y quiere usarme, tal vez, pero no por
una mala razón.
Rebecca dijo:
—Eh. ¿Sabes todo eso a través del olor? Todo lo que yo capto es que está
nervioso, siente mucha curiosidad sobre Tiger, y se pregunta cómo sería
acostarse conmigo.
Walker se puso rojo como un tomate y Ronan rugió:
—Becks, ¿puedes enfriarte? Te lo juro, tenemos que emparejarte. Has
rechazado, como qué ¿veinte reclamaciones?
—No he conocido a nadie que me revuelva el cigüeñal. No es suficiente para
permanecer con él durante el resto de mi vida de todos modos. —Rebecca sonrió
a Walker—. Los cambiantes viven largas vidas. Sólo tengo cien años.
Walker se estaba sintiendo más y más incómodo. Tiger leyó su deseo por
Rebecca alto y claro. No tenía que ser un súper cambiante para ello.
—Hazme una promesa —dijo Tiger a Walker—. Vuelve a tu Oficina
Cambiante. Descubre lo que saben sobre mí, y comparte la información sólo
conmigo. A cambio, te diré lo que sé de mí mismo.
Ronan soltó otro gruñido, éste más fuerte.
—No. Nosotros esperamos a Liam.
Por toda respuesta Tiger se estiró y rompió la cadena que sujetaba a Walker a
la pared, luego abrió las esposas de la muñeca de Walker.
Ronan se puso de pie.
—Maldita sea, Tiger. ¿Qué haces? ¿Y tenías que romper la cadena? La
necesitamos para Scott.
Carly recogió el extremo de la cadena y examinó el lugar donde Tiger la había
arrancado.
—Joder, ¿quién es Scott, y por qué demonios tienes que encadenarlo a la
pared?
—Scott está pasando por su Transición —contestó Elizabeth, como si
encadenar gente fuera algo normal en su casa—. Cuando sus instintos de lucha
empeoran, tenemos que contenerlo. Es eso o reemplazar los muebles todos los
días. Y a Scott le preocupa hacer daño a Coby.
Abrazó al niño, que ya se estaba despertando. Coby miró a su alrededor con
los ojos marrones desenfocados, vio un montón de personas en su casa, abrió la
boca y dejó escapar un grito molesto.
El sonido fue directamente al cerebro de Tiger y agitó un instinto básico y
primitivo. Ronan y él se movieron al mismo tiempo pero Elizabeth dijo:
—Está bien. Sólo tiene hambre. Y quiere atención. ¿Verdad, hombrecito?
Tiger alcanzó a Coby antes que Ronan, y Elizabeth se lo entregó. Cuando
Tiger levantó al niño, Coby calmó el rostro, dejó de llorar y dio un par de
patadas felices en el aire.
—Me encanta cómo Tiger puede hacer eso —dijo Elizabeth—. Es como
magia.
Tiger acarició la frente de Coby, luego se lo devolvió a su madre.
—Debería ver a Scott –dijo—. Asegurarme que está bien.
Se dirigió a la cocina, donde sabía que permanecían los tres cachorros
adoptivos de Ronan, escuchando a los adultos. Detrás de él, Ronan dijo:
—Walker se ha ido.
Tiger se detuvo en la puerta de la cocina, pero ya había sabido que Walker
había hecho uso de la ventana abierta para escapar.
—Volverá —dijo Tiger.
—Mierda, Tiger –gruñó Ronan, su temperamento de oso desencadenándose—.
¿Por qué me haces esto? Liam me va a desollar vivo. Voy a terminar como una
alfombra de oso en su sala.
—Walker volverá –repitió Tiger, sabiendo que tenía razón. Se dirigió a la
cocina.
Scott, un cambiante oso negro de unos treinta años, cuyo cambio de cachorro
a macho adulto le estaba volviendo loco, sonrió a Tiger y levantó la mano. Tiger,
que había aprendido a chocar los cinco con Scott y Connor, golpeó la palma de
la mano y luego la agarró con fuerza.
Cherie, el cachorro hembra que tenía unos veintiuno según los humanos, le dio
un abrazo impulsivo. Olaf, que había cambiado a su forma de niño de diez años
y se había puesto pantalones cortos, camiseta y zapatillas de deporte, arrojó sus
brazos alrededor de la pierna de Tiger.
Tiger sintió Carly detrás de él. Ella lo miraba con asombro en su rostro, la
sorpresa por su camaradería con los cachorros venía a través de su olor, pero su
sonrisa calentaba su mundo.

* *
—Hoy voy a ir a trabajar —dijo Carly mientras volvían a la casa de Liam—.
Es sábado, tenemos una gran cantidad de turistas, no resulté herida en el
accidente, y necesito el cheque de la paga.
—Es demasiado peligroso —dijo Tiger. Sostenía su mano de nuevo, y de
nuevo los otros cambiantes miraban con cautela. Carly les devolvió la mirada en
ellos y apretó la mano de Tiger.
—Es una pena –dijo a Tiger—. Voy a ir.
—Entonces voy contigo.
Carly imaginó al Tiger gigante de pie en la galería mientras los turistas ricos
paseaban a su alrededor, intentando mirar pinturas alrededor de él. No encajaría
allí, entre las personas delgadas que compraban arte con tanta naturalidad como
compraban postales.
O tal vez sí. Tiger tenía la fuerza bruta y la belleza salvaje que era la materia
del arte.
—Me parece bien —dijo Carly—. Pero yo me voy.
Esperaba que Tiger discutiera más, pero no dijo nada mientras caminaban
unidos de la mano, a la luz del sol.
Llegaron de vuelta a la casa Morrissey para encontrar a Liam y Spike saliendo
cansados de una pequeña camioneta. Spike levantó una mano en saludo a Tiger,
pero no dijo nada mientras se volvía y corría calle abajo.
Liam dio una mirada aguda a Tiger y les indicó que lo siguieran a la casa.
Sean y Andrea se habían ido, pero Connor estaba allí, limpiando los
mostradores de la cocina con un gran paño azul.
—Me encanta las tortitas de Sean —dijo Connor cuando entraron—. Pero
maldición, mancha mucho.
Liam lo miró, pero mantuvo el ceño fruncido en su rostro, su mirada volvía a
Carly y Tiger. Dondequiera que hubiera ido, había salido de Shiftertown y había
regresado de mal humor.
—Bueno, tengo que irme —dijo Carly en la tensión—. No te preocupes por
mí. Tiger viene conmigo para mantenerme a salvo.
—No. —La palabra de Liam era plana, final—. Tiger no sale de Shiftertown.
Tiger aumentó la presión sobre la mano de Carly.
—Entonces Carly se queda.
—Oh, no, no lo hace —dijo Carly—. Tengo un millón de cosas que hacer. No
sólo tengo que trabajar, tengo que empezar a desempacar mis cosas otra vez, y
explicar a todos por qué terminó mi compromiso, eso va a ser muy humillante.
Mi coche está destrozado y tengo que conseguir uno nuevo, por no mencionar
hablar con mi compañía de seguros. Dudo que la Oficina Cambiante vaya a
presentarse y admitir que destruyeron deliberadamente mi coche, y paguen los
daños. Además, voy a tener que hacer frente a Ethan y lo que vaya a lanzarme
encima. Un día completo. No puedo hacerlo sentada aquí.
—Entonces voy contigo —declaró Tiger.
La mirada que Liam disparó a Tiger hizo que las siguientes palabras de Carly
murieran en sus labios. Antes de esto, cada vez que Liam había inmovilizado a
Tiger, su mirada había sido estable y fuerte, la mirada de un hombre con el que
nadie se metía. Pero esta mirada contenía profunda rabia.
Los ojos de Liam cambiaron del azul pecaminoso a un plata casi opaco, y
adoptó la quietud que Carly se había observado en los cambiantes. En un
instante, Liam cambió de un hombre cansado del viaje a un enemigo peligroso
listo para atacar.
Tiger gruñó en respuesta. El mismo gruñido que había sacudido la casa de
Ethan fluyó de la garganta de Tiger, las ventanas de la cocina sonaron. Connor
levantó la vista, los ojos muy abiertos.
El rostro de Liam se alargó hasta convertirse en el morro de un león, el cabello
de la cabeza fluyó a una melena negra formidable. Tiger mantuvo sus manos
apretadas, pero no cambiaron, su gruñido bajo siguió y siguió.
El gruñido de Tiger se emparejó con el de Liam, ambos se mezclaron y
vibraron en el aire. Connor trató de aplastarse contra el mostrador, como si
temiese que se volvieran hacia él y lo vieran, débil y vulnerable, y golpearan.
Otro gruñido sonó en la puerta de atrás. Dylan estaba de pie en la abertura,
todavía en forma humana, pero sus ojos eran del mismo color que los de Liam.
Carly dio un paso atrás, y luego otro, y otro, regresando a la puerta de la sala
en silencio y sin detenerse. Entendía cómo se sentía Connor, esperando que esos
cambiantes no se giraran, la vieran y enviaran esa piscina de agresión hacia ella.
Connor se deslizó por el borde de la cocina, de espaldas a la pared, para unirse
a ella. Sus ojos habían adoptado el mismo tono azul blanquecino de los demás,
pero de miedo, no rabia. Cuando Connor llegó donde Carly, la agarró por la
muñeca, la sacó de la cocina, y comenzó a dirigirse hacia la puerta principal.
—Espera —dijo Carly, tratando de detenerse.
Connor sacudió la cabeza.
—Si empiezan a desgarrarse ahí, el mejor lugar para nosotros es no estar ahí.
—Pero en realidad no pueden luchar entre sí, ¿verdad? Los collares les
detendrán. ¿Verdad?
Sus palabras murieron en la incertidumbre cuando Connor la miró.
—Carly, eres ingenua. Mi abuelo es un asesino. También Tiger y los collares
no cambian eso. ¿Sabes lo que está pasando ahí? Liam está tratando de hacer que
Tiger retroceda y le obedezca, pero Tiger está diciendo que no lo hará. Dylan
vino porque intuía que Tiger estaba rompiendo el control de Liam. Liam en
realidad nunca ha sido capaz de controlar a Tiger, y ha sido aún más difícil desde
que Tiger te conoció.
A Carly se le secó la boca.
—Oh, por supuesto, cúlpame a mí de esto.
—No, no es culpa tuya. Tiger ha decidido que eres su compañera, y eso lo
hace más fuerte que nunca. Los cambiantes harán cualquier cosa para proteger a
sus compañeras, incluyendo desafiar a sus líderes si tienen que hacerlo. Y no
creo que Tiger haya reconocido jamás a Liam como su líder. Creo que ha estado
obedeciendo a Liam por ser agradable.
—Pero nunca dije que sería su compañera —dijo Carly, con la garganta
apretada—. Ni siquiera estamos saliendo. Anoche fue... —Se interrumpió, su
cara se calentó—. Habíamos estado heridos y asustados, y estábamos celebrando
estar vivos.
—No en la mente de Tiger Está convencido de que estáis destinados a estar
juntos… para siempre. Probablemente está reaccionando de esta manera porque
su compañera murió, y también su cachorro. Los investigadores les arrojaron
juntos, y luego los separaron, ni siquiera le dejaron despedirse adecuadamente
cuando murieron. Apuesto que por eso se aferra a ti, tiene miedo de que vuelva a
suceder.
—Ya sé lo de su compañera. Me lo contó, el pobre.
Ellos observaron a través de la puerta abierta de la cocina, donde el "pobre" se
enfrentaba a Dylan y Liam, sus poderosas manos cerradas en puños, el gruñido
todavía en marcha. Ningún rastro de chispas en ningún collar, ninguna señal de
dolor. Sólo cambiantes enfrentándose, la violencia flotaba en el aire.
—¿Que puedo hacer? —preguntó Carly, entrelazando sus dedos de la
preocupación—. Tiene que haber algo.
—Podrías rechazar la reclamación —dijo Connor—. Si le dices a Tiger que ya
no está obligado a protegerte, podría calmarse.
—¿Podría calmarse?
—Eso es todo lo que tengo.
Carly respiró.
—Está bien. ¿Qué hago?

* *

Dylan iba a matarlo. Tiger lo olió sin lugar a dudas. Al ex líder de Shiftertown
se le había agotado la paciencia, y ahora estaba aquí para proteger a su hijo.
Para Dylan, Tiger era un peligro, una aberración. Ellos podían matarlo, que Sean
enviara su cuerpo al polvo, luego que piratearan las bases de datos humanos de
nuevo y borraran su presencia. Ningún problema.
Tiger sentía que Liam lo sentiría, pero se sentiría aliviado. Liam nunca había
sabido qué hacer con él, había cuidado de él sólo como un favor a Eric y Iona.
Dylan nunca había sido feliz con Tiger aquí.
—Tiger. —Carly estaba en la cocina de nuevo, con Connor detrás de ella. El
olor de su compañera se enroscó en torno a él, dándole fuerza. Tiger sabía que
podía derrotar tanto a Liam como a Dylan, y protegerla a ella y Connor.
Olió el terror de Carly también, lo que le hizo cambiar de postura ligeramente,
asegurándose de que ni Dylan ni Liam pudieran alcanzarla.
Carly dio un paso más cerca de Tiger. No debería hacer eso, Dylan era
impredecible, y Carly moviéndose era más difícil de proteger.
Tiger estaba tan concentrado en dónde estaba Carly y cómo mantener a los
otros dos machos cambiantes lejos de ella que no estaba preparado cuando Carly
se aclaró la garganta y luego dijo en voz alta:
—Tiger, rechazo tu reclamación de compañera.
Capítulo 18

Liam parpadeó, y su gruñido se cortó. Dejó que su rostro volviera a ser


humano y se lo frotó después del cambio.
Dylan nunca había cambiado, pero sus ojos no se calmaron. Apartó la mirada
de Tiger y miró a Carly, lo que no gustó a Tiger. Volvió a gruñir y dio un paso
delante de su compañera.
—Gracias, muchacha —dijo Liam, soltando un suspiro—. Tiger, déjala ir.
Haré que Sean vaya con ella para asegurarme de que Walker o la Oficina no
intentan nada más con ella. Sí, ya escuché que soltaste a Walker.
No entendían. Estos cambiantes que pensaban que gobernaban con sabiduría y
experiencia habían olvidado lo que era ser cambiante. Él nunca había vivido
fuera del sótano en el lugar de los seres humanos llamaban Área 51, había vivido
sólo cuarenta años, pero sabía que era cambiante, salvaje y diferente.
—Las palabras que ella dice no significan nada —dijo Tiger—. Ella es mi
verdadera compañera.
Carly hizo un ruido de exasperación.
—Oh, vamos, Tiger. Sólo estoy tratando de ayudar.
—Ella rechazó tu reclamación en presencia de testigos, hijo —dijo Liam—.
Eso la hace libre de ti.
—Ella es libre. —Si Tiger se explicaba cuidadosamente, tal vez lo entenderían
—. Pero también es mi compañera y la protegeré de ti.
—Maldita sea. —La ira de Liam regresó—. Yo soy quien está tratando de
protegerte. Los otros líderes cambiantes están dispuestos a deshacerse de ti, la
Oficina Cambiante está profundizando en lo que realmente eres, estás
reclamando una compañera que no quiere ser reclamada y me estás amenazando.
No amenaces a un líder a menos que le estés desafiando por el dominio y no
quieres ir por ese camino.
—No quiero dirigir este Shiftertown. —Tiger no pudo ocultar el disgusto de
su voz—. Los cambiantes no deben tener líderes. No quiero vivir aquí tampoco.
Quiero salir.
—Es una pena —dijo Liam—. Si dejas Shiftertown, serás perseguido.
Sacrificado. No te darán ninguna oportunidad. Al menos aquí, puedo darte una
oportunidad.
—Entonces mantente alejado de mi compañera.
—Mierda, Tiger. No quiero a tu compañera. Y ella no es tu compañera. La has
marcado con tu olor y la has reclamado, pero sólo puedes completar las
ceremonias de apareamiento con su consentimiento. Lo sabes.
—Tus palabras y rituales no son importantes. Carly es mi compañera. Pero no
importan que palabras digo yo, o diga ella, no importa si ella quiere huir y nunca
verme de nuevo. —Tiger se llevó el puño al pecho—. El emparejamiento es real.
Ella es mi corazón.
La voz de Carly cortó a través de las palabras de Tiger.
—Maldita sea, supe que eras un adulador en el momento en que te conocí.
Tiger dio la espalda a Liam y Dylan para hacer frente a Carly. Oyó el gruñido
de Dylan, el hombre se tomó que Tiger le diera la espalda como una bofetada.
No le importaba. La jerarquía no significaba nada para él. Proteger a la
compañera, proteger a los cachorros, nada más importaba.
—Eres mi compañera —dijo Tiger a Carly—. Incluso si huyes de mí, si nunca
te veo otra vez, siempre serás la compañera de mi corazón.
La cara de Carly se suavizó. Le miró como había hecho en la carretera, con
una mano en la cadera, su mirada examinándolo. Sus ojos, tan hermosos con el
gris en el verde, le miraron a los suyos.
—Eres halagador, te lo concedo.
Fue a él, su olor le llenó y le calmó. Tiger se olvidó de Liam tratando de
desafiarlo, Dylan dispuesto a matarlo, incluso de Connor esperando
ansiosamente en la puerta. Carly era su mundo.
Le alisó el pelo y le dio un ligero beso en los labios. Besar era bueno.
—Realmente tengo que irme —dijo Carly—. Quédate aquí y habla con Liam
sobre todo lo que tiene que decirte, o le podría estallar un vaso sanguíneo. Pero
lo prometo, volveré y tendremos una larga conversación.
Tiger le tocó la cara. No quería que saliera de su vista, no sin protección. Pero
no quería a los hermanos Morrissey, o a su padre, cerca de ella.
—Si me quedo, Spike va contigo. –Le lanzó a Liam una mirada dura—.
Confío en él.
Liam movió las manos a los costados, aunque las líneas sombrías no
abandonaron su cara.
—Al menos me estás dando eso. Quédate Tiger… por favor. Hay algunas
cosas que necesitas saber.

* *

Tiger se aseguró de que Carly estuviera a salvo, en la camioneta de Dylan con


Spike y Connor a su otro lado. Tiger no creía de verdad que los dos pudieran
mantenerla a salvo, pero también sabía que el golpe de ayer había sido contra él,
no contra Carly. El hombre había disparado a Carly para que Tiger la protegiera.
Pensó en la forma en que el hombre había permanecido junto a él después de
dispararle, observando. El hombre había estado esperando algo. Poniéndole a
prueba. Y no le había matado, les había dejado a todos con vida.
—No hay manera fácil de poner esto —dijo Liam cuando entraron de nuevo
en la casa. Dylan los siguió hasta la cocina, Tiger sabía que el hombre se
quedaría hasta que estuviera satisfecho de que Tiger ya no era una amenaza—.
Los otros líderes cambiantes quieren que te ponga un collar. Uno de verdad.
Tiger se tocó la cadena de plata y negro con el nudo celta en la garganta que
Sean y Liam habían fabricado. A diferencia de los collares reales, éste no se
ataba con magia fae y microchips. Tiger tuvo que preguntarse quien era el fae
que había inventado los nuevos collares, feliz de ayudar a los seres humanos a
subyugar a los cambiantes. Y por qué alguien como Dylan no lo había matado.
—No voy a llevar el collar.
—No tienes opción —dijo Liam—. Te tienen miedo. Quieren que aceptes el
collar o que te matemos.
—No puedes matarme. –Tiger lo sabía. Ninguno de ellos podía.
—No quiero —dijo Liam—. Quiero ayudarte. Pero tienes que cooperar.
—No puedo aceptar un collar –repitió Tiger—. No puedo hacer lo que estoy
hecho para hacer si tengo un collar.
Liam había ido al frigorífico, probablemente para aliviar la tensión con
Guinness, pero se detuvo.
—Eso sí que es interesante. ¿Para qué estás hecho?
—No lo sé. Pero sé que el collar me lo impedirá.
—Ya veo. —Liam abrió el frigorífico y buscó en el interior, sacó, sí, una
botella de color marrón oscuro con Guinness Stout en la etiqueta—. ¿Qué te
parece que podría ser?
—Nunca me lo dijeron. Pero por el modo en que me he recuperado de los
disparos debe ser parte de ello. La segunda vez fue más rápida que la primera.
Estoy cambiando. —Dejó escapar un suspiro—. Es agotador. Nunca me he
sentido tan cansado antes.
Liam bajó la cerveza, sin beber.
—También has tenido un montón de sexo, amigo. Horas. No puedo culparte,
es una dama encantadora Por lo que yo sé, esa es la primera relación sexual que
has tenido desde que llegaste. ¿Seguro que no estás exhausto de placer? Puede
agotarte, de una manera diferente a la lucha y es mucho más divertido.
—Estar con Carly no me cansa. —Tiger se calentó, recordando hacerla rodar
de espaldas, todavía dentro de ella. La había amado lentamente, besándola
mientras ella le besaba. Nunca había querido parar, nunca había querido volver a
salir de la cama. La vida real había estado muy lejos, sin importancia—. La
curación sin embargo. Quemó.
—Estoy seguro. —Liam sacudió la cabeza—. Me gustaría que tuviéramos un
sanador cambiante para examinarte. Andrea es buena, pero su talento es natural,
no aprendido. No ha estudiado a los cambiantes.
—Pero conocemos a alguien que nos pueda decir lo que está pasando dentro
de él —dijo Dylan—. Si es mágico.
Liam movió su mirada hacia su padre, entonces sus ojos adquirieron una
mirada lejana mientras lo consideraba.
—Es cierto. Si él habla con nosotros. Necesitaremos a Sean. Y a Andrea.
—Es bueno que estén en casa —dijo Dylan en su voz seca.
—Sí —dijo Liam—. Tiger, hay alguien que quiero que conozcas.
* *
Sean y Andrea se encontraron con ellos en la franja de color verde detrás de
las casas, en el grupo de árboles que Tiger evitaba por alguna razón. Nunca había
pensado en por qué no le gustaba ir allí, pero algo en su interior le hacía rodearlo
cada vez que caminaba por el terreno común.
Sean había llevado a su espada. Tiger observó la vaina en la espalda de Sean.
Hacía unos meses, había visto a Sean clavar la hoja en el cuerpo de un cambiante
anciano, el hombre suspiró de alivio cuando el último suspiro salió de él. Su
cuerpo se había convertido en polvo, y los cambiantes que se habían reunido
para la ceremonia de despedida habían dicho oraciones, tanto de duelo como
dando gracias a Sean por liberar el alma del hombre.
Tiger no estaba seguro de cómo una espada podía hacer eso, pero volvió a ver
los hilos que se conectaban a Sean, y conectaban a Sean con Andrea, como lo
había hecho cuando había comenzado a sanarlo después del accidente. Sean
desenvainó la espada, que sonó débilmente, y Tiger dio un paso atrás, bien fuera
de su alcance.
Sean señaló la espada hacia adelante, sosteniéndolA hacia la nada. Andrea
puso su mano sobre la suya en su empuñadura.
—Papá —dijo.
—Abre, es la familia política —añadió Sean.
—No le guste ese humor —dijo Andrea a su manera tranquila.
Sean sonrió.
—Lo sé. Por eso lo hago.
Una luz cortó el aire. Tiger gruñó y retrocedió de nuevo, el vello se le erizó.
En los diez meses que había estado aquí, nunca había visto esto. Nunca había
olido el hedor acre que salía de la ranura, que hizo que Liam arrugara la nariz, y
Sean pareciera estoico.
Una figura apareció en la abertura. Era alto, delgado, casi angular. El pelo
blanco colgaba por encima del hombro en una larga trenza, y llevaba una camisa
de malla sobre cuero blanco, un manto negro colgaba de sus hombros.
—¿Qué? –espetó. Su voz era rica y plena, con un toque de Irlanda.
—Me alegro de verte también. —Andrea soltó la espada y se dirigió al
hombre, encerrándolo en su abrazo.
El rostro afilado del hombre se suavizó mientras permitía el abrazo, cerrando
los brazos alrededor de ella.
—Andrea. Hija. Deja que te mire.
—No he cambiado desde la última vez —dijo Andrea.
—Dale a un anciano el deleite de ver a su hija. ¿Cómo está el pequeñín?
—Kenny está bien. Crece muy rápido.
—No me molesta decir que se parece a mí o tiene mi nariz. Va a ser en su
mayoría cambiante. —El hombre miró a Sean—. Olerá como uno también.
—Mejor que el hedor a fae —dijo Sean, pero sin rencor detrás de las palabras.
—Voy a ignorar eso —dijo Andrea—. Padre, Liam quiere que conozcas a
Tiger. Tiger, Fionn Cillian, mi padre. Mi verdadero padre. Es un fae.
El fae apartó su mirada de Andrea a Tiger. Se puso rígido, su postura a la
defensiva, un guerrero reaccionando ante una amenaza.
—¿Que es eso?
—Se llama Tiger —dijo Andrea—. Porque, ya sabes, es un tigre.
—Nunca lo hubiera imaginado. —Fionn miró el cabello multicolor de Tiger,
su constitución, sus ojos dorados—. Ningún fae hizo eso.
—Es por eso que tenemos curiosidad —dijo Liam—. ¿Puedes decirnos cómo
le hicieron? ¿O tal vez, cómo no le hicieron?
—¿Por qué no le preguntas a sus padres? Presumiblemente tigres puros.
—No tiene padres —dijo Liam—. Fue creado en un laboratorio. Ninguno de
nosotros, incluyendo a Tiger, sabemos cómo.
—Tendría que tocarlo para averiguarlo —dijo Fionn—. Y no quiero acercarme
a él. Está listo para arrancarme la cabeza. Lo puedo ver.
—Se comportará —dijo Andrea—. ¿No es así? –Le lanzó una mirada de
advertencia, y Tiger la hizo feliz asintiendo.
Fionn apretó los labios.
—¿Me has arrastrado a través de una dimensión para que ponga la mano sobre
un tigre cambiante? ¿Qué recibo a cambio?
—Una hora con tu nieto —dijo Andrea.
La cara de Fionn se suavizó.
—Peleas sucio, hija. Está bien.
Dio un paso a través de la abertura sin ningún problema, el olor frío se le
aferró a su capa. Fionn se detuvo frente a Tiger, el hombre lo suficientemente
alto como para mirarlo a los ojos.
—No intentes nada —advirtió Fionn—. Puedo no ser capaz de convertirme en
una bestia, pero he entrenado como luchador más años de los que nadie aquí ha
estado vivo. Quédate quieto.
Fionn se quitó un guante de cuero y apretó la mano de dedos largos sobre el
pecho de Tiger.
Algo atravesó a Tiger como una descarga eléctrica, se disparó a través de su
pecho con una descarga de dolor. Su mente giró de nuevo al sótano oscuro,
donde los investigadores le habían dado descargas, sacudida tras sacudida, Tiger
gritó, ni siquiera fue consciente de haber abierto la boca.
Levantó la mano para golpear a Fionn, pero éste ya había retrocedido mucho
antes de que Tiger se moviera.
—¿Que demonios? —gruñó Fionn—. Te dije que no me atacaras.
Tiger abrió los ojos. El laboratorio desapareció e inhaló el aire húmedo Austin,
ahora teñida de Faerie.
—No lo hice —dijo, la voz ronca—. Me diste una descarga.
—No, amigo. Yo no llevo miles de voltios en mi cuerpo. Soy fae. Ni siquiera
me gusta el concepto humano de la electricidad. Fuiste tú. Echándome.
Tiger le miró. No había reaccionado conscientemente al toque de Fionn.
—No fue fae magia la que te creó —dijo Fionn—. De hecho, no hay ni un
rayo de magia fae en todo tu cuerpo. Yo tengo mucha.
—Hay magia fae en todos los cambiantes —dijo Dylan—. Transmitida a
través de las generaciones. Es lo que nos formó en primer lugar.
—Este no. —Fionn sacudió la mano y se puso el guante a pequeños tirones—.
No sé lo que es. Ahora, llévame con Kenny.
Apoyó la mano en el hombro de Andrea y se fue con ella, había terminado con
Tiger. Lo que dejaba a Tiger en medio de los tres Morrissey.
—No puedo tomar el collar —dijo Tiger antes de que cualquiera de ellos
pudiera hablar. Le incapacitaría, tal vez lo matara, y no podía permitirlo. Todavía
no.
Las sensaciones en su cuerpo y mente le confundían y le hacían enojar. Sin
decir una palabra, se apartó de ellos y empezó a bajar por la hierba.
Se dirigía a la casa de Spike. Este había ido con Carly, lo que dejaba a Jordán
solo con su madre y su abuela de nuevo. Dylan debería haberse quedado con
ellos. Tiger se aseguraría de que estuvieran bien, también vería si cuidar de
Jordan calmaba sus nervios alterados. Tenía que pensar, y tenía que tomar
algunas decisiones.
El teléfono que Liam le instaba a llevar en todo momento sonó en su cinturón.
Tiger lo cogió, esperando que fuera Carly, no Liam exigiendo que volviera a
casa.
No reconoció el número. Apretó el botón que Connor le había enseñado y
gruñó:
—¿Sí?
—Soy Walker. Ven a algún lugar donde puedas hablar conmigo a solas. Tengo
mucho que contar.
Capítulo 19

Carly respondió el teléfono en el pequeño escritorio escondido en un rincón


de la galería de Armand, oculto para que los clientes no se preocuparan por nada
más que los negocios.
Connor estaba durmiendo la siesta en la oficina trasera después de haberse
quejado un poco más sobre la falta de sueño de la noche anterior. Spike y sus
tatuajes se habían ganado el interés de un artista que había ido a ver a Armand, y
el artista le estaba examinando, después de hacer que se parara a la luz del sol y
así sucesivamente.
—Galería d'Armand —dijo Carly en sus mejor tono tranquilo y agradable—.
¿En qué puedo ayudarle esta tarde?
—Necesito que te libres de Connor y Spike —la voz de Tiger era casi un
susurro—. Y te reúnas conmigo. —Le dio instrucciones para llegar a un área de
almacenes al sur de Ben White, cerca de la autopista.
¿Librarse de Connor y Spike? Carly no se atrevió a mirar detrás de ella a
Spike, que podía leer en su lenguaje corporal que de repente estaba nerviosa.
—No estoy segura de poder —dijo.
—Háblame como si fuera un comprador. No cambies tu voz.
Un comprador. Se refería a un cliente de la galería. Carly exhaló.
—Bien, estoy segura de que podríamos acomodarle, señor —dijo
enérgicamente—, aunque podría ser un pequeño desafío.
—No tomes la camioneta de Dylan. Los hombres de la Oficina conocen su
aspecto. —Una vacilación—. También los cambiantes.
¿Quería que esquivara a los cambiantes también? ¿Cambiantes como Liam?
¿Qué demonios había sucedido?
Carly no podía preguntar con Spike detrás de ella, a pesar de que estaba al otro
lado de la galería. Había aprendido que los cambiantes tenían una gran audición.
La voz de Tiger era tranquila, pero leyó agitación en él. Le estaba pidiendo
que tomara una decisión.
Liam había sido firme en que Tiger no dejara Shiftertown, y Carly había visto
la rabia entre Liam, Tiger y Dylan. Tiger no era el más normal de los tipos,
incluso para un cambiante, lo había visto en la forma en que otros lo trataban y
en la forma en que los otros vivían sus vidas. Liam, Sean, Spike, Ronan, tenían
niños, familias, amigos, un lugar definido en el mundo cambiante. De la misma
manera, Carly tenía una madre cariñosa y tres hermanas geniales, amigos y un
trabajo con Armand y Yvette, una pareja sin hijos que la trataban como a una.
Tiger no tenía a nadie. En el calor de la comunidad cambiante, o bien le
temían o le observaban, listos para detenerlo si hacía algo raro. Tiger estaba solo
en una multitud.
Lo que había observado en los tres días desde que lo había conocido era que
cada vez que Tiger se volvía loco, era para defenderse él o alguien más. ¿No
podían ver lo amable que era con los niños, lo mucho que les gustaba a los
niños? Ningún niño confiaba en una persona que habían visto hacer daño a los
demás.
El padre de Carly había sido una mala persona. Fue difícil para una niña de
doce años entender cuando su padre se fue sin una palabra. Un adolescente se lo
toma como algo personal, y Carly lo hizo. Había pasado mucho tiempo pensando
en que estaba mal con ella antes de darse cuenta de que no había hecho nada
malo.
Al rememorar lo que había sido la vida con su padre, sus ánimos alcohólicos y
el juego compulsivo, sus broncas diarias a su madre, Carly había llegado a la
adulta conclusión de que él había tenido un montón de problemas que no se
había tomado la molestia de reconocer, problemas que habían convertido la vida
en casa de Carly en un infierno durante doce años.
En Tiger no había absolutamente nada como él.
Todo esto pasó por su cabeza en pocos segundos Tiger esperaba su respuesta.
Carly podía darse la vuelta y hablar en voz alta para Spike, decirle que Tiger
estaba huyendo de Shiftertown por alguna razón. O podía creer que Tiger tenía
una muy buena razón para querer que se reuniera con él y evitara que Spike y
Connor se enteraran y la siguieran.
Eligió.
—Me ocuparé de ello —dijo Carly, hablando con su tono de ayudante—. No
se preocupe. —Oyó el suspiro de alivio de Tiger, y decidió correr el riesgo de
una pregunta—. ¿Y cómo ha averiguado el número de nuestra galería? ¿Le
dieron referencias?
Tiger pareció desconcertado cuando respondió.
—La guía telefónica. —Y colgó.
Carly se mordió el labio mientras buscaba en el cajón del escritorio donde
guardaba su bolso y fingía buscar algo. Connor estaba en la oficina, donde una
puerta trasera llevaba a la pequeña zona de aparcamiento en el callejón. Sabía
que no conseguiría pasar ante él sin despertarlo. Si salía por la parte delantera,
incluso con la excusa de ir a por un helado o lo que sea, Spike la seguiría.
Sentía la mirada de Spike en ella. Carly sacó una barra de labios de su bolso,
frunció el ceño y dijo:
—Yvette, voy al baño.
Yvette, que había estado conversando en voz baja al otro lado de la galería con
Armand, asintió. Le sudaban las palmas mientras hundía la mano en el bolso de
Yvette que estaba al lado del suyo y sacaba las llaves del coche. Las guardó sin
ruido en su propio bolso, a continuación, tomó el bolso y se lo colgó del hombro.
Se dirigió con tanta naturalidad como pudo a la alcoba que contenía dos baños
bonitos pero pequeños y un cuarto de las escobas. Ningún baño tenía ventanas,
por lo que el elemento de película de la mujer o el hombre saliendo por la
ventana del baño para escapar de todo, desde una mala cita hasta la muerte por
los asesinos estaba fuera de cuestión. Más allá del cuarto de las escobas, sin
embargo, estaba la salida de emergencia.
Armand, afortunadamente, no tenía la alarma de incendio conectada a la
puerta. Pero si Carly la abría, el resplandor del sol podría iluminar el pasillo.
Tenía que correr el riesgo. Carly esperó hasta que pasaron varios vehículos
ruidosos por delante de la tienda. Skipe se giró para mirarlos. Al mismo tiempo,
Carly abrió la puerta trasera un poco, se deslizó a través, y la cerró lo más
silenciosamente que pudo.
El coche de Yvette estaba a unos dos metros. Ahora a esperar que Connor no
se hubiera despertado y estuviera mirando por la ventana de la oficina.
Carly se metió en el coche, cerró la puerta despacio. Puso el bolso en el
asiento del pasajero, se abrochó el cinturón de seguridad y arrancó.
Nadie salió volando a través de la puerta de la oficina o de la salida de
emergencia. Hizo retroceder el coche tan lentamente como se atrevió, luego salió
del callejón.
Pasó ante la parte trasera de cuatro tiendas más antes de volverse a una
pequeña carretera que llevaba a la calle principal. A partir de ahí giró a la
derecha, a pesar de que tenía que ir a la izquierda para volver a Austin. No
quería correr el riesgo de conducir por delante de la galería y sus amplios
ventanales de cristal.
Tuvo que conducir unas pocas manzanas, bajar por una calle que todavía era
de tierra, antes de salir a la calle principal de nuevo. Luego condujo lo más
rápido que pudo. En cualquier momento, Spike se daría cuenta de que estaba
tardando demasiado tiempo en el baño de mujeres, o Yvette entraría y vería que
no estaba. Spike y Connor saltarían a la camioneta de Dylan, y estarían tras su
culo en cuestión de minutos.
Sólo había una carretera asfaltada, una carretera de dos carriles, que llevaba de
vuelta a Austin, así que no podía tomar una ruta tortuosa para perderlos. Si
conducía demasiado rápido, podrían detenerla, dando a Spike la oportunidad de
atraparla. Con demasiada lentitud, y él la atraparía de todos modos.
A pesar de sus temores, la carretera detrás de ella permaneció despejada. Carly
respiró más tranquila cuando llegó a la maraña de tráfico de Austin y se apartó
de la estrecha carretera a la 290, acercándose al corazón de Austin desde el norte
y el este. Se dirigió hacia el sur por la I-35 y bajó por una calle lateral cerca de
Ben White, yendo por las carreteras secundarias que rodeaban los almacenes.
Eran almacenes activos con camiones y hombres que trabajaban, algunos de
los cuales miraron a Carly mientras pasaba con el Fusion de Yvette. Lo bueno es
que Yvette había venido a la galería separada de Armand, y Carly no había
tenido que usar el BMW. Eso habría sido recordado.
Vio a Tiger esperando a la sombra de un almacén, donde dijo que estaría. Se
había cubierto el cabello a rayas con una gorra de béisbol, y no podía ver su
collar bajo la camiseta de cuello alto que llevaba debajo de una camisa de
franela. Apoyado contra el lado del edificio, parecía otro chico de Texas
esperando volver al trabajo.
Carly se detuvo. Abrió las cerraduras de las puertas, y Tiger entró, levantó el
gran bolso de Carly se lo puso en el regazo.
—Tenemos que ir a alguna parte y hablar. Algún lugar seguro, donde no nos
encuentren.
—Bien. –Los dedos de Carly temblaron—. Me estás asustando, Tiger. ¿Qué
pasó? ¿Cómo llegaste aquí?
—He hablado con Walker. Me llevó parte del camino y caminé el resto.
¿Sabes a dónde ir? A tu casa no.
Carly pensó rápidamente.
—Sí. Sí, creo que sí. Hay que conducir un poco.
—Bien. Pero no en este coche. Aparca y cojamos otro.
Carly se le quedó mirando.
—¿Quieres que robe un coche? Una cosa es pedir prestado el de Yvette. Puedo
convencerla de que lo necesitaba, pero estás hablando de hurto mayor.
—Te encontrarán en éste. Aparca.
Ella se lo quedó mirando un momento más, y luego sacudió la cabeza.
—No puedo creer que esté haciendo esto.
Carly puso el coche en marcha y condujo alrededor de los almacenes hasta la
cadena de hoteles que daba a la autopista. Aparcó el coche de Yvette entre los
vehículos de aspecto similar, cerró el coche y dejó caer las llaves en su bolso.
Ella y Tiger pasearon por el parking, Carly trató de igualar la capacidad de
Tiger de parecer ocupado y despreocupado al mismo tiempo. Él no se molestó en
decirle a Carly por qué la había llamado, que había sucedido o que andaba mal.
Cualquier pregunta chocaba contra el silencio.
Tiger se detuvo al lado de un coche que parecía un poco más viejo y bien
utilizado, y se puso de espaldas a ella mientras lo intentaba con la puerta. El
coche estaba cerrado, pero un par de filas y un par de intentos más tarde,
encontraron uno muy usado abierto.
—¿Que hacemos ahora? —preguntó Carly—. ¿Hacerle un puente?
El parking estaba vacío a excepción de los vehículos. El sol caía a plomo,
reflejándose en el metal, la fibra de vidrio y el asfalto. Más allá de los hoteles,
estaba la autopista, el día llegando a su fin.
—Connor me enseñó —dijo Tiger.
Abrió la puerta del lado del conductor, pero Carly se le adelantó.
—Yo lo haré. No puedo pensar en lo que le harían a un cambiante si fueras
atrapado con un coche robado.
Su mirada se desvió hacia ella.
—¿Sabes cómo?
—Fui una adolescente rebelde, y salí con otros adolescentes rebeldes. No
éramos tan malos, pero éramos traviesos. —Carly se deslizó en el asiento del
conductor, mientras Tiger rodeaba el coche.
—Por suerte —dijo Carly—. Ha dejado las llaves puestas. —Se rió un poco
mientras movía la palanca de cambios desgastada y limpiaba las migas de al
menos todo un año del salpicadero—. Tal vez no le importa que lo roben.
—¿Él? —preguntó Tiger, frunciendo el ceño—. ¿Cómo sabes que el dueño es
un macho?
—Porque sólo un tipo tendría su coche tan sucio. Las ventanas están tintadas,
eso es bueno. Si tan sólo pudiera subir la mía… —La ventana se atascó a tres
cuartas partes del camino, y Carly dejó de intentarlo. Pero la ventana atascada
demostró ser conveniente, ya que el aire acondicionado no funcionaba.
Carly salió con cuidado del parking y como lo había hecho al salir de la
galería, evitó conducir por delante de los hoteles. Volvió a la zona de almacenes,
luego a Ben White otra vez, en dirección oeste.
El coche olía a tabaco viejo, café viejo, barro y otras cosas que Carly no
quería identificar. Cuando pudo moverse por la carretera a una velocidad
decente, el aire entró a través de las ventanas entreabiertas, aunque fuera un aire
caliente como un horno. Cuando tenía que parar en un semáforo o en un atasco,
la falta de ventilación le hacía ahogarse. El sudor corría por su rostro y entre los
omóplatos.
Tiger no habló. Se bajó la gorra sobre los ojos y se encorvó contra la puerta
como si no estuviera preocupado mientras Carly conducía por las calles.
En un punto, sonó el móvil de Carly. En ese momento estaba atrapada en un
atasco de los coches que salían de Mopac. Agarró el teléfono del bolso, pero el
número no tenía nombre unido a ella y no reconoció el número.
—Connor —dijo Tiger mirándolo.
—Este teléfono tiene rastreador GPS —dijo Carly—. Si pueden usarlo para
localizarnos, estamos jodidos. —Por otra parte, no tenía intención de lanzar un
teléfono caro por la ventana. El que lo recogiera tendría acceso a todos sus
contactos y tal vez a su cuenta bancaria, no lo sabía. O tal vez llamarían
amablemente a todos sus amigos y familia hasta que la encontrara.
Tiger le arrancó el teléfono de las manos y terminó su debate interno cerrando
su enorme mano alrededor. El tono chilló y se quedó en silencio, y trozos de
plástico negro llovieron para unirse a la basura en el suelo. Tiger revisó los
restos hasta que encontró los chips, y los rompió.
—Bueno, supongo que esa es una solución —dijo Carly. El tráfico arrancó y
condujo, la boca seca.
—¿Tienes más teléfonos móviles? —preguntó Tiger—. ¿O aparatos? Connor
dice que otras cosas tienen localizadores en ellos.
—No conmigo. Están en casa.
—Bien. —Tiger volvió a su estado relajado contra la puerta, y Carly esperaba
que la puerta fuera lo bastante sólida para soportar su peso.
Siguió conduciendo, serpenteando a través de las calles, en dirección a la zona
de Bee Cove. Nadie parecía seguirla, aunque las pocas personas ante las que
pasaban en los barrios más acomodados giraban la cabeza cuando el coche
escupía.
Carly giró un poco al norte de Bee Cove, en un barrio que era bastante nuevo,
con grandes casas y calles. Llegó a la casa que necesitaba cuando las sombras se
alargaban, la tarde se convertía en noche por fin.
—Espera —dijo ella, abriendo la puerta del coche en el camino de entrada—.
Abriré el garaje. No podemos dejar este montón de basura en la calle. Lo
notarán.
Tiger estaba alerta ahora, sus ojos cambiaban al dorado que adoptaban cuando
estaba pensando en cambiar a tigre.
—¿Quien vive aquí?
—Mis hermanas. No te preocupes, están en México. Tengo las llaves. Me daré
prisa.
Antes de que Tiger pudiera discutir, cerró la puerta y subió corriendo el
pequeño tramo de escaleras a través del jardín de la puerta principal. Una de las
llaves encajó en la cerradura, y Carly entró.
Un pitido la sobresaltó, y por un momento de pánico, olvidó el código de
alarma. Sin embargo, sus dedos lo sabían y pronto se apagó.
Carly atravesó la puerta trasera al garaje y pulsó el control para abrir la puerta
del garaje. Luego metió el coche, con Tiger todavía dentro, apagó el motor y
cerró la puerta del garaje.
Tosió y agitó la mano delante de su cara.
—Esta cosa realmente apesta.
Tiger no respondió. Siguió a Carly cuando ella se bajó del coche, entró en la
casa de nuevo y lo condujo a la parte principal de la casa.
—¿Tus hermanas viven aquí? —Tiger se detuvo para mirar alrededor de la
gigantesca cocina y la sala de techo alto—. ¿Cuántas?
—Mis dos hermanas mayores. Ellas, mi madre y mi otra hermana fueron a
México para ir de compras. No fui porque Armand me necesitaba para la
inauguración de la exposición. —Carly resopló—. Ves lo bien que funcionó.
—Hay mucho espacio para dos personas —dijo Tiger, girando para mirar el
espacio.
—Es cierto, pero se lo ganaron. Mis hermanas dirigen un negocio de
decoración juntas. Althea y Zoe, es decir. La que está justo por encima de mi
edad, Janine, está casada y es maestra. Soy la más joven.
Tiger se quitó la gorra de béisbol y la dejó caer en una silla, se peinó el pelo
con los dedos, revolviéndolo y haciéndole parecer sexy. Los mechones naranja y
negro ya no le parecían extraños.
—¿Por qué no vives aquí con ellas? –preguntó—. Sería más seguro para ti
Carly abrió el frigorífico. Salir furtivamente de la galería, robar un coche y
huir por Austin, muy lentamente, le había abierto el apetito.
—Como he dicho, soy la más joven. Quería estar sola, ver si podía hacerlo sin
nadie mirando por encima del hombro y diciéndome qué hacer. Estamos unidas,
mis hermanas y yo, pero tienden a ser un poco sobreprotectoras, y, a veces,
francamente mandonas. Oh, ensalada de pasta. —Sacó un recipiente de plástico,
le quitó la tapa y olió—. Parece buena. Alguien tiene que comerse esto antes de
que se estropee. —Carly lo dejó sobre la encimera, luego se sumergió de nuevo
en el frigorífico—. Hay un montón de carne aquí. ¿Quieres que te haga un
sándwich? Y mientras estoy en ello, puedes explicarme por qué me dijiste que
robara el coche de Yvette y me largara de la galería sin alertar a Spike o Connor.
Tiger se sentó en un taburete al otro lado de la barra de desayuno, que era
abierta al resto de la habitación, y apoyó los brazos sobre la encimera.
—Te lo contaré todo, Carly. Desde el principio. Para y escucha.
Su rostro era grave, la boca seria. Carly dejó su balbuceo nervioso, dejó caer
el tenedor que había sacado en la ensalada de pasta, y esperó a que empezara.
La postura de Tiger, inclinándose hacia delante hacia ella, hizo que su
camiseta se abriera en el cuello, pero las sombras eran tales que Carly aún no
podía ver su collar.
Luego frunció el ceño. Extendió la mano, enganchó un dedo alrededor del
cuello y tiró hacia abajo. Su corazón latía más rápido.
Tiger no llevaba collar. Su piel tenía una fina línea roja a través de la garganta,
pero el cuello se había ido.
Capítulo 20

Tiger vio la llamarada de miedo en los ojos de Carly cuando se dio cuenta de
que estaba sola con un cambiante sin collar, nada para controlarlo, nada para
detenerlo.
Separó los labios mientras alargaba la mano hacia él y rozaba con un dedo la
piel erosionada. Su toque, esa caricia, desató algo dentro de él.
—¿Te lo has quitado? —preguntó con asombro—. Parece que fue doloroso.
—Sí. –No mintió. Quitar el collar falso había dolido, porque Liam había
hecho que se fusionara a la piel de Tiger, para que se pareciera a los reales—.
Pero no tanto como podría haberlo hecho, porque nunca he tenido un collar.
Carly lo miró por un instante, luego frunció el ceño.
—¿De qué estás hablando? Estaba ahí. –Rozó la línea otra vez.
—Era falso. —Divulgación completa, esa era el término que había oído. Si
Carly iba a confiar en él y ayudarle, tenía que darle toda la información que
pudiera. Sin guardarse nada—. Te contaré toda la verdad. Cuando termine, si
quieres que me vaya, lo haré. Nunca me verás de nuevo, y me aseguraré que no
seas molestada por nada de lo que te pedí que hicieras hoy.
Carly abrió los ojos de par en para.
—Creo que es un poco tarde para eso. Sólo he aparcado un coche robado en el
garaje de mis hermanas.
—Me crearon en un laboratorio de investigación en un lugar que los humanos
llaman Área 51 —dijo Tiger, ignorándola y sumergiéndose directamente en ello
—. Estaba tratando de crear cambiantes artificialmente. Los cambiantes nacen de
cambiantes, no son humanos que se convierten porque son mordidos o lo que
sea, como en las películas con las que Connor se ríe. No sé cómo me hicieron,
podrían haber usado ADN cambiantes o sólo animal y humano. Nunca me lo
contaron. Yo fui el vigésimo tercer cambiante que hicieron. Todos los demás
murieron cuando yo todavía era un cachorro.
Le habló de los largos días que había sido dejado solo en su jaula, luego
sacado para que le llenaran de drogas o le dieran descargas eléctricas u otras
cosas, y luego observado para ver cómo reaccionaba. Su reacción por lo general
había sido gritar de agonía. Tiger le habló de los días en que le habían
encadenado a una cinta de correr y le habían hecho correr durante cuarenta y
ocho horas sin interrupción. Le habían matado de hambre y le habían forzado a
alimentarse para ver lo que podía soportar, luego le metían en un escenario de
interrogación, le torturaban cuando no podía responder a sus preguntas.
Carly lo miraba con sus bellos ojos verdes mientras reveló el horror con su
voz plana. Le dejaron ver a su cachorro una vez, contó, antes de que se lo
llevaran. Cuando había pedido ver a su hijo de nuevo, cuando les rogó, le dijeron
que el cachorro había muerto. El dolor había sido peor que cualquier tortura que
jamás pudieran inventar.
Tigre habló hasta que su voz se volvió ronca, él, que rara vez decía muchas
frases juntas.
—Walker dijo que cuando Eric destruyó el edificio del Área 51, fue
investigado, y los investigadores encontraron archivos y notas que no se
quemaron. Al principio pensaron que había muerto, ya fuera en los experimentos
o en la explosión, pero Walker mantuvo un ojo vigilante. Cuando averiguó que
había un nuevo cambiante en Austin, que salió de la nada, empezó a vigilarme.
Hoy me contó que la Oficina Cambiante quiere empezar la investigación de
nuevo, oficialmente. El Área 51 estaba tratando de crear soldados cambiantes,
fuera de los libros. La Oficina Cambiante quiere ver si el proyecto sigue siendo
viable, si pueden crear cambiantes que serán soldados controlados, usándome
como prototipo.
Carly se había ido muy quieta, con la mirada fija en él en estado de shock ante
lo que le estaba contando. Ahora la rabia llameó en sus ojos.
—Dios mío. Supongo que no te están preguntando que te presentes voluntario.
Tigre se encogió de hombros.
—Oficialmente, yo no existo. No soy un cambiante con collar registrado. Los
cambiantes salvajes, sin collar pueden ser legalmente cazados y asesinados.
Ella plantó sus puños sobre la encimera.
—Eso son gilipolleces.
—Como sujeto de investigación, soy perfecto, porque no importa si muero.
—Importa, maldita sea —espetó Carly—. ¿Y Walker te contó todo esto? ¿Por
qué, porque fuiste amable y le soltaste?
—No le gusta en que se ha convertido la idea. La Oficina Cambiante envió a
un soldado para destruir el coche y dispararme como parte del experimento. La
misión arriesgó civiles y a Walker no le gusta eso.
—Qué dulce por su parte. Bueno, considérame en riesgo. Y a Ellison. Y te
dispararon a sangre fría. ¿Por qué no te cogieron y te llevaron con ellos entonces,
si querían ver lo que sucedería?
—Pensaron que podían cogerme en cualquier momento que quisieran y no
querían pagar por la atención médica.
—¿Deja que los cambiantes paguen la factura y pasen el tiempo cuidando de ti
mientras que la Oficina Cambiante se sienta y observa?
—Pero ahora están listos para llevarme. Estoy bastante seguro que Liam les
dejará y no les daré la oportunidad.
—¿Por qué Liam dejaría que ellos te llevaran? —preguntó Carly—. Parece
bastante protector de los cambiantes, al menos por lo que he visto.
—Los otros líderes cambiantes quieren ponerme un collar de verdad. O
matarme. La elección es de Liam. Excepto que él me dijo que tomara yo la
decisión. Podría ver entregarme a la Oficina Cambiante y a su equipo especial
como una forma de librarse del problema.
Carly parpadeó.
—¿Liam te dijo que eligieras entre ponerte un collar o dejar que te mate?
¿Qué demonios?
—El trabajo de Liam como líder de Shiftertown es proteger a todos los
cambiantes. Yo soy una amenaza, un peligro para los que viven en su
Shiftertown. Él tiene que contener el peligro de cualquier forma que pueda.
—Tiger. —Carly apuntó una uña pulida a su cara—. Ni siquiera te sientes ahí
y me digas que tiene razón. Si se supone que Liam debe proteger a todos los
cambiantes, eso significa a todos los cambiantes. Individualmente. A ti, como
todos los demás. Nada de la mierda de la necesidad de muchos.
Era tan hermosa, sus ojos brillantes, su cara de color rosa por la ira y la
indignación. Carly estaba enojado por él, con Liam y la Oficina, no con él.
Cuando Walker le había llamado y le dijo que la Oficina Cambiante quería
empezar a experimentar con él de nuevo, sus instintos le habían dicho que
corriera y nunca dejara de correr. Podría haber desaparecido simplemente,
usando su increíble capacidad para sobrevivir.
Pero Tiger tenía una compañera ahora. No podía irse y nunca ver a Carly de
nuevo. Sabía que corría el riesgo de exposición y captura al llamarla y venir aquí
con ella, pero la necesitaba. Necesitaba respirar su olor, tocar su piel, aunque
sólo fuera por última vez.
Carly dio la vuelta al mostrador y se apoyó junto a él. La postura empujó sus
pechos hacia él a través de su fino vestido y le lavó en su olor.
—¿Entonces, que vamos a hacer? –preguntó—. No puedes volver a
Shiftertown, obviamente, es por eso que me hiciste darle esquinazo a Spike y
Connor. Apuesto a que el tipo que te disparó ya andará detrás de ti.
—La Oficina no sabe que me he ido. Walker se reunió conmigo en el borde de
Shiftertown y me llevó a dar un paseo hasta la mitad de camino del lugar donde
me reuní contigo y me dijo que desapareciera. No le dije que iba a llamarte.
—Me alegro de que lo hicieras. —Carly se inclinó hacia él y deslizó los
brazos alrededor de los hombros de Tiger, su calor calmó la agitación interior—.
Deberíamos estar seguros aquí por un tiempo, pero al final empezarán a buscar a
mis amigos y parientes. Tendré que sacar algo de dinero si vamos a ponernos en
marcha, porque las tarjetas de crédito son fácilmente rastreables. Y tenemos que
conseguir un coche diferente. Ese no aguantará cincuenta kilómetros. Apuesto a
que el tipo dejó las llaves puestas con la esperanza de que lo robaran.
Ella quería ir con él. Tigre se quedó sentado aturdido cuando se dio cuenta de
que Carly estaba planeando con calma cómo podrían escapar de Austin.
Pero el hecho cruel era que Tiger podía moverse más rápido y más lejos sin
ella, podría cubrir sus huellas de formas que ella no podía imaginar.
Sobreviviría, pero tendría que hacerlo solo.
Solo. Sin su compañera. O su cachorro.
Tiger tocó los labios de Carly.
—Eres mi compañera. Siempre lo serás y ninguna otra. Pero tú te quedarás
aquí a salvo y yo me iré. Una vez que me haya ido, y sepan que no sabes dónde
estoy, te dejarán en paz.
—No. —Carly se apartó de él, levantándose y alejando su calor—. No vas a
huir sin mí.
—Te mantengo a salvo —dijo Tiger agarrando su muñeca con su mano grande
—. Puedo correr durante días sin parar, puedo vivir durante días sin comer y
dormir. Tú no puedes.
—Pero no puedes correr para siempre —dijo Carly—. Lo mejor que puedes
hacer es ocultarte a plena vista. Mientras yo pueda conseguir dinero en efectivo
antes de que nos vayamos, podemos ir a cualquier lugar de México. Siempre he
querido un viaje a Mazatlán, o Cabo. Una vez que tu cuello sane, si ocultas tu
cabello o te lo tiñes, encajaremos. Una joven pareja en una casa de vacaciones en
una playa de Baja. A mí me suena bien.
—¿Es tan fácil de salir del país? —preguntó Tiger. Se mostró escéptico. Había
papeles y tarjetas para los humanos, y a los cambiantes se les prohibían los
viajes internacionales.
—No prestan mucha atención a una mujer joven que va a hacer compras en
cada bazar en una ciudad fronteriza, o a comprar bikinis en Baja. Tú, señor
Sigiloso, puedes ir a través del terreno cuando nos acerquemos lo suficiente a la
frontera, yo te recogeré al otro lado. Una vez que estemos instalados en Cabo,
estoy segura de que encontraré alguna persona emprendedora para que me haga
una nueva identidad.
—Nunca podrías volver —dijo Tiger—. O ver a tu familia. Sacar a un
cambiante del país es ilegal. Serías arrestada, tal vez mandada a prisión.
Tiger vio la indecisión de Carly cuando mencionó a su familia. La esperanza
que había parpadeado dentro de él por unos momentos se marchitó y murió.
—No estaría sacándote –dijo Carly—. Reunirme contigo en un país diferente
es diferente.
Tiger sacudió la cabeza.
—Demasiado arriesgado para ti.
Y para su cachorro.
Carly se enderezó y apoyó las manos en las caderas.
—Ahora, escúchame, Tiger. No voy a dejar que te vayas.
—Te atesoro. —Tiger miró a los ojos de Carly—. Si el mundo cambia, si
liberan a los cambiantes, entonces volveré. Siempre voy a volver a por ti, mi
compañera. No importa cuanto tarde.
* *

Maldito sea. Tigre se sentó allí mirándola con esos hermosos ojos, diciéndole
que se iba.
No podía irse. Acababa de encontrarlo.
Carly recordó el día que se dio cuenta que su padre nunca iba a volver. El
dolor, como una patada en el estómago, la había aplastado durante semanas.
Había ido a la escuela en un sueño, casi sin poder hablar con nadie, sin poder
estudiar o concentrarse en la tarea. Había empezado a suspender, había hecho
cosas peores; entonces había llegado el asesoramiento.
Carly había luchado durante años antes de descubrir la manera de seguir
viviendo, cómo empujar la rabia y el dolor a la parte posterior de su mente para
poder prestar atención a lo que estaba frente a ella.
—Mi padre nos abandonó cuando éramos niñas —dijo con voz dura—.
Abandonó a mi madre y cuatro hijas adolescentes que no tenían dinero y sí una
montaña de deudas. Sólo se fue.
Tiger no dijo nada. Sus ojos dorados estaban fijos en ella, la mano alrededor
de su muñeca era cálida. Pero seguía yéndose.
—Estuve de acuerdo en casarme con Ethan porque pensé que él era seguro –
continuó Carly—. No era para nada como mi padre. Ethan no era un bebedor
salvaje o un jugador, traía a casa un cheque de pago, era propietario de una casa,
no tenía deudas, y sabía que nunca se iría y me dejaría para solucionar sus
problemas. Ethan se enorgullece de ser el señor Responsable. Tenía razón sobre
todo eso, pero estaba equivocado acerca de que me respetara o realmente le
importara.
Carly se inclinó hacia Tiger, su respiración era rápida.
—Entonces te encontré. Y me di cuenta de que toda mi vida había estado
buscando seguridad. Un buen trabajo, un buen lugar para vivir, amigos en los
que confiar, el marido correcto… cualquier cosa para evitar esa sensación de
caer sin nada que me sujete.
—Pero no soy seguro —dijo Tiger—. No hay nada en mí seguro.
—Lo sé. —Carly se echó a reír, pero de una manera loca, sin encontrar nada
gracioso—. Y zas, me di cuenta de que la seguridad no debía ser lo más
importante en mi vida. –Le pinchó el pecho—. Me haces querer ser salvaje,
correr riesgos y agarrar la felicidad, mientras la tengo. Con Ethan estaba
contenta, y lo admito, un poco engreída. Pero contigo, estoy caliente y feliz,
excitada cada vez que te veo o escucho tu voz. Entras en una habitación, y me
alegro. Cuando desperté contigo esta mañana, sabía que era la mejor mañana de
mi vida. Quiero más mañanas como esa, y quiero que cada una sea incluso mejor
que la anterior. Perdí a mi padre, he perdido la seguridad del matrimonio con
Ethan, y por alrededor de la tercera vez esta semana, probablemente he perdido
mi trabajo. Por encima de todo, te aseguro que no quiero perderte.
Tiger la observó con la estrecha mirada de un depredador. Su pelo atigrado era
un desastre, el rostro sin afeitar y todavía marcado con algunas contusiones del
accidente. Su camiseta negra debajo de la camisa de franela estaba marcado por
el sudor, los brazos, expuestos por las mangas arremangadas, los músculos
marcados y espolvoreados con vello dorado.
No era para nada el hombre de corte limpio y perfectamente preparado con los
que se suponía que se citaba y luego se casaba.
—Nunca estarás a salvo si te quedas conmigo —dijo Tiger.
—Y yo digo que se joda. —Carly se sacudió de su mano, sólo para dejarse
caer en su regazo—. No voy a vivir mi aburrida vida segura preguntándome que
te pasó, preguntándome qué me habría pasado si te hubiera agarrado y me
hubiera aferrado a ti con ambas manos. ¿Lo entiendes, Tiger? Te deseo.
Tiger se quedó mirándola. Todo lo que estaba pensando o sintiendo, Carly no
tenía ni idea, pero vio el vacío detrás de sus ojos. Le dolía el corazón por su
historia de tortura y terror, por su vida de no conocer otra cosa que ira y miedo.
Se inclinó para darle un beso. Tenía la intención de que fuera suave, de
mostrarle lo mucho que le importaba, pero tan pronto como sus labios se
tocaron, Tiger deslizó la mano por su nuca y el beso se volvió feroz.
Carly se rindió a su fuerza, dejó que sus brazos tomaran su peso, mientras él
inclinaba su boca sobre la de ella, explorando y saboreando. Pasó los dedos por
la línea donde el collar falso había estado, el borde de la piel ya suavizándose.
La mano de Tiger fue a la parte trasera de su vestido y bajó la cremallera. Las
pequeñas mangas cortas que apenas cubrían los hombros de Carly bajaron
rápidamente, las manos de Tiger calentaron su piel, el vestido flojo.
Carly echó la cabeza hacia atrás cuando Tiger le besó en el cuello y luego bajó
por su garganta con pequeños mordiscos. Apretó la boca debajo del hueco de la
garganta mientras el vestido caía para mostrar sus pechos.
Carly se había puesto un sujetador de encaje y satén de esta mañana, marfil a
juego con el vestido que Yvette le había dado. Había querido estar bonita ese día,
hasta debajo de él. Tiger la hacia sentirse hermosa. Carly, que se consideraba a sí
misma todos labios y ojos, con demasiado curvas abajo y no las suficientes
arriba.
Tiger luchó por abrirle el sujetador, pero Carly estaba feliz de llevar la mano a
la espalda y soltarlo para él. Anoche, habían estado tan locos por hacer el amor
que no habían ido poco a poco, no lo habían saboreado.
Tiger la saboreó ahora. Empujó el cuerpo de Carly hacia arriba para poder
lamerla entre sus pechos, luego inclinó la cabeza hacia atrás para besar su boca
mientras ella le miraba.
—Eres hermosa –dijo—. Mi compañera.
Cuando dijo su compañera, un calor creció en su corazón hasta que casi dolió.
Al mismo tiempo, el calor trajo una oleada de felicidad, como una que nunca
antes había sentido.
Tiger sonrió, lo que hizo que sus ojos se calentaran.
—¿Lo ves? ¿El vínculo de pareja?
Movió los dedos por su esternón, directamente sobre el calor. Cuando Carly lo
miró confundida, sin saber de que estaba hablando, su sonrisa creció.
—No importa –dijo—. Yo puedo verlo. Como hilos de plata que nos unen, de
mi corazón al tuyo. —Trazó el aire entre ellos—. Es como los hilos de la espada
de Sean y Andrea cuando ella sana. Pero mejor. El fae estaba equivocado. Esto
es magia.
Carly seguía sin saber de qué demonios estaba hablando, pero si Tiger sentía
por ella lo que ella sentía por él, bien.
Llevó la mano a su pecho, le gustaba cómo su corazón latía fuerte y duro bajo
sus dedos.
—¿Cómo se comprometen los cambiantes uno al otro? –preguntó—. Los
humanos dicen hasta que la muerte nos separe.
Tiger gruñó.
—No quiero hablar de muerte. Los cambiantes dicen, bajo el sol y la luna, te
reclamo como compañera. Pero no necesitamos decir nada.
—Quiero. Me gustan las promesas. ¿Qué se supone que dice en respuesta la
mujer cambiante?
—Que ella acepta la reclamación, bajo el Padre Dios y la madre Diosa. Pero
los cambiantes quieren que la reclamación se haga ante testigos.
—Yo seré testigo. —Carly sonrió mientras le tocaba la cara—. Tiger, te acepto
como compañero.
Carly pensó que Tiger le gruñiría otra vez que no era necesario decir nada, los
hombres siempre se sentían avergonzados por los rituales, pero su sonrisa se
extendió.
—Sí —dijo, su mirada una de triunfo completo—. Sí. Mi compañera. Mi
compañera.
Tiger levantó a Carly del taburete con él, besos cayeron como fuego en el
cuello, los pechos, sobre su corazón. Le lamió el pezón, lo saboreó y tiró de la
punta.
Carly le pasó la mano por el pelo, adoraba la sensación sedosa. Los mechones
negros eran más suaves que los naranjas, observó distraídamente. El resto de ella
su centró en el fuego de su boca, el tirón de sus dientes. Dulzura.
El aliento de Tiger era caliente sobre su piel, su propia temperatura corporal
más caliente que la de un humano. Era un hombre extraño y exótico, la tocaba
con tanta habilidad mientras la acariciaba y lamía que la volvía loca por más.
—Arriba –murmuró—. Debemos ir arriba.
—Aún no.
Tiger la levantó mientras se levantaba y la sentó sobre la encimera. Colocó las
manos a ambos lados de ella, encerrándola, su boca por toda su piel expuesta.
Hacía dos días, Carly no había querido acercarse a los mostradores de cocina o
incluso pensar en lo que podría hacerse en ellos. Hoy, envolvió las piernas
alrededor de Tiger, tirando de él hacia ella.
Apartó la camisa de franela de sus hombros, no sabía cómo podía vestir
franela con este calor, pero era Tiger. La camiseta después. Carly disfrutó
subiéndola por su torso apretado, hasta que él se la quitó por la cabeza con
impaciencia.
Tenía un cuerpo muy bonito. Firme, musculoso, bronceado, como bronce
líquido sobre una escultura de proporciones perfectas. Carly pasó las manos por
encima de él, vio que las cicatrices de bala habían disminuido aún más en el
transcurso del día. Pronto su piel estaría entera y tersa de nuevo.
A menos que la Oficina Cambiante se lo llevara, o los cambiantes decidieron
matarlo y obligarle a ponerse ese estúpido collar.
Idiotas. Si el collar que había estado usando era falso y aún así, no había
matado a Walker y al asesino, por no hablar de Ethan, entonces, evidentemente,
Tiger no necesitaba la maldita cosa.
No era el collar lo que hacía que Tiger fuera cuidadoso cuando sostenía
cachorros o fuera cuidadoso con ella. Era Tiger.
Pasó los dedos alrededor por la línea ya sanando donde había estado el collar
falso. Tiger miró a los ojos de Carly, el deseo en ellos crudo.
Carly abrió el botón de sus vaqueros. Tiger gruñó bajo en su garganta, cogió el
vestido en sus manos, y se lo quitó por encima de la cabeza. Carly bajó la
cremallera, encontrando detrás unos boxers de seda roja con corazones negros.
Carly le bajó los vaqueros por las caderas, riendo.
—¿De dónde has sacado estos?
—Glory. De la tienda de Elizabeth. —Tiger volvió a besarla, dejando que ella
riera contra su boca—. Connor dijo que era una broma, pero no tenía nada más
que ponerme.
Capítulo 21

A Tiger le encantaba su risa. Esta mujer podía encontrar alegría en cualquier


cosa. Se sacudió deliciosamente cuando Tiger la besó.
—Trataré de encontrarte algunos con rayas de tigre –dijo—. O tal vez huellas
de pata.
A medida que continuaba la risa, la calidez de su unión de compañero llenó el
corazón de Tiger.
Al mismo tiempo, otra punzada de pérdida extendió la mano y lo agarró.
Connor y Kim habían reído igual cuando Glory le trajo el regalo de la ropa
interior, e incluso Dylan había parecido divertido. Se dio cuenta que le habían
incluido en su familia, en sus bromas, aunque no las entendiera. Por un fugaz
momento, había pertenecido. Ahora tenía que dejar eso detrás, así como a Carly.
La compañera de su corazón. Tiger la necesitaba más con cada respiración.
Tal vez su loco plan de huir con él fuera a funcionar. Quizás podrían
esconderse en una playa de México y vivir sus vidas.
Pero Tiger había visto el destello de tristeza en los ojos de Carly cuando le
dijo que tendría que dejar a su familia atrás. Los amaba. Tenía vínculos aquí, en
esta casa, donde estaba tan cómoda.
Tiger tendría que decirle adiós. Pero no ahora. Ahora se daría un festín con
ella, absorbiendo todo lo que ella tenía para dar para poder disfrutar del recuerdo
cuando no estuviera. La dejaría atrás para que pudiera estar a salvo, pero dejaría
algo más también. Su cachorro, una parte de sí mismo, para ella.
Tiger deslizó la mano por debajo del elástico de sus bragas y tiró de ellas, se
las bajó por las piernas hasta que cayeron al suelo. Mientras Carly pasaba las
manos por su espalda desnuda, mordisqueando su labio inferior, él se bajó los
pantalones vaqueros y luego los boxers, dejando que cayeran alrededor de sus
tobillos.
Todavía llevaba sus botas de motero, pero ¿y qué? No tenía tiempo de sentarse
y quitárselas. Mejor tracción en el suelo de todos modos.
Tiger levantó las caderas de Carly y la sentó en el borde de la encimera, luego
se empujó entre sus piernas. Ella abrió los ojos y comenzó a protestar, con las
manos sobre el pecho, pero Tiger también sabía que nunca lograría llegar arriba
con ella. Tal vez la mesa de la cocina, tal vez todo hasta las escaleras si corrían,
pero necesitaba a Carly ahora.
La abrió con la mano, la encontró caliente y húmeda de deseo, entonces se
deslizó dentro de ella, centímetro a centímetro. Le mataba ir poco a poco, pero
Carly todavía se estaba acostumbrando a él, y la última cosa en el mundo que
quería era hacerle daño.

Carly profirió un suave sonido de placer, con los ojos medio cerrados. Estaba
estrecha, se aferraba a él y los pensamientos de Tiger se convirtieron en
incoherentes. Todo lo que conocía era a Carly, su calor, su cuerpo flexible en sus
brazos, los hilos del vínculo que se estiraban desde su corazón al de ella.
Esos hilos nunca podrían ser cortados. No importaba cuanto se alejara de ella,
el vínculo estaría allí, invisible, mágico, irrompible.
Carly gritó, y Tiger se deslizó lo que quedaba en su interior. Ella se echó hacia
atrás, y Tiger le levantó las caderas, estabilizándola sobre su dureza. Ella estaba
resbaladiza, le tomaba, le apretaba y Tiger se perdió en la sensación.
Movió las caderas, comenzó el ritmo adelante y atrás que se sentía tan
increíble. Carly se aferró a sus muñecas, su mirada clavada en él, su cuerpo
meciéndose con el suyo. Ella gritó su nombre, el sonido resonó en la gran
cocina, se envolvió alrededor de él como la magia del vínculo de pareja.
Aquí era donde tenía que estar, en el interior de esta mujer, donde todo era
belleza y salvajismo. Y el hogar.
Tiger empujó en ella, llenándola hasta el final, Carly abrió los ojos de par en
par. Tiró de él hacia ella con sus pies enfundados en sus zapatos de tacón alto, el
sexo crudo y feroz. A Tiger le encantó, la amaba.
Te necesito. Te amo. Tiger comenzó el ritmo de nuevo, más rápido, más
rápido, el sonido de los cuerpos era excitante. Carly clavó los dedos en sus
muñecas, sus tacones de aguja presionaban contra su trasero.
Tiger gritó su nombre, fuego al rojo vivo le atravesó. Estar con su compañera,
sentirse así le hacía saber que este era el momento más precioso que jamás
podría tener durante el resto de su vida.
Debajo de él, Carly latía y se balanceaba, consumida en el placer. Ella rió
salvajemente mientras encontraba su liberación, se levantó para envolverle en
sus brazos y aferrarse a él.
Juntos, entrelazado, emparejados. Tiger la abrazó, ambos sin aliento, y la besó.

* *

Walker estaba frente a la mesa de su comandante, el teniente coronel Marcos


Sheldon, y se alegraba de que Sheldon no fuera cambiante. Walker era bueno en
mantener su lenguaje corporal neutral, pero los cambiantes podían leer incluso el
más mínimo temblor de los dedos.
—Y ahora escucho que el cambiante ha desaparecido —estaba diciendo
Sheldon—. ¿Qué diablos pasó?
La voz de Sheldon era tranquila y fría. La asignación de las fuerzas especiales
a la Oficina Cambiante era más o menos una asignación de mierda. Sheldon, sin
embargo, era lo suficientemente despiadado para convertirlo en algo que pudiera
utilizar para lograr una promoción, una asignación más grande. Sheldon tenía
ambición.
La asignación de Walker como agente operativo en la unidad probablemente
significaba que estaba fuera de la acción, pero no le importaba. Había visto
demasiado en su vida, hecho demasiado y tenía demasiada ira en él. Sentarse en
el banquillo por un tiempo era lo que necesitaba. Y ahora tenía que sentarse y ver
a su oficial al mando mostrar su verdadera cara de capullo.
—Quiero a ese cambiante, encerrado en la instalación y que se le hagan todo
tipo de pruebas —dijo Sheldon—. Si se resiste, y tienes que arrastrar su cadáver,
hazlo. Los investigadores cosecharán lo que necesiten de él. Pero quiero a ese
cambiante.
Walker escuchó sin cambiar de expresión. Cuando Sheldon se recostó en su
escritorio, su diatriba terminada, Walker se aclaró la garganta.
—Respetuosamente, señor.
Sheldon levantó la vista bruscamente, con los ojos tan fríos que quemaban.
—¿Capitán? Estaría interesado en escuchar su opinión.
Las palabras eran duras. Walker se aferró a su propósito, aunque los ojos del
comandante podían hacer que incluso los oficiales superiores decidieran que
necesitan ir en otra dirección en lugar de tener que pasar ante él.
—Con todo respeto, señor, la misión es averiguar todo lo que podamos acerca
de por qué este cambiante fue seleccionado, que investigaciones llevaron a cabo
en él y si esa investigación o el propio cambiante puede ser utilizado para ayudar
a nuestras tropas en el campo. No matarlo.
—¿Ah, no? –preguntó Sheldon. Le dio a Walker un minuto de su mirada
obedéceme—o-muere—. Voy a explicarle algo, Danielson. Ese cambiante puede
contener secretos que podrían salvar a nuestras tropas, nuestro ejército y nuestras
misiones en el extranjero. Lo sabe, ha leído la investigación Nuestra misión, la
suya y la mía, es recuperar a ese cambiante y extraer todo lo que podamos de él.
Su misión es traérmelo. Por cualquier medio posible. Vivo o muerto.
Walker ocultó una contracción de nerviosismo. El problema con Sheldon es
que por lo general tenía razón, pero la forma en que hablaba sin piedad le heló la
sangre.
—Señor.
—Fuera, Danielson.
—Señor. —Walker saludó a Sheldon de manera perfecta y se fue.
Ese cambiante que podría contener secretos que podrían salvar a nuestras
tropas, nuestro ejército y nuestras misiones en el extranjero. Palabras de
Sheldon, pero sus ojos habían contado una historia diferente. Sheldon estaba
jugando su propio juego.
Lo que Walker tenía que hacer ahora era encontrar la manera de mantener al
cambiante tigre a salvo y descubrir cuál era el verdadero propósito de su
creación. Todo esto sin joderse su propia vida.
Se dirigió al comedor del pequeño campamento en el lado sur de Austin,
donde la pequeña unidad entrenaba constantemente, a pesar de que rara vez se
les llamaba para hacer nada con cambiantes. Los cambiantes de Austin, donde la
Oficina Sur estaba localizada, nunca daban ningún problema a nadie. Los únicos
incidentes habían sido un cambiante acusado de asesinar a una mujer humana
hacía unos años, se demostró lo contrario, y ahora la violencia de Tiger en el
hospital.
Que se había detenido en el momento que Carly Randall había entrado en la
habitación y dijo su nombre. Había algo en eso, y no sólo porque Carly era
bonita.
Por supuesto, Rebecca desnudándose para transformarse en oso le había
pasmado mucho más. Las mujeres podrían hacer que un hombre se sintiera como
si hubiera recibido un puñetazo en el estómago.
Como el campamento era pequeño, no había servicio de comedor separada
para los pocos oficiales; todos comían juntos en el comedor. Sheldon, o salía a
comer o comía en la pequeña sala privada de la cafetería principal. Walker
generalmente comían en el comedor principal cuando estaba allí, sobre todo
porque no podía concebir llevar a cabo una conversación informal con Sheldon.
Además, sabía que a sus hombres no les importa ver a un oficial almorzando
como un ser humano, de vez en cuando.
Walker escudriñó la veintena de hombres que estaban comiendo o esperando
en la fila con sus bandejas, hasta que encontró al sargento que estaba buscando.
Crosby era un sargento muy bueno en obedecer órdenes al pie de la letra, que
era cómo se había abierto camino en el E-5. Dios ayude al ejército si alguna vez
llegaba a sargento mayor o más arriba. Crosby tenía una cabeza cuadrada, más
cuadrado por su cabello corto y un cuerpo rectangular repleto de músculos. Era
el mejor en todas las pruebas de aptitud y el primero en salir para entrenar todas
las mañanas.
Crosby se puso en pie cuando Walker depositó su bandeja llena frente a él. El
sargento estaba solo, aislado del resto de los que comían en uniforme, porque no
le gustaba a nadie.
—Aquí está, sargento —dijo Walker, sentándose—. Si se levanta antes de que
haya comido, su comida se enfriará.
Crosby se dejó caer de nuevo, pero no comió.
—Señor.
—Buen disparo para eliminar al cambiante —dijo Walker mientras daba
vueltas a la sopa inidentificable—. ¿Por qué siguió disparándole una vez que
estaba en el suelo?
Crosby se quedó perplejo.
—Es lo que me dijeron, señor. Que disparara todas las veces que hiciera falta,
pero me aseguré que estuviera vivo cuando me alejé.
Aja. Walker no había estado seguro de cuál de los soldados había sido enviado
a sacar a Tiger de la carretera y dispararle, pero había sospechado que había sido
Crosby. Crosby acababa de confirmarlo.
—¿Cómo sabía a dónde iba a ir el cambiante ese día?
—No lo sabía. Me dijeron que le siguiera y aprovechara la mejor oportunidad.
Ese es un tramo solitario. —No cambió la expresión, pero Walker vio en los ojos
del hombre que estaba contento con su ingenio—. Las órdenes llegaron
directamente del comandante, señor.
Lo qué Crosby nunca pondría en duda.
—En la ejecución de esas órdenes, sabe que puso en peligro a la población
civil.
La mirada de asombro de Crosby regresó.
—¿Señor? Esperé hasta que estuvieron bien lejos de otros humanos, ninguna
casa por allí, ningún coche. Los únicos en peligro fueron otro cambiante que
pudo haberme atacado y la grupie de los cambiantes.
Walker se tragó su réplica, suprimiendo su disgusto natural ante el interés de
obtener más información. De repente deseaba que Rebecca o Ronan estuvieran
allí para escuchar a Crosby desechar a Ellison y Carly. Rebecca le habría
arrancado la cabeza de Crosby con un golpe de su pata. Por lo demás, a Walker
le gustaría ver la cara de Crosby cuando se enfrentara a la gigantesca forma de
Rebecca como una osa kodiak.
—El cambiante vivió —dijo Walker—. Anda por ahí.
Crosby asintió.
—Lo sé, señor. El comandante quería que le disparara para averiguar cuánto
podía soportar.
—Creo que el comandante ya lo ha descubierto —dijo Walker—. Incluso si el
cambiante tuvo que sufrir mucho.
—Sí, señor. —Crosby mantuvo las manos sobre la mesa, con una expresión en
blanco.
—Mi formación inicial fue como médico —dijo Walker, dejando la sopa y
yendo a por el puré de patatas que no parecía muy diferente de la sopa—. Para el
equipo A de las fuerzas especiales.
La mirada de Crosby se volvió de respeto.
—Infiltración. Me encantaría ser escogido para una de esas misiones.
Walker no respondió. Los equipos A eran pequeños y, a menudo quedaban
aislados de cualquier apoyo detrás de las líneas enemigas durante largos períodos
de tiempo. Los hombres en ellos tenían que ser capaces de adaptarse y
reaccionarse, pensar y emitir juicios, lejos de cualquier cadena de mando.
Crosby era una máquina que no pensaba, listo para dejar que cualquiera al
mando le apuntara y disparara. No sería de mucha utilidad en una situación en la
que tuviera que tomar la iniciativa, o incluso tomar el control.
—He visto heridas bastante malas —dijo Walker—. Pero nunca vi a nadie
alejarse con algo parecido a lo que le hiciste al tigre.
—El cambiante es bastante fuerte.
Walker comió pacientemente otro bocado de patatas.
—Si recibe más órdenes en relación con el cambiante tigre, cualquier
cambiante, hágamelo saber antes de irse, ¿de acuerdo? Me gusta hacer un
seguimiento de mis hombres en caso de que necesite a alguien para una misión.
—Sí, señor. —Crosby no hizo preguntas.
—Disfrute de su almuerzo, sargento.
Walker se levantó con su bandeja, y Crosby se puso de pie en posición de
firmes.
—Sí, señor.
Walker salió de la habitación, llevando la bandeja a su habitación privada, que
afortunadamente estaba vacía. Se sentó y comió cada bocado de su almuerzo,
como había aprendido a hacer, pero su mente estaba muy lejos de la comida.

* *
Carly estaba caliente en las habitaciones de sus hermanas, depositando besos
suaves sobre el pecho desnudo de Tiger.
Él estaba despierto, tumbado de espaldas con las manos detrás de la cabeza, la
luz del sol bailaba sobre el naranja y negro de su cabello. Las sábanas estaban en
el suelo, su única manta la luz del sol.
—Nunca supe que podía sentirse tan bien —dijo Carly.
—Yo tampoco. —Las palabras retumbaron en el pecho de Tiger, con asombro.
Carly trazó perezosos círculos sobre su pecho, sus dedos encontraron y tiraron
de su pezón plano.
—Te he conocido apenas hace unos días. Y ahora no puedo imaginar cómo he
vivido antes de que entraras en ella.
Tiger entrelazó su mano y la apretó entre los pechos de Carly.
—Sientes el vínculo de compañeros. Es fuerte entre nosotros.
Su mano estaba caliente, el corazón de Carly latió más rápido debajo.
—No sé que es ese vínculo. O la reclamación de compañera, o que tienen que
ver el sol y la luna con ellos. Solo sé que mi mundo se puso del revés cuando te
conocí. Y me alegro de que lo hiciera.
Tiger le acarició entre los pechos con dedos ligeros, luego los estiró, como si
siguiera patrones en el aire que sólo él podía ver.
—Me alegro de que lo hiciéramos en la encimera –dijo ella—. Como un
exorcismo.
Tiger frunció las cejas.
—¿Hmm?
—Ya sabes, porque ahí es donde atrapé a Ethan. —Ethan parecía
insignificante y muy lejos ahora—. Pero a partir de ahora cuando piense en
hacerlo en un mostrador de cocina, voy a recordar lo increíble que fue contigo.
—Bien. —La voz de Tiger contenía un indicio de gruñido—. Sólo debes
pensar en mí.
—Engreído. —Carly sonrió mientras se inclinaba y le besaba los labios. Tiger
se lo devolvió suavemente pero teñida de calor.
Estaba mejorando en lo de besar, aprendiendo a usar los labios y la lengua
para extraer placer de los sentidos. Tiger no había querido dejar de besarla, ni
siquiera para quitarse el resto de su ropa antes de llevar a ella aquí.
Más besos al entrar en la habitación, Tiger la acostó y entró otra vez en su
interior. La había amado de nuevo hasta que ella pensó que iba a perder el
conocimiento por la intensidad, e incluso ahora, él no se veía cansado.
Carly lo adoró, pero también supo, cuando él la miró a los ojos, que se estaba
despidiendo.
Carly bajó la mirada hacia él ahora y le tocó la mejilla.
—No te vayas sin mí —dijo en voz baja—. Acabo de encontrarte, Tiger. No
estoy lista para dejarte ir.
Él tenía esa mirada terca.
—Es más seguro si te quedas.
—A la mierda la seguridad. —Carly se sentó, el cabello le cayó hacia delante
—. Te lo dije, perseguía la seguridad porque pensaba que iba a compensar lo que
mi padre nos hizo. Pero no es así. Sólo significa que tu vida no va a ninguna
parte. Y de todos modos, ya no creo que haya tal cosa como la seguridad. Me
engañaba a mí misma al creer eso, eso es todo.
Él la miró como si no prestara atención a ninguna palabra de las que decía.
—Puedo moverme más rápido sin ti.
—Eso es probablemente cierto. Pero no sabes a dónde ir, o cómo vivir como
un humano. Te delatarás tan pronto como trates de comprar comida o encontrar
un coche o un lugar donde dormir. Y si alguien te ve cambiar a tigre, cielos.
Cada cazador irá tras de ti con una escopeta Claro, puedes expulsar las balas de
tu cuerpo, pero apuesto a que demasiadas balas y estás muerto.
—Cortar mi cabeza probablemente funcionaría también —dijo Tiger, la cara
seria.
—No es gracioso. Me necesitas, y lo sabes.
Tiger movió de nuevo los dedos a través del aire, la mirada en lo que tocaba,
fuese lo que fuera.
—Tengo que protegerte. No protegí a mi compañera antes, o a mi cachorro.
—Por lo que me has dicho, no tuviste la oportunidad. Los investigadores te
encerraron lejos de ellos y no te permitieron verlos. Bueno, no quiero
mantenerme alejada de ti.
El rostro de Tiger se endureció.
—Aquí tienes mucho. Tu familia. Todo eso desaparecerá si escapas conmigo.
—Entiendo los riesgos —dijo Carly con rabia.
—Creo que no lo haces.
La réplica de Carly se interrumpió al oír el ruido de un coche abajo, luego
portazos.
Tiger estaba fuera de la cama en un solo segundo, se acercó a la ventana sin
hacer ruido. Se mantuvo en las sombras, mirando hacia fuera.
—No son los soldados de la Oficina —dijo en voz baja—. O cambiantes.
Carly oía las voces ahora, estridentes y sonrientes y su corazón se hundió.
—Mierda, ¿qué están haciendo en casa ya? Se suponía que no volvían hasta la
próxima semana. Y, mierda, dejamos nuestra ropa en la planta baja.
Se arrastró fuera de la cama, abrió el armario para agarrar la camiseta y
pantalones vaqueros que tenía aquí. Tiger estaba librado a su suerte sin embargo.
—Quédate aquí —le dijo Carly—. Me libraré de esto de alguna manera.
Podemos sacarte más tarde.
Tiger permaneció junto a la ventana, oculto a todos los de abajo. Carly pensó
que parecía melancólico de alguna manera, al ver a sus hermanas mientras
charlaban con sus voces estridentes, su madre respondiendo igual de fuerte.
Carly bajó corriendo las escaleras con los pies descalzos. La escalera se abría
al amplio vestíbulo que daba a la cocina. Llegó al último escalón, lista para
lanzarse y agarrar toda la ropa, cuando sus hermanas y su madre entraron por la
puerta trasera, con las manos llenas de cajas, bolsas y ropa en perchas.
—¿Carly? –Dijo con sorpresa Althea, su hermana mayor—. Espero que ese
pedazo de basura del garaje no sea tu coche. Casi choqué con él.
—No importa el coche —dijo Zoe, la segunda en edad. Agarró una cuchara de
madera del mostrador y la utilizó para levantar los boxers rojos cubiertos con
corazones negros del suelo de la cocina—. ¿De quién son estos? Carly, chica
mala.
Capítulo 22

—Déjalos. No es lo que piensas.


—¿No? —Zoe alzó las cejas a Carly sobre la ropa interior—. Creo que es ropa
interior masculina sexy en el suelo de nuestra cocina. ¿O estabas jugando a
disfrazarte? ¿Y no nos has invitado?
La siguiente Randal, Janine Randal-Johnson, respetablemente casada y con un
niño, dijo:
—Esos no parecen los que usaría Ethan.
Carly se puso las manos en las caderas.
—Y tú sabes todo acerca de la ropa interior de Ethan, ¿cómo?
—Janine tiene razón —dijo Zoe—. Estos no se parecen los que usaría un
hombre que lleva trajes con una temperatura de cuarenta grados y conoce cada
restaurante pijo de Austin. Así que, ¿quién es, Carly? ¿Y dónde está? ¿Arriba?
Zoe se dirigió a las escaleras, llevando la ropa interior como una bandera.
Carly se puso delante de ella, agarró la ropa interior y bloqueó el camino de Zoe.
—¡No!
—Por lo tanto, no es Ethan —dijo Althea—. Carly, bien por ti.
—Oh, Carly —dijo Janine, sonando triste. Ella era la única de las hermanas
que había pensado que Ethan era un buen partido.
—¿Quieres bajar la voz? —dijo Carly—. No, no es Ethan. Ethan y yo... hemos
roto.
Un término simple para los eventos volátiles de los últimos días.
—Carly, ¿por qué no me llamaste? —La madre de Carly, Rosalie, rodeó a Zoe
y la abrazó—. ¿Habéis discutido? Cariño, puedes contárnoslo.
—No tiene que contarnos nada. —Zoe volvió a la cocina, donde ella y Althea
chocaron los cinco—. Ding-dong, la perra ha muerto. Por la perra, me refiero a
Ethan.
—Zoe —dijo Rosalie con severidad—. Esto no es divertido. Carly ha roto con
el hombre con el que iba a casarse. Es evidente que ha conocido a alguien de
rebote. Tienes que hablar con nosotras, cariño.
—¿No podías haberlo solucionado? –Preguntó Janine—. Quiero decir, Ethan
está forrado. Haz que te compre un coche o algo. Que sea mejor que eso pedazo
de chatarra, por favor, no me digas que es el coche de tu nuevo novio.
—Ajj —dijo Althea—. ¿Qué hiciste, recoger a un tipo en un salón de billar?
Por favor, dime que le hiciste bañarse. Y que no usó mis toallas buenas.
—¿Os vais a callar? —gritó Carly. Retrocedió, sosteniendo la ropa interior de
Tiger, una mano en alto, rígida, para mantenerlas a raya—. Atrapé a Ethan
follando con otra mujer, y le tiré el anillo de compromiso. Fin de la historia.
La miraron fijamente, con la boca abierta, las expresiones de Zoe y Althea
cambiaron de la alegría a la pura sorpresa. Carly se dio cuenta después de unos
pocos latidos de corazón que no estaban mirándola a ella, estaban mirando más
allá, a las escaleras, a otra persona.
Se dio la vuelta y lo vio a unos pasos detrás de ella, con una de las preciosas
toallas de Althea atada alrededor de la cintura, la toalla apenas lo bastante grande
como para taparle.
El momento se estiró mientras Tiger las miraba y las hermanas y la madre de
Carly le miraban a él.
—Está bien —dijo Janine después de un momento de silencio—. Lo admito.
Has mejorado.

* *

¿Cómo sucedió que Tiger terminó vestido y sentado en medio del sofá en la
sala de estar, con Althea y Zoe a cada lado de él? Carly no podía recordarlo. El
tiempo parecía zumbar como una mosca contra el cristal.
Althea y Zoe sostenían una gran copa de vino tinto, su madre se había servido
una para ella y Carly mientras limpiaba la cocina y empezaba a preparar la cena.
Janine se sentó a la mesa de la cocina mirando, pero sólo quería agua
embotellada después del largo viaje.
Habían regresado de las compras temprano, dijo la madre de Carly, porque se
quedaron sin dinero. Así eran las hermanas de Carly. Mientras Carly y Janine
habían reaccionado a la deserción de su padre con deseos de tener cuidado,
Althea y Zoe lo habían compensado viviendo lo mejor posible, viajando, yendo
de compras, siendo derrochadoras y generosas. Habían sido mayores, sin
embargo, cuando su padre se había ido, ya planificando su negocio de
decoración juntas tan pronto como terminaran sus estudios de bellas artes. La
vida había sido buena con ellas en lo referente al negocio, les había permitido
comprar esta gran casa y salir de compras siempre que quisieran.
En el amor, sin embargo, no habían tenido suerte. Althea se había casado en la
universidad y se divorció dos años más tarde, diciendo que no quería un marido
que esperaba que renunciara a sus sueños y le esperara en casa. Zoe había tenido
varios novios, ninguno de los cuales había durado mucho. Janine se había casado
felizmente, con el hombre más dulce, Simón, y ahora tenía un hijo que había
heredado la alegre disposición de su padre.
Sin excepción, las hermanas estaban interesadas en Tiger. Él tenía una cerveza
entre sus grandes manos, observaba en silencio, pero no parece infeliz, mientras
Althea y Zoe le acosaban con preguntas.
—Entonces, ¿de dónde eres? De Texas no.
—Nevada —respondió Tiger.
—¿Que parte?
—Alrededor de Las Vegas.
—Oh, eso suena divertido. ¿Qué tal un viaje por carretera hasta allí, Carly?
—Acabas de llegar a casa –le dijo Carly—. Dale un respiro.
Zoe recogió el guante a su otro lado.
—Entonces, ¿cómo os conocisteis Carly y tú?
—Carly me dio un paseo —dijo Tiger.
—Entonces ella realmente te recogió. —Zoe se echó a reír—. Gran trabajo el
tinte en el cabello, por cierto. Yo podría intentarlo. ¿Qué haces para ganarte la
vida?
Tiger la contempló un momento y luego respondió:
—Arreglo coches.
Carly dejó escapar la respiración contenida. Él estaba diciendo la verdad, pero
de una que no la cuestionarían.
—No hiciste muy buen trabajo con el del garaje —dijo Zoe.
—Ese no es mío. Lo hemos tomado prestado.
Althea le miró con confusión.
—Entonces, ¿dónde está tu coche, Carly? ¿Si lo recogiste?
—No lo he recogido hoy —dijo Carly—. Mi coche está destrozado.
—¿Qué? —Las cuatro mujeres chillaron pero no en sincronía. Exigieron saber
que había pasado y Carly tuvo que esperar a que se calmaran antes de darles una
versión truncada de los hechos, incluyendo que Tiger estaba allí cuando atrapó a
Ethan. Les contó que el nombre de nombre de Tiger era Bram, el primer nombre
que le vino a la cabeza por alguna razón.
Carly terminó diciendo que había traído a Tiger hoy aquí, donde pensaba que
tendrían un poco de paz y tranquilidad. Su mirada significativa se encontró con
miradas distraídas.
—Que historia tan romántica –dijo Zoe, suspirando feliz—. Un encuentro
casual, Ethan siendo un bastardo, este tipo asustando a Ethan.
Tiger no le respondió, porque estaba mirando a Janine.
—Tienes un pequeño.
Janine se iluminó, como lo hacía cada vez que alguien mencionaba a su hijo.
—¿Carly te lo ha dicho? Sí, un niño pequeño. Tiene casi dos años.
—Quiero decir que tienes otro pequeño. —Tiger señaló a su abdomen—.
Pronto.
Otro coro de ¿qué? sonó alrededor de la cocina, y a éste se unió Carly. Janine
se sonrojó tan rojo como el vino de Althea.
—¿Como lo has sabido? –Preguntó Janine, tartamudeando un poco—. Estoy
de casi dos meses. Iba a decíroslo a todas, recibí el mensaje cuando estábamos
en el coche, pero quería esperar hasta que nos encontráramos con Simon.
Althea y Zoe abandonaron a Tiger para rodear a Janine con abrazos, besos y
exclamaciones de alegría. La madre de Carly dejó el fregadero, le dio un rápido
abrazo a Carly de camino, y fue donde Janine.
—Felicidades, Janine —dijo Carly, alegre. Otra adición a la familia, otro
sobrino para abrazar. Janine merecía la felicidad.
Carly vio a Tiger observándola. Sabía lo que estaba pasando por su cabeza, si
huía con él, tendría que dejar a sus hermanas y el nuevo bebé de Janine.
Probablemente nunca llegaría a ver al nuevo Randal-Johnson.
El nudo en la garganta era difícil. Carly levantó su copa intacta de vino a los
labios, las lágrimas le picaban los ojos.
—Carly también tiene uno —dijo Tiger.
Las voces de Althea y de Zoe se cortaron con un chasquido. Todos los ojos se
volvieron ahora a Carly.
—Oh, Dios mío —dijo Althea—. ¿De Ethan? Qué lío. Creí que usabas control
de natalidad.
—Lo uso —dijo Carly, su cuerpo entumecido—. No sé de qué está hablando.
Tiger se levantó del sofá y se acercó a Carly, apoyó las manos sobre la
encimera de la cocina y la miró por encima de ella.
—El bebé es mío. Pero está ahí. Sólo tiene un día.
Carly trató de responder, pero su boca no funcionaba. Tiger parecía saber
cosas que era imposible que supiera, así que no se burló de él, no le dijo que
estaba equivocado, que era demasiado pronto para saberlo.
Miró la copa de vino que había levantado y rápidamente la dejó.
—Si eso es cierto, es mejor que dejes el control de la natalidad de inmediato
—dijo Janine—. Podría dañar al bebé, y a ti.
—No estoy… —Carly se detuvo. Ella y Tiger había estado teniendo sexo
salvaje, haciendo el amor con más frecuencia en los últimos dos días de lo que
había hecho con Ethan en más de dos años.
Los espermatozoides cambiantes, especialmente los de Tiger, probablemente
eran más fuertes que los humanos. Incluso si su control de natalidad estaba
destinado a evitar que los óvulos cayeran donde podían ser fertilizados, no se
sorprendería si uno de los espermatozoides del Tiger había encontrado uno y lo
había sacado de su escondite.
Las chicas habían vuelto a hablar con Janine, tal vez pensando que Tiger
estaba bromeando. Carly sabía que no lo estaba. Lágrimas se deslizaron por las
comisuras de los ojos, Tiger se acercó y las limpió.
* *

A las cinco de la mañana, Tiger abrió en silencio abrir la ventana de la


habitación de invitados y se preparaba para salir, cuando escuchó el susurro de
Carly, sintió su toque.
—No.
—Me voy –el susurro de Tiger contenía una pizca de gruñido.
—Y yo voy contigo.
Carly. Tiger cerró brevemente los ojos. Si la dejaba atrás, ella y su cachorro
estarían a salvo. Liam protegería al cachorro, Tiger confiaba en él para eso al
menos.
Y si dejaba atrás a Carly, Tiger podría no ver nunca a su cachorro. Un puño se
apretó alrededor de su corazón.
Recordó la imagen que había tenido de su hijo, un pequeño envuelto en una
manta, con una pequeña mata de pelo negro en la cabeza, tocado con el más
débil rastro de naranja. La oleada de orgullo y amor que había sentido nunca
había sido igualada, ni la oleada de dolor cuando le habían dicho al cachorro no
había sobrevivido.
Carly estaba embarazada, no tenía ninguna duda. Veía la luz en su interior. Un
cachorro cambiante, no un ser humano de sangre pura, no la descendencia del
capullo de Ethan. El cachorro era suyo.
—Voy contigo —dijo Carly tenazmente—. Yo tengo dinero, tú no. Sé cómo
viajar y vivir en el mundo. Tú no.
—Correré como un tigre, cazaré.
—Oh, claro, porque nadie va a notar un Bengala corriendo por las llanuras de
Texas. ¿Tienes transporte? No llamo a esa cosa del garaje transporte.
—Walker me está esperando.
Carly le agarró del brazo.
—Espera. ¿Qué? ¿Puedes confiar en él? ¿Cómo sabes que te está esperando?
—Lo organizamos mientras dormías.
—Eso es todo. Definitivamente voy. Ya he preparado la bolsa. —Buscó en las
sombras junto a la cama y sacó un bolsa junto con su bolso—. Vamos al
encuentro de Walker.
Tiger dejó de discutir, esto estaba tomando demasiado tiempo. Dejaría que
viniera con él hasta que pudiera convencerla de volver a casa. Improvisa, había
oído decir a Connor. Tiger no lo entendía, pero Connor había explicado que
significaba decidir sobre la marcha. Él era bueno en hacer eso.
Carly sonrió con triunfo cuando Tiger asintió, cerró la ventana y le hizo un
gesto para que lo siguiera fuera de la habitación a la planta baja. Janine y la
madre de Carly se habían ido a casa hacía mucho tiempo, Althea y Zoe estaban
durmiendo en sus respectivas habitaciones, Tiger podía escuchar sus
respiraciones tranquilas detrás de las puertas.
La casa estaba a oscuras excepto por una luz nocturna en la cocina. Althea no
había conectado la alarma para que pudieran abrir las ventanas y que el aire
suave de la noche entrara, y ahora la puerta se abrió y cerró sin hacer ruido.
Se colgó la bolsa de Carly del hombro y tomando su mano, la condujo por el
paseo a la calle, manteniéndose a la sombra de los árboles y arbustos. La noche
era agradable y fresca, las altas húmedas de la tarde se habían ido.
Si Tiger no hubiera estado planeando ocultarse durante el resto de su vida, el
paseo habría sido agradable. La calidez de Carly se extendía a él desde su mano,
y la nueva vida dentro de ella le llamaba.
Carly no habló. Tampoco miró atrás o lloró. Era resistente, su compañera.
En la parte inferior de la calle y a la vuelta de la esquina había una tienda de
veinticuatro horas. Tiger examinó el parking con sus pocos coches, y el hombre
que estaba aplastando un cigarrillo y entró. No vio a Walker, pero Walker, como
los cambiantes, sabía cómo mantenerse fuera de la vista.
Tiger mantuvo Carly en las sombras mientras miraba alrededor, pero no olió a
Walker. Olió el olor rancio de los seres humanos dentro de la tienda, el hedor del
tubo de escape de los automóviles que pasaban, la colilla del cigarrillo del
hombre, y el repentino agudo olor del miedo.
Junto a él, Carly se quedó sin aliento.
—Oh, Dios mío, ese tipo está robando la tienda.
Tiger miró hacia donde ella lo hacía y vio al empleado de la tienda sacar cosas
de la caja registradora con movimientos rápidos y bruscos. El hombre que había
apagado el cigarrillo ahora sostenía un arma larga.
Carly siseó frustrada.
—Y maldita sea, aplastaste mi teléfono móvil.
Tiger dejó en silencio la bolsa en el suelo.
—Quédate aquí.
—Tiger —susurró Carly frenéticamente mientras Tiger se ponía la gorra de
béisbol encima del pelo y empezaba a cruzar el pequeño aparcamiento. Sin
embargo, no lo siguió. Era sensata.
Tiger se mantuvo en las sombras pegajosas del edificio, caminando a través de
la basura maloliente hasta que entró por la puerta delantera. El empleado le vio,
pero no dio ninguna indicación.
Tiger se movió sin hacer ruido detrás del hombre desgarbado que sostiene una
escopeta. ¿Por qué a los humanos les gustaban las armas? ¿Tanto temían luchar
cara a cara?
Se quedó justo detrás del ladrón, que nunca le oyó o presintió hasta que sintió
el calor del cuerpo de Tiger. Entonces, el ladrón se sacudió, y el arma se disparó,
pero no antes de que Tiger agarrara el arma y tirara del cañón para que apuntara
hacia arriba. El empleado se lanzó detrás del mostrador, y la bala se alojó en el
techo.
Tiger le quitó el arma de un tirón y la partió en dos. Al mismo tiempo, le dio
una patada a los pies del ladrón, lanzando al hombre asustado al suelo
manchado.
El ladrón se levantó, con un cuchillo en la mano, por lo que Tiger le rompió la
mano. Gritando de dolor, el hombre cayó al suelo de nuevo.
Tiger rompió la escopeta en unas cuantas piezas más y tiró las balas al pecho
del hombre.
—Ahora puedes llamar a la policía —dijo Tiger al empleado.
El empleado se levantó desde detrás del mostrador y se apoyó en él.
—Gracias, tío –dijo, jadeante—. Creí que no iba a ver a mis hijos de nuevo.
—Vete a casa y abrazarlos —dijo Tiger—. Deberías trabajar en un sitio más
seguro.
El empleado se encogió de hombros, dándole una sonrisa asustada.
—No tengo elección.
—Hay un bar justo fuera de Shiftertown. Ve allí y dile a Liam que te contrate.
Dile que Rory te envió.
—Liam. Vale. –El empleado tenía los ojos abiertos y aterrorizados.
Tiger miró al ladrón, que se sostenía la mano y escupiendo maldiciones y
amenazas. Tiger se inclinó, levantó cuidadosamente la cabeza del hombre por el
cabello, y luego lo golpeó contra el suelo con suficiente fuerza para noquearlo.
Luego salió de la tienda.
Carly le esperaba donde la había dejado, con los ojos abiertos por la
preocupación.
—Tiger, no hagas eso. Casi me dio un ataque al corazón.
Tiger la miró de arriba abajo.
—Creo que eres demasiado joven para ellos.
—No quiero decir... No importa. Oigo las sirenas. Tenemos que irnos.
—El empleado llamó a la policía. Creo que estará bien y tal vez encuentre un
trabajo más seguro.
Carly lo estudió, con una mano en la cadera, lo que le daba un aspecto sexy y
descarado.
—Sabes, si vas por ahí salvando a todo el mundo, nunca te quedarás fuera del
radar. Es decir —añadió a toda prisa ya que él empezó a preguntar lo que quería
decir—, te encontrarán.
Tiger le frunció el ceño.
—Pero esas personas estarían a salvo.
Carly respiró para responder, luego sacudió la cabeza.
—Tiger. –Le tocó la cara, sus ojos llenos de algo que no entendía—. ¿Qué voy
a hacer contigo?
—Criar a nuestro cachorro.
Ella le dio una mirada de preocupación.
—No puedes saber si estoy embarazada. Janine, sí, si ya está de dos meses,
pero no funciona de esa manera.
Los seres humanos, que lo habían inventado todo, desde el viaje a la luna a la
cura de enfermedades mortales, a veces podían ser tan ciegos.
Tiger llevó la mano a su abdomen.
—Lo sé. Llevas a nuestro cachorro.
Los ojos de Carly se llenaron de repentinas lágrimas. Tiró de Tiger y lo besó,
el beso lento, cálido y amoroso.
Tiger bebió en la sensación de sus labios y lengua, su sabor, su calor. Se
apartó, alisándole el pelo.
—Walker está aquí —dijo.
Capítulo 23

Walker los recogió en una camioneta azul oscuro que parecía que había
dejado atrás sus mejores años. Su mirada se fijó en Carly cuando Tiger se metió
en el asiento de atrás y atrajo a Carly a su lado.
—No dijiste nada acerca de traerla —dijo Walker.
—Ella no le dio elección —dijo Carly, cerrando la puerta y buscando el
cinturón de seguridad—. ¿Este SUV es tuyo? Si alguien se entera de que estás
ayudando a Tiger, lo buscarán.
—Lo compré hoy —dijo Walker—. Pagado, en metálico. Puedes darme las
gracias después.
—Te las doy ahora. —Carly se apoyó en Tiger—. ¿A dónde vamos?
—Lejos. —Walker puso la camioneta en marcha y se apartó de la acera oscura
donde se había detenido—. Hay agua en la nevera y comida suficiente para un
par de días. Sándwiches, patatas fritas y esas cosas. Imaginé que no recordarías
coger comida.
—Tiger no cogió nada —dijo Carly. Cerró los ojos, feliz por el tiempo de
inactividad.
—No necesito nada —dijo Tiger.
Su pecho retumbó gratamente, y Carly se acurrucó en las vibraciones. Él era
un hombre increíble, un cambiante increíble. Fuerte y, a veces aterrador, pero
había entrado en la tienda para ayudar al empleado sin pensárselo dos veces.
Antes de eso, la había sacado de un coche destrozado, luego impidió que las
balas la alcanzaran. Ella había salido del incidente sin un rasguño.
¿Y su recompensa por ser tan increíble? Gente disparándole y queriendo
ponerle un collar, enjaularle, hacerle pruebas y torturarle.
Bueno, no bajo su vigilancia. Iba a encontrar un lugar donde mantenerlo a
salvo y donde nadie pudiera hacerle daño.
La voz cínica de su interior, la que se mantenía en silencio la mayor parte del
tiempo, le dijo que las cosas no serían tan fáciles. Tiger tenía razón acerca de los
problemas que atraería al irse con él o incluso al ayudarle a escapar. Podría no
volver a ver a su familia.
Carly suprimió ese dardo de dolor. Ayudaría a Tiger, y trataría con el resto de
su vida más tarde.
Walker estaba hablando con Tiger.
—He averiguado que mi comandante ordenó el golpe contra ti. Para ver lo que
harías, y para ver lo bien que sanas. Te dije que me picó la curiosidad cuando leí
sobre los experimentos en el Área 51 y luego encontré un nuevo cambiante.
Informé a mi teniente coronel, porque es su mando, y por desgracia, se interesó.
—¿Por desgracia? —preguntó Carly.
—Porque ve a Tiger como su boleto para una promoción y una salida de la
Oficina Cambiante. Si ha encontrado una nueva arma, una persona que puede
moverse con sigilo y sobrevivir al fuego enemigo, será un héroe. Él es quien
quiere encontrar a Tiger, encarcelarlo y hacerle pruebas, y quiere criar más de él.
—Criar. –La palabra de Tiger contenía ira.
—Sí. Criar. Me has oído.
—Se llevaría a los cachorros. —La rabia en la voz de Tiger era feroz.
—Y la gente te cortaría el cerebro y tal vez te llenaría de agujeros de nuevo
para ver lo rápido que puedes sanar.
—No debe tocar a los cachorros. —Tiger atrajo a Carly más cerca, su brazo
tan fuerte como el hierro.
—Por eso te estoy alejando —dijo Walker—. Me enfrentaré a mi consejo de
guerra como un hombre.
Carly pensó en todo lo que Tiger le había contado que Walker le había dicho.
Cada una de las personas que había conocido quería controlar o utilizar a Tiger
de alguna manera, incluso Liam, al hablar de ponerle un collar de verdad. Y
ahora estaban confiando en que Walker no les estuviera llevando directos a su
comandante.
Tiger no parecía preocupado, sin embargo. Y como Tiger había tenido razón
en casi todo desde que lo conoció, Carly decidió que tendría que confiar en él.
No es que tuviera mucha opción en este momento.
Walker y Tiger se quedaron en silencio mientras conducía por las oscuras
calles de la ciudad. Carly se apoyó en Tiger, agotada y preocupada, pero
calentada por él y su brazo alrededor.

* *

Walker los condujo hacia el oeste por un camino que Tiger nunca había visto.
Cuando llegó a Austin, vino en un avión de carga privado pilotado por un
hombre llamado Marlo, un amigo de los cambiantes del Shiftertown de Las
Vegas.
Volar había sido una experiencia interesante. Tiger había visto montañas
ondulantes debajo de él, luego llanuras seccionadas limpiamente en campos y
círculos precisos de verde que Marlo dijo que provenían de los sistemas de riego
circulares. Zonas que se disolvían en cuadrados de polvo color marrón con
carreteras estrechas que terminaban en puntos. Pozos de petróleo, había dicho
Marlo en respuesta a las preguntas de Tiger, bombeando las venas del oeste de
Texas.
Este paseo los llevó al sur y más al oeste, siempre oeste. Cuando el sol salió
detrás de ellos, estaban en una amplia llanura de nada. Tierra marrón con trozos
de pastos y matorrales de color marrón que se extendían hasta donde Tiger podía
ver, las verdes colinas de Austin y el río muy atrás. El cielo estaba claro por
encima, ni una nube en el mismo, y la temperatura ya estaba subiendo.
A Tiger no le importaba. Miró de horizonte a horizonte, abarcándolo todo.
Amaba ver todo lo nuevo, le encantaba la increíble variedad del mundo.
Carly estaba a su lado, durmiendo, con los pies doblados en el asiento. El
vínculo de compañeros que los conectaba brillaba a la luz del sol. Carly no podía
verlo, pero Tiger sabía que podía sentirlo.
Otro vínculo se extendía entre los dos y la nueva vida dentro de Carly. Tiger
dejó escapar un gruñido de protección. La Oficina Cambiante nunca conseguiría
sus cachorros.
Tiger no dejaría que sus cachorros, los cachorros de nadie, para el caso,
vivieran el infierno que él había pasado. Ni jaulas, ni agujas, ni descargas, ni
experimentos. Podría morir en el intento de salvarlos, pero eso no importaba. Se
aseguraría de que su cachorro viviera y creciera igual que los otros cachorros en
Shiftertown, a salvo, protegido y feliz.
A medida que el sol ascendía, Carly se despertó y se estiró. Le dio a Tiger un
rápido beso en la mejilla, y luego rebuscó en la nevera que Walker había traído y
sacó una botella de agua, gotas de humedad se aferraban a ella. Carly se la
ofreció a Walker y a Tiger, pero ambos declinaron, luego abrió la botella y bebió.
Tiger vio sus labios fruncirse sobre la boca de la botella, su garganta
moviéndose al tragar, los ojos cerrados cuando el agua fría se deslizó sobre su
lengua. Tiger cerró el puño y se obligó a simplemente mirar, no tocar.
Carly agitó la mano delante de su cara.
—Apuesto a que ya hace treinta grados ahí fuera. Supongo que ha pasado
mucho tiempo desde que el aire acondicionado de esta camioneta pasó la
revisión.
—Probablemente —dijo Walker—. Abre la ventanilla.
—Podría. Cuando no tengo el suficientemente calor como para soportar tragar
la mitad del polvo de Texas.
Tiger no había notado la temperatura, pero Carly estaba sudando. Nunca había
tenido que preocuparse por otra persona antes. ¿Si la dejaba quedarse con él,
tendría que hacer bastante fresco donde terminaran? ¿O bastante calor? ¿Qué
fuera bastante seguro? ¿Cómodo? ¿Estaría contenta? ¿Lo estaría su cachorro?
Carly apoyó la cabeza en su hombro de nuevo.
—Parece que estás pensando pensamientos profundos.
—Quiero cuidar de ti —dijo Tiger—. Espero saber cómo.
Carly le palmeó el brazo.
—No te preocupes por eso. Soy muy buena en cuidar de mí misma. He
dormido un rato, Walker. Puedo conducir cuando necesites un descanso.
—Gracias —dijo Walker—. Te tomaré la palabra en un rato.
—Yo no estoy cansado —dijo Tiger.
—Mmm. —Carly le miró—. ¿Sabes conducir?
Él vaciló.
—Connor me estaba enseñando.
—Ya veo. —Otra palmadita, ésta en el pecho, y dejó allí su mano—. Creo que
Walker y yo deberíamos manejar la situación.
A Tiger le gustó que no apartara la mano de su corazón. Ella apoyó la cabeza
en su hombro, sin dejar de beber agua, la lengua salió para secarse los labios.
Tiger se inclinó para darle un beso, lamiendo la humedad de su boca. Ella
sonrió cuando se separaron, y la necesidad interior de Tiger amenazó con
ahogarlo.
Condujeron. Tiger comprobaba constantemente detrás de ellos, al igual que
Walker. No había coches siguiéndoles, no aparecieron luces y ningún vehículo
policial ante los que pasaron para cazar los excesos de velocidad, les prestó
atención. Walker condujo con calma, no iba demasiado rápido, pero tampoco
excesivamente prudente, lo que también llamaría la atención. El hombre sería un
buen cambiante.
Carly insistió en parar en un área de descanso donde pudo usar el baño,
luchando contra las miradas molestas de dos hombres al decir que ella no tenía
cañerías al aire libre y no podía hacerlo detrás del arbusto más cercano. No es
que hubiera muchos por aquí de todos modos, y no tenía intención de que se le
clavaran espinas largas en sus partes privadas.
Tiger odió cada segundo que estuvo fuera de su vista en el baño. No se relajó
hasta que salió, con el bolso al hombro y caminando rápidamente de vuelta a la
camioneta.
A continuación, Carly condujo dirección a la autopista. Walker montó delante
con ella, tanto él como Carly querían que Tiger se quedara en la parte de atrás.
Era demasiado grande y demasiado visible, dijo Walker, aunque ocultaba su
cabello multicolor bajo la gorra de béisbol.
—¿Te harán realmente un consejo de guerra? —preguntó Carly a Walker—.
¿Estás… cómo es el término… ausente sin permiso?
—No, tenía algunos días. No estaré ausente sin permiso hasta dentro de una
semana. Sin embargo, a menos que pueda convencer a quien me juzgue que
Sheldon es un bastardo cruel y pone en peligro la vida de las personas, es posible
que decidan hacer un ejemplo conmigo.
—Lo siento. —Carly sonaba triste—. No deberías haberte metido en esto.
—No importa. Creo en hacer lo que creo que es correcto. —Walker se encogió
de hombros—. He tenido una buena carrera.
—No puedes ser mucho mayor que yo.
—Uno crece rápido haciendo lo que hago.
Mientras Tiger escuchaba, una emoción aprendida recientemente brotó en su
interior, una que nunca había experimentado en el laboratorio de investigación.
Tiger había sentido algo parecido por Iona cuando finalmente se dio cuenta que
ella quería liberarlo del edificio de investigación y dejarlo ir, y de nuevo por
Liam al aceptarlo y darle un hogar. Lo sintió también por Connor al tratar de
enseñarle cómo vivir en el mundo. Y por Walker por ayudarle a pesar del costo
para sí mismo.
Ahora tenía una palabra para poner a la sensación: gratitud.
—Toma esa salida —dijo Walker a Carly cuando una señal verde apareció—.
No más autopistas fáciles.
Carly salió sin problemas de la carretera y siguió las instrucciones de Walker
para girar a la izquierda a la carretera vacía y estrecha al final de la rampa. Esta
carretera, un poco más dura, sin arcén más allá de la raya blanca en el borde, se
extendía hacia el sur recta y larga, hasta donde Tiger podía ver.
Todavía estaban en esta carretera cuando el sol se movió lentamente hacia el
oeste, pero habían dejado atrás llanuras de pequeñas montañas que abrazaban el
horizonte y hacían que la carretera se curvara alrededor de ellas. Carly había
cambiado de sitio con Walker otra vez, pero permaneció delante, sus gafas de sol
contra el reflejo.
Parecía tan pulcra y comestible como lo había estado cuando la conoció por
primera vez, parada al lado de la carretera de un blanco inmaculado, con una
mano sosteniendo su teléfono móvil, los dedos de la otra extendidos en la cadera
bien formada.
Un instinto enterrado dentro le había dicho que era su compañera. Ninguna
otra.
Y Tiger había tenido razón. Ninguna mujer ni compañera del corazón estaría
tan decidida a ayudarlo, tan dispuesta a ponerse en peligro a sí misma para
ayudarle a escapar.
Tiger no le permitiría ponerse en peligro mucho más tiempo.
Por la tarde el calor aumentó, luego más aún. Walker se desvió por otra
carretera que conducía a las colinas rocosas y cañones. La carretera era de tierra,
el SUV se sacudía sobre surcos y desniveles.
Después de aproximadamente una hora más o menos por esta carretera,
viajando a paso de tortuga, Walker se detuvo. No había nada aquí excepto el
cielo y rocas, con árboles y matorrales que se aferraban a los lados de los
cañones. No había más coches, ni edificios, nada.
—Carly, ¿cómo de buena eres leyendo mapas? —preguntó Walker.
—Bastante buena —dijo Carly—. Voy de viaje por carretera con mis
hermanas. Ellas hablan en lugar de ver la carretera, y nunca prestan atención a su
GPS, si es que lo encienden. Así que yo dirijo. Dicho de otro modo, yo les grito
para no perder el giro.
—No hay servicio de GPS en esta camioneta —dijo Walker—. Y es mejor si
no enciendes tu teléfono móvil. Si puedes leer un mapa, te lo mostraré. Si no, te
lo diré solamente.
—No te preocupes por mi teléfono móvil. Está roto. —Lanzó una mirada a
Tiger—. Muéstrame el mapa.
Tiger esperó a que Walker extendiera el mapa en el asiento y señaló los
caminos que necesitaba para volver a la autopista y a El Paso. Cruzaría la
frontera allí y tomaría más carreteras secundarias hasta el lugar donde pudiera
recoger a Tiger.
—¿Y tú estarás...? —le preguntó Carly.
—Con Tiger.
—Oh –dijo—. Bien. —Carly echó un vistazo por encima del asiento a Tiger
—. Alguien que cuide de ti.
Tiger no estaba seguro de que fuera una buena idea que Walker fuera con él.
Sabía que acabaría cuidando de Walker, no al revés.
Tiger abrió la puerta trasera y salió de la camioneta. Flexionó sus músculos
contraídos, no le gustaba estar confinado durante largos períodos de tiempo.
Olfateó el aire, no olió nada más que hierba, viento y tierra. Sin
contaminación, sin olor de seres humanos tocando la brisa. Limpio, fresco y
hermoso. Un lugar salvaje, que llamaba a su corazón. Quería cambiar y correr,
correr sin parar.
Oyó a Carly salir de la camioneta, sus zapatillas aplastaron la grava de la
carretera. Tiger rodeó el vehículo hacia ella, atrapándola antes de que lo hiciera
ella.
Sus ojos eran luminosos a la luz del sol, que ardía en su pelo con reflejos
dorados.
—Hasta pronto —dijo Carly suavemente.
Tiger la empujó contra el lado de la camioneta, su cuerpo la aplastó. Puso sus
dedos bajo la barbilla, volviendo la cara hacia él.
—Compañera de mi corazón –dijo—. Siempre lo serás. No importa lo que
pase.
Los ojos de Carly brillaban con lágrimas.
—¿Recuerdas cuando dije que pensaba que me estaba enamorando de ti?
Bueno, creo que lo he hecho. A fondo.
Tiger deslizó el brazo detrás de su espalda y la atrajo hacia sí, la longitud de su
cuerpo junto al suyo. La estudió, memorizando su rostro, sus ojos verdes con las
manchas de color gris plata.
La besó, un ligero toque de los labios, grabando su sabor en su mente.
Siempre Carly. Siempre mía.
Tiger volvió a besarla, este beso más profundo. Carly hizo un ruido con la
garganta cuando su propio cuerpo encajó en el interior de la curva del suyo.
Su cuerpo era suave dónde él era firme, redondeado donde Tiger era plano con
músculos. Amaba cada parte de ella. El recuerdo de la calidez de Carly lo
envolvería cuando tuviera frío, el pensamiento de su beso le alimentaría cuando
tuviera hambre.
La apretó de nuevo contra el metal caliente de la camioneta, con ganas de
trepar dentro de ella y no salir nunca. El frenesí de apareamiento. Aquí y ahora.
Tiger la besó y Carly le devolvió el beso. Su boca se movió sobre la de ella,
sus lenguas se enredaron. Los sonidos suaves que Carly hacía provocaron que su
erección se pusiera dura, cada momento con ella le hacía querer tenerla una vez
más.
Walker carraspeó al otro lado de la camioneta.
Tiger se apartó de Carly, su corazón latía con fuerza, su temperatura elevada,
la bestia en él enojada. No confiaba en sí mismo para hablar cuando dio un paso
atrás y obligó a sus manos a apartarse de su cuerpo.
Carly alzó la vista hacia él, con los ojos húmedos, entonces se acercó y rozó
un dedo por su mejilla ardiente.
—Te veré, Tiger. En unas cinco horas. Dependiendo de cuánto tiempo me
lleve cruzar. Y luego tendremos tiempo.
Tiempo. Sí.
En la jaula, no había tenido nada más que tiempo. Tiempo perdido. Ahora
Tiger quería aferrarse a cada segundo, con ella.
—Arreglaremos esto —dijo Carly—. ¿Todo bien?
Sí, podría solucionarlo. Tenía que hacerlo. La idea de estar sin Carly le estaba
destrozando.
Dio otro paso atrás. Carly tragó saliva y apartó la mirada, rodeó rápidamente
la parte trasera de la camioneta hasta el lado del conductor. Tiger la siguió,
Walker se hizo a un lado para que Tiger pudiera ayudar a Carly a subir la
camioneta y cerrar la puerta.
—Ten cuidado —le dijo ella a través de la ventanilla abierta—. Quiero verte
otra vez.
Tiger no respondió. Se inclinó por la ventanilla y volvió a besarla.
Tocó su cara por última vez y dio un paso atrás, esperó a que arrancara el
vehículo, luego la observó dar la vuelta y volver por la carretera.
Walker se abrochó el cinturón de herramientas alrededor.
—¿Estás bien?
Tiger mantuvo sus ojos en la camioneta, mirando las luces cuando Carly frenó
para pasar un bache. Una línea de polvo a la estela de Carly giró hacia el cielo
azul.
Capítulo 24

El pecho de Tiger se sentía vacío, como si alguien lo hubiera pateado en


repetidas ocasiones. Necesitaba a Carly con él cada segundo, cada momento
lejos de ella era uno demasiado largo.
—¿Tiger? —dijo Walker.
—Bien. —Tiger se obligó a darse la vuelta—. Deberíamos irnos. —Mejor
llegar y encontrarse con ella de nuevo tan pronto como pudiera.
—Sígueme, y no te desvíes —dijo Walker—. Estamos entrando en una zona
peligrosa, la usan traficantes y coyotes. Coyotes significa tipos que guían gente a
través de la frontera a cambio de los ahorros de toda su vida, no los animales
sarnosos que aúllan.
Tiger había oído hablar de estos coyotes y los traficantes de droga que
disparaban a los que se interponían en su camino. Pero eran la menor de sus
preocupaciones. De hecho, se aseguraría de que tuvieran que preocuparse de él.
Se detuvo un momento para quitarse la ropa mientras Walker discretamente
miraba para otro lado. Una vez que se desnudó, Tiger metió sus ropas en la
mochila de cinturón impermeable que Walker había traído para él, se la pasó y
cambió a tigre.
El mundo cambió. Olores y sonidos se precipitaron sobre él, la bestia alegre
de estar en campo abierto, lejos del confinamiento de Shiftertown. Tiger se
estiró, sacudiéndose.
Walker abrió los ojos de par en par, su olor traicionó su cautela sobresaltada al
ver el cambio de Tiger. Luego se tragó sus dudas, fue donde él y enganchó el
cinturón con la ropa de Tiger alrededor de su cintura.
El apéndice se sentía un poco extraño, pero Tiger tendría que acostumbrarse a
ello. Levantó la cabeza, olfateó el viento, y siguió a Walker por la colina,
deslizándose entre las sombras de las montañas rocosas.
* *
Carly dio un suspiro de alivio cuando la camioneta golpeó pavimento. Las
sacudidas y traqueteos se detuvieron, y el viaje transcurrió sin problemas.
No adelantó muchos coches cuando volvió a la carretera, en dirección hacia la
I-10. Incluso si no tenía mapa, las posibilidades de perderse aquí eran mínimas.
Había pocas carreteras pavimentadas que iban a alguna parte.
La distancia le dio tiempo para pensar. Demasiado tiempo. Sabía que tenía la
opción de girar a la derecha en la I-10 en lugar de a la izquierda, y regresar a
Austin. Los cambiantes le sonsacarían a dónde había llevado a Tiger, luego irían
tras él ellos mismos, o alertarían a la Oficina Cambiante. La dejarían sola, ya no
la necesitarían.
Carly podría volver a su vida. Encontraría el coche de Yvette donde lo había
dejado en el hotel y se lo devolvería, encontraría alguna manera de disculparse.
Podría volver a tratar con su compromiso roto y encontrar la manera de evitar
que Ethan le arruinara la vida. Podría tener que buscar otro trabajo, pero tal vez
podría vender su casa y mudarse con Althea y Zoe por un tiempo hasta que lo
solucionara.
Si Yvette no la despedía, volvería a las trivialidades del trabajo diario, tratando
de convencer a la gente con grandes ingresos disponibles que querían utilizar su
dinero en obras de arte de calidad. Después del trabajo, recogería algo en la
tienda de comestibles camino a casa, y pasaría las noches delante de la
televisión.
Ahora se daba cuenta que no había pasado mucho tiempo con Ethan, incluso
después de su compromiso, y que sólo habían estado juntos cuando él había
querido. Ella había estado demasiado atrapada en la planificación del resto de su
vida para darse cuenta.
De vuelta a un mundo donde la gente capturaba a un hombre salvaje y
hermoso para estudiarlo, diseccionarlo, atraparlo y atarlo. Tiger merecía ser
libre, y Carly iba a asegurarse de que lo fuera.
Cuando giró en la autopista, eligiendo ir hacia el oeste, no al este, unas luces
azules y rojas destellaron detrás de ella y el coche del sheriff le hizo señas para
que se detuviera. Con el corazón en la garganta, Carly frenó y se detuvo en el
arcén de la autopista, esperó que pasara un camión de dieciocho ruedas antes de
bajar la ventanilla. Un ayudante del sheriff se acercó por detrás y se inclinó para
mirar por la ventanilla.
—Permiso y papeles, señora —dijo.
—¿Hay algún problema, oficial? —Carly mantuvo la sonrisa en su lugar
mientras sacaba el permiso de conducir de la cartera y buscaba en la guantera los
papeles. Se le secó la boca cuando no vio el papel de registro en un primer
momento, pero ahí estaba, escondido debajo de un paquete de pañuelos.
Se los dio, contenta de haber guardado los mapas que Walker le había dado en
el bolso.
—Sé que no iba rápido. Tengo cuidado con eso.
El ayudante se asomó a por el permiso, luego el registro.
—No es su vehículo, señora.
—No, no lo es. Es de mi novio. Me lo prestó para el fin de semana.
—¿Le importa si le pregunto de donde venía por esa carretera? Es un largo
camino desde Austin.
—De Marfa. —Una mentira—. Tengo amigos allí. —La verdad—. Es tan
bonito. —También la verdad.
—Y ahora se dirige a...
—El Paso. Más amigos. Vamos a Juárez, en busca de gangas.
Carly hizo todo lo posible para parecer una cabeza hueca que vivía de visitar a
sus amigos y gastar dinero.
—Todavía no me ha dicho por qué me ha detenido —Carly volvió a sonreír
mientras recuperaba su permiso de conducir.
—Busco a alguien. —El oficial miró, perspicaz, en el interior de la camioneta,
al asiento trasero y el espacio detrás de él. Se enderezó—. Que tenga una
agradable tarde, señora Randal. Está a unos cincuenta kilómetros de El Paso.
Conduzca con cuidado.
—Gracias, lo haré. —Manteniendo su tono agradable, Carly subió la
ventanilla y volvió lentamente al tráfico.
Busco a alguien. Su corazón latía. El agente no había estado a punto de decirle
quién. Obviamente no era Walker, porque su nombre estaba en los papeles. Y no
a ella. Eso dejaba a Tiger.
Carly aceleró un poco, asegurándose de no superar el límite para no ser
detenida de nuevo, y se dirigió hacia el horizonte y a la ciudad de El Paso.

* *

A los tigres les gustaba el agua. Cuando llegaron al Río Grande, Tiger no tuvo
ningún problema en vadear en la corriente fangosa, el agua fría bajo sus patas.
Aquí los matorrales y árboles eran verdes, alimentados por el río principal y
pequeños riachuelos que empantanaban el suelo.
Tiger salió por el otro lado y se sacudió. Walker necesitó más tiempo, sostenía
sus cosas por encima de la cabeza mientras vadeaba y nadaba por las partes más
profundas. Tiger esperó, la bestia en él satisfecha por el campo abierto, el cielo
inmenso de encima. En un lugar así podía correr toda la noche, dormir bajo los
árboles durante el día. Si los hombres malos salían para hacer daño a la gente,
podría eliminarlos, como había hecho con el ladrón en la tienda. Eso era lo que
estaba destinado a hacer, pensó. Aplastar a los malos.
—Por aquí –dijo Walker una vez que se vistió.
Llevó a Tiger a través de la tierra salvaje, empujando a través de la maleza y
los árboles para abrir camino. Por lo que Tiger podía decir, iban norte y al oeste,
para encontrarse con Carly, lo que hacía cantar su corazón. Ella no habría estado
bien en este paseo campo a través, pero tenía la comodidad de la camioneta, y su
relativa seguridad. Tiger esperaba volver a verla, si todo esto funcionaba, aunque
sólo fuera un momento.
No vieron a nadie. Tiger había medio esperado que las colinas estuvieran
llenas de personas que necesitara eliminar, pero no había sido así. Su sangre de
lucha estaba alta, su necesidad de correr, de golpear, de hacer lo que se supone
que debía hacer.
En un momento dado un avión voló por encima, lo suficientemente alto como
para ser una pequeña mancha contra el cielo de la tarde. Walker se agachó
debajo de la copa de un árbol, y Tiger se dejó caer al suelo, dejando que las
sombras actuaran como camuflaje. El avión voló en línea recta, no un círculo y
no regresó.
Tiger se levantó y siguió adelante, siguiendo la guía de Walker, sintiendo el
vínculo de compañero tirar de él hacia Carly.
* *
Carly pasó por encima de uno de los puentes que conectaban El Paso a la
ciudad mexicana de Juárez, cruzó la frontera después de una espera de alrededor
de una hora más o menos. El sol se ponía, y había un montón de coches en las
calles de ambos lados, la gente se iba a casa o salía de las ciudades después del
fin de semana.
Carly sabía que Walker había escogido El Paso como lugar por donde debía
cruzar porque las ciudades de ambos lados eran bulliciosas, llenas de americanos
que cruzaban de ida y vuelta todos los días, y las familias vivían a cada lado,
cruzando a un lado y otro para las visitas. Había conducido por el tráfico loco en
Juárez antes, y salió de esa ciudad después de un tiempo, en dirección sur, a la
ciudad de Chihuahua.
Ahora comenzó a sentirse un poco incómoda. La tarde se desvanecía en la
noche, y estaba sola, en otro país, en un vehículo que era mejor que la mayoría
de los que adelantaba en la carretera. Los robos de automóviles no eran
inusuales. Estaría más segura si no se detenía hasta que llegara al punto de
encuentro.
El sol se hundió cuando se dirigía al sur y luego giró por el tramo solitario de
carretera que Walker había marcado. Tenía que conducir lentamente, a través de
los surcos y a lo largo de los tramos sin asfaltar, por vados secos donde sus
neumáticos giraban en tierra blanda.
Tardó casi una hora en hacer los treinta kilómetros de este camino mientras el
sol se deslizaba sobre el horizonte. El crepúsculo no se detenía mucho en el
desierto, y pronto estuvo oscuro.
Carly aparcó en el punto de encuentro designado y apagó el motor y las luces.
Se asomó a la oscuridad vacía, una llanura del desierto. En la oscuridad, no
podía ver nada más que eso, no podía ver a Tiger ni a Walker.
No importa. Se sentaría aquí hasta que llegaran. Tiger y Walker eran la clase
de hombres que se asegurarían dos y tres veces de que el camino estaba
despejado antes de aparecer.
O, si no venían por la mañana, Carly podría dar la vuelta y volver a Austin.
Sabía por qué Tiger había acordado separarse, le había estado dando la
oportunidad de ir a casa y dejarlo si ella decidía que era lo mejor. Separarse
también le daba a Tiger la posibilidad de elegir si volver o no con ella. Como le
había dicho, podía moverse más rápido sin ella.
El reloj que tenía en el bolso le permitía ver el paso del tiempo, que se
arrastraba lentamente. Agonía. El día más largo de su vida en este punto había
sido cuando se dio cuenta de que su padre se había ido para siempre. Éste podría
batirlo.
Carly captó un movimiento por la ventanilla trasera. ¿Tiger? Se volvió para
mirar, pero permaneció dentro de la camioneta. Podría ser cualquiera.
Su corazón latía con fuerza hasta que le dolió la cabeza, mientras quienquiera
que fuera se movía lentamente hacia adelante. Sigilosamente. Como un
cambiante.
Sin embargo, el cambiante por la ventanilla no era Tiger. Tenía la cabeza
afeitada, tatuajes en su cuello y una expresión de furia en sus ojos marrones.
Spike.
Detrás de él estaba Sean, luego Ellison con su sombrero de vaquero. El gran
oso Ronan se acercaba por el otro lado de la camioneta con Dylan, y el espejo
retrovisor de Carly mostró a Liam caminando con indiferencia hacia ella desde
la oscuridad.

* *
Tiger se detuvo, olió a los cambiantes antes de verlos rodear la camioneta que
esperaba en el punto que Walker había elegido.
Liam, Dylan, Sean y los rastreadores. Tiger también olió un avión, muy lejos,
pero lo suficientemente cerca para que sus sentidos realzados captaran el olor.
Eso explicaba cómo habían logrado llegar primero, en el avión que les había
sobrevolado. Tiger no sabía lo suficiente sobre aviones, y no había volado lo
bastante bajo para reconocer el de Marlo.
Tiger se convirtió en humano, soltó el cinturón ahora flojo de la cintura. Fue
donde Walker.
—Necesito que cuides de Carly —dijo antes de que Walker pudiera hablar—.
Y de mi cachorro.
—Te pondré a salvo —dijo Walker en voz baja—. Pero tenemos que irnos
ahora.
Tiger negó con la cabeza.
—Serás demasiado lento. Prométemelo. No dejes que les hagan daño o se
lleven al cachorro.
Walker evaluó a Tiger, luego asintió, sin discutir.
—Lo prometo.
—Gracias, Walker Danielson.
Tiger puso las manos sobre los hombros de Walker y tiró de él a un abrazo
rápido, al modo cambiante. El olor de Walker traicionó su malestar, pero
devolvió el abrazo, palmeando a Tiger en los hombros.
Tiger se puso el cinturón y la bolsa y cambió a Bengala de nuevo.
Cada uno de los instintos de Tiger y su corazón lucharon mientras se giraba y
se escabullía en la oscuridad. Pero la mejor manera de ayudar a Carly era
desaparecer. Liam se ocuparía de que Carly no sufriera ningún daño, y también
Walker. Tiger tenía que hacerse cargo de lo que necesitaba, aunque le matara
hacerlo.

* *

—Le encontraremos —dijo Liam a Carly.


Carly estaba sentada en la cama trasera abierta de la camioneta, con los brazos
cruzados, Rebecca, la cambiante oso, estaba junto a ella. Liam estaba de pie con
las manos en los bolsillos de una chaqueta de cuero, la noche del desierto se
había vuelto fría. Rebecca había puesto una manta sobre los hombros de Carly,
pero ésta apenas reconoció el gesto.
—¿Dónde lo dejaste, Walker? —preguntó Liam. Su voz era tranquila, pero
Carly sintió la ira detrás, tensa, lista para atacar.
Spike y Ellison habían encontrado a Walker en el desierto, caminando hacia
ellos, solo. Walker le dirigió una mirada estoica y señaló a la oscuridad.
—Por allí. Pero ya se habrá ido. No es un cambiante normal.
Liam asintió con la cabeza, pero miró al desierto como si pudiera ver detrás de
cada planta rodadora, lo que posiblemente podía.
—Ronan, papá, Spike. Ved lo que podéis hacer.
Los tres cambiantes se alejaron en la oscuridad, sin mirar a Carly. Spike estaba
furioso con ella, lo sabía, aunque no había dicho ni una palabra. Después de su
primera mirada de rabia, Spike había dado un paso atrás, fuera del camino, y
dejó que Liam se hiciera cargo.
Liam volvió su mirada hacia Carly.
—¿A dónde iba?
—No tengo la menor idea —dijo Carly—. Planeamos reunirnos aquí y más
allá de eso, no lo habíamos decidido.
Liam hizo un ruido que era un cruce entre un gruñido y un rugido.
—Maldita sea, Carly, estoy tratando de ayudarlo.
—La última vez que Tiger oyó eso, querías o bien ponerle un collar o matarlo
—dijo Carly—. Realmente útil.
—Y la última vez que lo comprobé, este tipo quería encerrar otra vez a Tiger
en un centro de investigación. —Liam señaló con el pulgar a Walker, que
permanecía tan silencioso como los cambiantes—. ¿Y ahora es su mejor amigo?
—Walker cambió de opinión —dijo Carly.
—¿Y confías en él?
—Si hubiera estado mintiendo, Tiger lo habría sabido.
—Aye, eso es cierto. Pero mierda. —Liam se giró hacia Walker—. ¿Por qué
no viniste a mí? Tiger es mi responsabilidad. Cualquier cosa que hace puede
tener una reacción en todos los cambiantes, en todas partes.
—No es mi problema —dijo Walker—. Quiero saber lo que Tiger es y lo que
puede hacer, cuál era su misión original.
—¿Por qué? —preguntó Liam—. ¿Por qué tanto interés? ¿Aparte de cumplir
órdenes de la Oficina Cambiante?
—Tengo mis razones.
Walker podía ser tan obstinado como Liam. Carly ahora creía que Walker no
quería ver a Tiger encerrado de nuevo, pero seguía queriendo saber para qué
había sido creado. Walker quería a Tiger lejos de la Oficina Cambiante, cierto,
pero por su propia agenda. No había dicho nada sobre sus motivos durante el
viaje, y tampoco Tiger, pero lo que fuera que hubiera dicho a Tiger debía haber
sido suficiente.
—Rebecca —dijo Liam—. ¿Puedes darme un minuto a solas con Carly?
Rebecca se levantó, obediente, pero le lanzó una mirada de advertencia
mientras se alejaba.
—No le hagas daño o la molestes. Kim me dio esas órdenes. No hagas que se
enfade conmigo. Eh, Walker. —Rebecca sonrió al hombre y deslizó su mano por
el hueco de su brazo. Era más alta que él por un par de centímetros—. ¿Qué tal
un paseo a la luz de la luna?
La postura de Walker se convirtió repentinamente en nerviosa, pero se fue con
Rebecca. Ellison los siguió, cojeando un poco, aún se estaba recuperando del
disparo, mientras que Sean se fue al desierto, observando la oscuridad.
Liam se acomodó junto a Carly, apoyando las manos sobre las rodillas. Con
sus vaqueros desgastados, chaqueta de cuero y barba sin afeitar, podría ser un
motero descansando antes de continuar camino.
—¿Sabes cómo te rastreamos? —preguntó Liam, su voz tranquila.
—Sé que me lo vas a decir —dijo Carly.
—Connor estaba viendo las noticias de la mañana. Había una historia local
sobre un hombre que había ido a una tienda y detuvo un robo en progreso. El
héroe rompió el arma del ladrón en una decena de piezas, golpeó al individuo y
luego le rompió la mano. Y lo noqueó. El sorprendido empleado describió a su
rescatador como un hombre muy grande, enormemente fuerte y que llevaba una
gorra de béisbol. Y luego este superhéroe desapareció. Tiger se había ido, nadie
sabía dónde, y tú habías desaparecido de tu galería, no creas que Spike no
recibió una bronca por eso. ¿Cómo de tonto tendría que ser para no averiguar
quién era este héroe?
—No pudo detenerse —dijo Carly—. Es lo que es.
—El empleado, que ahora es el mayor fan de Tiger, me contó que le vio entrar
en una camioneta oscura. Fue fácil para nuestro Sean revisar las cámaras de
tráfico de esa hora y encontrar posibles coches y sus matrículas. Fácil para él
piratear los registros de la base de datos para encontrar que Walker Danielson
había comprado un vehículo con esa descripción ayer.
—Me detuve en la autopista —dijo Carly, su voz plana.
—Aye. Les pedí a mis amigos en los condados de todo el estado que buscaran
la camioneta, pero que no lo hicieran oficial. Y que no arrestaran a nadie, pero
que me dijeran dónde estaba la camioneta y a donde se dirigía. Otro amigo en el
Puente de las Américas me dio otra pista, y mi amigo cambiante, Eric, tiene
acceso a un avión.
—¿A quién más se lo dijiste? —preguntó Carly—. ¿A la Oficina Cambiante?
—¿Por qué iba a hacer eso? —Liam le dio una mirada de incredulidad—. No,
muchacha, no se lo dije a nadie.
—¿Y nadie va a preguntarse por qué la mitad de Shiftertown dejó Austin esta
noche?
—Los pocos que estamos aquí estamos muy lejos de ser la mitad de
Shiftertown. La mayoría de Shiftertown sale por la noche de todos modos.
Bares, discotecas, el club de lucha. No es inusual tener cambiantes rondando por
la ciudad hasta las dos y media de la mañana, que es nuestro toque de queda.
Muchos de nosotros venimos de razas nocturnas.
Carly escuchó con impaciencia.
—¿Qué pasa con los cambiantes que quieren que le pongas un collar a Tiger?
—Carly. —Liam se frotó los muslos con las manos—. Estuve de acuerdo en
cuidar de Tiger porque lo sentía por él. Nadie debería hacerle a un cambiante lo
que le hicieron a él. Estoy tratando de protegerlo. Y estoy tratando de protegerlo
de sí mismo.
—Mmm.
—Sé que no me crees, muchacha. Él puede enrollarte alrededor de su dedo.
Tiene esa manera, como mi madre solía decir. Pero, ¿qué ocurre si ataca a
alguien, como al ladrón? Si no estoy alrededor cuando los humanos traten de
arrestarlo, ¿qué les hará Tiger? O las autoridades podrían tratar de matarlo, lo
que causaría aún más estragos. No estoy a favor de ponerle un collar o matarlo,
confía en mí. Pero tenemos que controlarlo de alguna manera.
—¿Por qué necesitas controlarlo? —exigió Carly—. ¿Por qué no puedes
dejarlo en paz?
Liam dejó escapar el aliento.
—Si no lo has notado, Tiger es peligroso. Mira los estragos que causó en solo
los últimos días.
—Todo en defensa propia y en defensa de los demás. Me dijo que si le pones
el collar, es probable que lo mate.
Liam miró a lo lejos de la noche estrellada.
—Tengo que reconocer que cuando lo intentamos la primera vez, pensé que lo
mataría. Por eso se lo quité.
—¿Y quieres ponérselo de nuevo? ¿Qué clase de lógica es esa?
—Mmm. —Liam se quedó en silencio durante mucho tiempo mientras la brisa
fresca del desierto y las colinas de más allá fluían a ellos. El motor de la
camioneta emitió un estallido y un pequeño silbido.
—Voy a contarte una cosa —dijo Lima—. Necesito que me jures que lo
mantendrás en secreto, pero si ayuda a conseguir que me creas y me ayudes,
entonces vale la pena. Estoy tratando de encontrar una manera para que ningún
cambiante tenga que llevar un collar nunca más.
Carly le dio su interés a regañadientes.
—¿Cómo estás haciendo eso?
—Experimentos Papá, Sean y yo. En nosotros mismos, en nadie más. Me
gustaría quitarle a Connor el suyo antes de su Transición. Le hice a Tiger un
collar falso, que era lo bastante bueno para engañar a los humanos Hasta ahora,
no hemos tenido éxito en quitarlos, pero lo que me gustaría hacer es ver si
podemos hacer uno que sea aún más realista, digamos que suministre una
descarga leve o la muestre cuando un cambiante empiece a atacar. Tiger sería
perfecto para esto. Podría aprender a bajar el tono de los collares, o hacer otros
falsos mejores, y los otros líderes cambiantes me dejarían en paz.
—Experimentar con él —dijo Carly.
—Sí, pero en este caso, estaría buscando la manera de no hacerle daño.
Liam sostenía un buen caso, y su voz encantadora hacía que quisiera creerle.
—Todo eso está muy bien —dijo ella—. Pero aun así, todo lo que estoy
oyendo es cómo la gente quiere usar a Tiger. Walker le está ayudando, pero
todavía está tratando de averiguar qué es y cómo puede ser útil. Tú crees que
Tiger es el conejillo de indias perfecto, y crees que estás siendo agradable al
llevarlo a casa y sentarte sobre él mientras pruebas tus collares. Todos vosotros
le queréis para vuestro propio beneficio. No lo quieres por él mismo.
—Me gusta, Carly —dijo Liam con voz paciente—. Quiero verlo feliz. No
puedo creer que vaya a ser feliz corriendo salvaje en el norte de México,
teniendo que cazar para comer.
—¿Cómo lo sabes? —Carly le fulminó con la mirada—. ¿Alguna vez le has
preguntado qué quiere él?
Sus ojos se llenaron de lágrimas repentinas. Tener a Carly cerca de él le había
calmado y le había hecho feliz. Saber que llevaba un cachorro le había hecho
feliz.
—Es algo difícil de entender, lo admito —dijo Liam—. Realmente quiero
encontrarlo para evitar que se haga daño. Y para evitar que haga daño a otros.
Carly se secó los ojos.
—No va a atacar. No, a menos que alguien se lo merezca.
—¿Y cómo podemos estar seguros de que entenderá si alguien se lo merece?
¿O cuando esa línea no esté clara para él?
—Él lo sabe. —Carly se encontró con la mirada de Liam sin miedo, y habló
con convicción—. Puedes confiar en él, Liam. Déjalo irse. Que sea libre.
Liam dejó escapar otro largo suspiro.
—Amor, si los seres humanos descubren que he perdido un cambiante, el
infierno lloverá sobre mí.
Carly no tenía ninguna simpatía, ya no.
—Liam –dijo—, te aguantas.
Capítulo 25

Liam se quedó mirando a Carly en estado de shock, y luego se echó a reír.


—¿Estás emparentada con mi esposa, por casualidad? Cuando Kim sabe que
tiene razón, me regaña.
—¿Estás diciendo que tengo razón?
—Estoy diciendo que puedes agitar el dedo en la cara de un hombre y dejar tu
opinión clara. —Liam se puso de pie—. Sean –gritó—, trae a los otros, ¿quieres?
Sean se dio la vuelta desde el borde de la maleza, la luz de la luna brillaba en
la espada colgada a la espalda.
—¿Por qué? ¿Sabemos a dónde ha ido?
—No, no lo sabemos. Ve por Marlo, ¿vale? Di que nos volvemos a casa.
Sean se detuvo sorprendido.
—¿Nos vamos? No me has contestado por qué.
—Dejamos ir a Tiger.
Carly se levantó de su asiento y soltó la manta.
—Gracias, Liam.
—¿Que se vaya? —Gruñó Spike en la oscuridad y entonces apareció,
completamente desnudo por cambiar y cubierto de tatuajes—. ¿Estás diciendo
que nos has traído hasta aquí, lejos de nuestros cachorros y compañeras, para
cazarle y ahora vamos a dejar que se vaya?
—Sí —dijo Liam con calma. Le disparó a Carly una mirada divertida—. Te
aguantas, Spike.
—Mierda. –Spike se dio vuelta a vuelta y se alejó, con la espalda tan cubierta
de tatuajes como su parte delantera. El dragón en la espalda era impresionante.
—Estoy pensando que a Iona no va a gustarle —dijo Sean.
—Lo sé —respondió Liam—. Supongo que me va a regañar también. Pero
Carly me ha avergonzado. Tiger necesita estar solo, sin la interferencia de
cualquiera de nosotros, ser su propio... tigre. Además, ¿crees que tenemos la
oportunidad de encontrarlo cuando está solo y no quiera ser encontrado? Si
algún cambiante puede cuidar de sí mismo en la naturaleza, es Tiger.
—Mierda –dijo Sean en voz baja—. Ya estoy preocupado por él.
—Yo también. Pero tengo la sensación de que si quiere ser encontrado otra
vez, lo será.
—Maldición. —Sean empezó a alejarse para buscar a los demás.
—¿Sean? – Carly le gritó—. ¿Rory? ¿En serio? No le gustaba el nombre.
Sean se dio la vuelta, caminando hacia atrás mientras hablaba.
—Una pequeña broma.
Carly sostuvo el pulgar y el índice, casi juntos.
—Muy pequeña.
—Eso fue lo que dijo Andrea. —Sean rió cuando se dio la vuelta de nuevo y
desapareció en el desierto.

* *

Marlo, un hombre larguirucho de pelo fino que parecía tan peligroso como
cualquier traficante de drogas, les llevó de vuelta a una pista de aterrizaje a las
afueras de Austin en su avioneta. A todos excepto a Walker.
—Voy a seguir buscándole —dijo Walker a Carly a su manera tranquila antes
de dejar que los otros la llevaran al avión.
Carly le miró con consternación y enojo.
—Acabo de convencer a Liam para que le deje ir. ¿Por qué no lo dejas en paz?
—Porque necesito pedirle su ayuda. Si me la puede dar.
—¿Ayuda para qué?
Walker le dio una mirada evasiva.
—Tengo asuntos pendientes. Tiger podría ser capaz de ayudarme, no lo sé. No
hasta que lo encuentre. —Cuando Carly siguió mirándole, Walker extendió las
manos—. No puedo hacerle daño, Carly. Ni siquiera con esto. —Acarició la
pistola del cinturón—. Él puede matarme más rápido de lo que puedo yo.
Eso era cierto. Carly dejó caer su ira, se acercó a Walker, y le dio un beso en
su dura mejilla.
—Si lo encuentras, dile que lo amo. —Se dejó caer hacia atrás y apretó las
manos—. Y no te ausentes sin permiso.
—Espero no tener que hacerlo.
Walker la dejó, luego fue a arrancar la camioneta. Se alejó, los faros cortaron
la oscuridad. Sus luces traseras rojas se volvieron más y más pequeñas, pero se
le podía ver a muchos kilómetros, brillando hacia ellos.

* *

¿Qué era normal? Carly no lo sabía.


Normal no era despertar sola en su casa, cepillarse los dientes, ponerse sus
vestidos bonitos y conducir al trabajo. No era cobrar dinero por su coche
destrozado de su compañía de seguros y pedirle ayuda a Althea para escoger un
coche nuevo. No era la pizza después del trabajo en lo que Zoe llamaba la casa
de las Hermanas Raras, o incluso reunirse con la compañera de Liam, Kim, para
tomar un café y ponerse al día de lo qué estaban haciendo los cambiantes.
No habían oído nada de Tiger. Después de una semana, Walker volvió, fue a la
casa de Carly, y le dijo que no había encontrado ni rastro de él. Aunque le
alegraba por Tiger, su hambre de oír algo de él se volvió un dolor crudo. Sabía
que no volvería a verlo de nuevo.
Walker regresó a su unidad para ser regañado por su comandante, porque el
hombre-tigre había desaparecido mientras él estaba de permiso. Liam Morrissey
fue llamado a la Oficina Cambiante e interrogado, su casa registrada, pero,
finalmente, la Oficina llegó a la conclusión de que Liam estaba tan perplejo
como ellos. Tiger se había desvanecido, y Liam no tenía idea de cómo había
salido o dónde estaba ahora.
Eso al menos era verdad. Carly oyó todo esto de Kim en una de sus visitas
para tomar café, pero no hizo que se sintiera mejor.
El corazón de Carly permanecía como plomo en su pecho, y unas cuatro
semanas después de la desaparición del tigre, los mareos matutinos comenzaron,
confirmando la afirmación de Tiger de que estaba embarazada. Su médico lo
confirmó por partida doble, pero Carly decidió no anunciar el embarazo por el
momento.
El coche de Yvette, afortunadamente, todavía había estado en el parking del
hotel intacto, cuando Carly regresó a Austin, y Carly lo llevó a casa de Armand,
se marchó antes de poder hacer algo más que darle a una aturdida Yvette las
llaves. Carly llevó el coche que ella y Tiger habían cogido al centro comercial
Barton Creek Square y lo dejó en una zona de aparcamiento muy concurrida, se
alejó de él y tomó un taxi a casa.
Pensó que Yvette le diría a Armand que le diera una patada en el culo por
quitarle el coche y largarse en medio de un ajetreado día de trabajo, pero Yvette
nunca lo hizo. Carly no supo por qué hasta que fue a trabajar una mañana
alrededor de un mes después de su regreso, luchando contra los mareos
matutinos con las galletas saladas y té suave. En una hora o dos, sin embargo,
sabía que estaría hambrienta.
—Lo hiciste por un hombre —dijo Yvette mientras removía su café con leche,
el olor del café le provocaba náuseas—. Durante mis días de modelo, cuando
estaba bajo las exigencias de todos los fotógrafos y las casas de moda, conocí a
Armand. Él era pobre, un artista que luchaba, no tenía nada. Yo lo tenía todo,
carrera, dinero, apartamento de lujo, novios ricos. Pero nunca había conocido a
nadie como Armand. Estaba encantada con él. Posé para él y me contó sus
problemas. Nos hicimos amigos y luego amantes. Pero debido a que era muy
pobre, realizó trabajos para las personas equivocadas y se puso en deuda con
ellos. Trató de pagar con su arte cuando vinieron a cobrar, pero eran filisteos y
no quisieron. Armand vino a mí una noche y dijo que tenía que salir del país.
Quería ir a América, y quería que fuera con él. Nos cambiamos de nombre para
que la gente mala no le siguiera. Un nuevo comienzo. —Yvette se encogió de
hombros—. Así que lo hice.
Carly escuchó, el olor del café cada vez menos repugnante y más deseable. Un
café con leche con crema espesa y delicioso comenzaba a sonar como el cielo.
No podía tomarlo, por supuesto, pero podía respirar el aroma.
—Te alejaste de tu vida —dijo Carly cuando Yvette se quedó en silencio. La
respuesta informal de Yvette, lo hice, quería decir que había renunciado a su
carrera, su casa, su familia, y empezado de nuevo en Estados Unidos, todo por
causa de Armand.
—Tuvimos que huir en plena noche —dijo Yvette después de un delicado
sorbo a su café con leche—. Tomé todo el efectivo que pude encontrar y salimos
del país directos a Nueva York. Incluso eso era demasiado visible, por lo que
llegamos a Texas, primero Dallas y luego Austin. Nunca he trabajado de modelo
de nuevo. Excepto para Armand.
—Debiste amarle mucho para hacer eso.
—Oh, lo amaba. Aún lo amo. Así que pedir prestado mi coche para ayudar a
un hombre que amas a escapar es comprensible para mí. Mi sorpresa es que no te
fueras con él.
Los ojos de Carly picaron con lágrimas.
—No me dio elección.
La expresión habitual de Yvette era fría y distante, ella una elegante estatua
que miraba con altanería al mundo. Cuando vio las lágrimas de Carly ahora, la
altivez se desvaneció, los ojos de Yvette se suavizaron, y la atrajo a un abrazo.
—Pobrecita –Le besó la coronilla—. El corazón, es algo frágil.
Carly se relajó contra el hombro fuerte de Yvette. No se había permitido llorar,
llorar de verdad, desde que había vuelto a casa. No había tiempo, se había dicho.
Y ahora que tenía un niño en camino. Tenía que ser fuerte, al igual que su madre
había sido fuerte por ella.
Sin embargo, durante unos minutos, no quiso ser fuerte. Se permitió llorar, con
el corazón roto.
Armand entró cuando los sollozos de Carly se fueron calmando y se enderezó,
secándose los ojos. Yvette fue donde Armand y lo besó en la mejilla.
—Cariño, le estaba contando a Carly nuestra historia de amor.
Armand sonrió, su bondad irradiaba de él. Carly vio por qué la hermosa y
elegante Yvette se había enamorado de este hombre con aspecto de oso y
hogareño y todavía le amaba. Armand besó los labios de su esposa y la abrazó
con un brazo alrededor de su cintura.
—No podía creer mi suerte, Carly –dijo—. Un don nadie como yo junto a un
ángel como mi Yvette. Pero mi padre siempre me dijo que aprovechara el
momento y lo hice. Sin remordimientos.
—Sin remordimientos —respondió Yvette y se miraron a los ojos del otro. Sin
remordimientos debía haber sido un lema para ellos, porque sus rostros se
suavizaron, y los años desaparecieron.
Carly sorbió.
—Vosotros dos sois tan maravillosos. —Cogió un pañuelo y se secó los ojos
—. Voy por un café.
En el momento en que regresó, Yvette y Armand estaban otra vez serios. Carly
se aclaró la garganta y bebió su café con leche descafeinado, ah, dulce, crema
caliente.
—Armand –dijo—. Quiero hacer algo por los niños cambiantes. Pensé que tal
vez una visita a la galería, tal vez una clase de arte contigo. Das clases de arte a
los niños en los centros comunitarios, ¿verdad? ¿Estarías dispuesto a dar una
para cambiantes?
Armand parecía sorprendido.
—¿Los niños cambiantes están interesados en aprender el arte?
—No veo por qué no. No se les permite hacer muchas cosas, pero nadie tiene
nada en contra de que se conviertan en artistas. Lo comprobé. Pensé que algunos
de los niños podrían disfrutar. Es sólo una idea.
—Una muy buena idea. Vamos a organizarlo.
Yvette no dijo nada, pero Carly sabía que lo aprobaba. Yvette nunca se
guardaba sus fuertes opiniones.
Carly volvió al trabajo, más contenta. Un poco. Si llevaba un cachorro
cambiante, quería aprender todo sobre los niños cambiantes. Además, si podía
poner un poco de felicidad en los ojos de un niño como Olaf, valdría totalmente
la pena.

* *

El teniente coronel Sheldon miró al sargento Crosby de arriba y abajo cuando


adoptó la posición de firme frente a su escritorio.
El joven era una máquina, pensó Sheldon, nada más. No como Walker
Danielson, que tenía una o dos ideas en la cabeza. Danielson era un buen oficial,
pero prefería a Crosby, quien hacía lo que le decía y no hacía preguntas. No
importaba lo que quisiera que hiciera, Crosby pensaba que el hecho de que
Sheldon lo quisiera era razón suficiente para hacerlo.
Sheldon no quería renunciar al cambiante. El tigre era diferente, y la
investigación sobre él había resultado tener conclusiones sorprendentes. Sheldon
había visto un gran potencial, ya fuera para entrenar al tigre o crear nuevos
cambiantes a partir de él, un cuerpo de soldados que no necesitaran mucha
comida, agua o sueño, que corrieran directamente hacia el fuego enemigo sin
acobardarse y cuyos cuerpos se adaptaban a sobrevivir al fuego enemigo.
Soldados cambiantes que podían ser controlados por los collares que ya tenían.
Si Sheldon podía producir uno de estos soldados cambiantes, o mejor aún, un
pelotón de ellos, sería bueno para su carrera. Ascenso, condecoraciones, órdenes
de campo, todo llegaría.
Sheldon no sabía cómo se podían crear más cambiantes, si a través de
inseminación artificial o la forma habitual, pero no le importaba. Eso era lo que
tendrían que averiguar los científicos con sus batas blancas de laboratorio. Él
sólo lo quería hecho.
Pero ahora el tigre se había ido. Walker Danielson pensaba que no sabía que
debía tener algo que ver con la desaparición. Sheldon estaba sujetando a Walker
con una correa larga, y cuando era necesario, tiraba.
Mientras tanto, el sargento Crosby se mantenía firme como una estatua vacía,
a la espera de órdenes. Sheldon había enviado a su secretario al almacén en
busca de suministros para estar seguro de hablar a solas con Crosby sin
interrupciones.
—ADN —dijo Sheldon—. Lo dejamos por todas partes.
Crosby no dijo nada, aunque estaba claro que no sabía de qué demonios estaba
hablando Sheldon.
Pero si Sheldon pudiera conseguir un poco de ADN del tigre, sus científicos
podrían hacer algo con él, como analizar su cadena o clonar a este persona tigre.
Una vez más, Sheldon no sabía cómo funcionaban esas cosas; sólo sabía que si
quería que se hiciera algo, reunías personas lo bastante inteligentes para hacerlo
y les decías lo que esperabas. Si una persona no cumplía con sus expectativas, lo
despedías y encontrabas más, hasta que reunías un equipo de expertos.
—Necesito ADN del tigre. Quiero que registres la casa de Carly Randal, de
arriba abajo, en busca de algo del tigre, un mechón de pelo, su ropa, una gorra.
Si no encuentras nada allí, busca en la casa en la que solía vivir, en Shiftertown.
Los ojos de Crosby se abrieron, la estatua vaciló un poco.
—¿En Shiftertown, señor?
—La casa de la mujer es la menos peligrosa, por eso te estoy enviando allí
primero. Pero puedes manejar a los cambiantes, Crosby. Estás entrenado para
ello.
—Sí, señor —dijo Crosby.
—Bien. Esa es su misión. Puede irse. Oh, y Crosby… no mencione ni una
palabra de esto al capitán Danielson.
—No lo haré, señor. —Crosby saludó, giró sobre sus talones y salió de la
habitación.
Por supuesto que no lo haría, pensó Sheldon cuando Crosby cerró la puerta
exterior. Crosby nunca desobedecía. Si le decía a Crosby que se disparase a sí
mismo en la cabeza, Crosby probablemente lo haría, sin hacer preguntas.

* *

La noche después de que Carly tuviera su charla con Yvette, fue a casa, se
preparó una gran comida, la comió y luego subió para tomar un baño.
Pensó en la historia de Yvette, cómo la mujer le había dado la espalda a una
carrera potencialmente brillante para ayudar al hombre marginado que amaba.
Una historia dulce y romántica. Yvette había hecho su elección, y treinta años
más tarde, todavía estaba contento con su decisión.
Se le llenaron los ojos de lágrimas mientras estaba metida en el baño caliente.
En el exterior, una lluvia torrencial caía de las nubes que habían amenazado a la
ciudad durante todo el día. La lluvia repiqueteaba en el techo y golpeaba las
ventanas, la lluvia caía por los cristales en forma de lágrimas.
Se acordó de Tiger diciendo adiós, la forma en que la había mirado
directamente a los ojos.
Compañera de mi corazón. Siempre lo serás. No importa lo que pase.
La determinación obstinada de Carly voló como arrastrada por las ráfagas del
exterior. Se llevó la mano a la cara y lloró.
* *
El vigilante esperó hasta que se apagaron las luces en la casa de Carly, luego
se echó hacia atrás en las sombras y retomó su vigilia.
Capítulo 26

Carly necesitaba más comida. Había cenado, tomado un aperitivo después de


su baño, y luego algo antes de acostarse. Se despertó después de la medianoche
con el estómago gruñendo.
—Caray, comes mucho, chico —dijo ella, tocándose el abdomen—. Apuesto a
que vas a ser como tu padre.
Ese pensamiento trajo nuevas lágrimas, Carly había pensado que había
terminado con ellas, y también con el miedo. Tiger era un cambiante inusual. ¿Y
si su cuerpo humano no era lo bastante fuerte como para llevar a su hijo?
Necesitaba hablar con Liam, contárselo, pedirle consejo. Al mismo tiempo,
Carly lo temía. ¿Qué harían los cambiantes cuando se enteraran de que estaba
embarazada? ¿Pedirle que se deshiciera del bebé? ¿O seguir adelante y tener el
bebé, pero dejarlo con ellos para que lo criaran?
Carly rechazo contemplar cualquiera de esas opciones. El cachorro les
pertenecía a Tiger y a ella, a nadie más. No iba a renunciar para que fuera
confinado, observado, le hicieran pruebas, le encadenaran, le dieran
tranquilizantes y le drogaran… todas las cosas que le habían hecho a Tiger.
Tan pronto como llegó a la oscura cocina, supo que había alguien más en la
casa. Un soplo de aire, un olor, un sonido... No estaba segura de lo que sentía,
pero algo la había alertado.
Carly alcanzó el interruptor de la luz. Al mismo tiempo, un cuerpo masculino
la atropelló, un puñetazo en su cara y Carly se desplomó, inconsciente al suelo.
Soñó. Vio a Tiger, su rostro duro y ojos dorados, la mandíbula cubierta con
barba. Luchaba contra un asaltante sin rostro, luego estaba sobre ella, tocándola
y levantándola.
Carly estaba a salvo en sus brazos, su compañero la sostenía y la mantenía
caliente. El sueño se disolvió, y Carly se despertó en su cama, con el sol
saliendo.
El pijama de seda la abrazaba con calidez, posiblemente por qué había soñado
con Tiger. Pero no, había bajado a la cocina, ¿o no? Su estómago se sentía vacío.
¿Había comido o no?
Las náuseas del embarazo rugían en su fea cabeza. No importaba si había
comido o no, iba a devolver.
Llegó al baño y vomitó, luego fue al lavabo para lavarse las manos y
enjuagarse la boca, como hacía todas las mañanas en estos días. Levantó la
cabeza y se miró en el espejo... y vio las vendas pegadas a un lado de su cara.
—¿Que demonios? —Carly desprendió la cinta y encontró un corte rodeado
de un buen moratón justo debajo de su ojo izquierdo.
Los destellos de la memoria volvieron, bajar a buscar algo que comer, sentir a
alguien, tratar de encender la luz. El puñetazo, la caída y luego Tiger sobre ella.
Tiger.
No, no podía ser. Pero, ¿quién le había vendado el rostro y puesto en la cama
entonces? Ella no podría haber hecho este buen trabajo de vendaje en su sueño.
Carly salió corriendo de la habitación en dirección a la cocina. Miró
salvajemente alrededor, pero no vio nada fuera de lugar. Nadie aquí, y no había
pruebas de que nadie hubiera estado allí esta noche.
Espera, sí, ahí estaba. Su puerta de atrás no estaba cerrada. La cerradura no
estaba rota, pero alguien había abierto el cerrojo, mediante una llave o
forzándola, luego la había cerrado sin volver a bloquearla. Carly recordaba
claramente haber comprobado las puertas antes de irse a la cama, como lo hacía
todas las noches, y la puerta estaba cerrada.
En la sala de estar, vio que faltaba un cojín del sofá.
Se quedó mirando el sofá, con las manos en las caderas. ¿Qué tipo de ladrón
entraba en una casa, noqueaba a una mujer indefensa, le robaba el cojín del sofá,
la vendaba y se iba de nuevo, cerrando cortésmente la puerta?
Extraño. Tomó aire, haciendo una mueca cuando el pómulo amoratado se
movió. Dejó escapar el aliento, cerró la puerta de la cocina y regresó a su
habitación para prepararse para el trabajo.

* *
Connor se sentó en la cama y gritó. El intruso a la hora previa al amanecer era
sigiloso, casi tan sigiloso como un cambiante, pero había hecho un sonido que
penetró en su sueño.
Connor estaba en la cama de Tiger, en la habitación del ático de Tiger, que
solía ser la suya. No había tenido necesidad de volver aquí ahora que Tiger se
había ido, pero por alguna razón, Connor se sentía más seguro aquí, como si la
presencia de Tiger hubiera dotado a la habitación con algún tipo de protección
vudú.
Hasta esta mañana. El hombre era un borrón negro voluminoso contra el gris
más claro de la mañana, con uniforme negro, el rostro ennegrecido y un gorro de
lana negro. El único color en él era el de un par de camisetas de Tiger que tenía
agarradas en las manos.
El cambiante en Connor tomó el control. Su cuerpo luchó contra el cambio
repentino, que dolía un huevo y la camiseta y la ropa interior con las que había
dormido se rompieron. Cuando se convirtió en su forma de león joven, el intruso
ya se había precipitado por la puerta al pequeño descansillo.
Connor se agachó en la cama a cuatro patas y saltó a la puerta. No lo bastante
rápido. El intruso fue escaleras abajo, ahí estaban Kim, con Katriona, en su
camino.
Kim gritó pero tuvo el sentido común de apartarse de su camino. Connor saltó
desde la mitad de las escaleras hacia el intruso.
Éste rodó para apartarse y siguió bajando por el siguiente tramo de escaleras.
Liam y Sean estaban entrando por la puerta trasera cuando Connor llegó abajo,
ambos corriendo. El humano se dio la vuelta y cargó hacia adelante, Sean y
Liam tras él.
Connor corrió detrás de ellos, su cola, que nunca podía manejar, se movía con
rabia. Trotó al porche y bajó las escaleras para encontrar al intruso de espaldas,
Dylan le había derribado.
Spike estaba allí también, probablemente, para una reunión temprana o algo
así. El humano alzó la vista hacia el círculo de cambiantes a su alrededor: Liam,
Sean, Dylan, Glory, Andrea, Spike y Connor, jadeando detrás de ellos.
—¿Quien es este? —La voz de Liam tenía un gruñido salvaje, la rabia surgía
desde un pozo profundo. Liam podría estar relajado y ser tan encantador como el
diablo, pero Connor sabía que su tío tenía un océano de ira, dolor y pena en él,
sobre todo por la muerte de su padre, Kenny. Liam había trabajado con esto, y
ahora tenía a Kim, pero cuando estaba muy enojado, esa vieja amargura y rabia
se filtraba para hacer de él un enemigo mortal.
El hombre en el suelo mantuvo la boca cerrada. Sean se inclinó, quitó la
pintura negra del rostro del hombre con un pañuelo de papel, y siguió mirándolo
fijamente.
—Ni idea de quién es —dijo Sean.
—Parece una especie de pervertido —dijo Glory. Le arrancó la camiseta de
Tiger de las manos—. Robando ropa de los cambiantes. ¿Qué ibas a hacer a
continuación, irrumpir y robar mis sujetadores?
—Glory —dijo Andrea a su tía en su tono calmado como el agua tranquila.
—No importa —dijo Glory, mostrando sus dientes en una sonrisa—. No llevo.
El hombre miró hacia atrás y adelante entre ellos, su expresión estoica, pero su
olor traicionaba su alarma. Sin miedo absoluto, sin embargo, pensó Connor.
Extraño. La alarma se debía a que había sido capturado.
—¿Qué hacemos con él? —La pregunta de Liam no era tanto una pregunta, o
por lo menos, era retórica. Por el olor de Liam y la forma en que sus ojos se
habían vuelto blanco azulados, ya había decidido lo que quería hacer.
—No puedes matarlo, hijo —dijo Dylan rápidamente—. No vale la pena el
precio.
La rabia de Liam se levantó, el olor al rojo vivo.
—Entró en mi casa. Puso en peligro a mi compañera, mi cachorra y el
cachorro de mi hermano. —Liam se había convertido en ultra-protector de
Connor, el hijo de Kenny, de nuevo volviendo a tomar la culpa por la muerte de
Kenny.
El intruso ahora comenzó a exudar un poco de miedo. Liam no era el pelele
que parecía ser, y Dylan, un hombre que parecía aún más aterrador que Liam,
estaba tratando de calmarlo.
Spike gruñó de acuerdo con Liam. Spike, había descubierto recientemente que
era padre y se había convertido en un feroz protector de los cachorros.
—Esperad –dijo Sean, su voz la más tranquila, pero también con un toque
subyacente de rabia salvaje—. ¿Qué tal si damos ejemplo con él? —Su sonrisa
era aterradora—. Suena divertido.
—Aye –dijo Dylan.
Connor cambió, dolorosamente, a su forma humana, demasiado furioso para
importarle estar desnudo frente a su enemigo.
—Dejadme ayudar. Me asustó.
Andrea fue al lado de Connor y deslizó un brazo alrededor de su cintura. Las
sacudidas y el dolor de Connor comenzaron a disminuir un poco. La compañera
de Sean podía hacer que las personas se sintieran mejor al estar cerca de ellos, el
toque de la sanadora, supuso Connor.
—¿Kim está bien? —le preguntó Andrea.
—Creo que si.
Andrea echó un vistazo a la casa, le dio un apretón en el hombro y se dio la
vuelta.
—Voy a asegurarme. –Subió ligera los escalones del porche y entró en la casa,
Connor se movió dentro del círculo de cambiantes.
—Tengo una idea —dijo Liam, sonriendo, pero con furia todavía en sus ojos
—. Claro, Connor, puedes ayudar.
—Genial —dijo Connor. Bajó la mirada hacia el hombre, que estaba oliendo
cada vez más preocupado—. Pero me esperas unos segundos. Voy a necesitar
pantalones.

* *

Crosby se encontró con sus muñecas y tobillos atados con cinta adhesiva,
luego fue cargado en la caja de una camioneta entre el chico tatuado de cabeza
afeitada y el tipo mayor con ojos de acero. Los dos hermanos Morrissey y el
chico que había despertado viajaban en la cabina de la camioneta. Una excursión
de familia, pensó Crosby con humor negro.
Le llevaron a una calle sucia en una zona de almacenes, aparcaron la
camioneta junto a una fila de contenedores de basura. Los Morrissey salieron,
seleccionaron un contenedor, lo abrieron y regresaron a la camioneta.
Los cinco cambiantes agarraron a Crosby por las piernas y los brazos y lo
levantaron.
—Uno —dijo Liam Morrissey mientras le balanceaban hacia atrás, luego
hacia delante—. Dos. Treeees.
Crosby se sintió volar y aterrizar con perfecta precisión en el interior del
contenedor de basura, en lo alto de un montón maloliente de basura viscosa. Oyó
reírse a los cambiantes, alejarse y arrancar la camioneta.
Pero no se fueron. Crosby yacía inmóvil, a la espera de que se fueran, el
cuadrado de cielo por encima de él se oscureció y solo Liam miró adentro a
Crosby.
—Si te veo en o cerca de Shiftertown de nuevo —dijo con una voz que
contenía la furia tranquila de un animal salvaje—, te mataré. —Su risa se había
ido, y gran parte de su acento irlandés también. Todo lo que quedaba era la
calmada convicción de un hombre que no tenía miedo de matar—. Nadie te
encontrará. Te lo garantizo.
Crosby le creyó. Liam agarró la tapa del contenedor de basura. Le miró un
rato más, sus ojos de un extraño azul blanquecino, difícil de mirar. Crosby hizo
todo lo posible por parecer sumiso y no amenazante.
Liam al fin dejó caer la tapa con un sonido metálico, cerró el paso a la luz y el
aire fresco. La puerta de la camioneta se cerró de golpe, y esta vez, se alejó.
Crosby comenzó a trabajar en la cinta alrededor de sus muñecas. La amenaza
de Liam no le molestaba, porque Crosby no tenía ninguna intención de volver a
Shiftertown otra vez. Había acabado con ellos.
Logró quitarse la cinta, buscó bajo la camisa, y sacó la camiseta delgada que
había conseguido meter dentro antes de que le atraparan y le derribaran. La
camiseta había pertenecido al tigre, y todo lo que tenía que hacer era llevarla a su
comandante. Misión cumplida.

* *

La clase de arte para los niños cambiantes se celebró en un centro comunitario


cerca de la galería. Armand había dispuesto todo con su habitual eficiencia.
Carly y Armand comenzaron con un recorrido por la galería, mostrando a los
cachorros los diferentes estilos de los artistas, desde la figuración y la escultura a
lo abstracto. Armand habló de la textura y la forma de ver una imagen con una
rica textura desde un lado para obtener el efecto completo.
En el centro comunitario, Armand mostró varias técnicas, explicando que la
creación de arte no siempre se trataba de un simple dibujo o pintar sobre un
lienzo. Les mostró como se imprimían los grabados, y dejó que los niños
metieran hojas a través de la impresora para revelar la imagen de un gato salvaje
que había preparado.
Después, los llevó frente a los caballetes y les mostró cómo sostener los
lápices y pinceles, y luego dejó eligieran el medio que más les gustara para sus
propios proyectos. Armand era muy bueno en enseñar a los niños cómo hacer
divertido el arte.
Carly los observaba con interés. Habían venido diez niños cambiantes, desde
Cherie, de casi veintiún años, a Jordan, el hijo de Spike, de cuatro años. Cherie
disfrutó dibujando altas mujeres angulares de piernas largas, que se parecían un
poco a Yvette. Jordan arrastró feliz un pincel cargado de pintura sobre su página,
dejando espesas manchas rojas y amarillas, de las que parecía muy orgulloso.
Carly pensó que el cachorro con mayor potencial era el pequeño oso polar
Olaf. Había elegido acuarelas, y había pintado primero toda su hoja de acuarela
negra. Una vez que se secó, raspó la pintura seca con un cuchillo de paleta para
revelar patrones del papel blanco de debajo, como un negativo. Las líneas
parecían grandes osos, pero estaban incompletos, sin rasgos distintivos. Olaf las
contempló con ojos oscuros serios, los mismos ojos con los que Carly le había
visto observar al resto del mundo.
—Eso es muy bonito, Olaf –dijo ella después de que Armand saliera presuroso
de la habitación en busca de más suministros—. Único. ¿Me puedes contar que
es?
Olaf siguió estudiando la pintura-dibujo, con el cuchillo de paleta en la mano.
—Mis padres —dijo.
Que estaban muertos, le había dicho la compañera de Ronan, Elizabeth. Ronan
había descubierto a Olaf, un cachorro cambiante huérfano con el que nadie sabía
que hacer y lo había adoptado.
Pobre niño. Carly abrió la boca para alabar su pintura de nuevo cuando olió el
humo.
Cherie también lo olió. Levantó la cabeza, arrugando la nariz, su repentino
miedo le mostró lo joven que era según los estándares cambiantes. Cherie estaba
buscando un adulto cambiante, alguien que la mantuviera a salvo.
Carly vio ceder el techo por encima de Cherie. Agarró a la chica y tiró de ella
para sacarla del camino justo cuando una bola de fuego bajó y llamas explotaron
a través de la habitación.
Capítulo 27

La habitación en la que enseñaba Armand estaba en el medio del edificio de


dos pisos, y no tenía ventanas. La explosión destrozó las luces, convirtiendo el
espacio luminoso en noche, iluminado por las llamas turbulentas alimentadas por
el gas. Los cachorros gritaron, los caballetes cayeron al suelo, y pequeños botes
de aguarrás estallaron bajo el calor, alimentando el fuego.
¡Fuera! Tenían que salir.
La confusión y el ruido tomaron el control. Carly inhaló humo y calor, jadeó
en busca de aire, tosiendo. Vagamente recordó que cuando las personas morían
en un incendio, a menudo era por inhalación de humo, mucho antes de que las
llamas llegaran hasta ellos.
Pero no podía ver dónde estaban las puertas, no podía recordar dónde estaban.
Si el edificio tenía sistemas de emergencia, como señales de salida iluminadas o
aspersores, no vio ni rastro de ellos.
Estaban atrapados.
Carly oyó el lamento agudo de Jordan, llamando desesperadamente a su padre,
los sollozos aterrados de Cherie, y los gritos y llamadas de los otros niños. Nada
de Olaf.
Detente. Espera. Carly cerró los ojos, tapando el terror. Tenía que recordar
como era habitación momentos antes de la explosión. Donde estaba todo el
mundo. Quien había estado allí.
Armand había salido a buscar más suministros. Spike y Ellison, que habían
acompañado a los niños, habían estado entrando y saliendo del edificio. Carly ya
sabía lo suficiente sobre cambiantes como para saber que estaban vigilando en
busca de peligro. Pero el peligro había estado dentro de la habitación, en el techo
encima de ellos, no fuera.
Spike y Ellison, y Armand, verían las llamas o el humo. Vendrían y pedirían
ayuda. Mientras tanto, Carly tenía que encontrar la puerta y sacar a los
cachorros.
Sala oblonga, puertas en cada extremo. Ella y Olaf había estado en el centro,
ella de frente a la puerta este, Olaf mirando su pintura. Carly había saltado para
apartar a Cherie fuera del camino del techo que caía, ¿pero Olaf se había movido
a tiempo?
—¡Olaf!
Olaf seguía sin hacer ruido, y la bilis se levantó en la garganta de Carly. No
podía respirar, tenía que salir, salvar a los cachorros.
Su entrenamiento de seguridad contra incendios, que Armand hacía que todos
sus empleados siguieran, cortó su miedo. El humo subía.
—¡Abajo! ¡Todos abajo! ¡Arrastraos hacia las paredes, encontrad las puertas!
La voz de Carly, resonando con autoridad, interrumpió los gritos. Los
cachorros, acostumbrados a obedecer a los alfas cambiantes, cayeron al suelo,
sus gritos cambiando a lloriqueos.
Carly se puso de rodillas y empezó a cruzar la habitación, buscando a tientas a
cualquiera de los cachorros en el camino. Después de unos momentos, se
encontró con las manos llenas de suave pelaje áspero, pero, luego la cara blanca
de un pequeño oso polar la miró.
—Olaf. —Carly exhaló con alivio, luego se arrepintió de exhalar. Inhalar dolía
—. La puerta. Encuentra la puerta, Olaf. O por lo menos la pared. ¿Puedes hacer
eso?
Olaf se dio la vuelta y comenzó a caminar, pero se detuvo abruptamente
cuando Carly lo soltó, y esperó. Carly le alcanzó en un segundo, Olaf quería
llevarla a un lugar seguro.
Carly se aferró a su pelaje de nuevo y le dejó tirar de ella, ahora medio se
arrastraba a su lado. Pasó ante otro cachorro en el camino y lo levantó,
colocándolo sobre la fuerte espalda de Olaf.
Olaf llegó a la pared, luego apoyó el hombro contra ella y se deslizó a lo largo
hasta que encontró la puerta. Con los pulmones casi ardiendo, Carly empujó la
puerta, pero no se movió. ¿Atascada? ¿O bloqueada?
—¡Cherie!
Cherie podía convertirse en un oso grizzly. Si la puerta estaba atascada,
incluso una osa grizzly casi adulta sería más útil que una humana, un cachorro
de oso polar y otro niño paralizado por el miedo.
—¡Cherie, te necesitamos!
Cherie no respondió. Olaf soltó un pequeño gruñido, luego volvió al fuego.
Carly gritó tras él, pero en unos pocos segundos, Olaf regresó, su boca alrededor
de la mano de Cherie.
Carly se levantó, la agarró por los brazos y tiró de ella hacia el suelo con el
resto de ellos. Apoyó las manos sobre los hombros de Cherie y la miró a la cara.
—Cherie, tienes que cambiar. Necesito a alguien fuerte para abrir la puerta.
—¿La puerta no se abre? —Los ojos de Cherie estaban desenfocados, la chica
estaba claramente aterrorizada.
—Por favor. —Carly la sacudió—. Necesito que seas un oso ahora mismo.
¡Cambia!
Cherie se quedó mirando a Carly un momento más sin comprender, luego
asintió. Unos dedos temblorosos fueron a su blusa y Carly tuvo que ayudarla a
quitársela. Cuando Cherie ya se había deshecho de la suficiente ropa, los
instintos de la joven habían tomado el control y empezó a cambiar.
Carly vio que era doloroso para ella, Cherie dejaba escapar ruidos de angustia
a medida que se cara se alargaba a la de la osa, las manos y pies se curvaron para
dar cabida a las garras del grizzly.
Carly se apartó cuando Cherie creció y cambió hasta que un grizzly,
fácilmente tan grande como uno salvaje, estuvo junto a ellos. Cherie se levantó
sobre sus patas traseras, gruñendo y golpeó la puerta con sus enormes patas. La
puerta se rompió por fin bajo su embestida, Carly, y los cachorros corrieron por
el pasillo.
Pero en lugar del refugio que Carly había imaginado, vio más fuego. Las
llamas lamían las paredes, la forma de salir del edificio estaba bloqueada.
—¡Maldita sea!
Al menos había más aire aquí. Por ahora.
El estudio estaba en el primer piso, pero había otras habitaciones aquí arriba,
habitaciones con ventanas. Si podía reunir a los cachorros en una de ellos, podría
abrir una ventana por dónde el cuerpo de bomberos podría llegar a ellos y
bajarlos. Aún mejor si podía encontrar una salida de incendios.
Carly corrió por el pasillo, probando todas las puertas que podía alcanzar.
Todas estaban cerradas con llave.
Mierda, ¿qué le pasaba a este lugar? Ni aspersores, ni alarmas, puertas
cerradas, sin las salidas marcadas…
Pero había aspersores. Carly los veía en el techo, y veía las alarmas en las
paredes esperando a que tiraran de ellas. Que todo fuera mal al mismo tiempo
era demasiada coincidencia.
Este fuego había sido provocado deliberadamente, atrapándola junto con los
cachorros dentro de la habitación a propósito.
Tendría que guardarse su furia por quienquiera que fuera lo bastante retorcido
para prender fuego a un edificio con niños dentro para después. En este
momento tenían que salir.
—¡Cherie! –llamó. Cherie fue a ella de inmediato, la gran osa temblaba
mientras se inclinaba sobre Carly. Buscando tranquilidad, según se dio cuenta
Carly. Y alguien que le dijera qué hacer.
Carly puso su brazo alrededor de los hombros de la osa, dándole un medio
abrazo.
—Vamos a salir de esta, Cherie. Y tú vas a ayudarme. ¿Puedes romper este
cristal? Hay un extintor.
Carly no sabía que haría un pequeño extintor contra las llamas gigantes, pero
no podía hacer daño y le daría a Cherie algo constructivo que hacer
Cherie fue a por el extintor, su trote sacudió el suelo. Con un golpe de su
enorme pata, rompió la caja de cristal. Carly agarró el extintor, más grande y
más pesado que el que había en la galería y lo apretó.
El extintor, al menos, funcionaba. Escupió retardante de fuego, evitando que
las llamas avanzaran al llegar a esta parte del pasillo. Carly lo arrastró al estudio
donde los cachorros aún estaban agachados, pulverizando lo que pudo.
Gritó a Cherie que empezara a tratar de romper las otras puertas. Cherie
obedeció, los azulejos vibraban bajo los pies de Carly cada vez que el pesado
cuerpo de Cherie golpeaba una puerta.
Carly siguió pulverizando el estudio. Estaba tosiendo al no encontrar aire. Los
cachorros la rodeaban, abrazados unos a otros, abrazados a ella. Hizo un
recuento de cabezas y casi lloró de alivio cuando contó ocho, la nueve y diez
eran Cherie y Olaf en el pasillo.
Su esfuerzo con el extintor estaba funcionando un poco, apagando las llamas
más cercanas. Carly sacó a los cachorros del estudio otra vez, lanzando chorros
al fuego mientras avanzaba, llevando a los niños a donde Cherie todavía estaba
tratando de abrir una puerta.
Todas las puertas parecían estar selladas, o bloqueadas. Eran puertas de acero,
y Cherie las estaba abollando, pero ninguna se había roto.
Pero tenían una oportunidad. Carly seguía pulverizando, Cherie seguía
golpeando las puertas, Olaf tratando de ayudar. El resto de los cachorros se
acurrucaba alrededor de Carly, Jordan se aferraba a una de sus piernas.
Todo habría ido bien, pensó Carly, si la siguiente explosión no hubiera
arrancado parte del pasillo, disparando otro infierno al interior.

* *

Él se lanzó a través de todos ellos, las barricadas, los bomberos, la policía que
trataba de detenerlo. Irrumpió a través de todo lo que había en su camino,
incluyendo la puerta delantera que ya colgaba de sus goznes y saltó a una
pesadilla de fuego.
Estaba oscuro y caliente, el humo salía por el corredor. Nunca había estado en
este edificio antes, nunca había estado cerca de él hasta que había seguido Carly
y Armand hasta aquí hoy.
No importa. El sentido bien afinado del olfato le dijo a Tiger que los cachorros
estaban por encima de él, atrapados en el primer piso. También le dijo que el
jaguar y el gran lobo gris al final del pasillo estaban frustrados por la barricada
que bloqueaba su camino hasta la escalera.
Los restos incluían parte de las paredes, tuberías y el techo. Spike y Ellison
estaban tratando de pasar por encima, pero con cada salto o paso, la pila se
movía derribándolos.
Tiger gruñó, moviendo el aire. Ellison y Spike se dieron la vuelta, el lobo y el
jaguar le miraron con sorpresa antes de volver a la tarea de trepar por la
obstrucción.
Tiger saltó sobre ellos. Estiró el gran cuerpo y brincó sobre los escombros,
encontró agarres que los otros dos no habían visto, hasta que llegó a la cima. A
partir de aquí, se trataba de un pequeño salto al siguiente piso, pero Spike y
Ellison gruñían debajo de él.
Tiger se deslizó una corta distancia hacia ellos, hablando en gruñidos.
Agarraos, gilipollas. Daos prisa.
El lobo de Ellison entendió, y se levantó para cerrar la boca alrededor de la
base de la cola de Tiger. Spike, detrás de él, envolvió sus patas de jaguar
alrededor de Ellison.
Tiger saltó. Utilizó garras y patas para trepar por el agujero a la siguiente
planta, el peso de los otros dos apenas le frenaba. Cuando llegaron al suelo,
Spike y Ellison se soltaron y los tres se enfrentaron a un pasillo lleno de vigas
ardiendo.
Tiger corrió. Su cuerpo se estiraba y contraía mientras se abría paso a través
de las llamas, cerrando los ojos contra el humo negro. Sabía dónde estaba Carly
sin tener que mirar. El vínculo de pareja estaba tenso como una banda elástica
estirada, tirando de él directamente hacia ella.
Encontró a Carly sobre su espalda en el suelo, a centímetros de una viga en
llamas, su cuerpo inmóvil. Tiger rugió, aflojando más escombros y los cachorros
gritaron.
El jaguar entró corriendo. Jordan gritó, abriendo los brazos. Spike le atrapó
con los dientes por la camisa, lo hizo girar y lo puso sobre su lomo.
Cherie en su forma de oso grizzly estaba agachada junto a Carly, levantó su
hocico en un aullido lastimero. Olaf, en su forma humana, estaba sentado al otro
lado de Carly, sosteniendo su mano.
El corazón de Tiger golpeó mientras frenaba en seco, pero sabía que Carly no
estaba muerta. El vínculo de pareja seguía allí, como el vínculo con su cachorro.
Pero ella estaba inconsciente, el rostro de Carly ceniciento a la luz del fuego.
Cherie se mecía a su lado gimiendo.
Tiger acarició la cara de Carly, tomando su olor, enviando tranquilidad a
través del vínculo. Luego se volvió y agarró la manija de la puerta más cercana,
el calor le chamuscó las patas.
Olaf, con cara seria, dijo:
—Tratamos de abrir las puertas. Están bloqueadas. ¿Carly se está muriendo?
Tiger vio donde Cherie había mellado dos de las puertas de acero. Agarró la
manija de una de las abolladas, pero el tirador se desprendió y Tiger cayó al
suelo.
Se levantó de nuevo, se sacudió y dejó que la rabia tomara el control. Cherie
no pudo mover la puerta, pero Cherie no había sido creada en un laboratorio,
donde romper puertas había sido parte de su entrenamiento. Después de un
tiempo, los investigadores habían tenido que hacer las puertas de la jaula de unos
sesenta centímetros de espesor.
Tiger retrocedió, se lanzó y golpeó la puerta con las cuatro patas, con toda su
fuerza. La puerta gimió bajo el ataque, se inclinó un poco más, a continuación,
se separó de la pared y cayó dentro de la habitación. Tiger llevó la puerta a
través de las llamas, a través de mesas y sillas ardiendo, y la estrelló contra una
pared debajo de una ventana. Las persianas estaban bajadas, pero Tiger las
arrancó de la pared y luego arrancó la ventana también.
Los bomberos abajo gritaron, señalando la escalera del camión para moverla a
su posición. Tiger tiró la ventana y corrió sobre los cristales rotos al pasillo.
Agarró a Ellison por la piel del cuello y lo arrastró hacia Carly.
Comprendiendo, Ellison cambió a humano, su piel rompió a sudar por el calor
del fuego. Levantó a Carly sobre los hombros y corrió con ella a la ventana.
Sin tiempo para esperar a ver si la escalera del camión venía a por ella, Tiger
tenía que sacar a los demás.
Spike corrió con Jordan sobre él, así como otro cachorro, a la habitación con
la ventana abierta. Los cachorros resbalaron de su lomo a la ventana.
Tiger gruñó a Cherie. Ésta se sacudió, reconociendo el mando en Tiger. Tres
cachorros más subieron a su lomo y corrió a través de la puerta en llamas a la
habitación de al lado.
Quedaban cuatro cachorros, incluyendo a Olaf. Tiger se agachó y treparon
sobre él, aferrándose a su pelaje. Un bombero chorreando sudor apareció en la
ventana, trató de alcanzar a Carly, y luego otro bombero llegó detrás de él. Spike
y Ellison se quedaron con los cachorros, para ayudar a calmarlos, mientras los
bomberos los levantaban para sacarlos.
Lo lograrían.
Tan pronto como el pensamiento se formó en la cabeza de Tiger, sonó otra
explosión, haciendo que Tiger y su carga de cachorros volaran de vuelta al
pasillo. El marco de acero de la puerta a la seguridad se dobló sobre sí mismo
cuando la pared se rompió y se derrumbó.
La explosión había venido de arriba, y ahora el techo del pasillo se derrumbó,
enterrando a Tiger y los cuatro cachorros bajo los restos ardientes.
Capítulo 28

Carly nadó a la vigilia, y pensó que se estaba ahogando. Agarró lo que le


apretaba la cara y encontró un montículo de plástico, entonces vio la cara oscura
de un EMT detrás.
—Calma —dijo el hombre—. Estás bien. Sólo necesitas oxígeno. Estás
embarazada, ¿verdad? —Carly asintió, la máscara se movió con ella—. Te
llevaremos al hospital y os haremos una revisión al bebé y a ti. ¿Está bien?
Carly levantó la máscara de la boca.
—¿Donde están los otros?
El EMT la volvió a colocar en su lugar.
—Están saliendo. Tu jefe dijo que había diez niños. ¿Es correcto?
Carly asintió de nuevo, las lágrimas escaparon de sus ojos.
—Algún tigre loco entró ahí corriendo a por ellos. –El EMT sacudió la cabeza
—. Creo que era uno de esos cambiantes. No pudimos detenerlo.
¿Tiger? Carly no podía gritar las preguntas con la máscara de oxígeno sobre su
cara. Más lágrimas vinieron. Tiger había regresado. Y estaba salvando a los
cachorros.
Se obligó a relajarse, a respirar el oxígeno sanador y no moverse. Tiger
saldría, sacaría a los cachorros y todo estaría bien.
Hubo un sonido sordo, bomberos gritando, y una enorme columna de llamas y
humo se disparó desde el tejado del edificio, a lo alto del cielo azul de la tarde.
Cada ventana mostró fuego, y una parte del edificio se derrumbó.
Carly gritó. Se arrancó la máscara y trató de bajar de la camilla. El EMT, un
fuerte hombre hispano, con músculos casi tan grandes como los de un
cambiante, la empujaron abajo.
—No, quédate aquí.
—¿Han salido? –Gritó Carly—. ¿Han conseguido salir?
—No lo sé. Lo averiguaremos, ¿de acuerdo?
Carly se agarró a los costados acolchados de la camilla, mirando el edificio
hasta que le dolieron los ojos. Ellison y Spike estaban en el suelo, humanos
ahora, llevando a Cherie y los cachorros al aparcamiento. Otros cambiantes
habían llegado, Liam y Dylan, Sean y Ronan. Ronan corrió a por Cherie, ahora
una chica humana de nuevo y la tomó en sus brazos. Se la llevó de allí, agarró la
manta que un bombero les trajo y la envolvió con ella.
Cachorros: uno, dos, tres, cuatro, cinco y Cherie. Seis. El resto debía estar
dentro con Tiger.
Carly se revolvió en la camilla de nuevo, sosteniendo la máscara sobre la cara.
Apenas podía ver a través del humo y las lágrimas, o a través de la multitud de
personas y vehículos de emergencia. Todo lo que podía distinguir era que el
pequeño centro comunitario era ahora una ruina en llamas, colapsando sobre sí
mismo, con Tiger y los cachorros en el interior.
Sonaron unos gritos en la parte delantera del edificio. El resto del equipo
médico comenzó a dirigirse hacia allí, corriendo.
El humo salió por la puerta principal y las personas se dispersaron. A través de
la apertura, entre el humo y las llamas, salió Tiger corriendo. Su pelaje estaba
ennegrecido, el cuerpo se movía rápido, los niños se aferraban a su espalda.
Se detuvo cuando los médicos corrieron hacia él, se dejó caer sobre su vientre
para que los niños, tres de ellos, bajaran. Los médicos los agarraron y Liam y
Dylan rodearon a los niños y los técnicos sanitarios.
Sólo tres cachorros.
Carly arrojó la máscara de oxígeno y se precipitó lejos del técnico, corriendo,
tropezando, hacia la entrada y Tiger.
Tiger ya se estaba levantando cuando ella salió corriendo.
—¡Olaf! —gritó—. ¿Dónde está Olaf?
Tenía que dejar de toser de esa manera, más porquería salía de sus pulmones.
Ronan soltó a Cherie y la empujó hacia Sean.
Tiger se había girado hacia el edificio incluso antes de Carly gritara el nombre
de Olaf. Otra explosión iluminó el mundo, el centro comunitario no era nada
más que llamas rodeando una concha.
Tiger corrió hacia allí.
Carly se derrumbó, sentándose con fuerza en el suelo. El cuerpo de Tiger
quedó resaltado por las llamas por un breve instante, luego desapareció.

* *

Ya no había ningún arriba o abajo, atrás o adelante. Sólo había llamas y el


suelo ardiente que se derretía bajo las patas de Tiger, su piel ardiendo. Tratar de
ver era inútil, por lo que cerró los ojos.
Los números giraban en la parte interior de los párpados, coordenadas,
ángulos y distancias. Cada pieza de información sobre el edificio como si se
condensara en una fórmula y bailara delante de él.
Tiger había sabido exactamente cuando se cayó Olaf, pero no había podido
detener su impulso hacia delante para cogerlo. Los otros cachorros se habían
estado cayendo también, resbalando y tosiendo. Había acelerado para llevarlos a
un lugar seguro.
La nueva explosión complicaba las cosas, pero Tiger se movió infaliblemente
a través de las llamas, los ojos cerrados, deteniéndose ante el pequeño cuerpo sin
vida del cachorro de oso polar. Se agachó y cogió suavemente a Olaf por la piel
del cuello.
Luego se volvió y corrió. El fuego trató de detenerlo. Le quemó, su pelaje se
chamuscó con un hedor acre, sus tendones se fusionaron. Pero Tiger continuó.
La puerta no estaba donde la había dejado. Tiger cerró los ojos otra vez, relajó
su mente, dejando que los números vinieran. Por qué estaban allí, y cómo los
entendía, no lo sabía pero no importaba. Con las cadenas de números para
guiarle, Tiger corrió directamente a la última puerta en el edificio que existía y
hacia la luz del día.
Un gigantesco oso Kodiak atrapó a Olaf cuando cayó del agarre entumecido
de Tiger. El Kodiak se convirtió en Ronan, que levantó al inconsciente Olaf en
sus brazos y corrió con él hacia un equipo médico.
Tiger se derrumbó. Sus pulmones eran líquidos, su pelaje había ardido, el
fuego disolvía su piel. No podía moverse, no podía respirar, no podía proferir ni
un sonido.
Oyó la voz de Carly, mi compañera, y abrió los ojos. Vio a Carly, el pelo
despeinado y chamuscado, su ropa quemada, sangre en los brazos y las piernas.
Pero estaba a salvo.
Tiger dejó escapar un suspiro. Carly estaba demasiado lejos de él, pero estaba
a salvo.
Tiger se centró entonces en su entorno inmediato, y encontró los cañones de
una docena de armas automáticas apuntando a su cabeza.

* *

Tiger gimió. No podía moverse. Se tumbó en posición supina en su forma


humana, encadenado, demasiado agotado para cambiar al tigre.
Le habían encadenado de esta manera en el hospital, y antes de eso, en el
centro de investigación en el que había sido creado. Sólo que esta vez, no estaba
saltando de rabia, no rompía las cadenas. Estaba débil y se estaba muriendo.
Pero entonces, hoy se había quemado hasta la muerte.
¿Era todavía hoy? ¿O habían pasado días y noches? Tiger no tenía ni idea.
Los cachorros estaban a salvo. Carly estaba a salvo. Nada más importaba.
En un momento dado, los hombres con máscaras blancas vinieron a sacarle
sangre del brazo de Tiger, y rasparon células de piel de la axila, el único lugar en
el que no se había quemado.
La mayor parte de su piel se había ido. Tiger se sorprendió de poder ver u oír,
pero esos sentidos parecían funcionar, a pesar de que su ojo izquierdo, cuando lo
abrió, no le mostró nada más que una niebla blanca como la leche.
También tenía su sentido del olfato, porque podía olerse a sí mismo y no era
bueno. El gusto, no estaba seguro, a excepción de la acidez en la boca seca. No
le habían dado agua, sólo habían bombeado fluidos en sus venas a través de una
vía intravenosa.
Tiger definitivamente tenía su sentido del tacto. Era un dolor insoportable.
No estaba seguro de quien le mantenía prisionero esta vez, pero debía ser la
Oficina Cambiante. Los hombres que habían venido a por él habían tenido un
aspecto similar a la unidad de Walker.
Pero ya no importaba. Carly estaba a salvo. Su cachorro estaba a salvo. Tiger
había visto los hilos mágicos del vínculo de pareja brillando entre ellos, intactos
y todavía fuertes.
Pasó más tiempo. Más sangre, más células de piel tomada, un cambio de la
bolsa de goteo intravenoso. Tiger no podía hacer que su boca funcionara para
preguntar a los médicos de bata blanca que le estaban haciendo o por qué.
Vagó al sueño. La siguiente vez que abrió los ojos, dos investigadores estaban
de pie sobre él. Pasado y presente se mezclaron, y Tiger comenzó a pensar que
había soñado ser liberado del laboratorio de investigación, y todo lo que había
sucedido desde entonces.
—Un par de muestras más —dijo uno—. Entonces él ha terminado.
—¿Terminado?
—Acabado. Está más allá de la salvación.
—Que vergüenza —dijo el otro hombre—. Habría sido interesante estudiarlo.
—Las órdenes son órdenes —dijo el primer hombre—. Pero podemos
diseccionarle. Ver lo que hay dentro.
—Eso funcionará.
Tiger quiso saltar hacia arriba y sobre ellos, para derribarlos. Pero yacía inerte,
su cuerpo se negaba a obedecer.
Necesitaba a Carly. La deseaba tanto. Ella no había sido un sueño. Carly era
muy real.
Luchó por levantarse, salir de este lugar antes de que lo mataran, llegar a
Carly, pero sólo logró volver a dormirse.
Vio a Carly, con los labios rojos y una amplia sonrisa, sus piernas atractivas, la
forma en que cerró sus bellos ojos cuando se inclinó para besarlo. La posición le
permitía ver sus pechos suaves detrás del escote del vestido que llevaba ese día,
le dieron ganas de acunarla en sus manos, lamerla, cerrar la boca sobre su pecho.
Ella hacía unos ruidos tan bonitos cuando él hacía eso.
Carly, trató de decir. Un leve gruñido salió de su garganta.
Tiger forzó el nombre hacia fuera.
—Carly.
—Lo siento amigo. –Pensó que era Walker quien se inclinó sobre él—. No soy
tan guapo. Pero ahora sé lo que eres. —El hombre tenía una expresión de triunfo
—. O al menos, para qué eres.
Oh, que bien, Tiger quería decir en el tono más fulminante de Connor. Había
estado tan preocupado por eso.
—He traído a alguien a verte.
El corazón de Tiger se contrajo con miedo. No. Carly no. Este lugar no era
seguro. No podía estar aquí.
La persona que se adelantó ante el gesto de Walker no era Carly, sino Liam.
—Eres una especie de héroe ahí fuera —dijo Liam, su sonrisa irlandesa de
listillo en su lugar—. Estoy pensando que mi humilde casa no será lo
suficientemente grande como para contenerte ahora, pero voy a llevarte allí de
todos modos. Carly me dijo que te llevara de vuelta conmigo, o no me molestara
en volver.

* *

Carly se sentó en el borde de la gran cama en la habitación del ático de la casa


de Liam y miró a Tiger. Temía tocarle, porque lo que quedaba de piel era negra y
quebradiza. Cualquier ser humano, probablemente cualquier otro cambiante, ya
estaría muerto.
Era de noche, la habitación de Tiger estaba iluminada por una pequeña
lámpara. El resto de la casa se había ido a la cama, pero Carly no había querido
dejar a Tiger solo en la oscuridad.
El normalmente tranquilo Olaf había estado entreteniendo a todos los que
veía, contando en repetidas ocasiones durante el último par de días, cómo había
pensado que estaba muerto, y luego Tiger corrió a través de las llamas y lo
rescató. Corriendo directamente a él, dijo Olaf con asombro, y salió de nuevo.
Olaf había pedido papel y pinturas para poder hacerle un dibujo a Carly, y
Armand se los suministró feliz. Olaf se había sumergido en el arte, pintando un
tigre enorme llevando un pequeño oso polar, ambos rodeados por las llamas. No
más imágenes abstractas sin rostro, el tigre de Olaf tenía la cara de Tiger y un
gruñido feroz.
—Eres un héroe –le dijo en voz baja a Tiger ahora—. Los periódicos y la
televisión están llenos de eso. Sobre todo después de que el empleado de la
tienda te reconociera y dijera que fuiste el tipo que impidió el robo. Un
cambiante superhéroe. Probablemente vas a terminar en una novela gráfica.
Tiger no respondió. No lo había hecho durante el día y la noche que había
yacido aquí. Tampoco estaba sanando. Ningún cambio en él en absoluto.
—Ethan me ha dejado en paz –dijo Carly—. El abogado de Armand habló con
el abogado de Ethan, y le aconsejó que ya que fue él quien me engañó, y como
tú eres tan popular en este momento, debería dejarte en paz. Y a mí. Eso es
bueno. No me importa si nunca lo vuelvo a ver.
Tiger yacía en silencio, rompiendo el corazón de Carly.
Ella cedió al cansancio y se tendió a su lado. Afortunadamente, ella estaba
bien, a pesar de la terrible experiencia. Los paramédicos, el médico de urgencias
y luego su propio médico habían confirmado que a pesar de que tenía cortes y
contusiones, y tendría dolor de garganta durante un tiempo, no había sufrido
ningún daño peor. Su hijo estaba muy bien también. Gracias a Dios.
Carly se apoyó en un codo. La cara de Tiger estaba medio negra, un ojo
cerrado herméticamente, la otra descansaba de forma más natural, sin quemar.
Sus labios estaban parcialmente quemados, sólo un lado de ellos de color rosa y
fuerte. Se había quemado siendo tigre, pero supuso que su forma humana retenía
la posición relativa de las quemaduras.
—Mi médico se ha mostrado satisfecho de lo resistente que es nuestro
pequeño. O niña. No lo sé todavía. —Carly se tocó el abdomen—. Él, o ella, será
fuerte, igual que su padre.
Tiger permaneció en silencio, inmóvil. Ni siquiera contrajo un dedo.
Respiraba, superficialmente, y eso era todo.
Andrea había ido dos veces para trabajar su magia curativa en él, que era
probablemente la razón por la que Tiger respiraba, pero Andrea le había dicho
que había hecho todo lo posible. La naturaleza tenía que seguir su curso.
—Mi madre estaba tan excitada cuando oyó la historia —dijo Carly—. No se
había dado cuenta de que eras cambiante… pero claro, no llevabas tu collar
cuando la conociste Todas mis hermanas estaban contentas, de hecho. Me siguen
llamando. Tuve que decirles que pararan y me dieran un respiro. Nos quieren dar
una fiesta cuando estés mejor. Yvette y Armand también, y con la forma en que
Yvette cocina, sabes que será buena.
Carly no esperaba que Tiger respondiera. Hablaba porque necesitaba hablar.
—Liam te rescató, ya lo sabes. Walker consiguió autorización para que Liam
fuera a la base y te viera. No, por supuesto, para que Liam te recogiera y te
sacara. Te metieron furtivamente en la camioneta de Walker. Él está aquí, por
cierto. Walker, quiero decir. Está emocionado sobre ti también, sigue diciendo
que tiene que hablar contigo y no nos quiere decir sobre qué. También está
bastante seguro de que va a hacer frente a una audiencia disciplinaria, pero dijo
que no le preocupa.
Sin sonido. Una ligera brisa hizo que la ventana golpeara y a lo lejos un
cambiante lobo aulló. Aquí, todo era silencio.
Carly recordó su noche en esta cama, los dos de ellos aprendiendo la maravilla
del cuerpo del otro. Su hijo había sido concebido en aquel entonces.
Pensó en la belleza de Tiger, dura y masculina, el modo en que sus ojos se
oscurecieron cuando estuvo listo para correrse, cómo la sostuvo con ternura,
simplemente impidiéndose darle sexo duro y rudo.
La sensación de tenerlo dentro de ella, profundo y estirándola, balanceándose
sobre él, luego conduciéndose en ella, había sido trascendental. En toda su vida,
Carly nunca había experimentado nada igual.
En la noche, se habían tocado, besado, lamido y saboreado. Él la había amado
lentamente, primero encima de ella. Luego, rodaron de costado, las piernas de
Carly alrededor de su cadera, mientras que Tiger la penetraba lentamente de
nuevo. A él le gustó esa posición, donde podía apartarle el pelo, besarla en la
frente, deslizar su mano hasta su pecho.
Ahora el hombre apuesto yacía inmóvil, casi irreconocible. Debía sufrir un
terrible dolor.
—Me gustaría que no estuvieras tan malherido —dijo Carly—. Estoy
asustada.
La palabra se rompió en un sollozo. Una lágrima cayó y tocó su piel quemada.
Tiger hizo un pequeño ruido, un gruñido o un suspiro. Carly se inclinó hacia
delante, medio con miedo, medio con esperanza, pero el sonido no se repitió.
—Me dijiste que el toque de un compañero sana. —Carly sostuvo las yemas
de los dedos por encima de su cara—. Pero tengo miedo de tocarte ahora. —
Dejó que su dedo rozara la parte no quemada de sus labios, el más ligero de los
toques—. Así que voy a decirte que he decidido que soy definitivamente tu
compañera.
Ninguna respuesta. Carly tocó la comisura de la boca de nuevo,
maravillándose de que la parte no quemada de sus labios pudiera ser cálida y
suave a pesar de sus terribles heridas.
—Compañero de mi corazón —susurró.
Se tumbó junto a él de nuevo, se echó una sábana por encima, con cuidado de
no dejar que la tela le tocara a él. Carly no creía que fuera a dormir, pero su
cansancio y preocupación la alcanzaron y se quedó dormida.

* *

Crosby se deslizó a través de la ventana abierta, aterrizó sin ruido en el suelo y


tuvo una visual de su objetivo. Era demasiado fácil irrumpir en estos bungalows,
las ventanas en los pisos superiores estaban al alcance de los techos del porche,
asideros en abundancia. Al haber explorando esta casa la última vez, había hecho
esta entrada aún más fácil.
Sin cambiar de posición, Crosby sacó el arma de la funda.
La mujer estaba en la cama con el cambiante, pero no importaba. Ella no era
el objetivo. Crosby podría terminar esta misión, regresar a la base, informar, y, o
bien dormir o continuar con su siguiente asignación.
Se arrastró hasta la cama, agarró en silencio una almohada del pie de la misma
para usarla como silenciador, puso la almohada sobre el pecho de Tiger y
comenzó a apretar el gatillo.
Su muñeca se hizo añicos cuando una enorme fuerte mano se cerró alrededor,
el arma giró para disparar a la pared. La almohada cayó y el arma se disparó
sonoramente.
La mujer, Carly, gritó y salió disparada de la cama. El que sostenía la muñeca
era el tigre, medio quemado, más parecido a un cadáver que a un ser humano.
Uno de sus ojos era blanco y no veía, pero el otro era amarillo con rabia.
El cambiante tigre habló, su voz ronca y quebrada.
—No. Hieras. A. Mi compañera.
Crosby trató de zafarse, y la agonía le atravesó. No podía respirar para
explicar que no, que no estaba aquí para herir a la mujer. Sólo al tigre.
La puerta se abrió de golpe, casi se salió de sus goznes, y el cambiante
llamado Liam entró. Crosby recordó lo que Liam había dicho sobre atraparle en
Shiftertown otra vez, y sintió miedo. Crosby nunca sentía miedo. Esto era nuevo.
—Tiger –estaba diciendo la mujer, pero no con alarma. Con sorpresa,
probablemente debido a que el tigre medio muerto seguía vivo.
Liam cerró la mano alrededor de la nuca de Crosby. Éste aún tenía la Glock,
pero no podía girarla o disparar, porque sus dedos no funcionaban.
Liam giró el arma de la mano inerte de Crosby.
—Tiger, suéltalo. Yo me encargo de esto.
—¿Quién diablos es? –Gritó Carly a Liam—. ¿Cómo entró?
Crosby sintió asco. Si una mujer le hubiera exigido de esa manera a él, ya le
habría dado un revés. Los cambiantes deberían controlar mejor a sus mujeres.
—Es más decidido de lo que pensé —dijo Liam con gravedad—. Tiger, dije
que lo soltaras. Tienes que conservar tu fuerza.
La furia del Tiger no disminuyó, pero abrió la mano y soltó la muñeca de
Crosby. Sin la pinza de los dedos del Tiger, la muñeca de Crosby se aflojó, y los
huesos rotos dispararon dolor.
—Estás despierto —dijo Carly al tigre, alegría en su voz—. Te mueves. Estás
más fuerte.
Tiger la miró, entonces la luz de rabia abandonó sus ojos y cayó de nuevo a la
cama.
—El toque de una compañera —dijo, y cerró los ojos.
Carly disparó a Crosby una mirada de furia.
—Bastardo. Si has empeorado su estado…
Perra estúpida.
—Tengo órdenes de matarlo —dijo Crosby—. Se está muriendo de todos
modos.
—Entonces, ¿por qué tratar de matarlo? –espetó Carly.
—Una buena pregunta —dijo Liam, apretando la mano en el cuello de Crosby
—. ¿Sabes la respuesta?
Crosby sí, porque el comandante se la había dicho.
—Tenemos suficientes muestras de ADN. El tigre cambiante es inútil ahora.
Tiene que morir y ser llevado de vuelta a la base para la cremación. No se puede
permitir que caiga en manos del enemigo. —No había razón para mantenerlo en
secreto. El comandante no había dicho que la información fuera clasificada.
Liam lo sacudió un poco.
—Y por manos enemigas, ¿quieres decir...?
—Cualquiera que no sea el Teniente Coronel Sheldon —dijo una voz nueva.
El capitán Walker Danielson, el gilipollas insubordinado e irrespetuoso, entró en
la habitación. No es que Crosby fuera a llamar así a alguien de rango superior en
voz alta.
—Cualquier persona que pueda obtener la gloria aprendiendo lo que Tiger es
y lo que puede hacer —continuó el capitán.
—No, señor —dijo Crosby secamente—. Inteligencia enemiga. Ejércitos
enemigos. Gobiernos enemigos.
—Ellos también —respondió el capitán en el tono que siempre sonaba como si
se estuviera burlando de Crosby.
Crosby odiaba eso.
—El tigre no puede caer en manos hostiles —repitió Crosby.
—Es por eso que estoy aquí —dijo Walker—. Despedido, sargento.
—Respetuosamente, señor, mis órdenes son del comandante. Por encima de su
cabeza, señor.
Walker se encogió de hombros y se dirigió a Liam.
—Es tu casa. Condúcelo fuera. No quiero saber lo que haces.
—Sí, y yo no iba a decírtelo. —Liam giró a Crosby y lo sacó por la puerta, la
mano alrededor del cuello de Crosby, inamovible.
Capítulo 29

Liam llevó a Crosby escaleras abajo, fuera de la casa y a lo largo de los patios
detrás de las casas cambiantes. No había ningún otro cambiante a la vista, las
ventanas y puertas estaban cerradas a cal y canto.
Liam acercó a Crosby a un grupo de árboles que formaban una especie de
anillo. Una niebla flotaba allí, y sólo allí, pero Crosby estaba interesado
únicamente en el dolor en su muñeca y en la planificación de cómo escapar de
Liam para completar su misión. No podía volver a Sheldon y confesar un
fracaso.
Apareció un segundo cambiante, caminando a través de las nieblas. Dylan, el
padre de Liam. Dylan era más problemático. Era mayor y con más experiencia
que su hijo, y sus ojos le dijeron que iba a hacer lo necesario para detenerlo.
—Te lo dije antes, hijo —dijo Dylan a Liam—. No puedes matarlo. Tienes
demasiados otros dependiendo de ti.
—Lo sé. —Liam apretó el cuello de Crosby, cerrando los dedos con terrible
fuerza—. ¿Pero tal vez podamos hacer una excepción esta vez?
—No.
Más presión sobre el cuello de Crosby. En cualquier momento, una vértebra
estallaría.
—Sabes que este gilipollas empezó el fuego.
Dylan asintió hacia Liam.
—Sí.
—Entonces sabes por qué tengo que matar al idiota. —La voz de Liam era
baja, sin descontrolarse, pero feroz, portaba una nota de rabia que Crosby no
había oído en él antes.
Dylan volvió su mirada a Crosby.
—¿Cuál era su propósito?
Liam gruñó.
—¿Importa?
—Quiero saber. —Dylan le inmovilizó con su mirada fija, sus ojos tan fríos
como témpanos—. Habla.
Crosby se encogió de hombros lo mejor que pudo.
—Me dijeron que hiciera salir al tigre cambiante. Mi comandante sospechaba
que estaba dando vueltas por la zona. Dijo que si poníamos a su mujer en
peligro, aparecería. —Crosby se sintió un poco arrogante—. Estaba en lo cierto.
—Pero había cachorros en el centro comunitario —dijo Dylan en su voz fría
—. Niños pequeños.
—Niños no. –Le corrigió Crosby. Él nunca lastimaría a un niño o una mujer, a
menos que se lo merecieran—. Eran solo cambiantes, la mujer una puta
cambiante.
Una de las vértebras de Crosby crujió en ese momento.
—Vas a morir por eso –dijo Liam—. Papá, lo siento.
—No. —La palabra de Dylan fue tranquila, pero sonó con autoridad.
Padre e hijo se estudiaron el uno al otro durante mucho tiempo. Finalmente
Liam suspiró y soltó el cuello de Crosby. Las rodillas de Crosby se doblaron,
pero fue sostenido erguido por la misma fuerza de la mano de Dylan.
—Está bien. —Liam miró a su padre de nuevo, luego, sin más palabras, le dio
la espalda y se alejó.
Las nieblas de los árboles se arremolinaron alrededor de Crosby y Dylan,
apartando a Liam, apartando a Shiftertown.
—No vas a morir por lo que acabas de decir —dijo Dylan en un tono suave—.
No por palabras ignorantes.
Crosby comenzó a relajarse. Si Dylan era firme sobre mantenerlo vivo,
entonces Crosby podría ser capaz de irse, volver a la casa y de alguna manera
matar al tigre, y luego ya se preocuparía por escapar. La misión era lo primero.
La mano de Dylan se cerró sobre el cuello de Crosby, con más fuerza que la
mano de Liam. Dylan acercó la boca a la oreja de Crosby.
—Vas a morir por casi matar a nuestros cachorros. Por eso, que la Diosa te
ayude. — Volvió la cabeza y miró directamente a las nieblas—. ¡Fionn!
La niebla se espesó y una rendija de luz de alrededor de tres metros se abrió de
golpe. Un hombre alto, con miembros tan largos que parecía como si hubieran
sido estirados, apareció en la abertura. El hombre estaba vestido como un
antiguo guerrero, con largas trenzas blancas, cota de malla, cuero y pieles.
—Ven —dijo.
Dylan empujó a Crosby a través de la abertura y le siguió.
El aire se volvió frío y húmedo, y también más brillante, como si el sol se
hubiera levantado de repente. El suelo bajo sus pies era esponjoso, no más la
sequedad de Texas.
Crosby sabía que estaba en un lugar diferente, más como las selvas de
América Central, pero frío. ¿Que demonios? La hendidura en el aire desapareció.
No había vuelta atrás, no más Austin, no más Shiftertown.
Dylan giró Crosby para enfrentarse a él. Los ojos de Dylan se habían vuelto
blancos, la mano que sostenía a Crosby cambió a las patas de un gato enorme.
—Estoy tratando de enseñar a mi hijo misericordia y moderación —dijo
Dylan a Crosby, su voz gutural—. Porque yo no lo tengo.
—No hay ninguna ley contra la venganza aquí —dijo el hombre alto con un
tono de satisfacción—. De hecho, se requiere.
—Por los cachorros —dijo Dylan, y finalmente Crosby pensó en ceder a su
miedo.
Miró a la pesadilla que era la verdad de Dylan, y eso fue lo último que vio.

* *

Tiger no volvió a moverse o hablar durante el resto de la noche. Carly durmió


a ratos, incluso después de que la tranquilizan con que se habían ocupado de
Crosby. Que dispararan un arma junto a ella mientras dormía no había sido una
experiencia feliz.
La luz de la mañana se filtraba por las ventanas, tocaba la cara de Tiger con
dedos suaves. El aire era fresco ahora que agosto fluía hacia septiembre. El
pesado calor del verano se había roto.
Carly pensó Tiger tenia mejor aspecto. La parte no quemada de su rostro
estaba rosa en vez de pálidamente mortal, y su cuero cabelludo donde el pelo se
había quemado era de color rosa en lugar de negro.
Tiger abrió los ojos. Tal vez el tono rosado de la salida del sol hacía que su ojo
herido pareciera un poco más claro, dorado en lugar de blanco.
—¿Tiger? –susurró Carly.
Tiger volvió la cabeza un poquito. Su cara estaba pálida, el movimiento
doloroso.
—Carly. —Su voz era apenas audible, ronca.
—Estoy aquí.
—Tócame.
Carly parpadeó, apretando su mano.
—No quiero hacerte daño.
—Tóca… me. —Exhaló la última palabra, cerrando los ojos de nuevo.
Carly tragó y rozó con sus dedos la parte limpia de su rostro. Como había sido
la noche anterior, la parte no quemada de sus labios era suave como satén, la
cara suave también, cada sombra de barba quemada.
Le pasó la mano por el cuello, buscando los trozos no quemados, a través de
su hombro y bajando por el pecho que era carne firme. De vuelta a su cara otra
vez, entonces lentamente, con cuidado se inclinó sobre él y lo besó en la
comisura de la boca.
—Carly —susurró. ¿Era su voz más fuerte?—. Compañera de mi corazón.
—Sí. —Carly lo besó de nuevo—. Dijiste que teníamos un vínculo de
compañeros. Ahora te creo. —Se llevó la mano al pecho—. Lo siento. Te juro
que lo siento.
Tiger cerró los dedos heridos alrededor de los suyos y guió su mano al espacio
entre su pecho y su torso.
—Ahí.
Carly pensó que sentía algo, un leve cosquilleo que subía por su mano a su
brazo para calentarle el esternón.
—¿Es el vínculo de pareja?
Tiger asintió lentamente, sus ojos cálidos. Movió su mano y la de ella juntas
sobre su abdomen.
—Mi cachorro. Nuestro cachorro. Otro vínculo.
—No puedo esperar a conocerlo. —Dijo Carly, acariciando con cuidado sus
dedos—. O a ella.
—Los vínculos me sanan —susurró Tiger—. Magia.
Carly sonrió.
—No hay tal cosa.
—Los cambiantes tienen la magia fae. Fionn dijo que yo no tenía, pero hay
algo. Veo la magia, los vínculos, los hilos. —Se tocó sus propios ojos, su voz
ganaba un poco de fuerza a medida que hablaba—. Puedo ver cosas en la
oscuridad. Saber dónde están. Vi a Olaf.
—Cuando volviste a entrar en el edificio, pensé que ambos moriríais. —Ella
tragó en las últimas palabras, el temor recordado llenó su garganta.
—Le vi —dijo Tiger—. Cuando cerré mis ojos, mi cerebro me dijo dónde
estaba. Y estaba… en el punto exacto.
—Tu cerebro te lo dijo —repitió Carly—. ¿Qué significa eso?
—No lo sé. Pero puedo ver cosas que son verdad, aún cuando otros no
pueden.
—Como cuando supiste que mi hermana estaba embarazada —dijo Carly
lentamente—. Y cuando supiste que yo lo estaba, cuando sólo había pasado un
día.
Tiger asintió.
—Lo vi, la vida dentro de ti, y sabía que nosotros la habíamos creado. Y el día
que te conocí, cuando estabas a un lado de la carretera, vi el vínculo de
compañeros. Te reconocí como mi compañera, y mi mundo cambió.
Carly le dio una pequeña sonrisa.
—Eso me sigues diciendo.
—Vi lo que había allí. Antes de que fuera claro para cualquier otra persona. —
Tiger se llevó la mano de Carly a los labios y la besó—. Esa es mi magia.
—Pero nadie te cree. Ni siquiera yo. ¿De qué te sirve?
—No importa —dijo Tiger—. Lo sé.
No, no importaba. Tiger siempre había demostrado tener razón al final. Por
mucho que los demás cambiantes pensaran que era aterrador, ignorante de los
modos cambiantes y no uno de ellos, Tiger era... Tiger. Era único, increíble, más
inteligente de lo que cualquiera pudiera entender.
—Muy bien, entonces, pez gordo —dijo Carly—. ¿Por qué no sabes cuál es tu
nombre?
Tiger dejó escapar un suspiro.
—Tal vez lo sé. Tal vez lo he sabido todo este tiempo.
—Tiger —dijo Carly, con cara seria.
Tiger rugió una risa.
—Me gustaría.
—Entonces, ¿Rory no?
—¿Cómo se suele decir? No sólo, pero…
—Bien, bien. —Carly agitó las manos—. ¿Entonces cual es?
Tiger tocó la cara de Carly, y ese toque era definitivamente más fuerte.
—Siempre me has llamado Tiger. Y eres mi compañera. Así que... ese es mi
nombre.
Carly rió suavemente.
—Espera, ¿quieres que durante el resto de tu vida te llamen Tiger? Será
extraño en el certificado de nacimiento. Madre, Carly Randal. Padre, Tiger.
—Padre. Ese será el mejor nombre. O papá.
Carly contuvo la respiración. Imaginó un niño lindo, como Jordan u Olaf,
mirando a Tiger con sus mismos ojos dorados, y diciendo "Papi". Quiso llorar.
—Compañera de mi corazón —dijo Tiger, tirando de ella—. Ven y bésame.
Carly se inclinó hacia él y le besó en la comisura de los labios de nuevo,
tratando de tener cuidado.
Tiger deslizó el brazo alrededor de su cuello y tiró de ella para darle un beso
verdadero y profundo. No había nada malo con la boca.
Cuando él se apartó, Carly miró esa cara que amaba. El ojo izquierdo de Tiger
estaba definitivamente más claro, el iris dorado casi a la vista. Ambos ojos
estaban fijos en ella, la fuerza retornando.
—El toque de una compañera —dijo Tiger—. Sana. Lo que significa que
tienes que seguir besándome.
Carly se echó a reír como él tiró de ella hacia abajo, luego se entregó a sanarle
de la única manera que sabía.

* *

Tiger sanó, por dentro y por fuera, pero tardó días, y fue doloroso. Pero
Andrea confirmó que a pesar de Tiger había estado tan cerca de la muerte como
cualquiera podría estar, el hilo de vida apenas intacto, lo lograría.
Andrea se acercó muchas veces en los días siguientes, Sean y ella prestaron la
fuerza de curación a través de su don y la espada del Guardián. Al menos Tiger
no tenía que preocuparse por ver la gran espada venir hacia su corazón para
enviarlo a la otra vida. Aún no.
Una mañana, una semana más tarde, Tiger abrió los ojos para encontrar a
Carly a su lado. Ella había insistido en dormir con él todas las noches, y ahora
estaba durmiendo, la cabeza en una mano, el pelo liso en finos mechones sobre
la almohada.
Tiger supo de inmediato que estaba bien. Su piel estaba entera, el dolor que
quedaba era como los restos de una quemadura de sol. Había tenido su primera
quemadura de sol esta primavera, una sensación nueva e interesante.
Tiger había dormido sin mantas, pero una sábana fina abrazaba los pechos de
Carly, sus areolas oscuras eran visibles a través de la tela pálida. La cadera se
levantaba en una curva dulce, con las piernas estiradas y tocando las suyas.
La puso suavemente de espaldas, apartó la sábana y la reemplazó con su
cuerpo. Su polla ya lista acomodada entre sus piernas.
Carly agitó, se despertó y sonrió.
—Hola. Creo que te estás sintiendo mejor.
Tiger quería decirle que la amaba, que quería a despertar a su lado, que estaba
agradecido más allá de las palabras por lo que había hecho por él, pero su
garganta se cerró y no pudo hablar. Su necesidad creció, el frenesí de
apareamiento golpeándole.
Carly se estiró, diciendo “Hmm”, luego le rodeó con los brazos.
—Te he echado de menos.
A eso, Tiger podía responder. Su voz ronca.
—Te eché de menos cada día, cada hora, cada segundo.
—Entonces, ¿por qué fuiste? ¿Qué estuviste haciendo todo este tiempo? Me
estaba volviendo loca sin ti.
Los temores de Tiger, que habían estado entumecidos por el dolor, se alzaron
de nuevo.
—Quería que estuvieras a salvo. Así que si venían a por mí, no te harían daño.
Pero no podía permanecer lejos. Tenía que protegerte, velar por ti.
—Fuiste tú en mi casa, el que me salvó y me vendó. —Carly se tocó la cara,
donde habían estado las contusiones—. ¿Y por qué robaste el cojín del sofá?
Qué encontré en mi patio, insalvable.
—El hombre, Crosby, se lo llevó —dijo Tiger—. Lo dejó caer cuando huyó.
—Entró en mi casa para robar un cojín. Vaya bicho raro.
—Connor dijo que irrumpió aquí también, robó mis camisetas. Estaba
buscando algo que pudiera tener rastros de mi ADN. Creo.
—Y te acostaste en mi sofá una sola vez. ¿Cómo podía haberlo sabido? A
menos que...
—Estuviera espiando por la ventana. Sentí a Walker esa noche, pero... –Tiger
pensó en ello. Si Crosby hubiera estado en el exterior de la ventana del salón de
Carly, lo habría sabido—. Podría haber estado espiando desde lejos, si estaba
buscando una oportunidad de dispararme. Algunos rifles tienen buenas miras.
La diversión de Carly murió.
—Y luego trató de matarte. —Tiger había estado muy cerca de la muerte esa
noche que Crosby logró colarse aquí, pero con lo que fuera que había sido criado
le había hecho despertarse, alerta, a tiempo de detener el disparo.
Carly le echó los brazos al cuello.
—Odio lo cerca que he estado de perderte.
—Y yo he estado demasiado cerca de perderte —dijo Tiger—. Casi no llegué
a tiempo.
—Pero lo hiciste. Nos salvaste a todos.
Tiger miró a Carly, a sus ojos verdes, su cara huesos finos, su amplia sonrisa.
La desesperación tiró de su corazón.
—No puedo perderte.
—Estoy aquí, amor –susurró ella.
Tiger volvió a besarla, suavemente al principio, y luego dejó que su boca se
volviera más firme, más audaz. Carly devolvió los besos con igual valentía, sus
brazos apretados a su alrededor.
Tiger la necesitaba. Estar aquí tumbado junto a ella durante días, oliéndola,
sintiéndola, deseándola, le había vuelto loco. Estaba duro con el frenesí de
apareamiento. Ella se había declarado su compañera, y Tiger había estado
demasiado débil para hacer nada al respecto.
Ya no estaba débil. Le separó los muslos con una mano, luego empujó su
ancha erección dentro de ella.
Carly abrió lo ojos, destellos de color gris en el hermoso verde.
—Mmm –ronroneó ella—. Te he echado de menos.
La capacidad de hablar de Tiger le abandonó. Lo único que sentía era a Carly
en torno a él, a su compañera.
El frenesí de apareamiento se estiró y cerró su puño a su alrededor. Todo
pensamiento huyó. Sólo estaba Carly, su olor, su calor, la humedad de su piel, la
humedad ardiente que se aferraba a su polla.
Carly, siempre Carly. La hermosa mujer que lo había sanado con su toque.
Había salvado a Tiger, le había dado su nombre.
La habitación se llenó con los sonidos de sexo, sus respiraciones rápidas y
pequeños gemidos, el crujido de la robusta cama, el deslizamiento de piel sobre
piel, las bocas que se unían.
Tiger bombeó en ella con un ritmo fuerte y rápido, su cuerpo sabía qué hacer.
Carly se levantaba debajo de él, le rodeó con las piernas, sus pies descalzos le
apretaron. Ahora le tomaba fácilmente, encajando a su alrededor. Tenía los ojos
medio cerrados, los labios entreabiertos con el placer.
Cuando Tiger se acercó al clímax, ella también. Los movimientos de Carly se
volvieron más enérgicos, sus caderas rodaron con las suyas, sus rápidos gritos
alimentaron su frenesí.
El rugido de Tiger hizo vibrar el aire. Le salieron las garras, que retrocedieron
rápidamente, Tiger quería ser un hombre cuando estaba con esta mujer.
Carly se aplastó contra él mientras se levantaba hacia él, gritando su nombre.
Tiger la abrazó, el frenesí borró todo el dolor, incluyendo el cosquilleo como una
quemadura de sol. Estar dentro de ella se llevaba todo el dolor, toda la pena, todo
el pesar. Había sufrido tanto dolor, y Carly lo disolvía.
—Carly —gritó cuando el clímax al rojo vivo lo apretó y no lo soltó—. Te
amo.
—Te amo —la respuesta de Carly fue fuerte y clara. Tiger siguió empujando
en ella, ambos buscando, balanceándose, abrazándose, amándose.
A continuación cayeron sobre la cama, la luz del sol matinal besó sus pieles.
Tiger revolvió el pelo de Carly y besó su cálido rostro, su cuello, sus pechos.
Carly le abrazó, le hizo apoyar la cabeza en su pecho con un suspiro de
felicidad.
—Mi Tiger —murmuró ella, con la voz quebrada—. Te amo mucho.

* *

Cuando bajaron tambaleándose a desayunar, el primero para Tiger desde que


había llegado a casa, Sean estaba allí, haciendo un lote especial de tortitas, con la
ayuda de Connor. Walker esperaba en la mesa de la cocina, con aspecto
contento. Presumido incluso.
Carly se sentía caliente, estirada y satisfecha. Había pensado que Tiger se
cansaría pronto después de su primera incursión de vuelta al sexo, pero había
resultado estar equivocada muy rápidamente. Tiger se estaba sanando rápido y
con la curación llegaba su resistencia.
Carly se sentó a la mesa, con cuidado, un poco dolorida y cogió la jarra de
zumo de naranja.
Walker hizo un gesto a Carly, luego miró a Tiger.
—Gracias –dijo—. Por la promoción y el mando.
Carly parpadeó cuando Tiger se sentó con su estoicismo habitual y aceptó el
vaso de zumo que Carly le entregó. Había vuelto a colocarse el collar falso antes
de bajar, conservando la ilusión.
—¿Promoción? ¿Mando? —preguntó Carly a Walker, cuando se hizo evidente
que Tiger no iba a hacerlo.
—Debido a Tiger, he cambiado mis barras de capitán por hojas doradas. Y
asumo el mando del destacamento de la Oficina Cambiante. El teniente coronel
Sheldon ha desaparecido.
Tiger dejó el vaso que acababa de beber.
—¿Desaparecido dónde?
—Si lo supiera, no habría dicho desaparecido. Parece que alguien avisó a la
Oficina Cambiante, al ejército y los medios de comunicación que Sheldon
ordenó el incendio en el centro comunitario. Es el enemigo público número uno.
Puesto vacante, que me ofrecieron ya que era el jefe operativo y sabía todo
acerca de la formación y proyectos en el campo de todos modos.
—¿Alguien les avisó, eh? –dijo Sean desde la cocina—. Me pregunto quién
fue.
—No puedo decirlo —dijo Liam, entrando en la cocina—. Estos rumores,
¿cómo empezaron?
Él y Sean compartieron una sonrisa de complicidad.
—De todos modos, ahora estoy a cargo de todas las investigaciones en
relación con el tigre cambiante —dijo Walker—. Quién no va a sufrir daño, por
cierto, ya que se ha convertido en un maldito superhéroe. —Walker se inclinó
hacia delante, mirando a Tiger a los ojos, tenía un brillo de emoción en los suyos
—. Y he descubierto, amigo, para qué fuiste creado.
Capítulo 30

Tiger levantó la cabeza, a la espera, con el corazón latiendo rápidamente,


pero Walker sólo se quedó allí sentado, con las manos alrededor de su taza de
café, sonriendo.
—¿Qué? —preguntó Carly, con los puños en la mesa, su impaciencia realzaba
su olor—. No nos mantengas en suspenso.
Walker se aclaró la garganta y movió su taza de café sobre el mantel.
—Sheldon pensó que Tiger era un arma. Un soldado perfecto que nunca se
cansaba, se curaba de forma inmediata, y no necesitaba comer, beber o dormir
durante largos períodos de tiempo. Como ya he mencionado, Sheldon quería
utilizar a Tiger como un prototipo. Quería llevarlo a Afganistán y demostrar lo
bien que se cura tras ser disparado o quemado. El plan de Sheldon era criar más
cambiantes como Tiger, excepto que más fáciles de controlar que él, usando
collares y otras cosas. Lo consideraba como su faro, una guía hacia general de
brigada y más arriba.
Liam se sentó a su modo perezoso de costumbre, sosteniendo una taza de café
humeante.
—Los faes nos criaron hace un par de miles años atrás para ser los soldados
perfectos — dijo de manera informal—. Lucharíamos sus guerras para que ellos
no perdieran tantos faes, quienes, por supuesto, son los seres más importantes en
el universo. Los fae averiguaron de la manera dura que no podían controlarnos,
cuando luchamos una guerra contra ellos y ganamos nuestra libertad. Todavía
están tratando de controlarnos, pero en, oh, alrededor de mil años, todavía no
han encontrado la forma.
—Pero usáis collares —dijo Walker.
Liam abrió los ojos de par en par.
—Bueno, ahora, eso es cierto, ¿verdad? ¿Qué hay de eso?
Connor soltó una risa desde la cocina.
—Correcto.
—De todos modos —dijo Carly—. De vuelta a Tiger. ¿Es eso para lo que fue
creado, para ser un soldado?
—Eso pensé al principio —dijo Walker—. Pero hice algo de investigación, en
los experimentos originales. Mi viejo amigo el Dr. Brennan conocía a algunas de
las personas del equipo de investigación de aquel entonces. Les consultó, como
antropólogo cambiante. Yo acorralé a un par que todavía andaban por ahí y hablé
con ellos. El proyecto había sido dejado de lado y la mayoría de los archivos
sellados, y más se perdió cuando el edificio en el Área 51 ardió. Sin embargo,
los investigadores habían guardado sus notas personales y me las dieron. —
Walker lanzó a Tiger una mirada de compasión—. Te hicieron atravesar un
infierno, ¿verdad? Créeme, yo nunca haría eso.
Tigre asintió lentamente.
—Te creo.
—Pensaste eso al principio —interrumpió Carly, sin dejar de observar a
Walker—. ¿Que piensas ahora?
—Que Tiger no fue creado para ser la perfecta máquina de matar —dijo
Walker—. Sí, tiene todas esas cualidades que he mencionado: resistencia,
curación rápida, un cuerpo que se adapta a un estrés extremo. —Fijó su mirada
en Tiger de nuevo, la emoción todavía en sus ojos—. Pero no eres una máquina
de matar, amigo. No eres un arma para apuntar y disparar. — Walker se detuvo,
dejando que ellos le miraran fijamente, esperando, incluyendo a Sean y Connor,
que se había vuelto desde la cocina
Kim entró en la cocina con Katriona, le dio un beso en la mejilla a Liam, y se
sentó junto a su compañero. Clavó en Walker una mirada de acero.
—Bueno, vamos entonces. Escúpelo.
Walker sonrió.
—Búsqueda y rescate. —Pronunció las palabras, luego se sentó y tomó su
café.
Se quedaron sentados en aturdido silencio, hasta que Liam dijo:
—Ah. Sí.
Tiger no dijo nada, pero las palabras de Walker hicieron que algo encajara
dentro de él. Algo correcto.
Sé para que me hicieron. Lo que estoy destinado a ser.
Carly, sin embargo, todavía se veía desconcertada.
—¿Búsqueda y rescate? ¿Quieres decir como personas atrapadas después de
un desastre o que desaparecen en medio de la nada?
—Más que eso —dijo Walker, animado—. Búsqueda y rescate, a nivel
nacional, o detrás de las líneas enemigas. Iba a ser puesto en los equipos A, para
adentrarse en territorio enemigo. Encontraría civiles afectados por los combates,
como niños y madres, los sacaría, los mantendría a salvo. Lo mismo para los
civiles de aliados o nuestros civiles cuando la guerra llegara a ellos.
El sentido de rectitud se propagó a través de Tiger, entrelazándose a su
alrededor con tanta fuerza como el vínculo de compañeros. Sí, dijo todo su
cuerpo. Me hicieron para proteger.
La mirada sorprendida de Carly desapareció.
—Por supuesto —dijo a Tiger—. Por eso eres tan insistente sobre los
cachorros.
—Todos los cambiantes protegen a los cachorros —dijo Kim.
—Sí, pero Tiger pasa por encima y más allá —dijo Carly—. Vigila a cada
cachorro en Shiftertown. Cualquier persona que sea vulnerable, en realidad,
como el empleado de la tienda.
—Ella tiene razón —dijo Liam. Tomó un sorbo de café, sin parecer
sorprendido en lo más mínimo.
—Y los cachorros no tienen miedo de él —dijo Carly—. Todos ellos te
adoran, Tiger. Los cambiantes adultos te miran como si fueras una especie de
monstruo de Frankenstein, pero los cachorros siempre están encantados de verte.
—Eso es verdad —dijo Connor—. Todavía soy un cachorro, y me gusta Tiger.
—Lo mismo ocurre con los niños pequeños, como Olaf y Jordan —dijo Carly
—. Ellos confían en Tiger por completo, no importa lo mucho que los adultos
traten de decir que tiene que ser controlado y contenido.
—Eso es porque los cachorros son inteligentes —dijo Connor, su expresión
seria.
Katriona rió y tendió las manos hacia Tiger.
—Tigger.
Tiger no pudo evitar levantarse, ir a por Katriona y levantarla. Le dio un ligero
beso en la frente, se sentó junto a Carly y equilibró a Katriona sobre sus
pequeños pies en su rodilla. En aproximadamente un año, estaría sosteniendo a
su propio cachorro, con Carly a su lado.
La conversación en torno a él disminuyó y se convirtió en poco importante.
—¿Ves? —estaba diciendo Walker—. Hay algo dentro de Tiger que hace que
los niños lo busquen y confíen en él. Tiene sentido si su misión es encontrarlos y
ponerlos a salvo. Necesitarían confiar en él completamente.
Liam asintió en silencio. Sean había vuelto a hacer tortitas, y Connor, después
de una mirada más larga y pensativa a Tiger, se volvió a ayudarlo.
—Una cosa que no me gusta de tu explicación —dijo Carly a Walker—. Dices
que los niños confían en Tiger porque hay algo programado en él, alguna cosa
genética.
—Es probable que tenga que ver con las feromonas –interrumpió Liam—. El
olor y cosas así.
Carly hizo un gesto.
—Tal vez, pero podrías considerar que los cachorros confían en él porque
pueden ver que es sólo un tipo maravilloso. ¿Cariñoso, protector e increíble?
Liam rió, levantó su café y palmeó la rodilla de Kim.
—Habla como una verdadera compañera.
Carly frunció el ceño.
—Me niego a creer que Tiger sea así porque un científico mezcló algo en un
tubo de ensayo. La gente no funciona de esa manera. Mucho de lo que hace a
Tiger Tiger es… Tiger.
—Exactamente —dijo Kim—. Bien dicho.
—Todos somos un montón de productos químicos pegados —argumentó Liam
—. Incluso tú, amor —terminó, con una mirada cálida a Kim.
—No creo eso en su totalidad —dijo Carly—. Mis hermanas y yo
compartimos la misma composición genética y somos todas muy diferentes. Así
que incluso si las personas fueran creadas en tubos de ensayo, incluso clones, lo
que saldría de cada tubo de ensayo sería diferente. —Carly miró a Walker, con
repentina preocupación en su expresión—. Espera, eso no significa que vayas a
querer hacer clones de Tiger, ¿verdad?
—Sheldon sí —dijo Walker—. Soy de la opinión que aún no tenemos la
tecnología para conseguir la clonación exactamente correcta. Sin embargo,
estudiarte podría decirnos mucho, Tiger. Y podrías hacer tu cosa del rescate y
entrenar a otros en búsqueda y rescate. Podríamos utilizarte.
—Espera un minuto —dijo Carly—. No vas a hacer experimentos con él,
torturarle y tratarle como un conejillo de indias. Tiger es una persona. Y voy a
casarme con él. O emparejarme con él, como los cambiantes lo llaman. Acepté
su reclamación.
Su anuncio cayó en el aturdido silencio, Tiger alzó la vista. Carly ya había
declarado que era su compañera, pero no había esperado que lo dijera delante de
otros cambiantes, en términos que él había esperado oír.
Connor dejó escapar un grito salvaje por toda la cocina. Echó la espátula al
aire, esparciendo gotas de masa, se precipitó donde Carly, la arrastró hacia arriba
y la abrazó.
—Otro emparejamiento —gritó cuando la soltó—. Sol y luna. Tiempo de
fiesta. Adelante con ello, Liam.
—Danos una oportunidad, Connor. —Liam estaba fuera de su asiento
también, esperando mientras Kim aplastaba a Carly en un abrazo entusiasta.
Carly tenía lágrimas en sus mejillas cuando se apartó.
—No sabía que os pondríais tan contentos.
—Por supuesto que estamos contentos. —Liam la atrapó Carly en un fuerte
abrazo y la despeinó—. Tiger necesita una compañera, y tú eres perfecta para él.
Otro emparejamiento significa más cachorros, más cambiantes.
—Habrá más cachorros —dijo Carly, y sonrió—. Más pronto que tarde.
Connor soltó otro grito, y esta vez cinco tortitas fueron al suelo. En vez de
regañarlo, Sean apartó a Connor y fue a abrazar a Carly él mismo.
—Ahora, eso es algo bueno —dijo Sean, envolviendo sus brazos alrededor de
ella.
—Pensaba que estabas embarazada —dijo Liam a Carly, todavía abrazándola
—. Olí el cambio. Pero estaba esperando que lo dijeras.
—Esperaste con más paciencia que Tiger —Carly se echó a reír dentro de su
abrazo—. Lo soltó a toda mi familia.
—Un cachorro —dijo Walker pensativo—. Felicitaciones. Eso será
interesante.
Tiger lanzó una mirada feroz a Walker. Se puso de pie y alzó a Katriona sobre
el hombro.
—Te ayudaré, Walker —dijo, gruñendo un poco—. Pero vas a permanecer
lejos de mi cachorro.
Walker le miró fijamente, sus ojos azules asumieron una mirada cautelosa.
Pero luego se relajó, asintió y le tendió la mano.
—Trato hecho.
Tiger estudió la mano de Walker, pero sin tocarla.
—Y no me dispares para ver lo rápido que sano la próxima vez. Eso duele.
—No te preocupes por eso –dijo Walker—. Si nos ayudas, trabajarás con
nosotros, no serás un sujeto de pruebas. Incluso he hecho el papeleo para crear
un nuevo puesto para ti si lo aceptas… enlace cambiante a la Oficina Sur
Cambiante, Asignación especial. Con un sueldo.
Tiger se lo quedó mirando con asombro, sin entenderlo del todo. Walker
estaba diciendo que quería darle un trabajo, pagarle con dinero, lo que
significaba que Liam no tendría que proporcionarle cada comida. La mayoría de
los cambiantes no se preocupaban mucho por el dinero y estaban dispuestos a
compartir, pero la idea de aportar su parte, como incluso hacía Connor, le daba
una sensación de satisfacción, de pertenencia.
—Trato hecho —dijo Tiger y estrechó la mano de Walker, al estilo humano.
Kim abrazó a Tiger por al cintura.
—Estoy muy feliz por ti, grandullón.
Tiger devolvió el abrazo de Kim con cuidado, no quería aplastar Katriona en
el regocijo. Entregó a una sonriente Kat a su madre, luego fue donde Liam y
Sean todavía abrazaban a Carly, los tomó por las nucas y los apartó de ella.
—Las manos fuera de mi compañera.
Sean rió, se sacudió de Tiger con una fuerza sorprendente, y volvió a la
cocina.
Liam dio un paso atrás, haciendo un gesto galante.
—Es toda tuya.
—Sí — dijo Tiger—. Lo es.
Carly enlazó los brazos alrededor del cuello de Tiger y lo atrajo hacia ella.
—Te amo —susurró antes de que besarlo en los labios—. Mi compañero.
El calor fluía de ella, y sus palabras, para llenar todos los vacíos dentro de
Tiger. Nada quedó fuera.
Walker había declarado que había descubierto para que había sido creado.
Pero Tiger ya lo sabía.
Había sido hecho para encontrar a esta mujer, Carly, esta compañera de su
corazón. Había sido hecho para el vínculo que se estiraba entre ella y él, y había
sido hecho para vincularse con el niño que crecía dentro de ella.
Tiger siempre parecía saber las cosas antes que los demás. Tal vez eso era
parte de su programación, un mecanismo que le permitía encontrar a los que
estaban en peligro, como había hecho con Olaf en el incendio. Trabajaría con
Walker para averiguar cómo sabía estas cosas, y todo lo demás que podía hacer.
Sabía, mientras abrazaba a Carly y la besaba, la mejor nueva actividad que
había aprendido desde que la conoció, que el niño dentro de ella era un niño. Y
que viviría, crecería y sería un tigre como su padre. Habría más cachorros, y
Tiger y Carly, juntos durante el tiempo que vivieran.
Liam le había contado lo del hechizo fae que permitía a los seres humanos
vivir tanto como sus compañeros cambiante, como Kim haría con Liam. Tiger
agarraría al fae llamado Fionn y haría que realizara el hechizo sobre Carly de
inmediato.
Tiger vio sus días extenderse ante ellos, Carly con él, y todos sus cachorros.
La atrajo más cerca.
—Sé para que me hicieron –susurró en su oído—. Fui hecho para ti.
Eso, y la felicidad. Tiger había alcanzado la felicidad en el pasado, sólo para
romperse como una burbuja de vidrio cuando cerró la mano alrededor de ella.
—Te amo, mi compañera —dijo Tiger, tocando la suavidad de su mejilla.
—Te amo, Tiger —dijo de nuevo Carly.
Esta vez, cuando Carly le sonrió, sus ojos verdes fueron lo más bello que
Tiger había visto en su vida, la felicidad se quedó con él, entera y cálida, y rodeó
su corazón.
Capítulo 31

Carly no había entendido bien las ceremonias de emparejamiento cambiantes,


aunque Kim y Andrea habían hecho todo lo posible para explicar el simbolismo.
Las danzas circulares llamaban a la Diosa y el Dios, la guirnalda de flores en el
pelo de Carly representaba la naturaleza, la eternidad y la fertilidad. El ritual
sellaba a Carly y Tiger para que su unión fuera sagrada bajo la luna, la Diosa
Madre, y bajo el sol, el Dios Padre.
Lo que Carly entendió es que la ceremonia en sí fue breve, Liam diciendo, con
una sonrisa,
—Bajo la luz de la luna, la Diosa Madre, reconozco este emparejamiento.
También entendió la fiesta en la que degeneró la solemne ceremonia, música a
todo volumen desde el porche trasero de Sean, la cerveza fluyendo, carne a la
parrilla, cambiantes bailando, hablando, riendo. Su madre y hermanas, que
habían llegado a Shiftertown para el evento de Carly, encajaron de inmediato.
Althea y Zoe ya tenían admiradores cambiantes. Janine y Simon, su marido,
fueron un poco más reticentes, pero Olaf y Jordan pronto se llevaron a su hijo a
jugar con ellos, y Andrea y Sean tuvieron a la pareja riendo y hablando.
Del mismo modo Yvette y Armand habían llegado para el ritual, Armand con
regalos de comida, Yvette con una sonrisa sabia para Carly por seguir su
corazón. De inmediato, Yvette se unió a Liam en la parrilla, primero discutiendo
con él y luego discutiendo sobre técnicas de cocinar, adobos y lo que debería ser
servido con qué.
Liam estaba de un estado de ánimo particularmente bueno, incluso más allá de
su excitación por presidir un emparejamiento. Los otros líderes cambiantes,
según les había dicho a Carly y Tiger antes de la ceremonia, habían acordado
que era bueno que Tiger trabajara con la Oficina Cambiante aprendiendo sobre sí
mismo. El arreglo mantenía a Tiger fuera de problemas, en otras palabras, le
convertía en el problema de otra persona. Y los líderes cambiantes, sobre todo
Bowman, Eric y Graham, estaban interesados en que Liam pusiera a prueba los
cambios del collar sobre Tiger. Éste había aceptado ayudar a descubrir maneras
de conseguir quitar los collares, sobre todo después de que Liam mencionó que
quería quitárselos a los cachorros primero.
Mientras la noche caía y la comida y la cerveza se consumían, algunos
cambiantes comenzaron a escabullirse a la oscuridad para estar solos. Los
rituales de emparejamiento revolvían los frenesís de apareamiento, había dicho
Kim.
Carly también entendió cómo ella y Tiger terminaron en la cama debajo de los
aleros, la luz de la luna que entraba los acariciaba.
Estaban solos en la casa, Liam y compañía todavía festejando. Con los sonidos
de la música de la fiesta venían de fuera, Tiger se entregó a Carly como si el
suyo fuera el último emparejamiento de la tierra.
A Carly no le importaba, mientras su cuerpo se alzaba al suyo, sus manos se
agarraban a la dulce firmeza de sus nalgas para empujarle dentro de ella. Se
arqueó, sudor caliente entre ellos, goteando a las sábanas.
Tiger no estaba en silencio, y esta noche no fue suave. Atrapado en el frenesí
de apareamiento, Tiger se introdujo en ella con ferocidad, y Carly, unida a él,
terminó inmersa en el frenesí ella misma.
Tigre abrió puntos de placer en Carly que ella nunca había sabido que existían.
Sonidos escaparon de su boca, incoherentes, la garganta dolorida por gritar.
Tigre la llenaba y la amaba, las manos en todas partes, su boca un lugar de
calor. Era uno con ella, y ella con él, y eso era todo lo que Carly quería.
Después de mucho tiempo, Tiger gruñó, los ojos dorados brillantes mientras se
acercaba al clímax. Siguió meciéndose contra ella, Carly estaba gritando de
alegría cuando derramó su semilla. Cayeron juntos, agotados y temblorosos, y la
habitación quedó en silencio.
Carly estaba en la maraña de sábanas, su cuerpo ardía, con la parte más
caliente el lugar donde todavía estaban unidos. Pasó las manos por la espalda de
Tiger, su piel estaba resbaladiza por el sudor. Pero estaba entero, sanado, suyo.
El toque de un compañero.
Su toque la sanó a ella a cambio. Carly nunca se había sentido tan bien, tan
cuidada, en toda su vida.
Tiger nunca la abandonaría. Ahora lo entendía. Incluso cuando se fue, había
estado cuidando de ella.
Porque le importaba. A su padre solo le había importado él mismo, había visto
a su familia como un obstáculo, una distracción. Y las había abandonado.
Tigre veía a Carly como su ancla en la corriente turbulenta de la vida, y ahora
ella pensaba en él de la misma manera. No a causa de un vínculo mágico, sino
porque la amaba y ella lo amaba. El amor, no se programa, no es magia.
—Te amo —susurró Carly, con la voz entrecortada por el sexo—. ¿Lo sabes,
verdad?
Tiger se levantó sobre ella otra vez, su rara sonrisa amplia, los ojos cálidos.
—Lo sé –dijo—. Y sé que te amo, Carly. Mi hermosa compañera.
Carly trazó su mejilla. Movió sus caderas al mismo tiempo, Tiger todavía
estaba rígido en su interior. Lo salvaje la tocó de nuevo.
—Lo sabes todo, ¿verdad? —preguntó ella, burlándose.
—Sí. —Su beso fue lento y caliente—. Lo hago.
—Mmm. Entonces sabes que quiero hacer eso de nuevo.
—Yo también quiero hacerlo, compañera de mi corazón. Ahora mismo.
—Sí. En este momento.
—Sé otra cosa —dijo Tiger mientras le besaba el cuello.
Salió de ella, la fricción deliciosa, la anticipación de más en el futuro aún
mejor. Tiger le besó los pechos, y luego se movió hacia abajo para presionar un
beso largo justo debajo de su ombligo.
—¿Que sabes? —preguntó Carly, acariciando su cabello, que ya estaba
creciendo de nuevo, negro y naranja.
Tiger rió, su aliento caliente sobre su abdomen.
—Es un niño.
Carly se echó a reír de alegría, el sonido resonó en la habitación. Ella abrió los
brazos, y Tiger subió besándole el cuerpo, su calor acogedor la cubrió mientras
se deslizaba dentro de ella otra vez.
Justo donde pertenecía. El vínculo compañero se enrolló alrededor de su
corazón, y del de Tiger, y Carly se sintió completa.
Fin

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